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    RELATORÍA “EL IMPACTO DE LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y

    DE LA COMUNICACIÓN EN EL DERECHO A LA VIDA PRIVADA” 

    Joaquin Dario Huertas

    El problema es que las tecnologías implican el debate entre las distintas formas de

    comprender el Estado centrado en los derechos de los sujetos o en el bien común que

    implica un Estado general que protege el bien común sobre el bien individual. Pero

    también está presente la problemática que implica la capacidad de la técnica de

    aprovecharse de la privacidad y seguridad que el albedrio de los individuos poseen en su

    vida cotidiana. Esto no es solamente una cuestión de carácter técnico, sino también moral,

    en tanto los límites que pueden imponerse para que las corporaciones no se adueñen

    impunemente de la información y la privacidad de los individuos es esencialmente moral,

    es decir, de la necesidad de implicar principios éticos que debe ser seguidos sobre las

    intenciones económicas del capital.

    Es importante también poner de presente que la técnica es una nueva dimensión del

    mundo de la vida donde nos podemos mover cotidianamente. En ello, vemos las amenazas

    contra la privacidad que en este mundo de lo virtual, debido a la misma naturaleza de esta

    dimensión: las nuevas características del mundo virtual apenas van conociéndose, en el

    sentido de ir apareciendo las implicaciones de la virtualidad, especialmente en el sentido

    de la privacidad que cada uno posee en esta realidad. Podemos comprender entonces que

    la virtualidad nos pone frente a una situación comprometida en la que nos abandonamos

    a las directrices del estado que puede contener de diversos modos la rapiña de las

    corporaciones virtuales o participamos de una cruzada por nuestros derechos individuales

    con el fin de ganar la afirmación de nuestros derechos frente a la desconsiderada

    condición de abandono que un estado inexistente en lo virtual, nos pone de rodillas ante

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    la capacidad de las corporaciones. Ambas posiciones reclaman de cada individuo la

    sentencia kantiana del tener que servirse del propio entendimiento frente a la realidad que

    se presenta.

    ¿NO ESTAREMOS FRENTE A UNA NUEVA NECESIDAD DE RECLAMAR EL

    FAMOSO SAPERE AUDE, LA NECESIDAD DE SER AUTONOMOS ANTE LA

    OFERTA DE LA VIDA VIRTUAL, DONDE SÓLO SOMOS CONSUMIDORES,

    PERO NO CIUDADANOS?

    ¿Qué PAPEL TIENE EL EJERCICIO DE LA CIUDADANIA EN ESTE ESCENARIO?

    ME PARECE QUE ANTE TODO MORAL Y DE AFIRMACION DE LA

    AUTONOMIA RESPECTO DE LO OFRECIDO POR EL MUNDO VIRTUAL.

    Podemos partir de lo dicho por el fundador de Sun, Scott McNealy en 1999: “Usted tiene

    cero privacidad. Supérelo” (Barinas, 2013, pág. 3). Desde este punto de partida, vemos

    que el texto de la doctora Barinas nos muestra cómo, desde el punto de vista legal,

    estamos indefensos ante las tecnologías de la información, debido a que es muy difícil

    establecer regulación y control efectivo al uso, conservación de la información y a la

     privacidad que entrañan los datos personales y los bienes electrónicos, manifestando la

    necesidad de que tanto los individuos como el Estado busquen la forma de proteger la

    vida privada de las personas.

    La distribución del texto nos permite comprender el sentido de la exhaustiva exposición

    de la autora. En un primer momento,  Del mundo físico al mundo virtual, se procede a

    exponer lo que se compone esta realidad, pues no puede entenderse esta dimensión

    solamente en su superficie, esto es, dispositivos, pantallas y los ambientes de las páginas

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    web, pues el mundo de lo virtual es interacción de muchas clases de información: los

    datos personales, la ubicación espacial, obtenida por la red satelital, el pulso cardiaco, las

    recurrencias en los motores de búsqueda, la precisión de la biometría, etc., lo que

     podemos comprender como recolección de datos para vigilancia. 

    Las numerosas tecnologías y dispositivos expuestos en este capítulo, permiten tener una

    idea de cómo se trata la información para elaborar perfiles de quienes habitan un

    determinado entorno. Es posible ahora identificar individuos y comportamientos, de

    acuerdo a la información disponible para los dispositivos impuestos en la ciudad que,

    como los glóbulos blancos, mantienen la salud del cuerpo. Parece ser que se espera que

    las tecnologías puedan prevenir y anticipar el crimen, eliminando el mal antes de

    manifestarse y ubicando a cada componente de la sociedad en su lugar.

    Así mismo, se exploran las distintas formas como son manejados los datos de los usuarios

    de la red, la vulnerabilidad de esta información frente a la delincuencia y las diversas

    condiciones en las que la información de los usuarios es tratada como un bien material,

    que en apariencia beneficia al consumidor, pero que lo somete a una forma dirigida de

    consumo e ideales, lo cual es evidentemente control. En la segunda parte, Las personas:

    generadores de datos, la autora se centra en el análisis del modo en que este control sobre

    los datos compromete la libertad de las personas y sobre todo, el derecho a la privacidad

    desde el punto de vista legal, el cual siempre resulta insuficiente.

    Podemos pensar en la ambivalencia de estas tecnologías: si bien existe una evidente

    intención de vigilancia, también esta misma nos permite acceder al mundo de una forma

    que antes no había sido posible: ahora se puede planear con anticipación un recorrido,

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    una salida a comer, las vacaciones en una ciudad desconocida, etc.; la abundante

    información proporcionada sobre los sitios, opiniones de otros consumidores, opiniones

    de expertos, entre otras, nos permite tener la posibilidad de anticipar la experiencia de

    acuerdo a los códigos y normas establecidas para las cuestiones del gusto.

    El gusto por lo virtual, también tiene sus restricciones, en tanto el uso de la tecnología es

     privativo de quien pueda acceder e interactuar en ella: no sólo se necesita la voluntad para

    navegar en la red, también se necesita la capacidad económica para poseer una terminal

    y el software donde poder trabajar; de otro lado, es necesaria la capacidad técnica para

    manipular los dispositivos, lo que se ha dado en llamar la alfabetización informática.

    También se implica que el usuario posee el necesario capital cultural para poder moverse

    con naturalidad en el mundo virtual y protegerse frente a las amenazas.

    Momento problematizador

    ¿Este modo de ver la realidad virtual coincide con la forma en que la concebimos los

    usuarios comunes y corrientes? Se esperaría que este medio, producto del avance de la

    ciencia y la tecnología, implicara los valores e ideales de la Ilustración, el ejercicio de la

    libertad y la garantía de la privacidad. Sin embargo, el entorno tan sólo manifiesta otros

    aspectos propios de la modernidad en su aspecto más sombrío, el capitalismo salvaje, que

    en algunos casos parece haber evolucionado hacia el totalitarismo más reticente gracias

    al control y la vigilancia:

    Si bien, como algunos claman, en la arquitectura inicial del ciberespacio se propiciaba el

    anonimato y la libertad, hablándose incluso de que era imposible ser regulado y se seguía

    el axioma liberal “laissez faire laissez passer ”, esto ha evolucionado hacia una

    arquitectura que ha hecho extremadamente eficiente y eficaz la posibilidad de control, lo

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    que autores como Lawrence Lessig atribuyen a las manos invisibles del mercado y del

    gobierno. (Barinas, 2013, Pág. 17)

    ¿Estamos condenados entonces a no tener privacidad o a actuar por fuera de la red, a

    rechazar la tecnología? Una de las cosas que debemos tener en cuenta, es que este espacio

    nuevo es como el espacio material, por ello es natural que debe hacerse lo posible por

    limitar la actividad del explorador, pero esta limitación no puede ser física, sino moral.

    La invasión física a la privacidad es un delito moral, que se hace debido a la restricción

    que implica el control inconsciente en toda la vida social material. En el ciberespacio, el

    saber que no hay tales restricciones, permite hacer cosas que en la realidad no se

    admitirían o se considerarían como moralmente malas; esto no sólo en el ámbito de la

    interacción, sino también en lo que concierne a la industria y el comercio, proclives a

    convertir en mercancía todo lo que tengan a mano, poniendo en peligro a sus

    consumidores, como señala la autora:

    El manejo y recolección de la data y la omnipresencia en la Web resultan, en definitiva,

    cada día más preocupantes, sobre todo porque, además, las grandes empresas no tan sólo

    ofrecen los buscadores en la red, sino correos electrónicos y servicios interactivos, lo que

     posibilita un cruce entre los datos recolectados por diferentes medios. Es el caso de

    Google, una de las más utilizadas y que al unirse a la empresa DoubleClick , conocida por

    recolectar datos en Internet con fines publicitarios (y no siempre hacer el mejor uso de

    ellos), crea un monopolio en este mercado. (Barinas, 2013, Pág. 26-27)

    Lo que ha logrado la industria es que los usuarios hagan un uso de las redes de manera

    que se entienda se está haciendo uso voluntaria y libremente, a través de las redes sociales

    y la web 2.0: Se ha naturalizado este escenario tecnológico como un espacio de

    socialización, donde se puede establecer nuevas formas de relación con las personas que

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    consideramos cercanas a nosotros; las barreras de tiempo y espacio parecen superarse

    cuando es posible comunicarse de manera cercana e inmediata con aquellos que

    mantienen algún vínculo con nosotros: amistad, negocios, intereses sociales, políticos,

    sexuales, etc., que en últimas son patrones de comportamiento que pueden seguirse y

    medirse, hacerse patrones predecibles para ofrecer productos de consumo relacionados

    con el gusto de cada persona.

    Lo que cambia, más que la tecnología, es el paradigma de su utilización, convirtiéndose

    el sistema en un medio por excelencia para interrelacionarse con otros y generándose así

    una revolución social en la cual la llamada a la libre expresión y la retroalimentación son

    la regla. Todo el mundo busca estar “conectado” y al día de los acontecimientos de su

    grupo social, donde los intereses compartidos rebasan las fronteras físicas. (Barinas,

    2013, Pág. 29)

    Las redes sociales comparten una gran cantidad de información social, y los blogs

     permiten que las personas expresen sus ideas de una forma completamente distinta, como

    la industria editorial del papel no podía hacer y superando la dictadura de las restricciones

    académicas, las cuales restringen el saber a nichos superespecializados en apariencia, con

    mayor libertad. Sin embargo, la visibilización en la red es también la perdida de la

     privacidad a través de la exposición:

    Rápidamente desaparecen nuestros sueños de privacidad cuando verificamos la

    imposibilidad en la mayoría de las redes de borrar nuestra cuenta (la inactivan pero no la

     borran), cuando leemos las políticas de acceso y transferencia de nuestros datos a terceros

    de los que ellos no se hacen responsables y la facultad de modificar previa

    “comunicación” las políticas de privacidad previamente definidas sin que exista una

     posibilidad de debate. Más delicado es el caso de las personas que sin ser usuarios de los

    servicios se ven expuestos en ellos y que no tienen, en la mayoría de los supuestos,

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    mecanismo alguno para acceder, rectificar, cancelar o “inhabilitar” la información

     publicada y utilizada sobre ellos. (Barinas, 2013, Pág. 34) 

    La consecuencia de perder la privacidad, es que la manipulación de los datos anula la

     posibilidad de explorar con libertad la red y lo que esta ofrece, pues cuando se han

    restringido los accesos a parámetros recogidos por las mismas redes, entonces es

    imposible poder alcanzar con facilidad lo que se busca, más allá de lo forzosamente

    ofrecido por las redes. No existe entonces libertad de búsqueda, sino que se persigue lo

    que hemos aprendido a querer y desear. No se decide con albedrío, sino entre las

    restricciones que se ofrecen en la red. Es necesario recordar que en este espacio virtual,

    el negocio es muy real.

    Todo esto genera una fracción entre la clásica visión de la vida privada como un derecho

    fundamental y personal y la demanda de la cibereconomía, donde el flujo y manipulación

    de los datos es uno de sus elementos principales y donde la tradicional idea de la privacy 

    se contempla como un freno al desarrollo del comercio electrónico y de los negocios “en

    línea”. Sin embargo, esta visión económica de la naturaleza de los datos  personales, en

    cuanto al contenido de su protección se refiere, no deja de suscitar problemas que rebasan

    el aspecto jurídico al recontextualizar la concepción misma que coloca al ser humano

    como un fin y no como un medio en la sociedad de consumo. ( Barinas, 2013, Pág. 38)

    Para vivir públicamente en el mundo virtual, es necesario iniciar la reflexión para una

    nueva moral con la que podamos interactuar en la red, pues con este modelo de

    interacción estamos vendiéndole el alma al diablo; por ello  no debemos creer que la

    experiencia en la red se debe medir con las mismas reglas de juego que en la vida real. Es

    necesario establecer normas que deban regular el uso de los datos, pues como tecnología,

    no podemos escapar a ella, pero si deberíamos poder elegir como estar en ella. Eso es

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     parte de un nuevo derecho y una nueva ética que debe estar al alcance de los sujetos, no

    vistos como consumidores o usuarios, sino como personas no definidos como datos. 

    Se tiende hacia la objetivación del usuario como una cosa que consume sobre la

     posibilidad del ejercicio de la subjetividad, la cual se ha restringido a los lineamientos de

    un ser que es ante todo consumidor de información, con ello abandonamos

    definitivamente la posibilidad de encontrarnos en el escenario proyectado por la web en

    sus inicios, una gran posibilidad de libertad e iniciativa para los individuos. El sueño se

    convierte en pesadilla pues se alimenta la maquinaria del consumo en términos

    exponenciales.

    Y de este modo el “sueño” del marketing puede  traducirse en la “pesadilla” de los

    individuos ante estos llamados “little brothers” que todo lo observan en un mercado en el

    que la discriminación se pone a la orden del día. Desde el punto de vista de los

    comerciantes esta actividad sólo tiene por fin el poder vender más y de ninguna forma se

     pondría en riesgo esa confianza, pues los negocios se fundamentan en ella, pero ¿es esto

    suficiente para dejar de garantizar la privacidad? (Barinas, 2013, Pág. 42

    Tenemos que preguntarnos si estamos dispuestos a aceptar que la red consuma un valor

    importante como la privacidad, que surge como parte de la modernidad y que en si misma

    implica los derechos a la libertad, el libre desarrollo de la personalidad y de iniciativa, para acceder a bienes y servicios que son parte de las mismas tecnologías y que se han

    convertido en una necesidad del mundo contemporáneo.

    De otro, se reitera la necesidad de establecer regulaciones de carácter moral que

    impliquen a los usuarios su carácter de ciudadanos y de sujetos. Antes de poseer estas

    condiciones de la historia reciente, la libertad y la privacidad eran lujos de algunas

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     personas y se alcanzó estas condiciones sólo hasta que se produjeron procesos históricos

    y políticos que permitieron ofrecerlos a todos los hombres, que antes de consumidores,

    son ciudadanos libres y detentadores de derechos.

    Barinas, D (2013) Impacto de tecnologías de información y comunicación en derecho a

    vida privada. En  Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. núm. 15-09, p.

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