Responsabilidad y Censura - Mar66 - Cecil a. Poole, F.R.C.

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Responsabilidad y Censura Por Cecil A. Poole, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. Durante el período de historia desde la invención y uso práctico de la imprenta, ha existido una intermitente controversia en cuanto a la naturaleza de la literatura y de otros materiales que se han impreso. Tiranos políticos han intentado controlar lo que podía o no ser impreso y puesto a disposición del público. En el nombre de la religión se ha negado, en varios momentos de la historia, libertad de expresión a ciertos temas, a través del medio de la palabra impresa. Aquellos que querían limitar el conocimiento y adquirir control sobre los pensamientos y acciones de ciertos individuos, también han entrado en el panorama, y han trazado una línea declarando qué puede y qué no puede imprimirse. Hoy, por lo menos en muchas partes del mundo libre, encontramos que la libertad de prensa ha alcanzado un punto en el cual existe muy poca restricción sobre lo que puede ser impreso. Es en verdad tan libre, que muchos individuos creen que lo que puede decirse acerca de ellos está alcanzando ese punto en el que los derechos personales pueden ser invadidos. En el nombre de la libertad, casi cualquiera puede escribir y divulgar lo que piensa, sin importarle las consecuencias, resultado o efectos que pueda sentir cualquier otro. En las civilizaciones modernas, el ser libre ha sido un deseo del hombre. La libertad de palabra y la de escribir y la de hacer lo que queremos hacer, decir o escribir, ha sido considerada como sinónimo de la herencia de libertad a la que cada ser humano tiene derecho, según muchas tradiciones políticas. Es cierto que todo hombre se enorgullece de su derecho de expresión, pero aquellos que moderan esta realización del derecho, también saben que una libertad demanda una responsabilidad igual. Yo compro un automóvil con mi propio dinero, soy un ciudadano razonablemente bueno y, por eso, tengo derecho a manejar ese automóvil en carreteras públicas, pero carezco del derecho a usar mi privilegio en perjuicio de otro individuo. En otras palabras, mi derecho no me permite ignorar los derechos de otros individuos. El tener solamente un automóvil y el acceso a los caminos públicos no significa que pueda manejar mi auto a velocidades excesivas. Ni tengo el derecho a manejar un vehículo en malas condiciones mecánicas, ni el de usar un automóvil en alguna forma que pueda amenazar la vida de otras personas, aun cuando parecería, por las estadísticas del tránsito que hay algunas personas que no siempre asumen esa responsabilidad. La responsabilidad que va con el derecho de pertenencia de un automóvil y el uso de las carreteras públicas, coloca sobre mí una restricción que debo aceptar, pues esa restricción que evita que yo haga cualquier cosa que pudiera poner en peligro a alguien, es compen- sativa.

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Cecil A. Poole, F.R.C. - Marzo 1966

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Responsabilidad y CensuraPor Cecil A. Poole, F.R.C.Revista El Rosacruz A.M.O.R.C.Durante el período de historia desde la invención y uso práctico de la imprenta, ha existido una intermitente controversia en cuanto a la naturaleza de la literatura y de otros materiales que se han impreso. Tiranos políticos han intentado controlar lo que podía o no ser impreso y puesto a disposición del público. En el nombre de la religión se ha negado, en varios momentos de la historia, libertad de expresión a ciertos temas, a través del medio de la palabra impresa. Aquellos que querían limitar el conocimiento y adquirir control sobre los pensamientos y acciones de ciertos individuos, también han entrado en el panorama, y han trazado una línea declarando qué puede y qué no puede imprimirse.Hoy, por lo menos en muchas partes del mundo libre, encontramos que la libertad de prensa ha alcanzado un punto en el cual existe muy poca restricción sobre lo que puede ser impreso. Es en verdad tan libre, que muchos individuos creen que lo que puede decirse acerca de ellos está alcanzando ese punto en el que los derechos personales pueden ser invadidos. En el nombre de la libertad, casi cualquiera puede escribir y divulgar lo que piensa, sin importarle las consecuencias, resultado o efectos que pueda sentir cualquier otro.En las civilizaciones modernas, el ser libre ha sido un deseo del hombre. La libertad de palabra y la de escribir y la de hacer lo que queremos hacer, decir o escribir, ha sido considerada como sinónimo de la herencia de libertad a la que cada ser humano tiene derecho, según muchas tradiciones políticas. Es cierto que todo hombre se enorgullece de su derecho de expresión, pero aquellos que moderan esta realización del derecho, también saben que una libertad demanda una responsabilidad igual. Yo compro un automóvil con mi propio dinero, soy un ciudadano razonablemente bueno y, por eso, tengo derecho a manejar ese automóvil en carreteras públicas, pero carezco del derecho a usar mi privilegio en perjuicio de otro individuo. En otras palabras, mi derecho no me permite ignorar los derechos de otros individuos. El tener solamente un automóvil y el acceso a los caminos públicos no significa que pueda manejar mi auto a velocidades excesivas. Ni tengo el derecho a manejar un vehículo en malas condiciones mecánicas, ni el de usar un automóvil en alguna forma que pueda amenazar la vida de otras personas, aun cuando parecería, por las estadísticas del tránsito que hay algunas personas que no siempre asumen esa responsabilidad.La responsabilidad que va con el derecho de pertenencia de un automóvil y el uso de las carreteras públicas, coloca sobre mí una restricción que debo aceptar, pues esa restricción que evita que yo haga cualquier cosa que pudiera poner en peligro a alguien, es compen-sativa.

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También aplica sobre la otra persona la responsabilidad de no hacer algo que ponga en peligro mi vida o mi propiedad. Por lo tanto, cualquier derecho, cualquier don de libertad, vincula también el buen juicio y el buen sentido y consciencia de responsabilidad de la persona que ejercita ese derecho. Sólo porque yo tengo el derecho de imprimir cualquier cosa que desee divulgar no me permite ignorar mi responsabilidad ni me permite imprimir material que incite a revueltas, que origine sufrimiento a cualquier individuo o que presente verdades a medias o falsedades que sean dañinas a personas que, como yo, son igualmente merecedoras de libertad. Yo no tengo más derecho a imprimir tales falsedades e inferencias que el que tengo para manejar a velocidades excesivas un automóvil mal equipado, en una carretera congestionada.La cuestión de la censura en el material impreso se convierte en algo muy delicado de decidir. El buen gusto y el juicio deberían ser las bases, pero realmente tales bases no siempre se practican. Hoy se discute mucho acerca de literatura que algunos dicen que es obscena y no apropiada para estar al alcance de un público no discriminado de edades y experiencias. Aún en esta época en que se enfatiza la libertad, han reaparecido continuamente libros que en el pasado han sido prohibidos o vedados. Es evidente que hoy existe un código menos rígido y probablemente más significativo de una amplitud de pensamiento que el que ha existido en algunos períodos del pasado.Cuando examinamos algunos de los libros que fueron clasificados obscenos o que dan énfasis excesivo al sexo, es interesante comprobar que algunos de ellos son viejos y muchos de ellos muy viejos, aunque es cierto que también han sido vedados libros publicados re-cientemente. De más grande significado es la reaparición y popularidad de un número de libros que en el pasado fueron considerados inmorales; sin embargo, la aceptación general de hoy, que parecería indicar una sociedad de un pensar más amplio, está permitiendo que esos libros circulen. La cuestión es esta: ¿Es siempre la amplitud de mente sinónimo del derecho o procedimiento correcto?Hay una cuestión social predominante en la mente de mucha gente en cuanto a si los individuos (y especialmente la gente joven) están siendo estorbados emocionalmente como resultado de alguna literatura fácilmente obtenible hoy. Si eso es así, si los individuos son emocionalmente perturbados como resultado de leer escritos modernos o viejos, entonces ciertos libros deberían ser o censurados o suprimidos; no obstante, esta conclusión podría soportar, posiblemente, una mayor investigación.Muchos escritores solamente divulgan. Dan sus relaciones basados en sus propias reacciones, es cierto, pero muchos divulgan sólo el fenómeno de la conducta humana. Autores que han escrito libros que se consideran obscenos y que han sido censurados, se han defendido sobre la base de que sólo informaron acerca de lo que ya existía. Por lo tanto, quizás valdría la pena considerar la posibilidad de que, pese al hecho de que la conducta

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promiscua parece ser más dominante hoy de lo que ha sido en otras épocas, puede ser que no sean los libros los que originen la conducta, sino más bien la conducta la que da origen a los libros. El mundo no es substancialmente mejor o peor a causa de mucha de la literatura que se ha publicado, porque sin duda vivimos en una época que asume una actitud libre y cómoda hacia la conducta humana, y no le importan las estadísticas sociales. La proporción de ilegitimidad y divorcios ha demostrado una cierta inclinación hacia el aumento, pero no a uno extremadamente alarmante. Es difícil decir si la literatura ha tenido o no que ver en ello.Por un considerable período de tiempo el pensar del mundo occidental estuvo dominado por un sentido puritano, que no permitía la libertad de pensamiento y acción que es común hoy. Ciertamente, nosotros nos hemos ido al otro extremo, donde es predominante la libertad de acción y de pensamiento. El mundo no parece mejor o peor debido al resultado, y probablemente el péndulo volverá de nuevo a una época en que dominarán otra vez las filosofías puritanas. El punto es que no vamos a controlar la conducta humana censurando la palabra y la escritura. Lo que se necesita es que a cada ser humano se le dé a conocer su propia responsabilidad, para que pueda darse cuenta de que el significado total de la libertad no es la licencia que le permita interferir, en cualquier manera, con otra existencia humana, sino que es un depósito sagrado que consiente que cada hombre viva al grado máximo sus potencialidades.