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mucho más querido e íntimo el autor de Soledades y más cordial y entrañable el hombre que vivió entre 1875 y 1939, sino que me duele y me acompaña más profundamente su poesía al sentirla enraizada. Desde las primeras páginas de Ligero de equipaje se tiene la certeza de que la vida y la poesía de Machado son parte de una corriente familiar y social del liberalismo y del humanismo español que lucha contracorriente desde prin- cipios del siglo xix hasta la derrota de la República en 1939. Por esta biografía sé hasta qué punto Antonio Machado pertenece a una familia de enorme pro- sapia intelectual y liberal. Un libro de su bisabuelo, héroe del 2 de mayo, aparece citado y condenado por masón, liberal y adelantado al krausismo, en la  Historia de los heterodoxos españoles de Menén- dez Pelayo; su abuelo fue catedrático e investigador de Ciencias Naturales, médico, antropólogo, político, alcalde y gobernador de Sevilla, rector de su Universidad, masón, amigo de Francis- co Giner de los Ríos, hombre honesto a Para quien día a día, desde la adolescencia, ha sido acompañado por la poesía de Antonio Machado, como es el caso del autor de esta reseña, o para quien recién descubre sus versos, la lectura de  Ligero de equipaje  será una fuente de conocimiento y afecto.  Decía Octavio Paz en un ensayo sobre Fernando Pessoa: “Los poetas no tienen biografía. Su obra es su bio- grafía”. Durante casi cuarenta años me han bastado los poemas de Antonio Machado, los de sus complementarios y el “Juan de Mairena” para sentirme cerca del poeta sevill ano. Pero al termi- nar Ligero de equipaje  no sólo me resulta carta cabal y verdader o jefe de familia; su padre,  Demólo, es el fundador de los estudios sobre el folclor en España. La familia de Antonio Machado fue una familia de avanzada, es decir, una familia anacrónica, desplazada por la mezquindad y la miopía de su época: al padre por ejemplo se le ocurren ideas que casi cien años después se le ocurri- rán a los ecologistas de Green Peace: botar un barco con cientícos del folclor para oponerse a las pretensiones alema- nas sobre el archipiélago de las Caroli- nas.  Demólo fue un lingüista de oído tan renado como el profesor Higgins del  Pygmalion de Shaw, pero español y sin recursos, que antes de cumplir los cuarenta ya había hecho una enorme labor y había sido derrotado por la penuria económica. En la familia del poeta se encuentran los antecedentes de su desdén por los aspectos materiales de la existencia y de su aprecio por la ética, la fraternidad y la espiritualidad. Quien lea esta biografía como la leerá, inevitablemente, desde este siglo que comienza, se sentirá en otro mundo desde las primeras páginas, pues se encontrará con gente casi desconocida en nuestra época: capaz de vivir sin las zanahorias del éxito, verdaderos héroes intelectuales que huyen de “la terrible cordura del idiota”. “Nadie es más que nadie”, Macha- do oyó esto, que para él fue parte del suelo de su existencia, de boca de un Ian Gibson Ligero de equipaje. La vida de  Antonio Machado Madrid, Aguilar, 2006, 759 pp. BIOGRAFÍA Machado con fondo  y r el iev e > Antonio Machado 54  Letras Libres septiembre 2006 Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado > iaN G iBSON Tumbas sin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano > R aFaeL R OJaS Porque tengo hijos > R OS a DÍeZ Mundo escrito y mundo no escrito > itaLO CaLViNO Medianoche en la historia. Comentarios a las tesis de Walter Benjamin «Sobre el con- cepto de historia» > R eYeS Ma te Sobre una condencia del mar griego, precedido de Correspondencias > aNDRÉS S ÁNCHeZ R OBaYNa Y  aNtONi tÀPieS Crónicas berlinesas >  JOSePH R OtH

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mucho más querido e íntimo el autorde Soledades y más cordial y entrañableel hombre que vivió entre 1875 y 1939,sino que me duele y me acompaña másprofundamente su poesía al sentirlaenraizada.

Desde las primeras páginas de Ligerode equipaje se tiene la certeza de que lavida y la poesía de Machado son partede una corriente familiar y social delliberalismo y del humanismo españolque lucha contracorriente desde prin-cipios del siglo xix hasta la derrota dela República en 1939. Por esta biografíasé hasta qué punto Antonio Machadopertenece a una familia de enorme pro-sapia intelectual y liberal. Un libro de subisabuelo, héroe del 2 de mayo, aparececitado y condenado por masón, liberal yadelantado al krausismo, en la Historiade los heterodoxos españoles  de Menén-dez Pelayo; su abuelo fue catedráticoe investigador de Ciencias Naturales,médico, antropólogo, político, alcaldey gobernador de Sevilla, rector de suUniversidad, masón, amigo de Francis-co Giner de los Ríos, hombre honesto a

Para quien día a día, desde laadolescencia, ha sido acompañado porla poesía de Antonio Machado, comoes el caso del autor de esta reseña, opara quien recién descubre sus versos,la lectura de Ligero de equipaje será unafuente de conocimiento y afecto.

  Decía Octavio Paz en un ensayosobre Fernando Pessoa: “Los poetasno tienen biografía. Su obra es su bio-grafía”. Durante casi cuarenta años mehan bastado los poemas de AntonioMachado, los de sus complementariosy el “Juan de Mairena” para sentirmecerca del poeta sevillano. Pero al termi-nar Ligero de equipaje no sólo me resulta

carta cabal y verdadero jefe de familia;su padre, Demólo, es el fundador de losestudios sobre el folclor en España.

La familia de Antonio Machado fueuna familia de avanzada, es decir, unafamilia anacrónica, desplazada por lamezquindad y la miopía de su época: alpadre por ejemplo se le ocurren ideasque casi cien años después se le ocurri-rán a los ecologistas de Green Peace:botar un barco con cientícos del folclorpara oponerse a las pretensiones alema-nas sobre el archipiélago de las Caroli-nas.  Demólo fue un lingüista de oídotan renado como el profesor Higginsdel Pygmalion de Shaw, pero español ysin recursos, que antes de cumplir loscuarenta ya había hecho una enormelabor y había sido derrotado por lapenuria económica. En la familia delpoeta se encuentran los antecedentesde su desdén por los aspectos materialesde la existencia y de su aprecio por laética, la fraternidad y la espiritualidad.Quien lea esta biografía como la leerá,inevitablemente, desde este siglo quecomienza, se sentirá en otro mundodesde las primeras páginas, pues seencontrará con gente casi desconocidaen nuestra época: capaz de vivir sin laszanahorias del éxito, verdaderos héroesintelectuales que huyen de “la terriblecordura del idiota”.

“Nadie es más que nadie”, Macha-do oyó esto, que para él fue parte delsuelo de su existencia, de boca de un

Ian GibsonLigerode equipaje. La vida de

 Antonio Machado 

Madrid, Aguilar,2006, 759 pp.

BIOGRAFÍA

Machado con fondo y relieve

> Antonio Machado

54 Letras Libres septiembre 2006

• Ligero de equipaje.La vida de Antonio Machado > iaN G iBSON

• Tumbas sin sosiego. Revolución,disidencia y exilio del intelectual cubano > R aFaeL R OJaS

• Porque tengo hijos > R OSa DÍeZ

• Mundo escrito y mundo no escrito > itaLO CaLViNO

• Medianoche en la historia. Comentarios alas tesis de Walter Benjamin «Sobre el con- cepto de historia» > R eYeS Mate

• Sobre una confidenciadel mar griego, precedido deCorrespondencias > aNDRÉS SÁNCHeZ R OBaYNa Y  aNtONi tÀPieS

• Crónicas berlinesas >  JOSePH R OtH

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campesino soriano, con la predisposi-ción de un hijo de Demólo y de un bis-nieto de un político que renunció a unagubernatura para escribir su libro,  La

unidad simbólica, rmado con el siguienteseudónimo: “Un amigo del hombre”.Su poesía y su vida responden con de-lidad a estos dos seudónimos familiares:Antonio Machado fue un amigo delhombre y un amigo del pueblo.

Machado se ha convertido, sinhaberlo querido, pese a su pudor, a lasequedad y a la grisura aparente de suvida, en una de las guras emblemáticasdel sigloxx, en una especie de santo lai-co que unió con humildad y modestia lapoesía con la losofía. Su vida terminacon la guerra de España y se funde conun humanismo que pareció acabado,

 justamente, con la derrota de la Repú-blica española. Entre las guras éticasdel siglo que recién han desaparecido,pertenece a los héroes de la sabiduría yde la santidad y no a los de la juventudy del entusiasmo. Es, para nosotros suslectores, por encima de todo, un granpoeta a cuyos versos recurrimos parahacer nuestra vida mejor: más honday más fraterna. Su biografía no sólonos interesa porque sean para nosotrosesenciales sus poemas, sino porque através de ellos entrevemos a un ser hu-mano único, bondadoso y sabio; y auna leyenda. La leyenda está compues-ta alrededor de la obra en verso y enprosa de él y de sus complementarios,Abel Martín y Juan de Mairena, perotambién del enigma de su relación conGuiomar y sobre todo de su posición enla guerra de España.

Hay poetas que ganan con una bue-na antología de sus versos, hay hombresque se justican por un solo momentode sus vidas; la obra poética de An-tonio Machado pide leerse completa,adquiere su verdadero sentido en lacontinuidad y no en el momento, poreso los números romanos que hacendifícilmente localizable un poema, poreso las secciones que se repiten en doslibros diferentes, por eso su aparentemonotonía. Lo mismo que su obra, lavida de Machado gana al contemplarlacompleta, Machado es un paladín de la

duración, del “hoy es siempre todavía”,de la unidad porvenir-presente-pasa-do. Por eso el lector de Machado nece-sita para comprenderlo una biografía

como  Ligero de equipaje de Ian Gibson,donde destaque la continuidad de unaconducta vital sobre cualquier hechoparticular. La complejidad de la poesíay de la vida de Machado está en la pro-fundidad de una actitud continua y noen la contradicción entre una etapa yotra de su vida o entre un libro y otro.

Si la vida de Federico García Lor-ca, otro de los poetas biograados porGibson, se interrumpe con su fusila-miento, adquiere toda su dimensiónsimbólica con el mismo y se distinguepor su precocidad, el caso de Machadoes lo contrario: parece, pese a que no esdel todo viejo al morir, que la muertele llega cuando ya no tiene sentido suvida. Machado se caracteriza por sertardío en todo, por vivir muy lentamen-te. Los vínculos existentes entre la viday la poesía de Machado subyacen de-bajo de las anécdotas y de los episodiosbiográcos. Machado, particularmentesensible al sitio donde vive, toma de ésteel alma para hacer su poesía, pero escapaz de captar el alma de las pequeñasciudades campesinas, Soria y Baeza, yno la de París donde también vivió, nisiquiera la de Madrid, donde pasó granparte de su vida. Los escenarios de supoesía son el paisaje rural, el jardín, elpatio con la fuente, pocas veces la calleo el cuarto. Es un poeta de la baja ve-locidad, de la humildad y de la espera.Se merece una biografía como ésta: demás de setecientas páginas, minuciosay delicada.

Creo que el mérito de Ligero de equi- paje es haber reconstruido una vida sinhacer lo que Juan de Mairena expre-saba como una posibilidad y que es lagarantía del éxito de muchas biografíasal uso: “También lo pasado puede re-crearse negativamente para desdoro odisminución de lo que fue; y ello esmuy frecuente: tanto es demoledor yenemigo de grandezas el celo de al-gunos averiguadores”. Gibson es unaveriguador que, sin dejar de examinarlos hechos, no rebaja. Averigua o escri-

be lo que los otros averiguaron y deja,no sólo tan completo a Machado, sinomás particular y humano y no menossabio y bueno. Ligero de equipaje es, para

mí, terreno fértil para la imaginación:se nota que Gibson en aras del rigorbiográco refrena la especulación; peronada obliga al amante de la poesía deMachado a hacer lo mismo: con base enesta biografía puedo irme por los cerrosde Úbeda de la imaginación y bendecir,como lector, la vida pobre de Machadoy pensar qué hubiera sido de su obra sinla muerte prematura de Leonor o sin laesquivez de Pilar de Valderrama; sinGuiomar, sin Soria y sin Baeza.

La leyenda de Machado tiene supunto de apoyo más frecuentado en elpoema “Retrato”, no hay periodista otestigo que no se reera a él al descri-bir a Machado; por otra parte, el poe-ma de Rubén Darío titulado “AntonioMachado” no hizo sino reforzar y dar-le destello a esta leyenda de hombrefantasmal y despistado, bueno y triste;el mismo Juan Ramón Jiménez, a ve-ces con no poca mala uva, no hizo másque ahondar literariamente en eso del“torpe aliño indumentario”. Yo imagi-naba a Machado por estos versos delmismo “Retrato”: “Y al cabo, nada osdebo; debéisme cuanto he escrito./ Ami trabajo acudo, con mi dinero pago/el traje que me cubre y la mansión quehabito,/ el pan que me alimenta y ellecho donde yago”, como alguien quese ganaba la vida desde muy joven. Sinque altere mi visión del poema, ahorasé, gracias a Gibson, que su entrada en lavida laboral fue tardía y que este poemaes contemporáneo de su primer em-pleo estable: su cátedra soriana, a los 33años. En efecto, Machado, vale la penarecalcarlo, es un tardío, un partidariode la duración: logra el bachillerato alos veintiún años, y la licenciatura y eldoctorado mucho más tarde; más allá delos cuarenta y siendo uno de los poetasmás reconocidos de España.

Gibson toma en cuenta muchospoemas de Machado y con ellos da luza algunos hechos esenciales de su vida,pero casi no considera algunos frag-mentos de su “Juan de Mairena”, para

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56 Letras Libres septiembre 2006

Libros

entender en toda su plenitud algunasactitudes machadianas arraigadas todasu vida y depuradas en las páginas delprofesor apócrifo. No obstante, Ligero de

equipaje rebosa, para goce del lector, deversos y de poemas completos que se en-trelazan con los sucesos y vicisitudes dela vida de nuestro poeta, ahora, graciasa esta biografía, todavía más nuestro.Gibson teje ambos hilos con amor y conpudor, pero también con verdad. Noslleva por la historia de España siguien-do a un personaje entrañable y único,autor de versos simbólicos y eternos,pero muy apegados a las circunstan-cias. Capaz de hacerse una leyenda sinquererla a base de hacer las cosas bieny ser él mismo.

No creo que la vida de Machadohaya sido feliz, ni creo que él se lo pro-pusiera, sin embargo fue una vida altay ancha como la meseta castellana queatemperó sus raíces andaluzas y quetambién moderó su modernismo: de lavida de personaje internacional y di-plomático de Darío a la del profesor defrancés en Soria y Baeza, hay un abis-mo. Machado nunca tuvo casa propiay sus noches uctuaron entre el techode la pensión o de la posada a los delos departamentos con su madre y sushermanos. Sus padres se mudaron delcelebre Palacio de las Dueñas cuando éltenía apenas cinco años y no pararon demudarse él y su familia hasta su muerte.Gibson cree que la clave de este verso:“Mi infancia son recuerdos de un patiode Sevilla”, es que su infancia empezócon los recuerdos de este patio, si esasí, su añoranza del paraíso se dio muypronto y con ella, junto a la visión de subelleza, la angustia de saberlo perdido:“Y con la mágica angustia de la infancia/la vigilia del ángel más austero”.

Antes de leer esta biografía pen-saba que hasta cierto punto los añosen Soria, Baeza y Segovia fueron unaelección y no un exilio forzado por lafalta de títulos académicos de AntonioMachado. Ahora sé cuánto se revolviócontra estos destinos y cuán inútilmen-te, pero también estoy seguro de cuántoganaron su poesía y su pensamiento conestos destierros del mundo literario, de

la corte y de la familia; de igual ma-nera, no sé si Guiomar le hizo bien aMachado, es decir, si le dio tramos defelicidad o algo parecido, pero para la

poesía y para nosotros, sus lectores, esuna aparición milagrosa. Pilar de Val-derrama, lectora de Dante, ¿se presen-tó esa noche a Machado en Segovia,con la premeditación, la alevosía y laventaja de ser su Beatriz? Las páginasdedicadas a Guiomar por Gibson sonapasionantes y revelan como pocas elconcepto machadiano de lo apócrifo yde las virtudes mejoradoras del poemay de la memoria; a esta etapa, a estatrasformación de Pilar en Guiomar, seaplican con plenitud estos versos deMachado: “De cuántas ores amargas/he sacado blanca cera”. Gibson no in-tenta que Guiomar se nos haga entraña-ble o simpática, creo que la empresa esimposible. Sentimentalmente, para estelector, casi hubiera sido preferible sabermenos de ella, pero el conocimientode su relación con Machado me revela,como pocas cosas, el vínculo intrincadoy laberíntico que suele haber entre lospoemas y los hechos de los que surgen.Si bien la historia de Machado y Leonores romántica, entrañable, delicada, lade Machado y Pilar de Valderrama esuna fuente de poesía pero frustrantepara Machado y muy seca. La herida sehace más honda cuando Pilar, junto consu marido, poco antes del pronuncia-miento militar, huye de Madrid haciael Portugal de Salazar y posteriormen-te hacia la zona franquista, donde, porcierto, coincide con Manuel Machado,a quien ha sorprendido el 18 de julio enBurgos y quien se convertirá, no obstan-te su raigambre republicana, en cantorocial de la otra España y un dolor máspara Antonio Machado.

Los capítulos más conmovedores de  Ligero de equipaje  son los de la GuerraCivil y los del breve exilio y la muertedel poeta, los más misteriosos y fértilespara la especulación son los dedicados aGuiomar, los menos explotados son losde la corta bohemia de Antonio Macha-do y de su preparación poética. ¿Cómode pronto surge al lado de la poesía deManuel la de Antonio? Otro misterio:

¿de qué época y con quién es su primerdesengaño amoroso que marcó tanto suvida como su poesía? A veces Gibsoninsinúa que fue antes de abandonar el

palacio de las Dueñas, junto a la fuentey al alcance de un limonero, ¿antes delos cinco años?

En un poeta tan concentrado, devida tan esencial, tan renuente al gestoy al espectáculo, parecería cumplirsea plenitud el aserto de Paz de que laverdadera biografía de un poeta estáen sus versos. Gracias a Gibson ahora séque esto no es completamente cierto: detodo poeta se puede hacer una biogra-fía que dé relieve o fondo a sus versos,siempre que la haga alguien enamoradode su poesía: qué emotivo paseo, plenode alma y de sentimiento realiza el bió-grafo irlandés por la vida del sevillano.Leyendo esta biografía se penetra, conla poesía de Machado, en la geografíay en la historia de España. Después deleer Ligero de equipaje sigo pensando quetodo poema se independiza del mo-mento biográco que lo engendró, y sinembargo ahora sé cuánto gana uno, noel poema, al conocer la vida del autor yvincularla a su obra.

Antes pensaba, por ejemplo, pesea ser un asiduo lector de Jorge Guillén,que ni el carácter de su poesía ni suvida ameritaban una biografía como encambio sí la pedían la poesía y la vidade Luis Cernuda. Ahora, a partir de estelibro, pienso que la vida de todo granpoeta puede ser sumamente interesantesiempre que se asome a ella un virtuosode la historia y un lector apasionado desu obra poética. En este sentido, cómome gustaría leer después de esta bio-grafía, otra, quizás más breve, escritapor el mismo Gibson, de Manuel Ma-chado. Me conformo con menos: seríainteresante, para la próxima edición,una coda que nos contara la dispersióny consiguiente destino de todos los her-manos Machado, incluyendo a Manuel.Curiosamente en un libro de más desetecientas páginas yo añoraría otrasciento cincuenta. Se nota que Gibsonsabe muchas cosas más; me quedo conhambre. ~

– Antonio Deltoro

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 septiembre 2006 Letras Libres 57

ENSAYO

 Ventana a Cuba

Rafael RojasTumbas sinsosiego.Revolución, disi- dencia y exiliodel intelectualcubano 

 Anagrama,Barcelona, 2006,508 pp.

  En diciembre de 2002 la Fe-ria Internacional del Libro de Guadala-

 jara tuvo a Cuba como huésped y Letras Libres preparó un número dedicado adebatir el presente y el futuro de la isla.Aquella presentación, como se recor-dará, fue interrumpida por un ruidosocontingente de castristas quienes, bienacompañados de funcionarios cubanos,convirtieron aquello en una faramallaque reproducía, en México, los procedi-mientos inquisitoriales e intimidatoriospropios de la dictadura y sus comitésvecinales.

El acto de repudio, como se le lla-ma en la jerga persecutoria, duró másde dos horas y una vez concluido, porrazones que no sé si atribuir a la sacie-dad de los provocadores o a la corrosivainuencia de la tolerancia democrática,el clima se distendió cómicamente ytanto los scales como las víctimas nosfuimos retirando en calma, cada unopor su lado, comentando un incidenteque se llevó a cabo en las narices de losorganizadores de la feria, obsequiososhasta el escándalo con el régimen cu-bano. Recuerdo, todavía, a algunos delos castristas tapatíos tomándose la fotodel recuerdo con una linda muchachacubana que, en calidad de La LibertadGuiando Al Pueblo, había animado conentusiasmo a los alborotadores. Esa no-che, en la habitación del hotel, mien-tras procesaba esa clase de adrenalinaque sólo la política desencadena, meconsternó pensar, sobre todo, en lo que

esa jornada habría signicado para miscolegas cubanos, el novelista José Ma-nuel Prieto y el ensayista Rafael Rojas,hasta hace poco director de la revista Encuentro de la Cultura Cubana, ofendidosen la tierra de su exilio con los métodosrutinarios del totalitarismo.

Meses después, en la primavera de2003, aprovechando las circunstanciascreadas por el bombardeo estadouni-dense de Iraq, la dictadura calculó quepodía arremeter, sin pagar un costodemasiado alto, contra la disidencia,llevando a cabo una de las represionesmás virulentas que haya emprendidoen su ya larga historia de medio siglo.Entre aquella noche en Guadalajara yla represión de marzo en Cuba, creoencontrar el tono para hablar de RafaelRojas, historiador nacido en Santa Cla-ra, Cuba, y residente en México desdehace varios años. Por un lado, recapi-tulo, está la paradoja, no por clásicamenos amarga, que implica honrar laslibertades en democracias donde loscastristas usan y abusan de las libertadesdemocráticas cuyo ejercicio niegan a loscubanos. Y por el otro lado, es evidenteque la inexible facundia con la queCastro aguarda el nal de su vida impli-cará el deterioro cada día más irreversi-ble de la posibilidad de una transiciónpacíca en Cuba, tal cual lo desearíaun liberal de temperamento moderadocomo lo es Rojas, quien teme, tal cual lodice en Tumbas sin sosiego, que el futurocubano sea un mercado sin república yuna democracia sin nación. 

A casi medio siglo del triunfo de laRevolución Cubana y de su transforma-ción en una dictadura, Tumbas sin sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectualcubano, narra, con esa penetrante visiónde conjunto tan propia de aquellas au-tobiografías espirituales que se ocultanen la modesta secrecía del ensayo, laaventura de los intelectuales cubanos.El vértigo que va de 1959 a 1961 ocupalas páginas centrales en un libro dondese estudian las pasiones que, desde elfervor hasta la ceguera, actuaron paraque muchos intelectuales cubanos, y conellos varias de las mentes más conspi-cuas de aquella época, hipotecasen su

conciencia al servicio de la última delas grandes revoluciones marxista-leni-nistas. Pero recurriendo a una vieja ideaconservadora que se alimentó de Dos-

toievski, la que encuentra en la atrac-ción revolucionaria la consumación deaquello que se incuba en el nihilismo,Rojas insiste en que no todos los letradoscubanos sucumbieron al embrujo. Cito,porque yo no lo conocía, el testimonional del ensayista Jorge Mañach (1898-1961). Exiliado, Mañach advertía que, aldeclarar el carácter socialista de la Revo-lución Cubana, Fidel Castro traicionabael mandato que recibió mientras peleabaen la Sierra Maestra, pues

el pueblo de Cuba –todas las clasessociales y muy especialmente la clasemedia– le apoyaron moral y mate-rialmente para que liberara al país dela satrapía batistiana, y después, conla autoridad de esa victoria, convo-case a unas elecciones, que sin dudahabría ganado abrumadoramente,poniendo así en condiciones cons-titucionales de hacer efectivas lasgrandes reformas y recticacionesque la Constitución del 40 había yacontemplado. A lo que no estabaautorizado el delismo era a cam-biar radicalmente, por sí y ante sí, laestructura institucional y social dela nación cubana sin el previo y elexplícito consentimiento de nues-tro pueblo, otorgado mediante unproceso de amplia decisión públicay en un ambiente de plena libertad.El asentimiento de una muchedum-bre fanatizada ante una tribuna, noda autoridad bastante para alterarel destino que un pueblo se ha idoforjando desde sus propias raícesculturales e históricas (pp. 194-195).

Del mito de José Martí, convertido enprovidente bautista del castrismo, aldesencanto (y a la contrición y al reen-cantamiento) de José Saramago, delarrobamiento tolkineano de LezamaLima a su clausura en vida, de la reti-cencia católica de Cintio Vitier a su se-gunda conversión, pasando por el exiliode Guillermo Cabrera Infante, por la

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58 Letras Libres septiembre 2006

Libros

visita de Sartre, la suspicacia de JorgeEdwards, la servidumbre de RobertoFernández Retamar y por las tenebrasdel caso Padilla,Tumbas sin sosiego explica

cómo la Revolución Cubana negoció, enriguroso ardid mestofélico, el alma delos intelectuales cubanos que, habiendosido comunistas, republicanos o cató-licos, conuyeron en una desastradaconstelación nacionalista. Y para queello ocurriera, nos explica Rojas, huboque condenar a la República Cubanaentera, presentando el período que vade 1901 a 1959 como una neblinosa EdadMedia que, en esa versión, no habríasido ninguna otra cosa que un títeresometido a los antojos y los caprichosdel imperio.

La longevidad de la dictadura, lomismo que su hipnótico predicamentoen Occidente, no se explica sino en lamedida de su cercanía geográca dela democracia imperial que ganó lasbatallas decisivas del siglo xx. Pero lahistoria de Cuba, antes y durante (y aca-so después) del cautiverio comunista,tiene que ser también, como se proponeen Tumbas sin sosiego, la genealogía delnacionalismo isleño, de ese malestarde la cultura cubana expresado en lasupuesta ausencia de mitos fundadoresy en el desdén precoz, marcado por elaburrimiento parnasiano, de la vida de-mocrática, vertientes que Rojas analizade manera descarnada y melancólica.No podía ser de otra manera en quienpertenece, como Rojas, a la generaciónque abandonó el mito de la revolucióntraicionada, asumiendo que en Cubahabrán pasado muchas cosas del ordenendógeno, pero lo que se escenicó fueesencialmente uno de los últimos capí-tulos de la cruzada antiliberal que em-pezó en Rusia en el invierno de 1917.

Si la Revolución se construyó a símisma pintando un cuadro horrendodel primer medio siglo de vida inde-pendiente cubana, Rojas invierte elmétodo y muestra, con unas artes quesorprenden a quienes no hemos tenidootra imagen metahistórica de Cuba quela diseñada por el castrismo, la riqueza yla variedad de aquella capital antillanade nuestro mediterráneo. Para quienes

nacimos después del 1 de enero de 1959(y entre ellos se cuenta, lo cual explicamuchas cosas, el propio Rojas, nacidoen 1965), aquel mundo cubano era cosa

de fantasía, una genial invención lin-güística de Cabrera Infante, un rumor,en n, un tanto equívoco, asociado aguras que en Tumbas sin sosiego gananun nuevo peso más allá del canon quesuele incluir, falsicándola un poco oun mucho, a la revista Orígenes y a susfundadores, primero censurados y lue-go rehabilitados por la dictadura. Todoescritor necesita, para decirlo con Leza-ma Lima, una era imaginaria que lo li-bere de la esclavitud del tiempo y en esesentido, cabrerainfantiano, Rojas honra ala vida intelectual de Cuba durante lasúltimas décadas de la República, comoese pasado absoluto o tiempo perdidosin el cual no se tiene energías para vi-vir en el exilio o para litigar, haciendoliteratura, en el fuero interno.

Haciendo la topografía de la Cubarevolucionaria, Rojas detecta, a lo largode los años sesenta, las grandes polémi-cas junto a las tendencias políticas quepelearon por el poder cultural, por laCasa de las Américas, la Unión de Escri-tores y Artistas y el Ministerio de Cultu-ra, posiciones cuya importancia para laizquierda internacional es actualmentedifícil de describir. El mapa desplega-do en Tumbas sin sosiego permite seguir,desde la polémica entre Virgilio Piñeracon Fernández Retamar sobre el temacapital, el compromiso político, hastala beligerancia de los marxistas hetero-doxos (de la que acabaría por salir el no-velista Jesús Díaz, uno de los maestros deRojas) contra los viejos comunistas (JuanMarinello, Nicolás Guillén). Quienesacabaron por ganar la partida fueron losnacionalistas revolucionarios, entre losque se contó, hasta su ruptura en 1971,el audaz Carlos Franqui. Fueron éstosúltimos, concluye Rojas, los ideólogosque, tras el colapso soviético, limaronla constitución estalinista de 1976 y do-taron al régimen de una legitimidadinspirada en el nacionalismo.

Tumbas sin sosiego  también puedeleerse como la crónica de una “revueltabibliográca”, la afortunada expresión

que Rojas tomó de F.X. Guerra y queyo cambiaría por la de revuelta heme-rográca. Como en pocos, en Tumbas sin sosiego se demuestra aquello de que la

historia de una literatura se encuentraen sus periódicos y en sus revistas, de talforma que Cuba no sólo es Orígenes, sino(y cito en desorden)  Revista de Avance,  Bohemia,  Lunes de Revolución,  Ciclón, Elcaimán barbudo o  Pensamiento crítico, laslíneas de la mano que Rojas va leyendoen busca no sólo del pasado sino deldestino de la inteligencia cubana.

Causa asombro, perplejidad y en-vidia, y así me lo decía la otra tarde unamigo, la importancia que los cubanosle dan, lo mismo en la diáspora que enLa Habana, en Lezama Lima que enVitier, en Fernández Retamar que enSarduy, en Rojas que en sus adversarios,a su tradición literaria, a la cubanía o a lacubanidad. Y me permito, dado que enMéxico y en Cuba choteo quiere decir lamisma cosa, decir que me entero, leyen-doTumbas sin sosiego, de que hubo un homocubensis, a cuya postulación arqueológicase opuso el escritor y etnólogo FernandoOrtiz. Pero hacen bien los cubanos afa-nándose en esos cuidados pues, como leocurre a los rusos, tienen una literaturano sólo extraordinaria sino mesurable.El número de los grandes escritores cu-banos es el mismo que el de los apóstoles,con la democrática ventaja de que cadalector puede sumar o restar nombresa la lista: Martí, Casal, Lezama Lima,Carpentier, Vitier, Lydia Cabrera, Fer-nando Ortiz, Cabrera Infante, Sarduy,Piñera, Eliseo Diego, Arenas…

Pero algo falta (o más bien algo lesobra) a Tumbas sin sosiego para ser inclui-do sin vacilación en la jerarquía de losmodernos ensayos cubanos de los quees crítica, comentario y continuación.Me reero a las páginas de Rojas quemuestran mala escritura, mala escritu-ra académica, como en la página 416,segundo párrafo, donde para decir quealgunos escritores de Miami ya no sesienten exiliados, Rojas recurre a ex-travagancias como “subjetividad nóma-da”, “localización bicultural” o “nociónradicalmente traslaticia”.

Tumbas sin sosiego tiene páginas nota-

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bilísimas, realmente ejemplares, comolas dedicadas a Vitier (vaya forma demeterse a la trastienda de un nacidodos veces), a Guillermo Cabrera Infante

o al “checoslovaco” Heberto Padilla,edicadas como verdaderos cenotaos,memoriales, sitios a los cuales el lectorseguirá peregrinando. Pero la alusiónfuneraria, a la Connolly, del título nodebe llamar a engaño: una buena mitaddel libro está dedicada a los escritorescontemporáneos, los que viven en la islay han tenido, en el pasado recentísimo,a un símbolo en Raúl Rivero, igual quea la diáspora, donde se cuentan poetascomo José Kozer y Orlando GonzálezEsteva, y algunos otros más jóvenes,ya sean miembros de la generación delMariel, víctimas del período especial obeneciarios del exilio de baja inten-sidad. Es cierto que, acercándonos alpresente, los historiadores de la lite-ratura aojamos el paso, más de gradoque por fuerza y disminuimos la tensióncrítica al juzgar a nuestros contempo-ráneos, actividad que, con frecuencia,es una licencia mañosa que autoriza elautorretrato. Algo parecido le ocurrióal español Jordi Gracia, ganador hacedos años del mismo Premio Anagramade Ensayo que Rojas acaba de obtenery cuyo libro sobre la literatura bajoel franquismo ( La resistencia silenciosa,2004) complementa, generacional-mente, Tumbas sin sosiego.

Cuba es, para sus escritores, unadivinidad cuya circunferencia está entodas partes. Rojas asume esa obsesión(no sé si monomaníaca o islomaníaca, aveces tan exasperante, que los cubanostienen cuando hablan de lo cubano) yhace una historia intelectual que tieneotra virtud: ensanchar el tránsito contierra rme, permitiendo, por ejemplo,que los libros de Jorge Mañach, el autorde Indagación del choteo (1928), dialoguen–disminuyendo, al menos, mi ignoran-cia– con los de Samuel Ramos u OctavioPaz o Ezequiel Martínez Estrada. Rojas,con Tumbas sin sosiego como con la revista Encuentro de la cultura cubana, es un pro-tagonista decidido a que el intelectualcubano, con su tragedia y su disiden-cia, retome su lugar en el dominio de

la lengua, pues la dictadura, pese a su juvenil internacionalismo guerrillero,pretendió amputar a Cuba de la culturahispanoamericana, recurriendo, una y

otra vez, a la explotación de la insulari-dad nacionalista.

No sé mucho de la vida intelectualde Rojas antes de su llegada a Méxicopero hemos leído los mismos libros y esoes mirarse en el espejo, descubriendo elrostro propio a través de las muecas y delas sonrisas de quienes admiramos, yasean Cyril Connolly o Claudio Magriso George Steiner o María Zambrano.Pero lo que más me conmovió de Tum-bas sin sosiego es la obsesión del autor,que me devuelve a la noche del 1 dediciembre de 2002 en Guadalajara, por“la urbanidad de los intercambios” ypor “el canon cívico de la decencia”, esdecir, por las virtudes civilizatorias dela discusión honda, respetuosa y cor-tés que caracterizó a los intelectuales,comunistas, católicos o liberales quehabitaron aquella República Cubanadel medio siglo que Rafael Rojas ha des-cubierto, como un continente perdido,en el horizonte. ~

– Christopher

Domínguez Michael

PERIODISMO

La conviccióndel carácter

Rosa DíezPorque tengohijos 

 Adhara, Madrid,2006, 269 pp.

  Los economistas lo calculantodo. También la calidad de las ac-ciones humanas. Lo llaman “coste deoportunidad”. El método es sencillo: semiden por el valor de la mejor opción

abandonada, de lo que pudo haber sidoy no será. Puede parecer burdo, inclusomezquino en su austera contabilidad,pero no engaña. Después de todo, no

anda lejos del sentido común que, alelogiar un comportamiento valeroso,lleva a decir: “se la juega”. El coste deoportunidad de Rosa Díez va en au-mento. Se la jugó con eta y, ahora, sela está jugando con los que mandanen su partido, el PSOe, que día sí y díatambién, cada vez con menos hipocre-sía, amenazan con expulsarla. Y no esque Díez haya cambiado de punto devista, que haya traicionado al ideario, larazonable vara de medir con la que unpartido debe tasar a sus miembros. Enrealidad, si se aplicase esa criba entresus cuadros actuales, elPSOe se quedabaen cuadro, si se disculpa el retruécano.No, el caso de la autora de este libro esotro, el contrario. Díez no ha corregidoun milímetro lo único que no cabe cor-regir: los principios. Se limita a aplicarconsecuentemente lo que los socialistashan defendido desde siempre: nuncahay que someterse al poder arbitrario.Algo que vale por igual con los ricos ycon los pistoleros.

Precisamente la rmeza de su puntode vista moral permite jar la cota y,en el contraste, reconocer el desnorta-miento ideológico de su partido, unacrónica del cual es, en buena medida,este libro. El desnortamiento de quienanda a la búsqueda de “razones” paradignicar el diálogo con la barbarie.Exactamente lo que Díez se resiste ahacer: “hay que seguir condenandola barbarie, hemos de seguir compro-metiéndonos con nuestras palabras, connuestros gestos, con nuestra actitud”.

Que una socialista escriba un librocriticando al nacionalismo no deberíasorprender. La izquierda no entiendede privilegios de origen y el naciona-lismo arranca desde la convicción deque la ciudadanía está atada a la iden-tidad nacional, de que hay unos queson más que otros en lo que atañe a lapertenencia a la comunidad política.Con los demás, a lo sumo, cabe ser “so-lidarios”. Los socialistas, por lo general,han hablado siempre de otras cosas, de

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60 Letras Libres septiembre 2006

Libros

 justicia y de igualdad. Tampoco deberíasorprender que una socialista dediqueel libro a sus hijos. La fraternidad es,también, continuidad cívica, legado a

las nuevas generaciones. Y Díez aspiraa “dejar a mis hijos y a los jóvenes unasociedad libre, en la que cada cual pue-da defender tranquilamente sus ideas;y en la que las ideas que impliquen laaniquilación del adversario estén pro-hibidas y perseguidas”.

Si acaso a alguien le puede sorpren-der que esas líneas, que podrían pare-cer escritas por un socialista del sigloxix, se escriban en la Europa del sigloxxi. Pero es que Díez está hablando deun lugar, el País Vasco, donde muchasgentes no pueden expresar librementesus ideas sin que su vida peligre. Notodos, bien es cierto. Muchos puedendecir lo que quieren, incluso que com-prenden a los que niegan la libertad alos demás. Vamos, que en el País Vascono hay libertad. Porque la libertad oes de todos o no existe. Que algunospuedan expresarse libremente no ase-gura la libertad. En las sociedad delos esclavos o en la Alemania nazi, losque no vivían con miedo eran libres.Pero mientras alguien tenga miedo pordecir lo que piensa, no podemos hablarde una comunidad política libre. Lodijeron los clásicos del republicanis-mo, la tradición a la que con frecuenciaapela Zapatero a la hora de decorar suvacuidad ideológica. Díez lo sabe bieny nos lo recuerda con una cita que,aunque lo parezca, no es de Cicerón,sino de  Blade Runner , una de la mu-chas referencias cinematográcas dellibro: “Es toda una experiencia vivircon miedo, ¿verdad? Pues eso es loque signica ser esclavo”.

El libro es una crónica de diez añosde lucha contra el miedo, de lucha porla libertad. Es una crónica ente dos tre-guas, la de 1998 –de sus prolegómenos,para ser precisos– y la de ahora. Es tam-bién la crónica de una caída del burro,la de muchos socialistas, entre ellos lapropia autora, que alguna vez creyeronque el nacionalismo era la expresiónpolítica de una realidad escamoteada,el justo reclamo de derechos de aque-

llos que vieron perseguidas su lenguay su cultura, y acabaron por descubrirque era un meditado proyecto de ci-mentar la comunidad política en el

mito y la etnia, de excluir a quienesno se acomodaban a una identidadinventada. Díez recoge los artículosescritos en este tiempo y los agrupa ensiete apartados que se correspondencon diversos momentos de la historiareciente del País Vasco, conveniente-mente contextualizados con otros tan-tos textos introductorios. En conjuntoproporcionan una buena cartografíadel escenario político vasco, de cómohan sido las cosas y de qué pensabacada cual en cada hora. Y desde luego,al ver pasar la historia en cámara rápi-da, se hacen pasmosamente vistosos losgiros, las respuestas cambiantes de lospersonajes, ante las mismas preguntasde siempre. Sobre ese paisaje de fondoresulta más destacado el contraste, lacoherencia de quien cree que, comodecía Brecht, todavía son tiempos deseguir luchando por lo evidente.

No es un lugar común la apelacióna la coherencia. La coherencia es algomás que una virtud psicológica. Lorecordó Aristóteles: a partir de cier-to momento, la rmeza de carácter seconfunde con la rmeza de convic-ciones. Algo que tener en cuenta. Lalucha contra eta, entre otras cosas, harevelado la facilidad con la que, al cabodel tiempo, se volvían a aceptar comobuenas ciertas patrañas cuyo curso le-gal se creía caducado. El nacionalismocarece de solvencia intelectual, perono de persistencia. La cantinela na-cionalista, repetida, parece que ganaen calidad y hasta acaba por permearlos razonamientos de sus críticos. Ya sesabe, la doctrina de Goebbels: una granmentira repetida acaba por convertirseen verdad. Es ahí donde el carácterse funde con la razón práctica. En elPaís Vasco se ha visto, se está viendo.Tramposos tópicos, como “proceso depaz”, “solución dialogada” o “conictovasco”, que parecían irrevocablementedesterrados, reaparecen ahora como sinada hubiese pasado en este tiempo,como si nunca nadie hubiera recor-

dado que allí no hay una guerra entredos bandos, sino una organizaciónpolítica que utiliza métodos fascistaspara intimidar a quienes se resisten a

aceptar sus exigencias, y que no cabeel diálogo con quien reclama que seacepte como argumento el asesinatodel interlocutor si no le gusta cómo vala conversación.

Rosa Díez ha recordado otra vez laimportancia de no perder el exacto sen-tido de las cosas, de no dejarse llevar porla turbulencia de las palabras cargadas.La fundamental enseñanza de su libro,lo que lo hace incómodamente oportu-no, es mostrarnos que, hoy como ayer,al elegir las palabras estamos eligiendolos caminos:

Todo el mundo habla del nal dia-logado del terrorismo. Conjugamosesas mágicas palabras movidos por“razones políticas” o por lo que he-mos dado en llamar pragmatismo.No me extenderé sobre las circuns-tancias que han hecho posible que,quienes han defendido y deendenlas tesis del conicto político paraexplicar el nacimiento y la per-vivencia de eta, hayan llegado aconvencer al resto de “su” solución.Pero probablemente el cansancio, eldesánimo, la confusión y hasta unaausencia clara de referencias hayancontribuido a ello. El caso es queésa es hoy la posición dominanteen materia de pacicación.

Nada sorprendente en ese diagnóstico.O sí: esas líneas estás escritas hace diezaños. No está de más recuperarlas enestos días cuando muchos se esfuerzanpor encontrar profundas diferenciasentre el dilema “te mato, si no me daslo que quiero” y el de “si no me daslo que quiero, te mato”. La duda es siel rebrote de la gastada y hueca pala-brería hay que atribuirlo a la torpezao a la deshonestidad, si estamos anteel elefante en la cacharrería o ante elvendedor de tómbola, que hace tram-pas y lo sabe, pero tiene que vender sumercancía. ~

– Félix Ovejero

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ENSAYO

El deseo es un buen

telescopioItalo CalvinoMundo escrito ymundo no escrito Epílogo deMario Barenghi,trad. de ÁngelSánchez-Gijón,Siruela, Madrid,2006, 277 pp.

  La obra de Italo Calvino(Cuba 1923-Italia 1985) no es ajena a lasbúsquedas estéticas de su época, desdeel neorrealismo a las ideas derivadasde las concepciones estructuralistas ysemióticas. Calvino fue un escritor parael que una obra era un problema a re-solver y ese problema, en principio, esde carácter formal. Pocos novelistas opoetas de su tiempo se han planteadode manera tan profunda y continuada lapoética de la novela y el sentido del lec-tor. Y pocos desde una actitud no sujetaa concepciones previas sino asistida poruna búsqueda abierta. De esta libertadcon relación a la búsqueda y respetopor la literatura –que nunca le llevóa olvidar que la literatura es sólo unadimensión parcial aunque imprescin-dible de la realidad– hay un testimoniodestacado en su correspondencia de tra-bajo en la editorial Einaudi. En Mundoescrito y mundo no escrito, recopilaciónde artículos y ensayos rescatados porMario Barenghi, autor de un inteligenteepílogo a la misma obra, se encuen-tran casi todos los temas que ocuparona Calvino: la lectura, la escritura y latraducción (temas teóricos y prácticos);la literatura fantástica y popular; y, lomás desusado: la ciencia, la historia y laantropología. No hay que olvidar quelos padres del autor de  La cosmicómica (1963) fueron botánicos y que él mismoinició la carrera de agronomía, aunque,interrumpida por la Primera Guerra

Mundial, luego estudió literatura. Enmi comentario procuraré vislumbrarsus preocupaciones más que describirlo que él comenta.

A Calvino le interesaron las cuestio-nes teóricas y de éstas las relacionadascon el entendimiento de las estructurasnarrativas, tanto de las existentes comode las que podrían existir. Pero no eraun mero estructuralista o formalista,sino que, sin desaprovechar esta pa-sión por los mecanismos, fue siempreun lector atraído por el cuento, por loque se cuenta. Sólo que, lúcido, nuncacreyó en la naturalidad de lo narrativo.Fue un escritor de la estirpe de Flaubert,Stevenson, Borges, Nabokov, Elizondo,Paz. De Flaubert, sí, pero su gran ad-miración en ese siglo (para la literaturafrancesa) fue un escritor menos perfectoaunque más amplio: Stendhal. Hastamediados de los cincuenta, Calvinoestuvo interesado en una noción de lanovela que alía realismo e intenciónracional, es decir: que la obra procuredar un sentido a la irracionalidad de larealidad... La vida para Calvino colindacon lo informe, con lo que se disipa ynos confunde, y la poesía (en su sentidoaristotélico) ha de ofrecer a la imagi-nación una suerte de orden. Aunquesu idea de la literatura fue cambiandosensiblemente (alcanzando una etapade arte combinatoria de gran brillantez,como es Si una noche de invierno un viajero,1979), esta idea básica, cuya compleji-dad no puedo tratar de desentrañar enesta nota, le acompañará siempre.

Italo Calvino no quiso ser un granescritor, el gran escritor, sino un escritor“menor”, aunque no hay en esto ningu-na aspiración a la mediocridad ni a sermenos sino una noción de la literaturacomo algo más que genios individualesy comparsas secundarios (creo que lehabría horrorizado el Harold Bloomde la concepción acentuadamente je-rárquica de la literatura). Quiso ser unbuen artesano que imaginó siempre, oprocuró hacerlo, a un lector inteligentey de notable exigencia (algo que está endesuso: ahora la mayoría de nuestrosescritores buscan a un lector inculto alque contar algunas cosas que ellos ya

parecen saber). “Sin la técnica del ociono hay sabiduría artística posible”, es-cribió. Es fácil deducir que para Calvinono hay escritores mayores y, por lo tanto,

la noción “menor” es sólo una estrate-gia. Si la forma es el problema inicialde Calvino escritor, lo es a posteriorien el lector. Tras el placer y el interésde la lectura, este relojero fantasioso selanzará a desmontar el mecanismo, y, sila seducción continúa, no será raro quequiera forzar esa forma en un intento dellevarla más allá. Esa misma relaciónes la que mantiene con la lengua, y nosólo porque fue políglota sino porquepercibió la lengua italiana como esen-cialmente problemática. Para Calvino,el escritor italiano “vive siempre o casisiempre en un estado de neurosis lin-güística”, así que la primera tarea esinventar el idioma (literario) en el queimaginar. En el caso de Calvino, su len-gua está apegada a las cosas, por decirloasí, aunque trace mundos metafísicos.Un lenguaje de sustantivos concretos,directo, cuyo autor es un admirador deKafka (porque es realista). Un lenguajeque busca la exactitud, aunque, o mejor,precisamente porque está describiendofantasmagorías. Calvino está lejos depensar que la literatura es lo directo, eltrasvase de una realidad substancial ala realidad natural lingüística: se apoya,o quiere apoyarse en una lengua viva,enamorada de las cosas, en lucha conellas (recuérdese sus descripciones depaisajes), pero entiende la literaturacomo el desafío de lo imposible (parasu subjetividad). Desde la imposibili-dad, desde la carencia, pero asistido porun deseo inmenso, Calvino se sienta aescribir. De ahí el título de mi artícu-lo, perteneciente a Stevenson, y que hetomado del recopilador de esta obra,Mario Barenghi. A lo Miguel de Cer-vantes, el Calvino que comienza la obraes visto así: “carezco de oído, no soy unolfato degustador, mi sensibilidad táctiles imprecisa y soy miope”. Naturalmen-te, lo que se propone, después de estadescripción de sus carencias, es un librosobre los cinco sentidos.

El realismo básico de Calvino lo ale- ja de las concepciones mallarmeanas de

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Libros

la literatura como mundo autosucien-te (de cuyo fracaso Mallarmé mismo fueconsciente). De hecho, lo que Calvinoquiere es que la literatura inuya en

el conocimiento del mundo al inter-pretarlo, al proponer formas que sonsentidos. Por otro lado, conesa escribirpara corregirse, desde el comienzo, esdecir: no hubo una vez en la que nohubiera nada que corregir. Calvino espues un lector/escritor crítico que sienteen la necesidad de escribir el acto derestituir al deseo lo no logrado aún, loimposible.

En su preocupación por las ciencias,además de ser un inteligente y bien hu-morado lector, buscó algo: una respues-ta a la amenaza (tal como la entiendeél) inferible de la termodinámica: lamuerte del universo, el triunfo de laentropía: la degradación de toda ener-gía en calor, en nada. Por eso, al leer aPrigogine e Isabelle Stengers ( La nueva alianza), además de quedar seducido porel talento cientíco-losóco de Prigo-gine, piensa con alegría en la armaciónde ambos cientícos de que las formasdel mundo viviente “no son un acciden-te de la naturaleza sino que siguen sulínea en el trazado de su desarrollo máslógico” frente a la temida “evoluciónhacia el desorden”. Desde sus primerasnovelas y cuentos, desde sus artículos yensayos sobre esto y lo otro, Calvino vioen la literatura una utopía (en la medidaen que es inacabable y toda literaturaestá hecha de literatura): el intento másfeliz, aunque arduo, de luchar contrala disipación y la pérdida. Por eso suposiempre que debía inventar en cada oca-sión al mejor lector para ser, a su vez, elmejor escritor posible. ~

– Juan Malpartida

FILOSOFÍA DE LA HISTORIA

El Virgilio de Benjamin 

Reyes MateMedianocheen la historia.Comentariosa las tesisde WalterBenjamin«Sobre elconceptode historia» Madrid, Trotta,2006

  El libro de Reyes Mate sobrelas “tesis” de Walter Benjamin, uno delos textos losócos más breves y densosdel siglo xx, testimonio incomparablede la crisis de la conciencia modernaante las catástrofes sin precedentes desu tiempo, está escrito con vocación detrascender el marco académico. No es-tamos ante uno de esos comentariosal uso que se pierden por vericuetosde erudición libresca buscando ante-cedentes y consecuentes en el reduci-do y, a veces, clausurado ámbito delgremio losóco, comentarios que porlo general acaban matando la frescu-ra y originalidad de su referente. Nopodía ser de otra manera, si quien loescribe, como es el caso, partiendo deun excelente conocimiento de su fuentey de los mejores análisis de la misma,pretende mostrar la  actualidad no sólolosóca, sino también política de untexto que intentaba, además de ofrecerla clave más certera para desentrañar elenigma de su presente catastróco, sertambién instrumento ecaz en la luchade los sujetos oprimidos y enfrentadoscon el poder histórico empeñado en suaniquilación.

El autor ha hecho suya la adverten-cia de Benjamin en la tesis sexta: “nisiquiera los muertos estarán seguros siel enemigo vence. Y ese enemigo no hacesado de vencer”. Contra la evidenciasocialmente compartida de que el fas-cismo fue derrotado en los campos debatalla, Reyes Mate nos advierte desde

el comienzo de su comentario que lastesis desvelan una lógica histórica quesigue en activo. Mostrarlo no es fácil.Tanto las tesis como su comentario se

enfrentan a una tupida malla ideológicaque impide ver la realidad presente. Esnecesario ir destejiendo hebra a hebraesa malla para que penetre la luz quedesvele el verdadero carácter del ordenexistente. Benjamin habla de un “estadode excepción”, pero no de aquel que im-pone el poder soberano para suspenderel Estado derecho y doblegar la rebeliónque subvierte el orden establecido, sinodel estado de excepción “permanente”que sufren los oprimidos y las víctimasde la historia incluso dentro del Esta-do de derecho, que no de justicia. Nose trata simplemente de que cada unocuenta la feria según le va, sino de adop-tar la perspectiva que revela lo esencialde ese orden.

En la introducción Reyes Matepone en manos del lector una magnícabrújula para ayudarle a orientarse en lalectura de las tesis. En ella nos presentalos ejes fundamentales en torno a loscuales giran los fragmentos dejados porBenjamin antes de quitarse la vida en sudesesperada huida frente al avance delos nacionalsocialistas. El primero tieneque ver con el vínculo entre epistemolo-gía, materialismo histórico y mesianis-mo, es decir, entre la primacía cognitivade los sujetos aplastados y derrotadosen el curso de la historia, el valor po-lítico de las exigencias de justicia queprovienen de ese pasado derrotado y lanecesidad de mantener la vigencia noamortizada por la secularización de lapolítica, de las esperanzas incumplidasde las víctimas. El secreto de este vín-culo es la complicidad entre la lógicadel olvido y la lógica de la explotacióny aniquilación presentes. El segundoeje tiene que ver con la forma de traba-

 jar de Benjamin: su hermenéutica delpeligro que se hace cargo del estado depostración y amenaza del sujeto rele-vante para el conocimiento verdadero yla praxis revolucionaria o su fascinaciónpor los desechos, por lo pequeño y apa-rentemente irrelevante, por las gurasdespreciadas y marginales, porque sólo

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en lo excluido y desde lo excluido sehace posible una superación de todaexclusión. El tercer eje se reere a larevisión crítica a la que Benjamin so-

mete todas las evidencias compartidaspor la modernidad: la crítica ilustraday marxista de la religión, el signicadode la ciencia y de la técnica –revelandosu carácter fantasmagórico–, la idea deprogreso –mostrando su complicidadcon la barbarie– y, nalmente, el campode tensiones que forman la historia y lamemoria. Pasado y presente son másque pura facticidad, son posibilidadesfrustradas y esperanzas incumplidas sinlas que el futuro queda atrapado y con-denado a ser repetición de lo ya dado.

Reyes Mate nos ofrece después unanueva traducción de cada una de lastesis en un castellano uido y legible, ala que acompañan el texto alemán y latraducción francesa del propio WalterBenjamin. Tras cada tesis encontramosuna breve explicitación y un comentarioque desgrana el sentido y la actualidadde la misma. Éstos emergen gracias ala construcción de constelaciones depensamientos y pensadores o de refe-rencias históricas, sociales y políticas,tanto del presente reciente como con-temporáneas de Benjamin. En ellasse dan cita los problemas losócos,éticos y políticos más relevantes de latradición occidental. El autor consigueexplicitar la novedad y singularidad dela aportación benjaminiana sin agotar elplexo de signicaciones y actualidadesque serían accesibles a otras posiblesconstelaciones. Lejos de toda arbitra-riedad, ajustadas a la intención y elcontenido de las tesis, sin embargo, lasreferencias aportadas por Reyes Mateno se presentan como espacio de fuerzasque agote su sentido y valor político.Estamos ante un libro abierto que invitaa seguir pensando el presente desde ycon Walter Benjamin.

El judío-alemán, tan completamen-te enraizado en la tradición de Occi-dente como extraterritorial a la misma,próximo y extraño, que consigue acer-carnos lo aparentemente más lejano ysometer a extrañamiento desvelador lomás familiar, es un viejo compañero de

viaje de Reyes Mate. Su larga ocupacióncon los textos benjaminianos, al mis-mo tiempo fascinantes y extraordina-riamente enigmáticos, ha contribuido

decisivamente a hacer las Tesis sobre elconcepto de historia losóca y política-mente elocuentes para nuestro presen-te. El texto está dedicado al maestro yamigo J. B. Metz, quien supo descubrir-le ya en los años sesenta el valor de unautor y unos textos por entonces escasa-mente conocidos en España. Estamos,pues, ante uno de los mejores librospublicados en los últimos tiempos. ~

– José Antonio Zamora

POESÍA

La cifra del tiempo

 Andrés SánchezRobaynay Antoni TàpiesSobre unaconfidenciadel mar griego,precedido deCorrespondencias,Huerga y Fierro,Colección Signos,Madrid, 2005,80 pp.

  La tradición que hermanapoesía y pintura, desde el dictum de Si-mónides de Ceos (“la pintura es poesíasilenciosa, y la poesía pintura que ha-bla”), tiene una de sus modalidades enel libro-objeto. El más reciente libro depoemas de Andrés Sánchez Robayna,realizado en colaboración con AntoniTàpies, se inserta en esa rica tradición.Modernamente, la relación pintura-poesía en este tipo de obras no descan-sa en la noción de “ilustración”, quesuele conllevar la de “dependencia” deuna sobre otra, sino en la de “diálogo”.El pintor no aspira a representar laspalabras del poeta, a recrear, con losmedios que le son propios, esa realidad “modelizada” que, según Lotman, esel poema (el texto artístico en general),sino que pretende entablar un diálogocon él, en lo que puede ser considerado

un verdadero ejercicio de “traducciónintersemiótica”, esto es, entre lengua-

 jes diferentes. Lo mismo sucede en elsentido inverso, es decir, en el camino

que conduce del poema a la pintura.El libro-objeto pretende crear, en de-nitiva, el espacio de un diálogo dondepintura y poesía celebran un enigmaantiguo: la vida de la imagen.

Este libro aporta rasgos novedososa la poesía de Sánchez Robayna. Paraempezar, un sentimiento elegíaco quetrasmina de manera especial la prime-ra sección del libro, Correspondencias, yque –con alguna excepción– no encon-tramos en su obra poética anterior. Lairrupción de este sentimiento es tantouna nueva dimensión del hondo sen-tido de la temporalidad presente enesta poesía como una consecuencia desu exaltada sensorialidad. Lo elegíacosuele brotar aquí de una mirada atenta alos signos que señalan la ausencia de losotros, a las huellas que han dejado. Talessignos se inscriben en la misma esfera designicación que las huellas de manosy dedos que aparecen en los dibujos deTàpies: el ámbito de lo humano frente ala acción del tiempo y de la muerte. Laomnipresencia de esta última parece re-cobrar aquí la importancia central quehabía tenido en Palmas sobre la losa fría(1989), pero ahora, en cambio, a partirdel recuerdo de lo ido, del amor por loperdido. Nos encontramos con variasescenas radicadas en cementerios, lomismo el romano del Testaccio, dondese hallan la tumba de Keats y la del hijode Shelley, que el de Moguer, en elhomenaje a Juan Ramón Jiménez (“Elniñodios anduvo…”). Otros poemas,como el dedicado a Rachel Corrie, lapacista norteamericana aplastada porlos tanques israelíes, o la matanza deinocentes del 11-m, constituyen recuer-dos recientes de la muerte injusta delhombre a manos del hombre.

Esta clara presencia de los otrossupone, en mi opinión, un gesto de ca-rácter ético en la obra poética de Sán-chez Robayna, un gesto que nos hacepensar que el poeta está hoy más cercade Lévinas que de Heidegger, quien,como se sabe, privilegió la ontología por

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Libros

encima de la ética y siguió manteniendoesa postura aun después de la SegundaGuerra Mundial y el genocidio judío.La pregunta por el ser, que siempre ha

estado presente en la poesía de Robaynay que, en ocasiones, la ha llevado a eri-girse en una suerte de ontología poética,adquiere en Sobre una condencia del mar griego un marcado tono moral surgidode la profundización en el enigma dela temporalidad, uno de cuyos últimosavatares fue la apertura del poema altiempo colectivo o histórico, al tiempocompartido con los otros, como hizopatente  El libro, tras la duna (2002). Enesta misma línea hay que interpretar,a mi juicio, la incorporación de la alte-ridad en la vida de la palabra, es decir,como un paso más allá en ese caminode indagación en el tiempo que pautala evolución poética del autor desde Palmas sobre la losa fría.

El gesto “ético” no signica, sin em-bargo, el abandono de ciertos principiospoéticos por parte de Sánchez Robayna.El propio poeta nos ayuda a claricaresta cuestión al recordar las siguientespalabras de Lévinas: “la trascendenciano es una óptica, sino el primer gestoético”. Desde esta precisa concepción,podemos decir que Sobre una condenciadel mar griego  representa una aperturaa las implicaciones ético-morales deuna palabra que sigue concibiéndosecomo escucha radical del mundo. Laimaginación (la “imaginación medita-tiva”, para decirlo con la expresión deWordsworth) sigue constituyendo, endenitiva, la dimensión fundamentalde la aventura creadora del poeta ca-nario, que bien podría suscribir aquelverso de Mario Luzi según el cual “elpensamiento si no imagina ignora” (il pensiero se non nge ignora). La dimensiónmoral entra así de forma natural en lavida de la palabra, no como una impo-sición externa al poema –el cual, si asífuera, quedaría supeditado a ella–, sinocomo la consecuencia natural de unatrayectoria poética que ha partido de unfundamento que se mantiene incólumehasta hoy en día.

La segunda sección del libro,  So-bre una condencia del mar griego, se deja

insertar con menos problemas en laevolución lírica del autor. Este poemaunitario en veinte fragmentos aparecevertebrado por un paisaje preciso: el

de las Cícladas, el paisaje que vio naceren las costas del Egeo, hace ya más decuatro mil años, las culturas minoicay micénica, que tanta inuencia hantenido en el arte del siglo xx. Hay aquíotro diálogo: el del hombre y el mar (el Alter  de Hölderlin, el  Antico de Mon-tale). El fondo de semejante diálogoes doble: por un lado, la confrontaciónentre el tiempo efímero del hombre y laeternidad del mar; de otro, la búsquedadel secreto guardado por sus olas, cuyorumor parece reclamar al poeta la es-cucha atenta de la palabra que lo cifra.Esta confrontación y búsqueda se midecontinuamente en el poema con la con-ciencia aguda del acabamiento, comosi tal comparación fuera el necesarioejercicio de humildad que conduce ala epifanía nal del poema. La metáforadel mundo como “cuerpo” le llega alpoeta canario principalmente a travésdel romanticismo inglés y alemán, aun-que también a través de aquellos poetasy lósofos que, en este aspecto, puedenconsiderarse sus descendientes, y, porsupuesto, de sus antecesores. De ahíla referencia al padre del hilozoísmo

 jónico, Tales de Mileto, en el fragmentoque empieza “¿Cada cosa tenía un dios,dijiste?”, que alude al “todo está llenode dioses” del lósofo griego.

Las palabras del mar entregan alpoeta lo que podemos llamar una ci- fra del tiempo: “En estas aguas, que aquíves incendiarse,/ arden todos tus ma-res, este de hoy,/ aquel en que tus ojosaprendieron,/ el que arderá contigo enla brasa del tiempo”. La visión de la uni-dad en el instante postula una unidadmayor y más simple, de la que aquellaparticipa, pues la voz del mar es “eco/del Uno”. He aquí una de las claves de Sobre una condencia del mar griego y dela escritura reciente del poeta canario:unidad de los tiempos y los espaciosen el instante del poema, unidad dellibro que comienza y termina, justa-mente, con sendas referencias al Uno.La tensión entre contrarios mantenida

a lo largo del poema se resuelve así,nalmente, en un instante de conci-liación, en un cruce de lo absoluto y locontingente, de lo eterno y lo efímero

–bien simbolizado por las cruces deTàpies–, entrevisto como deseo en unode los fragmentos más hermosos dellibro, donde el “perpetuo/ aprendiz dela luz” expresa su anhelo de “vivir ocul-tamente”, un deseo que, aparte de susimplicaciones ético-sociales, traduce lanecesidad de uir con el mundo parasentir así su abrazo de paz.

En su escucha del tiempo, SánchezRobayna encuentra el instante salvícoy luminoso, testimonio de su fe en lapalabra poética como inscripción de lahuella del hombre sobre las aguas delmundo. El espacio mítico de Greciadevuelve al poeta al tiempo mítico delInstante, al acuerdo del hombre con eluir de la existencia a través de la con-templación de la belleza, a pesar de latragedia del dolor y la muerte. ~

– Alejandro Rodríguez-Refojo

CRÓNICA

 Asedios a la modernidad Joseph RothCrónicas berlinesastrad. de Juan deSola Llovet, edi-ción, notas y pos-facio de MichaelBienert, Minúscula,Barcelona, 2006,291 pp.

  El 27 de diciembre de 1921,Kandinsky escribe con regocijo,“Querido Klee: ¡Por n estamos enBerlín!”, la urbe cosmopolita y mag-nética que atrae el talento y cuece afuego lento la modernidad, la guaridade artistas que acelerarían el mundo,de cabareteras casquivanas ganándoseun sobresueldo ejerciendo de musas,de inmigrantes y judíos contribuyen-

8/12/2019 Resena_ReyesMate_MedianocheEnLaHistoria

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septiembre 2006 Letras Libres 65

do al hervidero urbano en que estabaconvirtiéndose el Berlín de entregue-rras, aquella capital de Weimar quecompetía con Nueva York en el papel

de modelo para la  Metrópolis de FritzLang. Joseph Roth habitó este Berlínen la encrucijada de la historia que losnazis llamaron degenerada, en el quese fraguaba la sociedad moderna y elarte del futuro, y lo retrató en estas

 jugosasCrónicas berlinesas, escritas entre1920 y 1933 para distintos medios deprensa, en su mayoría publicados en el Frankfurter Zeitung y en el Neue Berliner Zeitung, las reunió hace una década laeditorial Kiepenheuer & Witsch y hansido ahora traducidas por Minúsculapara que los lectores del autor de  Lamarcha Radetzky (1932) conozcan a unRoth satírico de letra menuda, miradaalada y sobrada retranca.

Como en un rompecabezas, Rothcompone la imagen nal del Berlínde su tiempo yuxtaponiendo retratosparciales. En “Noche en los tugurios”,“Refugiados del Este” o “Con losindigentes”, el escritor austrohúngarodesciende a los infiernos de lamarginalidad, dirigiendo su mirada alos incontables refugiados llegados porobra y gracia de los pogromos, a los judíoserrantes y los hampones miserables,retrato sórdido del vertedero humanoen que se convertía una ciudad en laque, en feroz contraste y al cobijo de laambigua y transitoria placidez regaladapor el nal de la Gran Guerra –a la quededicó su novela  Hotel Savoy (1924)–florecían cafés, burdeles y teatrospor los que derrocharon hedonismoy  amour fou burgueses, bohemios ypetimetres con botines de charol queRoth inmortaliza en “Rumores en elSchwannecke”, “El Kürfurstendamm”o “La industria berlinesa delentretenimiento”, damas encorsetadas,nubes de humo mentolado, saxofonesrelucientes, cócteles “cuyo diáfanocolorido evoca piedras semipreciosasen estado líquido” (p. 184) y actoresde la noche berlinesa y “su alborozoindustrializado” (p. 183). Tal vez en“Pasajeros con bultos” establezca Rothmejor que en ningún otro texto del

volumen la dimensión social y anímicade ese Berlín escindido en frívoloconsumo y marginalidad: “el tren pasadelante de anuncios luminosos, himnos

comerciales dedicados a un detergente,a unos puros. Es la hora en que elmundo se va al teatro para asistir a larepresentación de unos destinos sobrefastuosos escenarios, y en el mismotren viajan las tragedias más sublimesy las más trágicas minucias” (p. 97).En cualquier caso, tenga el lector encuenta que Max Beckmann pintaba deforma simultánea ese mismo contrastedescomunal entre luces y sombras quedenía Berlín en los felices veinte, baresnocturnos ( Königinen  ii   o la serie delitografías Viaje a Berlín, por ejemplo),mujeres fumando, abalorios y callesatestadas de ocio y prisas, y de otro ladofamilias paupérrimas comiendo patatasen un cuchitril. Y junto a Beckmann,Otto Dix, George Grosz (compare ellector su cuadro Metrópolis, de 1917, conlos expresionistas de la Neue Sachlichkeit [Nueva Objetividad] –corriente con laque Roth comparte la ironía y la críticasocial [deténganse en “Campañaelectoral en Berlín”, una pieza sublimedel manejo del lenguaje y la burla] yque, dicho sea de paso, transcurreentre los mismos años que limitan estasCrónicas berlinesas–) retratan, como yalo hicieran Kirchner y los artistas delgrupo berlinés Die Brücke, la decadenciay la corrupción moral que aquejan a lamisma república de Weimar que le estádando la bienvenida a la mismísimamodernidad, llevada en volandas porlas vanguardias. Invisibles máscarasde la hipocresía humana, cochesatropellando la Historia y callestransitadas por tipos ociosos venidos amás e innitos Prometeos encadenadosmotu propio y uno por uno a los sietepecados capitales. A esa modernidad,y a sus acólitos, la gran urbe y latecnología, les dedica Roth numerosaspáginas en las que resuenan las palabrasentronizadas por los exaltados popesde esas vanguardias. El maquinismo yla velocidad de las proclamas futuristasde Marinetti (“un automóvil rugientees más hermoso que la Victoria de

 Samotracia” y Boccioni (“el abrir ycerrarse de una válvula crea un ritmoigual de bello que el de un párpadoanimal”) vienen a la memoria leyendo

“Paseo” (“todo se acabó el día en que lanaturaleza se convirtió en un lugar derecreo”, dice en la página 18, ahogadoen ironía), “El hombre resucitado” ysu celebración de la modernidad: “ala conquista de la ciudad le sigue laconquista del trabajo. Rodeado demáquinas, el hombre no tiene másopción que convertirse también él enmáquina” (p. 87), “Kurfurstendamm”(¡y su escéptica e irónica descripciónde un artilugio llamado semáforo!)o “Rascacielos” y su propensiónincontestablemente vanguardista avalorar la industria sobre la naturaleza(“cada vez que miro fotos de Nueva Yorkme invade una profunda gratitud por laomnipotencia de la técnica humana”,p. 116 y siguientes). Y si estas Crónicasberlinesas celebran el advenimiento dela gran ciudad,  tampoco en eso vana contracorriente de su época. No espreciso leer entre líneas para advertirque, pese a sus críticas al tráficodesbocado, Roth está escribiendo asu manera el elogio de la metrópoliindustrial y masicada –“el mérito delos escritores judíos en la literaturaalemana consiste en el descubrimientode la literatura del urbanismo. Los judíoshan pintado el paisaje de la ciudad y elpaisaje anímico del ciudadano”, escribeen la página 233– como hizo asimismoDöblin en  Berlin Alexanderplatz (1929)de la mano de su protagonista FranzBiberkopf, de sus visiones simultáneas à la modede Joyce (¡y de Delaunay!) y desus adscripciones futuristas, testimonioen cualquier caso de excepción, como elpropio Roth en el espléndido volumenque nos ocupa, del pulso aceleradode una ciudad que parecía adquirirla forma de un libro abierto en el queleer dos textos de forma simultánea, asaber, la teoría de las vanguardias y elprototipo de sociedad contemporáneaen la que ya a estas alturas de la vidaestamos enjaulados. ~

– Javier Aparicio

Maydeu