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guillermo maya muñoz RETRATOS DE ECONOMISTAS Este artículo recoge tres cortos ensa- yos sobre tres economistas. En el prime- ro se presenta la curiosa historia de una envidia entre dos grandes economistas, Jo- seph Schumpeter y John Maynard Keynes, que nos enseña que de los defectos hu- manos como la envidia no se escapa nadie, incluídos los grandes hombres. En el se- gundo se presenta una de las grandes eco- nomistas modernas, y de todos los tiem- pos , Joan Robinson, cuyo trabajo y ejemplo son desconocidos en nuestro medio, espe- cialmente por las mujeres que deben te- nerla como ejemplo de voluntad, de lucha y de inteligencia. Y por último, pero no me- nos importante, se presenta al antioqueño Alejandro López, que con las ideas del ale- mán Federico List sobre la importancia de una política industrial, y las ideas de John M. Keynes sobre la importancia de la de- manda, se adelantó en mucho a las ideas que luego hicieron parte de la CEPAL y de su gran impulsor Raúl Prebish. SCHUMPETER EL ENVIDIOSO En La Fábula de las Abejas (1729), li- bro elogiado por Keynes en La Teoría Ge- neral (1936), Bernard Mandeville, filósofo social, trató de demostrar que los vicios privados producen beneficios públicos, y en este sentido "la misma envidia, y la va- nidad eran los ministros de la industria (. , . ) la misma rueda que movía el comer- cio" (El Panal Rumoroso), en tanto estimu- laban el consumo, y de aquí, entonces la derivación keynesiana del principio de la demanda efectiva: el gasto determina el nivel del producto y del empleo, y su in- cremento los aumenta; mientras que por otro lado, el ahorro, como expresión de la frugalidad y de la virtud, los disminuye. Las virtudes privadas producen, en oposi- ción, males públicos. Por otro lado, la en- vidia era definida como , "ese bajo senti- miento de nuestra naturaleza que nos ha- ce entristecernos y consumirnos por lo que constituye la felicidad de otros", y agregaba: "la experiencia humana nos en- seña que nada en el mundo alivia estos pesares tanto como el descargar nuestra cólera contra los que poseen lo que apre- ciamos y deseamos". Joseph Schumpeter, el gran economista, es sabido padeCió el sentimiento de la envidia, y no lo pudo

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res, 1960. En algunos parlamentos he confrontado y prese ntado alte rnativa ­mentc con la versión inglesa de Muelle r ya ci tada.

24. Hauser, op. cit. tomo 111, p. 65.

25. Hans Magnus Enzensberger : Sobre el Correo de Hessen. Citado e n e l

progra ma del Teatro de la Plaza.

26. Ernesto Volkening : George Büchner, El D ccmorldo. En : Ensayos //, Co­

I eión Autores Nacionales, Instituto Colombiano de Cultu ra. Bogotá: Impren­ta Nacio nal de Colombia, julio de 1976.

27. Volkening. Op. cit., pp. 132-133.

26. Hao er: op_ ('jI., tomo 11 , p . 370.

1.9. Hauser : op. Cil. , lomo 11 pp. 363-364 .

30. Hauser: op. dI., tomo 11, pp. 361­362.

31. Hauser: op. cit., tomo 11, pp. 395­396.

32. Sobre este punto, en particular so­bre el caso de Ibsen, véase la ob ra citada de Erie Bentley.

3. Tomo la referencia del libro me n­cionado atrás: libertad y Terror,

pp. 28-29.

34. Bergeron y ol ros, op. cit. p. 41.

S. l ul I Micht>let: El Pueblo . Traduc­ción de Odill' Guilpain . México,

UNAM-Fa"do rito Cultura Económica, la. edición e n spañol, 1991.

36. Alusión a la I yenda segú n la cual San Dioni io Ar 'opag/ta ( ~ ig'o 1),

patrono de París. reco i6 en su manos la cabeza que lE' acababa de ser corta­da y caminó varios pasos. (N ota de l au.­tor del artículo).

37. Se refie a dos partidos que e n la Conve nci n se situaban respectiva ­

men! e n la parte baja de la gradería y en la sección alta de la misma. (Nota d I dutor del artículo),

38. Esta~ últimas frases, y la notable escena del monólogo de Danton

al aire libre, poco antes de ser detenido, o el monólogo de su csposa lulie, vo­can concretos pasajes dl' Shakespeare, especial m nI en H miel, Macbelh y Romeo y Juliela.

39. Mueller, op. cil. p . XV, traducción del autor del artículo.

guillermo maya muñoz

RETRATOS DE ECONOMISTAS

Este artículo recoge tres cortos ensa­yos sobre tres economistas. En el prime­ro se presenta la curiosa historia de una envidia entre dos grandes economistas, Jo­seph Schumpeter y John Maynard Keynes, que nos enseña que de los defectos hu­manos como la envidia no se escapa nadie, incluídos los grandes hombres. En el se­gundo se presenta una de las grandes eco­nomistas modernas, y de todos los tiem­pos , Joan Robinson, cuyo trabajo y ejemplo son desconocidos en nuestro medio, espe­cialmente por las mujeres que deben te­nerla como ejemplo de voluntad, de lucha y de inteligencia. Y por último, pero no me­nos importante, se presenta al antioqueño Alejandro López, que con las ideas del ale ­mán Federico List sobre la importancia de una política industrial, y las ideas de John M. Keynes sobre la importancia de la de­manda, se adelantó en mucho a las ideas que luego hicieron parte de la CEPAL y de su gran impulsor Raúl Prebish.

SCHUMPETER EL ENVIDIOSO

En La Fábula de las Abejas (1729), li­bro elogiado por Keynes en La Teoría Ge­neral (1936), Bernard Mandeville, filósofo social, trató de demostrar que los vicios privados producen beneficios públicos, y en este sentido "la misma envidia, y la va­nidad eran los ministros de la industria (. , . ) la misma rueda que movía el comer­cio" (El Panal Rumoroso), en tanto estimu­laban el consumo, y de aquí, entonces la derivación keynesiana del principio de la demanda efectiva: el gasto determina el nivel del producto y del empleo, y su in­cremento los aumenta; mientras que por otro lado, el ahorro, como expresión de la frugalidad y de la virtud, los disminuye. Las virtudes privadas producen, en oposi­ción, males públicos. Por otro lado, la en­vidia era definida como , "ese bajo senti ­miento de nuestra naturaleza que nos ha­ce entristecernos y consumirnos por lo que constituye la felicidad de otros", y agregaba: "la experiencia humana nos en­seña que nada en el mundo alivia estos pesares tanto como el descargar nuestra cólera contra los que poseen lo que apre­ciamos y deseamos". Joseph Schumpeter, el gran economista, es sabido padeCió el sentimiento de la envidia, y no lo pudo

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ocultar. Sus biográfos han encontrado evi­dencias de ese sentimiento en su diario personal, lo mismo que en algunas de las apreciaciones críticas sobre hombres y obras que el gran economista realizó en su momento. Es reconocida la envidia que Joseph Schumpeter sentía por J. M. Key­nes.

Joseph Schumpeter (1883-1950), el gran economista austro-americano, aboga­do, ministro de finanzas y banquero, es más conocido como académico, y por sus contribuciones a la teoría económica. La teoría del empresario corno el factor di­námico en el ciclo económico, y su teoría del desarrollo económico del capitalismo, se tienen como sus máximas contribucio­nes. Entre sus obras más admiradas están: Teoría del Desarrollo Económico (1912). Los Ciclos Económicos (1939), Capitalis­mo, Socialismo y Democracia (1947) I Y su opus magnus Historia del Análisis Eco­nómico (HAE-1954). Su extenso trabajo y sus aportaciones a la teoría lo colocan, sin duda, como uno de los Grandes de la eco­nomía en el siglo XX.

Don Patinkin ha documentado la envi­dia de Schumpeter a Keynes. Para Schum­peter la colaboración de Richard Kahn, el pupilo predilecto de Keynes, en el logro de la Teoría General (1936), la obra más im­portante de la economía en el siglo XX, la coloca a nivel de coautoría (HAE) - sin ofrecer ninguna evidencia-o Pero el mis­mo R. Kahn ha rechazado esta afirmación de Schumpeter, como "claramente absur­da" e "inspirada en su hostilidad incons­ciente hacia Keynes". La rivalidad de Schumpeter con Keynes estaba basada so­bre el honor de quien era el más impor­tante economista de su tiempo. Y muchos de los biogrMos de Schumpeter lo han ad­mitido.

Swedberg escribió que "Schumpeter parece habar considerado a Keynes como el principal rival de toda su vida". Igualmen­te, la recepción entusiasta de los estudian­tes de Harvard, donde Schumpeter era pro­fesor, a la Teoría General, fue recibida por éste con envidia. Allen ha citado pasajes del diario de Schumpeter en el que repetidamente revela sus intensos celos del éxito de Keynes, que en ocasiones le cegaban hasta su sentido de pureza cien­tífica. Por ejemplo, la tesis de grado de Erik Lundberg (¿quién se acuerda de él

ahora?) Studie.s in the theory of economic expansion, publicado un año después de 'la Teoría General, fue considerada por Schumpeter corno un trabajo, "de tal alcan­ce y profundidad, que en el curso de un ariO, no puede ser formada por una influen­cia externa (Keynes), a menos que el au­tor haya llegado un poco a conclusiones similares por sí mismo", y agrega: "Para nosotros, el libro es especialmente intere­sante porque pone de manifiesto las raíces micro y macrodinámicas del Keynesionis­mo corriente mucho mejor que el mismo Keynes" (HAE). Lundberg, en persona, ha dicho que "Schumpeter tuvo que haber go­zado usando de esa manera un libro de un economista desconocido, en una remo­ta parte del mundo, como medio para mos­trar que uno no tiene que considerar la esencia de la Teoría General como revolu­cionariamente nueva", que era precisa­'mente lo que Keynes afirmaba: "Creo que el libro que estoy escribiendo en teoría económica, revolucionará grandemente la rn'anera en que el mundo piensa los proble­mas económicos. Cuando mi teoría haya sido debidamente asimilada, y haya sido mezclada con la política, los sentimientos y las pasiones, no puedo predecir qué re­sultados finales tendrá sobre la acción y los asuntos (humanos), pero habrá un gran cambio, y en particular, los fundamen­tos ricardianos del marxismo serán derri­bados" (carta a George Bernard Shaw, ju­nio de 1935). Para Patinkin, la apreciación de los casos de Kahn y de Lundberg es el producto de la envidia, profundamente arraigada, que sentía Schumpeter por Key­nes, y no precisamente "la evaluación jui­ciosa del historiador objetivo del pensa­miento que Schumpeter aspiraba a ser".

Para Mandeville "los hombres de le­tras", como llamaba a los intelectuales, f'cuando envidian a una persona por sus prendas y erudición, su principal cuidado es ocultar hábilmente esta debilidad, em­pezando generalmente por negar y despre­ciar las buenas cualidades que envidian: escrudiñan con cuidado las obras de sus víctimas, encuentran defecto en los mejo­res pasajes, no buscan más que los erro­res y no desean otra cosa que tener la ocasión de poder regalarse con una equi­vocación evidente: en sus censuras son tan capciosos como severos, hacen mon­tañas de toperas y 'no sólo no perdonan ni la sombra de una falta, sino que exageran

la más insignificante omisión convirt la en el mayor de los desatinos". Na podido expresar mejor que Mandevi forma como la envidia opera en el c de los intelectuales y en el más de los mortales: "No creo que exis sola criatura humana, con sentidos ros, que en un momento u otro no s sentido verdaderamente arrebatada ta pasión; pero nunca he encontrad die que, a menos que lo haga en bro.¡ atreva a confesarse culpable de ell~ anterior muestra que si el propio Sch ter no pudo evitar el sentimiento de vidia, a pesar de su grandeza, aquéll

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?) Studie.s in the theory of economic sion, pubhcado un afio después de oría General, fue considerada por npeter como un trabajo, "de tal alcan­profundidad, que en el curso de un 'o puede ser formada por una influen­terna (Keynes), a menos que el au­¡ya llegado un poco a conclusiones res por sí mismo", y agrega: "Para ,os, el libro es especialmente intere­iporque pone de manifiesto las raíces y macrodinámicas del Keynesionis­

~rriente mucho mejor que el mismo Is " (HAE). Lundberg, en persona, ha que "Schumpeter tuvo que haber go­sando de esa manera un libro de

pnomista desconocido, en una remo­~e del mundo, como medio para mos­ue uno no tiene que considerar la a de la lecría General como revolu­iamente nueva", que era precisa-lo que Keynes aHrmaba: "Creo que

·0 que estoy escribiendo en teoría lica, revolucionará grandemente la en que el mundo piensa los proble­

conómicos. Cuando mi teoría haya eb¡damente asimilada, y haya sido da con la política, los sentimientos asiones, no puedo predecir qué re­s finales tendrá sobre la acción y untos (humanos), pero habrá un mbio, y en particular, los fundamen­ardianos del marxismo serán derri ­, (carta a George Bernard Shaw, ju­1935) . Para Patinkin, la apreciación casos de Kahn y de Lundberg es el to de la envidia, profundamente da, que sentía Schumpeter por Key­no precisamente "la evaluación jui­

del historiador objetivo del pensa­que Schumpeter aspiraba a ser".

a Mandeville "los hombres de le­como llamaba a los intelectuales, o envidian a una persona por sus s y erudición, su principal cuidado Itar hábilmente esta debilidad, em­o generalmente por negar y despre­s buenas cualidades que envidian : ifian con cuidado las obras de sus s, encuentran defecto en los mejo­ajes, no buscan más que los erro­

no desean otra cosa que tener la de poder regalarse con una equi­

, n evidente: en sus censuras son ciosos corno severos, hacen man­e toperas y no sólo no perdonan ni

bra de una falta, sino que exageran

la más insignificante omisión convirtiéndo­la en el mayor de los desatinos". Nadie ha podido expresar mejor que Mandeville, la forma como la envidia opera en el corazón de los intelectuales y en el más común de los mortales: "No creo que exista una sola criatura humana, con sentidos madu­ros, que en- un momento u otro no se haya sentido verdaderamente arrebatada por es­ta pasión; pero nunca he encontrado a na­die que, a menos que lo haga en broma, se atreva a confesarse culpable de ella". Lo anterior muestra que si el propio Schumpe­ter no pudo evitar el sentimiento de la en­vidia, a pesar de su grandeza, aquéllos que

son menores en estatura intelectual están indefensos y expuestos, a todo lo ancho y a todo lo largo, a padecer este bajo y mo­lesto sentimiento. En Colombia, decía el famoso ciclista colombiano Cochise, mue­re mfis gente de envidia que de cáncer.

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JOAN ROBINSON: MUJER V ECONOMISTA

La economía como arte o como ciencia ha sido dominada por los hombres desde sus comienzos, hace ya un poco más de

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200 años. En general, se podría decir que la "ciencia triste" o la "ciencia lúgubre", por la dedicación de la economía a estu­diar los problemas de es'casez, ante las ne­cesidades casi ilimitadas de los humanos, es más atractiva para los espíritus conser­vadores y ortodoxos, pero poco para las mujeres, que poseen un corazón menos du­ro y racional que el de los hombres, al fin y al cabo son nuestras madres. Sin embar­go, ha habido grandes mujeres que se han dedicado a este oficio y no siempre para agradar. Rosa Luxemburgo, por ejemplo, el más bello nombre que haya tenido eco­nomista alguna, es la estrella de los segui­dores de Marx. Anne Krueger y Anna Scha­wartz (la esposa de Milton Friedman) son dos símbolos contemporáneos para los economistas neoclásicos. Sin embargo, la estrella que más alumbra intensamente en el cielo de los economistas, donde a pe­sar de lo de cielo la escasez reina, es Joan Robinson, líder de los economistas Postkeynesianos, que como Jorge Luis Borges, el gran cuentista y pensador, nun­ca recibió el Premio Nobel, a pesar de sus grandes merecimientos humanos y cientí­ficos.

Joan Robinson nació en 1903 en Ingla­terra, en el hogar del Mayor General Fre­deric Maurice y de Helen Marsh. Y murió en 1983. Joan Robinson era de carácter du­ro y fuerte, inconformista y heterodoxa, no tenía ningún sentimiento de reverencia o timidez, incluso en presencia de celebrida­des mundiales, y la acompañaba un ansia apasionada por lo nuevo y desconocido.

En 1922 fue admitida en la Univesidad de Cambridge (Inglaterra), en el Girton College, donde estudió economía cuando las figuras dominantes en Cambridge eran Alfred Marshall y Arthur Pigou. Este último como sucesor de Marshall (t 1924) se en­cargó del curso de economía política, en cuyas clases los estudiantes absorbían el verbum oficial de la economía marshallia­na. Keynes en esa época era una especie de intruso en Cambrid~e, con medio tiem­po en la cátedra y medio tiempo en el go­bierno o en la oposición pública. En ~ene­ral el ambiente intelectual de la época era marcadamente tradicional. Y Joan Robin­son como buena chica se graduó con hono­res en 1925.

Joan Robinson se casó en 1926 con el más tarde Sir Austin Robinson, a quien

acompañó a la India, y regresó en 1928 pa­ra ingresar a la U. de Cambridge para hacer asesoría a los estudiantes de pregrado, y dedicarse a la investigación económica. El ambiente que encontró ya no era el mis­mo de antes. Keynes ero la figura central, había sido nombrado editor del Economic Journal, una de las revistas más antiguas y prestigiosas del mundo, y se estaba ro~ deando con grandes figuras científicas e intelectuales: trajo a Piero Sraffa, el joven economista italiano que había lanzado un ataque demoledor a las fortalezas de la tradición marshalliana, poniendo en entre­dicho la validez de la competencia perfec­ta; a Frank Ramsey, gran matemático; al brillante filósofo austriaco Ludwig Witt­genstein, y al economista Richard Kahn, el pupilo favorito de Keynes, y con quien Joan Robinson establecería una sociedad intelectual, que duraría toda su vida. En Cambridge, Joan Robinson fue deslumbra­da por el trabajo revolucionario de Keynes, quien establecería una manera novedosa y muy distinta de hacer economía, opuesta a la manera de pensar de la economía or­todoxa de su maestro Marshall, y que con­tribuiría con dos grandes instrumentos de política, el gasto · deficitario del gobierno y la teoría de la liquidez. para hacer del ca­pitalismo del siglo XX, un capitalismo más exitoso y capaz de superar las recesiones y las depresiones económicas. En este sentido Joan Robinson perteneció al gru­po de asociados a Keynes, que se conoció como el "circus de Cambridge", y como tal fue uno de los lectores de los borrado­res de La Teoría General, el libro más im­portante en economía del siglo XX .

En 1931 Joan Robinson ingresa a la ca­rrera académica, subiendo peldaño a pel­daño las categorías docentes, pero tuvo que esperar a que su esposo, que era miembro de la misma facultad, se jubila­ra, para poder ser profesora. Finalmente se retiró de Cambridge en 1971, pero sin abandonar su vida intelectual, con giras y seminarios alrededor del mundo. Como profesora era muy popular entre sus estu­diantes, al mismo tiempo que despertaba sentimientos muy fuertes, amor u odio. Sus oponentes se aterrorizaban con ella, mientras sus amigos realmente la adora­ban.

La capacidad analítica de Joan Robin­son era sobresaliente; como no usaba nor­

mal mente matemáticas, cuando lo asesorada por su amigo Frank Ka habilidad era tal que desafía una ción convencional. Su estilo era m cil de imitar, pero muy efectivo, y sultados impresionantes. Aquellos cutían y debatían con ella sabían capaz de comprender y de guardar mente, para expresarlo en el m apropiado, una serie de efectos en e interdependencias que sus inte res eran incapaces de imaginar. bargo, y a pesar de su espíritu de c tación crítica con sus interlocuto muy abierta a las contribuciones personas que conocía.

Si bien en el comienzo de su Joan Robinson era muy cautelosa, pada en construir sus fundamento . ticos sólidamente, después que s segura de su equipamento analítico su idea de la economía como 'caja rramientas', empezó a aventurarse más en el excitante campo de la • ción. Su peculiar mixtura de factor cativos, temperamentales e intel hizo de ella una de las Ifderes hete de la economía del siglo XX, siemp ciente con los dogmas, constantem chando contra las creencias establ

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,añó a la India, y regresó en 1928 pa­'eS8r a la U. de Cambridge para hacer 'ía a los estudiantes de pregrado, y irse a la investigación económica. El ,te que encontró ya no era el mis­~ntes. Keynes eré" la figura central,

sido nombrado editor del Economic 1, una de las revistas más antiguas rtigiosas del mundo, y se estaba ro­) con grandes figuras científicas e \tuales: trajo a Piero Sraffa, e'l joven nista italiano que había lanzado un

demoledor a las fortalezas de la IÓn marshalliana, poniendo en entre­} validez de la competencia perfec­!" rank Ramsey, gran matemático; al . e fi lósofo austriaco Ludwig Witt­¡in, y al economista Richard Kahn ~ lo .favorito de Keynes, y con quie~ Roblnson establecería una sociedad tual, que duraría toda su vida. En 'dge, Joan Robinson fue deslumbra­el trabajo revolucionario de Keynes, st.ablecería una manera novedosa y stlnta de hacer economía, opuesta nera de pensar de la economía or­de su maestro Marshall, y que con­

a con dos grandes instrumentos de , el gasto . deficitario del gobierno ría de la liquidez. para hacer del ca­o de'l siglo XX, un capitalismo más y capaz de superar las recesiones

depresiones económicas. En este Joan Robinson perteneció al gru­

sociados a Keynes, que se conoció I "circus de Cambridge", y como uno de los lectores de los borrado-La Teoría General. el libro más im­e en economía del siglo XX.

1931 Joan Robinson ingresa a la ca­cadémica, subiendo peldaño a pel­s categorías docentes, pero tuvo perar . a que su esposo, que era o de la misma facultad, se jubila­a poder ser profesora. Finalmente ró de Cambridge en 1971, pero sin nar su vida intelectual, con giras y rios alrededor del mundo. Como ra era muy popular entre sus estu­, al mismo tiempo que despertaba ientos muy fuertes, amor u odio. onentes se aterrorizaban con ella, s sus amigos realmente la adora­

apacidad analítica de Joan Robin­~ sobresaliente; como no usaba nor­

malmente matemáticas, cuando lo hacía, asesorada por su amigo Frank Kahn, su habilidad era tal que desafía una descrip­ción convencional. Su estilo era muy difí­cil de imitar, pero muy efectivo, y los re­sultados impresionantes. Aquellos que dis­cutían y debatían con ella sabían que era capaz de comprender y de guardar en su mente, para expresarlo en el momento apropiado, una serie de efectos en cadena e interdependencias que sus interlocuto­res eran incapaces de imaginar. Sin em­bargo, y a pesar de su espíritu de confron­tación crítica con sus interlocutores, era muy abierta a las contribuciones de las personas que conocía.

Si bien en el comienzo de su carrera Joan Robinson era muy cautelosa, preocu­pada en construir sus fundamentos analí­ticos sólidamente, después que se sintió segura de su equipamento analítico, de ahí su idea de la economía como 'caja de he­rramientas', empezó a aventurarse más y más en el excitante campo de la innova­ción. Su peculiar mixtura de factores edu­cativos, temperamentales e intelectuales hizo de ella una de las líderes heterodoxas de la economía del siglo XX, siempre impa­ciente con los dogmas, constantemente lu­chando contra las creencias establecidas,

la llevó a desarrollar una vocación por las herejías económicas. En cierta manera hi­zo suya la frase del filósofo renacentista italiano Pietro Pomponazzi: "Es mejor ser herético si se desea encontrar la verdad".

Su obra económica se puede dividir en tres grandes grupos: El primer grupo de trabajos gira alrededor de su primera y gran contribución a la teoría económica, que consistió en la crítica y reformulación de la teoría tradicional del valor, basada sobre la noción de la competencia perfec­ta. En La Economía de la Competencia Im­perfecta (1933), ella integró el trabajo temprano de Piero Sraffa con la teoría tra­dicional de la formación de los precios pa­ra desarrollar el análisis de la competen­cia imperfecta entre productores, cada uno con un elemento de poder monopólico crea­do por la diferenciación de productos. Es­ta obra es una pieza maestra de la econo­mía moderna. Las condiciones restrictivas de la competencia perfecta de la economía marshalliana son abandonadas, en un mun­do donde la competencia monopolística es el caso general. El segundo grupo de su producción económica gira alrededor de La Teoría General de Keynes, explicando. extendiendo y defendiendo el análisis key­nesiano. Y el tercer grupo de artículos y li­

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bros gira en torno a su libro La Acumula­ción de Capital (1956), donde presenta un modelo que le debe más a Keynes. a Harrod y a Ricardo, que a los sofisticados modelos matemáticos de la economía neo­clásica. Las preguntas de Joan Robinson en esta obra son de corte clásico. ¿Cuáles son las condiciones para lograr el creci­miento acumulativo de largo plazo. y cuál es el resultado de este proceso, en térmi­nos del crecimiento del producto bruto y neto, y la distribución del ingreso entre sa­larios y ganancias, dada una cierta evolu­ción en el tiempo de la fuerza de trabajo y la tecnología?

Se puede estar de acuerdo o en desa­cuerdo con el legado de Joan Robinson pero no se puede dejar de reconocer que en ella se encuentra una de las economistas, in­cluyendo a los economistas, más excepcio­nales de todos los tiempos. Pigou, un re­conocido misógino. la llamó "hombre ho­norario". como una distinción. pero se equivocó. Joan Robinson representa lo me­jor que las mujeres, de toda la historia, han mostrado a los hombres: Una capacidad de sacrificio y de lucha sin igual. Oue este retrato de Joan Robinson sea un pequeño tributo a todas las economistas. y a todas las mujeres en general.

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ALEJANDRO LOPEZ: ANTIOQUEÑO UNIVERSAL

En Colombia se nos ha mirado a los an­tioquerlos con cierta sospecha sobre nues­tras actividades, nuestra idiosincrasia. y nuestra forma de ser. Una de estas carac­terísticas más criticadas por el resto de colombianos es nuestro sentimiento regio­nalista, y probablemente tengan razón. En el colegio cantábamos el himno nacional en voz baja mientras el himno antioqueño (Oh libertad que perfumas las montañas de mi tierra) se cantaba a voz en cuello, lo que acarreaba algunas reprimendas cómplices de los propios maestros. Sin embargo, nuestros mejores hombres no sólo han sido antioqueños raizales. y orgu­llosos de serlo, sino también grandes co­lombianos. y no sólo eso sino además uni­versales. Es decir, no sólo se alimentaban de la cultura de su región sino que tam­bién estaban atentos a lo mejor del pensa­

miento y la creaclOn universales que se estaban produciendo en los grandes cen­tros culturales de Europa y del mundo. Así tenemos a Ñito Restrepo, Sanín Cano, León de Greiff, Luis A. Cano, Luis Tejada. Pedro Nel Ospina, Fernando González, Uribe Uri­be. Fernando Botero. Belisario Betancur, Tomás Carrasquilla, Alejandro López. y tan­tos otros.

Este último. Alejandro López, nació en Medellín el 14 de junio de 1876 y murió el 13 de marzo de 1940 en Fusagasugá. Hijo de una famil ia de un sastre carente de pro­sapia. se graduó en Ingeniería Civil e In­geniería de Minas -1899 y 1908 respecti­vamente- en la Facultad Nacional de Mi­nas. hoy perteneciente a la Universidad Nacional de Colombia, Sede de Medellín.

Alejandro López fue un hombre polifa­cético por las muchas actividades que de­sempeñó, pero sobre todo fue un hombre preocupado por los problemas nacionales, en sus dimensiones económicas, políticas y sociales. Sus numerosos escritos fueron el resultado de su preocupación por enten­der y solucionar , los grandes problemas de su época. y de plantear estrategias globa­les hacia . el .fuWro para mejorar la condi­ción de la mayoría de los colombianos.

Alejandro López como estudiante pre­sentó la tesis de grado, "El Paso de la Ouie­bra del Ferrocarril de Antioquia"; los jura­dos la impugnaron pero finalmente fue aceptada. El túnel de la Ouiebra fue pos­teriormente una realidad, y así Antioquia se hizo a una vía por donde salió el café, y entraron las maquinarias y materias pri­mas importadas, financiadas por las divi­sas que produjo el grano. base de la mo­dernización industrial antioqueña y colom­biana, en las tres primeras décadas de es­te siglo.

Igualmente, Alejandro López fue admi­nistrador de la mina El Zancudo, en donde se convirtió en un innovador de los méto­dos de cianuración para la extracción de oro. Posteriormente, fue profesor univer­sitario (1912-1920) en la misma Facultad de Minas, donde instauró y enseñó la cá­tedra de Economía Industrial, En este cur­so divulgaba los métodos de la "adminis­tración científica" del trabajo, como los taylorianos y los fayolianos. propios de la moderna manufactura de principios de si­glo, y que tuvieron su culminación con el

fordismo. Por otro lado, fue cónsul lombia en Londres : (1920-1935), luej gerente general de la Federación N~ de Cafeteros hasta el a;ño 37.

Sus preocupaciones ·intelectual eJ líticas lo llevaron en el año 35 a pa en la elaboración del programa del liberal colombiano, que después de go predominio del partido conserVé la detentación del poder político en bia, había regresado al poder, insta) se así el período de la República del 30 al 46, período éste de grande: mas políticas y sociales para el pa mayoría de los colombianos. y Al López era tenido como una de las n del partido liberal para ocupar la pi cia de la república, sueño que nunc: culminado, a pesar de sus grandes mientas.

La lectura de los textos de A López sorprende no sólo por la de su ingenio, y por la brillantez de luciones, sino porque todavía esos mas y soluciones a los mismos vigencia", Y las soluciones suger López ( ... ) han caído en oídos como afirma Jorge Villegas.

El problema agrario, campes· tierras, y que todavía está sin rel

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ltO y la creación universales que se iban produciendo en los grandes cen­culturajes de Europa y del mundo. Así

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,'andro López como estudiante pre­tesis de grado, "El Paso de la Ouie­~errocarril de Antioquia"; los jura­Impugnaron pero finalmente fue

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prodUjo el grano, base de la mo­ión industrial antioqueña y colom­

las tres primeras décadas de es-

mente, Alejandro López fue admi­r de la mina El Zancudo, en donde rtió en un innovador de los méto­ianuración para la extracción de

teriormente, fue profesor univer­1912-1920) en la misma Facultad , donde instauró y enseñó la cá­Economía Industrial. En este cur­aba los métodos de la "adminis­ientífica" del trabajo, como los s y los fayolianos, propios de la manufactura de principios de si­

tuvieron su culminación con el

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fordismo. Por otro lado, fue cónsul de Co­lombia en Londres : (1920-1935), luego fue gerente general de la Federación Nacional de Cafeteros hasta el año 37. ,

Sus preocupaciones intelectuales y po­líticas 10 llevaron en el año 35 a participar en la elaboración del programa del partido liberal colombiano, que después de un lar­go predominio del partido conservador en la detentación del poder político en Colom­bia, había regresado al poder, instaurándo­se así el período de lá República Liberal del 30 al 46, período éste de grandes refor­mas políticas y sociales para el país, y la mayoría de los colombianos. Y Alejandro López era tenido como una de las reservas del partido liberal para ocupar la presiden­cia de la república, sueño que nunca se vio culminado, a pesar de sus grandes mereci­mientos.

La lectura de los textos de Alejandro López sorprende no sólo por la agudeza de su ingenio, y por la brillantez de sus so­luciones, sino porque todavía esos proble­mas y soluciones a los mismos tienen vigencia", y las soluciones sugeridas P?,r López ( ... ) han caído en oídos sordos , como afirma Jorge Villegas.

El problema agrario, campesinos sin tierras, y que todavía está sin resolver, y

la importancia de implantar solu~io~es de justicia al respecto n~ I.e fuer~n ,n?,feren­tes a este ingeniero CIVrl: La hlstorra y las soluciones al problema agrario, que es­torba el proceso de modernización del país, están magistralmente estudiadas 'por Alejandro López, en su ~amoso Ilb!o titulado: Problemas Colombianos (Parrs, 1927). Por otro lado, se le anticipa .a R~,úl Prebish , y a la CEPAL. bajo la insplrac~~n de Federico List. en proponer la protecclOn a la industria infante. para promover la in­dustrialización, porque la "capacidad de producir" es lo que cuenta para el desa­rrollo económico.

Bajo la organización y la administración científica del trabajo, los métodos tayloria­nos y fayolianos, Alejandro López busca que el trabajador reciba los incentivos ma­teriales, basados en el incremento de la productividad por la aplicación de éstos, de tal manera que se desarticule 18 base de la lucha de clases. Este es el mensaje central en su libro El Trabajo (Londres, 1928) . Sobre la propuesta de programa pa­ra el partido liberal, recogida en su libro Idearium liberal (París, 1931), puede de­cirse que en materia ideológica y de reco­mendaciones de política, las soluciones re­cogidas en el libro siguen todavía vigentes

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para algunos de los grandes problemas na­cionales, pues como dice Villegas: "los re­medios por él sugeridos nunca se pusie­ron en práctica".

Sin embargo, en El Desarme de la Usu­ra: La depresión económica, sus causas y posibles remedios (Londres, 1933), tí­tulo de claro sabor keynesiano, es donde López se define claramente como un eco­nomista moderno. Este texto fue escrito a la luz de la mayor depresión económica mundial, en el presente siglo: La crisis del 30. La sombra de John Maynard Keynes es visible en la construcción del análisis de El Desarme de la Usura, a pesar de que López sólo se refiere de pasada a Keynes, como el "señor Keynes" , en una de sus pá­ginas.

La influencia de Keynes durante gran parte de la primera mitad del siglo XX, y que todavía perdura, en los asuntos eco­nómicos, políticos, sociales y culturales, es sin lugar a dudas fuera de cuestión. An­tes, durante, y después de la Gran Crisis del 30, los asuntos económicos fueron de tanta importzmcia para la opinión pública inglesa , que éstos llegaron a debati rse, in­clusive, a través de la radio, y obviamente con la presencia de Keynes.

Para un hombre como Alejandro López, representante de los intereses económicos colombianos en Londres, estos debates no le serían indiferentes , así como la produc­ción intelectual en economía que se esta­ba publicando en "journals", periódicos y libros. Alberto Mayor, ha encontrado que López asistía con cierta regularidad a las conferencias del Club Liberal de Londres,

que representaba al partido de las simpa­tías de Keynes, del cual era uno de sus máximos ideólogos y conferencista. López, en cierta ocasión dio una conferencia titu­lada " Colombia" en ese mismo club. Igual­mente, el hecho de que El Desarme ... hubiera sido traducido al inglés por Fabio López, hijo de Alejandro, nos habla de la intencionalidad en buscar el reconocimien­to y el aprecio de los círculos académicos y de negocios de la City .

El examen de El Desarme... sobre las condiciones de la crisis del 30, y espe­cialmente sobre la problemática de la deu­da externa, resulta sorprendente para el lector moderno, testigo de la pasada cri ­sis de deuda, y que todavía sigue hiriendo a muchas economías, y no menos a los po­bres . Y es sorprendente la lectura del tex­to de López, no sólo por las coincidencias de la problemática de la deuda del 30 con la del 80, sino que también lo es por la na­turaleza del análisis de López, que sin te­ner una educación formal como economis­ta , sabe captar el examen, a lo K-eynes, de la crisis, sus causas más profundas y los remedios a males tan dolorosos.

Alejandro López no sólo fue un excelen­te científico, técriico, y administrador de negocios, sino también un hombre de una gran formación cultural, social y económi· ca . La revista Estrategia Económica y Fi­nanciera en una encuesta elaborada en 1993, para escoger a los economistas más importantes del país, lo seleccionó entre los primeros. Pero, sobre todo Alejandro López fue un pensador : alguien a quien le cabía el país en la cabeza .

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edgar garavito

DELEUZE: MAQUII DE GUERRA Y APARATOS DE CAPTURA *