REVISTA DE EDUCACION - ESTUDIOS LI....de los trece o catorce arios. El proceso de socialización...

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118 [1181 REVISTA DE EDUCACION - ESTUDIOS LI. 149 La reflexión educativa ha de hacerse «científi- ca» concretando de una manera realista sus ob- jetivos, empleando métodos cada día más rigu- rosos, y en vez de embriagarse, como antaño, con los vinos de una dialéctica enamorada de espira- les lógicas, cada vez más sutiles, debe afanarse primordialmente en estudiar la realidad de lo que «es»: lo que es el alumno, no en cuanto «el niño», sino en cuanto este niño concreto, cruce de energía e influencias, nudo de gérmenes y po- sibilidades, nunca aisladas, sino, por el contrario, enlazadas en conjuntos cuyos elementos se con- dicionan mutuamente, con unas posibilidades que es necesario desarrollar y encauzar para armoni- zarlas con sus inclinaciones, por una parte, y, por otra, con las oportunidades ofrecidas por el sistema de profesiones y los puestos de trabajo que ofrece la economía del país o la de los con- juntos supranacionales de que el país forma par- te a efectos económicos y laborales. No se ha de inferir de lo expuesto que la Pe- dagogía debe convertirse en una Física, previa la «cosificación» de sus temas de estudio. Nada sería más opuesto a la razón. La insuficiencia del prin- cipio de causalidad para afrontar el estudio de cualquier cuestión relativa a las Ciencias del hombre depone contra cualquier propensión al «fisicalismo» pedagógico, con motivo mayor si tenemos en cuenta que la educación, por actuar sobre el hombre en vías de desarrollo, pone de relieve con trazo vigoroso la necesidad de un mé- todo que tenga muy en cuenta, junto a la lógica de la causalidad lineal, los principios de comple- mentaridad, circularidad y condicionamiento re- cíproco, que alejan astronómicamente a le refle- xión pedagógica de cualquier veleidad disicalis- ta»..., aun admitiendo para los accesos fenome- nicos, es decir, «exteriores» del proceso educativo, la aplicación del método experimental. (Terminará en el próximo número) Sociabilidad y socialización como metas educativas ISABEL DIAZ ARNAL Experto de la Comisión Médico-Pedagógica y Psico-social del Bureau International Catholique de l'Enfance Recuerdo haber escuchado, hace poco más de ario .v medio, en unos de los Coloquios celebrados en el Ateneo sobre «Federación de Estados europeos», que la única forma de desarraigar la estructura monolítica de Estado aislado, despreocupado de los Estados colindantes, de sus necesidades y de su prosperidad, era la de fomentar eficazmente una educación social verdadera en los adultos; educación que no había de ser normas o slogans más o menos atrayantes sino una real evolución personal de cada uno, en sí y en relación con los demás, empeñados todos en algo común, que no excluía el reconocimiento de ese otro algo que a,grupaba a los ciudadanos de otro Estado, educa- dos como ellos para la vida social, y con deseo de colaborar con los primeros. Confieso que no estaba muy impuesta en estos problemas, pero, sin embargo, me tentó la cues- tión puesto que, en el fondo, se trataba de un problema de educación básica de la masa. Por ello, intervine preguntando al p onente (si mal no recuerdo, señor Azaola) si esa labor a desarrollar con los adultos no sería mucho más eficiente y potenciada si se aplicase ya en la educación ge- neral de los niños normales el procedimiento de la dinámica de grupos que justamente se aplica ya desde hace algún tiempo en muchos paises europeos y Estados Unidos. La afirmación cate- górica y corroboración de mi intervención subra- yó la respuesta y casi hube de exponer el conte- nido de la dinámica mencionada porque era ig- norada por muchos, cuando es un instrumento valiosísimo para el desarrollo auténtico de la per- sonalidad y asimismo para la integración plena y consciente del muchacho en la vida social. (Véase La dinámica de grupos y su contenido pe- dagógico, R. de E., núm. 125, ario IX, vol. XLIII, diciembre, 1960. Madrid; pp. 53-60.) Por otra parte, una experiencia muy reciente, realizada en el pasado curso académico por asis- tentes sociales finalistas de carrera, puso de re- lieve la importancia capital del trabajo social de grupo y su radical vinculación al aspecto edu- cativo. Sociable y socializado, términos ambos mane- jados y manoseados que vienen a confundirse no pocas veces, involucrando su verdadero sentido y dando lugar a equívocos lamentables. Un mu-

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La reflexión educativa ha de hacerse «científi-ca» concretando de una manera realista sus ob-jetivos, empleando métodos cada día más rigu-rosos, y en vez de embriagarse, como antaño, conlos vinos de una dialéctica enamorada de espira-les lógicas, cada vez más sutiles, debe afanarseprimordialmente en estudiar la realidad de loque «es»: lo que es el alumno, no en cuanto «elniño», sino en cuanto este niño concreto, crucede energía e influencias, nudo de gérmenes y po-sibilidades, nunca aisladas, sino, por el contrario,enlazadas en conjuntos cuyos elementos se con-dicionan mutuamente, con unas posibilidades quees necesario desarrollar y encauzar para armoni-zarlas con sus inclinaciones, por una parte, y,por otra, con las oportunidades ofrecidas por elsistema de profesiones y los puestos de trabajoque ofrece la economía del país o la de los con-juntos supranacionales de que el país forma par-te a efectos económicos y laborales.

No se ha de inferir de lo expuesto que la Pe-dagogía debe convertirse en una Física, previa la«cosificación» de sus temas de estudio. Nada seríamás opuesto a la razón. La insuficiencia del prin-cipio de causalidad para afrontar el estudio decualquier cuestión relativa a las Ciencias delhombre depone contra cualquier propensión al«fisicalismo» pedagógico, con motivo mayor sitenemos en cuenta que la educación, por actuarsobre el hombre en vías de desarrollo, pone derelieve con trazo vigoroso la necesidad de un mé-todo que tenga muy en cuenta, junto a la lógicade la causalidad lineal, los principios de comple-mentaridad, circularidad y condicionamiento re-cíproco, que alejan astronómicamente a le refle-xión pedagógica de cualquier veleidad disicalis-ta»..., aun admitiendo para los accesos fenome-nicos, es decir, «exteriores» del proceso educativo,la aplicación del método experimental.

(Terminará en el próximo número)

Sociabilidad y socializacióncomo metas educativas

ISABEL DIAZ ARNAL

Experto de la Comisión Médico-Pedagógicay Psico-social del Bureau InternationalCatholique de l'Enfance

Recuerdo haber escuchado, hace poco más de ario.v medio, en unos de los Coloquios celebrados enel Ateneo sobre «Federación de Estados europeos»,que la única forma de desarraigar la estructuramonolítica de Estado aislado, despreocupado delos Estados colindantes, de sus necesidades y desu prosperidad, era la de fomentar eficazmenteuna educación social verdadera en los adultos;educación que no había de ser normas o slogansmás o menos atrayantes sino una real evoluciónpersonal de cada uno, en sí y en relación con losdemás, empeñados todos en algo común, que noexcluía el reconocimiento de ese otro algo quea,grupaba a los ciudadanos de otro Estado, educa-dos como ellos para la vida social, y con deseo decolaborar con los primeros.

Confieso que no estaba muy impuesta en estosproblemas, pero, sin embargo, me tentó la cues-tión puesto que, en el fondo, se trataba de unproblema de educación básica de la masa. Porello, intervine preguntando al ponente (si mal norecuerdo, señor Azaola) si esa labor a desarrollarcon los adultos no sería mucho más eficiente ypotenciada si se aplicase ya en la educación ge-

neral de los niños normales el procedimiento dela dinámica de grupos que justamente se aplicaya desde hace algún tiempo en muchos paiseseuropeos y Estados Unidos. La afirmación cate-górica y corroboración de mi intervención subra-yó la respuesta y casi hube de exponer el conte-nido de la dinámica mencionada porque era ig-norada por muchos, cuando es un instrumentovaliosísimo para el desarrollo auténtico de la per-sonalidad y asimismo para la integración plenay consciente del muchacho en la vida social.(Véase La dinámica de grupos y su contenido pe-dagógico, R. de E., núm. 125, ario IX, vol. XLIII,diciembre, 1960. Madrid; pp. 53-60.)

Por otra parte, una experiencia muy reciente,realizada en el pasado curso académico por asis-tentes sociales finalistas de carrera, puso de re-lieve la importancia capital del trabajo social degrupo y su radical vinculación al aspecto edu-cativo.

Sociable y socializado, términos ambos mane-jados y manoseados que vienen a confundirse nopocas veces, involucrando su verdadero sentido ydando lugar a equívocos lamentables. Un mu-

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chacho puede muy bien ser sociable y no estarmaduro respecto de su socialización y, por elcontrario, se puede estar socializado, es decir,estar integrado consciente y activamente en lavida social, aunque se sea más o menos sociable.

La socialización es una meta a la que debetenderse siempre, pedagógicamente hablando; lasociabilidad se queda en el plano de las cualida-des humanas, que, como tales, pueden poseerseen mayor o menor grado, pero que no tiene en-tidad para constituirse en meta a alcanzar. Noobstante, cuando la primera (madurez social delindividuo) resulta inaccesible como meta paraun sector de sujetos con características diferentesde la generalidad —como desgraciadamente su-cede— se favorece la segunda (la sociabilidad),como único recurso para acercarlos a la madu-rez relativa en la vida social. Pero esto últimoes ya una limitación.

En efecto, desde el punto de vista humano, lameta esencial de la acción educativa es el des-arrollo de la personalidad y su capacidad detratar con las demás personas de modo adecuado.Ahora bien, para conocer la personalidad de unIndividuo es necesario saber las relaciones delmismo con el ambiente en que vive y conocerlasen su manifestación actual y en su desarrollogenético.

Cualquier período de la edad evolutiva tieneimportancia grande en el desarrollo futuro deun individuo por el hecho de que, tras una faseevolutiva, se halla otra no sólo en continuidadtemporal, sino también en continuidad genética.La adolescencia, aún considerada como uno másde los períodos evolutivos, tiene, sin embargo, unacaracterística que le es propia: «la de ser el úl-timo período que precede a la edad adulta, y, porlo mismo, la última oportunidad que se ofrece apadres y educadores de desarrollar y afirmar enlos muchachos su responsabilidad de adultos»,expresión elocuente del profesor Zavalloni en elCongreso Médico-Pedagógico de la POA en Ro-ma, 1961.

Por si fuera poco, en la adolescencia la vidasocial toma una nueva dirección; en los sujetosnormales, desarrollados armónicamente, se vamadurando la sociabilidad. Nótese bien que deci-mos sujetos normalmente desarrollados porque esjustamente el proceso de socialización, en su es-tructura y funcionalidad, el que establece dife-rencia neta entre quienes pueden y deben cul-minarlo y aquellos otros que no lograrán poseersino una sociabilidad en el mayor grado posible.

LA SOCIALIZACION:SU CONTENIDO Y CARACTERISTICAS

Entendida como el proceso a través del cual elindividuo se inserta en una sociedad y se adecuaa las formas y modo de vida de la misma, la so-cialización se construye durante todo el curso del

desarrollo. La expansión individual reasume en sítodos los factores internos de la socialización. Setrata de una construcción y de una exploraciónde las relaciones sociales; de una actividad quedepende siempre más de la experiencia pero que,sin embargo, está subordinada al grado de des-arrollo del individuo. En definitiva, se trata deuna expansión individual que conduce a una to-ma de contacto con los otros y a establecer rela-ciones sociales con ellos.

La observación empírica muestra que el com-portamiento de los individuos en sociedad no pue-de ser debido solamente a factores físicos, ni aesquemas unívocos y constantes. El comporta-miento de un sujeto cambia sobre todo con laedad, pero no simplemente en relación con elcrecimiento físico; este cambio depende esencial-mente de la actividad personal de un individuocon relación a otro. La actividad personal y lasocialización responden, hasta cierto punto, a ten-dencias opuestas. Lo importante es establecer unequilibrio y una justa proporción entre estas dostendencias.

La socialización depende del perfeccionamientoy de la conciencia de la capacidad y limites per-sonales, de una parte, y de la exploración de todauna serie de componentes y relaciones, por otra.Por tanto, mediante el conocimiento derivado dela habilidad intelectiva y de la acción práctica,el individuo podrá construirse una perspectivaverdaderamente social.

No debe sorprender que esto tenga lugar engeneral más bien tarde; Nielsen ha buscado envano, en sus investigaciones sobre la socialidaddel niño, una toma de conciencia de los proble-mas sociales o una construcción de relaciones yde organización. El problema de organización so-cial propiamente dicho parece advertirse más alláde los trece o catorce arios.

El proceso de socialización implica la capaci-dad de adaptación. La realización -de esta adap-tación está en función no solamente de la acciónespontánea del individuo, sino también de susreacciones frente al mundo ambiental, incluyen-do en éste los demás individuos y su actividad.Es preciso tener en cuenta los factores externosal desarrollo, los cuales podrán servir de ayudao de obstáculo, según las circunstancias.

Hasta qué extremo se hayan sobrevalorado losfactores de ambiente en el despertar de la vidasocial madura apuntada en la adolescencia sonbuena prueba las afirmaciones de Henri Wallonen el prefacio al número especial de Enfance(4-5-1958), el cual viene a decir que el estudio dela adolescencia, de algunos arios a nuestros días,plantea una alternativa en la cual los términostienden a eliminarse el uno al otro. ¿La adoles-cencia es de origen endógeno o exógeno?

En otras palabras, el período de la existenciaque se intercala entre la infancia y la edad adul-ta responde a transformaciones específicas debi-das a la intervención de factores que juegan unpapel bien definido en la formación del individuoo es más bien un simple cuadro cronológico en el

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que vienen a inscribirse las experiencias que re-sultan de la situación ambiental en que el indi-viduo se encuentrá.

Frente a esta divergencia hay que afirmar queel punto de vista socio-psicológico no debe excluirel biopsicológico; los dos puntos de vista no sonantitéticos, sino más bien complementarios. Laafirmación de la influencia de las condiciones so-ciales sobre los cambios psíquicos en el muchachono implica la necesidad de negar estos mismoscambios, ni de reducirlos a simples mutacionesde su condición social.

Ello quiere decir que las leyes del desarrollopsíquico no pueden ser formuladas sino en rela-ción con el dinamismo del desarrollo social de unindividuo, del cual el mismo desarrollo psíquicosufre el influjo.

LAS RELACIONESQUE CONDUCENA LA SOCIALIZACION

Dejando aparte la serie de cualidades conoci-das de todos que caracterizan la transición deladolescente en joven próximo a la madurez psi-cofísica, la vida de relación asume en este perío-do una importancia particular. Sin embargo, noes raro encontrar aquí las mayores dificultades,sobre todo desde el doble punto de vista de laspersonas que viven fuera del ambiente familiaro escolar o de las pertenecientes al sexo contra-rio. Muchos muchachos se sienten totalmente in-capaces de afrontar con éxito estas nuevas exi-gencias y acaban por retroceder a formas ante-riores de evolución social o por desarrollar for-mas de conducta de compensación.

Fuertemente sensibles al estímulo social, nin-gún otro problema parece serles tan importantecomo el de introducirse en la vida del grupo so-cial. La influencia de éste es muy intensa porresponder al deseo del joven de ser aceptado so-cialmente y de conformarse a las exigencias delgrupo mismo.

La necesidad de amistad es concomitante conel deseo de conocerse a sí mismo; el amigo escompañero también, y la amistad responde ade-mas a la exigencia de defenderse contra la in-comprensión de los adultos; la de superar lainstancia moral personal sustituyéndola por lainstancia colectiva, esto es, por las reglas delgrupo.

Un hecho de particular relieve es el siguiente:la agrupación juvenil impulsa al joven a la auto-nomia del ambiente familiar. Podrá investigarsepor qué un muchacho abandona el seguro y yaexperimentado mundo de la relación familiarpara afrontar el mundo antagonista de los com-pañeros. Se trata de un traspaso de valenciasafectivas, de una nueva dislocación del ser. Psi-cológicamente se ha comprobado cómo el mu-chacho, después del largo uso de la afectividad

producida por la convivencia familiar, va en bus-ca de nuevo torrente afectivo.

No son raros los sujetos que viven durante esteperíodo apegados de tal modo al afecto de lospadres que llegan a hacerlos inseguros en susrelaciones sociales, momento éste verdaderamen-te delicado en el proceso de socialización.

Otro rasgo característico es el espíritu de ca-maradería, que es un hecho social elemental mu-cho antes de ser un sentimiento; la camaraderíaexistía también en los arios precedentes en elámbito de la escuela, pero ahora se experimentaun compañerismo nuevo: nace el sentimiento delempeño común.

La necesidad de aprobación, de conformidad,de reconocimiento y de participación son los fac-tores que pueden llamarse primordialmente so-ciales por estar fundados en necesidades que es-tán ellas mismas socialmente orientadas. Estosfactores inducen a la formación de grupos socia-les como clubs, equipos, organizaciones juvenilesque cuadran perfectamente y favorecen la socia-lización del muchacho. Al participar activamenteen estos grupos, desempeñando un papel deter-minado, asumiendo responsabilidades progresivas,respetando la libertad de los demás y experimen-tando el respeto de los demás hacia la suya, sinmerma de su espontaneidad y sin menoscabotampoco de la unidad del grupo, los muchachosadquieren muchos de los conceptos fundamenta-les y de los procedimientos que están en la basede un vivir social próspero.

Es necesario proveerle de ambiente favorableen el cual los sentimientos, los valores, los ideales,los hábitos y vínculos de significado ético-socialse aprehendan antes que nada. La formación devalores, asociada con el comportamiento de losfamiliares, es el elemento fundamental de unproceso que durará toda la vida. Estos valores secaptan a través del razonamiento y de la refle-xión, pero sobre todo a través de la experiencia yde la acción. Responsabilidad que atañe a la f a-milia y a la escuela en la parte que a cada unocorresponde es la de formar en los muchachosuna personalidad socialmente adaptada, de modoque, saliendo del círculo familiar o escolar, pue-dan desempeñar el puesto que les compete en lacomunidad de ciudadanos.

Sobre la base de datos experimentales, el mu-chacho que culmina el proceso de socializacióncomprende y asimila el que para poder vivir enuna sociedad, según una línea de conducta racio-nal, se necesita saber hacer uso de la propia li-bertad, saber respetar los derechos de los otrosy, de modo particular, los de la comunidad.

Este es, en síntesis, el proceso de socializacióndel muchacho, que, comenzando a los dos mesesde vida mediante la risa social ante la presenciahumana como reacción específica, busca instinti-vamente el contacto de las personas cuando ne-cesita ayuda, cuando quiere estar acompañado,al interesarle los mismos juegos o, más tarde,con el lenguaje, para buscar compañía intelec-tual, para, finalmente, ser capaz de agruparse y

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vivir íntima y plenamente la vida de convivenciatotalmente adaptado e integrado en ella.

Es, ni más ni menos, la verificación normal dela tendencia a la unificación del ser como fin pri-mordial del hombre como compuesto humano,proceso que tiene lugar por medio de etapas de-finidas: la de conservación durante la infancia,seguida de la expansión en la adolescencia y cul-minada por la adaptación en la juventud y edadmadura.

Que el paso a través de estas fases se haga conun tipo de conducta social determinada —social-mente dependientes o independientes, socialmen-te limitado o Ilimitados—no significa nada; lasdiferencias individuales tienen que destacarsesiempre. Lo interesante es franquear sucesiva-mente la evolución progresiva hacia la socializa-ción, hacia la vida social madura.

LA SOCIABILIDAD COMO JALONACCESIBLE EN LA ESCALADE MADUREZ SOCIAL

Vista la panorámica anterior y el conjunto deelementos que son necesarios para la verificaciónnatural de la madurez social, no podemos olvidarque en un gran sector de niños y muchachos estasocialización no será posible por diversas causas,todas ellas radicadas en la personalidad de losmismos. Aunque el factor ambiente sea favorablepara que el sujeto pueda desarrollar sus posibili-dades individuales en su evolución hacia la ma-durez, el sujeto no sabe aprovecharse de esas cir-cunstancias porque no posee la capacidad o ca-pacidades que le permitieran hacer uso de lasmismas.

Y así como impulsó a las investigaciones psi-cológicas al establecimiento de pruebas de nivelmental y caracteriológico o de personalidad elhecho de presentar déficits en las diversas facul-tades anímicas, también la dificultad en el avan-ce hacia la madurez normal en la vida social pre-sentada por los individuos menos dotados o afec-tos de constitución psicopatológica ha hecho sur-gir las escalas de madurez social de Vineland,Bradway, Preston, con objeto de determinar losdiversos grados de aquélla desde el primer ariode vida hasta el final de la juventud.

Y del mismo modo que en las pruebas psicoló-gicas el deficiente mental o inadaptado intelec-tual no sobrepasa el nivel mental de los docearios, aunque su edad física haya superado larga-mente la docena, también las pruebas de madu-rez social acusan la misma limitación referida ala conducta social. Se salvan las de los primerosaños, que son respuesta instintiva y relación deutilidad directa personal, pero resultan inaccesi-bles las posteriores, en las que es necesario el usode la reflexión, el hacerse cargo de una situación

ambiental para responder, o implica un despo-jarse de lo personal en favor de una postura al-truista.

Y no es voluntaria la limitación; bien a pesarsuyo, muchas veces, han de limitar su actuación,a causa de su déficit personal.

¿Cómo se va a pedir al deficiente mental unavida social madura, aunque tenga edad para ello,si no es capaz de ser consciente de sus propioslímites y de su capacidad mental, y por lo mismole es imposible adaptarse por sí mismo a las cir-cunstancias y condiciones sociales?

Esa fluidez o elasticidad funcional para utilizarlos actos de pensar, los contenidos mentales allídonde el interés de su persona lo.reclame, les f al-ta en mayor o menor grado; y los propios conte-nidos mentales son pobres y ligeros, por lo que suutilización personal tampoco es de gran valor.De ahí su dependencia prolongada de los demás,su aislamiento con respecto a las cosas y hechos,aun estando inmersos en ese mundo; su carenciade interés hacia lo de fuera y hacia su propioInterior, que no son capaces de autodiscernir demanera acertada.

Sus agrupaciones son meramente externas, sinvínculos que liguen conscientemente; a lo sumo,el provecho o utilidad instintiva los liga en cier-tos momentos y estabiliza un poco la agrupación,que se desmorona en cuanto ha de dejar algo desí propio en favor de los otros, cuyas exigenciasdesconoce y no deja prevalecer sobre las suyas debuen grado.

Es infantil en su actuación social, marcado porel egocentrismo característico de esta etapa dela vida, en la cual no se puede pedir concep-to de vida social organizada, como afirmábamosantes. Veleidoso y acompañado siempre de suabundante afectividad, que todo lo matiza ydetermina, cuando justamente la vida social re-quiere un freno y una autoinhibición del propiointerés, cuando el de la convivencia lo exige.

La propia actividad profesional, que tanto be-neficia al deficiente en su recuperación, ha de serbuscada y adaptada a él por los demás, teniendoen cuenta sus posibilidades psicofisicas y prote-giéndole en el desempeño de sus actividades, porno saber él velar por sí mismo y menos hacersecargo de cometidos de responsabilidad.

Pero esto no quiere decir que se le debe dejaren completa anarquía y alejado de toda normaque regule socialmente su actividad personal. Nosólo no se debe, sino que hasta siente su nece-sidad y lo agradece el propio inadaptado. No escrear en ellos unas formas de actuar ficticias;es simplemente a provechar lo que de instintivoexiste en la conducta social, en sus primeros gra-dos, y ejercitarlos con continuidad y pacienciapara que al menos adquieran una autonomía per-sonal hasta donde sea posible y se inicien en eltrato social mínimo, más allá del cual no tendránnecesidad de desenvolverse en su vida.

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LA SOCIABILIDADCOMO CUALIDAD

Definida por el Diccionario como cualidad delhombre por la que se siente inclinado natural-mente a la sociedad o para la cual tiene disposi-ción, es la sociabilidad el resorte por el cual eldeficiente es susceptible de vivir una vida hu-mana a pesar de la merma de sus capacidadesmentales. La inclinación hace referencia a lo ins-tintivo y primario, y estas manifestaciones tienenmucha pujanza en ellos.

Por tanto, aunque inconscientemente, la socia-bilidad del hombre se muestra ya cuando, pocotiempo después de su nacimiento, sonríe a sus f a-miliares y establece con ellos relaciones afectivas,que van siendo tanto más conscientes cuanto ma-yor es el grado de desarrollo. La aparición dellenguaje con su perfeccionamiento progresivo ymétodo marca ya un jalón más elevado en el des-arrollo de esa cualidad social; con el lenguaje,el niño pregunta y responde a los demás, hablaa las cosas que le rodean, busca el contacto conotros niños o personas para satisfacer su curio-sidad.

Junto a la aportación del lenguaje, la de lamarcha, por la cual, al desplazarse, el niño am-plía la extensión de su ambiente y enriquece conello ese contacto que se inició conscientementecuando comenzó a hablar; ahora no sólo se rela-ciona con sus familiares, sino con distintas per-sonas de las que hasta entonces le fueron habi-tuales.

Y esa natural inclinación a la convivencia, lasociabilidad, es la que impulsa al chico a buscarcompañeros en el juego y más tarde en el am-biente escolar, amigos en el trabajo y en el re-creo que participen con él en aficiones y gustos.Y, finalmente, en la juventud y madurez, la so-ciabilidad se revelará bajo la forma de compren-sión de los problemas de la sociedad en que estáinserto, haciéndose cargo de ellos, estudiándolosy resolviéndolos desde ella, enmarcado en ella yayudado por los demás en la resolución de losmismos para el logro de sus fines como persona.

Viene a ser, por tanto, la sociabilidad una exi-gencia natural por la que el hombre tiende arelacionarse con los demás en el espacio y en eltiempo y a convivir con ellos, manifestándose esaconducta social por medio de su inteligencia, ca-rácter y temperamento, facultades que se vandesarrollando y modificando en contacto con elmedio ambiente social (escolar, familiar, prof e-sional) y que paulatinamente le van configuran-do en su persona como miembro de una sociedaden la que tomará parte activa y en la que se en-contrará perfectamente adaptado.

La sociabilidad del deficiente o inadaptado nopresenta las características anteriores propias delnormal, y esta divergencia puede observarse através de la comunidad familiar o escolar en quedesenvuelven su vida.

Ya en el ambiente familiar el deficiente que lo

es desde su nacimiento empieza a mostrar rasgosatípicos de conducta social al no sonreír o hacer-lo tardiamente a las personas que le rodean deordinario. El desarrollo de la marcha y del len-guaje se demoran hasta algunos años res pecto delnormal, y aun en el mismo presentan dificultadesque pocas veces, y a costa de mucho trabajo, lo-gran superar.

No corre el niño deficiente cuando los norma-les ya lo hacen, y, por tanto, no inspecciona lu-gares ni acciones ni disfruta del medio ambienteque se le ofrece. Tampoco habla a la edad en queel niño normal comienza a expresarse oralmentecon su lenguaje infantil, defectuoso, pero rico encontenido y significación, y por ello es incapazde escuchar a otros niños que, conviviendo con él,podrían enterarle de su pequeño mundo, pues nosintoniza afectivamente con ellos. Es lógico, pues,que el caudal de sociabilidad que aporta el len-guaje sufra notable descenso en el deficiente, alperderse las relaciones que pudieran establecerseentre él y los demás niños.

Pero si no es en el ambiente familiar donde semanifiesta la deficiencia del sujeto, sino más tar-de, cuando se le ha introducido en la vida escolar,son también claras las deficiencias que presentapara vivir en ese ambiente. Por una parte, si fre-cuenta una escuela ordinaria, al no advertir sudeficiencia se observa en seguida la desigualdadentre él y sus compañeros, por ser incapaz decompetir con ellos en términos iguales, debido aldéficit mental que presenta.

No puede medirse con ellos ni en conversacio-nes ni en trabajos; las palabras del deficiente noson escuchadas por los normales, porque no tie-nen para ellos interés alguno. Y éstos, a su vez,no le hacen depositario de su intimidad a aquelporque no la aprehende ni estima.

Por otra parte, las relaciones afectivas entreellos —normales y deficientes— son también la-xas, pues esa vivacidad de sentimientos que losprimeros poseen se halla muy apagada en el se-gundo. Y no es que el deficiente no ría o llore(por el contrario, lo hace con frecuencia y a ve-ces con gran aparato), pero no tienen sus actitu-des alegre o triste una base animica. un fondoconsciente en que basarse. En la escuela ordina-ria el deficiente o inadaptado intelectual quedaaislado porque no puede formar grupo con losdemás.

Si la escuela es especial ya se da una mayorhomogeneidad, forman un todo más compactoque el que pudiera formarse en la ordinaria, perocon características peculiares: en primer lugar,no hay esa relación verdadera que se da en laconvivencia normal de intimidad y conocimientomutuo de problemas, gustos, etc., y no la hayporque son incapaces de hacerse cargo de los mis-mos y porque su mundo interno no goza de lariqueza de vivencias que el normal posee.

Es, pues, una sociabilidad particular por la cualactúan y se desenvuelven cada uno por separado,aunque formen una unidad espaciotemporal con-servando, no obstante, su propio mundo. Es rela-

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ción mecánica, más bien automática, pues siendocomunes las actividades escolares y las de inter-nado, en su caso, ninguno de los deficientes sesiente incomprendido ni advierte necesidad derelación alguna más íntima. Y esta especie deaislamiento o despego de ellos entre si está jus-tificada naturalmente por la debilidad mental queles afecta y la labilidad afectiva por que atravie-sa su estado anímico.

La causa de las divergencias reseñadas respec-to de la sociabilidad no es otra que las manifes-taciones patológicas que presentan los tres fac-tores básicos en la producción de la conducta so-cial: inteligencia, temperamento y carácter. Enefecto, esas demoras en las relaciones afectivas,en los desarrollos motor y del lenguaje, no sonsino la expresión de una pobreza intelectual, enmayor o menor grado, por la cual se restringenen gran manera las posibilidades de la cualidadde sociable.

Si observamos el temperamento podemos com-prender fácilmente la poca o nula colaboraciónque prestan al establecimiento de relacionessociales, ya familiares, escolares o sociales engeneral. Es un temperamento anómalo, cuyostrastornos se traducen en reacciones diferentes;desde el esquizoide, autista, que origina una sepa-ración o aislamiento del mundo exterior, hastala variabilidad alternante del cicloide, que impidela relación firme a causa de los cambios, pasandopor el temperamento viscoso, que persevera en unestado de ánimo determinado o se apega a unapersona con tal intensidad que no da lugar a laflexibilidad necesaria en una comunidad de per-sonas que conviven asiduamente.

Se da, pues, la paradoja de que el deficiente,siendo el que más necesita de la sociedad, tiendemenos hacia ella porque no la comprende ni es-tima. Falla la comprensión consciente de las re-laciones sociales y asimismo la unión afectiva quelas ligarla; por eso el deficiente, no comprendien-do ni sintiendo naturalmente esta convivencia,no reacciona adecuadamente a ella y es incapazde adaptarse por si mismo a la sociedad en quevive.

Ahora se ve clara la diferencia entre socializa-ción y sociabilidad que apuntábamos al principio.La primera si es meta educativa completa, por-que encierra todo un contenido ideal de perfec-ción humana hacia el cual tienden las facultadestodas, pero sobre todo la inteligencia, la com-prensión racional.

La segunda ya no goza de esas características;mas como Dios, en su providencia infinita, nuncaabandona a sus criaturas, esta cualidad de la so-ciabilidad supone un recurso poderoso para ejer-citar a los que no poseen la integridad normalde desarrollo en una vida verdaderamente huma-na, aunque no sea tan compleja como la del nor-mal. No olvidemos, sin embargo, que no será nun-ca interiorización de conceptos o problemas, porsencillos que sean, sino habituación para realizaractos sociales dirigida desde fuera y mecanizadadespués por la repetición. No obstante, felicitémo-nos de esta posibilidad educable que aleja al de-ficiente de una vida totalmente vegetativa y des-provista de sentido humano.