Resumen Rousseau Desigualdad

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Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres Jean-Jacques Rousseau (Resumen) Prefacio El conocimiento del hombre me parece el más útil y el menos adelantado de todos los conocimientos humanos, y me atrevo a decir que la inscripción del templo de Delfos (el famoso oráculo: “conócete a ti mismo”) contenía por sí sola un precepto más importante y más difícil que todos los gruesos volúmenes de los moralistas. Así, considero el asunto de este DISCURSO como una de las cuestiones más interesantes que la Filosofía pueda proponer a la meditación, y, desgraciadamente para nosotros, como uno de los problemas más espinosos que hayan de resolver los filósofos; porque ¿cómo conocer el origen de la desigualdad entre los hombres si no se empieza por conocer a los hombres mismos? ¿Y cómo podrá llegar el hombre a verse tal como lo ha formado la naturaleza, a través de todos los cambios que la sucesión de los tiempos y de las cosas ha debido producir en su constitución original, y a distinguir lo que tiene de su propio fondo de lo que las circunstancias y sus progresos han cambiado o añadido a su estado primitivo? (…) Haría falta más filosofía de lo que se piensa a quien emprendiera la tarea de determinar exactamente las precauciones necesarias para hacer sólidas observaciones sobre este asunto; y no me parecería indigna de los Aristóteles y Plinios de nuestro siglo una buena solución del problema siguiente: ¿Qué experiencias serían necesarias para llegar a conocer al hombre natural, y cuáles son los medios de hacer estas experiencias en el seno de la sociedad? (…) Este mismo estudio del hombre original, de sus necesidades verdaderas y de los principios fundamentales de sus deberes, es el único medio adecuado que pueda emplearse para resolver esa muchedumbre de dificultades que se presentan sobre el origen de la desigualdad moral, sobre los verdaderos fundamentos del cuerpo político, sobre los derechos recíprocos de sus miembros y sobre otras mil cuestiones parecidas, tan importantes como mal aclaradas. (…) Considerando la sociedad humana con una mirada tranquila y desinteresada, parece al principio presentar solamente la violencia de los fuertes y la opresión de los débiles. El espíritu se subleva contra la dureza de los unos o deplora la ceguedad de los otros; y como nada hay de tan poca estabilidad entre los hombres como esas relaciones exteriores llamadas debilidad o poderío, riqueza o pobreza, producidas más frecuentemente por el

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Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombresJean-Jacques Rousseau(Resumen)PrefacioEl conocimiento del hombre me parece el ms til y el menos adelantado de todos los conocimientos humanos, y me atrevo a decir que la inscripcin del templo de Delfos (el famoso orculo: concete a ti mismo) contena por s sola un precepto ms importante y ms difcil que todos los gruesos volmenes de los moralistas. As, considero el asunto de este DISCURSO como una de las cuestiones ms interesantes que la Filosofa pueda proponer a la meditacin, y, desgraciadamente para nosotros, como uno de los problemas ms espinosos que hayan de resolver los filsofos; porque cmo conocer el origen de la desigualdad entre los hombres si no se empieza por conocer a los hombres mismos? Y cmo podr llegar el hombre a verse tal como lo ha formado la naturaleza, a travs de todos los cambios que la sucesin de los tiempos y de las cosas ha debido producir en su constitucin original, y a distinguir lo que tiene de su propio fondo de lo que las circunstancias y sus progresos han cambiado o aadido a su estado primitivo? ()Hara falta ms filosofa de lo que se piensa a quien emprendiera la tarea de determinar exactamente las precauciones necesarias para hacer slidas observaciones sobre este asunto; y no me parecera indigna de los Aristteles y Plinios de nuestro siglo una buena solucin del problema siguiente:Qu experiencias seran necesarias para llegar a conocer al hombre natural, y cules son los medios de hacer estas experiencias en el seno de la sociedad?()Este mismo estudio del hombre original, de sus necesidades verdaderas y de los principios fundamentales de sus deberes, es el nico medio adecuado que pueda emplearse para resolver esa muchedumbre de dificultades que se presentan sobre el origen de la desigualdad moral, sobre los verdaderos fundamentos del cuerpo poltico, sobre los derechos recprocos de sus miembros y sobre otras mil cuestiones parecidas, tan importantes como mal aclaradas. ()Considerando la sociedad humana con una mirada tranquila y desinteresada, parece al principio presentar solamente la violencia de los fuertes y la opresin de los dbiles. El espritu se subleva contra la dureza de los unos o deplora la ceguedad de los otros; y como nada hay de tan poca estabilidad entre los hombres como esas relaciones exteriores llamadas debilidad o podero, riqueza o pobreza, producidas ms frecuentemente por el azar que por la sabidura, parecen las instituciones humanas, a primera vista, fundadas sobre montones de arena movediza; slo examinndolas de cerca, despus de haber apartado el polvo y la arena que rodean el edificio, se advierte la base indestructible sobre que se alza y aprndese a respetar sus fundamentos. Ahora bien; sin un serio estudio del hombre, de sus facultades naturales y de sus desenvolvimientos sucesivos, no le llegar nunca a hacer esa diferenciacin y a distinguir en el actual estado de las cosas lo que ha hecho la voluntad divina y lo que el arte humano ha pretendido hacer.Las investigaciones polticas y morales a que da ocasin la importante cuestin que yo examino son tiles de cualquier modo, y la historia hipottica de los gobiernos es para el hombre una leccin instructiva bajo todos conceptos. Considerando lo que hubiramos llegado a ser abandonados a nosotros mismos, debemos aprender a bendecir a aquel cuya mano bienhechora, corrigiendo nuestras instituciones y dndoles un fundamento indestructible, ha prevenido los desrdenes que habran de resultar y hecho nacer nuestra felicidad de aquellos medios que parecan iban a colmar nuestra miseria. ()DiscursoConsidero en la especie humana dos clases de desigualdades: una, que yo llamo natural o fsica porque ha sido instituida por la naturaleza, y que consiste en las diferencias de edad, de salud, de las fuerzas del cuerpo y de las cualidades del espritu o del alma; otra, que puede llamarse desigualdad moral o poltica porque depende de una especie de convencin y porque ha sido establecida, o al menos autorizada, con el consentimiento de los hombres. Esta consiste en los diferentes privilegios de que algunos disfrutan en perjuicio de otros, como el ser ms ricos, ms respetados, ms poderosos, y hasta el hacerse obedecer.No puede preguntarse cul es la fuente de la desigualdad natural porque la respuesta se encontrara enunciada ya en la simple definicin de la palabra. Menos an puede buscarse si no habra algn enlace esencial entre una y otra desigualdad, pues esto equivaldra a preguntar en otros trminos si los que mandan son necesariamente mejores que lo que obedecen, y si la fuerza del cuerpo o del espritu, la sabidura o la virtud, se hallan siempre en los mismos individuos en proporcin con su poder o su riqueza; cuestin a propsito quiz para ser disentida entre esclavos en presencia de sus amos, pero que no conviene a hombres razonables y libres que buscan la verdad.De qu se trata, pues, exactamente en este DISCURSO? De sealar en el progreso de las cosas el momento en que, sucediendo el derecho a la violencia, la naturaleza qued sometida a la ley; de explicar por qu encadenamiento de prodigios pudo el fuerte decidirse a servir al dbil y el pueblo a comprar un reposo quimrico al precio de una felicidad real. (...)Empecemos, pues, por rechazar todos los hechos, dado que no se relacionan con la cuestin. No hay que tomar por verdades histricas las investigaciones que puedan emprenderse sobre este asunto, sino solamente por razonamientos hipotticos y condicionales, ms adecuados para esclarecer la naturaleza de las cosas que para demostrar su verdadero origen y parecidos a los que hacen a diario nuestros fsicos sobre la formacin del mundo. (...)Primera partePor importante que sea, para bien juzgar del estado natural del hombre, considerarla desde su origen y examinarle, por as decir, en el primer embrin de la especie, yo no seguir su organizacin a travs de sus desenvolvimientos sucesivos ni me detendr tampoco a buscar en el sistema animal lo que haya podido ser al principio para llegar por ltimo a lo que es. (...)Despojando a este ser as constituido de todos los dones sobrenaturales que haya podido recibir y de todas las facultades artificiales que no ha podido adquirir sino mediando largos progresos; considerndole, en una palabra, tal como ha debido salir de manos de la naturaleza, veo un animal menos fuerte que unos, menos gil que otros, pero, en conjunto, el ms ventajosamente organizado de todos; le veo sacindose bajo una encina, aplacando su sed en el primer arroyo y hallando su lecho al pie del mismo rbol que lo ha proporcionado el alimento; he ah sus necesidades satisfechas.La tierra, abandonada a su fertilidad natural y cubierta de bosques inmensos, que nunca mutil el hacha, ofrece a cada paso almacenes y retiros a los animales de toda especie. Dispersos entre ellos, los hombres observan, imitan su industria, elevndose as hasta el instinto de las bestias, con la ventaja de que, si cada especie slo posee el suyo propio, el hombre, no teniendo acaso ninguno que le pertenezca, se los apropia todos, se nutre igualmente con la mayor parte de los alimentos que los otros animales se disputan, y encuentra, por consiguiente, su subsistencia con mayor facilidad que ninguno de ellos. (...)Pero, sin recurrir al testimonio de la Historia, quin no ve que todo parece alejar del hombre salvaje la tentacin y los medios de dejar de serlo? Su imaginacin nada le pinta; su corazn nada le pide. Sus escasas necesidades se encuentran tan fcilmente a su alcance, y se halla tan lejos del grado de conocimientos necesario para desear adquirir otras mayores, que no puede tener ni previsin ni curiosidad. El espectculo de la naturaleza llega a serle indiferente a fuerza de serle familiar; es siempre el mismo orden, siempre son las mismas revoluciones. Carece de aptitud de espritu para admirar las mayores maravillas, y no es en l donde puede buscarse la filosofa que el hombre necesita para saber observar una vez lo que ha visto todos los das. Su alma, que nada agita, se entrega al sentimiento nico de su existencia actual, sin idea alguna sobre el porvenir, por cercano que pueda estar, y sus proyectos, limitados como sus miras, apenas se extienden hasta el fin de la jornada. (...)Concluyamos que el hombre salvaje, errante en los bosques, sin industria, sin palabra, sin domicilio, sin guerra y sin relaciones, sin necesidad alguna de sus semejantes, as como sin ningn deseo de perjudicarlos, quiz hasta sin reconocer nunca a ninguno individualmente; sujeto a pocas pasiones y bastndose a s mismo, slo tena los sentimientos y las luces propias de este estado, slo senta sus verdaderas necesidades, slo miraba aquello que le interesaba ver, y su inteligencia no progresaba ms que su vanidad. Si por casualidad haca algn descubrimiento, tanto menos poda comunicarlo cuanto que ni reconoca a sus hijos. El arte pereca con el inventor. No haba educacin ni progreso; las generaciones se multiplicaban intilmente, y, partiendo siempre cada una del mismo punto, los siglos transcurran en la tosquedad de las primeras edades; la especie era ya vieja, y el hombre segua siendo siempre nio. (...)Segunda parte(...)El primer sentimiento del hombre fue el de su existencia; su primer cuidado, el de su conservacin. Los productos de la tierra le provean de todo, lo necesario; el instinto le llev a usarlos. El hambre, otros deseos hacanle experimentar sucesivamente diferentes modos de existir, y hubo uno que le invit a perpetuar su especie; esta ciega inclinacin, desprovista de todo sentimiento del corazn, slo engendra un acto puramente animal; satisfecho el deseo, los dos sexos ya no se reconocan, y el hijo mismo nada era para la madre en cuanto poda prescindir de ella.Tal fue la condicin del hombre al nacer; tal fue la vida de un animal limitado al principio a las puras sensaciones, aprovechando apenas los dones que le ofreca la naturaleza, lejos de pensar en arrancarle cosa alguna. Pero bien pronto surgieron dificultades; hubo que aprender a vencerlas. La altura de los rboles, que le impeda coger sus frutos; la concurrencia de los animales que intentaban arrebatrselos para alimentarse, y la ferocidad de los que atacaban su propia vida, todo le oblig a aplicarse a los ejercicios corporales; tuvo que hacerse gil, rpido en la carrera, fuerte en la lucha. Las armas naturales, que son las ramas de los rboles y las piedras, pronto se hallaron en sus manos. Aprendi a dominar los obstculos de la naturaleza, a combatir en caso necesario con los dems animales, a disputar a los hombres mismos su subsistencia o a resarcirse de lo que era preciso ceder al ms fuerte. (...)Esta reiterada aplicacin de seres distintos y de unos a otros debi naturalmente de engendrar en el espritu del hombre la percepcin de ciertas relaciones. Esas relaciones, que nosotros expresamos con las palabras grande, pequeo, fuerte, dbil, rpido, lento, temeroso, arriesgado y otras ideas semejantes, produjeron al fin en l una especie de reflexin o ms bien una prudencia maquinal, que le indicaba las precauciones ms necesarias a su seguridad.Las nuevas luces que resultaron de este desenvolvimiento aumentaron su superioridad sobre los dems animales hacindosela conocer. Se ejercit en tenderles lazos, en engaarlos de mil modos, y aunque muchos le superasen en fuerza en la lucha o en rapidez en la carrera, con el tiempo se hizo dueo de los que podan servirle y azote de los que podan perjudicarle. Y as, la primer mirada que se dirigi a s mismo suscit el primer movimiento de orgullo; y, sabiendo apenas distinguir las categoras y vindose en la primera por su especie, as se preparaba de lejos a pretenderla por su individuo.Aunque sus semejantes no fueran para l lo que son para nosotros, y aunque no tuviera con ellos mayor comercio que con los otros animales, no fueron olvidados en sus observaciones. Las semejanzas que pudo percibir con el tiempo entre ellos, su hembra y l mismo, le hicieron juzgar las que no perciba; viendo que todos se conducan como l se hubiera conducido en iguales circunstancias, dedujo que su manera de pensar y de sentir era enteramente conforme con la suya, y esta importante verdad, una vez arraigaba en su espritu, le hizo seguir, por un presentimiento tan seguro y ms vivo que la dialctica, las reglas de conducta que, para ventaja y seguridad suya, ms le convena observar con ellos.Instruido por la experiencia de que el amor del bienestar es el nico mvil de las acciones humanas, pudo distinguir las raras ocasiones en que, por inters comn, deba contar con la ayuda de sus semejantes, y aquellas otras, ms raras an, en que la concurrencia deba hacerle desconfiar de ellos. En el primer caso se una a ellos en informe rebao, o cuando ms por una especie de asociacin libre que a nadie obligaba y que slo duraba el tiempo que la pasajera necesidad que la haba formado; en el segundo, cada cual buscaba su provecho, bien a viva fuerza si crea ser ms fuerte, bien por astucia y habilidad si sentase el ms dbil.He aqu cmo los hombres pudieron insensiblemente adquirir cierta idea rudimentaria de compromisos mutuos y de la ventaja de cumplirlos, pero slo en la medida que poda exigirlos el inters presente y sensible, pues la previsin nada era para ellos, y, lejos de preocuparse de un lejano futuro, ni siquiera pensaban en el da siguiente. Tratbase de cazar un ciervo? Todos comprendan que para ello deban guardar fielmente su puesto; pero si una liebre pasaba al alcance de uno de ellos, no cabe duda que la perseguira sin ningn escrpulo y que, cogida su presa, se cuidara muy poco de que no se les escapase la suya a sus compaeros. (...)Estos primeros progresos pusieron en fin al hombre en estado de hacer otros ms rpidos. Cuanto ms se esclareca el espritu ms se perfeccionaba la industria. Bien pronto los hombres, dejando de dormir bajo el primer rbol o de guarecerse en cavernas, hallaron una especie de hachas de piedra duras y cortantes que sirvieron para cortar la madera, cavar la tierra y construir chozas con las ramas de los rboles, que en seguida aprendieron a endurecer con barro y arcilla. Fue la poca de una primera revolucin, que origin el establecimiento y la diferenciacin de las familias e introdujo una especie de propiedad, de la cual quiz nacieron ya entonces no pocas discordias y luchas. Sin embargo, como los ms fuertes fueron con toda seguridad los primeros en construirse viviendas, porque sentanse capaces de defenderlas, es de creer que los dbiles hallaron ms fcil y ms seguro imitarlos que intentar desalojarlos de ellas; y en cuanto a los que ya posean cabaas, ninguno de ellos debi de intentar apropiarse la de su vecino, menos porque no le perteneciera que porque no la necesitaba y porque, adems, no poda apoderarse de ella sin exponerse a una viva lucha con la familia que la ocupaba.Las primeras exteriorizaciones del corazn fueron el efecto de un nuevo estado de cosas que reuna en una habitacin comn a maridos y mujeres, a padres o hijos. El hbito de vivir juntos hizo nacer los ms dulces sentimientos conocidos de los hombres: el amor conyugal y el amor paternal. Cada familia fue una pequea sociedad, tanto mejor unida cuanto que el afecto recproco y la libertad eran los nicos vnculos. (...)Todo empieza a cambiar de aspecto. Errantes hasta aqu en los bosques, los hombres, habiendo adquirido una situacin ms estable, van relacionndose lentamente, se renen en diversos agrupamientos y forman en fin en cada regin una nacin particular, unida en sus costumbres y caracteres, no por reglamentos y leyes, sino por el mismo gnero de vida y de alimentacin y por la influencia del clima. Una permanente vecindad no puede dejar de engendrar en fin alguna relacin entre diferentes familias. Jvenes de distinto sexo habitan en cabaas vecinas; el pasajero comercio que exige la naturaleza bien pronto origina otro no menos dulce y ms permanente por la mutua frecuentacin. Habitanse a considerar diversos objetos y a hacer comparaciones; insensiblemente adquieren ideas de mrito y de belleza que producen sentimientos de preferencia. A fuerza de verse, no pueden pasar sin verse todava. Un sentimiento tierno y dulce se insina en el alma, que a la menor oposicin se cambia en furor impetuoso; los celos se despiertan con el amor, triunfa la discordia, y la ms dulce de las pasiones recibe sacrificios de sangre humana.A medida que se suceden las ideas y los sentimientos y el espritu y el corazn se ejercitan, la especie humana sigue domesticndose, las relaciones se extienden y se estrechan los vnculos. Los hombres se acostumbran a reunirse delante de las cabaas o, al pie de un gran rbol; el canto y la danza, verdaderos hijos del amor y del ocio, constituyen la diversin o, mejor, la ocupacin de los hombres y de las mujeres agrupados y ociosos. Cada cual empez a mirar a los dems y a querer ser mirado l mismo, y la estimacin pblica tuvo un precio. Aquel que mejor cantaba o bailaba, o el ms hermoso, el ms fuerte, el ms diestro o el ms elocuente, fue el ms considerado; y ste fue el primer paso hacia la desigualdad y hacia el vicio al mismo tiempo. De estas primeras preferencias nacieron, por una parte, la vanidad y el desprecio; por otro, la vergenza y la envidia, y la fermentacin causada por esta nueva levadura produjo al fin compuestos fatales para la felicidad y la inocencia.Tan pronto como los hombres empezaron a apreciarse mutuamente y se form en su espritu la idea de la consideracin, todos pretendieron tener el mismo derecho, y no fue posible que faltase para nadie. De aqu nacieron los primeros deberes de la cortesa, aun entre los salvajes; y de aqu que toda injusticia voluntaria fuera considerada como un ultraje, porque con el dao que ocasionaba la injuria, el ofendido vea el desprecio de su persona, con frecuencia ms insoportable que el dao mismo. De este modo, como cada cual castigaba el desprecio que se lo haba inferido de modo proporcionado a la estima que tena de s mismo, las venganzas fueron terribles, y los hombres, sanguinarios y crueles. He ah precisamente el grado a que haba llegado la mayora de los pueblos salvajes que nos son conocidos. Mas, por no haber distinguido suficientemente las ideas y observado cun lejos se hallaban ya esos pueblos del estado natural, algunos se han precipitado a sacar la conclusin de que el hombre es naturalmente cruel y que es necesaria la autoridad para dulcificarlo, siendo as que nada hay tan dulce como l en su estado primitivo, cuando, colocado por la naturaleza a igual distancia de la estupidez de las bestias que de las nefastas luces del hombre civil, y limitado igualmente por el instinto y por la razn a defenderse del mal que le amenaza, la piedad natural le impide, sin ser impelido a ello por nada, hacer dao a nadie, ni aun despus de haberlo l recibido. Porque, segn el axioma del sabio Locke,no puede existir agravio donde no hay propiedad.Pero es preciso sealar que la sociedad empezada y las relaciones ya establecidas entre los hombres exigan de stos cualidades diferentes de las que posean por su constitucin primitiva; que, empezando a introducirse la moralidad en las acciones humanas y siendo cada uno, antes de las leyes, nico juez y vengador de las ofensas recibidas, la bondad que convena al puro estado de naturaleza no era la que convena a la sociedad naciente; que era necesario que los castigos fueran ms severos a medida que las ocasiones de ofender eran ms frecuentes; que el terror de las venganzas tena que ocupar el lugar del freno de las leyes. As, aunque los hombres fuesen ya menos sufridos y la piedad natural ya hubiera experimentado alguna alteracin, este perodo del desenvolvimiento de las facultades humanas, ocupando un justo medio entre la indolencia del estado primitivo y la petulante actividad de nuestro amor propio, debi de ser la poca ms feliz y duradera. Cuanto ms se reflexiona, mejor se comprende que este estado era el menos sujeto a las revoluciones, el mejor para el hombre, del cual no ha debido salir sino por algn funesto azar, que, por el bien comn, hubiera debido no acontecer nunca. El ejemplo de los salvajes, hallados casi todos en ese estado, parece confirmar que el gnero humano estaba hecho para permanecer siempre en l; que ese estado es la verdadera juventud del mundo, y que todos los progresos ulteriores han sido, en apariencia, otros tantos pasos hacia la perfeccin del individuo; en realidad, hacia la decrepitud de la especie.Mientras los hombres se contentaron con sus rsticas cabaas; mientras se limitaron a coser sus vestidos de pieles con espinas vegetales o de pescado, a adornarse con plumas y conchas, a pintarse el cuerpo de distintos colores, a perfeccionar y embellecer sus arcos y sus flechas, a tallar con piedras cortantes canoas de pescadores o rudimentarios instrumentos de msica; en una palabra, mientras slo se aplicaron a trabajos que uno solo poda hacer y a las artes que no requeran el concurso de varias manos, vivieron libres, sanos, buenos y felices en la medida en que podan serlo por su naturaleza y siguieron disfrutando de las dulzuras de un trato independiente. Pero desde el instante en que el hombre tuvo necesidad de la ayuda de otro; desde que se advirti que era til a uno solo poseer provisiones por dos, la igualdad desapareci, se introdujo la propiedad, el trabajo fue necesario y los bosques inmensos se trocaron en rientes campias que fue necesario regar con el sudor de los hombres y en las cuales viose bien pronto germinar y crecer con las cosechas la esclavitud y la miseria.La metalurgia y la agricultura fueron las dos artes cuyo desenvolvimiento produjo esta gran revolucin. Para el poeta son el oro y la plata; ms para el filsofo son el hierro y el trigo los que han civilizado a los hombres y perdido al gnero humano. Uno y otro eran desconocidos de los salvajes de Amrica, por lo cual han permanecido siempre los mismos; y los dems pueblos parece que siguieron brbaros mientras no practicaron ms que una sola de estas artes. Precisamente, una de las mejores razones quiz de que Europa haya sido, si no ms pronto, mejor y ms constantemente ordenada que las otras partes del mundo es que al mismo tiempo es la ms abundante en hierro y la ms frtil en trigo. (...)En cuanto hubo necesidad de hombres para fundir y forjar el hierro, fueron necesarios otros que los alimentaran. Cuanto mayor fue el nmero de obreros, menos manos hubo empleadas en proveer a la comn subsistencia, sin haber por eso menos bocas que alimentar; y como unos necesitaron alimentos en cambio de su hierro, los otros descubrieron en fin el secreto de emplear el hierro para multiplicar los alimentos. De aqu nacieron, por una parte, el cultivo y la agricultura; por otra, el arte de trabajar los metales y multiplicar sus usos.Del cultivo de las tierras result necesariamente su reparto, y de la propiedad, una vez reconocida, las primeras reglas de justicia, porque para dar a cada cual lo suyo es necesario que cada uno pueda tener alguna cosa. Por otro lado, los hombres ya haban empezado a pensar en el porvenir, y como todos tenan algo que perder, no haba ninguno que no tuviera que temer para s la represalia de los daos que poda causar a otro. Este origen es tanto ms natural cuanto que es imposible concebir la idea de la propiedad naciente de otro modo que por la mano de obra, pues no se comprende que para apropiarse las cosas que no ha hecho pudiera el hombre poner ms que su trabajo. Es el trabajo nicamente el que, dando derecho al cultivador sobre el producto de la tierra que ha trabajado, le da consiguientemente ese mismo derecho sobre el suelo, por lo menos hasta la cosecha, y as de ao en ao; lo que, constituyendo una posesin continua, se transforma fcilmente en propiedad. Cuando los antiguos, dice Grocio, dieron a Ceres el epteto de legisladora y a una fiesta que se celebraba en su honor el nombre de Temosforia, dieron a entender que el reparto de las tierras haba producido una nueva especie de derecho, es decir, el derecho de propiedad, diferente del que resulta de la ley natural.En esta situacin, las cosas hubieran podido permanecer iguales si las aptitudes hubieran sido iguales, y si, por ejemplo, el empleo del hierro y el consumo de los productos alimenticios hubieran guardado un equilibrio exacto. Pero la proporcin, que nada mantena, bien pronto qued rota; el ms fuerte haca ms obra; el ms hbil sacaba mejor partido de lo suyo; el ms ingenioso hallaba los medios de abreviar su trabajo; el labrador necesitaba ms hierro, o el herrero ms trigo; y trabajando todos igualmente, unos ganaban ms mientras otros, apenas podan vivir. De este modo, la desigualdad natural se desenvuelve insensiblemente con la de combinacin, y las diferencias entre los hombres, desarrolladas por las que originan las circunstancias, hcense ms sensibles, ms permanentes en sus efectos y empiezan a influir en la misma proporcin sobre la suerte de los particulares. (...)[D]e libre e independiente que era antes el hombre, vedle, sometido por una multitud de nuevas necesidades, por as decir, a la naturaleza entera, y sobre todo a sus semejantes, de los cuales se convierte en esclavo aun siendo su seor: rico, necesita de sus servicios; pobre; de su ayuda, y la mediocridad le impide prescindir de aqullos. Necesita, por tanto, buscar el modo de interesarlos en su suerte y hacerles hallar su propio inters, en realidad o en apariencia, trabajando en provecho suyo; lo cual le hace trapacero y artificioso con unos, imperioso y duro con otros, y le pone en la necesidad de engaar a todos aquellos que necesita, cuando no puede hacerse temer de ellos y no encuentra ningn inters en servirlos tilmente. En fin; la voraz ambicin, la pasin por aumentar su relativa fortuna, menos por una verdadera necesidad que para elevarse por encima de los dems, inspira a todos los hombres una negra inclinacin a perjudicarse mutuamente, una secreta envidia, tanto ms peligrosa cuanto que, para herir con ms seguridad, toma con frecuencia la mscara de la benevolencia; en una palabra: de un lado, competencia y rivalidad; de otro, oposicin de intereses, y siempre el oculto deseo de buscar su provecho a expensas de los dems. Todos estos males son el primer efecto de la propiedad y la inseparable comitiva de la desigualdad naciente.Antes de haberse inventado los signos representativos de las riquezas, stas no podan consistir sino en tierras y en ganados, nicos bienes efectivos que los hombres podan poseer. Ahora bien; cuando las heredades crecieron en nmero y en extensin, hasta el punto de cubrir el suelo entero y de tocarse unas con otras, ya no pudieron extenderse ms sitio a expensas de las otras, y los que no posean ninguna porque la debilidad o la indolencia los haba impedido adquirirlas a tiempo, se vieron obligados a recibir o arrebatar de manos de los ricos su subsistencia; de aqu empezaron a nacer, segn el carcter de cada uno, la dominacin y la servidumbre, o la violencia y las rapias. Los ricos, por su parte, apenas conocieron el placer de dominar, rpidamente desdearon los dems, y, sirvindose de sus antiguos esclavos para someter a otros hombres a la servidumbre, no pensaron ms que en subyugar y esclavizar a sus vecinos, semejantes a esos lobos hambrientos que, habiendo gustado una vez la carne humana, rechazan todo otro alimento y slo quieren devorar hombres.De este modo, haciendo los ms poderosos de sus fuerzas o los ms miserables de sus necesidades una especie de derecho al bien ajeno, equivalente, segn ellos, al de propiedad, la igualdad deshecha fue seguida del ms espantoso desorden; de este modo, las usurpaciones de los ricos, las depredaciones de los pobres, las pasiones desenfrenadas de todos, ahogando la piedad natural y la voz todava dbil de la justicia, hicieron a los hombres avaros, ambiciosos y malvados. Entre el derecho del ms fuerte y el del primer ocupante alzbase un perpetuo conflicto, que no se terminaba sino por combates y crmenes. La naciente sociedad cedi la plaza al ms horrible estado de guerra; el gnero humano, envilecido y desolado, no pudiendo volver sobre sus pasos ni renunciar a las desgraciadas adquisiciones que haba hecho, y no trabajando sino en su vilipendio, por el abuso de las facultades que le honran, se puso a s mismo en vsperas de su ruina. (...)No es posible que los hombres no se hayan detenido a reflexionar al cabo sobre una situacin tan miserable y sobre las calamidades que los agobiaban. Sobre todo los ricos debieron comprender cun desventajoso era para ellos una guerra perpetua con cuyas consecuencias slo ellos cargaban y en la cual el riesgo de la vida era comn y el de los bienes particular. Por otra parte, cualquiera que fuera el pretexto que pudiesen dar a sus usurpaciones, demasiado saban que slo descansaban sobre un derecho, precario y abusivo, y que, adquiridas por la fuerza, la fuerza poda arrebatrselas sin que tuvieran derecho a quejarse. Aquellos mismos que slo se haban enriquecido por la industria no podan tampoco ostentar sobre su propiedad mejores ttulos. Podran decir: Yo he construido este muro; he ganado este terreno con mi trabajo. Pero se les poda contestar: Quin os ha dado las piedras? Y en virtud de qu pretendis cobrar a nuestras expensas un trabajo que nosotros no os hemos impuesto? Ignoris que multitud de hermanos vuestros perece o sufre por carecer de lo que a vosotros os sobra, y que necesitabais el consentimiento expreso y unnime del gnero humano para apropiaros de la comn subsistencia lo que excediese de la vuestra? Desprovisto de razones verdaderas para justificarse y de fuerza suficiente para defenderse; venciendo fcilmente a un particular, pero vencido l mismo por cuadrillas de bandidos; solo contra todos, y no pudiendo, a causa de sus mutuas rivalidades, unirse a sus iguales contra los enemigos unidos por el ansia comn del pillaje, el rico, apremiado por la necesidad, concibi al fin el proyecto ms premeditado que haya nacido jams en el espritu humano: emplear en su provecho las mismas fuerzas de quienes le atacaban, hacer de sus enemigos sus defensores, inspirarles otras mximas y darles otras instituciones que fueran para l tan favorables como adverso rale el derecho natural.Con este fin, despus de exponer a sus vecinos el horror de una situacin que los armaba a todos contra todos, que haca tan onerosas sus propiedades como sus necesidades, y en la cual nadie poda hallar seguridad ni en la pobreza ni en la riqueza, invent fcilmente especiosas razones para conducirlos al fin que se propona. Unmonos -les dijo- para proteger a los dbiles contra la opresin, contener a los ambiciosos y asegurar a cada uno la posesin de lo que le pertenece; hagamos reglamentos de justicia y de paz que todos estn obligados a observar, que no hagan excepcin de nadie y que reparen en cierto modo los caprichos de la fortuna sometiendo igualmente al poderoso y al dbil a deberes recprocos. En una palabra: en lugar de volver nuestras fuerzas contra nosotros mismos, concentrmoslas en un poder supremo que nos gobierna con sabias leyes, que proteja y defienda a todos los miembros de la asociacin, rechace a los enemigos comunes y nos mantenga en eterna concordia.Comentario: Como una respuesta al desorden y a la falta de un derecho legtimo, ante una situacin de violencia inherente, se decide volver las fuerzas en algo til, as que se concentran en un poder supremo que gobierne con leyes y proteja a los miembros de la asociacin, en contra de enemigos, y que mantenga la concordia. Mucho menos que la equivalencia de este discurso fue preciso para decidir a hombres toscos, fciles de seducir, que, por otra parte, tenan demasiadas cuestiones entre ellos para poder prescindir de rbitros, y demasiada avaricia y ambicin para poderse pasar sin amos. Todos corrieron al encuentro de sus cadenas creyendo asegurar su libertad, pues, con bastante inteligencia para comprender las ventajas de una institucin poltica, carecan de la experiencia necesaria para prevenir sus peligros; los ms capaces de prever los abusos eran precisamente los que esperaban aprovecharse de ellos, y los mismos sabios vieron que era preciso resolverse a sacrificar una parte de su libertad para conservar la otra, del mismo modo que un herido se deja cortar un brazo para salvar el resto del cuerpo.Tal fue o debi de ser el origen de la sociedad y de las leyes, que dieron nuevas trabas al dbil y nuevas fuerzas al rico, aniquilaron para siempre la libertad natural, fijaron para todo tiempo la ley de la propiedad y de la desigualdad, hicieron de una astuta usurpacin un derecho irrevocable, y, para provecho de unos cuantos ambiciosos, sujetaron a todo el gnero humano al trabajo, a la servidumbre y a la miseria. Fcilmente se ve cmo el establecimiento de una sola sociedad hizo indispensable el de todas las dems, y de qu manera, para hacer frente a fuerzas unidas, fue necesario unirse a la vez. Las sociedades, multiplicndose o extendindose rpidamente, cubrieron bien pronto toda la superficie de la tierra, y ya no fue posible hallar un solo rincn en el universo donde se pudiera evadir el yugo y sustraer la cabeza al filo de la espada, con frecuencia mal manejada, que cada hombre vio perpetuamente suspendida encima de su cabeza. Habindose convertido as el derecho civil en la regla comn de todos los ciudadanos, la ley natural no se conserv sino entre las diversas sociedades, donde, bajo el nombre de derecho de gentes, fue moderada por algunas convenciones tcitas para hacer posible el comercio y suplir a la conmiseracin natural, la cual, perdiendo de sociedad en sociedad casi toda la fuerza que tena de hombre a hombre, no reside ya sino en algunas grandes almas cosmopolitas que franquean las barreras imaginarias que separan a los pueblos y, a ejemplo del Ser soberano que las ha creado, abrazan en su benevolencia a todo el gnero humano.Los cuerpos polticos, que siguieron entre s en el estado natural, no tardaron en sufrir los mismos inconvenientes que haban forzado a los particulares a salir de l, y esta situacin fue ms funesta an entre esos grandes cuerpos que antes entre los individuos que los componan. De aqu salieron las guerras nacionales, las batallas, los asesinatos, las represalias, que hacen estremecerse a la naturaleza y ofenden a la razn, y todos esos prejuicios horribles que colocan en la categora de las virtudes el honor de derramar sangre humana. Las gentes ms honorables aprendieron a contar entre sus deberes el de degollar a sus semejantes; viose en fin a los hombres exterminarse a millares sin saber por qu, y en un solo da se cometan ms crmenes, y ms horrores en el asalto de una sola ciudad, que no se hubieran cometido en el estado de naturaleza durante siglos enteros y en toda la extensin de la tierra. Tales son los primeros efectos que se observan de la divisin del gnero humano en diferentes sociedades.El origen y la legitimacin del poder. Estando establecida la sociedad poltica con ella surge el primer gobierno, este era imperfecto, inestable y endeble, ya que se careca de experiencia y de filosofa. Solo consisti, inicialmente, en algunas convenciones generales que todos los individuos se comprometieron a observar y de las cuales la comunidad se hacia garante para con cada uno particularmente. En esta situacin el pblico era testigo y juez a la vez; pero en semejante constitucin era demasiado fcil eludir la ley; es as que se hace necesario hacer el peligroso deposito de la autoridad publica en algunos ciudadanos y conferir a los magistrados el cuidado de hacer cumplir las deliberaciones del pueblo (leyes). El establecimiento del poder, es decir la eleccin de una autoridad esta justificando principalmente por la defensa de la libertad. El poder (la sociedad civil o el gobierno absoluto) de ninguna manera se puede fundamentar en la autoridad paterna, ya que, segn Rousseau, por ley natural, padre no es dueo del hijo mas tiempo del que ste tiene necesidad de sus auxilios; pasado esto el hijo solo le debe respeto mas no obediencia. En vez de decirse que la sociedad civil (el poder) se deriva del poder paternal, debera decirse que es de ella donde el poder paternal recibe su mayor fuerza, ya que un individuo fue reconocido como padre de muchos hijos solo cuando logro mantenerlos alrededor suyo, retenindolos, de alguna manera, con sus bienes (existencia de propiedad); esto solo se puede dar una vez establecida la sociedad civil. No se puede concebir el establecimiento voluntario de la tirana, por que es difcil demostrar la validez de un contrato que solo obligara a una de las partes y que redundara nicamente en prejuicio del que se compromete . Para Rousseau es imposible enajenar la libertad mediante convenios, por dos motivos: Primero, por que lo que vaya a hacer con los bienes que se me enajene me es indiferente, pero no sucede lo mismo con mi libertad, ya que me interesa que no se abuse de ella; y segundo, el derecho de propiedad, es una convencin de la instituciones humanas, por el cual la persona puede hacer lo que mejor le parezca con lo que posee, pero no sucede lo mismo con los dones de la naturaleza como: la libertad.Rousseau considera el establecimiento del cuerpo poltico como un verdadero contrato entre el pueblo y los jefes de su eleccin; contrato por el cual las dos partes se obligan al cumplimiento de las leyes en l estipuladas y que constituyen los lazos de unin. Habiendo el pueblo o la comunidad decidido reducir su voluntad a una sola, todos los artculos donde se explica esta voluntad se convierten en leyes fundamentales, a las que esta obligadas a cumplir todos los miembros del estado sin excepcin. Estas leyes regularizan tambin las elecciones y el poder de los magistrados, los cuales tienen la funcin de hacer cumplir las leyes, no haciendo uso del poder que se le ha confiado ms que de acuerdo a la intencin de los comitentes, prefiriendo siempre el bien publico en detrimento del bien particular. El contrato mencionado lneas arriba no tiene carcter irrevocable, ya que no habiendo poder superior que garantice la fidelidad y el cumplimiento reciproco de los contratantes, estos mismos se constituyen en jueces, teniendo siempre el derecho de renunciar al contrato por incumplimiento de una de las partes o por que no le conviene.Las diferentes formas de gobierno tienen su origen en las diferencias que existan entre los individuos al momento de su institucin. Donde un solo hombre se distingua del resto por su riqueza, su poder y su virtud, se erigi una monarqua. Si un grupo, de ms o menos iguales, se elevaban sobre los dems, se los elega en conjunto y se constitua una aristocracia. Aquellos cuya fortuna y virtud era menos desproporcionadas, es decir se haban alejado menos del estado natural, formaron una democracia. En un principio, en estos diversos gobiernos las magistraturas fueron electivas, pero poco a poco se fueron privilegiando a los ancianos para ocupar estos cargos, cuando esto se fue acentuando ms y mas, se formaron facciones que no estaban de acuerdo, hasta llegar a una especie de guerra civil. En esta situacin de anarqua los que pudieron imponerse aprovecharon para perpetuar los cargos en sus familias (cargos hereditarios). Pronto se creyeron dueos del estado y el pueblo aumento su esclavitud para afirmar su tranquilidad.En el progreso hacia las desigualdades se puede distinguir tres momentos:1. Primero, el establecimiento de la ley y el derecho de propiedad que nos remiten a las categoras: rico y pobre;2. Segundo, el establecimiento de la magistratura que nos remiten a las categoras: poderoso y dbil;3. Y por ltimo, cuando el poder legitimo se transforma en poder arbitrario que nos remite a las categoras: amo y esclavo.Con las distinciones polticas tambin se van acentuando las distinciones civiles, es decir la brecha que existe entre el pueblo y sus dirigentes pronto se hace sentir en los particulares. Las diferencias que van acentuando la desigualdad son muchas, pero las principales son las siguientes: la riqueza la nobleza o el rango el poder y el merito personal. Siendo las cualidades personales el origen de las otras y siendo la riqueza la ultima a la cual se reduce al fin. Esta observacin nos puede servir para saber cuanto se a separado el hombre de su estado primitivo y cuanto ha recorrido en el camino de la corrupcin.En el ambiente de las revoluciones y los desordenes, provocado por las desigualdades, se erige el despotismo sobre las ruinas de la republica y eliminado cualquier vestigio de esta. En esta etapa el pueblo ya no tendra jefes ni leyes, sino solo tiranos, que exigen obediencia; ya que esta es la nica virtud que queda a los esclavos. Este es el ultimo termino de la desigualdad y el punto extremo que cierra el circulo tocando el de donde se parti al principio de la investigacin. Llegado a este punto, todos los individuos son iguales, porque no son nada, ya que el esclavo no tiene ms ley que la voluntad del amo, y este se rige solamente por sus pasiones. Se puede decir tambin, que aqu rige la ley del mas fuerte, ya que el dspota es amo mientras es el mas fuerte, pues tan pronto como pueden expulsarlo no tiene derecho a reclamar contra la violencia; por que su mismo poder se eriga con la violencia.Una diferencia bien marcada entre el hombre natural y el hombre social, es la siguiente: Mientras el primero vive en l mismo y no le importa lo que piensen los dems; el segundo vive fuera de s y no sabe vivir mas que de la opinin de los otros.Para terminar, Rousseau, hace una pequea recapitulacin y sntesis de lo expuesto, concluyendo que siendo la desigualdad casi nula en el estado natural, su crecimiento y su fuerza proviene del desarrollo de nuestras facultades y del progreso del espritu humano, legitimndose y adquiriendo estabilidad mediante el establecimiento de la propiedad. Se puede, entonces, inferir de lo dicho que la desigualdad moral, autorizada por el derecho positivo, es contraria al derecho natural.