Recepción de la filosofía del lenguaje de K.O. Apel en castellano · NOTAS Y DISCUSIONES ensayos...
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Recepción de la filosofía del lenguaje de K.-O. Apel en castellano
Article in Isegoria · November 1997
DOI: 10.3989/isegoria.1997.i17.204 · Source: DOAJ
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Cristina Corredor
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Recepción de la filosofía del lenguajede K.-O. Apel en castellano
CRISTINA CORREDORUniversidad de Valladolid
"\
K-O. Apel: Semiótica filosófica. Ed. trad. y estudios
introductorios de J. de Zan, R. Maliandi y D. Michelini,
Buenos Aires, Almagesto (imp, 1994).
J. J. Acero: «La recepción de la filosofía analítica por
Apel: el significado y su validez», en D. Blanco Fernández,
J. A. Pérez Tapias, L. Sáez Rueda (eds.), Discurso y rea
lidad. En debate con K·O. Apel, Madrid, Trotta, 1994,pp. 115-130.
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H. Schnádelbach ha señalado que la explicación conceptual sistemática -la aclaración y explicación de la red conceptual pormedio de la cual se describen e interpretanlas experiencias- y el dominio de la fundamentación de normas -la investigacióncrítica de las condiciones normativas quehacen posible esas experiencias y su expresión- son, hoy en día, las dos cuestionesmás específicamente filosóficas. Remitenal ámbito de la realidad fáctica en el cuallas experiencias tienen lugar y al ámbitodiscursivo de la argumentación reflexiva ycrítica acerca de las elaboraciones lingüísticas que han permitido expresarlas. Desdeun perspectiva filosófico-lingüística, en elprimer ámbito se constituye el sentido queluego expresan el conjunto de significadoslingüísticos de las lenguas naturales; elsegundo permite justificar la validez delsentido así constituido, y esto quiere decir:mostrar que se trata de un sentido íntersubjetivamente válido. Puede darse unpaso más y definir la noción de significadoeomo sentido intersubjetivamente válido. Ellenguaje pasa a ser así la institución cons-
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titutiva de todo lo que pertenece al sentidointersubjetivamente válido. Con ello seasume una tesis fuerte, que después habráde respaldar una teoría del significadodesarrollada en detalle: la que afirma elvínculo interno entre significado y validez.
Esta tesis es central para la filosofía dellenguaje de K.-O. Apel, que él ha llamadopragmática trascendental, y está en la basedel giro lingüístico que desde finales delos sesenta ha caracterizado a su pensamiento. Es por ello un acierto haber elegido la contraposición entre realidady discurso -o entre facticidad e idealidad, oparticularidad y universalidad- como temageneral común para un conjunto de ensayos que se ocupan de distintos aspectosde la obra filosófica de Apel, De hecho,los dos libros a que se hace referencia sontestimonio de un interés reciente por haceraccesible esta obra mediante traduccionesy estudios, interés que ha estado presentedesde la publicación de Transformación dela filosofía (Madrid, 1987). Esta atenciónestá teniendo lugar simultáneamente en elámbito angloamericano y, así, la NewSchool for Social Research ha promovidola traducción al inglés de una selección de
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ensayos de Apel (New Jersey, HumanitiesPress) sobre filosofía del lenguaje (vol. 1)y ética y teoría de la racionalidad (voL 2).Pero no es menos cierto que Apel es conocido sobre todo por ser el creador, juntocon J. Habermas, de la ética del discurso,así como -frente a éste- por-su defensade una filosofía pragmática trascendentalque permita una fundamentación última.Ello ha hecho que se haya considerado asu teoría semiótica y a su filosofía del lenguaje en general sólo con un carácter subsidiario, en tanto que motivadas por lasnecesidades de fundamentación de unafilosofía moral que asume el giro lingüístico en filosofía y hace del universalismoy del carácter dialógico, comunicativo dela razón sus señas de identidad.
Creo, sin embargo, que esta filosofía dellenguaje tiene una entidad propia que hasta ahora, por la falta de traduceiones alcastellano, ha permanecido casi ignoradaentre nosotros. Si bien es cierto que Apelha asumido explícitamente las tesis centrales de la teoría pragmática universal delsignificado de J. Habermas, no lo es menosque sus propios análisis de las distintasconcepciones del lenguaje, tanto históricascomo contemporáneas, y su semiótica filosófica -que parte de la trasformaciónsemiótica de la filosofía trascendental deKant por Ch. S. Peirce- manifiestan unaoriginalidad y una potencia de pensamiento que han sido fértiles tanto al influir ensentido inverso sobre Habermas como alsugerir, con sus argumentos y observaciones, posibles líneas de crítica. Más aún,es imprescindible .leer la ética discursivade Apel desde la 'teoría del significado yla semiótica filosófica que constituyen sufundamentación. En este sentido resultanparticularmente aclaradores los tres estudios introductorios de 1. de Zan,R. Maliandi y D. Michelini, El primerose centra en la propuesta filosófico-lingüística de una pragmática trascendental,esforzándose por precisar los conceptosfilosóficos centrales puestos en juego; el
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segundo explica el modo en que esa filosofía del lenguaje permite fundamentar lastesis básicas de la ética discursiva; finalmente, el último se ocupa de la teoría dela racionalidad que resulta de estosdesarrollos previos.
JI
En lo que sigue voy a centrar la atenciónen el único ensayo de Discurso y realidadque se ocupa, explícitamente, de una crítica a la filosofía del lenguaje de Apel y,en particular, a su interpretación del Wittgenstein de las Investigaciones filosóficas(lF). Sin que esto suponga una descalificación global de su estudio, creo sin embargo que J. J. Acero no llega a identificarun problema central al que intenta responder el planteamiento de Apel. Su análisis toma en consideración en gran medidaun ensayo aún no publicado de éste, porlo que algunas de las observaciones quesiguen podrían no ser enteramente justas.Por otra parte, puesto que la crítica deAcero se restringe al análisis de lo quese ha llamado el uso epistémico (o cognoscitivo) del lenguaje y de la noción devalidez epistémica (verdad) correspondiente, también se hará así aquí.
J. J. Acero atribuye a Apel lo que seha denominado una «interpretación comunitaria» de Wittgenstein, basada en la lectura de P. Winch. Según ésta, la nociónde regla y el seguimiento de reglas sólopuede explicarse por referencia a algunacomunidad lingüística; únicamente habríaconducta lingüística ajustada a reglas cuando aquélla sigue pautas vigentes o sancionadas como válidas por una instanciapública o comunitaria de control. El pasoa una pragmática trascendental lo da Apelcuando defiende una dimensión normativaque guía las elaboraciones fácticas y queremitiría a una comunidad ideal de comunicación que, además de un ideal regulativo,es vista también por Apel «como principio
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constitutivo del contenido de conceptos,del significado de las palabras y, en general, de la validez de las normas sociales»(Acero, ibid., p. 121). Esto supone la defensa de una tesis más fuerte acerca de larelación entre pensamiento (o mente) ylenguaje, tesis a la que Acero atribuye unaunidireccionalidad radical que no existe enApel yque probablemente motiva su fuerterechazo crítico.
No cabe duda de que Apel ha defendidoque la intencionalidad de la mente no esoriginaria; lo ha hecho en el curso de sucrítica a la fenomenología trascendental deHusserl y a las concepciones íntencionalistas del lenguaje (cf. e. g. Apel, Semióticafilosófica, cap. 3). Pero afirmar que «larelación entre mente y lenguaje resulta serla inversa de la propugnada por el solipsismo metodológico» (Acero, ibid; p. 121)supone atribuirle lo que Apel mismo enotros lugares ha denunciado como unafalacia idealista. Aquí es preciso tener encuenta la distinción introducida al comienzo entre 10 que constituye el sentido y loque justifica la validez intersubjetiva delsentido constituido. En su lectura críticadel último Searle, Apel reprocha a ésteel tomar, como condición para su teoríadel significado, la de «una dependenciaunilateral del significado lingüístico conrespecto a la intencionalidad de la conciencia, de la que se alega que es más fundamental... en contraste con ello me gustaría proponer, para Jos casos normales deenunciados asertivos y convicciones básicas, la tesis de una dependencia recíprocadel apriori de la conciencia y el apriori lingüístico» (Apel, «Is intentionality morebasic than línguistic meaníng?», en E.Lepare y R. v. Gulick (eds.), Iohn Searieand hiscritics, Oxford, 1991, pp, 31-55, aquíp.41).
Precisamente, lo que Apel critica a unaparte de la filosofía analítica del lenguajees su exageración sernanticista, que llegaa rechazar la posibilidad misma de examinar las teorías por medio de la expe-
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riencia libre de teoría. Existiría una diferencia incuestionable entre los enunciadoslibres de evidencia y los juicios de percepción «que introducen de manera ejemplar,por así decirlo, nuevos predicados, atendiendo a cualidades y relaciones que sehacen presentes con respecto a determinadas objetos deícticamente identificables» (Semántica filosófica, p. 322). Perotampoco es posible retroceder a una teoríade la verdad como evidencia en el sentidodel solipsismo metodológico de Husserl ode las modernas teorías de la intencionaJidad. La mediación necesaria entre la evidencia fenomenológica y la semántica filosófica se hace posible en la semiótica dePeirce y su diferenciación de tres categorías semióticas fundamentales (<<primeridad», «segundidad», «terceridad») unidasa tres tipos de signos correspondientes(iconos, índices, símbolos). La evidencialibre de teoría de la representación de unestado de cosas en los juicios de percepciónse apoya solamente en las funciones nosimbólicas (i. e. no referidas a conceptos)que los signos lingüísticos pueden cobraren el contexto de las situaciones de percepción. Estas funciones no simbólicas son:1. Funciones deícticas (indexicales) de lostérminos identificatorios (pronombresdemostrativos, nombres propios, adverbiosde lugar y de tiempo); la función indexicaldel signo asegura, en el acto de la identificación del objeto, el contacto real dela percepción con la existencia y la afeccióncausal de lo real independiente de la conciencia. 2. Funciones cuasi-icónicas de laspredicaciones; dirigen la atención a lascaracterísticas cualitativas fenoménicas delas propiedades y relaciones entre objetos.
Pero «este aseguramiento semiótico (esto es, posibilitado por las funciones no simbólicas del lenguaje), de la evidencia librede interpretación de la representación lingüística del mundo, no fundamenta todavíasin embargo, según Peirce, ningún conocimiento intersubjetivamente válido ... Paraesto se requiere todavía el juicio de la per-
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cepción, el cual, de acuerdo con las posibilidades, hace intervenir ahora el rendimiento interpretativo de los simbolos conceptuales del lenguaje dependiente de latradición» (ibid., p. 324). Incluso en el pensar solitario con prestación de validez oen el conocer «algo como alges está implícito, por tanto, el presupuesto necesariode la intersubjetividad comunicativa. Estosignifica que una mente individual nopodría pensar con pretensión de validez,si al hacerlo hubiera «puesto entre paréntesis» el lenguaje y la comunidad de comunicación que ello presupone (ibid; p. 173).La tesis que sí defiende Apel, sin ningunaambigüedad, es la de que el pensamientopuede verse como comunicación interna/izada.
Esta afirmación se justifica porque, deacuerdo con la teoría semiótica de Peirce,el momento fenomenológico de la experiencia, en cuanto experiencia precomunicativa inmediata, sólo puede aprehenderseen su objetivación lingüística. Esta objetivación tiene lugar, en primer término, enel horizonte de sentido ya dado, en el senode los significados constituidos históricamente y social e institucionalmente aceptados, que cabe reconstruir como convencionales (sentido preconstituido de los símbolos conceptuales). La problematizaciónde estos significados fácticos puede provenir de la experiencia prelingüística; perolo que justifica la validez del nuevo sentidoconstituido (a través de la introducción,p. ej., de nuevos símbolos conceptuales)no es una correspondencia ingenuamente«recuperada», sino su resolución medianteun proceso de entendimiento entre sujetosalcanzado argumentativarnente. La experiencia entra en juego como referentenecesario; pero la revisión crítica de lasconvenciones de significado a que da lugarno arroja nunca el resultado de un accesoa lo «originario» en la experiencia, o unasuperación de las mediaciones lingüísticas-por el carácter convencional o institucional del lenguaje. Esto, sin embargo, no
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disuelve la idea de validez: por el contrario,pone de manifiesto la dimensión normativapresente en la justificación de la validezde los significados constituidos y, por consiguiente, en la necesidad de recuperarreflexivamente las condiciones que hacenposible que la propia experiencia se objetive en el lenguaje -lo que supone unaremisión inevitable a un entendimientocon los otros. Para Apel, lo trascendentalestá en la intersubjetividad entendida comocondición de posibilidad del entendimiento entre quienes establecen una comunicación lingüística.
La noción de racionalidad que entraaquí en juego no es la de una facultad que«constituye» la experiencia o que tienepreeminencia sobre ésta, sino la de unacompetencia que permite recuperar yreconstruir lo pre-racional y justificar lavalidez del sentido que surge espontáneamente; y lo hace en el contexto de la comprobación fáctica de esa validez, en eltranscurso de procesos de aprendizaje yprocesos de revisión de lo previamenteconstituido. Pero lo último tiene lugarnecesariamente en el contexto del hablaargumentativa, o discurso; éste se caracteriza porque en él los participantes elevancon sus actos de habla (unidades mínimasde significado) pretensiones de validez universal (verdad, rectitud, veracidad), y asumen tácitamente presupuestos de carácternormativo.
El ensayo de Apel en que se basa Acerose ocupa en particular de lo que se llamael argumento de los imconprendidos, qucpermite a Apel explicar el proceso que lleva a que nuevos significados (p. ej.,mediante la introducción de nuevos términos, o el recurso a las funciones no simbólicas del lenguaje) alcancen validezintersubjetiva. Acero reconstruye la argumentación de Apel a partir de cinco premisas y una conclusión, cuya validez cuestiona: pues <mi la premisa [P3Jni la premisa[Ps] me parecen verdaderas». [P3] se enuncia: «El concepto de comunidad es un
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ingrediente constitutivo del de regla»; {P4 ]
es: «El estudio empírico de los usos lingüísticos no puede proporcionar nunca evidencia concluyente para decidir la cuestiónde derecho» (Acero, ibid., pp. 124, 123).La primera de las dos premisas, [P3] , constituye lo que Acero denomina una interpretación comunitaria del seguimiento dereglas. Frente a esta interpretación, Acerodefiende otra lectura: la que permite atribuir a un sujeto que actúa monológicamente el seguimiento de reglas «privadas»,capaces de cristalizar en una costumbre.Acero intenta mostrar, frente a ello, cómoen Wittgenstein quedaría abierta la posíbilidad de que una regla pueda ser seguidapor un solo individuo; lo que en las IFse establece sería el requisito de una pluralidad de usos de la regla, pero no deuna pluralidad de usuarios (¡bid., p. 125).Con ello, la noción de regla en Wittgenstein sería compatible con una concepcióndel significado que considere la inteneionalidad de la mente originaria con respectoal lenguaje.
Sin duda Acero tiene razón en su precisión (ibid., n. 13) acerca de lo que la proposición IF, § 199, literalmente dice: «Nopuede haber una única vez en que un hombre siga una regla.s La regla implica unapluralidad de aplicaciones: una regularidad cristalizada en costumbre «lUSOS, instituciones»). Pero concluir que ello es compatible con que sí pueda haber un únicohombre que establezca reglas para sí mismo está tan lejos de constituir una inferencia lógica como la lectura de Apel,quien «atribuye a Wittgenstein la afirmación de que ningún hombre puede seguiruna regla para él solo» (ibid.). De hecho,Acero omite en su corrección de la citalo que precede y sigue inmediatamente aesa afirmación de Wittgenstein, y el contexto podría resultar en este caso partícularmcnte importante para la interpretación. En sentido estricto, la lectura I<SO
lipsista» que Acero propone es posible.Pero él prescinde en su discusión de que
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IF, § 199 consiste en una respuesta negativaa la pregunta explícita por la posibilidadde que pueda hablarse de un único usuario:«¿Es lo que llamamos "seguir una regla"algo que pudiera hacer sólo un hombresólo una vez en la vida?» Y, aunque larespuesta de Wittgenstein prescinde devolver a enfatizar la negación (<<No... un[solo] hombre...» ) en lo relativo al hablante-al «seguidor de reglass-c-, el tipo dereglas a que se hace referencia como ejemplos implican, necesariamente, la presenciade un interlocutor: «No puede haber sólouna única vez en que un hombre siga unaregla. No puede haber sólo una única vezen que se haga un informe, se dé unaorden, o se la entienda, etc.» Necesariamente también, por tanto, la regla tieneque ser tal -tiene que ser reconocible,y por tanto compartida- para los participantes en la interacción. Si Wittgenstein,en este contexto de ejemplos, hubiese vuelto a enfatizar: «No... un [solo] hombre...haga un informe, .,. dé una orden, o... laentienda», estaría en el mejor de los casossiendo redundante. Pues esta última partede la proposición entraña -desde el puntode vista formal-pragmático-e- una respuesta negativa a la totalidad de lo cuestionado.
Lo que parece ser el principal puntode desacuerdo con la perspectiva kantianade Apel se encontraría, sin embargo, enla premisa [Ps], a la que Acero atribuyeacertadamente un carácter fundamental.En efecto, como ya se ha dicho, para Apel«el estudio empírico de los usos lingüísticosno puede proporcionar nunca evidenciaconcluyente para decidir la cuestión dederecho» (Acero, ibid.], Éste es precisamente el punto en el que Apel ha discrepado de J. Habermas; el último ha defendido que sí son las ciencias empíricas lasque, de modo progresivo, pueden ir iluminando y proporcionando el suficienteapoyo a la reconstrucción de carácter filosóficos que las precede. Ello manteniendoal mismo tiempo una perspectiva kantianaen relación con la presencia de presupues-
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tos normativos en la comunicación -aunsin el saIto «trascendental» y haciendoigualmente la interpretación comunitariade Wittgenstein que Acero critica. Estofuerza a precisar mejor, en el contexto dela teoría del significado de la pragmáticauniversal propuesta conjuntamente porApel y Habermas, qué noción' de reglaentra en juego, qué se entiende por normao normativo; y en qué sentido estas nociones se vinculan con la realidad fáctica delos usos del lenguaje, con lo empíricamentedescribible.
La noción de regla entendida normatívamente, en su sentido kantiano, es distinta de la que puede explicarse en términos de regularidades o convencionesobservables, en un sentido wittgensteiniano. Esta distinción, que Acero pasa poralto en su crítica, es fundamental en elpresente contexto (cf. e. g, J. Habermas,Moralbewuñtsein und kommunikativesHandeln, Francfort, J983, pp. 97-104). Lasreglas del habla argumentativa, aquellas alas que se atribuye un carácter normativo,no son constitutivas en el mismo sentidoen que lo son las reglas del ajedrez. Pues,mientras éstas determinan [ácticamente lapráctica del juego que constituyen, las primeras no son constitutivas en el sentidode que proporcionen una determinaciónde hecho para un tipo de actividad, ni sonsusceptibles de ser descritas como convenciones. Las reglas del habla argumentativason una forma de representación de los presupuestos pragmáticos que caracterizanesta práctica comunicativa, tácitamenteaceptados y asumidos por los participantesen la comunicación. Si se compara la práctica del ajedrez con la de la argumentación,los equivalentes de las reglas del ajedrezserían aquellas regias de la argumentaciónque, de hecho, se siguen cuando se elaboran e intercambian argumentos. Lasreglas normativas de la argumentaciónseñalan a las condiciones que los participantes han de suponer suficientementesatisfechas, si es que pretenden validez
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para sus argumentos. En este sentido, setrata de reglas que rigen contrafácticamente. Los presupuestos pragmáticos universales (máxírnamente generales) y necesarios (inevitables) que representan estasreglas incluyen: L El reconocimiento delderecho de todos aquellos capaces dehabla y acción a participar en la argumentación. 2. En el transcurso de estos procesos argumentativos todos se encuentranen una posición de reciprocidad igualitaria,en el sentido de que tienen igual derechoa intervenir, a introducir nuevos temas, asolicitar que se reflexione sobre o que serevisen los presupuestos de la conversación, etc. A las prácticas argumentativasguiadas por el respeto a estos presupuestos, Apel les da el nombre de comunidadideal de comunicación.
Evidentemente, si no se trata aquí únicamente de la caracterización definicionalde una forma ideal de comunicación, espreciso mostrar que «en el caso de lasreglas del discurso no se trata simplementede convenciones, sino de presupuestos irrenunciables» (ibid., p. 100). Lo que está enel trasfondo de esta distinción tiene quever con una dificultad central para la propuesta que se está elaborando: el riesgode una caída en una teoría pragmatistapuramente descriptiva y que no pueda evitar el relativismo -algo que tanto Habermas como Apel reprochan a Wittgenstein,y que invalidaría la pretensián de universalidad de la teoría que estos autores proponen. Pues estos presupuestos contrafácticos sólo pueden identificarse cuando seadopta la perspectiva de un participanteen la interacción: «Con ello hemos de apelar a la precomprensión intuitiva con laque todo sujeto capaz de lenguaje y acciónentra en la argumentación» (ibid.}, Parasalvar el universalismo, Apel ha recurridoal argumento de la inevitable caída en unacontradicción realizativa (performativerWiderspruch) siempre que se intenta negarla validez de estos presupuestos. Su discrepancia con Habermas reside en que,
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para Apel, el único ámbito comunicativoen el que es posible identificar estos presupuestos normativos en actitud reflexiva,y mediante la aplicación metodológica deprincipio de no-autocontradiccíón realizativa, es el del discurso argumentativo en elque se trata de la justificación de pretensiones de validez problematizadas y de lafundamentación de normas. Mientras,Habermas, sobre la base de la tesis queafirma la preeminencia normativa del usocomunicativo del lenguaje (orientado alentendimiento) sobre otros usos estratégicos, considera posible acceder a lospresupuestos universales e inevitables dcla comunicación a partir de la investigación empírica (cf. Semiótica filosófica,pp. 119-149.)
En su crítica a Apel, Acero atribuye auna estrategia kantiana el verse obligado,a partir de las premisas [P3] (que «sientaciertos hechos acerca de la necesidad onormatividad de nuestra experiencia cogniriva»), [P4] (los «incomprendidos» queintroducen innovaciones siguen correctamente reglas) y [PsJ (premisa «deflaccíonista», «relativa a las limitaciones de nuestros sistemas sensoriales»), a postular unainstancia trascendental, la comunidad idealde argumentación. Acero cree que, al igualque Kant, «tampoco toma Apel una solamedida que respalde [PsJ» (Acero, ibid.,p. 127). Frente a esto, él defiende que «elpaso de la norma a la regularidad es muchomás directo y legítimo de lo que [Ps] asegura» (ibid., p. 126). Es evidente que estaafirmación no toma en cuenta la distinciónconceptual precedente; pero tampocopodría dar razón de ella desde la tesis fuerte que parece defender: para que algo «posea» significado, es preciso que esté «tocado con el don de la intencionalidad»;y «allí donde hay intencionalidad, hay unaregla» (ibid.). Paradójicamente, Kant nohabría estado en desacuerdo con estas últimas afirmaciones; forman parte, inequívocamente, de lo que se ha llamado el paradigma de la filosofía de la conciencia -la
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que concede preeminencia a la intencionalidad de la mente y a las categorías yprincipios presentes en la conciencia, delos que hace depender toda otra elaboración o práctica. Pero, 10 que es másimportante, Acero parece pasar por altoun problema central, precisamente el quecrea dificultades a la posición intencionalista que él parece defender y que constituye la preocupación fundamental de lafilosofía de la intersubjetividad que él discute: el de cubrir el salto conceptual quehay desde una conciencia solipsista a 10compartido de forma pública y con validezintersubjetiva.
El universalismo que Kant había hechodescansar en los conceptos y principios apriori de la razón resultó inmediatamentepuesto en cuestión por la crítica lingüísticaque le dirigieron J. G. Harnann, J. G. Herder y W. v. Humboldt. Estos autores pusieron de manifiesto que no podía decirse,de las categorías y principios kantianos,que procedieran de un ámbito prelingüístico (mente o conciencia); puesto que sóloaccedemos a ellos en la mediación del lenguaje, lo que caracteriza a esa intencionalidad supuestamente originaria de laconciencia es su lingüisticidad y, por ello,el que sus contenidos (los conceptos y susrelaciones) son siempre relativos a un contexto social e histórico. Hegel extrema estaidea al «tender el puente}, dialéctico entresujeto y objeto y considerar la realidadobjetiva como la fusión de objeto y concepto -este último, necesariamente Iingüístico-;Ia realidad objetiva, ya seamaterial o socio-histórica, tiene una legalidad propia de la que la subjetividad esun elemento integrante activo.
Como Ch. Taylor ha señalado (<<Theodes of meaning», en Philosaphical papers,Cambridge, 1985, pp. 248-292), la críticalingüística a Kant lleva a poner de manifiesto cómo al lenguaje le corresponde,además de las funciones representativa yexpresiva, una función constituyente -quepuede explicarse, de nuevo paradójica-
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mente, tomando las palabras del propioAcero: «el lenguaje no es sólo un mediode expresión, sino también un medio deconstitución del pensamiento» (Acero,ibid., p. 127). Pero lo que entra en juegoaquí no es la oposición solípstsmo/intersubjetivismo, sino la dificultad aludidaantes y que Acero no llega a tratar, quizáporque asume a su vez otra premisa. El«lenguaje» no aparece nunca en singular:lo que hay son lenguas, en plural, y decada una de ellas puede decirse que incorpora una concepción del mundo (Humboldt), históricamente constituida e irreductiblemente diversa. Desde la perspectiva de, esta crítica no parece correcto,como hace Acero, poner en correspondencia [Ps] con la consideración kantiana deque lo dado a la intuición es una pluralidadde sensaciones dispersas; más bien, estadiversidad epistémica estaría ahora encorrespondencia con la diversidad de laslenguas naturales. Aceptar que el lenguajetiene una función constituyente respecto aesta imagen del mundo equivale a hacerdescansar en el lenguaje (en cada lengua)los rendimientos que Kant atribuía a unaconciencia trascendental. Y entonces sehace difícil dar cuenta de algo que Acerono llega a discutir: que «la incorrección de[una] representación» pueda establecerseen absoluto, y ello «haciendo constar puray simplemente el hecho de que ...» (ibid;p. 126)-
Si uno se toma en serio la función constituyente del lenguaje, entonces -como lomuestra Taylor desde su posición hegeliana- tanto lo que se toma corno hecho,como la configuración de objetos que lointegran, como el procedimiento que permite «hacerlo constar» son absolutamenterelativos al contexto histórico, social y cultural. Y este relativismo alcanza inevitablemente al planteamiento intencionalista:pues tiene que «saltar» desde los contenidos intencionales prelingüísticos a lasconvenciones (lenguaje como institución)que permiten expresarlos, y para ello ha
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de postular que las condiciones de satisfacción de los actos de habla coinciden conlas del acto intencional, el cual es originario con respecto a su expresión. El cómoes posible que estas condiciones, originariamente extralingüísticas, sean exactamente las que se encuentran lingüísticamentereflejadas mediante las expresiones convencionales de las distintas lenguas naturales no queda satisfactoriamente contestado sin dar respuesta a la crítica lingüísticaa Kant.
El propio J. Searle lo ha formulado así:«la clave para el problema del significadoreside en ver que, en la realización del actode habla, la mente impone intencionalmente, sobre la expresión física [e. d. lingüística, C. e] del estado mental expresado, las mismas condiciones de satisfacción que el estado mental posee en sí mismo» (Intentionality, Cambridge, 1983,p. 164). Pero, o bien se asume una posiciónnaturalista y se supone que las representaciones intencionales se correspondencon la estructura real de los hechos, esdecir, que las «afecciones en el alma» sonsignos de las cosas mismas -y esto obligaría a remitir toda la construcción alámbito normativo desde el que se justificala validez de esta posición epistemológica-, o es algo que meramente se constata:pero sólo lo pueden constatar aquellos quepertenecen a un mismo contexto culturaly a una misma comunidad lingüística, con10 que han tenido acceso a todos los preparativos lingüísticos que permiten nombrar objetos y representar hechos (Wittgenstein, IF). En ese caso, el trasfondo delque habla SearIe, la comunidad lingüísticaa la que se pertenece, es elemento necesario para tener acceso a la intencionalídadde la propia conciencia. Pero además, yexcepto si se recurre al postulado del presupuesto naturalista anterior, no es posiblesalvar el inevitable relativismo ligado a laaceptación del valor constituyente del lenguaje para la imagen del mundo. Esto afecta a toda la discusión de Acero relativa
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a si es posible (o no) atribuir el seguimientode reglas a un sujeto solitario. La cuestiónno es que él mismo pueda darse reglaso no, sino que, cuando lo hace --comoel ejemplo de Robinson, que Acero menciona, pone particularmente de manífiesto-, necesariamente parte ya de-su propiaexperiencia lingüísticay de su conocimiento de las reglas semánticas y pragmáticasque permiten emplear signos; en este sentido es ya, por así decir, un «competenteseguidos de reglas»,
La noción que la teoría intersubjetivadel significado introduce en correspondencia con (y como contrapuesta a) la de condiciones (le satisfacción (o de éxito) de losactos de habla es la de condiciones de aceptabilidad. Ambas remiten a la oposición deracionalidad comunicativa/racionalidadestratégico-instrumental, y constituyen asíla principal modificación que la teoríapragmática universal del significado llevaa cabo a partir de la teoría de actos dehabla. Pues lo que en primer término aparece como condiciones de éxito (de un actode habla) es idéntico a lo que Austin habíaintroducido como condiciones de logro (oéxito) en la comunicación y que despuésSearle desarrolló bajo la categoría de condiciones de satisfacción ....-como re-elaboración pragmática de la categoría semántica de condiciones de verdad. Searlereconstruía estas condiciones como condiciones necesarias y suficientes para larealización con éxito de la comunicación-y ello podría ser visto, a su vez, comoun conjunto de reglas para la comunicacióncon éxito de la fuerza ilocutiva que acompaña al contenido proposicional. En cualquier caso, el vínculo entre las condiciones(pragmáticas) de satisfacción o éxito y ellogro alcanzado en la comunicación -incluido el entendimiento de la fuerza ilocutiva-> sólo la establecía Searle con unapretensión de adecuación descriptiva: seexplicaba en términos de regularidadestácitamente conocidas por los hablantes yempleadas por ellos, que se veían remitidas
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-en última instancia- a convenciones decarácter pragmático.
De ahí que la aparentemente fuerteconfrontación entre esta concepción «convencionalista- del lenguaje (teoría institucionalista del significado) y una concepciónintencionalista no obligue a Searle, en susegundo planteamiento intencionalista, aprescindir de la noción de condiciones desatisfacción/de éxito; ello, en la medida enque Sunueva teoría sigue manteniendo unaconcepción del lenguaje entendido comoun conjunto de convenciones o regularidades fácticas que permiten expresar contenidos intrapsíquicos, y se limita a discutirla prioridad de uno u otro elemento. Mientras las reglas constitutivas del lenguaje noson vistas como constitutivas de la intcracción humana y del propio mundo de lavida, es decir, mientras no cobran un carácter normativo, y s610 pretenden adecuación descriptiva para regularidades fácticas, la teoría del significado resultante tampoco puede pasar de lo «institucional»(convencional) a lo intersubjetivarnenteválido.
A la contraposición entre condicionesde éxito (contingentes, empíricamenteidentificables como regularidades) y condiciones de aceptación ~de aceptabilidad- le subyace la tesis fundamental deque «entendemos un acto de habla cuandosabemos qué lo hace aceptable», que remite a su vez al ámbito normativo (contrafáctico) de justificación de la validez. Yesta tesis es a su vez dependiente del hechode que la existencia de reglas intersubjetivamente compartidas hace a los actos dehabla susceptibles de critica, sobre la basede sus pretensiones de validez. En el marcode su defensa del habla argumentativacomo el ámbito en el que es posible laauto-reflexión capaz de identificar los presupuestos normativos de la comunicación-presentes en este uso normativamcnte«prioritario» del lenguaje, y que constituiría una especie de límite trascendental respecto a otros usos, como el abiertamente
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estratégico->, Apel vincula la noción decondiciones de aceptabilidad a la de significado tlocutivo: su compromiso es con«una explicación posible del significado ifocutivo a la luz de las condiciones de validezen cuanto condiciones de aceptabilidad discursiva» (Semiótica filosáfica, p. 1~3).
Viéndolo con un poco de maldad,podría decirse que el planteamiento intencionalista vuelve a situarse en el punto dela polémica griega acerca de si los nombresson por naturaleza o por convención. Antela constatación del carácter contingente(arbitrario) y fáctico (histórica y socialmente.constituido) de los signos lingüísticos yla aceptación subsiguiente del carácterconvencional del lenguaje, se hace precisorecuperar la posibilidad y validez del conocimiento suponiendo que nos hacemosrepresentaciones correctas o susceptiblesde revisión y corrección, que sólo despuésse expresan lingüísticamente, de' tal formaque esta expresión refleja fielmente laestructura de nuestras representacionescognoscitivas. Que podemos contar conesta garantía es lo que intenta hacer plausible el planteamiento intencionalista: puede aceptarse que los nombres son por convención, pero las representaciones intencionales son por naturaleza -no están«contaminadas» lingüísticamente. Con ellose pasa por alto el problema que se havenido señalando; pero además se asumeacríticamente, renunciándose a dar razónde ello, la posible y necesaria validez(corrección) en las representaciones, algoque después de Humboldt y Hegel necesitade mayor justificación o que, al menos, nopuede verse como una cuestión de hecho.El problema con el planteamiento intencionalista y su recurso al trasfondo es queno puede dar cuenta de la cuestión de derecho relativa a cómo es posible justificarla validez de nuestras representaciones lingüísticas, de un modo que trascienda ladependencia de ese contexto lingüístico ycultural.
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La crítica lingüística a la teoría del conocimiento de la filosofía de la conciencia--éste es el apriori que Apel asume, al atribuir al lenguaje un carácter al tiempo fáctico y trascendental- hace que ya no seaposible suponer que conocimiento designaalgún tipo de proceso empírico que tienelugar sin más mediaciones en la mente ycon el concurso instrumental del lenguaje;no es posible hablar de conocimientos (representaciones correctas de la realidad)tan sólo desde el punto de vista de su génesis, y como una mera cuestión de hecho.Una representación no es un conocimientosólo porque tenga lugar psíquicamente yde hecho con características determinadas,sino porque tiene una validez. Constataresto aún no presupone nada acerca de enqué consiste esa validez: reconstruirla esel problema kantiano. Pero parece irrenunciable que la expresión «conocimiento» o «representación correcta» no designaun hecho, sino una legitimidad. El problema del conocimiento y de su validez enla inevitabilidad de su mediación lingüísticano es una cuestión de hecho, sino unaquaestio iuris. Desde una perspectiva kantiana, lo verdaderamente central no es silo dado a la intuición es (o no) «un flujode sensaciones particulares, dispersas ydesordenadas» -algo que, por otra parte,Kant acepta de Hume y es compatible conel conceptualismo lingüístico del empirismo tradicional; lo central es que la validezo legitimidad en el conocimiento se alcanzan no en la génesis fáctica, sino en sudemostración o su fundamentación.
y aquí, en relación con esta cuestiónde derecho, es donde entra en juego latransformación semiótica y pragmática dela filosofía de la conciencia kantiana. Sise aceptan la crítica lingüística dirigida aella y el carácter constitutivamente lingüístico de la conciencia y la razón, sólo cabedar cuenta de las cuestiones de validez yfundamentar la legitimidad de las elaboraciones epistémicas fácticas identificandoJos elementos, inevitables y máximamentc
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generales, que están constitutivamentepresentes tanto en su formulación (enunciación) como en los procesos de aprendizaje y de revisión que llevan a corregirlas.Ahora bien, nuestras prácticas epistémicasy procesos de aprendizaje están mediadospor interprestaciones lingüísticas. La investigación de sus condiciones de posibilidadtiene que serlo, por tanto, de los presupuestos constitutivos del uso epistémicodel lenguaje, uso en que se objetivan yhacen públicamente accesibles. Pero el usodel lenguaje no es el lenguaje en abstracto,como sistema que cupiera poner en correlación con una noción de pensamiento ode mente igualmente abstractas --en elsentido de la afirmación «el lenguaje... es ...también un medio de constitución del pensamiento». Remite irrenunciablemente alámbito pragmático-comunicativo de laargumentación.
En su discusión de la premisa [P3], Acero considera que «privado» --en el sentidode la afirmación de Wittgenstein: no sepuede seguir privadamente una regla- seopone a «público), (eabierto», «manifiesto»]; considera asimismo que Apello interpretaría como «individual», oponiéndoloa «comunitario». Creo, sin embargo, quelo más correcto es decir que Apel opone«privado» a intersubjetiva. Y, a su vez, lanoción de intersubjetividad está internamente vinculada con la de validez (o dejustificación racional). «Privadamente» seopone a «con validez intersubjetiva»: noes algo sólo fácticamente público, sino susceptible de reelaboración y revisión críticaen el habla argumentativa (discurso). Estoes mucho más que una mera precisión terminológica. Porque si se acepta, comoAcero defiende, que en su lectura de Wittgenstein Apel está considerando la oposición conceptual «privados-/epúblico», y«público» se explica como «comunitario»,entonces no se ha dado un solo paso parasalvar el universalismo que es esencial enSu teoría pragmática del significado. Intersubjetividad remite a linguisticidad; pero a
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una lingüisticidad no sólo de hecho compartida, sino que puede revisarse y justificar su validez en el contexto de un usomuy específico del lenguaje, el discurso;éste tiene lugar sobre la base de un conjunto de presupuestos normativos que losparticipantes presuponen y aceptan cadavez que argumentan, y de los que es posiblemostrar su carácter universal y necesario-pues no pueden negarse explícitamentesin caer en contradicción realizatíva,
La concepción intersubjetivista del lenguaje no entiende éste como un instrumento para la transmisión de rendimientos dela subjetividad, sino como el medio en quelos hablantes pueden compartir intersubjetivamente -y, en caso necesario, justificar racionalmente- la comprensión deuna cosa. La teoría semiótica de Peircepermite mostrar de qué modo las elaboraciones lingüísticas están ancladas en unareferencia directa a la realidad objetiva(funciones no simbólicas del lenguaje):pero objetividad no es lo mismo que verdad(o validez epistémica). Lo segundo, comocategoría normativa que aplicamos a juicios cognoscitivos necesariamente lingüísticos, sólo se establece discursivamente;sólo puede afirmarse que trascienda ladependencia con textual (cultural e histórica) inherente a la propia noción a partirde una reconstrucción de las condicionesque hacen posible esa legitimidad, en elseno de actividades y prácticas humanasque inevitablemente se desarrollan en lamediación de los signos lingüísticos. Launiversalidad que la teoría pretende ha deentenderse como una anticipación contrafáctica de lo que implícitamente se presupone en la praxis de la argumentaciónreflexiva en la que se revisan las pretensiones de validez problematizadas,
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Dos son las premisas centrales en la posición kantiana de Apel que han entradoen juego en la discusión: en primer lugar,
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la contraposición entre lo fáctico y lo normativo, y la atribución de un carácter apriori y constitutivo a lo segundo respectoa lo primero, en tanto los presupuestosnormativos (contrafácticos) de la comunicación lingüística son condiciones de posibilidad para ésta; en segundo lu~r, el desplazamiento de esos elementos normativosdesde su localización en una concienciatrascendental a su actualización en unacomunidad ideal de comunicación-lo queequivale a afirmar su anticipación contrafáctica en los diálogos argumentativos rea·les.Pero si la comunicación lingüística hade sustituir al sujeto trascendental kantiano, parece claro que se hace imposiblemantener la distinción entre lo a priori y10 a posteriori. La insistencia de Apel enseguir manteniendo el carácter apriáricodel lenguaje --como nueva instancia trascendental kantiana- se pone de manifiesto en su idea de que los significados fácticos de términos individuales -comosimultaneidad, justicia, etc.- basan su validez en el presupuesto de ser una anticipación de 10 que in the long run puedellegar a consensuar la comunidad ideal deintérpretes. En su lectura de WittgensteinApel considera que éste, al negar que pue·da haber un juego de lenguaje «privilegiado»: el del uso reflexivo del lenguajeque revisa críticamente su propia validez,
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no puede sino remitir todo sentido y todocriterio posible al conjunto de prácticasprevias; ello llevaría a Wittgenstein a unaforma de holísmo del significado de consecuencias realitívistas y haría inviable ladefensa de una teoría universalista, Elplanteamiento de Acero no llega a poderdiscutir esto.
La crítica de Acero es legítima y honestadesde el punto de vista de su desarrolloargumentativo. Pero la posición intencíonalista que parece defender no puede sustraerse a dificultades propias cuandorechaza el planteamiento kantiano deApel. Pues se mueve en un trilema de difícil respuesta. O bien le subyace alguna forma de naturalismo o realismo epistemológico que, salvo que encuentre el respaldode las ciencias empíricas -y, si se confíaen ello, se está apelando a una anticipacióncorurafáctica para respaldar su validez-,habría que tachar de «metafísico». O seve abocado a alguna forma de relativismoo convencionalismo. 0, finalmente, estáasumiendo también una posición kantiana,si bien sustituyendo la transformaciónsemiótica de esa filosofía trascendental porun giro intencionalista: el sujeto trascendental kantiano se convierte en un sujetointencional, y la íntencionalidad en la conciencia del sujeto pensante en el límitetrascendental del sentido.
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