Responsabilidad Negocial Por Uso

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Responsabilidad negocial por uso .En conexión un tanto laxa e indiscriminada con los supuestos antes examinados, se señala el hecho de que la mera utilización de la cosa ajena o de unos servicios ofrecidos al público, origina obligaciones de tipo negocial. Se pone como ejemplo el caso del avión que en aterrizaje forzoso utiliza un aeródromo. No puede hablarse de contrato, se dice, y se añade es justo que el dueño del avión esté obligado a pagar la tarifa del campo. Aquí se está, otra vez, en esa zona crepuscular situada entre la responsabilidad por acto propio y la por negocio jurídico; y tampoco son invencibles las dificultades que ofrece. Quien utiliza lo ajeno, a sabiendas de que está a la venta o al servicio público por precio, no comete un acto ilícito (como sería el de apropiarse con ánimo de lucro lo ajeno), sino que su conducta se interpretará ordinariamente como significativa de aceptación de la oferta hecha a persona indeterminada. Una alegación de falta de voluntad de contratar (protesta del que aparcó el coche, ejemplo en § 50) o de contratar en condiciones distintas a las establecidas (protesta de no aceptar el precio fijado por quien hace consumición en una cafetería) no se considera eficaz cuando resulte contraria a lo que se ha hecho voluntariamente; pues aquí ha de aplicarse la vieja regla: "protestado contraria facto non suffragatur" ("quia tollit protestationis effectum"). Cuando no haya existido realmente la voluntad de contratar (caída del avión con piloto inconsciente), y tal falta de voluntad sea excusable, no habrá negocio, ni nacerá la responsabilidad negocial. El usuario estará obligado al pago del valor de lo utilizado, que se entenderá ser el normal o usual; pero no estará obligado al abono de precios especiales, como el de lugar de lujo o exclusivo. En este tipo de casos se plantean cuestiones semejantes a la tan estudiada de antiguo del recibir un libro como oferta y venta y abrir sus páginas; normalmente tal conducta se entenderá significativa de aceptación, y cuando haya de excluirse tal sentido (p. ej., si corta las hojas un niño), se habrá de abonar el precio usual o normal, para indemnizar del daño (se impide su venta

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Responsabilidad negocial por uso.—

En conexión un tanto laxa e indiscriminada con los supuestos antes examinados, se señala el hecho de que la mera utilización de la cosa ajena o de unos servicios ofrecidos al público, origina obligaciones de tipo negocial. Se pone como ejemplo el caso del avión que en aterrizaje forzoso utiliza un aeródromo. No puede hablarse de contrato, se dice, y se añade es justo que el dueño del avión esté obligado a pagar la tarifa del campo. Aquí se está, otra vez, en esa zona crepuscular situada entre la responsabilidad por acto propio y la por negocio jurídico; y tampoco son invencibles las dificultades que ofrece. Quien utiliza lo ajeno, a sabiendas de que está a la venta o al servicio público por precio, no comete un acto ilícito (como sería el de apropiarse con ánimo de lucro lo ajeno), sino que su conducta se interpretará ordinariamente como significativa de aceptación de la oferta hecha a persona indeterminada. Una alegación de falta de voluntad de contratar (protesta del que aparcó el coche, ejemplo en § 50) o de contratar en condiciones distintas a las establecidas (protesta de no aceptar el precio fijado por quien hace consumición en una cafetería) no se considera eficaz cuando resulte contraria a lo que se ha hecho voluntariamente; pues aquí ha de aplicarse la vieja regla: "protestado contraria facto non suffragatur" ("quia tollit protestationis effectum"). Cuando no haya existido realmente la voluntad de contratar (caída del avión con piloto inconsciente), y tal falta de voluntad sea excusable, no habrá negocio, ni nacerá la responsabilidad negocial. El usuario estará obligado al pago del valor de lo utilizado, que se entenderá ser el normal o usual; pero no estará obligado al abono de precios especiales, como el de lugar de lujo o exclusivo. En este tipo de casos se plantean cuestiones semejantes a la tan estudiada de antiguo del recibir un libro como oferta y venta y abrir sus páginas; normalmente tal conducta se entenderá significativa de aceptación, y cuando haya de excluirse tal sentido (p. ej., si corta las hojas un niño), se habrá de abonar el precio usual o normal, para indemnizar del daño (se impide su venta como libro nuevo) (45). La solución aquí dada, en el supuesto de no considerarse nacida la relación negocial, ha podido criticarse por beneficiar al usuario respecto al dueño del campo de aviación; pero no debe perderse de vista que ella no es injusta, ya que elimina las obligaciones negocíales de las dos partes y, así, el dueño del campo no tendría que responder por daños ocasionados a causa de incumplimiento de obligaciones negocíales (p. ej., por descuido en la custodia del avión, por no poder proporcionar los suministros requeridos o por las inadecuadas condiciones del campo) y sólo responderá por daños ocasionados por su culpa o negligencia extracontractual (art. 1.902).