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DIECIOCHO 38.2 (Fall 2015) 357 RESEÑAS Vicent Llombart. Jovellanos y el otoño de las Luces. Educación, economía, política y felicidad . Gijón: Ediciones Trea, 2012. Philip Deacon University of Sheffield Vicent Llombart nos ofrece, a la luz de los congresos y publicaciones del bicentenario de la muerte de Jovellanos en 2011, un estudio sopesado de la figura cuya carrera ha encarnado para muchos los logros y fracasos de la mentalidad ilustrada en España. El libro se centra en las 'ideas educativas, económicas y políticas', cuya finalidad era, como señala la última palabra de su título, la felicidad de todos los españoles. Dada la existencia de estudios biográficos anteriores (de Artola, Caso y Varela, entre otros), Llombart dedica los primeros dos capítulos (27 páginas en total) a calas concretas en momentos destacados de la carrera del pensador asturiano que llevan a meditadas reflexiones sobre sus éxitos y fracasos públicos además de comentarios más personales. Los bosquejos constituyen la imagen de un hombre polifacético - literato, educador, economista, político - pero sobre todo de un 'ilustrado ilustrador' (28), término apto para describir también a otros muchos que luchaban por cambiar las estructuras políticas, económicas y sociales de España en los reinados de Carlos III y su hijo. La finalidad a que apuntaban los esfuerzos de Jovellanos era la felicidad de su compatriotas, objetivo solo realizable si les llegaba la ilustración en que él tanto creía. Ese reformismo ilustrado suponía fe en la razón, 'una razón no desligada de los sentimientos y de la imaginación' (29). Sin embargo, su carrera personal le supuso el acoso por parte de fuerzas reaccionarias (especialmente la Inquisición), y dificultades políticas causadas por las divisiones internas de las fuerzas progresistas enfrentadas con la ocupación francesa. Las reflexiones del segundo capítulo se centran en los retratos pintados por el gran amigo Goya, enfocadas en periodos de la vida del asturiano transcurridos en Sevilla, Madrid y Gijón, y ampliando su experiencia de destierro, conflicto político y enfrentamientos con fuerzas antiilustradas. El capítulo 3 —'Ilustrar, instruir, progresar'— se ocupa del significado del concepto de ilustración en el pensamiento de Jovellanos, uno de los autores españoles que más emplea el término y sus cognados. Siempre atento a matices lingüísticos, Llombart rechaza, mediante citas oportunas del asturiano 'ilustrador', la interpretación literal de la idea de perfectibilidad, empleada con frecuencia para tachar a los reformistas dieciochistas de soñadores utópicos (55), subrayando su significado real de progreso y Volume 38.2 Fall, 2015 The University of Virginia

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RESEÑAS

Vicent Llombart. Jove l lanos y e l o toño de las Luces . Educac ión , e conomía , po l í t i ca y f e l i c idad . Gijón: Ediciones Trea, 2012.

Philip Deacon University of Sheffield

Vicent Llombart nos ofrece, a la luz de los congresos y publicaciones del bicentenario de la muerte de

Jovellanos en 2011, un estudio sopesado de la figura cuya carrera ha encarnado para muchos los logros y fracasos de la mentalidad ilustrada en España. El libro se centra en las 'ideas educativas, económicas y políticas', cuya finalidad era, como señala la última palabra de su título, la felicidad de todos los españoles.

Dada la existencia de estudios biográficos anteriores (de Artola, Caso y Varela, entre otros), Llombart dedica los primeros dos capítulos (27 páginas en total) a calas concretas en momentos destacados de la carrera del pensador asturiano que llevan a meditadas reflexiones sobre sus éxitos y fracasos públicos además de comentarios más personales. Los bosquejos constituyen la imagen de un hombre polifacético - literato, educador, economista, político - pero sobre todo de un 'ilustrado ilustrador' (28), término apto para describir también a otros muchos que luchaban por cambiar las estructuras políticas, económicas y sociales de España en los reinados de Carlos III y su hijo. La finalidad a que apuntaban los esfuerzos de Jovellanos era la felicidad de su compatriotas, objetivo solo realizable si les llegaba la ilustración en que él tanto creía. Ese reformismo ilustrado suponía fe en la razón, 'una razón no desligada de los sentimientos y de la imaginación' (29). Sin embargo, su carrera personal le supuso el acoso por parte de fuerzas reaccionarias (especialmente la Inquisición), y dificultades políticas causadas por las divisiones internas de las fuerzas progresistas enfrentadas con la ocupación francesa. Las reflexiones del segundo capítulo se centran en los retratos pintados por el gran amigo Goya, enfocadas en periodos de la vida del asturiano transcurridos en Sevilla, Madrid y Gijón, y ampliando su experiencia de destierro, conflicto político y enfrentamientos con fuerzas antiilustradas.

El capítulo 3 —'Ilustrar, instruir, progresar'— se ocupa del significado del concepto de ilustración en el pensamiento de Jovellanos, uno de los autores españoles que más emplea el término y sus cognados. Siempre atento a matices lingüísticos, Llombart rechaza, mediante citas oportunas del asturiano 'ilustrador', la interpretación literal de la idea de perfectibilidad, empleada con frecuencia para tachar a los reformistas dieciochistas de soñadores utópicos (55), subrayando su significado real de progreso y

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T h e U n i v e r s i t y o f V i r g i n i a

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reformismo. Para Jovellanos no podía haber ilustración sin instrucción, y los términos no eran sinónimos. La felicidad individual del hombre derivaba de sus ideas y sentimientos morales, un concepto proclamado no mucho antes por filósofos británicos como Francis Hutcheson y Adam Smith. Y para Jovellanos la felicidad debía alcanzar a todas las clases sociales: 'se trata mucho de la felicidad pública y poco de la de los particulares, que se quiere que haya muchos labradores, y no que los labradores coman y vistan [...]. Estas ideas [...] ponen al pueblo, esto es, a la clase más necesaria y digna de atención, en una condición miserable; establecen la opulencia de los ricos en la miseria de los pobres' (64).

Los capítulos 4 a 6, más especializados, están dedicados a los aspectos económicos de los escritos de Jovellanos, no solo al estudio del Informe de ley agraria (capítulo 4) y áreas concretas del pensamiento del gijonés sobre el capital humano y las políticas de precios e impuestos (capítulo 5), sino también al bienestar económico de Asturias (capítulo 6). Llombart nos ofrece un análisis detallado del célebre Informe escrito en nombre de la Sociedad Económica Matritense, situándolo de manera iluminadora en las luchas político-sociales de la época. Ahonda en el rechazo de muchos de sus argumentos reformistas por grupos que veían amenazados sus privilegios, en concreto la Iglesia, que recibía sustanciosos ingresos de su posesión de la tierra y de las contribuciones de quienes la labraban, y de igual manera la nobleza, cuyos privilegios estaban basados en la amortización y en particular el sistema de mayorazgos. Al final, la Iglesia católica empleó su arma más poderosa, la Inquisición, para atacar, y condenar, en 1825, un Informe cuyas ideas consideraba 'eversivas de la Monarquía e inductivas a la Anarquía' (112). Llombart destaca el doble enfoque de un texto que abogaba por remover estorbos arraigados a la vez que proponía formas de intervención estatal para estimular el sector agrario a través de subvenciones. Un leitmotiv destacado de la teorización económica es el enlace constante que Jovellanos establece con la felicidad de la nación y del individuo. Llombart señala el carácter profético de reformas propuestas para promover la economía asturiana, que se extendían a la construcción de carreteras necesarias para transportar las mercancías (162). En el sexto capítulo destaca el diálogo con varios estudios de la economía asturiana por el profesor de Oviedo Joaquín Ocampo Suárez-Valdés, erudito co-editor con Llombart del tomo de Escritos económicos en la edición de las Obras completas de Jovellanos.

El capítulo 7 está dedicado al Elogio de Carlos III, otro texto redactado por el autor en nombre de la Sociedad Económica de Madrid, en el que Jovellanos resume la política del monarca casi al final de su reinado en tres principios: 'Ciencias útiles, principios económicos, y espíritu general de ilustración'. Llombart identifica diecisiete reformas diferentes destacadas en el Elogio, la mayoría de carácter económico, de acuerdo con el pensamiento del autor para quien la economía constituía la base esencial del bienestar material y fundamento requerido para la divulgación de las Luces. Dado el

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carácter positivo de un elogio Jovellanos se abstiene de enumerar los aspectos políticos negativos que sabemos le preocupaban: el estado atrasado de las universidades, el poder excesivo de la Inquisición, la falta de celebración de Cortes, los obstáculos al crecimiento económico y la desigualdad social. Esta parte del libro supone un diálogo amistoso con eruditos como Santos Coronas González e Ignacio Fernández Sarasola que han editado y estudiado los textos políticos del asturiano.

El capítulo 8 se dedica a plantear de manera detallada los argumentos a favor de una coincidencia de ideas con las de Adam Smith en lugar de la de influencia, muchas veces supuesta por otros historiadores de la economía española. Los argumentos planteados por Llombart son convincentes y dada la extensión de las lecturas económicas de Jovellanos (de las que John Polt en 1964 analizó solo las de lengua inglesa) no hay razón para descartar que la semejanza entre las ideas del asturiano y del escocés derivara de compartir una misma perspectiva política y humanitaria y, por tanto, haber llegado a parecidas conclusiones en terrenos concretos.

Vicent Llombart remata su estudio con el repaso de los tristes años finales de la vida de Jovellanos, señalando las penas que sufrió: exilio, denuncia al Santo Oficio, nombramiento como Ministro y despido muy poco después, encarcelamiento en Mallorca, frustración ante el fracaso de Cádiz y ataques personales por su participación en la Junta Central en 1810. El pormenorizado estudio de Llombart resulta de una lectura inteligente y cuidadosa por un historiador cuya especialidad es la historia económica. Las interpretaciones de las obras de Jovellanos prestan una atención especial a los distintos contextos que permiten entenderlas. La aportación experta al análisis económico y político subraya la visión unificada que tenía Jovellanos de las dos disciplinas, centrada en la doble finalidad de extender la ilustración y promover la felicidad general de los españoles.

∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂ Jesús Martínez Baro. La l iber tad de Mor f eo . Patr io t i smo y po l í t i ca en lo s sueños l i t e rar io s e spaño l e s (1808-1814) . Zaragoza: Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2014.

Julia Morillo Morales UNED. Madrid

Los años convulsos de la Guerra de la Independencia (1808-1814) han suscitado en España ríos de tinta, tanto en lo que se refiere a la producción literaria durante la propia contienda como a los trabajos que desde múltiples perspectivas han abordado su estudio. Conocidos e imprescindibles son los trabajos, ya clásicos, de René Andioc, Manuel Larraz, Emilio Cotarelo y

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Ana María Freire. La celebración del II Centenario de la Guerra de la Independencia ha supuesto una revitalización de los estudios sobre este momento significativo de la historia y la literatura de la España decimonónica y se han sucedido actos de todo tipo como conferencias, conciertos, exposiciones, etc. No es raro por tanto que, aunque fuera ya de las fechas de la conmemoración, Jesús Martínez Baro haya elegido el tema del patriotismo y de la política de esos años desde una perspectiva no abordada hasta este momento, la de los sueños, porque precisamente en ese periodo y en esas circunstancias España sueña muchas cosas: el regreso de Fernando VII, la paz, la libertad, la España democrática, etc. El libro está organizado en dos grandes bloques. Basándose en trabajos previos sobre el sueño literario como género y su relación con la lucha ideológica en el Siglo de Oro (Teresa Gómez Trueba y Miguel Avilés), sobre la sátira ilustrada (Francisco Uzcanga Meinecke) y sobre el sueño en Quevedo y Torres Villarroel (Asunción Rallo Gruss y Emilio Martínez Mata), Jesús Martínez Baro ofrece en el primer bloque un esclarecedor entramado teórico con el que fija el concepto del sueño literario y recoge una parte representativa de los antecedentes de los sueños desde sus raíces clásicas (El sueño de Escipión, de Cicerón) a la tradición hispánica (Quevedo y Torres Villarroel) y la prensa ilustrada (El Censor). El análisis pormenorizado de los elementos estructurales del sueño literario se basa no solo en la literaturización y el distanciamiento como formas de eludir la censura, sino en la importancia fundamental del ensayismo y la sátira presentes en los textos analizados, en los que, según el autor, la alegoría permite al lector tomar parte activa ya que “entra a formar parte del juego desde el momento en que deja al lado la ficción para extraer el contenido ideológico”. Un análisis de la estructura arquetípica del sueño y de la búsqueda de elementos comunes en los antecedentes clásicos e hispánicos cierra este primer bloque, en el que la claridad expositiva permite que el lector interesado, sin necesidad de ser especialista, entre con facilidad en la segunda parte. El segundo bloque no presenta una antología de sueños, sino el análisis estructural y temático de los 64 textos del corpus. La mayor parte son textos breves en prosa, aunque también los hay en verso (once en total). La mayoría aparecieron en prensa o publicados como folletos, en cuyo caso tienen una mayor extensión al no contar con los límites propios de las publicaciones periódicas. El análisis estructural se detiene en los elementos propios del género: motivos de los sueños, escenarios, personajes y despertar. Mención especial merece el apartado dedicado a los personajes, entre los que destacan Napoleón Bonaparte y Fernando VII, bien como protagonistas del sueño, bien como guías del personaje soñador que es en realidad el narrador en primera persona que se corresponde con el autor del relato. Del repertorio de figuras alegóricas sobresale la de España como matrona doliente encadenada bajo la dominación del ejército francés. El sentimiento patriótico frente a la tropelía francesa se presenta como la base del análisis temático de los sueños de los dos primeros años del periodo

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estudiado, mientras que la aprobación de la libertad de imprenta a finales de 1810 y la consiguiente multiplicación y diversidad de publicaciones, hace que la temática, sin abandonar el patriotismo, se centre a partir de entonces en la situación política interna marcada por la dialéctica entre liberales y absolutistas, la firma de los primeros decretos y el debate constitucional. Es ahí, en el tratamiento de las preocupaciones y los miedos de los ciudadanos, en la irrupción de la actualidad que pide la modernización de imágenes en los sueños, donde Martínez Baro encuentra la clave de la pervivencia del género y de la renovación de sus materiales y estructuras. Ofrece, a modo de epílogo, un breve panorama de las ficciones oníricas de los años inmediatamente posteriores al periodo estudiado, cuando la libertad de quienes soñaban se vio amenazada con la llegada de Fernando VII. Martínez Baro demuestra convincentemente cómo y por qué el sueño literario pervive en el periodo 1808-1814 y cómo los soñadores, haciendo uso de la libertad creativa, supieron utilizarlo como vehículo de sus inquietudes adaptando moldes y estructuras heredados del pasado a una realidad nueva que exigía su renovación y a la vez garantizaba su supervivencia. ∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂ Helmut C. Jacobs. The Bolero and the Fandango . A European Succ e s s Story . CD Album produced by ES-DUR, 2015.

David T. Gies University of Virginia

This new CD, with liner notes by Helmut C. Jacobs, who also records the major accordion lines, brings together seventeen boleros and fandangos from the Spanish eighteenth and mid-nineteenth centuries. Jacobs (a professor at the University of Duisberg-Essen) has already published work (recordings and scholarly material) on eighteenth-century music. His dissertation from 1987 dealt with Literatur, Musik und Gesellschaft in Italien und Österreich in der Epoche Napoleons und der Restauration. Studien zu Giuseppe Carpani (1751-1825) and in addition, he is the author of Belleza y buen gusto: las teorías de las artes en la literatura española del siglo XVIII (2001), Giuseppe Parini (1729-1799) en el pasado y en el presente: la recepción de un poeta italiano en España (2011) and El sueño de la razón. El 'Capricho 43' de Goya (2011). His main interests, however, include the music of the Enlightenment. Here, he brings to life the passionate rhythms that in many ways were precursors of what has become known as the prototypical Spanish music: flamenco. As Jacobs notes, "In the eighteenth century the fandango was a popular dance

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in all regions of the Iberian peninsula, and to the travellers from abroad it appeared as a liberal, almost erotic dance in which the common people felt free from the often too restrictive social or religious conditions" (12). We can hear that popularity and eroticism in Jacobs' renditions of the various pieces (there are 17 track recordings on the CD, nearly a full hour of music). The bolero, as "a modification of the seguidilla," likewise drew popular attention with its rapid rhythms, frequently accompanied by the snapping syncopated clicks of castanets. Eventually, it outpaced the fandango in popularity, and both dances declined in use following the War of Independence; then, rediscovered by nineteenth-century composers (Ravel among them), they enjoyed a renaissance. Jacobs had recorded a CD of fandangos in 2011, drawn from long-forgotten manuscripts. Here, with the addition of the boleros, he adapts the originals —written for keyboard— for the accordion: "All pieces recorded here has been realised true to the original (without changing the tone pitches or their structure) on a free-base accordion with chromatic button manuals on either side, allowing the use of all five fingers on each hand" (15). He provides some information on the authors of each work (where known; many are anonymous). The music is lively and beautiful, and the execution well worth listening to.

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∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂ María de las Nieves Robledo. El senador meg i cano ó car ta de Lermin á Tlauco lde . Ed. Nancy Vogeley. Madrid / Frankfurt: Iberoamericana / Vervuert / Bonilla Artigas, 2014.

Catherine M. Jaffe Texas State University, San Marco

With her edition of María de las Nieves Robledo’s 1836 epistolary

novel, El senador megicano ó carta de Lermin á Tlaucolde, Nancy Vogeley, author of Lizardi and the Birth of the Novel in Spanish America (2003) and The Bookrunner: A History of Inter-American Relations. Print, Politics, and Commerce in the United States and Mexico (2011), makes another significant contribution to our understanding of early nineteenth-century transatlantic culture. She rightly points out in her introduction that this work is a “rareza de la imaginación femenina” (7) overlooked by scholars of Spanish and Mexican literature and published at a time when few original novels in Spanish, especially those authored by women, saw the light of day. Vogeley presents the work as a formal tour de force in which the author—“[m]ujer, aristócrata, española-americana” (8)— creates a masculine narrative voice to present a tale of frustrated love set against the background of Mexican politics during the early years of its independence from Spain. Count Lermín recounts in a letter to a Mexican friend exiled in France his political and sentimental travails in Mexico and later in exile, struggles that mirrored the political divide in Spain. While Robledo claims in her prologue that women readers will be entertained and instructed by her work, she adopts the letter format to avoid the stigma of calling her work a “novel” and uses a masculine narrative voice to comment on the tumultuous political situation of her day. Like her narrator Lermín, Robledo was forced to leave Mexico when the new government expelled the Spanish elite in 1828-29. Published in 1836 by the Colegio de Sordo-Mudos in Madrid, which was founded in 1805 by the the Sociedad Económica de Amigos del País, the novel also presents intriguing evidence for the history of the book and the history of reading.

Vogeley divides her informative introduction into five sections: the identity of Robledo; the role of the publishing house in Madrid; the portrait of 1830’s Mexico and Spain presented in the novel; the novel’s formal and thematic innovations; and the potential reading public. Robledo, born in Guatemala, was from a distinguished family of Spaniards living in Mexico. She represents the class of aristocratic emigrés who identified not only with Spain but also with a cosmopolitan, international elite that assimilated relatively easily to life in exile. Robledo’s admiring evocation of Mexican scenery and society offers a unique, transatlantic perspective that does not adhere to traditional definitions of the realist or costumbrista national novel, which may account for the relative oblivion into which the novel fell.

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Vogeley asserts that Robledo represents “otro tipo de novelista español, quien no buscaba su inspiración en localismos nacionales y regionales, ni en historias burguesas y campestres, sino en experiencias y preocupaciones internacionales propias de una clase aristocrática” (15). Robledo’s representation of scenes and events in Mexico echo events in Spain. Factions in Mexico were divided by class, with the Spanish-supporting nobility and rich landowners opposing the lower classes who resented the former colonial privileges, while in Spain moderates and conservatives quarreled over the succession to the throne, the power and property of the Church, and Spain’s relation to its former colony. Due to her transatlantic perspective, Robledo resisted the Spanish tendency to dehumanize the indigenous population.

∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂ Ángela Gracia Menéndez. Gaspar de Jove l lanos . Cr í t i co , r e fo rmador y humanis ta i lus t rado . Bern, Switzerland: Peter Lang, 2015.

Matthieu P. Raillard Lewis and Clark College

The figure of Gaspar Melchor de Jovellanos looms large over the

Spanish eighteenth century, due in no small part to his vast and varied literary production. One of Spain's foremost polymaths, Jovellanos' writing runs the gamut from theater and poetry to political, historical and literary criticism. His output did not stop there: as Gracia Menéndez highlights in this volume, Jovellanos also engaged with linguistic, legal, pedagogic, cultural and social issues. The author has researched and published extensively on Jovellanos, and her previous monograph, Las ideas lingüísticas de Gaspar de Jovellanos (Fundación Foro Jovellanos, 2008), focused on one of the least-studied areas of Jovellanos studies: his linguistic contributions. This current volume takes a much broader approach, and promises the reader an overview of Jovellanos' critical thought and philosophy across disciplines. As I explain below, the far-ranging focus of this book is perhaps a bit too ambitious, and the author's thesis is problematically vague: "pretendo centrarme en aquellos escritos jovellanistas que tienen relevancia desde el punto de vista de su actitud crítica que se caracterizan por hacer sugerencias concretas en cada campo" (2-3). This is a very tall order, considering that Jovellanos wrote on myriad topics, across many disciplines, moving with ease from a work on botany to a proposal for agrarian reform before finishing with a bucolic, Neoclassical epistle.

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Criticism, as both concept and practice, provides the central thematic focus of this study, as well as its organization. Gracia Menéndez divides this book into eight short chapters (on average 15-20 pages each), framed by a brief introduction and conclusion. In addition to a bibliography, the volume also includes an index, which is a welcome feature in a work of this nature. The author follows Maravall and Flecha Andrés' postulates that crítica can be divided into three basic categories (juicio, procedimiento and aplicación) and promises to focus on the "implicaciones que tuvieron sus observaciones sobre todo desde el punto de vista metodológico" (16). After a first chapter devoted to a (perhaps unnecessary) review of Enlightenment thought and to defining the notion of "crítica" that drives this book, each subsequent chapter focuses on a specific locus of Jovellanos' critical efforts: literary, historical, political and social. This organization offers the reader a comprehensive and far-reaching amount of information, but the author moves quickly from one discipline to the next—sometimes too much so— and the disparate length of chapters results in an uneven depth of analysis. Chapter three, for example, is devoted to the very pertinent concept of history, yet the author dedicates a mere eleven pages to covering both the study of history in Spain and Jovellanos' theory of history. Chapter six, however, "Extensión del empirismo a la filología y aportación a la lingística," is almost four times longer, and offers a detailed study of Jovellanos' contributions on linguistics and lexicography. This chapter clearly reflects the author's interests and expertise, and it is not surprising to learn that it has previously been published as a standalone study in Revista de lexicografía. While this is not an unusual practice in monographs, it does explain the uneven quality of this book. One cannot help but feel as if the breadth of this volume might not be too ambitious, and precludes deeper analysis of the many subjects promised in the table of contents.

Similarly, the scholarly framework offered by Gracia Menéndez's will surprise many Hispanists due to its choices and especially its omissions. As an example, chapter two, "Crítical textual," would seem to be of crucial importance, in that it promises to focus on the notion of textual criticism (hermeneutics, specifically) in the eighteenth century, as well as Jovellanos' own brand of literary criticism. Drawing heavily on German scholarship, the author offers a very brief overview of hermeneutics and criticism in Germany and England, yet surprisingly fails to offer any substantive account of reading practices in Spain in Jovellanos' time. An entire body of scholarship goes unmentioned (Álvarez Barrientos, Álvarez de Miranda, Checa Beltrán, López and many more come to mind), and at ten pages long, this chapter feels more like an introduction than any serious examination of textual criticism in eighteenth century Spain and in Jovellanos' writings. Similarly, chapter eight, devoted to his "Crítica a la sociedad y a las costumbres," offers little besides a rapid review of Jovellanos' best-known works (El delincuente honrado, for example), and what

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might have been an interesting and promising section on Jovellanos' thoughts on women is dispatched in a summary four pages.

The author is clearly in her element when discussing language and

linguistics, and as such it is not surprising that chapters touching on these topics (six and seven) are the strongest and most original. The total body of work produced by Jovellanos is, however, simply too large for Gracia Menéndez to cover and engage with critically, and while her reflections are thoughtful and articulate, readers will often find themselves wishing she had spent more time on less material. In spite of its shortcomings, many scholars will find this volume a worthwhile contribution to Jovellanos studies, particularly the aforementioned chapters on philology and linguistics.

∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂ David-Félix Fernández-Díaz. Hermógenes con tra Tal ía . Morat ín en e l t ea t ro e spaño l (1828-1928) . Madrid / Frankfurt am Main: Iberoamericana / Vervuert, 2015.

José Luis González Subías

Doctor en Filología Hispánica

La revisión y el estudio de los grandes autores y obras de la literatura universal proporcionan una continua fuente de publicaciones y, en ocasiones, descubrimientos. Nuevas consideraciones y perspectivas, nuevas voces críticas hacen su aparición, con el tiempo, para alumbrar facetas aún desconocidas de un determinado tema o para abordar aspectos no planteados antes en torno a la figura y la obra de un autor.

El profesor David-Félix Fernández-Díaz (University of Virginia at Wise) ha arrostrado la tarea de acercarse a uno de estos grandes nombres; en este caso, un granado representante de la literatura en lengua española y, en concreto, de su teatro. El legado de Leandro Fernández de Moratín, quien fuera considerado ya antes de su muerte en 1828 el gran reformador de la escena patria, y su impulsor y conductor hacia la modernidad, es analizado detalladamente en Hermógenes contra Talía, ingenioso título cuya pretendida ambigüedad no deja de ofrecer, a un tiempo, un significado efectivo y claro. Sin necesidad de seguir leyendo el subtítulo que acompaña y completa al anterior —Moratín en el teatro español (1828-1928)—, ya sabemos que la obra versará sobre teatro; y, aunque por un momento pudiéramos pensar tanto en el filósofo como en el célebre orador griego representante de la retórica, enseguida resonará en nuestra mente la figura

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de don Hermógenes, el personaje inmortalizado por Moratín en La comedia nueva o El café.

En este excelente y original estudio sobre quien fuera bautizado por la crítica de su tiempo como “el Molière español”, el Dr. Fernández-Díaz, a través de una estructuración diacrónica organizada en cuatro capítulos, se plantea varios objetivos: por un lado, rastrear la huella dejada por Moratín tras su exigua, aunque muy eficaz y provechosa, aportación al teatro español, tanto en la escena como en la crítica; en segundo lugar, investigar las fluctuaciones experimentadas por los conceptos de “influencia” y “legado”, referidos a la repercusión sobre otros textos del modelo moratiniano dependiendo del momento histórico; y, por último, aportar, desde esta perspectiva, un nuevo estudio que complete el panorama crítico sobre la obra del autor y, por ende, del neoclasicismo teatral ligado a este, bastante simplificado, por anquilosamiento, con el paso del tiempo. Por otra parte, todo el libro plantea —y resuelve— un interrogante básico resumido por el autor con estas palabras: “¿qué se ha dicho de Moratín en los cien años que siguieron a su muerte?” Las respuestas ofrecidas por Fernández-Díaz son fruto de —y a la vez constituyen— un apasionante recorrido por un interesante período de la historia de España que conduce desde las primeras décadas del siglo XIX hasta bien entrado el XX, en el que, desde el punto de vista cultural y literario, se sucedieron importantes épocas, desde el Romanticismo a las Vanguardias. De lo que no deja duda alguna este periplo —tan importante en sí mismo como las conclusiones a que conduce— es la importancia de Leandro Fernández de Moratín en la historia del teatro español y su merecido destacado lugar en el Parnaso de las letras hispánicas.

No es excesivamente extenso este libro, publicado de manera impecable —como nos tiene acostumbrados— por la editorial Iberoamericana-Vervuert, dentro de su colección “La cuestión palpitante”, dedicada a los siglos XVIII y XIX en España. Sus 283 páginas, repletas de información muy bien aprovechada —aunque, es justo confesarlo, con excesivas erratas para una obra de semejante envergadura filológica—, son una cifra más que suficiente para abordar los objetivos propuestos por el autor. En ellas asistimos a un pausado y pormenorizado recorrido cronológico por la historia de la recepción de la huella moratiniana en la dramaturgia y la crítica españolas, desde la muerte del escritor exiliado en París, en 1828, pasando por diferentes momentos emblemáticos, como fue el traslado de su restos a España en 1853, depositados en la madrileña Iglesia de San Isidro, y su posterior y definitivo traslado al Panteón de Hombres Ilustres del cementerio de San Isidro, en 1900, para concluir con la celebración —de tono muy distinto a los homenajes ofrecidos en el siglo XIX— del primer centenario de su fallecimiento, en 1928. Los primeros dos capítulos, de los cuatro en que se estructura el estudio, se centran en la recepción crítica de la obra moratiniana y su influencia en el teatro español hasta 1834, apenas unos años después de la desaparición del escritor. En

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ellos se abordan cuestiones diversas, entre las que pueden ser destacadas la relación del dramaturgo español con Molière, qué se entiende realmente por “comedia moratiniana” o cuál fue el testigo dejado por aquel en la llamada “generación moratiniana”, entre otros muchos aspectos de interés. El capítulo tercero es el más extenso del estudio, sin duda por la extensión del período que abarca: desde 1835 hasta fin de siglo; y en él asistimos a dos momentos bien diferenciados en la intensidad del legado e influencia moratinianos: un continuado y creciente esplendor de su figura y su obra, manifestado e incrementado en momentos puntuales, como la celebración del vigésimo aniversario de su muerte, en 1848, o la repatriación de sus restos en el 53, junto con la continua publicación y reposición de sus obras a lo largo de esas décadas; para observarse un paulatino desinterés por la obra del autor en los escenarios —no su estimación como literato y referente de lo que fue un momento cumbre en la historia del teatro español—, ya en la Restauración. El último capítulo del libro, dedicado a las primeras décadas del siglo XX, analiza la repercusión y presencia del legado moratiniano tanto en las tablas como en la crítica novecentista, ofreciéndonos, a modo de conclusión, cuál fue el significado de la poética cómica de Moratín cien años después de su muerte.

En definitiva, un magnífico análisis e investigación de un extenso e importante período de las letras hispánicas, y un estudio sobre un autor de primer rango que viene a añadir nuevas perspectivas sobre su obra y su influencia —o legado— en la historia de la literatura y el teatro en lengua española.

∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂ Álvaro Molina. Mujeres y hombres en la España i lus t rada . Ident idad , g énero y v i sua l idad . Madrid: Cátedra, 2013.

Aurèlia Pessarrodona

Sabemos que el siglo XVIII español fue un periodo clave para la construcción de las identidades modernas: gracias por una parte al proyecto ilustrado que afectó a toda Europa y por otra al cambio dinástico que se produjo en el contexto español, se pasó de la cosmovisión barroca a la construcción de un ideal de modernidad que asentó los valores que configurarán la sociedad contemporánea. Este proceso implicó cambios profundos en las identidades, tanto colectivas como individuales, creando la base sobre la cual se sustentan hoy en día.

El presente libro de Álvaro Molina, que parte de su tesis doctoral defendida en 2012, estudia este proceso a partir de un original punto de vista que aúna los tres conceptos del subtítulo: identidad, género y visualidad.

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Tal como expone el propio Molina, el objetivo del libro es “explicar las diversas estrategias con las que se visualizó la identidad en este periodo, atendiendo de forma particular a cómo se definieron las relaciones de poder entre los sexos, y el modo en que el género determinó no sólo las propias representaciones iconográficas de hombres y mujeres, sino también las mismas prácticas discursivas en el arte” (10).

La principal innovación de Molina es su planteamiento transversal basado en los estudios visuales y de género, algo que en realidad ya está asentado en otros países hasta el punto de que el siglo XVIII ha sido denominado el siglo interdisciplinar (véase, por ejemplo, el volumen The Interdisciplinary Century: Tensions and Convergences in Eighteenth-Century Art, History and Literature, Oxford: Voltaire Foundation, 2005). Pero la mentalidad académica española ha sido reacia a incorporarlo, tanto por los prejuicios que han pesado —y siguen pensando— sobre el setecientos hispánico como por el encorsetamiento disciplinario —heredero precisamente del mismo siglo XVIII— que todavía arrastra el mundo académico en España.

Álvaro Molina, junto con Jesusa Vega, ya había abordado la construcción de las identidades dieciochescas anteriormente pero centrándose en los trajes y la moda (Vestir la identidad, construir la apariencia. La cuestión del traje en la España del siglo XVIII. Madrid: Ayuntamiento de Madrid, Área de Gobierno de las Artes, 2004). En el presente volumen Molina amplía el espectro visual dieciochesco para abarcar todas aquellas manifestaciones, desde grandes obras de arte hasta objetos cotidianos, que muestran la evolución en la construcción de las identidades dieciochescas y sus interacciones dentro de los nuevos modos y espacios de sociabilidad.

El libro se estructura en tres partes divididas en capítulos. La primera parte, titulada “Una nueva identidad. La visualización del cuerpo político”, trata del papel que cumplió el género en el proceso de construcción de la nueva identidad nacional a través de la visualización del cuerpo político. En esta parte se estudian la doble naturaleza —por una parte humana y mortal, por otra política y eterna— del monarca (capítulo 1), así como el Estado entendido como cuerpo político —masculino— (capítulo 2) y la asociación de valores femeninos a la Nación (capítulo 3). Las imágenes seleccionadas por Molina son testimonios muy elocuentes de los profundos cambios que durante la centuria sufrieron los conceptos de monarquía, Estado y Nación. Por ejemplo, en la comparación entre los retratos de Carlos II y su valido Juan José de Austria (como los de Pedro de Villafranca) y los de Carlos III o Carlos IV con sus ministros (como la Declaración de guerra a Inglaterra, 1788, de Gregorio Ferro) se observa la oposición entre el mundo barroco que considera al valido como sustentador de una monarquía por encima del mundo terrenal, y la relación, cercana y aparentemente horizontal, entre el rey ilustrado y sus ministros. Este hecho, junto con la búsqueda de la expresión de la psicología interior del hombre de Estado (como es el caso del Retrato de Gaspar Melchor de Jovellanos de Goya), así la imagen femenina de

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la Nación (por ejemplo, las Alegorías de España e Inglaterra venciendo a Napoleón de José Maea y Mariano Brandi), pone de manifiesto cómo el concepto moderno de Nación, que fue desplazando la idea de España como representación de la monarquía, contribuyó a crear una expresión sentimental de la nueva comunidad política.

Dentro de este ideal ilustrado era necesario que los hombres y mujeres fueran útiles a la patria, convirtiéndose así en ciudadanos y ciudadanas. Éste es el tema de la segunda parte, “Los modelos de género ilustrados. Útiles ciudadanos para la patria”, donde se analiza el papel de los retratos como proyección individual de la nueva identidad masculina, identificada con el hombre de bien, así como medio de representación de personajes ilustres ejemplificadores de estos nuevos ideales dentro de la patria (Antonio Carnicero y Bartolomé Sánchez, Retratos de los españoles ilustres, ca. 1791) (capítulo 4). Asimismo, la iconografía del momento es clara en mostrar la mujer —acomodada— en su rol de madre y buena esposa dentro de la familia (capítulo 5), aunque se realcen los talentos intelectuales o artísticos (Goya, Retrato de María Tomasa de Palafox, marquesa de Villafranca, 1804).

Pero, tal como se expone en la tercera parte del libro “La visualidad de las apariencias. Prácticas y miradas de la modernidad”, este ideal de modernidad se convirtió en una arma de doble filo, ya que llevó al desarrollo de una economía de mercado basada en la apariencia y el lujo con fuerte influencia de las modas extranjeras, así como una nueva visibilidad exterior de la mujer en los modernos espacios de entretenimiento —paseos, tertulias, visitas, teatros, bailes, etc.—, lo cual conformó nuevas formas de sociabilidad entre hombres y mujeres opuestas al proyecto ilustrado e incluso moralmente condenables. Tal es el caso de los cortejos (capítulo 6) o los estereotipos de los petimetres y petimetras, cuyas identidades “ambiguas” constituían una transgresión del orden “natural” patriarcal (capítulos 7 y 8).

En esta sugerente última parte no sólo se analiza la clásica iconografía sobre los paseos y cortejos u objetos cotidianos que manifiestan estas nuevas prácticas sociales tales como naipes, tarjetas de visita o figurines de moda, sino que en toda ella resulta clave el mismo concepto de mirar: tal como indica Molina, es durante este siglo cuando definen las nuevas prácticas en las formas ver y ser visto, de construir las apariencias y señalar las identidades en función de la mirada de los demás. Así pues, se desarrolla un mirar “con criterio” ilustrado, como el del observador —puntualmente observadora— que reflexiona a partir de lo que contempla en la cotidianidad circundante, o el de la sátira, que impregnó el teatro breve y los grabados de la época (como los Caprichos de Goya).

En este sentido resulta muy interesante la reflexión que realiza Molina acerca del estereotipo del petimetre, blanco habitual de la sátira dieciochesca: “pese a la superficialidad de las críticas, la configuración del modelo y la descripción de sus comportamientos son expresivos de conflictos más hondos en el proceso de construcción de la identidad del siglo” (371,

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subrayado mío). Igual sucedería con otros estereotipos dieciochescos menos analizados en el trabajo, como el del majo, que necesita una revisión urgente con metodología similar. En efecto, a lo largo de las páginas y de las láminas analizadas y expuestas —es de agradecer la reproducción de la mayoría de ellas, lo cual facilita mucho la comprensión del texto—, Molina nos muestra aquello que subyace bajo las apariencias de las imágenes: una realidad mucho más compleja con conflictos más hondos, basados sobre todo en la contraposición de dos mundos, el de la tradición y la modernidad, que se superponen creando dialécticas sugerentes y sugestivas que anuncian la crisis del Antiguo Régimen sentando las bases para el Nuevo. Es, en definitiva, una excelente aportación de cara a hacer más interdisciplinar el siglo XVIII hispánico, no sólo por la información que proporciona sino también como modelo metodológico para futuras investigaciones.

∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂∂ José Checa Beltrán. Demonio y mode lo : Dos v i s iones de l l e gado e spaño l en la Franc ia i lus t rada . Madrid: Casa de Velázquez, 2014.

Ignacio López Alemany University of North Carolina, Greensboro

Tradicionalmente se ha asumido que la intelectualidad francesa del siglo

XVIII despreciaba y rechazaba casi sin fisuras la totalidad del legado literario-cultural español por asociarlo tanto a la Inquisición como a un conjunto de supersticiones pre-civilizadas. Quizá hasta ahora la única excepción notable dentro de la crítica haya sido la casi desconocida tesis de Daniel-Henri Pageaux titulada L’Espagne devant la conscience française au XVIIIe siècle (1715-1789) defendida en 1975 y cuya estela sigue este ensayo de Checa Beltrán. No obstante, mientras el texto de Pageaux se centra en el estudio de imágenes de España en la élite dieciochesca francesa, Demonio y modelo estudia las lecturas de esta misma élite sobre el legado cultural español.

El objetivo de este trabajo no busca revertir la asunción acrítica de ese rechazo francés generalizado de la cultura española, sino criticarla y someterla a examen para atemperarla y darle utilidad científica. Es, por tanto, una tarea lenta que requiere un rastreo documental metódico y minucioso. Para lograr su meta el autor debe de ir más allá de los philosophes sobre cuya opinión se ha construido la historiografía tradicional de este asunto y prestar mayor atención a otros intelectuales –en su mayoría cercanos al pensamiento enciclopedista, la masonería o el reformismo moderado– que, aunque críticos con el fanatismo religioso y la cerrazón al progreso científico, defendieron la aportación cultural española a través de publicaciones periódicas y otras contribuciones como el Tableau de l’Espagne

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Moderne y la monumental Bibliotèque Universelle des Romans (1775-1789) donde quizá se encuentre la más encendida apología de la novela española fuera de sus fronteras (94-109).

El resultado de la investigación de este libro concluye que quizá más que de desprecio deberíamos hablar de desconocimiento y desinterés por un legado cultural que, efectivamente, permanece lastrado por un imaginario nacional configurado por la leyenda negra, la Inquisición y la desproporcionada influencia de la Iglesia. No obstante, en este ensayo también descubrimos importantes excepciones y, conforma avanza el siglo, muestra un creciente interés y respeto por la contribución española al sustrato cultural común de Europa.

Un episodio referido en este ensayo es, sin embargo, sintomático del desequilibrio de la balanza de interés mutuo entre Francia y España durante este tiempo. Cuando las Mémoires de Trévox publican en 1742 un trabajo sobre “las cosas literarias de España,” Ignacio Luzán responde casi de inmediato con la publicación de una Carta (1743) dirigida a estos propios memorialistas francesas, los cuales no tienen conocimiento de este escrito sino hasta tres años más tarde, en 1747 (53).

Sin lugar a dudas el capítulo más fascinante y de mayor calado teórico del libro es el que lleva el título de “Interferencias.” En esta larga sección Checa Beltrán identifica tres ejes que determinan o interfieren en los juicios que un individuo o una nación hacen de los logros culturales foráneos: la ideología, el nacionalismo y el canon estético. De esta forma, por ejemplo, mientras los philosophes partirían de un prejuicio ideológico que los predispondría contra una España que asociaban con el fanatismo y el atraso, los intelectuales moderados, por el contrario, tendrían una disposición más favorable para recibir el legado cultural español debido a la sintonía política y diplomática entre ambas naciones (111-12). A su vez, esta sintonía diplomática y los varios “pactos de familia” entre ambas monarquías naturalmente también constituirían una interferencia en la recepción y valoración de lo español en una época en la que se llega a hablar de un sentimiento de “nacionalismo francoespañol” (125) dentro del cual España es un satélite asociado (aliado) de Francia. El último eje de interferencias sería el evidente antagonismo de los cánones estéticos de ambos países. Mientras Francia sostiene un clasicismo que se considera un rasgo de identidad nacional, el canon español prima una estética barroca que los franceses consideran propia de “gente poco refinada” (139) y que, por consiguiente, a ojos de sus mayores detractores, condena cualquier aportación cultural venida de España. Otros, sin embargo, buscan estrategias para evitar estos obstáculos y salvaguardar su posición proespañola. Para ello, explica Checa Beltrán, estos críticos utilizarían distintos mecanismos conciliadores tales como la alabanza y consideración de los autores más clasicistas como los mejores representantes de la literatura española; la negación del universalismo del clasicismo francés y defensa de una mayor flexibilidad de las normas estéticas; la aceptación de

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la “diferencia” y exotismo español; la traducción (o refundición) de los textos barrocos adaptándolos al gusto estético francés y, por, último, la confrontación de los textos españoles con los modelos clásicos grecorromanos en lugar de los franceses para evitar el enfrentamiento directo.

Por último, el libro se cierra con un capítulo dedicado a las dificultades de la España dieciochesca para comunicar sus avances tanto a Francia como al resto de Europa para tratar de romper los prejuicios que les impedían ver en la España borbónica una nación reformista y moderna que había roto con el pasado oscuro del decadente imperio de los austrias.

El lector de esta reseña habrá podido comprobar que este libro no busca provocar un brusco cambio en el rumbo de la historiografía tradicional sobre el modo en que Francia recibió el legado cultural español en el siglo XVIII. Por el contrario, se trata de un trabajo que sin falsas pirotecnias busca precisarla y puntualizarla para demostrar que la supuesta demonización del legado cultural español no fue tan generalizada ni tan negativa como se había pensado, sino que convivió con una corriente que apreciaba y admiraba algunas contribuciones españolas a la cultura europea, especialmente en el teatro y la novela. Este trabajo abre así una nueva vía de investigación que nos permite intuir unas relaciones culturales más complejas de lo que inicialmente creíamos y en las que las publicaciones periódicas, las relaciones diplomáticas y la sintonía entre los reformistas moderados a ambos lados de los Pirineos habrían jugado un papel relevante. El que el ensayo haya sido publicado por la Casa de Velázquez es, sin duda, un gracioso guiño histórico, pero también es un testimonio tangible de la pervivencia de esa sintonía y afinidad entre ambas naciones hoy.

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