REVISTA DIEZ - NÚMERO 55

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Revista catorcenal, hecha en la tierra de los cositías con la bendición de Tata Lampo. Editor responsable: Alejandro Benito Molinari Torres Contacto: [email protected] 2011

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La actualidad de la ciudad de Comitán de Domínguez, Chiapas.

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Revista catorcenal, hecha en la tierra de los cositías con la bendición de Tata Lampo.

Editor responsable: Alejandro Benito Molinari Torres

Contacto: [email protected]

2011

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos.

Comitán, ciudad que habla de vos

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Comitán, ciudad que habla de vos

CONTENIDO:

3.– EDITORIAL: 2011, año de ben-

diciones.

5.– ZAGUÁN: ARENILLA: Con la

luz en las manos.

10.– PATIO I: Exposición de Reme-

dios Varo, en Comitán.

17.– DE DIEZ: ISABEL

18.– PATIO II: Fotografías de la

quincena.

24.– BALCONES: Casa de Citas.

Autor: Héctor Cortés Mandujano.

33.– CORREDORES: El Centro de

Comitán.

55.– SITIO: De Quincho.

59.– ACTUALIDADES.

63.– TAPANCO: Con broche de

oro.

64.– MOJOL.

65.– DE DIEZ: ISABEL

Isabel

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Comitán, ciudad que habla de vos

EDITORIAL 2011, año de bendiciones

¿Se vale soñar despierto? En tiempos de violencia, de irres-

ponsabilidad, de desidia, de mediocridad y de desesperanza,

¿se vale soñar en un país diferente?

¿Se vale creer que Comitán merece un proyecto editorial

diferente? ¿Algo que tenga un color diferente al rojo violento

con el que acompañamos el desayuno de todos los días? ¿Es

posible decir a nuestros niños y a nuestros jóvenes que la

sombra la genera la luz?

Si la luz está presente en nuestro cielo y en el corazón de

la mayoría de comitecos, ¿por qué el desánimo nos ata?

¿Por qué no advertimos que si a los niños y jóvenes les

enseñamos a sembrar niebla cosecharán pesadillas?

Hace un año soñamos con este proyecto y hoy, en el um-

bral del 2011, llegamos al número 55. El interés de nuestros

lectores y la colaboración generosa de amigos escritores y de

las chicas de DIEZ nos permiten ser ya ¡una realidad!

Somos casi casi perfectos. Hemos roto con el paradigma

de viejo profesor que advertía: “El diez es para Dios, el nueve

para el Maestro y el ocho para el alumno”. Con

humildad hemos sacado, cada semana, un

maravilloso y redondo ¡DIEZ!

Comitán no merece menos. A las

nueve estrellas que conforman su cielo,

ahora se agrega la certeza de ser un

pueblo de DIEZ.

Mientras Dios lo permita DIEZ

será este sueño con ojos abiertos. En

enero de 2010 vislumbramos el rumbo,

ahora sabemos que estamos en la sen-

da correcta. ¡Queremos lo mejor

para nuestro pueblo y nadie

nos desviará de la ruta!

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Comitán, ciudad que habla de vos

ZAGUÁN

ARENILLA

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ARENILLA

Con la luz en las manos

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Comitán, ciudad que habla de vos

ARENILLA Con la luz en las manos

Nora me preguntó hace años si me gustaba la

luz negra. ¡No!, le dije. Siempre he creído que

la luz debe iluminar, por esto, me gusta la luz

blanca, por encima de las luces de colores y,

por supuesto, de la luz negra.

Fernando tiene en sus manos el prodigio

de la luz, de la luz blanca, del blanco del yeso

que luego toma el color de la pátina del bronce

y del tiempo. En sus manos está el caldero

donde la luz juega escondidas con las sombras.

Fernando tiene manos grandes, manos

acostumbradas a manejar la cuerda con que

se amarran los toretes en el rancho; manos

acostumbradas a manejar el manubrio de la

moto Harley-Davidson. Pero cuando, como él

dice, le nace el

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deseo del arte, pone “manos a la

obra”, esculturas que, al principio po-

seen la blancura del yeso, de la luz (¡de

la luz blanca!).

Fernando Armendáriz es un artis-

ta escultor comiteco y, en la actuali-

dad, pasa una parte del año en Co-

mitán y otra en Cuernavaca, ciudad

donde vive Gaby, su hermana.

Si alguien le pregun-

ta a Fernando por qué

parte de su tiempo lo

dedica a la escultu-

ra, él, como si

nombrara al

mundo dice

que busca

el arte

porque

es el

“encuentro de la estética con la ética.

Las dos buscan los principios que dan

civilidad”. Fer es un convencido de

que los seres humanos debemos estar

“cerca de los principios que elevan el

espíritu”. Por esto el artista siempre

está pendiente del llamado. Trabaja

únicamente cuando el deseo aparece,

“porque si se vuelve obligación dejas

de ser tú y te conviertes en otro”. A Fer

le gusta ser él, cuando conversa busca

las palabras exactas, deja que la pausa

se columpie en la hamaca. Hay algo

como un instinto de encontrar la pa-

labra justa. Está contagiado por su

oficio, ya que la escultura busca

la sustancia exacta, aquélla que

a la pieza la hace única.

La obra de Fer, sobre

todo, está en colecciones

particulares; pero hay al-

gunas obras que están

expuestas en espacios

públicos, y que son

bustos de personajes

importantes de Chia-

pas. Un busto de Sa-

lomón González Blan-

co, ex gobernador de

Chiapas, está expuesto

en el Salón de Actos,

de La Trinitaria; asi-

ARENILLA Con la luz en las manos

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mismo, en fecha reciente, el busto que realizó de don Eduardo L.

Tovar Armendáriz fue colocado en la entrada del nuevo hospital de

Comitán.

Fernando estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, en

la ciudad de México y, como todos los artistas, ha recorrido un ca-

mino lleno de piedras. Cuenta que

hace años, cuando hicieron la remo-

delación de la Casa de la Cultura de

Comitán, él presentó a Roberto

Fuentes Domínguez, presidente mu-

nicipal, el busto -en yeso, todavía– de

Patrocinio González Garrido, quien

era el gobernador de Chiapas y ha-

bía ordenado dicha remodelación.

Fernando hizo antesala y cuando

entró a la oficina de Roberto Fuen-

tes, él vio de lejos la pieza y, serio, di-

jo: “Tiene un aire”. Roberto ignoró

la propuesta. Pero Óscar Bonifaz co-

noció la pieza y, de inmediato, dijo:

“La quiero para mí”. A partir de ahí,

la historia tomó un rumbo diferente.

El día de la entrega de la remodelación, Bonifaz colocó la pieza en

el centro del escenario del teatro de la Casa de la Cultura. Hubo los

discursos de rigor y, al final, Oscar había preparado una presenta-

ción muy a su estilo. A una orden de Bonifaz las luces del teatro se

apagaron, el telón se abrió y una luz cenital iluminó la escultura en

yeso. Doña Patricia Ortiz Mena, esposa de Patrocinio, se puso de

pie y aplaudió. Para Fernando ese fue un instante mágico. Roberto

Fuentes seguía sentado en un asiento donde la penumbra lo cobija-

ba. Roger Grajales, quien era Presidente del Congreso Local, le di-

jo a Fernando que pasara a su oficina, ahí le encargó hacer la obra

en bronce. La pieza fue regalo de cumpleaños y, Fernando cuenta,

el ex gobernador la tiene en la sala de su residencia particular.

Si Nora conociera la obra de Fernando, estoy seguro que coin-

cidiría conmigo en que la mejor luz del universo ¡es la luz blanca!

Comitán, ciudad que habla de vos

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PATIO I

Exposición de Remedios

Varo, en Comitán

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¡Uf, cuánto estambre tenés en tu

corazón!

...y también tengo bolas

de estambre.

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Comitán, ciudad que habla de vos

¡No, no, ya lo dije!

¡Vos y tus compas pagan

doble si quieren que yo les

corte el pelo!

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Comitán, ciudad que habla de vos

¿Sabe a tierra

mojada mi piel?

¡No, no!

¡Hmmm, tiene un

sabor como de

salvadillo con temperante!

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¡Listo!… ¡Listo!...

…¿Y ahora cómo le

hago para hacer viento?

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Comitán, ciudad que habla de vos

Cuando me dijeron

que la lectura me

haría crecer, ¡nunca

imaginé esto!

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Universidad

Mariano N. Ruiz

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Comitán, ciudad que habla de vos Isabel

En la DIEZ ¡la tierra nos queda chiquitía!

Siempre vamos por más.

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PATIO II

Fotografías de

la quincena

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¡Ya, ya, lo que pasa es que ustedes no tienen idea

de cómo están de caras las “eses” en Comitán!

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Bueno, bueno, hay bendiciones que son humanas.

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Es que esta es una caravana que viene desde Guatemala; es decir, un

país bana-nero.

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Pucha, sí así está la nueva generación, ¿cómo estará la vieja? ¡Uf!

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¡Ay, Dios mío! ¿Cómo evitar la depresión ante la lectura de esto?

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BALCONES

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CASA DE CITAS

Los hijos de mis amigos

Héctor Cortés Mandujano

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CASA DE CITAS

Los hijos de mis amigos

En el Centro Cultural del Bosque, en el D. F.,

hay varios teatros. En el Julio Castillo se pre-

sentó mi obra Acteal, guadaña para 45. El lu-

nes 4 voy, con mi amigo José Antonio Aguilar

Valdez, al Galeón del mismo Centro. Se pre-

senta Ensayo sobre débiles, de Alberto Villarre-

al.

Texto y montaje me encantan. La obra es

compleja y apunta la doble humanidad de los

actores: personas y personajes. Por momentos

detienen la acción y se dedican a ver en silen-

cio al público, como si nosotros fuéramos tam-

bién los que estamos actuando. Luego de va-

rias alusiones a quienes pagamos por ver, nos

involucran en decisiones cruciales. Una actriz

dice a un viejo en escena que siempre lo ha

amado y eso basta para que la empiecen a juz-

gar y pidan al público que vote para decidir a

quién de los dos se expulsa del teatro. “El

amor es algo serio y esta obra no se trata de

eso”. Los dos personajes se defienden, nos ar-

gumentan razones. Se va la mujer. Otro de los

personajes dice algo que suponen los demás

actores una mentira (es decir, si se nota que

miente, está actuando mal) y piden al público,

otra vez, que elija al peor actor o actriz de la

puesta. El público vota y fusilan a tomatazos a

la actriz. Reparten tomates para los que quie-

ran participar en el fusilamiento. Varios lo

hacen. Se expulsa a uno más de los seis. Vuel-

ven todos, casi al final, y se sientan lo más cer-

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ca que pueden de la primera fila; nos dicen que la

obra terminó y que quieren (en función de una de

las líneas del texto) hablar como personas, contar-

nos algo que ha sido importante para ellos. Es la

hora de las confesiones. Público y actores, como en

una reunión de amigos, desgranan sus confidencias.

Varios lloran.

***

Pável Aguilar, hijo mayor de José Antonio, es direc-

tor de cine. Recién egresado del Centro de Capacita-

ción Cinematográfica participó en un proyecto don-

de tuvo que viajar a Alemania. Allá, por distracción

en una tienda (se movió de un lugar a otro y en un

inicio creyeron que intentaba no pagar), fue deteni-

do. Pensó que se trataba de una confusión, pero el

asunto se volvió más serio. Lo llevaron a la cárcel.

Le informaron, después, que su nombre era el de un

delincuente asociado a múltiples delitos. Pável, una

vez libre, decidió encontrar a su doble. Ese es el ar-

gumento de su primer trabajo cinematográfico, un

documental que tituló ¿Quién soy tú?, que obtuvo

apoyo de instituciones mexicanas y alemanas;

hablado en cinco idiomas (español, inglés, alemán,

kunkaak y náhuatl), ha participado en varias mues-

tras internacionales.

Saludo a Pável y mientras él trabaja, con Ceci,

yo disfruto de su filme que recorre marchas de in-

conformidad en varias partes del mundo; da voz a

muchas personas que luchan por lo que consideran

justicia, verdad, y se asoma al estro de los seres

humanos, él como muestra, que buscamos nuestra

verdadera identidad. El periplo, como en el Ulises

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homérico, termina siempre con uno mismo. Hay in-

teligencia, agudeza, creatividad y hondura en el

trabajo de Pável.

***

Cecilia Vázquez Rubio, esposa de José Antonio y

querida amiga, es historiadora, gran anfitriona e

interminable conversadora (lo digo con conoci-

miento de causa: yo no canto mal las rancheras).

Con ella vamos al Julio Castillo a ver mi obra Ac-

teal. Curiosamente ella y José Antonio (esta vez él

no pudo ir) vieron la puesta anterior, en 2006, en

Casa del Lago de la UNAM. Me lo recuerda cuan-

do al final hace comparaciones.

Lo primero que llama la atención en esta pues-

ta (dirige Irving J. Fuentes Jiménez, de Quintana

Roo; produce Carlos Ariosto Alonzo Gordillo, de

Chiapas) es la enorme cruz que gravita sobre el es-

cenario. Me sorprende la juventud del elenco y la

conversión de algunos de mis textos (pensados y es-

critos como canciones) a rezos. La puesta trascurre

sin tropiezos y al final el regalo es que el público

aplaude tanto que el elenco, luego de recibir los

aplausos de cierre, tiene que volver a salir para de

nuevo agradecer porque los espectadores no cesan

de aplaudir. Director y actores lloran de emoción.

Ceci me dice que esta puesta (la de UNAM fue con

actores profesionales y dirigida por un director de

prestigio) le gustó por su sencillez, por su honesti-

dad. Vamos a felicitar al elenco y se los dice, lo que

los emociona más.

El departamento de José Antonio y Ceci está en el

onceavo piso de un edificio en la colonia Del Valle.

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Comitán, ciudad que habla de vos

En la mañana, desde allí, calles, casas y edificios

parecen una maqueta. Cuando regresamos del

teatro, en la noche, José Antonio nos tiene algo

preparado.

Nabani, hijo de José Antonio y Ceci, es es-

tudioso y practicante del violín desde niño. Aho-

ra tiene 18 años y es ya un seguro joven que no

sólo estudia violín clásico; también ha recibido

reconocimientos por su maestría en la ejecución

de sones huastecos. Canta muy bien, además, y

tiene un ángel increíble. Pues Nabani, José An-

tonio (quien toca la guitarra y hace primera o

segunda voz) y Ricardo han formado un trío

que hace presentaciones regulares. Esta vez, pa-

ra celebrar el éxito de la puesta y la felicitación

que un riguroso maestro dio a Nabani, nos dan

una serenata de lujo. El enorme ventanal mues-

tra las luces de la ciudad como si fueran estre-

llas caídas.

***

Tobías es el perro de mis amigos. Es pequeño,

rechoncho y tiene cara de bondad. Es amoroso

y toma mis pies como si fueran un lecho inmejo-

rable. Yo leo en estos momentos (me llevé el li-

bro de viaje) Flush, una biografía, de Virginia

Woolf, que coincidentemente trata de un perro.

Su dueña, la poeta inglesa Elizabeth Barret,

aparte de una serie de menciones en cartas (en

las que basa la Woolf su historia), le escribió un

poema.

José Antonio es inteligente, culto, sensible,

humano y de una enorme modestia. Sus logros

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profesionales son muchos, su escritura es envi-

diable, pero él normalmente desestima todo y,

casi sin excepción, no se reconoce méritos. De

las buenas y malas bestias que lo habitan, sigo

uno de sus textos, sus preferidas “son las tristes

e inconformes, las que persisten en la derrota”.

Cuando canta con Nabani (lo han hecho en

mi casa, en Berriozábal) es capaz de improvi-

sar versos simpáticos de métrica perfecta; es-

cribe sonetos de estructura irreprochable y

hasta hace poco comenzó a escribir versos li-

bres. Me dio a leer varios de sus textos. Repro-

duzco aquí el que le escribió al tierno Tobías:

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Comitán, ciudad que habla de vos

Congoja

En el viejo país de la Muralla,

era señal de gusto exquisito

obsequiar un cachorro de perro pug.

Multum in parvo:

Mucho cuerpo en espacio exiguo,

un pug es un bulldog enano,

un chihuahua atrapado por Botero.

Los ávidos europeos

secuestraron retoños de esa canina estirpe

que ahora puebla todo el orbe.

En mi casa sin muralla

y de gusto inexpresable,

donde la malicia merma,

preside un pug de raza pura:

Tobías se tensa y se relaja

como yogui experto,

desdeña sereno las ofensas

y endulza el tiempo y el espacio

con su apacible mirada.

Con sólo su presencia

nuestros furores se apagan

y la vida ríe.

Le pregunto aterrado:

¿Qué va a pasar cuando nos faltes?

Él sólo ondea su cola…

***

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Comitán, ciudad que habla de vos

Joel Salazar Mendiguchía y García es médico e

hijo de mis queridísimos Nelson (mi tocayo) y

Yarith. Está haciendo su especialidad en Barce-

lona, España, en el Hospital Bellvitge (en ca-

talán parece que significa Buena vida), al que

solamente ingresan tres cardiólogos por año. -

Joel ingresó allí compitiendo con diez mil médi-

cos, en su mayoría europeos. Está cursando el

cuarto año de especialidad en cardiología (son

cinco) y ya tiene oferta formal para trabajar en

Bellvitge al terminar su residencia.

Ha publicado estudios en la European Heart

Journal, una de las revistas cardiológicas más

importantes de Europa, pero lo que tiene hen-

chidos de emoción a mis amigos es que Joel par-

ticipó el 18 de octubre en el Congreso Mundial

de Cuidado Cardíaco Intensivo (Acute Cardiac

Care 2010) que se celebró en Copenhague, Di-

namarca, con el tema Acute aortic syndromes:

Experience in a third-level hospital (Síndromes

aórticos agudos: Experiencia en un hospital de

tercer nivel).

Visto está que yo, más que amigo de mis

amigos, debiera ser hijo. A ver si algo se me pe-

ga.

Contactos: [email protected]

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Comitán, ciudad que habla de vos

CORREDORES

Tomado del libro: “Barrios de Comitán”,

publicado en 1999.

Autores: Luis Felipe Gómez Mandujano, Olga

Alicia Montejo Baeza, Guadalupe García

Gómez y Alejandro Molinari Torres.

EL CENTRO DE COMITÁN

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Comitán, ciudad que habla de vos

Colgada sobre mohosa pared puede verse

una foto en donde se aprecia cómo era an-

tes el centro de Comitán. El pedazo de pa-

pel conserva la memoria. En él logra per-

cibirse un tradicional día de mercado, con

los improvisados puestos en donde se ofre-

ce la mercancía. Uno puede imaginar esos

puestos llenos de colores. Se escuchan los

murmullos de los vendedores y comprado-

res. Existe una mezcla de trajes: unos muy

bien cortaditos, que son acompañados con

finos sombreros; los otros son humildes

vestimentas de manta, que son acompaña-

das con sombreros de sencilla palma. La

mezcla social advierte que ese “tachilgüil”

es la parte viva de Comitán. La foto es de

principios de siglo.

Existe una hermosa confusión de len-

guas: el tojolabal se alía con el castellano y

produce un particularísimo dialecto que

otorga personalidad a este pueblo, el cual, aún hoy, sigue mezclando esas hermosas

joyas dialectales que nos heredaron los antiguos. En el corazón y en la memoria de

cada uno de los habitantes de Comitán, podemos percibir un sabor y un olor de

dulce matiz que hablan de vos.

El vos ha sufrido cambios. Como todos los signos del mundo, el voseo ha cam-

biado; en ocasiones, estuvo trepado en las más altas categorías lingüísticas: era tra-

to de príncipes, pues resulta de una degeneración del vois castizo.

Es de imaginarse a los primeros españoles que pisaron estas benditas tierras,

allende el mar, hablando de las maravillas que se presentaban ante sus ojos:

“¡¿Habéis visto cosa más fermosa en la vida, Señor mío?!”, “¡No, vois tenéis razón!,

¡esto es como el Paraíso!”.

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Comitán, ciudad que habla de vos

De ahí lo heredamos. Como los co-

mitecos tenemos el gusto por conservar

nuestros principales afectos, continua-

mos usando el vos; a tal grado que,

cuando en otras latitudes de América se

ha sustituido por el tú, en Comitán se-

guimos tercos y empecinados en hablar

de vos, hasta hacer de ese arcaísmo una

esencia más viva que la propia sustan-

cia.

En algún instante, no consignado

aún por la historia, el vos se volvió des-

pectivo. Entonces, los caxlanes lo em-

plearon para dirigirse a los indios de las

fincas. La frase “¡Limpiame los zapatos,

vos!”, se ha de haber escuchado en mu-

chas casas de los comitecos ricos. El vo-

seo bajó de su sitio de honor y se pegó un trancazo en el suelo, que lo lastimó en su

orgullo; pero, con pomadas y ungüentos, logró sanar sus heridas y pervivir, gracias

al aval que otorgan las cosas valiosas que se conservan en la clandestinidad.

Hubo otro instante, tampoco consignado por la historia, en que el voseo volvió

a subir de escalón y se volvió un vocablo amistoso, el cual era utilizado en el trato

que se dispensaba a los más íntimos.

Así, el muy apretadito vos del principio y el vilipendiado vos se convirtieron en

un afectuoso vocablo de verdadero pueblo. Entonces, por todo Comitán, se oyeron

los apreciadísimos voseos que, al igual que los sonidos de las marimbas, llenaban de

luz a este hermoso cielo que nos cobija: “¡Miralo, vos, qué cosa más chulita!”,

“¡Vení, vos compa, vonós a meternos una nuestra macharnuda!” El vos se convirtió

en símbolo de unión; se volvió un ritual, en donde los oficiantes eran miembros de

una misma religión, la más importante del mundo, al menos para los comitecos: la

de saberse parte fundamental de este pedazo de cielo vuelto tierra.

Ahora, son tiempos de globalización y, por ende, de caos. Ante el bombardeo

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Comitán, ciudad que habla de vos

cultural que propugna por nuevos modelos de desarrollo, los comitecos hemos en-

trado a una etapa de crisis. No sabemos qué hacer con ese vos que ha permanecido

en nuestros patios, durante tanto tiempo, luchando con todas las eventuales modifi-

caciones que los tiempos le han querido imponer.

Dudamos, como en clásico chiste. Los viejos ya han olvidado para qué servía;

por su parte, los jóvenes, cuando por casualidad o por milagro lo encuentran en la

sopa de letras, no lo reconocen y, alarmados,

piensan que es un gorgojo lingüístico que afea

la sopa.

Lo bueno es que algo tan fuerte no puede

ser cancelado. Algún día, ojalá pronto, nos

será dada la ventana del reconocimiento y po-

dremos convertir a este voseo en algo tan dig-

no, como, por ejemplo, los argentinos han lo-

grado hacerlo.

Mientras tanto, seguimos en la búsqueda

del hilito de Ariadna, que nos permita salir de

este laberinto en que nos hemos metido.

Para comenzar, preguntaríamos: ¿Cómo

debemos nombrar al centro de la ciudad? ¿Es

un barrio? ¿Hay que decirle Santo Domingo,

El centro o Centro Histórico? Al corazón polí-

tico, social, comercial y religioso de Comitán, de alguna manera hay que llamarlo.

Pareciera contagiado de los innumerables cambios que el propio nombre de la ciu-

dad ha tenido: Santa María de Comitán, Balún Canán, Chonab, Comitán de

Domínguez, Comitán de Las Flores... más los que se acumularon en tiempos de la

Colonia y de la Independencia. Y si no decimos en estricto orden cronológico los

nombres que ha ostentado Comitán, es porque, acá, el orden de los factores no alte-

ra el producto. Lo que importa decir es que Comitán ha sufrido una serie de trans-

formaciones en su apelativo y que el centro de la propia ciudad no tiene una deno-

minación específica.

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¿Quién otro podrá confundir el nombre del barrio de San Sebastián? ¿Se atre-

verá alguien a llamarlo con otra denominación? Nadie. ¿Cómo se oiría que alguien

dijera: “¡Vonós al barrio de está cuajado el ‘chulul’!”. “¡Nos vemos en el barrio del

parque de la Corregidora!”? Cualquiera tendría el derecho de poner la cara de: “¡¿Te

sentís bien?!”

Sin embargo, muchos nombres se usan para

referirse al lugar en donde está asentado el

Teatro de la ciudad Junchavín, la Casa de la

cultura (con su auditorio Roberto Cordero

Citalán) y el templo de Santo Domingo (con

su salón adjunto Lino Morales); para refe-

rirse al sitio en donde están las esculturas en

bronce del comiteco Luis Aguilar, premio in-

ternacional Rodin (esculturas que ya el inge-

nio comiteco bautizó como “Las dos Lolas”,

en una primera lectura muy aldeana, pero

lectura, al fin). En fin, para nombrar al sitio

en donde la mayoría de Presidentes ha en-

contrado lugar propicio para realizar per-

versiones menores y cambiar (quién sabe

cuántas veces), el kiosco del parque; para

nombrar al espacio en el que muchas pareji-

tas, que hoy son matrimonios logrados, se

citaron para darse un beso, escondiéndose

de la mirada inquisidora de esta inquisidora

sociedad comiteca.

“¡Nos miramos en Santo Domingo!”; “¡Al Caralampio lo encontré en El cen-

tro!”; “¡Mi restaurante está instalado en el Centro Histórico de la ciudad!”. No hay

problema, todos sabemos que nos referimos al mismo lugar; y como “al lugar que

fueres haz lo que vieres”, no hay necesidad de proponer que eso se norme y que exista

un nombre oficial, porque seguro que la fuerza de la costumbre obligaría a cancelar

un decreto de tal naturaleza, para emitir uno nuevo que dijera: “¡Las autoridades

hacen saber a los ciudadanos que, a partir de esta fecha, todos podrán utilizar los

nombres que han seguido empleando para referirse al espacio en donde está asentado

el Pasaje Morales!”.

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Comitán, ciudad que habla de vos

Así que, sin más argüendes, hacemos mención

del lugar privilegiado en donde, en algún tiem-

po, se erigió la que después fue conocida como

La manzana de la discordia y en donde, sobre

sus ruinas, se construyó la actual plaza, con su

fuentecita y toda la cosa.

Los miembros de la Generación del cambio, la

generación del cincuenta, de cuando se inau-

guró la carretera panamericana (hecho que

obligó a Comitán a suspender su imagen de

cándida provinciana y a adoptar un modelo

híbrido de dudoso desarrollo), recuerdan que,

en donde actualmente está la plaza, había un

pequeño parque que tenía el piso de mosaicos

pintados de amarillo y rojo. En un extremo del

parque estaba un hemiciclo que recogía el agua

que expelía las fauces de un león, mismo que,

ahora, puede verse en El tanque de los caballos,

con unos lentes azules, agregados por un anóni-

mo artista comiteco de la pintura en “spray”.

En La manzana de la discordia hubo grandes

negocios que están instalados en la memoria de muchísima gente.

En primer lugar, habría que mencionar a la dulcería “ARA” que, como sus

iniciales indicaban, pertenecía al señor Arturo Rivera Alfaro. Esta negociación te-

nía la particularidad de abrir sus puertas a las nueve de la mañana y de cerrarlas a

la una de la mañana del día siguiente. Cuando todos los negocios ya habían con-

cluido sus actividades, la dulcería y tabaquería “ARA” seguía, como una luciérna-

ga, iluminando los portales que daban al frente del parque.

Otro lugar muy famoso, sobre todo entre los aficionados a la hora del amigo,

era el bar “El rincón brujo”, que era atendido por don Higinio Torija, quien luego

se olvidó de todo embrujo y abrió una negociación a la que bautizó como “Can-

cún”. Esto lo hizo, probablemente, por cuestiones de mercadotecnia, ya que sus

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Comitán, ciudad que habla de vos

clientes se sentían más importantes al

mencionar que su borrachera del día ante-

rior la habían agarrado en Can-cún.

Ya que estamos hablando de los fa-

mosos centros espirituosos, que tanta y tan

bien ganada fama han dado a Comitán, no

podemos dejar de mencionar la cantina de

Tío Tavo, el creador mundial de las famo-

sas macharnudas, mismas que, en su labo-

ratorio del Dios Baco, preparaba con pun-

tualidad de cronómetro inglés; de tal suer-

te que el bebedor sentía la patada del efec-

to del trago, en el momento justo en que

llegaba a la cantidad de cuadras que había

indicado. Al momento en que el cliente so-

licitaba una macharnuda, Tío Tavo

(menos conocido como Octavio Penagos),

preguntaba: “¡¿De cuántas cuadras, mi

hermano?!”, y, de acuerdo con lo solicita-

do, dosificaba las cantidades de la bebida

emboladora. De igual manera, era famosa la botana que preparaba, porque era todo

un ritual que los comensales llevaban a efecto en pequeñas mesas de madera; luego

de consumir los brevísimos pedazos de chicharrón y las pequeñas rodajas de butifa-

rra (mismas que eran cortadas con una hojita de rasurar y que, de tan delgadas, se

volvían translúcidas), los compas tenían que irse pasando el platito, de donde sorbían

el caldito sobrante. Don Tavo fue protagonista principal de la Época de oro de la can-

tina comiteca. Probablemente, las butifarras que utilizaba para su botana las adqui-

ría en la tienda de doña Vito, señora que también por ahí tenía su negociación y que

preparaba unas butifarras de antología. Acá está otra prueba de sincretismo, porque

las butifarras no son más que herencia de la cocina española.

Uno podría ir dando vuelta a toda esa manzana y, con ello, completar un hermo-

so catálogo de parte de nuestra historia, porque el centro de la ciudad se convirtió,

desde los primeros tiempos, en la zona comercial por excelencia; además, vivir en las

proximidades del parque hablaba de que uno era gente de la mejor estirpe social. Ahí

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se concentraba la mayoría de los nombres y apellidos ilustres de la ciudad. Los

grandes finqueros tenían residencias en el centro de Comitán.

No era difícil encontrar, en El centro, casas tradicionales, aunque éstas eran de

las linajudas: verdaderas joyas arquitectónicas que hablaban de la riqueza de sus

moradores. Una casa de rico tenía grandes balcones en la fachada; en uno de sus ex-

tremos, una hermosa puerta de madera, la cual era el dintel para el zaguán que se

abría al patio central, mismo que, generalmente, estaba lleno de plantas y era cir-

cundado por cuatro corredores, los cuales aloja-

ban las habitaciones. Poseer una casa de cuatro

corredores significaba que se era dueño de una

gran fortuna. Uno se instalaba en el centro del pa-

tio, abría los brazos y, en los cuatro puntos cardi-

nales, extendía la mirada a través de bellísimas ar-

cadas de madera de cedro, orladas con frescas co-

las de quetzal y uno que otro tanate con orquídeas.

Y para corroborar que en El centro vivía la

gente de caché, la peluquería de mayor abolengo

estaba instalada en sus inmediaciones y era atendi-

da por don Pepe Meza, quien, como famoso torero,

cortó las más dignas monteras de los pobladores

ricos de este pueblo. Un poquito más allá de la pe-

luquería de don Pepe Meza, estaba la peluquería

del señor Coello, pero ésta era para gente de me-

nor alcurnia; ahí, alguno que otro piojo debió

haberse colado.

Como los ricos no sólo tenían necesidad de un buen corte de pelo, sino, tam-

bién, de lucir un finísimo traje, en El centro estaba instalada la sastrería de más fa-

ma. El Pierre Cardain de Comitán era don César Solís, quien se encargaba de vestir

a los potentados de Comitán, utilizando las más finas telas inglesas.

Ya con el traje bien probado, los ricos visitaban la sombrerería Siliceo, en don-

de les arreglaban sus finos sombreros de lana; finalmente, iban al taller de don

Adolfo Macal a que les revisaran sus relojes de leontina.

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Había de todo. Una negociación importante que adornó La manzana de la

discordia fue la Proveedora cultural, que era atendida por un amabilísimo perso-

naje: don Ramiro Ruiz, quien tenía el don del buen trato y quien, a veces, se mo-

lestaba tantito, cuando veía que los muchachitos le andaban birlando un Memín

Pinguín o una revistilla tres equis. Ahí, en esa negociación, la gente encontraba

las cosas más esenciales, en cuanto a papelería se refiere; aunque no faltaba

aquél que se quejaba de que sólo cosas de papel vendían.

¿Y para cenar...? ¡Ah!, no había problema, puesto que varios negocios se

dedicaban a ello. Uno podía disfrutar las ya mencionadas butifarras de doña Vi-

to, además de chalupas, tacos, panes compuestos, tamales y un interminable y

riquísimo etcétera de antojitos tan propios de Comitán.

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Claro que, con tanta compra, el dinero se agotaba, por lo que a don Franklin

Aguilar se le ocurrió convertirse en judío y dar dinero al premio, ya se sabe, con

módicos intereses y mediante una prenda que podía ser (no se enojaba), alguna joya

de oro. Como nuestro pueblo se ha distinguido por su ingenio, se cuenta que, cuan-

do don Franklin estaba postrado en su lecho de muerte, algún familiar acudió a lla-

mar al cura para que le impusiera los Santos Óleos. De inmediato, el cura se puso

sus aditamentos celestiales y tomó un cru-

cifijo entre sus manos. Al ver al cura, don

Franklin se incorporó tantito sobre su ca-

ma y, señalando el crucifijo, gritó: “¡Lo

más que doy son diez pesos!”.

¡Ah, Comitán!, por algo se dice que

cuando un visitante llega a estas tierras

debe dejar su honra escondida bajo algu-

na piedrecita de la entrada. Claro que

cuando uno llega a conocer la idiosincra-

sia del pueblo comiteco, el enamoramiento

se da de una forma natural. Además, el

bendito clima de este lugar atempera a to-

dos; incluso, a los corazones más engreí-

dos.

Los comitecos estamos hechos a se-

mejanza de nuestro pueblo. No somos más

que nuestras paredes de bajareque; no

más que los encalados con baba de nopal;

no más que las callecitas empedradas, con

sus subidas y bajadas; no más que el fresco viento que trae los rumores de la selva;

no más que un zaguán oscuro y húmedo, que se abre a un intensísimo patio paridor

de luz y de flores; no más que el eco del trote de los burritos que van cargando leña,

gaseositas verdes o barrilitos con agua; no más que nuestro pícaro, chismosillo y

cantarino voseo; no más que las rejas de papel de china; no más que las serenatas

con marimba; no más que un cómplice balcón. Sólo eso... no más, no menos.

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Muchos científicos han hurgado en los misterios del pasado, con el fin de le-

garnos la historia de nuestros orígenes. Así, la leyenda cuenta que, cuando los espa-

ñoles llegaron a conquistar estas tierras, el lugar ya estaba poblado por nativos de

la región. Los nombres de Balún-Canán y Chonab sonaban aún.

Los encargados de la conquista espiritual fueron los dominicos, quienes cons-

truyeron el templo y convento de Santo Domingo. Ahora, el edificio que fue conven-

to alberga las instalaciones de la Casa de la cultura (construcción que también ha te-

nido su historia, pues fue cuartel y, luego, centro

educativo). Muchos comitecos de valía recor-

darán que ahí estudiaron, en la gloriosa Escuela

secundaria de Comitán.

En la fachada del templo de Santo Domingo

existe una placa de metal que da cuenta de los

primeros sacerdotes que llegaron a estas tierras

allá por el lejano siglo dieciséis. La labor evangé-

lica de aquellos pioneros fue continuada por

muchísimos sacerdotes que vinieron a este pue-

blo. Como en cualquier botica, hubo de todo.

De los más recientes, el pueblo comiteco re-

cuerda al Padre Carlos J. Mandujano, un sacer-

dote originario de estas tierras (del barrio de San

Sebastián, para mayor exactitud), que llegó muy

joven, casi recién ordenado, y trató de poner or-

den en ese templo.

Ya luego, se recuerda, en los años setenta, al padre Mejía y al padre Joel

Padrón (el mismo que, ahora, anda por Simojovel y que no tiene buenas relaciones

con el Estado porque no oculta sus preferencias hacia el grupo rebelde alzado en los

Altos de Chiapas). El padre Joel Padrón también llegó muy joven a estas tierras y

fue muy apreciado por los jóvenes comitecos de ese entonces, por sus ideas renova-

doras (algo tenía ya de la Teología de la liberación). Él formó un grupo juvenil que

fue de gran impacto entre la juventud comiteca; un grupo en donde, cada viernes,

en un salón anexo al templo del Calvario, los chavos psicodélicos de aquel tiempo

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llegaban a tomar café, a fumarse un ciga-

rrito, a jugar un partido de ping-pong, a in-

tegrarse al grupo musical juvenil y, de pa-

sada, a participar en charlas acerca de te-

mas importantes relacionados con el mejo-

ramiento de su cuerpo y su espíritu. El pa-

dre Joel sembraba semillitas y ¡vaya que

éstas fructificaron, décadas más tarde!

Para las tradicionales beatas, todo lo

anterior significó un terremoto. ¡Cómo no!

Imaginemos la cara de los fieles reacciona-

rios, aquel domingo en que, correctamente

sentaditos en las bancas del templo de San-

to Domingo, esperaban el inicio de la misa

de doce... y, de pronto, comenzaron a escu-

char una música moderna (calificada de in-

fernal en esas épocas, misma que, hoy, cau-

sa discreto e inocente intercambio de mira-

das). Los cánticos religiosos estaban trasla-

dados a la partitura de los tamborazos y

guitarrazos electrónicos, los cuales sonaban muy bien en las manos de aquellos cha-

vos de pantalón acampanado, camisa floreada y larga cabellera de hippie.

“¡El anticristo!”, dijeron las beatas. No, no era para tanto, eran los signos del

cambio revolucionario. A partir de entonces, los sacerdotes que han llegado a ese

templo no han sido tan conservadores; y es que ellos son parte del equipo de Samuel

Ruiz García, quien nunca ha ocultado su inclinación hacia la Teología de la libera-

ción.

La mayoría de la población es católica. Sin embargo, de un tiempo cercano a

la fecha, han aparecido muchas religiones, que, poco a poco, van haciendo su labor

de hormiguita y van ganando fieles para su verdad. No es más que la reafirmación

de una verdad: “Nadie posee la verdad verdadera”. Además, mientras las religiones

sirvan para el perfeccionamiento integral del hombre, que cada cual escoja la que

más le plazca.

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Pero no sólo el poder religioso se concentra en El centro. A unos pasos del tem-

plo de Santo Domingo, el poder político erige un palacio municipal, no hace mucho

tiempo remodelado. Por ahí han pasado brillantes y otros no tan brillantes comite-

cos que se han sacrificado por el honor de servir a su pueblo desde la más alta tribu-

na que un comiteco puede ambicionar en su propia tierra. La lista de Presidentes

municipales es extensa y variada. Hemos tenido de todo. Cada uno, en su momento,

ha cumplido; y el juicio popular los ha puesto en el lugar que les corresponde -

dentro de las páginas de nuestra historia local.

Por cierto que el Gimnasio municipal,

que durante algún tiempo se llamó Rosario

Castellanos (y cuyo nombre se cambió ante el

reclamo de muchos comitecos, encabezados

por la Cronista, que afirmaban que la emi-

nente escritora no tenía ninguna relación con

el deporte), ahora lleva el nombre de un gran

promotor del basquetbol y ex presidente mu-

nicipal, el profesor Roberto Bonifaz Caballe-

ro.

La gente ya está más contenta, aunque no

faltan los detractores que dicen que se debió

haber llamado zutano o fulano de tal; pero,

bueno, no a todos se les va a dar gusto. Así se

llama, y en buena hora.

Pero, antes de que estuviera nuestro flamante Gimnasio municipal Roberto Bo-

nifaz Caballero, ahí existió una sencilla cancha, que era patio de juegos de la escuela

primaria federal que se encontraba en donde ahora está el Centro cultural que al-

berga a la Biblioteca Pública Municipal Rosario Castellanos Figueroa (y acá nadie

dice nada, porque está más que bien puesto el nombre. ¡Claro!, a un recinto para la

lectura sí le queda el nombre de la escritora que falleció en Tel-Aviv en 1974). Tam-

bién, en dicho Centro cultural se localiza un museo en donde se da a conocer una in-

teresante muestra arqueológica de los vestigios que los antiguos moradores de esta

región nos dejaron de herencia.

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Otra parte importante del centro de la ciudad es el mercado Primero de mayo,

el cual fue construido en 1900. Ahora, le dieron una manita de gato y lo dejaron más

decente, aunque todavía tiene una manchita, por la cantidad brutal de basura que

ahí se concentra y que, de pronto, hace que el mercado no sea muy bien visto. Ese

mercado bien podría ser motivo de legítimo orgullo y decorosa puerta para que los

visitantes fueran percibiendo, a través de nuestra rica gastronomía, las particulari-

dades de nuestro pueblo.

Octavio Paz, nuestro Nobel de literatura, afirmaba que en la comida se concen-

tra la cultura de un pueblo. Sí, en un mercado podemos darnos cuenta exacta de las

particularidades de la cultura de un pueblo, la sustancia del ser diferente.

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¿Qué pasa en nuestro mercado Primero de mayo? Algo habría qué hacer para

que no sólo se encontraran los riquísimos atoles que acá se preparan y que son un

deleite para el paladar y para el espíritu. El atole de granillo y el atole agrio (mejor

conocido en el alto mundo como jocoatol) son bebidas que bien pueden equipararse a

la mejor infusión que alimenta al corazón.

Otro recinto de gran aprecio, que los comitecos cuidamos no sólo para noso-

tros, sino para todo el mundo en general, porque somos depositarios de una herencia

de gran valor civil mundial, es la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez... Un bellísi-

mo lugar, muy bien conservado, en

donde se muestra, en sus diferentes

Salas, momentos fundamentales de la

Historia de México, en el lapso en

que la actuación de Belisario Domín-

guez dejó impresa una nota de valor

civil en la historia del hombre.

Varios quieren restarle impor-

tancia al acto en donde Belisario

Domínguez se atrevió a decirle sus

verdades al Presidente en turno, Vic-

toriano Huerta, y afirman que más

que un acto de valor fue un acto im-

petuoso... Lo cierto es que nadie más se atrevió a ello; los demás Senadores andaban

agachones. La conciencia de Belisario Domínguez habló por todos los mexicanos de

buena cepa.

¡Hermosísimo gesto que logró legarnos el mensaje de que los hombres debemos

alzar nuestra voz ante cualquier injusticia! Por eso, Belisario Domínguez es el orgu-

llo civil de nuestro pueblo y sólo podremos honrar cabalmente su memoria si somos

dignos discípulos de su acto de valor.

A quien Comitán le debe otro reconocimiento es a Rosario Castellanos, ella

también vivió en el centro de la ciudad y su casa, recién remodelada, no tiene siquie-

ra una plaquita que indique que ahí vivió tal escritora. *

* Nota: En 2010, el Ayuntamiento Municipal, por fin, colocó la placa.

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La importancia que, en el ámbito

mundial, se le concede a Rosario Caste-

llanos está fuera de toda duda. Si bien

es cierto que acá, en su pueblo, no to-

dos la leemos, sí es cierto que muchos

estudiosos e investigadores de otros la-

dos tienen un amplio conocimiento de

su obra. Muchos especialistas se acer-

can, de vez en vez, a estas orillas del

mundo, con el afán de conocer la cultu-

ra y el pueblo que tan bien tipificados

están en los libros de ella. ¿Qué en-

cuentra el experto? Encuentra toda la

vida y cultura de este hermoso sitio,

pero cuando pregunta: “¿En dónde vi-

vió Rosario?”, la mayoría se mete en

un berenjenal, porque lo cierto es que

ni los propios comitecos tenemos una

ubicación exacta del lugar.

Falta, entonces, una placa en el lu-

gar donde vivió Rosario Castellanos,

para que propios y extraños tengamos ese hilito de memoria que nos vaya jalando

hacia el conocimiento pleno de su obra literaria; para que los jóvenes sepan un po-

co más de esa escritora; para que los nuevos valores literarios reconozcan sus ante-

cedentes y, antes de tratar de repetir lo ya dicho, le den una torcedura, para benefi-

cio de la cultura mundial; para que los artistas incipientes conviertan esta her-

mosísima aldea local en toda una explosiva y revolucionaria aldea global.

Uno de los ideales del hombre es encontrar el centro de los objetos, el centro

del universo. Comitán puede ufanarse de que su centro ha poseído las cosas más

valiosas para que el propio comiteco encuentre su particular punto nodal.

Ahí, en el mero corazón del pueblo, estaba concentrada toda la infraestructu-

ra de diversión. Así, los jovencitos se iban de pinta de las escuelas de educación me-

dia superior, para, a la vez, perder y ganar su tiempo en los billares que estaban

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concentrados en los alrededores del parque

central. Dichos billares eran propiedad de Don

Ramiro Rojas y estaban en la parte posterior

de lo que, en el frente, era el restaurante Neve-

landia, mismo que aún sigue dando batalla en

un extremo de nuestra plaza actual.

Pero la Nevelandia era más... En los altos

del edificio estuvieron, durante algún tiempo,

los estudios de la primera estación radiofónica

de Comitán: la XEUI. Locutores pioneros de la

radio comiteca fueron José Luis Cancino, Jor-

ge Gordillo Mandujano, Hermilo Vives Wer-

ner, Roberto Gordillo, Jorge Ricardo Saborio,

Romeo Torres Ventura y el famosísimo Piquin-

gles, entre otros.

Un aliento refresca la memoria. Vemos,

entonces, que una gran cantidad de personas

está reunida en el parque, frente al portal, en

donde, como en gran verbena popular, la emisora promueve el programa La hora de

los aficionados. Desde el balcón, los participantes se presentan nerviosos, previendo la

rechifla del respetable y avientan, al cielo comiteco, sus gorgoritos, con la ilusión de

que, algún día, puedan obtener fama como la que logró Pedro Infante, quien, años

atrás, en la XEW, también había pasado esa prueba máxima de valor musical.

Pero, además, ese segundo piso de Nevelandia funcionaba como salón de baile y,

los fines de semana, se llenaba de alborotadores jóvenes que le daban sabroso al lus-

troso piso; por eso, la tradicional picardía comiteca modificó el nombre original del

restaurante y, en lugar de llamarlo Nevelandia, se referían a él como “Gatolandia”.

Así, los jovencitos y los no tan jovencitos tenían una amplia variedad de cafete-

rías, en donde se podían dedicar, sin mayor problema, a una de las actividades favori-

tas de los comitecos sin quehacer: tijeretear honras ajenas.

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En la década del setenta, hubo un café que se llamó La pantera rosa y otro, en

los altos de un edificio de dos pisos que se la daba de muy moderno, que se llamó In-

termezzo; en este último, una banda musical de chavos jóvenes, venidos de la ciudad

de México, amenizaba los domingos por la tarde.

Además de billares y cafeterías de moda, podía disfrutarse, en el centro, el

máximo espectáculo inventado por el hombre a fines del siglo pasado: el cine.

Dos eran las salas que heredaron la

tradición de aquellos viejos cines de que

da cuenta la historia. En los años sesentas,

el Cine Comitán y el Cine Montebello eran

los lugares de preferencia de los cinéfilos

de la ciudad; es que ya no había más. Ahí

se generaron grandes anécdotas.

Los domingos, muchísima gente asis-

tía a la misa de las siete de la mañana que

se celebraba en el templo de Santo Domin-

go; a la salida, un simpático panzoncillo,

empleado de don Rafa Pascacio (dueño de

los cines), repartía los programas donde se anunciaba las funciones del día. En unos

papelitos tamaño media carta y de color amarillo o, a veces, de color rosa o azul,

venía la programación de los cines Comitán y Montebello. Dos películas por sólo cin-

co pesos.

Muchos niños y jóvenes aprovechaban su domingo para ir a la matiné. Por dos

conseguibles pesos, recibían, a cambio, las imágenes de tres películas en glorioso

blanco y negro.

Ya más tarde, había que volver a la función vespertina. En el cine Montebello,

regularmente, exhibían películas extranjeras. Los nombres de James Dean, Brigitte

Bardot, Silvana Mangano, Charlton Heston, Gary Cooper, Marilyn Monroe, Sofía

Loren y Marcello Mastroiani, eran como el pan nuestro de cada día. En el cine Co-

mitán exhibían películas mexicanas y ahí, aparte de los riquísimos tacos que prepa-

raba la encargada de la cafetería, doña Lola Gordillo, el espectador se codeaba con

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Comitán, ciudad que habla de vos

las aventuras de Santo, el enmascarado de

plata, Julio Alemán, Pedro Armendáriz, el

Indio Fernández, Alberto Vázquez, César

Costa; así como con las bellezas de esos do-

rados tiempos: María Félix, Angélica María,

Dolores del Río, Andrea Palma, Silvia Pinal

y, por supuesto, el erotismo de Meche Carre-

ño, Julissa y, en primerísimo lugar, Isela Ve-

ga.

Como no había Teatro de la Ciudad, las

escuelas utilizaban el foro del cine Comitán

para hacer las clausuras de cursos. Así,

muchísimos niños y jóvenes de esos tiempos

pudieron presumir que ellos se habían gra-

duado en el cine, y cualquier despistado pu-

do pensar que esos chavos eran directores o

actores de cine.

Los tiempos han cambiado. Las largas filas que se hacían a la entrada de los

cines han desaparecido.

En la época de los sesentas, en Semana Santa, era una religiosa costumbre

acudir al cine a ver las películas que, ex profeso, se exhibían. No faltó ocasión en

que la representación de la Pasión se escenificó a las afueras, pues era tal la canti-

dad de gente que deseaba entrar al cine, que, en la calle, muchas personas se mo-

queteaban y quebraban las vidrieras en donde se veía el rostro sangrante de Cristo

promocionando la película que narraba cómo Pilatos se había lavado las manos y

había dejado a Jesucristo a merced de sus verdugos.

Los cines, ahora, ya no están en el Centro; andan bulevareando y luciendo un

nombre diferente: Cinemas Galaxia 2000, en una alusión clara a los avatares de la

modernidad. Pero, esos nombres ya no dicen mucho de nuestra cultura. Ahora

que andamos en tiempos eufóricos y atinados de remodelación, en un intento de

rascar nuestra identidad, y que andamos tirando al basurero todos aquellos inso-

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portables letreros de neón y plástico que tanto afean la imagen urbana de nuestra

casa común, sería muy bueno que don Rafa Pascacio se aventara el puntacho de vol-

ver a los nombres originales o, en su defecto, de ponerles a sus cines nombres más

nuestros. ¿Qué de malo tendría ir a la sala Tenam o a la sala Montebello de los cine-

mas Comitán Siglo XXI? Parece que nada, ¿verdad?

¿Siglo XXI? Sí, ya estamos a la vuelta de la esquina y los comitecos, mientras

en otras ciudades andan carrereando para integrarse, de lleno, al estilo contemporá-

neo, andamos bien encaminados por ras-

car un tantito nuestras paredes y volver a

maravillarnos con la arquitectura tradi-

cional. Si bien es cierto que algunos nos

robaron hermosas fachadas de casas,

también es cierto que nadie nos podrá

quitar esa topografía particularísima que

tiene nuestro pueblo, ese disfrute de sus

bajadas y subidas, que permite al cami-

nante maravillarse y sorprenderse, en

cualquier instante, ante el asombro que

significa recorrerlas.

Muchos aventurados y maravillosos

hombres y mujeres realizan la hazaña de subir al Éverest, únicamente con el afán de

tener esa perspectiva maravillosa de sentirse sobre la cima más alta del mundo. Acá,

en Comitán, el esfuerzo no es tan grande; sin correr tantos peligros, apenas con un

poco de taquicardia y con el aliento agitado, puede tenerse la dicha sin igual de ad-

mirar bellísimos paisajes, gratis y sin tantos piolets y cuerdas como los que utilizan

los montañistas. Atreverse o, más bien, decidirse a realizar un recorrido a pie por las

calles de Comitán es uno de los más disfrutables deleites que a algún mortal le puede

ser dado.

Si el caminante tiene la sensibilidad a flor de piel, encontrará, en la plaza del

centro, ciertos murmullos que le recordarán que frente al templo de Santo Domingo,

apenas hace unos ayeres, estaba La manzana de la discordia y que en el pórtico del

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templo se erigían unos hermosísimos truenos que

daban sombra y consuelo a los chamulas, los

cuales, en temporadas de feria, venían a bende-

cir a sus muletos. Con sus hermosísimos trajes,

llegaban en silencio y con la mirada baja; ante la

fachada del templo, hincaban a los muletos y los

persignaban. Esos muletos ya tenían la bendi-

ción de Santo Domingo; por lo tanto, el demonio

de las bestias de cuatro patas había sido expulsa-

do de sus trotadores cuerpos.

El atrio del templo fue testigo de muchísi-

mos momentos gratos. Baste mencionar que, en

la temporada de Navidad, las catequistas del

templo acostumbraban organizar bellísimas ker-

meses, en donde, a cambio de boletitos hechos en

cartoncillo amarillo o rojo, uno podía adquirir

antojables antojitos o pequeños juguetes de

plástico o de madera; claro que, para poseer esos boletitos, era menester haber

asistido a la doctrina, que, por las tardes, se impartía en los sagrados interiores del

templo. A la salida, doña Esthercita Cancino daba boletos a todos los niños, quie-

nes, con todo cuidado, los iban guardando en una cajita que tenían escondida, re-

gularmente, bajo su cama.

Eran tiempos de tranquilidad; de cuando todo el mundo de acá se conocía; de

cuando, por las noches, se podía salir, tranquilamente, a recorrer las calles del pue-

blo y se podía escuchar el taconeo de las mujeres que, con chales negros, se dirigían

a la misa; de cuando inseguridad era una palabra desconocida y de cuando los za-

guanes de las casas permanecían abiertos, de par en par, en espera de los visitan-

tes; eran tiempos en que los estanquillos, en donde vendían chimbos, turuletes,

africanos y caramelitos de Zapaluta, no tenían más que una pequeña barandita de

madera para evitar que los chuchos se metieran; eran tiempos en que la palabra

confianza tenía todo el valor semántico que poseyó originalmente, cuando esa pala-

bra simbolizaba la mano afectuosa que se ofrece a todo ser humano; eran tiempos

en que sucedían cosas que, ahora, se nos hacen inexplicables, como de otro mundo,

y es que Comitán era eso: un mundo fantástico injertado dentro de este caótico

mundo real.

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Comitán, ciudad que habla de vos

Comitán no hace más que reafirmar la teoría de Einstein respecto a la relati-

vidad del tiempo. Mientras todos los mundos de afuera están trepados en veloces

trenes, los comitecos permanecemos en una bellísima estación que trastoca el tiem-

po. La sucursal del tiempo no tiene horarios, tampoco la certeza del rumbo hacia

donde dirige su destino. “No importa -dicen los tradicionales-, probablemente no

tenemos que ir a parte alguna porque ya nacimos en el lugar buscado, en el espacio

anhelado: El Paraíso”.

Con esa misma alteridad, los recuerdos han brotado. Sin un orden lógico, la

mente ha engañado al orden y se ha impuesto la idea de los fractales. De igual suer-

te, no todo lo acá dicho es comprobable. Tal vez, algunos torcidos inventos se han

colado y han vuelto realidad simples sueños; pero es que Comitán siempre ha sido

un lugar que permanece en esa etapa dulce que se sitúa entre la vigilia y el sueño;

como si dijéramos, junto con el poeta, que “los sueños, sueños son” y que Comitán

no es más que un eterno y plácido sueño.

Al frente del parque central, en donde están los portales, estuvo, durante un

tiempo, la famosa cenaduría de Tío Jul, que vendía excelentes tamales de azafrán,

tamales únicos en Comitán. Sin embargo, uno de los platillos más buscados, inclu-

sive ahora que dicha cenaduría está instalada junto al Club de Leones, son los hue-

sos. “¡San Caralampio, bendito! -diría cualquier extraño-, ¿huesos?”. Sí, sabrosísi-

mos huesos; ¡ah!, pero no cualquier hueso, sino huesos de Tío Jul. Los comitecos,

muy orondos, con gran gusto en el paladar del espíritu, comemos esos inigualables

huesos, los cuales son servidos por el eterno mesero de Tio Jul, Tavito, quien es el

principal promotor de las compañías cigarreras del país porque todo el día está,

muy campante, con el cigarrito entre las manos.

Como campante se pone nuestro corazón cuando escuchamos el nombre de

Comitán. Las campañas del templo no tienen otra misión que convocar a los fieles

a misa y, puntualmente, cantar, con voz de bronce, el

nombre del pueblo al que nos debemos y del que somos

parte esencial: Comitán, tan, tan, tan...

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Comitán, ciudad que habla de vos

SITIO

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Comitán, ciudad que habla de vos

La UNICACH presenta el

libro “Poesía Reunida”, que

contiene la obra poética de

Joaquín Vásquez Aguilar.

Este libro pertenece a la

Colección “Clásicos

Chiapanecos Comentados”;

es el segundo eslabón del

proyecto “Migraciones y

fronteras en la literatura”.

La Colección es coordinada

por Jesús Morales

Bermúdez.

De Quincho

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Comitán, ciudad que habla de vos

En la solapa se lee: “ Intérprete

privilegiado de las vanguardias y

devoto de Vallejo, Joaquín

Vásquez Aguilar (Cabeza de

Toro, 1947-Tuxtla Gutiérrez,

1994) es autor de una obra de

enorme influencia en la poesía

chiapaneca reciente”.

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“El estudio introductorio,

el establecimiento del texto

y las notas de la presente

edición de la

Poesía reunida de Joaquín

Vásquez Aguilar han sido

llevados a cabo por Luis

Arturo Guichard (Tuxtla

Gutiérrez, 1973), doctor en

Filología Clásica y

Profesor Titular de la

Universidad de Salamanca

(España), autor de

numerosos trabajos de

crítica literaria, ensayos y

traducciones en revistas

internacionales y de varios

libros de poesía publicados

en México y España”

El libro se puede adquirir en la librería de la

UNICACH (planta baja de la Rectoría), Tuxtla

Gutiérrez; y en las principales librerías de San

Cristóbal de Las Casas.

Fotografías tomadas del libro. Autor anónimo.

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El Ayuntamiento

Municipal de

Comitán impuso

el nombre de

Cuauhtémoc

Alcázar Cancino

al Gimnasio al

Aire Libre de la

Unidad Deportiva.

Tal acto se llevó a

efecto el miércoles

22 de diciembre, a

las cinco de la

tarde.

Participaron como

oradores el

profesor Jorge

Gordillo

Mandujano y el

profesor Ricardo

de Jesús Aguilar

Gómez.

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El jueves 23 de diciembre se hizo el

estreno mundial del cortometraje

“Star Wars - Caminos de la Fuerza”.

Un corto de veinte minutos que es un

homenaje a la famosa película.

La realización es muy digna, a

pesar de que fue realizada con un

equipo elemental. Sus realizadores se

enorgullecen de que es un producto

totalmente comiteco y envían un

mensaje a los jóvenes para que se

atrevan a hacer cortos cinematográ-

ficos.

El Director, Diego Andrés

Gómez Aranda, es un estudiante de

arquitectura de la UNACH y dice

que la realización cinematográfica es

su hobby.

La presentación fue en la Sala de

Exposiciones Temporales del Centro

Cultural Rosario Castellanos.

Actores: Diego Andrés Gómez Aranda, Roberto Mijangos Labastida, Rodolfo

Gómez Aranda, Roberto Culebro Jiménez.

Camarógrafos: Juan Carlos Córdova Aguilar, Luis Roberto Montejo Díaz y

Valentín Trujillo Gutiérrez.

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Presentación de

Dioramas Navideños

en el Museo de Arte

“Hermila Domínguez

de Castellanos”.

La policía turística estrena

triciclos para desplazarse con

mayor rapidez y brindar

pronto auxilio.

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Programa radiofónico “Crónicas de Adobe”

Martes 28 de diciembre de 2010.

Participaron Rosa Hortensia Aguilar Trujillo, José Gustavo Trujillo Tovar y

Efraín Albores Cancino, todos ellos integrantes del Consejo de la Crónica de

Comitán.

Realizaron un recuento de lo hecho durante el año 2010, a partir del primer

programa que se transmitió el 16 de febrero.

Como buen cronista, Pepe Trujillo comentó que el programa del 28 de

diciembre fue el número 45.

Reflexionaron, también, en la ventaja de que la radio pública abra

espacios como éste, donde los comitecos pueden analizar los elementos que le

otorgan identidad.

En la foto: Rosy, Pepe, Efraín y Enrique Guzmán Monzón.

___________________________________________

“Crónicas de Adobe” se escucha a través de Internet.

Todos los martes, de 3 a 4 de la tarde.

www.imer.gob.mx

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Comitán, ciudad que habla de vos

TAPANCO Con broche de oro

Óscar Eduardo Ramírez Aguilar, Presidente Municipal Constitucional de

Comitán, cerró su administración con broche de oro.

Otorgó el permiso para que el comercio informal colocara sus carpas frente al

templo de Santo Domingo. Con esto obligó a propios y extraños a tener una

panorámica sucia y denigrante del Centro.

¿Esto se merece Comitán? ¡Bueno, esto se mereció!

¡Qué pena!

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Comitán, ciudad que habla de vos

MOJOL

Fotografía de: Ángel Gabriel Penagos Gordillo

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Comitán, ciudad que habla de vos

Isabel ¿Nos miramos

en el 56?

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Comitán, un pueblo de 9 estrellas y gente de 10.

Tenemos una

voz

única,

porque

hablamos de

vos

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Comitán, ciudad que habla de vos

Sí, nos da pena decir que somos casi casi ¡perfectos!,

pero así es.

Tenemos únicamente lectores de DIEZ, escritores de

DIEZ, patrocinadores de DIEZ y chicas de DIEZ.

ISABEL es la chica 2011.

¡Que su luz y mirada de albahaca permanezca todo el

año en tu corazón.

Recordá siempre que vos sos lo más importante de

tu

Revista DIEZ.

¡Te deseamos un año lleno de bendiciones!