Recorrido y vidas de las mujeres en los municipios de Elburgo y Alegría

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Alegría – Dulantzi Versión resumida

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Alegría – Dulantzi

Versión resumida

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 2

1. PRESENTACIÓN

Este estudio se ha realizado durante los meses de septiembre a diciembre de 2010.

Responde a una convocatoria de subvención que ha solicitado el Ayuntamiento de

Alegría-Dulantzi a Emakunde (Instituto Vasco de la Mujer) y a la Diputación Foral de

Álava.

Ante todo, agradecemos la participación de cuantas personas han hecho posible este

estudio. Queremos dar las gracias a todas las mujeres y hombres que se acercaron al

encuentro participativo, y nos proporcionaron nombres de “mujeres con historia” del

pueblo o nos facilitaron pistas, direcciones o teléfonos para contactar con ellas o con

sus descendientes. También queremos dejar en estas líneas patente nuestro

agradecimiento a quienes han aportado su saber y sus recuerdos sobre este tema en

el grupo de trabajo, en especial a Celia González y a las mujeres de la asociación de

Amas de Casa de Alegría-Dulantzi por todas las puertas que nos han abierto, por todo

el tiempo que nos han dedicado, y por todos los recuerdos y saberes que tan,

generosamente, han compartido.

Para la recopilación de los datos sobre el recorrido y vida de las mujeres de Alegría-

Dulantzi, hemos contado con la inestimable participación de Javier Iturre que ha

puesto desinteresadamente al servicio de este estudio su tiempo, su memoria, sus

libros de consulta y su reconocido saber sobre la ciudadanía dulantzitarra y el modo de

vida en el municipio en los siglos XVI y XVII.

Otros nombres que no pueden faltar en estas líneas son los de Mari Saez de Ocariz,

Alfredo Díaz de Espada, Armando Ruiz de Alegría y los y las familiares de todas las

mujeres que aparecen en este estudio y que nos han atendido pacientemente.

Esperamos que este estudio ayude a implementar medidas concretas en aras de una

mayor igualdad en el ámbito de la memoria colectiva en este municipio.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 3

2. INTRODUCCIÓN

La Historia, la de la letra mayúscula, siempre ha tenido género. Ha sido escrita por

hombres, para hablar de otros hombres y, además, desde una perspectiva masculina.

En esta historia “del hombre” la presencia de la mujer quedó siempre en la penumbra,

detrás de él, relegada (cuando no guardada o escondida) a lo privado. Es difícil

encontrar nombres femeninos protagonizando hazañas históricas en batallas, en

acuerdos históricos, en gobiernos, etc., porque la Historia tradicional estudiaba,

principalmente, la historia política y militar de los países, donde se destacaba las

figuras individuales (reyes, héroes...).

De este modo, la Historia (con mayúsculas) de la humanidad, ha sido, únicamente, la

de media humanidad. Ha otorgado el protagonismo de la evolución exclusivamente al

hombre, tanto en el sentido antropológico como en su acepción más sexista. En cada

página escrita hallamos la omnipresencia del hombre como hacedor y propulsor de

todo.

Mientras, las mujeres, presentes y protagonistas a lo largo de esos mismos siglos, han

tenido que luchar para hacerse ver, para hacerse oír y para hacerse valer en esa

Historia con mayúsculas. También han sido capaces de impulsar otras historias, éstas

con minúsculas, donde sí estaban presentes. Historias sin encuadernaciones y sin

multicopistas que se han escuchado, aprendido y transmitido de generación en

generación.

En la búsqueda de los nombres y de las historias de las mujeres que aparecen en este

estudio, nos hemos encontrado con muchas personas que no ven la necesidad de

narrar estas vidas porque eran, y son, mujeres que no hacían más que lo que debían

hacer todas las mujeres.

Leyendo las biografías seleccionadas podemos ver que estas mujeres, sobre todo,

han trabajado y trabajan, y mucho, para “sacar a los suyos” adelante.

Sin embargo, no se ha considerado trabajo porque era “lo que tenían que hacer”. Esta

consideración de natural y complementario al otro trabajo, sí reconocido, de los

hombres, ha ocultado el indudable valor del trabajo doméstico que todas ellas han

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realizado en sus casas, en sus pueblos, en el cumplimiento del papel asignado a las

mujeres y claramente definido.

Gracias a la reciente perspectiva actual de los estudios de género, hoy sabemos del

incuestionable valor económico y social del trabajo doméstico a lo largo de la historia,

aunque haya sido invisibilizado y no reconocido como tal.

Es importante aclarar a qué nos referimos cuando hablamos de género porque es un

concepto relativamente reciente, pero introducido en distintos campos del saber.

Desde hace unos años las historiadoras feministas y estudiosas de otras ramas como

la Antropología, han introducido la categoría de género, para referirse a la

organización social de las relaciones entre los sexos, porque palabras como la

libertad, los derechos, las clases sociales,…, en definitiva, la vida no es igual para

hombres que para mujeres.

En 1.995 la organización de las Naciones Unidas (ONU) define el género como: “Una

herramienta de análisis de la realidad de todas las mujeres. El género es la forma en que todas las

sociedades del mundo determinan las funciones, actitudes y relaciones que conciernen al hombre y a la

mujer. Mientras que el sexo hace referencia a los aspectos biológicos que se derivan de las diferencias

sexuales, el género es una definición de las mujeres y de los hombres construida socialmente y con

claras repercusiones políticas. El sexo de una persona es determinado por la naturaleza, son las

características biológicas de las personas, pero su género lo elabora la sociedad” Fuente: “Guía de

formación para la participación social y política de las mujeres” de Luz Martín Ten y Rosa Escapa

Garrachón, del Instituto de la Mujer. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. 2008

Gracias al constante esfuerzo por hacerse oír, las mujeres se han abierto camino en la

Historia con mayúsculas y han ayudado a visibilizar y poner en valor las otras historias

con minúsculas. En este sentido, en los últimos años, se está realizando un doble

esfuerzo: por un lado, ver qué mujeres con nombre propio han tenido una biografía

resaltable, es decir, pueden ser identificadas; y, por otro, poner en valor y visibilizar

cómo las mujeres anónimas, como colectivo, han sido históricamente un elemento

dinamizador y, a menudo, vanguardista, que han tenido su cuota de participación en

momentos decisivos y cruciales y que, además, han impulsado grandes avances

ocultos.

Por esto, desde las instituciones, en la actualidad, son múltiples las leyes e iniciativas

a todos los niveles que instan a plantear nuevas formas de pensar y actuar para hacer

posible la transformación y el cambio para el logro de una sociedad más igualitaria,

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donde las mujeres y los hombres puedan acceder a los ámbitos público y privado en

igualdad y se reconozca la importancia de ambos trabajos.

De hecho, en la Comunidad Autónoma del País Vasco, el V Plan para la Igualdad de

Mujeres y Hombres - Directrices IX Legislatura establece, dentro del eje de

Empoderamiento de las Mujeres y Cambio de Valores, en el programa Autonomía

Personal y Cambio de Valores, que: “Para facilitar la autonomía de las mujeres y la toma de

conciencia de género, es de importancia también trabajar hacia un cambio de creencias, actitudes y

comportamientos en el entorno, lo que indudablemente lleva a hablar de valores, así como de roles y

estereotipos de género, tanto en el ámbito público como privado. En todo ello desempeña un papel

fundamental el incremento de la promoción, reconocimiento y difusión del saber generado por mujeres y

sobre la situación de las mujeres. El incremento del saber generado por mujeres supone un impulso a la

visibilización del trabajo y las aportaciones realizadas, así como la promoción de un espacio fundamental

de empoderamiento. La difusión del conocimiento generado específicamente sobre la situación de las

mujeres permitirá avanzar en el cambio de valores y en la promoción de la igualdad.”

En este sentido, este estudio trata de rescatar los saberes de las mujeres del

municipio con el fin de poder reconocer el trabajo que han realizado. Saberes que, en

muchos ámbitos, se están perdiendo. También pretende visibilizar y destacar las

tareas que han realizado y realizan las mujeres a lo largo de su vida.

Dado que es imposible nombrar a todas las mujeres del municipio y describir su

recorrido vital una a una, en este estudio se recuerda y se nombra a un grupo de ellas,

cuyas vidas son representativas de las de otras muchas mujeres y son recordadas y

destacadas por sus vecinas y vecinos.

2.1 Marco general

Alegría-Dulantzi fue fundada como villa en el año 1337, por el rey de Castilla Alfonso

XI. Este municipio se ubica sobre una vía de comunicación romana que sigue siendo

utilizada en la actualidad. Se conoce que las intenciones del rey castellano al fundar

esta villa eran las de aprovechar el intenso tránsito que discurría por esta calzada y

cobrar tributos a los viajeros, especialmente si eran comerciantes que transportaban

mercancías para su venta.

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Área rural por excelencia, la principal actividad económica siempre se ha basado en la

agricultura y la ganadería. Es, por este motivo, que las mujeres de este municipio, han

realizado, además de las labores domésticas consideradas más habituales (cocinar,

limpiar, cuidar y criar a la descendencia, cuidar a las personas mayores y enfermas,

etc.) otro tipo de tareas propias del entorno (cuidar a los animales, trabajar la tierra,

recoger leña y agua, producir alimentos, salar, embotar, vender los productos

elaborados, lavar, coser y confeccionar la ropa, preparar y administrar medicamentos,

etc.)

Todas ellas eran definidas como tareas propias de la mujer, es decir, el trabajo en el

campo era una ‘extensión’ del trabajo doméstico. En este contexto han nacido, crecido

y/o vivido las protagonistas de este estudio.

En este documento se narra las vidas de un grupo de mujeres del siglo XX (aunque

algunas nacieron a finales del siglo XIX, en realidad, han desarrollado sus vidas en el

XX), únicas mujeres a las que se ha podido tener acceso gracias a la memoria de las

personas vivas. Las historias de sus predecesoras, salvo las rescatadas por Javier

Iturre, han quedado en el olvido, puesto que la documentación escrita existente

apenas menciona a las mujeres.

El siglo XX viene marcado por un difícil contexto desde el punto de vista económico,

político, social y laboral. Son historias de vida que vienen marcadas por la Guerra Civil

y por los duros años de la posguerra. Muchas de las vidas narradas cuentan historias

adversas marcadas por tragedias inesperadas, enfermedades y muertes tempranas en

una realidad compleja de dificultades económicas, sociales, laborales y políticas.

Pese a todo esto, son mujeres que han luchado y han sabido sacar adelante, no sólo

a su descendencia, sino a la familia extensa. Además, han realizado las tareas

vecinales que, como vecinas del municipio, les han correspondido. No se han

encargado de la vereda, que era, exclusivamente, trabajo para los hombres, pero sí

de otras tareas como son el mantenimiento y cuidado de la Iglesia y las labores,

generalmente, orientadas al cuidado de las personas (parteras, practicantas,..), dando

importancia a la buena convivencia entre la gente del pueblo. Ha sido el trabajo de

servicio a la comunidad el que las mujeres han asumido a lo largo de la historia, por el

eficaz papel que desempeñan como gestoras sociales de las necesidades y de las

demandas de las familias y comunidades.

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2.2 Las mujeres aquí y ahora

En la actualidad, Alegría-Dulantzi es una moderna población que, sin llegar a perder

su carácter rural, ha entrado de lleno en la economía industrial. Muestra de su empuje

es que haya doblado su población en lo que llevamos de siglo; en la actualidad, según

datos del ayuntamiento a octubre de 2010, la población asciende a 2.845 habitantes

de los que 1.368 son mujeres.

Está formado por dos entidades de población que forman concejos:

• Alegría-Dulantzi, capital del municipio, donde se concentra el 95% de la

población.

• Eguileta, al suroeste del municipio, que cuenta con Junta Administrativa.

Es un municipio pequeño y, en pocos años, la realidad para las mujeres ha sufrido

grandes transformaciones, al igual que en las sociedades occidentales en general.

En el Ayuntamiento de Alegría-Dulantzi están ocupados por mujeres los siguientes

cargos:

• Concejalía de Intervención Social

• Secretaría - Intervención

• Servicios Educativos: Dirección de la Escuela de Educación Infantil

Dirección de la Escuela de Música

• Servicio para la Igualdad

• Servicio de Cultura y Euskera

• Servicio social de base

• Tres de los cuatro puestos de auxiliares administrativas

• 1 de los dos puestos del Servicio de Información de la casa de cultura

• Todos los puestos del Servicio de limpieza de equipamientos y el colegio

Las mujeres también ocupan puestos de responsabilidad en los siguientes colectivos:

• La Junta Directiva del Club Deportivo Alegría está formada por un Presidente

(hombre) y una secretaria y una tesorera (mujeres)

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• En la escuela de Pelota Eskuhuska Pilota Kirol Taldea los cargos de

Presidencia y Tesorería están desempeñados por mujeres

• En la Junta Directiva de la Asociación de Madres y Padres del centro escolar,

el cargo de Tesorera también está llevado por una mujer.

En cuanto a las asociaciones culturales y grupos organizados que existen en Alegría-

Dulantzi, los datos obtenidos son:

Entidad Presidencia Entidad Presidencia

ASOCIACIÓN DE AMAS DE CASA Mujer GRUPO DE DANZAS HAIZEA Mujer

CLUB DE JUBILADOS Hombre ASOCIACION HENAYO Mujer

ASOCIACIÓN TULLONIUM Hombre CORO AIALA Mujer

ASOCIACIÓN RONZAPIL Hombre TXARANGA BARALDE Hombre

ASOCIACIÓN BI MILA DULANTZI

JOLAS ELKARTEA

Hombre CUADRILLA FOLLÓN-

FORMALES

Hombre

SOCIEDAD TOKI AMETSA Hombre CUADRILLA ZATORRAK Mujer

ASOCIACION CULTURAL

GASTRONOMICO RECREATIVA OKELEKU

Hombre CUADRILLA AITXOAK Hombre

SUGAR GORRI KULTUR

ELKARTEA

Hombre CUADRILLA AZERITXOAK Hombre

ASOCIACION BUSTANTXOAK DE

AMIGOS DE LAS MASCOTAS

Mujer CUADRILLA IRATXOAK Hombre

ASOCIACION MOTOCICLISTA

CUSTOM CLUB ALEGRIA

Hombre CUADRIILA BASATIAK Hombre

En términos generales, se está produciendo un cambio en los valores y en los roles

asignados al ámbito laboral y en los asignados al ámbito doméstico. Las mujeres,

además de realizar el trabajo reproductivo, no remunerado, se han incorporado al

mundo del trabajo productivo, remunerado, y ocupan cargos de responsabilidad en la

vida pública del municipio.

Sin embargo, los estereotipos derivados de la tradicional división sexual del trabajo

perviven todavía, tanto a nivel subconsciente como en el discurso explicito. Así lo

demuestra el hecho de que todavía haya profesiones relacionadas con el cuidado que

parece que tienen que desempeñarlas las mujeres y de que los hombres no se

incorporen en la misma medida al ámbito del trabajo reproductivo.

Este estudio hace visible la vida de mujeres que han luchado y han llevado a cabo

todo el trabajo que, en su condición de mujeres, les ‘tocaba’ realizar, a pesar de las

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limitaciones que, también como mujeres, tenían que asumir. Ahora, algunas de ellas,

con todo lo vivido, desarrollan otro tipo de facetas más creativas o artísticas. En

muchas de las historias de vida que presentamos, ha sido difícil mantener la historia

de la protagonista como la principal, ya que siempre aparecía entrelazada con la de

un marido, o un padre, o un suegro.

Como algunas de ellas reconocen, esta revolución social, las transformaciones que

han tenido lugar y por las que ellas han podido desarrollarse en una profesión

determinada e, incluso, ocupar un cargo público o de responsabilidad, en algunos

casos se debe al apoyo recibido por parte de hombres cercanos, que les han

posibilitado seguir creciendo, formándose, evolucionar. Por desgracia, en otros casos,

han sido sus propios parientes quienes más obstáculos les han puesto en el camino.

Para poder retomar el proceso de la historia oculta y colocar en su lugar a las mujeres

que hicieron méritos objetivos para permanecer en la Historia, es necesario conocer y

considerar todos estos factores históricos que han condicionado, de algún modo, la

actividad de las mujeres. Es necesario narrar las historias de las mujeres, visibilizar los

nombres propios y, tanto desde la sociedad en general, como desde las instituciones,

hacerles un reconocimiento merecido.

En este sentido, es importante seguir apoyando a la Asociación de Amas de Casa de

Alegría-Dulantzi, porque un grupo de mujeres aporta una filosofía, unos valores y un

estilo de vida que revierte positivamente en el municipio. El encuentro y el intercambio

entre mujeres puede ayudar a reconstruir la historia de manera colectiva y escribir los

saberes de las mujeres para que no se pierdan.

Este estudio puede ser el inicio para continuar escribiendo la Historia real, no la

historia de media humanidad como se ha realizado hasta ahora, sino la historia que

concierne a mujeres y hombres y que sume las existencias, las aportaciones, los

saberes, las experiencias de todas y de todos

(En esta versión resumida se suprimen los apartados 3. valoración de los objetivos y 4.

Metodología)

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5. DATOS DEL ESTUDIO

5.1 Historia de mujeres

SIGLOS XVI - XVII

Si nos remontamos a los siglos XVI y XVII en el municipio de Alegría-Dulantzi, nos

encontramos con que existían multitud de oficios y de personas artesanas. Además de

los trabajos u oficios a los que se dedicaban los miembros de cada familia, éstas se

repartían durante el año ciertas actividades que iban rotando entre los vecinos y

vecinas del municipio tales como encargarse de traer el vino a Alegría-Dulantzi,

elaborar el pan, gestionar las posadas, y otras tareas que eran consideradas durante

aquellos años como municipales.

LAS PARTERAS

Entre las mujeres uno de los oficios más destacable era el de las parteras, como

fueron el caso de María de Berasain o María López de Abaunza.

Viuda de Joan de Arriola, María de Berasain fue durante muchos años la comadrona

de la villa de Alegría-Dulantzi en el siglo XVI, y así consta en los archivos eclesiásticos

de la época, donde se refleja que fue la madrina en el bautismo de decenas de niños y

niñas desde el año 1567 hasta el 1587. De hecho, era habitual que las parteras o

matronas que ejercieron durante estos años bautizaran ellas mismas a las criaturas

que venían al mundo con algún tipo de problema que las podían dirigir directamente

hacia una muerte prematura. Eran las comadronas como María de Berasain o María

López de Abaunza, entre otras, quienes de urgencia procedían al ritual del bautismo

antes de que el bebé falleciera y antes de que el cura posteriormente, los bautizara

oficialmente.

EN EL ÁMBITO PRIVADO

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A excepción del oficio de las parteras, las mujeres en general, estaban relegadas al

plano privado y a la vida doméstica, y en realidad, eran ellas quienes sostenían a su

propia familia.

Entre sus funciones diarias se encontraban la crianza de los hijos e hijas y la labor en

las tierras y con el ganado, mientras los maridos, en muchas ocasiones, se dedicaban

a cerrar tratos y a viajar en busca de negocios prósperos.

DERECHOS DE TITULARIDAD

Por otro lado, aunque en muchas de las ocasiones las propiedades solían estar a

nombre de las mujeres, éstas solían ir acompañadas de sus maridos para realizar

cualquier tipo de gestión; pero lo habitual era que ellas no fueran las herederas

legítimas. Relacionado con este ámbito, nos podemos encontrar con algunos casos

destacables que merecen ser mencionados, como fue el caso de la doncella Marina

López de Arriola que aparece en algunas escrituras de finales del siglo XVI como

propietaria de varias tierras en Alegría-Dulantzi, algunas de las cuales ponía en

arriendo.

Esta mujer llegó a reclamar en el año 1600 los honorarios a su primo el canónigo Joan

de Lazcano, por haberse hecho cargo de sus propiedades los años que éste había

permanecido fuera del municipio, caso que finalmente se resolvió a favor de Marina

López de Arriola.

Lo habitual era que los padres de familia dejaran constancia en su testamento que los

herederos varones tendrían siempre preferencia sobre las mujeres pero también nos

encontramos con una excepción en el siglo XVII al respecto en Alegría-Dulantzi.

En el año 1638, Joan Fernández Monje, vecino de la villa, hizo constar en su

testamento que la heredera preferente sería su nieta María Díaz de Otazu:

“…quiero y es mi voluntad de mejorar, como mejoro, en el tercio y

remanente del quinto de todos mis bienes muebles y raíces derechos

y acciones presentes y futuras a la dicha María Díaz de Otazu mi

nieta”… “…lo cual le señalo en los bienes que irán declarados con los

vínculos gravámenes y condiciones siguientes”.

(Fuente: Javier Iturre).

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Entre las propiedades señaladas se encuentran unas casas, unas piezas de tierra,

unas huertas y una taza de plata llana con sello dorado en medio. Pero lo que más

llama la atención de su testamento es el hecho de que Joan Fernández Monje desea

que su herencia siempre sea recibida por una mujer antes que por un hombre, incluso

pensando en las generaciones posteriores a su nieta. De esta forma señala:

“…y también que en él haya de suceder y suceda gozar y goce la

dicha María Díaz mi nieta, luego que yo haya muerto, en primer lugar

y por sus largos días, y después de ella su hija mayor legítima que

hubiere de legítima materna y sus hijos legítimos por su grado y

orden y los demás sus descendientes, prefiriendo siempre la hija

mayor legítima a la menor y así de grado en grado, y prefieran al hijo

varón aunque sea mayor de edad”…”porque en el quiero que

habiendo hembras siempre sucedan y se prefieran al varón como

dicho es”.

(fuente: Javier Iturre).

MUJERES PERSEGUIDAS

Por otro lado, hasta la entrada en vigor del Concilio de Trento a mediados del siglo

XVI, era habitual que los curas de la época tuvieran descendencia, y de esta forma,

podemos destacar en el municipio de Alegría-Dulantzi, el caso de Francisca Iñiguez de

Alegría. Francisca se enamoró de un cura llamado Martín Pérez de Leusate, natural de

Eguileta, aunque ejercía en Hijona, y con el que tuvo tres hijos y una hija entre 1594 y

1603. Al estar el Concilio en vigor por aquellos años, Francisca embarazada de su

segundo hijo y a la edad de 31 años fue detenida acusada de amancebamiento con el

cura, delito por el que pasó en prisión 18 días. Fueron el alguacil y el alcalde de la villa

de Alegría-Dulantzi, Pedro López de Abaunza y Domingo López de Oreitia

respectivamente, quienes interpusieron la denuncia, tan solo en contra de Francisca,

ya que el cura padre de las criaturas quedó exento de cualquier delito. Finalmente, la

sentencia determinó que Francisca tendría que pagar una multa de 5000 maravedíes,

y que sería desterrada de la villa durante el período de un año.

Pasado este episodio, Francisca volvió a tener descendencia con el mismo cura, y así

nacieron su tercer y cuarto hijo. En las cuatro ocasiones, en el registro no apareció

ninguna referencia al padre de las criaturas, aunque más adelante todos sus hijos, así

como su hija, adoptarían el apellido de su padre. Además, éste se encargó de que

todos recibieran parte de su herencia una vez falleciera. Aunque los curas legalmente

no podían reconocer el parentesco de sus descendientes, todavía era un hecho

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admitido por la propia sociedad de forma natural, lo cual favorecía que el cura no

renegara de sus hijos e hija.

Cabe señalar, que uno de los hermanos de Francisca, Pascual López de Alegría, fue

en repetidas ocasiones alcalde de la villa de Alegría-Dulantzi. Se desconoce si este

hecho tuvo influencia en un caso similar ocurrido con otra joven del pueblo, que en

esta ocasión, y tras ser acusada por los mismos motivos que Francisca, fue absuelta,

evitando así repetir injusticias del pasado.

LAS BRUJAS

Por otro lado, Álava también sufrió una persecución en contra de las brujas, similar al

acontecido al norte de Navarra con el proceso de Logroño en 1610. Dicho proceso

afectó a 100 personas de la Llanada Alavesa y de la Montaña Alavesa que, además,

necesitaron de traductores en los juicios debido a que muchas de ellas hablaban

euskera. Una de las brujas acusadas era de Alegría-Dulantzi, Francisca Butrón y

López de Larrea, que con tan solo 25 años declaró que era bruja, posiblemente como

consecuencia de las torturas y vejaciones a las que previamente había sido sometida.

Fue precisamente por este motivo, por el que finalmente se repitió el juicio, y en

consecuencia, se les tomó otra vez declaración a las 100 personas acusadas en

Álava, esta vez sin torturas, y todas ellas, inclusive la vecina de Alegría-Dulantzi,

fueron exoneradas y puestas en libertad.

Siglo XX

Estos datos del Siglo XX han sido recopilados en el Focus Group del día 4 de octubre

y en las entrevistas en profundidad que se realizan a familias del pueblo.

La idea era repasar los distintos ámbitos para tratar de visibilizar y reconocer a las

mujeres que se habían distinguido históricamente en cada uno de ellos.

ÁMBITO DE LOS CUIDADOS

En el ámbito de los cuidados cabe destacar a mujeres como Hermenegilda Apellaniz,

que además de ser la matrona del pueblo, siempre acudía a los bautizos, los entierros,

etc. Esta mujer, junto con su marido Román Arregui (con quien tuvo varios hijos/as),

era muy popular en el pueblo, no sólo por el papel que desempeñó, sino por que tanto

ella como su pareja sobrepasaron los 90 años de edad.

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Hay otros vecinos y vecinas del municipio que recuerdan con gran cariño a la partera

Micaela Basaguren, que a pesar de ser de Otxandio pasó casi toda su vida en Alegría-

Dulantzi. Es recordada no solo por el papel que desempeñó, sino también por su

carácter amable y simpático.

ÁMBITO DE LA ENSEÑANZA

En el ámbito de la enseñanza nos encontramos con varios nombres de mujeres. El

pueblo solía contar normalmente con un maestro y dos maestras que a pesar de no

ser éstas originarias de Alegría-Dulantzi, pasaron gran parte de su vida en el

municipio, y es que el profesorado residía en el pueblo mientras desempeñaba su

profesión.

Entre las maestras podemos mencionar a Doña Petra (de origen navarro), casada con

el riojano Manuel Albarrán, también maestro. Esta mujer se dedicó toda la vida a la

enseñanza de niñas. Doña Julia (procedente del valle de Aiala), por su parte, era

maestra de la escuela de párvulos.

Además de estas dos mujeres, en el municipio se recuerdan otras maestras que han

desempeñado su labor en Alegría-Dulantzi en épocas diferentes, como Doña Estrella,

que vino desde Burgos y estuvo pocos años en el pueblo, o Doña Lucía.

También desempeñó labores de maestra Doña Julia Idígoras que sin tener el título

ayudó mucho a los niños y niñas de su época. Era una mujer soltera y sin

descendencia y fue admirada por el empeño en su trabajo.

ÁMBITO DE LA SALUD

En el ámbito de la salud en el pueblo se recuerda con cariño a “La pititis”, soltera e hija

de don Tirso, el farmacéutico a quién ella solía ayudar en el trabajo. Como anécdota

sobre ella, cuentan algunos vecinos y vecinas que en sus últimos años sufrió

trastornos mentales por razones que se desconocen, y que a los niños y niñas de la

época les provocaba cierto miedo.

Matilde fue mujer de otro farmacéutico llamado Juan Antonio Garmendia. Era muy

amable y también solía despachar en la farmacia junto con su marido.

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También se recuerda en el pueblo a Casilda Leibar Díaz de Durana nacida en 1893,

más conocida como “La Colina” y proveniente de la familia de los Amadeo, que

preparaba medicinas y pócimas a base de hierbas. Esta mujer, sus últimos años,

quedó muy afectada por la muerte de un hijo suyo en la guerra civil.

Micaela Muguerza fue maestra en Mallabia (Bizkaia), profesión que abandonó cuando

contrajo matrimonio con el médico de Alegría-Dulantzi, Carlos Lazpita Aldecoa.

Micaela ayudaba mucho a su marido prestando atención a las personas que acudían a

la consulta y tranquilizando a la gente enferma (preparaba manzanillas, tenía palabras

de aliento, etc).

Micaela provenía de una familia muy religiosa e intervino en la educación de sus hijos

e hijas basándose en sus creencias. El matrimonio tuvo mucha descendencia. Tras el

fallecimiento de un hijo y dos hijas (una hija falleció con tan solo 15 años por difteria y

otra a la edad de 18 con meningitis), sobreviven dos, quienes siguieron los pasos de

su padre y su madre, ya que han ejercido como médicos en Vitoria-Gasteiz.

ÁMBITO DEL CAMPO

En el ámbito del campo todas las mujeres destacaron ya que era el medio de vida de

aquella época en Alegría-Dulantzi. Pero dentro de este mundo agrícola cabe destacar

a la o las primeras mujeres que condujeron un tractor, como fue el caso de Amparo

Ortiz de Pinedo o Raquel Arregui. Antes no había tractores, se solía trabajar con

carros y bueyes, por eso es habitual que estas mujeres pioneras sean de un tiempo

más cercano al nuestro. Cuando se sacaron el carnet para conducir el tractor fue una

novedad, muy comentada en el pueblo.

Otros vecinos y vecinas destacan a otra mujer del campo cuyo nombre es Isabel

López de Gauna (esposa de Simón Díaz de Espada). La recuerdan como una de las

mujeres que más duro trabajó en el campo. Pero también existió Marcelina Arregui,

que se quedó viuda muy joven tras el asesinato de su marido al ser atacado por

ladrones. Ella sola tuvo que salir adelante con cinco hijos y trabajar las tierras

agrícolas para poder atender a su familia.

ÁMBITO DE LA CULTURA

En el área de cultura cabe destacar una organización formada por mujeres entorno a

la institución de la Iglesia denominada “Las hijas de María”. Normalmente eran siete

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mujeres, que se iban rotando (por lo que muchas mujeres formaron parte en algún

momento de este colectivo) y se ocupaban de la limpieza de la Iglesia y de mantener

la tradición religiosa.

Destacan entre “Las hijas de María” las hermanas Ibañez de Garayo entre las que se

encuentran Flora (esposa del siguiente secretario de Alegría-Dulantzi) e Isabel Ibáñez

de Garayo (madre del actual alcalde del municipio). Estas cinco hermanas se

quedaron huérfanas de padre muy jóvenes por lo que tuvieron que trabajar muy duro

junto con su madre para sobrevivir.

Otra de las hermanas Ibañez de Garayo, Felicidad, cuidaba de la ermita de Aiala,

tradición que ha pasado a su hija, Felicidad Uriarte, que a día de hoy sigue

encargándose del mantenimiento y la limpieza de la ermita.

Entre las mujeres más importantes que pasaron por esta organización destaca, Sabina

Altuna, hija de un molinero. Tras pasar muchos años soltera, finalmente se casó con

un maestro de San Vicente de Arana. Además de dedicar mucho tiempo y trabajo a la

Iglesia era una mujer muy culta para su época y demostró tener perspectiva para los

negocios.

Tras prepararse en apicultura en Madrid y Valladolid abrió una granja en Alegría-

Dulantzi en la que, según dicen, aglutinó más de 2000 gallinas, y se dedicó

profesionalmente a vender los huevos que producía su granja hasta que ésta quedó

destruida en un incendio.

MUJERES PIONERAS

Sabina Altuna sería un ejemplo de mujer pionera con su granja de 2.000 gallinas. Otra

mujer empresaria valiente para su época y que rompió moldes fue Brígida Uriarte,

esposa del secretario de aquellos años, Pedro Ruiz de Alegría, quien también era

organista. Lo que más destacó de esta mujer fue su capacidad emprendedora. Brígida

Uriarte, que tuvo 8 hijos/as (una de ellas, Mª Ángeles Ruiz de Alegría, ejerció como

maestra fuera del municipio), fundó una cooperativa de alimentos de consumo por

iniciativa propia cuando contaba con alrededor de 40 años. Trabajaba con productos

como el trigo y los cereales para poder así mantener su empresa, una tienda de

alimentación en Alegría–Dulantzi. El negocio lo llevaba ella sola, dato que aumenta su

valía.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 17

El estanco de Alegría-Dulantzi, que cumplía las funciones de tienda de ultramarinos,

también fue regentado por mujeres, en concreto por Jesusa Ruiz de Mendoza, que

trabajó en el puesto que anteriormente ocupaba su prima Aurora. Jesusa se quedó

viuda muy joven con tres hijos varones a su cargo a quienes logró guiarles por el

camino de los estudios.

ÁMBITO DEL ASOCIACIONISMO DE MUJERES

Hace casi 22 años un grupo de mujeres preparó una asociación, la actual Asociación

Amas de Casa de Alegría-Dulantzi, cuya primera presidenta fue Rosa Recuero. Cabe

destacar que antes de la formalización oficial ya se reunían estas mujeres en la iglesia,

en lo que denominaban Cultura Popular, para hacer, sin dinero y con multitud de

dificultades, manualidades u ofertar cursillos. Estas actividades por sí solas ya son

destacables por realizarse en un municipio tan pequeño como era Alegría-Dulantzi en

aquellos años. A día de hoy, Celia González es la presidenta de la Asociación de

Amas de Casa.

Por otro lado, y en otros ámbitos, nos encontramos con figuras como la de Felisa

Sagasti, quien además de ser agricultora se dedicó a escribir versos que fueron

publicados en varios librillos; o a la monja Margari Ruiz de Arcaute, que tras estudiar

enfermería y con poco más de veinte años viajó por el mundo como misionera en

países como Sudán, Chile o Filipinas.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 18

5.2 Mujeres con historia

AMPARO ORTIZ DE PINEDO ALVAREZ

(11/09/1945)

Amparo Ortiz de Pinedo nació en Alegría-Dulantzi en 1945, en la misma calle en la

que se crió y en la que vive aún a día de hoy, la calle Dulantzi. Ella, junto a sus dos

hermanas, es hija de de un matrimonio dedicado a la agricultura y, desde pequeña, ha

vivido en torno a esta profesión. Cuando era niña ayudaba a su padre en el campo no

sólo por necesidad, sino porque a ella le gustaba este trabajo.

Acudió a la escuela de chicas hasta los catorce años pero, tal y como era habitual en

aquellos tiempos, había temporadas en las que faltaba al colegio. Esto era lo normal

en las familias que sobrevivían gracias a la agricultura, sobre todo, cuando llegaba la

época de la siembra de la patata, donde toda ayuda era poca.

Una vez terminó la escuela, Amparo asistió a clases nocturnas durante dos o tres años

más en Alegría-Dulantzi. Al ser mujer, tuvo que aprender a coser y a hacer el resto de

las tareas habituales correspondientes al hogar, y a ellas se dedicaba la mayor parte

del tiempo durante el invierno.

De las tres hermanas, Amparo era la más fuerte físicamente y, aunque otra de sus

hermanas también ayudaba a menudo en las tareas agrícolas, ella fue la más decidida

y la que todos los días acompañaba a su padre al campo, principalmente, por una

razón: era la única de las hijas que sabía conducir el tractor. Por lo tanto, estos fueron

los principales motivos para que, tras la jubilación del padre, Amparo se convirtiera en

la titular de la explotación agrícola.

Amparo se sacó el carné para conducir tractores a los 18 años. Su padre se iba

haciendo mayor por lo que fue ella quien comenzó a hacerse cargo de esos trabajos

que dependían del uso del tractor. De esta manera, Amparo se erigió en una de las

primeras mujeres tractoristas de Alegría-Dulantzi y de los alrededores.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 19

Su padre siempre se mostró muy contento de que sus hijas y, en concreto, Amparo,

vivieran como suyo el trabajo en el campo.

Nuestra protagonista recuerda cómo, al principio, la gente se quedaba mirándola

cuando la veían conducir el tractor, sobre todo, esas personas de fuera del municipio

que iban a hacer negocios a Alegría-Dulantzi. Como fue el caso de aquel cosechador

navarro que apareció por el pueblo y, no sólo se asombró al ver a una mujer

conduciendo un tractor, sino al constatar que Amparo conducía bien la máquina y se

atrevía, incluso cargada de peso, a atravesar caminos algo complicados.

Tras lograr la titularidad de las tierras, a la edad de 27 años, Amparo Ortiz de Pinedo

contrajo matrimonio con Carlos López de Aberasturi, un vecino de Alegría-Dulantzi. En

un principio, su marido trabajaba en una empresa por cuenta ajena mientras Amparo

continuaba con la explotación, pero, aprovechando unos momentos difíciles por los

que atravesó la empresa, Carlos decidió cambiar de profesión y unirse a su mujer en

el campo. Así, juntos, fundaron una sociedad civil llamada ‘Amparo y Carlos’. Una

empresa agrícola que se dedicó, principalmente, al cultivo de patatas de siembra y

cereal. Asimismo, durante algún tiempo, también llegó a producir remolacha y alubia

verde. Amparo recuerda cómo, en una ocasión, una persona le dijo: “Haces trabajo de

hombres”; a lo que ella respondió: “No hago un trabajo de hombres, hago el trabajo

que a mí me gusta”.

Además de dedicarse a su profesión, Amparo tuvo que conciliar su vida laboral y

familiar, así como realizar las tareas propias del hogar. Reconoce que, para conciliar el

trabajo doméstico con el trabajo agrícola, era indispensable “dejar de hacer unas

cosas para poder hacer otras”, siendo la atención prestada a su hija e hijos lo

primordial y prioritario.

Tras una vida en activo dedicada plenamente a la agricultura, Amparo se jubiló en el

mes de septiembre de 2010, con 65 años. Es ahora, una vez retirada, cuando dedica

más tiempo a las tareas del hogar, aunque sigue cogiendo el tractor de vez en cuando.

Fruto de su matrimonio con Carlos, nacieron una hija y dos hijos, quienes no continúan

con la empresa familiar ya que se han preparado para desempeñar carreras

profesionales alejadas de la agricultura y, a pesar de vivir en Alegría-Dulantzi, trabajan

en Vitoria-Gasteiz en sus respectivas profesiones.

Amparo y su marido siempre pensaron que era importante que su descendencia

estudiara para poder tener una alternativa laboral al campo porque, tal y como dice

Amparo, “el trabajo en el campo siempre lo tendrán disponible en su propia casa”.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 20

Amparo Ortiz de Pinedo, además de haber sido una de las primeras mujeres de

Alegría-Dulantzi en convertirse en titular de una explotación agraria, y una de las

primeras también en obtener el carné para conducir un tractor, también ha sido una

mujer que ha disfrutado de su trabajo y de la vida del campo y la agricultura, un ámbito

relacionado tradicionalmente al sexo opuesto. Ella misma reconoce estar muy

orgullosa de la que durante años ha sido, además de su vida, su profesión.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 21

ASCENSIÓN ALTUNA NIEVA

(09/05/1915 – 15/03/1997)

Ascensión Altuna nació en Alegría-Dulantzi en 1915. Era hija de Ignacio, el molinero

del pueblo, y de Lucía, quien, además de realizar las labores domésticas, también

colaboraba en las tareas del molino y del aserradero que poseían. El matrimonio tuvo

cuatro descendientes, dos hijas, Sabina y Ascensión, nuestra protagonista, y dos hijos,

Goyo y Guillermo.

Además del molino y del aserradero, la familia Altuna contaba con una presa de agua

situada encima del molino en la que, tras realizar la oportuna inversión, colocaron unas

turbinas gracias a las cuales pudieron proporcionar luz durante un tiempo a algunas

localidades cercanas. Esta obra fue fruto del trabajo del abuelo de Ascensión Altuna,

Hermógenes, quien, por cierto, era euskaldun y transmitió su idioma a sus hijos,

motivo por el que Ascensión también llegó a tener algunos conocimiento básicos de

esta lengua.

Ascen, como la llaman quienes la conocieron, acudió a la escuela hasta los nueve

años. Como era habitual en aquella época, las maestras le enseñaron, como al resto

de niñas, a realizar las tareas domésticas y, sobre todo, a coser. Ascen logró, de esta

forma, ser una buena costurera, oficio que también le gustaba. Por tanto, en su

infancia y adolescencia, se dedicó a los trabajos de casa, pero también colaboraba en

el molino y en el aserradero. Durante esta época de su vida, Ascen fue una mujer muy

cuidadosa y detallista, al contrario que su hermana Sabina, una niña traviesa y muy

activa. De hecho, su hermana solía jugar, a menudo, a pelota mano en el pueblo,

afición que no compartía Ascen.

Doña Petra, la maestra de entonces, le llamaba a Sabina “tarasca”, precisamente,

porque jugaba a este deporte y porque no hacía las tareas destinadas, en teoría, a las

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 22

mujeres. Ascen, por su parte, prefería hacer trabajos manuales durante su infancia. En

cualquier caso, Ascen también era una mujer alegre durante su juventud y le gustaba

la música y el baile. Además, fue una niña muy recurrente y espontánea, a la que su

abuelo le solía decir con cariño: “Le sacas chispa a todo, eres como Tolstoi”.

Paradójicamente, con el paso de los años, las hermanas se intercambiaron los

papeles. Al hablar del molino de Alegría-Dulantzi, no podemos dejar de mencionar el

negocio que montó Sabina con poco más de veinte años.

La hermana de Ascen estudió apicultura en Madrid y Valencia, y adquirió los

conocimientos necesarios para montar, una vez de vuelta a Alegría-Dulantzi, una

granja al lado del molino, en la que llegaron a tener hasta dos mil gallinas. Un

cortocircuito provocó que la granja se incendiara, por lo que el negocio finalmente no

prosperó. De todas formas, durante aquellos años, a cada hijo e hija le tocaba o se le

asignaba un papel en la vida. Por este motivo, cuando Ascen era más mayor, solía

comentar: “A Sabina le tocó estudiar, a mí me tocó trabajar”. Fue a raíz de estos

caminos tan distintos que tomaron ambas hermanas por lo que Sabina fue

considerada una “señorita” frente a Ascen, que era la “trabajadora”, justo lo contrario

de lo que aparentaban ser de pequeñas.

En el molino se molían cereales, según campaña o época del año, y acudían vecinos

y vecinas de todos los pueblos de alrededor. Una vez llenaban los sacos del cereal

molido, los cargaban en los carros que, posteriormente, acarrearían los bueyes. En el

aserradero cortaban leña y hacían tablones a la medida que solicitaran las personas

interesadas. Ascen, junto con su hermana y sus dos hermanos, solía colaborar de niña

en estos trabajos y, cuando se juntaban con sus primos, no eran pocas las veces que

hacían alguna que otra travesura. La más recordada es la siguiente: Cuando los

agricultores iban al molino con su cereal para que fuera molido, solían aprovechar la

espera para echar una cabezadita. Era entonces cuando Ascen, junto con el resto de

la chavalería, aprovechaba para coger la boina del agricultor y darle la vuelta antes de

volver a colocársela en la cabeza sin que se diera cuenta. Cuando el hombre

despertaba, cargaba sus sacos en el carro y se marchaba sin percatarse de que su

boina se encontraba al revés. Como era lógico, los niños y niñas se lo pasaban en

grande con estas pequeñas travesuras.

Pasaron los años y Ascen, que fue soltera toda su vida, fue madre a la edad de 38

años fruto de un amor pasajero. A pesar de vivir en una época tan conservadora y

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 23

tradicional, Ascen decidió seguir adelante con su embarazo y, de esta forma, tuvo a su

hija Mariví (hoy en día se llama Ikerne) en el año 1953, en pleno franquismo. Al tomar

esta valiente decisión, tuvo que enfrentarse a muchos temores, tanto ajenos como

propios, y es que ser madre soltera era un pecado. Ascen sufrió mucho durante los

primeros años porque tuvo que luchar contra su propia conciencia y contra los

reproches de su familia, a quien le costó asumir la realidad. Su sufrimiento no sólo fue

causado por la situación vivida de puertas para adentro porque su padre fuera muy

estricto con ella, sino también por la realidad de puertas para afuera ya que, a pesar

de que muchos vecinos y vecinas le ayudaron y apoyaron, hubo otras personas que le

criticaron, extendiendo las habladurías por el pueblo.

Afortunadamente, los malos tiempos pasaron, y la niña que Ascen trajo al mundo

pronto se convertiría en “el juguete” que todos y todas, tanto la familia como el pueblo,

llegaron a aceptar y a querer. Ascen se sintió muy orgullosa de haber decidido ser

madre soltera. Mariví fue criada por su madre en Alegría-Dulantzi hasta los doce años,

edad en la que la niña tuvo que trasladarse a Vitoria-Gasteiz, a casa de su tía Sabina,

para poder proseguir con sus estudios. Por tanto, la niña pasaba el curso escolar en

Vitoria-Gasteiz, pero volvía al pueblo y a casa de su madre durante el verano y las

vacaciones.

Ascensión, por su parte, vivió en la casa del molino hasta el momento en el que su

padre falleció. Fue entonces cuando ella también se trasladó a Vitoria-Gasteiz, a vivir

junto con su hija, su hermana Sabina y el marido de ésta. Mientras permaneció en

Alegría-Dulantzi, Ascen continuó trabajando en el molino. Lo hacía desde muy

temprano por la mañana hasta la noche sin parar, de sol a sol. Dedicaba casi la

totalidad de su tiempo a este trabajo, compartiendo las tareas del hogar con su madre.

En un principio, los hermanos también solían colaborar en el molino pero, con el

tiempo, fueron marchándose de casa.

Ascensión era una mujer muy alegre y esta característica fue la que marcó su

carácter. Gracias a ello fue, y sigue siendo, muy apreciada por los vecinos y vecinas.

Su alegría disminuyó cuando su madre falleció, ya que estaban muy unidas y su falta

le provocó una gran tristeza. De hecho, a pesar de vivir los últimos años de su vida en

Vitoria-Gasteiz, fue enterrada en Alegría-Dulantzi con su madre y su padre por deseo

expreso.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 24

Recordaremos, por tanto, a Ascensión Altuna como una madre coraje y una mujer

trabajadora y valiente para su tiempo, cuya trayectoria por Alegría-Dulantzi no pasó

inadvertida y no debería ser olvidada.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 25

BRÍGIDA URIARTE QUIROS

(08/10/1880 – 10/04/1954)

Brígida Uriarte, hija de un maestro llamado Pedro Uriarte, nació en Arangiz (Álava) en

1880. A pesar de que su padre era originario de Alegría-Dulantzi, como consecuencia

de su profesión fue destinado a varias localidades. Cuando ejerció de maestro en

Aranguiz (Álava), nació Brígida, la primera de ocho hermanos/as y en sus otras dos

residencias, Biurrun Campanas y Olazagutia (Navarra), nacieron el resto, Años más

tarde, tres de los hermanos de Brígida Uriarte emigrarían a Argentina, mientras que el

resto permaneció en Euskadi.

Brígida se instaló en Alegría-Dulantzi cuando contrajo matrimonio con el secretario de

dicho municipio, Pedro Ruiz de Alegría. Se casó joven y tuvo seis hijos y dos hijas

(una de las cuales vive actualmente). Su marido había sido, previamente, el secretario

de Santa Cruz de Campezo y del valle de Harana, pero, después de cuatro años, le

trasladaron a Alegría-Dulantzi. Además, Pedro también tocaba el órgano, cumpliendo

así con el deber de colaborar con la Iglesia en calidad de secretario. Aún así, cumplía

dicha función con satisfacción y llegó a impartir clases de solfeo en Alegría-Dulantzi.

Mientras su marido ejercía su profesión, que no abandonó hasta jubilarse, Brígida

trabajó en una cooperativa de consumo de la que, posteriormente, también fue

propietaria. Con un número tan elevado de hijos e hijas (ocho) y con el sueldo del

secretario que, por aquellos tiempos, no era demasiado alto, se vio obligada a aportar

económicamente al sustento de la familia.

Comenzó a manejar la cooperativa con, aproximadamente, 30 años. Dicha cooperativa

de consumo tenía relación con lo que se denominaba como la ‘Alhóndiga’, un “arca de

misericordia” donde se recogía trigo, cebada y otros cereales y donde también se

atendía a la gente pobre o necesitada.

Brígida Uriarte mantuvo la cooperativa abierta durante, más o menos, 20 años. A

pesar de haber recibido tan sólo unos estudios básicos durante su infancia, las

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 26

personas que le conocieron destacan de ella lo inteligente que era; ella sola hacía

todas las cuentas necesarias y se encargaba de todo el negocio.

De esta forma, pudo dar salida a todos sus hijos quienes comenzaron su trayectoria

individual como frailes o curas, camino que cada uno de ellos fue abandonando con el

tiempo. Sólo uno de los hijos volvió a Alegría-Dulantzi, Paco Ruiz de Alegría, que

trabajó como agricultor y que, ocasionalmente, ayudaba a su madre con el negocio.

Los demás hicieron su vida fuera del municipio, como fue el caso del primer hijo de

Brígida, Aurelio, que tras pasar unos años en un seminario, con tan sólo 20 años se

marchó hacia Filipinas, en concreto a Manila, donde además de comenzar una nueva

vida más aventurera, contrajo matrimonio con una mujer autóctona. Otro dato

anecdótico de este hijo de Brígida es que era pianista y llegó a tocar en el teatro suizo

de Vitoria-Gasteiz.

Una de sus dos hijas, María Ángeles, vive todavía y es una de las mujeres de más

edad de Alegría-Dulantzi (tiene 105 años). En sus tiempos, fue maestra de profesión

pero nunca ejerció en el pueblo.

Como parte de la cooperativa, Brígida contaba con una tienda ubicada en los bajos del

Ayuntamiento, en la que vendía y expendía toda clase de productos alimenticios (pan,

galletas,…). Hay vecinos y vecinas que recuerdan cómo, muchas veces, fiaba a la

gente que se encontraba en una situación económica mala y es que, además de ser

una mujer trabajadora, era también muy bondadosa.

Tras 20 años dirigiendo la cooperativa, decidió cerrar sus puertas cuando su hijo Paco

contrajo matrimonio a los 22 años. Fue el momento en el que todos sus hijos e hijas se

emanciparon, por lo que ya no tenía la necesidad económica de continuar con el

negocio.

Brígida, durante los años que mantuvo la cooperativa y la tienda, pudo conciliar su

familia con el trabajo gracias a una hermana suya, que antes de marcharse a

Argentina, le ayudaba a realizar las tareas domésticas y a criar a su descendencia.

En sus años de retiro, Brígida destacó por ser una “jugadora de cartas empedernida”.

Mucha gente del pueblo recuerda que, los últimos años que vivió en Alegría-Dulantzi,

ella y otras personas se reunían diariamente a jugar a cartas para pasar un rato

divertido.

Cuando su marido se jubiló, se trasladaron a Donostia a vivir en casa de su hija Julia.

Aquí pasó los últimos años de su vida. Durante su estancia en esta ciudad, Pedro

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 27

Uriarte llegó a tocar como organista segundo en la Catedral del Buen Pastor. Pero no

fue en Donostia donde murió Brígida sino en Alegría-Dulantzi, a donde fue a pasar

unos pocos días a visitar a sus seres queridos. Fue aquí donde pasó sus últimos

momentos, Brígida falleció a los 74 años de edad tras sufrir un infarto.

Brígida Uriarte fue una mujer adelantada a su tiempo. A pesar de tener una educación

básica, gestionó durante más de veinte años una cooperativa logrando sacar adelante

a su extensa descendencia.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 28

CELIA GONZALEZ NUÑEZ

(05/02/1942)

Celia González nació en 1942 en un pueblo de la

provincia de Ciudad Real, Castilla la Mancha, en

la cuna de una familia de herreros. Cuando

contaba con 17 años tuvo que emigrar con parte

de su familia a Madrid y, a pesar de que algunos

miembros de su familia se instalaron

definitivamente en esta ciudad, como fue el caso

de su hermana, con 21 años Celia decidió ir a

Vitoria-Gasteiz.

Fue en la capital vasca donde contrajo matrimonio con Manuel Bacete Fernández,

también de la provincia de Ciudad Real, con quien convivió en dos domicilios

diferentes de Vitoria-Gasteiz antes de trasladarse a Alegría-Dulantzi.

Manuel trabajaba en una fábrica de recauchutado de ruedas pero, en el año 1966, el

director de esta fábrica decidió montar un taller en la estación de Alegría-Dulantzi,

motivo por el cual Celia y Manuel terminaron viviendo en dicho municipio.

Cuando llegaron a Euskadi, Celia percibió muchas diferencias entre las formas de vida

vasca y manchega. Le llamó la atención, por ejemplo, la oscuridad. Y no sólo la

oscuridad en general debido al clima, sino la de las casas, que contrastaba con la

luminosidad y la blancura que caracterizan a la mayoría de las casas en su pueblo

natal. Pero pronto descubriría que, en el interior de esas viviendas oscuras, se iba a

encontrar con hogares bien preparados y con unas personas muy bien educadas. Así,

Celia tomó la determinación de que tenía que echar raíces en el pequeño pueblo de

Alegría-Dulantzi para que, de esta forma, sus hijos tuvieran también un fuerte arraigo a

la localidad. A pesar de que son habituales sus viajes a Cuidad Real, confiesa que no

volvería a vivir allí porque, a día de hoy, ella ya se siente “de aquí, vasca”.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 29

Una vez instalada en Alegría-Dulantzi, Celia se dedicó principalmente al cuidado de su

familia y de sus cuatro hijos, todos ellos varones, pero también realizó ciertas

actividades productivas fuera del hogar.

Su principal oficio fue la costura y, además de trabajar como costurera para dos

tiendas de ropa, una en Madrid y otra en Vitoria-Gasteiz, también cosía la ropa a sus

hijos, a quienes acostaba temprano para poder dedicarse a dicha tarea. Asimismo,

como consecuencia de la necesidad de supervivencia, mientras sus hijos acudían a un

colegio de Vitoria-Gasteiz, Celia también despeñó diferentes trabajos como el de

recoger, sembrar y seleccionar patatas; o el de limpiar la ikastola y la sociedad

gastronómica de Alegría-Dulantzi para, de esta manera, colaborar económicamente al

sustento familiar.

Así, Celia recuerda con añoranza el hecho de que, hasta después de nacer su cuarto

hijo, no pudieran comprarse una lavadora automática. Hasta entonces y, sobre todo,

cuando no tenían agua en casa, debía ir, al igual que la mayor parte de las mujeres, al

lavadero o al río a lavar la ropa, actividad a la que se fue acostumbrando con el paso

de los años.

Su principal ilusión en la vida han sido sus propios hijos. Durante una temporada,

acudió a la Escuela de Padres y Madres de Alegría-Dulantzi para compartir su

experiencia con las personas jóvenes, consciente de que educar a los hijos e hijas es

una tarea complicada. Celia está convencida de que hay que renovarse y actualizarse

continuamente y adaptarse a los cambios de la sociedad en la que vivimos para, así,

poder ofrecer una educación adecuada a los hijos e hijas. De esta forma, y tras el paso

por la Escuela de Padres y Madres, Celia pudo reconocer “que no lo había hecho tan

mal” con sus hijos.

A pesar de que fueron pocos los años de estudio en el colegio, Celia siempre ha

tratado de aprender de todo un poco. Ella no quería ser sólo ama de casa, “necesitaba

más”. En muchas ocasiones se encontraba sola con cuatro hijos a su cargo,

trabajando y llevando una vida muy sacrificada y, poco a poco, le fueron surgiendo

muchas inquietudes. Cuando sus hijos se hicieron mayores, Celia entró a formar parte

de la asociación de mujeres de Alegría-Dulantzi, denominada Asociación de Amas de

Casa de Alegría-Dulantzi, grupo que se creó a partir de los Centros de Cultura

Popular, en los que, por cierto, Celia impartió clases de costura. La asociación siempre

ha colaborado estrechamente con el Ayuntamiento de Alegría-Dulantzi, participando

en diversas actividades y dinamizando las fiestas populares y las romerías (como la de

Aiala), preparando pintxos y zurracapote, por ejemplo.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 30

En todas estas actividades Celia ha tratado de participar activamente. De hecho, ha

sido presidenta de la asociación en varias ocasiones, siendo la primera vez en la

década de los noventa.

Celia es una mujer muy activa socialmente, no sólo forma parte de la Asociación de

Amas de Casa sino que, además, formó parte del coro de Aiala durante 6 años y

ocupa el puesto de vocal (junto con otra mujer) de la Junta Directiva del Centro de

Personas Jubiladas, así como de la Red de Mujeres Rurales de Álava. Por tanto, Celia

González ha cumplido con su propósito de echar raíces en Alegría-Dulantzi siendo,

además de una mujer trabajadora, una de las personas que más ha aportado al

pueblo.

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FELISA SAGASTI BERASATEGI

(14/01/1900 – 18/11/1998)

Felisa Sagasti nació en Alegría-Dulantzi en el año 1900 y, tras gozar de buena salud

durante toda su vida, falleció con 98 años en esta misma localidad. Con tan sólo tres

años se quedó huérfana de padre, lo que supuso que su madre se quedara viuda con

dos hijas y un hijo, Felisa, Lucía y Blas. Como consecuencia de la muerte de su padre,

y a pesar de que su madre se volviera a casar, el hecho de que la familia contara con

pocos medios provocó que Felisa tuviera que marcharse a Bilbao a casa de un tío y

una tía que no tenían descendencia, y allí pasó parte de su infancia. Los años que

vivió en Bilbao acudió a la escuela y aprendió solfeo y música.

Su tío y su tía eran carpinteros y, cuando Felisa contaba con alrededor de nueve años,

volvieron a Alegría-Dulantzi, donde montaron un pequeño taller de carpintería en el

bajo de su vivienda de la calle Fortaleza.

Cuando Felisa se hizo adulta, trabajó en la fábrica de molduras del municipio. Después

de unos años trabajando, se casó con Dimas Arregui, natural de Alegría-Dulantzi, con

quien tuvo siete hijas. Durante los primeros años de matrimonio, su marido se dedicó,

principalmente, a hacer escobas, aunque también labraba algunas pequeñas tierras de

su propiedad. Más adelante, cogieron un arriendo con una casa y más fincas.

Felisa Sagasti también trabajó muy duro en el campo y con los animales, labores que

era difícil que le gustaran por lo duras que resultaban en aquella época, en la que

apenas existía maquinaria y tenían que hacerlo todo a mano. En un mundo, el del

trabajo agrícola, dominado por hombres, el matrimonio contó con la colaboración de

sus siete hijas. Las hijas cuentan a día de hoy que, en ocasiones, lo más complicado

era “tener que mandar a los hombres”, porque hacerse respetar entre ellos suponía

tener que hacer un mayor esfuerzo para lograrlo. A pesar de esto, las hijas inciden en

que se sienten muy orgullosas de su pasado.

Sólo una de las hijas de Felisa, la quinta, continuó como agricultora cuando se casó, y

fue a vivir a pocos kilómetros de Alegría-Dulantzi. A pesar de conducir el tractor desde

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1971, se sacó el carné tres años después, lo que le convirtió en una de las primeras

mujeres de la zona en conducir un tractor, y la única de su familia.

Por su parte, Felisa Sagasti, tuvo que conciliar los trabajos del campo con el cuidado

del hogar y de la familia. En su casa, como la mayoría de las mujeres de su tiempo,

cosía la ropa de sus hijas y se encargaba de confeccionarles los vestidos. Por tanto,

era una mujer muy trabajadora, tanto dentro como fuera del hogar.

Pero, por otro lado, siempre sacaba un hueco para disfrutar de sus aficiones, como el

ganchillo, hacer tapetes y colchas, y la lectura, uno de sus mayores entretenimientos.

Además de gustarle leer también le divertía observar a las personas que le rodeaban,

lo que le ayudó, con casi 70 años, a desarrollar su faceta de escritora de poemas,

cuentos infantiles que contaba a sus nietos y nietas, y cantares. Porque Felisa cantaba

a menudo.

Era una mujer que se relacionaba mucho con la gente del pueblo, de hecho, se solía

reunir casi a diario con sus amistades de Alegría-Dulantzi con quienes pasaba un rato

agradable y divertido compartiendo vivencias y cantando.

Tanto le gustaba la música que tuvo un deseo que no pudo ver hacerse realidad: le

hubiese hecho gran ilusión que sus nietas cantaran en televisión los cantares que ella

misma escribía. Su familia recuerda, a día de hoy, cuánto empeño puso en ello.

En general, tenía mucha facilidad para escribir ya fueran poemas, cuentos o cantares.

Fruto de sus largas observaciones en silencio obtenía las ideas básicas de sus

escritos. Siempre que se reunía con su familia o sus amistades apuntaba mentalmente

las anécdotas que iban surgiendo y con ellas elaboraba sus cantares y poemas. Esta

atenta observación en silencio le hacía parecer una mujer inexpresiva y seria, pero lo

cierto era que vivía con pasión todos los momentos compartidos con sus seres

queridos. Por tanto, su familia asegura que Felisa fue, aunque a su manera, una mujer

muy feliz, y que se mostraba orgullosa de su familia.

Tras tener varios poemas escritos, Felisa Sagasti tuvo la iniciativa de buscar enlaces

para editarlos. Gracias al profesor Don Antonio y su esposa Mª Carmen, con quienes

tenía gran confianza, su deseo pudo hacerse realidad. Mª Carmen fue la encargada de

pasar a máquina todos los escritos de Felisa que más tarde serían editados.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 33

Felisa Sagasti trabajó muy duro en el campo durante gran parte de su vida, lo que no

le impidió desarrollar su faceta más artística y creativa y compartirla con sus seres

queridos.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 34

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 35

JESUSA RUIZ DE MENDOZA

(1894 - 1960)

Jesusa Ruiz de Mendoza nació en Alegría-Dulantzi en 1894. Era hija del boticario de

aquella época y provenía de una familia destacada, de un linaje importante, pero

siempre fue considerada por el resto de vecinos y vecinas como una persona muy

humilde. Se casó con Juan Azurmendi, originario del pueblo de Ibarguren (Álava).

Tras la muerte de su marido, que falleció víctima de un trágico accidente, Jesusa se

quedó viuda con tan sólo 30 años y con tres hijos a su cargo, uno de 6 años, otro de 4

y el pequeño con 8 meses.

Antes de hacerse responsable del estanco de Alegría-Dulantzi, regentó una pequeña

tienda en la calle Mayor, en un local situado delante de su futuro negocio del estanco.

En la parte trasera de esta tienda, la familia de Jesusa contaba con una huerta que

abastecía a la tienda de productos. Terminó por hacerse con el estanco cuando su

prima Aurora, primera titular del negocio, decidió traspasarle el comercio, que no sólo

era un estanco sino que vendía todo tipo de productos, al estilo de los antiguos

Ultramarinos.

Gracias a este negocio, Jesusa sacó adelante a su familia. Concilió vida laboral y

personal con la ayuda de sus familiares, y logró que todos sus hijos estudiaran en

Vitoria-Gasteiz y se convirtieran en buenos profesionales. Dos de ellos estudiaron

Veterinaria. Tras la muerte de uno en la guerra, el segundo hijo, José Azurmendi, se

convirtió en el veterinario de Alegría-Dulantzi durante muchos años.

Al tener que desempeñar el papel de padre y madre al mismo tiempo, Jesusa

desarrolló un fuerte temperamento. A día de hoy, sigue siendo considerada por parte

del pueblo como una mujer modelo para su tiempo, muy trabajadora y luchadora, que

se preocupó por sus hijos, logrando que éstos tuvieran una buena profesión.

Su tercer hijo, Cayetano, fue quien se hizo cargo del estanco, comprándolo en

propiedad, una vez que su madre optó por retirarse. Antes de esto, era la mujer de

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 36

Cayetano, Elena, quien ayudaba a su suegra en el estanco atendiendo a la gente que

acudía a comprar. De hecho, algunas vecinas recuerdan cómo era habitual ver a

Elena en un comedor que había dentro del local, donde cosía punto y hacía jerseys

con una máquina.

Los últimos años de su vida, Jesusa, enferma, fue cuidada por sus hijos y nueras (que

eran hermanas, Elena y Mercedes).

Al igual que su prima Aurora, Jesusa también tuvo que hacer de prestamista en más

de una ocasión. Ayudaba a la gente del pueblo siempre que lo necesitaba. Los vecinos

y vecinas le apreciaban mucho, precisamente, porque no era usurera. Más bien todo lo

contrario, se preocupaba por la situación económica de las personas y les apoyaba en

la medida de lo posible. Ni Aurora ni Jesusa agobiaban a las personas que les debían

dinero, siempre confiaban en que se lo devolvieran en cuanto pudieran.

Teniendo en cuenta, además, que era una “señora” proveniente de una buena familia,

el hecho de que no presionara a las personas a las que prestaba dinero provocó que

la gente le adorara. Y ese sentimiento persiste a día de hoy en todos los vecinos y

vecinas que la recuerdan, quienes no se cansan de repetir lo buena persona que era.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 37

MARCELINA ARREGUI RUIZ DE OLANO

(20/04/1897 - 06/04/1984)

Marcelina Arregui nació en Oreitia (Álava), un pueblo cercano a Elburgo, en el año

1897. Era hija de un matrimonio que tenía ganado y, de pequeña, Marcelina les

acompañaba habitualmente a Alegría-Dulantzi para vender la leche que producían.

Tantas veces recorrió dicho camino que, finalmente, conoció a quien sería su marido,

Salvador Martínez, natural de Alegría-Dulantzi, por el que se trasladó a vivir a este

pueblo tras su boda.

El marido de Marcelina, además de agricultor, era tratante de ganado del municipio de

Alegría-Dulantzi. Un par de años antes del inicio de la guerra, el 6 de diciembre de

1934, Salvador falleció a manos de unas personas desconocidas que le robaron y le

dispararon un tiro a la salida de Alegría-Dulantzi, cuando éste se dirigía, como en otras

tantas ocasiones, a realizar sus negocios.

Este hecho, que conmocionó a todo el vecindario, provocó que Marcelina, con tal sólo

36 años, se quedara viuda a cargo de cinco menores, tres hijas de 11, 12 y 13 años, y

dos hijos de 8 y 2 años y medio.

Con mucho sacrificio, Marcelina logró sacar adelante a toda su familia, incluido su

suegro, quien vivió siempre a su lado. Marcelina fue agricultora, poseía una pequeña

explotación y contaba también con algo de ganado. Trabajaba duro desde primera

hora de la mañana hasta última hora de la noche y, a pesar de que en alguna ocasión

contó con la ayuda de algún empleado y de sus hijos e hijas, la mayoría de las veces

trabajaba sola.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 38

Uno de los mayores deseos de Marcelina era que sus hijos e hijas estudiaran para

labrarse un futuro mejor, sin embargo, a pesar de recibir la oferta para darles esta

salida, le resultaba muy duro desprenderse de ellos y ellas. Finalmente, tan sólo la hija

mayor fue a estudiar a Vitoria-Gasteiz, mientras que la segunda hija junto con los hijos

varones se quedaron en casa con su madre, ayudándole en las tareas diarias. La

tercera hija, por su parte, tuvo que marcharse a Estella (Navarra) a vivir con una tía

suya.

Tras años de duro trabajo, Marcelina obtuvo sus frutos. Coincidiendo con la

concentración parcelaria y con la obligación de modernizarse que este hecho trajo

consigo, la producción agrícola de Marcelina aumentó considerablemente, lo que dio

lugar a que, junto con su hijo mayor, Julián, abriera una tienda en Vitoria-Gasteiz.

Dicho negocio, ubicado en la calle Julián de Apraiz, se llamó Jumar. Marcelina contaba

entonces con 70 años.

A pesar de que Marcelina se dedicó exclusivamente a la agricultura, hubo ocasiones

en las que el médico Don Carlos Lazpita llegó a solicitar su ayuda para que ejerciera

de partera en los casos de mayor confianza. Y es que Marcelina era una mujer muy

querida por todos los vecinos y vecinas del pueblo, era muy sociable y cariñosa, y

quienes la recuerdan dicen de ella que “se portó muy bien siempre con todo el

mundo”.

Siempre vivió con alguno de sus hijos o hijas. Hasta cumplir los 60 años lo hizo con

Julián, su hijo mayor; y durante sus últimos años de vida vivió con una de sus hijas.

Marcelina Arregui falleció a los 87 años en Alegría-Dulantzi, pero su espíritu

emprendedor pervive a día de hoy en la memoria de quienes la conocieron. Supo

afrontar los episodios trágicos que le sobrevinieron y seguir mirando hacia el futuro

con optimismo.

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MARGARITA RUIZ DE ARCAUTE ELGUEA

(18/10/1946 – 26/11/2003)

Margarita Ruiz de Arcaute nació en Alegría-Dulantzi, en la casa donde vivió durante su

infancia, ubicada en la calle Mayor. Era, junto con sus tres hermanos, hija de Clara

Elguea y Alejandro Ruiz de Arcaute, un matrimonio que se dedicaba a la agricultura y

a la ganadería. Los dos hijos pequeños de este matrimonio fallecieron a muy corta

edad, con un año y un año y medio, tras caer enfermos, por tanto, sobrevivieron

Margarita y Benito, quienes siempre consideraron que tuvieron una buena infancia

fruto del amor que recibieron tanto de su padre como de su madre.

Margarita acudió a la escuela hasta cumplir los 12 años, donde destacó por ser una

buena estudiante y, tanto en su infancia como en su adolescencia, colaboraba en las

tareas del hogar y ayudaba a su madre. Ya desde joven destacó por ser una mujer

muy alegre y activa y, de hecho, se apuntaba a multitud de actividades de todo tipo, ya

fueran cursos de cocina, o clases de bailes regionales (en ocasiones, incluso acudió a

concentraciones de baile celebradas en otras localidades).

Asimismo, la educación católica que recibieron ella y su hermano por parte de su

madre, también marcó su personalidad. La relación que su familia mantenía con la

iglesia siempre fue muy buena. De esta forma, desde la adolescencia Margarita se

apuntó a actividades relacionadas con el catolicismo, como catequesis, grupos de

trabajo católicos, convivencias, etc., y quienes la conocían ya percibieron que

apuntaba maneras para ser misionera. El primer contacto que tuvo Margarita con este

mundo solidario fue cuando contaba con 17 años y conoció a un misionero. Entonces,

ella decidió que también quería ejercer esa labor y acudir a aquellos lugares en los

que se encontraba la gente más necesitada.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 40

Su trayectoria eclesiástica la comenzó con 18 años, y su hermano aún recuerda cómo

el último día que Margarita pasó en el pueblo coincidió con el primer día de fiestas de

Alegría-Dulantzi. Fue ella quien le invitó a “echar el último baile” antes de marcharse a

Bilbao al día siguiente para cursar el noviciado.

Margarita perteneció a la Congregación de Siervas de Jesús y en Bilbao permaneció

estudiando durante dos años. Tras este período de tiempo, se trasladó a Madrid para

tomar sus votos y realizarse como monja con tan sólo 20 años. Durante su estancia en

esta ciudad, Margarita estudió enfermería, profesión que ejercería más adelante en su

trabajo como misionera, y aprobó el carné de conducir.

Tras pasar más de dos años en Madrid, fue trasladada a Roma, donde se ubicaba la

sede principal de las Siervas de Jesús, y allí comenzó su andadura como misionera.

En Italia vivió, aproximadamente, seis años ejerciendo la misión de cuidar a personas

enfermas. En concreto, atendió a una mujer adinerada que ayudaba económicamente

a la iglesia y que deseaba que una monja fuera su enfermera. Margarita nunca vivió

con entusiasmo este trabajo ya que ella consideraba que su misión iba más allá, que

estaba destinada a ayudar a personas mucho más necesitadas en lugares más

lejanos.

Finalmente, su deseo se cumplió y, con 29 años, se trasladó a Sudán, país en el que

pasaría los siguientes seis años de su vida. La noticia de su marcha a este país

africano fue acogida con preocupación por parte de su familia, sobre todo, de su

padre, quien mostró temor a que su hija viviera en un país tan peligroso. Ella creía que

en todos los lugares del mundo existía el peligro, por lo que éste no fue un factor

determinante en su decisión.

En Sudán, en concreto en Jartum, ejerció de enfermera en un hospital, en el área de

maternidad, donde su labor fue estrictamente humanitaria y no católica. Allí disponía

de una casa en la que convivía con otras compañeras y aprendió el idioma local. De

hecho, Margarita, gracias a las diferentes misiones que realizó en su vida, aprendió

varios idiomas, entre ellos, el árabe y el inglés.

Cada dos años, Margarita disfrutaba de dos meses de vacaciones que aprovechaba

para volver a Alegría-Dulantzi y compartir sus vivencias y experiencias con los seres

queridos. Su hermano recuerda una triste anécdota que Margarita le contó: en una

ocasión, nació un bebé que pesó sólo 500 gramos y su madre, encontrándolo tan

débil, no quiso llevárselo. Ante esta situación, Margarita, junto con sus compañeras, se

encargó de cuidar al bebé y cuando su estado de salud mejoró notablemente, se lo

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 41

entregaron a su madre. Finalmente, la criatura falleció al cabo de un mes, víctima de la

pobreza absoluta en la que vivían estas personas.

Por otro lado, Margarita siempre mostró su inquietud por conocer el estado de salud

de su padre y de su madre, y así se lo transmitía a su hermano mediante la

correspondencia que ambos se intercambiaban. Y llegó el día en el que la madre de

ambos se puso enferma. Tras padecer varios mareos en poco tiempo, le identificaron

un tumor por el cual fue ingresada y operada de urgencia en el hospital de Cruces en

Barakaldo (Bizkaia). Benito se puso en contacto con su hermana a través de la madre

superiora de la congregación situada en Bilbao. De esta forma, tres días después,

Margarita se encontraba al lado de su familia.

Como habían previsto en el hospital, Clara, la madre de Margarita, falleció a los pocos

meses con 62 años. Su padre se quedó muy afectado tras la muerte de su esposa, por

lo que Margarita decidió permanecer aún más tiempo en Alegría-Dulantzi para

ayudarle a sobreponerse y, más adelante, a cuidarle durante su enfermedad.

Creía que su responsabilidad era estar junto con sus seres queridos en estos

momentos tan duros, poniendo en riesgo su carrera de misionera. De hecho, durante

estos años que vivió en Alegría-Dulantzi, la monja responsable de Margarita le

transmitió que no podía estar tanto tiempo fuera de Sudán sin perder su plaza, pero

ella tenía claro que su nueva misión radicaba en su pueblo. Durante su estancia en

Alegría-Dulantzi, también ayudaba en los cuidados de los vecinos y vecinas

desinteresadamente. Si alguien le entregaba dinero por su ayuda, ella lo enviaba

automáticamente a misiones humanitarias. Lo mismo hacía con parte de su propio

dinero.

Margarita demostró que continuaba siendo una mujer muy divertida y natural y, de esa

forma, el aprecio que sentían los vecinos y vecinas de Alegría-Dulantzi por ella fue en

aumento. Permaneció en Alegría-Dulantzi hasta el fallecimiento de su padre. Éste

pasó su último año de vida en una residencia de Vitoria-Gasteiz donde su hija seguía

prestándole sus cuidados día y noche mientra lo compaginaba con su labor

humanitaria realizada en la capital.

Tras el falleciminto de su padre, Margarita decidió cumplir otro de sus sueños: visitar

Tierra Santa. Pasó unas merecidas vacaciones en Jerusalén y, una vez de vuelta, ya

estaba otra vez dispuesta para continuar con su trabajo de misionera en el extranjero.

Así, su nuevo destino fue Chile, donde vivió aproximadamente cinco años. Su labor en

este país, además de trabajar en el hospital, también consistió en inculcar y transmitir

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 42

el catolicismo, tarea ésta que, por cierto, no le entusiasmaba demasiado. Su estancia

en Chile se prolongó hasta que cumplió los 50 años y, seguidamente, se trasladó a

Filipinas como responsable de la apertura de un nuevo hospital en este país, donde se

encargaba de la compra-venta de material médico, diplomacia con el gobierno, etc. Al

igual que en los otros lugares donde trabajó, en Filipinas también contaban con una

sección de maternidad donde le ocurrieron infinidad de anécdotas. Una de ellas fue la

siguiente: ante un caso de parto complicado, decidieron trasladar a la paciente a otro

hospital más adecuado, pero fue un día en el que padecieron un fuerte terremoto por

lo cual el chófer de la ambulancia no se atrevió a trasladarlas. Ante esta situación,

Margarita se armó de valor y fue ella misma quien condujo el vehículo médico hasta el

destino previsto. Gracias a ella, la mujer parturienta salvó su vida.

Su estancia en Filipinas sólo duró dos años ya que surgieron imprevistos.

Previamente, durante su estancia en Chile, Margarita se palpó un bulto en el pecho,

pero no le dio demasiada importancia porque los médicos que le atendieron tampoco

se la dieron.

Fue en Filipinas, en cambio, donde se empezó a encontrar mal. Tras un chequeo

médico, le encontraron unas manchas en el hígado, por lo que decidieron enviarle a

Manila para poder hacerle una observación más profunda. Aquí constataron que

Margarita tenía un tumor como consecuencia de una metástasis provocada por el bulto

del pecho que se había encontrado en Chile, bulto que resultó ser cancerígeno.

Ante la escasez de medios con los que contaban en Filipinas, Margarita fue trasladada

a España, en concreto, la ingresaron en un hospital de Valladolid. Una vez aquí,

comenzó con el tratamiento y se sometió a todas las técnicas que podrían darle buen

resultado. Los dos años que pasó en este hospital, Margarita no perdió su buen humor

y su carácter plenamente activo. Cuenta su familia que, incluso, hacía de guía turístico

cuando le iban a visitar.

Desgraciadamente, tras sentir un intenso dolor en la cabeza, se constató que la

enfermedad se le había extendido hasta esa parte del cuerpo. Ella misma recogió el

resultado del escáner que confirmaba esta realidad y que preveía que tan sólo le

quedaban pocos días de vida. Margarita transmitió la noticia a su hermano a quien, a

su vez, intentó tranquilizarle. Ella lo tenía totalmente asumido e, incluso, estaba

convencida de que era el mejor momento para dejar este mundo, una prueba más que

la reafirmó en su fe católica.

Así pues, Margarita falleció con tan sólo 57 años. Siempre le había transmitido a su

hermano que, llegado este momento, no quería que trasladaran su cuerpo hasta

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 43

Alegría-Dulantzi. Lo que ella deseaba era ser enterrada allí donde falleciera, ya fuese

en Filipinas, Chile u otro lugar del mundo. De esta forma, la familia decidió darle

sepultura en el panteón que la Congregación Religiosa contaba en Valladolid.

Margarita siempre tuvo el convencimiento de que no era importante que su familia

tuviera un lugar físico cercano donde visitarle, ya que éste no sería más que un

espacio vacío. En cambio, sabía que si su familia le recordaba con cariño y pasión, su

espíritu siempre estaría con ella.

Margarita Ruiz de Arcaute tuvo clara su vocación de servicio hacia las demás

personas desde joven. Su optimismo y sus ganas de vivir dejaron huella en aquellos

lugares donde trabajó como misionera y enfermera.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 44

MICAELA MUGUERZA MALLAVIABARRENA

(29/09/1898- 27/12/1994)

Micaela Muguerza nació en Alzola (Gipuzkoa) en 1898, y era hija de un matrimonio

que regentaba un hotel-balneario en esa misma localidad. Con tan sólo diez años se

trasladó a Madrid para estudiar y aprender el castellano, lengua que no dominaba ya

que su lengua materna era el euskera, único idioma que sabía hablar en su infancia.

Durante su época estudiantil, también pasó un tiempo en el Monasterio de Piedra de

Zaragoza, donde estuvo interna en un convento en calidad de alumna y donde,

finalmente, se preparó para maestra.

Una vez de vuelta a su tierra, y tras ayudar ocasionalmente a su hermano sacerdote

que ejercía como párroco en Etxabarri-Urtupiña (Álava), se trasladó a vivir a Mallabia

(Bizkaia), donde comenzó a ejercer su profesión en el barrio de Iruzubieta como

maestra de escuelas en la Barriada. Fue en esta localidad donde conoció a quien sería

su marido, Carlos Lazpita Aldecoa. Natural de Berriz (Bizkaia) y procedente del caserio

Ormaiztegi, el marido de Micaela estudió la carrera de Medicina desde 1907 a 1913,

año en el que se licenció, y fue precisamente en Mallabia donde logró su primer

puesto como médico. Previamente, antes de realizar sus estudios de Bachillerato en

Orduña, había permanecido durante una larga temporada en Salvatierra (Álava), para

aprender la lengua castellana bajo la tutela del prestigioso maestro Don Marcos

Sagasti.

Tanto Micaela como Carlos continuaron con sus respectivas profesiones tras la boda,

en el año 1920. El matrimonio tuvo 4 hijos y 2 hijas, pero la muerte demasiado

temprana de uno de sus hijos y de las dos hijas marcaría la trayectoria de Micaela.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 45

Tras su primer hijo, que vivió muy pocos meses víctima de una gastroenteritis,

nacieron dos hijas, Mirentxu, en 1923, y Margarita, en 1925. La primera de ellas vino al

mundo en la localidad de Mallabia y, un año después, el matrimonio tuvo que

trasladarse a Abadiano (Bizkaia) como consecuencia de la designación de Carlos

como nuevo médico de este municipio, y fue aquí donde nació Margarita. Éste cambio

de domicilio supuso el abandono por parte de Micaela de su profesión como maestra.

Desafortunadamente, Mirentxu murió con tan sólo 15 años, en 1938, en el Colegio del

Sagrado Corazón de Vitoria-Gasteiz, tras padecer una difteria. Justo cuando todo

parecía indicar que la joven iba a sanar, una complicación cardíaca inesperada acabó

con su vida. Fue la segunda vez que Micaela vio morir a una persona descendiente

suya, pero no la última, y es que Margarita, tras enfermar de una meningitis

tuberculosa, también falleció a la edad de 18 años. El tratamiento que le dispensaron

consistió en la inyección de penicilina vía intravenosa cada tres horas, algo que, como

ya se comprobaría años después por la Medicina, no servía para curar la tuberculosis.

Por tanto, sobrevivieron a la adolescencia sus últimos tres hijos, Antonio, nacido en

1928, Carlos en 1930, y por último, Javier, nacido en 1932. Fue en 1927 cuando el

marido de Micaela fue designado como médico del partido de Alegría-Dulantzi (Álava),

por tanto, sus hijos nacieron en este municipio. En 1929 compraron la que sería su

vivienda habitual en la plaza del pueblo, situada al lado de la actual Casa de Cultura.

Tras instalarse definitivamente en Alegría-Dulantzi, el marido de Micaela fue médico

de los 17 pueblos que formaban el partido en aquella época. Como aún no existían las

carreteras, solía acudir a sus visitas médicas en caballo, excepto en aquellas

ocasiones en las que nevaba copiosamente y tenía que ir caminando. Cuando existía

alguna urgencia, Micaela siempre trataba de ayudar en todo lo posible, aunque fuera

preparando el caballo para el viaje.

Con el tiempo, tanto Carlos como Micaela obtuvieron el reconocimiento y el cariño de

los vecinos y vecinas de Alegría-Dulantzi y de sus alrededores. Ella colaboraba en la

profesión de su marido con su aliento y fortaleza. Cuentan, quienes la conocieron, que

era una mujer entregada a su marido, a su familia y al resto de personas necesitadas.

Se sacrificaba por atender a la gente que necesitaba de su aliento cuando acudía a la

consulta con su marido y atendía a las y los pacientes animándoles y tranquilizándoles

antes de ser tratados médicamente. Quienes la recuerdan alaban su carácter cariñoso,

solidario y colaborador, en definitiva, “lo bellísima persona que era”.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 46

Pero también hay que destacar de Micaela Muguerza, o doña Micaela, como la

recuerdan en Alegría-Dulantzi, que era una mujer avanzada y culta para su tiempo y

que estaba empeñada en labrar un futuro prometedor para sus hijos e hijas. Todos y

todas estudiaron. También Margarita quien, antes de morir, llegó a segundo curso de

Químicas en Valladolid. De hecho, sus tres hijos pequeños ejercieron en la edad

adulta como médicos.

Micaela también sabía hablar francés con bastante facilidad y tenía conocimientos

básicos de alemán así como de música y solfeo. De esta forma, transmitió a su familia

todos sus conocimientos. Sus hijos e hijas aprendieron a tocar el piano. Compraron

este instrumento para Mirentxu cuando ésta cumplió 10 años y, además de ella,

también Margarita aprendió a tocar con soltura, así como otro de sus hermanos,

Carlos, quien realizó estudios de piano hasta el último curso.

Hoy en día, es su propia familia la que reconoce que, a pesar de que el padre de

familia era médico, la carga económica que suponían los estudios de cinco hijos e

hijas era muy grande, y admiran la forma en la que Micaela luchó y se sacrificó por su

futuro.

Los años pasaron, y Carlos se jubiló en 1961. Fue a partir de ese momento cuando el

matrimonio comenzó a vivir entre Alegría-Dulantzi y Vitoria-Gasteiz, donde residían

sus hijos con sus respectivas familias. Las estancias en Vitoria-Gasteiz fueron

prolongándose cuando el marido de Micaela enfermó (Carlos falleció con 86 años)

Finalmente, cuando se quedó viuda, se trasladó definitivamente a Vitoria-Gasteiz a

casa de sus hijos.

Fue una mujer marcada en vida por la muerte traumática de sus hijas, lo que provocó

que tuviera un carácter un poco triste y que siempre vistiera de luto. Cuando ya se

trasladó a Vitoria-Gasteiz, sus nueras, con las que mantenía una excelente y

estrechísima relación, le animaron a ir abandonando el luto, pasando al color morado,

y así aprender a disfrutar un poco más de la vida para sí misma, y no sólo por las

demás personas.

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Estudio Recorrido y Vida de Mujeres - Alegría-Dulantzi - 47

Micaela Muguerza falleció con 97 años y su recuerdo persiste entre los vecinos y

vecinas del municipio de Alegría-Dulantzi, donde todas las personas de cierta edad

sólo tienen palabras de cariño y afecto hacia su persona. Una de sus nueras describe

a la familia con humor pero con determinación: “el matriarcado dominaba en la familia

y es que todo el mundo se dejaba llevar por ella; era muy generosa y solidaria”.

(Se suprime también de esta versión resumida el apartado 6. Anexos)