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REVISTA EUROPEA NÚM. 297. 2 DE NOVIEMBRE DE 1879. AÑO V I . ANNAM Y LOS ANNAMITAS Éntrelas diferentes formas que un viajero puede adoptar para describirnos sus impre- siones y sus observaciones, la del Diario es la considerada como monos aceptable. Es también la que menos sostiene el interés, porque el Diario, aun el más completo, está sembrado de incidentes fatigosos para el lec- tor. Las tribulaciones que el autor ha expe- rimentado y los peligros que ha corrido nos conmueven poco alarga distancia, siéndonos indiferentes con más razón las comidas que ha hecho y los albergues que ha encontrado. Si el Diario es de un marino, esta indiferen- cia es todavía mas grande. El estado del mar, la orientación del viento y los pronósti- cos meteorológicos, cosas muy interesantes para él, no lo son en modo alguno para nos- otros. Preciso es, pues, admirarse de que M. Dutreuil de Rhins haya podido insertar en el libro que ha publicado, con el título de El reino de Annam y los annamitas, muchas pá- ginas de Diario sin amenguar el placer que nos proporciona con sus agradables y ani- mados cuadros. Y consiste esto en que la aventura perso- nal de M. Dutreuil de Rhins contiene la des- cripción de un estado social y de un órdejti político de cosas que ningún observador no interesado en la causa hubiera podido ha- cernos conocer tan perfectamente. Es preciso •haber vivido con la raza mongólica, haber estudiado dia por dia los hechos por los cua- les se revela su carácter, para dar de ól al lector europeo una idea exacta. Ademas, el autor de El reino de Annam y los annamitas está, como narrador y pintor, en la favorable situación del que no esperaba lo que ha en- contrado, para quien todo se vuelve sorpre- sas y agradables impresiones; como hombre que lo ha aprendido todo por su propia expe- riencia y á sus propias expensas. Oficial de la marina francesa, partió en 1876 como capitán de un buque de guerra que el Gobierno francés acababa de regalar al Gobierno annamita, y pasó al servicio de TOMO XIV. éste, con las ilusiones de un francés que, re- conociendo su superioridad respecto al pue- blo á que va á prestar sus servicios, se ima- gina ser recibido con alegría y tratado favo- rablemente. ¡Cuáles no serian sus sinsabores al encontrarse á las órdenes de una jerar- quía de mandarines, cien veces más igno- rantes, orgullosos y rastreros que los de la China! Nada podría ponernos mejor al co- rriente de la situación de Annam que las re- laciones qne ha tenido M. Dutreuil con sus singulares superiores. En primer lugar, el rey Tu-Duc es, coma ya sabemos, un personaje invisible. Encerra- do en el palacio de Huó tras una triple mura- lla, á nadie, como no sea mandarín, le es permitido acercarse á S. M. Cuando va de ca- cería ó á ofrecer un sacrificio, se forma el vacío ante él, de modo que las clases popula- res nunca han podido ver su rostro. De aquí resulta que no ve ni obra más que por los ojos y con las manos de sus mandarines, bajo cuya tutela puede decirse que está. Hallán- dose, sin embargo, dividido el mandarinado en nueve clases, y cada clase en diez grados, conserva el rey algún poder, porque en él reside la facultad de conferir los grados. En Annam, como en China, el mandarinado es una nobleza privilegiada, pero vitalicia, que oprime ó abruma al pueblo y que todo lo al- cau^.a del soberano, el cual dispone de la vida de sus subditos sin proceso, lo mismo que sus representantes los mandarines disponen de sus bienes. Las exacciones de estos últi- mos no tienen límites. La idea de cargo honorífico es tan extra- ña para los pueblos asiáticos como la idea del honor; en toda la escala jerárquica se consolida ia superioridad social por medio de la expoliación, porque el principio en que se fundan estas antiguas sociedades es el de que el rey es el único propietario del suelo, no siendo los subditos más que usufructarios, y este principio da sus frutos. El mandarin letrado, que ejerce las funciones de general (en Annam el empleo no tiene ninguna rela- ción con la educación especial del funciona- rio), encuentra tan natural guardarse el sueldo correspondiente á sus soldados, que no hace un misterio de ello; quédase con sus 67

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REVISTA EUROPEANÚM. 297. 2 DE NOVIEMBRE DE 1879. AÑO V I .

ANNAM Y LOS ANNAMITAS

Éntrelas diferentes formas que un viajeropuede adoptar para describirnos sus impre-siones y sus observaciones, la del Diario esla considerada como monos aceptable. Estambién la que menos sostiene el interés,porque el Diario, aun el más completo, estásembrado de incidentes fatigosos para el lec-tor. Las tribulaciones que el autor ha expe-rimentado y los peligros que ha corrido nosconmueven poco alarga distancia, siéndonosindiferentes con más razón las comidas queha hecho y los albergues que ha encontrado.Si el Diario es de un marino, esta indiferen-cia es todavía mas grande. El estado delmar, la orientación del viento y los pronósti-cos meteorológicos, cosas muy interesantespara él, no lo son en modo alguno para nos-otros. Preciso es, pues, admirarse de queM. Dutreuil de Rhins haya podido insertar enel libro que ha publicado, con el título de Elreino de Annam y los annamitas, muchas pá-ginas de Diario sin amenguar el placer quenos proporciona con sus agradables y ani-mados cuadros.

Y consiste esto en que la aventura perso-nal de M. Dutreuil de Rhins contiene la des-cripción de un estado social y de un órdejtipolítico de cosas que ningún observador nointeresado en la causa hubiera podido ha-cernos conocer tan perfectamente. Es preciso•haber vivido con la raza mongólica, haberestudiado dia por dia los hechos por los cua-les se revela su carácter, para dar de ól allector europeo una idea exacta. Ademas, elautor de El reino de Annam y los annamitasestá, como narrador y pintor, en la favorablesituación del que no esperaba lo que ha en-contrado, para quien todo se vuelve sorpre-sas y agradables impresiones; como hombreque lo ha aprendido todo por su propia expe-riencia y á sus propias expensas.

Oficial de la marina francesa, partió en1876 como capitán de un buque de guerra queel Gobierno francés acababa de regalar alGobierno annamita, y pasó al servicio de

TOMO XIV.

éste, con las ilusiones de un francés que, re-conociendo su superioridad respecto al pue-blo á que va á prestar sus servicios, se ima-gina ser recibido con alegría y tratado favo-rablemente. ¡Cuáles no serian sus sinsaboresal encontrarse á las órdenes de una jerar-quía de mandarines, cien veces más igno-rantes, orgullosos y rastreros que los de laChina! Nada podría ponernos mejor al co-rriente de la situación de Annam que las re-laciones qne ha tenido M. Dutreuil con sussingulares superiores.

En primer lugar, el rey Tu-Duc es, comaya sabemos, un personaje invisible. Encerra-do en el palacio de Huó tras una triple mura-lla, á nadie, como no sea mandarín, le espermitido acercarse á S. M. Cuando va de ca-cería ó á ofrecer un sacrificio, se forma elvacío ante él, de modo que las clases popula-res nunca han podido ver su rostro. De aquíresulta que no ve ni obra más que por losojos y con las manos de sus mandarines, bajocuya tutela puede decirse que está. Hallán-dose, sin embargo, dividido el mandarinadoen nueve clases, y cada clase en diez grados,conserva el rey algún poder, porque en élreside la facultad de conferir los grados. EnAnnam, como en China, el mandarinado esuna nobleza privilegiada, pero vitalicia, queoprime ó abruma al pueblo y que todo lo al-cau .a del soberano, el cual dispone de la vidade sus subditos sin proceso, lo mismo quesus representantes los mandarines disponende sus bienes. Las exacciones de estos últi-mos no tienen límites.

La idea de cargo honorífico es tan extra-ña para los pueblos asiáticos como la ideadel honor; en toda la escala jerárquica seconsolida ia superioridad social por medio dela expoliación, porque el principio en quese fundan estas antiguas sociedades es el deque el rey es el único propietario del suelo,no siendo los subditos más que usufructarios,y este principio da sus frutos. El mandarinletrado, que ejerce las funciones de general(en Annam el empleo no tiene ninguna rela-ción con la educación especial del funciona-rio), encuentra tan natural guardarse elsueldo correspondiente á sus soldados, queno hace un misterio de ello; quédase con sus

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raciones de arroz y las vende públicamentecomo cosa que le pertenece. ¿De qué serviría,sin esto, ser general y mandarín? En aquelpaís no se concibe que un hombre esté porencima de otro más que para poden quitarlelo que tiene, hacerle trabajar y maltratarle.Pero como es preciso, después de todo, man-tener al soldado, sus jefes le envían á «cor-tar leña», es decir, á merodear en las propie-dades de los aldeanos; y, en efecto, ¿de quéserviría, piensa él soldado, llevar armas,sí no se hiciera uso de ellas para apoderarsede lo que posee el que está desarmado? Delmismo modo el mandarín letrado que ejercefunciones de almirante no comprende queexistan tales cargos en el mundo si su des-empeño no es provechoso. Y así se explicaque no haya nunca soldados ni marineros ábordo, ni carbón en los pañoles, y que, sin lavigilancia de M. Dutreuil, el Eseorpion, queél mandaba, hubiera sido despojado de todossus adornos de cobre y de la mitad de susaparejos, por el mandarín comisario del Go-bierno.

Las relaciones del capitán francés con es-te personaje, son la cosa más curiosa y másinstructiva del mundo. Coclés (tal es el nom-bre que M. Dutreuil le da) nunca había puestolos píos á bordo de un navio antes de haberleencargado su gobierno la administración delEscorpión. Tenía un miedo horrible al mar, ytodo su afán era que el buque permanecieseanclado; detestaba á los franceses, su activavigilancia y su incorruptibilidad, y pasaba suvida en hacer falsas relaciones al primer mi-nistro del rey Tu-Duc, desnaturalizando losactos del capitán Dutreuil, jr suscitandoáésteobstáculos de toda clase. Cuando, agotada lapaciencia, el oficial francés le enseñaba su sa-ble proponiéndole un duelo, el mandarín seechaba á sus pies golpeándose la cabeza con-tra el suelo y dando muestras de la máshonda desesperación. Después se desquitabaal verse rodeado de mandarines de su espe-cie. Creyendo no ser comprendido, porqueM. Dutreuil entendía poco el annamita, ha-blaba con el mayor desprecio de Francia y delos franceses. Para él no eran éstos hombrescivilizados, sino bárbaros, ninguno de loscuales tenía el honor de ser mandarín, y cu-ya presencia tenía Annam la desgracia deverse obligada á tolerar por él momento.

Sin embargo, el odio y el temor que alejaá los mandarines de los hombres de Occiden-te, y en partioular de los franceses, tiene superfecta razón de ser. Como dice M. Dutreuil

deíthins, somos para ellos horribles comu-nistas. El pueblo, sf hubiese pueblo en An-nam, tardaría poco, por el contrario, en sen-tir simpatías hacia nosotros. Aun en el esta-do de ignorancia en que se encuentra, tieneuna secreta confianza en los europeos; en lasínfimas clases de la nación annamita, es enlas que nuestros misioneros hacen sus con-quistas; hoy, lo mismo que hace diez y ochosiglos, «se anuncia el Evangelio á los po-bres». En cuanto á las clases privilegiadas,es decir, á las nueve del mandarinado, des-precian á los cristianos, que profesan una re-ligión de igualdad. M. Dutreuil se apercibíade que aquellos mandarines que le lisonjea-ban á puerta cerrada, afectaban no conocerlecuando se encontraban en público. Estar uni-do con un cristiano, es casi un delito de altatraición; en todo caso es, por lo monos, reba-jarse; y los mandarines tenían un especialcuidado en conservar su dignidad á los ojosde sus administrados.

El alejamiento de los annamitas respectoá los europeos, no se funda solamente en larazón de Estado; tiene sus causas históricas.Desde tiempo inmemorial, la China ha sidoel centro de atracción del extremo Oriente.A los ojos de todos sus vecinos, el brillo deaquel imperio oscurece todos los resplando-res. M. Dutreuil ha encontrado esta impre-sión hasta en los aldeanos de Annam, gentemás accesible, sin embargo, á las ideas ver-daderas que los interesados mandarines. Héaquí la conversación que tuvo con su piloto,hallándose éste ocupado en contar un mon-tón de sapeques (pequeña moneda del país)de los que t§nía medio lleno su sombrero:

—¿Qué es eso, Than? ¿Os ha tocado hoy ávos robar á algún mandarín?

—]Oh! No, capitán; es que he estado jugan-do con dos chinos en Kien-Denoc, y les heganado.

—Entonces debéis ser buen jugador, por-que los chinos no son torpes. ¿Los quieren eneste país?

—Viven como nosotros; se casan con mu-jeres annamitas, y se dedican al comercio.

—¿Y se entienden bien con los annamitas?—Sí.—¿Por qué no son más numerosos?—Porque no quieren el Voua (el rey) y los

mandarines.—Por todas partes se les encuentra; yo los

he visto entrar en la ciudadela.—Para los annamitas, los chinos son her-

manos; tenemos las mismas costumbres. Y,

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en cambio,, los demás hombres son temibles 'y aborrecidos extranjeros.

A juzgar por lo que decia Than, los anna-mitas no experimentaban hacia nosotrosmás que una gran desconfianza, que, explo-tada por los mandarines, habia tomado el ca-rácter de odio. Lo que más me sorprendía,añade M. Dutreuil, era su profundo respetoy su admiración para con los chinos, el pri-mer pueblo del mundo, según él.

—¿Cómo vos, que, estimáis á los francesesy preferís su administración, vos que habéisvisto á Saigon, sus palacios, sus hermosascasas, sus grandes buques de vapor, todoslos productos de nuestras artes y de nuestraindustria, cómo, repito, podéis creer á loschinos superiores á los europeos? Y la Con.chinchina no es nada en comparación conFrancia, donde hay ciudades más bellas queSaígon, y diez veces más grandes que Huó.

—Pero la China es mayor todavía, y enella se encuentran muy buenas cosas. Haypalacios, casas más grandes, más cómodas,muchos soldados y vapores, como en Salgon.Los chinos hacen más comercio que los hom-bres del Oeste, y hasta en Saigon son losmás importantes y más ricos. Yo no he vistoen Cantón carruajes movidos á vapor ni te-légrafos; pero los chinos, que tantas otrasinvenciones tienen hechas, se servirían deaquéllos si los juzgasen de utilidad.

Un embajador annamita que volviera deFrancia, añade M. Dutreuil, no hubiera ha-blado mejor á S. M. Tu-Duc.

Las ideas de aquel bravo annamita, hom-bre un poco más instruido y más despejadoque sus compatriotas, no eran inspiradaspor el amor á su soberano y á los mandari-nes, ni aun por el espíritu de raza; Than ha-bía viajado y habia comparado; había sidobien tratado por los franceses, y se dedicócon preferencia á su servicio; pero juzgabacomo juzgar debe un pueblo cuyo ideal ha sidosiempre el derecho divino del Hijo del cielo,apoyado en la fuerza y la grandeza material,tal eomo ella sale de la riqueza y de la exten-sión de un reino. De grandeza intelectual ymoral no podría cuestionar con ellos.

M. Dutreuil de Rihns, como capitán de unaviso annamita, dependía en piimer términodel rey, al que nunca pudo ver la cara; des-pués del ministro de Marina; luego de dosmandarines, uno de segunda y otro de terce-ra ó cuarta clase, que ejercían las funcionesde comisario y subcomisario del Gobierno.Mucho tenía que hacer para impedir á éstos

que saqueasen el buque y para obtener delministro de Marina los aparejos y reparacio-nes indispensables. Como Coclés no queríasalir del puerto, y, por otra parte, el hábitomás característico de la burocracia annamitaes el de no hacer nada, el capitán Butreuil nopudo conseguir una braza de cuerda. Espe-rando poder dirigir sus peticiones al rey, par-tió para Huó. Pero no consiguió franquear nila primera entrada de la ciudadela que Jesirve de morada. Dirigióse entonces al P. H-(creemos que se refiere al padre Enrique),director de la escuela de intérpretes estable-cida cerca del palacio. Era el tal un annamitacatólico que usaba la pequeña placa de mar-fil del mandarín, distinción que habia sidopreciso concederle para que pudiese llegar ápresencia del rey. El P. H. debia haber obte-nido permiso del Papa para aceptar el man-darinado. Era un hombre de pequeña estatu-ra, vestido al uso del país, modesto y reser-vado, como convenia á un pobre funcionario,colocado en posición tan falsa y consideradosospechoso incesantemente por el Gobiernoy por el pueblo. En los asuntos oficiales, ex-cesivamente circunspecto. Limitóse, pues, áprometer á M. Dutreuil que pondría sus recla-maciones en conocimiento del ministro, Éncuanto á informes inofensivos, me muy ama-ble, y respondió á sus preguntas.

—No dependéis—le dijo—del ministro deMarina, como os habéis figurado, sino del delas Colonias. Sin embargo, en vuestra cali-dad de extranjero, debéis dirigiros más bien,al ministro de Hacienda, el gran mandarínNgouyene, encargado al mismo tiempo de losnegocios entranjeros.

—Habia oido decir que se hallaba en des-gracia...

—Eso pertenece á la historia antigua. Ngou-yene es hoy mandarín de segunda clase, yhay pocos mandarines de esta categoría,exceptuando á los príncipes. Es un granmandarín letrado, porque* ya sabéis que, losmandarines militares son poco consideradosentre nosotros.

—¿Qué sueldo disfruta por tener á su car-go dos departamentos tan importantes?

—El primer ministro tiene cerca de 1.800francos anuales; ademas, recibe trajes deseda y una gran cantidad de arroz todos losdias, para ól y su familia.

El arroz que se da á los funcionarios noes de buena calidad, pero ellos entregan unaparte á sus criados y venden el sobrante.

—Eso representará á lo sumo cinco ó seis

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mil francos anuales, que para un país dondela vida es tan económica para los annamitases buena renta; pero los funcionarios tendránademas otras utilidades.

A esta insinuación juzgó convenientecontestar el P. H., variando el tema:

—Vos, capitán, podréis hacer grandes eco-nomías.

—Tal vez, si viviésemos como los indíge-nas; pero nuestros criados chinos nos cues-tan casi tanto dinero como da el rey á suprimer ministro.»

Según parece, un mandarín puede viviren Annam por un franco diario. La subdivi-sión de la moneda prueba el módico precio detodas las cosas. Cuando se le dan algunossapeques á un mendigo se le hace una buenalimosna, y sin embargo, se necesitan nadamenos que 600 sapeques para completar unaligadura, moneda equivalente al franco nues-tro. Este nombre de ligadura procede sin du-da de que los sapeques, plaquitas de zinc muydelgadas, están agujereados y ligados engran número.

Cuando M. Dutreuil salió de Hué, fue unmandarín á entregarle voluminosos paque-tes de sapeques, rogándole que los aceptasecomo regalo del rey. Componían próxima-mente treinta francos. El capitán, compren-diendo que no podia rehusar el presente,aceptó la expresada suma.

El viaje á Huó hecho por tierra es la partemás bonita de la expedición de nuestro autor.Con el lápiz en la mano, recoge sus recuerdosy hace encantadores croquis apesar de ladesconfianza que excita. Cuando se caminaen palanquín por una temperatura de 35 ó 40grados, se llega naturalmente á hacerse so-ñador y accesible á las impresiones poéticas;hasta sería uno capaz de abrazar la reli-gión de Budda: tal es la armonía que existeentre este culto y los países que le vieronnacer. De vez en cuándo encontraba M. Du-treuil en su camino un jardin de naranjos,bananeros y sicómoros," enmedio del cual seelevaba una pagoda rodeada de árboles desombra. ¡Qué paz bajo su follaje! Las fami-lias ricas habían sembrado estos sagradosrecintos de pequeños monumentos en re-cuerdo de sus antepasados. Mesitas cubier-tas de cirios, flores y adornos pueriles re-cuerdan los altarcitos que nuestra piedad eri-ge en el interior de los monumentos fúnebresde nuestros abuelos. Los annamitas pobresse contentan con colgar en las ramas todaclase dé amuletos. Pero no' colgamos tam-

bién nosotros amuletos én los cementerios?Lo que no tenemos, ni podemos tener ennuestras agitadas sociedades, es ésa calma,ese silencio, ese recogimiento religioso queimpone al hombre un sol abrumador, y quelo mismo en Annam que en las Indias, seconfunde con el eterno nirvana.

M. Dutreuil de Rhins no ha vuelto positiva-mente satisfecho de los annamitas. Nos refie-re que los mandarines, comisarios y subcomi-sarios del Gobierno destinaban el puente desu barco á un uso que la decencia no permiteconsignar; que obligado á darles alojamientoen la cámara de los oficiales, tenía el disgustode verlos dedicarse al recíproco espulgo deparásitos; que los annamitas son mentirosos,cobardes y malos; que su aparente dulzurase cambia en crueldad desde el momento enque se juzgan fuertes; y que, por lo general,son insolentes y rastreros, cínicos y lloro-nes, según les conviene.

La inclinación á la burla es tan común,que hacen objeto de ella (desde lejos) aun álos más ilustres mandarínes. Las contorsio-nes que tan pueril costumbre imprime á susrostros aumentan su fealdad natural. Todoslos retratos de annamitas traídos por M. Du-treuil, parece, á nuestros ojos, que están ha-ciendo muecas. No daremos para muestra másque el siguiente croquis del primer ministro:

«Vestia una túnica de seda bastante rica,sin estar recargada; era un hombre de edadmadura, "alto,- delgado, y de una fisonomíapoco agradable; tenía facciones muy pronun-ciadas; tína mjrad,a extraña, y cuando no sereia ruidosamente,' se reflejaba en su rostrola expresión de una risa burlona y desagra-ble. Añádase á esto que eructaba, según lacostumbre annamita; que tenía quitadas lassandalias, enseñando sus largas piernas, ysus pies enteramente negros, que arañabacon las largas uñas de sus pulgares. Yo nome complacía, pues, en aceptar de sus afila-das manos los cigarrillos que me ofrecía.»

Por poco seductores que sean los modelosde M. Dutreuil, podríamos permanecer largotiempo contemplándolos en compañía delpintor. Asi como se declara el parecido dealgunos retratos sin haber visto á las perso-nas que representan, del mismo modo seconvence uno, leyendo El reino de Annam ylos annamitas, de que conoce á los hombresy las cosas de aquel país tan bien como porsu propia experiencia.

L. QUESNEL.

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N&M. 397. B. ESCUDERO.—iEYES DE Í.A PROSPERIDAD Y DÉ EA JUSTICIA. úm

LEYES NATURALES ECONÓMICASDE

LA PROSPERIDAD Y DE LA JUSTICIA

(Continuación.)

HECHOS CONFORMES Á LAS LEYES NATURALES' DE LA JUSTICIA.

No se comprende, ni conocemos ejemplode que haya existido ningún estado socialdonde hubiera individuo alguno que, en cier-ta medida por lo menos, no fuera libre, pro-pietario y responsable; lo cual quiere decir,bajo nuestro punto de vista, que la justicia,en mayor ó menor escala, es inherente, esen-cial á la sociedad. Esta conclusión, deducidadel análisis de las leyes naturales de la pros-peridad, la comprueba la historia con la ma-yor claridad, como igualmente que las socie-dades modernas son más justas que las pre-cedentes. Pero ¿en qué consiste que el progre-so de la justicia venga siendo tan lento, tanlaborioso, en una palabra, tan contrariadopor la rutina? En que las sociedades antiguas,no sólo no tenían en mira la justicia, sino quese oponía á ello su organización; lo cual nosautoriza á creer que ese progreso se ha idoverificando por sí mismo, por decirlo así, enen cierta manera, en virtud de una ley desco-nocida, y que por lo mismo podían perturbar-la aquellas sociedades incesantemente; y laprueba de ello es que podemos consignar ungran número de hechos de los más importan-tes, que han cambiado por completo dé ca-rácter á los ojos del legislador y de la socie-dad, hasta tal punto, que los reputados injus-tos antes, se tienen por justos hoy, y vicever-sa. ¿Cómo se puede dudar en tal concepto dela naturaleza experimental de las ideas de lajusticia? Pero ese progreso, dígase cuanto sequiera, y las manifestaciones que le comprue-ban, no han llegado á su término, ni se puedepredecir cuándo llegará; sería gran locuracreer lo contrario; todavía se ha de ver quecambien de carácter muchos hechos de justi-cia á los ojos del legislador y de la sociedad, ycreemos que, sin ser profetas, se podria seña-lar un gran número de ese género á los cua-les comprenderá ese cambio; pero antes de in-dicar ninguno, esperamos que nos será permi-tido autorizarnos .con algunos ejemplos decambios semejantes tomados de la historia.

1. Sabido &8 que en la antigüedad ha sidpcondenado el préstamo á interés por la gene-ralidad de los legisladores y filósofos, comoMoisés, Licurgo, Aristóteles, Catón, Cicerón,Séneca, etc. El cristianismo ha exacerbadoel menosprecio de que era objeto, por el juicioacerbo y apasionado que de él han formadolos Padres más famosos de la Iglesia, comoSanto Tomás, San Jerónimo, San Ambrosio,San Juan Crisóstomo, San Agustín, etc. Du-rante toda la Edad Media estuvo prohibido;Lutero lo ha condenado al Renacimiento;más tarde Bossuet y todos los teólogos, yhasta fines del siglo anterior casi todos losjuriconsultos, participaban de la misma opi-nión á ese respecto. He ahí un concierto devituperios y de anatemas al cual nada falta-ba, ni antigüedad, ni generalidad, ni energía,ni siquiera la consagración de la ley positi-va; hoy, sin embargo, se conoce la necesi-dad y la justicia del préstamo á interés. Aña-diremos ademas que siempre ha sido practi-cado, apesar de la opinión, de la ley positiva,y de las severas penas impuestas á los pres-tamistas.

Otro hecho semejante se nos presenta enel comercio internacional de los metales pre-ciosos, que ha sido por largo tiempo prohibi-do y perseguido, y que se ha practicado siem-pre, sin embargo, apesar de la pena de muer"te pronunciada alguna vez contra los que lehacían, y que es igualmente hoy reconocidocomo necesario y justo en todas partes. Otrotanto podríamos decir del comercio de trigos,prohibido ó reglamentado antes, y- libre encasj todas partes hoy, como el de los metalespreciosos. Lo mismo se puede decir, en fln,de casi todas las funciones industriales ymercantiles, más ó menos libres en nuestrosdias, desde que las sanas ideas económicashan comenzado á inspirar la legislación decada país. Hé ahí hechos dejusticía cuyo ca-rácter había sido siempre reconocido, y quela fuerza de las cosas y la experiencia hanhecho triunfar de la opinión y de la ley posi-tiva que los condenaba.

Se dirá quizas que ésos no son hechos dejusticia propiamente dichos; pero ¿por qué seles ha de negar ese carácter? Lo cierto es quepara todos, así como para la lógica, se repu-ta justo todo lo que no es injusto pudiendoserlo; ademas, la opinión y las leyes, que con-denaban esos hechos, claro es que los repu-taban injustos; en fin, conciernen á la liber-tad y á la propiedad, que son leyes naturalesde la justicia; conciernen, pues, á la justicia,

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son hechos de justicia. Añadiremos que hansido siempre justos, y por consiguiente in-justas siempre las medidas que se oponian ásu cumplimiento. La doctrina que admitieraque podrían ser justas hoy ó injustas en lopasado, haria de la justicia una cosa varia-ble y arbitraria como la opinión de la ley po-sitiva.

Veamos otros hechos idénticos, en cuan-to á la conclusión, pero que difieren de los an-teriores en que la opinión ha pasado, á surespecto, de la idea de que eran justos á lacontraria. Tales son, por ejemplo, la esclavi-tud, la servidumbre con todos los abusos delrégimen feudal, como la confiscación, la des-igualdad ante la ley, etc., etc. El derecho degentes y la guerra nos los proporcionan engran número: los ejércitos en otro tiempo,no sólo vivían á expensas del enemigo cuyoterritorio ocupaban, sino que le arruinabancuanto podían á fin de que fuera monos temi-ble; hoy semejantes prácticas son condena-das acerbamente por la opinión; así que enlos años de 1854 y 1855, los ejércitos anglo-franceses en Crimea vivían en territorio ene-migo, casi exclusivamente de los recursosque recibían de Inglaterra ó de Francia. Nohace mucho aún, los paisanos de los pueble-cilios huian al monte á la aproximación detropas, fueran cuales fueren, por temor alpillaje que solian sufrir impunemente; tam-poco se verifica hoy siempre el pasaje de tro-pas, por esa clase dé pueblos sobre todo, sinque causen alguna extorsión; pero no da oca-sión en general á ningún abuso escandaloso,y la más ligera infracción de la disciplina departe del soldado, que le manda respetarlaspersonas y los bienes, es castigada, ó por lomonos debe serlo, con la mayor severidad.

Todos estos hechos dan testimonio delnotable cambio de ideas respecto á la jus-ticia; y prueban, lo repetimos, la naturalezaexperimental de la justicia y su progreso.Sin embargo, es tanto y tan considerable loque resta por hacer en ese sentido, que casipodríamos decir que el progreso de la justi-cia apenas ha comenzado aún; sin embargo,para convenir en que data de muy atrás,basta recordar el estado moral de las socie-dades: en la Edad Media, con la servidumbrey el feudalismo; en la antigüedad, la escla-vitud con el menosprecio universal del tra-bajo y las atrocidades de las guerras. Perohay otro orden de hechos cuyo alcance nosparece infinitamente mayor y más fecundo,puesto que modifican la idea general de la

justicia en su esencia; queremos referirnosá los que son relativos á lo que podría lla-marse competencia ó atribuciones de los po-deres públicos.

2. No pasa dia que no veamos á los pode-res públicos renunciar una parte de lo quevenían considerando como sus prerogativasmás incontestables. Cuando se reunían to-das en el monarca absoluto, todo procedía deél en la sociedad, hasta la existencia de cadauno. La libertad y la, propiedad pendían desu omnipotencia tan estrictamente, que portoda garantía positiva no les quedaba sino laprudencia, ó la falta de fuerza del monarca.Al dividir los poderes el constitucionalismomoderno, les ha quitado una gran parte desus atribuciones usurpadas é injustas, enparticular la reivindicación de todas las pro-piedades privadas como propiedad del Esta-do ó de su jefe; reivindicación que se encuen-tra sostenida aún, por lo que hace á la pro-piedad territorial por lo menos, en las obrasdel jurisconsulto inglés Blakstone, del últimosiglo. Le ha quitado también el disponer ar-bitrariamente, á no quebrantar la ley, de lalibertad de los ciudadanos, por medio de rea-les órdenes, ó sin éstas siquiera; y le habríaarrancado muchas más aún si el poder le-gislativo, convertido en su principal instru-mento, no se forjara exageradas ilusionesrespecto á la extensión de sus propias atri-buciones.

Todas esas disminuciones sucesivas, ó re-nuncias, si tal se quiere, por la voluntad ó lafuerza de los poderes públicos en favor de lalibertad y la propiedad, las unas definitivas,las otras en vías de serlo, son conquistas delderecho común, ó de la justicia natural so-bre la arbitrariedad gubernamental ó la jus-ticia oficial. De igual manera que los hechosá que nos hemos referido primero, las atri-buciones sustraídas á los poderes públicoseran injustas en ellos, puesto que atacabaná la libertad y á la propiedad. ¡Cuántas otrasque conservan aún y que implican el mismocarácter! Pero ¿adonde tienden esas conquis-tas, y cuál'será su término? En cuanto á sutérmino, no podemos aventurar opinión al-guna; por lo que hace á su tendencia, nosparece encaminada á la destrucción de la leypositiva. Toda ley liberal tiende á ese resul-tado, puesto que destruye muchas más dis-posiciones que formula. No es dudosa esatendencia cuando se trata cual se debe de lareglamentación de la industria y el comer-cio. Si el legislador renunciara á intervenir

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NUM. 297. B. ESCUDERO.—LEYES DE LA PROSPERIDAD Y DE LA JUSTICIA.

sin cesar en las relaciones económicas deindividuo á individuo y de pueblo á pueblo;si no pretendiera determinar las reglas á,que debemos atenernos para emplear nues-tras fuerzas y nuestros capitales, para cam-biar los productos ó los conocimientos, paradisponer de los bienes durante la vida ó altiempo de la muerte, sin duda que habríadestruido en gran parte la ley positiva. Pero¿renunciará á todo eso? Preciso es que lohaga, si quiere ser consecuente al principiode toda legislación,—la igualdad,—y si no hade atacar á la libertad y á la propiedad, lascuales, dice, debe garantizar á todos. Peroentonces, ¿á qué vendría á reducirse la jus-ticia?

Creen muchos que la justicia la constitu-ye la ley positiva. Ese es un gran error, pues-to que la ley positiva puede ser, y es en efec-to, no pocas veces, la negación más completade la justicia. Esta es el objeto de una cien-cia de la misma naturaleza que las demás,de una ciencia eminentemente experimentaly progresiva, como lo demuestran los hechosque hemos manifestado, como lo demuestrapor otra parte el progreso de la legislación,bajo la acción continua de la práctica social;y á este respecto, no comprendemos por quéel Estado la haya de tener en administra-ción. Pues qué, la necesidad general quede ella tenemos, ¿no puede ser satisfechasino por el Estado ó sus agentes? Permitidoserá dudarlo; y por lo que á nosotros hace,no sólo lo dudamos, sino que no lo creemos.Sabemos muy bien que se nos dirá: ¡Qué!¿No queréis que tengamos administraciónjudicial, tribunales donde se administre lajusticia á nombre del monarca ó del pueblo?Confesamos que esa consecuencia extremano nos horroriza. ¿No ha cumplido la socie-dad espontáneamente cosas más admira-bles? ¿Hay en esto algo que sea incompatiblecon su iniciativa?

¿Hay por ventura quien crea que todaslas cuestiones de justicia se resuelven en lostribunales? Quizas éstos no entiendan ni enla milésima parte de las que promueve ince-santemente la actividad social. Lejos los tri-bunales de ofrecernos la regla de los mediosde responder á las necesidades de justiciaque todos sentimos, no ofrecen en realidadsino la excepción. ¡Cuántas cuestiones nohay, en efecto, que no se someten ni se pue-den someter á los tribunales, porque no ca-racterizan ante la legislación contestacioneslegales, de las cuales por consiguiente no

deben conocer, pero que no por eso dejan deser muchas veces cuestiones de justicial Ta-les son las innumerables cuestiones de civi-lidad, de delicadeza, de equidad, de honor, deconfianza, de afección, de amor, etc. ¡Y cuán-tas otras, que caracterizan perfectamentecontestaciones ante la legislación, que no sesometen á los tribunales por temor del es-cándalo, de la publicidad, de los gastos, delas humillaciones, de la lentitud, de las equi-vocaciones de la jurisdicción ordinaria, delas pasiones de partido político; por temor,en fin, de eso que hace decir vulgarmenteque más vale una mala composición que unbuen pleito!

Se dirá quizas que muchas cuestiones dejusticia no interesan-bastante á la sociedadpara que sea necesario organizar una juris-dicción para conocer en ellas. No hay cues-tión de justicia, por insignificante que apa-rezca, que no interese en gran manera á lasociedad; ademas, vemos que muchas deesas cuestiones se resuelven por medio delduelo, y no se puede decir por lo mismo queno interesen á la sociedad. La verdad mani-fiesta es que los tribunales ordinarios res-ponden mal á un número muy considerablede cuestiones de justicia, para cuyo conoci-miento han sido instituidos, y que no res-ponden mal ni bien á la inmensa mayoría delas que promueve incesantemente la activi-dad social. La consecuencia es en extremograve: 1.° porque muchas cuestiones de jus-ticia quedan sin solución; 2.° porque infini-tas acciones que producen males no llevantras sí la responsabilidad correspondiente, áno flfer la bárbara del duelo ó de la vengattáabajo cualquiera forma; y es incalculable loque tal estado de cosas engendra en animo-sidades, discordias, odios y desgracias; aúnmás, oscurece en las conciencias la idea dela justicia, y contraría el desarrollo de lamoralidad. Para muchos, en efecto, no hayhechos de justicia, sino aquellos en que en-tienden los tribunales; y bajo el dominio desemejante ilusión, llegan fácilmente á con-vencerse tranquila y serenamente de queson bastante honrados cuando no han dadolugar á que se les haya perseguido judicial-mente. Y como, por otra parte, haya lugarpara no creer siempre en la infalibilidad delos tribunales ordinarios, y de la ley positi-va, que interpretan y aplican, se llega fácil-mente al escepticismo más completo respec-to á la justicia. Los que se libran de esta fu-nesta atracción, suelen caer en otra, acaso

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5S2 REVISTA EUROPEA.—2 DE NOVIEMBRE DE 1879, 297,

más dañosa á la sociedad,; no queriendo verla experiencia en el testimonio universal quela idea de justicia impone en la conciencia,hacen de la justicia una cosa abstracta, me-tafísica, religiosa, sobrenatural, inaccesibleá la razón, y se apiadan, si es que no los me-nosprecian, de todos los esfuerzos de los quebuscan su realización en el seno de la socie-dad, aplazando todas sus esperanzas paraotra vida, en gran daño de la que aquí este-rilizan para sí mismos y para los demás, sies que proceden de buena fe.

No podemos resignarnos á creer que se-mejante estado de cosas deje de ser modifi-cado; por el contrario, nos parece ver en loshechos síntomas precursores de su modifica-ción. Los tribunales ordinarios están y esta-rán siempre, hágase cuanto se quiera, en laimpotencia de satisfacer las necesidades cre-cientes de justicia que se sienten. ¿Será pre-ciso que, sólo por respeto á su conserva-ción, renunciemos para siempre á la satis-facción de esas necesidades? Eso se parece-ría á un suicidio; ademas, la justicia puedeadministrarse y se administra todos los diasal lado mismo de los tribunales, sin tocar enellos, y muchas veces quizas mejor que porellos: nos referimos al arbitraje. ¿Estarándestinadas á coexistir perpetuamente, la unaal lado de la otra, esas dos jurisdicciones?Permitido es dudar que su coexistencia seperpetúe; y si la una ha de absorber á laotra, creemos que será la última; porque, co-mo dejamos dicho, los tribunales oficiales ja-mas podrán responder á todas las necesida-des de justicia que se manifiestan en la socie-dad, cuyas necesidades van en aumento.Esta nos parece cuestión de tiempo.

3. Hay dos clases de arbitraje: uno que laley positiva prevé, reconoce y reglamenta;otro que es de ella independiente; el últimoes el que nos parece destinado á absorber lajurisdicción de los tribunales ordinarios; tie-ne para nosotros la inapreciable ventaja,conforme á las leyes naturales de la justicia,que deja á elección de los justiciables el juezque deba pronunciar sobre sus contestacio-nes; tiene ademas la de economizar tiempo ygastos, y humillaciones inmerecidas; su prin-cipio es perfecto, según el parecer de casitodos los jurisconsultos; y si en algo peca, esúnicamente nuestra la culpa, no del princi-pio, y en verdad que no podríamos decir otrotanto de la jurisdicción de los tribunales or-dinarios. Otro testimonio en su favor lo ha-llamos en que la mayor parte de los justicia-

bles que le rehusan, cuando son notorias lahonradez y la capacidad del arbitro, se ha-llan convencidos, según opinión comun^ de laescasa justicia de sus pretensiones.

La jurisdicción del arbitraje libre provocala piedad de los prácticos de la justicia ofi-cial; y no dejan de tener razón algunos deellos para eso; pero ¿cuántas cosas no hansido desdeñadas, que han conseguido triun-far de toda resistencia? Sin embargo, no deja-remos de ocuparnos de algunas objecionesque la trasformacion promueve. Se dice, en-tre otras cosas, contra ella, que al generali-zarla retrocedería la sociedad á las prácticasenvejecidas de tiempos muy remotos ya, ó,por lo monos, al derecho consuetudinario dela Edad Media, sobre el cual el derecho es-crito aparece como un gran progreso. Si elderecho escrito, diremos nosotros, constitu-ye un progreso sobre el consuetudinario, noconsiste precisamente en que se le haya es-crito, sino en que se conforma más á las le-yes naturales de la justicia. Si un nuevo de-recho, ó cuerpo de derecho, por mejor decir,que no fuera escrito, ó por lo menos codifica-do bajo la garantía de ningún gobierno, es-tuviera más conforme aún con las leyes na-turales de la justicia que el que poseemoscodificado, ¿no constituirá un progreso so-bre el actual? Claro es que sí. Ademas, nohay razón para sobrecogerse de espanto porun retroceso aparente de la práctica judicialal uso en los tiempos antiguos: no todo eramalísimo en los antiguos tiempos. Las con-cepciones primitivas del espíritu humano res-pecto á justicia, cuando los compromisos desistema y la teocracia ao habian alterado to-davía su sencillez é independencia, se aproxi-man hasta cierto punto á las que la cienciasugiere en cuanto tenían de experimentales.Los primeros hombres, cuya ignorancia fue,como era natural, extrema, y sus pasionesdesenfrenadas, se engañaban con facilidad;pero, por lo menos, no estaban guiados pormétodos errados, sistemáticos en sí, y másatentos á probar lo que se cree que á buscarlo que se debe creer; jnótodos que se han con-vertido más tarde en una fuente inagotablede errores, parecidos á mentiras, y que cons-tituyen lo que podríamos llamar la hipocre-sía de la ciencia. Acaso á esa analogía de lasconcepciones primitivas del espíritu huma-no con la ciencia se deba el ideal de la edadde oro, que cada uno coloca, según su puntode vista, antes de nosotros, como un estadode inocencia perdido, ó después de nosotros,

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NÚM.. 297. B. ESCUDERO.—LEYES DE LA PROSPERIDAD Y DE LA JUSTICIA. 553

como el dominio de la ciencia, de la verdady de la dicha que se haya de disfrutar.

El derecho codificado tiene, á nuestro jui-cio, el doble ó irremediable inconveniente deno poderse plegar á todas las formas queafectan los hechos de justicia, y el de no po-der seguir de cerca ó pronto sus trasforma •ciones; de suerte que nos parece á la vez in-suficiente y opresivo. Para que se pudieraplegar á todas las formas que pueden afec-tar los hechos de justicia, habria de tenér-sele en perpetuo estudio, y no promulgarlojamas. El arbitraje libre, por el contrario, nohallándose subordinado á la ley positiva,puede plegarse a todas las formas imagina-bles de la acción moral, y seguirla en todassus trasformaciones; y, dependiendo exclu-sivamente su competencia de la capacidaddel ó de los arbitros, y de la voluntad de susjusticiables, difícilmente dejarían detener encuenta ninguna de esas acciones; pero ¿quévendría á ser en nuestros dias, se nos dirá,un derecho no codificado? Sería, como otraciencia cualquiera, como las matemáticas,la física, la astronomía, etc.; sería, creemos,la verdadera ciencia de la justicia, y se apli-caría como las demás ciencias (1).

El derecho codificado es una ciencia en ad-ministración, y participa, por lo mismo, detodos los inconvenientes de semejante depen-dencia. Su mayor imperfección es. quizas, lade dejar sin legislación ni jurisdicción posi-bles una masa considerable de hechos dejusticia, que no puede abrazar, respecto álos cuales carece de garantías la sociedad, áno acudir al derecho natural bajo todas susformas. Tiene ademas otras imperfecciones.¿Qué mayor, por ejemplo, ni más extrañaque la hipótesis, fundamental en legislación,de que, una vez promulgada la ley positiva,es conocida por todos? Se comprende muybien que se juzgue conocida por todos la leynatural, aunque sea mucho suponer; pero nose puede comprender eso de la ley positiva,

(!) El derecho de gentes, ni ha sido codificado, ni aeha pensado en codificarlo. Bajo muchos rsspeetos es in-ferior al civil; pero bajo otros muchos le es muy supe-rior. Sus principios deben ser universales necesaria-mente, y falta mucho para que lo sean todos los delcivil. El derecha de gentes es más bien incompleto quefalso; el civil es incompleto y falso á la vez. Aquél no es-tará incompleto perpetuamente y de seguro que no re-cibirá su plenitud por medio de la codificación. No debe,pues, ponerse en duda que se puede comprender perfec-tamente el derecho bajo una forma puramente científica.

TOMO XIV.

puesto que es con frecuencia la contradicciónde la natural, y esto repugna á toda concien-cia cuando lo conoce. En este caso, como enotros muchos, el legislador toma una nece-sidad administrativa, dado que sea en reali-dad una necesidad, por un principio de justi-cia, al cual subordina ésta. ¿No es otra im-perfección capital del derecho codificado sudivisión, no en materias, pues esto se com-prendería, sino de sus principios ó de sus in-terpretaciones, lo cual no se comprende enderecho civil, derecho comercial ó mercantil,derecho administrativo, etc., de tal suerte, ,que un mismo hecho puede ser inocente, cul-pable y hasta criminal, según la división á lacual se aplique? Hé ahí otra que se consideracomo necesidad administrativa, convertidaen principio de justicia. En vista de semejan-tes trastornos, ¿será extraño que la razónpregunte si hay muchas justicias, si las unaspueden hallarse en contradicción de las otras,ó lo que viene á ser lo mismo, si las unaspueden ser injustas relativamente á lasotras?

La verdadera ciencia de la justicia no ad-mite semejantes imperfecciones, y en cuantoá su aplicación, nada, á nuestro parecer,tiene de imposible, puesto que se aplica yaen una infinidad de casos, por medio del ar-bitraje libre, juzgando los arbitros por equi-dad; puesto que se puede generalizar máa suaplicación, en vez del derecho codificado;puesto que, en fin, en materias civiles ycomerciales por lo menos, seríalo único apli-cado y aplicable, si los justiciables le dieranespontáneamente la preferencia sobre loa"tribuales ordinarios; preferencia que vero-simiímente no es sino cuestión de tiempo, dehábito, dé conveniencia, y un poco tambiénacaso de buena voluntad de parte del legisla-dor. Notaremos, ademas, que si el legisladorcontinúa en la vía liberal que ha tomado ennuestros dias, deberá ser aplicado hasta porlos tribunales ordinarios en gran número decasos.

B. ESCUDERO.

(Continuará.)

6S

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554 RE VISTA. EUROPEA.—*2 DE NOVIEMBRE DE 1879. NÚM. 297.

EXTRANJEROS POR ESPAÑA Y PORTUGALEN LOS SIGLOS XV, XVI T XVII

(Continuación.)

Anuo 1581.

El 5 de Enero salí de Lisboaen un barco,con los buenos compañeros Sr. Hans Wei-gand, capellán de campo, Stoghammer, ca-pitán; pasó delante de Sacanen, distante dosmillas á la izquierda, donde desembocan lasaguas del Tajo (Tagus) al mar, y llegué hasta Puonos, á cuatro millas, una villa del país,situada también á la izquierda.

El 6 de Enero pasó delante de Sant Arein,situada á la izquierda, y enfrente de Almerin(•villa é Palazos Reales), nueve millas distan-te, y me quedó esta noche en el barco.

El 7 vine hasta Asignaga (villa), situadatambién á la izquierda, tres millas distante,donde desembarqué y pernocté.

El 8 de Enero entré en el continente porAgolegan, una milla (1), y después á Tan-cos (villa), dos millas.

El 9 del. mismo vinimos á Tomar (villagrande), tres millas distante, donde comi-mos; de allí, por el puente del rio de Tomar,hasta Ventas de Pirero, una milla, y luógoá Albaiazor (lugar), una milla.

El 10 de Enero fuimos á Ansian (lugar),dos millas, donde comimos, en una alta mon-taña. Luego seguimos hasta Rabazal (lugar),dos millas; después á Sennachos {villa), dosmillas.

El 11 de Enero vinimos á Coimbra (ciu-dad), una milla y media. Es una grande yhermosa ciudad, situada sobre las aguas delMondego, con un largo y magnífico puentede cantería. Hay allí una universidad consus célebres profesores y estudiantes; allí seguarda también la corona del reino de Por-tugal. Hasta Ventas di Tornos, una milla;allí comimos. Luógo seguimos á Ventas deSurra, una milla; á Megliada (lugar), unamilla; á Avelanes (2), dos millas (lugar).

El 12 de Enero proseguimos hasta Aygua-da (lugar); luógo á Agada (villa), á una milla

(1) Será Golo jora.(2) Avelas di Caminho.

de distancia. Aquí pasa un puente de piedrapor el rio de Agada; á Morisca, media milla(lugar). Dicen que en este lugar es el panmás barato que en cualquier otro de Portu-gal. Después fuimos á Ventas de Boga, me-dia milla, donde comimos.

Aquí pasa por el rio Boga un largo puentede piedra. Luego íbamos siguiendo á Alber-garía Velha (lugar), una milla; á AlbergaríaNuova (lugar), una milla; á Bem Posta (lu-gar), una milla.

El 13 de Enero pasamos á Olivera (lugar),y á Arifana de Santa María (villa), una mi-lla, donde comimos; después á Villa Nueva,situada cerca de Porto, por arriba del rioDuero, cinco millas.

El 14 de Enero, no admitiéndonos en Por-to, por motivo de la mortandad, pasamosmás adelante desde la Villa Nova, una mi-lla, y hasta Petra Salgada, por el rio Duero;de allí á Vallongo (lugar), dos millas, dondecomimos.

Por una equivocación de camino, llega-mos á aquel lugar, adonde no debíamos ir.Luógo nos fuimos á Aliena (Alfema), unamilla (lugar), donde un puente atraviesa elrio para Carnero (Ventas).

El 15 de Enero fuimos á una venta, á dosmillas, donde comimos. De allí, por eirio deBissala, hasta Guimerais (villa grande y mu-rada), dos millas. Aquí estuvieron anterior-mente las cuatro banderas alemanas y el re-gimiento de D. Rodrigo Zapata, que antespasó por Braga.

El 16 y 17 de Enero descansamos allí.El 18 del mismo salí de Guimerais con los

Sres. Hans Weigand, Maximiliano Pusch-mann, Wolf Oberhofer, y Miguel Weichsler,y todos nos fuimos á Braga (ciudad), dos mi-llas distante. Es una hermosa ciudad, nomuy grande, pero tiene su arzobispo (anti-guamente Bartholomceum a Mariyribus, unvarón santo, que figuró en el Concilio deTrento), Primado de España, y también señorin temporalibus de la misma ciudad; existeallí una escuela, pero sin notabilidad.

El 19 de Enero nos quedamos allí.El 20 de Enero seguimos hasta un puente

llamado Ponto de Prado, que está sobre elrio Cavado, una milla; después á Portas delas Cabras (lugar), dos millas; luógo á Pontede Lima (villa grande y murada), dos millas;allí comimos. Existe allí un hermoso y largopuente almenado, y construido de sillería,que pasa por el rio Lima á Venta de Rivas,distante una milla.

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NÚM. 297. J. LISKE. VIAJES DE EXTRANJEROS POR ESPAÑA. Y PORTUGAL. 555

El 21 del mismo adelantamos hasta el riode Coyro.una milla; luego hacia Valenza (vi-lla murada), que está á tres millas situada,donde comimos. Desde allí, sobre el rio Minio,que separa la Galicia de Portugal, navega-mos hasta Tuy (ciudad de Galicia, sobre elrio de Yalenza); luógo á Porigno (villa), dosmillas.

El 22 anduvimos hasta Rotondella (villagrande), situada á dos millas sobre el mar.

El 23 de Enero nos marchamos hasta Pon-te San Pablo (aldea), una milla. De allí, porun puente de piedra sobre el rio N. una mi-lla, donde comimos (locus abundans ostreiset conchis); luego á Pontevedra (villa gran-de murada), dos millas. Allí pasamos por unhermoso puente de piedra, sobre el rio N. (1)llamado.

El 24 de Enero adelantamos á Portella(lugar), una milla; luógo á Caldas de Rey,dos millas, donde comimos. No lejos de aquíse encuentran admirables y sanos baños ca-lientes. Desde este lugar nos fuimos por elrio Ferraría, hasta un largo puente de pie-dra, llamado Puente Ceruras, que atraviesael rio N. (2), dos millas y media. De allí has-ta Padrón (villa murada), media milla, anti-guamente Iría Flama llamada. Aquí en Pa-drón, por arriba del rio que corre primera-mente á la villa llamada Rio de Padrón, seve en una elevación una roca que se abrióalgunas veces, para recibir á Santiago per-seguido por los paganos, donde, encerrado,evitaba sus persecuciones. La piedra en queacostumbraba dormir se llama la cama deSan Yago. Existe también otra piedra, quele servia para predicar, y otra tercera de al-tar.Una se llama Escudo de San Yago, porqueperseguido por los Ínfleles, se escondía de-tras de ella; se ve todavía cómo la piedracedió, para dar lugar á su cabeza y su brazoderecho y poderse esconder dentro (3).

También se puede ver un pozo de Santia-go, que hizo con su cayado, cerca de una ca-pilla; con este milagro convirtió á una reinapagana al Cristianismo.,. Ademas, en la parte superior del rio, cerca

• de la villa, se ve en el agua un barco de pie-dra, que sirvió algunas veces á Santiagopara pasar el rio, cuando los paganos le per-

(1) El rio Leriz.(9) El rio Ulla.(8) De Taños de estas lugares se ocupa también Nico-

lás de PopieloTo, i fines del siglo xv.

seguían; por eso se llama Barca de San Yago.No lejos de allí se encuentra una columna,

baja de piedra, con un agujero arriba en sucentro, que servia á Santiago de estandarte,llevándola sobre su cayado.

En la iglesia de la villa se halla en el al-tar mayor la imagen de Santiago, con unacorona en la cabeza, que acostumbran po-nérsela los peregrinos.

Bajo del altar mayor hay una columna depiedra, sobre la cual, sentado Santiago, al-gunas veces predicó.

Enmedio de la iglesia se encuentra un tú-mulo de un santo, con una reja de maderaalrededor, donde suelen dormir los peregri"nos, y hacer sus rezos.

El 25 de Enero fuimos de Padrón á Santia-go de Compostela (ciudad), á cuatro millasdistante.

El 26 del mismo nos quedamos en Com-postela.

De lo que hay que ver en Santiago, y dequé modo está dispuesto:

En primer lugar, la iglesia de Santiago esun hermoso, magnífico y suntuoso .edificio,con admirables columnas, rejas, capillas yaltares; tiene dos bóvedas ó iglesias, una en-cima de otra, y arriba, en el interior, una ga-lería, por la cual se puede dar la vuelta átoda la iglesia.

• Debajo del altar mayor, dorado de purooro ó plateado, y con una hermosa reja alre-dedor, descansa el cuerpo de Santiago ¡SJa-yor, apóstol, con Teodoro y Anastasio, susdos discípulos.

Sobre el altar esta colocada una estatua-de Santiago; encima cuelga una grande y do-radá\orona, que le acostumbran poner losperegrinos. En este altar no pueden celebrarsus misas sacerdotes ú obispos, sino los car-denales solos,, y por esta razón el cabildosiempre se compone de siete cardenales y deun arzobispo (1).

Sobre el mismo altar cuelga un grande yencarnado cuerno de cazadores ó postas, quellaman Corno de Roland, que debia ser deeste héroe.

Delante del altar cuelgan muchas lámpa-ras de plata, que ofrecieron célebres poten-tados y poderosos señores, en que arde cons-tantemente el aceite; la más rica entre ellases la regalada por el rey de Portugal.

(1) Jacobo Sobieski dice qu« los sieU canónigos »»vistan como cardenales. ,

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556 REVISTA EUR0PEA.*->2 DE NOVIEMBRE DE 1879. NÚM. 297.

Enfrente del altar mayor hay un coro,con una hermosa verja alrededor; la últimacolumna á la izquierda de la verja es bron-ce, y dentro hueca, donde el cayado de San-tiago, armado de un largo y puntiagudo hie-rro, está metido; los peregrinos cuidan biende asirlo por debajo.

Las reliquias se guardan en la sacristía,en un hermoso y grande armario, enseñán-dolas cada dia á dos peregrinos.

Entre otras cosas hay entre las reliquias:La cabeza de Santiago Menor, apóstol,

obispo de Jerusalem, cuyo cuerpo está enTolosa de Francia.

La cabeza de la virgen Paulina, que enColonia sobre el Rhin sufrió el martirio.

Una espina de la corona de espinas.Tres pedazos de la Santa Cruz.Un diente de San Pablo.Un brazo de San Cristóforo, y otras mu-

chas reliquias que es imposible enumerar.A la derecha de la misma sacristía, bajo

un pequeño altar, está depositado el cuerpode San Silvestre mártir. Después de ver lasreliquias, suelen los peregrinos hacer susconfesiones. Los extranjeros confiesan porlo general con un italiano, que llaman Lin-guarium, por motivo de las lenguas italiana,española, francesa, alemana, latina, cróbata(ratena) y otras que habla muy bien.

Concluida la confesión, los peregrinos co-mulgan generalmente en la capilla francesa,que está muy cerca, y detras del altar ma-yor*; luego entregan á cada uno una carta ópasaporte impreso en pergamino, con insig-nias atadas del cardenal superior, por la cualse pagan dos reales; añaden también unapequeña papeleta de confesión, por la cualse paga un cuarto (1).

El contenido de la carta es el siguiente (2):«Universis et síngulis prcesentes litteras

«inspecturis, Bonifacius de Almonacir Car-»dinalis Major ac penitenciarius almse Eccle-»siee Compostellanese, in qua indubitanter«rcquiescit venerandum sanctissimumque«Corpus Beati Apostoli Jacobi Zebedei totum«integrum sub Altari Majori, Salutem a Do-»mino sempiternam.

«Quoniam, ut ait apostolus, Omnes stabi-

»mus ante tribunal Christi, receptari, prout

»in corpore gesserimus sive bonum sive ma-

lí) Ein quart. dice el texto.(2) Como la obra esta dedicada especialmente á los

eruditos, se conservan todos sus documentos en latín,para no quitarles su importancia en la traducción.

»lum. Cum itaque sicut accepimus devotus in«Christo Ericus Lassota, Dioecesis Alema-«nensis, Ecclesiam beati Jacobi personaliter«visitavit, confessusque et absolutus fuit,»Dominicumque corpus recepit nec non vovit»limium beatoe Marise Cestocobiee (1) et alia»pia sanctorum loca visitare, et non habet,»unde id perficere possit, nisi pus fldelium«Elemosinis adiuvetur. Quapropter nos prre-«nominatus Cardinalis Major, tenore prse-«sentium, omnes et singulos Christi fideles«requirimus et hortamur in Domino, quot»cum preefatum Ericum Lassota, dum ad»vos acceserit, Elemosinas petiturus, pie,«benigne, charitatiusque recipiatis et de»acceptis a Deobonis Elemosinas, quee pecca-»ta extinguunt elargiri curetis, ut per hsec»et alia pietatis opera, ad promissum coeleste«regnum pervenire valeatis et participes effi-«ciamini omnium suffragiorum huius san-»ctse Ecclesiee, prsesentibus post annum mi-anime alituris. In quorum omnium et singu-«lorum fldem preesentes litteras fieri ac no-»stro jussimus sigillo muniri. Datis in Civita-»te hac Compostellana, A.° Domini 1581. Die«vero 25 Mensis Januarii.

B. CARDINALIS MAJOR.»

Contenido del certificado de la confesión:«Universis et singulis prsesentes litteras

«inspecturis, Bonifacius de Almonacir Major«Cardinalis ac poenitenciarius almee Eccle-«sise Compostellaneee, salutem in Domino«sempiternam.

«Cum itaque sicut accepimus devotus in«Christo Ericus Lassota, peregrinus con-«fessus et absolutus fuit, atque Dominicum«corpus in prsedicta Ecclesia recepit: In eius-»dem ei testimonium has nostras prsesentes«litteras nomine et signo nostro solitis et«consuetis roboratas et munitas eidem con-«cessimus. Datis Compostellse A.° 1581. Die«vero 25 Mensis Januarii.

B. CARDINALIS MAJÓR.»

• Sobre el techo de la iglesia está colocadauna gran cruz de metal, que Santiago al pre-dicar solía llevar; según dicen, no se puedesaber si es de oro, plata, cobre ú otro metal.

Al pié de esta cruz hay un agujero prac-ticado en una piedra cuadrada, por dondecuidan de pasar arrastrando los peregrinos.

(1) Czenstochowes, un célebre convento de los Pau-linos en Polonia.

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NÍTM. 297. J. LISKE.—VIAJES DE EXTRANJEROS POR ESPAÑA Y PORTUGAL. 567

En la proximidad se halla una torre con doscampanas grandes, que proceden de un reyde Francia, como lo demuestran los escudossobre ellas hechos; están, sin embargo, parti-das, porque, se dice, al tocarlas se asustabanmuchas mujeres embarazadas por el sonidoinaudito, y hacian mal parto ó abortaban.

Cerca de la iglesia hay un magnifico yrico hospital, en que los peregrinos, pa-gando ó sin pagar, están cuidados segúnsu clase y calidad. En una ermita fuera dela ciudad descansa el cuerpo de Santa Jua-na, y la ciudad en sí misma es bastante con-siderable de edificios muy antiguos, casas óiglesias; la industria y comercio no faltanallí, y la vida es barata también.

El 27 de Enero volvimos de Santiago á Pa-drón, cuatro millas.

El 28 del mismo fuimos á Caldes (1), tresmillas, donde comimos, y luego á Ponteve-dra, tres millas distante.

El 29 seguimos hasta Porigno, cincomillas.

El 30 marchamos á Valenza, dos millas.El 31 del mismo fuimos á Ponte de Lima,

cinco millas, y después media milla á SantAmar (aldea).

El 1.° de Febrero proseguimos hasta Bra-ga, cuatro millas y media, en que comimos;después á Guimerais, tres millas, donde que-damos algún tiempo.

El 7 de Febrero, los españoles de Guime-rais empezaron un alboroto contra los alema-nes; un soldado de la bandera de Arzt cayómortalmente herido; el Sr. Jorge Merl reci-bió una descarga en la cara con una carabi-na cargada de piedras; más de ocho soldadossufrieron heridas, y también varios españo-les; hubieran ocurrido muchas más desgra-cias de ambas partes si D. Rodrigo Zapata yel teniente coronel con los capitanes no hu-biesen intervenido.

El 9 de Febrero salimos otra vez de Gui-merais, yo, el Sr. Hans Weigand y MiguelWeichsel, y nos fuimos á Ventas de Carne-ro, cuatro millas.

El 10 del mismo seguimos una milla, has-ta Aliena (2), luego á Ventas de Pica, unamilla, y después á Porto (ciudad), una milla.Este último es una ciudad hermosa, grandeé industrial, situada sobre el rio Duero, quedesemboca en el mar, á una pequeña mediamilla de allí, y cerca un pequeño castillo, lla-

(1) Calde», Caldas de Rey(2) Alfeüa, Alfema.

mado San Juan . La ciudad e s t á cercada dehermosa, ancha y fuerte muralla, const ruidade piedra maciza con sus bastiones y ba luar -tes; por encima se puede da r vuelta alrede-dor de la ciudad; hay allí un arzobispo y pre-ciosa catedral, y otras varias y preciosasiglesias y monasterios.

El 11 de Febrero quedamos allí, y luegopor agua nos fuimos á San Juan, donde nosinspeccionaron.

El 12 del mismo seguimos por agua y popVilla Nova, que está á otra parte de la ribe-ra, vinimos hasta Arifana, cinco millas de,camino. Allí, á una media milla de afuera, ycerca de una media hora después de anoche-cer, me acometieron tres portugueses, y sino hubiese acudido á mi auxilio una gentehonrada que impidió' el ataque y me llevóconsigo, me hubieran despojado de todo, óasesinado acaso.

El 13 de Febrero marchamos hasta Alber-goria Velha, una milla, en que comimos; des-pués á Agada, dos millas.

El 14 del mismo hicimos dos millas hastaAvelanes.

El 15 pasamos cuatro millas hasta For-nos, donde comimos, y después á Coimbra,una milla.

El 16 á Rabazal, tres millas y media, yluego á Ansian, dos millas.

El 17 de Febrero fuimos hasta Seris, cua-tro millas.

El 13 del mismo fuimos á Tomar, dos mi-llas, donde comimos, y luego á Táñeos, tresmillas. Al anochecer nos pusimos en unabarca, y fuimos hasta una venta, distanteuna milla y media.

El 19 proseguimos hasta Sant Arein,cuatro millas y media, en que comimos, ydespués á Puono, ocho millas distante.

El 20 de Febrero llegamos á Lisboa, seismillas, y el 21 del mismo allí quedamos.

El 22 volvimos á Setuval, seis millas.El 16 de Abril juraron los portugueses en

Tomar al Ray, con solemnidad, y sé procedióal momento á su coronación; después otorgóun indulto general, con exclusión de algunaspersonas.

LISTA DE LOS MÁS NOTABLES INDIVIDUOS EX-

CLUIDOS DEL INDULTO GENERAL QUE EL REY

(FELIPE II) MANDÓ PUBLICAR EN TOMAR.

Legos.

1. Don Antonio, prior d'Ocrato, principalautor.—-2. Don Francisco, conde de Vimioso.—3. Don Manuel de Portugal.—-4. Don Pedro

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de Meneses, hijo de Don Juan de Meneses.—5. Don Leonardo de Meneses, hijo de donJuan de Meneses.—6. Manuel de Silva.—7.Diego Botello, hijo de Pedro Botello.—8. DonAntonio Reregra.—9. Don Jerónimo Cauti-lan.—10. D. Jorge de Meneses de Castaveda.—11. Don Antonio, su hermano.—12. FebosMartínez.—13. Antonio Nuñez Barrero.—14.Juan Rodríguez de Sosa. —15. Duarte de Le-mos Datrosa.—16. Antonio de Sosa de Lame-go.—17. Duarte de Castro.—18. Antonio deBrito Pimentel.—19. Pero López Girón deSant Arein. —20. Amador de Quiros. — 21.Juan González de la Cámara, hijo de LuysGonzález d'Ataydi. — 22. Antonio de Sylvad'Azenoda, commendador de Algoso.—23.Manuel Méndez, hijo de Sebastian Méndez.—24. Manuel d'Acosta Borjes.—25. Jorge deOcimoral.—26. Antonio Baraco, su herma-no.—27. Pedro Barba' de Silua.—28. AriasGonzales de Macedo de Coymbra.—29. Manuelde Fonseca de Coymbra.—30. Manuel Pegasde Voya.—31. Juan Rosario de Serpa.—32.Podes Libeyra.—33. Juan Francesco d'Acos-ta.~34. Scipion de Figaredo.

Clérigos.

1. Don Juan de Portugal, obispo de la"Guarda.—2. Don Alonso Enriquez.—3. JuanRuiz de Bagomelos.—4. Simeón Mascarenas,deán de Evora.—5. Antonio de Quiros, her-mano d'Amador de Quiros.—6. Fray ManueldeAcosta.—7. Fray EsLóbanLeyton.—8. FrayLuis de Sotomayor.—9. Fray Nicolás Diez.—10. Fray Ant. de Sena, de la orden de SantoDomingo.—II. Fray Héctor Ponto.—12. FrayDamián Machado.—13. Fray Andrés, priorde San Marcos, de la orden de San Jeróni-mo.—14. El doctor Fray Augustin.—15. FrayDiego de Carlos, de la orden de San Fran-cesco.—16. Don Lorenzo, general de la con-gregación de Sa.nta Cruz de Coymbra.

Tomar es una hermosa, grande y abiertavilla; cerca hay en la montaña «El Monaste-rio de Cristus», en que se concede la portu-guesa «Comenda del hábito de Cristo». Estásituado «ad fluvium Nabonin» (vulgo sobreel rio de Tomar).

El 23 de Abril juraron los portuguesesotra vez al Rey, á nombre de su hijo DonDiego, príncipe de España.

El 9 de Mayo se hizo una revista de lasdoce banderas en Setuval, cerca de «SantoDomingo».

El 13 de Junio vino el Rey hasta Almada,que está enfrente de Lisboa.

El 28 de Junio me dirigí á Lisboa.El 29 de Junio llegó el Rey á Lisboa, en-

trando con magnificencia; se le han hechoalgunos hermosos arcos triunfales.

El 3 de Julio volví otra vez á Setuval.El 5 de Julio se pagó sin descuento el suel-

do de cuatro meses á las ocho banderas, esdecir, de mi capitán y de los SreS. Lidl, Men-tel, Priam, Wotsche, Calianer, Sagmeister yEiflander.

El 6 de Junio, Cristof Kripp de Freyderneck, mi capitán, después de haber conse-guido su permiso del señor coronel para irseá Alemania, entregó su capitanía y banderaá Engelhart Kurz de Senftenarr, mariscal decampo.

Quedándose siempre rebeldes y sin que-rer entregarse las nueve islas Azoras, esdecir: 1 Terceira (capital), 2 San Miguel,3 Santa María, 4 San Jorge, 5 Pico, 6 Faial,7 Graciosa, 8 Corbo, 9 Flores (que pertene-cen al Rey de Portugal, y se encuentran enel camino á las Indias á 300 leguas de Lisboasobre el «Golfo de Eguas»), apesar de haberlemandado contra ellas un año antes á D. Alon-so de Bazan, hermano del marqués de SantaCruz, con algunos navios, el cual, por causade temporales, volvió sin poder llegar á sudestino, apesar de haberse enviado un mesantes á un doctor portugués para tratar conellas de pedir su sumisión á S. M., y sin con-seguir nada más que la sumisión de dos deellas, es decir, la isla de San Miguel y de SanJorge, resolvió enseguida S. M. y de nuevounos dias antes de la fecha presente, de man-dar allí á D. Pedro de Valdes con seis naviosy cuatro carabelas, armados de 500 hombrescontra la flota de las Indias, ordenando desalir lo más pronto posible y obligar á las is-las rebeldes á la obediencia y sumisión, ypara que se cumplan estas disposiciones másfácilmente, ordenó á D. Lope de Figueroaseguirle con otra armada para el caso, m noquisieran escuchar la razón, someterlas porfuerza. Por este motivo salieron de Setuval áCona, tres millas distante, el dia 7 del mesde Julio, á las tres de la madrugada, ochobanderas de nuestro regimiento, es decir, lade mi capitán Engelhart Kurz; 2, de Lidl;3, de Mentel; 4, de Kotsch; 5, de Calianer;6, de Priam; 7, de Sagmeister, y 8, de Eiflan-der. En aquel lugar, el señor coronel nos de-signó por nuestro jefe al señor conde Sebas-tian, su pariente, y desde luego nos embar-

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camos en navios y carabelas qua estaciona-ban allí, junto con otra armada, esperán-donos.

El señor Conde con todo su séquito, eljuez, administrador y teniente-preboste,nuestra b andera, Calianer y Priam, todosjuntos se embarcaron en un navio en Ragu-sa, llamado Juan Simón; el capitán Saigmes-ter y Eiflánder tomaron un navio gallego,llamado San Pedro, y las demás banderascolocaron en carabelas; la capitana ocupóD. López, nuestro general; el almirantazgotomó el galeón de San Antonio; los dos capita-nes Girolano, francés, y D. Alvaro de Mendo-za, se asentaron en el galeón de San Miguel-

El 10 de Julio llegamos con nuestra arma-da á la Torre de Belén.

El 12 de Julio salimos con la armada.El 13 muy temprano, después de una na-

vegación de cerca de veinte leguas, y conbastante buen viento, la capitana sufrió unaabertura, y la invadía mucha agua, de modoque no se podía ir más adelante, y fue preci-so volver atrás á Lisboa, fastidiados y consospecha de traición contra aquel que teníaencargo de preparar la armada. En nuestronavio se rompió la «mezana».

El 14 de Julio entró otra vez la armada enel puerto; nuestro navio y la gallega, lleva-dos por los vientos, dieron demasiado lejossu vuelta á la derecha, no pudieron entrar enel puerto, y echaron sus anclas cerca de Si-simbra, donde quedaron hasta el 20 de Julio,fecha en que consiguieron seguirnos al puer-to, y cerca de Belén tomar sitio.

El 22 de Julio, por orden del duque de Alba,el conde Sebastian, con cinco banderas, esdecir, de Wotsch, Priam, Sagmeiler, Calianery Eiflánder, desembarcó y se trasladó á Se-tuval.

El 24 de Julio, nuestra bandera y H. Men-téis (que por su debilidad quedó atrás) (1),Fahnric y el teniente con ochenta soldadostomaron plaza en el navio gallego, y mi ca-pitán, como teniente coronel, quedó encarga-do de las otras tres banderas.

El 25 de Julio salió otra vez nuestra arma-da del puerto con 1.500 hombres, favorecidade un buen rumbo y compuesta de veintidósvelas, á saber: la de la capitana, una hermo-sa hurca de Frisa; item la almirante, galeónde San Miguel; ademas, la gallega San Pedro

(1) No se puede adivinar si por causa de su salud 6por motiTO de pocas fuerzas militares quedó «dainten».

y otra hurca de los Países-Bajos, y las de?mas todas carabelas.

Nuestro navio cerca de la torre de Belénchocó contra una roca oculta en el fondo delagua, de modo que presumimos recibieramucho daño, y que no podría seguir adelan-te; pero examinado por el capitán Merolin,piloto-coronel, y por otros capitanes de lasgaleras, no se encontró algún daño, y segui-mos á los demás.

El mismo dia, D. Pedro de Baldes, que-riendo sorprender y conquistar la isla Terce-ra, desembarcó la mayor parte de su gente,unos 400 hombres, en un lugar, «Porto Ja-deos» llamado; mas su gente, al venir á latierra, se dispersó al instante dedicándose alpillaje, y los portugueses, aprovechandoeste desorden, los atacaron; después de ha-berse reunido, quisieron hacer resistencia alenemigo, pero éste lanzó contra ellos muchosbueyes, rompió sus filas* cayó encima, ex-terminó á todos, sin perdonar á los 30 quese echaron á la mar, para alcanzar nadandoalgún navio ó barco; con los muertos mismosen la isla, cometió grandes atrocidades,arrancándoles los corazones y cortándoleslas partes nobles, para hacer de todo eso unademostración pública.

Enmedio de estos hechos, un arcabuceroalemán armado de una espada, y un españolcon una alabarda, hicieron pagar su propiavida á unos 50 hombres, sus enemigos.

El 27 de Julio, el viento tomó otra direc-ción, que nos fuó contraria.

El 28 del mismo mes encontramos docenavios de los Países-Bajos, que seguían ade-lante, y como se sospechaba de su proceden-cia, suponiéndolos enemigos, nos acercamosreunidos, hasta poder adquirir la seguridadpor la insignia de paquebote, sobre el par-ticular.

El 29 de Julio volvió buen tiempo «bonan-za», y por este motivo se bajaron las velasesperando en el galeón San Miguel, cuyo ti-món la noche pasada se rompió.

El 31 de Julio, reparado el galeón, con unviento algo fuerte, volvimos á seguir nuestrocamino.

El 11 de Agosto, por un paquebote, recibi-mos instrucciones que nos mandaban desem-barcar y esperar en tierra.

El 12 de Agosto apercibimos una flota in-dia: es decir, tres grandes naves, con algu-nas carabelas.

El 13 de Agosto nos encontramos con una, flota india, nos hicimos recíprocas salvas, y

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de ellos supimos, por la primera vez, queDon Pedro fue batido.

El 15 de Agosto sopló buen viento enpopa.

El 18 del mismo mes, apercibimos la islade San Miguel.

El 19, la capitana repartió entre los solda-dos pólvora, balas, pertrechos, hasta palasy sacos.

El 20 de Agosto llegamos á San Miguel enel galeón de San Cristóbal, que habia venidoallí con el gobernador antes, para llevar á losgastadores; mas ahora ha de llevar la gentedel país.

El 23 de Agosto por la tarde navegamosde San Miguel á la Tercera, unas treinta le-guas distante.

El 24 del mismo mes apercibimos la islaTercera, San Jorge y Pico.

El 25 nos encontró Don Pedro con su ar-mada, á unas seis leguas de la Tercera, yvolvió con nosotros.

El 26 vinimos á la Tercera dándola vuel-tas; el General envió á algunos diputadosportugueses á sus defensores, que ellos detu-vieron.

El 27 de Agosto llegó á nosotros el galeónSan Cristóbal, con algunas carabelas.

El 1.° de Setiembre entraron dos naviosen el puerto de la Tercera, cerca de la ciudadAngra, y nosotros no pudimos llegar á tiem-po para impedirlos, porque estábamos dema-siado lejos de la tierra; por la noche se hancelebrado en la isla triunfos y alegría, contiros y fuegos artificiales.

El 7 de Setiembre, después de haber reite-rado el General varias tentativas de comuni-cación, sin que los defensores isleños permi-tiesen entrar á nadie en sus tierras, recha-zando á todos con tiros, no pudiendo tam-poco prudentemente fiarse mucho (por lapoca gente que teníamos, y ellos, según lasnoticias recibidas, tenian, tanto de extrañoscomo de habitantes, unos 8.000 hombres),volvimos con nuestra armada, y Don Pedrocon nosotros atrás.

El 8 de Setiembre vinimos otra vez á SanMiguel, cerca de la ciudad Punta Delgada.

El mismo dia, Don Pedro de Baldes con susnaves se fue á Lisboa, adonde vino algunosdias antes de nosotros la armada de DonLópez; al llegar, al instante le cogieron presoy se lo llevaron al castillo, y aunque, segúnlos rumores, el Rey hubiese querido que sele degollara, le concedió por fin la gracia devida, vuelta á su casa, desterrándole á la

distancia de algunas millas Iéjo9 de la Corte,El 9 de Setiembre rne marché á la ciudad

con el permiso de mi capitán.El 10 del mismo mes, hacia la madrugada,

empezó á crecer el viento, y nuestra armadase marchó; yo con mi compañero de sección,Lulovico Cerón de Bologna, parándonos en latierra demasiado tiempo, y sin poder encon-trar una lancha, por causa de la mar gruesa,para llevarnos á la armada, quedamos aban-donados; lo mismo sucedió con otros muchosmilitares y marineros, hasta el número desetenta.

El 2 de Setiembre, el Gobernador de laisla donde estuvimos, dispuso dos carabelas,una con fuerza de cincuenta hombres, que sefue á Lisboa, y otra sin defensa, en que meembarqué yo con mi compañero y los demáspara dar vueltas á la isla, porque tuvimos lanoticia que nuestro almirante, el galeón deSan Miguel, no se habia todavía marchado,proveyéndose de agua en un sitio cerca de laisla, y que en efecto encontramos una ma-ñana temprano en la proximidad de la VillaFranca, en 13 de Setiembre: en él nos embar-camos, y á mediodía de la misma fecha nosmarchamos. El 3 de Octubre llegó la armadaá Lisboa, y Don Pedro de Baldes, que vinounos dos ó tres dias antes «ob rem male ges-tam», fue aportado en la Corte. Durante esta

. nuestra navegación, empezaron á edificaren Setuval el castillo de San Felipe.

El 5 de Octubre, después de haber luchadocasi todo el tiempo con vientos adversos, em-pezando también á faltarnos las provisiones,y especialmente pan y agua, apercibimos congran júbilo y alegría el cabo Finis Terree (óNerium promontorium) en Galicia por la ma-ñana, y por la tarde cerca Munxia entramosen el puerto; allí junto con mi compañero desección, nos fuimos al instante á tierra, don-de pasamos el 6 de Octubre.

Munxia es una pequeña ciudad, que tieneun grande y buen puerto; á su entrada y á laderecha, se halla una gran capilla ó iglesia,en que se venera con gran devoción á NuestraSeñora, de la Barca llamada. En el altar ma-yor está colocada una estatua de madera querepresenta á la Virgen, alta más ó menos,una ana de Viena, cubierta de un mantoblanco, con una cenefa dorada y forro de co-lor violeta oscuro; su vestido interior es en-carnado, y tiene en su brazo derecho un ni-ño. Se dice que si un pintor quisiese dar otrocolor al vestido, ó se volvería al instante cie-go, ó moriría de repente, ó le sucedería algu-

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NÚM. 297. } . LISKE.—VIAJES DE EXTRANJEROS POR ESPAÑA Y PORTUGAL. 561

na gran desgracia, ó una pública ignominia.La estatura de la Virgen, dicen vino allí enun barco de piedra que está en el fondo delmar, con su vela, timón y mástil, todo depiedra: la vela y mástil muy grandes y pesa-dos, de modo que algunos pares de bueyesno podrían arrastrarlos; sin embargo, estan-do allí colocados, un hombre con su dedolos puede mover, y esto lo experimenté yomismo (1).

El 7 de Octubre nos fuimos de Munxia áMarcandian (aldea), un cuarto de milla; lue-go á Lóalo (aldea), un cuarto de milla; másadelante á Puenta de Bacerboso, que pasasobre un pequeño rio, media milla; á Canosa,media milla; á Finisterre, una milla y media,donde el 8 de Octubre quedamos.

Finis Terree es una pequeña villa, con malpuerto; fuera del pueblo, á un tiro de arcabuz,se halla una iglesia, Nuestra Señora de Finis-Terrse llamada. Dentro hay una estatua dela Virgen, de madera, cerca de una ana ymedia de alta, cubierta de un manto azul,adornado de flores de oro, y de una cenefa,también de oro. El vestido interior es tam-bién dorado; en la cabeza tiene un velo, enci-ma de él una corona, y en el brazo izquierdoun niño. Esta estatua dicen se trasladabaen un navio que al llegar enfrente de la cimade la montaña, no quiso moverse más ade-lante, y por este motivo se desembarcó laimagen, trayóndola al pueblo, y una vez enel sitio en que existe la iglesia, se volvió tanpesada, que fue imposible llevarla más lejos;ésa es la causa por que se edificó la iglesia ensu honor. En una capilla de esta iglesia, y ála izquierda, se encuentra un crucifijo de es-cultura, que no llega á la altura de un hom-bre, en un altar colocado, y que pasa por muymilagroso. Cuando un sacerdote le descubre,se pone primeramente de rodillas, empieza árezar el Te Deum laudamus, y con una lar-ga caña quita las cortinas que le cubren;quienquiera que sea, si desea verle, tieneque arrodillarse. Se pretende que le crece elpelo y las uñas, y que suda algunas veces.De esta especie hay dos crucifijos más: unoen Orense, también Galicia, y otro en Bur-gos. No muy lejos de la iglesia existe unaermita en una alta montaña, donde delantedel altar debe descansar el cuerpo de San

(1) Semejantes maravillas se encuentran en los luga-re» de rocas, y bañados por violentas aguas; por falta dttUrra ge establecen equilibrio» da piedra».

TOMO XIV.

Guillermo; pero no se ve allí ningún monu-mento. En su proximidad se encuentra unagruta baja, llamada «Tornos de San Guiliel-mo», en que vivia y hacía penitencia. Cercacorre un manantial: la fuente de San Guiliel-mo, donde tenia costumbre de beber y lavar-se. A una media milla de aquel lugar, se ve alpié de una montaña, cuando se retira el mar,el vino que el demonio le derramó. Porque sedice que un dia vinieron allí algunos france-ses, y pararon al pió de la montaña; al ermi-taño que bajó á verlos, le regalaron un barrilde vino tinto; al marcharse ellos, el santoquiso llevarse en sus espaldas el barril á lamontaña, mas un demonio disfrazado decampesino le encontró, á quien pidió el favorde ayudarle siguiendo detras y empujando elbarril, para que no le pese tanto; y el demo-nio se prestó á esto con mucha amabilidad;subiendo el demonio, en lugar de ayudar, ti-raba siempre hacia atrás para que pesasemás; y, por último, dio un tirón tan fuerte,que hizo rodar al santo con su barril hastaabajo, y en este suceso, no sólo el barril seestrelló, sino que el vino se puede ver toda-vía sobre las piedras derramado, y el ermi-taño se rompió también un brazo y una pier-na. Yo no pude verlo, porque la mar estuvomuy agitada. En otra montaña hay dos gran-des y casi redondas piedras, que llaman Pie-dras Santas, que debían servir de descansoá la Santísima Virgen; éstas, que no podríanarrastrar algunos pares de bueyes, se pue-den mover también con un dedo, y esto lo hehecho yo mismo.

El 9 de Octubre marchamos á Sardineros(aldea), una milla; después marchamos áCorcovion, y en su proximidad Cea, una mi-lla,v%onde comimos. Estas dos pequeñasciudades no distan una de otra ni siquieramedia milla, y hay allí un hermoso puer-to, de donde por una alta montaña llamadaCabral, en cuya cima se encuentra una er-mita, llamada San Rocco, pasamos hastaFuente Santa (ermita), distante una milla;luego á Urbilido (aldea), dos millas. Al salirde la. Fuente Santa, nos equivocamos decamino, porque hubiéramos debido llegar áPuente d'Oluera, Bonjesus, y después á Ba-rreras.

El 10 de Octubre vinimos á Puente de Brau-domil, que pasa por un pequeño rio, á unamilla; después á Barreras (aldea), una milla,donde comimos; más adelante á San Juan dela Barcada (aldea), una milla; á Puente deMazera (aldea), una milla. Aquí se pasa el

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562 REVISTA Í5ÜR5PEA.—21 í>fe NOVIEMBRE DÉ 1879. . 297.

rio Tambre; es un agradabilísimo dia de viajeentre bosques de castaños y robles.

El 2 de Octubre seguimos hasta Aopesada(aldea), una milla; á Teroa (aldea), una milla,y á Compostela ó San Yago (ciudad), unamilla, donde los dias de 12 y 13 nos que-damos.

El 14 de Octubre proseguimos hasta Pa-drón (villa), cuatro millas, donde comimos, yluego nos fuimos á Caldas (villa), tresmillas.

El 15 de Octubre marchamos á PuenteVedra (una villa grande), distante tres mi-llas, donde comimos. Allí encontramos dosgaleras españolas sobre el rio, y nos embar-camos en la llamada Ladrona, pasando luegocorea de las islas de Baiona (qure olim insulsodeorum et Circccdictoe sunt), que dejamos á laderecha, y por la mañana, el dia 16 de Octu-bre, vinimos á Baiona; luego á la villa Portodo Regno de Galicia, tres millas, donde ante-riormente pasó á cuartel de invierno la ban-dera del capitán Fanner, con algunas otrasespañolas. El dia 17 y 18 nos quedamos allí.

El 19 de Octubre tomamos un barco unasdos horas antes de amanecer, y pasando de-lante de Caminha (villa del Regno de Portu-gal), á cuatro millas, delante de Viana (ciu-dad), cuatro millas, Villa del Conde (villagrande), seis millas, vinimos hasta la entra-da del Puerto, cerca de Porto, á cuatro mi-llas de distancia.

El 20 de Octubre por la mañana continua-mos delante del castillo de San Juan, situadoá la izquierda de la entrada del puerto, hastaPorto (ciudad); de allí á media milla estuvola bandera del teniente coronel de Arzt y deSteghammer. En este sitio quedamos el 21y 22 de Octubre.

El 23 de Octubre seguimos cinco millas,hasta Arifana (villa).

El 24 del mismo unas seis millas, hastaAgada (villa).

El 25 fuimos á Coymbra (ciudad), sietemillas.

El 26 del mismo marchamos, una milla ymedia, á Gascona (villa).

El 27 del mismo hicimos siete millas, hastaVentas de Cortes.

El 28 de Octubre pasamos delante de unatorre que se quedó á nuestra derecha: Torredel Jaan llamada (en que vivía antiguamenteun gigante, que solia salir al camino con laiguiente costumbre: al encontrar á alguno,

le preguntaba adonde iba; si hallaba á algu-no con más dinero del que necesitaba para su

viaje, le despojaba de lo sobrante, y si, al re-ves, le faltaba para llegar á su destino, leanadia lo que le faltaba; se puede ver toda-vía en el camino marcada su altura, en cuyositio le mató un pequeño hombre) hasta To-mar (villa grande), á tres millas y media dis-tante, donde comimos. Luego á Soseyra (vi-lla), dos millas; á Atalaya (villa), una milla,y después á Agolegan (villa), una milla.

El 29 de Octubre proseguimos á Asignaga,distante una milla, donde comimos; despuésá Sant Arein, tres millas. Allí antes, DonMartin de Padilla, y el Adelantado de Casti-lla, acamparon con dos estandartes de la ar-mada; también las banderas de mi capitán yde Lidl, separadas de la armada, allí fuerontrasladadas, y la bandera del capitán Mentel,que después de su muerte en la Tercera he-redó el capitán Antonio de Ladrón, fue lleva-da á Peniche, una villa sobre la mar situada.

Sant Arein es un hermoso, grande y agra-dable lugar, situado sobre el Tajo á catorceleguas de Lisboa, á cuya diócesis pertenece;no tiene el título de ciudad, sino de villa, por-que carece de obispado; tomó su nombre dela virgen Irene* que en Tomar, porque hizovoto de castidad á Jesucristo, y no quiso su-jetarse á los deseos del señor de aquel lugar,fue asesinada, y su cuerpo precipitado alrio (que en latin se llama Nabanis, y vulgar-mente Rio Tomar), que pasa por allí, y des-pués desemboca en el Tajo; desde aquellugar vino el cuerpo de la mártir hasta Ca-pili Cratro (que así se llama de muy re-motos tiempos, como hoy dia en latin: CapiliCastrum, y Scabalis), donde se encontró enla ribera del mercado de pescado; en este si-tio está construida una columna de piedra, yeti la ribera una hermosa iglesia en su ho-nor; algunas veces se intentó trasladarlo áotra parte, mas siempre se encontró en elmismo" lugar; su fiesta se celebra el deAgosto. Esta ciudad está dividida en cuatropartes: la parte baja sobre las aguas se Ma-ma Ribera; es de bastante extensión, es unhermoso sitio con varios edificios é iglesias;la segunda parte también baja y más ade-lante, con una montaña que la separa de la

' parte anterior, se llama Alfange; aquí paranlos barcos, que entran, salen, cargan; la ter-cera parte alta en la montaña que la separande la Ribera y Alfange, tiene su nombre deAlcázar; está cerrada alrededor de una mu-ralla separada; parece á una colegiata por-que en ella viven prelados; tiene hermosascasas ó iglesias, y pertenece (como so me

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NÚM. 297. i. LISKE.—VIAJES DE EXTRANJEROS POR ESPAÑA Y PORTUGAL.. 563

ha dicho) á los caballeros de Malta y de laCruzada.

La cuarta parte, situada también en unaalta montaña al lado del Alcázar, es, propia-mente dicho, la ciudad, cerrada de su murallaespecial; se llama maravilla porque allí semanifestó la Santísima Virgen María al ReyAlfonso cuando sitiaba esta ciudad, la arran-có de las manos de los moros, y la conquistó.

En ésta hay una iglesia de San Esteban,que ahora llaman «El milagro». Conservanallí y muestran una forma consagrada, queantiguamente tomó en la Comunión una vie-ja, la guardó en su boca, luego la colocó enuna caja, para venderla á los judíos. Mas lasangre chorreaba de la caja con tanta abun-dancia, que salia hasta por la puerta de lacasa, y la vieja, llena de angustias, ni podiaimpedir, ni hacerla desaparecer; por la no-che se apercibió allí mucha luz, se oyó mú-sica y canto, y por eso sabiéndolo las au-toridades de la ciudad, acudieron al lugar,junto con el clero, la llevaron en procesión áesta iglesia, donde la depositaron en una ca-jita de madera, y cuando volvieron á verlaotra vez, la encontraron en otro vaso de ma-teria clara como un cristal. Se dice que esos"e hizo dioinitus et miraeulose, porque no sepuede saber cuál es esta materia, que noestá hecha con la mano humana. La hostiase expone al público tres veces al año, esdecir: el dia de San Esteban, lunes de la Re-surrección, y el primer domingo después de«Quasimodogeniti», que los protugueses lla-man Pascuella. Sé dice que la ven, según lafe de cada uno: á unos se manifiesta en for-ma de un niño, á otras de una cruz, ó de unaforma consagrada, ó diversimode. Yo la vidos veces, y siempre en forma de una hostiaensangrentada, como mordida un poco condientes.

En esta misma parte de la ciudad, haytambién un enorme y viejo palacio, en quelos antiguos reyes, cuando venían, solian vi-vir; mas ahora, desde algún tiempo atrás,ninguno de ellos entra allí, porque se diceque hay una antigua profecía, que un reydentro de este palacio, ó ha de ser asesinado,ó morirá de repente, ó de muy mala muerte.Al lado de esté palacio se pasa á una puerta,fuera de la ciudad, donde se hallan bastantesy magníficos conventos, iglesias, y edificiosde la nobleza; se podria decir que aquel sitioforma una quinta parte de la ciudad. Entreotras cosas, en el monasterio de Santo Do-mingo, hay una caja de cristal entre las re-

jas, colocada en un altar, en que se ve el esrqueleto de un monje> que llaman Ira Bernar-do, y de dos niños, sus discípulos, que des-pués de unos cien años sacaron de la tierray allí los pusieron. La historia que se cuentasobre estos niños es la siguiente: que éstosfueron hijos de un poderoso señor, entregardos al dicho monje para enseñarlos; que élles permitía de un rato á otro pasarse á unclaustro (donde se encontraba una estatuade una Virgen, hecha de madera, con un niñoen los brazos, colocada donde está hoy mis-mo), y jugar, según la costumbre de niños;entonces el niño de la Virgen saltaba de susbrazos, se entretenía, hablaba y jugaba conlos dos jóvenes.

Repitiéndose este suceso amenudó, elmonje lo observó una vez, y al verlo seasustó, preguntando á los dos niños quiénera el tercero, su compañero. Los chicos con-testaron, con la sencillez propia de su edad,que era un niño muy alegre, el mismo quecon su madre estaba abajo en el claustro;que venía cada vez á jugar con ellos cuandose encontraban abajo, y si tenían su merien-da, comia tatnbien el pan con ellos. El monjeal oir todo aquello les mandó que si vinieseotra vez á jugar y comer con eüos, le dijesen:«¿Por qué comes siempre con nosotros nues-tro pan? Tú tienes mucho más y mejor panque nosotros. ¿Por qué no nos das del tuyo?»Cumpliendo los niños con la orden, el niño dela Virgen les dijo que el próximo dia de As-"cension, junto con su maestro., habian de ve-nir á su madre y á él, y que entonces les ibaá dar de su pan, que jamas en la vida habiangustado. Con esta contestación volvieron ásu maestro, el cual les enseñó algunas ora-ciones, y el dia de la Ascensión se arrodillócon ellos delante de la estatua, rezando todos,y de repente cayeron al suelo y murieron, ysus almas, como sé presume, se fueron de-recho al cielo. El niño de madera, que estásobre un arca en que los esqueletos des-cansan, tendrá 3[4 de ana de altura, concalzado de brocado de plata. Cuando lo mues-tran, es menester besar sus piós.

En el mismo monasterio se halla también,al lado de un altar, una pila tallada de piedra,en que dicen que si se echa algún vino torcido,vuelve á su primitivo y buen estado. «Sit fidessicut et in reliquis penes autores» (1). En elcoro superior del convento de San Francisco

(1) Acaso es una piedra que absorbe la parta acidada cualquier líquido.

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564 REVISTA EUROPEA.—2 DE NOVIEMBRE DE 1879. NÚM. 297.

se halla el túmulo de Fernando, rey de Portu-gal, conla siguiente inscripción: «Aquí yaz homoy nobre Rey Don Fernando fllho do muyalto Rey Don Pedro et da Infanta Donna Cons-tanza, fllha de Don Johann Manuel, que finone Lizbona, no abito de San Francesco, feriaquinta xxn dios de Ottobre, Era de Myl. ecccc. e xv Annos».

J. LISKE.

Traducción de K. R.

(Comtinnsrá.)

EL DÍA DE TODOS LOS SANTOS

LA TARDE.

Érase cuando la tardePoco á poco iba cayendo,Y las sombras de la nocheAvanzaban a lo lejos.Erase el gran dia'de luto:Feria de tumbas y duelos,Que la vanidad mundanaCelebra en los cementerios.Numerosa muchedumbreAndaba en tropel, bullendoPor entre las sepulturas,Adornadas con mecheros;Coronas, paños y flores,Cirios, retratos y versos,Lámparas "y candelabrosEn número más ó menos,Según era la fortunaQue dejó al morir el muerto.Y érase cuando la fiesta,Como la tarde, cayendo,Acercábase al finalDe su lúgubre festejo.

Las campanas de la ermita,Con tristísimos acentos,En su latín repetían:«¡Memento homo, mementoQuia pulcis et einis es/...»Perdiendo sus clamoreosEntre muchos que el latinLo confunden con el griego.Y unos fumando su puro,Otros castañas comiendo,Iban por el camposantoComo quien va de paseo.Pero, como ya la nocheEsparcía por los cielosOscuridad, que á los másValientes impone miedo,Como al fin el camposantoSanto campo es de respeto,Y no siempre la concienciaLibre está de escrupulejos.

Las gentes iban dejandoEl recinto de los muertos,Unos fumando su puro,Otros castañas coniiendo.

II

LOS SALTATUMBAS.

Terminada la función,Quedaron los sacristanes,Muñidores y lacayos,Cuida-velas y danzantes,Apagando cada cualSus blandones y ciriales,Y amasando la pelotaQue pudieron arrancarles.—¡Libra y pico—dice uno—Esta bolilla me vale!...—¡Yá mí dos—otro responde—Por la mia ha de pagarmeEl cerero, si la quiere,O sean catorce reales!...—Yo mis dedos no quemara,—Un tercero luego añade—Por tan poco beneficio;Mi cosecha, vedla, grandeMucho más es que la vuestra,Y pronto veréis cómo ardeSu cera trocada en cena,Con buen vino y abundante.

En esto el sepulturero,Del dios Baco respetableServidor, les interrumpeGritándoles:—¡Ganapanesl¡Largo de aquí, ladronazos!Que si no me dais mi parte,Por lechuzas y mochuelosJuro que sabré vengarmeDe vosotros, gente ruin.¡Largo de aquí, perillanes!Temieron al juramento,Y ofrecióse convidarleA cenar en la taberna;Con lo cual, hechas las pacesQuedaron, y todos juntos,Alegres y amigos, vanse.

Al salir del cementerio,Cierra su puerta con llaveEl sepulturero, y dice:—No temo que venga nadieUna noche como éstaLos muertos á incomodarme;Que la noche no convidaPara gusto semejante.Cierro, amigos, por si algunoLo que acaba de tratarseOyó desde su agujero,No venga pidiendo parteDe la cena y el vinilloQue con su cera se pague.¡Hay debajo de la tierraMás mosquitos y compadresAmigos de echar un trago,Que santos en almanaque!...Celebróse la ocurrencia,Y no se le ocurrió á nadieQue encerrado con los muertosUno vivo se quedase.

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NÚM. 297. J. M. BALDO.—EL TOA. DE TODOS LOS SANTOS. 585

III

DON JUAN.

Pensativo y cabizbajoUn hombre meditabundo,Conocido por don JuanEl hechicero y el brujo,Entróse en el cementerioCuando se alejaban muchos,Dirigiéndose tranquiloA el rincón que hay mas oculto.Solterón, pobre, modestoY sin tratos con el mundo.Vive don Juan ignorado,Sin ambicionar el humoDe las glorias de la tierra,Cediendo su parte al vulgo.Solitario y retiradoEntre crisoles y tubos,Cachivaches y trebejos,Dedicado á sus estudios,

. Pasa la vida del sabioEncerrado en su cuartucho.Las vecinas de su barrioDicen que don Juan es brujoY amigo de Lucifer,Que le ayuda á hacer el untoQue se da para volar,Convirtiéndose en lechuzo.Que en un santiamén recorreToda la extensión del mundo,Robando á los inocentesAngelitos, no segurosDe las garras del malditoSi están solos un minuto.

Pero don Juan es un hombreQue no pertenece al vulgo,Y el vulgo es un animal,Que á los sabios llama brujos.Hace un año, se murióOtro que tal, un don Justo,Compañero inseparableDe don Juan, sabio profundo,Con quien éste se juntaba,Dedicándose al estudioDe la química, y los dosEran dos mitades de uno.Enterrada la mitadDe don Juan, éste su lutoNo llevaba en el sombrero,Según es y será uso;Pero al declinar la tarde,A la hora del crepúsculo,Camino del cementerioIbase meditabundo.

Muchas veces ocurrióQue el enterrador, estúpido,Para cerrar y quedarseA solas haciendo el hurtoDe alguna prenda de muerto,Según su costumbre, rudo,Acercábase á don Juan,Y usando modales bruscos,Le decia:—(Caballero!Ya es hora que los difuntosDescansen de la visita

De pesados importunos.I Ya se puede retirar!Los muertos, como los buhos,Salen de noche á paseo,pójeles hacer su gustolY don Juan, sin replicarY despreciando á tal bruto,Se marchaba pensativo,Macilento, taciturno.

Esta noche, ya sabemosPor qué razones, no huboRequisa de cementerio,Y en él encerrado unoSe quedó, que don Juan es,Cabe su mitad D. Justo,Olvidado de sí mismoY olvidado por el mundo.

IV

CARCAJADA.

Más de un hora solo estabaPensativo y cabizbajo -Don Juan, en la sepulturaDe su amigo, meditandoMisterios de vida y muerteQue no le descubre el cálculo,Ni leyes de la materia,De afinidad ni de átomos,Diciéndose: ¿Qué es la muerte?¿Y cómo se viene, y cuándoY por qué la vida acaba?¡Todo, todo es humo vano!...Componer... descomponer...Suma y resta es el trabajoContinuo del gran crisolEn que por igual entramosHombres, montañas y rios,Bosques, templos y palacios.Todo nace, vive, crece,Va con el mundo rodando,Se desgasta y se consume,Pasa por los tres estadosDe la materia, recorreEOS caminos del espacio,Y el calórico, la luz,La electricidad... ¡el diablo!Aproxima las moléculas,Que después va separando.¿Qué es la vida? ¿Qué la muerte*Dos mentiras, doble engaño:Ni se vive, ni se muere,Ni el hombre, la piedra, el árbolOtra cosa que materiaSon, que, de forma cambiando,Se comprime, se evapora...|Y siempre elementos, átomos!...¡Materia todo, materiaQue se confunde en el caosDe la eternidad, y ruedaCon uno y con otro astroPor los mundos infinitosDe los infinitos ámbitosl...

Cuando así don Juan pensaba,A sus pies un fuego fatuo

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566 REVISTA EUROPEA.—8 DE NOVIEMBRE DE 18T9. NÚM. 297,

De súbito se apareceComo diciendo:—¡Veamos!Sapiente don Juan, ¿quién soy?.Diga, pues que sabe tanto,¿Soy espíritu ó materia?¿Cómo de la tierra salgo?¿Qué soy yo? ¿De dónde vengo?...Y don Juan responde impávido:—Te conozco. Eres materiaProcedente de un fosfatoDescompuesto, y escapasteDe canillas ó espinazo,De médula ó de cerebro;¡Fosfuro desvergonzado!"¡Inquieta materia tenue, /.Con tu olorcillo de ajosQue á los necios intimidas,Esto eres tú, fuego fatuo!

Estridente carcajadaRespondió al discurso sabioDe don Juan, y el cementerioSe conmovió, vacilandoLas tumbas, los obeliscos,Las cruces y cenotaflos.Lápidas y monumentosTristemente rechinaron.Los sauces y los cipreses,Sus raíces y sus brazosSacudiendo, devolvíanTodos los huesos chupadosA la tierra, que cubrióseDé canillas y de cráneos.A la escasa claridadQue fosfórica llamamosLos vivos, miró don JuanPasar revoltijeandoLas vértebras y costillas,Y fémures y omoplatosQue, chocándose, crujieronAl tropezar en su paso.

Por allá ve cómo vieneCual un ciego, vacilando,Un esqueleto que andaDe su calavera falto,Con los brazos extendidosBuscándola en el espacio;Y por la otra parte vaUno que desesperadoCorre en busca de una tibiaSobre la otra saltando,Ofreciendo dar por ellaRótulas, falanjes, flancosY otros huesos más que llevaEntre sus dos secas manos.

Revueltos andan los muertos,Entre la tierra buscandoCada cual lo que 1» falta,Con afán por encontrarlo;Y así la difunta greyPreparábase al sarao ,Que celebrarse debieraPor ser noche de los Santos.

Los señores que reposanEn sarcófago de mármol,Hasta más tarde no salenDe su nicho reservado,En donde sus huesos todos

Se conservan sin desfalco;Que también aquí los ricosSon seres privilegiados.

Y el que más quiera saber,Porque he menester descanso,Al capítulo que viene"Vayase para buscarlo.

AL TOQUE DE ÁNIMAS.

Paciente lector amigo,Que hasta aquí hubiste pacienciaDe leer este mi cuentoQue algo de verdad encierra,Oye lo que vio don Juan,Soldado de la materia,Famoso naturalistaQue dudaba de la eternaVida del alma, despuésQue acaba la vida esta.Óyelo, lector piadoso,Y por los difuntos reza...Que para comer castañasTiempo sobrado te queda.

Ocho lentas campanadasSonaron en la alta torreDe la ciudad, y los ecosLas repiten con sus voces.Un vago rumor, rodandoEntre negros nubarrones,Va por el aire diciendo:—«Resquiescant y pace, Dornine.itY todos los campanariosRepitiendo triste dobles,Quedaron mudos, cansadosDe tanto doblar sus bronces.Negra, fria, pavorosa,Infunde miedo la noche,Más para meterse en casaY rezar sus devociones,Que no para andar de calles,Sin saber cómo ni dóndeSe aparecerá algún muertoQue nos hable y nos provoque,Anima en pena, tal vez,De difuntos acreedores.

Pero don Juan es un sabioQue desprecia los temoresDel vulgo ignorante, necio,Lleno de supersticiones;Y sabe que un esqueleto,Igual de burro que de hombre,Tan sólo es un carbonatoBueno para hacer botones.Así pues, los ye pasarSin espanto ni temores,Ni dar crédito á sus ojos,Como quien mira visiones;Cuando, entre silbos del viento,Una voz aguda se oye,Que así dice lastimera:—Ne infurore tuo, Domine,Ñeque nos argüas in ira!!!...

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. 297. J. M. BALDO.—EL DÍA DE TODOS LOS SANTOS. 587,

Respondiéndole otras voces:—\In te solus speravi...Non damnatusinfurore!...

A estos cánticos se abrenLos sepulcros de señoresQue entre mármol y granitoSus cadáveres esconden.A sus pies se alza tambiénSu amigo, al que reconoce,Y una mano entre las suyasEstrechándole, así hablóle:—¡Imprudente amigo Juan!...¡Esclavo de mil errores,"Tú por sabio eres tenidoEn las ciencias de los hombres!...Hace poco me decíasCon tus locas pretensionesDe humana sabiduría:a Yo se de qué te compones,Inquieta materia tenue...»Y el cementerio rióseDe tu vana presunción.¡Pobre sabio! ¡Sabio pobre!¡Vuestra ciencia toda es vana,Y vuestros cerebros roeDel orgullo el vil gusano!...¡Ven conmigo! ¡Mira y oye!Dale su brazo, y don JuanCogiéndose de el, siguióle.

VI

LA VELADA DE LOS MUERTOS.

Por entre las sepulturasEl doctor vivo y el muertoPaseando van del brazo,Bien oiréis cómo diciendo:

—Dime, Justo, estas legionesDe niños como luceros,Que alegres cantando vanSin tocar sus pies al suelo,¿Quiénes son?

—Estas criaturasSon los ángeles del cielo,Son la corte del SeñorY la gloria del Eterno.Porque has de saber, amigo,Por más que seas incrédulo,Has de saber que el SeñorMisericordioso, viendoQue los hombres eran malos,Y las mujeres no menos,Que Satanás arrastrabaTanto de ellas como ellos,Siendo raro el que guardabaLa ley de sus mandamientos,Dijo al demonio:—¡Maldito!...¡Ya verás, maldito perro,Quién de los dos puede más!¡Tú con vicios y dinerosA los hombres y mujeresArrastrando y seduciendo,O yo adelantando el pasoY saliéndote al encuentro! .Y dijo al crup:—¡Baja prontoA la tierra; yo te ordenoQue de cien niñós.nacidosMandes á mi casa al monos

La mitad, desde su cunaO del regazo materno!¡Tú serás e] mal terrible!¡Para tí no habrá remedio,Y las madres, al nombrarteErizados sus cabellos,Afligidas y espantadasSentirán dolor acerboBuscando sin esperanzaEn doctores su consuelol¡Baja, crup, baja á la tierra,Para no dejarles tiempo.Al mundo, ftemonio y carne,Mis enemigos eternos,De arrastrar en pos de síLos grandes y los pequeños!...Desde entonces, ya lo veis,Mueren los niños á cientos,Y la causa de su muerteNo es tal causa, que es efectoDel amor de Dios al hombre,Sirviendo el crup dé pretextoPara volar á los niños,Dejando el amante senoDe sus madres, que los lloranEn tanto que cantan ellos:

CORO DE NIÑOS.

¡Gloria al Dios de las alturas!¡Gloria al Poderoso Eterno,Señor Infinito y Santo,Gloria sin cesar cantemosl

Después que los niños pasan,Se dirigen á otro centroDonde se hallan las doncellasQue de santo amor murieron.Las que amaron á un ingrato,La* que hirió Cupido ciego,Y en su corazón amanteClavó el dardo de los celos,Todas ellas, muy hermosas,Llevan en su casto pechoDos heridas. Una abiertaPor el santo, ardiente fuegoQue su corazón inflamaDe purísimos afectos,Y la otra, ya cerradaPor el bálsamo del tiempo,Sólo para perdonarExiste como recuerdo.La primera les da vida.Por la segunda murieron.Como en cantiga amorosa,Van sus voces repitiendo:

CORO DE DONCELLAS.

¡Si al Dios*que adoramos,Nuestro Padre tierno,Conociera el mundoCuál le conocemos!¡Si á Jesús amante,Fuente de consuelo,Las enamoradasAbrieran sus pechos! :

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568 REVISTA EUROPEA.—2 DE NOVIEMBRE DE 1879. NÚM. 297.

¿Cómo de la tierraIngratos afectosNi amores mundanosBrotaran en ellos?¡Amor de la tierra!...¡Dorado torméntol...¡Quien lo pierde, ganaAmando en el cielo!

Poco á poco visitaronTodo el recinto completoDe nichos y sepulturasQue había en el cementerio.Unos iban rodeadosDe esplendor y de destellos,Con su frente iluminadaPor brillante nimbo célico;Otros, cual don Justo, vistenHábito rojo, sujetoPor cordel á su cintura,Cordel requemado y negro,Que de vez en cuándo arrojaMenudo chisporroteo.Eranse los que se hallanEn el purgatorio ardiendoY purificando su almaPor más ó por menos tiempo.Los que seliallan condenadosPer in sceeula al infierno,Desnudos de ropa y carreesAndaban sus esqueletos,Por los ojos y la bocaArrojando vivo fuego.

Vil

LA MADRUGADA.

La del alba clareando,Bañaba con mil fulgores _Las crestas de las montañasQue cierran el horizonte.A su alegre claridadHuyen sombras de la noche,Replegándose al Ocaso,Por donde se van y esconden.Muchos esqueletos andanEn distintas direccionesBuscando su tumba ó nicho,Y otros mil se descomponen,Que sembrando van sus hueso»,Calaveras y eslabonesPor la tierra, que los traga,Así como el mar absorbeA los náufragos y al barco,Sin saber luego por dónde.

Don Justo y don, Juan tambiénDe la sepultura al bordeLlegaban cuándo salióUno de estos dos señores,Y al otro le dijo:—Amigo,Ya me están llamando á voces,Que no puedo resistir.Toma este cordón, y oye:Te conozco; eres un sabioDe la tierra, y cuando tornesA tu casa, dudarásDe todo lo que esta noche

Has visto en el cementerio.Pronto, muerto, á las regionesDonde me hallo tú vendrás,A purgar por tus erroresComo yo purgo los mios.Esta prenda para entoncesMe devolverás. ProcuraOcultarla de los hombres,Y analízala si puedesEn tus hornos y crisoles.¡Que Dios te ilumine, Juan!...¡Que tu espíritu conforte!...Dijo, y desapareció.

La sepultura cerróse,Y la luz de la alborada,Ya triunfante de la noche,Despertaba los jilgueros,Alondras y ruiseñores.Luego alegre una campana,Desde lo alto de una torre,Llamaba á los feligresesQue la primer misa oyen.Luego rechina la puertaGirando sobre sus goznes,Y entrando el sepultureroPor ella, decía á voces:—¡El maldito tabernero!...Sin decir oste ni moste,Lo bautiza de maneraQue apenas le deja el nombre...Y vacilando, tropiezaHasta dar terrible golpe,Que tendido como un sapoMe lo dejó al pié de un poste.

Don Juan, pensativo, mudo,Entre sus manos escondeLa ñudosa negra cuerda,Cuando ve á su lado un hombreEmbozado en pobre manta,Que acercándose así hablóle:

—Buenos días, caballero,Le dé Dios. ¿Me dirá dóndeSe entierran los angelitosQue son hijos de los pobres?¿Dónde cavo sepulturaPara éste que de Dios goce,Ya que á su madre lo robaEl que todo lo dispone?¡Estaba tan bueno ayer!...Y empezó tose que tose...¡Picaro mal!... ¡Garrotillo!...Los médicos no conocenRemedios contra este mal...Y esto diciendo, le correnPor su pálida mejillaTres ó cuatro lagrimones.

El doctor escucha atento,Y medita y se recogeRecordando cuanto vioEn la ya pasada noche;Y después de breve pausaDe este modo le responde:—No se aflija, buen amigo,No se aflija usted ni llore,Que su niño está con Dios...¡Yo lo he visto!... Y en su nombreVamos á cavar su huesa.Sígame, que yo sé dóndeLos hermanos de <?ste niñoSus cadáveres esconden.

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NÚM. 297. J. FASTENRATH.—LOS MONJES ARTISTAS DE TEGERNSEE. 569

VIII

COMO PAGA DIOS.

El doctor y el padre juntosA un cuartel pequeño llegan,Donde están las sepulturasQue llaman de la inocencia.Allí, entre los dos, cavaronUna más, poniendo en ellaEl cadáver, que los dosAntes de ponerlo besan,Y con lágrimas regadoCubren su cuerpo de tierra.

El pobre padre recogeSu azadón, su manta vieja,Y la mano de don JuanHumilde á sus labios lleva,Dicióndole á media voz:—Dios le pagará tan buenaObra como usted ha hecho,Que Dios á los buenos premia.Y entonces sintió don Juan,Acaso por vez primera,Cómo Dios paga al contadoY en qué clase de moneda,Moneda mejor que el oro:¡Alegría de conciencia!...—Ambos, sin hablarse, salen,Y, al pasar por una iglesia,Que á su paso se encontraba,Sin hablar palabra, entran.

EPÍLOGO.

Una mañana de Mayo,A seis meses de la fechaDe que trata nuestro cuento,Subian por la escaleraDe una pobre casa muchosQue se empujan y atrqpellan.Hombres, mujeres, chiquillosDe la vecindad enteraDe la casa del difuntoSon los que suben por ella.Y charlando unos con otrosSe decían:—¿Quién dijeraQue tal hombre como un santoAbandonara la tierra?—¡Yo por brujo lo teníal—¡Yo por un ánima en pena!—¡Yo por el mismo demonio!...Añadió luego una vieja.Y en esto un anciano curaQue en el cuarto los espera,Oyéndoles, así dijo:—¡No juzguéis por la apariencia!Todo cuanto poseyóDon Juan á los pobres deja;Y paía que os lo repartaFui nombrado su albacea.Sólo al morir me encargóQue le guardase una prenda,Y ceñida á su cinturaQue lo enterraran con ella.

En el pobre cuarto entraron,TOMO XIV.

Donde ardían cuatro velas...Todos la cabeza bajanY arrodillándose, rezan...Pero la curiosidadMujeril nada respeta,Y al ver á don Juan vestidoCon hábito que una cuerdaLe ciñe por la cintura,Y ademas tiene sujetaEntre las cruzadas manosPálidas como la cera,Todas al cordón miraban,Diciendo unas:—Es de seda.Otras:—De cáñamo ó lino.Otras:—De lana muy negra.Y hay quien dice que es el raboDe alguna terrible fiera,Dragón de tamaño enormeO extraordinaria culebra.Por fin una modistillaMete mano á sus tijerasPara cortar un poquitoY dar fin á tal reyerta;Cuando al acercar su mano,Sin mover labios ni lengua,Dicen que dijo don JuanDe cadáver con voz hueca:—¡Vecinas, por Dios, vecinas,Yo les ruego que esta cuerdaNo profanen, pues la deboA su dueño que me espera!

Espantadas y en tropelBajan por las escaleras,Y en la calle, todavíaQue don Juan las sigue piensan. •

JOSÉ MARÍN BALDO.

LOS MONJES ARTISTAS DE TEGERNSEE

(BAVIERA)

En el pintoresco país de la Wálhalla, quese llama Baviera, á siete leguas de Munich,está el pueblo de Tegernsee, que en la EdadMedia empuñaba el cetro de las artes con sa-bia y vigorosa mano, circundando á su con-vento, esa academia del arte, una diadema degloria que despedía rayos de vivísima luz. Losbenedictinos de Tegernsee se remontaronhasta las alturas donde sólo al genio es dadollegar. No hay historia más brillante que lade aquella abadía, que siendo fundada porlos príncipes hermanos Adalberto y Osear,en 719, se preciaba de sesenta y tres abades,muchos de ellos artistas y protectores de poe-tas, y que se secularizó en 1803.

Dicen que los monjes de Tegernsee roba-ron al iris sus colores, y trasladando la luz

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celeste al cristal, pusieron ventanas de vi-drios pintados en las catedrales, iluminándo-las con el mágico encanto de diamantes, za-firos y rubíes, pues la luz vulgar del dia noparecía digna de brillar en los espacios su-blimes donde viven los celestiales é insonda-bles misterios. Los inventores de la divinapintura vitrea, que se dedica á glosar el sen-tido simbólico de la-religión, parece que seinspiraban en el Apocalipsis, que dice del Je-rusalem celestial: «Las calles de la ciudaderan oro tan puro como cristal trasparente.Las iluminaba la gloria de Dios». La pinturavitrea, que derramó un misterioso crepúsculoen los templos del Señor, despertaba el asom-bro del mundo y la inspiración de los poetas,poniendo en los labios del trovador Vidal,por los años 1200, estas palabras: «Así comoel que mira extasiado el esplendor de únvidrio pintado, mi corazón se llena de ale-gría al ver ofuscado, ¡oh dueña mial tu be-lleza peregrina». La pintura vitrea se en-cargó de adornar, no sólo los santuario» deDios, pareciendo las vidrieras oficio divinopintado, nidos para los ángeles, sino tambiénel templo ideal del santo Graal que describióen su poema titulado Titurel el Menor elDante alemán, Wolfram de Eschenbach, yque sirvió de modelo al emperador Luis ellSávarq para su iglesia catedral de Ettal. Enla pintura vitrea, que se consagraba 4 Diosy al santo Graal, se inspiró hasta el misti.cismo, pues en la catedral de Strasburgo,cuyas filigranas, como dice un escritor espa-ñol, parecen hechas por los plateros de Cór-doba en el siglo xv, ó por los artistas árabesde la corte de Boabdil, exclamó el gran pre-dicador Taule: «El sol ilumina la ventana, ycualquier color que tenga el vidrio lo toma elsol. Lo mismo lo hizo Nuestro Señor Jesu-cristo derramando sus rayos en el puro, enel cuerpo de la dulce Virgen, y de ella tomóla humanidad sin perjudicar á la virginidadpura».

Una nieta de Garlo-Magno, la hija de Luisel Germano, Berta, abadesa del Franemüns-ter de Zurich, pintaba ya ventanas llanas,según en 876 escribió el monje Ratperto deSan Gallen á su compañero el doctísimo Nos-ker, en una poesía, diciendo:

«Sicque fenestrarum depinxit plana colo-rum Pigmentis laquear pigmentaque artemanuque Artifici, et fucis, quadrato ab orbepetitis. Ut superaretur ita ab his, ipsum ve-ut herba. Vicisset viles, vario vel floru pla-ce ntes.» Pero eso no fue. la verdadera pintu-

ra vitrea, que es el esmalte. El secreto deéste lo tenian los monjes de Tegernsee, quesobrepujaban á todos por el cultivo de las ar-tes, de la poesía y de las ciencias, y por lariqueza de su monasterio, pudiendo el abadde Tegernsee, como dice aún hoy el proverbio,cuando haga una excursión á Roma, dormircada noche en una casa suya.

Para demostrar que la pintura vitrea sedebe al convento de Tegernsee, el profesorSepp (1) se funda en una carta que en Di-ciembre de 999 el abad Gozberto de Tegern-see, que gobernaba el convento desde 983hasta su muerte, acaecida el 22 de Enero de1001, dirigió á un conde, de nombre Arnaldo.Dice la epístola del ilustrado abad, el Mecenasde aquellos tiempos, que pasaba los dias es-tudiando y las noches orando: «Habéis enal-tecido nuestro pueblo con obras de tanta valíaque no conocieron los tiempos anteriores, nique nosotros hemos imaginado poseer jamas.Hasta ahora las ventanas de nuestra iglesiaestaban cubiertas con viejos paños. En lostiempos felices de usted, el sol de cabello deoro brilla por primera vez por vidrieras pin-tadas hacia las losas de nuestra basílica (2).Los corazones de todos los que las contem-plan se llenan de mil alegrías admirando lavariedad de-esta obra insólita del arte. ¡Oh.1'¿Dónde en el mundo entero hay un lugar de-corado con adorno semejante? Vuestro nom-bre debe por eso celebrarse en las oracionesde dia y de noche, y para que también losnombres de todos vuestros deudos se tras*mitán á la memoria, servios inscribirlos so-bre pergamino y mandárnoslos por conductodel mensajero presente. Remitimos á vuestrojuicio si queréis examinar á aquellos mu-chachos si ya están bastante enterados deeste trabajo, ó si yo descubro en ellos un de-fecto, sea permitido mandarlos á usted paraque mejor se instruyan».

Esta es la única fuente que tienen losque, como el profesor Sepp, reclaman paraTegernsee el honor de haber inventado lapintura vitrea. Pero la citada carta, según laentendemos nosotros, expresa lo contrario,demostrando que aquel arte se ejercitó antes

(1) Véase la obra del profesor Sepp, titulada <Folletoescrito con motivo de la colocación de las ventanas me •morativas en el convento do Tegernsee, recordando queéste íaé la cuna de la pintura vitrea».—Munich y Leip-zic. 1818.

(2) Hé tujuí las palabras del original: «Auricomu»Sol primue infulsit per discoloria picturarum yitra».

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úiw. 297. J. FASTENRATH.-—tOS MONJES ARTÍSTAS DE TEGERNSEE. 8T4

en otro lugar que Tegernsee. Lo cierto esque bajo el sucesor de dicho Gozberto, el abadBeringer hacía una renombrada vidriera enel convento de que hablamos, y que las másantiguas vidrieras de pintados vidrios losan-jeados que se conocen, se deben al mismomonasterio que se refleja en el lago de Te-gernsee.

Es lástima que los primitivos vidrios, deque hablaba Gozberto en su carta dirigida áaquel desconocido conde, (1), se hayan perdi-do en el incendio de 1035, encargándose dereemplazarlos con cinco vidrios nuevos, bajolos auspicios del abad Kverardo II, que go-bernaba el convento desde 1068 á 1091, el ilus-tre monje Werner. ¿Quién no admira el geniouniversal ríeoste, que ocupa sin contradicciónla página primera en el catálogo brillante delos esmaltadores alemanes? Esa Werner deTegernsee fue á la vez autor de anáglifos, fun -didor en bronce, miniaturista y esmaltador.Si el convento que se precia de este monje ar-tista no es, pues, la cuna del arte do esmal-tar, tan lleno de místico arrobo, es por ciertouno de los lugares donde éste se cultivó pri-mero.

Como las más antiguas ventanas pinta-das que se han conservado, mencionaremoslas que se ven en la parte meridional de lacatedral de Augsburgo, representando lasfiguras poderosas del rey David, de Moisés yde los profetas Joñas, Daniel y Oseas, y se-gún ha demostrado en 1860 el archivero señorHeuberger, salieron éstas de la fábrica deTegernsee, dándonos una prueba de la per-fección que aquel arte había alcanzado ya áprincipios del siglo xi.

Nació, pues, según todas las probabilida-des, la maravillosa pintura vitrea en las bru-mas del Norte, que envuelven la naturaleza,como si quisiesen ocultarnos á Dios, y con-quistó después los otros países, y también latierra cuyo cielo azul y limpio parece ser unreflejo de la pupila del Ser Supremo, la he-chicera España. Ésta debe á los Países-Bajossus primeras vidrieras pintadas, teniendo lasciento noventa ventanas que se admiran enla catedral de Sevilla, y que representan cua-dros de Alberto Durero, de Rafael y de MiguelÁngel, por autor á Arnaldo Hort, natural de

(1) Unos, como el .Sr. Sigharl, creen que ese Arnaldoera «1 conde de Lambach, padre del obispo Adalbero deWurzburgo, mientras el profesor Sepp lo supone idén-tico con el conde de Vohburgo, y el Sr, Segismun-do Riezler opina que aí[uel Arnaldo ara el conde deDies»en.

Flandes, costando cada ventana mil duca-dos. Mientras florecíala agricultura gótica;todas las catedrales y claustros dé Alemasnia se llenaron de vidrieras pintadas, esagmaravillas fulgurantes, figurando entre lasmás antiguas las que adornan el coro de laiglesia de San Cuniberto de Colonia, y que •tienen la fecha de 1236, representando el ár-bol de costados de Jesús, que lleva en susramas á los patriarcas, brotando de la cima,como de un loto la Virgen con el Niño.

Con los hermanos Van Eyck, que bañabansu pincel en la luz, data una nueva época enla pintura vitrea, rivalizando ésta con la: pin-tura al óleo en producir sobre el vidrio todaslos matices, desde el efecto más claro hastael oscuro. Pero después de trascurridos sie-te siglos desde las primeras vidrieras, seolvidó aquel arte como un sueño. Por fortu-na renació á principios del siglo actual en elpaís de la Walhalla, á siete leguas de Te-gernsee, en Benedicubeuern. El que lo des-portó á la vida se llama Segismundo Frank,que nació en Nuremberg en 1770, de una po-bre frutera, y el fundador de la Walhalla, elrey Luis de Baviera, ofreció al mundo el nue-vo arte. Él regaló á la catedral de Colonia lasfamosas vidrieras que se hicieron desde 1844á 1848, y que son objeto sagrado de admira-ción del viajero que las contempla. Junto conFrank contrajo el arquitecto y pintor Maxi-miliano Ainmüller los mayores méritos res-pecto á la pintura vitrea, y hoy está al frentedel Instituto real de pintura vitrea de Mu-nich el Sr. Zettler, á quien tuve el gusto deconocer en Ulm, cuya catedral se enorgullecede las clásicas vidrieras pintadas en 1480 porJuantCremer y Juan Wild.

Pero me he alejado de mi objetivo, queconsiste en hablar de los monjes artistas ypoetas de Tegernsee. De este convento salió'el sucesor del esclarecido obispo San Betfínwardo de Hildesheim, aquel célebre San Gis-tardo, que se hizo mediador entre las artes yciencias romanas y bizantinas y Alemania,mereciendo la misma veneración en su patria"como en Italia, y ser llamado patrono delpaso más alto que une á ambos países, felpaso de San Gotardo (Suiza). Nació Gotardoen 961, en las inmediaciones de Niederaltaich,y fue obispo de Hildesheim en 10?2. ¿Quién noconoce á Froumundo, el autor del poema titulado Ruotlieb, cuj o protagonista, despuésde haber recorrido el mundo, vuelve rico enexperiencias y sabiduría á su madre acongo-ja da? Este monje poeta, que se inició en 1007

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fue el primero que escribió sobre la fundi-ción. Se deleitaba con Horacio y Juvenal, es-tudiaba las epístolas de Cicerón, ó hizo suyoel estilo de Salustio, escribiendo las cartasmás alegres, y los versos más hermosos. Ob-sequió en Tegernsee con un saludo poético al

• duque de Baviera, y después emperador En-rique II, el único hijo de la Baviera vieja áquien la Iglesia ha canonizado desde ochosiglos. Para su epopeya Ruotliéb le propor-cionó á Froumundo el pergamino el abad Goz-berto, de quien hemos hablado ya, mientrasal mismo tiempo en Tegernsee se fundieronen bronce las imágenes de las puertas de lacatedral de Augsburgo.

No se limitó á eso el arte de los sabiosbenedictinos.

¿Quién no admira la famosa Biblia pau-perum de Tegernsee, que ostenta excelenfesdibujos de pluma?

En el convento de Gozberto vivió en 1060el monje Metello, autor de las primeras can-ciones pastorales y de un himno en honor deSan Quirino. Atraído por la gloria del monas-terio y la belleza del lago de Tegernsee, llegóallí para templar su laúd sonoro el cantordel amor Walter von der Vogelweide, á quienlas musas guiaron al Pindó. Y en Tegernseese estrenó en 1189, bajo los auspicios delabad Mangold, ante el emperador FedericoBarba Roja, el grandioso drama lleno de pen-samientos eminentemente germánicos, quese titula: De adventu et interitu Antichristt.Aquel drama se atribuyó á un monje de nom-bre Werner, pero el profesor Gerardo deZezschwitz, que lo publicó en Leipzic en 1877,declaró eso como mera ficción. En Tegernseese adornó con láminas brillantes el famosoCanto á la Virgen, que atribuyeron tambiénal mismo Werner; pero así como en San Ga-llen habia muchos Ekkehardos, había variosWerner en Tegernsee, astros brillantes, delos cuales cada uno describe su órbita y al-canza luz propia.

Del convento se hizo un palacio realen 1817; pero «¡Gloria, gloria á sus monjesl»,repetiré ante sus monumentos literarios yartísticos, ante grandeza tanta alborozado.

JUAN FASTENRATH.

LA CALLE DE LA AMARGURA

Colonia 13 de Octubre de

Todos la recorremos. Desde el momentomismo en que nacemos, demostramos clara-mente que es la amargura el porvenir quenos espera. Cuando nos llevan al templo;cuando el sacerdote, cumpliendo los sagradosdeberes de su ministerio, introduce en nues-tra boca la sal, son tantos los gestos que ha-cemos , tantas y tan expresivas nuestrascontorsiones, que claramente se advierteque protestamos. ¿De qué? ¿De haber nacido?No. ¿De ser bautizados? Tampoco. ¡De laamargura que la sal nos produce! Y aquí em-pezamos á padecer, como decia el otro, eseotro, autor de todo lo que no dice nadie.

Salimos del templo. Regresamos, ó ha-blando con propiedad, nos regresan á 'casa,hecho todo un cristianito, como á gritos ledicen á la mamá los padrinos y el acompa-ñamiento, entre los diseordes-aeordes de laempedernida murga, y de ciento, los noventay nueve reciennacidos continúan llorandoamargamente como si se encontrasen en unasituación crítica de su vida; lloran instinti-vamente, pero no llorarían menos sí com-prendiesen su situación. ¡Nacer! ¡No podíahaber hecho peor cosa! ¡Cuántas veces, en eltrascurso de su vida, se arrepentirá de seme-jante actol ¡Cuántas le pesará haber nacido!

Demos un pase por todo lo alto á la infan-cia, ó lo que es igual, pasemos por alto unadichosa edad, á la que muchos quisieran vol-ver á cado momento, y de la que mentira meparece haber escapado (tal sería ella), parallegar á la no monos dichosa de la juventud,al decir de los viejos, que aseguran ser lamejor, lo cual consiste en que, como la edadde la senectud es la que más se aproxima ála muerte, siempre tan temida, la infancia,la pubertad, en una palabra, todas las eda-des que están más lejos de la terrible parca,son indudablemente las mejores. Dicen quetodos los viejos tienen gastada la vista. Nie-go. Nadie como los ancianos para ver desdelejos.

Como la muerte está al fin de la vida, losque están cerca de ella claro es que ven lasedades primeras del hombre desde muy lejos.

Pero... divagamos. Me deshago hacia tí,lector querido, en el almíbar del agradeci-miento por tu paciencia en escucharme, yvuelvo con la imaginado» á la juventud, úni-co medio de que dispongo para volver á ella.

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NÍTM. 297. A. LUCESÍO Y BECERRA..—LA CALLE DE LA AMARGURA. 573

No hay joven que á caminar empiece porla entonces suave pendiente de la vida, queno lleve su maleta (vulgo corazón) atestadade ricas ilusiones. Las cuerdas que sujetanla maleta son las fibras más delicadas de sualma, y cuántas no serán las ilusiones queencierra, que parece que quieren estallar depuro gozo. Dia' llegará, si la cuerda no serompe, en que saltarán una por una todasellas cortando esas fibras, y perderá en lalucha la maleta. Esto ha de suceder al fin desu viaje.

Hé ahí el joven. Contemplémosle. Ag.il,erguido, seductor, envidiable. Sus pasos re-tumban en el pavimento. Su cabeza se pavo-nea sobre sus hombros; y ya que hablamosde pavimento y de pavonearse, diremos depaso que no sabe el paco...roso porvenir quele espera.

Está contento. Vive feliz. Su juventud lesonríe. No sabe qué desear, y sin embargo,una cosa amarga (ya pareció aquello) su con-tento y su felicidad. Un deseo germina en sucorazón, un leve rumor se levanta en su pe-cho, un ¡ay! desgarrador se escapa de lo másrecóndito de su alma, y presume lo que nece-sita. Él no sabe que se llama simpatía, amis-tad ó amor, como el oido profano al arte deApolo percibe un sonido y no sabe si es do ómi ó re 6 sol. Lo único que sabe, ó que de-duce, es que su juventud no le basta para sufelicidad, y ese ¡ay! desgarrador, ese rumor,ese deseo, vienen á amargarle su dicha, suventura, y hacerle conocer que su juventuddebe ser tenida en cuenta, su lozanía tornadaen consideración, su aptitud discutida, y si-guiendo los trámites de los modernos parla-mentos, su persona aprobada.

¿Quién puede, invirtiendo el orden ante-rior, aprobar la persona de un hombre, dis-cutir su aptitud, tomar en consideración sulozanía y tener en cuenta su juventud? Unamujer. Hé aquí todo.

Una vez hecho este descubrimiento, ¿quéprocede? Buscarla. ¿Quién es la encargadade presentar el modelo? La fantasía. Esa en-tidad ansiosa que todo lo ve con cristal deaumento preparado con un hermoso barnizde. color de rosa, muy hermoso, pero que secae con el tiempo.

La busca. La encuentra. La ve. La sigue.¡Oh felicidad! ¡o*h ventura! ¡oh dicha! Eureka,exclama el joven siguiendo rápido y convul-so los pasos de la bella fugitiva. La ronda,la persigue, le escribe, le pregunta; ellale espera, le escucha, le contesta. Una sí-

laba basta: Si. Esta es la chispa. Los volca-nes rugen, la chispa los enciende, y brotancomo por encanto los fuegos artificiales delcorazón. Ya está hecho el daño, digo, ¡el mi-lagro!

El amor encierra tres amarguras: cuandose concibe y no se realiza, cuando se realiza,cuando se pierde ó se olvida. El joven no erafeliz cuando no amaba; ahora ama y no esfeliz porque ama. ¡Oh, eterno suplicio de Tán-talo! ¡Oh, calumniada felicidad, que huyesdel mortal con una rapidez vertiginosa, su-perior cien mil veces á la celeridad del telé-grafo!

Hay ocasiones en que la imaginación, quees madre de la fantasía, tiene las alas tanpoderosas, que no obstante la rapidez con quehuye la felicidad, laetrapa por un cabello,como á la ocasión se la coge en algunas oca-siones. Esto, traducido al castellano, quieredecir que el joven infelice y la bella fugitivase casan. Y aquí volvemos á nuestras ante-riores exclamaciones: ¡Oh dicha! ¡oh ventura!¡oh felicidad! Y exclamamos esto porque elmomento no es para menos.

Ya son el uno de la otra; ya son dos cuer-por y un alma; ya tienen ambos escudo paradefenderse de las vicisitudes de la vida; yaestán á cubierto de sus asechanzas, de susingratitudes, de sus extravíos, de sus peli-gros, de sus abismos, de sus iniquidades. Yatienen lo que necesitan.

Mas... ¡Ay! ¿Qué sucede? ¿De dónde proce-den esos terribles lamentos que llegan á misoidos? ¿De dónde esos degarradores ayes quedestrozan mi corazón? ¿De dónde esos ahoga-dos gemidos que contristan mi ánimo? ¡AhíLa» implacable mano de la fatalidad se hacomplacido malévola en alterar la paz de esematrimonio. Hó ahí la causa de los gemidos.La esposa ha cumplido con su misión. Se haconvertido en madre. Ese sin duda es el orí-gen de los ayes desgarradores. ¡Restablecidala paz, la esposa ha muerto!... De ahí los te-rribles lamentos que escuchaba.

¿Y ahora? ¿Qué es lo que siente el hombreal ver desparramadas por el suelo las hojasde la corona de su felicidad? ¡Amargura! ¿Quées lo que le sucede cuando contempla inertey frió el cuerpo de la que fue su amada com-pañera, de la que fue ¡ay! su escudo para li-brarse de las iniquidades, de los abismos, delos peligros, de los extravíos, de las ingrati-tudes, de las asechanzas, en fin, de la vida?¿Qué es lo que le destroza el corazón? ¡Laamargura!

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574 .REVISTA EUROPEA.—2 DB NOVIEMBRE DE 1879. NÓM. 297,

La esposa ha muerto. Él vive con sushijos. Visten un mismo luto; pronuncian lasmismas oraciones y en el mismo sitio. Todosigue lo mismo, menos el color de sus cabe-llos, el vigor de su cuerpo; aquéllos son blan-cos; óete se ha perdido. Su llanto no sólo nocesa, sino que va en aumento; reza amarga-mente, pero con más amargura cada dia.

Los años pasan y el hombre ya se aproxi-ma al ocaso de su vida. Ya ve desde lejos, ysin embargo, su vista ha disminuido; yacuenta el número de dolores que sufre por elnúmero de los años de sus hijos. Ya vacua,ya ronda el lecho del dolor, acaso el de laagonía; ya amarga su existencia la idea deque restan pocos granos de arena... ya tien-de sus débiles miembros en el lecho... ya ne-cesita aire para respirar... ya oprime conmudo dolor las manos de sus hijos... ya es-cucha él mismo su terrible estertor... ya estanta la amargura que siente, que le ahoga.Abandona forzosamente á sus idolatradoshijos; no puede velar por ellos, evitarles lospeligros de la vida, consolarlos en sus aflic-ciones... Los mira con avaros ojos; una solalágrima, más amarga que la hiél, surca suflaca mejilla... suspira y muere. Muere, lec-tor de mi alma, muere, y nosotros continua-mos... pero ¿adonde?

Te dije al principio que todos recorremosla calle de la Amargura, y es un hecho. Laprueba es que te abandono, pues como veshemos llegado al cabo de la calle.

ALVARO LUCEÑO Y BECERRA.

MISCELÁNEATEATROS DE MADRID.

El Real ha dado una representación de LaFavorita con tres novedades: el debut déla se-ñora Pasqua, la dirección de orquesta á car-go del concertino D. Manuel Pérez, y la faltadel órgano, tan imprescindible en esta obra.

La primera novedad es de gran importan-cia. La señora Pasqua tiene bastante buenasfacultades vocales y dramáticas, pero no ex-traordinarias, como nos habían hecho creer,y sabe vencer las grandísimas dificultades desu parte en esta ópera. En otra es posibleque brille más. Así y «todo, el público la reci-bió bien y le tributó aplausos.

La segunda novedad ha sido al mismotiempo una sorpresa, porque el público, quesabe por el cartel que ía empresa tiene tresdirectores de orquesta, no podia dar créditoá sus ojos, apesar de leer el cartelito puesto

en los pasillos, diciendo que por indisposiciónrepentina del maestro Faccio, se encargaríade la dirección de orquesta el concertino se-ñor Pérez.

Para los que hemos visto dirigir á Pereci-to (perdónenos que empleemos el cariñoso di-minutivo con que todavía le designan mu-chas personas en el lenguaje familiar), paralos que presenciamos con gran satisfacciónla brillante campaña que hizo en el teatro de •la Comedia no hace mucho tiempo, dirigien-do varias óperas, no ha sido sorpresa, ni mu-cho menos, el brillante éxito que ha obtenidoen la dirección de La Favorita. Este hecho esuna verdadera consagración. Ya tenemos,pues, un nuevo director.

Explicada la novedad, pasemos á la sor-presa. Pero ésta no ha tenido hasta ahora, nitendrá probablemente, como no sea sotto vo-ee, explicación satisfactoria. ¿Cómo teniendoel Teatro Real tres directores de orquesta,tiene que encargarse de dirigir otra personacuando se pone enfermo uno de ellos? El maes-tro Bretón, por su parte, ha procurado ex-plicar el enigma; pero como solo dice en uncomunicado que estaba dispuesto á aceptar elcompromiso, y si no lo realizó fue por conse-jo del maestro Faccio y la conveniencia quese le indicó de que permaneciera al frente delos coros en una ópera tan comprometida pa-ra éstos, la verdad es que resulta explicadauna pequeña parte del rompecabezas, el cualen lo demás aparece más oscuro que antes.

El maestro Barbieri, por su parte, dice queno tuvo conocimiento de la enfermedad delSr. Faccio y de su sustitución por el Sr. Pérezhasta que vio esto último en la representa-ción, y que ahora no quiere dimitir, porqueno. Sigue, pues, la oscuridad.

El empresario también publica otro comu-nicado y trata con mucho desprecio al señorBarbieri. Al Sr. Rovira, por lo visto, todo leestá permitido.

Aunque pudiéramos, no trataríamos nos-otros de hacer luz; porque quizá habría queacudir á razonamientos de índole privada. Loúnico que podemos decir es que, cualesquieraque sean las causas íntimas de estas cosasraras que suceden en el Teatro Real, toda laculpa, toda la responsabilidad y todas lasconsecuencias, si las hubiera, recaen lógicay naturalmente en la empresa, que, por loque vamos viendo, es la más desorganizadaque ha existido en el Teatro Real, don-de he-mos tenido buenos modelos en este género.

La tercera novedad es un verdaderoescán-dalo que en ninguna parte se hubiera con-sentido. Quitar el órgano, malo y todo, queexistia, y sustituirlo con un acordeón ó cual-quiera de esos pequeños y defectuosos ins-trumentos, propios para entretener á los ni-ños, ;y esto en La Favorita, ópera en cuyocuarto acto hace el órgano tan gran papel!sólo se le ha podido ocurrir á la actual em-presa, que parece inspirada por sus morta-les enemigos. No se queje de éstos el señorRovira; no debe tener enemigos de ningunaclase, sino amigos muy indulgentes, cuandole han dejado pasar un atentado tan grandey tan incalificable.

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NÚM. .297, MISCELÁNEA. TEATROS DE MADRID. 675

El debut de la señora Esteban no es nove- 'dad, ó mejor dicho, es una pequeñísima no-vedad. La señora Esteban dijo su parte comopudo, y gracias. EL Sr. Gayarre ya está juz-gado en esta ópera, de lo cual debe felicitar-se el gran tenor, porque si se le hubiera dejuzgar por la representación á que nos re-ferimos, algo padecería su reputación; por-que la verdad es que está delicado de saluden la actualidad. Canta porque de los tres te-nores es Gayarre el único disponible, comoparece que de los tres directores de orques-ta es el maestro Faccio el único que en con-cepto de la empresa puede dirigir La Favori-ta. Verger, bien. El bajo Víctor Petit, mal,bastante mal, y la dirección de escena, peor.

—El teatro de la Zarzuela, exhausto de no-vedades este año, por lo que vamos viendo,sólo ha dado en la semana última una zar-zuelita en un acto de poquísima importancia,titulada Amor que empieza y amor que acaba,letra del extenor Sr. Dalrnau y música deFernández Caballero; y para entretener ásus abonados y dar variedad á su cartel, hapresentado una sola noche el llamado Sexte-to sueeo. Compónese de seis discípulos delConservatorio de Stockolmo, formando un

* corito que produce bastante buen efecto. Sa-bido es que la afinación es la cualidad dis-tintiva de los artistas escandinavos, comodemostraron en París no hace mucho losestudiantes de Upsaly Cristianía. El Sextetosueco, que traia bastante reputación en estesentido, no la ha desmentido, y se ha hechoaplaudir con justicia en cinco piezas muycaracterísticas. Del teatro déla Zarzuela hapasado el Sexteto sueco al de la Comedia, yno sabemos si irá recorriendo de este modotodos los teatros de Madrid. De todos modos,el público sale muy complacido de estas au-diciones.

—El Teatro Español ha encontrado el autorque necesitaba para romper el hielo. El señorCano, autor de Los Laureles de un poeta y deLa Opinión pública, obras ambas que dieronmotivo cuando su representación á largas yapasionadas polémicas, ha conquistado consu última producción, La Mariposa, un lugarpreferente entre nuestros primeros drama-turgos, y se ha colocado en él separándose dela senda que emprendiera con tanto arran-que como poca fortuna al escribir las obrascitadas.

La Mariposa es la felicidad, gusano des-preciable para todo aquel que, como el niñodel delicado apólogo que pone en labios deMartina el autor, confunde la bondad con lahermosura, y sólo se considera feliz cuando elgusano, convertido en mariposa, incita á laposesión de tanta luz y de tan variados mati-ces. La felicidad es el amor para la maripo-sa, esto es, para Martina, bellísima creacióndel Sr. Cano, que merecería sólo por ella losplácemes de cuantos aman la belleza por labelleza misma, si no los hubiera logrado an-tes con la galana forma de que ha sabido re-vestir su obra.

Versificación correctísima y fácil, sobrie-dad en la frase, profundidad en los pensa-

mientos, todo lo externo es admirable en LaMariposa, que vivirá largo tiempo sobre lascena sin quemar sus alas.

No ha sido tan feliz el Sr. Cano en los re-sortes de que se vale para el desarrollo de suinteresante fábula. El acto primero, que po-dia pasar muy bien por uno de los mejores deBretón ó Serra, sería completo si el autor, me-nos impaciente en demostrar su tesis, hubie-se reservado, una vez ésta planteada, parael segundo y tercero los efectos que acumu-la al final del primero, y que fatigan al espec-tador, sin que consiga llevar á su án imo etconvencimiento de lo real de los sucesos ocu-rridos en brevísimo espacio de tiempo, y ex-puestos por todos monos por aquellos queeran los llamados á exponerlos. El acto se :

gundo es el más inferior de la obra, y las es-cenas entre el protagonista y el empleado delteatro, y aquél y el niño de la bordadora, pocodignas del talento del Sr. Cano y de su cono-cimiento de los efectos teatrales, sentaríanbien en un melodrama, se despegan de la" co-media, y más si esta comedia está escritacomo lo está La Mariposa.

El acto tercero es la obra. El conflicto, ver-dadera catástrofe, sorprende por lo inespera-do y seduce por el sentimiento artístico deque está saturado. Nada más bello, y nadatampoco más conmovedor que el cuadro conque finaliza la obra, la cual, sólo por esto,debiera haber sido titulada por el Sr. Canodrama ó tragicomedia, nunca comedia, comolo ha hecho, él sabrá por qué.

De todos modos, y sea cualquiera el nom-bre de la producción, el hecho es que acusaun adelantamiento grandísimo del Sr. Canoen el arte, y promete otras que proporcionendias de gloria á la patria escena.

La interpretación merece tantas alaban-zas como la obra misma. La señorita Men-doza Tenorio ha sido parte principalísima enel éxito, y dudamos mucho que haya hoy enel teatro actriz que pueda igualarla en el des-empeño de su difícil papel. Martina repre-sentará en la historia artística de la señoritaMendoza Tenorio un gran acontecimiento,pues ha determinado su posición como pri-mera actriz en el primero de nuestros tea-tros. La señorita Calderón monos mal que enotras obras.• El Sr. Vico admirable en el primer acto,donde demuestra sus felicísimas aptitudespara el género cómico. En el acto segundomuy bien, especialmente en la descripción dela toma de Peña-Plata, que dice con gran vi-gor, y digno compañero de la señorita Teno-rio en el tercero. Los señores Jiménez y Cal-vo (D. Ricardo), muy bien. El Sr. Alisedo...nos hizo muy sensible la falta de MarianoFernandez. ¡Qué asistente nos hemos per-didol

Anunciase, para cuando terminen las re-presentaciones ele La Mariposa, Don Juan Te-norio, y para después El Alma y el cuerpo,comedia del Sr. Herranz, en la cual tomaránparte los Sres. Vico y Calvo (don Rafael).

—El Primer galán es el título de un juguetecómico estrenado en el teatro de Eslava con

Page 32: REVISTA EUROPEA - ateneodemadrid.com · conociendo su superioridad respecto al pue- ... Escorpión. Tenía un miedo horrible al mar, y todo su afán era que el buque permaneciese

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buen éxito. Los carteles no determinan porcompleto la paternidad de la obra, pues sólodicen ser de D. Eusebio Blasco. Nosotros cree-mos que el Sr. Blasco no es sino padre adop-tivo, puesto que durante la representación delos dos actos tuvimos tiempo de recordar na-da niénos que tres obras francesas, Paturel,El Sombrero de un relojero y Las Cascadas.Sea de ello lo que fuere, el Sr. Blasco ha con-seguido mover á risa a los espectadores, úni-co objeto que se proponía indudablemente.

—Siguiendo la pista es un arreglo en versode la obra francesa El Afinador, hecho porlos. Sres. Navarro y Escudero, con discre-ción. El Sr. Castilla se distingue en la inter-pretación del protagonista.

—En Variedades hemos tenido una solaocasión que justifique el título del teatro, yésta con poca fortuna. El juguete Antojos, es-trenado en dicho teatro, es el segundo ó ter-cero que conocemes de la comedia francesaUn Hombre que llora.

^•Matarse á tiempo y El Ascua en la mano,obras estrenadas en "Martin, han obtenidobuen éxito. Entre sombras, sainete ó cosaasí, no ha tenido igual suerte.

BIBLIOGRAFÍA

Estudios históricos de lord Macaulay; tra-ducción directa del inglés por M. JuderíasBender. Un volumen en 8o de 440 páginas.Madrid, 1879. Imprenta Central.

Este nuevo libro forma parte de la Biblio-teca clásica, que tan buenas obras lleva pu-blicadas, y comprende cuatro trabajos de losmás notables é interesantes que produjo elclaro ingenio de lord Macaulay, á saber: Gue-rra de sucesión; Conquistadores ingleses de laIndia; Lord Clive y W. Hastings, y Federico elGrande. El primero de los cuales merece serrecomendado especialmente por la imparcia-lidad y la elevación de las consideracionesque en él se hacen acerca del carácter espa-ñol en ciertos períodos de la historia, y porla brillante reseña que ofrece al lector delestado militar, político y literario de nuestrapatria bajo Carlos V y Felipe II.

El volumen de cuya aparición damos cuen-ta, se vende al precio de 12 reales en toda Es-paña.

Discurso leido en la apertura del cursode 1878-79, en la Universidad de Salamanca,por D. Gabriel Aparicio Sánchez. Salaman-ca, 1878. Imp. y lib. de D. Sebastian Cerezo.

Manual administrativo de sanidad terres-tre marítima, por D. Fermin Abella, aboga-

do y director de El Consultor de los Ayunta-mientos g de lot Juzgados municipales. Segun-da edición.

Puede juzgarse fácilmente el gran interésque este libro tiene para los ayuntamientos,juntas de sanidad, profesores, facultativos,directores de sanidad marítima, empleadosde puertos y lazaretos y de la administraciónprovincial, y aun para los mismos particula-res en general, con sólo fijarse en los epígra-fes de los capítulos que contiene, que tratande las siguientes materias:

1." Autoridades y delegados encargadosde la salubridad pública.—2." De los profeso-res de sanidad en general.—3." Facultativosde medicina y cirugía y sus auxiliares.—4."Profesores de veterinaria.—o.° Farmacéuti-cos y boticarios. —6-u De los intrusos en elejercicio de las profesiones módicas.—7.° Dela venta de medicamentos.—8." De los pre-mios á los facultativos.—9." De las epide-mias.—10. Policía municipal sanitaria.—11.Cementerios y enterramientos.—12. Módicosforenses.—13. Facultativos titulares y asis-tencia facultati va. —14. Baños y aguas minero-medicinales.—15. De la sanidad marítima.—16. De la estadística sanitaria.

En cada uno están tratados extensamentetodos los puntos que abraza el ramo ó servi-cio á que se refiere, y después de la partedoctrinal se encuentran las leyes, reglamen-tos, reales órdenes y demás disposicionesvigentes que corresponden al mismo, conclu-yendo la obra con dos amplísimos índices,uno general de materias y legislación, y otroalfabético.

Con esas condiciones, este libro, únicoen su género en España, es completo y deverdadera utilidad práctica para las corpo-raciones y funcionarios á cuyo uso está des-tinado especialmente, así como para el pú-blico en general. '

Forma un elegante tomo de 750 páginasen 8o francés, impreso en buen papel y contipos nuevos.

Su precio: en rústica, 20 reales en Madridy 22 en provincias; en holandesa, 4 rs. más.

Los pedidos al administrador de El Con-sultor de los Ayuntamientos, plaza de la Vi-lla, 4, Madrid.

Memoria de los trabajos de la Academia yEscuela de Bellas Artes de Valladolid, y Dis-curso leido por el limo. Sr. Dr. D. Manuel Ló-pez Gómez, rector de aquella Universidad.Un folleto en folio menor de 54 páginas.—Va-lladolid, 1879. Imprenta de los hijos de Ro-driguez.

* *Discurso leido en la apertura del curso aca-

démico de 1879 á 1880 en la Universidad litera-ria de Oviedo, por D. Adolfo A. Buylla yG. Alegre, catedrático de dicha Universidad.Un folleto en folio menor de 64 páginas.—Oviedo, 1879. Imp. y lit. de V. Brid.