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1 Gracia a Vosotros: Desatando la Verdad de Dios, Un Versículo a la Vez Respuestas a la muerte de Cristo Escritura: Mateo 27:54-56 Código: 2398 John MacArthur Quiero que vuelva a abrir su Biblia nuevamente al capítulo 27 de Mateo. Y para nuestro estudio en esta mañana, simplemente quiero referirme a tres versículos. Un pasaje breve, pero maravilloso y rico; uno que francamente es pasado por alto. No sé si en mi vida he oído a alguien hablar o predicar de esta porción en particular. Y al principio, el leerlo, parece tener una importancia algo limitada. Pero entre más usted lo considere y más reflexione en sus verdades, más encuentra la riqueza y la recompensa de lo que inicialmente parece limitado. Sin embargo, en las manos del Espíritu de Dios, se convierte en algo casi ilimitado. Quiero que veamos los versículos 54 al 56. Permítanme leérselos: “El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios. Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.” Ahora, como dije, al principio no parece ser mucho. Pero entre más tiempo pasa estudiándolo, mas comienza a ceder sus riquezas. Conforme examinamos estos tres versículos, quiero que vea en ellos y en los versículos corolarios a ellos, cuatro respuestas a la muerte de Cristo que nos son dadas aquí. Nos demuestran el tipo de respuestas que podemos ver inclusive el día de hoy. Está la respuesta, en primer lugar, de la fe salvadora; la respuesta de la convicción superficial; la respuesta de la lealtad compasiva y la respuesta del temor egoísta. Y cada una de esas cuatro respuestas, dos de ellas respuestas de incrédulos, dos de ellas respuestas de creyentes, son paralelas a las respuestas que hay en el día de hoy por parte de hombres y mujeres hacia la cruz de

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Gracia a Vosotros: Desatando la Verdad de Dios, Un Versículo a la Vez

Respuestas a la muerte de Cristo

Escritura: Mateo 27:54-56

Código: 2398

John MacArthur

Quiero que vuelva a abrir su Biblia nuevamente al capítulo 27 de Mateo. Y para nuestro

estudio en esta mañana, simplemente quiero referirme a tres versículos. Un pasaje breve,

pero maravilloso y rico; uno que francamente es pasado por alto. No sé si en mi vida he oído a

alguien hablar o predicar de esta porción en particular. Y al principio, el leerlo, parece tener

una importancia algo limitada. Pero entre más usted lo considere y más reflexione en sus

verdades, más encuentra la riqueza y la recompensa de lo que inicialmente parece limitado.

Sin embargo, en las manos del Espíritu de Dios, se convierte en algo casi ilimitado.

Quiero que veamos los versículos 54 al 56. Permítanme leérselos: “El centurión, y los que

estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas,

temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios. Estaban allí

muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea,

sirviéndole, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José,

y la madre de los hijos de Zebedeo.”

Ahora, como dije, al principio no parece ser mucho. Pero entre más tiempo pasa estudiándolo,

mas comienza a ceder sus riquezas.

Conforme examinamos estos tres versículos, quiero que vea en ellos y en los versículos

corolarios a ellos, cuatro respuestas a la muerte de Cristo que nos son dadas aquí. Nos

demuestran el tipo de respuestas que podemos ver inclusive el día de hoy. Está la respuesta,

en primer lugar, de la fe salvadora; la respuesta de la convicción superficial; la respuesta de la

lealtad compasiva y la respuesta del temor egoísta. Y cada una de esas cuatro respuestas,

dos de ellas respuestas de incrédulos, dos de ellas respuestas de creyentes, son paralelas a

las respuestas que hay en el día de hoy por parte de hombres y mujeres hacia la cruz de

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Cristo. Entonces, no sólo es una narración histórica. Es una narración histórica con una

aplicación fuerte y práctica para nuestra propia época. Y yo creo que si esto se vuelve algo

manifiesto conforme examinamos el texto.

En primer lugar, vemos la mejor respuesta que un incrédulo jamás puede tener; y esa es la

respuesta de la fe salvadora. Eso nos es ilustrado por parte del centurión y algunos de los

soldados mencionados en el versículo 54. Dice: “El centurión y los que estaban con él

guardando a Jesús, visto el terremoto y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran

manera y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios.”

Ahora, el centurión es el primer enfoque de nuestra atención. Él no sólo es otro soldado

romano. Como centurión, él es comandante de 100 hombres, como su nombre podría indicar.

Sabemos que un siglo es un indicador de cien en números. Y entonces, él habría sido un

comandante de 100 hombres, un hombre de cierta importancia en la fila de los soldados

romanos. Pero él no es otro centurión de los que había muchos. Él es un centurión a quien se

le ha asignado la responsabilidad única, porque nos dice aquí que él y los que estaban con él,

esto es los soldados romanos que estaban bajo su mando, estaban guardando a Jesús.

Entonces, éste es un centurión romano muy particular y un grupo de soldados cuya

responsabilidad era guardar a Jesús. Suponemos que esa responsabilidad comenzó cuando

se inició el juicio ante Pilato, temprano esa mañana del viernes. Entonces, ellos ya han estado

a cargo de Jesús ya durante varias horas.

Y el centurión ha llegado a estar muy consciente de las situaciones que giran en torno a

Jesús. Bien podría ser que él no sólo ha oído todos los clamores de los judíos y sus

acusaciones, sino que también puede ser que él oyó la conversación en privado entre Jesús y

Pilato en relación a la realeza de Jesús. Él ha estado en todo lo que ha sucedido porque él ha

estado a cargo del prisionero.

Estos, entonces, son los mismos hombres que clavaron a Jesús en la cruz. Estos son los

mismos hombres que metieron la corona de espinas en Su frente, que le golpearon en la

cabeza con la caña, que lo abofetearon, que le escupieron, que le golpearon, que se burlaron

de Él, que le colocaron la túnica sobre Sus heridas abiertas, que habían sido abiertas por los

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azotes, los azotes que rasgaron Su carne. Son los mismos hombres que apostaron por Sus

prendas de ropa en un despliegue sorprendente de indiferencia. Francamente, son ignorantes.

Ellos no están informados. No han sido instruidos. Ellos, al menos desde el punto de vista

judaico, no son religiosos. Ellos son paganos. Son parte de la escena, no porque tengan algo

en contra de Jesús, ni siquiera conocen a Jesús; son parte de la escena porque ellos, como

soldados romanos, tienen que hacer lo que su comandante les dice y Pilato, o alguien bajo él,

los ha colocado a cargo del prisionero.

Para ellos, Jesús no es nada más que una persona rara que dice ser Rey, porque esa es la

acusación de los romanos. Y cualquiera de ellos que lo está viendo podría darse cuenta de

que Él es todo menos un rey. Tiene que recordar que ya para cuando Jesús llegó a la puerta

de Pilato, temprano el viernes por la mañana, Él ya había pasado la noche entera siendo

objeto de burla ante los líderes judíos. Y ahí, Él fue juzgado en un juicio de burla después del

cual fue golpeado en el rostro. Fue abofeteado en el rostro de tal manera que Su rostro estaba

desfigurado, hinchado, de color azul y negro, estaba golpeado. Él representaba todo menos el

semblante de un rey.

Él estaba vestido como un hombre muy común. De hecho, Herodes le había colocado una

túnica como rey para burlarse de Su declaración de que era un rey. Además, Jesús estuvo

totalmente callado, no se oía como un rey. Él no trató de promover su posición como Rey, no

pidió que nadie viniera a rescatarlo, pudo haberlo hecho. ¿Dónde estaban Sus seguidores? Él

guardó silencio. Ellos pudieron haber concluido que Él era una persona que tenía problemas

mentales porque Él recibió tanto abuso y no dijo resolutamente nada. Cuando le habló a

Pilato, le habló de un Reino que no era de este mundo, lo cual se oye como alguien que tiene

algún tipo de aires de grandeza. Y realmente no sabe quién es o de dónde es.

Y entonces, debido a toda esta declaración ridícula de ser un rey, ellos decidieron jugar un

juego con Él y se burlaron de Él como alguien que pretendía ser rey. Éstos paganos no

informados, ignorantes, no tenían idea de con quién estaban tratando. Probablemente, debido

a su designación específica a Jesús bajo Pilato, pudieron haber sido personas que fueron

asignadas a Pilato, lo cual significa que ni siquiera era eran de Jerusalén sino más bien de

Cesárea, la ciudad que estaba ahí en la costa, a más de 90 km de distancia, que eran los

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cuarteles generales romanos para la ocupación romana de Israel. Si ese hubiera sido el caso,

y si el ministerio de Jesús hubiera sido primordialmente en Galilea y alrededor de Jerusalén,

ellos quizás nunca antes habrían visto a Jesús y conocería muy poco de Él, si es que sabían

algo.

Pero, han sido parte de todo lo que ha estado pasando. El centurión sabe que los judíos lo

odian. Él ha oído que ellos gritan “crucifícale, crucifícale, no queremos que este hombre reine

sobre nosotros.” Ellos han visto que Pilato ha tratado de hacer todo lo que ha podido por

afirmar la inocencia de Jesús media docena de veces, sin éxito alguno. Ellos saben que los

judíos han acusado a Jesús de que dice ser el Hijo de Dios, diciendo ser Rey, por lo tanto es

una amenaza para Roma y es una amenaza para el judaísmo.

Pero para ellos, parece ridículo, torpe, que un hombre que ha sido golpeado, que se ve

patético, que se ve impotente, crucificado, objeto de burla, está colgando de una cruz, que

está cubierto de moscas y sangre, pueda ser algo más que simplemente un criminal común y

corriente, un farsante, un impostor, un don nadie. Y entonces, ellos se sientan ahí y guardan a

Jesús.

No obstante, algo comienza a suceder que cambia el modo en el que ellos piensan. En el

versículo 54 dice: “El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el

terremoto, y las cosas que habían sido hechas…” Ahora, nos detendremos ahí; nos

detendremos en ese punto.

Digo, cuando se oscureció de manera instantánea como si fuera la medianoche cuando era el

mediodía; y el sol dejó de dar su luz. Y cuando el terremoto vino y el terremoto sacudió a la

tierra y abrió el suelo y las rocas se abrieron y las tumbas se abrieron y el velo del templo fue

rasgado de arriba hacia abajo, ellos sabían que algo estaba pasando que era fuera de lo

ordinario. Y entonces, Mateo dice que cuando vieron el terremoto, literalmente un presente

participio, esas cosas que estaban ocurriendo, cuando estaban allí exactamente en el vórtice

de este fenómeno de cosas que estaban sucediendo a su alrededor, dice en el versículo 54,

que temieron en gran manera. Y la palabra ahí es phobeo, de la cual obtenemos la palabra

fobia, la cual tiene que ver con terror. Entraron en un terror absoluto. Un estado de pánico el

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cual causa que el corazón lata rápidamente y que la persona empiece a sudar; y una

ansiedad terrible acoge al individuo que está en medio de ese tipo de terror. Estaban muy,

muy temerosos. Tenían mucho, mucho miedo.

La palabra es la misma palabra utilizada en Mateo 14:27 para el referirse al temor

experimentado por los discípulos en el barco en el mar de Galilea. Durante la tormenta,

cuando vieron a Jesús caminando sobre el agua. Es la misma palabra usada para hablar del

terror absoluto que los discípulos sintieron en el monte de la transfiguración en Mateo 17,

versículos 6 y 7, en donde Jesús hace a un lado Su carne humana y la gloria de Dios les es

visible y caen sobre sus rostros en el suelo y están en un estado de pánico absoluto. Es una

palabra fuerte.

Y aquí, el contexto y las circunstancias, implican que éste no es simplemente un temor

humano. No es simplemente tener miedo de un terremoto o tener miedo de la oscuridad. Es la

idea de que inherente en su temor hay un asombro espiritual, un terror reverencial. Hay algo

más que tan sólo lo físico, algo más que tan sólo el temor humano. Y de pronto, llegan a la

conclusión de que Éste no es sólo otro criminal, no es sólo un rebelde, no es un hombre loco,

un impostor y un farsante. Los fenómenos son abrumadores para ellos.

El centurión ha oído a Jesús hablar cuando, por poco que habló, Él habló. Él ha oído Sus

palabras en la cruz, palabras profundas que han penetrado su corazón. Él ha visto todos estos

fenómenos milagrosos sorprendentes que se están llevando a cabo. Y él sabe que algo está

muy mal; y el universo entero está convulsionándose en respuesta a lo que está sucediendo.

El temor indica el sentido de pecado. Es ese el temor reverencial que alguien tiene porque

sabe que puede estar bajo el juicio de Dios. Y aunque eran paganos, eso sin duda alguna,

penetró en sus corazones. Era más que un temor humano.

Y entonces, la conciencia de su pecado al hacer lo que le hicieron a este Hombre, el sentido

de culpabilidad - qué hemos hecho, qué está sucediendo, algo está muy mal - los lleva a otro

paso más. Y temiendo en gran manera, dijeron, y el centurión - los otros registros de los

Evangelios nos lo dicen - expresó esto. Pero no sólo fue él, fueron también los otros soldados,

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él dijo: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios.”

Primero, el temor indica el pecado. Después, la confesión, y quiero atreverme a decir que esto

indica la salvación, el temor indica el pecado, la confesión indica la salvación. Si su temor

fuera únicamente un temor humano, habrían clamado por ayuda o habrían corrido. Pero no

sólo fue un temor humano. Fue asombro en el sentido de que los hombres reservan asombro

ante Dios, hacia la Deidad.

De hecho, en Marcos 15:39, Marcos, quien nos da su perspectiva de la misma escena, dice

que fue inmediatamente después de que el centurión oyó a Jesús decir: “Consumado es.

Padre, en Tus manos encomiendo Mi Espíritu,” fue inmediatamente después que él dijo:

“Verdaderamente, éste era Hijo de Dios.”

Entonces, no sólo fueron los fenómenos, sino que fueron esas palabras finales de Jesús que

simplemente clavaron la verdad en su corazón. Y él usa la palabra ‘verdaderamente’ para que

sea muy, muy claro que él no está dudando en su mente. Él no está diciendo ‘quizás es el Hijo

de Dios’, ‘posiblemente sea el Hijo de Dios’. Él está diciendo sin lugar a duda y sin

contradicción alguna, ‘éste era Hijo de Dios’. No había duda en su mente.

Yo realmente creo en mi corazón que él está afirmando la realidad de que Jesús es el Hijo de

Dios. Él es divino. Jesús acababa de decir “Padre, en Tus manos encomiendo Mi Espíritu,” y

poco después de eso dijo “Verdaderamente, éste era Hijo de Dios.” Jesús, en Sus palabras

finales, estaba diciendo ser el Hijo de Dios; y él afirma que así es. ¿Cómo es que sabe eso?

Los fenómenos que están llevándose a cabo alrededor de él, la conducta de Jesús, la gracia

del Espíritu de Jesús en la cruz, el silencio cuando fue reprendido, el sentido de estar en una

misión divina, la cual Él ha terminado. Pero más que eso, ¿sabe usted por qué él sabía que

éste era el Hijo de Dios? La única manera en la que cualquier persona puede saber eso: por

el Espíritu Santo.

En Mateo, capítulo 16, Pedro dijo ‘Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente’. Y Jesús le dijo

‘Carne y sangre no te lo han revelado, sino Mi Padre que está en los cielos.’ Pedro sabía que

Jesús era el Hijo del Dios viviente porque el Espíritu Santo le dijo eso. Esa es una verdad

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soberanamente revelada. En Primera de Corintios 12 dice: “Ninguno puede decir que Jesús

es Señor sino por el Espíritu Santo.” Primera de Corintios 12:1. Eso no es algo que usted

concluye en su propia mente como un ser humano. Yo creo que lo que usted aquí tiene es un

producto de la obra del Espíritu de Dios así como lo tiene en Mateo 16. Yo creo que el Espíritu

de Dios había tomado a este centurión que tenía el corazón abierto y a unos cuantos de los

otros soldados que estuvieron ahí en esa escena; y comenzó a través de la obra de Cristo en

la cruz y a través de Su actitud y Sus palabras y los fenómenos que los rodeaban, para

llevarlos a una afirmación de fe que sólo viene de la mente de Dios a la mente del hombre.

Además, Lucas 23:47 dijo que el centurión también expresó: “Verdaderamente éste era un

hombre justo.” Es como si él estuviera llegando a un crescendo. Ciertamente, éste fue un

hombre justo. ¿Por qué dice ciertamente? Porque nuevamente, él está firmando la veracidad

de la realidad, no hay contradicción. ¿Y acaso no había dicho Pilato que ‘Éste era un hombre

justo’ en Mateo 27:24? ¿Y acaso no había dicho la esposa de Pilato, en el versículo 19, “no

tengas nada que ver con este justo”? Y aquí viene el centurión que había oído todo eso y dice

“ciertamente éste es un hombre justo.” Y después, da un paso más adelante y dice “Sí,

verdaderamente éste era Hijo de Dios.”

Y Lucas 23:47 dice que él también glorificó a Dios. No hay duda alguna acerca de a qué Dios

se está refiriendo. Las Escrituras no dejan esto abierto a la adivinanza. El glorificó al Dios

verdadero, afirmó la absoluta justicia de Jesús y luego declaró que Él era el Hijo de Dios.

Ahora, ese tipo de fe es fe salvadora. Si el ladrón en la cruz, al decir simplemente ‘Señor,

acuérdate de mí cuando vengas en Tu Reino’, puede recibir una garantía de salvación eterna,

ciertamente este hombre podría con este tipo de fe. Entonces, no tengo duda alguna en mi

mente de que él fue redimido. Él fue salvo a los pies de la cruz.

Ahora, algunos han querido discutir en contra de esto en base a la lingüística. Y no quiero

profundizar demasiado en esto, pero permítame desviarme por un momento. Esto es lo que

en el griego llamamos una construcción anartra. Esto es la frase el ‘Hijo de Dios’ no tiene un

artículo definido ‘el’. El Hijo de Dios apuntando al único Dios. Lo único que dice es ‘Hijo de

Dios’, Theou Huios, el Hijo de Dios, Hijo en de Dios.

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Y algunos dicen ‘bueno, si no hay artículos, debería decir un hijo de un Dios’. Entonces, lo que

este centurión pagano simplemente está diciendo es ‘oye, este debe ser un hijo de un Dios’.

En otras palabras, en la multitud de deidades romanas, no hay duda de que éste es algún tipo

de descendiente o emanación de algunas de estas muchas deidades.

No creo que esa sea la intención del texto en absoluto. Y permítame decirle por qué. El

soldado aquí está usando este título en referencia a lo que los judíos han estado acusando a

Jesús. Y si usted regresa al capítulo 26, versículo 63, la acusación judía se presenta aquí: “Te

conjuro por el Dios vivo, que nos digas si eres Tú el Cristo, el Hijo de Dios.” Dice el sacerdote.

Ahora, los judíos sólo creían en un Dios y ahí están acusando a Jesús de decir el único Hijo

del único Dios. Algo que para ellos era absolutamente blasfemo. Y este romano sólo está

respondiendo a esa acusación judía al decir ‘Verdaderamente, Él de hecho era exactamente

quien decía ser’.

Ahora, en Juan 19:7, los judíos acusan a Jesús, ¿se acuerda usted de Juan 19?, Pilato trae a

Jesús de regreso afuera y dice ‘Miren, aquí está Él, ¿no es esto suficiente? Él ha sido

golpeado y ha sido humillado y demás, Él se ve terrible, ¿no es suficiente? Y ellos gritan

‘crucifícalo, crucifícalo, crucifícalo’. Su sed por la sangre es sorprendente. Y ellos finalmente

dicen por qué: Él se ha hecho a sí mismo Hijo de Dios. Y ellos usaron la misma construcción

griega que usa el centurión… Hijo de Dios. Esa anartra, no tiene el artículo.

En Mateo 26:63, cuando la pregunta fue hecha por Caifás, ¿realmente eres el Hijo de Dios?”

Es con el artículo. Pero cuando los judíos lo acusan a Él enfrente de la corte de Pilato, ellos

dejan de fuera los artículos y usan la frase de una manera diferente. En lugar de decir ‘el Hijo

del único Dios’ o ‘el Hijo del Dios’, simplemente dicen ‘Hijo de Dios’, lo cual dice lo mismo. Y

entonces, si en un lugar usan el artículo y en otro lugar no lo usan para referirse a lo mismo,

entonces concluimos que de cualquier manera se refiere a lo mismo, obviamente. Sea que

usen artículos o no, tienen en mente que esta es una declaración blasfema, el decir que es

Hijo de Dios.

Por cierto, la misma frase, Hijo de Dios, simplemente las dos palabras sin el artículo, son

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usadas por los discípulos en Mateo 14:33 cuando le dicen a Jesús: “Verdaderamente, Theou

Huios eres Tú,” verdaderamente eres Hijo de Dios. Y sabemos lo que ellos quisieron decir.

Ellos no quisieron decir ‘Verdaderamente Tú eres un hijo de un Dios.’ Quisieron decir: Hijo de

Dios.

Y la misma frase - y aquí está la clave - la misma frase, las mismas dos palabras sin artículos

son utilizadas por Jesús mismo en Mateo 27:43 en donde Él dice: “Hijo de Dios Yo soy.” ¿Y

sabe usted que cuando Él nació en Lucas 1:35 los ángeles utilizaron la misma frase? Lo

llamaron "Huios Theou", Hijo de Dios.

Ahora, obviamente entonces, la frase ‘Hijo de Dios’ significa exactamente lo que siempre

hemos asumido a lo largo de la historia que significaba, ‘el Hijo de Dios’. La ausencia de un

artículo no significa que usted no puede traducirla ‘un hijo de un dios’ y hacer de este soldado

pagano que no esté diciendo nada más que ‘Él debe ser algún descendiente de alguna deidad

en algún lugar’. Él sabía exactamente lo que estaba diciendo. Él está diciendo lo que él oyó

que los judíos dijeron. El centurión entonces, glorificando a Dios, afirmando que Jesús fue un

hombre justo y después, llamándolo el Hijo de Dios está revelando la obra del Espíritu Santo

en su corazón, llevándolo a creer en el Señor Jesucristo.

Y yo me encuentro en un acuerdo absoluto con el comentarista luterano Lenski, quien dijo:

“Este gentil llamado Longinus, en la traducción, llega a la fe abajo de la cruz del Salvador

muerto.”

Usted preguntará por qué tomo todo este tiempo para probar eso. Le voy a decir por qué: esto

es tan importante amigos míos. ¿Usted entiende esto? ¿Entiende usted la gracia de Dios?

¿Entiende usted la misericordia de Dios? ¿Entiende usted el amor de Dios? Si usted lo quiere

entender, entonces entienda esto, Jesucristo, en el proceso de ser crucificado, redimió a

aquellos que lo crucificaron. ¿Entiende eso? Es importante que usted entienda esto.

¿Quiere usted entender la gracia de Dios? Entonces, entienda esto… Que Jesús, en gracia y

amor redimió a los hombres que lo colocaron en la cruz. Digo, eso lo dice. Entonces, cuando

Él dijo “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”, ¿qué es lo que hizo el Padre? Los

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perdonó. Esa oración no quedó sin ser respondida. Fue respondida en el momento mismo de

Su muerte. Es bueno que a Jesús el Padre le responda Sus oraciones porque sé que Él ora

por nosotros.

Y entonces, veo en su temor un reconocimiento de pecado, pero veo en su confesión un

reconocimiento de su salvación. Y veo en eso una realidad absolutamente sorprendente de

que Cristo y Dios y el Espíritu Santo se unen para demostrar gracia de una manera que es

algo que va más absolutamente más allá de nuestro entendimiento para redimir a los que

crucificaron al Hijo de Dios. Y entonces, cuando alguien viene y dice ‘bueno, soy demasiado

malo, el Señor nunca me perdonará…’ Piense nuevamente.

¿Y no es éste el mejor cumplimiento de los que jamás podría encontrar en las Escrituras de

Juan 12:32? Porque en Juan 12:32, Cristo dijo: “Y Yo, si fuere levantado de la tierra, a todos

atraeré a Mí mismo.” Y ahí, Él fue levantado en la cruz y de hecho, Él atrajo a un ladrón de un

lado y a un grupo de soldados que estaban a Sus pies a sí mismo. ¡Oh, el gran amor de Dios,

gracia inexpresable de Dios que Él ganó a los mismos soldados que lo mataron en esa cruz!

Suddart Kennedy, quien escribió tantos retratos hermosos de Jesucristo en poesía, vivió

desde el año 1883 hasta el año 1929, escribió un hermoso retrato de los soldados que

estaban allí en la cruz. Escuche sus palabras, y cito: “Y sentándose ahí lo observaron ahí los

soldados y mientras que ellos jugaban con los dados, Él hizo Su sacrificio y murió en la cruz

para quitarle al mundo el pecado. Él era alguien que apostaba también, mi Cristo. Él tomó Su

vida y la arrojó por un mundo redimido y Él, en Su agonía, terminó antes de que el sol bajara,

coronando ese día con una corona escarlata que Él sabía que había ganado.” Fin de la cita.

¿No es eso maravilloso? Él sabía que había ganado. ¿Por qué? Porque el sol no se puso

antes de que hubiera ganado a los soldados mismos que le quitaron Su vida. Ése es el poder

de la cruz.

Entonces, la primera respuesta y la mejor que un pagano jamás podría tener, sería la

respuesta de fe salvadora. ¿Estaría de acuerdo con eso? Y el centurión establece el estándar

para eso.

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Hay una segunda respuesta, es la respuesta que me gustaría ver como convicción superficial.

La respuesta de convicción superficial. Y si es tan amable en tolerarme por un momento para

llevarlo al capítulo 23 de Lucas. Tenemos que ir ahí para ver esto. Mateo no hace comentario

alguno de esto, pero Lucas, sí. Lucas, viendo la misma escena, reportando la misma actitud

del centurión, en el versículo 47, el centurión vio lo que fue hecho, glorificó a Dios y dijo

‘Ciertamente, éste era un hombre justo’. Después de que habló ‘Padre, en Tus manos

encomiendo Mi Espíritu.’

Y después, en el versículo 48, la convicción superficial es ilustrada por la multitud. “Y todo el

pueblo se unió para ver eso.” En otras palabras, toda la multitud que estaba ahí, viendo las

cosas que fueron hechas, vieron lo mismo, la oscuridad, el terremoto, las rocas partiéndose,

los sepulcros abriéndose, el velo del templo rasgado. Digo, ellos sabían que estaban pasando

cosas que no podían ser explicadas humanamente. Ellos sabían que algo estaba pasando

que era muy malo y sabían que eran ellos, créame. Digo, ellos habrían visto esos fenómenos

y habrían oído las palabras de Cristo; y habrían visto la maravilla de Su persona, que cuando

Él está en la cruz y ellos comienzan a recordar que Él resucitó a Lázaro de los muertos; y

ellos habrían recordado que Él expulsó la enfermedad de Palestina durante Su ministerio. Y

ellos habrían recordado Su limpieza poderosa del templo y Su enseñanza profunda mientras

que estuvo ahí. Ellos habrían recordado todo lo que sabían de Jesús, que los llevó el lunes

para reconocerlo como Mesías. Todo eso habría regresado a su mente y ellos habrían visto

todo esto que estaba pasando y su entendimiento del Antiguo Testamento les diría que Dios

estaba juzgando y se habrían sentido culpables y habrían sentido su pecado y habrían sabido

que algo estaba mal. Lo sabemos porque dice “viendo las cosas que fueron hechas, se

golpeaban en el pecho.”

Ahora, ¿qué es esto? Esto es una expresión que combina terror, remordimiento y culpabilidad.

Ellos comienzan a golpearse en el pecho de manera descontrolada. ¡Oh, ay de nosotros!

Están abrumados por un sentido de culpabilidad y responsabilidad. La conducta de Jesús, Su

inocencia obvia, el hecho de que nunca pudieron acusarlo de nada, que Él dijo ser el Hijo de

Dios pero después de todo, Él resucitó a los muertos y sanó a los enfermos, Sus clamores en

la cruz, todo eso, junto con los fenómenos, los llevaron a ellos a un lugar de culpabilidad

absolutamente abrumadora. Y ellos se golpeaban en su pecho. Eso era un signo de su

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tristeza, una señal de su culpa y remordimiento y acusación personal y desesperanza.

Y eso todavía se lleva a cabo el día de hoy. Hay personas que ven la cruz y ellos entienden

que Jesús está ahí por sus pecados, Él está llevando sus pecados. Y se sienten mal por eso.

Se sienten tristes por eso. La cruz puede penetrar de manera abrumadora, inclusive para un

corazón incrédulo.

Hace unas semanas atrás, cuando estaba predicando acerca de la cruz, no sé si usted sabe

esto, pero hubo personas que fueron sacadas del servicio que se habían desmayado.

Tuvieron que ser sacadas. Digo, la historia de la cruz, el poder de la cruz de Cristo llevando

los pecados de toda persona que creería en Él en la cruz puede entrar a la profundidad de los

corazones de los hombres. Imagínese si usted hubiera estado ahí, e imagine si usted hubiera

estado ahí y hubiera sabido que Él estaba ahí porque usted gritó pidiendo Su sangre. Y

después, todo esto comienza a suceder alrededor de usted y hay terror abrumador que

cautiva su corazón y dice ‘quizás has violado al Dios Santo’. Y el temor se vuelve algo

supremo y vence a cualquier otro pensamiento en su mente.

Pero lo que es sorprendente acerca del versículo 48 es que dice que se golpearon el pecho y

se dieron la vuelta. La palabra ‘se dieron la vuelta’ expresa volúmenes de lo que están

pensando. Se fueron a casa. No hay salvación, simplemente convicción. Pero se fueron a

casa y pasó. Como las personas que vienen y escuchan el mensaje hoy y sienten convicción

y quizás lloran y hay ansiedad en su corazón y su corazón comienza a palpitar y hay sudor en

su cabeza. Y ellos saben que son pecadores y están rechazando a Jesucristo y están en su

camino al infierno; pero van a sus hogares y se pasa. Ellos encienden la televisión, comen un

sándwich y ven un partido de fútbol americano. Se acabó. Regresan a la vida como de

costumbre.

Eso es lo que hicieron estas personas. Convicción superficial. Se sintieron tristes. Sintieron

pesar. E inclusive se sienten culpables. Ellos sabían que Dios estaba expresando desagrado y

ellos saben que eran el objeto de Su desagrado. Pero pasó. Después de todo, a las tres de la

tarde, la luz regresó y ya no hubo réplicas. Y todo regreso a la normalidad. Pasó.

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Pero tengo que llevarlo a Hechos 2 por un momento porque hay una secuela de esto. El día

de Pentecostés, unas cuantas semanas después, la misma multitud está en Jerusalén. Y la

multitud está congregada para oír a Pedro. Y sin duda había muchos en esa multitud que

estuvieron a los pies de la cruz, que se golpearon el pecho camino a casa y las cosas en

cierta manera se enfriaron. Pero ahora Pedro se pone de pie a predicar y realmente predica y

él los condena por matar a Cristo. Él les habla de la resurrección, de cómo Cristo había

resucitado, cómo Dios había resucitado a Cristo de entre los muertos. Y entonces, en el

versículo 36 él resume su sermón y dice “El mismo Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios

lo ha hecho Señor y Mesías.”

En otras palabras, él dice ‘han crucificado al Mesías’. Ustedes están en enemistad con Dios.

Un pensamiento aterrador. Y Pedro, un predicador poderoso inspirado por el Espíritu Santo,

versículo 37, “cuando oyeron esto se compusieron de corazón y le dijeron a Pedro y al resto

de los apóstoles ‘varones y hermanos ¿qué haremos?’” Siendo compungido en el corazón es

como golpearse en el pecho, fueron apuñalados. Digo, fue como si una gran navaja hubiera

entrado en sus corazones. Sintieron un dolor profundo debido al reconocimiento que ellos

habían matado a su propio Mesías. ¿Qué haremos? ¿Qué haremos? Y Pedro dice:

“Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para el perdón de

los pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo.” El versículo 40 dice que él continuó

testificando y exhortando “sed salvos de esta perversa generación”. Y los que recibieron su

palabra fueron bautizados y ese mismo día fueron añadidas 3000 personas.

Escuche, algunos de esos 3000, sin duda alguna, fueron algunas de las personas que se

golpearon el pecho en la escena de la cruz. Y le doy gracias a Dios porque algunos de ellos

regresaron aquí y cuando fueron confrontados otra vez y sintieron convicción, llegaron a la

salvación. Eso es maravilloso, ¿no es cierto?

Pero ciertamente, eso no les pasó a todos. Ahora, regresamos nuevamente a Mateo 27. Y

todo lo que ahí nos dice es que se golpearon el pecho, o más bien el Lucas 23:48, se golpean

el pecho y se van a casa. Convicción superficial. Hay tantas personas así en la actualidad.

Hay gente así en esta mañana. Usted oye el mensaje. Usted oye la historia de la cruz. Usted

oye acerca del centurión, la respuesta apropiada. Usted siente la convicción, pero pasa. Se

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va, pasará. Es triste… Triste. Espero y oro a Dios porque un día haya un Pedro en su vida que

venga y le predique mensaje de convicción que usted no deje pasar.

¿Puedo llevarlo a 2 Corintios capítulo 7 por un momento? Simplemente quiero extraer un

pensamiento aquí. Pablo escribió 1 Corintios y simplemente confrontó a los corintios por su

pecado. Le trajeron el reporte de regreso a Pablo de que estaban muy tristes por su pecado, y

respondieron de manera correcta a su carta. Ellos querían limpiar su Iglesia, limpiar sus vidas.

Y entonces, en el versículo 8 él dice - y esta es su segunda epístola - “Porque aunque os

contristé con la carta, no me pesa, aunque entonces lo lamenté; porque veo que aquella carta,

aunque por algún tiempo, os contristó.” Me da gusto que los hice sentir tristes.

Usted preguntará por qué. Versículo 9: “Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados,

sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento.” Ustedes no nada más sintieron una

tristeza y culpabilidad emocionales, ustedes se voltearon. Ustedes sintieron tristeza según una

manera piadosa. Y el versículo 10: “Porque la tristeza que es según Dios produce

arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo

produce muerte.”

¿Sabe usted lo que le pasaba a personas en el mundo que simplemente tienen tristeza todo el

tiempo? Los va a matar… Los matará. Quizás, se quitarán la vida. Quizás, se enfermarán y

morirán. Quizá, se volverán alcohólicos o drogadictos o tratarán de perderse en algo. Pero la

tristeza del mundo es simplemente desesperanza sin alivio. La tristeza impía no lleva a ningún

otro lugar que la muerte. Pero la tristeza piadosa lleva al arrepentimiento, la cual lleva a la

salvación. Como puede ver, esa es la diferencia entre los soldados y la multitud. Los soldados

estaban tristes. Y por el poder del Espíritu de Dios y en respuesta a la oración de Jesús,

‘Padre, perdónalos’, una oración soberana a favor de esos soldados, ellos fueron salvos. La

multitud estaba triste, pero ellos no tenían una tristeza piadosa que los llevara al

arrepentimiento para la salvación. Ellos tenían una tristeza mundana impía que los llevó a la

desesperanza.

Como puede ver, la tristeza impía no tiene arrepentimiento, lo único que tiene es

resentimiento. No se arrepiente, simplemente resiente. Resiente el hecho de que lo

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sorprendieron. Está triste por sí mismo, no por Dios. Está triste por las consecuencias que va

a enfrentar.

Permítame decirlo de una manera simple. La verdadera tristeza piadosa odia el pecado más

de lo que odia el resultado del pecado. Le voy a decir en dónde está la tristeza verdadera,

cuando alguien odia el pecado porque es un desafío contra el Dios Santo, no porque sienten

que ha creado algunos problemas en su vida. La tristeza piadosa lleva al arrepentimiento, lo

cual lleva a la salvación. Ahora, ése fue el centurión, no la multitud.

Ahora, de regreso a Mateo 27. Hay un tercer grupo, y esto es tan hermoso. La tercera

respuesta, por cierto, las primeras dos fueron el caso de incrédulos. Las segundas dos son

características de creyentes. El centurión y los soldados eran incrédulos cuando llegaron a la

fe salvadora. La multitud era incrédula cuando llegaron a la convicción superficial. El centurión

y los soldados fueron cambiados en creyentes. Pero la multitud, no.

Pero los otros dos, ambos eran creyentes. Ahora, el primero de los dos, o la tercera

respuesta, es llamada lealtad compasiva. Simplemente vamos a llamarla lealtad compasiva

porque realmente es una buena frase descriptiva de lo que vemos. Y es característico de

estas mujeres. Son la ilustración. Versículo 55: “Estaban ahí muchas mujeres.” Deténgase en

ese punto.

Hay alrededor de Cristo de lejos, por cierto, dice Mateo, y aparentemente al principio de la

crucifixión estaban lejos, ahí estaba la cruz. Había algo de espacio para que la gente se

mantuviera lejos de la cruz. Estaban los soldados, después la multitud de los judíos que

pasaba al lado, por el camino. Y después, en algún punto a la distancia, estas mujeres.

Realmente no están ahí muy cerca, no son parte de la escena. Están lejos y definitivamente

son parte de la escena reconocible o identificable de la cruz.

Más adelante, de acuerdo con el Evangelio de Juan, se acercan a la cruz y es entonces

cuando Jesús les habla y les dice ‘María, que está Juan. Juan, aquí está María’ y encomienda

el uno al otro para que se cuiden. Entonces, comienzan a la distancia y se acercan. Eso

también es maravilloso. Se vuelven más y más valientes y sin duda alguna, están ahí cerca,

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rodeando al pie de la cruz misma.

Ahora aquí, estas mujeres amorosas, compasivas, aunque sus esperanzas han sido

destrozadas y sus sueños están muertos y no pueden ver más allá de mañana y Jesús ya no

está. Y han estado viendo a su Maestro morir. Sus lealtades son tan profundas. Sus

corazones están tan llenos de amor y compasión que ellas no se van, no huyen, no corren.

Ellas no tienen temor de los judíos. Ellas no tienen temor de los romanos. Nada puede vencer

su amor y compasión por Cristo.

Y quisiera tener la audacia de decirle que ésta es una de las características más hermosas de

las mujeres piadosas, la lealtad compasiva. Enséñeme usted a una mujer piadosa, virtuosa; y

le voy a enseñar en la vida de esa mujer una compasión y una lealtad que sea extiende más

allá de lo que puede ser producido en la vida de un hombre, en la mayoría de los casos. Las

mujeres tienen una capacidad de mostrar una lealtad y compasión increíbles que los hombres

no tienen. Y vemos en esto la belleza de estas mujeres. No tienen miedo. Ni siquiera les

importa identificarse con el Cristo crucificado, quien ha sido objeto de burla y menosprecio y

ridículo. Y esto ha sido llevado a cabo por parte de su propio pueblo, su propia nación en la

sociedad que deben existir. Son hermosas. Su compasión es magnífica. Su valentía es

hermosa.

Digo, usted se pregunta ¿dónde están los discípulos? De acuerdo con Juan 19, versículo 26 y

27 solo Juan estaba ahí. Los otros 10, Judas está haciendo lo suyo, los otros 10 ya no están.

Son los machos, ¿no es cierto? Ninguno de ellos está ahí. Tan sólo las mujeres y Juan, que

parecía tener casi el tipo de corazón compasivo que usted normalmente ve en una mujer,

aunque él era todo menos femenino debido a que su sobrenombre era “hijo del trueno.”

Ahora, también me parece interesante señalar que Marcos relaciona al centurión con las

mujeres. Habiendo hablado del centurión, él dice: “Y también había mujeres,” como si

incluyera ahí al centurión con las mujeres. Y esa es una inclusión apropiada, creo yo. Él

habría incluido al centurión con las mujeres en contraste a la multitud incrédula.

Y entonces, ahí están. G. Campbell Morgan escribe de ellas, y cito: “Sin esperanza,

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decepcionadas, destituidas y con el corazón quebrantado, pero el amor que Él había

levantado en esos corazones para sí mismo no podía ser apagado ni siquiera por la muerte de

Él; no podía ser vencido aunque ellas estaban decepcionadas. No podía ser extinguido

aunque la luz de la esperanza se había extinguido. Y sobre el mar de su tristeza, no hubo un

viento de suspiro que apagó el amanecer,” fin de la cita. Una manera hermosa de decir que no

había esperanza. Y sin embargo, ellas estaban allí.

Ahora, observe por un minuto. Muchas mujeres… No sabemos cuántas… Muchas mujeres.

Escuche, el ministerio de Jesús incluyó a muchas mujeres. Nunca nadie ha dicho que las

mujeres no fueron parte del ministerio de Cristo… Muchas mujeres. No conocemos a todas

ellas. De acuerdo con Lucas, capítulo 8, los primeros tres versículos nos dan algo de idea, nos

dan un vistazo. Dice que Jesús y Su ministerio en Galilea consistieron en predicar y mostrar

las buenas noticias del Reino de Dios; y los doce están con Él. Y dice que iban por toda

ciudad y villa. Y después dice no sólo que los 12 estaban ahí. “Y ciertas mujeres que habían

sido sanadas de espíritus malos y enfermedades.” Entonces, había mujeres que habían sido

sanadas de demonios, mujeres que habían sido sanadas de enfermedades.

Por ejemplo, María que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios.

Juana, mujer de Chuza, intendente de Herodes. Y Susana y otras muchas que les servían de

sus bienes. Proveyeron comidas. Dieron dinero. Dieron ropa. Dieron a partir de sus

posesiones; muchas mujeres, provisiones, recursos, finanzas, hospitalidad. Sirvieron a los

discípulos y al Salvador conforme ellos llevaban a cabo su ministerio en Galilea.

Y después, dice en el versículo 55 que siguieron a Jesús desde Galilea. Lucas 8 dice que

trabajaron con Él en Galilea y claro, cuando Él dejo Galilea, Él fue a Jerusalén para la Pascua

y todas las familias venían. Y estas mujeres que habían atendido a Jesús junto con sus

propias familias, vinieron con Jesús. Y desde Perea fue un viaje largo, usted recordará, hasta

el sur, cruzando el Jordán hasta Jericó y hasta Betania y finalmente, llegaron. A lo largo de

ese tiempo, estuvieron ahí para proveer comidas, para proveer hospitalidad, para proveer

ayuda financiera, para proveer provisión de cualquier modo que pudieran.

Y son un grupo maravilloso. Su servicio comenzó en Galilea y terminó a los pies de la cruz,

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fieles, leales, compasivas, estables. Y Jesús, dijo un escritor antiguo, Él fue el imán de sus

almas. Él simplemente las atrajo. Y se quedaron pegadas. Él las mantuvo cerca de Él así

como el sol mantiene cerca de sí mismo a los planetas en su órbita. Simplemente nunca se

alejaron.

Ellas ministraron, diakoneo, usted obtiene la palabra diácono de ahí. Pero originalmente en los

Evangelios la palabra tenía que ver con atender las mesas. Ellas sirvieron esas necesidades

únicas de alimento y sustento. Y ésa es la médula. Ése no es el perímetro del servicio de una

mujer, sino el corazón del servicio de una mujer. Esa es la razón por la que usted lee en las

cartas de Pablo que la viuda que debe ser la viuda cuidada por la Iglesia es la que ha provisto

para personas en necesidad y lavado los pies de la gente y mostrado hospitalidad y servido a

la gente. Ése es el corazón. El papel de la mujer, su corazón está en el hogar y en el cuidado

para satisfacer necesidades físicas, como también, claro, ministerio espiritual. No estamos

limitando eso, pero ése es el corazón de su ministerio. Cuando usted lee Lucas 4:39 y Lucas

10:40 y ve la misma palabra diakoneo, tiene que ver con servir mesas y proveer para las

necesidades físicas.

Usted preguntará si acaso no es un servicio inferior, de menosprecio. ¡Difícilmente! Escuche,

¿se da cuenta, y probablemente no lo ha pensado, de que estas mujeres, mientras que todos

los discípulos se están escondiendo entre los árboles de olivo en algún lugar o en alguna

cueva, se da cuenta que estas mujeres son los testigos oculares originales de la muerte de

Jesucristo? ¿Y se da cuenta, antes de que cualquier hombre jamás vea al Cristo resucitado,

una mujer lo vio? Y no sólo cualquier mujer, sino una de estas mujeres. Por lo tanto, en la

primera Iglesia, las fuentes primarias para la realidad de la muerte y la resurrección de

Jesucristo habrían sido estas mujeres leales y compasivas. ¿Cree usted que ellas habrían

tenido un lugar especial de amor y reconocimiento en la primera Iglesia? Espero decirle que

sí.

¿Y no cree usted que la historia resonó a lo largo de esos primeros años acerca de cómo los

discípulos se escondieron y las mujeres estuvieron de pie ahí? Y entonces, cuando los

apóstoles se pusieron a predicar con su gran valentía, pudieron haber estado ahí algunas

mujeres en silencio sonriendo. Nunca subestime cómo el Señor Jesucristo ve la función de

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una mujer. El Señor Jesús les dio a estas queridas mujeres el privilegio de ser las testigos

oculares originales de la muerte y la resurrección, porque ellas mostraron ser tan fieles a Él.

En lo que con frecuencia nos parece algo pequeño, pero en su mente fue algo grande porque

mostró fidelidad genuina.

Y supongo que debido a esa maravillosa virtud que vemos en estas mujeres, el Espíritu Santo

nos da el privilegio de conocer a unas cuantas de ellas en el versículo 56. Primero, María

Magdalena. No sólo Mateo nos habla de ella, sino que los otros escritores nos hablan de ella,

particularmente Juan. Pero cada vez que usted lee acerca de María - y ella no ha aparecido

desde Lucas 8, en donde leí hace un momento que ella estuvo con Jesús en Galilea y de ella

habían sido expulsados siete demonios. Por favor, no la confunda con la mujer del pecado.

Ella no debe ser conectada en absoluto con esa mujer de pecado en Lucas 7. Ella fue una

mujer que fue poseída por demonios. Y el Señor, soberanamente la libró y la redimió.

Ella siempre es llamada María Magdalena. María simplemente significa que es una

Magdalena, ella es de Magdala. Magdala era un pequeño pueblo en la costa oeste del mar de

Galilea al sur de Capernaum. Ahora, la razón por la que ella es llamada así es porque no tiene

marido y no tiene hijos. Si ella hubiera tenido marido o hijos, ella habría sido María, la esposa

de o María, la madre, como las otras dos. Y note, si es tan amable, que la segunda es María

la madre de y la siguiente es tanto la madre de como la mujer de. Ella es la madre de los hijos

de Zebedeo, la cual es otra manera de decir que ella es la esposa de Zebedeo.

Ahora, el punto aquí, creo yo, es que - y este es un retrato hermoso - es que una de estas

mujeres es identificada por sus hijos. María, la madre de Jacobo, por cierto, ése es Jacobo el

menor o Jacobo el pequeño, el pequeño Jacobo que era un apóstol, ella es conocida como la

madre de un apóstol. Y al otro, ni siquiera se le da un hombre. Ella es simplemente la madre

de los hijos de Zebedeo. Y entonces, ella es una mujer conocida por su marido, la otra es una

mujer conocida por sus hijos, la otra es una mujer conocida por la ciudad de la que es, porque

ella no tiene ni marido ni hijos.

Y el Señor, creo yo, da toda categoría a las mujeres. La dignidad de una mujer se puede ver

como mujer soltera. Y está la función maravillosa y única y bendita de una mujer soltera que

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tiene en la provisión de Dios; y de hecho, María fue la primera en ver al Cristo resucitado,

María Magdalena. También está, claro, el gran reconocimiento de una mujer que es madre y

un reconocimiento igualmente grande de una mujer que es una esposa. Ése es el

reconocimiento más grande de una mujer. Ella es la madre de, o la mujer de, si de hecho está

casada. Y entonces, esto no haría a un lado a las solteras, María Magdalena encabeza la

lista. Pero cuando se habla de la función única de una mujer, tiene una función de compasión

leal de servicio a Cristo como esposa y madre, a menos de que sea llamada de manera

especial a la función de soltería.

María, por cierto, la madre de Jacobo y José, como dije, es la madre de Jacobo el menor. Y

Marcos, 15:45 habla de Jacobo, el pequeño Jacobo. Entonces, usted no debe mezclarlo con

el Jacobo grande, Jacobo el hermano de Juan, los hijos de Zebedeo. Entonces, aquí

encontramos que esta mujer es identificada como María, la madre de Jacobo el menor y José.

Ahora, en los otros textos ella es llamada la esposa de Cleofás, lo cual significa que ella es la

madre de Jacobo y José, la esposa de Cleofás. Y así es como siempre la Biblia identifica a las

mujeres, como la madre de y la esposa de. Jacobo el menor también es llamado Jacobo el

hijo de Alfeo. Entonces, Cleofás y Alfeo pueden ser variaciones del mismo nombre, las

consonantes son las mismas. Entonces, hay una proximidad razonable en esos nombres

indicando que son el mismo individuo.

Además, dice “la madre de los hijos de Zebedeo”; ni siquiera se menciona su nombre, pero

Juan nos dice que su nombre era Salomé. Ella también es la hermana de la madre de Jesús,

María. Entonces, Jacobo y Juan son Sus primos.

Entonces, aquí está este pequeño grupo, María de Magdala, María la esposa de Cleofás,

también conocido como Alfeo, quien es la madre de Jacobo y Juan; y después, Salomé, quien

es la hermana de María, la madre de Jesús y la esposa de Zebedeo y la madre de Jacobo y

Juan. Y también nos dice Juan que María, la madre de Jesús, estuvo ahí.

Bueno, sólo quería que supiera quiénes eran porque creo que vale la pena señalarlo. Y quería

que supiera que siempre se identifica si son casadas y si tienen hijos como ‘la esposa de’ y ‘la

madre de’, porque esa es la función distintiva y maravillosa y hermosa de una mujer. Y es en

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esa función que ella provee a partir de su provisión recursos para aquellos que laboran en la

causa de Cristo. Y Dios honra mucho eso, y por eso Dios tiene a estas mujeres en un lugar

único como testigos especiales de Su muerte y resurrección.

Cuando Dios quiere exaltar la virtud más elevada de una mujer, escuche lo que dice en el

Salmo 113. Dice: “Alabad, siervos de Jehová, Alabad el nombre de Jehová. Sea el nombre de

Jehová bendito desde ahora y para siempre. Desde el nacimiento del sol hasta donde se

pone, sea alabado el nombre de Jehová. Excelso sobre todas las naciones es Jehová,

sobre los cielos Su gloria. ¿Quién como Jehová nuestro Dios, que se sienta en las alturas,” y

continúa hablando de que el Señor es así, el Señor es así. Y cuando llega al último versículo,

así es como exalta al Señor: “Él hace habitar en familia a la estéril, que se goza en ser madre

de hijos. Aleluya.” Ese es el bien mayor. Digo, no es que hace que la estéril tenga una carrera

y un portafolio. Y simplemente estoy siendo bastante franco, pero eso no es lo que dijo. Lo

que dice es que Él la hace guardar la casa y dar a luz hijos.

Ahora, no estoy menospreciando a mujeres a quienes Dios no les da hijos o que son solteras

o que tienen un ministerio al Señor. Lo que estoy diciendo es que el llamado más elevado de

Dios para una mujer, y eso es apoyado la manera en que son identificadas, inclusive en la

narración del registro de los Evangelios y a través de esa fidelidad a ese nivel, Dios las ha

exaltado para que sean testigos oculares de la muerte y resurrección de Su Hijo.

Ahora, eso es lo que llamo lealtad compasiva. ¿Qué hay acerca de usted? ¿Así es usted?

Digo, cuando el mundo es hostil hacia Cristo y están burlando y mojándose de Cristo y

riéndose de Cristo y menospreciando a Cristo, ¿usted simplemente se desaparece o está ahí?

¿Está ahí y el mundo entero que lo rodea puede saber que usted pertenece a Jesucristo? ¿Su

amor hacia Cristo y su lealtad a Cristo es tan magnética que está pegado a Jesucristo sin

importar lo que cueste, sin importar lo que alguien diga, sin importar qué hostilidades tenga

que soportar? ¿Es usted constante en su compromiso? Digo, ¿debería haber algo más para

aquellos que aman a Cristo?

Sin embargo, y este es el punto final, hay temor egoísta. Usted dice: “Bueno, ya acabaste con

toda los versículos, ¿en qué versículo está esto?” No está en ningún versículo. Pero, ¿quiere

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saber algo? Habla tan fuerte, que tengo que incluirlo.

Usted dice: “Pero, no dice nada del temor egoísta. ¿Quién es la ilustración?” Los discípulos.

“Pero no dice nada acerca de ellos.” Lo sé, pero eso es lo que es tan sorprendente. No dice

nada acerca de ellos ahí porque no estuvieron ahí. Pero eso dice mucho. Entonces, en algún

lugar entre el versículo 56 y el versículo 57, en los espacios en blanco, puede colocar este

punto. Temor egoísta, no puede ignorarlo, ¿dónde están estos hombres?

Ahora escuche, yo habría pensado que Pedro estaría ahí. Usted preguntará por qué Pedro.

Bueno, él había salido y había negado a Cristo tres veces, había oído al gallo cantar y la Biblia

dice que cuando oyó al gallo cantar, él salió e hizo ¿qué? Lloró amargamente, derramó su

corazón. ‘Oh Dios, perdóname.’ Derramó su corazón llorando. Y él atravesó por esta catarsis

de limpiar su alma en arrepentimiento debido a su negación. Y ha pensado ‘hombre, cuando

termine con esto, Él va a estar ahí.’

¿Sabe una cosa? Él salió, lloró amargamente y después, regresó a esconderse. Pedro el

macho, ¿se da cuenta? Le voy a decir dónde están. Mateo, capítulo 26, versículos 56:

“Entonces, todos los discípulos dejándole, huyeron.” Y cuando debieron haber sido valientes,

fueron cobardes. Y en Lucas 22:31 al 34, Jesús les dijo, a Pedro en particular, pero a todos

los demás, “Satanás quiere sacudirlos”. ¿Y sabe una cosa”?, lo que hacían era que sacudían

así las cosas, separaban el trigo de la paja; y entonces, lo que él está diciendo es que

Satanás te va a sacudir, va a sacudirte hasta que te afloje. “Pero he orado por ti porque tu fe

no falte y cuando te conviertas…” Y continúa.

¿Perdieron su salvación? No, porque el Señor los sostiene. Pero claro que entraron en un

momento terrible de cobardía. Estuvieron en una lucha espiritual. Ellos violaron el principio

básico de discipulado de Mateo, capítulo 10: “No eres digno de ser Mi discípulo a menos de

que tomes tu cruz y me sigas.” Y ese fue un indicador de una disposición ‘a morir por Mí, sea

cual sea el costo. Si van a ser mis discípulos, tienen que estar dispuestos a entregar su vida.’

Bueno, no estaban, hombre, cuando pensaron que iban a perder su vida, se fueron. Y

Satanás los estaba sacudiendo violentamente. Pero Jesús dijo: “Oraré por ustedes, su fe no

fallará.” No importa con qué intensidad Satanás pueda sacudir al creyente y él pueda llegar a

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momentos de duda y temor, él nunca perderá su fe, porque su fe no está en sus propias

manos, está en las manos de Jesucristo.

Gran esperanza, pero, ¡qué triste! ¿No es triste que no estuvieran ahí? ¿No es triste que Él

muriera solo, solo con las mujeres y Juan? ¿No es patético, después de todo lo que Él había

hecho, que ellos no estuvieran ahí? Y todavía continúa. Y todavía hay algunos de nosotros y

ocasiones para algunos de nosotros cuando deberíamos ser fieles a Cristo en una situación y

no lo somos. Nos vamos a algún lugar. Nos escondemos, nos desvanecemos. El

sacudimiento es más de lo que queremos soportar, queremos proteger nuestra reputación o

nuestro nombre o nuestro prestigio o nuestra carrera. Nosotros no queremos ser identificados

con Jesucristo.

Y entonces, creo que necesita hacerse esta pregunta: ¿en dónde está? ¿Fe salvadora, ha

visto la cruz y ha dicho ‘quiero como ese centurión decir ‘Verdaderamente, éste es el Hijo de

Dios’’? ¿O es como la multitud? Siente la convicción, pero va a ir a casa y se pasará. Si es un

creyente, ¿es usted como las mujeres? ¿Está usted con lealtad compasiva siendo fiel a

Jesucristo sea cual fuere el costo, sin importar lo que suceda su alrededor? ¿O es como los

discípulos en temor egoísta, escondiéndose en algún lugar para que nadie descubra a quién

usted en realidad pertenece? Es una escena clara, ¿verdad?

Padre, venimos a Ti en esta palabra final de oración. Nuestros corazones han sido llevados a

esa escena magnífica a los pies de la cruz para ver la belleza de la respuesta y lo horrendo

también; la belleza de un centurión y unos cuantos soldados salvados aunque crucificaron al

Hijo de Gloria. La belleza de mujeres estando de pie ahí en compasión leal, sin esperanza,

abrumadas por las lágrimas, pensando que no hay mañana. Sin embargo, sostenidas por el

amor inmortal. Oh, que seamos como ese centurión, como esas mujeres y no como la multitud

superficial y los discípulos egoístas, quienes pensando sólo en su propia desesperanza

dejaron al Salvador para que muriera solo, sin aquellos en quien Él hizo la mayor inversión de

afecto personal. Por causa de Cristo, amén.

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