REFLEXIONES ACERCA DEL TERROR EN LOS ESCENARIOS DE GUERRA INTERNA

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REFLEXIONES ACERCA DEL TERROR EN LOS ESCENARIOS DE GUERRA INTERNA Resumen Lejos de desaparecer con el fin de la Guerra Fría, las guerras están más presentes que nunca en el mundo contemporáneo. El autor muestra cómo se han transformado las confrontaciones violentas en el mundo, desde las guerras regulares del S. XIX a los conflictos armados de las últimas décadas, que incluyen conflictos armados internos, tendientes a la internacionalización, desvanecimiento de la diferencia entre combatientes y civiles, etc. Posteriormente estudia los fenómenos terroristas, su relación con el terror y con la guerra, para terminar hablando de la violencia y sus interacciones con el territorio. Abstract Far from disappearing with the end of the Cold War, wars are livelier than ever in the contemporary world. The author shows how violent confrontations have been transformed in the world, from the regular wars of the 19th century to the armed conflicts of the last decades, which include internal armed conflicts tending to internationalization, fading of the difference between combatants and civilians, etc. Later on he studies the terrorist phenomena, their relation with terror and war, to end up talking about violence in its interactions with territory. Palabras clave: Guerra, conflicto armado, terrorismo, terror. Keywords: War, armed conflict, terrorism, terror. Introducción A raíz del final de la así denominada “Guerra Fría”, los fenómenos de violencia colectiva, y de guerra en particular, han suscitado un número creciente de análisis 1 . De manera singular o transversal, se han invocado la religión, las crispaciones étnicas y nacionalistas 2 , la idea de “nuevas guerras” 3 y un supuesto “choque de civilizaciones” 4 para dar cuenta de la dinámica de los conflictos 5 . Más allá de su diversidad, estos discursos tienen que ver “en filigrana” con cambios en las representaciones de la violencia. ¿Cómo interpretar esta efervescencia intelectual? Empecemos por recordar que la disuasión nuclear, inherente a la “Guerra Fría”, ha contribuido a instaurar una situación de no confrontación armada directa entre las grandes potencias y algunos de sus aliados 6 a pesar de múltiples crisis y tensiones. De allí la tentación de hablar de “una larga paz” 7 , tras la experiencia traumática de los dos conflictos mundiales, en referencia a los años comprendidos entre las décadas 1950 y 1980 que delimitaron las grandes líneas de la “Guerra Fría”. En un tono algo provocador, se afirmó inclusive que la guerra estaba “muerta” 8 subrayando la improbable ocurrencia de una conflagración militar de gran magnitud. La rivalidad “este-oeste” característica de la época, atenuó el imaginario brutal de la guerra, al menos en Europa y Estados Unidos, y favoreció las lecturas macro que menospreciaron la complejidad de los factores bélicos y sus manifestaciones desestructurantes en el marco de la descolonización (Indochina, Argelia, rebelión Mau-Mau en Kenya, África lusófona, etc.) o de luchas fratricidas por el poder nacional (ex Zaire, Chad, etc.). Estas lecturas tendieron también a analizar los diferentes conflictos 88 * Profesor de relaciones internacionales, Universidad Externado de Colombia y Academia Diplomática de San Carlos. Correo Electrónico: [email protected] 1 Sobre este tema, véase el numero temático de la revista Cultures et Conflits, no. 19-20, otoño-invierno, 1995. 2 Michael Brown, Steven Miller y Sean Lynn-Jones (eds.), Nationalism and ethnic conflict, Cambridge, The MIT Press, 2001. 3 Hasta la fecha, Mary Kaldor ha desarrollado la tesis más estructurada y estimulante en torno al postulado de las “nuevas guerras”. Ver Mary Kaldor, New and old wars: Organized violence in a global era, Stanford, Stanford University Press, 1999. Para una breve reseña crítica de esta obra, nos permitimos remitir a Eric Lair, Análisis Político, no. 45, enero-abril, 2002, págs. 105-107. 4 Samuel Huntington, El choque de civilizaciones, Barcelona, Editorial Paidós, 1997. 5 Por razones de estilo, emplearemos sin distinción semántica las palabras “guerra” y “conflicto (armado)”. 6 La guerra de Corea (1950-1953) constituye una clara excepción a esta afirmación. 7 John Lewis Gaddis, The long peace: Inquiries into the history of the cold war, Oxford, Oxford University Press, 1987. 8 Claude Le Borgne, La guerre est morte, París, Grasset, 1987. Eric Lair* Revista de Estudios Sociales, no. 15, junio de 2003, 88-108.

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REFLEXIONES ACERCA DEL TERROREN LOS ESCENARIOS DE GUERRA INTERNAEric Lair

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  • REFLEXIONES ACERCA DEL TERROREN LOS ESCENARIOS DE GUERRA INTERNA

    Resumen

    Lejos de desaparecer con el fin de la Guerra Fra, las guerras estnms presentes que nunca en el mundo contemporneo. El autormuestra cmo se han transformado las confrontaciones violentas enel mundo, desde las guerras regulares del S. XIX a los conflictosarmados de las ltimas dcadas, que incluyen conflictos armadosinternos, tendientes a la internacionalizacin, desvanecimiento de ladiferencia entre combatientes y civiles, etc. Posteriormente estudialos fenmenos terroristas, su relacin con el terror y con la guerra,para terminar hablando de la violencia y sus interacciones con elterritorio.

    Abstract

    Far from disappearing with the end of the Cold War, wars arelivelier than ever in the contemporary world. The author shows howviolent confrontations have been transformed in the world, from theregular wars of the 19th century to the armed conflicts of the lastdecades, which include internal armed conflicts tending tointernationalization, fading of the difference between combatantsand civilians, etc. Later on he studies the terrorist phenomena, theirrelation with terror and war, to end up talking about violence in itsinteractions with territory.

    Palabras clave: Guerra, conflicto armado, terrorismo, terror.

    Keywords: War, armed conflict, terrorism, terror.

    Introduccin

    A raz del final de la as denominada Guerra Fra, losfenmenos de violencia colectiva, y de guerra en

    particular, han suscitado un nmero creciente de anlisis1.De manera singular o transversal, se han invocado lareligin, las crispaciones tnicas y nacionalistas2, la ideade nuevas guerras3 y un supuesto choque decivilizaciones4 para dar cuenta de la dinmica de losconflictos5. Ms all de su diversidad, estos discursostienen que ver en filigrana con cambios en lasrepresentaciones de la violencia.Cmo interpretar esta efervescencia intelectual?Empecemos por recordar que la disuasin nuclear,inherente a la Guerra Fra, ha contribuido a instaurar unasituacin de no confrontacin armada directa entre lasgrandes potencias y algunos de sus aliados6 a pesar demltiples crisis y tensiones. De all la tentacin de hablar deuna larga paz7, tras la experiencia traumtica de los dosconflictos mundiales, en referencia a los aoscomprendidos entre las dcadas 1950 y 1980 quedelimitaron las grandes lneas de la Guerra Fra. En untono algo provocador, se afirm inclusive que la guerraestaba muerta8 subrayando la improbable ocurrencia deuna conflagracin militar de gran magnitud.La rivalidad este-oeste caracterstica de la poca, atenuel imaginario brutal de la guerra, al menos en Europa yEstados Unidos, y favoreci las lecturas macro quemenospreciaron la complejidad de los factores blicos y susmanifestaciones desestructurantes en el marco de ladescolonizacin (Indochina, Argelia, rebelin Mau-Mau enKenya, frica lusfona, etc.) o de luchas fratricidas por elpoder nacional (ex Zaire, Chad, etc.). Estas lecturastendieron tambin a analizar los diferentes conflictos

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    * Profesor de relaciones internacionales, Universidad Externado deColombia y Academia Diplomtica de San Carlos. Correo Electrnico:[email protected]

    1 Sobre este tema, vase el numero temtico de la revista Cultures etConflits, no. 19-20, otoo-invierno, 1995.

    2 Michael Brown, Steven Miller y Sean Lynn-Jones (eds.), Nationalismand ethnic conflict, Cambridge, The MIT Press, 2001.

    3 Hasta la fecha, Mary Kaldor ha desarrollado la tesis msestructurada y estimulante en torno al postulado de las nuevasguerras. Ver Mary Kaldor, New and old wars: Organized violence ina global era, Stanford, Stanford University Press, 1999. Para unabreve resea crtica de esta obra, nos permitimos remitir a Eric Lair,Anlisis Poltico, no. 45, enero-abril, 2002, pgs. 105-107.

    4 Samuel Huntington, El choque de civilizaciones, Barcelona, EditorialPaids, 1997.

    5 Por razones de estilo, emplearemos sin distincin semntica laspalabras guerra y conflicto (armado).

    6 La guerra de Corea (1950-1953) constituye una clara excepcin a estaafirmacin.

    7 John Lewis Gaddis, The long peace: Inquiries into the history of thecold war, Oxford, Oxford University Press, 1987.

    8 Claude Le Borgne, La guerre est morte, Pars, Grasset, 1987.

    Eric Lair*

    Revista de Estudios Sociales, no. 15, junio de 2003, 88-108.

  • internos complicados por la intervencin de fuerzas opases extranjeros como si la violencia armada fuese unsimple producto derivado del antagonismo bipolar(Vietnam, Angola, Afganistn, Amrica Central, etc.). Esdecir, que la historicidad local de estas guerras fue amenudo ocultada, y abandonada a unos pocoshistoriadores, socilogos y antroplogos9, en beneficio deenfoques globalizantes.Una vez desaparecido el sesgo de la confrontacin este-oeste, una pltora de analistas ha (re)descubierto losconflictos en toda su pluralidad. La guerra es de actualidad,no slo en las mentes, sino tambin en los hechos. Endesacuerdo con lo que expertos en relacionesinternacionales esperaban al salir de la Guerra Fra, laconfiguracin mundial no aparece, por el momento, menosblica que en el pasado. Si bien es cierto que varias guerrasencontraron una solucin negociada en inicios de los aos1990 (Mozambique, Centroamrica, etc.), otras se hanprolongado e intensificado desde entonces (Colombia,Sudn, etc.) al igual que se han detonado nuevos focos deenfrentamiento (Sierra Leona, Argelia, ex Yugoslavia, etc.).A la luz de lo anterior y en respuesta a quienes postulabanen los aos 1980 que la guerra haba muerto, podramosreplicar, sin caer en una visin apocalptica del mundo10,diciendo que sta tiene hoy un brillante porvenir11. Losatentados del 11 de septiembre de 2001, perpetrados enEstados Unidos, cuyos efectos no cesan de influir en elsistema internacional12, no han infirmado esta asercin. Porel contrario, junto con diversos teatros de conflictosregionales, han evidenciado dos expresiones mayores de laviolencia: la guerra y el terrorismo.Estos ltimos han sido objetos de una abundante literaturaque deja traslucir varias acepciones, a veces en detrimentode su inteligibilidad. Los numerosos comentarios acerca delos acontecimientos del 11 de septiembre han hecho anms profusa, para no decir confusa, la definicin delbinomio guerra-terrorismo: por un lado, la calificacin deguerra para caracterizar estos ataques no deja de

    generar desconcierto por el carcter elusivo de sus actoresy los medios utilizados; por otra parte, el terrorismo seha vuelto el objeto, mal definido, de la retrica denumerosos Estados en conflicto cuyo propsito esdeslegitimar poltica y jurdicamente el accionar de unosgrupos armados no legales.Pero al mismo tiempo, estos atentados han ofrecido laoportunidad de volver a pensar las relaciones entre laguerra y el terrorismo para escenarios de violencia demenor mediatizacin, en especial los conflictos armadosinternos que privilegiaremos a continuacin.En el umbral del siglo XXI, cmo aprehender la guerra y elterrorismo? Cules son las interacciones entre estas dosmanifestaciones de la violencia? En este contextoevolutivo, queremos situar el presente artculo quepretende proporcionar herramientas para penetrar laopacidad de los conflictos armados de ndole interna y delterror nocin preferida a la de terrorismo por razones queexplicitaremos ms adelante en prioridad, con base enconsideraciones relativas a los aos posteriores a laGuerra Fra.

    El horizonte fragmentado e incierto de las guerras internas

    Guerras internas con dimensiones internacionales

    Muchos estudios realizados por los principales centros deinvestigacin sobre la violencia armada apuntan a que lasguerras internas dominan hoy el paisaje de laconflictivilidad. La internalizacin de los conflictos no esuna tendencia exclusiva de la posguerra fra. Se remontaa los aos cincuenta, como lo indican anlisis cuantitativossegn los cuales las dos terceras partes de las guerrashabran sido de carcter interno,13 desde esa poca.Ciertos autores, entre los cuales figura el politlogoMichael Mandelbaum14, argumentan que el sistemainternacional se halla en una fase de desbelicizacininterestatal en contraste con pocas anteriores. Evocan alrespecto la tesis de una obsolescencia de la guerra entremayores potencias.El declive relativo de las guerras entre Estados es elresultado de diversos parmetros complementarios.

    Reflexiones acerca del terror en los escenarios de la guerra interna

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    9 Para un ejemplo de anlisis detallado de la guerra contempladadesde abajo, vase Christian Geffray, La cause des armes auMozambique: Anthropologie dune guerre civile, Pars, Karthala, 1991.

    10 Ver en este sentido, Robert Kaplan, The coming anarchy, en TheAtlantic Monthly, no. 2, volumen 273, 1994, pgs. 44-76.

    11 Para retomar el ttulo sugestivo del libro de Philippe Delmas, Le belavenir de la guerre, Pars, Gallimard, 1995.

    12 Ver al respecto Hugo Fazio Vengoa, El mundo despus del 11 deseptiembre, Bogot, IEPRI-Alfaomega, 2002.

    13 Kalevi Holsti, The state, war and the state of war, Cambridge,Cambridge University Press, 1996, pgs. 21-22.

    14 Michael Mandelbaum, Is major war obsolete?, en Survival, no. 4,volumen 40, invierno 1998/1999, pgs. 20-38.

  • Mencionemos de manera cursiva: los altos costoseconmicos y humanos de los conflictos; la globalizacinque densifica las redes de intercambios y los intereses encomn; la difusin de los mecanismos y principiosdemocrticos susceptibles de limitar los actos de agresin;las presiones diplomticas y sanciones de ndole poltica,econmica o militar; los elementos de DerechoInternacional (Carta de las Naciones Unidas, Convenios deGinebra de 1949 y Protocolos adicionales de 1977, etc.)que concurren cada vez ms a restringir el uso de la fuerzaarmada entre naciones; por ltimo, las operacionesarmadas preventivas o punitivas, con valor disuasivo,llevadas a cabo bajo los auspicios de instanciasinternacionales15.A pesar de la rarefaccin de los conflictos estatales desdehace unos cincuenta aos, no suscribimos plenamente a laidea de una desbelicizacin de la guerra entre Estadosen la medida en que sera precipitado anunciar su probabledesaparicin para las principales potencias (guerrasllamadas mayores) y errneo subestimar los grmenesde enfrentamiento entre los dems pases.En efecto, una breve mirada al panorama mundial de laviolencia invita a ser ms prudentes en la materia. Lastensiones fronterizas entre Pakistn y la India recuerdan lasposibilidades de guerra entre fuerzas regionales. Por suparte, la intervencin militar de Estados Unidos enAfganistn, lanzada en nombre de la guerra contra elterrorismo posterior al 11 de septiembre, es unailustracin de los escenarios de confrontacin asimtrica16

    entre pases que presentan un alto diferencial tecnolgico-militar. Para concluir, el conflicto olvidado entre Etiopa yEritrea, la guerra entre la Repblica Democrtica del Congoy los pases limtrofes y las fricciones poltico tnicas entreCosta de Marfil y Burkina Faso son ejemplos de laeventualidad de las guerras interestatales en diferentesespacios17.

    En paralelo al declive parcial de las confrontacionesinterestatales, se han multiplicado los conflictos internosdesde las luchas por la independencia en frica y Asiahasta la posguerra fra.Qu criterios permiten afirmar que los conflictos revistendimensiones internas? Bsicamente, se dice que muchos delos conflictos actuales son internos ya que la mayora delos combates y de las acciones armadas (de cualquiernaturaleza: masacres, atentados, etc.) se desarrollan dentrode la geografa poltica de un Estado nacin. En segundainstancia, aunque los mercenarios alimentan a veces ladinmica de la violencia (Angola, Sierra Leona, etc.), estosconflictos oponen, principalmente, grupos de ciudadanosen armas procedentes de la misma comunidad poltica(tropas regulares, guerrillas, milicias, etc.), los cualespersiguen y defienden intereses eminentemente locales,regionales y/o nacionales.Resulta imposible detallar aqu las motivaciones y laslgicas de accin heterogneas de los protagonistasarmados. Contentmonos con observar que las guerrasinternas definen un sinnmero de trayectorias individualesy colectivas de la violencia, la cual se ha vuelto unverdadero modo de vida para los combatientes.Si bien es cierto que las grandes ideologas han perdido sucapacidad explicativa que perme tanto la textura de losconflictos a lo largo del siglo XX, stos no estn exentos deaspectos polticos. Por su control socio territorial, susmedios de desestabilizacin de los espacios pblicos y suintromisin en la administracin de las localidades, losgrupos armados intervienen permanentemente en lasesferas polticas a imagen de lo que ocurre en Colombiacon la guerrilla y los grupos de autodefensa. En otraspalabras, las facciones en guerra no son simplesdelincuentes comunes animados por el lucro.Investigaciones recientes han resaltado, con certeza, laimportancia de la economa en los conflictos18. Lapolemologa19 en su conjunto ensea que laacumulacin de recursos y medios es una preocupacincentral para cualquier actor blico en su afn de lograr laperennidad y el crecimiento. Sin embargo, los aspectoseconmicos no pueden reducir y agotar la complejidadde la guerra. Detrs de las exigencias econmicas, influyen

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    15 Para mayores desarrollos, el lector se referir tilmente a Charles-Philippe David, La guerre et la paix. Approches contemporaines de lascurit et de la stratgie, Pars, Presses de Sciences Po, 2000, pgs.138-152.

    16 Sobre esta nocin, ver Barthlmy Courmont & Darko Ribnikar, Lesguerres asymtriques, Pars, IRIS-Presses Universitaires de France,2002, pgs. 25-75.

    17 Roland Marchal (Interprter la guerre en Afrique, en Espaces Temps,no. 71-72-73, 1999, pgs. 114-130) recuerda en esta perspectiva quela guerra entre Estados es de una gran actualidad en el continenteafricano.

    18 Franois Jean & Jean-Christophe Rufin (eds.), Economie des guerresciviles, Pars, Hachette, 1996.

    19 Estudio de la guerra como la defini Gaston Bouthoul, Trait depolmologie: Sociologie des guerres, Pars, Payot, 1991.

    DOSSIER Eric Lair

  • numerosas motivaciones individuales y colectivas:consideraciones polticas e identitarias, ciclos de venganzas,bsqueda de reconocimiento y ascenso social por va de lasarmas, etc.Entonces, enfatizar en uno solo de los aspectos de laguerra como la criminalizacin econmica20 esarriesgarse a hacer una presentacin caricaturesca de laconflictividad21. La comprensin de los conflictos internosno se satisface de lecturas sectarias o generalizadoras;requiere estudios diferenciados y multidimensionales.Sin profundizar, precisemos en este sentido que las guerras

    internas presentan rasgos internacionales, ms o menospronunciados, que no se deben omitir as como unapropensin a la apertura en un sistema internacional conramificaciones cada vez ms globalizadas. El tema delrespeto a los Derechos Humanos, las intervenciones demantenimiento de la paz auspiciadas por las NacionesUnidas, los trficos ilcitos, los fenmenos de exportacinde la violencia hacia el exterior, los desplazamientosforzados de poblacin o aun las injerencias de los pasesextranjeros en los asuntos de un Estado en guerraparticipan, de hecho, en la internacionalizacin creciente devarios conflictos internos (Colombia, Angola, RepblicaDemocrtica del Congo y frica del Oeste)22.Adems, en algunos casos, parece complicado saber si elconflicto es interno o no. Por ejemplo, la desintegracin deun Estado plural, como lo ilustr la ex Yugoslavia, nopermite afirmar con seguridad que el conflicto queacompaa la descomposicin de la comunidad polticapueda ser irremediablemente catalogado de guerra interna,ya que puede ser aprehendido bajo el signo de unacontienda entre nuevas entidades instituidas.Teniendo en cuenta esta diversidad de los procesos deviolencia guerrera, surge el interrogante de saber cmoubicar los atentados del 11 de septiembre contra EstadosUnidos. La respuesta tampoco es fcil puesto que ladenominacin de guerra no deja de causar incertidumbree inconformidad.

    Para sintetizar, supongamos que son constitutivos de unaguerra con caractersticas inusuales, en primer lugar, por losmedios de ataque usados (aviones comerciales) que serevelaron de un inmenso potencial destructivo. Adems, nose conoce bien el perfil de los actores ni los motivosexactos de los atentados. Por ahora, los servicios deinteligencia han trabajado, en gran parte, por inferencias,partiendo de la informacin dispersa recolectada entre loscapturados de la guerra contra los miembros de Al Qaida(La Base), los principales sospechosos, y sus aliados decircunstancia, los talibn23. Los mviles de la violenciagiraran, entre otras cosas, en torno a dos misionessagradas: la defensa de la comunidad de los creyentes delIslam (la Uma) y la lucha contra la decadencia de losvalores del mundo que se habra hundido en la ignorancia,el vicio y la ausencia de fe, es decir, en una era preislmica(jahiliya24). Por ltimo, en su configuracin, esta guerraencara a una superpotencia militar con una nebulosa deactivistas que promueven un islamismo radical25 cuyosconfines quedan inciertos. Articulada en redesmultinacionales capaces de actuar en puntosgeogrficamente dispersos, Al Qaida simboliza lasposibilidades de transnacionalizacin de la violencia(logstica y escenarios) que diluye las fronteras entre losconflictos internos e internacionales.Debido a la diseminacin de sus actores sin rostro bienidentificable, la opacidad de sus motivaciones y susmtodos inauditos, estos ataques no cuadran con lasvisiones tradicionales de la guerra convencional (conrepeticin de los combates directos) o de tipo irregular.Rompen las fronteras entre lo domstico y lo externo porsu escaso anclaje territorial y su logstica descentralizada(puntos de apoyo repartidos entre varios pases ycapacidades de accin tous azimuts). Los enfrentamientosfuturos entre Estados Unidos y los miembros de Al Qaidadirn si los acontecimientos del 11 de septiembreauguraron una nueva era de guerras todava poco

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    20 Paul Collier & Anke Hoeffler, On economic causes of civil war, BancoMundial, 1998. Documento disponible en la pgina: www.worldbank.org [ltima consulta: diciembre de 2002].

    21 Es lo que demuestran los interesantes estudios compilados en larevista Politique Africaine, no. 84, diciembre, 2001.

    22 Estos ejemplos africanos presentan una fuerte tendencia a lainternacionalizacin de la guerra, la cual, en muchos aspectos, esms contundente que en Colombia donde este tema se ha vueltorecurrente.

    23 Para un anlisis del rgimen de los talibn (plural de talib: estudianteen religin), consultar Ahmed Rashid, Los talibn, Barcelona, EdicionesPennsula, 2001. Sobre las interconexiones entre los talibn y losintegrantes de Al Qaida, ver John Cooley, Unholy wars: Afghanistan,America and international terrorism, Londres, Pluto Press, 2002

    24 Sobre esta nocin ver por ejemplo, Farhad Khosrokhavar, Les nouveauxmartyrs dAllah, Pars, Gallimard, 2002, pgs. 51-72.

    25 El islamismo, que no es necesariamente violento, se aleja en ciertosaspectos de la religin del Islam aunque se estructura a partir de ella.Vase Nazih Ayubi, El Islam poltico: teoras, tradicin y rupturas,Barcelona, Edicions Bellaterra, 2000.

    Reflexiones acerca del terror en los escenarios de la guerra interna

  • discernidas, como ya lo han sostenido de maneraapresurada varios comentaristas, o si se puede seguirsosteniendo que constituyen actos de guerra, retomandola terminologa de la administracin del presidente G. Bush,ya que sta supone, en su versin minimalista, unacontinuidad en la violencia y una mejor definicin delenemigo.La alusin a los atentados cometidos en el territorioestadounidense ha hecho posible introducir un elementofundamental para el estudio de la violencia colectiva yorganizada, a saber la descentralizacin de la guerra.

    Los procesos de descentralizacin de la guerraLa descentralizacin de la guerra remite a contextosplurales. Aqu, haremos sobre todo referencia a ladescentralizacin de los protagonistas de la violencia.Para poner en perspectiva la nocin de descentralizacin dela guerra, es til devolverse en forma sucinta al pasado.Como se sabe, los siglos XVIII y XIX fueron sinnimos deinstitucionalizacin acelerada de los conflictos. Entreotras cosas, este perodo contribuy a regular ciertasconfrontaciones entre Estados y a afianzar la diferenciaentre los hombres en armas y los no combatientes. Estainstitucionalizacin implic tambin un proceso decentralizacin de las tropas, prolongando los esfuerzos deramificacin y jerarquizacin del reclutamiento yaperceptibles en la alta Edad Media26, por ejemplo.Cmo se materializ dicha centralizacin? Burocratizando yprofesionalizando los ejrcitos bajo la autoridad de losEstados. Agregamos que este movimiento no fue sistemticoni lineal en Europa, tampoco en los dems continentesdonde su huella no fue tan significativa. Pero fue sintomticode algunas transformaciones militares de la poca27 yconstituy uno de los primeros pasos hacia la guerraregular moderna, consagrada a partir del siglo XIX con laconsolidacin, a veces violenta, del Estado nacin.Varias tendencias centrpetas cuestionan hoy esta imagende centralizacin de la guerra. Desde la Segunda GuerraMundial, hemos asistido a una progresiva

    desramificacin de las lgicas de violencia y a unaatomizacin de los protagonistas armados, mal o nouniformados, con el activismo de grupos infraestatales(guerrillas, milicias, etc.), internacionales o transnacionales(Al Qaida, mercenarios, etc.). En las regiones donde nuncase han manifestado importantes fenmenos decentralizacin de la violencia, ser ms apropiado nohablar de descentralizacin sino de ausencia crnica decentralizacin de la guerra por parte de los Estados.Si las Fuerzas Armadas estatales no han perdido entotalidad su capacidad de hacer un uso efectivo de laviolencia armada, se han visto paulatinamentedesbordadas en el ejercicio de la coercin por agentes noestatales28. En algunas oportunidades, ellas mismas seprivatizan (por falta de disciplina, faccionalismo poltico,nacionalista y tnico o intereses econmicos29) y operan enla ilegalidad como se ha podido observar en Argelia, dondelos militares han multiplicado las exacciones contra losciviles al igual que en Sierra Leona desde los aos noventay ms recientemente en Costa de Marfil30. En Sierra Leona,pas anglfono, la deriva personal y criminal de las tropasregulares ha sido tan patente que se ha creado lapalabra sobel31 (contraccin en ingls de soldado yrebelde), para indicar la frontera incierta de sus accionesque oscilan en permanencia entre la legalidad y lailegalidad.Como factor adicional de complejidad: en Guatemala, Per,Argelia y Sudn, la poblacin civil ha tomado las armas,con o sin el apoyo del poder oficial, en repuesta a lapresencia de grupos armados, ya sean oficiales o ilegales.Poco a poco, los civiles se han convertido en actores,aunque intermitentes, de la guerra, y los agentes de sudifusin en el tejido social. En consecuencia, han venido

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    26 Nicholas Wright, Knights and peasants: The hundred years war in theFrench countryside, Suffolk, The Boydell Press, 1998, pgs. 1-12.

    27 Se trata de una dimensin de las famosas revoluciones militares, nonicamente tcnicas, que dividen a los historiadores para saber cundoempezaron y cul fue su impacto sobre el arte de la guerra y lassociedades. Remitimos al respecto al libro sinttico de Clifford Rogers(ed.), The military revolution debate: Readings on the militarytransformation of early modern Europe, Boulder, Westview Press, 1995.

    28 Yves Michaud, Violence et politique, Pars, Gallimard, 1978, pg. 66.29 En algunos pases, la pauperizacin y la autonoma financiera y

    logstica de las tropas regulares son tan avanzadas que la depredacines una forma de sobrevivir y luego de acumular riquezas. Para subrayarla decadencia de varios ejrcitos en frica, se habla asvagabundizacin de las tropas regulares como si stas fuesensimples grupos armados errantes. Ver por ejemplo, Kisukula AbeliMeitho, La dsintegration de larme congolaise de Mobutu Kabila,Pars, LHarmattan, 2001.

    30 Richard Bangas y Bruno Losch, La Cte dIvoire au bord delimplosion, en Politique Africaine, no. 87, octubre, 2002, pgs. 139-161.

    31 Jimmy Kandeh, Ransoming the state: Elite origins of southern terrorin Sierra Leone, en Review of African Political Economy, no. 81, vol.26, 1999, pgs. 349-366.

    DOSSIER Eric Lair

  • borrando en la prctica las barreras jurdicas entre lasnociones de actores armados y no combatientes.La descentralizacin concierne tambin a las vctimas de laviolencia, las cuales se encuentran ante todo entre laspoblaciones, en la mayora de los conflictos, y no entre loscombatientes armados.En una visin clsica, los enfrentamientos entre unidadesarmadas ocupan un lugar central en el despliegue de laguerra. Distintos tericos subrayan que la idea deconfrontaciones supone interacciones entre los beligerantesy una repeticin de los combates en el tiempo y el espacio.Es decir, que en una acepcin estricta, la guerra consiste enciclos de acciones-reacciones en la violencia que busca ladestruccin o la parlisis de la voluntad de lucha delenemigo.Ahora bien, los grupos en conflicto tienden a multiplicar loscentros de gravedad de la guerra hacia las poblacionesno armadas sin que stas respondan necesariamente deforma violenta a las agresiones. En esta perspectiva, lasexacciones masivas contra las poblaciones en Ruanda, en1994, y en la ex Yugoslavia no se enmarcaranexactamente dentro de los enfoques clsicos de laguerra32.Sin embargo, por la preponderancia de los ataquesarmados y el afn de eliminacin o posesin del otro,expresados por los grupos violentos, pensamos que lanocin de guerra es pertinente para remitir a estas dossituaciones de gran violencia. El hecho es que lasmodalidades de la guerra se han extendido y transformadoen los ltimos cincuenta aos, lo que hace inciertas susdelimitaciones conceptuales.Para los beligerantes, ubicar a los civiles en el corazn de lalucha armada no es siempre fortuito o el fruto de furiasdescontroladas33. Releva tambin de estrategias de control,eliminacin o desplazamiento.Tan es as que la guerra se libra, en muchas zonas, contralos civiles para parafrasear una expresin extrada de laliteratura sobre los conflictos armados contemporneos. Porcontrovertible que sea, la idea de guerra contra losciviles, trata de poner de manifiesto la sistematizacin delos ataques a la poblacin, a veces sin considerar la edadni el gnero. Decir que la guerra se lleva a cabo a costa de

    los civiles no implica que stos sean obligatoriamente el finltimo de la lucha armada o que se renuncie a la guerracontra el Estado34. El conflicto contra las institucionesestatales y las arremetidas contra las poblaciones no seexcluyen sino que se fusionan o se suceden coninconstancia en el tiempo (Angola, Argelia, etc.) paraproponer una trama explicativa sinuosa.En Colombia, por ejemplo, la guerra da cclicamente lasensacin de intensificarse contra el Estado (fuertescombates con la fuerza pblica entre 1996 y 1998 y ola deamenazas a los alcaldes y concejales en el 2002), mientrasque por su cotidianidad y su acentuacin desde los aosochenta, las acciones antipoblaciones (secuestros,atentados, masacres, etc.) modelan la fisonoma dominantedel conflicto, corroborando la frmula de guerra contra losciviles.La imagen de guerra contra los civiles traduce una grandiversidad de situaciones conflictivas en las cuales lapoblacin es un centro de gravedad primordial. Estaextensin descentralizada de los actos blicos hacia losespacios sociales altera entonces (sin anularla) laconcepcin de la guerra heredada de estrategas como elprusiano Carl Von Clausewitz35 (1780-1831) segn quienlas entidades armadas, y no las poblaciones, eran lasfuerzas matrices y los principales blancos de losenfrentamientos.Fuentes de respaldo econmico, poltico, moral y logstico,los pueblos son al mismo tiempo los medios y los objetivos,inmediatos o ms lejanos, de las confrontaciones. Tienenadems un valor militar para los beligerantes que seesconden entre sus gentes o las usan como escudoshumanos durante los combates y las enrolan paraaumentar sus efectivos. En estas condiciones, atacar a lapoblacin es a la vez una forma de acumular podero y dedebilitar al enemigo.Otros elementos, asociados con la dinmica armada en s,explican la coaccin contra las poblaciones. Para los gruposen conflicto, el enemigo parece estar por todos lados,disimulado en el tejido social. stos imponenrepresentaciones binarias amigo-enemigo que impiden la

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    32 Franois Gr y Thierry Widemann (eds.), La guerre totale, Pars,Economica, 2001, pg. 185.

    33 Wolfgang Sofsky, Trait de la violence, Pars, Gallimard, 1998, pg.165.

    34 A diferencia de lo que plantea Eduardo Pizarro Leongmez, haciendouna crtica de la idea de guerra contra los civiles. Eduardo PizarroLeongmez, Colombia: Guerra civil, guerra contra la sociedad,guerra antiterrorista o guerra ambigua?, en Anlisis Poltico, no. 46,mayo-agosto, 2002, pgs. 164-180.

    35 Ver su obra mayor inconclusa, Carl Von Clausewitz, De la guerre, Pars,Editions de Minuit, 1955.

    Reflexiones acerca del terror en los escenarios de la guerra interna

  • neutralidad entre los civiles con el propsito de construirseuna imagen del campo adverso (aunque pueda serinexacta) y de reducir los factores de incertidumbre propiosde la atmsfera36 de la guerra (Colombia, Argelia, SierraLeona, etc.). La violencia necesita una imagen del enemigopara desplegarse, autolegitimarse y cohesionar al grupoarmado. Por eso, cualquier individuo que no colabore es unsospechoso a priori y un objetivo potencial de laconfrontacin. Lo que significa que el espectro dedefinicin del enemigo se est dilatando cada vez ms: lafigura del soldado regular coexiste hoy con las faccionesarmadas privadas y los civiles, sin que se sepa siemprednde se sitan las fronteras entre estas categoras.

    Las prcticas y modalidades de violencia armadaA este panorama descentralizado de la guerra correspondeuna atomizacin de las prcticas y modalidades de laviolencia.Siguiendo los planteamientos de algunos analistas, losactores de los conflictos se habran vuelto ms violentos ycruentos, en particular con las poblaciones civiles, tras ladisolucin del antagonismo este-oeste37 un poco como sila Guerra Fra hubiese contenido los excesos de fuerza.Semejantes comentarios presentan lo que podramos llamarun defecto de anlisis retrospectivo: las consecuenciasdestructoras de la violencia de la poca de la Guerra Frason aminoradas con la intencin de acentuar los aspectoscruentos de los conflictos actuales. Obviamente, es olvidarque la rivalidad este-oeste no puede ser eximida deexcesos en el uso de la violencia y que los grupos armadosdependientes de la ayuda externa de las grandes potenciasno eran fuerzas delegadas38 disciplinadas y respetuosasdel Derecho Internacional Humanitario o de los DerechosHumanos.Es ms, todos los perodos de conflictos armados hanconocido episodios de masacres39 y atrocidades,perpetradas contra los soldados y/o los civiles. No es intilrecordar que la violencia dirigida contra las poblaciones noes la exclusividad de la posguerra fra. La historia de la

    guerra abunda en hechos que van en este sentido, aunqueapenas la historiografa se est interesando con dedicacinen el tema de la victimizacin de las poblaciones en tiempode conflicto. Refirindonos a ejemplos lejanos, basta pensaren las guerras de los cien aos entre Inglaterra y Francia(entre aproximadamente 1337 y 1453) o de los treintaaos en los territorios germnicos (1618-1648), las cualesson a veces consideradas como la antesala de los conflictosarmados del siglo XX que generalizaron las agresionesarmadas contra las poblaciones civiles40.Las dos conflagraciones mundiales, los movimientos decolonizacin violenta, la represin contra las aspiracionesindependentistas al igual que las prcticas de crueldad deunos grupos armados en los conflictos alimentados por laconfrontacin este-oeste41 conducen a no extrapolardemasiado sobre el carcter supuestamente novedoso orecrudescente del uso de la violencia contra los civiles en laposguerra fra.En vez de indagar sobre la intensidad de la coercinarmada contra los civiles, preferimos recalcar costumbresen las prcticas de la violencia sin pretender seguirenfoques culturalistas.Anlisis recientes han constatado la abundancia de lasarmas en circulacin y disponibles en los espacios enguerra42. El largo abanico de las armas determina en partelas prcticas de la violencia. Es indiscutible que lasofisticacin tecnolgica aumenta la precisin, el alcance yel poder de destruccin del armamento.No obstante, las matanzas en Argelia y Ruanda, donde seha asesinado numerosas poblaciones con armas blancas,recuerdan que es posible eliminar a mucha gente en pocotiempo con artefactos rudimentarios. Lejos de losescenarios de guerra computarizada denominadaposmoderna43, desde un punto de vista tecnolgico, elno uso de armas de fuego y de larga distancia propicia lacercana fsica entre el actor y la vctima de la violencia. Loque abre la puerta a las sevicias corporales-psicolgicas y a

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    36 Ver al respecto, Ibid, pg. 89.37 Jean-Louis Dufour, Un sicle belliqueux : Priodisations,

    comparaisons, en Espaces Temps, no. 71-72-73, 1999, pgs. 21-34.38 Sobre el tema de las fuerzas delegadas, ver Jean-Louis Dufour &

    Maurice Vasse, La guerre au XXe sicle, Pars, Hachette, 1993, pgs.180-93.

    39 Sobre la nocin de masacre, ver las reflexiones de Jacques Smelin.Jacques Smelin, Penser les massacres, en Revue Internationale dePolitique Compare, no. 1, volumen 8, primavera, 2001, pgs. 7-22.

    40 Ver uno de los pocos trabajos colectivos sobre el tema, Mark Grimsleyy Clifford Rogers (eds.), Civilians in the path of war, Lincoln/Londres,University of Nebraska Press, 2002.

    41 Caso de la guerrilla de la Resistencia Nacional de Mozambique que sesingulariz por sus mtodos de violencia particularmente cruentos.Geffray, 1991, op. cit.

    42 Jeffrey Boutwell y Michael Klare (eds.), Light weapons and civilconflict, Lanham/Boulder/Nueva York/Oxford, Rowman y LittlefieldPublishers, 1999.

    43 Chris Hables Gray, Post-modern war, Nueva York, The Guilford Press,1997.

    DOSSIER Eric Lair

  • la tortura44 en una relacin de frente a frente.Esta cercana se enmarca a menudo en un fenmeno deproximidad ms amplio entre las organizaciones armadas ylas vctimas de la guerra. En Sudn, Argelia, Angola, la exYugoslavia o Colombia, la internalizacin de lasdinmicas de guerra ha generado una proximidad blicasocial, espacial, poltica, cultural, etc. entre las poblacionesy los protagonistas en conflicto que instrumentalizan enalgunas circunstancias los efectos del terror paraimponerse, como lo veremos ms adelante. Se habla as deguerras entre vecinos o hermanos en referencia aestos conflictos que inciden en la intimidad de los lazosfamiliares y sociales y destruyen los espacios pblicos delEstado nacin.En las guerras de proximidad donde la sofisticacin de lasarmas no es el parmetro primordial para comprender eldesarrollo del conflicto, las prcticas de violencia seacompaan, en repetidas ocasiones, de una voluntad deinfligir sufrimiento al enemigo. No se trata nicamente deeliminarlo, sino de posesionar y destruirlo moralmente,como lo ilustraremos a continuacin cuando abordemos eltema del terror. El sufrimiento intencional puedesustentarse con representaciones deshumanizantes(animalizacin, satanizacin, etc.) e inferiorizantes quepermiten justificar e intensificar el ejercicio de la violenciade masa45. Vctimas y actores de la guerra terminancomunicndose en la deshumanizacin en una espiralrecproca que busca deslegitimar al otro y negarle suidentidad: las vctimas son descritas bajo los rasgos deanimales e insectos repugnantes; los verdugos sonasimilados a monstruos o bestias sin humanidad (exYugoslavia, Ruanda).Se manifiestan tambin formas de sufrimiento ydeshumanizacin en los escenarios de conflicto que valoranla utilizacin de armas sofisticadas que favorecen la guerrablindada, area y computarizada. Por ejemplo, laspoblaciones afganas y palestinas ven respectivamente a lastropas estadounidenses e israeles como (super)fuerzasrobotizadas casi inalcanzables con una inconmensurablecapacidad de destruccin; por su parte, dichas tropascuentan con la tecnologa para evitar los contactos y crear

    una distancia fsica y sicolgica con sus vctimas quepueden ser as fcilmente asimiladas a unos blancos sinrostro humano46.

    De la dificultad de aprehender el terror

    El terror: trayectorias de una nocin nmada

    El terror ocupa un papel pivote dentro del horizontefragmentado de la guerra como lo veremos en la terceraparte del artculo. Pero antes de esto, es conveniente dibujarunos lmites conceptuales alrededor de la nocin maleablede terror que no se presta a una definicin rgida.Con el pretexto de ser polismica, la idea de terror nodebe llevar a renunciar a cualquier principio deinteligibilidad. Al igual que la guerra, pertenece a lasnociones recurrentes en ciencias sociales y polticas, lascuales parecen tener espontneamente un significado. Peroa la hora de precisarlas, son de una inmensainconsistencia. No obstante, intentemos darle unosfundamentos en un momento en que la retrica y elimaginario del terror se divulgan con una gran acuidad endiversos crculos acadmicos, periodsticos y polticos, a razde los atentados del 11 de septiembre.En una acepcin psicolgica o psiquitrica que hemosexcluido del presente estudio, el terror remite a un miedoextremo con repercusiones y secuelas discapacitantes(prdida de memoria, alteracin de las facultades auditivaso gustativas, etc.). En las situaciones de guerra, tanto lasvctimas como los actores de la violencia sufren porejemplo terrores nocturnos que son una de lasexpresiones de lo que los especialistas llaman el sndromepostraumtico, es decir una reaccin consecutiva a unacatstrofe (acontecimiento) emocional (testigo de unamuerte, vctima directa de atentados o torturas, etc.)provocada por un entorno hostil.En una configuracin ms poltica, el terror instituye unaforma de miedo con efectos de control, parlisis yfragmentacin sociales. Este enfoque fue conceptualizadoen el ao 1790, para designar la violencia desatada conel propsito de contrarrestar la ola de oposicin a laRevolucin Francesa47. La nocin de terror fue entonces

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    44 Para un ejemplo de poltica de la tortura como tcnica de guerra, verRaphalle Branche, La torture et larme pendant la guerre dAlgrie,1954-1962, Pars, Gallimard, 2001.

    45 Ervin Staub, The roots of evil: The origins of genocide and other groupviolence, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, pgs. 100-108en particular.

    46 Sofsky, 1998, op. cit. pg. 163.47 Sobre la violencia societal precedente y consecutiva a la Revolucin

    Francesa, remitimos a Jean-Clment Martin, Contre-Rvolution etnation en France, Pars, Editions du Seuil, 1998.

    Reflexiones acerca del terror en los escenarios de la guerra interna

  • vinculada a una manera de gobernar48. Posteriormente, elterror ha experimentado variaciones semnticas y ha sidode un empleo repetido, incluso para determinar hechosanteriores a este perodo revolucionario. Acordmonos asde la epopeya de los grupos religiosos ismaeles, tambinllamados los Asesinos, que asediaron parte de Irn ySiria entre los siglos XI y XIII49.A lo largo del siglo XX, el terror se manifest en unamultitud de situaciones conflictivas y fue poco a pocoasimilado a una verdadera arma de guerra. Sin hablar delpapel que tuvo en los dos conflictos mundiales, sesingulariz en los movimientos de descolonizacin dondefue instrumentalizado como una tcnica para lograr laindependencia (Argelia, entre otros). Tambin se evidencien contextos de lucha separatista (Pas Vasco, Irlanda delnorte y Sri Lanka) y confrontaciones internas de tiporevolucionario50 complicadas, o no, por el juego de larivalidad este-oeste (Angola, Centroamrica, Per, etc.).En los aos sesenta, se agudizaron los actos de terrorinternacional con una fuerte connotacin nacionalista y/oreligiosa y con un anclaje territorial a veces ms precarioque en los casos ya citados, a imagen de la violenciacometida en nombre de las causas armenia y palestina. Enparalelo, el terror se volvi un recurso privilegiado por losEstados (terror fomentado desde arriba), en particularautoritarios, para reprimir, intimidar y/o presionar a lospueblos (Myanmar, ex Zaire, etc.). En Amrica Latina, fueuna piedra angular de la guerra contra el enemigocomunista en los regmenes militares que implementaronla doctrina de seguridad nacional importada, congrandes variantes nacionales, desde Estados Unidos(Centroamrica, Argentina, Chile y Paraguay, ante todo).En la segunda mitad del siglo XX, la nocin de terror

    tambin fue introducida en la teora de las relacionesinternacionales, ante todo en los escritos acerca de ladisuasin nuclear. Por sus capacidades de aniquilacinsocial, casi instantneas que incrementanirremediablemente los costos de una confrontacin, lasarmas nucleares han instaurado una situacin de noagresin directa entre las grandes potencias y sus aliados.Con esta clase de armamento, el terror ha adquirido unalto grado de abstraccin.En efecto, a excepcin de los bombardeos estadounidensesdestinados a obligar a Japn a poner fin a la Segunda

    Guerra Mundial en Asia (terror persuasivo), el terror nuclearno ha sido hasta ahora postevento a diferencia de otrasformas de violencia aterrorizante. La sola perspectiva deuna deflagracin atmica ha sido suficiente para impedir elestallido de una contienda entre potencias nucleares (terrordisuasivo). En otras palabras, el terror nuclear con valordisuasivo no se ha fundamentado en el empleo efectivo dela fuerza, sino en su amenaza y clculos acerca de sueventual uso que plantea la posibilidad de una destruccinmutua con el enemigo.Hoy, el concepto de disuasin nuclear no se hadesvanecido. Sin embargo, ha sido cuestionado por lasprobabilidades de proliferacin, confrontacin y atentadosnucleares que se predican para el futuro, abriendo laperspectiva de nuevos escenarios de terror. Adems, tras losatentados del 11 de septiembre y su hipermediatizacin, seha asistido a una escalada de comentarios sobre latransnacionalizacin y los riesgos de terror asociados a lasotras armas de destruccin masiva51. Estos ataques hanpuesto de relieve, de manera contundente, la vulnerabilidadde las sociedades confrontadas a unos enemigosdescentralizados que tardan en mostrar su rostro y susintenciones.El terror procedente del 11 de septiembre ha concurrido anutrir y renovar las polticas de seguridad52 en el mundo dela posguerra fra que brilla por su propensin a producirriesgos sin amenaza manifiesta.Vinculando la idea de un sistema internacional inestable,peligroso y poco visible, analistas y hombres polticos hanhecho del terrorismo, que es una tcnica de luchaviolenta, un enemigo. Cabe precisar que resultaproblemtico llevar a cabo una guerra contra una tcticasin haber identificado claramente a sus autores. Se hace laguerra contra enemigos, no contra formas de violenciadifusas.Indudablemente, los discursos que han declarado la guerraal terrorismo estn en busca de nuevas figuras adversasque son indispensables para elaborar estrategias de

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    48 Isabelle Sommier, Le terrorisme, Pars, Flammarion, 2000, pg. 10.49 Khosrokhavar, 2002, op. cit., pgs. 45-47.50 Sommier, 2000, op. cit., pg. 17.

    51 Entran en esta clasificacin, las armas nucleares, biolgicas y qumicas.Para una presentacin de estas armas y su posible proliferacin, verpor ejemplo Pierre Lellouche, Guy-Michel Chauveau y AloyseWarhouver (relatores), Rapport dinformation sur la prolifration desarmes de destruction massive et de leurs vecteurs, Pars, Commissionde la Dfense Nationale et des Forces Armes, Assemble Nationale-LaDocumentation Franaise, 2000.

    52 Pierre Hassner, Laction prventive est-elle une stratgie adapte ?,en Esprit, no. 287, agosto-septiembre, 2002, pgs. 72-86.

    DOSSIER Eric Lair

  • defensa y seguridad. Hurfanos de la Guerra Fra, quehaba permitido identificar dos polos antagnicos, muchospases tratan hoy de reconstruir una figura del enemigo enun mundo multipolar con la retrica de la guerra contra elterrorismo y toman el riesgo de asociar y catalogar bajo lamisma apelacin (terrorismo) grupos armados yfenmenos de una gran heterogeneidad.

    Algunos mecanismos de estructuracin y difusin del terror

    Estas consideraciones genricas no ayudan a contestar unapregunta aparentemente sencilla: cmo se estructura ydifunde el terror?En un plan colectivo, el terror traduce un estado de miedoexacerbado que acarrea a la vez, y de manera ambigua,sentimientos que pueden ir ms all de la parlisis y elrechazo, dado que son susceptibles de generar actos devenganza y rebelda. En tiempo de guerra, el terror seconforma a partir de acciones violentas o su amenaza.Aqu, intervienen dos componentes fundamentales en laconstitucin del terror: la incertidumbre y la sorpresa53.La incertidumbre y la sorpresa son de distinta ndole.Distingamos en primera instancia la sorpresa y laincertidumbre derivadas de la tecnologa utilizada paradistribuir la muerte y el miedo. Por ejemplo, losatentados del 11 de septiembre han sorprendido por losmedios utilizados y han servido de pretexto parareflexionar en torno a la diversidad de los recursostecnolgicos, no necesariamente diseados con finesblicos, hoy a la disposicin de los actores violentos quesorprenden por su ingeniosidad para procurarse oinventarse instrumentos de terror. Por extensin,dichos atentados han permitido especular sobre ladiseminacin y el uso futuro e incierto de las armas dedestruccin masiva que estaran al alcance de gruposarmados privados y de Estados54.Adems de la incertidumbre y la sorpresa tecnolgicas, elterror cuenta con el factor tiempo para conformarse y serrotundo. El carcter imprevisible de las acciones violentas,

    concentradas o diluidas en el tiempo concurre a aumentarla sorpresa entre las poblaciones afligidas y a crearincertidumbre en cuanto a su eventual repeticin. El juegotemporal de estas dos variables (sorpresa e incertidumbreen el tiempo), se ilustra en la obsesin de seguridadpatente entre los estadounidenses despus del 11 deseptiembre de 2001.Por ltimo, queremos enfatizar en las dimensiones socioespaciales de la incertidumbre y de la sorpresa. El terrortiende a territorializarse fuertemente a medida que losgrupos armados ejercen un control creciente y duraderosobre regiones o zonas habitadas. Ahora bien, laescenografa actual de la violencia demuestra que laterritorializacin del terror es cada vez ms escasa yaleatoria, sobre todo por la movilidad de sus actores, loque incrementa los niveles de sorpresa e incertidumbre.Se nota un distanciamiento, o un divorcio, entre laterritorializacin y la espacialidad del terror. Estaespacialidad se diferencia de un contexto a otro y segnlos actores de la violencia.Afinemos la argumentacin con algunos casos. Paraponer en perspectiva el terror en las guerras internas,sealemos que la seleccin de los blancos se efectu conun referente espacial evidente en los ataques a EstadosUnidos en 2001, aunque sus autores recurrieron amedios desterritorializados y se organizaron en redesflexibles. En una actitud de desafo de gran magnitudsimblica, los autores de los atentados procurabangolpear a los estadounidenses en sus centros polticos yeconmicos vitales y ponerlos en una postura de mayorinseguridad y vulnerabilidad ante el mundo. En losatentados sacrificios -que desarrollaremos ms adelante-perpetrados por los palestinos en su combate contraIsrael, son los espacios vividos55, preferiblementeciviles, los blancos de predileccin escogidos por loscandidatos a la muerte que libran una guerra deterritorializacin indecisa y precaria. En Irlanda del Norteo en Espaa, las tcnicas de carro bomba atestiguantambin la desterritorializacin de ciertas prcticas deviolencia aterrorizantes desarrolladas por los gruposarmados que no controlan significativas partes de laszonas donde operan. Las agresiones metdicas contralos cuerpos de las vctimas son un elemento adicional dedesterritorializacin del terror.

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    55 Nocin de geografa social. Ver por ejemplo, Guy Di Mo, Lhomme, lasocit, lespace, Pars, Anthropos, 1991, pgs. 116-211.

    53 Sobre la importancia de estos dos parmetros en el desarrollo de laguerra moderna, vase la estimulante reflexin de Robert Leonhard,Fighting by minutes: Time and the art of war, Westport, PraegerPublishers, 1994.

    54 Los pases occidentales, entre los cuales Estados Unidos, temen en unfuturo prximo la diseminacin y el uso de armas biolgicas yqumicas cuyos procesos de elaboracin son globalmente menosdispendiosos que para los arsenales nucleares.

    Reflexiones acerca del terror en los escenarios de la guerra interna

  • Dentro del proceso de expansin de la violencia hacia losciviles, los cuerpos han sido marcados, desmembrados ymaltratados con frecuencia, para causar sentimientosdifusos de terror entre las poblaciones atrapadas en laincertidumbre y la sorpresa. Los cuerpos son, en estesentido, la prolongacin y/o el sustituto de los territoriosdel enemigo que no se pueden atacar ni controlar confirmeza. Se han vuelto los espacios de proyeccin delterror que se inclina en muchos aspectos hacia ladesterritorializacin.Tras haber destacado la pluralidad de la incertidumbre y lasorpresa inherentes al terror, profundicemos en el anlisis.El terror requiere mecanismos para estructurarse ycircular en el cuerpo social con el fin de tener un efectode resonancia y acceder al estatuto de violencia social.Reclama previamente teatralizar la violencia y presuponeformas de destruccin y eliminacin (primeros blancos)para luego afectar a otros grupos poblacionales56

    (objetivos finales). Es decir, que necesita testigos y unamplio pblico para dispersarse en el tejido social. Todoslos actos de violencia que atenten contra la integridadfsica y/o moral pueden originar terror que se inscribe envarios repertorios de accin y recorre mltiples caminos.Entre stos, se destacan: los atentados, los asesinatosselectivos, las masacres, la tortura, las amenazas, elsecuestro y los ataques a la infraestructura de un pas.El terror se apoya en interacciones cotidianas y, en unapoca moderna de globalizacin intensificada, encanales de comunicaciones para diseminarse y encontrarun largo pblico. Dependiendo de la colectividadhumana considerada, la receptividad al miedo no esuniforme ni total. La permeabilidad al miedo es sujeta adistintas variables. Citemos en desorden: la indiferenciay la costumbre de la violencia; la legitimidad y elrespaldo popular de los actores armados; la creencia enlas instituciones estatales para asegurar la proteccin delos ciudadanos; la cohesin social; y la capacidad demovilizacin y reaccin de la sociedad civil.En resumidas cuentas, el terror solicita dispositivoscomunicativos, donde los juegos de mediaciones, elpoder de las imgenes y los rumores conforman laatmsfera de numerosas guerras, y se constituyen, porexcelencia, como vas de transmisin del terror.

    Terror y terrorismo: entre similitud y confusin

    Cmo se articula entonces lo que se suele llamar elterrorismo con el terror? Cuando no es empleado comosinnimo del terror, el terrorismo corresponde en teora a lastcticas o tcnicas violentas que participan en la transmisindel miedo. A raz de los atentados del 11 de septiembre, lapalabra terrorismo ha irrumpido con fuerza en los discursossobre la seguridad y el imaginario de la guerra. Su uso ha sidoobjeto de una inflacin exponencial que hace del terrorismouna nocin algo vaca de significado y particularmenteproblemtica57. Sirve de manera genrica y equvoca paradefinir casi todas las situaciones de violencia armada.Adems, desde la Segunda Guerra Mundial ha tenido uncreciente tono negativo divulgado por las autoridadesoficiales para deslegitimar a los grupos no legales queatentan contra su autoridad y sus intereses (Argelia en ladescolonizacin, Per con Sendero Luminoso, Colombiahoy, administracin del presidente G. Bush en su luchacontra Al Qaida, etc.).A pesar de estas limitaciones iniciales, tratemos deaproximarnos a su ncleo conceptual. Aunque la fronteraentre el terror y el terrorismo es eminentemente porosa yfluida, podramos atrevernos a decir que el terror remite auna situacin de miedo efectiva o planeada mientras que elterrorismo se refiere a los medios y registros de accindinmicos que pueden encaminar a dicha situacin.El terror no es irremediablemente el producto de tcticasque, en sus intenciones, pretenden difundir un miedosocial, es decir del terrorismo. Es ms bien el fruto denumerosas variables correlacionadas: magnitud de laviolencia, debilidad psicolgica de las vctimas,cotidianidad de los actos de coercin, etc.Explotando todos los mecanismos posibles de difusin delmiedo y los factores sorpresa-incertidumbre yamencionados, el terrorismo consiste en unas operacionesteatralizadas circunscritas en el tiempo y el espacio conefectos maximizadores o amplificadores sobre el tejidosocial. Con pocos recursos, el terrorismo aspira a tenerun gran impacto psicolgico (miedo) para crearimportantes fenmenos de zozobra e inercia gracias a lasredes de comunicacin y las interacciones entre lapoblacin (papel de los rumores, testimonios, etc.).En los estudios militares, esta nocin de maximizacin se

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    56 Sommier, 2000, op. cit., pgs. 20-22.

    57 Didier Bigo, Limpossible cartographie du terrorisme, DossierTerrorisme, sitio de la revista Cultures & Conflits. Texto disponibleen: www.conflits.org [consulta: diciembre de 2002].

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  • correlaciona con el principio de economa de fuerzas que noaboga por involucrar y agotar de una vez todos los recursos ymedios de lucha disponibles58. Por el contrario, buscadesgastar y debilitar al enemigo con tcnicas, de terror porejemplo, que saben destilar la violencia en el cuerpo socialsin exponer demasiado ni comprometer muchas energas.Entonces, el terrorismo no es ms que un mensajeexpresado y valorizado gracias a formas de violencia que seexhiben deliberadamente en toda su brutalidad. Buscamediaciones59 que sean institucionales con el secuestro oel asesinato de figuras polticas, tcnicas por intermedio delos sabotajes o antipoblaciones con las masacres y lossecuestros masivos, por ejemplo.En vez de decir terrorismo deberamos hablar derelaciones terroristas entre unos actores violentos y suentorno. Gracias a las mediaciones, los protagonistas delterrorismo (la desprestigiada Vulgata de los terroristas)quieren presionar, vulnerabilizar y paralizar parcial ototalmente a los gobernantes y a los pueblos. Losterroristas pretenden tambin anular, o por lo menosfragmentar, los lazos sociales y la solidaridad entre laspoblaciones y el poder legal, demostrando que ste esincapaz de garantizar la seguridad y el bienestar de losciudadanos (Colombia). Estos objetivos son parciales eintermedios ya que los terroristas persiguen otros finespolticos, identitarios y econmicos, difcilmente descifrablespara los observadores que se limitan a menudo a constatarlas manifestaciones espectaculares de la violencia y losdaos y sufrimientos que el terror implica.Sin embargo, esta presentacin de las relacionesterroristas suscita varias objeciones e interrogantes. Porsimplicidad, aludiremos a tres de stos. Por un lado, hoy enda entran en la condicin de terrorismo la mayora delos actos coercitivos cometidos por los grupos ilegales sinque haya siempre debates de fondo sobre la validez de lanocin en s, ni una contextualizacin de la violencia. Porotra parte, las prcticas terroristas no logransistemticamente instaurar un miedo duradero, sinotemporal y disperso. Es ms, estimulan la movilizacinactiva contra sus autores con la indignacin, la ira, losciclos vengativos y la represin militar por parte de las

    fuerzas del Estado. Por ltimo, la calificacin deterrorismo opaca a menudo las motivaciones de losgrupos violentos que no quieren sembrar metdicamenteterror ni paralizar los espacios sociales.En esta ptica, podemos preguntarnos si los responsablesde las masacres en Argelia, Colombia o la ex Yugoslaviapueden siempre ser clasificados de terroristas. En estosescenarios de guerra, prepondera la voluntad deinmovilizar e intimidar o ms bien de eliminar a lapoblacin? De pronto, lejos de excluirse, estos mviles sesuceden o se mezclan para explicar la trama de la violenciaque origina fenmenos de terror circulares. Solo un anlisispreciso de las estrategias y de las prcticas de la violenciapermite dar elementos de respuesta a esta cuestin quediscute finalmente la pertinencia de la nocin.El hecho es que ante su banalizacin en los comentariossobre la violencia de la posguerra fra, el terrorismo seha desvalorizado en calidad de herramienta conceptual. Porlo tanto, preferimos volver a la idea, tal vez ms esttica,pero menos problemtica de terror, que podemosdesarticular en cinco ramas: la intencionalidad de los actosde terror correlacionados con fines (terror estratgico); losresultados de estos actos que, en los hechos, pueden diferirde las expectativas y de la utilidad esperada del uso de lacoercin; las manifestaciones de un terror ms atomizado yanmico60; los discursos oficiales que rodean laimplementacin del terror; y las percepciones del terrorcontemplado desde el punto de vista de las vctimas.Estos estratos de anlisis son de cierta utilidad a la hora deindagar en las complejas interacciones entre lasmodalidades de la guerra y el terror.

    Interacciones entre las modalidades de la guerra y del terror

    La destruccin y posesin de los cuerpos

    El estudio de las guerras actuales recalca la importancia delcuerpo en las prcticas de violencia, y de terror enparticular. En Angola, Argelia, Ruanda, Sierra Leona,Colombia y la ex Yugoslavia, la dispersin de los cuerposde las vctimas ha tomado grandes proporciones, la cual nodeja de interpelar al analista y se presta parainterpretaciones divergentes.La exposicin de los cuerpos en diferentes lugares pblicos

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    58 El principio de economa de fuerzas ha sido explicitado, entre otros,por el Mariscal Foch, Des principes de la guerre, Pars, ImprimerieNationale Editions, 1996, pgs. 143-197.

    59 Franois-Bernard Huyghe, Cadavres dans le salon: Image, stratgie,terreur, junio de 2002. Documento disponible en : www.strategic-road.com [fecha de consulta: octubre de 2002].

    60 Para el caso colombiano, ver Daniel Pcaut, Guerra contra la sociedad,Bogot, Espasa, 2001, pgs. 187-225.

    Reflexiones acerca del terror en los escenarios de la guerra interna

  • puede marcar a la vez el desprecio por la vida humana, laintensidad de las contiendas armadas, la rapidez en laejecucin de estas acciones que no permitieron llevarse ysepultar a los cadveres o an una estrategia que consisteen exhibir las vctimas a la sociedad (demostracin defuerza para intimidar).La simple vista de los cuerpos puede engendrarsentimientos de terror entre las poblaciones. No obstante,el terror producido en el tejido social no respondeinevitablemente a estrategias implementadas por losgrupos blicos (desfase entre las finalidades de la violenciay sus repercusiones).Cuando el terror se enlaza con planes de parlisis deltejido social o de dominacin, reviste intencionalidad, esdecir, dimensiones estratgicas61, y se convierte en unaherramienta de guerra. Se acentan las funciones deteatralizacin y comunicacin en la violencia, y finalmentesu carga simblica y comunicativa. La guerra y el terrorconfluyen para transmitir mensajes donde el repartoespacial de los cuerpos cumple con una clara labor deinformacin en la violencia. Los cuerpos son as mutilados,desmembrados y deformados antes de ser exhibidos(Angola, Colombia, Liberia, Sierra Leona...) para tener ungran impacto en el tejido social.Considerando su valor estratgico (econmico, poltico,moral, militar y logstico) ya destacado, las poblaciones sehan vuelto los principales centros de gravedad de lasconfrontaciones y los blancos de las mediaciones violentasentre actores armados. Asaltar a los pueblos no esnicamente una estratagema de guerra para debilitar aladversario y acumular fuerzas difundiendo terror sinotambin una seal enviada al entorno. Por un lado, se tratade romper, prevenir e impedir las afinidades entre lapoblacin y el enemigo (terror represivo o disuasivo). Porotra parte, es cuestin de mostrarle al rival que es costososeguir luchando e impensable ganar la guerra (terrorintimidante y desmoralizante).En oposicin con el arquetipo de guerra trinitaria (quehace una diferencia entre el poder poltico, el ejrcito y lapoblacin) pensada por Clausewitz entre los siglos XVIII yXIX cuando los soldados eran los mayores protagonistas ydamnificados de los combates62, los grupos armados dehoy libran, en muchos conflictos, una guerra por cuerpos

    interpuestos entre las poblaciones. Pulverizan la trinidadde la guerra en la medida en que ataca a cualquiercomponente de esta triloga, erosionando su cohesin.Parecen tambin aplicar el principio de economa defuerzas al tratar de acumular podero en detrimento delenemigo y de los civiles sin exponerse con exceso al fuegoadverso y comprometer energas en confrontacionesdirectas seguidas.Cabe resaltar que las agresiones contra los cuerpos son amenudo la huella de estrategias de posesin y dedemostracin de fuerza. Se trata de destruir, dejandohuellas y emitiendo un mensaje en el entorno. Las prcticasde tortura, por ejemplo, le quitan y niegan su identidad a lavctima con la brutalidad y el terror procedentes de ladegradacin psicolgica y fsica del cuerpo. Los mtodos detortura pueden ser asimilados a procesos de sujecin ydeconstruccin del otro63, obedeciendo a esquemas decontrol socioespacial que pasan a veces por una poltica dedestruccin y eliminacin masiva como lo desvelan la doblepoltica de exterminacin y desplazamiento interno llevadaa cabo por el rgimen khmer rojo contra la poblacin enCamboya64 y la cacera de hombres organizada por loshutus contra los tutsis en Ruanda65.En una publicacin anterior66, sostenamos que los autoresdel genocidio rwands de 1994 (poder oficial, milicias ycampesinos hutus) se haban esforzado por contraer eltiempo de las matanzas con el objetivo de asesinar almayor nmero de personas en pocas semanas. Recordandoque este genocidio se alej de la visin clsica de la guerracon una sistematizacin de las agresiones contra lospueblos tutsis, es importante recalcar que el terror no fueglobalmente pensado como un modo de control colectivoestable y masivo. Para los autores de las matanzas, fue msbien un soporte a los actos de destruccin y posesin de

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    61 La nocin de estrategia ha sido desarrollada en numerosos trabajosen ciencias sociales. Ver por ejemplo, Michel Crozier y ErhardFriedberg, Lacteur et le systme, Pars, Editions du Seuil, 1977.

    62 Tipo de guerra cuestionado por Martin Van Creveld, La transformationde la guerre, Pars/Monaco, Editions du Rocher, 1998.

    63 Elaine Scarry, The body in pain: The making and unmaking of theworld, Oxford, Oxford University Press, 1985, pgs. 60-62.

    64 Sobre el sistema de violencia y terror desarrollado por laadministracin khmer rojo, vase Ben Kiernan, Le gnocide auCambodge 1975-1979, Pars, Gallimard, 1998, en particular pgs.306-454.

    65 Para una contextualizacin histrica del genocidio, remitimos a GrardPrunier, The rwanda crisis 1959-1994: History of a genocide, Londres,Hurst y Company, 1995.

    66 Eric Lair, El terror, recurso estratgico de los actores armados:Reflexiones en torno al conflicto colombiano, en Anlisis Poltico,no. 37, mayo-agosto, 1999, pgs. 64-76.

    DOSSIER Eric Lair

  • los grupos hutus, en un proyecto de aniquilacin del otro(el terror permiti limitar los desplazamientos y amontonara los tutsis antes de ejecutarlos, los puso en posicin deinferioridad ante sus verdugos, etc.). Las vctimas, por suparte, vivieron durante semanas en un profundo estado deterror que fue una de las resultantes de la magnitud de laviolencia y del espectculo ofrecido por los cuerposdescuartizados y abandonados sin sepultura.Complementemos esta visin siguiendo el hilo conductordel terror. Ciertos estudios67 han demostrado que enalgunas circunstancias minoritarias los hutus dejaronvoluntariamente sobrevivientes para que relataran lasmasacres. De esta manera, los perpetradores de la violencialegaron una herencia del horror y del terror para marcar afuturas generaciones tutsis.Ilustremos este propsito con el tema de las violaciones. Aligual que en la ex Yugoslavia, la violacin de las mujerestutsis se transform en un arma de guerra con unaevidente misin aterrorizante. Se estima que unas200.000 tutsis fueron violadas en esa poca, a veces enpblico. La violacin fue la oportunidad de aterrorizar alotro y humillarlo. Hizo parte de un proyecto de destruccinidentitaria en una relacin de proximidad o cara a caracon el enemigo: el cuerpo fue tratado y despreciado comosi fuese un objeto o una figura de la animalidad; sebuscaba alterar su integridad y deshumanizarlo. En varioscasos, tras ser violadas, las mujeres no fueron asesinadaspara que atestiguaran el terror que vivieron y se sintieranavergonzadas de haber sido penetradas y posedas.Algunas de ellas fueron conscientemente dejadasembarazadas por los hutus. Embarazar por la fuerza a lasmujeres actu en un doble registro simblico: la alteraciny la purificacin del otro. Los embarazos representaron unava para afectar la descendencia de los tutsis y purificaral bando enemigo al introducir genes hutus en los cuerpos.Las prcticas sexuales forzadas tuvieron una funcin deguerra adicional ya que muchas mujeres violadas fueroncontaminadas por el virus del sida. Las violaciones han sidoentonces equivalentes a una muerte lenta para las vctimascuando no fueron inmediatamente asesinadas despus delacto sexual. Con embarazo o sin este, estas seviciassexuales han sido un canal de transmisin de infeccinviral, de sufrimiento psicolgico y corporal y de muerteentre generaciones.

    En todos estos aspectos, el terror se ha combinado con unavariedad de sentimientos difusos y contradictorios(humillacin, prdida de identidad, impotencia ante labrutalidad de la violencia, nimo de venganza, etc.) y se hadilatado en el tiempo, creando continuidades entre elpasado, el presente y el porvenir de la poblacin tutsi(terror capilar y circular).Para concluir sobre este parte acerca de la simblica de loscuerpos, es menester sealar la importancia de los usos delterror en el interior de las organizaciones armadas y elpapel desempeado por las prcticas de antropofagiaconstatadas en varios conflictos internos (Mozambique,Angola, Sierra Leona, etc.).Los castigos corporales y los asesinatosintraorganizacionales, cometidos en presencia de los demsmiembros del grupo, pretenden mantener una disciplina yuna cohesin por el uso de la coercin y el terror. Remitenal cumplimiento de las reglas, a la administracin de lajusticia y al cdigo de honor de las facciones armadas. EnMozambique, por ejemplo, la guerrilla de la RENAMO68, enpelea contra un gobierno de inspiracin comunista, sedistingui en los aos ochenta por recurrir a las prcticasde crueldad con el propsito de sancionar de formaejemplar y aterrorizante las insumisiones y los intentos dedesercin o aun de integrar a los recin reclutados.En cuanto a la antropofagia, surge en dos grandescontextos socio estratgicos blicos. En primer lugar, stase asemeja precisamente a ritos de entrada queambicionan estimular la integracin de los combatientes alas filas de los grupos armados: forzar a los recinreclutados a cocinar y comer seres humanos, sobre todosus familiares, permite de-socializarlos por el terror con elfin de debilitarlos emocionalmente y luego vincularlos a laorganizacin. La idea radica en deconstruir el mbito socialy afectivo de los individuos para recuperar y acogerlosdentro de la entidad armada (terror con vocacin inclusiva)que debe ser su principal espacio de socializacin69

    (procesos de socializacin en la guerra precarios y efmerosya que la amenaza de muerte es permanente).En otras oportunidades, se identifican conductasantropfagas impuestas por los actores violentos a la

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    67 Ver por ejemplo las investigaciones que se pueden consultar en elsitio: www. hri.ca [consulta: noviembre de 2002].

    68 Resistencia Nacional de Mozambique. Para un relato histrico de estegrupo guerrillero y del conflicto armado en general (1976-1992), verMalyn Newitt, A history of Mozambique, Bloomington, IndianaUniversity Press, 1995.

    69 El ejemplo de la guerra mozambiquea fue elocuente al respecto, verGeffray, 1991, op. cit., pgs. 93-116.

    Reflexiones acerca del terror en los escenarios de la guerra interna

  • poblacin o a sus rivales armados para romper suvoluntad de lucha. Se trata de provocar una catstrofetraumtica que hace intervenir sentimientos de terror,desolacin, sufrimiento y autodesvalorizacinconsecutivos al consumo de rganos humanos70.Semejantes acciones apuntan a conseguir la paz y lahomogeneizacin de los territorios, o por lo menos aevitar la resistencia de los pueblos ante la imposicin deun orden armado.

    Las desapariciones forzadas de poblacionesEn contraste con esta orga de cuerpos, ciertasmodalidades de la violencia se singularizan por ladesaparicin de stos. A la abundancia sucede la ausenciade cuerpos, la cual propicia la incertidumbre, la sospecha,la desconfianza, la imposibilidad de entrar en luto y elterror.En la Guerra Fra, las tcnicas de desaparicin forzadahicieron parte del dispositivo coercitivo de los Estadoslatinoamericanos, por ejemplo, en su contienda contra elenemigo interno comunista (Chile, Argentina,Centroamrica, etc.). Por su carcter aleatorio y sorpresivo,las desapariciones abrieron el paso a la propagacin de unterror a menudo fomentado desde arriba. A lo largo deesos aos, el terror fue para los aparatos estatales unelemento de control social y de fragmentacin de las redesde solidaridad.Con regularidad, las desapariciones forzadas coexistieroncon otros modos de coercin y de terror como lasamenazas, los desplazamientos de poblaciones, losasesinatos selectivos y las polticas de exterminacin71,aunque en la Argentina de los aos de la dictadura militar,los secuestros fueron tan sistemticos que lograrondominar el panorama general de la violencia estatal72.Hoy en da, el terror asociado a las desaparicionescoercitivas se inserta en la privatizacin y ladescentralizacin de la violencia vigente en mltiplesconflictos armados: se desinstitucionaliza. Las

    desapariciones dan cuenta de las diversas modalidades dela violencia armada. Mientras se intensifican losmecanismos jurdicos y las presiones de toda ndole paralimitar y castigar los crmenes contra los DerechosHumanos y el Derecho Internacional Humanitario, losmtodos de desaparicin forzada presentan la ventaja deejercer la violencia sin llamar demasiado la atencin de lacomunidad internacional o de las opiniones pblicasnacionales, a diferencia de las masacres, por ejemplo, quesuelen ser ms espectaculares cuando los cuerpos de lasvctimas no son escondidos.Las desapariciones sirven distintos objetivos. Confrecuencia, son el prembulo a la tortura que, adems desometer al otro, permite obtener informaciones sobre elcampo enemigo y quebrar su voluntad de lucha73. All, laviolencia contra los cuerpos (tortura) se fusiona con lossecuestros para definir los fundamentos de lo que losexpertos en asuntos militares llaman la guerrapsicolgica74.A parte de su utilidad lucrativa con el secuestro deextorsin, la cual es central en la economa de guerra delos actores ilegales (el conflicto colombiano es ilustrativo alrespecto), las desapariciones preceden tambin a laseliminaciones fsicas perpetradas de manera insidiosa o, enuna lgica ms aterrorizante, son un conducto paraatemorizar a sus vctimas directas y a sus parientes, antesde devolverles la libertad.A medida que se expande la confrontacin, lasdesapariciones se convierten en modos de castigo enrepresalia al apoyo brindado al enemigo, o cumplen conuna funcin preventiva para evitar que el adversario sebeneficie de cualquier tipo de ayuda.

    Sabiendo que las desapariciones debilitan al enemigo sindejar muchos indicios de violencia, esbozan un horizontede guerra que se aleja de la idea clsica de los conflictosarmados forjada desde Clausewitz y sus contemporneos.Con la repeticin de las desapariciones, se velaprogresivamente el espectro de los combates (idea deaccin-reaccin en la violencia guerrera) omnipresentesen la literatura militar. En consecuencia, se priva,momentnea o permanentemente, de confrontacinarmada a los beligerantes, los observadores y la sociedaden su conjunto. Las desapariciones no dan una proyeccin

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    70 Dejamos de lado los casos de antropofagia donde los consumidores sefortalecen mostrando que su violencia no tiene lmites o absorbiendola fuerza y la energa de sus vctimas.

    71 Daniel Hermant, Lespace ambigu des disparitions politiques, enCultures & Conflits, no. 13-14, primavera-verano, 1994.

    72 Antonius C. G. M. Robben, The assault on basic trust: disappearance,protest and reburial in Argentina en Robben y Marcelo M. Surez-Orozco (eds.), Cultures under siege: Collective violence and trauma,Cambridge, Cambridge University Press, 2000, pgs. 70-101.

    73 Ibid, pg. 71.74 Sobre este tema, vase Franois Gr, La guerre psychologique, Pars,

    Economica , 1997.

    DOSSIER Eric Lair

  • precisa de los teatros y de las dinmicas de guerra cuyosespacios de estructuracin y reproduccin resultanevanescentes.Adems, las desapariciones hacen precarias las fronterasentre la vida y la muerte75. En un ambiente de terror difusoque explota la sorpresa y la incertidumbre, cmo sabercon certeza que los desaparecidos estn muertos o vivos yquin ser el prximo blanco? Cmo anticipar einterpretar la violencia cuando sus agentes no tienen unrostro identificable y actan en la sombra? En estas condiciones, la no-devolucin de los cuerposobstaculiza la rememoracin de los desaparecidos. Quedadifcil otorgarles el estatuto de hroes ya que no se tieneuna representacin exacta de las circunstancias de lamuerte ni de la confrontacin general. La desaparicincontribuye a desfigurar la oposicin armada y el imaginarioque se forma alrededor del combatiente. Ahora bien, dichoimaginario es fundamental durante y tras la confrontacinarmada para comprender su trama. Alterar la imagen delcombatiente es no slo oponerse a la conmemoracin delas vctimas de la guerra, sino tambin negar su existenciay minimizar la magnitud de lucha armada. En el perodopostconflicto, las desapariciones se vuelven un punto dedebate fundamental en la reconstruccin de la memoria dela violencia. Para los familiares y los defensores de losdesaparecidos, empieza una larga campaa por elreconocimiento del estatuto de las vctimas, combatientes ono, y la administracin de la justicia76.Estas prcticas de guerra disimulada abarcan un largoespectro de definicin del enemigo que se halla cada vezms entre la poblacin civil (volvemos aqu a la nocin deguerra contra los civiles). Sus autores explotan los efectos,tericamente paralizantes y desmoralizantes del terrorcausado por la desaparicin, no slo contra los rivalesarmados, sino tambin contra sus familiares y compaeros.Es decir, que los secuestradores diseminan un terror circularque, por ejemplo, procur dislocar el tejido social enArgentina y Guatemala en los aos ochenta, y ambicionatener efectos similares hoy en Colombia, en una dinmicade privatizacin de la violencia ms palpable.Ante la invisibilidad de la guerra ocasionada por lasdesapariciones, se presenta la posibilidad de (re)introducir

    elementos de teatralizacin de la violencia con agresionesaterrorizantes contra los cuerpos del enemigo y los espaciosde sociabilidad (ejemplo de la descolonizacin en Argelia,Per y Sri Lanka, en los aos 1980-1990, etc.) cuyo impactoser analizado a continuacin. En otras palabras, al terrorencubierto que acompaa las desapariciones, responde aun terror-espectculo heterogneo que reivindicapersonificar y ostentar la brutalidad de la guerra,organizando juegos de comunicacin en la violencia.Finalmente, vemos que las tcticas de desaparicin forzadareflejan y nutren la configuracin de algunas guerrascontemporneas (Argelia, Argentina, Guatemala, Per,Colombia, etc.) donde el campo de confrontacin eselusivo y la violencia capaz de emerger en cualquiermomento y lugar.

    Los espacios, blancos de la violencia: entre lgicas deterritorilizacin y desterritorializacin

    Para finalizar este estudio, queremos reflexionar acerca deciertas dimensiones espaciales del terror. Muchos anlisishan insistido en que la violencia y el terror conocen hoyprocesos de desterritorializacin77. De hecho, variasexperiencias de violencia ya mencionadas no registran unfuerte anclaje territorial.No obstante, la escasa territorializacin o su ausencia, nodebe llevar a pensar que la violencia est exenta de aspectossocio espaciales. Ciertas prcticas violentas buscan ladestructuracin total o parcial del espacio sin que sedenoten necesariamente una voluntad y una capacidad paraocuparlo, controlarlo y defenderlo con estabilidad78.Los bombardeos y los atentados a menudo perpetradoscon explosivos son ilustrativos de lo anterior. Los ataquesde artillera y areos (bombardeos) son uno de los smbolosde la guerra moderna: a lo largo del siglo XX, fueronusados en los procesos de descolonizacin (Indochina,Argelia, Vietnam, etc.), los movimientos separatistas(kurdos, bien sea en Turqua o en Iraq, etc.), lasrebeliones armadas (Guatemala, Myanmar, Angola, etc.)as como en el marco de las confrontaciones interestatales(dos conflictos mundiales, Irak contra Irn, coalicin contrael Irak de Saddam Hussein, etc.) y, ms recientemente, en

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    75 Robben, op. cit., pg. 82.76 El lector encontrar varias reflexiones en torno a los temas de la

    memoria, la celebracin de los muertos y la justicia en las sociedadespostblicas en la publicacin de Richard Werbner (ed.), Memory andpostcolony, Londres, Zed Books, 1998.

    77 En el caso colombiano, ver Pcaut, 2001, op. cit., pgs. 227-256.78 Para una diferenciacin entre las nociones de territorializacin y

    espacializacin, el lector se referir tilmente a los estudios copiladosen Beatriz Nates (comp.), Territorio y cultura, Manizales, Artes GrficasTizan, 2002.

    Reflexiones acerca del terror en los escenarios de la guerra interna

  • la descomposicin de la ex Yugoslavia y en la guerraolvidada entre Etiopa y Eritrea.En lo que concierne a los atentados, son tradicionalmentelos artefactos privilegiados por las facciones que no tienenlos recursos suficientes para enfrentarse de forma directacon el enemigo o que, por economa de fuerzas y porlimitar sus prdidas en combate, prefieren evitar unaoposicin directa contra las fuerzas militares regulares,estimadas superiores (caso de los grupos independistas ysecesionistas en Espaa, Irlanda del Norte, Sri Lanka, etc.).A veces recriminadas por ser tcnicas de accin que cobranvidas por sorpresa entre las poblaciones, las modalidadesde los atentados tienden a tener un asentamientoterritorial particularmente dbil aunque sus autores puedansentirse los depositarios de una causa ideolgica y/orepresentar ideales polticos y comunitarios con un evidentesustrato socio espacial: Irlanda del Norte, Sri Lanka, Israel-Palestina, etc.Abramos un parntesis para decir que los mediticosatentados del 11 de septiembre de 2001, excluidos delpresente artculo, llamaron la atencin por sus modalidadesno territorializadas y descentralizadas. Pero seraequivocado alegar que el espacio no fue tomado enconsideracin por parte de sus perpetradores. Los espacioshabitados o vividos, con su valor simblico, fueron desuma importancia a la hora de seleccionar los blancos. Laidea era golpear a Estados Unidos en su propio territorio(importancia estratgica y tctica del territorio pero sinvoluntad de territorializacin por parte de los violentos) yen centros de poder polticos y econmicos neurlgicos,con la ambicin de sacudir y humillar a la potenciaestadounidense en una relacin asimtrica entre unEstado poderoso y unos nmadas de la violencia.Los atentados suicidas cometidos contra Israel presentantambin una propensin a la desterritorializacin de laguerra con procesos de valorizacin destructiva de losespacios de vida. Expliqumonos: stos son escogidos ycotizados para ser los lugares de concentracin de laviolencia armada con el mayor impacto posible sobre eltejido social israel (efecto maximizador de los atentados,vehculos del terror). Es decir que, por lo general, losteatros y el tiempo de la violencia no son fortuitos. Susactores eligen momentos y espacios de gran afluenciahumana (cines, supermercados, calles concurridas,sinagogas, etc.), retenes y puestos militares enemigos paraadelantar sus operaciones, aprovechndose de los factoressorpresa-incertidumbre. La violencia aleatoria y sin frenteestable propuesta por los que se sacrifican en nombre de ladefensa de una Palestina independiente del Estado hebreo

    y del Islam contrasta con la territorializacin y lasegregacin socio espacial impuesta por el poder israel. Lafluidez de la guerra de los palestinos choca contra unEstado constituido que quiere bordar territorialmente suautoridad y su seguridad.Aqu se mezclan en forma inextricable el terror paralizantee intimidante (de tipo estratgico: golpear para presionar algobierno y a la sociedad y desolidarizarlos) y el anhelo dedestruccin sin buscar sistemticamente provocar miedocolectivo. En efecto, cmo saber si los autores de losatentados aspiran ms a generar terror que a provocarmuertes? Estudiosos del tema dan elementos de respuesta a esteinterrogante79. Desde la segunda mitad de la dcada de losnoventa, la guerra ha conocido un salto cualitativo ycuantitativo en una espiral de destruccin exuberante.Los atentados ya no son simplemente una va privilegiadapara obligar, bajo el terror, a los israeles a aceptar laconformacin de un Estado nacin palestino. Marcan eldesespero de unos activistas que, ante el incumplimientode los acuerdos de paz y la no efectividad de un Estadorabe en Palestina, deciden huir de una realidad militar ysociopoltica desfavorable y sacrificarse matando a susenemigos. En un imaginario de guerra complejo donde losciclos de venganza y el honor alimentan la violencia, estamuerte sacrificial tiene una creciente connotacin religiosa.Los sacrificios son un medio de escapar de una sociedadbloqueada con su cohorte de desilusiones y un caminopara acceder al paraso, prometido en el Corn80 a loscreyentes que reivindican la defensa del Islam por va delas armas81. En otras palabras, lo que en el exterior es unsuicidio, equivale, para estos musulmanes, a una categoraheroica del martirio: el sacrificio mortfero.Los cuerpos de los ejecutantes y de las vctimas de laviolencia son la encarnacin de la (des)materializacin y loscampos de batalla de una guerra voltil. Producir muerte yterror con la diseminacin de cuerpos desmembrados porlas explosiones no es la continuacin de una guerra internacon una fuerte base territorial (como en algunas regionesde la ex Yugoslavia, de suponer que esta fue una guerra de

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    79 Khosrokhavar, 2002, op. cit., pgs. 173-220.80 Libro sagrado del Islam.81 Vale aclarar que el Corn no incita necesariamente a una defensa

    violenta del Islam. Existen una tica y unas condiciones, negadas porlos grupos armados que se reclaman defensores del Islam,acompaando el uso de la violencia. Ver Jean Flori, Guerre sainte,jihad, croisade, Pars, Editions du Seuil, 2002, pgs. 67-100.

    DOSSIER Eric Lair

  • naturaleza interna, y en Ruanda). Es la seal de una guerracon una territorializacin, por ahora, casi imposible para lospalestinos en la cual el terror se articula con estrategias dedesgaste de la sociedad israel, de demostracin de fuerzaefmeras (paradjicamente, y a diferencia de los quedesaparecen como ya lo mencionamos, mostrarse en lamuerte sacrfica es afirmarse en la violencia ante lasociedad israel y animar a futuros voluntarios al martirio) ya proyectos de deconstruccin plurales: sacrificio de losvoluntarios a la muerte, eliminacin fsica y simblica de losisraeles, erosin de la cohesin y de la confianza dentro dela comunidad poltica, social y religiosa de los judos, etc.Ms all de estos aspectos utilitarios, uno se puedepreguntar si la sucesin espacio temporal de los atentadosno est creando tambin una violencia y un terror msprosaicos y anmicos que encierran cada vez ms a losactores en conflicto en una guerra prolongada donde losfines y la solucin negociada parecen inalcanzables yborrosos.En otros escenarios de confrontacin, la violenciarecupera elementos de territorializacin. Por suconfiguracin, sus atributos y sus funciones, los espaciosgeogrficos pueden servir estrategias de conquista socioespacial, ms territorializadas, que se inscriben dentro delgicas econmicas (zonas de riquezas indispensables parasostener el esfuerzo de guerra y acumular podero),militares (corredores de movilidad, puntos deabastecimiento y descanso, etc.) polticas (tener influenciasobre la poblacin para aparecer como un poder de factolocal), o an de referentes histricos y comunitariosglorificados y mitificados (espacios con una profunda cargaemotiva: Kosovo para los serbios, por ejemplo).Cmo territorializar la violencia? En primer lugar, ocupandomomentnea o permanentemente los lugares deconfrontacin y las zonas circunvecinas (espacios en disputao controlados por un actor armado). Lo cual implica unimportante despliegue militar (aunque los francotiradorespermiten controlar sectores geogrficos y obstruir lacirculacin, destilando terror, a menor costo como loevidenci la guerra de disolucin del Estado yugoslavo),posibles enfrentamientos entre bandos antagnicos, lazosentre los grupos armados y la poblacin y/o unaadministracin del territorio por el terror u otros mtodosmenos coercitivos. Igualmente, la guerra se territorializagracias a unos dispositivos armados de circunvalacin(retenes mviles o estticos, cordones de seguridad, etc.) quefijan las posiciones del enemigo (ciudades en el Lbano ola ex Yugoslavia) y/o la conducta de asaltos aterrorizantes(bombardeos, incursiones terrestres, etc.).

    Los ataques a los edificios, los monumentos y lainfraestructura pueden marcar una territorializacin delconflicto como se observ durante las campaas de guerraurbana adelantadas en la ex Yugoslavia82 donde el empeopara desarrollar los combates adentro y alrededor de lasciudades fue tan significativo que se evoc la idea deurbicidio (Sarajevo, Srebrenica, Gorazde, etc.). Cabeaadir que se trataba ms que todo de unaterritorializacin precaria y de ndole militar tctica.Pero, al mismo tiempo la guerra se desterritorializ por laeliminacin y/o el desplazamiento de las tropas ypoblaciones enemigas atemorizadas. Para los asaltantes, lasincursiones relmpago, los disparos de losfrancotiradores y las tcnicas de sitio con bombardeosprivaron al enemigo de su base territorial y de sus espaciosde vida pasados, presentes y futuros. Hubo una voluntadde desterritorializacin que permiti erradicar la presenciaadversa en varios teatros de guerra, y de manera simblicaaniquilar su identidad sabiendo que el territorio es elespacio o la base de construcciones individuales ycomunitarias. Es decir que las estrategias dedesterritorializacin afectaron la memoria y la historia desus vctimas, las cuales fueron adems violentadas en suscuerpos en operaciones de deconstruccin identitaria(violaciones, torturas, etc.).

    Para no concluir

    Este ltimo ejemplo subraya y simboliza la importancia delespacio en las prcticas de violencia y de terror, las cualesse reparten de manera inextricable entre la territorializaciny la desterritorializacin, contribuyendo a hacer de laguerra un fenmeno polimorfo y opaco.Precisamente, este artculo ha intentado disipar estaimpresin de opacidad que los analistas en cuestionesmilitares denominan la neblina de la guerra. En pocaslneas, no fue posible establecer un balance actual de laguerra en articulacin con el terror con base en ejemplosprecisos y detallados. El objetivo era ms bien proponerelementos de reflexin transversales acerca de estas dosnociones cuyas manifestaciones inundan la historiacotidiana de numerosas colectividades humanas.Falta una caracterizacin (histrica, social, militar, etc.) msdetallada de los pases que viven en guerra bajo el yugo

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    82 Para una introduccin al estudio de esta guerra analizada en susdimensiones bosnias, ver Xavier Bougarel, Bosnie: Anatomie dunconflit, Pars, La Dcouverte, 1996.

    Reflexiones acerca del terror en los escenarios de la guerra interna

  • del terror para sacar conclusiones diferenciadas sobre surespectivo papel en la evolucin de las sociedades y unanlisis del terrorismo asociado a los atentados del 11de septiembre y sus consecuencias internacionales (casoque no quisimos hacer entrar en la categora de guerra pormotivos ya expuestos). Adems, la guerra y el terror semezclan a menudo con otros parmetros no analizadosaqu como la simpata con los actores blicos o laindiferencia ante el sufrimiento de los afectados por laviolencia.A pesar de estas limitaciones, vemos que la guerra y elterror se retroalimentan desde hace varias dcadasdibujando una violencia societal pluridimensional ydescentralizada que atomiza las esferas pblicas. Enmuchos casos, el terror es un resultado de la violenciaguerrera. Tambin, ste puede preceder a la guerra cuando,por ejempl