Referencial

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LORRIE MOORE REFERNCIAL DEL The New Yorker POR TERCERA VEZ en tres años, discutieron sobre qué regalo sería apropiado para el cumpleaños de su perturbado hijo. Había tan poco que tenían permitido llevar: casi todo podía transformarse en un arma, por lo que la mayoría de las cosas debían dejarse en recepción y luego, si así se pedía, una robusta auxiliar de cabellera rubia los traería, quien de antemano los revisaría por si fueran potencialmente peligrosos. Pete había traído una canasta llena de mermeladas, pero estaban en frascos de vidrio y por lo tanto estaban prohibidos. "Se me olvidó", se lamentó. Los frascos venían ordenados por color, desde la mermelada más clara, pasando por la de camemoro hasta mermelada de higo, como si contuvieran los análisis de orina de una persona cada vez más enferma. Bien podrían confiscarlos de todos modos, pensó. Encontrarían otra cosa que llevar. Cuando su hijo había cumplido doce años, con su murmullo aturdido y silencioso y su oposición a cepillarse los dientes, Pete ya llevaba en sus vidas al menos seis años, y ahora cuatro años más habían pasado. El amor que sentían por Pete era grande y sinuoso, con curvas escondidas pero sin altos de verdad en el camino. El niño veía en él una clase de padrastro. Ella y Pete habían envejecido juntos, aunque se notaba más en ella, con sus vestidos camiseros negros que la hacían ver delgada y su pelo canoso sin teñir, a menudo tomado, colgando como musgo español. Cuando su hijo ya estaba desvestido, arropado con una bata hospitalaria y lo habían ubicado en uno de los habitación de la institución, ella ya igualmente se había quitado los collares, aretes, bufandas, y también todos sus aparatos ortopédicos, le dijo a Pete, tratando de distraerlo, y los puso en una carpeta de acordeón enganchada debajo de su cama. No se le permitía usarlos cuando iba de visita, por lo que decidiría no usarlos más; una especie de solidaridad con su hijo, una nueva viudez aparte de la que ya estaba viviendo. A diferencia de otras mujeres de su edad (que tendían a exagerar un poco, con lencería espantosa y joyas encandilantes), ahora

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LORRIE MOOREREFERNCIALDEL The New Yorker

POR TERCERA VEZ en tres aos, discutieron sobre qu regalo sera apropiado para el cumpleaos de su perturbado hijo. Haba tan poco que tenan permitido llevar: casi todo poda transformarse en un arma, por lo que la mayora de las cosas deban dejarse en recepcin y luego, si as se peda, una robusta auxiliar de cabellera rubia los traera, quien de antemano los revisara por si fueran potencialmente peligrosos. Pete haba trado una canasta llena de mermeladas, pero estaban en frascos de vidrio y por lo tanto estaban prohibidos. "Se me olvid", se lament. Los frascos venan ordenados por color, desde la mermelada ms clara, pasando por la de camemoro hasta mermelada de higo, como si contuvieran los anlisis de orina de una persona cada vez ms enferma. Bien podran confiscarlos de todos modos, pens. Encontraran otra cosa que llevar.Cuando su hijo haba cumplido doce aos, con su murmullo aturdido y silencioso y su oposicin a cepillarse los dientes, Pete ya llevaba en sus vidas al menos seis aos, y ahora cuatro aos ms haban pasado. El amor que sentan por Pete era grande y sinuoso, con curvas escondidas pero sin altos de verdad en el camino. El nio vea en l una clase de padrastro. Ella y Pete haban envejecido juntos, aunque se notaba ms en ella, con sus vestidos camiseros negros que la hacan ver delgada y su pelo canoso sin teir, a menudo tomado, colgando como musgo espaol. Cuando su hijo ya estaba desvestido, arropado con una bata hospitalaria y lo haban ubicado en uno de los habitacin de la institucin, ella ya igualmente se haba quitado los collares, aretes, bufandas, y tambin todos sus aparatos ortopdicos, le dijo a Pete, tratando de distraerlo, y los puso en una carpeta de acorden enganchada debajo de su cama. No se le permita usarlos cuando iba de visita, por lo que decidira no usarlos ms; una especie de solidaridad con su hijo, una nueva viudez aparte de la que ya estaba viviendo. A diferencia de otras mujeres de su edad (que tendan a exagerar un poco, con lencera espantosa y joyas encandilantes), ahora senta que ese tipo de esfuerzo era ridculo, por lo que opt por enfrentarse al mundo como una mujer amish, o peor an, cuando la luz implacable de la primavera se posa en su cara, como un hombre amish. Si iba a ser vieja, entonces dejen que lo sea, como buena ciudadana, una a la vieja usanza! "Para m, siempre te ves tan hermosa," algo que Peter ya no le deca.Pete haba perdido su trabajo durante la ltima crisis econmica. En un momento, estuvo a punto de vivir con ella, pero los problemas cada vez ms graves de su hijo le haban hecho arrepentirse de ello. Le dijo que la amaba, pero que no era capaz de hallar el espacio que necesitaba para s mismo ni en su vida ni en su hogar (l no culpaba a su hijo, cierto?). Con una codicia visible en sus ojos y con comentarios agrios, contempl la sala de estar, que el hijo de ella, cuando estaba en casa, de la que se apropiaba con grandes mantas y baldes vacos de helado, una Xbox, y varios DVD.No tena idea de dnde se iba Pete, a veces durante semanas. Querer saberlo lo vea como un acto de vigilancia y de apego, as que intentaba no preguntarle nada, e intentaba no pensar en ello. En una ocasin se senta tan necesitada de contacto que se fue a la peluquera Stressed Tress, a la vuelta de la esquina, solo para que le lavaran el pelo. Las pocas veces que haba volado a Buffalo para ver a su hermano y su familia prefera que la seguridad del aeropuerto le hiciera cacheos en lugar de atravesar el escner corporal. "Dnde est Pete?" le lloraba su hijo durante las visitas que haca sola, con la cara tono escarlata y llena de acn, hinchada y grande por los efectos de los medicamentos que le haban dado (y cambiado otra vez) y le responda que Pete estaba ocupado hoy, pero pronto, pronto, tal vez la prxima semana, vendra. Un vrtigo maternal le rodeaba, la habitacin daba vueltas, y las delgadas cicatrices en los brazos de su hijo a veces parecan deletrear el nombre de Pete, la prdida de un padre grabada de forma primitiva como lgebra en la piel. En medio de aquellas vueltas de carrusel en la habitacin, esas lneas blancas palmeadas parecan grafiti de camping, como cuando los jvenes solan tallar toscamente las palabras "PAZ" y "MIERDA" en los rboles y las mesas de picnic, con la letra D dibujada como un tringulo. La mutilacin era un lenguaje, y viceversa. Los cortes de su hijo enternecan a las chicas, muchas de las cuales tambin se cortaban y rara vez vean a un chico que lo hiciera, por lo que en las sesiones de grupo se hizo popular, lo que a l no le interesaba ni notaba, quiz. A veces se cortaba las plantas de los pies con el papel lija de las sesiones de artesana sin que nadie se diese cuenta. En grupo, finga leerle la planta de los pies a las chicas, como si fuesen la palma de la mano, anunciando la llegada de extraos a sus vidas y si acaso el amor les tendera una mano (o el pie, como l deca), y a veces vea su propia suerte en sus cortes.Pete fue con ella a ver a su hijo no con las mermeladas sino que con un libro de papel de algodn sobre Daniel Boone, sacado de la propia biblioteca de ella, que s estaba permitido, a pesar de que su hijo iba a creer que contena mensajes para l, creera que aunque fuese una historia sobre una persona de hace mucho tiempo, era tambin la historia de su propio dolor y del herosmo frente a frente a lo incierto, a la derrota, y al alejamiento, que su propia vida podra ser recubierta sobre el libro, que era simplemente una armadura noble para la revelacin de cuentos que era l. Habra pistas en las palabras en las pginas con nmeros que sumasen su edad: 97, 88, 466. Habra otras referencias escondidas con respecto a su existencia. Siempre haba.Se sentaron en la mesa de los visitantes, su hijo dej el libro a un lado e intent sonrerle a ambos. Todava haba dulzura en sus ojos, dulzura con la que haba nacido, aun cuando en ellos la furia se lanzase en forma dispersa. Alguien le haba cortado su rojizo cabello, o al menos, lo haba intentado. Tal vez la persona encargada no haba querido que las tijeras estuviesen cerca de l durante un perodo prolongado y se las quitase rpidamente, saltase, se acercase de nuevo, tomase y cortase, y diese un brinco hacia atrs. Eso es lo que pareca. Su hijo tena el pelo ondulado y que haba que cortar cuidadosamente. Ahora ya no caa en cascada hacia abajo, pero estaba cerca de su cabeza, saltando en ngulos que probablemente no le importaran a nadie ms que a una madre."Y bueno, dnde has estado?", le pregunt su hijo a Pete."Buena pregunta", dijo Pete, como si alabando el asunto hiciera que se esfumase. Cmo puede la gente estar mentalmente bien en un mundo as?"Nos echas de menos?", Pregunt el muchacho.Pete no respondi."Piensas en m cuando miras los capilares negros de los rboles en la noche?""Supongo que s." Pete le devolvi la mirada, para no girar en su asiento. "Siempre estoy esperando a que ests bien y que te traten bien aqu.""Piensas en mi mam cuando miras fijamente hacia las nubes y en todo lo que contienen?"Pete se qued en silencio de nuevo."Ya es suficiente", le dijo la madre a su hijo, que se volvi hacia ella con un cambio de expresin."Se supona que habra una torta para el cumpleaos de alguien", mencion."Eso sera agradable!", dijo ella, sonriendo de nuevo."Sin velas, por supuesto, ni tenedores: vamos a tener que coger el glaseado con las manos y metrnoslo en los ojos hasta quedarnos ciegos. Alguna vez piensas en cmo, en ese momento de las velas, el tiempo se detiene, incluso cmo los momentos se llevan el humo? Es como el fuego del amor apasionado. Alguna vez te preguntas por qu tantas personas tienen cosas que ni merecen, pero lo absurdas que son esas cosas para empezar? De verdad crees que un deseo puede hacerse realidad si nunca, nunca, nunca, nunca, nunca, nunca se lo dices a nadie?"

De camino a casa, ella y Pete no intercambiaron una sola palabra, y cada vez que ella miraba las manos envejecidas de Pete, artrticamente tomando el volante, con esos pulgares familiares colgados de forma ligeramente simiesca, comprendi nuevamente el lugar desesperado en que ambos se encontraban, a pesar de que sus desesperaciones estaban separadas, no compartidas, y sus ojos sintieron la presin punzante de las lgrimas.La ltima vez que su hijo haba tratado de hacerlo, su mtodo haba sido, en palabras del doctor, mrbidamente ingenioso. Pudo haber tenido xito, pero una compaera paciente, una chica del grupo, lo detuvo en el ltimo minuto. Hubo mucha sangre que fregar. Durante un tiempo, su hijo haba buscado solamente un dolor para distraerse, pero con el tiempo haba querido abrir un agujero en s mismo y huir a travs de l. La vida para l estaba llena de espas y un espionaje preocupante. Sin embargo, a veces los espas tambin huiran, y alguien tendra que perseguirlos, en los campos ondulados de los sueos, en las montaas, temprano en la maana con una significacin de amanecer, con el objetivo, paradjicamente, de escapar de ellos por completo.Se avecinaba una tormenta, y el relmpago hizo su rpido y deliberado zigzag entre las nubes. Ella no necesitaba tal ilustracin tan clara de que los horizontes se podan destrozar, llena de mensajes y cdigos rotos, pero all estaba. Una nieve de primavera comenz a caer con el relmpago todava tronando, y Pete accion los limpiaparabrisas de modo que pudieran mirar a travs de los semicrculos a la carretera cada vez ms oscura ante ellos. Ella saba que el mundo no haba sido creado para hablarle solo a ella, y sin embargo, en cuanto a su hijo, a veces las cosas lo hacan. Los rboles frutales haban florecido temprano, por ejemplo, los huertos que pasaban eran de color rosa, pero la calidez prematura limitaba a las abejas, por lo que habra poca fruta. La mayora de los florecimientos que colgaban caeran en esta mismsima tormenta.Cuando llegaron a la casa de ella y entraron, Pete se mir a s mismo en el espejo del pasillo. Tal vez necesitaba asegurarse de que todava estaba vivo y no era el fantasma que pareca."Quieres un trago?" pregunt ella, esperando que se quedara. "Tengo un buen vodka. Podra hacerte un buen ruso blanco!""Solo vodka", dijo de mala gana. "Sin nada."Abri el frigorfico buscando el vodka, y cuando lo cerr se qued all parada por un momento, mirando las fotos con imanes que haba pegado en la puerta del refrigerador. Cuando beb, su hijo pareca ms feliz que la mayora de los bebs. A los seis aos, segua sonriendo y actuando, con los brazos y piernas abiertas como una estrella, mostrando los perfectos huecos entre sus dientes, su cabello en rizos infinitos. A los diez, tena una expresin vagamente melanclica y temerosa, aunque haba luz en sus ojos, y sus encantadores primos junto a l. All estaba l, un adolescente gordito, con su brazo alrededor de Pete. All, en la esquina, l un nio otra vez, en brazos de su decoroso y apuesto padre, a quien no recordaba, porque haba muerto hace mucho tiempo. Todo esto tena que ser aceptado. Vivir no significaba una alegra sobre otra: no era ms que la esperanza de sufrir menos, la esperanza jugada como un naipe encima de otra esperanza, un deseo de bondad y misericordia que emergiera como reyes y reinas en un giro inesperado del juego. Uno podra retener las cartas o no: caeran de misma manera, en cualquier caso. La ternura no entraba en eso, excepto de una forma daada."No quieres hielo?""No," respondi Pete. "No, gracias."Puso dos vasos de vodka en la mesa de la cocina y se dej caer en la silla frente a l."A lo mejor te ayudar a dormir", le dijo."No s si algo pueda hacer eso", dijo, tomando un trago. El insomnio lo atormentaba."Voy a traerlo a casa esta semana", dijo. "Necesita de vuelta a hogar, su casa, su habitacin. l no es un peligro para nadie".Pete bebi un poco ms, sorbiendo ruidosamente. Ella se daba cuenta de que l no quera saber nada de esto, pero senta que no tena ms remedio que seguir. "Tal vez podras ayudar. l te admira"."Ayudar cmo?" Pete pregunt con un chispeo de ira. Son el tintineo del vaso sobre la mesa."Podramos cada uno pasar parte de la noche cerca de l", dijo ella con cuidado.El telfono son. El aparato que colgaba en la pared traa casi nada ms que malas noticias, por lo que el sonido de la misma llamada, especialmente en la noche, siempre la sobresaltaba. Intent no estremecerse, pero aun as encorv sus hombros, como si estuviera anticipando un golpe. Se puso de pie."Al?", dijo contestando al tercer tono, corazn palpitando, pero la persona en el otro extremo colg, y volvi a sentarse. "Supongo que era un nmero equivocado", dijo. "Tal vez te gustara ms vodka.", agreg."Solo un poco. Luego debo irme".Le sirvi un poco ms. Ya le haba dicho lo que tena que decir y no quera tener que convencerlo. Esper a que diera un paso adelante con las palabras adecuadas, a diferencia de algunos de sus amigos ms crueles, que siempre le estaban advirtiendo, ella crea que haba una algo bueno en el fondo de Pete y siempre se mostr paciente esperndolo. Qu otra cosa poda hacer?El telfono volvi a sonar."Probablemente sean vendedores ", repar l."Los odio", dijo. "Al?", dijo en voz ms alta en el receptor.Esta vez, cuando la persona que llam colg, mir el visor de llamadas del telfono, que se supona iba a revelar el nmero de la persona que llamaba.Se sent de nuevo y se sirvi ms vodka. "Alguien est llamando desde tu departamento", dijo.Ech hacia atrs el resto de su bebida. "Debera irme", dijo, y se levant. Ella lo sigui. En la puerta, lo vio agarrar el pomo y girarlo firmemente. Abri de par en par, tapando el espejo."Buenas noches", dijo. Su expresin ya se haba remitido a algn lugar lejano.Ella envolvi sus brazos a su cuello para besarlo, pero l volte la cabeza bruscamente para que su boca se posara en su oreja. Record que haba hecho ese movimiento evasivo hace diez aos, cuando se haban conocido, y l se encontraba en una condicin de evasin romntica. "Gracias por acompaarme", dijo."De nada", respondi, y luego se apresur a bajar las escaleras hacia su auto, que estaba estacionado en la acera del frente. No quiso acompaarlo, y cerr la puerta con llave mientras el telfono comenzaba a sonar otra vez.Se fue a la cocina. La verdad es que no haba sido capaz de leer el visor de llamadas sin sus gafas, y se haba inventado la parte de que fuera el nmero de Pete, pero l lo haba convertido en verdad de todos modos, que era la magia negra de las mentiras y las buenas conjeturas, engaos giles. Se prepar y plant sus pies."Al?", dijo contestando al quinto tono. El visor de plstico donde debera aparecer el nmero estaba borroso como si estuviese cubierto por una gasa, una capa de cebolla sobre capa de cebolla, o ms bien, una foto de una cebolla. Una cosa encima de otra."Buenas noches", en voz alta. Cul sera la respuesta? La pata de un mono. Una dama. Un tigre.Pero no hubo nada en absoluto.