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Reparación Directa. Exp. 520013331701201000021-00 Asunto: Sentencia. Actor: Pablo Lizardo Acosta Solarte y otros. Demandado: Presidencia de la República y otros. 1 República de Colombia Rama Judicial del Poder Público Juzgado Primero Administrativo de Descongestión de Pasto Pasto, veintitrés (23) de junio de dos mil quince (2015). Acción: Reparación Directa Expediente: 520013331701-2010-00021-00 Actor: Pablo Lizardo Acosta Solarte y otros. Accionado: Nación Presidencia de la República Superintendencia Financiera y otros. SENTENCIA El Juzgado Primero Administrativo de Descongestión del Circuito de Pasto, dentro del término legal, procede a proferir sentencia en la acción de reparación directa impetrada por los señores (as) Pablo Lizardo Acosta Solarte, María Mercedes Solarte Acosta, Cecilia Margarita Acosta, Zoila Canticus Canticus, Fredy Pardo Bonilla, Lily Rodríguez Gómez, Rodrigo Rodríguez, Rosa María Gutiérrez Colunge, Ana Julia Velazco, María Eugenia Erazo, Álvaro Rodríguez Gómez, Cecilia Elida Salazar, Andrés Mauricio Insuasty, Bernardo Vicente Salazar, Yor Mirr Barreto, María Viviana Legarda Noguera, Teresa del Socorro Acosta Solarte, María de Jesús Chalapud Chalapud, Sonia Rocío Castro González, María Doris Castro González, Gilberto Antonio Ortiz Erazo, Matilde Isabel Bastidas Moreno, Jaime Colón Ortega Martínez, Julio Hernando Solarte Casanova, Álvaro Raúl Calvachi Ortiz, Javier Adalberto Cólunge Benavides, Carmen del Socorro Cabrera López, Mauro Gilberto Riascos Betancourt, Edilma del Ramírez Sotelo, Santiago Sebastián Caicedo, Armando Martín Paz Burgos, María Edila Ordoñez Bolaños, Alba Lucía Ortega Portilla, Carmela del Socorro Bolaños Ordoñez, Claudia Magaly Delgado Vallejo, Esteban Alberto Ascuntar Ortega, Manuel Jesús Ceballos Cultid y Vicente Efrén Salazar Bastidas, en contra de la Nación Presidencia de la República - Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, Ministerio de Hacienda y Crédito Público, Ministerio de Industria y Comercio, Superintendencia Financiera, Superintendencia de Sociedades, Superintendencia de Industria y Comercio, Fiscalía General de la Nación, Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales “DIAN”, Defensoría del Pueblo, Procuraduría General de la Nación, Congreso de la República, Departamento de Nariño, Asamblea Departamental de Nariño, Municipio de Pasto, Municipio de Ricaurte y Cámara de Comercio de Pasto, para deprecar de esta Judicatura se “repare a sus poderdantes de la pérdida económica suscitada a raíz las inversiones que ellos depositaron en la empresa comercial Proyecciones D.R.F.E., en DMG y en otras denominadas captadoras”.

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Reparación Directa. Exp. 520013331701201000021-00 Asunto: Sentencia. Actor: Pablo Lizardo Acosta Solarte y otros. Demandado: Presidencia de la República y otros.

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República de Colombia

Rama Judicial del Poder Público

Juzgado Primero Administrativo de Descongestión de Pasto

Pasto, veintitrés (23) de junio de dos mil quince (2015).

Acción: Reparación Directa

Expediente: 520013331701-2010-00021-00

Actor: Pablo Lizardo Acosta Solarte y otros.

Accionado: Nación – Presidencia de la República – Superintendencia Financiera y otros.

SENTENCIA El Juzgado Primero Administrativo de Descongestión del Circuito de Pasto, dentro del término legal, procede a proferir sentencia en la acción de reparación directa impetrada por los señores (as) Pablo Lizardo Acosta Solarte, María Mercedes Solarte Acosta, Cecilia Margarita Acosta, Zoila Canticus Canticus, Fredy Pardo Bonilla, Lily Rodríguez Gómez, Rodrigo Rodríguez, Rosa María Gutiérrez Colunge, Ana Julia Velazco, María Eugenia Erazo, Álvaro Rodríguez Gómez, Cecilia Elida Salazar, Andrés Mauricio Insuasty, Bernardo Vicente Salazar, Yor Mirr Barreto, María Viviana Legarda Noguera, Teresa del Socorro Acosta Solarte, María de Jesús Chalapud Chalapud, Sonia Rocío Castro González, María Doris Castro González, Gilberto Antonio Ortiz Erazo, Matilde Isabel Bastidas Moreno, Jaime Colón Ortega Martínez, Julio Hernando Solarte Casanova, Álvaro Raúl Calvachi Ortiz, Javier Adalberto Cólunge Benavides, Carmen del Socorro Cabrera López, Mauro Gilberto Riascos Betancourt, Edilma del Ramírez Sotelo, Santiago Sebastián Caicedo, Armando Martín Paz Burgos, María Edila Ordoñez Bolaños, Alba Lucía Ortega Portilla, Carmela del Socorro Bolaños Ordoñez, Claudia Magaly Delgado Vallejo, Esteban Alberto Ascuntar Ortega, Manuel Jesús Ceballos Cultid y Vicente Efrén Salazar Bastidas, en contra de la Nación – Presidencia de la República - Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, Ministerio de Hacienda y Crédito Público, Ministerio de Industria y Comercio, Superintendencia Financiera, Superintendencia de Sociedades, Superintendencia de Industria y Comercio, Fiscalía General de la Nación, Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales “DIAN”, Defensoría del Pueblo, Procuraduría General de la Nación, Congreso de la República, Departamento de Nariño, Asamblea Departamental de Nariño, Municipio de Pasto, Municipio de Ricaurte y Cámara de Comercio de Pasto, para deprecar de esta Judicatura se “repare a sus poderdantes de la pérdida económica suscitada a raíz las inversiones que ellos depositaron en la empresa comercial Proyecciones D.R.F.E., en DMG y en otras denominadas captadoras”.

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Reparación Directa. Exp. 520013331701201000021-00 Asunto: Sentencia. Actor: Pablo Lizardo Acosta Solarte y otros. Demandado: Presidencia de la República y otros.

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SÍNTESIS DEL PROCESO. 1.1. SÍNTESIS DE LA DEMANDA. 1.1.1. Los hechos de la demanda.

El apoderado judicial de la Parte Demandante expuso el fundamento fáctico de la demanda, básicamente en los siguientes términos: 1. Informa que sus poderdantes “depositaron en la empresa comercial, Proyecciones D.R.F.E., en DMG y en otras denominadas captadoras; dinero en efectivo”, en las cantidades que se registran en el siguiente cuadro: No. Nombre Entidad comercial

(Captadora) Cantidad invertida en pesos

Fecha de cobro o de depósito de la inversión

1 Pablo Lizardo Acosta Solarte

Proyecciones D.R.F.E.

16.795.000 11/11/2008 y 5/11/2008 (cobro)

2 María Mercedes Solarte Acosta

Proyecciones D.R.F.E.

13.697.000 17/10/2008 y 06/11/2008 (cobro)

3 Cecilia Margarita Acosta Proyecciones D.R.F.E.

26.994.000 08/10/2008, 14/10/2008 y 11/10/2008 (cobro)

4 Zoila Canticus Canticus Proyecciones D.R.F.E.

11.444.000 05/11/2008 (cobro)

5 Fredy Pardo Bonilla Proyecciones D.R.F.E.

7.000.000 09/10/2008, 17/10/2008 y 21/10/2008 (cobro)

6 Lily Ramírez Gómez DMG 70.000.000 02/12/2008 (cobro) 7 Rosa María Gutiérrez

Conlunge Proyecciones D.R.F.E.

10.000.000 23/10/2008 (depósito)

8 Ana Julia Velazco Proyecciones D.R.F.E.

17.000.000 23/10/2008 (depósito)

9 María Eugenia Erazo Proyecciones D.R.F.E.

14.988.000 23/10/2008 (depósito)

10 Álvaro Rodríguez Gómez DMG 11.000.000 0/12/2008 (sic) (cobro) 11 Cecilia Elida Salazar Proyecciones

D.R.F.E. 13.000.000 11/10/2008, 10/10/2008

(cobro) 12 Andrés Mauricio Insuasty Proyecciones

D.R.F.E. 3.900.000 24/10/2008 (depósito)

13 Bernardo Vicente Salazar Basante

Proyecciones D.R.F.E.

7.000.000 18/11/2008 (cobro)

14 Yor Mirr Barreto DMG 2.000.000 Sin fecha 15 María Viviana Legarda

Noguera Proyecciones D.R.F.E.

10.000.000 11/10/2008 (cobro)

16 Teresa del Socorro Acosta Solarte

Proyecciones D.R.F.E.

4.000.000 17/10/2008

17 María de Jesús Chalapud Chalapud

Proyecciones D.R.F.E.

11.9000.000 29/10/2008, 21/10/2008 (cobro)

18 Sonia Socorro Castro González

Proyecciones D.R.F.E.

10.000.000 28/10/2008 (cobro)

19 María Doris Castro González

Proyecciones D.R.F.E.

13.270.000 7/10/2008, 17/10/2008 (cobro)

20 Gilberto Antonio Ortiz Erazo

Proyecciones D.R.F.E.

18.000.000 5, 21 y 17 de octubre de 2008 (cobro)

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21 Matilde Isabel Bastidas Moreno

Proyecciones D.R.F.E.

13.5000.000 7 y 22 de octubre de 2008

22 Jaime Colón Ortega Martínez

Proyecciones D.R.F.E.

24.400.000 18, 7, 3 y 22 de octubre de 2008

23 Julio Hernando Solarte Casanova

Proyecciones D.R.F.E.

28.000.000 3, 11, 21 y 29 de octubre de 2008 (cobro)

24

Álvaro Raúl Calvachi Ortiz

Proyecciones D.R.F.E.

11.776.000 Sin fecha

Inversiones Dinerya 500.000

Mar del Plata Ltda. 2.725.000

25

Javier Adalberto Cónluge Benavides

Proyecciones D.R.F.E.

23.390.000 Sin fecha

Multinversiones Los Andes E.U.

5.000.000

26

Carmen del Socorro Cabrera López

Proyecciones D.R.F.E.

33.877.000 Sin fecha

Mar del Plata Ltda. 6.264.370 Inversiones Los Andes E.U.

5.000.000

27 Mauro Gilberto Riascos Betancourt

Proyecciones D.R.F.E.

16.300.000 15 y 29 de octubre de 2008 (cobro)

28 Edilma Ramírez Sotelo, Proyecciones D.R.F.E.

12.300.000 14, 23, 18 y 24 de octubre de 2008 (cobro)

29

Santiago Sebastián Caicedo,

Proyecciones D.R.F.E.

24.000.000 Sin fechas

Mundo Divisas FX EU

2.000.000

30 Armando Martín Paz Burgos

Proyecciones D.R.F.E.

17.500.000 22/10/2008 (cobro)

31 María Elvia Ordoñez Bolaños

Proyecciones D.R.F.E.

20.000.000 18/10/2008 (cobro)

32 Alba Lucía Ortega Portilla Proyecciones D.R.F.E.

20.000.000 18/10/2008 (cobro)

33 Carmela del Socorro Bolaños Ordoñez

Proyecciones D.R.F.E.

10.000.000 10/10/2008 (cobro)

34 Claudia Magaly Delgado Vallejo

Proyecciones D.R.F.E.

19.000.000 24/10/2008 (cobro)

35 Esteban Alberto Ascuntar Ortega

Proyecciones D.R.F.E.

5.000.000 Sin fecha

36 Manuel Jesús Ceballos Cultid

Proyecciones D.R.F.E.

5.000.000 23 y 8 de octubre de 2008 (cobro)

37 Vicente Efren Salazar Bastidas

Proyecciones D.R.F.E.

26.000.000 10, 8, 28 y 4 de octubre de 2008 (cobro)

38 Rodrigo Rodríguez D.M.G. S.A. 13.000.000 Sin fecha

Explica seguidamente que los demandantes efectuaron los depósitos de los dineros con la “creencia personal, pública y probada” de que las inversiones efectuadas les darían un rendimiento elevado por intereses, tal como les sucedió a otros inversionistas, cuestión reconocida en el mercado formal, financiero, fiduciario y bancario. Además, sostiene que a los demandantes nada les advertía que estaban incurriendo en un negocio ilícito y por el contrario, la posibilidad de ganancia se determinaba lícita. Añade que “si el Estado por mucho tiempo lo toleró, no publicó la

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ilicitud del negocio, lo que se hizo y consiguió es que se cumpliera aquello de: lo que no está prohibido es permitido. Y si era un negocio ilícito: ¿Porque desde el principio lo permitió, además lo autorizó?”. 2. Estima que las sociedades comerciales a las que se les hizo la entrega del dinero, operaban de manera pública, con manifestaciones públicas, y no solo del conocimiento de los interesados, sino de todas las autoridades de Colombia, tenían oficinas abiertas al público y como en varios casos, estas oficinas quedaban circundantes a las sedes de las entidades demandadas. De esa forma, los usuarios de estos establecimientos, también obraban de forma pública, sometiéndose a largas filas, haciendo turnos desde por la noche, e incluso, cuando se solicitó por estos establecimientos que los usuarios concurrieran con el certificado de antecedentes penales o “pasado judicial”, las filas se trasladaban a las instalaciones del DAS, para sacar este documento y poder ser usuario de los mencionados establecimientos. 3. El señor Carlos Ernesto Suarez, aparece como responsable de la entidad Proyecciones D.R.F.E., debidamente registrado en la Cámara de Comercio de Pasto, al igual que varios establecimientos que funcionaban en varios municipios del Departamento. Se trataba de un comerciante reconocido por el Estado, conforme daban fe las Cámaras de Comercio donde se registró debidamente. 4. Al inscribirse en la Cámara de Comercio de San Juan de Pasto, el establecimiento obtuvo las Matrículas Mercantiles Nros.: 93024-1. – 93025-2, - 52052 del libro XV, 52053 del libro XV – 52054 del XV, - 120808 – 2, - 121617-2, 12030-2, 121029.2, 121028-2, - 121027-2, 121795-2, 121527-2, 121526-2, 121525-2, 120814-2. De igual forma, obtuvo de la DIAN el NIT (número de identificación tributaria) No. 13.069.704-1. Esto lo facultaba legalmente para ejercer las funciones que anotó para su actividad comercial. Aduce también que para efectos de obtener el registro mercantil, la Cámara de Comercio debe efectuar un análisis jurídico minucioso de la documentación aportada a través de su Oficina Jurídica y el hecho de que no se le hubiera “puesto objeción y que sus funciones fueran de la entidad que reza en su inscripción” es parte fundamental de la problemática que se presentó después. Entre las actividades registradas en la matrícula comercial están: “Rentista de capital, Inversiones, Préstamos, Divisas, Asesorías Administrativas, Asesorías Contables, entre otras”. Explica seguidamente:

“(…). 5. Desde el año 2004, septiembre 17 y aún desde antes, fecha cuando la Cámara de comercio de San Juan de Pasto le dio viabilidad legal a Proyecciones D.R.F.E., hasta la fecha de su intervención por el Gobierno Nacional, con la expedición de los Decretos Nros. 433 de noviembre 17 de 2008, 434 de la misma fecha que el anterior, 4335/08, 4449 de noviembre 25 de 2008, 4450 de noviembre 25 de 2008; todas las actividades públicas fueron permitidas por todas las autoridades de todo orden, tanto nacionales, departamentales y municipales, inclusive en algunos casos los mismos Señores Alcaldes

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presionaban a las autoridades de policía para que ayudaran a organizar las filas o las colas de estas sociedades. Así mismo fueron muchos los empleados públicos de todas las categorías que acudieron a “invertir” en esta misma sociedad. (…). 6. En diferentes intervenciones públicas, tanto en los denominados Consejos Comunitarios, como en otra clase de intervenciones, al fin y al cabo casi todas las apariciones del Señor Presidente son públicas, en razón de su cargo, manifestó conocer la existencia de esta actividad monetaria del pueblo y al final en igualmente varias intervenciones y por todos los noticieros de todas las cadenas radiales y de televisión nacionales y extranjeras reconoció que el Estado bajo su responsabilidad se demoró mucho en tomar medidas para controlar esta situación, lo que igualmente equivale a decir, que por un tiempo largo omitió cumplir con sus deberes constitucionales y legales. Así lo registraron los noticieros de las cadenas de Radio y Televisión de Colombia. (…). (…) Pues bien, sin ahondar, ni ir muy lejos, por diversos motivos se enfermó la sociedad, en especial la sociedad nariñense, sociedad que hace parte del Estado y se descuidaron en exceso los otros elementos de la sociedad como son las autoridades, a quienes les asistía el imperativo de tomar medidas, precauciones, correctivos para evitar la propagación del mal. Medicinas que debieron aplicarse oportunamente, no cuando el enfermo ya hubiera muerto. La OMISIÓN DEL ESTADO ES DE TAL GRAVEDAD Y PROPORCIÓN QUE SIN DUDA DEBE RESPONDER POR ELLO EN LA MEDIDA DEL DAÑO PARTICULAR Y SOCIAL. Al omitir sus funciones lo que equivale a decir omitir sus deberes y obligaciones para lo cual prestaron juramento los representantes de los órganos del estado, incluido el señor Presidente, como representante de la rama ejecutiva (sic) del poder público y por Constitución representante de la Nación y del Estado, (…). Hizo incurrir a la Nación, al Estado en responsabilidad objetiva, artículos 89 y 90 de la C.N., por omisión, omisión que se precisa en la tardanza, la demora en aplicar la ley, en hacerla aplicar, en buscar los correctivos a un magno problema social. (…). 8°. El daño particular, el ocasionado a mis poderdantes se precisa en reconocer el valor del recibo el que como ya lo dije, se apoya en la libre voluntad de los sujetos contratantes y desde luego en la buena fe de los mismos, con su indexación e intereses hasta cuando el pago se verifique. (…).

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9° El presidente de la República de Colombia omitió, retardó, no hizo uso de las facultades constitucionales de los artículos 188 y 189, numeral 11, los cuales establecen que”… el Presidente se obliga a garantizar los derechos… de todos los colombianos” y “que le corresponde ejercer la potestad reglamentaria mediante la expedición de decretos, resoluciones y órdenes necesarias para la cumplida ejecución de las leyes. (…). Más grave es la omisión de sus deberes, gravedad en grado sumo, hasta llevar a toda una población al desespero y tragedia económica, cuando no cumplió con el deber constitucional del artículo 189 numeral 24 el cual ordena: “Corresponde al Presidente de la República… “Ejercer, de acuerdo a la ley, la inspección, vigilancia control sobre las personas que realicen actividades financieras, bursátil, aseguradora y cualquier otra actividad relacionada con el manejo, aprovechamiento o inversión de recursos captados del público. Así mismo, sobre las entidades cooperativas y las sociedades mercantiles.” Tomo y adoptó algunas medidas pero 11 años después de la aparición de estas actividades o más de cuatro años después en el caso de el D.R.F.E., cuando su gobierno ya está para esta fecha tenía seis años de ejercicio. Este es otro hecho notorio. A pesar de existir la delegación de funciones y competencias establecida en el artículo 211 de la Carta, el Ministerio de Hacienda y Crédito Público tiene una gran responsabilidad en este problema particular y social ya que entre sus funciones importantes está la del manejo del presupuesto, y este se integra en términos sencillos, en ingresos, egresos, gasto público, inversiones, sobre la base de la tributación. Lo paradójico del asunto es que si para el Estado entendido una parte del Estado, como es la rama ejecutiva del poder público (sic), las denominadas “pirámides” son ilegítimas o ilegales y los impuestos, - ingresos – pagados por estas son legítimos y legales, por lo tanto el gobierno puede distribuir estos ingresos en el presupuesto nacional. Se creó entonces un gran problema, paralélelo al gran problema concausado por las “pirámides”. ¿cuál? Si bien existe ley para incautar bienes de toda clase al narco tráfico o a los grupos al margen de la ley, sobre estos bienes, decretar extinción de dominio y hasta donde se conoce, destinarlos a la población más necesitada, a la salud o par el sector educación o para cualquier otro fin sensible socialmente, ¿Qué destino ha tenido el impuesto pagado por los responsables de estas organizaciones? ¿Para ello hay ley? Es decir, si los bienes incautados de origen ilícito tienen por ley destinación, se vuelven lícitos. Qué facultad legal tenía o tiene el Estado, al considerar que esos impuestos provienen de actividades ilícitas, para ingresar al presupuesto estos bienes y distribuirlos a su manera? ¿Es posible que estemos frente aún fenómeno de violación de la ley por la misma ley, razón más que suficiente para que por vía judicial se llegue al

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convencimiento de la responsabilidad del Estado por el cual está obligado a responder a mi poderdante. (…).”

Seguidamente hace referencia a las funciones legales del Ministerio de Hacienda y Crédito Público y señala que el Estado recibió cerca de 94.000 millones de pesos por tributación de parte de la empresa Proyecciones D.R.F.E., sin que sea desconocido su origen. Por otra parte, hace una reseña de las funciones legales que le competen al Ministerio de Comercio Exterior, Industria y Comercio, para concluir que se hace necesario vincular a esta Cartera del Ejecutivo, en tanto es imperioso que “explique a la justicia colombiana qué labores, en cuales fecha, en qué cantidad las captadoras pusieron en conocimiento de ese Ministerio operaciones de todo tipo de importación y exportación de capitales y bienes, para ello debe aportar como prueba copia de los registros que se tramitaron a través del Ministerio de Comercio y que conocimiento tiene de capitales, bienes de todo tipo raíces, accionarios, etc., existentes en otros países, en qué cantidades, en cuáles empresas, cuáles empresas o sociedades existen o existieron en otros países, con qué capitales pagados, en qué bancos existente o existieron valores de todo tipo, consignaciones, títulos, bonos de estado, en Bolsas de Valores y en general todo lo relacionado con las actividades relacionadas con proyecciones D.R.F.E. y en general por las otras captadoras.” En similar orientación hace Referencia a la Superintendencia de Industria y Comercio y se cuestiona el porqué de la legalidad del uso de las marcas y registros que se utilizaron para que los ciudadanos conocieran en forma colectiva estas entidades, haciendo que el ciudadano reconozca legalidad y acreditación por parte del Estado al momento de efectuar los depósitos de dinero en estos establecimientos. Estima que la gente creyó que todo estaba en regla, “máxime cuando altos funcionarios del Estado, entre ellos el señor Fiscal, decían que no habían encontrado nada que les diera duda de las actividades de este y de otras denominadas pirámides.”. Explica que proyecciones D.R.F.E. tenía su respectivo registro en Cámara de Comercio conforme a la normatividad municipal operante hace treinta años, siendo también responsabilidad de la Superintendencia de Industria y Comercio el control que sobre estos negocios debían llevarse a cabo y sobre su objetivo y funciones comerciales, máxime cuando “se movieron tan abultados valores, tan alto valor circulante, en diferentes sociedades y con muchas sedes y sucursales”. Añade que también la Superintendencia Financiera, en su calidad de veedores de estas actividades, no llevaron a cabo el control que legalmente les competía, en tanto en Colombia, la cultura financiera ha sido que los Bancos cobran altas tasas de intereses por colocación y no por depósito, cuestión que volcó a los ciudadanos al depósito de sus dineros en estas otras entidades. Seguidamente se pregunta “¿Por qué entonces no intervino en estas actividades, y controló lo que considera ahora un abuso, pero no solo de las pirámides, que en mucho no abusaron de la gente, sino de las entidades bancarias que en grado sumo abusan del usuario, ya que éstas si pueden considerase personas o empresas con posición dominante en el mercado?”.

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Por otra parte, señala cuáles son las características y funciones constitucionales de la Fiscalía General de la Nación y se cuestiona porqué el propio fiscal de la época “fue quien afirmó en varias oportunidades y ante muchas personas que en tratándose de una famosa pirámide no había encontrado nada, en otras palabras durante la larga existencia del D.M.G. no hubo investigación y por ende no hubo envío de las mismas a los jueces para las sanciones o condenas como resultado de estas”. Explica la naturaleza jurídica y administrativa de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales, señalando que en sus objetivos se encuentra “la tributación y las aduanas”. Aduce al respecto que esta entidad falló en ambos objetivos, pues “recibió el pago de impuestos, sin posiblemente constatar su origen o si lo conocía, ya que las sociedades se encontraban debidamente matriculadas en las respectivas Cámaras de Comercio, requisito para obtener el RUT como sociedades, no dudó nunca del monto de lo pagado, al contrario calló, con un silencio perjudicial para la gobernabilidad y para la transparencia del sector oficial. Si la actividad de las “pirámides” para el Gobierno después de un tiempo considerable, era ilícita, ya vimos, como para la Fiscalía no lo era, ¿porqué libre y voluntariamente le recibió el pago de impuestos?, Porqué una cosa diferente son los ingresos por extinción de dominio al narcotráfico o por devolución de bienes y valores por los narcotraficantes o los paramilitares y otra la operación administrativa del pago de impuestos, en ésta opera en Estado como un sujeto con libre voluntad, con manifestación de voluntad y desde luego el ciudadano con el mismo espíritu, es volver al planteamiento inicial de la libre voluntad consagrado en la ley desde el inicio del Código Civil (…). Es decir, el Estado tiene la voluntad de recibir libremente impuesto, el ciudadano de cumplir esta obligación, pero esa voluntad y libertad está de acuerdo con la Constitución y no está de acuerdo con la misma.” Se cuestiona: “Si los impuestos son producto de una estafa, de un hurto, de un delito, ¿estos que finalidad deben tener?”. Añade que el delito produce indemnización a la víctima y es a ellas a quienes se les debe reparar incluyendo los valores y bienes que el Estado recauda por la vía administrativa. “Al no contemplar éste aspecto, los Decretos de emergencia social omiten un punto de trascendental importancia, sería tanto como decir: Devuelvo lo que X hurtó, no lo que yo recibí producto del hurto.” Arguye que debe conocerse “qué investigaciones existen por exportaciones ficticias, si se ha vinculado a alguien que tiene que ver con las pirámides, si se ha oficiado o no a los organismos de control y de investigación por parte de la DIAN. Es importante anotar que lo conocido es que al menos hubo o existió fuga de capitales y de servicios y que estos tienen un gravamen a cargo de la DIAN.” En lo relativo a otra arista de la responsabilidad estatal que se demanda, se hace referencia a las funciones y naturaleza jurídica de la Procuraduría General de la Nación, en tanto es el órgano constitucionalmente encargado de la defensa de la sociedad, la protección de los derechos humanos y la vigilancia del cumplimiento del orden jurídico, para lo cual, incluso tiene funciones de policía judicial (Art. 275 C.N.), y añade: “Hasta donde se conoce la Procuraduría General de la Nación y sus diferentes seccionales han, en este problema, brillado por su ausencia, ausencia u omisión que los hace responsables y responsables a pagar con sus bienes y presupuestos para la reparación a los asociados (…).”. Similar cuota de responsabilidad por omisión le achaca a la Defensoría del Pueblo, en tanto, estima es “parte del Ministerio Público”.

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Por otro lado señala al Congreso de la República de una “alta dosis de responsabilidad”, en tanto:

“… son los responsables políticamente, ello quiere decir que aún sin previo juicio, su responsabilidad es de génesis, es consustancial a pueblo porque es su representante y porque además aún desde el punto de vista semántico, político quiere decir, que tiene obligación de responder por la vida de su pueblo. Se tiene conocimiento que hace muy poco tiempo apenas al final del año 2008, fue presentado por el ejecutivo un proyecto de ley que tiene relación con esta problemática, sin embargo es imprescindible preguntarse ¿cuáles otras leyes, de iniciativa cameral tramitó el Congreso durante el tiempo de existencia de las pirámides? Que respondan los sendos presidentes del Senado y la Cámara de representantes.”

Por otro lado señala a la Gobernación de Nariño de incumplir con la Constitución y la Ley de la República de una “alta dosis de responsabilidad”, en tanto:

“El señor Gobernador de Nariño recorrió todo el Departamento de Nariño mostrándole a sus conciudadanos con unos cuadros preelaborados que era un gobernador administrador de pobreza, cuando su pueblo tenía, no se sabe dónde toda la riqueza pecuniaria posible. Es decir aún no existen políticas concertadas aún el ciudadano no participa de la riqueza propia y cuando lo hace, lo reconozco, lo hace de manera equivocada, equivocaciones en donde es autor y es conducido a ello por los organismos administrativos rectores del país. Igualmente y teniendo armas jurídicas para el control de lo que públicamente le estaba sucediendo a su pueblo, tampoco actuó. Ha manifestado a los medios que informó al gobierno nacional de ello, pero se quedó corto, no hizo, no agotó, no accionó debidamente en la cura o para implementar las medias para corregir el asunto en cuestión. El Gobernador de un departamento además de la obligación de cumplir y hacer cumplir la Constitución, las leyes, los decretos y las ordenanzas, tiene como todo funcionario de elección popular no solo las funciones en razón de esta misma elección, sino al igual que los alcaldes la obligación de cuidar sus Entes Territoriales de la acción u omisión de sus funcionarios. Máxime cuando la omisión es de ellos mismos, omisión entre las cuales está la de no haber presentado oportuna denuncia de algún ilícito teniendo conocimiento por las manifestaciones públicas del mismo, su responsabilidad además de política, de social de cumplimiento de las leyes va más allá, va hasta la omisión de no haber presentado las respectivas denuncias de orden penal o disciplinarias correspondientes, mayormente cuando manifiesta que las conocía, porque dice que las informó al gobierno nacional. Lo mismo se aplica para los Alcaldes quienes en sus respectivos municipios no cumplieron con el deber de denunciar o al menos de tomar las medidas policivas del caso, siendo como son Jefes de Policía. (…).”

Seguidamente, aborda las facultades legales y constitucionales de las Asambleas Departamentales, cita el artículo 300 superior, para señalar:

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“A pesar de existir los Códigos Nacionales y Departamentales de Policía, ahora llamados: Manuales de Convivencia ciudadana, ello no impide que no se puedan dictar por las Asambleas Departamentales normas de carácter coercitivo o persuasivo de competencia policiva para ilustrar, disuadir, corregir, sancionar, informar, restringir o cualquier otra actividad que hubiera impedido o ilustrado a los congéneres sobre los riesgos de toda clase, como es soltar sumas de dinero sin ninguna protección o seguridad, inclusive física. Y qué decir, cuando por lo conocido, algunos miembros de la Policía aprovecharon el desorden creado para sustraer dineros en lo que puede llamarse no solo falla en el servicio público de las autoridades de policía, sino consecuencia de una mala previsión en la implantación de medidas de seguridad. 21°. En concreto, el Estado y las Cámaras de Comercio incurrieron en falla del servicio por omisión. 22°. El Gobierno Nacional expidió en los Decretos enunciados en el hecho 5° de esta demanda, intervino la sociedad D.R.F.E. y por Auto de 19 de noviembre de 2008 de la Superintendencia de Sociedades se ordenó la toma de posesión de los bienes, haberes y negocios del comerciante y se nombró como agente interventor a Germán Gómez Jurado. Con anterioridad a esta decisión oficial, por documento privado de octubre 6 de 2008 la firma Suarez Carlos Alfredo canceló la matrícula mercantil No. 118571 del Establecimiento de Comercio: Proyecciones DRFE, ubicado en Túquerres. Por la Resolución No. 1778 del 11 de noviembre de 2008 de la Superintendencia Financiera se ordenó cancelar la matrícula mercantil No. 93025 del Establecimiento de Comercio Proyecciones DRFE de Pasto. Sucesivamente y por similares actos administrativos se ordenó por las dos Superintendencias la toma de posesión de los haberes del representante y se ordenó la cancelación de las matrículas de los negocios, varios establecidos en los Municipios de Pasto, (Obonuco Catambuco) Taminango, remolino (este no es Municipio), Consacá, Guaitarilla, Samaniego Túquerres, Sibundoy (Putumayo), La Unión, Leyva, Policarpa, Cumbitara, Buesaco, Sandoná, Tangua Chachagüí, El Tambo, La Cruz, La Florida, Nariño, Yacuanquer, en la misma forma como lo demuestra el certificado de Cámara de Comercio. 23°. Al momento de presentación de esta demanda, hace un año, la Corte Constitucional declaró la constitucionalidad del Decreto de Emergencia o Conmoción Social y el Consejo de Estado, Sección Cuarta, no se ha pronunciado sobre las demanda s que se presentaron contra los Decretos llamados de Intervención. (…).”

1.1.2. Las pretensiones.

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A través de la demanda se pretende que se hagan las siguientes declaraciones y condenas:

“PRIMERA: Que previa notificación, citación y audiencia a las partes

vinculadas desde la Audiencia de Conciliación Extrajudicial, audiencia que ya

se realizó, se insista en la búsqueda de la solución o soluciones con el objeto de

reparar a mi poderdante de su pérdida económica, descrita en el hecho1° de esta

demanda. Con la sanción de sus intereses e indexación hasta cuando el pago se

verifique.

SEGUNDA: De no llegarse a un acuerdo o conciliación, se declare en sentencia

de primera instancia que las entidades demandadas obraron por medio de sus

representantes con OMISIÓN A SUS DEBERES INSTITUCIONALES POR

LO QUE DEBEN REPARAR (sic), pagando a cada uno de los demandantes el

valor entregado a las captadoras, más los intereses financieros de mora con su

respectiva indexación en la forma como están descritos los valores entregados

por cada uno, las fechas de pago con el aporte de cada uno de los recibos hasta

cuando el pago se verifique.

TERCERA: Que se condene en costas.

CUARTA: Que en la Sentencia que le ponga fin a este procesos se ordene

gravar para garantizar el pago al Presupuesto Nacional, los Presupuestos

Departamentales y Municipales en el porcentaje que el Señor Juez estime y

además de ello se grave LA RENTA DE INGRESOS A LA NACIÓN, en

especial las provenientes de ECOPETROL CARBOCOL Y DE LOS

ORGANISMOS DE ECONOMÍA MIXTA, INDUSTRIALES Y

COMERCIALES DEL ESTADO (sic).

QUINTA: que se decrete la solidaridad entre el gravamen del presupuesto de

cada una de las entidades demandadas con el patrimonio particular de cada uno

de los representantes legales de estas entidades, PARA LA FECHA CUANDO

LOS REPRESENTANTES LEGALES SE ENCONTRABAN

DESEMPEÑANDO SUS RESPECTIVOS CARGOS.

SEXTA: Que la sentencia que le ponga fin a este proceso ordene repetir contra

los funcionarios o ex-funcionarios que tuvieron a su cargo y responsabilidad en

cada una de las entidades del Estado demandadas.

(…).”

1.2. EL TRÁMITE PROCESAL SURTIDO.

La demanda se presenta por ante el Juzgado Administrativo de Descongestión el día 09 de julio de 2010 (Fl. 237 C1) y se admite por esta Judicatura con auto de

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fecha 22 de julio de ese mismo año (Fl. 238 C1). La notificación de la demanda se surte así: 1- notificación personal de fecha 22 de septiembre de 2010 al Defensor de Pueblo (Fl. 246 C1), 2- notificación personal de fecha 22 de septiembre de 2010, a la Fiscalía General de la Nación (Fl. 247 C1), 3- notificación personal de 27 de septiembre de 2010 al Alcalde Municipal de Ricaurte (N) (Fl. 248 C1), 4- notificación personal de fecha 27 de septiembre de 2010 a la Asamblea Departamental de Nariño (Fl. 250 C1), 5- notificación personal de fecha 27 de septiembre de 2010 al Presidente de la Cámara de Representantes (Fl. 252 C1), 6- notificación personal de fecha 27 de septiembre de 2010 al Presidente del Congreso de la República (Fl. 254 C1), 7- notificación personal de fecha 27 de septiembre de 2010 al Procurador General de la Nación (Fl. 256 C1), 8- notificación personal de fecha 27 de septiembre de 2010 al Director de la DIAN (Fl. 258 C1), 9- notificación personal de fecha 27 de septiembre de 2010 al Superintendente de Industria y Comercio (Fl. 260 C1), 10- notificación personal de fecha 27 de septiembre de 2010 al Superintendente de Sociedades (Fl. 262 C1), 11- notificación personal de fecha 27 de septiembre de 2010 al Superintendente de Financiero (Fl. 264 C1), 12- notificación personal de fecha 27 de septiembre de 2010 al Ministro de Industria y Comercio (Fl. 266 C1), 13- notificación personal de fecha 27 de septiembre de 2010 al Ministro de Hacienda y Crédito Público (Fl. 268 C1), 14- notificación personal de fecha 27 de septiembre de 2010 al Señor Presidente de la República (Fl. 270 C1), 15- notificación personal de fecha 27 de septiembre de 2010 al Gobernador del Departamento de Nariño (Fl. 272 C1), 16- notificación personal de fecha 27 de septiembre de 2010 al Alcalde Municipal de Pasto (Fl. 274 C1).

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17- notificación persona de fecha 4 de octubre de 2010 al Representante Legal de la Cámara de Comercio de Pasto (Fl. 303 C1) La decisión de admisión de la demanda fue recurrida en apelación por las entidades Gobernación de Nariño, Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, Superintendencia de industria y Comercio, Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, Superintendencia Financiera de Colombia y Ministerio de Hacienda y Crédito Público. Sin embargo, el Despacho, mediante auto de fecha 03 de noviembre de 2010 (Fl. 464-472), resolvió “no reponer” el auto admisorio de la demanda. Consecuentemente, la contestación de la demanda se surte conforme se describe en el cuadro siguiente:

No. Entidad Fecha de contestación

Folio

1 Asamblea Departamental de Nariño 12-10-2010 424 y ss. C2

2 Congreso de la República – Cámara de Representantes

25-10-2010 451 y ss. C2

3 Ministerio de Hacienda y Crédito Público 19-11-2010 474 y ss. C2

4 Congreso de la República – Senado de la República

26-11-2010 488 y ss. C2

5 Superintendencia de Sociedades 29-11-2010 507 y ss. C2

6 Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales “DIAN”

29-11-2010 619 y ss. C2

7 Municipio de Ricaurte 29-11-2010 638 y ss. C2

8 Superintendencia Financiera 29-11-2010 647 y ss. C3

9 Ministerio de Comercio, Industria y Turismo 29-11-2010 1049 y ss. C3

10 Cámara de Comercio de Pasto 30-11-2010 1100 y ss. C3

11 Municipio de Pasto 30-11-2010 1108 y ss. C3

12 Procuraduría General de la Nación 30-11-2010 1126 y ss. C3

13 Ministerio de Defensa – Policía Nacional 30-11-2010 1146 y ss. C3

La Superintendencia de Industria y Comercio, la Gobernación de Nariño y la Defensoría del Pueblo, se abstuvieron de presentar contestación al libelo introductor. El Departamento Administrativo de la Presidencia, presentó contestación de la demanda pero por fuera del término, es decir el día 1° de diciembre de 2010 (Fl. 1157 C3). Similar situación sucede con la Fiscalía General de

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la Nación, que presenta la contestación de la demanda el día 6 de diciembre de 2010 (Fl. 1223 C3) y la Superintendencia de Industria y Comercio, quien descorre traslado de la demanda con memorial allegado al expediente el día 16 de octubre de 2012 (Fl. 2102 C5). Mediante auto de 1° de diciembre de 2010, esta Judicatura corre traslado de excepciones (Fl. 1142 C3). El proceso se abre a pruebas mediante auto de fecha 9 de junio de 2011 (Fl. 1270 C3). Con auto del día 10 de abril de 2014, el se cierra el periodo probatorio y se corre traslado para alegatos de conclusión (Fl. 2278 C5), ante lo cual, los sujetos procesales se pronuncian de la siguiente manera: 1) Superintendencia de Industria y Comercio, con memorial allegado el día fecha 19 de marzo de 2014 (Fl. 2256 C5), 2) Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales “DIAN”, con memorial allegado el día 28 de abril de 2014 (Fl. 2280 C5), 3) la Defensoría del Pueblo, con memorial allegado el día 2 de mayo de 2014 (Fl. 2286 C5), 4) El Congreso - Senado de la República, con memorial presentado el 5 de mayo de 2014 (Fl. 2290 C5), 5) La Fiscalía General de la Nación, el con memorial presentado el 5 de mayo de 2014 (Fl. 2294 C5), 6) la Alcaldía Municipal de Pasto, con memorial allegado el día 8 de mayo de 2014 (Fl. 2316 C5), 7) La Superintendencia Financiera, con memorial allegado el 7 de mayo de 2014 (Fl. 2323 y ss. y 2397 y ss. C5), 8) El Ministerio de Comercio Industria y Turismo, con memorial allegado el día 6 de mayo de 2014 (Fl. 2363 C5), 9) El Ministerio de Hacienda y Crédito Público, con memorial de fecha 6 de mayo de 2014 (Fl. 2383 C5), 10) El Congreso – Cámara de Representantes, con memorial allegado el 7 de mayo de 2014 (Fl. 2418 C5), 11) El Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, con memorial allegado el día 7 de mayo de 2014 (Fl. 2432 C5), 12) La parte demandante, con memorial allegado el 13 de mayo de 2014 (Fl. 2459 C5), 13) La Procuraduría Regional de Nariño, con memorial allegado el día 14 de mayo de 2014 (Fl. 2473 C5). La señora Agente del Ministerio Público presenta su concepto de fondo con memorial allegado el 5 de junio de 2014 (Fl. 2531 C5).

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1.3. LA CONTESTACIÓN DE DEMANDA. 1.3.1. La contestación de la Asamblea Departamental de Nariño. Dentro del término legal para el efecto y por intermedio de apoderado judicial, la Asamblea Departamental de Nariño presentó memorial de contestación de la demanda en el que se opone en forma categórica a “todas y cada una de las pretensiones presentadas en la demanda”, para lo cual se refiere a los hechos en el sentido de manifestar que los desconoce o que es ajena a los mismos, a la vez que depreca que se aporte prueba de los mismos en el trámite del proceso. Como argumentos de la defensa expresa:

“La Constitución Política de Colombia en su artículo 300 otorga las atribuciones de las asambleas departamentales, sin embargo en ninguna de ellas se puede apreciar que deban intervenir en las actividades de los particulares máxime si estas actividades no se hallan reguladas por la ley y conforman una especie de mercado ilícito en donde se entreguen sumas de dinero a cambio de intereses abiertamente ilegales, por fuera de toda regulación bancaria, bursátil, comercial e incluso por fuera de todo razonamiento lógico. Es más, la Asamblea Departamental invitó a un profesional de la ciudad de Cali, especialista en temas de captación masiva e ilegal de dinero, casi un año antes del quiebra de las captadoras, quien dio una explicación amplia, previniendo a los ciudadanos sobre las consecuencias de esas inversiones anómalas. Nadie hizo caso. Por otra parte, no debió admitirse la demanda y la parte demandante no tiene legitimidad para actuar, por cuanto los actos que quiere reclamar se hallan por fuera de toda legalidad.”

1.3.1. La contestación del Congreso – Cámara de Representantes. Dentro del término legal para el efecto y por intermedio de apoderada judicial, el Congreso de la República – Cámara de Representantes descorre traslado de la demanda, oponiéndose en forma tajante a la prosperidad de las pretensiones elevadas en la demanda al estimar que “no se dio ni está demostrada la omisión que se endilga al Congreso de la República – Cámara de Representantes, con fundamento en la cual se depreca tal declaración de responsabilidad”. Para asumir tal postura, se refiere a los hechos del libelo introductor señalando que existe una “falla de técnica jurídica” en este acápite, en tanto “se confunden hechos, apreciaciones y pretensiones”. Pese a lo anterior, aduce que varios de ellos no le constan, por lo que no le corresponde pronunciarse sobre los mismos, solicitando que se prueben durante el trámite procesal a surtirse. También hace mención a que en los hechos se registra la conducta u omisión de otros sujetos procesales ajenos a la Corporación legislativa. Frente al hecho 18 señala:

“(…).

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En el caso subjúdice (sic), no está probado el daño supuestamente sufrido por los demandantes. De otro lado, no existe conducta dañina imputable a la Cámara de Representantes, ni por acción, ni por omisión. Luego entonces, es imposible predicar un nexo de causalidad entre la conducta de la Cámara de Representantes y el perjuicio que alegan los demandantes haber sufrido. Por otro lado debe señalarse que en el acápite de hechos, el apoderado de los convocantes hace una simple mención al Congreso de la República, manifestando en los términos generales (sic) que le Corresponde al Congreso, representar al pueblo y cita textualmente el artículo 113 de la Constitución Política de Colombia. Al respecto es importante señalar que a partir de dicha afirmación no es posible deducir imputación al Congreso de la República, que lo haga responsable de reparar el daño que los convocantes manifiestan haber sufrido. No existe ninguna relación entre las funciones generales desarrolladas por el Congreso de la República con el presunto daño que sufrieron los convocantes al depositar dineros en una sociedad que fue intervenida por el Estado. (…).”

Como “argumentos jurídicos” expuso, básicamente:

“1. La tridivisión (sic) de los poderes en las democracias modernas significa un sistema de pesos y contrapesos que equilibra el ejercicio del poder. La rama legislativa representada por el Congreso de la República crea las leyes que considera pertinentes dentro de una sociedad. En el caso sub júdice se encontraba vigente el artículo 316 del Código Penal, el cual como sabemos solo puede ser emitido por el Congreso – Cámara de Representantes. Luego no existía un vació jurídico u omisión de funciones por parte del Congreso de la República para legislar este tipo de actividades. 2. el demandante en el numeral 18 de la demanda cita el artículo113 de la Constitución Política (C.P.) fuera de contexto y confunde la tridivisión (sic) de poderes con el control político que es preceptuado en el artículo 114 de la C.P., lo cual evidencia una falta de argumentación jurídica y de coherencia en su cargo contra la Cámara de Representantes. 3. El control político nunca se ejerce sobre las actividades de los particulares que realizan un negocio jurídico como equivocadamente afirma el demandante. CONCLUSIÓN NO HUBO OMISIÓN DE FUNCIONES DEL CONGRESO DE LA REPÚBLICA, YA QUE NO ES PARTE DE SUS FUNCIONES CONTROLAR LAS ACTIVIDADES DE LOS PARTICULARES (sic). 4. El demandante argumenta que existe una responsabilidad política por parte del Congreso de la República. “aún, si (sic) previo juicio”, afirmación que no es otra cosa que una violación al debido proceso ya que se pide que se condene al demandado sin haberlo oído y vencido en juicio. 5. Así mismo, se puede concluir que la responsabilidad política, es un mecanismo que le permite al “Congreso ejercer un control sobre la actividad del

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ejecutivo, para orientar la actividad estatal de acuerdo a los parámetros que exige la Nación y la sociedad”. 6. Inexistencia de los elementos que permiten precisar la responsabilidad extracontractual del Estado, en consecuencia no hay daño, no hay acción ni omisión causante del supuesto daño, no hay nexo causal.”

Finalmente, señala como “conclusión jurídica del cargo”, que no existió omisión de funciones por parte del Congreso al haberse demostrado que la actividad de captación ilegal de dineros está preceptuada en el Código Penal. Estima además que “no existe responsabilidad política en sede judicial” y que “si existe omisión de funciones en sede administrativa corresponde al Ejecutivo salir a responder”. 1.3.2. La contestación del Ministerio de Hacienda y Crédito Público. Dentro del término legal para el efecto, el Ministerio de Hacienda y Crédito Público descorrió el traslado de la demanda, deprecando a esta Judicatura que se denieguen las pretensiones de la demanda y que a su vez se declare la prosperidad de las excepciones propuestas y se condene en costas a la parte demandante. Para ello se pronuncia sobre los hechos de la demanda señalando que los mismos no le constan y deben probarse, al mismo tiempo que considera que varios de ellos no son argumentos fácticos sino que se tratan de alegatos, solicitudes y afirmaciones de la parte demandante. Como medios exceptivos propone los siguientes: a) Inexistencia de nexo causal entre el hecho y el daño aducido. Responsabilidad de un tercero y del riesgo asumido por el perjudicado. Para fundamentar esta excepción, básicamente adujo:

“Los demandantes arguyen que una supuesta omisión por parte de las entidades públicas aquí demandadas respecto del cumplimiento de sus funciones constitucionales y legales, habría generado el prejuicio concerniente a la pérdida de los dineros que entregaron voluntariamente a las captadoras ilegales de dineros. No existe relación entre tal hecho y tales perjuicios. Pues cualquier detrimento en el patrimonio de los solicitantes fue producto de su propia actividad riesgosa y la conducta de las captadoras ilegales. (…). En ese sentido vale la pena resaltar que en la demanda no se encuentra manifestación alguna respecto de cuáles de las funciones que desarrolla el Ministerio de Hacienda y Crédito Público fueron supuestamente omitidas, con lo cual se pueda concluir que esta entidad pueda ser llamada a atender sus pretensiones. Como Usted conoce señora Juez, el desconocimiento de la ley no es excusa, motivo por el que en tratándose de la captación de recursos del público, es claro que la propia Constitución señala que esta es una actividad que debe ser

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ejercida con previa autorización estatal, razón por la cual, fue bajo su propio riesgo y culpa que los demandantes entregaron sus recursos a una persona natural o jurídica que los captó de forma masiva muy a pesar de lo sospechoso que pudiere parecer la exorbitante ganancia ofrecida. (…) Ahora bien, si, efectivamente, la parte actora ha sufrido un daño, cualquiera que sea su entidad, el mismo no tendría la calidad de antijurídico, por cuanto, quienes lo sufrieron se expusieron voluntariamente a él y consecuencialmente, están en el deber jurídico de soportarlo, por ello, no existe fundamento jurídico alguno para reclamar su indemnización por parte de mi poderdante. (…). Así, las cosas, resulta claro que en el presente caso nos encontramos frente a lo que la doctrina arriba citada denomina como “excepción de riesgo tomado” puesto que la parte actora actuando libremente decidió conscientemente aceptar el riesgo que implicaba confiar sus recursos a entes como el identificado en la demanda, con miras a percibir beneficios extraordinarios inexplicables. No puede presentar los daños que se hayan generado como producto de ese proceder, como si tuvieran la entidad de daños antijurídicos a cuya compensación deba ser llamado el patrimonio de todos los colombianos. La culpa de la víctima que resulta evidente en el presente caso, es aceptada por la doctrina y por la jurisprudencia como una causa extraña que tiene como efecto la ruptura del nexo causa. (…).

b) Ausencia de responsabilidad del Gobierno Nacional – Ministerio de Hacienda y Crédito Público. Constitucionalidad y legalidad de sus actuaciones. Inexistencia de la omisión alegada. Para fundamentar esta excepción, explica este sujeto procesal que el Estado inició en forma oportuna las investigaciones del caso con motivo de la captación de dinero por personas naturales que no tenía autorización para ello. Estas actuaciones fueron especiales, en algunos casos lograron verificar la configuración de causales de captación, lo que permitió la intervención estatal a través de medidas cautelares preventivas cuando a ello hubo lugar. De estos argumentos colige que “No es cierto que haya existido una intervención tardía del Estado, ni mucho menos que se haya esperado el colapso económico para tomar las medidas tendientes a frenar los efectos negativos producto de dicha actividad ilegal.”. Finalmente hace hincapié en que la H. Corte Constitucional avaló la constitucionalidad de la declaratoria de emergencia ordenada por el Gobierno Nacional “por lo que apoyados en una posición que proviene del órgano dispuesto por la Constitución Política para determinar la constitucionalidad de tal estado de excepción, convalidó plenamente las actuaciones adelantadas en ese sentido.” 1.3.3. La contestación del Congreso - Senado de la República.

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En el término legal para el efecto, la entidad Congreso – Senado de la República, descorrió traslado de la demanda expresando que se opone a todas y cada una de las pretensiones elevadas en la demanda. Para lo anterior hace referencia a los hechos de la misma en el sentido de estimar que no le constan y que por tanto deben ser probados en el transcurso del proceso. Además también señala que dentro del acápite de los argumentos fácticos, también se incluyeron consideraciones jurídicas del accionante. También respecto al hecho 7, estima que “no existe omisión por parte del Estado y menos por parte de la Nación – Congreso de la República, por cuanto el daño no fue ocasionado por esta corporación, ni tampoco intervino dentro del proceso de captación de dineros.”. Manifiesta que en efecto las funciones y competencias de las entidades demandadas están circunscritas en la ley, pero que en la demanda no se describe, en qué ha consistido la trasgresión a las mismas, bien sea por acción u omisión, siempre en referencia a la regulación y/o desarrollo de las actividades atinentes a las entidades receptoras de los recursos que entregaron los demandantes. Como “fundamentos de la defensa”, remembra la división y funciones constitucionalmente asignadas a la Rama Ejecutiva y a la Rama Legislativa del Poder Público para aducir que le corresponde al Congreso la regulación de la actividad financiera y bursátil, por lo que se han expedido las leyes 35 de 1993 (derogada por el Decreto Ley 663 de ese mismo año) y la ley 965 de 2005, dando cumplimiento al artículo 150 Superior, por lo que “hay ausencia de daño del Congreso de la República”. Añade que no existe relación funcional de los hechos de la demanda con la actividad legal asignada a esa Corporación, por lo que “las funciones asignadas al Congreso de la República nada tienen que ver con los aparentes daños antijurídicos acaecidos en cabeza de los accionantes, los cuales no se encuentran demostrados ni probados por el apoderado de la parte actora”. Por otra parte resalta los eventos en que la jurisprudencia ha determinado la configuración de la “omisión legislativa”, a saber:

“1. Cuando el Congreso de la República se hubiese abstenido de expedir una norma encaminada a ejecutar un deber concreto establecido por el constituyente. 2. Cuando expide una ley que si bien desarrolla un deber impuesto por la Constitución, favorece a ciertos sectores y perjudica a otros. 3. Cuando se haya adoptado un precepto que corresponde a una obligación constitucional, pero excluye expresa y tácitamente a un grupo de ciudadanos de los beneficios que otorga.”

Partiendo de ese entendido, señala que en este caso no se presenta esta figura jurídica respecto de la captación de dinero al público, pues se han expedido las normas de regulación de las actividades financieras y bursátiles y no se ha pretendido favorecer a ciertos sectores.

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Por otra parte, explica que el daño alegado por los demandantes, es un daño incierto en tanto el daño descrito en la demanda ostenta las características de particularidad y de correspondencia para con una situación jurídica legalmente protegida, por lo que no es posible acceder a la declaratoria de responsabilidad. Por otra parte asevera que:

“En la demanda no se concreta cuál es el daño antijurídico en la (sic) que incurrió el Congreso de la República, mucho menos se prueba, carga que es exclusiva del demandante, por lo que insistimos, la demanda por la ausencia de este requisito no está llamada a prosperar. Destacamos desde ya, la ausencia de nexo causal como requisito de la responsabilidad del Estatal, entendiendo que la actividad legislativa no es la causa del supuesto daño sufrido por los demandantes. (…). En ese orden de ideas, las personas que invirtieron dineros en las pirámides no soportaron un daño antijurídico en la medida que a pesar de las múltiples advertencias de los entes competentes para que no invirtieran sus recursos en las pirámides, conscientemente lo invirtieron, por lo que bien se puede afirmar que existe culpa de los particulares víctimas de las pirámides; situación que excluye la responsabilidad del Estado en la causación del daño. (…). Visto entonces, concluimos que no se dan los presupuestos para la responsabilidad del Estado, tales como, existencia y prueba del daño antijurídico en cabeza del Senado de la República, NEXO CAUSAL entre la actividad del Senado de la República y los hechos señalados por el demandante. (…).”

Como medios exceptivos propone: a) Falta de legitimación en la causa por pasiva. Fundamento de esta excepción aduce que la entidad que representa es ajena a los hechos expuestos en la demanda, dado que ha cumplido con el mandato constitucional de la actividad legislativa y los fácticos no guardan relación con el accionar de esa Corporación. b) Inexistencia del daño. Estima que el daño supuestamente causado por el Congreso, “no se encuentra determinado por el actor ni probado dentro del proceso”. c) Falta de competencia. Estima que conforme lo determina el artículo 134 B numeral 6° del C.C.A., la cuantía de la demanda supera el monto de $643.920.000, por lo que esta Judicatura “carece de competencia por la cuantía de la demanda”. 1.3.4. La contestación de la Superintendencia de Sociedades.

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En el término legal para el efecto, la Superintendencia de Sociedades descorrió traslado de la demanda oponiéndose a todas y cada una de las pretensiones de la demanda. Respecto de los hechos de la demanda, señala: - Sobre el primero, estima que es “parcialmente cierto”, en tanto es verídico que los demandantes depositaron dineros en las señaladas captadoras ilegales., sin embargo “no es cierto que DRFE y DINERYA fueran empresas y/o sociedades, eran establecimientos de comercio y sobre ellos no tenía, conforme las normas entonces vigentes, injerencia alguna la Superintendencia de sociedades…”. Respecto a las captadoras que se “camuflaron como sociedades”, arguye que conforme lo estima el artículo 333 Superior, la actividad económica y la iniciativa privada son libres, por lo que por regla general, sobre ellas “no se pueden exigir autorizaciones y requisitos para su ejercicio…”, regla que tiene su excepción en la actividad financiera, toda vez que “de la misma se deriva el carácter de interés pública que ostenta dicha actividad de acuerdo con el artículo 335 de la Constitución Política”. Explica que estas captadoras concibieron un objeto social bajo el “ropaje” de sociedades, primer peldaño “en la escalera ilegal que concibió para disfrazar la captación de dinero del público”. Añade:

“En efecto, el objeto social estaba conformado por las actividades que en resumen se describen a continuación: 1) La compra y venta de toda clase de electrodomésticos, vehículos, muebles y equipos para hogar y oficina, medicinas y productos naturistas; 2) La importación y exportación e intermediación de los productos antes citados; 3) La representación y agenciamiento de empresas nacionales y extranjeras mediante participación directa o asociada, dedicadas a las actividades conexas con las anteriores; 4) La comercialización de productos veterinarios, plantas y productos agrícolas como alimentos y plantas medicinales; y 5) La importación y exportación, reparación, ensamblaje de equipos de oficina. En tal virtud la capacidad de la nombrada compañía se circunscribía al desarrollo de la empresa o actividad prevista en su objeto, incluidos los actos directamente relacionados con el mismo y los tengan (sic) como finalidad ejercer los derechos y cumplir las obligaciones, legal o convencionalmente derivadas de la existencia y actividad de la sociedad. Común a los literales A y B, en el sentido de que las captadoras ilegales ofrecían jugosos intereses, es un aspecto que nos permite llamar la atención en el sentido de que ante lo exorbitantes que resultaban los rendimientos ofrecidos (estaban por fuera del mercado bancario), los actores no tomaron medidas mínimas de prevención y sospecha, máxime cuando el Estado, a pesar de su fuerza, no puede entrometerse en la órbita de los privado, y decirle a cada uno de los demandantes que hacer con sus bienes, o lo que es igual “evitar que los ciudadanos actúen en contra de sus propios intereses y se hagan daño”, pues no le está permitido, además de imposible, indicarles si determinada actividad suya está bien o mal.

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Pero en gracia de la claridad, fácil, ese Estado siempre les ha dicho qué instituciones están autorizadas para captar dineros del público y que la captación ilegal es un delito. (…).”

Aduce que del acuerdo de voluntades celebrado entre demandantes y las captadoras, el cual está reconocido en la demanda, es lógico extraer que tanto unos y otros obraron en pleno ejercicio de su “conciencia” y su voluntad libre, en aras de crear, modificar, extinguir, transferir derechos u obligaciones, o producir otras consecuencias jurídicamente relevantes. Por tanto, el daño ocasionado a los demandantes “tiene origen en su propia culpa”. Añade que la voluntad de las partes tuvo como elemento subjetivo la intención de engañar “(pagar y obtener intereses por fuera del mercado bancario)”, por lo que “cabría preguntarse si ¿existe causa y objeto lícitos?”. Respecto al descalabro financiero que sobrevino, estima que el mismo no fue causado por la falta de control de las actividades de captación, sino como consecuencia “de las argucias de las captadoras ilegales, sin que efectivamente estuvieran autorizados válida y legalmente para realizar este tipo de operaciones y de la camaradería para con ella por parte de los accionantes.”, por lo que ahora no pueden los demandantes venir a alegar su propia culpa en su favor, rompiéndose así el nexo de causalidad entre el daño y la supuesta falla. Resalta la falta de previsión de los demandantes, ante las reiteradas y públicas advertencias que efectuó el Estado al respecto, entregando hasta el mes de noviembre el dinero a estos establecimientos comerciales. Habla de una exposición de sus recursos a pesar de que la comunidad nacional había sido alertada el particular. “Es decir, no valieron todas las actividades de prevención desplegadas por el Estado, cuyo público conocimiento y amplia difusión debieron disuadirlos de entregar sus recursos a quienes no están facultados para captarlos.” - Sobre el segundo, señala que no le consta y que lo que pretende la parte demandante es “escudriñar” en el comportamiento negocial de “más de 40 millones de habitantes del país, lo cual resulta a todas luces inconcebibles e imposible”. - Sobre el tercero y el cuarto, estima que “no es cierto”, más explica que la inscripción en la Cámara de Comercio es un requisito legal pero no implica autorización alguna “por expreso mandato del artículo 333 superior”. - Sobre el quinto hecho manifiesta que “no le consta” que los inversores hubiesen sido funcionarios públicos y añade que respecto a los decretos de emergencia social, estos fueron expedidos “como reacción a que a pesar de la prohibición manifestada en la ley, y la adopción por parte de las autoridades administrativas de diversas acciones y medidas en todo el país, se incrementó el fenómeno de la captación masiva bajo distintas modalidades y mediante sofisticados sistemas que dificultaron, con las normas existentes, la intervención de las autoridades competentes sobre tales actividades ilícitas, con lo que se logró alcanzar dimensiones increíbles que no tenían antecedentes en el pasado.”

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Transcribe gran parte del texto de lo que llama sentencia “C-122 de 1997 (sic)”. - Sobre el hecho 6° señala que “no me consta”. - Sobre el hecho 7° estima que no es cierto “que el Estado haya sido omisivo”, pues por el contrario, desarrolló sus funciones con observancia de la normatividad vigente, solo que este fenómeno “logró alcanzar dimensiones increíbles que no tenían antecedentes en el pasado”. Añade que:

“… las visitas realizadas inicialmente por la Superfinanciera y luego por mi defendida, conllevaron a que el Gobierno Nacional publicara en distintos diarios del país avisos y advertencias al Público, previniendo e informando a la ciudadanía en general, que debían abstenerse de colocar sus recursos en entidades no autorizadas para captar recursos del público, tal como se indica a continuación:

Fecha Medio 23 de diciembre de 2006 El Tiempo 24 de diciembre de2006 El Tiempo 30 de diciembre de 2006 El Tiempo 31 de diciembre de 2006 El Tiempo 17 de septiembre de 2007 El Tiempo 20 de septiembre de 2007 Llano 7 días 29 de septiembre de 2007 Nuevo Putumayo 9 de octubre de 2007 El Tiempo 11 de octubre de 2007 Llano 7 días 15 de octubre de 2007 Nuevo Putumayo 27 de enero de 2008 El Tiempo 28 de enero de 2008 Portafolio 29 de abril de 2008 El Tiempo 17 de noviembre de 2008 El Tiempo

(…). Al 7.1.: Resulta paradójico el alcance que pretenden darle los demandantes veladamente al artículo 2° Superior, al querer negar la capacidad que les es propia a cada uno de ellos; igualmente que en forma voluntaria entregaron sus dineros y la camaradería existente para con las captadoras, razón por la que se vio en la imperiosa necesidad el Estado, dentro de la potestad que le otorga la Carta Fundamental, de declarar el Estado de emergencia social (Decreto 4333 de 2008). Así las cosas, se convierte en hecho notorio que no querían que ese Estado los protegiera en sus bienes (artículo 2° constitucional), no les importaba incumplir la ley a pesar de estar obligados a ellos (artículo 6 ibídem) y menos les interesaba el riesgo que corrían, a pesar de lo que sostenido por ellos mismos en los hechos 1, por lo que no existe responsabilidad alguna por parte de las demandadas. (…)”

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- Sobre el 8°, señala que se trata de apreciaciones subjetivas del demandante. Además, explica que si existían normas que regulaban la actividad de captación de dinero del público, tal como el Decreto 1981 de 1988, que permitía el control de la Superfinanciera de Colombia pero solo a partir de la verificación de un número de obligación no superior a 20 y “a partir de obligaciones registradas en los estados financieros en función de la proporción de obligaciones para con el público patrimonio de la empresa captadora.”. Añade:

“En el caso de la Superintendencia de Sociedades, dicha circunstancia no fue la excepción, máxime cuando sus atribuciones no estaban dirigidas de manera precisa a intervenir en el fenómeno de la captación masiva no autorizada de recursos del público en cabeza de sus supervisados. En consecuencia, la actividad de los captadores no autorizados, se convirtió en una amenaza nacional, proliferando y causando daño primero en apartadas regiones y luego en las mismas ciudades capitales, a la vista de todos, de manera notoria y ostensible sin que las autoridades tuviesen las herramientas legales que les permitiesen controlar y eliminar el fenómeno En tal virtud, la actividad se constituyó en un hecho imprevisto y sobreviniente que perturbó en forma grave e inminente el orden social del país, que no pudo ser controlada con los mecanismos jurídicos y administrativos existentes, situación que determinó la declaratoria de emergencia social mediante Decreto 4333 de 2008, a cuyo amparo fueron decretadas urgentes medidas dirigidas a conjurar la crisis.”

- Sobre el hecho 9 estima que “no es cierto tal como se demuestra en o hasta aquí descrito”. - Sobre el hecho 10, 11 y 12 estima que no son hechos sino apreciaciones del actor. - Respecto al hecho 13 aduce que es una apreciación subjetiva del accionante, sobre la que explica que DRFE y DINERYA eran establecimientos de comercio sobre los que la Superintendencia de Sociedades no tenía ninguna función legal. En lo que atañe a “Multinversiones de los Andes EU, Mar del Plata LTDA y Mundo Divisas FX EU y DMG”, manifiesta que, conforme a lo registrado como su objeto social, la Superintendencia de Sociedades “no autorizó ni aprobó el funcionamiento de estas captadoras ilegales”. Añade que pese a lo anterior, esta entidad realizó numerosas actuaciones encaminadas no solo a verificar la existencia de la captación ilegal o no autorizada de recursos del público y a tomar las medidas pertinentes para el caso, sino también a alertar al público en general sobre los riesgos de invertir en estas entidades, siendo entonces los mismos demandantes quienes asumieron el riesgo que posteriormente implicó la pérdida de sus capitales. Hace énfasis en que esta entidad se enteró de la actividad de DMG con ocasión de la diligencia de “toma de información practicada a ésta el 2 de abril de 2008, ordenada por Oficio No. 300-000111 de la misma fecha, en ejercicio de las facultades entonces conferidas por la Ley a la Superintendencia”, quien ejerció sus funciones de vigilancia y control, siendo carente de atribuciones “para calificar la legalidad o ilegalidad de la actividad

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comercial de las empresas intervenidas antes de la expedición de los decretos de emergencia social”. Estima también que no puede pensarse que la entidad “coadministre las sociedades” pues tal atribución nunca ha estado entre las de su resorte incurriendo en extralimitación de haberlo hecho. Aduce:

“Así las cosas, tal y como se puede observar y muy contrario a lo afirmado por los actores, al paso de que el Estado fue y ha sido extremadamente acucioso en el ejercicio de sus funciones constitucionales y legales también es cierto que a los directos interesados aquello no les importó, razón por la que no pueden ahora venir a alegar a su favor su propia culpa, aspecto que permite romper el nexo causal entre el hecho del mal denominado ahorro y el daño que dicen los demandantes haber sufrido.”

- Sobre el hecho 14 estima que es una apreciación subjetiva del demandante. - Sobre los hechos 15 a 21, aduce que no son hechos sino apreciaciones e interpretaciones del demandante. - Sobre los hechos 22, 23 y 24 estima que son ciertos. Sin embargo aclara que se atiene al tenor literal de los actos y que no le consta que “lo que se dispone en relación con el Consejo de Estado.”. Como razones de la defensa señaló básicamente: 1) La captación de dineros del público es una actividad que lleva a cabo la banca bajo expresa autorización de la Superintendencia financiera, previo cumplimiento de los requisitos de ley, conforme a lo dispuesto en el artículo 335 Superior. Así se ha ratificado en la jurisprudencia de la H. Corte Constitucional, en la que se ha dado prevalencia al interés público económico y la confianza en el sector financiero. 2) Esta entidad ostenta las funciones de inspección, vigilancia y control de las sociedades mercantiles, conforme a lo dispuesto en el artículo 121 Superior, 82 de la Ley 222 de 1995, Decreto Ley 1080 de 1996 y Decreto 4350 de 2006. Esta normatividad delimitaba el rango de acción a las sociedades comerciales y no a los establecimientos de comercio, hasta la expedición de los decretos de emergencia generados a raíz del fenómeno de captación masiva e ilegal de dinero. Explica que solo hasta la expedición de la normativa de emergencia social, la Supersociedades adquirió el poder para intervenir “en los negocios, operaciones y patrimonio de las personas naturales o jurídicas que desarrollan o participan en la actividad financiera sin la debida autorización estatal, con atribuciones suficientes para ordena la toma de posesión de los bienes, haberes y negocios de dichas personas con el objeto de restablecer y supervisar el interés público amenazado”. Explica que la misma normatividad impuso un “régimen de transición” para aquellas actuaciones que fueron remitidas ante el Juez Civil del Circuito por parte de la Superfinanciera “para aquellos casos en los cuales el Juez no hubiere asumido conocimiento”.

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3) Nuevas funciones de la Superintendencia de Sociedades a raíz de la declaratoria de emergencia social. 4) “El modus operandi”: Señala que las operaciones no estaban “concentradas en un solo punto geográfico, sino que se distribuyeron en muchas localidades a las que llegaron, captaron y se fueron, siendo en varios de los casos muy volátil su presencia, y desde luego siempre con el objeto de no dejar rastro de sus actividades ilegales eludiendo de este modo la acción de las autoridades de supervisión.”. Añade que hubo una falta de información en tanto los clientes de los captadores ilegales no interpusieron queja alguna sobre estos establecimientos y fue con la adopción de las medidas cautelares del caso, que las mismas se presentaron. También estima que se presentaba falta de pruebas, pues cuando se efectuaban las visitas por parte de la autoridad de control y vigilancia, no existían libros contables o demostración de las conductas realizadas, los estados financieros no eran preparados conforme a la ley y por ende no quedaba evidencia haciendo los resultados de las inspecciones muy limitados. A ello le suma la “falta de colaboración ciudadana” para con los supervisores. Igualmente se presentaba también una “apariencia de legalidad”, pues algunos de los captadores efectuaban pago de impuestos y cumplían con la exigencia de inscripción en el RUT u obtención de NIT, lo que daba visos de legalidad a su actividad de captación de dineros del público. Aduce:

“(…). De manera que fue la crisis social la que generó el derrumbamiento masivo de las pirámides, así como la insuficiencia de normas para conjurar las causas de la crisis expuesta, aspectos que dieron lugar a que el Gobierno Nacional se viera en la necesidad de declarar el Estado de Emergencia Social, con fundamento en el cual se expidió una nueva reglamentación para detener la captación ilícita, origen de la crisis social, así como sancionar de manera efectiva a los responsables causantes de los prejuicios con el ejercicio de la actividad ilegal. Por otra parte, repito, ante la insuficiencia de mecanismos efectivos para atacar las causas, el fenómeno y los efectos de la captación masiva e ilegal una vez el Estado hubiera dispuesto de medidas de intervención para la devolución de los recursos, estaba centrada en la Ley 35 de 1993 y Decreto 1228 de 1996, normas que le asignaban al juez civil del circuito (sic) del domicilio de la persona objeto de las medidas, su conocimiento, lo que hacía supremamente demorado y complejo el proceso de devolución de los dineros captados del público en forma ilegal, toda vez que dichas autoridades debían aplicar el dilatado procedimiento concursal para la tramitación e impulso de todas las gestiones de pago y devolución de recursos. Igual circunstancia se predicaba de la función que tenía que ver con el adelantamiento de los procesos de liquidación de las operaciones ilegales, o la liquidación del patrimonio social de la persona natural o jurídica. (…) En cuanto concierne con la proscripción penal de la conducta, se echaba de menos en el Código Penal colombiano una sanción efectiva que se erigiera en un mecanismo disuasorio de la comisión de la conducta por lo cual se requería

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de una sanción que excluyera la posibilidad de aplicación de penas sustitutivas como la prisión domiciliaria o beneficios como la suspensión condicional de la ejecución de la pena y de la sustitución de la ejecución de la pena; en fin, hacía falta una acción estatal excepcional e inmediata que incursionara en el ámbito penal frente al fenómeno de la captación no autorizada de dineros. La conducta se encuentra de tiempo atrás tipificada en el Código Penal, lo que indica que la norma represiva en las condiciones previstas antes de la Emergencia no estaba cumpliendo con uno de sus propósitos fundamentales cual es el de desalentar la comisión de la conducta.”

6) Fraude a la ley y abuso del derecho. 7) Inexistencia de un nexo causal entre las funciones que de acuerdo con la Constitución Política y la Ley le han sido asignadas a la Superintendencia de Sociedades y demás entes demandados y los hechos de que dan cuenta los actores. Sobre el tema explica:

“Es evidente con lo hasta aquí escrito que no existe relación de causalidad entre las funciones constitucionales y legales a cargo de la Superintendencia de Sociedades, de cara a la proliferación de personas dedicadas a la captación ilegal de dineros del público y el riesgo aceptado por los demandantes al entregar sus dineros a las captadoras ilegales, sin observar o siquiera intuir, la posibilidad de resultar perjudicados cuando entregaron sus dineros por el desarrollo de una actividad sin contar con autorización. En consecuencia, no son las demandadas, entre las que se encuentra la Superintendencia de Sociedades, responsables por los daños que DRFE hubiese podido ocasionar a los distintos demandantes. La responsabilidad que se pretende declarar supone de una parte la demostración de la supuesta “indiferencia, despreocupación, pasividad” u omisión por parte de la entidad estatal en el ejercicio de sus funciones y de otra, que dicha omisión contemple los elementos que estructuran la responsabilidad de que trata para las acciones de grupo de la ley 472 y si se quiere, el artículo 86 del Código Contencioso Administrativo. (…). En resumen, no se dan los presupuestos de la responsabilidad como quiera que: - No existió falla en el servicio, es decir, hecho alguno objeto de reproche atribuible a la demandada. Es más, dentro de las facultades que tenía antes de decretarse el estado de excepción, la misma actuó conforme a derecho. - Inexistencia de daño o perjuicio que dicen haber sufrido los actores por ese hecho, dado que la pérdida se debió a su decisión voluntaria de invertir dineros en captadoras ilegales bajo el sofisma de acrecentar sus recursos con base en utilidades exorbitantes.

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- Inexistencia de una relación de causalidad entre los dos anteriores, o sea que el prejuicio que dicen haber sufrido no tiene como consecuencia cierta e inevitable del hecho perjudicial imputado a la administración. Por tanto los presupuestos de responsabilidad del Estado son a todas luces inexistentes, como quiera que no se advierte la ocurrencia de una falla derivada de un funcionamiento defectuoso de la administración y mucho menos puede predicarse la verificación de un daño y de existir alguno, éste no podría atribuirse a mi representada. Ahora, no puede pretenderse que a través de un proceso como este, el Estado devuelva a los demandantes las sumas de dinero que entregaron a las captadoras ilegales en tanto que mediante Decreto 4333 de 2008, el Gobierno Nacional estableció el procedimiento específico para tal efecto. Es claro que a través del mencionado decreto el Gobierno declaró la Emergencia Social al amparo del artículo 215 de la Carta Política, y diseñó un procedimiento especial de devolución de dineros, con fuerza de ley, gobernado por criterios de devolución de orden público, que no pueden ser administrados facultativa ni discrecionalmente por la Superintendencia de Sociedades ni por el Agente Interventor designado para el efecto. (…). 9) En conclusión: 9.1. De las pruebas que arrimaron los demandantes, se encuentra que los formularios, recibos y demás, tienen una fecha de expedición posterior a las alertas emitidas por el Gobierno Nacional desde el año 2007. 9.2. Los accionantes se dejaron llevar por jugosos ofrecimientos y entregaron voluntariamente sus recursos económicos para la obtención de aquellos, aspecto por el que no puede predicarse responsabilidad alguna del Estado a través de la Superintendencia de Sociedades, pues aquel, aún con su poder que ostenta (Sic), no puede entrometerse en la esfera de lo particular. 9.3. Las supuestas utilidades que recibirían los accionistas conlleva a decir que: 1) Tenían conocimiento sobre los porcentajes de utilidades que les decían iban a recibir: 2) no les importaba el riesgo que dicha operación comportaba. 9.4. Los mecanismos jurídicos ordinarios con que contaban las demandadas, resultaron insuficientes para controlar la crisis, pues pudieron ser burlados por los captadores no autorizados mediante las prácticas antes indicadas. 9.5. Frente a la prédica de un eventual descalabro financiero del que pudieron haber sido objeto el grupo de personas demandantes, el mismo no fue resultado de la falta de control a las actividades de captación, sino consecuencia de las argucias de las captadoras, sin que efectivamente estuvieran autorizados válida y legalmente para realizar este tipo de operaciones. 9.6. Se trató de un fenómeno sobreviviente e imprevisto que desde su apariencia de legalidad desafió toda la institucionalidad impidiendo y dificultando la

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actuación de las autoridades, lo que generó abuso del derecho y fraude a la ley al ejercer actividades financieras en forma irregular. 9.7. No puede la Superintendencia de Sociedades responder por situaciones excepcionales que justamente dieron lugar a medidas de igual talante, las que dicho sea de paso fueron adoptadas oportuna y eficazmente. (…).”

Como medios exceptivos propuso: 1. Falta de legitimación en la causa por pasiva. 2. Falta de requisitos formales de la demanda e indebida acumulación de pretensiones. 3. Inexistencia de todos los elementos constitutivos de la responsabilidad. 4. Inexistencia de un daño cierto. 5. Inexistencia de daño antijurídico por cuanto la demandante se expuso voluntariamente a los perjuicios. 6. Inexistencia de nexo causal entre el supuesto daño y la supuesta acción u omisión de la Superintendencia de Sociedades. 7. Hecho de un tercero. 8. No existen condiciones que permitan configurar la violación del principio de confianza legítima. 9. Inexistencia de omisión o falta por parte de las entidades públicas por cuanto los hechos a los que se refiere la acción constituyen una situación extraordinaria y sobreviniente frente a la cual fue necesario decretar la emergencia social. 10. Petición antes de tiempo. 11. El Estado actuó partiendo de los instrumentos legislativos con los que contaba para el momento en el que se detectó la existencia de las primeras pirámides. 12. “Improcedencia de la acción de grupo (sic), por subsistir un camino judicial privativo, expedito y excepcional para la devolución de los dineros”. 1.3.5. La contestación de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales “DIAN”. En el término legal para el efecto, la Dirección Nacional de Impuestos y Aduanas Nacionales descorrió traslado de la demanda, oponiéndose a todas y cada una de las peticiones impetradas en la demanda.

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Para ello se refiere a los hechos del libelo genitor, arguyendo que se atiene a lo que se pruebe dentro del proceso, salvo en lo que atañe al hecho 21, al cual califica de “falso”. Sin embargo, hace precisiones como: - Que no es cierto que DRFE sea una sociedad comercial. - Es “irresponsable” calificar de improvisada y atropellada la actuación de las entidades estatales para propender por el interés económico del mismo. - Dejar dinero en depósito “en manos de personas no autorizadas para ello, es responsabilidad propia de cada persona”. - La declaración del señor Suarez al manifestar que canceló $94.000.000.000 en impuestos, “debe ser probada y por la información que reposa en nuestras bases de datos, la información es falsa…”. Finalmente, en el acápite de pronunciamiento sobre los fácticos señaló:

“Pero haciendo claridad que la DIAN, conforme lo dispone el artículo 4 del decreto 1071 de 1999, tiene el siguiente objetivo: “La UAE-DIAN tiene como objeto coadyuvar a garantizar la seguridad fiscal del estado colombiano y la protección del orden público económico nacional, mediante la administración y control al debido cumplimento de las obligaciones tributarias, aduaneras y cambiarias y la facilitación de las operaciones de comercio exterior en condiciones de equidad, transparencia y legalidad”. Es necesario dentro de esta acción, tener en cuenta que el estado no puede responder por el actuar insensato de las personas, cuando en forma voluntaria depositaron sus dineros en unas entidades que no ofrecían el mínimo de garantías para su devolución y mucho menos para que generen rendimientos por fuera del proceso económico normal.”

Como excepciones propuso las siguientes: 1. Inexistencia de responsabilidad por parte de la UAE-DIAN en los presuntos hechos. Estima que “la DIAN como un ente eminentemente técnico (…) no puede tener responsabilidad alguna por el actuar irresponsable de muchas personas que empeñadas en obtener una supuesta rentabilidad irracional, fueron de forma voluntaria a depositar sus dineros en entidades, que ofrecían beneficios salidos del común económico y financiero. 2. Improcedencia de la acción de reparación directa. 3. Inepta demanda. Estima que en el acápite de los hechos no se fundamenta el presunto perjuicio y se hace referencia a situaciones no reales y apartes de prensa, mas en “ningún momento” se sustenta la violación de los fundamentos jurídicos expuestos. “En todo caso, por la carencia de sustento jurídico y argumentación de la violación de las normas presuntamente violadas, consideramos que la demanda es inepta y por lo tanto debe desconocer las pretensiones.”. 4. Prejudicialidad. Reseña que los afectados han tenido la oportunidad de hacer reclamar la devolución de sus dineros debido al proceso de liquidación de las captadoras, iniciado por el Estado con los decretos de emergencia social y demás,

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por lo que resulta improcedente la presente acción. Concluye que el Estado está interviniendo de forma activa en defensa de los intereses económicos de la comunidad a través de la liquidación de las captadoras, “siendo esta una actuación legítima que consulta y acata claras disposiciones constitucionales, tales como las consagradas en el artículo 335 Superior”. Ello adicionado a que el demandante reconoce en el texto introductorio, la existencia de sendas acciones penales que se adelantan por la Fiscalía General de la Nación, “de tal manera que es entonces de reconocer que la responsabilidad por los prejuicios, debe recaer única y exclusivamente en cabeza de quienes captaron en forma irregular los dineros y por consiguiente es contra ellos que deben los accionantes perseguir los presuntos perjuicios que el ansia de dinero los motivó por ingresar sus recursos económicos en empresas que desbordaban los beneficios que cualquier actividad económica lícita podía ofrecer”. 1.3.6. La contestación del Municipio de Ricaurte. En el término legal dispuesto para el efecto, el Municipio de Ricaurte descorre traslado de la demanda. Oponiéndose a la prosperidad de las pretensiones y manifestando que los hechos descritos en la demanda no le constan y deben ser objeto de prueba. Además estima que la mayoría de ellos son apreciaciones del demandante, no hacen referencia al Municipio de Ricaurte el hecho 5° “es falso” en lo que al municipio de Ricaurte atañe. Explica también que los municipios no tienen atribuidas obligaciones de control y vigilancia sobre actividades financieras. Como excepciones propuso: 1. “Ausencia de legitimación en la causa por activa” (sic). Explica que en la legislación aplicable a los municipios no se establece obligación o responsabilidad a los alcaldes en la implementación de políticas de vigilancia y control respecto a las actividades del orden comercial y financiero en su jurisdicción. Añade que:

“En el caso concreto, el Municipio nunca profirió acto administrativo orientado a permitir o aprobar el funcionamiento de ninguna captadora ilegal de dinero (…). Tenemos entonces que como al Municipio d Ricaurte no le asistía la obligación de ejercer ninguna actividad orientada a vigilar, controlar, neutralizar o proceder a pronunciarse sobre las actividades desempeñadas por las captadoras, este no tuvo porqué ser vinculado a este proceso y no tiene porque permanecer, pues se pone en advertencia la ausencia de responsabilidad y título que permita realizar imputaciones en su contra.”

1.3.7. La contestación de la Superintendencia Financiera. En el término legal para el efecto, la Superintendencia Financiera presentó contestación a la demanda en la que se opone a la prosperidad de las pretensiones elevadas en ella y solicita que las mismas se denieguen. Para llegar a esa posición, hace mención a los hechos que se exponen en el libelo introductorio, básicamente aduciendo los siguientes argumentos: - Sobre el primero, estima que no le consta, por no haber tenido injerencia alguna en el negocio privado de los demandantes y las captadoras. Debe probarse. Añade que debe tenerse en cuenta las fechas en que se registra la entrega de los dineros,

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toda vez que de ahí se puede colegir que las mismas fueron efectuadas con posterioridad a las diversas advertencias que las entidades estatales habían hecho sobre los riesgos de esos negocios, e incluso, con posterioridad a la fecha de las intervenciones estatales contra algunos de estos entes captadores de dineros. Aduce también que lo que en la demanda se presenta como “depósitos”, no son tal, dado que en los recibos presentados como prueba, se especifica que los dineros fueron entregados en calidad de “aportes”, cuestión no equiparable a un depósito verificado ante un establecimiento de crédito válidamente autorizado para llevar a cabo este tipo de actividades, tales como la colocación y captación de recursos del público. Partiendo de esa base, estima que se verifica un acuerdo de voluntades relacionado con la actividad mercantil de las personas naturales o jurídicas propietarias de las captadoras, dando una apariencia de “moralidad negocial” en la los demandantes consciente y voluntariamente participaron arriesgando sus dineros “bajo el albur de exorbitantes rendimientos sin precedente alguno en el sistema financiero”. Esta situación explica que no exista un “error de derecho” o “error común bajo el supuesto de una presunta desprotección del Estado”, en tanto la captación de recursos se “mimetizó” para evadir el control legal y con la ausencia de medio de prueba alguno que demuestre que uno de los actores acudió al ente de control y supervisión competente para indagar si estos establecimientos estaban autorizados para realizar operaciones de captación. - Sobre el segundo hecho, estima entre otras argumentaciones, que “no por el hecho de encontrarse cientos de personas haciendo filas a la puerta de un establecimiento para comprar bienes y servicios se extra de entrada el conocimiento certero de que no se estaba en presencia de una operación legal sino ante un fenómeno atroz como lo fue el de la captación ilegal de dineros del público”. Partiendo de ese entendido, añade que la proliferación del “fenómeno de las pirámides” no se propició por la supuesta negligencia u omisión del Estado, sino por novedosos y sofisticados métodos a los que se acudieron. - Sobre los hechos 3 y 4, en tanto señalan que a partir de la inscripción de Cámara de Comercio y registro en el RUT como reconocimiento estatal de una actividad ilegal, explica que ello, “es contrario a la verdad”. Ello, en tanto en las matrículas señaladas no se incluyó la actividad de captación masiva de dineros del público, “… luego si es el grupo demandante el que reconoce haber “depositado” unos dineros en un establecimiento de comercio a sabiendas de que éste no contaba con autorización para realizar este tipo de operaciones financieras de facto está confesando que lo hizo con pleno conocimiento, libertad y voluntad del riesgo que asumía al prestar su concurso en un negocio simulado y que por demás se mantuvo oculto a cualquier control del Estado habida cuenta que tampoco han acreditado haber siquiera indagado ante los entes de control la legalidad de la operación que se les ofrecía.”. Por tanto, al no registrarse la actividad de captación masiva y habitual de dineros del público en la matrícula mercantil, la Superintendencia Financiera no tenía competencia para vigilar estas captadoras - Sobre el hecho quinto, estima que el análisis de constitucionalidad de los decretos de emergencia social, se hizo por la H. Corte Constitucional en sentencia C-135 de 2009 y C-145 de 2009. - Sobre los hechos 7 y 9 anuncia estima que son postulados contenidos en la Constitución, por lo que se atiene a su tenor literal.

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- Sobre el hecho 8, estima que “es premisa que se refuta con los argumentos expuestos en el hecho 1”. - Sobre los hechos 10 a 20, manifiesta que “aquella dispersa e imprecisa relación en modo alguno denota la presunta omisión endilgada a las entidades públicas demandadas es supuesto que debe desestimarse.”. Y añade:

“Para el efecto son suficientemente ilustrativas las razones que a lo largo de este escrito se han expuesto y que en síntesis aluden a que los efectos por las pérdidas del negocio simulado en que los actores arriesgaron sus capitales sólo corresponde a las partes que presentaron su voluntad y consentimiento para mantenerlo oculto a cualquier control legal.”

- Respecto al hecho 21, señala:

“Similar prédica aplica para la lacónica premisa contenida en el hecho 21 de la demanda que simplemente hace alusión a que el Estado y las Cámaras de Comercio incurrieron en falla del servicio por omisión. No obstante lo anterior y al margen de lo señalado sí debe ponerse de presente que no hay lugar a que se responsabilice a mi representada de haber actuado extemporáneamente cuando los actores quienes tenían un conocimiento peno de sus actuaciones y contaban con herramientas propias de control como denunciar la ilegalidad de las operaciones que ese tipo de organizaciones estaban adelantando fueron quienes prestaron su concurso para asegurar que aquellas modalidades subrepticias de captación se mantuvieran al margen de cualquier control legal y que a sabiendas del riesgo que asumían optaron tozudamente por llevar sus rendimientos sin precedente alguno en el sector financiero formal. En consecuencia y si de censura se trata, la misma tendrán que formulársela los mismos actores por prestar su concurso en la entrega de sus dineros bajo la expectativa de “llamativos rendimientos” cuando es de conocimiento público que este tipo de actividades financieras están reservadas por mandato legal a las entidades relacionadas en el artículo 2° del Estatuto Orgánico del Sistema Financiero y sujetas a la vigilancia y control de la Superintendencia Financiera de Colombia. En este punto cabe aclarar que no corresponde al Estado inmiscuirse en el manejo de los negocios propios de todos y cada uno de los asociados y menos cuando aquellos son simulados bajo la apariencia de actividades de diversa índole, ajenas todas ellas a la naturaleza propia de la actividad financiera de captación de recursos con autorización legal previa, reservada y exclusiva de las entidades sujetas a la supervisión y vigilancia de mi representada. (…). Es por ello que en ejercicio de las atribuciones necesarias para impedir la actividad ilegal de las personas naturales o jurídicas que captan, manejan, administran o invierten el ahorro del público sin autorización, la Superintendencia Financiera de Colombia, en ejercicio de sus facultades de alta policía administrativa para la materia en cuestión , y en aras de proteger a

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terceras personas de buena fe, está facultada para adoptar medidas cautelarse que impidan la continuación de dicha actividad. Por tal razón, el modelo de negocio que al amparo de figuras como los aportes, las tarjetas prepago, la compra y venta de bienes y servicios, los mutuos, etc., llegó a promocionarse voz a voz por parte de captadoras ilegales como Proyecciones D.R.F.E. o DMG GRUPO HOLDING S.A. a más de que en apariencia jamás podría corresponder a operación financiera alguna propia de las entidades sujetas a la vigilancia y control de la Superintendencia Financiera nunca tuvieron por objeto la redención de su importe por bienes y servicios; tal la razón para que los entes estatales de supervisión, en el ámbito de sus competencias, hubieren dispuesto las medidas administrativas respectivas.”

Adicionalmente, hace énfasis en que respecto al establecimiento de comercio “Proyecciones D.R.F.E.”, la Superintendencia Financiera llevó a cabo la intervención del mismo mediante Resolución No. 1778 de 11 de noviembre de 2008, mediante la cual decretó una medida cautelar contra el propietario del citado establecimiento en tanto éste “no estuvo jamás autorizado para captar dineros del público”, determinaciones entre las cuales se impusieron multas sucesivas, se suspendió en forma inmediata y definitiva la actividad de captación masiva y habitual de dineros del público, a través de su establecimiento de comercio, se ordenó la liquidación rápida y progresiva de las operaciones ilegalmente realizadas, la devolución de la totalidad de los dineros captado del público sin autorización, la publicación de los establecimientos que no estaban autorizados para captar dineros del público, el registro de la medida en Cámara de Comercio y el traslado del expediente a otras autoridades para lo de su competencia. Así, añade que las actuaciones de los demandantes fueron las que en efecto llevaron a los mismos a recibir el daño que se reclama como resultado de la omisión de las autoridades estatales. Por otra parte, señala que los demandantes informan que la matrícula mercantil de D.R.F.E. se canceló el día 6 de octubre de 2008, siendo por lo tanto de conocimiento de los afectados esta situación, misma que pasaron por alto al efectuar sendos depósitos en fechas posteriores a la cancelación de la matrícula, deviniendo de ahí otro motivo para determinar la responsabilidad propia de los afectados en el daño irrogado. - Sobre el hecho 23 señala que se trata del aval de constitucionalidad de los decretos de emergencia que el Gobierno Nacional expidió a raíz de la situación que se presentó, señalando la H. Corporación que “la proliferación de distintas modalidades de captación o recaudo masivo de dineros del público no autorizados, como la circunstancia fáctica que un número importante de ciudadanos haya entregado cuantiosas sumas de dinero a captadores o recaudadores haya entregado cuantiosas sumas de dinero a captadores o recaudadores en operaciones no autorizadas, y de eta manera haya comprometido su patrimonio”; tuvieron el “carácter de sobreviniente y extraordinario”, dificultaron sobremanera la labor de control de las entidades estatales con las herramientas legales existentes, dadas las proporciones alarmantes que tal fenómeno adquirió, consecuencia de lo cual las medidas adoptadas con ocasión de la declaratoria de emergencia social, además de urgentes resultaron adecuadas y necesarias”.

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- Sobre el hecho 24 reseña que “apenas se advierte que de darse el pago parcial fijado por el Gobierno Nacional, sería abonado a la pretensión original, mas no se indica ni aclara a qué pago se hace referencia ni el concepto del mismo, ni (sic) representada se hace referencia ni el concepto del mismo, ni representada se abstiene de manifestarse”. - Sobre el hecho 25 señala:

“Respecto del hecho 25 en el que se anuncia que todos y cada uno de los demandantes en esta acción de reparación directa agotaron en requisito de procedibilidad previsto en el Decreto 2511 de 1998, la Ley 640 de 2001, la Ley 1285 de 2009 y el Decreto 1716 de 2009, es un hecho parcialmente cierto pues si bien algunos de quienes aquí demandan efectivamente llevaron su pretensión indemnizatoria a conciliación extrajudicial ante la Procuraduría 36 Judicial II Administrativa de Pasto, un grupo de ellos no agotó dicha instancia conforme se puso en evidencia ante la misma Procuraduría en la oportunidad procesal debida y se sustentó en el recurso de reposición que se interpuso ante el Juzgado contra el auto que admitió la demanda y que su Despacho desafortunadamente desestimó.”

Como medios exceptivos propuso: 1) Petición antes de tiempo. Señala que en este caso aún no se puede hablar de un daño consolidado, en tanto la entidad D.R.F.E. entró en proceso liquidatorio que está en curso al momento de la interposición de la demanda. Similar situación se presenta con el grupo DMG HOLDING S.A. que ha sido intervenido por la Superintendencia de Sociedades y se encuentra en proceso de liquidación. Estos procesos liquidatarios se han presentado con de fin de cubrir las obligaciones a su cargo, entre las cuales a los afectados se les puede restituir el dinero que reclaman se restituya en sede judicial, “de todo lo cual resulta claro que el proceso previsto legalmente y a cuya legalidad deben sujetarse todos en nuestro Estado de Derecho garantiza el pago total o parcial de las acreencias, según las disponibilidades de recursos y la gestión del liquidador, lo que reafirma que sólo una vez culmine el mismo se podrá establecer si existe o no saldo a favor de algún acreedor y su cuantía. Así, entonces, mientras dichos proceso no hayan culminado no se puede establecer un perjuicio consolidado y por tanto un daño por reparar.” 2) Inexistencia de un daño cierto. Aduce que los demandantes han omitido su obligación de determinar el daño eventualmente sufrido y tampoco demostraron la cuantía del mismo. Señala que solamente se identificó un estimativo del valor de los perjuicios. 3) Culpa de la víctima. Al respecto señala:

“La responsabilidad por la entrega de dineros a organizaciones no autorizadas para tal fin se debe predicar en primer orden de aquella persona que ante la posibilidad de una ganancia exorbitante asumieron libremente la decisión e invertir sus dineros en organizaciones ilegales, más cuando ya habían sido advertidas de la existencia de tales entidades y de los riesgos de las operaciones que ellas ejecutaban…

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Resulta del caso advertir adicionalmente, que las funciones de inspección, vigilancia y control a cargo del Estado desarrolladas directamente por la Superintendencia Financiera procuran evitar que se concreten, entre otros, los riesgos propias de la actividad de intermediación financiera, lo cual no implica en forma alguna que mi representada esté llamada a ser garante final de los riesgos que supone el desarrollo de la actividad financiera autorizada para los sujetos que en ella intervienen, muchísimo menos cuando provienen o se originan en el ejercicio irregular de dicha actividad. (…). Conforme a la evidencia, es claro entonces que son los propios ciudadanos quienes “motu propio” entregaron sus dineros a las personas dedicadas a ejercer la actividad de captación en forma irregular y no autorizada, sin tomar las medidas mínimas de precaución o cuidado que se requieren en toda negociación; la primera de ellas, constatar previamente si se trataba de una entidad autorizada por la Superintendencia Financiera para captar recursos del público en forma masiva y habitual y la segunda constatar que se trate de una entidad solvente, seria, responsable y diligente, para así evitar el riesgo de perder su dinero. En ese contexto, resulta evidente que en el presenta asunto la responsabilidad de evaluar el riesgo, la seguridad y viabilidad al momento de realizar una inversión corresponde únicamente a cada persona natural o jurídica interesada en la operación, razón por la cual debe verificar la legalidad, idoneidad y solvencia moral de las personas o entidades receptoras de dicha inversión y en especial si cuenta con la correspondiente autorización de las autoridades competentes, con mayor razón si se trata de personas jurídicas que no forma parte del sector financiero. (…). Bajo dichos presupuestos legales es preciso aclarar que si bien es cierto que la Superintendencia Financiera de Colombia tiene dentro de sus objetivos asegurar la confianza pública en el sistema financiero, bursátil y asegurador, protegiendo el interés general y, particularmente el de terceros de buena fe, también lo es que a los inversionistas les corresponde evaluar los diversos riesgos que conllevan sus operaciones frente a un determinado negocio, más cuando se encuentran advertidos, a través de los diferentes medios de comunicación – como aparecerá demostrado durante el curso del presente proceso-, sobre la existencia de personas que sin hallarse autorizadas por el Estado realizan operaciones de captación de recursos del público con el correspondiente nivel de riesgo que ello implica. De ahí que no resulta acertado pretender derivar responsabilidad alguna por parte del ente de control y vigilancia, en la eventual frustración del negocio o defraudación alegada. (…).”

Reseña que conforme al Decreto 2920 de 1982, fundamento del Decreto 1981 de 1988, se fijaron los supuestos normativos de captación masiva y habitual de

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dineros del público, la cual tuvo como propósito penalizar la captación de dineros del público por parte de personas naturales o jurídicas no autorizadas por el Estado, con el propósito de proteger el ahorro del público. Finalmente acota:

“No resulta admisible que hoy, los aquí demandantes, aduciendo desconocimiento de las consecuencias de una operación que libre, consiente y voluntariamente ellos mismos buscaron y ejecutaron bajo simuladas modalidades de negocios jurídicos, pretendan trasladar en terceros, como el Estado, una responsabilidad que sólo a ellos incumbe, bajo el trillado argumento de una supuesta omisión, permisividad, pasividad o demora en la toma de decisión y acciones para evitar la defraudación de que fueron objeto, cuando fue precisamente con ocasión de la modalidad en que se mimetizaron aquellas operaciones y que cada uno expresamente aceptó (según se desprende de los documentos que como prueba de la entrega de dineros se allegaron), que se ocultó a los entes de vigilancia y control aquellas formas de negociación (como es el caso de la actora que entregó dineros a un establecimiento de comercio no autorizado para captar recursos bajo la modalidad de “aportes”), impidiendo de paso el oportuno seguimiento a ese modo operativo y que condujo a la postre, dadas las “exorbitantes ganancias” que a cada uno generaba, a su insostenibilidad y puesta en evidencia, cuando al ver perdidos los recursos entregados, quedaron sujetos a la defraudación de la que hoy se duele y reclaman sea indemnizada por el Estado. (…). Así, dentro del escenario que ha sido expuesto, resulta claro que la Superintendencia Financiera de Colombia no ha sido la causante de las pérdidas sufridas por las personas que decidieron entregar sus dineros a este tipo de organizaciones que en forma irregular y no autorizada captaron tales recursos, pues la causa de la crisis patrimonial alegada por la actora proviene precisamente de su actitud descuidada y negligente, además de excesivamente confiada en relación con el negocio simulado en que decidieron participar…”

4) Imputación errónea del daño. Aduce que los prejuicios, si llegaren a existir, no fueron ocasionados por la Superintendencia Financiera de Colombia, sino por el propietario del establecimiento de comercio que recibió los dineros de los demandantes, “… que bajo matizadas operaciones, se dedicó al ejercicio de captación irregular y no autorizada y como tal, es el agente activo del eventual daño y el pasivo de su resarcimiento. (…). Francamente, constituye un verdadero dislate (que evidencia como tal ausencia total de competencia y rigor técnico por parte de la actora), plantear que el Estado debe ser condenado a indemnizar los perjuicios, derivados de actos contractuales de los particulares, de imposible conocimiento oficial directo. No cabe en ninguna lógica que el Estado se erija en el “seguro” de los particulares para cuando sus negocios 8entre ellos los ilegales) no salgan como sus expectativas de desbordadas ganancias se lo hacían suponer máxime cuando aquellos corresponde a las consecuencias de un negocio simulado que precisamente se ocultó a cualquier control estatal.”

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5) La pretensión indemnizatoria objeto de esta acción, también se está demandando en muchas acciones constitucionales ante diferentes estrados judiciales del país. 6) Cosa juzgada constitucional respecto de los Decretos Legislativos expedidos por el Gobierno Nacional y que entre otras disposiciones sirvieron de referente a la Superintendencia Financiera de Colombia para expedir la Resolución No. 1778 de noviembre 11 de 2008. 7) Falta de legitimación en la causa por activa. Señala que el apoderado judicial que promueve la presente acción carece de facultad expresa para actuar ante la jurisdicción y en consecuencia no está legitimado para reclamar indemnización a nombre de terceros. Explica que el apoderado de los demandantes, no cuenta con derecho de postulación, dado que ninguno de los accionantes otorgó poder para incoar la demanda que ahora se estudia. Lo anterior dado que “… fácilmente se observa que tal requisito (el poder) normativo no se cumple en los documentos allegados para el efecto, pues a más de no ser suficientemente específicos no están dirigidos al juez natural de la causa”. Explica que los poderes están dirigidos al Procurador Judicial para Asuntos Administrativos – Reparto - de la ciudad de San Juan de Pasto, y en ninguna parte están dirigidos a la autoridad judicial. Aduce además que:

“… la adhesión que en ellos se presenta en su encabezado para poder arrimarlos como prueba para la admisión de esta acción de reparación directa fue posterior al otorgamiento y presentación de dichos poderes; una simple y descuidada revisión de tales poderes denota la forma burda en que se intentó encajar la designación del Juez Administrativo Reparto de Pasto a renglón seguido de la autoridad a la cual real y verdaderamente estaban dirigidos.

Finalmente, como razones de la defensa, reitera la posición que se ha descrito tanto en la contestación de los hechos de la demanda, como en la proposición de las excepciones. 1.3.8. La contestación del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Dentro del término legal para el efecto, el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo descorrió el traslado de la demanda, oponiéndose en forma categórica a la prosperidad de las pretensiones en ella elevadas. Para tal efecto, sobre los hechos de la demanda señaló: - Sobre el hecho 1, aduce que debe probarse en tanto no le consta los depósitos que se hicieron por parte de los demandantes. - Sobre el hecho 2, estima que se atiene a lo que se pruebe. - Sobre el hecho 3 y 4 sostiene que debe probase. - Sobre el hecho 5, considera que debe probarse. Sobre el hecho 5.1, explica que se atiene al contenido de las sentencias de constitucionalidad.

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- Sobre el hecho 6, 7, 8 y 9 aduce que deben ser materia de prueba durante el trámite del proceso. Y sobre el hecho 7 también estima que “debe probarse que el Estado tiene que responder por los daños particulares y sociales”. - Sobre el hecho 10 señala que no tiene funciones sobre el manejo de recursos que hacen parte del presupuesto. - Sobre el hecho 12 señala que los registros de propiedad marcaria son de competencia de la Superintendencia de Industria y Comercio. - Sobre el hecho 13 señala que el control de las sociedades comerciales, corresponde a la Superintendencia de Sociedades. - Sobre los hechos 14 a 22, estima que deberán pronunciarse las entidades a quienes les atañe las descripciones jurídicas realizadas en cada uno de los fácticos. - Sobre el hecho 23, explica que se atiene a lo dispuesto en a sentencias C-135 de 2009 y C-149 de 2009. Como razones de la defensa sostiene que conforme se describe en la demanda, es función del ministerio supervisar y vigilar “a través de la denominada ventanilla única, todo lo relacionado con la importación y exportación de bienes y servicios, entre ellos, la exportación de capitales y de divisas, ya que en apreciación de la parte accionante, los responsables de las sociedades captadoras sacaron capital del país y adquirieron bienes en otros países. (…).”. Sin embargo seguidamente refuta:

“Sobre el particular, es infundado el cuestionamiento que la parte demandante hace con relación al Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, especialmente la forma cómo concibe el funcionamiento de la ventanilla única de comercio exterior VICE. En efecto, mediante decreto 4149 de 2004, se creó la Ventanilla Única de Comercio Exterior – VUCE, a través de la cual, las entidades administrativas competentes comparte información y los usuarios tramitan las autorizaciones, permisos y certificaciones o vistos buenos previos que exigen las diferentes entidades para la realización de las operaciones específicas de exportación e importación y se consulta información relativa a los procedimientos previos a la importación y exportación, el mecanismo comprende el Módulo de Formulario Único de Comercio Exterior – VUCE, diseñado para los registros de la Declaración Escrita sobre Contratos de Exportación de Servicios, como requisito para la obtención de la exención de3l IVA y el registro de los contratos de importación relacionados con licencia de tecnología, asistencia técnica, contratos de importación relacionados con licencia de tecnología, asistencia técnica, servicios técnicos, ingeniería básica, marcas, patentes y demás contratos tecnológicos que se realizan de manera física. Al Ministerio de comercio, Industria y Turismo se le atribuye la administración de la Ventanilla Única de Comercio exterior – VUCE, para lo cual coordina la gestión interinstitucional, lo cual permite la obtención de respuestas oportunas y el soporte técnico para el mantenimiento de las plataformas informáticas, en el proceso intervienen 18 entidades, las cuales según sus propias competencias,

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otorgan los correspondientes vistos buenos para operaciones de importación y exportación, por tanto, una vez la entidad competente otorgue la autorización previa, el Mincomercio aprueba el registro o la licencia de importación, según el caso. En cuanto a la exportación de bienes, las solicitudes de los usuarios no requieren actuación del Mincomercio, puesto que las autorizaciones, registros y control lo efectúa la DIAN y la VUCE actúa como un medio informático para facilitar la operación. Por lo cual, es inexacto y equivocado que al Ministerio de Comercio, Industria y Turismo se le endilgue responsabilidad frente al manejo de la exportación de capitales a través de la VUCE, puesto que la Ventanilla Única de Comercio Exterior no fue creada para efectuar tales controles. Es importante anotar que la aprobación de registros y licencias de importación constituyen intenciones de importar, por lo tanto, el hecho de aprobar las respectiva solicitudes no conllevan a la materialización de un derecho, ya que el importador puede decidir si importa o no y si llega a importar, le corresponde a la DIAN efectuar el control posterior y al Banco de la República el movimiento de divisas. De acuerdo con una revisión efectuada por la Oficina de Sistemas de Información del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, a solicitud de la Dirección de Comercio exterior, se estableció que la Empresa Proyecciones D.R.F.E., no está registrada en la VICE, por lo que no es posible que haya presentado registros para importar. De la información recibida por la Dirección de Inversión Extranjera y Servicios se tiene que existe el comercio exterior en Colombia es libre desde el punto de vista cambiario y no existe en el país control cambiario que restrinja el movimiento de capitales por operaciones de comercio exterior. Por su parte el Banco de la República, lleva el registro de los movimientos de capitales asociados a la inversión extranjera en Colombia y a la inversión colombiana en el exterior, la que goza de reserva legal y a la Superintendencia de Sociedades le corresponde vigilar que los registros pertinentes se hagan en debida forma. En cuanto al registro de las operaciones de movimiento de capitales asociados a inversiones, le corresponde efectuarlo al Banco de la República.”

Como medios exceptivos propuso: 1) Falta de competencia. 2) Falta de legitimación en la causa por activa. Señala que los poderes otorgados se dirigen al señor Procurador para Asuntos Administrativos, mas no a la autoridad judicial competente. 3) Inexistencia de los elementos constitutivos de la responsabilidad. 4) Inexistencia de un daño cierto.

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5) Inexistencia de daño antijurídico por cuanto la parte demandante se expuso voluntariamente a los perjuicios. 6) “Inexistencia de nexo causal entre el supuesto daño y la acción u omisión de la autoridad pública que represento”. 7) Hecho de un tercero. 8) Inexistencia de omisión o falta por parte de las entidades públicas por cuanto los hechos a los que se refiere la acción constituyen una situación extraordinaria y sobreviviente. 9) La parte demandante no actuó con buena fe exenta de culpa y creadora de derechos. 10) Petición antes de tiempo. 11) Correlación del riesgo frente a la tasa de retorno prometida y carácter aleatorio de los contratos suscritos. 1.3.9. La contestación de la Cámara de Comercio de Pasto. En el término legal para el efecto y por conducto de apoderado judicial, la Cámara de Comercio de Pasto descorrió traslado de la demanda oponiéndose categóricamente a la prosperidad de todas y cada una de las pretensiones de la demanda. Respecto a los hechos señala que el 1, 2, 5, 6, 11, 15, 20 y 24, son hechos que no le constan a la Cámara de Comercio de Pasto. En cuanto a los hechos 3, 22, 23 y 25 estima que son ciertos. En lo que atañe al hechos 4, considera que no es cierto; y en lo referente a los hechos 7, 8, 9, 10, 12, 13, 14, numerado 14 nuevamente, 16, 17, 18, 19 y 21, estima que no son hechos sino consideraciones subjetivas del demandante. Como razones de la demanda explica que no existe argumentación para la interposición de la demanda y que en su lugar se realizan constantes consideraciones subjetivas sin analizar la supuesta violación de disposiciones legales. Añade seguidamente:

“No obstante la Superintendencia de Industria y Comercio y la Cámara de Comercio de Pasto, se han mantenido en cumplimiento de lo establecido en la ley en materia registral veamos: El registro público delegado a las cámaras de comercio es de orden constitucional, con asiento en los artículos 21y 365 de la Constitución Nacional. A este registro delegado se le aplican principios registrales como el de “ROGACIÓN” este principio de rogación o de instancia es de carácter formal. En virtud de este principio los asuntos en el registro se practican a solicitud de parte interesada o por mandato de la autoridad judicial o administrativa competente. La actuación del registrador es rogada, de tal manera que si se tiene conocimiento de que en la realidad jurídica se ha producido un acto registrable, no podrá actuar de oficio. El carácter rogado es requisito para iniciar el procedimiento de registro, ya que, una vez hecha la

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presentación LOS TRÁMITES ULTERIORES SE EFECTÚAN DE OFICIO (sic). Así las (sic) Cámara de Comercio deben proceder al registro una vez solicitado por el interesado y la función de éstas es realizar un control eminentemente formal pudiendo abstenerse de efectuar un registro de las actas contentivas de las decisiones de los órganos sociales que estén revestidas de ineficacia y que así mismo y no les es posible asumir competencias que por ley se encuentran asignadas a los jueces. Este control eminentemente formal y no discrecional se efectúa de una revisión meramente formal, acudiendo siempre al principio de la buena fe que envuelve las decisiones y procedimientos al seno de los entes. (…). De acuerdo a las facultades legales de las Cámaras de Comercio, solo debe realizarse un control formal, en caso de cumplirse con los requisitos de forma, el documento deberá inscribirse, no pudiendo la Cámara de Comercio solicitar requisitos adicionales, a excepción de la solicitud de matrícula (artículo 36 Código de Comercio) (…). Inician los demandantes indicando que con la acción judicial se han violado los preceptos contenidos en los artículos 1, 2, 6, 188m 189 Numerales 1, 24, 25, 114, 150, 150 numerales 19 literal d), 150 numeral 21, 334, 335, 113, 371, 250 numerales 1, 3, 4, 115, 277 numerales 1, 2, 3, 4, 5, 6 de la Constitución Política aduciendo consideraciones eminentemente subjetivas, sin demostrar cómo se violaron las normas constitucionales, consideraciones como que “qué fácil hubiera sido todo”, “un Fiscal que no fuera un fanfarrón venido a más y que no tuviera su despacho a la disposición de tres o cuatro abogados, precisamente las que actuarían para justificar el engendro de Satanás que vomitaría fuego sobre este país… (folio 39) en nada aduce a la violación de los preceptos constitucionales arriba enunciados. Al respecto del control de legalidad de las Cámaras de Comercio, ha manifestado la Superintendencia de Industria y Comercio “el legislador ha investido a las Cámaras de Comercio de un control de legalidad totalmente taxativo, restringido, reglado y subordinado a lo prescrito en la ley, pudiendo solo verificar un acto sujeto a registro o abstenerse de efectuar una inscripción, por vía de excepción, únicamente cuando la ley las faculte para ello, cuando dichos actos adolecen de ineficacia o inexistencia. Debe resaltarse que este control de legalidad es eminentemente formal, no discrecional, por lo cual si en un momento dado un documento reúne todos los requisitos de forma pero presenta otras inconsistencias, las Cámaras de Comercio deben proceder al registro, pues no tienen la potestad para decidir sobre determinadas materias que son competencia exclusiva de los jueces y por la misma razón no están autorizados para examinar y controlar la ilegalidad de jueces, por la misma razón no están autorizados para examinar y controlar la ilegalidad de los actos que son objeto del mencionado registro.

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Como consecuencia de lo anterior, se insiste, que no es dable a la Cámara de Comercio pedir que se acrediten requisitos adicionales, ya que con ello se estaría sobrepasando las facultades expresamente otorgadas por la ley a la entidad, por cuanto con ello, se estaría asumiendo competencias que la ley no le ha atribuido a la Cámara de Comercio, sino que es del tenor de los jueces de la República.”

Como excepciones propuso la falta de legitimación en la causa por activa, al estimar que existe falta de causa jurídica para que prospere la acción, ya que “la función registral se reduce a la verificación de los requisitos formales de los documentos aportados para el registro, sumado a la carencia alguna de facultades de inspección, vigilancia o control sobre las actuaciones posteriores al registro y expedición de los certificados de existencia y representación legal.” 1.3.10. La contestación del Municipio de Pasto. En el término legalmente dispuesto, el Municipio de Pasto descorre traslado de la demanda, oponiéndose a las pretensiones elevadas. Para ello estima que los hechos 1, 4, 5, 6, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20 y 21, deben probarse. Igualmente, estima que los hechos 3, 14 (sic), 22 y 23 son ciertos; y que los hechos 5, 7, 7.1, 8, 10 y 24, no son hechos, sino apreciaciones subjetivas del demandante. También en el acápite de la contestación a los hechos de la demanda estima que previo a la expedición de del decreto 4333 del 17 de noviembre de 2008, no existía ninguna previsión expresa que otorgara competencia a los Alcaldes para reprimir la captación masiva y no autorizada de dinero y que por el contrario, el artículo 1° de la Ley 232 de 1995 determina que la autoridad no puede exigir licencia o permiso de funcionamiento para la apertura de establecimientos comerciales. También acota en este acápite que mediante Resolución No. 1778 de 2008 adiada el 11 de noviembre de 2008 y proferida por la Superintendencia Financiera, “por medio de la cual se adoptan medidas cautelares respecto del comerciante CARLOS ALFREDO SUAREZ, propietario del establecimiento de comercio “PROYECCIONES D.R.F.E.”, se determinó que la actividad que venía desarrollando el prementado comerciante “consiste en la recepción masiva de dineros del público, sin que como consecuencia se prevea como contraprestación el suministro de bienes o servicios, sin por el contrario con la finalidad de devolver el dinero recibido por las personas, más un beneficio o contraprestación en dinero efectivo” lo que redunda en el ejercicio ilegal de una actividad financiera “más concretamente en la captación masiva y habitual de recursos del público, sin contar con la debida autorización, como quiera que se configuraron los supuestos contemplados en el artículo 1° del Decreto 1981 de 1988”. Por otra parte explica que el objeto social registrado en Cámara de Comercio por parte del mentado comerciante, era la siguiente: “rentista de capital, inversiones, prestamos, venta, compra, permita, asesorías administrativas, contables, divisas”, en el cual no se incluyó la captación de dineros del público así como la administración e inversión de los mismos, actividad de alto impacto social que conforme al artículo 335 Superior, “solo pueden ser ejercidas previa autorización del Estado, conforme a la ley…”. Añade que las funciones de inspección, control y vigilancia de esta actividad compete a la Superintendencia Financiera, entidad que para autorizar el desarrollo de este tipo de actividades, existe el cumplimiento de sendos requisitos

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previos y además el cumplimiento permanente de exigencias de revelación contable y financiera, requerimientos de orden patrimonial, de solvencia, de liquidez, encajes, entre muchos otros, en aras de asegurar la estabilidad, seguridad y confianza de las entidades vigiladas. Además, señala que la captación masiva de dineros del público sin contar con una autorización, constituye un delito tipificado en el Decreto 2920 de 1982. Señala que el Municipio no contaba con facultades para el cierre preventivo de los establecimientos de comercio en los cuales se desarrollaban actividades de captación ilegal de fondos del público y fue solamente hasta la expedición del Decreto 4335 de 2008 que esta situación cambió. Seguidamente explica:

“… corresponde a la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales DIAN dentro del marco de sus competencias, las actividades de inspección y vigilancia establecidas por los artículo 684, 714, 717 y 368 del Estatuto Tributario (…) adelantar investigaciones para verificar la exactitud de las declaraciones y otros informes, así como para establecer la ocurrencia de funciones que puede exigir del contribuyente o de terceros la presentación de documentos que registren sus operaciones cuando estén obligados a llevar libros registrados, ordenar la exhibición y el examen parcial de libros, comprobantes y documentos de los contribuyentes legalmente obligados a llevar contabilidad y en general efectuar todas las diligencias necesarias para la correcta y oportuna determinación de los impuestos. Así mismo, el artículo 368 del Estatuto Tributario faculta a la entidad para imponer sanciones por el incumplimiento de obligaciones tributarias formales.”

Como medios exceptivos propuso los siguientes: 1) Falta de legitimación en la causa por pasiva. Explica que el Municipio no contaba con facultades para intervenir a los establecimientos como los que fueron depositarios de los recursos de los demandantes, previamente a la expedición del decreto 4333 de 2008. 2) Inexistencia de la obligación indemnizatoria a cargo del municipio de Pasto. Explica que la obligación de vigilancia y control de la actividad financiera en las épocas en que sucedieron los hechos de la demanda, estaba a cargo de la Superintendencia Financiera. 3) Culpa atribuible a “la parte actora”. Señala que en tanto la captación de dineros del público, se hizo con la aquiescencia de los hoy demandantes a cambio de ganancias exorbitantes, “corresponde a ellas asumir los riesgos que esa actividad acarreaba, con las graves consecuencias conocidas y todo como consecuencia del ejercicio irresponsable de una actividad de captación masiva y habitual de recursos del público, sin la debida autorización para el efecto.” 4) Inexistencia del daño antijurídico atribuible al Municipio de Pasto. Explica que los responsables del daño irrogado, en caso de que este se compruebe, se

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desprende de la actuación de quienes recibieron los dineros y no los devolvieron, más no del actuar de la administración del ente territorial. 1.3.11. La contestación de la Procuraduría General de la nación. Dentro del término legal para el efecto, la Procuraduría General de la Nación, descorre el traslado de la demanda, oponiéndose a todas las pretensiones de la demanda. Para ello, señala respecto a los hechos de la demanda, lo siguiente: - Respecto a los hechos 1, 2, 3, 4, 6, 9, 13, 14, 15, 19 y 22, estima que no le constan y que por tanto deben probarse. - Respecto a los hechos 5, 7, 8, 11, 16 y 24, estima que no son hechos. - Respecto a los hechos 10, 12, 20 y 21, considera que son descripciones jurídicas de las facultades de varios de los entes demandados, en tanto que los hechos 17 y 18 se cuestiona si son hechos o afirmaciones. - Finalmente, respecto del hecho 23, considera que es de conocimiento público la constitucionalidad de los decretos de emergencia social que el Gobierno Nacional expidió a raíz de la crisis desatada por las captadoras. Como excepciones propuso: 1) Ineptitud de la demanda. Explica que el acápite del concepto de la violación no es coherente con lo exigido con la ley, en tanto se cita varias normas constitucionales pero no se explica en qué consistió la trasgresión del accionar de las autoridades demandadas. 2) Falta de Competencia. Señala que la cuantía de la demanda excede el monto máximo legalmente impuesto como límite de la competencia por este factor para los Jueces Administrativos del Circuito. 3) Inexistencia de nexo causal entre el hecho y el daño. Explica que a la Procuraduría no tenía facultades legales y constitucionales para actuar contra el fenómeno de captadoras, mal podría asignársele a esa entidad responsabilidad en el daño irrogado, por lo que no existe nexo de causalidad entre éste y una presunta falla del servicio. 1.3.12. La contestación del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República. Esta entidad, presentó en forma extemporánea su contestación. 1.3.13. La contestación del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Esta entidad, presentó en forma extemporánea su contestación.

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1.3.14. La contestación de la Fiscalía General de la Nación. Esta entidad, presentó en forma extemporánea su contestación. 1.4. ALEGATOS DE CONCLUSIÓN Y CONCEPTO DEL MINISTERIO

PÚBLICO. 1.4.1. Los alegatos de conclusión de la parte demandante. En el término legal para el efecto, la parte demandante presentó sus alegaciones de cierre en las que básicamente adujo: Estima que en efecto se presentó el hecho de la captación masiva y habitual de dinero en el Departamento de Nariño y que desde el momento en que estas captadoras empezaron con su actividad, hasta la expedición del Decreto 4333 de 17 de noviembre d e2008, ya habían pasado diez años para el caso de DMG y siete años para el caso de DRFE. Añade que como efecto de la liquidación de estas entidades, a los afectados se les devolvió “unas sumas irrisorias” de dinero. Explica:

“El Estado, representado, actuó o mejor intervino par a suspender y pretender acabar con la situación descrita, pero actuó con demasiado tardanza, cuando el daño estaba hecho, y lo peor del asunto es que también cuando intervino, intervino de3ficnete y equivocadamente…”

Respecto al accionar de la Defensoría del Pueblo y a la Fiscalía General de la Nación, señala que existió una tardanza injustificada en intervenir , pues en 10 años que funcionó DMG y en 7 que funcionó DRFE, estas entidades no aplicaron la normatividad para proteger a la ciudadanía ni para imputar los delitos correspondientes a los responsables de la captación. Respecto de la actuación de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales, estima que en el plenario se probó que las captadoras pagaron impuestos al Estado y que además “es conocido que hubo fuga de capitales y ocultamiento o desvío de divisas”. Similar situación señala en cuanto al proceder de la Superintendencia de Sociedades, quien aduce haber publicado advertencias del riesgo de inversión al público pero ya cuando DMG llevaba 10 años y DRFE llevaba 7 años de actividad. Igualmente estima que sucedió lo mismo con la Superintendencia Financiera, quien solo hasta el 8 días antes de la expedición de los decretos de emergencia social, conminó a Carlos Alfredo Suarez a que “se abstuviera” de captar dinero del público y devolviera los que ya había recibido. Respecto al Alcalde Municipal de Pasto y la Policía, estima que la intervención de los policiales “finalmente se convirtió en un robo”, y afirma que es un hecho notorio que no requiere en el proceso prueba.

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Añade que “el Estado fue muy corto, débil y equivocado en la parte coercitiva y que estas medidas, como puede verse son adoptadas en el año 2008”. Finalmente acota:

“Se trató por todos los demandados a toda costa de remendar lo que ya estaba tan roto que no era posible hacerlo, de allí que el juzgador debe considerar que si bien se dieron argumentos a favor del establecimiento oficial, los que desde luego respeto en todas sus expresiones, éstos de ninguna manera logran desvirtuar el sentido de la demanda, la que en síntesis es que el Gobierno como representante del Estado no controló la desbordada situación no obstante ver en sus calles a la multitud entregando sus bienes y recursos. No es nuevo en Colombia que las autoridades o abusen o desconozcan que el país nacional tiene una fe, unas creencias y todo lo que define al país nacional, el que cada vez es más se retira o divorcia del país político. Este suceso, en donde muchas personas pasaron de tener una vida digna para pasar a la miseria no tiene ninguna justificación jurídica, excepción que se le apliquen incisos o artículos que también violen la Constitución, como la no aplicación y desconocimiento de la Constitución y la ley de todos los representantes de las entidades demandadas. La Carta establece que para la aplicación de la justicia se debe tener en cuenta lo sustancial del asunto pro sobre todas las formalidades de ley, aquí hay que tener en cuenta esto: lo sustancial. Desde luego se presentaron excepciones por una parte y por otra varias entidades demandadas solicitaron interrogatorios de parte a cada uno de los demandantes los que desde luego se cumplieron por la actividad de la parte demandante que ante el tema a analizar para mi criterio no conducen a la esencia del proceso aunque si aportan datos de importancia; en cuanto a la calidad de las personas interrogadas, a su situación económica, a lo que creían y a la referencia que hacen de haber conocido a las autoridades invirtiendo, dando registro, como el caso de la Cámara de Comercio, pagando impuestos y otras especies que no es necesario citar. La contradicción más grande que existe es que si bien el Departamento de Nariño, sus gentes, quienes tradicionalmente han sido desconocidas por las políticas nacionales, cuando se les muestra, como así sucedió que el estado estaba presente en esas inversiones, lo creyeron, para luego darse cuenta que la confianza legítima que tenían sobre el Estado fue invertida en su totalidad por los agentes del mismo. (…).”

1.4.2. Los alegatos de conclusión de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales. Esta entidad se reitera en los argumentos expuestos en la contestación de la demanda. Añade que los responsables de su pérdida son los demandantes, ya que

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“su pérdida obedece a su desmedida ambición de obtener ganancias exageradas en periodos de tiempo muy cortos, pero sin medir las consecuencias de sus acciones.” Explica que los demandantes deben demostrar la omisión de la entidad y la relación de causalidad entre el daño y la falla, “hecho que brilla por su ausencia dentro del escrito de la demanda. Los actores no aportan ninguna prueba idónea, concreta y eficaz, que demuestre el daño ocasionado por las accionadas y sus pretensiones solo buscan obtener del Estado una indemnización por una relación comercial particular que efectuaron con la empresa PROYECCIONES DRFE de la cual ellos son los únicos responsables.”. También estima que no existe daño causado por la DIAN, pues la demanda se limita a exigir el pago de perjuicios sin explicar las irregularidades o ilegalidades en las que incurrió esta entidad. Así, al no existir daño y omisión, tampoco puede estimarse que existió relación de causalidad, para que se configure una responsabilidad de la DIAN en estos hechos. Aduce que el daño irrogado no fue a causa de la omisión de las autoridades Estatales y menos de la parte de la DIAN. Finaliza estimando:

“La entidad que represento cumplió con su deber legal establecido en el Decreto 1071 de 1999, modificado por el Decreto 4048 de 2008, de administrar y controlar los impuestos del orden nacional. La Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales, debía recaudar y cobrar los impuestos pagados por la empresa PROYECCIONES DRFE, así como los cancelados por las personas que realizaron actividades comerciales con dicha sociedad, por tratarse de actividades de compra de bienes y servicios por lo que los beneficiarios de las mismas estaban obligados al pago de los impuestos. Para el caso en estudio, la DIAN CUMPLIÓ CON EL DEBER QUE LE IMPONE LA Ley de administrar los impuestos del orden Nacional, por lo que no pueden los accionantes ampararse en que invirtieron su dinero en la empresa PROYECCIONES DRFE, debido a que la entidad cobró el valor de los impuestos derivados de la actividad de la sociedad señalada que busca ocultar la responsabilidad de los demandantes que quiere derivar del Estado un lucro desproporcionado por una inversión que realizó bajo su propia responsabilidad. El pago del tributo realizado por los demandantes es legal ya que la empresa PROYECCIONES DRFE, actuaba como responsable de la retención en la fuente y el IVA y tenían que retener al beneficiario de las tarjetas, los valores correspondientes de sus impuestos a cargo. Con las transacciones realizadas por los hoy demandantes en la empres Proyecciones DRFE, se generaron impuestos a las ventas los cuales están gravados atendiendo a los lineamientos legales tributarios y por ende la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales no tiene injerencia en posibles perjuicios ocasionados porque de su parte no se ha hecho más que cumplir con preceptos legales. (…).”

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1.4.3. Los alegatos de conclusión de la Defensoría del Pueblo. En el término para el efecto, el apoderado de la Defensoría del Pueblo descorre traslado para alegar de conclusión, expresando que su representada no incurrió en falta o falla del servicio, en tanto hasta la expedición de los decretos de emergencia social, en esta entidad no se registró ninguna petición, queja o reclamación solicitando la intervención de esta institución, para lo de su competencia. Añade que a la Defensoría no le corresponde la inspección, vigilancia y control de las entidades dedicadas al recaudo de dineros del público. Explica que la conducta que irrigó los perjuicios, es “consecuencia de la actuación de un tercero”. Considera:

“De una revisión del expediente se observa que los supuestos perjuicios de orden material y moral que se reclaman en la demanda de la referencia, no fueron causados por la Defensoría del Pueblo, porque la relación contractual generada entre los afectados y las personas naturales o jurídicas recaudadoras de dinero al público no son objeto de control defensorial. En otros términos los perjuicios reclamados fueron causados por un tercero y no por la Defensoría del Pueblo, configurándose así una falta de legitimación en la causa por pasiva respecto a la Defensoría del Pueblo, por lo que no se debió vincular como parte demandada a la Defensoría del Pueblo, pues se reitera que a la institución que represento le corresponde la defensa de los derechos humanos y no la vigilancia, inspección y control de los establecimientos bancarios y captadoras de dinero del público como se le enrostra en el presente caso, pues tal competencia le corresponde expresamente a otras entidades del Estado.”

Explica las funciones legalmente encomendadas a esta entidad en la Ley 24 de 1992 y en el artículo 282 Superior para finalmente acotar: “De lo expuesto anteriormente se deduce que el Defensor del Pueblo a nivel nacional y los Defensores del Pueblo Regionales no ejercen funciones judiciales o disciplinarias en lo que se refiere a la promoción y el ejercicio de los derechos humanos. (…).” 1.4.4. Los alegatos de conclusión de la Nación – Congreso de la República - Senado de la República. Estando en término para el efecto, esta entidad descorre traslado para alegar de conclusión, reiterándose básicamente en las disquisiciones expuestas en la contestación de la demanda. Considera que en la demanda no se describe ningún daño atribuible al Congreso. Añade que conforme lo disponen los artículos 113 y 114 Superiores, a esta entidad le compete hacer las leyes y ejercer control político sobre el gobierno y la administración, no siendo competencia de esta entidad el control y la vigilancia de las actividades financieras, consagradas en el artículo 150 ejusdem. Partiendo de ese entendido aduce que el objeto de la demanda es “exterior” a la actividad funcional de demandado, por lo que se deben negar las pretensiones de la demanda. 1.4.5. Alegatos de conclusión de la Fiscalía General de la Nación.

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La Fiscalía General de la Nación, en el término legal para el efecto, descorre traslado de alegatos de conclusión, manifestando que la entidad en comento no tiene responsabilidad en los hechos del libelo genitor, en tanto no concurren probatoriamente los elementos constitutivos de la responsabilidad civil extracontractual del Estado. Igualmente estima que en este caso, la víctima está alegando su propia culpa, por lo que se contravienen elementales principios del derecho, como el de la buena fe debida, cuando los “ahorradores” han puesto en situación de riesgo facilitando la defraudación de la que aducen ser afectados. Por otra parte, señala que existe la responsabilidad de un tercero, específicamente, los promotores de “las pirámides”, que no solo aceptaron el dinero, ofrecieron unas ganancias increíbles, sino que además se evadieron con el dinero de los “ahorradores”. Seguidamente aduce:

“Además cabe preguntarse, si es legítimo el reclamo de los actores, quien decidieron (sic) y conscientemente, a pesar de que las reglas de la experiencia lo enseñaba, entregaron su dinero sin exigir ninguna garantía a cambio, a unos absolutos desconocidos, y como consecuencia lógica, lo perdieron ante la actuación maliciosa de aquellos, sin que por eso se pueda inferir nexo que conecte dichos hechos con una responsabilidad directa de la Fiscalía General de la Nación.”

Hace mención a las atribuciones constitucionales de la Fiscalía General de la Nación contenidas en el artículo 250 Superior y estima que esta entidad no es la encargada de controlar empresas captadoras de dinero, legales o ilegales, sino de investigar la ocurrencia de conductas punibles que le sean puestas en conocimiento, por parte, entre otros, de los ciudadanos. Situación contraria llevaría al absurdo de entender que cualquier comisión de un delito es responsabilidad de la Fiscalía. Añade que el demandante debió poner en conocimiento de esta entidad las situaciones irregulares y que pudieran constituir hechos punibles, para que ésta hubiera podido investigarlas y si es del caso señalarlas ante un juez de la república. En esa perspectiva, aduce que está frente al fenómeno de la falta de legitimación en la causa por pasiva, pues el directo responsable del daño es quien captó los dineros “y aún la misma actora que con su actuación se puso en situación de riesgo, debiendo asumir las consecuencias de aquella”. 1.4.6. Alegatos de conclusión del Municipio de Pasto. El Municipio de Pasto, presentó sus alegaciones de cierre, en las que se reitera en las razones y argumentos presentados en la contestación de la demanda. Explica que el Código de Régimen Municipal vigente a la fecha de los hechos que motivan la presente demanda “imponía competencia a los Alcaldes para inspeccionar los establecimientos públicos para que marchen con regularidad”, mas esta competencia no es extensiva para intervenir controlar y sancionar la captación no autorizada.

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1.4.7. Alegatos de la Superintendencia Financiera. En el término legal para el efecto, la Superintendencia Financiera descorre traslado y alega de conclusión reiterándose en la postura asumida en la contestación de la demanda. Respecto de las pruebas del daño supuestamente irrogado, señala:

“Los accionantes allegaron copias auténticas de los “recibos” que aducen que les fueron entregados en el enunciado establecimiento de comercio. Frente a estas documentales en términos generales debe resaltarse lo siguiente: - En ninguno de los casos aparece impuesta la firma de las personas que ahora obran como demandantes. - Existe disparidad en torno a la definición de la naturaleza del negocio respecto del cual dicen haber entregado dinero, pues en unos casos se aduce que se trata de un “aporte” y en otros se indica que es una “inversión”, sin embargo, no se señalan las condiciones del negocio soporte de ese intercambio de dinero. - Respecto de la definición del responsable de la devolución de los recursos, en algunos casos aparece el nombre de diferentes personas naturales, sin apellido, en otros casos se registró una firma, sin que sea posible establecer por quién fue impuesta y en otros casos se impuso un sello. - Del material probatorio señalado no puede inferirse con certeza si fueron los accionantes quienes directamente entregaron dineros a Proyecciones DRFE, como tampoco es posible establecer cuál fue la causa y fines del supuesto negocio que aducen celebraron con Carlos Alfredo Suarez, es más, si se verifica la literalidad de los documentos que se allegan como prueba del daño se reitera que los mismos no aparecen suscritos por los demandantes, a partir de lo cual es viable concluir que en todos los casos un tercero realizó aportes a favor de los demandantes, en Proyecciones DRFE o que DRFE entregó aportes en distintos porcentajes a favor de los actores. - Al analizar los documentos contentivos de los portes enunciados se observa que las dos fechas relacionadas en los documentos son posteriores a la gestión de avisos efectuada por la Superintendencia Financiera… - Con los documentos allegados se hace aún más evidente la falta de certeza respecto a la naturaleza y propósito del negocio jurídico origen de las obligaciones reclamadas por los demandantes, máxime si se tiene en cuenta que respecto de ese vínculo contractual la Superintendencia Financiera de Colombia no tuvo ninguna injerencia. (…)”

En lo atinente a la base de datos obtenida por éste Despacho explica que algunos de los documentos de identidad de los demandantes “no guardan coincidencia” con la información de la base de datos, de igual forma que los señores Rosa María

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Gutiérrez Colunge y Andrés Mauricio Insuasty no aparecen reconocidos en ningún monto, así como tampoco aparece documento alguno que sustente los negocios que la demanda describe se hicieron con DRFE. Finalmente, aduce que “en todos los casos aparecen significativas diferencias respecto de los montos reclamados por los accionantes, los reconocidos y los pagados”. Respecto a los documentos relacionados con la entidad “DINERYA” aduce que aparecen relacionados unas “facturas de venta”, que no reúnen los requisitos legales para ser considerados como tales (Art. 774 CC.), resultando “imposible establecer quién es la parte acreedora, quien es la deudora, o cuáles son las obligaciones que se reclaman, entre otros situación que se hace más gravosa si se tiene en cuenta que la Ley faculta al beneficiario del servicio a exigir del vendedor o prestador la formación y entrega de una factura que corresponda al negocio causal y en este caso brilla por su ausencia…”. En cuanto a los documentos allegados para demostrar las entregas de dinero a la entidad Multinversiones Los Andes EU, explica que se trata de “contratos de mandato” que se pactaron en forma libre y voluntaria y dentro de cuyas cláusulas se pactó acudir a la jurisdicción civil previo a un trámite conciliatorio. En ese orden, estima que no existe fundamento para que se pida desprender responsabilidad del Estado, del resultado de una transacción meramente civil. Sobre los documentos allegados para este mismo fin, pero en la entidad “MUNDO DIVISAS FX EU”, señala que se trate de “COMPROBANTES DE AFILIACIÓN” con una vigencia de 20 días “según estatutos y el cumplimiento de los requisitos exigidos”, afiliación de la cual la Superintendencia Financiera no tuvo conocimiento, siendo también desconocido si las partes cumplieron o no con los requisitos exigidos y cuáles eran esos requisitos. Acota:

“En conclusión, de cara a los documentos allegados se destaca que al analizar la literalidad de los mismos, no puede obtenerse claridad sobre lo pretendido por los demandantes, porque allí no se encuentran elementos suficientes respecto del negocio jurídico que se habría celebrado, sus condiciones, términos, obligaciones, etc., cuyo incumplimiento sería generador de lo que acá indebidamente se reclama.”

Por otra expresa que la entrega de dineros de las que se desprenden los presuntos perjuicios, fueron realizadas con posterioridad a las fechas en las que la Superintendencia Financiera publicó sendos avisos advirtiéndole al público sobre los riesgos de entregar sus dineros a estas entidades. Por otra parte, trae a colación las actuaciones administrativas adelantadas contra varios funcionarios públicos por parte de la Procuraduría General de la Nación, explicitando que como resultado de las mismas, no se encontró que ellos hubieran cometido faltas disciplinarias en el desarrollo de sus funciones de control y vigilancia de las entidades. También remembra la sentencia penal proferida por las autoridades judiciales en contra del Señor Carlos Alfredo Suarez a título de coautor del delito de captación

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masiva y habitual de dineros, en concurso heterogéneo con el delito de lavado de activos, lo que le implicó una sentencia de 85 meses de prisión y una multa de 7.043 salarios mínimos legales mensuales vigentes. Seguidamente explica:

“En conclusión, con la providencia analizada se demuestra que fue el actuar delictivo del señor Carlos Alfredo Suarez el hecho que generó los prejuicios en cabeza de las personas que celebraron negocios en el establecimiento que comercio denominado Proyecciones DRFE, sin que dicha situación sea imputable por vía administrativa a las entidades del Estado.”

Igualmente, señala que respecto a la entrega de dineros a DMG Holding S.A., también obra sentencia penal declarándo responsable de los delitos de lavado de activos agravado y captación masiva y habitual de dineros, al señor David Murcia lo que le significó una condena de 30 años de prisión. Por otra parte explica que en el plenario se demostró la concurrencia de la excepción de culpa exclusiva de la víctima, en tanto se constató que los afectados no tuvieron la prudencia elemental de al menos requerir información a las autoridades competentes, sobre los riesgos que implicaba entregar sus dineros a estas entidades. Adicional a ello, se tiene que esta entidad gestionó publicaciones en las que advertía sobre el riesgo que asumían quienes entreguen el dinero a las captadoras, mismas que van desde el 23 de diciembre de 2006, hasta el 29 de abril de 2008, es decir previo a los depósitos efectuados por los hoy demandantes. Analiza cada uno de los interrogatorios de parte practicados durante el trámite del proceso; estima que quienes no concurrieron a esta diligencia incurrieron en la figura de la “confesión tácita” y finalmente señala:

“Verificado cual es el problema jurídico a esclarecer dentro de la presente litis, y una vez analizados los elementos de prueba arrimados por las partes, es dable concluir que tal como se indicó en el escrito de contestación, sin lugar a duda la Superintendencia Financiera de Colombia demostró su actuar diligente y oportuno siempre dentro del marco legal vigente para la época de los hechos, con miras a encarar el fenómeno de la captación masiva y habitual de dineros del público; de allí que resulte inadmisible endilgarle omisión alguna en el ejercicio de sus funciones, pues tal y como aparece plenamente demostrado, mi representada desplegó una intensa actividad no solo para verificar la conducta de tales personas captadoras, sino para advertir sobre los riesgos que pudieran devenir de entregar dineros a quienes no estuviesen autorizados para captarlos. Al tenor de lo esbozado, ha de reiterarse que no existe responsabilidad imputable a la Superintendencia Financiera de Colombia de cara a los perjuicios alegados por los demandantes, a partir de la supuesta omisión en el ejercicio de sus funcione frente a las actividades desarrolladas por captadoras no autorizadas de dinero; pues tal como se verificó en el plenario, a partir del estudio de las pruebas obrantes en el expediente provenientes de las partes y allegadas al Despacho por diferentes medios de comunicación y demás autoridades, se demostró, de un lado, la diligencia con la que la Superintendencia Financiera de Colombia, actuó respecto a la novedosa y sofisticada modalidad de captación no autorizada que se desplegó, todo ello en el

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marco de las funciones constitucional y legalmente otorgadas antes de la declaratoria del estado de emergencia social y de otro, la absoluta negligencia del demandante en el desarrollo de sus negocios. En resumen, (i) la Superintendencia Financiera, no conoció solicitud de autorización por parte de los propietarios o representantes legales de ninguna captadora no autorizada de dineros, y por ende no aprobó su funcionamiento, razón por la cual, las captadoras involucradas en esta acción no se encontraban sujetas constitucional y legalmente a la vigilancia e inspección de mi representada; (ii) aún cuando el marco legal, como quedó explicado anteriormente resultaba insuficiente, en cumplimiento a las funciones propias, la Superintendencia Financiera no solo intervino a captadoras como Proyecciones D.R.F.E. y DMG y adoptó las medidas administrativas mencionadas, sino que también propendió por alertar al público en general sobre los riesgos de invertir en las organizaciones dedicadas a ejercer tales actividades como DINERYA, Multinversiones E.U, etc.; (iii) fueron los demandantes quienes omitieron las medidas mínimas de precaución y cuidado previas a la entrega de sus dineros, haciendo inclusive caso omiso a las advertencias elevadas por las autoridades del Estado y finalmente, (iv) el eventual y presunto daño que se aduce, fue causado por las diferentes captadoras no autorizadas de dineros del público y su resarcimiento debe intentarse por las vías legales adecuadas (dentro del trámite de la liquidación judicial de la citada captadora o en la acción penal pertinente en calidad de víctima.). De acuerdo con lo anterior, no es posible importar la existencia de un hecho dañino, que sea censurable a mi representada, de tal suerte que si los accionantes se consideran afectados por presuntamente haber entregado dinero en distintas captadoras, ese eventual daño no tiene como origen ni fundamento una acción u omisión de la Superintendencia Financiera de Colombia. Contrario a lo afirmado por la parte actora, en el proceso se ha comprobado, que fue su propio actuar al perseguir un incremento extraordinario de sus patrimonios sin desplegar la carga de cuidado y de diligencia que la entrega de dineros a un tercero demanda, quienes de manera aventurada asumieron un riesgo latente incurriendo por ello en una de las causales que tienen el poder de romper el nexo causal entre el hecho y el daño base de la responsabilidad, que es la CULPA EXCLUSIVA DE LA VÍCTIMA, pues fue la unilateral y voluntaria intención de los demandantes de entregar ese dinero la que provocó el deterioro patrimonial que ahora sin fundamento jurídico válido pretenden imputar a las Entidades demandadas. (…).”

1.4.8. Alegatos de conclusión del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. En el término legal permitido, el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo descorre traslado para alegar de conclusión, ratificando que se opone a la prosperidad de las pretensiones. Para ello expone que los demandantes entregaron recursos a captadoras no autorizadas de manera voluntaria y personal,

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asumiendo el riesgo correspondiente y con el fin de obtener “exagerados rendimientos”, para lo cual se acordó una transacción con la citada captadora ilegal. Añade que esta entidad no tiene injerencia en la vigilancia, control y sanción de entidades que ilegalmente se dedicaron a la captación masiva y no autorizada de dineros del público, pues sus funciones legales se limitan a lo impuesto en el Decreto 210 de 2010. Señala que mediante decisión administrativa de 6 de diciembre de 2011, la Procuraduría General de la Nación absolvió a los funcionarios de esta entidad de responsabilidad disciplinaria en los hechos de captación masiva y habitual de dineros del público por parte de personas naturales y jurídicas no habilitadas para ello, al hallarse desvirtuados los cargos formulados y determinarse que no incurrieron en faltas graves y gravísimas por omisión en el cumplimiento de sus funciones. Estima que:

“En el proceso de la referencia se configuran las excepciones de: FALTA DE LEGITIMACIÓN EN LA CAUSA POR PASIVA; AUSENCIA DEL DOCUMENTO QUE ACREDITE EL CARÁCTER CON QUE SE PRESENTA AL PROCESO; FALTA DE COMPETENCIA POR AGOTAMIENTO DE JURISDICCIÓN; INEXISTENCIA DE LOS ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DE LA RESPONSABILIDAD; INEXISTENCIA DE UN DAÑO CIERTO; INEXISTENCIA DE DAÑO ANTIJURÍDICO POR CUANTO LA PARTE DEMANDANTE SE EXPUSO VOLUNTARIAMENTE A LOS PERJUICIOS; INEXISTENCIA DE NEXO CAUSAL ENTRE EL SUPUESTO DAÑO Y LA ACCIÓN U OMISIÓN DE LA AUTORIDAD PÚBLICA DEMANDADA; HECHO DE UN TERCERO; INIMPUTABILIDAD DEL DAÑO JURÍDICO AL DEMANDADO; INEXISTENCIA DE OMISIÓN O FALTA ATRIBUIDA AL DEMANDADO; AUSENCIA DE BUENA FE EXENTA DE CULPA Y CREADORA DE DERECHOS; ACTUACIÓN JUSTIFICADA DEL ESTADO, CONFORME A LA LEY; PETICIÓN ANTES DE TIEMPO; IMPOSIBILIDAD JURÍDICA DE ATRIBUIR RESPONSABILIDAD AL ESTADO POR EL HECHO GENERADOR DEL PERJUICIO DEMANDADO; RIESGO INHERENTE A LOS NEGOCIOS FINANCIEROS; CORRELACIÓN DEL RIESGO FRENTE A LA TASA DE TORNO PROMETIDA Y CARÁCTER ALEATORIO DE LO CONTRATOS SUSCRITOS; ACTUACIÓN DILIGENTE DEL ESTADO PARA LA DEVOLUCIÓN DE LOS DINEROS POR PARTE DE QUIENES TENÍAN DICHA OBLIGACIÓN; INEXISTENCIA DE LA OBLIGACIÓN DEL ESTADO DE DEVOLVER LOS DINEROS.” (sic)

Añade que analizando la prueba documental, se observa que en varias oportunidades y medios de comunicación como RCN radio y TV, Caracol TV, diario El Tiempo, entre otros, y antes de que se registrara la entrega de los recursos de los demandantes a unos terceros, la Superintendencia Financiera advirtió en forma oportuna al público el riesgo que implicaba entregar recursos económicos a terceros no autorizados para el efecto. Por ello, concluye que los demandantes asumieron el riesgo que esta transacción implicaba, máxime cuando la contraprestación ofrecía rendimientos fuera de toda lógica financiera.

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Aduce también que se equivoca el demandante en cuanto al funcionamiento de la Ventanilla Única de Comercio Exterior, en tanto éste solamente coordina la gestión interinstitucional para el funcionamiento de la VUCE, en el cual intervienen 18 entidades, “las cuales según sus propias competencias, otorgan los correspondientes vistos buenos para operaciones de importación y exportación, por tanto, una vez la entidad competente otorgue la autorización previa, el Mincomercio aprueba el registro o la licencia de importación según el caso”, conforme lo ordena el decreto 4149 de 2004. Sobre la exportación de bienes, señala que las autorizaciones, registro y control es efectuado por la DIAN y la VUCE actúa como medio informático para facilitar la operación, por lo que es “inexacto y equivocado que al Ministerio de Comercio, Industria y Turismo se le endilgue responsabilidad frente al manejo de la “exportación de capitales a través de la VUCE, puesto que la Ventanilla Única de Comercio Exterior no fue creada para efectuar tales controles.” Analiza los interrogatorios de parte recaudados en el trámite probatorio estima que “los actores omitieron las medidas mínimas de precaución y cuidado previas a la previas a las entrega (sic) de sus dineros, (…) pues hicieron caso omiso de las advertencias elevadas por las autoridades del Estado. El daño que aduce, fue causado por terceros, esto es, por las citadas captadoras no autorizadas para recibir del público a quienes los actores entregaron sus dineros prevalidos en un deseo ambicioso de recibir ganancias exorbitantes, con lo cual se configura la culpa exclusiva de la víctima al obrar de manera negligente en la realización de negocios personales con empresas no autorizadas para captar recursos del público.” 1.4.9. Los alegatos de conclusión de la Cámara de Representantes. En el término para el efecto, la apoderada de la Cámara de Representantes descorre traslado de alegatos de conclusión, reiterándose en las disquisiciones expuestas en la contestación de la demanda, así como en su oposición categórica a la prosperidad de las pretensiones elevadas. Para ello analiza los elementos de la responsabilidad extracontractual del Estado para estimar que no se configura falla alguna por parte de esa Corporación legislativa. Explica que conforme a lo prescrito en el artículo 154 y sub siguientes de la Constitución, las leyes deben hacerse a raíz de iniciativa presentada por los miembros del Congreso, por el Gobierno Nacional, por las entidades descritas en el artículo 156 Superior o por iniciativa popular. De ahí concluye que al no poderse hacerse leyes sin el cumplimiento de los requisitos establecidos en el mentado artículo y en el artículo 157, “no existe daño ni causado por el Congreso de la República ni por omisión legislativa”. Señala que la omisión legislativa se presenta:

“1 Cuando el Congreso de la República se hubiese abstenido de expide una norma encaminada a ejecutar un deber concreto establecido por el constituyente. 2. Cuando expide una ley que si bien desarrolla un deber impuesto por la Constitución, favorece a ciertos sectores y perjudica a otros.

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3. Cuando se haya adoptado un precepto que corresponde a una obligación constitucional pero excluye expresa y tácitamente a un grupo de ciudadanos de los beneficios que otorga.”

Finalmente señala:

“Visto lo anterior, concluyo entonces que no se dan los presupuestos para la responsabilidad del Estado tales como existencia y prueba del daño antijurídico en cabeza del Congreso de la República (Cámara de Representantes) y los hechos señalados por el demandante. De otra parte la relación funcional del Congreso (Cámara de Representantes) no tiene relación con las actividades de las Pirámides existiendo falta de legitimación en la causa por pasiva, porque el Congreso de la República no fue el causante directo ni indirecto del daño, este no ha sido identificado por el actor tampoco existió culpa, dolo actividad peligrosa, falla del servicio, ruptura del equilibrio de las cargas públicas.”

1.4.10. Los alegatos del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República. En término para alegar, el Departamento Administrativo de la Presidencia de la República presenta memorial en el que se reitera en los argumentos expuestos en etapas procesales anteriores. Además señala la irregularidad presentada en los poderes, los que considera que solamente se dirigían por ante el Ministerio Público y no ante la autoridad judicial competente. Explica que esta entidad no tiene responsabilidad en el daño alegado, toda vez que “no existe nexo causal entre éste y la supuesta falla del servicio, no solo porque la parte actora no logró demostrar de qué manera todas y cada una de las entidades demandadas incumplieron algún deber legal con ocasión de la captación de dineros del público sin autorización legal…” Arguye que existe “falta de legitimación en la causa por pasiva” en tanto el Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, o era el encargado de desplegar el control, vigilancia e inspección de las entidades dedicadas a la captación masiva de dineros del público. Para llegar a esta conclusión, esgrime, entre otros argumentos, el principio de legalidad consagrado en el artículo 121 Superior. Añade que quienes entregaron sus recursos a terceros legalmente no habilitados para la actividad financiera y bursátil, son quienes se expusieron al daño irrogado, y por tanto responsables de su actuar. Reitera que las entidades estatales a cargo, advirtieron con antelación y en reiteradas ocasiones sobre los riesgos que implicaba confiar los recursos propios a este tipo de entidades conocidas como “captadoras” o “pirámides” y quienes conscientemente y obviando las advertencias hechas, asumieron el riesgo ante el ofrecimiento de exorbitantes réditos, a través de novedosos esquemas de captación que se mimetizaron en diversas modalidades de negocios.

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Así, acota que “en el ejercicio de la actividad financiera, el Estado no es garante del éxito de las operaciones que ejecuten los usuarios del sistema sino que las personas que operen en él observen los principios y normas que lo rigen”. Enfatiza en los elementos estructurantes de la responsabilidad civil extracontractual del Estado y concluye que no se presentó prueba idónea del presunto perjuicio alegado, pues el negocio que devino en la pérdida del dinero de los accionantes, fue producto de un acuerdo libre y con aceptación de la voluntad de los hoy demandantes, ante la expectativa de prontos y extraordinarios rendimientos, que al final resultaron avalando “afiliaciones”, “aportes”, compra de “tarjetas”, “inversiones”, o “mutuos”. Por tanto, la pérdida sufrida, es consecuencia del “riesgo que libre, voluntaria y conscientemente asumieron por relegar todo el deber de cuidado y diligencia en el manejo de su dinero, pues a pesar del conocimiento cierto que tenían del simulado negocio bajo el cual se mimetizó la captación de recursos sin autorización legal, acudió, no dudaron en prestar su consentimiento con tal de procurarse los rendimientos prometidos; negocio en el que obraron con tal incuria, al punto que ni siquiera pudieron explicar los términos contractuales del mismo. Luego y como el albur de pérdida derivó en esa tratativa contractual que se mimetizó bajo sofisticados y novedosos esquemas, no es el Estado a través de las entidades demandadas quien deba servir de garante de un negocio, que como ellos lo reconocen en el hecho 1 de la demanda, se hizo en el marco de un acuerdo de voluntades.” Explica que no se demostró el obrar permisivo u omisivo de esta entidad, ni el incumplimiento de sus funciones. Además, señala que las funciones de control, vigilancia e inspección a las entidades que ejercen actividad financiera, no es de competencia del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República. Cita precedente jurisprudencial contenido en la sentencia C-993 de 2006, que aborda el concepto de autonomía de la voluntad privada y el principio de libertad de empresa para concluir que no está demostrada la supuesta inexistencia de referente normativo frente a la actividad financiera relacionada con la captación de recursos del público, al estar reglamentado desde la propia Constitución nacional la libertad negocial y económica. Como material de prueba de sus aseveraciones, explica que debe tenerse en cuenta las condenas penales por delitos de captación masiva e ilegal de dineros del público impuestas a los propietarios de las “captadoras”. También explica que las autoridades actuaron oportunamente interviniendo a las entidades que irregularmente captaban dineros del público, por lo que no puede alegarse que éstas hayan omitido la concreción de sus deberes jurídica y legalmente exigibles. Señala por otra parte, las decisiones administrativas proferidas por la Procuraduría General de la Nación, en tanto disciplinariamente se absolvió a varios funcionarios del orden estatal contra quienes se elevaron cargos por presuntas faltas disciplinarias al haber permitido “la proliferación de las captadoras ilegales”. Recalca que la existencia de los registros en Cámara de Comercio de las entidades que recibieron los recursos del público en forma irregular, no es óbice para desprender responsabilidad de las entidades estatales, pues en los objetos sociales registrados, no se incluyó la actividad financiera, cuestión que se mimetizó en otras actividades como las comerciales, de importación y exportación.

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1.4.11. Los alegatos de conclusión de la Procuraduría General de la Nación. En el término legal para el efecto y por conducto de su apoderada judicial, la Procuraduría General de la Nación, descorre traslado de alegatos de conclusión reiterando su oposición a la prosperidad de las pretensiones de la demanda, así como los fundamentos expuestos en la contestación de la demanda. Explica que conforme lo determina el decreto 262 del año 2000, la Procuraduría carece de competencia para vigilar a sociedades en este giro de negocios, de donde se desprendería una falta de legitimación en la causa por pasiva. Añade que no obstante lo anterior, manifiesta que la entidad que representa estuvo atenta al transcurrir de los acontecimientos, al punto que adelanta investigación disciplinaria a funcionarios de la Superintendencia Financiera de Colombia y crea una comisión especial con el fin de verificar las acusaciones hechas a los diferentes funcionarios del Estado, realiza varias visitas o inspecciones a partir de noviembre de 2008. Adicionalmente, señala los perjuicios que se pretenden como base de indemnización tienen origen en el propio accionar de los afectados, “quienes no adoptaron las medidas necesarias para el adecuado manejo y control de sus ahorros, pues debido a su negligencia y descuido y lo ilegal del actuar (…), fue que pudieron eventualmente sufrir un daño, que en nada como se ha explicado podría endilgársele al Estado.” 1.4.12. Los alegatos de la Superintendencia de Sociedades. En el término para el efecto, la Superintendencia de Sociedades descorre traslado para alegar de conclusión, reiterándose en los argumentos expuestos en etapas procesales anteriores. Señala entonces que las facultades legales que para el control y vigilancia de la captación de recursos del público ostentaba esta entidad al momento en que se presentaron los hechos de la demanda, era limitada por el Decreto 1981 de 1998 y el artículo 108 del Estatuto Orgánico del Sistema Financiero, pues os mismos “estaban estructurados a partir de la verificación de un número de obligaciones para con el público no superior a 20 y a partir de obligaciones registradas en los estados financieros en función de la proporción de obligaciones para con el público – patrimonio de la empresa captadora.” Explica que la captación “fue hábilmente disfrazada” en operaciones de venta de bienes y servicios, constitutivos de fraude a la ley y abuso del derecho, en perjuicio de terceros, eliminando la posibilidad jurídica de establecer la captación no autorizada prevista en los supuestos de hecho de las normas vigentes hasta el momento.” Añade que estos establecimientos no tenían contabilidad que permitiera regular dichos negocios, actuando en la informalidad y el desorden, cuestión que dificultó sustancialmente la verificación de los presupuestos de la conducta prohibida en la legislación vigente para la época.

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Cita a apartes de las consideraciones del decreto de emergencia social que habilitó la intervención de las entidades captadoras no autorizadas de los dineros del público, y estima que la Superintendencia de Sociedades es un organismo técnico adscrito al Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, mediante el cual el Presidente de la República ejerce las funciones administrativas de inspección, vigilancia y control de las sociedades mercantiles, de conformidad con lo dispuesto por los artículos 82 y siguientes de la ley 222 de 1995, el Decreto 1080 de 1996 y el Decreto 4350 de 2006. Así mismo, aduce que previo a la declaratoria de emergencia social declarada con el Decreto 4333 de 2008, esta Superintendencia solo tenía atribuciones para verificar que en desarrro0llo de su objeto social no desbordara su capacidad jurídica, es decir que no ejercieran actividades ajenas a su objeto social. Sin embargo, con la expedición de los Decretos Legislativos 4334 y 4333 de noviembre de 2008, esta entidad recibió facultades “extraordinarias y novedosas”, que permitieron un accionar eficaz que erradicó las prácticas no autorizadas en todo el territorio nacional. Por otra parte señala que el daño no es cuantificable, cierto y aún no se puede estimar que es consolidado, razón por la que el perjuicio termina siendo hipotético y no indemnizable, en tanto no se ha allegado prueba de que ellos han tomado parte en los procesos liquidatorios de las entidades intervenidas por captación irregular de dineros del público. Reitera su postura respecto a la configuración de la causal de exoneración de la responsabilidad consistente en “hecho o culpa exclusiva de las víctimas”. Sobre el punto aduce: “La responsabilidad por la entrega de dineros a organizaciones no autorizadas para tal fin se debe predicar en primer orden de aquellas personas que ante la posibilidad de una ganancia exorbitante asumieron libremente la decisión de intervenir sus dineros en organizaciones ilegales, más cuando ya habían sido advertidas de la existencia de tales entidades y de los riesgos de las operaciones que ellas ejecutan.” También recalca en la existencia de la causal de exoneración de responsabilidad de “hecho de un tercero, pues considera que “los perjuicios, si llegaren a existir, no fueron ocasionados por las entidades públicas demandadas, sino por los entes captadoras no autorizados, dedicados bajo atizadas operaciones al ejercicio de captación ilegal o no autorizada y como tal, es el agente activo del eventual daño y el pasivo de su resarcimiento.” Itera que sus funciones administrativas no incluían el control y vigilancia de establecimientos de comercio, sino sobre sociedades comerciales, naturaleza jurídica que no es compatible con la que fundamentaron entidades como DRFE y Dinerya que eran establecimientos de comercio. Seguidamente analiza los elementos de la voluntad y aduce:

“En este orden de ideas, la voluntad tuvo de las partes como elemento subjetivo la intención de engañar (pagar y obtener intereses fuera del mercado bancario) y como elemento objetivo o material, las maniobras, maquinaciones, artilugios

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que llevan al engaño, o lo que es igual, la forma de realizar el engaño. Aquí cabría preguntarse si ¿existe causa y objeto lícitos? (sic) Frente a la prédica de un eventual descalabro financiero del que pudieron haber sido objeto el grupo de personas demandantes, el mismo no fue resultado de la falta de control a las actividades de captación, sino consecuencia de las argucias de las captadoras ilegales, sin que efectivamente estuvieran autorizados válida y legalmente para realizar este tipo de operaciones y de la camaradería para con ellas por parte de los accionantes. Y como no puede ahora venir a alegar a su favor su propia culpa, se rompe el nexo causal entre el hecho de la mal denominada inversión y el daño que dicen los demandantes haber sufrido, por lo que no es el Estado quine debe probar nada. (…). Y tampoco se puede hablar de error común, pues para que el mismo tenga eficacia normativa se requiere: 1) que se trate de un error colectivo y 2) que sea invencible, es decir, que hasta las personas más prudentes lo habrían cometido. (…). En resumen, no se dan los presupuestos de la responsabilidad como quiera que: - No existió falla en el servicio, es decir, hecho algunos objetos de reproche atribuible a la demandada. Es más, dentro d las facultades que tenía antes de a decretarse el estado de excepción, la misma actuó conforme a derecho. - Inexistencia de daño o perjuicio que dicen haber sufrido los actores por ese hecho dado que la pérdida se debió a su decisión voluntaria de invertir dineros en captadores ilegales bajo el sofisma de acrecentar sus recursos con base en utilidades exorbitantes. - Inexistencia de una relación de causalidad entre los dos anteriores, o sea que el perjuicios que dicen haber sufrido no tiene como consecuencia cierta e inevitable del hecho perjudicial imputado a la administración. Por tanto, no puede pretender que a través de un proceso como este, el estado devuelva a los demandantes las sumas de dinero que entregaron a las captadoras ilegales en tanto que mediante Decreto 4333 de 2008, el Gobierno nacional estableció el procedimiento específico para tal efecto. Es claro que a través del mencionado decreto el Gobierno declaró la Emergencia social al amparo del artículo 215 de la Carta Política, y diseñó un procedimiento especial de devolución de dineros, con fuerza de ley, gobernando por criterios de devolución de orden público que no pueden ser administrados facultativa ni discrecionalmente por la Superintendencia de Sociedades ni por el Agente Interventor designado para el efecto. Así las cosas, en el presente caso no se encuentra configurado el contradictorio respecto a mi defendida, por lo que la pretensión de los demandantes de

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endilgarle alguna responsabilidad a la misma carece de sentido y objetividad al ser desvirtuada, pues no existe ninguna relación entre la omisión del cumplimiento de las funciones de la Superintendencia de Sociedades con los hechos dañosos y perjuicios que reclaman los accionantes. (…).”

1.4.4. El concepto del Ministerio Público. En el término para el efecto, el Señor Agente del Ministerio Público Delegado para esta Jurisdicción, presentó su concepto de fondo sobre el asunto, en el que efectúa el siguiente “concepto en estricto sentido”:

“Conforme a los argumentos expuestos y otorgando respuesta al problema jurídico a tras planteado, esta Agencia Ministerial considera que dentro del asunto bajo examen no se demostró la estructuración de falla del servicio por omisión del deber de vigilancia, inspección y control de las entidades demandadas, y que obligue a (…) indemnizar los prejuicios reclamados por el grupo demandante.”

Para llegar a esa conclusión, hace un análisis de los argumentos de hecho y de derecho expuestos en la demanda. Similar análisis hace de las contestaciones de las entidades demandadas, de lo cual concluye que la Asamblea Departamental de Nariño, el Congreso de la República, la DIAN, el Municipio de Ricaurte, el Municipio de Pasto, el Ministerio de Industria y Comercio, la Cámara de Comercio de Pasto, la Procuraduría General de la Nación, el Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, la Fiscalía General de la Nación, el Departamento de Nariño, la Defensoría de Pueblo, la Superintendencia de Industria y Comercio y la Superintendencia de Sociedades, no contaban con facultades legales en lo que al control, vigilancia y regulación de la actividad financiera se trata, razón por la no están habilitados para concurrir al proceso como sujetos pasivos, y por lo que no es procedente declarar su responsabilidad en los perjuicios irrogados a los demandantes. Por otro lado, respecto a la Superintendencia Financiera considera:

“De acuerdo a la Ley 964 de 2005, que regula el mercado de valores, el Decreto 422 de 2006, el Decreto 4327 de 2005, el Decreto 663 de 1993, el Decreto 2739 de 1991, la Circular Básica Administrativa de 19 de 2000 (sic), artículo 66 de la Ley 489 de 1998, la Superintendencia Financiera es un organismo que tiene como funciones la inspección, vigilancia y control sobre las personas que realizan actividades financiera, bursátil, aseguradora y cualquier otra relacionada con el manejo , aprovechamiento o inversión de recursos captados del público, de tal manera su competencia está dirigida a supervisar el sistema financiero colombiano con el fin de preservar su estabilidad, seguridad y confianza, así como promover, organizar y desarrollar el mercado de valores colombiano y la protección de los inversionistas, ahorradores y asegurados. Conforme lo que precede a la Superintendencia Financiera de Colombia le asiste competencia para actuar como parte pasiva en el presente proceso, debido

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a que dentro de sus funciones se encuentra asignada la de supervisar el sistema financiero, así como vigilar el sistema de captación de recursos del público.”

Aborda el estudio del material probatorio recaudado para concluir que en efecto se logra edificar convicción sobre la materialización del daño, consistente en la pérdida de los montos de dinero de los demandantes, conforme a las cantidades registradas en los “recibos” aportados al plenario. Partiendo de ese punto aborda el estudio de la posible configuración de una falla del servicio de parte de la Superintendencia Financiera, en tanto las funciones que legalmente a ella le competen. Sostiene que esta entidad, en ejercicio de sus funciones enfrentó las actividades de captación ilegal de dineros del público haciendo uso de las herramientas y medios que legalmente le competían, producto de lo cual expidió la Resolución No. 1778 de 11 de noviembre de 2008, por la cual se impuso medida cautelar contra Carlos Suárez y sus establecimientos de comercio, Resolución No. 1634 del 12 de septiembre de 2007 con la sociedad Grupo DMG SA, “ por medio de la cual se ordenaba la suspensión de las operaciones financieras, la devolución de los dineros y la presentación de un plan de desmonte del Grupo DMG S.A. Adicionalmente, resaltó intervenciones como la declaratoria de emergencia social y la información que por diversos medios de comunicación de difusión nacional y regional con los cuales se dio aviso de “la ilegalidad de las operaciones realizadas por las captadoras”, e incluso señala que actuó “por encima de su dificultad para enfrentarlas, menoscabar y terminar con su objetivo enfocada en la recaudación de dineros del público en forma ilegal, puesto que las mismas continuaron funcionando a través de fórmulas aparentes, engañosas, que hicieron más compleja la tarea de represión del Gobierno, sin embargo su desempeño fue tal , que finalmente se logró contrarrestar dicho fenómeno”. Analiza apartes de la sentencia C-1145-09 por medio de la cual se declaró exequible el Decreto 4333 de 2008 que declaró la emergencia social a raíz del fenómeno de las captadoras ilegales de dinero y apartes de la sentencia No. 051 de 29 de abril de 2003 expedida por el Juzgado Primero Administrativo Oral de Armenia (Quindío), para colegir que:

“Pertinente es resaltar que las famosas captadoras ilegales, una vez liquidadas continuaron desarrollando su objeto bajo diversas formas de operación, logrando así disimular y/o aparentar la captación masiva de dineros, entre otras, tenemos: 1) Se crearon sociedades regulares, aparentemente legales y con presunto soporte legal de personas jurídicas, registradas en cámara de comercio, dedicadas al ejercicio de actividades ilícitas, a través de la suscripción de contratos de distinta naturaleza, mediante los cuales se ocultaba o buscaba justificar la captación de recursos operando a través de supuestos negocios jurídicos como ventas de bienes y servicios, contratos de cuentas en participación de proyectos, entre otros los cuales constituían una ficción

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jurídica y económica del negocio que pretendían demostrar frente al público y las autoridades. 2) En algunos casos las diferentes captadoras de dinero desarrollaban sus actividades en diversas localidades del país, por periodos cortos de tiempo, con el objeto de no dejar rastro de sus actividades ilegales y eludir de este modo la acción de las autoridades de supervisión, puesto que desaparecían físicamente junto a las bases de datos consolidadas de los clientes, de tal manera que se dificultó recaudación de la prueba de la captación ilegal. 3) Importante es recodar que no existió antes de la intervención estatal, por parte de los clientes de las denominadas captadoras hoy demandantes queja alguna que permitiera dilucidar con mayor facilidad y certeza la captación ilegal. Tan solo hasta que se declaró el Estado de Emergencia Social y que la Superintendencia actuara conforme a las atribuciones a ella conferida se inició la formulación de quejas y/o denuncias por parte de los afectados, quienes sin lugar a dilación o duda alguna dan cuenta de las empresas captadoras. 4) Que los depositantes y/o inversionistas asumieron una actitud voluntaria que favoreció la captación ilegal, puesto que los mismos, mientras el captador cumpla con los términos convenidos y el pago de los rendimientos acordados se insiste omitieron brindar cualquier tipo de información a la entidad encargada de dicha supervisión. 5) Las captadoras ilegales, actuaron entre otras cosas con una inscripción en el RUT, y el pago de impuestos, situación esta que aparentó darles una connotación de legalidad. (…). Ahora bien, resulta pertinente mencionar que no se le puede atribuir a la Superintendencia Financiera, la omisión de deberes o funciones que no se encuentran a ella asignados ni legal, ni constitucionalmente, pues de haber contado tal entidad con las facultades suficientes para intervenir en cualquier momento a estas entidades, no se hubiera tornado necesario la declaratoria del Estado de Emergencia; de otro lado es preciso tener en cuenta los inconvenientes derivados de la captación ilegal, obedecieron a una problemática jurídica, económica y social que no contaba con herramientas suficientes y necesarias para ser combatida de forma inmediata, puesto que las mismas no funcionaron bajo un régimen financiero, sino que se crearon para el desarrollo de supuestos objetos legales, de allí que si las mismas hubiesen captado recursos del público bajo el régimen de un sistema bancario formal, le asistiera responsabilidad a la superintendencia (sic) para con los depositantes. Así entonces, las actuaciones adelantadas respecto al ejercicio0 ilegal de la actividad financiera por parte de la Superintendencia Financiera, denotan un alto grado de diligencia y eficiencia y de ello se deriva que en el sub júdice no se configuró que le daño haya provenido de una acción u omisión de esta entidad estatal.

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Analizados los elementos anteriores, en criterio de esta Agencia del Ministerio Público que permiten establecer claramente la no configuración de una falta o falla del servicio por parte de la Superintendencia Financiera, contrario a ello, la actitud voluntaria y pasiva asumida por los hoy demandantes al ir y depositar sus dineros en las captadoras con la plena convicción de que serán reintegrados en la fecha acordada junto a los rendimientos extraordinarios y exorbitantes, ello obedeciendo simplemente a la concurrencia multitudinaria de otros ciudadanos, dado la evidente congestión, largas filas varias sedes; así como también las manifestaciones de sus vecinos y/o amigos de que dichas entidades cumplían en pagar lo mencionado. Esto hace sin duda alguna que se configure una causal excluyente de la responsabilidad radicada en la culpa exclusiva de la víctima. (…).”

Analiza los interrogatorios de los integrantes de la parte actora y finalmente acota:

“Acorde a lo expuesto, se concluye que las pretensiones de la demanda no están llamadas a prosperar, en criterio de esta Agencia del Ministerio Público que de las 16 entidades demandas tan solo una de ellas, tiene legitimación en la causa por pasiva, siendo la Superintendencia Financiera, como organismo encargado del control y vigilancia sobre la actividad financiera, sin embargo, esta no es responsable de los perjuicios económicos causados y hoy reclamados por la parte actora, en tanto actuó diligentemente, aunado a lo anterior, siendo los demandantes responsables de su propio actuar, pues libre y espontáneamente acudieron a depositar su dinero ante tantas veces mencionadas empresas captadoras, inducidos por un vecino o amigo que con anterioridad había obtenido rendimientos económicos exorbitantes. Configurándose claramente una causal excluyente de la responsabilidad atinente a la culpa exclusiva de la víctima”

II. CONSIDERACIONES DEL DESPACHO.

2.1. PRESUPUESTOS PROCESALES. Agotado el trámite legal propio de la instancia en este proceso, procede el Despacho a dictar sentencia conforme impone el artículo 170 del Código Contencioso Administrativo. Se advierte que es posible un pronunciamiento de fondo por la concurrencia de los requisitos exigidos por la ley para la presentación de la demanda. Además, la entidad las entidades que conforma la parte demandada tienen plena capacidad jurídica para comparecer en juicio. La demanda, conforme se advierte en el auto admisorio y en la confirmación del mismo, se ajusta a los requerimientos legales legalmente exigidos para el efecto. Las notificaciones se cumplieron conforme a la ley, se observaron a cabalidad los ritos procesales y no existe ninguna causa de nulidad que pudiera invalidar lo actuado. Adicionalmente no se advierte la existencia de cosa juzgada, desistimiento o perención.

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Cabe precisar que en el presente asunto aborda un caso de cierto grado de complejidad, teniendo en cuenta la pluralidad de los sujetos procesales, quienes están conformados por diferentes personas naturales y jurídicas, por lo que es conveniente, previo a cualquier análisis, determinar con precisión quienes conforman tanto demandante y demandada. Así conforme se determina en el auto admisorio de la demanda y el auto que lo adiciona, la parte demandante se conforma por los señores (as) 1) Pablo Lizardo Acosta Solarte, 2) María Mercedes Solarte de Acosta, 3) Cecilia Margarita Acosta, 4) Zolia Canticus, 5) Fredy Pardo Bonilla, 6) Lili Rodríguez Gómez (registrada erróneamente en el auto de admisión de la demanda como Lili Ramirez Gómez), 7) Rodrigo Rodríguez Gómez (registrado erróneamente en el auto de admisión de la demanda como Rodrígo Ramirez Gómez), 8) Rosa María Gutiérrez Colunge, 9) Ana Julia Velasco Salas, 10) Andrés Mauricio Insuasty Erazo, 11) María Eugenia Erazo de Insuasty, 12) Cecilia Elida Salazar Bastidas, 13) Bernardo Vicente Salazar bastidas, 14) Yord Mirr Barreto Savedra, 15) Álvaro Rodríguez Gómez, 16) María Viviana Legarda Noguera, 17) Teresa de Socorro Acosta Solarte, 18) María de Jesús Chalapud, 19) Sonia Socorro Castro González, 20) María Doris Castro Gonzales, 21) Gilberto Antonio Ortiz, 22) Matilde Isabel Bastidas Moreno, 23) Jaime Colón Ortega Martínez, 24) Estaban Alberto Ascuntar Ortega, 25) Manuel Jesús Ceballos Cultid, 26) Vicente Efrén Salazar Bastidas, 27) Julio Hernando Solarte Casanova, 28) Álvaro Raúl Calvachi Ortiz, 29) Javier Adalberto Colunge Benavides, 30) Carmen del Socorro Cabrera López, 31) Mauro Gilberto Riascos Betancourt, 32) Edilma del Carmen Ramírez Sotelo, 33) Santiago Sebastián Caicedo Zambrano, 34) Armando Martín Paz Burgos, 35) María Elvia Ordóñez Bolaños, 36) Alba Lucía Ortega Portilla, 37) Carmela del Socorro Bolaños Ordoñez, y 38) Claudia Magali Delgado Vallejo

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A su turno, la parte demandada, se integra por las siguientes personas: 1) Nación – Presidencia de la República - Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, 2) Ministerio de Hacienda y Crédito Público, 3) Ministerio de Industria y Comercio, 4) Superintendencia Financiera, 5) Superintendencia de Sociedades, 6) Superintendencia de Industria y Comercio, 7) Fiscalía General de la Nación, 8) Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales, 9) Procuraduría General de la Nación, 10) Congreso de la República, 11) Asamblea Departamental de Nariño, 12) Municipio de Ricaurte, 13) Municipio de Pasto 14) Gobernación de Nariño. 15) Defensoría del Pueblo. y 16) Cámara de Comercio de Pasto. Ahora bien, se observa que respecto al cumplimiento del requisito de procedibilidad consistente en la conciliación extrajudicial previa a la presentación de la demanda, conforme se deduce de un análisis comparativo entre las constancias proferidas por el Señor Procurador Judicial 36 II para Asuntos Administrativos ante el Tribunal Administrativo de Nariño y los integrantes incluidos como parte demandante concurrió la totalidad de las personas que posteriormente se presentan como demandantes. 2.2. EL PROBLEMA JURÍDICO. Teniendo claro las partes que integran la litis, el Despacho observa que la controversia jurídica planteada se absuelve contestando el siguiente interrogante: ¿Concurren probatoriamente los tres elementos configurativos del título de imputación falla en la prestación del servicio endilgado a las demandadas, en tanto se presentó omisión o irregularidad en la ejecución de las funciones de vigilancia, control e inspección de la actividad de captación masiva y habitual de dineros del público llevada a cabo por terceros? 2.2. ANÁLISIS DE EXCEPCIONES PROCESALES. 2.2.1. La falta de competencia del Juzgado Administrativo del Circuito para conocer de la acción. Varias entidades demandadas, entre ellas el Congreso de la República, propusieron la excepción de falta de competencia por factor cuantía, de parte de esta Judicatura, en tanto, aseveraron que la cuantía estimada en la demanda, excede el límite impuesto por el legislador para que el Despacho pudiera asumir el conocimiento del presente asunto.

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Estima que la cuantía de la demanda supera el monto de $643.920.000, por lo que esta Judicatura “carece de competencia por la cuantía de la demanda”. En efecto, la cuantía para el conocimiento de los Juzgados Administrativos en el sistema escritural está limitada por el numeral 6° del artículo 134B del prementado código en 500 salarios mínimos mensuales legales vigentes, es decir que para la fecha de la presentación de la demanda (año 2010), en la que el salario mínimo era de quinientos quince mil pesos m/cte ($515.000.oo), el límite de cuantía para conocer reparaciones directas en un Juzgado Administrativo estaba fijado en la suma de doscientos cincuenta y siete millones quinientos mil pesos m/cte ($257.500.000). Adicionalmente, para la fecha de la presentación de la demanda, específicamente el día 9 de julio de 2010 regía el artículo 30 del C. de P.C.1, aplicable por remisión expresa del artículo 267 del C.C.A., cuyo numeral 2° explica que la cuantía de la demanda se determina por “la pretensión mayor cuando en la demanda se acumulen varias pretensiones”. Descendiendo esta normatividad al caso bajo examen, se encuentra que la pretensión mayor elevada en el libelo introductorio, corresponde a la hecha por la señora Lily Ramírez Gómez, quien depreca la indemnización equivalente a setenta millones de pesos m/cte ($70.000.000) correspondientes al valor que entregó a la entidad DMG S.A. Esta suma equivale a 135.9 salarios mínimos legales mensuales vigentes de la fecha en que se instauró la demanda, por lo que se avizora que no excede el límite de competencia por factor cuantía (500 S.M.L.M.V.) impuesto en la legislación aplicable, razón por la cual se declarará no probada esta excepción. 2.2.2. La falta de legitimación en la causa por pasiva. La legitimación en la causa por pasiva obedece a “…la identidad del demandado con quien tiene el deber correlativo de satisfacer el derecho.”2. Partiendo de ese concepto, el H. Consejo de Estado ha señalado que:

“(…). En efecto, la legitimación en la causa constituye un presupuesto procesal para obtener decisión de fondo. En otros términos, la ausencia de este requisito enerva la posibilidad de que el juez se pronuncie frente a las súplicas del libelo petitorio. Por consiguiente, la legitimación material en la causa alude a la participación real de las personas en el hecho que origina la presentación de la demanda, independientemente de que éstas no hayan demandado o que hubieren sido demandadas. De allí que la falta de legitimación material en la causa, por activa o por pasiva, no enerve la pretensión procesal en su contenido, como sí lo hace una excepción de fondo (…) la legitimación en la causa por pasiva supone la verificación de que quien es demandado tenga la titularidad para defender el interés jurídico que se debate en el proceso y, por lo tanto, sin importar si son o no procedentes las pretensiones elevadas –lo que supondrá efectuar un análisis de fondo de la controversia a la luz del derecho sustancial - sí sea el llamado a discutir su procedencia dentro del trámite judicial. En consecuencia, la legitimación en la causa no se identifica con la titularidad del

1 Este artículo fue modificado por la ley 1395 de 12 de julio de 2010. 2 Consejo de Estado, sentencia del 7 de junio de 2012.

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derecho sustancial sino con ser la persona que por activa o por pasiva es la llamada a discutir la misma en el proceso. (…).”3 (Subrayado fuera de texto).

Así, se observa que este presupuesto procesal es cuestionado por varios de los demandados, quienes aducen no tener relación con los hechos descritos en la demanda, por los cuales se depreca la indemnización. Por tanto, no es procedente adentrarse en el estudio de fondo del asunto, si no se tiene precisión sobre la injerencia que cada una de las entidades demandadas, desde el marco legal de competencias que específicamente les asisten, pudieron tener en los hechos descritos en la demanda, de los cuales la parte demandante desprende el perjuicio irrogado y la consecuente indemnización. Consecuencialmente, se estudiará la relación procesal de cada una de las demandadas, desde su marco legal de competencias aplicable para la época de los hechos, con las presuntas omisiones e irregularidades en el ejercicio de la función de vigilancia, control y regulación de la actividad financiera de captación masiva y habitual de dineros del público, de la que se deriva el perjuicio que alegan los demandantes. 2.2.2.1. La falta de legitimación en la causa por pasiva del Departamento de Nariño, la Asamblea Departamental de Nariño, el Municipio de Ricaurte y el Municipio de Pasto (N). En lo atinente a la función constitucional y legal de los Departamentos, en su condición de entes autónomos “para la administración de los asuntos seccionales y la planificación y promoción del desarrollo económico y social dentro de su territorio…”4, les competen funciones de carácter administrativo, para la coordinación y complementariedad de “la acción municipal”5, así como también de intermediación entre el Gobierno Central y los entes municipales. Para tales objetivos, el Constituyente primario estipuló que cada Departamento contaría con una “corporación político administrativa”6, a saber la Asamblea Departamental, que goza de autonomía presupuestal y administrativa para ejercer el control sobre éste, a quienes les corresponde además el ejercicio de las siguientes funciones:

“1. Reglamentar el ejercicio de las funciones y la prestación de los servicios a cargo del Departamento. 2. Expedir las disposiciones relacionadas con la planeación, el desarrollo económico y social, el apoyo financiero y crediticio a los municipios, el turismo, el transporte, el ambiente, las obras públicas, las vías de comunicación y el desarrollo de sus zonas de frontera. 3. Adoptar de acuerdo con la Ley los planes y programas de desarrollo económico y social y los de obras públicas, con las determinaciones de las inversiones y medidas que se consideren necesarias para impulsar su ejecución y asegurar su cumplimiento.

3 Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo. Sección Tercera. Subsección C. Consejero ponente: Dr. Enrique Gil Botero. Sentencia de 14 de marzo de 2012. Radicación número: 05001-23-25-000-1994-02074-01(21859) 4 Artículo 298 Constitucional. 5 Artículo 299 Constitucional. 6 Ibídem 4.

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4. Decretar, de conformidad con la Ley, los tributos y contribuciones necesarios para el cumplimiento de las funciones departamentales. 5. Expedir las normas orgánicas del presupuesto departamental y el presupuesto anual de rentas y gastos. 6. Con sujeción a los requisitos que señale la Ley, crear y suprimir municipios, segregar y agregar territorios municipales, y organizar provincias. 7. Determinar la estructura de la Administración Departamental, las funciones de sus dependencias, las escalas de remuneración correspondientes a sus distintas categorías de empleo; crear los establecimientos públicos y las empresas industriales o comerciales del departamento y autorizar la formación de sociedades de economía mixta. 8. Dictar normas de policía en todo aquello que no sea materia de disposición legal. 9. Autorizar al Gobernador del Departamento para celebrar contratos, negociar empréstitos, enajenar bienes y ejercer, pro tempore, precisas funciones de las que corresponden a las Asambleas Departamentales. 10. Regular, en concurrencia con el municipio, el deporte, la educación y la salud en los términos que determina la Ley. 11. Solicitar informes sobre el ejercicio de sus funciones al Contralor General del Departamento, Secretario de Gabinete, Jefes de Departamentos Administrativos y Directores de Institutos Descentralizados del orden Departamental. 12. Cumplir las demás funciones que le asignen la Constitución y la Ley. (…) 13. Citar y requerir a los Secretarios del Despacho del Gobernador para que concurran a las sesiones de la asamblea. (…). 14. Proponer moción de censura respecto de los Secretarios de Despacho del Gobernador por asuntos relacionados con funciones propias del cargo, o por desatención a los requerimientos y citaciones de la asamblea. (…).”

Ahora bien, en lo relativo a los municipios, es imperioso resaltar que conforme a lo dispuesto en el artículo 311 Superior, la función legal de estos entes territoriales, se circunscribe a “prestar los servicios públicos que determine la ley, construir las obras que demande el progreso local, ordenar el desarrollo de su territorio, promover la participación comunitaria, el mejoramiento social y cultural de sus habitantes y cumplir las demás funciones que le asignen la Constitución y las leyes.” A su turno, la Ley del Régimen Político Municipal, Ley 136 de 1994, en su artículo 3°, determina como funciones de estos entes territoriales, las siguientes:

“1. Administrar los asuntos municipales y prestar los servicios públicos que determine la Ley. 2. Ordenar el desarrollo de su territorio y construir las obras que demande el progreso municipal. 3. Promover la participación comunitaria y el mejoramiento social y cultural de sus habitantes. 4. Planificar el desarrollo económico, social y ambiental de su territorio, de conformidad con la Ley y en coordinación con otras entidades. 5. Solucionar las necesidades insatisfechas de salud, educación, saneamiento ambiental, agua potable, servicios públicos domiciliarios, vivienda recreación y deporte, con especial énfasis en la niñez, la mujer, la tercera edad y los sectores discapacitados, directamente y en concurrencia, complementariedad y coordinación con las demás entidades territoriales y la Nación, en los términos que defina la Ley. 6. Velar por el adecuado manejo de los recursos naturales y del medio ambiente, de conformidad con la Ley.

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7. Promover el mejoramiento económico y social de los habitantes del respectivo municipio. 8. Hacer cuanto pueda adelantar por sí mismo, en subsidio de otras entidades territoriales, mientras éstas proveen lo necesario. 9. Las demás que señale la Constitución y la Ley.”

Partiendo del análisis de las anteriores funciones constitucional y legalmente asignadas a los Departamentos, Asambleas Departamentales y Municipios, es procedente colegir que en tanto los hechos de la demanda refieren a la omisión en el control y regulación de la actividad financiera de captación masiva y habitual de dineros del público, no existe una relación entre los fácticos expuestos y la función legalmente asignada a estos entes en el marco de las competencias jurídicas de que son titulares. Por tanto, es lógico concluir que en el caso de estos entes territoriales, la excepción procesal de falta de legitimación en la causa por pasiva, se encuentra probada. 2.2.2.2. La falta de legitimación en la causa por pasiva de la Procuraduría General de la Nación – Defensoría del Pueblo. Dentro de las funciones constitucionalmente asignadas al Procurador General de la Nación, en su condición de Director del Ministerio Público, el Artículo 277 Superior precisó las siguientes:

“ARTICULO 277. El Procurador General de la Nación, por sí o por medio de sus delegados y agentes, tendrá las siguientes funciones: 1. Vigilar el cumplimiento de la Constitución, las leyes, las decisiones judiciales y los actos administrativos. 2. Proteger los derechos humanos y asegurar su efectividad, con el auxilio del Defensor del Pueblo. 3. Defender los intereses de la sociedad. 4. Defender los intereses colectivos, en especial el ambiente. 5. Velar por el ejercicio diligente y eficiente de las funciones administrativas. 6. Ejercer vigilancia superior de la conducta oficial de quienes desempeñen funciones públicas, inclusive las de elección popular; ejercer preferentemente el poder disciplinario; adelantar las investigaciones correspondientes, e imponer las respectivas sanciones conforme a la Ley. 7. Intervenir en los procesos y ante las autoridades judiciales o administrativas, cuando sea necesario en defensa del orden jurídico, del patrimonio público, o de los derechos y garantías fundamentales. 8. Rendir anualmente informe de su gestión al Congreso. 9. Exigir a los funcionarios públicos y a los particulares la información que considere necesaria. 10. Las demás que determine la ley. Para el cumplimiento de sus funciones la Procuraduría tendrá atribuciones de policía judicial, y podrá interponer las acciones que considere necesarias.”

A su turno, la Constitución Nacional, en su artículo 281 designó a la Defensoría del Pueblo, como ente que forma parte del Ministerio Público, las siguientes funciones:

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“1. Orientar e instruir a los habitantes del territorio nacional y a los colombianos en el exterior en el ejercicio y defensa de sus derechos ante las autoridades competentes o entidades de carácter privado. 2. Divulgar los derechos humanos y recomendar las políticas para su enseñanza. 3. Invocar el derecho de Habeas Corpus e interponer las acciones de tutela, sin perjuicio del derecho que asiste a los interesados. 4. Organizar y dirigir la defensoría pública en los términos que señale la ley. 5. Interponer acciones populares en asuntos relacionados con su competencia. 6. Presentar proyectos de ley sobre materias relativas a su competencia. 7. Rendir informes al Congreso sobre el cumplimiento de sus funciones. 8. Las demás que determine la ley.”

Partiendo de esta normativa, es identificable que a la Procuraduría General de la Nación y la Defensoría del Pueblo, desde sus funciones frente a la guarda y protección de los derechos colectivos y sociales, así como, en el caso de la Procuraduría, respecto a la protección de los derechos fundamentales y el ejercicio de la potestad disciplinaria, no les atañía ejercer un control previo y directo sobre la actividad financiera y el recaudo o captación masiva y habitual de dineros del público. Consecuentemente, el Despacho no avizora que exista una injerencia o relación directa de las funciones constitucional y legalmente asignadas a estos organismos, que les habilite para comparecer como sujeto procesal pasivo frente a las pretensiones elevadas en la demanda, por lo que se declarará la falta de legitimación en la causa por pasiva respecto de estas entidades. 2.2.2.3. La falta de legitimación en la causa por pasiva de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales “DIAN”. La Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN), es una entidad adscrita al Ministerio de Hacienda y Crédito Público, que mediante el Decreto 2171 de 1992 fue constituida como Unidad Administrativa Especial. Seguidamente Mediante el Decreto 1071 de 1999 se da una nueva reestructuración y se organiza la Unidad Administrativa Especial Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN). Esta entidad está creada como una Unidad Administrativa Especial del orden nacional con un carácter técnico y especializado. Ostenta patrimonio propio, personería jurídica y autonomía administrativa y presupuestal. Conforme se determina en el artículo 4° del Decreto 1071 de 1999, el objetivo de la

Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales “DIAN”, es el de “coadyuvar a garantizar la seguridad fiscal del Estado colombiano y la protección del orden público económico nacional, mediante la administración y control al debido cumplimiento de las obligaciones tributarias, aduaneras y cambiarias, y la facilitación de las operaciones de comercio exterior en condiciones de equidad, transparencia y legalidad” (Subrayado fuera de texto). Seguidamente, conforme se impone en el artículo 1° del Decreto 4048 de 22 de octubre de 2008, las funciones asignadas a esta entidad son:

“ARTÍCULO 1°._ COMPETENCIA. A la Unidad Administrativa Especial Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales le competen las siguientes funciones: la administración de los impuestos de renta y complementarios, de timbre nacional y sobre las ventas; los derechos de aduana y los demás impuestos

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internos del orden nacional cuya competencia no esté asignada a otras entidades del Estado, bien se trate de impuestos internos o al comercio exterior; así como la dirección y administración de la gestión aduanera, incluyendo la aprehensión, decomiso o declaración en abandono a favor de la Nación de mercancías y su administración y disposición. Igualmente, le corresponde el control y vigilancia sobre el cumplimiento del régimen cambiario en materia de importación y exportación de bienes y servicios, gastos asociados a las mismas, financiación en moneda extranjera de importaciones y exportaciones, y subfacturación y sobrefacturación de estas operaciones. La administración de los impuestos comprende su recaudación, fiscalización, liquidación, discusión, cobro, devolución, sanción y todos los demás aspectos relacionados con el cumplimiento de las obligaciones tributarias. La administración de los derechos de aduana y demás impuestos al comercio exterior, comprende su recaudación, fiscalización, liquidación, discusión, cobro, sanción y todos los demás aspectos relacionados con el cumplimiento de las obligaciones aduaneras. La dirección y administración aduanera comprende el servicio y apoyo a las operaciones de comercio exterior, la aprehensión, decomiso o declaración en abandono de mercancías a favor de la Nación, su administración, control y disposición, así como la administración y control de los Sistemas Especiales de Importación – Exportación, Zonas Francas, Zonas Económicas Especiales de Exportación y las Sociedades de Comercialización Internacional, de conformidad con la política que formule el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo en la materia, para estos últimos, con excepción de los contratos relacionados con las Zonas Francas. Le compete actuar como autoridad doctrinaria y estadística en materia tributaria, aduanera, de control de cambios en relación con asuntos de su competencia, así como los atinentes a los Sistemas Especiales de Importación Exportación, Zonas Francas, zonas Económicas Especiales de Exportación y las Sociedades de Comercialización Internacional. La Unidad Administrativa Especial Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales desarrollará todas las actuaciones administrativas necesarias para cumplir con las funciones de su competencia.”

Nuevamente, partiendo del análisis de la normatividad competente en materia de deber funcional de la DIAN, el Despacho observa que en los hechos de la demanda, de donde se deriva el perjuicio génesis de la petición indemnizatoria, esta Unidad Administrativa no tiene ni ha tenido injerencia. En otras palabras, la DIAN no es el ente encargado de llevar a cabo el control y vigilancia de las personas, naturales o jurídicas, que desarrollan la actividad financiera de recaudo masivo y habitual de recursos del público. En consecuencia, resulta ilógico sostener que esta entidad estatal tuvo participación real y directa en los hechos que originaron el daño sobre el que se edifican las pretensiones indemnizatorias de los demandantes y por tanto esta excepción se declarará probada respecto a esta entidad.

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2.2.2.4. La falta de legitimación en la causa por pasiva la Fiscalía General de la Nación. Las funciones constitucional y legalmente asignadas a la Fiscalía General de la Nación, se contienen en los artículos 249 y siguientes de la Constitución Nacional. En dicho articulado, se asigna a esta entidad perteneciente a la Rama Judicial, una función general consistente en el ejercicio de la acción penal, para lo cual debe llera a cabo la investigación de los hechos que revistan características de delito de los que tenga conocimiento, bien sea a través de una denuncia, una petición, una querella e incluso de oficio, siendo indispensable que para ello medien motivos suficientes y circunstancias fácticas que develen la existencia de un eventual punible. Partiendo de ese entendido, observa este Despacho que no se evidencia que esta entidad, administrativamente hubiera tenido injerencia en la causación del daño que se describe en los hechos de la demanda, en tanto no es esta entidad la llamada a responder por o a intervenir en asuntos para los cuales se han preestablecido los controles administrativos oficiales del caso por parte del legislador. Así, dado que la entrega de los dineros de parte de los demandantes se llevó a cabo sin que estos presentaran denuncia o querella alguna para impulsar la actuación de la actividad judicial investigativa y una vez se presentaron estas denuncias, la Fiscalía determinó la apertura y seguimiento de las conductas presuntamente irregulares que pudieron haberse constituido en un delito, en contra de quienes ejercieron en forma ilegal y subrepticia la captación y aprovechamiento de dineros del público, es imperioso concluir que no hay relación procesal entre esta entidad y los hechos que se presentan como génesis del perjuicio indemnizable. Consecuente con la anterior disquisición, el Despacho declarará en la parte resolutiva de esta sentencia, que la excepción de falta de legitimación en la causa por pasiva, efectivamente se presenta para la Fiscalía General de la Nación. 2.2.2.5. La falta de legitimación en la causa por pasiva del Congreso de la República. En la Constitución Nacional, se encomienda la función legislativa al Congreso de la República, es decir la producción, reforma y derogatoria de la normatividad que compone el sistema jurídico. Partiendo de esa realidad legal, evidencia esta Judicatura que no existe nexo relacional entre los hechos de los que el apoderado de la parte demandante deprende el presunto daño antijurídico irrogado y la actividad legalmente asignada a esta entidad, máxime cuando a lo largo del propio libelo introductor, se hace referencia a determinada normatividad que inobservaron u omitieron aplicar la gran multiplicidad de entidades demandadas. Así, de la referencia a la reglamentación legal que impone y fija las competencias de cada uno de los demandantes, resulta procedente determinar que en efecto la actividad legislativa se desplegó en aras de la producción de la reglamentación necesaria de las entidades encargadas de la vigilancia y control de la actividad

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financiera de control y vigilancia de quienes captan y aprovechan dineros del público. Por tanto no existe relación procesal que legitime a esta entidad estatal por pasiva con los hechos en que, según la parte demandante, resultaron trasgrediendo el derecho subjetivo a la propiedad, bien sea por acción o inacción del Estado. Consecuencialmente, el Despacho declarará probada esta excepción en el caso del Congreso de la República. 2.2.2.6. La falta de legitimación en la causa por pasiva de la Cámara de Comercio de Pasto. Conforme se determina en el artículo 860 del Código de Comercio, la función legalmente asignada a las Cámaras de Comercio de todo el país, en su condición de personas jurídicas de derecho privado delegadas de ciertas funciones de naturaleza pública, tal como la de llevar los registros públicos: mercantil, proponentes y entidades sin ánimo de lucro, carácter privado, se circunscriben estrictamente a las siguientes:

“1. Servir de órgano de los intereses generales del comercio ante el gobierno y los comerciantes mismos; 2. Adelantar investigaciones económicas sobre aspectos o ramos específicos del comercio interior y exterior y formular recomendaciones a los organismos estatales y semioficiales encargados de la ejecución de los planes respectivos; 3. Llevar el registro mercantil y certificar sobre los actos y documentos en él inscritos, como se prevé en este código; 4. Dar noticia en sus boletines u órganos de publicidad de las inscripciones hechas en el registro mercantil y de toda modificación, cancelación o alteración que se haga de dichas inscripciones; 5. Recopilar las costumbres mercantiles de los lugares correspondientes a su jurisdicción y certificar sobre la existencia de las recopiladas; 6. Designar el árbitro o los árbitros o los amigables componedores cuando los particulares se lo soliciten; 7. Servir de tribunales de arbitramento para resolver las diferencias que les defieran los contratantes, en cuyo caso el tribunal se integrará por todos los miembros de la junta; 8. Prestar sus buenos oficios a los comerciantes para hacer arreglos entre acreedores y deudores, como amigables componedores; 9. Organizar exposiciones y conferencias, editar o imprimir estudios o informes relacionados con sus objetivos; 10. Dictar su reglamento interno que deberá ser aprobado por el Superintendente de Industria y Comercio 11. Rendir en el mes de enero de cada año un informe o memoria al Superintendente de Industria y Comercio acerca de las labores realizadas en el año anterior y su concepto sobre la situación económica de sus respectivas zonas, así como el detalle de sus ingresos y egresos, y 12. Las demás que les atribuyan las leyes y el Gobierno Nacional.”

Así, entre dichas funciones no está la de la regulación, vigilancia y control de la actividad financiera de captación y aprovechamiento de recursos del público, por lo que se rompe el nexo procesal entre el origen del daño antijurídico con el que se

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justifican las pretensiones indemnizatorias, y el despliegue legalmente ordenado y encomendado a la Cámara de Comercio de Pasto. Por tanto, esta excepción se declarará probada para esta entidad en la parte resolutiva de la presente sentencia. 2.2.2.7. La falta de legitimación en la causa por pasiva de Presidencia de la República – Departamento Administrativo de la Presidencia de la República - Ministerio de Hacienda y Crédito Público – Ministerio de Industria y Comercio – Superintendencia Financiera – Superintendencia de Sociedades – Superintendencia de Industria y Comercio. Dentro de las funciones constitucionalmente asignadas al Presidente de la República, el numeral 24 del artículo 189 Superior, determina que a él le compete “Ejercer, de acuerdo con la ley, la inspección, vigilancia y control sobre las personas que realicen actividades financiera, bursátil, aseguradora y cualquier otra relacionada con el manejo, aprovechamiento o inversión de recursos captados del público. Así mismo, sobre las entidades cooperativas y las sociedades mercantiles.”. (Subrayado fuera de texto). Ahora bien, concordante con estas facultades y conforme se determina en el artículo 58 de la Ley 489 de 1998, es objetivo principal de los Ministerios y de los Departamentos Administrativos, la formulación y adopción de las políticas, planes generales, programas y proyectos del Sector Administrativo que dirigen”. Partiendo de esa base normativa, la función legal del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, está enmarcada en la Ley 55 de 28 de diciembre de 1990, publicada en el Diario Oficial No. 39.615, del 31 de diciembre de ese mismo año, “Por la cual se establece el objeto, funciones y principios de organización del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, se modifica el régimen de delegación de competencias Presidenciales y se confieren unas facultades extraordinarias al Presidente de la República.”. En esa normativa, se impone en su artículo 1, como objetivo general “asistir al Presidente de la República, en el ejercicio de sus facultades constitucionales y legales, y prestarle el apoyo administrativo y los demás servicios necesarios para dicho fin”. Seguidamente, como funciones específicas para el cumplimiento de su objeto legal, impone:

“a) Organizar, dirigir, coordinar y realizar directamente, si fuere el caso, las actividades necesarias que demande el Presidente de la República, para el ejercicio de las facultades constitucionales que le corresponde ejercer, en relación con el Congreso y con la administración de justicia, de conformidad con los artículos 118 y 119 de la Constitución Política, sin perjuicio del apoyo que al efecto corresponde brindar a los Ministerios respectivos; b) Organizar, asistir y coordinar, las actividades necesarias que demande el Presidente de la República, para el ejercicio de las facultades constitucionales que le corresponde ejercer, como Jefe del Estado y suprema autoridad administrativa, de conformidad con el artículo 120 de la Constitución Política y disponer lo necesario según sus instrucciones, para la eficiente y armónica acción del Gobierno, representándolo, cuando así se demande, en la orientación y coordinación de la administración pública, y de sus inmediatos colaboradores en la acción de gobierno, sin perjuicio del apoyo que al efecto corresponda brindar a otros organismos de la administración pública;

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c) Hacer las veces de Secretaría Ejecutiva con los Consejos, Comités o demás organismos de consulta, asesoría, coordinación o apoyo que dependan directamente del despacho presidencial, salvo cuando dicha responsabilidad esté asignada a otra autoridad administrativa; d) Divulgar los actos del Gobierno Nacional y coordinar lo referente a una adecuada difusión de la gestión gubernamental; e) Apoyar al Presidente de la República en los diagnósticos, estudios, análisis y demás actividades que contribuyan a la formación de criterios, conceptos o formulaciones que éste desee definir, sin perjuicio de las atribuciones que en cada sector de la administración pública correspondan a otros organismos; f) Apoyar al Presidente de la República en el estudio de la legalidad y conveniencia de los distintos actos legales, administrativos y reglamentarios de los cuales conozca el primer mandatario; g) Prestar el apoyo logístico y administrativo que se demande, para el ejercicio de las facultades y funciones presidenciales.” (Subrayado fuera de texto).

Por su parte, al Ministerio de Hacienda y Crédito Público, para la fecha en que sucedieron los hechos de la demanda, le correspondía la ejecución de las funciones asignadas mediante el Decreto 1642 de 1991 “Por el cual se establece la estructura orgánica del Ministerio de Hacienda y Crédito Público y se determinan sus funciones”, el cual fue modificado por el Decreto 4712 de 15 de diciembre de 2008, es decir con posterioridad a los hechos de la demanda. En la norma aplicable para la época que se narra en la demanda, se impuso como funciones de esta cartera gubernamental, específicamente las siguientes:

“(…). Artículo 1o. Corresponde al Ministerio de Hacienda y Crédito Público formular y desarrollar a nombre del Gobierno Nacional las políticas del Estado en materia tributaria, aduanera, de crédito público, presupuestal de ingresos y gastos; de tesorería cambiaria, monetaria, y las que correspondan a la intervención del Estado en el sector financiero público y privado de conformidad con la Constitución Política y la ley. (…). Artículo 2o. En cumplimiento del objetivo general fijado en el artículo anterior, corresponde al Ministerio de Hacienda y Crédito Público el ejercicio de las siguientes funciones: a) Dirigir y desarrollar la política económica y fiscal del Estado; b) Administrar y recaudar los impuestos, rentas, tasas, servicios, multas nacionales y registrar su contabilización; c) Controlar el proceso de aforo, tasación y recaudo de los gravámenes arancelarios;

d) Administrar los servicios aduaneros;

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e) Prevenir, aprehender y reprimir el contrabando; f) Participar en la definición de las políticas y de los planes y programas relacionados con el comercio exterior del país que formule el Gobierno Nacional; g) Planear, administrar y controlar el sistema público presupuestal del Presupuesto General de la Nación, de las Empresas Industriales y Comerciales del Estado y de las entidades privadas que administren fondos públicos del orden nacional. Elaborar el proyecto de ley anual de presupuesto en coordinación con el Departamento Nacional de Planeación y los demás organismos a los cuales la ley les haya dado injerencia en la materia; h) Atender el pago de las obligaciones a cargo de la Nación; i) Emitir y administrar títulos valores, bonos, pagarés y demás documentos de la deuda pública; j) Custodiar y conservar los títulos representativos de valores de propiedad de la Nación y los títulos constituidos a su favor; k) Vender a comprar en el país o en el exterior títulos valores del Gobierno Nacional; l) Fijar las políticas de financiamiento externo e interno de la Nación, de las entidades territoriales, de los Distritos Especiales y de las entidades descentralizadas; registrar y controlar su ejecución y servicio, y administrar la deuda pública de la Nación; m) Asesorar y asistir a las entidades territoriales departamentales, distritales y municipales en el manejo de su política fiscal; n) Estimular, organizar y regular el mercado público de valores, por intermedio de la Comisión Nacional de Valores; ñ) Fijar las políticas que correspondan al Estado en la regulación del sector financiero público y privado. Ejercer la vigilancia e inspección administrativa sobre el Banco Emisor y sobre las personas que realicen actividades financieras, aseguradoras y cualquiera otra relacionada con el manejo, aprovechamiento e inversión de los recursos provenientes del ahorro de terceros, por intermedio de la Superintendencia Bancaria, en la forma que señalen la Constitución Política y las leyes; o) Fijar pautas sobre las políticas gubernamentales en materia monetaria y de cambio internacional, en coordinación con los demás organismos a los cuales la ley les haya dado injerencia en la materia; p) Ejercer la orientación, coordinación y control de los organismos que le estén adscritos y vinculados; q) Ejercer las demás atribuciones que le confieran la Constitución Política y la ley. (…).” (Subrayado fuera de texto).

Finalmente, al Ministerio de Industria, Turismo y Comercio Exterior, el Decreto 2010 de 2003, señala como su objetivo primordial la formulación, adopción, dirección y coordinación de “las políticas generales en materia de desarrollo económico y social del país, relacionadas con la competitividad, integración y desarrollo de los sectores productivos de la industria, la micro, pequeña y mediana empresa, el comercio exterior de bienes, servicios y tecnología, la promoción de la inversión extranjera, el comercio interno y el turismo; y ejecutar las políticas, planes generales, programas y proyectos de comercio exterior.” Como funciones generales, la misma normativa impuso a esta cartera, entre otras, las siguientes:

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“(…). 1. Participar en la formulación de la política, los planes y programas de desarrollo económico y social. 2. Formular la política en materia de desarrollo económico y social del país relacionada con la competitividad, integración y desarrollo de los sectores productivos de bienes, servicios entre ellos el turismo y tecnología para la micro, pequeña y mediana empresa, el comercio interno y el comercio exterior. 3. Formular la política y liderar el movimiento por el aumento de la productividad y mejora de la competitividad de las empresas colombianas. 4. Formular las políticas para la regulación del mercado, la normalización, evaluación de la conformidad, calidad, promoción de la competencia, protección del consumidor y propiedad industrial. 5. <Numeral modificado por el artículo 1 del Decreto 2785 de 2006. El nuevo texto es el siguiente:> Formular y ejecutar la política turística, así como los planes y programas que la conformen, con el fin de fortalecer la competitividad y sostenibilidad de los productos y destinos turísticos colombianos. 6. (…).” (Subrayado fuera de texto).

Partiendo de esa base, es preciso extraer que la Presidencia de la República – Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, el Ministerio de Hacienda y Crédito Público y el Ministerio de Industria y Turismo, están habilitados para obrar como sujeto pasivo de las pretensiones elevadas en la demanda, pues éstas se desprenden de una presunta omisión o irregularidad en el ejercicio de la vigilancia y el control respecto de las personas, naturales o jurídicas, que ejercen la actividad de captación, aprovechamiento e inversión de recursos provenientes del público, así como también en la protección al consumidor de este tipo de servicios. Pero más allá, observa esta Judicatura que por conducto del Decreto 4327 de 25 de noviembre de 20057, el Gobierno Nacional fusiona la Superintendencia Bancaria y la Superintendencia de Valores, para dar paso a la creación de la Superintendencia Financiera, entidad que bajo tales directrices, ostentaba la naturaleza de organismo técnico adscrito al Ministerio de Hacienda y Crédito Público, con personería jurídica, autonomía administrativa y financiera, sobre la cual, por mandato expreso del Jefe de Estado, recaen las funciones de “…la inspección, vigilancia y control sobre las personas que realicen actividades financiera, bursátil, aseguradora y cualquier otra relacionada con el manejo, aprovechamiento o inversión de recursos captados del público” (Subrayado fuera de texto), siendo de su competencia el objetivo de “…supervisar el sistema financiero colombiano con el fin de preservar su estabilidad, seguridad y confianza, así como promover, organizar y desarrollar el mercado de valores colombiano y la protección de los inversionistas, ahorradores y asegurados.”. En similar orientación, a la Superintendencia de Industria y Comercio, para la fecha de los hechos descritos en la demanda, según lo determinaba el Decreto No. 2153 de 1992, le competía “1. Velar por la observancia de las disposiciones sobre promoción de la competencia y prácticas comerciales restrictivas, en los mercados nacionales (…) ; atender las reclamaciones o quejas por hechos que afecten la competencia en los mercados y dar trámite a

7 Esta norma fue posteriormente derogada en algunos de sus acápites por el Decreto 2555 de 2010.

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aquellas que sean significativas, para alcanzar, en particular, los siguientes finalidades: mejorar la eficiencia del aparato productivo nacional: que los consumidores tengan libre escogencia y acceso a los mercados de bienes y servicios que los empresas puedan participar libremente en los mercados; y, que en el mercado exima variedad de precios y calidades de bienes y servicios.(8)” (Subrayado fuera de texto). De igual forma, le compete “(…). 2. Imponer las sanciones pertinentes por violación de las normas sobre prácticas comerciales restrictivas y promoción de la competencia, así como por la inobservancia de las instrucciones que, en desarrollo de sus funciones imparta la Superintendencia. (…). 4. Velar por la observancia de las disposiciones sobre protección al consumidor a que se refiere este Decreto y dar trámite a las reclamaciones o quejas que se presenten, cuya competencia no haya sido asignada a otra autoridad, con el fin de establecer las responsabilidades administrativas del caso u ordenar las medidas que resulten pertinentes. 5. Imponer, previas explicaciones, de acuerdo con el procedimiento aplicable, las sanciones que sean pertinentes por violación de las normas sobre protección al consumidor, así como por la inobservancia de los Instrucciones Impartidas por la Superintendencia. 7. Ejercer el control y vigilancia de las cámaras de comercio, sus federaciones confederaciones, de acuerdo con las disposiciones vigentes sobre la materia, y coordinar lo relacionado con el registro único mercantil. (…). 10. Solicitar a las personas naturales y jurídicas el suministro de datos, informes, libros y papeles de comercio que, se requieran para el correcto ejercicio de sus funciones. 11. Practicar visitas de inspección con el fin de verificar el cumplimiento de las disposiciones legales cuyo control le compete y adapta las medidas que correspondan, conforme a la Ley. 12. Interrogar bajo juramento y con observancia de las formalidades previstas para esta de prueba en el código de Procedimiento Civil, a cualquier persona cuyo testimonio pueda resultar útil para el esclarecimiento de los hechos durante el desarrollo de sus funciones. (…).” (Subrayado fuera de texto). Finalmente, a la superintendencia de Sociedades, en su condición de “organismo técnico, (…) con personaría jurídica, autonomía administrativa y patrimonio propio, mediante el cual el Presidente de la República ejerce la inspección, vigilancia y control de las sociedades mercantiles…”, conforme lo determina el Decreto 1080 de 1996, le competía en la época que se desarrollaron los hechos de la demanda, llevar a cabo, entre otras, funciones atinentes a: “(…). 5. Velar porque las sociedades no sometidas a la vigilancia de otras Superintendencias, en su formación y funcionamiento y en el desarrollo de su objeto social, se ajusten a la Ley y a los estatutos; 6. Disponer, mediante acto administrativo de carácter particular, el control de cualquier sociedad comercial no vigilada por otra Superintendencia, y ordenar los correctivos necesarios para subsanar las situaciones críticas de orden jurídico, contable, económico o administrativo de esa compañía; 7. Ejercer las funciones que para los casos de inspección, vigilancia o control le asignan los artículos 82, 83, 84 y 85 de la Ley 222 de 1995; (…). 9. Ejercer la inspección y vigilancia de las sociedades de servicios técnicos o administrativos no sometidas al control de la Superintendencia de Valores; (…).” (Subrayado fuera de texto). En ese orden de ideas, se observa que las funciones de control, vigilancia y sanción a entidades relacionadas con la actividad financiera, comercial y mercantil que involucraba la captación masiva de dineros del público para su aprovechamiento, bajo actividades de corte financiero, de inversión, mercantiles y societarias, para la época de los hechos en que trascurrieron las circunstancias en que se materializaron los presuntos perjuicios, eran de las entidades de control y vigilancia de estas personas jurídicas o naturales que accedieron a captar dineros del público bajo las

8 El texto de este numeral, fue posteriormente modificado por el Artículo 3 de la Ley 1340 de 2009.

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modalidades precitadas, a saber, las Superintendencias Financiera, de Sociedades y de Industria y Comercio. Por tanto, conforme lo estima esta Judicatura, están habilitadas procesalmente por pasiva para concurrir al proceso la Presidencia de la República – Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, del Ministerio de Hacienda y Crédito Público, del Ministerio de Industria y Comercio, así como también los organismos de control y vigilancia de estas actividades financieras, comerciales y societarias relacionadas con la captación y aprovechamiento de los recursos de los demandantes, de igual forma que con la protección de los consumidores y la aplicación de sanciones legales a quienes inobserven los parámetros jurídicos establecidos para ese efecto. Consecuentemente, a la Superintendencia Financiera, la Superintendencia de Sociedades, y a la Superintendencia de Industria y Comercio, también están procesalmente relacionadas en su función legal con la presunta responsabilidad en la producción de la falla del servicio, que bien sea por omisión, acción o desarrollo irregular, pudo desencadenar en la materialización de un eventual perjuicio correlativo en el derecho del que son titulares las personas demandantes. En consecuencia, se declarará probada esta excepción para el Ministerio de Hacienda, para el Ministerio de Industria y Comercio, para la Presidencia de la República – Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, mientras que no se declarará probada para los entes de control Superintendencias Financiera, Superintendencia de Sociedades y Superintendencia de Industria y Comercio. 2.2.3. La falta de legitimación en la causa por activa. Esta excepción fue propuesta por la Asamblea Departamental de Nariño, la Superintendencia Financiera, En lo que atañe al presupuesto procesal de la legitimación en la causa por activa, el H. Consejo de Estado ha señalado:

“La legitimación en la causa es un elemento sustancial que corresponde a la calidad o al derecho que tiene una persona para formular o para contradecir las pretensiones de la demanda, como sujeto de la relación jurídica sustancial; de esta manera, la parte demandante tiene la posibilidad de reclamar el derecho invocado en la demanda -legitimación por activa- frente a quien fue demandado -legitimación por pasiva-. En ese sentido, se entiende que la primera (la legitimación por activa) es la identidad que tiene el demandante con el titular del derecho subjetivo quien, por lo mismo, posee la vocación jurídica para reclamarlo, al paso que la segunda (la legitimación por pasiva) es la identidad que tiene la parte accionada con quien tiene el deber de satisfacer el derecho reclamado. Así las cosas, es deber del juez determinar si la parte accionante está legitimada para reclamar la indemnización del daño y si la entidad demandada es la llamada a responder por aquélla. Ante la falta de prueba sobre alguno de tales presupuestos, habrá lugar, indefectiblemente, a negar las pretensiones de la demanda.”9 (Subrayado fuera de texto).

9 Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo Sección Tercera, Subsección A. Consejero Ponente: Dr. Carlos Alberto Zambrano Barrera. Sentencia de 1 de octubre de 2014. Expediente: 25000232600020020034301 (33767).

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Partiendo de esa base, se tiene que en la demanda se describen a los demandantes como titulares de un derecho subjetivo a la propiedad de los recursos entregados a las diferentes entidades de captación masiva y habitual de dineros del público. Por ello, los demandantes deben presentar al menos prueba sumaria de la legitimidad que les asiste, en el sentido de demostrar al menos sumariamente que en efecto tienen vocación jurídica para efectuar el reclamo indemnizatorio proveniente de la pérdida de los dineros entregados a cada una de las entidades descritas como “captadoras”. Así, al estudiar esta excepción se observa que en efecto los demandantes presentaron prueba al menos sumaria de la presunta afectación sufrida, por lo que no puede tenerse como probada esta excepción. Adicionalmente, observa este Despacho que la justificación expuesta para la interposición de esta excepción, también radica en que los poderes allegados junto con la demanda no han sido conferidos para que el togado pueda presentar la acción ante la Jurisdicción de lo Contencioso Administrativo, sino únicamente para que sea presentada la conciliación extrajudicial que agote el requisito de procedibilidad impuesto en la Ley 640 de 2001. Sobre este punto, el Despacho no se referirá nuevamente, toda vez que en el momento procesal oportuno, se despejó esta inquietud resolviendo el respectivo recurso de reposición interpuesto contra el auto de admisión de la demanda, en el sentido de determinar que la interpretación no puede ser restrictiva y que los poderes otorgados también fueron conferidos con miras a la presentación de la consecuente demanda de reparación directa. 2.3. ANÁLISIS DE LOS CASOS CONCRETOS. En la presente demanda se depreca como indemnización de un presunto daño antijurídico por omisión o irregularidad de parte de las entidades demandadas, la devolución del dinero que cada uno de los demandantes debidamente admitidos entregó a las diferentes personas naturales o jurídicas que captaron dineros del público y posteriormente no efectuaron la devolución del mismo ni tampoco de los rendimientos prometidos a los ahora demandantes. En ese orden de ideas, y siendo coherente con el problema jurídico planteado en líneas anteriores, el título de imputación a aplicar es el de la falla del servicio, el cual ha sido ampliamente documentado tanto por la doctrina como por la jurisprudencia del H. Consejo de Estado. Así, de la cláusula constitucional de responsabilidad civil extracontractual del Estado decantada en el artículo 90 Superior, se ha extraído que para el reconocimiento de responsabilidad por la aplicación de la falla del servicio, se requiere la concurrencia probada de tres elementos, a saber: 1) el daño antijurídico, 2) la falla o falta del servicio y 3) el nexo o relación de causalidad entre el daño y la falla. Conforme a la jurisprudencia del Consejo de Estado10 la falla en el servicio es la principal fuente de imputación de responsabilidad del Estado y se estructura cuando la Parte Actora prueba los siguientes elementos:

10 Véase, entre otras, la sentencia de fecha 16 de julio de 1996, proferida por la Sala Plena del H.

Consejo de Estado. Consejero ponente: Carlos Arturo Orjuela Góngora. Radicación número: S-456.

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a) “una falta o falla del servicio o de la administración, por omisión, retardo,

irregularidad, ineficiencia o ausencia del servicio. La falta o falla de que se trata, no es la personal del agente administrativo, sino la del servicio o anónima de la administración.”

b) “Que se causó daño” que implica la lesión o perturbación de un bien

protegido por el derecho, bien sea civil, o administrativo, con las características predicadas en el derecho privado para el daño indemnizable, como de que sea cierto, determinado o determinable.

c) “Una relación de causalidad entre la falta o falla de la administración y el

daño, sin la cual aún demostrada la falta o falla del servicio, no habrá lugar a indemnización.”

Ya más recientemente, el H. Consejo de Estado se ha pronunciado así:

“La jurisprudencia de ésta Corporación ha señalado que, en casos como el que es objeto de estudio en el presente asunto, el título de imputación aplicable es el de la falla del servicio. La responsabilidad patrimonial de la Administración es una institución jurídica que goza en nuestros días de rango constitucional. Es evidente que la responsabilidad del Estado a partir de la Carta Política de 1991 se fundamenta en el artículo 90 del estatuto superior, el cual como lo ha venido sosteniendo en forma reiterada esta Sala, estableció sólo dos elementos de la responsabilidad, los cuales son: i) El daño antijurídico y, ii) la imputación del mismo a una autoridad en sentido lato o genérico.”11

Adicionalmente debe reseñar esta Judicatura, que respecto al daño antijurídico, la jurisprudencia Constitucional ha manifestado que la “(…) antijuridicidad del perjuicio no depende de la licitud o ilicitud de la conducta desplegada por la Administración sino de la no soportabilidad del daño por parte de la víctima”12 ha expresado que este debe reunir dos características básicas, específicamente:

“(…). La primera: no todos los daños que causa el Estado resultan indemnizables, sobre todo si los mismos son el resultado de la actividad estatal lícita, pues solamente originan el deber de reparación patrimonial aquellos daños que exceden los límites jurídicos que garantizan los derechos e imponen obligaciones exigibles a todas las personas que viven en determinada sociedad. Se ve, entonces, como la concepción del daño antijurídico, desde esa perspectiva, no solamente resulta acorde con los principios de eficiencia de la función pública y efectividad de los derechos (artículos 228 y 2º de la Constitución), sino también confluye con los principios de igualdad frente a las cargas públicas y solidaridad, que constituyen las piezas angulares del Estado Social de Derecho (artículos 1º y 13 de la Carta). (…). La segunda característica del daño indemnizable se encuentra en el hecho de establecer que solamente resultan antijurídicas las lesiones causadas por el Estado a los derechos de las personas que no surgen de su anuencia,

11 CONSEJO DE ESTADO. SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO. SECCIÓN TERCERA. SUBSECCIÓN C. Consejera ponente: OLGA MELIDA VALLE DE LA HOZ. Sentencia de 7 de julio de 2011. Radicación número: 25000-23-26-000-1997-03369-01(19707) 12 Corte Constitucional, sentencia C-254 de 2003.

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aceptación o que son propiciadas por ellos mismos. No se trata de identificar el concepto de daño antijurídico con la causal de exoneración de responsabilidad que rompe la imputación por el hecho o culpa exclusiva de la víctima; se trata de entender que el Estado no puede indemnizar los daños cuya fuente de indemnización no es objeto de protección jurídica, en tanto que su origen es inconstitucional, ilegal o contraria al principio de buena fe que debe regular todas las actuaciones de los particulares y del Estado (artículo 83 de la Constitución). En otras palabras, así el daño cuya reparación se pretende pudiese ser causado de manera directa y eficiente por el Estado, no puede ser indemnizado si fue propiciado, auspiciado, avalado u originado con la actuación u omisión de quien lo reclama, en tanto que el ordenamiento jurídico solamente protege las actuaciones leales y legítimas de los particulares.”(Resaltado fuera de texto)13

Por tanto, el Despacho debe hacer hincapié en que el concepto de daño, no es en ninguna manera similar al de daño antijurídico, cuestión que usual y erráticamente suele aceptarse, pues probatoriamente puede aportarse prueba de la concurrencia de un perjuicio en un derecho subjetivo, pero además debe también probarse que ese perjuicio ostenta la condición de antijurídico, es decir que no debe ser soportado por el usuario de la administración de justicia. Esa diferencia es de gran importancia en cuanto a la indemnización por responsabilidad civil extracontractual atañe, en tanto la Constitución al abordar este aspecto, en el artículo 90, reseñó como indemnizables solo aquellos daños que se prueben como antijurídicos, en otras palabras, pueden existir daños que a pesar de haber sido comprobados, no deben ser resarcidos en razón a que adolecen de antijuridicidad. En esa orientación, la antijuridicidad de un daño debe estudiarse, como ya se reseñó en líneas anteriores, respecto de la soportabilidad del daño en el contexto del título de imputación de falla del servicio, en la que el daño corresponde a aquella lesión a un bien o interés lícito, del cual es titular la víctima, que ha sido producida por una falla del servicio que el ciudadano no está en la obligación de soportar. Sin embargo, la víctima deberá soportar las consecuencias del perjuicio si el operador jurídico no encuentra probada la falla del servicio, es decir el daño no es antijurídico, si el mismo se produce por su inacción, o por su anuencia o por que fue propiciado por el propio perjudicado. Ahora, dadas las diferentes situaciones fácticas que probatoriamente se develan en el expediente, el Despacho procederá a efectuar un análisis separado de los casos de cada demandante en aras a determinar la concurrencia del daño antijurídico, la falla del servicio y el nexo de causalidad requeridos para la materialización del título de imputación y la prosperidad de las pretensiones elevadas, para lo cual se tendrán en cuenta las pruebas allegadas al proceso. 2.3.1. El caso de Pablo Lizardo Acosta Solarte.

13 Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo Sección tercera. Consejero ponente: Alier Eduardo Hernández Enríquez. Sentencia de 5 de diciembre 2.005 Radicación número: 41001-23-31-000-1990-05732-01(12158).

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Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, este demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada tres documentos denominados “formulario de inversión” con logo de DRFE, que aduce haber recibido a cambio de haber entregado a esta entidad una suma total de dieciséis millones setecientos noventa y cinco mil pesos ($16.795.000), en el año 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de DRFE al presente proceso, el mencionado demandante no aparece registrado como reclamante por afectación alguna en su patrimonio. Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por este demandante, reseña que tiene estudios de bachiller y es residente en el municipio de Ricaurte. Explica también que entregó su dinero en DRFE, así como que en la misma oficina que entregó el dinero le dijeron que la “empresa” era legal. Aduce que el Alcalde les dijo que era legal y que podían invertir y que las condiciones del negocio era que se depositaba el dinero y se obtenían rendimientos del 70 al 200% en uno o dos meses. Añade que no conocía a la entidad a la que confió su dinero antes de que llegaran al municipio, que nunca había hecho negocios en los que ganara más del 50% de la inversión en un mes y que no era consciente del riesgo porque la entidad tenía “todo legal, los impuestos, los papeles”, pero que no conoció ningún documento que avalara la legalidad de la entidad a la que confió sus recursos. Aduce que no preguntó ni se cercioró sobre la procedencia de los dineros que se prometían como utilidad del depósito y que miró a la gente entregar su dinero y como pensó que era legal, él también entregó su capital, pues creyó en la entidad porque a otras personas si les habían pagado. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que este demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.14, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada del (los) documento (s) denominado (s) “formulario de inversión” con el logotipo de D.R.F.E., son documentos de privados naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes15, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor16 ya que están suscritos por el

14 La norma en cita determina: “Incumbe a las partes probar el supuesto de hecho de las normas que consagran el efecto jurídico que ellas persiguen.” 15 El artículo 264 del C. de P.C. precisa el alcance de los documentos suscritos entre particulares, de la siguiente manera: “Las declaraciones que hagan los interesados en escritura pública, tendrán entre éstos y sus causahabientes el alcance probatorio señalado en el artículo 258; respecto de terceros; se apreciarán conforme a las reglas de la sana crítica.” (subrayado fuera de texto). Adicionalmente, sobre el punto puede consultarse la sentencia proferida por el H. Consejo de Estado, Sección Cuarta de 10 de abril de 1997.Ref: Radicación 8154. 16 Los artículos 272 y 273 del C. de P.C. señalan textualmente: “Artículo 272. El que presente un documento privado en original o reproducción mecánica, podrá pedir su reconocimiento por el autor, sus

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demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que pueda tenérsele como auténtico, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.17, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo18. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte de la demandante, se deduce que el demandante nunca se cercioró de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió por que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas eran absurdamente cuantiosas y en unos plazos fuera de toda lógica económica y financiera, que raya incluso con la propia experiencia del demandante quien asevera en su declaración que no había hecho negocios en los que se obtenga un rendimiento de tal magnitud en solo un mes y que al ofrecerse en el segundo mes un rendimiento del 150%, no recibió el dinero sino que “lo dejó” para continuar obteniendo las astronómicas utilidades. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron.

herederos, un mandatario con facultades para obligar al mandante en actos de la misma índole, o el representante de la persona jurídica a quien se atribuye. (…). Artículo 273: La declaración del citado será recibida previo juramento. Si el documento está firmado a ruego de una persona que no sabía o no podía firmar, ésta deberá declarar si se extendió por su orden (…). En los demás casos, bastará que el compareciente declare si es o no suya la firma o el manuscrito que se le atribuye. El reconocimiento de la firma hará presumir cierto el contenido.” (Subrayado fuera de texto). 17 El texto del artículo 252 del C. de P.C. reseña literalmente: “Artículo 252. Documento Auténtico. Es auténtico un documento cuando existe certeza sobre la persona que lo ha elaborado, manuscrito o firmado. El documento público se presume auténtico, mientras no se compruebe lo contrario mediante tacha de falsedad. El documento privado es auténtico en los siguientes casos: 1. Si ha sido reconocido ante el juez o notario, o si judicialmente se ordenó tenerlo por reconocido. 2. Si fue inscrito en un registro público a petición de quien lo firmó. 3. Si habiéndose aportado a un proceso y afirmado estar suscrito, o haber sido manuscrito por la parte contra quien se opone, ésta no lo tachó de falso oportunamente, o los sucesores del causante a quien se atribuye dejaren de hacer la manifestación contemplada en el inciso segundo del artículo 289. Esta norma se aplicará también a las reproducciones mecánicas de la voz o de la imagen de la parte contra quien se aducen, afirmándose que corresponde a ella. 4. Si fue reconocido implícitamente de conformidad con el artículo 276. 5. Si se declaró auténtico en providencia judicial dictada en proceso anterior, con audiencia de la parte contra quien se opone en el nuevo proceso, o en la diligencia de reconocimiento de que trata el artículo 274. (…).” 18 El H. Consejo de Estado, Sección cuarta, en sentencia de abril 10 de mil novecientos noventa y siete (1997).Ref: Radicación 8154, sostuvo: “(…).Sin embargo, las normas por las que se regula la fuerza probatoria de los documentos públicos y privados, distinguen, claramente, respecto de las manifestaciones que se hagan en los mismos, el efecto “inter partes”, del que se produzca frente terceros; (…). Sobre lo primero, dice, en efecto, el inciso 2o. del artículo 264 del Código de Procedimiento Civil, que las declaraciones que consignen los interesados en escritura pública, tienen eficacia plena entre éstos y sus causahabientes, tanto en lo dispositivo del acto o contrato, como en lo meramente enunciativo del mismo directamente relacionado con lo dispositivo; pero que, en relación con terceros, se deben apreciar tales declaraciones, “conforme a las reglas de la sana crítica”. Esto significa que, referente a los terceros, las manifestaciones o declaraciones de las partes, en el acto o contrato, no hacen plena prueba contra aquéllos, “per se”, sino que se deben estudiar por el juez en el contexto de los demás elementos circunstanciales y pruebas de que tenga conocimiento y formen su convencimiento, y adicionalmente, ratificarse y apreciarse como la prueba de testigos, pues el artículo 277 ib. solo atribuye a las mismas el carácter de testimonios sujetos a ratificación.” (Subrayado fuera de texto.)

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Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es el propio demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a este demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.2. El caso de María Mercedes Solarte de Acosta. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada tres documentos denominados “formulario de inversión” con logo de DRFE, que aduce haber recibido a cambio de haber entregado a esta entidad una suma total de trece millones setecientos noventa y siete mil pesos ($13.697.000), en el año 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de DRFE al presente proceso, la mencionada demandante no aparece registrada como reclamante por afectación alguna en su patrimonio. Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por esta demandante, reseña que entregó su dinero en DRFE, en tanto otras personas le “dijeron que entregara a esa empresa (…) por hacerme a un realito (sic) más” y que confió en la entidad “de ver que todo el mundo se apegaba yo también fui y me apegué a dejar por pocos”. Añade que no preguntó a ninguna autoridad de ningún orden sobre la legalidad de la entidad a la que confió sus recursos. Añade que no conocía a la entidad a la que confió su dinero y que le ofrecieron pagarle 50 y 70% por la entrega de su dinero. Explica que fue a dejar sus recursos porque la gente le dijo que era legal y que estaban pagando mejor que en las entidades bancarias. Añade que nunca averiguó por la proveniencia de los dineros con los que se le pagaría la utilidad prometida. Manifiesta “… cometí el error de ir a dejar porque la iban a devolver y porque los réditos me iban a llegar alguna cosita más…” Finalmente sobre el responsable de la pérdida considera: “(…) yo creo que no ha de volver algo, el responsable he sido yo porque yo fue la que trabaje, sufrí y padecí para hacer esa plata, pero sí de buena voluntad tiene la amabilidad, el presidente de volverme, si reconoce en todo esto que he perdido y he trabajado, si cree está bien (…). Si yo hubiera sabido mas adelantico que así iba a pasar, yo no lo entregaba, si me duele”. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de

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P.C.19, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de los documentos llamados “formulario de inversión” con el logo de D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes20, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor21 ya que están suscritos por el demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.22, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo23. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte de la demandante, se deduce que ella nunca se cercioró de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió por que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad y recibían los rendimientos prometidos. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas eran absurdamente cuantiosas y en unos plazos fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la lógica y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado,

19 Ibídem 14. 20 Ibídem 15 21 Ibídem 16. 22 Ibídem 17. 23 Ibídem 18

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siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a este demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.3. El caso de Cecilia Margarita Acosta. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada tres documentos denominados “formulario de inversión” con logo de DRFE, que aduce haber recibido a cambio de haber entregado a esta entidad una suma total de veintiséis millones novecientos noventa y cuatro mil pesos ($26.994.000), en el año 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de DRFE al presente proceso, la mencionada demandante aparece registrada como reclamante por afectación en su patrimonio por una suma de sesenta y dos millones seiscientos cuarenta mil pesos ($62.640.000). Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por esta demandante, reseña que es comerciante y residente del municipio de Ricaurte. Explica que entregó su dinero en DRFE, en tanto “cada día más y más hacían bastantes filas que la gente anochecía entonces yo también fue a hacer mi inversión”. Informa que le ofrecieron unos rendimientos del 70% en un mes y que le dio confianza que esta entidad laboraba en la calle central cerca a la Policía y la Alcaldía. Señala que no preguntó a ninguna autoridad de ningún orden sobre la legalidad de la entidad a la que confió sus recursos. Manifiesta que no hizo averiguación alguna sobre la legalidad de la entidad ante las autoridades financieras y que se confió “de las personas que estaban trabajando allí”. Expresa que nunca supo de donde provenían los dineros para pagar las utilidades prometidas. Acepta que incurrió en error al entregado sus dineros a DRFE “porque los lamentos fueron de que todo mundo decía que no nos devolvieron ya se descubrió pero fue después”. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.24, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de los documentos llamados “formulario de inversión” con el logo de D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino

24 Ibídem 14

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solamente entre las partes suscribientes25, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor26 ya que están suscritos por el demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.27, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo28. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte de la demandante, se deduce que ella nunca se cercioró de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió por que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad y recibían los rendimientos prometidos. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas eran absurdamente cuantiosas y en unos plazos fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la lógica y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a este demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio.

25 Ibídem 15 26 Ibídem 16 27 Ibídem 17 28 Ibídem 18

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2.3.4. El caso de Zoila Canticuz Canticuz. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada dos documentos denominados “formulario de inversión” con logo de DRFE, que aduce haber recibido a cambio de haber entregado a esta entidad una suma total de once millones cuatrocientos cuarenta y cuatro mil pesos ($11.444.000), en el año 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de DRFE al presente proceso, la mencionada demandante no aparece registrada como reclamante por afectación en su patrimonio. Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por esta demandante, reseña que reside en el municipio de Ricaurte. Explica que entregó su dinero en DRFE, porque unas compañeras le dijeron que era bueno meter dinero ahí y la animaron a meter su dinero. Informa que no preguntó a ninguna autoridad sobre la legalidad del negocio que le estaban proponiendo ni de la entidad a la que fue a dejar sus dineros. Señala que le prometieron que iba a ganar más dinero del que depositara. Manifiesta que no ha hecho negocios en los cuales se obtenga un rendimiento del 50% del capital invertido en el plazo de un mes. Añade que no tuvo conocimiento de la proveniencia de los dineros con los que se le cancelarían las utilidades prometidas. Explica que entregó $4.600.000 y esperaba obtener $6.000.000. Señala que no conocía a la persona a quien confió sus dineros. Considera que la empresa a la que confió sus dineros es la responsable de su devolución. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.29, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de los documentos llamados “formulario de inversión” con el logo de D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes30, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor31 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.32, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo33.

29 Ibídem 14. 30 Ibídem 15. 31 Ibídem 16. 32

Ibídem 17. 33

Ibídem 18.

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Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte de la demandante, se deduce que ella nunca se cercioró de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió por que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la lógica y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.5. El caso de Fredy Pardo Bonilla Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, este demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada tres documentos denominados “formulario de inversión” con logo de DRFE, que aduce haber recibido a cambio de la entrega a esta entidad una suma total de siete millones de pesos ($7.000.000), en el año 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de DRFE al presente proceso, el mencionado demandante no aparece registrado como reclamante por afectación alguna en su patrimonio. Finalmente se constata el mentado demandante no rindió interrogatorio de parte. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que este demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo

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que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.34, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada del (los) documento (s) denominado (s) “formulario de inversión” con el logotipo de D.R.F.E., son documentos de privados naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes35, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor36 ya que están suscritos por el demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que pueda tenérsele como auténtico, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.37, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo38. Corroborando la carencia de prueba del daño antijurídico, se tiene que el prementado demandante no figura como reclamante afectado dentro del proceso de intervención y liquidación de la entidad DRFE. 2.3.6. El caso de Lily Rodríguez Gómez. La señora Lily Rodríguez Gómez, para soportar probatoriamente la existencia del daño antijurídico, es decir del detrimento patrimonial causado por la entrega de dineros a la captadora DMG, esta demandante presenta a folio 105 C. 1., una copia al carbón de un recibo de envío efectuado el día 15 de diciembre de 2008, remitido a “proceso micromercadeo”, cuyo contenido se registra como “DMG carta” y cuya ampliación de casilla (Fl. 107 C.1.) especifica que contiene Carta de solicitud de reclamación, fotocopia de cédula, recibo de caja de aportes y 4 tarjetas físicas por setenta millones de pesos ($70.000.000). Igualmente aporta una copia autenticada del recibo de pago de giro del Banco Agrario de Colombia pagado el día 23 de junio de 2009 a favor de “DMG – LILI ISABEL RODRÍGUEZ GOMEZ” por un valor de $275.000. Adicionalmente se observa que a folio 1777 del C.4. del expediente principal obra la declaración de parte de esta demandante, quien manifiesta que no efectuó ningún tipo de averiguación sobre la empresa DMG y que depositó la suma de cincuenta y cinco millones de pesos m/cte ($55.000.000.oo), que confió en la empresa por que estaba ubicada en forma pública y monitoreada por la Policía, además de que muchas personas hacían inversiones en esa entidad. Explica que no elevó averiguación ante la Superintendencia Financiera respecto de la licitud de la

34 Ibídem 14. 35 Ibídem 15. 36 Ibídem 16 37 Ibídem 17. 38 Ibídem 18.

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actividad de esa entidad y que no conoció de las advertencias que efectuó la autoridad pública sobre el riesgo de entregar dinero a esta empresa. Añade que inicialmente entregó seis millones de pesos ($6.000.000), después treinta y cinco millones de pesos ($35.000.000) y finalmente veinte millones de pesos ($20.000.000) más. Señala que después de haber perdido “$55.000.000, acepté esos $350.000” que el gobierno nacional entregó como producto de la liquidación de esta entidad. Añade que la rentabilidad recibida era de un 14% mensual frente a un 1% o 2% que reconoce el sistema bancario. No obstante lo anterior, al consultarse en la base de datos remitida por el Agente Liquidador de la captadora DMG al proceso, se observa que la señora Rodríguez Gómez no está registrada en la respectiva base de datos. En ese orden de ideas, el Despacho observa que no existe la suficiente convicción probatoria para determinar la existencia de un daño antijurídico, toda vez que inicialmente se tiene la existencia de una copia simple de un documento remitido a la liquidadora de esta entidad en la que se hace un registro por setenta millones de pesos ($70.000.000) y posteriormente se hace un relato de una serie de entrega de dineros que no coinciden con esa cifra, e incluso se habla de la pérdida de cincuenta y cinco millones de pesos ($55.000.000). Además, respecto a esta prueba documental, se observa que se trata de la copia simple de un recibo de envío de “tarjetas físicas – cantidad 4” y “recibo de caja de aportes – original – cantidad 2”. Esta documentación no ostenta valor probatorio a voces del artículo 254 del C. de P.C. Pero más allá y en gracia de discusión, esta copia simple ostenta el carácter de documento privado al estar suscrito por la demandante y una empleada del correo, situación que a voces del artículo 252 del C. de P.C.39, aplicable en la Jurisdicción de lo Contencioso Administrativo por el artículo 168 del C.C.A. no puede tenerse como un documento auténtico al no cumplir con ninguno de los requisitos que para el efecto impone la norma en mención. Consecuencialmente, el Despacho observa que la parte demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico irrogado en contra de la prementada demandante, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.40, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. 2.3.7. El caso de Rosa María Gutiérrez Colunge. Para determinar la existencia de un daño antijurídico en el derecho sustancial a la propiedad de la mencionada demandante, allegó fotocopia autenticada de fotocopia simple de un documento denominado “formulario de inversión” que aduce haber recibido después de entregar la suma de diez millones de pesos ($10.000.000) a D.R.F.E. el día 23 octubre de 2008. Por otra parte, verificada la base de datos remitida por el señor Agente Liquidador de la entidad DMG Holding S.A., se tiene que la demandante en cita no figura como reclamante dentro del proceso administrativo.

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Ibídem 17 40

Ibídem 14.

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Adicionalmente, rinde interrogatorio de parte en el que manifiesta haber entregado el día 15 de octubre de 2008 diez millones de pesos ($10.000.000) a la entidad denominada “SISCO” y el día 31 de octubre de ese mismo año, la suma de quinientos mil pesos ($500.000) también a la entidad “DINERYA”. Explica que entregó su dinero porque en “DINERYA” se le prometieron rendimientos de ciento cincuenta por ciento (150%) en un mes, que no era consciente que ese negocio era una “pirámide” y que lo vio como un banco. Añade que no verificó la legalidad de las mentadas entidades y que se confió, así como que no se percató de la advertencia de ninguna de las entidades estatales. Explica que no conocía el riesgo de entregar su dinero a esas entidades, que la mayoría de gente había recibido su inversión, que no constató de donde provenían las utilidades, que invirtió “mis cesantías, mis ahorros y préstamos”, que hizo la “inversión” confiada de que esas empresas funcionaban “bajo la ley”. Por otro lado, se observa que la demandante formó parte de la lista de reclamantes que integraron como acreedores en el proceso de intervención y liquidación de la entidad DRFE con un monto de diez millones cuatrocientos mil pesos ($10.400.000). Consecuencialmente se tiene que efectivamente se demostró la concurrencia de un daño, pero éste no es un daño cuantificable, en tanto existe una gran disparidad entre las cifras señaladas en la demanda, las señaladas en la declaración de parte, las que aparecen en la fotocopia autenticada de la copia simple del recibo y por las que figura como reclamante en el proceso de intervención y liquidación. Pero más allá, para el Despacho, este daño no reviste las características de un daño antijurídico indemnizable, es decir de los que la demandante no está en el deber de soportar, en tanto dentro de la propia declaración de parte de la demandante, se deduce que ella nunca se cercioró de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió por que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibiría, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la lógica y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta.

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En tal orden de ideas, el Despacho observa que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico cierto, indemnizable y determinable irrogado en su contra, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.41, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. 2.3.8. El caso de Rodrigo Rodríguez Riascos. Para probar la existencia de un daño antijurídico irrogado al mencionado demandante, se allegó copia simple al carbón de comprobante de envío remitido a través de la empresa “Servientrega” el 2 de diciembre de 2008 a la entidad “proceso micromercadeo” en la ciudad de Bogotá, en cuya casilla de “contenido” se reseñó haber envidado “2 tarjetas copia”, sin especificación adicional. Igualmente se anexó una fotocopia simple de una fotocopia autenticada de un documento presuntamente suscrito por el citado demandante y remitido a la Agente Interventora de DMG, Dra. María Mercede Perry, en el que el Señor Rodríguez solicitó que se le incluyera en el proceso especial de intervención y liquidación para la devolución del dinero depositado a DMG por valor de trece millones de pesos m/cte ($13.000.000) “aproximadamente”. Finalmente, se observa que este demandante aparece reseñado en el listado de personas que formaron parte del proceso de intervención y liquidación de la entidad DMG Holding S.A. y que no se hizo presente el día en que debía rendirse el respectivo interrogatorio de parte, ni justificó su inasistencia. Partiendo de las pruebas antes reseñadas, el Despacho, a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, estima en efecto el mencionado demandante formó parte de los reclamantes del proceso de intervención y liquidación de esta entidad, es decir fue afectado en su derecho subjetivo a la propiedad, sin que haya sido posible probar el monto en que resultó afectado, pues en la solicitud de reclamación, que no obstante ser una fotocopia simple de una fotocopia autenticada se tendrá en cuenta por ser coherente con la información registrada en la base de datos obrante en el proceso, no se logró edificar convicción probatoria sobre el monto del perjuicio irrogado. Pero más allá, estima esta Judicatura que no logró probarse que el daño irrogado hubiera ostentado la calidad de antijurídico, “esto es, que la persona no tenga el deber jurídico de soportarlo”42, en tanto conforme se colige de las propias intervenciones de la parte demandante y de las entidades demandadas debidamente legitimadas por pasiva para considerarse como sujetos dentro del proceso, la entidad DMG Holding S.A. ofrecía al público rendimientos exorbitantes en el corto plazo (un mes), situación que al menos implicaba la verificación de la proveniencia de los recursos con los que se daba cumplimiento al convenio erigido entre particulares, así como también averiguaciones elementales ante las autoridades estatales sobre el desarrollo del tipo

41 Ibídem 14. 42 Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo. Sección Tercera. Subsección C. Consejero Ponente: Enrique Gil Botero. Sentencia de 10 de septiembre de dos 2014. Radicación No. 05001-23-31-000-1991-06952-01(29590)

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de actividad que llevaba a cabo esta entidad, cuestión de elemental prudencia por parte del dueño del capital entregado, lo cual en este caso no se probó por parte del señor Rodríguez, siendo ese un deber procesal del peticionario. Así, termina siendo colegible que el daño irrogado tiene su génesis en la falta de elemental previsión y precaución del demandante al confiar un capital a una entidad sobre la cual no contaba con la más mínima información sobre la naturaleza comercial o financiera, así como también sobre la proveniencia de los cuantiosos recursos que se cancelaban como contraprestación a la entrega del dinero, lo que denota una aceptación tácita del riesgo que una transacción de esta naturaleza entre personas particulares implica, máxime cuando en la misma se ofrecen rendimientos que históricamente no se han registrado en el mercado financiero y están por fuera de la lógica y la práctica comercial y económica. Así, se observa que el afectado propició con su imprudencia el daño infringido, al punto que no fue de su interés efectuar averiguación alguna respecto a la entidad particular que recibió su capital y que posteriormente incumplió el negocio jurídico de exorbitantes ganancias en el término de un mes, al que se había comprometido, determinando un perjuicio que no resulta indemnizable. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. En tal orden de ideas, el Despacho observa que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico cierto, indemnizable y determinable irrogado en su contra, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.43, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. 2.3.9. El caso de Ana Julia Velasco Salas. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó la prueba documental consistente en fotocopia auténtica de fotocopia auténtica de documentos denominados “formulario de recepción de aportes” que aduce haber recibido a cambio de entregar la suma total de dieciséis millones novecientos ochenta y ocho mil pesos ($16.988.000) a DRFE en el año 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente proceso, no aparece registrada la señora Velasco Salas como reclamante por afectación alguna. Finalmente se constata que llegada la fecha y hora para que esta demandante rindiera su declaración de parte, no se hizo presente. En tal orden de ideas, el Despacho observa que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción

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Ibídem 14

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necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico cierto, indemnizable y determinable irrogado en su contra, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.44, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que la demandante no aparece registrada en el listado de reclamantes afectados en el proceso de intervención y liquidación de la entidad a la que confió sus recursos y por otro lado, que las fotocopias autenticadas de los documentos denominados “formulario de recepción de aportes” con el logo de la entidad D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes45, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor46 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.47, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo48. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.10. El caso de Andrés Mauricio Insuasty. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, este demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de la fotocopia simple de un documento denominado “formulario de recepción de aportes” que aduce haber recibido después de entregar la suma de tres millones novecientos mil pesos ($3.900.000) a la entidad D.R.F.E. el día 24 de octubre de 2008. Adicionalmente, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente proceso, aparece registrado el señor Insuasty Eraso con reclamación equivalente a la suma prementada. Finalmente se constata que llegada la fecha y hora para que este demandante rindiera su declaración de parte, no se hizo presente. Partiendo de las pruebas antes reseñadas, el Despacho, a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, estima que en efecto el mencionado demandante formó parte de los reclamantes del proceso de intervención y liquidación de esta entidad, es decir fue afectado en su derecho subjetivo a la propiedad en un monto de tres

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Ibídem 14 45

Ibídem 15. 46

Ibídem 16. 47

Ibídem 17. 48

Ibídem 18.

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millones novecientos mil pesos ($3.900.000), conforme se determinó en la información contenida en la base de datos remitida por el Agente liquidador. Sin embargo, estima esta Judicatura que no logró probarse que el daño en mención hubiera ostentado la calidad de antijurídico, “esto es, que la persona no tenga el deber jurídico de soportarlo”49, en tanto conforme se colige de la información recaudada a lo largo del plenario, tanto por la acción procesal de la demandante como de la demandada, este daño se derivó del grado de imprudencia en que incurrió el propio afectado al momento de entregar sus dineros a la entidad DRFE a cambio de una promesa de rendimientos que oscilaban entre el cincuenta y el ciento cincuenta por ciento (50% - 150%) del capital en tan solo un mes, sin siquiera haber probado que verificó al menos la naturaleza de la entidad a la cual le estaba confiando su capital, así como cuál era el origen de los rendimientos exorbitantes que se ofrecían en el plazo asombrosa y suspicazmente corto, a cambio del depósito. Así, se evidencia que el daño irrogado tiene sus cimientos en la falta de previsión del demandante y en la aceptación tácita del riesgo que una transacción de tal naturaleza implica, situación que las reglas básicas de la prudencia y la experiencia hacen cuando menos dudosa y permiten colegir la existencia de un no despreciable riesgo financiero ante la proporción exorbitante de rendimientos, que aceptó sin mayor previsión. Así, se observa que el afectado propició con su imprudencia el daño infringido al punto que el perjuicio no resulta antijurídico y mucho menos indemnizable. Por otra parte debe señalarse que la prueba documental no ostenta valor probatorio en tanto se trata de una fotocopia autenticada de una fotocopia simple, por lo que trasgrede las disposiciones contenidas en el artículo 254 del C. de P.C. Finalmente y en gracia de discusión debe señalarse también, que las fotocopias autenticadas de la fotocopia simple del documento llamado “comprobante de recepción de aportes” con el logo de D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes50, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor51 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.52, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo53. En tal orden de ideas, el Despacho observa que este demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico indemnizable irrogado en su contra, obviando su deber procesal decantado en el

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Ibídem 42. 50

Ibídem15 51

Ibídem 16. 52 Ibídem 17. 53 Ibídem 18.

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artículo 177 del C. de P.C.54, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. 2.3.11. El caso de María Eugenia Eraso de Insuasty. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó la prueba documental consistente en fotocopia autenticada de la fotocopia simple de un documento denominado “formulario de recepción de aportes” que aduce haber recibido después de entregar la suma de catorce millones novecientos ochenta y ocho mil pesos ($14.988.000) a la entidad D.R.F.E. el día 23 de octubre de 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente proceso, no aparece registrada la señora Velasco Salas. Finalmente se constata que llegada la fecha y hora para que esta demandante rindiera su declaración de parte, no se hizo presente. En esa orientación, debe señalarse también, que la fotocopia autenticada de la fotocopia simple del documento denominado “formulario de recepción de aportes” no tiene valor probatorio en tanto no cumple con las disposiciones contenidas en el artículo 254 del C. de P.C. Pero más allá y en gracia de discusión, este documento “formulario de inversión” con el logo de D.R.F.E., es un documento privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes55, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor56 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.57, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo58. En tal orden de ideas, el Despacho observa que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico cierto, indemnizable y determinable irrogado en su contra, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.59, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. 2.3.12. El caso de Cecilia Edilia Salazar Bastidas.

54 Ibídem 14 55 Ibídem 15. 56 Ibídem 16 57 Ibídem 17. 58 Ibídem 18 59 Ibídem 14.

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Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documento llamado “formulario” que aduce haber recibido después de entregar la suma de catorce millones de pesos ($14.000.000) a la entidad D.R.F.E. el año 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente proceso, no aparece registrada la señora Salazar Bastidas. Finalmente se constata que llegada la fecha y hora para que esta demandante rindiera su declaración de parte, no se hizo presente. Sobre el particular, el Despacho observa que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico cierto, indemnizable y determinable irrogado en su contra, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.60, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. En este punto, debe señalarse que las fotocopias autenticadas de los documentos denominados “formulario” con logo de la entidad D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes61, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor62 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.63, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo64. 2.3.13. El caso de Bernardo Vicente Salazar. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, este demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documento denominado “formulario” que aduce haber recibido después de entregar la suma de siete millones de pesos ($7.000.000) a la entidad D.R.F.E. en el mes octubre de 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente proceso, no aparece registrado el señor Vicente Salazar. Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por este demandante, reseña que no constató por su conducto la naturaleza y legalidad de la entidad a la cual le confió sus dineros, sino que acudió a ellas por la aglomeración de personas, por la presencia de personas del gobierno como la Policía y pensando que era lo mismo que un banco. Añade que los rendimientos prometidos eran equivalentes al cien por ciento (100%) de la inversión de capital en un mes. Explica que no vio riesgo en el negocio porque la entidad llevaba cerca de un año en sus actividades y que no escuchó advertencia alguna de parte de entidades estatales

60 Ibídem 14. 61 Ibídem 15. 62 Ibídem 16 63 Ibídem 17. 64 Ibídem 18.

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sobre el riesgo de la inversión. Aduce que no ha realizado negocios con rendimiento superior al cincuenta por ciento (50%). Señala que no constató con ninguna persona cuál era el origen del dinero que se ofrecía como rendimiento. Señala que confió en la entidad a la que entregó su capital porque “ya llevaba arto tiempo y bastante gente decía que si estaba cumpliendo”. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que este demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico cierto, indemnizable y determinable irrogado en su contra, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.65, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez el demandante no aparece registrado en el listado de reclamantes afectados en el proceso de intervención y liquidación de la entidad a la que confió sus recursos y por otro lado, que la fotocopia autenticada del documento denominado “formulario”, da fe de un documento privado de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes66, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor67 ya que está suscritos por el demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que el mencionado documento pueda tenérsele como auténtico, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.68, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo69. 2.3.14. El caso de Yord Mirr Barreto Saavedra. Para probar la existencia de un daño antijurídico irrogado a la mencionada demandante, se allegó copia simple al carbón de comprobante de envío remitido a través de la empresa “Servientrega” el 4 de diciembre de 2008 a la entidad “proceso micromercadeo” en la ciudad de Bogotá, en cuya casilla de “contenido” se reseñó haber envidado “2 tarjetas físicas”, sin especificación adicional. Igualmente se anexó un documento privado suscrito por la citada demandante y remitido a la Agente Interventora de DMG, Dra. María Mercede Perry, en el que la Señora Barreto Saavedra solicitó que se le incluyera en el proceso especial de intervención y liquidación para la devolución del dinero depositado a DMG por valor de dos millones de pesos m/cte ($2.000.000). Finalmente, se observa que este demandante aparece reseñado en el listado de personas que formaron parte del proceso de intervención y liquidación de la entidad DMG Holding S.A.; y que rindió el respectivo interrogatorio de parte en el que básicamente sostuvo que tiene formación

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Ibídem 14. 66

Ibídem 15. 67

Ibídem 16. 68

Ibídem 17. 69

Ibídem 18.

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de administradora agropecuaria y que entregó el mentado capital a la entidad DMG en la ciudad de Pasto. Explica que se le prometieron rendimientos de alrededor del cincuenta por ciento (50%) del capital y que entregó la suma de catorce millones de pesos (14.000.000) provenientes de sus familiares. Aduce que no verificó el Certificado de Cámara de Comercio de la entidad ni tampoco se cercioró de la legalidad de la entidad ante la Superintendencia Financiera o alguna otra entidad del orden estatal, ni que conoció de las advertencias hechas por las autoridades sobre el riesgo de entregar dineros a esta entidad. Aduce que jamás ha hecho negocios en los que se obtengan utilidades superiores al cincuenta por ciento (50%) en menos de seis meses. Explica que no preguntó sobre la procedencia de los dineros que se le prometieron como utilidad de la entrega del capital. Señala que creyó en que DMG cumpliría porque ya llevaba varios años en Pasto. Aduce que no efectuó ninguna diligencia para constatar la naturaleza de las actividades de DMG y que confió sus dineros por lo que escuchó en televisión y que era consciente de que las utilidades estaban en porcentajes “fuera de lo normal”. Partiendo de las pruebas antes reseñadas, el Despacho, a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, estima que en efecto la mencionada demandante formó parte de los reclamantes del proceso de intervención y liquidación de esta entidad, sin que haya sido posible probar el monto en que resultó afectado, pues en la solicitud de reclamación, que no obstante ser un documento privado se tendrá en cuenta por ser coherente con la información atinente al listado de reclamantes en el proceso de liquidación e intervención de DMG, no se logró edificar convicción probatoria sobre el monto del perjuicio irrogado, en tanto que en la demanda y en el documento en mención aduce haber entregado dos millones de pesos ($2.000.000), mientras que en su interrogatorio de parte explica que fueron catorce millones de pesos (14.000.000), infirmando las anteriores referencias. Además se observa que en su declaración expresa que el dinero entregado no era de su pertenencia sino de sus familiares, lo que hace concluir que no se presentó afectación alguna en el patrimonio propio. Pero más allá, estima esta Judicatura que no logró probarse que el daño irrogado hubiera ostentado la calidad de antijurídico, “esto es, que la persona no tenga el deber jurídico de soportarlo”70, en tanto conforme se colige del propio interrogatorio de parte de la demandante y de las demás intervenciones de las entidades demandadas debidamente legitimadas por pasiva para considerarse como sujetos dentro del proceso, la entidad DMG Holding S.A. ofrecía al público rendimientos exorbitantes en el corto plazo (un mes), situación que al menos implicaba la verificación de la proveniencia de los recursos con los que se daba cumplimiento al convenio erigido entre particulares, así como también averiguaciones elementales ante las autoridades estatales sobre el desarrollo del tipo de actividad que llevaba a cabo esta entidad, cuestión de elemental prudencia por parte de la dueña del capital entregado, lo cual en este caso se probó que no se efectuó por parte de la señora Barreto Saavedra, denotando ello un grado de imprudencia al momento de efectuar ese negocio en el que se involucraba un capital considerable. Así, termina siendo colegible que daño irrogado tiene su génesis en la falta de elemental previsión y precaución de la demandante al confiar su capital y el de su familia a una entidad sobre la cual no

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contaba con la más mínima información sobre su naturaleza comercial o financiera, así como también sobre la proveniencia de los cuantiosos recursos que se le prometieron cancelar como contraprestación a la entrega del dinero, lo que denota una aceptación tácita del riesgo que una transacción de esta naturaleza entre personas particulares implica, máxime cuando en la misma se ofrecen rendimientos que históricamente no se han registrado en el mercado financiero y que la demandante señala jamás haber recibido en otro negocio, no obstante su condición de comerciante. Así, se observa que la afectada propició con su imprudencia el daño infringido, al punto que no fue de su interés efectuar averiguación alguna respecto a la entidad particular que recibió su capital y que posteriormente incumplió el negocio jurídico de exorbitantes ganancias en el término de un mes, al que se había comprometido, determinando un perjuicio que no resulta antijurídico y mucho menos indemnizable. En tal orden de ideas, el Despacho observa que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico cierto, indemnizable y determinable irrogado en su contra, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.71, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.15. El caso del Señor Álvaro Rodríguez Gómez. Para probar la existencia de un daño antijurídico irrogado al mencionado demandante, se allegó copia al carbón de comprobante de envío remitido a través de la empresa “Servientrega” el 2 de diciembre de 2008 a la entidad “proceso micromercadeo” en la ciudad de Bogotá, en cuya casilla de “contenido” se reseñó haber envidado “DMG CARTA”, con especificación adicional anexa en la que se determina que se remitió “tarjetas físicas 2” y “recibo de caja de soportes original 1”. Finalmente, se observa que este demandante aparece reseñado en el listado de personas que formaron parte del proceso de intervención y liquidación de la entidad DMG Holding S.A. sin que se determine el monto por el cual se inscribió como reclamante. Adicionalmente se tiene que el mencionado demandante rinde interrogatorio de parte en el que señala que es administrador de empresas, que entregó su dinero a la entidad DMG en el mes de diciembre de 2008, al haberse enterado por televisión, por prensa y radio y por amigos que le informaron que ofrecía unos intereses muy altos por inversión de dinero y que era muy seguro. Añade que no revisó el certificado de Cámara de Comercio de esta captadora, ni tampoco verificó la autorización legal con

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que contaba esa entidad para captar dineros del público, dada la seguridad que ofrecía la empresa al haber estado funcionando por mucho tiempo y porque se había expandido a varias partes, además de que personal de la policía intervenía en ese negocio y de funcionarios públicos que invertían también. Explica que tampoco verificó ninguna característica de esa entidad ante las autoridades territoriales. Señala que no recuerda las condiciones del “negocio” en cuanto a utilidades y plazo y que no conocía los riesgos de esa transacción. Añade que supo de la existencia de varias pirámides que “se robaron la plata de las personas que confiaron en ellos” y que conoció sobre las advertencias formuladas por el gobierno nacional a cerca del fenómeno de “pirámides” durante los meses de octubre y noviembre de 2008. Manifiesta que es conocedor que en negocios de depósito de dinero en bancos en CDT´s, se obtiene una utilidad del diez por ciento (10%) anual. Aduce que conocía del riesgo de depositar sus dineros en esa entidad, más lo estimó “poco” ante el funcionamiento en el tiempo de esta entidad sin que hubiera tenido reparo por las entidades de control. Reseña que la utilidad que se le prometió provenía de “unas inversiones” que en el momento le explicaron pero que no se acuerda. Explica que lo motivó a entregar su dinero a DMG la “alta rentabilidad” ofrecida y que no tenía conocimiento que esta entidad realizara actividades ilegales. Explica que probablemente tiene una confusión respecto del valor invertido pues en la demanda aduce haber sido de trece millones de pesos ($13.000.000) mientras que en el requerimiento ante el interventor de la entidad, es de quince millones de pesos ($15.000.000) y que ese capital no era exclusivamente de su propiedad. Partiendo de las pruebas antes reseñadas, el Despacho, a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, estima que en efecto el mencionado demandante formó parte de los reclamantes del proceso de intervención y liquidación de DMG S.A., es decir fue afectado en su derecho subjetivo a la propiedad, sin que haya sido posible probar el monto en que resultó afectado, pues en la solicitud de reclamación, que no obstante ser un documento privado se tendrá en cuenta por ser coherente con la información atinente al listado de reclamantes en el proceso de liquidación e intervención de DMG, no se logró edificar convicción probatoria sobre el monto del perjuicio irrogado, en tanto que en la demanda aduce haber entregado trece millones de pesos ($13.000.000), mientras que en su interrogatorio de parte explica que fueron quince millones de pesos (15.000.000), infirmando su versión de los hechos. Pero más allá, estima esta Judicatura que no logró probarse que el daño irrogado hubiera ostentado la calidad de antijurídico, “esto es, que la persona no tenga el deber jurídico de soportarlo”72, en tanto conforme se colige del propio interrogatorio de parte del demandante y de las demás intervenciones probatorias de las entidades demandadas debidamente legitimadas por pasiva para considerarse como sujetos dentro del proceso, la entidad DMG Holding S.A. ofrecía al público rendimientos exorbitantes en el corto plazo (un mes), situación que al menos implicaba la verificación efectiva y a conciencia de la proveniencia de los recursos con los que se daba cumplimiento al convenio erigido entre particulares, así como también averiguaciones elementales ante las autoridades estatales sobre el desarrollo del tipo de actividad que llevaba a cabo esta entidad, cuestión de elemental prudencia por parte de quien entregó el capital, máxime si en ese dinero también concurrieron sus

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familiares. Ello no se probó por parte del Rodríguez Gómez, denotando un grado de imprudencia al momento de efectuar ese negocio en el que se involucraba un capital considerable y que incluso no era de su total propiedad. Así, termina siendo colegible que daño irrogado tiene su génesis en la falta de elemental previsión y precaución de la demandante al confiar su capital y el de su familia a una entidad sobre la cual no contaba con la más mínima información sobre su naturaleza comercial o financiera, así como también sobre la proveniencia precisa de los cuantiosos recursos que se le prometieron cancelar como contraprestación a la entrega del dinero, lo que revela una aceptación tácita del riesgo que una transacción de esta naturaleza entre personas particulares implica, ello sin tener en cuenta que la contraprestación implicaba rendimientos que históricamente no se han registrado en el mercado financiero, no obstante su condición de profesional de la administración de empresas. Así, se observa que el afectada propició con su imprudencia y falta de cautela el daño infringido, al punto que no fue de su interés efectuar averiguación alguna respecto a la entidad particular que recibió su capital y que posteriormente incumplió el negocio jurídico de exorbitantes ganancias en un término llamativa y suspicazmente corto (un mes), al que se había comprometido, determinando un perjuicio que no resulta antijurídico y mucho menos indemnizable. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. En tal orden de ideas, el Despacho observa que este demandante tampoco concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico cierto, indemnizable y determinable irrogado en su contra, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.73, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a este demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. 2.3.16. El caso de María Viviana Legarda Noguera. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documento denominado “formulario” que aduce haber recibido después de entregar la suma de diez millones de pesos ($10.000.000) a la entidad D.R.F.E. el día 11 de octubre de 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente proceso, no aparece registrada la señora Legarda Noguera. Además, se constata que en el interrogatorio de parte rendido por esta demandante, reseña que es contadora pública de profesión, que depositó dinero en DRFE en el mes de octubre de 2008, “aproximadamente 12 millones de pesos” en varias consignaciones. Añade que conoció de esa entidad por que abrió una cede en

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Ricaurte la cual era manejada y administrada por el señor Julio Cesar Ruano Rosero, quien es nativo de ese municipio y había ocupado varios cargos públicos, entre ellos el de personero, así como que las personas que hacían las veces de cajeros también eran gente reconocida en el pueblo. Explica que creyó que era una oficina que trabajaba legalmente porque lo hacía “a la luz pública” y era visitada por todas las autoridades locales. Añade que creyó que era una “cadena” en la que las personas invertían el cual se invertía en “negocios internacionales”. Explica que si miró la cámara de comercio y el RUT en la cartelera, pero que no se cercioró del objeto de la entidad, así como que no verificó si esa entidad tenía autorización para captar dineros del público por parte de la Superintendencia Financiera por cuanto supuso que la misma era legal y estaba autorizada por la Alcaldía Municipal. Manifiesta que no pensó que podía perder su dinero porque era una “empresa creciente y sólida”. Señala que no supo de rumores ni informaciones sobre el riesgo y que solo hasta el mes de septiembre se informó sobre el punto pero ya era demasiado tarde para recuperar el dinero. También dice que no había efectuado negocios con un rendimiento mayor al 50% de la inversión en un plazo menor de 6 meses y que era obvio que la tasa ofrecida por DRFE era superior a la de las entidades bancarias. Adiciona que si obtuvo rendimientos en una oportunidad, los que ascendieron a un millón trescientos mil ($1.300.000) pesos por haber invertido dos millones de pesos ($2.000.000) durante cuatro meses. Finalmente estima que si fue un error haber confiado en esa empresa que con el tiempo se demostró que no era legal, pero que lo hizo porque no sabía que no era ilegal y en aras de obtener un rendimiento. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico cierto, indemnizable y determinable irrogado en su contra, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.74, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que la demandante no aparece registrada en el listado de reclamantes afectados en el proceso de intervención y liquidación de la entidad a la que confió sus recursos y por otro lado, teniendo en cuenta que las fotocopias autenticadas de los documentos denominados “formularios” con el logo de la entidad D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes75, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor76 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.77, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo78.

74 Ibídem 14 75 Ibídem 15 76

Ibídem 16. 77

Ibídem 17.

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Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte de la demandante, ella explica que si considera que fue un error haber ingresado sus recursos a DRFE, y que nunca se cercioró con la debida seriedad de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras y locales. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas del raciocinio y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta. 2.3.17. El caso de Teresa del Socorro Acosta Solarte. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documento denominado “formulario” que aduce haber recibido después de entregar la suma de cuatro millones de pesos ($4.000.000) a la entidad D.R.F.E. el día 17 de octubre de 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente proceso, aparece registrada la señora Acosta Solarte con una reclamación de la cifra en mención. Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por esta demandante, reseña que tiene un puesto de venta de comidas, que entregó sus dineros en un monto de cuatro millones de pesos ($4.000.000) en el mes de octubre de 2008 a DRFE y que se enteró de su funcionamiento porque estaba hace meses en el municipio de Ricaurte, donde ella es residente. Añade que no conocía el término pirámide y que no constató ante ninguna entidad del orden estatal, bien sea local o nacional sobre el funcionamiento y autorización para captar dineros que acreditara legalmente a DRFE para su actividad. Añade que confió en la entidad porque conocidos le dijeron que ya habían cumplido en ocasiones anteriores y que no escuchó de advertencias hechas por la autoridad pública. Aduce que no supo ni preguntó de dónde se obtenían los recursos que se entregaban como utilidad del depósito. También manifiesta que la utilidad recibida era superior al noventa por ciento (90%) al mes de haber invertido y que confió

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Ibídem 18.

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demasiado en la entidad a la que le entregó los dineros y la que finalmente la terminó “estafando”. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.79, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que la demandante no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada del documento denominado “formulario” con logo de la entidad D.R.F.E., es un documento privado de naturaleza dispositiva que no tiene eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes80, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de este documento no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor81 ya que está suscrito por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.82, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo83. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte de la demandante, ella explica que si considera que fue un error haber ingresado sus recursos a DRFE, y que nunca se cercioró con la debida seriedad de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras y locales. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la lógica y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades

79 Ibídem 14. 80 Ibídem 15. 81 Ibídem 16. 82 Ibídem 17. 83 Ibídem 18.

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demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.18. El caso de María de Jesús Chalapud. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documento denominado “formulario”, que aduce haber recibido después de entregar una suma total once millones novecientos mil pesos ($11.900.000) a la entidad D.R.F.E. los días 19 y 21 de octubre de 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente proceso, no aparece registrada la señora Chalapud. Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por esta demandante, reseña que entregó dinero a DRFE en el año de 2008 dos ocasiones, la primera en un monto de seis millones cuatrocientos mil pesos ($6.400.000) y la segunda oportunidad, cinco millones quinientos mil pesos ($5.500.000). Aduce que no conocía el término pirámide, que verificó la legalidad de la empresa viendo en la cartelera el registro de cámara de comercio y el NIT de la empresa y que también se confió porque veía policía dentro del negocio. Explica que pensó que todo era legal y que no escuchó advertencia alguna que las autoridades públicas hubieran hecho sobre el riesgo de entregar dineros a esta entidad. Añade que en ningún caso ha efectuado negocios en los que se haya obtenido rendimientos del más del cincuenta por ciento (50%) del capital invertido y que se confió porque otras personas dijeron haber recibido este rendimiento de parte de DRFE. Aduce que no constató ni averiguó de dónde provenían los recursos con los que se cancelaban las utilidades prometidas y que era la primera vez que acudía ante esa entidad a depositar sus dineros. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.84, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem.

84 Ibídem 14.

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Lo anterior toda vez que la demandante no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada del documento denominado “formulario” con el logo de la entidad D.R.F.E., es un documento privado de naturaleza dispositiva que no tiene eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes85, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de este documento no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor86 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.87, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo88. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte de la demandante, ella explica que nunca se cercioró con la debida seriedad de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras y locales, sino que se confió de que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la lógica y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o

85 Ibídem 15. 86 Ibídem 16. 87 Ibídem 17. 88 Ibídem 18.

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delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.19. El caso de Sonia del Rocío Castro González. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documento denominado “formulario“ que aduce haber recibido después de entregar la suma de diez millones de pesos ($10.000.000) a la entidad D.R.F.E. el día 11 de octubre de 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente proceso, no aparece registrada la señora Castro González. Finalmente se constata que llegada la fecha y hora para que esta demandante rindiera su declaración de parte, no se hizo presente, ni justificó su inasistencia. En tal orden de ideas, el Despacho observa que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico cierto, indemnizable y determinable irrogado en su contra, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.89, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Sobre el particular, debe señalarse que el documento denominado “formulario” con logo de la entidad D.R.F.E., es un documento privado de naturaleza dispositiva que no tiene eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes90, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de este documento no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor91 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte no aparece rúbrica alguna y solo tiene un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que el mencionado documento pueda tenérsele como auténtico, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.92, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo93.

89 Ibídem 14. 90 Ibídem 15. 91 Ibídem 16. 92 Ibídem 17. 93 Ibídem 18.

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2.3.20. El caso de María Doris Castro Gonzales. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de dos documentos denominados “formulario” que aduce haber recibido después de entregar una suma total de trece millones doscientos setenta mil pesos ($13.270.000) a la entidad D.R.F.E. los días 7 y 17 de octubre de 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente proceso, aparece registrada con una afectación equivalente a diecisiete millones doscientos treinta y seis mil pesos ($17.236.000). Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por esta demandante, reseña que entregó su dinero a DRFE en Ricaurte, ante los comentarios que hacía la gente del pueblo, en los que se decía que les daban una ganancia por la entrega del capital. También señala que no verificó ante ninguna autoridad local o nacional la legalidad de la actividad que desarrollaba la empresa, toda vez que “todas las personas que estaban invirtiendo estaban diciendo que la alcaldía les había dado un permiso para ejercer”, así como que le ofrecieron intereses del cincuenta al cien por ciento (50% - 100%) en un mes, pero que no conocía de los riesgos de la inversión ni de las advertencias públicas efectuadas por las entidades estatales. Añade que no había hecho negocios anteriormente. Explica que en los recibos había un NIT y uno podía verificar la retención en la fuente y afuera en la entrada había una fotocopia que decía cámara de comercio. Explica que se confió al pensar que por la retención en la fuente, el negocio era legal. Manifiesta que no se le explicó el origen de los dineros que se le entregarían como utilidad del depósito y que hizo parte de los reclamantes dentro del proceso de intervención y liquidación de esta entidad. Aduce que es consciente que cobrar a alguien un interés mensual superior al 10% no es legal, pero que a ella se lo ofrecieron y lo recibió. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.94, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que la demandante no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de los documentos denominados “formularios” con logo de la entidad D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes95, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor96 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos

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Ibídem 14. 95

Ibídem 15. 96

Ibídem 16.

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puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.97, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo98. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte de la demandante, ella explica que nunca se cercioró con la suficiente seriedad de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió de que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la lógica y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.21. El caso de Gilberto Antonio Ortiz Erazo. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, este demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de la fotocopia autenticada de documentos denominados “formulario” que aduce haber recibido después de entregar una suma total de dieciocho millones de pesos ($18.000.000) a la entidad D.R.F.E. los días 5, 21 y 17 de octubre de 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente

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Ibídem 17. 98

Ibídem 18.

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proceso, aparece registrado con una afectación equivalente a cuarenta y un millones ochocientos ochenta mil pesos ($18.880.000). Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por este demandante, reseña que es residente en el municipio de Ricaurte y se desempeña como taxista. Añade que entregó su dinero a DRFE en Ricaurte en un monto de doce millones de pesos ($12.000.000), después de haberse enterado por las personas que transportaba en su taxi. Explica que depositó su dinero y que le ofrecieron un rendimiento mensual de entre el ochenta y el noventa por ciento (80% - 90%). Añade que nunca constató ante las autoridades locales o nacionales la legalidad del negocio que se efectuó porque confió en que era legal al estar ubicado diagonal al puesto de policía de Ricaurte y que las utilidades que se ofrecían llegaron a alcanzar hasta el ciento cincuenta por ciento (150%) de rendimiento en un mes. Aduce que no conoció las advertencias hechas por las entidades estatales, sino hasta cuando esta entidad se fue con los dineros de los depositantes. Explica que personas conocidas metían cinco millones de pesos y al mes ya tenían nueve o diez millones, lo que lo impulsó a entregar su dinero también, además de que se proponía una “alta tasa de rentabilidad”. Añade que no verificó el certificado de cámara de comercio de esa entidad, ni que elevó solicitud ante las Superintendencias del caso. Añade que nunca supo de dónde venían los rendimientos que se pagaban por los depósitos hechos y que supuso que la operación era legal porque el gobierno sabía que ellos existían. Expresa que no conocía al fundador de la empresa ni a la empresa a la que le entregó el dinero y que es consciente que la ley no permite cobrar a una persona más del 10% mensual de interés. Explica que reinvirtió su capital en varias ocasiones. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que este demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.99, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que el demandante no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de los documentos denominados “formulario” con logo de la entidad D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes100, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor101 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.102, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo103.

99 Ibídem 14. 100 Ibídem 15. 101 Ibídem 16. 102 Ibídem 17. 103 Ibídem 18.

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Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte del demandante, él explica que nunca se cercioró con la suficiente seriedad de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió de que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la lógica y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.22. El caso de Isabel Bastidas Moreno. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documento denominado “formulario” que aduce haber recibido después de entregar la suma de trece millones quinientos mil pesos ($13.500.000) a la entidad D.R.F.E. para ser pagados los días 7 y 22 de octubre de 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente proceso, la mencionada demandante no aparece registrada como reclamante por afectación alguna. Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por esta demandante, reseña que vive en el municipio de Ricaurte y se enteró de la existencia de la captadora dado que quedaba ubicada en la vía principal y se veían “tumultos” de personas. Explica que le entregó cuatro millones de pesos ($4.000.000) a un señor de nombre Eliecer de quién no recuerda el apellido y que el día que fue a recibir el

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capital y los intereses “nos dijeron que teníamos que dejar reinvirtiendo”, y llegado el plazo, las secretarias que atendían le dijeron que “tocaba dejar reinvirtiendo otra vez, al segundo mes, después ya se fueron”. Explica que no constató ante ninguna autoridad local o nacional la legalidad de las actividades de esa entidad, porque en el recibo tenía el “numerito NIT” y ahí como nos estaban cobrando IVA, “entonces uno se confió de eso”. Aduce que estaban pagando 50% de intereses en un mes, que no conoció el riesgo porque estaba la policía que iba a invertir también. Añade que nunca ha efectuado negocios en los que gane más del 50% del capital y que confió en DRFE porque casi todo el pueblo invertía y escuchó que les pagaban buenos intereses. Manifiesta que no averiguó ni le dijeron de donde provenían los dineros que se entregaban como rendimiento. Al ser indagada por si conoce que cobrar a una persona o entidad intereses superiores al 10%, expresa “no, eso no es legal, pues habiendo esa oportunidad que nos recibían la poca plata que uno tenía y le daban eso buenos réditos, uno tenía que aprovechar esa oportunidad.”. Añade que parte de ese dinero no era de su propiedad y que en efecto recibió rendimientos pues “durante los primeros meses si estaban pagando” sin recordar cuanto recibió. Informa que en el recibo de nueve millones dos cientos mil pesos ($9.200.000), ya estaban incluidos los intereses y que el capital correspondiente a ese dinero era de cuatro millones de pesos ($4.000.000). Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.104, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que la demandante no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de los documentos denominados “formularios” con el logo la entidad D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes105, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor106 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.107, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo108. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte de la demandante, ella explica que nunca se cercioró con la suficiente seriedad de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega

104 Ibídem 14. 105 Ibídem 15. 106 Ibídem 16. 107 Ibídem 17. 108 Ibídem 18.

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del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió de que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la razón y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.23. El caso de Jaime Colón Ortega. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, este demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada documento denominado “formulario” que aduce haber recibido después de entregar una suma total de veinticuatro millones cuatrocientos mil pesos ($24.400.000) a la entidad D.R.F.E. en varias ocasiones durante el mes de octubre de 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente proceso, el mencionado demandante no aparece registrado como reclamante por afectación alguna. Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por este demandante, reseña que se dedica al comercio, reside en Ricaurte (N) y es bachiller. Explica que entregó a DRFE en una primera ocasión cinco millones de pesos, y en una segunda ocasión cuatro millones. Explica que no verificó la legalidad de la empresa en la Superintendencia Financiera ni tampoco ante autoridad municipal, suponiendo que se trataba de una entidad legal ante el certificado de cámara de comercio visible en el negocio, pero que “por descuido” no se detuvo a constatar qué decía ese certificado. Informa que la confianza para

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depositar sus dineros devino de ver a otras personas hacer lo mismo y recibir rendimientos. Añade que no preguntó ni se cercioró la procedencia de los recursos con que se pagaban los rendimientos. Manifiesta que es consciente de que no es legal cobrar a una persona natural o jurídica, más del 10% de intereses mensuales. Aduce que los recibos presentados incluyen también el rendimiento que anteriormente había dado el capital. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que este demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.109, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que el demandante no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada del documento denominado “formulario” con logo de la entidad D.R.F.E., es un documento privado de naturaleza dispositiva que no tiene eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes110, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de este documento no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor111 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.112, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo113. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte del demandante, él explica que nunca se cercioró con la suficiente seriedad de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió de que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad. Pero adicionalmente, señala el demandante que tenía pleno conocimiento de que cobrar un interés mensual superior al 10% era una actuación ilegal, que no se cercioró de la proveniencia de los dineros con los que se pagarían las utilidades y que se “descuidó” al no constatar el verdadero objeto social de la entidad a la que confió su capital. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la razón y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la

109 Ibídem 14. 110 Ibídem 15. 111 Ibídem 16. 112 Ibídem 17. 113 Ibídem 18.

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buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.24. El caso de Esteban Alberto Ascuntar Ortega. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, este demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia simple de documento denominado “formulario” que aduce haber recibido después de entregar una suma de cinco millones de pesos ($5.000.000) a la entidad D.R.F.E. en el mes de octubre de 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente proceso, el mencionado demandante no aparece registrado como reclamante por afectación alguna. Finalmente se constata que no rindió interrogatorio de parte Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que este demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo para edificar la convicción necesaria que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.114, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior teniendo en cuenta que la fotocopia simple del recibo de entrega del dinero a la entidad D.R.F.E., a voces del artículo 254 del C. de P.C., no ostentan similar valor probatorio al original si: 1) éstas no han “sido autorizadas por notario, director de oficina administrativa o de policía, o secretario de oficina judicial, previa orden del juez, donde se encuentre el original o una copia autenticada”, 2) no han “sido autenticadas

114 Ibídem 14.

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por notario, previo cotejo con el original o la copia autenticada que se le presente” y finalmente, no han sido “compulsadas del original o de copia autenticada en el curso de inspección judicial, salvo que la ley disponga otra cosa.” 2.3.25. El caso de Manuel Jesús Ceballos Cultid. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, este demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documentos denominados “formulario” que aduce haber recibido después de entregar una suma total de cinco millones de pesos ($5.000.000) a la entidad D.R.F.E. en varias ocasiones durante el mes de octubre de 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente proceso, el mencionado demandante no aparece registrado como reclamante por afectación alguna. Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por este demandante, reseña que se dedica a la agricultura, reside en Ricaurte (N). Explica que entregó dinero a DRFE en dos ocasiones. Explica que en la “captadora” le dijeron que la entidad tenía Cámara de Comercio estaba legalizada en la DIAN por lo que hizo una inversión de tres millones de pesos ($3.000.000) y después reinvirtió cinco millones de pesos ($5.000.000). Explica que puso su capital con aspiración de obtener rendimientos de entre el ciento treinta y ciento cincuenta por ciento (130 % - 150%) en un mes. Añade que ya fue a cobrar el dinero y ya se había cerrado la “captadora de dinero”. Aduce que no verificó la legalidad de la empresa en la Superintendencia Financiera ni tampoco ante autoridad municipal, suponiendo que se trataba de una entidad legal porque los policías y hasta el Alcalde también iban a depositar dinero. Explica que no ha hecho en otras ocasiones, negocios que rindan con un 50% de utilidades en un mes. Añade que no preguntó ni se cercioró la procedencia de los recursos con que se pagaban los rendimientos. Manifiesta que el negocio propuesto por la “captadora” ofrecía rendimientos superiores en un 90% de los que ofrece un banco. Describe que no conocía a las personas a quienes entregó su dinero. Reseña que el interés mínimo que se le ofreció fue del ciento treinta por ciento (130%). Finalmente, aduce que los recibos presentados incluyen también el rendimiento que anteriormente había dado el capital. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que este demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo, que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.115, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que el demandante no probó la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de los documentos denominados “formulario” con logo de la entidad D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes116, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así,

115 Ibídem 14. 116 Ibídem 15

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para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor117 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.118, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo119. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte del demandante, él explica que nunca se cercioró con la suficiente seriedad de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió de que las demás personas también entregaban sus dineros. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la razón y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.26. El caso de Vicente Efrén Salazar Bastidas. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, este demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documentos denominados “formulario” que aduce haber recibido después de entregar una suma

117 Ibídem 16 118 Ibídem 17. 119 Ibídem 18.

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total de veintiséis millones de pesos ($26.000.000) a la entidad D.R.F.E. en varias ocasiones durante el mes de octubre de 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente proceso, el mencionado demandante no aparece registrado como reclamante por afectación alguna. Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por este demandante, reseña que se dedica al comercio de verduras, reside en Ricaurte (N). Explica que entregó veintisiete millones de pesos a DRFE, entidad en la que se le prometió un rendimiento del cien por ciento (100%) en un mes. Añade que supuso que se trataba de una entidad legal por funcionar cerca a la Policía y porque la misma Policía hacía orden para que la gente entre y salga del lugar. Señala que no supo de las advertencias de las autoridades efectuadas por los medios de comunicación. Añade que ha hecho negocios en los que obtiene rendimientos del 50% del capital pero a seis meses. Informa que la confianza para depositar sus dineros devino de ver a otras personas hacer lo mismo y recibir rendimientos. Añade que no preguntó ni se cercioró la procedencia de los recursos con que se pagaban los rendimientos. Señala que no conocía a las personas ni a la empresa a quienes entregó el dinero y que efectuó dicha entrega con la expectativa de obtener un cien por ciento (100%) de rendimiento a un mes. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que este demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.120, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de los documentos denominados “formulario” con logo de la entidad D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes121, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor122 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.123, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo124. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte del demandante, él explica que nunca se cercioró con de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco

120 Ibídem 14. 121 Ibídem 15. 122 Ibídem 16. 123 Ibídem 17. 124 Ibídem 18.

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auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió de que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la razón y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.27. El caso de Julio Hernando Solarte Casanova. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, este demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documentos denominados “formulario” que aduce haber recibido después de entregar una suma total de veintiocho millones de pesos ($28.000.000) a la entidad D.R.F.E. en varias ocasiones durante el mes de octubre de 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de esta entidad al presente proceso, el mencionado demandante aparece registrado como reclamante por afectación en su patrimonio por setenta y siete millones de pesos ($77.000.000). Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por este demandante, reseña que se dedica a la agricultura y reside en Ricaurte (N). Explica que entregó dinero “como en 3 ocasiones” en DRFE de Ricaurte y una vez en DMG en Pasto una suma de diez millones de pesos ($10.000.000). Añade no le preguntó a nadie por la legalidad de la actividad que desarrollaban estas empresas y que le ofrecieron pagarle entre el setenta y cien por ciento (70% - 100%) de su capital en un mes. Que supuso que se trataba de una entidad legal por funcionar cerca a la Policía y porque la misma Policía hacía orden para que la gente entre y salga del lugar. Señala que no supo de

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las advertencias de las autoridades efectuadas por los medios de comunicación. Añade que ha hecho negocios en los que obtiene rendimientos del 50% del capital pero a seis meses. Informa que la confianza para depositar sus dineros devino de ver a otras personas hacer lo mismo y recibir rendimientos. Añade que no preguntó ni se cercioró la procedencia de los recursos con que se pagaban los rendimientos. Señala que no conocía a las personas ni a la empresa a quienes entregó el dinero y que efectuó dicha entrega con la expectativa de obtener un cien por ciento (100%) de rendimiento a un mes. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que este demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.125, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de los documentos denominados “formulario” con logo de la entidad D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes126, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor127 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.128, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo129. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte del demandante, él explica que nunca se cercioró de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió de que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad. Por otra parte tampoco aporta prueba documental alguna respecto de la entrega de dinero a DMG. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la razón y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la

125 Ibídem 14. 126 Ibídem 15. 127 Ibídem 16. 128 Ibídem 17. 129 Ibídem 18.

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buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.28. El caso de Álvaro Raúl Calvachi Ortiz. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, este demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documentos denominados “formulario de recepción de aportes” que aduce haber recibido después de entregar una suma total de once millones setecientos setenta y seis mil peso pesos ($11.776.000) a la entidad D.R.F.E. en varias ocasiones durante el mes de octubre de 2008. Adicionalmente aporta una fotocopia simple de un documento denominado Recurso de Reposición dirigido al Interventor de DRFE y finalmente, aporta una fotocopia autenticada de la factura de venta No. 5241 con registro de “fecha de inversión” 1 de octubre de 2008 con logotipo de Inversiones “Dinerya” por valor de quinientos mil pesos ($500.000) y dos fotocopias autenticadas de recibos de caja de la misma entidad por valor de total de dos millones setecientos veinticinco mil pesos ($2.725.000). Por otra parte, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de DRFE al presente proceso, el mencionado demandante no aparece registrado como reclamante por afectación en su patrimonio. Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por este demandante, reseña que tiene estudios de bachillerato y técnicos en el SENA. Explica que se enteró de la existencia de DRFE por un amigo del que “no le conozco el nombre exactamente” quien le dijo que había metido ahí su dinero y le habían pagado bien. Aduce que en la captadora AAP invirtió seiscientos mil pesos ($600.000) y al mes regresó y le pagaron un millón doscientos mil pesos ($1.200.000), mientras que en DRFE, invirtió un dinero que no era de su propiedad sino de sus familiares, quienes después del primer retiro le

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entregaron cuatrocientos mil pesos ($400.000) como “propina por el trabajo que les había hecho”. Añade que con ese capital y sus cesantías volvió a consignar porque “ya a mi me entró ambición”, alcanzando a ser una suma cercana a los cuatro millones de pesos ($4.000.000), recibiendo un capital de seis millones de pesos ($6.000.000) a los que sumó cinco millones ($5.000.000) más de propiedad de “un amigo” y consignó once millones y “de ahí ya se presentó el problema de que ese man (sic) se había ido”. Explica que no le preguntó a nadie por la legalidad de la actividad que desarrollaban estas empresas. Señala que no supo de las advertencias de las autoridades efectuadas por los medios de comunicación salvo hasta cuando ya se presentó “el problema”. Informa que la confianza para depositar sus dineros devino de ver a otras personas hacer lo mismo y recibir rendimientos, tal como él mismo también lo hizo. Aduce que no preguntó ni se cercioró la procedencia de los recursos con que se pagaban los rendimientos. Señala que nunca ha realizado negocios en los que reciba el 50% de utilidad en un mes. Explica que si era consciente del riesgo que asumía pues “de pronto si me causó desconfianza, al momento que uno consigna la plata no se siente muy seguro, porque de pronto la gente se encargaba de crearle esa desconfianza, (…) hay gente que decía que eso no puede ser posible, había de todos comentarios, (…) pero si existía la duda, yo invertí porque uno se lleva la idea de que toca a veces arriesgar…”. Aduce que jamás supo de dónde provenían los recursos con los que se cancelaban las utilidades y que precisamente invirtió por los intereses que estaban pagando. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que este demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.130, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de los documentos denominados “formulario de recepción de aportes” con logo la entidad D.R.F.E., y las fotocopias autenticadas de las facturas y recibos de caja con logo de “Dinrerya” son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes131, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor132 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.133, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo134.

130 Ibídem 14. 131 Ibídem 15. 132 Ibídem 16 133 Ibídem 17. 134 Ibídem 18.

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Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte del demandante, él explica que nunca se cercioró de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital en ninguna de las entidades a las que acudió a entregar el dinero de su propiedad y también de propiedad de sus familiares, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de las entidades ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió de que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad y que ya habían recibido los cuantiosos intereses en el plazo mínimo de un mes. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la razón y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.29. El caso de Javier Adalberto Colunge Benavides. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, este demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documentos denominados “formulario de recepción de aportes” y “formulario” que aduce haber recibido después de entregar una suma total de veintitrés millones trescientos noventa mil pesos ($23.390.000) a la entidad D.R.F.E. Adicionalmente, aporta una fotocopia autenticada de una fotocopia simple de un documento llamado “formulado de mandato” suscrito con una persona que firma en forma ilegible, según el cual se efectuó un contrato de mutuo por la suma de cinco millones de pesos ($5.000.000) para obtener un rendimiento del ciento treinta por ciento (130%) en el plazo de un mes.

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Por otra parte, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de DRFE al presente proceso, el mencionado demandante no aparece registrado como reclamante por afectación en su patrimonio. Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por este demandante, reseña que tiene estudios universitarios y se dedica a ser piloto agrícola. Explica entregó su dinero en DRFE y a Inversiones Estados Unidos en el mes de octubre y agosto de 2008 respectivamente. Aduce que se enteró de la existencia de DRFE por la gente que estaba invirtiendo y le decían a uno “que invirtiera que era buen negocio”. Añade que se le ofrecieron rendimientos del 70% en un mes y seguidamente ya el ofrecimiento fue de 140% en un mes también. Señala que conoce que en un banco los rendimientos son del 1%. Añade que nunca había realizado negocios con un rendimiento de más del 50% en un lapso de un mes. Explica que ya para presentar la demanda leyó los documentos de cada entidad a la que le entregó sus dineros. Explica que no le preguntó a nadie por la legalidad de la actividad que desarrollaban estas empresas. Señala que no supo de las advertencias de las autoridades efectuadas por los medios de comunicación salvo hasta cuando ya había perdido su capital. Informa que la confianza para depositar sus dineros devino de ver a otras personas hacer lo mismo y recibir rendimientos, tal como él mismo también lo hizo. Aduce que no preguntó ni se cercioró la procedencia de los recursos con que se pagaban los rendimientos. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que este demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.135, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de los documentos denominados “formulario” y “formulario de recepción de aportes” con logo de la entidad D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes136, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor137 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.138, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo139. Por otra parte, la fotocopia autenticada de la fotocopia simple del documento denominado “formulario de mandato” no ostenta valor probatorio, toda vez que no

135 Ibídem 14. 136 Ibídem 15. 137 Ibídem 16. 138 Ibídem 17. 139 Ibídem 18.

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cumple con los requisitos legalmente exigidos para el efecto en el artículo 254 del C. de P.C. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte del demandante, él explica que nunca se cercioró de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital en ninguna de las entidades a las que acudió a entregar el dinero de su propiedad y también de propiedad de sus familiares, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de las entidades ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió de que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad y que ya habían recibido los cuantiosos intereses en el plazo mínimo de un mes. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte de la demandante, se deduce que ella nunca se cercioró de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió por que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la razón y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio.

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2.3.30. El caso de Carmen del Socorro Cabrera López Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de fotocopia simple de documentos denominados “formulario de recepción de aportes” que aduce haber recibido después de entregar una suma total de treinta millones ochocientos setenta y siete mil cien pesos ($30.877.100) a la entidad D.R.F.E. Adicionalmente aporta una fotocopia autentica de una fotocopia simple de un documento llamado “comprobante de egreso” de la entidad “mar del Plata S.A.”, por concepto de cancelación de otras facturas “otras retenciones y patrimonios, útiles, papelería y fotocopias”, por valor de seis millones doscientos sesenta y cuatro mil trescientos setenta pesos ($6.234.370). Finalmente aporta fotocopia autenticada de una fotocopia simple de un documento denominado “formulario de mandato” con suscribiente ilegible, en el que se consigna la suma de cinco millones de pesos ($5.000.000) como “monto de inversión”, respecto del cual se aduce obtendrá un rendimiento del 130% en el plazo de un mes. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de DRFE al presente proceso, la mencionada demandante no aparece registrada como reclamante por afectación en su patrimonio. Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por este demandante, reseña que es contadora de profesión. Explica que entregó su dinero a DRFE y a Inversiones Los Andes E.U. Añade que se enteró de la existencia de estas captadoras medio de un familiar. Añade que nunca verificó la legalidad de las entidades antes de entregarles su capital, porque al pedirle RUT y Pasado judicial creyó que eran legales. Señala que no supo de las advertencias de las autoridades efectuadas por los medios de comunicación sobre el riesgo de entregar su dinero a estas entidades. Señala que nunca había realizado negocios en los que reciba el 50% de utilidad en un mes. Explica que conoce que cobrar más del 10% por intereses, es ilegal. Añade que en algunos recibos se incluye el capital y la utilidad recibida y que los retiró para multiplicar su capital. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.140, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de la fotocopia simple del los documentos denominados “formulario de recepción de aportes” con logo de la entidad D.R.F.E., así como la fotocopia autenticada de la fotocopia simple de los comprobantes de egreso de la entidad “Mar del Plata” y la fotocopia autenticada de la fotocopia simple del documento denominado “formulario de mandato” de “Multinversiones de los Andes E.U.”, son documentos que carecen de valor probatorio, toda vez que no cumplen con los requisitos que para el efecto exige el artículo 254 del C. de P.C.

140 Ibídem 14.

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Adicionalmente, y ya en gracia de discusión, se tiene que dentro de la propia declaración de parte de la demandante, ella explica que nunca se cercioró de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital en ninguna de las entidades a las que acudió a entregar el dinero de su propiedad, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de las entidades ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió de que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, situación que devela la anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron, los que no obtuvo por reinvertir en varias ocasiones. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que no se probó documentalmente su existencia y en la prueba testimonial se devela que es la propia demandante, con su falta de elemental previsión y prudencia, quien propició la materialización del daño que mediante la demanda se endilga a las entidades demandadas, ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, de parte del particular que recibió sus dineros. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.31. El caso de Mauro Gilberto Riascos Betancourt. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, este demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documentos denominados “formulario” que aduce haber recibido después de entregar una suma total de dieciséis millones trescientos mil pesos ($16.300.000) a la entidad D.R.F.E. en el año 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de DRFE al presente proceso, el mencionado demandante aparece registrado como reclamante por afectación en su patrimonio por un valor igual al antes registrado. Finalmente se constata que este demandante no rindió declaración de parte. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que este demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.141, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem.

141 Ibídem 14.

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Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de los recibos de entrega del dinero a la entidad D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes142, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor143 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.32. El caso de Edilma Ramírez Sotelo. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documento denominado “formulario” que aduce haber recibido después de entregar una suma total de doce millones trescientos mil pesos ($12.300.000) a la entidad D.R.F.E. en el año 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de DRFE al presente proceso, la mencionada demandante no aparece registrada como reclamante por afectación en su patrimonio. Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por esta demandante, reseña que tiene estudios universitarios y se dedica a ser piloto agrícola. Explica entregó su dinero en DRFE de Ricaurte. Explica que en los recibos aportados se incluye el capital y la utilidad, pues los mismos ella “reinvirtió” ese dinero. Aduce que se enteró de la existencia de DRFE por la gente que estaba invirtiendo y le decían a uno “que invirtiera que era buen negocio”. Añade que se podía obtener un rendimiento del 150% o del 100% del capital. Explica que no le preguntó a nadie por la legalidad de la actividad que desarrollaban estas empresas, porque fue a la DIAN a que le den un recibo que le exigían y ahí se lo entregaron. Señala que no supo de las advertencias de las autoridades efectuadas por los medios de comunicación. Aduce que los rendimientos que se ofrecían en el Banco Agrario “eran muy bajitos”. Informa que la confianza para depositar sus dineros devino de ver a otras personas hacer lo mismo, e incluso de obtener rendimientos como efectivamente lo hizo. Informa que no había hecho negocios en los que se obtenga el 50% de utilidad en un mes. Aduce que no preguntó ni se cercioró la procedencia de los recursos con que se pagaban los rendimientos. Señala que la empresa a la que entregó sus dineros es la responsable de la devolución de los mismos porque “confió en ella”. Informa que es consciente de que no es legal cobrar más de 10% de intereses mensuales. Añade que en la captadora

142 Ibídem 15. 143 Ibídem 16.

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había un familiar muy cercano y le “hizo la vuelta” de hacer que las utilidades de un recibo se obtuvieran incluso antes de un mes, por lo que reinvirtió. Finalmente, explica que el recibo que pidió en la DIAN era el de RUT. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que este demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.144, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de los recibos de entrega del dinero a la entidad D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes145, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor146 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.147, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo148. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte de la demandante, se deduce que nunca se cercioró de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió de que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la razón y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos

144 Ibídem 14. 145 Ibídem 15. 146 Ibídem 16. 147 Ibídem 17. 148 Ibídem 18.

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dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.33. El caso de Santiago Sebastián Caicedo Zambrano. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, este demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documentos denominados “formulario” que aduce haber recibido después de entregar una suma total de veinticuatro millones de pesos ($24.000.000) a la entidad D.R.F.E. en el año 2008. Adicionalmente aporta una fotocopia autenticad de un documento llamado “comprobante de afiliación” datado el 8 de noviembre de 2008 por valor de dos millones de pesos ($2.000.000). De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de DRFE al presente proceso, el mencionado demandante no aparece registrado como reclamante por afectación en su patrimonio. Finalmente se constata que el demandante no rindió interrogatorio de parte. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que este demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.149, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de los documentos denominados “formulario” con logo de la entidad D.R.F.E., así como la fotocopia autenticada del documento nominado “comprobante de afiliación” de “Mundo Divisas FX EU”, son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes150, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor151 ya que

149 Ibídem 14. 150 Ibídem 15. 151 Ibídem 16.

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están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.152, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo153. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.34. El caso de Armando Martín Paz Burgos. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, este demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documentos denominados “formulario” que aduce haber recibido después de entregar una suma total de diecisiete millones quinientos mil pesos ($17.500.000) a la entidad D.R.F.E. en el año 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de DRFE al presente proceso, el mencionado demandante no aparece registrado como reclamante por afectación en su patrimonio. Finalmente se constata que en interrogatorio de parte, el mentado demandante explica que inicialmente el dinero invertido no le pertenecía sino que prestó su cédula que unas amigas de confianza. Reseña que no tuvo perjuicio en su patrimonio. Consecuencialmente, en este caso, verifica el Despacho que se evidencia que el demandante no percibió pérdida en su peculio, por lo que se comprueba que no existió daño antijurídico alguno. 2.3.35. El caso de María Elvia Ordóñez Bolaños. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documento denominado “formulario” que aduce haber recibido después de entregar una suma total de veinte millones de pesos ($20.000.000) a la entidad D.R.F.E. en el año 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de DRFE al presente proceso, la mencionada demandante no aparece registrada como reclamante por afectación en su patrimonio. Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por esta demandante, reseña que tiene estudios de normalista y se dedica a laborar en la empresa de su señor padre. Explica entregó su dinero en DRFE. Añade que invirtió porque se podía obtener un rendimiento del 150% o del 100% del capital. Explica que no le preguntó a nadie por la legalidad de la actividad que desarrollaban estas empresas, porque vio la publicidad de la entidad. Informa que no había hecho negocios en los que se obtenga el 50% de utilidad en un mes. Informa que la confianza para depositar sus dineros devino de un conocido iba

152 Ibídem 17. 153 Ibídem 18.

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a su casa a recibir el dinero y le entregaba “una boletica” de las que entregaban allá y que a mucha gente que invirtió ya le habían pagado. Señala que no tuvo rendimientos porque “ya se fueron”. Aduce que no le explicaron ni se cercioró la procedencia de los recursos con que se pagaban los rendimientos. Señala que es consciente de que no es legal cobrar más del 10% de interés mensual. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.154, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada del documento denominado “formulario” con logo de la entidad D.R.F.E., es un documento privado de naturaleza dispositiva que no tiene eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes155, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de este documento no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor156 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.157, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo158. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte de la demandante, se deduce que nunca se cercioró de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió por que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad. También es enfática en observar que no había hecho negocios en los que se obtenga un rendimiento de tal magnitud en solo un mes. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la razón y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron.

154 Ibídem 14. 155 Ibídem 15. 156 Ibídem 16. 157 Ibídem 17. 158 Ibídem 18.

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Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.36. El caso de Alba Lucía Ortega Portilla. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documento denominado “formulario” que aduce haber recibido después de entregar una suma total de diecinueve millones de pesos ($19.000.000) a la entidad D.R.F.E. en el año 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de DRFE al presente proceso, la mencionada demandante aparece registrada como reclamante por afectación en su patrimonio por un monto de dieciocho millones de pesos ($18.000.000). Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por esta demandante, reseña que tiene estudios de bachiller. Explica entregó su dinero en DRFE por primera vez entre junio y agosto y que después con el rendimiento volvió a llevar el dinero a esa entidad. Añade que se enteró de la actividad de esta entidad porque sus amigos y sus vecinos le contaron. Aduce que el capital pertenecía a ella y también a un nieto y una hija. Explica que no verificó la legalidad de la entidad a la cual confió el dinero y que solo de voz se enteró de que “estaba ajustada a la ley”. Añade que invirtió porque se podía obtener un rendimiento del 50% al 150% del capital. Explica que no le preguntó a nadie por la legalidad de la actividad que desarrollaban estas empresas, porque vio la publicidad de la entidad y supo que a otras personas si les pagaban. Aduce que no se cercioró la procedencia de los recursos con que se pagaban los rendimientos. Señala que es consciente de que no es legal cobrar más del 10% de interés mensual. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.159, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria

159 Ibídem 14.

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Reparación Directa. Exp. 520013331701201000021-00 Asunto: Sentencia. Actor: Pablo Lizardo Acosta Solarte y otros. Demandado: Presidencia de la República y otros.

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que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada del documento denominado “formulario” con logo la entidad D.R.F.E., es un documento privado de naturaleza dispositiva que no tiene eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes160, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de este documento no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor161 ya que está suscrito por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.162, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo163. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte de la demandante, se deduce que nunca se cercioró de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió por que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad. También es enfática en observar que no había hecho negocios en los que se obtenga un rendimiento de tal magnitud en solo un mes. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la razón y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta.

160

Ibídem 15. 161

Ibídem 16. 162

Ibídem 17. 163

Ibídem 18.

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Reparación Directa. Exp. 520013331701201000021-00 Asunto: Sentencia. Actor: Pablo Lizardo Acosta Solarte y otros. Demandado: Presidencia de la República y otros.

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Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.37. El caso de Carmela del Socorro Bolaños Ordoñez. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documento denominado “formulario” que aduce haber recibido después de entregar una suma total de diez millones de pesos ($10.000.000) a la entidad D.R.F.E. en el año 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de DRFE al presente proceso, la mencionada demandante aparece registrada como reclamante por afectación en su patrimonio por un monto de dieciocho millones de pesos ($18.000.000). Finalmente se constata que esta demandante no rindió interrogatorio de parte. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.164, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado, teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de los documentos denominados “formulario” con logo de D.R.F.E., es un documento privado de naturaleza dispositiva que no tiene eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes165, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de este documento no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor166 ya que está suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.167, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo168.

164 Ibídem 14. 165 Ibídem 15. 166 Ibídem 16. 167 Ibídem 17. 168 Ibídem 18.

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Reparación Directa. Exp. 520013331701201000021-00 Asunto: Sentencia. Actor: Pablo Lizardo Acosta Solarte y otros. Demandado: Presidencia de la República y otros.

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Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen, pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.3.38. El caso de Claudia Magali Delgado Vallejo. Para comprobar la concurrencia del elemento daño antijurídico, esta demandante aportó prueba documental consistente en fotocopia autenticada de documento denominado “formulario” que aduce haber recibido después de entregar una suma total de nueve millones novecientos mil pesos ($9.900.000) a la entidad D.R.F.E. en el año 2008. De igual forma, constatada la lista de reclamantes remitida por el Agente Interventor de DRFE al presente proceso, la mencionada demandante aparece registrada como reclamante por afectación en su patrimonio por un monto de catorce millones novecientos mil pesos ($14.900.000). Finalmente se constata que en el interrogatorio de parte rendido por esta demandante, reseña que tiene estudios de bachiller y complementarios en salud. Explica entregó su dinero en DRFE en el mes de septiembre de 2008 siendo el capital parte de su dinero y otra parte de su esposo y de su madre, así como explica también que sacó un crédito de cinco millones de pesos ($5.000.000) en “Mundo Mujer” entre junio y agosto y que después con el rendimiento volvió a llevar el dinero a esa entidad. Aduce que un “asesor” fue a su casa y recibió el dinero y le dijo que le iba a entregar rendimientos por el cien por ciento del capital (100%) y al mes siguiente le prometió rendimientos de ciento cincuenta por ciento (150%) del capital, pero ya no alcanzó a recibir. Explica que no verificó la legalidad de la entidad a la cual confió el dinero y que al principio no creía en ello y después al ver que habían varios documentos como Cámara de Comercio en las sedes de la entidad, “después la gente” ya la convenció. Añade que las condiciones del negocio era que le “iban a dar el doble en un mes”. Aduce que no escuchó de las advertencias hechas por las autoridades estatales. Señala que no había hecho negocios en ese nivel de rendimientos a tan corto plazo y que se confió porque vio a otras personas que también entregaban su dinero. Arguye que se cercioró la procedencia de los recursos porque el señor Carlos Suarez salió en TV diciendo que compraba motos baratas y las vendía más caras. Consecuentemente, del análisis de las pruebas antes citadas, el Despacho estima que esta demandante no concurrió al plenario con material probatorio suficiente e idóneo que permita concluir que efectivamente se presentó un daño antijurídico y por tanto indemnizable, obviando su deber procesal decantado en el artículo 177 del C. de P.C.169, razón que llevará a que este Despacho deniegue la pretensión indemnizatoria que a esta demandante atañe, en observancia del principio de necesidad de la prueba consagrado en el artículo 174 ejusdem. Lo anterior toda vez que no aportó elemento de convicción idóneo, suficiente y necesario para probar la existencia del daño antijurídico supuestamente irrogado,

169 Ibídem 14.

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teniendo en cuenta que la fotocopia autenticada de los documentos denominados “formularios” con logo de la entidad D.R.F.E., son documentos privados de naturaleza dispositiva que no tienen eficacia “per se” respecto de terceros, sino solamente entre las partes suscribientes170, siendo deber del funcionario judicial su análisis bajo las reglas de la sana crítica y la experiencia. Así, para este Despacho, el contenido de estos documentos no puede presumirse cierto, en tanto no ha sido reconocido judicialmente en audiencia por su autor171 ya que están suscritos por la demandante y a contraparte aparece una rúbrica ilegible con un sello de recibido. Pero más allá, esta situación, impide que los mencionados documentos puedan tenérsele como auténticos, conforme lo determina del artículo 252 del C. de P.C.172, en tanto no se tiene certeza del autor del mismo173. Adicionalmente, se tiene que dentro de la propia declaración de parte de la demandante, se deduce que nunca se cercioró de la proveniencia de los recursos que se prometían como contraprestación de la entrega del capital, así como tampoco auscultó sobre la naturaleza y legalidad de la entidad ante las autoridades financieras nacionales y locales, sino que se confió por que las demás personas también entregaban sus dineros a esta entidad. También es enfática en observar que no había hecho negocios en los que se obtenga un rendimiento de tal magnitud en solo un mes y que al ofrecerse en el segundo mes un rendimiento del 150%, no recibió el dinero sino que lo dejó. Esta situación denota que existió un total desinterés por precisar la legalidad de las utilidades que recibía, en tanto éstas podrían superar el capital invertido en un plazo fuera de toda lógica económica y financiera, que riñe con las reglas de la razón y la práctica. Ello lleva a colegir a través de las reglas de la sana crítica y la experiencia, que esta demandante inobservó los más elementales cánones de la prudencia, la buena fe y la previsión al momento de invertir su capital en la entidad plurimentada, revelándose así probatoriamente que obró con anuencia y aceptación del peligro que implicaba este tipo de transacción ante los voluminosos y prontos rendimientos que se le prometieron. Así, no puede estimarse que hubiera concurrido un daño antijurídico indemnizable, ya que es la propia demandante, quien con su falta de elemental previsión y prudencia, propició la materialización del daño que ahora, esgrimiendo su propia anuencia al riesgo que convenientemente desatendió ante la promesa de recibir unos dividendos exorbitantes y a muy corto plazo, pretende endilgar a las entidades demandadas. Consecuencialmente, el presunto daño irrogado al demandante, no denota la calidad de antijurídico, al haber sido propiciado por el propio afectado, y por tanto no es jurídicamente procedente que éste sea indemnizado por el Estado, siendo imperioso desestimar las pretensiones de la demanda en tanto a esta demandante respecta. Finalmente, vale la pena resaltar que conforme a lo impuesto en el artículo 84 Superior, el Estado únicamente cuenta con la capacidad regulatoria y sancionatoria respecto de las actividades económicas y comerciales que los particulares practiquen,

170 Ibídem 15. 171 Ibídem 16. 172 Ibídem 17. 173 Ibídem 18.

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pero ello no es extrapolable al punto de que pueda intervenir impidiendo o delimitando la voluntad particular en las actuaciones y negocios jurídicos de orden privado que celebren los ciudadanos, tal como deviene de la libre voluntad negocial de los particulares, consagrada en el Código Civil y en el Código de Comercio. 2.4. CONSIDERACIONES FINALES. El Despacho considera importante destacar que en cada una de las diligencias de recepción de las declaraciones de parte aquí reseñadas, se llevó a cabo la respectiva calificación de las preguntas efectuadas por los sujetos procesales que intervinieron en ellas. Por último, también es preciso destacar que ante la carencia de material probatorio que sustente la existencia del daño antijurídico, como se ha mencionado extensamente al analizar cada uno de los casos concretos de los demandantes, resulta inane adentrarse en un análisis de fondo de los demás elementos estructurantes del título de imputación aplicable en este caso, específicamente, la falla del servicio por omisión y la relación de causalidad entre ésta y el daño antijurídico. 2.5. LA CONDENA EN COSTAS. Por no haberse identificado mala fe durante el trámite del proceso, el Despacho no impondrá condena en costas.

III. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, el Juzgado Primero Administrativo de Descongestión de Pasto, oído el concepto del Ministerio Público, y administrando justicia en nombre de la República de Colombia y por autoridad de la ley,

RESUELVE: PRIMERO: Declarar no probada la excepción de falta de competencia por factor cuantía, conforme las disquisiciones expuestas en la parte considerativa de esta sentencia SEGUNDO: Declarar probada la excepción de falta de legitimación en la causa por pasiva respecto de El Departamento de Nariño, la Asamblea Departamental de Nariño, el Municipio de Ricaurte y el Municipio de Pasto (N), la Procuraduría General de la Nación – Defensoría del Pueblo, la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales “DIAN”, la Fiscalía General de la Nación, el Congreso de la República y la Cámara de Comercio de Pasto, conforme las disquisiciones expuestas en la parte considerativa de esta sentencia. TERCERO: Declarar no probada la excepción de falta de legitimación en la causa por pasiva de Presidencia de la República – Departamento Administrativo de la Presidencia de la República - Ministerio de Hacienda y Crédito Público – Ministerio de Industria y Comercio – Superintendencia Financiera – Superintendencia de

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Reparación Directa. Exp. 520013331701201000021-00 Asunto: Sentencia. Actor: Pablo Lizardo Acosta Solarte y otros. Demandado: Presidencia de la República y otros.

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Sociedades – Superintendencia de Industria y Comercio, conforme las disquisiciones expuestas en la parte considerativa de esta sentencia CUARTO: Declarar no probada la excepción de falta de legitimación en la causa por activa, propuesta por la Asamblea Departamental de Nariño y la Superintendencia Financiera conforme las disquisiciones expuestas en la parte considerativa de esta sentencia. QUINTO: Denegar las pretensiones elevadas en la demanda de reparación directa de la referencia, conforme a cada una de las disquisiciones expuestas en la parte considerativa de la presente sentencia SEXTO: No imponer condenas por costas. SÉPTIMO: Informar sobre la renuncia de poder presentada por la Dra. Laura Viviana Vega Higuera, obrante a folio 2598 del C. 5., al representante legal de la Superintendencia Financiera de Colombia, para efectos de dar cumplimiento a lo prescrito en el artículo 69 del C. de P.C. OCTAVO: Reconocer personería a la Dra. Nerieth Gaviria Gómez para obrar como apoderada de la Defensoría del Pueblo dentro del proceso, en los términos y facultades conferidas en el correspondiente memorial poder obrante a folio 2600 del C.5. NOVENO: Reconocer personería a la Dra. Juliana Torres Berrocal para obrar como apoderada del Senado de la República dentro del proceso, en los términos y facultades conferidas en el correspondiente memorial poder obrante a folio 2605 del C.5. DÉCIMO: Reconocer personería a la Dra. Luz Marina Penagos Pardo para obrar como apoderada del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo dentro del proceso, en los términos y facultades conferidas en el correspondiente memorial poder obrante a folio 2607 del C.5. ONCEAVO: La Secretaría notificará la sentencia en la forma prevista en el Código de Procedimiento Civil y entregará, a la ejecutoria, si lo hubiere, el remanente por concepto de gastos del proceso al apoderado judicial de la parte demandante. DOCEAVO: A la ejecutoria de esta providencia se archivará el expediente previa anotación en el libro radicador.

NOTIFÍQUESE Y CÚMPLASE

NELSON JAVIER ROJAS GOYES JUEZ

JAGN.