Recuerdos de nuestro padre

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RECUERDOS DE NUESTRO PADRE: Miguel Ángel Gudiño Jácome LOS RECUERDOS QUE TENGO DE MI PADRE: Nivia Margoth: Las primeras imágenes de mi papá que me llegan a la memoria son cuando tenía dos o tres años y se estaba quemando la tienda que quedaba en el primer piso de la casa. Cuando él se percató del incendio, inmediatamente nos mandó a todos los niños que subiéramos a la azotea, mientras conseguía personas para que ayuden a levantar una caneca de 55 galones con agua recogida de los canales, para apagar el incendio porque creo que en esa época no habían los Bomberos, sino que eran los vecinos los que salían con baldes a echar agua. De los recuerdos de mi infancia, lo que más disfruté con él fueron los paseos que organizaban con la mamá al campo los domingos, nos íbamos a pié, los hombres llevaban las ollas con el almuerzo. Y nosotras la pelota y las muñecas. Escogíamos un potrero y el papi nos ponía a jugar con la pelota o nos organizaba competencias para hacernos correr, poniéndonos metas según la edad, nos señalaba los árboles a los que debíamos llegar y nos premiaba con monedas. El nos ayudaba a treparnos a los árboles a coger frutos, siempre cuidándonos que no nos fuéramos a caer, mientras tanto la mamá colocaba un mantel en el prado y disponía los platos y vasos para servirnos el almuerzo. Gozábamos mucho en esos paseos! Mi papá fue quien me enseñó a contar los números con las cartas de la baraja o naipe, él me dejaba estar a su lado cuando jugaba, y alguna vez hice notar mi admiración cuando vi que tenía buen juego, y los demás botaron las cartas, no le apostaron. Él era el que me revisaba las tareas y me hacía repasar la lectura de los libros y me enseñaba la correcta pronunciación, siempre estaba pendiente que hiciera los deberes después de cambiarme el uniforme apenas regresábamos del colegio. Acostumbraba asistir a todas las reuniones del colegio para recibir las notas y enterarse como íbamos en el estudio. Creo que no falto a ninguna, y tampoco a las veladas culturales. Cuando nos llevó a Ibarra, nos compró los maletines para el colegio hechos con cuero de vaca y eran muy bonitos. Para uno de sus viajes a Ibarra, un amigo le prestó un automóvil y nos disputábamos el puesto de las ventanas de atrás para hacer sonar los rondadores y nos decía que nos portemos bien o nos dejaba en

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RECUERDOS DE NUESTRO PADRE: Miguel Ángel Gudiño Jácome

LOS RECUERDOS QUE TENGO DE MI PADRE: Nivia Margoth:

Las primeras imágenes de mi papá que me llegan a la memoria son cuando tenía dos o tres años y se estaba quemando la tienda que quedaba en el primer piso de la casa. Cuando él se percató del incendio, inmediatamente nos mandó a todos los niños que subiéramos a la azotea, mientras conseguía personas para que ayuden a levantar una caneca de 55 galones con agua recogida de los canales, para apagar el incendio porque creo que en esa época no habían los Bomberos, sino que eran los vecinos los que salían con baldes a echar agua.

De los recuerdos de mi infancia, lo que más disfruté con él fueron los paseos que organizaban con la mamá al campo los domingos, nos íbamos a pié, los hombres llevaban las ollas con el almuerzo. Y nosotras la pelota y las muñecas. Escogíamos un potrero y el papi nos ponía a jugar con la pelota o nos organizaba competencias para hacernos correr, poniéndonos metas según la edad, nos señalaba los árboles a los que debíamos llegar y nos premiaba con monedas. El nos ayudaba a treparnos a los árboles a coger frutos, siempre cuidándonos que no nos fuéramos a caer, mientras tanto la mamá colocaba un mantel en el prado y disponía los platos y vasos para servirnos el almuerzo. Gozábamos mucho en esos paseos!

Mi papá fue quien me enseñó a contar los números con las cartas de la baraja o naipe, él me dejaba estar a su lado cuando jugaba, y alguna vez hice notar mi admiración cuando vi que tenía buen juego, y los demás botaron las cartas, no le apostaron.

Él era el que me revisaba las tareas y me hacía repasar la lectura de los libros y me enseñaba la correcta pronunciación, siempre estaba pendiente que hiciera los deberes después de cambiarme el uniforme apenas regresábamos del colegio. Acostumbraba asistir a todas las reuniones del colegio para recibir las notas y enterarse como íbamos en el estudio. Creo que no falto a ninguna, y tampoco a las veladas culturales.

Cuando nos llevó a Ibarra, nos compró los maletines para el colegio hechos con cuero de vaca y eran muy bonitos. Para uno de sus viajes a Ibarra, un amigo le prestó un automóvil y nos disputábamos el puesto de las ventanas de atrás para hacer sonar los rondadores y nos decía que nos portemos bien o nos dejaba en el Chota. Cuando veíamos que nos íbamos acercando a esa zona desértica donde había negritos, nos quedábamos calladitos y apenas pasábamos seguíamos molestando. Cuando estaba aprendiendo a leer, presencie por primera vez una protesta callejera en contra del secretario del tránsito, yo salí a leer los carteles con las consignas de los protestantes y me los aprendí de memoria. Cuando el papi llegó del trabajo, le conté lo sucedido y le repetí todo lo que decían los carteles, a él se le humedecieron los ojos emocionado de ver que ya leía muy bien y lo guardaba en la memoria.

Cuando el Jairito se cayó desde la azotea, yo tenía 6 años, estaba sola en el comedor, y sentí cuando cayó al patio, salí corriendo a avisarle a la mama y ella me dijo: “vaya a avisarle a su papá”, y me fui corriendo al almacén. El estaba en la oficina reunido con don Pepe Vallejo y otros amigos, yo llegué corriendo a avisarle que Jairito se cayó, y mandó a Juan Muñoz a traer al doctor Vallejo quien tenía la clínica cerca del almacén y lo llevaron al hospital infantil y después nos avisaron que había fallecido. El papi al ordenar la impresión de los carteles, se dio cuenta que a ninguno de sus hijos le había puesto el nombre de su padre y en ese momento le añade el nombre de Daniel y le hizo escribir: ”voló al cielo el niño Jairo Daniel Gudiño Dávila”. Cinco meses después nació Lourdes en Navidad y cuando ella cumplió 6 meses, el papi le dijo a la mamá que nos aliste para llevarnos a tomar una foto a todos antes de que se muera otro de

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sus hijos. La mamá nos hizo churos con un clavo caliente, nos vistió bien elegantes, y nos llevaron a la Foto Pazmiño. Así se logró la primera fotografía de la familia Gudiño Dávila con los hijos que habíamos en el año 1954. Lo anecdótico fue que el papi quiso salir en la foto con la hija menor sentada en sus piernas, pero la niña se orinó y se la pasó a la mami.

Al papi no le gustaba vernos con los cabellos tapándonos los ojos, y nos recogía el cabello de la frente torciéndolo en sus manos humedecidas con saliva y nos dejaba un churo parado. Le gustaba que cuando él nos hablaba lo mirásemos a los ojos para asegurarse que lo estábamos atendiendo y entendiendo.

Cuando era pequeñita, mi papá me decía que yo era linda, y que me parecía a la tía Margarita. Cuando tuve como 7 años me llevo a Quito a conocerla y al verla trigueña y con las cejas alzadas como brava le dije: ”yo que me voy a parecer a ella” y se puso triste. Yo no me di cuenta de mi error sino hasta que volví a visitar a la Tía a Quito y ella me lo recordó.

En una ocasión que me peiné las cejas con agua, me regañó porque creyó que me las había pintado. Yo le aclare que no, y para comprobarlo, sacó un pañuelo de tela de su bolsillo y me limpio las cejas y se quedó callado cuando vio que no eran pintadas sino que las tenías bien delineadas y yo sentí vanidad por ello.

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Al papi no le gustaba ir a misa y alguna vez le pregunte por qué y me dijo: “cuando estuve en el seminario oí tantas misas que me sirven para toda la vida”. El no era partidario que nos bautizaran y decía que cuando seamos grandes cada uno debíamos escoger nuestro nombre y la religión que quisiéramos profesar. Pero mi mamá si quiso que estudiáramos en colegios de religiosos y así fue. En esa época la fe de bautismo tenía efectos civiles y no nos recibían sin ese documento. Así que nos tenían que hacer bautizar para entrar al colegio, con algunas excepciones como en el caso de Miguel y Emma Lucia a quienes bautizaron en Buesaco aprovechando la llegada de los amigos que serían los padrinos, y estaban veraneando por allá. A mí me bautizaron pequeñita porque me había enfermado y creyendo que me iba a morir sin bautizar lo hicieron de urgencia para que no me fuera al limbo.

Recuerdo cuando el papá trajo a su hermano Juan Gabriel con toda su familia de Ibarra y los alojó en la casa donde nosotros vivíamos. Los primos eran muchos y ya grandes. Mi papá les consiguió una casa por la 20 de Julio. Al primo Carlos lo llevo a trabajar al Almacén como Contador. Como la casa de los primos era grande, se celebró allí la fiesta de la primera comunión de Miguel y Emma Lucia, siendo Carlos y Blanca los padrinos. Allí tuve noción de lo grande que era nuestra familia paterna, porque de parte de la mamá solo conocíamos a la Abuelita Rosario. Mi mamá fue su única hija.

Recuerdo cuando la abuelita se enfermó, el papi la acompañó a ver un médico a Quito en donde le diagnosticaron cáncer en la garganta, y le pronosticaron poco tiempo de vida. El papi le informó a la mama y ella no quiso que se le avisara a la mama Rosario. El papi dijo: ella tiene derecho a saberlo, y se lo dijo de una, sin rodeos. La abuelita se fue a vivir al Putumayo y murió muchos años después de este diagnóstico. Cuando yo iba a cumplir mis 15 años, le dio la plata a la mamá para que vaya a Quito a comprarme la tela del vestido, los zapatos y lo que se necesitara para la fiesta. Mi mamá trajo hasta las cosas para decorar el ponqué, Ensayamos antes de la fiesta el Vals “Danubio Azul” y me sentí muy feliz de bailar con él por primera vez. A mi papa le gustaba bailar y se lo veía muy elegante bailando.

Por esa misma época el papi me llevó a conocer el Putumayo, donde estaba la mamá Rosario, fuimos con Miguel, Edgar y Manuel, era buen conversador, hacia amigos con facilidad y se adaptaba a las condiciones del clima sin molestarse.

El siempre estaba pendiente de todos nosotros aunque ya estábamos grandes. Cuando fui a presentar examen de ingreso a Bavaria, me demore allá hasta las 6 de la tarde, al salir lo encontré parado en la puerta de la fábrica esperándome. Se había preocupado porque no llegaba y se fue a buscarme.

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De las épocas de la infancia y juventud de mi padre no tengo muchos datos, sé que fueron 6 hermanos, el mayor Alfonso, el segundo Miguel Ángel, el tercero Manuel Antonio, el cuarto Juan Gabriel, la quinta Carmela y la sexta Margarita. Fue buen hijo y buen hermano, se llevaba muy bien con Alfonso y quería mucho a Margarita su hermanita menor.

Ellos nacieron y crecieron en Ibarra-Ecuador, Mi padre, al parecer ejerció un cargo público en Tulcán porque hay una fotografía de él en la Prefectura de la Provincia del Carchi. Llegó muy joven a Colombia, en Ipiales conoció a la señora Carmela Orejuela con quien tuvo dos hijos: Jorge y Hugo.

Se radicó en Pasto, fundó la Empresa Nariño, tuvo una bomba de gasolina y una empresa de buses siendo el pionero del transporte de pasajeros en la ruta Pasto - Popayán. A los 40 años de edad se casó con Olga Dávila con quien formo su hogar y crearon una larga familia pues tuvieron 17 hijos: 10 mujeres y 7 varones, de los cuales vivimos 14 actualmente.

Fue un hombre muy emprendedor, creo una empresa comercial para venta de repuestos para carros, cuando ya tenía su almacén pequeño se asoció con algunos de los dueños de la Willard, quienes inyectaron capital a su empresa y creció el almacén. En entrevista realizada ayer a Mercedes Arévalo, ella me aclaro que no fue la Contadora sino la Cajera. Alberto Echeverry, Nelson Álvarez, Manuelino Bucheli y Jorge Serna fueron los socios capitalistas. Mercedes Arévalo fue en representación de ellos a trabajar al almacén del papá y duro mucho tiempo. Dice que don Miguel fue una persona muy correcta, muy recto y que era muy conocido por su honorabilidad y cumplimiento, y que el sueño de mi padre fue siempre la educación de sus hijos. La sociedad comercial se disolvió cuando dos de los socios decidieron irse a vivir a Popayán y ella regreso a trabajar a la Willard hasta que se acabó la empresa.

El papi siguió con el almacén pero las ventas fueron bajando y decidió cerrarlo también. Su preocupación principal fue pagar primero las prestaciones sociales y quedar a Paz y Salvo con todos los proveedores y así lo hizo. Solo le quedaron unos escritorios, sumadoras, calculadoras y una caja registradora que llevó a la casa para el almacén de la mamá.

Tenía un alto sentido de la amistad: a un amigo que sufrió lepra y tuvo que irse con toda su familia a vivir a Agua de Dios, lo fue a visitar y a pesar de que su piel estaba desgarrada, no tuvo inconveniente en darle la mano al saludarlo. Cuando les contó esto a sus amigos, no querían darle la mano a él por temor a contagiarse. Yo vi en los registros contables de su empresa que permanecieron guardados mucho tiempo en la casa, los aportes que hacia mensualmente en calidad de donación a la Institución Agua de Dios para que lo cuidaran bien.

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De sus aficiones, recuerdo que le gustaba jugar al póker y al 5 y 6 que eran unos formularios con los nombres de los caballos que corrían en el hipódromo de techo de Bogotá y le pagaban plata al que acertaba el ganador de la carrera, y a veces nos hacía escoger los nombres a nosotros pero no sabíamos nada de eso. Acostumbraba a tomar tinto y fumar. Sus comidas preferidas eran las habas cocidas y el maíz tostado; la sopa no la podía comer sin ají, le encantaba.

La mamá nos contaba que cuando lo conoció, además de su caballerosidad, le llamaba la atención su porte elegante y su buen gusto en el vestir, usaba ternos completos de paño muy fino y llevaba sombrero y gabardina. De su buen humor el único chiste que le oí contar fue el de la pulga y el gringo y lo contaba con mucha gracia y por eso se me grabó.

Le gustaba mucho oír noticias en su radio de tubos. Yo compre el primer televisor que tuvimos en la casa era una pantalla en caja de madera y el primer programa que vimos juntos fue la llegada del hombre a la luna y el seriado que más le gustaba era La Familia Engals.

Admiraba mucho a José María Velasco Ibarra, quien fue presidente de su país, porque decía que había utilizado bien el presupuesto de la Nación porque lo invirtió en vías de comunicación, salud y educación. El iba a Tulcán a votar por él cuando eran las elecciones. De los personajes de Colombia admiraba a Marco Fidel Suarez. Ya en su senectud, se dedicó a educar a sus hijos, se encargó personalmente de la crianza de los dos menores. El papi siempre estaba pendiente de nuestra salud oral y nos llevaba a la dentistería de Juan Bautista Hoyos. Cuando los zapatos nos quedaban pequeños, nos hacía tomar la medida de los pies dibujándolos en un papel para mandarnos a hacer unos nuevos donde el zapatero Arturo que tenía la zapatería por la Iglesia de la Panadería.

Cuando salió el disco “Viejo mi querido viejo”, yo lo compré y se lo dediqué porque coincidía con su edad cuando en la letra dice “…nació con el siglo…” pues nació a finales de 1899. También le reglé una ruana blanca que le gustaba mucho y cuando la usaba se parecía al padre García Herreros, del Minuto de Dios. Resumiendo, creo que el legado más importante que me dejo mi padre fue: Ejemplo de honradez, puntualidad, y nobleza de sentimientos. Yo creía que había sido la niña de los ojos de mi papá, pero me doy cuenta que todos nos sentimos amados así por igual. Su lema fue: “entre hermanos ayúdense los unos a los otros”. Gracias padre por todas tus enseñanzas. Con amor: Margoth

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RECUERDOS DE RUBY

Padre, hoy conmemoramos un año más de tu fallecimiento, nos encontramos reunidos en casa de tu hija Margarita como tú le decías, yo en cambio le diría nuestra contadora de cuentos.

Ella ha querido que hagamos reminiscencia de los momentos tan bellos que compartimos a tu lado, con tus palabras tan sabias de una persona inteligente y llena de valores, con las que formaste a las personas que siempre te rodearon, es el momento en que cada uno de tus hijos vamos a expresar los instantes vividos junto a ti, serán palabras que perpetuaran en la mente de cada uno de nosotros. Padre, tu recuerdo es muy lejano, han pasado tantos años que Dios nos separó de tu lado, que el tiempo ha hecho que no te recuerde mucho, pero mis hermanos dirían: “acaso ha perdido la memoria? NO… porque quisiera recordar muchas cosas de mi infancia que vivimos junto a ti, recordar, cuando me tuviste por primera vez en tus brazos, cuando empecé a caminar y que tú me sacabas a pasear todos los domingos que íbamos a misa y en la tarde de paseo, como olvidar cuando nos comprabas la caja de colombinas, que venían empacadas en papel de varios colores, entre ellos el café, tomate, amarillo y verde, con los que luego jugábamos con mis hermanos convirtiéndose los papeles en dinero.

Quisiera recordar tus caricias, pero si te recuerdo cuando llegabas de trabajar a las 6 pm, y me salía a la puerta del almacén de mama para verte llegar desde la esquina y correr a tus brazos unas veces llorando y otras veces con alegría, porque te podía contar el por qué me habían castigado, aunque después me ganaba un jalón de orejas por comunicativa.

Padre, siempre fuiste nuestro báculo en nuestras vidas, recuerdo cuando me salió mi primer empleo y me aconsejaste, que ahora que iba a desempeñar un cargo, debería ser muy recta, responsable cumpliendo a cabalidad en mi trabajo, que así como entraba por la puerta grande el día que tuviera que retirarme saldría con la frente en alto.

Con el correr de la vida, puse en práctica mucho de tus consejos, como por ejemplo, “Es mejor callar y saber escuchar”, “A palabras necias oídos sordos”, “En la mesa y en el juego se conoce al caballero”, y muchas frases más que en el momento no me llegan a mi memoria, nos inculcaste el respeto por las personas y con los hermanos, y tengo en mente un gran recuerdo muy claro la observación que le hiciste a mi hermano mayor que a las mujeres no se les pega ni con el pétalo de una rosa.

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Siempre sembraste la semilla de la cordialidad, la unión entre hermanos, y la unión familiar, nunca mire en ti ofensas para nadie, fuiste tan culto y caballeroso, que constantemente me hacías sentir siempre orgullosa de ti, porque siempre nos diste un consejo a tiempo y formaste una familia de mucho respeto y valores. Recuerdo también cuando nos reuníamos en familia, y tú nos contabas de tu estirpe. De cómo ayudaste a tu familia a salir adelante siendo tan generoso con los demás.

A mi madre nunca hubo una ofensa, ni gritos ni peleas, siempre escuchaste los gritos de mamá en silencio, porque ante todo siempre fuiste un buen hombre y sobretodo muy noble, nobleza que te han heredado varios de tus hijos.

De ti padre aprendí a ser una persona muy generosa con mi familia, con las personas que han necesitado de mi, y eso nadie me lo puede quitar, porque mientras viva siempre llevare en mi corazón la semilla que sembraste en mi, de amor, generosidad, dignidad y respeto con quienes nos rodean, y llevando siempre en alto nuestro apellido. Y mientras yo pueda darles la mano a mis hermanos y a quienes lo necesiten siempre estaré con ellos.

Padre son muchas las cosas que sembraste en cada uno de tus hijos, porque siempre demostraste mucho amor a mis hermanos, siempre fuimos tus hijos del alma, siempre consintiéndonos, abrazándonos, acariciándonos, ante tus ojos todos éramos iguales siempre fuimos tus mejores hijos, contándonos muchas historias de tu vida para que en este momento sigamos haciendo reminiscencia de que fuiste siempre un buen padre para todos nosotros.

Pero padre,¿por qué te llevo siempre en mi corazón y te recuerdo como un ser muy venerable pero muy triste? Nunca te vi reír, siempre callado y meditabundo, siempre he querido saber la razón de tu tristeza. A veces con una mirada adolorida, angustiado, como atormentado, como si quisieras decirnos algo, como si quisieras llorar.

Terminaré repitiendo estas tus palabras: “Bueno niños a dormir porque mañana tienen que madrugar al colegio”. Ruby.

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RECUERDOS DE: Edgar Edmundo:

Miguel Ángel Gudiño Jácome Nuestro padre Miguel Ángel nacido en el seno de una familia humilde por su sencillez, de padres Daniel Elías Gudiño García (1869 – 1956) e Ignacia Jácome Vásquez (1867 – 1947), residenciados en la localidad de Caranqui, perteneciente a San Antonio de Ibarra, casa que fue heredada por nuestro padre y que queda aún circundada por la

Escuela de nuestra tía Olimpia Gudiño. De mi niñez no tengo recuerdos claros, fueron como luz difusa hasta la época que mi abuela Rosario estuvo a mi cuidado en un viaje que hizo la familia a Ibarra y posiblemente a Quito a visitar la familia: ….. De regreso la mamá dice que “encontró al niño envuelto en una bayeta amarrada a la cintura con una faja y un churo agarrándole el cabello”, tenía aproximadamente 2 años.

De mi padre recuerdo que tenía la costumbre tendencia de rodearse con los hijos varones; en cierta ocasión que papá tenía que hacer un viaje a Ibarra me llevó en un automóvil azul con blanco que tenía, él iba manejando y yo muy pequeño me instalé en el asiento trasero del carro, en el cual me la pasé durmiendo la mayor parte del viaje, eso sí me despertaba para gastarme café en San Gabriel y otros pueblos intermedios, hasta llegar a Ibarra en donde nos hospedamos en la casa quinta de Caranqui. Recuerdo como si fuera ayer, que nos salió a recibir un viejito de alpargatas, pantalón de lana café oscuro y ruana con sombrero el cual me presentó mi papa diciéndome que era mi abuelo paterno (primer contacto con él y creo que también fue el último). Me llevó a la cocina, que si bien no estoy mal había un fogón de leña y me sirvieron un café con pan, luego nos dirigimos al segundo piso por unas gradas de madera que sonaban misteriosamente como gimiendo a nuestro paso. Al voltear las gradas entramos a una pieza en donde había una cama de hierro forjado, cama bien tendida pero angosta (de una plaza) en donde me hicieron acostar y en la pieza de al lado a mi papá. Esa noche sentí por primera vez en mi vida los misterios de la casaquinta: ….. me desperté al sentir unos ruidos en la cocina, pues hacían sonar las ollas y algunas pailas, era como si se estuviera alistando los trastos para la comida, luego unos pasos que subían las gradas, eran exactamente iguales a los que relacioné cuando nosotros subíamos por primera vez dirigiéndose a mi pieza, la abrieron y se acercaron a mi cama halándome las cobijas y Yo sosteniéndolas fuertemente (estaba durmiendo boca arriba) alcanzando a divisar una sombra difusa como figura humana de estatura pequeña que luego salió cerró la puerta y volvió a descender por las gradas. Yo quedé frío y con los pelos de punta, no podía hasta que me venció el sueño. Al otro día, hice relato de lo que me había pasado y mi abuelo me dijo que eso era común en la casa y que no le pusiera cuidado. Lo mismo dijo un señor que parecía un peón que habitaba en una casa de barro cerca a una tola en la parte de atrás de la casa. Salvo este incidente, la pasamos chévere con mi papá, pues me compró ropa y trajimos harta machica en bulto, pinol, choclos cosechados en la finca, etc.

Mi relación con papá se centraba en ir al almacén de repuestos que tenía en la calle 18, frente al almacén de Julio Bravo y diagonal al café Argentino, era para mí la única actividad después de salir de la escuela y posteriormente del colegio en donde me eduqué. Nos gastaba el famoso tinto cuando él iba con sus amigos o nos daba algunos centavos para que compráramos galletas en la galería que quedaba a una cuadra del almacén;

En otras ocasiones nos ponía a limpiar y desempolvar las vitrinas de exhibición de los repuestos a ordenar las cajas de tornillos, tuercas y todo cuanto en ella había. En las vacaciones me llevaba a los inventarios a ayudar a contar tornillos y demás, y colocar una marquilla de papel con los totales e ir limpiando y ordenando todo en la medida

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que se levantaba los inventarios, era bueno, pues nos gastaba lo que queríamos, gaseosa “oso grape” de la cigarra, pan, dulces, colaciones y todo lo que nos antojáramos.

A nuestro padre le disgustaba que nosotros como varones les “pegáramos” a las mujeres, pues recuerdo una vez que la pellizqué a nuestra hermana Emma Lucía y en otra a Ruby y me pegó una muenda con un rejo que tenía de alambre eléctrico o también con soga gruesa redoblada con nudos, híjole que le dejaba las piernas marcadas con secuelas que duraban muchos días. La enseñanza era “hay que respetar a las mujeres”.

El principal lema de nuestro padre fue siempre que la única herencia que nos iba a dejar sería la educación, por eso nunca vaciló en matricularnos en los mejores planteles educativos que en mi caso comencé en las Bethlemitas en el primer año, la escuela de la Señorita Esparza y luego el Champagnat el resto del estudio básico. Siempre nos recordaba que aprovecháramos el estudio y que hiciéramos las tareas y que nos ayudáramos entre hermanos.

Fumó cigarrillo piel roja casi la mayor parte del tiempo, tenía estilo en su fumar y sacar hondonadas de humo en redondeles y bocanadas, Se distinguía con su sombrero de paño pulcro y bien llevado.

Los hombres heredamos sus vestidos de paño que nos lo mandaban a voltear y achicar a nuestra talla (aparentemente) pues casi siempre nos los dejaban más grandes con el cuento de que como íbamos creciendo nos serviría para muchos años. A mi padre lo vi en innumerables ocasiones sufrir ante la incapacidad de haber tenido una fortuna que se le desvaneció entre las manos, pues su característica de ayudar a la familia era primordial y estaba por encima de todo. En otras palabras él veía su pobreza venir a pasos agigantados, pues todo se consumía rápidamente con el familión que tenía y las necesidades que aumentaban año tras año. Su sufrimiento lo corroboré cuando le dio el primer infarto y que días después se lo hospitalizó y que al salir yo lo afeitaba y lo ayudaba a cambiarse de ropa y en ese estado le sudaban los ojos ante su situación que terminó al mes siguiente. Bordeaba Yo los 20 años cuando estaba en tercer semestre de carrera en la Universidad.

Recuerdos: valores de rectitud, la familia por encima de todo, el estudio en primer peldaño y el saber vestirse bien aunque sea con ropa usada pero impecable y llevar los zapatos lustrosos aunque estén viejitos. Edgard.

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RECUERDOS DE ISABEL NANCY

Lo que yo más recuerdo de mi papi es que yo fui a la única que le dio permiso para tener novio, yo tenía 14 años y era con Hernán Rojas, él se ponía en la sala a atender la visita era muy contento de que Hernán fuera mi novio.

La rectitud del papa, con una mirada nos decía todo, sobre todo para corregirnos o hacernos caer en cuenta que habíamos cometido un error, muy pocas veces los vi sonreír pero cuando lo hacía tenía una sonrisa muy agradable. Cuando se emocionaba se le llenaban los ojos de agua, con algún reconocimiento o un éxito de nosotros él se emocionaba mucho.

Era muy dedicado a nosotros nos dio mucho cariño. Cuando mis hermanos me molestaban que yo tenía muchos vellos en los brazos, yo iba llorando a contarle a mi papa y él me consolaba diciendo que solo la gente fina tenia vellos.

Me inculco la rectitud, la sinceridad, la delicadeza y la honradez. La palabra tenía más valor que un documento. Eso se lo he transmitido a Eduardo. Yo era muy pinchada porque todo el mundo lo admiraba al papa lo saludaba con cariño, era muy conocido el señor Gudiño, nos sacaba a pasear era pendiente de nosotros, se sentía muy orgulloso de sus hijos y nos defendía de los castigos de la mama, era muy generoso con la familia de él, sus preferencias no eran muy acentuadas, con todos era igual quería mucho a Emma Lucia, para repartir algo era para todos. En la mesa debíamos ser muy puntuales, y debíamos comer todo, que no se desperdicie la comida.

El papi nunca nos obligó a pertenecer a determinada cuestión política o religiosa, eso nos lo dejo a nosotros a nuestro criterio.

Nos inculco el sentido del ahorro, nos llevó alcancías para que ahorremos parte de los entredías.

Disfrutaba las reuniones con sus amigos, se ponía feliz con la llegada de mis padrinos, don Alonso Echeverri y doña Ely, eran bien chéveres.

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MIS MEJORES RECUERDOS CON MI PADRE: Manuel Antonio

La historia de nuestros padres: La historia cuenta que nuestro padre inicialmente conoce a nuestra tía abuela, hermana de la mamá Rosario, se ennovian y se conocen en uno de los viajes que hacen nuestra tía abuela a la ciudad de Pasto para visitar a su hermana (mamá Rosario) y a su sobrina. Nuestra madre era muy pequeña, pero apenas nuestro padre la conoce, la alza y dice: que niña tan bonita, ella será mi novia. Nuestra abuela se molesta y saca a nuestro padre de la casa, pero nuestro padre a medida que pasan los años sigue insistiendo hasta que la conquista a la edad de 14 años, se casa después de que nuestra madre cumple los quince años.

SUS ENSEÑANZAS. Son muchos los recuerdos de lo que enseño mi querido padre. Creo que el principal, el que siempre nos inculcó y enseñó: “En la mesa y en el juego se conoce al caballero”. Parece que estas palabras abarcaran muy pocas cosas, pero si la analizamos, la podemos aplicar en muchas actividades de nuestra vida diaria. El que es caballero en el juego, lo será en la mayoría de sus actividades. Es caballero en el cumplimiento de sus promesas, es caballero en el cumplimiento de sus compromisos comerciales y legales, es caballero en el cumplimento de la palabra dada, es caballero con el cumplimiento en sus compromisos laborales, caballero con el compromiso de padre e hijo. En fin creo que son muchas las aplicaciones que le podemos dar a esta pequeña enseñanza de nuestro querido padre, pero muy grande en su significado. Por eso, siempre que inicio un juego, siempre se me vienen a mi mente “En la mesa y en el juego se ve al verdadero caballero”. Gracias padre.

NUESTROS VIAJES A ECUADOR. Recuerdo muy claramente los viajes que hacíamos con el papi a la Ciudad de Ibarra. Son varios y muy bonitos que guardo desde mi infancia. Desde mi corta edad de tres años recuerdo muy bien que la alegría más grande que tenía era llevarnos a conocer y a presentarnos a sus padres, nuestros abuelos, desafortunadamente solo llegué a conocer al abuelo, la abuelita había muerto años atrás. Del abuelito Daniel solo me queda el recuerdo que tengo de él tal como lo tenemos en una foto, de la que nuestro padre anhelaba tener una gran ampliación. Después de recorrer la Quinta, nos llevaba a conocer al resto de su familia, eran muy alegres y cordiales, como eran los Gudiño Vásquez y su prima Olimpia. Nunca nos decía que tal o cual tenía o no plata, a todos sin excepción nos llevaba y nos presentaba, unos en casas muy grandes de aquellos tiempos, que eran nuestra admiración, otras pequeñas y muy modestas, pero todos nos recibían con mucho cariño.

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Cuando ya los abuelos murieron, nuestros paseos al Ecuador eran a la ciudad de Quito. Se me viene a la mente la imagen del tío Alfonso, quién junto a mi padre se sentaban al frente de un balcón, en donde se divisaba la plaza grande, por donde pasaba el tranvía, que al principio para nosotros era una gran distracción, ya que en Pasto no habíamos visto cosa alguna. Tanto el tío Alfonso como nuestro padre pasaban largas horas al frente de este balcón, admirando la ciudad, añorando sus viejos tiempos, sus días de juventud. El tío lo ponía al día en cuestiones políticas, de sus viejos amigos, recordaban a los que ya los habían dejado y de la situación en que quedaron sus familias, unos muy bien, otros que tendrían mucho que hacer por salir adelante. Leían la prensa y hacían los correspondientes comentarios. Lo que más le enfurecía al tío Alfonso, cuando le contaba de aquellos amigos que habían hecho algo incorrecto, decía “es inaudito que en estos tiempos sucedieran esta clase de cosas”. ¿Qué tal si todavía estuviera viendo las cosas que hacen hoy?, tío creo que mejor escogerías volver a dónde estás en donde muy seguramente es más tranquilo. Recuerdo un dicho que le decías a Ruby: “Comerás con pan”.

Creo que a los que conocimos al tío Alfonso, lo definíamos como una persona de carácter fuerte, pero en el fondo no era así, tal vez su forma de ser era debido a su vocación de educador, pues ejerció el cargo de Maestro. Su cariño lo expresaba con atenciones, más que con palabras. Le causaba tristeza las despedidas, para él era muy duro despedirnos, ver que su hermano confidente se regresaba y él quedaba nuevamente solo, sin tener con quién compartir aquél balcón, sus muchos recuerdos, ya que eran muy poco los que lo visitaban y él también no era amigo de visitar a sus familiares. Recuerdo muy bien, que hacía que nos despidiéramos de la Finita brevemente. Rápido, rápido, que se les hace tarde, salúdenme a los suyos en Colombia.

Después de una corta estadía, ya que a nuestro padre no le gustaba quedarse mucho tiempo en ninguna parte, a mi padre se le veía nuevo, rejuvenecido, más alegre, le gustaba visitar a su familia y sobre todo el haber cumplido su deseo que nos conocieran y que los conociéramos a ellos. Ahora mi padre tenía mucho tema para compartir con sus amigos y paisanos en Pasto. Nuestro padre quería mucho a sus hermanos, estaba muy pendiente de ellos, lo mismo de sus sobrinos. Era muy especial con la tía Margarita. En cada viaje que hacía no dejaba por ningún motivo de irle a visitar y llevarle algún presente. Pero eso sí, el lugar que siempre llegaba era donde el tío Alfonso. Lo mismo se dice que era muy especial con sus padres, estaba muy pendiente de ellos, según me pudo contar una vez la tía Margarita.

SU HERENCIA. De lo poco que nos pudo dejar muestro padre, creo que lo más grande que nos legó fue LA EDUCACION. A cada uno de nosotros nos dio la misma oportunidad de educarnos en los mejores colegios, a las mujeres en las Betlemitas, a los hombres en el Champagnat. Para ninguno de nosotros tuvo distinción alguna, para todos quería lo mejor. La diferencia fue que unos aprovechamos más que otros de esta oportunidad, es por esto la diferencia que vemos entre nosotros. Unos profesionales, definidos su situación. Con una familia con un buen futuro. Otros menos, pero con gran deseo de superación y seguir adelante, pero todos con el pleno convencimiento de ser Caballeros en la mesa y en el juego.

DE REGRESO AL COLEGIO: Inolvidable son nuestras entradas al colegio. En donde todos colocábamos en la gran mesa del comedor los libros que habíamos usado en el periodo anterior, y con lista en mano, Emma Lucía y Margoth, las mayorcitas, iban revisando lo que teníamos y lo que les podría servir a uno de nuestros hermanos menores. Con un retoque de un buen forro, el libro quedaba listo y orgullosamente lo portábamos al colegio. Más orgullosos íbamos cuando el libro era nuevo, pero si no

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era así, lo sentíamos también, porque en aquellos tiempos de nuestro padre era así. Luego de haber hecho el correspondiente inventario de las existencias, nuestro padre cogía las listas, primero hacer cuentas, luego a salir a comprar lo que hacía falta. Qué alegría era verlo entrar con grandes cajas de cartón, llenas de cuadernos, lápices, libros y en mi tiempo los primeros esferos, ya que a nuestros hermanos mayores lo usual era la pluma y la plumilla, qué problema era cuando se les regaba la tinta! Los más afectados éramos nosotros, ya que heredáramos libros chorreados de tinta, pero aquellos tiempos de nuestros padres todos los recibíamos con agrado.

¿Qué decir de los DOMINGOS DE RAMOS en casa? Fueron inolvidables, en este momento veo a nuestros queridos padres entrando con palmas, largas, las más gruesas y bonitas, luego de ir en grupo a la misa de ramos, todos nos disponíamos a transformarlas en lo que queríamos. Nos sentábamos en las escaleras de la casa y en el patio. Las mayores enseñaban a los menores a tejerlas. Se recibían pedidos: unos querían anillos, cruces, otras diademas, collares, pulseras, carteras, canastos y esteras. Bueno, deseos e ideas eran los que sobraban, todos disfrutábamos de todo, y todos estábamos muy contentos ya que cada uno obtenía lo que había pedido. Al final todo quedaría guardado, las palmas que habían quedado enteras, en la parte superior de la azotea, los recortes en la basura y las obras elaboradas después de jugar con ellas se sumergían en agua para que duren unos días más. ¡Ese si era un domingo de familia!

PASEOS EN FAMILIA. Y qué decir de los paseos de olla que ahora se dice. Esos paseos en que cada uno llevaba su avío para la media mañana, de acuerdo a su edad y tamaño. El almuerzo se llevaba en ollas, como choclos, habas, queso y papas, y era infaltable el ají para mi papá, nuestra madre le hacia uno especial para él, con puro ají, para nosotros otro con queso o maní. En estos paseos disfrutábamos jugando siempre bajo la mirada vigilante de nuestros queridos padres, viendo que a nadie le pase nada, que ninguno se perdiera y que volviéramos completos y muy contentos a casa.

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LAS SEMANAS SANTAS. Había que ver a mi padre en Semana Santa! Vestía impecablemente con vestido de paño obscuro, camisa blanca bien planchada y almidonada, con mancornas en los puños, corbata, y pisa corbatas y por supuesto no le faltaba un elegante sombrero. Y la dicha cuando nuestro padre nos llevaba a las procesiones, sacar un batallón entero, le tocaba vigilar en compañía de mamá, sin perder de vista a ninguno y cargar a los más pequeños en los hombros. Y todos estrenábamos ropa, terno completo, de cabeza a pies.

Recuerdo que en unas de estas semanas santas, nuestra madres estaba embarazada, pero no por esto dejaba de salir con nosotros a ver al precesión, ella siempre muy bonita, nuestro padre estaba muy pendiente de ella, hasta tal punto que buscaba un buen lugar para poder ver la procesión, nos asía poner alrededor de ella, haciendo círculo y nuestro padre se colocaba atrás con las manos abiertas para que a nuestra madre nadie la pudiera empujar y hacer daño, esto para mí me parecía muy bonito que nuestro padre hacía por ella, era su forma de expresarle lo mucho que la quería.

ROL DE CABALLEROS. De mi padre recuerdo que nos decía que a las mujeres había que tratarlas bien, con mucha delicadeza, pero a los hombres tratarlos un poco más duro. Recuerdo que en el golpe de estado que le dieron a Gustavo Rojas Pinilla en Pasto, el día estaba congestionado, la gente alborotada por la visita del presidente y más cuando se supo del golpe de estado. Mi madre preocupada por la situación. Mi padre en cambio, nos coge a Edgar y a mí y dice: Los hombres vamos a ver lo que pasa en la plaza principal, a Edgar lo lleva de la mano derecha y a mí de la izquierda. Yo tratando de seguirle los grandes pasos que daba mi padre, asombrado por lo que sucedía, pero mi padre adelante. De repente se me pierde un zapato, pero ni modo de decir nada, solo medio mirar hacia atrás y ver que mi pequeño zapato se iba perdiendo en medio de las multitudes, hasta que lo perdí de vista. Ya no me importaba nada, mi gran preocupación es ahora mi zapato. Que le digo a mi mamá, llegar sin zapato, era lo más terrible. Pero el caso es que al regreso nadie se dio cuenta, ya que en ese momento estaban en lo máximo de la revuelta. A Rojas le habían dado el golpe de estado, la preocupación de mi madre era que llegáramos, que llegue yo, con zapato o sin zapato y para adentro, cerrar puertas y ventanas que aquí se armó la gorda.

MOMENTOS DE BUEN HUMOR. Nuestro padre también tenía expresiones de buen humor. Una vez mi abuelita Rosario me encargo que vaya a siete iglesias y le trajera agua bendita de cada una de ellas, pues fui a contarle a mi padre lo que la abuelita quería y le dije que casi no quería ir, ya que me llevaría mucho tiempo, aunque en Pasto las iglesias quedan relativamente cerca una de otra. Mi padre me dijo que llenara la botella con agua del grifo y que la trajera, pues yo ni corto ni perezoso fui corriendo, llené la botella y se la traje. Él la bendijo y me dijo que la lleve a la abuelita. Mi abuela convencida que era de las siete iglesias, hizo el trabajo que tenía que hacer, tomar un buen bocado de agua y soplar tres veces sobre el pompis de Dianita que era bebita para quitarle el mal de ojo. Al poco tiempo la abuelita se entera, y mi abuelita furiosa con mi papá, y mi papá simplemente se reía, y a mí me pego un buen jalón de orejas. Pero lo cierto fue que fue muy efectivo, ya que Dianita muy pronto estuvo muy bien, definitivamente la fe hace milagros.

LAS DIETAS DE NUESTRA MADRE. Nuestro padre, siempre cuidó las dietas de la mami por su maternidad durante 40 días. La consentía mucho a su modo, ya que era muy poco expresivo, Pero sí estaba pendiente de todo. La subía cargada las gradas, no permitiendo que pusiera un solo pie en el peldaño de las escaleras. Llegaba temprano del trabajo, para subirla a mi madre antes de las cuatro de la tarde, para así no se enserenara su dulce dulcinea. Al salir a trabajar, nos la recomendaba para que estemos pendientes de lo que pudiera necesitar. Estas eran sus expresiones de cariño hacia nuestra madre, el estar muy pendiente de ella. Y cuando estaba la abuelita, no

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había necesidad de encargarla a nadie, porque con ella nuestra madre estaba en muy buenas manos.

PADRE AMOROSO Y RESPONSABLE. Otra cosa muy clara que cada uno debe recordar, especialmente nuestra madre, ya que a ella varias veces le oí decir: Miguel Ángel nunca faltó en el nacimiento de ninguno de mis hijos, siempre estuvo presente en el nacimiento de cada uno de nosotros, estuviese en donde estuviese, no había ningún motivo que él lo dejaba de hacer y siempre estaba presente. Mi padre expresó mucho su amor para cada uno de nosotros. Cuenta mi madre que cuando Emma Lucía era bebé, sufrió una enfermedad contagiosa. El médico ordenó que nadie se podía acercar, pero a nuestro padre no le importó nada, expresó que quería estar al lado de su hija, que lo que a él le pasara nada importaba, pero él quería estar al lado de su hija, y así fue, durante su enfermedad no se separó ni un solo momento y cuidó mucho de ella.

Cuando Luis Fernando tenía pocos meses de nacido, sufrió de hernia inguinal y requería de operación. Los médicos decían que era muy riesgosa. Mi padre sin perder tiempo, lo llevó a Quito acompañado de Margoth, Ruby y Edgar. Con la ayuda del tío Alfonso, logró que lo operaran y el papá se quedó cuidándolo en el hospital toda la noche y gracias a Dios todo salió muy bien. Nuestro padre nunca se perdía la ocasión de acompañarnos en las entregas de calificaciones y eventos sociales y así mismo colaborar con lo que nos pedían en el colegio, no dejaba que fuéramos con las manos vacías, para él no había motivo para dejarlo de hacer.

ACTIVIDAD EMPRESARIAL. En este momento se me viene al recuerdo la actividad empresarial que emprendió nuestro padre cuando abrió un almacén de repuestos, grande, próspero, el que muchas veces yo visitaba, ya que era paso obligado cuando iba al colegio. A medida que iba pasando el tiempo este sufría cambios, se iba reduciendo hasta que llegó a su final. Le cedió una parte del almacén para poder solventar los gastos a mi padrino Don Alonso Echeverry, que colocó

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una remontadora de zapatos y venta de carnaza, pues desde aquél día el que más se benefició de esto fui yo, ya que mi padrino cada mes siempre me regalaba un par de zapatos de los que fabricaba, eran unos zapatos que duraban hasta que uno se cansaba con ellos, de suela de caucho unos y otros de carnaza.

Finalmente llegó el final del almacén. Recuerdo a mi padre callado, resignado por su nueva situación. Junto con Edgar le ayudamos a empacar lo poco que quedó, que eran grandes cantidades de libretas, facturas, papel de correspondencia impresa con su logo, las que llevó a la casa y fue arrumado en la parte trasera del almacén. Las facturas fueron utilizadas por mi madre para sus ventas. Después de que cerró el Almacén se volvió una persona callada, pensativo, preocupado. Esto fue para él muy duro, situación que soportó en silencio ya que con ninguno de nosotros lo pudo compartir. Rápidamente fui viendo a mi padre acabándose en medio de sus preocupaciones, pero siempre firme pensando en nosotros, no nos descuidó para nada, siempre diciéndonos que estudiemos, que sigamos adelante.

En los últimos días de su vida, estuvo muy pendiente de Luis Fernando y Mario Alonso especialmente, dormía con ellos, se preocupaba mucho por los dos. En varias ocasiones los vi mirarlos con una mirada muy triste, les acariciaba sus pequeñas cabecitas, ya que ellos también eran muy apegados a él, y más de una vez se le nublaron sus ojos. Ya para él no pedía nada. Nada exigía, veo a un hombre de pocas palabras, siempre observando, su mirada triste, se notaba que esa tristeza de debía a que nos veía todavía pequeños. Sus últimos días los recuerdo callado, pensativo, haciéndose preguntas que nunca supimos cuáles eran, porque nosotros, en los días de nuestros padres, no podíamos hacer preguntas y menos saber de los problemas de las personas mayores. Los días fueron pasando y nuestro padre se fue consumiendo en medio de sus pensamientos. Pero lo que no se le perdió fue su mirada con la que siempre nos formó y muchas veces nos alegró, ya que nuestro padre no nos castigaba con rejo ni con palo, pero fueron muchas las veces que nos castigó con su mirada la que nos dejaba sin palabras, solo tocaba agachar la cabeza y seguir adelante.

LA VENTA DE LA QUINTA DE CARANQUI. Nuestro padre viéndose en dificultades económicas, tuvo la necesidad de vender la quinta, por el dinero que le pudieron dar en ese momento. Ese dinero lo destino primero para el pago de las matrículas de los colegios, servicios y demás obligaciones. Además se hizo cargo de las deudas que mi madre había adquirido y tenía facturas por pagar, que por las dificultades de los tiempos se estaban acumulando, poniéndose así al día con todo. Al fin y al cabo en ese momento aporta capital al negocio de nuestra madre, cosa que nos permite vivir por un buen tiempo del producto del negocio de nuestra madre. Pero esto no fue suficiente para nuestro padre, ya que veía que los gastos eran mayores que las entradas, ya estamos más grandes, cada cual pidiendo, necesitando, todo un batallón dependiendo del producto y trabajo de nuestra madre. A mi padre esto hace que cada día se fuera consumiendo viéndose impotente para solucionar la situación.

SUS DISTRACCIONES FAVORITAS: El Café Palatino era en aquellos tiempos un lugar muy concurrido en Pasto. Era el sitio de encuentro con los amigos donde se reunían para disfrutar de un tinto, fumar cigarrillo, leer la prensa y jugar billar los hombres mayores. Allí se ponían al día en asuntos de política, se enteraban de las últimas noticias, etc. Era el lugar preferido y muy frecuentado por nuestro padre. Allí se lo podía encontrar después de las 6 pm y no más de las 7:30 de la noche. Era su único sitio de distracción. Recuerdo que una vez me llevó, era un sábado a eso de las tres de la tarde, me hizo sentar, y él mismo pidió un perico para mí y un tinto para él, recuerdo que me sentía muy importante, a lado de mi padre en un lugar público en donde solamente iban personas mayores. Miraba por todos lados, noté que la gran mayoría de las personas que estaban en ese momento conocían a mi padre, y no eran

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cualquier persona, eran personas elegantes, con buena ropa, bien aplanchada y con sombrero, a pesar de ser sábado no vestían deportivamente, todos los que lo conocían lo saludaban con su apellido, desde el señor que nos atendió le pregunto después de saludarlo:¿Señor Gudiño y quién es esta personita, y mi papá le contesta es mi hijo, saluda hijo y yo lo saludé. Lo que más me llamó la atención, era que las personas que llevaban puesto sombrero, se lo quitaban y muy elegantemente lo saludaban, pues esa era la forma de saludar de los caballeros en aquellos tiempos. Lo mismo pasaba cuando íbamos por la calle, las personas que lo saludaban lo hacían con aprecio y respeto, porque ese era mi papá, una persona respetable. El me llevaba cogido de su mano y no me soltaba para nada, me cuidaba mucho y yo por supuesto me sentía muy protegido y muy orgulloso de salir por la calle acompañado por él.

Como estos momentos que tuve la oportunidad de vivirla con mi padre, para mí serán los máximos recuerdos, a mi padre no tengo nada que reprocharle, pero sí todo agradecerle. Tuvimos la oportunidad de llevar una vida mucho mejor, más cómoda económicamente, pero nos enseñó que cada uno podíamos conseguir lo que quisiéramos si aprovechábamos los estudios y nos desempeñemos en lo que nos guste y de acuerdo a nuestras aptitudes. Varias veces me he hecho esta pregunta. ¿Si hubiéramos tenido más comodidades fuéramos así de unidos?, En las veces que hemos estado reunidos, alegres y muy contentos como lo estuvimos en la última navidad, en el matrimonio de Carolina y en el cumpleaños de Stefania. Siempre se me ha venido a la mente esta pregunta: ¿Estaríamos mucho mejor o seríamos ni la sombra de lo que somos? Todo está bien, y somos lo que quisimos ser, gracias a la formación de nuestros Padres, Gracias a ti Padre, gracias a ti Madre.

Tal vez no estaría escribiendo estas palabras, si a alguno de nosotros no se le hubiera ocurrido proponerlo, porque es la primera vez que nos convocan para contar una historia, la historia de nuestro querido padre y que volvamos revivirla y los que no la vivieron o no la conocieron, la conozcan y la recuerden. Ahora tenemos la oportunidad de compartirla, compartir algo vivido en familia y que podemos seguir reviviendo cada vez que nos logremos reunir todos como la gran familia que somos: la familia Gudiño Dávila. Familia los quiero mucho. Manuel Antonio.

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A LA MEMORIA DE UN PADRE: Olga del Carmen

Hola Margoth: Aquí estoy haciendo memoria de nuestro Padre. Y lo que más recuerdo de Él es su rectitud al hacer y decir las cosas, le gustaba la lealtad y sobre todo no le gustaba que hablaran mal de nadie o decir algo si no se estaba seguro de lo que se decía.

No le gustaba estar en deuda con nadie, lo que se podía comprar con el dinero que había se compraba sino no se compraba nada con tal de no estar en deuda.

Al papi sus amigos le recordaban con cariño decían que era un buen Padre y amigo. El papi era muy cariñoso con nosotros, no le gustaba que peleáramos, ni que discutiéramos. Le gustaba la puntualidad, sobre todo a la hora de las comidas, cuando nos llamaban le gustaba que fuéramos enseguida de lo contrario iba en busca de la persona que faltaba para empezar juntos a comer. Tampoco le gustaba que contestáramos en forma brusca sino siempre con delicadeza.

El papi estaba pendiente de las fecha de ir a pagar los servicios públicos para no atrasarse y que no nos fueran a cortar los servicios. Asistía a las reuniones del colegio para ver el rendimiento escolar y si no iban bien creo que chupaban como dicen aquí, les daba una buena hablada y que estudiaran por el bien de la misma persona.

Se acordaba de los cumpleaños de todos, y nos homenajeaba dándonos algunos centavitos eso a los más pequeños, y por la noche nos llevaba cargados a la cama a los menores y nos dejaba dormidos y bien tapados, y al resto se percataba que estuvieran bien cobijados, y así se iba a descansar tranquilo.

Se preocupaba de que comiéramos todo y que no dejáramos políticas, ni que se desperdiciara la comida. Cuando alguien estaba enfermo el Papi estaba muy pendiente de todo, y si era necesario el mismo le llevaba la comida y no se retiraba hasta que hubiésemos terminado todo.

Estaba pendiente de todos y sobre todo cuando llegábamos del colegio él estaba en la puerta esperándonos y si se tardaba un poco más se preocupaba, y si era con los mayores iba al colegio a ver qué había pasado y si le encontraba entretenida le traía de una sola. El papi cuando no le gustaba algo que hacíamos con una mirada era suficiente.

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Al regresar del colegio en la tarde lo primero que hacía era que nos cambiáramos el uniforme y que bajáramos a tomar café caliente, y luego hacer los deberes y que dejáramos listo los libros para el día siguiente.

Yo podría decir que era mimada por el papi, cuando a la mami se le subía el Dávila no le gustaba que nos riñera, ni mucho menos que nos pegara, el siempre salía a la defensa de todos. El Papi nos aconsejaba que nos portáramos bien y que estudiemos para salir adelante. También le gustaba hacernos cosquillas con la barba y sentarnos en sus piernas a uno y a otro.

Los fines de semana nos lustraban los zapatos y velaba porque los uniformes estuvieron siempre limpios para ir a los colegios bien presentados y bien peinados. En ese tiempo era doble jornada y si en la tarde teníamos educación física, nos revisaba para que fuéramos con el uniforme completo para que no nos fueran a regresar o poner mala nota. También recuerdo que él estaba pendiente para que nos levantáramos temprano para ir a estudiar.

Cuando se acercaba la entrada a un nuevo año escolar nos decía que saquemos los zapatos y nos hacía medir y si nos quedaban pequeños, heredábamos el del mayor y así sucesivamente lo mismo los uniformes los llevaba hacer arreglar con la Señorita Edelina. Cuando entregaban la lista de libros, lo primero que hacía era buscar si había en casa antes de comprar - ¡Ah! y le decía a la mami o a ustedes las mayores que nos llevaran hacernos cortar el pelo, al Ondina que quedaba al frente de U. de Nariño o al Claudia que era en lo alto del Amorel. No le gustaba que la mami nos cortara el pelo, sino que nos llevaran hacer cortar al salón de belleza.

En la navidad nos hacía a los pequeños dormir un rato para que estuviéramos despiertos a la media noche y nos iba a despertar llevándonos un cafecito con empanadas calienticas y que bajáramos bien tapadas para no resfriarnos.

A las mayores, cuando iban a visitarlas sus novios, se quedaba con El en la sala conversando y les preguntaba a qué familia pertenecían y que hacían etc.…. eso es recuerdo de ustedes mismas que contaban.

Al papi le gustaba fumar cigarrillo piel roja y nos gustaba ir a votar la colilla al basurero y tratamos de fumar nosotros ese puchito que dejaba. El papi cuando salía de viaje, para venir a Ecuador se ponía sombrero y un abrigo. De todas maneras al Papi lo recuerdo con mucho cariño aunque han pasado muchos años aún sigue en mi memoria su imagen y sobre todo con la foto que saco el Manuco con la mami ahí esta vivito.

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Bueno espero que saques una buena memoria del Papi y muchos saludos. No escribo nada más porque quiero mandar hoy mismo esto. Abrazos mil, de tu hermana que los quiere y recuerda mucho, Olgui.

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RECUERDOS DE: Diana Alicia.

Querida Margoth: Bueno haciendo memoria de los recuerdos vividos con el Papi, la memoria se torna frágil, pero haciendo un esfuerzo te pasare a contar lo siguiente:

Una de las cosas más lindas que recuerdo fue en una navidad que la situación económica estaba muy apretada pero aun así el regalito del Niño Dios no faltaba , recuerdo que el papi y la mami nos llevaban a la iglesia a la misa de gallo y para nosotros nos parecía interminable porque queríamos llegar a casa y mirar qué nos había traído el niño Dios, regresábamos corriendo y cuando encontramos el árbol lleno de paqueticos para cada uno y nos iban leyendo por nombres y ese año el niño Dios nos trajo en una bolsa de plástico dulces y una pelota de caucho, qué contentos que nos pusimos. El papi estaba muy contento y a él casi siempre le traía una piyama y ropa interior, al otro Día 25 de diciembre estrenar un vestido nuevo y todo lo demás también era una dicha y nos poníamos a jugar con nuestros hermanos muy ricos.

Otra de las cosas que recuerdo que el Papi viajaba con mucha frecuencia a Ibarra y cuando llegaba nos traía a cada uno una nogada, una bolsa de pinol, galletas de letras y muñequitos y con ello formábamos nuestros nombres. Y también machica para mezclar con chocolate o colada morada quedaba muy rica. El papi era muy estricto a la hora de almorzar todos teníamos que estar puntuales a las 12 del día bien peinados y nadie le podía cambiar la cuchara del papi que era grande y le gustaba mucho el ají, yo decía que no deberían comer ají ni el papi ni la mami porque eso los hacía poner bravos.

Los domingos nos bañaban temprano y después de la misa el papi nos llevaba al concierto de música interpretado por la banda departamental y por la tarde nos íbamos a caminar por la ciudad, por Las Cuadras y Palermo y nos compraban helados y nos tomaban foticos.

El papi siempre nos embolaba los zapatos para ir al colegio y a Mario y lucho siempre los peinaba y los vestía. En el almacén el papi era quien cuidaba que no nos robaran, él era muy especial con nosotros los niños de ese tiempo, no permitía que nos castigaran o nos hicieran llorar porque castigaba al que nos hiciera llorar.

Recuerdo la noche cuando Miguel les conto que se había casado con Gladys, la mami reacciono muy fuerte, el papi se quedó callado, les dio muy duro la noticia de ese matrimonio. El papi nos llevaba siempre a visitar a los sobrinos a la casa de la suegra de Miguel, sobre todo cuando estaban de cumpleaños, lo que más nos gustaba era ver el juguetero que tenía bajo llave y nos moríamos de las ganas de jugar con esos juguetes, creo que una vez lo abrieron y que felicidad fue jugar.

El papi también nos llevaba al parque para que montáramos en columpios y en una de esas ocasiones le dio su primer infarto al tratar de desenredar la cadena del columpio que estaba recogida en la parte de arriba., nosotros no sabíamos lo que le estaba pasando, él se recostó en el pasto y se apretó el pecho y botaba saliva.

También lo vi cuando le dio el infarto por segunda vez en la sala donde el acostumbraba a escuchar música sobre todo la canción “Viejo mi querido viejo” de Piero. A él se lo veía muy triste cuando ya no tenía su empresa y la mami era muy dura con él. El papi nos dejó el mejor regalo de darnos un apellido limpio y con la frente en alto y me acuerdo cuando íbamos a buscar empleo, con decir que era hija de Miguel Ángel Gudiño nos abrían las puertas y don Nicanor Vásquez, creo que su mejor amigo, lo apreciaba mucho porque por él nos dio empleo a Liliana, Olguita y a mí. Una

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de las Frases que más recuerdo era que en la mesa y en el juego se conoce al caballero, Emma Lucía lo recordaba siempre y para Ella y como para nosotros fue el mejor ejemplo de puntualidad, rectitud y responsabilidad.

Recuerdo cuando el Papi estuvo en el hospital San Pedro, las hermanitas nos querían mucho y nos hacían muñecas de trapo, todas las tardes salíamos del colegio y nos íbamos a visitarlo esa era la felicidad del Papi y la nuestra. Cuando el papi murió yo levantaba el teléfono 36-54, era el número, y se oía una voz que decía: “El señor Miguel Ángel Gudiño ha muerto”, y el teléfono como si se hubiera quedado conectado al hospital.

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RECORDANDO A MI PADRE: Jorge Enrique:

Mi padre fue una persona con la cual compartí mis primeros años, al que a partir de mis cuatro o cinco años, empecé a interrogar sobre las cosas de la vida, cosas muy sencillas, pero el muy seriamente me contestaba, y siempre serenamente nos miraba. Ahora comprendo qué se debe sentir estar en esa edad con tantos hijos y aún más con unos pequeños hijos, que claramente no se vería crecer.

¿Qué más recuerdo de él? Que le gustaba jugar cartas, que opinaba mucho sobre política, que confiaba mucho en las personas; y transmitía sus enseñanzas a través de los célebres pensamientos.

Ahora comprendo lo que se siente estar como padre, la responsabilidad que ello implica y la continua preocupación de velar por los hijos, siempre queremos lo mejor para ellos, pero qué difícil sería para él estar en una avanzada edad viendo que no puede ya con su salud y que no queda nada de sus negocios, me imagino las reflexiones que consumían su mente en sus últimos años. Estas mismas que hemos de repetir nosotros, ya que nuestra familia ya estamos todos maduros y viviendo duras experiencias, que como siempre hemos admirado de nuestros padres, e incluso de Emma Lucía quien ocupó su lugar, de tratar de sacar adelante a cada uno de nosotros, que somos tan distintos y que aún necesitamos de su apoyo espiritual.

Que tus enseñanzas brillen ahora y siempre, que nos guíes por el sendero de la vida, en la unidad familiar, por el bien de todos nosotros. Jorge.

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RECUERDOS DE MI PADRE: Gladis Liliana

Lo que recuerdo de mi padre es muy poco, por cuanto era muy pequeña cuando el falleció, son episodios cortos, a continuación los detallare tal como los recuerdo.

Le encantaba llevarnos a pasear a los seis últimos comenzando desde Mercedes, a Luís Fernando y a mí nos cargaba y los hermanos grandes cuidaban a los pequeños. (a Mario Alfonso por ser el menor se quedaba con la Mami). Generalmente nos llevaba a la avenida de los estudiantes en donde podíamos pasear y correr a nuestro antojo. Además, recuerdo que al momento de almorzar le gustaba que todos estuviésemos reunidos y muy bien arreglados y peinados, algo que le disgustaba es que lleguemos tarde o estemos desarreglados.

Los domingos después del baño, el nos peinaba a los menores, a mí me recogía la mitad del cabello y me hacía una palma bien ajustada, que además me gustaba mucho.

El ultimo recuerdo que guardo de mi Padre, cuando falleció, que Margoth nos fue a recoger a Manuel, a Jorge y a mí, al Champagnat donde yo cursaba kínder, el Coordinador del Colegio fue a mi curso, yo estaba en fila esperando que me califiquen una tarea de Matemáticas, cuando sale la profesora a hablar con el coordinador y luego entra y me dice: “recoja sus útiles, lleve todos sus cuadernos y la maleta que usted hoy no vuelve”, yo asustada le decía si yo hice la tarea revísela está bien, no sabía lo que pasaba, y al salir vi a Margoth con un vestido todo negro y nos dijo que el papi acababa de fallecer. Nos llevó al Hospital San pedro donde estaba el papi y lo vi como embalsamado.

Después, a los menores nos dejaron en casa el día del entierro, pero Mercedes con Olguita nos llevaron a los más pequeños al cementerio, no se cómo llegamos, pero si estuvimos ese día.

Sé que es poco lo que recuerdo de mi padre, pero el mayor legado que el nos ha dejado, y que perdurara por siempre, de lo cual hemos heredado muchos de nosotros es su sencillez, su manera de ser, su honestidad, trabajador, lo culto, su buen vestir, su simpatía y su amor por todos sus hijos.

GLADIS LILIANA

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RECUERDOS DE: Luis Fernando

Hola hermana.

Lo único que recuerdo del Papi, es que se colocaba a lado de la vitrina del almacén de lanas mientras mamá atendía a los clientes, no recuerdo su voz, también recuerdo cuando estaba en el hospital San Pedro antes de fallecer cuando nos llevaron con Mario a visitarlo y nos pusimos a jugar en un balcón que había; en el entierro no me llevaron porque me quede dormido en la casa vieja.

De su cuerpo físico era de un hombre delgado, bien vestido y tampoco recuerdo algún momento que pude compartir con él o instante en especial.

Gracias: Luis Fernando Nota: Luis Fernando tenía menos de dos años cuando nuestro padre falleció.