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RECINTOS DE FOSOS DEL III MILENIO AC EN LA MESETA PENINSULAR THIRD MILLENNIUM BC DITCH ED ENCLOSURES IN CENTRAL IBERIA TRABAJOS DE PREHISTORIA 60, n. o 2, 2003, pp. 61 a 78 PEDRO DÍAZ-DEL-RÍO (*) RESUMEN Este trabajo presenta la primera información contextual de tres recintos de fosos calcolíticos excavados entre 1997 y 2001 en el valle medio del Tajo (Comunidad de Madrid). La serie de dataciones absolutas de dos de ellos indica que fueron construidos y colmatados en la primera mitad del III milenio cal AC. Se trata de recintos de pequeño tamaño, heterogéneos en cuanto a su posición topográfica, variables respecto a su arco de visibilidad y con escasa racionalidad defensiva. Todo el registro apunta a espacios habitados de forma permanente. Por último se discute el papel de los recintos de fosos en el contexto regional y Peninsular. Su- gerimos que su variabilidad es el resultado de distintas di- námicas de agregación y fisión características de socieda- des segmentarias. ABSTRACT This article examines contextual data from three Cop- per Age ditched enclosures excavated between 1997 and 2001 in the middle Tagus basin. Calibrated radiocarbon dates suggest that they were all constructed and backfilled during the first half of the third millennium BC. Key cha- racteristics are their heterogeneous topographic position, variable visibility, small size and high density of features and domestic refuse. All evidence supports their interpre- tation as small occupation sites. Finally, we discuss the role of ditched enclosures in their contemporary regional and Iberian context. We suggest that their variability is a result of diverse aggregation and fission dynamics characterisitic of segmentary societies. Palabras clave: Recintos de fosos. Doméstico. Calcolíti- co. Meseta peninsular. Dataciones absolutas. Key words: Ditched Enclosures. Domestic. Copper Age. Central Iberia. Radiocarbon dates. 1. INTRODUCCIÓN La Edad del Cobre representa uno de los casos más claros de intensificación económica de toda la Prehistoria reciente de la Península Ibérica (Chap- man 1990; Gilman 1981). El resultado del proceso social desencadenado por la introducción de la eco- nomía de producción abrió paso a la formación gra- dual de las primeras comunidades de aldea (Vicent 1991), generalizadas en gran parte de la península desde finales del IV milenio AC. A lo largo del III milenio AC estos grupos tribales desarrollaron di- versas dinámicas de índole político características de las sociedades segmentarias, en especial una variedad de procesos de agregación y construcción de recintos monumentales a distintas escalas. Aunque los tradicionales focos del sureste y su- roeste son los casos de mayor repercusión interna- cional (Fig. 1a), la presencia de poblados calcolíti- cos con zanjas en otras áreas es conocida al menos desde mediados de los años 80 (p.e. Fernández Gómez y Oliva 1985; Hornos et al. 1987; Martín de la Cruz 1985; Perdigones y Guerrero 1987; Ruiz Lara 1987; Suárez et al. 1987; Vallespí et al. 1985). Sin embargo, la posibilidad de interpretar muchas de estas zanjas como recintos, su distribución geo- gráfica y su variabilidad de escala ha sido única- mente posible tras la denominada “revolución em- pírica” (Harrison y Orozco 2001) de los años 90 (Fig. 1b). Esta ‘revolución’ ha sido determinada por dos (*) Becario posdoctoral MECD, Department of Anthro- po-logy, Northwestern University. 1810 Hinman Ave. Evan- ston, IL, 60208-1330. USA. Correo electrónico: pdiazdelrio@ih. csic.es Recibido: 9-IV-03; aceptado: 6-VI-03.

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RECINTOS DE FOSOS DEL III MILENIO AC EN LA MESETAPENINSULAR

THIRD MILLENNIUM BC DITCH ED ENCLOSURES IN CENTRAL IBERIA

TRABAJOS DE PREHISTORIA60, n.o 2, 2003, pp. 61 a 78

PEDRO DÍAZ-DEL-RÍO (*)

RESUMEN

Este trabajo presenta la primera información contextualde tres recintos de fosos calcolíticos excavados entre 1997y 2001 en el valle medio del Tajo (Comunidad de Madrid).La serie de dataciones absolutas de dos de ellos indica quefueron construidos y colmatados en la primera mitad del IIImilenio cal AC. Se trata de recintos de pequeño tamaño,heterogéneos en cuanto a su posición topográfica, variablesrespecto a su arco de visibilidad y con escasa racionalidaddefensiva. Todo el registro apunta a espacios habitados deforma permanente. Por último se discute el papel de losrecintos de fosos en el contexto regional y Peninsular. Su-gerimos que su variabilidad es el resultado de distintas di-námicas de agregación y fisión características de socieda-des segmentarias.

ABSTRACT

This article examines contextual data from three Cop-per Age ditched enclosures excavated between 1997 and2001 in the middle Tagus basin. Calibrated radiocarbondates suggest that they were all constructed and backfilledduring the first half of the third millennium BC. Key cha-racteristics are their heterogeneous topographic position,variable visibility, small size and high density of featuresand domestic refuse. All evidence supports their interpre-tation as small occupation sites. Finally, we discuss the roleof ditched enclosures in their contemporary regional andIberian context. We suggest that their variability is a resultof diverse aggregation and fission dynamics characterisiticof segmentary societies.

Palabras clave: Recintos de fosos. Doméstico. Calcolíti-co. Meseta peninsular. Dataciones absolutas.

Key words: Ditched Enclosures. Domestic. Copper Age.Central Iberia. Radiocarbon dates.

1. INTRODUCCIÓN

La Edad del Cobre representa uno de los casosmás claros de intensificación económica de toda laPrehistoria reciente de la Península Ibérica (Chap-man 1990; Gilman 1981). El resultado del procesosocial desencadenado por la introducción de la eco-nomía de producción abrió paso a la formación gra-dual de las primeras comunidades de aldea (Vicent1991), generalizadas en gran parte de la penínsuladesde finales del IV milenio AC. A lo largo del IIImilenio AC estos grupos tribales desarrollaron di-versas dinámicas de índole político característicasde las sociedades segmentarias, en especial unavariedad de procesos de agregación y construcciónde recintos monumentales a distintas escalas.

Aunque los tradicionales focos del sureste y su-roeste son los casos de mayor repercusión interna-cional (Fig. 1a), la presencia de poblados calcolíti-cos con zanjas en otras áreas es conocida al menosdesde mediados de los años 80 (p.e. FernándezGómez y Oliva 1985; Hornos et al. 1987; Martín dela Cruz 1985; Perdigones y Guerrero 1987; RuizLara 1987; Suárez et al. 1987; Vallespí et al. 1985).Sin embargo, la posibilidad de interpretar muchasde estas zanjas como recintos, su distribución geo-gráfica y su variabilidad de escala ha sido única-mente posible tras la denominada “revolución em-pírica” (Harrison y Orozco 2001) de los años 90(Fig. 1b).

Esta ‘revolución’ ha sido determinada por dos

(*) Becario posdoctoral MECD, Department of Anthro-po-logy, Northwestern University. 1810 Hinman Ave. Evan-ston, IL, 60208-1330. USA. Correo electrónico: [email protected]

Recibido: 9-IV-03; aceptado: 6-VI-03.

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factores. En primer lugar, por la multiplicación deprogramas de investigación de enfoque funciona-lista (Gilman 2000: 27). En segundo, por la modi-ficación de la dinámica de intervención arqueoló-gica, consecuencia directa de la transferencia decompetencias en materia de Patrimonio a las Co-munidades Autónomas (Martínez Navarrete 1998).Uno de sus resultados ha sido el incremento expo-nencial en el tamaño de las áreas excavadas, sien-do la hectárea el nuevo parámetro para evaluar ladimensión de muchas de las intervenciones. Comoconsecuencia inmediata se ha producido un aumen-to en la escala de observación de los yacimientos,en un plazo temporal hasta entonces impensable.Frente al tradicional goteo de información de pe-queñas intervenciones arqueológicas, la aperturasistemática y administrativamente coordinada degrandes áreas de excavación ha sorprendido a losinvestigadores con un registro hasta entonces des-conocido. Quizás el caso más representativo, tan-

to por su escala como por el esfuerzo de coordina-ción administrativa, sea el ejemplificado por Ma-rroquíes Bajos (Zafra et al. 1999).

Los retos y problemas desencadenados por estasituación son muchos (Criado 1996). Pero antetodo, es innegable que el nuevo panorama permitereevaluar comparativamente los procesos socialesdel III milenio AC bajo una nueva perspectiva. Estanecesidad es especialmente urgente en áreas tradi-cionalmente consideradas marginales, como es elcaso de la Meseta.

2. LA MESETA

El tipo de yacimiento que ha caracterizado el IIIy II milenios AC de la Meseta ha sido la formaciónarqueológica denominada indistintamente, y no sinproblemas (Fernández-Posse 2002: 173), como“fondos de cabaña”, “campos de silos”, “hoyos” u

Fig. 1. Izquierda: Distribución general de recintos del V al III milenios cal BC en Europa (según Darvill y Thomas 2001:8, fig. 1.1, modificado). Derecha: Distribución de algunos yacimientos de la Península Ibérica en los que se han detectadozanjas o recintos de fosos del IV-III milenios cal BC: (1) Papa Uvas (Martín de la Cruz 1985, 1986, 1994); (2) Valencinade la Concepción (Sevilla) (Fernández Gómez y Oliva 1985, 1986; Murillo et al. 1987; Ruiz Mata 1983); (3) Peñon Gordo(Benaocaz, Cadiz) (Perdigones y Guerrero 1987); (4) La Minilla (La Rambla, Córdoba) (Ruiz Lara 1987); (5) Perdigoes (Re-guengos de Monsaraz) (Lago et al. 1998); (6) La Pijotilla (Badajoz) (Hurtado,1991, 1995, 1997); (7) Los Pozos (Higuerade Arjona, Jaén) (Hornos et al.1987); (8) Marroquíes Bajos (Jaén) (Zafra et al. 1999); (9) Ciavieja (El Ejido, Almería) (Suarezet al. 1987; Carrilero y Suárez 1995); (10) Niuet (L’Alquería d’Asnar, Alicante) (Bernabeu et al. 1994); (11) Arenal de laCosta (Ontinyent, Valencia) (Bernabeu, dir. 1993; Pascual y Ribera 1997); (12) Las Matillas (Alcalá de Henares, Madrid)(Díaz-del-Río 2001); (13) La Esgaravita (Alcalá de Henares, Madrid) (Díaz-del-Río 2001); (14) Gózquez de Arriba (SanMartín de la Vega, Madrid) (Díaz-del-Río 2001); (15) Cerro de la Mora (Leganés, Madrid) (Vigil-Escalera, com. per.); (16)Loma de Chiclana (Villaverde, Madrid) (Díaz Andreu et al. 1992); (17) Las Pozas (Casaseca de las Chanas, Zamora) (ValRecio,1992); (18) San Miguel (Cubillas de Cerrato, Palencia) y 11 recintos en el valle del Esgueva (Olmo 1999); (19) Ma-tallana (Villalba de los Alcores, Valladolid) (Olmo 1999); (20) Las Bodegas (Colinas de Trasmonte, Zamora) (Larrén 1996);(21) Vega de los Morales (Aldea del Rey, Ciudad Real) (Vallespí et al. 1985); (22) Las Canteras (La Vellés, Salamanca) (Ariñoy Rodríguez 1997).

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“hoyas”. Aunque en ocasiones considerado unaespecificidad de la prehistoria regional, una aper-tura de la escala de análisis indica que este tipo deformación arqueológica es la característica, no sólode la Península Ibérica, sino de gran parte de laEuropa occidental durante el Neolítico y la PrimeraEdad de los Metales. Atendiendo a esta escala, elcarácter distintivo de la Meseta resulta razonablesiempre que se acepte que estas estructuras subte-rráneas son el único registro existente. Sin embar-go, esto no es así.

Los últimos diez años de investigación han de-parado un sinnúmero de evidencias que enriquecenla visión actual de la Prehistoria regional, refutan-do en gran medida las asunciones previamente es-tablecidas. El Neolítico comienza a documentar-se como algo más que un poblamiento testimo-nial (Bueno et al. 2002; Díaz-del-Río y Consuegra1999; Estremera 1999; Kunst y Rojo 1999), losyacimientos son grandes conjuntos estructuradosabordables desde parámetros cuantificables (Díaz-del-Río et al. 1997), se han multiplicado la docu-mentación de viviendas, recintos de fosos y ocasio-nalmente poblados fortificados (Delibes et al. 1995;Díaz-del-Río 2001), existen buenos indicios de laexplotación de salinas naturales (Ayarzagüena yValiente (1); Delibes et al. 1998), un relativo gra-do de especialización en la producción lítica (De-libes et al. 1995) y una metalurgia de característi-cas simples pero generalizable a la del resto de laPenínsula Ibérica (Rovira 2002). Todo este panora-ma ha permitido sugerir por primera vez la existen-cia de cierta complejidad social asimilable a laaceptada para los núcleos calcolíticos tradicionalesde la investigación: la desembocadura del Tajo y elSureste (Delibes et al. 1995).

De toda la Península Ibérica, la Meseta ha ofre-cido el mayor número de evidencias de recintosde fosos, aproximadamente 50 (Ariño y Rodrí-guez 1997; Delibes 2001: 300-301; Díaz-del-Río2001: 192-212; Olmo 1999). Para la Meseta norte,su presencia generalizada fue dada a conocer porprimera vez en 1999 (Olmo 1999). Mediante unprograma de prospección aérea se documentaronfotográficamente cerca de medio centenar. Losmateriales recuperados en superficie indican laexistencia de restos del III y/o II milenios AC, aun-que la falta de excavaciones impide asegurar las

cronologías de construcción y amortización de losfosos. En todo caso, la información sugiere que setrata mayoritariamente de construcciones calcolí-ticas (Delibes 2001: 301).

En el valle medio del Tajo todas las evidenciasprovienen de excavaciones realizadas por empre-sas privadas bajo el marco legal y seguimiento dela Administración Pública. En 1997 Trabajos deArqueología y Restauración (TAR Soc.Coop.) lo-calizó por primera vez un recinto en el yacimientodel valle del Henares de Las Matillas. Este mismoequipo documentó en 1998 un segundo recinto jun-to al valle del Jarama, y en 2001 Área Soc.Coop.excavó un tercero en del Manzanares. En todos loscasos se trata de recintos de fosos calcolíticos loca-lizados gracias a la apertura en extensión superfi-cies superiores a la hectárea, realizados durante lacorrección del impacto arqueológico de obras pú-blicas y privadas.

En definitiva, y al igual que sucede en las IslasBritánicas (Oswald et al. 2001), Francia (Guilainedir. 2001) o la Europa del Este (Darvill y Thomas2001), el incremento espectacular de yacimientosde estas características ha sido el resultado de laaplicación de técnicas de fotografía aérea y excava-ciones en extensión (2).

3. PROBLEMÁTICA

Los recintos de fosos de la Meseta plantean tresproblemas arqueológicos a distintas escalas. Enprimer lugar, qué tipo de actividades concretas serealizan en estos yacimientos. En segundo, como seintegran en el conjunto del poblamiento calcolíti-co regional. Por último, como se integran en el con-texto peninsular del IV y III milenios AC.

En el panorama europeo los recintos de fososhan recibido distintas interpretaciones: asenta-mientos, fortificaciones, estructuras hidráulicas, re-fugios temporales, corrales, mercados, espacios deagregación, lugares de culto o funerarios (Ander-sen 1997: 301-309). De todas ellas, dos han sidodominantes en las últimas décadas. La primera ar-gumenta que se trata de asentamientos monumen-talizados que reivindican territorios productivos.Wessex ha sido el caso paradigmático (Renfrew1973; Earle 1991). Desde este punto de vista, la

(1) Ayarzagüena, M. y Valiente, S.: “Yacimiento de Esparti-nas. Investigaciones realizadas en las salinas de Espartinas(Ciempozuelos) en el año 2001”. http://www.madrid.org/dgpha/actuaciones/espartinas/espartinas.htm

(2) Por ejemplo, en el sureste de Bavaria se conocían 3 recin-tos en los años 70. Tras la prospección aérea se han detectado3000 (Andersen 1997: 156).

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comparación con los yacimientos contemporáneosque carecen de recintos se interpreta como el resul-tado de una jerarquización espacial y social delterritorio, previsible en sociedades de jefatura. Lasegunda entiende que el carácter frecuentemen-te anómalo del registro de estos yacimientos nosiempre sostiene su interpretación como lugares dehabitación (p.e. Thomas 1999; Andersen 1997).Muchos, si no todos los recintos, servirían para eldesarrollo de actividades sociales estacionales (fes-tines, rituales mágico-religiosos, intercambio dematerias primas, reproducción...) aglutinadoras degrupos dispersos relativamente móviles. En amboscasos se concede cierta centralidad a los recintos(3). Por último, otra interpretación es posible. Losrecintos de fosos son asentamientos que reivindi-can espacios productivos sin que necesariamentereflejen una jerarquización espacial y social delterritorio.

Dada la variabilidad tanto cronológica como detamaño de los recintos calcolíticos de la PenínsulaIbérica, las distintas propuestas podrán ser razona-bles en función del contexto en el que se producen.En cualquier caso, antes de abordar cualquier pers-pectiva regional es necesario evaluar las caracterís-ticas de estos yacimientos, en particular la existen-cia o no de poblamiento estable en su interior yentorno inmediato. Para ello sería previsible docu-mentar las siguientes características:

• Posición: proximidad de áreas de potenciali-dad agraria.

• Estructuras: existencia de hogares, hornos,silos, agujeros de poste y/o viviendas.

• Cerámica: representación completa del ajuarcerámico, en el que se evidencie el elenco defunciones cotidianas previsibles. Abundancia,fragmentación y escasa presencia de piezascompletas.

• Industria lítica: amplio rango y densidad detipos de herramientas. Presencia de gran par-te de la cadena de producción lítica y frecuen-cia de elementos de molienda y triturado.

• Fauna: abundantes residuos de comida y evi-dencias de su manipulación.

• Polen: evidencias de transformaciones en el

paisaje, en particular cultivos de cereal y mo-dificaciones producto de la explotación delterritorio circundante.

En resumen, las evidencias dependen de la loca-lización de los recintos de fosos, el tipo de estruc-turas documentadas en su interior y la densidad deresiduos recuperados. En los siguientes apartadoscontrastaremos estas evidencias, intentando resol-ver el primer problema arqueológico planteado: lasactividades concretas desarrolladas en estos yaci-mientos. En las conclusiones abordaremos las pers-pectivas que se abren a la hora de contestar los res-tantes.

4. RECINTOS DE LA COMUNIDAD DEMADRID

Hasta la actualidad son tres los recintos de fososdel III milenio AC excavados en la Comunidad deMadrid: Las Matillas (Alcalá de Henares), Góz-quez de Arriba (San Martín de la Vega) y Fuente dela Mora (Leganés) (Figs. 2, 3 y 4). Su descubri-miento ha sido el resultado de la excavación en ex-tensión de 1, 3 y 3,2 ha respectivamente.

4.1. Localización

Los tres recintos de fosos se localizan en posicio-nes topográficas distintas. Gózquez de Arriba sesitúa en la boca de una pequeña vaguada inmedia-ta al arroyo de la Vega del Madrid, tributario delJarama. La posición responde al ecotono situadoentre una vega fértil al norte y un conjunto de cerrosyesíferos al sur, utilizados en la Edad Modernacomo pastos dependientes del monasterio del ElEscorial. Su distancia al curso de agua más próxi-mo es de 500 m, y de 1 km al de la Vega de Madrid.Sin embargo, la base de la vaguada actúa como lí-nea de captación de aguas en época de lluvias, hu-medad que conserva gran parte del año. El recintose sitúa en una zona potencialmente estratégica, alser esta vega una de las vías más sencillas de tran-sitar entre los valles del Manzanares y Jarama. Apesar de ello, el arco máximo de visibilidad desdeel recinto es de 500 m, y la distancia máxima obser-vable poco más del 1 km lineal. Desde el yacimien-to el control del paso es nulo.

Las Matillas se dispone en un fondo de valle, enla confluencia de las llanuras de inundación del

(3) Incluso aquellas interpretaciones que insisten en el carác-ter marginal o periférico de muchos recintos asignan una centra-lidad a los mismos, en este caso como zonas “neutrales” para laintegración e interacción social (p.e. Thomas 1999).

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Fig. 2. Planimetría de la excavación en área realizada en Gózquez de Arriba (San Mar-tín de la Vega, Madrid). En gris, área que conserva estratificación en relación con la pen-diente de erosión de la vaguada y tres de las secciones de las zanjas. La densidad de es-tructuras es muy superior a las presentadas en negro. Su probable densidad quedaevidenciada en el tramo sur del recinto exterior. Ángulo superior izquierda: arco de vi-sibilidad desde el yacimiento.

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Fig. 3. Planimetría de las excavaciones realizadas en el yacimiento de Las Matillas (Alcalá de Henares, Madrid) con detalledel segmento de recinto documentado en el área E. Ángulo superior izquierda: reconstrucción hipotética del área techada.

arroyo Camarmilla y el río Henares, a una distan-cia de los cursos de 200 y 125 m respectivamente(Díaz-del-Río et al. 1997). Se trata de un lugar convisibilidad totalmente abierta y alta potencialidadagraria, explotado como dehesa boyal durante la

baja Edad Media y en régimen de regadío en épo-ca contemporánea.

Fuente de la Mora se sitúa en un terreno amese-tado a 400 m del arroyo Butarque, tributario del ríoManzanares. Como indica el topónimo, se trata de

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Figura 4.- Planimetría de la excavación realizada en el yacimiento de la Fuente de la Mora (Leganés, Madrid) (segúnAlfonso Vigil-Escalera, modificado). En gris se representa el área del yacimiento que conserva estratificación. Abajoderecha: fases de construcción de los recintos.

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una zona en la que el agua mana con cierta facili-dad. Aunque en una posición alta respecto a partedel terreno circundante, la visibilidad desde el ya-cimiento es amplia sobre el sureste-sur-suroeste,dominando de la vega del Butarque, y escasa alnoreste, norte y oeste, zona en la que se excavaronlos recintos.

Analizados en conjunto, ni la posición topográ-fica ni la visibilidad son características generali-zables de estos recintos. En todos los casos pareceexistir una evidente correlación con la proximi-dad a cursos de agua, zonas húmedas y potencial-mente aptas para el desarrollo de actividades agro-pecuarias.

4.2. Tamaño, estructura y potencial defensivo

Los tres recintos son de pequeño tamaño (4). Elárea delimitada por la zanja interior de Gózquez deArriba es de 0’09 ha, y de 0’3 ha si se calcula aten-diendo a la exterior (5). La secuencia estratigráfi-ca indica que en un primer momento el yacimien-to contó exclusivamente con el anillo interno.Posteriormente se excavó el exterior y reexcavó elinterno, vaciando los sedimentos que lo colmatabany modificando el trazado de la zanja en el acceso.Consecuencia de esta remodelación es la entrada enforma de ‘pinza de cangrejo’, similar a las frecuen-temente documentadas en el noroeste de Francia(Burnez et al. 2001; Scarre 1998). El fenómeno derecortes y reformas es también una constante en lamayoría de los recintos europeos (Darvill y Thomas2001: 5).

La presencia de las zanjas ha sido determinan-te para la conservación de estratificación en partedel yacimiento (Fig. 2, zona sombreada). La exca-vación ha demostrado la existencia de un fuerteproceso erosivo posterior a la ocupación del IIImilenio AC, así como la recolmatación del fondo dela vaguada entre los siglos VII-VIII d.C. (6). Se cal-

cula la pérdida de al menos medio metro de sedi-mento en el centro del recinto y sector noreste, don-de se produjo la mayor erosión. Como resultado, laposibilidad de encontrar restos estructurales y zan-jas profundas es menor en esta zona.

A pesar de que el recinto cuenta con condicionesdefensivas, la posición a media ladera de la vaguadano parece ser la óptima en términos estratégicos,para lo cual podría haberse ocupado la loma situa-da inmediatamente al oeste. La decisión locacionalpudo depender de dos factores. En primer lugar, enlas cotas superiores del área los yesos cristalinosafloran a menor profundidad, lo que habría impli-cado una inversión de trabajo superior al excavarlas zanjas. En segundo, asentarse en la loma conlle-va un grado de visibilidad mayor. El lugar se selec-cionó minimizando trabajo y visibilidad.

Dadas las condiciones en las que se documen-tó el recinto de Las Matillas (Díaz-del-Río et al.1997; Díaz-del-Río 2001: 193-194) no es posiblesaber con seguridad si se trata de una zanja conti-nua o segmentada. Los arcos que forman los dossectores de zanja conocidos sugieren un hipotéti-co espacio cerrado de 0’7 ha. A pesar de ello, lasestructuras prehistóricas se extienden al menos 197m fuera del recinto. Los procesos de erosión y re-deposición de sedimentos han sido particularmenteintensos en el sector sur del yacimiento, donde lasgravas afloran a menos de un metro de profundi-dad. Todo ello es el probable efecto erosivo de lascrecidas del río Henares y arroyo Camarmilla, con-troladas en época contemporánea mediante laconstrucción de presas y canalizaciones. El yaci-miento carece de estratificación horizontal, que-dando exclusivamente los depósitos que colmatanlas estructuras subterráneas.

Tanto su posición en llano como la en ocasionesescasa profundidad y anchura de la zanja indica queno existió un interés defensivo en la decisión loca-cional. Esto queda confirmado por la presencia deun espacio posiblemente cubierto que forma partede la propia estructura del recinto (Fig. 3). La se-cuencia estratigráfica demuestra la continuidad dela zanja hasta el interior de un área cubierta susten-tada por al menos 11 postes perimetrales y uno cen-tral. Esta cubrición debió realizarse exclusivamenteen madera, pues no existe derrumbe con improntasde barro en su interior. Parece tratarse por tanto deun espacio cubierto subterráneo. Aunque es posibleinterpretar los postes como el sustento de una tari-ma por la que se accediera al interior del recinto, noparece razonable que ésta se situase en la zona de

(4) Seguimos el criterio establecido para los recintos neolíti-cos del Reino Unido: pequeños de 0’4 a 1’2 ha, medianos de 1’4a 5’5 ha y grandes de 6 a 10 ha (Oswald et al. 2001: 73).

(5) El yacimiento abarca 1’2 ha incluyendo las estructurasexternas inmediatas al recinto. Existen sin embargo estructu-ras calcolíticas al sur de la vaguada, aunque esta zona está ocupa-da mayoritariamente por estructuras del Bronce ‘Clásico’. Asu-miendo que toda la ocupación calcolítica es contemporánea,el yacimiento tendría en su totalidad una extensión aproximada de3 ha.

(6) Los depósitos con materiales arqueológicos prehistóricosy visigodos del fondo de la vaguada alcanzan los dos metros deprofundidad. La ocupación visigoda se sitúa a aproximadamente500 m del recinto prehistórico (ver Vigil-Escalera 2000).

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mayor anchura de la zanja. Además, los 30 cm es-casos de profundidad de la zanja en el extremo nortedocumentado no apoyan dicha propuesta.

Una estructura de similares dimensiones y posi-ción respecto a la zanja se documentó en la zona surdel yacimiento (7). Todo ello indica que el espaciosubcircular se encontraba delimitado por una zan-ja segmentada en la que existían dos estructurassubterráneas cubiertas. La intencionalidad defensi-va del recinto es nula. Lejos de ser límites de pro-tección, la barrera creada por la zanja sirvió para eldesarrollo de actividades sociales.

En cuanto a Fuente de la Mora, el relieve en laque se disponen los cuatro recintos plantea la posi-bilidad de que únicamente el interior formase uncírculo casi completo, con el acceso al sur. La su-perficie cerrada es de 0’1 ha. Tres restos de unaestrecha zanja en el interior de este recinto puedenresponder a la zanja de cimentación corrida de al-gún tipo de empalizada, lo que limitaría el espaciointerno a 0’06 ha. El cálculo aproximado de la ex-tensión total que delimita la zanja exterior es dealgo más de 1 ha, atendiendo a que carece de con-tinuidad en la vertiente sur del cerro y las vaguadassituadas al norte y este. Al igual que en Gózquez deArriba, la erosión de la superficie del cerro y lasladeras (8) ha provocado que únicamente se conser-ven restos de estratificación horizontal en losaproximadamente 180 m2 dispuestos al norte.

La estratigrafía indica la existencia de al menosdos fases constructivas. En un primer momento elyacimiento contó con los dos recintos exteriores.Tras la formación de una serie de estratos horizon-tales sobre la colmatación de éstos, se produjo laexcavación de los dos recintos interiores. En defi-nitiva, el aspecto aparentemente complejo de laplanimetría no responde a la realidad. No todos losrecintos fueron contemporáneos.

Al igual que sucede en Gózquez de Arriba, laposición defensiva del yacimiento podría habersemejorado disponiéndolo en el antecerro situado in-mediatamente al oeste, lugar elegido por un castrode la II Edad del Hierro (9). En su primera fase, elsistema de zanjas cierra el acceso oeste al yacimien-to, el más sencillo y el único desde el cual los recin-tos son totalmente visibles. La entrada se realiza a

través de un vano en la zanja exterior, acompaña-do al interior por dos zanjitas que reducen el ac-ceso a una anchura de 2’5 m. Estas últimas sonprobablemente los cimientos de una pequeña em-palizada de madera. Aunque es previsible que lasladeras hayan sufrido un notable proceso de ero-sión, su trazado sugiere que no tuvieron continui-dad ni al sur ni al oeste. En la segunda, la entrada alespacio central se realiza mediante dos vanos abier-tos al sur y al oeste. Fuente de la Mora se sitúa enun lugar relativamente prominente del paisaje, fun-damentalmente accesible desde las cotas superio-res, aquellas más protegidas. Bajo nuestra lógicacontemporánea, cuenta con una limitada capacidaddefensiva.

4.3. Estructuras de habitación y almacenaje

Uno de los aspectos críticos a la hora de valorarla posible función de los recintos es la presencia deestructuras que permitan defender la existencia deun espacio habitado. Las dos categorías determi-nantes son las construcciones y las fosas para elalmacenaje y diversas actividades domésticas.

En Gózquez de Arriba se han documentado almenos cinco estructuras que pudieron sustentaráreas techadas (Fig. 2). Dos de ellas cuentan conespacios interiores semiexcavados y otras dos conzanjas de cimentación. La quinta estructura, excep-cional en la Meseta, cuenta con una somera zanjade cimentación y un pequeño zócalo construido enpiedra (Díaz-del-Río 2001: 389, lám. 18). Es impo-sible establecer la contemporaneidad de estas es-tructuras a partir de la estratigrafía, pues en ningúncaso se encuentran correlacionadas. A pesar de ello,en los estratos de la situada al sur del recinto se re-cuperó un fragmento de cerámica campaniforme,también presente en mínimos porcentajes (1 frag-mento) en los estratos horizontales dispuestos so-bre la colmatación de la zanja exterior. Es por tan-to la única estructura que con seguridad estuvo enpie tras la amortización de los recintos. Sólo sedocumentaron dos estructuras posiblemente techa-das en el espacio interior. La primera de planta ovaly poste central, la segunda de tendencia rectangu-lar. Ambas están fuertemente afectadas y preservanexclusivamente restos de la cimentación.

En Las Matillas no existe evidencia alguna deconstrucciones al margen de la estructura subterrá-nea ya comentada, mientras que en Fuente de laMora se documentaron cuatro zanjas de cimenta-

(7) En la llamada Área A. Ver problemática, contexto y pla-nimetría en Díaz-del-Río (2001: 193-194).

(8) Así como la continua explanación realizada con anteriori-dad al inicio de la intervención de Área Soc. Coop. (Vigil-Esca-lera com. per.).

(9) El foso exterior del castro corta por la mitad los dos recin-tos calcolíticos interiores.

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ción de cabañas de planta circular. Las dimensionesde las dos situadas entre el segundo y tercer recin-to (∅ 6 m) son similares a otras cabañas neolíticasy calcolíticas conocidas en la región (La Deseada,Díaz-del-Río y Consuegra 1999; El Capricho, Díaz-del-Río 2001: 173-183). Algo más grandes (∅ 7’5m) son la pareja de cabañas del interior del recinto.El grado de afección del yacimiento eliminó todapresencia de estratos horizontales de ocupación ensu interior quedando exclusivamente restos de loscimientos.

Las evidencias de cabañas o huellas de elemen-tos constructivos (postes y zanjas de cimentación)son escasas en los tres yacimientos en comparacióncon la densidad de estructuras de almacenaje, po-sibles hogares, hornos y fosas diversas. Dos aspec-tos deben tenerse en cuenta al valorar su escasarepresentación. En primer lugar, en la Meseta el nú-mero de viviendas del III y II milenios AC conoci-das es muy escaso. Aunque aumentan los yacimien-tos en los que se localizan cabañas (p.e. Delibes etal. 1995; Díaz-del-Río 2001), todavía son una mi-noría. Además, las escasas superficies excavadasimpide conocer si existen recintos en muchos deestos yacimientos. En segundo lugar, todos los re-cintos cuentan con huellas de estructuras aéreas, apesar de que existen claras evidencias de procesoserosivos posteriores al III milenio cal. AC y de lafuerte afección del arado (10).

El segundo aspecto crítico es la densidad de es-tructuras vinculables al almacenaje y otras activi-dades domésticas. En otro lugar hemos defendidola posibilidad de interpretar muchas de las fosascomo lugares para el almacenaje de productos ve-getales (Díaz-del-Río 2001: 136-141). Como seobserva en las planimetrías, la densidad de fosas eselevada en todos los yacimientos (Figs. 2, 3 y 4).Aunque cuentan con profundidades variables, mu-chas de ellas presentan condiciones físicas sufi-cientes para el almacenaje (p.e. Fig. 4). Se hanrecuperado restos de cereal en el único yacimien-to en el que se han aplicado procedimientos deflotación sistemática (Díaz-del-Río et al. 1997). Enlos tres casos se ha documentado la excavaciónde silos subterráneos y diversas fosas posteriores ala colmatación de las zanjas, lo que indica que losyacimientos no fueron abandonados tras su amor-tización.

4.4. Residuos

Los tres recintos cuentan con un elevado volu-men de residuos, aun mayor si tenemos en cuentalos porcentajes excavados (Tab. 1). El volumenprevisible de haberse excavado el recinto de Góz-quez de Arriba al completo se sitúa en torno al mi-llón de fragmentos cerámicos, unas 19 toneladas.En Fuente de la Mora se calculan unos 700.000fragmentos, aproximadamente unas 16’5 tonela-das. El análisis tipológico muestra la totalidad delas formas potencialmente presentes en un contextodoméstico (p.e., fig. 5) (11).

En cuanto a la industria tallada, en Gózquez deArriba y en Las Matillas (12) se observa una bajapresencia de productos de acondicionamiento y so-

(10) En definitiva, el argumento de la escasa densidad de ca-bañas en los recintos como prueba de su carácter ritual es inacep-table. La ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia.

(11) Las piezas de tamaño superior no están incluidas en lafigura, pues en ninguna se ha podido calcular el diámetro.

(12) Todavía carecemos de resultados de industria tallada dela Fuente de la Mora. El estudio de la industria lítica de Gózquezha sido realizado por Olga Pardo Escudero y el de Las Matillaspor Germán López López. Ambos trabajos serán publicados enlas correspondientes memorias de excavación.

Fig. 5. Tipología de los restos cerámicos recuperados enGózquez de Arriba (San Martín de la Vega, Madrid).

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portes primarios. En el primero se calcula que elnúmero total de restos tallados presentes en el ya-cimiento podría alcanzar los 39.000. De ellos, unos17.000 serían lascas. Los soportes secundarios yrestos de talla alcanzan un 93’7% del NR total (13).Tanto la limpieza del núcleo como su preparaciónparece realizarse fuera del yacimiento, quizá en lasáreas de captación de materia prima. Carecemos deyacimientos contemporáneos con un volumen derestos suficiente para contrastar la excepcionalidado generalidad de este comportamiento tecnológico.En todo caso, el procedimiento sugiere una mini-mización del trabajo en el transporte de materiaprima. La masiva presencia de lascas y restos detalla en todos los recintos coincide con las carac-terísticas tradicionalmente observadas en los con-juntos industriales calcolíticos de la Meseta. Sucontraste con las aún poco conocidas industriasepipaleolíticas y neolíticas indica una notable re-ducción en las herramientas transportables de altacalidad, probable consecuencia de la creciente de-pendencia de cultígenos y de una mayor sedenta-rización (14).

En los casos cuantificados de Gózquez de Arri-ba y Fuente de la Mora, la presencia de fragmentosde elementos de molienda/triturado es elevada, loque apunta un desarrollo de esta actividad en el in-terior o entorno inmediato de los recintos. Frente ala tradicional importancia que se ha concedido algranito como materia prima, una considerable ma-

yoría de elementos de molienda calcolíticos deGózquez fue realizada a partir de materias locales(84’2%). Esto indica un aprovechamiento priorita-rio de rocas sedimentarias obtenibles en el entornoinmediato del yacimiento (15).

Los análisis polínicos realizados en el yacimien-to de Gózquez de Arriba demuestran la presenciainmediata de campos de cultivo (Martín et al. 2002),mientras que tanto Gózquez como Fuente de laMora indican la existencia de una paisaje intensa-mente antropizado (López Sáez, com.per.) (16).Asimismo, en los contextos calcolíticos de Las Ma-tillas se recuperaron macrorestos de Triticum sp. yHordeum sp. (Díaz-del-Río et al. 1997; Díaz-del-Río 2001: 367). Aunque ni el cultivo ni el almace-naje de cereal son necesariamente indicadores di-rectos de áreas de habitación, estos datos debencalibrarse atendiendo al resto de las evidenciasmateriales.

En conjunto, la información contextual disponi-ble de los tres recintos sugiere una ocupación per-manente de grupos de reducido tamaño, con unabase productiva de carácter agrario.

4.5. Cronología

La serie de dataciones obtenidas en Gózquez deArriba (9) y Las Matillas (1) es la primera realiza-

Tab. 1. Cuantificación de los residuos recuperados en Gózquez de Arriba (San Martín de la Vega, Madrid), Fuente de la Mora(Leganés, Madrid) y Las Matillas (Alcalá de Henares, Madrid).

(13) La distribución es la siguiente: productos de acondicio-namiento (0’4%), soportes primarios (3’8%), soportes secunda-rios (45’6%) y restos de talla (48’1%) (Olga Pardo, com.per.).

(14) Un proceso similar se observa en el este de los EstadosUnidos durante el Middle Woodland (Parry y Kelly 1987).

(15) Este porcentaje se invierte durante el Bronce ‘Clásico’,en el que las rocas sedimentarias pasan a representar el 27%. Lamuestra es sin embargo menor (65 NR).

(16) Las muestras recuperadas en los sedimentos de colmata-ción de la zanja de Las Matillas no ofrecieron suficientes palino-morfos para una evaluación estadística fiable.

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da en recintos de fosos de la Meseta (Fig. 6, tabla2). En conjunto indican que ambos recintos fueronexcavados y colmatados durante la primera mitaddel III milenio cal. AC. La similitud de los conjun-tos industriales de Fuente de la Mora sugiere idén-tica cronología.

Las muestras de Gózquez de Arriba se seleccio-naron atendiendo a las relaciones estratigráficas,con la intención de calibrar las variaciones crono-lógicas entre la colmatación de las distintas zanjasy estructuras relacionadas. Todas se obtuvieron so-bre muestras de carbón. Su procedencia es la si-guiente:

Beta-134866 y Beta-134865: la primera datauno de los estratos que colmatan la estructura deplanta oval situada al sur del yacimiento, inmedia-tamente al exterior del segundo recinto (Fig. 2). Lafuncionalidad de la estructura es difícil de interpre-tar dada la inexistencia de huellas de poste en subase. Dicha estructura se encuentra cortada por unafosa en la que se recuperó un enterramiento secun-dario. Del estrato que cubre esta inhumación seobtuvo la datación Beta 134865. A pesar de la ele-vada desviación de la primera (±130), su posterio-

ridad a la inhumación datada sugiere que el iniciode la ocupación calcolítica pudo situarse en los pri-meros siglos del III milenio cal. AC. Ambas data-ciones carecen de relación estratigráfica directa conel recinto exterior.

Beta-134861 y Beta-134864: la primera se ob-tuvo del estrato que rellena la zanja de cimentaciónde la única cabaña circular en piedra documentadahasta la actualidad en la Meseta. La estructura dehabitación se dispone al noreste del yacimiento,entre los dos recintos. La segunda data uno de losestratos de relleno del recinto exterior, en su tramonoreste. Este sector de recinto destruyó parte de lacabaña y es por tanto posterior. Como muestran lascalibraciones a 1σ esta datación es una de las mástardías del yacimiento (2630-2460 cal. AC), con-temporánea a la segunda fase del recinto interior(Beta-134862).

Beta-134863 y Beta-134862: la primera data unode los estratos superiores del recinto interior. Sucalibración a 1σ (2890-2620 cal. AC) indica que almenos este tramo de zanja empezó a colmatarsedurante la fase de uso de la cabaña situada entreambos anillos (Beta-134861). La segunda fecha la

Fig. 6. Gráfico de las dataciones absolutas calibradas obtenidas en los recintos de Gózquez de Arriba (San Martín de la Vega,Madrid) y Las Matillas (Alcalá de Henares, Madrid).

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reforma del recinto interior en la zona de acceso,resultado del cual se observa la planta en forma de‘pinza de cangrejo’. Esta zanja corta el primer recin-to interior cuando éste ya estaba colmatado y, comoindica su fecha calibrada a 1σ (2620-2460 cal. AC)es una de las últimas modificaciones de los recintos.

Beta-134858 y Beta-134857: ambas datacionesse obtuvieron en la base del sector sureste del recin-to interior. La primera fecha el inicio de la colma-tación del recinto original. La segunda el inicio dela colmatación de su posterior remodelación, quedejó una clara huella del corte en su estratigrafía.Ambas dataciones son casi contemporáneas e im-piden calibrar el tiempo comprendido entre las ac-ciones, lo que exige primar la información estrati-gráfica. En todo caso, la distinta cronología de laremodelación realizada en el acceso (Beta-134862)y en el tramo sureste (Beta-134857) indica que lasacciones de reexcavación y remodelación de losrecintos fueron relativamente frecuentes durante laocupación del yacimiento.

Beta-134859: fecha la colmatación del tramosur del recinto exterior. Se trata de la zona en la queel recinto adquiere mayor profundidad y se encuen-

tra casi en su totalidad colmatada por finos estra-tos de limos. Esto sugiere un lento proceso deamortización en gran parte del segmento sur de esterecinto.

La única datación obtenida en Las Matillas(Beta-134857) corresponde a uno de los estratos derelleno situados en la base de la zanja. Fecha el ini-cio de su colmatación. La cronología calibrada (1σ: 2880-2620 cal AC; 2 σ: 2880-2580 cal. AC) in-dica su contemporaneidad con la fase principal deocupación en Gózquez de Arriba.

Tanto las dataciones como la propia secuenciaestratigráfica demuestran la existencia de abundan-tes reformas y colmataciones diferenciales de losrecintos a lo largo de su uso. Estos no sólo se exca-varon y modificaron en su trazado, sino que tam-bién fueron vaciados de sedimento para conservaro alterar su profundidad.

Los fosos de la primera mitad del III milenio ACno son la única evidencia de ocupación en los tresyacimientos. Aunque de forma extremadamenteminoritaria, se ha recuperado un fragmento de bor-de con cordón vertical en Las Matillas así como unasa doble de cinta en Gózquez de Arriba. Tipológi-

Tab. 2. Dataciones absolutas obtenidas en contextos del III milenio cal BC en los yacimientos de Gózquez de Arriba (SanMartín de la Vega, Madrid) y Las Matillas (Alcalá de Henares, Madrid).

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camente ambas son de filiación neolítica. En el pri-mer caso, las condiciones de recuperación del áreaA impiden determinar su procedencia y contexto.En el segundo, se trata de un fragmento residualrecuperado en un contexto calcolítico. La presen-cia de materiales neolíticos en contextos posterio-res es relativamente frecuente en yacimientos delvalle medio del Tajo, lo que sugiere la ocasionalfrecuentación de dichas áreas en momentos previosal III milenio AC.

Los tres recintos cuentan a su vez con conjuntoscerámicos en los que se evidencian ligeros cambiosformales respecto al material mayoritario. Se tratasiempre de cerámicas recuperadas en estructurasposteriores a la colmatación de los recintos, al me-nos en aquellos casos en los que contamos con in-formación estratigráfica. Son contextos en los quelas formas cerámicas cuentan con una presenciacreciente de bordes ligeramente vueltos, tendenciaa los perfiles en S y un incremento de las carenasmedias.

Sin embargo, las estructuras claramente asigna-bles al Bronce ‘Clásico’ se sitúan en todos los ca-sos a una distancia aproximada de 100 m de losrecintos. Si aceptamos que existe algún tipo de fi-liación entre el grupo calcolítico y el del Bronce, ladistancia entre ambos poblamientos permitiríaempezar a calibrar la movilidad tradicionalmenteasignada a los grupos de la Prehistoria reciente enla Meseta (17).

5. CONCLUSIONES

Atendiendo al primer problema formulado, lapresencia o no de habitación, pueden obtenerse lassiguientes conclusiones. Primero, hay serios argu-mentos para defender la existencia de poblamien-to permanente en dos de los yacimientos, Gózquezde Arriba y Fuente de la Mora. La relativa ambigüe-dad del registro de Las Matillas está limitada por lascondiciones de su recuperación y, a pesar de ello,no permite argumentar contra esta propuesta.

Segundo, no existe una diferencia sustancial enlas dimensiones de las viviendas circulares de losyacimientos. Tampoco se han documentado diferen-

cias de riqueza evidentes entre las mismas. Los res-tos recuperados en los poblados son residuos emi-nentemente domésticos, idénticos a los de otrosmuchos yacimientos contemporáneos de la Meseta.

Tercero, todos los recintos son pequeños y, enconsecuencia, también los grupos implicados en suconstrucción y ocupación. La dinámica de amplia-ción y reducción de las dimensiones del espaciocerrado, comprobaba en Gózquez y Fuente de laMora, en ningún caso supera la hectárea. Esto noimpide que existan estructuras contemporáneas amás de 300 m, frecuentemente caracterizadas poruna menor densidad de residuos (Díaz-del-Río etal. 1997). Estas dimensiones relativamente cons-tantes podrían ser un buen indicador de los límitespoblacionales en los que se produce la fisión de losgrupos segmentarios.

Cuarto, es evidente que los recintos actuaroncomo barreras, probablemente definiendo espacial-mente los límites de los grupos y reivindicando susterritorios productivos. Por la propia estructura delos fosos o por su posición topográfica los tres ca-sos cuentan con una efectividad defensiva reduci-da, al menos en función de nuestros parámetroscontemporáneos. Sea cual sea su utilidad específi-ca, estos recintos de fosos son hasta la actualidadlos primeros poblados permanentes documentadosen la Meseta.

Por último, las cronologías absolutas de dos delos yacimientos y la similitud formal de los mate-riales del tercero indican que todos ellos fueronconstruidos y colmatados en el III milenio AC, conanterioridad al 2400 cal AC. A pesar de que existenocupaciones posteriores, y quizás anteriores, todosson calcolíticos.

6. PERSPECTIVAS

En cuanto a la integración de los poblados en elconjunto del poblamiento regional, y al igual quesucede en otras áreas de Europa (Guilaine 2001:222), es evidente que la presencia de este tipo deyacimientos exige intensificar los análisis territo-riales. En términos predictivos, si la densidad deresiduos y las dimensiones de los recintos de fososson similares en todos los casos, sería previsiblelocalizarlos mediante un programa intensivo deprospección. Esto resolvería en gran medida el pa-limpsesto que tradicionalmente han reflejado lascartas arqueológicas regionales (p.e. Almagro yBenito-López 1993). A su vez abre la posibilidad de

(17) Los únicos materiales pertenecientes al Bronce Final-Cototas I se recuperaron en el área A de Las Matillas. Para suproblemática ver Díaz-del-Río (2001: 195). Tanto Gózquez deArriba como la Fuente de la Mora carecen de ocupaciones prehis-tóricas posteriores al Bronce ‘Clásico’. El primero nunca volvió aser ocupado. El segundo fue periferia de un castro de la II Edaddel Hierro.

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evaluar cuantitativamente cuestiones candentes enla discusión científica como la estacionalidad ytemporalidad del asentamiento durante la Prehisto-ria reciente.

Mientras no se analice la distribución espacial ycronológica de poblados calcolíticos con y sin fo-sos, enfrentándolos a sus áreas de captación poten-ciales, no es posible valorar la existencia de unajerarquización espacial y social del poblamiento.Sin embargo, ya existen varios argumentos contraesta jerarquía. En primer lugar, es difícil imaginarque estos minúsculos poblados sean centros políti-co-económicos de nada. En segundo, si es que lofueron, no parece evidente en qué se beneficiaronsus pobladores. Las jerarquías sociales suelen ve-nir acompañadas de diferencias sustanciales entrelas formas de vida de los individuos, y no sólo demuerte (Gilman 1999: 88). En estas cronologías,los potenciales jefes de la Meseta ni vivieron nimurieron mejor.

La escala del fenómeno de construcción de re-cintos de fosos y sus características son buenasevidencias para valorar los límites de las institucio-nes políticas de la Prehistoria reciente en la Mese-ta. Las ambiciones personales de cualquier jefesegmentario, como los que probablemente existie-ron durante el III milenio AC en toda la PenínsulaIbérica, se encontraron generalmente limitadas portres factores: las condiciones medioambientales ytecnológicas para la producción y acumulación deexcedentes; la capacidad para atraer, aumentar ymantener nueva fuerza de trabajo; y las restriccio-nes socio-ideológicas para romper con las formasfamiliares de apropiación de excedente.

En la Meseta, a pesar de existir condiciones parala producción y almacenaje, jamás existió suficien-te excedente para financiar los intereses expansivosde cualquier jefezuelo local. La producción fueeminentemente doméstica. Las posibilidades deaumentar el volumen de excedente pasarían nece-sariamente por procedimientos de agregación deotros segmentos. Sin embargo, el tamaño de lospoblados presentados no indica que fuesen capacesde atraer mayor fuerza de trabajo.

En otras zonas el registro del III milenio AC pre-senta procesos de agregación de gran tamaño, a unaescala desconocida hasta entonces e inexistentedurante el siguiente milenio. A pesar de una eviden-te intensificación económica, ninguno de estos gru-pos desarrolló estructuras políticas jerárquicas alargo plazo. La trayectoria interna de grandes po-blados como Marroquíes Bajos sugiere que ni si-

quiera en el máximo pico de agregación conocidopara la Prehistoria peninsular se generó un sistemade poder estable. Al contrario, y como pudo suce-der en Los Millares (Gilman 1999: 91), las tensio-nes entre las estructuras comunales y los interesesde las unidades domésticas finalizaron con el aban-dono paulatino del asentamiento (Zafra et al. 1999).Es posible, aunque no evidente, que ciertos jefesconsiguiesen controlar y acumular suficientes ex-cedentes para financiar sus ambiciones. Sin embar-go, como indica la dinámica de Marroquíes Bajos,no fueron capaces de mantener la fuerza de traba-jo, la mayor limitación para la consolidación de lasélites (Stein 1994: 41; Steponaitis 1991: 227).

Comparativamente, es difícil observar diferen-cias cualitativas entre las bases económicas de unosy otros procesos regionales. Es indiscutible quedonde las agregaciones fueron mayores, los po-blados fueron más monumentales, los materiales,elementos de prestigio y objetos ‘simbólicos’ másabundantes, y la competencia entre los linajes ma-yor. La Edad del Cobre en la Península Ibérica pre-senta una evidente variedad de dinámicas de carác-ter político, cuyos resultados son los múltiplesprocesos de agregación y fisión característicos delas sociedades segmentarias.

Hasta la actualidad, la investigación de la Mese-ta nunca ha estado en condiciones de aportar pers-pectivas relevantes al estudio de la economía polí-tica prehistórica. A fecha de hoy, lo está.

AGRADECIMIENTOS

Este artículo es en realidad un trabajo colectivode muchísimas compañeras y compañeros, y poreso mi primer agradecimiento es para todas y todoslos que sufristeis las inclemencias del tiempo.Hay dos empresas madrileñas que hacen día adía una Arqueología con mayúsculas: ‘Trabajos deArqueología y Restauración Soc.Coop.’ y ‘ÁreaSoc. Coop.’. Alfonso Vigil-Escalera, director deFuente de la Mora, me cedió amablemente la infor-mación del yacimiento y revisó críticamente el tex-to. Olga Pardo Escudero puso a mi disposición sumagnífico trabajo sobre la industria lítica de Góz-quez. Jose Antonio López Sáez y Antonio BlancoGonzález me ofrecieron información y ayuda.

Mis conversaciones con Antonio Gilman hansido claves para abordar el problema en los tér-minos que se plantean. Además, le debo su revi-sión crítica. El texto ha sido radicalmente mejora-

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do gracias a los comentarios y críticas de MaribelMartínez Navarrete. La necesidad del enfoque com-parativo es el resultado de mi estancia en el Depar-tamento de Antropología de la Northwestern Uni-versity y, en particular, de la constante ayuda que herecibido de Timothy Earle y James Brown. Eviden-temente, mi deuda intelectual con Juan Vicent vamás allá de lo que puedo expresar en este texto.

La Dirección General de Patrimonio Históricode la Comunidad de Madrid hace posible que estetipo de intervenciones en extensión se realicen. Elpapel de Antonio Méndez Madariaga, FernandoVelasco Steigrad y Pilar Mena Muñoz en la “revo-lución empírica” de nuestra Prehistoria deberá serreconocido tarde o temprano.

Compartir penas y glorias con Susana Consue-gra Rodríguez, directora de Las Matillas y Gózquezde Arriba, es mi mayor privilegio.

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