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ONOMAZEIN 4 (1999): 497-517 RENAUD RICHARD (Coordinador), RAÚL CAPLÁN, THIERRY DAVO, DANIEL LÉVÊQUE, ALBERTO PINEAU, LEÓN SIGAL, ANNIE VIGNAL-RAMOS DICCIONARIO DE HISPANOAMERICANISMOS NO RECOGIDOS POR LA REAL ACADEMIA (FORMAS HOMÓNIMAS, POLISÉMICAS Y OTRAS DERIVACIONES MORFOSINTÁCTICAS) (Madrid: Ediciones Cátedra, 1997; 505 pp.) Mauricio Fuenzalida E. Universidad de Chile 1. MACROESTRUCTURA Un nuevo repertorio lexicográfico se suma al conjunto de los inventarios de voces diferenciales del español de América. Se trata del Diccionario de hispanoamericanismos (DH, en adelante) elabo- rado por un conjunto de investigadores ligados a universidades fran- cesas –entre los cuales se cuentan algunos hispanoamericanos, prin- cipalmente rioplatenses–, y que ha contado también con la colabora- ción de estudiantes hispanoamericanos en Francia. El DH se define como la culminación de un esfuerzo de cuatro o cinco años –si bien recoge trabajos previos de algunos de sus autores– que “propone al usuario más de 6.500 acepciones”. Se postula como obra complementaria al Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española (DRAE, en adelante), hecho evidente desde su subtítulo. Aparece el DH configurado por las siguientes cinco secciones: una Introducción (pp. 7-14), donde se explican los principios y méto- dos que rigieron la elaboración de la obra; unas líneas de Manejo del diccionario (pp. 15-17), donde se entregan claves para el uso del DH; una tabla de Abreviaturas y símbolos (pp. 19-21) en que se

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RENAUD RICHARD, DICCIONARIO DE HISPANOAMERICANISMOS… 497

ONOMAZEIN 4 (1999): 497-517

RENAUD RICHARD (Coordinador),RAÚL CAPLÁN, THIERRY DAVO,

DANIEL LÉVÊQUE, ALBERTO PINEAU,LEÓN SIGAL, ANNIE VIGNAL-RAMOS

DICCIONARIO DE HISPANOAMERICANISMOS NORECOGIDOS POR LA REAL ACADEMIA

(FORMAS HOMÓNIMAS, POLISÉMICAS Y OTRASDERIVACIONES MORFOSINTÁCTICAS)

(Madrid: Ediciones Cátedra, 1997; 505 pp.)

Mauricio Fuenzalida E.Universidad de Chile

1. MACROESTRUCTURA

Un nuevo repertorio lexicográfico se suma al conjunto de losinventarios de voces diferenciales del español de América. Se tratadel Diccionario de hispanoamericanismos (DH, en adelante) elabo-rado por un conjunto de investigadores ligados a universidades fran-cesas –entre los cuales se cuentan algunos hispanoamericanos, prin-cipalmente rioplatenses–, y que ha contado también con la colabora-ción de estudiantes hispanoamericanos en Francia.

El DH se define como la culminación de un esfuerzo de cuatroo cinco años –si bien recoge trabajos previos de algunos de susautores– que “propone al usuario más de 6.500 acepciones”. Sepostula como obra complementaria al Diccionario de la LenguaEspañola de la Real Academia Española (DRAE, en adelante), hechoevidente desde su subtítulo.

Aparece el DH configurado por las siguientes cinco secciones:una Introducción (pp. 7-14), donde se explican los principios y méto-dos que rigieron la elaboración de la obra; unas líneas de Manejo deldiccionario (pp. 15-17), donde se entregan claves para el uso delDH; una tabla de Abreviaturas y símbolos (pp. 19-21) en que se

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despliegan las informaciones que se han formalizado a través demarcas; un conjunto de artículos lexicográficos semasiológicos orde-nados alfabéticamente, cuerpo de la obra (pp. 23-487), y una Biblio-grafía (pp. 489-505) que incluye en dos secciones el listado de obras–principalmente literarias– que han servido como canteras para ex-traer los ejemplos, y el de las obras lexicográficas del español deAmérica que se han consultado para comprobar los significados tra-tados.

2. ORIGEN Y PRINCIPIOS DE LA OBRA

En la Introducción, el coordinador del DH, Renaud Richard, formulael diagnóstico que origina este diccionario: “muchos textos hispano-americanos plantean, desde el punto de vista del vocabulario, proble-mas de comprensión”. Desde esta motivación se concibe un diccio-nario “de utilidad para los hispanoamericanistas” que cubra lagunasdel DRAE relativas a la lengua contemporánea.

El DH se propone como un conjunto de artículos lexicográficosejemplificados: se trata de un requisito de credibilidad.

“En efecto, un diccionario que se propone reunir y explicar formas oacepciones ausentes del DRAE tendrá más credibilidad si ofrece citasilustrativas para cada una de las acepciones que vaya presentando.” (p. 9)

Así el DH se inscribe en la tradición académica, que en laprimera versión de su diccionario, conocida como el Diccionario deAutoridades (1726-1739) (DA, en adelante), autorizaba yejemplificaba sus voces a través de muestras de uso en escritores, delSiglo de Oro fundamentalmente.

El DH se pliega a esa tradición: sus ejemplos provienen princi-palmente de escritores hispanoamericanos de prestigio. Bien es ver-dad que admiten también, aunque en menor grado, fuentes de otranaturaleza (periodísticas, discográficas...), así como escritores de gustomasivo.

Acaso es que la relación entre ejemplo y definición se ha inver-tido desde el DA al DH: en el DA el ejemplo justificaba la incorpora-ción de una voz como ideal de buen uso; en el DH, acorde a unenfoque más contemporáneo y descriptivo, el ejemplo es testimoniode una existencia.

Pero los diccionaristas advierten un peligro latente: inventariarcreaciones puramente personales de algún escritor. El antídoto decla-rado parece efectivo: recurrirán a una comprobación extratextual de

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cada voz en un conjunto de 70 diccionarios diferenciales, y, en casode no aportar información éstos, apelarán a consultar a hablantesnativos hispanoamericanos.

El corpus que provee de ejemplos al DH está configurado porun mínimo de siete obras literarias por cada país hispanoamericano,aunque esta cifra se ve sobrepujada cuando la importancia culturaldel área se juzga más relevante (en efecto, el diccionario muestra unmayor peso de voces rioplatenses y mexicanas).

Richard declara, entre otras ideas que redondean su Introduc-ción, el hecho de que la marcación diatópica de las voces de ningunamanera pretende ser exhaustiva; declara también que la obra poneespecial énfasis –tal como lo reza su segundo subtítulo– en inventa-riar derivaciones hispanoamericanas con significados particulares.Finalmente define a los destinatarios del DH: “los meros enamoradosde las letras hispanoamericanas [...], los traductores [y los] colegasespecializados en el comentario o la explicación de textos”.

Sin embargo, el DH implica una clara limitación respecto deluniverso de sus destinatarios: sus definiciones están redactadas enespañol peninsular, como se puntualiza en el Manejo del diccionario.

3. RIESGOS QUE ENTRAÑA LA CONCEPCIÓN DEL DH

3.1. Falsa identificación de peninsularismos comohispanoamericanismos

Ha sido ya señalado en reiteradas ocasiones el riesgo de trabajar conel DRAE como referente único de contrastividad1. Identificar el totaldel español de España con la obra académica –una obra que no tienepretensiones de exhaustividad– conduce a un error común a los dic-cionarios contrastivos que dan este paso: inventariar como diferen-ciales voces que se usan en la península, pero que no están recogidasen el DRAE.

Así observamos, por ejemplo, que el DH recoge algunas formasque –no obstante no hallarse en el DRAE– han sido ya identificadascomo peninsulares en las entregas del Nuevo Diccionario de Ameri-canismos (NDA, en adelante), obra diferencial que basa su contrasteen la consulta de informantes peninsulares.

1 v. por ejemplo Haensch, Günther “La lexicografía del español de América en el umbral delsiglo XXI”, en Presencia y Destino: El español de América hacia el siglo XXI, Tomo I,Santafé de Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1991:68, donde se refieren otros lugares.

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Es el caso de pila ‘montón, gran cantidad’, recogido en el DH(s.v. pila<2>) y consignado como peninsular en el Nuevo Dicciona-rio de Uruguayismos (s.v. alto)2. O es el caso de pajero<1> ‘hombreque se masturba’, que también se usa en la Península, según el propioNDU (s.v. puñetero).

3.2. Un dudoso punto de partida para una marcación diatópica:obras literarias

El DH propone una marcación diatópica a través de un conjunto deabreviaturas en donde cada país hispanoamericano encuentra la co-rrespondiente, si bien –como ya puntualizamos que aclaran sus auto-res– dicha marcación se excusa de ser exhaustiva.

Empero, creemos que esta marcación está desde su origen vicia-da por la naturaleza del corpus del DH: obras literarias. En ningúnmomento los autores del DH se proponen una especial selección deobras –como podría ser valerse sólo de la literatura que aspira arepresentar fielmente el lenguaje oral–: se trata de cualquier obraescrita. El material del que se parte es, pues, lengua escrita cultivada,en general, por personas expuestas a la acción de una educaciónculto-formal.

Hace ya algunas décadas José Pedro Rona trasmitía la impre-sión –que parece gozar aún de vigencia– de que el español de Améri-ca conoce diferencias sustanciales en los niveles populares de habla,no así en los culto-formales, donde la intercomprensión es fácilmentelograda3.

¿Puede un ejemplo registrado en la lengua de un escritor dedu-cir algo de la realidad lingüística de su país? Creemos que a cienciacierta no, más aún considerando que muchos escritores concientementeelaboran sus obras pensando en un destinatario que trasciende lasfronteras de su país.

Precisemos la idea con algunos ejemplos. El DH ha trabajado elespañol de Chile a través de obras, entre otros autores, de ManuelRojas, José Donoso, Antonio Skármeta e Isabel Allende.

El primer escritor no nos parece que pueda ofrecer un materialprecisamente idóneo, considerando que durante su periodo formativotransita constantemente entre Argentina y Chile. Los tres últimos

2 Nuevo Diccionario de Uruguayismos, dir. por Günther Haensch y Reinhold Werner, tomoIII del Nuevo Diccionario de Americanismos, Santafé de Bogotá, Instituto Caro y Cuervo,1993 (NDU en adelante).

3 v. los párrafos iniciales de Rona, José Pedro. “El problema de la división del españolamericano en zonas dialectales”, en Presente y futuro de la lengua española I, Madrid,Ediciones Cultura Hispánica, 1962: 215-226.

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claramente han desarrollado una literatura destinada a un mercadoque trasciende el nacional. Es probable, pues, que en su obra, porrazones de difusión o bien de ideal estético de lengua, prescindan delchilenismo y prefieran voces más generales, de mayor rango comuni-cativo.

Es lo que parece ocurrir cuando, en El lugar sin límites, JoséDonoso emplea volante en lugar de panfleto que es la voz que enChile se emplea usualmente para designar el ‘impreso con algúnmensaje político que se arroja en la vía pública’. Volante entre noso-tros está restricto al ‘impreso con alguna propaganda comercial quese distribuye en la vía pública’. Sin embargo el DH, considerando elejemplo de Donoso, recoge volante con el primer significado, y locaracteriza como una voz chilena.

A su vez, Antonio Skármeta en Ardiente paciencia renuncia aemplear el chilenismo tacataca para designar el popular ‘juego demesa en que se reproduce un partido de fútbol, y en el cual las figurasde los jugadores son accionadas desde manillas a los costados de lamesa’. Prefiere el escritor –tal vez para evitar repetir un nombre,nada más– futbolito, voz que los chilenos no usamos, y que sinembargo figura en el DH como chilena, dado el uso de Skármeta.

E Isabel Allende emplea empavado ‘hechizado’, voz que tam-bién inventaria el DH, remitiendo a pava, que a su vez figura enacepciones caribeñas como ‘mala suerte’. Es una voz usada por unaescritora chilena, a no dudarlo, pero dista mucho de ser un chilenismo.

Puntualicemos que ninguna de estas tres voces (volante, futbolito,empavado, ni aun pava) figura en el Diccionario ejemplificado dechilenismos de Félix Morales Pettorino4, lo cual da cuenta de quejamás han sido tratadas como voces diferenciales del español deChile, considerando que el DECH recoge en sí la tradición anteriorabocada a describir chilenismos.

4. REVISIÓN DE LOS ARTÍCULOS LEXICOGRÁFICOS DEL DH

Como realización, nos parece que el DH adolece de una serie dedefectos que privan a sus materiales de fiabilidad, y lo convierten enuna obra de provecho relativo, que debe ser consultada críticamente.Nos referimos sobre todo a problemas que atañen a los artículos quese han generado a través del método de consultas a hablantes hispa-noamericanos.

4 Morales Pettorino, Félix (dir.) y Óscar Quiroz M. Diccionario ejemplificado de chilenismosy otros usos diferenciales del español de Chile, Editorial Universitaria, Santiago, 4912 pp,1983-1987 (DECH, en adelante)

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Pero el hecho de que el DH se base también en la consulta deobras lexicográficas del español de América ya existentes, conllevaotro riesgo: reproducir los defectos –cualesquiera estos sean– de talestrabajos.

4.1. Selección de unidades

Identificamos en primer término una serie de problemas atingentes ala selección de unidades:

a) Inclusión de unidades que designan hechos históricos

El DH no discrimina voces que, si bien son necesarias para la ade-cuada comprensión de textos hispanoamericanos, encuentran su lu-gar más bien en la enciclopedia que en el diccionario, por cuanto seemplean para referir eventos históricos –esto es, archivados en laHistoria, como género escrito–: designan hechos clasificados o des-critos por un tipo de ciencia, que no voces que entrañan una particu-lar forma de ver el mundo:

cuadrilátero. m. Bloque parlamentario de la XXVI Legislatura disueltapor Victoriano Huerta –ese bloque venía dirigido por un comité integradopor cuatro conservadores: F. Olaguíbel, J. M. Lozano, Q. Moheno y N.García Naranjo. (Mex.) [...] = CONSULTAS5

Son voces cuya perduración se debe –al menos en el registro delDH– a un uso para designar, evitando posibilidades de significar.Esta condición nos parece que se extiende a voces que generan otrosartículos en el DH: anticarrancismo, el Chacal, delahuertista, dora-do, gorrudo, huertista, lagartijo, maderismo, maderista, mashorca,el Mico, el Niño, peludista, porfirismo, rural, treinta-treinta, tusar ala federala, Venus, villismo, villista, zapatismo, zapatista.6

5 CONSULTAS es la marca con que el DH cierra sus artículos cuando estos se han generadopor consulta a hablantes hispanoamericanos. Los puntos suspensivos encerrados entre cor-chetes señalan nuestras mutilaciones al citar el DH; los puntos suspensivos entre paréntesisredondo señalan mutilaciones de los diccionaristas en los textos de los ejemplos.

6 Adviértase que la mayoría de las voces refieren a realidades de la historia nacional mexica-na o argentina. Hemos ya hablado del peso que asigna el DH a estas zonas. ¿Pero cómoentender la ausencia relativa de voces de la historia del resto de América Latina en sucorpus? Acaso ha existido una disparidad de criterios al trabajar sus materiales. Acasodesconocimiento de los autores para reconocer este tipo de unidades. Creemos advertir estesegundo hecho cuando constatamos que se ha recogido la voz chilena tancazo y se la hadefinido como ‘Levantamiento militar de unidades de tanques’. Esta definición carece detoda precisión, pues un chileno no emplearía dicha voz para referirse a cualquier levanta-miento militar de tanques, sino más bien al que se registró el 29 de junio de 1973 enSantiago. Aquí, pues, el DH selecciona una unidad que refiere a un hecho histórico preciso,pero yerra al no reconocerla como tal en su definición.

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b) Inclusión de usos figurados

El procedimiento de consultar a hablantes nativos de español hispa-noamericano parece jugar una mala pasada a los autores del DH,llevándolos a incluir material que rigurosamente no pertenecería aun diccionario –si no es a un diccionario ideal o histórico–: nosreferimos a las metáforas y figuras empleadas ocasionalmente porescritores.

Es el material que los autores pretendían evitar recurriendo a laconsulta de obras lexicográficas. Al parecer no se ha sido riguroso enla realización de consultas a hablantes hispanoamericanos. Entoncesse han inventariado como definiciones, ejercicios de interpretaciónde textos.

Tal parece ser el caso de

achurado. m. Trazado –de calles o sembradíos por ej. (Ch.): “En loscampos que rodeaban al pueblo el trazado de las viñas, esa noche bajo laluna, era perfecto: don Céspedes, con los ojos abiertos, lo veía. El achuradoregular, el ordenamiento que situaba al caserío de murallones derruidos(...).” (J. Donoso, El lugar sin límites, 149) = CONSULTAS

Se trata aquí de una figura de fácil comprensión para todo aquelque emplee achurar en su acepción diferencial ‘trazar varias líneasparalelas para individualizar mejor cierto espacio’ (DECH, s.v.)7.

También hacemos constar la inclusión de usos figurados ometafóricos cercanos a la locución, pero aún sin arribar a ella. Nosreferimos a figuras frecuentes, que tienen algún grado de circulaciónen la lengua oral. Acaso una de ellas se inventaria en:

chorrear. tr. <2> Inundar, recubrir. (Arg. = Ch.): “Una luz fresca chorrea-ba de oro el campo” (R. Güiraldes, Don Segundo Sombra, 25) = CON-SULTAS

¿No se trata en este artículo de una metáfora que recibe un usobastante frecuente, es cierto (chorrear la luz), pero al fin y al cabosiempre percibido como metáfora, y como tal, un uso llamativo? Porotra parte, ¿ofrecerá esta figura dificultad a algún hablante de nuestralengua?

Nótese además que las voces que designan hechos históricos recogidas por el DH pertene-cen más bien a la historia distante que a la reciente –Argentina del S XIX, Revoluciónmexicana–, lo cual relativiza su objetivo de abordar problemas relativos a la lengua contem-poránea.

7 En el mismo DECH puede leerse s.v. achurado, definido como ‘acción y efecto de achurar’,el ejemplo El achurado del mapa indica las regiones mineras.

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Ahora bien, este uso metafórico no legitima desprender, comolo hace el DH, una acepción particular para chorrear, que por otraparte es definido con un igualmente metafórico inundar –en efecto,la metáfora se mantiene intacta si procedemos a sustituir definido pordefinidor en el ejemplo–, y con un recubrir que autorizaría al usuariodel DH a imaginar la voz definida en contextos en los cuales jamás laencontraría.

Notamos también que el DH registra el empleo de un cultismoque no debiese ofrecer dificultad –como tal voz culta– a ningúnhispanohablante:

rectamente. adv. Directamente. (Ch.): “...a pesar de su aire de indignación,de su chaqué y de sus protestas de honradez, fue enviado rectamente a lacárcel” (M. Rojas, El delincuente... y otros cuentos, 125) = CONSULTAS

Situaciones similares nos parece que podemos apuntar para ace-lerado -a y acelerarse ‘apasionarse’, engordar ‘embarazarse’, vivirseel tiempo + gerundio ‘pasar haciendo determinada acción’, tomar suscanchas<4>, cuajar<1>, chupeteo ‘ruido como el de la succión’.

c) Inclusión de dudosas unidades pluriverbales

El mismo procedimiento de consultas induce a inventariar en el DHunidades pluriverbales que, al menos desde nuestra experiencia deespañol chileno, discriminamos que no son tales, aunque puedanparecerlo en el proceso de desciframiento de un texto:

dama de Providencia. fr. f. Mujer de la alta sociedad, que reside en lacalle de Providencia. (Ch.): “(...) iba a aporrear su cacerola como lasdamas de providencia en Santiago (...).” (A. Skármeta, Ardiente Pacien-cia, 131) = CONSULTAS

En la misma situación creemos que se encuentran bajarse con(s.v. bajar<4>) –donde se inventaria un uso ocasional de Skármeta,pero perfectamente descifrable–, cuando no conviene (s.v. convenir)o encajarle un hijo a una mujer (s.v. hijo) –documentado en un textode Manuel Puig y también comprensible sin dificultad para cualquierhispanohablante que conozca el uso de encajar en la sexta acepcióndel DRAE8–.

8 tr. fig. y fam. Hacer tomar o recibir una cosa, engañando o causando molestia al que la tomao recibe.

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Incurre a veces el DH en un deficiente análisis de las unidades:

pebre. m. Salsa fría, compuesta de cebolla, cilantro, ají, muy finamentepicados –ú. t. metafór. c. amenaza. (Ch.): “Te las vai a arreglar conmigo,(...) si no hay dicho la verdad. Te voy a hacer pebre” (H. Valdés, Tejasverdes, 47) = CONSULTAS (definición del autor)9

Aquí s.v. pebre se ha atraído un empleo de hacer(se) pebre(equivalente chileno de hacer(se) polvo , - mierda, - puré, -papilla, -bosta, - bolsa...). Erróneamente procede el DH a definir pebre ‘salsa’y señala en seguida su uso en amenazas –de la voz, se entiende, queno de la salsa–. Correspondería propiamente una inventariación de lafrase hacer(se) pebre, cuyos usos son mucho más extensos y porta-dores de otros significados que el de la amenaza –tal como ocurrecon los equivalentes que le hemos anotado–. Este error hubiese sidosalvado con una adecuada revisión de la lexicografía diferencial yaexistente, en lugar de consultar al propio autor por una definición.

En sacar<1> se incurre en error similar al definirlo como ‘levan-tar’ en un ejemplo que está en clara relación con la frase sacar la voz.

Otros análisis errados o malas enunciaciones de unidadespluriverbales se hallan cuando se inventaria botar en lugar de dejarbotado (que es la forma que aporta el ejemplo, s.v. botar<2>); cortar-se en lugar de irse cortado (s.v. cortar<4>); cruzar en lugar de cruzarpalabra (s.v. cruzar<1>); galleta ‘un juego’ en lugar de la galleta –talcomo figura en el ej.–; largarse en lugar de largarse encima (s.v.largar<2>); porotos en lugar de los porotos –para el cual se enunciacon propiedad el equivalente peninsular los garbanzos–.

d) Inclusión de sufijaciones irrelevantes

El declarado propósito del DH de incluir derivaciones que se apartende los significados esperados parece no ser atendido a lo largo de laobra. Aun más, suelen incluirse unidades de significado previsible ypoca relevancia desde el punto de vista de la frecuencia.

Sin duda cualquier escritor con un conciente ejercicio de sulabor explorará las posibilidades derivativas de su lengua: especial-mente, en la nuestra, la sufijación. Pero no creemos, por ejemplo, queel adjetivo escarapelado sea una unidad relevante en el españolchileno, ni tampoco un producto cuyo significado sea inesperadopara otros hispanohablantes:

escarapelado –a. p. adj. Con escarapelas. (Ch.=Arg.) “Llegaron tempra-no, escarapelados con cintas socialistas (...).” (A. Skármeta, Ardiente Pa-ciencia, 131) = CONSULTAS

9 El análisis erróneo en este artículo parece, pues, provenir del propio autor del ejemplo.

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Se incluye aquí una voz de escasa utilidad y, por ende, vitali-dad: se la ha inventariado a partir de consultas a hablantes nueva-mente. Claro, desde el punto de vista del desciframiento de los textosestudiados por los diccionaristas puede revestir alguna importancia,pero no como elemento para cifrar.

Incluso a veces se registran derivaciones que han sido puestasentre comillas por el propio autor del ejemplo, acaso como evidenciade que se trata de una sufijación elaborada con decidido artificio opercibida como de uso ocasional (v. cuentero del tío, s.v. cuentero).

Ha recogido el DH numerosas derivaciones cuyo significado nodebiese ser inesperado para ningún hablante hispanoamericano. Asíocurre con las voces, marcadas como chilenas, acarreador, boletero,cuchillo cocinero, monologuista, parodista. Ni la raíz, ni el uso delsufijo parecen entrañar diferencialidad alguna. Similar situaciónadvertimos en contenidamente –marcado como Arg.–, cuarteadura–marcado como Méx.–, flacón ‘algo flaco’ –marcado como Arg.–.

Asimismo es discutible la selección de la composición sindica-da por el DH como mexicana robacoches ‘persona que roba coches’.Acaso la única dificultad para un hablante de español chileno estriba-ría en entender la voz coche. Tal como el sentido de las vocesconsignadas como chilenas pequenero o pequenada se le revelará aun hablante de otras regiones con sólo entender lo que es un pequén.Hay, pues, en estos casos, cierta diferencialidad en un lexema, perono propiamente en la derivación.

Con menor relevancia en el texto, pero importantes por cuantoimplican ciertos límites que no se trazaron al concebir la obra, apare-cen otros problemas:

e) Inclusión de gentilicios

El DH parece no haber establecido un criterio respecto a la inclusióno no de gentilicios. Así se incluye pinero ‘habitante de la Isla dePinos (Cuba)’ en la obra, pero no es fácil encontrar algún otro gentili-cio. ¿Es que no se registraron a lo largo de la revisión de 270 obrasde escritores hispanoamericanos?

Lo cierto es que los gentilicios son voces derivadas de nombrespropios. Así pues, teniendo en cuenta la vastedad del territorio his-panoamericano, constituyen un caudal ilimitado para un Diccionariodiferencial hispanoamericano, y respecto del cual se debe estableceralgún criterio para acogerlo, limitarlo, o, en definitiva, excluirlo.

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f) Inclusión de variantes gráficas

El DH tampoco parece haber impuesto criterios restrictivos al ingre-so de variantes gráficas. Según ello, innumerables “errores” ortográ-ficos podrían tener cabida en el DH. Así figura en él encayar, marca-do como dominicano, y definido como ‘encallar’, pero ¿existirá unsolo país en Hispanoamérica donde no se haya registrado esta grafía?

g) Inclusión de nombres propios

Bien parecen inventariables los nombres propios, como los de mar-cas comerciales, cuando han generado un nombre común, esto es,cuando han generado una categoría que excede en sus posibilidadesde designación al producto comercial etiquetado con ese nombre (uncierrecler ‘cierre relámpago’ < cierre Eclaire, un frigider ‘heladera,nevera’< Frigidaire en el caso del español chileno).

Pero tal no parece ser el caso de

Cacique. m. Marca de un popular aguardiente. (CR): “En la cantina,cambió la imagen por un trago de Cacique, que se lo tomó en menos de loque canta un gallo, sin respirar, sin arrugar la cara, y luego se puso acaminar.” [...] = CONSULTAS

Si la unidad es definida por su condición de marca comercial,como aparece en el DH –y nótese que en la lematización figura conmayúscula–, este diccionario debería haber barrido con todos losnombres de marcas que figurasen en los textos.

¿Y es ésta una diferencialidad que sirva inventariarla? Se tratade una voz cuya existencia depende directamente de la existencia deun objeto. Una diferencialidad de frágiles fronteras. Así, el DH apor-ta aquí una dudosa marca diatópica. Magro fruto sería calificar comochilena la voz Cacique, cuando la empleamos para referirnos a lamarca de ron venezolano que podemos encontrar en las botillerías ysupermercados chilenos.

Otro caso de inclusión de nombre de marcas se registra: LaPopular (s.v. popular). Estimamos que estas voces, y sobre todo lasque designan relidades ya arcaicas, encontrarán un lugar más propioen la enciclopedia que en el diccionario (cf. el apartado [a] de estasección).

En alguna ocasión también se incluye alguna unidad que notiene razón alguna para figurar en un diccionario diferencial:

segundo –a. <1> ú.t.c.s. Ordinal que sirve para indicar la ubicación deuna calle (Perú): “La casa de Alberto es la tercera de la segunda cuadra

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de Diego Ferré.” (M. Vargas Llosa, La ciudad y los perros, 101) =CONSULTAS

Difícil es no creer que nos encontramos aquí ante un usopanhispánico del ordinal segundo. No creemos que la diferencialidadesté dada por una situación de comunicación. De paso obsérvese queen el ejemplo el ordinal especifica una cuadra o manzana, que no unacalle.

4.2. Enunciación de unidades

Aun cuando se hayan seleccionado adecuadamente las unidades, enocasiones el DH equivoca la enunciación de ellas. Es lo que ocurrecuando se trabaja con material de grabaciones discográficas. Losdiccionaristas yerran nuevamente a través del método de consulta.

En lugar del chilenismo aforrar, registrado en una interpreta-ción musical de Víctor Jara, el DH enuncia aferrar (vid.).

También a partir de materiales de Víctor Jara, se enuncia unrocillo ‘de color rojo, refiriéndose a un caballo’, en lugar de rosillo,que hubiese resultado más propio a la fonética del español americanoy que resulta ser un significante inventariado en el DRAE –a diferen-cia de rocillo– y al que corresponde un significado de color decaballo.

Un problema diferente es el que evidencia la doble entrada

chiva. <5> adj. Enojado. (CR = Arg.): “(...) Cuando el Capitán Austerín letoca el tema ella se pone chivísima y le recuerda las cien mil cañas queuna vez te gastaste en putas (...)”

chivo. m. <8> adj. Agresivo. (Arg.): “(...) tu viejo, pobre tano, / era chivocon los cosos / pelandrunes miserables como vos (...)”

Aquí se ha inventariado –al menos para el caso del españolargentino– con una doble entrada un adjetivo con dos terminacionessegún género, definible tal vez como ‘agresivo’, y al que correspon-dería una única entrada chivo -a, como es el procedimiento habitualen el DH.

Tampoco parecen haber criterios estrictos para enunciar las lexíaspluriverbales. Así meta y ponga aparece subordinado bajo la formaconjugada meta, pero hasta que quiso figura subordinado bajo elinfinitivo querer.

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4.3. Problemas de la definición

Numerosos defectos se pueden detectar en el cuerpo de definicionesdel DH:

a) Definiciones insustituibles

Una característica deseable de la definición es su sustituibilidad conla voz definida, en el contexto en que ésta aparezca.

En varias ocasiones este principio es innecesariamente pasadopor alto. Es lo que ocurre, por ejemplo, al pretender definir sustantivoscon frases verbales: parada<2> f. definido como ‘meter la pata’;pinta<1> f. definido como ‘faltar los alumnos a la escuela...’;vaca<3> f. definido como ‘faltar a clase; hacer novillos’.

Lo mismo ocurre cuando un verbo es definido con una fórmu-la propia de un adjetivo: paletear tr. definido como ‘Dícese deljinete que ejerce una presión con su caballo contra la paleta de unvacuno...’.

En ocasiones la insustituibilidad evidencia una definiciónflagrantemente incorrecta:

fonolita. (o: fonola). f. Techo de cartón bañado en petróleo. (Ch.): “(...)casas fabricadas con materiales usados, techos de fonolita; puertas, aveces ventanas.” [...]

Obsérvese que, de practicar la sustitución, resultaría a partir deltexto del ejemplo el enunciado *techos de techo de cartón bañado enpetróleo.

Insustituibles, por mal enunciadas, resultan varias otras defini-ciones. Entre ellas agarrar por (s.v. agarrar<5>), irse de (s.v.irse<4>), meta<2>, por no dejar (s.v. dejar<3>).

Insustituible resulta la definición de mina<2> por otra razón:está redactada sin autonomía, dependiendo su comprensión cabal delejemplo que le acompaña.

b) Definiciones imprecisas

Tal vez sean las informaciones aportadas por los hablantes nativosconsultados las que aportan imprecisión a la definición. Así tratarse,marcado como voz de Costa Rica y Argentina, aparece definidocomo ‘curarse’. Empero el ejemplo –“Bueno, el otro día se puso miseñora muy mala, con un gran dolor en la boca del estómago (...). Yoquería llevarla, o al menos mandarla afuera, para que se tratara (...)”–

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hace pensar que se trata de la voz que circula también en Chile‘atenderse, hacerse ver por un médico’, que no ‘curarse’, que sería elefecto positivo que podría tener tratarse10.

Otras veces la imprecisión es aportada por el texto del ejemplo:

sapitos. m. pl. Ejercicio físico consistente en correr a toda velocidad encuclillas. (Ch.): “(...) 50 metros de sapitos, esto es, correr a toda velocidaden cuclillas (...).” (H. Valdés, Tejas Verdes, 134) = CONSULTAS

Al menos en nuestra experiencia de español chileno hacer sapitosconsiste en ‘desplazarse a saltos de pies juntos’, que no en ‘correr encuclillas’, enunciado que nos parece contradictorio11.

c) Definiciones demasiado apegadas al texto del ejemplo

En más de alguna ocasión la definición propuesta por el DH obedecea la circunstancial necesidad de explicar un pasaje. Entonces la defi-nición suele descender a un nivel de concreción muy cercano altexto: aparece el ejemplo como generando la definición, antes queautorizándola. Parecen entonces los diccionaristas posponer la infor-mación que puedan obtener de la consulta de obras lexicográficas, oal menos supeditarla a la comprensión del texto.

Es lo que ocurre con la definición de cagar<2> como ‘defrau-dar’, condicionada por el ejemplo: “(...) y Mita no es como una tía, esmás que una tía y no me quiere cagar, ¿ella me quiere más que unatía? si le pido me va a dejar quedarme en Vallejos (...)”.

Lo mismo ocurre cuando se define la voz chilena dejar laescoba como ‘Molestar, fastidiar, crear problemas’.

Consecuencia de este procedimiento, las definiciones esbozadaspor el DH suelen ser demasiado estrechas:

¡Buscan! excl. usada para indicar que alguien ha entrado en una tienda.(Ch.) “(...) decidió alertar a la (...) mesonera de la (...) concurrencia./–¡Buscan!” (A. Skármeta, Ardiente Paciencia, 45) = CONSULTAS [s.v.buscar]

Ciertamente el empleo de ¡buscan! entre nosotros excede lasituación puntual del ejemplo, del cual los diccionaristas se apresu-ran al desprender los semas ‘entrar’ y ‘en una tienda’.

10 Hallamos esta voz definida con propiedad en el NDU: ‘Hacerse atender por un médico’.11 Nuestra comprensión de este término es más cercana, si bien no exactamente la misma, a la

definición que entrega el DECH: sapito m. fig. fam. Salto que se da en cuclillas, extendien-do ligeramente las piernas hacia los lados mientras se apoyan las manos en el suelo. Sueleusarse como castigo en establecimientos militares y carcelarios.

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Cf. también la voz chilena cuestión definida como ‘baratija otrasto pequeño’, cagador<2>, de la concha de tu hermana (s.v.concha<3>), estar conforme (s.v. conforme), o ganas<1>.

d) Definiciones demasiado amplias

Ocurre también lo contrario. La definición parece no aportar nadaque no se pueda hallar en el texto del ejemplo, reduciéndose a unainterpretación –demasiado amplia y general– de una voz:

derripiador. m. Minero. (Ch.): “Yo vi el trabajo de los derripiadores,/ quedejan sumida, en el mango/ de la madera de la pala,/ toda la huella de susmanos.” (P. Neruda “Los hombres del salitre” en : Canto general, I, 170)= CONSULTAS

panda. f. Cierto juego de niños. (Ec.): “Había jugado en las pampas, porlas noches, la ‘panda’, el ‘cuche’, el ‘Tío Taitaco’” (N. Estupiñán Bass,Cuando los guayacanes florecían, I, 45) = CONSULTAS.

Así definidas, estas unidades aparecen carentes de los rasgosespecíficos que justifican su existencia.

A propósito del segundo ejemplo, llama la atención que el DHincluya como lema Tío Taitaco, con idéntica definición que la depanda, pero no cuche.

Otras definiciones demasiado amplias resultan ser: cité, iguana,lunita, picano.

En ocasiones el aporte de la definición llega a ser nulo:

pato. <2> pato marino. fr. m. Cierta especie de pato. (Ch.): “Miro al cieloy respiro. Una bandada de patos marinos pasa en V sobre nuestras cabe-zas” (H. Valdés, Tejas Verdes, 99) = CONSULTAS

yersey. m. yersey marinero fr. Cierto tipo de jersey muy usado por losmarineros. (Ch.): “Enfundado en la gruesa trama de su yersey marinero(...)” (A. Skármeta, Ardiente Paciencia, 146) = CONSULTAS.12

e) Definiciones redactadas en español peninsular

No es algo que podamos enunciar propiamente como una crítica. ElDH desde su Manejo del diccionario declara este criterio. Importasin embargo señalar que él limita notablemente el destinatario del

12 Nótese la poca consistencia para marcar estas dos “frases” bastante cuestionables delespañol chileno: para una se indica género, para la otra no.

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diccionario. En efecto, para nosotros resultan totalmente oscuras mu-chas definiciones de hispanoamericanismos de otras regiones:

cuica. <2> Comba – como en la fr. brincar la cuica, ‘saltar a la comba’.(PR = Rep. Dom.) [...]

culén. m. Infusión hecha con las hojas de la albahaquilla de Chile. (Perú)[...]

estar con (o: tener) la paja tras la oreja. fr. Estar con la mosca en (odetrás de) la oreja. (CR y Amér. Centr.) [...]

Todas estas definiciones nos son incomprensibles en tanto noconsultemos el DRAE para iluminarlas.

El equivalente peninsular no resulta un buen camino de defini-ción cuando se tratan significados tan establecidos según usos yprácticas –y por ende tan difícilmente expresables mediante un equi-valente– como una bebida alcohólica que requiere una determinadapreparación:

borgoña. m. Nombre de la sangría chilena. (Ch.): “(...) acudíamos a todoslos borgoñas, llenábamos/ el papel con los signos de un dolor jeroglífico.”(P. Neruda, “Canto general de Chile”, en: Canto General, II, 35) = CON-SULTAS

El mismo problema aflora –al menos para un lector chileno– enlas definiciones de duro <2>, pasamano y peste cristal (definidocomo ‘viruelas’).

f) Definiciones ambiguas

La definición a través del español peninsular suele carecer detrasparencia cuando se emplea en ella alguna voz polisémica:

negra. f. <1> Chica –puede ser desp. (Bol. Arg.): “Las hicieron entrar alCentro y las putearon de lo lindo. Ellas tuvieron que salirse pronto, antesde que cante el gallo. Iban desconcertadas las negras.” [...]

En efecto, ¿cuál de todos los posibles significados de chica es elque quiere aportarse aquí?

La ambigüedad aflora también en segmentos de definiciones:

pajero. <1> ú.t.c adj. Masturbador consuetudinario. [...]

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donde el sufijo de agente -or no expresa la reflexividad de la acciónde masturbarse (preferible hubiese sido una definición como ‘perso-na que suele masturbarse’).

Otras veces la definición, al redactarse desde una perspectivaexterna a la cultura en que la voz tiene vigencia, no penetra en susignificado:

pora. m. y f. Fantasma que cada uno se imagina a su manera –sueleanunciarse por un silbido. (Par. = Arg.) [...]

g) Imprecisiones respecto de voces chilenas

Nos parecen criticables numerosas definiciones de voces caracteriza-das como chilenas. Podemos contar entre sus falencias la reproduc-ción de una definición sin vigencia o no aplicable al texto, desde lalexicografía anterior:

bototo. m. Zapato grande, viejo y ordinario que usan los pobres. (Ch.):“(...) el soldado (...) estudiándose los bototos, le dijo a Mario sin mirarlo(...)” (A. Skármeta, Ardiente Paciencia, 154) = “(...) calzaba gruesoszapatones, bototos que llaman.” (M. Rojas El delincuente... y otros cuen-tos, 62) = MALARET = SANTAMARIA DGA = RODRIGUEZ

Sin duda la definición dada se ajusta al segundo ejemplo, peroen cuanto al primero, parece haber sido apresurada su adscripción ala misma definición, tratándose de la acepción más común en Chilepara bototo ‘zapato de caña alta’. Lamentable es que los diccionaristasno recurran en un caso como este al DECH, del cual declaran haberdispuesto en su bibliografía. Por el contrario, recurren a un dicciona-rio de chilenismos del siglo pasado (Rodríguez) para definir el uso endos ejemplos de este siglo.

Problemas similares afloran en gallada –definido como ‘re-unión de gente mala’–; pije –definido como ‘elegante, sin sentidopeyorativo’–; pinganilla –definido como ‘petimetre, lechuguino, bienvestido’–.

Imprecisas pueden ser también las definiciones recogidas de lalexicografía anterior de escupir cortito (s.v. escupir) y matar el gusa-no (s.v. gusano) –cf. para el segundo el DECH–.

Otros problemas asoman sólo ocasionalmente, como la defini-ción con el mismo lexema definido. Si bien pudiese excusarse en unaobra contrastiva, resulta viciosamente circular definir a través de lamisma voz que se explica:

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chapalear. tr. Andar chapaleando en algo. (CR, Ur. = Nic., Col. y Arg.):“Salen del caserío chapaleando agua” [...]13

4.4. Marcación

Consideramos también que el DH contiene inconveniencias respectode la marcación de sus unidades:

a) Marcación diatópica

Como se señala en el prólogo, la marcación diatópica de las unidadesdel DH no es exhaustiva. Empero, una tentativa de mayor rigorhubiese significado una buena revisión del corpus lexicográfico con-sultado. De haberse procedido así, sin duda habrían figurado marca-das como chilenas voces de uso tan frecuente entre nosotros como:curado ‘ebrio’, echarse a alguien ‘matarlo’, fierro<2> ‘arma’, fijoadv. ‘de fijo’.

Y al contrario, no figurarían como chilenas voces que estánmarcadas como tales (como hinchahuevos ‘fastidioso’ y mufla ‘silen-ciador’) y que no tienen ni uso ni figuración alguna en la tradiciónlexicográfica chilena (cf. DECH).

b) Marcación gramatical

Se advierten también errores en la marcación gramatical de artículoscomo:

arrumarse. prnl. intr. Amontonarse. (Col.): “(...) un pequeño cuarto (...)donde se arruman chécheres absurdos y mohosos (...)”

donde erróneamente se marca como pronominal un verbo que apare-ce en un ejemplo con voz pasiva (construida con se). O en:

simpatizar. tr. Caerle simpático a uno, o sentir simpatía por él; hablandode una idea, parecer aceptable. (Méx. Pan. y otros): “Me simpatizabanpersonas, me gustaba la forma cómo le entraron a la Revolución y cómosalieron de ella sin mancharse.” [...] “se acordó de cuando conoció aCharo; al principio le cayó mal por ser muy hablantina, pero al escucharlo que decía halló que tenía sentido y comenzó a simpatizarle.”

13 Es por demás dudosa la diferencialidad que aquí se pretende recoger si consideramos que elDRAE define chapalear como ‘chapotear, sonar el agua batida por las manos y los pies’. ElDH supone una diferencialidad en el sema ‘desplazamiento’, pero a lo que parece –al menosen el ejemplo aquí citado–, el significado de desplazamiento está dado por otra voz (salir).

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donde erróneamente se marca como transitivo un verbo que exigecomplemento indirecto (tal como gustar).

A veces los errores de marcación gramatical son consecuenciade un errado análisis de las unidades:

tolva. f. (1) ú.t.c. adj. Camión volcador. (Ch.). “(...) se me ocurre que es uncamión tolva y que (...) vamos a ser volteados en un precipicio” [...] =CONSULTAS

donde se ha recogido más bien la forma camión tolva, que debiesefigurar como lema y con género masculino, tal como se usa en elejemplo.

4.5. Ejemplificación

Un valor positivo del DH es la constante ejemplificación de todas lasacepciones de sus voces. Empero, esta sección dista de estar cons-truida con idoneidad.

a) Ejemplos ininteligibles

chorizo. m. <1> Enchufe. (CR): “Vos prometiste que terminarías con elchorizo anónimo” [...]

fulero –a. <2> adj. Feo, malo; cobarde. (Arg.): “(...) quedaba fulero andarpajeándose (...)”

Ni aun con la mediación del DRAE sirve empeñarse en ilumi-nar las definiciones o los ejemplos. En el segundo caso no existeclaridad para dirimir si el uso de fulero en el ejemplo vale porsignificados tan distantes como ‘feo’, ‘malo’ o ‘cobarde’.

b) Ejemplos que aportan usos metafóricos

Ocurre a veces que en el ejemplo aparece un empleo figurado, debili-tándose así el testimonio de uso:

pastorear. tr. <1> Pacer, pastar. (Col.): “(...) se despertaba a saltos impre-vistos, pastoreaba el insomnio, arrastraba sus grandes patas de aparecidopor la inmmensa casa en tinieblas (...).”

Como un problema ocasional aparece el valerse de estudioslingüísticos que describen un uso, para ejemplificar dicho uso:

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hasta. <2> prep. Antes –ante un verbo, puede implicar la negación /no/,aun cuando esta no se utiliza. (CR = Hond.): “Es sistemática la supresiónde la negación no, como complemento de la preposición hasta: ‘Hastamañana iré a casa’.” (C. Láscaris, El costarricense, 163) = CONSULTAS

Aparte de la definición confusa del DH, aquí el ejemplo noatestigua un uso. La forma definida figura dentro de la descripción deun especialista, está pues atraída metalingüísticamente. Por esta vía,tanto valdría entonces colocar un artículo de otro diccionario a mane-ra de ejemplo de uso de una voz en un país.

4.6. Sistema de remisión

Algunas fallas se registran también en el sistema de remisión del DH.Así se remite a algún artículo de varias entradas sin especificar a cuálprecisamente debe ir el lector. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuandos.v. pepa<3> se remite a gallo, sin precisarle al lector que la entradaque le interesará es la número 12.

4.7. Actitud del DH frente al léxico diferencial

Conserva en general el DH una actitud descriptiva del léxico quetrata, sin valorarlo. No obstante, guardando poca coherencia con esteperfil general, el lenguaje empleado por los diccionaristas conlleva aveces valoraciones –siempre condenatorias– de algunas formas his-panoamericanas.

Por ejemplo, cuete se trata como una pronunciación deformadade cohete; franqueado se define como “Erróneo por bordado” (v.además hojota, ornada y yanta).

Parece entonces el DH retroceder a la tradición normativa de lalexicografía diferencial hispánica, más propia del siglo pasado y dela primera mitad del nuestro.

5. A MODO DE CONCLUSIÓN

El DH es una obra que no representa innovaciones metodológicasrespecto de la lexicografía que ha venido elaborándose sobre el espa-ñol de América: así lo dice su condición de complemento al DRAE.Su novedad y valor central radica tal vez en que se trata de un cuerpode artículos que autoriza todas sus voces y acepciones a través deejemplos.

Ciertamente este caudal de ejemplos se ofrece como un materialde valor y que confiere a la obra utilidad y sentido –a pesar de

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algunos ripios como ejemplos ininteligibles o metafóricos–. Empero,es un material bruto que merece una aproximación y tratamiento másesmerado, que pondere y salve los vicios de concepción y realizacióndel DH. En tanto, su utilidad queda relativizada por los inconvenien-tes de la obra que hemos comentado arriba.

En cuanto a su concepción hemos anotado ya las decisionesproblemáticas de valerse del DRAE como referente de contrastividady el valerse de obras literarias para proponer una marcación diatópica.

En cuanto a la realización del DH hemos anotado problemas deselección de unidades (inclusión de unidades que designan hechoshistóricos, de usos figurados, de unidades pluriverbales dudosas y desufijaciones irrelevantes), problemas de enunciación de unidades,problemas de definición (definiciones insustituibles, definiciones im-precisas, definiciones demasiado apegadas al texto del ejemplo odemasiado amplias, y definiciones ambiguas).

Así, aparece el DH como una obra construida con algún descui-do. Ello se nos hace patente sobre todo en la deficiente aproximaciónal español de Chile que trasuntan sus páginas. Imaginamos que unasimilar percepción se desprenderá de quienes desde otras regiones deHispanoamérica tengan ocasión de consultarlo.

Necesario es reelaborar con rigor metodológico y técnico susmateriales, de forma de hacerlos aprovechables. Aun esta reelaboraciónpudiese orientarse hacia un destinatario perfilado con más claridad ymenos ambición.

Pues al traductor no le prestará el DH sino servicios muy oca-sionales, dado el ceñimiento estrecho a los textos que han originadolos artículos. En cambio, gran número de los materiales que incluyeparecen de utilidad para el usuario que se acerca al español comosegunda lengua –así en cuanto a derivaciones, por ejemplo– y desdela norma peninsular hacia la literatura hispanoamericana.

En efecto, tal vez se nos ofrecen en el DH elementos quepueden configurar una herramienta para un lector que quiere aproxi-marse a una serie concreta de textos hispanoamericanos, ingresandoal español como una segunda lengua, y desde su variedad europea.