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requeridos para ocupar puestos en otros organismos, como el caso de José
Isidro Yáñez quien pasó a formar parte de la primera regencia, o los de
Manuel Martínez Mansilla y José María Fagoaga, quienes formarían parte
de la Junta de Gobierno Provisional. A pesar que se nombraron Magistrados
sustitutos, la Audiencia de México no se daba abasto para desahogar
todas las apelaciones pendientes más las que arribaron una vez que se
reestablecieron los caminos. El Magistrado decano de la Audiencia Manuel
del Campo y Rivas, quien había quedado a la cabeza del tribunal, urgió
una y otra vez tanto a los miembros del Poder Legislativo como a los del
Ejecutivo, sobre la necesidad de crear un Poder Judicial nacional y agilizar
así la administración de justicia. Sin embargo, ambos poderes relegaron la
decisión sobre el tema a la instalación de un Congreso Constituyente,
sobre todo a causa de los conflictos políticos que se suscitaron durante el
gobierno provisional y, más aún, durante el imperio de Iturbide.14
14 Linda Arnold, "La política y la judicatura…" op. cit., pp. 105 y ss.; Linda Arnold, Burocracia y burócratas en México, 1742-1835, traducción de Enrique Palos, México, Editorial Grijalbo, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1991, 249 pp. (Los Noventa, 69), pp. 109 y ss. y Francisco Wiechers Veloz, "Origen del Poder Judicial en el Primer Imperio Mexicano", en His toria de la Justicia en México, op. cit., II: 965-987.
Entrevista de los generales O’Donojú y Novella, con el jefe de las Tres Garantías D. Agustín de Yturbide.
Anónimo. Óleo sobre tela, 50 x 70 cm. MNH- CNCA-INAH-Méx.
Foto: Archivo Fotográfico Clío
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Una de las propuestas que hizo el Magistrado del Campo y Rivas
para solucionar la parálisis que enfrentaba la administración de justicia
fue que la Audiencia Territorial de México se convirtiera en el Supremo
Tribunal de Justicia Nacional y que, por tanto, quedase como depositaria
del Poder Judicial de la Nación, sobre todo atendiendo a la escasez de
Magistrados. Tanto en la junta de gobierno como en el primer Congreso
Constituyente de 1822 se discutió esta propuesta pero tuvo algunos opo-
sitores, y la cuestión se complicó con la exaltación de Iturbide como em-
perador. No había duda, sin embargo, en la necesidad de erigir un
Supremo Tribunal de Justicia, pero los debates sobre su composición y la
manera de elegir a los Magistrados se entrampó por mucho tiempo, tanto
al interior del propio Congreso como entre éste y el emperador Agustín I,
pues cada poder se arrogaba como propia dicha facultad. Los aconteci-
mientos posteriores, que tuvieron como resultado la prisión de varios
diputados y la disolución del Congreso, complicaron aún más las cosas.
Una vez disuelto el Congreso, la Junta Nacional Instituyente, creada por
Iturbide en noviembre de 1822, se dedicó a diseñar la estructura del máxi-
mo tribunal, dejando al emperador la elección de los Magistrados. Iturbide
confeccionó una lista de nombres con sus elegidos y la Junta incluyó una
sección sobre el Poder Judicial en la redacción del proyecto del Reglamento
Provisional Político del Imperio Mexicano, del 10 de enero de 1823, pero
la abdicación del emperador en marzo de 1823 no dio lugar a que esta ley
adquiriese vigencia y tampoco se llegó a instalar el Supremo Tribunal.
Entrada de Agustín de Yturbide a la Ciudad de México, Anónimo, s/f , Óleo sobre tela 70 x 103
cm. Col. Museo Isidro Fabela. Foto: Archivo Fotográfico Clío
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Reinstalado el Congreso en marzo de 1823, los diputados reto-
maron el tema del Poder Judicial y se tuvo como urgente la instalación de un
Supremo Tribunal provisional para suplir a la Audiencia Territorial de México.
Dicho tribunal tendría las mismas atribuciones que confería la Constitución
de Cádiz al Supremo Tribunal español pero adaptado a las leyes y nece-
sidades mexicanas y se avanzó mucho en su diseño. Sin embargo, una
vez más este tribunal no llegó a instalarse. Fueron pues cuatro años en los
cuales la nueva nación que intentaba organizarse bajo un diseño consti-
tucional tripartito careció de uno de sus poderes constitutivos.
VII. ePílogo
El Acta Constitutiva de la Federación, del 31 de enero de 1824, determinó
que el Poder Judicial residiría en una Corte Suprema de Justicia, nombre que
fue cambiado por el de Suprema Corte de Justicia de la Nación al año
siguiente, en el momento de su instalación. El decreto del 27 de agosto
de 1824 plantó las bases para la organización del Alto Tribunal y fueron
recogidas posteriormente en la Cons titución Política de los Estados
Unidos Mexicanos promulgada el 4 de octubre de 1824.
El 15 de marzo de 1825 quedó formalmente instalada la
primera Suprema Corte de Jus ticia de la Nación en un
acto en el cual el presidente Guadalupe Victo ria tomó
juramento de sus pri meros Ministros. Entre ellos se
encontraba Miguel Domín guez, quien fuese co rre-
gidor de Querétaro y cuya esposa, Josefa Ortiz de
Domínguez, alertara a Allende e Hidalgo que
las autoridades habían descu bier to la cons-
piración en 1810. A Domín guez corres-
pondió ocupar la primera presidencia
del Tribunal. Los demás Magis trados
que compusieron esa primera Corte
fueron: José Isidro Yáñez, Manuel
de la Peña y Peña, Juan José Flores
Alatorre, Pedro Vélez, Juan Gómez
Navarrete, Juan Ignacio Godoy,
Fran cisco Antonio Tarrazo, José
Joa quín Avilés y Quiroz, Antonio
Méndez y Juan Raz y Guzmán y
como Ministro fiscal fue nombrado
Juan Bautista Morales.
Miguel Domínguez, primer presidente de la SCJN. En Riva Palacio, Vicente, México a través de los
siglos, 1886, Biblioteca Ernesto de la Torre Villar, Instituto Dr. José María Luis Mora. Reprografía: Armando Betancourt
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La adopción del sistema republicano federal tuvo como conse-
cuencia la integración de la figura de los Estados libres y soberanos como
parte componente de suma importancia en la integración de la nación
mexicana. En el ámbito del diseño del sistema judicial, esto tuvo también
consecuencias importantes. Una de ellas fue la adopción de un sistema
judicial compuesto, es decir, integrado por dos ámbitos jurisdiccionales
representados por el Poder Judicial de la Federación y por un Poder
Judicial en cada uno de los Estados. Otra consecuencia muy importante
fue el mecanismo que se adoptó para la elección de los Magistrados de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación. En atención a las pugnas que se
habían suscitado al respecto entre el legislativo y el Ejecutivo en los años
anteriores, el Congreso Constituyente de 1823 decidió dejar la elección de
los once Magistrados que compondrían el tribunal a los Legislativos
Estatales.
Otra innovación importante en el diseño del Poder Judicial por
el Constituyente de 1824 fue la creación de veintiún juzgados de distrito y
ocho tribunales de circuito. Los primeros estarían encargados de conocer
sin apelación en causas civiles que interesaren a la Federación hasta por
cuantía de 500 pesos y en primera instancia de todas las causas del fuero
federal como causas de almirantazgo, presas de mar y tierra, contraban-
do, crímenes cometidos en alta mar y ofensas contra los Estados Unidos
Mexicanos. Por su parte, los tribunales de circuito conocerían de las cau-
sas del fuero federal en segunda instancia y causas civiles que interesasen
a la Federación por cuantía mayor a los quinientos pesos.
En cuanto a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sus
principales atribuciones eran las de conocer sobre las diferencias entre
los tribunales y juzgados de la Federación y de estos con los de los
Estados así como determinar la competencia de cada uno en caso de
disenso. Asimismo, le competía conocer asuntos contenciosos entre los
Estados de la Federación o los derivados de actos del gobierno federal.
El año de 1825 marcó, pues, el inicio de un nuevo periodo en
el que finalmente el esquema tripartito de gobierno de la nación mexicana
quedaba completado con sus tres poderes constituidos en plena forma,
dando paso a un proceso de afianzamiento de las instituciones políticas
propias de un Estado Moderno en el México independiente.
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Independencia y autonomía del Poder Judicial:
un espejismo en la primera mitad del siglo XIX
Que la independencia del Poder Judicial sea un elemento in-
trínsico al Estado de derecho y al gobierno democrático es
un supuesto común del discurso contemporáneo, jurídico y
político en México como en otros lugares. No es extraño,
entonces, que la independencia y autonomía del Poder Judicial sea un
tema que haya recibido creciente atención durante los últimos años, des-
de la transición democrática del año 2000. No obstante, su historia, sobre
todo la del siglo XIX, no se entiende bien. Por ejemplo, suele considerarse,
contradictoriamente, la existencia de una independencia judi cial en la
primera mitad del siglo XIX. Por un lado, la independencia judi cial
como ideal político, se remonta a la Constitución de 1824, que no sólo
estableció una división de poderes, sino que estableció para los once
Magis trados y el fiscal de la Suprema Corte cargos vitalicios.1 Por el otro,
estu dios recientes han mostrado cierta resistencia a hablar de la indepen-
dencia judicial previa a las Actas de Reforma de 1847. Tal como lo indica
uno de los mejores ejemplos de los estudios recientes sobre la indepen-
dencia judicial, "El principio de independencia judicial ha sido, por lo
menos nominalmente, afirmado en el constitucionalismo mexicano a par-
tir de la última mitad del siglo XIX".2
Dr. T. M. James*
* Universidad de Carolina del Sur/Beaufort. 1 Ver la valiosa investigación histórica de Linda Arnold, Política y justicia: La Suprema Corte Mexi cana, 1824-1855, trad. José Luis Soberanes Fernández y Julián Bunster (México, 1996).2 Pilar Domingo, "Judicial Independence: the Politics of the Supreme Court in Mexico", Journal of Latin American Studies 32 (2000): p. 705 (énfasis mío).
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Parte del problema parece residir en una asociación demasia-
do cercana de la cuestión de la independencia judicial con la cuestión de
la revisión judicial por medio del amparo y la idea de que, "en la primera
mitad del siglo XIX, la Suprema Corte fue más un tribunal de apelación
de los asuntos civiles y penales que se ventilaban en la capital de la Repú-
blica que un tribunal de competencia concentrada para asuntos consti-
tucionales y de competencia entre órganos del Estado".3 Los poderes de
revisión judicial, es cierto, han llegado a ser considerados como uno de los
factores más importantes en la evaluación de la independencia del Poder
Judicial de los gobiernos democráticos modernos. Sin embargo, esto es
en gran medida un desarrollo de la última mitad del siglo XX y es suficiente
mencionar el caso de la Gran Bretaña del siglo XIX para recordar que uno
puede tener una (independencia judicial), sin la otra (revisión judicial).
En México también, o como quiero proponer aquí, podemos
hablar de la existencia de la independencia judicial en la primera mitad
del siglo XIX, es decir, previa a la adopción del juicio de amparo. Tal
argu mento implica una independencia calificada. Habida cuenta de los
fraca sos, la pobreza fiscal y la inestabilidad política de la primera mitad
del siglo XIX, la independencia judicial, aquí concebida principalmente
en términos de independencia de los otros poderes constitucionales, no
garantiza el Estado de derecho o la implementación exitosa de un gobier-
no democrático, ni federalista (1824-1835) ni centralista (1835-1846).
Sí garan tizó una cierta estabilidad y continuidad del liderazgo del Poder
Judicial y esto, a su vez, se convertiría en una fuente importante de pres-
tigio y legitimidad que el Poder Judicial gozó con el regreso del federalismo
en 1846.4 Así pues, aunque es cierto que algunas de los normas institucio-
nales asociadas con un alto grado de independencia judicial, como la
supremacía judicial y la autonomía fiscal, no existían realmente en la prác-
tica hasta después de esta fecha, también es importante ver que lo que
vino más tarde construyó una tradición de liderazgo judicial que inten-
taba realizar el objetivo de un Poder Judicial independiente, aunque
asintóticamente.
"La existencia de un grupo de juristas criollos bien instruidos
—ha escrito Charles R. Cutter—, era una dimensión importante de la cul-
tura jurídica colonial".5 De hecho, es a partir de estos "juristas de élite"
3 Jaime F. Cárdenas Gracia, Una Constitución para la democracia: propuestas para un nuevo orden constitu-cional (México, 1996): p. 174.4 Arnold, Política y justicia, capítulo 6.5 Charles R. Cutter, "The Legal Culture of Spanish America on the Eve of Independence", en Eduardo Zimmermann, ed., Judicial Institutions in Nineteenth-Century Latin America (Londres, 1999), p. 9.
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que se seleccionaron los Magistrados de la primera Suprema Corte. Ellos
estaban versados en la rica tradición jurídica de la Nueva España que
incluía "la jurisprudencia del derecho romano, el derecho castellano y el
derecho indiano, la institucionalización de un sistema de juzgados, y
fe en el derecho y los juzgados".6 Sin embargo, también se debe tener en
cuenta que, en teoría, tanto los Magistrados coloniales como las decisio-
nes que tomaron, estaban subordinados al rey. Hablar de la independen-
cia judicial en ese contexto no tiene mucho sentido.
Por una parte, entonces, un compromiso con el derecho y el
deber judicial formaron parte de un legado colonial que guió a los juris-
tas de la primera Suprema Corte de Justicia. Por la otra, un compromiso
con la independencia judicial era nuevo y sólo fue posible después de las
innovaciones revolucionarias que encontramos en las Constituciones
escri tas de la era de la independencia, incluyendo: la soberanía popular,
la división de poderes, la igualdad jurídica y supremacía constitucional.7
No obstante, sería un error concluir que estas ideas innovadores implican
una tensión necesaria entre la independencia judicial como uno de las
ideas nuevas de la Ilustración —y por tanto no específica de México— y
la antigua tradición jurídica propia de la Nueva España o, en términos
más generales, una tensión necesaria entre las ideas europeas nuevas y la
cultura, como han sugerido algunos eruditos. Al menos en el caso de la
independencia judicial, un compromiso a las ideas nuevas fue apoyado,
no rechazado, debido a la responsabilidad moral de los Jueces en su papel
judicial, que era parte de un patrimonio colonial. En el nuevo contexto
del gobierno republicano, los juristas de la primera Suprema Corte, aunque
capa citados y formados en el medio jurídico de la colonia de Nueva
España, pronto descubrieron que los dos estaban extremadamente vincu-
lados. Para cumplir con su deber judicial, los Magistrados de la Suprema
Corte también tuvieron que defender la autonomía e independencia del
Poder Judicial cual poder.
A decir de todos, la primera Suprema Corte, creada por el Acta
Constitutiva de 1824 y la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexi-
6 Linda Arnold, "Buscando a México: conflictos, jurisprudencia y la Suprema Corte Mexicana, 1825-1853", Anuario Mexicano de Historia de Derecho, IV (1992): p. 259.7 Algunos de estos principios fueron más recien tes que los demás. Lucio Cabrera ha escrito, "Los Magistrados de la Audiencia Territo rial de la Constitución de Cádiz no tuvieron el tiempo ni la posibilidad de plantearse el problema de la jerarquía de las leyes; los Ministros de la [Suprema] Corte de la nueva república, sí". Cabrera, Orígenes y primeros años de la Supre ma Corte de Justicia de México (México, FECHA), p. 47.
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canos, atrajo a sus filas Ministros altamente formados en el quehacer jurí-
dico. Sólo uno de los Magistrados elegidos inicialmente en diciembre de
1824 optó por no seguir una carrera en el recién formado Poder Judi-
cial.8 Además, como se mencionó anteriormente, estos Magistrados eran
vitalicios, lo cual era ampliamente reconocido en la literatura sobre la
independencia judicial como una garantía clave que favorecía la autono-
mía e independencia del Poder Judicial. Sin embargo, como Pilar Domingo
ha argumentado, ciertas garantías como los cargos vitalicios a veces pue-
den ocultar una realidad subyacente de subordinación judicial y servilismo
al Ejecutivo.9 Después de la reforma constitucional de 1944, por ejemplo,
Domingo ha demostrado que, aunque los Magistrados eran vitalicios, esta
garantía no promovía la independencia judicial porque los Magistrados
de la Suprema Corte no se quedaban en sus puestos de por vida. En la
práctica, los nuevos presidentes nombraban a la mayoría de los miembros
de la Suprema Corte que iban a administrar justicia durante su sexenio.
Asimismo, los puestos en el Poder Judicial eran menos remunerados que
los de los Ministros del Ejecutivo y el puesto de Magistrado de la Suprema
Corte de Justicia no representaba la culminación de una carrera judicial.
Por el contrario, en la primera mitad del siglo XIX, la magistratura judi-
cial tenía mucha más estabilidad que los ministerios del Ejecutivo, y los
cambios en el liderazgo del Poder Ejecutivo no surtían efecto en los cam-
bios en el liderazgo judicial.10 Los nuevos presidentes lidiaban con una
Suprema Corte, cuyos miembros habían sido elegidos previamente a su
llegada al poder y por un proceso que constitucionalmente los excluyó.
Así, durante la primera mitad del siglo XIX, una garantía constitucional de
cargos vitalicios tenía consecuencias importantes para las relaciones entre
el Ejecutivo y el Judicial y para la realidad política de un Poder Judicial
independiente.
Ha sido una característica habitual de la mayor parte de la his-
toriografía sobre el periodo nacional temprano criticar el centralismo
8 Arnold, Política y justicia, 28. No fue así en los Estado Unidos. Aparentemente, el cargo de Magis trado de la Suprema Corte estadounidense tenía menos prestigio que el mismo cargo en México, al menos al principio. Robert G. McCloskey, The American Supreme Court (Chicago: University of Chicago Press, 1960), p. 4. "Only four of the six men Washington had chosen to adorn the Supreme Court turned up for [the Supreme Court’s] first official meeting. Robert H. Harrison declined appointment, apparently because he thought his judicial post as chancellor of Maryland was more important; and John Rutledge, though officially a member of the Court in its first three terms, never attended a session and soon resigned to accept the chief justiceship of South Carolina[!]."9 Domingo, "Judicial Independence," pp. 721-725.10 En el mismo periodo había cientos de Minis tros del Ejecutivo y sólo 25 Magistrados de la Corte. Cabrera, Orígenes y primeros años, pp. 74-75. Quizá por eso, dos Magistrados, Andrés Quintana Roo y Tomás Salgado, utilizaron su influencia ministerial como miembros del Poder Ejecutivo para conseguir puestos permanentes en el Poder Judicial en 1827 y 1834.
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con mano dura y excusar al federalismo.11 Ésta es la historia por y para
los vencedores ya que, por supuesto, el federalismo fue el triunfador. Sin
embargo, las peores violaciones de la garantía constitucional de los cargos
vitalicios de los Magistrados de la Suprema Corte —un elemento fijo tanto
de las Constituciones federalistas como centralistas— se produjeron du-
rante el periodo de la primera República Federal, no durante el centralis-
mo. Un incidente importante en este
sentido fue la Ley del Caso, apro-
bada por el quinto Congreso el 23
de junio de 1833.12 Esta ley desterró
cincuenta y un individuos sospe-
chosos de tener ideas conserva-
doras. Aun que dirigido fundame-
talmente a los perdedores de la
guerra civil de 1832 que derrocó
al primer gobierno de Anastasio Bus-
tamante, la lista original incluía a
dos Magistrados de la Suprema Corte:
a José Domínguez Manzo, elegido
en 1830 en vez del candidato de las
federalistas radicales, Juan de Dios
Rodríguez, y a Juan Nepomuceno
Gómez Navarrete, uno de los pri-
meros once Magistrados elegidos
en 1824.13 Ambos fueron importan-
tes líderes en el movimiento de inde-
pendencia; sin embargo, en un acto
inconstitucional, "se les proscri-
bió entre las tinieblas de la noche
como si fueran delincuentes".14
11 Por ejemplo, en homenaje a las celebraciones por el primer centenario de la independencia (hace cien años) Rodolfo Reyes escribió que, "los 35 años anteriores a la formación de esa Carta [de 1857], fueron de tanteos y de proyectos, mancillados por bajos motines, trastornados o formados por serias revoluciones y que, excep-tuando pequeños intervalos y raras personalidades, no revelaban sino la informe gestación dolorosa dentro de un caos, a pesar de haber aparecido pinceladas luminosas como la Consti tu ción de 24 y de haberse revelado hombres tan superiores como Gómez Farías o tan videntes como el Doctor Mora". Rodolfo Reyes, Con-tribución al estudio de la evolución del Derecho Constitucional en México (México: Tip. de la viuda de F. Díaz de León, sucs., 1911), p. 7.12 Llamado así "porque al cabo de una lista de 51 personas que debían ser desterradas por seis años por el gobierno, se decía que éste haría lo mismo con todas las que se hallasen ‘en su caso,’ sin definir cual fuese este. Una me dida tan contraria a la justicia, como ajena a las facultades de un cuerpo legislativo..." Lucas Ala mán, Historia de México, t. V (México: Imprenta de Victoriano Agueros y comp.), p. 650.13 Arnold, Política y justicia, pp. 57-61.14 Carlos María de Bustamante, Diario Histórico de México, 1822-1844, de Carlos María de Bus tamante, Josefina Zoraida Vázquez y Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva, eds. (CIESA, El Colegio de México, 2004), CD-Rom, 14 octubre 1835.
Valentín Gómez Farías, y la Constitución de 1824. Archivo Fotográfico IMAGO TEMPO
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Un segundo incidente que demuestra la disposición del mismo
Congreso de hacer caso omiso a las garantías constitucionales de la inde-
pendencia judicial se produjo en marzo del año siguiente, cuando los
representantes del Estado de México exigieron la salida de toda la Primera
Sala de la Suprema Corte de Justicia, incluyendo los Magistrados Manuel
de la Peña y Peña, Juan José Flores Alatorre, José Antonio Méndez, Juan
Raz y Guzmán y el presidente Pedro Vélez.15 Este incidente fue una reacción
a dos sentencias judiciales de la Corte que favorecieron la jurisdicción local
de la capital en vez de la jurisdicción del Estado de México. Según la acu-
sación original, se había violado, en primer lugar, la Constitución del
Estado de México (específicamente el artículo 182), en segundo lugar, la
jurisprudencia establecida y las leyes de la materia, y en tercer lugar,
las leyes de procedimiento por el retraso de administrar justicia dentro de los
pla zos especificados por la ley. Hubo también una cuestión de dere -
chos de los Estados: "la preocupación y el hábito está en favor de la Fede-
ración [contra los Estados]", se indicaba en la acusación, "los asuntos del
Estado son absorvidos (sic) por esa hidra que todo lo devora. El Gobierno
se ha visto en la necesidad de interponer toda su autoridad para los procu-
radores impedir que los curiales, los asesores, los abogados de la capital
se vayan apoderando de los pleitos que debían terminarse en los tribuna-
les del Estado".16 Si recordamos que el Congreso Federal, en una ley del
9 de mayo de 1826, convirtió a la Suprema Corte en tribunal de apelacio-
nes para los casos civiles y penales que se ventilaban en el Distrito Federal
y sus territorios (sin duda una reacción a las limitaciones fiscales, pero un
acto de dudosa constitucionalidad), es fácil ver cómo las sentencias en
casos de conflicto de jurisdicción que favorecieron a los Jueces de la pri-
mera instancia de la capital podrían interpretarse como sentencias que al
final favorecieron a la propia jurisdicción de la Suprema Corte, tal como
efectivamente lo hicieron los radicales del Congreso federal en la prima-
vera de 1834.
Pero esto no es todo lo que estaba en juego. Este incidente
también se vio envuelto en las perennes enemistades políticas debido a
la ejecución del expresi dente y patriota Vicente Guerrero por el gobierno
de Bustamante en 1831. Aunque el tratado de Zavaleta que puso fin a la
guerra civil de 1832 prohibió expresamente represalias políticas contra
el gobierno de Bustamante, los radicales del quinto Congreso pasaron
15 Pedro Velez, "Vindicación de la primera sala de la suprema corte de justicia de los Estados Unidos Mexicanos sobre la acusación hecha contra ella ante la Cámara de Diputados del Con greso General, por la Honorable Legislatura del Estado de México", en La Suprema Corte de Jus ticia, sus leyes y sus hombres (México: SCJN, 1985), pp. 531-545.16 Ibid., p. 532.
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casi inmediatamente a acusar a cuatro de los exministros de Bustamante
por su participación en la muerte de Guerrero.17 Al parecer, sólo uno de
estos procesos, el caso contra Lucas Alamán, llegó a presentarse ante la
Suprema Corte.18 No obstante, este caso resultaría lo suficientemente
impor tante como para ser un factor clave en la rápida decisión tomada
por el Congreso para eliminar a cinco Magistrados permanentes de sus
cargos en 1834.
17 Arnold, Política y justicia, p. 61.18 Ibid., nota 23.
Vicente Guerrero Sagredo. Óleo sobre tela, 285 x 205 cm. Presidencia de la Rca.
Oficina del Palacio Nacional. Foto: Archivo Fotográfico Clío
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Sin embargo, este contexto político más amplio sólo entra a
relucir a posteriori. Cuando, en noviembre de 1833, la Primera Sala tomó
una decisión acerca de dos casos de competencia (conflicto de jurisdic-
ción) en relación con litigios civiles, apenas sospechaban la crisis política
que estas decisiones estaban a punto de desatar. No puede dejar de enfa-
tizarse este punto, y es importante ver que los Magistrados no fueron
motivados por las consideraciones políticas que el Poder Legislativo de
México alegó, sino que decidieron estos dos casos en concordancia con
la concepción de su papel judicial, tal como se establece en la Constitu-
ción, y su interpretación de la ley. De hecho, estos casos trataban más
bien de cuestiones rutinarias de competencia, dos de entre varios cientos
que la Corte tenía que decidir durante la primera República Federal.19
19 Linda Arnold, Bureaucracy and Bureaucrats in Mexico City, 1742-1835 (Tucson: University of Arizona Press, 1988), p. 78.
Presidente Anastasio Bustamante. (Óleo anónimo) MNI-CONACULTA-INAH-MÉX.Foto: Archivo Fotográfico Clío
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Los caminos de la Justicia en México 1810-2010
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El primer caso tuvo su origen en un juicio interpuesto por don
José María Flores contra don Antonio Velasco en el Estado de México: la
culminación de un conflicto por el uso de un ojo de agua (también en el
Estado de México) que los dos dueños de propiedades colindantes ha-
bían estado utilizando. Velasco se opuso a la jurisdicción local del Estado
de México y, en el mes de abril de 1833, el doctor José María Puchet, Juez de
primera instancia del Distrito Federal, formó competencia enviando el
conflicto de jurisdicción a la Primera Sala de la Suprema Corte. La cues-
tión planteada ante esta instancia radicaba esencialmente entre las prerro-
gativas del reo que como residente de la Ciudad de México podía negarse
a ser juzgado en el Estado de México, y la posición opuesta de que la
ubicación de la hacienda de la parte demandada en el Estado de México
permitía al actor elegir si el asunto se resolvía en esa entidad.20 Tal como
la Primera Sala de la Corte señaló en su defensa pública sobre su compor-
tamiento, la ubicación de las fincas en el Estado de México parece ser una
de las excepciones a la regla general del fuero de domicilio y, aunque no
existe ninguna ley nacional que podría resolver la cuestión, los principios
generales de la jurisprudencia parecen dar preferencia al "Juez del lugar
en donde están ubicadas las cosas litigiosas" o, al menos, a la capacidad
del actor para decidir en favor de la jurisdicción del Estado de México. Sin
embargo, las razones de la decisión de la Primera Sala no acabaron ahí,
porque el Juez de Cuernavaca, después de que el Juez Puchet había for-
mado competencia, no cumplió con las leyes sobre la substanciación del
recurso. De hecho, el Juez de Cuernavaca violó dichas leyes en múltiples
ocasiones, negándose a responder a la carta del Juez Puchet y, en esen-
cia, decidió un conflicto de jurisdicción en el que él formaba parte. Como
la Corte también escribió,
Todos estos hechos llamaron, como era debido, la atención del señor fiscal
que fue del Tribunal Supremo de Justicia del Estado de México [y sobre la
cual la legislatura estatal basó su acusación original] D. José María Torres
Cataño, según se ve por su respuesta de que ya se ha hecho mención, en
la que dice: ‘El Juez de Cuernavaca que no substanció como previene la
ley, la competencia anunciada por el Juez Puchet en su oficio de 3 de abril
último, y que sin habérselo contestado, siguió actuando en el negocio’, [y
que añade aunque], ‘en lo general estos procedimientos son muy ilegales
y dignos de una severa reprensión,’ dice que no lo son en este caso, por-
que es infundada la competencia promovida por el Juez Puchet con lo cual
se ha abierto la puerta para que cualquier Juez califique por sí de infunda-
das las competencias que se le anuncien y pueda impunemente continuar
conociendo del negocio, con manifiesto desprecio de las disposiciones le-
gales que rigen en la materia. [Además], Este atentado es de tanta gravedad
20 Velez, "Vindicación de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia", pp. 538-541.
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en concepto de las leyes, que el Juez que lo comete se le castiga con la
pena de privarlo del conocimiento del asunto y remitirlo al de su competi-
dor, como lo previene la ley 8a tit. 9 lib. 5 de la Recopilación de Indias, …
(lo cual es lo que la primera sala hizo en su decisión original el 9 del no-
viembre de 1833).
El segundo caso fue similar en cuanto se trataba de un litigio
entre dos propietarios con propiedades en el Estado de México y un acu-
sado cuya residencia se encontraba en el Distrito Federal. Sin embargo,
en contraste con el primer caso, el actor, un residente del Estado de
México, aceptó que el caso se juzgara en la jurisdicción del Distrito Federal
que, como la Suprema Corte, también había afirmado en el primer caso (y
con referencia a la misma norma) era su derecho. Por tanto, no tiene mu-
cho sentido en un sistema federal argumentar, tal como la Legislatura de
México parecía estar haciendo, que el artículo 182 de la Constitución del
Estado —que estipulaba, "Corresponde exclusivamente a los tribunales
del Estado el conocimiento de los pleitos y negocios de bienes existen-
tes en su territorio, y de los que miran al estado y condición de sus súb-
ditos".— debería haber impedido legalmente la decisión de la Primera
Sala de la Suprema Corte. Según Vélez,
El repetido artículo 182 de la constitución del estado de México se contrae
únicamente a sus súbditos, y no puede estenderse al caso en que sean
deman dados los de algún otro estado: que como esta disposición debe
observarse en todos los demás estados, no puede servir de regla para
deter minar las diferencias que ocurran entre los Jueces de un estado con
los de otro . . ."21
Sin embargo, el Congreso formó causa contra los Magistrados
el 10 de marzo y los suspendió por un decreto del 30 del mismo mes.
Como señaló Carlos María de Bustamante en ese entonces, "Jamás había-
mos visto que un error de opinión legal puede ser un crimen que merezca
tal pena, esto es si hubo tal error que aún no está calificado".22
Con José Domínguez Manzo y Juan Nepomuceno Gómez to-
davía en el exilio y con la muerte de José Isidro Yáñez, Jacobo Villaurrutia
y Tomás Salgado estando enfermo, la suspensión de la Primera Sala de la
Suprema Corte dejó sin quórum la Corte y paralizó la administración de
justicia federal y los pleitos de apelación de la segunda y tercera instancia
de la capital y territorios.23 Sin embargo, el quinto Congreso pasó rápida-
mente a remediar la situación aunque estaba violando de nuevo las
21 Ibid., p. 544.22 Bustamante, Diario Histórico de México, 10 marzo 1834.23 Arnold, Política y justicia, p. 63.
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Independencia y autonomía del Poder Judicial...
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estructuras constitucionales desti-
nadas a proteger la autonomía y la
independencia del Poder Judicial.
El 18 de marzo de 1834
el Congreso decretó una ley que re-
gulaba el nombramiento de suplen-
tes de la Suprema Corte y que les
delegaba la facultad exclusiva de
cubrir las vacantes, "Mientras que por
una ley se detalla el modo de nom-
brar los suplentes para la Suprema
Corte en la misma forma que la Cons-
titución fija la de los propietarios".24
Tres días más tarde (21 de marzo)
la Cámara de Diputados seleccionó
a 10 suplentes para los 10 puestos
vacantes, cinco de los cuales el Con-
greso acababa de crear con la sus-
pensión de la Primera Sala. Con la
excepción de José Joaquín y Avilés
Quirós y el fiscal de la Corte, Juan
Bautista Morales, la mayoría gober-
nante del Congreso logró reempla-
zar totalmente el liderazgo del Poder
Judicial Federal con partidarios de su
propio partido. Así, tal como Busta-
mante también destacó, "La verda-
dera causa [de la acusación origi-
nal] es despojar a estos Ministros [de la Primera Sala] de sus plazos y
conferirlas a yorquinos de la misma cámara".25 El quinto Congreso había
logrado llenar la Corte con sus simpatizantes.
Sin embargo, con un aumento en las tensiones políticas como
respuesta al asalto radical del quinto Congreso sobre los privilegios tradi-
cionales del ejército y la iglesia, el general Santa Anna (siguiendo el Plan
de Cuernavaca de 25 de mayo) cerró el Congreso y pronunció la aboli-
ción de la Ley del Caso. Unos meses después, también pronunció la abo-
lición de la Ley de Suplentes de 21 de marzo de 1834, y restituyó en sus
24 Basilio José Arrillaga, Recopilación de leyes, decretos, bandos, reglamentos, circulares y pro videncias de los Supremos Poderes de los Estados-Unidos Mexicanos y otras autoridades de la Unión, enero a diciembre de 1834 (México: Imprenta de J.M. Fernández de Lara, 1835), p. 83.25 Bustamante, Diario Histórico de México, 10 marzo 1834.
Basilio José Arrillaga, Recopilación de leyes, decretos, bandos, reglamentos, circulares y
providencias de los Supremos Poderes de los Estados-Unidos Mexicanos y otras autoridades de
la unión, enero a diciembre de 1834.(México: Imprenta de J.M. Fernandez de Lara, 1835),
Biblioteca Central “Silvestre Moreno Cora” SCJN
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cargos a los Magistrados originales de la Primera Sala. Este decreto del 8
de agosto de1834 hizo eco a la respuesta original de la Primera Sala y
pareció una defensa convincente de la supremacía constitucional y la
inde pendencia judicial. Decía, en parte:
Desde que cinco Ministros de la Corte Suprema de Justicia, sin haber co-
metido algún delito en el desempeño de su alto encargo, fueron acusados
ante la cámara de representantes, y ésta declaró haber lugar á la formación
de causa, porque dirimiendo una competencia en uso de la atribución
cuarta (art. 137) que la Constitución concede á la Suprema Corte, decidie-
ron en favor del que no era Juez en el Estado de México, la República
entera pudo ver que se intentaba desorganizar al Poder Judicial de la
Federación. La acusación no podía ser más infundada porque si el artículo
182 del código particular del Estado dice [. . .], los principios más comunes
de la administración de justicia enseñan que lo prevenido en ese articulo
solo puede tener lugar cuando los pleitos se siguen entre dos súbditos del
Estado, ó alguno de ellos es demandado en él y esto con algunas excep-
ciones. Por tanto, cuando se vio que sin fundamento racional los Ministros
Santa Anna, Anónimo, óleo en miniatura sobre marfil MNH-CONACULTA-INAH-MÉX
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fueron suspensos por la declaración que hizo la cámara, de haber lugar a
formarles causa, y esto después que otros individuos de la misma Suprema
Corte habían sido lanzados de la República sin forma de juicio, ya no se
pudo dudar que manos desorganizadoras daban nuevos embates al edificio
social [. . .] A este golpe siguió una novedad anticonstitucional del mismo
tamaño, á saber: el nombramiento de una Córte de Justicia compuesta de
suplentes; no de aquellos suplentes que una ley llama para un caso ó
nego cio particular sino de suplentes estables y duraderos por muchos años,
suplentes que no conoce la constitución ni puede dar una ley ordinaria de
un congreso constitucional."26
Brilla por su ausencia cualquier referencia a los acontecimien-
tos inmediatos al decreto que finalmente llevaron a Santa Anna a actuar
en contra de la Ley de Suplentes después de meses de inacción. Como
Bus tamante escribió el primero de agosto de 1834,
Don Lucas Alamán ha mostrado en la defensa que hizo por sí mismo la
ilegitimidad de la alta corte de justicia suplentado por el Congreso para
perseguirlo, y consecuente a ella el gobierno [de Santa Anna el 28 de julio]
mandó que se suspendiesen todas las actuaciones de ésta y de cualquier
otro tribunal que quisiera proceder contra él. Dícenme que varios abogados
que tenían pendientes allí sus pleitos, han desconocido dicha autoridad,
protestándosele que no lo reconocía por tribunal legítimo. Tal conducta ha
irritado a estos Jueces, y cual víboras pisadas han dirigido una insolente
exposición a Santa Anna [escrito de hecho por uno de los miembros origi-
nales de la Suprema Corte, el fiscal, y federalista radical, Juan Morales],
diciéndole que es un cuerpo o poder independiente … que se considera
apto legítimamente para continuar en el juicio de Alamán y otros, y que no hay
autoridad en el gobierno para impedirle el ejercicio de sus funciones."27
La respuesta de Santa Anna a esta "insolente exposición" fue el
decreto del 8 de agosto. El 11 de agosto los señores Magistrados perma-
nentes, despojados por el quinto Congreso, regresaron a la Suprema
Corte. Así, junto con la defensa de la inviolabilidad del Poder Judicial,
había otro mensaje: los Magistrados suplentes habían sido despojados de
sus cargos por su insubordinación a una orden ejecutiva.
Tal desprecio por la autonomía y la independencia del Poder
Judicial modifica en parte los argumentos principales presentados al prin-
cipio. El punto más importante, sin embargo, es que esta interrupción de
los cargos vitalicios de los Magistrados permanentes y el intento por parte
de uno de los otros poderes para controlar el nombramiento de uno nuevo
por razones políticas fue la excepción más que la regla. De hecho, este
26 "Decreto sobre la separación de suplentes y reposición de Ministros suspensos en la Su pre ma Corte de Justicia", en La Suprema Corte de Justicia, sus leyes y sus hombres, pp. 546-547.27 Bustamante, Diario Histórico de México, 1o. agosto 1834.
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ataque directo contra la Suprema Corte sería el último hasta su deposición
bajo la Ley Juárez de 1855.
Asimismo, el nuevo Congreso que se celebró en enero de 1835
apoyó la causa de la independencia judicial mucho más que su predece-
sor o, en realidad, que el Ejecutivo anterior. La Constitución centralista, o
Siete Leyes, que surgió de la crisis política de 1834, reforzaba la indepen-
dencia del Poder Judicial en una serie de reformas importantes, aunque
no todas estas reformas centralistas se pusieron plenamente en práctica.28
La nueva estructura creada por la nueva Constitución de 1837 consistió en
una Suprema Corte de once Magistrados y un fiscal, los tribunales supe-
riores de los departamentos, los tribunales de hacienda y los de primera
instancia. El nombramiento de los Magistrados y el fiscal de la Suprema
Corte siguió el mismo proceso que la elección del presidente de la Repú-
blica y tal como declaró Sánchez de Tagle, uno de los principales autores
de la Constitución, "el presidente de la Alta Corte de Justicia prestase el
juramento en los mismos términos que el Ejecutivo por ser igual ambos
poderes".29 Una de sus novedades más interesantes fue la supresión del
artículo 110, atribución 19, de la Constitución de 1824 que decía: "Cuidar
de que la justicia se administre pronta y cumplidamente por la corte su-
prema, tribunales y juzgados de la federación, y de que sus sentencias
sean ejecutadas según la leyes". En las palabras del primer Ministro del
interior de la República central,
Colocado el Poder Judicial por la quinta ley constitucional en una verdade-
ra y absoluta división é independencia del Ejecutivo, dejó éste de ejercer
aquella inspección que la Antigua carta le daba para que los tribunales admi-
nistrasen pronta y cumplida justicia, no pudiendo hacer otra cosa en el
actual sistema, que simples excitativas con el mismo objeto."30
También le dio a la Suprema Corte la capacidad de iniciar
legis lación, nombrar a los Jueces y fiscales de los tribunales supremos de
los departamentos y confirmar los nombramientos de los Jueces de pri-
mera instancia.31 Con la Ley Provisional de la Administración de Justicia
de mayo de 1837, un tribunal de apelación de México también eliminó las
obligaciones onerosas de la Suprema Corte de servir como un tribunal
de apelación de los asuntos ordinarios tanto civiles como penales de la
28 "En otras palabras, el federalismo estructural dentro de la magistratura subsistió por mucho más tiempo que en las ramas legislativa y ejecutiva". Arnold, Política y justicia, p. 78.29 Bustamante, Diario Histórico de México, 1o. de enero 1837.30 "Memoria del Ministerio de lo Interior de la Repú blica Mexicana leída en las Cámaras de su Congreso General en el mes de enero 1838," en Memorias de las Secretarías de Justicia, José Luis Soberanes Fernández, ed. (México: Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1997), p. 133.31 Arnold, Política y justicia, p. 76.
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capital.32 Los Magistrados eran vitalicios y la primera ley de la nueva
Constitución también incluyó una lista de derechos constitucionales fun-
damentales que últimamente protegería la Suprema Corte.
Aunque el Constituyente de 1836 no dio a la Suprema Corte
poderes de revisión judicial, se puso un control importante sobre el siste-
ma anterior de la supremacía legislativa mediante la creación de un cuarto
poder que podría declarar la inconstitucionalidad de las leyes y actos de
los otros poderes. Este cuarto poder, o Supremo Poder Conservador, se
com ponía de cinco miembros con plazos de cuatro años. Sin embargo,
este poder no podía iniciar un proceso de revisión por sí mismo. Este
proceso de revisión de la inconstitucionalidad de las leyes, decisiones
judiciales o actos ejecutivos tuvo que ser iniciado por uno de los otros
poderes. Se ha pasado por alto que durante la República Central, el grupo
de Magistrados permanentes del Poder Judicial fue responsable de iniciar
un número considerable de estos procedimientos de revisión, lo que segu-
ramente no habría pasado si hubiera sido subordinado a los poderes
Ejecutivo o Legislativo. En particular, dos de estos casos merecen una
mención especial. El primero consistió en la violación del derecho cons-
titucional a la libertad de prensa, y la segunda, a los derechos constitucio-
nales procesales de los delincuentes.
Santa Anna, presidente interino de mayo a junio de 1839, de-
cretó la circular del 8 de abril de 1839 con el objetivo principal de silen-
ciar a la prensa de oposición en la Ciudad de México. Según Michael
Costeloe, la amenaza de encarcelar a los periodistas de oposición por ser
sediciosos fue un gran éxito al poner fin a los críticos del gobierno.33 Sin
embargo, como Linda Arnold ha demostrado, la Suprema Corte lo reco-
noció de inmediato como un acto ilegal e inconstitucional: "[el nuevo
fiscal] expresó claramente el punto de vista de los que objetaban ese de-
creto: ‘En una palabra, es un principio indudable que los gobernantes
que no se contienen dentro de los límites de sus facultades causan a su
nación mayores males que los que le causan hombres sediciosos y corrom-
pidos’".34 Sin embargo, la Suprema Corte tardó más de un mes para remitir
esta cuestión constitucional a su fiscal y otros dos meses para que el fiscal
32 Sin embargo, como Linda Arnold ha recalcado, porque la Corte ahora compartía la jurisdicción militar con el tribunal militar, "ese cambio no aumentó ni disminuyó la carga de trabajo de la Corte; más bien, simplemen-te modificó el contenido de esa carga". Política y justicia, p. 77.33 Michael P. Costeloe, The Central Republic in Mexico, 1835-1846, Hombres de Bien in the Age of Santa Anna (Cambridge University Press, 1993), pp. 153, 155.34 Política y justicia, p. 89.
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acabara de escribir el informe.35 Cuando la Suprema Corte por fin solicitó
al Supremo Poder Conservador que declarara inconstitucinal el decreto fun-
dando su petición en el hecho de que este decreto era, "contrario al
Párrafo 7. Artículo 2. de la primera ley constitucional, y al 8. Artículo 18
de la cuarta", Santa Anna ya no era la cabeza del Poder Ejecutivo. Estos
retrasos podrían haber sidos estratégicos. Cuando el Supremo Poder Con-
ser vador accedió a la solicitud de la Corte el primero de agosto de 1839
anulando el decreto de 8 de abril de 1839, el presidente constitucio-
nal, Anastasio Bustamante, de inmediato cumplió con la sentencia.36
Es menos claro que Santa Anna hubiera cumplido esta orden del Supremo
Poder Conservador tan rápidamente.
Sin embargo, la controversia constitucional sobre la libertad
de prensa como derecho constitucional no acabó allí. En enero de 1840,
y en respuesta a una iniciativa del gobierno de Bustamante, la Cámara de
Diputados se ocupó de un proyecto de ley que trataba de limitar la liber-
tad de imprenta. Ya que una de las nuevas atribuciones constitucionales
otorgadas a la Suprema Corte por la quinta ley era "Exponer su dictamen
sobre leyes iniciadas por el Supremo gobierno, o por los diputados, en el
mismo ramo de la administración de justicia", la Cámara de Diputados
solicitó la opinión de los Magistrados. A finales de marzo, la Suprema
Corte mandó su evaluación del proyecto de ley a la Cámara de Diputados.
En resumen, la opinión de la Suprema Corte, suscrita por el Magistrado
Andrés Quintana Roo, impugnó la ley como otro acto inconstitucional
contra la libertad de prensa. La respuesta del presidente de la Cámara de
Diputados fue hostil: "En ningún artículo de la Constitución, ni de ninguna
de las constituciones del mundo, hemos visto que el supremo Poder Judi-
cial se tenga o considere como el órgano por el que se manifiesta la
opinión pública". El Congreso iba a aprobar la ley con sólo un voto
de oposición en el Senado. No obstante, los Magis trados, indiferentes a la
advertencia de que estaban interviniendo en asuntos políticos más allá de
sus poderes legítimos, esperaron hasta que el proyecto se hubiera hecho
ley y pidieron al Supremo Poder Conservador declararla nula y sin efecto.37
Un segundo incidente de la anticonstitucionalidad de las leyes,
presentado aproximadamente al mismo tiempo, se trataba de una ley del
13 de marzo de 1840 que ordenó el traslado de los ladrones de la
35 Ibídem.36 Archivo Histórico de la Suprema Corte de Jus ticia (de aquí en adelante AHSCJ), Asuntos Eco nómicos, año de1839, exp. 3965.37 Bustamante, Diario Histórico de México, 2 abril 1840; Arnold, Política y justicia, pp. 93-94.
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jurisdicción ordinaria a la jurisdicción militar. Esta no fue la primera ley
de este tipo.
Antes de la organización de la república federal, el 27 de septiembre de
1823, el gobierno ordenó que los individuos arrestados y acusados de deli-
tos en despoblado, como el bandolerismo y el avigeato fueran juzgados
por tribunales militares; tales casos permanecieron dentro de la jurisdicción
militar hasta que el Congreso federal, el 18 de diciem bre de 1832, derogó
esa ley; ordenó el traslado inmediato de todo caso penal tradicionalmente
de jurisdicción ordinaria a tribunales civiles de primera instancia y ordenó
a las tropas militares y de la policía que "en lo futuro trasladaran a los sos-
pechosos a las autoridades adecuadas dentro de cuarenta y ocho horas
después de su detención.38
38 Arnold, Política y justicia, p. 90.
Asalto a la diligencia, Manuel Serrano (ca. 1850) MNH-CONACULTA-INAH-MÉX. Foto: Archivo Fotográfico Clío
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Sin embargo, en octubre de 1839, el Ministro de Guerra decre-
tó otra ley similar a la ley derogada en 1832. En enero de 1840, este decreto
fue declarado inconstitucional por el Supremo Poder Conservador. Luego
vino la ley del 13 de marzo. Esta ley también fue declarada inconstitucio-
nal por el Supremo Poder Conservador. Sin embargo, el Ministro de
Guerra intentó resistir que se impusiera este decreto. Efectivamente, una
circular firmada por el Ministro de Guerra el 16 de mayo de 1849 consi-
deró esta declaración del Supremo Poder Conservador como "inconsti-
tucional por no haber sido dictada por los cinco individuos en quienes
estaba depositado el mismo poder conservador y además puesto que esto
mismo se hizo fuera del término constitucional".39 Una muestra de que la
Corte estaba en contra de la ley original del 13 de marzo fue su reacción
en contra de la misma. En ese momento la Suprema Corte intentó que
fuera anulada la circular del 16 de marzo por el Supremo Poder Con-
servador, cosa que sí se logró por decisión unánime, esta vez el 13 de
junio. Antes del veredicto del 12 de junio, el Ejecutivo había decretado
una circular adicional. Esta vez se hizo por medio del Ministerio del Inte-
rior, en donde se les exigía a los gobiernos de los departamentos no cum-
plir con el decreto "inconstitucional" del Supremo Poder Conservador en
contra de la ley original del 13 de marzo. No es sorprendente que la
Suprema Corte también haya puesto esta segunda acta del Poder Ejecutivo
en manos del Supremo Conservador. El fiscal de la Corte escribió, entre
otras cosas, que:
La circular transcripta es en concepto del que suscribe el epílogo de todos
los actos que el ejecutivo puede ejercer para destruir y contrariar las bases
constitucionales, y un documento auténtico de contradicciones manifiestas...
El ejecutivo se ha constituido en legislador, en Juez, y en un grado más alto
que la constitución... ha sembrado la desobediencia a la constitución, a las
leyes y a las autoridades en toda la república.40
A consecuencia de la interpretación constitucional del fiscal
—que fue aprobada unánimemente por la Corte— el Supremo Poder
Conservador se enfrentaba a una crisis constitucional grave que empeoró
aún más por el conflicto militar que estalló en la capital en el mes de julio.
Afortunadamente para la Corte, gran parte del resultado político, o más
bien la reacción política que vino después de esta dificultad (el legislador
había tomado la parte del Poder Ejecutivo en julio), fue dirigido contra el
Supremo Poder Conservador, a pesar del rol notable de la Corte. En ver-
dad, con la nueva sesión, los Jueces permanentes "respondieron de una
39 AHSCJ, Asuntos Económicos, año de 1840, exp. 4711.40 Idem.
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manera positiva al Poder Ejecutivo y al Congreso cuando ambos busca-
ban una relación cooperativa con la Corte en 1841".41
En septiembre de 1841, sin embargo, otra revolución exigien-
do fin a la administración de Bustamante logró la abolición de las Siete
Leyes y la renuncia de los otros poderes legítimos. El 7 de octubre de
1840, bajo las Bases de Tacubaya, Santa Anna se convirtió de nuevo en
presidente provisional y tomó poderes dictatoriales. Las nuevas Bases pe-
dían un nuevo Congreso Constituyente para empezar a trabajar seis meses
después de la publicación de una convocatoria cuyos detalles serían esta-
blecidos por el presidente provisional. El presidente provisional, quien
gozaría de poderes supremos durante esta época intermedia, le respon-
dería a este nuevo Congreso Constituyente mientras que éste redactaba
una nueva Ley Fundamental. Ninguno de los doce artículos cortos de las
Bases ponía límites ni principios indicando la forma que esta nueva Cons-
titución debería tomar. Aun así el único poder del arreglo constitucional
previo que no fue disuelto por las nuevas Bases era el Poder Judicial, aun-
que se les prohibía a los Jueces tomar funciones extrajudiciales de ningún
tipo. En las palabras del primer artículo, el Poder Judicial "se limitará a
desempeñar sus funciones en asuntos puramente judiciales, con arreglo
a las leyes vigentes".
En diciembre de 1841 los Magistrados Pedro Velez, José Joaquín
Avilés, José Antonio Méndez, Andrés Quintana Roo, José Sotero Castañeda,
José María Bocanegra, Juan Bautista Morales, Felipe Sierra y el fiscal, José
María Aguilar y López, juraron alianza a las Bases de Tacubaya. Los Magis-
trados pueden haber sentido, como había escrito Manuel de la Peña y Peña,
después de los tumultuosos años treinta, que su autoridad como poder
seguía intacta aun como la única autoridad legítima basada en el "voto
libre y verdadero de la nación mexicana, que depositó en nosotros su
poder, cuando aún no era oprimida y dominada por facciones parricidas".42
No obstante, al jurar mantener las Bases de Tacubaya estaban legitimando
el golpe de Santa Anna y su dictadura temporal. Es más, dos de ellos, Pedro
Velez y José María Bocanegra cooperaron activamente con el Ejecutivo de
Tacubaya durante varios años, tomando los puestos en Justicia y en Rela-
ciones. Las Bases Orgánicas de junio de 1843 también implicaron varios
trastornos —especialmente al sufrir una creciente intervención del Ejecu-
41 Arnold, Política y justicia, p. 94.42 Manuel de la Peña y Peña, "Voto particular del Ministro Manuel de la Peña y Peña, formulado antes de resolver, la tercera sala, la causa for mada contra Lucas Alaman, José Ignacio Espinosa y José Antonio Facio, Secretarios de Rela ciones, Justicia y Guerra, respectivamente, durante la administración del vicepresidente de la republica, General Anastasio Bustamente", en La Suprema Corte de Justicia, sus leyes y sus hombres, p. 559.
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tivo en el nombramiento de Jueces y, con la abolición del Supremo Poder
Conservador, la ausencia de un mecanismo innovador de revisión consti-
tucional. El Secretario de Justicia escribió en 1845 que:
…el despotismo mira con ceño al Poder Judicial que, defensor celoso de
las garantías individuales, es siempre una protesta viva de los derechos
agostos de la justicia, un asilo siempre abierto a las víctimas de la opresión,
y por esto sin duda el Gobierno dictatorial de Tacubaya agotó sus recursos
para hacer pasar a los tribunales civiles por la dura prueba del envile-
cimiento y del escarnio. Desde los primeros días se la vio ocuparse en
disminuir los sueldos de los Jueces al tiempo mismo que con escandalosa
prodigalidad creaba empleos y agraciaba favoritos en los otros ramos de la
administración. Los tribunales se vieron atacados en la independencia de
sus funciones: se les quitó el conocimiento de causas importantes para
confiarlas a los consejos de Guerra, y llegó a ser un sistema el reducir a los
Magistrados y Jueces a la mas espantosa miseria. Cuando el presidente y
los Ministros se hacían cubrir sus sueldos por las aduanas marítimas o por
otras oficinas donde el pago no se demoraba: cuando se decretaban cente-
narios de miles de pesos para gastos de ostentación y de lujo: en aquellos
días en que la opulencia distinguía a los encargados del poder y a sus favo-
ritos, los Magistrados que desempeñaban las mas importantes funciones, y
que habían llegado a aquellos puestos por una larga carrera de probidad
y de merecimiento, tenían por años enteros atrasado el pago de sus suel-
dos, y mientras que, sumidos en la mas horrorosa miseria, no podían con-
tra ni con los mas groseros alimentos, si alguna vez exhalaban sus quejas
no recibían por respuesta sino el mas insultante escarnio...43
Aun así, es importante notar aquí, como lo demuestra Linda
Arnold, la continuidad relativa del Poder Judicial en una época durante la
cual el liderazgo en los poderes Ejecutivo y Legislativo se encontraban en
un ir y venir a un paso más y más acelerado. Al afirmar la legitimidad que
esta continuidad proporcionaba, anudada a la coordinación de los pro-
blemas que se hacían más y más endémicos en las otras ramas de gobierno
durante esta época, permitía la posibilidad de una acción autónoma así
como ejercer el poder político de la Suprema Corte.44 Más bien el prag-
matismo de la Corte, antes de la dictadura de Santa Anna, permitió la intran-
sigencia de tres años después cuando el general Canalizo intentó tomar
el poder dictatorial de la misma manera en noviembre de 1844. En un
contragolpe el general José Joaquín Herrera triunfó y reinstaló el Congreso
y el imperio de la ley constitucional. Con el apoyo de la Corte, la admi-
nistración de Herrera formó un fondo judicial que eventualmente propor-
cionaría un margen de autonomía financiero importante al Poder Judicial.
43 "Memoria del Ministerio de Justicia e Ins trucción Pública Presentada a las Cámaras del Congreso General por el Secretario del Ramo, año de 1845", en Memorias de las Secretarías de Justicia, p. 158.44 Julio Ríos-Figueroa, "Fragmentation of Power and the Emergence of an Effective Judiciary in Mexico, 1994-2002", Latin American Politics and Society, 49, no. 1 (Spring 2007): pp. 31-57.
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Los caminos de la Justicia en México 1810-2010
Independencia y autonomía del Poder Judicial...
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Al igual, un año después la Corte se negó a jurar apoyo al golpe y a la
dictadura de Mariano Paredes y Arrillaga contra Herrera. En la prima-
vera de 1845, como un desafío adicional, la Corte eligió a un político adver-
sario del general Paredes, Manuel de la Peña y Peña, como presidente
de la Corte.45
45 Arnold, Política y justicia, capítulo 6.
Anónimo. Litografía sin título. En Calendario de Galván para 1848.
Fines de 1847. Archivo Fotográfico Imago Tempo
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Suprema Corte de Justicia de la Nación
T. M. James
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Quizás "porque estaban decepcionados del centralismo como
forma de gobierno", la Corte apoyó entonces abiertamente el golpe de
Estado federalista de 1846 que abolió el centralismo, y regresó el país a la
Constitución de 1824.46 La Corte se movió con rapidez y entusiasmo a
reintegrar a los antiguos juzgados de distrito y circuito con un éxito sor-
prendente (especialmente en comparación con la lentitud con que esto
sucedió inicialmente en los años veinte).47 Por último, en el otoño de 1847,
con la derrota total por una fuerza de invasión de los Estados Unidos a la
mano y con Santa Anna indeciso como siempre, el presidente de la Corte,
Manuel de la Peña y Peña, se hizo cargo del Poder Ejecutivo, asumiendo
la responsabilidad de negociar el Tratado de Guadalupe Hidalgo e impi-
diendo el regreso de Santa Anna al poder. A la luz de estos actos de la
acción autónoma del liderazgo del Poder Judicial (especialmente los de
la "generación de 24") es difícil no concluir con Arnold que "los muy difí-
ciles años de la década de 1840 habían sido los que hacían brillar al Poder
Judicial de la nación, que surgió como el protector simbólico y real de la
soberanía mexicana. Los ciudadanos y los Ministros percibían eso. La Corte
ganó un prestigio y una influencia aún mayores".48
Por supuesto, una de las consecuencias de este prestigio mayor
fue la creación de la revisión judicial en las Actas de Reforma de 1847,
muchos años antes que en la mayo ría de los países europeos o latinoame-
ricanos. Sin embargo, la Constitu ción de 1857, que también contenía
reformas similares en este aspecto, limitaba el mandato del Magistrado a
seis años. Así, en la misma época en que los poderes de la magistratura se
ampliaron de manera significativa en la dirección de la supremacía judi-
cial con poderes de revisión judicial, fue suspendida una garantía que era
una fuente importante de la independen cia y autonomía del Poder Judicial
durante la primera mitad del siglo XIX.
46 Cabrera, Orígenes y primeros años, p. 68; Arnold, Política y justicia, pp. 134-135.47 Arnold, Política y justicia, pp. 135-36.48 Ibid., p. 141.
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II. 1847-1857. Hacia la supremacía
constitucional
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La justicia mercantil: 1821-1889
Dr. Oscar Cruz Barney*
I. DereCHo MerCaNtIl y JUstICIa MerCaNtIl: UNa relaCIóN NeCesarIa
El derecho mercantil tuvo, desde sus orígenes en la Baja Edad
Media, un alto grado de autonomía y de especialidad. Se le
considera un derecho autónomo debido a que sus normas se
crearon con relativa independencia de los poderes estableci-
dos, en especial porque sus instituciones se distinguieron de otras seme-
jantes, propias del derecho real.1 Fenicios y griegos se rigieron por la
costumbre en sus relaciones de comercio marítimo; éstas se cristalizaron
en una Lex Rhodia de iactu, considerada originaria de la isla de Rodas y
que fue reconocida en el Digesto como ley común del mar.2 Por su parte, el
ius civile aportó una serie de principios que enriquecieron la tradi ción
del comercio marítimo; por ejemplo el de que el mar es un espacio libre
y universal, abierto al aprovechamiento común, en el que se debe res-
petar la propiedad de las naves y sus mercancías, aun en caso de
naufragio.3
* Presidente del Ilustre y Nacional Cole gio de Abogados de México. Cruz Distinguida de Primera Clase de la Orden de San Raimundo de Peñafort, Cruz de San Ivo del Real e Ilustre Colegio de Abogados de Zaragoza, Investigador Nacional, Coordinador del Área de Historia del Derecho del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. 1 Francesco Galgano, Historia del derecho mercantil, trad. Joaquín Bisbal, Laia, Barce lona, 1981, p. 23. Sobre el tema de la justicia mercantil en México, véase: Oscar Cruz Barney, Historia de la jurisdicción mercan til en México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, Universidad Panameri cana, Ed. Porrúa, México, 2006.2 Que fueron comentadas por Petrus Peck en su obra In Tit. Dig. & Cod. Ad rem nauticam pertinentes, com-mentarii, Apud Viduam Joannis Henrici Boom, Amstelodami, 1668, pp. 188-297.3 Santos M. Coronas González, Manual de historia del derecho español, Tirant lo Blanch, Valencia, 1996, pp. 347-348.
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Oscar Cruz Barney
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Los conceptos e instituciones básicas del derecho mercantil se
desarrollaron durante los siglos XI y XII, dando origen a lo que se conoce
como la lex mercatoria o ley mercantil. Es hasta ese momento que se con-
cibe al derecho mercantil como un cuerpo integrado y en desarrollo de
derecho. Los comerciantes van a necesitar al derecho para coordinar y
regular sus actividades comerciales.4
El desarrollo del derecho mercantil coincide con una expansión
de la producción agrícola y del tamaño y número de las ciudades en Europa.
Con ello, surgió una nueva clase de comerciantes a gran escala que reque-
ría un derecho mercantil más y mejor estructurado. El nacimiento de esa
clase de mercaderes fue requisito para el desarrollo de un nuevo derecho
influido por el recién descubierto Corpus Iuris Civilis.5
Tres son los pilares sobre los que habría de descansar este
nuevo derecho:6 1. el uso de la práctica mercantil y de los Tribunales Mer-
cantiles; 2. los estatutos autónomos de las corporaciones de mercaderes y
artesanos, es decir, el derecho gremial, y 3. los derechos municipales.
Este derecho se consolidó con la jurisprudencia de los consulados de
comercio y la literatura jurídica mercantil. El derecho mercantil será incor-
porado en el Ius Commune y acogido en las legislaciones nacionales.
Señala Helmut Coing que su inclusión en el Ius Commune dio pie a dos
corrientes evolutivas contrarias. Por una parte, el derecho mercantil va a
ser sistematizado por los juristas cultos, que estudian sus instituciones con
la ayuda del derecho romano. Por ejemplo, cuando se presentan lagunas
en materia de obligaciones, se recurre a la casuística de ese derecho. Por
otra parte, van a destacar con mayor fuerza las particularidades del derecho
mercantil al compararlas con las reglas del Corpus Iuris Civilis. La buena
fe en los contratos se va a convertir en un principio fundamental de este
derecho. El comerciante preferirá un arreglo rápido y equitativo de los
conflictos a los procesos jurisdiccionales comunes. Se parte de la idea de
que el comerciante no requiere de una protección especial, ya que prevé
y sabe lo que está haciendo en sus operaciones comerciales. Las for mas
solemnes exigidas por el derecho romano para la conclusión de los contra-
tos se considerarán innecesarias para la constitución del vínculo contrac-
tual, si bien se vieron como útiles para la prueba del mismo en un
4 Leon E. Trackman, The Law Merchant. The evolution of Commercial Law, Fred B. Rothman & Co. Estados Unidos, 1983, p. 17.5 Harold Berman, La formación de la tradición jurídica de Occidente, tr. Mónica Utrilla de Neira, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, pp. 349-355.6 Gerhard Wesenberg, y Gunter Wesener, Historia del derecho privado moderno en Alemania y en Europa, trad. José Javier de los Mozos Touya, Lex Nova, Valladolid, 1998, p. 46.
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juicio.7 Estas particularidades conducirán a divergencias con el derecho
civil. "Pero en este caso el Juez debe seguir, consecuentemente, el dere-
cho mercan til siempre que no vaya contra el Ius Divinum o Naturale o
la utilitas publica".8
El derecho mercantil tendrá como presupuesto de aplicación
el que una de las partes en la relación sea comerciante.9 Comerciante era
aquel que estaba dedicado al tráfico de mercancías, limitada esta posición
a los comerciantes al por mayor, excluyendo a los minoristas y depen-
dientes. El derecho mercantil será, por definición, de carácter internacio-
nal, uniforme y con una jurisdicción particular: los Tribunales Mercantiles,
como función propia de los Consulados de Comercio. Por el hecho de
ser miembro de un Consulado, el individuo quedaba sujeto al juicio
del mismo.10
El derecho mercantil comprende todo el derecho del estamento
de los comerciantes; es decir, pertenecen a este derecho no solamente
el derecho privado, sino las normas sobre organización profesional de los
comerciantes, sus privilegios especiales. En este sentido, el derecho
mercantil constituye el Ius Singulare de los comerciantes, lo que significa
que tiene preferencia sobre el Ius Commune y la legislación territorial y
local. En el proceso, como todo derecho que se apartase del Ius Commune,
era considerado como hecho y debía ser alegado y probado por las par-
tes.11 Se afirma así que la Lex Mercatoria en realidad busca darle a los
comer cian tes un sistema uniforme de derecho mercantil para resolver
sus controversias.12
Los Jueces se seleccionaban generalmente de entre los propios
comerciantes tomando como base su experiencia en la materia, su obje-
tividad y su autoridad dentro del grupo de comerciantes. Su experiencia
y conocimiento no solamente de la materia sino de las características de
las partes en conflicto le permitiría evaluar en mejor medida los conflictos
que le fueren sometidos. En este sentido, los juristas no eran bienveni-
dos ni como Jueces ni como abogados o asesores de las partes.
Señala Montero Aroca que la ineficacia del proceso ordinario
para responder las necesidades diarias obligó, tanto dentro del derecho
7 Francesco Galgano, op. cit., p. 53.8 Helmut Coing, Derecho privado europeo. I: Derecho común más antiguo (1500-1800), Traducción y aposti-llas de Antonio Pérez Martín, Fundación Cultural del Notariado, España, 1996, tomo I, pp. 654-655.9 Francesco Galgano, op. cit., pp. 49-50.10 Romuald Szramkiewicz, Histoire du droit des affaires, Montchrestien, Paris, 1989, p. 60. 11 Helmut Coing, op. cit., pp. 656-657.12 Leon E. Trackman, op. cit., pp.11-13.
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canónico como en el derecho civil, a crear el denominado "proceso ple-
nario rápido", que en derecho canónico tiene como hito fundamental en
1306 la Clementina Saepe Contingit del Papa Clemente V13 y posterior-
mente en 1311 para la apelación en la Clementina Dispendiosam del
mismo Papa,14 mientras que para el derecho civil "las reformas provienen
de los estatutos de las ciudades mercantiles italianas".15
La Saepe Contingit ("a menudo ocurre" o "sucede") explica,
dado el considerable debate existente en ese momento, el sentido exacto
de las palabras "simpliciter, et de plano, ac sine strepitu, et figura iudicii
procedi mandamus" (se ordena a los tribunales proceder simplemente,
sin la pompa y circunstancia de los procesos jurisdiccionales) aplicadas a
ciertos procedimientos que debían seguirse ante los tribunales eclesiásti-
cos (et in earum aliquibus). En ese sentido, los Jueces no estaban obli-
gados a exigir libelos formales y podían llevar a cabo diligencias inclusive
en días feriados, reducir los plazos, disminuir las apelaciones dilatorias e
innecesarias, restringir los puntos litigiosos de partes , abogados y procu-
radores y limitar el número de testigos.
En el caso de la Dispendiosam, ésta ordena que en las causas de
matrimonio, usura y beneficios, así como en las apelaciones, se debía proce-
der también simplicitur et de plano absque iudiciorum strepitu et figura.
Siendo que la rapidez en la solución de los conflictos se con-
virtió en un elemento fundamental de la solución de controversias mercan-
tiles, el procedimiento sumario de los tribunales eclesiásticos ya señalado
fue adoptado en los mercantiles, en donde como sostiene Szramkiewicz,
la excepción dilatoria y la declinatoria de competencia no se podían opo-
ner por los comerciantes. Los plazos de ofrecimiento y rendición de prue-
bas habrían de ser asimismo, sumamente breves. Sin embargo, debemos
tener presente que en el derecho castellano, las Siete Partidas ya contem-
plaban esta forma de juicio.16
13 Clement., Lib. V, Tit. XI, Cap. II., en Gregorii Papae IX, Decretales una cum Libro sexto, Clementinis, et Extravagantibus, ad veteres codices restitutae et notis illustratae, quipus accedunt Septimus decretalium, et IO. Pauli Lancelotti Institutiones Iuris Canonici cum indicibus necessariis, Ex Typographia Regia, Augustae Taurinorum, 1776, Tomus Secundus.14 Clementinis, Lib. II, Tit. I, Cap. II., en Gregorii Papae IX, Decretales una cum Libro sexto, Clementinis, et Extravagantibus, ad veteres codices restitutae et notis illustratae, quipus accedunt Septimus decretalium, et IO. Pauli Lancelotti Institutiones Iuris Canonici cum indicibus necessariis, Ex Typographia Regia, Augustae Taurinorum, 1776, Tomus Secundus.15 Juan Montero Aroca, "Síntesis de derecho procesal civil español", Boletín mexicano de derecho comparado, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, Nueva Serie, Año XXX, Núm. 89, Mayo-agosto, 1997, p. 635.16 Véase Las Siete Partidas, Ley XIV, Tít. IX, Part. V. Utilizamos la decima sexta edición que es la siguiente: Las Siete Partidas del Sabio Rey Don Alonso el Nono, Glosadas por el Licenciado Gregorio López, del Con sejo Real de Indias de S.M., Madrid, En la Oficina de Benito Cano, 1789. Ver asimismo Santos M. Coronas González, "La jurisdicción mercantil de los Consulados del Mar en el Antiguo Régimen (1494-1808)", Actas del V Centenario del Consulado de Burgos. (I) Simposio Internacional "El Consulado de Burgos", Excma. Diputación Provin -cial de Burgos, Burgos, 1994, p. 251.
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A partir de los siglos XII y XIII y, en buena medida, a con-
secuencia del encuentro con el Corpus Iuris Civilis, se van a redactar lo que
podemos considerar como obras de derecho comercial: recopilaciones de
usos mercantiles de tal o cual región, o bien recopilaciones de sentencias
dictadas por los tribunales mercantiles. Aparecieron igualmente recopi-
laciones de derecho marítimo como el Libro del Consulado del Mar de
Barcelona, que es una recopilación de la tradición naval mercantil del Medi-
terráneo. Se componía de las Costums de la mar, de un reglamento de
carácter procesal para el consulado de Valencia y de disposiciones sobre
la disciplina a bordo de las naves y armamentos en corso.17
II. De la CoNsUMaCIóN De la INDePeNDeNCIa
al estaBleCIMIeNto De los
trIBUNales MerCaNtIles eN 1841
En el periodo que corre de 1821 a 1841 se presenta, como en el resto del
sistema jurídico mexicano, un proceso de transición del derecho indiano
al derecho nacional, con una clara supervivencia del primero, que nutre
y da vida al segundo. Se sustituye no solamente el orden jurídico sino
también la forma de administrar justicia.18 No olvidemos que, todavía,
México tiene más tiempo como reino bajo la Corona de Castilla (1521-1821)
que como nación independiente (1821-2010).
A partir de las Ordenanzas del Consulado de Bilbao de 1737,19
se crearon los consulados de Manila, Caracas, Guatemala, Buenos Aires,
Cartagena de Indias, Chile, Guadalajara y Veracruz,20 todos nacidos bajo
un mismo modelo, iniciado con el de Caracas de 3 de junio de 1793, y
que concluye con el de Cartagena de Indias de 14 de junio de 1795. Cabe
destacar que por Real Cédula de 22 de junio de 1773 se previno que en
los pueblos en donde no existiera un Consulado pero sí hubiera comer-
ciantes, el corregidor o el alcalde mayor debía elegir junto con el ayunta-
miento a un comerciante de por mayor y a otro de por menor para que
formaran, cada uno, una lista de comerciantes de su clase.
17 Aquilino Iglesia Ferreirós, La creación del derecho, manual. Una historia de la for mación de un derecho estatal español, 2a. ed., Martial Pons, Ediciones Jurídicas y Sociales, Madrid, 1996, t. II, p. 231.18 Para el tema de la transición jurídica véase Oscar Cruz Barney, Historia del derecho en México, 2a ed., México, Oxford University Press, 2008, Cap. 6.19 Ver Ordenanzas de la ilustre Universidad y Casa de Contratación de la M.N. y M.L. Villa de Bilbao, Oficina de la Viuda de D. Manuel Fernandez, Madrid, 1769. Marta Mila gros del Vas Mingo, "Sobre las leyes del mar en el derecho indiano", Homenaje al profesor Alfonso García Gallo, Servicio de Publicaciones Universidad Complutense, Editorial Complutense, Madrid, 1996, t. III, vol. 1., p. 14.20 Ver Antonio Xavier Pérez y López, Teatro de la legislación universal de España e Indias, Imprenta de Don Antonio Espinoza, Madrid, 1744, tomo VIII, p. 337.
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Las reales cédulas de erección de los consulados conforman, por
su contenido y por su régimen de supletoriedad, un cuerpo jurídico uni-
forme de derecho mercantil para los consulados americanos. Estos consu-
lados tienen la peculiaridad de estar integrados no solamente por comer-
ciantes sino también por hacendados, agricultores y navieros.
Un último consulado de comercio habría de crearse en México:
el Consulado de Comercio de Puebla, el 7 de agosto de 1821, a solici-
tud del comercio poblano, y por disposición de D. Agustín de Iturbide
en su breve estancia en dicha ciudad, días antes de consumar la Indepen-
dencia de México.
En sesión del Congreso, el día 13 de octubre de 1824, se inició
la discusión del decreto que habría de extinguir a los consulados21 y, con
ello, según D. Blas José Gutiérrez Flores Alatorre, el desafuero de los
negocios de comercio.22 Las comisiones unidas ordinarias de Hacienda y
Legislación pusieron a discusión un dictamen sobre la administración
y des tino de los fondos de avería y peaje, que sería, una vez aprobado,
el de extinción en lo que toca a la Federación.
El 16 de octubre de 1824 se expidió el Decreto de Supresión
de los Consulados por el Soberano Congreso General Constituyente de los
Estados Unidos Mexicanos.23 Conforme al decreto en cuestión, se ordenó
que por lo que tocaba a la Federación, cesaban los consulados, quedando
cesantes sus empleados fijos o permanentes conforme a las reglas que se
dieren para todos los empleados del ramo de gobernación o hacienda,
quedando excluido para efectos del derecho a pensión los empleados
del Consulado de Puebla, por no haber sido confirmado,24 pese a que
dicho consulado actuó y se desempeñó como cualquier otro.
En cuanto a los medios de financiación de los consulados con-
sistentes en los ramos de avería y peaje, éstos se trasladarían al crédito
público tan pronto fuera establecida su oficina y hubieren sido cerradas
las cuentas y recogidos los libros, documentos y existencias los administra-
dores y entregadas a los comisarios generales.25
21 Ibidem, p. 970-971.22 Blas José Gutiérrez Flores Alatorre, Apuntes sobre los fueros y tribunales militares, fede rales y demás vigentes en la república, Imprenta de J. M. Aguilar Ortiz, México, 1876, tomo IV, p. 338.23 Decreto de 16 de octubre de 1824 sobre Supresión de los consulados, en Dublan, Manuel y Lozano, José María, Legisla ción mexi cana o colección completa de las dispo siciones legislativas expedidas desde la inde -pendencia de la república, México, Imprenta del Comercio a cargo de Dublan y Lozano, Hijos, 1876, tomo I, núm. 429, p. 738. Cita remos como Decreto de Supresión.24 Decreto de Supresión, arts. 1-2.25 Decreto de Supresión, arts. 3-4.
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Por lo que toca a la jurisdicción mercantil, se estableció por el
artículo 6 del Decreto de Supresión: "Los pleitos que se susciten en los terri-
torios sobre negocios mercantiles, se terminarán por ahora por los alcal-
des ó Jueces de letras en sus respectivos casos, asociándose con dos cole-
gas que escogerán entre cuatro que propongan los contendientes, dos por
cada parte, y arreglándose á las leyes vigentes en la materia".
La extinción de los consulados en los Estados de Puebla,
Guadalajara, Veracruz y Ciudad de México se produjo en cascada. En el
caso de Puebla, se publicó el decreto de extinción el 3 de noviembre de
1824.26 En cuanto al Consulado de Guadalajara, la extinción del mismo
se produjo mediante el Decreto Número 30 del Congreso del Estado de
fecha 6 de noviembre de 1824, publicado por el vicegobernador Juan
Nepomuceno Cumplido el día 8 siguiente.27 Poco tiempo después, el
20 de enero de 1825 se expidió el Reglamento para la administración de
justicia en el Estado.28 En el caso de Veracruz, el Congreso Constituyente
del estado decretó el día 19 de noviembre de 1824 que el Tribunal del
Consulado de Veracruz cesaba sus funciones.29
En cuanto al Consulado de México, el Estado de México, por
decreto del Congreso local de 11 de noviembre de 1824, estableció que
en tanto se tomaba la decisión definitiva que fuere conveniente, conti-
nuaba el tribunal del consulado en el ejercicio de sus funciones.30
Poco tiempo después, el 19 de enero de 1827, se decretó su
extinción y que los negocios por él conocidos lo serían por los Jueces
ordinarios.31
26 Decreto Núm 62 por el que se suprime el Consulado de esta Capital, 3 de noviembre de 1824, en Colección de los Decretos y Orde nes mas importantes que expidió el Con greso Constituyente del Estado de Puebla en los años de 1824 y 1825, Puebla, Imprenta del Gobierno, 1827.27 Decreto número 30 de fecha 8 de noviem bre de 1824, en Colección de los decre tos, circulares y ordenes de los Poderes Legislativo y Ejecutivo del Estado de Jalisco. Comprende la legislación del Estado desde 14 de Setiembre de 1823, á 16 de Octu bre de 1860, Guadalajara, Tip. de M. Pérez Lete, 1874, Tomo 1.28 Cuyo Capítulo X se ocupó en los artículos 112 a 115 De los tribunales que quedan extinguidos, y del modo de reemplazar los. El artículo 112 estableció que en virtud del artículo 222 de la Constitución todos los tri-bunales especiales habían cesado y sus asun tos pendientes debían pasar a los de primera instancia creados por el mismo texto constitucional. Aquellos asuntos que estuvieran pendientes en los juzgados de alza das del consulado y de minería se debían turnar a las respectivas salas del Supremo Tribunal de Justicia. Decreto Número 43, Reglamento para la administración de justicia en el Estado de 20 de enero de 1825, en Colección de los decretos, circulares y ordenes de los Poderes Legislativo y Ejecu tivo del Estado de Jalisco. Comprende la legislación del Estado desde 14 de Setiembre de 1823, á 16 de Octubre de 1860, Guada lajara, Tip. de M. Pérez Lete, 1874, Tomo 1.29 El Tribunal del Consulado de Veracruz cesa en sus funciones, en Legislación del Estado de Veracruz desde el año de 1824 hasta la presente época, Jalapa, Imprenta Veracruzana de Agustin Ruiz, 1881, tomo I, p. 184.30 Decreto Núm. 30, Sobre Consulados, de 11 de noviembre de 1824, en Colección de Decretos del Congreso Constituyente del Estado Libre y Soberano de México, Toluca, Imprenta de J. Quijano, 1848, tomo I. La Co lec-ción se puede consultar también en Mario Téllez e Hiram Piña, Coleccion de Decretos del Congreso del Estado de México, 1824-1910, México, Cd Rom, LIV Legislatura, Instituto de Estudios Legislativos, El Cole gio Mexiquense, Universidad Autónoma del Estado de México, s/f.31 Decreto Núm. 86, Extinción del Tribu nal del Consulado, de 19 de enero de 1827, en Colección de Decretos del Congreso Cons tituyente del Estado Libre y Soberano de México, Toluca, Imprenta de J. Quijano, 1848, tomo I. En este sentido, véase Graciela Macedo Jaimes, Elementos de Historia del Derecho Mexicano, 3a ed., Universidad Autó noma del Estado de México, Facultad de Derecho, México, 2000, p.109.
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En el Estado de Oaxaca, si bien no había un consulado propio,
en virtud de la Ley que arregla la administración de Justicia en los Tribu-
nales del Estado de 12 de marzo de 1825 se dispuso que conforme al
artículo 87: "No debiendo subsistir los tribunales de consulado y mine-
ría, deben conocer de los pleitos pertenecientes a uno y a otro ramo
los Jueces de la 1a instancia en su respectivo partido. En consecuencia, las
demandas de mercaderes en materia mercantil, se substanciarán y deter-
minarán al estilo consular…".32 Este sistema se mantuvo en la entidad inclu-
sive después de las reformas del 15 de junio de 1835.33
Sobre el decreto del 16 de octubre de 1824, en la edición de
1834 del Febrero Mejicano, se presentan diversas consideraciones, preci-
siones y comentarios en torno a los Jueces que conocen de las causas
mercantiles y el modo de proceder en ellas, con múltiples citas y referen-
cias a obras de derecho indiano y castellano.34
El Decreto de Supresión hace mención a los territorios federales
…porque entonces solo ellos estaban, en su administración interior, bajo
la inspección del Supremo Gobierno general; pero habiéndose sujetado á la
jurisdicción del mismo en el decreto de 18 de noviembre de 1824, la ciudad
de Méjico y demás pueblos del Distrito federal, y declarándose después
que no debía conocer el Consulado de Méjico de las causas del Distrito,35 se extendió también á aquella y estos por paridad de razón, lo preve-
nido la citada ley".36
Aparentemente, la expresión terminarán utilizada en el decreto
de 1824 dio lugar a cuestionarse si el Juez debía asociarse con los colegas
únicamente para dictar sentencia o bien desde el inicio del juicio para
los trámites propios de la substanciación del procedimiento. La segunda
opción se señala como correcta en el Febrero Mejicano, ya que
32 Ley que arregla la administración de Jus ticia en los Tribunales del Estado de 12 de marzo de 1825, Art. 87, en Carmona Cas tillo, Gerardo A., Historia del Poder Judi cial del Estado de Oaxaca, Oaxaca, Tribunal Superior de Justicia del Estado de Oaxaca, 2000, tomo I, p. 27. Véase asimismo el texto de Manuel Cervantes Rendón, El derecho mercantil terrestre de la Nueva España, A. Mijares y Hno., México, 1930, p. 52.33 Reformas sobre administración de justicia de 15 de junio de 1835, en Carmona Castillo, Gerardo A., op. cit., Tomo I, p. 37.34 Febrero Mejicano ó sea La Librería de Jueces, Abogados y Escribanos que refundida, ordenada bajo nuevo método, adicionada con varios tratados y con el Título de Febrero Novísimo, dió a luz D. Eugenio de Tapia, nuevamente adicionada Con otros diversos tratados, y las disposiciones del Derecho de Indias y del Patrio, por el Lic. Anastacio de la Pascua, Méjico, Imprenta de Galván á cargo de Mariano Arévalo, 1834, tomo IV, Título V, Capítulo XV.35 Decreto de 24 de mayo de 1826, 1er Con greso Constitucional. Ver José Brito, Indice alfabetico razonado de las leyes, decretos, reglamentos, ordenes y circulares que se han expedido desde el año de 1821 hasta el de 1869, México, Imprenta del Gobierno, en Palacio, 1872, tomo I, p. 487.36 Febrero Mejicano, op. cit., tomo IV, Título V, Capítulo XV, pp. 240-241.
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La justicia mercantil: 1821-1889
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…no manifestándose claramente el ánimo del legislador, debe el Juez
acompañarse para mayor seguridad, desde el principio, porque obrando
de esta manera, si aquel quiso que así se practicase, se obsequia su deter-
minación, cuya inobservancia induciría nulidad; y si solo exigió el nom-
bramiento de los colegas para la sentencia, y estos intervinieron también
en la substanciación, no se viciará ciertamente el proceso con este proce-
dimiento, de que se hizo por cautela: pues como dice la regla: Utile per
inutile non debet vitiari.37
Además, tal como se señala en el Febrero Mejicano citado,
existe el antecedente de la Real Cédula de 11 de marzo de 1740 que pres-
cribe la concurrencia de mercaderes adjuntos a la determinación de cual-
quiera providencia interlocutoria o definitiva, aunque el punto fuere de
puro derecho.38
En cuanto al procedimiento que debía seguirse ante los alcaldes
o Jueces de letras mencionados y sus dos colegas, éste debía determinar-
se conforme a las leyes vigentes de la materia, siendo estas las Ordenan zas
de Bilbao y de México, así como las Reales Cédulas de Erec ción de los
consulados de Veracruz y Guadalajara, si bien, de acuerdo con el Febrero
Mejicano, con ciertos ajustes y adecuaciones al sistema constitucional.39
La calificación del grado, cuando se apelaba en un negocio
mercantil, correspondía al Juez asociado de los colegas; porque los tres
son en el caso el Juez a quo, a quien le compete la calificación.40 Existía,
asimismo, la duda de si para la segunda y tercera instancia era necesario
nombrar acompañados a la Suprema Corte de Justicia, "y nosotros cree-
mos que no; (se señala en el Febrero) porque estando facultada para
cono cer en dichos casos en las causas civiles pertenecientes al Distrito y
Territorios, podrá por sí sola conocer en la apelación y súplica de las de
que hablamos, pues se enumeran entre las civiles; doctrina confirmada
por la práctica".41
37 Idem, p. 241.38 Eusebio Bentura Beleña, Recopilación sumaria de todos los autos acordados de la Real Audiencia y Sala del Crímen de esta N.E. y providencias de su Superior Gobier no... por..., D. Felipe de Zuñiga y Ontiveros, México, Tomo Primero, 1787, núm. CCXXI, p. 149, tercer foliaje.39 En particular, el artículo 155 de la Consti tución Federal de 1824 que establecía lo siguiente: "Artículo 155. No se podrá entablar pleito alguno en lo civil ni en lo criminal, sobre injurias, sin hacer constar haberse intentado legalmente el medio de la conciliación"; el Capítulo I artículos 3 y 9, 10 y 11 del Reglamento de las audiencias y juzgados de primera instancia de 9 de octubre de 1812, en Manuel Dublan y José María Lozano, op. cit., tomo I, núm. 102, (se citará como Reglamento de Audiencias) y el artículo 2 de la Ley de 18 de mayo de 1821.40 Artículo 22, capítulo II del Reglamento de Audiencias.41 El Decreto se refiere a las causas civiles y criminales. Decreto por el que se habilita a la Suprema Corte de Justicia para conocer en segunda y tercera instancia de las causas pertenecientes al Distrito y Territorios, en Manuel Dublan y José María Lozano, op. cit., tomo I, núm. 479.
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Se considera en el Febrero Mejicano que por paridad de razón
era aplicable a los colegas lo dispuesto acerca de los que antiguamente
se denominaban "Jueces de alzadas" que conocían en segunda y tercera
instancia de las causas mercantiles, los cuales eran también escogidos
uno de dos que proponía cada parte.42
Las causas mercantiles debían siempre determinarse conforme
a las leyes vigentes de la materia. De acuerdo con las Reales Cédulas de
los consulados de Veracruz y Guadalajara, en los juicios, se debía pro-
ceder brevemente y siempre a estilo llano, verdad sabida y buena fe guar-
dada, ya que "el verdadero comerciante debe detestar todos los litigios.
Su costo es el menor daño. El mayor consiste en robarle el tiempo, que
puede emplearse en beneficio del público y suyo".43
En la Recopilación de Leyes de Indias44 se permitía, sin embargo,
que las partes en estas causas pudieren aconsejarse con un letrado que
los instruyese, y funde su causa por claras y buenas razones, no ale-
gando leyes ni derechos sino con estilo de letrado, llano, y la verdad del
caso; pero si alguno presentaba escrito de letrado, se ordenaba no reci-
birlo y darle un término competente para que presente otro en la forma
adecuada.
En el Febrero Mejicano se dice que, cuando en ellas se señala
que han de determinarse los pleitos mercantiles breve y sumariamente, se
entiende que ha de procederse en ellos sin guardar las formalidades que
por derecho positivo se requieren en un juicio ordinario sobe cualquier
otro asunto que no sea mercantil. "No obstante esto, hay algunas solemni-
dades de derecho que no pueden omitirse aun en esta clase de litigios".45
Tales como la de que el demandante debe legitimar su persona para compa-
recer en juicio, la citación del reo para la causa, por ser esencial en todo
juicio ordinario o sumario, en razón de que la defensa es de derecho
natural, la admisión de las excepciones de litis pendencia, cosa juzgada,
litis finita y transacción,46 etcétera.
42 Véase Oscar Cruz Barney, El régimen jurídico de los Consulados de Comercio Indianos: 1784-1795, México, Instituto de Investiga ciones Jurídicas, UNAM, 2001, pp. 86-87.43 Juan Antonio Heros Fernández, Discursos sobre el comercio. Las utilidades, beneficios, y opulencias que produce, y los dignos objetos que ofrece para bien de la Patria. El que exercitan los Cinco Gremios Mayo res de Madrid, participando todo el Reyno de sus ventajas: y que es compatible el comer cio con la primera nobleza. Repre sent aciones y dictámenes por..., en Antonio Valladares de Sotomayor, Semanario Erudi to, que compre-hende varias obras ineditas, criticas, morales, instructivas, politicas, histo ricas, satiricas, y jocosas de nuestros mejores autores antiguos y modernos, por Don Blas Roman, Madrid, 1790, ed. facs. Madrid, pró logo de Barrenechea, José Manuel, Banco Bilbao Vizcaya, Espasa-Calpe, S.A., 1989, p. 127 (se citará por la numeración de la edi ción facsimilar), p. 128.44 Recopilación de leyes de los Reynos de las Indias, Madrid, Viuda de Ibarra, 1791, Ley XXIX Tit. XLVI, Lib. IX.45 Ver la Glosa de Gregorio López en la nota 1 del proemio del Tit. VII, Part. V.46 Roberto Maranta, Praxis de ordine iudiciorum tractatus, vulgo Speculum Aureum, et Lumen Advocatorum, Francofurti ad Moenum, Impendio Rulandiorum, Typis Richterianis, 1612, Pars VI, 9 De exceptione, Núms. 42 y ss.
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Véase también Domino Gun di salvo Suárez de Paz, Praxis ecclesiastica, et saecularis, Madrid, Joachin Ibarra, 1780, I. Tom, I. Pars, Temp. V.47 Ver Nuevo Febrero Mexicano. Obra completa de jurisprudencia teórico-práctica, dividida en cuatro tomos: en el primero y segundo se trata de la parte teórica; en el tercero de las sustanciaciones de todos los juicios y de todos los tribunales establecidos en la República; y en el cuarto del dere cho administrativo, Publicada por Mariano Galván Rivera, Impreso por Santiago Pérez, México, Tomo Segundo, 1851, p. 506; asimismo en Manuel Dublan y José María Lozano, op. cit., Tomo IV, núm. 2221. Cita remos como Decreto de Organización.48 Su texto en Manuel Dublan y José María Lozano, op. cit., Tomo IV, núm. 2353. Puede leerse asimismo en la obra de Víctor José Martínez, Tratado Filosófico-Legal sobre Letras de Cambio, México, Imprenta de Mariano Villanueva, 1869, tomo III, pp. 399-404.49 Decreto de Organización, Art. 33. Además, una vez que se instalaron los Tribunales de Comercio, cesaron todos los demás en el conocimiento de los negocios mercantiles, debiendo turnarlos al de comercio para su sustanciación y determinación.50 Disposición que se fue confirmada por los artículos 45 y 77 de la llamada Ley Juá rez o Ley de Administración de Justicia y Orgánica de los Tribunales de la Federación de 23 de noviembre de 1855. Véase Flo ren tino Mer-cado, Libro de los Códigos, ó prenociones sinté ticas de codificación roma na, canónica, española y mexicana, por..., México, Imprenta de Vicente G. Torres, 1857, p. 567. (De esta obra existe una edición facsimilar del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal). Se puede consultar en Víctor Fairén Guillén y José Luis Sobera nes Fernández, La administración de jus ticia en México en el siglo XIX, México, Tribu nal Superior de Justicia del Distrito Federal, 1993, pp. 251-255.51 Véase Juan N. Rodríguez de San Miguel, Curia Filípica Mexicana. Obra completa de práctica forense. En la que se trata de los procedimientos de todos los juicios, ya ordi narios, ya estraordinarios y sumarios, y de todos los tribunales existentes en la Repú blica, tanto comunes como privativos y privilegiados. Conteniendo ademas un tra tado integro de la Jurisprudencia Mercantil. México, obra publicada por Mariano Gal ván Rivera, 1850, pág. 815.
III. Del estaBleCIMIeNto De los trIBUNalesMerCaNtIles eN 1841 al segUNDo IMPerIo
Durante el centralismo, Antonio López de Santa Anna expidió el Decreto
de Organización de las Juntas de Fomento y Tribunales Mercantiles47
que fue complementado por el Decreto de Primero de Julio de 184248 que
reformó la organización de dichos tribunales para facilitar el despacho de
los asuntos relativos a los negocios mercantiles. A partir de ese momento,
tocaba a cada tribunal de comercio conocer en el lugar de su residencia,
de todos los pleitos que en él se suscitaren sobre negocios mercantiles y
siempre que el interés en litigio excediera de cien pesos. En el caso de
las demandas que no pasaban de esa cantidad, seguían conociendo los
alcaldes y Jueces de paz respectivos.49
Los tribunales mercantiles se arreglaban en la decisión de
los negocios de su competencia a las Ordenanzas de Bilbao en lo que no
estuviesen derogadas, mientras se formaba el Código de Comercio de
la Repúbli ca, encargo que habría de hacerse a la Junta de Fomento de la
Ciudad de México.50
Es de gran importancia destacar que, sobre la naturaleza de
estos tribunales, sostenía Juan N. Rodríguez de San Miguel que en reali-
dad se trataba de los antiguos consulados, restablecidos bajo la denomi-
nación de Tribunales Mercantiles, conjuntamente con las Juntas de Fomento.51
Jacinto Pallares sostenía por su parte que el Decreto de Organización de
1841 había restablecido a los consulados con el nombre de Tribunales
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Organización de las Juntas de Fomento y Tribunales Mercantiles, Oaxaca, 1841. Portada.
Colección Particular. Foto: Alceste Gago
Mercantiles.52 Las apreciaciones de ambos juristas son correctas, pues con
el establecimiento de los tribunales mercantiles y las Juntas de Fomento
se restablecieron dos funciones propias de los consulados de comercio,
sobre todo de los de la nueva generación consular del siglo XVIII: la jus-
ticia mercantil y el fomento a la industria, el comercio y la agricultura.
52 Jacinto Pallares, derecho mercantil Mexi cano, México, Tip. y Lit. de Joaquín Guerra y Valle, 1891, pp. 260-261. Del texto de Pallares existen varias ediciones facsimi lares, la más reciente es la preparada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 2002, reimpreso en 2003.
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El Tribunal Mercantil de México se instaló el 24 de noviembre
de 1841 e inició sus funciones el 10 de enero de 1842. Se integraba por
los siguientes funcionarios:53 Presidente: D. Luis Urquiaga; Colega Primero:
D. José María Basoco; Colega Segundo: D. Manuel Fernández; Suplen te
Primero: D. Anselmo Zurutuza; Suplente Segundo: D. Manuel Rosa;
Suplente Tercero: D. Fernando Collado; Suplente Cuarto: D. Evaristo Baran-
diarán; Suplente Quinto: D. Nicanor Beistegui; Suplente Sexto: D. Antonio
Berruecos.
La Junta Departamental de México, conforme a las facultades
concedidas por el artículo 19 del Decreto de Organización de 1841,
aprobó el 20 de enero de 1842 un Reglamento para el régimen interior
del Tribunal Mercantil de México54 que se encargó de regular el estable-
cimiento, reuniones, funcionamiento y vida interna del tribunal en la ciu-
dad capital.55 Para otros tribunales se expidieron los respectivos regla-
mentos, caso de Oaxaca, Veracruz y Michoacán, entre otros.
A mediados de 1852 estalló una revuelta en Guadalajara contra
su gobernador; en ella se pedía la vigencia de la Constitución de 1824.
Los levantados desconocieron al presidente Mariano Arista y lo obligaron
a renunciar en 1853. En su lugar, asumió el poder quien había sido presi-
dente de la Suprema Corte, Juan Bautista Ceballos.56 Éste disolvió el
Congreso y rechazó el Plan de Arroyo Zarco presentado por los militares
Manuel López Pezuela, Ministro de Guerra de Arista y el rebelde José
López Uraga, que planteaba la permanencia de Bautista en el poder hasta
la celebración de nuevas elecciones, con las que se buscaba el retorno de
Santa Anna. Ceballos renunció y regresó a la Suprema Corte de Justicia.
Manuel María Lombardini quedó en su lugar hasta la celebración de las
elecciones, gracias a las cuales volvió al poder, el 17 de marzo de 1853,
Antonio López de Santa Anna. Éste nombró a Lucas Alamán jefe de su
gabinete y Ministro de Relaciones Exteriores hasta que fallece el 2 de junio
de 1853, sucediéndole en el cargo Manuel Díaz Bonilla. Colaboraron en
el gobierno de Santa Anna, además de Alamán, José M. Tornel, Antonio
53 Véase "Instalación del Tribunal Mercantil", El Observador Judicial y de Legislación. Periódico que contiene todas las leyes y decretos dados por el Excmo. Señor Presidente Provisional D. Antonio López de Santa Anna, desde la época de nuestra regeneración política, México, Imprenta de Vicente García Torres, Tomo I, Núm. 7, 31 de marzo de 1842, p. 178.54 Su texto en Nuevo Febrero Mexicano, op. cit., pp. 517-522. Citaremos como Reglamen to. Se firmó en la Sala de sesiones de la Exma. junta departamental de México por Manuel Carpio y Gabriel Zagaceta, Srio.55 El propio Reglamento establece en su artículo 8o. un mecanismo de depuración al señalar que "Todas las dificultades que en la práctica presentase este reglamento, se anotarán por el tribunal para que informando á la junta de fomento pueda ésta hacer las variaciones oportunas, dando en seguida cuenta á la junta departa-mental."56 Lilia Díaz, "El liberalismo militante", en Histo ria general de México, 3a. ed., El Cole gio de México, México, 1981, t. 2, p. 821-824.
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Haro y Tamariz y Teodosio Lares. Durante ésta, que fue la última dicta-
dura de Santa Anna, el 16 de mayo de 1854 se publicó el primer Código de
Comercio mexicano,57 inspirado fundamentalmente en el Código fran-
cés, y en el español del 30 de mayo de 1829, de Sáinz de Andino.58
El Código de Comercio del 16 de mayo de 1854, o Código Lares fue de
vigen cia general.59
Teodosio Lares, Pinacoteca "Retratos Vivos" de la SCJN. Foto: Alceste Gago
57 Sobre éste, véase José J. Tornel y Mendí vil, Manual de derecho mercantil mexi cano, o sea el Código de Comercio de México puesto en forma de diccionario, Imprenta de Vicente Segura Argüelles, México, 1854.58 Código de Comercio Decretado, Sancio nado y Promulgado en 30 de mayo de 1829, Edición Oficial, Oficina de D.L. Amarita, Madrid, 1829.59 Código de Comercio de México, Imprenta de José Mariano Lara, México, 1854. Puede consultarse su texto en Manuel Dublán y José María Lozano, Legislación mexicana..., t. 7, p. 94-200. Éste se mandó observar por decreto del 27 de mayo de 1854, ibidem, p. 204-205. Existe una edición poblana de este código, en la Tipografía de Atenógenes Castillero, 1854.
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Señala Pablo Macedo,
que los tribunales mercantiles sub-
sistieron conforme al Código Lares
y funcionaron hasta el triunfo de la
Revolu ción de Ayutla, debiéndose
al de México la fundación en 1845
"de la única Escuela de Comercio
que entre nosotros haya existido...",
ubicada en el número 5 de la calle
del Angel.60
En 1846 don Bernardo
Couto, asesor del Tribunal Mercantil
de México sostenía que "...los tribu-
nales especiales y señaladamente
los de comercio, han existido ó
desaparecido bajo el sistema fede-
rativo según se ha creido que ellos
eran en sí mismos útiles ó no útiles
á la mejor administración de justi-
cia; pero sin que jamas se haya
pensado que la cuestion relativa á
su subsistencia tenga nada que
hacer con el sistema federal, ó con
las disposiciones peculiares de la
constitución que lo estableció entre
nosotros".61 En este sentido, el Có-
digo de Comercio de México de
1854 o Código Lares, mantuvo en
funcionamiento a los tribunales mer-
cantiles que habían sido estableci-
dos en 1841. El Libro Quinto del
Código trata de la administración
de justicia en los negocios de co-
mercio, refiriéndose en su Título I
a la organización de los tribunales
de comercio.
60 Pablo Macedo, "La evolución mercantil", en La evolución mercantil; Comunica cio nes y Obras Públicas; La Hacienda Pública. Tres monografías que dan una idea de una parte de la evolución económica de México, J. Ballescá y Cía., Sucesores, Editores, México, 1905, p. 77.61 Véase "Dictamen del Lic. D. José Bernardo Couto, asesor del tribunal mercantil, sobre la subsistencia y juris-dicción del mismo tribu nal, despues de establecido en la nacion el sistema de gobierno general", en Varieda-des de jurisprudencia o colección de diversas piezas utiles para ilustracion del derecho, Tercera Parte del Semanario Judicial. México, Imprenta de J.M. Lara, 1850, Tomo I, p. 207.
Código de Comercio de México, 1854. Portada. Colección Particular.
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El primero de marzo de 1854 un grupo de opositores a Santa
Anna, comandados por Ignacio Comonfort y Florencio Villarreal, proclama-
ron el Plan de Ayutla, que pedía su destitución, el nombramiento de un pre-
sidente provisional y un nuevo Congreso Constituyente. El 9 de agosto Santa
Anna salió de la Ciudad de México y días después en Perote redactó su
renuncia a la presidencia. Finalmente, Juan Álvarez quedó como presi dente
interino el 4 de octubre de 1855 y el gobierno residió en la ciudad de Cuer-
navaca, donde formó su gabinete y designó a Comonfort Ministro de Guerra,
a Ponciano Arriaga en Fomento, Melchor Ocampo en Relaciones y Benito
Juárez en Justicia y Asuntos Eclesiásticos. Tiempo después, con la Constitu-
ción de 1857 y el Plan de Tacubaya se daría inicio a la Guerra de Reforma.62
Con el triunfo de la Revolución de Ayutla y la expedición el 23
de noviembre de 1855 de la Ley de Administración de Justicia y Orgánica
62 Sobre el tema Oscar Cruz Barney, La Repú blica Central de Félix Zuloaga y el Estatuto Orgánico Provisional de la República de 1858, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, México, 2008.
Lic. Bernardo Couto (FR-HN-UNAM) Foto: Alceste Gago
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de los Tribunales de la Federación de 23 de noviembre de 1855, se supri-
mieron conforme al artículo 42 los tribunales especiales con excepción de
los eclesiásticos y militares, desapareciendo con ello los tribunales mer-
cantiles y con ellos el de la Ciudad de México.63 Tocaría entonces, confor-
me al artículo 45 del ordenamiento citado, conocer de los negocios de
comercio a los Jueces del fuero común, "sujetándose a las ordenanzas y
leyes peculiares de cada ramo", aclarando que las disposiciones de este
artículo lo eran para toda la República.64
En cuanto a la vigencia de las Ordenanzas de Bilbao, de acuerdo
con Florentino Mercado, éstas continuaron en vigor por virtud del artículo
77 de la Ley Juárez, que declaró insubsistentes y sin efecto alguno todas
las disposiciones que sobre administración de justicia se habían dictado des-
de enero de 1853 a la fecha de la citada Ley (23 de noviembre de 1855).65
Debemos añadir que el 29 de septiembre de 1856 se confirmó que en materia
comercial debían regir en toda la República las leyes ante riores a 1853.66
Se considera que de cualquier manera, el decreto de 15 de
noviembre de 1841 mantuvo su vigor en aquello no relacionado con la
justicia mercantil y, en particular, con la determinación de lo que eran los
negocios mercantiles ya que "ninguna Ley ha derogado al mismo Decreto
que, aunque dictado por el general D. Antonio López de Santa-Anna, no
está comprendido en el periodo de 1853 á Noviembre de 1855" además,
"aunque realmente se hubiera declarado sin fuerza jurídica á todo el pre-
dicho Decreto de 1841 con sus relativos, siempre se tendría que ocurrir
á él por las explicaciones indicadas, por no haberlas en otra Disposición,
caso en que las Leyes revocadas deben tener aplicación, conforme á lo
prescrito por el Auto del Consejo de 4 de Diciembre de 1713".67
IV. la JUstICIa MerCaNtIl Del segUNDo IMPerIo a la reforMa Del artíCUlo 72, fraCCIóN X De la CoNstItUCIóN y el CóDIgo De CoMerCIo De 1884
Por decreto de la Regencia del Imperio de fecha 15 de julio de 1863, el
Código de Comercio de México de 1854 o Código Lares se adoptó por
63 Véase el Artículo 42 de dicha Ley.64 Véase Blas José Gutiérrez Flores Alatorre, Apuntes sobre los fueros..., tomo I, p. 322.65 Florentino Mercado, op. cit., p. 567.66 Véase Aclaración sobre si está vigente el Código de Comercio, espedido en 16 de Marzo de 1854, en El Archivo Mexicano. Colección de leyes, decretos, circulares, y otros documentos, México, Imprenta de Vicen te G. Torres, Tomo II, 1856, pp. 441-442.67 Blas José Gutiérrez Flores Alatorre, Apun tes sobre los fueros..., tomo IV, p. 338. El auto que cita D. Blas José Gutiérrez puede consultarse en el Tomo tercero de Autos Acor dados, que contiene nueve libros, por el orden de títulos de las Leyes de Recopilación, Joachin Ibarra, Impresor de Cámara de S.M., Madrid, 1772, Lib. II, Tít. I, Aut. I.
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el Segundo Imperio. Con esta adopción, las disposiciones sobre los tribu-
nales de comercio volvían a estar en vigor en México, al menos en las
zonas gobernadas por el Imperio. El decreto en cuestión señalaba:
Se restablece el Código de Comercio de 16 de Mayo de 1854, for-
mándose los Tribunales que él mismo previene, los que continuarán
conociendo de los negocios comenzados, y de los que de nuevo se
inicien, con arreglo á las prevenciones del mismo código, y al estado
de los negocios.68
Menos de un mes después, el 6 de agosto de 1863,69 ante la
urgente necesidad de establecer los tribunales de comercio y para levan-
tar la interrupción de los juicios mercantiles, la Regencia del Imperio,
teniendo en cuenta que dado "que en largo periodo transcurrido desde
fines de 1855 á la fecha, la antigua matrícula de comerciantes no puede ser
exacta actualmente y que la renovación de los mismos tribunales ha de
verificarse á fines de este año...", decretaba la organización y planta pro-
visionales de los tribunales mercantiles de la Ciudad de México, Puebla,
Orizaba, Veracruz y el 30 de septiembre de 1864 Zacatecas.70
La aplicación del Código Lares durante el Segundo Imperio
por los tribunales mercantiles se hizo conjuntamente con la Instrucción
para dirimir las competencias de jurisdicción en toda la Monarquía de 19
de Abril de 1813 y la Ley para el Arreglo de la Administración de Justi cia de
16 de diciembre de 1853, a que remite el propio Código. Junto con
ellas, se invocaron el derecho hispano-indiano,71 contenido en la Novísima
Recopi lación, el Código de Comercio español de 1829 y el Code de
Commerce francés de 1807, pese a no estar, claro está, vigentes,72 y las
68 Véase el decreto núm. 61 en el Boletín de las Leyes del Imperio Mexicano, ó sea Código de la Restauración. Colección completa de las leyes y demás disposiciones dictadas por la intervención francesa, por el Supremo Poder Ejecutivo provisional, y por el Imperio Mexicano, con un apéndice de los documentos oficiales mas nota-bles y curiosos de la época, publicados por José Sebastián Segura, México, Imprenta Litera ria, 1863, Tomo I, pp.133-139.69 Véase el decreto núm. 95 en el Boletín de las Leyes del Imperio Mexicano, ó sea Código de la Restauración. Colección completa de las leyes y demás disposiciones dictadas por la intervención francesa, por el Supremo Poder Ejecutivo provisional, y por el Imperio Mexicano, con un apéndice de los documentos oficiales mas nota-bles y curiosos de la época, publicados por José Sebas tián Segura, México, Imprenta Litera ria, 1863, Tomo I, pp.205-208.70 Véase el decreto núm. 162 en el Boletín de las Leyes del Imperio Mexicano, ó sea Código de la Restauración. Colección completa de las leyes y demás disposiciones dictadas por la intervención francesa, por el Supremo Poder Ejecutivo provisional, y por el Imperio Mexicano, con un apéndice de los documentos oficiales mas nota-bles y curiosos de la época, publicados por José Sebastián Segura, México, Imprenta Literaria, 1865, Tomo III, pp.167-168.71 Véase como ejemplo las remisiones que se hacen en "Jurisdicción Civil. Competencia entre la jurisdicción ordinaria y la especial de comercio", en Anales del Foro Mexicano. Editores Responsables Ignacio Otero y J. Carlos Mejía, Tomo I, Núm. 9, sábado 29 de octubre de 1864, México, Imprenta de J. Abadiano, pp. 100-105.72 En un caso, contra la opinión expresa de D. Juan N. Rodríguez de San Miguel. Véase "Estudios sobre legis-lación. Alegato pronunciado por el Lic. D. Juan Rodríguez de San Miguel en el juicio de competencia de juris-dicción, promovida por D.M.P. contra el Tribunal Mercantil de esta ciudad, sobre el conocimiento de una
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doctrinas de autores como Escriche en su Diccionario,73 el Sala,74
Ansaldo,75 Stracca,76 Rogron, Conde de la Cañada,77 Carlevalio,78 Paillet79 y
Pardessus80 entre otros.
Restaurada la República, el Código de Comercio de 1854 dejó
de estar en vigor en algunos Estados, quedando al arbitrio de cada
entidad la aplicación de dicho código o bien de las Siete Partidas y
las Orde nanzas de Bilbao conjuntamente con el resto del derecho his-
pano indiano.
En 1868 se nombró una Comisión revisora del Código Lares,
integrada por D. Rafael Martínez de la Torre, D. Cornelio Prado y D. Manuel
Inda.81 En 1869 estuvo listo un Proyecto de Código Mercantil para el Dis-
trito Federal, que constaba de 1875 artículos, en contraste con los 422 del
Código Lares, de 1854. Este proyecto formulado por los señores Rodríguez
y Castro fue analizado por la comisión integrada por Martínez de la Torre,
Prado e Inda.82 En octubre de 1874 estaba pendiente todavía la correc -
ción de estilo del mismo83 y fue concluido hasta el mes de diciembre.
El gobierno dispuso se enviase el proyecto a la Cámara de Comercio
de la Ciudad de México para su examen. La Cámara nombró como revi-
sores a los señores Ángeles Lascurain y Pedro Martín.84
venta de cebada", en Anales del Foro Mexicano. Edi tores Responsables Ignacio Otero y J. Carlos Mejía, Tomo I, Núm. 16, sábado 17 de diciembre de 1864, México, Imprenta Literaria, p. 189.73 Joaquín Escriche, Diccionario razo nado de legislación civil, penal, comercial y foren se... con citas del dere-cho, notas y adiciones por el licenciado Juan Rodríguez de San Miguel, impreso en la Oficina de Galván a cargo de Mariano Arévalo, México, 1837.74 Juan Sala, Ilustración del derecho real de España, ordenada por…, reformada y aña dida con varias doctri-nas y disposiciones del derecho novísimo, y del patrio, Méjico, Imprenta de Galván, á cargo de Mariano Arévalo, 1831.75 Ansaldo de Ansaldis, Discursis legales de commercio et mercatura, Coloniae Allobroghum, Apud Fratres de Tournes, 1751.76 Benvenuto Stracchae, Tractatus duo de assecurationibus et proxenetis atque proxeneticis, Coloniae Allobrogum, Apud Fratres de Tournes, 1751.77 Conde de la Cañada, Instituciones prácticas de los juicios civiles, así ordinarios como extraordinarios, en todos sus trámites, según se empiezan, continúan y acaban en los tribunales reales, 2a. ed., en la Oficina de Benito Cano, Madrid, 1794, t. I. y Conde de la Cañada, Observaciones prác ticas sobre los recursos de fuerza: modo y forma de introducirlos, continuarlos, y determinarlos en los tribunales superio res, 2a. ed., en la Oficina de Benito Cano, Madrid, 1794, t. II.78 Tomas de Carleval, Disputationes Iuris variarum ad interpretationem regiarum legum Regni Castellae et illis similium, Valentiae, Ex Typographia Benedicti Monfort, 1768.79 Jean Paillet, Manuel du droit francais, J.B.C. Paillet, París, 1837, 2 vols.80 Jean Marie Pardessus, Cours de Droit Commercial, Paris, 1841-1842, 6 vols.81 Memoria que el Secretario de Estado y del Despacho de Justicia e Instruccióin Pública presenta al Congreso de la Unión en Marzo de 1868, en José Luis Soberanes Fernández (Comp.), Memorias de la Secretaría de Justi-cia, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurí dicas, 1997, p. 277.82 Memoria que el Secretario de Estado y del Despacho de Justicia e Instruccióin Pública presenta al Congreso de la Unión el 15 de Noviembre de 1869, en José Luis Sobera nes Fernández (Comp.), Memorias de la Secre ta ría de Justicia, México, Universidad Nacio nal Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1997, p. 277.83 "Hechos Diversos", El Foro, Periódico de Jurisprudencia y de Legislación, México, Tomo III, Núm. 100, Miércoles 28 de octubre de 1874, p. 399.84 "Hechos Diversos", El Foro, Periódico de Jurisprudencia y de Legislación, México, Tomo III, Núm. 147, Viernes 25 de diciembre de 1874, p. 596.
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Otro proyecto se preparó en 188085 por una comisión integrada
por D. Manuel Inda y D. Alfredo Chavero; se dividía en cinco libros y
1800 artículos. En cuanto a sus fuentes, "para formar el presente proyecto
de Código de Comercio, ha tenido la Comisión á la vista todas las leyes
mercantiles y Códigos extranjeros, hasta los más modernos, como son los
de Alemania, Buenos Aires86 y Bélgica", además, a efecto de aprovechar
la experiencia como fuente del proyecto, se preocuparon de contar con
"las luces de los miembros de la Cámara de Comercio de México".87 Dicho
proyecto dedicaba su Libro Sexto a los juicios mercantiles. Su artículo 1572
remitía al Código de Procedimientos Civiles para el seguimiento de los jui-
cios mercantiles pero con las modificaciones introducidas en el Proyecto.
El 31 de marzo de 1881, el Lic. Protasio Tagle ofrecía en su
informe a la Secretaría de Justicia el pronto envío al Congreso de la Unión
de un proyecto de Código de Comercio, tan pronto estuviere concluido
por la comisión que lo estaba elaborando.88 El proyecto se envió al Con-
greso en 1883 y fue revisado por una comisión integrada por D. Manuel
Inda, D. Alfredo Chavero y D. Luis Pombo, conjuntamente con D. Joaquín
Baranda, Secretario de Justicia e Instrucción Pública.89
El 14 de diciembre de 1883 se reformó el artículo 72, frac ción X de
la Constitución en el sentido de reservar a la Federación la facultad legis la-
tiva en materia de comercio y,90 con ello, el procedimiento debió ser
también de carácter federal conforme al artículo 97, fracción I, que otorga
a los Tribunales de la Federación el conocimiento de todas las contro versias
que se susciten sobre el cumplimiento y aplicación de las leyes federales.
Nace así, de hecho, la denominada jurisdicción concurrente en
materia mercantil que habría de ser delineada con mayor precisión en la
Cons titución de 1917, artículo 104, fracción I, y que tantos conflictos
ha traído a nuestros días.
85 Proyecto de Código de Comercio del Dis tri to Federal y Territorio de la Baja Califor nia, Con las bases genera-les de la legislación mercantil que han de regir en toda la Repú blica, conforme á la fracción décima del artí-culo 72 De la Constitución Federal, México, Tipografía de Gonzalo A. Esteva, 1880.86 Código de Comercio para el Estado de Buenos Aires. Sancionado por las Honora bles Cámaras el 6 de octubre de 1859, Nueva Edición Corregida, Buenos Aires, Librería de la Victoria, 1860.87 Ibidem, p. III.88 Memoria que el Secretario de Justicia e Ins trucción Pública presenta al Con greso de la Unión y Comprende del 1 de enero de 1878 al 15 de septiembre de 1881, en José Luis Soberanes Fernández (Comp.), Memorias de la Secretaría de Justicia, México, Uni versidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1997, p. 352.89 Memoria que el Secretario de Justicia e Instrucción Pública presenta al Congreso de la Unión en cumplimien-to del precepto constitucional, Comprende desde el 16 de septiembre de 1881 hasta el 15 de septiembre de 1883, en José Luis Soberanes Fer nández (Comp.), Memorias de la Secretaría de Justicia, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investi gaciones Jurídicas, 1997, p. 367.90 Art. 72, fracc. X de la Constitución Fede ral de los Estados Unidos Mexicanos, sancionada y jurada por el Congreso General Constituyente el 5 de febrero de 1857, adicio nada por el 7o. Congreso Constitucional el 25 de septiembre y 4 de octubre de 1873 y el 6 de noviembre de 1874, juntamente con las Leyes Orgánicas expe-didas hasta hoy. Imprenta del Gobierno, en Palacio, México, 1883.
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