Revista de poesía GRAMA, nº 2

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  • 8/6/2019 Revista de poesa GRAMA, n 2

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    ...Y ESTE ES NUESTRO COMPROMISO.

    Comenz nuestro primer vuelo con la justificacin de laaventura que iniciamos con l. Casi por consecuencia, al arrancar esta

    segunda marcha tenemos que hablar de nuestro compromiso.

    Vamos a decirlo de sopetn. Nos comprometemos hasta la muertea ser la voz del hombre, a sabiendas de lo que conlleva de oculto estapalabra. Del hombre ms aqu de cuarteladas y banderas, ms all de lapeculiar circunstancia de cada uno.

    Creemos ciegamente en la palabra humana porque hemos vistorenacer una vida con tan solo un gesto.

    Y creemos en el hombre sin importarnos dnde lucha o vegeta, y sinser adivinos, oteamos el da en el el que cada cual ocupe el lugar que lecorresponde.

    Nos repugna el farisesmo en cualquier parte y odiamosapasionadamente al parsito que engorda con el sudor ajeno.

    Cada cual sabe dnde bombea su corazn y el resorte que lanza el

    grito o el susurro transformado en verso.

    Por todo ello estamos al lado del hombre. Somos poetas. Escribimoslo que amamos. De cualquier lado aprietan. Cada hombre posee un lugaren la brecha. Inexorablemente el nuestro est en la palabra que arrancadel centro cordial. La poesa.

    Que ella nos gue.

    GRAMA.

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    MARIA LUISA IMBERNON.

    Y...

    Y coger la brisa entre mis dedos

    para poder acariciarte.

    Y tomar la luz de la alborada en mis ojos

    para poder mirarte.

    Y aspirar el aroma de las flores con mis labios

    para poder hablarte.

    Y alcanzar la luz de las estrellas

    para poder buscarte.

    Y me unir al encanto de la noche

    para poder aprisionarte.

    Y robar la fronda de los rboles

    para poder abrazarte.

    Y tomar la savia de la tierra

    para poder amarte.

    Y buscar el esplendor de la maana

    para poder cautivarte.

    Y en la crcel profunda de mis brazos

    para siempre encerrarte.

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    Y juntos perdernos en la vida

    fugitivos, errantes.

    Y al fin, unidos, vivir intensamenteaquel oculto sueo que nunca supo nadie.

    JORGE GUILLN.

    LOS POBRES MUERTOS.

    Los pobres muertos no padecen nunca,

    apenas piedra que se desmorona,

    o polvo de retorno en pro de un fondo

    sin fibra de dolor, sin yo retrctil,

    sin tiempo en que se angustie la memoria.

    Los pobres muertos lo han perdido todo,

    hasta aquellos jardines que no habitan

    entre flor y ciprs, ciprs y mrmol,

    bajo los nombres quiz ya confusos

    que mal invocan a los siempre ausentes.

    Ausentes de s mismo, invisibles

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    a las miradas de sus calaveras,

    calaveras que as no melanclicas

    presiden sin querer sus esqueletoscon mineral tranquilidad de luna.

    Los pobres muertos, en tinieblas inclusos,

    la gran tiniebla interna de la tierra,

    no guardan ni su propio ser de muertos.

    Tan pobres yacen que no son ni pobres,

    forzados a ser muerte y ms terrosa-,

    cada da ms polvo infuso a un fondo.

    JOS GARS CRESPO.

    POEMA DE CUALQUIER DA.

    Y bien.

    He aqu que se nos abre una difcil senda a caminar,

    un enorme mar de retorcidas veleidades,

    de imprevistas emociones a cuatro manos

    y de enamorados frutos para la vida.

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    Algo as como el despertar cantor

    del pajarillo annimo

    que anuncia en la alborada de nuestra tierrala creacin segura de un nuevo da en cualquier parte.

    Y, sin embargo, intuyo

    que solo es un alado pregonero de esta dicha

    que inauguramos ayer en nuestros ojos,

    en nuestras manos y por qu no?- en nuestras almas.

    Porque a un da exacto no le basta amanecer

    en las ciudades si alguien no le unge

    de innumerables dichas y alguna precipitacin de pena

    que justifiquen el glorioso alzamiento

    de dos cuerpos que se aman.

    JOSE CARLOS GALLARDO.

    AGUAS QUE PASAN.

    Hablando claramente: estoy de paso,

    a veces, paso como mi esqueleto.

    Paso sin sombra alguna. Paso en ro

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    lleno del mismo sitio. Pero paso.

    Mi suerte es olvidar el tiempo al paso

    e ignorar que transcurro, vivo y mo.Voy de manera que no s si voy,

    si es agua o no lo que me lleva.

    Para este ir yendo ya no s ni cmo

    el cauce me da pie: yo soy su paso.

    Cuando miro hacia atrs y veo las aguas

    pasadas, las que tienen que pasar, estas mismas

    que pasan de otras veces,

    casi detengo el ro, casi ahogo

    la eternidad dentro de un solo paso.

    Es todo el pie o es necesario hacer

    el ro entero para dar un paso?

    nicamente veo que las olas

    llevan mis huellas, van haciendo el ro

    y que, despus, el mar sigue su curso.

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    FRANCOIS DODAT.

    INFANCIA DEL MUNDO.

    Puso sus prpados

    en la mano del jardinero

    la flor feliz.

    Entr en la selva

    con su linterna

    una fresa velluda.

    Se inquiet

    el torso desnudo.

    Estaba en Grecia.

    Dorman a pierna suelta

    al lado uno del otro,

    a la orilla del camino,

    el pasado de la infancia

    y el pequeo can.

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    Una iglesia desesperada

    miraba una campana

    quemada en el mar.

    PEDRO RODRIGUEZ PACHECO.

    METALES DE LUCENA.

    Qu augurio de metales para muertos

    por las calles con cal.

    Quin morir esta tarde

    con sus inermes zapatos debajo

    de la cama nupcial?.

    Oscura hora

    de pregones y gritos y muchachas

    de cinturas posibles

    para ser madres fciles.

    Qu tarde para ser el dios que tenga

    que decidir un muerto para el pueblo

    de cal. Los ocho mil espritus

    aran por las afueras un terruo

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    de olivares, trigales y viedos.

    El corazn no puede

    con la carga gremial del desamorbajo un sol implacable

    que enloquece los vientres de los hombres

    y desborda el pezn de las doncellas.

    Campanas y campanas y campanas

    como asidas palomas verdinegras.

    Un hombre en soledad de cielo y Dios.

    Y otra vez los metales,

    -augurando un cadver presuroso-

    a cumplir con el rito de la vida.

    EDVIGE PESCE GORINI.

    LA CISTERNA.

    Firme en el centro, entre las altas cumbres,

    la cuadrada cisterna ya est seca.

    Inmvil la garrucha chirriadora,

    enronquecido el cubo en la cadena,

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    y flojo el lazo en que ponase el ave.

    Pero hilos de yerba a ras de muro

    van prendiendo en el moho verde-negrode las quebraduras.

    Y el agua de una grieta de lo hondo

    gotea extraada en el guijarro vivo

    y en balde resplandece.

    COMO UNA TOQUILLA.

    Llevo como una toquilla en mis espaldas

    todo el peso del tiempo que no vuelve.

    Se arruga la toquilla de oro viejo

    por la providencial muerte diaria

    que encierra en el descanso la almohada;

    la levanta el viento de las zarzas

    y se pone ligera como el aire,

    si el arco de recuerdos se distiende,

    y la memoria late estremecida

    en la noche de piedra que la mira.

    Llevo como una toquilla en mis espaldas

    todo el peso del tiempo que no vuelve.

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    HENRI DE LESCOET.

    EL ETERNO PROBLEMA.

    Me atrevo a sorprender

    los clandestinos trabajos

    de los das y las noches,

    esa interminable lucha

    del cuerpo y los espacios.

    S, hablo secretamente

    de todas las amenazas

    de esas raras lneas

    y diablicas cifras.

    S, solo te digo esto

    cuando se alumbre nada

    y nadie pueda revelar

    la razn de ser o no ser.

    Es pretexto todo para

    envenenar las ideas,

    tantos inocentes rostros,

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    miles de apacibles gestos

    mientras permanece ese

    negro hilo discutiblede nuestra confusa unin.

    De nuevo te digo esto.

    Te hablo secretamente

    y murmuro solitario,

    -mas, quin cree lo que digo,

    quin se atreve a amar?-

    abriendo todava la mano compasiva.

    (Niza, 11 de Abril de 1968)

    ARIEL CANZANI.

    NACIMIENTO.

    Aqu,

    en este mar interminable

    extendido a mis pies,

    amigo del silencio

    en los das de sol,

    aliado del aullido

    cuando los malos tiempos

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    se vienen a golpearnos.

    Aqu,

    en este mar que sufro,que amo, que me tiene aferrado,

    inexplicablemente,

    construyo da a da,

    con solo el propio yo

    haciendo muecas en los espejos

    que a cada paso existen,

    la tormentosa calma

    que desciende a la tierra.

    Aqu,

    en este mar interminable

    que me sangra y me ama,

    que me ayuda y me cuida

    engendro ahora

    la libertad que grito,

    la fe que escribo,

    la belleza que busco,

    la esperanza que existe

    ms all de la herida.

    (Ocano Atlntico, agosto de 1967.)

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    FRANCISCO J. CARRILLO.

    ESCRITOS DE BARRICADAS

    La Sorbonne, para A.H.

    Se dira que la feria de ideas ha comenzado ayer

    si la trastienda del mercado no estuviera pintada de sangre.

    Se dira baluarte defensivo de los muros de mrmol

    si sobre la tierra no existiese el deseo de conquista.

    Se dira de las aulas enclaves del antiguo rgimen

    si las palabras no estuvieran inundadas de espacio.

    Se dira que la historia se detuvo para siempre

    si en los rincones del mundo no naciera el hijo.

    Se dira que la conciencia sucumbi de muerte prematura

    si cada da no se presentara como lucha final irreversible.Se dira descarnada la cada de las noches violentas

    si en la penumbra no se hallase la ternura del lenguaje nuevo.

    Se dira que todo ha terminado fatalmente

    si en la insistencia no encontrsemos un ltimo telfono.

    (Paris, mayo de 1968.)