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Krispipe & ValeCog

Krispipe

ValeCog

Mais

Isane33

Manati5b

3lik@

Wan_TT18

Nati C L

Candy27

Rincone

Mais

Mais

Loli0911

Karlyisa08

MaryamR

Bibliotecaria70

Oficialmaria

Mew & Mais

Mew Rincone

Agradecimientos

Sinopsis

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Agradecimientos de la autora

Próximamente

a romántica secuela de Alienated lleva las relaciones a larga

distancia a un nuevo nivel con Cara y Aelyx deseándose el uno al

otro desde extremos opuestos del universo…hasta que una

amenaza para ambos mundos les vuelve a unir.

Cara siempre supo que la vida en el plantea L’eihr sería un cambio. Con

Aelyx, su novio L’eihr de vuelta en la Tierra, trabajando para reparar la

alianza rota entre los dos planetas, Cara es dejada para arreglárselas por sí

misma en una nueva escuela, rodeada de clones alienígenas hostiles. Incluso la

extraña mascota del dormitorio la odia.

Las cosas mejoran cuando Cara es designada como representante

humana para un comité preparando para una colonia humana en L’eihr. Una

sociedad fusionando sus dos culturas es un lugar donde Cara y Aelyx podrían

un día hacer una vida. Pero con los líderes L’eihr obstaculizando la concesión

de incluso las libertades más básicas, Cara comienza a preguntarse si alguna

vez podría ser feliz en este planeta, incluso con Aelyx a su lado. Mientras tanto,

en la Tierra, Aelyx se encuentra a sí mismo arrojado a una campaña de

relaciones públicas a gran escala para mejorar las relaciones humano-Le’ihr.

Los humanos no saben que su supervivencia depende de esta alianza: sólo la

gente de Aelyx tiene la tecnología para arreglar la contaminación mortal en el

suministro de agua a nivel mundial que los gobiernos humanos están

escondiendo. Sin embargo, a pesar de su ventaja, los líderes de su mundo de

repente parecen desesperados por tener a los humanos de su lado, y apenas se

inmutan ante los múltiples intentos de los extremistas en la vida de Aelyx.

El Camino claramente necesita ayuda de los humanos…pero ¿con qué?

¿Y qué van a pedir a cambio?

L

Para los L’annabes de todas las edades.

Mantengan sus ojos en las estrellas.

Traducido por krispipe//Corregido por Mais

Cara frunció el ceño ante la bolsa de lona gris almidonada a los pies de

Aelyx. Era idéntica a la que había traído a la Tierra el pasado otoño cuando

había viajado desde L’eihr para quedarse con ella durante su último año.

—Sólo tenemos un par de minutos —dijo, tomando su mano entre las de

él.

Ella miró por la ventana del puerto espacial a la nave que debía llevar a

Aelyx de vuelta a la Tierra —sin ella, esta vez— mientras que ella continuaba

en este planeta. Un escalofrío de ansiedad sacudió su espalda. El intercambio

no tenía que suceder así, sin Aelyx para guiarla. Por mucho que quisiera volver

a su casa, esa no era una opción. Los Ancianos habían hecho sus demandas

dolorosamente claras. Su pecho se apretó y calor hormigueó detrás de sus ojos,

pero se negó a llorar. Reparando la alianza entre sus dos mundos podrían

salvar a la raza humana.

Eso superaba a un corazón roto.

Ella convocó una sonrisa y encontró sus ojos plateados. Si solo les

quedaba un minuto, haría que valiera la pena.

—Te amo.

Las comisuras de sus labios se curvaron en una sonrisa.

—Muéstrame.

—He estado intentando mostrártelo desde hace días —dijo

sugestivamente—. Uno pensaría que en una nave tan grande como esta,

podríamos encontrar un lugar para estar solos.

Su broma tonta no lo detuvo.

—Hazlo.

—¿Aquí mismo?

Él comprobó sobre ambos hombros que nadie los estaba mirando.

—Adelante. Es seguro.

Habían mantenido su habilidad para usar el Discurso Silencioso en

secreto, pero Aelyx la hacía practicar todos los días. No venía fácilmente.

Comunicarse con su mente era más agotadora que trigonometría avanzada.

—Pero es nuestro último minuto, juntos —objetó—. ¿No tengo un

descanso?

—No. —Él tomó su rostro entre sus manos—. Muéstrame.

Por supuesto no se podía negar, no cuando sabía lo bien que se sentía

experimentar sus emociones, saber a nivel celular lo mucho que la amaba.

—De acuerdo.

Cerrando sus ojos, tomó una respiración profunda y liberó la tensión en

sus hombros. Aelyx utilizó sus pulgares para cepillar suavemente sus sienes,

ayudándola a relajarse y recordándole que aclarara sus pensamientos. Esa era

la parte más difícil, desterrar su voz interior.

Ella colocó una mano sobre el corazón de Aelyx, sintiendo su pulso

rítmico contra su palma mientras se enfocaba en el torrente de sentimientos

que sentía por él en ese momento… atracción, respeto, adoración, y más que

nada, necesidad. Dejó que los sentimientos se multiplicaran hasta que no pudo

contenerlos por más tiempo, y cuando abrió los ojos, canalizó su pasión a través

de sus amplias pupilas y hacia la conciencia más allá.

Él lo sintió, su expresión dejaba ninguna duda. Él cerró los ojos por un

momento como para saborear la sensación, luego enfocó su mirada con la de

ella. Eso fue increíble, comunicó. Estás mejorando.

—Ahora es tu turno —dijo ella.

Aelyx tocó su frente. Pídemelo de la manera correcta. Desde aquí arriba.

—Controlador.

Me lo agradecerás algún día.

Cara dejó escapar un suspiro y reinició el proceso de despejar su mente.

Cuando estuvo lista, miró a través de las pupilas de Aelyx y formó dos simples

palabras en su cerebro: Tu turno.

Pero pasó nada.

Inténtalo de nuevo, alentó él.

Ella lo hizo —tres veces más— pero sin éxito. Por alguna razón, podía

compartir sus emociones con Aelyx pero nunca sus palabras. Pero por el lado

bueno, ya no tenía los dolores de cabeza.

Él acarició su mejilla. Sé paciente y sigue practicando. Pídele a Elle que

te ayude mientras estoy fuera. Ella te enseñará a bloquear tus pensamientos y

también a compartirlos. Confío en ella, pero no le cuentes a los otros clones

sobre tu progreso…sobre todo a los Ancianos.

Justo cuando ella abrió la boca para responder, la pulsera de acero de

viaje alrededor de la muñeca de Aelyx zumbó, alertándole que era el momento

de embarcar. Compartieron una mirada desesperada antes de que él la besara

fuertemente.

No tomó mucho tiempo para que el beso se transformara de benigno en

abrasador, nunca lo hacía. El hormigueo familiar que sólo él podía convocar

bailó sobre su pecho. Cara aplastó sus cuerpos, aferrándose a sus anchos

hombros como si pudiera impedirle irse si se acercaba lo suficiente. Pero no

duró mucho. Justo cuando capturó su labio inferior entre sus dientes, él gimió y

se separó.

—Me tengo que ir —murmuró él, inclinando sus frentes juntas. Su

pulsera sonó de nuevo, una advertencia final antes de que se calentara contra

su piel y le causara dolor físico.

Ella empujó su pecho, negándose a romperse.

—Apresúrate. Antes de que te queme. —Sonrió y añadió—: Quiero que

nada te ponga caliente a parte de mí.

Con una sonrisa, tomó su bolsa de lona y corrió a través de la reja de

metal que llevaba al corredor de embarque. Cuando llegó a la puerta, se detuvo

y gritó:

—Casi se me olvida. Construí un nuevo blog para ti, para sustituir el que

Syrine eliminó. Mismo usuario y contraseña que antes.

—Gracias —dijo ella con un gesto—. Eres bastante impresionante…para

ser alienígena.

Él se rio mientras retrocedía hacia el corredor, dejándola con cinco

palabras finales.

—En realidad, tú eres la alienígena ahora.

Traducido por Isane33//Corregido por Mais

Lunes, 24 de diciembre.

Sueño con una Navidad Beige.

¡Felices fiestas, terrícolas! Bienvenidos a INVADED, su vistazo exclusivo de mi invasión de una

sola mujer al planeta L'eihr. No sé cómo los 597,350 de ustedes encontraron mi nuevo blog tan rápido,

pero me alegro de que estén aquí. Tomen una silla, quítense las botas y tomen una taza humeante

de h'ali (lo más parecido a chocolate caliente en esta nave espacial aborrecedora de azúcar).

Es Nochebuena, y si las estrellas se alinean —por no mencionar las transmisiones

intergalácticas— deben ver esta primera publicación por la mañana. Estamos a un glacial cero absoluto

aquí en el espacio, pero debemos llegar a mi cálido hogar lejos de casa para la hora del almuerzo.

Debo decir que es un poco extraño ser una de las dos personas en esta nave que celebran la

Navidad. Mis nuevos amigos piensan que es una locura creer que el espíritu de Dios impregnó una virgen,

pero piensan que es totalmente lógico aceptar que una Sagrada Madre dio a luz a seis dioses y diosas,

quienes crearon L'eihr del polvo de meteoritos y estrellas. Porque eso es mucho más factible.

Pero estoy divagando. Los L'eihrs celebran el nacimiento de sus deidades cada primavera, pero en

lugar de intercambiar regalos, ayunan durante dos días para acercarse a la Sagrada Madre por medio del

sufrimiento colectivo.

¡Hablemos de patrañas1!

A todos mis amigos y familiares en casa, tomen ponche de huevo por mí, y mientras están en ello,

coman un poco de pastel de frutas, también. Se sorprenderán de lo mucho que extraño esas cosas… y a

ustedes. Siempre a ustedes, queridos lectores.

1 Usualmente esta expresión se utiliza para mostrar disgusto por la temporada de Navidad y se volvió

famosa por el personaje de ficción Ebinizer Scrooge en la novela de Charles Dickens, “Villancico de Navidad”. En inglés se le conoce cómo: Bad Hambug

¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo!

Publicado por Cara Sweeney

No había comentarios publicados, pero eso no sorprendió a Cara. A veces

había un retraso de veinticuatro horas al enviar y recibir datos electrónicos de

la nave L'eihr apostada en la atmósfera de la Tierra. Sin embargo, eso no

estaba nada mal, teniendo en cuenta el número de galaxias que esos pobres

bytes tenían que viajar.

Hizo a un lado el ordenador portátil de su hermano y dejó la com-esfera

en la lustrosa mesa de la cafetería, donde mamá y papá no tardarían en unirse

a ella para la cena de Navidad, al estilo holograma. Su vida se sentía como un

especial futurista de vacaciones: Una Navidad muy Virtual. Si tan sólo pudiera

convocar algunas decoraciones digitales para el estéril y vacío comedor de la

nave. Aquí era tan festivo como una celda en el corredor de la muerte de una

prisión: paredes grises desnudas, filas de mesas y bancos metálicos

meticulosamente paralelos, un silencio de muerte, y nada para iluminan la

oscuridad salvo la pantalla retroiluminada del ordenador.

A las tres de la mañana, ni una criatura se movía, ni siquiera un harra,

el equivalente L'eihr de un ratón. Pero en lugar de estar bien arropada en su

cama con visiones de Resse Cups2 bailando en su cabeza, Cara se regía por el

horario de Midtown, día contra la noche, esperando que el «teléfono» sonara.

Como lo hacía a menudo durante estos momentos de tranquilidad, se preguntó

qué podría estar haciendo Aelyx en Manhattan.

Sólo había pasado una semana desde que los Ancianos L'eihr lo habían

enviado a la Tierra para ayudar a reconstruir la alianza, pero se sentía como

un año. Aelyx era la razón por la que ella había dejado la Tierra en primer

lugar, para que pudieran construir una vida en la colonia L'eihr. Nunca

imaginó que estaría sola cuando vislumbró su nueva casa por primera vez.

2 Chocolatinas con crema de mantequilla de maní.

Bueno, no literalmente sola.

Su hermano, Troy, estaba allí para servir como un mentor humano, pero

la verdad sea dicha, él era un verdadero idiota; el tipo de persona que la

señalaría y se reiría de su miseria en lugar de advertirle de no tocar una planta

alienígena carnívora… asumiendo que existieran en L'eihr. Esperaba que no.

El sonido de unos pasos arrastrándose volvió su atención hacia la puerta,

donde apareció Troy llevando las botas de combate desatadas y el mismo

uniforme militar arrugado con el que se había acostado anoche. Bostezó

ruidosamente, sin molestarse en cubrirse la boca, y utilizó las dos manos al

mismo tiempo para rascarse el pecho y el trasero.

Sí, ese era su mentor. Estaba tan jodida.

—¿No han llamado todavía? —se quejó, tomando asiento frente a ella.

Cara deslizó un paquete de nutrientes extra hacia él.

—Feliz Navidad a ti también.

En lugar de responder, se frotó un ojo y tomó su ofrenda de la mesa. Él

amaba esas barras de proteína, aunque Cara no podía entender por qué. Olían

y sabían exactamente igual que col hervida.

—Feliz Navidad —dijo él finalmente. Luego siguió con—: Boba.

Hacerle un gesto obsceno no parecía «alegre y navideño», por lo que ella

rodó los ojos en su lugar.

—¿Cuándo se supone que debemos aterrizar?

—No sé.

Ella apoyó la barbilla en una mano y suspiró.

Su transporte había alcanzado el sistema solar L'eihr hace horas, pero

por razones de las que no estaba al tanto, los Ancianos habían pospuesto

aterrizar en el planeta. Cara tenía un agudo caso de fobia a estar encerrada —o

fobia a estar encerrada en la nave, por así decirlo— y si tenía que escuchar los

ronquidos crónicos de Troy una noche más, lo asfixiaría mientras dormía. Él

había insistido compartir la habitación con ella mientras Aelyx estaba a bordo,

porque Dios no le permitió que ella tuviera suerte por una vez, y él se había

negado a apartarse de su lado desde entonces.

Ella lo miró entrecerrando los ojos.

—Espero que no creas que vamos a compartir un dormitorio en el Aegis.

—O en la colonia, o donde sea que terminaran.

Esperaba que adoptara una actitud de enfado, pero él bajó la mirada a su

regazo. Una emoción que no pudo identificar oscureció sus facciones. Casi

parecía culpa, lo que no tenía sentido. Troy estaba demasiado ensimismado

para sentirse culpable.

—¿Qué sucede? —preguntó—. Hay algo que no me hayas conta…

Fue interrumpida por el zumbido de un millar de avispas dentro de su

cráneo, era la forma irritante pero eficaz de su com-esfera para alertarle de una

transmisión entrante. Encogiéndose, tomó el gadget en su puño y susurró la

contraseña contra su fría cubierta de metal.

Los hologramas de seis pulgadas de mamá y papá parpadearon a la vida

al lado de su paquete de nutrientes, mientras que Troy saltaba a la mesa y se

deslizaba por su superficie resbaladiza para ocupar el lugar junto a ella.

—¡Feliz Navidad! —gritó Mamá, saludando desde su asiento en el regazo

de papá. Ellos se habían sentado en el sofá con estampado de magnolias de la

sala, y papá llevaba un suéter muy rojo que desentonaba con su cabello

naranja. Era una abundancia de cursilería, pero Cara nunca había

contemplado una vista más bella.

Si escuchaba con atención, podía apenas distinguir la voz suave como la

mantequilla de Bing Crosby canturreando “Estaré en casa para Navidad”, que

era un poco irónico, teniendo en cuenta la situación. Ella le devolvió el saludo,

junto con Troy, luego levantó la barra de nutrición.

—¿Terminaron la cena? Pensé que podríamos comer juntos.

—Oh —dijo mamá—, compramos comida para llevar en el restaurante

Szechuan al final de la calle. —Sus labios cereza se curvaron en una sonrisa,

pero no pudo ocultar la tristeza en su voz—. No me pareció correcto, cocinar

una comida grande para sólo dos personas.

Cara languideció y arrojó a un lado su paquete.

—Odio estas barras de proteína de todos modos.

—Apenas puedo verte —dijo mamá—. ¿Por qué están sentados en la

oscuridad?

Troy acercó su portátil y ajustó la configuración de brillo de la pantalla.

—Aquí son bastante frugales con la energía.

—Bien por ellos —añadió papá—. Ahora acérquense para que pueda

mirarlos más de cerca. —Cara y Troy obedecieron, juntando sus mejillas para

que papá los escudriñara. Papá asintió en señal de aprobación hasta que su

mirada se posó en Troy—. ¿Cuándo te vas a cortar ese cabello, Rapunzel? No

puedo creer que tu oficial al mando te permita usar el uniforme cuando te ves

así.

La mano de Troy se dirigió a sus rizos negros poco definidos —idénticos a

los de mamá— que le rozaban los hombros. Su cabello era casi lo suficiente

largo para llevarlo en una cola de caballo baja como los L'eihrs. Arrugando el

ceño, argumentó:

—Cuando en Roma…

—Córtate el cabello —dijo papá, y luego dirigió su atención a Cara. Una

sonrisa estalló en su rostro—. Pimienta, no puedo acostumbrarme a verte en

ese atuendo L'eihr. Me recuerdas a esas niñas fanáticas que usan trajes y se

tiñen de marrón la piel.

—L'annabes —facilitó Mamá con un resoplido suave.

—Sí, eso es.

Tímidamente, Cara alisó la parte delantera de su túnica. Tampoco podía

acostumbrarse a usar el uniforme, o a recoger sus ondas de castaño rojizo en la

misma trenza baja todos los días. Extrañaba sus pantalones vaqueros y

suéteres de cuello redondo, por no mencionar sus botas de montar de cuero y la

rizadora de cabello de dos barras.

Pero salvar a la Tierra valía la pena el sacrificio. Y también Aelyx.

Era evidente que los pensamientos de papá viajaron en la misma onda.

—¿Has recibido noticias de Aelyx últimamente?

—Llamó hace un par de días —dijo—. Se está quedando con el

embajador en Manha… —Se detuvo cuando una bola blanca de pelo en

miniatura apareció en el holograma y saltó al regazo de mamá. Parecía un

hámster muy crecido. Cara extendió un dedo.

—¿Qué es eso?

Mamá abrazó la bola de pelusa contra su mejilla e hizo ruidos de besos

contra este.

—Da la bienvenida a tu nuevo hermanito, Linus. Es un alemán-maltés-

Doodle-Poo. —Luego se dirigió directamente a su bebé peludo—: ¿Quién es el

amorcito de mamá? ¡Tú! ¡Sí, eres tú!

¿Qué rayos era un alemán-maltés-Doodle-Poo?

—Lo adoptamos en el refugio —explicó papá, no sonando satisfecho—.

Creo que tu madre tiene el Síndrome del Nido Vacío3.

Mamá le dio un codazo en las costillas mientras Cara intercambiaba una

mirada desconcertada con Troy.

—Pero soy alérgica a los perros, ¿recuerdas? —dijo Cara—. ¿Qué pasará

cuando vayamos a casa de visita?

Mamá hizo un ademán desdeñoso.

—Eso no sucederá en mucho tiempo.

—Uh, en realidad… —comenzó Troy, luego se detuvo para aclararse la

garganta—. Estaré en casa antes de lo que esperaba. El Coronel Rutter me

solicita regresar a la Tierra. Recibí órdenes ayer.

Cara casi sufrió un esguince en el cuello al girar la cabeza para mirarlo.

—¿Qué?

Troy tomó un tono defensivo.

—Sólo vine a L'eihr debido al programa de intercambio de estudiantes, y

ahora están diciendo que se acabó. Los otros dos humanos no vienen porque

tienen miedo. Los infantes de marina quieren que me reporte de regreso a…

—¿Cuándo? —exigió Cara.

Él no podía mirarla a los ojos.

—En dos semanas.

3 Sensación general de soledad que los padres u otros tutores pueden sentir cuando uno o más de sus hijos

abandonan el hogar.

Cara se limpió las manos sudorosas en los pantalones. No, esto no podía

ser cierto. Los infantes de la marina habían accedido a asignar aquí una

posición a Troy por dos años, hasta que los estudiantes de intercambio

originales —ella incluida— regresaran a sus hogares. Si él se iba ahora, ella

estaría sola. El único ser humano en un planeta lleno de L'eihrs aborrecedores

de la humanidad. Había exagerado en el blog cuando se había referido a sus

«amigos». Sólo un clon a bordo del transporte la había tenido en cuenta, y era la

hermana de Aelyx.

Troy era sin lugar a dudas un idiota, pero él era su idiota, y lo amaba.

Tenía que haber una manera de mantenerlo con ella. Podía ausentarse sin

permiso. ¿Qué iban a hacer los infantes de la marina, juzgarlo en un consejo de

guerra desde la Tierra?

—No —le dijo ella con un movimiento firme de cabeza—. No te puedes ir.

El programa no ha terminado. Yo todavía estoy aquí, y… —Te necesito.

—Pero esa es la cuestión —dijo Troy—. Tú eres un colono oficial ahora,

no un estudiante de intercambio. Cuando el año termine, te quedarás en L'eihr.

Para siempre.

—Pimienta —dijo mamá tentativamente—, si no eres feliz allí, puedes

volver a casa con tu hermano.

Un suave ¡ding! sonó del portátil de Troy cuando los datos electrónicos

entrantes comenzaron a entregar comentarios al blog de Cara.

Ashley dijo…

Estoy tan celosa. En serio, quiero ir. ¡Llévame con tu líder!

Eric dijo…

Me alegra saber que estás a salvo —POR AHORA— pero eres una idiota por dejar la Tierra por

un chico, ¡¡¡sobre todo después de que él envenenara nuestra maldita agua!!!

Tori dijo…

E tiene un punto. Vuelve, culo. Te extraño

Cara tocó el teclado táctil y cerró su página web antes de que apareciera

otro comentario desalentador. Se había comprometido a esta vida, y no iba a

echarse para atrás.

Un estridente ¡ladrido! la obligó a volver su atención a mamá, quien

tenía a Linus sobre un hombro y le acariciaba la espalda, haciéndolo eructar

como un niño. Era oficial, Cara había sido reemplazada por un alemán-maltés-

Doodle-Poo. En dos semanas, perdería a su hermano, y una vez que aterrizaran

en L'eihr, no tendría un amigo en el mundo.

Esta era la peor Navidad de su vida.

—¡Este es el mejor regalo de Navidad de la historia! —Una L'annabe

brincaba de un pie a otro, casi resbalándose en la acera helada mientras Aelyx

autografiaba su copia de Squee Teen.

—No es un problema. —Después de garabatear una firma rápida, Aelyx

le regresó la revista a la chica.

Ella miró a su brillante fotografía de ocho por diez y suspiró

ensoñadoramente, mientras que su amiga empujaba una copia de Fangasm

hacia él y le preguntaba:

—¿Tú y Cara realmente tuvieron una boda secreta? ¡Porque eso

es taaaan romántico!

—Perdone, señorita. —Un joven soldado raso de la guardia nacional,

llamado Sharpe, extendió una palma hacia la chica—. Necesito que dé un paso

atrás.

Ella asintió y obedientemente retrocedió un paso, uniéndose a una

docena de otras chicas, cada una vestida con falsos uniformes L'eihr su cabello

sujeto en una cola de caballo baja. La única amenaza que suponían era admirar

a Aelyx hasta la muerte. Pero mientras él encontraba a sus guardaespaldas

excesivos, a veces, estaba agradecido por su presencia. Su última visita a la

Tierra había terminado en un atentado contra su vida, y deseaba volver a Cara

con todas sus partes intactas.

—No —le dijo a la chica, forzando una sonrisa—. Los seres humanos y

los L'eihrs legalmente no pueden casarse. —Y añadió con un guiño—: Todavía.

—¡Oh, dioses —gimió Syrine, su ex mejor amiga. Énfasis en ex.

Apenas habían intercambiado diez palabras desde que ella había

intentado poner a Cara en su contra en el transporte. Syrine lo empujó a un

lado y trotó hasta los escalones que conducían al ático que compartían con el

embajador L'eihr. Dos guardias armados la siguieron al interior.

—Probablemente deberías terminar por hoy —susurró el Soldado Raso

Sharpe—. Estás expuesto aquí fuera.

Una ráfaga helada de viento le picó la nuca a Aelyx, enviando un

escalofrío por cada pulgada de su carne. Nunca había sentido el invierno

punzante hasta sus viajes a la Tierra, y los dioses quieran, nunca lo haría de

nuevo después de que esta misión terminara. Una cálida chimenea lo llamó

desde el piso de arriba, y Sharpe no necesitaba pedírselo dos veces.

—Sólo uno más —le dijo Aelyx a las chicas, provocando un coro de

gemidos decepcionados. Estaba a punto de firmar su nombre cuando un

movimiento brusco en su periferia le llamó la atención.

Echando un vistazo a un lado, Aelyx notó un guardia uniformado que se

acercaba rápidamente desde un Hum-V4 blindado estacionado junto a la acera,

sus botas crujían fuertemente sobre la sal y el aguanieve que cubría la calle.

Una cicatriz rosada estaba en contraste contra la frente de marfil del hombre,

sus ojos marrones fijos al frente en nadie en particular. Aelyx observó la

chaqueta del soldado, pero encontró ninguna etiqueta con su nombre.

¿Por qué no tenía una etiqueta con su nombre?

Cuando el soldado se echó a correr, el cuerpo de Aelyx se tensó, sus

instintos en alerta máxima. Antes de que una pregunta se pudiera formar en

sus labios, el hombre sacó su pistola y apuntó al corazón de Aelyx. En una voz

más fría que las heladas matutinas, el hombre dijo en tono áspero:

—Esto es por los Patriotas —y apretó el gatillo.

Con la adrenalina en aumento, Aelyx reaccionó, pero no lo

suficientemente rápido. Mientras esquivaba a la derecha, un chasquido

ensordecedor perforó sus tímpanos y doscientas libras de fuerza lo tiraron al

asfalto congelado. Un cóctel de gritos, botas arrastrándose y un contraataque

inundaron sus sentidos.

Le tomó a Aelyx un momento darse cuenta de que no sólo estaba vivo,

sino que Sharpe estaba encima de él. Aelyx se liberó y se apoyó en un codo a

tiempo para ver al solitario pistolero correr calle abajo y desaparecer entre dos

casas adosadas. Varios guardias siguieron en persecución, mientras que el

resto de su unidad se apresuró a asegurar el área.

Sharpe rodó sobre su espalda con un profundo gemido y le preguntó—:

¿Estás bien?

Aelyx se palmeó el pecho y movió los brazos y las piernas en un breve

inventario.

4 Es una camioneta de cuatro ruedas utilizada por los militares.

—Sí. —Una mirada a Sharpe reveló una mancha húmeda de sangre

extendiéndose lentamente por la parte exterior de su hombro—. Pero tú no.

Sharpe siguió la mirada de Aelyx a la herida antes de soltar un gruñido

frustrado y apoyar la cabeza en el suelo.

—Sólo es un rasguño. Pero va a escocer cuando la adrenalina baje.

De cerca, Aelyx se dio cuenta por primera vez de lo joven que era el

hombre, probablemente no tenía más de veinte años. Incluso podrían tener la

misma edad, lo que lo sorprendió. La valentía y los rápidos reflejos de Sharpe

rivalizaban con los de un guerrero experimentado.

—Recibiste una bala destinada a mí.

Sharpe se encogió del hombro bueno.

—Es parte de mi trabajo.

Aelyx no pudo evitar sonreír ante el estoicismo del muchacho. Podrían

necesitar más como él en L'eihr.

—Bueno, gracias por hacerlo tan a fondo, Soldado Raso Sharpe.

Sharpe se echó a reír, y luego hizo una mueca de dolor y extendió la

mano opuesta.

—Llámame David.

Traducido SOS por Manati5b//Corregido por oficialmaria

Cara se abrochó su cinturón de cinco posiciones, haciendo un gesto de

dolor cuando la banda del cinturón rozó la sensible cicatriz de la vacuna al

interior de su muñeca. Juzgando por el bulto de un cuarto de tamaño debajo de

su piel, no podría agarrar ni un solo resfriado en L’eihr, lo que le sentaba bien.

La última cosa que necesitaba era una gripe estomacal. Los L’eihrs eran más

inteligentes, rápidos y fuertes que los humanos, así que sus virus

probablemente fundirían al acero. Después de abrochar sus cierres, se acurrucó

en su asiento junto a Troy, quien no había dicho ni palabra desde que

abordaron la nave hace cinco minutos.

Cuando Elle caminó lentamente a través de la puerta y se sentó en la

primera fila de asientos frente a ellos, la postura de Troy se volvió rígida y

metió sus rizos negros detrás de ambos oídos, no mucho para una reacción, pero

lo suficiente para hacer a Cara sospechar que estaba enamorándose de la

hermana de Aelyx. Esto no fue una gran conmoción. Con sus pestañas de una

milla de largo y sus rasgos delicados, Elle era naturalmente bella. Además,

tenía un espíritu maternal, lo cual probablemente era debido a su posición de

médico a bordo de la nave. Pero la elección del momento de Troy era terrible. El

l’ihan de Elle había sido asesinado en China hace unas cuantas semanas y ella

todavía lo lamentaba a su propia tranquila manera.

Troy tamborileaba los dedos contra su muslo.

—No puedo esperar a sentir el suelo bajo mis pies otra vez —dijo él, en

su mayoría hablando con Elle. Dejó escapar una risa temblorosa y balanceó el

tacón de su bota en el piso. Pobre chico, lo tenía mal, un alienígena totalmente

golpeado.

—Mmmm —fue la única respuesta de ella. Aseguró su cinturón de

seguridad y giró su mirada plateada hacia Cara.

Tan pronto sus ojos se encontraron, Cara sintió la voz de la chica dentro

de su cabeza preguntando: ¿De verdad puedes oírme?

Cara se congeló del pánico. Se suponía que nadie sabía que podía

comunicarse de esa forma.

Aelyx me contó, siguió Elle. Pero no le creí.

—Sip —dijo Cara, enviándole un mensaje sin hablar con el tono de su

voz—. También estoy lista para salir de esta nave. Los viajes espaciales me dan

nauseas.

—Espero que no te importe —le dijo Elle a Cara—, pero le pregunté a los

Ancianos si nos podían asignar a la misma habitación—. Luego agregó de

manera privada—: Aelyx me dijo que te cuidara hasta que regresara.

—Eso depende. —Cara le guiñó un ojo—. ¿Roncas?

—Algunas veces —confesó Elle, no entendiendo la broma—. Pero Eron

solía decir que era adorable. —Se mordió el labio y estudió sus manos dobladas,

su expresión afligida.

Todos se quedaron en silencio después de eso, eligiendo mirar hacia las

ventanas a la oscuridad.

Momentos después, los dos últimos pasajeros se les unieron y las puertas

emitieron un silbido al cerrar. Cara dirigió una rápida mirada hacia los clones

y luego hizo una doble toma.

—Hola Cah-ra.

El joven líder, Jaxen, tomó asiento al otro lado de ella, extendiendo sus

largas piernas hasta que la punta de sus botas tocó las suyas. Fijó su intensa

mirada en ella y sonrió mientras su hermana, Aisly, se sentaba a su lado y

saludaba a Cara con un asentimiento de cabeza.

Cara retiró sus pies y ofreció una sonrisa apretada. Su presencia la tomó

por sorpresa. Jaxen y Aisly eran miembros de El Camino, órgano rector de

L’eihr, así que ¿por qué no habían viajado ellos junto con los Ancianos?

Jaxen continúo estudiándola mientras abrochaba su cinturón.

—Aisly y yo nos ofrecimos como voluntarios para escoltarte hacia la

capital. —Fue como si le hubiera leído la mente, aunque Cara estaba casi

segura que los L’eihrs no podían hacer eso.

Aisly inclinó su cabeza y observó el rostro de Cara, no en forma

despectiva, sino más como un visitante de un zoológico observaría a un animal

exótico detrás del cristal. Cara imaginó que debería acostumbrarse al

escrutinio. Razas individuales habían dejado de existir en su planeta, y con su

tez pálida, ojos azules y cabello cobrizo, destacaría como una broma en un

funeral.

—En la Tierra —dijo Aisly—, un año equivale a una rotación completa

de la tierra alrededor del sol, ¿correcto?

Cara asintió, sintiendo el rugido de los motores vibrar debajo de su

asiento. La nave se separó de su corredor de abordaje con una ligera sacudida,

y un estremecimiento de alegría la atravesó. Finalmente estaban dejando el

transporte.

—Entonces eso significaría que tengo diecisiete años, como tú —le dijo

Aisly, luego asintió hacia su hermano—, y Jaxen tiene veintiuno.

—¿Veintiuno? —Cara frunció su frente en confusión, tratando de

recordar lo que Aelyx le había dicho sobre el viejo programa de crianza L’eihr.

Genetistas habían jugado a ser Dios por mucho tiempo y engendraban la vida

fuera de sí mismos, por lo que habían cambiado de opinión clonando

ciudadanos de sus archivos. Pero esa política había entrado en vigor veinte

años atrás, y le tomaba nueve meses a un bebé crecer dentro de vientres

artificiales—. Pensé que los clones más viejos tenían diecinueve.

La sonrisa de Jaxen nunca vaciló, pero sus palabras se tornaron heladas.

—Supongo que Aelyx te dijo eso —No le dio oportunidad de contestar—.

Nuestra población es pequeña, Señorita Sweeney, pero puedo garantizarle que

su l’ihan no ha conocido a cada clon del planeta.

Caray. Claramente había tocado un nervio. Ella trató de hacer ligero el

malentendido.

—Estoy segura que es un error inocente. A pesar de lo que piense Aelyx,

él no lo sabe todo.

Nadie se rio. Estos L’eihrs eran una multitud dura.

Jaxen y Aisly trabaron sus ojos en una conversación privada, así que

Cara suavemente se aclaró la garganta y miró por la ventana a su derecha.

La nave sobrevino y ganó velocidad, y en pocos minutos, el espacio vacío

ganó distancia para ver los puntos de luz. El aire era más frío cerca de la

ventana, pero Cara se inclinó y buscó el remolino de la nebulosa azul que Aelyx

le había descrito para ella unas semanas atrás. Cada vez que la veas, quiero

que pienses en mí, le había dicho. Voy a arreglar esa alianza en tiempo récord,

y pronto estaremos juntos y veremos el cielo de L’eihr desde nuestra colonia.

No pudo encontrar la nebulosa, pero se dio cuenta de dos lunas gemelas

y luego del silencioso planeta azul que se volvería su nuevo hogar.

Una amplia extensión de océano se envolvía alrededor del globo,

interrumpido por un solo continente bronceado y un puñado de islas pequeñas.

Abundantes nubes oscurecían su vista mientras la nave se deslizaba a través

de la atmósfera. Una vez que la nave rompió a través de la neblina, filas de

picos de montañas beige la saludaron, sobresaliendo orgullosamente contra un

cielo del tono exacto de la pizarra. En su base, un plácido mar se extendía hasta

el horizonte y besaba al sol naciente.

Cara miró por la ventana opuesta para observar los bosques de

majestuosos árboles de secuoya, sus hojas plateadas resplandeciendo como

cuarzo en respuesta a los rayos de la mañana. Sus ojos se ampliaron para

absorberlo todo. Trató de encontrar algún horroroso defecto en el paisaje para

probar que Aelyx había exagerado la magnificencia de su mundo, pero cada

átomo en su cuerpo cantaba con su belleza.

Mientras la nave descendía, pudo ver un asentamiento a la distancia.

Rápidamente pudo hacer una rápida identificación del edificio del capitolio

localizado en el corazón de la ciudad. Oficinas, departamentos, tiendas y

dormitorios se extendían de la humilde estructura de tres pisos como satélites

en órbita, cada uno tan neutral como el siguiente. Parecía ser que la

arquitectura, como todos los otros aspectos de la vida en L’eihr, en enfocaban

en la practicidad sobre la estética. La pequeña ciudad le recordó a Cara sobre

cómo las antiguas ruinas en el Medio Oriente se hubieran visto en su mejor

momento.

Cuando se giró hacia la otra ventana, atrapó a Jaxen observando su

reacción. Él sostuvo su mirada por algunos latidos y se inclinó hacia adelante

tan lejos como sus restricciones se lo permitían.

—¿Qué piensas?

Tan pronto como Cara encontró su voz, le dijo—: Es espectacular.

—También lo pienso —dijo él—. Esta es la más pequeña de los cinco

distritos, pero es mi favorita.

—Por una buena razón —añadió Aisly—. Todo lo importante está aquí:

los archivos académicos y científicos, los laboratorios genéticos, las galerías

culturales.

—Sin mencionar a su gobierno —dijo Cara. La pequeña capital le

recordaba a Washington DC—. ¿Todos los diez miembros de El camino viven

aquí?

—Sí y no. —Jaxen hizo un gesto hacia afuera de su ventana a la

ciudad—. Rotamos y vivimos en los diferentes distritos y viajamos a la capital

cuando necesitamos reunirnos. Eso nos permite supervisar los gobiernos locales

mientras garantizamos que las necesidades de cada región sean cumplidas.

—Excepto Alona —dijo Aisly—. La cabeza de los Ancianos siempre reside

en la capital.

—Algo así como nuestro presidente en Améri… —Una repentina

sensación de caída hizo suspirar a Cara, y le hizo mirar hacia afuera para ver a

la nave tocar el suelo en un césped beige fuera del edificio del capitolio.

Una vez que su corazón dejó de golpear, escudriñó el patio abierto,

notando un grupo de árboles de sauce con hojas plateadas y arbustos cerca de

una entrada lateral. A esta hora tan temprana, solo había una sola señal de

L’eihr a la vista: un guardia de mediana edad de pie en posición de firmes cerca

de la entrada principal. Los ojos de Cara se lanzaron hacia el enfundado iphal a

un lado del hombre. Era un tipo de arma de mano, pero con el poder de detener

el corazón de su víctima con un concentrado pulso de energía.

Bienvenidos a L’eihr. Empiecen algo y nosotros los detendremos.

¡Tengan un buen día!

Cara desabrochó su arnés y esperó a que la docena de pasajeros delante

de ella descendieran. Luego siguió a su hermano por los escalones de

transporte para bajar de la nave e hizo una pausa para tomar su primer aliento

en un mundo alienígeno.

El aire estaba cálido y húmedo, ligeramente más pesado de lo que

esperaba, oliendo débilmente a amargo cítrico. Era un extraño pero agradable

olor, especialmente comparado con los gases de escape con los que había crecido

en la Tierra. El gentil sol de la mañana calentaba sus hombros, una sensación

que no había sentido en semanas. Hasta ese momento, no se había dado cuenta

cuánto había extrañado la sensación de la luz del sol en su piel. El transporte

principal había proporcionado lámparas ultravioletas para estimular la

producción de vitamina D, pero no podían replicar la brisa que agita los

mechones sueltos de cabello contra la parte trasera del cuello. Ella también

extrañaba eso.

De inmediato, se dio cuenta que el espectro de colores vibrantes de la

Tierra no existía aquí. Aelyx una vez había comparado L’eihr con Midtown en

invierno, cuando las pocas hojas restantes se habían marchitado y se habían

vuelto de color marrón. Era una justa comparación, pero mucho menos

aburrido. Estas hojas bronceadas brillaban con un tono opalescente que hizo

que Cara quisiera unirlas y usarlas alrededor de su cuello.

Ella observó la gran pared de piedra a la distancia, abrazando las

colinas hasta que desaparecían detrás de un complejo de departamentos de

varios pisos. Se preguntó qué había del otro lado y porque se molestaron en

bordearlo cuando las naves podrían fácilmente volar encima de ellos.

—Un crédito por tus pensamientos5 —dijo Jaxen, estudiándola otra vez

con una sonrisa.

—Un crédito. —Cara rio ante la variación de la expresión Americana—.

Supongo que mis centavos no valen aquí.

Jaxen levantó su muñeca.

—Tú nano-chip hará un seguimiento de tus créditos, entre otras cosas.

—Caminó a largos pasos hacia la puerta de salida y le hizo un gesto para que lo

siguiera—. Ven aquí y te lo enseñaré.

Cara miró hacia la herida de su inoculación. Había olvidado que además

de las miles de vacunas, el médico le había implantado un chip de datos bajo su

piel.

Jaxen señaló una caja de distribución luminosa, colocada en la pared

exterior.

—Hay estaciones como estas en todas partes, incluso dentro de los

alojamientos. Sostén tu muñeca aquí debajo, así. —Cuando lo demostró, un

haz de luz bailó sobre su muñeca—. El sistema te buscará notificaciones

personalizadas.

Cara extendió su brazo, palma arriba. Segundos más tarde, una suave

voz de mujer ordenó:

—Cah-ra Sweeney, por favor repórtese en el Primer Aegis en su tiempo

libre.

Impresionante. Incluso programaron el sistema para hablar Inglés para

ella.

—El primer Aegis es nuestro —dijo Troy, señalando el complejo por la

muralla de la ciudad—. Es la escuela más cercana a la capital. Estudiantes de

los otros cuatro campos tienen que tomar el tren de aire para llegar aquí.

5 La expresión suele ser «A Penny for your thoughts» o «Un Centavo por tus Pensamientos», que uno lo dice

cuando ve al otro muy concentrado y desea saber qué sucede. Jaxen cambia la palabra «Penny» (Centavo) por «Credit» (Crédito).

—¿Qué tren? —preguntó Cara.

Él señaló un juego de pilares de metal que no había notado

anteriormente. Su mirada siguió la estructura hacia arriba hasta la pista del

monorriel.

—Y en su tiempo libre realmente significa ahora —le aconsejó Elle.

—¿Me voy a quedar en el Aegis? —preguntó Cara un poco

decepcionada—. ¿No en la colonia?

Jaxen retrocedió sorprendido.

—No. La colonia está al otro lado del mundo y todavía en construcción.

—¿Al otro lado del mundo? —Pero toda la población de L’eihr vivía aquí,

dividido en cinco pequeños distritos en un continente de la mitad del tamaño de

Canadá. No había otro lugar donde ir excepto… —¿En una isla? —No dijo

abandonada, pero eso fue lo que le vino a la mente.

Otra vez, Jaxen parecía haber leído sus pensamientos.

—Sí, pero no te preocupes. La intención es permitir a los colonos la

libertad de formar una única sociedad, libre de nuestra influencia… hasta

cierto punto.

Cara supuso que eso tenía sentido, aunque se preguntó hasta qué «cierto

punto» El Camino interferiría.

Jaxen se giró hacia Troy y Elle.

—Tengo asuntos delicados que discutir con la Señorita Sweeney. La

entregaré en el Aegis dentro de poco. Son libres de irse.

Troy vaciló, pero la palabra de Jaxen era ley, y el tono de su despedida

no dejaba espacio para la negociación. Una vez que Troy y Elle estaban fuera

de vista, Jaxen lideró la marcha por el mismo camino, haciendo un gesto a Cara

y Aisly para que lo siguieran.

—¿Está todo bien? —preguntó Cara, mientras miraba el pavimento bajo

sus botas. Tenían un ligero bote, como una pista de interior que absorbe los

golpes. Saltó sobre las puntas de sus pies y sonrió, dándose cuenta que siempre

tendría un resorte en su paso.

Aisly le disparó una mirada de curiosidad y ambas empezaron un paseo

ligero.

—Sí. Sólo queremos darte una bienvenida apropiada.

Un suave silbido sonó desde arriba, y un tren de aire partió de la ciudad

a gran velocidad. De alguna manera, se arregló el trabajo con apenas un soplo

de viento. Cara estiró el cuello, maravillada como una niña mientras otro tren

pasó por encima de ella. Incluso más alto, líneas del cielo dirigían algunas

naves desde y hacia la ciudad, aunque no tenía idea en como los pilotos evadían

las colisiones en el aire sin límites visibles.

—Imagino que esto es difícil de procesar —dijo Jaxen.

Cara rio secamente mientras su mirada se movía de un objeto

desconocido a otro.

—Necesito otro par de ojos.

—Fue lo mismo para mí —dijo Jaxen—, mi primera vez en tu mundo.

Ella giró su cabeza.

—¿Has estado en la Tierra?

—Muchas veces. Amo a tu gente, poseen tanta pasión y creatividad, los

rasgos que los L’eihrs han perdido con el tiempo —Jaxen jaló a un lado una

sobrecrecida semilla de diente de león. Al contacto, la flor se esfumó como una

medusa—. No puedo esperar para regresar y explorar otras culturas humanas.

Nunca he viajado mucho más lejos de la residencia del embajador en

Manhattan.

—Ahí es donde está Aelyx ahora. —Una mirada a los bronceados y grises

árboles que revestían la pasarela trajo una pregunta a su mente—. Él me dijo

que no había verde aquí porque sus plantas no usan la fotosíntesis. Así que,

¿qué pasaría si yo trajera un maple de la Tierra? ¿Sería compatible con su sol?

—Irrelevante ya que El Camino nunca lo permitiría. Destruir un

ecosistema es más fácil de lo que piensas. —Luego, con un suave tono altanero,

añadió—: La actual situación de la Tierra debería enseñarte eso. Es una pena

que a una raza tan dinámica, no se le pueda confiar el cuidado de su propio

planeta.

Cara tomó su lengua entre sus dientes, literalmente reprimiendo una

mordaz respuesta. Te olvidas de sh’alear, imbécil. Los clones no dudaron en

meterse con nuestro ecosistema cuando les convenía.

—Tus mejillas enrojecieron —dijo él, como si esto le divirtiera mucho—

. Te he hecho enojar. ¿Ves? Tanta pasión. Te envidio.

Cara hizo un gesto hacia los árboles y descaradamente cambio de tema.

—¿Entonces cómo obtienen los nutrientes si no es por el sol?

—Del aire. —Se estiró por encima de su cabeza y arrancó una hoja de la

rama, luego se la entregó.

—Es cierto, como el musgo Español. Aelyx me dijo. —Frotó la hoja entre

sus dedos. Se sentía ligera y esponjosa, y cuando la llevó a su nariz, reconoció la

esencia cítrica—. Esto fue lo que olí cuando salí de la nave.

—Árboles Ilar —dijo Aisly—. Son fragantes.

—Y abundantes —dijo Cara, escudriñando el paisaje. Los Ilars estaban

en todas partes. Sus ramas incluso se cernían sobre la pared de piedra

rodeando la ciudad.

—Solo en este distrito —le dijo Jaxen a ella—. En los pantanos del sur,

encontrarás árboles de raíces poco profundas que absorben los nutrientes a

través de su corteza escamosa.

—Son horribles —dijo Aisly con un movimiento de muñeca—. Los árboles

más bellos están en las montañas. A esa altitud, tienen que crecer alto para

encontrar alimento y sus hojas son el doble del tamaño de tu mano.

Cara miró hacia el oeste, recordando el bosque de cuarzo que había

admirado desde la nave. Ahora podía ver nada más allá de la gran pared.

—¿Qué hay al otro lado de eso?

Los ojos de Jaxen se lanzaron hacia la pared.

—Mantenemos la mayoría de nuestra masa continental en su estado

natural. La pared protege la fauna silvestre de nuestra influencia. —Señaló

sobre su cabeza a una bandada de pájaros manchados que se asemejaban a las

palomas—. Excepto esos que vuelan.

—O que escalan —añadió Aisly sombríamente.

Estuvieron callados hasta que alcanzaron los terrenos del Aegis, y

entonces unas cosquillas nerviosas aletearon en el pecho de Cara. De pronto,

quería que el paseo durará más tiempo. No estaba lista para su primer día de

escuela.

—No empezarás las clases hasta mañana temprano —dijo Jaxen.

Cara se detuvo un momento y lo estudió. En la superficie, Jaxen se

parecía a los demás de su especie… piel bronceada y ojos plateados. Usaba su

cabello castaño claro en una coleta, su atlético cuerpo oculto bajo el uniforme

estándar. Pero había algo diferente en él. Tal vez tenía habilidades únicas. Lo

que explicaría su posición en El Camino.

—¿Puedes leer las mentes? —preguntó ella.

Él se rio de ella.

—No, pero puedo leer expresiones, y tus pálidas mejillas me dicen que

tienes miedo.

Cara no lo pudo negar, así que se giró para examinar los alrededores. El

Aegis le recordaba al colegio comunitario de casa, una gran abertura cuadrada

de patio, media docena de contenedores dispersos y múltiples senderos que

conducían al bosque. Se inclinó hacia adelante y entrecerró los ojos, lo que le

mostró una carrera de obstáculos.

Aisly siguió su mirada.

—Ahí es donde llevarás a cabo tus clases de acondicionamiento físico.

Cara gruñó internamente. Incluso en otra galaxia, no podía escaparse de

Educación Física.

—Pero no te preocupes —continúo Aisly—. El instructor ajustará su

tiempo para compensar tu sistema respiratorio inferior.

Asombroso. Agrega a la ecuación el cerebro humano inferior de Cara, y

después de que Troy se vaya, ella sería la persona más inútil en el planeta.

Quedó bastante reducido su previo título de Valedictorian6 de Midtown High.

—¿Ustedes también van a la escuela en este Aegis? —preguntó ella.

Por lo que entendía, los niños permanecían en su Aegis local desde el

nacimiento hasta el final de sus veintiún años, cuando reciben una asignación

de trabajo y se trasladan al cuartel ocupacional. Pero sin duda cualquier L’eihr

con el talento suficiente señalado para El Camino, no tomaría clases con el

resto de los estudiantes.

—Lo hacemos ahora —dijo Jaxen. Ella esperó para que continuara pero

no lo hizo.

Los tres subieron los escalones que llevaban al dormitorio, y Aisly

extendió su muñeca para el escáner. En respuesta, un par de puertas metálicas

silbaron a un lado para permitirle la entrada al vestíbulo vacío. Cara se

preparó para una ráfaga de helado aire acondicionado, pero una brisa cruzada

de las ventanas abiertas a lo largo de los pasillos adyacentes rozó su piel,

6 Título que recibes cuando te gradúas como la mejor estudiante de tu clase (Valedictorian) o generación, y

te da la oportunidad de dar el discurso de fin de curso.

recordándole que la temperatura aquí rondaba todo el año por los setenta. La

siguiente sensación que le llegó fue el cálido y acogedor aroma de pan

horneado. Su estómago gruñó en respuesta.

—Debe ser hora del desayuno —reflexionó. Eso explicaría la ausencia de

estudiantes.

—Sí —dijo Aisly—. Nuestro alimento básico de la mañana aquí es

t’ahinni. Esta hecho de larun, que es un plano…

—Pan pita7 —finalizó Cara. Una agridulce sonrisa curvó sus labios—.

Traté de recrearlo en la Tierra para Aelyx, pero nunca conseguí hacerlo bien.

Desde ahí, la llevaron a las oficinas del director y la equiparon con un

suministro de uniformes limpios y una tableta del tamaño de su palma.

—Lleva esto en cada clase —le dijo Jaxen—. Todos los libros y ensayos

que necesitas están precargados y traducidos al Inglés.

Incluso después de la demostración, Cara no entendía cómo usar el

aparato, pero se mantuvo en silencio por temor a verse estúpida. Le pediría a

Elle que le explicara después. Luego, Jaxen y Aisly la escoltaron a su

habitación, la cual estaba en el primer piso cerca del vestíbulo.

Jaxen se detuvo fuera de su puerta.

—¿Es todavía tu intención permanecer aquí permanentemente como

L’ihan de Aelyx?

Cara asintió, a pesar de que «permanecer aquí permanentemente»

sonaba tan…permanente.

—Excelente —dijo Aisly—. Entonces podemos resolver el problema de tu

ciudadanía.

7 Pan plano viene a ser la traducción literal. Es un pan hecho con harina, agua y sal y luego enrollado en una

masa aplanada.

El estómago de Cara se revolvió. El hecho de que dejara la Tierra no

significaba que quería cortar todos los lazos con su gente.

—¿Puedo tener la doble ciudadanía?

—Absolutamente —prometió Aisly—. Pero el proceso sigue siendo el

mismo. Con el fin de convertirse en ciudadano, tendrás que celebrar el Sh’ovah.

¿Un Sh’ovah? ¿Por qué eso le sonaba familiar?

Cara buscó en su memoria. Cuando nada vino, se giró hacia Jaxen para

que le aclarara, pero en el momento en que sus ojos se encontraron, la

respuesta la golpeó como una bala de cañón. Le sonaba familiar porque hace

varios meses había escrito en una entrada del blog acerca del rito de paso:

Haces un juramento a la Sagrada Madre, y luego todos tus compañeros se

paran en línea y frotan barro en tu cuerpo desnudo para simbolizar tu unión

con Ella. ¡Mazel tov!

Toda la sangre en el rostro de Cara se fue al sur, asentándose en un

lugar próximo a sus calcetines. ¿Tendría que estar delante de sus nuevos

compañeros en su traje de cumpleaños? ¿Y dejarlos que la cubrieran con lodo?

Tenía que haber otro modo.

—Cah-ra —dijo Jaxen—, no relacionamos al sexo a la desnudez aquí. Te

prometo que la vista de tu cuerpo perturbará a nadie.

Así que tal vez los clones no le dieran una mirada lasciva pero seguro

ellos mirarían embobados su piel pálida y las pecas salpicando su trasero. ¿Por

qué no podrían darle un pase solo por esta vez?

—Si estás teniendo segundos pensamientos…—interrumpió Jaxen, su

voz cargada de implicación.

Antes de que tuviera oportunidad de cambiar de opinión, Cara espetó—:

Lo haré.

—Esto no es una decisión para hacerla a toda prisa —advirtió Aisly—.

Volverse un ciudadano significa aceptar y apoyar nuestras costumbres y seguir

a El Camino en todas las cosas. No somos una democracia.

Cara sabía eso. Ella y Aelyx habían pasado horas debatiendo las

diferencias entre sus gobiernos. Ofensas menores como insultar —que solo era

cuestión de tiempo para ella— resultarían en un latigazo eléctrico.

Cuando consideraba el castigo por otros crímenes, su mente vagaba al

cromo iphal enfundado por el guardia de la capital en su cadera. Este lugar no

era una utopía, pero si quería una vida con Aelyx en su planeta, tenía que

cumplir con las reglas del pueblo y respetar su cultura, incluso si no estaba de

acuerdo con ellas. Cara tensó su columna. Ella era un montón de cosas, pero no

era una cobarde.

—Lo entiendo —le dijo a Aisly—, y estoy de acuerdo.

—Entonces les diré a los demás —dijo Aisly—. Sé que El Camino estará

satisfecho.

Jaxen presionó dos dedos en la garganta de Cara en referencia a la

despedida estándar.

—Vamos a programar tu Sh’ovah para la siguiente semana. —

Inclinándose para estar a su altura, agregó—: Y como dicen en tu país,

consúltalo con la almohada8. No hay vergüenza en cambiar de opinión.

Cara devolvió el adiós y tiró de su mano libre.

—No cambiaré de opinión.

8 Viene del refrán «Sleep on it», que hace referencia a esperar antes de tomar una decisión importante. La

traducción literal sería «Duerme en ello», pero en español se suele decir «Consúltalo con la almohada».

Traducido por 3lik@//Corregido por Karlyisa08

Aelyx observó al embajador L’eihr pasar su mano por toda la superficie

de la mesa del comedor, tirando el periódico al suelo. Aterrizó con la portada

hacia arriba y reveló un titular burlón: HALO Niega Ataque a la Juventud

L’eihr.

—Los Humanos contra la Ocupación L’eihr —dijo Stepha entre dientes

mientras miraba al Director General Kendrick—. En mi planeta, habríamos

terminado con esos salvajes después de su primera rebelión…. los hubiéramos

extirpado como el cáncer que son. —En una rara muestra de emoción, dio una

palmada con ambas palmas sobre la caoba brillante—. ¿Cuántos de nuestros

jóvenes deben morir antes de tomar el control de tu pueblo? O tal vez esta

alianza no es una prioridad para usted. En este caso, vamos a volver a L’eihr en

el próximo transporte.

Las últimas palabras del embajador helaron a Aelyx hasta la médula.

Sin la tecnología L’eihr para descontaminar el suministro de agua de la Tierra,

el planeta dejaría de preservar la vida dentro de una década. Pero liberar esa

tecnología dependía de la alianza, y todo el mundo en la sala lo sabía. Incluso

Syrine parecía nerviosa, y ella despreciaba a los seres humanos.

—Les puedo asegurar —dijo Kendrick, moviéndose en su asiento—, hay

nada más importante de la Organización Mundial del Comercio que esta

alianza. Nos hemos asociado con los milit…

—Lo que sea que usted esté haciendo es ineficaz. —Stepha se recostó en

su silla y cruzó las manos, reanudando su tono habitual—. Las negociaciones

no pueden continuar mientras nuestra seguridad esté amenazada.

Kendrick se rascó la nuca, luego extendió ambas manos en un gesto de

impotencia.

—Embajador, no hay nada que negociar. Los líderes del mundo han

votado por unanimidad, ellos acordarán una alianza en tus propios términos.

En otras palabras, Estamos a su merced. Aelyx no quería disfrutar de la

súplica de la humanidad, sino un proceso de negociación suave que significara

que podía volver a casa hacia Cara. No podía negar sentir una oleada de

entusiasmo por la noticia.

Stepha consideró las palabras del director general, luego, lentamente, se

levantó de la mesa y recogió su com-esfera.

—Antes de que podamos continuar, tengo que hablar con El Camino.

Kendrick también se puso de pie, asintiendo con la cabeza en señal de

acuerdo mientras Stepha se dirigía a la habitación principal en lentas

zancadas. Aelyx consideró ofrecer al director general una taza de café, pero la

respiración laboriosa y la frente del hombre cubierta de sudor le dijo que estaba

bastante ansioso y sin la ayuda de una bebida con cafeína.

—¿Puedo conseguirle un poco de agua? —preguntó en su lugar.

—No, gracias. —Kendrick utilizó su teléfono para apuntar hacia el

vestíbulo—. Tengo que hacer algunas llamadas. Creo que estaré fuera por un

minuto.

—Le acompaño a la puerta —ofreció Aelyx, ya que Syrine había optado

por permanecer sentada e ignorar al hombre.

Los dos se acercaron a la entrada principal, y cuando Aelyx abrió la

puerta, un par de caras conocidas le saludaron: el Coronel Rutter, director del

equipo de seguridad L’eihr, y David, que hizo un saludo amistoso. Kendrick se

deslizó más allá de los soldados y Aelyx se hizo a un lado para dejarlos entrar.

Coronel Rutter asintió con su cabeza gris y Aelyx saludó con un seco

“Buenos días”. Se quitó el sombrero de camuflaje de invierno y David hizo lo

mismo, dejando al descubierto una mata de cabello rubio. Rutter miró

alrededor de la sala de estar, saludando a Syrine con una inclinación de cabeza.

—¿Esta el embajador aquí? —preguntó—. Tengo que hablar con ustedes

tres.

—Está en una conferencia, pero eres libre de esperar.

Aelyx se abrió camino a la sala y le indicó a sus invitados a sentarse en

el sofá. Se dio cuenta de que Rutter no perdió tiempo en ponerse cómodo, David

se quedó de pie, un brazo doblado contra su espalda baja, con sus ojos marrones

observando la habitación, registrando cada detalle. Aelyx nunca había conocido

a un joven humano tan dedicado al deber.

—¿Cómo está su hombro? —le preguntó Aelyx.

—¿Qué? —preguntó David con una sonrisa, señalando su brazo

superior—. ¿Esta picadura de mosquito? Voy a estar bien una vez que los

puntos de sutura se vayan. Tomará más que una 0.22 para derribarme. Tu

tirador no sabía nada sobre armas de fuego, de lo contrario habría utilizado un

0.45 a doble disparo. Así es como un hombre de verdad hace el trabajo.

Syrine hizo un ruido de disgusto y se levantó de su silla. Llegó a David y

señaló con el dedo su nariz.

—Mereces la extinción que has traído sobre ustedes. Mira lo que le pasó

a Eron. «Los hombres de verdad» lo torturaron durante horas antes de que se le

permitiera morir. —Pasó la mirada sobre el uniforme de David, mirando la

pistola enfundada a su cintura—. La violencia es lo que te da de comer. Tu

gente no vale la pena salvar.

Aelyx captó la mirada de Syrine y la reprendió. David arriesgó su vida

por mí. Si él estuviera muerto, yo lo estaría también. No todos son peligrosos

o…

Ella cerró los ojos, negándose a escucharle.

—Siento lo de tu amigo —dijo David en voz baja—. No estuvo bien, lo

que le pasó. Estamos trabajando duro para encontrar a los chicos que lo

hicieron.

Una lágrima rodó por la mejilla de Syrine. Se la limpió con su puño y

mantuvo la mirada en la alfombra.

—Gracias por proteger a Aelyx —susurró. Luego se volvió y se dirigió

rápidamente a su dormitorio.

Aelyx y David compartieron una mirada incómoda mientras el coronel

Rutter enterraba su rostro en el periódico.

—Bueno —dijo David—. Ahora me siento como un idiota.

—A ella no va a gustarle lo que hemos venido a decirle —murmuró El

Coronel.

—¿Qué es...? —preguntó Aelyx.

Coronel Rutter lanzó su periódico sobre la mesa de café.

—Estoy asignando al Soldado Raso Sharpe como tu guardaespaldas

personal. —Señaló en dirección a la habitación de Syrine—. Por el bien de

ambos. Me gustaría que él se mude, tal vez duerma en la habitación de

invitados. De esa manera tendrás todo el día de protección con otra media

docena de guardias patrullando el pasillo exterior.

—Sorpresa —dijo David con una sonrisa—, soy tu nuevo mejor amigo.

El término informal no le sentó bien a Aelyx. Su mejor amigo era Eron,

cuyo cuerpo yacía en ruinas en una unidad de almacenamiento frío mientras

esperaba el viaje final a casa. Pero Aelyx se obligó a devolver la sonrisa.

—Voy a hablar con Syrine. No te preocupes; ella se acostumbrará a ti.

Había comenzado a llevar a David a la suite de invitados cuando su com-

esfera vibró a la vida en la frecuencia característica que le dijo que Cara le

estaba llamando. En ese momento, el mundo exterior dejó de existir. Aelyx

corrió a su habitación y cerró la puerta tras de sí. Se arrodilló junto a su cama

king-size y dijo su clave de acceso, luego colocó la esfera encima de su edredón.

Ese primer vistazo de su rostro le calentó la sangre e hizo que su corazón

se agrandara. Ella estaba sentada con las piernas cruzadas encima de su catre

en el Aegis, con su ardiente cabello anaranjado acomodado en una trenza baja,

sus brillantes ojos azules de la emoción al verlo. Si él se acercara más, casi

podía detectar las adorables pecas que salpicaban su nariz.

Madre Sagrada, la extrañaba tan ferozmente que dolía.

—Elire. —O hermosa guerrera, como la había apodado. Una sonrisa

automática se extendió sobre sus labios—. ¿Cómo supiste que te necesitaba

hoy? —Ni siquiera él se había dado cuenta de eso.

Ella se encogió de hombros, y luego hizo una mueca y se frotó el brazo.

—Estamos en la misma frecuencia, supongo. —Luego giró el hombro, con

evidente dolor.

Aelyx intentó comprobar su lesión.

—¿Qué sucede? ¿Estás herida?

—Se podría decir eso. Me siento como si me hubieran metido en una

funda de almohada y pisoteada por elefantes. —Cuando él esperó a que

continuara, ella rodó la cabeza hacia un lado, estirándose—. Esta semana

empecé tus sádicas clases de Educación Física alienígenas. Vomité dos veces

hoy en el curso novato, y eso fue una mejora con respecto ayer. Tal vez la

próxima semana me graduaré en arcadas secas.

Aelyx trató de no reírse. Supuso que la rutina de calistenia parecería un

poco rigurosa para un humano no acostumbrado al entrenamiento de intervalos

de alta intensidad.

—Pídele a Elle que muela alguna raíz de h'esha en tu té —dijo—. Y

sumérgete en un baño caliente de hidromasaje. Te ayudará a difundir el ácido

láctico a tus músculos.

—Tal vez te has perdido la parte de mí siendo pisoteada por elefantes.

—Bueno, sé de algo que te hará sentir mejor. —Aelyx se detuvo y miró el

holograma de Cara, asegurándose de que estaba sola—. ¿Hay alguien contigo?

—No, Elle sigue en la cena.

Bajó la voz y le dijo que el nuevo avance en las negociaciones de la

alianza.

—Stepha está hablando con El Camino ahora. Con un poco de suerte,

podría estar en casa antes de que te gradúes en vómitos en el curso intermedio.

—¿En serio? —Su rostro se iluminó—. Cruzando dedos…—El silbido de

su puerta la interrumpió y Cara miró al frente de su habitación. Bajó sus cejas

castañas y gritó—: ¡Fuera! ¡Vete! ¡Será mejor que esperes que nunca te atrape!

¿Qué fue todo eso?

Cuando volvió su atención a él, resopló un suspiro enojado.

—Ese era Vero. El pequeño monstruo ha estado aquí a escondidas para

hacer pis en mi almohada. Él me odia.

Vero. Aelyx lanzó un suspiro. Echaba de menos a su mascota, un animal

muy leal, aunque ciertamente no sin peculiaridad.

—La raza de Vero es territorial —le explicó Aelyx—. Una vez que te

identifique como parte de la manada dejará de marcar tu cama. —Pero para

que eso suceda, los clones en el Aegis tendrían que aceptar a Cara como una de

los suyos—. Mejor dile al cuidador de la casa que cambie la configuración de tu

teclado táctil, así Vero no puede entrar.

Cara asintió, pero no recuperó su alegría de antes. Se encorvó y trazó

patrones imaginarios en su manta.

—Puedo decir que los clones no me quieren aquí. La mayoría de ellos no

me miran, y los demás hacen esa señal cuando paso. —En demostración, tocó

su pulgar y su meñique juntos—. ¿Qué quiere decir?

—Uh... —No quería darle una traducción literal… fornica con una bestia

h'ava y suicídate con fuego—. Es nuestra versión del dedo medio.

—Eso es lo que me temía.

—Dales tiempo —dijo—. No estás familiarizada con los clones y ellos no

te entienden todavía.

—Lo sé. —Se miró las manos y se encogió de hombros—. Mi Sh'ovah es

en unos pocos días. Tal vez eso ayudará. He oído que se supone que deben de

pensar en mí como una hermana después de eso.

Aelyx calló mientras una punzada de culpa se instaló bajo en su vientre.

Para L'eihr, nada era más sagrado que Sh'ovah. Los jóvenes aprendices

esperaban con interés ese día durante más de una década, hasta que los

Ancianos los consideraban dignos. Él debería estar allí con Cara para celebrar

su unión con la Madre Sagrada, no aquí, atado a la Tierra, con los políticos

peleándose.

—Lo siento perdérmelo. ¿Quién es tu padrino?

—Elle.

—Bien. —Por lo menos no era ese fasher Jaxen—. Ella va a tomar sus

deberes en serio.

La puerta de Cara se abrió con un siseo de nuevo, y la voz de Elle sonó:

—Vamos. Es nuestro turno para desinfectar la cocina.

Aelyx extrañaba un montón de cosas sobre su hogar, pero los detalles de

limpieza no eran uno de ellos.

—Será mejor que te des prisa —le dijo—. Si llegas tarde, van a añadir un

día más.

Cara no necesitaba más convencimiento. Después de una despedida y un

rápido “Te amo” se desconectó y desapareció de la vista.

Aelyx permaneció arrodillado durante varios segundos, como para

aferrarse a la calidez de su sonrisa. Sólo cuando oyó el eco de voces del pasillo

tuvo que renunciar al fantasma de Cara y reunirse con los demás.

Stepha había terminado de consultar con El Camino, y descansaba frente

al Director General Kendrick en un sillón de cuero de lujo, mientras que el

Coronel Rutter y David estaban sentados uno junto al otro en el sofá. La

tensión se aferró en el aire como niebla, cada hombre en silencio pero lanzando

señales en voz alta a través de sus posturas rígidas. Aelyx arrastró una silla del

comedor cerca de la mesa de café y se sentó, luego utilizó El Discurso Silencioso

para preguntar al embajador que había aprendido.

¿Aprobaron la alianza? le preguntó a Stepha. ¿Podemos volver a casa?

Cuando Stepha respondió, un indicio de confusión manchaba sus

pensamientos. No. Deferencia humana no es suficiente. El Camino quiere que

la población en general en la Tierra apoye la unión entre nuestros mundos.

Pero ¿por qué? preguntó Aelyx. Eso no tiene sentido. El propósito detrás

de la alianza era reclutar a colonos humanos e integrarlos en L’eihr,

infundiendo un fresco ADN en la población. Para entonces, miles de sanos

jóvenes seres humanos ya habían presentado solicitudes, deseosos de comenzar

una nueva vida en la colonia. Era sólo cuestión de revisarles la salud mental y

el Coeficiente Intelectual superior, luego, encontrar las coincidencias probables

entre los clones. ¿Qué importaba si el resto de la población de la Tierra lo

aprobaba o no?

No es nuestro deber cuestionar El Camino, Stepha le dijo. Sólo seguir…

Seguir El Camino para glorificar la Madre L’eihr, Aelyx terminó.

Entiendo. A pesar de que no entendía en absoluto.

—El primer día de la primavera —Stepha anunció al grupo—, como

símbolo de renacimiento, El Camino se unirá aquí con los líderes de la Tierra,

en una ceremonia de alianza. Nuestros científicos entonces les ofrecerán la

solución para neutralizar los crecientes brotes de algas en sus océanos. —Soltó

una respiración profunda y aclaró—: Pero esto es contingente en su control de

la violencia humana. Cualquier otro atentado contra nuestras vidas terminará

todas las relaciones entre nosotros. Su gente debe apoyar la colaboración entre

nuestros mundos para que podamos avanzar.

Así que ¿no sólo Aelyx estaba atrapado aquí por otros tres meses, sino

que tenía que evitar los actos de violencia, también? Era imposible. Los

humanos extremistas no apoyaban la alianza… ellos creían que los L’eihrs

habían envenenado el suministro de agua en un esfuerzo para esclavizar a la

humanidad. No solo estaban equivocados, sino que no sabían sobre los brotes

de algas, ni que el problema estaba creciendo. La única manera de llegar a ellos

era decirles la verdad acerca de su planeta moribundo, algo que le había estado

expresamente prohibido hacer.

El director general se frotó la mandíbula.

—Suena como que tenemos algunas relaciones públicas serias que

cumplir por delante de nosotros.

—Ese fue el propósito del intercambio de estudiantes —dijo el Coronel

Rutter—. Iba bien hasta que...—Se calló, y todos los ojos se desplazaron hacia

Aelyx.

Hasta que los estudiantes de L’eihr fueron sorprendidos manipulando los

cultivos y uno de ellos fue asesinado por ello. Coincidentemente, Syrine optó

ese momento para salir de su habitación y unirse a ellos.

—¿Qué podemos hacer para ayudar? — Aelyx se dirigió al grupo.

—¿Qué tal una gira de Relaciones Públicas en varias ciudades? —sugirió

el director general—. Podemos identificar los puntos calientes de la actividad

extremista y enviar a los L’eihrs allá para hacer buenas obras ante la sala, y

luego difundirlo a nivel nacional.

—Supongo que vale la pena intentarlo. —El Coronel Rutter asintió en

consideración—. Con un equipo de seguridad constante, por supuesto.

—Por supuesto. —El director general estuvo de acuerdo—. Vamos a

tratar esto como una campaña de reelección presidencial, nadie sin

autorización de la seguridad llegará a ninguna parte cerca de los L’eihrs.

Incluso vamos a filtrar los participantes en cada sesión de fotos para

asegurarnos de que alguien sea una amenaza. Unos pocos meses de besar a

bebés y estrechar manos debe ser todo lo que necesitaremos para cambiar la

opinión del público a nuestro favor.

Syrine retrocedió, encrispando el labio superior con disgusto.

—¿Besarse? —chilló ella—. ¿Con humanos? Esa es una…

El embajador atrapó su mirada y al instante la hizo callar con un serio

mensaje privado. Aelyx no necesitaba el Discurso Silencioso para entender lo

que estaba ocurriendo entre ellos dos. La mirada estrecha de Stepha y las

mejillas ensombrecidas de Syrine lo decían todo.

Después de unos momentos, ella forzó una sonrisa que no engañaría a un

hombre ciego.

—Una idea maravillosa. Con mucho gusto participaré.

—Entonces estamos de acuerdo —dijo el director general—. Haré que mi

personal realice los arreglos necesarios y programe su primera aparición.

Queremos poner manos a la obra de inmediato, así que adelante y empaquen

una maleta.

—Genial —dijo David, con la única sonrisa genuina en la habitación—.

¡Nos vamos de excursión!

—¿Nos vamos? —Syrine se volteó hacia Aelyx para una aclaración.

David es nuestro guardaespaldas personal, Aelyx le dijo. Él va a estar

viviendo con nosotros por el resto de nuestra estancia en la Tierra.

Sagrada Madre. Syrine no se molestó en ocultar su disgusto por el joven.

¿Por qué no podría El Camino simplemente darnos una docena de latigazos con

el iphet en su lugar?

—¡Qué emocionante! —dijo ella en voz alta, y luego ante su nuevo

guardaespaldas—: Casi no puedo esperar.

Traducido SOS Manati5b & Wan_TT18//Corregido por Karlyisa08

Viernes, 16 de Enero

¡¿Qué Preguntas frecuentes?!

Es el día Sh’ovah, y ¿qué mejor manera de celebrar mi inminente ciudadanía L’eihr que

alimentar sus mentes inquisitivas? Sin más preámbulos, aquí están las preguntas más frecuentes de esta

semana:

Sarah en San Marcos pregunta: ¿En serio no hay dulces en L’eihr? ¿Podemos enviarte un paquete

de provisiones de Hersheys?

Gracias Sarah, eso es tan DULCE de ti. Ja,ja,ja. Para responder a tu pregunta: sí y no. El azúcar

natural no existe aquí, y mi consejero nutricional no me deja tener dulces del transporte. Afirma que soy

una adicta y que mi cuerpo está pasando por una desintoxicación. Tal vez tenga razón. No quieres saber lo

que hago por algunos Pixy Stix.9

Tori en Midtown (mi paranoica Mejor Amiga Por Siempre) pregunta: ¿Por qué no envías fotos?

Quiero ver por mí misma que estás bien. ¿Cómo sabemos de qué eres la que escribe todas estas cosas?

Aléjate del National Enquirer10 mi amiga. No estoy embarazada de un bebé alienígena, o estoy

retenida aquí en contra de mi voluntad. Los L’eihr han solicitado que no comparta fotos o videos de su

hogar sin su aprobación. Y ¿cómo sabes que soy yo? Lo demostraré: en séptimo grado, eructaste muy

fuerte en Ciencias Sociales, y yo tomé la culpa para que no te avergonzaras en frente de Jared Lee. De

nada por eso, por cierto. También despídete de las cebollas.

Dixie en Columbus pregunta: ¿Cómo obtienes las noticias en L’eihr? ¿Miras televisión?

¡Excelente pregunta! Nop, no hay programas de televisión o películas aquí. Las noticias son

entregadas en nuestras com-esferas, y esperamos escuchar las actualizaciones inmediatamente. Piensa en

9 Es un dulce en polvo dulce y amargo, empaquetado en un tubito.

10 Noticias y rumores de famosos.

las com-esferas como el último iPhone. Emite una frecuencia que solo yo puedo escuchar, y si ignoro mi

esfera, va a mantenerse molestándome hasta que lo conteste.

De acuerdo, chicos, eso es todo por ahora. Necesito estar lista para mi Sh’ovah. Solo piensen: la

siguiente vez que publique en este blog, ¡seré oficialmente una ciudadana de L’eihr! ¿No es asombroso?

Publicado por Cara Sweeney

—Pshh —susurró Cara. Quedar desnuda en frente de los alienígenas no

era su idea de asombroso, pero como sea.

Cerró su laptop y se arrastró hacia la puerta lo más silenciosamente

posible para evitar despertar a Elle, quien roncaba suavemente desde la litera

de arriba. Eron había tenido razón cuando había llamado al sonido

“entrañable”. Elle dormía sobre su vientre con ambas manos escondidas bajo su

pecho, resoplando como un niño. Era un contrate tan lindo a la formal manera

en que ella se dirigía a Cara entre clase y clase durante el día.

Cara se metió en el pasillo y caminó de puntillas al cuarto de baño

comunitario, satisfecha de encontrarlo vacío. La intimidad era una delicadeza

algo rara en el Aegis y necesitaba un momento para sí misma hoy.

Cogió una toalla de microfibra de la estantería y secó su rostro. Su

inminente Sh’ovah la tenía transpirando como un jugador de defensa, pero sin

importar en la Tierra o en otra galaxia, la secundaria era un campo de batalla.

Cara nunca dejaba que nadie la viera sudar.

Después de limpiar la parte posterior de su cuello y el recodo de sus

codos, hizo una bola con su toalla y la botó en la tolva de purificación sin agua,

donde ondas ultrasónicas y tecnología de infrarrojos la descontaminarían.

Cara tocó la solapa de su traje rígido ceremonial blanco. Una rápida

mirada por encima del hombro le mostró que todavía estaba sola, pero sabía

por experiencia que el baño no permanecería vacío una vez que el sol se elevara

en unos cuantos minutos. Así que sin perder otro segundo de rara soledad, dejó

caer la bata de baño en el piso y consideró su cuerpo desnudo en la pared

brillante opuesta a las regaderas.

De inmediato, se dio cuenta de la ligera redondez en la parte inferior de

su abdomen, ese lugar fastidioso sin importar cuantas abdominales aplastaría.

Ella lo contrajo, y desde ahí, su mirada se desplazó de sus tobillos a sus muslos,

notando el efecto liso y pulido que había alcanzado anoche al fregar su piel con

una mezcla de aceites y sal adquiridos en la cocina. Su tez marfil brillaba, y con

un poco de suerte, reflejaría la luz del sol de mediodía y cegaría a todos sus

invitados.

Aflojó su cola de caballo y tiró de sus hebras castañas hacia adelante

para ver si cubrían sus pechos, pero no alcanzaban. Con el ceño fruncido,

aseguró su cabello con el broche enjoyado que Elle le había dado como un regalo

financiado, luego se colocó su bata mientras el primer clon, bostezando, ingresó,

arrastrando los pies y frotando sus ojos.

Cara no conocía el nombre de la chica. Odiaba admitirlo, pero la mayoría

de los clones todavía tenían el mismo aspecto para ella.

—Mahra —dijo Cara, retrocediendo ante su propio eco en voz alta.

Todavía no había aprendido muchas palabras, pero podía manejar el hola,

adiós y lo siento, perdona mi ignorancia.

La chica hizo una pausa, tomando los emblemas circulares de bronce que

adornaban los hombros de Cara en la bata ceremonial. Eran símbolos de la

Sagrada Madre, L’eihr en sí, y el blanco puro de la tela representaba la pureza

del corazón con el que Cara comprometería su lealtad al planeta. Divertido

como lo blanco representaba la virtud no importando qué galaxia habitaras.

La chica frunció sus labios en vacilación, y después de inspeccionar el

cuarto como asegurándose de que estuvieran solas, le ofreció un seco “Bien-

venida” en un Ingles roto antes de dirigirse a zancadas a un recinto de aseo

cercano. No era mucho, pero ese ligero saludo era más de lo que Cara había

recibido de sus compañeros de clase desde que se unió a sus filas.

Tal vez este Sh’ovah era una buena idea después de todo.

Otra chica entró al baño y era uno de los cuantos clones que Cara

reconocía. Ella llevaba más arrogancia que el resto y su boca siempre estaba

pellizcada con una mueca. Su nombre era Dahla, y había sido la primera en

darle a Cara “el dedo”.

Cara inclinó su cabeza en un saludo y esperó a que la chica hiciera lo

mismo. Pero Dahla tiró su cabello hacia atrás en una cola de caballo, y se

dirigió hacia los inodoros, asegurándose de golpear el brazo de Cara muy fuerte

cuando pasó.

—Abre tus ojos —dijo Dahla en inglés—. Humana torpe.

Negándose a morder el anzuelo, Cara mantuvo la cabeza en alto y

regresó a su cuarto. Se recordó a sí misma lo que Aelyz había dicho. Todo

estaría bien. Los clones solo necesitaban tiempo para acostumbrarse a ella.

Se aferró a los restos de esa confianza horas más tarde, cuando los

nudillos de Troy llamarón en la puerta de su cuarto.

—Elle no está aquí —le dijo. Cara sospechaba que la mayoría de sus

visitas eran realmente misiones secretas para quedar bien con su compañera

de cuarto.

—Bien —dijo Troy—. Porque quiero hablar contigo a solas. —Echó un

vistazo a su bata y dio un paso atrás, mirándola con recelo, como si fuera a

estallar si se acercaba demasiado. Arrugó la nariz y extendió el dedo índice—.

¿Estás desnuda debajo de eso?

Cara envolvió las solapas más cómodamente sobre su pecho y apretó el

cinturón en su cintura.

—No seas tan remilgado. Estoy más cubierta ahora que todas las veces

que me has visto en traje de baño. —Gracias a Dios que solo los ciudadanos

L’eihr podrían asistir a su Sh’ovah. Ella moriría miles de veces si Troy la veía

desnuda. Pero para completar su astucia de audacia, agregó—: Hay nada

obsceno sobre el cuerpo humano. Solo te avergüenzas porque nuestra sociedad

enseña que lo sea.

Él se cruzó de brazos y se enfocó por encima de su hombro, tomando un

abrupto interés por su cuarto. No es que hubiera algo remotamente interesante

ahí. Paredes desnudas grises y un mínimo de muebles hacían su decoración,

que consistía en una litera y un gabinete que parecía una cruz entre un

armario y un refrigerador.

—No puedo tener una conversación contigo mientras estás desnuda —se

quejó Troy—. Me disgusta.

—Entonces regresa más tarde.

—No puedo. Será muy tarde entonces.

—¿Muy tarde para qué?

Soplando una exasperación, giró su rostro hacia ella.

—Muy tarde para hablar de esta cosa de la ciudadanía. No perteneces

aquí, Pimienta. Este lugar es…uh…—Deliberó sobre su próxima elección de

palabras, luego se inclinó y le confió—: intenso.

Mientras ella sacudía su cabeza, Troy levantó su pulgar hacia el cuarto

vacío de Aelyx unas cuantas puertas abajo.

—Escucha, sé que te gusta este chico…

—Amo —le corrigió—, yo amo a este chico.

—Correcto. —Ella envió su más condescendiente cara de lo que sea—.

Pero no tienen nada en común. No durará.

Cara sujetó su cintura.

—Solo porque tú cambias de novia antes de que tu chicle pierda su sabor

no significa que mi relación está destinada a fallar.

—Es estadística básica. —Sus ojos azules se reflejaron en ella—. ¿Sabes

cuál es el ratio de divorcios entre adolescentes? —Sin darle oportunidad de

adivinar, anunció—: Tres veces el promedio nacional.

—El promedio nacional es cincuenta por ciento, Einstein.

—Entonces tienes un ciento cincuenta por ciento de probabilidad de

ruptura. Incluso más alto si tomas en cuenta que son de diferentes mundos.

Eso nos lleva a… —Contó silenciosamente sus dedos—, como cuatrocientos por

ciento.

Pobre Troy. Lo que le faltaba en cerebro lo compensaba en…bueno, algo

distinto que cerebro.

—Encontré mi pareja —dijo Cara—. ¿Por qué debería ser amonestada

porque soy joven? Además, no importa, porque no me estoy casando. —El

matrimonio ni siquiera existía aquí. L’eihrs declaraban un l’ihan y eso era todo.

Cero dramas.

—Prometes permanecer aquí y estar con él de por vida. Es la misma cosa

menos un pedazo de papel.

No podía discutir eso, así que adopto una nueva táctica.

—No es tu asunto.

—¿Qu…? —Él parpadeó a su silencio por unos cuantos latidos—. ¡Eres

mi hermana!

Ella tampoco podía discutir eso… no quería hacerlo. Siempre había

deseado que Troy tomara algún interés en su vida. Era una pena que esperara

hasta ahora para desempeñar el papel de protector hermano mayor. En menos

de una semana, se marcharía otra vez.

Ellos nunca habían sido de tipo sentimental, pero Cara descansó sus

dedos en su antebrazo.

—No espero que me entiendas, pero espero que me apoyes.

Eso pareció llegar a él.

—Bien. Cuando las cosas no funcionen, supongo que puedes tomar el

siguiente transporte a la Tierra.

Cara suspiró. Si él no creía en ella, nada de lo que dijera cambiaría su

manera de pensar. Se despidió de él y cerró la puerta.

Elle regresó del laboratorio médico justo antes del almuerzo, saludando a

Cara con una sonrisa y un sándwich l’ina. Vero, que montó encima del hombro

de Elle, la saludó con una mirada de ojos saltones y un gruñido, agitando su

larga cola como un gato para demostrar su descontento.

—¡Ve-ro!— advirtió Elle a la criatura.

Con sus patas grises manchadas, Vero se cubrió sus ojos, recordando a

un niño que había hecho algo mal. Se asomó por entre sus pequeños dedos y

aulló un aaaeee-ooo a Cara. Sonaba como un teee-ooodioo, lo que

probablemente significaba para la pequeña almohada enojada.

Cara tiró dagas a su lindo y rizado némesis, usando sus ojos para

advertirle de permanecer lejos de su cama. Ella tomó su sándwich de Elle, pero

cuando lo llevó a sus labios, el aroma ahumado hizo a su estómago volcarse, así

que se sentó en su escritorio y lo hizo a un lado.

—Gracias, pero mejor lo guardo para más tarde.

Elle susurró una orden L’eihr a Vero, y el animal saltó sobre el escritorio

de Cara y comenzó a mordisquear su descartado sándwich. Mientras cepillaba

unas cuantas pelusas de su hombro, Elle dijo:

—Estás nerviosa.

Cara no lo negó.

—Los L’eihrs no estamos condicionados a sentirnos escandalizados por la

desnudez —dijo ella, con su forma de ser sin sentido—. La mayoría de nosotros

fuimos criados en este Aegis desde el nacimiento. Imagina todas las veces que

hemos visto el cuerpo del otro. El tuyo no es diferente.

La ceja arqueada de Cara le dijo lo contrario.

—Muy bien —concedió ella—. Tienes un ombligo y nosotros no.

—Además de piel pálida, el cabello de color naranja, y pecas. —Cara

palmeó sus muslos—. Y flacidez. —Que los clones no poseían, gracias a su

obsesión anormal con el ejercicio.

—Te doy mi palabra que…

Antes de que Elle pudiera continuar, Vero chilló una letanía de quejas

desde el catre inferior, donde se había apenas inclinado sobre la almohada

nueva de Cara.

—¡No! —gritaron ella y Elle, cada una extendiendo una palma con

desesperación reflejada.

Era demasiado tarde. Vero terminó su negocio y graznó algo que sonaba

exactamente como ¡Propiedad! ¡Propiedad! Luego corrió hacia la puerta, chocó

los cinco con el teclado, y se escurrió hacia el pasillo antes de que pudieran

atraparlo.

—Feliz Día del Sh’ovah para mí. —Cara sostuvo su almohada por la

longitud del brazo y lo llevó a la papelera de saneamiento en el pasillo. Adiós

almohada número siete.

Después de lavar sus manos en el baño, regresó con Elle, cuyo

encogimiento de hombros dijo, lo siento, mientras que sus labios temblorosos

dijeron, Esto es divertido como el infierno. La boca de Cara se curvó en contra

de su voluntad. Era la primera vez que había visto reír a su compañera de

cuarto y las risitas eran contagiosas.

—Realmente es una ceremonia sencilla —le aseguró Elle con una

palmadita reconfortante en la mano—. Voy a liderar el camino y tú vendrás

justo detrás de mí. Una vez que el Anciano principal pronuncie su discurso, El

Camino comenzará tu Recubrimiento.

—Echar barro sobre mí, ¿eso quieres decir?

Elle chasqueó la lengua.

—Haces que suene tan vil. No es estiércol de la tierra, Cah-ra. El valeem

es como tu agua bendita. Es importada desde el tercer recinto, donde el suelo es

rico y fértil. Ellos usan sólo el suelo más puro, y es bendecido antes de la

ceremonia.

¿Tierra pura? Cara estaba bastante segura de que eso era un oxímoron,

como relleno sanitario o camarones gigantes.

—Y todo el mundo ha pasado por esto, ¿verdad?

—Todos y cada uno de nosotros —prometió Elle. Una sonrisa melancólica

enriqueció su rostro y se quedó en silencio durante unos momentos, como

reviviendo un recuerdo muy querido—. Tenía quince años, más que la mayoría

de mis amigos cuando ellos cruzaron, pero los Ancianos no me recomendarían

hasta que demostrara tener paciencia. Fue el día más feliz de mi vida.

A pesar de su miedo, Cara no podía negar sentir un cosquilleo de

anticipación. La hacía pensar en su abuela O'Shea, que había dejado Irlanda

para ir a América. Al igual que la Abuela O'Shea, Cara reconstruiría su vida en

un nuevo mundo, y este era el primer paso para traer ese futuro a buen

término. Podía hacer esto —convertirse en una L’eihr— y ayudar a consolidar

la alianza entre los dos planetas.

—¿Estás lista? —preguntó Elle.

Con un asentimiento firme, Cara respondió—: Nací lista.

Cuando llegaron a las puertas abiertas que conducían al patio, Elle entró

con lentos pasos, medidos en el brillo del día. Para sorpresa de Cara, ella no

dudó en caer en su lugar, sus pies descalzos moviéndose a través de la acera

esponjosa. Tornó los ojos en la parte posterior de la cabeza de Elle en lugar de

las filas continuas de adolescentes uniformados en su periferia. Pronto, el

cosquilleo suave de la hierba reemplazó el pavimento, y Elle se detuvo,

extendiendo la mano a Cara.

A su izquierda, los clones se pusieron firmes como un batallón al recibir

órdenes, sus espinas dorsales rígidas y los brazos en forma rígida a su lado

mientras miraban a través de ella. El Camino se había posicionado a la derecha

de Cara, los diez líderes erguidos de pie, vestidos con mantos de color marrón

profundo, sus expresiones más vivas de lo que nunca había visto. Claramente,

esto era una ocasión feliz para ellos, si no fuera por los clones. Ellos formaron

un semicírculo alrededor de un canal de latón hasta la altura de la cintura que

parecía absorber la luz del sol en lugar de reflejar de la manera en que lo hacen

otros metales.

Cuando echó un vistazo por dentro, no encontró el arenoso y negro lodo

que esperaba. El valeem parecía como arcilla, suaves gachas de avena quemada

que llevaban un ligero parecido a un relleno de pastel de calabaza a medio

cocinar. Ocasionalmente, una burbuja casi sin energía interrumpía la sopa y

eructaba hacia la superficie, llenando el aire con la dulzura sazonada de clavos

de olor.

La anciana Alona soltó un suspiro y preguntó en inglés:

—¿Quién garantiza la integridad de esta chica?

—Yo la garantizo —respondió Elle. Extendió sus manos unidas hacia

Alona, y con sincronización impecable, la soltó cuando la anciana reclamó los

dedos de Cara.

El agarre de Alona era fresco, pero más fuerte de lo que Cara había

anticipado, y recordó que, si bien los Ancianos parecían tan frágiles como la

respiración de un bebé, solamente estaban en sus cincuenta años.

Alona dirigió un mensaje a la asamblea en L'eihr mientras que Elle

traducía en voz baja. Ella contó la historia de la Sagrada Madre, que había

amado este majestuoso planeta con tanta fuerza, que había sacrificado su

cuerpo inmortal mediante el fraccionamiento de sí misma en media docena de

piezas iguales, cada una formando los seis dioses y diosas de L'eihr. Sus "niños"

llegaron a crear la topografía, los océanos, los animales y los seres inteligentes

que poblaban el mundo. Y al igual que la Madre Sagrada había entregado su

cuerpo y espíritu para dar vida al planeta, a su vez, se esperaba que cada

ciudadano consagrara su existencia a la mejora de L'eihr. Era una bella

historia con paralelas a muchas de las religiones de la Tierra, y las similitudes

hicieron a Cara sentirse más cerca de casa.

—Cah-ra Sweeney, l'ihan de Aelyx de la primera Aegis —habló Alona—.

¿Te unes a tu destino con la Sagrada Madre… libremente, por propia elección y

sin coacción?

Cara aclaró su garganta.

—Sí.

—¿Vas a dedicar tu existencia al avance de L'eihr?

—Sí.

–¿Y te vas a someter a El Camino en todos los aspectos, sin fallar?

Cara vaciló. La sumisión no era realmente su preferencia, pero sabía que

cualquier retraso adicional sería insultar a sus líderes. Sin esperar un segundo

más, se humedeció los labios y selló su destino.

—Sí.

—Entonces, permíteme ser la primera en darte la bienvenida, hermana.

Los ojos grises nublados de Alona desataron vida. Aunque la mujer no

había iniciado el Discurso Silencioso, un hilo de emoción escapó de su mirada,

uno de pura esperanza. Alona creía que Cara llevaría a otros a la colonia, que

se uniría sus sociedades y llevaría el espíritu de la humanidad a los clones.

Cara no sabía si sentirse halagada o aterrorizada. Parecía que El Camino tenía

algunas serias expectativas en ella.

Alona levantó la mano de Cara en el aire, y en sincronización impecable,

todo el conjunto gritó.

—¡Bienvenida, hermana! —en voces militantes de su lengua nativa.

Los ojos de la anciana se desplazaron a la túnica de Cara, un mensaje

silencioso de que había llegado el momento de desnudarse por completo. Cara

miró a Elle para su confirmación, con la esperanza de que ella dijera, ¡Es

broma! ¿De verdad creíste que tendrías que desnudarte? y luego reiría y daría

una palmada en su hombro. Pero, por supuesto, no dijo esas cosas. Ella asintió

y tomó su lugar en la fila detrás de El Camino.

Cara llevó diez dedos temblorosos hasta su cintura y manoseó el

cinturón. Después de tres intentos, desató el nudo y desenredó sus extremos,

luego llevó ambas manos a sus solapas y agarró la tela rígida como una manta

de seguridad. De repente se dio cuenta de que no sabía qué hacer con el manto

una vez que lo soltara. ¿Dejarlo caer al suelo? ¿Engancharlo en un brazo? Miró

a Alona, que parecía entender.

—Voy a sostenerlo —susurró ella, extendiendo un brazo.

Si Cara iba a hacerlo, lo haría bien. Tomando una respiración profunda,

se desprendió de las solapas de la bata y tiró de sus brazos libres, luego le

entregó la prenda a Alona y enfrentó el mar de los clones, mirando a través de

ellos como le habían hecho a ella.

Al instante, sus mejillas estallaron en llamas, todo su cuerpo estaba

sonrojado de tal forma que esperaba que fuego se disparase de sus dedos. Un

ligero viento le rozó la piel desnuda en lugares que nunca había sentido antes

la brisa, pero la sensación más extraña de todas fue la presión de quinientas

miradas curiosas. La atención crujía sobre ella como electricidad estática,

invisible pero muy real.

Alona usó su mano libre para insertarla en la cubeta. Tomó el líquido

espeso y luego lo vertió sobre el hombro izquierdo de Cara, donde se escurrió

hacia abajo para cubrir su brazo. Estaba más caliente de lo que esperaba, y sus

músculos se relajaron en respuesta. El siguiente Anciano repitió el proceso en

el otro lado, y cuando llegó el turno de Jaxen, él recogió dos puñados de barro y

los se derramó a través de su abdomen inferior, esencialmente creando un

bikini goteado. Fue un acto extrañamente caballeroso, y ella le dio las gracias

con los ojos.

Elle colmó de dos capas de lodo el pecho de Cara, amablemente ocultando

"a las chicas" de la vista, y luego el primer grupo de clones se acercó. Pero en

lugar de ahuecar un puñado de valeem, los seis sumergieron sus dedos índices

en una profundidad suficiente para cubrir las puntas. Se la pasaron

rápidamente, sin molestarse en mirarla a los ojos cuando pusieron sus uñas

contra su pecho.

No hacía falta un sociólogo para interpretar el mensaje: iban a participar

en la ceremonia, pero eso no significaba que fuera bienvenida. Una y otra vez

pasaron, cada grupo de seis ofreciendo lo más mínimo requerido de ellos por

sus líderes.

La piel de Cara se sintió apretada y hormigueaba de una manera que no

tenía nada que ver con la arcilla empezando a secar a través de su cuerpo.

Clavó sus uñas en las palmas de las manos y levantó la barbilla mientras

completaba el rito de paso que marcó su transición a la edad adulta. Una vez

que el último clon le había marcado, Cara se envolvió en una manta oscura

alrededor de los hombros y esperó a que Alona haga desaparecer la asamblea

de la fiesta Sh'ovah.

Pero mientras que Alona respiró para hacer el anuncio, un silbido

ensordecedor sonó desde arriba. Todo el grupo volvió sus miradas hacia el cielo,

donde una pequeña bola de fuego —un meteorito, quizás— cubrió las nubes de

color beige. Rápidamente, la llama se acercó y los gritos se hicieron tan fuertes

que le picaba en los oídos. No pasó mucho tiempo para que el conjunto se diera

cuenta de que el objeto se dirigía directamente hacia ellos, y hubiera cuerpos

esparcidos en todas direcciones mientras que las voces gritaban y gritaban

comandos que Cara no podía comprender. Agarró la manta y salió disparada

hacia la protección de la pared Aegis, apenas llegaba cuando un choque

retumbó desde atrás.

Una vez que había llegado a una distancia segura, se volvió y revisó los

daños, sorprendida al descubrir que la única baja del impacto de fuego fue la

cubeta humeante de barro. Valeem naranja yacía en charcos alrededor de rotos

trozos de metal, y en el corazón de los escombros descansaba una esfera de

softball de gran tamaño. Desde donde se encontraba Cara, no se veía como un

meteorito. Podría jurar que vio luces de colores brillar desde su superficie, pero

antes de que pudiera ver mejor, Jaxen se quitó la capa y la puso sobre la esfera.

Los Ancianos se miraron con nerviosismo el uno al otro y luego mandaron a los

estudiantes adentro.

De todo a su alrededor, los clones murmuraron en confusión, pero

hicieron lo que se les dijo. Cara fue dentro con ellos, lanzando miradas

ocasionales por encima del hombro al objeto debajo del manto de Jaxen.

¿Qué era esa cosa? ¿Y por qué él estaba tratando de ocultarlo?

Traducido por 3lik@//Corregido por MaryamR

—Mira, más L’annabes. Están alineados alrededor de la cuadra —David

señaló la ventana de pasajeros en el centro de convenciones Omaha, donde

Aelyx había pasado las últimas horas de invitado, dando conferencias a los

estudiantes universitarios acerca de la física de los viajes espaciales—. Tienes

más fanáticos que los Rolling Stones jamás tuvieron, bastardo con suerte.

La SUV blindada golpeó un bache en el camino, enviando una docena de

rifles a resonar contra sus dueños. Si Aelyx quería aventurarse más allá del

hotel, ésta era su única opción. Odiaba vivir así, con temor constante de un

ataque.

—No es tan glamoroso como crees —dijo Aelyx, protegiéndose los ojos del

sol poniente—. La atención se vuelve molesta con el tiempo.

—Sí, pobre bebé —David rodó los ojos—. Molesta no describe a esa

modelo que atrapé tratando de colarse en tu habitación la noche anterior. —

Sus labios se curvaron en una sonrisa agradecida—. Flexible, tal vez. No puede

haber sido fácil meterse en el interior de la carretilla de la criada de ese modo.

Aelyx rio.

—Eres más humano de lo que pensaba.

—Oh, vamos —dijo David con un ligero codazo—, dime que no habrías

estado un poco emocionado si ella hubiera saltado fuera de tu armario.

—No, en absoluto —le aseguró a David—. Cara es la única a la que

quiero.

—Mmm. —David le asintió a Aelyx como si fueran miembros de un club

secreto—. Una vez que te fijas en humanas, es difícil volver atrás, ¿eh? Apuesto

a que nuestras chicas son dinamita en comparación con las chicas L’eihr.

Quiero decir, sin ofender, pero parecen un tanto frígidas con esa mirada

perdida. No como las chicas de la Tierra, especialmente las pelirrojas. Hombre,

me gusta un tipo de acción diferente.

Aelyx pensaba que había dominado la jerga inglesa, pero no tenía ni idea

de lo que decía David. Sin embargo, tuvo la clara impresión de que su nuevo

amigo era mucho más experimentado que él cuando se trataba de mujeres.

Aparte de lo que Aelyx había recopilado a través de internet, no sabía mucho

acerca de las mecánicas de la intimidad. Por supuesto, no podía admitirle eso a

un ser humano masculino. Eron lo habría entendido, pero David no.

David debió haber mal interpretado el silencio de Aelyx como enojo.

—¿Fui demasiado lejos con ese comentario de «frígida»? Lo siento, amigo.

Soy un idiota. A veces no puedo cerrar la boca.

—No, no estoy ofendido. Estás equivocado, sin embargo. —En los años

transcurridos desde su generación, El Camino había detestado los reguladores

hormonales, los clones no habían perdido el tiempo en formar parejas y

haciendo lo que era natural. Cogidos por sorpresa, los médicos se habían

apresurado a asegurar que cada estudiante fuera equipado con un implante

anticonceptivo antes de que ocurriera cualquier reproducción no autorizada, un

delito castigado con la muerte—. Nuestras mujeres están dispuestas.

David miró a sus compañeros para asegurarse de que no estaban

escuchando, luego se inclinó, acercándose.

—Entonces, ¿cuál es la diferencia? —le susurró—. Ya sabes, ¿entre las

chicas de la Tierra y las chicas L’eihr? ¿Todo funciona de la misma manera?

Aelyx trató de pensar en una respuesta que no traicionaría su limitado

conocimiento de ambas razas. Nunca había ido más allá con un clon de un

ocasional sh'ellam, su equivalente a un beso. Le dijo a David una verdad

engañosamente inocente.

—Los L’eihrs y los seres humanos son biológicamente idénticos.

—Bueno, seguro —dijo David sobre el zumbido de los neumáticos—. Pero

tiene que haber algo...

—No —Aelyx mintió, entonces cambió inmediatamente de parecer. No

podía creer que no hubiera pensado en ello antes—. En realidad, hay una

diferencia. Si Los L’eihrs están utilizando el Discurso Silencioso, podemos

compartir mutuamente las sensaciones.

—No puede ser —David respiró en asombro—. ¿Sentir las tuyas y las de

ella al mismo tiempo? Eso debe de ser impresionante.

Sí, Aelyx imaginaba que lo sería. Con un poco de suerte, Cara se sentiría

lista algún día, y él realmente lo averiguaría.

Después de eso, David miró en silencio por la ventana, sin duda

deseando que su cerebro fuera capaz del Discurso Silencioso, mientras que

Aelyx se preguntaba cómo sobreviviría hasta la primavera. Deseaba que El

Camino le permitiera contarles a los humanos alguna parte de la verdad. Eso

cumpliría su objetivo de encontrar apoyo para la alianza y le permitiría volver

a Cara. Pero la solicitud que le había presentado a sus líderes había quedado

sin respuesta, dejándolo unido al silencio.

Cuando el convoy blindado llegó al hotel y David escoltó a Aelyx a su

habitación, el embajador los recibió en la puerta.

—Los invito a cenar —dijo Stepha, abriendo el camino hacia el comedor,

donde pequeños cartones blancos para llevar esperaban—. ¿Tu discurso fue un

éxito?

Asintiendo, Aelyx observó la sala de estar en busca de Syrine. Ella

debería haber regresado ya de su visita al hospital de niños.

—¿Syrine nos acompañará?

—No —le dijo Stepha—. Regresó de su salida y se fue directamente a la

cama. No se siente bien.

—¿Qué le sucede? —preguntó David—. Pensé que los L’eihrs tenían

súper inmunidad o algo así.

Stepha se encogió de hombros y sumergió la cuchara en una caja de arroz

frito, una respuesta más bien casual considerando que David tenía razón.

Entre el sistema inmunológico natural de Syrine y las vacunas que había

recibido antes de abandonar L’eihr, no debería caer enferma.

Aelyx volvió su mirada de vuelta hacia la puerta de su dormitorio y luchó

con las ganas de ir hacia ella. Hace un mes, no habría dudado, pero eso fue

antes de que ella hubiera traicionado su amistad. Le debía nada.

Agarró un contenedor de pollo y se sirvió mientras que recuerdos no

deseados lo cazaron… una Syrine de seis años de edad, llevándole su cena a

escondidas después de que lo hubieran azotado con el iphet y enviado a su

habitación; una Syrine de once años de edad usando su don como un sanador

espiritual para disminuir su dolor, cuando la vieja mascota de la casa había

muerto.

Ella había estado allí cuando él la había necesitado.

Aelyx bajó su tenedor y se levantó de la mesa. Maldita sea, Syrine no

había sido perdonada, pero él tenía que saber que estaba bien.

—Voy a ver cómo está.

—Gracias, hermano. —Stepha le sonrió de una manera que le decía a

Aelyx que esta era una prueba, y que la había pasado—. Estoy segura de que

vas a ayudarle de una manera en que yo no puedo.

Cuando Aelyx llamó a su puerta, ella no respondió, por lo que abrió una

grieta y se asomó a su habitación. El color púrpura del crepúsculo se filtró a

través de la ventana, haciéndola parecer aún más pequeña cuando se hizo un

ovillo encima de su cama. Había abrazado una almohada contra su pecho, y las

lágrimas brotaban de sus ojos. Verla así hizo que el corazón de Aelyx pesara.

Cerró la puerta detrás de él y se sentó en el borde de su cama.

—Te estás perdiendo la cena.

Ella pareció hacer un esfuerzo adicional para tomar aliento—: No tengo

hambre.

Aelyx extendió una mano hacia ella y se retractó. No necesitaba tocarla

para saber que no tenía fiebre.

—¿Qué pasó hoy? ¿Alguien te hirió?

Ella negó con la cabeza contra la almohada.

—Háblame —presionó.

Cuando ella encontró su mirada, una lágrima cayó libre contra el

colchón.

—¿Sabes cuál fue mi «buena acción» hoy?

—Visitar el hospital de niños.

—No. Visitar a los niños moribundos en el hospital —aclaró—. Hay un

programa que les da un deseo final, y su deseo era pasar el día conmigo —se

burló y repitió—: Conmigo. Podrían haber tenido lo que quisieran.

Aelyx le ofreció una sonrisa triste.

—Me alegro de que fueras capaz de darles ese regalo.

—Hice lo que pude —dijo ella, con su respiración pesada—. Les conté

historias sobre nuestra Viajeros y los mundos extraños que habían descubierto.

Su favorito fue el planeta pantanoso donde los árboles son sensibles. Les

encantó escuchar cómo las ramas se enredan entre sí para transmitir mensajes

y canciones.

—Ese es uno de mis favoritos, también.

—Y les conté la vieja leyenda, de cómo algunos viejos L’eihrs fueron

secuestrados y trasplantados en la Tierra para formar la raza humana. —Bajó

la voz y confesó—: Nunca lo he creído, pero le dije a los niños que estábamos

emparentados. Parecía gustarles.

—Me alegro de que fueras capaz de darles felicidad. —Aelyx escogió sus

siguientes palabras con cuidado, porque no quería añadir a su malestar sonar

acusatorio—. ¿Aún crees que su especie no es digna de salvar?

Durante un momento, ella no respondió. Cuando lo hizo, su voz era un

susurro ahogado.

—No es justo. Los asesinos de Eron vivirán mientras estos niños están

condenados a morir.

—No —Aelyx estuvo de acuerdo—, no es justo.

Syrine se cubrió el rostro con ambas palmas.

—Nada aquí tiene sentido. Quiero ir a casa.

—También yo. —Él retiró una de sus manos y esperó que ella lo

mirara—. Pero no hasta que aseguremos la alianza. ¿No te parece?

No dijo que sí, pero a juzgar por la forma en que desvió la mirada y

abrazó su almohada con fuerza, Syrine había aprendido hoy una lección. Eso

era suficiente para Aelyx. Se puso de pie para volver a su cena.

—Espera —lo llamó mientras él giraba el picaporte. Ella se apoyó en un

codo y vaciló al hablar. Justo cuando Aelyx pensó que ella podría pedir

disculpas por su comportamiento el mes pasado, suspiró y se recostó—. Gracias

por la charla.

Aelyx asintió duramente.

—Tú harías lo mismo por mí.

Traducido por Wan_TT18//Corregido por MaryamR

—Aelyx no está respondiendo.

Cara metió su com-esfera debajo de la almohada número nueve y resistió

el impulso de sacar su labio inferior. Ella siempre llamaba a Aelyx antes de irse

a la cama, era la única vez que ambos estaban despiertos y ella tenía un

minuto libre. En el momento en que terminaba todas sus clases, tareas

adicionales y ejercicios inductores de vómito, caía en coma hasta la mañana.

Ahora comprendía por qué la tasa de criminalidad en L'eihr era tan baja. Todo

el mundo estaba demasiado agotado para hacer travesuras.

La litera de arriba se desplazó sobre la cabeza de Cara, y los delicados

pies de cuatro dedos de Elle colgaron a la vista. Después de un largo bostezo,

dijo:

—Tal vez su esfera está funcionando mal. Pasa algunas veces. He tenido

que reformar la mía dos veces.

—Podría intentar contactarlo por medio de la esfera de Syrine, pero

probablemente la arrojaría por la ventana antes de tomar una llamada mía.

Cara se sorprendió a sí misma frotando su mejilla, donde una vez Syrine

la había abofeteado.

—No puedo ayudarte con eso. —Elle saltó al suelo y se unió a Cara en la

litera de abajo, donde estaba sentada con las piernas cruzadas, su cabello

suelto derramándose sobre sus hombros. Se veía tan humana a primera hora

de la mañana—. Ella no me ha hablado desde que Eron me pidió que fuera su

l'ihan.

—Oh, es cierto. —Cara se había olvidado de que las dos fueron mejores

amigas una vez—. Amaban el mismo chico. —Pocas amistades podrían soportar

el temido triángulo amoroso de Mejores Amigas. Cara lo sabía de primera

mano—. Mi mejor amiga comenzó a salir con mi ex tan pronto nos separamos.

Se escabulleron a mis espaldas durante semanas y me hicieron sentir como una

idiota. Estamos hablando de nuevo, pero no es lo mismo.

—Las amistades evolucionan —dijo Elle clínicamente—. Y a menudo se

desvanecen. Es el orden natural de las cosas. —Y así, puso fin a su charla de

chicas—. Pongámonos a trabajar. No tenemos mucho tiempo.

Cara gruñó. No quería practicar más el Discurso Silencioso. ¿Cuál era el

punto? Su mente era psicológicamente diferente a la de los L'eihrs, por lo que

probablemente nunca dominaría el arte.

—¿Tienes dolores de cabeza otra vez? —preguntó Elle.

—No, pero entre esto y mis clases, me voy a la cama cada noche

sintiendo que he dado a luz desde mi cerebro.

—Piensa en tu mente como un músculo —Elle le indicó—. Irá…

—Creciendo más fuerte con el uso —Cara repitió. Dado que la resistencia

era inútil, sería mejor que cooperara—. Bueno. ¿El mismo ejercicio que antes?

—No. Intentemos algo nuevo. —Elle sacudió hacia atrás su cabello, y se

inclinó hacia delante para encontrar la mirada de Cara—. Muéstrame cómo te

sientes, luego utiliza tus palabras para decirme lo que estamos teniendo para el

desayuno.

Cara completó su primera tarea en menos de un minuto. Se dio cuenta

de que no le tomó tanto tiempo como lo había hecho la semana pasada

canalizar su frustración en la mente de Elle. En ese sentido, había mejorado.

Pero cuando trató de decir t'ahinni, Elle oyó nada.

—No te desanimes —dijo Elle—. Estás haciendo progresos. Entiendo tus

emociones con mayor claridad que antes. Te sientes derrotada, pero también

curiosa. —Su frente se arrugó pensativa—. Y tienes sospechas, pero no sé por

qué o de quién.

Cara bajó la voz a un susurro:

—Algo me ha estado molestando. ¿Sabes sobre el meteorito del que todo

el mundo ha estado hablando, el que se estrelló con mi Sh'ovah?

—¿Qué pasa con eso?

—No fue una roca. Estoy bastante segura de que alguien lo hizo. —

Aparte de Cara, nadie había vislumbrado el objeto—. Vi metal y luces, luego

Jaxen lo cubrió con su manto.

Elle lo consideró por un momento.

—He observado materia de reflexión en los desechos espaciales, algunos

de ellos son metálicos. ¿Podría eso explicar lo que viste, la luz del sol

reflejándose en los depósitos minerales?

—No lo creo. —Pero Cara no podía estar segura, y eso es lo que la volvía

loca—. ¿Por qué Jaxen se molestaría en ocultar un trozo de roca inútil?

La expresión preocupada de Elle mostraba que estaba de acuerdo,

aunque no lo dijo.

—¿Puedes convocar a la imagen y compartirla conmigo?

En teoría, era una gran idea. En la práctica, sin embargo...

—Nunca he intentado eso.

—El proceso es similar a compartir emociones. Cierra los ojos y forma

una imagen en tu mente. Espera hasta que esté clara antes de conectar

conmigo.

Cara hizo exactamente lo que su compañera de cuarto le instruyó, pero

no funcionó. No hubo sorpresa ahí. Si ella quería respuestas, parecía que

tendría que encontrarlas por sí misma. Ninguna sorpresa ahí, tampoco.

—Cah-ra Sweeney.

Al oír su nombre, Cara levantó la vista de su tableta hacia el maestro de

ciencias que se situaba en la parte delantera del salón de clases mirándola. Él

había pasado los últimos treinta minutos hablando L'eihr, así que había

decidido ponerse al día en algunos capítulos de historia… claramente un error.

Dejó la tableta en su regazo.

—Sí, ¿Instructor Helm?

—Usted acaba de perderse mi demostración de reproducción h'ylo. —

Sacudió una cosa marrón difusa hacia ella que parecía un kiwi podrido—. ¿Qué

cautivante tema la ha distraído de mi discurso?

Jaxen y Aisly, junto con todos los demás estudiantes en el banco de

madera frente a Cara, se volvieron para estudiarla. La mayoría de ellos no

podía hablar Inglés, pero el tono de desaprobación de Helm debió haber dicho lo

suficiente para despertar sus intereses. Dahla parecía especialmente satisfecha

mientras sonreía desde su lugar como asistente junto al instructor.

Cara limpió ambas palmas sobre su túnica. A decir verdad, había estado

leyendo su tesis favorita, una brillante tesis que hablaba sobre los L'eihrs

siendo descendientes de los seres humanos, no al revés. Si le preguntaran, la

evidencia era convincente. La única razón por la que los L'eihrs se aferraban a

la leyenda original, era porque preferirían amputarse los ocho dedos de los pies

que trazar su linaje a la Tierra.

—Lo siento —dijo ella—. Era un ensayo.

—¿Sobre? —Helm exigió, agarrando su cintura con una mano.

Cara miró su tableta y leyó en voz alta:

—“La conexión de Primates: Una tesis…”

—“Con respecto al Linaje L'eihr” —Helm terminó—. Escrito por un

erudito llamado Larish. Sostuvo que los L'eihrs están relacionados con tus

antepasados, que a su vez evolucionaron de los animales.

—Exactamente —dijo Cara—. Los seres humanos y L'eihrs comparten el

noventa y ocho por ciento de su ADN con los chimpancés. Científicos de la

Tierra creen que todos descendemos de un único ancestro y nos desarrollamos

de manera diferente durante millones de años. Pero en L'eihr, ustedes no

tienen primates cercanos. Es como si hubieran caído aquí por una raza

alienígena. Ustedes evolucionaron de forma diferente de los humanos, pero eso

es debido principalmente a la crianza organizada y…

—Una teoría fascinante —Helm interrumpió. Un músculo pequeño se

crispó en su mandíbula—. ¿Está usted en clase de humanidades ahora?

Cara se aclaró la garganta.

—No señor.

—¿Y el trabajo de Larish va a ayudarle con mi examen de mañana? —

Señaló a su tableta de instructor con montura blanca, donde guardaba sus

discursos y materiales de ensayos.

—No, señor.

—Entonces, tal vez debería hacer uso de su traductor y centrarse en el

tema en cuestión.

Cara asintió, deseando hacerse invisible.

Pero la comprensión de la lengua no la ayudó a absorber la lección de

Helm. Sus palabras —puertos genéticos, micro-secuenciación invertida, bio-

etnicidad invertida— no tenían ningún contexto para ella. Era como tratar de

descifrar una algarabía. Cara odiaba admitirlo, pero ella no pertenecía a esta

clase. Necesitaba tomar un gran paso hacia atrás y dominar los requisitos

previos de la ciencia L'eihr. Lástima que tendría que unirse a los preescolares

para hacer eso.

Una idea vino a su mente.

Tal vez debería solicitar una rotación de trabajo en la guardería Aegis.

Así recogería algunos conceptos básicos de esa manera, y además, sentía

lástima por todos esos niños sin madre, tomados directamente de los úteros

artificiales a un cuasi-orfanato. Eran tan condenadamente lindos, y ella quería

acurrucar los niños pequeños cuando sus cuidadores no estuvieran mirando.

Después de clase, trotó a la oficina del director para llenar una solicitud

de rotación y luego dobló su tiempo hacía la carrera de obstáculos para novatos,

aliviada al descubrir que había llegado allí antes de que el instructor de

ejercicios. El hombre tenía un nombre, pero Cara prefería pensar en él como

Satanás. Él amaba hacerla sufrir. El dolor es bueno, él le había dicho. Si no

duele, lo estás haciendo mal. Satanás no hablaba muy bien el Inglés, pero era

fluido en patear el culo. Llevaba su cola de caballo extremadamente apretada y

probablemente se azotaba a sí mismo por diversión.

—Sweeeeeney.

Hablando del diablo, y él se manifiesta... desde detrás de un muro de

escalada. Ella no le había ganado en llegar aquí. Fabuloso. Eso significaba una

vuelta extra. Al menos nadie estaría alrededor para verla tropezar con las

piedras de equilibrio y caer en los arbustos. Los otros clones hace mucho tiempo

se habían graduado de cursos competentes.

—Hoy trataremos una nueva técnica —dijo, frotándose las enormes

palmas juntas—. Te hará ganar tiempo y moverte a un curso intermedio. —Él

le palmeó el bolsillo de la túnica—. Te até t'alar sobre tus hombros. Te hará

rápida.

A menos que él tuviera un jet pack ahí, no veía cómo eso era posible.

—¿Es el t'alar un dispositivo de anti-gravedad?

—No. —Él metió la mano en su bolsillo y sacó una sencilla correa negra.

Luego sonrió de una manera que no le gustó en absoluto—. Es motivación.

Eso no sonaba bien.

—El pulmón humano —continuó—, mantiene menos aire, ¿verdad? Pero

aun así el cuerpo hace grandes cosas cuando se le provoca. —Avanzó

pesadamente hacia ella y rompió el t'alar sobre sus hombros como una funda de

pistola—. Correrás tu curso, y yo te miraré desde arriba. —Señaló a una

pequeña plataforma construida entre los árboles—. Para mantener el tiempo.

Cuando necesites impulso, haré esto. —Entonces aplaudió con sus manos lo

suficientemente fuerte para hacerla saltar.

Al principio, Cara no entendía. Pero cuando una descarga de electricidad

rebotó a lo largo de su columna vertebral, gritó y casi se orinó. ¿El t'alar era un

instrumento de tortura? ¡Mierda, realmente él era el diablo!

—¿Vas a hacerme correr más rápido por medio de choques eléctricos?

Satanás se encogió de hombros.

—Eh, lo intentamos. —Sin darle oportunidad de razonar con él, señaló al

muro de escalada—. Ahora comienza. —Y siguió con un aplauso.

¡Zzzttt!

Otro fuerte disparo se filtró a través Cara, y se abalanzó hacia la pared

como una marioneta cuyas cuerdas habían tirado demasiado duro.

—Oh, Dios mío —gimió mientras agarraba la primera suspensión—.

Esto está tan mal. —Pero no se detuvo. Después de llegar a la cima, escaló

hacia abajo el otro lado y salió a la carrera en el instante en que sus pies

tocaron tierra firme.

Las piedras de equilibrio vinieron después, dos docenas de losas

redondas fijadas de manera separada, en forma de zigzag, cada una diseñada

para inclinarse treinta grados en todas las direcciones. Ella saltó sobre la

primera piedra con el pie derecho, agachándose para distribuir su peso, luego

inmediatamente saltó a la segunda y la tercera. Con cada salto rápido hacia

adelante y atrás, hizo a sus muslos hacer todo el trabajo y mantuvo los brazos

extendidos para mantener el equilibrio. No dudó o vaciló como antes. Se aclaró

la mente y dejó que su cuerpo tomara el volante. Antes de darse cuenta, había

llegado a la última piedra y trotado alrededor de la curva hacia las bolsas de

impacto.

¡Zzzttt!

Corrección: ella corrió alrededor de la curva hacia las bolsas de impacto,

girando hacia la izquierda cuando el primer objetivo en forma de cuerpo

apareció a la vista. Con un salvaje grito de guerra, tensó su hombro y colisionó

contra el saco. La fuerza del golpe tiró a un lado su objetivo, y Cara se movió a

la derecha antes de que tuviera la oportunidad de recuperarse. Esta era su

parte favorita del curso. Se imaginó a cada objetivo como un profesor burlón o

un clon altivo, golpeando todo fuera de ellos hasta que su ira se disolvió.

Cuando llegó a la última bolsa, la golpeó muy duro en honor a Satanás. Él tuvo

que haber sabido, porque la electrocutó de nuevo.

Ella chilló de dolor y sintió un repentino estallido de energía, la

suficiente para propulsarse a correr y llevarla a través de la pista de

resistencia de una milla de largo. Después de eso, pasó campante sobre los

obstáculos y se acercó al último obstáculo: el laberinto de cordón, también

conocido como el entrampador. Apenas tenía fuerzas para levantar la cabeza, y

mucho menos para agarrar sola las cuerdas de arriba y maniobrar su camino,

al estilo mono hasta el otro lado. Se puso de pie con sus botas arraigadas al

suelo, mirando fijamente a la línea de meta a la distancia.

Tan cerca, pero tan lejos…

¡Zzzttt!

Ahogando un sollozo, Cara se levantó y agarró la cuerda gruesa con las

dos manos. Se impulsó con sus pies, y luego se volvió hacia adelante para

agarrar la siguiente sección de cuerdas. Aunque el material estaba revestido

para máxima fricción, sintió sus dedos deslizarse por la fatiga. Pero cada vez

que desaceleraba, una descarga de electricidad agitaba su adrenalina. Se obligó

a seguir adelante, a partir de la energía que no sabía que poseía, hasta que

llegó al otro lado.

No perdió tiempo en salir disparaba hacia la línea de meta, cabeza hacia

abajo, músculos ardiendo y corazón palpitante, mientras conducía sus piernas

más duro y más rápido. Cuando cruzó el umbral, oyó gritar a Satanás:

—¡Sweeeeeney! Hiciste el tiempo más excelente, ¡top veinte en toda

Aegis!

Cara se inclinó por la cintura y agarró sus rodillas, luchando por

respirar. Su estómago pesaba, y perdió su desayuno en los arbustos. Pero,

demonios si no se sentía como una estrella de rock.

Satanás bajó del árbol y le quitó el arnés t'alar, luego le dio un golpecito

en la espalda.

—Come un montón l'ina —dijo con orgullo—. Y haz mucho reposo.

Mañana nos reunimos en el curso intermedio.

—Dormir —jadeó-respiró-resolló—. l'ina —jadeó-respiró-resolló—,

entendido.

Cara se despidió de Satanás y arrastró sus piernas de goma hacia el

edificio principal. La cafetería serviría el almuerzo en quince minutos, lo que

significaba que tenía que ducharse y vestirse en diez.

Su cuerpo le dio un segundo aire en el momento en que llegó al patio. Se

dio cuenta de que Troy estaba allí, pero no se molestó en saludar. Él estaba

ocupado en un juego de palos con un par de imbéciles llamados Odom y Skall.

Por lo general pasaban el rato con Dahla, que estaba viendo el juego desde el

lado opuesto del césped.

Cada chico agarró un bastón de madera y rodeó a sus oponentes, a la

espera de una oportunidad para golpearse entre sí hasta hacerlos caer al suelo.

A los jugadores no se les permitía atacar el lado izquierdo del cuerpo, y solo

podían golpear por debajo de la cintura. No llevaban protectores tampoco. Solo

los muy profesionales L'eihrs jugaban a los palos, y Troy era

sorprendentemente bueno en eso. Él desvió cada ataque con la velocidad del

rayo y golpeó dos veces muy fuerte, manteniendo a Odom y Skall a la

defensiva.

Cara se acercó más.

Troy había metido sus rizos negros en una coleta, y el sudor goteaba

entre sus omóplatos desnudos mientras hacía girar su bastón. Normalmente,

Cara no prestaría mucha atención al cuerpo de su hermano —porque ugh—

pero no podía dejar de notar lo mucho que había aumentado su musculatura en

L'eihr. Estaba seriamente concentrado, sosteniéndose contra los dos clones más

grandes del Aegis. Incluso cuando Odom y Skall se unieron contra él, Troy los

dejó cojeando de dolor, golpeando a uno en el intestino y el otro en el muslo. Sin

vacilar, barrió detrás de los tobillos de ambos hombres y los tiró al césped.

Cara convocó suficiente fuerza en sus brazos de fideos para aplaudir a su

hermano.

—Woo-hoo —ella llamó mientras aplaudía salvajemente—. ¡Eso es, Troy!

Pateaste sus…

En un instante, algo sólido golpeó la parte trasera de las rodillas de

Cara, y cayó con fuerza. Cuando abrió los ojos, estaba mirando el cielo

amarillento y luchando por respirar. Después de parpadear un par de veces, se

empujó en los codos y se dio cuenta que Skall había utilizado su bastón para

hacerla caer.

Dahla estalló en una risa histérica mientras Skall se puso de pie.

Señalaron a Cara, burlándose con claridad en su lengua materna. Unos pocos

espectadores se unieron para burlarse de ella, y ella medio esperaba que su

hermano riera más fuerte.

Pero a Troy no le hizo gracia.

Sus ojos se estrecharon y sus fosas nasales se ensancharon. Arrojó su

equipo y cargó contra Skall sin previo aviso, plantando el hombro en la zona

intermedia del clon. Por segunda vez, Skall cayó sobre su culo, pero esto no era

un juego. Troy usó el dorso de su mano para golpear la tráquea de Skall,

dejándolo tosiendo y dando arcadas en la hierba.

Odom corrió en ayuda de su amigo, pero Troy lo detuvo con una

expresión que decía: Los Marines me enseñaron a sacar las bolas de un hombre

a través de su garganta. ¿Quieres una demostración? Odom retrocedió, y Skall

miró a Cara, mientras se frotaba el cuello. Su mensaje también fue claro: Tu

hermano no siempre estará aquí para protegerte.

—Vamos. —Troy la ayudó a ponerse de pie y sacudió trozos sueltos de

hierba de su uniforme. Luego pasó un brazo alrededor de sus hombros,

llevándola hasta los escalones de la entrada y al vestíbulo Aegis. Cuando

llegaron a la puerta de Cara, Troy la sostuvo con el brazo extendido y la

inspeccionó buscando daños.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Sí, solamente que el viento me golpeó. —Sabía que a Troy no le

gustaría, pero ella le dio un abrazo.

Como predijo, él se retorció, alejándose.

—Qué asco, Pimienta. Estoy todo sudado. —Olfateó el aire un par de

veces—. Y tú hueles mal.

Ella miró por el pasillo hasta el vestíbulo, donde Odom, Skall y Dahla

acababan de acecharlos.

—¿Crees que ellos le dirán al director? —Los L'eihrs no toleraban la

lucha, y ella no quería a Troy azotado con ese látigo eléctrico horrible.

—Lo dudo. —Troy estiró y flexionó los dedos—. Si se van de soplones, él

tendrá que admitir que te golpeó. Mantendrá la boca cerrada, o sus ojos

cerrados, o lo que sea, ya que así es como ellos hablan. —Empezó a decir algo

más, pero Elle se unió a ellos, y Troy se puso un par de pulgadas más recto y

apretó sus abdominales.

Elle no escatimó en darle un vistazo.

—¿Por qué no te has duchado todavía? —preguntó a Cara en un apuro—.

El director llamó a una reunión en el comedor. No puedes llegar tarde.

Cara comprobó su bolsillo para asegurarse de que no había perdido su

com-esfera.

—No tuve una alerta.

—¿No te llegó? —Elle parecía sorprendida por eso—. El mensaje fue

transmitido hace unos minutos.

Cara sacudió la esfera y escuchó el ruido de piezas sueltas.

—Tal vez está rota. —Eso explicaría por qué no había podido llegar a

Aelyx—. ¿Dijo el director qué sucede?

Elle ahuecó su boca y susurró como si el mensaje fuera demasiado

vergonzoso para hablar en voz alta.

—Es el Instructor Helm. Su tableta ha desaparecido… cree que alguien

se la robó.

—Caray —dijo Troy—. Esa es una acusación grave. ¿No se ejecutan

personas por robo?

Elle pareció notar su presencia por primera vez. Recorrió su pecho

sudoroso y dio un paso atrás.

—Sí, pero no ha habido una ejecución en muchas generaciones. Nuestro

pueblo sabe que no se debe robar.

—Estoy seguro de que la dejó en alguna parte y se olvidó. —Cara

presionó una palma a su teclado—. Necesito conseguir ropa limpia.

—Yo también. —Troy le hizo un adiós a Elle, pero ella lo ignoró. Pobre

chico.

Elle se precipitó a la cafetería, y Cara corrió a su habitación para recoger

una toalla y un uniforme. Metió su com-esfera bajo la almohada para su

custodia, pero al hacerlo, oyó un clic en contra de otro objeto. Usó sus dedos

para explorar, sintió un frío metal, liso. Levantó la almohada y su respiración

se atascó en su garganta. Allí, en su colchón, descansaba una tableta de ala

blanca.

La tableta del Instructor Helm.

Oh, fasha. Estaba frita.

La almohada se deslizó de los dedos de Cara al darse cuenta de lo que

esto significaba. La tableta de Helm no se había materializado accidentalmente

en su litera. Alguien la había plantado allí para culparla. Por un crimen

capital. Dahla había asistido a Helm en su conferencia de hoy, que le había

dado acceso a su tableta. Pero Cara apenas había intercambiado diez palabras

con la chica. Ella no podía odiar tanto a los humanos, ¿verdad?

Cara se hundió en el colchón, preguntándose qué hacer.

Si devolvía la tableta al director y le decía la verdad, podría creerle, pero

de nuevo, existía la posibilidad de que no lo hiciera. Podía utilizar el Discurso

Silencioso para proyectar sus sentimientos de miedo, pero no para proclamar

su inocencia.

Tal vez debería borrar sus huellas del dispositivo de Helm y devolverla a

su salón de clases. Los clones e instructores se habían reunido en la cafetería,

por lo que podría funcionar si se apresuraba. Pero ¿si alguien que llegaba tarde

la atrapaba en el acto? Parecería culpable cometiendo el pecado en el interior

del laboratorio de Helm con la tableta robada en su mano. ¿Y qué sucedía con

las cámaras de vídeo? No sabía si los L'eihrs registraban la actividad en los

pasillos como en Midtown High.

Una cosa era cierta: no podía dejar la tableta aquí. El que la había

plantado conduciría al director a su habitación. Cara agarró su manta y la

utilizó para limpiar la pantalla brillante y la parte trasera metálica, con suerte

borrando sus huellas dactilares. La envolvió en una toalla limpia y salió al

pasillo, sin estar segura todavía de qué hacer.

Aturdida, miró más allá del vestíbulo vacante y hacia la cafetería. Tal

vez en lugar de devolver la tableta a la clase de Helm, debería dejarla en el

baño o empujarla hasta el fondo de la rampa de higiene.

Espera, la rampa de higiene…

¡Claro! ¿Por qué no había pensado en eso antes? Tomaría días antes de

que alguien descubriera la tableta, y aun así, nadie podría vincularla a ella. Se

arrastró hacia la puerta de higiene más cercana y tiró de la manija.

—Hola, Cah-ra.

Se estremeció, casi dejando caer su paquete, y se dio la vuelta para

encontrar a Jaxen acercándose desde el otro extremo de la sala.

Doble fasha.

La sonrisa de Jaxen cayó cuando la miró.

—¿Estás bien?

Cara aferró la evidencia contra su pecho y se apartó de la rampa.

¿Cuáles eran las probabilidades de que pudiera deshacerse de Jaxen y de la

tableta antes de que comenzara la asamblea?

Ante su silencio, él se inclinó para estar a su altura, y la observó de

cerca.

—Tus pupilas están dilatadas, tus mejillas están pálidas, y puedo ver tu

pulso acelerándose en la base de tu garganta. ¿Qué está mal?

¿Probabilidades? Cero. Incluso si tirara la tableta, Jaxen recordaría este

encuentro y sospecharía que había hecho algo sospechoso. No tenía otra opción.

Tenía que decir la verdad y esperar lo mejor.

—Estoy empezando a preocuparme —dijo—. Tal vez debería llamar a un

médico.

—¡No! —Cara extendió una mano, deteniéndose antes de tocarlo—.

Necesito tu ayuda. Creo que estoy en problemas.

—¿Qué tipo de problemas?

—Primero, prométeme que vas a escuchar antes de tomar una decisión.

No soy una mentirosa, lo juro.

Jaxen no dudó.

—Lo prometo. Puedes confiar en mí.

Cara tragó saliva y desenvolvió su paquete, revelando lo que había

dentro.

—Encontré esto debajo de mi almohada. Yo no lo tomé. Alguien debe de

haber puesto eso ahí para hacerme parecer culpable.

Las cejas de Jaxen se levantaron a la longitud de su frente.

—¿Quién haría algo así?

—¿Quién no lo haría? —se preguntó—. La mitad de Aegis quiere que me

vaya.

Él echó un vistazo a la rampa de higiene y de nuevo a ella.

—¿Y estabas a punto de destruirla?

—Sí —admitió—. No sabía qué más hacer. Tenía miedo de que nadie me

creyera.

Por los siguientes momentos, Jaxen dijo nada. Luego tendió la palma.

—Dámelo. Voy a dárselo al director. Eso resolverá el asunto.

—¿Pero qué dirás cuando pregunten dónde lo encontraste? —Los L'eihrs

no podían mentir a través del Discurso Silencioso.

Jaxen tomó la tableta.

—El director no me cuestionará. Yo respondo a nadie, excepto a Alona.

Cara apartó los ojos y le dio las gracias. No había esperado que le

creyera.

Usando el dedo índice, Jaxen le levantó la barbilla.

—De nada. Quiero que vengas a mí si esto ocurre de nuevo. —Su toque

la inquietaba, pero ella se quedó quieta—. ¿Lo entiendes?

—Sí.

—Bien. —La soltó e hizo un gesto hacia la cafetería—. Yo me encargo de

esto. Ve a ducharte y cálmate.

Mientras él se alejaba, Cara intentó determinar por qué su estómago

todavía estaba dando volteretas. Había descubierto la tableta en gran cantidad

de tiempo y había logrado esquivar una potencial sentencia de muerte. Debería

sentirse diez libras más ligera, no abrumada por el miedo.

No fue hasta que llegó a las duchas que la razón de su inquietud quedó

clara: ahora le debía a Jaxen la vida, y en el fondo, sabía que iba a pedir algo a

cambio. ¿Pero qué iba a querer de ella, y cuándo?

Traducción SOS por Mais//Corregido por oficialmaria

—Apuesto a que fue Jaxen. —Aelyx subió a la cama, cerca de la imagen

de Cara. Deseaba poder ponerla a salvo bajo las sábanas y envolverla entre sus

brazos—. Es muy conveniente que él haya ido a tu rescate a último minuto.

¿Por qué no estaba en la sala con la asamblea?

—No lo sé. —Cara se sentó de piernas cruzadas en su cama, peinándose

con los dedos las ondas sueltas de su cabello—. Pero a Jaxen le gustan los

humanos. No tiene motivos para hacerme daño. Quiero decir, realmente no

confío en él, pero…

—Bien. No deberías. —Jaxen quería a Cara para él; Aelyx lo había

sentido hace semanas atrás cuando se había enlazado en el Discurso Silencioso

con ese bastardo. ¿Qué mejor manera de ganar el afecto de Cara que

salvándola? Aelyx no estaba ahí para intervenir, y nadie cuestionaría a un

miembro de El Camino—. No lo conozco bien, pero hay algo….

—Diferente sobre él —terminó Cara—. Sí, yo también he notado eso. —

Retorció su cabello detrás de su cabeza y lo colocó en su lugar—. ¿En qué Aegis

creció él? Nadie de aquí lo sabe.

Aelyx se encogió de hombros. Ya no quería hablar de Jaxen.

—Necesitas recalibrar tu teclado así solo Elle y tú pueden entrar.

—Ya lo hice.

—Hazlo de nuevo. Y asegúrate de nunca estar sola. —Jaxen sin duda

intentaría colocar a Cara en una posición donde quedara en deuda de nuevo—.

Necesitas una coartada constante, alguien como Elle que puede usar el

Discurso Silencioso para confirmar tu inocencia.

Cara empezó a morderse el pulgar.

—Sabía que para vivir aquí tendría que ajustarme, pero no estaba

esperando algo como esto. —Con un suspiro, colocó su almohada en su regazo y

la abrazó—. Quiero decir, ¿una coartada constante? ¿Así es mi vida ahora?

—No. —Aelyx no podía permitir que pensara así. Su mayor miedo era

que ella cambiara de idea y regresara a la Tierra—. Esto es solo temporal. Una

vez que estemos en la colonia, todo cambiará. Ya lo verás.

—Espero que estés en lo correcto.

—Entiendo cómo te sientes —dijo él—. Estoy bajo vigilancia constante.

Ni siquiera dejan que los L’annabes estén cerca de mí. —No es que objetara

esa decisión—. Todos los días es una nueva ciudad, pero no logro ver mucho.

Syrine y yo nos quedamos en nuestro hotel toda la noche.

Una sombra pasó sobre el rostro de Cara.

—¿Así que pasan todo su tiempo libre juntos?

Antes de que pudiera responder, Syrine tocó dos veces y abrió la puerta

de la habitación, trayendo con ella el olor de carne carbonizada de la cocina.

—Nuestra l’ina está lista. —anunció en su lenguaje nativo, antes de

notar el holograma de Cara y cambiar al inglés—: Oh, lo siento. Hola, Cah-ra.

¿Estás disfrutando de L’eihr?

—Es fantástico —dijo Cara, rígidamente.

Syrine salió de la habitación y le dijo a Aelyx que mantendría su plato

caliente hasta que terminara con su llamada. Una vez que se fue, Cara se

volteó hacia él.

—¿Syrine te hizo l’ina? —preguntó.

—Si puedes llamarlo así —dijo—. Hace lo mejor que puede con los

ingredientes locales…. —Se detuvo cuando notó que Cara había entendido las

palabras de Syrine—. ¡Oye, tu L’eihr está mejorando!

—¿Desde cuándo?

No lo entendía.

—¿Desde cuándo está mejorando tu L’eihr?

—¿Desde cuándo —Cara lo dijo cómo si él fuera tonto—, ella cocina para

ti?

—No lo sé. —Aelyx contó las noches desde que Syrine visitó el hospital

de niños—. Por los últimos dos días, supongo.

Ella había insistido en servirle l’ina ambas noches en un esfuerzo obvio

de extender una «rama de olivo», como decían los humanos. Él se había forzado

a tragar la comida queriendo rehacer su amistad pero no era fácil.

—¿Por qué ella hace eso? —preguntó Cara.

—Es un ofrecimiento de paz. Eso, o está intentando matarme —

bromeó—. Lo que cocina es sólo ligeramente mejor de lo que tú haces.

Cara farfulló, incapaz de hablar, hasta que apretó los labios en una línea

y los dejó ahí.

¿Qué? ¿Había dicho algo malo? Cara amaba bromear sobre sus horribles

habilidades culinarias.

—Dijiste que tu pan plano podía terminar la vida en la Tierra.

Ella no se rio como él esperaba. Rojura empezó a manchar sus mejillas,

siguiendo todo el camino hasta la línea de su cabello. Apretó la mandíbula y

soltó:

—Me tengo que ir.

Luego se desconectó. Él intentó llamarla de nuevo, pero ella denegó la

transmisión.

Grandes dioses sangrantes, ¿qué había hecho?

Aelyx no comprendía la mente de las mujeres humanas. Cerró sus ojos y

replicó su conversación, que parecía haberse puesto rara cuando Syrine

anunció que la cena estaba lista. ¿Podía ser eso? ¿Cara se había sentido

amenazada porque otra mujer le hubiera hecho la cena? Eso parecía ridículo,

incluso para un humano, ¿pero qué sabía él?

Decidió preguntarle a David.

Aelyx encontró a su guardaespaldas en la sala, sentado cerca de la

ventana abierta en una silla que había arrastrado del comedor. Una briza

helada corrió a través de la sala, mientras David usaba una revista para sacar

el humo afuera. Sonriendo, el chico asintió hacia Syrine en la cocina y susurró:

—Al menos no prendió la alarma contra incendios esta vez.

Syrine asomó su cabeza a través de la puerta y atrapó la mirada de

Aelyx. Llevaré tu l’ina a la mesa. ¡Creo que finalmente lo hice bien!

Aelyx sonrió para igualar su emoción, mientras su corazón se hundía.

Juzgando por el olor, ella no lo había hecho para nada bien.

David intentó esconder una risa.

—No sé si odiarte o sentir lástima por ti.

—¿Odiarme? —preguntó Aelyx mientras tomaba asiento frente a la mesa

de café—. Debería de compartir mi cena contigo. Entonces sabrías hacia dónde

dirigir tu aversión.

—Sí, la cena de ayer parecía brochetas de carbón —dijo David—. Pero

diablos, hombre. Mira cuántas chicas caen a tus pies. —Las contó con sus

dedos—. Tienes a Cara esperando en L’eihr; Syrine ocupando su pequeño lindo

trasero en la cocina; y en cualquier día, un montón de fans enviándote sus

bragas. —Apuntó hacia una postal, apilada en lo alto con sobres y paquetes—.

Lo sé porque reviso el correo.

—¿En serio? —¿Ropa interior de correspondencia? El comportamiento

humano verdaderamente lo aturdía a veces—. Gracias por recordarme por qué

no leo las cartas de los fans. Aelyx movió el pulgar hacia la cocina. —Y por

Syrine, somos amigos. Y apenas eso—.

David dejó de mover su revista, su rostro empezando a brillar.

—¿En serio?

—Completamente. —Aelyx inclinó su cabeza—. Nos comunicamos desde

aquí, ¿recuerdas? Ella piensa en mí como un hermano. Lo sabría si se sintiera

diferente.

—Huh. No lo digas…

David inclinó su cabeza, evaluando a Syrine mientras cruzaba la

habitación con un plato balanceándose en su antebrazo y utensilios en ambas

manos.

Aelyx reconoció la mirada brillante en los ojos de su amigo.

—Guárdate los esfuerzos —susurró—. Ella odia a los humanos.

David continuó observándola mientras una sonrisa torcida aparecía en

su boca.

—Eso es porque todavía no me conoce. Solo espera hasta que suelte mi

encanto.

La confianza del chico le recordó a Aelyx el motivo por el qué había

llegado ahí.

—¿Puedo preguntarte algo? Pareces saber un montón sobre las hembras.

—Sí —dijo David con una mueca—. Y la primera cosa que puedo decirte

es que no les gusta que las llamen hembras. Solo di chicas.

—De acuerdo, entonces. Chicas. —Aelyx tomó el plato que Syrine le

ofreció y le agradeció—. Creo que Cara está molesta conmigo y no estoy seguro

de porqué. —Usó su tenedor para coger un trozo de carne carbonizada—. Ella

no dejaba de preguntar por qué Syrine estaba cocinándome. ¿Podría ser eso?

David soltó una risa condescendiente, haciendo que Aelyx se arrepintiera

de haber preguntado.

—¿Es en serio?

—Sí.

—Por supuesto que está molesta. —David suavizó su tono y apuntó hacia

la caja de correos—. Amigo, las mujeres te mandan más que tangas de encaje.

Tienes seis propuestas de matrimonio y una docena de secuestros la semana

pasada. Tu enamorada está en otro planeta mientras tú estás aquí —rodeado

de chicas calientes— y ahora la chica con la que estás viviendo te está haciendo

la cena. ¿Puedes culpar a Cara por sentirse insegura?

Aelyx no lo había pensado de esa manera, pero cuando consideró el

argumento de David, creyó entender cómo Cara se sentía. Pero ella no tenía

competencia por su corazón. ¿Cómo podía hacerle ver eso?

—No ayuda que Syrine sea hermosa —agregó David con una sonrisa

ante el objetivo de su enamoramiento no correspondido—. Ella pondría a

cualquier chica celosa.

Syrine rodó sus ojos y cruzó miradas con Aelyx. ¿Realmente molesta a

Cara que prepare comida para nosotros? Qué extraña reacción. ¿De qué otra

manera espera que comamos?

Aelyx intentó bloquear sus pensamientos, pero un retorcido de vapor

maloliente se alzó desde su plato y dio vueltas a su estómago. Sin ser invitado,

su disgusto fluyó hacia la mente de Syrine.

Oh, dioses. Sus ojos se abrieron. ¡Odias mi comida! ¡Solo has estado

comiéndola para complacerme! Sin darle la oportunidad de explicar, cogió el

plato de su regazo y se lo llevó a la cocina, murmurando algo sobre ordenar

comida.

David soltó un silbido bajo.

—Puede que no sepas mucho sobre chicas, pero eres un experto

haciéndolas enojar. ¿Qué acaba de suceder?

Aelyx lanzó sus manos hacia arriba en frustración.

—Fui honesto.

—Ouch —dijo David, luego tragó aire a través de sus dientes—. Esa es la

segunda cosa que necesitas aprender sobre las relaciones. Decir la verdad está

sobrevalorado.

De una manera, Aelyx acordó. Si hubiese mentido para proteger los

sentimientos de Syrine, hubiese ahorrado para ambos la incomodidad que

vendría. Pero la decepción tendía a componer sus problemas. La conspiración

para terminar la alianza había costado la vida de Eron.

David estaba equivocado. En la experiencia de Aelyx, la verdad estaba

subestimada.

—Será mejor que vaya a hablar con ella —dijo Aelyx.

—Buena suerte. —David siguió echando humo por la ventana—. Oh, y

por cierto. —Miró hacia las postales—. Deberías leer esas. Quiero decir,

algunas cartas son escalofriantes, pero obtienes algunas bonitas, también. —Se

encogió de hombros—. Podría ser bueno para tu imagen si te acercas a tus fans

mientras seguimos de gira.

Aelyx supuso que David tenía un punto.

—Las revisaré más tarde.

Hizo su camino hacia la cocina y encontró a Syrine de hombros caídos en

el lavadero, sin lavar o enjuagar platos, solo mirando las burbujas. Cuando no

se movió, él limpió un lugar cerca y se sentó en la encimera.

—Estos son accesorios primitivos —dijo, apuntando a una pata de la

estufa—. E ingredientes no familiares. Hiciste un trabajo mucho mejor de lo

que yo podría haber hecho. Nunca me las ingenié para preparar algo más

sofisticado que una tostada.

Ella replicó con un gruñido y arrebató un trapo para lavar que estaba al

lado de él.

—La carne aquí es densa —dijo él—. Se cocina diferente.

—No tan diferente —replicó ella finalmente, limpiando un objeto debajo

de la superficie del agua.

—Pero todas las habilidades toman tiempo en superarse. —Hizo una

comparación para hacerla entender—. ¿Esperarías que Cara o su hermano

cocinen a fuego lento un asado en nuestra cocina de Aegis?

Syrine se mofó.

—Claro que no. Son humanos.

—Estás perdiéndote el punto. Si cocinar te hace feliz, entonces sigue

practicando. Pero no lo hagas por mi.

Ella se quedó mirando el lavadero.

—Pensé que sería un lindo gesto. Tal vez no debí molestarme.

—¿Sabes qué sería lindo? —preguntó—. Una simple disculpa de lo que

sucedió en el transporte. Eso es todo lo que quiero.

Cuando ella murmuró algo inentendible que definitivamente no era una

disculpa, Aelyx se rindió y abandonó la cocina. Syrine lo sorprendió al seguirlo

de cerca, secándose sus jabonosas manos en los pantalones.

—Te ayudaré a ordenar tu estúpido correo —dijo ella, evadiendo sus

ojos—. Pero no tocaré sus repugnantes prendas interiores.

Él sacudió su cabeza con desconcierto. ¿Por qué simplemente no podía

decir que lo sentía?

Cuando se reunieron con David en la sala, él se había colocado en el lado

opuesto de la habitación, leyendo su revista mientras el aire helado entraba por

la ventana abierta y aclaraba el humo. Él asomó su mirada por encima de su

revista Sports Illustrated11.

—¿Todo bien?

Como de costumbre, Syrine lo ignoró y jaló la caja de postales hacia la

sala, donde echó su contenido en la alfombra.

—Vamos a ordenar el correo —explicó Aelyx—. Y te hemos nominado

como el Guardián de las Tangas.

Syrine rio disimuladamente y alzó un sobre acolchado desde el montón.

—Eh, esperen. —David se sentó derecho e hizo a un lado su revista—.

Acabo de recordar algo.

—Este es pesado —dijo Syrine, dándole una sacudida. El golpe de piezas

de metales sonó dentro del sobre—. No hay satén o encaje aquí. Lo tomaré.

Con las palmas hacia adelante, David gritó:

—¡No esperen! Olvidé pre-escanear este lote. Siempre dejo que los

perros-huele-bombas… —se detuvo cuando Syrine abrió lo alto del sobre.

Después de eso, todo sucedió en un instante.

11

Revista con noticias de deportes.

David saltó fuera del sofá y cogió el sobre desde las manos de Syrine. Sus

botas de combate golpearon contra la madera mientras corría hacia la ventana

abierta y lanzaba el paquete afuera. Medio segundo después, un boom sonó

desde la calle, y los ventanales a lo largo del ático temblaron. David se apoyó en

la pared y jadeó por aire mientras Aelyx y Syrine compartieron una mirada de

desconcierto.

Nadie habló, en voz alta o en silencio. La mente de Aelyx corría

procesando lo que acaba de pasar. Parpadeó unas cuantas veces para

asegurarse de que no lo había imaginado, pero nada había cambiado excepto un

nuevo olor acre en el aire.

¿Realmente Syrine había abierto una bomba?

Sus pensamientos debieron de haber coincido con los suyos. ¿Realmente

sucedió eso? Preguntó ella.

Sí, creo que sí.

Aún aturdido, Aelyx caminó hacia la ventana y se inclinó hacia afuera,

mirando al pavimento, pisos más abajo. No podía recordar en qué ciudad

estaban pero las luces de la calle iluminaban partes de metralla esparcida por

la vereda y confirmó lo que deseaba negar. Si el remitente de esa carta hubiese

cumplido su objetivo, esos fragmentos de metralla estarían dentro de la cabeza

de Aelyx. Syrine podría haber muerto esta noche, simplemente por abrir su

correo.

Gracias a la Madre por el rápido pensamiento de David, y por la decisión

de la Guardia Nacional de bloquear la calle de peatones, o alguien hubiese

salido herido cuando David lanzó el sobre.

Los guardias en el pasillo gritaron comandos y luego empezaron a

golpear la puerta delantera. David corrió para dejarlos entrar mientras Stepha

entraba a la sala de estar, vestido con su bata de baño y frotando sus ojos con

un puño.

Aelyx se congeló cuando se dio cuenta de las ramificaciones de su ataque.

Recordó lo que Stepha le había dicho al director general: Cualquier atentado

adicional a nuestras vidas terminará con todas las relaciones entre nosotros.

Dioses sangrantes, no.

Después de la muerte de Eron, esta era la segunda oportunidad de la

humanidad. Una vez que El Camino descubriera la verdad sobre la bomba,

abandonarían a la raza humana a su destino. La gente de Cara moriría,

billones de inocentes, desapareciendo como si nunca hubiesen existido.

—¿Qué fue ese sonido? —demandó Stepha, observando de pronto la

habitación llena de gente—. Me despertó de un sueño de muertos.

El primer instinto de Aelyx fue mentir, a pesar de su conclusión previa

que la verdad estaba subestimada. Pero sin importar lo mucho que tratara, no

podía convocar una explicación para eliminar la evidencia esparcida en la calle.

Los brazos de David temblaban mientras estaba de pie, atendiendo las

órdenes del oficial.

—Señor, la chica cogió una carta de una fan antes de que yo pueda tener

la oportunidad de revisarla… por la mirada de la misma, parece una metralla

hecha en casa. —Su voz se quebró, y se detuvo para tomar una respiración

calmada—. Asumo completamente la responsabilidad. No debí de haber traído

el correo antes de inspeccionarlo.

Todos los ojos se voltearon hacia Syrine, quién permanecía arrodillada

en la alfombra entre cientos de sobres de varios colores.

—Me salvaste —le susurró a David—. Tomaste la bomba en tus propias

manos. —Sacudió la cabeza en desconcierto y repitió—: En tus propias manos.

—Vayámonos —ladró el comandante, chasqueando sus dedos—. Todos

fuera. Quiero el hotel evacuado.

Ordenó que uno de sus hombres contactara al equipo de bombas, luego le

dijo a David que se mantenga con “los alienígenas” hasta que lleguen a la casa

segura.

—Pero no estoy vestido —objetó Stepha—. Y necesito mi esfera.

—Lo siento, Embajador. Tendrá que esperar.

Ante la señal del comandante, un par de soldados rodearon a Stepha y

entre que lo escoltaron y arrastraron hacia el pasillo.

Las esperanzas de Aelyx se alzaron mientras tomaba la mano de Syrine

y los seguía. Sin una com-esfera, el embajador no sería capaz de contactar a El

Camino. Entre ahora y el momento en que regresaran a la suite, Aelyx tendría

que convencer a Stepha de que no hiciera esa llamada.

—En tus propias manos —repitió Syrine por la décima vez. Se movió en

la cama de la casa segura, mirando a David como si esperaba que cuernos

salgan de su frente—. Podrías haber perdido tus brazos y sangrar hasta la

muerte. ¿Sabías eso?

David rompió la formación lo suficiente para tocarse el puente de la

nariz. Aspiró profundamente y exhaló lentamente.

—Es mi trabajo protegerlos. Si me hubiese volado la cabeza, me hubiera

valido por ser tan estúpido. —Lanzó una mirada de ruego a Aelyx antes de

resumir su guardia en la puerta.

—Está todo bien —dijo Aelyx, entregándole a Syrine su almohada—.

Estamos a salvo, sin ningún daño. —Habló súper alto para el beneficio del

embajador—. ¿Por qué no cierras tus ojos y practicas tu K’imsha?

El arte de la meditación usualmente la había ayudado a lidiar con su

agitación emocional. Si hiciera mayor uso de este en la Tierra, podría haber

evadido su descompostura del mes pasado.

En un movimiento inusual, miró hacia David como si buscara su

aprobación.

—Definitivamente —dijo David con un asentimiento que casi desalojó su

gorro de camuflaje—. Haz esa cosa kismet.

—K’imsha —le corrigió ella.

—Claro. Deberías hacer eso.

—De acuerdo. Lo intentaré. —Pero apenas colocó la almohada debajo de

sus rodillas y se recostó en la cama, se sentó y anunció—: No puedo. Mi mente

está dando vueltas.

David bajó su cabeza mientras Aelyx se volteó hacia Stepha, quién se

había sentado al otro lado de la habitación meditando en su bata suave y

esponjosa.

—Embajador —dijo Aelyx, cautelosamente—. Como Syrine ha dicho, el

Soldado Raso Sharpe ha salvado nuestras vidas, un gran riesgo por parte de él.

—Sin duda. —Stepha juntó sus solapas, cubriendo su pijama moteado—.

Como dije en el auto, el Soldado Raso Sharpe tiene mi gratitud. —Bajó sus

cejas y preguntó, ¿Qué es lo que deseas decirme, hermano?

Desde que Aelyx no podía mentir, se dio cuenta que él podía entenderlo.

Estoy preocupado de que El Camino malinterprete los eventos de esta noche y

prematuramente nos lleve a casa.

Hay nada que malinterpretar, dijo Stepha. Esto marca el tercer atentado

en contra de tu vida.

De hecho, el cuarto, ¿pero quién estaba llevando la cuenta? Estamos a

salvo…por un humano. ¿El Camino lo dejará morir?

Tal vez, dijo Stepha. O tal vez lo recluten para la colonia y dejen al resto

de su especie enfrentar una buena y merecida extinción. A pesar de todo,

sabrán de esto, y pronto.

Aelyx sintió la conclusión del embajador y supo que no podía disuadirlo.

Era momento de cambiar estrategias. Entonces pido una audiencia con El

Camino para colocar mi caso. Es mi derecho como ciudadano.

Absolutamente. La certeza de Stepha estaba clara, él no creía que la

petición de Aelyx influenciaría a los Ancianos. Podemos invocarlos ahora si

quieres. Hablaremos en nuestra lengua nativa, los soldados humanos no

entenderán. ¿Tienes tu esfera?

Aelyx mantenía su esfera en su bolsillo todo el tiempo y el embajador lo

sabía. Reprodujo el objeto y lo alzó, dándole su respuesta.

Iniciar contacto, ordenó Stepha. Ingresar código prioritario Uno para

conectar ahora mismo con la asamblea.

Aelyx hizo como le fue instruido, luego colocó su esfera en la mesa al lado

de la cama y se inclinó contra la cabecera que compartía con Syrine. De las seis

personas en la habitación —tres L’eihrs y tres soldados humanos— ella era la

única cuya ansiedad se comparaba con la suya. Su pecho se alzaba y caía

rápidamente, sus pies inquietos y agitados en la cama. Él tomó su muñeca y

presionó dos dedos contra el pulso corriendo a través de sus venas.

—Mírame —susurró él. Cuando lo hizo, le preguntó, ¿Estás bien?

En lugar de hablar, envió su consciencia hacia él. No tomó mucho tiempo

identificar el problema. La bomba había hecho más que aterrorizar a Syrine;

había traído recuerdos del día en que Eron murió, cuando había escapado de la

guardia Francesa y corrido a su transbordador. Aelyx visualizó sus acciones

como si él estuviera allí, sintiendo el golpe de miedo en su corazón mientras

corría en el bosque, el picor de las lágrimas detrás de sus ojos, la pena sofocante

de perder a Eron, el único chico al que jamás había amado. En las semanas que

había pasado, ella se había sentido más segura en la Tierra. El ataque de esta

noche había destrozado todo eso.

Nunca estaremos a salvo aquí, le dijo a él. Quiero irme a casa.

Cierra tus ojos, le dijo él. Practica tu K’imsha.

Él le ayudó a recostarse y observó mientras tranquilizaba su respiración.

Debió de haberlo logrado con su ejercicio mental porque minutos después, su

pulso disminuyó y cayó en un trance de sueño.

—¿Ella está bien? —susurró David.

Aelyx se encogió de hombros.

—Por ahora. —No estaba seguro sobre si estaría bien la próxima vez.

De pronto, su com-esfera lo llamó en la frecuencia de señal que

anunciaba un mensaje de El Camino. Aelyx se movió de la cama y susurró su

clave mientras caminaba hacia el otro lado de la habitación. Se sentó en la silla

vacía al lado de Stepha y colocó la esfera en la mesa en frente de ellos.

Diez cuerpos aparecieron en forma de miniatura, Jaxen y Aisly sentados

en contraste joven contra ocho marchitos Ancianos. Alona sostenía en alto dos

dedos en el saludo usual y habló por el grupo.

—¿Cómo podemos asistirlos, hermanos?

Stepha devolvió el saludo.

—La última vez que hablamos, me informaron que un ataque adicional a

nuestros jóvenes terminaría nuestras negociaciones de alianza. Me apena

reportar otro atentado de muerte.

—¿Atentado? —preguntó Alona—. ¿Estás diciendo que los asesinos no

tuvieron éxito?

—Por suerte, no. —Stepha señaló a los soldados de pie en la puerta—.

Aelyx y Syrine están ilesos. Un joven guardián….

Alona lo cortó con un movimiento de su mano.

—Entonces deberíamos pasarlo por alto.

La mandíbula de Stepha se abrió, imitando la sorpresa de Aelyx.

Alona no había concedido con sus compañeros Ancianos, ella había hecho

dicho su idea en un instante, sin escuchar las peticiones de Aelyx por piedad.

Esta era la respuesta que él esperaba, pero no tenía sentido. En sus dieciocho

años en L’eihr, El Camino nunca había pasado por alto un crimen.

—¿Discúlpeme? —dijo Stepha.

—Los jóvenes están a salvo —replicó Alona—. Las negociaciones

deberían de continuar. —Efectivamente los despidió al preguntar—:

¿Requieren ayuda adicional?

—Eh…eh… —tartamudeó Stepha—. No.

—Que la Madre Sagrada los cuide y proteja. —Alzó dos dedos y terminó

la transmisión.

Aelyx y el embajador compartieron una mirada de completa confusión.

Parecido a lo que había sucedido con la carta bomba, Aelyx se

preguntaba si se había imaginado el intercambio entero. No es que se estuviera

quejando, ¿pero por qué L’eihr continuaría tolerando actos terroristas,

especialmente si todo lo que querían era material genéticamente fresco? El

ADN humano era fácil de adquirir, como los colonos.

Aelyx no podía dejar de preguntarse si El Camino quería más de la

humanidad de lo que originalmente habían dicho. Y si ese era el caso,

¿realmente qué buscaba su gente ganar de esta alianza?

Traducido por SOS manati5b//Corregido por Kalyisa08

Los bebés no eran tan apestosos como Cara recordaba. Desde el mejor

punto de vista, olían medio decente.

Ella hundió su nariz en los rizos color miel de un niño y aspiró un suave

aliento. El pequeñito agarró su baranda y rebotó en su lugar, mostrando una

sonrisa pegajosa mientras la alcanzaba con sus ojos. Sus pensamientos estaban

revueltos pero Cara sentía la fascinación por su brillante cabello naranja, el

cual quería desesperadamente capturar entre sus dedos. El pequeño clon era

tan lindo que te derretía el corazón, por no decir que era brillante. Esta

asignación de guardería no era tan mala. A lo mejor Cara podría manejar a sus

propios hijos algún día… como en un par de décadas.

—Cah-ra —llamó Elle desde la siguiente cuna—. Deja de oler a ese niño

y ven a ayudarme. Este está enfermo. —Se asomó hacia la parte de atrás de los

pantalones del niño y retrocedió con asco—. De ambos extremos.

Cara se cubrió su nariz mientras la pestilencia flotaba en su dirección.

No importaba sobre sus hipotéticos hijos. Ella le dejaría a Troy continuar con la

línea Sweeney. Miró hacia la cuidadora de cabecera para que la guíe y recibió

un asentimiento de ánimo por parte de la anciana.

—Pobre pequeñito. —Cara presionó una mano en la frente del niño. No

había fiebre—. ¿Necesitamos ponerlo en cuarentena? —El Aegis tenía políticas

estrictas en cuanto a riesgos contagiosos, lo cual tenía sentido, considerando el

número de niños que vivían en lugares cerrados aquí.

—Si es viral, sí. Si es bacterial o transmitida por alimentos, no. —Elle

sacó algo de su bolsillo que parecía como una larga cuchara blanca envuelta en

plástico—. No lo sabré hasta que analice sus heces.

Oh, asqueroso. Cara no necesitaba esa vista.

Pobre Elle se veía lista para arrojar, a pesar de sus antecedentes

médicos. Su nueva posición como Constante Alibi significaba que acompañaba

a Cara a cualquier lugar, incluso al baño en las paradas de medianoche. Pero

las inspección del pañal estaba más allá y por encima del llamado del deber.

—Siento haberte arrastrado a esto —dijo Cara, quitándole la ropa al

bebé.

—No hay problema. —Elle sumergió el colector dentro del pañal del

bebé—. Necesitaba una rotación en la guardería para completar mi

entrenamiento médico. —Hizo una mueca mientras deslizaba una tapa sobre

su muestra—. No podía evitarlo por siempre.

—¿No eres fan de los niños eh?

Elle levanto al bebé hacia el tazón más cercano y golpeó un pedal de pie

para llenar el recipiente de agua tibia.

—No me disgustan los jovencitos. Simplemente no tengo experiencia con

ellos.

—¿Ninguna? —Cara removió las sábanas sucias del niño y las dejó caer

en una papelera purificadora sónica—. ¿Nunca tuviste que hacer de niñera?

Elle rio, a pesar de que Cara no veía lo gracioso.

—No todo el mundo es apto para trabajar con niños pequeños.

Bueno, seguro. Los niños eran molestos, pero si los L’eihrs querían

imitar el método humano de la reproducción, necesitaban aprender a cuidar a

lo más pequeños.

—¿No están cerrando los vientres artificiales? —preguntó Cara.

—Nuestros genetistas desactivaron los vientres meses atrás. —Elle

esquivó salpicaduras mientras lavaba al bebé con toda la confianza de un cerdo

en un festival del tocino—. ¿No has notado la ausencia de recién nacidos?

—Aquí, déjame. —Usando su cadera, Cara empujó a un lado a Elle y

terminó el trabajo—. ¿Así que no habrá más bebés pronto? ¿No creará eso una

extraña brecha generacional?

—No realmente. —Elle abrió su bolsa médica e insertó la cuchara en el

dispositivo de prueba, luego se lavó sus manos—. Los clones más viejos están

cerca de los veintes. El próximo año dejarán el Aegis para sus dormitorios de

trabajo designados, y cuando encuentren aprobados l’ihans, desactivaremos

sus supresores de fertilidad.

Cara tomó una toalla de debajo del fregadero.

—¿Qué supresores?

—El nano-chip debajo de tu muñeca —explicó Elle—, también detiene la

ovulación. Cuando están aprobados para reproducirse, escanearé tu muñeca y

revertiré la configuración.

¿Aprobada para reproducir? ¿Qué era ella, una vaquilla premio?

—¿Y si no quiero niños?

Elle le entregó un pañal de tela y frunció el ceño.

—¿Por qué no te gustaría pasar tus dones? Una vez que nace el niño, no

tendrás que cargar con él.

Cara tuvo que enfocarse en colocarle el pañal al bebé antes de que se

sintiera mal de nuevo, pero tan pronto como aseguró su trasero, lo abrazó y se

dio la vuelta para enfrentarse a Elle.

—¿Estás diciéndome que nada cambiará… solo harás salir tu semilla, y

luego lo entregarás al Aegis?

Elle se echó hacia atrás, separando los labios a la ofensiva.

—Lo haces sonar tan siniestro. Disfruté creciendo en este Aegis con mis

compañeros. Nunca me sentí privada de algo. —Acarició al bebé agarrado de

los brazos de Cara—. Si deseas cuidar a tu descendencia, tal vez te sea

permitido hacerlo en la colonia. He oído que esperan modelar un estilo de vida

más humano ahí.

Cara relajó el agarre fuerte sobre el infante y se arrastró hacia la

estación de cambio para vestirlo. Así que, asumiendo que decidiera tener niños,

y asumiendo que El Camino aprobaba su petición de “criar”, ¿podría

permitírsele mantener a los niños? Eso era torcido, sin importar cómo Elle lo

moldeaba.

Una pequeña voz susurró, Tal vez Troy tenga razón. Tal vez no

perteneces aquí, pero sacudió ese pensamiento de su cabeza. No importaba,

probablemente no tendría niños de todas maneras.

Elle leyó el resultado de su prueba y sonrió.

—Noticias excelentes, es un malestar por alimentos. —Revolvió el

cabello del pequeño y le dijo a Cara—: Vístelo y repón sus electrolitos mientras

yo alerto al personal de cocina de la guardería. —Luego violó la regla

Constante Alibi dejando el cuarto.

—Eso está bien —dijo Cara hacia el casi bulto desnudo en sus brazos—.

Puedo irme diez minutos sin meterme en problemas. —Acarició su suave y

gordita mejilla con un dedo—. ¿Verdad, pequeñito?

Él respondió vomitando encima del frente de su túnica.

Suaves risas sonaron de cerca, y la cuidadora principal corrió para tomar

al bebé. El rostro de la mujer estaba muy arrugado pero era gentil, su sonrisa

un faro de luz de sol en una tarde sombría. A diferencia de la mayoría de la

generación más vieja, ella tenía vida en sus ojos, esa chispa que otros habían

perdido. Le recordaba a Cara de su difunta Grammy O’Shea, y desde ese

momento, Cara apodó a la mujer Gram.

—No eres una verdadera cuidadora hasta que has sido bautizada de esa

manera —dijo Gram con un acento muy marcado. Con una gentil mano, empujó

a Cara hacia el pasillo—. Encontraras túnicas limpias en el baño.

Cuando cara se había limpiado su pecho con un paño húmedo y cambiado

sus ropas, regresó a la guardería. Buscó en la vasta habitación a Gram,

empezando por las cunas transparentes, ras prensado una contra el otro con

divisores para ver a través de ellos así los bebés podían socializar. De ahí, giró

su vista hacia varias de las estaciones, lugares especiales para alimentar,

cambiar, bañar, simulación intelectual, juego abierto e incluso contacto físico.

Siglos de investigación les había enseñado a los L’eihrs la cantidad precisa de

toque que un niño necesitaba para maximizar su desarrollo cerebral, y las

cuidadoras no desperdiciaban ni un minuto más del necesario.

Cara notó la ausencia de columpios, cunas y mecedoras. Los L’eihrs eran

grandes en «autoconsuelo» y no querían que los bebés crecieran dependiendo

del movimiento para un mayor confort. No había recién nacidos aquí en este

momento, pero de acuerdo con los rumores, ellos lloraban un montón los

primeros dos meses, luego de algún modo daban por vencida la pelea. Pensar

en eso hizo que el corazón de Cara doliera. No era correcto, romper el espíritu

fresco de una persona recién salida de su paquete así como así.

—Aquí, Señorita Sweeney. —Gram le hizo un gesto hacia la ventana

central, donde el sol de la tarde se filtraba en el interior y bañaba a una pareja

de infantes acostados boca arriba sobre una colchoneta.

Cara cruzó la guardería, todavía buscando a su bebé enfermo.

Eventualmente lo encontró en una de las estaciones de alimento, succionando

un fluido claro de una bolsa de plástico unida a la pared. Hizo un gesto hacia él.

—Puedo alimentarlo con sus electrolitos.

Gram pareció confundida al principio, pero luego la comprensión llenó su

rostro.

—Oh no, Señorita. Sweeney. —Sacudió su cabeza como si Cara hubiera

propuesto un sacrificio de sangre—. Nunca sostenemos a los bebés mientras se

alimentan. Es importante que no asocien la comida con el confort.

Solo añade esto a la lista de las Diez Razones Principales De Porqué los

L’eihr Son Excéntricos.

—Pero la comida es reconfortante —dijo Cara. El aroma de pan de

jengibre todavía tenía el poder de transportar a Cara a su lugar feliz. Y nada la

llevaba hacia el borde de un día horrible como unos cuantos cuadrados de

chocolate oscuro.

—Eso puede ser cierto en la Tierra —dijo Gram—, pero aquí, la comida

es combustible para nuestros cuerpos. Nada más. Nuestras comidas nos

alimentan, y mientras podamos disfrutar de la experiencia, no significa que

forma parte de un placer o un medio para encontrar consuelo.

Tal vez si la comida L’eihr no fuera tan insípida, Gram se sentiría

diferente.

Pero la mujer estaba equivocada sobre los L’eihrs no encontrando

consuelo a través de alimentos familiares. Durante el intercambio, Aelyx se

había encendido cada vez que Mamá hacia asado para la cena, no por sus

nutrientes, sino porque sabía cómo l’ina. Cada bocado lo había alimentado de

una manera que no tenía nada que ver con la proteína. Ese es el motivo por el

que Cara había perdido el control cuando Syrine bailó en la habitación de Aelyx

para anunciar que había cocinado su cena favorita. Había amor en una buena

comida, no es que Cara hubiera producido alguna vez lo que ella llamaba una

buena comida, pero aun así.

Cara mantuvo esas observaciones para sí misma mientras se giraba

hacia su bebé enfermo.

—Pero él no está sintiéndose bien. Podría usar un abrazo adicional, ¿no

lo crees?

La sonrisa en el rostro de Gram decía Tonta humana, pero se concedió la

batalla.

—Puedes sostenerlo una vez que haya drenado la bolsa de suplemento.

Mientras Cara esperaba, se arrodilló sobre la alfombra y le sonrió a un

par de infantes, sus delgadas piernas pateando, puños apretados, ojos abiertos

y mirando a las motas de polvo que bailaban en la luz del sol. Se dio cuenta que

compartían las mismas características, labios ligeramente asimétricos, los

mismos hoyuelos, formando hoyuelos en sus barbillas.

—¿Son gemelos? —preguntó Cara. No había conocido a un par de clones

idénticos hasta ahora. Aelyx le había dicho que los genetistas nunca usaban el

mismo archivo dos veces en una generación.

—Eres muy observadora —respondió Gram—. Estos fueron los últimos

críos incubados en úteros artificiales.

—¿Pero por qué dos? ¿Están dotados?

—Se podría decir eso. —Gram miró el aire vacío y zonificado, el fantasma

de una sonrisa en sus labios—. Recuerdo al último clon de ese archivo. Creció

en este Aegis. Un muchacho gentil, siempre sonriendo. Los otros gravitaban

hacia él… era un amigo para todos. Empatía era su don.

Por la forma en que Gram hablaba sobre ese chico en tiempo pasado,

Cara no estaba segura si se había trasladado a los dormitorios de trabajo o si

había muerto.

—Creo que lo conociste durante el breve tiempo que estuvo en la Tierra

—continúo Gram—. Su nombre era Eron.

El cabello en la parte posterior del cuello de Cara picó, y miro alrededor

del cuarto para asegurarse de que Elle no había regresado. Lo último que

necesitaba su compañera de cuarto justo ahora era conocer a la doble

encarnación de su l’ihan muerto. Cara trató de imaginarse como se sentiría en

la misma situación, pero no podía envolver su mente alrededor de ello.

Cara miró al bebé más cercano a ella.

—No puedo creer que este es Eron.

—No lo es —dijo Gram, sus ojos cromados mirando al niño—. Este es

Mica. —Acarició el brazo del otro infante—. Y este es Ilar. —Dio una mirada

significativa—. Eron está muerto. Podemos generar nuevas crías de ese

archivo, pero estarán formados por sus propias experiencias. Cada patrón del

clon es distintivo. El joven hombre que conociste como Eron se ha ido para

siempre.

Naturalmente Elle escogió ese momento para reunirse con nosotros. La

palabra Eron se movió silenciosamente en sus labios mientras parpadeaba en

confusión. Momentos después, las piezas debieron haber caído en su lugar,

porque miró entre los gemelos y el color se le fue del rostro. Su garganta

trabajaba mientras tragaba, sus ojos amplios, su pena forzando su salida hacia

la superficie. Pero bajo la verdadera modelo Elle, rellenó sus emociones y

tenazmente apretó la mandíbula.

—Elle y yo deberíamos irnos —dijo Cara a Gram—. Tal vez mañana

podamos trabajar con los niños mayores. —Lejos de la guardería y recuerdos de

la sonrisa torcida de Eron—. Me gustaría aprender algunos conceptos básicos

de la ciencia con ellos.

—Por supuesto —dijo Gram. Podría haber estado hablando con Cara,

pero miró a Elle cuando ella habló—. No puedes seguir adelante hasta que

enfrentes lo que te lo impide.

Definitivamente un mensaje para Elle, pero uno mejor ponderado desde

la intimidad de su habitación. Cara se levantó del felpudo y le dio a su

compañera de cuarto un ligero tirón. Elle se tensó ante el contacto corporal,

pero no se quejó cuando Cara unió sus brazos e hicieron su camino fuera de la

guardería. En lugar de ir a los elevadores principales, tomaron las escaleras

secundarias en el extremo más alejado del Aegis, e hicieron su camino hacia el

primer piso.

Dejaron que el eco de sus botas llenara el silencio, Elle desviando cada

una de las miradas que Cara dándole a entender que no quería hablar. Cara

reconocía esa táctica evasiva. La había usado hacia años, cuando Mamá había

comenzado su segunda ronda de quimioterapia y Papá había dejado de venir a

casa de las visitas de hospital. Luego Troy se había unido a la Marina,

rompiendo la última atadura de Cara a la normalidad. Sus amigos habían

pensado mejor antes de preguntar si estaba bien.

Pero cuando llegaron al pasillo, fue Cara quien luchó por mantener la

compostura. Recostado en el centro del suelo estaba el equipaje de Troy: dos

bolsas de lona militares y un contenedor negro con SWEENEY, USMC12

marcado en la cubierta.

Las suelas de Cara se aferraron al piso. Hasta ahora, se las había

arreglado para bloquear la fecha de partida de Troy con la esperanza que no la

abandonaría en este momento.

La puerta de Troy siseó a un lado mientras llevaba otra bolsa al pasillo.

Entonces el verdadero golpe vino, un frío tiro al pecho de Cara que le hizo

difícil respirar.

Se había cortado el cabello.

Los sueltos rizos negros de Troy habían desaparecido, remplazado por el

corte militar estándar «alto y estrecho». Se acordó de sus palabras a Papá en la

mañana de Navidad, Cuando en Roma… En el uniforme camuflajeado de Troy

y cabello rapado, placas de identificación tintineando juntas contra su pecho, ni

un solo rastro de L’eihr permanecía sobre él.

12

Del nombre en inglés: United States Marine Corps que quiere decir, Cuerpos de Marines de los Estados Unidos.

Los ojos de Troy se ampliaron cuando se encontraron con los de ella. Se

quedó inmóvil sin decir una palabra.

—¿Qué sucede? —preguntó Elle.

Por supuesto Elle no lo entendería. L’eihrs no hacían lazos familiares. La

genética solo los ataba juntos tan fuertemente como cualquier amistad que

formaran, si es que había una. Ella y Aelyx eran más como amigos que como

hermano y hermana.

—Está bien —dijo Cara, manteniendo su mirada centrada en Troy—.

Sigue adelante. Me reúno contigo en un minuto.

Troy tomó un abrupto interés en sus agujetas, agachándose para volver a

atar su agujeta izquierda.

—Oye —dijo finalmente—. Me alegra haberte encontrado.

Me alegra haberte encontrado. Eso implicaba que se hubiera marchado

sin decir adiós si sus caminos no se hubieran cruzado.

—Ay, vamos Pimienta. —Aún inclinado, deslizó su palma contra su

cabeza crespa—. No me mires así.

¿Cómo debería mirarlo? ¿Con una sonrisa y un fácil saludo de adiós?

Ante su silencio, él se levantó.

—No tengo elección. Tarde o temprano tendré que irme. —Sus ojos

azules se clavaron en ella—. Porque no pertenezco aquí. Ninguno de nosotros lo

hace.

—Puedo hacer una vida en la colonia —insistió ella. Sabía a mentira,

pero tenía que seguir creyendo.

—Ven a casa conmigo —dijo Troy—. Hay nada de ti para empacar. Sabes

que todos te extrañan, especialmente Mamá.

Su oferta la tentó más que lo que quería admitir, pero sacudió su cabeza.

—No puedo. —Los L’eihrs casi habían cancelado la alianza después de

que Eron muriera. Ella había sido quien los había convencido de volver a

intentarlo—. La alianza es muy importante.

—¿Además estas enamorada, verdad? —Troy se burló de ella con su

tono—. Te estás quedando aquí porque has encontrado Al Indicado.

—Eso también. —Cruzó sus brazos sobre sí misma y trató de parpadear

para alejar la sensación de humedad que borraba su visión—. De cualquier

forma, no me puedo ir.

Troy giró su rostro a un lado y maldijo en voz alta. Extendió sus manos.

—Los Infantes de Marina dan órdenes, no sugerencias. ¿Qué esperas que

haga, solo decirles que no?

Un bulto se formó en la garganta de Cara, pero se lo tragó y se negó a

emitir sonido. Él se marcharía, sin importar lo que ella dijera. No tenía caso

rogar.

—¿Qué? —presionó él—. ¿Qué se supone que debo hacer?

—No lo sé —dijo con voz ahogada. Ella había tomado su decisión de

unirse a esta colonia en ciernes, pero Troy no lo había hecho. No tenía derecho

de pedirle que se quedara.

Troy maldijo de nuevo y se apoyó en la pared, dejando que su frente haga

un sonido hueco contra el estuco. Por varios segundos, se quedó en silencio.

Luego hizo un movimiento repentino para una de sus bolsas de lona. Cara

sorbió por la nariz, preparándose para verlo tomar su equipaje e irse corriendo

hacia el pasillo.

Pero no lo hizo.

Troy abrió su bolsa y rebuscó dentro hasta que encontró su com-esfera.

Murmuró su clave de acceso y se conectó con su unidad en la Tierra. Cuando su

comandante tomó la llamada, Troy dejó escapar un suspiro pesado.

—Lo siento señor. Perdí mi transporte. Tendré que tomar el próximo en

un par de semanas.

Mientras Cara escuchaba a su hermano murmurando excusas y

disculpas, lágrimas calientes rodaron por sus mejillas y la hicieron parpadear.

Algunos de sus compañeros pasaron como un borroso empapado, pero no le

importó si sacudían la cabeza y la llamaban tonta emocional. Que piensen lo

que quieran. No estaba sola —al menos por ahora— y eso era todo lo que

importaba.

Troy empujó su esfera en su bolsa de lona y se levantó, agarrando sus

caderas.

—Espero que estés feliz. El tendrá mi trasero cuando regrese.

Cara no esperó otro segundo para apretar ambos brazos alrededor de su

cuello. Enterró su rostro húmedo en su hombro y tomó su aroma de canela

Altoids13 y crema de afeitar. Sabiendo que la empujaría lejos pronto, llenó sus

pulmones con él y lo sostuvo.

—Está bien, está bien. —Él le dio unas palmaditas en su espalda y dio

un vistazo a los clones que pasaban por el pasillo—. Las damas van a tener la

idea equivocada. Si voy a estar atrapado aquí dos semanas más, será mejor que

le saque provecho.

Riendo, Cara lo soltó y uso su túnica para secar sus ojos.

—Odiaría tener que dañar tu juego Casanova.

—¡Oh, tengo un juego!

Ella se encogió de hombros.

—Hueles a sabor de caza, así que es eso.

Él le hizo un gesto obsceno con el dedo medio y palmeó su teclado.

Juntos, arrastraron todo su equipaje hacia el interior, y luego Cara le dio su

paquete de nutrientes extra.

—Gracias. —Él asintió con la cabeza, dándole su aprobación, y tiró de su

trenza—. Boba.

Cara brilló ante el insulto. Nunca pensó que podía sonar tan dulce.

—Cuando quieras.

13

Marca de mentas para el aliento.

La inspiración llegó esa noche, y subió un nuevo mensaje. Sabía que Troy

nunca lo leería —él nunca visitaba su sitio— pero no le importaba. Ella tenía

un mensaje de esperanza para compartir con los hermanos de todo el universo.

Miércoles, 12 de enero.

Hermanos Mayores: La Vida Más Allá del Calzón Chino.

A menos que seas hijo único, estás sin duda consciente de la variedad de formas de tortura de

hermanos: el coscorrón mojado, el nabo mojado, el golpe de toalla, y el siempre exasperante «No te estoy

tocando», en el que un cargado dedo medio ensalivado se sostiene a milímetros de tu nariz. Amigos, no soy

una extraña en un buen baja calzón. Dejé de usar pantalones cortos de cordón después de que mi hermano

tiró hacia abajo mis Umbros14 en frente de todo el equipo de fútbol de la liga juvenil. Pero estoy aquí para

decirles de que hay vida más allá de la tortura. Puede que no lo creas ahora, pero en realidad los verdugos

de los hermanos crecen e incluso pueden llegar a —¿me atreveré a decirlo?— ¡útiles!

¿No tiene sentido, dirán?

Solo sigan leyendo.

Mi hermano es un Marine de los Estados Unidos (¡HU-RRA!). Se unió al servicio hace dos años, y

no lo he visto mucho de él desde entonces. Pero cuando supo que los L’eihrs me habían escogido para el

intercambio, voluntariamente vino aquí a aprender la cultura así podría servir como mi mentor. En las

últimas dos semanas, me ha enseñado:

Cómo cambiar la configuración de mi traductor del auricular así mis profesores suenan como

Oompa Loompas15 que inhalaron helio. Los maestros extraterrestres son menos intimidantes

cuando están visualizando a los Gremios de las Piruletas16.

Qué insectos NO aplastar. Hay un insecto aquí cuyo mecanismo de defensa es secretar un hedor

que hace que el hedor de la mofeta sea como de Chanel Nº 517. Mi hermano lo descubrió de la

14

Marca inglesa de ropa deportiva. 15

Personajes de Charlie, la Fábrica de Chocolate. Son seres muy pequeños y divertidos. 16

Un grupo de Munchkins (personajes del País Munchkin) de la obra Mago de Oz, quienes le dieron la bienvenida a Dorothy con una canción y bailaron con su llegada. 17

Primer perfume lanzado por Coco Chanel con olor a mujer. Muchos consideran que huele mal o fuerte por el aroma a flores.

forma difícil, cuando golpeó a uno en el vestíbulo y todo el Aegis tuvo que ser evacuado. Él pudo

haberme dejado cometer el mismo error, pero no lo hizo.

Que a pesar de años de ser un asno, se preocupa por mí. Eso puede sonar cursi, pero es verdad.

Mi hermano afirma que se ofreció voluntariamente para esta posición así podía ser el primer ser

humano en viajar a la velocidad de la luz, pero creo que había mucho más que eso. Ha

demostrado que sin importar si estamos en Midtown o en L’eihr, no dejará que alguien torture a

su pequeña hermana. Solo él puede hacer eso. Y como que lo amo por eso.

Así que para todos ustedes en casa, abracen a sus hermanos esta noche…y no por que pueden

pegarle un letrero de “¡patéame!” en sus espaldas.

Publicado por Cara Sweeney.

Traducido por Nati C L & Wan_TT18//Corregido por Karlyisa08

Aelyx nunca esperó ser tan bueno en engañar a la muerte. De niño,

había resentido su tarea como traductor, una ocupación aparentemente

aburrida. Había querido una posición en los laboratorios de genética, o tal vez a

bordo de los transbordadores, catalogando nuevos planetas y especies

desconocidas. Había ansiado la aventura y el descubrimiento. ¿Quién hubiera

imaginado que su trabajo manipulando meras palabras resultaría en tantos

intentos de asesinato?

El ataque más reciente había sido bastante creativo. Después de que la

brigada de explosivos había barrido y asegurado el edificio, Aelyx y su pseudo-

familia habían regresado a su suite y se instalaron en la mesa del comedor para

la cena. Syrine había abandonado su interés por la cocina ―gracias a los

dioses― por lo que habían reanudado su hábito de pedir comida para llevar.

Ella sólo había llevado un rollo de primavera a los labios cuando David la

detuvo y le preguntó quién había ordenado la comida.

Syrine había asumido que Aelyx había realizado el pedido. Aelyx supuso

que había sido Syrine. El embajador insistió en que él no había sido…ni

siquiera le gustaba Sichuan18. David embaló la comida y la envió a una

instalación del gobierno, donde dio positivo por estricnina. Desde entonces,

Aelyx había aprendido por sí mismo a cocinar.

Una vez más, Stepha había reportado el delito a Alona, y de nuevo, había

perdonado el acto, citando ningún daño, ninguna falta. Era como si a no le

importara si Aelyx vivía o moría. Incluso había ido un paso más allá,

insistiendo en redoblar sus esfuerzos para reformar su reputación y la de

Syrine y hacerse querer a los miembros del HALO. Ahora Aelyx tenía un

especialista en comunicación de crisis designado por el gobierno y un asesor de

imagen llamado Blaze.

18

Estilo de cocina china originada de la provincia de Sichuan en el sur de China

¡Un asesor de imagen! Como si un corte de cabello a la moda arreglaría

todo.

Pero lo más extraño de todo, HALO siguió negando la responsabilidad de

los atentados contra su vida. Nada tenía sentido ya. Era como si se hubiera

caído por la madriguera del conejo en esa historia de niños populares y hubiera

aterrizado en una dimensión alterna... en la que tenía un asesor de imagen.

―Maldita sea, estoy bien —dijo Blaze mientras añadió una cucharada de

pegote pegajoso para su cabello. Tenía una de esas caras que hacían imposible

adivinar su edad, pero ella le pellizcó la mejilla como una abuela—. Por

supuesto, no es difícil hacerte bonito, ¿verdad, cariño?

Dioses, mátenme ahora.

—¿Hemos terminado? —Aelyx hizo un gesto hacia la sala de estar, donde

su próxima entrevista estaba por empezar. Esta vez el gobierno había volado a

los padres de Cara a Ciudad de Kansas para participar. O por lo menos ahí es

donde Aelyx creía que era. Tendía a perder la pista en estos días.

Blaze le dio unas palmaditas en su pecho.

—Da lo mejor de ti, sé excepcional.

En su camino a la sala de estar, Aelyx se cruzó con Sharon Taylor, la

periodista que había llevado a cabo sus entrevistas del programa de

intercambio en el otoño. Vestida con su traje color rosa de su empresa, lo

devoró con la mirada mientras una sonrisa depredadora curvó su boca.

—Aelyx —prácticamente ronroneó—. Te ves delicioso, cariño —Hizo

girar un dedo hacia su cabeza—. Me encanta lo que hiciste con el cabello. La

cola de caballo era sensual, pero esto es más afilado. Mi público va a comerte

con una cuchara y luchar entre sí para lamer el cuenco.

Él trató de ocultar su molestia.

—Gracias por atendernos en tan poco tiempo.

—¡Oh, por favor! —gritó, con un movimiento de sus dedos color rojo en la

punta de las uñas—. Debería estar dándote las gracias a ti. —Ella indicó que se

sentara en el sofá con Bill y Eileen Sweeney mientras se abría paso a través de

cables y alrededor de los tripulantes de la butaca contigua.

Eileen echó los brazos alrededor del cuello de Aelyx antes de que su

trasero hubiera encontrado el sofá. Trajo con ella el aroma de lilas y una

calidez que había extrañado más de lo que se había dado cuenta. Ella tomó su

rostro entre sus palmas.

―Es tan bueno ver…

—Manos fuera —interrumpió Sharon—. Hará que su piel brille.

Eileen, obediente, le liberó mientras que Bill extendió una mano para

una sacudida firme. Si el hombre albergaba algún rencor contra Aelyx por

robar a Cara lejos de su casa, no dejó que se mostrara. Los ojos de Bill brillaban

con el respeto que Aelyx había visto regularmente allí, aunque no siempre se lo

merecía.

—Extrañamos tenerte en la casa —dijo Bill—. Ahora que te has ido, hay

nadie para organizar las verduras enlatadas por el contenido de fibra dietética.

—O reorganizar los platos en el lavavajillas —agregó Eileen.

Aelyx les había fallado, también. Cuando había vivido con los Sweeney,

era la primera vez que sentía que pertenecía a una familia.

—Me alegro de tener esta oportunidad para…

Sharon le interrumpió con un aplauso.

—¿Todo el mundo listo? —Sacó una pluma de oro de su bolsillo en el

pecho de su blusa y apuntó a ellos—. Tengo reservas para cenar a las seis.

—Encantadora como siempre —murmuró Bill en voz baja.

Cuando la cámara mostró la señal, Sharon comenzó.

—Buenas noches, América. ¡Les prometí una entrevista con un invitado

especial, y, chicos, estoy a punto de entregarlo! Me acompaña esta noche

nuestro alumno favorito de intercambio L'eihr, y mi sexto sentido me dice que

tiene una gran noticia para compartir. —Cruzando sus piernas por sus tobillos,

ladeó su cuerpo hacia Aelyx—. Así que dime, ¿esta gran noticia implica una

boda secreta?

Aelyx jugó la parte de ser una celebridad reacia, relajando su postura y

favoreciendo a Sharon con una risita bondadosa.

—Ahora, Srta. Taylor, sabe que los seres humanos y L'eihrs no pueden

casarse legalmente.

—Además —interrumpió Bill con frialdad—, Cara es demasiado joven

para casarse.

—Pero no demasiado joven para el viaje interplanetario. —Sharon

arqueó una ceja—. ¿Un menor no acompañado para volar a una galaxia

extranjera? No muchos padres lo aprobarían.

Aelyx no lo dijo, pero los padres de Cara no lo habían aprobado. A raíz de

la muerte de Eron, El Camino les hubiera dado ninguna voz en el asunto.

—No estaba sola —dijo Eileen con una sonrisa que no llegó a sus ojos—.

Su hermano estaba con ella, y los líderes de Aelyx. Sabíamos que se

encargarían de nuestra pequeña.

—Mmm. —En aquel enunciado simple, Sharon hizo su juicio claro—.

Usted es muy confiado, ¿verdad?

Bill apretó los dientes, pero asintió con una sonrisa. El especialista de

Relaciones Públicas había explicado que las partes de la entrevista tenían que

parecer duras, o no parecería genuino. Sharon haría unas preguntas

incómodas, pero cuando la hora se terminara, entregaría su metraje al

gobierno, quienes editarían el material a su favor.

—Y Aelyx —continuó Sharon—, hay algunos comentarios negativos

acerca de ti y los otros dos estudiantes de intercambio. ¿No fue descubierto que

Eron —Se tocó el pecho—, que en paz descanse, manipuló el suministro de

agua? Cuando registraron su habitación, encontraron muestras de agua

contaminada y todo tipo de equipos extraños.

—Eso no es cierto —dijo Aelyx—. Esos analistas fueron sancionados por

su gobierno.

—Entonces, ¿por qué no me dice lo que es cierto?

Vaciló, queriendo desesperadamente hacer lo que ella le había pedido.

Pero El Camino todavía no había respondido a su petición. Sin su aprobación,

se vio obligado a permanecer en silencio.

—Oh, vamos —canturreó—. Puedo decir que está pesando en ti. Sigue

adelante y consigue sacarlo fuera de tu pecho. —Sonriendo a la espera, golpeó

su pluma contra una rodilla—. La confesión hace maravillas para el alma.

Incluso si Aelyx creía en las almas, pondría en duda que Sharon Taylor

poseía una. Sin embargo, comenzó a tomar su sugerencia en serio. El primer

paso para ganar el perdón era la honestidad, y no podía recomponer las

relaciones humanas-L'eihr si seguía mintiendo. Si los especialistas en

Relaciones Públicas no estaban de acuerdo, sólo tenían que cortar el material

de archivo más tarde. Stepha no estaba aquí, así que había nadie para

detenerlo.

—Una confesión —dijo—. Está bien. Mis amigos y yo hemos sido

acusados de muchas cosas, entre ellas, arruinar cultivos locales y envenenar el

suministro de agua. —Tomando una respiración profunda, se inclinó hacia

adelante y apoyó ambos antebrazos contra sus muslos—. Una de esas

acusaciones es cierta.

Los ojos de Sharon se iluminaron y casi dejó caer su pluma.

—¿Cuál?

—La primera. Utilizamos plántulas parasitarias para impedir el

crecimiento de los cultivos en Midtown, Burdeos, y Lanzhou.

Eileen se quedó sin aliento junto a él, mientras que los labios de Bill se

separaron. Aelyx ofreció una mirada de disculpa antes de dejar caer su mirada

a la alfombra.

—¿Por qué hicieron eso? —preguntó Sharon.

—Debido a que los seres humanos y L'eihrs tienen más en común de lo

que creen —dijo Aelyx—. La terquedad, los prejuicios, el miedo a lo

desconocido, mi generación siente estas emociones, también. No hemos podido

entender por qué los Ancianos querían aliarse con los humanos. Y debido a que

estamos en contra de la alianza, nos hemos ingeniado para sabotearla. —La

admisión se sentía bien, como si un peso invisible hubiera sido levantado de sus

hombros—. Fue una decisión que tomamos juntos en secreto, pero estamos de

acuerdo ahora de que fue un terrible error. Estábamos equivocados sobre la

humanidad.

—¿Qué te hizo cambiar de opinión?

—Básicamente, llegué a conocer a los seres humanos a nivel personal.

Cuanto más tiempo pasaba aquí, más aprendí que los criminales que dominan

sus historias de noticias son una tergiversación de su especie. —Aelyx bajó la

cabeza y miró a la cámara—. Y me enamoré. No esperaba eso.

—Ah, sí —dijo Sharon, arrastrando las palabras—. Con Cara Sweeney,

su estudiante anfitrión. Vi chispas que volaban en cada entrevista, pero ambos

negaron los rumores. —Hizo una pausa, como esperando una respuesta.

—Queríamos mantener nuestra vida privada para nosotros mismos.

—Hmmm. —Sacudió la cabeza y señaló con esa maldita pluma hacia él—

. Tantas mentiras, Aelyx. Tantos secretos. ¿Cómo sabemos que estás diciendo la

verdad ahora?

—Porque tengo ninguna razón para mentir. Quiero compensar lo que he

hecho para ayudar a reparar el daño que he causado, así podemos unirnos y…

—¿Dónde está Cara? —interrumpió Sharon.

Aelyx la miró fijamente por unos cuantos segundos, tratando de discernir

su motivo detrás de la pregunta estúpida. Sharon sabía muy bien en dónde

estaba Cara. Todo el mundo sabía.

—¿En este preciso momento? Me imagino que está en su cuna, soñando

con los helados y los torneos de debate.

—¿No es verdad —preguntó Sharon con frialdad—, que los otros dos

humanos, estudiantes de intercambio, se negaron a abandonar Tierra porque

se sienten amenazados?

—No he hablado con ellos, así que no puedo decirlo. Pero, romper el

contrato era su prerrogativa. Los Ancianos nunca forzarán…

—Cara era Valedictorian —cortó Sharon—. ¿Por qué iba a irse ahora,

cuatro meses antes del final del año escolar? —El asistente de Sharon le

entregó un pedazo de papel. Ella le echó un vistazo y lo puso boca abajo en el

sofá—. Mis registros muestran que ella no pudo obtener los créditos que

necesitaba para graduarse. Me parece extraño que una estudiante tan dedicada

simplemente se aleje de su diploma, especialmente desde que su intercambio no

fue programado para comenzar hasta el próximo otoño.

Aelyx luchó para mantener una expresión tranquila.

—Estás olvidando un detalle importante.

—¿Qué es?

—Cara y yo huimos de su casa porque una turba desenfrenada irrumpió

en la propiedad, horas después de que los Patriotas de la Tierra torturaran y

mataran a mi mejor amigo. Nos escapamos en mi transbordador y nos unimos

al transporte principal, mientras que su padre se quedó atrás para distraer a la

multitud. —Aelyx asintió con la cabeza hacia el hombre—. Él apenas sobrevivió

al ataque.

Bill habló desde el otro extremo del sofá.

—Tiene razón. ¿A dónde vas con esto?

Sharon lo ignoró.

—¿Pero por qué no enviar a Cara a casa al día siguiente? No pasó mucho

tiempo para que los militares pusieran fin a los disturbios.

Aelyx no tenía una respuesta para eso. En verdad, Cara no había querido

volver a la Tierra, pero El Camino insistió en enviarla a L'eihr para castigarlo.

Fue una de sus condiciones no negociables para continuar con las

conversaciones de la alianza a raíz del asesinato de Eron.

—¿No es verdad —continuó Sharon—, que secuestraron a Cara para

vengar la muerte de su amigo, ojo por ojo, vida por vida? Tal vez ella se negó a

llevar a cabo el intercambio, y tú no podías soportar la idea de perderla. Hay

una delgada línea entre el amor y la obsesión. ¿La obligaste a irse contigo?

Aelyx se sentó de golpe.

—¡Por supuesto que no! La podría convocar en mi com-esfera ahora

mismo y ella misma se lo dirá.

—Es verdad —dijo Eileen—. Hablamos con ella casi…

—Tal vez —interrumpió Sharon—. Pero me imagino que dirá nada si

está lo suficiente asustada.

—Esto es ridículo, incluso para ti. —Aelyx debería haber sabido mejor

que escuchar a esta musaraña implacable—. Cara visitará la Tierra en la

primavera. Hasta entonces, el tema está cerrado.

Una sonrisa escalofriante curvó los labios de Sharon.

—No del todo. —Ella señaló con el lápiz a la televisión—. Un nuevo

testigo se ha adelantado. Creo que merecemos escuchar su versión de los

hechos.

Uno de los ayudantes de producción puso en ángulo a Aelyx hacia la

televisión y comenzaron a unir varios cables a la misma. Entonces, como una

imagen de una pesadilla, la cara de suficiencia de Marcus Johnson apareció en

pantalla, la leyenda debajo decía: VÍCTIMA DE UN ATAQUE EN MIDTOWN

DEMANDARA A L'EIHRS POR DAÑOS.

El cuerpo de Aelyx se tensó y se mostró al rojo vivo. ¿Víctima? La última

vez que había visto a Marcus el chico había roto la mitad de las costillas de

Cara y había fracturado su cráneo. Marcus no era ninguna víctima, aunque

Aelyx daría la bienvenida a la oportunidad de rectificar eso.

—Marcus —dijo Sharon—, fuiste la última persona que vio a Cara

Sweeney antes de que desapareciera. Cuéntanos lo que pasó.

Marcus apretó los labios y se pasó una mano por su cabello marrón

peludo como si estuviera traumatizado.

—Estaba patrullando el bosque con mi novia y mi amigo Eric. Vimos que

al alienígena arrastrando a Cara hacia su nave. Ella trató de luchar contra él,

pero luego él la sorprendió con esta cosa láser, y ella sólo como que se congeló,

así. —Hizo una mueca, la lengua colgando a un lado, mirando cada poco como

el imbécil que era—. Entonces nos subimos a ayudarla.

—¿Y fue entonces cuando Aelyx te atacó? —preguntó Sharon.

Marcus bajó la cabeza y asintió.

—Agarró mi escopeta y la utilizó para reventar mi rodilla. Los médicos

dicen que nunca voy a conseguir un uso completo de nuevo. Perdí mi beca de

lacrosse que es el motivo por el que estoy demandando a los L'eihrs. Deberían

de tener que pagar por lo que él hizo. —Marcus pareció recordar los otros

personajes de su mentira—. Le disparó a Eric. Brandi se escapó, pero ella está

realmente sacudida. Podría necesitar terapia.

Brandi necesitaba terapia, de acuerdo. Cualquiera que se aparearse con

Marcus Johnson era certificablemente insano. Aelyx habló mientras aún

tuviera la oportunidad.

—Pregúntale a Marcus por qué estaba patrullando el bosque con un

arma de fuego. Él y sus compañeros Patriotas me estaban cazando. —Eric

había intentado salvar a Cara, pero nunca admitiría eso y enfrentaría la

retribución de los Patriotas.

—¿Entonces admites haber atacado a Marcus? —dijo Sharon.

Fue entonces cuando el jefe de Relaciones Públicas intervino,

literalmente tirando del enchufe en la entrevista. Sus fosas nasales se abrieron

mientras señalaba cada cable de alimentación de la extensión principal.

—Compruebe el material de archivo en la puerta y salga —dijo el

hombre a Sharon—. Esto no es lo que acordamos. No sé lo que estabas

pensando, pero tu carrera ha terminado.

Sharon ordenó a su equipo obedecer, y en veinte minutos ya se habían

ido sin decir nada más. Aelyx se echó hacia atrás y respiró profundo,

desconcertado por la rapidez en que la entrevista se había salido de control.

Gracias a los dioses que no se había transmitido en vivo.

Todavía estaba pensando en ello esa misma noche mientras tramaba

formas de evitar que Stepha se enterara. Sin embargo, con el fin de hacer eso,

tendría que evitar el uso del Discurso Silencioso con el embajador, que en sí ya

sería sospechoso. Aelyx estaba cansado de la política, las relaciones públicas, y

las mentiras.

Sólo quería volver a casa con Cara.

—Estás pensando en Cah-ra ¿verdad? —Syrine se asomó a través de la

puerta abierta en donde él estaba tendido sobre su cama—. Puedo decirlo por la

mirada estúpida en tus ojos.

Aelyx volvió la cabeza.

—¿Oh? ¿Al igual que la forma en que mirabas a nuestro guardia esta

noche en la cena? —Utilizó una voz aguda para imitar sus hilarantes intentos

de bromas coquetas—. Hice té helado, David, endulzado como a ti te gusta.

¿Quieres que te lo dé en un vaso, o prefieres lamer cada gota en mi piel

desnuda?

Ella jadeó, sacando la cabeza para comprobar a cada lado de sus

hombros. No es que David hablara L'eihr.

—¡Cállate, fasher!

Aelyx sonrió. Eso era divertido. Hizo girar un mechón de cabello

alrededor de un dedo y bateó sus pestañas.

—Oh, David, tomaste esa bomba en tus manos. ¿Hay algo más que te

gustaría tener en tus manos?

Ella se apresuró dentro y procedió a golpearlo con otra almohada. Él no

pudo evitar reírse.

—Cuida de mi cuerpo, David —chilló—. ¡Es todo tuyo!

—¡Idiota! —Ella lo golpeó hasta que las plumas flotaron en el aire, pero

no negó su atracción por el chico. No tenía ningún sentido. Aelyx lo había

sentido durante el Discurso Silencioso por la mañana después de la amenaza de

bomba.

—Te lo dije —Aelyx rio, pasando rápidamente a un lado para esquivar

una rodilla en las costillas—, él se siente de la misma manera. Deberías hablar

con él. —Una cita podría ser una buena distracción para Syrine—. Tal vez

puedas atraerlo a la colonia. —Aunque estaba bromeando. Sabía que ella nunca

lo llevaría tan lejos.

Syrine hizo un sonido de disgusto desde la parte posterior de su

garganta.

—No soy uno de tus seres humanos hedonistas. Tal vez no puedo evitar

la reacción de mi cuerpo por él, pero puedo controlar si actúo sobre ello, ¡lo cual

no haré!

Aelyx utilizó su almohada para golpear su abdomen.

—¿Por qué luchar contra ello? Tú sabes que lo quieres. —Toda burla se

detuvo cuando la com-esfera de Aelyx lo convocó para su llamado de todas las

noches con Cara. Se estiró hacia su mesita de noche—. Bueno, suficiente —dijo

a Syrine.

La comprensión brilló en los ojos de Syrine y una sonrisa maníaca se

desenroscó a través de sus labios. Ella agarró su esfera como un rayo,

golpeándolo.

—¿Es esto lo que quieres? —Con una mueca llena de malicia, ella hizo

colgar la esfera a su alcance, luego la alejó de golpe—. ¿Hablar con tu l'ihan? —

Ahora era su turno para burlarse de él en voz baja, entrecortada—. Oh, Elire,

¡te amo! quiero hacer mil bebés mestizos contigo ¡mi diosa de cabello ardiente!

—Entrégamelo —ordenó, tratando de tomarlo por la fuerza—. Esta es la

única vez que ella puede hablar.

Syrine golpeó el colchón, riendo y haciendo ruidos de besos.

—¿Cuándo podemos empezar a practicar, Caaaah-ra?

Cuando no pudo forzar la esfera de los dedos de Syrine, gritó su

contraseña y se desenredó de sus extremidades para que Cara no tuviera una

idea equivocada. La imagen de Cara apareció boca abajo en el techo, la pared

del fondo, el suelo, mientras ella se sacudió a través de la habitación con cada

uno de los movimientos de Syrine.

—¿Qué demonios? —preguntó Cara.

Syrine finalmente entregó la esfera.

—Hola, Cah-ra. Aelyx simplemente está muriendo por hablar contigo.

Cara se instaló con las piernas cruzadas en miniatura, en la colcha de

Alex, teniendo a ambos a la vista… con Syrine tumbada junto a él y temblando

de la risa, algunas plumas en el cabello, almohadas esparcidas. Pero este juego

ya no era divertido. Syrine no entendía los celos humanos o la facilidad con

la que la semilla de la duda podría echar raíces en la mente de Cara.

—Es verdad. —Aelyx se dirigió a Cara, pero lanzó una mirada

penetrante a Syrine—. No puedo esperar para informarte sobre el nuevo

amante de Syrine.

Syrine se empujó en posición vertical.

—No lo harías.

—Lo haría.

—¡Pero tú lo empezaste!

—Y lo voy a terminar.

Syrine prestó atención a su advertencia y salió de la habitación sin decir

nada más. Ella, sin embargo, le lanzó una mirada sucia antes de cerrar la

puerta de golpe.

—¿Interrumpo algo? —Cara se sacudió un poco de pelusa de la túnica en

un gesto despreocupado, pero no podía disimular la irritación en su voz—.

Porque puedo llamar de vuelta mañana si prefieres terminar la pelea de

almohadas.

—No es así. —Aelyx barrió las plumas en el suelo y ocultó las pruebas,

aunque había hecho nada malo.

—No sé —dijo Cara, la mirada fija en su regazo—. Syrine parece pasar

mucho tiempo en tu habitación... cuando no está cocinando para ti.

—Cocino para mí mismo ahora. —Aunque optó por no decirle por qué. El

gobierno había hecho todo lo posible para cubrir las noticias del bombardeo, y si

Cara sabía de los constantes intentos contra su vida, solamente se sumaría a

sus preocupaciones—. Syrine y yo éramos compañeros en el Aegis, ¿recuerdas?

Estamos empezando a reparar nuestra amistad. Me gustaría que confiaras en

mí.

Cara no respondió, pero el color tiñendo sus mejillas era por vergüenza o

turbación, él no podía decir cuál.

—Elire —dijo suavemente—. Mírame.

Se asomó a través de sus pestañas.

—Eres la única persona que amo. Te lo he demostrado. Has sentido mis

emociones, la forma en que me preocupo por ti tan profundamente que duele.

¿Recuerdas esa sensación, lo fuerte que era? —Cuando ella asintió, le

preguntó—: ¿Crees que ha cambiado en las últimas semanas?

Ella sacudió su cabeza.

—Tienes razón. Syrine es sólo una amiga, y lógicamente, lo entiendo.

Pero estoy en un lugar extraño en este momento. Me siento como un huevo con

una grieta en mi concha, y no sé cómo mantenerlo unido.

No estaba seguro de entender, por lo que le dijo:

—Te extraño.

Eso pareció llegar a ella. Su rostro se iluminó con una sonrisa triste.

—Yo también. Más de lo que sabes. Cuando sucede algo extraño o

divertido, te busco porque eres la primera persona a la que quiero decirle. Pero

entonces recuerdo que no estás aquí, y me duele. —Se frotó el pecho para

mostrar—. Cada vez.

—Extraño tocarte —dijo, extendiendo un dedo como si fuera a acariciar

su mejilla—. Es extraño pensar que el tacto de tu piel nunca me hizo sentir

incómodo. Ahora es todo lo que quiero.

Su sonrisa se iluminó.

—¿Sabes lo que más extraño de ti? —En su excitación, ella no esperó su

respuesta—. Tu olor.

—¿Mi qué? —Eso no era lo que él quería oír. Había esperado que echara

de menos tocarlo, también—. Eso no dice mucho acerca de mis habilidades para

besar, ¿verdad?

—No tienes que preocuparte por eso. Tienes habilidades. —Se mordió el

labio, y luego añadió—: Habilidades que enloquecen.

Eso estaba mucho mejor. Aelyx se sintió superior.

—¿Pero aun así, mi olor? De todas las cosas que extrañas de mí...

—Es asombroso. Dulce y picante con una pizca de algo más, como la

forma en que huele el bosque después de una larga lluvia. —Ella cerró los ojos

e inhaló, soñadora. Su puerta se abrió con un siseo, pero ella no prestó atención

a quienquiera que había entrado a su habitación—. Me preguntaba si todos los

L'eihrs huelen a eso, pero eres sólo tú. Me gustaría tener una de tus camisas

para dormir. Entonces podría pretender que estas conmigo.

—Oh, Dios —gimió una voz masculina desde su cuarto—. Discúlpame

mientras vómito y muero. —Cuando el hombre se acercó a la vista, le tomó a

Aelyx un momento para identificarlo como el hermano de Cara. Troy

prácticamente se había afeitado la cabeza. Le disparó a Aelyx una mirada y se

burló—: Oye, Alex.

Aelyx ignoró su burla.

—¿De verdad perdiste tu transporte?

En vez de responder, Troy empujó la mitad del contenido de un paquete

de nutrientes en su boca.

—Um —dijo Cara—, como que lo perdió accidentalmente a propósito.

Por supuesto que sí. Humanos.

—Bueno, te sugiero que no lo pierdas de nuevo. Los Patriotas piensan

que estás siendo detenido en contra de tu voluntad, y mi especialista en

comunicación de crisis, quiere que dejes las cosas claras.

—¿Tu especialista en comunicación de crisis? —dijo Cara.

—No preguntes.

—No hay problema —dijo Troy—. Si pierdo mi nave de nuevo me podría

estar quedando aquí mejor, porque mi OC19 pondrá su bota en mi garganta.

—Entonces me aseguraré de que lo olvides —dijo Cara, tomando a su

hermano del brazo.

Troy accionó a un lado su cabeza, pero algo conmovedor y agridulce pasó

entre ellos. Sólo duró un instante, pero Aelyx lo notó. Hasta ahora, no se había

dado cuenta de la intensidad de su vínculo de hermanos, y de repente entendió

por qué Troy había "accidentalmente a propósito" perdido su transporte a casa.

Cara debió haber estado luchando para adaptarse a la vida Aegis más de lo que

había dejado ver durante sus llamadas nocturnas. Le estaba manteniendo

cosas en secreto, al igual que él le había escondido los últimos ataques.

19

Oficial Comandante de una unidad militar.

El conocimiento les estropeó el resto de la conversación, y después de que

se desconectaran, Aelyx sintió la necesidad de hacer más. Siguió imaginando

cómo se sentiría Cara cuando su hermano se fuera en el siguiente transporte.

Aelyx no podía estar allí para consolarla, pero si se daba prisa, podría ser capaz

de enviarle un paquete en el mismo barco que llevaría a la Tierra a Troy. De

esa manera, tendría algo de casa para amortiguar el golpe.

¿Pero qué? Las flores no pasarían la aduana y el asesor de nutrición de

Cara no la dejaría comer chocolate. Las hembras humanas amaban las rocas

talladas establecidas en la joyería, pero la práctica era tan absurda que Aelyx

odiaba patrocinarlo. Necesitaba un regalo que le hablara al corazón. Por

desgracia, no tenía experiencia en esa área.

Una vez más, decidió pedirle a David un consejo.

Entró en la sala, encontrando el ático quieto y en silencio, sin nada

iluminando la oscuridad, más que una franja fugas de luz debajo de la puerta

de la habitación de David. Evitando que las tablas del suelo crujieran, Aelyx se

arrastró por el pasillo y llamó suavemente a la puerta de David. Cuando él no

respondió, Aelyx volvió a llamar.

Nada.

—¿David? —susurró Aelyx, girando la perilla y poco a poco entrando

dentro—. ¿Estás despierto?

Observó la habitación, mirando la cama bien hecha, la cómoda de

madera cubierta de revistas deportivas y monedas sueltas, y una pequeña pila

de ropa sucia en el suelo. Pero sin David.

Aelyx estaba a punto de salir cuando un tintineo sonó desde el otro

extremo de la habitación, atrayendo su mirada hacia la puerta del baño, que

estaba ligeramente entreabierta. A través de las pocas pulgadas de espacio

abierto, Aelyx podía ver la parte de la reflexión de David en el espejo del baño.

Bajo cualquier otra circunstancia, Aelyx habría respetado la privacidad del

chico y se hubiera marchado, pero lo que vio en el espejo hizo que sus ojos se

abrieran y se le pegaron sus pies en el suelo.

Por debajo del dobladillo de la manga de la camiseta de David, una

banda elástica azul con fuerza rodeaba su bíceps. Abajo, en la curva de su

brazo, David se hundió una aguja hipodérmica en la vena y presionó el émbolo

con el pulgar. Líquido lechoso desapareció de la ampolleta hacia su brazo, y

David apretó el puño, dando un siseo de dolor.

Aelyx no era ajeno a las inyecciones; había utilizado suplementos

nutricionales muchas veces en la Tierra antes de que hubiera aprendido a

tolerar la comida local. El acto de medicamentos de auto-administración no lo

sorprendió en lo más mínimo. Lo que Aelyx encontró alarmante era el hecho de

que David había utilizado una inyección L’eihr. No había ninguna duda sobre

el corto y elegante diseño, ni los símbolos impresos en gris en la ampolleta.

¿Por qué estaba usando David medicamento L'eihr, y dónde lo había

conseguido?

Cuando David terminó, retiró la banda elástica azul y se frotó el brazo

para restablecer la circulación. Luego abrió la puerta y se encontró con Aelyx

con la inconfundible expresión de la boca abierta de una persona atrapada

haciendo algo malo. Ambos se quedaron allí por un momento, mirando al otro,

David calculó claramente cuánto había visto Aelyx y luchó por encontrar una

manera de explicarlo.

Aelyx no sabía por qué, pero sentía la necesidad de negarlo.

—Toqué dos veces, pero no respondiste.

—Uh, sí. —David amasó su brazo, su mirada se deslizó arriba y hacia

abajo como advertencia de que una mentira seguiría—. Lo siento. Debería

haberte advertido... Tengo diabetes, así que, ya sabes... inyecciones y cosas así.

Es un asco. —Arqueó una sonrisa y se rio sin humor—. Tengo marcas de ello,

pero prometo que no soy un adicto.

David podría tener diabetes, pero los seres humanos dispensaban sus

propias medicinas para eso. No necesitaría una inyección L’eihr para

inyectarse insulina. Aelyx le gustaba David —había llegado a pensar en él

como un amigo— pero no podía arriesgar su seguridad y la de Syrine al hacer

la vista gorda a lo que había descubierto.

—Voy a darte una oportunidad de explicar —dijo Aelyx—. Porque te

debo la vida. Pero si me mientes de nuevo, la siguiente persona con la que

hable será el Coronel Rutter. —Trató de sonar no amenazante, pero decía en

serio cada palabra—. ¿Lo entiendes?

David palideció. Era la primera vez que Aelyx lo había visto mostrar

debilidad. Pasaron unos segundos antes de que asintiera.

—¿Puedes guardar un secreto?

—Depende del secreto.

—Este trabajo —dijo David mientras se movía más allá de Aelyx para

cerrar la puerta de la habitación—, de proteger L'eihrs, viene con beneficios.

Pero nadie puede saber, sobre todo, mi OC o el Coronel Rutter. A lo mejor, ellos

me pegan detrás de un escritorio. En el peor de los casos, me dan el alta

médica.

Aelyx se cruzó de brazos y mantuvo cierta distancia entre ellos.

—¿Por qué?

—Tengo un trastorno genético —dijo David—. Es degenerativa e

incurable. Mi padre lo tenía, también.

—¿Lo tenía?

—Murió cuando yo era un niño.

—Oh. —Aelyx sabía lo que ese tipo de pérdida podía hacer a los seres

humanos. Le ofreció un asentimiento de cabeza simpático—. Lo siento.

—Gracias. —David se sentó a los pies de la cama y contempló sus manos

juntas mientras hablaba—. Siempre supe que era un portador, pero esperaba

que la enfermedad me saltara como lo hizo con mi abuelo. Pero luego empecé a

mostrar síntomas hace un par de años. —Miró a Aelyx, entregando una mirada

urgente—. El ejército no lo sabe. Fui a los médicos privados para todos mis

tratamientos, porque no quería que me dieran la baja. Sé que suena estúpido,

pero no dejaba de pensar que podía superar esto.

—No es estúpido —dijo Aelyx. Sus instintos le decían que David estaba

siendo honesto, y sintió un tirón de compasión por el muchacho—. A veces hay

poder en el pensamiento positivo.

—E incluso un mayor poder en drogas L'eihr.

Ahora Aelyx comprendió lo que David quiso decir acerca de recibir

beneficios.

—¿Que estás tomando?

—Honestamente, no lo sé. —David estudió el hueco interior de su codo,

donde su más reciente herida había empezado a tener costra—. Es algo

experimental. Enfermedades como la mía no existen para ustedes debido a la

crianza, o algo por el estilo.

—Reproducción selectiva —dijo Aelyx—. Los trastornos genéticos se

extinguieron hace miles de años, debido a que las personas que llevan estas

anomalías no se les permitió transmitir su ADN. —Siempre se había

considerado una práctica lógica, pero se le ocurrió a Aelyx que David no estaría

vivo si a sus antepasados les hubiera sido prohibidos su reproducción.

—Lo que sea que hay en estas cosas me hace sentir como Superman. —

Cuando David levantó la vista de nuevo, su rostro estaba lleno de optimismo—.

Creo que está funcionando.

Aelyx lo esperaba. Pero si David había intentado tanto ocultar su

enfermedad, ¿Cómo un L'eihr lo descubrió, y quien había adquirido los

medicamentos del transporte?

David debió haber visto la pregunta en el rostro de Alex.

—Estás preguntándote cómo llegué a los medicamentos —dijo.

—¿Y quién te los entrega? —Francamente, Aelyx no conocía muchos

L'eihrs que se preocuparan tanto por los seres humanos para hacer el esfuerzo.

—Conocí a uno de tus líderes cuando vino aquí para una reunión de

Comercio Mundial —dijo David—. Un chico joven… se veía parecido a ti, pero

más alto. Muy simpático. Está loco por los seres humanos.

¿Un miembro masculino joven de El Camino? Sólo había una posibilidad

y a Aelyx no le gustó.

—¿Jaxen?

—Sí —dijo David, arrugando la frente—. Eso suena familiar. ¿Lo

conoces?

—En realidad no. —Simplemente lo suficientemente bien como para

desconfiar de cualquier droga que me daría. Pero por mucho que Aelyx quería

advertirle a David, hablar en contra de El Camino era traición, castigado con la

muerte. Además, si la condición de David era fatal, el medicamento

experimental no podría empeorarlo más.

—De todos modos —dijo David—, él era demasiado observador. No podía

ocultar nada de él. Tuve sacudidas un día y se dio cuenta. —David levantó una

mano para mostrarme, haciendo temblar su palma—. El chico vino de frente y

me preguntó qué enfermedad tenía. Lo negué al principio, pero cuando dijo que

me podía ayudar, le dije la verdad.

—Debiste haberle agradado. —O algo quería.

David se encogió de hombros.

—Supongo que sí. Me preguntó si estaba interesado en formar parte de

tu colonia.

—¿Y lo estás?

—Estoy pensando en ello —dijo David—. Perdí a mi madre el invierno

pasado, y no tengo hermanos o hermanas, así que no hay mucho que me

mantenga aquí.

Aelyx se sentó a su lado.

—Espero que vayas.

—¿Sí? —David parecía contento de oírlo—. ¿Así que estamos bien?

—Completamente.

—¿Y podemos mantener esto entre nosotros?

—Sí y no —admitió Aelyx—. Voy a tratar de controlar mis pensamientos,

pero sólo puedo ocultar cierto límite de cosas durante el Discurso Silencioso.

—Pero no puedes hablar en silencio al Coronel Rutter o mi OC, ¿verdad?

—Correcto.

—Entonces voy a estar bien.

Durante los siguientes segundos, se sentaron en un silencio incómodo,

tanto jugando con sus manos como mirando a sus botas. Finalmente, David se

aclaró la garganta y forzó una sonrisa.

—Así que, ¿necesitabas algo?

Alex levantó una ceja en cuestión.

—Cuando entraste aquí —dijo David con una sonrisa burlona—, y me

atrapaste inyectándome.

Oh, claro. Había deseado consejos acerca de qué enviarle a Cara en el

siguiente transporte. Parecía tan trivial ahora, en comparación con los

problemas de David.

—Es nada.

—Ve con ello. —David rebotó de la cama y cruzó la habitación para

apoyarse en su tocador—. Se trata de Cara, ¿verdad?

—¿Cómo lo sabes?

Otro encogimiento de hombros.

—Solamente vienes a mí con problemas de chicas. Aunque no sé por qué

crees que tengo todas las respuestas. Ha sido un largo tiempo para mí, mi

amigo.

—¿Mucho tiempo desde que...?

—Me rechazaron. —Se rio casualmente, sin la más mínima vergüenza de

tratar algo tan íntimo—. Debería estar pidiéndote a ti consejos.

La honestidad descarada de David le dio a Aelyx la confianza para

admitir su falta de experiencia.

—Mis consejos no te llevará lejos. Nunca he... bueno... —Sintió su rostro

calentarse—. Ya sabes.

Las cejas rubias de David se dispararon en su frente.

—¿Nunca? ¿Ni siquiera con Cara?

Aelyx negó con la cabeza.

—Ella dijo que era demasiado pronto.

—Ouch. —David aspiró una bocanada de aire mientras se empujó de la

cómoda, y luego dio una palmada en el brazo de Aelyx—. Una difícil ruptura,

hombre. Pero debe de estar loca por ti. De lo contrario no habría salido de la

Tierra, ¿verdad?

—Me preocupa que esté teniendo dudas —confió Aelyx—. Quiero

enviarle algo para hacerla sentir mejor.

—Déjame adivinar… ¿viniste a mí para obtener ideas sobre el regalo?

—¿Tienes alguna?

—Esa es la cosa —dijo David—. A las chicas les gustan cosas que vienen

del corazón, algo que solamente tú le puedas dar. Tiene que ser personal. Yo no

te puedo decir qué comprar, o ella no va a pensar que es romántico.

Aelyx consideró eso. Algo que sólo yo puedo darle...

—Tal vez una carta sensible —sugirió David—. O pegar tu foto en un

relicario para que pueda llevarlo sobre su corazón, o alguna mierda así. Lo que

la haga sentir más cerca de ti.

Eso le dio una idea a Aelyx, y se encontró sonriendo al imaginar la

reacción de Cara. A ella le encantaría. Más importante aún, no había

necesitado a David para decirle qué enviar.

—Sé justo el objeto que enviar.

Traducido por Candy27//Corregido por Loli0911

Cara hizo algunos descubrimientos claves la siguiente semana, la

mayoría involucraban a su hermano. Aprendió que la razón por la que adoraba

esos paquetes de proteínas de sabor a col era porque le recordaban al chucrut, a

los cuales le había cogido el gusto durante una asignación breve en Alemania.

Durante un juego de verdad o reto, Troy confesó que una mujer de las fuerzas

armadas llamada Melanie Maloney le había roto el corazón, y que había

perdido a su mejor amigo en una emboscada dos años atrás. Le enseñó a Cara

una cicatriz en su muslo izquierdo por un amigable incidente de fuego que

nunca le contado dicho a mamá y a papá, y confesó haber visto Un Villancico de

Navidad con los Muppets cuando estaba en casa enfermo durante un

entrenamiento básico.

Era como si Troy tuviera esta entera otra vida, y ella no lo hubiera

conocido hasta ahora. Cara pasaba cada minuto libre pegado al lado de su

hermano. Incluso había convencido a Elle para dejar el catre de Troy con ellas

por su última semana en L’eihr. Sus ronquidos las mantenían despiertas, pero

a Cara no le importaba. ¿Quién necesitaba dormir?

En ese momento, él dormía sobre su espalda con un brazo abrazando una

almohada contra su pecho y el otro brazo descansando detrás de su cabeza

donde pertenecía la almohada. Sus placas de metal colgaban sobre su catre y se

mezclaban con la brisa de la ventana abierta, creando un parpadeo de luz.

Dios, ella iba a echarlo de menos.

Cara intentó recordarse a sí misma que podía ir a casa de visita cada

año, pero doce meses parecían para siempre con numerosas galaxias de por

medio. Deseaba que pudieran recuperar todo el tiempo que habían perdido en

la Tierra, encerrados en sus habitaciones viendo videos en internet o chateando

con amigos que no habían visto fuera del año escolar.

La alarma de la habitación interrumpió su depresión en tres largos y

animados zumbidos que hicieron repiquetear sus dientes y temblar al

mobiliario. Cara se quitó su sábana y se levantó, luego tiró del brazo de Elle. La

alarma no pararía hasta que ambas escanearan sus nano-chips e informaran

estar despiertas. Troy no tenía un chip, así que soltó una maldición y se quedó

bajo las sábanas, rascándose a sí mismo como un típico chico.

Elle empujó su muñeca bajo el escáner pegado cerca de la puerta, y en

respuesta, el sistema replicó en L’eihr.

—Elyx’a de los primeros Aegis, no tienes avisos.

Cara siguió el ejemplo, esperando oír el mismo mensaje en inglés.

—Cah-ra Sweeney —dijo el ordenador—, vuelve después de tu

comida de la mañana y espera futuras instrucciones.

Cara estaba a medio camino de su catre antes de absorber el mensaje.

—Espera. ¿Qué? —Nunca había recibido un aviso antes. Se volvió a Elle,

que parecía no entenderlo tampoco.

—Eso es raro —Elle se quitó su camiseta para dormir sin preocuparse

por el hombre en la habitación—. Pero no me preocuparía. Probablemente es

un asunto administrativo.

—A lo mejor consigo una nueva com-esfera —dijo Cara.

Sus transmisiones iban de ella a sus padres y Aelyx, pero seguía

perdiendo alertas, como una reunión de emergencia que había ordenado el

director la semana pasada. Había reportado del problema al departamento de

mantenimiento, quien en respuesta había prometido mirarlo.

—Odio dejarte sola, pero tengo que ir a clases —Elle se quitó su cola de

caballo y pasó un cepillo por su cabello—. Troy, ¿puedes quedarte con ella

hoy?

Troy se empujó sobre sus codos y echó una mirada a través de la

habitación, entonces se le aflojó la mandíbula a la vista del pecho desnudo

de Elle.

—¡Dios Santo! —gritó, bloqueando su vista con una mano—. ¡Podías

haberme advertido!

Elle rio y rehízo su coleta a la altura de su nuca.

—Los humanos son muy graciosos. Una vista tan puritana de sus

propios cuerpos.

Troy espió a través de sus dedos.

—¿Estás diciendo que no te importaría si me paseo desnudo por

aquí?

—Espera —Cara levantó un dedo—. ¡Me molestaría a mí!

—Adelante —Elle movió una mano permisivamente hacia el catre de

Troy—. El tuyo no sería el primer aparato reproductor masculino que veo.

Todos se ven igual para mí.

Troy lanzó su almohada a su regazo mientras intentaba no quedarse

mirando los pechos de Elle.

—Mejor me quedo quieto por unos cuantos minutos.

Asqueroso. Este es el motivo por el que los hermanos no deberían

compartir habitaciones. Cara agarró una toalla y un uniforme limpio,

decidiendo hacer una carrera a las duchas antes de ver algo que la dejaría

marcada para siempre. Pero cuando alcanzó los baños comunes, deseó haberse

quedado atrás.

—Mira —dijo Dahla en perfecto Inglés, mirando a Cara desde la estación

de enzimas de lavado de bocas—, es nuestra residente chimpancé.

Odom escupió su enjuague de enzimas en el fregadero y sacó el labio

inferior, luego hizo un raro gruñido en su interpretación del comportamiento de

un mono.

Negándose a dejar que la intimidaran, Cara caminó a zancadas hacia la

ducha.

—Los chimpancés no suenan así. Y además, tú tienes tanto de su ADN

como yo. —Miró con furia a Dahla y le dio su mejor jódete sonrisa—. Hermana.

Los ojos de la chica se tornaron rendijas. En un gran paso, bloqueó el

camino de Cara hasta que estuvieron pie con pie.

—Un puñado de barro sagrado no nos hace hermanas. Eres un insecto, y

cuando la alianza falle, nadie notará la extinción de tu raza.

—¿No querrás decir nuestra raza? —Cara preguntó suavemente—. Ya

sabes, ya que tus ancestros son de la Tierra.

Dahla cerró los puños, pero Odom la empujó a un lado y le dijo algo a

través del Discurso Silencioso, probablemente una advertencia de que las

consecuencias de empezar una pelea no merecerían la pena. Las dos le dieron el

medio dedo L’eihr y salieron pisando fuerte.

Cuando Cara terminó de lavarse, volvió a la habitación, agradecida de

encontrar a Troy solo y completamente vestido, atándose sus botas de combate.

—Estoy hambriento. ¿Estás preparada? —Troy palmeó su estómago—.

Por cierto, te perdiste una llamada de Mamá. Dice que Tori va a escaparse un

rato mañana para hablar contigo.

—¿De verdad? —Cara se animó mientras hacían su camino hacia la

cafetería. Había pasado mucho tiempo desde que había oído la voz de su mejor

amiga.

—Alex llamó también —dijo Troy rodando los ojos—, Le dije que

consiguiera una vida.

—Será mejor que estés bromeando.

—Nop. Cuando no contestaste tu esfera, lo intentó con la mía. —Troy

guió el camino dentro del comedor y cogió una bandeja—. Totalmente acosador.

—¡Tú idiota! —siseó—. Está preocupado por mí por lo que pasó con la

tableta.

—Lo que sea. —Troy echó un cucharón de carne picada sobre su pan

plano—. Solo di la palabra y te presentaré a un par de amigos míos. Son unos

burros, pero al menos no son acosadores.

Cara agarró la bandeja y puso su plato cerca del chorro de carne. Odiaba

el t’ahinni, pero sus músculos dolerían por proteínas una vez que se encontrara

con Satán en el curso intermedio en un par de horas.

Justo se había sentado en el lado opuesto al de su hermano cuando

Dahla se precipitó y alzó el plato de Cara de la mesa.

—Gracias, hermana —se burló, entonces llevó su ilícito desayuno a la

mesa que compartía con sus amigos.

—¿Vas a consentir eso? —preguntó Troy.

Cara recordó todas las veces que Aelyx había ignorado los abusos

durante su porción de tiempo en el intercambio en Midtown High. Ella podía

ser madura con esto.

—Me gustaría pensar que actúo como una persona mayor.

Pero en su camino para conseguir otra comida, pasó por la mesa de

Dahla, lamió su dedo, y lo hundió en su pequeño t’ahinni robado.

La madurez estaba sobrevalorada.

Después del desayuno, ella y Troy acababan de deslizar sus platos en el

conducto sanitario cuando unos gritos atrajeron su atención al otro lado del

comedor. Dahla se había caído al suelo con convulsiones y estaba tumbada de

lado gimiendo de dolor. Se sacudió, y el desayuno que había robado fue

expulsado.

Elle y sus amigos médicos se apresuraron al lado de Dahla y la

evaluaron mientras alguien llamaba por ayuda. Pronto el supervisor de la

cocina vino a investigar, y Cara se movió más cerca para ver si la chica estaba

bien. Dahla era una total imbécil, pero Cara odiaba ver a alguien sufrir.

Después de pinchar el dedo de Dahla con una máquina portátil, Elle

frunció el ceño a la pantalla.

—Tiene veneno en la sangre, una neurotóxica de la flor de h’urr. Estará

bien, pero tendremos que limpiar su sistema.

Odom señaló a Cara y anunció en voz alta:

—La humana puso algo en la comida de Dahla. Todos la vimos.

Cara se congeló.

Todo el mundo en la mesa lo confirmó, y sin preocuparse de preguntar

por la versión de la historia de Cara, el supervisor le ordenó reportarse a la

oficina del director. Su primer instinto fue quedarse y defenderse, pero Troy la

agarró del codo.

—Vamos —susurró—. No quieres estar aquí si las cosas empeoran.

Cuando Cara miró alrededor y notó todas las miradas hostiles, entendió.

Ella era un chivo expiatorio, y con las emociones corriendo alto, no le tomaría

mucho a sus compañeros de clase volverse contra ella. Probablemente lo mejor

era tratar con el director y esperar que los ánimos se enfriasen.

Apenas habían dado una docena de pasos cuando Aisly los intercepto en

el pasillo.

—¿A dónde vas? —preguntó Aisly, haciendo gestos hacia la habitación de

Cara—. Se supone que debes volver a tu habitación así puedo venir a buscarte

para nuestra salida.

—¿Qué salida?

La chica sonrió y se inclinó como si fuera a compartir un secreto.

—Jaxen estará de vuelta en unos minutos con nuestro transbordador.

Luego tenemos una sorpresa para ti. —Sus ojos cromados brillaron y se

balanceó sobre sus dedos, recordándole a Cara de un niño entusiasmado por

presentar un regalo a sus padres.

Había algo raro acerca de Aisly. Por fuera, se asemejaba a los otros

clones, tal vez unas cuantas pulgadas más baja que la mayoría de las chicas.

Sin embargo, al igual que Jaxen, parecía casi humana, pero con un borde

helado que la hacía enteramente L’eihr. Cara notaba otra diferencia en los

hermanos, pero la respuesta se le escapaba por un pelo, haciéndola preguntarse

por centésima vez qué dones poseían para haber ganado su posición en El

Camino.

—No puedo ir. Estoy en un problema —dijo Cara. O al menos pensaba

que lo estaba. Ella continuaba olvidando que Jaxen y Aisly sobrepasaban al

director por unos miles de peldaños en la escalera jerárquica—. A lo mejor

puedes hablar con el director por mí.

—¿Qué hiciste? —preguntó Aisly.

Cara le explicó todo, asegurándose de mencionar todas las veces que

Dahla la había molestado.

—No le puse nada en el desayuno. Tanto como me odia, no estaría

sorprendida si se envenenó a sí misma para hacerme parecer culpable. Se

puede curar fácilmente, así que no estaba arriesgando nada.

—Yo creo eso —dijo Troy.

Aisly lo estudió por un momento, luego abruptamente preguntó:

—¿La envenenaste tú?

—¿Qué? — gritó, una mano volando a su pecho—. ¿Yo? ¿Por qué haría

eso?

Ella se encogió de hombros.

—Para vengar a tu hermana.

—No he tenido nada que ver con eso —le dijo Troy a Aisly—. No

envenenaría a alguien, especialmente en un lugar como este. —Sus palabras

estaban cargadas con desprecio.

Aisly lo notó, cruzándose de brazos defensivamente.

—¿Un lugar como qué, exactamente?

—Un lugar donde el castigo podía conseguir ser azotado o matado.

Aisly miró de cerca a los dos intentando ver dentro de sus cabezas.

—Yo. No. Lo hice —soltó Troy forzadamente desde sus apretados

dientes.

—Está diciendo la verdad —dijo Cara—. Troy no tocó su comida.

Además, es posible que la toxina llegara a su sistema por otro lado.

Aisly no parecía convencida, pero le dijo a Cara que esperara por Jaxen

en el patio de aterrizaje mientras se quedaba atrás para resolver el incidente

con el director.

—Te encontraré en un momento —agregó antes de dirigirse a las oficinas

administrativas.

—Qué zorra —murmuró Troy por lo bajo cuando Aisly se movió fuera del

alcance del oído—. Donde quiera que te lleven, yo también voy. No he tenido

una invitación, pero no me importa.

—Está bien para mí.

En su camino hacia las puertas frontales, Vero se cruzó en el camino de

Cara y dio su equivalencia animal del mal de ojo. Aaaeee-oooo, aulló Vero,

apretando su pequeña garra de mapache en el aire. Indescifrablemente como

era, Cara sabía que su impasible bronca reflejaba el sentimiento de casi todo el

mundo en el planeta.

—Sip —dijo, pasando de largo por las puertas delanteras—. También te

odio.

Cara entornó los ojos contra el brillo del reflejo del sol mientras volaba

sobre el mar a una velocidad tan alta que apenas se podía inclinar sobre su

asiento. Resultó que su gran sorpresa era una visita a la colonia, un vistazo

rápido que la ayudara a explicar el estilo de vida a futuros humanos que

podrían asentarse allí.

A su derecha, Jaxen pilotaba el pequeño transbordador de cuatro plazas,

mientras Troy y Aisly se sentaban juntos atrás. A juzgar por el cargado silencio

que llenaba la parte de atrás de la nave, ninguno de ellos estaba contento con

los arreglos de los asientos, pero Jaxen había insistido que Cara tomara el

asiento del copiloto porque ofrecía una mejor vista.

Y chico, estaba en lo correcto.

—Mira ahí —dijo Jaxen, ralentizando y señalando fuera de la ventana de

Cara—, Una vaina de maru.

Ella presionó las puntas de sus dedos contra el cristal y observó una

familia de relucientes y blancas criaturas parecidas a una ballena deslizándose

a través del agua usando sus enormes aletas como alas. Pensó que había un

bebé cerca de ellos, pero el transbordador pasó volando, y ellos se habían ido.

—Caray. —Cara intentó dar la vuelta en su asiento para ver a Troy, pero

la velocidad la mantuvo en el sitio—. Me gustaría que pudieras ver esto —lo

llamó—. Es increíble.

Él respondió con un gruñido.

—Puedo ir más lento —ofreció Jaxen—, pero no quiero perder luz de día.

Será cerca del anochecer cuando lleguemos a la colonia.

—¿Cuál es la diferencia horaria entre la colonia y el continente

principal? —preguntó Cara.

—Más o menos seis horas. —Jaxen señaló fuera de su ventana otra vez—

. Ahí está Allahn, una de nuestras antiguas sociedades.

—¡Oh! —Esa era la parte favorita de Cara del viaje. Adoraba captar

vistazos de las antiguas ruinas L'eihr.

Volvió la mirada a la isla, intentando tomar una fotografía mental del

ruinoso templo. El trabajo en piedra arenoso le recordaba a un cruce entre el

Partenón y la pirámide de Guiza. Había aprendido en clase de humanidades

que los ancestros habían ocupado estas islas antes de descubrir el continente.

Aquí, habían luchado por las rutas comerciales y por aguas fértiles de pesca,

incluso invadiéndose los unos a los otros e imponiendo esclavos, tanto como lo

habían hecho los seres humanos. Jaxen explicó que sin los controles

meteorológicos en el lugar, las tormentas hubieran erosionado la estructura

muchos milenios atrás.

—Y sus mayores enemigos —dijo Jaxen mientras el transbordador se

aproximaba a la gran isla—, los Ellohi. Ellos eran una fuerza terrible. Si

percibían una amenaza, cualquier signo, lanzaban un ataque preventivo. Muy

proactivo.

—He leído acerca de ellos.

Si la memoria no le fallaba a Cara, los Ellohi eran implacables guerreros

que habían buscado dominar el océano, al estilo Imperio Romano.

—De acuerdo con tus leyendas, ellos eran quienes supuestamente fueron

secuestrados por los alienígenas y repartidos por todo el universo, ¿verdad?

—Sí, si crees eso.

Ella le lanzó una mirada.

—No lo hago.

—Es cierto —dijo con una sonrisa—. Tú eres seguidora de la teoría de

Larish, de que nuestros ancestros fueron secuestrados de la Tierra y

trasplantados aquí.

—Es la única cosa que tiene sentido —dijo ella—. En primer lugar,

nuestra gente debe estar relacionada, porque las probabilidades de dos especies

genéticamente idénticas sin relación en el universo son prácticamente cero.

—Estoy de acuerdo —dijo.

—Bien. Así que ahora que hemos establecido eso, ¿por qué alguien

pensaría que los ancestros L'eihr trajeron los ojos azules a la Tierra cuando los

humanos de ojos marrones has existido por miles de años antes de la mutación?

¿De dónde creen que los humanos de ojos marrones vienen? Y para la mono-

etnia L'eihr, asumo que era porque tu gente ha estado por ahí más tiempo, pero

realmente creo que tiene que ver con que sus ancestros fueron secuestrados de

una sola nación.

Jaxen la miró con una sonrisa.

—No tienes que convencerme, Cah-ra. Me di cuenta de que la teoría de

Larish era válida antes de que la hubiera escrito. Tú y yo somos descendientes

de los ancestros humanos, como lo son las incontables sociedades a través de

las galaxias que todavía no hemos descubierto.

Su concesión la sorprendió. Según Aelyx, solo un puñado de L'eihr creía

que estaban relacionados de algún modo.

—Pero Aelyx dijo...

—Dios en llamas —maldijo Jaxen—. Estoy cansado de oír el sinsentido

que Aelyx te ha dicho.

Le pareció oír una risilla de Troy en la parte de atrás. Cara

tranquilamente se aclaró la garganta.

—¿Pero no están la mayoría de los L'eihr avergonzados de admitir su

conexión con la Tierra?

—No veo por qué —dijo Jaxen—. En todo caso, nuestro linaje prueba la

superioridad de la raza L'eirh. Somos más jóvenes que la humanidad, y aun así

ya hemos conseguido evolucionar más que ustedes.

Cara suprimió un rodar de ojos.

—Estás dejando fuera una pieza clave de información.

—¿Y cuál es?

—Larish escribió que los alienígenas secuestradores probablemente

dieron tecnología a tus ancestros cuando los dejaron en L'eirh. —Mientras la

raza humana seguía perfeccionando la comunicación escrita y domesticando

animales, los L'eihr estaban empezando a experimentar con energía solar. El

resto de sus avances fue logrado a través de la crianza organizada, con lo que

los alienígenas seguramente también habían ayudado.

—Tuviste ventaja.

Jaxen soltó una carcajada arrogante.

—Admiro tu espíritu competitivo, Cah-ra. Tú y yo somos parecidos en

eso.

—No es un concurso ni nada —dijo con un encogimiento de hombros.

Simplemente no le gustaba que los L'eihr actuaran como superiores todo el

tiempo—. Pero explica mucho.

Él desvió los ojos de los controles y la observó por un largo tiempo, del

modo que una persona a dieta mira la última galleta.

—Yo adoro a la humanidad. A pesar de sus defectos, han conseguido

producir unos cuantos buenos especímenes. Muy buenos.

Después de eso, el humor cambió. Cara miró afuera por su ventana y

cogió las señales acuáticas, pero Jaxen había empañado la experiencia. Se

sentía muy cerca, su rodilla descansaba a pulgadas de la suya, su codo rozando

su manga, y no podía esperar para salir del transbordador y lejos de él.

Cuando llegaron a la colonia una hora después, Jaxen sonrió como si

nada hubiera pasado.

—¡Bienvenida... a tu nuevo hogar!

Ralentizó el transbordador y rodeó la isla, así Cara podía coger un

vistazo del asentamiento entero. Ella miró por la ventana, su corazón

revoloteando mientras sus ánimos se levantaban.

La ciudad en miniatura era adorable, le recordaba a un parque temático

en la manera de las estrechas calles y los caminos que conectaban cada

estructura, todo rodeado por cientos de acres. Un antiguo templo se desmoronó

cerca de la playa, pero en vez de la coloración arenosa, habían importado

bloques de piedra gris del continente, así la construcción se asemejaba a

aquellas en la capital. Cara imaginaba que lo habían hecho por el beneficio de

los clones, para hacerlos sentir como en casa.

—Sigue siendo un trabajo en proceso —dijo Jaxen, llamando la atención

de Cara a las vacías parcelas y las losas de pizarra—. Piensa en esto como un

esqueleto. Lo completaremos con jardines y áreas recreativas. —Señaló a un

gran terreno plano a la distancia—. Y hemos plantado los cultivos de la

primera temporada para ustedes.

Cultivos. Eso probablemente significaba que El Camino tenía pensado

que la colonia se sustentara a sí misma. Cara no sabía ni una sola cosa sobre

agricultura, pero estaba bien. Ellos reclutaban gente con una gran cantidad de

talentos diferentes. Le gustaba la idea de existir independientemente del

continente.

—¿Qué tipo de animal es ese? —preguntó, señalando a la playa norte,

donde cientos de pequeñas criaturas arrastraban sus cuerpos a la arena.

Tenían una piel morena brillante y aletas con una única garra al final, que

usaban para ganar tracción. Lindo, de un modo estrafalario.

Jaxen se inclinó a su lado para mirar por su ventana.

—Ah, los mahlay. Vienen aquí para dejar sus huevos, porque el aceite de

la arena mantiene la tierra unos cuantos grados más caliente que otras islas.

No te preocupes, no te molestarán.

Cara volvió su atención a un grupo de edificios de estilo apartamento que

se asemejaba a la de Aegis. El grupo se establecía en el centro de la ciudad, con

cada carretera y camino dirigiéndose hacia él.

—¿Y qué es eso?

—Lo llamamos el Centro de Vida —dijo, deteniéndose cerca de uno de los

edificios para darle un vistazo más cercano—. Intentamos mezclar la cultura

humana y L'eihr, así los colonos residirán en unidades familiares en

contraposición con los barracones ocupacionales. Cada una contiene

dormitorios básicos y un salón, pero ustedes cenarán juntos en la habitación

comunitaria y compartirán los baños comunitarios.

—¿Unidades familiares? —preguntó Cara—. ¿Significa que los niños

vivirán con sus padres?

—Sí, los jóvenes estarán por las tardes en la unidad familiar y por la

mañana en el Aegis, para garantizar un desarrollo consistente.

Cara soltó el aliento.

—Eso está bien. De lo contrario, no conseguirán muchos humanos aquí.

—Entendemos el apego a sus niños.

No había espacio para aterrizar el transbordador en la ciudad, así que

Jaxen aterrizó en la playa. Una vez que el motor se apagó, Cara salió del

transbordador y estiró su rígida espalda y piernas. Se había desacostumbrado a

estar sentada por tanto tiempo, gracias a la clase de educación física de Satán.

Inmediatamente, notó una humedad en el aire que hizo que su piel se

sintiera pegajosa, y parecía que aquí había unos cuantos grados más que en el

continente. Supuso que la diferencia de temperatura tenía sentido,

considerando la posición de la isla cerca del ecuador. Los L'eihr solo

controlaban el clima lo suficiente para prevenir tormentas destructivas.

Troy saltó desde el asiento de atrás y señaló una gran cantidad de altos

árboles grises y frondosa maleza.

—Estaré de vuelta enseguida —susurró—. Voy a vaciar el lagarto.

Riendo, Cara encaró las suaves olas y dejó que la brisa del océano

acariciara su rostro. Entrecerró los ojos por el sol, el cual estaba bajo en el

horizonte. Bonito como era el sol de los L'eihr —con manchas de color salmón y

oro contrastando con el cielo de color gris— no podía competir con el color de

algodón de azúcar de la Tierra al anochecer. Pero el aire aquí olía más dulce

que en las playas de casa, una mezcla de polución de sal, el sol, y una esencia

que le recordaba al pino. Animales voladores con picos puntiagudos se

zambullían, al estilo kamikaze, en el agua para pescar un pez. Eso, al menos,

era familiar.

Abrazándose a sí misma, Cara miró al paraíso y mentalmente recitó las

palabras de Aelyx: Pronto estaremos juntos y veremos el cielo L'eihr desde

nuestra colonia. Una carga eléctrica pasó a través de ella. Realmente iban a

hacer esto, construir una vida aquí. Podía ver la imagen: paseando descalzos

por la playa bajo el brillo de las tres lunas, los fines de semana pescando y

recolectando conchas, noches en los brazos de Aelyx, quedándose dormida con

el sonido distante de las olas.

Esto era el paraíso. Incluso no tenían que preocuparse por los huracanes.

Jaxen la sorprendió cogiendo un mechón de cabello suelto y colocándolo

detrás de su oreja.

—¿Qué estás pensando?

Sin querer encarar su toque casual, Cara se apartó.

—Estoy imaginando como sería un típico día.

Aisly caminó hasta estar al lado de Jaxen y respondió por él:

—Muy parecidos a tus días ahora. Te escanearás por novedades, te

enfrentarás al acondicionamiento físico, comerás en el comedor. Pero en vez de

clases, te presentarás a tu trabajo asignado.

A Cara no le gustó el sonido de eso.

—¿No seremos capaces de elegir nuestros propios trabajos?

—No. —Jaxen pateó a un lado un trozo de madera seca y empezó a

caminar a través de las dunas hacía la ciudad—. Nuestro método de colocación

óptima de la fuerza de trabajo es demasiado eficiente para abandonarlo.

El paraíso había perdido un punto.

Troy emergió de los arbustos subiéndose la bragueta. Asintió hacía las

antiguas ruinas.

—¿Van a dejar ese templo ahí?

—No es un templo —dijo Jaxen, mirando jamente los escombros—. Es

una tumba. O al menos lo era.

—Para una reina guerrera y su consorte —añadió Aisly—. Muertos en

batalla. Sus cuerpos yacieron imperturbables hasta hace poco.

Eso sonaba críptico.

—No lo derribaron por la colonia, ¿verdad? —preguntó Cara.

—No. Los restos fueron exhumados y puestos en otro lugar hace décadas.

—Jaxen señaló adelante y aceleró el paso—. Deprisa. No nos queda mucho sol.

Mientras caminaban hacia delante, algo estaba fastidiando en la mente

de Cara —unas campanas de advertencia— pero no podía descubrir qué era.

Observó la parte delantera de las tiendas y las oficinas mientras paseaban, sin

encontrar algo fuera de lugar. De hecho, los complejos de apartamentos eran

más acogedores de lo que había anticipado, completos con bancos a lo largo del

camino y el comienzo de una piscina en el patio. Los L'eihrs no tenían tiempo

de ocio, así que sabía que era una concesión para ellos.

—¿Podemos ir dentro? —preguntó Cara. Quería ver la vivienda que

compartiría con Aelyx.

—No —dijo Jaxen—. No están terminados. Todo lo que encontrarías

serían escaleras y polvo.

—Que mal. —Miró hacia arriba y abajo a las calles libres, medio

esperando que unas plantas trepadoras derribaran el centro de la ciudad—. Me

encantaría echar un vistazo a... —Se detuvo, finalmente dándose cuenta de lo

que la había estado molestando.

Eran las calles. No existían en la capital porque los ciudadanos iban en

transbordadores de un lugar a otro o cogían el tren de aire. Pero ahora que

Cara miraba a su alrededor, notó la ausencia de pistas de aterrizaje también.

—Espera —dijo—. ¿En dónde aterrizarán nuestros transbordadores? ¿Y

por qué hay calles aquí?

Jaxen y Aisly compartieron una rápida mirada, suficientemente largo

para que Cara tuviera la impresión de que le ocultaban algo.

Recobrándose rápidamente, Jaxen ofreció una sonrisa apaciguadora.

—Guardando las costumbres humanas, hemos empezado a fabricar

pequeños vehículos motorizados para su uso en la colonia.

—¿Coches? —preguntó Cara.

—Accionados por el sol —añadió Aisly—. Como todo lo demás aquí, así

no tendrán que preocuparse acerca de la dependencia de los combustibles.

Cara notó que no habían respondido a la primera pregunta.

—¿Dónde guardaremos nuestros transbordadores?

Después de un momento de duda, Jaxen admitió:

—No tendrán.

—¿Ninguna?

—No.

El paraíso perdió otro punto. No, mejor una docena de puntos. Porque sin

transbordadores, las colonias estaban atrapadas aquí, sin energía, aislados, y

completamente dependientes del continente para viajar más allá de la playa.

El paraíso se había convertido en una prisión.

Troy claramente entendió su preocupación. Dijo nada, pero empezó a

silbar la melodía de La Dimensión Desconocida y usó su dedo índice para hacer

giros hacia su cabeza.

—¿Qué sucede si hay una emergencia? —preguntó Cara.

Jaxen no perdía el ritmo.

—Tendrán com-esferas.

—Pero una com-esfera no me volará fuera de esta isla.

Soltando un profundo suspiro, Jaxen trajo sus dos manos juntas como si

rezara.

—Escucha, Cah-ra. Te daré mi palabra: El Camino no te dañará. Pero

tienes que admitir que las colonias humanas tienen una historia de levantarse

en contra de sus naciones fundadoras. Esto es más para proteger nuestra

sociedad que algo más.

Cara no lo compró. ¿Qué pensaban que iban a hacer los colonos, librar

una guerra con unas cuantas transbordadores y un puñado de cocos

alienígenos? No, esto rompía el trato. Los humanos no eran caprichosos niños

quienes necesitaban ser manejados. Ella no viviría dentro de una jaula, incluso

si esta parecía a uno de esos sofisticados resorts que su familia nunca pudo

permitirse visitar.

—Entonces tengo que reconsiderar mi decisión de quedarme aquí —dijo

Cara, abriendo la puerta para negociar—. Este es un punto de fricción para mí.

No puedes dar unos cuantos...

Un ensordecedor chillido la interrumpió y puso la atención de todos en el

cielo, donde una bola de fuego rasgó la atmosfera. Cara la reconoció de

inmediato, era idéntica al "meteorito" que se estrelló en su Sh'ovah. Esta vez

entrecerró los ojos y se enfocó en la esfera, comprobando por cualquier detalle

que le diera una pista de su origen. Pero todo lo que pudo discernir fue la

llama. Cogió velocidad y salió disparado hacia el océano con una fuerte

salpicadura, haciéndola preguntarse cuantas otras esferas se habían estrellado

en estas aguas. No le importaba lo que El Camino dijera; eso era algo hecho por

el hombre. La repetida aparición lo confirmaba.

Troy verbalizó lo que estaba pensando.

—¿Eso era un satélite? He oído de pequeños de estos cayendo de sus

órbitas.

Jaxen y Aisly intercambiaron otra mirada cargada de significado.

—No —dijo Aisly. Caminó hasta el lado de Troy y le sonrió. Mirando

profundamente a sus ojos, canturreó—: Era solo un relámpago. Está viniendo

una tormenta, ¿no crees?

Mientras Cara frunció el ceño en confusión, el rostro de Troy se puso todo

aturdido y él asintió de acuerdo.

—Sip —dijo, volviendo su mirada hasta el cielo sin nubes—. Deberíamos

volver al transbordador antes de que llueva.

¿Qué acababa de suceder?

Jaxen se volvió hacia Cara y ahuecó sus mejillas con las palmas. Cuando

ella intentó apartarse, él cogió su rostro con ambas manos y la miró de cerca,

suavemente enfocándose como si utilizara el Discurso Silencioso.

Oh, Dios. Tenía la sensación de que acababa de descubrir el talento

secreto de los hermanos.

Cara no sabía si funcionaría, pero bloqueó sus pensamientos del modo

que Elle le había enseñado durante sus sesiones de práctica. Aclaró su mente

de todo, salvo una imagen segura, la cual ocurrió ser una pelota roja. Mientras

Jaxen intentaba conectarse con su conciencia, Cara llamó a la pelota,

visionando la textura de su superficie, su gomosa esencia, la elástica textura

bajo sus dedos.

—Cah-ra —dijo Jaxen, bajo y suave como el chocolate derretido—. No

necesitas preocuparte. Encontrarás la felicidad aquí.

Pelota roja. Se enfocó con todo lo que tenía. Flexible pelota roja.

El aliento de Jaxen se mezcló en sus labios, y por un momento, temió que

la besara. Pero la liberó y dio un paso atrás, estudiándola con una sonrisa

confiada.

Él cree que ha funcionado. Cara decidió no darle una razón para dudarlo.

Fingió una expresión aturdida para concordar con la de su hermano, luego

mintió con todo lo que tenía.

—No estoy preocupada.

Traducido por Manati5b//Corregido por Loli0911

—Imposible —dijo Aelyx—. El control de mentes solo existe en leyendas.

Debe haber una explicación lógica. —No había pasado mucho tiempo con el

hermano de Cara, pero Troy le parecía el menos inteligente de los dos… a pasos

agigantados—. Tal vez Troy realmente pensaba que venía una tormenta.

Elle bajó la cabeza desde la litera de arriba.

—Eso fue lo que yo dije.

—Bueno, ambos están equivocados. —Los ojos de Cara se estrecharon,

enviando la mirada de Elle fuera de vista—. Troy no es el ser más inteligente,

pero es lo suficientemente inteligente para saber cuándo está lloviendo. Tú no

estuviste ahí, yo sí. Y te digo que Aisly usó un truco de mental Jedi en mi

hermano, y Jaxen intentó lo mismo conmigo. Puedes elegir creerme o no, pero

eso es lo que sucedió. Y te diré otra cosa: creo que El Camino sabe lo que ellos

pueden hacer, y es por eso que los mantienen cerca.

—No veo como es científicamente viable —dijo Aelyx.

—Tampoco yo —reconoció Cara—. Pero no sé cómo los transbordadores

vuelan o cómo el transporte brinca a través de hoyos de gusano, y esas cosas

suceden. Hasta que conocí a los L’eihrs, pensaba que la telepatía era imposible.

Si puedes comunicarte con sus mentes, no es tanto el asombro de asumir que

puedes hacer otras cosas con sus mentes también.

Aelyx supuso que ella tenía un punto, pero todavía no lo creía.

—¿Ha tratado Troy de recordar algo que ayude?

Cara se empujó en la cima de la litera para tener la atención de Elle.

—Dile lo que Troy dijo cuando llegó a casa la otra noche.

—Le pregunté dónde había estado todo el día —dijo Elle—. Troy me dijo

que había volado a la colonia, pero que habían interrumpido el viaje debido a la

lluvia. Parecía un poco aturdido, pero siempre se ve de esa manera cuando me

desnudo para ir a la cama.

Cara se inclinó hacia adelante, su voz urgente:

—Pero nunca llovió ayer, ni una gota. Explica eso.

Probablemente Troy necesitaba que le examinen de la cabeza, pero Aelyx

no lo dijo.

—¿Dónde está él ahora?

—En el cuarto de baño.

—¿Ha demostrado algún comportamiento extraño desde entonces?

Experimentado alucinaciones o…

—No, él está bien —dijo Cara—. Y Jaxen pretende como que nada pasó,

como si nunca hubiera agarrado mi rostro y tratado de violar mi mente.

Aelyx no sabía que decir. Nada de esto tenía sentido.

Cara contrajo su dedo medio y el pulgar juntos.

—Estuvo así de cerca de besarme también.

—¿Qué? —La visión de Aelyx se volvió irregular, y estuvo malditamente

cerca de caer de la cama—. ¿Por qué no dijiste eso desde el principio?

—Oh claro —dijo Cara—. Te digo que Jaxen puede lavar el cerebro de las

personas y no te importa. Pero menciono que casi me besa y ¿eso llama tu

atención?

Precisamente. Aelyx dudaba de los supuestos poderes mentales de

Jaxen, pero no tenía problemas en creer que el desmadrado hijo de f´exa

tratara de seducir a Cara. Aelyx la quería a su lado, lejos de la influencia de

Jaxen.

—Tal vez deberías volver a casa con tu hermano.

—¿Y poner en riesgo la alianza? —dijo ella, recordándole lo que estaba

en riesgo—. Estar aquí es una de las condiciones, ¿recuerdas? No puedo

regresar hasta la primavera. —Mordió su labio inferior y se quedó en silencio

por un rato. Cuando volvió a hablar, mantuvo su mirada fija en la sábana—.

Escuchen, ¿qué piensan sobre…tal vez…?

—¿Tal vez qué? —provocó él.

—Desertar de L’eihr y vivir en la tierra después de que la alianza esté

sellada. —Miró a través de sus pestañas—. La colonia no es todo lo bueno que

pretende ser. Sé que la Tierra no es su lugar favorito en este momento, pero es

posible que les guste algún día. ¿Correcto?

Aelyx trató de no ser traicionado por el escalofrío que se apoderó de su

estómago. Si Cara se negaba a permanecer en la colonia, ellos no podrían estar

juntos. Supuso que podía ganarse la vida en la Tierra, pero los humanos

primero tendrían que dejar de intentar matarlo. Por mucho que les gustaba

matarse unos a otros, se imaginó que sus probabilidades no eran muy buenas.

Y romper su promesa a El Camino, significaría la ruptura de lazos con su

herencia. Nunca le sería permitido volver a L’eihr, ni siquiera de visita. Amaba

a Cara, pero también amaba a su gente.

—No es tan simple —dijo él—. Puedes…

¿Qué? ¿Intentarlo con más fuerza? ¿Disminuir tus expectativas? No

sabía que pedirle a ella, o incluso si tenía derecho a hacerlo.

Ella sacudió su cabeza sin comprender, probablemente luchando por

hacer las mismas peticiones a él.

—Ellos quieren atraparnos aquí. No seremos libres de ir y venir como

nos plazca.

—Pero no eres libres de ir y venir ahora —le dijo—. No puedes tomar un

transbordador y volar al puerto espacial, y luego simplemente caminar al barco

con destino a la Tierra. Tienes que solicitar el pasaje y esperar su aprobación.

La colonia no será diferente.

—No lo entiendes.

La cabeza de Elle apareció de nuevo, al revés, desde la litera de arriba.

—No sabes lo que le estás pidiendo —le dijo a Cara—. No puedo creer

que estés dispuesta a renunciar tan fácilmente. La Cah-ra Sweeney que llegué

a admirar no se rendiría sin una pelea.

En un acto de rendición, Cara levantó sus palmas.

—¿Qué se supone que haga? Jaxen es parte de El Camino. Él es como

cualquier jefe… diez veces más. Deberías haber visto como chasqueó sus dedos

y de pronto yo estaba fuera del tema por ese incidente de envenenamiento.

Nadie lo cuestiona.

—Pero incluso él tiene un superior —dijo Elle—. ¿Por qué no apelas a

Alona?

—Espera. —Cara elevó una ceja naranja—. ¿Puedo hacer eso?

—Por supuesto que puedes —Aelyx le dijo—, es tu derecho como

ciudadana.

Ella lo atravesó con la mirada.

—No es como si me hubieran dado un manual sobre mi Sh’ovah , sabes.

A pesar de la tensión, Aelyx se encontró sonriendo. Dioses, amaba a esta

chica… su humor y pasión, su temperamento y corazón. Ella llenaba espacios

vacíos dentro de él que no sabía que estaban vacantes. Simplemente no podía

perderla. Con un dedo, hizo una línea por la curva de su rostro.

—Por favor, sigue luchando.

Ella asintió pero no encontró su mirada.

—Trataré.

Aelyx la dejó con una confirmación extra de “te amo” y se desconectó

para vestirse para el día. No le gustaba el abatimiento en la voz de Cara, pero

esperaba que el regalo que le había enviado la animara. Tomó su com-esfera

dentro de su bolsillo trasero antes de dirigirse a la sala de estar.

Por lo general, ahora era el momento en que se quitaba la ropa y se

metía en la cama, pero Aelyx tenía planes especiales para esta noche. En su

insistencia, los militares le habían facilitado una reunión entre él y el líder del

HALO, Isaac Richards; una reunión fuertemente custodiada, situada en un

lugar público, por solicitud paranoica de Isaac. Stepha se había negado a asistir

y “reconocer la existencia de ese cretino”, pero Aelyx no le importaba ir solo.

Finalmente se había asegurado el permiso para compartir la verdad sobre la

crisis del agua en la Tierra con Isaac. Una vez que el líder Patriota

comprendiera la gravedad de la terminación de la alianza, seguramente

cesarían los intentos de asesinato que continuaba negando.

O al menos eso esperaba Aelyx.

—Tiempo para adaptarse —dijo David, sosteniendo delante un chaleco

antibalas. Parecía listo para ir con su chaleco de camuflaje y su gorra a juego,

armas semiautomáticas colgando sobre su hombro. Tal vez era nada, pero

David se veía más cansado de lo usual, con círculos oscuros debajo de sus ojos—

. El Coronel Rutter no tomará ningún riesgo con ocultar sus preciosos

alienígenas.

—¿Qué hay de ti? —demandó Syrine desde su lugar en el sofá—. ¿Vas a

usar uno?

David golpeó su pecho con su puño, creando un sonido hueco.

—Sí, señora.

—Bien —espetó ella, como si estuviera furiosa consigo misma por

preocuparse. Lo cual era probablemente cierto—. Aunque no protegerá contra

una herida en la cabeza.

Y con eso, agarró una revista de la mesa de café y pretendió leerla. Aelyx

decidió no decirle que la tenía de cabeza. Más diversión dejarla descubrirlo por

sí misma.

Mientras Aelyx se quitaba el suéter y se colocaba el chaleco antibalas,

David tomó asiento en el apoyabrazos del sofá.

—No lo sé —dijo David, inclinándose para leer sobre el hombro de

Syrine—, mi mamá solía decir que mi cabeza era lo suficientemente dura para

detener una bala.

Un desdeñoso resoplido fue su única respuesta.

—Pero creo que la terquedad es algo caliente. —Cuando David arrancó la

revista de las manos de Syrine y la giró hacia arriba, el pecho de Aelyx se

sacudió en una risa silenciosa—. ¿No lo crees? —el chico murmuró cerca del

oído de Syrine.

En un instante, ella arrojó la copia de People y se retiró a su dormitorio.

El portazo de la puerta siguió después.

Aelyx sonrió mientras apretaba las tiras del Velcro20 a los lados.

—¿Qué es lo que dijiste el otro día? —Hizo a un lado su cabeza, fingiendo

pensar—. ¿Pronto la tendré a mis pies? ¿Estás seguro de eso? Porque parece

que ella prefiere envolver sus manos alrededor de tu garganta.

David frunció el ceño a la puerta de Syrine.

—Va a ser un hueso duro de roer.

No realmente. David no lo sabía, pero Syrine ya se estaba agrietando.

Aelyx había sentido su profundo conflicto dentro de su Discurso Silencioso,

incluso cuando trató de bloquearlo. Su atracción hacia su guardaespaldas había

crecido día a día, junto con su desdén por su debilidad. Había pasado más y

más tiempo recluida en su habitación practicando K’imsha, pero toda la

meditación en el mundo no había endurecido su corazón contra el humano.

Aelyx se puso el suéter y agarró su abrigo de lana.

—Solo da rienda suelta a ese irresistible encanto que siempre andas

presumiendo.

—Lo hice. Resulta que es inmune a él.

Caminaron hacia el pasillo, donde la mitad de la unidad de guardia

esperaba para escoltar a Aelyx a su reunión. Juntos, el grupo entero hizo su

camino por dos tramos de escaleras y luego se presentaron en el vehículo

blindado inerte en la cuneta. Una vez que él y David se colocaron en sus

asientos en la última fila, se le ocurrió a Aelyx que, por primera vez, podía

ofrecerle a su mentor algunos consejos románticos.

—Ella no te odia —susurró Aelyx—. Es a la humanidad en general. Creo

que tu mayor oportunidad de ganarla es que le demuestres que eres diferente.

—¿Dejar de actuar como humano?

20

Sistema de apertura y cierre rápido que consiste en dos cintas de tela que deben fijarse en las superficies a unir mediante cosido o pegado.

—Básicamente, sí. —Ante el suspiro de exasperación de su amigo, Aelyx

le explicó una de las razones detrás del prejuicio de Syrine—. Su estudiante de

acogida la persiguió sin descanso durante el intercambio. La acorraló en el

pasillo, toqueteó sus piernas debajo de la mesa, incluso escondió una cámara en

su habitación. Así que cuando le haces cumplidos a su belleza o te comprometes

en típicos rituales de apareamiento humano, estás…

—Siendo muy agresivo —terminó David—, y recordándole a ese imbécil.

—Exactamente.

—Mmm. —Una esperanzadora sonrisa se deslizó por la esquina de la

boca de David—. Solo necesito bajar el tono un poco.

—Y demostrarle que eres diferente —repitió Aelyx. Los sentimientos de

Syrine habían brillado por primera vez cuando David puso su vida en riesgo

para salvarla de la carta bomba. Ella nunca había considerado a los humanos

capaces del auto-sacrificio, y él le había probado que estaba equivocada—. Esa

es la parte más importante.

David asintió pensativamente.

—Puedo ser diferente.

Después de eso, David mordió el interior de su mejilla y cayó en un

trance de introspección, de modo que Aelyx volvió a mirar por la ventana para

ver las millas pasar en una mancha oscura de ladrillo helado y asfalto salado.

Dejaron la ciudad y viajaron por los suburbios, deteniéndose

eventualmente en la entrada de un desaparecido centro comercial, con un solo

establecimiento en funcionamiento, un bistró italiano en el otro extremo. La

Guardia Nacional había asegurado el estacionamiento en forma de barricadas y

patrullas armadas en la periferia. Cuando el conductor de su Hum-V bajó la

ventanilla y presentó su identificación, dos soldados arrastraron a un lado los

barriles de plástico que bloqueaban el camino, permitiéndoles pasar.

El Coronel Rutter se encontró con Aelyx tan pronto como él se subió a la

acera.

—Pagamos al dueño para cerrar el lugar —explicó el coronel mientras

dirigía a Aelyx hacia el bistró—. Hemos barrido el interior, y está más limpio

que la salmuera de un predicador21.

David rio de cerca pero al instante se quedó estoico cuando la mirada del

coronel cayó en él.

—Debido a la…eh... —empezó Rutter, todavía mirando a David—, la

naturaleza sensible de su discusión con Richards esta noche, estaré en el

interior contigo, y el Soldado Raso Sharpe ayudará a patrullar el perímetro. —

Despidió a David, quién hizo un saludo a su superior y trotó para reunirse con

los guardias estacionados en la entrada del estacionamiento.

—¿Trajiste el equipo que solicité? —preguntó Aelyx.

Rutter levantó una pequeña bolsa de lona.

—Aquí mismo lo tengo.

—¿Richards ya está adentro?

—Sip —dijo el coronel—. Está limpio. Lo registré yo mismo. —Con una

sonrisa diabólica, agregó—: Exhaustivamente.

Aelyx en realidad no quería saber lo que ello implicaba, pero esperaba

que involucrara una dolorosa examinación de cavidades del cuerpo. Nadie lo

merecía más que Isaac Richards.

Una reconfortante ráfaga de aire cálido y seco los recibió en el

restaurante, seguido de cerca por el olor fuerte y picante de la salsa marinara.

Aelyx se quitó su abrigo, mirando alrededor del comedor para estudiar su

entorno. Una barra de madera de roble se aseguraba en la pared lateral, y

detrás de esta había una veintena de alineadas mesas redondas, cada una

adornada con botellas de vino sosteniendo velas ajustadas. Pero solo una vela

parpadeaba con luz, proyectando sombras sobre las manos plegadas de un

hombre sentado detrás de este.

Isaac se puso de pie cuando vio a Aelyx, y asintió con su cabeza morena

en saludo. Aelyx estudió a su enemigo mientras caminaba hacia él. En su

chaqueta de tweed y pantalones caqui, con lentes bifocales tambaleando en la

21

La salmuera es agua con una concentración de sal superior al 5% disuelta, se utiliza para purificar.

punta de su nariz, Richards parecía más un profesor de universidad que el

comandante de un ejército civil xenofóbico. El hombre no ofreció su mano en

saludo, pero eso estaba bien. Aelyx no quería tocarlo de todos modos.

—Gracias por reunirse conmigo —dijo Aelyx. Hizo un gesto hacia los tres

pequeños frascos de vidrio encima de la mesa, cada uno lleno con un líquido

claro recogido desde los extremos opuestos del país—. Y por traer sus muestras

de agua.

Después de colocar su bolsa de lona en el suelo, el Coronel Rutter tomó

asiento en la mesa contigua, dándoles la ilusión de privacidad. Isaac bajó a su

silla y le indicó a Aelyx a hacer lo mismo.

—Lo hice contra mi mejor juicio —dijo Isaac—. Pero no me pude resistir.

Admito que su mensaje me dejó intrigado.

—Esto no tomará mucho tiempo.

Aelyx encontró difícil mantener contacto visual con lo que parecía un

hombre aparentemente inocuo. Mientras Richards empezaba a sorber su café,

los recuerdos de la muerte de Eron se abrieron paso en la mente de Aelyx…

específicamente en cómo los Patriotas de la Tierra habían afirmado con orgullo

su responsabilidad por el asesinato.

Isaac debió haberlo sentido.

—Antes de que empecemos —dijo él—, quiero decir que lamento lo que

sucedió en Lanzhou. No tengo mucho control sobre las divisiones individuales,

y no sancioné la violencia contra ese muchacho.

A Aelyx no le importaba mucho la semántica. Sea o no, Isaac había

llamado por la muerte de Eron, él había facilitado al grupo de protesta que

había traído a miles de extremistas al pueblo de Eron. Isaac tenía que tener

conocimiento que un derramamiento de sangre se produciría.

—No voy a mentir —continuó Isaac—, todavía quiero a los de su especie

fuera de mi planeta.

Aelyx rio sin humor.

—Ahora, eso lo creo.

—Pero yo no mato niños.

—No soy un niño.

Isaac trajo la taza de café a sus labios y observó a Aelyx sobre el borde.

Dejó la taza encima de su plato con un suave tintineo.

—No, no lo eres. Pero tengo un hijo de tu edad, así que supongo que es

así como te veo.

A Aelyx no le gustaba esto. No quería escuchar que Isaac tenía una

familia, o cualquier elemento humano sobre su vida. El hombre había

alimentado una organización que se alimentaba del miedo y la paranoia.

Habían intentado matar a Aelyx muchas veces. Eso era todo lo que necesitaba

saber.

Rudamente, Aelyx abrió su bolsa de lona a sus pies y sacó un microscopio

y portaobjetos del interior, luego los colocó en la mesa.

—¿Para qué es todo esto? —preguntó Isaac.

Aelyx desenroscó el primer frasco y usó un gotero estéril para exprimir

unas pocas gotas de agua sobre el portaobjetos.

—Sabía que no me creería a menos que lo vea con sus propios ojos. —

Encendió la luz de la mirilla y miró a través del ocular para enfocar la muestra

y ampliarla—. Mire aquí y dígame lo que ve.

Isaac deslizó el microscopio sobre la mesa e hizo lo que Aelyx le pidió.

—No lo sé — dijo—, un montón de manchas verdes reuniéndose en

hebras.

—Son brotes de algas —explicó Aelyx—, y las encontrará

reproduciéndose de manera exponencial en cada una de esas muestras.

Issac respondió con un encogimiento de hombros lo que decía que no

entendía.

—Yo no contaminé el agua de la Tierra, pero está contaminada toda

igual. —Aelyx removió el portaobjetos y repitió el procedimiento usando el

líquido del otro frasco—. Hace años, nuestros Viajeros introdujeron a sus

científicos a la nanotecnología L’eihr. Los científicos humanos empezaron a

experimentar con nuestras partículas sin medir las consecuencias, y lanzaron

un nano-fertilizante que se filtró en el océano Atlántico y Pacífico, entonces…

—Espera —interrumpió Isaac—. En inglés, por favor.

Mientras Aelyx trataba de parafrasear lo ocurrido en simples términos,

el Coronel Rutter ofreció desde la mesa de al lado:

—Nos jodimos a nosotros mismos, hasta el culo. Y a menos que los

L’eihrs nos den la tecnología para arreglarlo, todos estaremos muertos en

menos de una década.

Isaac se quitó sus lentes y se frotó sus ojos.

—No puedes esperar que crea una palabra de lo que dices.

—Por supuesto que no —dijo Aelyx—. Siéntase libre de traer a alguien

de confianza para corroborar los resultados. Esperaré.

Isaac se disculpó para hacer algunas llamadas y regresó treinta minutos

más tarde con un científico de la sección local HALO. El hombre trajo su propio

microscopio, portaobjetos y muestras de agua y las colocó en el lado opuesto del

mostrador. Después de inspeccionar las gotas, habló en privado con Isaac y se

fue.

Cuando Isaac regresó a la mesa, su piel había palidecido unos tonos.

—Está bien. Asumiendo que le creo, ¿qué vamos a hacer para solucionar

el problema?

—Mis líderes tienen la tecnología para neutralizar los brotes de algas —

dijo Aelyx—, pero ellos no la enviarán a menos que nuestra gente forme una

alianza.

—Por supuesto que no lo harán. —Isaac miró fijamente la primera jarra

de agua—. Ellos usarán esto para conseguir lo que sea que quieran de nosotros.

—Levantó la vista y preguntó—: ¿Y qué es eso, exactamente?

Hubo un tiempo en que Aelyx pensaba que lo sabía. Pero no más. Dobló

sus brazos sobre el mantel y esquivó la pregunta.

—Seamos honestos. Mi gente tiene los medios para derrotarlos

fácilmente. Si El Camino los quisiera muertos o esclavizados, lo estarían. Si

quisiéramos su tierra, su ADN o sus mujeres, ya lo hubiéramos hecho.

El endurecimiento de la mandíbula de Isaac demostró que estaba de

acuerdo.

—Después de que los Patriotas asesinaran a Eron —continuó Aelyx—, he

luchado por los de su clase. Le he rogado a El Camino que les de otra

oportunidad. Ahora la tienen, y no han dejado de intentar asesinarme.

—Caray, detente ahí. —Isaac ondeó rápidamente una mano—. Ya le dije

que yo tengo nada que ver con eso.

—Tal vez no usted específicamente, pero cuando predica el odio, ¿cómo

espera que sus seguidores respondan? —Aelyx entregó una severa

advertencia—: Si alguno de ellos tiene éxito en asesinarme, no quedará alguien

suplicando por su caso. No habrá alianza y ninguna solución para el problema

del agua contaminada.

—¿Qué es lo que espera que haga?

—Apoyar la alianza —dijo Aelyx—. Públicamente.

El Coronel Rutter agregó:

—Sin mencionar la crisis del agua. Si lo hace, hay una celda en una

prisión militar con su nombre en ella. No necesitamos disturbios y acopios en la

cima de todo lo demás.

—¿Cómo se supone que justifique un repentino cambio de idea? —

preguntó Isaac—. He estado luchando por esta alianza por dos años. Todavía

estoy en contra de esta. Mis miembros pensarán que me ha lavado el cerebro.

Aelyx empujó el microscopio a través de la mesa como un sombrío

recordatorio.

—Estoy seguro de que usted pensará en algo.

Isaac miró hacia su café, como si la respuesta podría caer del cielo en la

taza. Pasaron los segundos, convirtiéndose en minutos.

—Piense en su hijo —presionó Aelyx—. Sin esta alianza, no vivirá para

llegar a los treinta. Y no será una muerte fácil. ¿Alguna vez ha visto lo que la

deshidratación hace al hombre? Sus labios se partirán. Sus músculos se

acalambrarán, y su cabeza palpitará. Si tiene suerte, su corazón empezará a

fallar antes de que su piel comience a…

—¡Suficiente! —Isaac se empujó lejos de la mesa, su silla chocando

ruidosamente contra el piso—. Lo haré. Pero si sus líderes no se atienen a las

partes del acuerdo, habrá guerra. Lo juro.

El Coronel Rutter se enfadó ante la amenaza, pero Aelyx le hizo un gesto

de no importancia.

—Yo mismo traeré la tecnología si tengo que hacerlo —dijo Aelyx—, pero

no puedo ayudarlo si estoy muerto.

Isaac cogió su chaqueta de una silla cercana.

—Nadie de mi gente lo tocará. Me aseguraré de eso.

Antes de que se dirigiera hacia la puerta, Aelyx lo llamó:

—Esperé. —Y le entregó el primer frasco con agua—, si alguna vez duda

de lo que le he dicho, mire esta muestra debajo del microscopio y vea lo rápido

que los brotes se multiplican.

Isaac tomó el frasco, cuidando de no hacer contacto con la piel de Aelyx,

luego la metió dentro del bolsillo de su saco y se limpió la mano en sus

pantalones como si hubiera tocado porquería.

Que bastardo.

—Bueno, eso no fue tan malo —dijo el Coronel Rutter después de que

Isaac se había marchado. Se puso de pie y palmeó a Aelyx en la espalda—.

Ahora todo lo que tenemos que hacer es mantenerte vivo hasta la primavera. —

Recogiendo sus cosas, sonrió y dijo—: Pan comido.22

22

Expresión que significa que algo es muy fácil.

Cuando el Coronel Rutter regresó a Aelyx al hotel una hora más tarde, el

ático estaba lleno de políticos y publicistas, ninguno de ellos sonriendo.

Confundido, Aelyx hizo su camino hacia su habitación, luego se detuvo en seco

cuando su mirada aterrizó en una pantalla de televisión. Alguien había puesto

en pausa el programa, pero él lo reconoció al instante. Su propia imagen le

devolvió la mirada desde un sofá del hotel que había compartido con los padres

de Cara.

De alguna manera la entrevista fallida con Sharon Taylor había sido

transmitida.

Su estómago cayó y Aelyx miró alrededor del cuarto para obtener una

explicación. Se puso frío cuando notó al embajador mirándolo desde la mesa del

comedor. No había duda, Stepha lo castigaría por esto.

—¿Qué sucedió? —preguntó Aelyx.

—Ella filtró todo el asunto —dijo el especialista de relaciones públicas—.

No estamos seguros de cómo lo hizo, pero asumo que estaba usando una

cámara oculta y trasmitiendo el material fuera del sitio.

—Por lo que está…

—En todos lados. Y la respuesta no es muy bonita. Los líderes de HALO

ya están solicitando tu arresto.

La habitación rompió en conversaciones simultáneas mientras discutían

sobre quién tenía la culpa y qué hacer a continuación.

La voz del Coronel Rutter se elevó sobre la multitud:

—Tranquilícense. Tenemos el respaldo de Isaac Richards ahora.

Cualquiera que sea el daño de esa entrevista, llamaremos a una conferencia de

prensa y él apagará las llamas. Este no es el fin de…

Stepha levantó una mano y silenció al coronel.

—Es tarde. Continuaremos con esta discusión en la mañana.

Algunas objeciones surgieron, pero Stepha insistió en que salieran todos,

incluso David, que a regañadientes accedió a esperar en el pasillo. En cuestión

de minutos, la habitación estaba vacía hasta que solo quedaron Aelyx y Syrine.

—Lo siento —dijo Aelyx. Dudaba que esto ayudara, pero decía con

sinceridad cada palabra.

El embajador no demostró ninguna emoción.

—Ya sabes lo que va a suceder.

Aelyx solo pudo asentir.

Stepha abrió camino hacia la sala de estar, donde se instaló en su sillón

y dio instrucciones a Aelyx y Syrine para tomar el sofá. De inmediato, Aelyx

notó el iphet que descansaba sobre la mesa de café y apretó los hombros

voluntariamente.

—No he administrado un Ajuste de Cuentas desde que acepté el puesto

de embajador —dijo Stepha—. Considero la tarea humillante. —Arrugó la

nariz—. Y odio el olor. Me recuerda mis propias indiscreciones de la infancia.

Syrine se desplazó al de Aelyx en el sofá y retorció las manos. Ella lo

había cuidado durante su primer Ajuste de Cuentas a la edad de seis años.

Después, se había identificado con su dolor tan profundamente que vomitó el

desayuno. Aelyx deseó que Stepha la despidiera. Ella no necesitaba esta

ansiedad.

—Stepha, por favor —susurró Syrine—. Aelyx está arrepentido. Tal vez

se puede prescindir del iphet. El Camino no tiene que saber que renunciaste a

la sanción. Yo no le diré a alguien.

Aelyx esperaba que el embajador la amonestara por sugerir tal crimen,

pero no lo hizo. En su lugar, Stepha los estudió por varios minutos, nunca

iniciando el Discurso Silencioso, solo observando. Cuando al fin habló, su voz

era siniestramente calmada.

—No voy a administrar un Ajuste de Cuentas. —Se inclinó hacia

adelante y tomó el iphet en sus manos, luego le dio vuelta, inspeccionando la

áspera varilla engañosamente delicada unida a su mango. Lo sostuvo hacia

Syrine—. Tú lo harás.

Syrine llevó una mano hacia su pecho.

—¿Yo? —Sacudió su cabeza tan ferozmente que su coleta se escapó de su

cierre—. ¡No puedo! Por favor, si consider…

—Creo que malinterpretas mi orden con una petición. —Stepha arrojó el

iphet sobre la mesa, donde rodó hasta el sofá. Trabó su mirada con los ojos de

Aelyx pero escogió hablar en voz alta—. ¿Te das cuenta en cómo tus acciones de

insubordinación han corrompido a esta chica? En defensa a tu traición, ella ha

propuesto una mentira por omisión en busca de engañar a El Camino, a quien

a jurado obedecer en todas las cosas. ¿Te das cuenta en cómo tu mal ejemplo la

ha llevado por el mal camino?

—Sí —dijo Aelyx, ofreciendo una oración en silencio a la Sagrada Madre

de que Stepha lo reconsideraría. Syrine no se merecía esto—. Y lo siento

profundamente.

—Al final, la rebelión nos perjudica a todos. —Stepha no mostró señales

de ceder—. Syrine llevará a cabo tu Ajuste de Cuentas y compartirá tu dolor,

para enseñarte que todos sufren cuando tú desafías a El Camino. —Sin

moverse una pulgada, miró el iphet—. Ella te administrará veinte golpes.

—¿Veinte? —Syrine chilló—. Pero eso es una docena más…

—Veinticinco —corrigió Stepha—. Puedes empezar cuando te plazca.

Syrine apretó sus puños, pero no discutió. Aelyx la conocía lo

suficientemente bien para imaginar que ella estaba culpándose por haber

agregado cinco latigazos a su castigo. No podía dejar que Syrine asumiera la

culpa. Esta no era su culpa.

Tomo el iphet y se lo dio a ella. Cuando sus ojos se encontraron, él dijo,

No tengas miedo, he pasado por esto tantas veces que apenas lo siento. No me

harás daño.

Por supuesto ella sabía que estaba mintiendo, pero asintió y tomó la

manija en sus dejos temblorosos. Aelyx le enseñó como encenderlo, luego se

quitó su camisa y se arrodilló delante del sofá, descansando sus manos

dobladas encima de la almohadilla.

—Estoy listo —le dijo.

Ella se colocó detrás de él, su respiración llegando entrecortada. Empezó

a hablar pero debió de haberlo pensado mejor, porque la siguiente cosa que

Aelyx sabía, era que ella lo había golpeado directamente entre los omóplatos.

Aelyx probó la electricidad antes de sentirla, pero la punzada la siguió

rápidamente. Sus músculos se apretaron, la piel quemando mientras el hedor

de la carne chamuscada llenaba su nariz. Ella golpeó de nuevo y de nuevo, en

rápidas sucesiones. Sudor cubría la ceja de Aelyx. Sus pulmones dolían por

gritar, pero apretó sus dientes y se negó a hacer sonido. No cargaría a Syrine

con el conocimiento de su dolor.

Una y otra vez se repitió. El zap repugnante del látigo resonó contra los

altos techos, marcados por los sollozos de Syrine. Una vez que alcanzó los

veinte, Stepha le dijo que se detuviera.

—¿Estás arrepentido hermano? —preguntó Stepha.

Aelyx no podía hablar, así que asintió. Nunca se había sentido tan

arrepentido en su vida. Puntos negros bailaban en su línea de visión, y sabía

que nunca regresaría a su habitación. Con miembros más débiles que piel de

cebolla, se empujó lejos del sofá y se tumbó en la alfombra, dejando que el aire

flotara libremente sobre su espalda lacerada.

Después de que el embajador se retirara a la habitación principal, Syrine

se arrodilló al lado de Aelyx. Ella dio toquecitos de pomada medicinal en sus

heridas y susurró “lo siento” cien veces. Él quería decirle que esta no era la

forma de disculparse que él quería, pero esos puntos negros que bailaban se

fundieron en uno, y se entregó al olvido.

A la mañana siguiente, Aelyx despertó boca abajo en su cama, sin saber

cómo le había hecho para llegar ahí. Entrecerró sus ojos contra la luz del sol de

la mañana y descubrió a Syrine en el suelo al lado de su colchón, dormida con

una botella de pomada abierta en su mano. Antes de que tuviera tiempo de

susurrar su nombre, ella parpadeó, como si lo hubiera detectado.

Se incorporó mostrando rápidamente su palma, sus ojos enrojecidos por

las lágrimas.

—No te muevas. Añadí otra capa de tu pañoleta fahren hace una hora.

Necesito lavarla.

Syrine corrió al baño y regresó con varias toallas húmedas. Cuando

colocó la primera en la espalda de Aelyx, él contuvo la respiración y se preparó

para el dolor, pero todo lo que sintió fue la humedad caliente. Se relajó en

seguida.

—¿Estás bien? —preguntó ella, secando su piel—. ¿Es esto demasiado

duro?

—Casi siento nada. ¿Qué me hiciste?

Mientras removía una pomada seca de su espalda, ella susurró:

—Te di dos inyecciones con analgésicos y un acelerador de curación. La

pañoleta fahren es cosmética, así que no tendrás cicatriz.

Esas medicinas eran difíciles de encontrar en la tierra.

—¿Dónde conseguiste todo eso?

—Fácil —dijo ella—, liberé el kit médico de la suite de Stepha después de

que se durmiera.

Sonriendo, Aelyx miró sobre su hombro.

—En serio te he corrompido.

Syrine no regresó la sonrisa. Sus ojos se llenaron de lágrimas frescas

mientras secaba su piel y alisaba la última capa de pomada.

—Él nunca dijo que no podía curarte. Técnicamente, no lo he

desobedecido.

Cuando el tratamiento estuvo completo, Aelyx se sentó y la encaró.

Gracias. Siento que hayas tenido que hacer esto… algo de esto. No debí haberte

puesto en esa situación.

Syrine abrió la boca como si le hubiera dicho que la Sagrada Madre

llevaba botas de combate. ¿Te estás disculpando conmigo?

Sí, fue mi culpa.

No. Ella sacudió su cabeza y le dio una mirada penetrante en su cráneo.

No digas eso. Yo te lastimé, no solo anoche, sino meses atrás en el transporte. Y

nunca dije que lo sentía. Ahora lo estoy diciendo: lo siento.

Después de anoche, Aelyx no necesitaba oírlo más. Le tendió la mano.

Solo quiero a mi amiga de vuelta.

Lágrimas rodaron por las mejillas de Syrine mientras tomaba su mano

entre las suyas. Ella le dio una sonrisa acuosa. Nunca me fui.

Traducido por Nati C L//Corregido por Loli0911

―No llores ―ordenó Troy—. Lo prometiste.

Cara se secó los ojos con la manga de la túnica.

―¿Quién está llorando?

―Tú lo estás, boba.

―No, no soy yo. ―Las lágrimas no contaban a menos que se salieran, por

lo que ella no había violado su acuerdo—. Debe haber algo en el aire reciclado.

Troy había querido decir adiós en el Aegis, y cuando Cara rogó seguir

juntos al puerto espacial, él había aceptado con una condición: no lloraría.

Había dicho que era bastante difícil dejarla atrás, y que no necesitaba una

razón más para sentirse como mierda.

―Bueno, consíguelo tener bajo control ―dijo—, o voy a tener a Jeeves

llevándote de nuevo antes de tiempo.

El guardia de la capital que los había transportado al puerto espacial —

cuyo nombre era Aloit, no Jeeves— señaló al gerente de la estación y le entregó

a Troy un comando en L'eihr. Troy miró a Cara para una interpretación.

Ella tradujo para él:

―Tienes que entregar tus órdenes y obtener una banda de viaje.

―Impresionante ―dijo Troy con un movimiento de cabeza de

agradecimiento.

―Lo sé, ¿verdad? ―Cara nunca se imaginó lo rápido que había aprendido

la lengua. La inmersión cultural realmente funcionaba.

Eso no significaba que quería quedarse. Su decisión de dejar la Tierra

estaba empezando a sentirse como una reacción reflejo, y viajaría de polizón

dentro de la bolsa de lona de Troy si pudiera. Se preguntó si El camino lo había

sentido. Eso explicaría por qué había enviado a un guardia en lugar de un mero

piloto para trasladarla al transporte.

―Bueno. Lo haré rápido.

Troy retrocedió poco a poco y lentamente, como si ellos dos estuvieran

atados a la cintura por una cuerda elástica. Cara se dio cuenta que esto era

difícil para él, y de repente lamentó alargar su adiós. Debería haberle dado un

corte limpio en el Aegis como había pedido.

―Tómate tu tiempo —dijo ella, enganchando el pulgar hacia la ventana

de puerto espacial—. Me encanta la vista desde aquí arriba. ―Para hacérselo

más fácil, se dio la vuelta y se alejó.

Una vez que llegó a la ventana, lanzó una mirada por encima del hombro

y se encontró a Troy haciendo su camino a la oficial de transporte, con las

órdenes en la mano. Aloit se había unido a otros dos guardias de mediana edad,

buscando mercancías para la venta a través del corredor de los vendedores.

―Ah ―dijo Cara a sí misma―. Compras.

No había considerado eso. Tal vez debería enviar a casa algunos regalos

con los créditos que se había ganado de todas esas noches desinfectando la

cocina. Si se daba prisa, Troy podía meter los regalos en su bolsa y entregarlos

una vez que llegara a la Tierra. Pero justo cuando había dado dos pasos en la

otra dirección, su com-esfera zumbó a la vida. Corrió a un rincón tranquilo para

responderla, cuidando de mantener a Troy a la vista para que pudiera hacerle

un gesto de saludo cuando terminara.

Después de susurrar su contraseña, colocó su esfera en el suelo y se

sentó con las piernas cruzadas frente a ella. Los paneles acerados del suelo

enfriaron su parte inferior, por lo que se puso de pie y en cuclillas, abrazando

sus rodillas.

El torso superior de Tori apareció en miniatura en la mesa de cocina de

Mamá. Cara sonrió tan extensamente que dolió. Si algo pudiera hacer este día

soportable, era una llamada de su mejor amiga.

Los ojos ébano de Tori brillaron contra su piel, la sombra precisa del

caramelo tostado, su cabello negro azabache en un corte en bob23 meticuloso

que siguió su línea de la mandíbula. Todavía tenía esa fiereza familiar en su

mirada, la clase que advertía que un comentario venía.

―Estás en posición fetal ―bromeó Tori—. Yo también lo estaría si

estuviera en el Planeta Anormal.

Cara rio, atrayendo unas cuantas miradas de miembros cercanos de la

tripulación.

―Estaba, literalmente congelándome el culo. Estoy en el puerto espacial

para despedirme de Troy.

―Bien ―dijo Tori―. Ahora sube a bordo con él.

Cara pensó que su amiga no podía hablar mucho, y no quiso gastar un

minuto discutiendo por la centésima vez sobre el intercambio o escuchando una

letanía de quejas sobre L’eihrs.

―Tú sabes que no puedo hacer eso, por lo que déjalo y dime cuánto me

extrañas.

Tori respondió con su dedo medio, una vista extrañamente bienvenida.

23

Corte de cabello corto para las mujeres (y ocasionalmente los hombres) en donde el cabello es típicamente cortado recto alrededor de la cabeza al nivel del mentón con un flequillo en la frente.

―¿Estás bien? ―preguntó Cara―. ¿Es seguro estar en mi casa? ―Tori y

Eric se habían unido a HALO antes de que hubieran entendido la naturaleza

violenta de los Patriotas. Desde entonces, habían tenido que fingir no asociarse

con la familia de Cara o atenerse a los mismos "accidentes" que habían caído

sobre las personas que abiertamente apoyaban a los Sweeney.

―Sana y salva. ―El rostro de Tori se iluminó con una sonrisa―. No vas a

creer esto.

Cara notó a Troy buscándola en la habitación, por lo que se puso de pie y

agitó su mano para llamar su atención, luego se agachó de nuevo.

―¿Creer qué?

―Isaac Richards está apoyando la alianza.

―Correcto ―dijo Cara con un resoplido—. Y yo voy a montar un unicornio

para volver a mi dormitorio de pan de jengibre.

―Lo juro por la tumba de mi abuela.24 ―Tori levantó una mano en

juramento—. Dijo que los L'pendejos tienen más que ofrecer de lo que pensaba.

Todavía debemos de tener cuidado, pero no más protestas o va a disolver las

secciones.

―¿Vas en serio?

―Como el cáncer. ―Tori se mordió el labio y consideró por un momento—

. Creo que eso ya no es realmente serio, ya que los L'eihrs lo curaron, pero aun

así. Sí, totalmente en serio.

―Ah. ―Tal vez alguien había contado a Isaac sobre la crisis del agua—.

¿Qué dijo?

Tori se encogió de hombros.

24

En el original la palabra figura en español.

―Tecnología, la cura para más enfermedades. Cosas por el

estilo. ―Cuando Troy se acercó y se arrodilló al lado de Cara, Tori ofreció un

saludo rápido—. De todos modos, después de que Aelyx confesara esa cosas de

las cosechas…

La banda plateada alrededor de la muñeca de Troy zumbó ruidosamente,

sorprendiendo a todos.

―¿Qué demonios? ―preguntó él mientras miraba fijamente sus palmas.

Cara entendió lo que significaba, ella tenía menos de cinco minutos con

su hermano.

―Tenemos que irnos ―dijo a Tori—. Trataré de llamarte de vuelta

mañana, ¿de acuerdo?

Cuando la imagen de Tori se desvaneció, Cara tomó la muñeca de su

hermano y le explicó el sistema de notificación de embarque.

―Te dan dos advertencias. Después del tercer zumbido, comenzará a

quemar, y no se detendrá hasta que cruces la puerta alrededor de la

esquina. ―Ella asintió con la cabeza en la distancia en la rampa de metal que

conducía al transporte principal―. Es sádico, pero tienes la garantía de que no

te perderás tu vuelo.

Miró a su muñeca y luego a ella.

―Otro ejemplo de por qué no pertenecemos aquí.

En lugar de discutir, Cara utilizó un método de redirección que había

aprendido en la guardería: vincular sus brazos, empujarlo hacia la puerta, y

cambiar de tema.

―Gracias por quedarte el par de semanas extra. Espero que no haberte

metido en demasiados problemas.

Él la miró con desconfianza, pero le siguió la corriente.

―Viviré.

―¿Sabes dónde te quedarás después?― Ella esperaba que los militares lo

mantengan en Estados Unidos este año. Mamá extrañaba a Troy de alguna

manera feroz cuando él estaba ausente, y un Alemán-Malta-Doodle-Poo no

podía sustituir a un hijo. O una hija, pensó con una punzada de culpabilidad.

―No. ― Él los condujo alrededor de un carrito de equipaje―. Mis órdenes

son de reportar a la unidad de guardia de L'eihr en Manhattan. No hay forma

de saber dónde me van a enviar después de eso.

―¿Manhattan? ―Cara apretó su brazo y rebotó en sus dedos de los pies―.

Es posible que llegues a ver Aelyx cuando termine con su gira.

Troy rodó los ojos y fingió una voz vertiginosa:

―Estoy con hormigueo en los pantalones sólo de pensar en ello.

Ella se rio y empujó hacia él un poco más.

―Asegúrate de darle gran abrazo de mi parte.

―Está bien, cállate.

Habían llegado a la base de la rampa de acceso, por lo que Troy dejó caer

la lona y se sacudió libre del agarre de Cara.

Su hombro se enfrió ante la separación precipitada, así que se frotó los

antebrazos, resistiendo la tentación de forzar un abrazo de su hermano. Sabía

lo que estaba haciendo, alejándose y preparándose para lo inevitable.

―¿Cuándo voy a verte de nuevo? ―preguntó.

Dejó caer su mirada hacia la punta de sus botas, lo que significaba que él

no lo sabía.

Tal vez en abril, cuando volviera a casa para el gran fichaje.

―Tienen que dejarte venir a la ceremonia de alianza, ¿verdad?

―Los Marines no tienen que dejarme hacer algo, Pimienta. No es así

como funciona.

―Oh. ―No sabía qué más decir.

Este era, el final de la línea. Las lágrimas con las que había luchado

tanto bloquear comenzaron a empujar hacia atrás. Una presión lenta se

construyó dentro de su pecho mientras sus ojos comenzaron a sentir un

cosquilleo, pero ella se clavó una uña en su palma. ¡No llanto! No iba a dejar a

su hermano con una imagen mental deprimente para reproducirse mientras él

estuviera sentado solo en el interior de la habitación de su barco.

Troy se veía como si luchara por las palabras correctas, también. Abrió y

cerró su boca tres veces antes de ofrecer un roto:

―Uh, escucha... sólo quiero…

La banda del viaje le cortó con un zumbido amenazador.

―Esa es tu última advertencia. ―Cara enderezó su espalda y fingió su

mejor sonrisa, no demasiado brillante, pero lo suficientemente cálida para

parecer genuina―. Deberías ir.

Troy no se movió.

―En serio ―dijo―. Si ves a Mamá y Papá, diles que estoy bien y me estoy

divirtiendo. No menciones lo de la descarga eléctrica que uso para educación

física. Ellos no van a entender. ―Le dio un codazo y bromeó―: Y dile a nuestro

hermano bebé, Linus, que no puedo esperar a conocerlo.

Troy todavía no se movía. En cambio, tragó con fuerza, su cuerpo rígido y

sus pies pegados a la plataforma.

Cara tuvo que enfocarse como una loca para mantener la voz firme.

―Está bien. Voy a estar bien, lo prometo.

Él hizo un gesto lento, pero se mantuvo en su lugar.

―Eres resistente. Lo sé. Pero no es…

Antes de que pudiera decir otra palabra, sus ojos se abrieron y sacudió

su muñeca aullando en el dolor.

―¡Hijo de puta! ―Saltó en su lugar, luego se volteó y saltó hacia el

transporte sin echar otra mirada en su dirección. Sus botas sacudieron la rejilla

metálica, obscenidades detrás de él como una nube nociva mientras volteaba en

la esquina y corría fuera de vista.

Déjalo a Troy para decir adiós a lo grande.

El pecho de Cara subió y bajó con risas tontas silenciosas. Las

quemaduras no duraban —era más un truco mental— pero nunca había visto a

su hermano más motivado para subir a un vuelo. Incluso había dejado atrás su

lona. Ella lo recogió y lo lanzó a un miembro de la tripulación cercano que

estaba clasificando cajas de la bodega de carga.

―Disculpe ―dijo en L'eihr―. Mi hermano dejó su bolsa. ¿Se lo puede

alcanzar?

El hombre dijo que sí, pero le dijo que esperara un momento, luego buscó

a través de sus contenedores y cajas hasta que sacó un gran sobre acolchado de

la pila. Se lo entregó a ella.

―Esto es para ti.

El corazón de Cara revoloteó cuando vislumbró el nombre de Aelyx por

encima de la dirección de retorno. Abrazó el paquete suave contra su pecho,

dividida entre rasgarlo para abrirlo allí mismo, o esperar la intimidad de su

habitación en el Aegis.

Al final, la impulsividad ganó la batalla.

Cruzó el puerto espacial, de vuelta al lugar donde había respondido la

llamada de Tori. Allí, se apoyó contra la pared y pasó su dedo por debajo de la

costura del sobre. Cuando echó una ojeada dentro, encontró una un bolso de

Ziploc del tamaño de un galón lleno de algo oscuro. Vio una pizca de papel y lo

tiró libre.

ÚSAME.

―¿Úsame? ―murmuró, separando el sello Ziploc. ¿Por qué Aelyx había

enviado ropa de la Tierra? Él sabía que no podía usar cualquier cosa salvo el

uniforme estándar. Quitó una camiseta gris extra-grande, desconcertada hasta

que un olor familiar llegó a ella, cálido y dulce y picante. Como una droga, se

precipitó en sus sentidos y le puso efervescente por todas partes. Reconocería

ese olor delicioso en cualquier lugar. Era de él. Dejó caer el sobre y llevó la

camisa directamente a su nariz, luego resopló como si fuera la drogadicta que

era.

Oh, hombre, era mejor que el chocolate.

Contuvo aliento tras aliento, cerrando los ojos y pretendiendo que Aelyx

estaba ahí con ella. Casi podía sentir sus labios en su garganta y el cosquilleo

satinado de su cabello contra su mejilla. Era una linda fantasía hasta que abrió

los ojos y encontró a Aloit y a los otros guardias mirándola con incredulidad.

Cara no se molestó en tratar de explicar. Se frotó la camisa sobre su

cuello y pecho como un palo de perfume, luego la metió de nuevo dentro de la

bolsa Ziploc y lo selló con fuerza para mantener el olor de Aelyx. De todas

maneras iba a dormir en esa camisa esta noche.

Dos horas más tarde, Cara entró al Aegis y viró a la izquierda hacia su

habitación. El director le había dado un respiro de un día de las clases por

«angustia emocional» a raíz de la partida de Troy. Planeó hacer un post rápido,

luego pasar el resto del día fuera, tal vez practicando los hiladores, el obstáculo

más difícil en el curso de nivel intermedio.

Ella acababa de abrir su puerta cuando Vero pasó caminando y se detuvo

de golpe, haciendo la versión animal de una toma doble. Asomó la mirada hacia

ella en silencio, amplios ojos negros aburridos en su cráneo mientras su nariz

se torcía nerviosamente como un conejo. No chilló cosas sin sentido o corrió

como un dardo al interior de su habitación para hacer pis en la almohada.

Esto no era propio de él.

Intrigada, Cara esperó a ver lo que iba a hacer a continuación.

Vero se deslizó una pulgada hacia ella y se detuvo; se arrastró de nuevo

hacia delante y se detuvo, repitiendo el baile hasta que llegó a las botas de

Cara. Con su nariz retorciéndose, olfateó sus pantalones con rápidas

inhalaciones, moviéndose hasta su rodilla y después a través del paquete en su

mano derecha. Tomó el aroma y se echó hacia atrás, luego soltó el gemido más

desgarrador que Cara había oído en su vida, exactamente igual que un perro

que extrañaba a su amo.

―Aww ― dijo Cara, entendiendo todo―. Hueles a Aelyx en mí, ¿verdad?

Vero miró el sobre como si pensara que Aelyx estaban dentro del mismo.

Para disipar cualquier duda, sacó la bolsa transparente para que el animal

pudiera ver que había nada que temer.

―¿Ves? ―dijo―. Es sólo una camisa.

Él retrocedió hacia el vestíbulo, lanzando miradas entre Cara y la

camiseta, su pequeño rostro contraído por la confusión. Su gemido se convirtió

en un profundo y gutural ah-woo de desesperación.

Pobre Vero. Ella le había volado totalmente la mente al pequeño animal

con el olor de Aelyx.

―Lo siento, cariño. Sé cómo te sientes. También lo extraño.

Después que Vero caminara rápidamente a la cafetería para su ritual

misión de barrido después del almuerzo, Cara entró en su habitación y se

detuvo en seco. La litera de Troy parecía tan vacía despojada de sus sábanas

que tuvo que apartar la mirada antes de que las lágrimas empezaran a caer.

Olvida la entrada en el blog; ella tenía que salir de aquí.

Después de meter el sobre de Aelyx debajo de su almohada, tomó una

toalla para que pudiera llegar a la curso intermedio entre las clases de

educación física. No quería una audiencia, y sobre todo no quería que Satanás

detecte su práctica. Ella esperaba impresionarlo por dominar a los hilanderos

sola.

Colgando la toalla alrededor de su cuello, trotó a través del patio hacia

los cursos, luego ralentizó sus pasos y se asomó a través de los árboles,

asegurándose de permanecer oculta. Se arrastró a la vista de los hiladores y se

escondió detrás de un árbol, decepcionada de encontrarlos ya poblados por una

clase de clones de primer año.

―Sh’ot ―murmuró en voz baja.

No había llegado a tiempo. Pero tal vez si andaba un rato, tendría quince

o veinte minutos para sí misma cuando las clases cambiaran. Incluso podría

aprender una nueva técnica al observar al grupo de estudiantes corriendo hacia

los discos giratorios. Cara se arrodilló en la maleza y estudió las tácticas de los

clones.

Del mismo modo que el primero se rompió en una carrera de velocidad,

un grito resonó en el cielo.

El pulso de Cara se aceleró. Ella no tuvo que mirar a los cielos para

conocer que un orbe de fuego estaba a punto de llover sobre ellos. Los clones se

dieron cuenta, también, parándose en la pista y apuntando hacia las llamas.

Satanás vino trotanto y produjo su com-esfera, probablemente para relatar el

acontecimiento a la capital. Cara trató de estimar la trayectoria del orbe. Si

tenía razón, debería aterrizar en el bosque, cerca de un cuarto de milla de su

posición actual.

Una deliciosa idea vino a la mente.

Nadie sabía que ella estaba aquí. Si se movía sigilosamente lejos y

conseguía una ventaja, podría ser capaz de alcanzar el objeto antes de que El

Camino enviara un transbordador para recuperarlo. No gastó otro segundo

considerando su siguiente movimiento.

Después de desaparecer de puntillas, echó a correr en dirección del

rastro ardiente, precipitándose sobre troncos caídos y bajando la cabeza debajo

de ramas bajas. El silbido empezó a ser más fuerte mientras corría hacia

adelante, y pronto un accidente retumbó en la distancia, seguida de una pluma

delgada de humo. Aumentó su velocidad y se disparó hacia los mechones negros

que nublaban el aire.

En minutos, había alcanzado la fuente del impacto… un cráter leve en el

suelo forestal con vapor flotando por el aire desde dentro, oliendo ligeramente

al azufre. Cara hizo su camino hacia el sitio con pasos tentativos, luego se puso

en cuclillas para mirar detenidamente dentro del agujero.

Esa cosa era hecha por el hombre, muy bien.

Era ligeramente más pequeña de lo que recordaba, más como una pelota

de béisbol que una pelota de softbol, pero reconoció las luces parpadeantes

dispersas en incrementos al azar a través de la superficie de latón del orbe.

Cada luz destelló independientemente de los otros sin un patrón discernible.

Cara no podía imaginar lo que podría ser la esfera. ¿Tal vez un mensaje

intergaláctico en una botella?

―¿Qué eres? ―preguntó al objeto.

Fue entonces cuando respondió.

Cara jadeó y retrocedió, balanceándose para permanecer a sus

pies. Santo cielo, ¿realmente esa cosa había emitido una señal sonora en

ella? Se acercó al cráter y asomó la mirada dentro otra vez justo a tiempo para

mirar el orbe liberándose de la tierra y desviándose lentamente hacia arriba

hasta que osciló en el aire con un zumbido apenas perceptible. Otro sonido

atrapó su atención, viniendo del cielo. El transbordador estaba casi aquí.

Cara actuó rápidamente, alcanzando detrás de su cuello para ver si

todavía tenía su toalla. Por suerte, no la había perdido durante la carrera.

Avanzó apenas y lanzó su toalla sobre el orbe centellante, luego la envolvió

para proteger sus manos de su calor y trotó de regreso por donde había venido.

Si los guardias de la capital tuvieran algún sentido —lo que tenían— era sólo

cuestión de tiempo antes de que vieran sus huellas de bota y los rastrearan al

Aegis. Luego barrerían el edificio y ella tendría que entregar su premio.

Tenía una hora, tal vez dos, para averiguar lo que era esta cosa.

Traducido por Wan_TT18//Corregido por Loli0911

Aelyx nunca había visto algo igual. El orbe dorado no parecía ser algo

hecho en L'eihr, pero quizás El Camino había inventado algo nuevo y estaba

probando su funcionalidad por encima de la atmósfera. Si ese fuera el caso, tal

vez unas pocas unidades defectuosas habían caído al suelo.

—Háblale en L'eihr —sugirió Aelyx—. Dale un comando y vamos a ver si

responde.

—Buena idea. —Cara acunó una mano alrededor de la esfera flotante y

lo llevó más cerca de su rostro—. Revela tu mensaje —habló con un acento

americano pesado, pero con suficiente claridad para entender.

Luces parpadearon una vez al unísono, y después de un zumbido audible,

una voz computarizada distorsionada respondió en una serie de palabras

confusas que Aelyx no reconoció. Los ojos muy abiertos de Cara reflejaron su

propia sorpresa. Ninguno de ellos había esperado que el dispositivo intentara la

comunicación verbal. Se preguntó lo que significaba.

—¿Qué estás tratando de decirme? —Cara preguntó en L'eihr—. No

entiendo.

La voz se ralentizó y adquirió un tono femenino, luego habló otra serie de

palabras. Aelyx todavía no reconocía la lengua, pero era obviamente diferente

de la primera. Cuando Cara no le dio respuesta, una serie de clics emanaron

del orbe, seguido de unas pocas expresiones guturales que sonaban como un

bastardo Latín. Parecía que la esfera estaba pasando por una base de datos de

lenguajes en un esfuerzo de conectarse con Cara.

Sólo un tipo de dispositivo podría hacer eso.

Un nudo de temor se elevó en la garganta de Aelyx, pero él mantuvo una

fachada de calma.

—Creo que sé lo que es.

—¿En serio? —ella preguntó sobre el discurso cada vez más rápido de la

esfera—. ¿Qué?

—Antes de decirlo, quiero obtener una segunda opinión de Syrine.

Vuelvo enseguida.

Encontró a Syrine sentada con las piernas cruzadas sobre la alfombra de

la sala jugando una partida de Backgammon25 con David, quién yacía tendido

sobre su costado, apoyado en un codo. Ambos llevaban sonrisas fáciles,

mientras molestaban al otro con lo que David llamaba «habladurías». Aelyx

tuvo que decir el nombre de Syrine dos veces antes de que ella se fijara en él.

Cuando ella lanzó una rápida mirada en su dirección, él le hizo un gesto con su

mano para que se acercara.

—Un momento —dijo Syrine—. Casi lo tengo golpeado.

—En tus sueños. —David tiró los dados y dio un grito de victoria—.

Estoy alcanzándote.

—No lo suficientemente rápido —se burló.

—¡Sy-rine! —gritó Aelyx.

Ahora tenía su atención. ¿Qué es? preguntó en privado.

Necesito que veas algo, le dijo. Es importante.

Ella asintió vigorosamente y se volvió a David, señalando a su juego.

25

Juego de mesa para dos personas que aúna al azar con profundos conocimientos estratégicos. El objetivo es conseguir sacar fichas del tablero antes que el jugador rival. En España es conocido como tablas reales, chaquete o chachullo.

—He memorizado el tablero, por lo que voy a saber si mueves cualquier

pieza mientras no estoy.

David esbozó una sonrisa maliciosa.

—Voy a acabar contigo, petarda. Y cuando lo haga, va a ser totalmente

legítimo.

Ella se empujó para ponerse de pie y corrió al lado de Alex, dos manchas

de color rosa se levantaron en sus mejillas. Aelyx la llevó a su habitación y

cerró la puerta detrás de ella, y luego señaló al holograma de Cara. La esfera

estaba orbitando la cabeza de Cara ahora, sin dejar de arrojar mensajes

indescifrables y parpadeando más brillante que la pelota que había visto en

Times Square el mes pasado.

Syrine se arrodilló a los pies de la cama de Alex y escudriñó el objeto.

—Qué es eso?

Aelyx miró a sus ojos y utilizó el Discurso Silencioso para explicar. Cara

dijo que han estado cayendo del cielo… ella ha visto tres hasta ahora. Está

enviando sus mensajes en una variedad de idiomas desconocidos, una y otra

vez como si se estuviera alimentándose de una central…

—Uh, hola —interrumpió Cara—. En voz alta, por favor.

Syrine la ignoró, sosteniendo la mirada de Aelyx mientras quedaba

boquiabierta. ¿Lo sabe El Camino?

Aelyx asintió.

—Pero han estado ocultando las esferas de la población, afirmando que

son meteoritos.

—Entonces probablemente no es uno de los nuestros —dijo Syrine en voz

alta—. Si lo fuera, los Viajaeros lo reclamarían.

Cara gruñó con frustración y atrapó el orbe en el interior de la manta,

donde luchaba por la libertad.

—Está bien, ¿qué es esto? Está empezando a molestarme.

—Es una sonda. —Aelyx retuvo una respiración profunda y la dejó

escapar en un silbido—. Estoy casi seguro de ello. Y como dijo Syrine, no creo

que sea uno de los nuestros.

—¿Una sonda? —preguntó Cara—. ¿Al igual que voy a desnudarte, luego

voy a probarte?26

Aelyx no entendió la referencia, pero se imaginó que ella estaba

pensando en una herramienta médica.

—No. Un dispositivo que se utiliza para recopilar datos. Nuestros

Viajeros lo han utilizado en el pasado para explorar ambientes inseguros, pero

aquellos eran dispositivos de recolección elementales. Hay nada tan elaborado

como esto. —Nada que hablara. Él daría cualquier cosa para entender lo que

estaba tratando de decir.

—Entonces, ¿quién lo envió? —preguntó Cara.

Esa fue la pregunta del millón.

—¿Seguro no hay forma de que sea de ustedes? —Cara se sonrojó de ira.

Finalmente dejó de luchar contra el orbe en la manta y simplemente se sentó

sobre este—. Tal vez los Viajeros lo enviaron, y ahora están volviendo a casa.

Eso explicaría por qué están cayendo por todo el lugar.

Aelyx compartió una mirada de complicidad con Syrine.

26

Canción de Katy Perry. En inglés es: I´ma disrobe you, then I´ma probe you. Como en inglés sonda es probe, por eso hace referencia a la canción.

—Tal vez —dijo, aunque tenía pocas dudas de que el objeto fuera

extranjero.

Cara debió haber oído un ruido desde el exterior del Aegis, porque se

deslizó del orbe y se lanzó hacia su ventana.

—El guardia está aquí —dijo—. No le llevó mucho tiempo.

Cegada por su manta, la esfera se golpeó contra la litera superior un par

de veces antes de caer por la habitación como un fantasma torpe.

Cara lo persiguió y lo metió bajo el brazo al estilo del fútbol americano.

—Ellos pueden tenerlo. —Estrechando los ojos, le habló a la esfera—:

Eres un dolor en el culo.

Syrine sugirió:

—Llévalo fuera a la guardia sin dejar que los clones lo vean.

—Estoy de acuerdo —dijo Aelyx—. Si los clones te atrapan con algo como

esto en tu habitación, va a alimentar más rumores.

—Eso es lo último que necesito. —Cara aseguró la manta con fuerza

alrededor de su bulto y dijo adiós, luego se desconectó, dejando a Aelyx y Syrine

mirándose el uno al otro con preocupación.

Lo que más le preocupaba era que El Camino había escondido la

existencia de las sondas. Esto implica una amenaza, o al menos el temor de

una. Aelyx había estudiado los registros de los Viajeros para aprender de otros

seres, pero nunca había oído hablar de una sociedad lo suficientemente

avanzada como para crear una sonda interactiva. Era evidente que estos

alienígenas existían… la esfera centelleante era una prueba.

¿Así que eran los emisores eran amigos o enemigos?

Cara se aseguró de que ninguna parte de la sonda fuera visible cuando

entró al pasillo, pero a pesar de que los clones que pasaban no podían ver el

objeto, su parloteo y pitidos atrajo un par de miradas curiosas. Para amortiguar

el ruido, ella tarareó en voz alta la primera melodía que le vino a la cabeza…

“Dulce Navidad” que atrajo doblemente las miradas curiosas y algunas burlas

abiertas de Dahla y sus amigos.

Después de cantar durante todo el camino a través del vestíbulo, Cara se

precipitó fuera y observó a los guardias de la capital, con la esperanza de

detectar al encargado. Ella no lo identificó, pero se encontró a Satanás mirando

fijamente al director.

Satanás era un buen tipo, a su manera sádica. Si tenía que confesarse

por contrabandear una pelota espía alienígena al Aegis, él era la persona con

quien hablar.

—Pss —ella llamó desde la escalera de entrada. Cuando él miró en su

dirección, ella saltó por los escalones y le hizo un gesto hacia el único lugar

privado disponible, la esquina formada entre los escalones y el costado del

edificio.

Mientras Satanás se dirigía a su encuentro, Cara convocó su mejor cara

inocente: ojos muy abiertos, cabeza inclinada hacia abajo, sacando el labio

inferior. Tendría que ofrecer un rendimiento digno de un Oscar por "estúpida

humana" con el fin de sacar esto adelante. Afortunadamente para ella, la

mayoría de L'eihrs ya pensaba que era más tonta que un saco de martillos.

—Me alegro de que estés aquí —le dijo al oído—. Necesito tu ayuda.

—¿Cuál es el problema, Sweeeney?

—Estaba caminando en el bosque hace un rato, y oí un choque. Cuando

fui a verlo, me encontré con esto.

Retiró la manta lo suficiente para revelar un destello de latón y luces

parpadeantes. De inmediato, los ojos cromo de Satanás se agrandaron.

—Me pareció que era bonito —continuó—, así que me lo traje de vuelta a

mi habitación, pero ahora está volando alrededor y chocando contra las

paredes. Me temo que va a romper algo. —Ella hizo una cara extra

lamentable—. ¿Puedes tomarlo por mí?

—¿Otros en Aegis han visto esto? —Él se lamió los labios con

nerviosismo y metió la manta de nuevo en su lugar.

—No. Yo soy la única.

Tomó la sonda y la agarró con unas diez toneladas de fuerza.

—Quédate aquí por un momento —indicó—. Debo encontrar a Jaxen.

Oh, no. Se las había arreglado para esquivar a Jaxen desde su viaje a la

colonia. Una sesión de elocuente de lavado cerebral por un residente de L'eihr

era lo último que necesitaba hoy.

—Te dije todo lo que sé. ¿Puedo volver a la guardería?

—Quédate —Satanás repitió, luego trotó lejos sin decir algo más.

Maldita sea.

Jaxen no se dejaría engañar por su acto inocente. Él sabría que ella trajo

a la sonda de vuelta a su habitación para estudiarla. Debería haber sacado

simplemente el dispositivo por la puerta trasera y haberlo liberado en su

hábitat natural.

No pasó mucho tiempo para que la encontrara.

Jaxen clavó la mirada en Cara con sorpresa.

—¿Lo has traído aquí porque pensaste que era bonita? Si estás tan

impresionada con las cosas bonitas, te puedo dirigir al invernadero de flores

silvestres.

No había ninguna razón para tratar de negar lo que había hecho, pero su

instinto le advirtió de alegar ignorancia parcial. Si no fuera por Aelyx, nunca

habría imaginado que la esfera era una máquina de recolección de datos.

—Mira —susurró—, tú y yo sabemos que no hay meteoritos. ¿Por qué no

me cuentas lo que es?

—Por supuesto. —El tono condescendiente de Jaxen no la llenó de

confianza—. Pero no aquí. Vamos a hablar en mi despacho.

¿A solas con Jaxen dentro de su dormitorio? No, gracias. Cara igualó su

mentira con una de las suyas.

—En realidad, estoy tarde para mi turno en el preescolar. Ellos me

necesitan para ayudar a ejecutar el experimento de difusión del agua.

—¿Oh? —dijo con una ceja arqueada—. Pensé que el director te relevó de

tus funciones por hoy.

Doblemente maldición.

—Bueno, técnicamente no tengo que estar allí, pero yo quería…

—Excelente. Por aquí, entonces.

Él se dio la vuelta y se dirigió dentro del Aegis, y con un gemido interior,

Cara lo siguió hasta su habitación en el segundo piso. Se mantuvo observando

los pasillos en busca de Elle, con la esperanza de formar una estrategia de

salida, pero con clases en sesión, el dormitorio estaba vacío. Su última

esperanza era encontrar a Aisly dentro de la habitación. Pero cuando Jaxen

presionó una palma a su teclado, la puerta se abrió con un silbido revelando

una habitación vacía al igual que la de ella, sólo con las camas de lado a lado en

vez de estilo de literas fijadas.

Él movió una mano hacia la cama de la izquierda, indicándole que se

sentara. La puerta se cerró con un silbido extra-alto, como si sellara su destino,

así como la salida. Ella se acomodó en el extremo de la cama, tan lejos de la

almohada como le fue posible. Parecía demasiado íntimo estar cerca del lugar

donde Jaxen recostaba su cabeza en la noche.

Para su alivio, Jaxen permaneció de pie. Él le dio tanto espacio como la

cámara pequeña le permitió, cruzando los brazos y apoyándose contra la pared

lateral cuando comenzó:

—Eres una chica inteligente, Cah-ra.

Eso era debatible, basado en sus habilidades para la toma de decisiones

el día de hoy. Pero lo que sea. Ella lo tomaría.

—Estoy seguro de que puedes reconstruir el propósito de esa esfera por ti

misma —dijo Jaxen. Por un breve instante, le pareció ver un destello de miedo

detrás de su mirada—. ¿Entendiste algo de lo que te dijo?

Hubiera querido hacerlo, sobre todo después de ver su reacción.

—No. Ni siquiera un poco.

—Bien. —Sus hombros se hundieron una pulgada mientras se relajaba—

. Eso es probablemente lo mejor.

Cara se preguntó si esto se convertiría en uno de esos finales de Scooby-

Doo, donde el malo de la película pierde su máscara y confiesa todo. Sólo que en

esta versión, los "niños entrometidos" acabarían con sus recuerdos borrados.

Ella decidió ir a por ello. Bien podría aprender tanto como le fuera posible y

esperar poder conservarlo para más tarde mediante el bloqueo de sus

pensamientos.

—¿Por qué? —preguntó—. ¿Debido a que hubiera transmitido mis

respuestas de vuelta a quien lo envió? ¿Y quién es ese, por cierto?

Jaxen ignoró sus preguntas y planteó una propia:

—¿Por qué los gobiernos de la Tierra ocultan la magnitud de la crisis del

agua de sus ciudadanos?

Cara frunció el ceño porque él ya sabía la respuesta.

—Si la gente descubre que nuestra agua no será apta para beber,

empezarían a acapararla. Los precios se dispararían. El saqueo y los disturbios

se llevarían a cabo, tal vez incluso guerras por los derechos para limpiar ríos y

manantiales naturales. Los seres humanos no tienen el mejor historial cuando

se trata de un comportamiento racional.

—Precisamente. —Él se movió de la pared y se sentó en la cama

opuesta—. A veces, por el bien mayor, un órgano del gobierno debe mantener a

sus ciudadanos ignorantes del peligro.

Si Jaxen estaba tratando de comparar el apocalipsis inminente de la

Tierra con las sondas que llueven sobre el L'eihr, se había perdido dos puntos

importantes.

—Los l'eihrs no son como los seres humanos y el mundo no se está

muriendo. Gran diferencia.

Ella esperaba que él discutiera, pero la estudió en silencio, tomándose el

tiempo para soltar y volver a fijar su cabello largo en la base de su cuello.

Luego, en un movimiento brusco, se lanzó desde su cama para ocupar el asiento

a su lado. El colchón se sacudió con su peso añadido, haciéndola inclinarse más

cerca de él hasta que sus muslos se tocaron. Ella quería escabullirse, pero ya

estaba en el extremo de la cama.

—Siempre me has gustado, Cah-ra —dijo—. Me has intrigado desde el

día en que nos conocimos.

—Um. —Ella se alejó lo más que pudo—. No fue mi intención.

La tomó de la mano y presionó un pulgar sobre la vena en su muñeca, y

luego giró la punta de sus dedos suavemente sobre la piel sensible. Cara se dio

cuenta de lo que estaba haciendo. Esta era la versión L'eihr de un beso, en el

que se mide el pulso de la otra en un esfuerzo por hacerlo acelerarse por debajo

del toque de su amante.

—Sin embargo, tu naturaleza inquisitiva —murmuró—, es un peligro

para ti en este caso.

Con todo el respeto que pudo, Cara apartó la mano, asegurándose de que

él supiera que su pulso acelerado tenía nada que ver con la atracción.

—Esto me hace sentir incómoda. —Se deslizó un par de pulgadas a la

derecha hasta que la mitad de su parte inferior colgaba fuera del colchón—.

Tengo un l'ihan.

Clara decepción arrastraron hacia abajo las comisuras de su boca.

—Al igual que yo.

Esto era nuevo para Cara.

—¿Quién es ella?

—En cierto modo, mi pareja perfecta. —Suspiró, y luego añadió—: Y sin

embargo…

Antes de que pudiera terminar, la puerta de la habitación se abrió con

un siseo y su hermana entró en el interior, deteniéndose cuando los vio juntos

en el borde de su cama. Aisly no habló, pero su mirada expectante decía, ¿Qué

está haciendo ella aquí?

—Cah-ra descubrió la sonda emisora que se estrelló cerca —explicó

Jaxen. Dejó el lado de Cara y se unió a Aisly, donde se insertaron en un par de

compases de conversación silenciosa.

Aisly no parecía alarmada, probablemente porque ella asumió que su

hermano le arrancaría los recuerdos de la cabeza a Cara. La chica sacó un

espejo de su cajón de la cómoda, junto con una pequeña botella llena de líquido

claro.

Si Jaxen no revelaba ningún detalle acerca de la sonda, tal vez su

hermana lo haría.

—¿Qué me puedes decir sobre los alienígenas que la enviaron? —

preguntó Cara.

Aisly no respondió. Ella abrió la tapa de su botella, y luego echó hacia

atrás la cabeza y apretó dos gotas en cada uno de sus ojos.

Cara nunca había visto a los clones hacer eso.

—¿Hay algo mal con tus ojos? —preguntó.

—No —Aisly parpadeó un par de veces y se limpió las mejillas con un

pañuelo. Tal vez fue la imaginación de Cara, pero los irises de Aisly ahora

parecían un tono más oscuro del plateado—. Alergias, simplemente. —Aisly

miró a su hermano—. Pronto lo olvidarás.

En otras palabras, destruir su memoria también. Cara no lo sabía con

seguridad, pero dudaba que los clones sufrieran de alergias, no después de

todos estos años de crianza meticulosa. ¿Así que, qué droga estaba dentro de

esa botella?

Jaxen suspiró de nuevo y le indicó a Cara que se levantara. Parecía más

cansado de la purificación mental que Aisly. Debe ser duro lidiar con tantas

cabezas.

Este era… el momento para invocar su imagen focal. Mientras ella cruzó

la habitación y se puso delante de Jaxen, Cara se imaginó a sí misma en el

gimnasio de Midtown High, rodeada de balones rojos de dodgeball27. Ella cayó

tan profundamente en su fantasía que podía oler el olor acre del sudor y

escuchar el chirrido de las zapatillas de deporte contra el suelo de madera

encerada. Recogió una pelota imaginaria en sus manos y la rebotó varias veces,

escuchando el eco resonar fuera de las paredes del gimnasio. Cuando Jaxen

tomó su cara entre sus palmas y la miró a los ojos, lo imaginó de pie indefenso

en la línea de la mitad de la cancha. Una sonrisa maliciosa curvó su boca. Ella

lo iba a clavar, justo en las bolsas de frijol28.

La bola imaginaria se sintió ajustada bajo sus dedos, demasiado inflada

para un máximo impacto. Se echó hacia atrás, tensó todos los músculos

correctos, luego lanzó la pelota con un poderoso tirón, asegurándose de seguir

adelante y golpear su blanco. La pelota voló de sus manos y se conectó con los

trozos colgantes de Jaxen con un porrazo satisfactorio, y él se dobló antes de

hundirse hasta las rodillas.

Toma eso, tú, imbécil atrapa mentes.

Cara se había centrado tan intensamente en el bloqueo de sus

pensamientos que no se había dado cuenta cuando Jaxen se apartó. Un alto

carraspeo le hizo atrapar su atención, y se encontró mirando a la pared.

Oh-oh.

Ella había perdido todo su mensaje. ¿Qué había intentado empujar en su

cabeza… olvidar la sonda y las gotas para los ojos de Aisly u olvidar todo su

encuentro?

—Estoy un poco confundida —dijo Cara, frotándose las sienes y mirando

hacia atrás y adelante entre los hermanos—. Vine aquí para preguntarte algo,

pero ahora no puedo recordar lo que era. 27

O balón prisionero. Es un deporte de puntería de Estados Unidos donde se necesita la precisión y la puntería para golpear al jugador del equipo contrario con un balón y si este cae al suelo, el jugador queda eliminado. 28

Hace referencia a la parte masculina.

Aisly sonrió con dulzura.

—Debes estar cansada por despertar tan temprano para llevar a tu

hermano al puerto espacial.

—¿Necesitas que te acompañe a tu habitación? —preguntó Jaxen.

—No, voy a estar bien. —Cara sacudió la cabeza y se rio secamente—.

Parece que necesito una siesta. Perdón por molestarlos.

—En cualquier momento —Jaxen le dijo.

Ella levantó dos dedos en la señal L'eihr de adiós y regresó a su

habitación, pero no para una siesta. Se pasó el resto de la tarde hablando con

Aelyx sobre lo que había sucedido, mientras inhalaba intermitentemente su

camisa. Después de lo que había soportado, necesitaba consuelo.

Esa noche, mientras Cara y Elle yacían bajo las sábanas, Cara susurró:

—Oye, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Por supuesto.

—¿Los L'eihrs tienen alergias?

—¿Alergias? —preguntó Elle.

—Sí, ya sabes, reacciones al polen y moho. Picor, ojos llorosos, tos,

secreción nasal. Ese tipo de cosas.

—No —dijo Elle, confirmando las sospechas de Cara—. Cualquier

persona con una hipersensibilidad del sistema inmunológico hubiese sido

excluida de la reproducción hace miles de años.

—Eres un médico —dijo Cara—. ¿Qué razón podría tener alguien para

usar gotas para los ojos?

—Ellos no lo harían —Elle se escuchó confundida, lo que hizo dos de

ellas.

—Eso es lo que pensé.

El silbido de su puerta abriéndose interrumpió su conversación, y Cara

se empujó sobre los codos, su corazón latiendo mientras exploraba en la

oscuridad por el intruso.

Ah-woo, llegó un gemido bajo.

Cara presionó una mano contra su pecho en alivio. Era solamente Vero.

—Nuestro teclado está en mal estado de nuevo —dijo a Elle, y luego

señaló con un dedo de advertencia a Vero—. Si haces pis en mi almohada, te

ahogo con tu propia cola.

Este se arrastró por los pies de la cama, luego extendió una pata y bajó

la cabeza hasta el suelo.

—Oh —Elle susurró con asombro desde la litera de arriba—. Está

mostrando deferencia. Esto significa que te ve como su líder de la manada.

Sí claro. O estaba tratando de engañarla para que dejara su almohada

indefensa.

—Podría tener algo que ver con el olor de Aelyx —dijo Elle—. Seguía a

todas partes a Aelyx… lo idolatra por completo. Como compañera de Aelyx,

Vero te considera un alfa por asociación.

Era una teoría interesante. Cara palmeó el colchón.

—Vamos muchacho. Está bien.

Después de un tiempo, Vero encontró el valor para meterse en la cama

con ella, acercándose por pulgadas. Justo cuando Cara empezó a pensar que

era un truco, este se acurrucó contra la camiseta de Aelyx y apoyó la cabeza en

el colchón, ronroneando con tristeza.

—Pobre de ti —susurró Cara.

Lentamente, a fin de no asustarlo, ella bajó la cabeza sobre la almohada.

Unos minutos más tarde, cuando la respiración de Vero comenzó a disminuir,

Cara extendió un dedo y acarició su brazo. Su pelaje esquilado bebé suave, su

delicada piel era más caliente de lo que había previsto. Este la sorprendió

curvando sus pequeños dedos alrededor de su dedo y metiendo sus nudillos por

debajo de la barbilla.

Aww. Vero era cariñoso.

A pesar de que olía un poco como perro mojado, ella disfrutó del contacto,

por lo que se deslizó lo suficientemente cerca como para sentir su cálido aliento

en la mejilla. Se acurrucaron de esa manera por el resto de la noche, unidos por

su amor a un chico en otra galaxia.

Traducido por Mais//Corregido por Karlyisa08

Cara se despertó a la mañana siguiente con un ave muerta en su cama y

un par de serpientes aún no muertas en sus botas. Por suerte, sus gritos de

terror trajeron de vuelta a Vero en su habitación para terminar su desayuno.

En minutos, los reptiles yacían en el suelo, sin sus cabezas.

No era la mejor manera de empezar el día. Especialmente para las

serpientes.

Para los reptiles, de hecho eran bonitos… con pieles brillantes y docenas

de antenas extendiéndose a lo largo de sus espinas dorsales. El ave también era

encantadora, sin plumas con piel opalescente de color crema que atrapaba el

débil brillo de la ventana. Aun así, Cara prefería no despertar al lado de la pesa

de Vero, sin importar qué tan brillante sea.

Elle se rió desde la litera de arriba.

—Realmente debes de gustarle.

—Las mascotas de la tierra hacen lo mismo —dijo Cara, alejándose de la

carnicería. Hizo una nota mental de decirle al jardinero que se deshaga de los

cuerpos—. Mi amigo Tori solía alimentar a un gato salvaje que vivía en el

bosque por su casa. Dejó lagartos muertos y ratones en su puerta principal por

los siguientes cinco años. —Se puso de cuclillas a la altura de Vero y ordenó—:

No más presentes, ¿de acuerdo?

Por la forma en que hinchó su pecho y farfulló con orgullo, prometía que

aves y serpientes solo eran el principio de la generosidad de Cara. Ella suspiró

y cogió un uniforme limpio. Al menos había dejado de hacerse la pila en su

almohada.

—Voy a practicar con los hiladores antes del desayuno —dijo Cara. Pero

cuando intentó subirse los pantalones, se abrieron y casi se caen de sus

caderas—. Ay, hombre. Necesito otro uniforme.

Esta era la tercera vez que tenía que cambiar de ropa por un tamaño

más pequeño. No es que se estuviera quejando. Por más que Cara despreciaba

la comida L’eihr, tenía que admitir que su perfecta dieta balanceada,

combinada con el riguroso entrenamiento de fuerza de Satanás, la había hecho

más fuerte y delgada de lo que jamás había logrado corriendo en Midtown

High. Solo esperaba que Aelyx no extrañara su enorme culo. Estaba mucho

menos sexualmente atractiva en estos días.

—Tanto para los hiladores. —No había tiempo para llegar a la estación

de suministros en el cuarto piso, cambiarse, practicar, bañarse y regresar antes

del desayuno—. Supongo que te encontraré en la guardería.

—No puedo. —Elle saltó hacia abajo y observó su muñeca,

preventivamente apagando la alarma de la habitación—. Mi consejero médico

me quiere en la clase de anatomía avanzada. Para salir de ello, necesito una

mejor excusa que ser tu coartada constante.

—Oh. —Cara nunca se había dado cuenta de lo mucho que controlaba a

su compañera de cuarto—. No te preocupes por eso. Estaré bien.

—¿Estás segura? —preguntó Elle—. Porque puedo arreglarlo para que te

sientes conmigo.

¿En clase de anatomía avanzada? Cara prefería aprender algo útil entre

los de kínder que estar fuera de zona en un curso de nivel alto.

—Gracias, pero me quedaré con los niños. No es como si necesitara a

alguien que corrobore cada movimiento que haga.

—Probablemente estás en lo correcto. Aelyx tiende a sobre reaccionar

cuando se trata de ti. —Elle pasó un peine a través de su cola de caballo

mientras miraba al aire vacío—. Aunque no puedo culparlo. Yo hubiese hecho

cualquier cosa por Eron.

Cara sostuvo su aliento por miedo a decir lo incorrecto, pero luego

decidió dejar de comportarse como una cobarde y empezar a actuar como una

amiga.

—Lo siento. Debes de extrañarlo.

Elle no respondió al inicio. Pero luego dio un asentimiento ausente.

—Lo hago. Estoy empezando a preocuparme que nunca me detenga.

—Eso es normal. —Cara se colocó una túnica limpia y rodó sus

pantalones en su cintura—. El dolor se desvanecerá con el tiempo, pero siempre

lo recordarás.

Pobre Elle. Como los otros clones, había pasado sus primeros dieciséis

años de su vida bajo la influencia de reguladores de hormonas, así que no tenía

mucha experiencia con el amor o el rompimiento de corazón. Para ella, esto

debía de ser como el final del mundo.

—Se pondrá mejor —le aseguró Cara—. Y un día, te sentirás lista de

intentarlo de nuevo.

—Eso es difícil de imaginar.

—Ya lo verás. —Cara deseaba poder darle un abrazo a Elle, pero los

toques casuales hacían sentir inquietud a los clones. En lugar de eso, le ofreció

una sonrisa cálida—. Pero no hay premura, no coloques mucha presión en ti.

Aflígete por el tiempo que consideres necesario.

Cara se movió lo suficientemente cerca para enviar un gentil empujón al

hombro de su compañera de cuarto.

—Tienes permitido ser humana, ya sabes.

Elle le devolvió la sonrisa.

—Estoy contenta que estés aquí.

Durante momentos raros como este, Cara acordó.

Para la media tarde, ella no se sentía muy optimista.

—¿Qué ocurre con tu cabello? —preguntó el pequeño niño tirando de la

trenza de Cara—. Nunca he visto algo de esa clase antes. Es horrible, como el

fuego.

Cara reclamó su trenza y respondió en L’eihr:

—No hay nada malo con tener cabello rojo. Creo que es lindo.

—¿Por qué tu piel se ve tan pálida? —preguntó—. ¿Estás enferma?

¿Perdiste toda tu sangre?

—No. —Cara colocó su muñeca entre su mano de cobre para mostrarle el

pulso en sus venas—. En mi planeta, la gente tiene un montón de diferentes

colores de piel. Algunos humanos son más oscuros que tú, y algunos incluso

más claros que yo.

—Pero tú tienes puntos —objetó el amigo del niño, apuntando a las

pecas esparcidas a través de la nariz y mejillas de Cara—. Debes estar

enferma.

—¿Por qué tenemos que hablarte en voz alta a ti? —preguntó el primer

niño.

Ella tomó una profunda respiración y contó hasta cinco, mirando

alrededor de la clase por la instructora, quién había dejado a Cara mientras iba

a los servicios higiénicos.

—Porque no puedo usar el Discurso Silencioso.

—Yo sabía eso. —Una niña se jactó desde su asiento en el suelo—. Mi

amigo Alun me contó que los cerebros de los humanos son lentos. Dijo que van

hacia atrás.

—Bueno, yo no diría que somos lentos…

—Él dijo que los humanos son salvajes —agregó la niña, mirando

escépticamente a Cara—. ¿Realmente comes a los niños?

Cara estuvo tentada de decir que sí, que cada peca de su nariz

representaba a un desagradable niño que había devorado, pero tomó el camino

más adulto.

—No, tu amigo inventó eso.

—¿Vas a vivir aquí para siempre? —preguntó la niña.

Antes de pensarlo, Cara espetó:

—No. —Luego rápidamente se corrigió a sí misma—. Quiero decir, sí. En

la colonia.

Pero el acto Freudiano29 traicionó sus dudas. En verdad, no estaba

segura de poder establecerse ahí. No atrapada en una isla, sin ninguna

intención de escape. No con los genios como Jaxen y Aisly en el poder. No con

los clones esparciendo rumores de que ella comía bebés y poseía un cerebro en

retroceso. ¿Por qué Aelyx no consideraba al menos irse a la Tierra? ¿Por qué

ella tenía que hacer el sacrificio?

Tal vez no debería de pensar en eso ahora.

La niña devolvió a Cara a la realidad con un pedido:

—Cuéntanos una historia.

—Por favor —rogaron los otros—. ¡Una historia humana!

—De acuerdo.

Alentada por el entusiasmo de los niños, Cara se sentó de piernas

cruzadas e hizo un gesto a los otros para formar un semi círculo a su alrededor.

Mientras se sentaban, ella decidió contar una fábula simple que podía acortar

para acomodar su limitado vocabulario L’eihr.

29

Un error no intencional relacionado a revelar información sobre sentimientos subconscientes.

—Hansel y Gretel.

—Había una vez —empezó—, dos niños que vivían con su padre en el

bosque.

Usando sus mejores habilidades teatrales, lanzó una fábula que tuvo a

los niños paralizados, pausando solo para explicar los términos no conocidos

como pan de jengibre y bruja loca. Para el momento en que llegó a la escena

donde la bruja había capturado a Hansel y lo había engordado para cocinarlo,

los ojos de los clones estaban grandes con atención, sus pequeños cuerpos

inclinándose hacia adelante para colgarse de cada palabra de Cara.

Cara los llevó a través del final de la historia, terminando con Gretel

liberando a su hermano de su jaula y empujando a la bruja en su muerte

ardiente.

—Y luego —concluyó—, encontraron a su padre y vivieron felices para

siempre.

Pero en lugar de aplaudir como ella esperaba, los niños jadearon con

horror. Luego las preguntas vinieron volando de todas las direcciones.

—¿Todos los padres humanos abandonan a sus hijos?

—¿Por qué destruyeron la casa de la mujer?

—¿Realmente la quemaron? ¡Qué barbárico!

—¡Ves, te lo dije! ¡Los humanos sí que comen a los niños!

Cara intentó acorralar sus imaginaciones, pero el daño estaba hecho. Los

niños retrocedieron, chillando, como si ella fuera a lanzarse sobre ellos y

empezar a morder sus pequeños ocho dedos, al estilo salchichas Vienna.

—Srta. Sweeney… —La instructora estaba en la puerta, mirando el

caos—. ¿Por qué no ofrece su asistencia en la sala de reclusión?

El corazón de Cara se hundió. La sala de reclusión…una caja acolchada

donde los Terribles de Dos Años iban para gritar. Los trabajadores de la

guardería esquivaban esa asignación como una citación judicial. Los tímpanos

de los L’eihr eran más sensibles al asalto de rabietas, mayormente porque la

palabra dicha no era comúnmente usada.

—Sí, señora.

Con la cabeza gacha, Cara caminó por el pasillo hacia su lugar,

esperando lo peor. Por el gemido fuerte que la saludó cuando abrió la puerta de

la sala de reclusión, esperaba encontrar una docena de niños pequeños dentro.

Pero un solo niño era la fuente del grito. Ni dos años de edad, por lo que se veía,

pero hombre, ese niño tenía un par de pulmones en pena.

Cara saludó a la adolescente encargada de supervisar al niño.

—Puedo sentarme con él por un tiempo si te gustaría tomar un de…

—¡Oh, gracias a la Madre!

La chica se tapó su garganta dos veces en señal de gratitud, luego salió

rápidamente de la habitación antes de que Cara tuviera la oportunidad de

preguntar el nombre del niño.

Ella observó al niño, tomando su cabello castaño tenue pegado contra sus

mejillas por las lágrimas, pequeñas manos apretadas en puños, su mentón

temblando manchado con baba. Durante los momentos breves en que dejaba de

llorar, su respiración se atoraba tanto que apenas podía atraparla. Cara no

sabía mucho sobre niños, pero esto no parecía verse como una rabieta. El niño

se veía genuinamente miserable.

Se sentó al lado del niñito y lo atrajo contra su regazo, luego presionó

una mano en su frente para revisar si tenía fiebre.

—No te sientes caliente —dijo ella—. ¿Qué anda mal, amigo?

Él recostó su cabeza contra su pecho y lloró de nuevo, buscando consuelo

al apretarse fuerte contra su túnica. Cara se balanceó de lado a lado mientras

palmeaba la espalda del niño. Durante los siguientes diez minutos, ella tarareó,

se balanceó y arrulló, usando cada técnica para calmar que conocía, pero nada

funcionó.

Él estaba dolido…lo sintió.

Después de asegurarse de que nadie estaba mirando por la ventana,

tomó su rostro entre sus manos y miró entre sus ojos, abriendo su mente para

él.

—¿En dónde duele? —preguntó en voz alta en L’eihr.

Duele, repitió él mentalmente, lo que no ayudó mucho. Usando el

Discurso Silencioso con niños pequeños era un reto porque ellos no podían

formar pensamientos coherentes. En lugar de un diálogo compartían

fragmentos de deseo o emoción en un revoltijo que usualmente no tenía sentido.

Esta vez no hubo excepción.

Cara quería ayudar al niño, pero no sabía cómo. Recostó la punta de sus

dedos contra su barriga y entrelazó su mirada con la de él en desesperación.

¿Duele? Movió su mano a su cabeza. ¿Duele? Después de repetir la pregunta en

sus orejas y garganta, tocó sus piernas. ¿Duele aquí? ¿En dónde está el dolor?

Él entendió…ella lo sintió en su consciencia. Él abrió su boca y apuntó

adentro, luego le dijo, Duele ahí, y proyectó una sensación que reconoció al

instante. Ella había conocido ese dolor a los dieciséis, cuando sus muelas de

juicio habían empujado un rastro dentado hacia la superficie de sus encillas.

Este bebé tenía dientes creciendo…probablemente sus molares de dos años.

Enojo le atravesó, sonrojando sus mejillas y poniéndola toda caliente. El

tema de la dentadura era un tema usual entre los niños pequeños, entonces,

¿por qué las enfermeras no habían revisado esto? ¿Cuánto tiempo dejarían al

niño llorar antes de darse cuenta que estaba con dolor?

Y tenía la astucia de llamarla a ella lenta.

Primero, iba a tratar sus encillas hinchadas con algodón analgésico.

Luego iba a avisarle a algún L’huevón. Sosteniéndose apretadamente contra el

niño, se puso de pie y caminó a través de la habitación. Pero cuando Cara se

hizo a un lado de la puerta y salió al pasillo, se detuvo en seco.

Espera un minuto.

—¿Había usado el Discurso Silencioso con este niño? ¿Con palabras y

todo?

Los labios de Cara se partieron y se expandieron en una sonrisa.

¡Realmente lo había logrado!

Su enojo se evaporó, convirtiéndose en triunfo. Después de cansadas

horas de práctica, finalmente había descubierto la parte de su cerebro que

requería compartir pensamientos completos. Ahora que lo había aislado, la

región se sentía como un músculo que nunca supo que existía. Lo flexionó

mientras miraba a los ojos del niño. Arreglaremos el dolor, le dijo.

¡Era más fácil ahora!

Duele, fue todo lo que él dijo. Él no entendió nada más.

Lo cargó a la estación de primeros auxilios y lo colocó en el asiento del

mostrador, luego buscó en el cubículo un hisopo de plástico. Se lo mostró al niño

y abrió su boca para modelar lo que quería que él haga. Abre grande.

Cuando él obedeció, colocó el medicamento hasta el fondo, colocando

líquido almibarado sobre la parte trasera de sus encillas, donde pequeños

pedazos de hueso blanco habían empezado a salir a través de la carne. Masajeó

la medicación en la carne hinchada y abrió su mente para él. ¿Ya no duele?

Sabe mal, se quejó, pero su dolor se había ido. Dame bebida.

—De acuerdo —habló en voz alta en L’eihr antes de ver a Gram, la

directora de la enfermería, entrando a la habitación con un infante en su

hombro—. Te traeré agua.

El niño tiró de la mejilla de Cara con su palma pegajosa, iniciando

contacto de ojos. No agua. Reed-Leche.

—O leche —dijo para el beneficio de la directora—. ¿Prefieres eso?

Leche, repitió él en silencio.

Usa tus palabras, le dijo a él. Dilo en voz alta.

—¡LECHE!

Gram se rio desde los cambiadores.

—Él sabe lo que quiere.

Cara lo dejó amarrado en su asiento mientras llenaba un vaso con Reed-

leche, que era similar en sabor y consistencia a la soya. En otras palabras,

totalmente horrible. Pero el pequeño la amaba. Lo ayudó a terminar su bebida

y le dijo a Gram que sus cuidadores habían confundido el dolor de muelas con

una rabieta. Gram prometió que hablaría con su instructor.

Cara guió al niño de regreso a la sala de niños y lo dejó con un beso en su

mejilla, el cual, rápidamente se lo limpió con su puño. Esa era la gratitud. Pero

no importaba. Nada podría hacerla sentir mal. Su logro la tenía brillando como

un nuevo atractivo. No podía esperar a contarle mañana a Aelyx…él estaría

tan orgulloso.

Desde que la sala de reclusión estaba vacía y dudaba de que la

instructora de inicial quisiera más de su ayuda, Cara decidió escaparse al curso

intermedio para soplar un poco de vapor. Además, estaba con energía hoy.

Había logrado que Elle se abriera sobre su pena, luego había desbloqueado el

siguiente nivel de Discurso Silencioso. Si las cosas venían de a tres, podría

conquistar a esos astutos hiladores antes de la cena.

Vero la saludó en el vestíbulo y la siguió hacia el curso de obstáculos,

hablando animadamente en su lenguaje de chirridos y aullidos.

Ocasionalmente, se congelaría, sus ojos alzados con alerta máxima, y se

lanzaría hacia los árboles a cazar otro premio, pero las serpientes del día eran

muy rápidas para él. Cara caminó con pasos lentos, disfrutando de la calidez

del sol y el cítrico olor de las hojas ilar en la briza. El único sonido eran las

persecuciones rítmicas de los insectos y los pájaros cantores, ambos extraños y

familiares para sus oídos. Mientras las llamadas de emparejamiento variaban

de un planeta a otro, el amor era universal, y estaba en el aire hoy.

—Es hermoso aquí —le dijo a Vero, aunque este no lo entendía—.

Extraño las hojas verdes, pero los árboles y arbustos están inactivos ahora en

casa, de todos modos.

Ella deseaba tener más tiempo para disfrutar las afueras. Quería

caminar profundamente entre el bosque, donde árboles gruesos bloqueaban el

sol, y ver qué maravillas crecían en las sombras. Quería transportarse sobre la

gran pared de la ciudad y atrapar un vistazo de las bestias ahí, descubrir si la

barrera para proteger animales o si la reversa eran verdad. Parecía criminal

sobrecargar su agenda hasta el punto donde no podía explorar este lujoso lugar.

El curso intermedio estaba inmóvil y silencioso cuando llegó. Incluso los

hiladores estaban ahí sin vida, lo que le dio una oportunidad de inspeccionarlos

más de cerca. Cada rotador había sido construido como un reproductor de

música, un disco redondo alzado ligeramente por encima de su fundación,

sostenido en su lugar por un tornillo central, que se volteaba con el aparato en

lugar de permanecer arreglado.

Se agachó y acarició la superficie de guijarros con su palma. Buena

tracción, una pista de que ella no estaba para patinar de un lado a otro. Se

empujó contra la esquina de afuera, sintiendo que le daba un centímetro debajo

de su peso. El sentido común le dijo que podía usar el rebote a su ventaja, pero

no sabía cómo.

Trotó hacia el panel solar que daba poder a los elementos que se movían

en curso y lo prendió. En respuesta, un suave tarareo se elevó, rompiendo la

tranquilidad. Tiempo de trabajar. Empezó con un lento trote y llegó al primer

hilador, determinada a golpear el obstáculo.

Quince minutos después, la única cosa que había golpeado efectivamente

era su propio trasero.

Acarició su doloroso trasero y murmuró unas cuantas palabras malas

mientras que los discos que rotaban se burlaban de ella con un zumbido estable

que reflejaba una risa demoniaca. ¿Por qué no podía descubrir esto?

—Como si necesitara otra razón para sentirme como una perdedora aquí.

Mirando al hilador más cercano, retrocedió y le dio a la base un golpe

rápido. Se sintió tan bien que pisó muy fuerte el disco con el taco de su bota, no

importándole que el acto probablemente la botaría de lado.

Pero eso no fue lo que sucedió.

El impacto causó que el disco se detenga brevemente…lo suficiente para

ganar agarre y saltar hacia el siguiente hilador, en el que había estado

sentada.

Eso era…el secreto para navegar en los hiladores era aterrizar tan fuerte

como sea posible en cada disco. Cara se rio alto, sorprendiendo a Vero, quién

había empezado a dormirse en un parche de luz de sol.

—¡Eureka! —gritó, juntando sus manos—. Ahora obsérvame ser dueña

de este curso.

Le tocó unos cuantos intentos perfeccionar su técnica, pero por el cuarto

intento, la tenía en la ciencia. Cuando saltó del último hilador a través de la

línea final, alzó sus puños en el aire y gritó victoria con un grito más dulce que

cualquier barra de chocolate. No podía creer la adrenalina atravesando sus

venas. Si vencer el curso intermedio se sentía así de bien, probablemente

tendría que cambiar de pantalones antes de dominar el experto.

Satanás iba a estar tan impresionado. No podía esperar para

mostrárselo.

—¡Sweeeeeeney!

Hablando del diablo, ella se volteó para encontrarlo saludando desde el

patio. Era difícil de decir por su distancia, pero parecía enojado. Sus hombros

ya anchos estaban encorvados hasta su cuello mientras corría para encontrarla,

un trío de líneas arrugando su frente típicamente suave.

¿Había hecho algo malo? Tal vez una vez que el equipo se había apagado

por el día, se supone que los estudiantes no podían prenderlo de nuevo. L’eihrs

eran bastante tacaños con la energía.

—Lo siento —dijo mientras él se acercaba—. Estaba practicando. Pero

espera a que veas…

—¿Por qué ignoras las citaciones? —preguntó él, sus ojos salvajes. Nunca

lo había visto tan enojado—. Se ve mucho peor cuando rechazas respuesta.

—¿Qué citas? —Cara revisó el bolsillo de su túnica para asegurarse que

no había perdido su com-esfera. Estaba ahí, pero no había recibido ningún

mensaje—. ¿Me llamaste?

—No. —Él retrocedió hacia el Aegis, haciéndole un gesto para que ella le

siga—. El director y el guardia. Ven ahora.

Una sensación enferma de hundimiento se situó en la punta del

estómago de Cara. Si el director y el guardia la habían citado, eso significaba

malas noticias. Su mente se fue hacia Troy. No había escuchado de él desde que

se había ido a la Tierra. ¿Qué pasaba si su barco se había estrellado contra un

meteorito pillo? Eso sucedió una vez, hace años atrás, cuando un propulsor de

transporte había fallado. Sudor frío se juntó a lo largo de la parte trasera del

cuello de Cara, mientras caminaba más allá de su instructor de aptitud, a

través del patio, y por las escaleras principales del dormitorio principal.

Se detuvo en las puertas solo lo suficiente para extender su muñeca en el

escáner de seguridad. Las puertas se abrieron y trotó hacia el vestíbulo,

deteniéndose a tiempo para evitar una colisión contra Odom y Skall, los de

último año que habían peleado con su hermano.

Se movieron a un lado para dejarla pasar, revelando una pequeña

multitud que se había juntado en el vestíbulo. El guardia gritó que todos

vuelvan a sus clases. Cuando la mirada del hombre se situó en Cara, sus ojos se

entrecerraron, su boca apretada de una manera que advertía que estaba en

problemas. Un inesperado alivio la bañó. Mientras Troy estuviera a salvo, nada

más importaba.

Al menos eso es lo que pensó hasta que vio la sangre.

Una suave mancha de color borgoña contrastaba contra el suelo,

señalando un rastro macabro que iba desde el pasillo más lejano hacia el

vestíbulo.

¿Qué había sucedido aquí?

—Inténtalo —dijo Skall en L’eihr mientras pasaba de ella—. Estaré listo

para ti.

¿Intentar qué? Antes de que pueda llevar la pregunta a sus labios, él se

fue con sus amigos. Los clones le robaron miradas sobre sus hombros. El miedo

oscureció sus miradas, a pesar del hecho de que cada chico la sobre pasaba en

peso por cincuenta libras de músculo sólido. Le tenían miedo, aunque ella no

podía imaginar por qué.

—Sweeeeeney. —Satanás la había alcanzado—. Por favor di que no

hiciste esto.

Cara recordó la tableta robada debajo de su almohada y la falsa

acusación en el comedor. Tenía el presentimiento de que Dahla la había

marcado por algo mucho más serio que manipular con su comida esta vez.

—¿Hacer qué? —preguntó ella, mirando la sangre—. No sé qué sucedió

aquí.

En lugar de decírselo, el guardia demandó saber en dónde había estado

hace treinta minutos. Cara le dijo la verdad…que había pasado la mayor parte

del día en la guardería antes de practicar afuera. Luego le preguntó si había

visto a Dahla hoy.

—La veo todos los días —dijo Cara—. En el baño y en nuestras clases.

Satanás interrumpió la interrogación y la tomó gentilmente por los

hombros.

—¿Tienes muchas peleas con esta chica, verdad?

—¿Es eso lo que ella te ha dicho? —Cara tragó un nudo. Se recordó a sí

misma que los L’eihrs no podían mentir a través del Discurso Silencioso, así

que no había forma de que Dahla pudiera hacerle daño y culparla a ella—.

Porque creo que ella ha estado tratando de meterme en problemas. Lo que sea

que haya dicho…

—Ella no nos dijo nada —dijo Satanás—. La chica está apenas viva,

obteniendo nueva sangre de la clínica.

Cara dejó de respirar.

—Ahí estás. —Aisly caminó en la puerta principal con Jaxen y el director

en sus talones—. Hemos estado buscándote. ¿Por qué no contestaste tu esfera?

Aún mareada, Cara tartamudeó unas cuantas veces antes de obtener las

palabras.

—Nunca sonó. O vibró o lo que sea. —Apuntó al trazo de sangre e

intentó que su voz no se rompa—. Yo no hice eso.

—Claro que no —dijo Jaxen. Pero soltó su mirada al suelo y juntó sus

cejas—. Ahora que estás aquí, puedes ayudarnos a entender.

—¿Entender qué?

—Durante el cambio de la última clase —dijo Aisly—, dos clones

encontraron a Dahla brutalmente golpeada, junto con un mensaje escrito en

sangre. —Su mirada se movió hacia la de Jaxen—. Decía, Vendré por ti

después. Pero estaba escrita en inglés.

—Eso no prueba nada —argumentó Cara—. Un montón de gente aquí

habla inglés.

Jaxen dudó dos veces antes de decirle:

—Los chicos aclaman que tenían una enemistad con tu hermano…y que

tú y Dahla habían tenido varias altercaciones.

Cara cerró sus ojos e intentó pensar. Alguien estaba intentando

marcarla, pero no podía ser Dahla. Tal vez Odom y Skall eran los culpables.

Ambos chicos tuvieron acceso al desayuno de Dahla ese día en el comedor.

—Apuesto a que uno de ellos la atacó y escribió ese mensaje.

—Pero el guardia buscó en tu habitación —dijo Aisly—, y encontró un

cuchillo de cocina con sangre.

—Junto con varios animales decapitados y una flor h’urr —agregó Jaxen

suavemente.

—No —Cara susurró. Ni siquiera sabía cómo se veía una flor h’urr,

menos cómo extraer neurotoxina de ahí—. Juro que yo no lo hice.

Jaxen tomó un paso tentativo hacia ella, sosteniendo ambas manos hacia

adelante como un guardia.

—Has estado bajo mucha presión, Cah-ra. Estás sola y preocupada por

tu gente. Si te sientes sin ayuda o deprimida, tal vez requieres…ayuda.

Podemos darte eso.

¿Así que ahora pensaban que estaba criminalmente loca?

—No necesito ayuda —chilló—. Alguien plantó el cuchillo y la flor y Vero

colocó a los animales muertos en mi habitación como presente.

Aparentemente, eso fue algo errado por decir si ella quería evitar sonar

loca.

El grupo intercambió miradas preocupadas y empezó a usar el Discurso

Silencioso para cortarla de la conversación. Una presión se formó alrededor de

los pulmones de Cara. Podía usar el Discurso Silencioso para limpiar su

nombre, pero sus instintos le rogaron que no deje que Jaxen ni Aisly descubran

que ella podía comunicarse con su mente.

¿Pero qué opción tenía? Los hermanos estaban en control aquí. Una

palabra de cualquiera de ellos condenaría su inocencia más allá del reproche.

Como miembros de El Camino, su decreto era ley.

Espera.

Había diez miembros del Camino, e incluso Jaxen y Aisly respondían a

un poder alto. Cara tenía una opción más para salvarse. Significaba colocar su

confianza en un Anciano que apenas conocía, pero gratamente tomaría el

riesgo. Cara lamió sus labios y se paró recta, fingiendo una confianza que no

poseía.

—Tengo a un Sh’ovah —declaró—. Soy una ciudadana y tengo derechos.

Aisly inclinó su cabeza en confusión.

—Por supuesto que sí.

—Entonces pido una audiencia privada con Alona —dijo Cara—. Y solo

ella. Quiero ir a la capital.

Traducido por Candy27//Corregido por Mais

Aelyx no podía dejar de pensar sobre la sonda, y más concretamente, en

quién la había enviado. Cuando los Viajeros habían descubierto la Tierra,

habían descendido en un transbordador oculto para explorar los paisajes y los

centros urbanos. Después de determinar un razonable bajo riesgo de seguridad,

un grupo de doce se había mezclado con la población humana, alterando su

color de ojos con gotas medicadas y vistiendo ropa de calle para observar la

cultura humana. Luego, habían informado sus descubrimientos a El Camino y

habían recibido la autorización para hacer contacto oficial.

Pero eso no estaba pasando en L’eihr.

El hecho de que una raza avanzada hubiera aterrizado una flota de

exploración significaría una de dos: o la sociedad carecía de la capacidad de

viajar interplanetariamente, —lo que Aelyx dudaba basado en la extensa base

de datos de idiomas de la sonda— o los emisores no deseaban establecer

contacto personal. Si lo último era cierto, tenía que considerar la posibilidad de

una invasión.

¿El Camino había mantenido las sondas en secreto por miedo a alarmar

a los ciudadanos? ¿Estaban los L’eihr preparándose secretamente para la

guerra? No, ese no podría ser el caso. El Aegis entrenaría a los clones para

combate si una fuerza externa planteara una amenaza, y por lo que Cara le

había dicho, la rutina no había cambiado.

Maldita sea, ¿Qué estaba pasando?

Quería preguntarle a Stepha, pero entonces Aelyx tendría que explicar

cómo sabia de la existencia de la sonda. Y Syrine no estaba ayudando. Su

mente estaba tan nublada de infatuación que Aelyx se negaba a entablar

Discurso Silencioso con ella hasta que recuperase el control de su libido.

Deseaba que ella simplemente fuera a la cama con David y acabara con ello. La

tensión dentro del ático del hotel era lo suficiente densa como para untarla en

una tostada.

Aelyx se inclinó hacia atrás en su silla de cuero y observó a Syrine, quien

a su vez se comía con los ojos a David desde su sitio en el sofá. Su

guardaespaldas había tomado el consejo de Aelyx de darle a Syrine espacio, y

había funcionado demasiado bien. Ella quería a David tanto que había

empezado a soñar despierta tórridas fantasías acerca de él… lo que era una

cosa perturbadora para entrever a través del Discurso Silencioso.

En el interés de averiguar qué estaba pasando, necesitaba aclarar la

mente de Syrine para que pudieran trabajar juntos. Lo que significaba dar a su

“relación” un pequeño empujón.

—David —dijo él. Cuando su amigo levantó la vista de su revista, Aelyx

sugirió—: Deberías enseñar a Syrine ese truco de cartas que le hiciste a los

guardias la noche anterior.

David hizo un espectáculo considerando la petición, luego lo desechó con

la mano.

—Ella no quiere ver eso.

—Si quiero —dijo ella precipitadamente. Aelyx prácticamente la podía

escuchar reprenderse mentalmente por haber respondido tan rápido. Fingió un

encogimiento de hombros indiferente—. Quiero decir, hay nada más que hacer

mientras estamos atrapados aquí.

David continuó jugando a ser difícil.

—Nah. Te darás cuenta del truco y me llamarás humano estúpido.

—No, no lo haré.

—Eso es lo que dices cada vez que me pateas el culo al Backgammon.

—Porque te lo mereces —le criticó—. Cometes errores por descuido. A

veces pienso que estás perdiendo contra mí a propósito.

Aelyx rodó los ojos.

—Vamos a hacerlo interesante —dijo—. Syrine, coge una carta, y si

David la acierta correctamente, tú le das algo a cambio. Pero él si no puede

adivinarla…

—¿Una apuesta? —interrumpió ella.

—Exactamente.

Ella se lo pensó por un momento, luego dio un decidido asentimiento y

golpeó la pierna de David con su pie con calcetines.

—¿Qué deberíamos apostar?

A pesar de que David mantuvo una expresión desinteresada, sus ojos

brillaban.

—No lo sé. ¿Qué es lo que quieres?

Aelyx sabía exactamente lo que ella quería.

—Que tal esto —dijo él—. El perdedor tiene que traer al ganador la cena

a la cama esta noche. —Si conseguir que estuvieran solos en una habitación

mientras el embajador estaba fuera no ponía las cosas en marcha, nada podría.

Syrine sonrió como si ya hubiera ganado.

—Perfecto. Tendré el club sándwich de pavo de la cafetería del hotel… en

pan de centeno recién horneado, sin condimentos y sin tomates.

—Eso es lo que crees —dijo David mientras lanzaba su revista a la mesa

de café y sacaba un paquete de cartas de su bolsillo de atrás—. Tendré un

calzone de la cafetería, y después me alimentarás con uvas mientras

holgazaneo en un montón de cojines.

—Tú me alimentarás a mí con rodajas de pera —argumentó Syrine—.

Rociadas con canela y miel.

—¿Miel? —La garganta de David se movió—. Amo la miel,

especialmente… rociada en cosas.

Sagrada Madre. Aelyx se iba a poner enfermo.

—Solo háganlo de una vez.

—Paciencia amigo. —David se tranquilizó y mezcló la baraja—. No

quiero dar a Syrine una razón para acusarme de hacer trampa cuando ella

pierda.

Y ella perdería. Aelyx había visto a David dejar con la boca abierta a sus

compañeros soldados una docena de veces la noche anterior cuando entró en el

salón para sacar el reciclaje. Después de todo, David le había confiado que la

baraja estaba marcada. La había comprado en una tienda especial en Nueva

Jersey. Las cartas estaban decoradas con un intrincado —y hábil código—

diseñado para que solo David pudiera interpretarlo.

Le ofreció a Syrine la oportunidad de cortar la baraja y luego mezcló las

cartas para que ella pudiera elegir una. Cuando hizo su elección, David le dijo

que sujetara la carta delante de su rostro y la estudiara fijamente. La excusa

era que intentaría leer sus pensamientos, pero en realidad, le daba una vista

clara de los símbolos encriptados en la esquina derecha superior.

—¿La has memorizado? —preguntó David.

—Mm-hmm.

Le alcanzó el montón.

—Entonces ponlo de vuelta en la baraja.

Pensando que era lista, Syrine deslizó su carta encima de la pila y le

arrebató la baraja para mezclarla.

—Sé cómo funciona este truco —presumió—. Pones una carta clave

cuando no estoy mirando. Pero ahora no está ordenado. —Con una sonrisa

brillante, le entregó la baraja—. Nunca averiguaras mi carta.

Aelyx retuvo una risa mientras David buscaba en la baraja,

pretendiendo buscar una carta que ya había identificado. David levantó una y

anunció:

—La jota de bastos.

—¡No, era el cinco de corazones! —Syrine brincó en su asiento,

aplaudiendo incontroladamente—. ¡Gané!

Mostrando una sonrisa irónica, David ató una goma alrededor de la

baraja.

—Sip, me has vencido sin hacer trampa. Supongo que tendré que

alimentarte con peras y miel esta noche. —Le dio un vistazo—. Oye, ¿alguna

posibilidad de que tengas hambre ya? La cena no es hasta dentro de un tiempo,

pero vi una pera fresca en el frigorífico. Si quieres, puedes ir a ponerte cómoda

y te la traeré.

Aelyx escondió una sonrisa. Debería estar tomando notas, porque David

era un maldito genio.

Syrine estaba demasiado ocupada regodeándose para darse cuenta de

que había sido jugada como un juego de cartas.

—Bien. Asegúrate de que lo cortas extra fino, y no olvides la canela. —

Prácticamente saltó hacia su habitación y dejó la puerta abierta para que

David la siguiera a su paraíso.

—Y así, mi amigo —dijo David, señalando a Aelyx—. Es como se hace.

No está de más decir que Aelyx pasó el resto de la tarde solo.

A la hora de la cena, se preparó un bol de tallarines chinos y se sentó en

la mesa de comedor con una tableta de datos que había cogido prestada del

embajador. Mientras comía, observó los archivos de información de los Viajeros

acerca de las formas de vida que descubrieron. Había leído la mayoría de estos

archivos los años anteriores, pero a lo mejor había pasado por alto algún detalle

crucial que le ayudara a identificar quien sea que había lanzado las sondas.

Para reducir la lista, eliminó posibilidades por inteligencia, lo cual dejó

once especies sensibles. Eliminó a diez de ellos porque su tecnología no había

avanzado más allá del uso de sistemas de engranaje básicos. La raza que

quedaba se había extinguido hace cincuenta años por una pandemia letal.

Después de una hora buscando, Aelyx no estaba más cerca de resolver el

misterio. Todo lo que quedaba por explorar eran varias teorías académicas

sobre la existencia de viajeros interestelares. Merecía la pena intentarlo. Su

primera búsqueda fue una tesis de Larish, quien creía que unos alienígenas

llamados “Los Aribol” habían secuestrado a una legión de antiguos humanos de

la región del Mar Negro y los habían recolocado en L’eihr, donde los soldados

habían perpetuado la raza entera de Aelyx. Otros académicos argumentaban

que el linaje de la humanidad venía de L’eihr. Pero lo que ninguna de estas

tesis le decía era algún detalle acerca de los Aribol.

¿Existía realmente la sociedad? ¿Y por qué los Aribol mandarían sondas

para investigar L’eihr si ya habían estado ahí hace miles de años, cuando ya

habían presuntamente plantado al escuadrón humano? Aelyx estaba más

confuso que nunca. Se preguntaba si parecería muy sospechoso si contactaba

con Larish por más información.

Todavía estaba debatiendo si mensajear al académico cuando la puerta

de la habitación de Syrine se abrió y ella salió sin rumbo, como si flotara en el

aire, una sonrisa ebria marcando sus mejillas. Se detuvo en la cocina para

llenarse un vaso de agua, luego se sentó en el lado opuesto a Aelyx en la larga

mesa de madera y descansó su barbilla en la mano.

Suspiró con una mirada soñadora.

—Esa fue una pera fantástica.

—¿Oh? —Aelyx rio y miró su reloj—. ¿Entonces porque te tomó tres

horas terminarla?

En vez de sonrojarse o tartamudear como esperaba, Syrine amplió su

sonrisa con una alegría que dijo que nada en el mundo podía provocarla esta

noche. Aelyx notó el brillo en sus ojos. Esto era más que deseo, ella estaba

completamente enamorada.

—Cuando cada bocado es tan divino —dijo—, quieres saborearlo tan

lento como puedas.

Aelyx arrugó la nariz.

—Tomaré tu palabra de ello.

—Probablemente no deberíamos utilizar el Discurso Silencioso por un

tiempo —añadió con una risilla.

—Aprecio la advertencia.

Nunca había visto a Syrine tan feliz. La sonrisa perpetua en su boca hizo

que sus propios labios se curvaran en respuesta. Quería esto para ella —un

bocado de normalidad y comodidad en el despertar de la muerte de Eron— pero

aun así, Aelyx no podía evitar que los tentáculos de la envidia agarraran su

pecho. Hasta hoy, Syrine nunca había besado a un chico, y ahora incluso ella

sabía más acerca del amor físico que él. Algunas veces se preguntaba si nunca

pasaría para él, que Cara y él estaban malditos.

Syrine debió haber leído su corazón.

—Solo un mes hasta que puedas ver a tu Elire. —Su mirada era

simpática, incluso mientras se burlaba—: Si eres bueno conmigo, supongo que

te daré algunos cursos.

Riendo, Aelyx agarró el objeto más cercano que pudo alcanzar —un

pañuelo de tela— y lo lanzó a la cabeza de Syrine.

—¡Puedes guardarte tus cursos!

David entró a zancadas en el comedor, asegurando nuevamente la funda

de la pistola alrededor de su cadera.

—¿Qué es tan divertido?

Cuando se colocó detrás de Syrine y descansó ambas palmas en sus

hombros, ella lo alcanzó y cubrió sus manos con las suyas, ni rastro de

vergüenza mostrando su afecto. Aelyx atribuyó la actitud poco característica a

la corriente de dopamina en su sistema. Una niebla post-sexo.

—Nada —dijo Aelyx—. ¿Le has contado a Syrine el secreto de tu juego de

cartas?

David dejó un beso en lo alto de la cabeza de Syrine.

—Nop. Un mago nunca revela sus secretos. Además, supongo que quiero

algún día alzar las apuestas y apostar con ella.

—Ya conozco tu truco —dijo Syrine—. Y tú me debes un sándwich.

—Es cierto. Nunca fallo una apuesta. —David pasó sus manos sobre la

parte superior de los brazos de Syrine, claramente reacio a dejarla. Dioses, esto

iba a ser largo, un mes incomodo—. Se supone que tengo que quedarme con

ustedes —dijo David—. Llamaré para pedir la comida y haré que uno de los

chicos en la entrada lo recoja.

David echó una mirada a Aelyx antes de decir:

—¿Quieres algo?

Si, quería a Cara, a solas en su colonia, libres de preocupaciones,

alianzas, asesinatos y sondas.

—No. Ya he comido.

David empezó a hablar, pero su teléfono sonó desde su bolsillo, y dió un

paso atrás para responderlo. De inmediato, la sonrisa cayó de su rostro y

reflexivamente tocó su brazo. Mientras los segundos pasaban, se volvía más

claro que la llamada había entregado noticias desagradables, y Aelyx

sospechaba que tenía que ver con su condición médica. Se preguntaba si su

amigo había confesado sus problemas de salud a Syrine. Hizo una nota mental

para hablar con David después.

—Tengo que coger esto —dijo David, cubriendo el auricular—. Vuelvo

enseguida.

Después de un breve beso, David dejó a Syrine para continuar la llamada

desde su habitación. Por la forma en que ella lo miró, con añoranza, mientras

se iba, pensarías que estaban partiendo por una eternidad en vez de por cinco

minutos.

—Lo amas —dijo Aelyx.

Syyrine no lo negó.

—¿Lo invitarás a la colonia? —Hasta ahora, él pensaba que sabía la

respuesta. Pero a lo mejor había subestimado su nivel de atadura por el joven

hombre.

Ella sacudió la cabeza y perdió un centímetro mientras se hundía en la

silla.

—No.

—¿Por qué no? —preguntó Aelyx—. Él no es como otros humanos.

—Sí, lo es —dijo—. Y este sentimiento —Presionó una palma en el

pecho—, no durará para él. Sé cómo los humanos aman. Su pasión arde como

un terrón de azúcar, rápido y caliente. Y cuando el fuego muere, buscan un

nuevo fuego. Cazan chispas en vez de guardar el calor de las viejas ascuas.

Aelyx entendía su preocupación. Una vez había leído un estudio que

declaraba que en promedio, los americanos tenían siete parejas durante su

vida. Pero siempre había excepciones. Los padres de Cara, por ejemplo. Se

casaron jóvenes y nunca se habían separado. Y si sus constantes besos y toques

eran alguna indicación, su llama ardía más como una bombilla centenaria que

como un terrón de azúcar.

—Apenas lo conoces —dijo Aelyx—. ¿Por qué no mantienes la mente

abierta?

—Mantendré la mente clara y disfrutaré del tiempo que nos queda.

Aelyx había compartido una vez la misma opinión —que emparejarse con

un humano nunca duraría— pero ahora no podía imaginar su futuro sin Cara

en él.

—Estoy de vuelta, así que dejen de hablar de mí. —David se reunió con

ellos y tomó asiento al lado de Syrine. Intentó sonreír, pero no alcanzó sus

ojos—. Porque eso es lo que siempre pienso cuando están hablando en L’eihr.

—Nos ha pillado —dijo Aelyx en inglés, deslizando una mirada que seria

y de broma sobre Syrine.

Syrine sonrió a su nuevo novio.

—Entonces supongo que no eres tan tonto como pensaba.

David no rio de su chiste, en vez de eso, eligió tirarla sobre el sofá, donde

se miraron fijamente, de forma conmovedora el uno al otro.

Benditos dioses. Verdaderamente iba a ser un mes incómodo.

El teléfono de David sonó de nuevo. Cuando se sentó contra los cojines y

golpeteó su pantalla para responder la llamada, Syrine descansó contra él,

pasando un brazo sobre su pecho como si fuera la cosa más natural en el

mundo. En respuesta, él descansó su mejilla en lo alto de su cabeza y la apretó

contra sí mismo. Aelyx no era ningún experto en relaciones, pero ellos se veían

como un perfecto par emparejado. Syrine estaría delirando si pensaba que

podía disfrutar de las próximas cuatro semanas y después simplemente cortar

ataduras y volver a casa.

—Detective Sharpe —dijo David al teléfono, seguido por varios uh-hum y

mm-hmm. Terminó la llamada con un abrupto—: Entonces, bien —y golpeó la

pantalla para finalizar.

—Eso fue rápido —dijo Syrine.

—Nuestra comida está aquí, pero el sargento no lo traerá. Algo sobre no

dejar su puesto. A lo mejor uno de los chicos de la puerta bajará y lo recogerá.

—Les preguntaré.

Aelyx abrió la puerta de delante, esperando encontrar dos soldados

armados flanqueando la entrada, pero la única cosa que le dio la bienvenida fue

una taza de Starbucks medio llena en la alfombra del piso. Eso era inusual.

Nunca había visto a los hombres fuera de su puesto. Los buscó con la mirada en

ambas direcciones pero el pasillo parecía vacío.

—Hay nadie aquí —le dijo a David.

—Probablemente un cambio de turno —vino la respuesta—. Solo

esperemos un minuto.

—Revisaré las escaleras —dijo Aelyx—. Siempre hay alguien apostado

allí.

La puesta de delante estaba preparada para cerrarse automáticamente,

así que Aelyx la sujetó abierta antes de salir al pasillo. Mientras caminaba por

el corredor en calcetines, hizo una nota mental para cambiarlos por un par

limpio cuando volviera al ático. Las aceras de Los Ángeles estaban literalmente

contaminadas y aunque la alfombra del pasillo parecía recién aspirada, supo

que los residentes y los invitados la ensuciaban con la porquería en la suela de

sus zapatos. Lo cual era desagradable. Nunca había tenido que preocuparse de

eso en L’eihr.

Todavía estaba quejándose consigo mismo sobre la pobre higiene de la

ciudad cuando empujó abierta la puerta de las escaleras y se vio cara a cara con

un soldado uniformado.

Solo que el hombre no era un guardia.

Aelyx reconoció la cicatriz rosada que cruzaba la frente del hombre, sus

familiares ojos marrones abiertos en sorpresa. Aelyx conocía a este hombre.

Cuando alguien dispara un arma contra tu pecho, grabas ese rostro en tu

memoria.

Los L’eihr eran más rápidos que los humanos, pero no lo suficiente para

esquivar una bala. No había manera de que Aelyx pudiera volver a la

habitación a tiempo, y el soldado estaba demasiado cerca para cerrar la puerta

que daba a las escaleras y llamar por ayuda. Afortunadamente, el hombre

parecía tan poco preparado para el encuentro como Aelyx, algo que tenía la

intención de tomar como ventaja.

Mientras el soldado buscaba a tientas su arma, Aelyx cargó contra él,

haciendo su mejor intento de coger impulso con sus pies en calcetines

derrapando por el suelo de concreto. Cuando el hombre se dio cuenta del plan

de Aelyx de ser golpeado hacia atrás por las escaleras, soltó la culata de su

pistola y se preparó para el impacto.

Sus cuerpos colisionaron con un golpe sordo que le dijo a Aelyx que su

enemigo llevaba un chaleco antibalas… otro detalle que le daba ventaja. El

chaleco de plomo era pesado y voluminoso… perfecto para detener una bala,

pero no era lo mejor para un combate cuerpo a cuerpo. Aelyx cerró su puño y

golpeó el área sensible debajo de la ingle del hombre, sacando un gruñido de

dolor. Empujó con toda su fuerza, pero sus escurridizos calcetines no le

proporcionaban ninguna tracción.

Para no caerse, el hombre agarró la barandilla de metal de la escalera, y

Aelyx hizo lo mismo. Con su nueva ventaja ganada, Aelyx echó hacia atrás su

cabeza y embistió la cara del soldado. No pudo ver lo que golpeó, pero el crujido

de un hueso indicaba que le había roto la nariz al hombre. Eso era un buen

comienzo, pero el soldado no necesitaba su nariz para disparar su arma. Aelyx

tenía que inutilizarlo el tiempo suficiente para volver a la habitación.

Golpeó al soldado en la parte interior de su codo, aflojando el agarre del

hombre sobre la barandilla y enviándolo tropezando un par de escalones abajo.

Aelyx vio una manera de usar su repentina mayor altura en su ventaja.

Agarrando ambas barandillas, alzó sus piernas y golpeó al hombre en el pecho

en ángulo recto, enviándolo de cara hacia abajo por los escalones de concreto.

Sin dudar, Aelyx se dio la vuelta y abrió de un golpe la puerta de la escalera,

luego echó a correr por el pasillo de vuelta a la habitación.

Con su corazón golpeando contra sus costillas, entró de golpe y cerró la

puerta de la habitación. Echó la cerradura y gritó:

—¡Llama a los guardias! —a David en la habitación continua. Cuando

Syrine vino corriendo al recibidor, Aelyx la agarró por la cintura y la arrastró

de vuelta a la sala—. Mantente alejada de la puerta. —Enlazó sus ojos con

David mientras intentaba recuperar el aliento—. El tirador de Navidad… está

en la escalera. Me he defendido de él, pero sigue armado.

David marcó un número y le lanzó su teléfono a Aelyx.

—Cuando mi jefe lo coja, cuéntale lo que me has dicho. —Sacó su

pistola—. Quédate aquí con Aelyx —le dijo a Syrine—. No abras la puerta a

nadie salvo que diga la contraseña.

Syrine se sujetó apretadamente contra el brazo de Aelyx.

—¿Cuál es la contraseña?

—Pera.

Antes de que Aelyx pudiera decir algo, David desapareció por el pasillo.

Sabían la identidad del tirador para medianoche, pero no porque lo

hubieran apresado. El ex-soldado de infantería —Anthony Grimes, si lo

registros militares estaban en lo cierto— había desaparecido otra vez como

humo en el viento. Para el momento que David registró las escaleras, todo lo

que encontró fueron los cuerpos de tres guardias.

Nadie estaba seguro de cómo se las había arreglado Grimes para

infiltrarse en el edificio, pero parecía que había matado al guardia de la

escalera primero, luego hizo una emboscada a los guardias del ático durante su

cambio de turno. Grimes acababa de arrastrar los cuerpos hacia la escalera

cuando Aelyx le había sorprendido. Cinco minutos después, y el hombre podía

haber conseguido entrar en el ático.

Un pensamiento escalofriante.

Aelyx había invocado una imagen mental del rostro del tirador y la

compartió con Syrine. Juntos, hicieron un boceto para que el Coronel Rutter lo

escaneara para el sistema de reconocimiento facial. La búsqueda produjo unas

cuantas docenas de posibles coincidencias, y Aelyx fácilmente había señalado a

Grimes por su dentada cicatriz… la cual resultó del mismo incidente de

conducción ebria por el que el hombre se ganó el despido con deshonor tres años

antes.

Pero lo que Aelyx encontró más interesante fue que Grimes no estaba

afiliado al HALO. Se empezaba a preguntar si Isaac Richards había dicho la

verdad cuando había negado la responsabilidad por los ataques.

Pero si los Patriotas de la Tierra no querían a Aelyx muerto, ¿entonces

quién?

—Odio decir esto. —David se echó hacia delante en su asiento,

descansando ambos antebrazos en sus rodillas—. Pero creo que Grimes tiene

alguien dentro. ¿De qué otra forma podía saber el horario de cambios de turno?

—A lo mejor es una coincidencia que apareciera cuando lo hizo —dijo

Aelyx—. Auténtica suerte.

David sacudió la cabeza.

—No creo en la suerte.

—Bien entonces —argumentó Aelyx—. Llámalo casualidad. De todas

maneras, es la razón por la que estoy vivo. —Porque si hubiera salido del ático

un poco después, Grimes podría haberse encontrado con él en el pasillo con su

arma preparada.

—No lo sé… —David masajeó su mandíbula, sus ojos apuntando al

suelo—. Es sospechoso como ese soldado no quería traernos nuestra comida.

Syrine enredó un brazo alrededor del de David y se colgó de él. Este

último ataque no la había sacudido tan mal como la carta bomba, pero todavía

necesitaba retirarse a su habitación para un hora de K’imsha después de cenar.

—Estoy de acuerdo —dijo ella—. Es como si quisiera que saliéramos.

Aelyx había encontrado eso sospechoso desde el principio.

—¿Cuál es el nombre del hombre?

—Ni idea. Todo lo que pude captar fue Sargento. Él murmuró el resto.

Si hubiera un «espía en las filas», lo que todavía estaba por verse, Aelyx

tenía una idea para sacar a Grimes y finalmente capturarlo.

—Vamos a hacer que el Coronel Rutter dé información falsa a la

unidad… diles que voy a algún lugar fácilmente accesible por Grimes.

—Y hay que tener una trampa preparada para él —terminó Syrine—.

Me gusta.

—A mi también —dijo David—. Hablaré con el Coronel sobre ello por la

mañana. —Revisó su reloj—. Lo que es técnicamente ahora, ya que es pasada

medianoche. Supongo que tendremos que irnos a dormir. —Luego, él y Syrine

se levantaron al unísono de sus asientos.

Aelyx sentía que el dormitorio de alguien estaría libre esta noche.

—Tengan cuidado —advirtió. El embajador había vuelto de su reunión, y

no aprobaría que sus guardias mezclaran trabajo con placer—. No será de

ayuda si eres reasignado.

Syrine se paró de puntillas para echar una mirada hacia la habitación

del embajador, luego bajó su voz hasta que fue un susurro y sacó una pequeña

llave de su bolsillo.

—He cerrado mi habitación desde dentro, solo en caso de que decida

comprobar.

—Y yo me levanto horas antes que él, de todos modos —dijo David—. Si

necesitas algo, mándame un mensaje de texto o golpea dos veces mi puerta.

Mientras el par entraba de la mano a la habitación de David, un familiar

surgimiento de envidia se revolvió dentro del estómago de Aelyx. Hizo su mejor

esfuerzo por controlar la sensación, pero no fue fácil. A lo mejor hablar con

Cara ayudaría. No podía compartir su miedo de que Grimes eventualmente lo

matara, no sin preocuparla. Pero simplemente escuchar su voz podría hacer

más fácil dormir esta noche. Volvió a su habitación esperando pillarla entre

clases.

Pero cuando la llamó, ella no contestó… un final apropiado para este día

terrible. Aelyx se desplomó sobre su cama y lanzó a un lado su com-esfera.

Extrañaba a Cara más que nunca, y la idea de pasar otro mes apartado hizo

que su interior se sienta en carne viva.

Se preguntaba qué estaba haciendo ella ahora mismo. ¿Estaba pensando

en él también?

Traducido por Mais//Corregido por karlyisa08

Cara caminó por el área de espera hacia la sala de audiencia privada de

Alona, deseando más que nada que Aelyx estuviera ahí. Él sabría qué hacer. Él

le haría recordar sobre las once docenas de reglas de comportamiento apropiado

durante una audiencia con un Anciano… cuando sentarte y ponerte de pie, si

debes coger el bastón de mando para una cita uno a uno, cómo hacer preguntas

sensibles como, ¿No vas a ejecutarme por esto, verdad? Aelyx podía

demostrarle el matiz ligero en la presión y tiempo que marcaba la diferencia

entre un saludo y un tanteo cuando se tocaba el lado izquierdo de la garganta.

Y más importante, él la sostendría cerca y besaría el lugar suave detrás de su

oreja y susurraría, No te preocupes, Elire. Puedes hacer esto.

Cara no estaba segura de poder hacerlo.

Solo había estado aquí quince minutos, y ya había manchado el frente de

su túnica con sus sudorosas palmas. La guardia Aegis estaba adentro con

Alona justo ahora, sin duda llenando su cabeza con historias de diversiones

sociópatas de Cara. El Discurso Silencioso podría salvar a Cara, ¿pero qué

pasaba si ella abría su mente y todos sus secretos salían a flote? Ella había

albergado algunos pensamientos traidores contra El Camino, especialmente

sobre Jaxen y Aisly. Cara esperaba que Alona no la castigue por eso, pero no

sabía qué esperar.

La puerta de la sala se abrió con un susurro.

—Entra —dijo el guardia Aegis, haciéndole entrar a Cara dentro de la

pequeña y sombría sala. Él entrecerró sus ojos y tocó el iphal enfundado a su

lado.

Mensaje recibido. Él no confiaba en ella estando sola con el líder

Anciano, que de algún modo dolía. Cara nunca le había hecho daño a nadie.

Bueno, excepto esa vez que golpeó la rodilla de Marcus Johnson con un bate de

béisbol, pero eso no contaba. Él había apuntado su rifle hacia el pecho de Aelyx,

y ella tuvo que desviar su disparo. Además, él había usado ese mismo rifle para

golpear su rostro. Bajo circunstancias normales, Cara ni siquiera colocaría el

anzuelo de un palo de pescar porque le parecía cruel para el gusano.

—Está bien —la voz monótona de Alona llamó desde adentro—. Entra y

sé escuchada.

Cara entró a la sala, estremeciéndose cuando la puerta se cerró detrás de

ella. A diferencia de la amplia sala de audiencia del transporte, este recinto no

acomodaría a todos los diez miembros de El Camino. Solo dos asientos estaban

en el suelo color beige: el sillón de felpa que ocupaba Alona y un simple

taburete a cinco pasos de ella. Una delgada luz proveía la única iluminación,

enviando un haz sobre Alona como si ella fuese una deidad. Lo que era, de

alguna forma. Nadie en L’eihr ejercía más poder que esta canosa mujer.

—Siéntate —instruyó y Cara obedeció. La calidez… por falta de una

mejor palabra… que Cara había detectado en la mirada de Alona en el día de

Sh’ovah había desaparecido, reemplazada por una indiferencia fría. Parecía

que el guardia había sido exitoso en oscurecer el nombre de Cara. Con un gesto

de apresúrate, Alona ordenó—: Di tu queja.

Cara tragó un nudo de miedo.

—Estoy aquí para defenderme a mí misma por falsas acusaciones.

Alguien en el Aegis ha cometido una serie de crímenes y me ha hecho verme

como la culpable.

—La evidencia contra ti es bastante grave —dijo Alona—. ¿Cómo la

refutas?

Esto era. Tiempo de soltar las grandes armas.

Pero Cara nunca había usado el Discurso Silencioso desde tan lejos. No

estaba segura de poder protegerse desde su sitio contra Alona. Alzó su butaca y

se acercó, prácticamente dándole al guardia un golpe en el proceso. Él jadeó en

voz alta y se movió para coger su iphal. Alona también se vio sorprendida,

enderezándose en su asiento.

—Está bien —Cara le aseguró a Alona con las manos alzadas—. Solo

quiero mirar en tus ojos.

Alona recuperó su compostura, pero su voz se oscureció con irritación.

—Mi visión es irreprochable. Puedo verte bastante bien desde aquí.

Cara asintió y enlazó su mirada con los irises de color cromo. Ella aisló la

región en su cerebro que había descubierto esta mañana y le dijo a la Anciana,

Soy Inocente, luego cerró la conexión entre ellas y esperó una reacción.

La respuesta de Alona no decepcionó. Lentamente, sus ojos se ampliaron

en perfecta conjunción con su boca. Si la luz fuese mejor, Cara hubiese podido

elaborar un examen dental. Alona lanzó una mirada hacia el guardia y ordenó:

—Déjanos.

El hombre soltó una respiración y dudó un poco, pero no argumentó. En

minutos, ya se había ido, y Cara re-abrió su mente hacia la cabeza de la

Anciana.

¿Cómo hiciste eso? Preguntó Alona, sus sentimientos de sorpresa y

asombro sangrando en la mente de Cara.

Aelyx me enseñó lo que él podía hacer, dijo Cara. Y Elyx’a me ha estado

ayudando a practicar. Nadie más lo sabe, y me gustaría que quede así. Ella

intentó lo mejor que pudo en enfocarse solo en palabras, pero una imagen de

Jaxen y Aisly se materializó en su cabeza, junto con el miedo de que ellos

trataran otros métodos de lavado de cerebro si supieran que su control de

recuerdos no había funcionado en ella.

Alona se quedó en silencio antes de aclamar:

—El control de mentes es imposible, Cah-ra.

No se les escapó a Cara notar que Alona había hablado en voz alta en

lugar de usar el Discurso Silencioso. Aparentemente, ambas tenían secretos

que mantener.

—Pero —Alona continuó—, estoy intrigada que tu cerebro humano

pueda procesar el diálogo mental. Esto presta crédito a la teoría que debemos

de compartir un linaje común.

Los ancestros era la última cosa en la mente de Cara.

—Solo estoy contenta de haber sido capaz de convencerte de ser inocente.

Hace unas cuantas semanas atrás, alguien robó una tableta de un instructor y

la escondió en mi habitación, y luego envenenaron el desayuno de Dahla. Pensé

que ella lo estaba haciendo, pero me equivoqué. Quien sea que es, me quiere

expulsada.

O ejecutada.

Se le ocurrió a Cara que el criminal simplemente podía haberla matado,

lo que sería más fácil que enmarcarla por un pecado capital. Tal vez su muerte

no era la única meta.

—Permíteme disculparme en representación del partido de culpabilidad.

—La ligera inflexión en el tono de Alona podría no haber parecido significativo

para el promedio de los humanos, pero le dijo a Cara que la Anciana estaba

mayormente enojada—. Erradicar al culpable será simple. Ordenaré a los

guardias que elaboren una entrevista mental con cada clon en tu Aegis hasta

que el individuo sea encontrado. —Con un asentimiento, agregó—: Y luego,

neutralizado.

A Cara no le gustaba cómo sonaba eso.

—¿Quieres decir matarlo?

—Por supuesto. Es nuestra forma de actuar.

Cara dobló sus manos e intentó que no le temblara la voz.

—¿Puedo pedir otra forma de castigo? No creo poder soportar si alguien

muere por mi culpa.

—El individuo en cuestión fallecerá por sus elecciones pobres, no por ti.

Cara amplió sus ojos y abrió su consciencia, permitiéndole a la Anciana

sentir la amenaza que gateaba por su piel como algo helado. La ejecución

también me castigará a mí. Junto con cualquiera que se preocupe por el

criminal. Dahla y yo merecemos justicia, pero debe haber otro camino.

Ustedes los humanos y sus nociones sentimentales de rehabilitación.

Alona suspiró. Sin embargo, supongo que esto es lo que queríamos…infundir

nuestros descendientes con un respiro de humanidad. Cerró su mente y

reflexionó por un momento.

—Aunque lo pensaré.

Al menos no era un no.

—Mientras tanto —Alona habló monótonamente—, estoy ordenando un

cambio en tu agenda. Tus talentos, por más que son apreciados, son

malgastados en la guardería. Cada día después de tus calistenias de la

mañana, quiero que te reportes aquí y te unas al panel de desarrollo de la

colonia. Como nuestro residente humano, creo que tu input será útil en crear

una constitución.

Cara soltó un respiro de esperanza.

—¿Quieres que ayude a formar un gobierno?

Su profesora de estudios del mundo de su escuela estaría muy orgullosa.

—Sí. —Alona la estudió—. Presiento duda en ti…una ruptura en tu

decisión de unirte a la colonia.

Calor llenó las mejillas de Cara mientras se preguntaba qué más había

dejado deslizarse durante el Discurso Silencioso. Por suerte, nada muy

embarazoso.

—La opción es tuya, pero es mi esperanza que te quedes. —Aunque era

difícil decir con la generación antigua, Alona sonaba sincera—. No puedo

prometerte un cuerpo de gobierno parecido a tu América, pero te doy mi

palabra que tus preocupaciones serán escuchadas y anotadas.

—Gracias —dijo Cara, y lo dijo en serio. La democracia no existía aquí, y

para El Camino, quién lideraba con mano autoritaria por cientos de años, este

era un gran paso—. Estoy honorada por esta oportunidad.

—Tu notificación de la mañana te dirá en donde reportarte. —Con un

saludo de dos dedos, Alona la despidió—. Por favor, dile al guardia que entre

cuando salgas.

Cara devolvió el gesto e hizo lo que le dijeron. Insegura de si debía

devolver a Aegis, revisó su muñeca por la estación cerca de las puertas del

frente.

—Cah-ra Sweeney —la voz computarizada dijo—. No tienes ninguna

notificación.

Entonces, trabajo como siempre. Pero después de la escena sangrienta en

el vestíbulo de Aegis, probablemente era mejor mantenerse en perfil bajo hasta

que el guardia anunciara su inocencia y empezara una investigación. Regresó

al Aegis y se escondió en su habitación solo lo suficiente para recuperar su com-

esfera, luego trotó hacia el bosque para llamar a Aelyx.

Normalmente no lo molestaría a las tres de la mañana, pero no podía

esperar a contarle lo que había sucedido. Hablaron por casi una hora sobre todo

desde su progreso en Discurso Silencioso hasta su llamada cercana en el Aegis.

Cuando se despidieron, ella se sintió más ligera por cinco libras.

Esa noche, llena de energía de optimismo fresco, subió una nueva

entrada en su blog.

Martes, 04 de febrero.

La Invasora Solitaria

Bueno, es oficial. Ahora que mi hermano se ha ido, soy la única humana en esta galaxia.

Pero no lloren por mí, terrícolas. Es como estar empoderada para hacer las cosas por mi cuenta.

Soy como una mujer como Lewis y Clark, evaluando el alcance de este terreno lejano y reportando de

vuelta a ti en tu gloria digital. Si estás considerando unirte a la colonia, piensa en mí como tu pionero

personal. ¡De hecho, acabo de ser apuntada en el panel de desarrollo de la colonia! ¿Qué significa eso? Que

voy a hacer trabajo importante aquí…representando sus intereses y avocando por el mejor estilo de vida

posible.

Quiero que sepan qué esperar, así que aquí va lo que he aprendido hasta ahora:

La colonia está situada en una exuberante isla balsámica, con suelo fértil para crecer

semillas. Está bastante aislada, pero no se preocupen… estoy negociando para acceder al

continente principal mediante un transbordador.

¿No estás seguro de qué hacer con tu vida? Los L’eihrs te darán un examen de aptitud, luego

de suministrarán tu trabajo ideal. Yo sigo trabajando más en elección personal, pero si hay

nada más, quiero que sepan que su ocupación probablemente sea la adecuada para ti.

Si no puedes soportar mucho tiempo libre, disfrutarás la forma más altamente estructurada

de vida aquí. Todos en la colonia contribuirán a su éxito, lo que significa que serás parte de

algo más grande que tú mismo. El trabajo duro tiene sus recompensas.

Quédate por aquí para más cositas sobre la vida de la colonia. Coleccionaré cuanta data sea

posible antes de volver a casa a visitar. ¡Solo cincuenta y tantos días más que faltan!

Publicado por Cara Sweeney

En los días que siguieron, una flota de guardias empezó a interrogar a

cada persona viva sobre la edad de diez años dentro del Aegis. Pero a mitad de

la campaña, Dahla se despertó de su coma y apuntó con un dedo al Profesor

Helm, quién rápidamente confesó el ataque. Desde entonces, él ha estado

detenido en los cuarteles de la guardia, desde que los prisioneros no existían en

L’eihr y El Camino no había decidido qué hacer con él.

Todo el Aegis estaba perplejo por la noticia…incluida Cara.

Ella sabía que Helm no era su mayor fan, y aun así no podía imaginarse

al profesor apacible empuñando una daga como un matón común de la calle.

Entonces también estaba el tema del veneno de Dahla. Helm no había estado

en ningún lugar cerca del comedor la mañana en que ella colapsó. Tal vez él se

había roto…o tal vez alguien había usado el control de mentes para orquestar

la confesión.

Si ese fuese el caso, solo quedaban dos sospechosos… los únicos

estudiantes capaces de manipular una duda mentalmente. Jaxen y Aisly. Pero

por la vida de ella, Cara no podía descubrir un motivo. Ninguno de ellos tenía

una razón para quererla expulsada o muerta, y gracias a sus posiciones en El

Camino, acusarlos de crimen significaría traición.

Así que con sus manos figurativamente atadas, los evitó como uno evita

la cera bikini, y se enfocó en las tareas como Jefa de Consultoría Humana… su

título oficial, no es que estuviera fanfarroneando o algo así.

Cara estaba a mitad de ser una política decente, si es que se lo decía

para sí misma. Hasta el momento, había convencido al panel de asignar a la

colonia seis transbordadores en caso de emergencia y establecer un día

completo de descanso a la semana. No era perfecto, pero un salto en la

dirección correcta. Cuando había mencionado el método democrático, los

Ancianos prácticamente habían exclamado, pero ella los mantendría calmados.

Solo necesitaba más tiempo.

Sin embargo, Cara estaba en una misión diferente hoy —una que Aelyx

le había asignado— lo que explicaba el motivo por el que ella estaba fuera de

las puertas principales del edificio referente de la capital, repetidamente

observando su muñeca para ganar entrada. No importaba cuántas veces

empujara su nano-chip debajo del haz gris, las puertas se rehusaban a abrirse.

Probablemente porque el sistema sabía que ella no pertenecía ahí.

Sus intentos fallidos de entrar debieron de haber prendido una alarma

interna porque un guardia se acercó desde el pasillo frontal. Sin ofrecerle un

saludo, le hizo un gesto para que muestre su muñeca mientras sacaba un

escáner de su bolsillo.

—Mahra —dijo Cara, ofreciendo su mano, la palma arriba.

Él asintió con un hola y pasó su dispositivo sobre su piel. Una pequeña

voz del parlante le informó:

—Cah-ra Sweeney. Residente del primer Aegis., l’ihan de Aelyx del

primer Aegis. Jefa de Consultoría Humana. No hay alertas.

Cara se animó ante la mención de su título.

—Estoy aquí para ver a Larish —le dijo al guardia en L’eihr—. Él es un

escolar en este edificio, pero parece que no puedo ingresar. ¿Puedes ayudarme?

Él no pareció entusiasta sobre el prospecto de dejarla entrar, pero le

abrió las puertas y la llevó hacia una oficina en el segundo piso.

La habitación se veía más como un salón de lectura que un lugar de

trabajo formal, con varias sillas acolchonadas alrededor de una tabla de datos,

su superficie presentando múltiples ventanas de texto e imágenes. Un hombre

de mediana edad —Larish, presumió— se inclinó sobre la pantalla, tocándola

para agrandar una fotografía de un planeta rojo.

—Larish —dijo el guardia, extendiendo dos dedos en forma de saludo—.

Cah-ra Sweeney pide una asamblea contigo. ¿Aceptas?

¿Asamblea? Eso sonaba sucio, como una línea de una novela romántica

Victoriana. Cara alzó su tabla de datos hacia Larish, quién la miró fijamente

con obvia sorpresa. Ella sonrió brillante y se balanceó en sus talones con su

mejor impresión de chica fan.

—Absolutamente amo su tesis sobre la conexión primate —dijo en

L’eihr—. Si no es mucho problema, me gustaría hacerte unas cuantas

preguntas.

Ser humano, su interés en el tópico de linaje compartido no debería de

levantar ninguna bandera roja.

Como muchos de su generación, los ojos de Larish traicionaron poca

emoción, pero su postura se alzó en tándem con las esquinas de su boca. Le dijo

a Cara que ella había golpeado los ojos del toro. Los académicos amaban nada

más que discutir sus teorías… especialmente con quienes acordaban con ellos.

—Por favor —él dijo con inglés meticuloso, indicando hacia las sillas

opuestas a él—. Sé mi invitada.

Cara le agradeció al guardia por su asistencia y tomó asiento.

—No puedo creer que esté al frente del Larish. Tu trabajo es brillante.

Él le movió la mano, restándole importancia a lo que había dicho, su

sonrisa ampliándose.

—Yo no diría eso.

—Gracias por dedicarme tiempo.

—Cualquier cosa para asistir tu ansiosa mente joven. —Larish se recostó

y cruzó sus piernas por los tobillos—. ¿Cómo puedo ayudarte?

Cara no quería alarmarlo al llenarlo con preguntas sobre el Aribol, así

que empezó de a pocos.

—¿Cuándo te diste cuenta que la antigua leyenda estaba equivocada…

que tus ancestros de hecho fueron humanos?

—Apenas hicimos contacto y accedimos a tus bases de datos electrónicas

—dijo Larish—. Los humanos tienen fósiles desenterrados de Homo Erectus

que datan de hace más de millones de años atrás. En L’eihr, no hemos

encontrado restos que precedan los ancestros. Algunos de nuestros

antropólogos argumentan que el clima templado y masa predominante de agua

de los L’eihr sean culpa….

—Porque los restos decaen más rápido en temperaturas calientes —

interrumpió ella—. Además, ¿las tormentas no eran gran problema antes de

que controlaran el clima?

—Sí —dijo, sonando impresionado—. Lo que hubiese destruido incluso

más evidencia…pero sin duda no toda.

—Totalmente. —Había estado a bordo desde el inicio. Ahora a obtener la

buena data—. También estoy curiosa sobre el Aribol… ya sabes, los

extraterrestres que secuestraron a todos esos soldados ancestrales y los

trajeron aquí.

—Un nombre que les asigné a ellos en base de rumores, tú entiendes…

—Por supuesto.

—¿Qué quisieras saber? —preguntó él.

Ella se inclinó hacia adelante y capturó su labio inferior entre sus

dientes por un momento.

—No puedo dejar de pensar en ellos. Quiero decir, si tuvieron la

tecnología para secuestrar toda una legión de guerreros miles de años atrás,

¿qué los detiene de hacerlo de nuevo… aquí o en mi planeta?

Larish alzó un hombro.

—Nada, supongo. Pero no lo han hecho, lo que es historia.

—¿Qué quieres decir?

Él se movió en su asiento, deteniéndose por un momento mientras

cruzaba ambas manos en su regazo.

—No tengo ninguna evidencia para apoyar esto, pero creo que los Aribol

son manipuladores. Científicos de comportamiento en una escala

intergaláctica. Les gusta sembrar especies a través de múltiples galaxias para

ver cómo cada uno se desarrolla únicamente en un nuevo entorno. No creo que

nos deseen hacer daño. Pero antes de convencerte, necesito explicarte algo

sobre nuestros ancestros.

Ella asintió hacia él para que continúe.

—Decir que fueron meramente brutales sería una subestimación

flagrante —le dijo a ella—. He estudiado la historia humana y los ancestros

que lideraron nuestros mares rivalizaron la mayoría de sociedades salvajes.

Los hombres y mujeres peleaban juntos mientras los heridos y ancianos

permanecían con los pequeños. Incluso los jovencitos fueron entrenados en

combate. He leído historias de chicos y chicas tan jóvenes como diez años en

batalla.

—Caray.

—Sin duda —dijo él—. Incluso los líderes ocupaban las líneas frontales.

De hecho, una de nuestras infames reinas murió en una batalla sangrienta,

junto con su esposo. Se rumorea que ella estaba con su hijo en el momento de

su muerte, y varios años atrás, los científicos lo confirmaron.

—Oh, escuché sobre eso. Su tumba estaba en la colonia, ¿verdad?

—Muy bien. —Le dio una inclinación de aprobación con su cabeza como

un profesor orgulloso—. Los restos fueron traídos a nuestros laboratorios de

genética cuando yo era un jovencito, pero mi camino no siguió un camino

científico, no fui capaz de estudiar la data. De cualquier modo, la reina estaba

en su segundo trimestre cuando murió.

—No tenía idea de que los ancestros eran tan brutales.

—Y tolera la razón que sus ancestros fueron justo tan salvajes cuando

fueron secuestrados de la Tierra. Imagínate lo que los Aribol enfrentaron

cuando tele transportaron a estos guerreros en su oficio. —Inhaló una risa

seca—. Debe haber sido completamente cosa de locos.

Cara imaginó la escena: sucios y guerreros sangrientos llevando armas

primitivas contra sus secuestradores, luchando a la muerte para recuperar su

libertad.

—El hecho que esos ancestros sobrevivieron —dijo Larish—, implica que

los Aribol no son una raza violenta. De lo contrario, simplemente hubiesen

terminado con la legión en lugar de reubicarlos.

Cara supuso que Larish tenía un punto, pero solo porque los Aribol

fueron originalmente amantes y no luchadores no significaba que fueran

pasivos ahora. Mira cuánto los L’eihr habían cambiado durante en ese tiempo.

—¿Qué sucede si se ponen curiosos y deciden revisar a los L’eihr? —

preguntó ella—. ¿Cómo crees que saldrían con eso?

Larish soltó su versión de risa cordial, más como una risa disimulada

para los estándares humanos.

—Muy cuidadosamente, me imagino.

Cara no quería usar el término sonda, así que escogió sus siguientes

palabras cuidadosamente.

—¿Crees que puedan enviar un dispositivo robótico para juntar

información sobre nosotros?

—¿Cómo una sonda? —preguntó él.

Tanto por evitar las banderas rojas.

—Sí, supongo. —Se encogió casualmente—. Si quieres llamarlo así.

—Cualquier cosa es posible. Sin duda tienen la tecnología para

manejarlo. —Inclinó su cabeza hacia un lado y la consideró de una forma que le

advirtió que estaba sospechando—. ¿Estás preocupada por tu seguridad o de tu

especie?

—Uh… —Pensó rápido—. Sí, un poco. Hasta hace un par de años atrás,

no sabía que la vida existía más allá de la Tierra, y da miedo pensar que una

raza avanzada pueda entrar y secuestrarme.

Larish le ofreció una sonrisa de consuelo.

—No necesitas preocuparte. La extrañeza de repetir el secuestro es muy

pequeña. Los Aribol han permanecido en estado latente por mil años, así que

dudo que impliquen cualquier amenaza para nosotros.

Eso era porque él no sabía sobre las sondas. Alguien —ya sea los Aribol

u otra raza avanzada— había tomado un interés agudo en este mundo, y hasta

que los L’eihrs descubran lo contrario, era una buena idea asumir lo peor y

esperar lo mejor.

—¿Alguien sabe cómo se ven los Aribol? —preguntó ella, apuntando a la

tabla de datos—. ¿Hay algún dibujo o fotografías de ellos?

—Solo como cientos. —Él tocó la pantalla y habló con unos comandos

crípticos, trayendo a la vista docenas de dibujos animados que representaban

cualquier cosa desde monstruos peludos hasta calamares verdes con

tentáculos—. Los únicos reportes que tenemos de los Aribol son verbales en

naturaleza… historias entregadas de una generación a la otra. Como puedes

imaginar, cada reporte varía ampliamente.

—Como teléfono malogrado —dijo Cara.

—¿Perdón?

—No importa. —Aleteó una mano—. Es una cosa humana.

—De cualquier modo —continuó Larish—. Creo que tienen la habilidad

física de proteger una variedad de apariencias físicas, hacernos ver lo que

quieren que veamos. Además, si los L’eihrs pueden cambiar nuestros rasgos,

tiene sentido que…

—Espera —interrumpió Cara—. ¿Ustedes pueden cambiar su

apariencia?

—Bueno… —Larish agachó su cabeza—. Tal vez exageré. Podemos

iluminar u oscurecer nuestra piel, y por supuesto, alterar nuestro cabello y

color de ojos. Es como nuestros Viajeros se infiltraron en la población humana

antes de hacer contacto.

Algo que había dicho picó su interés.

—¿Cómo cambian el color de sus ojos?

—Con gotas cosméticas. Es bastante simple.

Cara pensó en el día que Aisly se había aplicado gotas a sus ojos, lo que

parecía oscurecer ligeramente su cromo después. Esas gotas eran cosméticas,

no medicinales. ¿Pero cuál era el punto en oscurecer los ojos de Aisly…a menos

que no fueran plateados para empezar?

Lo que podía significar que Aisly no era un clon.

Los pequeños vellos en el antebrazo de Cara se erizaron. Sus instintos le

dijeron que ella tenía razón. Jaxen y Aisly eran diferentes… siempre lo había

sentido. Nadie parecía conocer personalmente a los hermanos. ¿Qué sucedía si

no eran L’eihrs para nada? ¿Si eran algo completamente diferente… como una

raza extraterrestre avanzada con la habilidad de alterar sus apariencias?

¿Podrían Jaxen y Aisly venir de los Aribol?

Solo había un hueco en su teoría: tan brillantes como eran los Ancianos,

uno de ellos hubiese sabido si los forasteros habían comprometido a El Camino.

Sin nada más, el Discurso Silencioso revelaría la verdadera naturaleza de los

impostores.

—¿Srta. Sweeney? —dijo Larish, sacudiendo su espalda para hacerse

notar—. ¿Está bien?

Ella soltó una sonrisa rápida.

—Bien, solo pensando. Pero probablemente debo regresar al Aegis. —Se

puso de pie y sostuvo dos dedos hacia él en despedida, y él hizo lo mismo—.

Gracias por su tiempo.

—Mi placer —dijo con sinceridad—. Regresa cuando quieras.

Buena idea que él haya extendido la invitación porque Cara necesitaba

toda la ayuda que pudiese obtener.

—Te informaré sobre eso.

Traducido por ValeCog//Corregido por Bibliotecaria70

Aelyx oyó un golpe en la puerta y dejó su guion de entrevista.

—Está abierto.

La puerta voló abierta y David asomó su cabeza en la habitación,

disculpándose con sus ojos.

—Hola, sé que estás estudiando líneas y cosas, ¿pero tienes un minuto?

Syrine acaba de saltar a la ducha, así que este es el único momento que tengo

para hablar.

Al escuchar a David explicar, pensarías que nunca dejaba de lado a

Syrine, lo cual era solo parcialmente cierto. Los dos se separaban para visitas

de relaciones públicas, pausas para ir al baño, y la ocasional incursión a la sala

de estar cuando el embajador estaba en casa.

—Seguro, las notas pueden esperar. —Aelyx trató de no sonar amargado,

pero la verdad, le molestaba el hecho de que Syrine se había adueñado de su

único amigo en la Tierra. Sin embargo, Aelyx nunca lo admitiría. No después

de haberle confiado sus sentimientos a Cara, quien entonces se había reído y le

había acusado de tener un «romance de hermanos » con David.

La cama se sacudió cuando David se sentó del otro lado, pero en vez de

iniciar diálogo, el chico se hurgó las cutículas.

—¿Estás bien? —preguntó Aelyx. La amargura a un lado, esperaba que

no hubiera problemas en el paraíso. Quería ver a su amigos felices, incluso si lo

habían abandonado a favor del uno por el otro.

—Sí, no es un gran problema. Solo quería hablar. Ya sabes, de chico a

chico.

—¿Es algo que les pasa a ti y a Syrine?

—No. Tal vez. No lo sé. —David se inclinó, agarrando su cabeza rubia

con ambas manos—. Necesito procesar lo que está ocurriendo, pero no puedo

hablar con ninguno de mis amigos de esto o tal vez llegue a mi jefe. Tendría mis

bolas como pisapapeles si se enterara de lo de Syrine y yo.

—Habla sobre pisapapeles feos entonces —dijo Aelyx.

David se rio guturalmente, pero sus hombros permanecieron crispados.

—Los peores.

—Entonces habla. —Aelyx se sentó contra sus almohadas y dobló ambas

manos detrás de la cabeza—. Pero te conviene que lo hagas rápido. Syrine se

ducha rápido.

David asintió como si fuera directo al punto.

—Estoy completamente confundido.

—¿Sobre qué?

—Sobre cómo me siento. Hacia dónde está yendo esto. —David apuntó

hacia el baño de la sala, donde Syrine tarareaba fuera de tono por encima del

chorro de agua—. Una vez pensé que estaba enamorado… en el último año, con

esta chica llamada Beth. La quería todo el tiempo y no podía soportar verla

hablar con otros chicos. Pero esto es diferente. —Hizo una mueca—. Esto es

doloroso.

Aelyx no lo seguía realmente, y debió haberlo mostrado porque David dio

una sacudida triste con la cabeza.

—Syrine es todo en lo que pienso. Y cuando me la imagino yéndose en

algunas semanas —dijo David, palmeando su pecho—, duele. Como que

realmente duele, justo aquí debajo de mis costillas.

Aelyx lo entendía ahora. Su propio pecho dolía perpetuamente desde que

había dejado el lado de Cara. David tal vez había pensado que había estado

enamorado antes, pero esto sonaba como su primera experiencia real.

—Y cuando estamos juntos —dijo David—, ya sabes… solos… siento

como que soy un rompecabezas vivo y ella toma una pieza de mí cada vez.

Cuando más estoy con ella, más pierdo de mí mismo. Es como que solo me

siento completo cuando estamos juntos porque tiene todo de mí. —Golpeó su

propia frente con disgusto—. Dios, eso suena cursi.

—No, no lo hace. —Aelyx no había sido íntimo físicamente con Cara, por

lo que no lo sabía con ningún grado de seguridad, pero tenía sentido que la

consumación llevaría a un nivel mayor de apego—. Creo que lo que sentiste por

Beth era enamoramiento. Pero esta vez, es amor. Y sí —dijo con un

asentimiento simpático—, es igual de insoportable que de maravilloso.

—Eso era lo que me temía.

—No te preocupes. La desesperación aplastante en realidad no te

matará. —Aelyx se rio sin humor—. Aunque ocasionalmente desearás que lo

hiciera.

—A veces pienso que ella también me ama —dijo David—. Pero luego me

empuja lejos o dice algo malvado, y me cuestiono a mí mismo. —Empujó hacia

adelante su dedo índice—. Como anoche… nos estábamos preparando para ir a

dormir, y todo estaba bien. Luego rechacé la idea de unirme a la colonia.

Uh-oh. Aelyx imaginó que eso no fue bien recibido.

—Me derribó tan rápido que mi cabeza giró —dijo David en una voz

herida—. ¿Qué se supone que piense cuando me envía mensajes contradictorios

como esos?

Aelyx estaba dividido entre mantener la confianza de Syrine y ayudar a

su amigo de corazón dolido. Quería darle a ambos el empujón que necesitaban

para encontrar la felicidad.

—¿Recuerdas cuando te dije el por qué Syrine odia a los humanos? —

preguntó—. ¿Cómo su experiencia negativa durante el intercambio coloreó su

visión de toda la humanidad?

Davis asintió.

—Una de sus observaciones fue que el amor humano es fugaz. Que su

especie nunca está satisfecha con una sola pareja.

—No todo el mundo es así —discutió David—. Siempre me están

dejando, nunca al revés.

—Entonces muéstraselo.

—¿Qué soy diferente? —David reflexionó sobre el consejo por varios

largos segundos—. Puedo hacerlo diferente.

—Funcionó la última vez.

—Tengo que averiguar si me ama —dijo David mirando a sus manos—.

O no vale la pena.

—¿Qué no vale la pena?

Por un largo tiempo, David no contestó.

—Ya sabes, ir a la colonia.

—¿Qué hay sobre tus problemas de salud? —preguntó Aelyx. No era su

asunto, pero Syrine merecía saberlo si la relación avanzaba—. ¿Se lo has dicho?

—Aún no, pero pronto.

—¿Por qué esperar? —preguntó Aelyx—. Incluso si la droga

experimental que estás tomando no funciona, algo más lo hará. —L’eihrs tenía

la tecnología para mantener vivo a David. Sin embargo, él no sería capaz de

pasar su material genético. Tal vez ese era el problema—. ¿Crees que Syrine se

molestará cuando se enteré de que no puede reproducirse contigo?

—No, no es nada como eso. Simplemente no quiero que me vea como

débil.

—No hay nada débil sobre…

Una vibración repentina alertó a Aelyx de una transmisión com-esfera

entrante de la frecuencia única de Cara. Una sacudida de emoción rebotó hacia

arriba y abajo por la longitud del torso de Aelyx mientras se zambullía dentro

de su bolsillo y sacaba su esfera. Susurró su contraseña y la apoyó en la cama

entre David y él.

Apareció la imagen de Cara, esta vez, parada en frente del espejo del

servicio comunal mientras peinaba sus mechones húmedos. Cuando su mirada

azul encontró la de él, el rostro completo de ella rompió en una sonrisa tan

radiante que succionó el aire de sus pulmones y lo hizo cosquillear por todas

partes.

Al diablo con los dolores del amor. Esto valía la pena.

—Lo siento por la falta de ambiente —dijo ella, haciendo un gesto hacia

los puestos de inodoros en el fondo—. Estoy llegando tarde.

—Tu tiempo es perfecto —le dijo Aelyx—. Me estoy yendo en algunos

minutos a otra pieza promocional. —Recordó lo que ella le había dicho sobre la

confesión bizarra del Profesor Helm—. ¿Estás bien? ¿Algún otro ataque?

—Estoy bien. Es un asunto como de costumbre por aquí. —Se encogió de

hombros—. No pensaba que Helm fuera culpable, pero tal vez estaba

equivocada. Nada raro ha pasado desde que lo encerraron.

Aelyx tenía algunas dudas persistentes, pero estaba feliz de escuchar

que ella estaba a salvo, al menos por ahora. Le indicó a David que se moviera a

la vista.

—Quiero que conozcas a alguien. Dile hola a David.

David se separó de la cama y dio la vuelta para arrodillarse en el suelo.

—Hola, mini-Cara.

Ella se agarró una cadera y le apuntó con su peine.

—Así que tú eres el tipo que está teniendo un romance de hermanos con

mi clon.

—¿Eh? —preguntó David.

—Nada —dijo Aelyx—. Piensa que es graciosa.

—¿Sí? —se burló—. Bueno, adivina para qué se está preparando esta

chica graciosa.

—¿Perder tu desayuno en el curso intermedio? —proporcionó con una

sonrisa.

—Buen intento, pero no. —Volvió su mano a un arma imaginaria y le

disparó, luego sopló humo imaginario de su dedo índice—. Práctica de tiro.

Añadieron una nueva clase a la curricular… armamento avanzado. Suena algo

divertido. Midtown solía ofrecer clases de enriquecimiento en arquería, y yo

siempre…

Sus palabras volaron a la periferia de la mente de Aelyx mientras daba

vueltas con miedo.

—¿Están entrenando a los clones para pelear?

—No, es solo tiro al blanco. —Frunció su frente de marfil—. ¿Eso no es

algo que le enseñan a la mayoría de los L’eihrs?

No. Sin duda no lo era.

La mayoría de su gente vivía y moría sin nunca tocar un iphal. Las

armas eran controladas cuidadosamente y ejercidas solamente por miembros

de la guardia. Si El Camino había decidido entrenar a los clones en combate,

significaba que se estaban preparando para la guerra.

De repente todas las piezas sueltas encajaron en su lugar… la sonda, las

clases de armas, la negación de Alona a terminar las negociaciones a pesar de

los repetidos intentos contra la vida de Aelyx. Ahora entendía el verdadero

propósito detrás de la alianza: L’eihr poseía la tecnología y la Tierra, los

números. Ponlos juntos, y tendrás una formidable fuerza de combate.

Aelyx le pidió a David que les diera un poco de privacidad. Una vez que

él y Cara estuvieron a solas, le dijo:

—Lleva la esfera de vuelta a tu habitación y asegúrate de que nadie

pueda oírnos. Hay algo que necesitas saber.

La práctica de tiro no era tan divertida ahora que Cara entendía la razón

real para aquellas lecciones improvisadas. Miró fijamente a la iphal de

simulacro en su palma, suave, satinada y ligera como una pluma. Cuando

estudió su forma metalizada de cerca, notó una ligera diferencia del modelo que

los guardias usaban en sus caderas. Esta versión era más pequeña, más

elegante, equipada con una funda magnética en su antebrazo para poder

encajarla en su lugar y ponerse a cubierto. Podría no haber hecho la conexión

antes, pero ahora que sabía la verdad, se dio cuenta de que este modelo estaba

diseñado para combate.

Lo cual la aterrorizaba.

Miró por encima de la clase a los objetivos en la distancia, ya no viendo

las bolsas como marcas sino como seres… vivientes, criaturas que respiraban

con familias, metas y retos, al igual que ella. Cara no pensaba poder matar a

nadie. Por mucho que disfrutara de la arquería en Midtown High, se sentía

enferma con la idea de perfeccionar su puntería en aras de tomar vidas.

—Sweeeeeney —la llamó Satanás, haciéndole un gesto para que se dirija

a la cabeza del grupo—. Ayúdame con la demostración.

Cara se abrió paso hacia el frente de la clase, arrastrando sus botas. No

quería formar parte de esto, pero el lado lógico de su cerebro —el sobreviviente

dentro de ella— susurró, Esto tal vez te salva algún día. Su soldado interior

probablemente tenía razón. Debería por lo menos poner atención a la lección,

incluso si no estaba de acuerdo con este en principio.

Satanás le habló a la clase en L’eihr y usó a Cara como su maniquí

personal. Levantó su mano, palma hacia arriba, para mostrar como acunaba la

iphal con los dedos.

—Debería sentirse como una extensión natural de tu brazo. Piensa en el

iphal como una parte de ti. Necesitas conectarte mentalmente con este para

poder disparar. Cuando identificas a tu objetivo —levantó su brazo hacia la

primera marca— aprieta tu arma, dile que dispare, y la sinapsis en tu cerebro

disparará la reacción biológica requerida para descargar la ráfaga de energía.

En vez de sorprenderse por la increíble tecnología en su mano, Cara se

maravilló por cuan inteligente sonaba Satanás en su lenguaje nativo.

—Debes trabar tus ojos en tu objetivo —dijo Satanás—. Esto

direccionará el haz de energía al punto correcto y evitará daños colaterales. —

En otras palabras, no llenarían el aire con un pulso eléctrico detiene-corazones

causando que aves lluevan muertas del cielo—. Ve adelante y pruébalo —le dijo

a Cara—. No puedes errarle. Simplemente visualiza tu objetivo, levanta tu

arma, aprieta y desea que dispare.

Cara asintió, luego tomó un respiro fortificador y se recordó que no

estaba haciendo nada malo. Miró a su objetivo, contrajo su arma alrededor del

iphal, y pensó, Fuego.

Pero pasó nada.

—¿Qué tan duro tengo que apretarlo? —preguntó.

—Para nada fuerte. Pero no disparará a menos que quieras que lo haga

—explicó Satanás—. Es una medida de seguridad.

Impresionante mecanismo de seguridad. Cara intentó de nuevo, pero el

iphal se recostaba en su mano sin poder.

—Lo lamento —dijo—. Estoy nerviosa, por lo que probablemente esté

recogiendo eso.

Satanás la palmeó en la espalda, enviándola a tropezarse hacia el frente.

—No es para preocuparse. Toma práctica.

No le tomó práctica a nadie más.

Uno a uno, cada clon en su clase dio un paso al frente, extendió su brazo,

y disparó una ráfaga de energía tan naturalmente como un niño disparando

una pistola de agua. Cara fulminó a la funda de su brazo y al arma para nada

cooperativa que anidaba dentro.

Lo que sea. No necesitaba esta clase de cualquier manera.

El día de Cara no mejoró una vez que se unió al equipo de desarrollo de

la colonia más tarde en la mañana. Estaba comenzando a simpatizar con los

senadores y congresistas en Washington que una vez había desdeñado, porque

discutir con burócratas todo el día era realmente deprimente.

—Con el debido respeto —dijo Cara a los seis rostros geriátricos

inexpresivos mirándola inertes desde sus asientos—, incluso algunos de los

humanos más oprimidos de la Tierra tienen más libertad de la que ustedes

están ofreciendo. ¿Podemos al menos darles a los colonos alguna participación

en la elección de sus puestos de trabajo?

Habían discutido este punto por días. Como campeona de debate estatal,

Cara nunca esperó sentirse tan mentalmente exhausta defendiendo una

posición, pero L’eihrs realmente sabían cómo desgastar a una chica. Si la

testarudez fuera un evento Olímpico, ganarían el oro. Cada vez que abordaba el

tema, ellos contraatacaban con la misma declaración…

—Nuestros métodos nos han funcionado bien por varios milenios —dijo

el líder concejal.

Sip, ese.

Su dependencia a la antigua creencia «si no está roto, no lo arregles»

hacía que Cara quisiera provocarse una conmoción cerebral con un martillo de

goma. Apretó los labios juntos y contó hacia atrás desde diez a uno, luego

ofreció una sonrisa plácida.

—Lo entiendo. Pero si no estoy equivocada, El Camino quiere emular un

estilo de vida más humanístico en la colonia.

Un coro de gruñidos desagradables decía que estaba en lo correcto, pero

que al grupo no le gustaba. Ninguna sorpresa ahí.

—Y en orden de que eso suceda —continuó—, tenemos que dejar ir a las

viejas costumbres.

—¿Pero qué humano racional no querría ser emparejado con su trabajo

ideal? —preguntó un hombre—. Nuestra evaluación funcional de trabajo

asegura el máximo nivel de éxito para cada ciudadano. Y el éxito conduce a la

alegría.

—¿Qué tal un compromiso? —dijo Cara, suave como la cachemira.

Atraparía más moscas con miel que con vinagre, e incluso más con estiércol, el

cual era la verdadera esencia de los políticos—. Mantengamos el inventario de

habilidades para identificar las fortalezas de todos, pero permitan a los colonos

elegir un trabajo específico en base a los resultados. Como opción múltiple.

Ahí. No podían decir que no a eso.

Con labios y ceños fruncidos, los miembros se miraron los unos a los

otros en una conversación silenciosa. Cara aclaró su garganta y dijo:

—Discúlpenme. —Cuando la miraron, les recordó la Regla Sweeney—.

En voz alta, por favor, para que así pueda seguir la discusión. Es lo justo.

El miembro principal del consejo tensó la mandíbula, pareciendo incluso

más constipado de lo usual.

—No podemos estar de acuerdo —dijo—. Estaba a punto de sugerir

buscar orientación de El Camino.

Por supuesto que no podían estar de acuerdo. Políticos. ¿Cómo se llevaba

algo a cabo aquí? Tal vez estos Ancianos estaban tan acostumbrados a El

Camino dictando cada uno de sus movimientos que nunca habían aprendido a

tomar decisiones por sí mismos.

—Yo lo haré —Cara se presentó voluntaria—. Ya he pedido una

audiencia con Alona, así que discutiré el asunto con ella mientras esté ahí.

No compartió la razón detrás del pedido… que había decidido sincerarse

sobre su conocimiento del tratado de Aribol. Este no era un acto sancionado por

Aelyx, pero Cara no podía tolerar otro momento en el limbo, preguntándose si

su doble ciudadanía resultaría en su despliegue a un planeta alienígena para

una batalla en la que no tenía ninguna oportunidad de sobrevivir.

Se fijó en el reloj digital sobre la puerta, una serie de puntos y rayas que

por fin había comenzado a descifrar, y supuso que bien podría irse ahora.

Dos guardias estaban parados fuera de la puerta del despacho de Alona.

Uno escaneó la muñeca de Cara mientras el otro dio un paso dentro para

confirmar la cita. Le permitieron entrar, y Cara tomó su lugar en el taburete

enfrente de la Anciana. Una vez solas, abrieron la conexión entre sus mentes.

De inmediato, Cara sintió la irritación de Alona, lo cual la aturdió por un

momento y causó que sus mejillas se calentaran. Aparentemente, solicitar una

audiencia con El Camino estaba destinado a emergencias, algo que la mayoría

de los ciudadanos nunca ejercía. Alona creía que Cara había abusado de su

privilegio al volver tan pronto.

No habría venido a menos que no fuera urgente, insistió Cara.

Alona no estaba convencida. Asintió, con su expresión en blanco. Enuncie

su agravio.

Sé sobre las sondas de Aribol dijo Cara. L’eihr se está preparando para

un ataque, y ese es el por qué quieres una alianza con la Tierra. Tienes la

tecnología pero no los suficientes soldados para una defensa sólida. Quieres

armar a los humanos con iphals y usarlos en batalla a cambio de

descontaminar nuestro suministro de agua.

La irritación de Alona se convirtió en sorpresa y eventualmente en

resignación. En vez de bloquear sus pensamientos, amplió la corriente mental y

reveló la verdad.

En el lapso de unos pocos segundos, Cara aprendió que Aribol había

enviado sondas… docenas de ellas aterrizando alrededor de todo nuestro

planeta. Los lingüistas habían estado estudiando los orbes por semanas,

primero descifrando sus pedidos, luego alimentando falsa información a la base

de datos extranjera. El Camino esperaba prevenir un mayor interés al inflar

sus números y exagerar el alcance de sus sistemas de armamento. El Aribol no

había hecho ninguna amenaza directa o algo para alertar de una invasión, pero

a pesar de eso, El Camino estaba nervioso. Pero no lo suficientemente nervioso

como para aceptar ciegamente una alianza con la Tierra. Si las negociaciones

fallaban, presionarían a los humanos al servicio.

Estamos tomando precauciones, le aseguró Alona. Nada más que eso. No

hay necesidad de entrar en pánico.

Pero el miedo de Alona la traicionó. Cara sintió el nudo en el pecho de la

mujer como si fuera el suyo propio. Era la preocupación de Cara por el futuro

de L’eihr que la había hecho compartir sus preocupaciones sobre Jaxen y Aisly,

específicamente su miedo de que el par podría pertenecer a una raza

extranjera.

El asunto atrapó a Alona con la guardia baja, y sorprendió a Cara

rápidamente luchando para bloquear sus pensamientos. Sin embargo, no lo

suficientemente rápido. En el nanosegundo en que dejó su mente abierta, Cara

vio una imagen —un recuerdo— en la que versiones más jóvenes de Jaxen y

Aisly parpadeaban hacia Alona con ojos azules. Ojos azules vívidos. Antes de

que Cara tuviera tiempo de comprender el significado detrás de ese bocado

jugoso, Alona abrió su boca para castigarla.

—Te aseguro que el par es L’eihr. Y miembros de El Camino, quienes, si

te has olvidado, has jurado obedecer en todas las cosas.

Cara se ruborizó más profundamente por el reproche.

—Sí, señora.

—No le digas a alguien lo que sabes de Aribol —ordenó Alona—. E

instruye a Aelyx que haga lo mismo.

—Lo haré.

—Y no te preocupes. —La mirada de Alona pareció calentarse algunos

pocos grados—. No tengo ninguna intención de desplegarte a las líneas

frontales de batalla, si es que ese día llega.

Cara ofreció una sonrisa vacilante.

—Bien, porque le dispararía a la persona equivocada.

—El iphal hace virtualmente imposible que el fuego sea amigable.

—Confía en mí, encontraría la manera —dijo Cara rotundamente—. Pero

permíteme cambiar de tema. El equipo de desarrollo de la colonia necesita de

tu aporte. —Explicó el callejón sin salida al que habían llegado en relación al

programa ocupacional—. Me gustaría permitirles a los colonos algo de libertad

en la elección de sus trabajos.

—No.

La respuesta instantánea fue sorprendente, y el instinto puro tenía a

Cara inhalando aire para discutir el caso.

—¿Requieres asistencia adicional? —preguntó Alona, interrumpiéndola.

Cara tenía la impresión de que debía callarse, por lo que sacudió la

cabeza.

—Entonces puedes salir como te venga bien.

La derrota bajó los niveles de Cara, dejándola más conflictiva que nunca

sobre la vida en la colonia. Justo cuando había empezado a sentir un ápice de

optimismo, el juicio rápido de Alona la había hecho dudar del futuro. Era como

un latigazo emocional y Cara no sabía por cuánto tiempo más podría seguir con

esto.

Pero puso la derrota detrás de ella y realizó una visita a su académico

escolar favorito. Cara tenía una teoría sobre los Hermanos Maravillosos de ojos

azules, y necesitaba que fuera confirmada. Por lo menos, se iría de aquí

sabiendo la verdad sobre Jaxen y Aisly.

—Durante el intercambio —le dijo Cara a Larish mientras se relajaba en

su asiento de felpa—, Aelyx me dijo que los Ancianos habían ido muy lejos con

la cría organizada, por lo que dieron marcha atrás y comenzaron a clonar de los

archivos. —Cuando Larish asintió en confirmación, continuó—: ¿Pero por qué

no fueron más atrás y clonaron a los ancestros? Así no necesitarían ADN

humano para diversificar el acervo genético.

—Esa es una buena pregunta. —Larish sorbió el h’ali humeante que

Cara había traído para endulzarlo y soltar su lengua—. El material genético

pierde su integridad después de aproximadamente doscientos años, incluso bajo

condiciones ideales de almacenamiento de los archivos. Es posible clonar de

muestras más antiguas, pero no sin manipular el código genético.

—¿Manipularlo? —hizo eco—. ¿Cómo?

Larish dejó su taza y dio golpecitos a la tabla de datos que se encontraba

entre ellos. Apareció una ilustración de la estructura de doble hélice. Utilizó el

dedo índice para deslizar las cadenas, formando grietas y roturas en el ADN.

—Esto es lo que el tiempo le hace a una muestra archivada en

almacenamiento perfecto, sub-congelado. —Con el lado de su puño, lo llevó más

lejos, fregando peldaños enteros de la estructura de doble hélice—. Y esto es lo

que te encontrarías si quisieras clonar a los ancestros… asumiendo que

pudieras encontrar sus restos.

—¿Pero podría realizarse? —preguntó Cara.

—En teoría. Podríamos usar material artificial para completar los

eslabones faltantes. Pero no sería un clon verdadero. Las probabilidades son,

que las réplicas serían… —Buscó por la palabra apropiada, entonces se decidió

por la definición misma de Jaxen y Aisly—. Diferentes del original.

Cara abrió los labios con fascinación fingida, tratando de parecer

inocente.

—¿Diferentes cómo? ¿Es decir, podrían los científicos darles a las réplicas

poderes especiales y esas cosas?

Control mental, por ejemplo.

El semblante de Larish se iluminó y una sonrisa maliciosa curvó sus

labios. Se inclinó, bajando la voz como si fuera a contar un secreto.

—Hace muchos años atrás, circulaba un rumor de que El Camino había

encomendado justamente tal proyecto.

Cara reflejó su posición, descansando ambos codos en sus rodillas y

convocando su rostro más digno de confianza.

—¿De verdad?

Él mostró una palma.

—Solo habladurías, tú entiendes.

—Por supuesto. —Dio un asentimiento solemne, deseando en silencio

que suelte la lengua.

—¿Recuerdas los restos tomados de la colonia?

—¿Los cuerpos de la reina embarazada y su consorte?

Larish asintió.

—Supuestamente, la verdadera razón de El Camino para exhumar sus

restos fue porque habían agotado su suministro de ADN antiguo.

Transportaron los cuerpos aquí, al laboratorio de genética de la capital. De

acuerdo con el rumor, los genetistas principales fueron instruidos a clonar al

par y mejorar las habilidades de las réplicas con ADN alienígena.

—¿Alienígenas? —preguntó Cara—. ¿Cómo el Aribol?

—Tal vez. Podría haber sido cualquier especie. El Camino ha descubierto

material genético alienígeno en un arma primitiva con costra de sangre, y los

científicos rescataron solo lo suficiente del ADN utilizable para completar el

código genético faltante de los ancestros.

—¿Hace cuánto tiempo fue eso? —preguntó.

Larish dirigió una rápida mirada al techo para calcular los números.

—Aproximadamente hace veinte años, si no me equivoco. —Sacudiendo

su cabeza, corrigió—: No. Acababa de ser reubicado a los nuevos cuarteles, por

lo que sería hace veintidós años atrás.

Lo que haría al primer híbrido alienígeno veintiuno, como Jaxen. Aelyx

estaba en lo correcto cuando dijo que los clones más viejos tenían apenas

veinte. Jaxen no era un clon verdadero. Los genetistas debieron haberlo usado

como un conejillo de indias antes de que crearan a Aisly.

—¿Qué hay sobre el feto? —preguntó Cara—. ¿Crees que intentaron

clonarlo?

Larish agitó una mano desdeñosa.

—Si lo hicieron, no puedo imaginar que hayan tenido éxito. El tejido

embriónico habría decaído más allá del uso.

Si ese fuera el caso, entonces Aislyn no era la hermana de Jaxen. En otra

vida, miles de años atrás, había sido su reina y la madre de su hijo no nacido.

Probablemente eran l’ihans ahora. Cara recordó el día que se había sentado al

lado de Jaxen en su habitación. Cuando le había preguntado por su compañera,

había dicho que la chica era su pareja perfecta. Tenía que ser Aisly.

Pero espera.

¿Y si hubiera más de estos Super Ancestros corriendo alrededor? En

L’eihr, nunca destacarían si usaban gotas cosméticas, y en la Tierra, se

mezclarían dentro de la población de ojos azules con nada más que un corte de

cabello a la moda y un cambio de ropa.

—¿Sabe cuántos híbridos trataron de crear los laboratorios? —A Cara le

dio un escalofrío ante la idea de una generación completa de moldeadores de

mentes sueltos por la galaxia.

—No tengo ni idea. —Larish recuperó su taza y tomó un sorbo pausado—

. Asumiendo que el proyecto existió, hubiese sido mantenido altamente

clasificado, lo que significa que los genetistas principales hubiesen vivido

secuestrados de la población general.

Cara comenzó a preguntar por qué, pero le llegó la respuesta.

—Ah. Para que los científicos no filtren información accidentalmente a

través del Discurso Silencioso.

—Exactamente. —Larish le dio esa sonrisa de maestro orgulloso—. Eres

muy inteligente, Cah-ra.

Esperó que añadiera el descargo de responsabilidad para una humana,

pero nunca lo hizo. Su corazón se hinchó con orgullo.

—Eso significa un montón viniendo de ti.

Decidió que Larish era bastante genial… para cualquiera, no solo un

L’eihr.

Traducido SOS por Candy27//Corregido por Bibliotecaria70

Sábado, 12 de abril

¡De vuelta a casa!

Todo el mundo sabe que no hay lugar como el hogar, y si escuchas atentamente, puede que

escuches el clic-clic-clic de mis botas con tacones mientras hago como un mago y vuelo.

Como siempre a la multitarea, estoy posteando desde el puerto espacial mientras espero para

embarcar el transporte a la Tierra. Si todo va de acuerdo al plan, llegaré a la aduana en Manhattan

dentro de una semana, luego pasaré el día con Aelyx antes de poner rumbo a Midtown para un fin de

semana con mi familia y amigos. Después de eso, volveré a Nueva York para la ceremonia de la alianza.

Espero que acudan para celebrar el matrimonio de nuestros mundos. L’eihrs y humanos tienen un

montón que ofrecerse entre ellos, y me encantaría ver un poco de apoyo de mis compatriotas terrícolas.

No garantizo entrevistas esta vez, pero si me ves, asegúrate de decir hola. Debería ser fácil

localizarme. Seré la que tenga las manos llenas con tazas de chocolate y malta. (Shh… no se lo digas a mi

supervisor nutricional.)

Publicado por Cara Sweeney

Cara esperó que su entrada de blog se subiera al satélite antes de apagar

su portátil y meterlo en la bolsa que colgaba de su hombro. Con su blog

actualizado, se puso en pie y observó la atestada terminal para medir cuanto

tiempo tenía antes de embarcar.

Los carros de equipaje habían desaparecido desde que se había sentado a

escribir su entrada de blog, acompañado de docenas o así de cajas con la

nanotecnología para neutralizar el prolífico brote de algas de la Tierra… un

regalo de ¡Feliz día de la Alianza! largamente esperado por la humanidad. Los

miembros de la tripulación trabajaban en perfecta armonía para poner a los

pasajeros las pulseras de viaje y arrastrar los suministros por el túnel hacia la

bodega de carga.

Cuando la rampa metálica y chirriante descendió desde el corredor de

embarque, Cara supo que no pasaría mucho tiempo hasta que su pulsera

empezara a vibrar. La tripulación probablemente estaba esperando que los

transbordadores privados de El Camino llegaran. Los dirigentes Ancianos

siempre embarcaban primero, como unos pasajeros de clase comercial como en

casa.

Eso estaba bien para Cara. Dejarlos ir delante de ella. No tenía prisa

para enterrarse dentro de un hotel del tamaño de una lata y lanzarse a través

de invisibles agujeros de gusano. La velocidad de la luz hacía a Cara echar sus

galletas… o l’arum, como sea.

Un parpadeo de luz desde la ventana más cercana del puerto espacial

captó la atención de Cara y se levantó hacia el grueso cristal para un último

vistazo a L’eihr. ¿Cómo habían pasado los tres meses tan rápido? Todavía

recordaba la emoción que había sentido cuando aterrizó, el asombro de

vislumbrar este mundo alienígeno por primera vez. Había estado tan

desesperada por captar más de la belleza del paisaje que no había parpadeado.

Era imponente ahora, incluso desde la distancia… el planeta, tenue azul

amarillento con espirales de caramelo y crema.

Pero el intercambio le había enseñado que esa belleza no era suficiente.

Cara no se lo había dicho a alguien, pero estaba al 99% segura de que no iba a

volver.

Contrariamente a lo que había posteado en el blog, su importante trabajo

para la colonia era cualquier cosa menos eso. En verdad, Cara había dejado de

intentar que el comité de desarrollo vea la razón. Las pasadas dos semanas

habían sido una constante batalla, y cuando el consejo se había negado a ceder

los requerimientos de los colonos —por temor a que los humanos

“contaminaran la progenie L’eihr con un material genético inferior”— ella

había emitido una silenciosa retirada. Mentalmente, estaba cansada: de luchar

para preservar los derechos humanos básicos, de esquivar dirigentes que había

jurado obedecer, de extraños hostiles tendiéndole trampas por ofensas

capitales, de pretender que sería mejor con el tiempo.

Cara sentía el empuje de casa como una fuerza irresistible de gravedad,

llevándola de vuelta a donde pertenecía. Quería ser una adolescente normal

otra vez, ir a la universidad y pasar las noches leyendo, estudiando y viendo

repeticiones de Doctor Who. Quería comer pizza y vestir pantalones vaqueros y

no estar de acuerdo con sus dirigentes abiertamente sin arriesgarse a unos

latigazos eléctricos.

Pero los últimos meses, había llevado una tremenda carga, echándose el

destino de la Tierra sobre la espalda como Atlas… algo que una persona de

diecisiete años no debería hacer. ¿No estaba autorizada a romperse?

Pensaba que sí.

Pero un peso invisible aplastaba su pecho mientras miraba hacia fuera

por la ventana del puerto. Una vida en la Tierra significaba un futuro sin

Aelyx, algo que no podía imaginar sin que las lágrimas empañaran su visión.

Las estrellas se volvían borrosas con un húmedo brillo, y cuando secó sus ojos,

una mancha resplandeciente estuvo en su visión… la nebulosa del ángel,

tentáculos rosas y violetas estirándose con júbilo sobre la oscuridad.

Las palabras de Aelyx sonaron en su cabeza, tan llenas de esperanza que

apretó la presión alrededor de sus pulmones. Cada vez que la veas, quiero que

pienses en mí. Pronto estaremos de pie juntos y viendo el cielo L’eihr desde

nuestra colonia. La humedad llenó los ojos de Cara. Incluso si era posible

visitarlo, la vida que habían imaginado se había ido, y el dolor de esa pérdida

amenazaba con doblarla por la mitad.

¿Por qué no podía quedarse en la Tierra por ella? ¿No la amaba

suficiente?

La pulsera de viaje alrededor de su muñeca empezó a vibrar en alerta.

Era la hora de embarcar y encarar un largo y desagradable viaje a casa. Pasó

su mano por debajo de sus ojos para secar las lágrimas. Al menos no se podía

sentir peor.

Cara estaba comiéndose esas palabras la mañana siguiente mientras

abrazaba el wáter de su recámara sintiendo arcadas por enésima vez. Tosió y

tuvo arcadas en vano, habiendo vaciado el contenido de su estómago hace

mucho tiempo.

Gruñendo, se limpió la boca con la manga de su túnica, maldiciéndose

por no visitar la enfermería ayer. Había esperado superar el mal de velocidad

—supuestamente, todo era psicológico— pero al infierno con ello. La próxima

vez pediría una inyección en el instante que pisara la nave.

Espera.

Se congeló con su cabeza sobre el borde del wáter. No habría próxima

vez, ¿no? El estómago de Cara se volvió pesado y se hundió de un modo que

nada tenía que ver con las nauseas. Este era su último viaje. Nunca exploraría

de nuevo las maravillas fuera de la atmosfera terrestre, nunca catalogaría sus

descubrimientos en la colonia o aprendería qué criaturas se escabullían bajo las

olas. Eso era casi tan deprimente cómo perder a Aelyx.

Casi.

Pero no podía pensar en eso ahora, no si quería sobrevivir al día.

Empujando los pensamientos oscuros fuera de su cabeza, gateó hasta la pared,

y luego la usó para ponerse derecha. Una vez de pie, hizo su camino hasta el

pasillo y se agarró a la barandilla del corredor hasta llegar a la enfermería. No

esperaba encontrar a Jaxen dentro esperando por ella.

—Te tomó mucho tiempo. —Jaxen sonrió, agitando su cabeza hacia

ella—. Una chica menos terca hubiera tomado la inyección antes de embarcar.

Cara se esforzó por pasarlo y colapsó sobre la mesa de acero, agradecida

de encontrarla pre-caliente. Ignoró a Jaxen y echó una mirada al médico, una

de último año que reconoció como compañera de clase de Elle.

—Mal de velocidad —dijo Cara en L’eihr—. Estoy deshidr…

—Curiosamente, tu terquedad siempre me ha gustado —interrumpió

Jaxen—. Muestra una fortaleza mental. —Se volvió hacia la doctora y bloqueó

sus ojos con la chica. Después de un par de segundos de Discurso Silencioso, la

doctora asintió y empezó a recoger los suministros.

—¿Qué le has dicho? —Cara le miró suspicazmente. Conociendo a Jaxen

había ordenado a la doctora que le diera un sedante.

—Nada que te concierne. —Hizo gestos hacia la chica, quien llenó una

jeringa con un líquido color leche—. Simplemente que te administre el supresor

de nauseas estándar, seguido de electrolitos.

La doctora no perdió mucho tiempo en llevar a cabo las órdenes de

Jaxen. Cara apretó los dientes cuando la aguja pinchó su piel, pero el alivio fue

instantáneo y definitivamente valió el dolor. El revoltijo dentro de su estómago

se mantuvo, diciéndole que tomara un vial de fluido meloso reconstituyente. En

cinco minutos, se sentía humana de nuevo.

Cara saltó de la mesa, sujetando el borde hasta que sus piernas pudieran

mantenerse estables como en un barco, o en este caso, en una nave espacial.

Cuando sus rodillas se sujetaron firmemente, dio gracias a la doctora y dio un

paso hacia la puerta, pero luego su cerebro giró en una doble pirueta,

forzándola a agarrarse a la pared.

Caray.

¿Era su imaginación, o el suelo se había inclinado treinta grados?

Parpadeó un par de veces, y de repente estaba en los brazos de Jaxen. Él la

levanto como una novia y caminó hacia el pasillo como si la nave no hecho una

pirueta.

—¿Qué acaba de pasar? —Cara descansó su cabeza contra el pecho de

Jaxen. El acto era muy íntimo para su gusto, pero los músculos de su cuello

estaban flojos y no le dejaba otra opción.

—También le dije a la doctora que te administrara una ayuda para

dormir —confesó Jaxen mientras la llevaba hacia su habitación—. Claramente,

necesitas descansar.

Oh, Dios. ¡Le había dado un sedante!

Después de todos estos años esperando por el momento adecuado para

jugar su virginidad, ¿iba a perderla con un pervertido como Jaxen? Infiernos,

no. Intentó gritar por ayuda, pero todo lo que pudo manejar fue un confuso

murmullo.

Piensa Cara. ¡No entres en pánico!

Cerró los ojos por un momento para enfocarse, y cuando los abrió otra

vez, estaba tumbada en su catre con Jaxen de rodillas a su lado. Pánico destelló

a través de ella, pero un rápido inventario reveló que su uniforme estaba

todavía intacto, todo el camino hasta sus botas. Soltó un suspiro de alivio. A lo

mejor había exagerado.

Jaxen la cubrió con una sábana y se sentó en el borde de su cochón.

—Duerme bien —susurró.

Sintió un pinchazo en su muñeca y miró hacia abajo para encontrar un

destello de plata y sangre. Luego Jaxen pasó su mano por la herida con algo

que parecía una pluma estilográfica antes de meterla en el bolsillo de su túnica.

¿Qué acababa de pasar? ¿Le había dado otra dosis?

Cara no reflexionó la pregunta mucho tiempo. Sus parpados de veinte

libras se cerraron, y se deslizó hacia una oscuridad, sin sueños.

Aelyx usó una manga de su suéter para secarse la frente. No se había

sentido así de nervioso desde su audiencia de Sh’ovah a la edad de quince,

cuando el comité Aegis había debatido por una hora para finalmente

considerarlo digno del sagrado rito de paso. Esta noche, la brisa fría de

primavera no hacía nada para parar el sudor que se formaba sobre su labio

superior, Aelyx secó la humedad mientras miraba fijamente hacia la puerta del

hangar del transbordador, tintada por las sombras del atardecer.

Cualquier minuto ahora…

David estaba de pie diez pasos atrás, inclinado contra el vehículo

blindado para darle a Aelyx espacio cuando diera la bienvenida a Cara, pero

sacudió la cabeza con simpatía y gritó:

—Amigo, tranquilo. Parece que tu corazón va a explotar.

Así era precisamente como se sentía Aelyx.

La semana había ido prácticamente en reversa esperando que Cara

llegara. Ahora que estaba aquí —finalmente— apenas a dieciocho metros de

distancia, con nada separándolos excepto las delgadas puertas de metal del

hangar. Pero no sabía qué hacer cuando saliera. ¿Debería correr para

encontrarla y apretarla entre sus brazos? ¿Dar un paso atrás y darle algo de

espacio? Estos últimos meses, habían pasado más tiempo separados que el que

habían pasado juntos. Cara podría necesitar un periodo de reajuste. Pero tenía

solo una noche con ella antes de que los militares se la llevaran rápidamente a

Midtown, donde se quedaría hasta la ceremonia de la alianza.

Y Aelyx tenía grandes esperanzas para esta noche.

Peinó hacia atrás su cabello, que todavía no estaba suficiente largo para

una coleta, y alisó las arrugas de su suéter. Vestía el pulóver de color crema

que siempre le había gustado a Cara, a juego con los pantalones vaqueros que

una vez había dicho que le hacía parecer a su parte posterior “increíblemente

caliente”. Irónicamente, ella estaría vistiendo el uniforme L’eihr, sus roles se

habían intercambiado. No le importaba si estuviera vistiendo un saco de

patatas: simplemente la quería cerca.

La puerta del hangar se abrió y un grupo de pasajeros salió, la mayoría

soldados uniformados y miembros de la tripulación del transbordador. Los ojos

de Aelyx se movieron sobre ellos hasta que se quedaron sobre una coronilla de

cabello rojo trenzado. Enfocó su mirada en los ojos azules de Cara, y su corazón

dio un doloroso brinco. Tomó toda su fuerza quedarse de pie y no ir corriendo

por el asfalto, golpeando a los soldados en su camino como bolos.

La sonrisa de Cara era tímida, su mirada inestable mientras daba

zancadas hacía él y se agitaba con la correa de la bolsa de su hombro. Cuando

le alcanzó, se paró justo fuera de su espacio personal, sonrojándose y aclarando

la garganta.

Aelyx extendió su mano y recitó las mismas palabras que había usado

para su introducción el pasado otoño.

—Cah-ra, tu nombre es la palabra irlandesa para amigo. Espero que tú y

yo seamos grandes amigos. —Era divertido como el año pasado no lo quería

decir. Ahora Cara era todo su mundo.

Sus labios se curvaron en una cálida sonrisa. Ella posó su pequeña

palma en la de él y le dio una cordial sacudida.

—Tu nombre significa “hijo de Elyx”, lo cual no me deja mucho con lo que

trabajar, pero es agradable conocerte también.

—Ven aquí.

Con un fuerte tirón, la mandó a chocarse contra su pecho, después puso

ambos brazos alrededor de su cintura para apretar sus cuerpos juntos. Se relajó

contra él y descansó su mejilla cerca de su hombro, después hizo un sonido de

alegría que era satén para sus oídos. Sagrada Madre, se sentía tan bien, con

suaves curvas y calor, la dulce esencia de su cabello llenando su espacio de

naranjas y clavo.

Cuando inclinó su rostro de marfil hacia él, acaricio su boca con un dulce

beso. Él tomó sus labios tentativamente al principio, solo un ligero y atrayente

movimiento circular que la dejaba marcar el paso. Ella se elevó sobre sus pies y

enganchó sus brazos en su cuello, luego inclinó su cabeza y aumentó la pasión

por unos cientos de ardientes grados. Le besaba como si fuera un soldado que

se iba a la guerra y que nunca volvería. Fueron unos cuantos minutos de

corazones golpeando hasta que sus respiraciones se volvieron agitadas y

rompieron por aire.

—Dioses —dijo él con un gemido—. Te he echado de menos.

Agarrando su suéter, Cara jadeó y lamió sus labios hinchados.

—Yo también.

—Enséñamelo. —Aelyx tomó su rostro en sus manos, relajando su

enfoque para experimentar su avalancha de sentimientos por él. Tenía que

sentirlo; lo ansiaba más de lo que podía manejar.

Cara sacudió la cabeza, mirando alrededor en un mensaje silencioso de

que había demasiados testigos para arriesgarse al Discurso Silencioso.

Entonces un travieso brillo apareció en sus ojos.

—Llévame al ático, y te mostraré mucho más que eso.

Sus labios se partieron mientras una sacudida de excitación se encendió

dentro de él. ¿Significaba lo que pensaba que significaba? ¿Estaba finalmente

preparada? Elevó las cejas en pregunta.

—Solo tenemos diez horas hasta que tenga que irme otra vez —dijo Cara

en un tono que hacía sus intenciones claras—. Puedo pensar en mejores

maneras de pasar el tiempo que besarnos en un estacionamiento. ¿Cómo de

rápido puedes llevarme a tu lugar?

La respuesta: veintitrés minutos y treinta y siete segundos, un nuevo

record de velocidad hecho por David, por el cual Aelyx estaba infinitamente

agradecido.

En una épica demostración de control, Aelyx logró mantener sus manos

para sí mismo, lo suficiente para tener a Cara detrás de la puerta de su

habitación, y después fueron libres para todo, se arañaron el uno al otro en una

desenfrenada compulsión de estar más cerca. Se robaron torpes besos mientras

se sacaban las camisetas y los zapatos, los pantalones y los calcetines, lanzando

sus ropas al suelo en un rastro aleatorio hacia su destino final.

Una vez ahí, cayeron sobre la cama en un montón enredado.

La sensación del cuerpo de Cara debajo de él, su piel caliente fundida con

la suya, era la forma más pura de placer que Aelyx había conocido. No creía

posible sentirse mejor, pero entonces ella utilizó sus manos para explorarle,

provocando que cientos de nervios, que una vez estuvieron dormidos,

chispearan a la vida.

La tocó también, descubriendo los lugares secretos que la hacían

contener el aliento y tensar sus músculos. Era como el cielo. Enlazando sus

dedos juntos, sujetó ambas manos sobre su cabeza, luego susurró contra sus

labios:

—Todavía tienes el implante, ¿verdad?

Ella lanzó un tembloroso suspiro y asintió, tan rosada y preciosa que casi

dolía verla.

—No me dejarás embarazada.

—¿Y estás segura de que esto es lo que quieres? —Dioses, por favor,

déjenle que diga que sí. Si cambia de opinión ahora, la presión construida

dentro de su cuerpo podría realmente romperle.

Cara apretó sus manos unidas. Su rostro brillaba con la certeza que él

estaba esperando.

—Estoy segura y te amo. Quiero que lo sepas.

Él acarició la punta de su nariz con la suya y murmuró:

—Enséñamelo. —Quería conectar con ella en cada nivel, cuerpo y mente,

para compartir sus sensaciones y crear una memoria unificada. Su primera vez

juntos podría no ser perfecta, pero sería suya.

Pero en vez de encontrar su mirada, Cara deslizó su boca sobre su

garganta y enredó ambas piernas alrededor de sus caderas. Intentó encontrar

sus ojos, pero con cada intento, ella se retorcía y se movía contra él mientras

escondía su rostro. Aelyx mantuvo sus manos fijas a cada lado de la almohada

y se elevó sobre sus rodillas más allá de su alcance.

—¿Por qué no me miras? —preguntó.

Cara entornó los ojos, sacudiendo la cabeza.

—Ahora no. Después, ¿está bien?

Algo estaba claramente mal. Cara raramente huía del Discurso

Silencioso.

—¿Cuál es el problema? —preguntó—. ¿Qué no me estás diciendo?

Lentamente, ella abrió un ojo, luego el otro, pero miraba fijamente hacia

su pecho expuesto en vez de a su rostro.

—Nada. Solo quiero una noche perfecta contigo. Después de todo lo que

hemos pasado, ¿no piensas que lo merecemos? Hablaremos por la mañana.

A Aelyx no le gustó cómo sonó eso. La desesperación en su voz implicaba

que esta “noche perfecta” sería su única noche. Le recordaba a lo que le había

dicho meses atrás cuando luchaba por revelar sus propios secretos.

—Si no podemos ser honestos el uno con el otro, no seremos más que

extraños.

Ella encontró su mirada, suplicando con los ojos.

—Quiero estar contigo. ¿Por favor? Te juro que te lo contaré todo

después…

—No —insistió él—. O no seré capaz de parar de pensar en ello. —

Cuando ella dudó, él prometió—: Puedes confiar en mí.

Ella se hundió en la almohada como si intentara desaparecer.

—Tengo miedo de que me odies.

¿Odiarla? Miedo serpenteó por todo el cuerpo de Aelyx y se quedó en su

corazón.

—¿Has conocido a alguien más? ¿En el Aegis?

—No, nada de eso.

—Elire, tienes que enseñármelo o imaginaré lo peor.

Después de unos cuantos largos segundos, ella dio un resignado

asentimiento y encajó sus ojos azules con los suyos. Una única lágrima bajó por

su sien, desapareciendo por su cabello mientras abría su mente para él. Aelyx

se apoyó en sus codos y miró de cerca, profundamente en su mente, aguantando

la respiración con miedo helado. Cuando sintió la oleada de su amor por él

como una nube de calor inflando sus pulmones, suspiró en alivio.

Pero justo al pie del alivio vino frío terror.

Ahora entendía lo que estaba intentando ocultar con tantas fuerzas.

Cara había cambiado de opinión sobre la colonia. Él volvería a L’eihr después

de la ceremonia de la alianza, pero ella planeaba quedarse. La certeza dentro

de ella era casi tangible. Cara no era tan feliz en L’eihr como lo era en la

Tierra.

Lo que significaba que no podrían estar juntos.

Cuando Aelyx aprendió a jugar a los palos, un clon mayor le había

golpeado, plano hacia el despiadado suelo. Más que dolor, Aelyx recordaba el

pánico de no ser capaz de respirar. Abrió la boca y boqueó por aire, sus ojos

saltones y su rostro con dolor pulsante por lo que pareció una hora. Se sentía de

ese modo ahora, sin aire, dolorido y completamente aterrorizado.

—Lo siento —susurró ella—. Realmente lo intenté.

Aelyx quería hablar, pero su lengua yacía muerta. Él sabía lo duro que

había luchado. Su frustración era la suya… lo había sentido.

—Nada ha cambiado. —Ahuecó sus mejillas—. Todavía quiero esto.

Quiero que mi primera vez sea contigo. Vamos a tener nuestra noche perfecta y

lo resolveremos por la mañana, ¿de acuerdo? —Suavemente, acarició el borde

de su mandíbula y se elevó para besar sus labios—. ¿Por favor?

Su mente estaba nadando. Ahogándose. Necesitaba algo de distancia y

pensar.

Rodando a un lado, presionó con ambas palmas sus ojos en intentó forzar

a la sangre a volver a su cerebro. Su cuerpo suplicaba que le diera a Cara lo

que ella quería —había esperado tanto para esto— pero ella tomaría una pieza

de él si iban más lejos, y por mucho que la amara, nunca la tendría de vuelta.

Si se iba ahora, pasaría el resto de la noche con un tirón de plomo en su

estómago, pero eso dolería mucho menos que una vida reproduciendo el

recuerdo de la unión con la única chica que amaría jamás.

—Haremos que funcione —insistió Cara—. Encontraremos una forma de

vernos.

Aelyx finalmente encontró su voz.

—¿Cuan a menudo? ¿Una vez cada pocos años?

Su relación nunca sobreviviría a la distancia. El lento paso del tiempo los

apartaría… y eventualmente hacia otro par de brazos. Jóvenes como eran, era

tan natural e inevitable como la salida del sol.

—No lo sé, pero al menos estoy dispuesta a intentarlo —espetó.

Él se elevó sobre un codo. Ella lo había hecho sonar como si él no hubiera

puesto ningún esfuerzo en su relación.

—¿Qué se supone que significa eso?

Otra lágrima bajó por la mejilla de Cara mientras tiraba de la sábana

para cubrir su cuerpo.

—Significa que prácticamente me he dado la vuelta para hacer una vida

en tu planeta, pero tú ni siquiera has considerado quedarte en el mío. No hay

compromiso.

—No puedo creer que pienses eso. —Alegremente se quedaría en la

Tierra si los humanos fueran capaces de dejar de intentar matarlo todo el

maldito tiempo. Pero eso estaba más allá de su control—. La colonia se suponía

que era el compromiso.

—Pero no lo es. El Camino no les da a los humanos ni un centímetro.

—Solo has estado en el consejo un mes. El acta constitutiva ni siquiera

está escrita todavía. —Aelyx no podía creer que le acusara a él de desistir tan

fácil—. A lo mejor si tú…

—¿Si qué? —interrumpió—. ¿Trabajo más duro?

—¡Sí! —No había querido gritar, pero el pánico corría por sus venas.

—¿Por qué no trabajas tú más duro? —gritó de vuelta.

—¿Qué crees que he estado haciendo estos meses? —Viajando de una

ciudad a la siguiente, yéndose a la cama sin saber donde estaba. Evitando

intentos de asesinato. Echándola de menos como un loco—. He estado luchando

sin parar por esta alianza.

—¡Solo porque eres la razón por la que falló para empezar!

Las palabras dolieron, tan real como cualquier bofetada. No había

pasado un día desde la muerte de Eron, sin que Aelyx no se arrepintiera de su

rol en el sabotaje de la alianza.

—¿Piensas que he olvidado que ayudé a que mi mejor amigo acabara

muerto?

Cara se mordió el labio mientras su respiración se cortaba, y Aelyx se

apretó el puente de la nariz para intentar calmarse. No quería hacer esto.

Estaban luchando sucio y sin ir a ningún lado.

—Lo siento —susurró ella—. Eso no fue justo.

Nada de esto era justo.

—¿Hay alguna posibilidad de que cambies de opinión?

—¿Hay alguna posibilidad de que cambies la tuya?

Cuando él no respondió, ella rompió a llorar.

Lentamente, y con una gran deliberación, Aelyx se puso en pie y cogió el

rastro de ropa del suelo hasta que se vistió. Cara sollozaba todo el tiempo,

causando que su cabeza doliera en unisonó con su cuerpo febril. No podía

quedarse con ella, no sin romperse. Necesitaba escaparse tan lejos como su

lujosa prisión de muchos pisos le permitiera.

—Puedes dormir aquí —le dijo a Cara, mirando hacia otro lado porque

no podía soportar verla llorar—. Tomaré la habitación de invitados.

—Aelyx, por favor… —Su voz estaba repleta de lágrimas, y amenazaba

con romper su inestable control—. No te vayas. Todavía no. Vamos a hablar de

esto.

Él se movió hacia la puerta, aunque cada célula de su cuerpo le

empujaba hacia abajo y luchaba contra ello.

—No estoy enfadado contigo. —Hizo una pausa con una mano apretando

el pomo—. Y espero que podamos seguir siendo amigos.

Amigos, la traducción irlandesa de su nombre. Cuan horrible y

dolorosamente profético.

Traducido por Rincone//Corregido por Mais

Cara se pasó un pañuelo de papel por debajo de la nariz y se dirigió hacia

la cocina, donde mamá estaba descargando el lavavajillas mientras papá se

apretaba contra su espalda. Él le levantó sus rizos oscuros del cuello y los

reemplazó por mordiscos y besos.

—Me alegra ver que nada ha cambiado desde que he estado fuera.

Cara se sentó en la silla más cercana, también exhausta después del

paseo desde su habitación. El simple hecho de ponerse la bata la drenaba.

—Oh, cariño. —Mamá se alejó del lavavajillas para envolver a Cara en

un cálido abrazo—. ¿Ya estás lista para hablar?

Cara sacudió la cabeza. Le había contado a mama sobre la ruptura, pero

no quería volver a discutirlo. Pensar en Aelyx hacia que su corazón se apretara.

—Odio verte así. —Mamá pasó una mano sobre el cabello suelto de Cara

en un gesto reconfortante—. ¿Cuándo fue la última vez que comiste?

—Ayer, creo.

Cara casi se había atragantado con sus Reese. Como para probar que

seguía siendo humana, se había tragado los dos botes de mantequilla de maní,

pero su cuerpo la había castigado por ello. Se había sentido débil y mareada

desde entonces.

—¿Quieres que te prepare tu desayuno favorito? —preguntó mamá—. Solo

tomará un minuto.

El infierno debía de haberse congelado, porque la idea de los panqueques

con triple de chispitas de chocolate de mamá hizo que el estómago de Cara

diera un salto mortal.

—No, gracias.

—Cariño, ¿por qué no llamas a Tori? Ella siempre te hace sentir mejor.

—Lo hice. —El interior de la nariz de Cara se estremeció, y agarró un

pañuelo de papel nuevo de su bolsillo a tiempo para un estornudo vicioso.

Gimiendo, se limpió la nariz mientras deslizaba una mirada hacia la cama

vacía para perros en la esquina. Mamá había dejado a Linus en la perrera, pero

la bola de pelos había dejado un montón de caspa de mascota.

—Me llevará al centro comercial para un día de chicas.

Mamá arqueó una ceja.

—No sin tu hermano.

Cara resopló, pero en secreto se alegraba de tener a Troy en casa. El

Coronel Rutter les había hecho un favor enorme habiendo asignado a Troy a su

equipo de seguridad. Era la primera vez en tres años que la familia entera

dormía bajo el mismo techo, y eso le había recordado a Cara los días en que sus

únicos problemas era el acné y el cabello demasiado rizado.

—Bien —dijo—. Él puede venir también.

—Y quiero que comas algo —dijo mamá—. ¿Qué será?

Cara observó la despensa para ver sus opciones: Capitan Crunch,

pasteles de café, Pop-Tarts dulces, barritas de granos nutritivos, y harina de

avena endulzada. Nada de eso la atraía. Tal vez su consejero nutricional había

estado en lo correcto cuando comparó el azúcar con un fármaco tóxico.

—Creo que podría comer unos huevos —dijo Cara.

Mamá apretó los hombros de Cara.

—Ya te los preparo.

En el momento en que mamá terminó de hacer el desayuno, la puerta de

atrás se abrió y Troy entró de un salto regresando de su trote diario, su

camiseta SEMPER FI estaba empapada en sudor. Cara se dio cuenta que él

estaba intentando mantener el volumen que había ganado en L’eihr, pero sus

hombros habían empezado a disminuir. Se quitó los auriculares y asintió hacia

la sartén.

—¿Has hecho bastante?

—Eso depende —dijo mamá—. ¿Te sientes con ganas de acompañar a tu

hermana y a Tori al centro comercial?

Él hizo mala cara, lo cual mamá tomó como un sí.

—Bien. Entonces sí, hay un montón. —Mamá sirvió dos platos y los

colocó sobre la mesa delante de Cara y Troy.

Comieron en silencio hasta que Cara recordó algo. Miró por encima de su

hombro para asegurarse que mamá y papá estuvieran fuera del alcance de

audición.

—Elle me dijo que te mandara saludos y que echa de menos tenerte como

compañero de habitación.

Troy se detuvo con un bocado de huevos revueltos suspendido a una

pulgada de su boca.

—¿De verdad?

—Mmm-hmm. Dijo que ahora quitarse la blusa se siente anti-climático.

El enfoque de Troy se suavizó y sacudió la cabeza con asombro.

—Vaya par30.

—Eres un cerdo.

Encogiéndose de hombros, se comió el resto de sus huevos y habló con

una mejilla llena.

—Sí, bueno, si este cerdo va a pasarse su último día de vacaciones

siguiendo tu flaco culo, lo menos es conseguir un almuerzo gratis.

30

Se refiere a los seños de Elle.

Cara sonrió por primera vez en lo que parecía una eternidad.

—¿Crees que mi culo es flaco?

Él rodó tanto los ojos que probablemente tuvo un deslumbre de su propio

cerebro.

—Gracias por venir al centro comercial —dijo ella—. Te he echado de

menos.

Troy la observó durante un largo rato antes de alborotarle el pelo.

—De nada. Boba.

El interior del auto de Tori olía igual como lo recordaba Cara… una mezcla

de cuero, productos frutales para el cabello y Doritos Cool Ranch. No era un

perfume que describiera como agradable, pero evocaba recuerdos lejanos de

juegos y verano. Después de darle a su mejor amiga un abrazo tremendamente

largo, Cara se aseguró en el asiento del pasajero y utilizó el espejo retrovisor

para asegurarse de que no se asomaban hilos de color naranja por debajo de su

peluca rubia. Su disfraz funcionaría si nadie se acercaba lo suficiente para

notar sus cejas castañas o las pecas que salpicaban sus mejillas.

—Toma. —Tori le entregó un par de gafas de sol de gran tamaño,

después colocó una mano broceada sobre la rueda de conducción, entrecerrando

sus ojos delineados con kohl hacia los pantalones de deporte y sudadera con

capucha gris de Cara—. Si lo que querías era lucir como «una-madre-de-futbol-

agotada», lo has clavado, nena. Nadie te reconocerá así.

Cara frunció el ceño y volvió a mirar su reflejo. Tal vez debería haberse

puesto un poco de maquillaje, al menos para ocultar el enrojecimiento debajo de

su nariz. Después de la ducha, había agarrado su bolso de cosméticos favoritos,

pero después todo el ritual había parecido un sinsentido. ¿Quién decidió que las

pecas debían de cubrirse? ¿Quién dijo que las pestañas tenían que ser gruesas,

negras, y antinaturalmente largas? Cara pensó que se veía bien sin sus

mejillas empolvadas o sus labios pintados. En L’eihr nadie llevaba maquillaje.

Pero ahora no estás en L’eihr.

—Hola —le dijo a Tori—. Préstame un poco de brillo labial, ¿de acuerdo?

Cuando Tori sacó Gritty in Pink, Cara se untó una gruesa capa. Sus

labios brillaban a la luz del sol, pero se sentían pegajosos y nada besables. No

es que tuviera a alguien para besar.

—Ese es un paso en la dirección correcta —dijo Tori—. Ahora vamos a

encontrar un conjunto para enseñar ese cuerpo sensual nuevo tuyo.

—¿Podemos no hablar del cuerpo de mi hermana? —preguntó Troy desde el

asiento trasero—. Un viaje al centro comercial es tortura suficiente.

—Entonces colócate los auriculares —dijo Tori.

Él siguió su consejo y luego bajó la ventanilla del pasajero de atrás e hizo

una señal hacia la camioneta detrás de ellos de que ya estaban listos para irse.

El conductor hizo parpadear dos veces sus luces, y Tori salió a la pista.

—E no pudo venir —dijo Tori por encima del sonido del motor—. Pero

manda saludos y espera que cambies de opinión sobre vivir entre los

L’perdedores.

Cara ignoró el comentario, aliviada de que Eric no pudiera haber venido.

No albergaba ningún tipo de sentimientos residuales por su ex, pero aun así era

incómodo verlo con su mejor amiga.

—Dile que dije hola.

—Díselo tu misma esta noche en la fiesta de Jared Lee.

Cara le lanzó a su amiga una mirada escéptica.

—Vamos —presionó Tori—. Diremos que te quedarás conmigo, y nos

quedamos en el sótano de Jared. De esa forma nadie tendrá que conducir.

En otras palabras, ellos podrían pasarse de tragos. La perspectiva de

beber cerveza caliente a destajo hasta el punto del olvido nunca le había

llamado la atención a Cara. ¿Cuál era el punto? ¿Sentirse mareada un par de

horas hasta que llegara la resaca?

—Creo que paso. De todas formas sería una pesadilla con la seguridad.

—Habla conmigo. —Tori le dio un empujoncito—. Te escuchabas como la

muerte cuando me llamaste, y ahora le estás diciendo no a una fiesta. ¿Qué

pasa?

Cara dejó escapar un suspiro y esperaba poder contener las lágrimas. Ni

siquiera sabía si Tori lo entendería.

—Es el A-baboso, ¿verdad? —Tori señaló a los pantalones deportivos de

Cara y zapatos—. Eso tiene escrito «corazón roto» por todas partes.

—Tuvimos una discusión.

—Todo el mundo discute. Es algo bueno. Eso significa que tienen fuego.

Cara sacudió la cabeza.

—No ese tipo de discusión. Creo que no podremos volver después de esto.

Es demasiado…—Su garganta se hinchó por el dolor hasta que se ahogó con

sus siguientes palabras. Todo lo que pudo lograr fue un susurro—: Se ha

terminado.

Esperaba que Tori dijera “buen viaje” en su peculiar forma, pero eso no fue

lo que pasó. En su lugar, Tori retiró una mano del volante para tomar la palma

de Cara. Le dio un apretón y prometió:

—Te sentirás mejor después de un par de pantalones nuevos y una

sobredosis de azúcar. Si eso no funciona, veremos Magic Mike.

Cara se rio mientras las lágrimas brotaban de sus ojos.

—Esperemos no llegar a eso.

—¿Qué hay de algún chismesito? —dijo Tori—. Te sentirás a las mil

maravillas comparada con los restos del tren de Midtown High.

Mientras se abrían paso en la interestatal, Tori llenó a Cara con todo lo que

se había perdido desde el invierno; Brandi Greene fue pillada bebiendo en la

Granja de Boone en un baile del colegio y le impidieron ir al baile de fin de

curso. Murphy Finn estuvo saliendo con cuatro chicas de primer curso, pero

ninguna de las chicas supo sobre las otras porque asistían a escuelas

diferentes. El Director Ferguson encontró al profesor de la banda fumando

marihuana en la parte trasera del autobús escolar. Las historias no paraban de

llegar, pero Cara no se sentía de maravilla, mucho menos a las mil. Por el

contrario, los rumores se añadieron a su pesadez interior, aunque no podía

entender por qué.

Se detuvieron en el estacionamiento del centro comercial y Troy explicó

cómo operaría la seguridad. Se quedaría al lado de Cara en todo momento,

excepto en los vestuarios, y los agentes de incognitos explorarían cada tienda

antes de que pudieran entrar. Si alguien la reconocía, el grupo tendría que

retirarse de inmediato porque la unidad no era lo suficientemente grande como

para hacerle frente a una multitud. Afortunadamente, Cara había mantenido

vaga su fecha de llegada, por lo que nadie sabía que ella estaba ahí.

—Empezaremos por Neiman —dijo Tori, con sus tacones cliqueando

contra el asfalto—. Para que me ayudes a elegir un vestido para el baile de fin

de curso.

Cara presionó una mano contra su corazón.

—Había olvidado el baile.

La imagen de vestidos con volantes le trajo una sonrisa a los labios. Tal

vez se probaría uno, solo por diversión. Un salto ansioso aligeró sus pasos

mientras abría la puerta hacia su antiguo lugar, pero la vibrante pared de

ruido que la recibió en el otro lado la tuvo queriendo correr de vuelta al auto.

Bendita sobrecarga sensorial.

Una canción pop indistinguible resonaba a través de los altavoces del

techo, compitiendo con el palpitante bajo del club de música que emanaba del

Hot Topic. Con las vacaciones de primavera en pleno apogeo, cada adolescente

en el condado estaba aquí, riendo y gritando por encima del ruido mientras sus

dedos volaban por encima de las pantallas de sus teléfonos. El empalagoso olor

perfumado que se filtraba desde las puertas del Hollister era una nube tan

gruesa que obligó a Cara a cubrirse la nariz, y cuando respiró por la boca, el

residuo se filtró en el revestimiento de su lengua. ¿Cómo podría alguien estar

ahí de pie? ¿O para el caso, en cualquier otra tienda? Los establecimientos

estaban llenos de gente grosera, empujándose la una a la otra como si sus vidas

dependieran de ir a la moda esta temporada.

La escena en el interior de Neiman Marcus era ligeramente más

tranquila, pero Cara tenía que recordarse abrir la mandíbula. Eso en cuanto a

un día de compras. Inclinándose hacia su hermano, le dijo:

—¿Podrías pedirle a alguien que me traiga algunos pantalones, mientras

Tori se prueba el vestido para el baile? Terminaremos antes si somos

multitareas.

Troy no necesitó más motivación.

—¿Qué talla?

—Algo entre la cuatro y la seis, supongo.

Él usó su teléfono para enviar un mensaje.

—También le he dicho que traiga algunas camisetas.

—Bien pensado.

Ella se dio prisa para alcanzar el ritmo de Tori, cuyos ojos caoba estaban

fijos en el departamento de ropa formal, con la resuelta determinación de una

niña con un grabe caso de Fiebre de Baile.

—Puta madre31 —dijo Tori en un respiro, gravitando en estado de trance

hacia un vestido sin espaldar de color marfil con un corte lateral hasta la

cadera. Con su tejido de satén y apenas sujeción, parecía más bien a la ropa

31

Escrito en español en el original.

interior que te pondrías con un vestido. Tori se acercó con dedos reverentes y

sostuvo el vestido delante de ella—. ¿Qué opinas?

¿Sinceramente? Cara pensó que su amiga pasaría mucho frio con ese

vestido.

—Um, el color queda muy bien con tu color de piel. —Y dada la facilidad

con la que se resbalaría al final de la noche, a Eric le encantaría.

—Voy a probármelo.

Cara la siguió a los vestuarios, donde un joven soldado sujetaba una

magnifica pila de pantalones vaqueros doblados en un brazo. Puso una cara de

disculpa.

—Hice lo mejor que pude, pero todo aquello es un sinsentido. No sabía si

lo querrías pesqueros, de corte de bota, de pernera recta, ajustados, sueltos, de

talle alto, talle bajo o unos leggings. —Se inclinó, con un poco de neurosis de

guerra—. Y eso solo es el corte. También está lo de lavado oscuro, medio

vintage…

—Está bien —interrumpió Cara—. Estoy segura que uno de estos

servirá. —Se llevó la pila de prendas al probador y emergió diez minutos

después con tres pantalones vaqueros que se ajustaban y un par que en

realidad podría permitirse comprar. De repente el uniforme L’eihr no se veía

tan mal.

—¡Ta-chan! —cantó Tori, abriendo la puerta del probador. Se alzó su

vestido y se dirigió hacia el espejo de tres partes, luego empezó a comprobar su

trasero desde diferentes ángulos—. Bonito, ¿verdad?

Realmente se veía bien. Excesivamente expuesta, sí, pero recatada en

comparación a los vestidos que llevarían algunas otras chicas. Cara dio un

silbido y comprobó la etiqueta. Su boca se abrió.

—¿Has visto esto, Tori?

Satisfecha con su reflejo, Tori se apartó del espejo y se pavoneó hacia su

probador.

—Sip.

—¿Te vas a gastar todo esto en un vestido que vas a usar una sola vez?

—Lo pondré en mi tarjeta —dijo Tori, como si no fuese a gastar dinero

real de esa forma—. También necesito un bolso y unos zapatos. ¿Qué opinas de

unos tacones con correas?

En el momento en que llegaron a la sección de calzado, Cara pensó que

unos zapatos con correas eran tan innecesarios y caros como el vestido envuelto

en plástico sobre el hombro de Tori. Cara levantó unos zapatos de plataforma

terriblemente feos con estampado de leopardo y se quedó sin aliento con el

precio en la etiqueta fijada en la suela. Tal vez si los seres humanos no

gastaran tanto tiempo y dinero en basura inútil, no necesitarían que los L’eihrs

protegiesen el mundo en su lugar.

—Que lindos —dijo Tori, señalando con la cabeza a la monstruosidad que

Cara sostenía en la mano—. Deberías probártelos.

—Claro. O más bien no.

Tori frunció el ceño y estudió a Cara por encima de un expositor de

sandalias.

—La terapia de centros comerciales no está funcionando, ¿verdad? —Soltó

unos zapatos con purpurina que tenía agarrados y asintió hacia la salida—.

Vamos. Hora de esa sobredosis de triple de chocolate.

—Al ataque. —Desde el otro lado de la mesa, Tori señaló la cuchara en el

plato entre ellas—. Si dejas que me termine esto yo sola, nunca entraré en ese

alucinante vestido que acabo de comprarme.

La mera visión del caliente dulce de azúcar saliendo desde el centro de

una pegajosa tarta de chocolate fue suficiente para hacer que el estómago de

Cara diese un vuelco, pero tomó una cucharada por el equipo y la comió de un

bocado. Tragó tan rápido como fue posible antes lavarse el sabor con el té helado

sin azúcar.

—¿Pero qué demonios? —preguntó Tori—. Parece como si estuvieras

masticando hojas de afeitar.

—Ahora los dulces me producen algo de malestar.

Las cejas negras de Tori se dispararon.

—No estarás embarazada, ¿verdad?

—No —dijo Cara con una risa sin ganas—. Cero posibilidades de eso,

confía en mí.

—Huh. —Tori se mordió el interior de la mejilla y miró su postre—. Lo

del centro comercial ha sido un fiasco, y el chocolate no está funcionando. Esto

nos deja una única opción…

—Oh, no. No Magic Mike.

—Entonces dame una alternativa. Dime qué te hará sonreír.

Esa era una buena pregunta, pero Cara no sabía la respuesta. Volvió a

pensar en las últimas experiencias que le habían traído alegría… acurrucarse con

Vero, controlar la pista intermedia, probar una colonia por primera vez, colocar

su mano dentro del fuerte agarre de Aelyx.

Cara suspiró y codeó al pastel.

—Nada en la Tierra.

Se quedaron en silencio durante un rato, jugando con las pajitas y los

cubiertos, hasta que Tori dijo lo que ambas estaban pensando.

—Ahora eres diferente.

—Sip, lo soy —dijo Cara. Y tenía la sensación de que las cosas nunca

serían igual a como eran antes del intercambio. La miró desde debajo de sus

pestañas—. Pero te sigo queriendo.

El rostro de Tori se iluminó con una sonrisa agridulce. Se acercó a través

de la mesa y tomó la mano de Cara, su toque de alguna forma familiar y

extraño.

—Lo mismo digo. Eso nunca va a cambiar.

Cara abrió el libro de texto de física avanzada que había encontrado en el

fondo de su armario. Si quería aplicar para Dartmouth, primero tendría que

recuperar el tiempo perdido, ¿y qué mejor oportunidad de ponerse al día que

durante las vacaciones de primavera? Mientras sacaba su paquete de Einstein

de su mochila, se le ocurrió que probablemente habría perdido su Valedictorian

cuando huyó de la Tierra.

Supuso que el lame culos de Marcus Johnson, se graduaría como primero

de clase. La vieja Cara habría ideado un plan para recuperar su título, pero la

nueva Cara no pudo obligarse a prestar atención.

—Valedictorian —murmuró para sí misma—. Yupi. Soy la Consultora

Jefa Humana para la mujer más poderosa del universo.

O al menos, lo era.

Se centró en el capítulo sobre la teoría de la relatividad de Einstein y

empezó a ojear el texto, pero entonces se dio cuenta que la física avanzada que

había aprendido en L’eihr trascendía a su clases de ciencias avanzada. Cara

cerró su libro de texto. Tenía nada que enseñarle.

Su reloj interno estaba todavía en horario Aegis, y parecía demasiado

pronto para ir a la cama. Fue hacia el pasillo, al no encontrar signos de vida de

otros que el tenue brillo de la campana del horno, el cual mama siempre

utilizaba como luz nocturna. Cara reconoció el sonido de una silla de la cocina

arrastrándose contra el suelo de linóleo y decidió ver quien estaba despierto.

—Oye —le dijo ella a Troy, quien estaba sentado en la mesa con una caja

de Cheerios32 y una botella de Sam Adams como compañía.

Él se echó hacia atrás con un puñado de cereales y usó su pie descalzo

para empujar una silla para ella. Aceptando su invitación, ella se sentó y cogió

la caja de cereales.

Después de masticar su bocado y bajarlo con un trago de cerveza, Troy

preguntó:

—¿Pensando sobre cambiar de idea sobre la fiesta?

32

Marca americana de cereales que consiste en avena pulverizada en forma de círculo.

—Nah. —Cara sacó una pila de Cheerios a pesar de que no tenía

hambre—. Solo estoy aburrida. ¿Qué hay de ti? Supuse que estarías por ahí con

tus amigos. —Ella asintió con la cabeza hacia el patio trasero, donde los

soldados hacían guardia alrededor de la casa.

Él se encogió de hombros y apoyó un codo sobre la mesa, colocando la

barbilla sobre la mano.

—Me invitaron a una partida de póker más tarde. No sé. Me gustaban

ese tipo de cosas, pero ahora parecen tan… —Parecía luchar por la palabra

correcta, y finalmente dijo—: Sin sentido.

Los ojos de Cara se abrieron de par en par.

—¡Se exactamente a lo que te refieres! Creí que era solo yo.

—Confía en mí, no eres solo tú. —Troy sonrió, más para sí que para ella,

luego echó un vistazo a la entrada de la cocina y a la sala de estar, como

asegurándose de que estaban solos—. ¿Puedes guardar un secreto?

Cara vaciló un instante antes de asentir, no porque no pudiera mantener

los labios cerrados, sino porque Troy nunca le había confiado nada.

—No he sido el mismo desde que volví de L’eihr —dijo—. Mi jefe me

envió al loquero, y ella dijo que tengo un trastorno de adaptación.

Cara movió su cabeza.

—¿Qué es eso?

—Falta de adaptación. —Claramente incómodo, Troy retiró el contacto

visual y comenzó a apilar sus Cheerios uno encima de otro en una pirámide

torcida—. Lo sueles ver en personas de las fuerzas especiales… en los que han

ido en grandes misiones. Se enganchan a la adrenalina y no pueden hacerle

frente cuando vienen a casa. —Troy levantó su mirada hacia ella—. Cómo se

supone que van a pasar de vivir en combate y saltar de helicópteros a ir de

compras y llevar a sus hijos a la escuela.

—La vida real es aburrida en comparación —dijo Cara.

—Exactamente.

—Lo entiendo. —Por mucho que quería sentirse como una “adolescente

normal” de nuevo, su tiempo en L’eihr la había arruinado los bailes, las

compras y todas las cosas que solía adorar—. Pero para mí es más que eso.

Estoy empezando a ver nuestro modo de vida muy diferente.

—Como…—soltó Troy, pareciendo animarse un poco.

—¿Recuerdas la gasolinera donde nos detuvimos de camino a casa desde

el centro comercial? —Cuando asintió, ella dijo—: Tenían televisores integrados

en los dispensadores. —La vieja Cara habría pensado que era genial, pero la

nueva y arruinada Cara no lo veía de esa manera—. ¿Estamos tan sobre-

estimulados que no podemos pasar esos cinco minutos de repostaje sin un

televisor o móvil distrayéndonos?

—Eso creo.

—Y cuando entré para comprar una revista —continuó Cara—, fue cuando

realmente me di cuenta. Me quedé allí de pie mirando el estante, y todos los

titulares parecían tan triviales. Siempre he querido ser periodista, ¿pero qué

voy hacer? ¿Escribir artículos sobre qué estrella de cine se saca grasa del culo y

se lo inyecta en la cara? ¿Sobre qué celebridad atlética se ha inyectado

esteroides? ¿El nombre del último bebé de las celebridades? —Cara bajó ambas

cejas en señal de frustración—. ¿A quién le importa? Es como si nuestra cultura

al completo se basara en la frivolidad, y nunca antes lo hubiera notado.

Troy le dio un golpecito a un cereal dentro de la pirámide que había creado,

derribándola.

—Es el ruido que me llega. Todos los sonidos están amplificados ahora.

—Sí, para mi también. —Cara estuvo de acuerdo antes de continuar su

diatriba—. Y gastamos dinero en las cosas más ridículas. ¿Sabes cuánto se

gastaron los americanos en caramelos de Halloween el año pasado? —Sin darle

la oportunidad de adivinarlo, gritó—: Dos billones de dólares. Billones, con

una B. —Se quedó callada, golpeada por lo absurdo de ello—. Gastamos

montones de dinero en caramelos mientras que la investigación de

enfermedades y el progreso científico van con financiación. Hace que me

explote la cabeza.

Troy rio y sostuvo ambas manos hacia adelante.

—Tranquila, Pimienta. Te creo.

—Lo peor de todo es que no sé a dónde pertenezco. —Ya no era del todo

humana, pero no se sentía como una L’eihr. Hizo a un lado sus Cheerios,

demasiado alterada para comer algo—. ¿Puedes tú guardar un secreto?

—Probablemente —dijo su hermano.

Le contó sobre su decisión de quedarse en la Tierra después de la

ceremonia de la alianza, incluyendo su residual ruptura con Aelyx, quien nunca

le había gustado a Troy. Pero para cuando terminó de explicar sus

razonamientos, Troy parecía más conflictivo que aliviado.

—¿Qué? —preguntó—. Pensé que te alegrarías.

Él cogió la etiqueta de la botella de cerveza, evitando sus ojos.

—Lo estoy, si es lo que realmente quieres…—Entonces se detuvo,

advirtiéndole que venía un pero.

—¿Pero? —preguntó.

—Si estabas pensando en ir a la colonia —dijo asomando la mirada hacia

ella, después de regreso a la botella—. Yo también lo estaba pensando, cuando

mi alistamiento terminara.

Cara soltó el aliento.

—¿Hablas en serio?

—Uh-huh —lo dijo con un suave Sé que suena loco, pero lo digo en

serio movimiento de cabeza—. Lo he estado pensando desde que regresé.

—Pero odiabas L’eihr —le recordó Cara—. Siempre estás diciendo que no

pertenecemos ahí.

—Sí, y eso aún tiene algo de verdad —dijo Troy, enfocando sus ojos azules

con los de ella—. Pero tampoco pertenecemos aquí.

Tenía razón… Cara lo sabía en sus huesos. Pero eso no cambiaba el hecho

de que no podría ser feliz en la colonia, no sin los tipos de concesiones que El

Camino nunca daría. Era una situación imposible. Se sentía como clavija

cuadrada que había sido cortada en octágono, de modo que no encajaba en

ningún agujero, redondo o de otra forma. Pero de alguna manera en las

próximas cuarenta y ocho horas, Cara tendría que decidirse de una vez por

todas dónde yacía su futuro.

Sin presión ni nada.

Traducido por Candy27//Corregido por Mais

El primer día oficial de primavera fue totalmente sombrío, lo cual

concordaba con el humor de Aelyx. Se movió en la cama y miró hacia afuera por

la ventana, donde la helada lluvia golpeaba el cristal. Esta tarde tendría que

pararse al lado de Cara en la ceremonia de alianza y pretender que no se sentía

destrozado… vaciado de cualquier felicidad que alguna vez hubiera tenido. Al

menos mañana dejaría este lúgubre planeta y volvería a casa, donde el hielo

nunca llueve del cielo. Sin nada más, al menos tenía eso para mirar adelante.

Con las extremidades pesadas, arrastró los pies hasta la cocina,

esperando que Syrine hubiera hecho su acostumbrada jarra de té. Aelyx no

quería fomentar una dependencia a la cafeína, pero últimamente se estaba

moviendo como si estuviera bajo el agua. Tomaría cualquier ayuda que pudiera

conseguir. Después de servirse a sí mismo una gran taza de infusión de olor a

menta, se arrastró hasta la sala de estar y se sentó en la silla favorita del

embajador, simplemente porque estaba más cerca. Dioses, estaba cansado. Se

acababa de despertar y ya quería volver a la cama.

David y Syrine estaban situados cerca de él en el sofá, pero en vez de

decir hola, se miraban fijamente el uno al otro en lo que parecía ser un punto

muerto. Las manos de Syrine se apretaban en un puño mientras que la barbilla

de David se levantaba con determinación. Tomó bastantes segundos de cargado

silencio, antes de que Aelyx preguntara qué estaba mal.

Cuando David habló, mantuvo sus ojos fijos en Syrine.

—Le acabo de decir a tu amiga que estoy enamorado de ella.

—Oh —dijo Aelyx, deseando haber cogido su té de vuelta a su habitación.

Incomodo.

—Y —continuó David—, que nunca me detendré. Que no soy como los

otros chicos que conoce, y que si confía en mí por una vez, la puedo hacer feliz.

Aelyx no estaba seguro de cómo contestar. Obviamente David ya no

estaba hablando con él.

—¿Qué te dijo ella?

—Nada todavía. —David sujetó la baraja de cartas—. Pero estaba a

punto de proponerle otra apuesta.

Syrine encontró su voz, pero apenas se escuchó en la habitación.

—¿De qué?

—Si yo gano —dijo David—, vamos a la colonia. Realmente juntos, como

pareja. No más esconderse.

Ella tragó suficiente fuerte para hacer que su garganta se moviera.

—¿Y si tu pierdes?

—Entonces me quedo aquí. —La expresión de David cayó, su voz se

oscureció hasta una seriedad que Aelyx nunca había escuchado en el chico—.

Pero nunca me había sentido de esta forma por nadie. Tú estás hecha para mí.

Todo el color se fue de las mejillas de Syrine, y a pesar de que no había

accedido a la apuesta, David empezó a barajar el mazo. Sus manos temblaban

con el movimiento, algo que Aelyx hubiera atribuido a la ansiedad si no hubiera

notado que pasaba lo mismo toda la semana. La habilidad motora de David

estaba flojeando. Aelyx sabía la posible causa, pero se negaba a tratar con ello.

Tenía que creer que la droga experimental salvaría a su amigo.

David dispersó la baraja y la sujetó hacía Syrine.

—Escoge una carta.

Syrine extendió su mano y la retiró tres veces antes de sacar una carta

de la baraja. Aelyx tomó un sorbo de su té y se inclinó al lado, notando que ella

había cogido el siete de diamantes.

—Ya sabes qué hacer —le dijo David—. Sujétala cerca y mírala

fijamente. Enfocándote realmente así puedo leer tu mente.

Mientras Syrine miraba al diamante rojo, David estudió el símbolo

dibujado en el otro lado. Tantas veces como había practicado el truco, no podía

fallar. Partió la baraja y le dijo a Syrine que metiera la carta, luego volvió a

barajar el mazo. Volviendo la baraja, rebuscó entre sus opciones, fingiendo

pensar detenidamente, hasta que levantó la reina de espadas.

—¿Es esta tu carta? —preguntó David, mirando a los ojos a Syrine

mientras los temblores sacudían su mano.

Al principio, Aelyx no podía comprender porque David había elegido

incorrectamente. Hace mucho tiempo que había dominado este juego. Pero el

entendimiento llegó, y Aelyx vio que David había forzado a Syrine a elegir.

Esta era la manera de asegurarse que ella realmente lo quería, negándose a

dejar que algo tan trivial como una apuesta determine su futuro.

Con su boca formando una O perfecta, Syrine miró fijamente a David

mientras los segundos pasaban en un doloroso silencio. Aelyx se encontró a sí

mismo inclinándose hacia delante en su asiento como sí pudiera forzar una

respuesta fuera de ella. Finalmente, cuando la espera se había convertido casi

en insoportable, ella se lamió los labios y susurró:

—Sí, estás en lo cierto. Esa es.

Una sonrisa agradecida salpicó la cara de David mientras sus ojos se

ampliaban. Él soltó un tembloroso suspiro que sonó más como un gemido y

lanzó las cartas para coger a Syrine entre sus brazos. El par se sujetó el uno al

otro, intercambiando besos y susurros que hicieron sentir a Aelyx como un

intruso. Con cuidado de no derramar su té, silenciosamente volvió a su

habitación para dar a la pareja su privacidad.

Aelyx estaba feliz por Syrine… y David también. Se preocupaba por ellos

y sabía que la colonia sería un lugar más brillante por su presencia, pero eso no

detenía el bulto creciendo en su garganta. Continuó sorbiendo su té, pero nada

lo bajaba.

Durante meses, había estado forzado a ver el creciente romance entre

sus amigos, recordándose a sí mismo a ser paciente, que su turno llegaría

cuando se reuniera con Cara. Pero las cosas eran diferentes ahora. Toda la

paciencia del mundo no le devolvería lo que había perdido. Aelyx no sabía cómo

iba a estar en presencia de dos parejas perfectas y seguir manteniendo la

cordura.

Acababa de finalizar su té cuando Syrine golpeó la puerta y entró, su

mirada tanto atolondrada y arrepentida. Podía decir que empatizaba con él.

—Hiciste la elección correcta —dijo Aelyx, poniendo su taza en la

cómoda.

Syrine le dio un evasivo gruñido, pero a través del brillo de la

iluminación su piel parecía estar de acuerdo.

—El tiempo dirá. Podría defraudarme, pero creo que vale la pena el

riesgo.

Aelyx rio.

—Tan práctica hasta fallar, como siempre.

—Dices eso como si fuera algo malo. —Ella cerró la distancia, y descansó

su mano en su frente, luego fijó su mirada en su rostro, suavemente

enfocándose para contactar con su mente. Déjame ayudarte.

Rápidamente, él volvió la cabeza a un lado.

—No.

—Esto es lo que me han entrenado para hacer —insistió—. No puedo

eliminar tu dolor, pero puedo aligerar tu carga.

Aelyx sabía muy bien lo que Syrine podía hacer. Los sanadores de

emociones eran sagrados en L'eihr por su rareza. Pero también sabía cómo la

sesión podía afectarla. Ella tomaba su sufrimiento como propio, sintiendo su

corazón roto como si fuera suyo, y él no podía permitirlo. Ella estaba autorizada

a su alegría.

—Es solo una ruptura. —Él la encaró con una sonrisa forzada—. Estoy

completamente seguro de que sobreviviré.

—¿No harías lo mismo por mí?

—Sabes que lo haría. —Tocado por su compasión, Aelyx tomó su mejilla

con una mano y se inclinó para besar la parte alta de su cabeza, donde hizo una

pausa y añadió—: Pero no me dejarías.

—No —admitió—. No lo haría.

David apareció en la puerta. Su expresión se oscureció mientras sacudía

la cabeza hacía el vestíbulo y articulaba, Cara está aquí.

Como un rayo de ardiente electricidad, dolorosos escalofríos bajaron por

lo largo de la columna de Aelyx. Su carne se enfrió y su pulso se sacudió. La

reacción visceral probó lo que ya sabía… no estaba preparado para encararla.

Miró a David en una silenciosa súplica en busca de consejo.

David pareció entenderlo.

—Coge tu abrigo —susurró—. Necesito hacer una llamada rápida, luego

saldremos de aquí.

—Yo iré también —dijo Syrine.

—No —cortó David en un tonó que los sorprendió a todos, y lo compensó

con una sonrisa arrepentida—. Quédate y métele un poco de sentido a ella.

—Ella ha decidido —les contó Aelyx.

Syrine palmeó su hombro, deslizando un rápido pensamiento a través de

su mente antes de cerrar la puerta. Me subestimas.

—Respira, Pimienta. Parece que te estás ahogando con tú propia lengua.

Cara se inclinó sobre su hermano y soltó el aire que inconscientemente

había atrapado en sus pulmones. Tirando de las solapas de su abrigo juntas,

tembló en la calurosa sala de estar. No era la maldita tormenta de hielo lo que

la hacía temblar. La ceremonia de alianza no empezaría hasta el mediodía —

tres horas desde ahora— y el Coronel Rutter le había ordenado informar al

ático del embajador.

Con Aelyx.

No, eso no sería raro ni nada.

—Jesús, recupera la compostura —susurró Troy; enredando rápidamente

un brazo alrededor de ella—. Estás literalmente temblando en tus botas.

Él no lo entendía… ¿Cómo podría? Nunca había estado enamorado, no

así.

—Hola, Cah-ra.

Encogiéndose, Cara se giró para encontrar a Syrine sonriéndole con el

respetuoso desapego de un vendedor. La última vez que sus caminos se

cruzaron, terminó con Syrine abofeteando a Cara y deseando la muerte de la

raza humana. Ahora la chica extendió un brazo, ofreciéndose a tomar sus

abrigos.

Cara sujetó firmemente las solapas.

—Mantendré el mío, gracias.

Troy tiró de su brazo para soltarlo y se quitó su chaqueta de camuflaje

mientras Cara lanzó unas cuantas miradas furtivas detrás de su anfitriona.

Aelyx no estaba por ninguna parte. A lo mejor había decidido quedarse en su

habitación hasta que la ceremonia empezara. Sabía que debería sentirse

aliviada, pero se encontró a sí misma mordiéndose el labio con decepción.

Syrine siguió la dirección de la mirada de Cara.

—Aelyx se está yendo a por un mandado; de otra manera estaría

uniéndose a nosotros.

Cara se sonrojó. Cazada.

Cuando Syrine entró en el armario para colgar el abrigo de Troy, una

puerta a la distancia se abrió con un clic y casi manda al corazón de Cara

catapultado de su pecho. Ella intentaba parecer fría, pero sus ojos encontraron

los de Aelyx en el instante que entró en la habitación.

Su cabello hasta la altura de su mandíbula ocultaba parte de su rostro,

pero el lado visible robaba el aliento, incluso unido por los círculos negros por el

insomnio. Cara se odiaba por pensarlo, pero estaba contenta de que no pudiera

dormir. Con eso hacían dos. Sus ojos plateados se abrieron cuando la vio.

Mantuvo su mirada por un momento mientras evaluaba su expresión para ver

si había cambiado de parecer. Rompiendo el contacto, ella miró fijamente al

piso de madera y le dio una respuesta. Se odiaba a sí misma por eso también.

No alzó la mirada hasta que oyó a David decir:

—Te quiero —en una voz firme.

El chico ató la cartuchera de sus armas alrededor de su cadera mientras

miraba expectante a Syrine. Cara no lo entendió al principio, pero entonces le

dio un beso en lo alto de la cabeza, y todo tuvo sentido. Bueno, tanto sentido

como puede tener que Syrine salga con un humano.

La piel de Syrine de color cobrizo se oscureció unos cuantos grados y

empujó el pecho de su guardia, dándole nada excepto una tímida sonrisa.

—Adelante.

—Uno de estos días me lo dirás —dijo David, subiendo la cremallera de

su abrigo. Se quedó ahí mirándola, decidiendo si irse, hasta que Aelyx tiró de

su chaqueta. Luego los dos desaparecieron por la puerta.

Cara cruzó la habitación y miró hacia afuera de la ventana a la manzana

debajo, donde un escenario estaba sin decoraciones y sillas dobladas que

pertenecían ahí. Si el clima no mejoraba, tendrían que recolocar la ceremonia

dentro. Dos figuras aparecieron en la acera, y ella reconoció a Aelyx y David

corriendo a través de la calle y entrando en lo que parecía un edificio vacío.

¿Corriendo a un recado? Lo que sea. Más como corriendo lejos de ella.

Syrine invitó a Troy a servirse a sí mismo de los contenidos del frigorífico

—un ofrecimiento que él no rechazó— luego guió a Cara hasta la sala de estar.

Cara se sentó en el extremo más alejado del sofá, y Syrine la sorprendió

sentándose cerca así que casi se tocaban.

Inclinándose lejos, Cara observó el rostro de la chica por una explicación

por su proximidad. La sonrisa impaciente de Syrine la hacía parecer como si

tuviera una agenda y estuviera esperando por el momento adecuado para

ponerse en marcha.

—Lo siento —dijo Syrine—. Por lo que te hice en el transbordador el año

pasado.

Cara no quería discutir.

—Está bien.

—No era yo misma entonces, pero ahora lo soy.

¿Qué se suponía que tenía que decir Cara a eso? Ella y Syrine no eran

amigas, y este encuentro inesperado estaba empezando a asustarla.

—Me alegro de que te sientas mejor. Lo que pasó con Eron fue terribl...

—¿Te dijo Aelyx lo que el Aegis me ha entrenado para hacer? —Syrine se

inclinó más hacia el espacio personal de Cara.

Santa agarradera. Cara se presionó contra el brazo del sofá.

—¿Te refieres a la cosa de “sanador de emociones”?

—Sí. Te puedo ayudar. —Asintiendo como un niño pequeño, ella intentó

tocar la mano de Cara pero pareció pensárselo mejor—. Sé que estás en

conflicto con tu decisión.

Asumiendo que Cara necesitara terapia —lo cual no necesitaba— la

última persona en quien confiaría sería en Syrine.

—Eso está bien. No quiero hablar de ello.

—No necesitamos hablar.

—¿Dilo otra vez?

—No soy un terapeuta Cah-ra —explicó Syrine—. Piensa en mí más

como una empática.

—¿Puedes sentir las emociones de otras personas? —Cara no le parecía

gran cosa. Todos los L'eihr podían hacerlo.

—Yo altero las emociones —corrigió Syrine—. Sé que puedes utilizar el

Discurso Silencioso. Si puedes abrir tu mente a mí, puedo traerte claridad y

confort.

La palabra no tomó forma en los labios de Cara. Sus experiencias con

Jaxen y Aisly la habían dejado recelosa de los trucos mentales, y ella no

confiaba en Syrine. Nunca le había gustado a la chica, así que ¿porque tanto

interés? Y aun así, Cara dudaba de declinar la oferta. Claridad y confort

sonaban terriblemente tentador.

—Por favor —imploró Syrine—. Aelyx está dolido y esta es la única

forma en que puedo ayudarle.

La desesperación en los ojos de Syrine alcanzó directo al corazón de Cara

y la suavizó hasta la consistencia del queso cremoso. Syrine tenía sus fallos —

muchas veces— pero ella quería a su mejor amigo y Cara la admiraba por ello.

Relajando la tensión de sus hombros, Cara se volvió a sentar en el sofá.

—Supongo que puedo usar un poco de claridad.

La boca de Syrine se estiró hasta una gran sonrisa.

—No te arrepentirás.

Espero que tengas razón.

—¿Necesito proyectar mis sentimientos?

—No.

Syrine cerró los ojos, inhalando profundamente aire a través de su nariz

como si intentara alcanzar su lugar Zen.

—Solo abre tu conexión y relájate. Yo haré el resto. —Cuando sus

parpados se abrieron, ella advirtió—: Puedo estar emocional cuando esto acabe,

así que no te lo tomes como una ofensa nada de lo que diga. No es personal.

Cara quería emitir su propia advertencia —Golpéame otra vez y te

patearé el trasero— pero se mordió la lengua. Si esto funcionaba, valdría unos

cientos de bofetadas. Ella dejó ir su mente y miró a través de los irises

cromados de Syrine.

Ella sintió el surgimiento de la energía que establecía su conexión,

seguido por una repentina y deliciosa sensación de hormigueo caliente sobre su

piel como si estuviera debajo de una oleada de chorros de agua de la ducha.

Cara tuvo que enfocarse para mantener sus ojos abiertos. Ya no le importaba

que fuera un truco… se sentía demasiado bien. Pequeños escalofríos

recorrieron el cabello a lo largo de su cuero cabelludo, y su ansiedad empezó a

irse gota a gota hasta que quedó nada salvo paz. La sensación recordó a Cara la

vez que recibió una inyección de morfina para una rodilla dislocada, pero eso

dejó su mente en una nube. Ahora mismo, podría recitar la tabla periódica si

quisiera.

La conexión se rompió, e instantáneamente la postura de Syrine se

hundió mientras la de Cara se levantaba… más ligera por unas cientos de

libras y de preocupaciones y dudas.

—Caray —suspiró, parpadeando hacia la chica que una vez había

considerado un enemigo—. Tú eres un opio andante. No puedo creer que

hicieras eso por mí.

Syrine le dio una débil sonrisa, pero no alcanzó sus ojos, los cuales

empezaban a llenarse de lágrimas.

—¿Puedo pedir que me lo devuelvas escuchando mi consejo?

—Por supuesto. Después de esto te daría dado un riñón.

Cuando Syrine abrió la boca para hablar, su respiración se atascó y una

lágrima cayó por su rojiza mejilla. Le dio a Cara unos apuntes. Si hubiera

sabido que Syrine se empaparía de toda su infelicidad como una esponja

emocional, no hubiera estado de acuerdo con ello.

—Piensas que Aelyx no te ama lo suficiente como para quedarse en la

Tierra, pero ese no es el caso. Hay algo que no sabes. Durante el recorrido, ha

habido muchos atentados contra su vida. He perdido la cuenta de cuantos.

La boca de Cara se abrió.

—¿Por qué no me lo dijo?

—A lo mejor por la misma razón que le ocultaste tus problemas por tanto

tiempo. No quería preocuparte. Aelys ama su casa, pero te ama más a ti. No

tengo ninguna duda de que se quedaría si fuera posible.

Cara recordó su discusión, cuando lo acusó de renunciar muy pronto.

Ahora se sentía como una imbécil.

—Puedo sentir tus preocupaciones por la colonia —dijo Syrine—. Y

algunas de ellas son legítimas. Pero hiciste tu elección fuera del miedo a lo

desconocido. Ahora que tu mente está despejada, deberías ver los problemas

más claramente.

—Pero la falta de libertad no ha cambiado —señaló Cara.

—Todavía no. Te sentiste derrotada por el desarrollo de los hechos —dijo

Syrine—. Pero la lucha no ha acabado, y no estás sola.

Cara supuso que tenía un punto. Mientras era el único humano en el

planeta, Cara se sentía aislada contra los Ancianos. Pero más de su clase

vendrían… incluso su hermano. A lo mejor Alona permitiría más

representación humana en el balance de poder.

—También sentí —continuó Syrine—, que te sentías fuera de lugar con

tus compañeros humanos.

Había ningún punto en negarlo.

—Has cambiado —dijo Syrine—. Y tus necesidades han cambiado

contigo. No tengo ninguna duda de que podrías quedarte en la Tierra y tener

una vida satisfactoria por ti misma. Pero tú ansias más de lo que este mundo

puede ofrecer. ¿Por qué quedarte en satisfactorio cuando puedes tener

espectacular?

Las palabras se metieron en la mente de Cara, eventualmente resonando

en ella, tan fuerte que sintió su sabiduría hasta en las plantas de sus botas.

Ella soltó un aire lleno de luz, y cuando exhaló, supo donde pertenecía.

Y no era en la Tierra.

Ella ya no era más Cara Sweeney, Valedictorian de Midtown High, dos

veces campeona de debate. Ella tampoco era completamente Elire, residente

del primer Aegis, l'ihan de Aelyx del primer Aegis, Jefe Consultor Humano. En

su lugar, se sintió algo entre los dos, y la colonia era una fértil tierra media

donde podrá descubrir su su nueva evolución.

—Tienes razón —dijo Cara

Las cejas de Syrine se elevaron en esperanza.

—¿Así que vendrás mañana a casa con nosotros?

Casa. Al majestuoso y silencioso bosque donde el aire olía a cítrico y el

océano añil desteñido se estiraba para encontrarse con un horizonte de puro

color verde pizarra. A Elle y Larish y Vero. Tal vez L'eihr no se sentía como su

hogar todavía, pero tenía fe en que un día lo sería.

—Sí, quiero volver.

—Excelente —dijo Syrine, limpiándose los ojos—. No puedo esperar para

decírselo a Aelyx. —

Tampoco podía Cara. Sus piernas prácticamente tiraban por correr hacia

él.

—Él está en el edificio cruzando la calle.

—Iré contigo. —Syrine exhaló una temblorosa respiración—. Necesito

ver a David. Quiero decir... —Levantó un hombro en un encogimiento casual

que no engañaría a nadie—. Para preguntarle qué deberíamos cenar. No es

gran cosa.

Seguro que no lo es.

—Vamos, arrastremos a mi hermano fuera de la despensa.

Los pasos de David se volvieron muy lentos mientras alcanzaba el

descansillo del quinto piso, y Aelyx notó que la mano del chico ocasionalmente

se deslizaba del pasamano.

—Podemos parar aquí —dijo Aelyx. No había ninguna razón para

continuar hasta el piso superior, no importaba como de "impresionante" era la

vista, de acuerdo con David. Con la lluvia de granizo y las nubes grises

oscureciendo el sol, había nada que ver de todas formas—. Solo necesitaba algo

de espacio. Ahora lo tengo.

David se detuvo para recuperar el aliento. Una mirada de dolor cruzó su

cara, y no importaba cuántas veces Aelyx intentó encontrar su mirada, el

mantenía su mirada apartada. ¿Por qué estaba intentando subir esta escalera

helada cuando claramente necesitaba descansar?

—Vamos a continuar —dijo David—. No es mucho más lejos.

Aelys sentía que algo no estaba bien aquí. Tomó a su amigo por el codo y

le ayudó mientras reanudaban la escalada.

—¿Las drogas han dejado de funcionar, no?

—No, funcionan bien —exclamó David, incluso mientras se esforzaba por

levantar sus botas—. Pero me quedé sin ellas hace un par de semanas. Jaxen

solo me da lo suficiente hasta su siguiente visita. Se supone que me traerá más

esta tarde cuando los transbordadores aterricen.

Aelys suponía que eso era una buena noticia, pero lo que le molestaba

era que Jaxen hubiera retenido el tratamiento hasta hoy. Tan poderoso como

era, podía haber fácilmente enviado un nuevo cargamento de inyecciones en

alguna de los transportes de L'eihr a la Tierra. La ansiedad le retorció el

estómago. No confiaba en Jaxen. ¿Qué si mentía o se negaba a traer la

medicación?

—Bueno —dijo Aelyx, intentando mantener su tono ligero—, en el peor

escenario: te pondríamos en mantenimiento criogénico hasta que lleguemos a la

colonia y encontráramos más medicamentos, luego te sacaríamos.

Había esperado un resoplido de risa seca, pero mientras alcanzaban la

planta alta, David agarró el hombro de Aelyx, manteniendo sus ojos fijos en el

áspero hormigón del suelo.

—Quiero agradecerte. Si un hubiera sido por ti, Syrine nunca me

hubiera mirado, y no me hubiera invitado a la colonia.

—No hice tanto como piensas. Está loca por ti.

Con su cabeza agachada, David abrió la pesada puerta para salir de las

escaleras.

—Voy a cuidarla muy bien. Lo prometo.

Aelyx frunció el ceño mientras seguía a su amigo dentro del enorme

espacio que un día sería un ático. Plásticos para las salpicaduras de pintura

cubrían el suelo, arrugándose bajo sus botas mientras hacia su camino hacia el

centro de la habitación, pero estaba muy distraído por el comentario de David

para notar algo más. El chico había hablado con tanta resolución.

La puerta de hierro se cerró con un eco, y Aelyx se volvió para mirar a

David, quien se inclinaba contra la puerta con su pistola estirada y temblorosa

en su agarre. Antes de que Aelyx pudiera procesar lo que sus ojos estaban

intentando decirle, el crujido del plástico sonó desde el lado opuesto de la

habitación, y atrapó la vista de un soldado siniestramente familiar antes de

que el puño del hombre golpeara la mejilla de Aelyx.

La fuerza del puñetazo lo mandó al suelo. Las estrellas explotaron detrás

de sus ojos, seguido por una sacudida de dolor y un pitido en sus oídos. Apenas

tuvo tiempo para parpadear antes que el soldado le pateara en el estómago,

sacando todo el aire de sus pulmones con un silbido.

—¡Suficiente! —gritó David.

A su orden, el asaltante se detuvo. Fue entonces cuando comprendió que

su "amigo" no lo había traído aquí para admirar las vistas. Anthony Grimes —

el hombre que había fallado dos veces en matarlo— había estado esperando su

llegada.

—Se supone que debe parecer que le han dado una paliza —dijo

Grimes—. Así su cadáver se parecerá al de ese chico de Lanzhou.

—He dicho no más.

Aelyx se sentó despacio, ignorando el dolor en su barriga, y girando su

cabeza hacia David, quien finalmente tuvo la decencia de mirarlo a los ojos.

—Lo siento —dijo David. Su voz se rompió y su mirada brilló con

lágrimas no derramadas—. Lo siento mucho.

Traducido por Candy27//Corregido por Bibliotecaria70

Grimes sacudió la cabeza con disgusto y miró con furia a la forma

temblorosa de David.

—Jesús, eres patético. Ya habrías tenido tus medicinas si no fueras tan

mariquita.

Ya hubieras tenido tus medicinas…

Así que el par estaba trabajando para Jaxen, quien quería a Aelyx

muerto por alguna inexplicable razón. Eso probablemente significaba que ellos

habían preparado el ataque de la mañana de Navidad… en el que David se

había lanzado en el camino de una bala para “salvar” la vida de Aelyx…. Así se

ganaba el acceso completo a él como su guardia personal. Ahora que Aelyx

pensaba en ello, se dio cuenta que los intentos de asesinato se habían

incrementado una vez que David se unió al tour de Relaciones Públicas. El

encuentro sorpresa con Grimes en la escalera, la carta bomba, la comida

envenenada.

¿Los había facilitado todos David?

Él se quedó mirando fijamente al chico que pensaba que conocía… el que

había ido a por consejo y confiado como un hermano. Furia líquida surgió de las

venas de Aelyx, sonrojando su piel. No podía creer que hubiese empujado a

Syrine hacía los brazos de David. ¿Se había preocupado por ella, o era una

mentira también?

—Syrine —dijo Aelyx, recordando cómo ella había abierto la templada

envoltura y había intentado comer de su plato… antes de que David la

detuviera—. Ella seguía poniéndose en medio.

—No es así —insistió David antes de que la emoción rompiera su voz.

Tragó fuerte y extendió su mano libre—. Jaxen me engañó. Primero, dijo que

todo lo que tenía que hacer era vigilarte, pero luego él cambió de…

—Infiernos, cállate —interrumpió Grimes—. Solo dispárale ya.

Aelyx hizo un movimiento para levantarse, y Grimes se balanceó hacía

él. Los nudillos del hombre cogieron el exterior de los labios de Aelyx, y su

cabeza se volvió rápidamente mientras el sabor fuerte de la sangre cruzaba su

lengua.

—¡Mantente abajo! —ordenó Grimes.

El rostro de David se contorsionó con angustia.

—Lo siento —repitió—. Quería decirle que no a Jaxen, pero Syrine

finalmente me dio una razón para vivir. Él es el único que puede conseguir las

drogas. Seguía retrasándolo, esperando que los medicamentos me curaran y no

los necesitara más. Pero…

—Pero entonces él no tendría poder sobre ti —finalizó Aelyx, luego se

detuvo para escupir sangre encima de la alfombra—. Pero él no abandonaría

eso.

Un destello de miedo detrás de los ojos del chico le dijo que también lo

sabía.

—¡Dispárale! —gritó Grimes.

David levantó su arma y la bajó de nuevo. Claramente no quería cargar

con un asesinato, y Aelyx vio una pequeña oportunidad de salvarse a sí mismo.

Pero tenía que actuar rápidamente. Grimes se estaba poniendo más agitado

con cada segundo, su respiración era un audible siseo a través de sus dientes.

—Jaxen nunca te dará la cura completa —dijo Aelyx deprisa—. No

cuando te puede tener a su merced con inyecciones semanales. ¿Qué te obligara

a hacer luego? ¿Cuándo acabará? —Aelyx tenía que apelar al menguante

sentido de la integridad del chico mientras ofrecía una oportunidad de

sobrevivir—. Solo estaba medio bromeando cuando dije que podíamos

congelarte y buscar una cura. No tienes que hacer esto. Puedes cambiar de idea

y nadie tiene que saberlo.

Mientras David meditaba, claramente tentado por la sugerencia, Grimes

sacó un cartucho de munición y una pistola de su bolsillo.

—Ni siquiera pienses en ello —espetó Grimes—. Jaxen nos mataría a los

dos, y tú no eres el único al que le ha hecho una promesa.

—Te matará de todas formas —dijo Aelyx. Hombres muertos no cuentan

historias—. O morirás junto con el planeta entero cuando El Camino termine la

alianza, porque vuestra agua está infectada. Necesitan nuestra tecnología para

descontaminarla.

Grimes no prestó atención a la advertencia. Empujó el cartucho en su

pistola, mirando fijamente a David, suficientemente duro para hacerlo arder.

—Jaxen va a necesitar todo el músculo que pueda conseguir para

mantener el control después del golpe de estado. Ahí es cuando los gobiernos

son más vulnerables.

¿Un golpe de estado? Aelyx se negaba a creerlo. Jaxen estaba loco si

pensaba que podía montar una toma de poder. La población L’eihr, incluida la

guardia de la capital, nunca apoyaría ninguna otra facción aparte de El

Camino. Además, Jaxen ya estaba en una posición de gran poder. ¿Qué tenía

que ganar lanzando el planeta al caos? Pero a pesar de lo absurdo de eso, Aelyx

vio cómo podía usar esta información a su favor.

—Podrías ser un héroe —le dijo a David—. Si vamos a Alona y le

decimos todo, ella recompensará tu honestidad y ejecutará a Jaxen por traición.

—Resolvería todos los problemas de David—. No es muy tarde —le prometió,

esperando que alguna molécula de su amistad fuera genuina—. Si haces lo

correcto. Syrine te perdonará, y yo también.

Grimes inclinó su pistola y apuntó a Aelyx.

—Olvídalo. Lo mataré yo mismo.

—No. —David estabilizó su objetivo hacia Grimes en un claro mensaje de

que no disparara. El otro hombre miró boquiabierto ante la traición antes de

que su mirada se volviera de piedra y apuntara a David de vuelta—. Piensa por

un minuto —dijo David—. Podría funcionar.

—¡No puedes confiar en él! —gritó Grimes, asintiendo hacia Aelyx—.

¿Piensas que nos va a dejar ir… después de que hayamos intentado matarlo por

meses? Si Jaxen cae, nosotros caeremos con él.

Aelyx se encaró con David, el único hombre que tenía una oportunidad

de convencer.

—Te doy mi palabra. ¿En quién crees que se puede confiar más… en

Jaxen o en mí?

David no habló, pero la posición de su mandíbula y el imperceptible gesto

de su cabeza le dijo a Aelyx que había ganado. La dinámica de la habitación

cambió, y después de esto, todo pasó en un destello. En un intento de aventajar

al otro, David y Grimes levantaron sus armas y dispararon.

Un ensordecedor disparo rasgó los tímpanos de Aelyx, y en el tiempo que

le tomó encogerse por la sorpresa, ambos hombres yacían desplomados en la

lona de plástico salpicada… Grimes con un inquietantemente limpio agujero en

la frente y David con su pecho abierto como un paquete de carne cruda.

Instintivamente, las manos de Aelyx volaron a los bolsillos de su abrigo a

por su teléfono móvil, pero lo había dejado en su habitación acompañado de su

com-esfera. Gateó hasta el lado de David y gentilmente lo palmeó buscando su

teléfono, pero el chico empujó fuera sus manos, sacudiendo la cabeza para

comunicar lo que Aelyx sabía en su interior: ninguna intervención médica en la

Tierra podría salvarlo.

Tartamudeando una negación, Aelyx vio las tiras de camuflaje de su

abrigo volverse del verde al rojo de la sangre que salía del pecho de David, al

compás de su corazón, cada latido notablemente más lento que el anterior.

Aelyx tenía que hacer algo. Su mano se movió hacia la rubia cabeza de David y

la trajo hacia los hombros en una inútil desesperación mientras el chico

lanzaba una cansada respiración húmeda.

—Por favor —susurró David, sangre elevándose hacia su boca y

cubriendo sus dientes—. No le digas… —Burbujas de aire crecieron dentro de

su pecho, robando su último aliento y, con ello, sus últimas palabras.

Pero Aelyx lo entendió.

—Le diré a Syrine que moriste protegiéndome. Y esa es la verdad.

David asistió en gratitud mientras las lágrimas brotaban de sus ojos. Por

el siguiente minuto, Aelyx sujetó la mano de su amigo mientras la vida fluía

fuera de él, el terror en su mirada marrón debilitándose a lentos grados hasta

que su luz se extinguió completamente.

Aelyx apretó los dientes contra el dolor. Sus puños apretados con rabia.

Si tenía que morir para que esto pasara, Jaxen pagaría por sus crímenes.

De repente, la pesada puerta se abrió y Troy Sweeney entró como una

tormenta, arma en mano, observando la matanza.

—¿Hay más? —le preguntó a Aelyx mientras lanzaba miradas arriba y

abajo por el pasillo.

—No. Esto es todo.

Cara corrió detrás de su hermano y se detuvo en seco, mirando

embobada toda la sangre.

—Oh Dios mío.

Mientras Troy le gritaba a su hermana por no quedarse en las escaleras

como había ordenado, Syrine entró. Sus ojos sobresalieron cuando encontró a

David, y se balanceó sobre sus pies. Después de agarrar la pared para

apoyarse, su rostro tomó una inquietante calma, incluso mientras palidecía

bastantes tonos. No lloró de angustia o preguntó qué había pasado. En vez de

eso, se hundió sobre sus rodillas al lado de David y tomó la mano libre del chico

en las suyas.

Por un largo minuto, nadie habló. Cuando el susurro estrangulado de

Syrine finalmente rompió el silencio, su atormentada voz hizo un corte en el

corazón de Aelyx,

—No se lo dije —dijo—. Me lo dijo tantas veces, y nunca se lo devolví.

Ahora nunca lo sabrá.

Mientras Syrine lloraba sobre el cuerpo de su l’ihan, Cara cayó al suelo

al lado de Aelyx y gentilmente tomó su rostro maltratado entre sus manos. Sus

ojos azules se inundaron con lágrimas mientras enfocaba sus miradas.

Lo siento, le dijo. Lo siento por David y por todo lo que dije. Te amo, y

quiero ir a casa… a la colonia. Ella debió haber percibido su incredulidad,

porque abrió su mente a él y compartió su conversación con Syrine. Este era el

motivo por el que habían venido aquí, porque Cara no podía esperar para

decirle la noticia. Ese podrías ser tú, dijo Cara con un gesto a David. Podrías

haber muerto pensando que no pertenecemos juntos. No podría haber vivido

conmigo misma si…

Se rompió en un sollozo y la conexión entre ellos se cerró.

Un conflictivo estallido de pena y euforia rompió sobre él tan violentamente

que Aelyx dejó de escuchar. Todo lo que podía hacer era envolver sus brazos

alrededor de Cara y apretar sus cuerpos juntos mientras se recordaba a sí

mismo respirar. Descansó su cabeza en su hombro, y se mantuvieron el uno al

otro hasta que el sonido de las sirenas de policía les forzó a apartarse.

Traducido por Mais//Corregido por Bibliotecaria70

Cuando Cara era una estudiante de segundo año, había ganado su

primer campeonato estatal de debate al discutir contra la paradoja de viajar de

regreso en el tiempo para asesinar a Hitler antes que suba al poder. La suya

era una opinión no popular pero había insistido que asesinar a un hombre

antes de que cometa un crimen —o incluso peor, durante la inocencia de su

niñez— solo sería tan inmoral como un genocidio, aunque en menor escala.

Ya no se sentía de esa forma.

Enfrentada con el conocimiento de que Jaxen quería destruir la alianza,

ella lo terminaría en un latido si se daba la oportunidad. Su muerte salvaría a

billones… una obviedad, incluso para alguien como Cara que se oponía al

castigo capital. Además, el bastardo se lo veía venir. Para alguien que

aclamaba amar a la humanidad, tenía una manera enferma de demostrarlo.

¿Qué clase de persona forzaría a un chico enfermo terminal a asesinar a su

mejor amigo?

Un retorcido fasher, ese es.

Pero desde que era miembro de El Camino, derrocarlo suponía un reto.

Incluso pensar sobre asesinarlo lo hacía un traidor. Y ella aún no sabía por qué

quería matar a Aelyx o intentar tomar su gobierno. Toda la cosa no tenía

sentido.

—Finalmente se durmió.

Aelyx regresó a la sala de estar, donde una torrencial aguanieve

golpeaba las ventanas. Juzgando por la suave piel alrededor de sus ojos y boca,

la pomada de L´eihr había hecho su trabajo. Él rozó una mano sobre su rostro y

Cara notó los restos de sangre seca debajo de sus uñas. Dios, la sangre. Si ella

vivía hasta los cien, nunca lo olvidaría. O el sonido del maullido de Syrine

cuando finalmente se quebró.

El recuerdo hizo que la visión de Cara se vuelva borrosa. Parpadeó unas

cuantas veces para enfocar a Aelyx y envolvió sus brazos alrededor de su

cintura.

—Espero que el sedante dure un rato. Se ve cruel el mantenerla

despierta.

Aelyx hizo un sonido en acuerdo, recostando su barbilla sobre su cabeza.

—Una vez que estemos en casa, podemos rotarla entre los curanderos

emocionales. Ayudará un poquito.

—Oye —dijo contra el pecho de Aelyx—. Mírame por un segundo. —

Cuando él bajó la mirada, dijo—: Te amo.

Ya se lo había dicho varias veces, pero si había aprendido algo hoy era

que nunca debes aguantar esas palabras.

Él tomó su mejilla en su palma y dio una sonrisa triste.

—Yo también te amo. —Por un largo rato simplemente la estudió, su

pulgar ligeramente acariciando su rostro—. Las cosas son diferentes ahora. No

creía que podíamos hacer una casa aquí porque aún asumía lo peor sobre tu

gente. Nunca hubiese adivinado que era uno de mi clase quien me quería

muerto. —Retiró su cabello hacia atrás mirándola a los ojos—. Si aún quieres

quedarte en la Tierra, estoy dispuesto a hablar sobre ello.

La oferta calentó su corazón. Unos cuantos días atrás, Cara le hubiese

hablado sobre eso, pero ya no.

—No hay oportunidad. Los L´eihrs están atascados conmigo.

—¿Segura?

—Positivo —dijo—. Así que regresemos al trabajo.

Había trabajo que hacer. Nunca antes había frustrado un golpe de estado

y cuando se trataba de astucia, estaba fuera de la liga de Jaxen. Aún no

entendían su última meta o por qué él había trabado de asesinar a Aelyx en

lugar de Syrine o el embajador. Sus muertes también hubiesen terminado en

negociaciones de alianza. Ella agregó a la lista de cosas que no sabía: ¿por qué

Jaxen quería destruir la alianza? ¿Su aparente amor por la humanidad era solo

una fachada?

—Alona no respondió a ninguna de mis citaciones —dijo Cara.

—¿Usaste el código prioritario Uno?

Ella asintió, esperando que no fuera muy tarde. Cuando las facciones

rebeldes tomaron control, empezaron a eliminar el antiguo régimen. Aelyx

había alertado al Coronel Rutter ante una amenaza potencial y requirió

seguridad extra para El Camino, pero podía no ser suficiente.

—Necesitamos un plan —dijo ella—. Si Jaxen retira esto, nuestros

mundos estarán fritos.

Troy habló desde su lugar en el comedor, un sándwich recostado entre

sus palmas.

—Apuesto a que su hermana está ahí también.

—Ella no es su hermana.

Tan breve como pudo, Cara le contó a Aelyx y a Troy todo lo que había

aprendido sobre el programa de genética de Aribol-L´eihr.

Aelyx maldijo bajo su aliento.

—¿Así que realmente pueden manipular mentes?

—Pueden y lo hacen. —¿En serio pensaba que había inventado eso?—.

No estaría sorprendida si hay más de ellos.

—¿Suficiente para reemplazar a ocho miembros del El Camino? —

preguntó Aelyx.

Cara se encogió de hombros.

—Posiblemente. Asumo que Jaxen quería que El Camino piense que los

humanos te asesinaron así la alianza fallaría. Tal vez quiere tomar ambos

planetas. De cualquier modo, necesitará un montón de apoyo.

Aelyx maldijo bajo su aliento.

—Necesito una audiencia con Alona. Si puedo lidiar con ello, puedo

proyectar lo que Grimes le dijo a David sobre el golpe de estado.

—Pero esa no es una evidencia —apuntó Cara—. No puedes acusar a

Jaxen sin evidencia que lo soporte, de otra forma serías tú el que estaría

enfrentado la ejecución. —También estaba el tema del control mental. Cara no

sabía si Alona era inmune a éste—. Tengo una idea, pero no funcionará a

menos que esté a solas con Jaxen.

—No —dijo Troy con una sacudida firme de su cabeza—. No va a

suceder.

—De acuerdo —agregó Aelyx.

Cara tomó la mano de Aelyx y la giró, estudiando sus cutículas

manchadas. Si Jaxen hubiese ganado, sería la sangre de Aelyx debajo de las

uñas de otro chico. Pero desde que las muertes de la mañana no habían llegado

a las noticias aún, Jaxen no tenía motivo para creer que sus planes se habían

ido por mal camino. Cara decidió mantenerlo así.

—Debemos intentarlo —dijo ella.

Esperaba que Aelyx fuera bueno al jugar como muerto.

Era un caos mientras la ciudad se revolvía para acomodar dos veces la

capacidad del centro de convenciones, pero una tormenta de hielo era la menor

preocupación de Cara. Rodeada de su servicio de seguridad, ella y Aelyx

caminaron a través de la multitud e hicieron su camino hacia los ascensores de

la recepción donde Troy planeaba ayudarlos a pasar a los soldados y escaparse

por las escaleras de emergencia.

En minutos, lograron su primer objetivo. Desapareciendo entre las

masas había sido perturbadoramente fácil. Los tres saltaron tres peldaños de

escaleras y cuando alcanzaron el rellano, Cara se detuvo para prepararse…

rozando sus párpados y nariz con sus puños, luego apretando unas cuantas

gotas de Visine a lo largo de las esquinas de sus ojos.

Troy entregó su iPhone.

—¿Me veo como si hubiera llorado? —ella preguntó.

Aelyx asintió.

—¿Segura que él está aquí?

Cara estaba segura… como si supiera que Jaxen respondería a su

histérica transmisión rogándole por encontrase con ella. Lo que sea que fuera

su meta final, siempre había estado raramente atraído a ella. Encendió la

grabadora del teléfono y lo colocó en su bolsillo así el micrófono estaba hacia

arriba.

—Recuerden —le dijo a Aelyx y su hermano antes de abrir la puerta de

las escaleras—, si Aisly intenta entrar, bloquéenla sin mirarla a los ojos.

—Lo entiendo —dijo Troy—. Golpea dos veces en la pared si me

necesitas.

—Mantendré la vigilancia desde los elevadores. —Aelyx le dio un beso

rápido—. Ten cuidado.

Asintiendo, Cara salió al pasillo y se transformó en el personaje…

disminuyendo sus pasos y aflojando su rostro con pena. Vio el número de

habitación que Jaxen había especificado y un destello de miedo picó en su

pecho. No había guardias en el pasillo, ninguna señal de vida en este piso. ¿Y si

no había venido? Después de compartir una mirada de preocupación con su

hermano, giró la perilla de la puerta y entró a la habitación, dejando a Troy

detrás para vigilar.

Todas sus dudas se desvanecieron.

Jaxen estaba aquí… junto con un pequeño ejército. Al menos una docena

de guardias, tanto L´eihr como humanos, alineados en las paredes de la

pequeña sala de juntas. La confusión debió de haberse visto en su rostro porque

Jaxen se apresuró a abrazarla mientras cerraba la puerta.

—Está bien —murmuró en su cabello, jalándola incómodamente cerca.

Cara ignoró la urgencia de lanzar su rodilla entre sus piernas y se relajó en el

abrazo.

—Yo es-es-esperaba estar a solas —susurró, enganchando su respiración

para dar efecto—. Yo n-no quiero que alguien me vea a-así.

Jaxen acarició su espalda baja.

—No te preocupes, Cah-ra. No pueden escucharnos. —Ella recostó ambas

manos en su pecho y alzó la mirada con una pregunta en sus ojos. Él apuntó

alrededor de la habitación a los soldados, quienes miraban hacia el espacio

vacío, sus brazos colgando a sus lados. Reconoció a unos cuantos de la capital—.

Están en un estado sedativo —explicó—. Estamos como si estuviéramos solos.

Ampliando sus ojos, preguntó:

—¿Cómo lo hiciste?

—Tengo muchos dones —dijo con un movimiento de su mano—. Pero eso

no es importante. —Tomó la parte superior de sus brazos, sosteniendo su

espalda como si estuviera revisando si había daño—. ¿Estás bien?

Cara fingió su peor llanto y se acurrucó contra el pecho de Jaxen.

—Se ha ido —sollozó—. ¿Qué voy a hacer?

Jaxen suavizó su cabello, haciendo ligeros sonidos de silencio.

—Vas a dejarme cuidar de ti. Ahora que los extremistas han asesinado a

otro de tu juventud, la alianza se doblegará. Pero veré que tus amados sean

protegidos en la colonia. No debes preocuparte.

—¿Pero qué hay con la Tierra? Yo n-no puedo….

—La Tierra está arruinada —dijo—. Los humanos han hecho un

desastre del planeta. Es mejor dejar que los elementos lo reclamen.

Ella parpadeó con aturdimiento.

—La extinción es el orden natural de las cosas —explicó suavemente—.

Las especies más débiles mueren mientras las más adecuadas sobreviven.

—Pero yo pensé que tú amabas a la humanidad.

—¡Lo hago! —Sus ojos se ampliaron con el éxtasis—. Los humanos son

maravillosamente expresivos y creativos. Nunca los dejaría morir. ¿Pero acaso

no puedes ver cómo necesitan ser controlados? Mira lo que acaban de hacerle al

suplemento de agua. Planeo recolocar lo mejor de tu especie… a los mejores

científicos, los artistas más brillantes… e integrar a tu gente en L´eihr.

—¿Solo a los mejores? ¿Y qué pasará con todos los demás?

—No todo está perdido. Aún puedo encontrarle un uso a los que queden

de tu especie. Si los humanos son obedientes, corregiré la crisis del agua para

ellos… en etapas.

En otras palabras, mantendría a la humanidad atada a él al aguantar el

arreglo permanente, como lo que le había hecho a David. Ese debía de ser el

motivo por el que había intentado sabotear la alianza al asesinar a Aelyx… el

único L´eihr que pelearía tan fuerte como Cara para salvar la raza humana.

Era la forma más vil de manipulación pero no lo suficiente para convencer a

Jaxen de traición. Necesitaba una admisión que lo incriminara.

—No sé si puedo ir a la colonia —dijo ella con voz impotente—. No son

solo los recuerdos de Aelyx; es el gobierno. Los Ancianos tienen sus viejas

costumbres. —Si eso no lo atrapaba, nada lo haría—. No puedo vivir así.

—Cah-ra, escúchame. —La tomó por los hombros, mirándola con las

cejas alzadas—. El cambio está viniendo. Una nueva orden se alzará y

restaurará la gloria de la Madre L´eihr. Los Ancianos nos han debilitado pero

nosotros…

—Espera —interrumpió, rotando su torso para asegurarse que su

teléfono captara cada palabra—. ¿Estás hablando sobre derrocar a El Camino?

—Su tono fue de esperanza, como si nada le diese más placer.

Él sonrió.

—Mira alrededor —dijo, mirando a su ejército de drones—. Estos

hombres se pondrán en movimiento.

Se pondrán en movimiento… eso implicaba que Alona y los otros aún

estaban vivos. Cara soltó una respiración temblorosa. Tenía suficiente prueba.

Ahora necesitaba hacer su salida y rastrear a El Camino.

—Esto es abrumador —dijo, retrocediendo mientras llevaba una muñeca

a su frente—. Necesito un minuto para pensar.

Casi estaba en la salida cuando el sonido de la puerta abriéndose y

cerrándose la hizo saltar. Se dio la vuelta y se enfrentó cara a cara con una

furiosa Aisly. La chica movió su mirada hacia Jaxen, y después de un momento

de Discurso Silencioso entre los dos, Jaxen se giró hacia Cara con una mirada

de pura traición en sus ojos. En dos rápidos pasos, la alcanzó y le sacó el iPhone

de su bolsillo.

—Borré la mente de su hermano —dijo Aisly—. Recordará nada. ¿Pero

ella? —Asintió hacia Cara—. Ella ha aprendido a bloquear sus pensamientos.

No podemos arriesgarnos. Sabes lo que debe suceder.

Troy debió de haber hecho contacto visual y sin querer, contarle todo a

Aisly. Probablemente estaba ahí afuera mirando la pared como en un coma.

—Mátala silenciosamente —agregó Aisly—. No lo haré por ti. —Miró a

Jaxen como si dijera, Te lo dije—. Tú fascinación por ellos es absurdo. Que esta

sea una lección para ti… que todos deben morir peleando el Aribol. Incluso el

más fino entre los humanos no vale entre la nueva orden.

Fue cuando Cara entendió quién la había enmarcado en el Aegis. Sus

instintos habían sido correctos cuando había sospechado que su muerte no era

el único objetivo.

—¿Es por eso que has intentado desacreditarme? —preguntó—. ¿Para

convencer a todos que no vale la pena salvar a los humanos? ¿Qué solo deberías

de mantenernos vivos así podemos pelear para ti en las líneas frontales?

La sonrisa enferma de la chica lo confirmó.

—Al menos tu especie sirve para algo.

Cara recordó las palabras de Jaxen de hace unos momentos. Aún puedo

encontrar un uso para los que queden de tu especie. Forzaría a los humanos a

pelear el Aribol, y después de la guerra, cuando los sobrevivientes gastaran su

utilidad, los dejaría morir lentamente. Él no tenía intención de arreglar la

crisis del agua de la Tierra.

Jaxen la miró con tanto dolor en sus ojos que casi sintió pena por él. Pero

no del todo. Ella se precipitó hacia el guardia más cercano y le arrancó el iphal

de su pistolera, luego apuntó hacia el pecho de Jaxen.

—Manténganse alejados —ordenó Cara, mirando a Aisly también—. Los

dos.

—Ella no puede disparar —dijo Aisly—. La observé en el Aegis.

Probándola, Jaxen dio un paso hacia otro guardia, claramente dando a

entender que iba a armarse.

—Detente —gritó Cara, alzando su arma. Cuando Jaxen intentó dar otro

paso, ella se enfocó en su pecho y pensó, ¡Fuego!

Pero nada sucedió.

—Detente —repitió y disparó de nuevo.

Nada.

Con pánico, intentó dos veces más sin éxito.

Aisly se rio mientras el rostro de Jaxen se rompió en una sonrisa

arrogante.

—Cuando usemos a los humanos en batalla, claramente tendremos que

equiparlos con herramientas más sencillas, como cuchillos y estacas.

Cara cerró los ojos para enfocarse y cuando los abrió, Jaxen estaba

alzando un iphal del guardia a su lado.

—Odio hacer esto —dijo con un suspiro fingido—. Tengo el material

genético para replicarte, pero no será igual. Tu clon… no tendrá el brillo único

y furia que he empezado a adorar.

Eso explicaba por qué había tomado su sangre en el transporte: así podía

hacer una nueva versión de ella para que esté a su merced. Sobre su cadáver.

Cara lo apuntó con la furia que amaba tanto, y pensó, ¡Fuego!

Nada. Su pulso se aceleró y sus respiraciones salieron en jadeos. ¿Por

qué no podía hacer esto?

Jaxen admiró el arma de cromo en su mano, lentamente trazando un

dedo a lo largo de la curva de su espina dorsal.

—Debes querer hacerlo —dijo—. Claramente, estás en conflicto.

La puerta se abrió de golpe detrás, y un largo cuerpo hizo a un lado a

Cara, empujando el iphal de su agarre. Era Aelyx quien apuntaba el arma

hacia Jaxen.

—Ese no será problema para mí.

Ningún sonido escapó del dispositivo de cromo y Cara nunca vio el aire

distorsionado pero en el lapso de una simple respiración, Jaxen apretó su pecho

y colapsó al suelo con un salto feo de miembros, sus latidos aturdidos por una

explosión de energía.

Aisly soltó un grito suficientemente fuerte para despertar a los soldados

de sus trances. Ellos se levantaron de golpe y parpadearon en confusión antes

de notar que su líder muerto estaba en el suelo… y el iphal en el puño de Aelyx.

—Apresúrate —dijo Aelyx, tomando la mano de Cara y llevándola hacia

la puerta.

Mientras salían por el pasillo, Cara echó una mirada sobre su hombro y

descubrió a Aisly justo detrás de ellos mientras Troy estaba en su lugar

viéndose confundido. Cara movió rápido sus piernas pero en lugar de darles

caza, Aisly se giró y se fue por otro pasillo con una mirada mezclada de terror y

determinación en su rostro. Parecía que tenía un plan, tal vez para atraparlos

en la esquina.

—Dobla a la izquierda —gritó Cara.

Aelyx hizo lo que ella dijo y corrieron por un pasillo estrecho y solitario.

El clamor de las botas golpeando sonaban detrás y Cara vio al menos a media

docena de guardias armados acercándose hacia ellos. Dos de los hombres

alzaron sus armas hacia Aelyx así que Cara se posicionó detrás de él mientras

corrían, bloqueando su disparo. Pero esa estrategia solo funcionaría a corto

plazo. Eventualmente, ellos considerarían su daño colateral y simplemente

dispararían sus iphals.

Aelyx giró en otro pasillo y aumentó su paso. Cara empujó su cuerpo al

límite y mantuvo la velocidad con él.

—¿A dónde estamos yendo? —gritó ella.

—A las escaleras —gritó él—. Ya casi llegamos.

Aelyx alcanzó la puerta de las escaleras y la abrió de golpe, luego cogió

su brazo y la metió dentro. Después de cerrar con un golpe, agarró la manija

con ambas manos.

—Mientras estabas con Jaxen, encontré a Alona. Dos pisos arriba,

habitación seis treinta. Apresúrate, muéstrale lo que sabes. —Asintió hacia la

puerta que estaba empezando a moverse desde afuera—. Los aguantaré aquí.

—Cuando ella dudó si dejarlo, él gritó—: ¡Ve!

Con el eco de su voz retumbando contra las estrechas paredes, Cara se

giró y subió las escaleras de a dos hasta que alcanzó el piso seis. Corrió por el

pasillo, fácilmente identificando la habitación correcta por la docena de

guardias estacionados entre ella y la entrada. Parecía que el Coronel Rutter

había tomado toda la “seguridad extra” seriamente. Ella no podía moverse

cerca de la puerta.

—¿Cómo llegaste a este piso? —demandó un guardia nacional—. Está

restringido.

Cara se detuvo detrás de ella y jadeó:

—Las escaleras de emergencia. Soy Cara Sweeney. Necesito ver…

—No sin despeje. —Apuntó por donde había venido—. Necesito que

esperes abajo.

De puntillas, Cara asomó su mirada sobre su hombro para evaluar sus

posibilidades de pasarlo hacia la habitación 630. No había oportunidad. Incluso

si pasaba esta, los siguientes diez la atraparían fácilmente. El soldado acababa

de empezar a repetir su orden cuando Cara atrapó un rostro familiar hablando

con el guardia en la puerta… su sádico profesor de Educación Física. No la

sorprendió que tuviera doble trabajo como guardia. El chico estaba hecho como

un tanque.

—¡Satanás!

Pero no tomó nota… porque ese no era su nombre. Maldita sea, Cara no

podía recordar cómo se llamaba realmente.

—¡Satanás! —gritó unas cuantas veces más pero todo lo que logró fue

alarmar a los guardias Americanos quienes intercambiaron unas miradas de

preocupación. Intentado otra táctica, gritó—: ¡Soy yo! ¡Sweeeeeney!

Eso atrapó su atención.

Lo saludó salvajemente.

—Te necesito. ¡Es una emergencia!

Él trotó hacia ella y amplió sus ojos, esperando.

—Estoy aquí para una audiencia con El Camino —dijo—. Están en…

—No para visitas. Sweeeeeeeney. Es muy peligroso. El Camino se

asegura adentro hasta que empiece la ceremonia —Satanás la interrumpió.

Él empezó a retroceder, y Cara tomó una decisión rápida para dejar de

esconder sus habilidades. Solo había una manera de probar su honestidad.

Enfocó sus ojos en los de él y dijo:

—Están en peligro… tengo pruebas. Necesitas llevarme ahora a ellos.

Ella sintió su entumecimiento, seguido por una sensación de urgencia.

—Ven.

Les dijo a los guardias que le permitan pasar, luego la escoltaron a

través del laberinto de seguridad hacia la habitación 630.

—Aelyx necesita ayuda dos pisos más abajo —dijo Cara sobre su hombro.

Satanás asintió.

—Yo iré.

Sin esperar otro momento, ella abrió la puerta y ocho pares de ojos

cromos se enfocaron en ella.

—Esto es urgente —le dijo a Alona, cerrando la puerta detrás de ella—.

Jaxen está intentando derrocar El Camino. Quiero decir, estaba. Está muerto

ahora pero sus seguidores pueden seguir con el plan. Tengo pruebas —Colocó

un dedo índice en su frente—, si me dejan mostrárselos.

La boca de Alona se abrió mientras colocaba una mano hacia la cabeza

de la mesa.

—Ven y sé escuchada.

No había espacios vacíos así que Cara se colocó al lado de Alona y se

arrodilló. Alzó su rostro hacia la anciana y abrió su mente, casi como lo había

hecho con Syrine, liberando sus recuerdos y emociones sin aguantarlas. Ahora

no era momento para secretos.

A diferencia de la calidez de Syrine, la presencia de Alona se sentía fría y

de negocios, una reflexión de la mujer en sí. Ella probó los pensamientos de

Cara y luego compartió los suyos… más como un flujo de remolino de

consciencia. Su conexión se rompió, y Cara se puso de pie, reflejando lo que

Alona le había mostrado.

El entendimiento se estableció y cuando el lazo estuvo completo, Cara vio

cómo todo encajaba. El Camino había creado a diez híbridos como una prueba,

pero la tasa de sobrevivencia de los embriones era tan lenta que los científicos

habían abandonado el proyecto. De los diez híbridos, solo Jaxen y Aelyx habían

probado ser especiales en sus tareas de niñez y fueron elevados a posiciones de

poder. Los otros ocho adolescentes atendían a varios Aegis en los precintos

exteriores. Pero nadie había sabido sobre sus habilidades mentales. Parecía

que los híbridos habían escondido su verdadero potencial.

—Imagino que su lazo genético al Aribol está de alguna manera

relacionado con nuestra reciente invasión —dijo Alona—. Tal vez los híbridos

encontraron una forma de iniciar contacto. Tendremos a los ocho restantes y

empezaremos con nuestra investigación a ver si estuvieron coludidos con

Jaxen.

—¿Qué hay del Aribol? —preguntó Cara—. Jaxen lo hizo sonar como si

ya estuvieran en guerra.

—Tonterías. Su ataque preventivo hubiese garantizado uno pero para

ahora, el Aribol no es una amenaza.

—¿Y la alianza? ¿Sigue?

—Estoy sorprendida de que preguntes. —Alona apretó su nariz como una

tía soltera desaprobando el comentario—. Tú no has nacido L´eihr, Srta.

Sweeney. No debes ninguna alianza a El Camino además de un juramente

fácilmente roto. Y aun así arriesgas tu vida para recolectar información para

presentármela. Al hacerlo, has probado ser valiente e indefectiblemente leal.

Cara sintió calor en sus mejillas.

—Gracias, pero…

—¿Y dudas que sea recíproca?

—Lo siento. Solo no quería dejar nada a la suerte. Las estacas son muy

altas.

Alona pareció dar vueltas en su mente.

—Sí, lo son. —Movió una mano, señalando a sus amigos Ancianos—. Y

como verás, ahora somos dos miembros de un cuerpo gobernador. Si deseas

servir, me gustaría ofrecerte uno de esos asientos para ti.

Cara inclinó la cabeza mientras sus oídos hacían guerra con su cerebro

porque lo que había escuchado no estaba calculado.

—No puedes decirlo en serio.

Alona arqueó una ceja.

—¿No puedo? ¿Qué cualidad te falta?

—Experiencia, para empezar.

—Ah, bueno. —Alona sonrió hacia sus compañeros—. Con la sabiduría

que hemos recolectado a través de los años, fácilmente se compensa. Es ser

prudente el incluir un representante de la colonia entre nosotros. ¿No estás de

acuerdo?

Por supuesto que Cara lo hacía. Una posición de influencia entre el

gobierno cambiaría no solo su vida sino la de cada humano que se establecía en

L´eihr. La responsabilidad sería mayor pero también las recompensas.

—Sí, estoy de acuerdo, pero…

—¿Aceptas?

Cara se tragó el aire. Tan lucrosa como se veía la oferta, estaría aún más

loca si lo rechazaba.

—Sí.

—Entonces estarás entre las firmas del pacto de alianza. —Alona se

detuvo como si recordara algo—. Pero primero me imagino que debes ir a ver a

tu l´ihan.

—Sí, gracias. —Cara se empujó para levantarse y retrocedió—. Los

guardias de Jaxen están intentando…

Fue interrumpida por Satanás abriendo la puerta de golpe. Detrás de él,

murmuraciones y gritos entraron, y un escalofrío alzó un hormigueo a lo largo

del cuello de Cara. Corrió hacia el pasillo a tiempo de ver a Aelyx en la esquina

con un solitario guardia nacional a sus pies. La luz del techo se reflejaba en el

iphal del hombre mientras lo alzaba, disminuyendo su paso para tomar a su

objetivo.

Cara jadeó tan fuerte que le dolió los pulmones.

—¡Abajo!

Los ojos de Aelyx se encontraron con los de ella y parpadearon con

reconocimiento justo antes de rodar en su cabeza. Cayó al suelo, su cuerpo

golpeando dos veces antes de recostarse en la alfombra.

El tiempo se congeló mientras el propio corazón de Cara se movió en su

pecho.

Aelyx estaba muerto.

Como si estuviera fuera de su cuerpo, Cara se escuchó a sí misma

gritando. Apartó a todos en su camino y corrió hacia él. Era como un sueño;

estaba tan desesperada por alcanzarlo pero manos invisibles la tomaron.

Cuando finalmente patinó en sus rodillas a su lado, lo giró contra su espalda y

revisó su pulso.

Nada. Se había ido.

—¡No! —repitió de nuevo y de nuevo en negación.

No podía terminar así. Se rehusaba a dejarlo ir. Moviendo su cuerpo sin

vida, empezó a establecer tontas compresiones de pecho. La cabeza de Aelyx

colgó a un lado con un ángulo extraño, sacudiéndose con cada golpe frenético de

sus puños. No volvería a ella.

No estaba funcionando.

Su visión se nubló y sollozos quemaron su garganta. Se escuchó a sí

misma rogándole que no la dejara, mientras Satanás luchaba contra el guardia

en el suelo. Luego una nueva voz rompió a través de la niebla.

—¡Sigue haciendo eso! —gritó Troy, apuntándole—. ¡Volveré enseguida!

—Se giró y corrió por el pasillo, gritando—: ¡Hagan un hueco! —A aquellos en

su camino.

Cara se inclinó hacia abajo y partió los labios de Aelyx para forzar aire

en sus pulmones. Gruñendo fuerte, resumió el golpe en su pecho. En algún

lugar profundo y oscuro dentro de ella le advirtió que se había terminado, pero

no podía detenerse.

El golpe de botas pesadas hizo que Cara alzara la mirada. Troy había

vuelto, apretando una pequeña maleta amarilla debajo de su brazo. Cayó de

rodillas y colocó el dispositivo en el suelo, luego presionó el botón de encendido

y sacó un conjunto de electrodos y cables.

—Oh Dios mío —susurró Cara.

Era un desfibrilador externo. Todos los centros principales —incluso

tiendas— se abastecían cerca de los extintores, pero se había olvidado de todos

ellos. Con nueva esperanza, sus manos volaron a la acción, alzando la camisa

de Aelyx así Troy podía colocar los parches adhesivos sobre sus costillas y

clavícula.

La voz femenina automatizada del altavoz de la máquina advirtió:

—Quieto. No toque al paciente. —Obedecieron, y después de una breve

pausa, entonó—: Choque establecido. Cargando. Quieto.

Troy presionó el botón rojo de choque y observaron la caja torácica de

Aelyx alzarse y caer. Cuando la máquina ordenó otra ronda de RCP, Cara

deliberó treinta rápidas comprensiones seguida de dos respiraciones. La voz

femenina habló a través de más rondas mientras contaba dos minutos. Cada

segundo era una tortura. Cara sintió a Aelyx alejarse de su alcance.

—Detén el RPC —ordenó la voz—. Analizando ritmo cardiaco. No toque

al paciente. —Otra pausa—. Choque avisado. Cargando. Quieto.

—Por favor —rogó Cara a Aelyx, al Dios en el cielo, Virgen Bendecida,

Sagrada Madre, y quién sea que esté escuchando mientras apretaba el botón

rojo de choque y retrocedía.

¡Por favor funciona! ¡Por favor!

Su caja torácica se tambaleó y de nuevo, la voz de la mujer avisó otra

ronda de RPC. Pero mientras Cara colocaba su puño contra su corazón, sintió

un movimiento, casi un zumbido indetectable de vida debajo de sus dedos

temblorosos. Moviéndose hacia su garganta, cerró los ojos y sintió el pulso

creciendo y estable. Aelyx gimió y se movió con incomodidad, y Cara soltó un

sollozo de pura alegría mientras lágrimas caían en su pecho. Él parpadeó hacia

ella y pasó una mano sobre sus costillas, claramente adoloridas, pero mucho

más vivas.

Cara se giró hacia su hermano y lanzó los brazos a su cuello.

—¡Eres un genio!

La máquina zumbó.

—Ningún choque establecido. Puede tocar al paciente.

Así que Cara tomó la sugerencia de la mujer y colocó besos sobre la

frente y mejillas de Aelyx.

Sonriendo, Troy retiró un electrodo del pecho de Aelyx.

—No puedo tomar crédito de la idea. Vi a Aisly usándolo en Jaxen hace

diez minutos.

Cara se congeló.

—¿Funcionó?

—Sí. —La expresión beatificada de Troy mostró lo bien que Aisly lo

había hecho. No sabía que la resucitación de Jaxen era mala noticia—. Pero

antes que pudiese llamar a una ambulancia, se fueron por el ascensor. Parece

que estaban apurados.

Aelyx y Cara intercambiaron una mirada preocupada. En un día normal,

desaparecer en Manhattan no tenía esfuerzo, pero esta tarde, con cientos de

cuerpos, paraguas y carpas alineando las calles, encontrar al par sería como

una edición viva de ¿Dónde está Waldo?

—¿Alcanzaste a Alona? —graznó Aelyx.

Cara asintió.

—Todos están a salvo.

No habló de nuevo, al menos no verbalmente. Pero sintió su gratitud

mezclarse con amor y las palabras dentro de su cabeza, Entonces está bien. Lo

hicimos.

El resto de la tarde estuvo calmada en comparación… rara cuando Cara

consideró la magnitud de firmar con su nombre al lado del presidente de los

Estados Unidos y todos los líderes de la Tierra. Por más fuerte que había

luchado por esta alianza, Cara esperaba sentir una emoción de éxito cuando la

ceremonia terminó, pero honestamente, estaba contenta de que haya pasado.

Había tenido suficiente emoción y ahora quería ir a casa.

Pasado la gala de celebración y las fiestas ostentosas, ella y Aelyx se

escondieron en el ático para descansar, donde pasaron una linda noche

acurrucados en la cama. Mientras la multitud estaba animada y los fuegos

artificiales erupcionaban por encima del cielo de Manhattan, Cara recostó una

mano sobre el corazón de Aelyx, dejando que su latido regular la calme hacia el

primer sueño en paz que disfrutaba en semanas.

Traducido por 3lik@//Corregido por Bibliotecaria70

Sábado, 01 de mayo

Dulce Pena

Bien, amigos humanos, adiós. En unos momentos, abordaré el transbordador que me llevará a mi

casa. Le he dicho adiós a todos los que amo… mis amigos y familiares que han optado por permanecer en

la Tierra, y a mi hermano, que no puede unirse a mí hasta que termine su alistamiento. Es un día

agridulce... por más razones de las que piensan.

No es solo por la gente que estoy dejando. Es una forma de vida. En establecerse en otro planeta,

estoy dejando ir un sueño para abrazar otro. No van a verme paseando por el campus de Dartmouth en

otoño. Diablos, ni siquiera me verán en la graduación de secundaria. Mi única práctica educativa será

cómo plasmo las leyes y políticas de un gobierno principiante. Es correcto. Yo… una política. ¿Quién lo

habría adivinado? Si te has presentado para unirte a la colonia, esencialmente poniendo tu futuro en mis

manos, gracias por tu confianza. No voy a defraudarte.

En cuanto al resto de ustedes, supongo que esto no es realmente una despedida. Aún me pueden

encontrar aquí en el blog donde he contado mis aventuras para su diversión. Cuídense los unos a los otros

mientras estoy fuera, y tómense una Taza de Resse por mí.

He perdido mi gusto por ellas.

Publicado por Cara Sweeney

Cara cerró su portátil y lo guardó con cuidado dentro de su equipaje

entre una pila de uniformes y la Túnica de la Guerra de las Galaxias que sus

padres le habían regalado como despedida. Normalmente, se quedaría con el

portátil a su lado, pero decidió tomar unas vacaciones de los blogs durante el

viaje a casa. Estaba lista para tomar su medicación contra las náuseas, así que

una vez que el servicio de transporte la lleve al transporte principal, tenía la

intención de pasar la próxima semana acurrucada al lado de Aelyx.

—¿Señorita Sweeney? —dijo el encargado L’eihr desde el otro lado del

carrito de equipaje. Cuando levantó la vista, él le preguntó—: ¿Segura que no

se transbordará con El Camino?

—Estoy segura —dijo ella—. Después de lo que pasó ayer, no voy a dejar

a Aelyx fuera de mi vista.

El hombre sonrió en comprensión y marcó el primer transbordador para

partir sin ella. Una vez que acomodemos su carga, abordaremos el segundo

transbordador. Él asintió hacia el otro extremo del hangar, a la caja de acero

criogénico sosteniendo el cuerpo de David.

El estómago de Cara se hundió un poco. Su primer acto oficial como

miembro de El Camino había sido aprobar la solicitud de Syrine de enterrar

su l’ihan en la colonia. Hasta ahora, ellos no habían previsto un cementerio —

los L'eihr conservaban la muestra genética, luego incineraban a sus muertos—

pero Cara no podía decir que no, no cuando sabía cómo se sentía perder

totalmente el corazón. Los pocos minutos cuando pensaba que había perdido a

Aelyx le había dejado una marca permanente en su alma.

Se asomó por el tenue hangar hasta que se encontró hablando con Syrine

cerca de la estación de café. Su cabello había crecido lo suficiente como para

hacer una corta cola de caballo, pero una sujetada al ras, luego otra y otra,

hasta que todo cayera libre en ondas color miel. Exasperado, empujó su cabello

detrás de ambas orejas. Eso hizo sonreír a Cara. Enganchando el bolso al

hombro, se dirigió a reunirse con él.

—¿Cómo lo estás llevando? —le preguntó a Syrine, ofreciendo un suave

apretón de hombro. Ella había notado que Syrine se había negado a participar

en el Discurso Silencioso, lo que tenía sentido. Si los papeles fuesen invertidos,

Cara querría mantener su dolor en privado, también—. ¿Alguna cosa que

pueda hacer?

Syrine negó con la cabeza y sopló en su vaso de plástico, mirando a

escondidas sobre el borde con las pupilas negras anormalmente dilatadas.

Bien. Aún estaba sedada.

—Tengo algo para ti —Aelyx le dijo a su amiga. Después de comprobar

que nadie estaba mirando, metió la mano en el bolsillo y presionó un objeto en

la mano de Syrine—. Ocúltala bien, o ellos van a quitártela en el registro.

Frunciendo el ceño con curiosidad, Syrine estiró sus dedos, revelando

una pequeña mancha marrón descansando en el centro de la palma.

—¿Qué es?

Aelyx cerró la mano y la cubrió con la suya.

—Una semilla de pera.

Cara no entendía, pero Syrine sonrío y se llevó la mano al pecho como si

la semilla fuera más preciada que el plutonio. Las lágrimas corrían por su

rostro, pero parecían del tipo feliz.

—Gracias —susurró—. La protegeré con mi vida.

Una hora más tarde, Cara palmeó el panel de seguridad de su cámara de

transporte, retrayendo la puerta con un siseo. Aelyx la siguió dentro del

dormitorio tipo armario, y les tomó un momento para simplemente estar allí en

la oscuridad. Aturdidos, tal vez. Tanto que había sucedido en las últimas

veinticuatro horas que parecía surrealista. Tanta pérdida... pero también

triunfo. Cara trató de quitarse de encima la sombra de la angustia y centrarse

en el futuro.

Era todo lo que cualquiera de ellos podría hacer.

Aelyx tomó su mano y se la llevó a los labios.

—¿Puedes creer que esto esté pasando realmente?

—No. Estamos empezando de cero. No puedo entenderlo.

Aelyx tomó sus mejillas entre las manos y le dio una cálida sonrisa. Sus

ojos plata fundidos reflejaban la tenue luz de la ventana de la compuerta, tan

hermoso que la hizo suspirar. Justo cuando pensaba que la visión de él no podía

agitarla más profundamente, demostró que estaba equivocada. Ella entrelazó

los dedos en su cabello y se maravilló ante el contraste de su piel pálida contra

su mejilla bronceada. Era exquisito, por dentro y por fuera. Y todo era de ella.

—Es cierto —dijo él—. Pero eso no es a lo que me refería.

—Entonces… —comenzó ella antes de que la hiciera callar con sus

labios.

La agarró de la cintura con sus fuertes dedos, su toque suave y posesivo

a la vez mientras exploraba su boca con la punta de su lengua. Su pulso

comenzó a saltar y recorrió algunos lugares bastante interesantes. Antes de

que Cara supiera lo que había pasado, estaba apoyada en la pared de la

habitación.

Él no se detuvo, eventualmente la forzó a romper por aire. Mientras ella

trataba de recuperar el aliento, él los liberó de sus camisas y mordió el lugar

mágico en la parte superior de su hombro, el punto donde hizo sus rodillas

desfallecer. Sosteniéndola contra la pared con su cuerpo, presionó sus dedos en

la garganta y contó los latidos frenéticos de su corazón. Un momento después,

murmuró contra sus labios:

—Uno de quince.

Luego le dio un beso francamente de naturaleza escandalosa… del tipo

que dejaba claro lo que quería.

Cara apoyó una mano en su pecho y lo empujó suavemente, miedo de que

lo excitara demasiado pronto después de su viaje a la luz blanca.

—Caray, ahí. Vamos a darle a tu corazón un descanso, ¿de acuerdo?

Sus ojos casi brillaban mientras una de las esquinas de su boca se

elevaba en una sonrisa.

—No quiero detenerme. Te quiero.

—Pero acabas de morir.

—Eso fue hace tiempo.

Hace más de doce horas. Ella le dio una firme negación al mover la

cabeza.

—No pasará. Te acabo de traer de vuelta desde el más allá. No voy a

arriesgarme a perderte de nuevo.

—Estoy bien, de verdad —insistió—. Y si algo sale mal, el médico abordo

puede reiniciar mi pulso.

—De ninguna manera —dijo Cara, con una carcajada—. ¡No iré a la

enfermería para decirles que te he excitado hasta la muerte!

Sonriendo, Aelyx miró hacia el techo como si pudiera imaginarlo.

—No puedo pensar en peores maneras de morir.

—Bueno, sigue soñando. —Ella tomó su mano y lo llevó a la cama.

Quiera o no Aelyx se dio cuenta de que necesitaba descansar—. Porque todo lo

que conseguirás será un abrazo.

Él lanzó un fuerte suspiro, pero no dudó en atraparla en sus brazos una

vez que cayeron al colchón. Ella colocó la mejilla contra ese lugar

perfectamente moldeado donde su hombro se reúne con su pecho, y pasaron los

siguientes minutos escuchando los ruidos de la tripulación de vuelo preparando

los propulsores de la salida.

Cara pronto sintió el suave tirón de la inercia cuando el transporte se

aceleró y les echó por la borda hacia una nueva galaxia. Cuando el estruendo de

los cohetes se calmó y otro minuto pasó en silencio, ella trazó pautas

imaginarias sobre el pecho de Aelyx y se preguntó si él sentía el mismo tirón

sutil de ansiedad que ella sentía.

—Oye —dijo Cara. El roce de sus dedos erizó la piel de Aelyx en piel de

gallina, pero en el buen sentido. Él amaba su toque—. ¿Qué estás pensando?

Aelyx enterró su nariz en su cabello escarlata. Madre Sagrada, ella olía

delicioso, a cítricos y clavo de olor, a tentación y calidez. No podía creer que

había acordado volver a casa con él.

—Solo en la suerte que tengo —dijo.

—No hay duda. —Ella colocó un beso en su corazón—. Si Troy no hubiera

estado allí, nunca habría utilizado un desfibrilador contigo. Estaba tan

histérica que mi cerebro se apagó.

—Ah eso —Aelyx estuvo de acuerdo—, pero estaba pensando más sobre

ti.

—¿En mí?

Él asintió contra la almohada.

—Eso de estar dispuesta a dejar atrás todo lo conocido y venir conmigo a

la colonia. A veces aún no lo puedo creer.

Sus dedos detuvieron el perezoso deslizamiento a través de su pecho, su

estado de ánimo parecía cambiar.

Cuando ella no respondió, él preguntó:

—¿Tienes dudas?

—No es eso... —dijo—. Estoy nerviosa, supongo. Estamos en nuestro

camino a la colonia, pero no hemos entendido un estatuto. Todo estaba en el

aire cuando me fui. Ahora que soy el representante humano, siento toda esta

presión. Las personas dependen de mí, y para ser honesta, realmente no sé lo

que estoy haciendo.

Ah, sí, el nombramiento de Cara de El Camino. Aelyx odiaba admitirlo,

pero no estaba seguro de cómo se sentía sobre eso. Por un lado, estaba orgulloso

de ella, y se merecía una recompensa por su sacrificio. Pero su nueva posición

significaba que tenía que obedecer cada mandato. Esa clase de poder

desequilibrado, podría traer problemas.

—Trata de no preocuparte —dijo, agradecido de que no estaban usando

Discurso Silencioso—. Alona no te dará más responsabilidad de lo que puedas

manejar. Tienes que confiar en tu sabiduría. —Aelyx suponía que debería

prestar atención a su propio consejo.

—Probablemente tengas razón —admitió—. Pero luego hay un fallo en la

toma de poder. Apuesto a que Jaxen tiene más respaldo que los otros ocho

híbridos. ¿Y si ellos están ahí fuera en alguna parte, reagrupándose? Me

sentiría mejor si supiéramos donde esta Jaxen.

Y lo que se trae entre manos, pensó Aelyx, aún irritado de que el rastro

se hubiera enfriado. Si alguna vez tuviera otra oportunidad para matar

al fasher, se aseguraría de que Jaxen quede muerto.

—Y el Aribol —añadió Cara, temblando un momento en sus brazos—. No

sabemos si son una amenaza o…

—Elire, detente. —Le apretó un dedo en los labios—. Estás olvidando la

alianza. Ninguno de nosotros esta solo ahora. Con el número de humanos y el

avance L’eihr, somos más fuertes que cualquier enemigo que conozca. Sean

cuales sean los problemas que vengan, vamos a enfrentarlos juntos.

Ella consideró eso por un tiempo, y luego entrelazó sus dedos y repitió:

—Juntos.

—Sí. —Apretando sus manos enlazadas, le recordó—: Y recuerda,

impedimos un golpe de estado y salvamos nuestros mundos ayer. Puede que

seamos superhéroes.

Cara sonrió contra su pecho.

—Suena impresionante cuando lo dices así.

—Lo hace, ¿verdad? Creo que tenemos derecho a un descanso.

—De acuerdo —dijo ella con una inclinación de cabeza.

—No más preocupaciones, entonces —declaró—. En una semana,

estaremos en nuestra nueva casa… sin compañeros, sin literas, sin clases. Solo

tú y yo y kilómetros y kilómetros de playa.

Él sintió un estremecimiento de energía pasando a través de ella.

—Casi puedo oler la sal en el aire —dijo ella.

Y él también. Su nueva vida estaba tan cerca como cerrar los ojos, la

suave capa de la espuma del mar parecía burbujas sobre sus pies. No podría

venir mejor. El futuro era incierto, pero Aelyx sabía una cosa… no sería

aburrido con Cara a su lado.

Traducido por Mais//Corregido por Bibliotecaria70

Muchas gracias a mi editora, Laura Schreiber, una vez más, guiándome

a través del proceso de revisión y llevando este libro al siguiente nivel. Aprecio

tu guía más de lo que sabes. Agradecimientos adicionales a mi agente, Nicole

Resciniti, por las incontables sesiones de tormentas de ideas que contribuyeron

a este producto final. ¡Si los L´eihrs realmente existen, te clonarían en un

instante!

Mucho amor a mis compañeros de crítica, a los autores Lorie Langdon y

Carey Crop, por su apoyo e incluso más por su amistad. Abrazos adicionales a

los Lucky 13, la Clase de 2014 y a los Escritores de la NBC por proveer un

hombro en el cual recostarse… y llorar cuando sea necesario. Estoy tan

contenta de que nos hayamos encontrado.

Como siempre, estoy agradecida con mi familia y amigos, quienes nunca

fallaron en sorprenderme con la profundidad de su apoyo a mi escrito. ¡Los

amo!

Y finalmente, me gustaría extender mi gratitud a los lectores,

bibliotecarios, bloggers, Youtubers, y críticos que han hecho esta serie tan

exitosa al simplemente hablar de ella. Créanlo o no, lograr que un libro sea

publicado no es la parte más difícil. El verdadero reto es hacer que ese libro

resalte entre un mar de otras novelas en el mercado. Nada es más poderoso que

la publicidad boca a boca y sus recomendaciones han logrado un gran impacto.

¡Gracias!

United#3 Después de frustrar un golpe de estado mortal y salvar

la alianza entre sus mundos, Cara y Aelyx finalmente

han obtenido un descanso. Su pequeña isla de la

colonia es todo lo que han soñado que sería… días

juntando conchas en la playa y noches en los brazos del

otro.

Pero las vacaciones son cortas.

El tratado entre la Tierra y L’eihr ha despertado una

fuerza ancestral que amenaza con destruirlos a todos.

El Aribol, guardines misteriosos encargados de

mantener la paz inter-estelar, consideran que la

alianza es una amenaza para la galaxia. Ordenan una

separación de las razas, decretando que los humanos y

los L’eihrs deben de regresar a sus propios planetas en

un mes o deberán enfrentar la extinción. De hecho,

ellos ya tienen agentes colocados en la Tierra, listos

para empezar.

Con el reloj tintineando, Aelyx y Cara reúnen a un grupo de colonistas y regresan a la

Tierra, donde se unen con viejos amigos para resolver el misterio de quiénes son el

Aribol, qué desean, y la verdadera razón por la que la alianza los ha provocado.

Mientras crecen las tensiones hacia una guerra de completa escala, Aelyx y Cara

deben de luchar con más fuerza que nunca…no solo por su futuro, sino por la

supervivencia de sus mundos.