Retiro comunidad san Diego y san Francisco de Asís en Madrid

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COMUNIDADES DE LA PARROQUIA DE SAN DIEGO, PARROQUIA DE SAN FRANCISCO DE ASIS Y COMUNIDAD RELIGIOSA DE LAS HIJAS DEL CORAZÓN DE MARIA, MADRID Madrid, jueves, día 12 de enero del 2012

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COMUNIDADES DE LA PARROQUIA DE SAN DIEGO, PARROQUIA DE SAN FRANCISCO DE ASIS Y COMUNIDAD RELIGIOSA DE LAS HIJAS DEL CORAZÓN DE MARIA, MADRID

Madrid, jueves, día 12 de enero del 2012

"Omnipotencia de Dioscon fragilidad de carne":

eso es el Verbo encarnado.Y el que sigue a Jesús, su imagen.

Lectura del santo evangelio según san Juan 1,1-18En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre.Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.Juan da testimonio de él y grita diciendo: - «Este es

de quien dije: "El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."»Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Esta meditación tiene tres puntos:

Punto primero: El Verbo carne: Verbum caro.Punto segundo: La Carne Dios: Caro Deus.Punto tercero: Yo y mundo Dios: Ego-mundusDeus.

¿Quién se encarna? El Verbo de Dios. Hemos de volver a la fe de Nicea (325), al

Símbolo Niceno: «Creemos en un solo Dios Padre omnipotente... y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre...»

PRIMER PUNTO: VERBUM CARO

ESTE QUE SE ENCARNA ES EL CREADOR

“Corde natus ex parentis |ante mundi exordium...”

(Nacido del corazón del Padre | antes del exordio del mundo).

Este es el que se encarna.

Este Verbo de Dios se hace “carne”. Et Verbum caro factum est, dijo Juan(Jn 1,14).

Pudo haber dicho perfectamente: Et Verbum homo factum est, y el Verbo se hizo hombre. Pero escogió la palabra carne (sarx) y en este caso dejó a un lado la palabra hombre (ánthropos).

Porque el escándalo de la Encarnación no es que el Verbo se haga hombre,

sino que el Verbo se haga carne, es decir, debilidad, ignorancia, y, en definitiva, dolor, pasión y muerte.

Et Verbum caro factum est

El término de llegada de la humanidad amante de Cristo es el escándalo, pero en ese escándalo está nuestra salvación.

El amor divino resulta escandaloso por los modos y niveles que este amor alcanza: que es el estado humano ruinoso en que nos había dejado el pecado.

Y la Encarnación se sigue actuando en esa zona oscura de nosotros mismos: el Verbo baja hasta el fondo de mi pecado, de mi tiniebla, de mi temor Ahí se encarna el Verbo de Dios Salvador.

Yo soy salvado no por mis méritos, por mis virtudes, por lo buenas personas que somos (así nos dice la gente), sino porque en mi “carne”, que abarca también lo más hondo del espíritu, en mi absoluta miseria e impotencia, viene la luz divina del Verbo.

Dios “enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne” (Rm 8,3). Esta frase de san Pablo va en total consonancia con la declaración solemnísima de Juan: Y el Verbo se hizo carne. Podía haber aniquilado el pecado de otra manera; por ejemplo, con una oración mística del Hombre Jesús; pero, no. Condenó el pecado en la carne de Jesús, en la miseria de Jesús, que, en definitiva, era la mía.

La miseria nuestra – carne – nos va a acompañar toda la vida, hasta la muerte, y la muerte misma es la mayor evidencia de que somos “carne”: la muerte será nuestra suprema humillación humana, y la suprema oportunidad del amor total. El que ama da; pero normalmente, al dar, nos quedamos con algo. Entonces, al gustar la muerte, tenemos la posibilidad de dar todo el amor sin quedarnos con nada para nosotros mismos; la carne se dispone, pues, para el tránsito de la resurrección.

SEGUNDO PUNTO: CARO DEUS

A los que hemos recibido al Verbo de Dios “les dio poder de ser hijos de Dios” (Jn 1,12). La “caro Mariae” se convirtió en divina maternidad; mi carne se convierte en divina filiación.

Y Pablo nos explica las consecuencias de esta elevación transformadora: “Como sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡Abbá, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijos, también eres heredero por voluntad de Dios” (Ga 4,6-7).

En el estado presente de la fe nos debatimos – como tan fuertemente han marcado los teólogos alemanes del siglo pasado – entre el “ya” y el “todavía no”. Tener los bienes divinos que corresponden a nuestra condición de hijo, los tenemos; pero los disfrutamos “en fe”, no en disfrute personal plenario.

Nuestra condición de “caro” no nos lo permite todavía.Y mientras tanto, el Padre en su bondad nos puede conceder un más y un menos. Por ejemplo, puede embriagarnos de amor y gustar una migaja de las delicias celestiales.

TERCER PARTE: EGO-MUNDUS DEUS

También san Pablo habló de esto: hay una solidaridad de origen y destino entre el mundo y yo, de modo que padecemos la misma suerte y nos cubre la misma esperanza. No hablaba como físico (pues no lo era), ni hablaba como filósofo (pues, pudiendo serlo, no lo fue); hablaba como vidente de Dios, como ministro del Evangelio.

“La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios” (Rm 8,19).

La creación fue sometida a nuestra miseria “no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (vv. 20-21).

En suma, la creación, por el hombre y desde el hombre, por Jesús y desde Jesús, es beneficiaria de la Encarnación, que estamos disfrutando estos días con el realismo místico-sacramental de la liturgia.