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REVISTA EUROPEA. NIIM. 1 8 DE JUNIO DE 'I 8 7 6 . AÑO HI. VIAJES Y DESCUBRIMIENTOS EFECTUADOS EN LA EDAD MEDIA, EN SU RELACIÓN CON LOS PROGRESOS I)E LA GEOGRAFÍA Y DE LA HISTORIA. V. * La Barbarie, la fundación del gran imperio de los Árabes y las continuas guerras interiores de Asia cortaron las relaciones de los pueblos occidentales con la India: los Cruzados y las misiones y embaja- das del siglo XIII van á cumplir en la Edad Media la misión de Alejandro en la antigua, abriendo de nuevo las puertas del Oriente. Un doble movimiento se realiza en la esfera de las ciencias que enseñan á conocer la tierra y el hombre; por un lado la guerra y el proselitismo religioso impulsan y dirigen los descubrimientos de Occidente á Oriente, y por otro, el espíritu del comercio lleva al Occidente los pro- gresos alcanzados por las razas orientales. Dueños los Árabes de Alejandría, pierde esta gran ciudad su antiguo poderío comercial; Constantino- pía recoge su herencia, y hacia 4204, época de la cuarta cruzada , cuando los emperadores griegos son expulsados de Constantinopla y se funda el Im- perio latino, sostenido por los Venecianos, la orgu- llosa República se declara señora del comercio, al- canzando privilegios sin tasa. Pero en 1260 la dinastía griega recobra el trono de Byzancio, am- parándose de Genova, mortal enemiga de Venecia, y desde entonces toda la importancia comercial y marítima pasa de los Venecianos á los Genoveses. Así, por espacio de dos siglos, Venecianos y Geno- veses comerciaron con India y China por medio de caravanas que partían de las costas del mar Negro, porque el encono de los Musulmanes cerró el ca- mino de Egipto hasta 1260, desde cuya época Vene- cia, Genova, Sicilia y Aragón firman tratados con el Soldán de Egipto y vuelve Alejandría á ser la prin- cipal estación del comercio entre las Indias y las costas del Mediterráneo. No olvidando el espíritu general de los pueblos que se distinguen por una mayor expansión de vida en la época que historiamos, fácil será comprender la relación constante de los hechos con el estado Véanselos números 115, 116 y 120, páginas 380, •WíyBOt. TOMO Vil, especial de la actividad é inteligencia humanas en los siglos XIII, XIV y XV, hallando así amplia base para el examen de los principales viajes y descu- brimientos que preceden á los dias de Colon y Vasco de Gama. Italia en la Edad Media, no obstante el mortal en- cono de bandos y parcialidades opuestas que la mantienen en perpetua y sangrienta lucha, y la dividen en multitud de pequeños Estados, indepen- dientes unos, otros sometidos á influencias ó pode- res extraños y que alternativamente llaman ó recha- zan á Alemanes, Franceses y Españoles; á pesar de esto, ó tal vez por ello mismo, ocupa el primer lu- gar entre los pueblos de Europa cuando se atiende á clasificarlos en orden & su vida intelectual: las ciencias, las letras, las artes, la industria adquieren un brillo capaz de ofuscar la vista del que ha pene- trado la oscuridad de los tiempos feudales, y la culta Grecia parece que revive en las ciudades de Italia, porque es el genio del Paganismo el que anima al sabio y al artista y mata el exagerado pre- dominio de la idea religiosa, que hace olvidar al hombre la tierra por el cielo y le veda el cumpli- miento de sus deberes como miembro do la huma- nidad, convirtiéndole en un sor inútil en el mundo. Y si en general en la historia de las ciencias y de las artes figuran tan dignamente los pueblos italia- nos, extraño fuera no poder decir lo mismo de la historia de la Geografía, máxime si recordamos lo ya expuesto acerca de la importancia comercial de a)f una de sus Repúblicas. El viajero más cono- cido en la Edad Media pertenece á Italia, y dentro de Italia á la República de Veneeia. Dos mercaderes de noble familia, Meólas y Ma- teo Polo, se encaminaron en 4250 á las tierras de la Tartaria occidental con intención de vender mercan- cías que habían adquirido en Constantinopla. Cumpli- do su objeto en las orillas del Volga, donde vivía el khan Barkah, se preparaban A regresar, cuando la guerra que estalla entre Barkah y el khan Hulagú los obligó á dirigirse hacia el Este para evitar la pe- ligrosa ruta del Don. Pasan entonces al Norte del mar Caspio, y por el lago Aral y atravesando el Si- houn— antiguo Yaxartes—llegaron á la gran ciudad de Bokhara. Tres años permanecen en los Valles del Syr Daria y Amon Daria, durante los que estudian la lengua y costumbres de los Tártaros, é instados por el vencedor Hulagú, visitan áKublai Khan, cuarto hijo de Gengis-Khan, Emperador de China, que en 46

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REVISTA EUROPEA.N I I M . 1 8 DE JUNIO DE 'I 8 7 6 . AÑO HI.

VIAJES Y DESCUBRIMIENTOS

EFECTUADOS EN LA EDAD MEDIA, EN SU RELACIÓN

CON LOS PROGRESOS I)E LA GEOGRAFÍA Y

DE LA HISTORIA.

V. *

La Barbarie, la fundación del gran imperio de losÁrabes y las continuas guerras interiores de Asiacortaron las relaciones de los pueblos occidentalescon la India: los Cruzados y las misiones y embaja-das del siglo XIII van á cumplir en la Edad Media lamisión de Alejandro en la antigua, abriendo de nuevolas puertas del Oriente. Un doble movimiento serealiza en la esfera de las ciencias que enseñan áconocer la tierra y el hombre; por un lado la guerray el proselitismo religioso impulsan y dirigen losdescubrimientos de Occidente á Oriente, y por otro,el espíritu del comercio lleva al Occidente los pro-gresos alcanzados por las razas orientales.

Dueños los Árabes de Alejandría, pierde esta granciudad su antiguo poderío comercial; Constantino-pía recoge su herencia, y hacia 4204, época de lacuarta cruzada , cuando los emperadores griegosson expulsados de Constantinopla y se funda el Im-perio latino, sostenido por los Venecianos, la orgu-llosa República se declara señora del comercio, al-canzando privilegios sin tasa. Pero en 1260 ladinastía griega recobra el trono de Byzancio, am-parándose de Genova, mortal enemiga de Venecia,y desde entonces toda la importancia comercial ymarítima pasa de los Venecianos á los Genoveses.Así, por espacio de dos siglos, Venecianos y Geno-veses comerciaron con India y China por medio decaravanas que partían de las costas del mar Negro,porque el encono de los Musulmanes cerró el ca-mino de Egipto hasta 1260, desde cuya época Vene-cia, Genova, Sicilia y Aragón firman tratados con elSoldán de Egipto y vuelve Alejandría á ser la prin-cipal estación del comercio entre las Indias y lascostas del Mediterráneo.

No olvidando el espíritu general de los pueblosque se distinguen por una mayor expansión de vidaen la época que historiamos, fácil será comprenderla relación constante de los hechos con el estado

Véanselos números 115, 116 y 120, páginas 380, •WíyBOt.

TOMO Vil ,

especial de la actividad é inteligencia humanas enlos siglos XIII, XIV y XV, hallando así amplia basepara el examen de los principales viajes y descu-brimientos que preceden á los dias de Colon y Vascode Gama.

Italia en la Edad Media, no obstante el mortal en-cono de bandos y parcialidades opuestas que lamantienen en perpetua y sangrienta lucha, y ladividen en multitud de pequeños Estados, indepen-dientes unos, otros sometidos á influencias ó pode-res extraños y que alternativamente llaman ó recha-zan á Alemanes, Franceses y Españoles; á pesar deesto, ó tal vez por ello mismo, ocupa el primer lu-gar entre los pueblos de Europa cuando se atiendeá clasificarlos en orden & su vida intelectual: lasciencias, las letras, las artes, la industria adquierenun brillo capaz de ofuscar la vista del que ha pene-trado la oscuridad de los tiempos feudales, y laculta Grecia parece que revive en las ciudades deItalia, porque es el genio del Paganismo el queanima al sabio y al artista y mata el exagerado pre-dominio de la idea religiosa, que hace olvidar alhombre la tierra por el cielo y le veda el cumpli-miento de sus deberes como miembro do la huma-nidad, convirtiéndole en un sor inútil en el mundo.Y si en general en la historia de las ciencias y delas artes figuran tan dignamente los pueblos italia-nos, extraño fuera no poder decir lo mismo de lahistoria de la Geografía, máxime si recordamos loya expuesto acerca de la importancia comercialde a)f una de sus Repúblicas. El viajero más cono-cido en la Edad Media pertenece á Italia, y dentrode Italia á la República de Veneeia.

Dos mercaderes de noble familia, Meólas y Ma-teo Polo, se encaminaron en 4250 á las tierras de laTartaria occidental con intención de vender mercan-cías que habían adquirido en Constantinopla. Cumpli-do su objeto en las orillas del Volga, donde vivía elkhan Barkah, se preparaban A regresar, cuando laguerra que estalla entre Barkah y el khan Hulagúlos obligó á dirigirse hacia el Este para evitar la pe-ligrosa ruta del Don. Pasan entonces al Norte delmar Caspio, y por el lago Aral y atravesando el Si-houn— antiguo Yaxartes— llegaron á la gran ciudadde Bokhara. Tres años permanecen en los Valles delSyr Daria y Amon Daria, durante los que estudianla lengua y costumbres de los Tártaros, é instadospor el vencedor Hulagú, visitan áKublai Khan, cuartohijo de Gengis-Khan, Emperador de China, que en

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el verano fijaba su residencia en Mongolia. El GranKhan los colmó de agasajos, les interrogó sobreEuropa y sus principales acontecimientos, pidiendodetalles acerca de la Iglesia, del Papa, Emperado-res y Reyes que dominaban en los pueblos occiden-tales y, satisfecha su curiosidad, nombró á los doshermanos sus embajadores cerca del Pontífice.En 1269, después de diez y nueve años de ausen-cia, tornan Nicolás y Mateo á su patria, donde aquelsabe que su mujer murió, dejándole un hijo, nacidoá los pocos meses de su partida. Este hijo eraMarco Polo. La silla de San Pedro estaba vacantepor defunción de Clemente IV, y dos años trascur-rieron sin elegirse Pontífice; al fin se consagró áGregorio X, y con cartas credenciales del nuevoPapa, que se hallaba en Acre, vuelven desde estaciudad á internarse en Asia. En este segundo viaje,emprendido en 1271, les acompañó el joven Marco,á la sazón de diez y siete años de edad.

Lentamente atravesaron el Asia occidental y laTartaria, á causa de las lluvias y desbordamientosde los grandes rios. Después de recorrer Armenia,(ieorgia y Persia, pasan el Hindon-kuch y llegan áliadackan, ciudad próxima á las fuentes del Oxo óDji-hum; se internan en la fría y áspera comarca delialacian, salvan las montañas Bolor entre el Altaiy el Himalaya, siguen caminando por las regionesdel Kachgar, Colan y otras de la pequeña Bukharia yentran después en la provincia del Kharail, dondeeran los hombres tan hospitalarios, que cedían álosviajeros sus hijas y mujeres. Este país linda ya conel Gran Desierto de Gobi; era preciso atravesarlo, ycomo Marco Polo no conocía la fatiga cuando tra-taba de completar sus estudios geográficos, los via-jeros penetraron en él, y á los cuarenta dias de ca-mino vieron á Karakorum, capital de los Tártaros.\o se detienen aquí, sino que avanzan hacia el Nor-te; visitan el reino de Tenduz, gobernado por undescendiente del Preste Juan, y atravesando la granmuralla, llegan á Tsaan-Balgassa y á C.hang-ton,donde los recibió Kublai-Khan.

Antes de pasar más adelante, bueno será advertirque la magnífica obra de Marco Polo / / Uülione diMesser (1)—el libro de las maravillas del mundo,como le denominaron los primeros copistas—no esprecisamente la relación de un viaje, sino una obradescriptiva y estadística, donde es difícil distinguirlo que el viajero ha visto por sí mismo de aquelloolro que le han contado y él refiere. En la relaciónse dice textualmente que Marco Polo, sabio y nobleciudadano de Veiiecia, vio iodo esto con sus propiosojos, y lo que no vio lo oyó de boca de hombres ins-truidos y dignos de fe. La gran semejanza entre la

(I) Cuando Marco Polo regresé ile su viajp, gustaba mucho hablar

ile !os millones del Oran Khan; por esto sus compatriotas dieron en lla-

marle Afessire MUUon, y tle aquí el nombre «le su libro.

relación del viaje de Hinan-Thisang (1) peregrinobudhista del siglo VII, y algunas descripciones deMarco Polo, contribuyó á que Humboldt, siguiendoel parecer de Jaquet, omitiera su juicio sobre II Mi-llione, opinando que el fondo do esta obra perte-nece á la observación directa y personal del viajero,pero que además echa mano de documentos oficia-les y particulares, especialmente libros chinos ymongoles, que pudo muy bien conocer y consultarcomo gobernador de la ciudad de Yangú Añádase áesto la falta de método con que escribió su libroMarco Polo, y se comprenderá la dificultad de tra-zar con exactitud la ruta del viajero y de seguirlepaso á paso en sus expediciones á través de las co-marcas del centro y oriente de Asia. Indudablemen-te, si es acertada la opinión de Humboldt, MarcoPolo desmerece como viajero, pero en cambio ad-quiere proporciones extraordinarias al considerarque no se circunscribe á recorrer los países delOriente por mera curiosidad ó guiado por un fin po-lítico ó un interés comercial, sino por laudable afánde completarla ciencia geográfico-descriptiva y re-coger todo lo que pudiera servir al mejor conocí -miento de los pueblos asiáticos.

Sin embargo, la geografía y la historia de Asiadeberían más á Marco Polo si la falta de métodono hubiera inutilizado en parto sus esfuerzos. Devuelta á Italia, y preso por los Genoveses en com-bate naval, entretiene las horas de cautividad re-dactando su famoso libro con la ayuda de Rustigielode Pisa, que hacia las veces de amanuense; y es-crito do memoria, sin indicar direcciones ni distan-cias, con muy mala ortografía en los nombres pro-pios y sin distinguir lo suyo de lo ajeno, aparecela relación vaga y oscura, oscuridad que aumenta ála par que la ignorancia y descuido de los copistasvan alterando el original y se traduce á diferenteslenguas. De aquí inexactitudes y exageraciones queen los tiempos modernos han llevado á algunos ádudar de la veracidad de Marco Polo, acusándolede describir países que no ha visto, acusación quesería más fundada si teniendo noticias de esos paí-ses no las hubiera incluido en su libro. Las exage-raciones no deben ser motivo de reproche, dada laimpresión que siempre ejercen en el ánimo las co-sas nuevas, y la inexactitud que pueda notarse enalgunos pasajes no autoriza á desconocer la rigu-rosa fidelidad con que en otros muchos describe lospaíses y apunta las producciones de su suelo y cos-tumbres de sus moradores.

(i] De 628 á 645. Su itinerario es este: Tartaria, montes Thso-

ung-ling, Tasch-Kend en las orillas del Yaxartes, desfiladero de latí

Puertas de hierro, valiü de Kabul, In'lo, valle de Kachemir, imperio de

Magadha, curso del Ganges hasta su desembocadura, costas del Mala-

bar y Guzerate, márgenes del Bajo Indo, Indo Kuch, pequeño Thibet,

Kascbfrar y China. (Klaprol: Memorias relativas til Asia.)

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Ahora y tras estos párrafos á guisa de preliminar,indispensable para huir de torcidas interpretacio-nes y falsos juicios, continuaremos e! relato delviaje exponiendo todas las noticias y datos do ma-yor interés que Marco Polo recogió durante su per-manencia en Asia y que sirvieron para formar ladescripción más completa que se había hecho de lasregiones orientales de aquel Continente, en un libroque fue la principal base de los estudios geográfi-cos hasta mediados del siglo XVIII.

Favorablemente acogidos los viajeros entre lastribus mongolas, ya muy civilizadas por su contactocon los pueblos del Iraní y de China, el Gran Khannombró al joven Marcos para uno de los mejoresdestinos de su corte, y habiéndose apoderado aqueljefe de las regiones meridionales de China ó Man-ghi, entregó al veneciano el gobierno de una desus nueve provincias, que comprendía Yanguí óYang-Tehen y otras veintisiete ciudades. En lostres años que desempeñó este cargo, de 1277 á1280, recorre Marco Polo los países sometidos á suautoridad y otros comarcanos, gira visitas á lasmás importantes ciudades, como Tso-chen, Pianfú,Ava, Kassay, Taiping y Nanking, explora los vallesdel rio Amarillo y el Irauadi, y desde este punto, pa-sando por Annam y Tung-king, se dirige al Nordestede China, donde visitó las ciudades del litoral, entreellas la célebre Quinsay, moderna Hang-Tchou, laVenecia de los chinos, según Marco Polo, y alber-gue de los más ricos mercaderes del mundo.

Durante su permanencia en Manghi, estudia yadopta la lengua y los usos de los Mongoles, cruzael país de caminos y canales, crea institutos paraalimentar á los pobres y recoger los niños expósi-tos, y desde su ciudad de Yang-Tchcn acopiaba losmateriales que le habían de servir en la prisión deGenova, ya recorriendo todas las provincias deChina, ya buscando con afán el trato de los hombresconocedores de aquellas comarcas y de los escritosó tradiciones de su raza, que en este punto empie-zan á adolecer de oscuridad ó confusión los histo-riadores de la Geografía que se ocupan en resumiry comentar la obra de Marco Polo. Los grandes de-talles que hay en su libro acerca del Japón son parteá que algunos hayan afirmado que, saliendo delpuerto de Zeítung, en la China Sud-oriental, ypuesta la proa al Norte, visitó las islas que él llamaZipungu, para descender después por el mar de laChina á la provincia de Ciamba, al Sur de Cochin-china, mientras que otros sostienen que, encargadode una misión por Kublai-Khan, se dirigió en línearecta á las costas de Cochinchina y mares del Sur.

Hacía ya algún tiempo que los viajeros deseabanregresar á Europa, detenidos en China tan sólo porcomplacer al Emperador, cuando el matrimonio dela hija de éste, Cogatra, con Arghum, príncipe mon-

gol de Persia, les proporcionó ocasión para cumplirsus propósitos. La caravana que, atravesando elcentro de Asia, se dirigía á Persia con los embaja-dores de este reino y la futura esposa de Arghum,tuvo que volverse obligada por los obstáculos queopusieron la naturaleza y la mala voluntad de lastribus errantes del Desierto. Entonces se pensó envariar de ruta, y acudieron á Marco Polo para quecon su práctica y experiencia de viajero guiara A lailustre comitiva por las aguas del Océano indico.Nicolás, Mateo y Marco, que llevaban ya diez y sieteaños viviendo en territorio chino, parten al fin conla princesa Cogatra, los embajadores persas y unaescuadra de catorce buques, elegidos entre los me-jores de la marina imperial. Hiciéronse á la vela enel punto de Zeitung y tocando en Saigon, islas deCóndor, ISinlang, Sumatra, Nicobary Andaman, lle-ga la flota á Ceilan, desde donde se eleva hacia elNorte para recorrer las costas de la India occiden-tal, Coromandel, Golconda, Lar, cabo Comorin, Cu-lam, Eli y Gudjarate. Al llegar aquí parecía naturalque Marco Polo se encaminara directamente á Per-sia; mas sin duda quiso explorar otras tierras que ex-citaban su curiosidad, y—atendiendo á la relación—se internó en el mar de Ornan, costeó la Arabia,tocó en la isla Socotora, avanzó hasta Madagascar,y virando hacia el Noroeste, visita la isla de Zanzí-bar, ve las playas africanas, reconoce la Abisinia yla ciudad do Adem, y llega áOrmuz, donde da fin ásu larga travesía la ilota que equipó el emperadormongol. Los venecianos se dirigieron por tierra áTrebisonda, y de aquí á Constantinopla y Negro-ponto, donde se embarcaron paca Venecia. En 4295,después de una ausencia de veinticuatro años, en-traba Marco Polo en su ciudad natal. Nadie reco-nocía á los tres viajeros, ni sus mismos parientes;se desconfió de ellos; se les tuvo por impostores:pcrt?un espléndido festin, servido con un lujo asiá-tico, y la lluvia de rubíes, esmeraldas, zafiros, dia-mantes y carbunclos que los convidados atónitosvieron caer de sus toscas vestiduras de viaje, ahu-yentaron el recelo, y ya no hubo quien se atrevieraá poner en duda las extraordinarias narraciones deMarco Polo. Poco después, como ya hemos indica-do, cayó prisionero de los genoveses; en 1299 fuepuesto en libertad, y murió, según datos más feha-cientes, hacia 1323.

En su relación describe minuciosamente el Thi-bet, todas las grandes ciudades del Imperio chino)y los mares, islas y costas del Este y Sur de Asia.La vasta región del Thibet comprendía ocho reinos,donde los hombres jamás contraían matrimonioscon vírgenes; en ese país abundaba el almizcle, ycon tal motivo habla del almizclero, el gran faisány otros animales propios de dicha región, que des-cribe con bastante exactitud. Al Sudoeste coloca la

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provincia de Saindú, por donde corre el Ganges,que termina al Oriente con el rio Brius, tal vez elISramaputra, cuya ribera opuesta pertenecía al Ca-raiam ó país de Asoam. Entra después en el Impe-rio chino y describe á Combalú, Pekín, Nankin,Quinsay,—Hang-Tchen—y el puerto de Sanfú-kan-Phu, de gran comercio con las Indias: entre lasmaravillas de Pekin, cita \a piedra negra—carbón dopiedra—que se arrancaba de las montañas de Ka-thai, porque á la vez que describe estos países y elTangut, al Oeste del rio Amarillo, da exactísimaidea de las costumbres, producciones é industriade los habitantes do sus ciudades y de las tribusnómadas del campo. Hace la biografía del GranKhan; pondera las magnificencias de su palacio ; dacuenta del gobierno imperial, notable por su cen-tralización excesiva; menciona el papel-moneda, laporcelana, el arroz, el algodón, el azúcar, y admirael vasto comercio de los puertos chinos, así comola abundancia del oro en relación á la plata, aun-que es de notar que guarda silencio respecto al té.

Al Mediodía del Japón, cuyos moradores eranblancos é idólatras, se extendía un vasto mar, con7.440 islas—no aíirma haberlas visitado todas—yen los mares del Sur, que indudablemente recorrióél mismo, pues por ellos emprende su vuelta á Eu-ropa, la primera provincia que cita es la de Ciam-ba, rica en elefantes y madera de ébano. Al Sud-este se encuentra la isla más notable del mundo, laGran Java—Borneo,—de donde vienen las especias,y próxima á ella la Pequeña Java, sin duda Sumatra,cuyos isleños son hoy tan salvajes como nos lospinta Marco Polo en el siglo XIII. Al Norte de Su-matra describe una isla de cada uno de los gruposNicobar y Andaman, pobladas por antropófagos quetienen cabeza de perro; y después de visitar la islade Ceilan, de inmensa extensión antes que la cu-brieran las aguas del mar, pasa á la India y describelas costas de Coromandel, Malabar y Guzerate, da áconocer las castas, clases sociales y tribus de lapenínsula Indostánica, los Chamanes ó hechiceros,las Bailaderas ó rameras, y los famosos piratas deLar ó Guzerate. Habla además de los reinos de Co-morin y Delhi, y cita las ciudades de Coil—Travan-core,—Cambaya, Semenat y Tana, de gran comer-cio con los Árabes, y Chinos en el siglo XIII.

En este tercer viaje que hizo Marco Polo pararegresar á su patria acompañando á los embajado-res persas, halló ancho campo para nuevas y curio-sas observaciones. Ve otros hombres y otras cos-tumbres; admira la preciosa y exuberante vegeta-ción de las costas ó islas del Mediodía; y los perfumesde la Arabia, las especias que vienen de lejanas ymaravillosas tierras, el topacio, la amatista, el za-firo y la esmeralda de Ceilan, los diamantes de Gol-conda, alimentan el poderoso comercio de las In-

dias con la Tartaria, los archipiélagos Malayos, elgolfo Pérsico, el mar Rojo y las playas de África yMadagascar.

No se olvida á Marco Polo describir los últimospaíses que visita en Asia: además de las ciudadesde Persia y división geográfica de este reino enocho provincias, nos habla en su libro de la Arabia,del África oriental y de los desiertos del Norte deAsia; pondera la importancia comercial de Aden,los dátiles de Basora y las fábricas de brocados deoro y damasco de Bagdad. El gigantesco Rol delas Mil y una noches levanta su vuelo en Madagas-car, y en los vecinos mares hay una isla donde sólohabitan mujeres, y otra poblada únicamente porhombres, fábulas que debió tomar del árabe lbn-el-Onardi ó Bakubi, de quien es también la de loshombres con cabeza de perro que moraban en lasislas del golfo de Bengala. Aquí hallamos clara-mente demostrado que Marco Polo no visitó todoslos países que cita en su obra, sino que da á cono-cer muchos por simples referencias de otros auto-res, que hace suyas. Así sucede con todas las tier-ras extremas, Norte y Sur, del mundo entonces co-nocido: en la Abisinia ó Abasce reinaba un monarcacristiano cuyos subditos eran musulmanes, y alNorte, después de un extenso país rico en peleteríay cubierto casi siempre de nieves y hielos, se en-contraba la región de las Tinieblas, cuyos morado-res no tienen cabeza, se ven privados de la luz delsol en invierno y forman un numeroso pueblo tri-butario de los Mongoles. Sin embargo, á través dela fábula, se observan rasgos generales que tiendená dar lina idea aproximada de la Siberia y tierrasdel Septentrión de Europa.

Estas son, en resumen, las noticias que acercadel mundo oriental proporciona el importante librodel ciudadano de Venecia y viajero- infatigable. Amedida que los países de Asia se fueron recono-ciendo, se confirmó la exactitud de la relación deMarco Polo, sobre todo respecto á las tierras queseguramente él mismo observó y estudió. ¿Cuálesfueron éstas? Difícil es, como ya indicamos, enume-rarlas una por una; mas, no obstante, nos atreve-mos á afirmar que sus verdaderos viajes se redu-cen á tres:

1." Desde Italia hasta la China.2." Desde las costas orientales de este territo-

rio al Sur de Asia, bien remontara ó no accidental-mente los mares Azul y Amarillo.

3." Su regreso por el Océano índico hasta laPersia, y de aquí á Constantinopla é Italia.

La Siberia, la China Septentrional, más allá de laGran muralla, el Japón é islas del Grande Océano,Borneo y Sumatra, Arabia, Zanguebar, Abisinia,Madagascar y Siria son comarcas donde probable-mente jamás estuvo Marco Polo, y todo lo que puede

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aventurarse es que arribara en cualquiera de susviajes á puertos de alguno de esos países, pero sindetenerse en ellos el tiempo necesario para adqui-rir idea fiel y exacta por medio de observacionespropias.

De lo hasta ahora expuesto se deduce, y sin pre-cisión de insistir demasiado en mostrar las conse-cuencias altamente favorables que para el progresode la Geografía y de la Historia derivan de la cir-cunstanciada y completa relación de los viajes ydescripciones de Marco Polo, que es su libro basey fuente de todo estudio histórico-geográfieo quese intente hacer de Asía en la Edad Media. Expresala situación respectiva de los lugares en lo que eraposible, dado su tiempo; señala frecuentementeríos y montañas que sirven de confín á unos y otrospaíses; menciona las ciudades más importantes delEste y Sur de Asia, y adelanta nociones muy apro-ximadas á la verdad respecto á las comarcas sep-tentrionales de dicho continente é islas superioresde la Malasia, viniendo á ser el que recoge los ade-lantos de los Árabes en la geografía de Oriente, laacaudala con sus observaciones personales, la en-riquece con todos los datos que puede adquirir delos Mongoles entre quienes vive, y formando unadescripción, confusa sí, pero la más completa quese había visto del mundo oriental, la entrega á lospueblos de Europa, ávidos de penetrar la oscuridadque envolvía las tierras donde se elevaban uno trasotro los poderosos imperios de Árabes, Tártaros yTurcos. Las costumbres especiales de raza ó detribu, las producciones y caracteres del suelo en losreinos vegetal y mineral, así como la fauna de aque-llas regiones; la constitución política, militar y aunfinanciera de los Khanados mongoles; las relacio-nes que median entre diferentes principes y reyes;el comercio que tiende á estrechar las que no hacreado, nada olvida Marco Polo, y el hecho de re-dactar su libro de memoria, sin servirse de notasrecogidas en el terreno mismo, en una prisión ypara distraer las amargas horas do cautividad,muestra más que nada el espíritu atento y observa-dor del gran viajero veneciano.

La historia de los últimos tiempos del poderíomongol en Asia y la historia del comercio, tan influ-yente en los destinos y progreso de la especie hu-mana, se perfeccionan y completan gracias á MarcoPolo, porque no se limita á describir los caracteresfísicos de los países que explora, la distribucióninterior de las ciudades, los templos, palacios yedificios notables por su grandeza y suntuosidad,las producciones del suelo, las costumbres de loshabitantes, las leyes políticas y administrativas,sino que además cuenta detalladamente batallas yhechos históricos que dieron renombre á determi-nados países del continente oriental: así, por ejem-

plo, refiere la toma de Bagdad por los Tártaros, ha-bla del célebre Viejo de la montaña, jefe de losHashishins, y recoge curiosos documentos sobre laGran Turquía que, aunque fragmentarios, constitu-yen la verdadera historia de los Kanes mongoles dela Persia. Escribe también Marco Polo en su obraque los productos de la Península Indo-China y delas islas del Océano Indico llegaban sobre barcosdel país á la costa Malabar, donde, unidos á las pro-ducciones de la Península Indostánica, se exporta-ban en barcos árabes y egipcios á los puertos delmar Kojo, para desde allí pasar á Alejandría y deAlejandría á Europa (4). Esta es la ruta principaldel comercio durante la Edad Media, comercio queinsensiblemente acercaba hombres y pueblos dife-rentes en raza y en religión, y por lo tanto encostumbres y organismo social y político.

La Geografía y la Historia, verdaderas antorchasque iluminan el pasado, aclaran el porvenir y disi-pan las tinieblas de la ignorancia "y de la barbarie,reconstituyendo el mundo y presentando la vida delos hombres en el mundo para extinguir odios y te-mores que en el alma engendra lo desconocido; laGeografía y la Historia que elevan la razón humanaá más altas esferas, desde donde llama á todos loshombres y á todos los pueblos para enlazarlos en launidad de su origen y en la comunidad de sus fines,y crea multitud de relaciones y mutuos interesesque preparan el día feliz en que sea una verdad lasanta aspiración del sublime Mártir de la Cruz, pazy caridad entre lodos los hombres; la Geografía y laHistoria, repetimos, pasan del período de incuba-ción, en que todo vive y se desarrolla confuso yembrionario, á la edad juvenil de las grandes aspi-raciones, desde el momento en que Marco Polo, in-vestigando con genio excrutador las tierras orién-tale^ abre de par en par las puertas que cerrabanlos últimos confines de Asia. En el mismo siglo XIIIy en los siglos XIV y XV, italianos y franceses, in-gleses y españoles, continúan la obra de MarcoPolo, y confirmando sus relatos sobre los paísesmeridionales y orientales del viejo continente Asiá-tico, harán brotar en la mente de Colon el pensa-miento que le lleva á descubrir un continente nuevo,y en los marinos de Portugal la idea do aventurarseen ¡as olas vírgenes del Atlántico para costear elAlrica y abordar en las playas meridionales de laIndia.

En la segunda mitad del siglo XIII figuran en lahistoria de la Geografía, además de Marco Polo, losnombres del armenio Hayton, de Ricoldo de MonteCro'ce, toscano, y del calabrés Juan de Monte-Corvino, obispo que era de Pekin en 1312. Las nar-raciones de viaje que escriben están muy por bajo

(1) Véase sobre este punto 6 Scherer: Hisl. del comercio.

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de il Millione di Messer, pues aunque relativas tam-bién al Asia, desconocen sus autores varias comar-cas de las descritas por Marco Polo, sobre no haberseguridad de que todos ellos sean viajeros: así seniega este titulo a Hayion, quien, como príncipe deGongos en Cilicia, pudo, sin necesidad de recorrerél mismo los países que cita, acopiar los materialesprecisos para formar su incompleta descripción deAsia.

En el siglo XIV, los viajes del franciscano Odericode Pordenone, del arzobispo Juan de Cor, del domi-nico Jordán Catalán de Severac, del inglés Mande-ville y el mercader florentino Balducci Pegoletti, yde Pazcual de Victoria y Juan de Marinóla, tam-bién franciscanos, nos muestran que la religión, lapolítica, la curiosidad y el comercio mantienen yavivan de cada vez más el impulso hacia las regio-nes, apenas entrevistas, del mundo oriental. Peroante el libro de Marco Polo desmerecen, no sola-mente las relaciones del siglo XIII, sino también losviajes y las obras descriptivas que entran de llenoen el siglo XIV y primera mitad del XV. Así es queentre todos los viajeros que hemos citado, los úni-cos que requieren especial mención, por la mayoramplitud de sus conocimientos y como continuado-res de Marco Polo, son Oderico, Pegoletti y Mande-ville.

Oderico de Pordenone, misionero franciscano, de1514 á 1330 atravesó el Asia desde las costas delmar Negro hasta el Imperio chino: sus observacio-nes, oscuras y confusas, ofrecen poco interés enpunto á novedad, y únicamente cabe dedicarle al-guna atención al describir los países marítimosdel Indostan. Admira en la costa de Malabar los in-mensos bosques, poblados de serpientes y cocodri-los, donde crece la planta de la pimienta, y men-ciona las singulares supersticiones de los indios, elrespeto que profesan al buey, la costumbre de lasviudas de perecer junio al cadáver del que fue suesposo, y el fanatismo que les llevaba á morir aplas-tados bajo las ruedas del gigantesco carro delDios.

De la India pasó á Lamery—Sumatra?—país exce-lente y fértil, donde vivían tribus antropófagas, yhombres y mujeres iban desnudos: próximas se ha-llaban la isla de Ceilan, con criaderos de diamantesy rubíes y aves de dos cabezas; la de Java, cuyorey tenía el más alto y suntuoso palacio del mundo,con escalones de oro y plata, y otras 4.400 islasregidas por 64 príncipes.

Después se dirigió hacia China, á cuya parte me-ridional ó Manghí llama India superior: allí los hom-bres eran todos artesanos ó mercaderes, y teníanlas uñas tan largas como diminuto el pié las muje-res, las más hermosas que había bajo el sol. Residió

tres años en Pekin, cuyas magnificencias describe,y en su regreso á Europa, atravesó los dominios delPreste Juan, el Thibet y la gran provincia de Kassan •Kaschsgar—'Sometida á China, siendo el primer via-jero que habla del Gran Lama, Papa del Oriente yjefe espiritual de todos los idólatras.

Esto es, en muy breve resumen, lo que dice elbienaventurado Oderico de los países de Asia: ve-mos, efectivamente, que salvo algún detalle de usosy costumbres de los pueblos de la India, en na,dacontribuye á aumentar los conocimientos que Eu-ropa tenia de Oriente en los últimos años del si-glo XIII.

Balduino 6 Balducci Pegoletti, que recorrió elAsia en 1338, dejó escrito un itinerario de la ruU>que seguía el comercio desde Azof á China, y aun-que los lugares que cita los visitaron ó describieronya Carpino, Rubruqiñs, Marco Polo y Oderico,completa los datos y observaciones de estos viaje-ros, determinando con bastante exactitud la situa-ción de las principales ciudades del interior deAsia.

Los mercaderes pasaban do Azof á Astrakan, y deaquí á Sara ó Saray, capital de los Tártaros delNorte, á 10 jornadas del mar Caspio y junto al rioActuba, que desagua en el Volga. A orillas del Jaikó Ural y á media milla del rio Djihun,.Organzi ó Ur-ghendi, se levantaba la floreciente ciudad de Sa-rauco; las caravanas llegaban después á Oltrar, unade las mejores ciudades del Turkestan, y de aquídescendían á Armalok, capital de los Medos. Conti-núa citando otras ciudades, sin olvidarse de señalarla distancia que las separa por medio de los dias decamino. Camexu-Khamil—situada entre, los montesTian-Chan y Kuenlun,—dista 65 jornadas á caballode un rio que parece ser el Hoang-ho ó Amarillo, yCassay es la Quinsay de Marco Polo, distante 250leguas de Pekin. Así el itinerario de Pegolettipresta notables servicios á la geografía de Asia enla Edad Media, en cuanto confirma las indicacionesde Marco Polo respecto á la China septentrional, ycitando las principales ciudades que sirven de esta-ción al comercio, pone á la historia en camino deconocer los poderes que regían al Asia en el primertercio del siglo XIV.

Juan de Mandeville, caballero inglés, de genioatrevido y espíritu aventurero, abandonó su patriaen 1327 para entrar al servicio del Soldán de Egiptoy combatir después al lado del Gran Khan de Kataycontra los franceses. En 1356 escribió la relaciónde sus viajes, adicionándola con noticias sacadas deantiguos cronicones y libros de caballerías. En estaobra, que dedicó á Eduardo III, describe gran partede la Tartaria, la Persia, Armenia, Etiopía, India ysus islas, conforme á las narraciones de Oderico yá la geografía de Hayton, exornadas con un sin-

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número do prodigios y portentos: vio hombres de Ifivaras de estatura, montañas con demonios que vo-mitan fuego, y frutos semejantes á una algarrobade gran magnitud que contenía un pequeño cor-dero. Con esta tendencia á lo maravilloso no pudoolvidar Mandeville al Preste Juan: coloca su reinoen Pentaxoira—Pends-Chemir, entre la India y laGran Bukaria?—y describe sus inagotables riquezasy sus soberbios palacios, donde resplandecía el oroy centelleaba e\ carbunclo.

Todas estas fábulas respondían admirablemente áese afán de conocer historias maravillosas, tan co-mún en los pueblos europeos del siglo XIV, y deaquí que entre todos los viajeros narradores de suépoca sea el que mayor predicamento alcanza Juande Mandeville, cuyo libro es el más exacto reflejode la geografía popular en aquel siglo y gran partedel XV.

Esta original manera do describir los países orien-tales, si bien es cierto que desnaturaliza su geo-grafía y por el influjo irresistible de lo maravillosoen el ánimo hace olvidar las verídicas relacionesdel libro de Marco Polo, contribuye en cambio po-derosamente á aumentar en los pueblos la aficiónal comercio y á las grandes expediciones. Así seexplican diferentes viajes realizados en aquellasedades: cuenta la tradición, y se halla consignadopor algunos historiadores italianos, que dos geno-veses, Tedisio Doria y Ugolino Vivaldi, se propu-sieron llegar á la India por el Oeste, y refiéresetambién la historia del escocés Roberto de Macham,que, huyendo con su amante Ana de Arfé, arribó ála isla de la Madera, donde creyó hallar el Paraísode sus amores.

Hay un hecho importante en los primeros añosdel siglo XIV que no debemos pasar en silencio: lafamosa expedición de Catalanes y Aragoneses á Le-vante, acaudillados por Rogor de Flor y BerenguerEntenza. El Imperio griego desfallecía ante el po-der de los Turcos, que amenazaban cerrar de nuevolas comunicaciones entre Europa y Asia, y sin fuer-zas para defenderse, determinó buscar amparo enextrañas y aguerridas gentes: entonces los héroesde Sicilia, de Ñapóles, de los Pirineos lanzaron sugrito de guerra en las feraces campiñas del AsiaMenor, y las riberas del Pactólo y las vertientes delTauro fueron testigos del estrago y matanza que se-ñalan las victorias de los terribles almogávares. Noya viajeros ni mercaderes, sino soldados, gentesincultas que aún no habían formado clara idea delas regiones orientales más próximas á Europa, vi-ven y acampan en su suelo, asaltan sus ciudades,llevan el influjo de su patria á las orillas del Bos-foro y del mar Negro y, abriendo con sus excursio-nes militares más amplia esfera á las mercantiles,coadyuvan al progreso de la Geografía entro los

pueblos españoles del Mediterráneo, particular-mente entre los mallorquines. Navegantes de Ma-llorca son los primeros que surcan hacia el Medio-día el Océano Atlántico, como lo prueba la expe-dición emprendida por Jaime Ferrer al rio del Oroen 1346, según consta por el Atlas catalán de 1375.

Si ahora quisiéramos presentar una demostraciónpalpable y evidente de los grandes progresos reali-zados en la Geografía durante los siglos XJII y XIV,nada más á propósito que los mapas generales del.mundo pertenecientes á la citada época.

En los últimos años del siglo XIII y primerosdel XIV se redactaron las copias do Marco Polo, seactivaron los estudios cosmográficos, se fue adqui-riendo una idea aproximada de la configuración delas grandes masas continentales, y aparecieron losmapas de Marino Sañudo y el famoso mapa-mundicatalán, á semejanza de los mapas árabes y sería-lando los lugares de Asia con los nombres que leshabía dado Marco Polo en su relación. En el mapade Sañudo, publicado en 4306, se halla claramentedelineada la forma triangular de África, y en el mapacatalán, limitado al Noroeste por las islas Oreadas ySetlhandia, Noruega y Dinamarca, al Sud por-Tom-buctu y Nubia, y al Este por la ciudad de Combalú óPekin, se dibujan al Occidente de África las islasAzores y Canarias; prueba de que los Europeos co-nocían dichas islas antes de -1432 y -1395, fecha enque respecLivamenle se atribuye su descubrimientoá Portugueses, Españoles ó Italianos. Díeese que lasAzores fueron visitadas por los Normandos, quienesprimero las llamaron islas liracir, como se lee en elmapa-mundi de Pisigano do 1367, y en otro de 1384se ve la isla de la Madera con el nombre de isola diLegname, datos que sirven para no permitirnos ol-vidar que mucho antes de Cristóbal Colon se nave-gahg ya por los mares de Occidente.

El siglo XV se inaugura con los viajes de Juan deBethevxourt á las Canarias y la invasión de Tamer-lan en Asia, ambos hechos de gran importancia enla historia de la Geografía, porque, dueños los Eu-ropeos de las antiguas islas Fortunatas, tienen mnpunto avanzado en el Atlántico, frente al cabo Nony dentro ya de latitudes africanas, y porque venci-dos y destrozados los Turcos en Asia por las ferocestribus de Tamerlan, se reproducen las embajadas

'de los reyes de Europa á los príncipes mongoles,enemigos, como los cristianos, de los musulmanes.

El archipiélago de las Canarias, conocido de losantiguos geógrafos y navegantes bajo el nombre dleislas Purpurarías y Afortunadas, quedó perdido esnmedio del desorden y confusión que caracterizanlos primeros siglos de barbarie. Árabes, Italianos,Españoles y Portugueses se atribuyeron el descu-brimiento de estas islas, y respecto á los Árabes ya

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dimos cuenta ele los grados de verosimilitud que al-canza la pretendida expedición de los Magrurinos.El Geno vés Lanziloto Maroxello visitó en 1334 partedel archipiélago, y en 1341 Angioüno de Tagglio,natural de Florencia, con una flota de cinco carabe-las equipadas por Alfonso IV de Portugal, descubrióel pico de Tenerife y trece islas. D. Luis, almirantede Castilla ó hijo de D. Alonso de la Cerda, conayuda del rey de Aragón, armó una flota en 1345destinada á conquistar las Canarias que el Pontíficele liabía concedido á título de reino, bajo condiciónde convertir á los indígenas á la fe do Cristo. Estosintentos valiéronle á D. Luis el dictado de infanteFortuna; y decimos intentos, porque nunca pasó áestas islas, que se lo estorbaron las guerras deFrancia (1) y la oposición de Alfonso XI de Castilla,que alegaba derechos sobre aquellos dominios. Cin-cuenta años más tarde, en 1395, varios andaluces yvizcaínos concertaron en Sevilla nueva expedición,que se limitó á piratear y hacer un desembarco enLanzarote, regresando con muy buena presa, queatestiguaba la fertilidad del archipiélago.

Jnan de Bethencourt, de noble familia y chambe-lán de Carlos VI de Francia, resolvió dejar la cortey su casa de Grainville en Normandía, para saliren busca de países que ofrecieran algún estímulo denovedad á su espíritu, ganoso de aventuras y haza-ñas. Pensó conquistar las Canarias, muy renombra-das á la sazón á consecuencia del último viaje quehemos citado, y en 1402 se hizo á la vela en compa-ñía de Gadifer de la Salle, con buen acopio de ví-veres y 270 hombres de guerra. Dobló el cabo deFinisterre y, costeando á Portugal, traspasó el deSan Vicente y arribó á Cádiz; de aquí pasó á Sevillaá conferenciar con Enrique III, y á la vuelta halló ásu tripulación sublevada y decidida á no continuarel viaje. Bethencourt no desespera; con los más dó-ciles apareja y se aventura en alta mar. A los ochodias, el horizonte dibujó los primeros perfiles dela isla Graciosa, y en breve los expedicionarioshicieron pié en Lanzarote y Fuenteventura. Peroescaso de provisiones y mal avenido con la tripula-ción, regresó nuestro normando al continente endemanda de víveres y de soldados que no quebran-taran la disciplina con la frecuencia que lo solíanhacer los que hasta entonces había alistado en susbanderas. Durante su ausencia nombró á Gadifercomandante general de las islas, y confió á Berne-val el fuerte construido en Lanzarote, eleccióndesacertadísima, pues dio lugar á graves tumultos ysangrientas colisiones, promovidas por el odio queBerneval profesaba á Gadifer y su aviesa voluntadpara con los nalurales del país.

Era también propósito de Juan de Bethencourt

(1) Mariana: üut. de Eip., tomo n, libro vu, cap. xiv.

obtener audiencia de Enrique III para rendirle pleitohomenaje y ofrecerle el señorío de las islas: así lohizo, y en su virtud el rey de Castilla le otorgó losauxilios que solicitaba, amén de otras concesiones,como el derecho de batir moneda y cobrar ei quintode las mercancías que de aquellas islas so expor-taran á España.

Cumplido su objeto, se dirigió do nuevo al Ar-chipiélago, bien provisto de víveres y de armas ycon gente do refresco , y continuando ia explora-ción, descubrió la Gran Canaria, la isla de Palma yla de Hierro, en las que desembarcó, no sin tenazresistencia de los nalurales, sobre todo en esta úl-tima.

En diferentes ocasiones y por varias circunstan-cias abandonó Bethencourt el Archipiélago. Indis-puesto con Gadifer, tuvieron ambos que presentarseal monarca, quien aprobó la conducta del primero,regresando Gadifer á Francia para no pisar más lastierras que descubrió en unión del caballero nor-mando. Y cuando ya se habían convertido al cris-tianismo los indígenas de Fuerte-Ventura, marchóBethencourt á visitar su casa de Grainville, y mul-titud de franceses le acompañaron á su vuelta á lasislas con ánimo de establecerse en ellas.

Todavía le fue preciso desplegar gran actividadpara afirmar su dominación en las Canarias , puesalgunos indígenas se mostraban firmes en mante-ner la independencia: los isleños de la Gran Canariapasaron á cuchillo á 22 de sus hombres , y no singrandes bajas pudo dominar á los de Palma y deHierro, siendo de advertir que cuando iba á la con-quista de la Gran Canaria, en 1405, traspasó el caboBojador, y operó un desembarco en la costa afri-cana para reconocer el país.

Finalmente , sujetas ya las islas más rebeldes,bautizados la mayor parte de los indígenas y repar-tido el territorio entre los colonos, nombró gober-nador á su sobrino Maciot ó Menante: obtuvo delrey de Castila en Valladolid cartas para Inocen-cio VII, y nombrado por éste obispo de las islas Al-berto de Maisons, partió Juan de Bethencour t paraGrainville, donde vivió en activa correspondenciaeon su sobrino y antiguos compañeros de aventu-ras hasta 142S, año de su fallecimiento.

La enemiga que se declaró entre el obispo y elgobernador, fue causa de que el rey de Casiilla en-viase á Pedro Barba, quien se apoderó de las islasy las vendió después á Peraza. De este pasaron ásu yerno Diego García de Herrera, que se intitulórey de Canaria, y más tarde las vendió á D. Fer-nando el Católico, salvo Gomera, que conservó conel título de conde, hasta que el mismo D. Fernandohizo la conquista de todas las islas y las incorporóá Castilla.

Veamos, ahora, lo que sucedía en Asia en estos

N.° 121 BELTHAN. LOS PBOORESOS DE I,A GEOGRAFÍA Y DH I,A HISTORIA. 6 0 9

primeros años del siglo XV. Desmembrado el impe-rio Mongol, los Otomanos eran dueños del Oriente yaspiraban á dominar en Europa, cuando de impro-viso los pueblos Tártaros despiertan del marasmo enque vivían á la voz de Tamorlan que, al frente deinnumerables y bárbaras tribus, invade las regionesdel Indo y del Tañáis, y con ánimo decidido deavasallar á todos los pueblos de la tierra, corre ámedir sus fuerzas con los Turcos Otomanos. Labatalla de Ancyra, en que pelearon 900.000 comba-tientes y sucumbió el imperio de Bayaceto, puso alvencedor en relación con los cristianos. La fama desus victorias y de su incontrastable poder cundíapor Europa, cuyos reyes eran ya do antiguo aficio-nados á enviar embajadores á los príncipes de lasmás remotas tierras, para conocer las leyes y cos-tumbres de sus pueblos y naciones y pactar alianzascontra los musulmanes. Con aquel objeto Enrique IIIde Castilla envió al Oriente á Payo Gómez de Soto-mayor y Hernán Sánchez Palazitelos, quienes pre-senciaron la memorable batalla de Aneyra, y fueronagasajados con ricos presentes, entro ellos dosbellas esclavas húngaras, que casaron después conlos dos embajadores. Para corresponder atenta-mente á los obsequios del Gran, Tamorlan, salió deCastilla en 1403 nueva embajada compuesta do RuyGonzález de Clavijo, caballero do la real cámara,fray Alonso Paez de Santa María y Gómez de Sala-zar (i), que llevaban regalos de gran valor y mérito.

Los tres embajadores so vieron en situacionesbastante apuradas al recorrer las comarcas de Tur-quía y Asia, antes de llegar al término de su viaje,descrito con curiosos pormenores por Ruy Gonzálezde Clavijo (2). En Constantinopla se embarcaronpara Trebisonda, y por la Armenia, el Norte de Per-sia y el Corassan llegaron á la ciudad do 'Cauris,próxima al lago de Urniah, cuyo comercio y poderíoensalza. De aquí se dirigieron los castellanos á Sul-tanía, punto de reunión de las caravanas indias ychinas, y continuaron su viaje hasta Samarcanda,capital de Tamorlan, casi tan grande como Sevilla ymás poblada, desde cuyo punto á Pekin duraba el

(IJ El reyD. Enrique de Castilla... enviaba sus embajadores á losprincipes, á los de cerca y á los de lejos, para informarse de todo y trabaramistad en diversas partes. En especíala las partes de Levante envió áPelayo de Sotomayor y Fernando de Palaznelos, parí, saber de las fuer-zas, costumbres é intentos de aquellas naciones apartadas. Estos dosembajadores, acaso ó de propósito, .se hallaron en aquella famosa bata-lla que se dio entre Tuicos y Scitas: el Tamorlan, ganada la victoria,,los trató con muestras de benignidad y cortesía. Al dar vuelta para Es-paña, quiso les acompañase un su embajador que envió para trabaramistad con el rey de Castilia... Volvieron con él Alonso Paez, Ruy Gon-zález y Gómez de Salazar, tres hidalgos que despachó el rey para quefuesen á saludar A aquel príncipe: viaje largo y muy dificultoso, de que losmisinos compusieron un libro, ele ,—Mariana: //!•/ . de Etpifta.

(2) Historia del Gran Tamorlan, é Itinerario y narración delvi;ije, y relación de la embijada que Ruy G'inznles de Clfívijo le hizopor mandado del fnuy poderoso rey y tenor I). E tríq <e III de G-'slUla.

viaje unos seis meses, siguiendo el camino de lascaravanas.

Como vemos, la relación de Clavijo tiene escasovalor para la Geografía, porque los países que citaestaban ya descritos há más de un siglo; pero encambio su obra es de bastante importancia por lasnoticias que recoge sobro las vías mercantiles entreIndia y Europa, y muy útil para el mejor conoci-miento de la historia de Asia en los primeros añosdol siglo XV, sobre todo respecto á los pueblostártaros.

En I-Í24, el veneciano Nicolás Conti, queriendoimitar á su compatriota Marco Polo, emprendió unviaje que había de durar 25 años. Desde Damascose encaminó al Norte de Siria, y descendió por lasregiones del Eufrates y Golfo Pérsico, hasta el Es-trecho de Orinuz, donde se hizo á la vela paraCambaya en la costa occidental de la India. NicolásConti no se limita, como Marco Polo, á visitar ódescribir las costas de la India, sino que es el pri-mer viajero de la Edad Media que recorre el inte-rior de la Península Indostánica, además de laTransgangótica, islas orientales de Asia y Sur eleChina ó Manghi. De sus viajes sólo so conserva unpequeño extracto en el libro de Zurla intitulado DiMarco Polo é degli ullri viaggial. venez.

Cuatro años antes de abandonar á Damasco Nico-lás Conti, Mirza Schah Rokh, rey de Persia, envióá China una embajada compuesta de 860 individuos:Mirkhoud dejó escrita una relación del viaje, tra-bajo que aprovecha á los historiadores, porque esun completo resumen de todo lo que se sabía en-tonces acerca de China.

El soldado alemán Juan Schildberger, prisionerodo los turcos cuando fue derrotado el ejército deSigismundo de Hungría, y después al servicio deTam^rlan y otros Khanes hasta 1427, compuso unrelato de poco interés, describiendo las comarcasque forzadamente visitó durante su cautiverio.

Berlrandon de la Brocquiére, nacido en Borgoñay uno de los últimos peregrinos á Tierra Santa.,describió los países del Asia menor, ya dados á co -nocer por los cronistas de las Cruzadas, porque laruta de Bertrandon es precisamente la misma quesiguieron varios ejércitos de la Cruz al dirigirse áPalestina. Esta falla de novedad y el estrecho»circulo en que so encierra el relato del viajeraborgoñon, son defectos que se hallan compensadospor la exactitud de sus descripciones, en lo que es¡muy superior á todos los viajeros que en la EdadMedia proporcionaron noticias más ó monos exten-sas sobre la geografía é historia del Asia menor.

Para terminar la reseña que venimos haciendo dehombros ilustres en el siglo XV por sus viajes, men-cionaremos al flamenco Gnilleberto de Lannoy, di-plomático do los duques de Borgoña, peregrino, mi-

610 REVISTA EUROPEA. 18 DE JUNIO DE 4 8 7 6 . N.°litar y curioso, que ofrece su espada allá dondehay que combatir, en España, en ISrandemburgo,en Lituania, en Palestina; en suma, un verdaderolipo del caballero anclante; y á Josafat Bárbaro,enviado por la República de Venecia á Tana óAzof, cerca del rey Hussum Cassain, que recorrióel Kanado de Kaptschak, región entonces de laTartaria, limitada por el Dniéster, los Urales, Mos-cou y el mar Caspio, la Georgia, demás países delCáucaso y principales ciudades de Persia.

Todos los viajes de la última mitad del siglo XVson de interés muy secundario, como sucede conlos de Caterino Zeno y Ambrosio Contarini, diputa-dos también por el Senado de Venecia al rey turco-mano de Persia, con el doble objeto de asegurar elcamino de las Indias y suscitar contrariedades áMahomet II.

Las observaciones de estos viajeros, si bien osverdad que no pueden considerarse como descubri-mientos, prueban evidentemente que de dia en diase van extendiendo las relaciones entre Asia y Eu-ropa, iniciada desde el siglo XII, á la par que des-aparece ese tinte maravilloso que dominaba en losprimeros escritos, claro indicio de los progresos dela Geografía, que redundarán en pro de un mejorconocimiento de la historia oriental de la EdadMedia. Los Musulmanes, los Cruzados, los Tártaroshostigaron la curiosidad de los pueblos europeos;Carpino, Ascelin, Rubruquis salvaron las primerasdificultades y abrieron las primeras etapas del ca-mino de Oriente; Marco Polo ofreció á Europa elfecundo resultado de largos viajes y laboriosas in-vestigaciones, y Oderico, Pegolelti, Mandeville,Oonti afirmaron las nociones generales sobre lavasta extensión de Asia, la riqueza de sus produc-ciones, la diversidad de razas y el número infinito depueblos que la habitaban. Pero la Geografía y lasfuentes para la historia de Oriente todavía son im-perfectas; no hay un conocimiento exacto de la si-tuación relativa de los lugares ni de los límitesespeciales de cada país y generales del continente,en lo que sin duda influyeron las circunstancias po-líticas de Asia occidental, el continuo movimiento, laincesante lucha y frecuentes invasiones de unos yotros pueblos, que en el trascurso de breves añosmodifican y alteran las líneas divisorias de unas yotras comarcas, haciendo de suyo difícil y confusala historia de Oriente en la Edad Media, desde elmomento en que los Árabes, abandonando sus de-siertos y sus feraces campiñas del Yemen y deOmán para sojuzgar á todos los hombres que nie-guen la incontrovertible unidad de Dios, enseñan álas demás razas, jaféticas y turanienses, persas ymongolas, cómo se forman y se reducen á polvo losimperios.

Monumentos en que se reflejan fielmente los pro-

gresos alcanzados por la Geografía en el siglo XV,son los mapas de Bianco y de Fra Mauro.1 El prime-ro, de 1436, es notable porque confn-ma las opinio-nes favorables al conocimiento en el Mediodía deEuropa de algunos de los países descubiertos porlos Normandos en América: al Noroeste se halladibujada una isla con el nombre de Stofaxisa, y lasemejanza de esta palabra con la alemana stochflch—abadejo—se ha creido dato para afirmar que fueraTerranova: al Oeste de las Canarias hay una vastaextensión de tierra denominada Antillia, y al Nortede la Antillia otras islas llamadas de Satanás, losDiablos ó Demonios. En el planisferio de Fra Mauro,pintado hacia 1460 en los muros de una sala delmonasterio de San Miguel de Murano, cerca de Ve-necia, se ven al Occidente las islas de San Brandon,Antillas y Bercil, próximas á las Azores, lo que,unicto á la tradición de los Magrurinos, del escocésMacham y la de las siete grandes ciudades dondelos cristianos españoles se refugiaron huyendo dela morisma, muestra que, fija la atención de viajerosy geógrafos en los países orientales, no olvidabansin embargo el Oeste, donde se iban acogiendo lasl'iibulas y maravillas desterradas del Oriente poruna serie continua de viajes y relaciones verídicasy tan exactas como era posible en aquellos tiemposy entre aquellos hombres.

Hubo un siglo en que el Europeo, ennegrecidasu alma por la barbarie militar y su conciencia locaante los espantosos dolores que reservaba Dios enla otra vida al pecador impenitente, no vio espe-ranza ni porvenir en la tierra, perdió la fe en susdestinos y, anonadado por el misticismo, la igno-rancia y la superstición, olvidó que era hombre, parasantificar su espíritu con penitencias y mortifica-ciones corporales. Pero el siglo X pasó, vino el XI,después el XII, y el bárbaro cristiano que de rodi-llas aguardaba el fin del mundo y de su vida en losyermos campos y sombríos castillos de Francia y deGermania, combate ahora en defensa de su Dios,que abre nuevos horizontes á la Humanidad en vezde exterminarla con saña iracunda y vengativa:caballeros y campesinos, nobles y plebeyos, invadenel Asia, luchan con los sectarios de Mahoma y pisantierras vírgenes á la planta europea; á la guerrasuceden relaciones de política y de comercio, elmonje y el mercader penetran en las regiones inte-riores del Continente Asiático, llevan la oliva depaz al Tártaro y cambian sus joyas y mercancías porlos ricos productos de India y China. Y al terminarel siglo XV, lo propio y original de la Edad Media,el resultado de todos los viajes y descubrimientosque ya conocemos, la geografía y la historia delOriente musulmán y tártaro, sienten el soplo vivi-ficador del Renacimiento y de la imprenta, y lo an-tiguo y lo medio se unen para formar la ciencia

N.° 121 z.- •G0B1ERN0 DE LOS CORREGIDORES DK POTOSÍ. 611

moderna y proteger la aparición de los audacesgenios que han de hacer de la Libia un vasto conti-nente, de la Antillia y Vinland un nuevo mundo yde las islas de las Especias la quinta parte delGlobo.

11. IÍELTRAN RÓZPIIJE.

DISPUTAENTRE UN BURGALÉS Y UN VIZCAÍNO,

SOBRE LA LEALTAD, HONRA, HIDALGUÍA Y LIMPIEZA

DE CASTELLANOS Y VASCONGADOS. *

NOTA SEGUNDA.

GOBIERNO DE LOS CORREGIDORES DE POTOSÍ D. RAFAEL

HORTIZ DE SOTOMAYOR, D. FRANCISCO SARMIENTO Y

D. FELIPE MANRIQUE.—GUERRA DE LOS VICUÑAS.

1.

Pocos meses después de la sangrienta batalla deMunay-Pata, que á pesar del hondo espanto que enPotosí produjo no fue parte para conciliar los áni-mos ni disminuir la saña que existía entre los espa-ñoles de los bandos que en ella lucharon, se pre-sentó á tomar posesión del corregimiento de lavilla imperial D. Eulogio Alonso de Zúñiga y Figue-roa, á quien mortificaron de tal modo desde el pri-mer instante de su mando los Veinticuatros delcabildo, reconociéndole solamente como Justiciamayor, por no acompañar á su nombramiento deCorregidor los despachos necesarios, que perdiendotoda prudencia, se le vio á poco tan apasionado como¡i los más intransigentes caudillos de aquellos ban-dos. No reparó en medios para vengarse de losVeinticuatros, llegando hasta dividir en tres parcia-lidades el vecindario; y porque el Decano de aque-llos cabildantes era criollo, predispuso é instigóá los españoles peninsulares para que extermina-sen á todos los mestizos ó hijos de los conquista-dores, y aun de ellos mismos, nacidos en Indias;resultando tanto ensañamiento de esta mala políti-ca, que los adversarios no sólo se mataban en lascalles ó reñían en el campo, sino que se buscabanen las propias casas para asesinarse, y hasta ape-laron al incendio para obligar á que abandonasensus domicilios aquellos que se resistían á luchar.

La general alarma que produjo en el Perú la pre-sencia en sus costas del corsario inglés FranciscoDrake, suspendió en 1587 tan crueles hostilidades,que por mediación del virey D. García Hurtado deMendoza cesaron dos años después; pero D. JuanOrtiz de Zarate, nombrado Corregidor en 1591, vejó

Véanse los números 117, 118 y 120, páginas 441 497 y 586.

de tal manera á los mercaderes y almacenistas ex-tremeños, «con su natural codicioso y cruelísimasentrañas,» valiéndose para mortificarlos de los vas-congados y de los pocos navarros que ya empeza-ban á figurar en las revueltas, que en aquellos co-merciantes se avivaron los pasados odios, y próxi-mos estaban á alterar la tranquilidad con uno de losrompimientos que, en vez de evitar, fomentaba elimprudente Corregidor, cuando por su delicada sa-lud fue éste relevado.

Tanto lo deseaba ya el vecindario pacífico de larica villa, que al presentarse para regirla el licen-ciado Juan Diaz de Lupidana, designado con el ca-rácter de interino por la Audiencia de la Plata, lerecibió con muestras de indudable regocijo y sim-páticas manifestaciones, que su conducta mantuvocrecientes mientras gobernó; dejando tan buennombre en aquella ocasión que segunda vez mere-ció ser elegido para sosegar las inquietudes por susucesor promovidas. En ambos mandos dejó nom-bre Lupidana en Potosí: en el primero, por habermandado ajusticiar á dos montañeses y dos man-chegos que tuvieron tratos con el corsario Drake;y en el segundo, por encontrarse como autoridadenvuelto en ciertas escenas amorosas y dramáticas,de que fue protagonista la bellísima doncella Flo-riana, según se verá en la adición sexta.

II.

Con trastornos más ó monos graves y sin disfru-tarse nunca de una tranquilidad perfecta, trascurrie-ron los años de 1397 á 1612. Tomó posesión enéste del corregimiento de Potosí D. Rafael Hortizde Sotomayor, comendador de San Juan, á quienen premio de sus leales servicios le concedieron,además del de la rica villa, los de Porco y de Cha-yanta, en la provincia de las Charcas, de los cualesenajenó el de Chayanta y puso un teniente en Por-eo, con aprobación de la Audiencia de la Plata ydel Virey, que en todo se mostraban deferentescon tan noble caballero.

La fama de su nombre le valió en la imperial villlaun solemne recibimiento, y la práctica de sus vür-tudes y excelentes prendas el general aprecio, quede los ocho años de su gobernación, sólo en el íil-timo se entibió, por haberse inclinado en demasíay hasta convertido á veces en instrumento de mía-los hombres, que las inquietudes preferían á larecta administracioH de la justicia. D. Rafael, quieasí era llamado, visitó la Rivera del Cerro, dejandlocon sus medidas contentos á todos los que allí tie-nian intereses; y para que nunca faltase agua en Irosingenios de aquel conjunto de fábricas, arregló lalaguna grande de Tabacoñuño y dirigió las obnasen los primeros años de su gobernación, aun resi-

i diendo la mayor parte del tiempo en Porco, Chu-

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quisaca y Tucaman, donde la tranquilidad le convi-daba. Durante sus ausencias dejaba el gobierno dePotosí en manos de un teniente; y por haber sidomuerto el licenciado Andrés de Paz al desempeñareste cargo, y por gobernar demasiadamente mallos Justicias mayores que en distintas ocasiones lesustituyeron, se vio impelido y obligado por la Au-diencia á fijar su asiento en la imperial villa, lo cualverificó en 1615, con gran repugnancia, temiendolos disgustos que de la intransigencia de los bandosdebían esperarse.

Y en verdad que no era infundado este temor: nila prudencia, ni los halagos y cortesías con unos yotros usados, fueron bastante para componerlos.Desesperado á poco de residir en Poto'sí de alcan-zar nada provechoso por aquel camino, acudió alextremo, como en cosa que ya no tenía remedio; ydespués de fortalecerse con el apoyo de lo másprincipal y noble de la población, comenzó con mu-cho recato á recoger armas y reunir gente amigapara oponerse á los inquietos y castigarlos en sonde guerra, ya que no querían sosegarse ni gozar dela paz. Al propio tiempo, y con el objeto de distraerá los más rencorosos, celebró grandes fiestas por laterminación de la presa de la laguna de Chalviri óTabacoñuño; pero los abandalizados, que á la sazónestaban constituidos con vascongados, navarros yalgunos de otras naciones de una parte, y por otrade andaluces, criollos y extremeños, cuidadosos delas prevenciones del Corregidor, que ya conocían,esperaban ver á qué parcialidad se inclinaba éstepara lanzarse á la lucha, que en diarias pendenciasparticulares manifestaban desear.

No demostraba en tanto el Corregidor inclinacio-nes decididas por ninguno de los dos bandos, y mu-cho menos desde que el nuevo virey D. Franciscode Borja y Aragón, Príncipe de Esquiladle, dolién-dose de las calamidades que Potosí padecía, y te-miendo su ruina, y la de la Real Hacienda, de aque-llos continuos disturbios, encargó á ü. Rafael Horlizde Sotomayor que corrigiera aquellos desórdenespor cuantos medios pudiese, ya que las exhortacio-nes y los demás de conciliación empleados no ha-blan producido hasta entonces ningún efecto. Coin-cidiendo con los propósitos del Virey los del Corre-gidor, hicieron más inquebrantable la decisión queéste ya tenía de apelar á las armas para conseguirel sometimiento de los abandalizados, y en conse-cuencia dispuso que todos los españoles de Porco,como los de Potosí, se pusieran á sus órdenes arma-dos y con los caballos que tuviesen.

No era, con todo, cosa fácil reducir á los de losbandos, que sobre ser muchos contaban abundanteel dinero y disponían en gran cantidad de armas ycaballos; teniéndolos esto tan envalentonados y so-berbios, que cuando ü, Rafael, al reunir sus fuerzas,

les intimó la sumisión y el desarme, respondieronque ellos, como leales vasallos, jamás faltarían á lafidelidad que á su Rey debían; que si vivían con lasarmas en la mano era para ventilar los agravios re-cibidos de sus contrarios, y que si el Corregidor seresolvía á pelear contra ellos, dispuestos estaban ála defensa; entendiéndose que sobre su persona ex-clusivamente caería la responsabilidad de los dañosque se siguieran. A tal desacato, que sólo con lasarmas podía argüirse, esperaron los abandalizadosque la autoridad respondiese con algún acto agre-sivo; y para manifestar que no lo rehuían, tendieronprovocativamente sus banderas y aprestaron susgentes y sus armas.

Los vascongados, que no se consideraban conelementos bastantes para, disputar por sí la victoriaal Corregidor, enviaron entonces á decir á sus con-trarios, los extremeños, criollos y andaluces, queestaban dispuestos á hacer con ellos las amistadesy juntarse en un sólo cuerpo para resistir á la au-toridad; á lo que aquellos contestaron que en todocaso se hallarían más propicios á apoyarla, alo cualles convidaban. Negáronse, y en consecuencia deestas indecisiones se pasaron algunos vascongadosá D. Rafael, y otros catalanes, portugueses y ex-tranjeros que con ellos iban engrosaron las filas deextremeños, andaluces y criollos, por temor de loque pudiera sucederles; con cuyo refuerzo ascendióesta hueste á 500 hombres y 60 caballos, sin contarlos capitanes que les mandaban; y la que el Corre-gidor tenía para oponer á esta fuerza de 400 de ápie y 80 de á caballo, en su mayor parte castella-nos y criollos. Con ella desbarató á los abandaliza-dos cerca de Munay-Pala, donde les pudo sorpren-der el 4 de Mayo, haciendo prisioneros á los jefesD. Alonso Yañez y al alférez Florez, á quienes mandóejecutar, y acabó de vencerlos unos dias despuésen el valle de Coutumarca, causándoles grandespérdidas en muertos y heridos.

Reunidos do nuevo por el mes de Diciembre do1617 para vengar la muerte de Yañez y Florez, usa-ron á su vez de la sorpresa para atacar la guardiadel General Corregidor, que se componía toda devaseongados; tomando con lal exactitud sus dis-posiciones para conseguirlo, que antes que tuvierantiempo para defenderse mataron ó hirieron la ma-yor parte. Estrechado D. Rafael, sin defensa, yviendo en riesgo su vida, huyó disfrazado «en trajemuy ruin,» refugiándose en un convento, desdedonde encomendó á los azogueros, Alcaldes ordina-rios y Oficiales Reales, que defendiesen su casa yriquísima recámara; y averiguado por los sedicio-sos que se ocultaba en San Agustín, fueron decidi-dos á matarle, cercando el convento y reconocien-do la bodega donde había estado escondido; mas nopudieron dar con él por haberse trasladado á una

Z. GOBIERNO DK LOS COBREG1DORES DE POTOSÍ. 613

casa, desde la que partió á Lima sigilosamentecuarenta dias después.

Dueños de la villa los sediciosos, escandalizáronlacon sus abominables hechos, procuraron con v¡vasAnsias destruir á todos los vascongados, que convaleroso ánimo se defendieron, fortaleciéndose yreuniendo por todos los medios gente, armas y ca-ballos, y al cabo llegaron á rehacerse y apoderarseotra vez del mando que subyugaba á extremeños,andaluces y criollos.

III.

Asi las cosas á principios de 1648, se presentó enPotosí, á reemplazar á D. Rafael Hortiz, el generalI). Francisco Sarmiento, caballero del hábito de San-tiago, trece en número de los Corregidores propie-tarios, del cual, por tocarle en suerte contar estenúmero, fatídico, según las fanáticas creencias deaquellos habitantes, y por haber coincidido su lle-gada con ciertos sucesos extraordinarios, como lacaída de un copioso granizo que al desleirse se con-vertía en líquido parecido á sangre, y la apariciónde un raro cometa de! mismo color; por todo estose tuvo su gobernación por ruinosa y continuadorade los males que en tiempo de D. Rafael dieronprincipio. Y ciertamente que poco bueno podía es-perarse del estado de los ánimos, cada vez más en-conados, y de aquellas lamentables divisiones quedieron origen ó las memorables GUERRAS DE LOS VI-CUÑAS, comenzadas en tiempo del corregidor san-tiaguista, en las que quedaron destruidos los de lanación vascongada á manos de sus enemigos losandaluces, extremeños, criollos y castellanos.

Dice sobre aquellas luchas civiles cierto autoranónimo, sacerdote (-1), que fue testigo de la mayorparte de sus accidentes, que «tan tristes sucesos,«conocidos con el nombre de Guerra de los Vicuñas,»se debieron al demasiado poder que en la villa de«Potosí tenían los vizcaínos, contra quienes se con-«juraron aquellas cuatro naciones, y aun se vieron«aborrecidos de todos cuantos habitaban en esta«villa. Hasta los muchachos, haciendo bandos, ma-«taron los que se hacían castellanos ó Vicuñas á«tres délos que se hacían vizcaínos. Y en el pueblo»de Caisa, añade el clérigo candoroso, que no«está lejos de Potosí, parió una perra cuatro per-ril los; el amo púsole á uno por nombre Vucai-»no, al cual, ¡cosa admirable! los tres, siendo de«dos meses todos, lo mataron, mordiéndolo y des-«pedazándolo á bocados.

«Este mismo año de 1618, prosigue el ya c¡-»lado autor, vino á esta villa D. Antonio Gel-«dres, hombre de soberbias y terribles acciones,«enemigo acérrimo de la nación vascongada, el

(1) A quien copia Arranz (le Ursua en el capítulo xxi del !i!>ro VI.

«cual trató amistad con los andaluces, criollos, cas-«tellanos y extremeños, y, haciéndose capitán ó«cabeza de los criollos, dio orden como fuesen des-«truidos todos los vascongados. También el mismo«año fue á Potosí el andaluz D. Luis de Valdivielso,«mozo valiente, aunque inquieto y ruidoso, como se«experimentó á los cuatro dias de su llegada; pues«estando jugando á la pelota con criollos y de«otras naciones, zahirió á un tal Martin de Usúrbil,«vascongado, con ciertas palabras descompuestas«que le dijo sobre el juego, de que resultó que el«Usúrbil dio un golpe con la pala á Valdivielso, el«cual, teniéndose por afrentado, sacó la daga, y sin«duda le quitara la vida á no ponerse de por medio«los que allí estaban; y como el Valdivielso era«amigo de los criollos y portugueses, salieron éstos«á su demanda, y acudiendo al suyo los vizcaínos,«se comenzaron á acuchillar unos á otros con las«dagas y á golpear con las palas, de que salieron«muchos heridos. Apaciguáronlos los desinteresa-«dos, pero quedaron todos los contendientes muy«indignados y esperando ocasión para volver á re-«novar la pelea.»

Enterado D. Francisco Sarmiento, ya desde Lima,de todo lo que en Potosí pasaba, indicó, al tomar po-sesión del corregimiento, su propósito de conciliarlos ánimos; y aprovechando la suspensión en quelos de ol vecindario seguían por lo del cometa y lagranizada, invitó á los prelados de todas las religio-nes para que, fundándose en aquellos fenómenos,predicaran la paz y exhortasen á los moradores dela villa con prudencia y cortesía para que olvidasensus diferencias. Pero aunque todo esto se puso enejecución, nada bastó, porque eran los odios muyprofundos, y porque, según dice el autor del ma-nuscrito que voy siguiendo, «Dios parecía dispuestoá castigar los pecados do aquellos habitantes.»

Lo9 motivos, pues , que hubo para comenzar áser aborrecidos los vascongados en Potosí, segúnaseveración de los trece autores que escribieron so-bre las sediciones y alborotos de los Vicuñas (1), fuela prosperidad en que se vio esta nación, su enso-berbecnniento por esta felicidad, y el marcado des-precio con que miraban á cuantos tenían menosbienes de fortuna. En la riqueza que disfrutaban naempezaron á distinguirse hasta 1601, que llegó áiPotosí el maestre de campo D. Egidio Oxonemum

(!) Están acerdes en que estas sediciones y alborotos jamás fueron

levantamientos contra la Real Corona los siguientes escritores sobre lasi

guerras civiles <!e Potosi: Pedro Méndez, capitán de loa Vicuñas; D. An-

tonio de Acosta; D. Juan Pasquier; Fr . Francisco Xarnmillo.de la urden

de Predicadores el doctor D. José Velazqaez, colegial de San Cristóbal

de la ciudad de la Pinta; el Maestro Pedro de Guillestigue, presbítero,

que escribió en verso; Bartolomé de Dueñas; Juan Sobrino, que hizo la

historia en octavas; el P. Juan de Medina; el K. P . Fr. Antonio Calan-

cha; Juan de Villegas, fjue escribió contra los castellanos; el Sacerdote

anónimo; Arranz do Ursun.

614 REVISTA EUROPEA.—18 DE .HiNIO DE 1 8 7 6 . N/121caballero del hábito de Santiago , quien, á pesar deesta calidad, condujo desde Buenos-Aires, dondedesembarcó, á la villa imperial ropas de Castilla porvalor de un millón de pesos, próximamente, al cui-dado de 32 chapetones vizcaínos (1). Con el pro-ducto de la ropa compró ingenios en la Rivera parasi, y agenció varios oficios de renta y honor parasus chapetones y demás amigos de su nación; ycomo ésta se sabe dar la mano ios unos á los otros,en breve tiempo se hallaron todos igualmente ri-cos; llegando á adquirir á los pocos años tanta pre-ponderancia, que poseían los vascongados más de80 cabezas de ingenios ; se contaban entre ellossobro 160 mercaderes, el que menos con un capi-tal de 500.000 rs.; había, de 12 mercaderes de plata,ocho de esta nación; y de 12 Veinticuatros del ayun-tamiento , cinco eran vascongados, de entre loscuales salían, los más de los años, electos dos Al-caldes ordinarios, atrepellando razones y costum-bres. Vascongados eran también los Alcaldes vee-dores del cerro; 22 de los 38 oficiales que tenía lala Casa de Moneda; seis de los 10 que servían enlas reales Cajas; y en esta proporción entraban enlos demás destinos: de manera que, ricos y con ta-les cargos, estaban los vascongados enseñoreadosde Potosí, no haciendo caso délas otras once nacio-nes, ó sea de los naturales de otras tantas provin-cias de España que en la villa residían, antes bienultrajaban á todos, y singularmente á los criolloshijos de aquellos españoles.

El suceso de Vatdivielso y Usúrbil, referido porel anónimo clérigo, no era más que una de las con-tinuas muestras con que de ordinario manifestabanlos andaluces, criollos, castellanos y extremeñossu desafecto álos vascongados, á quienes no querían

. perdonar aún el castigo que á sus instancias hizo1). Rafael Hortizen las personas de D. Alonso Yañez,del alférez Florez y de los otros presos por los su-cesos de Munay-Pata y Contumarca. Mas si los deestas cuatro naciones no disimulaban su odio, tam-poco los vascongados, por su riqueza ensoberbeci-dos, cejaban en mortificar á estos en toda ocasión;y como todos los motivos y causas iban encadenán-dose, por momentos se agravaban las circunstan-cias y aproximaban la ocasión del rompimiento.

A principios de 1619, dio en atrepellar el poten-tado D. Egidio Oionemun á cierto criollo dueño deuna mina inmediata á otra suya, que explotaba unrico filón de plata, empleando para desposeerletodos los medios, aun los reprobados, sin hacer casodélos requerimientos y reclamaciones del verdaderodueño, que, al verse sin defensa, ardió en arrebatos

( I ) Llamábase chapetón a! visorio en la guerra, á los recién entrados

en las Indias, a quienes no se entendía aún en sus tratos y mudos, y á

los que llegaban en la última flota hasta que venían fn otra algunos, en

quienes parece se traspasaba e! nembre.

de ira, pasando á ser, de hombre pacífico, fieroé irreconciliable enemigo de la nación vascongada.De la misma injusta manera despojaron de supropiedad los poderosos hermanos de Berasáteguial dueño de otra rica mina; siendo tanto el poder delos vascongados, cuando á esto so atrevían, que eneste mismo año lograron echar del asiento de Pi-quisa, próximo á Potosí, álos andaluces, criollos yextremeños que lo tenian.

La soberbia vascongada se hacía cada dia másirritante á los demás españoles residentes en Poto-sí; y ya desacatando la autoridad, cual lo hizo elalférez real Domingo Berasátegui al quebrar la varay atrepellar á un alcalde extremeño (cuya faltaquedó impune), ya insultando públicamente á los es-pañoles delasotras provincias, como sucedió duran-te una función de toros, hostigando á la gente quecon D. Antonio Geldres departía, excitaban másy más los deseos de venganza de que sus contrariosse veían animados. Y en verdad que en el asuntode Geldres de los vascongados partió la provoca-ción. Hallábase éste durante aquella fiesta de torosen un tablado en compañía de algunos andaluces ycriollos, y ciertos vizcaínos, por darles pesadum-bre, arrojaron desde el punto donde se hallabanuna garrocha, que fue á dar, hiriéndole, en la es-palda de un criado de Geldres. Al ver éste y losque con él estaban semejante provocación, se diri-gieron al tablado de los vizcaínos y comenzaron áromper los lazos con que estaba atado; lo cual tra-taron los vascongados de impedir, arremetiendocon sus espadas á los de» Geldres, y trabando conellos una muy reñida pelea, de que resultaron, comosiempre, bastantes heridos de una y de otra parte.

Jamás las contiendas terminaban sin un aplaza-miento, y tanto menudeaban estas, y á un ex-tremo tal habían llegado al empezar el año 1620,«que aun el andar los hombres por las calles eradelito,» según dice, refiriéndose á las demasías delos vascos, uno de los historiadores que las pre-senció.

El referido Geldres, que por su valor y condicio-nes les tuvo muchas veces á raya, llegó á ser elpreferido blanco de las iras vascongadas, de queapónas podía verso libre. Hallábase cierto dia pací-ficamente en una calle, cuando el vizcaíno Martinde Vertondona, abusando de su autoridad de alcaldeordinario, fue á prenderle, y, acosándole, obligó áGeldres á sacar la espada para defenderse, mien-tras buscaba refugio en la casa de un andaluz. Sa-bido esto por los demás andaluces, los castellanos,extremeños y criollos que formaban el mismo ban-do, se unieron á Geldres; juntos fueron á la casadel alcalde para matarlo, y hallándola cerrada, laescalaron, haciendo desde el tejado disparos sobrela gente del patio, hasta que, cayendo muerto el

Z. GOBIERNO DE LOS CORREGIDORES DE POTOSÍ. 615

que creyeron su enemigo, y no era sino un Pedrode Lastra, deudo de la familia, quedaron satisfe-chos de su venganza y se retiraron.

Los actores de esta muerte huyeron de la justi-cia, como era natural; pero habiendo llegado á Po-tosí aquellos dias, procedente de Lima, el Conta-dor de las Cajas Reales Alonso Martínez Pastrana,amigo de Geldres y de Valdivielso, dispensóles pro-tección, permitiendo que á su sombra pasearan lascalles de Potosí; y los vascongados, que, queriendovengar la muerte de Lastra, buscaban ocasión paradeshacerse de Geldres, viendo que no era fácilconseguirlo por la precaución con que éste vivía,ínterin el caso llegaba, contuvieron un tanto lasarmas, aunque con las lenguas al descubierto seherían.

Un acto de injusticia, de los que tanto en Potosíabundaban á la sazón, satisfizo en parte el anhelo delos enemigos de Geldres. Cierta noche, DomingoBerasátegui, que solicitaba á doña Isabel de Men-dia, mujer de D. Sebastian Sánchez de Merlo, queestaba aquellos dias como capitán de leva peleandocon los indios fronterizos, se dirigió a la casa de ladama en ocasión en que D. Antonio Geldres se ha-llaba allí, resguardado por su alférez, quien, al verdesde la puerta aproximarse gente, disparó su arma,cuyo proyectil, en vez de dar e;i Berasátegui, matóá un chapetón vizcaíno que por la calle pasaba. Alentender el alférez que había un hombre muerto,abandono el sitio sin avisar á Geldres, quien, alpresentarse la justicia, fue á salva mano preso yconducido á la cárcel como autor del asesinato.

Teniéndole ya seguro, se movieron los vasconga-dos cual vengativo adversario para que el castigofuese inmediato; y Geldres, para probar su inocen-cia y recusar ciertos testigos falsos, consiguió quele dejaran salir una noche de la cárcel para castigaró determinados vizcaínos. Así lo hizo, y resultandoherido de la sangrienta gresca movida, volvió á suprisión por no comprometer al carcelero; mas com-prendiendo que todo el poder de sus amigos nosería bastante á neutralizar el omnímodo que susenemigos ponían en juego para sacrificarle, acudiócon grandes influencias á Lima, de donde recibió laorden de libertad poco después.

Las guerras civiles de Roma, de Francia, deGranada ni de ningún otro punto, son comparablespor lo crueles é inhumanas con la que presenció enPotosí el historiador de que se trata. Afirma éste, alhablar de los trece historiadores que han escritosobre las civiles guerras de los Vicuñas, que todosestán conformes en los mismos juicios, excepto elR. P. Fray Juan de Medina, autor de la Relación delas guerras civiles del Potosí para el católico Beyde España y de las Indias D. Felipe IV, sobre elcual manifiesta: «Que su paternidad quiere abonar

»á los vascongados con deshonor de las demás na-»ciones; pues dice que la destrucción de los cánta-b r o s , habitadores de esta villa, fue por defender lanReal Corona, y que los Justicias del Reino del Perú«fomentaron a los Vicuñas sus contrarios: cosa por»cierto que por ella merecía el tal volumen ser ani-quilado, de suerte que no quedase ni aun memoria«de él; porque fácilmente se conoce leyéndolo la"demasiada pasión de su autor, y por ella que fue«vizcaíno, aunque su paternidad dice ser de Medina»del Campo, y Bartolomé de Dueñas y Juan Sobrino«(historiadores) aseguran que era de Bilbao, y que«no estando bien recibido en el convento de Potosí,«tuvo que trasladarse á Chuquisaca, donde terminó«su libro por noticias y cartas.» (i)

Verdad es, y cosa muy notable, que á1 los vascon-gados, que al llegar á Potosí se les tenía por hom-bres humildes, y «parecían ángeles en la condición,«la plata los ensoberbecía y los tornaba en demo-«nios,» según expresión del historiador capitánMéndez, cuyas atrocidades omite en detalle Arranz,por no querer faltar á la deconcia.

IV.

Hallándose, pues, los ánimos en este estado deexaltación, fueron elegidos Alcaldes ordinarios áprincipios del año 1621 Francisco Urribayen y San-cho Arrieta, vizcaínos entrambos, quienes, para ven-garse sin duda del alboroto que su elección pro-dujo, empezaron desde luego á prender á cuantosles oran contrarios, quitándoles las armas y multán-dolos con crecidas cantidades. Con esto se amoti-naron los andaluces, criollos, extremeños, castella-nos y gallegos, y como consecuencia natural deaquel proceder y de este desacuerdo, no tardó mu-cho tiempo sin que se sufrieran graves disgustos:que siempre la arbitrariedad gubernativa los pro-duja'fcn todas partes.

El alcalde Francisco Urribayen dio en castigar poruna niñada á cierto mozo, y echando éste á huir en-tró en casa de Pedro do Haro y se escondió en larecámara debajo de la cama de una hija que tenía.El Alcalde entró hasta allí, y por no hallarse pre-sente el dueño de la casa, hizo la hija cerrar lapuerta de la sala, diciendo era aquella mucha vio-lencia y desatención, y que no había de permitirque saliera el mozo de su recámara. Enojado Urri-bayen, abominando de la nación criolla y baldonán-dola, pidió fuego para abrasar la casa por ser de;mestizo; y viendo que la doncella repetía que pri-mero se dejaría quemar que sacar aquel mozo,,mandó romper las puertas, y dio á saco la casa, des-pués de abofetear y sacar arrastrando de los cabe-llos á la doncella y maniatado al mozo. Tal fue el

( t ¡ Arranz <ls ürsna, lihro VII, cap. I.

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enfurecimiento de los criollos y sus amigos al pre-senciar procedimiento tan indigno, que á fieras es-tocadas mataron á cuatro criados del Alcalde, yaprovechándose de la confusión rescatando á lajoven llevándosela por un postigo de la casa.

Hechos de esta naturaleza, de que resultabanmuertes é incendios, sucedíanse con gran frecuen-cia, y muchas veces debían atribuirse las desgra-cias á esos imprudentes alcaldes que sin el menormiramiento ponían la autoridad del cargo á dispo-sición de sus pasiones vulgares. Al poco tiempo deposeer la vara éstos de que se trata, salió de lacárcel el referido D. Antonio Geldres, en ocasiónen que había en Potosí cuatro casas de esgrimadonde aprendían los hombres á matarse. Una deellas, dirigida por el mismo Geldres, era el centrode reunión de los castellanos, criollos, extremeñosy andaluces: en otra aprendían los portugueses,gallegos, manchegos, catalanes y extranjeros; y laque tenía por maestro á Sancho de la Barrieta eraescuela de vascongados, navarros y aragoneses.Raro era el dia que no presenciaba el vecindario dePotosí encuentros sangrientos entre los discípulosde las diferentes escuelas; y contendiendo sobre laque merecía preferencia y seguía mejor sistema deenseñanza, llegó la cuestión hasta el punto de con-certarse un desafio entre doce de los discípulos de(ieldres y doce vascongados amaestrados por Sanchode la Barrieta. Del combate salió muerto Barrieta,y perdió Geldres la capa, que los vascongados cla-varon en la esquina de la plaza con un letrero «enque se declaraba cuya era, y que ninguno la sacasepena de la vida.» Luego que P. Antonio lo supo,fue con sus doce compañeros á recobrarla, y hallán-dola defendida por muchos vascongados, los acome-tió, y consiguió su objeto, después de caer muertoun vizcaíno chapetón.

Quisieran los vascongados al dia siguiente ven-gar la derrota sufrida en la plaza, y en grupo nume-rosísimo salieron á la calle; acometieron á cuan-tos del bando de Geldres encontraron; invadieronlos de ambos bandos las casas de sus adversariospara ejecutar sus venganzas, y se intentó hasta porlos vascongados hacer objeto de su odio á las mu-jeres de los enemigos.

Existía á la sazón en Potosí un P. Pedro AlonsoTrujillo, rector de la Compañía de Jesús, que era elídolo del pueblo por su gran virtud y letras; quien,presenciando las maldades, muertes, rencores yescándalos de los abandalizados, trató de repren-der á los inquietadores que mantenían los bandos.Al efecto les invitó cierto dia á la iglesia á oiruno de sus sermones, en el cual atacó durísima-mente á D. Antonio Geldres; y acabado el sermón,salieron los amigos de éste muy indignados contrael buen padre, diciendo que se hacía de parte de los

vascongados, por lo que aquella noche, llamán-dole á deshora y con disfraz á una casa, le dioD. Antonio tantos golpes con una talega llena dearena, que le dejó por muerto. No sucedió así por elpronto, pues pudo volver al convento, donde murió álos veinte dias; pero sabido el suceso por el pueblode Potosí, fue tanta la indignación que contra Gel-dres levantó, que hasta las mujeres y niños arma-dos iban en su busca para despedazarle, lo cual leobligó á dejar la imperial villa y aun abandonar elPerú temiendo una justicia popular.

Antes de despedirse, creyéndose víctima de su-gestiones de los vascongados, reunió á sus amigosy partidarios en la casa de D. Luis Valdivielso, dondese hallaba escondido, y en una plática que Acostallama testamento, les habló de esta mañera:

«Amigos y señores mios: Ya veis en el paso de«ausencia que estoy; no siento nada sino dejar las»cosas tan en los principios; pero aunque yo falte,«quiero que quede en mi lugar D. Luis Antonio«Valdivielso, hombre de mis propias partes, para«que lleve adelante lo que tenemos determinado,«conviene á saber: que salgan de este Potosí todos«los vizcaínos, si acaso no salieren para la otra«vida. Para esto lo primero ordeno y pido que todas«las naciones estéis unánimes con los criollos para«la destrucción de estos- vizcaínos; ajustado esto,«después habéis de quitar la vida al capitán San«Juan de Urbieta, al capitán Francisco de Oyamune,»al Veinticuatro Pedro de Berasátegui y á su her-«mano, á Sancho de Madariaga, y al capitán San«Juan de Vidaurre; porque habéis de saber que«tienen ya recogidas muchas armas y que quieren«alzarse contra todas las naciones y echaros de«Potosí. Además de esto, después que hayáis qui-ntado y recogido sus armas, no dejéis ninguno con«vida de cuantos no salieren de esta villa, que sean«de esta engreída naaion: sabed también como han«enviado cartas á todos los pueblos del Perú en«que piden que vengan á este Potosí todos los viz-«cainos para hacer su alzamiento; conviene para«esto usar de la prudencia, tener espías secretos, y«conforme vinieren lleven en la cabeza. Además de«esto, si las Justicias, como son Corregidor, Alcal-«des ordinarios y Oidores de Chuquisaca os quieren«apremiar ó hacer otra vejación, no paséis por ello,«sino que pasen ellos por los filos de vuestras es-«padas: si por orden del Virey viniere gente de«guerra contra vosotros, haced fuerte en este Po-«tosí y no rindáis vuestras armas. Además de esto,«ya veis que los vizcaínos tienen usurpada la plata«del Cerro, y los más de ellos son azogueros que«á costa de indios peruanos lo han adquirido: qui-«tadles las pinas, joyas y haciendas, y repártase«todo entre los que ayudaren á la expulsión. Yo«quisiera daros otros muchos consejos que son ne-

N." Z. GOBIERNO DE LOS CORREGIDORES DE POTOSÍ. 6I7

»cesarios y convenientes para esto caso; pero -la«conciencia por la muerte del Rector, que no cn-«tendí sucediese, porque mi ánimo no fuó quitarle«la vida, me apura aprisa á salir de esta vüla. Allá»voy á España; 80.000 pesos llevo para tal camino,<>y pasaré á Roma á que me absuelva Su Santidad.«Vosotros cumplid lo que os he ordenado; no haya«cobardía ni menos caridad; reine la soberbia, el«valor y la crueldad; y con esto quedaos á Dios,«amigos mios: abrazadme, que no nos liemos de«ver más.» (4)

Así se despidió de sus amigos el apasionado donAntonio Gelclres, á quien el siguiente dia acompa-ñaron todos hasta dejarlo en seguro; y con muchaslágrimas de unos y otros partió para el puerto doBuenos-Aires, y de allí á España y á Roma á al-canzar la absolución del Pontífice.

A los pocos dias do la ida de D. Antonio Geldres,murió el maestre de campo I). Egidio Oxonemun,que era el fomento de los vascongados en las re-vueltas de Potosí, y así faltaron á un mismo tiempolos dos hombres más poderosos para mantener ydirigir su respectivo bando.

No faltaba razón á Geldres, cuando aseguró á susparciales que habían sido llamados á Potosí todoslos vascongados del Perú, puesto que la fama de lasguerras atraía allí mucha gente de esta nación, locual tenía bastante inquietos á los del otro bando,que iban fortaleciéndose á la vez que los del capitánD. Francisco Oyanume, que había quedado en lugarde Oxonemun. Tal fuó la inquietud de los criollos,extremeños, andaluces y castellanos por las nuevasamenazadoras esparcidas por el elemento vascon-gado, que, según dicen aquellos historiadores, to-dos acudían á buscar armas. «Cuál sobrecosía un«coleto y componía una cota; cuál, por no quedarse«sin arcabuz ó sin escopeta, no reparaba en e¡ pre-«cio excesivo que le pedían: veíase á la loca juven-»tud afilar espadas, aguzar puñales, limpiar allan-t e s , prevenir rodelas, asegurar broqueles y reunir«mil trazas de armas para defenderse y ofender.«

Ni la primera autoridad, ni las justicias, ni reli-giones,admiradas de las cosas que oían, fueron partoá remediar el desasosiego público, expresado confrecuencia por llantos de mujeres y gritos de niños.Algunas pendencias, que ocasionaron lamentablesdesgracias, como la del capitán Juan de Iranieta,ocurrieron durante todo el año de 1621; perocuando más se desbordaron las pasiones fuó enEnero de 1622, durante la elección de Alcaldes.«Hubo con tal motivo, dice Arranz de Ursua, gran-«des debates entre los Veinticuatros, porque los que»eran vascongados querían fuesen de su nación los«Alcaldes, y lo mismo las otras naciones, porque

«como (Potosí) es común patria, todos cuantos á«ella vienen pretenden, aunque sean extranjeros, el«mandarla y obtener los mejores puestos.»

En aquel mes de Enero, pues, se pusieron en in-teligencia los castellanos, criollos, andaluces y ex •tremeflos, y determinaron desechar de sí la suje-ción en que ya casi les tenían los vascongados.Reuniéronse al efecto en casa del referido contadorAlonso Martínez Pastrana, quien convidó á un ban-quete á los principales del bando, entre ellos á losVélaseos (Francisco y Cristóbal), á I). Luis AntonioVaklivielso, D. Antonio Sorez de Ulloa, Nuñcz deAnaya, Villafuerte, I). Luis Gutiérrez y su hijo, Alon-so de Avila, y á D. Lorenzo Remon; en cuya juntaacordaron, en primer término, proveerse de armas,y para ello que aprontaren lo? fondos necesarioslas personas más acomodadas. Señaláronse á cadauna de 6 á 10.000 pesos de á ocho hasta juntar lacantidad de 74.000, y se destinaron desde luego20.000 pesos para que los comisionados elegidosrecorrieran todo el Perú y fuesen comprando mos-quetes, arcabuces, escopetas, trabucos, pistolas j 'pistoletes, alfanjes, rodelas, broqueles, cotas demalla, coletos y jubones fuertes, y recogieran cuan-los caballos pudiesen.

Durante estos preparativos del bando castellano,se anunció el levantamiento de los vizcaínos paraechar do Potosí á las demás naciones; por lo cualaquellos celebraron otra junta á mediados de Junio,en la misma casa de Pastrana, y acordaron la muertedel capitán San Juan de Urbieta, vascongado muypoderoso que, como cabeza de los de su nación ysucesor del maestre de campo Oxonemun, manteníaviva la excitación de los bandos (1). Ejecutadaaquella flora venganza y vengada también la muertedel caudillo vasco con muchos asesinatos y justi-cias, en las que la influencia vascongada arrastróá las autoridades á una excesiva crueldad, celebró-se tercera reunión en casa de Pastrana, para acabarde conformar las voluntades de los castellanos ydeterminar la última resolución ó rompimiento conlos vascongados. Allí se nombró el cuadro de capi-tanes para más de 200 soldados que tenían alista-dos, dejando de proveer el cargo de caudillo ó jefeprincipal, á fin de evitar desacuerdos entre los aban-dalizados de las distintas procedencias. Allí tam-bién, imitando á los vascos, que al reunirse en cua-drillas para asesinar á sus adversarios adoptaron elnombre de Tosino, y la divisa para conocerse, pa-ñuelos blancos por toquillas (como recientementelas boinas blancas), acordaron los coligados que to-dos se llamasen en lo sucesivo castellanos, y usarsombreros de lana de Vicuña y cintas nácares ó na-caradas por divisa; por cuyos sombreros se llama-

(1) Arraní, libro Vil capitulo II.

fÜMO Vil .

(1) Véasfi en la nota Vi.—Manir de Juan Urbielti

47

<; 1 8 REVISTA EUROPEA.-—18 DE JUNIO DE 1 8 7 6 . N.° 121

ron VICUSAS los del bando compuesto principalmentede castellanos, criollos, extremeños y andaluces,con algunos gallegos y portugueses. Y allí, por fin,se tomaron todas las disposiciones para la lucha,determinando cuanto se había de ejecutar en dañode los vascongados. Aquella reunión, celebrada enJunio de 1622, debe tenerse por principio de la me-morable, por lo sangrienta, Guerra de los Vicuñas.

V.

Resuellos asi los castellanos ó Vicuñas al rompi-miento público con los vascongados, se reunieronpoco más de doscientos hombres en casa del capitán0. Diego de Zambrana un martes del siguiente mesde Julio, y se lanzaron en escuadrón á las calles,que recorrieron disparando los arcabuces, al gritode ¡Viva el Rey! ¡mueran los vizcaínos! contra lastiendas de éstos, que no estaban cerradas. Enteradoel corregidor D. Francisco Sarmiento de lo queocurría y de que se contaban ya doce muertos vas-congados, fue en busca de los Vicuñas, que en elMatadero de las vacas habían hecho su fuerte,donde le recibieron con la misma exclamación y senegaron á retirarse, como les mandaba, diciéndolesuno de los capitanes á él y á las demás autoridadesi[iic le seguían, después de hacer una raya en elsuelo con la lanza: «Vuesas mercedes se han de ser-•>vir de no pasar de esta raya, porque estamos re-sueltos á no recibir ningún daño de la justicia;«pues pudiendo remediar con tiempo lo que nos han»he<:ho nuestros contrarios, lo han dejado hasta que»se experimenten estas y otras resoluciones.»

Temiendo el Corregidor no le matasen, se retiróde allí, y entonces el P. Ginés de Dueñas, guardiándel convento de San Francisco, temiendo también¡a ruina de la villa, y revistiéndose de más valor yautoridad que el débil Sarmiento, se encargó de so-segar á los Vicuñas, presentándose al efecto contoda la comunidad en el Matadero para acordar lasproposiciones que aquellos impusieran. Dispuestoslos castellanos á una avenencia, manifestaron con-tentarse: «1.", dándose por satisfechos los unos y»los otros (vascongados y vicuñas) con las muertes«sucedidas; 2.°, determinando que no fuesen ellos«desarmados, porque no les hiciesen algún daño,«así las Justicias como sus contrarios; y 3.°, dispo-«niéndose que el almacén de armas que tenían los«vascongados • en" casa del capitán Francisco de«Oyanume se llevase á las Reales cajas.» Compro-metiéndose el guardián á obtener del Corregidorque aceptase estos capítulos, consiguió que leacompañaran los Vicuñas al convento y se instala-sen allí, mientras la autoridad resolvía.

Por prudente tuvo Sarmiento acceder á todo, yel P. dueñas, que quería reconciliarles por com-pleto, llamó al capitán Francisco de Oyanume para

tratar las paces en nombre de sus vizcaínos, que seharían estrechándole la mano cada uno de los Vicu-ñas en señal de amistad, que él aceptaría como re-presentante de toda la nación vascongada. Así sohizo, y deshaciéndose el escuadrón de Vicuñas seretiraron éstos á las casas de sus capitanes; mas aldia siguiente, libres los vascongados del peligro yaconjurado, y hallándose en la plaza con el Corregi-dor, los Berasátegui y Oyanume, dijo éste «que él«por sí había dado la mano para las amistades, pero»que no sabía la voluntad de cada uno de sus na-«ciones, y que, por tanto, los agraviados estaban«con ánimo de tomar satisfacción.» Grandementeirritó esto, como no podía monos de suceder, á loscastellanos de sentimientos caballerosos, que, trasréplicas y provocaciones por una y otra parte, saca-ron las espadas, diciendo al Corregidor «que se'«apartase de allí, que habían de matar á Oyanume,»lo cual hubiesen verificado, sin duda, á no presen-tarse el Guardian, que por la plaza pasaba, y pudootra vez evitar derramamiento de sangre.

Desde aquel momento llegó el Corregidor á com-prender que era imposible la conciliación entre losdos bandos, y que el mejor camino para conse-guir las paces se había perdido por la imprudencia,si no mala fe, de los vascongados; as! como todoscomprendieron que sólo con la completa destruc-ción de una de ambas parcialidades tendrían finaquellos inextinguibles rencores. En efecto, nohubo desatino que de allí en adelante no se come-tiese por unos y por otros: juntos ó reunidos, secorrían, se herían, se mataban, sin que las Justiciaspudieran evitarlo; y en cuadrillas y en escuadronesnumerosos asediaban las casas, tomábanlas porasalto, y dentro de ellas reñían sangrientos comba-tes. Para organizados, juntáronse por cuarta vezlos Vicuñas en la casa de Pastrana á principios deAgosto, y lo mismo hicieron el dia 6 Podro de Be-rasátegui, primo del alférez real Domingo Berasáte-gui, enfermo todavía de unas heridas que recibiórecientemente, el capitán Oyanume y otros princi-pales, que resolvieron reunir seguidamente á lossuyos,.de los cuales acuartelaron sin perder tiempoS00 hombres en la casa-ingenio del dicho Oyanume,para hacer la guerra á los Vicuñas. Estos, al saberlo,fueron allá, y en el asalto de la casa estuvierondesde las ocho de la mañana á las dos de la tarde,en que les anunciaron la fuga de Oyanume. Cor-rieron en su busca á Tarapaya, donde les dijeronhaberse dirigido, y no hallándole ni á ninguno de losque le acompañaban, regresaron furiosos á Potosí.

Viendo los vascongados el descaro con que loscastellanos ó Vicuñas les acometían en sus casascon escuadrones formados, dice Ursúa que determi-naron ganar ó perderse de una vez en una batalla;y para su buen efecto, después que el capitán Oya-

N.° z.- -ÜOBIERNO DE LOS CORREGIDORES DE POTOSÍ. 619

nume regresó de Tarapaya, donde estuvo dos dias,recogieron sus armas, gentes y caballos, y publica-ron la guerra de poder á poder con los Vicuñas,quienes, al saberlo, se previnieron de todo lo nece-sario. La siguiente carta, escrita en aquella ocasiónpor el capitán Oyanume al contador D. Sebastiande Guaicolea, vizcaíno, á Chuquisaca, dice cuálera el ánimo y cuánta la fuerza del bando vas-congado:

«En este estado, decía Oyanume á Guaicolea, so«hallan las cosas de Potosi, y ha llegado á tanto,«que en el dia de mañana, que será viernes, se aca-«bará de una vez de perder todo en una batalla que«de poder á poder nos habemos de dar con nuestros«enemigos. Háonos dicho que tienen cien caballos,«y sus infantes llegarán á trescientos, y entendemos«serán más, pues por momentos les acuden muchos«mestizos de los contornos. Nuestra hueste se corn-«pone de cien caballos y sesenta paisanos entre vie-«jos y mozos, cuarenta navarros, más ochenta crio-«llos del nuevo Reino, Quito, Lima y otras partes«lejanas, hijos de nuestros paisanos, más nuestro«amigo Jorge el francés, nos ha servido á su costa«con sesenta hombres Catalanes, Roncaleses y otros•«extranjeros. Mandragon nos envió del Tucarnan«cincuenta hombres entre paisanos y do otras tier-«ras, á cargo de SancMllo su hijo, y nos envió veinte«caballos buenos: de las Chichas y Tarija nos acu-«dieron con quince caballos y veinte hombres de«otras naciones. Tenemos más de cien esclavos que«tambiénloshemos armado; y en suma, pasan de qui-«nientos, con los cuales habemos de entrar en bata-«lla el día de mañana: de estos quinientos hombres,«son los ochenta de á caballo, que más no habemos«hallado. Ya sabes como todo esto pueblo me que-rría mucho; con estos alborotos habernos perdido«esa queroncion; aunque con todo eso me estiman«muchos azogueros y otros del pueblo, y me han«ofrecido ayudarme so capa de sus paisanos. Enco-«miéndanos á Dios y á la Virgen Santa María para«que nos ayude contra nuestros enemigos. Las«amistades de que te escribí el otro dia fueronalomadas á rotura, porque queremos vengar tantos^agravios.»

De trescientos á cuatrocientos serían los Vicuñasque, en medio del alboroto del vecindario, andabanpreviniéndose para reñir la batalla del viernes 9 deAgosto, en tanto que el Corregidor Sarmiento,«viendo que ni amenazas ni ruegos habían sido bas-«tantes á detener aquella endiablada resolución»,salía de la villa con la mayor parto del gremio deazogueros, oficiales Reales y otros ministros leales,temiendo no le sucediese algún trabajo. Fuóronse áTarapaya, dejando pagados y prevenidos cuatro-cientos soldados para defensa do las Reales Cajas yde sus casas, aunque muy ocultos «para no se ver

«obligados á dar ayuda á la una ó á la otra parte.»¡Raro modo por cierto de mirar por el prestigio delprincipio de autoridad! Y libros así los dos bandosde los obstáculos que la presencia del Corregidorpudiera oponer á la realización de su absurdo pro-pósito, sin miramiento á nada ni á nadie, se lanza-ron al campo de la lucha

Los vascongados, que estaban reunidos en el in-genio y casas del capitán Francisco de Oyanume,salieron en escuadrón á las siete, de la noche del fide Agosto, y muy callados para no ser oidos de losVicuñas, so dirigieron y entraron en el cercado óplaza de Guaina, situada al pió del cerrillo llamadoGuaina Polosí ó Potosí el Mozo, en cuyas casas soalojaron. Sabido esto por los Vicuñas, que ya detodo estaban prevenidos, aquella misma noche sepusieron también en orden, y dos horas antes, deldia se hallaron con su escuadrón distantes de Quili-na una carrera de caballo; temiendo siempre que siles daban más tiempo á sus contrarios se fortalece-rían en aquel sitio.

Al punto que amaneció el dia 9 hicieron alardelos vascongados con gran ruido de cajas, trompotas y clarines, á lo que respondieron los Vicuñascon sólo el estruendo de su arcabucería, y luegoso retiraron hasta salir do una cañada donde esta-ban, y so tendieron, en una ladera muy pedregosa,en forma do media luna. Hecha esta evolución, en-viaron á decir los capitanes Vicuñas 1). FernandoBermudez Moreyra, castellano viejo, y I). FranciscoCastillo, criollo, al caudillo vascongado FranciscoOyanume, «que le esperaban para la batalla, con«ánimo de que, si no viniese dentro de una hora,

¡ «ellos le irían á buscar á su rinconada.» La respues-ta fue salir Oyanumo por dolante de su campo en unpoderoso caballo luciendo su gallardía y gentileza,en k riquísima armadura que vestía, «más propiapara el regocijo de una plaza quo para escaramuzasangrienta», según dice el historiador Pedro Mén-dez, capitán vicuña, al referir detalladamente aque-lla horrenda batalla.

Principió ésta á las diez de aquella mañana,cuando moviendo los Vicuñas su campo se pusieroná tiro de arcabuz de los vascongados, y algo des-pués de haberse hablado los capitanes por boca dolos ayudantes, que iban do un campo á otro conánimo de ajustar medios de paz, que no pudo con-seguirse por lo que cada uno pedía. Viendo enton-ces que todo era perder tiempo, mandó Oyanum.etocar los clarines, á pesar do favorecerle poco elterreno donde los suyos se habían de mover; y losVicuñas, quo entendieron la seña, arremetieron losprimeros, empozando por ol cuerno derecho de liamedia luna en que estaba formado su ejército;embistiendo luego ambas caballerías de tul manera,«que jamás se vio en Potosí ni en Lodo el Perú en-

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«cuentro ni braveza semejante, porque de una y«otra parto peleaba el valor y la nobleza.»

¡Cuántos actos de heroísmo dignos de mejor causaallí se presenciaron, y cuánta sangre española severtió inútilmente en holocausto de las ciegas pa-siones!

Heridos ya casi todos los caudillos y capitanes, yconvertida á poco la batalla en combates singula-res, pronto la confusión entró en los dos campos,lo cual visto desde un altillo por Oyanume, sin pa-rarse á mirar que los Vicuñas llevaban en aquelmomento la peor parte, mandó tocar á recoger átoda prisa, y los suyos, con tal precipitación y des-orden se retiraron para ganar la plaza de Guaina,que «la puertecilla del arroyo que por allí pasa se«cayó con la mucha gente que le cruzaba,« ma-tando dos soldados las piedras y los caballos, yocurriendo además muchas otras desgracias entrelos vascongados, al entrar en tropel por las puertasde la plaza para librarse de la persecución de losVicuñas. Al ver éstos cerradas las puertas de lacerca, rodearon las casas, disparando arcabuzazospor resquicios y troneras; y derribando un graniienzo de tapia, por el boquete penetraron en laplaza, donde se trabó otra batalla aún más san-grienta que la pasada, porque lo reducido del sitiosólo les permitía pelear con arma blanca, como es-padas, puñales y picas; y en tan gran confusión ygritería, cual jamás se vio otra semejante, se acu-chillaban despiadadamente. Una copiosa nevada,que comenzó á caer á eso de las tres de la tarde,impidió por fortuna continuar el sangriento com-bate; y retirándose los Vicuñas á la parroquia deSan Francisco el Chico, y metiéndose los vasconga-dos en los aposentos y capilla de las casas der.uaina, acabó la matanza de aquel dia, en la que alreconocer los combatientes sus filas hallaron tenerciento treinta muertos los Vicuñas y ciento seislos vascongados, pasando de doscientos los heridosde una y otra parte.

Cuatro dias después de la batalla salieron de laplaza de Guaina los vascongados y bajaron á fortifi-carse al ingenio y casa del capitán Francisco deOyanume, cuando ya el corregidor D. FranciscoSarmiento, creyendo que tras de aquella sangrientahecatombe disminuiría la saña de los bandos, ytraería el orden ol cansancio de los combatientes,había regresado á la villa, donde trató de enmendarsus pasadas torpezas procurando.influir con loscaudillos para que tuvieran fin aquellas escenas.Pero nada consiguió, pues era demasiado ya el des-bordamiento de las pasiones para contenerse condique tan frágil y palabra tan desautorizada comola de aquel Corregidor. Pocos dias habían pasado,cuando ya Sarmiento tuvo que acudir á calmar unalboroto promovido dentro de la población, en el

que le mataron de un balazo la muía que montaba,y hubo de retirarse precipitadamente para salvar lavida; y obligado por este y otros accidentes á deci-dirse por algún bando para facilitar con el apoyo desus soldados el triunfo sobre el contrario, reunió ásus órdenes todos los ministros de justicia y veci-nos desinteresados, y con ellos se presentó ante elcapitán Oyanume para echarle en cara su apasiona-miento, atribuirle la responsabilidad de los alboro-tos del pueblo y reclamarle la entrega de todas lasarmas que en su casa tenia.

«Desde esta ocasión, dicen los historiadores de«Potosí, se mostró el Corregidor muy contrario á«los vascongados; pues viendo Oyanume su resolu-«cion, quiso sosegarle dicióndole: que él no tenía«ningunas armas juntas; que cada cual venia con«las suyas. Pero el Corregidor hizo derribar las«puertas de un almacén, de donde sacaron S00 ar-«cabuces, ocho banderas y cuatro cajas de guerra;«y muy indignado contra Oyanume, lo quiso llevar«preso. Disculpóse diciendo que aquellas armas las«tenía para defensa de su casa y nación, y no para.'levantarse como decían; pero si no hacía lo mismo«con los castellanos, que de todo haría información«al Rey: á lo que respondió el Corregidor, que los«castellanos no tenían tan gran número de armas«almacenadas como él, y que si los vizcaínos no hu-«bieran motivado los bandos, no se viera alborotada«la villa. Y diciendo estas y otras razones más dos-«compuestas, hizo sacar y llevar á las Reales Cajas«todas las armas que halló en su poder; por lo cual«dijo Oyanume y ios de su bando que el Corregidor«era cabeza de los Vieuaas. Mas no por esta dili-»gencia cesaron las guerras, pues cada hombre vas-«congado tenía sus armas de fuego y acero: conti-«nuábanse las pendencias, encuentros, heridas y«muertes de tal suerte, que no so pasaba dia en que»no se experimentasen estos alborotos y varias lás-«timas que no es posible especificar.»

Los trastornos siguieron, á pesar do haber man-dado pregonar el Corregidor la pragmática realcontra las pistolas, y ni cesaron por presentarse enla rica villa el Presidente de la Audiencia do Chuqui-saca, D. Diego de Portugal, para remediarlos y cas-tigar á los culpables; pues tampoco pudo salir consu intento. ¿Ni cómo, cuando cuadrillas facciosasiban en busca de los caudillos de sus adversariospara asesinarles, y cuando ni el Corregidor ni lasjusticias servían para dispersar aquellos grupos, nisiquera autoridad tenían para prender á nadie? Másde una vez trataron las autoridades de introducirdivisiones y desconfianzas en las huestes para debi-litarlas y lanzar luego contra ellas las gentes neu-trales que hasta entonces habían permanecido tran-quilas, y también este medio resultó ineficaz.

Un dia prendieron fuego los Vicuñas á la casa del

N.M21 .1. SAND. MARIANA. 621

capitán Oyanume para abrasar los 200 vasconga-dos que dentro les esperaban; acudió el Corregidorá apagar el incendio, y al ver salir de los aposentosá los partidarios de Oyanume con arcabuces en lasmanos, se indignó de tal manera contra ellos, car-gándoles toda la culpa en los daños que experimen-taba la villa, que hasta les dijo «estar bien hecho«que los castellanos arruinasen á los vascongados,«pues en los principios no habían admitido la paz«que por medio de los buenos se les había ofre-«cido.» (1)

'i:...(Concluirá.)

MARIANA.(Conclusión ) •

xx.La aparición de Mariana y de la sonora Andrés

puso fin á este diálogo. Pedro declaró á su ahijadoque, habiendo estado excluido tanto tiempo de susantuario, no lo conocía, y deseaba ver los cambiosque había operado en él.

—No encontrareis ninguna variación,—contestóla joven;—mi padre amaba con pasión á su jai-din,que había sido plantado y creado por él mismo, yno he querido destruir nada; además, los colonostienen derecho á una parte en las legumbres, liltiempo se ha encargado de matar muchos arboles,y las heladas se han llevado muchos arbustos. Laparte baja del jardín ha permanecido completamen-te silvestre, y por cierto que no lo siento.

—Deseo ver ese sitio,—dijo Pedro;—recuerdo queera muy húmedo, y ya prodije á tu padre que losárboles de sombra ó de adorno no arraigarían allí.

—Pues id á verlo, padrino,—contestó Mariana;—la humedad que hay allí no le sentaría bien á vues-tra madre.

Pedro se dirigió hacia el sitio indicado y quedósorprendido. Mariana había dejado á la naturalezaobrar por sí sola en aquel terreno, y se había for-mado una especie de bosquecillo natural y bas-tante extraño. La yerba ora alta y crecida en al-gunos sitios, corta y espesa en otros, según loscaprichos de los hilos do agua que atravesaban elterreno destacándose del arroyo para volver á éldespués do un perezoso rodeo por las aberturas delsuelo.

La tierra negra y mezclada de fina arena, era es-pecialmente favorable á la llora del país, y todas las

(1) Olira (lo Arranz (IcÜrsiin, capitulo vi;, del libro VII.

" Véanse los numeres 110, 1 17 y 120, pig». 425, 462 y S79.

plantas rústicas parecía que se habían dado cita.No había sendero alguno ni hacía falta, pues pa-

recía que nadie transitaba por aquel sitio, y parecíala verdad, pues ni los colonos ni el ganado entra-ban en aquella especie de laberinto natural; sóloMariana vagaba muchas veces por aquel terreno,pero sus plantas no dejaban huellas en la yerba.

—¡Oh! Mariana ama la naturaleza,—se decía Pe-dro con cierto júbilo;—la comprende y la sientecomo yo... Sin embargo, nunca lo ha dicho ni hablade ello; así es que, por mi parte, no lo sospechaba.

—Ya veis, padrino,—le dijolajóven, apareciendodo repente á sus espaldas,—que rio soy buena jardi-nera y que vos no cambiaríais vuestro jardín nueve-cito, á pesar de que lo encontráis demasiado joven,por este viejo pantano abandonado.

—Este viejo pantano sería un paraíso para mi. ¿Sa-bes que un botánico podría hacer, sin salir de aquí,un herbario completo de la flora del país? Te asegu-ro que me ha sorprendido, porque veo aquí espe-cies muy raras que á veces he tenido que ir i bus-car muy lejos.

—Si, mirad esta elódea; la vi en las canteras deCrevant, y traje un poco de semilla, que arrojé ahíy ha prendido admirablemente.

—¡Ah! ¿has estado alguna vez en las canteras deCrevant?

—Sí, con bastante frecuencia; es un jardín natu-ral muy rico. . de allí traje también este lindo ja-cinto blanco.

—No es un jacinto, sino un monianto, mucho másbello y raro.

—Yo no sé los nombres de las plantas, padrino,pero conozco bien su figura y su olor. Siempre queme pasco recojo granos, semillas, cebollas de plan-las, y todo lo traigo aquí, donde todo prendo bien.

-^Uiora comprendo lo que veo; este pequeñoedén os ob-a tuya...

—En parte; pero no hablo do haber reunido aquítodas estas plantas, porque me tendrían por loca.

—Hubieras podido decírmelo á mí, que tengo lamisma manía.

—¡Oh! vos sois un sabio, y es natural que tengáisafición á todo esto; pero yo, que no sé nada, notengo excusa.

—¿Tienes necesidad de excusa para amar las floi-res? ¡Ah! Mariana, es tanto más meritorio por tu par-le, cuanto que tío sabes los secretos de su bellezai.Si tú las examinaras atentamente...

—¡Oh! si no es más que eso, ya las examino, ysin saber una palabra de ciencia, podría decirossus relaciones y sus diferencias. ¡Son tan hermosasy tan variadas! Yo admiro todavía más las lindas yextrañas llores que tenéis en vuestro jardín; peroprefiero estas; las flores silvestres son más de migusto y están á mi alcance.

622 REVISTA EUROPEA. 1 8 DE JUNIO DE 1 8 7 6 . N.0 121

—¡Tú las examinas en tus paseos! Yo creía que túno veías nada, que hacías correr á tu caballo sólopor el placer de sentirle llevada de prisa, que tegustaba el campo por su libre espacio y el movi-miento por si mismo...

—¡Ah! os ciertamente un gran placer ir muy deprisa, hendir el viento y correr como una liebre;pero vale mucho más examinarlo todo, yendo alpaso, y detenerse cuando algo llama la atención.Me gusta lo uno y lo otro, lo que conozco y lo queno conozco. Yo quisiera no aprender nada y saberlotodo... 6 mejor, quisiera saberlo todo para olvidarloy volverlo á saber cuando quisiera, porque sientoun gran placer cuando trato de adivinar algo, y eseplacer no lo sentina si siempre hubiese de saber-lo todo.

—Permanece siendo lo que eres, Mariana; ya veoque eres una de esas naturalezas que poseen la ver-dad sin tener necesidad de demostración. Ahora,dime, puesto que parece estás dispuesta hoy á dartea conocer como eres...

—Ya basta, padrino. Temo que vuestra madre seaburra... volvamos á su lado.

XXI.

—¿Quieres tomar mi brazo?—le dijo Pedro aban-donando consentimiento el florido oasis donde, porla primera vez, había empezado Mariana á revelar elsecreto de sus solitarios ensueños.

—No pueden andar por aquí dos personas defrente,—contestó Mariana.—Es un paseo para unapersona sola.

—Pero tú no estarás aquí siempre sola; yo creoque pronto tendrás que hacer aquí una calle.

—Vamos más de prisa,—dijo Mariana.—Mirad áíl. Gaucher que nos busca... no quiero que entreen mi reservado.

Y la joven echó á corer en dirección á la casa.—Gracias, Mariana,—le decía Pedro en el fondo

de su corazón.l'ero la especio de embriaguez en que quedó su-

mido se disipó en breve cuando vio á Mariana acep-tar el brazo que Felipe le ofrecía para reunirse á laseñora Andrés. Pedro hubiese querido que ella lorehusara.

Mariana no había querido presentarse como unapaleta delante de Gaucher, y había cuidado bas-tante su traje y su tocado. Un traje de muselina delana, color de manteca, le sentaba admirablemente,y mucho más con un fichú y unas mangas de tul quesuavizaban el tono de su color propio, y sombreabansu cuello y brazos con preciosos y nacarados mati-ces. En sus cabellos no llevaba más que una rosaamarilla, matizada de encarnado; pero su corta yespesa cabellera estaba rizada con más cuidado queile ordinario. Estaba muy bien calzada, y su pié, que

casi siempre ocultaba en gruesos botines y á vecesen vulgares zuecos, eran diminutos hasta la exa-geración. Gaucher la examinaba con una atrevidacuriosidad, que no parecía disgustar á la joven. Mi-raba su pié, su mano, su talle con aire de inteligenteque desea se note su satisfacción. Así es que no semordió la lengua para decir á la joven que estabaadmirable con aquel traje, y que su talle era unapalmera balanceada por la brisa.

—¡Mi talle una palmera!—exclamó alegrementeMariana.—Vamos, será una palmera enana, un cha-marops, ¿verdad, padrino?

—Veo que sois una sabia,—exclamó Felipe consencillez.

—No, señor, nada de eso. El Sr. Andrés tieneuna palmera enana en una estufa, y recuerdo elnombre que tiene en una tarjeta al pié.

—Pero os gustan las flores, porque veo que te-neis muchos jarrones para ponerlas.

—Sí, pero me gustan más en el campo que en mihabitación. Que hoy las tenga aquí no significanada, porque no tengo el placer de recibir con fre-cuencia á la señora Andrés, y como los antiguosofrecían víctimas á sus dioses protectores, así yosacrifico hermosas plantas á mi buena amiga.

—No veo aquí ni siquiera una hoja de madresel-va,—exclamó Felipe, que había seguido á Marianaal salón donde descansaba la madre de Andrés.

— Es verdad; y Suzon podía haberme dado untrozo de su ramo, si no le hubiese tirado al suelo,poniéndole en lamentable estado y concluyendo porcomérsele, á excepción de la tarjeta, que no le llamóla atención, sin duda por no saber leer.

—¿Reís, Sr. Andrés?—exclamó Felipe.—Sin em-bargo, he conseguido mi objeto.

—¿Teníais un objeto?—preguntó Mariana.—Si, quería haceros saber que había pensado en

vos desde antes de amanecer.—¿Y qué es lo que habéis pensado de mí tan

temprano?—¿Queréis que os lo diga?—Puesto que lo pregunto... es claro.—Pero delante de testigos...—No me habéis dicho en secreto que habíais

pensado en mí, y por lo tanto no veo la convenien-cia de empezar en alta voz una conversación que nopuede continuarse de la misma manera. Para esomás vale no decir nada.

—En otros términos, yo hubiera hecho mejor encallar, ¿no es eso?

—Yo no estoy en el caso de dirigiros censuras;pero deseo saber lo que pensabais de mí esta ma-ñana. Debe haber sido cosa muy agradable, puestoque habéis hecho la corte á Suzon.

—Pensaba que sois un tipo de gracia y de encantocapaz de volver loco á cualquiera.

N.° 121 J . SAND. MARIANA. 623

—Gracias, caballero; hacéis la limosna de un cum-plimiento con una tranquilidad de soberano. ¿Ten-dré que haceros la reverencia?

—Si queréis...—Pues aquí la tenéis, caballero,—contestó Ma-

riana haciendo una reverencia académica, burlona,pero llena de gallardía.

Pedro la miraba estupefacto. No sospechaba si-quiera que la joven pudiera ser animada y coquetahasta aquel punto. Felipe, animado á su vez, se pusoá hacerle la corte, encantado de sufrir las burlasde la joven y pensando, como hubiera pensado cual-quier otro, que ella sentía placer al enamorarle.

XXII.

Sirvióse la comida bajo los pámpanos y los jazmi-nes, cuyas extensas guirnaldas caian sobre los con-vidados. La mesa estaba elegantemente puesta conporcelanas antiguas, entonces de gran valor y hoyriquísimas, cuyos alegres colores se destacaban so-bre un fondo azulado que alegraba la vista. Marianahabía sacado á luz servicios de cristalería de Ne-vers que sus padres no usaban, porque entonces nose estimaban las antiguallas, pero dignos de la ad-miración de un artista. Felipe lo era bastante parasaber apreciar al menos la rareza de aquellos lin-dos utensilios, y no dejó escapar ninguna ocasiónde elogiar el conjunto y los detalles del servicio.Comió con gran apetito, porque Mariquita, dirigidapor Mariana, era una excelente cocinera, y los man-jares más sencillos se convertían en platos delica-dos al salir de sus manos. Había algunas botellas deexcelentes vinos en la bodega del padre de Mariana,y ésta no las economizó. En suma, la joven empleóen la comida tanta coquetería, por lo menos, comohabía puesto en su persona y en sus maneras. Felipe,que.no creía de ningún modo que su convite fueseinesperado, juzgaba que todo aquel lujo se habíadesplegado por él y que no habría de tomarse mu-cho trabajo para dar el asalto definitivo al corazóny al dote de la señorita del campo.

Si no exaltado por los vapores del vino, el jovenartista estaba por lo menos alegre cuando llegaronlos postres. Pedro, queriendo contenerle por la crí-tica y la contradicción, no hacía más que excitarle;y la señora Andrés, esperando hacerle ridículo, letrataba irónicamente. Mariana le provocaba á laconfianza y á la expansión con una delicadeza quepodía muy bien parecer un estímulo, y tanto le pa-reció así al joven, que al levantarse de la mesa ydespués de mil galanterías y lisonjas, unas finas ydelicadas, y otras de evidente mal gusto, Felipe seapoderó del brazo de Mariana, diciendo que queríaver los bueyes y los carneros, porque un paisajistaapreciaba más al ganado que un agricultor.

—Ya lo creo, — contestó Mariana retirando su

brazo;—vos tenéis la pretensión de apreciarlo todomejor que nosotros en el campo y en la ciudad,porque sois artista de profesión; y, sin embargo, eloficio os engaña, porque np veis nada.

Felipe se echó a reir.—Veis demasiado, —continuó la joven,—y veis

mal; queréis traducir cosas que no se traducen. Labelleza es como Dios, lo es por sí misma y no gananada en ser elogiada por himnos y cánticos. Por elcontrario, las palabras, los cantos, las pinturas,todo lo que se inventa para embellecer la verdad,no sirve más que para disminuir el sentimiento quese experimenta cuando se contempla sin preocu-parse de la manera de expresarla.

—¿Qué es esto?—exclamó Felipe.—¿Sois anti-aríista? ¡Oh!... eso en vos sienta tan mal como unaoruga en una rosa.

—No sabéis lo que decís,—replicó vivamenteMariana;—una oruga no está mal sobre una rosa,porque precisamente las que viven sobre nuestrosrosales son finas y de un verde muy delicado. Vosno habéis examinado una oruga, señor pintor. Lashay que son bellísimas, y no conozco ninguna fea.¿Cómo queréis examinar mis bueyes si no habéissabido mirar una oruga?

—¡Ah! ¿Habéis sido vos,—preguntó Felipe á An-drés,—vos, naturalista, quien ha persuadido á estaseñorita de que el arte mata el sentimiento de lanaturaleza? Os diré, pues, que le habéis enseñadouna linda paradoja.

—Eso se presenta, en efecto, como una paradojaen vuestra discusión,— contestó Andrés,—y vuestrapretensión no es menos paradógica que la de Ma-riana. Creo que, planteando mejor la cuestión, sepodría discutir.

-planteadla bien, padrino,—exclamó Mariana.—Pues bien, hela aquí como yo la comprendo,—

dijo Pedro dirigiéndose á Gaucher.—Vos creéis quepara ver es preciso creer, y yo soy de vuestra opi-nión; el naturalista ve mejor que el aldeano; peroel arte es otra cosa diferente de la ciencia, y nece-sita sentir antes de saber expresar. Esto es lo quiequiere decir Mariana. Ella cree que no habéis con-templado y amado bastante todavía á la naturalezapara poder comprenderla. Notad que ella no hiavisto vuestros trabajos de pintura, y, por lo tanto,no critica vuestro talento ó vuestras disposiciones,sino vuestra teoría, un poco atrevida en boca de unjoven. Mariana cree que no se debe ir desde el tai-11er al campo, sino desde el campo al taller, esdecir, que no se aprende á ver siendo pintor, sinoque se aprende á ser pintor sabiendo ver. ¿No estodo esto lo que tú querías decir, Mariana?

—Exactamente,—contestó la joven;—es decir,que me dais la razón.

—Vamos á ver el ganado,—exclamó Felipe;—

624 REVISTA KUROPKA. 1 8 DE JUNIO I>E 1 8 7 6 . N.° 121

veo que por aquí hay demasiado ingenio para mí.—Vamos á ver el ganado,—contestó Mariana.—

¿No venís, padrino?Y añadió por lo bajo:—Iré hasta los establos, y después me escaparé, y

volveré aquí á hacer compañía á vuestra madre.— Mi madre y yo os seguimos, — contestó

Pedro.Pero no pensó en tal cosa, sino que volvió al sa-

lón, diciendo:—Dejémosles que se expliquen. Ha llegado el

momento en que Mariana va á decidirse. Ella le haanimado, le ha dado confianza, y el joven va áreunir ahora en una todas las declaraciones que leha hecho durante la comida. Si eso agrada á Ma-riana, nuestra opinión es inútil y no nos queda másque decir amén. j

La señora Andrés estaba inquieta; no quería quePedro abandonase así la partida, y le obligó á re-unirse á Mariana. Pedro le prometió obedecerla, yse marchó sólo al jardín rústico donde pocas horasantes había tenido un momento de dicha y de es-peranza. Ya la habla perdido, y toda su vida, mal-gastada por exceso de modestia, le parecía unamargo sarcasmo ante el triunfo súbito de un jovenque no tenía quiza otro mérito que la fe en símismo.

Al cabo de una hora de profunda tristeza, volviócerca de su madre, á quien encontró hablando conMariquita y ayudándola á colocar en los chineros yrinconeras del salón las viejas porcelanas y los her-mosos cristales.

—¿Qué es eso?—exclamó cogiendo el brazo de suhijo y llevándole hacia el jardín.—¿Vienes sólo?

—No sé dónde están,—contestó Pedro.—Creí quelos encontraría aquí.

Dieron la vuelta á la franja de viña y no los en-contraron.

—Ya veis,—dijo Pedro á su madre,—que esa pro-longada entrevista debe ser la definitiva para resol-verse Mariana.

—Vamos hacia los establos.—Madre mía, no debemos parecer que los vigila-

mos; si han querido dar un paso sentimental en elbosquecillo, no quiero, al preguntar por ellos, lla-mar sobre Mariana la atención de los dependientesque cuidan el ganado.

Volvieron al salón, donde no estaba ya Mariquita,y esperaron un cuarto de hora. La señora Andrésestaba llena de ansiedad. Pedro permanecía silen-cioso y sumido en profundas reflexiones.

Por fin, Mariana se presentó sola y un poco agi-tada, poro con la sonrisa en los labios.

—Perdonadme, mi buena amiga,—dijo abrazandoá la señora Andrés; — ¡qué mal os hago los hono-res de mi casa! Pero vuestra es la culpa: ¿por qué

me habéis traído un convidado tan impaciente?— ¡ Impaciente ! — exclamó Pedro con amarga

ironía.—Sí, quería que en tres horas le amara y pro-

metiera casarme con él. Convenid en que es dema-siado de prisa.

—No es muy de prisa... si ha conseguido deci-dirte...

—Sí, estoy decidida,—exclamó Mariana.—Entonces,—exclamó Pedro con lentitud,—¿vie-

nes á anunciarnos tu próximo enlace? ¿Por qué noviene él contigo para proclamar su triunfo?

—Porque ha partido.—¿Ha regresado solo á Dolmor?—No, regresa á Paris.—¿A comprar los regalos?—preguntó la señora

Andrés.—Creo que pronto los comprará para una parí-

sien,—contestó Mariana,—porque me ha dicho queha quedado escarmentado de las señoritas delcampo.

XXIII.

La señora Andrés se levantó, exclamando:—¡Ah! es decir que todo ha concluido...Mariana miró á Pedro, que no había podido con-

tener un grito de jubilo.—¿Estáis contento, padrino?—le preguntó.—No, si tú lo sientes.—Yo no lo siento. Sólo tenia en su favor la au-

dacia que desde un principio me había dado buenaopinión. Calculaba que con un hombre tan decididoyo no hubiera tenido el trabajo de tener voluntadmía, y me parecía eso muy cómodo; pero cuandono se duda de nada, es preciso saber juzgar muybien, y á las pocas palabras he comprendido queese joven podía tener corazón, talento y bondad,pero ni sombra de razón. ¿Qué sería de mí, tan nulay tan débil, con un dueño sin cerebro? No era posi-ble, y como él quería absolutamente saber mi opi-nión en este punto, se la he dicho tan sencillamentecomo la expreso aquí.

—Cuéntanos todo lo que ha pasado,—dijo la se-ñora Andrés. ¿Dónde estabais? ¿Quizá en el establode los bueyes te ha hecho su declaración?

—No, en el prado, al lado de los árboles; me ex-traña que no nos hayáis oido, porque hablábamosmuy alto y disputábamos al andar. La declaraciónya la había hecho aquí delante de vos, bajo la in-fluencia de los vapores del vino. Al empezar el pa-seo me habló de matrimonio desde luego; pero comoyo estaba ya resuelta, le contesté en seguida que noquería casarme, y aquí empezó la disputa. Por lovisto, tiene mal vino cuando se le contraría, y medijo que yo era una coqueta de aldea que habla es-lado coqueteando con él todo el tiempo que ha du-

N.° .1. SAND. MARIANA. 625

rado la comida. Después me dijo cosas más duras,que he consentido porque, francamente, las mere-cía. Yo había sido coqueta, es verdad; pero mis co-queterías no eran para él, y como yo no podía con-fesarle mi secreto, he preferido dejarle decir y pen-sar de mí lo que quisiera.

—¿Y para quién eran entóneos tus coqueterías?—Para uno que no quiere adivinar lo que no se le

dice. Para entenderse con eso uno es preciso tenerel descaro del Sr. Felipe. He intentado tenerle, ysólo quería verme excitada por sus elogios para te-ner el valor que siempre me ha fallado; pero el pro-fesor ha partido, y me pregunto si realmente mehabrá encontrado inteligente y linda, porque yo em-piezo á dudarlo.

—¡Mariana! ¡Mariana!—exclamó Pedro cayendo dorodillas delante de su ahijada;—si tú me has com-prendido á pesar de mi idiotismo, perdóname estedefecto, porque bien lo he expiado hoy.

—Yo también tengo algo que hacerme perdo-nar,—contestó Mariana.—He leido lo que habíaisescrito en vuestro cuaderno, padrino; lo dejasteiscaer anteayer sobre la yerba del camino mientras |me hablabais de M. Gaucher, y lo encontré al vol-ver. Creí que era un álbum de dibujo como los quehacéis frecuentemente en vuestros paseos. Lo abrí,y lo primero en que se fijaron mis ojos fue en minombre... Entonces... leí... y por la noche llevó ellibro y lo coloqué sin decir nada sobre la mesa dola sala de vuestra casa. liste es mi crimen. De estemodo he sabido que dudabais de mi afecto y quesentíais no poder contar con él. He querido ver sitendríais celos del pretendiente, y he sido amablecon él para asegurarme do si podría pareceros ama-ble, y ahora..." —Ahora,—exclamó la señora Andrés,—os feliz;

quería ocultarme su pena, pero yo la he adivinado.Hé aquí el secreto de su mala opinión do sí mismo.

—Pero yo no merezco poseerte, Mariana,—ex-clamó Pedro, defendiéndose contra la felicidad has-ta el último momento;—no te merezco; tú eres unser adorable y yo soy...

—No digáis lo que pensáis de vos,—exclamó conviveza Mariana;—ya habéis dicho delante de mí tedolo que se puede imaginar para desanimarme deamaros, y sin embargo no lo habéis conseguido.Era mi idea hace seis años. Yo no crcia, cuando em-pecé á pensar en vos, que estuvierais tanto tiempoen babia. Os esperaba siempre-, y ya veis que he es-perado con esa paciencia de aldeana que nos ense-ñan en la infancia; pero vuestro regreso me habíadesanimado, porque conocí que os prohibíais á vosmismo amar; y sin vuestro cuaderno, hubiera con-cluido por creer que todo había terminado para mí.He recuperado la esperanza al ver que pensabais enmí, á pesar vuestro, y después, esta mañana... he

TOMO VII.

visto dos lágrimas en vuestros ojos. Vamos, con-vengamos en que nos amamos y que nos sería im-posible vivir al uno sin el otro.

—Sí, imposible,—contestó Pedro Andrés,—por-que no hay dos almas tan parecidas como las nues-tras. Tímidas y concentradas ambas, tenemos, sinembargo, la misma franqueza, los mismos gustoscon los mismos impedimentos para manifestarlos enpúblico, pero con la misma necesidad de revelarlosuno á otro y saborearlos en común. Adoramos lanaturaleza y amamos los campos; separados los he-mos amado con melancolía, y juntos los vamos áamar con trasporte. Lo que más nos ha faltado á losdos es el amor verdadero, la confianza ilimitada enun sor que sea como uno mismo. A los cuarentaaños le entrego un corazón que no se ha alimenta-do más que de sueños y que está virgen de eseamor. Acéptale como un bien, porque tú serás todopara 61: el pasado, el presente y el porvenir.

Ya era de noche cuando Pedro y su madre salie-ron de Validat. La señora Andrés quiso andar unpoco, y después montó en el carricoche sola, de-jando que Pedro y Mariana fueron detras á pié, por-que conocía que tendrían necesidad de hablarsealgo. Mariana llegó hasta Dolmor del brazo de supadrino, á quien desde aquella noche volvió á tu-tear y á llamar Pedro.

—¡Qué noche!—decía éste mirando al par de ellael cielo estrellado.—¡Qué aire tan vivificador y quéperfumes los de las plantas! Yo croo que esta nochelas piedras y la tierra huelen bien. Nunca he vistoestrellas tan hermosas, y me parece que atravesa-mos un país do hadas que se ha formado á nuestroalrededor desde esta mañana. ¡Ah! s¡ yo hubierasido dichoso como ahora en mi primera juven-tud, habría llegado & ser un gran poeta ó un grainpinjar.

—Doy gracias á Dios,—contestó Mariana,— deque no hayas llegado á ser nada de eso, porque en-tonces me encontrarías muy inferior á tí; yo mosé nada de esas cosas tan bellas; pero me pareceque no siendo capaz de decir por qué amo tanliola naturaleza, la amo más. M. Felipe me causabahorror cuando encontraba hoy palabras de una ex-traña pedantería para calificar todo lo que veía. Nohay palabras para expresar ciertas cosas, y yo creoque mientras más se dice, menos se ve. La nalurai-loza, ya lo ves, Pedro, es como el amor. Está aquí,en el corazón, y no es preciso hablar demasiado dleello, porque se empequeñece lo que se quiere des-cribir. Yo, cuando sueño, no sé lo que hay en mí,no veo más que lo que hay entre el cielo y yo, peroyo no me cuento; si pienso en tí, me parece que yosoy tú y que yo no existo. Hé aquí para mí la dicha,la poesía, la ciencia.

Cuando Mariana regresó en su carricoche y Pedro48

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Andrés entró en su casa, encontró esta carta queFelipe le había dejado:

<'Mi querido Andrés: He venido á tomar mi equi-paje y parto para París, no sin daros las graciaspor vuestra excelente acogida. Vos no tenéis laculpa de que vuestra linda vecina se haya burladode mí; la tengo yo. Hubiera debido abrir más losojos y observar á tiempo su preferencia por vos,preferencia que ella no me ha confesado, pero queno ha podido disimular hasta el fin. Así me habríaevitado estar enamorado de ella durante tres ó cua-tro horas; pero así son los amores de que no semuere, y continúo siendo vuestro amigo y el suyo,porque ella es una mujer encantadora, y os felicitopor vuestra dicha.»

Al dia siguiente se publicaron las primeras amo-nestaciones para el matrimonio de Pedro Andrés yMariana Chevreuse.

JORGE SANO.

Real Academia Española.

DE LA INFLUENCIA

DEL GERMANISMO CONTEMPORÁNEO.

Hacedero y fácil es mi cometido. Los parabienesson ociosos escuchando el erudito discurso queconsagra el nuevo Académico al estudio del grupode lenguas conocido con la denominación, más ómenos exacta, pero corriente, de lenguas germá-nicas. Consagrado á una rama muy principal de lasciencias naturales; perito en las lenguas del Norte,docto en estudios administrativos, familiarizado CORlos literarios, manejando fácil y correctamente elhabla castellana; promovedor infatigable de refor-mas é institutos que concurran al adelanto y pro-greso de la cultura patria; el Sr. Pascual es uno deesos nobilísimos espíritus, que con fe inquebranta-ble en los destinos que la Providencia apercibe algénero humano, abre serena y confiadamente suánimo y su inteligencia á las fecundas y salvadorascorrientes de las ideas modernas, saboreando conjúbilo sus invenciones y sus descubrimientos. LaAcademia española contaba con sus luces, y espe-raba mucho de su discreción y perspicacia; y el'dis-curso que acabamos de oír justifica el juicio y dapor cumplidas las esperanzas.

No pondré yo mano, temeroso de deslucirlo, en elcuadro filológico que pinta el nuevo Académico, nile seguiré en la exposición de las leyes lingüísticasque engendran la abundosa variedad de las lenguasgermánicas, desde el antiguo gótico hasta la deGoethe y Schiller, ni he de retocar el entusiastaelogio de las calidades y prendas gramaticales y

literarias del idioma que al parecer aspira á unadominación semejante á la que disfrutó en dias demayor ventura para nosotros, la hermosa lengua deCervantes, y há poco gozaba con afectada superio-ridad la francesa. Tengo por ciertos los caracteresque el Sr. Pascual señala; juzgo como excelenciaslas que con singular tino nos recuerda; pero no en-tiendo entraña la lengua alemana el nervio de lahistoria en los dias que corren, ni me adhiero á losjuicios hoy en boga, sobre las futuras grandezas delgermanismo, en cuyos juicios voy acompañado demi nuevo y docto colega, lo que me presta alientopara apuntarlos por vía de ilustración y nota á suexcelente trabajo.

El éxito, la dominación debida á triunfos milita-res y á favorables coyunturas diplomáticas, ávida-mente aprovechadas; el enloquecimiento popularde una raza que se mira de pronto potente y fortí-sima, no son bases graníticas que aseguren de modoperdurable la influencia y el predominio en el mun-do moral. Son oleadas que van y vienen en la histo-ria; que traen, pero al retornar por la fuerza miste-riosa que las llama de nuevo á su seno, se llevanalgo más, mucho más, de las rizadas y pomposasespumas con que deslumhraron á los que sólo mi-ran luz y colores, atavíos y apariencias en la histo-ria humana. El imperio germánico que hoy enalte-cen sabios y doctos, aclaman muchedumbres arma-das y temen las más poderosas naciones de latierra, no descansa en ninguna de las ideas que,según el Sr. Pascual, aportó á la historia la razagermana, ni se apoya en ninguno de los principiosque permitieron á la Alemania la influencia moral ypolítica que gozó en otros dias. La oligarquía mili-tar, que le ha procurado pasajeros triunfos, y la in-tolerancia que ahoga la santa y natural libertad dela conciencia individual, son verdaderos contrasen-tidos en esa raza, que, al decir de los más, revelóla noción de la libertad, arraigándola en la vida ydifundiéndola por el mundo. Y cuando se corta deesta manera la tradición moral del pueblo ó de laraza y se ponen en guerra instintos y conveniencias,aspiraciones espontáneas y provechos calculados,se apaga el foco vital, y si se escuchan apoteosis dela fuerza y apologías de la opresión, de boca dedoctores, poetas y sacerdotes, como hoy aconteceen las aulas y academias de Alemania, más se meantojan esos cantos y loas anuncios de próximamuerte, que regocijos de lozana y robusta ju-ventud.

Si las razas y naciones vencidas ó desdeñadas porel orgullo germánico recogieran con celo las ideasque Alemania condena y avivaran el culto á los prin-cipios y á las verdades, que á los ojos de la novísi-ma ciencia anglo-germánica son vanos ideales defantasías juveniles, y reanimando el logos sagrado

J\.° 121 F. DE P . CANALEJAS. INFLUENCIA DET. GBItMANJSMO CONTEMPORÁNEO. 627

de la conciencia racional, abrieran anchas sendas ycaminos reales á los mundos de lo inteligible y delo divino, la historia demostraría muy luego, queson poco más que nada, imperios y dominacionesque no descansan en la santa verdad de las ideas.

Aprovechen en buen hora las ciencias naturalesel impulso vigoroso que el espíritu crítico de losdoctores sajones y germánicos imprime á la ob-servación y al experimento; sorprenda el análisismisterios y maravillas desde el proloplastna á lamás acabada y perfecta organización; desentrañecon esmero operaciones y funciones de órganos ydinamismos, que esa excelente labor y santa tareaes agradable y gozosa para la ciencia; pero no seembriaguen con la hipótesis, ni tomen por verdadlas generalizaciones abstractas y verbales, tejiendocon leyes quiméricas un mundo no menos fantás-tico que el de las pasadas escuelas idealistas que,si pecaron contra la verdad, mostraban al caer iagrandeza y portentosa energía del pensamiento hu-mano, mirando cara á cara el sol de lo divino, entanto que los nuevos errores ni advierten, ni alec-cionan, descubriendo sólo en el pensar penosa ycontrariada secreción de un órgano fatigado y pe-rezoso.

Y como nada prescribe ni gana derecho por eluso en el campo de la ciencia, si no se asienta enla verdad, pasarán estos vientos materialistas y es-cépücos, como pasaron al comenzar el siglo lasmuy aplaudidas y afamadas enseñanzas de La Met-trie, D'Holbach, Helvetius, Cabanis, Volncy y latrasformacion de la sensación que difundieron porEuropa Condillac, Desttu-Tracy y Laromiguiere, noinferiores estos últimos á los afamados maestros deOxford, Cambridge y Abeerden, que hoy retocan yrestauran sus doctrinas.

Sirva el caso de significación y aviso í\ las escue-las que estudian la razón y el espíritu y proclamanla verdad de la metafísica y de la teología. En todofenómeno histórico se esconde lección provechosa,é importa esclarecerla y declararla. La reaparicióndel materialismo en el corto espacio de algunoslustros patentiza el hambre y sed del espíritu hu-mano y su creciente afán de poseer la verdad conentera evidencia y á toda luz, y os necesario satis-facer esa ansiedad con procedimientos racionalesprecisos y vigorosos, cuyas demostraciones reper-cutan con soberano imperio en el seno de la con-ciencia racional y libre, santa autoridad, íntima, in-mediata, siempre viva y siempre pronta, que nopuede engañarse ni engañarnos.

Vayan tras los ecos fugitivos del día las nacionesy las razas que pongan su pensamiento en éxitos,que deslumhran como el incendio, pero que pasancomo pasan las llamas, consumiendo y consumién-dose. Los pueblos y las naciones que traspasen en

sus artes, en sus ciencias, en sus institutos, elmundo del presente con sus conveniencias y pre-cauciones; el pueblo que continúe creyendo y pen-sando en lo permanente y eterno, que es lo únicoverdadero y bello, y no finja y mienta ciencia paradisculpar lo hecho ó para legitimar lo que proyecta,será el verdadero pueblo elegido en la historia fu-tura yol guía y el maestro en la centuria próxima.

Pero abandonemos lo futuro con sus misterios yrecojamos de la erudita disertación del Sr. Pascuallos juicios sobre la influencia germánica en la his-toria pasada de la Península española.

Confieso que no me vence la opinión del ilustreAlderete respecto ala influencia de Godos y de Ván-dalos, á la caula del imperio de Occidente, y espe-cialmente en nuestra España. De Ataúlfo á Recaredoy al famoso Concilio Toledano no van tantos siglosque permitan una influencia filológica en pueblosque poseían la lengua latina, y á contar de Recare-do, la influencia hispano-latina representada por elclero fue decisiva y borró hasta en los mismos Go-dos el recuerdo de sus tradiciones religiosas, polí-ticas y filológicas. Los Visigodos, como los más delos pueblos bárbaros, y más que los otros, se afananpor remedar usos, leyes, instituciones y trajes ro-manos, por aprender la lengua, y Ataúlfo y Alarico,y el mismo Leovigildo, se señalan en la historiacomo promovedores de este romanismo político,que era enérgicamente secundado por JI clero ca-tólico, dueño de la vida moral del pueblo hispano-romano. Asentado de antiguo en las fronteras delimperio, solicitando mercedes y salarios, el visigodono conservaba antiguas y estimadas tradiciones re-ligiosas y poéticas que sirvieron de paladio á sulengua, y con la misma docilidad con que abandonósu religión una y otra vez pasando del gentilismo alarritfüísmo y del arrianismo al catolicismo, aban-donó sus usos, su lengua y sus instintos en el suelode la Península, empapado en las tradiciones roma-nas y en la fe del cristianismo.

Se debe este fenómeno histórico tanto á la blan-dura y docilidad do los Visigodos, que carecían derecuerdos, tradiciones religiosas y literarias queoponer á la maravillosa cultura representada porlos Leandros é Isidoros, como á la tenacidad de ¡araza hispano-latina, que, superior á la vencedora,menospreciaba su lengua y sus condiciones. La in-fluencia filológica supone siempre una mayor cul-tura reconocida, por más que no sea confesada, porel pueblo que la recibo, y esta ley de buena críticaexplica por qué el simple contacto de los pueblosno produce revoluciones en el lenguaje, y las en-gendra una influencia extraña y ejercida á distancia.Confundidos en nuestras villas y ciudades corríanJudíos y Mudejares con los Castellanos durante lossiglos medios, y, sin embargo, apenas se percibe su

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iníluencia en la lengua de la Edad Media, y lejanaera la influencia de los Provenzales y Franceses, yes mayor y más acentuada que la que procedía defuentes interiores.

Buen testimonio de esta veídad es el libro pri-morosísimo de las etimologías de San Isidoro, enque son muy contadas las huellas de germanismoque se advierten y recuerda el Santo Obispo. Ape-nas se vislumbra esta influencia después de la con-versión de Recaredo, porque iba unida la lengua delos veneedores al recuerdo de la herejía que re-pugnaba á los hispano-latinos, y en los monumen-tos mozárabes y en las cartas pueblas de los siglossiguientes, con gran dificultad se recogen vocablosgermanos.

No hay influencia germana en nuestra historia delos siglos medios: no la hay filológica, porque no lahay religiosa ni política, ni social, por más que sos-tengan lo contrario, en mi sentir sin razonarlo, lospartidarios de aquel germanismo romántico que elilustre M. Guizot difundió nños atrás en sus no ol-vidadas lecciones sobre la civilización europea.

El rovnanismo, que en su período de decadenciasintió aflojarse el yugo del César adquiriendo lasprovincias de hecho, franquicias y señoríos, y queconservaba con tradicional respeto la idea del ciu-dadano y la concepción del municipio; el roma-nismo, fecundado por el espíritu cristiano, engen-dró las ideas primordiales de! Fuero Juzgo, como elIlimnario de la Iglesia gótica procuró cantos y ejem-plos á la fantasía del pueblo; como los recuerdos delas fiestas cristianas y de los circos y teatros roma-nos perpetuaron la tradición latina durante el pe-ríodo que se extiende desde Ataúlfo á la invasiónagarena.

Pero es un hecho, que ha demostrado con sagazy laborioso estudio el Sr. Pascual, que existen hoyen el abundoso caudal de la lengua española muycerca de -1.000 palabras de procedencia germánica,y como no hay efecto sin causa, ¿es lógico señalaruna influencia germánica en nuestra lengua? Enefecto, existen esas palabras de linaje germánicoen la lengua española; pero lo que ijnporta decidires si acusa el hecho una verdadera influencia ger-mánica ó si se explica por el natural trato y comu-nicación de unas naciones con otras en la revueltay agitada existencia de los pueblos de Europa enlos últimos siglos. Son cosas muy distintas: la unaexpresa y significa sólo el roce y contacto naturalde las naciones por motivos de comercio ó indus-tria, ó por accidentes políticos; la otra significa laconfesión y reconocimiento de la supremacía moraldel pueblo que influye.

No negaré que en la historia de la Edad Media es-pañola la influencia francesa, tanto la ejercida porla lengua de oc como la de la lengua de oil, es in-

fluencia política y literaria, eclesiástica en ciertosmomentos, y por estas razones filológica. Grannúmero de esas palabras que ahora se inventaríancomo de procedencia germánica, lo son en efecto;pero llegaron á Castilla por el provenzal, por elfrancés, por el catalán, en cuyas lenguas se encuen-tran asimismo. ¿Cómo conocerlas?

Cada lengua posee procedimientos propios enmateria de derivación, y si la trasformacion que hasufrido la palabra germánica se encuentra en con-sonancia con el modo habitual de derivación de laslenguas habladas en Francia, más que con los mo-dos predilectos del pueblo español, puede asegu-rarse que vino á España después de haber sufridola trasformacion francesa ó provenzal. No pocas delas que generalmente se señalan se encuentran eneste caso, y la observación advierte que no bastaencontrar palabras procedentes de un idioma dadoen otro, para afirmar la influencia de una en otracivilización.

Por otra parte, tras los Reyes Católicos imperóen España el César Carlos V, y en su reinado y enlos siguientes mantuvieron los españoles muy fre-cuentes y por desgracia poco felices relaciones conlos países germanos en que se hablaba el alto ybajo alemán, y allí se perfeccionaron industrias yarles militares, y de aquella comunicación y estan-cia trajeron nuestros soldados y nuestros escritoresmilitares gran golpe de voces de armas, milicia,política é industrias que encontraron franca acogidaen nuestro léxico; y por mi parte no titubeo enaventurar que muchas más de la mitad de las seña-ladas datan de estas fechas y de aquellas infelicísi-mas campañas.

Claro es que las reglas críticas á que obedezcopara formular las dudas que anteceden sobre laverdad de una influencia germánica en lo pasado ysobre su legitimidad en los dias que corren, nece-sitan á su vez complemento y demostración, y quesólo en las teorías lingüísticas y en las enseñanzasfilológicas se descubren las verdaderas condicionesde una influencia filológica, sus leyes y sus modos.Las recordaré por exigencias del método, y porqueni basta ni es bien dar gusto al deseo ó ceder ámomentánea preocupación del ánimo para prorum-pir en alabanzas ó en críticas acerbas, dirigiéndo-se á tan respetable corporación y tratando asuntoscientíficos.

Pero me asalta en este punto mayor dificultad, yes que la ciencia lingüística que encarecía y ensal-zaba en otros dias (1), se ve combatida y alteradapor las escuelas materialistas tan aplaudidas en In-glaterra y Alemania, y debo, al recordar sus princi-

( l ) Curso de Literttlnra general. Parta 1.a: La palabra.—Madrid,

1868.

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pios y sus teoremas, mostrar lo injustificado de laimpugnación y de las novedades y mudanzas queenseñan los nuevos doctores.

Las enseñanzas de los más esclarecidos ingeniosde la docta Alemania, opuestas á las novedades queahora propalan los que no titubean en escribir queno es grande Alemania por Schiller y Goethe, Flum-bold y Hegcl, sino por Noltke y Bismarck, me obli-gan á recordar que la lingüistica y la filología, esdecir, el estudio antropológico que agota la prime-ra, y el histórico que persigue la segunda, conside-raban las especies en que se clasifican las lenguas,como originadas de tipos permanentes representa-tivos del genio de la raza ó de la nación, por loque eran una manera de decir la verdad y la belle-za, fija y constante. De aquí divisiones en familias;de aquí las lenguas semíticas, las indo-europeas ylas turanienses, ó si se quiere, ya que esta califi-cación no goza favor en los escritores novísimos,las Ouralo-altáieas, divididas en los cinco gruposen que hoy se subdividen. Enseñaban há poco losmás distinguidos doctores, que la flexión indo-euro-pea era distinta de la flexión semítica, y las estima-ban irreductibles. Pasaban después al estudio deuna de esas familias, procurando el filólogo resuci-tar la madre común de las lenguas semíticas ó delas indo-europeas, encontrando en ella la fuente delos caracteres comunes á toda la familia, y por úl-timo, se clasificaban, enumerando en la familiaindo-europea la rama índica, las lenguas neo-índi-cas, las lenguas iránicas, las helénicas, las itálicas,las neo-latinas, las célticas, las germánicas, las es-lavas y el grupo lóttico; pero cada una de estas va-riedades de la familia europea mantenía tenazmen-te su carácter, sin que se trasformara ni disolvieraen otros diversos ú opuestos.

La ley de su naturaleza (ensoñábamos todos)mantiene y conserva la vida de las lenguas; se per-petúa su léxico cuando llegan á un período litera-rio y son eternas, cuando las hablan Esquilo y Pla-tón, Mareo-Tulio y César, Cervantes ó Bossuet,Goethe ó Byron. Nacen de esta permanencia deltipo lingüístico leyes do formación, de derivación,leyes gramaticales y léxicas, el diccionario y lagramática de cada una de las lenguas que, con serhijas de la madre común y afectar el aire de familia,conservan sello original en que destella la infinitavariedad del espíritu humano y las múltiples ó in-agotables formas de decir lo que pasa en su alma,y lo que ven sus ojos y penetra su inteligencia.

Maravillábase el lector al comtemplar el himnoinfinito (I) en variedad y extensión que á la verdadv á la belleza se formaba, con la inenarrable serie

(1) Discurso leido anle la Academia Española: CANALEJAS. Doclri-

iis re'igiosm del racionalismo moderno, pág. 11.—Madrid, 1875.

de lenguas y dialectos que producía el espíritu hu-mano; y se postraba el hombre ante la grandeza delpensamiento que, tomando carne en la palabra,creaba algo tan duradero como el mundo, tan per-manente como el Cosmos, tan uno como el espírituy tan vario como la vida.

Pero hoy cambia la enseñanza.Todo pasa, so cambia, muda y borra, como dijo

el poeta. Nada hay permanente y estable. Nuncaestamos en lo mismo; siempre caminamos á lo otro,que será á su vez lo diverso, cuando creamos po-seerlo. Las especies varían; cambian y mudan losseres en lodo el ordenamiento de la naturaleza porla ley de la selección, y la lingüística, rama de lasciencias naturales, se trasforma por esta ley quereviste la alta autoridad que tienen los hechos,según se afirma, en el orden científico.

Será cierta la ley; pero la historia no depone enpro del hecho. Irreductibles ó invariables á travésdo siglos y siglos se muestran las lenguas semíticasy las lenguas indo-europeas. Siglos cuentan deexistencia las lenguas que representan las varieda-des itálicas, célticas, góticas de la familia indo-europeas, y vivas y tenaces se manifiestan sus leyesgramaticales, sin que baste el aluvión del neologis-mo, ni las invasiones de la moda, á cambiar su sin-taxis ni á renovar su prosodia.

Se cumple la variedad en la historia de una len-gua, en su elemento léxico; poro con sujeción á lasreglas propias del idioma: se extiende de región áregión variando su fonología y leyes prosódicas,pero dentro de la fórmula general de la lengua ma-triz generadora del grupo, cuya variedad dialectalestudiamos.

Si comparamos el grupo itálico con el helénico,el gótico con el slavo y con el céltico, al través dela variedad de su léxico, de las diferencias de suvocalismo, de las singularidades é idiotismos de susintaxis, descubrimos el parentesco con el tipo ge 'nerador de la familia indo-europea. No se dan casosde una lengua semítica trasformada en lengua queostente los caracteres do la indo-europea; y en lavegetación, como decía Humbold, de las lenguas noescritas, que es tan rápida que cambia el dicciona-rio en cincuenta años, se advierto que aquella exu-berante variedad, pálido reflejo sin embargo de laactividad del espíritu, se cumple según los términosy modos gramaticales do la familia á la cual perte-nece la lengua ó el dialecto.

¿Por qué osa permanencia? ¿Qué secreta virtud esla que mantiene activo y pronto ese sello peculiary característico de cada familia de lenguas? ¿Porqué si las especies se trasforman y los tipos se mu-dan y cambian, ni se trasforma ni muda, ni cambiala fisonomía gramatical de las lenguas, sino quecrecen y se desarrollan, viven y mueren sin que en

630 REVISTA EUROPEA. 1 8 DE JUNIO T>R 1 8 7 6 . N.° 12!la vida ni en la muerte se oscurezca su progenio ysu carácter?

No hay explicación en la novisinia escuela deltrasformismo de estos fenómenos que reconoce ellingüista y comprueba el filólogo. Si la lingüísticaes una ciencia como la paleontología ó la botánica,se debe cruzar de brazos ante los problemas queencierra el lenguaje, y dando el caso por ininteli-gible borrarlo de la lista de los problemas científi-cos. La lingüistica, como ciencia natural, mirarácomo un asombro la aparición del lenguaje; tendrápor milagro la facultad de hablar; supondrá yo nosé cuántos órdenes áe primados y predecesores delhombre, que expliquen la variedad de las lenguassemíticas, indo-europeas ó altaicas; porque la di-versidad de los tipos gramaticales acusa necesaria-mente una diversidad fisiológica de cerebros, y porlo tanto distinto abolengo y diverso árbol genealó-gico para cada uno de esos hombres semítico,mongol, indo, iránico, helénico ó celta; se veráforzada á enseñar que el̂ hombre corta el paso á lafuerza creadora de la naturaleza, porque al hablarcrea algo no sujeto al eterno oleaje de la trasfor-macion y de la mudanza: estimando esa fuerza quecrea y mantiene un ser permanente y fijo, comosortilegio ó hechizo con que encadena no sé quiénla corriente general de las fuerzas naturales.

¡Cuánto milagro! ¡Cuánta hipótesis! ¡Cuánta mara-villa en los que pretenden secar en la ciencia y enla vida la fuente de lo sobrenatural!

¿Por qué el griego no es el latin, ni el celta elsajón, ni el eslavo el zend ó el sánscrito? ¿Por quécongenerados en una madre común hay tal variedaden sus leyes gramaticales? ¿Por qué se mantiene lagramática de cada una de esas lenguas al través delos siglos y de las primaverales renovaciones de suvocabulario? El origen es el mismo. El que habla elmismo: el hombre. Las condiciones de clima y me-dio ambiente no llegan á la sintaxis. Las influenciashistóricas pasan, y pasan los Alejandros y los Ro-manos y los Bárbaros y los Turcos, y la lenguagriega vive bajo los unos y bajo los otros, y renacey crece y se extiende, conservando siempre susrasgos distintivos, las leyes privativas de su sinta-xis y de su lexicografía, y no se trasforma en len-gua romana ni en lengua turca: la educación y elprogreso la acaudalan; pero pule las palabras querecibe con misterioso cincel y revisten el aspectode las que van á ser sus hermanas... y no hay máscausas de selección natural en lingüística, segúnadvierten los novísimos doctores.

Y el hecho queda en pié.Las lenguas no se trasforman, dice el filólogo se-

ñalando á la historia, ni cambian de especie, ni laflexión semítica se muda en la indo-europea, ni éstase confunde con aquella, por muchas y potentes que

sean las causas externas que pudieran provocaresta trasformacion (1).

¡Pero—dicen los novísimos filólogos—la lenguaes un organismo! Nadie lo duda; pero un organis-mo espiritual, que el espíritu de raza ó nacionalidadcrea y mantiene. Pero—continúan—las lenguas noaparecen brusca é inopinadamente. Cierto: comoque aparecen cuando es consciente el espíritu hu-mano; pero las raices se crean de golpe y no seelaboran. Hay descendencia en las lenguas y he-rencias, y atavismos—replican: -- muy cierto, comoque hay historia en el espíritu humano, y hay his-toria porque goza de vida el espíritu. Que las len-guas se trasforman dentro de su especie ó familia,nadie lo ha negado.—Que cambian... Cierto, todocambia en el espíritu humano menos su esencia, yde la misma manera en las lenguas se perpetúa suesencia, que es la gramática.—Pero existe un pe-ríodo de desenvolvimiento del organismo corporalhumano en que el lenguaje era mudo... ¡Hipótesisaventurada y quimérica!—Hubo otro período enque el lenguaje fue inarticulado y semejante alronco aullido de las fieras... Hipótesis que no en-cuentra justificación en el estudio comparativo dela onomatopeya y la interjección, ni en la observa-ción experimental.—Que fueron muchas, innumo-rableslas lenguas primitivas... Hipótesis desmentidapor la filología comparada, y contradicha por la leyde unidad que pretenden enaltecer los nuevos doc-tores. ¿No afirman los mismos que tal especie aven-turan, que la unidad de formas es innegable entodas las lenguas? ¿Y esa unidad morfológica no estrasunto claro y fidedigno de la unidad del fondo, ysobre todo, de la unidad del espíritu que engendraforma y fondo? Y si no os esta la causa, ¿de quéprocede esa unidad morfológica, reconocida y con-fesada por el mismo Augusto Schleicher? ¿No sereconoce la derivación de las lenguas, en el estu-dio filológico, de tres tipos á lo sumo, el semita, elindo-europeo y el mongólico? ¿En qué se apoya lahipótesis de innumerables lenguas primitivas, cuan-do el estudio comparado ha llegado ya á reducir átres tipos generadores las innumerables que se hanhablado y se hablan?

—Las lenguas se diferencian, porque hay dife-rencias (que no puede descubrir la observación porser muy tenues y delicadas) en los cerebros de lasrazas y familias que proceden de un mismo tronco,—dice Schleicher...—Hipótesis gratuita y temeraria

(1) En estas observaciones criticas me refiero expreSomenle, indi-cando sus afirmaciones, al eminente filólogo A. Schleicher y á la cartapablicada en Weimar en 1863, dirigida ni I>r. Hceckel, asi como al es-crito que publico al año siguiente en defensa de las opiniones emitidas.La autoridad muy respetable de Sihleieher ha servido después á Hceckely á darwinistas franceses, que lian hecho aplica ciones'á la filología y ála lingüistica de las teorías dt> Darwin y Wallace, entre otros á M. Fer-riere en su Selección de lct$ lenguas.—París, 1872.

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como las domas, que no tiene en su abono datoanatómico ni fisiológico que la legitime. ¿Dóndeestá, ni quién ha visto la diferencia cerebral entreProvenzales, Franceses, Españoles, Portugueses óItalianos, que han roto de mil maneras y formas eltipo latino?

¿No es un hecho confesado por el mismo Schlei-cher que diversas razas hablan una misma lengua, yque una misma raza habla distintas lenguas hacesiglos, citando ejemplos de uno y otro caso? Siendoel hecho cierto y averiguado, no os verdad que ladiferencia ó identidad do las lenguas corresponda ála diversidad ó identidad de la organización ce-rebral.

Por último,—que hay una selección artificial., doc-ta, que contraria las leyes naturales ó que las diri-ge, y que es la causa de las singularidades queofrecen las lenguas. ¡Ah, no! No alcanza á tanto elarte, ni menos el artificio do los hombres. Cabal-mente los anales literarios demuestran que pasacomo nube de estio por la faz de la historia lo queno brota con ardiente espontaneidad del seno delespíritu humano. En vano magnates y barones, Re-yes y Príncipes, maestros y doctoras del Gay-saberpretendieron crear una lengua que fuera la de lostrovadores y poetas, y sirviera de instrumento uni-versal al arte, y1 escribieron gramáticas y dictaroncódigos henchidos de reglas; la utopia se desvane-ció en el corto espacio que sopara el reinado deSan Fernando de los dias de Sancho el Bravo. Envano los gramáticos alejandrinos y los latinistas delsiglo de León X, y los comensales del hotel de Rain-bouillet quisieron vestir y aderezar de esta ó aque-lla manera las lenguas griegas, francesa ó italiana;el empeño quedó como ejemplo de que no es dadocortar la espontaneidad del espíritu, sean cortes,consistorios ó academias los que lo intenten.

Resbalan sobre las lenguas las creaciones delgusto histórico. Pasan y se pierden las novedadesque aconsejan Marinistas ó Gongorinos. Apenasqueda algún vocablo ó acepción en la generaciónsiguiente de la fraseología propia de la anterior, ysirven sólo para citas de casos insólitos y temera-rios, las tentativas de los que aspiran á cambiar laley gramatical de un idioma.

Bajo esto recamado y estas bordaduras, fruto dela labor de los siglos y de los vendavales históri-cos, permanece fijo, inalterable, fecundo , el geniode la lengua, rechazando ó apropiándose, por mi-nisterio del uso, lo que cuadra y conviene con sunatural y con su linaje.

En vano se argumenta el uso con principios lógi-cos, con razones de analogía, con casos ya consen-tidos y pasados en autoridad do cosa juzgada; eluso se propaga, extiende y triunfa, sin que hayaatajo ó valladar que lo detenga. ¿Por qué? Porque el

uso de doctos é indoctos es la intuición poderosí-sima del espíritu general que conoce la ley delidioma, como se conoce á sí mismo, y que la expre-sa con la misma naturalidad con que piensa, sienteó quiere. ¡Con qué pasmosa y sorprendente verdadfija el uso ios conceptos y las acepciones! ¡Quéfidelidad tan peregrina guarda á la índole y prístinaesencia del lenguaje patrio! Analizados los idiotis-mos, las idiosincrasias de lenguaje, las frases he-chas, adagios y refranes, el filólogo admira esteingénito conocimiento y esta ciencia virtual y nosabida, que dirige la vida de las lenguas, mante-niendo sus notas peculiares y características.

Por eso esta docta Corporación, alejándose deidealismos lingüísticos y filológicos, busca en eluso norte y guía, y se limita á recogerlo y fijarlo,sabiendo por experiencia que no basta esa selecciónerudita de que se nos habla para crear lenguas quesean potente y verdadera expresioii de una vigoro-sa nacionalidad.

De otra suerte , existiría lo que nueátros padresllamaban gramática universal, en la manera y formaque la entendían, como mera y sistemática deduc-ción de la lógica subjetiva (1). Siguiendo ese crite-rio, tornaríamos á engolfarnos en la alquimia filoló-gica buscando la lengua universal; y punto porpunto, impresión tras impresión , trasformaríamosel habla castellana en no sé qué algaravía que re-flejara el confuso enmarañamiento de nuestras con-turbaciones intelectuales.

El nuevo académico lo ha dicho con frase precisay exacta: «La Gramática es la nación.» Tan íntimoy estrecho como es el vinculo que une al escritorcon su estilo, es estrecho y vivo el lazo de la gra-mática con la nación. Es la gramática la expresióníntima, espontánea y viva de las condiciones espi-ritus^es de una nación. Conoced la gramática grie-ga ó la latina ó la inglesa, y no os sorprenderán nilos vuelos ni las decadencias de sus artes, de susciencias ni de su política. Lo que son y la maneraen que lo son está allí. Sus conocimientos, sus mé-todos y procedimientos, su carácter científico, suspasiones, su modo de ser en las relaciones huma-nas y en las morales, se refleja en su lexicografía,en su sintaxis y en su prosodia, y hasta su carácterpúblico y su historia so traslucen en su ortografía..

La persistencia de la gramática crea las leyes dederivación y formación, las formas verbales, lasterminaciones y la acentuación que rigen en la ad-misión del neologismo, y que guían en el creci-miento do las acepciones. Sin esas leyes gramatica-les, serian las lenguas mosaico mal unido y traba-jado, incapazde todas esas cualidadesque hermosean

(1) Monde prímitif analysé et comparé, avec le monde moderno, coni-sideré danft l'histoire natureüe de la parole, ou, Grammaire univertelleeí comparative, par Mr. Court de Gebelin.—Paiis, 1774.

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á las lenguas antiguas y modernas y no habría in-lUicncias, sino irrupciones y conquistas.

Las invasiones y las conquistas no son, por lolauto, posibles en el mundo de las lenguas. La vozextranjera viste los colores y blasones del nuevoseñor en cuyos dominios sirvo, y el giro de la fra-se gálica ó germana resalta, en la construcción es-pañola, como nota disonante que rompe la bellezadel conjunto.

Los que no lo creen asi, lastimosamente se equi-vocan. Los que por soñar en pan-germanismos ópan-slavisinos niegan el principio nacional y renie-gan de estas leyes gramaticales, creyendo que enel combate de la vida hay razas, naciones, lenguasy gramáticas predestinadas y cuya desaparición nose hará esperar, lastimosamente so engañan y nie-gan la luz que alumbra, el calor que sentimos, lapalpitación que nos agita. No es del momento de-mostrar la real verdad del principio de las naciona-lidades. «Tan real y viva como mi santa madre queestá en los cielos, decía hace muchos años, es estaotra madre mia que se llama nacionalidad españo-la (1).» Tan real y vivo como el espíritu de mi pa-tria es su verbo, la hermosa lengua de Cervantes y

(1) Yo no discute lo que sea y lo que valga en la historia universalla iiioa y el sentimiento de nacionalidad; yo no discuto hoy si esta ¡ditaconstituye una entidad histórica viva, ni si es ó no una de esas grandesenergías colectivas que nacen en ta dinámica universal de la historia paratreiir la variedad de los organismos políticos y sociales; yo no discuto nipretendo lioy averiguar si existe la nacionalidad real, otológicamente, yno como abstracción diplomática ni como creación política fíe política in-ternacional, ni tampoco pretendo escudriñar, descendiendo a las profun-didades de la historia, si la nacionalidad es una condición esencial de lavida humana tomo la familia y el municipio. No lo discuto; pero faltaríaa un deber do conciencia si no dijera que asf lo creo; mentiría á senti-mientos muy caros si no manifestara que creo, como en la existencia demi p»bre madre que está en los cielos y en la necesidad de su amor y suor ino , de que tan hambrienta se siente aún mi alma; en la existencia deesta otra madie que se llama España, y cuya solicitud y cuyos cuidadosengendran en mi corazón uii turno, piadoso y exallado sentimientolilial, ¿Para qué negarlo? De todas las inspiraciones, la que mágicamentevibra en mí alma es la inspiración naeional: de todas las esperanzas, laúltima que perderé es la esperanza en el porvenir do mi patria; de todoslos amores de la vida, el que morirá conmigo, cuando mueran el de misLijos y el de mis hermanos, es este amor nacional que me inspira enter-necimientos tan profundos como exaltaciones indecibles, cuando al pen-sar fin lo pasado y al estimar lo presente, se ofrecen á mi fantasía cua-dros de magnifica grandeza y heroico ardimiento, ó escenas de profundaal'ytccion y miserable apatía. No me defiendo si esta es una preocupa-r o n pueril á los ojos do ese cosmopolitismo matemático y geométricocon que sueñan muchos, y que repiten no pocos es la última palabra (lekt ciencia política; me declaro impotente para desasirme de vínculos ylauos tan dulces y para creerme desobligado da un deber que Heva el en-ternecedor calificativo de liliai, y cuyo cumplimiento me reclama;

Triste y llorosa la nación que un dia

Poblara inmensa gente,

La nación cuyo imperio se extendía

Del Ocaso al Oriente.

LT poetia ¿pea en la antigüedad y en la Edad Media. —Discursos

pronunciados en el Ateneo de Madrid: conferencia cuarta, pág. 98 .—

Madrid, 1869,

Calderón. La conciencia racional me procura laverdad do una y otra existencia.

Mueren las lenguas como morimos nosotros, de-jando hijos y herederos. ¡Qué gloriosa muerte la delsánscrito , engendrando las lenguas indostánieasque viven hace dos mil años! ¡ftuó muerte la del la-tin, que deja por hijos y herederos al latin ecle-siástico, al latin de la Edad Media y á la hermosafamilia de las lenguas neo-latinas que ilustran Dan-te y Petrarca, Garcilaso y Camoéns, Calderón y Cor-neille! ¿Es esto morir? ¿Es esto desaparecer? ¿Es queha desaparecido por inútil y estéril en el sangrientocirco de la vida histórica, ni el sánscrito, ni el grie-go, ni el latin? ¡Ah, señores! Sólo jugando el voca-blo puede aplicarse á la filología la desconsoladoraley que Darwin aplica á las especies de la natura-leza. ¿No es nuestra lengua latin más castellano? Nila analogía meramente verbal es posible entre elmundo de la naturaleza y el mundo del espíritu, enque tienen raíz y asiento la filología y la lingüística.

—¿Es que en las comarcas de África y América yen las estepas del Asia han desaparecido, sin dejarhuellas, innumerables lenguas que no llegaron alperíodo escrito, que pululaban en las muchedum-bres y tribus nómadas de uno ú otro continente?...No lo sé, ó ignoro quién lo sepa; pero aun cuandoasi fuera, ¿eran lenguas definidas por la expresiónde sus leyes gramaticales por el uso, ó se llamanlenguas para decorar la argumentación á las varie-dades dialectales, muy propias del período oral, yque retornan al tipo genérico por la atracción yseñorío de la lengua madre? Me atengo á esto últi-mo, mientras no se demuestre lo contrario, y no eshacedera la demostración.

No legitima la historia esas teorías imaginadasper los soberbios de un dia, que, desdeñando pue-blos y razas, profetizan dominaciones inacabablesal que consiguió la victoria en un acaso. Grande,glorioso fue el espíritu germánico; rica, abundosa yflexible su lengua, inmenso el número de los quela hablan, potentísima es hoy su influencia política;pero no debemos los herederos de Grecia y Romaplegar nuestra bandera ni correr á nuevo bautismo,renegando del gloriosísimo que recibimos en elseno de la raza latina. Justo y debido que recoja-mos en la cultura germánica lo verdadero y bello,peregrino en la greco-latina; pero el filólogo, comoel artista, no debe olvidar que en el vasto tecladoque forma la universalidad de las lenguas, corres-ponde á cada una un tono, un modo musical quenecesita de los demás modos y tonos para producirla armonía en la historia universal. La variedad vi-vifica la unidad.

Si en la lucha ó combate por la existencia que sepretende aplicar á la historia moral de los pueblos,el organismo superior ahoga y devora al menos

F. DE P . CANALEJAS. INFLUENCIA DEL GERMANISMO CONTEMPORÁNEO. 633

perfecto, no hay paridad en la historia de las artesy de las lenguas, porque no existe en el orden mo-ral esa superioridad total y definitiva que so ad-vierte en la fisiología comparada. Excelente es enciertos aspectos prosódicos y sintáxieos la lenguagriega en parangón con las demás; pero la sacaventaja la latina en otros procedimientos sintáxi-cos. Acabada y admirable es la lengua francesa enla claridad y precisión de su sintaxis; pero cede ála española ó á la alemana en variedad y múltiplesformas de régimen y construcción, y aventaja laitaliana á la alemana en vocalismo y ñexibilidadprosódica, sirviendo de esta manera en distintogrado una á la ciencia, á la narración otra, á lasexpansiones líricas, ó al trato, ó relación políticalas demás.

No encuentra la filología comparada osos orga-nismos perfectos y totales que permitan considerarcomo embriones, bosquejos y tentativas otras len-guas anteriores ó coetáneas, y que legitiman la hi-pótesis do su inutilidad y el anuncio de su próximadesaparición; como no hay raza singular y elegidaque represente la variedad inextinguible del espí-ritu del hombre, ni entidad nacional que sea unmacro-cosmo de la esencia y de la vida humana.

Y así en las lenguas, porque es asi en el espíritu.¿Dónde el organismo más perfecto do las facultadesy propiedades humanas? ¿Lo es el genio griego? ¿Notiene calidades superiores en varios aspectos el la-tino ó el germano? ¿Dónde la perfección en el orga-nismo del espíritu individual? ¿El soñador que fan-tasea con inenarrable espontaneidad, vale más ómenos que el matemático que atenta y cuidadosa-mente descubre y encuentra las incógnitas delcálculo? ¿Es inferior la virtud entera ó resignada ála audacia intelectual? ¿Dónde el lleno do las per-fecciones humanas? Ni aquí ni allá; sino en la pleni-tud de la esencia del género humano, abrazando ensu concepto tanto lo que se ha cumplido en los ac-tos de la vida, como lo que aún se esconde en losmisterios de lo potencial.

La influencia en el orden moral no se asemeja nien poco ni en mucho á las leyes de la superioridaddel organismo, de que hablan los naturalistas; por-que no proceden de la perfección del organismo,sino de sus funciones ú operaciones siguiendo laanalogía fisiológica. Es la misma la lengua de Kanty la de Strauss; es la misma la lengua de Strauss ensu Dogmática y en su Antigua y nueva fe; poro ladiferencia del contenido de uno y otro libro explicala influencia del primero y el olvido que ha seguidoal segundo. Así de las naciones: influyen ó no influ-yen conservando su organismo en uno ú otro caso,porque el espíritu que anima y vivifica al organis-mo lingüístico, no el organismo, es ia verdadera yeficaz causa de U influencia. Influyó grandemente

Alemania desde 1780 á -1850, en los días de Kant,Hcrder, Fichte, Schiller, Goethe, Novalis, llumbold,Scholling, Baadcr, Krausc, Ilegel y Sehleimaeher, yno influye ahora porque se ocupa en negar lo afir-mado en aquel glorioso y memorable siglo do orode sus ciencias y de sus artes.

fie demostrado mi tesis, al amparo de la verda-dera crítica.

La influencia filológica que se ajuste á estas re-glas será legitima. Si ¡as quebranta, menospreciandolos derechos de la gramática de cada una de laslenguas, no será verdadera influencia, sino raptopasajero, arrebato atentatorio á la verdad y á la be-lleza, su íntima 6 inseparable compañera. Y aun unainfluencia filológica intensa (como ya dije) es resul-tado y efecto de una influencia religiosa, moral óartística, que si no se relaciona con esas influen-cias, será la filológica vana afectación y gárrula pe-dantería. Si cuanto he dicho es cierto, debo añadirá manera do conclusión, que, corriendo la segundamitad de este siglo, no encuentro razón ni motivopara esa influencia moral y artística del germanis-mo, fecunda en otros lustros, pero que tampocoexistió en edades pasadas, El germanismo contem-poráneo no es fuente do vida, y para la raza latinaes una influencia letal.

Prevengámonos contra ese negro, negrísimo pe-simismo que turba hoy los ojos del espíritu y hastalos de la carne, pintándonos decadencias, postra-ciones y miserias misérrimas en nuestra raza, ennuestra patria, en nosotros mismos, y que inspira áno pocos disgusto y tedio de la vida nacional y aunde la individual. A esa preocupación que reemplazaal ricnte optimismo nacional de nuestros antepasa-dos obedece el prurito de salir del arte, de la cien-cia, do la tradición y-de la lengua nacional, parabuscar mejor luz y más anchos horizontes. Ese sen-timiento es falso. No es más vasto el horizonte ex-traño que el propio: no es más pura aquella luz quela que nos ilumina, ni es todo allí juventud y loza-nía, ni aquí todo marasmo y decrepitud. En el co-tejo resultaríamos alternativamente deudores yacreedores.

Lo que importa, á ejemplo del nuevo académicos¡¡s contemplar con piedad filial los caracteres ex-traordinarios y exaltados de esta nacionalidad queno vivo si el ideal DO la apasiona; lo que interesa o¡srespetar como verbo maternal esta hermosa lenguaespañola, de larga existencia, cuya vida, variadacual ninguna y al servicio do las mayores exaltacio-nes que ha experimentado el espíritu humano en suhistoria, le procura tesoros infinitos, recursos in-agotables, allegados así en la dominación ejercidaen el mundo del arte y de la política como en dolo-rosas y larguísimas tribulaciones, que la permitenservir de instrumento propio y adecuado á las más

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arduas y difíciles empresas, sin necesitar auxilio niremedio de otras lenguas, que no son más ilustresporque las hablen hoy ensoberbecidos conquista-dores.

Lo que importa tanto como este sereno estudiode las cosas patrias es no ceder á las excitacionespasajeras de una vida aguadísima corriendo tras lanovedad por creer que lo nuevo es siempre ade-lanto y progreso, ni esperar Mesías y redentores lle-gados de extranjeras playas, sino buscar con amor,en el fondo de la conciencia, la fuerza redentora.Lo que importa es conservar claros y limpios loscriterios que nos procura la razón, desechando loque no se ajuste á la verdad conocida y sabida, re-cordando siempre, como lo hace mi nuevo compa-ñero, que la ciencia no sirve á emperadores ni áinstituciones, razas ni partidos, programas ni pro-pósitos, sino á la verdad, y que sólo sirviendo á laverdad consigue mostrar el santo vínculo que une álo temporal con lo eterno.

F. DE PAULA CANALEJAS.13 de Mareo de 1876.

LOS IDIOMAS AMERICANOS.

il.*

No han faltado autores que hayan dado comocosa demostrada é incontrovertible la especie deque eran muy pocas las lenguas americanas quehabían sido entendidas por los misioneros, asegu-rando, bajo su palabra, que apenas llegaban á seisaquellas de que se tenían escritos Artes gramatica-les y Vocabularios; afirmación muy distante de laverdad y que arguye ignorancia punible en la ma-teria de que se escribe; disparate máximo que alfin y al cabo se convertía en un capítulo de acusa-ciones contra España, y esto bastaba para ser aco-gido muchas veces.

Lejos de haber habido descuido merecedor decensura, nótese que sólo en la provincia de SanVicente de Chiapa y Guatemala hubo superior delas Misiones que, como el venerable Fr. Tomás Ca-sillas, altamente persuadido de que no podía enmanera alguna ejercerse la predicación del Evan-gelio sin estudiar los catequizantes los idiomas delos indios, encargaba á los de su mando, pena dedesobediencia, que procurasen aprenderlos bien yque tuviesen ejercicios sobre tales lenguajes.

Y esto era en el primer tercio del siglo XVI.Fruto del acuerdo de dicho P. Casillas, fue el ar-

reglo que de la Gramática y Vocabulario de la len-

Véase el número anterior, pág. 591.

gua de Chiapa hizo el monje dominico Fr. PedroCalvo, castellano. No sabemos si se dio á luz.

Del idioma, más bien dialecto, de Copanabatla seencargó y llevó á feliz término Fr. Jorge de León.

Poco después (en 1548), otro celoso superior dela misma orden de dominicos, el reverendo Fr. Do-mingo de Ara, encargó al P. Juan Torres, como elmás idóneo por ya más versado en el asunto, queredujese á Gramática y formulase el Diccionariode la lengua Oachiquel, que es la general que sehablaba en la provincia de Guatemala. Está impresaen América.

Y al año siguiente, volviendo á visitar el conven-to de dicha ciudad el superior P. Ara, ordenó á to-dos los religiosos «que tuviesen conferencias, cadadía, acerca de la lengua de la tierra;» lo que puedecomprobarse leyendo la Historia de la provinciade San Vicente de Chiapa y Guatemala, escritapor ol P. Remesal: Madrid, 1619.

Hay más: como había territorios lejanos depen-dientes de esa provincia, en los que se hablabanpor los indígenas idiomas y dialectos harto diferen-tes, consta que en un capítulo de la orden de domi-nicos, celebrado en su convento de la ciudad deGuatemala en el año de 1S46, se dispuso, por lo re-ferente á esto, «que se ordenase á los priores quecada uno en su casa escoja el religioso que mejorsupiese la lengua de cada distrito y le mandase es-cribir el Arle Gramatical y Vocabulario de ella;añadiendo que, una vez formulados, se archivasecopia en la librería para que pudiese ser consultadapor los Padres.»

- Sin gran dificultad podríamos aducir algo así deotras comarcas del Nuevo Mundo.

Lo que arguye celo digno de loa, por ser dispo-siciones bien encaminadas y de más acierto que unaReal Cédula fechada en Valladolid á 7 de Junio de1SSO, dirigida á los prelados de las órdenes de do-minicos y franciscanos de los dominios de América,en la cual se les inculcaba que procurasen por to-dos los medios enseñar á los indios la lengua caste-llana, con el fin, dice la orden, de que mejor entra-se en aquellas tierras la fe. Idea que, entre otrosgraves, adolecía del inconveniente de ser impracti-cable. ¡Como que no era posible enseñarles el cas-tellano antes de ser catequizados!

Y véase cómo ya en aquella remota época acon-tecía (y no es maravilla) andar más en lo cierto lainiciativa individual y la de corporaciones, -en acha-ques de enseñanza, que la mano oficial, que sueleser muy desmañada en estos reimos y señoríos.

Al César lo que es del César.

Pero dando al olvido errores de otros tiempos,de que en el fondo no sé si queremos enmendar-nos, prosigamos dando cuenta de los trabajos de

F . C. SOBUON. LOS IDIOMAS AMERICANOS. 635

hombres beneméritos, biografiando aquellos do quetengamos ocasión.

MOLINA (Fr. Alfonso.) Fue natural de la villa deEscalona, en la provincia de Segovia; nació en elaño de 1496.

Muy joven tomó el hábito do los franciscanos, yá su tiempo profesó en dicha orden, destinándoselepoco después como misionero á Méjico. Lleno decelo por la propagación del Evangelio entre los in-dígenas, se dedicó con ardor al estudio del idiomageneral de! recién conquistado imperio do Motezu-ma, y más tardo escribió el Arte de la lengua mexi-cana y castellana, libro en 8.°, y además el Vocabu-lario de las lenguas mexicana y castellana, un tomoen folio.

Varios bibliógrafos extranjeros han supuesto queel Vocabulario de Molina era el primer libro dadoá luz en América, y que lo fue en Méjico el añode 1571.

Esto no os verdad: el primer libro impreso en elNuevo Mundo fue la Escala espiritual para llegaral cielo (traducción castellana), y vio la luz en 1533por las prensas que Juan Pablos llevó á Méjico al co-mienzo del año anterior. ¡Qué bien pronto el inventode Guttenberg fue al mundo de Colon!

Alfonso de Molina murió en Méjico en 1584.RAMÍREZ (Fr. Juan). Aragonés, de la orden de

Santo Domingo, misionero también en Méjico y des-pués obispo de Guatemala; hizo ¡a traducción enlengua mexicana del Catecismo de la doctrina cris-liana, cuya obrita, dedicada á los misioneros, sepublicó en Méjico en 4537.

BOLAÑOS (Fr. Luis). Andaluz, fraile franciscano,fue uno de los primeros misioneros en predicar labuena nueva á los indios que ocupaban el territoriodonde, allá por el año 1588, el "Adelantado Alonsode Vera abrió los cimientos do la ciudad do SanJuan de la Vera de las siete Corrientes.

Bolaños compuso la Gramática y Diccionarioguaraní-español y español-guaraní, libros de in-apreciable mérito, que después fueron impresos enla Asunción del. Paraguay por los jesuítas. El mismoautor tradujo al Guaraní (con correspondencia es-pañola) el Catecismo de. la doctrina cristiana y al-gunas oraciones, también impresos en la capital delParaguay.

Y como la sintaxis de los idiomas de esta partede América sea tan sumamente difícil y extraña,dice muy bien Azara que Bolaños «inventó senci-llos acentos para expresar, escribiendo, lo que elGuaraní tiene de nasal en unas voces y de guturalen otras.»

Y no es ocioso añadir sobre las obras de Bolañosque, habiéndose compuesto por diferentes sujetosno pocos otros libros de devoción en Guaraní, hubode reunirse un Sínodo en la ciudad de Buenos-Aires

en la iglesia de la Compañía de Jesús, el año de1603, cuyo Sínodo fue presidido por el obispo donFr. Martin Ignacio de Loyola, sobrino del fundadorde los jesuítas y fraile franciscano, que tomó el há-bito en el convento de Alaejos.

En este Sínodo so dispuso, entre otras cosas, que«recelándose prudentemente grandes inconvenien-tes por la multitud de catecismos que corrían com-puestos en la lengua Guaraní, se prohibía á lossacerdotes, bajo pena de excomunión, el uso detodo otro catecismo que no fuese el compuesto pordicho P. Bolaños, que se consideraba el más propioy libre de error.»

No se limitaron á los dichos los títulos adquiridospor esto instruido andaluz al reconocimiento de laposteridad. Bolaños, con mil trabajos y arrostrandopeligros sin cuento, fundó en el Parama el pueble-cito del Bai-adero en 1580. y el de Caazapá en 1607.reuniendo en ellos familias de indios por él conver-tidas.

Y sin embargo, no hay en pueblo alguno de lasrepúblicas del Plata una callo siquiera que lleveel nombre ilustre de Bolaños.

BARCENA (Fr. Alfonso). Natura! de Córdoba, nacióen 1528. Se ignora todo lo que es relativo á la ni-ñez y juventud de Barcena, asi como la educaciónque recibiera; sólo se sabe que, joven aún, fue des-tinado á América como misionero, y qae se dedicóallí con grande empeño al conocimiento de diferen-tes lenguajes de aquellos indígenas.

Escribió un libro con el título de Léxica et pre-cepta gramática, iler líber confesiones el precum, inquinqué indorum lingu'is, quarum usus per Ameri-cam australem. Es decir, el QuicAoa, el Aymara yotros.

Compuso Barcena, además, un Gran Vocabulariode <Jfcos mismos cinco idiomas, principales de aque-lla parte del Nuevo Mundo; razón por la que estácontado como uno de los filólogos más notables deaquella época. El autor era jesuíta.

lil primero de dichos libros fue impreso en laCiudad de los Reyes (Lima) en 1590, y so le cree elmás antiguo do los dados á luz en el Perú.

Fue Barcena apellidado el apóstol del Perú, ácausa de su mucho celo por la reducción de los in-dios.

Vivió algún tiempo en el Tucuman, ayudando ásu conquista y predicando á los Calchaquies, cuyalengua también poseía este excelente obrero. Mui-rió en el Cuzco en el año de 1598.

OLMOS (Fr. Andrés). Nació en la ciudad de Burgo*á fines del siglo XV. Entró en el convento de fram-cisoanos do dicha capital, donde fue educado, ydespués se trasladó á América en clase de misio-nero.

Dedicado á la predicación, viajó en mucha parte

636 REVISTA EÜBOPEA.- -18 DE JUNIO DE 1876. N.°del antiguo imperio do Motezuma, aplicándose á es-tudiar la índole de diferentes idiomas y dialectosde los indios.

Escribió Gramática en lengua mexicana y cor-respondencia en algunos dialectos, con su equiva-lencia española; y lo mismo Diccionarios de ellos.Compuso las Pláticas doctrinales y oraciones parainstrucción de los naturales y facilidad de los mi-sioneros.

Dice Humbold en los Monumentos de las cordille- •ras, que esto misionero, á quien apellida muy ins-truido, es autor de noticias curiosas sobre la cos-mogonía de Anahuac. Murió en América en 1574.

('.ARÁBANTE (Fr. José). Español, fraile capuchino,nació en 1628. Se le debe un Gran Vocabulario in-diano español y cartas sobre la India, llenas de in-terés. Murió en 1694.

COLLADO (Fr. Domingo). Extremeño, aunque seignora el pueblo de su nacimiento. Fue superior delas Misiones de Filipinas; muy perito en el idiomatalagot y otros del Archipiélago filipino. Compusouna Gramática japonesa española y Úiccionario.Murió en un naufragio en 1663.

OLMO (Fr. Francisco del). De Castilla la Vieja, je-suíta, á cuyo cargo estaba la colonia de San Fran-cisco de Borja, situada entre los rios Synaruco yMeta, tributarios del alto Orinoco, establecimientofundado en 1738 en tierras habitadas por indios di-chos Saruros.

liste misionero escribió el Arte gramatical de lalengua Sarura, propia de dicha nación, y un co^[lioso Vocabulario sarura-español y español-sarura,y tradujo á dicho idioma, con correspondencia es-pañola, el Catecismo de la doctrina cristiana ycarias oraciones.

Y no fue este el único servicio prestado á la hu-manidad por el misionero Francisco del Olmo, filestableció entre los Saruras escuelas de leer, escri-bir y contar, dando á muchos indios más despeja-dos nociones de latín yole música. Se ignora dóndemurió.

CANTO (Francisco del). Literato español ó impre-sor de libros.

Rs autor do un Arle gramatical de la lengua ge-ncrnl del Perú, llamada Quichua; libro dedicado alilustrísímo Sr. D. Hernando Arias de Ugarte, obispode Quito y del Consejo de S. M.

Dicha gramática está acompañada de un Vocabu-lario quichua-español y viceversa, que dice en elprefacio sor el más abundante hasta entonces publi-cado; y, con efecto, es muy completo. Dicho libroestá impreso en Lima, en casa del autor.

CENTENO (D. Carlos Tapia y). Fue cura párroco deTampamolon en el vireinato de Méjico; ora muyerudito en varios idiomas y dialectos de los indí-genas, y se le debe el Arte novísima de la lengua

Mexicana, libro impreso en Méjico on -1753. Se ig-nora el pueblo de su nacimiento.

LARRA.ÑAGA (Dr. D. Dámaso). Nació en el últimotercio del siglo anterior, en la ciudad de San Felipey Santiago de Montevideo. Fue este español-ameri-cano sacerdote distinguido y muy perito en la his-toria natural, debiéndosele estimables trabajos so-bre la Fauna y la Flora do la banda oriental delPlata, y algunas observaciones sobre las plantas delas cercanías de Rio Janeiro, obras todas hasta elpresente inéditas, pero que van á publicarse en laBiblioteca del Rio de la Plata, con que algunoshombres eminentes van á enriquecer la literaturaamericana.

Entre los trabajos del Sr. Larrañaga hay á nues-tro propósito un Compendio del idioma de la naciónChana, pueblo compuesto en otro tiempo de tribusque habitaban la embocadura del Rio Negro, en sudesagüe al Plata.

También esle libro sobro la lengua do los ya ex-tinguidos y célebres Chañas ha de darse áluz enBuenos-Aires.

CHVUMONT (P. N.). Este jesuíta francés fue misio-nero en América, y escribió la Gramática de la len-gua de los Hurones, entre caya nacionalidad ameri-cana, según el P. Rasles, vivió cincuenta años.Dicho libro tiene también un Vocabulario.

IIoix.uiN (Fr. P.). A esto misionero español sedebe un gran Vocabulario Quichoa, impreso enLima. Dice un autor americano que dicha obrita sevendía á 11 pesos fuertes en el Perú, poco despuésde dada á luz.

FALRONER (Fr. Tomás"). Era esto jesuíta natural deManchester (Inglaterra). Vivió muchos años en elvireinato del Plata, desde las fronteras del Rrasilhasta los términos de la famosa Araucania.

Compuso una Gramática de ¡a lengua Auca y vo-cabulario Auca-español y viceversa. El Auca es elidioma de los indios que habitan el Poniente de lascélebres Pampas hasta la referida Araucania.

No es este libro solo el que so debe á la inteli-gencia y laboriosidad do Falkoner: es autor de unaDescripción de la Patagonia, obra llena de curiososdatos, pero no tan conocida como debiera serlo.

Falkoner y el abate José Cardiol, de la mismaCompañía, fundaron la Misión de la Laguna, al pióde la agreste sierra de Tapalquen, en Patagonia.

No sabemos dónde finalizó sus dias este jesuíta,pero al tiempo do la expulsión general do los do suorden consta que fue embarcado en la fragata Ve-nus, y tenia á la sazón sesenta y seis años.

LUGO (Fr. Bernardino). Este misionero gallegoejerció el apostolado en la América equinoccial.Compuso la Gramática general de la lengua delnuevo reino llamado Mosca; idioma propio de losindígenas del Rogotá dichos Muyscas ó Moscas,

F . C. SOBRON. LOS IDIOMAS AMERICANOS. 637

especie de Druidas por algunas de sus costumbres.Este libro tiene asimismo un Vocabulario y fue

impreso en Madrid en 1619.FIGUEIRA (Fr. Lucas). Nació en Oporto este ilustre

portugués el año de 1600. Fue muchos años misio-nero en el Brasil, y escribió la Gramática guaraní-portuguesa y un diccionario en ambos idiomas.

Vertió además al Guaraní el Catecismo de la doc-trina cristiana. Fuó asesinado por los indios de ladesembocadura del Amazonas en 1643.

Ruiz DE MOSTOYA (Abate Antonio). Esto jesuíta,navarro, según nuestros informes, vivió muchosaños en el Paraguay y fue uno de los fundadoresde aquellas memorables misiones.

Cultivó con esmero el estudio del idioma deaquellos naturales, y escribió un interesante librocon el título de Tesoro de la lengua Guaraní, obra ála sazón rarísima, en que se hace resaltar la riqueza,la majestad y elegancia de ese habla por su cons-trucción, que, como dice Chome, tiene sus delica-dezas y agrados.

También es autor de la Conquista espiritual delas gloriosas misiones del Paraguay. El es descubri-dor de las naciones indias dei Guayrá y Tayaoba,como oportunamente apunta Lozano en su Historiadel Paraguay, Rio de la Plata j Tucuman.

Jiumilla dice que Ruiz de Montoya sobresalía deotros misioneros por su celo ó inteligencia, como fotplanetas entre los astros. '

RASLBS (Fr. Sebastian). Fue jesuíta francés y en-viado como misionero por el gobierno de su nacióná Quebee al final del siglo XVII. Con el deseo depropagar el cristianismo entre los indígenas, recor-rió el país de los Hurones, el Canadá y otros terri-torios, estudiando diferentes lenguajes de aquellosnaturales. Escribió la Gramática y el Diccionariode la lengua Abnakisa y un Catecismo en el idiomade los Hurones.

Y no puede caber duda que conocía este misione-ro otros lenguajes de aquella parte, porque en unaepístola suya, que se encuentra inserta en las Cartasedificantes y curiosas, dice el erudito filólogo así:

«Entre las lenguas de los indios Iraqueses, es lade los Hurones la más majestuosa y sonora, si bienla más difícil de las de aquella parte do! NuevoMundo.»

Rasles fue herido en un combate en Norridgevvog,de cuya herida murió en 1724.

BRETÓN (Fr. Raimundo). Natural de Beaune, Fran-cia, nació en 1609. Fné fraile dominico y misioneroen América. Escribió la Gramática y el Vocabulariocaribe-francés y francés-caribe. Murió en 1679.

RICARDO (D. Antonio). Éste, primer impresor deestos reinos del Perú, dio á luz el Tercero catecismoy exposición de la doctrina cristiana por sermones,en lengua española, quichoa y aymara. Dicho libro

trilingüe estuvo mandado componer por autoridaddel Concilio provincial de Lima, ó impreso en lamisma ciudad el año do 1585.

De las mismas prensas, y compuesto igualmentepor mandato de dicho Concilio, salió el Confesona-rio para los curas de indios. También está en lostres idiomas citados español, quiehoa y aymara.

Quinos (Fr. Teodoro). Nació en la villa de Viveros,provincia de Albacete, en el año do 1!>99.

Fue misionero en el Archipiélago filipino, islasdonde vivió dedicado á fu ministerio largos años.

Escribió una Gramática de la lengua tagala yDiccionario tagalo español. Murió en 1662.

VALDIVIA (Fr. Luis). Español y fraile jesuíta, queen su juventud fue destinado á desempeñar el cargode misionero en las playas del Pacífico, siendo delos primeros do su orden en penetrar en Chile paratan humanitario cometido.

Dotado de singular talento y ayudado de no me-nor celo, se dedicó afanosamente al estudio delidioma de los indios de aquella parte, lengua queaprendió muy en breve, según dice un historiador,como que en un mes pudo predicar en su idioma álos indígenas.

«No contento con eso (asegura el famoso jesuítaOvalle en su Historia de Chile), para abrir la puertaá los demás y facilitar más el aprender esta lengua,comenzó á formar la Gramática y el Vocabulario,que de ella imprimió, con que dentro de poco pu-dieron instruirse los indios en su mismo idioma yaprender el Catecismo de la doctrina en ella, quetradujo del castellano.» Salió á luz en Lima, conreal licencia, en 1606.

«Otra cosa hizo (prosigue- Ovalle) el P. Luis deValdivia, también de grande admiración, que fue(con ocasión de catequizar á unos indios que llamanGuabos, que habitan en la tierra de Cuyo, de laotra banda de la Cordillera, al Oriente de Chile, poreso vulgarmente dichos Cuyos) aprender su lengua,quo es bastante diversa de la de Chile, é hizo Gra-mática y Vocabulario de ella, y la imprimió, comola de Chile, con lo cual dejó el camino allanado á lasnuestros para poderse emplearen lo enseñanza.» Nosabemos en qué año se imprimió este otro libritoi.

Según el testimonio del mismo citado Ovalle, eraValdivia frecuentemente el maestro quo enseñabaá los misioneros nuevos dichos lenguajes, ilustran-do de viva voz los puntos difíciles de los mismos; j r

el propio Ovalle fue su discípulo en la materia, noobstante ser chileno el erudito historiador.

Mediante su gran despejo y la perfecta posesión delos idiomas indígenas, fue causa de más de un buensuceso, por lo bien que con su elocuencia sabíaatraerse á los más distinguidos entre los indios.

Vino en comisión á España para tratar de la me-jor manera de la pacificación de varias comarcas

038 REVISTA EUROPEA. 1 8 DE JUNIO DE 1 8 7 6 . N.° 121

chilenas, proponiendo medios más idóneos que losque se seguían.

A la vuelta de su importante cometido fundó lascélebres misiones de Arauco y de Cuyo, echandoasi los cimientos de la civilización de extensas co-marcas.

Otra cualidad que sobresalía en el P. Valdiviaera una serenidad y sangre l'ria admirables, hastaen las más críticas circunstancias, y esta cualidadle granjeaba inmenso prestigio entre los esforzadosnaturales de aquella parte de América, que apre-ciaban tanto el valor.

Esto dio margen, como no podía dejar de suceder,al éxito feliz de no pocas empresas, ayuda que va-lía más que la de muchos soldados.

y como al propio tiempo abrigaba un corazónpor extremo noble, tuvo lugar que la liberalidadque empleó con el cacique Habíame le ganó doblesimpatía en las masas de los indios, que le amabanentrañablemente.

Por segunda vez regresó a la Península este hé-roe, y... (cosa que no es de las presentes genera-ciones) no quiso admitir ninguno de los puestoscon que el mismo Rey le invitó en premio de susaltos merecimientos y singulares trabajos. ¡Des-prendimiento y abnegación, repito, de que no sedan ejemplos en el dia!...

Murió el reverendo Valdivia en su provincia deCastilla, según el erudito Ovalle.

El P. Blanco, autor de la Flora de las Filipinas,dice que pasan de treinta las gramáticas do loslenguajes del mismo Archipiélago que hasta elaño -1836 se habían escrito, y que hay varias im-presas en Manila.

De las múltiples lenguas de Chile, la Carolina, laLuisiana y otros puntos de América, hay también nopocos trabajos apreciables, en su mayoría inéditos.

Por último, de idiomas del Japón, la China y dife-retUe otros lejanos Estados, existen asimismo; masesos no entran en la jurisdicción que me he mar-cado.

FÉLIX C. SOURON.

FRANKLIN.i.

Necesitamos detenernos algunos instantes pararendir un justo tributo de admiración al que con sugenio arrancó las centellas de las nubes. Las cien-cias físicas, á las que debe el mundo moderno lalocomotora, que anula las distancias, y el hilo eléc-trico, que ha dado alas al pensamiento, tienen asi-mismo la sin par gloria de haber suministrado me-dios de encadenar las tempestades.

La ciudad de Filadelfia, que tanto contribuye áengrandecer el dilatado territorio de Pensilvania enla hermosa región americana, y donde en la actuali-dad acude el mundo entero con los resultados desu inteligencia á terciar en la gloriosa y pacíficabatalla á que ha convocado, ofrecía, en el primertercio del últimamente trascurrido siglo, modestoasilo á un joven que, limitado al estrecho círculode aprendiz de impresor, revelaba en su aspecto elinmenso horizonte que su mirada de águila habíade recorrer al andar de los tiempos. Aquel joven,apenas salido de los límites de la niñez, era Benja-mín Frankiin, que en 4724 veíasele con asiduidadentregado al material trabajo del obrero; pero en lapalidez de su rostro, en lo melancólico de su vista,en la sobriedad excesiva de su alimentación y en elextraordinario anhelo con que dedicaba á la lec-tura de obras instructivas las horas destinadas alrecreo ó al imprescindible descanso, hacían supo-ner, con probadísimo fundamento, que no estaba suporvenir cifrado en lo que había de alcanzar con laposesión exclusivamente del arte que inmortalizó áGuttenberg.

En efecto, lo variado del clima de la región quehabitaba, pues se observan en primavera las densasnebulosidades clásicas del pueblo inglés, al pasoque en el estío se manifiestan los ardorosísimos ca-lores del africano suelo, sin que por eso se veanprivados en algún dia de otoño de ese cielo azulsin nube alguna que ha inspirado en España y enItalia las liras de Calderón y Tasso, y los pincelesde Murillo y Miguel Ángel, contribuye á que el filó-sofo medite acerca de las grandezas que le rodeany de las numerosas maravillas que le cercan.

II.

Los años de la juventud, de esa hermosa prima-vera de la vida, donde sólo se respira el embriaga-dor perfume que exhalan las aromáticas flores queel sol de la ilusión y esperanza alimentan, pasaronpara Frankiin en medio de incesante laboriosidad yapurando hasta las heces las amarguras de un amorimposible y desgraciado. Al decir de alguno de susvarios biógrafos, la pequeña fortuna que adquirieraen fuerza de trabajo y el nombre que le conquista-ron los varios artículos publicados en la Gacela deFiladelfia, no eran suficientes á satisfacer sus aspi-raciones. Las diferencias de posición social le sepa-raban un abismo del objeto amado, y las glorias ásu talento debidas no bastaban á calmar su tenazmelancolía.

Amar sin esperanza. Tal fue uno de los móvilesque le impulsaron á trabajar sin descanso para aho-gar con la material distracción el incendio latenteque su pecho devoraba. Durante cinco años con-

N.° J. Ot.MEDILLA. FRANKLTN. 639

quistó reputación envidiable, pues el almanaque delbuen Ricardo rodeó su nombre de una aureola depopular gloria y asistió en vida á su apoteosis, ymás tarde la invención del pararayos aumentó,con nuevas y siempre frescas flores, la corona querodea su inmortal frente, de la cual brotaron un diasublimes concepciones cuya brillantez no empa-ñará el oleaje del tiempo.

Refiramos la invención de pararayos.

III.

La imaginación exaltada de los antiguos pueblosatribula al rayo procedencia extraordinaria, y fueconsiderado como arma vengadora de la Divinidad.Refiere Servio que se aumentó el fuego de los alta-res con el rayo. El completo desconocimiento delfluido eléctrico, en sus causas y en sus manifesta-ciones, puede explicar perfectamente la ignoranciaen que se hallaban respecto á los motivos de la pro-ducción de este fenómeno. Sabido es que an su apa-rición influye poderosamente el país, la manera deestar construidos los edificios, la proximidad de lasmontañas, etc., todo lo cual satisfactoriamente serazona acudiendo á la ciencia física, grandioso es-tudio que encierra los motivos dal descenso de uncuerpo en el espacio, la maravillosa descomposi-ción de la luz que nos libra de la eterna noche, lafijación de las imágenes por la misma en el fondode la cámara oscura, el vuelo del ave en el espacio,la armonía de la música que encanta nuestros oidos,y la causa de la nieve que corona la cima de lamontaña ó del ardoroso calor que abrasa nuestropecho en el estío.

Pero todavía se encuentra arraigada en el vulgola idea de atribuir el rayo á una causa maravillosay superior á la inteligencia del hombre. Hé aquí lanecesidad imperiosa de propagar á todo trance losconocimientos físico-químicos, sin los cuales no esotra cosa el individuo que huésped en el mundo,ajeno por completo á la investigación de los hechosque en torno suyo sin cesar se originan. Al descu-brir la ciencia la naturaleza del rayo, debida á lasdescargas eléctricas que en el seno de la atmósferatienen lugar entre las nubes y la tierra, no des-prestigia á la Divinidad, antes por el contrario, laensalza y la sublima, enseñando á glorificar y ren-dir adorador tributo al verdadero Autor de todo locreado, desde el invisible infusorio, sólo apreciableal microscopio, hasta la roca gigantesca que desafíaá los mayores cataclismos.

La explicación que Descartes dio del rayo, con-sistía en atribuirlo al calor resultante de la caidade una nube que chocaba con otra colocada en infe-rior región. Más tarde, el célebre médico Boerhaaveatribuía la causa del rayo á la inflamación produci-

cida en el aire por los gases desprendidos de latierra.

La circunstancia de observarse en la parte altade los buques y la cima de los campanarios fenó-menos de centelleo durante las tempestades, ex-citó desde luego la curiosidad de los hombrespensadores; pero todavía distaba mucho el conoci-miento de la verdad, porque se ignoraba por com-pleto la causa de las manifestaciones eléctricas yse desconocía el fluido á que eran debidas. El fí-sico inglés Wall lanzó la idea de la semejanza quepodía existir entre la chispa eléctrica y el relám-pago, sin olvidar el parecido que presenta el ruidode la chispa con el estampido del trueno.

En 4750 premió la Academia de Burdeos una Me-moria de Barberet, donde se manifestaba la analo-gía existente entre el rayo y la electricidad, perosin demostrarlo experimenlalmente. Poco despuésse presentó á la indicada corporación otra Memoriade M. de Romas, donde se aseguraba que el rayoera análogo á la electricidad. Pero Franklin, elaprendiz de impresor, que más tarde fue directorde una gran imprenta en Filadelfia y diputado, l'uéá quien estaba reservada la gloria de descubrir en47S5 el pararayos, fundándose en el poder que tie-nen respecto á la electricidad los cuerpos termina-dos en punía.

Hé aquí las relaciones que establece entre la elec-tricidad y el rayo.

Los relámpagos, decía, tienen relación con lachispa eléctrica, pues son, como ella, ondulantes yangulosos.

A la manera que el rayo sigue el camino de loscuerpos más conductores, del mismo modo lo efec-túa la electricidad en la descarga, de la botella deLeyden.

Se dirige el rayo á los objetos elevados y punti-agudos, de igual suerte que los cuerpos puntiagu-dos se cargan mejor de electricidad que los de re-dondeada superficie.

Los efectos del rayo, de fundir metales, incen-diar edificios, producir la muerte, no son otra cosamás ¡que elevados á mayor escala los que tienenlugar en un gabinete de física por las descargaseléctricas.

IV.

Tal fue la manera sintética de coordinar los he-chos que tuvo Franklin para deducir de los mismosla formación del pararayos, de cuyo descubrimientosólo y¡i distaba un paso.

Dedujo de aquí que una varilla de hierro termi-nada en punta, puesta en comunicación con un con-ductor metálico, podría destruir el efecto de unanube tempestuosa, y consignó estas ideas en sus

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Cartas sobre la electricidad, libro que vio la luz pú-blica en Londres. La Sociedad Real de Londres in-formó muy mal acerca de esta idea. Aquel cuerpocientífico creía un absurdo el pensamiento de ale-jar el rayo, sólo por medio de unas cuantas varillasmetálicas elevadas en el aire. Dicha obra fue des-pués traducida por Dalibard, el que comprobó ex-perimentalmente las ideas sentadas por el físicoamericano.

La comprobación tuvo lugar en unión con el grannaturalista Buffon, el autor de la gran sentencia elestilo es el hombre, en cuya brevísima y l'cliz fraseso halla condensado todo un libro de literatura.Colocó en la torre de su palacio una larga barra dehierro, terminada en punta en la extremidad supe-rior y aislada por la parte inferior. De la misma ma-nera dispuso Dalibard otro aparato en las inmedia-ciones de París, donde estalló una tormenta, y pu-dieron observar las chispas que salían do la barra, alpropio tiempo que la producción de pequeños ruidosque asemejaban á golpes dados en la indicada barracon un objeto metálico. Buffon, á su vez, pudo ob-loner del aparato de su palacio gran número dechispas. *

Pronto cundieron estos experimentos por toda elmundo civilizado, y aumentó asimismo el deseo dorepetirlos, logrando algunos, como Lemonnier, ha-cer interesantes adelantos en el estudio de la elec-I deidad atmosférica, y otros más desgraciados, comoKichmann, hallar la muerto en su gabinete de física,donde á la sazón se encontraba verificando estudios,el G de Agosto de 1753, que sobre San Petersburgorugía tempestuosa nube, y un momento de inadver-tencia produjo la demasiada proximidad del físico ála barra, y una descarga eléctrica ocasionó su ins-lantánea muerte.

En el mes de Setiembre de 4752 lanzó Franklinen Filadelfia una cometa en una tarde tempestuosa,y de la cuerda de la misma, humedecida por la llu-via, obtuvo chispas eléctricas; y en 1760 se colocóel primer pararayos en el palacio de un opulentobanquero de la misma población, donde muy prontoinidieron observ: rse sus provechosos resultados enlas tempestades que tan frecuentes son en aquelpaís.

Pronto saludó América entusiasmada tan útil des-cubrimiento. Ya no hay que temer la destrucciónde los edificios donde se encierran preciosos teso-ros de arte, ni considerar amenazada de inminenteriesgo la existencia en momentos dados.

V.

Ya se conocía el pararayos, ya existía ese me-dio de libertar á las personas y á los objetos de ladescarga eléctrica, pero no por eso dejó de tener

impugnadores que consideraban peligroso ó ine-ficaz el nuevo descubrimiento, por cuyo motivotardó algún tanto en generalizarse en Europa. Nadamás sencillo que la construcción del aparato conque Franklin dotó á la ciencia. Consiste en una bar-ra de hierro rectilínea de seis á nueve metros de al-tura, y la sección de la base es un cuadrado cuyolado es de seis centímetros, y además un conductorque, según los últimos datos suministrados por laAcademia de Ciencias, debe estar construido de hi-los ele cobre, por la razón de ser este metal mejorconductor que el hierro y llenar de un modo másexacto la condición de llevar la electricidad al de-pósito común. También aconseja la corporación refe-rida que se termine la extremidad superior del para-rayos por una punía de cobre, en vez de emplear elplatino; pero no ha respondido á los resultados quese esperaban. La teoría 'del pararayos está fundadaen la electricidad de los cuerpos por influencia, yse sabe que protege un espacio circular cuyo radioes doble de su altura. Debe tener además el para-rayos condiciones de suficiencia de diámetro, care-cer absolutamente de solución alguna de continui-dad y todos los demás requisitos que no es perti-nente exponer aquí.

VI.

Franklin murió en 1790. Pero su patria y el mundoentero han querido conservar indeleble la memoriade tan eminente patricio. El que desde humildísimacondición pudo elevarse hasta presidente de laAsamblea de los Estados de Pehsilvania, tomandoactiva parte en la declaración de independencia delos Estados-Unidos, bien puedo asegurarse que re-uniría especiales y nada vulgares dotes para lograratraer hacia sí las miradas de sus conciudadanos.

En Inglaterra la pasión política puso mucho tiem-po en duda su valer, y así se explica la tardanza endicho país en el uso de los pararayos.

Poro en su patria existen recuerdos de su nom-bre doquiera la imaginación se dirija. Allí dondeterminó su vida de un modo más tranquilo que enlos primeros períodos de la misma, se encuentranmonumentos, poblaciones, Institutos científicos quellevan el nombre de Franklin, como si dosaaran lasgeneraciones que fuese contemporáneo suyo en lamemoria, ya que al poder humano le está vedadala inmortalidad.

I JOAQUÍN OLMEDILLA Y Pino.