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REFLEXIONES SOBRE LA DESCOLONIZACIN
Ral Prada Alcoreza
21.07.2013 04:01
ndice:
Umbrales y horizontes de la descolonizacin
Horizontes del Estado plurinacional
Una nota necesaria sobre descolonizacin
De etnocentrismo y particularismos
Crtica a la dominacin colonial y a la condicin poscolonial
Umbrales y horizontes de la descolonizacin
Estado y sociedad
Un punto de partida debera ser desde dnde pensamos, hablamos y nos referimos al
mundo, a los hechos, a los acontecimiento, a los procesos, a la relaciones, a la
estructuras y a las instituciones del mundo? Concretamente, desde dnde pensamos
cuando nos referimos al Estado y a la sociedad? Nombramos el mundo desde algn
lugar, aqu no hablamos necesariamente de un lugar fsico, sino desde un lugar en el
horizonte histrico cultural, un lugar en el horizonte epistemolgico, un lugar desde
donde configuramos las representaciones, las significaciones, los valores, los smbolos,
los conceptos? Podemos decir incluso un lugar desde donde desarrollamos las prcticas
discursivas. Nombramos el mundo no desde un afuera sino desde adentro del mundo,
nombramos el mundo desde el lenguaje, lo que nombramos est cargado de este
lenguaje, si bien no forma parte del lenguaje, es el conjunto de referentes del lenguaje.
Hablar del Estado y sociedad es hablar desde estos sititos, desde esta geografa
imaginaria, si se puede hablar as, pero tambin desde la historia que crea estos
escenarios, estos espacios, estos mapas conceptuales. El mundo es mundo porque est
habitado de significados, de sentido, de valores, de smbolos, de conceptos, de
representaciones. Si, pero no hay que confundir el mundo con estos lenguajes, estos
mbitos de sentido, estos cdigos culturales, estas alegoras simblicas, estos mapas
conceptuales, aunque est constituido tambin por ellos, si bien no necesariamente de
una manera prioritaria, pues la multiplicidad de los campos y conjuntos de referentes
denotan la autonoma y la independencia de los mismos, ofrecen su resistencia y
muestran su propia complejidad. Por eso, hablar de Estado y sociedad es hacerlo desde
determinadas estructuras de categoras, desde determinadas corrientes tericas, desde
determinados lugares del campo filosfico y del campo de las ciencias sociales. No se
trata de lugares bien definidos y claros, sino de lugares problemticos, de lugares de
saturada discusin. Las corrientes tericas que las ponen como unidades de anlisis se
disputan su conocimiento y comprensin, podemos recorrer toda una historia en el
desarrollo y desplazamientos conceptuales en lo que respecta a la dilucidacin de estas
entidades referenciales. Por eso, lo que importa ahora es saber desde donde nombramos
el Estado y la sociedad para de este modo reconocer los recortes de realidad y las
estrategias tericas desplegadas en este acto de hablar, en esta accin conceptual. Pero,
sobre todo, saber cmo concebimos esos mbitos de relaciones que llamamos Estado y
sociedad, para reconocer ese mbito de relaciones, de prcticas, de normas, de leyes, de
procedimientos, de instituciones que llamamos Estado, para comprender ese mbito de
relaciones, de prcticas, de estructuras, de organizaciones, de movimientos, de
movilizaciones, de luchas que llamamos sociedad.
Cul es la relacin entre Estado y sociedad? Para responder a esta pregunta debemos
situarnos en el contexto histrico de la modernidad, cuando hablamos de Estado lo
hacemos desde la perspectiva del Estado-nacin, y cuando hablamos de sociedad lo
hacemos refirindonos a formaciones histricas atravesadas por relaciones de
produccin, comercializacin y consumo capitalistas. Se trata de formaciones histricas
involucradas con el mercado, con el mercado capitalista, apreciado tanto en su forma
interna como externa, mercado interno y mercado externo. Sociedades involucradas,
insertas en el mercado internacional, afectadas entonces por sus contingencias,
sociedades organizadas en respuesta y adecuacin a la expansin del capitalismo, de las
lgicas del capitalismo, pero tambin y obviamente a la lgica de valorizacin del
capital. No podramos entender estas sociedades sin comprender a su vez el desarrollo
mundial, regional y local del capitalismo, aunque este haya tenido resistencias y las
tenga todava, aunque podamos entrever posibilidades de alternativas al capitalismo. Lo
que decimos es que el capitalismo se ha expandido por todo el mundo y ha conformado
el mundo mismo, formando una economa-mundo capitalista y conformando un
sistema-mundo capitalista[1]. Desde esta perspectiva, no nos negamos evaluar y
dilucidar las singularidades, los particularismos locales, las formaciones abigarradas,
sino que lo hacemos y entendemos esta tarea posible a partir de la inteligibilidad de la
acumulacin originaria y ampliada del capitalismo, de sus ciclos, de sus crisis y de su
ineludible cobertura mundial. No se puede soslayar este acontecimiento de escala
mundial, eludirlo sera no entender los mismos particularismos, localismos,
regionalismos y abigarramientos, quedndonos tan solo con la expresin exacerbada de
las heterogeneidades perdidas en su propio laberinto. Hay que colocarse evidentemente
en la perspectiva del pluralismo histrico, de la diversidad y diferencia de los procesos
socioeconmicos y socioculturales, pero hay que hacerlo teniendo en cuenta la
transversal histrica de la economa-mundo capitalista. Esto nos permite situarnos en el
lugar, el espacio-tiempo histricos, desde el cul nombramos, pero tambin en el cual
nos encontramos, para entender lo que hemos llegado a ser en el momento presente
(Michel Foucault).
Estado y sociedad en Bolivia
Las naciones no son otra cosa que mitos en el sentido que son
creaciones sociales, y los estados desempean una funcin
central en su construccin. El proceso de creacin de una nacin
incluye el establecimiento (en gran medida, una invencin) de
una historia, una larga cronologa y un presunto grupo de
caractersticas definitorias (incluso cuando grandes segmentos de
la poblacin incluida no comparten dichas caractersticas)[2].
Immanuel Wallerstein
http://dinamicas-moleculares.webnode.es/#_ftn1http://dinamicas-moleculares.webnode.es/#_ftn2
La Repblica de Bolvar nace de una conjuncin y combinacin de factores hasta
compulsivos y contradictorios. Por una parte podemos hablar de la genealoga de sus
propias guerras, es decir las guerras que atraviesan, afectan, adecuan, se instalan en los
territorios que van a circunscribirse sucesivamente en lo que va a ser el Qullasuyu, la
Audiencia de Charcas y la Repblica de Bolivia. Estas guerras son acontecimientos que
suscitan, se producen y pasan para desaparecer, no del todo, empero quedando en la
memoria de las generaciones venideras. Podemos hablar de la guerra de conquista a
mediados del siglo XVI y de su consecuente guerra anticolonial durante los ltimos
aos del siglo XVIII, de la guerra en Potos entre vicuas y vascongados durante 1626,
la guerra de guerrilla durante el siglo XIX, acompaada de la llegada de la guerra de
independencia al Alto Per, las incursiones de los ejrcitos independentistas argentinos,
las asonadas y levantamientos durante la colonia, pero tambin los amotinamientos y
cambios de bando. Marie-Danielle Demlas reconoce una cultura guerrera en Amrica,
dice que existan tres formas de combate: La utilizacin de los mtodos de la guerra en
pequea escala, la cultura miliciana y la experiencia de las guerras indias[3].
Despus podemos hablar del desarrollo de la economa minera[4], preponderantemente
durante la colonia, particularmente en lo que tiene que ver con la irradiacin del entorno
potosino durante los siglos XVII y XVIII. Este desarrollo y esta irradiacin pueden
asociarse con el ciclo de la economa de la plata, directamente vinculada a los ciclos del
capitalismo genovs (siglos XV-XVII), del capitalismo holands (siglos XVI-XVIII) y
del capitalismo britnico (siglos XVIII-XX)[5]. Este recorte si bien privilegia la
preponderancia de la economa minera, no obvia las otras formas de organizacin
econmicas, particularmente las agrcolas, destinadas a comercializar con alimentos
para las poblaciones de las ciudades y los centros mineros. En este caso, sobresale la
economa de las haciendas de los valles, fuertemente vinculada al comercio con los
centros mineros, empero el mercado de alimentos y otros bienes tambin se extiende al
Oriente, esta es la situacin que podemos apreciar en lo que respecta la vinculacin
contingente de la economa de las haciendas de los llanos, de la Amazonia y el Chaco
con la economa minera. No podemos dejar de mencionar la persistente economa de las
comunidades indgenas, que forma parte de alternativas formas de reproduccin,
enlazada a otros circuitos simblicos, de reciprocidad y complementariedad. En todo
este espaciamiento rudimentario del mercado interno, la produccin artesanal y la