reparto don juan tenorio

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JOSÉ ZORRILLA [4C-03] Don Juan Tenorio: argumento, estructura, personajes, etc. [4A-05] - Primera parte: fragmento 1 [4A-01] - Primera parte: fragmento 2 [4A-02] - Primera parte: fragmento 3 [4A-03] - Primera parte: fragmento 4 [4A-04] - Primera parte: fragmento 5 [4A-05] - Segunda parte: fragmento 1 [4C-01] - Segunda parte: fragmento 2 [4C-02] - Segunda parte: fragmento 3 [4C-03] - Segunda parte: fragmento 4 [4C-04] - Segunda parte: fragmento 5 [4A-06] AQUÍ TENÉIS LOS FRAGMENTOS SELECCIONADOS: De cada uno podéis comentar qué es lo que está ocurriendo, el contexto (qué ha sucedido antes y qué sucederá después), los personajes que intervienen, el espacio/escenario en el que se encuentran, etc. Rasgos propios del Romanticismo, el mito de don Juan, etc. En las páginas finales (a partir de la p.13) tenéis información interesante que os puede ayudar. ¡No dejéis de echarle un vistazo! PARTE PRIMERA: FRAGMENTO 1: 4A-01 PARTE 1ª. ACTO I. ESCENA XII DON JUAN En Roma, a mi apuesta fiel, fijé entre hostil y amatorio, en mi puerta este cartel: Aquí está don Juan Tenorio para quien quiera algo de él. [...] Nápoles, rico vergel de amor, de placer emporio, vio en mi segundo cartel: Aquí está don Juan Tenorio y no hay hombre para él. Desde la princesa altiva a la que pesca en ruin barca, no hay hembra a quien no suscriba,

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fragmentos seleccion para trabajar por equipos D.Juan Tenorio de J. Zorrilla

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Page 1: reparto don juan tenorio

JOSÉ ZORRILLA [4C-03]

Don Juan Tenorio: argumento, estructura, personajes, etc. [4A-05]

- Primera parte: fragmento 1 [4A-01]

- Primera parte: fragmento 2 [4A-02]

- Primera parte: fragmento 3 [4A-03]

- Primera parte: fragmento 4 [4A-04]

- Primera parte: fragmento 5 [4A-05]

- Segunda parte: fragmento 1 [4C-01]

- Segunda parte: fragmento 2 [4C-02]

- Segunda parte: fragmento 3 [4C-03]

- Segunda parte: fragmento 4 [4C-04]

- Segunda parte: fragmento 5 [4A-06]

AQUÍ TENÉIS LOS FRAGMENTOS SELECCIONADOS: De cada uno

podéis comentar qué es lo que está ocurriendo, el contexto (qué

ha sucedido antes y qué sucederá después), los personajes que

intervienen, el espacio/escenario en el que se encuentran, etc.

Rasgos propios del Romanticismo, el mito de don Juan, etc.

En las páginas finales (a partir de la p.13) tenéis información

interesante que os puede ayudar. ¡No dejéis de echarle un vistazo!

PARTE PRIMERA:

FRAGMENTO 1: 4A-01

PARTE 1ª. ACTO I. ESCENA XII

DON JUAN En Roma, a mi apuesta fiel, fijé entre hostil y amatorio, en mi puerta este cartel: Aquí está don Juan Tenorio para quien quiera algo de él. [...] Nápoles, rico vergel de amor, de placer emporio, vio en mi segundo cartel: Aquí está don Juan Tenorio y no hay hombre para él. Desde la princesa altiva a la que pesca en ruin barca, no hay hembra a quien no suscriba,

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y cualquier empresa abarca si en oro o valor estriba. Búsquenle los reñidores; cérquenle los jugadores; quien se precie que le ataje, a ver si hay quien le aventaje en juego, en lid o en amores. [...] Por donde quiera que fui, la razón atropellé la virtud escarnecí, a la justicia burlé y a las mujeres vendí. Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí, yo los claustros escalé y en todas partes dejé memoria amarga de mí. FRAGMENTO 2: 4A-02

PARTE 1ª. ACTO 1. ESCENA XII JUAN. Desde una princesa real a la hija de un pescador, ¡oh!, ha recorrido mi amor toda la escala social. ¿Tenéis algo que tachar? LUIS. Sólo una os falta en justicia. JUAN. ¿Me la podéis señalar? LUIS. Sí, por cierto: una novicia que esté para profesar. JUAN. ¡Bah! Pues yo os complaceré doblemente, porque os digo que a la novicia uniré la dama de algún amigo que para casarse esté. LUIS. ¡Pardiez, que sois atrevido! JUAN. Yo os lo apuesto si queréis. LUIS. Digo que acepto el partido. Para darlo por perdido, ¿queréis veinte días? JUAN. Seis. LUIS. ¡Por Dios, que sois hombre extraño! ¿cuántos días empleáis en cada mujer que amáis?

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JUAN. Partid los días del año entre las que ahí encontráis. Uno para enamorarlas, otro para conseguirlas, otro para abandonarlas, dos para sustituirlas y una hora para olvidarlas. Pero, la verdad a hablaros, pedir más no se me antoja, porque, pues vais a casaros, mañana pienso quitaros a doña Ana de Pantoja. LUIS. Don Juan, ¿qué es lo que decís? JUAN. Don Luis, lo que oído habéis. LUIS. Ved, don Juan, lo que emprendéis. JUAN. Lo que he de lograr, don Luis. […]

FRAGMENTO 3: 4A-03

PARTE 1ª. ACTO 1. ESCENA XII

(DON GONZALO, levantándose de la mesa en que ha permanecido inmóvil durante la escena anterior, se afronta con DON JUAN y DON LUIS.) DON GONZALO: ¡Insensatos! ¡Vive Dios que a no temblarme las manos a palos, como a villanos, os diera muerte a los dos! LUIS. Veamos. DON GONZALO: Excusado es, que he vivido lo bastante para no estar arrogante donde no puedo. JUAN. Idos, pues, DON GONZALO: Antes, don Juan, de salir de donde oírme podáis, es necesario que oigáis lo que os tengo que decir. Vuestro buen padre don Diego, porque pleitos acomoda, os apalabró una boda que iba a celebrarse luego; pero por mí mismo yo, lo que erais queriendo ver, vine aquí al anochecer, y el veros me avergonzó.

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JUAN. ¡Por Satanás, viejo insano, que no sé cómo he tenido calma para haberte oído sin asentarte la mano! Pero di pronto quién eres, porque me siento capaz de arrancarte el antifaz con el alma que tuvieres. DON GONZALO: ¡Don Juan! JUAN. ¡Pronto! DON GONZALO: Mira, pues. JUAN. ¡Don Gonzalo! DON GONZALO: El mismo soy. Y adiós, don Juan: mas desde hoy no penséis en doña Inés. Porque antes que consentir en que se case con vos, el sepulcro, ¡juro a Dios!, por mi mano la he de abrir. JUAN. Me hacéis reír, don Gonzalo; pues venirme a provocar, es como ir a amenazar a un león con un mal palo. Y pues hay tiempo, advertir os quiero a mi vez a vos, que o me la dais, o ¡por Dios, que a quitárosla he de ir! DON GONZALO: ¡Miserable! JUAN. Dicho está: sólo una mujer como ésta me falta para mi apuesta; ved, pues, que apostada va.

FRAGMENTO 4: 4A-04

PARTE 1ª. ACTO IV. ESCENA III

D. Juan: Cálmate, pues, vida mía; reposa aquí, y un momento olvida de tu convento la triste cárcel sombría. ¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor? Esta aura que vaga llena de los sencillos olores de las campesinas flores que brota esa orilla amena;

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esa agua limpia y serena que atraviesa sin temor la barca del pescador que espera cantando el día, ¿no es cierto, paloma mía, que están respirando amor? Esa armonía que el viento recoge entre esos millares de floridos olivares, que agita con manso aliento, ese dulcísimo acento con que trina el ruiseñor de sus copas morador llamando al cercano día, ¿no es verdad, gacela mía, que están respirando amor? […] ¡Oh! sí, bellísima Inés, espejo y luz de mis ojos; escucharme sin enojos como lo haces, amor es; mira aquí a tus plantas, pues, todo el altivo rigor de este corazón traidor que rendirse no creía, adorando, vida mía, la esclavitud de tu amor. […] DOÑA INÉS Callad, por Dios, ¡oh don Juan!, que no podré resistir mucho tiempo sin morir tan nunca sentido afán. ¡Ah! Callad, por compasión, que oyéndoos me parece que mi cerebro enloquece y se arde mi corazón. ¡Ah! Me habéis dado a beber un filtro infernal sin duda, que a rendiros os ayuda la virtud de la mujer. […] Tu presencia me enajena, tus palabras me alucinan, y tus ojos me fascinan, y tu aliento me envenena. ¡Don Juan! ¡Don Juan! Yo lo imploro de tu hidalga compasión: o arráncame el corazón, o ámame, porque te adoro.

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FRAGMENTO 5: 4A-05

PARTE 1ª. ACTO IV. ESCENA X

LUIS. Ya he visto bastante, don Juan, para conocer cuál uso puedes hacer de tu valor arrogante; y quien hiere por detrás y se humilla en la ocasión, es tan vil como el ladrón que roba y huye. JUAN. ¿Esto más? LUIS. Y pues la ira soberana de Dios junta, como ves, al padre de doña Inés y al vengador de doña Ana, mira el fin que aquí te espera cuando a igual tiempo te alcanza, aquí dentro su venganza y la justicia allá fuera. DON GONZALO. ¡Oh! Ahora comprendo... ¿Sois vos el que...? LUIS. Soy don Luis Mejía, a quien a tiempo os envía por vuestra venganza Dios. JUAN. ¡Basta, pues, de tal suplicio! Si con hacienda y honor ni os muestro ni doy valor a mi franco sacrificio y la leal solicitud con que ofrezco cuanto puedo tomáis, ¡vive Dios!, por miedo y os mofáis de mi virtud, os acepto el que me dais plazo breve y perentorio, para mostrarme el Tenorio de cuyo valor dudáis. LUIS. Sea; y cae a nuestros pies, digno al menos de esa fama que por tan bravo te aclama. JUAN. Y venza el infierno, pues. Ulloa, pues mi alma así vuelves a hundir en el vicio, cuando Dios me llame a juicio, tú responderás por mí. (Le da un pistoletazo.)

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DON GONZALO. ¡Asesino! (Cae.) JUAN. Y tú, insensato, que me llamas vil ladrón, di en prueba de tu razón que cara a cara te mato. (Riñen, y le da una estocada.) LUIS ¡Jesús! (Cae.) JUAN. Tarde tu fe ciega acude al cielo, Mejía, y no fue por culpa mía; pero la justicia llega, y a fe que ha de ver quién soy. CIUTTI. (Dentro.) ¿Don Juan? JUAN. (Asomando al balcón.) ¿Quién es? CIUTTI. Por aquí; salvaos. JUAN. ¿Hay paso? CIUTTI. Sí; arrojaos. JUAN. Allá voy. Llamé al cielo y no me oyó, y pues sus puertas me cierra, de mis pasos en la tierra responda el cielo, y no yo. (Se arroja por el balcón, y se le oye caer en el agua del río, al mismo tiempo que el ruido de los remos muestra la rapidez del barco en que parte; se oyen golpes en las puertas de la habitación, poco después entra la justicia, soldados, etc.)

PARTE SEGUNDA

FRAGMENTO 1: 4C-01

PARTE 2ª. ACTO I. ESCENA III

D. JUAN _ (Se dirige a la estatua de Doña Inés, hablándole con respeto) […] Dios te crió por mi bien, por ti pensé en la virtud, adoré su excelsitud, y anhelé su santo Edén. Sí; aún hoy mismo en ti también mi esperanza se asegura, que oigo una voz que murmura en derredor de don Juan

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palabras con que su afán se calma en tu sepultura. ¡Oh, doña Inés de mi vida! Si esa voz con quien deliro es el postrimer suspiro de tu eterna despedida; si es que de ti desprendida llega esa voz a la altura, y hay un Dios tras esa anchura por donde los astros van, dile que mire a don Juan llorando en tu sepultura. (Se apoya en el sepulcro, ocultando el rostro; y mientras se conserva en esta postura, un vapor que se levanta del sepulcro oculta la estatua de DOÑA INÉS. Cuando el vapor se desvanece, la estatua ha desaparecido. DON JUAN sale, de su enajenamiento.) Este mármol sepulcral adormece mi vigor, y sentir creo en redor un ser sobrenatural. Mas... ¡cielos! ¡El pedestal no mantiene su escultura! ¿Qué es esto? ¿Aquella figura fue creación de mi afán?

FRAGMENTO 2: 4C-02

PARTE 2ª. ACTO I. ESCENA IV

(El llorón y las flores de la izquierda del sepulcro de DOÑA INÉS se cambian en una apariencia, dejando ver dentro de ella, y en medio de resplandores, la sombra de DOÑA INÉS.) DON JUAN, la SOMBRA de DOÑA INÉS SOMBRA. No; mi espíritu, don Juan, te aguardó en mi sepultura. JUAN. (De rodillas.) ¡Doña Inés! Sombra querida, alma de mi corazón, ¡no me quites la razón si me has de dejar la vida! Si eres imagen fingida, sólo hija de mi locura, no aumentes mi desventura burlando mi loco afán. SOMBRA. Yo soy doña Inés, don Juan, que te oyó en su sepultura. JUAN. ¿Conque vives? SOMBRA. Para ti; Mas tengo mi purgatorio en ese mármol mortuorio que labraron para mí.

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Yo a Dios mi alma ofrecí en precio de tu alma impura, y Dios, al ver la ternura con que te amaba mi afán, me dijo «Espera a don Juan en tu misma sepultura. Y pues quieres ser tan fiel a un amor de Satanás, con don Juan te salvarás, o te perderás con él. Por él vela: mas si cruel te desprecia tu ternura, y en su torpeza y locura sigue con bárbaro afán, llévese tu alma don Juan de tu misma sepultura.» JUAN. (Fascinado.) ¡Yo estoy soñando quizás con las sombras de un Edén! SOMBRA. No y ve que si piensas bien, a tu lado me tendrás; mas si obras mal, causarás nuestra eterna desventura. Y medita con cordura que es esta noche, don Juan, el espacio que nos dan para buscar sepultura. Adiós, pues; y en la ardua lucha en que va a entrar tu existencia, de tu dormida conciencia la voz que va alzarse escucha; porque es de importancia mucha meditar con sumo tiento la elección de aquel momento que, sin poder evadirnos, al mal o al bien ha de abrirnos la losa del monumento. (Ciérrase la apariencia; desaparece DOÑA INÉS, y todo queda como al principio del acto, menos la estatua de DOÑA INÉS que no vuelve a su lugar. DON JUAN queda atónito.)

FRAGMENTO 3: 4C-03

PARTE 2ª. ACTO III, ESCENA SEGUNDA:

ESTATUA. Don Juan, un punto de contrición da a un alma la salvación y ese punto aún te le dan. JUAN. ¡Imposible! ¡En un momento borrar treinta años malditos de crímenes y delitos! ESTATUA. Aprovéchale con tiento,

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(Tocan a muerto.) porque el plazo va a expirar, y las campana doblando por ti están, y están cavando la fosa en que te han de echar. (Se oye a lo lejos el oficio de difuntos.) JUAN. ¿Conque por mí doblan? ESTATUA. Sí. JUAN. ¿Y esos cantos funerales? ESTATUA. Los salmos penitenciales, que están cantando por ti. (Se ve pasar por la izquierda luz de hachones, y rezan dentro.) JUAN. ¿Y aquel entierro que pasa? ESTATUA. Es el tuyo. JUAN. ¡Muerto yo! ESTATUA. El capitán te mató a la puerta de tu casa. JUAN. Tarde la luz de la fe penetra en mi corazón, pues crímenes mi razón a su luz tan sólo ve. Los ve... con horrible afán porque al ver su multitud ve a Dios en la plenitud de su ira contra don Juan. ¡Ah! Por doquiera que fui la razón atropellé, la virtud escarnecí y a la justicia burlé, y emponzoñé cuanto vi. Yo a las cabañas bajé y a los palacios subí, y los claustros escalé; y pues tal mi vida fue, no, no hay perdón para mí. ¡Mas ahí estáis todavía (A los fantasmas.) con quietud tan pertinaz! Dejadme morir en paz a solas con mi agonía. Mas con esta horrenda calma, ¿qué me auguráis, sombras fieras? ¿Qué esperan de mí? (A la estatua de DON GONZALO.) ESTATUA. Que mueras

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para llevarse tu alma. Y adiós, don Juan; ya tu vida toca a su fin, y pues vano todo fue, dame la mano en señal de despedida. JUAN. ¿Muéstrasme ahora amistad? ESTATUA. Sí: que injusto fui contigo, y Dios me manda tu amigo volver a la eternidad. JUAN. Toma, pues. ESTATUA. Ahora, don Juan, pues desperdicias también el momento que te dan, conmigo al infierno ven. JUAN. ¡Aparta, piedra fingida! Suelta, suéltame esa mano, que aún queda el último grano en el reloj de mi vida. Suéltala, que si es verdad que un punto de contrición da a un alma la salvación de toda una eternidad, yo, Santo Dios, creo en Ti: si es mi maldad inaudita, tu piedad es infinita... ¡Señor, ten piedad de mí! ESTATUA. Ya es tarde. (DON JUAN se hinca de rodillas, tendiendo al cielo la mano que le deja libre la estatua. Las sombras, esqueletos, etc., van a abalanzarse sobre él, en cuyo momento se abre la tumba de DOÑA INÉS y aparece ésta. DOÑA INÉS toma la mano que DON JUAN tiende al cielo.)

FRAGMENTO 4: 4C-04

PARTE 2ª. ACTO III, ESCENA TERCERA:

INÉS. ¡No! Heme ya aquí, don Juan mi mano asegura esta mano que a la altura tendió tu contrito afán, y Dios perdona a don Juan al pie de la sepultura. JUAN. ¡Dios clemente! ¡Doña Inés! INÉS. Fantasmas, desvaneceos: su fe nos salva..., volveos a vuestros sepulcros, pues. La voluntad de Dios es

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de mi alma con la amargura purifiqué su alma impura, y Dios concedió a mi afán la salvación de don Juan al pie de la sepultura. JUAN. ¡Inés de mi corazón! INÉS. Yo mi alma he dado por ti, y Dios te otorga por mí tu dudosa salvación. Misterio es que en comprensión no cabe de criatura: y sólo en vida más pura los justos comprenderán que el amor salvó a don Juan al pie de la sepultura. Cesad, cantos funerales (Cesa la música y salmodia.) callad, mortuorias campanas (Dejan de tocar a muerto.) ocupad, sombras livianas, vuestras urnas sepulcrales (Vuelven los esqueletos a sus tumbas, que se cierran.) volved a los pedestales, animadas esculturas; (Vuelven las estatuas a sus lugares.) y las celestes venturas en que los justos están, empiecen para don Juan en las mismas sepulturas. (Las flores se abren y dan paso a varios angelitos que rodean a DOÑA INÉS y a DON JUAN, derramando sobre ellos flores y perfumes, y al son de una música dulce y lejana, se ilumina el teatro con luz de aurora. DOÑA INÉS cae sobre un lecho de flores, que quedará a la vista en lugar de su tumba, que desaparece.)

FRAGMENTO 5: 4A-06

PARTE 2ª. ACTO III, ESCENA ÚLTIMA:

JUAN. ¡Clemente Dios, gloria a Ti! Mañana a los sevillanos aterrará el creer que a manos de mis víctimas caí. Mas es justo: quede aquí al universo notorio que, pues me abre el purgatorio un punto de penitencia, es el Dios de la clemencia el Dios de Don Juan Tenorio. (Cae DON JUAN a los pies de DOÑA INÉS, y mueren ambos. De sus bocas salen sus almas representadas en dos brillantes llamas, que se pierden en el espacio al son de la música. Cae el telón.)

TAREA: Compara el final de Don Juan Tenorio con el final de Don Álvaro o la fuerza del sino del Duque de Rivas y con la escena última de El burlador de Sevilla de Tirso de Molina

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DON JUAN TENORIO OBRA COMPLETA:

http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/literaturaespanola/josezorrilla/donjuantenori

o.asp

PRESENTACIÓN DELPERSONAJE DE DON JUAN:

http://www.slideshare.net/majo3138/personajes-literarios-don-juan-presentation-951225

RESUMEN DEL DON JUAN TENORIO en vídeo:

http://www.youtube.com/watch?v=PTYBS04w8Uc&feature=player_embedded#!

Argumento:

Pasado un año desde la apuesta hecha entre Don Juan y Don Luis Mejía, para ver quién de los dos era más mujeriego y más malvado. Don Luis enojado por la pérdida de la apuesta, propuso un nuevo envite, el cual consistía en conquistar a Doña Inés. Para facilitarse las cosas, los dos sacaron los trapos sucios del otro, siendo así encarcelados los dos. Ambos lograron escaparse y de nuevo Don Juan logró sus propósitos, enamorando a la prometida de Don Luis.

Don Juan raptó a Doña Inés, del convento en el que se encontraba, llevándosela a su casa. Al poco tiempo llegaron Don Luis y Don Gonzalo, padre de Doña Inés, pidiéndole a Don Juan que le devolviera a su hija. Don Juan mató a Don Gonzalo y huyó a Italia.

A su regreso de Italia se dirigió a su antigua casa dónde se encontró con un cementerio con todas las personas a las que él había matado, entre las tumbas pudo distinguir las de Don Gonzalo, Don Luis y para su sorpresa la de Doña Inés.

El fantasma de Don Gonzalo le advirtió de su muerte, la sombra Doña Inés veló por él salvándole del infierno, y logrando así vivir juntos en la eternidad.

El tema central es el amor, algunos de los temas secundarios son la muerte, el honor y la valentía.

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ESTRUCTURA:

Externa: - Actos de la 1ª parte : 1º. Libertinaje y escándalo. 2º. Destreza. 3º. Profanación. 4º. El diablo a las puertas del cielo. - Actos de la 2ª parte : 1º. La sombra de Doña Inés. 2º. La estatua de Don Gonzalo. 3º. Misericordia de Dios y apoteosis del amor.

Interna: - Exposición: Actos 1º y 2º. En estos actos se presenta a los personajes. - Nudo: Actos 3º y 4º. En ellos transcurre la acción de la obra, en la que después de la apuesta Don Juan intenta conquistar a Doña Inés y se enamora de ella. También en esta parte muere Don Gonzalo. - Desenlace: 2ª parte. Es en la que se produce el desenlace. Don Juan se salva del infierno gracias a la misericordia de Dios y el amor que siente por Doña Inés.

RESUMEN

PRIMERA PARTE

ACTO PRIMERO: Libertinaje y escándalo

Comienza la acción en Sevilla por el año de 1545, estos cuatro primeros actos transcurren todos en la misma noche, es noche de carnaval y don Juan con antifaz escribe en una mesa en la hostería de Buttarelli, que conversa con Ciutti, que finge como criado de don Juan. Hablan de su señor al que presenta como un caballero español, franco, rico, noble y bravo, del que sin embargo dice desconocer el nombre. Don Juan se dirige a Ciutti y le entrega una carta que le dice debe ser entregada a doña Inés dentro del Horario en que reza y que debe esperar de su dueña, que sabe de sus intenciones, una hora, una llave y una seña.

Habla don Juan con Buttarelli y le pregunta por don Luis Mejía. Buttarelli le dice que no se encuentra en Sevilla hace tiempo. Don Juan le pide alguna noticia de él y entonces Buttarelli recuerda que ese mismo día se cumple el plazo de un año en el que apostaron Luis Mejía y Juan Tenorio que "quién haría en un año, con más fortuna, más daño". Don Juan le pregunta si cree que don Luis acuda a la cita y Buttarelli contesta que ojalá pues pagan bien las apuestas, pero que no cree que ninguno de los dos se acuerde de la apuesta y ya el plazo concluye. Don Juan le dice que de todas formas prepare dos de sus mejores botellas por si acaso aparecen.

Buttarelli cree que Mejía y Tenorio ya están en Sevilla pues aquel hombre parece saberlo bien, de pronto se asoma a la puerta y ve entre gran bullicio al forastero riñendo en la plaza. Piensa

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que estando los dos en la ciudad ésta anda ya toda revuelta y manda a Miguel que prepare la mesa para el encuentro de los dos hombres.

Aparece don Gonzalo de Ulloa (comendador de Calatrava) y le pregunta a Buttarelli si don Juan tiene hoy aquí una cita. El posadero le pregunta si él es don Luis y contesta que no, pero que le interesa presenciar el encuentro. Buttarelli le ofrece prepararle otra mesa cercana y don Gonzalo le dice que le gustaría verlos pero ocultamente. Buttarelli le dice que no hay ningún aposento contiguo, pero que por ser carnaval tras un antifaz cualquier señor se puede ocultar. Así don Gonzalo le indica que traiga el antifaz.

Mientras lo espera declama sus razones para presenciar el encuentro, pues parece querer guardar la honra de su hija, que dice prefiere ver antes muerta que esposa de don Juan. Buttarelli le trae el antifaz y le indica que la hora del encuentro ya está muy cercana, es a las ocho y quién no se presente a la primera campanada perderá. El posadero se retira preguntándose quién será ese caballero y el hombre se lamenta de estar en ese papel, aunque se dice que todo es por el bien de su hija.

Aparece en la puerta don Diego Tenorio que pregunta si ésta es la hostería del Laurel, si está el hostelero y si allí tiene una cita esa noche don Juan Tenorio. Pasa y se sienta al lado opuesto de don Gonzalo, dándole dinero a Buttarelli para que no haga preguntas. Don Diego se lamenta que un hombre de su linaje deba descender "a tan ruin mansión", pero piensa que no hay humillación a la que un padre no se rebaje por su hijo. Desde el fondo Buttarelli mira sorprendido a los dos hombres.

Llegan el capitán Centellas, Avellaneda y dos caballeros para presenciar la apuesta. Saludan a Buttarelli como viejos conocidos y él les trae botellas, mientras los caballeros discuten por ver quién de los dos apostadores es más mala cabeza y hacen también sus respectivas apuestas. Le preguntan a Buttarelli, que les cuenta la llegada de un hombre extraño con antifaz que escribió unas cartas y le dio dos monedas de oro para que preparara una mesa con su mejor vino. Le dicen si no reconoció a ninguno de los caballeros y él lo niega. Unos apuestan que era don Luis y otros que se trataba de don Juan. Comienzan a dar los cuartos de las ocho, entran varias personas a la hostería y al dar la última campanada don Juan con antifaz llega a la mesa preparada, inmediatamente llega hasta allí don Luis también con antifaz.

Los dos se retan y dudan sobre su identidad. Entonces se quitan los antifaces y sus amigos se acercan a saludarlos y también los curiosos. Pronto pasan a la apuesta de quién en un año podría hacer con más fortuna más maldades. Primero don Juan cuenta sus aventuras en Italia, sus duelos y amoríos e inmediatamente don Luis hace lo mismo relatando lo sucedido en Flandes y París, como perdió tres veces su fortuna y como piensa reponerla pues mañana se casa con doña Ana de Pantoja, rica doncella. Las dos historias de ambos son muy parecidas por lo que se disponen a revisar las listas que los dos llevan con sus muertos en duelo y sus mujeres seducidas. Al hacer la cuenta don Juan aventaja en buen número a don Luis en ambos casos. Entonces don Luis desafiante le dice que sólo le falta en la lista una novicia que esté para profesar. Don Juan altanero le dice que acepta la apuesta y que adjuntará a ella la novia de algún amigo que para casarse esté, así le dice que piensa quitarle a doña Ana. Los dos aceptan la apuesta y hablan a solas un momento con sus criados.

Don Gonzalo interpela entonces a don Juan y le advierte que su padre le había apalabrado una boda para hacerle bien y que verlo allí le avergüenza. Don Juan le dice que se quite el antifaz, así lo hace ante la sorpresa de Tenorio y se marcha diciéndole que se olvide de doña Inés. Pero don Juan le contesta que o se la da o a quitársela ha de ir. Se planta ante él ahora don Diego que lo reprende y reniega de él y le recuerda que hay un Dios justiciero. Preguntándose quién es aquel que le habla de aquella forma le arranca el antifaz y se sorprende al ver a su padre.

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Don Diego y don Gonzalo salen diciendo que anulan la boda pactada, más don Juan no se amilana y al recibir el perdón de su padre y de Dios en el juicio final, le dice que muy largo se lo fía y que además él no ha pedido perdón.

Al salir de la hostería don Juan y don Luis son apresados por los alguaciles que cada uno de sus criados había hecho llamar delatando al contrario. Pero antes de separarse reafirman que la apuesta sigue en pie. Quedan el capitán Centellas, Avellaneda y otros curiosos apostando cada quién por uno de ellos.

ACTO SEGUNDO: Destreza

Aparece Don Luis Mejía escondido merodeando el exterior de la casa de doña Ana. Aparece Pascual, criado de doña Ana y don Luis lo llama. Éste se muestra sorprendido de verlo allí pues decían que andaban presos. Le dice que su primo, el tesorero real, le prestó dinero para que pudiera salir de prisión y le cuenta todo lo sucedido con don Juan, la apuesta y cómo teme por doña Ana, pues sabe de las habilidades portentosas del caballero Tenorio. Pascual intenta calmarlo diciéndole que don Juan se encuentra en prisión, más don Luis le dice que si él consiguió escapar por qué no ha podido hacer lo mismo su adversario. Después de expresarle estos temores don Luis le dice que la única forma en que se quedará tranquilo es pasando la noche dentro de la casa de doña Ana o que de los contrario toma la calle aunque la justicia lo halle, pues si hay alguien de quien se fíe menos que de don Juan es de las mujeres. Pascual le reprende pero finalmente acepta que pase con él la noche en su cuarto, más le pide silencio absoluto y cuando don Luis se dispone a entrar le dice que debe esperar a que su amo, don Gil de Pantoja se retire a sus aposentos a las diez, así que le pide que a esa espere en una reja y allí llame y que mientras confíe en él.

Sin embargo don Luis no puede esperar allí sin hacer nada, los nervios le corroen y no esperaba sentir tanto amor y desasosiego por doña Ana, así que se decide a llamar a la ventana. Allí le contesta doña Ana y él le cuenta de su miedo a don Juan, ella le dice que no tenga cuidado, que confíe en ella, pues mañana será su esposa. Sin embargo don Luis le pide por su tranquilidad que le conceda un favor.

Mientras conversan en el otro lado de la reja se encuentran don Juan y Ciutti. Éste le pregunta a su criado si ha cumplido bien sus encargos. Ciutti asiente y le entrega la llave del jardín del convento y dice que la beata le espera allí. El criado oye que hay alguien más en la reja y entonces al darse cuenta don Juan que se trata de don Luis hablando con una dama deciden tenderle una emboscada. Doña Ana y don Luis se despiden quedando en que ella le aguardará allí de nuevo a las diez y le entregará la llave de la casa. Oyen alguien que se acerca y se despiden. Es don Juan que intercepta a don Luis y cuando ambos desenvainan sus espadas, Ciutti con los suyos se colocan detrás de Mejía y lo atrapan. Don Juan se alegra de su buena suerte, pues ahora mientras le arrebata la dama el otro estará encerrado en su bodega. Pero de pronto oye llegar otra mujer.

Se trata de Brígida, la beata, que le trae noticias de la novicia doña Inés. Don Juan le pregunta si su paje le ha entregado un bolsillo y un papel, ella contesta que en él debe estar leyendo ahora doña Inés y que la ha preparado con tal maña que seguro caerá rendida ante él. Le dice que está muy hermosa, sólo tiene diecisiete años y que tanto le ha hablado de él que ya arde en su corazón una llama de amor inextinguible. Don Juan parece conmoverse ante el retrato que le pinta Brígida y ésta se sorprende, le dice, pues le creía un libertino. Él alega que "en un objeto tan noble hay que interesarse doble". Brígida le dice que las madres ya deben estar recogidas y que con la llave que le ha dado puede entrar por el claustro y llegar fácilmente a su celda. Sale Brígida y aparece Ciutti.

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Le dice su escudero que por ahora está libre de don Luis y que se dispone a llamar a Lucía con una seña que tiene convenida con ella para que don Juan la pueda abordar. Llega Lucía y al verlo le pregunta qué quiere. Él sin preámbulos le dice que quiere ver a Ana de Pantoja. La muchacha primero se escandaliza, pues su ama casa mañana, pero rápidamente don Juan le ofrece una gran cantidad de dinero que de inmediato parece quitarle cualquier prejuicio. Quedan a las diez de la noche para que ella le entregue una llave. Don Juan se ríe exclamando que con oro no hay nada que falle, y se marchan mientras le dice a Ciutti: "a las nueve en el convento; a las diez en esta calle".

ACTO TERCERO: Profanación

En la celda de doña Inés habla con ella la abadesa, que parece comunicarle la decisión de su padre de que permanezca de por vida en el convento. La abadesa alaba su suerte pues como no ha salido nunca de allí y no conoce el mundo exterior tampoco lo puede añorar y por tanto está libre de tentación. Dice que de veras la envidia. Doña Inés suspira y la abadesa piensa que es porque echa de menos a su aya, le dice que cuando regrese la enviará con ella y la manda a dormir.

Al marchar la abadesa se dice Inés que no sabe qué tiene pues las palabras de la abadesa que tanto otras veces la han convencido hoy parecían vacías. Oye las pisadas de su aya Brígida, que al entrar cierra la puerta, aunque Inés le dice que es orden en el convento de que esté abierta. Brígida le dice que así podrán hablar mejor y le pregunta si ha mirado el libro que le trajo. Inés contesta que no tuvo tiempo pues vino la abadesa. Brígida le anuncia que el libro se lo envía don Juan. Inés emocionada abre el libro y cae una carta de entre sus hojas. Inocente pregunta qué y de quién será aquel papel. De quién va a ser, sino de don Juan, contesta el aya. La novicia suspira y le cuenta a Brígida como no hace otra cosa que pensar en el caballero Tenorio. Ella le dice que eso parece amor, pero Inés lo niega y dice no atreverse a leer la carta. Animada por su aya, por fin lee la carta de don Juan, que la va atrapando más y más hasta hacerle tragar el anzuelo entero. Cuando acaba Brígida le dice que tal vez como las ánimas don Juan pueda llegar hasta allí, si tiene la llave adecuada. En ese momento se oyen pasos en la escalera y aparece don Juan.

Inés lo mira sorprendida, sin saber si es realidad o espejismo y de la impresión cae desmayada, tomándola en sus brazos don Juan y dejando caer de sus manos la carta que éste le envió. Don Juan dice que así está mejor y que le ahorra tiempo, pues piensa llevársela y su gente abajo ya le espera. Brígida conmocionada piensa que aquel hombre es una fiera. Salen.

Entra la abadesa preguntándose dónde estarán Inés y su dueña, pues no las vio en su celda. Aparece la hermana Tornera y le dice que un caballero anciano quiere hablar con ella, que sus fueros le autorizan a pasar al convento. Al saber la abadesa que se trata de don Gonzalo de Ulloa, comendador de la orden, lo hace pasar. Éste le cuenta todo lo que tiene que ver con don Juan y le pide que traiga a su hija, pues él la quiere cuidar, ya que las gentes dicen que han visto a su aya hablando con el criado de don Juan. La abadesa manda a la Tornera que busque a doña Inés que no se encuentra en su lecho. El padre se sobresalta pues sabe que ya es hora de que esté allí y entonces encuentra la carta de don Juan, que lee lamentándose. Llega la Tornera diciendo que vio un hombre saltando por la tapia de la huerta y don Gonzalo sale corriendo, temiendo por su honor robado.

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ACTO CUARTO: El diablo a las puertas del cielo.

En la quinta de don Juan Tenorio, cerca de Sevilla a orillas del Guadalquivir. En un balcón haban Ciutti y Brígida. Ésta se encuentra molida por la cabalgata a caballo. Inés se encuentra y ellos hablan de la osadía de don Juan. Las doce ya dan en la catedral y a esa hora dice Ciutti que debía regresar don Juan. Brígida pregunta por qué no vino con ellos y él le responde que todavía debía arreglar unos asuntos en la ciudad. Ciutti le señala el bergantín que anclado en el río los espera para llevarlos a salvo a Italia cuando regrese don Juan. Doña Inés empieza a despertar y el escudero le dice a Brígida que se encargue de ella.

Despierta Inés sorprendida por hallarse en aquel aposento desconocido. No recuerda nada y más se sorprende al saber que se halla en la quinta de don Juan. Brígida le cuenta una historia de un incendio en el convento y como ella se desmayó y don Juan las salvó a las dos de morir asfixiadas y por ser tales horas intempestivas las llevó a su casa hasta la aurora. Inés le dice que se vayan de allá, pues ella tiene la casa de su padre y no le parece bien estar en la de don Juan, pero la aya le dice que están lejos de Sevilla, al otro lado del Guadalquivir. Inés le pide que huyan, pues tiene envenenado el corazón, tal vez ama a don Juan, pero algo le dice que debe apartarse de él antes de que regrese, pues si lo ve delante de ella tal vez ya no tenga fuerzas para hacerlo. En ese momento oyen ruido de remos en el río, es don Juan que regresa. Brígida le dice que sus hombres la llevarán a su casa, pero que antes deben despedirse de él.

Llega don Juan, Brígida le dice lo del incendio que contó a Inés y él le dice que habló con su padre diciéndole que se encuentra en su casa segura. Sale Brígida y don Juan despliega toda su galantería, prometiéndole con las palabras más bellas a Inés que su amor por ella es sincero y verdadero. Inés embriagada le dice que ella siente lo mismo y él le propone hablar con su padre para que le entregue su amor. En ese momento oyen llegar otra barca, manda don Juan a Inés con Brígida y aparece Ciutti diciéndole que un enmascarado se empeña en entrevistarse con él. Don Juan le dice que le permita entrar.

Don Juan se ciñe al cinto la espada y dos pistolas y manda salir a su escudero. Aparece el enmascarado que se trata por supuesto de don Luis, que viene a vengar la afrenta de don Juan a doña Ana en un duelo, pues así dice que lo que apostaron fueron sus vidas y habiendo perdido él, no le queda otra opción que batirse. A punto están de comenzar el duelo cuando oyen ruidos fuera.

Entra Ciutti anunciando que llega el Comendador con hombres armados y pidiéndole a don Juan que huya por su vida, más don Juan le pide que deje entrar al Comendador, pero sólo a él. Entonces le pide a don Luis que espere detrás de una puerta que hable con el Comendador, pues su hija allí se encuentra y que en cuanto acabe se batirá con él. A regañadientes don Luis acepta.

Entra el Comendador enfurecido dispuesto a recuperar a su hija y darle su merecido a su secuestrador. Don Juan sin embargo postrándose a sus pies le pide que le perdone, pues declara que su amor por doña Inés es verdadero y que su candidez ha logrado lo que no han conseguido encierros ni sermones de curas, volverle de un demonio en un ángel. Dice que hará cuanto el Comendador señale, pagará su penitencia si al final él le permite casarse con su hija honradamente. Pero el Comendador se niega a hacerle caso y declara que nunca será su esposa, que es un cobarde y que sospecha que esta es la última de las tretas de don Juan para salirse con la suya, pero que no lo logrará. Don Juan le dice que le quiso satisfacer, pero que ahora con armas habrá de probarle su honor y valentía.

Sale don Lis Mejía de su escondite reclamando también su venganza y así quedan los dos afrentados cara a cara con don Juan, se produce una reyerta y el Tenorio mata a sus dos

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adversarios. Sale Ciutti diciéndole a su amo que se arroje por el balcón para salvarse y así lo hace, oyéndoselo caer al río y ser recogido por el barco que se aleja rápidamente.

Al momento entran soldados y alguaciles en la habitación, seguidos de doña Inés y Brígida. Encuentran a los dos cadáveres. Doña Inés reconoce el cadáver de su padre. Los soldados ven alejarse el barco y claman justicia por doña Inés. "Pero no contra don Juan", exclama la enamorada.

SEGUNDA PARTE

ACTO PRIMERO: La sombra de doña Inés.

Panteón de la familia Tenorio. Estos tres actos restantes suceden en una noche, cinco años después de lo narrado anteriormente. En el hermoso jardín del cementerio se pueden observar en primer término los sepulcros de don Gonzalo de Ulloa, de doña Inés y de don Luis Mejía. Detrás de estos se observa el sepulcro de don Diego Tenorio.

El escultor admirando su obra ya terminada, se dispone a marcharse cuando llega don Juan embozado. Le pide al escultor que le explique, pues hace tiempo que falta de España y encuentra este recinto muy distinto. El escultor le dice que por supuesto pues antes aquello era un palacio que se convirtió en panteón por deseo de su propietario. Le dice que es una famosa historia a la cual él debe su fama y don Juan le pide que se la relate. El escultor le narra como habitó allí un caballero, don Diego tenorio, que tuvo al peor de los hijos, así que dejó su hacienda al que la convirtiera en panteón, con la condición de que se enterrara en él a aquellos que habían perecido por la maldad de su hijo. Le cuenta que él es el escultor que hizo todas las estatuas y le pregunta si conoció a los difuntos y al tal don Juan. Éste asiente y va reconociendo las estatuas allí presentes y tras defender el honor de tal caballero don Juan, de pronto divisa la estatua de doña Inés. Pregunta si ella también murió y el escultor le contesta que al parecer murió de sentimiento al volver al convento abandonada por don Juan. Éste le pide al escultor que le deje solo y le entregue las llaves del campo santo, más cuando le dice que es imposible descubre su identidad y amenazándolo le hace entregar las llaves.

Queda sólo don Juan en el panteón, observando que a los que la vida quitó dio una buena sepultura. Parece meditar sus acciones pasadas y así se dirige a la estatua de doña Inés diciéndole que desde que tuvo que huir no pensó en otra cosa que en ella y ahora que por fin consigue regresar, lo hace para encontrar su sepultura. Se apoya en el sepulcro y esconde su rostro entre sus manos como si llorara. De pronto un vapor envuelve la estatua de doña Inés y ésta desaparece. Don Juan sale de su estupor, cree sentir un ser sobrenatural y ve que la estatua ha desaparecido.

Aparece la sombra de doña Inés hablándole a don Juan. Éste cree enloquecer y escucha sus palabras. Ella le dice que ofreció su alma a Dios en precio de la alma impura de don Juan y éste le dijo que si tanto lo quería allí en su sepultura esperase a don Juan, y que su salvación dependerá de que él se arrepienta, más si no lo hace junto a su alma la de doña Inés perecerá. Así le dice que esa noche obre con conciencia pues es la fecha en donde se decidirá su destino y diciendo esto desaparece la sombra de Inés. Todo queda como antes menos la estatua que no vuelve a aparecer.

Don Juan queda atónito y piensa que todos son imaginaciones de su conciencia y reta a los difuntos a que salgan, para que él de nuevo los regrese a sus sepulturas.

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Aparecen el capitán Centellas y Avellaneda llamando a don Juan Tenorio. Éste al verlos los trata de espectros, más ellos se identifican como amigos y lo saludan. Le preguntan qué hace allí y él les contesta que habla con sus difuntos. Ellos se mofan y le preguntan si tiene miedo de ellos y él altivo lo niega. Le piden que esa noche les cuente la historia de su regreso a Sevilla. Los invita a cenar esa noche a su hacienda para contarles la historia, pero antes de marcharse para demostrar que no tiene miedo a los espectros convida a la cena al Comendador dirigiéndose a su sepulcro. Centellas le dice que eso no es valor sino locura, más don Juan reafirma su invitación.

ACTO SEGUNDO: La estatua de don Gonzalo.

En el aposento de don Juan cenan sentados a la mesa con él, Centellas y Avellaneda. En la mesa se ve un cubierto más y una silla desocupada.

Don Juan relata cómo recibió el favor del emperador que le permitió regresar a Sevilla y como compró inmediatamente una casa amueblada que se vendió barato como pago a acreedores. Sirven vino y don Juan le dice a Ciutti que sirva al Comendador. Sus amigos se ríen de él, más les indica que aunque un amigo no haya podido venir no va a dejar de servirle como debe. Ríen y mientras brindan se oye un aldabonazo en la puerta de la calle. Manda don Juan a Ciutti que abra, pero él regresa diciendo que no se ve a nadie afuera. Vuelven a llamar y don Juan le dice a Ciutti que le dé un pistoletazo al bromista. Suenan más aldabonazos, pero esta vez en la escalera. Don Juan les dice a sus amigos que se trata de una broma por ellos tramada, pero los señores lo niegan. Mientras los aldabonazos suenan cada vez más cerca. Don Juan cierra los cerrojos de la puerta de la sala y les pide que vuelvan a cenar. Llaman ya a esa puerta y entonces Tenorio reta a los que llaman, pues si se trata de muertos por la puerta cerrada deben poder pasar. En ese momento la estatua de don Gonzalo pasa por la puerta sin abrirla y sin hacer ruido.

Centellas y Avellaneda caen desfallecidos al ver aquel portento. Don Juan exclama: "Es realidad o deliro". La estatua del Comendador le dice que por qué se asombra de encontrar allí al que él mismo convidó. Don Juan reconoce la voz del Comendador y le dice que como no sea un espectro no saldrá vivo de allí. La estatua le avisa que Dios le concedió el derecho a asistir a aquella cita para avisar a don Juan que hay una eternidad después de la vida y que él ha de morir mañana, por lo que Dios todavía le concede ese plazo para que ordene su conciencia. Entonces lo convida a que mañana se encuentre con él pagándole así la visita. Don Juan acepta la invitación pero dice que antes quiere cerciorarse de que se trata de un espectro. Toma su pistola pero antes de que pueda disparar éste desaparece atravesando la pared.

Don Juan duda de su visión y cree que sea causa de los licores ingeridos. Llama entonces a doña Inés que antes le dijo que a su lado aparecería si la necesitaba y entonces traspasando la pared aparece la sombra de la difunta. Ella le insta a que mañana acuda a la cita y con cordura acepte la muerte y ese día sus cuerpos dormirán en la misma sepultura. Desaparece la sombra.

Queda don Juan sorprendido y nervioso y piensa que esta fue treta de sus amigos que fingieron estar dormidos y tal broma le jugaron. Los despierta preguntándoles si es esto cierto mas lo9s dos dicen no saber nada y creen sin embargo que es don Juan el que los ha dormido con un veneno para luego poderles contar la historia de los difuntos. Se ensartan en tal discusión que acaban retándose a duelo.

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ACTO TERCERO: Misericordia de Dios y apoteosis del amor.

En el panteón de la familia Tenorio aparece don Juan, embozado y distraído, lamentándose por la muerte de sus dos amigos, que dice buscaron su propia ruina. Ve que falta la estatua de don Gonzalo y llama al Comendador. El sepulcro se cambia en una parodia de mesa de convidado, con culebras, fuego y cenizas. Todos los otros sepulcros se abren y aparecen las osamentas de las víctimas de don Juan y la estatua de don Gonzalo. La única tumba que permanece es la de Inés.

La estatua le dice que ya su tiempo expira pues el capitán lo mató fuera de su casa. Don Juan exclama que ya no hay perdón para él y la estatua le pide que le dé la mano en señal de despedida. En ese momento exclama que como desaprovecha su último momento de redención de su mano ha de ir al infierno. Don Juan se intenta zafar de la mano de piedra mas todos los muertos se ciernen ya sobre él. Don Juan se inca de rodillas pidiendo perdón al cielo con una mano levantada. En ese momento aparece doña Inés tomando la mano de don Juan y dice que al entregar su alma salvó a la de su amado. Manda a los muertos regresar a sus sepulcros y exclama que el amor salvó a don Juan. Cae doña Inés sobre un lecho de flores y a su lado cae don Juan, de sus bocas salen sus almas como dos llamas brillantes que se pierden en el cielo al compás de la música.