Respuesta a Dallas Smythe. Graham Murdoch

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CIC Cuadernos de Información y Comunicación 2006, vol. 11 11-22 ISSN: 1135-7991 El reciente artículo de Dallas Smythe “Communications: Blindspot of Western Marxism” 2 merece una seria atención por parte de aquellos interesados en la viabili- dad de una teoría materialista de la comunicación de masas. De acuerdo con Smythe, no sólo no tenemos una teoría de este tipo en este momento, sino que ni siquiera tene- mos las bases firmes para su desarrollo. Y ello, según él, es consecuencia principal- mente de que el marxismo occidental sufre de un vacío a este respecto. No es sólo que las comunicaciones hayan sido un campo de trabajo infradesarrollado en el mar- xismo, sino que también los intentos de análisis que se han hecho hasta el momento no han sido concebidos adecuadamente. Éstos han tratado básicamente a los medios como parte de la superestructura ideológica y han ignorado o minimizado su integra- ción en la base económica. Smythe arguye que se necesita dar la vuelta a este énfasis y devolver a la economía al centro del análisis cultural del marxismo. Para él, “La pri- mera pregunta que el materialismo histórico debe hacerse acerca del sistema de comunicación de masas es qué función económica del capital cumplen, intentando entender su papel en la reproducción de las relaciones capitalistas de producción” (p. 1, en cursiva en el original). Es una polémica valiente, llevada a cabo con agudeza, que da cabida a casi todas las variables actualmente en boga del marxismo europeo. Su lista de “agujeros” incluye a Adorno y Horkheimer, y a Gramsci, junto con escri- tores contemporáneos tan importantes como Louis Althusser, Hans Enzensberger y Raymond Williams. Smythe tiene razón sin duda alguna respecto al infradesarrollo del análisis eco- nómico en el trabajo sobre cultura y comunicación en el marxismo occidental. Sin embargo, no es el único con esta percepción. Un gran número de marxistas euro- Los agujeros negros del marxismo occidental: Respuesta a Dallas Smythe 1 Graham MURDOCK (Abstracts y palabras clave al final del artículo) Propuesto: 15 de marzo Aceptado: 30 de marzo 1 N. T.: Publicado originalmente en Canadian Journal of Political and Social Theory, vol. 2, n.º 2 (prima- vera/verano 1978), pp. 109-119, bajo el título “Blidspots About Western Masxism: A Reply to Dallas Smythe”. 2 N. T.: “Las comunicaciones: ‘agujero negro’ del marxismo occidental”, traducido al español en Richeri, La televisión: entre servicio público y negocio. Gustavo Gili, Barcelona, 1983, pp. 71-103. (Traducción de Ana I. SEGOVIA)

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    ISSN: 1135-7991

    El reciente artculo de Dallas Smythe Communications: Blindspot of WesternMarxism2 merece una seria atencin por parte de aquellos interesados en la viabili-dad de una teora materialista de la comunicacin de masas. De acuerdo con Smythe,no slo no tenemos una teora de este tipo en este momento, sino que ni siquiera tene-mos las bases firmes para su desarrollo. Y ello, segn l, es consecuencia principal-mente de que el marxismo occidental sufre de un vaco a este respecto. No es sloque las comunicaciones hayan sido un campo de trabajo infradesarrollado en el mar-xismo, sino que tambin los intentos de anlisis que se han hecho hasta el momentono han sido concebidos adecuadamente. stos han tratado bsicamente a los medioscomo parte de la superestructura ideolgica y han ignorado o minimizado su integra-cin en la base econmica. Smythe arguye que se necesita dar la vuelta a este nfasisy devolver a la economa al centro del anlisis cultural del marxismo. Para l, La pri-mera pregunta que el materialismo histrico debe hacerse acerca del sistema decomunicacin de masas es qu funcin econmica del capital cumplen, intentandoentender su papel en la reproduccin de las relaciones capitalistas de produccin (p.1, en cursiva en el original). Es una polmica valiente, llevada a cabo con agudeza,que da cabida a casi todas las variables actualmente en boga del marxismo europeo.Su lista de agujeros incluye a Adorno y Horkheimer, y a Gramsci, junto con escri-tores contemporneos tan importantes como Louis Althusser, Hans Enzensberger yRaymond Williams.

    Smythe tiene razn sin duda alguna respecto al infradesarrollo del anlisis eco-nmico en el trabajo sobre cultura y comunicacin en el marxismo occidental. Sinembargo, no es el nico con esta percepcin. Un gran nmero de marxistas euro-

    Los agujeros negros del marxismo occidental:Respuesta a Dallas Smythe1

    Graham MURDOCK

    (Abstracts y palabras clave al final del artculo)Propuesto: 15 de marzoAceptado: 30 de marzo

    1 N. T.: Publicado originalmente en Canadian Journal of Political and Social Theory, vol. 2, n. 2 (prima-vera/verano 1978), pp. 109-119, bajo el ttulo Blidspots About Western Masxism: A Reply to Dallas Smythe.

    2 N. T.: Las comunicaciones: agujero negro del marxismo occidental, traducido al espaol en Richeri,La televisin: entre servicio pblico y negocio. Gustavo Gili, Barcelona, 1983, pp. 71-103.

    (Traduccin de Ana I. SEGOVIA)

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    peos se uniran a l para recorrer gran parte de ese camino. Las publicaciones msrecientes de Raymond Williams, por ejemplo, estn salpicadas de ataques hacia lasversiones del marxismo que sobrestiman el papel ideolgico de las comunicacio-nes. Como dijo en un artculo reciente, el error principal es que sustituyen el an-lisis de la ideologa con sus funciones operativas en segmentos, cdigos y textospor el anlisis materialista de las relaciones sociales de produccin y consumo3.

    En su ltimo libro, Marxism and Literature, el autor insiste en que la insercinde los determinantes econmicos en los estudios culturales es la particular contribu-cin del marxismo, y hay ocasiones en las que su simple insercin es un avance evi-dente4. Adems, las cuestiones de determinacin econmica han suministradorecientemente el objeto de muchos de los anlisis marxistas y marxizantes de losmedios de comunicacin britnicos5. No obstante, estos estudios comparten conSmythe la cuestin del valor y relevancia de la tradicin marxista occidental. Sinembargo mientras que para l es un obstculo que debe ser despejado, para Williams,para m mismo y para otros muchos en Gran Bretaa y Europa, es un recurso que sedebe aprovechar. Es cierto que hay que abordar una reestructuracin rigurosa y eli-minar sus impurezas, pero quiero argir que un compromiso crtico con el marxis-mo occidental es todava indispensable para el desarrollo de un anlisis marxista delos medios de comunicacin de masas integrador y convincente. An es ms, esto seproduce porque los temas centrales del marxismo occidental son precisamente aque-llos que no fueron suficientemente desarrollados por Marx y el marxismo clsico: lanaturaleza del Estado capitalista moderno; el papel de la ideologa a la hora de repro-ducir las relaciones de clase, la problemtica posicin de los intelectuales; y la for-macin de la conciencia en condiciones de consumo masivo. Smythe reconoce laimportancia y centralidad duradera de estos asuntos y los coloca como reas querequieren de un mayor desarrollo al final de su ensayo. Sin embargo, paradjica-mente, da la espalda a las provechosas fuentes de anlisis interno y conceptualiza-cin ofrecidas por el marxismo europeo. Este rechazo frontal parece tener sus ra-ces, a mi entender, en una visin sobresimplificada tanto de la tradicin misma comode la experiencia histrica a la que se dirige. Este es el propio agujero negro deSmythe. Antes de profundizar en este punto, sin embargo, es necesario exponer suargumento un poco ms a fondo.

    Como se ha sealado anteriormente, Smythe no est solo cuando insiste en quelos sistemas contemporneos de comunicacin de masas deben ser analizados comoparte integral de la base econmica as como de la superestructura. Esto es as evi-dentemenre porque las comunicaciones son ahora grandes negocios con compaasde medios de comunicacin de masas situadas entre las corporaciones ms grandesde las economas occidentales ms importantes. De hecho, algunos estudiosos hanindicado que los cambios actuales, particularmente el giro general de las industrias

    3 Raymond Williams, Notes on Marxism in Britain since 1945, New Left Review, n. 100, enero/febrero1997, p. 90.

    4 Raymond Williams, Marxism and Literature, Londres: Oxford University Press, 1977, p. 138.5 Ver Graham Murdock y Peter Golding, Capitalism, Communications and Class Relations, en James

    Curran et al (eds.) Mass Communication and Society, Londres: Edward Arnold, 1977. Ver tambin la con-tribucin de John Westergaard en el mismo volumen.

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    de produccin a las de servicios as como el cambio de inversiones, del armamentoa las comunicaciones, han hecho de las industrias de la informacin uno de las lne-as econmicas lderes en el desarrollo del capitalismo multinacional6. Aunque elinters principal de Smythe no es tanto la estructura emergente del capitalismo con-temporneo sino su dinmica subyacente. Para l la cuestin primordial concierne alpapel de los medios de comunicacin de masas en la reproduccin de las relacionescapitalistas de produccin. Su respuesta se centra en la parte que juegan en la lti-ma etapa de la produccin infraestructural donde se produce y satisface la demandamediante la compra de bienes de consumo (p. 3). En particular centra sus articula-ciones en la publicidad y en la manera en la que los mass media crean audienciascon especificaciones predecibles que prestarn atencin en cifras predecibles y enmomentos concretos a medios de comunicacin particulares (p. 4). Para generarestos bloques de consumidores estables, Smythe argumenta que los dirigentes de losmedios inducen a sus audiencias mediante noticias y material de entretenimientodiseados para mantener su atencin, e inducen una respuesta favorable hacia losproductos que se anuncian. As, mientras reconoce que el contenido de los massmedia juega un papel importante manteniendo y reproduciendo las ideologas domi-nantes, lo considera menos importante que su labor fundamental como creadores deaudiencias-como-mercancas en venta para los anunciantes capitalistas monopli-cos. A travs de su exposicin a los mass media, los miembros de la audiencia apren-den a comprar los productos anunciados y adquirieren una disposicin general haciael consumo, completando de esta forma el ciclo de produccin. Adems, mientrashacen esto reproducen simultneamente la fuerza de trabajo a travs de la relajaciny reemplazo de energa asociados al consumo.

    A pesar de las reservas que expondr a continuacin, Smythe merece crdito enal menos dos cuestiones. En primer lugar, en contraste con la mayora de las discu-siones marxistas sobre comunicacin que parten de las afirmaciones ms obvias deMarx sobre ideologa, especialmente La ideologa alemana y el Prefacio de 1859,su anlisis se fundamenta principalmente en los trabajos econmicos centrales, ElCapital y el Grundrisse. Este nuevo enfoque hace posible que se destaquen variasformulaciones que haban sido descuidadas antes y que merecen la atencin de losmarxistas interesados en la comunicacin. En segundo lugar, el propio intento deSmythe por aplicar estos anlisis internos a la situacin contempornea tiene el xitode demostrar su importancia para una comprensin total del papel de los mass mediaen las sociedades capitalistas. Desdichadamente, su argumento peca de algo pareci-do a la exageracin.

    El problema proviene en parte de su tratamiento de la situacin norteamericanacomo paradigmtica. Los europeos que lean este ensayo arguye deben tratarde percibirlo como una representacin de la escena norteamericana de hoy en da, yquizs tambin la suya (p. 2). New York, Los ngeles y Vancouver hoy, maanaLondres, Pars y el resto del mundo. Por supuesto que hay una medida de verdad ensu afirmacin: Norteamrica ocupa un papel fundamental en el sistema mundial de

    6 Nicholas Garnham, Towards a Political Economy of Culture, New University Quarterly, verano de1977, pp. 341-342.

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    medios como fuente de propiedad e inversiones, como exportador de productos,tecnologas y modelos organizacionales, y como mercado clave para el material dehabla inglesa. Es cierto que ningn anlisis de los sistemas de medios britnicosy de la Europa continental estara incompleto sin un anlisis de sus diferentes cone-xiones con los sistemas norteamericanos. Aunque al mismo tiempo, la situacineuropea muestra importantes diferencias que se reflejan en el nfasis y preocupa-ciones de la teorizacin marxista. El fracaso de Smythe para reconocer y asumirestas diferencias ha producido sus propios agujeros negros sobre el marxismo occi-dental. Tres son las omisiones particularmente importantes en su ensayo:

    1. Subestima drsticamente la importancia y centralidad del Estado en el capita-lismo contemporneo. Es verdad que se refiere a ello al mencionar los recientes tra-bajos de Nicos Poulantzas y Claus Offe, pero slo en su ltima pgina y en granmedida como un pensamiento aadido. Ciertamente las implicaciones de su trabajono son exploradas a lo largo de su ensayo.

    La crisis continua de la rentabilidad ha provocado dos movimientos contra-dictorios dentro del capitalismo europeo. En primer lugar, varias industrias, inclu-yendo a la de los mass media, han sido testigos de una marcada concentracin dela propiedad en tanto en cuanto grandes firmas han absorbido a las pequeas envarios sectores. En un esfuerzo por mantener sus mrgenes de beneficio estos con-glomerados multimedia emergentes han buscado nuevos mercados, extendiendocomo consecuencia su alcance e influencia. Algunos ejemplos: la institucin depolticas de exportacin agresivas, la apertura hacia nuevos productos como laradio comercial en Gran Bretaa y la llamada televisin gratuita en Italia, ascomo la incursin de la competitividad y los criterios de mercado en el hastaentonces sector pblico de las comunicaciones, como en el caso de la televisinfrancesa. Sin embargo, al mismo tiempo, segn se profundizaba en la crisis, elEstado ha asumido un papel cada vez ms importante a la hora de formular y diri-gir la actividad econmica y la poltica con la intencin de garantizar las condi-ciones necesarias de existencia para una acumulacin continuada. El resultado esuna indisoluble pero contradictoria relacin entre el Estado capitalista centraliza-do por una parte y el monopolio concentrado del capital por otra. Consecuente-mente, como Bob Jessop ha sealado recientemente, el anlisis del Estado [] esuna condicin previa absoluta para una adecuada teora econmica en la actuali-dad7. De hecho, la misma nocin de una Economa Poltica materialista presu-pone la centralidad de las relaciones economa/Estado. Cmo analizar de la mejormanera estas relaciones sigue siendo el objeto del debate apuntado entre los mar-xistas europeos, pero es un debate que falta en el texto de Smythe. Ni son cues-tiones a tomar en cuenta slo desde el punto de vista econmico. Las relacionesproblemticas entre el capital y el Estado capitalista tienen repercusiones impor-tantes desde el punto de vista social y cultural. Estn situadas dentro del conflictoideolgico entre los criterios de rentabilidad opuestos a la necesidad y dentro de

    7 Bob Jessop, Remarks on Some Recent Theories of the Capitalist State. Trabajo sin publicar,University of Cambridge, 1977, p. 40.

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    las luchas polticas entre la propiedad y el control pblico o privado. En estemomento en Gran Bretaa, por ejemplo, se estn produciendo prolongados enfren-tamientos sobre el establecimiento de recursos para el cuarto canal de televisin,as como sobre la radio local comunitaria y la televisin por cable. Este patrn serepite en el resto de la Europa continental en diverso grado.

    Pero est en juego algo ms que una mejor descripcin de la situacin contem-pornea en Europa. Si el marxismo pretende ir ms all del anlisis crtico del capi-talismo para desarrollar un anlisis genuinamente comparativo de las transforma-ciones sociales necesita urgentemente de un marco adecuado para conceptualizar lasrelaciones complejas y cambiantes entre los modos de produccin y modelos deEstado. Hay signos de que esta empresa, difcil pero necesaria, est ahora en augedentro del marxismo, con el renacer de las investigaciones sobre el fascismo euro-peo, la avalancha de estudios a posteriori sobre el destino de Chile, y el inters cre-ciente por la naturaleza de los Estados socialistas y sus problemas de transicin. Estoltimo es particularmente crucial ya que, como remarca Tom Bottomore, una ade-cuada sociologa marxista en la actualidad debera ser capaz de proporcionar noslo un anlisis real de la sociedad capitalista, sino tambin un anlisis real deaquellas formas de sociedad que han surgido de las revoluciones inspiradas por elmismo marxismo, pero que muestran aspectos problemticos desde el punto de par-tida de la teora marxista8. Sobre este problema Smythe no dice absolutamentenada. Su anlisis se aplica tan slo a las economas capitalistas avanzadas.

    2. La preocupacin de Smythe sobre las relaciones entre comunicacin y publi-cidad le lleva a minusvalorar la funcin independiente del contenido de los mediosa la hora de reproducir las ideologas dominantes. Esto es particularmente evidenteen el caso de los sectores con una dependencia mnima de los ingresos por publici-dad: el cine, la industria de la msica popular, los libros de cmics y ficcin popu-lar. Es verdad que stos se articulan siguiendo el sistema de marketing a travs delas ventas del equipo (se necesita un tocadiscos para reproducir los discos), a travsdel uso de estrellas del cine y de la msica para avalar los productos, y a travs dela produccin de mercancas basadas en personajes de pelculas y cmics (camise-tas de La Guerra de las Galaxias, jabn del ratn Mickey, etc.). Pero venderaudiencias a los anunciantes no es la raison dtre primordial de los media. Ms bienestn en el negocio de vender explicaciones del orden social y de las desigualdadesestructurales y canalizar las esperanzas y aspiraciones hacia objetivos legitimados.En resumen, trabajan con y a travs de la ideologa, vendiendo el sistema.

    Estos medios no basados en la publicidad son casi ignorados en el texto deSmythe a favor de la prensa y la televisin comercial, que son los ejemplos par exce-llence de su tesis. Aunque secundarios, los sectores que ignora no son exactamentemarginales. Ciertamente un anlisis adecuado necesitara incorporarlos, y aqu elmarxismo occidental tiene de nuevo mucho que ofrecer. Los trabajos pertinentesincluyen: los escritos de Adorno acerca de la industria musical; los anlisis deGramsci sobre literatura popular; las investigaciones de Dieter Prokop sobre cine

    8 Tom Bottomore, Marxist Sociology, Londres: Macmillan, 1975, p. 22.

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    contemporneo; y la diseccin de Armand Mattelart de los cmics de Disney.Adems de estos anlisis de contenido y produccin, otros se han preocupado por elproblema de entender cmo las ideologas son internalizadas y fijadas en la con-ciencia de las audiencias. Los distintos esfuerzos de explorar las relaciones entre elmarxismo y las ideas de Freud son probablemente los ms conocidos. stos vandesde los trabajos ms tempranos de Wilhem Reich y los de la Escuela de Frankfurta las recientes apropiaciones de Jacques Lacan9. Aunque estos intentos no siemprehan sido particularmente exitosos o convincentes, al menos han abordado los pro-blemas cruciales de la mediacin y la recepcin y han intentado explicar exacta-mente cmo las ideas de la clase dirigente llegan a constituirse en las ideas dirigen-tes de la poca. En su afn por purgar todo rastro de idealismo de su anlisis, Smytheha eliminado por completo el problema de la reproduccin ideolgica.

    ste es un serio error. Los anlisis materialistas han de empezar por reconocerque, aunque integrado dentro de la base econmica, el sistema de medios de comu-nicacin de masas es tambin parte de la superestructura, y por lo tanto juega undoble papel al reproducir las relaciones capitalistas de produccin. Completa el cir-cuito econmico en el que estas relaciones descansan y a la vez pone en circulacinlas ideologas que los legitiman. Esta segunda funcin no se puede reducir a la pri-mera. De hecho, como algunos recientes estudiosos han subrayado, el xito de lareproduccin ideolgica es una de las condiciones clave para la existencia continua-da de relaciones predominantes de produccin10. Por lo tanto no es una cuestin deelegir entre teoras ideolgicas y teoras de Economa Poltica, sino de encontrarmodos de integrar ambas en una descripcin ms adecuada y completa. Para citar aTom Bottomore de nuevo: Este fenmeno, el mantenimiento de la sociedad capita-lista a travs de la reproduccin de la cultura burguesa todava tiene que investi-garse con detalle11.

    3. Smythe tiende a presentar las operaciones de los sistemas de medios de comu-nicacin de masas como relativamente fciles y sin problemas. Esto es no slo sor-prendente en cierto sentido desde el punto de vista terico, dado el nfasis del mar-xismo en la contradiccin y la lucha; sino que adems no encaja con la situacin pre-sente. Como mencionamos antes, el sistema de medios britnico es actualmenteescenario de enfrentamientos prolongados sobre cuestiones de uso y control. Haydemandas a favor del avance de la nacionalizacin y la propiedad municipal, de unamayor descentralizacin y regionalizacin, de varias formas de control por parte delos trabajadores, y de una mayor participacin del pblico en la planificacin y laproduccin. Se estn haciendo tambin demandas similares en el resto de EuropaOccidental. Adems, estas luchas estn situadas dentro de patrones ms amplios deconflictos de clase: entre diferentes facciones del capital, entre propietarios y perso-nal de produccin, entre intelectuales y trabajadores tcnicos de dentro de las orga-

    9 Ver por ejemplo Rosalind Coward y John Ellis, Language and Materialism. Londres; Routledge andKegan Paul, 1977.

    10 Este argumento es defendido con particular fuerza por Anthony Cutler, Barry Hindes, Paul Hirst yAthar Hussain en Marxs Capital and Capitalism Today, Routledge and Kegan Paul, 1977.

    11 Tom Bottomore, op. cit., p. 30.

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    nizaciones de medios, y entre productores y consumidores. Smythe reconoce el pro-blema de la lucha de clases como una de las reas importantes que requieren deexamen, pero no da ninguna indicacin de cmo se puede acomodar dentro de sumarco de anlisis. De nuevo, sin embargo, algunas de las indicaciones ms fructfe-ras provienen del marxismo occidental, particularmente de la obra de Gramsci.

    Dado que estas cuestiones sobre relaciones econmicas del Estado, reproduccinideolgica y lucha de clases, parecen ser bsicas para una teora materialista adecua-da de los medios de comunicacin, por qu Smythe las despacha tan pronto? Larazn obvia es la falta de espacio. Lgicamente no tiene sentido esperar que un soloartculo ofrezca un marco de referencia completo. Sin embargo, es razonable esperarun grado de equilibrio entre los elementos importantes. Desafortunadamente el tra-bajo de Smythe est del todo desequilibrado. En su ansia por rechazar el marxismooccidental cambia sus prioridades y trata sus preocupaciones como perifricas. Enparte tiene la intencin de polemizar, pero pienso que es tambin sintomtico de unerror claro por parte de Smythe en su comprensin de la tradicin. No establece unarelacin, simplemente se niega a admitirla. Qu es entonces el marxismo occidentaly qu tiene que ofrecer?

    En su comprensin ms amplia el trmino marxismo occidental cubre todaslas variantes del marxismo que se desarroll en Europa despus de 1918. De estaforma se enfrenta a la otra gran corriente: el marxismo sovitico. Aunque til, estadistincin tiende a confundir sus lmites. Por ejemplo uno de los marxistas occiden-tales ms importantes, Georg Lukcs, pas grandes periodos de tiempo en la URSS,experiencia que se refleja en sus escritos. Por el contrario Trotsky es frecuentemen-te considerado como una especie de marxista occidental honorario. Pero incluso sidejamos estos casos ambiguos a un lado, el marxismo occidental todava presentauna tradicin intelectual marcadamente compleja y diversificada.

    En trminos generales los marxistas occidentales han concentrado ms su aten-cin sobre ideologa y cultura (por razones de las que hablaremos), aunque siempreha existido una vigorosa corriente de estudio sobre la economa, bien que subsidia-ria. De hecho, estamos slo empezando a explorar este legado ahora; a entender elmarxismo austriaco y en particular a Hilferding12, a estudiar las implicaciones de losescritos de Pierre Sraffa13, y a reconocer las importantes contribuciones de figurasolvidadas como la de Sohn-Rethel14. Smythe est sin embargo en lo cierto al suge-rir que los puntos de vista generados por los economistas marxistas nunca se hanaplicado de forma sistemtica al anlisis de las comunicaciones de masas. Entreaquellos interesados fundamentalmente en la cultura y la ideologa, hay que eviden-ciar otras divisiones importantes, notablemente la diferenciacin entre aquellos quese implicaron en actividades polticas y aquellos que se apartaron de ellas. Mientrasque el primer grupo encontr su base y audiencia principales entre los partidos deizquierda y los movimientos de trabajadores, el ltimo encontr las suyas esencial-

    12 Ver Anthony Cutler et al., op. cit., Parte 1.13 Ver Ian Steedman, Marx After Sraffa, Londres, New Left Books, 1977.14 Un trabajo de Sohn-Rethel sobre una de sus mayores preocupaciones (Intellectual and Manual Labour)

    est listo para su publicacin por Macmillan para este ao.

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    mente dentro de las universidades y el establisment literario. As la ruptura se diobsicamente entre los activistas y los acadmicos. El primer grupo incluye aGramsci, Brecht y varias figuras menores como el trotskista Franz Jakubowski15,mientras que el segundo incluye a Adorno, Goldmann, Althusser y RaymondWilliams (en su ltima fase). De la lista que nos ofrece Smythe (p. 22) est claro quees a este grupo acadmico al que ms tiene en cuenta como representativo del mar-xismo occidental. De nuevo, no obstante, esta distincin no es tan firme como pare-ce a primera vista. Louis Althusser, por ejemplo, se incluye habitualmente dentro delos ms teoricistas del marxismo occidental contemporneo, aunque es tambin unmiembro muy influyente del Partido Comunista francs, cuyos trabajos estn empa-pados, si bien de forma muy subrepticia, por las polmicas del partido. De todas for-mas, la asercin de Smythe de que los profesores marxistas se han preocupado porcuestiones de filosofa, ideologa y cultura es correcta en trminos generales16. lplantea la cuestin de por qu esto es as y expresa la esperanza de que otros tratende sugerir una respuesta. Incluso una respuesta medio correcta necesitara de almenos un libro, pero por el momento tendrn que servir algunas sugerencias super-ficiales.

    Para entender los agujeros negros e ides fixs del marxismo occidental necesi-tamos situar su desarrollo en el contexto de la historia que lo form. Como princi-pio es til distinguir tres amplias fases: los aos de entreguerras, el periodo que vadesde 1945 hasta el final de los aos 60 y los aos transcurridos desde entonces.Aunque algunos temas son comunes a los tres periodos, cada uno los ha modeladode manera distintiva.

    La problemtica central de los aos de entreguerras estuvo marcada por el fra-caso de las iniciativas revolucionarias en las economas occidentales avanzadas.Uno detrs de otro, los prometedores avances fueron rechazados y aplastados.Despus, con el capitalismo enfrentndose a una crisis sin precedentes, en lugar deun resurgimiento del socialismo, ech races el fascismo y floreci precisamente enlos lugares donde la revolucin pareci ms factible: en Alemania, en Austria y enItalia. No es nada sorprendente que la explicacin de este giro espectacular se con-virtiera en una necesidad de primer orden para los marxistas occidentales. Dado quela crisis econmica no haba conseguido auspiciar la revolucin, la atencin se vol-vi hacia las fuerzas que mantenan la cohesin y la dominacin. Algunos comoTrotsky, Franz Neumann y Sohn-Rethel17, se centraron en las nuevas formas de fas-cismo del Estado capitalista y sus aparatos coercitivos. Otros, Gramsci de formanotable, Adorno y Horkheimer, destacaron el papel jugado por las comunicacionesy la cultura en la formacin del consenso de los gobernados. Esta segunda lnea de

    15 El trabajo ms importante de Jakubowski, Ideology and Superestructure in Historical Materialism, fuepublicado en ingls en 1976 por Alison and Busby.

    16 Este argumento es tambin central para el reciente anlisis y crtica de la tradicin marxista occidentalde Parry Anderson, Considerations on Western Marxism, Londres, New Left Books, 1976.

    17 El libro de Franz Neumann Behemoth: The Structure and Practice of National Socialism ha estadodisponible en ingls desde principios de los 40. Los escritos de Trotsky sobre el Estado fascista fueron pub-licados en ingls en 1971 bajo el ttulo: The Struggle Against Fascism in Germany. La obra ms importantede Sohn-Rethel, Okonomie und Klassenstruktur des Deutschen Faschismus, sigue sin ser traducida al ingls.

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    investigacin se vio adems impulsada por la masiva expansin de las industrias decomunicacin. Estos fueron los aos que vieron el ascenso de la radio como mediode comunicacin de masas, la introduccin de las imgenes parlantes, el sofisti-cado desarrollo del periodismo fotogrfico, y su completa integracin dentro delaparato ideolgico de los Estados fascistas. En este contexto de escalada propagan-dstica, censura y represin, la cuestin del papel econmico y comercial de los massmedia pareca relativamente poco importante.

    Una vez que la ideologa se trat como un arma clave en el arsenal de la domi-nacin de clases, el trabajo intelectual crtico con la cultura pudo considerarse comouna contribucin crucial en la lucha contra el fascismo y el sistema capitalista quelo sostena. Para Horkheimer y Adorno esto significaba cubrir el vaco entre lo actualy lo posible; para Gramsci significaba una labor de educacin constante para cons-truir una contracultura radical entre los dominados. Este nfasis en la importanciadel trabajo intelectual crtico y la prctica cultural dio un argumento profesional con-veniente para los intelectuales marxistas. Porque, como Pierre Bourdieu ha destaca-do de forma irnica, nadie cree ms fervientemente en el poder de la transformacinde las ideas que los profesionales de la intelligentsia que deben su posicin de clasea sus habilidades intelectuales18. En varias ocasiones esta ideologa profesional sevio ampliamente reforzada por la propia experiencia biogrfica. Adorno, por ejem-plo, provena de un medio donde la actividad cultural y el talento eran un valor cen-tral. Haba coqueteado con la composicin y la crtica musical. De manera similarno es particularmente sorprendente que Gramsci valorara la actividad educativa,dado que sta le haba proporcionado su propia ruta de escape de la pobreza y su tic-ket de entrada a la intelligentsia radical.

    Pasado el periodo inicial de reconstruccin de la posguerra, las economas capi-talistas avanzadas de Europa Occidental entraron en un ciclo de crecimiento quegener una rpida expansin en el consumo de bienes de ocio y entretenimiento.Muchos de estos procesos estaban dominados por productos y organizaciones deestilo americano, y se articularon de forma firme en torno al sistema de publicidady marketing que Smythe describe. Por qu entonces los marxistas occidentales hanprestado en general menos atencin a estos aspectos que a las cuestiones culturalesy de transmisin ideolgica?

    Parte de la respuesta tiene que ver con la clasificacin del marxismo soviti-co. En ese momento la atencin concentrada sobre la cultura de los marxistas occi-dentales puede interpretarse como una reaccin exagerada al economicismo de lalnea oficial sovitica y a la prctica poltica estalinista de la que surga. Frente ala tendencia sovitica de reducir las formas culturales a reflejo de clases y posi-cin sociales, los marxistas occidentales enfatizaron la autonoma relativa de laproduccin ideolgica y la complejidad de sus dinmicas internas. RaymondWilliams, por ejemplo, dej el Partido Comunista britnico a finales de los 40 paracomenzar una larga investigacin de la tradicin socialista britnica en un esfuer-zo por encontrar maneras no reduccionistas de conceptualizar las relaciones entre

    18 Pierre Bourdieu, Cultural Reproduction and Social Reproduction, en Richard Brown (ed.)Knowledge, Educational and Cultural Change, Londres, Tavistock Publications, 1973

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    cultura y sociedad. En otros lugares, otros se comprometieron por su parte en lamisma tarea. Por ejemplo, en Francia, Sartre luchaba por casar su existencialismocon su compromiso creciente con el marxismo; Lucien Goldmann estaba explo-rando las posibilidades ofrecidas por el trabajo de Lukcs, y Roland Barthes esta-ba intentando integrar la lingstica de Saussure con una perspectiva marxista yaplicar el marco de referencia resultante al anlisis de la cultura popular francesa.De nuevo, este proyecto intelectual general se sostuvo sobre consideraciones pro-fesionales y biogrficas. Desde luego no es casualidad, por ejemplo, que varios delos prominentes marxistas europeos del periodo de la posguerra comenzaran comofilsofos profesionales (Goldmann y Althusser), o como escritores y crticos lite-rarios (Sartre y Williams).

    No obstante otra parte de la explicacin yace en la textura cambiante del con-texto social. La expansin del consumismo conllev una reduccin del conflictoindustrial y la lucha de clases. La contradiccin entre Capital y Trabajo se alej delcentro de atencin y su lugar fue ocupado por conflictos enraizados en la edad, elgnero, la nacionalidad, la raza, y por encima de todos la brecha abierta entre losmundos desarrollado y subdesarrollado, entre los colonizadores y los colonizados.Adems, estos conflictos aparecieron al principio como luchas culturales y polticaspor la autodeterminacin, por la liberacin poltica y la autonoma cultural. Paramuchos observadores de la izquierda pareca que la cultura no era slo un terrenoimportante de lucha, sino quizs el ms importante. Esta lectura equivocada de lahistoria alcanz su cspide durante 1967-1968, cuando por un breve momento pare-ci que la construccin de una contracultura radical unida al control de las institu-ciones claves de transmisin podra producir una transformacin no cruenta delcapitalismo.

    Los aos 70 han proporcionado un agudo correctivo a esta utopa, y conforme lacrisis econmica se ha ido profundizando, de igual manera el pndulo intelectual hacomenzado a oscilar hacia atrs, y cuestiones sobre dinmicas y determinacioneseconmicas han resurgido en el centro del debate marxista. La reapropiacin de lostrabajos econmicos maduros de Marx; la renovada atencin hacia los problemasbsicos de la crisis y la cada del margen de los beneficios; el renacer del inters porfiguras como Sraffa, indican un resurgir de la Economa Poltica marxista. Comoconsecuencia de este proceso han aparecido nuevas cuestiones en otras reas clavesdel debate contemporneo: la estructura y papel del Estado en el capitalismo con-temporneo, la dinmica de la estructura de clases y la lucha de clases, y la natura-leza de los procesos de legitimacin. Por tanto en estos momentos el marxismo enEuropa se encuentra en un punto de transicin. Est asimilando el legado cultura-lista del marxismo occidental mientras se enfrenta simultneamente a las implica-ciones de una Economa Poltica emergente. Es cierto que ha de hacerse una elec-cin, pero no como supone Smythe entre una teora de procesos econmicos por unlado y una teora de ideologas por otro. Ms bien es una eleccin entre las variasformas de conceptualizacin de las complejas relaciones entre relaciones econmi-cas, ideolgicas y polticas del capitalismo moderno.

    El marxismo occidental tiene an que jugar un papel indispensable en estaempresa. En primer lugar, se enfrenta a silencios tericos reales dentro del marxis-

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    mo clsico, silencios que no pueden rellenarse adecuadamente con el esquema deSmythe. En segundo lugar, ya que est basado en procesos histricos que estn andesarrollndose, ofrece vas de acceso para el anlisis de la experiencia contempo-rnea. Una cuestin como la comprensin del resurgir del neofascismo dentro deEuropa es un ejemplo obvio de su continuada relevancia.

    Reaccionar al excesivo nfasis del marxismo occidental en la cultura y la ideo-loga eliminndolo por completo, como hace Smythe, pidiendo un nuevo y mejora-do marxismo eurocentrista (p. 21), me parece una reaccin exagerada que sustitu-ye una serie de prejuicios y agujeros negros por otros. Mejor que rechazar la tradi-cin europea de plano, necesitamos rehacerla crticamente, confrontar los problemastericos y las posibilidades que ofrece, elegir los conceptos e ideas que siguen sien-do viables, y consignar el resto a la historia de las ideas. No hay ninguna duda deque el marxismo necesita ser reexaminado si pretende producir anlisis convincen-tes de los sistemas contemporneos de comunicaciones de masas. Como parte deesta tarea es cierto que necesitamos desarrollar las frtiles lneas de anlisis esboza-das por Smythe. Pero tambin necesitamos asimilar y construir sobre las contribu-ciones de Gramsci, Althusser, Williams y otros. Porque sin ellos el marxismo de los80 ser con mucho el ms pobre.

    RESUMENTras la publicacin en el vol. 1, n. 3 del Canadian Journal of Political and Social Theory (otoo de1977) del artculo de Dallas Smythe sobre los agujeros negros del marxismo occidental, GrahamMudock elabora en este texto una respuesta a estas ideas. Si bien compartiendo su perspectiva de quehay que devolver a la economa al centro del anlisis cultural del marxismo, aborda una serie de crti-cas. Para ello parte del problema de considerar la situacin norteamericana como paradigmtica, y secentra en poner de manifiesto sus diferencias con la situacin europea. stas se reflejan en el nfasis ypreocupaciones de las teorizaciones marxistas desarrolladas en Europa. Murdock acusa a Smythe desubestimar la importancia y centralidad del Estado en el capitalismo contemporneo, de minusvalorarla funcin independiente del contenido de los medios a la hora de reproducir las ideologas dominan-tes y de presentar la evolucin del sistema de los medios de comunicacin de masas en la sociedadcomo falto de problemticas concretas.Palabras clave: agujeros negros en la teora marxista, Economa Poltica de la Comunicacin, medios

    de comunicacin e ideologa, medios de comunicacin estadounidenses y europeos.

    ABSTRACTAfter the publication of Dallas Smythe paper about the blindspots about Western Marxism in theCanadian Journal of Political and Social Theory (vol. 2, n. 3, autumn 1977), Graham Murdock ans-wers in this text to these ideas. He shares with Smythe his perspective of putting again economy in thecenter of Marxist cultural analysis, but he exposes a series of critical ideas. Murdock reflects about con-sidering the North-American situation as paradigmatic, and focuses on showing the differences betwe-en the situation in North-America and Europe. These differences are expressed in the interests andobjectives of Marxists theories developed in Europe. Murdock accuses Smythe of underestimating theimportance and centrality of the state in contemporary capitalism, of underplaying the independent roleof mass media content in reproducing dominant ideologies and of presenting the operations of masscommunications system in society as relatively smooth and unproblematic.Key Words: blindspots about Marxist theory, Political Economy of Communication, mass media and

    ideology, US mass media, European mass media.

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    RSUMEAprs la publication dans le vol. 2, numro 3 du Canadian Journal of Political and Social Theory(automne 1977), de larticle de Dallas Smythe sur les trous noirs dans le marxisme occidental,Graham Murdock rpond dans ce texte ses ides. Mme en partageant avec Smythe la perspectiveque met lconomie au centre de lanalyse culturelle marxiste, il expose une srie des critiques.Murdock rflchit sur la considration de la situation nord-amricaine comme paradigmatique, et secentre aux diffrences entre la situation nord-amricaine et la situation europenne. Ces diffrencesson exprimes dans les proccupations et intrts dvelopps en Europe. Murdock accuse Smythe deinfra-estimer limportance et la centralit du tat dans le capitalisme contemporain, de infra-valoriserla fonction indpendante du contenu des mdia dans la reproduction des idologies dominantes et deprsenter lvolution du systme des mass media dans la socit comme en manquant dune probl-matique concrte.Mots cl: trous noirs dans la thorie marxiste, conomie Politique de la Communication, mass mdia

    et idologie, mass mdia des tats Unis, mass mdia europens.

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