REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

23
ISEGORÍA REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA N.º 44 enero-junio 2011 Madrid (España) ISSN: 1130-2097 ïshgoríaV kaì parrhsíaV kaì kaqólou dhmokratíaV älhqin¿V sústhma kaì proaíresin eïlikrinestéran oük Àn eÛroi tiV... (Polibio, Hist., II, 38, 6) Ciudadanía y Democracia Citizenship and Democracy CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS MINISTERIO DE CIENCIA E INNOVACIÓN GOBIERNO DE ESPAÑA

Transcript of REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

Page 1: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

ISEGORÍAREVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICAN.º 44 enero-junio 2011 Madrid (España) ISSN: 1130-2097

ïshgoríaV kaì parrhsíaV kaì kaqólou dhmokratíaV älhqin¿Vsústhma kaì proaíresin eïlikrinestéran oük Àn eÛroi tiV...

(Polibio, Hist., II, 38, 6)

Ciudadanía y Democracia

Citizenship and Democracy

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

MINISTERIODE CIENCIAE INNOVACIÓN

GOBIERNODE ESPAÑA

Page 2: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

Crítica de la historia, política emancipatoriay moralidades postmodernas:

la obra de Keith Jenkins 1

Critique of history, emancipatory policy and postmodernmoralities: the work of Keith Jenkins

AITOR MANUEL BOLAÑOS DE MIGUELUNIR

RESUMEN. Keith Jenkins es uno de los pensa-dores postmodernos más conocidos en el ám-bito de la reflexión historiográfica occidental.Sin duda, junto con Hayden White y Frank R.Ankersmit, conforma el trío más influyentede la corriente historiográfica postmoderna.Vamos a exponer en este trabajo la evoluciónde la obra de Jenkins desde lo que llamamosuna crítica radical a la historiografía académi-ca hasta lo que podemos considerar unaauténtica aversión a la forma de aprehensióndel pasado, tal y como es concebido, practica-do y usado en la actualidad. Hemos divididoen dos apartados nuestra exposición para darcabida así a estos dos momentos clave en eldesarrollo de su teoría y de su obra: el mo-mento difusor de la crítica postmoderna a lahistoriografía y el momento de la expulsiónde la historiografía de cualquier proyecto po-lítico emancipador.

Palabras clave: Keith Jenkins, Postmoderni-dad, Historiografía, Crítica Política.

ABSTRACT. Keith Jenkins is one of the mostfamous postmodern thinkers in the field ofWestern historiographical reflection. Withoutdoubt, along with Hayden White and FrankR. Ankersmit, constitute the most influentialtrio of current postmodern historiography. Wewill present in this paper the evolution ofJenkins’ work from what we may call a radi-cal critique of academic historiography towhat we consider a real dislike to the form ofthinking about the past, as it is conceived,practiced and used nowadays. We dividedthis article in two sections to accommodateour insight to these two key moments in thedevelopment of his theory and his work: themoment of the diffusion of postmodern cri-tique to historiography and the time of the ex-pulsion of the historiography of any emanci-pated political project.

Key words: Keith Jenkins, Postmodernism,Historiography, Political Criticism.

ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y PolíticaN.º 44, enero-junio, 2011, 217-238

ISSN: 1130-2097

[Recibido: Ene. 10 / Aceptado: Jul. 10] 217

Keith Jenkins es uno de los pensadorespostmodernos más conocidos en el ámbitode la reflexión historiográfica occidental definales del siglo XX y comienzos del XXI.Sin duda, junto con Hayden White 2 yFrank R. Ankersmit 3 —los dos «expertos

en demolición» de la historia con minúscu-la, como los llama el propio Jenkins 4—,conforma el trío más influyente de la co-rriente historiográfica postmoderna 5.

No obstante, ninguno de los tres pue-de ser comparado con los otros dos en

Page 3: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

términos absolutos, ya que, a un textua-lismo 6 constructivista 7 aceptado por to-dos, cada uno añade de su propia cosechaelementos dispares, los cuales, en algu-nas ocasiones, se complementan y, enotras, se contradicen. Así, por ejemplo,Hayden White levanta su edificio filosó-fico sobre una profunda preocupaciónmoral derivada del humanismo existen-cialista 8 —algo que, por otro lado, po-dría encontrarse en la obra de Jenkinspero que, sin embargo, no aparece en lade Ankersmit—, un humanismo existen-cialista que no es incompatible con unaclara ascendencia marxista 9, todo lo cualpodemos también observar en el designiocrítico de la obra de Jenkins 10. Ankers-mit, en segundo lugar, inspirado por unaconcepción pesimista de la naturaleza hu-mana, consuma una defensa de la capaci-dad representativa pero sustitutiva de lahistoriografía —en la estela de su admi-rado Arthur Danto— complementadacon una reevaluación de la experien-cia 11. Por último, Keith Jenkins desarro-lla su crítica de las metanarrativas y de lahistoriografía académica —las microna-rrativas—, hasta el punto de encontrar unargumento radical, como veremos, contrala necesidad de seguir representando elpasado de estas maneras. Los tres auto-res, por otro lado, mantienen una apuestadecidida por la accesibilidad de sus argu-mentos, por la claridad estilística y por lasencillez de sus exposiciones críticas. Endefinitiva, por un espíritu didáctico queno está reñido con la profundidad ni conla rigurosidad. Sin embargo, es KeithJenkins el más pedagógico de los tres,por intenciones y por resultados 12. Eneste sentido, la circulación de su obra estáfuera de toda duda.

Además de la importancia de su obrapor el número de lectores, interlocutoresy debates mantenidos 13, la labor de Jen-kins es significativa por otros dos moti-vos. En primer lugar, por haber supuesto

uno de los intentos de mayor calado en ladivulgación de la perspectiva postmoder-na, en particular sobre la reflexión histo-riográfica, lo que puede ser comprobadopor el éxito de su edición The Postmo-dern History Reader 14, o por la acogidade su The Nature of History Reader, edi-tado en colaboración con Alun Munslow—quien es, por cierto, un ejemplar com-pañero en su cruzada postmoderna 15—.Pero, en segundo lugar, la obra de Jen-kins es importante también por haber su-puesto un auténtico fenómeno de ventasen el reducidísimo mercado de las pro-ducciones culturales universitarias. Elnúmero de ejemplares vendidos de al-gunos de sus libros —en concreto, deRethinking History, de 1991— ofrecenun innegable argumento en la defensa dela popularización de sus textos y en la di-vulgación de sus argumentos, por lo me-nos en el ámbito anglosajón.

Pues bien, una vez presentadas estascuestiones, vamos a exponer en este tra-bajo la evolución de la obra de Jenkinsdesde lo que llamamos una crítica radicala la historiografía académica —tanto a laburguesa como a la marxista—, hasta loque podemos considerar una auténticaaversión a la forma de aprehensión delpasado, tal y como es concebido, practi-cado y usado en la actualidad 16. Hemosdividido en dos apartados nuestra exposi-ción para dar cabida así a estos dos mo-mentos clave en el desarrollo de su teoríay de su obra: el momento difusor de lacrítica postmoderna a la historiografíaprofesional —una vez consumada la crí-tica a las metanarrativas 17— y el mo-mento de la expulsión de la historiografía—incluida la historiografía postmoder-na— de cualquier proyecto políticoemancipador. Escepticismo epistemoló-gico y relativismo moral, por tanto. Lamatriz que une a ambos momentos de suobra es la reflexión filosófica sobre ellenguaje, el discurso y las ideologías 18,

218 ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097

Aitor Manuel Bolaños de Miguel

Page 4: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

una reflexión que siempre ha sido desple-gada con un evidente propósito crítico yemancipador, sobre la base de un radica-lismo que no esconde su inspiración mar-xista.

1. Escepticismo: repensar la historiacriticando sus presupuestos, métodos

y resultados

Conviene registrar algunos puntos funda-mentales en relación con el postmoder-nismo para poder examinar la obra deJenkins con más claridad. En los siguien-tes párrafos de este apartado ofreceremosuna representación de las principales ca-racterísticas de este fenómeno 19.

El postmodernismo es un conjuntode tendencias intelectuales que denun-cian la naturaleza constructiva e ideológi-ca de nuestros intentos por conocer «elmundo», «la realidad». Ésta es la cone-xión fundamental de la postmodernidadcon el llamado linguistic turn, que es unode los componentes del fenómeno post-moderno 20, junto con el postestructura-lismo, la deconstrucción o el pragmatis-mo 21. La premisa clave de esta posiciónconsiste en que el lenguaje no solamentedescribe o explica la realidad sino quetambién la construye: de hecho, urbaniza«nuestra» realidad humana. Así, no «des-cubrimos» el mundo, sino que lo «cons-truimos» a través del lenguaje. El mundoestá ahí afuera, sin duda, pero no así laverdad 22, que es un efecto de nuestrosdiscursos en la medida en que los intenta-mos hacer corresponder con la realidad.Por eso, autores como Nietzsche, Witt-genstein o Derrida consideran que «laverdad» es, en el mejor de los casos, unproducto de nuestro discurso y éste no sesomete a los dictados de la realidad. Pre-cisamente, Jenkins comparte la visión deRorty de que mientras el mundo está «ahíafuera» la verdad no, ya que el significa-do y la verdad están en los enunciados yéstos no están «ahí afuera». Además, «la

verdad» se considera parte de una ecua-ción en la que también figura el poder.Así, el conocimiento sería un producto dela relación entre la verdad y el poder, esdecir, lo que el poder considera comoverdad. Contra esto, se proponen dosideas: la idea de que la verdad es inacce-sible y, además, relativa al contexto enque se produce y la idea de la verdadcomo consenso intersubjetivo: es verdadlo que para «nosotros» es válido y útilcomo tal, y no vale para todos los indivi-duos ni para todas las sociedades. Portodo ello, el postmodernismo denuncia lasupuesta y, a la postre, falsa imparcia-lidad, objetividad y neutralidad de lasciencias, tanto naturales como sociales:el conocimiento siempre depende delcontexto social, de los intereses del pre-sente, de sus deseos; siempre es hechopor alguien y para alguien. Es, en el fon-do, una función del discurso, de la ideo-logía y, por tanto, del poder, que es quiendecide qué es verdad y qué no. Por eso, elpostmodernismo entiende que debemosser conscientes y hacer públicos los inte-reses y los propósitos de nuestras accio-nes e investigaciones, tal y como deman-dan autores como Kuhn, Feyerabend, La-katos o Hacking. El postmodernismo, alhacernos más conscientes y reflexivos,nos conmina a ser más responsables e, in-cluso, a hacernos responsables de lasconsecuencias no intencionadas —en elsentido hegeliano— de nuestras accionesy, por supuesto, de nuestros discursos ytextos. Por otro lado, no hay un único mé-todo válido, general y absoluto. Se apues-ta por la fusión, la interdisciplinariedad,la transdisciplinariedad, la transversali-dad, la mezcla, el experimento; en contrade la rigidez de las disciplinas y de la or-ganización del conocimiento científicomoderno.

Todas estas características tienen re-lación con la crítica de las metanarrativasy con la crítica de los puntales del pensa-

ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097 219

Crítica de la historia, política emancipatoria y moralidades postmodernas ...

Page 5: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

miento moderno occidental, especial-mente del metafísico. Se ponen en dudalas filosofías del progreso, la idea de queel ser humano y las sociedades humanasprogresan, pero también los metadiscur-sos emancipadores del marxismo, del co-munismo y de otros movimientos mesiá-nicos. Existe, en suma, una poderosaincredulidad ante los grandes relatos, li-berales, científicos, marxistas, utópicos,del capitalismo, etc. La crisis de la meta-física y, con ella —como apunta Vatti-mo—, la caída de la «centralidad y de lahegemonía política de Occidente, ha libe-rado culturas y visiones del mundo múlti-ples» 23, que acompaña a una prolifera-ción de la historia y, actualmente, de lamemoria 24. Pero existe también una cre-ciente incredulidad ante los microrrelatos(las «historias» escritas por los historia-dores): éstos —se considera— están alservicio del Estado Nación, de los nacio-nalismos periféricos —ahora— y de laconstrucción de sus respectivas identida-des, en la misma medida en que la histo-riografía medieval estaba íntimamenterelacionada con la Iglesia 25. Responden,por tanto, a intereses institucionales, es-tatales y corporativos. Por su parte, elpostmodernista típico, como escribe Jen-kins, es relativista y afirma que el pasadoya no existe: por tanto, es, como tal, su-blime, carente de esencia, no teleológico,por lo que cualquier intento de apropiar-nos de él constituye una unidad heurísticaque es, «con toda claridad, “ficticia”» 26.

Como ha resumido Cristina Godoy,«la denominada postmodernidad se asien-ta sobre el agotamiento de las ideas de “ra-zón” y “progreso”, ideas fuerza que domi-naron la visión del mundo de la moderni-dad. [...] En la segunda mitad del siglo XX,el arte se ha resignificado, la novela hamuerto y las humanidades han decapitadolas certezas teóricas sobre las que se ha-bían afianzado durante un siglo de desa-rrollo científico» 27. El tipo de reflexión

postmoderna que sostiene Jenkins, a mi-tad de camino entre un antifundacionalis-mo (o antiuniversalismo) militante, unescepticismo abierto y un relativismo inte-grador 28, tiene en frente a conservadores,más o menos liberales —como GertrudeGimmelfarb, Perez Zagorin, GeoffreyElton, Keith Windschuttle, entre otros—,y a críticos de izquierda —como FredricJameson, Terry Eagleton, Christopher No-rris 29 o Alex Callinicos. Es verdad, afirmaJenkins, que la postmodernidad y el post-modernismo han surgido, en parte, de lasexigencias del capitalismo contemporá-neo. El capitalismo tardío, como apuntaJameson, es culturalmente postmodernis-ta, pero sólo contingentemente postmo-dernista, ya que el postmodernismo no espropiedad del capital, no le pertenece, almenos no de una forma esencial. Por elcontrario, lo que el postmodernismo augu-ra es la entrada de un atisbo de novedad ennuestro mundo, un ápice de novedad que,de forma constructiva, puede ayudarnos amantener vivo el pensamiento crítico yemancipatorio que ha sido desterrado dela educación y de las universidades. «Por-que es posible, como mínimo, que las crí-ticas y los imaginarios postmodernos pro-porcionen recursos suficientes para unanovedad que no sea una mera réplica de loviejo y que no pueda ser recuperada porun capital que ya es demasiado tardío paraser todavía moderno. Y es muy posibleque tales imaginarios nuevos —de cosassorprendentes “por venir”— no incluyanentre ellos la historia y la ética tal y comolas hemos conocido, o las excluyan deltodo» 30. Veamos cómo llega Jenkins aesta conclusión, una conclusión que es, ala vez, un diagnóstico y una invitación.Pero, primero, veamos con un poco de de-tenimiento la clase de juicio que Jenkinsaplicó a la historia.

En Rethinking History, Jenkins nosbrinda un examen crítico de los aspectosteóricos y prácticos de la disciplina histo-

220 ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097

Aitor Manuel Bolaños de Miguel

Page 6: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

riográfica en busca de una respuesta a laspreguntas ¿qué es la historia? y ¿por quéla historia significa tantas cosas distintasa tantas personas? Lo primero que resaltaJenkins es que la historia no se hace parasí misma, sino que siempre es hecha pory para alguien 31. La historia, desde elpunto de vista teórico —es decir, lo quepodemos concluir pensando en lo que lahistoria es en teoría, no en la práctica—,está compuesta de epistemología, meto-dología e ideología. La epistemologíanos enseña que nunca podremos conocerel pasado, ni objetiva ni totalmente, y queexiste un abismo entre el pasado y la his-toria. La historia es un discurso sobre elpasado, pero categóricamente diferentede él 32. Los análisis sobre la metodolo-gía nos avisan de que existen tantos mé-todos como intereses y objetivos so-cio-políticos, es decir, que la historia esun campo de batalla entre identidadescontrapuestas y que cualquier intentometodológico de incluir alguna deja fue-ra, irremediablemente, a otras. En esecampo de batalla de la historia, las dife-rentes personas, clases y grupos de unacomunidad construyen interpretacionesdel pasado que son, a la postre, autobio-gráficas —es decir, identitarias—, y lohacen para autocomprenderse, autocons-truirse y, en definitiva, autocomplacer-se 33. No hay historia definitiva algunafuera de este juego de poderes y presio-nes. El pasado puede ser infinitamenteredescrito, re-representado 34. En el fon-do, la historia implica a la teoría y la teo-ría presupone una ideología ya que res-ponde a intereses y objetivos de diversaíndole (a los de los grupos dominantespero también —y cada vez más— a losde los grupos subordinados, silenciados,excluidos, etc.). No hay escape de estecírculo vicioso. La historia, tanto desde elpunto de vista de la teoría como de lapráctica, se construye en los intersticiosde estos intereses y presiones. Por ejem-

plo, estudiando cómo funciona en lapráctica, podemos afirmar que la historiaes producida por un grupo de trabajado-res, llamados historiadores, que cuandovan a trabajar llevan con ellos valores,posiciones políticas y morales, perspecti-vas ideológicas, presuposiciones episte-mológicas, rutinas y procedimientos —esdecir, métodos—, otros materiales de es-tudio y distintas presiones personales, fa-miliares, laborales, editoriales, etc. Yesto sucede tanto en la fase de investiga-ción en archivos o en bibliotecas como enla fase en la cual el historiador se sienta aescribir —a representar— el pasado.Como ha subrayado Hans Kellner, cadaprofesión produce y ampara un sistemade ansiedades y de presiones que, másque cualquier otra cosa, identifica a susmiembros como filósofos, críticos, abo-gados, y, cómo no, historiadores 35. San-de Cohen, desde una posición extrema,considera que el sistema de investigacióny de producción historiográfica es, ac-tualmente, una «colosal pieza de narcisis-mo» profesional, donde no se asegura nila calidad ni el interés social de la obra,simplemente se produce para medrar enla academia conforme a las reglas previa-mente establecidas 36. Este proceso, queno contribuye a la libertad universitaria,asegura —por el contrario— el manteni-miento de la jerarquía científica y delpunto de vista académico sobre el pasa-do. Por tanto, en fin, todas estas razonesepistemológicas, metodológicas, ideoló-gicas y prácticas, hacen problemática latransformación del pasado en historia 37.

No obstante todas estas críticas, Jen-kins ofrece una definición de lo que lahistoria es para él: «la historia es un dis-curso cambiante y problemático, queaparentemente trata sobre un aspecto delmundo, el pasado; este discurso es produ-cido por un grupo de trabajadores conmentalidad actual (abrumadoramente, ennuestra cultura, por historiadores asala-

ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097 221

Crítica de la historia, política emancipatoria y moralidades postmodernas ...

Page 7: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

riados) que realizan su trabajo de maneramutuamente reconocible, que están epis-temológica, metodológica, ideológica yprácticamente posicionados y cuyos pro-ductos, una vez puestos en circulación,están sujetos a una serie de usos y abusosque lógicamente son infinitos, aunque, enrealidad, por regla general, se correspon-den con las bases del poder que existenen un momento dado y que estructuran ydistribuyen los significados de las histo-rias a partir de un espectro que se desplie-ga desde los dominantes a los margina-dos» 38. En el capítulo 2, Jenkins presentasus ya conocidos argumentos sobre di-versas cuestiones tocantes a la naturalezade la historia, cuestiones que no son sinoramificaciones agrupadas en torno a lacuestión de qué es la verdad: sobre la ob-jetividad, sobre la relación entre los he-chos y su interpretación 39, sobre los pre-juicios, sobre la empatía, sobre los tiposde fuentes y sobre la relación entre lasfuentes y las pruebas, sobre la causalidad,sobre si la historia es un arte o una cien-cia, etc. Para resumir todas estas cuestio-nes con una sola respuesta, diré que Jen-kins mantiene una posición escéptica,aunque no cínica ni pesimista. Así, afir-ma que la verdad del pasado nos elude,que la historia es intersubjetiva —másque objetiva— e ideológicamente com-prometida, que la supuesta objetividad eimparcialidad de la historia son sendasquimeras 40, que la empatía es vista erró-neamente como un defecto 41, y que lahistoria es algo distinto a una ciencia o aun arte: es algo sui generis. Los textoshistoriográficos no son estrictamentecognitivos o descriptivos, sino también—y por encima de todo—, intentos es-peculativos, invitaciones a imaginar elpasado de múltiples maneras 42.

Por tanto, para concluir, podríamosdecir lo siguiente. La crítica de Jenkins aldiscurso historiográfico, tal y como loconocemos, implica subrayar el hecho de

que se olvida —o esconde, ideologizán-dose— su naturaleza contingente y cultu-ral. Este punto viene expresado en ¿Porqué la historia? con meridiana claridad:«vivir en una cultura, afirma Jenkins, esvivir en forma significativa y a través deun código, de un lenguaje; es estar consti-tuido literalmente dentro de imaginariosque producen lo que se entiende por rea-lidad, de modo que esa residencia en unlenguaje es simplemente la residencia enla realidad» 43. Visto así, el pasado esimaginado por los historiadores, pero noen el sentido de que no ocurrió efectiva-mente —ningún teórico postmodernoafirma tal cosa—, sino en el sentido deque somos nosotros quienes aportamos elsignificado a ese pasado, en términos, porejemplo, de las significaciones y los pro-pósitos que ese pasado se supone que tie-ne para nosotros. Somos nosotros, escri-be Jenkins, quienes dictamos la historia:ésta es imposible sin la clase de abrazotextual a que es sometida por parte de loshistoriadores. Nosotros somos la fuentede ese pasado significativo, de ese pasa-do que es compartimentado, selecciona-do, investigado y escrito por multitud deinvestigadores y de escritores. Es eviden-te que la historia contiene un componentecognoscitivo, epistemológicamente ma-nejable, en el nivel de la afirmación sin-gular —lo que Jenkins llama los «arre-glos sintácticos del pasado» 44—, en lamedida en que no seamos idealistas radi-cales, pero lo que denuncian los postmo-dernistas como Jenkins es la dificultad deestablecer los métodos y las formas deacrecentar nuestro conocimiento sobre elpasado más allá del nivel de la sintaxis,es decir, en el nivel semántico, en el nivelnarrativo, que es donde se mueven las in-tenciones representativas de la historio-grafía, en lo que Ankersmit denomina las«sustancias narrativas» 45, intencionesque no implican una sustitución de lasteorías de la correspondencia, sino la

222 ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097

Aitor Manuel Bolaños de Miguel

Page 8: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

aceptación de la naturaleza estética de lahistoriografía 46. Es este paso —de la fra-se al texto, de la afirmación al discurso—el que ninguna teoría, empirista o no, haconseguido exponer y explicar convin-centemente, como han resaltado tanto de-fensores de la postmodernidad comoRorty, como críticos de ella, como Geor-ge Steiner.

La conclusión de todo lo dicho hastaaquí está expuesta con claridad en la in-troducción de ¿Por qué la historia?: «elpasado, tal y como se constituye median-te sus huellas aún existentes, siempre esaprehendido y apropiado en forma tex-tual mediante capas sedimentadas deltrabajo interpretativo anterior, así comomediante los hábitos de lectura y lascategorías/conceptos de nuestras prác-ticas metodológicas anteriores/presen-tes» 47. Como diría Ankersmit, la histo-riografía —la clase de discurso textualque producen los historiadores— no esmás que el conjunto de representacionessustitutivas 48 que ponemos en lugar delpasado ausente para narrarlo e interpre-tarlo. «No hay representaciones: no haypasado», sentencia Ankersmit 49. Final-mente, lo que queda es que «la historiacon mayúsculas se halla en escombros yla historia con minúsculas es incapaz dealcanzar un mayor desarrollo» 50. Poste-riormente, Jenkins afirmará que su creen-cia y su argumento es «que no hay reglasno problemáticas o normas de traduccióno de transcripción (tal y como se articu-lan a través de múltiples métodos, técni-cas y prácticas) que permitan al pasado(todo lo que ha sucedido “antes de aho-ra”) ser la verdad total o ser objetiva oimparcial o científicamente representadocomo “conocimiento histórico” en el ni-vel del texto histórico, y que esta condi-ción, más que ser deplorable, es, una vezmás, lo mejor que podemos esperar» 51.

Finalmente, en esta primera etapade la obra de Jenkins, nuestro autor ter-

mina por proponer una defensa del tipode historia reflexiva, postmoderna, quedenuncia los usos ideológicos de la —su-puesta— objetividad e imparcialidad delas viejas historias con «mayúscula» ycon «minúscula» 52. Ésta es la posiciónque ha mantenido en sus tres primeros li-bros, desde Rethinking History hasta ThePostmodern History Reader, pasando porOn «What is History?» 53. Conviene re-cordar que la intención principal de estaprimera época en el pensamiento jen-kinsiano fue desarrollar una reflexiónauto-consciente sobre la naturaleza de lahistoriografía. Pero en el último capítulodel libro Rethinking History —DoingHistory in the Post-Modern World—,Jenkins presentó una declaración de in-tenciones acerca de la posibilidad de unahistoria postmoderna, más acorde con suespíritu crítico y emancipador. Sin em-bargo, en un punto entre estos años y lapreparación y redacción de ¿Por qué lahistoria?, Jenkins comenzó a considerarla posibilidad de deshacerse de cualquiertipo de historias, incluidas las propuestashistoriográficas postmodernas 54. Ésta esla materia que veremos en el siguienteapartado.

2. Relativismo: reimaginar la historiacriticando sus intereses, funciones

y usos

Jenkins nos recuerda que en la actualidadson pocas las personas que defienden lahistoria metanarrativa —la historia con«mayúsculas» o historia upper case—,que ha demostrado ser tan increíble eideológica que merece ser olvidada. Sinembargo, todavía podemos encontrarmultitud de personas que defienden —y,por lo tanto, practican o leen— el tipo dehistoria con «minúsculas» —o historialower case—, profesional y académica,que los historiadores escriben. Ademásde los propios historiadores postmoder-nos, entre los cuales quiero citar a Hans

ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097 223

Crítica de la historia, política emancipatoria y moralidades postmodernas ...

Page 9: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

Kellner 55, Allan Megill 56, Robert A.Rosenstone 57, H. U. Gumbrecht 58, Si-mon Schama 59, etc. Sin embargo, en estepunto, el postmodernismo, según KeithJenkins, «señala el fin de la historia tal ycomo la conocemos, no sólo en su meta-narrativa modernista y en sus formas aca-démicas, profesionales, sino de la histo-ria per se» 60. Después de analizar la obrade Hayden White, de Frank Ankersmit yde otros autores postmodernos, Jenkinsllega a la conclusión de que, al igual quela historia con «mayúscula» —las meta-narrativas—, la historia con «minúscula»es, en la actualidad, un discurso moribun-do, está comenzando a desaparecer de lasconversaciones, y debe ser contempladocon mucha incredulidad por su naturalezaepistemológica débil y por su carácterfuertemente ideológico. De hecho, afir-ma Jenkins, deberíamos abandonar ycambiar este tipo de discursos historio-gráficos por nuevos imaginarios —en elsentido en que concibe el término Casto-riadis—: nuevos imaginarios moralespostmodernos, «más allá del fin de lashistorias» 61, algo que es, si no revolucio-nario, por lo menos sí utópico 62.

Una vez analizada y estudiada la na-turaleza constructiva, textual y ficcionalde las obras historiográficas —estudiadoen el apartado anterior—, el argumento deJenkins para reprender a las micronarrati-vas y para imaginar y proponer un mundofuturo sin historia, es el siguiente: por unlado, critica la ideología inherente en di-cha disciplina al hacer pasar por natural ocientífica una práctica que es manifiesta-mente cultural. «La historia, escribe Jen-kins, no es en absoluto un fenómeno natu-ral ni tiene nada de eterno», algo con loque muchos historiadores están de acuer-do 63. La historia —es decir, la forma enque percibimos y escribimos sobre eltiempo en nuestras sociedades y cultu-ras— es un discurso contingente, no abso-luto. «“Es obvio” que nunca hemos visto

nada parecido a los géneros históricos oc-cidentales con mayúscula y con minúsculade los siglos XIX y XX, en ningún otrotiempo y lugar. Porque nunca jamás ha ha-bido, en ninguna otra parte de la Tierra, enningún otro tiempo, un modo de historizarel pasado en esa forma» 64. En definitiva,todas las culturas tienen un pasado pero notodas tienen «historia» 65. Aquí, las críti-cas que minaron los fundamentos metafí-sicos, ontológicos y epistemológicos de lahistoria con «mayúsculas» pueden seraplicadas con la misma efectividad a lahistoria con «minúsculas».

A este conjunto de cuestiones Jen-kins pone la etiqueta de antifundamenta-lismo, es decir, de una clase de escepti-cismo sobre la naturaleza, metodología yfunciones de un tipo de discurso que,como todos los demás, es accidental;pero, por otro lado, Jenkins resalta tam-bién que, si existen diferentes formas deapropiarse del pasado —fundamental-mente porque existen diversos intereses ydiversas condiciones que influyen en lainvestigación y en la escritura de la histo-ria—, no nos queda sino reconocer que lahistoria «propiamente dicha», la historiadefendida por los historiadores, no esmás que algo relativo a dichas condicio-nes y a dichos intereses 66. Tenemos, portanto, un pasado pero muchas historias.Como escribe Jenkins, «el relativismosugiere que el pasado puede ser apropia-do de modo legítimo en una multiplici-dad de formas y para una multiplicidadde propósitos» 67. Y es que todo el mun-do tiene derecho a estudiar el pasado y adarle el uso que considere apropiado, yaque el pasado no es propiedad de nadie ytampoco hay que dar crédito a los llama-dos «guardianes del pasado», quienes seautolegitiman para decirnos qué ocurriórealmente en el pasado y para qué pode-mos usar ese conocimiento 68.

Entonces, la pregunta es: ¿cómo dis-criminar entre la multiplicidad de relatos

224 ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097

Aitor Manuel Bolaños de Miguel

Page 10: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

cuando el criterio ya no es la verdad, es-pecialmente privilegiada por la aca-demia, sus métodos y sus relaciones deautoridad y de poder? Y ¿cómo multipli-car los usos del pasado sin caer en la tri-vialidad? Las respuestas a estas cuestio-nes son difíciles de encontrar en la obrade Jenkins, quien, en estos asuntos, aban-dona la crítica sistemática y se inclina porun impresionismo seductivo 69.

En la tercera parte de su ¿Por qué lahistoria? —la parte más importante paranuestro argumento—, Jenkins se apoyaen dos autores como Elizabeth DeedsErmarth y David Harlan para desplegarsendas propuestas. La primera de ellas esque debemos olvidarnos de la historia—no solamente de las metanarrativas(tan criticadas y denostadas en la actuali-dad), sino también de las micronarrativas(es decir, del tipo de historia que produ-cen los historiadores)—, y que debemossustituirla por nuevas organizaciones deltiempo, en la forma ensayada por el libroSequel to History, de Ermarth. La segun-da de las propuestas de Jenkins es que, si-guiendo a Harlan, debemos olvidarnos dela ética pero sin renunciar a la moralidad—o lo que es lo mismo, que debemossustituir la ética existente por nuevas mo-ralidades de «elección no fundamenta-da», reconociendo «la locura de las deci-siones morales indecidibles», en el senti-do derridiano— 70. Es decir, hay quereconocer y admitir la aporía: una refle-xión moral emancipatoria no puede evi-tar reflexionar sobre ella pero sí puedeser fructífera sin la «historia». La tesis deJenkins es que «para avanzar hacia el fu-turo en formas radicales y emancipatoriastodo lo que necesitamos son imaginariospostmodernos sans histoire» 71, en la lí-nea abierta por las teorías y las críticas deautores de tipo postmoderno como Bar-thes, Foucault, Deleuze 72, Derrida, Lyo-tard, Baudrillard 73, Irigaray, Kristeva,Spivak, Butler, Laclau, Mouffe, Rorty,

Vattimo, White, Ankersmit, Ermarth oHarlan, ninguno de los cuales es un histo-riador profesional 74. Si cada uno de estosautores puede proporcionar lo necesariopara construir análisis, retóricas y pro-puestas emancipatorias, quizás cualquie-ra de nosotros también pueda hacerlo 75.Ni siquiera necesitamos desarrollar pro-puestas historiográficas postmodernas, nipreocuparnos por su posible idoneidad:todo lo que necesitamos para desarrollarpropuestas políticas emancipatorias y dejusticia social proviene de la reflexiónético-política, no del estudio del pasadoni, por tanto, de la historia 76. La preguntamás atractiva e, incluso, la más urgente—para Jenkins— es, entonces, sobre laviabilidad de cualquier tipo de historia:¿por qué seguir preocupándose por histo-riar el pasado?

Lo que Jenkins propone no es el findel desarrollo histórico —algo cercano alo que propuso en su día el libro de Fuku-yama, El fin de la historia y el últimohombre—, o el fin de la vida como tal, oque el pasado no vaya a seguir siendoevocado de diversas maneras. No, nadade esto es planteado por Jenkins. Lo queestá afirmando es, ni más ni menos, quela modernidad esculpió unas formas sig-nificativas y útiles de aprehender el pasa-do, que están siendo liquidadas —y, enun sentido agónico, casi arrastradas—por el propio fin de la modernidad. O,como diría Deeds Ermarth, «ahora la his-toria adopta la interesante posición deconfrontar su propia historicidad» y—añade Jenkins— su propia finitud 77.Cuando miramos por encima de nuestroshombros al Medievo, por ejemplo, acep-tamos que, con la desaparición de tal pe-ríodo histórico, se desvanecieron tambiénlas visiones medievales del pasado, susconcepciones sobre el tiempo, sobre larelación entre el pasado, el presente y elfuturo. Entonces, «¿por qué no aceptarcon la misma facilidad que las historias

ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097 225

Crítica de la historia, política emancipatoria y moralidades postmodernas ...

Page 11: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

construidas en y para la modernidad lle-garán a su fin cuando ésta termine?» 78.La constatación de esta interpretación nodebe ser causa de desasosiego o de pesi-mismo alguno. Al contrario. Debemosabrazar un postmodernismo no histori-zante, olvidando las formas y las confi-guraciones historiográficas modernas, ydebemos imbuirnos en el abismo del flu-jo interminable y relativista de la inter-pretación 79, «con el fin de contribuir, deuna forma emancipadora y democrática,al cambio, tanto dentro como más allá delcapitalismo» porque, evidentemente, elcapitalismo no puede ser el «fin de la his-toria» 80.

O dicho de otra manera: una vez quecomprendemos la naturaleza contingen-te, relativa e ideológica y, por tanto, polí-ticamente comprometida de cualquierade nuestros intentos por aprehender el pa-sado 81, la pregunta es: ¿Qué queremosahora de él? ¿En qué nos puede ayudar?¿Para qué nos puede servir? Y ¿para quénos puede servir políticamente? Si la his-toria ya no es nuestra maestra de vida,nuestro particular tribunal de apelacio-nes, nuestro particular aviso para nave-gantes, ¿qué puede ser ahora? ¿Y cómodeberíamos usarla? 82 La respuesta deJenkins es que la historia no nos propor-ciona ningún objetivo político universal,en la misma medida en que su potencialcognoscitivo está también sometido a laspresiones de la ideología y de la cultu-ra 83. Sin embargo, Jenkins sustituye to-das estas cuestiones por una opción queconsidera de vital importancia: «¿por quéno olvidarnos de la historia y vivir enimaginarios sin ella?» 84, tanto en losniveles social y político, como en el edu-cativo. Hayden White apuntó, a este res-pecto, que la enseñanza de la historia nodebería «liberar» a ningún alumno —almenos teniendo en cuenta que lo impor-tante no es independizarlo de algo sinopara algo— sino, más bien, mejorar sus

facultades para pensar críticamente sobrelos clichés que ha ido recibiendo de la so-ciedad y del sistema educativo. Y es queWhite considera que dicha sociedad pre-fiere un alumno pasivo, incluso apático,respecto del ejercicio de los derechos hu-manos, por ejemplo, lo que disminuye asu vez la capacidad de denunciar y lucharcontra sus constantes violaciones 85. Si-guiendo a White, Jenkins estaría más cer-ca de la posición de la historiografía mar-xista británica, para la cual se deberíaeducar «a aquellos para quienes la luchaes hoy una necesidad concreta con las ex-periencias históricas de aquellos otrospara quienes la lucha fue una necesidadconcreta ayer» 86. Pero la historia no de-bería cumplir un papel primordial en estatarea. Y es que, desde Marx, sabemos queexisten alternativas —teóricamente mássofisticadas— a la historiografía para ex-plicar y comprender la realidad social,tanto la presente como la pasada, como lasociología o la filosofía críticas. La his-toria, qué duda cabe, favorece a la educa-ción —es decir, a la formación de unaidentidad— más que al conocimiento 87.

Los autores con los que Jenkins dia-loga en este momento de su exposiciónson, como ya hemos dicho, ElizabethDeeds Ermarth y David Harlan 88. Estaforma dialógica de reflexión, típicamentejenkinsiana, busca aprovechar las pro-puestas de los demás en el rodeo que su-pone apuntalar el argumento propio 89.De la primera acoge la propuesta de otrasorganizaciones del tiempo distintas a lalineal, típicamente occidental —o, mejordicho, típicamente moderna 90— y, en sulugar, propone nuevas formas (como cro-nopios, tiempos rítmicos y anacronis-mos 91), mientras que del segundo recogela sugerencia de estudiar los textos histó-ricos, no en sus contextos, sino en nues-tro contexto, directamente, permitiendouna combinatoria moral donde el juegode textos y contextos —es decir, donde

226 ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097

Aitor Manuel Bolaños de Miguel

Page 12: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

descontextualizar textos— nos permitaarmar imaginarios eclécticos y antifunda-cionalistas que refuercen la moralidad re-lativista que defiende Jenkins 92.

El tiempo rítmico de Deeds Ermarthmodifica o abandona radical y totalmentela dialéctica, la teleología, la trascenden-cia y la supuesta neutralidad del tiempohistórico, a la vez que sustituye el viejocogito cartesiano por una diferente subje-tividad —una conciencia multinivel—cuyo modelo es extraído de las novelas ylos cuentos de Julio Cortázar, Robbe-Gri-llet y Nabokov 93. Como escribe Jenkins,ahora es posible vivir en nuevas organi-zaciones del tiempo, organizaciones rít-micas, las cuales, a la vez que indican elfin de las nociones modernistas sobre eltiempo, muestran que podemos vivir fue-ra de la historia. El tiempo postmodernoes el tiempo de los cronopios, de la per-formatividad, de la improvisación, deljazz, del bricolaje, incluso del cine y de lacultura visual 94, etc. «I swing, therefore Iam» 95, termina por concluir.

Las obras que quebrantan la historiatradicional también proporcionan nuevaspreguntas y nuevas oportunidades prác-ticas —nuevos experimentos 96— quedesbaratan la seguridad anterior, pero estainseguridad debe ser tomada con ale-gría 97. Como afirma Jenkins, «la postmo-dernidad ofrece nuevos nacimientos» 98.En el fondo, una vez que comenzamos aver el tiempo como algo no neutral ni ab-soluto, nuestras maniobras mentales in-ventadas y construidas, postmodernas,nos permiten darnos cuenta de que hemosdejado atrás el tiempo de la profesión, delcorporativismo y de la retórica del poderpara adentrarnos en el juego de la libertady, por tanto, de la responsabilidad: de fo-mentar un punto de vista flexible 99. Sinembargo, Ermarth no desea aplicar esteesquema del tiempo rítmico al pasado,«no es que desee, por ejemplo, reinterpre-tar el Medievo tardío o decir algo nuevo

acerca de la condición de las mujeres de laclase trabajadora en el siglo XIX: más bienquiere olvidar el pasado histórico en favorde aventuras orientadas hacia el [presentey el] futuro» 100, sin ansiedad ninguna,con júbilo, con esperanza y con intencio-nes emancipadoras. En este sentido, esuna propuesta similar a la presentada porHayden White mediante su concepto de«progressive history», que el propio Whi-te compara con la «historia crítica» deNietzsche, una historia fundamentalmentecomprometida con el futuro, más que conel pasado: con un futuro que nos gustaríaheredar más que con algún otro que este-mos obligados a soportar 101. O, mejor di-cho, Jenkins propone decir adiós a la «his-toria» para centrarnos en imaginar y cons-truir un futuro sin el tipo de cargas queproduce el pasado histórico historiza-do 102.

Para Harlan, la historia era —hastamediados del siglo XX y, por lo menos, enlos EE.UU.—, una especie de «conversa-ción transgeneracional» (transgeneratio-nal conversation), mientras que, a partirde los años sesenta y setenta, tanto lasprácticas desideologizadoras de parte dela izquierda —que desenmascaraban losintentos de la historiografía anterior deracionalizar la esclavitud, de excusar elracismo o de apoyar el imperialismo, porejemplo— como las críticas de la teoríapostmoderna —que desmontaban la su-puesta objetividad de la historiografíaprofesional—, compelieron a la historia adar un vuelco radical hacia el escepticis-mo y el relativismo postmetafísico ypostmoderno 103. Como escribe Harlan,«la postmodernidad es, en esencia, unaextensión y una elaboración de la viejaidea según la cual no tenemos formaalguna de ver, pensar o desear que no ha-yamos adquirido de la cultura circundan-te» 104. Jenkins asegura que el postmo-dernismo no es una moda, ni una corrien-te de crítica del discurso historiográfico

ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097 227

Crítica de la historia, política emancipatoria y moralidades postmodernas ...

Page 13: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

que pueda ser incorporado en el mains-tream cultural una vez que sus «excesos»sean pulidos. No. El postmodernismoconsiste, precisamente, en esos excesos,e implica alcanzar una actitud militante yradical «que no sólo socava el contenidosino las formas ficcionales y gramatica-les de las historias modernas, sin una piz-ca de disculpa o de nostalgia» para ofre-cer, en su lugar, nuevas gramáticas orien-tadas al futuro más que al pasado y, comoconsecuencia, nuevas estrategias de críti-ca y emancipación políticas 105.

Mientras que Deeds Ermarth consi-dera que el lenguaje narrativo postmoder-no ha socavado el tiempo histórico y loha sustituido por una nueva construcciónde la temporalidad —a la que llama«tiempo rítmico», rhythmic time 106—,Harlan afirma que el único objetivo delestudio del pasado es «lo que pueda sig-nificar actualmente para nosotros» —y,en este punto, Harlan no está solo, puestoque le acompañan Ankersmit y White—.Como sugiere Jenkins, lo que proponeHarlan implicaría una especie de «estu-dios de apropiación» o de «estudios tem-porales», no de estudios históricos perse 107, algo que, quizás, ha mencionadoMartin L. Davis al proponer, irónicamen-te, la creación de unos auto-reflexivosdepartamentos universitarios —llamadosHistorics 108—, que hagan explícitas, porejemplo, las paradójicas conexiones de laacademia con el capitalismo. Por su lado,Cohen propone desburocratizar las uni-versidades y los planes de estudio 109. Sinembargo, las propuestas de Jenkins noson ni tan explícitas ni tan específicas enesta materia.

3. Conclusiones inconclusas

Como hemos visto, la tesis fundamentalde Jenkins sería que «el-pasado-como-his-toria», the-past-as-history 110, no existefuera de las apropiaciones textuales quelos historiadores construyen. Así, el pasa-

do sólo nos llega a través de dispositivosde ficción —es decir, imaginados— queseleccionan, jerarquizan y dotan de signi-ficado al pasado, al servicio de intereses ypoderes del presente, contemporáneos delhistoriador. Es lo que George Steiner hallamado «imágenes del pasado» 111. «Elpasado como historia siempre ha estado ysiempre estará necesariamente configu-rado, envuelto en tropos, figurado en tra-mas, leído, mitificado e ideologizado enformas que nos resulten convenien-tes» 112. El pasado siempre está sobre de-terminado, en última instancia, por lo esté-tico, por el fenómeno estético, representa-tivo, que ensambla mecanismos retóricosy figuras de estilo en una narración inter-pretativa que implica, invariablemente,una toma de posición ideológica, es decir,política 113. En este sentido, la historia hasido siempre —y siempre será— un pro-ducto estético, como no se han cansado desubrayar Hayden White, Ankersmit, Jen-kins y otros pensadores tan poco sospe-chosos de ser postmodernos como Dantoo Gombrich 114.

Pero esto es simplemente el comienzode la obra de Jenkins. Por su parte, los de-senlaces argumentales de Jenkins son ra-dicales en la forma y polémicos en el con-tenido; son a la vez lacónicos y desarrolla-dos, son a la vez comienzos y finales,críticas y esperanzas. El principal de todosellos es que no necesitamos ninguna histo-ria para ubicarnos en el presente pero tam-poco para imaginar posibles futuros; no lonecesitamos para comprender los tiempospresentes ni para construir proyectos polí-ticos emancipadores, reflexivos pero anti-fundacionalistas 115. El ejemplo de esto esque una parte muy importante de la laborintelectual de los postistas es realizada sinconciencia histórica ninguna y sin queninguno de ellos sea un historiador. Esverdad que muy esporádicamente —sobretodo en la actualidad— han sido los histo-riadores los que han propuesto mapas po-

228 ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097

Aitor Manuel Bolaños de Miguel

Page 14: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

líticos emancipadores para sus comunida-des 116 pero, sin embargo, la crítica de Jen-kins no deja de ser más certera por estehecho. Rorty es, en este sentido, un autori-zado paradigma: «el estudio del pasadopor sí mismo, en sí mismo y para sí mismono tiene interés alguno para Rorty, y nohay razón para que lo tenga para noso-tros» 117. Socorridos por la deconstrucciónderridiana 118, por el différend de Lyo-tard 119, por el antifundacionalismo deRorty, por los simulacros y la indiferenciade Baudrillard, por el textualismo y lasublimidad de White, por la historicidadpost-kantiana de Ankersmit, por los cro-nopios de Ermarth y por el relativismo deHarlan, estamos ahora en disposición dedecirle adiós a la historia y de abrazar otramoralidad y otra historicidad. Merece lapena citar en extenso un párrafo de la in-troducción de Jenkins a su ¿Por qué lahistoria?: «el escepticismo y el relativis-mo parecen ser entonces simplemente co-sas que podemos aceptar y con las que po-demos convivir con alegría, conscientesde nosotros mismos, tal como lo hacíanlos sofistas antiguos [y nos ha recordadorecientemente, entre otros, StanleyFish 120] y lo hacen los sofistas retóricospostmodernos: no parece haber ningunaalternativa fundacional: eso es lo que he-mos comprendido gracias a la “concienciade uno mismo”. Por consiguiente, es poreste tipo de razones que creo que ahoraempezamos realmente a vivir fuera de lahistoria y de la ética y dentro del tiempo yla moralidad en formas más relajadas y,espero, también emancipatorias» 121.

Ahora podemos imaginar un sistemapolítico emancipador sin recurrir obsesi-vamente a la experiencia del pasado. Endefinitiva, Jenkins se declara —comoHayden White—, un relativista moral y unescéptico reflexivo, ya que considera queambas posturas son la base del reconoci-miento de las diferencias y de la diversi-dad y, en última instancia, de la coopera-

ción entre ellas 122. Por otro lado, cuandoésta última falla, el relativismo garantizala tolerancia mejor que cualquier forma deuniversalismo totalizador, como ya habíanafirmado Rorty y Lyotard 123. En este sen-tido, Jenkins está de acuerdo con AlainBadiou, quien considera el ser mismo dela humanidad no desde un universalismoesencialista, sino como la misma multipli-cidad, como la misma diferencia, y ellosin renunciar a la idea de la emancipaciónhumana 124. Frente al universalismo Jen-kins plantea, por tanto, un relativismo queinsiste especialmente en el relativo valorcognoscitivo de la historia —la historia esinterpretación, es decir, el conjunto de re-presentaciones «fallidas», abiertas 125—,en la riqueza del juego entre esas interpre-taciones, en historizar la misma labor his-toriográfica y, en definitiva, en transfor-mar en acción crítica y emancipadora elescepticismo epistemológico. Así, ahorapodemos desarrollar un proyecto políticopostmoderno —como el que sugiere Mi-chael Walzer— conscientes de la violen-cia involucrada en la difusión de una iden-tidad —esencial— común, que estandari-za las conductas, y asentados en laconvicción del valor de la diferencia 126.Por último, una pregunta surge de inme-diato. Si Appleby, Hunt y Jacob tienen ra-zón, y el escepticismo y el relativismo ac-tuales provienen de la insistente democra-tización de la sociedad 127, ¿defender laobjetividad y el esencialismo implica unadefensa de la jerarquía y del statu quo y, ala postre, una crítica del poder emancipa-dor de la democracia? El mismo Derridaplanteaba que la democratización de unasociedad se mide por la posibilidad quetienen las personas y los grupos de partici-par y acceder «al archivo, a su constitu-ción y a su interpretación» 128: es decir, aconstruir su propia historia.

Con las implicaciones políticas deesta cuestión centelleando de fondo, de-jamos aquí la exposición e invitamos al

ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097 229

Crítica de la historia, política emancipatoria y moralidades postmodernas ...

Page 15: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

lector a que siga la obra del profesor Jen-kins en busca de tentativas optimistas 129

y respuestas provisionales a esta empresade refiguración de una democracia relati-vista y emancipadora y de lucha por unmundo menos violento y cruel de lo queha sido hasta ahora 130.

BIBLIOGRAFÍA

ANKERSMIT, F. R. (2009): «Danto’s Phi-losophy of History in Retrospective»,Journal of the Philosophy of History,3, 2, pp. 109-145.

ANKERSMIT, F. R. (2006): «“Presence”and Myth», History and Theory, 45,3, October, pp. 328-336.

ANKERSMIT, F. R. (2005): Sublime Histo-rical Experience, Stanford UniversityPress, Stanford.

ANKERSMIT, F. R. (2003): «Invitation toHistorians», Rethinking History, 7, 3,pp. 413-437.

ANKERSMIT, F. R. (2001): Historical Re-presentation, Stanford UniversityPress, Stanford.

ANKERSMIT, F. R. (1983): Narrative Lo-gic. A Semantic Analysis of the Histo-rian’s Language, Martinus Nijhoff,La Haya.

ANKERSMIT, F. R.; DOMANSKA, E. yKELLNER, H. (2009): Re-FiguringHayden White, Stanford UniversityPress, Stanford.

APPLEBY, J.; HUNT, L. y JACOB, M.(1998): La verdad sobre la historia,Andrés Bello, Santiago de Chile.

ATTRIDGE, D. (1987): Post-Structuralismand the Question of History, Cam-bridge University Press, Cambridge.

BADIOU, A. (2006): «La potencia de loabierto: Universalismo, diferencia eigualdad», Archipiélago, 73-74, di-ciembre, pp. 21-34.

BAGHRAMIAN, M. (2005): Relativism,Routledge, Abingdon y New York.

BERTENS, H. y NATOLI, J. (2002): Post-modernism: The Key Figures, Black-well, Oxford.

BOLAÑOS DE MIGUEL, A. M. (2009):«Keith Jenkins sobre la historia, lapolítica y el pasado», en JENKINS, K.,Repensar la Historia, Siglo XXI, Ma-drid, pp. 91-105.

BOLAÑOS DE MIGUEL, A. M., «Figurasdel pasado: obsesión, cadenas y hori-zontes», Historia y Política, 17, 2007,pp. 255-263.

BREISACH, E. (2003): On the Future ofHistory: The Postmodernist Challen-ge and Its Aftermath, University ofChicago Press, Chicago.

CLARK, E. A. (2004): History, Theory,Text. Historians and the LinguisticTurn, Harvard University Press, Cam-bridge.

COHEN, S. (2006): History Out of Joint.Essays on the Use and Abuse of His-tory, The Johns Hopkins UniversityPress, Baltimore.

COHEN, S. (1999): Passive Nihilism: Cul-tural Historiography and the Rheto-rics of Scholarship, St. Martin’sPress, New York.

COHEN, S. (1996): «Reading the Histo-rians’ Resistance to Reading: AnEssay on Historiographic Schizofre-nia», CLIO, 26, 1, pp. 1-28.

COHEN, S. (1993): Academia and theLuster of Capital, University of Min-nesota Press, Minneapolis.

CONNOR, S. (1996): Cultura Postmoder-na. Introducción a las teorías de lacontemporaneidad, Akal, Madrid.

DAVIES, M. L. (2006): Historics, WhyHistory Dominates Contemporary So-ciety?, Routledge, Abingdon y NewYork.

DAVIES, M. L. (1989): «History as narcis-sism», Journal of European Studies,19, 4, pp. 265-291.

230 ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097

Aitor Manuel Bolaños de Miguel

Page 16: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

DEEDS ERMARTH, E. (2004): «Ethics andMethod», History and Theory, 43, 4,December, pp. 61-83.

DEEDS ERMARTH, E. (1998): Realism andConsensus in the English Novel,Edinburgh University Press, Edin-burgh.

DEEDS ERMARTH, E. (1992): Sequel toHistory. Postmodernism and the Cri-sis of Representational Time, Prince-ton University Press, Princeton.

DERRIDA, J. (1996): Archive Fever: aFreudian impression, The Universityof Chicago Press, Chicago.

DOMANSKA, E. (2009): «Frank Ankers-mit: From narrative to experience»,Rethinking History, 13, 2 June,pp. 175-195.

DOMANSKA, E. (2008): «A conversationwith Hayden White», Rethinking His-tory, 12, 1, march, pp. 3-21.

FISH, S. (1989): Doing What Comes Na-turally. Change, Rhetoric and thePractice of Theory in Literary andLegal Studies, Clarendon Press,Oxford.

GODOY, C. (1999): «Keith Jenkins (ed.),The Postmodern History Reader»,Estudios Sociales, Universidad Na-cional del Litoral, Santa, 17, 1999,pp. 197-202.

GONZÁLEZ DE OLEAGA, M. (2003): «Elo-gio de la vehemencia: A propósito dela obra de Keith Jenkins», Historia yPolítica, 10, pp. 340-348.

GONZÁLEZ DE OLEAGA, M. y BOLAÑOS DEMIGUEL, A. M. (2008a): «Vértigos yprácticas historiográficas postmoder-nas», en RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, C. yVALDÉS MIYARES, R. (eds.), Historiay Representación en la cultura global,KRK, Oviedo, pp. 40-50.

GONZÁLEZ DE OLEAGA, M. y BOLAÑOS DEMIGUEL, A. M. (2008b): «Teoría ypráctica en la historiografía postmo-derna», Revista de Libros, 136, abril2008, pp. 15-16.

GUMBRECHT, H. U. (2006): Elogio de labelleza atlética, Katz, Buenos Aires,2006.

GUMBRECHT, H. U. (2005): Producciónde Presencia. Lo que el significado nopuede transmitir, Iberoamericana,México.

GUMBRECHT, H. U. (2004): En 1926. Vi-viendo al borde del tiempo, Universi-dad Iberoamericana, México.

HALLWARD, P. (2006): Out of this World.Deleuze and the Philosophy of Crea-tion, Verso, London y New York.

HARLAN, D. (1997): The Degradation ofAmerican History, University ofChicago Press, Chicago.

HASKELL, T. L. (1998): Objectivity is notNeutrality. Explanatory Schemes inHistory, Baltimore y London, TheJohns Hopkins University Press.

HUEHLS, M. (2009): Qualified Hope. APostmodern Politics of Time, TheOhio State University Press, Colum-bus.

JAY, M. (1993): «The Textual Approachto Intellectual History», en JAY, M.,Force Fields: between IntellectualHistory and Cultural Critique, Rout-ledge, New York y London.

JENKINS, K. (2009a): At the Limits of His-tory. Essays on Theory and Practice,Routledge, London.

JENKINS, K. (2009b): Repensar la Histo-ria, Siglo XXI, Madrid.

JENKINS, K. (2008a): «“Nobody Does itBetter”: radical history and HaydenWhite», Rethinking History, 12, 1,March, pp. 59-74.

JENKINS, K. (2008b): «Cohen contraAnkersmit», Rethinking History, 12, 4December, pp. 537-555.

JENKINS, K. (2008c): «Editorial: On San-de Cohen», Rethinking History, 12, 4December, pp. 433-436.

JENKINS, K. (2007a): «The End of theAffair: On the Irretrievable Break-

ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097 231

Crítica de la historia, política emancipatoria y moralidades postmodernas ...

Page 17: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

down of History and Ethics», Rethin-king History, 11, 2, June, pp. 275-285.

JENKINS, K. (2007b): «On the NecessaryConditions of Possibility for a Radi-cal History», Conferencia pronuncia-da en la Universidad de Oviedo, eljueves 27 de septiembre de 2007.

JENKINS, K. (2006a): ¿Por qué la histo-ria? Ética y Postmodernidad, FCE,México.

JENKINS, K. (2006b): «Postmodernism,the End of History, and FrankAnkersmit», en MACFIE, A. L. (ed.),The Philosophy of History, Palgrave,London, pp. 138-154.

JENKINS, K. (2005): «Once Upon a Time:On History». Inaugural Lecture, Uni-versity of Chichester, Chichester.

JENKINS, K. (2004a): «Ethical Responsi-bility and the Historian: On the Possi-ble End of a History “of a CertainKind”», History and Theory, 43, 4,December, pp. 43-60.

JENKINS, K. (2004b): «Modernist Disa-vowals and Postmodern Reminders ofthe Condition of History Today: OnJean François Lyotard», RethinkingHistory, 8, 3, September, pp. 365-385.

JENKINS, K. (2004c): «On History, Histo-rians and Silence», History Compass,2, 1.

JENKINS, K. (2004d): «Una respuestapostmoderna a Pérez Zagorin», Histo-ria Social, 50, pp. 119-139.

JENKINS, K. (2003a): Refiguring History.New Thoughts on and Old Discipline,London y New York, Routledge.

JENKINS, K. (2003b): Rethinking History,London y New York, Routledge.

JENKINS, K. (2003c): «On DisobedientHistories», Rethinking History, 7, 3,November, 367-389.

JENKINS, K. (2003d): «Against the His-torical “Middle Ground”: A Reply toMichael Coleman», American Stu-dies in Scandinavia, 35, 1, Spring,pp. 1-22.

JENKINS, K. (2002): «The end of his-tory», The Philosophers’ Magazine,20, autumn, pp. 46-48.

JENKINS, K. (2000a): «An English Myth?Rethinking the Contemporary Valueof E. H. Carr’s What is History?», enCOX, M. (ed.), E. H. Carr. A CriticalAppraisal, Palgrave, New York,pp. 304-321.

JENKINS, K. (2000b): «Why Bother withHistory?», en SPARGO, T. (ed.), Rea-ding the Past. Literature and History,Palgrave, Basingstoke, pp. 147-155.

JENKINS, K. (1999): «Jean Baudrillard:Radical Morality and Thoughts on theEnd of History», Literature & His-tory, 8, 1, Spring, pp. 56-68.

JENKINS, K. (1998): «A Conversationwith Hayden White», Literature &History, 7, 1, Spring, pp. 68-82,pp. 72 y 74.

JENKINS, K. (1997a): The PostmodernHistory Reader, Routledge, London yNew York.

JENKINS, K. (1997b): «Living in TimeBut Outside History, Living in Mora-lity But Outside Ethics: Postmoder-nism and Elizabeth Deeds Ermarth»,en SUMIC-RIHA, J. y LUTHAR, O.(eds.), Power and Resistance, 2,1997, pp. 213-232.

JENKINS, K. (1996a): «“Life is Short” AReply to Marnie Hughes», TeachingHistory, 82, January, pp. 31-32.

JENKINS, K. (1996b): «No Going Back: ACase for Postmodern History», Tea-ching History, 84, June, pp. 34-38.

JENKINS, K. (1996c): «Teaching HistoryTheory: a Radical Introduction», enBOOTH, A. y HYLAND, P. (eds.), His-tory in higher education: new direc-tions in teaching and learning, Black-well, Oxford y Cambridge, pp. 75-93.

JENKINS, K. (1995): On «What is His-tory?» From Carr and Elton to Rortyand White, Routledge, London y NewYork.

232 ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097

Aitor Manuel Bolaños de Miguel

Page 18: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

JENKINS, K. (1994): «Beyond the Old Di-chotomies: Some Reflections on Hay-den White», Teaching History, 74, Ja-nuary, pp. 10-16.

JENKINS, K. (1992): «The DiscursiveTurn: Tony Bennet and the Textualityof History», Teaching History, 66, Ja-nuary, pp. 7-17.

JENKINS, K. (1991): «Always Historicise:Unintended Opportunities in Nacio-nal Curriculum History», TeachingHistory, 62, January, pp. 8-14.

JENKINS, K. (1986): «A-Level History.From “Skillology” to “Methodo-logy”», Teaching History, 46, Octo-ber, pp. 3-7.

JENKINS, K. (1985): «Teaching Teachers:A Secondary History PGCE Course»,Teaching History, 42, June, pp. 9-12.

JENKINS, K. (1982): «The Dogma ofNietzsche’s Zarathustra», Journal ofPhilosophy of Education, 16, 2,pp. 251-254.

JENKINS, K. (1975): Ideology and Scien-ce in the Political Thought of F. W.Nietzsche, S. Freud and G. Sorel,1975, copia privada.

JENKINS, K. y BRICKLEY, P. (1990): «De-signer Histories: A Reply to Christo-pher Portal», Teaching History, 60,July, pp. 27-29.

JENKINS, K. y BRICKLEY, P. (1989):«Reflections On the Empathy Debate»,Teaching History, 55, April, pp. 18-23.

JENKINS, K. y BRICKLEY, P. (1988): «ALevel History: On Historical Factsand Other Problems», Teaching His-tory, 52, July, pp. 19-24.

JENKINS, K. y MUNSLOW, A. (2004): TheNature of History Reader, Routledge,London.

KAYE, H. J. (1989): Los historiadoresmarxistas británicos, Prensas Univer-sitarias de Zaragoza, Zaragoza.

KELLNER, H. (1989): Language and His-torical Representation: Getting the

Story Crooked, University of Wiscon-sin Press, Madison.

KORHONEN, K. (2006): Tropes for thePast: Hayden White and the History/Literature Debate, Rodopi, Amster-dam y New York.

LACAPRA, D. (2006): Historia en Tránsi-to. Experiencia, identidad, teoría crí-tica, FCE, Buenos Aires.

LYON MACFIE, A. (2009): «A possible(common-sense) defence of (my) his-tory: A response to Keith Jenkins»,Rethinking History, 13, 3 September,pp. 345-355.

MARGOLIS, J. (2000): «Relativism andInterpretative Objectivity», en MAR-GOLIS, J. y ROCKMORE, T. (eds.), ThePhilosophy of Interpretation, Black-well, Oxford y Malden, pp. 200-226.

MATE, R. (2008): La herencia del olvido,Errata Naturae, Madrid.

MEGILL, A. (2007): Historical Knowled-ge, Historical Error: A ContemporaryGuide to Practice, University ofChicago Press, Chicago.

MEGILL, A. (1989): «What Does theTerm “Postmodern” Mean?», Annalsof Scholarship, 6, pp. 129-151.

MEGILL, A. (1985): Prophets of Extre-mity: Nietzsche, Heidegger, Foucault,Derrida, University of CaliforniaPress, Berkeley and Los Angeles.

MOORE, A. y CAMPBELL, E. (2001): FromHell, Planeta De Agostini, Barcelona.

MUNSLOW, A. (2007): Narrative and His-tory, Palgrave, Basingstoke y NewYork.

MUNSLOW, A. (2003): The New History,Pearson, Essex.

MUNSLOW, A. (2000): The RoutledgeCompanion to Historical Studies,Routledge, London.

MUNSLOW, A. (1997): DeconstructingHistory, Routledge, London.

MUNSLOW, A. y ROSENSTONE, R. A.(2004): Experiments in Rethinking

ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097 233

Crítica de la historia, política emancipatoria y moralidades postmodernas ...

Page 19: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

History, Routledge, London y NewYork.

NORRIS, CH. (2002): «Defending Derri-da», The Philosophers’ Magazine, 20,Autumn, pp. 41-43.

NOVICK, P. (2005): That Noble Dream.The «Objectivity Question» and theAmerican Historical Profession, NewYork, Cambridge University Press.

OSBORNE, P. (1996): A critical sense: in-terviews with intellectuals, Routled-ge, London y New York.

OSBORNE, P. (2005): How to read Marx,Granta, London.

PAUL, H. (2011): «Performing History:How Historical Scholarship is Shapedby Epistemic Virtues», History andTheory, 50, pp. 1-19.

PAUL, H. (2008): «A Weberian medieva-list: Hayden White in the 1950s»,Rethinking History, 12, 1, January,pp. 75-102.

PAUL, H. (2006): Masks of Meaning.Existentialist Humanism in HaydenWhite’s Philosophy of History, Rijk-suniversiteit Groningen, Groningen.

PIHLAINEN, K. (1999): Resisting History.On the Ethics of Narrative Represen-tation, University of Turku, Turku.

PRICE, R. (2002): First Time The Histori-cal Vision of an African AmericanPeople, University of Chicago Press,Chicago.

RORTY, R. (1999): Forjar nuestro país.El pensamiento de izquierdas en losEstados Unidos del siglo XX, Paidós,Barcelona.

RORTY, R. (1991): Contingencia, ironía ysolidaridad, Paidós, Barcelona.

RORTY, R. (1982): Consequences ofPragmatism, University of MinnesotaPress, Minneapolis.

ROSENSTONE, R. A. (2000): «A Historyof What Has Not Yet Happened»,Rethinking History, 4, 2, pp. 183-192.

ROSENSTONE, R. A. (1996a): «Introduc-tion», en ROSENSTONE, R. A. (ed.),

Revisioning History: film and theconstruction of a new past, PrincetonUniversity Press, Princeton, pp. 3-13.

ROSENSTONE, R. A. (1996b): Visions ofThe Past: Challenge of Film to OurIdea of History, Harvard UniversityPress, Cambridge.

ROTH, M. S. (2004): «Classic Postmo-dernism», History and Theory, 43, 3,October, pp. 372-378.

SCHAMA, S. (1989): Citizens. A Chroni-cle of the French Revolution, Pen-guin, London.

SCHAMA, S. (1993): Certezas Absolutas.Especulaciones sin garantía, Anagra-ma, Barcelona.

STEINER, G. (2006): En el castillo deBarba Azul, Gedisa, Barcelona.

TOZZI, V. (2006): «La historia como pro-mesa incumplida. Hayden White,heurística y realismo figural», Dia-noia, LI, 57, pp. 103-130.

VALDÉS MIYARES, R. (1999): «The Post-modern History Reader», Atlantis, 21,pp. 165-171.

VERGARA ANDERSON, L. (2001): «¿Unfuturo sin historia? El debate entrePérez Zagorin y Keith Jenkins (1999-2000)», Historia y Grafía, 28, abril.

VV.AA. (2009): «Rethinking Contextua-lism», Journal of the Philosophy ofHistory, 3, 3.

VV.AA. (2003): Deconstrucción y Críti-ca, Siglo XXI, Madrid.

VATTIMO, G. (2004): Nihilismo y emanci-pación. Ética, Política, Derecho, Pai-dós, Barcelona.

WALZER, M. (1998): Tratado sobre la to-lerancia, Paidós, Barcelona.

WHITE, H. (2010): The Fiction of Narra-tive. Essays on History, Literatureand Theory, 1957-2007, The JohnsHopkins University Press, Baltimore.

WHITE, H. (2009): «Foreword. The Post-modern messenger», en JENKINS, K.(2009a): At the Limits of History.

234 ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097

Aitor Manuel Bolaños de Miguel

Page 20: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

Essays on Theory and Practice, Rout-ledge, London.

WHITE, H. (2003): El texto históricocomo artefacto literario, Paidós/ICE/UAB, Barcelona.

WHITE, H. (1990): The Content of theForm, The Johns Hopkins UniversityPress, Baltimore.

WINEBURG, S. (2001): Historical Thinkingand Other Unnatural Acts: Chartingthe Future of Teaching the Past, Tem-ple University Press, Philadelphia.

YERXA, D. A. (2008): Recent Themes inHistorical Thinking: Historians inConversation, University of SouthCarolina, Columbia.

NOTAS

1 Gracias, en primer lugar, a las conversaciones ya los comentarios del profesor Keith Jenkins, quienme recibió en la Universidad de Chichester con losbrazos abiertos y con una generosidad ilimitada. Ensegundo lugar, quiero agradecer a Vladimir LópezAlcañiz, Marisa González de Oleaga, Ernesto Bohos-lavsky, Bárbara San Juan Sánchez y Arantxa Bolañosde Miguel por su apoyo y por su atenta y estimulantelectura.

2 Ankersmit, F. R.; Domaska, E. y Kellner, H.(2009).

3 La influencia de Ankersmit en la obra de Jenkinses indudable. Jenkins ha dedicado multitud de capítu-los, artículos y reseñas a desentrañar lo más importan-te de la obra del filósofo holandés así como a destacarsu aportación a la filosofía de la historia en las últimasdécadas [uno de los últimos textos en: Jenkins(2006b)]. Sin embargo, progresivamente, Jenkins havenido desencantándose de la postura conservadora ypesimista de la obra del profesor de Groningen. Paraesto último, vid. Bolaños de Miguel (2009): 98; y Jen-kins, K., «Cohen contra Ankersmit», copia particular,pp. 2 y 7, ahora publicado en Jenkins (2008b).

4 Jenkins (2006a): 193 y 221. Todas las traduccio-nes del inglés son nuestras, excepto donde hay traduc-ción al castellano, que citamos oportunamente.

5 Vid. Bertens (2002).6 «Lo que el textualismo hace es prestar atención a

las condiciones textuales bajo las cuales toda obra his-tórica es hecha, bajo las cuales todo conocimiento his-tórico es producido», en Jenkins (1996c): 85. Vid.también Jenkins (1992).

7 En este sentido, Hayden White afirma que la his-toria es construcción, «más específicamente un pro-ducto del discurso y la discursivización», en White(2003): 43.

8 Como ha mostrado Paul (2006). Le doy mis mássinceras gracias al profesor Herman Paul por facilitar-me una copia de esta —su todavía inédita— tesis doc-toral. El mismo White confirma esta conexión: Jen-kins (1998): 72 y 74. Por otro lado, Paul está elabo-rando una interesante obra sobre las implicaciones

epistemológicas de la práctica historiográfica: vid.Paul (2011).

9 Como recordó en un encuentro de la AmericanHistorical Association, en 1997, en la estela de Jac-ques Derrida o de Sande Cohen.

10 Una escueta pero muy competente introduccióna White en: Jenkins (1994). Sobre el marxismo deJenkins, vid. Jenkins (2008a): 72.

11 Domanska (2009). Sobre Danto, vid., entreotros, Ankersmit (2009).

12 A sus intenciones didácticas podemos añadiruna preocupación pedagógica por los problemas de laenseñanza de la historia. Vid. un resumen de sus pri-meras propuestas en: Jenkins (1991); Jenkins, K. yBrickley, P. (1990); Jenkins (1985); y Jenkins (1986).

13 Debates mantenidos con, por ejemplo, MarnieHughes, John Tosh, Arthur Marwick, Richard J.Evans, Michael Coleman o Pérez Zagorin. Vid. Jen-kins (1996a). Vergara (2001) ha escrito una reseña ti-tulada «¿Un futuro sin historia? El debate entre PérezZagorin y Keith Jenkins (1999-2000)». Otro de losautores con el que Jenkins ha «debatido» más, aunquesea post mortem, ha sido con el historiador inglésE. H. Carr: Jenkins (2000a).

14 Jenkins (1991a). Vid. una de las pocas reseñassobre este libro, publicadas en España, en: Valdés Mi-yares (1999). Vid. también: González de Oleaga(2003).

15 Jenkins, K. y Munslow, A. (2004); Munslow(2000); Munslow (2003).

16 Jenkins (2003a): 1. Una perspectiva similar a laque se propone en este apartado en Lecker de Almei-da, G., «Decoding Keith Jenkins’ Postmodern His-tory», copia privada.

17 Tal y como aparece en la obra de Hayden Whi-te o de Lyotard, por citar solamente dos influyentesautores.

18 Vid. Clark (2004).19 Vid. Megill (1989); y Connor (1996).20 Debemos distinguir entre «la postmodernidad»

y «el postmodernismo», como fase cultural del capita-lismo tardío (en la que vivimos) y como corriente (in-telectual y artística) que es crítica de la modernidad y

ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097 235

Crítica de la historia, política emancipatoria y moralidades postmodernas ...

Page 21: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

de la dinámica socio-política actual (postmodern criti-que), respectivamente, Jenkins (2009a): 11. Sin em-bargo, podemos utilizar indistintamente ambas pala-bras para referirnos a la obra de los autores estudiadosen este trabajo.

21 Vid. Attridge (1997); Munslow (1997); y Rorty(1982).

22 Jenkins (2008a): 60; y Rorty (1991): 21-42, es-pecialmente 26 y 41.

23 Vattimo (2004): 47 y 117.24 Precisamente porque esta liberación nos hace

reflexionar, por ejemplo, sobre la memoria de los ven-cidos y de las víctimas de la historia, que han sidosiempre olvidados por la historiografía. Vid. Mate(2008).

25 Domanska (2008): 15.26 Jenkins (2006a): 171.27 Godoy (1999).28 Relativismo y anti-universalismo que ya se en-

contraban presentes en la crítica de la filosofía políticaoccidental que supuso su tesis doctoral: Jenkins(1975): 2 y 6.

29 Sin embargo, Norris sí ha defendido a Derridade muchos de los detractores de la deconstrucción:Norris (2002).

30 Jenkins (2006a): 64.31 «History is never for itself; it is always for so-

meone», Jenkins (2003b): 21 [hay traducción al caste-llano, Jenkins (2009b)].

32 Jenkins (2003b): 7. Esta diferenciación entre elpasado y la historia —que nos avisa de la distancia en-tre ambos— es crucial tanto para la profesión comopara los postmodernos. Sin embargo, los historiadoresse esfuerzan por acortar esa distancia identificando, enmuchos momentos, al uno con la otra. Vid. también:Jenkins (2003d): 2 y 3.

33 Jenkins (2003b): 23.34 Jenkins (2003b): 77.35 Kellner (1989): 12.36 Cohen (1993): 62 y 152. Vid. también Davies

(1989): 282.37 Jenkins (2003b): 67. Una respuesta a esta posi-

ción, en Lyon MacFie (2009).38 Jenkins (2003b): 31-32; traducción en Jenkins

(2009b): 34.39 En este punto, Jenkins recupera las reflexiones

de Alain Badiou: Jenkins (2005): 17 y ss. Vid. tambiénJenkins, K. y Brickley, P. (1988).

40 Sobre la cuestión de la objetividad en la histo-riografía, vid. Novick (2005); y Haskell (1998).

41 Vid. las sugerentes reflexiones de Jenkins sobrela empatía en: Jenkins, K. y Brickley, P. (1989). LaCa-pra también ha subrayado la importancia de la empatíaen cualquier acercamiento al pasado: LaCapra (2006).

42 Jenkins (2009a): 238.43 Jenkins (2006a): 32.44 Jenkins (2006a): 184.45 Jenkins (2003a): 49. Vid. la review de Roth

(2004). Y Ankersmit (1983).

46 Munslow (2007): 15 y 17.47 Jenkins (2006a): 33 y 34.48 Jenkins diría representaciones «fallidas»: Jen-

kins (2003c).49 Ankersmit (2006): 328. En este artículo,

Ankersmit añade que tenemos a la escritura de la his-toria para compensar la ausencia del pasado ya que larepresentación significa, literalmente, hacer algo pre-sente de nuevo —o traer algo al presente otra vez—.

50 Jenkins (2006a): 167.51 Jenkins (2003a): 5, traducción nuestra.52 La influencia de Sande Cohen en la obra de Jen-

kins es digna de tener en cuenta. Vid., por ejemplo,Cohen (1999) y Cohen (1993). Recientemente, Jen-kins ha editado un número especial de la revista Re-thinking History sobre la obra de Sande Cohen: vid.Jenkins (2008c).

53 Jenkins (2003b); Jenkins (1995); Jenkins(1997). Una excelente introducción (y resumen) a to-das estas cuestiones, en: Jenkins (1996b).

54 Jenkins publicó varios artículos durante los años1997-99 adelantando su postura «anti» historiográfica.Puede verse, por ejemplo, Jenkins (1997b). Un resu-men de sus posturas post-Why History? en: Jenkins(2000b), donde el autor expone sus dos argumentosprincipales: que las formas de pensar postmodernashan problematizado la historia lower case —es decir,la historia con “minúsculas»— y que, probablemente,esas formas de pensar señalan el fin del «pasa-do-como-historia». Vid. también, sobre el fin de la his-toria: Jenkins (2002); y, por último, sobre este cambioen su obra, vid. Jenkins (2009a): 217.

55 Kellner (1989).56 Megill (1985) y Megill (2007).57 Rosenstone (1995); y Munslow, A. y Rosensto-

ne, R. A. (2004).58 Gumbrecht (2004); Gumbrecht (2005), y Gum-

brecht (2006).59 Schama (1993) y Schama (1989).60 Jenkins (2004d): 134.61 Jenkins (2006a):160.62 White (2009): 3; y Rosenstone (2000): 183.63 Jenkins (2006a): 27; Wineburg (2001): 6 y ss.;

Yerxa (2008): 36; y Price (2002), gracias a MarisaGonzález de Oleaga por esta referencia.

64 Jenkins (2006a): 335. La bibliografía sobre«otras formas» de historizar —o de relacionarse con elpasado— es muy abundante. La revista History andTheory ha publicado decenas de artículos sobre la ma-teria.

65 Jenkins (2009a): 5.66 Jenkins (2007b): 2 de la copia que me envió el

profesor Jenkins. En la misma página, Jenkins se defi-ne como un «realista trascendentalista», trascendentalrealist, y, un poco más adelante, como un radical anti-representationalist (p. 4). Ankersmit escribe que sepuede ser positivista o empirista —en relación con lacapacidad cognitiva de los enunciados— y, a la vez,tomarse muy en serio la teoría estética de la represen-

236 ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097

Aitor Manuel Bolaños de Miguel

Page 22: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

tación al considerar el texto historiográfico como untodo, Ankersmit (2005): xiv. Vid., también, Jenkins(2008a): 61, donde Jenkins añade las características«idealista intersubjetivo» y «nominalista».

67 Jenkins (2006a): 23 y 132. Jenkins ha escritoque fueron Peter Brickley y Philip Jenkins quienes leconvencieron de que el relativismo es la solución a losproblemas de la existencia y de la moral. Con el pri-mero de ellos, Jenkins ha escrito varios artículos quefueron publicados en la revista Teaching History. Vid.también: Jenkins (2007a): la tesis de este breve artícu-lo es que el pasado puede ser leído o imaginado, porcualquiera, de cualquier forma que quiera. Vid. tam-bién Munslow (2000): 188.

68 Domanska (2008): 18; Jenkins (1995): 123; yJenkins (2008a): 70.

69 Desarrollado en textos como Jenkins (2009a):255-269. Podemos encontrar más respuestas enAnkersmit (2001): 13-17, p. 22 y capítulo 2.

70 Jenkins (2006a): 273, entre muchas páginas. DeDerrida, Jenkins también recupera su análisis acercade los tres tipos de violencia en la producción de sen-tido.

71 Jenkins (2006a): 27; y Jenkins (2009a): 267.72 Una excelente interpretación de la obra de De-

leuze en Hallward (2006).73 Jenkins (1999).74 Salvo el propio Hayden White, vid. Paul (2008)

y Jenkins (2009a): 16. Jenkins y Ankersmit estudiaronhistoria pero no se les puede considerar historiadoresprofesionales. De todas formas, Ankersmit ha despun-tado en el campo de la historia intelectual y de la his-toria de la historiografía. Vid. una serie de entrevistasa algunas de estas personalidades, en Osborne (1996).

75 Jenkins (2005): 15; y Jenkins (2009a): 218.76 Jenkins (2004a): 60. En Refiguring History

—un texto de 2003— y en algunos artículos de añosinmediatamente anteriores y posteriores, Jenkins desa-rrolla su argumento radical sobre la innecesidad de lahistoriografía tradicional, académica y profesional e,incluso, sobre la innecesidad de cualquier tipo de his-toriografía, incluida la postmoderna. Para conocer lasintenciones políticas que subyacen en la obra de Jen-kins, vid. Jenkins (2003a): 5.

77 Deeds Ermarth (1992): 43; Jenkins (2006a):288; vid. también Deeds Ermarth (2004).

78 Jenkins (2006a): 36.79 Jenkins (2006a): 25, 35 y 37.80 Jenkins (2009a): 12, traducción nuestra.81 Como han subrayado Hayden White y Sande

Cohen, entre otros.82 Para todas estas cuestiones, vid. Breisach (2003).83 Jenkins (2009a): 13.84 Jenkins (2006a): 221.85 Domanska (2008): 13. En este punto, es necesa-

rio mencionar la posición de Sande Cohen sobre la na-turaleza desintelectiva de la historia académica y sumarcada tendencia política conservadora. Vid. Cohen(2006): 260; y Cohen (1993): xxiii.

86 Kaye (1989): 224.87 Como opina Ankersmit (2001): 15. Vid. Osbor-

ne (2005); y una comparación entre White y Jenkins,en Tozzi (2006): 122.

88 Citamos de las siguientes ediciones: DeedsErmarth (1992) y Harlan (1997).

89 Jenkins (2006a): 267.90 Otro aspecto no novedoso de la postmoderni-

dad, ya que lo podemos encontrar en Spengler, porejemplo. Deeds Ermarth (1992): 22; el tiempo, diceErmarth, no es neutral ni absoluto sino que es una fun-ción de la posición, literalmente de la posición del lec-tor. La temporalidad postmoderna hace a la mismatemporalidad parte de un sistema de valores y de énfa-sis.

91 Vid. Deeds Ermarth (1998): 28; y Huehls(2009): 5.

92 Sobre el contextualismo, vid. Jay (1993); yVV.AA. (2009).

93 Deeds Ermarth (1992): 14.94 Vid. Rosenstone (1996a).95 Deeds Ermarth (1992): 14, 21, 46 ó 109.96 Vid. González de Oleaga, M. y Bolaños de Mi-

guel, A. M. (2008a) y González de Oleaga, M. y Bola-ños de Miguel, A. M. (2008b).

97 Un experimento historiográfico postmoderno—impresionante por su documentación y deslumbran-te por su imaginación— es la novela gráfica de Moo-re, A. y Campbell, E. (2001).

98 «Postmodernity offers new births», Jenkins(2003a): 70.

99 Deeds Ermarth (1992): 23.100 Jenkins (2006a): 280.101 Domanska (2008): 18 y 19. Vid. también Pih-

lainen (1999): 9. La influencia de Nietzsche sobre laobra de Jenkins es fundamental. Su tesis doctoral ver-só sobre Ideology and Science in the Political Thoughtof F.W. Nietzsche, S. Freud and G. Sorel, 1975, copiaprivada facilitada por el autor. Vid. también: Jenkins(1982).

102 Jenkins (2009a): 17.103 Harlan (1997): xvii y xix. Vid. Margolis, J.,

«Relativism and Interpretative Objectivity», en Mar-golis, J. y Rockmore, T. (2000).

104 Harlan (1997): xx.105 Jenkins, K., «Disobedient Histories: The Irre-

verent Relevance of Future Pasts», copia privada,p. 23, traducción nuestra.

106 Deeds Ermarth (1992): 14.107 Jenkins (2006a): 269.108 Davies (2006) y Bolaños de Miguel (2007).109 Vid., por ejemplo, Cohen (1996).110 Jenkins (2003b): xiv.111 Vid. Steiner (2006): 17. Sin embargo, el propio

Steiner se pregunta al final del libro, «¿dónde está elprograma de un modo de percepción humana que estélibre del “fetichismo” de la verdad abstracta?» (Ídem,178).

112 Jenkins (2006a): 17; y Korhonen (2006).

ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097 237

Crítica de la historia, política emancipatoria y moralidades postmodernas ...

Page 23: REVISTA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

113 Jenkins (2009a): 7 y 8.114 Vid., por ejemplo, Jenkins (2004b).115 Jenkins (2006a): 333.116 Ankersmit (2003): 417, donde Ankersmit sub-

raya que lo que diferencia a los historiadores comoMaquiavelo, Michelet o Ranke de nuestros contempo-ráneos es que los primeros comprendieron los proble-mas de la época y consideraron a la historia como elúnico instrumento para dar sentido a dichos proble-mas, con un sentimiento de urgencia que les falta a lossegundos.

117 Jenkins (2006a): 334. Ni siquiera su estudio so-bre la izquierda norteamericana es un texto «histori-zante» o con pretensiones descriptivas: es simplemen-te un intento provocador y presentista por resituar lasideas de la izquierda en la escena pública, conforme asu posición liberal y relativista, Rorty (1999).

118 Que tanta influencia ha tenido, incluso en lacrítica literaria y cultural, tan cara al propio Derrida:vid., por ejemplo, VV.AA. (2003).

119 Sobre Lyotard, vid. Jenkins (2004c).120 Fish (1989).121 Jenkins (2006a): 56 y 339: «ahora podemos vi-

vir fuera de la historia pero en el tiempo, fuera de laética pero en la moralidad, en formas emancipatorias

mediante los imaginarios propuestos por la intelectua-lidad extraordinaria del pensamiento postmoderno», yJenkins (2009a): 37.

122 Jenkins (2003b): 68; y White (1990): 227, nota22. Sobre el relativismo de White, vid. Baghramian(2005): 86.

123 Vid. también White (2010): 61; y Connor(1996): 34.

124 Badiou (2006): 23.125 Jenkins (2009): 150, donde Jenkins habla de

«disobedient histories».126 Walzer (1998): 100.127 Appleby, J.; Hunt, L. y Jacob, M. (1998): 15 y

23.128 Derrida (1996): 4, nota 1.129 Jenkins ha caracterizado, recientemente, a la

«deconstrucción postmoderna» como «totalmente op-timista», en el sentido nietzscheano del término, enJenkins (2005): 25.

130 Algunas reflexiones en su última obra: Jenkins(2009a). La opinión de Cornel West sobre las relacio-nes entre una posición historicista, contextualista y, fi-nalmente, revisionista, y una defensa de la libertad yde la democracia radical, es muy interesante, vid.Osborne (1996): 132.

238 ISEGORÍA, N.º 44, enero-junio, 2011, 217-238, ISSN: 1130-2097

Aitor Manuel Bolaños de Miguel