RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUALrevistajuridica.uprrp.edu/wp-content/uploads/2019/...Núm. 3...

13
821 RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL ARTÍCULO JOSÉ JULIÁN ÁLVAREZ GONZÁLEZ * I. Sagardía de Jesús v. Hospital Auxilio Mutuo: el caso ......................................... 821 II. Sagardía de Jesús v. Hospital Auxilio Mutuo: las controversias....................... 823 A. Otra controversia sobre los efectos de un contrato de transacción ................................................................................................... 823 B. La responsabilidad de un hospital por los actos negligentes de un contratista independiente que brinda servicios a los pacientes ......................................................................................................825 C. La valoración de los daños ......................................................................... 830 L TÉRMINO DE 2009-2010 DEL TRIBUNAL SUPREMO DE PUERTO RICO PRODU- jo sólo una decisión sobre responsabilidad civil extracontractual que amerite comentarse. 1 I. S AGARDÍA DE J ESÚS V . H OSPITAL A UXILIO M UTUO : EL CASO La demandante se encontraba embarazada bajo el cuidado principal del Dr. Comas y el cuidado secundario de los doctores Catasús y Figueroa. El 2 de abril de 1993 acudió al Hospital Auxilio Mutuo por encontrarse en parto activo. El Dr. Comas procedió a romperle las membranas y el líquido amniótico reflejó la pre- sencia de meconio (materia fecal de feto). Como no había progreso en el parto, el Dr. Comas decidió practicarle una cesárea. Durante el parto estuvieron presentes, además del Dr. Comas, el Dr. Eliza (anestesiólogo), una anestesista y dos enfermeras. No estuvo presente un pediatra, aunque el hospital contaba con pediatras en su personal médico y a pesar del conocimiento previo de la existencia de meconio, lo que suele indicar que el feto esta en estrés. El niño nació cubierto de meconio. El Dr. Comas procedió a succionarlo y acto seguido lo entregó al cuidado del Dr. Eliza, quien succionó varios ccs. de meconio del bebé y lo entubó. Se le realizó la prueba de Apgar y a los cinco minutos de naci- * Catedrático, Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico. Agradezco la labor de inves- tigación y edición de Alba G. Reyes Santos, estudiante de tercer año de esta Escuela. 1 Sagardía de Jesús v. Hosp. Aux. Mutuo, 2009 TSPR 173, 177 DPR ___ (2009) (Kolthoff Caraballo, opinión mayoritaria). Las juezas Fiol Matta y Rodríguez Rodríguez concurrieron en el resultado sin opinión escrita. El Juez Presidente Hernández Denton emitió una disidencia parcial. E

Transcript of RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUALrevistajuridica.uprrp.edu/wp-content/uploads/2019/...Núm. 3...

Page 1: RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUALrevistajuridica.uprrp.edu/wp-content/uploads/2019/...Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 825 prueba que puedan tener sobre la

821

RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL

ARTÍCULO

JOSÉ JULIÁN ÁLVAREZ GONZÁLEZ*

I. Sagardía de Jesús v. Hospital Auxilio Mutuo: el caso ......................................... 821 II. Sagardía de Jesús v. Hospital Auxilio Mutuo: las controversias ....................... 823

A. Otra controversia sobre los efectos de un contrato de transacción ................................................................................................... 823

B. La responsabilidad de un hospital por los actos negligentes de un contratista independiente que brinda servicios a los pacientes ...................................................................................................... 825

C. La valoración de los daños ......................................................................... 830

L TÉRMINO DE 2009-2010 DEL TRIBUNAL SUPREMO DE PUERTO RICO PRODU-

jo sólo una decisión sobre responsabilidad civil extracontractual que amerite comentarse.1

I . SAG AR DÍ A DE JE S ÚS V . HO SP I T AL AUXI LI O MUT UO : E L C AS O

La demandante se encontraba embarazada bajo el cuidado principal del Dr. Comas y el cuidado secundario de los doctores Catasús y Figueroa. El 2 de abril de 1993 acudió al Hospital Auxilio Mutuo por encontrarse en parto activo. El Dr. Comas procedió a romperle las membranas y el líquido amniótico reflejó la pre-sencia de meconio (materia fecal de feto). Como no había progreso en el parto, el Dr. Comas decidió practicarle una cesárea. Durante el parto estuvieron presentes, además del Dr. Comas, el Dr. Eliza (anestesiólogo), una anestesista y dos enfermeras. No estuvo presente un pediatra, aunque el hospital contaba con pediatras en su personal médico y a pesar del conocimiento previo de la existencia de meconio, lo que suele indicar que el feto esta en estrés. El niño nació cubierto de meconio. El Dr. Comas procedió a succionarlo y acto seguido lo entregó al cuidado del Dr. Eliza, quien succionó varios ccs. de meconio del bebé y lo entubó. Se le realizó la prueba de Apgar y a los cinco minutos de naci-

* Catedrático, Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico. Agradezco la labor de inves-tigación y edición de Alba G. Reyes Santos, estudiante de tercer año de esta Escuela.

1 Sagardía de Jesús v. Hosp. Aux. Mutuo, 2009 TSPR 173, 177 DPR ___ (2009) (Kolthoff Caraballo, opinión mayoritaria). Las juezas Fiol Matta y Rodríguez Rodríguez concurrieron en el resultado sin opinión escrita. El Juez Presidente Hernández Denton emitió una disidencia parcial.

E

Page 2: RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUALrevistajuridica.uprrp.edu/wp-content/uploads/2019/...Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 825 prueba que puedan tener sobre la

822 REVISTA JURÍDICA UPR Vol. 80

do se le otorgó una puntuación de nueve. Esta anotación sobre el índice Apgar tenía grandes deficiencias en el récord médico.

Posteriormente, en la sala de infantes el bebé fue evaluado por el pediatra Dr. Sánchez, quien succionó ocho ccs. más del estómago y la tráquea. Por temor a que se desarrollara una infección, ordenó antibióticos, pero transcurrieron varias horas antes de que se le administraran. Dos horas más tarde se le diagnos-ticó pulmonía y, ante el deterioro continuo del bebé, fue trasladado tres horas después a la Unidad de Cuidado Intensivo Neonatal del Hospital de Damas en Ponce, ya que el Hospital Auxilio Mutuo no contaba con una para aquella fecha. La dilación en el traslado se debió a que el Auxilio Mutuo no tenía un protocolo para el traslado de infantes en condición crítica.

El bebé recibió tratamiento en el Hospital de Damas, pero su condición con-tinuó en deterioro, por lo que fue finalmente trasladado en ambulancia aérea al Miami Children’s Hospital. Estuvo en intenso tratamiento médico desde el 4 de abril hasta su fallecimiento el 27 de abril de 1993.

Los padres del bebé demandaron al Auxilio Mutuo, al grupo de ginecólogos-obstetras que atendió a su madre y al anestesiólogo Dr. Eliza. Alegaron que las actuaciones y omisiones negligentes de todos los demandados condujeron al fallecimiento del bebé a los 25 días de nacido. Los demandantes transigieron sus reclamaciones contra los ginecólogos-obstetras antes de que comenzara el juicio. Mediante el acuerdo de transacción, los demandantes recibieron $200,000 a cambio de exonerar a esos codemandados de toda reclamación contra ellos, por los demandantes y por los demás codemandados.

El Tribunal de Primera Instancia (TPI) permitió al Hospital y al Dr. Eliza presentar prueba contra los codemandados liberados, si así lo entendían perti-nente. Éstos manifestaron no tener interés en recobrar contra ellos. El TPI dictó sentencia en la que condenó al Hospital y al Dr. Eliza solidariamente. Determinó que el bebé probablemente hubiera sobrevivido si hubiera recibido atención médica temprana por parte del Dr. Eliza y del Hospital. Concluyó que el Dr. Eliza fue negligente al no solicitar un especialista, que el récord médico tenía serias deficiencias y que al succionar al bebé inicialmente lo hizo de forma negligente, como demuestra el hecho de que posteriormente se le extrajeron ocho ccs. más de meconio.

El tribunal condenó a los demandados a pagar solidariamente la cantidad de $809,778.52. Además, les impuso el pago de las costas, gastos y honorarios de abogado por temeridad, por la suma de $4,000, e intereses al 5.25% prevalecien-te. Instancia determinó que los únicos responsables por los daños eran el Hospi-tal y el Dr. Eliza, por lo que denegó una solicitud postsentencia para la determi-nación de responsabilidad de los codemandados relevados.

El Tribunal de Apelaciones modificó la sentencia. Resolvió que el Hospital no había incurrido en negligencia al contratar al equipo de anestesiólogos del Dr. Eliza y que no existió nexo causal entre los daños y la falta de un protocolo de traslado de infantes en condición crítica. Redujo a $34,000 la cuantía de $50,000 concedida a los demandantes por el daño físico sufrido por su hijo, tras descon-tar de la indemnización los días en que el bebé estuvo sedado o en coma. Tam-

Page 3: RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUALrevistajuridica.uprrp.edu/wp-content/uploads/2019/...Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 825 prueba que puedan tener sobre la

Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 823

bién redujo del monto total de la sentencia la cantidad recibida por los deman-dantes mediante el acuerdo de transacción con los demás codemandados.

I I . SAG AR DÍ A DE JE S ÚS V . HOSP IT A L AUX IL IO MU TU O : LA S

CO NTR OVE R SI AS

El Tribunal Supremo resuelve tres controversias en este caso. Primero, si procedía reducir de la sentencia la cantidad que los demandantes recibieron mediante el acuerdo de transacción con los codemandados relevados. Segundo, si el hospital responde vicariamente por los actos negligentes de un contratista independiente que brinda servicios a los pacientes del hospital. Por último, si procedía la disminución de la cuantía concedida a los demandantes por concep-to de los daños sufridos por el bebé antes de morir.

Discutiré por separado estas tres controversias.

A. Otra controversia sobre los efectos de un contrato de transacción

Una vez más el Tribunal se da a la tarea de interpretar un contrato de transacción y sus efectos en la relación interna entre los cocausantes de un daño. Las decisiones anteriores al respecto fueron S.L.G. Szendrey v. Hospicare, Inc.,2 Blás v. Hospital Guadalupe3 y US Fire Insurance v. A.E.E.4

En el caso que comento, el Tribunal reitera su resumen en US Fire sobre las dos distintas alternativas que pueden surgir a raíz de un contrato de transac-ción.5 El primer tipo de transacción presenta la situación tipo Szendrey. Si el de-mandante liberó de toda responsabilidad al codemandado con quien transige, debe descontarse de la sentencia final el porcentaje de responsabilidad imputado al codemandado relevado. De esta forma, otros cocausantes no pagarán más de lo que les corresponde por su responsabilidad interna; pagarán solidariamente de acuerdo a la suma de sus porcentajes de responsabilidad, excluyendo la que se impute a los cocausantes relevados. En este tipo de situación, el demandante asume el riesgo de recibir mediante transacción menos de lo que le corresponde-ría por sentencia, por lo que también se justifica que pueda terminar recibiendo más de lo que en su día la sentencia disponga. Por tal razón, el Tribunal reitera que si finalmente se determina que el codemandado relevado no incurrió en

2 S.L.G. Szendrey v. Hospicare, Inc., 158 DPR 648 (2003) (Andréu García). Comenté favorable-mente esta decisión en José Julián Álvarez González, Responsabilidad civil extracontractual, 76 REV. JUR. UPR 763, 794-801 (2007).

3 Blás v. Hospital Guadalupe, 167 DPR 439 (2006) (Hernández Denton). Comenté favorablemen-te esta decisión en Álvarez González, supra nota 2.

4 US Fire Insurance v. AEE, 174 DPR 846 (Rodríguez Rodríguez). Comenté favorablemente este caso en José Julián Álvarez González, Responsabilidad civil extracontractual, 79 REV. JUR. UPR 461, 465 (2010).

5 Sagardía, 2009 TSPR 173, en las págs. 14-18 (Kolthoff Caraballo, opinión mayoritaria).

Page 4: RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUALrevistajuridica.uprrp.edu/wp-content/uploads/2019/...Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 825 prueba que puedan tener sobre la

824 REVISTA JURÍDICA UPR Vol. 80

responsabilidad, éste no puede recobrar lo pagado y los cocausantes no tienen nada que nivelar, contra ese codemandado ni contra el demandante que se colo-có en sus zapatos.

El segundo tipo de transacción es la que ilustran Blás y US Fire: aquella en la que los demandantes liberan a algún cocausante solamente frente a ellos, por lo que los cocausantes no relevados tendrán que pagar la totalidad de la sentencia y tendrán una acción de nivelación contra los cocausantes relevados. En este se-gundo tipo de situación, se reduce de la sentencia final la cantidad obtenida me-diante transacción. De esta forma se evita que el demandante, sin asumir riesgo alguno, recobre el monto total de la sentencia más la cantidad obtenida median-te transacción.

El Tribunal correctamente razonó que el acuerdo en el caso que nos ocupa era del primer tipo, por cuanto liberó a los codemandados ginecólogos tanto en la relación interna como en la externa.6 Eso significa que los demandantes asu-mieron la porción de responsabilidad que se les pudiera imputar a esos code-mandados relevados. Al asumir el riesgo de recobrar menos, el demandante que transige de esta forma no está recibiendo una doble compensación si luego se resuelve que el codemandado relevado no incurrió en responsabilidad; simple-mente, a fin de cuentas, el demandante hizo un buen negocio, cosa incierta cuando suscribió el acuerdo.7 Toda vez que en el caso que nos ocupa a los code-mandados relevados no se les imputó responsabilidad alguna, los demandantes no debían asumir porción alguna de responsabilidad. Por lo tanto, la cuantía recibida como parte de la transacción no debió ser descontada de la sentencia final y los codemandados tienen que pagar la totalidad de la sentencia, sin des-cuento nominal ni porcentual.8

Es sobre este aspecto que se produjo el disenso del Juez Presidente. Su opi-nión disidente sostuvo que se debió devolver el caso a instancia para la presenta-ción de prueba contra los demandados relevados.9 A su juicio, la presentación de esa prueba correspondía a los demandantes y no a los codemandados no libera-dos, por cuanto estos últimos, bajo la norma de Szendrey, no podían instar una reclamación contra los codemandados liberados.10

Opino que el disenso no tiene razón. Lo que tras Szendrey no cabe es que los codemandados liberados para todos los fines permanezcan en el pleito o se les traiga como terceros con el fin de ejercer una acción de nivelación. No obstante, permanece en el pleito la parte demandante, que se colocó en los zapatos de los liberados. Los no liberados tienen todo el incentivo del mundo para presentar la

6 Id. en las págs. 19-20.

7 Id. en las págs. 20-21.

8 Id. en la pág. 21.

9 Id. en la pág. 3 (Hernández Denton, opinión disidente).

10 Id. en la pág. 8 (Hernández Denton, opinión disidente).

Page 5: RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUALrevistajuridica.uprrp.edu/wp-content/uploads/2019/...Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 825 prueba que puedan tener sobre la

Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 825

prueba que puedan tener sobre la responsabilidad de los liberados, pues eso po-dría afectar el porcentaje de responsabilidad comparada que, mediante el contra-to de transacción, el demandante aceptó que pudiere imputársele. Los code-mandados no liberados en el caso que nos ocupa rehusaron presentar esa prue-ba. No tiene razón el Juez Presidente de que ello correspondía a la parte deman-dante. Habiendo aceptado ocupar el lugar de los liberados, y asumir las conse-cuencias jurídicas de cualquier responsabilidad que se pudiera fijar a éstos, los demandantes eran los menos indicados para asumir esa obligación. Imponérselas sería poco menos que propiciar la colusión.

En fin, los demandados no liberados tuvieron la oportunidad de reducir su responsabilidad presentando prueba contra los liberados, ahora representados por los demandantes. Estos últimos habrían tenido entonces la oportunidad de contrarrestar esa prueba, que podría afectarles. Los no liberados, por las razones que fueran, no aprovecharon esa oportunidad, lo que significó que instancia no halló responsabilidad alguna de los liberados. Por tanto, no procedía reducir en nada el monto de la sentencia ni imputar responsabilidad alguna a los deman-dantes. Los demandantes hicieron un buen negocio. El comportamiento procesal de los demandados no liberados lo ratificó. En esas circunstancias, no se justifi-caba dar a esos demandados un segundo turno al bate, como propuso el disenso.

B. La responsabilidad de un hospital por los actos negligentes de un contratis-ta independiente que brinda servicios a los pacientes

En cuanto a la responsabilidad del hospital, el Tribunal atiende dos asuntos. En primer lugar, descarta con facilidad que en este caso pudiera imponerse res-ponsabilidad al hospital por la falta de un protocolo para el traslado de infantes en estado crítico. El Tribunal confirma en este aspecto al Tribunal de Apelacio-nes, que no impuso responsabilidad al hospital, ya que los demandantes no pro-baron que el traslado fuera negligente o que la falta de protocolo afectara al me-nor, por lo que no establecieron relación causal entre el traslado y el daño.11 No hay razón para criticar este aspecto que descansa en el récord del caso.

El segundo aspecto sobre la responsabilidad del hospital es el más importan-te y despeja una incertidumbre que aún existía en nuestra jurisprudencia. Salvo un aspecto técnico, coincido con el resultado y el razonamiento del Tribunal.

El Tribunal se pregunta si un hospital debe responder por los actos culposos o negligentes de contratistas independientes a quienes contrate para proveer servicios a los pacientes.12 En este caso se trataba del contrato de exclusividad con el grupo de anestesiólogos del que el Dr. Eliza formaba parte. Tras examinar su jurisprudencia anterior, el Tribunal contesta en la afirmativa esa interrogante.

11 Id. en las págs. 22-23 (Kolthoff Caraballo, opinión mayoritaria).

12 Id. en la pág. 32 (Kolthoff Caraballo, opinión mayoritaria).

Page 6: RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUALrevistajuridica.uprrp.edu/wp-content/uploads/2019/...Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 825 prueba que puedan tener sobre la

826 REVISTA JURÍDICA UPR Vol. 80

El Tribunal13 repasa su anterior decisión en Márquez Vega v. Martínez Rosa-do.14 Allí resolvió que un hospital responde vicariamente por aquellas personas que sean empleadas suyas y causen daños a un paciente. Igualmente resolvió que, aunque normalmente el hospital no responde por actos de impericia come-tidos sobre sus pacientes privados por médicos que meramente disfrutan del privilegio de utilizar las facilidades del hospital, podría responder por vía de ex-cepción si sabía o debía saber que ese médico era, por diversas razones, un riesgo para sus pacientes, por lo que debió haberle suspendido los privilegios. Asimis-mo Márquez Vega anunció que si el hospital recibe al paciente y lo encomienda a un médico privado que no es su empleado, sino meramente ostenta privilegios, responderá conjuntamente con ese médico, por ser el hospital el que inicialmen-te contrató con el paciente.

Lo que quedó sin resolver en Márquez Vega15 fue la posible responsabilidad del hospital por los actos culposos o negligentes en que incurran otros dos tipos de profesionales que pueden encontrarse en esa institución: 1) aquellos que, aunque no son empleados del hospital, formen parte de su staff, disponibles para consultas de otros médicos, e incurran en responsabilidad cuando realicen esa función;16 y, 2) los concesionarios de una franquicia exclusiva para prestar servi-cios en el hospital, como por ejemplo, anestesiólogos, radiólogos y servicios de sala de emergencia. Sobre esto último es que versa Sagardía.

Ya el Tribunal había resuelto el reverso de esta moneda en el primer episodio del caso de Blás.17 Allí resolvió que los médicos que prestan servicios con carácter de exclusividad a un hospital pueden ser responsables, solidariamente con el hospital, si este último carece del equipo necesario y básico para operar la conce-sión adecuadamente. Esa solución ya parecía adelantar la que adoptó el caso de Sagardía: el hospital responde conjuntamente con el médico que provee los ser-vicios de exclusividad cuando el primero cometa actos de impericia al proveer esos servicios.

El Tribunal de Sagardía razona por analogía a partir de sus pronunciamien-tos en Márquez Vega.18 Si el hospital responde por los actos de impericia de los médicos privados que el propio hospital seleccione para dar atención a un pa-ciente que llega sin médico al hospital, igualmente debe responder por los daños

13 Id. en las págs. 32-37 (Kolthoff Caraballo, opinión mayoritaria).

14 Márquez Vega v. Martínez Rosado, 116 DPR 397 (1985) (Rebollo López).

15 Id. en la pág. 402 n.5.

16 Creo probable que en un caso apropiado se impondrá responsabilidad por este tipo de médico por esa labor de consulta, que es esencial para el funcionamiento del hospital y sobre la que éste deriva beneficios. El razonamiento del caso que comento, como veremos, parece enteramente aplica-ble a este tipo de profesional. Así también quedó implícito en dicta en Núñez v. Cintrón, 115 DPR 598, 606 (1984) (Negrón García), y en Error! Main Document Only.el propio Márquez Vega, 116 DPR en las págs. 407-408.

17 Blás v. Hosp. Guadalupe, 146 DPR 267, 323, 350 (1998) (Rebollo López).

18 Sagardía, 2009 TSPR 173, en las págs. 35-37.

Page 7: RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUALrevistajuridica.uprrp.edu/wp-content/uploads/2019/...Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 825 prueba que puedan tener sobre la

Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 827

de los médicos que operan concesiones del hospital con carácter de exclusividad. Ambos casos comparten el elemento vital de que el paciente contrata con el hospital y no tiene forma de procurar un servicio distinto al que el hospital le provee. Es el hospital quien le impone ese médico al paciente.

Con lo único que discrepo de esta parte de la opinión es con la aseveración del Tribunal de que en estos casos de concesionarios, la responsabilidad solidaria del hospital, conjuntamente con el médico, es primaria y directa, no vicaria.19 El Tribunal parece confundir la diferencia entre responsabilidad propiamente vica-ria y responsabilidad directa. La confusión parece surgir de su aseveración de que el hospital tiene una responsabilidad directa y primaria hacia el paciente.20 Eso es cierto, pero en nada ayuda a resolver por qué el hospital responde ante el paciente por actos imperitos de su concesionario.

La diferencia es importante. La responsabilidad propiamente vicaria es aque-lla que no puede rehuirse de forma alguna por la persona llamada a responder por actos de un tercero. El mejor ejemplo es la responsabilidad del patrono por actos culposos de su empleado en el curso del empleo. En esos casos, nuestra jurisprudencia no ha permitido que el patrono se releve mediante prueba de que seleccionó, adiestró e instruyó al empleado como un buen padre o madre de familia lo hubieran hecho y que, a pesar de ello, el empleado cometió el acto torticero.21 Es decir, en los casos de responsabilidad propiamente vicaria no se permite al llamado a responder por otro invocar el último párrafo del artículo 1803 del Código civil.22 La jurisprudencia demuestra que un patrono jamás ha logrado invocar con éxito ese último párrafo. Tampoco se ha podido invocar en otra circunstancia, bajo otra ley que también impone responsabilidad propia-mente vicaria: la Ley de Vehículos y Tránsito, que hace responsable al dueño de un vehículo de motor por los actos torticeros de un conductor a quien ese dueño entregó “de forma expresa o implícita” la posesión del vehículo.23

Por el contrario, la responsabilidad primaria y directa es aquella que permite la invocación de ese último párrafo del artículo 1803 y, por ende, permite que, en circunstancias apropiadas, el llamado a responder por hechos ajenos se releve de

19 Id. en la pág. 36.

20 Id.

21 Véase, e.g., Parrilla v. Ranger American of PR, 133 DPR 263 (1993); Martínez v. Comunidad Mateo Fajardo, 90 DPR 461 (1964); Mártir Santiago v. Pueblo Supermarket, 88 DPR 229 (1963).

22 CÓD. CIV. PR art. 1803, 31 LPRA § 5142 (2010) (donde se establece: “La responsabilidad de que trata esta sección cesará cuando las personas en él mencionadas prueben que emplearon toda la diligencia de un buen padre de familia para prevenir el daño”).

23 Ley de Vehículos y Tránsito de 2000, Ley Núm. 22 de 7 de enero de 2000, 9 LPRA § 5621 (2004). Al respecto, véase, e.g., McGee Quiñones v. Palmer, 91 DPR 464 (1964) (Blanco Lugo); Cordero San-tiago v. Lizardi Caballero, 89 DPR 150 (1963) (Blanco Lugo). Hace años argumenté –y reitero– que la responsabilidad de los padres debe considerarse también propiamente vicaria, como de facto ocurre en España. Véase José Julián Álvarez González, Responsabilidad civil extracontractual, 72 REV. JUR. UPR 615, 624 y n.33 (2003). No percibo diferencias significativas que deban suponer un tratamiento distinto en esos casos que el que recibe la relación patrono-empleado.

Page 8: RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUALrevistajuridica.uprrp.edu/wp-content/uploads/2019/...Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 825 prueba que puedan tener sobre la

828 REVISTA JURÍDICA UPR Vol. 80

responsabilidad. El ejemplo paradigmático en nuestro Derecho es la responsabi-lidad que el propio artículo 1803 impone a los padres por los actos torticeros de los hijos menores que vivan en su compañía.24 Otro ejemplo es la responsabili-dad del acreedor embargante por actos del depositario.25

La razón por la que no conviene decir que en una situación como la que pre-sentó Sagardía la responsabilidad de los hospitales es primaria y directa, y no vicaria, es porque de la propia narración de hechos y derecho que hace el Tribu-nal en ese caso surge que nada hubiera podido hacer el hospital para librarse de responsabilidad por la actuación imperita del anestesiólogo a quien confirió una concesión exclusiva. Llamar a esa responsabilidad primaria y directa podría suge-rir a un hospital que sea demandado en el futuro por este tipo de situación, que puede invocar el último párrafo del artículo 1803. Puede sugerir, asimismo, que los tribunales del país pueden aplicar esa norma. El razonamiento en Sagardía, sin embargo, claramente marcha en dirección contraria. Dos decisiones anterio-res ya apuntaban en esa dirección y sugieren que el hospital sólo podrá invocar el último párrafo del artículo 1803 cuando se trate de actos torticeros cometidos por un médico que meramente recibió el privilegio de usar las facilidades del hospital.26

Un último comentario sobre este aspecto del caso. Como el Tribunal reitera-damente reconoce, el anestesiólogo Dr. Eliza era un contratista independiente del hospital, no un empleado de éste. Aun así, el Tribunal responsabilizó solida-riamente al hospital por el acto torticero que cometió su contratista indepen-diente.

El tratamiento de la figura del contratista independiente en nuestra juris-prudencia no es un paradigma de coherencia doctrinal. En los primeros casos, el

24 Véase, e.g., López v. Porrata, 156 DPR 503 (2002) (Hernández Denton); Monllor v. Soc. de Gananciales, 138 DPR 600 (1995) (Naveira); Álvarez v. Irizarry, 80 DPR 63 (1957) (Pérez Pimentel); Cruz v. Rivera, 73 DPR 682 (1952) (Ortiz).

25 Rodríguez Soto v. Adorno, 104 DPR 640 (1976) (Negrón García).

26 La primera de ellas es Núñez v. Cintrón, 115 DPR 598, 606 (1984) (Negrón García), que anunció en dictum que “en su relación externa frente al paciente, el hospital es responsable de los actos negli-gentes de uno de los médicos de su facultad (staff)”. La segunda de estas decisiones es el propio caso de Márquez Vega, 116 DPR en la pág. 407; allí el Tribunal sostuvo:

[N]o hace diferencia alguna que el doctor que atienda al paciente sea o un empleado pro-piamente del hospital, o uno a quien el hospital le haya concedido una ‘franquicia’ para brindar servicios médicos especializados a los pacientes del mismo, o uno que es miembro de la facultad (staff) del hospital y a quien éste llama en consulta para atender al paciente.

Id. (citas omitidas).

Luego añadió, citando a Chase:

Por último, a pesar de que el médico no empleado pudiera ser considerado como un ‘con-tratista independiente’, no hay duda de que el hospital resulta principalmente beneficiado por la labor que realiza el médico, por lo que entendemos que la institución debe respon-der por los actos negligentes de aquél.

Id. en la pág. 408.

Page 9: RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUALrevistajuridica.uprrp.edu/wp-content/uploads/2019/...Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 825 prueba que puedan tener sobre la

Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 829

Tribunal aplicó estrictamente esa figura para relevar de responsabilidad al prin-cipal.27 Luego comenzó a encontrar excepciones a esa norma,28 como la que pos-tula que el principal no puede librarse de responsabilidad si la consecuencia da-ñosa de los actos del contratista independiente es un “riesgo peculiar” de la acti-vidad que se encomienda a ese contratista. Finalmente, el Tribunal pareció abolir toda protección de esta doctrina en la segunda parte de la decisión en Martínez v. Chase Manhattan Bank.29 En la primera parte de ese caso, el Tribunal aplicó la excepción mencionada y sostuvo, de forma poco convincente, que las agresiones de un agente de cobros a un deudor son un riesgo peculiar del negocio de cobro de deudas, por lo que el principal que contrata a una agencia de cobros debe ser solidariamente responsable con ésta por ese tipo de daño. No obstante, en la segunda parte de Chase el Tribunal sostuvo que además el principal debe res-ponder por los actos torticeros del contratista independiente porque deriva be-neficio económico de sus gestiones.30 Por supuesto, ese beneficio económico es de la esencia de la figura del contratista independiente. El propósito de esa doc-trina del common law es precisamente permitir que el principal derive ese bene-ficio económico sin, como regla general, incurrir en responsabilidad. Por lo tan-to, esas manifestaciones en Chase sugerían que la doctrina del contratista inde-pendiente había quedado atrás; que no había diferencia esencial entre el princi-pal y el patrono a la hora de imponer responsabilidad vicaria.31

No obstante, dos decisiones posteriores insuflaron nueva vida a la doctrina del contratista independiente. La primera de ellas, López v. Gobierno Mun. de Cataño,32 aplicó ambos elementos de la doctrina de Chase para liberar de respon-sabilidad a un principal. Se trataba de un accidente de tránsito causado por un contratista independiente a quien el municipio había contratado para desyerbar un predio. El contratista arrolló a un peatón mientras regresaba de depositar el producto del desyerbe en el vertedero. En la primera parte de su opinión, el Tri-bunal sostuvo que ese accidente de tránsito no era un “riesgo peculiar” de la la-bor para la que el municipio había contratado al agente, sino más bien se debió a la “inobservancia de precauciones de rutina, que toda persona debe usualmente

27 Bonet v. Municipio de Barceloneta, 87 DPR 81 (1963) (Blanco Lugo).

28 Barrientos v. Gob. de la Capital, 97 DPR 552 (1969) (Torres Rigual).

29 Martínez v. Chase Manhattan Bank, 108 DPR 515 (1979) (Díaz Cruz).

30 Id. en la pág. 524 (énfasis suplido).

31 Ya el Tribunal implícitamente había sugerido que en un caso apropiado adoptaría la norma que Chase enunció en su segunda parte. Tres años antes, en Vélez Colón v. Iglesia Católica, 105 DPR 123 (1976), el Tribunal había rehusado imponer responsabilidad a la iglesia por los actos torticeros causados por unos fuegos artificiales en una verbena. El Tribunal examinó los hechos y concluyó que los feligreses, mas no la iglesia, habían sido los promotores de la verbena. Tras su examen del dere-cho aplicable, concluyó que el mero beneficio económico no es suficiente para imponer responsabili-dad a quien se beneficie; que es necesario un nexo jurídico previo entre el beneficiario y quien realice el acto torticero mientras procura el beneficio económico del primero. Ese nexo jurídico es precisa-mente el que existe en la figura del contratista independiente.

32 López v. Cruz Ruiz, 131 DPR 694 (1992) (Fuster Berlingeri).

Page 10: RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUALrevistajuridica.uprrp.edu/wp-content/uploads/2019/...Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 825 prueba que puedan tener sobre la

830 REVISTA JURÍDICA UPR Vol. 80

tomar”.33 En la segunda parte, la opinión aplicó el segundo criterio de Chase y sostuvo que el municipio no era una organización con fines de lucro, por lo que no derivaba beneficio económico de la labor del contratista independiente.34

La más reciente manifestación de la doctrina del contratista independiente antes de Sagardía puso en tela de juicio la continuada vitalidad del segundo ele-mento de Chase. En Pons v. Engebretson,35 el Tribunal se enfrentó a los serios daños que sufrió una niña a la que impactó una escalera. Un médico contrató a un contratista independiente para que derribara dos palmas que estaban frente a su residencia. Tras derribar la primera palma, los empleados del contratista to-maron un descanso y dejaron la escalera apoyada de la segunda palma, sin suje-tarla a ésta. Así fue que la escalera cayó, en el preciso momento en el que la niña pasaba por allí. El Tribunal liberó de responsabilidad al médico, tras concluir que éste contrató a una persona muy experimentada y que lo que ocurrió no fue un riesgo peculiar de la actividad de derribar árboles, sino la inobservancia de una precaución de rutina. El Tribunal, sin embargo, no discutió en absoluto el se-gundo criterio de Chase a pesar de que, si lo hubiera hecho, hubiera podido con-cluir que el principal no derivaba beneficio económico de la actividad por cuanto la obra era en su residencia y no como parte de una actividad lucrativa.

Llama la atención que el Tribunal de Sagardía no haya abordado esta juris-prudencia a la hora de imponer responsabilidad al hospital por los actos tortice-ros cometidos por su contratista independiente. Tal parece que este caso reitera una norma que es sólo aplicable a la provisión de servicios de salud, como lo habían sugerido previamente Núñez v. Cintrón36 y Márquez Vega v. Martínez Rosado.37 Debemos aguardar a otra ocasión para despejar la incertidumbre en que se encuentra sumida la doctrina del contratista independiente.

C. La valoración de los daños

El último aspecto del caso que amerita mención se relaciona con la partida de daños de $50,000 que el TPI otorgó a los padres del bebé como herederos de su hijo, por los sufrimientos que éste padeció durante sus 25 días de vida. El TPI había explicado que llegó a esa suma a base de valorar en $2,000 por día esos daños del bebé.38 El Tribunal de Apelaciones modificó la suma global para elimi-

33 Id. en la pág. 708.

34 Id. en las págs. 710-11.

35 Pons v. Engebretson, 160 DPR 347 (2003) (Naveira).

36 Núñez v. Cintrón, 115 DPR 598 (1984) (Negrón García). En ese caso, en un largo dictum sobre la posible responsabilidad de un hospital por los actos torticeros de médicos a quienes ha conferido el privilegio de usar sus facilidades, el Tribunal sentenció: “El concepto de contratista independiente ha quedado relegado”. Id. en la pág. 606.

37 Márquez Vega v. Martínez Rosado, 116 DPR 397, 407 (1985) (Rebollo López). Véase el pasaje citado, supra nota 26.

38 Sagardía, 2009 TSPR 173, en la pág. 30 (Kolthoff Caraballo, opinión mayoritaria).

Page 11: RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUALrevistajuridica.uprrp.edu/wp-content/uploads/2019/...Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 825 prueba que puedan tener sobre la

Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 831

nar aquellos días en los que el bebé estuvo inconsciente.39 El Tribunal Supremo reinstaló la suma original.

El Tribunal anunció que no es prudente valorar los daños morales a base de días, sino que lo procedente es otorgar una suma global por ese concepto.40 No obstante, interpretó que eso fue lo que hizo instancia y concluyó que la deferen-cia hacia la valoración por el juez de instancia justificaba mantener intacta la suma originalmente adjudicada.41

Como parte de su discusión de esta controversia, el Tribunal entró en una larga disquisición sobre el daño moral y su naturaleza.42 Un aspecto de esos pro-nunciamientos merece destacarse, por cuanto puede tener consecuencias futuras y ser objeto de confusión. El Tribunal correctamente reconoce que el dolor físico y el dolor síquico son ambos manifestaciones de daño moral.43 Pero, en la parte crucial de la opinión, en la que explica que el Tribunal de Apelaciones erró al modificar la partida concedida a los padres por los sufrimientos del bebé en vida, el Tribunal anunció que la propia lesión corporal es indemnizable por sí misma, aun cuando la víctima esté inconsciente y no pueda percibir dolor físico ni síqui-co.44

Esa manifestación es discutible. En ella el Tribunal parece incurrir en lo que desde 1977 el profesor Cappalli consideró un error bastante común en nuestra jurisprudencia: dar valor intrínseco a la lesión, en vez de a sus manifestaciones y consecuencias, como son el dolor físico, el dolor síquico y las consecuencias pa-trimoniales que esa lesión pueda producir.45 Ese pronunciamiento del Tribunal,

39 Id.

40 Id. en la pág. 30 n.46.

41 Id. en la pág. 30.

42 Id. en las págs. 23-29.

43 Id. en las págs. 26-27.

44 Id. en las págs. 30-31. El pasaje en cuestión amerita citarse:

[L]a compensación de cincuenta mil dólares ($50,000.00) era por concepto de los daños y sufrimientos físicos de Miguel Alfonso. No sólo por los dolores físicos que sufrió, sino por el concepto más abarcador del daño moral, entre los cuales se encuentran las lesiones cor-porales. Es evidente que el pequeño Miguel Alfonso estuvo algunos días sedado y en estado de coma como consecuencia de una afección a su integridad corporal, producto de un acto de impericia médica. Esta lesión corporal, así como su afección a su facultad de sentir, son compensables. El que una persona esté en estado de coma o sedada como consecuencia de un acto torticero, constituye una lesión corporal compensable como daño moral. Dicha com-pensación no se fundamenta en la percepción del dolor solamente sino, entre otras cosas, en la lesión que sufrió, la cual la mantiene en la condición comatosa o imperceptible al dolor.

Id. (citas omitidas).

45 Richard B. Cappalli, Tort Damages in Puerto Rico, 46 REV. JUR. UPR 241, 282 (1977). Señala este autor:

One finds a disturbing number of references . . . to compensation for “the injury.” If that is just a short-hand way of speaking about certain elements of damage, such as lost earnings

Page 12: RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUALrevistajuridica.uprrp.edu/wp-content/uploads/2019/...Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 825 prueba que puedan tener sobre la

832 REVISTA JURÍDICA UPR Vol. 80

además, pone en tela de juicio decisiones anteriores en las que el Tribunal rehu-só indemnizar el daño moral de personas que no estaban conscientes de haberlo sufrido.46

Confío en que para futuras ocasiones el Tribunal ponga más énfasis sobre el pronunciamiento con el que terminó su consideración de este tema, en el que adujo que no hubo prueba alguna de que el niño no sufrió mientras estuvo seda-do o inconsciente,47 que sobre sus manifestaciones sobre el valor intrínseco de una lesión, independiente del valor de las consecuencias de ésta.

Para concluir, una referencia a otro señalamiento que el Tribunal hizo en su exposición doctrinal. Recordó que anteriormente ha expresado que “durante los primeros meses de infancia una niña no podía, como tal, sufrir daños mentales dentro del significado jurídico-compensatorio”.48 Esta reiterada manifestación merece tomarse con cautela, ya que puede ser fuente de confusión e injusticia, como ya lo ha sido en el pasado.

En apoyo a esa manifestación el Tribunal citó a Riley v. Rodríguez de Pache-co.49 En ese caso la niña demandante sufrió daños serios y permanentes como consecuencia de impericia durante el parto. El Tribunal redujo a $400,000 la partida de $800,000 que por daños físicos y mentales concedió instancia.50 Entre varios factores que adujo en apoyo de su actuación, el Tribunal expresó que “por su corta edad, durante los primeros meses de su infancia, la niña Sylvia no podía,

and pain and suffering, there is no ground for complaint. I have a suspicion, however, that some people in the legal world may think that the injury itself, apart from its consequenc-es, may be worth something. That may be the apparent scheme in Workmen’s Compensa-tion, where the loss of parts of the body brings certain statutory amounts to the victim. It is certainly not acceptable under tort damage law where the idea is to compensate for spe-cific economic and emotional consequences of the injury. We must keep in mind that it is not the injury itself which provokes the compensation, it is its consequences. Even under the legislative compensatory systems the lump sums are not more than pre-determined economic valuations of the loss consequences of certain bodily injuries.

Id. (citas omitidas).

46 Véase, e.g., Publio Díaz v. ELA, 106 DPR 854, 872-73 y n.23 (1978) (Negrón García); Zeno Molina v. Vázquez Rosario, 106 DPR 324, 327 (1977) (Dávila).

47 Sagardía, 2009 TSPR 173, en la pág. 31, n.47, expresó:

Por otro lado, no surge del expediente ningún tipo de prueba pericial o científica que sostenga la conclusión de que el niño no sintió dolor los días que estuvo sin intubar y sin agujas por todo el cuerpo y los días en que estuvo sedado, como sostuvo el foro apelativo en su sentencia.

Id.

48 Id. en la pág. 28.

49 Riley v. Rodríguez de Pacheco, 119 DPR 762, 804, 806 (1987) (Negrón García).

50 Éste es un ejemplo de lo que parece ser una tendencia del Tribunal a aplicar una especie de regla de dos a la hora de intervenir con las partidas de daños concedidas por instancia. No es éste el lugar para hacer un listado de los varios casos que reducen los daños dividiendo entre dos, pero para un ejemplo que viene a la mente inmediatamente, véase Nieves Cruz v. UPR, 151 DPR 150 (2000). (Fuster Berlingeri).

Page 13: RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUALrevistajuridica.uprrp.edu/wp-content/uploads/2019/...Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 825 prueba que puedan tener sobre la

Núm. 3 (2011) RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL 833

como tal, sufrir daños mentales dentro del significado jurídico-compensatorio”.51 Justificó ese pronunciamiento con una cita de Correa v. Autoridad Fuentes Flu-viales.52

Si lo que el Tribunal ha querido decir en estos casos es que durante esa corta infancia, no se concederán daños morales por incapacidad de percibirlos, no habría mayores reparos.53 El problema, sin embargo, es que esa manifestación puede servir --y ha servido-- para negar daños morales a niños pequeños que tal vez no los perciben cuando se adjudica el caso, pero los padecerán durante el resto de sus vidas. Rehusar conceder daños morales a un infante por la pérdida de un padre o madre, aunque sea de crianza, como fue el caso en Correa, es igno-rar una realidad que parece irrefutable. Si bien el infante tal vez no haya estado en posición de conocer a ese ser querido, el sentido de su ausencia y la falta de su amor y apoyo durante el resto de la vida del ahora infante puede ser tan o más serio que el que experimentarán otros seres queridos que sí conocieron a la per-sona fallecida.54 De eso no se trataba en Sagardía, pero la reiteración de Riley y de Correa, sin más, debe preocupar.

Confío en que en una ocasión posterior el Tribunal podrá corregir sus mani-festaciones pasadas que, mal interpretadas, podrían consagrar una seria injusti-cia contra litigantes de corta edad que sufrirán tanto o más que sus mayores.

51 Riley, 119 DPR en la pág. 804.

52 Correa v. Autoridad Fuentes Fluviales, 83 DPR 144, 160 (1961) (Santana Becerra).

53 Pero véase infra nota 54.

54 Para un argumento similar, véase Cappalli, supra nota 45, en la pág. 272. Véase también el interesante estudio sobre el dolor del Dr. Ramón Isales, en el que, entre otras cosas, critica la actitud judicial de infravalorar los sufrimientos mentales de los niños de corta edad y sostiene, con vista a literatura científica, que estos eventos pueden quedar “registrados y codificados en el cuerpo y el cerebro de la persona, y en el futuro pueden producir los correlativos cambios fisiológicos que se observan en las neurosis y las enfermedades sicosomáticas”. Ramón Isales, El dolor y la angustia mental, 5 REV. ACAD. PUERT. DE JUR. Y LEG. 155, 174 (1998), disponible en http://academiajurisprudenciapr.org/pdf/Revista_Volumen_V.pdf.

El Tribunal, sin embargo, ha sido más consciente de la perdurabilidad del sufrimiento cuando se trata de un padre que sufre por el infortunio de su hijo. Según sentenció en Moa v. E.L.A., 100 DPR 573, 587 (1972) (Hernández Matos):

Sufrir moralmente el padre por el infortunio del hijo, es, en términos generales, un hábito ordinario de la vida, un proceso psíquico inevitable en todo ser humano normal. Ello es de reconocimiento común y general, notorio e indisputable, que en el nivel de las pruebas, es o debe ser de conocimiento judicial, aun cuando no se ofrezca evidencia alguna al efecto.

Id. Sobre la última oración citada, sin embargo, el Tribunal luego resolvió algo muy distinto. Una sentencia posterior, decidida por votación 4-3, sostuvo que, salvo que se estipulen sus testimonios, no puede concederse indemnización a un demandante que no testifique respecto a sus propios daños morales, derivados del sufrimiento de un ser querido que es el perjudicado principal. Meléndez v. Lebrón Rodríguez, 111 DPR 45 (1981) (Sentencia).