Reciclaje sin reciclador As es BASURA · 2020. 8. 3. · Manta: Rosa Inés Delgado. Francisco de...

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BASURA María Fernanda Solíz Torres, coordinadora El retorno de las brujas El retorno de las brujas Reciclaje sin reciclador A s es

Transcript of Reciclaje sin reciclador As es BASURA · 2020. 8. 3. · Manta: Rosa Inés Delgado. Francisco de...

  • BASURA

    María Fernanda Solíz Torres, coordinadora

    El retorno de las brujasEl retorno

    de las brujas

    Reciclaje sin recicladorAs es

  • Reciclaje sin recicladorAs es

    BASURAEl retorno de las brujas

  • Reciclaje sin recicladorAs es

    BASURAEl retorno de las brujas

    María Fernanda Solíz Torres, coordinadora

    Quito, Ecuador2019

  • RECICLAJE SIN RECICLADORAS ES BASURAEl retorno de las brujas©María Fernanda Solíz Torres, coordinadora

    AutoresMaría Fernanda Solíz Torres, Milena Alía Yépez Fuentes, Melanie Dominick Valencia Velasco, Rubén Fernando Solíz CarriónFotorreportajeTania Macera Torres, Melanie Valencia Velasco

    Primera edición: GAIA Global Alliance for Incinerator Alternatives www.no-burn.org WIEGO Women in Informal Employment: Globalizing and Organizing www.wiego.org Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador www.uasb.edu.ec ANR Asociación Nacional de Recicladores de Colombia www.anrcolombia.org RENAREC Red Nacional de Recicladores del Ecuador www.renarec.com IEET Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo www.estudiosecologistas.org Ediciones La Tierra [email protected] VLIR-UOS www.vliruos.be

    Derechos de autor: 056904Depósito legal: 006387ISBN La Tierra: 978-9942-751-17-1ISBN Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador: 978-9978-19-956-5

    Revisión: Pamela Cepeda VélezIlustración de portada: Cardenilla (Cristina Yépez)Diseño y diagramación: Pato Chávez

    Tiraje: 500 ejemplares

    Esta investigación fue realizada con apoyo del Fondo de Investigación de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. La versión original del texto que aparece en este libro fue sometida a un proceso de revisión por pares.Agradecemos el aporte de GAIA América Latina y WIEGO para la impresión de este libro.Impreso en Ecuador, 2019

  • Agradecemos a quienes han colaborado con este trabajoPamela Cepeda Vélez, Nohra Padilla Herrera, Magdalena Donoso, María Saquipay, Margarita Orozco, Estibaliz Táboas Pazos

    Agradecemos a quienes han compartido sus testimoniosBogotá: Anatulia Herrera, Nohra Padilla, Isabel Martínez,

    Claudia Quintero, Celina Martínez, Marisol Espinoza, Ana Elizabeth Cuervo, Maritza Espinoza, Paula Vargas, Liseth Suspes, María Elsie Álvarez, Marisol Mogollón.

    Quito: Laura Guanoluisa, Elbia Pisuña, Margarita Oyagata, Juana Iza.

    Cuenca: Asunciona Torres, María Aurora, Bertha Chalco, Mariana, María Nugra, Blanca Vera.

    Portoviejo: Eusebio Salvatierra en memoria de Bartola de los Santos Mendoza, Aida Bermello, Marisol Ávila, Leonela Ávila, Otilia Briones, Dolores Delgado, Magali Briones, Solanda Ávila, Teresa Briones, Nelly Ávila, Margarita Cedeño, Gladys Chávez.

    Manta: Rosa Inés Delgado.Francisco de Orellana: Noria Nazarena Villamarín, Dina Emerita Valencia,

    Palmira Jeovaniz Mina, Lago Agrio: María Cruz Suconota, Flor Bonilla,

    Diana Patricia Noreña, María Mérida Pineda.

  • Tabla de contenidos

    Índice de fotografías 17Siglas 21Prólogo Desde los derechos de la naturaleza 23Prólogo Desde los derechos humanos 27

    Capítulo primero Un libro desde abajo 35María Fernanda Solíz T.

    Había una vez: Una historia de expulsión global contada desde abajo 37La basura no es mercancía: Las recicladoras de base como sujetos político comunitarios 42¿Por qué y para quiénes escribimos? 45Enfoque y preguntas 49Los desafíos ético–metodológicos: Investigación Acción Participativa 51

    Primer componente: Estudio cualitativo testimonial 51Segundo componente: Narrativa fotográfica 52

    Operacionalización metodológica 53Selección de la muestra 55

    Ética 56

    Capítulo segundo El reciclaje como conquista de justicia económica, social y ecológica 59Melanie Valencia V., Fernanda Solíz T. y Fernando Solíz C.

    Una breve historia ecoeconómica 61

  • Preludio al capitalismo 65Geografías sociometabólicas 67Nacen el capitalismo y la basura 71Los trabajos (oficios) “informales” 75Los recicladores y las recicladoras en zonas de sacrificio 76La basura como commons (bien común) 78El cuerpo de las mujeres como zona de sacrificio 83

    Una mirada desde el feminismo y ecofeminismo al capitalismo 83Diversidad feminista (de feminismos y cargas) 88La revolución será de clases o no será, será ecologista o no será, será indigenista o no será, será feminista o no será 92Ecología política del reciclaje 95Los recicladores y recicladoras como ecologistas populares 98Organización y opresión de los recicladores y las recicladoras en América Latina 101Agresiones, violaciones e impunidad 105El rol de los Estados: de la prohibición al apoyo discursivo 107

    Bolivia 109Ecuador  114Colombia 121

    Basura Cero: utopía posible 130

    Capítulo tercero Esta es mi historia: yo reciclo 135María Fernanda Solíz T. y Alía Yépez F.

    Bogotá 141

    Anatulia Herrera, viuda de Padilla 143Del desplazamiento interno y la migración campo ciudad 143De campesina a recicladora 143La transmisión generacional del of icio 144

    Nohra Padilla 147La guerra y el desplazamiento interno 147

  • La lucha y la resistencia por el reciclaje y la asociatividad 149Familia 152Petro: zorros, zorras y bodegas 154La criminalización y asesinato de los y las recicladoras 155Nuestra lucha 156La Corte Constitucional 159Las amenazas y nuestras demandas 161El premio Goldman 162Atentados 163Basura Cero 164Pago por el servicio 164La familia ampliada 165Recicladoras de la tercera edad 166Futuro 166

    Isabel Martínez 167Los inicios y la familia 167Zonas de sacrif icio: Gibraltar y las recicladoras 168ASODIG 168Zona Franca 172Después de la Zona Franca 174Tarifa 175El colibrí 176

    Claudia Quintero 179Inicios 179Reciclaje como trabajo familiar 179Mujeres recicladoras 180Futuro 181

    Celina Martínez 182La segregación histórica del espacio social: nacer en un barrio de recicladores 182Los expulsados: reciclables y desechables 182Zonas de sacrif icio: El botadero de Gibraltar y la batalla por la permanencia en el of icio 184La organización 186La academia en la organización 186Ser recicladora, ser mujer 187La articulación con las asociaciones locales y nacionales 188La conquista de lo impensable: de la estigmatización al reconocimiento y remuneración 188De la transmisión generacional del of icio 190

  • Marisol Espinoza 193La transmisión generacional del of icio 193De zorros, zorras, perros, caballos y marranos 194El derecho a la educación 195Zonas de sacrif icio: Gibraltar 196Madres comunitarias 197El reciclaje en mi vida 198La tarifa 199Los hijos 201Ser mujer 202

    Ana Elizabeth Cuervo 204Colombia: la guerrilla y la familia 204Inicios en el reciclaje 204Recicladoras de la tercera edad 205El reciclaje como bien material, lucha y resistencia 205El reconocimiento del trabajo 206El futuro 208

    Maritza Espinoza 211Inicios 211Soy mujer recicladora y vengo de una familia y un barrio de recicladores 212Del botadero a las asociaciones 213La tarifa y plataforma 215Seguridad Social 217Tercera edad 218Percepción social hacia los recicladores 218

    Paula Vargas 219Migración campo-ciudad: dos generaciones de mujeres recicladoras 219La vida en los cambuches, la vida de habitantes de calle 221La organización 222El zorro 225Ser mujer recicladora, ser madre 226Mi madre 228La recolección a pie de vereda, zorros, zorras y perros 229Las contratas 231Trece años después 231

    Liseth Suspes 237Transmisión generacional del of icio 237

  • El reciclaje nos salvó 238Ser mujer recicladora 239

    María Elsie Álvarez 241El reciclaje es una bendición 241Ser habitante de calle 241Ahora tengo casita propia 243Ser recicladora, ser mujer, ser afrocolombiana 244La asociación, eso fue una transformación muy elegante 245Los ñeros, los desechables 246El mundo del vicio 246La vida en 20 años 247

    Marisol Mogollón 251Ser recicladora 251Ser madre recicladora 252Ser mujer recicladora 252La organización 253Yo amo mucho el reciclaje, yo lo amo mucho 253 Como me veo a 20 años 254El zorro, mi segundo marido 254

    Quito 259Laura Guanoluisa 261

    El reciclaje de quebrada 261El trabajo doméstico 262La familia, los hijos y el reciclaje en escombreras 263La organización 267Salir de la escombrera, el inicio de la RENAREC 269La organización y los recicladores de la tercera edad 272Ser dirigente y ser madre 273Ser mujer recicladora 275A diez años 276

    Elbia Pisuña 279Migración campo ciudad 279Trabajo doméstico 279Ser mujer y trabajar a cielo abierto: el ciclo de la violencia patriarcal 280Me quitaron la vida sin mis hijos 281El reciclaje a pie de vereda y el inicio de la organización 282De cielo abierto a pie de vereda 284Ser madre recicladora 284

  • El derecho al reconocimiento y remuneración del reciclaje de base 285El presidente 286

    Margarita Oyagata 288El empatronamiento: la venta de fuerza de trabajo impuesta como empleada doméstica 288Los inicios como recicladora 289La organización 290Ser mujer, mamá y recicladora 291Mis sueños 291

    Juana Iza 295La infancia de mi madre 295El trabajo en la infancia 297Ser recicladora 303El matrimonio 304Cuando la familia empezó a reciclar 306Mi barrio 308La asociación 310Ser una lideresa 311La bodega 315

    Cuenca 319

    Asunciona Benilde Torres Quichimbo 321Decampesinización-urbanización: humanidad residual 321El empatronamiento 322El derecho a la identidad 323En busca de mi familia 326Ser mujer 327El derecho al nombre 329El trabajo precarizado 329Compañeras de vida, compañeras de lucha 330Inicios en el of icio de reciclaje 331Dignificación del of icio del reciclaje 332La importancia de ser recicladora 333La responsabilidad de la industria 334La organización 335

    María Aurora 339El abandono 339La vida en la calle 340Los hijos deben tener apellido 341

  • Ser la cabeza de hogar 344La violencia 346La maternidad será deseada o no será 349Rompiendo cadenas 350Ser recicladora 352

    Bertha Chalco 353Trabajar a cielo abierto 353Los animales y el reciclaje 355Familia y reciclaje 355El cierre del botadero 359La dolarización 359La transición a Pichacay 360La asociación 360Derecho a la salud y a la vida digna 361Futuro 363

    Mariana 367El botadero a cielo abierto de El Valle 367La organización 368El cierre del botadero 370Migración a Estados Unidos 371La Asociación de Recicladoras de El Valle 373El retorno y la nostalgia 375

    María Nugra 377El empleo precarizado 377Zonas de sacrif icio 379La asociación de recicladores de El Chorro 380Tener capacidades diferentes 381

    Blanca Vera 385La fisura campo-ciudad 385La llegada de la basura: zonas de sacrif icio 386Ser recicladora 387La asociación en la vida 388Afectación a la comunidad 389La tercera edad y la soledad 390

    Portoviejo 395

    Eusebio Salvatierra en memoria de Bartola de los Santos Mendoza 397

    El inicio del basural a cielo abierto 397

  • Ser dueños de la tierra 398Despojo y desterritorialización 400La magia de Bartola 401

    Aida Bermello 405Decampesinización: migración interna 405Abordajes generacionales: niñas, adolescentes y adultas mayores 405El reciclaje 409De la transmisión generacional del of icio 409

    Marisol Ávila 411Una historia de violencias 411Despojo y desterritorialización: segregación y expulsión de los y las recicladores 413La organización. 416

    Josselin Leonela Ávila 419La familia 419Trabajar y vivir en la basura generacionalmente 420Despojo y desterritorialización: segregación y expulsión de los y las recicladores 421Ser recicladora 421Ser recicladora, ser mujer, ser transexual 422Ser trabajadora sexual 424La organización 425Los sueños 425

    Otilia Briones y Dolores Delgado 427La dignificación del of icio del reciclaje 427Mi vida 428La familia 428Loly (Dolores Delgado) 430El derecho a la salud 430Ser recicladora 431

    Magali Briones 435La familia 435Ser recicladora 436La organización 437Del basural a cielo abierto a la recolección a pie de vereda 438El proyecto piloto 440Los sueños 441

  • Solanda Ávila 442Trabajar y vivir en la basura generacionalmente 442Ser mujer 444La familia 445

    Teresa Briones 449La familia 449Ser recicladora 450El derecho a reciclar 451La asociación 452

    Nelly Ávila 453Del reciclaje a cielo abierto al reciclaje a pie de vereda 453La triple carga: clase, género, etnia 453La organización 454

    Margarita Cedeño 457Reciclando a cielo abierto 457El cierre del vertedero 458La organización 460

    Gladys Chávez 461Ser mujer 461Ser recicladora 461La dignificación del of icio del reciclaje 462El derecho a la salud 462

    Manta 465

    Rosa Inés Flores Delgado 467La familia 467Trabajar y vivir en la basura generacionalmente 467Despojo y desterritorialización: segregación y expulsión de los y las recicladores 468Ser mujer 470La asociación 471El futuro 471

    Francisco de Orellana – El Coca 475

    Noria Nazarena Villamarín 477Dina Valencia 481

    Ser madre 481Ser mujer, ser recicladora, ser lideresa 483La asociación 485

  • La vida en la dirigencia 485Futuro 488

    Palmira Jeovariz Mina 489La asociación 489

    Lago Agrio 495María Cruz Suconota 497

    Ser mujer 497La Asociación 497Las complejidades: retos y desafíos 499Ser recicladora 501

    Flor Bonilla 505Desplazamiento interno 505Reciclar a cielo abierto 505El relleno sanitario 506Ser recicladora 506

    Diana Patricia Noreña 507Desplazamiento forzado: la frontera colombo-ecuatoriana 507El trabajo en reciclaje 508

    María Mérida Pineda 511Capítulo cuarto Aprendizajes, recomendaciones y caminos a seguir 513María Fernanda Solíz T., Melanie Valencia V. y Fernando Solíz C.

    Reflexiones y aprendizajes ético-metodológicos 515Reflexiones teórico-políticas 517

    Desde la crítica de la economía política 517Desde la ecología política 521Desde los ecofeminismos 523Desde los Estados 525

    Reflexiones de la praxis transformadora 528Bibliografía 539

  • Índice de fotografías

    Caso BogotáFotografía: Tania Macera 137

    Caso BogotáFotografía: Tania Macera 138

    Caso BogotáFotografía: Tania Macera 139

    Caso BogotáFotografía: Tania Macera 140

    Anatulia Herrera, viuda de Padilla Fotografía: Tania Macera 145

    Nohra PadillaFotografía: Tania Macera 146

    Isabel Martínez Fotografía: Tania Macera 177

    Claudia Quintero Fotografía: Tania Macera 178

    Celina Martínez Fotografía: Tania Macera 191

    Marisol Espinoza Fotografía: Tania Macera 192

    Ana Elizabeth Cuervo Fotografía: Tania Macera 209

    Maritza Espinoza Fotografía: Tania Macera 210

    Paula VargasFotografía: Tania Macera 235

    Liseth Suspes Fotografía: Tania Macera 236

  • María Elsie Álvarez Fotografía: Tania Macera 249

    Marisol Mogollón Fotografía: Tania Macera 250

    Caso Quito Fotografía: Fernanda Solíz 257

    Caso Quito Fotografía: Tania Macera 258

    Laura Guanoluisa Fotografía: Tania Macera 277

    Elbia Pisuña Fotografía: Melanie Valencia 278

    Margarita Oyagata Fotografía: Tania Macera 293

    Juana Iza Fotografía: Tania Macera 294

    Caso Cuenca Fotografía: Tania Macera 317

    Caso Cuenca Fotografía: Tania Macera 318

    Asunciona Torres Fotografía: Tania Macera 337

    María AuroraFotografía: Tania Macera 338

    Bertha ChalcoFotografía: Tania Macera 365

    MarianaFotografía: Tania Macera 366

    María Nugra Fotografía: Tania Macera 383

    Blanca VeraFotografía: Tania Macera 384

  • Caso Portoviejo Fotografía: Tania Macera y Fernanda Solíz 393

    Caso PortoviejoFotografía: Tania Macera y Fernanda Solíz 394

    Corrales para la crianza de animales Fotografía: Fernanda Solíz 400

    Eusebio Salvatierra, en memoria de Bartola de los Santos Mendoza Fotografía: Tania Macera 403

    Aida Bermello Fotografía: Tania Macera 404

    Botadero Fotografía: Fernanda Solíz 414

    Marisol Ávila Fotografía: Tania Macera 417

    Leonela ÁvilaFotografía: Tania Macera 418

    Otilia Briones y Dolores Delgado Fotografía: Tania Macera 433

    Magali Briones Fotografía: Tania Macera 434

    Reciclando Fotografía: Fernanda Solíz 443

    Solanda ÁvilaFotografía: Tania Macera 447

    Teresa Briones Fotografía: Tania Macera 448

    Nelly Ávila Fotografía: Tania Macera 455

    Margarita Cedeño Fotografía: Tania Macera 456

  • Gladys Chávez Fotografía: Tania Macera 463

    Caso Manta Fotografía: Fernanda Solíz 464

    Crianza de cerdos Fotografía: Fernanda Solíz 469

    Rosa Inés Delgado Fotografía: Tania Macera 473

    Caso Francisco de Orellana Fotografía: Melanie Valencia 474

    Noria en su tarea Fotografía: Melanie Valencia 477

    Noria Nazarena Villamarín Fotografía: Melanie Valencia 479

    Dina Emerita Valencia Fotografía: Melanie Valencia 480

    Botadero en El Coca Fotografía: Fernanda Solíz 490

    Palmira Jeovaniz Mina Fotografía: Melanie Valencia 493

    Caso Lago Agrio Fotografía: Melanie Valencia 494

    María Cruz Suconota Fotografía: Melanie Valencia 503

    Flor Bonilla Fotografía: Melanie Valencia 504

    El lugar de trabajo de Flor Fotografía: Melanie Valencia 507

    Diana Patricia Noreña Fotografía: Melanie Valencia 509

    María Mérida Pineda Fotografía: Melanie Valencia 510

  • Siglas

    ANR: Asociación Nacional de RecicladoresARB: Asociación de Recicladores de BogotáAREV: Asociación de Recicladoras de El Valle ARUC: Asociación de Recicladores Urbanos de CuencaASODIG: Asociación de Mujeres en el

    Reciclaje una Opción DignaBID: Banco Interamericano de DesarrolloCAC: Comité Ambiental de Cabañas CGD: Centro para Desarrollo Global CRA: Comisión de Regulación de Agua Potable DINAPEN: Dirección Nacional de Policía Especializada

    para niños, niñas y adolescentesEDIS: Empresa Distrital de Servicios PúblicosEIU: The Economist Intelligence Unit EMAC: Empresa Pública Municipal de Aseo de CuencaEMASEO: Empresa Pública Metropolitana

    de Aseo de QuitoFAE: Fuerzas Aéreas EcuatorianasFOMIN: Fondo Multilateral de Inversiones GAD: Gobiernos Autónomos DescentralizadosGAIA: Global Alliance for Incinerator AlternativesGAIAREC: Asociación Colombiana de RecicladoresGAP: Grupo de Apoyo PedagógicoGEI: Gases de Efecto Invernadero GIRS: Gestión Integral de Residuos SólidosINEC: Instituto Nacional de Estadísticas y CensosINNFA: Instituto Nacional de la Niñez y la Familia ISWA: International Solid Waste AssociationKKPKP: Kagad Kach Patra Kashtakari Panchayat LAC: Latinoamérica y el Caribe MAE: Ministerio de AmbienteMIDUVI: Ministerio de Desarrollo y Vivienda

  • MIES: Ministerio de Inclusión Económica y SocialMMAyA: Ministro de Medio Ambiente y Agua OIT: Organización Internacional de Trabajo ONG: Organización No GubernamentalONU: Organización de las Naciones UnidasOPS: Organización Panamericana de la Salud PIB: Producto Interno Bruto PNGIRS: Programa Nacional para la Gestión

    Integral de Residuos SólidosRCOA: Reglamento del Código Orgánico del Ambiente RENAREC: Red Nacional de Recicladores del EcuadorSENA: Servicio Nacional de AprendizajeSERCOP: Servicio Nacional de Contratación PúblicaSEWA: Asociación de Mujeres Empleadas del Sur SUI: Sistema Unificado Información Sumak Kawsay: Buen VivirSSPD: Superintendencia de Servicios

    Públicos Domiciliarios UAES: Unidad Administrativa Especial de

    Servicios Públicos de BogotáUAESP: Unidad Administrativa Especial

    de Servicios Públicos UNC: Universidad Nacional de ColombiaUNEP: Programa de las Naciones

    Unidas para el AmbienteWIEGO: Women in Informal Employment:

    Globalizing and Organizing

  • Prólogo

    Desde los derechos de la naturaleza

    La basura es una representación clara de la crisis ambiental, una crisis en la que se desnuda una relación cada vez más rota con la naturaleza. El capitalismo recurrió a la mercantilización como mecanismo para desacralizar la naturaleza, con ello, no solo (mal) aprendimos a pensarnos por fuera, sino por encima de la natura-leza. Desde entonces se volvió posible explotarla sin pensar en los límites, consumir en exceso, esconder los desechos, e imaginar el futuro como un escenario artificial en el que la naturaleza es parte del pasado y sinónimo de retraso.

    Hace no tanto tiempo fuimos parte de los ciclos metabóli-cos de la naturaleza, de la producción y reproducción de la vida. Considerábamos a la tierra un sistema vivo y nos acercábamos a ella con humildad e incluso con un poco de temor, en tanto las relacio-nes de equilibrio en la naturaleza demandan respeto y admiración. Rotas estas relaciones nos volvemos tóxicos para la naturaleza.

    De acuerdo al metabolismo social, todos los espacios de la vida están siendo ocupados por desechos: el agua, el suelo, el aire. La degradación de la superficie de la tierra por actividades humanas es tan grande que se habla ya de una sexta extinción masiva de especies, de desaparición de ecosistemas enteros y por supuesto de-sastres socioambientales para las sociedades humanas.

    Se trata de una crisis generalizada, que es material, pero tam-bién cultural. La toxicidad no solo está en el proceso de producción y consumo, sino en la ceguera de los impactos que provoca la rup-tura con la naturaleza y la renuncia a la vida en común. Los efectos no son solamente locales, los efectos son masivos y globales. Si es imposible negar el calentamiento global, hay que reconocer tam-bién el enfriamiento de nuestros sentidos.

  • 24 | Esperanza Martínez

    Este libro trata de la basura, el resultado de la última fase del metabolismo social. Presenta elementos clave para entender los procesos de reproducción de la vida y las transformaciones necesa-rias para mantener y recuperar el equilibrio. Para que la naturaleza sea capaz de garantizar los procesos de reproducción de la vida, se requiere que la materia y la energía circulen y se reciclen. Desde el punto de vista biológico, el reciclaje fue trascendental para el ori-gen de la vida y sigue siéndolo para su funcionamiento.

    Si bien las sociedades humanas aceleraron los procesos de transformación de la materia, contaron con el trabajo de las bacte-rias, los hongos, las lombrices, para que los residuos puedan rein-tegrarse a la cadena de la vida. Es el reciclaje el que mantiene los procesos metabólicos que sostienen las condiciones adecuadas para la reproducción de la vida. Sin el reciclaje la vida estaría en riesgo ya sea por agotamiento de las fuentes de materiales como por acu-mulación de desechos.

    La aceleración de la producción, la concentración en las ciu-dades, el sobreconsumo y el extractivismo masificado rompieron la capacidad natural de reabsorber los residuos. Es así que hoy, miles de toneladas de desechos son trasladadas, en la oscuridad de la no-che, a rellenos, vertederos, botaderos a cielo abierto, cuando no a ríos o quebradas. Las sociedades humanas, cada vez más urbanas e industriales interfirieron directamente en los procesos metabólicos de la sociedad-naturaleza.

    La basura como testigo del desperdicio, el sobreconsumo y la acumulación, revela la relación de las dos caras de uno de los pro-blemas más graves de la modernidad: trabajo y naturaleza. El li-bro Reciclaje sin recicladoras es basura: El retorno de las brujas, explica cómo opera la narrativa de la basura en nuestra sociedad y cómo afecta tanto al trabajo de las mujeres como a la naturaleza.

    Para entender cómo opera el modelo de la basura, es necesa-rio comprender que el consumismo, la obsolescencia programada y el desperdicio, son la forma más rápida de acumular riquezas. Crece la economía a costa de una naturaleza que se pierde. Con el extractivismo los desechos aumentan, se acumulan en las zonas

  • Prólogo | 25

    de sacrificio, para sostener las ciudades que se construyen como economías del desperdicio.

    Pero no es solamente la naturaleza la que es sacrificada, sino también el trabajo. El reciclaje, que ha sido una práctica con-natu-ral a las sociedades humanas, en el modelo de acumulación capita-lista, pasó de la informalidad a la ilegalidad. Cargado de descalifi-caciones, el trabajo de reciclaje ha sido invisibilizado y despreciado. La historia demuestra que, a la descalificación, le suceden la crimi-nalización y la represión.

    Las recicladoras son personas expulsadas del campo y de la sociedad, cuyo trabajo es considerado sucio, denigrante, ilegal, y con esto se justifican distintas formas de agresión. Las reciclado-ras además de ser las “expulsadas globales” han sufrido continuos desplazamientos, porque los espacios comunes de los basurales van transformándose en rellenos sanitarios e incineradores casi siempre privados. Han vivido la persecución, porque su trabajo no solo que no goza de reconocimiento y protección, sino que es considerado ilegal. Y, ante todo, se enfrentan a la explotación, porque impera el modelo de subsidio a las empresas privadas y a los ricos que no se hacen cargo de sus desechos, mientras no se reconoce ni remunera el trabajo del gremio reciclador.

    El destino de la basura está sometido a los clásicos procesos de injusticia ambiental y social: se concentra en las periferias, se realiza con el trabajo no remunerado y son los más empobrecidos los que asumen la limpieza de los que más consumen en un claro subsidio al capitalismo. Con las voces de las 42 mujeres reciclado-ras, el libro es un relato colectivo que da cuenta de un trabajo duro, descalificado, pero imprescindible.

    Nuevamente son mujeres las que dan las peleas por desmontar la ignorancia. Las mujeres, en la transición al capitalismo fueron perseguidas por cuidar sus cuerpos, controlar la salud y enseñar a otras mujeres de estos cuidados. Las brujas luchaban por su cuerpo. Las recicladoras con su trabajo, no solo velan por su supervivencia, sino que cuidan de la naturaleza, de ahí la figura del retorno de las brujas. Expulsadas del campo o de las ciudades, las mujeres asumen nuevamente un trabajo invisible, no remunerado y despreciado: la

  • 26 | Esperanza Martínez

    recuperación de la basura. No es cualquier trabajo pues ayudan a la naturaleza a restablecer los circuitos de retorno de materiales.

    El libro parte de la premisa de la necesidad de avanzar al reco-nocimiento social y material de las recicladoras, por justicia social, ecológica y de género, pero además promueve un cambio radical de modelo, el cese de los extractivismos, el rechazo a las tecnologías perniciosas, el boicot al sobreconsumo, la prohibición de materiales no reciclables, el compostaje y el reciclaje de base.

    Una gran sabiduría se desprende de los testimonios recogidos, que bien podrían ser consignas, mandatos, o leyes “si no puede reciclarse, no debe fabricarse”, “no puede considerarse tecnología si afecta a la naturaleza y al medio ambiente”.

    La basura es una pieza clave para la posibilidad de revertir los procesos históricos de expulsión de grupos minoritarios precariza-dos a quienes se los desplazó, se les prohibió y restringió su inser-ción laboral por considerarla informal e ilegal y se los separó de los medios de producción. Pero también es clave para repensar los pro-cesos metabólicos de la naturaleza, en donde para lograr estabilidad se requiere controlar la fuga de energía y la pérdida de materiales.

    El libro anuncia el retorno de las brujas, para conquistar espacios de vida y trabajo, allí donde impera la ceguera; para exigir medios y condiciones de producción y para demandar el reconocimiento de su oficio, no como un empleo “informal” peor aún, como una actividad “ilegal”, sino como una conquista social y ecológica.

    Las recicladoras son mujeres que con su trabajo promueven un cambio radical sobre la condición humana, ya no de consumidores, sino de cuidadores. Son mujeres cuya apuesta es sobre-vivir, pero también con-vivir con la naturaleza. Las recicladoras caminan con los pies sobre la Tierra y con sus manos rescatan naturalezas. Nos recuerdan de qué forma las lombrices transforman los desechos orgánicos en humus, y cómo lo humano –que etimológicamente viene de humus-, tiene la capacidad de transformar, recuperar y reciclar desde el comunitarismo y la apuesta por el bien común.

    Esperanza Martínez, Acción Ecológica

  • Prólogo

    Desde los derechos humanos

    Reciclaje sin recicladorAs es basura: El retorno de las brujas es un libro que da sentido político y humano a la vida de miles de mujeres que cotidianamente “limpian la cara del mundo”, aquellas que con sus manos transforman la basura, que todas y todos gene-ramos y despreciamos, en bienes de uso social y familiar.

    Mujeres de valor, de coraje, de lucha, que se superponen dia-riamente a la discriminación, a la exclusión, a las violencias fa-miliares, sociales, políticas y económicas, privadas y estatales, re-cogiendo, recuperando, clasificando, distribuyendo y vendiendo bienes como un medio para mantener a sus familias y, como ellas lo reivindican, colaborando, ayudando y cuidando del ambiente.

    La A mayúscula que se incorpora el título del libro les co-rresponde por derecho propio, porque son el 80% de quienes se dedican a esta actividad, porque son las que han animado, se han integrado, pertenecen y dirigen a las organizaciones de recicla-dores; porque son quienes asumen las triples o cuádruples cargas de trabajo que impone ser madre, esposa, recicladora y dirigente; porque han vivido en sus cuerpos, en sus mentes y en sus almas las peores formas de la exclusión, discriminación y violencia, y pese a ello, siguen adelante, se reivindican, reinventan y se miran a futuro trabajando, construyendo y conquistando derechos no solo para sí sino para todos y todas y para la naturaleza.

    Efectivamente, como lo proponen las autoras son las brujas, las estigmatizadas socialmente como basura, las denominadas basure-ras, cochinas, sucias, las tratadas como descartables y desechables, las que han llegado del campo a la ciudad, las desplazadas inter-nas por la violencia, las pobladoras de los barrios marginales, las vendidas para la explotación doméstica que huyen y se enfrentan

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    al sistema que las oprime interpelándolo con la reapropiación de territorios, con la recuperación de bienes desechados a los cuales los dotan de sentido de vida y de cambio personal, familiar y social. Esta recuperación es política y es simple en sus palabras: “Y pues para nosotros está muy claro que la basura es del generador hasta que la pone afuera, si la pone afuera pasa a ser del primer reciclador que la encuentra”. (Nohra Padilla)

    El contenido político en sus vidas no está ausente, por el con-trario es el eje articulador de sus relatos y les ha permitido asumirse como sujetos políticos comunitarios. Como ellas lo sostienen, no hablan por sí mismas sino por todas y todos. De ahí que su relato es colectivo y se construye en la importancia que ha tenido en sus vidas la organización. En ella encontraron su fuerza, su norte, su sentido de dignidad y por eso incluso la asumen como su familia. La organización es traducida en asociaciones, comités, redes que se gestan para la articulación de luchas por su reconocimiento so-cial, por el respeto y garantía a los espacios para la recolección, por su oposición al entierro y la incineración, y que se alientan por el anhelo de concretar el reconocimiento del derecho al trabajo con remuneración, seguridad social y condiciones de trabajo dignas.

    Así sus prácticas y luchas tienen claridades político-ecológicas firmes y claras: “Yo no estoy en contra de los avances de la tecno-logía, pero sí estoy en contra de que esos avances estén en contra de la naturaleza y el medio ambiente… por eso yo creo que todas las industrias deben hacer cosas que se puedan volver a utilizar, lo que no puede reciclarse, no debe fabricarse”. (Asunciona Torres) “Basura Cero es un circuito de máximo aprovechamiento y míni-mo enterramiento” (Nohra Padilla)

    Sin duda la condición de mujer recicladora agudiza los proce-sos de exclusión. De ahí que sus testimonios se pueden leer como lo plantean las y los autores desde el eco feminismo, pero también desde el feminismo de la diferencia, ese que permite visualizar a las mujeres diversas que se construyen y reconstruyen desde sus territorios, en sus posiciones y contextos, y que permite visualizar las múltiples violencias o espacios de exclusión que se interceptan y que agravan los procesos de discriminación y violencia hacia la mu-

  • Prólogo | 29

    jer. Sexo, clase, etnia como categorías centrales interrelacionadas, con otras como la edad, el género, la discapacidad, el estado civil y en este caso con la propia condición de recicladoras.

    Las violencias de género están inmersas en diferentes etapas de la vida de estas mujeres y las han marcado. Pero para trans-formarlas nuevamente aparece el peso y valor de la organización que ha introducido la demanda de género y ha permitido concretar mecanismos de cuidado colectivos para los hijos e hijas; espacios de formación para enfrentar la violencia intrafamiliar; y de apoyo para asumir decisiones de ruptura, empoderamiento y reconocimiento de su capacidad para salir adelante solas. Este reconocimiento asu-me así la visión contrahegemónica de la autoestima, que como lo sostiene Helio Gallardo, no se construye desde la individualidad sino desde la identificación colectiva de las luchas.

    La reivindicación por los derechos humanos está inmersa en cada una estas historias de vida y se traducen siguiendo a Joaquín Herrera Flores en procesos que condensan prácticas políticas, so-ciales, ecológicas y de género que permiten concretar la dignidad. Esa dignidad que retomando al alcance de la Corte Constitucional Colombiana estaría encaminada a concretar el vivir como se quiere, esto es respetando su proyecto de vida como mujeres recicladoras “lo mío es ser recicladora”; en el vivir bien, esto es contando con condiciones dignas de vida a través de la satisfacción efectiva de los derechos al trabajo, la salud, la educación, la vivienda y la se-guridad social; y vivir libre de humillaciones, esto es sin ser objeto de violencias sociales, familiares, privadas y estatales; reconocidas, aceptadas y valoradas socialmente. Dignidad que en las palabras de ellas mismas, les han permitido sentirse como personas.

    Los testimonios y su análisis si bien evidencian logros, tam-bién develan incumplimientos que generan responsabilidad y de-mandas concretas de reparación. Los estatales están dados por la ausencia de políticas, normas e institucionalidad garantista y de prácticas efectivas para concretar los derechos al trabajo y a la vida libre de violencias de las mujeres recicladoras, pero también para romper con la impunidad frente a las amenazas, agresiones, vio-laciones e incluso muertes que se han producido en el proceso de

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    reivindicación de derechos provocadas por entes públicos y priva-dos; y los incumplimientos privados nos responsabilizan a todos y todas tanto por la falta de valoración de la actividad y el cuidado que nos brindan estas mujeres con su trabajo, como por la falta de conciencia en el cumplimiento de esa cuota mínima de responsa-bilidad que podemos ejercer diariamente en separar la basura que generamos y entregamos.

    El libro cumple así con su objetivo principal de visibilizar a las mujeres recicladoras, no como objetos sino como sujetos políticos, retoma, valoriza y da sentido a su vida, desde su palabra y su ima-gen, promoviendo su reconocimiento social y el reconocimiento in-tegral e interdependiente de sus derechos, para alcanzar la justicia social, ecológica y de género.

    Que las violencias enfrentadas por estas mujeres y las cargas de su reciclaje humanizador nos animen a la lectura de este libro y sobre todo a la concreción de la propuesta metodológica y política de sus autores y autoras que es generar reflexión para la acción y la transformación.

    Gina Benavides Llerena, Universidad Andina Simón Bolívar Ex Defensora del Pueblo del Ecuador

  • Si he perdido la vida, el tiempo, todo lo que tiré, como un anillo, al agua,

    si he perdido la voz en la maleza, me queda la palabra.

    Si he sufrido la sed, el hambre, todo

    lo que era mío y resultó ser nada, si he segado las sombras en silencio,

    me queda la palabra.

    Si abrí los labios para ver el rostro puro y terrible de mi patria,

    si abrí los labios hasta desgarrármelos, me queda la palabra.

    —Blas de Otero

  • Se dice que cada libro es como un nuevo hijo o hija. Este es particularmente especial porque se trata de una suerte de gestación colectiva que teje la palabra de 42 mujeres recicladoras

    de Ecuador y Colombia.Pero este libro no solo recoge la ternura del relato cotidiano y

    de la etnografía fotográfica, sino que entiende que la historia de cada recicladora es también la historia de su gremio,

    de sus luchas y demandas. Es entonces, un relato colectivo que exige —desde el ecologismo,

    el marxismo y el feminismo— el reconocimiento social y material de las recicladoras como conquista primera

    por la justicia social, ecológica y de género.Nos queda la palabra, la organización y la resistencia.

    Nos queda la denuncia, nos queda la lucha.

  • Capítulo primero

    Un libro desde abajo

    María Fernanda Solíz T.

  • Había una vez: Una historia de expulsión global contada desde abajo

    Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor

    —Arzobispo Desmond Tutu (Sudáfrica 1990)

    Hasta el año 1992, el Estado Sudafricano sostuvo un sistema de segregación racial conocido como apartheid. El térmi-no apartheid, que proviene del afrikaans  “distanciamiento”, fue el nombre oficial de este sistema de segregación racial instituciona-lizado que existió a partir de 1948 y que en 1973, fue declarado un crimen contra la humanidad por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

    Amandla-Awethu, se convirtió en el grito popular durante la resistencia al apartheid. Traducido de las lenguas Nguni, El po-der para el pueblo, fue una de las frases emblemáticas de la lucha sudafricana para el fin del dominio político y económico de una minoría blanca (menos del 13% de la población sudafricana) sobre una mayoría negra, mulata, india y mestiza.

    Jennifer Wenzel (2018), en su texto We have been thrown away, propone una importante analogía entre el apartheid sudafricano y una suerte de apartheid global en el que los expulsados-segregados, serían los y las recicladoras del mundo. Wenzel teje entonces una interesante conexión entre el régimen del apartheid que expulsó a la población negra fuera de las ciudades, y las categorías basura humana o humanidad residual, propuestas por Bauman (2005) para referirse a la segregación global de los y las recicladoras.

    Durante el apartheid sudafricano, las personas negras fueron expulsadas lo suficientemente lejos de las ciudades como para que los amos blancos no tengan que lidiar con el problema de sus perso-nas y rostros, pero al mismo tiempo lo suficientemente cerca como

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    para garantizar el acceso a la mano de obra de los trabajadores ne-gros, sin la cual, la economía sudafricana blanca se hubiese parali-zado (Wenzel 2018).

    Estas lógicas de segregación del territorio sudafricano ponen en evidencia una separación parcial y utilitaria, clasista y racista, que posibilita la apropiación de la fuerza del trabajo al tiempo que externaliza y se distancia de los costos de su reproducción, exclu-yendo además la representación política. Marx (2005) hablaba del proceso histórico de disociación entre el productor y los medios de producción como acumulación originaria del capital en tanto sería la base del modo capitalista de producción. Más adelante, David Harvey (2003) describiría a estos procesos como acumulación por desposesión, explicitando que el capital se reproduce mediante la expropiación de naturaleza (desterritorialización), el desplazamien-to de los trabajadores, y su separación de los medios de producción.

    Es en esta línea, que proponemos a los y las recicladoras del mundo como los expulsados globales, como esa fracción de hu-manidad residual que ha sido desechada y enviada a las periferias, expulsada de las ciudades, separada de los medios de producción y limitada en su ejercicio del derecho al trabajo. Bauman (2005), en Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias, describiría la categoría humanos residuales, como aquellas personas que fueron expulsadas de la globalización con la intensificación de políticas neoliberales y que han debido insertarse en la economía “infor-mal”,1 muchos de ellos en la recuperación y reciclaje de residuos. Esta expulsión globalizada vendría entonces a convertirse en una suerte de apartheid global en tanto régimen institucionalizado de opresión y dominación sistemáticas de un grupo por sobre otro para mantener unas estructuras de privilegios.

    Wenzel (2018) habla entonces de una venganza dialéctica en la que el retorno de los desechados en el trabajo, ocurre en forma de reciclaje. Este retorno bien puede resultar en nuevas formas de

    1 Más adelante analizaremos las implicaciones del término informal en el oficio del reciclaje, así como las disputas y reivindicaciones para deconstruir ese término y en su lugar utilizar “recicladores de base”.

  • Un libro desde abajo | 39

    acumulación y despojo, pero también y como lo ha demostrado el gremio reciclador en América Latina, puede resultar en pro-cesos emblemáticos de organización, resistencia y recuperación de los territorios segregados, del espacio público y de los medios de producción y subsistencia.

    Es así que la reivindicación colectiva del movimiento recicla-dor Reciclaje sin recicladores es basura, posiciona desde el saber y las demandas populares, esta suerte de venganza dialéctica o praxis por la justicia social, ecológica y de género; por el retorno de los expul-sados y su exigencia de reconocimiento formal y real, material y simbólico. Se trata de una frase con una importante carga discur-siva en tanto demanda desde un grupo históricamente excluido, segregado y desplazado, los derechos al reconocimiento de la lega-lidad y legitimidad de su oficio, de su presencia en las ciudades, del acceso cierto y seguro al material de reciclaje como valor de uso no privatizable y de propiedad comunitaria del gremio reciclador, de su derecho a ejercer el oficio con la garantía de condiciones mate-riales dignificantes que lo posibiliten en forma y realidad.

    A todo esto, se suma que la gran mayoría de las reciclado-ras en el mundo, son mujeres. Mujeres empobrecidas, indígenas o afrodescendientes que hoy se organizan para demandar la resti-tución de sus derechos vulnerados y revertir las lógicas históricas de opresión y violencias múltiples: sexual, intrafamiliar, laboral, social, política y económica.

    Mujeres que sufren la triple carga (Breilh 1991), la de clase social, la de género y la de etnia, además de otras diversidades que agudizan su vulnerabilidad como son: las orientaciones sexo-géne-ro diversas, la edad, las capacidades especiales, etc. Mujeres que, por un lado, enfrentan el peso del trabajo reproductivo de la pro-creación, la crianza y el trabajo doméstico no remunerado; y por otro lado el de la producción social precarizada.

    La producción social en la que ellas están insertas, no es la de un trabajo asalariado formal, regularizado y reconocido por los Estados, sino que por el contrario ha sido considerado como parte de las economías informales y por ende se realiza en condiciones de explotación y exclusión. El dinero que las recicladoras obtienen por

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    la venta de los residuos recuperados ni siquiera es suficiente para reponer la parte necesaria de la jornada laboral que equivaldría a un salario básico.

    Podríamos decir que en el reciclaje de base las dimensiones de producción y reproducción social están entrelazadas, en tanto las recicladoras limpian el espacio de lo público (reproducción) y po-sibilitan la provisión de materia prima para la industria (produc-ción), garantizando con ello la producción y reproducción social no solo de sus familias sino de todo el sistema económico. Pese a ello, en la mayoría de países del mundo, una vez más, al igual que en el trabajo doméstico, los Estados no remuneran siquiera el trabajo productivo menos aún el trabajo reproductivo de las reci-cladoras de base.

    Reciclaje sin RecicladorAs es basura, es entonces más allá de una retórica discursiva, la síntesis de una demanda marxista, ecologis-ta y feminista, tan potente como la demanda sudafricana El poder para el pueblo. Se trata de una demanda que exige el fin de la expul-sión global de los recicladores, que exige el reconocimiento de su condición de sujetos y por ende de sus derechos laborales, sociales, económicos y de representación política.

    Pero esta demanda también nos recuerda que, para hacerse efectiva, requiere que la basura ni se mercantilice ni se privatice, que su valor de uso (en tanto se constituye en materia prima que al reingresar al circuito de la economía de materiales evita la ne-cesidad de nuevos procesos de extracción, transformación y dis-tribución de recursos naturales) debe primar por sobre su valor de cambio. Sabemos que, si la basura es privatizada, el valor de cam-bio subsumiría el valor de uso generándose aberraciones diversas.

    La empresa privada que trabaja con la basura, históricamente ha optado por una serie de alternativas nocivas para la salud y la vida humana y no humana (tecnologías de incineración y enterra-miento) que le permiten incrementar la acumulación de plusvalor al tiempo que desplazan, una vez más, a millones de familias re-cicladoras y perpetúan la dependencia de procesos de extracción primaria de recursos naturales.

  • Un libro desde abajo | 41

    En este sentido, es fundamental reivindicar la dimensión co-munitaria de los y las recicladoras de base organizadas y no organi-zadas. Considerar a los recicladores y recicladoras actores privados sería un error desastroso que atentaría contra los principios de jus-ticia social, ecológica y de género que como grupo social excluido demandan. En la misma línea de las demandas globales por la no mercantilización de la salud, el agua y la naturaleza;2 las recicla-doras del mundo nos recuerdan que la basura no es mercancía y que ellos y ellas son actores comunitarios no privados.

    En América Latina y El Caribe la basura es un valor de uso vital para alrededor de cuatro millones de familias recicladoras (Iniciativa Regional para el Reciclaje Inclusivo 2013) que han en-contrado en el reciclaje de base, la posibilidad de revertir las tres dimensiones de la acumulación por desposesión propuestas por Harvey (2003). Con el trabajo de reciclaje de base, las recicladoras del mundo recuperan el espacio social público que históricamente les ha sido expropiado, recuperan su oficio como trabajadoras au-tónomas de economías pequeño productivas y recuperan la basura como valor de uso y valor de cambio colectivo, que junto con medios de producción disputados en un histórico de luchas (zorros, zorras,3

    2 “La salud no es mercancía”, “El agua no se vende, el agua se defiende”, “La naturaleza no es objeto, es sujeto de derechos”, son importantes demandas de diversos movimientos sociales latinoamericanos en las últimas cinco décadas.

    3 Como se analizará más adelante, las zorras de caballo y los zorros, son medios de transporte y medios de producción construidos por los y las recicladoras en Colombia para cargar y trasladar sus materiales desde las calles hacia los centros de acopio y comercialización. Las zorras y los zorros han sido fundamentales y determinantes en el trabajo de los y las recicladoras, son la base material esencial que lo posibilita, sin zorros no hay reciclaje posible, de ahí su carga simbólica: el logo de la Red Latinoamericana de Recicladores tiene un zorro. La diferencia entre una zorra de caballo y un zorro, como su nombre lo dice, radica en que la zorra de caballo es una carreta de tracción animal mientras que los zorros son carretas pensadas para ser haladas por los y las recicladoras. En Bogotá, durante la alcaldía de Gustavo Petro, se dio una transición que eliminó gradualmente las zorras de caballo, en algunos casos cambiándolas por vehículos motorizados y en otros casos los y las recicladoras se quedaron únicamente con zorros. Aún hoy en día, la gran mayoría de los y las recicladoras trabajando a pie de vereda, utilizan zorros para transportar los materiales recuperados. Muchos de los zorros de varias recicladoras con quienes trabajamos en este libro, tienen una historia y están cargadas de simbología: debajo

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    triciclos, centros de acopio, básculas de pesaje, compactadoras, tri-turadoras), les han permitido recuperar su condición de sujetos polí-ticos, con plena participación y representación política y económica.

    Cuenta la historia, que había una vez una, diez, cien, mil, mi-llones de mujeres recicladoras. Esta, su historia, se cuenta desde abajo y desde afuera del sistema, se cuenta desde su palabra, desde la generosidad con la que nos abrieron las puertas de sus hogares, de sus organizaciones y sus vidas. Se cuenta desde la dignidad con la que exigen, demandan y batallan.

    La basura no es mercancía: Las recicladoras de base como sujetos político comunitarios

    Partiendo de la comprensión del trabajo como proceso trans-histórico debemos diferenciarlo de la configuración histórica del trabajo en el capitalismo. En el capitalismo, el trabajo solo existe cuando el capitalista consume productivamente la mercancía fuer-za de trabajo que ha comprado y a su vez, este consumo productivo permite al capitalista explotar plusvalor a la clase obrera. Al hacer que el obrero trabaje, el capitalista consume el valor de uso de la fuerza de trabajo y este consumo deviene en la producción de un nuevo objeto que contiene más valor que el que contiene la fuerza de trabajo que lo produce.

    Por ello, la mercancía fuerza de trabajo es una mercancía dife-rente a las mercancías simples que contienen valor y valor de uso, que son producidas por el trabajo y cuyo valor se manifiesta en

    de la carreta se ubican zapatitos de bebés encontrados para la buena suerte, una pequeña figura del Niño Jesús para la protección, un cuchillo para el trabajo, plásticos para proteger el material en caso de lluvia y cobijas para pasar la noche cuando el recorrido es tan extenso que no les permite, en un mismo día, retornar al sector de la ciudad en el que viven o entregan el material.

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    valor de cambio. La mercancía fuerza de trabajo es la única capaz de crear valor, y aún más valor que el que ella misma contiene, ya que una parte de este valor repone el valor de la fuerza de trabajo, es decir el capital variable, y otra parte, genera plusvalor. Además, al trabajar, el obrero no sólo produce un valor de uso y un valor que incorpora a ese producto, sino que también transfiere al mismo, el valor de los medios de producción que consume durante el proceso de producción.

    La acumulación de capital es entonces posible esencialmente por la apropiación de la naturaleza y la explotación del obrero a través de la expropiación de una parte de su fuerza de trabajo y su separación de los medios de producción. En este contexto, la defensa del trabajo público y de las formas pequeño productivas de emprendimientos familiares, comunitarios y gremiales constituye una disputa esencial en la utopía por un cambio de modelo.

    Una de estas formas de trabajo en resistencia a la explotación capitalista es el oficio del reciclaje. El trabajo de los y las reciclado-ras de base opera de forma particular. En primer lugar, porque ellos y ellas, constituyen un grupo históricamente excluido que a través del oficio del reciclaje revierten las lógicas de segregación, expul-sión, desterritorialización y despojo de los medios de producción.

    En segundo lugar, porque en el caso del oficio del reciclaje, la explotación capitalista se esconde en la democratización de la dis-tribución de basura que invisibiliza a los verdaderos responsables de su generación, a quienes los y las recicladoras subvencionan los costos de recolección, recuperación y clasificación de residuos. Los y las recicladoras del mundo resultan ser empleados ad honorem de miles de empresas nacionales y multinacionales que comercializan mercancías diversas, pero olvidan su responsabilidad sobre el resi-duo resultante y externalizan los impactos a los Estados y las socie-dades. Los costos de recuperación de residuos producidos por los sectores empresariales e industriales son externalizados a millones de recicladores en el mundo cuya fuerza de trabajo no es reconocida ni remunerada.

    En tercer lugar, porque los y las recicladoras recuperan una mercancía desechada del sistema económico y es su trabajo el que

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    la dota nuevamente de valor de uso como materia prima que pue-de reingresar al circuito de la economía de materiales y de valor de cambio en tanto se convierte nuevamente en un bien comer-cializable. Es este trabajo de limpieza, recolección, recuperación y clasificación de mercancías desechadas en el espacio público que devuelve a las mercancías desechadas su valor de uso. A pesar de ello, en la mayoría de ciudades de mundo sigue siendo un trabajo no remunerado por los responsables de la generación y distribución de la basura.

    Si bien los y las recicladoras, al entregar los residuos recupe-rados a empresas privadas para su reincorporación en el sistema de economía de materiales, reciben un pago por el peso de los mate-riales recuperados, este dinero ni siquiera permite a los y las reci-cladoras reponer el equivalente a un salario básico (parte necesaria de la jornada laboral). En Ecuador los y las recicladoras de base re-ciben en promedio una tercera parte del salario básico por la venta mensual de los materiales recuperados (Solíz 2016, 2017).

    En el oficio del reciclaje se vive entonces una suerte de doble explotación: por un lado, el valor de cambio entregado a los y las recicladoras por la materia prima recuperada no considera, en lo absoluto, la restitución de su fuerza de trabajo sino que los precari-za y explota pagándoles precios risorios por los materiales recupe-rados; y, por otro lado, el trabajo que los y las recicladoras realizan para la limpieza de la basura generada por la industria y la empresa nacional y multinacional tampoco es reconocido. En ambos casos, el rol del Estado para la regulación, mediación y exigencia del re-conocimiento material tanto del trabajo de limpieza (trabajo repro-ductivo) como del trabajo de provisión de materia prima (trabajo productivo), es determinante.

    La basura es entonces una pieza clave en la posibilidad de re-vertir los procesos históricos de expulsión de grupos minoritarios precarizados a quienes se los desplazó, se les prohibió y restringió su inserción laboral por considerarla informal e ilegal y se los sepa-ró de los medios de producción.

    El lema Reciclaje sin RecicladorAs es basura, es quizás el mejor resumen de esta exposición. La privatización del reciclaje con la

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    consecuente expulsión de millones de recicladores y recicladoras, es basura. La mercantilización de la basura es una aberración que de-viene en el sometimiento de su valor de cambio por sobre su valor de uso lo que se expresa en una suerte de fetiche por las tecnolo-gías de enterramiento e incineración masivas de materia prima (que bien podría ser recuperada y reinsertada en el sistema económico).

    Si la basura se considera mercancía privatizable, se legitimaría la utilización de tecnologías antiecológicas, antieconómicas (desde una perspectiva de economía ecológica crítica) y peligrosas para la salud humana y ecosistémica, otorgándole al sector industrial-em-presarial (que recibe un pago por tonelada recolectada, enterrada y o incinerada), el poder de lucrar a través de la apropiación de la ba-sura. En esta fórmula, los recicladores del mundo no tienen cabida, así como no tienen cabida las propuestas de reparar los metabolis-mos sociedad-naturaleza mediante un cambio radical de modelo, el cese de los extractivismos, el rechazo a las tecnologías perniciosas, el boicot al sobreconsumo, la reducción, regulación, prohibición de materiales no reciclables, el compostaje y el reciclaje de base.

    De ahí nuestra obstinación por insistir que la basura no es ni puede ser considerada mercancía. La basura debe ser considerada como el principio primero de justiciabilidad social, ecológica y de género, como valor de uso inalienable a los recicladores y recicla-doras de base que además permite la recuperación de metabolismos sociedad-naturaleza circulares, contrarios las lógicas perversas de los extractivismos depredadores. Y es, en ese espíritu, que nace nuestro libro.

    ¿Por qué y para quiénes escribimos?

    En Ecuador, el primer país en reconocer a la Naturaleza como sujeto de derechos, a 2018 se generan aproximadamente 90.000 to-neladas de residuos sólidos. De estas, tan solo el 10% es recolectado de forma diferenciada y únicamente, el 2% (1.800 toneladas) es recu-

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    perado formalmente en los sistemas municipales. Esto implica que el 98% de los residuos (88.200 toneladas) terminan: el 35% enterrados en rellenos sanitarios, el 23,3% en vertederos controlados y celdas emergentes, y el 41,7% en botaderos a cielo abierto, ríos y quebradas.

    A esto se suma que los sistemas de disposición final se ubican en parroquias y comunidades empobrecidas, por lo general indí-genas, que deben amortiguar los impactos sociales, ecológicos y de salud, una suerte de “zonas de sacrificio” (Lerner 2010). Estas afecciones e impactos se extienden, además, especialmente a gru-pos de recicladores y recicladoras informales que trabajan sin apo-yos estatales en condiciones precarias.

    Pese a ello, en Ecuador, los y las recicladoras de base recu-peran un porcentaje mucho mayor de residuos inorgánicos que lo que se recupera por los sistemas municipales. La Red Nacional de Recicladores del Ecuador (RENAREC) asocia a 1500 reci-cladores/as de los 221 cantones del país, sin embargo, afirma que existen no menos de 20.000 recicladores de base a nivel nacional y estima que cada reciclador recupera un promedio de una a dos toneladas de residuos al mes. Es así que el material recuperado por los y las recicladoras de base oscilaría entre 35.000 a 40.000 toneladas mensuales.

    Normativamente, en Ecuador, la Gestión Integral de Residuos Sólidos (GIRS) es competencia de los Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD s̀) y ha sido uno de los puntos de mayor conflicto en la administración municipal. Al igual que en muchos países de la región, los procesos de gestión han sido incipientes, centrados en soluciones paliativas y han orientado sus esfuerzos a las tecnologías de enterramiento de residuos.

    Frente a este panorama y debido a los impactos generados, el Ministerio del Ambiente como instancia nacional rectora, ini-ció procesos administrativos a los municipios que no mejoraron sus sistemas de disposición final y creó en abril del año 2010, el Programa Nacional para la GIRS (PNGIRS). Desde una visión de ecología mercenaria, la meta del programa se centró en una suerte de “fetiche por el relleno sanitario” (Lohmann 2017), estableciendo que a 2014 un 70% de la población del Ecuador debería disponer

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    sus desechos en un relleno sanitario manejado técnicamente. Esto nunca sucedió y la meta se postergó primero a 2017 y luego a 2021.

    En la actualidad, al tiempo que la producción nacional de re-siduos ha incrementado, la cantidad de material recuperado y re-ciclado se ha reducido. Cientos de recicladores y recicladoras han sido desplazados por rellenos sanitarios y las comunidades vecinas a sistemas de disposición final continúan amortiguando los impac-tos. En Ecuador —que además es el país del Sumak Kawsay (Buen Vivir) como alternativa al desarrollo— la disputa por la inclusión, reconocimiento y remuneración de los y las recicladoras de base, definitivamente es aún un desafío pendiente.

    Si bien la organización social de recicladores y recicladoras en el país ha tenido avances importantes como la creación en el 2008 de la RENAREC; las primeras organizaciones en Cuenca (ARUC y AREV iniciaron en 1996) han cumplido ya más de dos décadas de reconocimiento jurídico y aun enfrentan barreras importan-tes en el ejercicio de los derechos laborales, en su inclusión en la seguridad social y en la protección de su salud laboral (Iniciativa Regional para el Reciclaje Inclusivo 2017). Los y las recicladoras trabajan no sólo sin apoyo estatal, sino en muchas ocasiones por sobre el Estado y enfrentan en este momento de transición —de basurales a rellenos sanitarios— la amenaza de ser desplazados y perder sus oficios.

    Sin lugar a dudas, el reto central en Ecuador hoy en día, está en deconstruir la apuesta por las tecnologías para el “adecua-do enterramiento de residuos”, hacia procesos de recuperación, reciclaje y compostaje de residuos desde una visión de Basura Cero. El PNGIRS, en lugar de proponerse como meta al 2021 que el 70% de los cantones dispongan sus residuos en Rellenos Sanitarios, debería establecer como meta, transitar del porcentaje actual de enterramiento de residuos que va entre el 96 y 98% a la recuperación mediante compostaje y reciclaje de base de al menos el 70% de los residuos.

    En medio de este panorama desalentador, en el vecino país de Colombia, varias acciones colectivas por los derechos de los y las recicladoras se han venido disputando desde el año 1962.

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    Uno de los hitos más reconocidos en la región fue el Auto 275 del 19 diciembre de 2011 expedido por la Corte Constitucional de Colombia, que crea una “base jurídica esencial para impulsar un giro de la política pública en el manejo de residuos sólidos en la ciudad de Bogotá, D.C., y en el país, al ordenar el reconoci-miento legal y material de la prestación de los servicios de apro-vechamiento que efectúan los recicladores de oficio en el sistema público de aseo urbano” (Valdés 2016).

    En ese informe, la Contraloría del Estado demostraría que las cuatro empresas privadas de prestación de servicios de GIRS en Bogotá documentan utilidades del 23% cobrando una tasa excedente del 20% a los ciudadanos (Pla 2015). Esta situación permitiría a Petro la anulación y condicionamiento de esos con-tratos con la creación de la empresa ‘Aguas de Bogotá’ que asume la recolección de residuos del 80% de la ciudad en diciembre del 2012 (Parra 2015). Si bien el proceso de remunicipalización no estuvo exento de complejidades, con esta remunicipalización, el sistema de remuneración es finalmente instalado y en marzo del 2013, por primera vez, los recicladores de Bogotá son pagados por el servicio de reciclaje.

    Se establece de esta manera la remuneración al reciclador de oficio por su labor en las actividades de recolección y transporte, como parte del componente de aprovechamiento del servicio pú-blico domiciliario de aseo. En estas conquistas, los procesos de or-ganización, formación y acción política de los recicladores de base, ha sido esencial, podemos decir que se trata de una de las redes de recicladores más importante y organizada de América Latina, siendo justamente recicladoras mujeres quienes han asumido el li-derazgo y el impulso.

    Solamente en Bogotá, una ciudad de ocho millones de habi-tantes, existen más de 20000 recicladores registrados, de los cua-les 15000 están cumpliendo sus funciones y recibiendo las tarifas compensatorias por el ahorro que le representan al municipio.

    Es en este sentido que nuestra investigación parte de la necesi-dad de visibilizar desde el relato profundo, la historia de vida de las mujeres recicladoras y su comprensión de los procesos críticos que

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    han determinado las expresiones de resistencia, resiliencia, organi-zación y lucha. Si bien, en la última década han surgido una serie de publicaciones que cada vez más, visibilizan la importancia am-biental y económica derivada de la economía del reciclaje de base y que intentan fortalecer procesos asociativos para la inclusión de este sector en las políticas públicas de gestión integral de residuos; la mayoría de estas publicaciones han concebido a las recicladoras como objetos de investigación y no como sujetos políticos.

    Este libro, por el contrario, se escribe desde sus voces y relatos cotidianos que nos permiten entender, desde abajo, la historia de organización y resistencia del gremio reciclador, particularmente de las mujeres recicladoras que batallan por ser reconocidas en su oficio y condición de sujetos políticos de derechos. Es por tanto un libro para las recicladoras de Ecuador, Colombia, Latinoamérica y el mundo, es un libro que pretende grabar la memoria colectiva del gremio en palabra e imagen de las mujeres recicladoras, para in-terpelar y exigir a los Estados el reconocimiento jurídico, político, social y económico del oficio del reciclaje.

    Enfoque y preguntas

    Existen, desde una perspectiva biomédica y clásica, numerosos estudios y literatura centrada en los procesos de salud de los y las recicladoras y sus familias; así también, existe abundante literatura alrededor de los procesos de organización e inclusión de recicla-dores y recicladoras (Bonfanti 2004, Silva et al. 2002, Rego 2002, Ferreira y Anjos 2001). Sin embargo, en la mayoría de los casos, los y las recicladoras han sido concebidas como objetos de estudio. Son pocas las publicaciones trabajadas desde las recicladoras, con las recicladoras y para las recicladoras que desarrollen además, una aproximación mucho más cercana, cualitativa, colaborativa en la que su relato sea el que organice los procesos de reflexión en torno a categorías importantes como: exclusión, pobreza, género, etnia,

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    la transgeneracionalidad del oficio del reciclaje, la dignificación del oficio del reciclaje, el derecho al oficio, el derecho al oficio remu-nerado, el derecho a la salud, el derecho a la vida digna, el derecho a la acción y representación política, entre otros.

    Así, en oposición a enfoques que han considerado a las perso-nas recicladoras como un recurso más dentro del ciclo de los resi-duos sólidos al servicio de los sistemas municipales que generosa-mente “permiten o certifican su actividad”, sin considerarlos sujetos de derechos, ni incorporar principios de justicia ecológica y social; nuestra investigación es parte de un proceso de trabajo colectivo y mancomunado con redes de recicladores en Ecuador, Colombia y América Latina que pretende sistematizar los aprendizajes, los caminos y las experiencias favoreciendo un cambio de imaginario social sobre el rol de las mujeres recicladoras en el mundo e impul-sando marcos normativos que reconozcan sus derechos y condicio-nes institucionales y materiales que les permitan ejercerlos.

    Tres generaciones de personas, sobre todo mujeres y sus fa-milias en condición de pobreza y exclusión social y económica, han encontrado en el reciclaje de residuos sólidos una actividad para su sustento diario en Ecuador y Colombia, así como en la mayoría de países del sur geopolítico. Las condiciones precarias de subsistencia, al inicio en botaderos de basura a cielo abierto y posteriormente en rellenos sanitarios, así como en la ciudad (denominado actualmente como reciclaje a pie de vereda) han sido su denominador común. La invisibilización, objetivación, discriminación y el abandono estatal han permeado la vida de miles de mujeres recicladoras quienes por sobre los históricos procesos de segregación y exclusión se han organizado como sujetos políticos para enfrentar a los Estados y a la empresa privada nacional y multinacional que lucran de su trabajo o que compiten por los residuos.

    Ha sido una historia de luchas contracorriente, de enfrentar a poderosos grupos económicos, una historia en la que la capacidad de resistencia, resiliencia y re existencia de las mujeres recicladoras lideresas en América Latina merece ser sistematizada, reflexionada y publicada como un elemento fundamental para la exigibilidad es-

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    tratégica de sus derechos laborales, a la seguridad social, a la salud y a la vida digna.

    Bajo este enfoque, las preguntas de investigación que orientan este trabajo son:

    ¿Cómo han vivido, mujeres lideresas recicladoras de Ecuador y Colombia, las condiciones de opresión e inequidades de clase, géne-ro, etnia, al ser tercera o cuarta generación de recicladoras de base?

    ¿Cuáles son las condiciones que mujeres lideresas recicladoras de Ecuador y Colombia consideran que han determinado sus expre-siones de resistencia, resiliencia, organización y lucha para la dig-nificación del oficio del reciclaje, el derecho al oficio, el derecho al oficio remunerado, el derecho a la salud, el derecho a la vida digna?

    Los desafíos ético–metodológicos: Investigación Acción Participativa

    El presente estudio, forma parte de los procesos de acom-pañamiento e investigación acción participativa con reciclado-res y recicladoras organizadas y no organizadas y sus familias en Ecuador y Colombia. Se trata de un esfuerzo coordinado con or-ganizaciones de recicladores y recicladoras locales, nacionales y regionales. El diseño, objetivos, estrategias, funciones y usos pro-yectados de esta investigación fueron definidos con los distintos sujetos participantes: mujeres recicladoras, dirigentes, y las orga-nizaciones de recicladores locales y nacionales. El estudio tiene dos componentes:

    Primer componente: Estudio cualitativo testimonial

    Para este componente optamos por una metodología cualita-tiva, reconociendo el conocimiento, las perspectivas y percepciones de 42 mujeres recicladoras, lideresas de procesos de organización

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    con los y las recicladoras de base. Trabajamos con entrevistas a pro-fundidad y etnografía, las investigadoras acompañamos el trabajo de las compañeras recicladoras durante los ocho meses de duración de la fase de campo de este estudio (la conformación del universo y muestra de estudio se detalla debajo).

    El relato fue grabado, trascrito textualmente, sistematizado y validado con cada una de las recicladoras participantes y su orga-nización de base. A partir de la sistematización de los relatos se construyó, en diálogo con las categorías teóricas, un texto que in-corporó en el análisis de las categorías propuestas, los testimonios y reflexiones de las compañeras recicladoras.

    Segundo componente: Narrativa fotográfica

    La posibilidad de incorporar una cámara a un proceso de investigación social, se desprende de la construcción primera de proximidad, confianza, acuerdos y consentimientos por parte de participantes y de quienes están a cargo de la investigación. La fotografía se realizó a partir de al menos dos y tres encuentros pre-vios con las recicladoras, sus familias y asociaciones, y solo una vez que ya habían sido realizados los registros testimoniales que permitieron identificar, describir y tener detalles de los espacios por los que transitan mujeres recicladoras.

    En estos encuentros, se propusieron espacios para fotografía de retrato, fotografía de acción en su área de trabajo y se acorda-ron condiciones mínimas tanto de cuidado para las y los partici-pantes como para quienes realizamos el trabajo de investigación. La sistematización inmediata de los testimonios permitió que la persona responsable del registro fotográfico pudiese proponer a las participantes la cobertura de un fotorreportaje, es decir, desde su narrativa oral, desde su memoria e historia de vida, se plantearon al menos dos o tres escenarios acordes a su relato, dejando la decisión definitiva en la persona que fue fotografiada quien podría elegir, modificar o plantear su propia narración visual.

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    Los fotorreportajes se constituyeron como una extensión de los testimonios, se cuidaron por lo tanto los enfoques en imagen en relación a derechos humanos, género e interculturalidad. En muchos de los casos las narrativas fotográficas incluyeron además a personas que eran parte importante de la vida y la historia organi-zativa y gremial de cada mujer recicladora.

    Las fotografías además de reflejar la historia narrada por las mujeres, construyen, en un ejercicio participativo, una mirada de dignidad. Se tuvo especial cuidado para que ninguna imagen ex-ponga a las mujeres a burlas ni a discriminación, sino por el con-trario, las fotografías promueven el respeto y el valor de las vidas de las recicladoras y sus trabajos. Las fotografías tampoco fueron un elemento sorpresivo para las mujeres fotografiadas; en el proceso de registro, se realizaron validaciones inmediatas de las imágenes con las personas fotografiadas, ello facilitó su acercamiento a la cámara y la disminución del temor.

    Cada fotorreportaje tuvo un mínimo de 15 fotografías y un máximo de 25, estas fotografías fueron entregadas en vía digital o impresa a cada una de las mujeres participantes en un tiempo nun-ca mayor a dos semanas. En el texto final se tuvo especial cuidado en respetar los acuerdos establecidos entre las participantes y el equipo investigador.

    Operacionalización metodológica

    Las categorías de investigación propuestas para cada compo-nente de estudio y que orientaron tanto el estudio cualitativo testi-monial como el fotorreportaje, fueron las siguientes:

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    Tabla N°1Operacionalización metodológica

    Fuente: El estudioElaboración: El estudio

    Componente Técnicas de investigación Categorías de análisis

    Componente Introductorio:Contexto sociohistórico. Análisis de los procesos de organización social y política de los y las recicladoras en América Latina: de la prohibición al soporte discursivo.

    Estudio de fuentes documentales primarias y secundarias.

    Organizaciones de recicladores y recicladoras, retos y conquistas en América Latina.

    Los procesos de organización y criminalización del reciclaje en América Latina: historia y memoria.Organizaciones de recicladores y recicladoras de base en Latinoamérica: conquistas y retos.Relaciones de poder: el Estado, la empresa privada y las organizaciones sociales.El rol de los Estados: de la prohibición al apoyo discursivo.• La sociedad civil• El caso Ecuador• El caso Colombia

    Estudio cualitativo testimonial.

    Narrativa fotográfica.

    Estudio de fuentes documentales primarias, 42 entrevistas cualitativo testimoniales con mujeres recicladoras.

    Etnografía en los lugares de trabajo y vida de las recicladoras entrevistadas.

    Fotorreportaje.

    Selección de las fotografías.

    Retroalimentación y validación.

    • Nacer pobre• Ser mujer• Ser indígena• Ser latinoamericana• Ser recicladora• Ser sujeto político• Trabajar y vivir en la basura

    generacionalmente• La dignificación del oficio del

    reciclaje• El derecho al trabajo• El derecho al trabajo

    remunerado• El derecho a la salud• El derecho a la vida digna• De “basura humana” a sujeto

    político• El cuerpo de recicladora• La familia• La organización• La acción política• Las resistencias• Los miedos• Los sueños

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    Selección de la muestra

    La selección de las 42 recicladoras fue intencionalmente deter-minada en acuerdo con las redes latinoamericanas, redes naciona-les de Ecuador y Colombia, así como con las asociaciones locales de recicladores y recicladoras. El criterio central fue el de trabajar con compañeras cuya experiencia personal y gremial permitiese abordar las categorías propuestas en el estudio. Se propendió a ga-rantizar equidad regional, generacional y étnica. Las recicladoras participantes del estudio en cada ciudad fueron las siguientes:

    Tabla N°2Estructuración de la muestra

    Fuente: El estudioElaboración: El estudio

    Portoviejo Bogotá Lago Agrio

    Aida Bermello Leonela Ávila Otilia Briones y Dolores DelgadoMagali Briones Marisol ÁvilaSolanda Ávila Teresa Briones Margarita Cedeño Gladys Chávez Nelly ÁvilaEusebio Salvatierra, en memoria de Bartola de los Santos Mendoza

    Anatulia Herrera Celina Martínez Liseth Suspes María Elsie ÁlvarezMarisol Mogollón Nohra Padilla Paula Vargas Isabel Martínez Marisol EspinozaAna Elizabeth CuervoClaudia QuinteroMaritza Espinoza

    María Cruz Suconota María Mérida Pineda Diana Patricia NoreñaFlor Bonilla

    Francisco de Orellana

    Dina Emerita ValenciaPalmira Jeovaniz MinaNoria Nazarena Villamarín

    Manta Cuenca Quito

    Rosa Inés Delgado Asunciona Torres María SaquipayBertha Chalco Blanca Vera María NugraMariana

    Juana Iza Laura Guanoluisa Elbia Pisuña Margarita Oyagata

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    Ética

    Este es un libro de autoría colectiva y plural que sistematiza las voces de 42 mujeres recicladoras de Ecuador y Colombia en diá-logo con aproximaciones teóricas críticas que, desde el marxismo, el ecologismo y el feminismo, pretenden fortalecer los procesos de organización y exigibilidad de derechos del gremio reciclador.

    La idea del libro se gesta, coordina y organizar de la mano de asociaciones locales, nacionales y regionales recicladores y recicla-doras, por lo que los objetivos, alcances y metodologías se constru-yeron colaborativamente.

    Adicionalmente, cada recicladora firmó un documento de consentimiento previo, libre e informado expresando su voluntad de participar en el estudio y su autorización para el uso de los re-sultados. El consentimiento detalla los objetivos, metodología, al-cances y productos de la investigación, así también explicita que la persona puede retirarse del estudio en cualquier momento, si así lo considera.

    Para garantizar el principio de anonimato y las garantías de privacidad, las mujeres recicladoras eligieron si deseaban publicar su testimonio y fotografías con su nombre real, con un pseudónimo o de manera anónima. Exceptuando una compañera que prefirió usar pseudónimo, las recicladoras insistieron en que su testimo-nio se publicara con nombres y apellidos completos y se mostraron además profundamente orgullosas de su historia de vida. Tanto los testimonios narrativos como los fotorreportajes fueron sistemática-mente validados.

    Todas las mujeres participantes, sus organizaciones, asociacio-nes y las redes de recicladoras se manifestaron optimistas y alegres al participar de este texto de autoría colectiva. Ninguna recicladora se negó a participar, por el contrario, debimos ampliar la muestra inicial de 20 mujeres recicladoras a 42 recicladoras, en tanto, com-pañeras recicladoras que inicialmente no estuvieron consideradas en la muestra, nos pidieron ser parte del estudio.

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    Para garantizar el principio de devolución de información este libro se publicará en versión impresa y digital. Será presentado y entregado tanto a las mujeres que participan de los testimonios como a las asociaciones a las que pertenecen.

    La devolución de las fotografías se fue realizando paralela-mente con el estudio, en un tiempo nunca mayor de dos semanas a partir del registro fotográfico. Las fotografías se entregaron en versión digital y/o física, a cada recicladora.

  • Capítulo segundo

    El reciclaje como conquista de justicia económica, social y ecológica

    Melanie Valencia V., Fernanda Solíz T. y Fernando Solíz C.

  • Una breve historia ecoeconómica1

    El corazón humano nunca será completamente indiferente al bien común.

    —Hume

    Al observar el declive ambiental en el que actualmente se en-cuentra el mundo, es sumamente fácil acudir a la solastalgia (la nostalgia de la naturaleza como era antes) (Albrecht et al. 2007). Sin embargo, la romantización de ese antiguo estado idílico resulta ser una ficción que desconoce la relación de la humanidad con la acumulación de capital, así como la separación ciudad-naturaleza a lo largo de la historia, es decir, invisibiliza las relaciones socioeco-nómico-espaciales que nos han traído hasta este punto.

    El enfoque antropocéntrico del desarrollo sostenible en las últi-mas décadas ha obnubilado la condición de interafección e interde-pendencia que los grupos sociales mantienen con sus socioecosistemas (territorios). En palabras de Rachael Carson “sería hoy difícil en-contrar una persona instruida que niegue los hechos de la evolución. Sin embargo, entre nosotros, muchos niegan su evidente corolario: que al ser humano le afectan las mismas influencias ambientales que controlan la vida de miles de otras especies con las que está relacionado por medio de vínculos evolutivos” (Carson 1998, 19).

    Esta breve historia ecoeconómica pretende analizar las rela-ciones de poder que han determinado, históricamente, los procesos de segregación de los grupos sociales en los espacios socionatura-les (territorios), para poner en perspectiva el rol de las recicladoras en —como una de ellas nos comentaba en una entrevista— “la

    1 Añadimos el prefijo eco —de oikos hogar, expandiendo el concepto de hogar a la tierra— haciendo referencia a su constante uso relacionado a la ecología. A pesar de que el prefijo es la raíz de la misma palabra economía, a la sociedad parece olvidársele.

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    limpieza del mundo con sus manos”, o lo que sería la producción y reproducción social de la vida, así como la reivindicación de justicia social, económica y ecológica.

    Tomáš Sedláček, en su libro Economía del bien y el mal hace una reseña histórica desde Gilgamesh hasta Wall Street y explora, principalmente, cómo la sociedad se va transformando en base a relaciones de poder que a su vez tienen impacto en las prioridades económicas. Este cambio de prioridades ha resultado en la catás-trofe medioambiental en la que nos encontramos, incluyendo la sexta extinción masiva con más de 1 millón de especies en riesgo (IPBES 2019) y los impactos del cambio climático (IPCC 2018).

    La épica de Gilgamesh se remonta a 2000 a. C. y corresponde a uno de los primeros textos de la historia humana. Gilgamesh era un semidios que quería construir una pared para separar a la ciu-dad de Uruk de la naturaleza que la rodeaba (George 2010). Esta pared funcionaría como resguardo de los ciudadanos frente a todo lo que se encontraba en la naturaleza, donde se consideraba habi-taban los espíritus del mal; desde entonces se pretendía elevar a la ciudad sobre la naturaleza. A pesar de no tener ninguna mención del dinero, el texto si se refiere al trabajo y a las relaciones de poder en ese contexto.

    Al verse sobre-explotados en la construcción de la pared, los trabajadores piden ayuda a los dioses. Los dioses responden con Enkidu, un hombre que vivía en la naturaleza y era considerado sal-vaje, quien estaría encargado de matar a Gilgamesh. Finalmente, Enkidu (la parte animal–salvaje) y Gilgamesh (la parte racional con eficiencia robótica) representan los extremos que la humanidad teme. De forma inesperada, el referido texto, habla del surgimiento de una amistad entre estos extremos y de cómo ambos se vuelven más humanos al interpelarse (Sedláček 2011). Desde entonces ya se argumenta la preocupación de la robotización del humano para dominar a la naturaleza.

    Los griegos, por su lado, representan la base de la filosofía desde la que se expandió la visión occidental de la economía. Jenofonte estableció la economía como la administración (nomos) del hogar (oikos) en Grecia ya en 400 a. C. Las principales in-

  • El reciclaje como conquista de justicia económica, social y ecológica | 63

    quietudes de la filosofía griega fueron las de la perspectiva de la realidad en dos extremos, aquellos que percibían la realidad con sus sentidos como Epicuro y los que la percibían desde su razona-miento como Platón. Desde estas dos escuelas se han distanciado las posiciones de la administración del hogar a diferentes escalas (hogar, ciudad, país, mundo), la primera desde las relaciones con lo que se puede percibir como ambientes construidos, relaciones socioecológicas y bienestar; y la segunda con métricas abstractas como el producto interno bruto (PIB), casi imperceptible para la mayoría. Es la segunda la que predomina en el colectivo global y dictamina política económica.

    Ahora bien, las relaciones con la acumulación están también definidas desde preceptos religiosos. Es resaltable, en primer lu-gar, la analogía de consumir del fruto prohibido. A pesar de vivir en abundancia, los humanos anhelaron más y se volvieron insacia-bles; ahora tendrían que ganarse el pan con el sudor de su frente y el trabajo de cuidar a la naturaleza se convirtió en su castigo (Sedláček 2011; Martínez Alier 2014). En base a la lectura del Antiguo Testamento, los seres humanos son concebidos para con-tinuar con la creación de Dios y son ellos quienes nombran a las bestias (Genesis 2). Es esta tarea la que hace del ser humano el administrador de la tierra. Al no tener una mención del paraíso después de la muerte en el Antiguo Testamento, se percibe a la acumulación como una bendición y retribución de Dios a los bue-nos actos en vida. Sin embargo, ellos definen límites y mantienen ciclos. Los seis días de creación y un día de descanso se utilizan como base para ciclos de la tierra en los que cada seis años se debía descansar la tierra un año completo para su autoregeneración. Cada siete años se determinaba un ciclo en el que se liberaba al deudor de toda deuda, incluso si hubiera llegado a esclavitud. Cada siete ciclos, durante el jubileo, se recuperaban las tierras ancestrales si se habían perdido por deudas.

    Los cristianos, sin embargo, tienen un paraíso en los cielos y la templanza es una virtud en la tierra, es decir, la acumulación es condenada en vida. Con respecto a la relación territorial, también existen precedentes religiosos en su concepción. El único paraíso

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    hebreo es representado por el edén e históricamente el pueblo judío fue pastoril; su ideal era la naturaleza. Contraria a la perspectiva sumeriana de Gilgamesh, los judíos y cristianos condenan a la ciu-dad, léase Sodoma y Gomorra.