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REVISTA EUROPEA. NÚM. 58 4 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . AÑO n. ESTUDIOS BÍBLICOS. EL CAPÍTULO X DEL GÉNESIS. El objeto de este artículo debió ser sólo una exposi- ción é interpretación del cuadro etnográfico contenido en el capítulo X del Génesis, fundándome en los resul- tados obtenidos por los trabajos de la crítica moderna sobre la Biblia; pero me asalta la idea de que no todos los que quieran gastar su tiempo en leerme estarán quizás al corriente de esos resultados; creo, pues, in- dispensable comenzar exponiendo, siquiera sea muy ligeramente, el estado actual de la ciencia en esta parle y las principales etapas por donde ha pasado para llegar á su estado presente. I. Desde los tiempos de Esdras se viene estudiando y comentando sin descanso el Código sagrado de los hebreas;-pecQ-hasta una época muy reciente, todos los que á este trabajo se dedicaban lo hacían partiendo de esta base: que la Biblia es una obra debida á la inspi- ración divina, un código revelado por Dios, y que, por lo tanto, todo lo que en él se dice es una pura verdad. A este punto de vista tan exclusivo debemos, sin em- bargo, la fortuna de poder leer hoy en una forma muy antigua, y en su idioma original, los admirables restos de la que debió ser riquísima literatura hebrea; por- que los rabinos se hicieron escrúpulo de tocar á lo que ellos consideraban como la palabra de Dios, y sólo tendieron á interpretarla con notas y observaciones, conservadas las más de ellas por tradición, y que con el tiempo, y visto su prodigioso aumento, fue preciso consignar por escrito. Este es el origen de las -indi- gestas compilaciones que se conservan en gran vene- ración entre los judíos con el nombre de Talmudim. Más adelante, varones de espíritu independiente, sacudieron las estrechas trabas del punto de vista teo- lógico, y fueron, poco á poco, marcando el camino que hoy sigue la crítica moderna en estos estudios.. No hay para qué decir que el punto de vista que guía á los racionalistas es completamente opuesto al de las antiguas escuelas teológicas; que para ellos los libros bíblicos son de origen puramente humano, y como tales, sujetos al análisis científico; que todos los hechos, inexplicables por las leyes naturales, son de- clarados imposibles; así, por ejemplo, la predicción de un hecho concreto en época anterior al acontecimien- to, siendo imposible dentro de lo natural y humano, TOMO I V . el libro en que se encuentre anunciado ese hecho ó alusión á él, ese libro, ó por lo monos el pasaje qué contiene la narración de ese hecho ó la alusión , es positiva, indefectiblemente posterior al acontecimiento que supone anunciar. Con puntos de vista tan opuestos, las dos escuelas debían necesariamente obtener resultados muy dis- tintos; asi, por ejemplo, y este es uno do los primeros puntos en que la excisión entre ambas escuelas se se- ñaló desde luego, la lectura del Pentateuco convenció fácilmente á los primeros críticos en estas materias de la imposibilidad que Moisés fuese su autor; Spinosa sienta ya esto, y añade que sus cuatro primeros libros son un hacinamiento, casi siempre incoherente y con frecuencia contradictorio, de fragmentos de obras distintas y do distintos autores, cosidos unosá otros, no por Moisés, sino por un compilador muy posterior á él, y que supone pudo ser Esdras. El sistema de Spinosa, que otros autores después de él exageraron más, y que Valer llevó en nuestro siglo hasta lo ab- surdo, es conocido con el nombre de sistema frag- mentario, y desde que lo formuló el eminente filósofo judío, fue ya una exageración de un hecho cierto, cual es la heterogeneidad de cada uno de los cuatro primeros libros del Pentateuco. Un contradictor de Spinosa, el módico Astruc, es- taba destinado á encauzar el estudio crítico del Penta- teuco, aunque defendiendo su atribución á Moisés. A mediados del siglo pasado publicó este exegeta su libro, titulado: Gonjeclures sur les mémoires origi- naux^ont ü paraü que Mo'ise s'est serví pour com- poser le livre de la Genuse» (Bruselas, 1753), en el cual establecía un hecho que la ciencia moderna ha confirmado, y es que el Génesis se compone de dos documentos principales, debidos á distintos autores, y diferenciándose sobre todo en el modo de llamar á Dios, pues mientras el uno le llama constantemente Elohim, el otro usa para este objeto el nombre propio Yaméh (1). Lo que Astruc dice del Génesis se ha apli- cado con éxito á los tres libros que le siguen y al de Josué, formados todos con los mismos elementos; no asi al Deuteronomio, debido á un escritor posterior, y (1) Yaméh es la verdadera vocalización de este nombre, que se lee en las biblias Yomáh y que nos- otros decimos Jehová. Es una persona él de futuro de hifll del verbo haya, ó hatea (ser), y la vocaliza- ción vulgar proviene de que los judíos tienen por inefable á este nombre de Dios, y en su lugar leen Adonaí (Señor mío), por lo cual ponen al te- tragrama la vocalización de este otro nombre. 13

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 5 8 4 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . AÑO n.

ESTUDIOS BÍBLICOS.EL CAPÍTULO X DEL GÉNESIS.

El objeto de este artículo debió ser sólo una exposi-ción é interpretación del cuadro etnográfico contenidoen el capítulo X del Génesis, fundándome en los resul-tados obtenidos por los trabajos de la crítica modernasobre la Biblia; pero me asalta la idea de que no todoslos que quieran gastar su tiempo en leerme estaránquizás al corriente de esos resultados; creo, pues, in-dispensable comenzar exponiendo, siquiera sea muyligeramente, el estado actual de la ciencia en estaparle y las principales etapas por donde ha pasado parallegar á su estado presente.

I.

Desde los tiempos de Esdras se viene estudiando ycomentando sin descanso el Código sagrado de loshebreas;-pecQ-hasta una época muy reciente, todos losque á este trabajo se dedicaban lo hacían partiendo deesta base: que la Biblia es una obra debida á la inspi-ración divina, un código revelado por Dios, y que, porlo tanto, todo lo que en él se dice es una pura verdad.A este punto de vista tan exclusivo debemos, sin em-bargo, la fortuna de poder leer hoy en una forma muyantigua, y en su idioma original, los admirables restosde la que debió ser riquísima literatura hebrea; por-que los rabinos se hicieron escrúpulo de tocar á lo queellos consideraban como la palabra de Dios, y sólotendieron á interpretarla con notas y observaciones,conservadas las más de ellas por tradición, y que conel tiempo, y visto su prodigioso aumento, fue precisoconsignar por escrito. Este es el origen de las -indi-gestas compilaciones que se conservan en gran vene-ración entre los judíos con el nombre de Talmudim.

Más adelante, varones de espíritu independiente,sacudieron las estrechas trabas del punto de vista teo-lógico, y fueron, poco á poco, marcando el caminoque hoy sigue la crítica moderna en estos estudios..

No hay para qué decir que el punto de vista queguía á los racionalistas es completamente opuesto alde las antiguas escuelas teológicas; que para ellos loslibros bíblicos son de origen puramente humano, ycomo tales, sujetos al análisis científico; que todos loshechos, inexplicables por las leyes naturales, son de-clarados imposibles; así, por ejemplo, la predicción deun hecho concreto en época anterior al acontecimien-to, siendo imposible dentro de lo natural y humano,

TOMO IV.

el libro en que se encuentre anunciado ese hecho óalusión á él, ese libro, ó por lo monos el pasaje quécontiene la narración de ese hecho ó la alusión , espositiva, indefectiblemente posterior al acontecimientoque supone anunciar.

Con puntos de vista tan opuestos, las dos escuelasdebían necesariamente obtener resultados muy dis-tintos; asi, por ejemplo, y este es uno do los primerospuntos en que la excisión entre ambas escuelas se se-ñaló desde luego, la lectura del Pentateuco convenciófácilmente á los primeros críticos en estas materias dela imposibilidad que Moisés fuese su autor; Spinosasienta ya esto, y añade que sus cuatro primeros librosson un hacinamiento, casi siempre incoherente y confrecuencia contradictorio, de fragmentos de obrasdistintas y do distintos autores, cosidos unosá otros,no por Moisés, sino por un compilador muy posteriorá él, y que supone pudo ser Esdras. El sistema deSpinosa, que otros autores después de él exageraronmás, y que Valer llevó en nuestro siglo hasta lo ab-surdo, es conocido con el nombre de sistema frag-mentario, y desde que lo formuló el eminente filósofojudío, fue ya una exageración de un hecho cierto,cual es la heterogeneidad de cada uno de los cuatroprimeros libros del Pentateuco.

Un contradictor de Spinosa, el módico Astruc, es-taba destinado á encauzar el estudio crítico del Penta-teuco, aunque defendiendo su atribución á Moisés. Amediados del siglo pasado publicó este exegeta sulibro, titulado: Gonjeclures sur les mémoires origi-naux^ont ü paraü que Mo'ise s'est serví pour com-poser le livre de la Genuse» (Bruselas, 1753), en elcual establecía un hecho que la ciencia moderna haconfirmado, y es que el Génesis se compone de dosdocumentos principales, debidos á distintos autores,y diferenciándose sobre todo en el modo de llamar áDios, pues mientras el uno le llama constantementeElohim, el otro usa para este objeto el nombre propioYaméh (1). Lo que Astruc dice del Génesis se ha apli-cado con éxito á los tres libros que le siguen y al deJosué, formados todos con los mismos elementos; noasi al Deuteronomio, debido á un escritor posterior, y

(1) Yaméh es la verdadera vocalización de estenombre, que se lee en las biblias Yomáh y que nos-otros decimos Jehová. Es una persona él de futurode hifll del verbo haya, ó hatea (ser), y la vocaliza-ción vulgar proviene de que los judíos tienen porinefable á este nombre de Dios, y en su lugarleen Adonaí (Señor mío), por lo cual ponen al te-tragrama la vocalización de este otro nombre.

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cuya obra tiene un gran aspecto de homogeneidad;luego nos ocuparemos más detenidamente de estelibro; digamos sólo ahora, para terminar con los cua-tro libros del Pentateuco y con el libro de Josué, quede los dos documentos principales que son su fondo,uno de ellos, el Jehovista, (esto es, el que designa áDios desde luego con el nombre Yawéh), se componeél mismo de dos narraciones distintas; que estos tresescritos se basan en otros más antiguos y de origenmuy diverso (puesto que los hay tomados á los archi-vos de pueblos de distinta familia que la del pueblohebreo) (1); de estos escritos anteriores, la Biblia citaalgunos, como el Sefer Habbrüh (libro de la Alianza)y el Sefer Miljamoth Yawéh (libro de las batallas deJehová). Las dos narraciones principales de que veni-mos ocupándonos fueron puestas á contribución por unredactor, cuyo trabajo de compilación fue, afortuna-damente, tan primitivo y sencillo, como que consistesólo en copiar textualmente trozos de ambas narra-ciones y justa ponerlos; y es de notar la prodigiosafalta de crítica del compilador, que no reparaba en lacontradicción frecuente de ambas narraciones al refe-rir un mismo hecho, contradicción que se nota ya, ypor cierto de un modo bien flagrante, entre los dosprimeros capítulos del Génesis, que son dos relacionesopuestas de la Creación. El autor de esta compilaciónpuede ser anterior á la época del cautiverio en Babi-lonia; pero de todos modos, la actual redacción delPentateuco es de la época del Gran Sinhedrin, ysalva la adición de las mociones, podemos asegurarque leemos hoy esa misma redacción, con muy pocasvariantes. En el mismo caso se encuentra el libro deJosué, sino que éste pasó por una refundición ante-rior á la época del Gran Sinhedrin, refundición que nosufrieron los cuatro primeros libros del Pentateuco, deformación idéntica al de Josué, en cuanto á sus ele-mentos constitutivos; esa refundición hace más dificilel trabajo de deslinde de los documentos originalesen este libro, mientras que en los otros cuatro estetrabajo es relativamente fácil. Para terminar con unalecha lo relativo á estos cinco libros, debo decir quela opinión general entre los críticos imparciales esquo ninguna de las narraciones fundamentales de esoslibros es anterior si siglo X (antes de J. C), si es queel documento Elohista, que es el más antiguo, alcanzaesa antigüedad; y en efecto, no puede ser anterior áesa fecha, puesto que esa narración, y á fortiori lasotras, supone la existencia de una monarquía enIsrael, de un Estado floreciente, y de un templo connumeroso cuerpo de sacerdotes para el servicio delculto. Esta sola indicación hace ver claramente queMoisés no puede ser, no digo ya el redactor del Pen-

(1) Por ejemplo, el que se encuentra insertoen el Génesis, xiv, 13, que al referir la guerra deloa reyes Iranios contra loa del valle de Siddim,habla de Abraham como de un extranjero.

tatéuco, pero ni siquiera el de cualquiera de los escri-tos fundamentales que entran en- la composición desus libros más antiguos, muy posteriores á la ¿poca enque vivió el antiguo sacerdote do Heliópolis; y es doadvertir, que no parece que los antiguos hebreos ha-yan tenido á Moisés por escritor, considerándole sólocomo legislador, opinión que todavía era corrienteentre los mismos cristianos en la época de San Jeró-nimo.

En cuanto al Deuteronomio, todos los que de él sehan ocupado sin idea preconcebida, le han consideradodesde luego como'obra de autor distinto y posterioral de los otros libros del Pentateuco; pero no todoshan señalado á su composición la misma época. Antesde indicar la opinión general de la crítica modernasobre este punto, será bueno recordar un hecho his-tórico. El siglo VII (antes4de J. C.) presenció un granmovimiento religioso en sentido monoteísta en el reinode Judá; este movimiento, preparado por los videntes(que después se llamaron nebiim, profetas), recibió ungran impulso, merced al temor que infundía en losánimos el inmenso poder asirio, quo ya había borradode la faz de la tierra al reino hermano de Israel. Enese estado de efervescencia los ánimos, cuenta el librode los Reyes, que en el décimo octavo año del reinadode Josías (622 antes de J. C) , el gran sacerdote Hil-kiah y el escriba Safan, encontraron en un escondrijodel Templo un ejemplar antiguo de la Ley; el libro fuellevado al rey, el cual hizo que le leyeran su conteni-do: el joven monarca se asustó, sigue diciendo el librode los Reyes, al oir las tremendas amenazas que en elcódice se contenían contra los contraventores de lospreceptos mosaicos, que también se contenían allí.Josías notó que esos preceptos, ó no se habían cum-plido nunca, ó no se cumplían ya, ó se cumplían mal;tomó, pues, todas sus medidas para remediar ese es-tado de cosas, é hizo que se cumplieran todas las pres-cripciones que el códice contenía. Ahora bien, detodos los libros del Pentateuco, á ninguno se puedeatribuir el terror despertado en el ánimo del rey porla lectura de las amenazas en él contenidas, como alDeuteronomio. Por otra parte, las prescripciones mo-saicas se ven ampliadas en este libro, especialmentelas relativas al sacerdocio y á la monarquía. Es imposi-ble no ver la completa analogía que existe entre elDeuteronomio y la época que acabo de bosquejar lige-rísimamente; á no dudarlo, ó la época es hija del libro,ó el libro es hijo de la época; Ewald se decide por laprimera de estas hipótesis, y dice que el Deuterono-mio es obra de un israelita refugiado en Egipto, y quevivía en la segunda mitad del reinado de Manases (1).Pero la opinión generalmente admitida hoy, es la deque el libro es hijo de la época, y que su autor fue, sinduda alguna, un contemporáneo de Josías, influido

(1) Oeschichte des Volkes Israel.

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por el gran sacerdote Hilkiahó por el rey mismo, paraque contribuyera por medio de su libro á la reformaque querían llevar á cabo; no hay para qué decir queol escriba Safan y el mismo gran sacerdote Hilkiah,autores del hallazgo, pueden serlo asimismo del libroque IÍOS ocupa. Para dar más autoridad á su obra, susautores ó inspiradores hubieron de atribuirle una re-mota antigüedad, y suponerla emanada de ui¡ hombrerespetado por los hebreos; este fin lo consiguieronponiendo en boca del legislador Moisés los largos dis-cursos que componen el Deuteronomio, sin que sepueda asegurar que tuvieran los autores de esta pia-dosa superschería la intención de hacer pasar el librocomo escrito por Moisés mismo, sino que bien pudie-ron suponerle escrito por un autor cualquiera que hu-biera estado en contacto con el legislador, y que hu-biera querido conservar á la posteridad en forma delibro las ideas que oyera de su boca. Esto de atribuirlibros á autores antiguos parecerá extraño á muchos; essin embargo un hecho frecuente en la historia literariadel pueblo hebreo, y nótese que, por lo general, cuan-do se recurría á este engaño, era para conseguir unobjeto noble, elevado y de interés general; ejemplo deesto tenemos en la historia del libro bíbüco, falsamenteatribuido á Daniel. Escrito con ei noble propósito delevantar los ánimos del pueblo judío, abatidos por lasterribles persecuciones de Antíoeo, este libro apoca-líptico se compuso indudablemente en la época cala-mitosa en que esas persecuciones pesaban sobre losjudíos; esto es, en los años 167 ó 166 (antes de J. C).Para que fuera un consuelo y una esperanza, este librodebía ser presentado como obra de algún nabi, y eraconvicción general en el siglo II que el espíritu profó-tico se había retirado tiempo hacía de Jada; era, pues,indispensable atribuir la redacción del libroá una épocaen que ese espíritu profético hubiera podido inspirar ásu autor, y asi se hizo. El éxito fue asombroso; todosquisieron consolarse con la lectura de las apocalípticaspáginas del presunto Daniel, y no hay para qué decirque en una época en que el sentido crítico faltaba tancompletamente, no se pararon en los anacronismos deideas y de hechos que no escasean en esta obra, aménde las predicciones que, vistas con los ojos de la fe, nohubieran sido datos en contra de su autenticidad.

Pero si quisiéramos examinar todas las atribucionesde libros bíblicos, no acabaríamos: baste decir queson pocas las que resisten algún tiempo al examencientífico, y entre esas, algunas han sido tan exagera-das, que á un autor á quien se atribuían obras muyextensas ó numerosas, le suele quedar como posiblela de unos cuantos trozos; como, por ejemplo, á Davidse le ha supuesto autor de casi todo el Salterio, y hastase llegó á atribuirle los salmos que en nuestro textose dan positivamente como de otros autores; puesbien, los críticos más indulgentes no aceptan hoy,como pudiendo ser de David, más que unas cuantas

poesías del Salterio (particularmente los salmos xxiv-7 á 10 y ci), y las que con su nombre contiene ellibro II do Samuel. Y cuenta que el Salterio se com-pone de poesías de épocas tan diversas, como que lashay desHe los principios de la monarquía hasta laépoca de los Makabeos; y, sin embargo, en ¡a opinióngeneral todas esas poesías eran de David ó de algúncontemporáneo suyo, como las que se atribuyen áAsaf, una de las cuales habla de la destrucción delTemplo Salomónico (S. LXXIV) y de las persecucionesque sufren los hebreos (en tiempo de David!).

Pero puesto que mi objeto, al tratar de los resulta-dos obtenidos por la crítica en el estudio de los textosbíblicos, no era otro que el de servir de introducciónal estudio especial del capítulo x del Génesis, bastacon lo dicho para que á nadie extrañe el sistema queen ese estudio he de seguir. Pasemos, pues, á nuestroasunto principal.

II.

Los primeros capítulos del libro del Génesis tienenun carácter de generalidad tal, que ha hecho suponerá hombres doctísimos, ya hace algún tiempo, que noeran de origen puramente hebreo; y cada dia, graciasá nuevos descubrimientos, se confirma más esta idea.Mr. G. Smith encontró hace tres años, entra las table-tas asirías que se conservan en el Museo Británico,unas que contenían la narración del Diluvio; su proce-dencia era las ruinas del palacio de Asurbanipal, ácuya época, esto es, seiscientos años próximamenteantes de J. C , pertenecían también por sus caracte-res. Mr. Smith hizo un trabajo sobre su hallazgo, delcual vino á deducir que el original debió pertenecer Sla ciudad de Erek, y elevarse á una antigüedad mí-nima de diez y siete siglos; y anadia el Sr. Smith, queel original debió ser escrito ó traducido en semíticobabilónico. Pero lo que más hace al caso presente esque la historia del Diluvio pertenecía á los archivos de103 asirios. Por otra parte, los Caldeos también con-servaban esa tradición, como vemos en Beroso; re-sulta de todo esto, que se conservan tres relacionesde un mismo hecho, aunque con variantes, por trespueblos distintos. Una cosa análoga va á resultar con iatradición de la construcción de la Torre de Babel, puesmuy recientemente ha descubierto el mismo Mr. Smithla relación de osla leyenda en la misma colección enque había ya encontrado la del Diluvio. Nada tendría deextraño que se encontrara, en dia no muy lejano, untexto de nuestro capitulo entre documentos de algunaotra rama de la familia semítica; mientras tanto, noserá aventurarme mucho asegurar que los once pri-meros capítulos genesiacos componen el fondo de latradición de todos los pueblos semíticos sobre los orí-genes de la especie humana; y por cierto que, compa-rando nuestro capítulo con los diez restantes, resultaá su favor una fijeza y una claridad que resaltan más

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sobre la vaguedad de los otros; es esto producido porel sello de la verdad. La ciencia moderna viene con-firmando uno á uno todos los datos geográficos con-tenidos en nuestro documento, y únicamente se niegaá aceptarle con el carácter de etnográfico, por io mo-nos en absoluto; yo creo que en general, tan dignoes de fe considerado bajo el punto de vista de la etno-grafía (1), como bajo el punto de vista geográfico; yno se crea por esto que no me hago cargo de contra-dicciones flagrantes que se encuentran en él, no; perocreo que si tuviéramos el documento original ante lavista, no existirían esas contradicciones; lo que sedeberá hacer por lo tanto, ante todo, y mientras apa-rece ese original, es reducir nuestro texto á su estadoprimitivo en lo posible, descartando las interpolacio-nes y destruyendo los errores de copistas, siempreque sean reconocidos como tales errores, que no esbueno abusar de ese modo de destruir dificultades. Latarea no es pequeña, ni fácil; pero la critica modernaha obtenido en esta clase de trabajos resultados tanpasmosos, que bien podemos esperar de ella esto más,con tanto más motivo, cu?nto 'que sigo se ha hechoya en ese sentido.

Ahora bien; sin preocuparnos más por ahora delorigen del documento, diré algo sobre el modo deentenderlo, puesto que claro está que los antiguos noseguían el mismo sistema geográfico que nosotros.Nuestro autor, como otros de la antigüedad, al quererdescribir la parte del mundo de él conocida, suponíadominarla desde un punto elevado, considerándolocomo el centro de la tierra; puesto en su observatorio,iba describiendo los pueblos que habitaban la tierra,según se le presentaban á la vista, desde los más leja-nos hasta los más inmediatos, y según se iba acercan-do iba dando más detalles, como que hablaba de re-giones más conocidas. Aplicando este sistema al ca-pítulo x del Génesis, vemos que los resultados soncompletamente satisfactorios; pero lo primero quehay que fijar para esto, es el punto desde el cualel autor describe, y esto es lo que ha hecho M. deHausiab en sus mapas bíblicos (2); según este sabio,el geógrafo semítico se hallaba á 37° 1/2 de longitudy 34° de latitud al Norte del Arabistan. Con estepunto de partida ya es fácil hacerse cargo de los sitiosque ocupaban los pueblos de la raza Noaquita en la

(1) Téngase en cuenta que no podremos nuncaconsiderar erf los antiguos una idea neta de la et-nografía como nosotros la entendemos, pero alfin no se puede negar á nuestro autor un cono-cimiento bastante exacto de variedad de razas, yeso es lo que consigna en este documento. Por lodemás, es bien cierto, que la base de su clasifica-ción es ante todo geográfica, y en ese sentido nosmerece una fe casi ciega.

(2) M. de üjfalvij resume los resultados obte-nidos por el Sr. de Hausiab, en su obra sobre lasMigraciones de los pueblos, París, 1873.

época del autor del capítulo x del Génesis. Es precisotambién no perder de vista que los nombres de perso-najes que se emplean en la antigüedad, al hablar de lospueblos primitivos, son nombres eponímicos, y no tar-daremos en ver que nuestro autor usa con frecuencia,aplicándolos á patriarcas míticos, nombres de ciuda-des, de montes, de regiones, y otros alusivos á sucesos.

Partiendo de todo lo expuesto, hó aquí la traduccióndel capítulo x genesiaco, con los equivalentes de losnombres que en él se dan á los habitantes del mundoconocido del autor, siempre que esas equivalencias sehallan aceptadas por la crítica, ó con visos de proba-bilidad:

«1. Estas son las generaciones de los hijos de Noé,Sem, Cam y Jafet, á los cuales nacieron hijos despuésdel Diluvio.

2. Hijos de Jafet (1): Gómer (2), Magog (3), Ma-dai (4), Yawaii (í>), Thubal, Meschek (6) y Thiras (7).

3. Hijos de Gomer: Aschknaz (8), Rifath (9) y Tho-garmáh (10).

4. Hijos de Yawan: Elischa (11), Tharschisch (12),Kittim (13) y Dodanim (14).

5. Entre los cuales se repartieron las islas de lospueblos (ó gentiles), con sus tierras, cada cual segúnsu idioma, para sus familias, entre sus gentes.

6. Y los hijos de Oam fueron: Cusch (15), Mitsra-yim (16), Futh (17) y Knahan (18).

7. Y los hijos de Cusch fueron: Sbá (19), Hawi-láh (20), Sabtháh (21), Rahmah (22) y Sabthkah (23);

Los Arios.Cimbros.Eslavos.Medas.Los primitivos habitantes de la Grecia.No quedan trazas de estos dos pueblos, que

debieron habitar: el primero al N. del Asia Menor,y el segundo en las cercanías del monte Ararat.

(7) Asia Menor. Los padres de las razas ru-manas?

(8) Los germanos.Los Celtas.Los Armenios.En la Morea.Tráceos y Thirrenios?Los Chipriotas.Quizá deba leerse Rodanim, siendo de toda

antigüedad tan fáciles de confundir en el alfabetosemítico el Resch y el Daleth; en este caso seríanlos habitantes de la isla de Rodas.

(15) País del Sud, Oriente, desde la India has-ta la Etiopía, pasando por la Arabia meridional.

(16) Egipto.(17) Colonias egipcias de la Cirenaica, hoy

Berbería.18) Siria, Fenicia.

Ceilan.La India.Del Indus al golfo Pérsico, costa meri-

33

(5)(6)ibie

,9)(10)(11)12)13)14)

(20(21'.

dional(22)(23)

Costa meridional de la Arabia.Abisinia?

N.° 58 E. ROUGET. EL CAPITULO X DEf. GÉNESIS. 168

y los hijos de Rahmah fueron: Schbá y Dedan (1).8. Y Cusch engendró á Nimrod, el cual comenzó

á ser poderoso en la tierra.9. Y fue ctzador vigoroso á la faz de Yawéh; por

eso se dice: vigoroso cazador como Nimrod ante la fazde Yawéh.

10. Y la capital de su reino fue Babel (2) y Erek (3)y Akkad y Kalnéh (4), en el país ds Schinhar (8).

11. De esa tierra salió Aschur (6), que edificó áNinive y á Rohboth la ciudad, y á Caah.

12. Y áResón la gran ciudad, entre Ninive yCalah.13. Y Mitsrayim engendró á los Ludim, y á los

Janamim, y á los Labim, y á los Naftujim,14. Y á los Patrusim y á los Caslujim, de donde

salieron los Plistim y los Caftorim (7).18. Y Knahan engendró á Sidon (8), su primogé-

nito, y a Geth (9),16. Y al Ebuseo, y al Amoreo, y al Girgaseo,17. Y al Jiweo, y al Jaraqueo, y al Sineo,18. Y al Arwadeo, y al Tsamareo, y al Jama-

teo (10), y después se esparcieron las familias del Ca-naneo.

19. Y el territorio de los Cananeos era desdeSidon, viniendo hacia Querar (11), hasta Hazzáh (12);viniendo bácia Sodoma y Gomorra y Admáh y Tsbo-yim (13), hasta Laschaj (14).

20. Esos son los hijos de Cam por sus familiasipor sus lenguas, en sus territorios, con sus naciones.

21. Sem tuvo también hijos; el padre de todoslos hijos deHéber, hermano mayor de Jafet.

22. Hijos de Sem: Jelam (18) y Aschur (10) y Ar-pakschad (17) y Lud (18) y Aram(19).

(1) Al Sur de la Arabia, pero no están biendeterminadas.

(2) Babilonia.(3) Edessa, según los Targumim.(4) Ctesifon?(5) Dos rios, la Mesopotamia.(6) LosAsirios.(7) Son muy poco seguras las atribuciones de

ios nombres de los descendientes de Egipto; sinembargo, parece seguro, y en esto están la gene-ralidad de los críticos, que los Plistim son los Fi-listeos, y los Labim los Libios.

(8) Sidon, la metrópoli de los Fenicios.(9) Padre mítico de los Giteos, en cuyo territo-

rio compró Abrabam el sepulcro para su familia.(10) Todas estas ramas del trono fenicio habi-

taban la tierra de Canahan; la minuciosidad dela descripción al llegar aquí, hace presentir quenos acercamos cada vez más del sitio que ocu-paba el autor de este cuadro etnográfico.

(11) En el territorio de los Filisteos.(12) Gaza.(13) Seboiin, en la Pentapola.(14) Lesa.(15) Cerca del golfo Pérsieo?(16) Patriarca de los Asidos.(17) Cerca del nacimiento del Tigris.(18Í Los Lidienses.(19) Los Árameos.

23. Y los hijos de Aram fueron: Juts (1), Jul yQuéter, y Masen.

24. Y Arpakschad engendró á Schalaj, y Schalajengendró á Heber (2).

28. Y le nacieron dos hijos á Heber; ol primero sellamó Péleg, porque en sus dias la tierra fue repar-tida; el nombre de su hermano fue Yoqtan (3).

26. Y Yoqtan engendró á Almodad y á Schalef y áJatsarmaweth yá Yaraj,

27. Y á Adoram y á Uzel y á Digláh;28. Y á Hobal y á Abimahól y á Schebá;29. Y á Oíir y á Jawiláh y á Yobab; todos esos fue-

ron hijos de Yoqtan.30. Y fue su morada desde Meschá, yendo hacia

Sefora, el monte de Oriente (4).31. Esos son los hijos de Sem por sus familias,

por sus lenguas, con sus territorios para sus naciones.82. Esas son las familias de los hijos de Noé, de

sus descendencias, con sus naciones; y entre ellos sedividieron las naciones por la tierra después del Di-luvio.»

Ya he apuntado la idea de que el documento que seacaba de leer no ha llegado á nosotros en toda su pu-reza, que se encuentran en él contradicciones, algunade las cuales se deshace al reconocer que es debida áuna interpolación. Para descartar desde luego la másnotable do estas interpolaciones, reconocida por talpor todos ¡os críticos despreocupados, diré que es laque comprende los versículos 8 á 12, en uno de loscuales se dice que Asehuz, es decir, el pueblo asirio,salió de Babel, mientras que más adelante (ver-sículo 22) y al ocuparse de la raza semítica, dice eldocumento que era Asehuz hijo de Sem. Téngase encuenta que la fórmula hijo de... en nuestro texto,como en otros de la antigüedad, al tratar do pueblosprimitivos, es lo mismo que decir saltó ó emigró; perobuenp^s notar aquí que la primera de estas expresio-nes, que es la más arcaica, es la que se emplea entodo nuestro capítulo, á excepción del trozo interpo-lado de que tratamos; esta es una prueba más de laépoca relativamente moderna de este trozo; otraprueba es también el hacer, con detalles, mención es-pecial deNemrod, separándole de los demás hijos deCusch, cuando en los trozos más antiguos del capítuloreina una concisión exagerada; si á todo eso añadimosla poca analogía de lenguaje entre los versículos 8 á12 y los demás, á nadie extrañará que se tenga áesos versículos por una interpolación.

(1) Patria de Job.(2) El padre de los Hebreos.(3) El patriarca de las primeras tribus árabes,

á las cuales debía unirse más tarde y dominar-las la descendencia de Ismael.

(4) Todos e tos detalles nos indican otra vez,que después de habernos alejado del punto cén-trico do este sistema geográfico, volvemos denuevo á acercarnos á él.

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No debo dejar de decir, que el versículo 21, que á lasimple lectura parece un añadido, rae parece unaglosa del primer redactor hebreo por cuyas manospasara el documento original, puesto que se puededudar que éste fuera hebreo en su origen; si bien esinnegable su procedencia semítica; pero hebreo ó no,el autor del cuadro geográfico, en la antiquísimaépoca á que se le puede hacer remontar, dados losdatos que nos suministra sobre los puntos que ocupa-ban en su tiempo los distintos pueblos que menciona,no es probable que hubiera dado tanta importanciaal tronco hebreo para hacer de él mención tan es-pecial, cosa que no hace con familias mucho más im-portantes á ¡a sazón. Esta hipótesis, que no pasa deserlo, la doy sólo por lo que vale, y sospecho quevale poco; de lodos modos, no es el versículo de talimportancia que merezca discutirse más su mayor ómenor grado de antigüedad.

Como se ha podido ver por la traducción que pre-cede, el autor del cuadro etnográfico del Génesis nohabla ni con mucho de todas las razas que poblabanla tierra; omite, por ejemplo, los pieles-rojas de Amé-rica; pero esto, que es ocasión de grandes aprietospara los que miran la Biblia como una revelación di-vina, no es, para los que no la tienen en ese concepto,sino una garantía más de veracidad; el autor semíticohablaba de lo que conocía, y no conocía más que unaparte, relativamente pequeña, del mundo. No hablapara nada de la península hispánica, porque ignorabasu existencia; y esto lo hago notar para indicar alpaso, qué poco acertado ha andado Mr. Browne, al su-poner que el Tharschisch de que se trata en el ver-sículo 4 era nuestra antigua Tarteso; sin que estoquiera decir que la atribución mia, de acuerdo convarios críticos y exegetas, sea muy segura, perodesde luego tiene visos de probabilidad, de que carecepor completo la que propone el exegeta inglés, si-guiendo una opinión antigua de la escuela teológica.

Pasemos ahora á examinar el grado de confianzaque puede merecernos nuestro autor, consideradocomo etnógrafo, teniendo presente lo que digo en lanota 1.» de la pág. 164. Desde luego todos los pueblosque da como emanados de Jafeth son Arios (l), y estoes una buena nota, puesto que no sólo el autor no erade esa familia ó raza, sino que al hablar de ella se re-fería á pueblos muy distantes, por lo general, delpunto en que él se hallaba.

Pasa después á ocuparse de los Camitas, y entre susdescendientes pone á los Cuschitas, á los Egipcios y álos Cananeos; nadie ha dudado que los dos primorossean efectivamente Camitas; pero en cuanto á los Ca-naneos, las opiniones andan divididas, puesto que mu-chos sabios creen que son Semitas; lo que ha dado orí-

(1) Véase más adelante lo que digo de losChipriotas.

gen á esta opinión es que, como es sabido, la lenguade los Cananeos, y especialmente de los Fenicios, eraidéntica á la hebrea; esto se ha visto claramente, mer-ced á los muchos textos, principalmente epigráficos,que se vienen encontrando desde hace más de un si-glo; pero este es el único punto de analogía entre losFenicios y los Hebreos. En cambio las diferencias sonvarias, y de tanta trascendencia como la que puedetener, y en efecto tiene, la cuestión de lenguaje. Sinhablar del genio activo y comercial, tan desarrolladoentre los Fenicios, y de que carecía tan completa-mente el sedentario pueblo hebreo, ¿no es de peso ladiversidad tan completa de religión entre ambos pue-blos? ¿Qaó oponían los Cananeos al severo y puro mo-noteísmo de los Hebreos? Un politeísmo impúdico ycruel, análogo al que dominaba en Babilonia, esa otrahija de Cam. A Yawéh, el Dios único de Israel, queprotegía á su pueblo sin más condición que la de noabandonarle para entregarse á una grosera idolatríapoliteísta, oponían los hijos de Canaan su Baal-Ham-mon, que necesitaba saciar su voracidad eon los tier-nos hijos de sus adoradores; y la impúdica Haschtoreth, que exigía de todas las mujeres á quienes habúide ser propicia el sacrificio de su pudor, y eso á lospies del altar en que era adorada.

Estas observaciones se han hecho ya, y los sabiosque optan por el semitismo de los Cananeos no lascontestan, sino que dicen que son fenómenos inexpli-cables, y cuando menos inexplicados; pues bien, lomismo podemos decir nosotros de la analogía, ó si-quier identidad de lenguaje entre Cananeos y Hebreos;es un fenómeno inexplicado, si bien yo creo que noes inexplicable; pero tengase en cuenta que en estascuestiones son más fehacientes las diversidades quelas analogías; de lodos modos, el único medio queveo de zanjar esta cuestión, es averiguar el motivo queprodujo entre ambos pueblos, bien la diversidad dereligión, bien la identidad de idioma, y esta es mate-ria muy difícil, y que no parece que ha de dar prontosresultados; mientras tanto, yo no puedo menos do ate-nerme á lo que dice un documento tan Lien infor-mado, por lo general, como el que estudiamos, sinque me deje influir por el particular empeño que siem-pre han tenido los Hebreos en rechazar á los Cana-neos de entre los hijos de Sem, porque á esta actitudhostil pudo contribuir el continuo contacto, casi nuncacordial, de estos dos pueblos en épocas posteriores, ylos anatemas que los Profetas no se cansaban de lan-zar contra los adoradores de Baal, anatemas que re-caían especialmente en los pueblos politsistas más in-mediatos á Israel.

Otro de los problemas que se han tratado de resol-ver es el que resulta de la clasificación de varias islas,como la de Chipre (Killun) entre las habitadas pordescendientes de Jafeth, siendo asi que hoy sabemosque fueron colonias fenicias, que siguieron usando el

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lenguaje fenicio, es decir, hebreo. Yo creo que antesde tachar de mal informado al autor del cuadro geo-gráfico y etnográfico, sería bueno averiguar de unamanera que tuviera visos de exactitud la época en quese escribió este documento, porque bien pudieran ha-ber sido colonizadas esas islas por los hijos de Yawanantes de serlo por los Fenicios, y alcanzar nuestroautoría primera época.

A pesar de todo lo que llevo dicho, seria un errorsuponer que yo tenga una ciega fe en la veracidad deldocumento origina!, que, á no dudarlo, no seria infa-lible; pero creo que nos debemos atener lo más posi-ble á los datos que nos suministra; porque, tras de sergeneralmente fidedignos, sobre todo geográficamenteconsiderados, pertenecen á una época de la cual notenemos casi más informaciones etnográficas que lasque él nos suministra.

Antes de terminar, debo hacer notar la confusiónque resulla de ver varios nombres de pueblos clasifi-cados entre los de dos familias distintas; son estos dos:

Hawiláh, se da en el vers. 7 como Camita, y enel vers. 29 como Semita;

Schebáh, Camita en el vers. 7, y Semita en el ver-sículo 28.

Prescindiendo de la improbable hipótesis de quepudiera haber dos Hawiláhs y dos Schebás, esta con-fusión de nombres no se explica en el autor del docu-mento original, mientras que sí se explica por unamala inteligencia de los redactores posteriores á él.¿No se habrán trocado los nombres de otros dos dis-tintos pueblos, por éstos que hoy conservamos repe-tidos? Los que conozcan algo los antiguos alfabetossemíticos, sobre todo los cuneiformes, puesto que conestos caracteres se debió escribir por primera veznuestro documento, sabrán lo fácil que es confundirvarios signos unos con otros, y mucho más cuando elque leía ó trascribía no tenía perfecto conocimiento delo que refería el texto que tenía delante.

Pero termino ya este largo artículo, no porque nohaya más que decir (estoy muy lejos de suponer ago-tada la materia), sino para no cansar demasiado allector; mi objeto principal ha sido llamar su atenciónsobre una clase de estudios muy descuidada, y casipuedo decir completamente desconocida en España;si con esto consigo despertar la curiosidad de algunoshacia estos estudios, me daré por satisfecho; en la in-teligencia que no he pretendido en lo más mínimo ha-cer prosélitos á la escuela crítica moderna entre losfieles ortodoxjs, cuya opinión respeto, sino entre losque, perdiendo la fe antes de adquirir la ciencia, sehan entregado en brazos del Volterianismo en asuntosbíblicos, y bien sabido es cuánto abundan entre nos-otros los que se encuentran en ese caso.

K. ROUGET.

ORÍGENES DE LA ASTRONOMÍA.

IV.*Nunca llegaron los griegos, ni aun en sus mejo-

res tiempos, á rayar en astronomía con el nivelque habían alcanzado losegipcios; y sin embargo, "á aquellos más que á éstos, debe la ciencia susadelantos. Atenas primero y Alejandría después,han sido los focos luminosos que han esparcidosus resplandores con mayor viveza y á tal distan-cia que, más de 2000 años después, donde quieraque se percibe alguna claridad científica y sebusca el origen, aparece la Grecia ó los griegos deAlejandría, como el oriente del saber, difundiendosus rayos por todos los ámbitos del mundo mo-derno. Teniendo los helenos una idea de la libertady de la dignidad, humana mucho más elevada quelos otros pueblos antiguos, nunca prevaleció allí elespíritu exclusivista en ciencia ni en artes; y muyal contrario, en el carácter expansivo y eminente-mente propagador de aquellas escuelas tendríanmucho que aprender algunos de los modernosapóstoles de la enseñanza gratuita y universal.

Tháles de Mileto, uno de los siete grandes sa-bios de la Grecia, nacido en el año 640 antesde .1. O., estudió en Egipto y fundó la célebre es-cuela jónica, predecesora de la de Atenas, y laprimera en filosofía que basó las investigacionescientíficas en la observación y la experiencia.Predijo Tháles un eclipse, cuya fecha, sabia-mente discutida por varios renombrados astró-nomos modernos, ha venido á quedar fijada en ladel 28 de Mayo del año 585 antes de J. C. Estafecha, hoy dia bien comprobada, sirve como puntode partida para fijar la cronología griega desdela batalla de que habla Herodoto, suspendidapor el terror que causó la confirmación del va-ticinio de Tháles Compuso estos dos libros,uno sobre los solsticios y equinoccios, y otro so-bre astronomía náutica, ambos perdidos desgracia-damente.

Anaximandro, discípulo y amigo de Tháles,nació en Mileto, 611 años antes de nuestra era.Fue el primero que introdujo en Esparta el cua-drante solar ó reloj de sol 580 años antes de J. C.Entonces los lacedemonios eran superiores encultura á los atenienses. Anaximandro explicó lateoría (tomada de los egipcios) de las esferas decristal móviles y concéntricas donde suponían en-clavados los astros. Enseñó, antes que otro al-guno en Grecia, que la tierra es redonda y libre enel espacio, esto es, que no tiene sustentáculo deninguna clase: y decía que su posición en el cen-

Véase el número anterior, página 128.

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tro del mundo es lo que la impide caer, sin darmás razón que esta, poco convincente, hipótesis.Evidentemente, no comprendía bien esto; y nohizo más que escribir lo que su maestro pudotraer de Egipto; pero esto prueba que las fábulasde Atlante sosteniendo el cielo y otras por el es-tilo, no eran admitidas por los sabios desde laépoca citada. Se ignora también en qué se fun-daba para afirmar que el sol es una masa infla-mada, tan grande por lo menos como la tierra. Ad-mitía una infinidad de mundos, que nacen ydesaparecen en lo inflnito del tiempo y del espa-cio, cuyos infinitos y todos los demás eran el atri-buto de la divinidad suprema. Suponía tambiénque las creaciones vivientes que pueblan la tierrase van perfeccionando sucesivamente; y final-mente, precursor del soñador Darwin, decía queel hombre, antes de llegar á serlo, había sido pez.¡Cuan antiguas son ciertas novedades!

Brillaron en esta escuela jónica, Anaxímeno,Pherécídes, maestro de Pitágoras, Xenófanes y elgran pensador de los tiempos antiguos, el sublimeAnaxágoras.

Nacido éste en Clazomeno, ciudad de Jonia, elaño 500 antes de nuestra era, tenía conocimientode que la tierra es redonda y está libre en el espa-cio. La caida de un aerolito le hizo concebir laidea de la materialidad de los cuerpos que vaganen el espacio. Fue el primero que enseñó que losastros están formados de sustancias pesadas comola tierra y que la luna tiene valles y montañas yes un mundo semejante al nuestro; y á la obje-ción que le hacían de que ¿por qué no caían? con-testaba que esto lo impedía su movimiento circu-lar. Esta es la primera indicación histórica de lafuerza de rotación, como capaz de sostener loscuerpos celestes en sus órbitas. Para Anaxá-goras la ocupación más digna del hombre era elestudio de la naturaleza, y sobre todo el de los as-tros. Cuando le reconvenían por qué no se ocupabaen los negocios políticos de su patria, señalaba alcielo y decía que aquella era su verdadera patria.Según su doctrina, el principio y origen de todaslas cosas es una fuerza inteligente y ordenadoraque todo lo dirige. A la edad de 45 años fue áAtenas y tuvo allí por discípulos á Péneles y áEurípides; fue condenado á muerte por los ate-nienses, porque explicaba cosas contrarias alculto de sus falsas divinidades, y se libró porquepudo huir á Lampsaca, en la orilla asiática delHelesponto, donde murió de penas y disgustos,proporcionados por los hombres que había pro-curado instruir, y cuya alma había querido elevará la contemplación de una divinidad superior yúnica, bien distinta de los mezquinos y absurdosdioses del paganismo griego.

El gran matemático Pitágoras, fundador de laescuela que lleva su nombre, partía del fecundoy bien averiguado principio de que todo en lacreación se verifica ordenadamente con número, pesoy medida. Prestando tan ciego culto á esta verdadque, arrastrado por ella y penetrando ya en elcampo de lo puramente visionario, intentó deter-minar las distancias entre la tierra y los sieteastros errantes (únicos por entonces conocidos),inventando para ello la hipótesis de qua las talesdistancias debian guardar entre sí la misma re-lación que las siete notas de la escala musical; demanera que la frase armonías celestes, en épocaposterior tan usada y tan entendida en acepciónmás verdadera, tiene por origen esta creencia delos pitagóricos. Estudió, como la mayor parte delos sabios griegos, la astronomía en Egipto, ytrajo de allí y dio á conocer, caso de que no fuerasuya la invención, la famosa teoría de los epiciclos(círculos sobre círculos), adoptada y admitidapor todos los astrónomos posteriores, exceptoAristarco de Samos, desarrollada por Hiparco yPtolomeo, y no desechada hasta que Copérnico yGalileo demostraron la verdadera. Lástima grandefue también que, imbuido de la idea egipcia, elgran Pitágoras no hubiera meditado acerca delprofundo principio de Anaxágoras, dando lugar áresucitar las esferas de cristal rotas por la lumi-nosa concepción del equilibrio rotatorio, con lacual hubiera evitado muchas dudas y controver-sias, tanto más, cuanto que la escuela pitagóricafue la primera que dio en explicar el movimientogeneral diurno por la rotación de la tierra sobresu eje. Participaron de esta opinión Heráclito,Eufanto y Philolao, á quien sin razón suficientese atribuyó el haber adivinado el movimiento detraslación de la tierra. Esta grandiosa intuición (yasí la llamo, porque, atendidos los conocimientosy los medios de observación de aquel tiempo, nocabe darle otro nombre) pertenece al eminenteAristarco de Samos, que claramente la consignóen sus escritos, unos 250 años antes de J. C. Laverdad apareció entonces por primera vez, maspara extinguirse como un meteoro y no brillar denuevo hasta 1800 años después, restablecida porel gran Copérnico, una de las más preclaras glo-rias de la heroica y desdichada Polonia. A CEnó-pides se atribuyó el descubrimiento del ciclo de60 años, que él suponía de 59, durante el cualel sol y la luna vuelven á su misma posición re-lativa, así como también se le atribuyó la deter-minación de la oblicuidad de la eclíptica. Pero,puesto que consta que tanto este filósofo, comoPitágoras y otros de la misma escuela, estudiaronen Egipto la astronomía, claro es que estos cono-cimientos los importó y divulgó en su patria tra-

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yéndolos de allí, porque ¿cómo puede atribuírselesi no tuvo tiempo material para observarlo élsólo, ni medios de investigación que sustituyeraná una observación continuada? Por otra parte,este ciclo era conocido en Egipto desde muchotiempo atrás, y lo conocían los hebreos desde másde 1000 años antes. Lo que se debe positivamenteá este griego y á otros, dicho queda y no es pocopara su gloria; esto es, el haber propagado entresus contemporáneos y legado á los venideros lasverdades que tan celosamente guardaban losegipcios, que tantas dificultades tuvieron paraadquirir, y además haber adivinado con su pode-roso genio la teoría de los fenómenos observados,tratando siempre de investigarla y explicarla tanbien como pudieron, dado el estado de la cienciaentonces poseída.

Nada nuevo añadieron los de la Escuela deElea, por más que, a imitación de todos los filóso-fos de aquella época, concedieran gran predileccióná la astronomía, que, con las matemáticas puras,formaba parte del estudio de la filosofía; sistemaque se observó después en Alemania y, sea dichode pasada, ¡ojalá que se hubiera seguido siemprey en todas partes! Porque ni este orden de conoci-mientos puede perjudicar en manera alguna, niservir de estorbo para el vuelo del espíritu filosó-fico, ni sería posible que la inteligencia, honda-mente impresionada por la clara percepción de lagrandiosa mecánica del universo, que tan claroacusa la sabiduría suprema y el infinito poder delHacedor, cayera en los desbarros y las ilógicasextravagancias de más de cuatro pseudo- filósofosateos.

Demócrito, fundador con Leucipo de la escuelaatomística, emitió el primero la opinión de que lavía láctea debía su luz á una innumerable canti-dad de lejanas estrellas, cada una de las cualespor sí sola no era perceptible á nuestra vista.Esta opinión, que ha pasado á evidencia, graciasá los modernos telescopios, hace gran honor á lasagacidad del filósofo de Abdera, que, veintiúnsiglos antes de inventarse el modesto anteojo deGalileo, lo suplió con una luminosa y profundapercepción intuitiva, que bien pudiéramos llamartelescópica.

Maravilla en verdad este poder de adivinaciónde aquellos griegos sublimes, á quienes la huma-nidad admira y respeta á través de tantos siglos,en justísimo agradecimiento de lo mucho que hi-cieron para guiarla por la luminosa senda de laverdad científica. Platón, el casi divino Platón,como le han llamado, no pudo ser cristiano, por-que nació 424 años antes que Cristo; pero casipuede decirse que presintió el Cristianismo. Lagran idea que tenía de Dios, leyóla en la celeste

bóveda, escrita con astros. Sócrates, el titán,también fue astrónomo; y como él, todos los de laescuela llamada académica. Eudoxio de Gnido,entre ellos, según refiere Arquímedes, estudió enEgipto; y aun cuando se ignora el método queaplicó á su observación, está averiguado que cal-culó el diámetro del sol en nueve veces el de laluna; error enormísimo, que bastaría para el des-crédito del astrónomo, si por otra parte no argu-yera la noción de la mayor distancia del sol, ápesar de que ambos astros presentan á nuestravista casi el mismo diámetro aparente.

Aristóteles, jefe de la escuela peripatética, ysus discípulos Teofrasto, Eudemo y Diceacro,contribuyeron como los demás á esparcir los co-nocimientos astronómicos; pero nada nuevo dije-ron. Phiteas, el Colon de los tiempos antiguos,nacido en Marsella, colonia fócida, vivió por losaños 350 antes de J. C, fue discípulo de Eudoxiode Gnido; siguiendo los consejos de su maestro,tomó la altura del polo en Gadira (Cádiz), y allítuvo ocasión de observar el fenómeno de la marea.Continuó navegando, dobló el Promontorio Sagra-do (cabo de San Vicente), llegó en tres dias al deFinisterre y en otros tres á las islas célticas(Ouessant), atravesó el canal de la Mancha yabordó en Kantion, donde vio á los bretones, des-conocidos de los griegos. Estudió sus costumbres;y habla de sus cabanas, de sus granjas, de suacosechas, de sus bebidas y de su falta de sol.Llegó después á la extremidad de la Céltica, sedetuvo en la embocadura del Rhin, habitada en-tonces por los Ostrianos, y volvió á tomar allí laaltura del polo. En el Categat y en la punta sep-tentrional de Jutlandia, recibió de los Cimbrosnoticia del Mar Muerto (probablemente llevadapor lí s navegantes fenicios), visitó el país de losgodos (Suecia) y penetró hasta la isla de Ababas,donde vio la turba empleada como combustible.De allí pasó á la costa prusiana del Báltico, sepuso en relación con los godos del Vístula, seprocuró noticias de los países más al norte, tocóen las islas británicas, en las Oreadas, las deShetland y llegó á la última Thule (Islandia); ydespués de describir aquel país, no tan oscura-mente que no se le haya podido reconocer sin nin-gún género de duda, hace especial mención de lopequeño del arco descrito por el sol en aquellosremotos lugares. Dos ó tres dias más de navega-ción, con buen viento del Este, y hubiera llegadoá la costa americana de Groenlandia. Inútil meparece encarecer la importancia que tuvo esteviaje para fijar entre los sabios que en Grecia su-cedieron al navegante, claras nociones geográfi-cas y astronómicas, echando por tierra las milfábulas absurdas en que nunca creyeron los filó-

170 REVISTA EUROPEA. 4 DE ABRIL BE 4 8 7 5 . N.° 58sofos, pero que formaban parte de su teogonia yque eran dogma para el vulgo. Hasta los tiemposde Colon, la mayoría de las gentes creía que latierra era plana; y por eso se rechazaba como ab-surdo el intento de su admirable viaje, realizado2000 años después que el de Phiteas, el cual á suvez fue muy posterior á otros grandes viajes delos fenicios y de los cartagineses. ¡Cuan difícil espersuadir con la verdad á los ignorantes! Aque-llos sabios que contradecían á Colon, ignorabanlo que sabían perfectamente 4000 años antes, porlo menos, los sacerdotes egipcios, caldeos, per-sas, indios y chinos.

V.

Derruido el colosal, pero efímero, imperio deAlejandro, aspira su teniente Ptolomeo (de origengriego) á convertir Alejandría, nueva capital delEgipto, donde tiene lugar su proclamación derey, en la ciudad más culta y renombrada; paralo cual atrae, por los más delicados estímulos, ásabios, filósofos, literatos y artistas, formando asíaquel emporio de la ciencia y del buen gusto queno ha sido eclipsado por ningún brillo pos-terior.

Entonces fue cuando el conjunto de los conoci-mientos humanos, comprendidos bajo el nombregeneral de Filosofía, empezó a dividirse, constitu-yendo el primer grupo segregado, la astronomíay las matemáticas; mucho más tarde formaronotro las ciencias físicas y naturales, que siguie-ron incorporadas por más tiempo. Hubo, pues, yaastrónomos y matemáticos que se dedicaron ex-clusivamente á los estudios, pudiendo, á conse-cuencia de esta primera división del trabajo cien-tífico, aplicar todo su tiempo y facultades alfecundo cultivo de ambos ramos. La escuela deAlejandría más bien pudiera llamarse academiade sabios de todas las escuelas y naciones, quelibremente aprendían y enseñaban sin sujetarse,como en las escuelas de Grecia, á las doctrinas delos respectivos maestros: imperaba allí lo quellamaríamos hoy completa libertad de enseñanza.Los Ptolomeos, aquellos ilustres y poderososFaraones, no eran enemigos de la propagación dela luz como sus antecesores egipcios; antes alcontrario, emplearon todo su poder en difundirlay no perdonaron gasto ni esfuerzo para enaltecerla eiiencia. El grandioso Musewm, cuya bibliotecale ha dado tan justa celebridad, contenía en suvasto recinto un soberbio observatorio astronómi-co: y allí concurría con avidez la juventud estu-diosa para oir las lecciones de Aristilo, Timocha-ris, Dionisio, Aristarco de Samos, Eratósthenes,Hiparco, Ptolomeo y cien otros cuyos nombres

designó la fama á la veneración de la posteridad.En competencia con los astrónomos, los filósofosy los matemáticos hacían vibrar con su luminosapalabra las severas bóvedas de aquel templo délasabiduría, donde también se oyó con asombro alcolosal Euclídes.

Mucho vuelo alcanzó allí la astronomía; y laherencia que aquellos sabios nos legaron consti-tuyó un cuerpo de doctrina que apenas fue posi-ble enriquecer en el espacio de quince siglos; peroaún más hubiera podido alcanzar, si tantos geniosilustres no se hubiesen adherido sistemáticamenteá la errónea hipótesis déla inmovilidad de la tierra,dentro de la cual tuvieron que agotar el ingenio,inventando círculos sobre círculos (epiciclos), conel centro excéntrico del de la tierra y móvil segúnotro círculo. Jamás llegaron, sin embargo, á expli-car satisfactoriamente con este sistema todos losmovimientos observados; y conforme se aumenta-ban y corregían las observaciones, era preciso des-echar unos epiciclos para inventar otros que suce-sivamente habían de ser desechados; interminabletela de Penélope, que esterilizó esfuerzos podero-sos de ingenio, que ¡ojalá hubieran sido másútilmente aplicados! Empero las matemáticasadelantaban y á la par iban creciendo los elemen-tos que, al impulso de los potentes genios de Co-pórnico, Galileo, Kepler y Newton, habían de sermás tarde como alas de la ciencia para revistarlos más remotos confines del universo perceptible.No me detendré á reseñar todos los progresos ytodos los nombres de aquella época memorable,limitándome tan sólo á indicar los pasos decisi-vos que dio la ciencia y los nombres preclaros delos que con ellos la impulsaron.

Ptolomeo se refiere á Aristilo y Timocharis«orno autores de un primer catálogo de estrellas.Dionisio fue autor de una era especial que llevasu nombre. Aristarco de Samos, después de plan-tear gran número de importantes problemas queno llegó á resolver con exactitud por falta de me-dios y ciencias auxiliares, tuvo la inmarcesiblegloria, como ya he dicho, de haber adivinado elmovimiento del globo terrestre alrededor del sol.Arquímedes le refuta, sin embargo, por haberexplicado mal lo que da muestra de haber com-prendido muy bien; esto es, que la órbita de latierra puede considerarse como un punto conrespecto á las distancias siderales, y por consi-guiente, las visuales que se dirijan á una de ellasdesde un punto cualquiera de esta órbita, apare-cerán como confundidas en una sola. Por no ad-mitir esta paralaje estelar, enormísimamente pe-queña, es por lo que todos los astrónomos poste-riores á él desecharon esta teoría verdadera, peroinverosímil cuando no se puede comprobar. Pto-

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lomeo la rebate, diciendo que, si la tierra semoviera, la polar no señalaría el polo y lasestrellas cambiarían de sitio. El argumento dePtolomeo es irrebatible, porque es cierto; equivaleá decir que todas las estrellas tienen paralaje;pero lo que no pudo ocurrirle es que esta paralajese redujera á mínimas fracciones de segundo; y,dada la carencia de medios de observación, fuerzaes convenir en que, para llegar al conocimientode estas verdades recónditas, necesitó Aristarcode una intuición y un genio maravilloso. Intentómedir la relaeion de las distancias de la tierra á laluna y al sol, valiéndose del medio de dirigirlesdos visuales desde un punto cuando la luna estáiluminada en cuadratura, esto es, lo que llama-mos cuarto exacto, para lo cual, no hay más queresolver un triángulo rectángulo; fiero, por másque el método sea lógico y cierto, la falta de go-niómetro bueno y el no conocerse entonces latrigonometría, le hizo encontrar una relaeionerrónea, que dio lugar á que más tarde se corri-giera, siendo realmente suya la gloria de que sehaya podido reconocer esta relaeion por los as-trónomos anteriores á los tiempos modernos.Aristarco fue acusado de impiedad por los sacer-dotes paganos; y esto contribuyó también á queexcepto Seleuco, que participó de su opinión, seretrajeran los astrónomos de explicar tan peligro-sas afirmaciones; de igual manera, las persecucio-nes que por el mismo motivo sufrió, 2.000 añosmás tarde, Gaiileo, retrajeron al gran Descartesde publicar su libro de astronomía que teníaconcluido y no dio á luz, perdiéndose para la pos-teridad y para su gloria y la de Francia. Seleucoera originario de Babilonia y contemporáneo deAristarco. Fue el primero que ensayó explicar lasmareas por el movimiento de la luna combinadocon el de la tierra. ¿Cómo pudo ocurrirle la cau-sa verdadera del fenómeno? ¿Conocía la atrac-ción universal 250 años antes de Jesucristo? Im-posible parece uno y otro, pero escrito está ynos lo ha trasmitido Plutarco (1). Es lo proba-ble que, sin conocer la causa, ya él, ya más bienlos babilonios, hubieran observado la relaeionconstante y visible que existe entre el movimientode las mareas y el de la luna, lo cual pudieronobservar en el golfo Pérsico, y partiendo de estedato experimental y empírico, tratara Seleuco deexplicarlo sin apreciar bien el motivo. Pero éstasson hipótesis. Los comentarios que pueden ha-cerse son muchos; la verdadera explicación es unenigma que no ha descifrado la historia.

Eratósthenes, llamado por sus contemporáneos

t i ) De plalicis philosopliomm, III, 17. Platenicae Qusestíones, t. X,pág. 183, edición de Reiske.

PentatMos, nombre que se daba al que vencía enlos cinco juegos olímpicos, fue gran filósofo, ora-dor, poeta, gramático, geómetra y astrónomo. Na-cido en Cirena, 276 años antes de J. C, Ptolo-meo III, llamado Evergetes (Bienhechor) lo hizoir de Atenas á Egipto y le confió la dirección dela biblioteca de Alejandría. Eratósthenes intentóprimero que otro alguno determinar la magnitudde la tierra, valiéndose de la medición de un arcode meridiano; esto es, por el procedimiento usadoen nuestros dias; y si no pudo encontrar la ver-dadera medida, causa fue de ello la carencia dedatos y de instrumentos exactos, pero no el errorde concepto. Intentó igualmente, sin conseguirlo,medir la magnitud del sol y de la luna ; determinóla oblicuidad de la eclíptica con bastante exacti-tud ; fue también el primero que, desembarazandola geografía de las fábulas que la oscurecían, creóla verdadera geografía física y matemática, yasentó el principio de la igualdad de nivel en to-dos los mares, tratando también, antes que nin-gún otro, de orografía y de geología.

Hiparco, natural de Nicea en Bithynia, que flo-reció por los años 160 á 125 antes de J. C , fue,sin disputa, el gran astrónomo de la antigüedad,tomando esta palabra en su sentido moderno. Sepropuso (y la empresa era bien digna de su ta-lento) cimentar sobre nuevas bases el estudio délaastronomía, desterrando los métodos poco exac-tos y á veces erróneos que habían imperado hastaentonces, practicar una especie de revisión com-pleta de la ciencia, y establecer, casi 1.600 añosantes que Kepler, la. relaeion entre los astros porla determinación de sus distancias, magnitudes,posiciones y movimientos. El gran sabio señalócon esto la verdadera senda por donde conveníaque la ciencia encaminara sus pasos; y afortuna-damente la huella no se ha borrado ya más, entérminos de ser aun hoy dia el único camino se-guro para resolver problemas, en aquella épocadesconocidos. Al hablar de Hiparco, y por ciertocon gran respeto, el famoso Plinio dice: «queconcibió la idea, audaz hasta para un Dios, deenumerar las estrellas * ; y en efecto, á Hiparcoes debido el primer catálogo estelar, tal comodebe entenderse, esto es, fijando las dos coorde-nadas angulares de cada una, ó sea su longitud ylatitud. Ptolomeo nos ha conservado una copia deaquel catálogo, que contiene 1.026 estrellas, cla-sificadas en 1.a, 2.a, 8." y 4.a magnitud, segun sumayor ó menor brillo; y con relaeion al mismocabe asegurar que desde entonces acá, esto es,desde hace 2.000 años, las posiciones relativas nose han modificado sensiblemente, bien que los po-derosos instrumentos y las sabias observacionesmodernas acusen una variación que, por más que

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sea inmensa en realidad, es apenas perceptible,y cuya ley aún nos es completamente desco-nocida.

Los defectuosos aparatos que se usaban antesde Hiparco, esto es, los gnómones y los limboscon una alidada, que servían de goniómetros deplano móvil, no podían conducirle al resultadoque ambicionaba. Pero aquel genio fecundo re-solvió la dificultad por medio de la invención delastrolabio, ó tomador de astros (que tal significaeste nombre) que, más ó menos ligerísimamentemodificado, ha sido mantenido en uso durantemás de 1.500 años. El astrolabio de Hiparco, talcomo lo describe Ptolomeo, que lo empleó, comolos árabes más adelante, sin modificación ningu-na, consistía en cuatro Iimbo3, dos móviles y dosfijos, representando estos últimos, uno el verticaló meridiano, con el cual debía coincidir, y el otrola eclíptica, que formaba con la zenital de Ale-jandría un ángulo de 7° 9'; por manera que la po-lar de la eclíptica trazaba este mismo ángulo conel plano del horizonte de aquel lugar. Estos polosestaban indicados por dos aberturas que servíanpara que penetraran dos cilindros pequeños, soli-darios en los extremos de un diámetro de unlimbo móvil, que tenía, en consecuencia, el centroy este diámetro confundidos con la polar de laeclíptica, sobre la cual giraba. El otro limbo mó-vil tenía un diámetro coincidiendo con la inter-sección del meridiano y de la eclíptica, y podíagirar alrededor de esta línea; á más de los cuatrolimbos indicados, que eran de chapa de metaldelgada y en forma de corona de círculo, como losde nuestros goniómetros modernos, había otraplancha, de la misma forma, que servía de hori-zonte y para sostener el aparato. Se comprende,por esta somera descripción del astrolabio, quecon él podía Hiparco referir sin auxilio de ningúncálculo, la ascensioD recta y la declinación de unastro á las coordenadas de la esfera oblicua, estoes, determinar su longitud y latitud. En el astro -labio de Hiparco los mismos cantos de cada limboservían de índice, por el cual se apreciaban hastacuartos de grado. El meteoróscopo ó armilar sols-ticial ó astrolabio planisférico de Hiparco, no es,en esencia, otro instrumento que el que acabamosde describir, diferenciándose tan sólo en tener ali-dada y pínulas, de que carecía el anterior. Impro-ba tarea sería la de reseñar todos los pormenoresde la revolución que introdujo el sabio astróno-mo, facilitando las observaciones. Á él es debidotambién el dioptro, especie de goniómetro sen-cillo con dos alidadas y un limbo, y que servíapara asegurarse de la invariabilidad del ángulo delas visuales dirigidas á dos estrellas cualesquiera.Construyó también una gran esfera de tela os-

cura, sostenida por un armazón de madera, donderepresentó gráficamente las constelaciones ; esteprimer mapa celeste, esférico, fue muy célebre enla antigüedad. Dio al traste con la teoría de lasesferas sólidas de cristal de los egipcios y no con-sideró más que las trayectorias de Anaxágoras;pero desgraciadamente, si hizo justicia á éste, nose la hizo á Aristarco y siguió considerando á latierra inmóvil en el centro del universo, explican-do los movimientos de los astros por la compli-cada teoría de los epiciclos y de los centros móvi-les de las órbitas que, hasta Kepler, siempre seconsideraron circulares. Descubrió la precesión delos equinoccios, ya observada y conocida de losegipcios, pero puesta en olvido y no tenida encuenta por los otros astrónomos griegos que leprecedieron ; corrigió, en consecuencia de estedescubrimiento, la denominación, poco precisa,de año, cuando no va acompañada del correspon-diente adjetivo; y distinguió el año trópico delsideral y ambos del usual ó práctico de 365 diasó de S66 en los bisiestos, determinando tambiénel año trópico con mayor exactitud que antes loestaba; reformó el ciclo empírico de Meton de6.940 dias ó sean 235 meses lunares (reforma quesin embargo no prevaleció); y las letras de orocon que el senado de Atenas mandó escribir elnombre de Meton, son origen de que aun hoy diase conozca esta corrección con el nombre de áureonúmero. Descubrió también Hiparco lo que sellama, por abreviación técnica, movimiento pro-pio del sol, esto es, que no describe aquel astroarcos iguales, en tiempos iguales (supuesta latierra inmóvil); averiguó lo mismo respecto de laluna y los planetas, y redactó las primeras tablasdel sol y de la luna, entreviendo y en cierto modoiniciando la teoría de los planetas, que tan fe-cunda sería en la mente del inmortal Kepler paradeducir sus luminosas dos leyes de las áreas y delas órbitas elípticas. Finalmente, ideó un métodode proyección sobre un plano, determinando abs-cisas y ordedadas curvilíneas que representabanla longitud y latitud, base de todas las proyeccio-nes posteriores hasta nuestros dias.

¡Oh! ¡cuánto debe la astronomía al inmortalHiparco, de quien á todo rigor pueden conside-rarse meros discípulos, más ó menos aprovecha-dos, todos los astrónomos que florecieron des-pués, hasta la época de Oopérnico, esto es,durante un espacio de 1.700 años, dentro delcual nadie le sobrepujó ni adelantó!

Entre tantos, merecen, sin embargo, especialmención el portentoso Arquimedes, Geminus,Posidonio. Cleómedes, el egipcio Soxígenes quehizo la reforma llamada Juliana en el calendarioromano en tiempo y por orden de Julio César,

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Agripa, Menelao, Theon de Esmh-na, y finalmen-te Ptolomeo.

El coloso Arquímedes no aplicó sino una pe-queña parte de su tiempo y de su genio á la as-tronomía; pero así y todoj no sólo conoció todolo hecho por los griegos y alejandrinos, sino quehizo una esfera, donde estaban representados losastros y sus movimientos, que era objeto de ad-miración universal y que consideró Cicerón comouna de las invenciones que más honran al ta-lento humano. Claudiano la celebró en sus versos,y la Spheropocia, citada por Pappus, en que elmismo Arquímedes la describe, se ha perdidodesgraciadamente; pero en su célebre Arenario,en que trata principalmente de progresiones arit-méticas, trae por incidencia la descripción de unoriginalísimo goniómetro, sin limbo, constituidopor una regla y un pequeño cilindro móvil sobreella, con el cual midió el diámetro aparente delsol, y halló que debía de ser mayor (en grados)de ZY 0" y menor de 32' 56"; lo cual es perfecta-mente cierto.

Si Ptolomeo no hubiera descubierto la irregu-laridad del movimiento de la luna, conocida hoycon el nombre de eveccion, debiera considerársele,más bien que como gran astrónomo, como grancompilador é historiador sapientísimo, erudito,constante y paciente observador y escritor. Suslibros constituyen la obra clásica de la astrono-mía antigua; obra preciosa, llena de ciencia y dedatos históricos, y archivo, además, de las obser-vaciones todas de los que le precedieron. Conó-cese esta obra con el nombre de almageüo que ledieron los árabes, formando una palabra híbridacon su artículo al y con el superlativo griegomegistos, que significa muy grande, y en efecto,ningún calificativo puede estar mejor aplicadoque el que mereció este tesoro de ciencia acumu-lada por la veneranda y nunca por demás glorifi-cada antigüedad.

Sin embargo, hay algunos borrones en las pá-ginas de su libro de oro;—¿qué obra humana esperfecta?—acérrimo partidario Ptolomeo de lateoría de la inmovilidad de la tierra, esforzó detal manera sus argumentos contra Pitágoras,Anaxágoras, Aristarco y Seieuco, que llevó laconvicción al ánimo de todos los que, no pu-diendo comprobar ni demostrar las sublimes in-tuiciones de estos grandes genios, hubieron deadmitir sus demostraciones; con lo cual, á mi ver,se hizo merecedor del castigo de que lleve sunombre un falso sistema que no inventó, pero alque poderosamente contribuyó á revestir de auto-ridad, boga y predominio.

VI.

Muy rápidamente, habré de recorrer la historiade los descubrimientos y adelantos posterioresal brillante período que se cierra en Ptolomeo,porque los acontecimientos han sido tales, tanmultiplicados y sorprendentes, que me falta es-pacio para reseñar aun los que han excitado másvivo interés en el campo científico.

Terminadas á fines del siglo VIII, tanto lasgrandes conquistas de los árabes, como la espan-tosa guerra civil producida por su cisma reli-gioso, los triunfantes Abassidas, después de ha-ber casi exterminado á los Omeyas, consagrarondignamente los ocios de la paz á honrar el cul-tivo de la inteligencia, siguiendo las huellas degriegos y alejandrinos, restableciendo en unaspartes, como en Bagdad, y fundando en otras,como en el Cairo, en Marruecos, en España, enPersiayen Mongolia, escuelas famosísimas, desdedonde millares de sabios esparcieron por Orientey Occidente los tesoros de sabiduría que con avi-dez y esmero habían recogido entre las ruinas delmundo antiguo; siendo á ellos deudora nuestraEuropa de todos los elementos de su modernailustración.

A los árabes pertenece la gloria de haber in-ventado los relojes mecánicos, tan preciosos parael estudio de nuestra ciencia, sustituyendo conellos las antiguas é imperfectas clepshidras, concuyo auxilio se había medido hasta entonces eltiempo que no podían marcar los relojes de soldurante la noche. Arum-el-Raschid envió á Carlo-Magno, en el año 807, una embajada; y entre losvariqg presentes que componían la ofrenda, en ta-les casos acostumbrada, figuraba un reloj quemarcaba las doce horas del dia y las de la noche,por medio de balas que caían en un vaso debronce.

Aquel reloj fue, sin duda, el primero que se co-noció en Europa, el que podríamos llamar ante-cesor de los relojes con que fueron dotadas á pocotiempo las catedrales, del regulado con el pén-dulo de Galileo, y de los exactísimos cronómetrosmodernos, por los cuales han alcanzado las ob-servaciones astronómicas la fijeza y precisión queal presente las distingue y avalora.

El califa Al-Mamun, que reinó desde 814 á 833de nuestra era, estipuló con el emperador Mi-guel III un tratado de paz, entre cuyas condicio-nes honrará perpetuamente la memoria de aquelsuceso el pacto en virtud del cual quedaba obli-gado el emperador á remitir una inmensa colec-ción de autores griegos; y no contento con esto,envió el soberano musulmán una numerosa co-

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misión á la recien conquistada isla de Chipre,para que recogiese todos los tesoros literariosque poseían los vencidos; antiguo ejemplo de in-cautación, siempre censurable, pero que ¡ojalápudieran disculpar, con tan levantados fines, al-gunos modernos imitadores!

Fundó también aquel gran califa dos observa-torios astronómicos, uno en Bagdad y otro enDamasco; mandó traducir al árabe la gran obra dePtolomeo, que recibió entonces el nombre de Al-magesto, que aún conserva; ordenó la revisión detodas las tablas astronómicas allí contenidas,promoviendo para todo ello la construcción «de losinstrumentos necesarios, en que puso á contri-bución el ingenio de los más hábiles artistas; yla famosa tabla comprobada de Yahia Abu-Man-surfué la síntesis de tan prolijos y múltiples tra-bajos.

Kste mismo Yahia con Send-ben-Alí y con Ab-bas-ben-Said midieron en Bagdad la inclinaciónde la eclíptica y hallaron 23° 33' 52" según cuentaIbn-Yunis. Midióse segunda vez en Damasco porlos astrónomos Khalid-ben-Abdulmelk, Abul-Taib y Ali-ben-Isha, llamado El Astrolabio, porlo muy bien que construía estos instrumentos.Los mismos Abul y Alí midieron, por último, enla vasta llanura de Sindjar en Mesopotamia unarco de meridiano, marchando uno hacia Norte yotro hacia Sur, sin dejar la alineación, sirviéndo-les de instrumento un reglón hasta que, por laaltura del polo, observó cada cual que se hallabaen la desviación de un grado con el punto de par-tida.

Uno de los dos halló 56 millas; el otro 56 2/3.Esta incipiente aplicación del método de Eratós-tlienes, practicada por orden del mismo califa ci-tado, proporcionó un cálculo de las dimensionesde la tierra mucho más aproximado á la verdadque todos los anteriores, aun cuando le faltaratodavía bastante para llegar á la perfecta exacti-tud y aunque, apreciada como procedimiento geo-désico, parezca rudimentaria en nuestra época.

Basta con lo dicho para formar idea de lo mu-cho y notable que hicieron los sabios árabes y suscalifas, ya que falta espacio para recordar siquie-ra los centenares de nombres, y no quiero decirmillares (aunque no sería demasiada axagera-cion), que deben oirse con respeto y agradeci-miento por todos los amantes de la ciencia. Peroquebrantaría un deber de conciencia, no citando,por lo menos, á Mohammed-ben-Djefar, nacido enBaten, y conocido por esta razón con el nombrede Albatenius, que sustituyó las tablas de cuer-das por las de senos, dando el primer paso enTrigonometría, ciencia que es la base primordialde la astronomía moderna. Su obra original, que

durante algún tiempo se creyó perdida para laciencia, existía, por fortuna, en la biblioteca delVaticano. Otro deber tan sagrado, pero todavíamás grato, el deber de patriotismo, exige quemencione á los más renombrados astrónomos es-pañoles, tanto más en cuanto que de nuestra que-rida patria, como de un radiante foco, partieronlos fulgores que más viva luz derramaron portodos los ámbitos del antiguo continente; y ad-viértase que, al decir astrónomos españoles, hagoabstracción de orígenes y de razas; que si la re-ligión y la- historia distinguen, con razón, entremoros y cristianos, entre invasores é invadidos,la ciencia puede olvidar los agravios de la guerray de la política, para confundir á todos en la co-mún denominación de sabios. Arzachel ó Abra-ham, astrónomo judío, vivió y escribió en el si-glo XI y nos dejó las tablas toledanas. Djaber-ben-Affbah, llamado Geber el Sevillano, (al que im-porta no confundir con el químico Geber) criticóconcienzudamente el Almagesto, cuyo libro fueademás condensado, expurgado y aclarado por elcélebre Averrhoes (nombre corrompido del árabeAben-Kochd), nacido en Córdoba en 1120, astró-nomo tan famoso como sabio médico y distin-guido filósofo.

Entre los españoles cristianos de aquella época,tan fecunda para toda suerte de portentos, des-cuellan principalmente como astrónomos el céle-bre Josef, Juan de Sevilla y el obispo Aitón, quecon rayar tan alto en astronomía, brillaron aúnmucho más como insignes matemáticos, y ental concepto son umversalmente conocidos. Perola figura que más notablemente se destaca en elcuadro de aquella época, es la grandiosa del sabiorey Alfonso X, á quien se deben las famosísimastablas Alfonsies, preciosa base de todas las queposteriormente se han compuesto en Europa. Losclaros timbres que como jurista, filósofo, astró-nomo y matemático alcanzó aquel monarca, leseñalan como e\ primero de todos los reyes delmundo, en punto á genio científico.

La destrucción del califato del Cairo en 117]por Saladino, la del califato de Bagdad por Hu-lagú, Kan de los Mongoles, en 1258, las conquis-tas de Mahmud y la invasión de los turcos seld-jukidas, juntamente con las terribles guerras quesostuvieron con los cruzados en Palestina, con losespañoles en esta península y con otros variospueblos en todas las riberas y cuenca del Medi-terráneo, aniquilaron de tal modo el poderío árabe,que ya en los vastísimos territorios que ocuparones cosa rara encontrar un arameo de raza pura,si no es acaso en los desiertos, del África ó delAsia Menor; y, una vez revueltas y mezcladas lasrazas de mongoles ó amarillos y la negra con la

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semítica, la ciencia y la civilización huyeron delos mahometanos, acaso para no reaparecer enningún tiempo mientras no sobrevenga una re-forma en la constitución y en las creencias de loshijos del Profeta. Pero sucedió entonces lo quesucede siempre que un pueblo inculto arrolla porla fuerza brutal á otro más adelantado; Greciacapta Víctores cwpit; los mongoles tomaron de losárabes la religión, la lengua y las costumbres; yhubieran tomado su ciencia si el mucho desar-rollo de ésta no fuera incompatible con la inferio-ridad nativa de la raza dominadora.

Los mongoles se hicieron indios en la India,chinos en la China, árabes en el resto de Asia, enÁfrica y en la Turquía Europea, y húngaros órusos en Europa.

Antes empero de quedar extinguida la luz cien-tífica entre los hijos de la media luna, brilló comoun postrer destello en el mismo centro del Asia,cuna de la raza amarilla, tantas veces destructoray azote de Dios. Allí donde nacieron las feroceshordas de Atila, Gengis y Timur, en Samar-canda, ciudad central y corazón, por decirlo así,del Thibet, vasto territorio comprendido entre lacadena del Himalaya y el desierto de Obi, fijó sucapital y residencia el famoso Emir de Kesch,Timur-lenk, ó Timur el cojo, conocido general-mente por Tamorlan, fundador de un imperiocolosal; y en aquella ciudad (convertida hoy enun asqueroso villorrio), se condensó por brevetiempo toda la luz de Atenas, Alejandría y Bagdad. Oiug-Beg, nieto de Tamorlan, hizo cons-truir en Samarcanda un colegio considerado en-tonces como una de las maravillas del mundo; serodeó de los astrónomos Djijath, Oadizedes yAlkush-dji, autores de las famosas tablas cono-cidas por el nombre de Olug-ieg, superiores á lasIlkanianas, llamadas persas, que redactaron (pororden de Hulagú) los astrónomos Nassir-Edin (delKhorasan), Al-Oredhi (de Damasco), Al-Khalathi(de Tiflis), Al-Maraghi (de Mosulj y algunosotros. Olug-beg murió asesinado por su hijo en1149, y con él dio el último suspiro la ciencia as-tronómica de los mahometanos.

VIL

Apreciado como fenómeno intelectual el des-arrollo de los estudios astronómicos, podríacreerse que sentía las influencias del clima, almodo que la experimentan los seres animados;embrionaria nuestra ciencia en el origen, vagó nose sabe por qué ámbitos de la tierra; más tarde,adherido aquel embrión á la primera de las civili-zaciones antidiluvianas, formó, por decirlo así, elomlus fecundado, que al calor de la humana in

eligencia salió á la luz, aunque desmedrado yacilante; se amparó del arca para flotar sobre las

aguas del diluvio, y aterido y casi desbaratadopor la gran catástrofe, cobijóse, protegido por losarios, á ia sombra de los bosques tropicales de laindia, dando sus primeros pasos, forzosamentenseguros, en las ardientes llanuras de Egipto y

en la cálida y fecunda planicie de la Mesopotamia;sirviéronle aquellas regiones de amorosa madrey pasó allí su primera infancia; aventuróse des-pués á entrar en los paises templados, y la Greciay la España dividieron con el Egipto y el Asiail alto honor de albergarlo y robustecerlo; y en-tonces, ya más desarrollado y robusto, se atrevióá desafiar las espesas nieblas, los crudos invier-nos y hasta las eternas nieves, recorriendo, cualincansable viajero, la Inglaterra é Irlanda, muyluego la fria Dinamarca, y la tierra del hielo, lahiperbórea Islandia; más tarde, Itelia, Francia yAlemania; pero siempre resguardado por los mu-ros de algún claustro y al amparo de la cruz deJesucristo, para no ser aplastado por el rudo pesode las armaduras y las mazas férreas de la edadmedia.

Arrastrado después por el torrente de luz quebrotó de las prensas de Guttenberg, salió triun-fante del sagrado asilo para luchar y vencer enhonroso combate á los bárbaros de toda especie,que los hay por ceguera del entendimiento y porperversidad del corazón, y para extender su do-minio por todos los confines del mundo civilizadoá la cabeza de las demás ciencias, sus hermanas.

Injusto sería, pues, no citar, entre tantos y tanvenerables religiosos y sacerdotes, aquellos áquienes principalmente debe la Europa de nues-tros dias haber salido de su oscuridad, ignoranciay barbarie, asimilándose y perfeccionando laciencia de los antiguos asiáticos y africanos.

La Inglaterra y ia Irlanda fueron, desde finesdel siglo VII hasta principios del X, las nacionesdonde más brillaron las ciencias importadas pri-mero de Italia y después de la España árabe; yasí debía ser naturalmente desde que la navega-ción alcanzó algún progreso; porque la distanciapor mar, aun siendo muy larga, establece menorseparación entre los hombres que una cadena demontañas ó cien leguas de desierto; por lo cualse dice con verdad que hoy todos los habitantesde las costas son vecinos.

JOAQUÍN RIQUELME Y LAIN-CAIVO ,

Profesor de la Universidad de Barcelona.

(Continuará.)

176 REVISTA EUROPEA. 4 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.° 58

IMPORTANCIA DE LA HULLA EN ESPAÑA.

. II. *La formación hullera que hemos denominado

del Mediodía, y que abraza en primer término lasexplotaciones activas de las provincias de Córdobay Sevilla, se encuentra también en condicionesmuy favorables para su desarrollo y crecienteprosperidad, si bien no reúne la importancia yextensión que hemos señalado en la formacióndel Norte.

En la provincia de Córdoba se presenta la for-mación carbonífera á lo largo del valle del Gua-diato, comprendiendo los términos de Villaharta,Espiel, Belmez, Villanueva del Rey, Peñarroya yFuenteovejuna. El terreno hullero descansa aquí,como en el Norte, sobre la caliza carbonífera, quese apoya á su vez en estratificación discordantesobre las pizarras silurianas, que constituyen lamayor parte de Sierra Morena. Dicha caliza hadislocado en parte al terreno hullero por una su-blevación cuya intensidad puede observarse envarios cerros, y principalmente en la sierra deKavaovejo, al S. de Espiel.

La dirección general de las capas es, como ladel eje de la cuenca, de NE. á SO., y su inclina-ción, siempre muy levantada, llega algunas ve-ces á la vertical. La potencia varía aquí entrelímites más distantes que en las cuencas antescitadas, puesto que una de las capas llega á te-ner, si bien excepcionalmente, 40 metros de espe-sor junto al arroyo del Lobo. La hulla se pre-senta como siempre, alternando con capas más ómenos potentes de conglomerados, areniscas ypizarras arcillosas.

La circunstancia de estar atravesada la cuencaen toda su longitud por el ferro-carril de Almor-chon á Córdoba, la pone en fácil y económica co-municación, por un lado, con la línea general deExtremadura, permitiendo ásus productos llegaren buenas condiciones hasta Lisboa y Madrid, ypor otro con la de Andalucía, que les abren losimportantes mercados de Linares, Córdoba y Má-laga, desde donde han de extenderse fácilmentepor todo el litoral del Mediterráneo. Lucha, sinembargo, la cuenca de Espiel y Belmez para sudesarrollo con un obstáculo muy serio, que havenido agravándose de dia en dia por causas queno entra en nuestro propósito examinar; pero queurge hacer desaparecer si se quiere que la indus-tria prospere, y con ella las vías férreas última-mente construidas. Nos referimos á la intermi-nable cuestión sobre la propiedad minera, que

Véa»« el número anterior, pág. 155.

convierte á casi toda la cuenca en un semillero depleitos, del cual se apartan con fundamento loscapitales que podrían encontrar en la explotaciónde la hulla provechosa aplicación.

En la provincia de Sevilla asoma también elterreno hullero en una pequeña extensión al N. deVillanueva del Rio, y desaparece por su partemeridional, ocultándose debajo del terreno ter-ciario. El rio Huesma corre por el eje del criaderoen una dirección de N. á S., y como las capas dehulla presentan en las dos orillas inclinacionesopuestas, se ha comparado su forma general á laquilla de un buque. La proximidad del ferro-carril de Córdoba á Sevilla permitirá á los carbo-nes de Villanueva del Rio aumentar el radio deconsumo á que hasta el dia se han visto reduci-dos, sobre todo si el costo de los mismos es bas-tante bajo para consentir que se entreguen al co-mercio á precios cuya baratura compense las des-ventajas que resultan de sus propiedades, por logeneral poco favorables á ciertos usos industriales.

Si de la provincia de Sevilla pasamos á la deBadajoz, encontraremos en Villagarcía, Puentedel Arco, Los Santos y otros puntos, datos bas-tantes para afirmar que la formación carboníferaque en ellos se presenta no es más que la conti-nuación de la que antes hemos mencionado en laprovincia de Córdoba. En la de Badajoz el terrenohullero, compuesto siempre de los mismos ele-mentos, areniscas, pizarras y carbón, constituyegeneralmente la superficie, aunque no faltan pun-tos en que está recubierto por otros más moder-nos, si bien ligeramente y en corto espacio. Ladirección de las capas se aproxima á la de la lí-nea N.-S., su inclinación se acerca algunas vecesá la horizontal y otras es mayor de 45°, y su po-tencia varía desde O» ,50 hasta tres y aun cua-tro metros. El ferro-carril de Mérida á Sevilla estádestinado á dar vida á estos carbones, cuya ex-plotación no ha empezado todavía de una maneraformal por la dificultad de los trasportes.

En las cercanías de Puertollano y á corta dis-tancia de la línea férrea de Extremadura, se hareconocido recientemente la existencia del terrenohullero, en el cual se han cortado algunas vetasinsignificantes de carbón. La importancifi y ex-tensión de este depósito de combustible no son to-davía fáciles de juzgar por las escasas labores eje-cutadas hasta el dia.

La formación hullera del Mediodía necesita,pues, para su desarrollo, que se resuelvan prontolas complicadas cuestiones legales, surgidas en laparte más interesante, cual es la de Espiel y Bel-mez; que se emprendan con ahinco las labores enVillanueva del Rio, no sólo para reconocer las ca-pas en profundidad, sino también para obtener el

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carbón á precio bg'o; que se construya el ferro-carril de Mórida á Sevilla por lo que se refiere á laprovincia de Badajoz, y se sigan con actividadlas labores de investigación en la de Ciudad-Real.De esta manera, las diferentes cuencas que cons-tituyen la formación del Mediodía entrarán en unperíodo de actividad y animación que contrastaránotablemente con la languidez y falta de vida quehoy se nota más ó menos en todas ellas, puestoque el movimiento de la provincia de Córdoba sereduce á un corto número de explotaciones en lacuenca de Espiel y Belmez.

La verdadera importancia de la formación hu-llera del Nordeste está circunscrita en el dia á laprovincia de Gerona, donde se han hecho ya bas-tantes trabajos para poner de manifiesto las prin-cipales condiciones de aquellos criaderos. La di-rección general de las capas de hulla es de B. á O.y buzan al S. con una inclinación variable, casisiempre superior á 45 grados, presentándose al-gunas veces invertidas, por lo que inducen fácil-mente á errores sobre la estructura estratigráflcade la cuenca. Las capas reconocidas sonennúmerode ocho, y su potencia varía de lm,70 á 9m,80.El ferro-carril de Granollers á San Juan de lasAbadesas, tantas veces emprendido, y sin embar-go no terminado todavía, está destinado á llevará las industriosas poblaciones de Cataluña e! car-bón indígena en sustitución del extranjero quehoy emplean. El adelanto que alcanza la industriaen las provincias catalanas asegura á la hulla deSan Juan de las Abadesas un consumo de impor-tancia, desde el momento en que la facilidad de lostrasportes permita entregarla á precios ventajosospara los industriales, aun teniendo en cuenta lascualidades poco favorables que para determinadosusos presenta en muchas ocasiones.

Siguiendo la vertiente meridional de la cordi-llera pirenaica, se presenta el terreno hullero enla provincia de Lérida, ocupando una superficieconsiderable del partido judicial de Tremp, asícomo en la de Huesca se extiende por los de Bol-taña y Benabarre, sin que hasta ahora se hayanhecho en ninguno de ellos trabajos de entidad,por lo difícil que es encontrar fácil y económicasalida á los productos á causa de la escabrosidaddel suelo y la notable falta de buenas vias de co-municación.

No nos detendremos en la descripción de lacuenca de Juarros, en la provincia de Burgos, por-que hasta ahora no ha ofrecido verdadero interésindustrial; ni tampoco hablaremos de las de He-narejos y de Valdesotos, situadas respectiva-mente en las provincias de Cuenca y Guadalajara,porque su importancia es muy escasa.

TOMO I V .

En resumen, podemos decir que la hulla, pri-mer elemento de vida para la industria moderna,se ha encontrado hasta ahora en 14 provinciasde España, de las cuales sólo la mitad figuranhoy en mayor ó menor escala como productorasde esta clase de combustible, siendo las más im-portantes, bajo todos los puntos de vista, Astu-rias en el Norte, y Córdoba en el Mediodía.

Para comprender ahora el interés que estascuencas ofrecen bajo el punto de vista de la in-dustria nacional, bastará examinar la influenciaque han ejercido en el aumento que los datos es-tadísticos acusan en el consumo de combustible.

En 1850 no se extrajeron de nuestras minasmás que 62.925 toneladas métricas de Iralla,en 1860 la producción fue ya de 820.899 toneladasy en 1870 se elevó á la cifra de 621.832 toneladas,resultando un aumento de 509,98 por 100 en 1860respecto de 1850, y otro de 193,71 por 100 en 1870con relación á 1860.

En los mismos años se importaron á Españarespectivamente 185.491, 452.479 y 566.911 tone-ladas métricas de carbón inglés, cuyas cantida-des presentan un aumento de 243,93 por 100 en elprimer decenio, y otro de 125,29 por 100 en el se-gundo.

Vemos, pues, que á medida que iban creciendolas necesidades de la industria, crecían tambieDy á un tiempo mismo la producción y la impor-tación; pero con la circunstancia favorable de queen la producción el incremento era mucho másrápido y notable que en la entrada de carbones ex-tranjeros. Hay que tener en cuenta, además, quelas exigencias del consumo se han satisfecho y sesatisfacen cada (lia en mayor cantidad con el pro-duct<?que suministran muchas importantes mi-nas de lignito, por lo que, sumando todas las clasesde combustible mineral que se emplean en Espa-ña, podemos decir que el consumo total ha as-cendido en 1850 á 248.416 toneladas métricas,á 792.330 en 1860, y á 1.228.838 en 1870. El in-cremento ha sido, por lo tanto, de 543.914 tonela-das en 1860 y de 43(5.508 toneladas en 1870.

Aunque nuestras estadísticas se publican conun retraso que las quita toda la oportunidad éimportancia que se les concede en los países ver-daderamente industriales y prácticos (1), sabe-mos, por la correspondiente al año 1871 queacaba de publicarse, y por los datos que poseemosrespecto á 1872, que en estos dos años, el consu-mo ha disminuido algo con relación á 1870, nosólo por la menor producción de nuestras minasde hulla, sino también por la disminución que

(1) Inglaterra ha publicado ya la estadística minera de 1875, y un

avance de 1874. Bélgica, Alemania y Francia han hecho lo mismo.

14

4 78 REVISTA EUROPEA. 4 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.° 58

sufrieron las importaciones extranjeras, motiva-das éstas por la crisis carbonera que han sufridolas principales naciones productoras, sobre todoInglaterra, y ocasionadas aquellas por el estadopolítico del país que perturba la marcha orde-nada de la industria, ora dificultando ó imposibi-litando el trabajo, ora impidiendo que los medioseconómicos de trasporte se dediquen al movi-miento de las primeras materias, entre las cualesocupa siempre un lugar preferente el carbón depiedra. Así pues, mientras no vuelva á nuestrotrabajado país la suspirada paz, no hay que espe-rar que continúe en progresión siempre crecientela era de prosperidad en que se encontraba laindustria minera y con especialidad la de la hulla

durante el ano 1870, y harto conseguiremos sihasta que llegue tan anhelado momento se sos-tiene la explotación del combustible mineral áuna altura que difiera poco de la que alcanzó enel referido año. Por de pronto ya hemos dichoque en 1871 hubo una disminución harto sensi-ble, que afortunadamente se recuperó al año si-guiente, y creemos que ha debido sostenerse enlos últimos dos años, si bien nos faltan datosauténticos en que apoyarnos. Los más recientescorresponden, como hemos indicado antes, ácuatro años atrás, y son los que trascribimos ácontinuación.

En la Estadística Minera correspondiente alaño 1871, encontramos el siguiente

ESTADO que resume la situación de la industria hullera en 1871, según los datos oficiales

PROVINCIAS.

Oviedo

Córdoba....

Palencia. . .

Sevilla

León

Gerona

Burgos

Totales..

MINAS.

237

10

32

2

20

3

2

306

SUPERFICIE.

Hectáreas.

19.402

389

1.338

33

1.027

303

41

22.536

Áreas.

19

89

51

53

96

23

9

35

Menoscuadra-

dos.

49

60

72

94

86

49

»

10

NUMERO DE OBREROS.

Hombres.

2.418

850

854

126

58

37

55

4.398

Mujeres.

444

10

>

»

2

»

456

Niños.

516

»

49

»

2

567

MÁQUINAS DEVAPOR.

Número.

10

13

5

2

2

1

»

33

Fuerza encaballos.

179

248

86

70

16

50

649

PRODUCCIÓN.

Quintales métricos.

3.709.672 i

1.192.384 ;

825.055

101.290

33.695

30.980

4.000

5.897.076

Comparando este cuadro con el inserto en laestadística de 1870, se observa en él una baja de321.248 quintales métricos, siendo de notar, quelas provincias de Córdoba y Sevilla, tuvieron unnotable aumento que fue superado, sin embargo,por las bajas de las de Oviedo y Palencia.

Respecto del año 1872 sabemos que las cuencashulleras de la Península produjeron próximamen-te la misma cantidad que en 1870, pero en cambiolas importaciones descendieron á la cifra de472.145 toneladas métricas y el consumo total decombustible no pasó de 1.180.000 toneladas, in-cluyendo, por supuesto, las 44.000 toneladas delignito que produjeron las minas de esta sustan-cia. Este consumo del año 1872 se distribuyó dela siguiente manera, según hemos demostrado enotro lugar (1):

[\] Carbones Minerales de España.—Su importancia, descripción,producción y consumo, por D. Román Oriol, ingeniero del Cuerpo deminas. Madrid, 1873.

Toneladas.

Industria metalúrgica 450.000Explotación de los caminos de hierro 173.058Fabricación del gas del alumbrado... 100.000Marina de guerra 25.140Marina mercante 100.000Industria catalana (en la parte no

comprendida en las partidas ante-riores) 132.465

Industria de la provincia de Burgos(idem, id.) 1 ;253

ídem de la ciudadde Valladolid (idem,idem) 6.637

En las demás industrias no citadas... 191.447

Consumo to ta l . . . 1.180.000Este consumo es sobradamente exiguo para

que nuestras minas de hulla puedan adquirir undesarrollo suficiente y ser comparables siquiera álas de otras naciones, pues sabido es que en elconsumo interior es donde encuentran más fácily oportuna colocación los combustibles minera-

N.°58 R. ORIOL. IMPORTANCIA DE LA HULLA EN ESPAÑA. 479

les. Si la industria de Inglaterra, Bélgica y Fran-cia, y recientemente la de Alemania y los EstadosUnidos de América, no hubiesen adquirido elvuelo que es de todos bien conocido, las cuencashulleras de estas naciones no se hallarían á laaltura en que hoy figuran dentro del cuadro ge-neral de la producción carbonífera. Compárese ladistribución que tuvo el consumo de nuestro paísen 1872, según los detalles antes consignados, conla que tuvo el del Reino Unido de la Gran Bre-taña en 1873 y que á continuación trascribimos,y resultará la insignificancia de nuestras fuerzasen la actualidad para poder sostener dignamenteel parangón con las naciones que ordinariamentese citan como términos de comparación con Es-paña, cuando de carbones se trata.

En 1872, la Gran Bretaña produjo 125.500.000toneladas, de las cuales sólo la siderurgia absor-bió 40 2/3 millones, y en 1873 la producción delas 2.760 minas que estuvieron en trabajos, as-cendió á 129.059.000 toneladas, que se distribu-yeron de la manera siguiente:

Toneladas.

Industria del hierro 35.681.600Motores de la industrial fabril 29.790.800Consumo doméstico 20.370.800Fábricas de gas para el alumbrado. 6.664.900Caminos de hierro 3.850.600Navegación por vapor 3.708.400En otros usos varios Í6.076.300

Consumo interior 116.143.400Exportación 12.915.600Producción total 129.059.000

Para que no se crea que tomamos por términode comparación el país que produce por sí solo enla actualidad el 49 por 100 de la cantidad total decombustible que se consume en el mundo, copia-remos de un excelente trabajo del Sr. Max Goebel,publicado en la conocida Revue univer selle desMines de Cuyper, los siguientes datos sobre elmovimiento carbonero de Bélgica durante los años1872 y 1873.

TONELADAS.

1872. 1873.

Producción 15.658.948 15.713.293Remanente del año an-

terior 800.000 150.000Importación 221.900 684.335

Suma 16.680.848 16.547.628Exportación 5.639.026 5.318.027

Quedó en el interior.... 11.041.822 11.229.601Existenciaenfindcaño. 150.000 300.000

Consumo interior 10.891.822 10.929.001

Vemos, pues, que relativamente considerada laimportancia de nuestra industria hullera es hartoinsignificante; pero esto no quiere decir de nin-guna manera que nuestros depósitos de hulla ca-rezcan de verdadero interés para el desarrollo yporvenir de la industria nacional; antes al contra-rio, tales como son, los criaderos de combustibleque poseemos pueden y deben bastar para satis-facer en una dilatada serie de años las necesida-des del consumo interior, aunque este aumenteen la proporción necesaria, para poder figurardignamente en el cuadro del consumo general.Para conseguir este incremento, que traería comoconsecuencia inmediata una actividad descono-cida en nuestras cuencas carboníferas, es precisodar un impulso extraordinario á todas las indus-trias, y notoriamente á la metalurgia, llamada áadquirir un desarrollo considerable, merced á laabundancia, riqueza y variedad de nuestros cria-deros metalíferos. No de otra manera ha obtenidoAlemania el segundo lugar en la producción car-bonera: con el rápido desenvolvimiento de suindustria, y sobre todo con las colosales propor-ciones que en estos últimos años han alcanzadolas fabricaciones de hierro y acero, así como lasde azúcar y productos químicos, se ha elevadoen 1872 á 48 millones de toneladas, la cifra de laproducion alemana que en 1867 no pasaba de28 millones de toneladas.

Verdad es que España no se encuentra por des-gracia en situación propicia para dar hoy esteimpulso á su industria; pero cuando la paz y latranquilidad reinen en nuestra patria, para locual hacemos los votos más fervientes, cuandovuelvan á su cauce natural las fuerzas todas delpaís, así las materiales como las intelectuales,hoy Aupadas ó preocupadas por los asuntos mi-litares, cuando los capitales y el espíritu deasociación se dirijan con ahinco á desenvolver lasverdaderas fuentes de la riqueza pública, podre-mos repetir, con relación á España, y llenos de feen el porvenir industrial de nuestro país, las si-guientes palabras con que, refiriéndose á la Re-pública francesa, comienza el ilustrado ingeniero,Sr. Burat, su obra titulada: Siíuation de Pindus-trie houülere en 1872, y con las que terminamosnosotros este ligero estudio sobre la hulla es-pañola.

«Francia, dice, ha entrado en un nuevo período.Necesita reparar las ruinas de una guerra desas-trosa y reconquistar en Europa el rango que haperdido.

»Le sucede á una nación lo que á un simpleparticular: sólo por el trabajo es posible que re-pare sus pérdidas. Francia debe, pues, prepararseá emprender de nuevo y con más actividad que

180 REVISTA EUROPEA .—4 DE ABRIL DE 1875. N.° 58

nunca los trabajos de la industria y de la agricul-tura y entrar otra vez en la lucha del comercioeuropeo. El ejemplo de la América del Nortedebe hacemos esperar el éxito más feliz: despuésde una guerra harto funesta, ha podido dichanación restablecer su crédito en el espacio de seisaños dando á su producción y á su comercio unaimpulsión enérgica y reparadora.

«Francia seguirá, lo esperamos, el ejemplo deAmérica. Como ella, debe repudiar las utopiaseconómicas lo mismo que las sociales y seguirla senda del trabajo, que es la única qus puedesalvarla».—Este camino es también el único quepuede salvar á España y urge que se emprendacuanto antes con paso firme y seguro.

ROMÁN ORIOL,Ingeniero de Minas.

LA INSTRUCCIÓN PRIMARIA EN AUSTRIA.

IOS JARDINES FRCEBET,.

Si el niño, privado de los cuidados de su madre, en-cuentra en las inclusas asilo y protección durante losdos ó tres primeros años de su vida, y si desde lossiete incumbe á la escuela de primeras letras su desar-rollo intelectual, puede preguntarse, no sin razón,por qué el niño, cuya suerte se procura asegurar hastala edad de cuatro años y á partir de los siete, se en-cuentra abandonado durante un período trienal de suexistencia, periodo tan importante para su pequeñocuerpo, que está creciendo, y para su joven espíritu,que empieza á despertar.

Hace largo tiempo que ocurrió la idea de remediareste grave inconveniente. Pestalozzi había hablado yaen sus obras (1) de un establecimiento que él conce-bía como destinado á preceder á la escuela y á recibirdurante el día á los niños cuyos padres no pudierancuidar de ellos.

En 1779 realizó este proyecto Mr. Oberün, pastoren Waldbach, aldea de Alsacia, y posteriormente en1802 la princesa Paulina de Detmold. Pero el honor dehaber propagado en grande escala la institución emi-nentemente útil de los infant schools correspondeá los ingleses, deseosos de ayudar á la progenitura desus numerosas poblaciones obreras.

Los informes y descripciones relativos á estos esta-blecimientos, traducidos en alemán, inspiraron grandeardor á los filántropos de Alemania, y en 1819 sefundó en Berlín una casa-asilo para niños hasta laedad de cinco años.

(1) Lienhard et Cfertruie.

Favorecidos por todos los Gobiernos ó impuestospor algunos, multiplicáronse los asilos de los niños entoda Alemania, y tuvieron el importante resultado dodisminuir en una proporción notable su mortandad,al trasladarlos, de condiciones ordinariamente funes-tas, á una atmósfera sana y apropiada á sus nece-sidades.

Las casas de asilo han sido creadas, desarrolladasy dirigidas en Francia por Mme. Pape-Carpentier,Mme. Delon y otras señoras, que durante larga seriode años han prestado señalados servicios a la primeraedad, dotando estos establecimientos de un personalhábil y de una literatura especial.

La primera casa de asilo se fundó en Austria en 1830en uno de los barrios de la capital, siendo frecuentadadesde el primer año por 160 niños. Sucesivamente secrearon otros establecimientos, y la ciudad de Vienaen 1871 contaba 20 asilos, con 60 maestras y 3.710niños alumnos de ambos sexos. En las provincias sehabían organizado 181 asilos, confiados á la direcciónde ¡590 maestras, y donde acudían más de 17,000 ni-ños de corta edad.

Para dar idea de la importancia, siempre creciente,de estos asilos, basta decir que en el período de 1880á 1871 el número de establecimientos se ha elevadode 70 á 201, y el de los niños acogidos, de 6.841á 20.774.

Los asilos en Austria eran hasta 1872 empresas pri-vadas, es decir, que el listado no se ocupaba del nom-bramiento del personal de vigilancia y de instrucción.Las sociedades ó los individuos encargados de instalarestas escuelas confiaban ordinariamente las funcionesde maestras á personas que, exceptuando un granfondo de natural dulzura, careefen de las facultadesindispensables para desempeñar funciones tan delica-das y difíciles. Otra circunstancia también sensibleera la insuficiencia numérica del personal. En Viena,por ejemplo, 3.710 niños eran vigilados por 60 perso-nas; cada maestra tenía que ocuparse de 62 niños, ycomo en el número de las 60 personas figuraban al -gunas damas patronas é inspectoras, que no tomabanparte activa en los cuidados que debían darse á susprotegidos, puede adoptarse la cifra 100 como términomedio del número de niños confiados á cada maestra.

Compréndese fácilmente que en tales condicioneslos asilos, si bien libraban á muchos padres pobres deuna pesada carga, no proporcionaban á los principalesinteresados, á los niños, los servicios que ae ellospodían esperarse.

Esto es lo que comprendió Federico Froebel, queen 1840 inauguró el primer jardín de niños, estable-cimiento modelo para la preparación de los futurosdiscípulos de ia escuela primaria, llamado así porquee! fundador no admitía el asilo í>in jardín, y porque,gracias á este nombre simbólico, quería indicar quelos niños necesitan esa solicitud racional y continua

N.° 58 E. WIENER. LA INSTRUCCIÓN PRIMARIA EN AUSTRIA. 181

que se prodiga á sus semejantes en otro reino, el delas plantas.

Las ocupaciones ordinarias adoptadas por Froebel ypor los que han seguido su método son: la jardinería,para dar á los niños una idea de las funciones de lanaturaleza y hacerlos conocer las plantas más usuales;los ejercicios gimnásticos; diversos juegos que exigenun movimiento continuo, acompañados con frecuen-cia de varios cantos; las construcciones en ma-dera por medio de las figuras esenciales de la geome-tría en el espacio; los ejercicios de cálculo por mediode varillas, á las cuales se unen guisantes secos hin-chados en agua; los dibujos en pizarras. Además seejercitan los niños en rescortar diversos objetos enpapel de color, en hacer trenza y en cosor, ejerci-cios todos destinados á fortificar el cuerpo, á facilitarel golpe de vista, la seguridad de la mano y él sentidoplástico. Las numerosas láminas que con frecuenciase les ponen á la vista sirven de motivo á explicacio-nes útiles é interesantes.

Se ve, por lo que precede, que no puede encargarseá cualquiera que desempeñe útilmente estas funcionescomplicadas y fatigosas.

Comprendiendo la importancia de los servicios quelos jardines Frcebel, bien organizados y metódica-mente dirigidos, estaban llamados á prestar á los niñosde corta edad, el ministro de Instrucción pública enAustria, doctor Stremayr, les ha dalo base sólida,adoptando una serie de disposiciones acerca de su ob-jeto y de las condiciones de capacidad quo deben exi-girse á los profesores.

Conforme á estas disposiciones, so distinguen dosespecies de jardines Froebol: los jardines públicos,fundados por el Estado ó por los municipios, y losjardines privados, fundados y dirigidos por particula-res, que deben justificar su capacidad pedagógica. Lainspección de estos jardines incumbe á los inspectoresde enseñanza primaria, á quienes puede unirse unacomisión de señoras encargadas de la inspección in-mediata y continua. Muchos de estos establecimientosestán reunMos á escuelas primarias. Una maestra sólopuede encargarse de la vigilancia de 40 niños á lo'más. Los niños permanecen un mínimun de cinco ho-ras pordia en el establecimiento, y pueden, á peticiónde sus padres, pasar allí todo el dia, comiendo dentrode él. Deseando formar un personal capaz de dirigirbien los jardines Froebel, el ministro ha creado enmuchas escuelas normales cursos especiales para maes-tras destinadas á estos jardines (Kindergartnerinnen).Puoile decirse que Austria en sus últimos tiempos hahecho los mayores esfuerzos para ponerse á la alturade Alemania, que posee jardines Frffibel hasta en laslocalidades más insignificantes, aumentado rápida-mente los de nueva creación, que contienen de 40 á100 niños, por quien-s, gracias'á las dotaciones quereciben estos establecimientos, y que con frecuencia

son considerables, sólo se paga de ordinario la pequeñasuma de 25 á 80 céntimos por semana. Merece especialmención el jardin Froebel fundado en Kufstein, en elTyrol, pais clerical, donde las leyes sobre la instruc-ción pública se aclimatan difícilmente.

En muchos establecimientos industriales se hanestablecido también jardines de esta clase para los ni-ños de los trabajadores empleados en sus fábricas, ygracias al concurso más ó monos general de todas lasclases, puede esperarse que, dentro de algunos años, lamayoría de lo - niños de quienes no pueden ocuparse enla casa paterna, encontrarán en los jardines Froebel loscuidados que sus necesidades materiales exigen, y almismo tiempo la solicitud, cuya falta detiene con fre-cuencia el desarrollo moral ó intelectual. Añadiremos,para los que dudan aún de la eminente utilidad de es-tos establecimientos y de su superioridad, respecto álas simples casas de asilo, que los jardines Froebel,lejos de dar una enseñanza teórica, pedantesca y másá propósito para que los niños tengan aversión quecariño al estudio, tienen por único objeto ocupar ásus pensionistas de un modo á la vez útil y agrada-ble, cultivando en ellos los buenos instintos y prepa-rando sus inteligencias á todas las enseñanzas, sindarles, por decirlo así, ninguna. Estas son sus múl-tiples é incontestables ventajas, y nadie pondrá enduda que los numerosos accidentes de que con fre-cuencia son víctimas los niños, no ocurrirían si, en vezde abandonarlos á sí mismos y á la holganza, en vezde confiarlos á la guarda do criados ignorantes y confrecuencia brutales (gracias á la instrucción insufi-ciente que han recibido), los padres de escasos recur-sos pecuniarios condujeran sus hijos á estos asilosperfeccionados, cuya estancia es tan provechosa parael presente y para el porvenir de los niños.

Los jardines Froebel han tenido el mejor éxito encuantaspartes se han creado, y debe esperarse que seextenderán pronto á todas las naciónos civilizadas,proporcionando á los niños, antes de la primera épocaclimatérica de su existencia, los mismos servicios quela escuela de instrucción primaria está llamada á pres-tarles, Á partir de esta época.

II.

LA ESCUELA DE INSTRUCCIÓN PRIMARIA.

Antes de la guerra de sucesión en Austria, las dospalabras, instrucción pública, eran completamentedesconocidas, por la sencilla razón de que no corres-pondían á ninguna cosa existente.

María Teresa fue la primera que comprendió al pa-pel que debía desempeñar el Estado, respecto á lasnecesidades materiales é intelectuales de los ciudada-nos. H sta su advenimiento había ejercido la Iglesiaen la vida de los subditos un imperio tan absoluto,que nadie soñaba en disputarle el pleno goce de un

182 REVISTA EUROPEA. 4 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.°58

monopolio cuya importancia no apreciaba entoncesel público. Hasta mediados del último siglo no se en-cargó á los empleados de la nación de organizar, des-arrollar y vigilar la educación de la juventud. Des-pués de haber creado una comisión áulica de estudios,instituyó la emperatriz un consejo superior en Vienay consejos de estudios en todas las provincias, cuandola supresión de la Orden de los jesuítas en 1773, en-cargando al mismo tiempo á inspectores especiales lavigilancia de los directores de las escuelas de primeraenseñanza, y de ¡os curas que dirigían las elementales.

Juzgando estas bases incompletas, derribó el em-perador José II el edificio universitario y confió laadministración escolar á las prefecturas que debíanejercer su mandato por medio de inspectores genera-les y de comisarios de escuelas. Hasta 1804 los ins-pectores eran seglares, á excepción de los de Viena yPraga.

Los gimnasios estaban dirigidos por prefectos, bajolas órdenes de los directores de provincia. Durante elreinado de Leopoldo II, hermano y sucesor de José,se hicieron nuevos esfuerzos para dar á la enseñanzaimportante y poderosa organización.

Creóse una asamblea de profesores en cada facul-tad en cada gimnasio, y hasta en cada escuela nor-mal. Las asambleas de cada provincia se subordinaroná los congresos de Estudios, que residían en las res-pectivas capitales y que estaban formados de losmiembro? más competentes del cuerpo de instrucciónpública. Sólo las escuelas de primera enseñanza yelementales, quedaron sometidas al antiguo régimeny dirigidas por comisarios.

Pero apenas se había decretado esta nueva organi-zación, cuando por efecto de los temores que inspiróla revolución francesa, se abandonó e! nuevo caminoantes del tiempo necesario para conocer los resulta-rlos. ¡A tai punto llegó á perturbar el ánimo de loshombres políticos las consecuencias que pudiera tenerla demasiada libertad en la educación de la juventud!Bfljo el reinado de Francisco I, encargado el canci-ller conde de Rottenhann por el emperador de redac-tar un informe sobre la instrucción pública, y te-miendo ante todo un exceso de educación popular,rechazó por completo la autonomía del cuerpo deenseñanza. Reservó exclusivamente al Estado caantoconcierne á la administración de las escuelas, y aunla solución de las cuestiones pedagógicas, fijando elprincipio de que «sólo el Estado podía distribuirncertadamente los tesoros de la ciencia, lo mismoque todos los demás goces de la vida social.» Fun-dada en esta caprichosa base, se instituyó en 1795una comisión de revisión de estudios, que reformó, ómejor dicho, destruyó todo el sistema establecido.l'.n 1808 fue restablecida la comisión áulica, bajo lapresidencia del canciller del imperio, dirigiendo desdeentonces la cultura intelectual de Austria y encar-

gando á empleados eclesiásticos la inspección y lapolicía de las escuelas. Devuelta al clero la direcciónde las Universidades, de los liceos, y sobre todo delas escuelas de primera enseñanza, estos estableci-mientos quedaron bajo la vigilancia superior de losconsistorios episcopales, especialmente encargados«de impeJir que la enseñanza atacase la pureza de lafe católica» (decreto imperial de 23 de Julio de 1808).

Dicho estado de cosas duró hasta 1848, y mientrasque en casi todos los pueblos de la Europa occidentaly central se verificaba un desarrollo lento, pero segu-ro, este largo periodo de cerca de medio siglo se-ñala en Austria una estancación, una inmovilidadcompleta.

Un renacimiento próximo parecía allí tanto menosprobable, cuanto que las nuevas generaciones habíancrecido en medio de este entorpecimiento de los es-píritus, resultado de un sistema de dependencia es-trecha y abr-oluta. Tal era la situación en que se en-contraba Austria cuando la revolución de 1848 echópor tierra el viejo edificio social. Rompiendo resuel-tamente con la tradición semi-secular, creó en el mesde Marzo el gobierno imperial un ministerio de ins-trucción pública, que en 1849 fue encargado de la ad-ministración de los cultos.

Confióse de nuevo la dirección de las universida-des y de los gimnasios á asambleas de profesores re-unidos, y la administración de cada facultad al claus-tro de profesores que presidía el decano.

Pero las escuelas de primera enseñanza tuvieronaún que sufrir otra crisis, cuando el concordato fir-mado entre el gobierno imperial y la santa Sede en1855, estableció que esta enseñanza correspondía á laautoridad espiritual.

Todas las conquistas liberales de los últimos añosaparecieron de nuevo comprometidas, y al poco tiempoel poder del clero, en todo lo que á la insiruecionconcierne, era tan absoluto, que en 1860 fue abolidoel ministerio de instrucción pública y de cultos, ydevuelto al ministerio de Estado lo que restaba de susantiguas atribuciones.

No se volvió á emprender la vía del progreso hasta1867, despoes de la separación administrativa deAustria y de Hungría. En esta época se restableció elministerio de Instrucción pública y de Cultos, y unaley promulgada en 1868 arregló definitivamente lasrelaciones entre la Iglesia y la Escuela, desidiendo que.el clero sólo dirigiría la instrucción religiosa, y queaun en el ejercicio de estas atribuciones le vigilaríael Estado. Rajo la influencia del régimen establecidopor esta ley, debida al ministro de Instrucción pú-blica y de Cultos, M. de Stremayr, y á cuya promul-gación siguió en 1870 la abolición del concordato, sehan realizado en la enseñanza en general, y en la en-señanza privada en particular, las últimas reformasque reclamaba la opinión pública.

N.°58 E. WIENER. LA INSTRUCCIÓN PRIMARIA EN AUSTRIA. 183

Austria está hoy dividida en 363 distritos escolares,teniendo cada uno de ellos un consejo encargado dala dirección do todas las escuelas del distrito, bajo lavigilancia del consejo provincial. El mantenimientode cada escuela está á cargo del municipio. Sin em-bargo, el distrito, la provincia ó el Estado, concedencon frecuencia una subvención. Los cursos para losmaestros comprenden cuatro años de estudio y songratuitos para los oyentes. El Estado paga todos losgastos y concede numerosas becas. La vacante de unacátedra debe anunciarse públicamente para que todo.individuo que tenga los títulos necesarios pueda pre-sentarlos y tomar parte en el concurso. Los nombra-mientos los hace el consejo escolar interesado y no laautoridad central.

Cada escuela tiene una biblioteca, dividida en biblio-teca de los discipulos y biblioteca del maestro; uuacolección de objetos destinados á hacer la enseñanzamás clara ó interesante, un gimnasio, un jardin y uncampo destinado á los experimentos agrícolas.

Por medio de reglamentos minuciosos están deter-minados el emplazamiento de las escuelas, las dimen-siones de las clases, la disposición de los bancos ycuanto concierne á la instalación material de estosestablecimientos.

No hay escuela alguna pública que esté exclusiva-mente destinada á los fieles de una religión, siendoadmitidos con completa igualdad los maestros y losdiscípulos de los diversos cultos. La instrucción reli-giosa la dan los ministros de cada religión.

Las maestras no pueden tener clases de niños quepasen de diez años.

En 1872 había en Austria 40 escuelas normales paramaestros, con 381 profesores y 1.978 oyentes, todosseglares. Las escuelas normales para maestras, ascen-dían á 19, dirigidas por un personal de enseñanza de210 empleados, y frecuentadas por 1.307 discípulas,16 de ellas religiosas.

Esta es aproximadamente la situación que la primeraenseñanza tiene hoy dia en Austria.

No se han realizado las recientes reformas sin queel partido nacional federal en Bohemia y el partidoclerical en Tyrol, en el Vorarlberg y en la alta Austriahayan intentado un último, pero impotente, esfuerzopara detenerlas, ó al menos retardarlas; esfuerzo quese ha estrellado contra la tendencia general del país yla inquebrantable firmeza del gobierno.

Estando hoy dia la instrucción sólidamente estable-cida, importa examinar con alguna detención su ca-rácter general, el método y la ejecución práctica.

El sistema de la centralización absoluta adoptadoen la instrucción pública en Francia, ha tenido el re-sultado de producir una gran uniformidad en todo loque concierne á la organización y policía de las es-cuelas, ala redacción de los programas de enseñanza,al nombramiento, ascenso, y en cierto modo á la re-

tribución de los maestros. Todo está previsto, regla-mentado y vigilado por la autoridad central.

En Austria no sucede nada parecido á esto. De unconcurso do circunstancias particulares, que expon-dremos con rapidez, resulta naturalmente la mayorvariedad en las cosas relativas á la enseñanza.

En primer lugar, los maestros en las diversas pro-vincias explican en diez dialectos distintos, y en losdistritos políglotas en una misma escuela hay cursosen dos y hasta en tres idiomas.

Además, según antes hemos dicho, sólo hay cortonúmero de establecimientos de enseñanza creados ymantenidos por el Estado, pues ordinariamente in-cumbe al municipio esta carga (como en Francia). Es,pues, evidente, que las comarcas donde existen tradi-ciones, costumbres y necesidades distintas, y que seven obligadas á abonar los gastos de cierto númerode escuelas (número fijado por la ley), procuran a)menos dar á estos establecimientos una organizaciónconforme á las necesidades y proporcionada á los re-cursos de la localidad. Seguramente, los principiosfijados por el ministro se observan en todas partes;pero es imposible dar á la escuela de primera ense-ñanza un tipo común á toda el Austria.

Cada escuela tiene su carácter local, y si sufrequizá algo la uniformidad administrativa con esta di-versidad, los discípulos encuentran en cambio ven-tajas incontestables. La escuela de primera enseñanzano tiene número determinado de clases; cosa natural,poique hay pueblos de algunos centenares de habi-tantes que envían á la escuela corto número de niños,y no tienen recursos para más de un maestro. Comoéste no puede desempeñar varias clases á la ve/., seve obligado á sepqrar á los discípulos en dos catego-rías, poniendo en la primera los niños de menos dediez años, y en la segunda á los que pasan de dichaedad.'siin tales condiciones no pueden separarse ambossexos.

Si el número de discípulos llega á 80, es obligatorioel nombramiento de un segundo maestro.

Cuando se trata de un pueblo importante ó deuna ciudad, la organización de la escuela es muchomás completa bajo todos los puntos de vista. El nú-mero de clases se fija en cinco, y las clases de niñasestán, ó en salas especiales, ó en edificios separados.El sistema americano, que prescinde de la diferenciade sexos, no ha sido, como se ve, admitido en Austria.

Las materias de enseñanza están designadas de unmodo general en el programa oficial. Comprenden,además de la instrucción religiosa que dan los minis-tros de cada culto, el estudio de la lengua patria y lasnociones esenciales de historia natural, de historia yde geografía nacionales, de escritura, de cambio y degimnasia.

En las escuelas de niñas hay además la enseñanzade trabajos de aguja y de ocupaciones caseras. Las

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materias que han de enseñarse no tienen mayor clasi-ficación. Cada maestro puede emplear el método quemejor le parezca; pero no so admiteu los libros sinocuando han obtenido la aprobación del ministro ó deun consejo escolar.

El programa de cada escuela so ajusta además alcarácter local de que antes hemos hablado. En lascomarcas donde el cultivo de la vid, de los árbolesfrutales, del gusano de la seda ó la apicultura tienengrande importancia, el maestro debe dar á sus discí-pulos los conocimientos especiales en estas materias,que serán para ellos, al salir de la escuela, de utilidaddirecta y práctica.

En vista de esta enseñanza especial que posee grannúmero de escuelas, además del jardín tienen un pe-dazo de terreno, llamado campo de experimentos,donde los niños pueden ver de cerca y producir por simismos los hechos cuyas leyes naturales van á es-tudiar.

El número de horas de clase obligatorio para cadamaestro, puede llegar á treinta por semana. En laslocalidades donde no hay sacerdote que dirija la ins-trucción religiosa, el maestro de escuela, con la apro-bación de la autoridad eclesiástica, puede ser encarga-do de olla.

Además de las escuelas primarias propiamente di-chas existen escuelas medias (Bilrgeischukn), que sedividen en dos categorías.

1.' Las que se componen de tres clases y que soncontinuación de la escuela de instrucción primaria.

2." Las que tienen ocho clases, destinadas lascinco primeras á la enseñansa primaria.

Nos ocuparemos sólo de los tres últimos años quedeben completar la instrucción dada en las escuelasde primera enseñanza, y que principalmente se diri-gen á los niños pertenecientes á la clase media, de losindustriales de segundo orden y de los comerciantes;niños que necesitan una instrucción bastante completapara pasar á una escuela secundaria.

El progama de estos establecimientos comprende,además de la enseñanza primaria, ios conocimientosgenerales de historia y de geografía, de historia natu-ral, de física y de geometría, ejercicios de estilo, tene-duría de libros y dioujo.

En las escuelas medias que, según se ve, se dirigen¡i un público menos numeroso, y dan una enseñanzamás compleja que las escuelas de instrucción prima-ria, encontramos naturalmente más uniformidad queen estas últimas. Dicha circunstancia se explica, sobretodo, por el hecho de que estos establecimientos sóloexisten en las ciudades importantes.

Digamos algo acerca de las asignaciones de los pro-fesores de estas dos categorías de establecimientos.

Los sueldos de los maestros de primeras letras va-rían en las diferentes provincias, de 660 á 1.760 pese-tas; los de los maestros de las escuelas medias, de

1 .100 á 1.980 pesetas. Cada cinco años de servicio soaumenta el sueldo en 10 por 100, hasta llegar á lostreinta años de servicio. El maestro encargado de ladirección de una escuela recibe un suplemento do 110á 660 pesetns, teniendo además casa ó indemnizaciónpara gastos de casa. Lo mismo sucede con todos losmaestros en muchas provincias. Los vicemaestros ópasantes tienen de 440 á 880 pesetas.

Las maestras en cinco provincias se encuentran enla misma condición que los maestros: en las otras reciben á razón de el 80, 78 ó 60 por 100 del sueldo desus colegas.

El maestro que se jubila ó retira después de diezaños de servicio, recibe una suma igual á su sueldoen los tres últimos semestres. A partir del undécimoaño tiene derecho á un retiro igual á la tercera partede su sueldo. Esta pensión aumenta en una octavaparte cada cinco años.

A los cuarenta años de servicio (en Galitzia á lostreinta y cinco) el retiro es igual al sueldo.

La viuda de un maestro tiene derecho á una pen-sión igual á la tercera parte del sueldo de su marido.Los huérfanos reciben una subvención hasta que cum-plen veinte años.

El maestro tiene en su sueldo un descuento de 10por 100 el primer año, y de 2 por 100 en los años si-guientes.

El emperador José II estableció la instrucción obli-gatoria en 1781, y los padres debían, bajo pena demulta, enviar sus hijos á la escuela dosde los seis álos doce años. Al mismo tiempo se autorizaron lasescuelas protestantes y las israelitas. Para demostrarel celo que desplegó este emperador, baste decir queen Bohemia, por ejemplo, el número de escuelas deinstrucción primaria desde 1780 á 1790 se elevó de1.933 á 2.285, aumentando los alumnos en un ISOpor 100.

El siguiente cuadro da idea de los progresos quela instrucción primaria ha continuado haciendo eneste siglo.

AÑOS.

1828

1847

1865

Número

de

escuelas.

11.075

12.648

14.006

Número demaestros,

maestras ypasantes.

16.228

19.607

53.280(1)

NUMERO DE DISCÍPULOS.

Niños.

649.950

759.134

881.366

Ñiflas.

551.978

675.124

788.340

Total.

1.201.928

1.434.258

t.669.706

Délos 1.669.706 alumnos que asistían á las escuelasen 1868, 338.247 estaban exceptuados de todo gasto. La suma pagada por los otros ascendía á 2.191.867florines, lo que arroja florín y medio, ó sean unas tres

(1) Beeílos 11.381 eclesiásticos.

N.°58 E. WIENfiR. LA INSTRUCCIÓN PRIMARIA EN AUSTRIA. 4 88

pesetas por discípulo y por ano. Aunque la retribuciónexigida en las diversas provincias no sea igual, y portanto la cantidad de tres pesetas no indique exacta-mente lo que entrega cada discípulo, creemos deberdar este término medio para demostrar, que si la en-señanza primaria en Austria no es gratuita, le faltapoco.

Además de las escuelas de primera enseñanza exis-ten las escuelas de repaso destinadas á los jóvenes deambos sexos de menos de diez y ocho años (1).

En 186S tenían la obligación de asistir á las escue-las de repaso 933.02S individuos, y sólo la cumplían677.498, de los cuales 8.078 asistían á las clases depor la noche en los dias de trabajo, haciéndolo los de-más á las clases de los domingos.

En el mismo año existían, además délas 14.006escuelas de instrucción primaria, 11.719 escuelas derepaso; 3.100 escuelas para enseñar el cultivo de losárboles frutales y la horticultura; 482 para la agri-cultura; 299 para la sericultura, y 1.037 escuelas in-dustriales.

Para asegurar el cumplimiento de la ley sobre ins-trucción obligatoria, la autoridad escolar de cada lo-calidad forma listas con los nombres de todos losniños que están en edad de ir á la escuela; los padresque no hacen inscribir á sus hijos en estas listas óque dan informes falsos acerca de su edad, incurrenen pena de multa y aun en la de prisión por algunosdias.

Las estadísticas oficiales publicadas hace algunosaños, presentan cifras muy satisfactorias acerca de laasistencia á las escuelas de primera enseñanza. Esteresultado es menos favorable en los últimos tiempos,lo cual se explica hasta cierto punto por la prolongadaduración de la enseñanza obligatoria, aumentada deseis á ocho años. Los alumnos de trece y de catorceaños son los que demuestran menos regularidad en laasistencia, ó influyen desfavorablemente en las cifrasproporcionales: de cada 100 niños en edad de ir ála escuela (de siete á catorce años), sólo 87 (la pro-porción exacta es de 87,3) cumplen este deber. Tales el término medio. Las diferentes provincias parti-cipan de esta proporción del modo siguiente:

Voralberg 89,7Tirol 87,7Salzburgo 81,3Alta Austria- 80,6Moravia 77,6Bohemia 76,6Baja Austria 77,1Silesia 70,9Carniola 62,9Carinthia 88,1Styria 86,4

(1) En varias provincias, la obligación de fre-cuentar las escuelas de repaso cesa á los quinceaños.

TOMO iv.

Trieste 80,6Goritz... 70,8Istria 37,2Galitzia 19,7Dalmacia 16, SBukowina 16,0

Se ve, pues, que si en el Voralberg las nueve dé-cimas partes del número de niños de siete á catorceaños de edad reciben instrucción primaria, en la Bu-kowina apenas se encuentra en este caso la sextaparte (1).

Debemos mencionar una institución, más que secu-lar, debida á María Teresa. La emperatriz encargó en1772 á una comisión especial la elección, impresión \venta de los libros de enseñanza (2;.

Esta venta no constituía recurso alguno para elEstado, y el precio de los libros representaba tan sólolos gastos de papel y de impresión (3).

Las publicaciones hechas por esta comisión espe-cial lo están en las lenguas alemana, italiana, bohe-mia, ruthenia, croata, serbia, slovena, húngara, iliriay hebrea.

El número de ejemplares que se imprimen anual-mente es muy considerable. En 1860 ascendía é2.213.910, correspondientes á 828 obras vendidas.

En 1870 este número se había elevado á 638, perola venta de ejemplares sólo era de 1.623.829. Estadisminución sobrevino á causa de la nueva ley de 1869sobre las escuelas de instrucción primaria, ley queabolió el privilegio de las publicaciones, autorizandoel uso de todos los libros que hubiesen obtenido laaprobación del ministro ó del consejo escolar del dis-trito.

(1) Resulta de este cuadro un hecho intere-sante, cual ea que las provincias que figuran alfrente de esta lista, son precisamente aquellas enque el clero ha ejercido en todas las épocas ma-yor influencia. Este fenómeno extraño en la apa-riencia se explica, sin embargo, de un modo muysencillo.

El clero, en la época en que dirigía la instruc-ción pública, procuraba llevar á las escuelas elmayor número posible de niños para educarlosconforme á sus principios; así, pues, cuanto máscatólico era el país, más considerable era el nú-mero de alumnos. Ahora bien, cuando la instruc-ción pública se confió definitivamente á maestrosseglares, las provincias donde existía la costum-bre de enviar los niños á la escuela, continuaronteniéndola, resultando que el clero había obtenidoen estas comarcas lo que los esfuerzos más inte-ligentes y más continuos no han podido conse-guir en otras.

(2) En 1788 se extendió este privilegio á loslibros de clase de los liceos, extensión que cesóen 1850.

(3) Creemos útil indicar algunos de estos pre-cios. El primer libro de lectura (cartilla) cuesta10 céntimos; el libro de ejercicios ilustrado 15céntimos, y el catecismo 18 céntimos.

15

186 REVISTA EUROPEA.—4 DE ABRIL DE 1 8 7 5 . N.° 58

La comisión da gratuitamente gran número deejemplares para los niños pobres. El v:ilor de estos li-bros es siempre igual á la cuarta parte del valor delos libros vendidos el año precedente (1).

A pesar de lo módico del precio y del gran númerode ejemplares repartidos gratis, la comisión de publi-caciones escolares consigue excedentes de ingresosque en los diez últimos años han fluctuado entre 29.000y 6D.0OO florines. Estas sumas son repartidas entrelas escuelas modelos, y aumentan las dotaciones dedichos establecimientos.

lian trascurrido cinco años desde que se puso envigor la nueva ley sobre las escuelas de instrucciónprimaria, y en esta grande obra de reorganización,como debía esperarse, han surgido por todas parteslos obstáculos y las dificultades.

Si de un lado el desarrollo agrícola é industrial deAustria ha aligerado los sacrificios pecuniarios exi-gidos por la extensión dada á la instrucccion prima-ria, de otro las ocupaciones remuneradas han llegadoá ser tan numerosas, que es casi imposible tener elnúmero necesario da maestros.

Como sucede siempre en toda reforma profunda yuniversal, la instrucción primaria ha entrado, despuésde la promulgación de la ley de 1869, en un períodode transición, que aun hoy no ha sido reemplazadopor una situación definitiva.

Los nuevos principios consagrados por esta ley, seaclimatan con más ó monos facilidad en las diferentesprovincias, según la disposición de ánimo y la prospe-ridad material de las poblaciones.

Fácil es comprobar que muchas escuelas de primeraenseñanza en Austria rivalizan por la asiduidad delos alumnos, la extensión de los programas y los re-sultados de los estudios, con los mejores estableci-mientos conocidos; al paso que en algunos distritos, áconsecuencia de una reunión de circunstancias pocopropicias, la escuela da trabajosamente una instruc-ción incompleta.

Resulta, sin embargo, délos informes délos ins-pectores, que en casi todas las escuelas se enseñanperfectamente la escritura, el cálculo y el dibujo, yque bajo el punto de vista pedagógico el progreso esgeneral y notable. Es positivo que en muchas locali-dades deja el método bastante que desear, pero sóloes un inconveniente pasajero, pues los nuevos maes-tros que salen de las escuelas normales reorganiza-das, tienen sólida instrucción, y apartándose de lasmalínstradiciones y déla rutina, introducen en la en-señanza la iniciativa enérgica y fecunda de sus gene-rosas aspiraciones.

En resumen de lo dicho, podemos deducir las si-

(1) Los libros proporcionados gratuitamenteimportaron en 1871, 177.000 pesetas, ven 1872,187.C00.

guientes consecuencias: en todo pueblo ó aldea quetenga 40 niños en edad de ir á ¡a escuela, es obliga-toria la creación de un establecimiento de esta cla-se (1). Se toman las disposiciones más severas paraobligar á los padres á que envíen á la escuela á sushijos.

Los maestros son por regla general, y serán prontosin excepción alguna, personas instruidas, capaces dedesempeñar bien sus atribuciones, puesto que des-pués de cuatro años de estudio en la escuela normal yde ser aprobados en el examen, se ejercitan durantedos años en diversas escuelas de primera enseñanza,para demostrar su capacidad pedagógica.

Finalmente, gracias á medidas enérgicas, ni la faltade recursos, ni la diferencia de clase, de raza ó dereligión, pueden en adelante ser obstáculo, ni darpretexto para rehusar una instrucción que á todos seofrece y que se impone á los recalcitrantes.

ENRIQUE "WIEMER.

(Revue Scientiflque.)

CARACTERES GENERALESDE LA. MÚSICA EN LA ANTIGÜEDAD (2).

La considerable variedad de obras musicales en losantiguos tiempos, denota evidentemente un arte des-arrollado por largo cultivo y profundamente arraigadoen las costumbres de un pueblo. En efecto; si se ex-ceptúa el canto sin acompañamiento, que no se men-ciona en ninguna parte, vemos pasar á nuestra vistatodos los géneros cultivados en el arte moderno:la ópera seria y cómica; la música coral, el canto áuna sola voz; la música para instrumentos de cuerday de viento, y hasta el baile. Indudablemente elpuesto que tenía la música en la vida pública y pri-vada de los griegos, era mucho más importante queen !a actualidad. Los griegos hablan siempre, de sumúsica con entusiasmo. Sócrates, Platón y Aristó-

(1) En algunas localidades, donde las grandesdistancias no permiten reunir el necesario númerode niños, se da la instrucción por medio de maes-tros ambulantes.

(2) El sabio profesor del conservatorio de Bru-selas, Mr. Gevaert, va á publicar una obra titu-lada Histoire et Theorie de la Musique de l'Anti-guité, que el caballero van Elewyck, uno de losmejores musicólogos belgas, considera la obramás completa que ha aparecido sobre tan intere-sante asunto. Este artículo'forma parte del capí-tulo III de dicha obra, y Mr. Gevaert denota enél ser un escritor de mérito y un erudito di primocartello. La tendencia objetiva de las deduccionesde Mr. Gevaert da á su obra una trascendenciamoral que fácilmente comprenderán los lectores.El arte musical, entendido de este modo, es unpoderoso instrumento de civilización.

N.° 58 F . A. GEVAERT. LA MÚSICA EN LA ANTIGÜEDAD. 187

teles elogian á cual más su influencia, y la consideranuno de los más poderosos medios de educación parala juventud. Sin duda alguna este arte conmovía pro-fundamente el sentimiento helénico, y se le estimabaaún más que á la pintura y á la arquitectura, cuyos re-presentantes en la sociedad antigua no se distinguíanesencialmente de los artesanos. Por el papel que leestaba reservado en los Agones (concursos), gran-des fiestas religiosas y nacionales de los griegos, elmúsico podía pretender los honores más eminentes.La musa de Píndaro celebraba sin rebajarse la vic-toria de un tocador de flauta, Midas de Agrigento; losarchivos públicos trasmitían á la posteridad los nom-bres de grandes músicos, y las poblaciones entusias-madas les elevaban estatuas.

Considerada en sus formas técnicas, la música delos antiguos distaba mucho de ser tan rica como lanuestra. Las composiciones vocales dividíanse entreellos, como entre nosotros, en dos categorías princi-pales: la melodía y el canto coral; pero éste no di-fiere del solo sino por el número de voces destinadasá cantar la melodía. Todo el mundo cantaba al uní-sono ó á la octava, y sólo los instrumentos acompa-ñantes eran polífonos, haciendo oir una parte distintadel canto. Lo que llamamos armonía simultánea, exis-tía, pues, en el arte antiguo, si bien bajo la formamás rudimentaria. Esta armonía era accesoria, y noformando cuerpo con la melodía, jamás pasó de serun sencillo acompañamiento ad libitum. Platón de-seaba que esta forma de acompañamiento se dejara álos músicos de profesión, y ¿esaprobaba su uso en laeducación de los ciudadanos, quienes, en su concepto,sólo debían acompañarse con la cítara redoblando elcanto. Al adoptar la música de su época, pudieron deigual manera los cristianos prescindir de toda la parteinstrumental. En la continuación de la misma melodíaobservamos una sencillez análoga: el compás, intima-mente ligado á la prosodia, presenta corto número decombinaciones de duración, y el límite en que el com-positor puede moverse, como la elección de los soni-dos de que puede hacer uso, están sometidos á reglasestrictas y severas.

La mayor diferencia entre la música vocal de losgriegos y la nuestra, no consiste sólo en que aquellafuera mucho más sobria en el uso del material téc-nico, sino en la importancia mucho más considerableque los griegos daban á la poesía. Entre nosotros, lamúsica absorbe en gran parte el interés literario de lacomposición. En la antigüedad sucedía lo contrario.Para los griegos el contenido poético de una compo-sición tenía una preponderancia marcada sobre lamelodía y ¡a armonía. Según Aristóteles, la músicasólo es un aderezo de la poesía, y su misión consisteen despertar en el alma del auditorio el sentimiento ylas ideas propias para facilitar la inteligencia perfectade la obra poética que permanece objeto principal, á

cuyo alrededor se agrupan todos los elementos deejecución.

Este fue el estado de cosas para el canto coral ydramático durante la época clásica, modificándose sóloen determinados géneros, hacia la época de la guerradel Peloponeso. Los coros en la tragedia fueron en-tonces menos numerosos y menos desarrollados, de-jando espacio á cantos monódicos (arias), en loscuales no era la poesía, sino la música quien princi-palmente debía cautivar la atención. Las obras deesta época pertenecientes á la lírica coral, como porejemplo, los ditirambos de Philoxenes y de Teleste,tienen igual carácter. En este período se verifica latransición del arte clásico al helenismo post-clásico, yla música tiende á adquirir una situación indepen-diente de la poesía, muy semejante á la que goza en-tre nosotros. Pero al mismo tiempo el arte antiguoempieza á perder su grande originalidad, y los críticosconservadores desaprueban las nuevas tendencias,poniendo las obras de sus contemporáneos infinita-mente por debajo de las de la edad clásica de Pindaroy de Esquilo.

Pasando á la música instrumental, observaremos lamisma inferioridad técnica, igual penuria de recursos.Todos los instrumentos de cuerda que la antigüedadha conocido, pueden considerarse, en cuanto al sis-tema de construcción y á la msnera de tocarlos, comoarpas de una dimensión más ó menos reducida. Losque pertenecen en particular á Grecia, la lira y la cí-tara, tienen una escala de las más cortas, una sétimaen los primitivos tiempos, después una octava, y pos-teriormente una oncena. Sólo en la declinación de laedad clásica llegan á la doblo octava, y nunca pasar,de esta extensión. Bastantes, á lo más, para el acompa-ñamiento de la voz, no puede expresarse con estosinstrumentos una idea melódica. El sonido sólo existeen el fomento de la percusión de la cuerda, y seextingue inmediatamente; la intensidad no es sus-ceptible de modificaciones; piano y forte se con-funden.

Es evidente que no podía constituirse ni desarro-llarse una verdadera música instrumental sobre basetan insuficiente. Entre los instrumentos de viento,los de cobre (salpinges) están fuera de la práctica delarte, propiamente dicho, y éste en la antigüedad sóloadmite los instrumentos de madera, las flautas (OM-loi). Bajo este nombre genérico debemos comprenderinstrumentos de diversas especies que se asemejan ála flauta (de boquilla), al oboe y al clarinete moderno.Los auloi son los representantes casi exclusivos de lamúsica instrumental pura de los griegos. En gene-ral las composiciones auléticas eran solos destinadosá poner en relieve el talento del ejecutante, perohabía también en este género obras de conjunto, con-ciertos de muchas flautas llamadas Xynaulias. Algu-nos autores hablan de una clase de obras instrumen-

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tales en que las cítaras se unían á los instrumentosde viento, pero no debe creerse que estos conjun-tos tengan analogía alguna con nuestras orquestas,pues los efectos de masa y los contrastes de sonoridadno podían conseguirse con timbres tan poco variadosy una polifonía tan rudimentaria. Según nuestros in-formes acerca de los nombres auléticos, estaban éstosinspirados por alguna composición vocal: pertenecían,pues, á ese género poco estimado que llamamos arre-glos. Resulta, pues, de todos modos, que el verdaderocentro de gravedad del arte antiguo es la poesía can-tada, y ante todo el coro lírico y trágico. El arte re-ducido á este límite es muy pobre é incompleto, si lecomparamos al nuestro, tan rico en combinacionespolifónicas ó instrumentales de todas clases. ¿Quieredecir esto que fuera inculto y grosero, como asegu-ran sus sistemáticos detractores? No. El estrechocírculo en que se movía la música griega ha podidodesarrollar, bajo ciertos puntos de vista, una riquezareal, una variedad de recursos que no se encuentrasiempre en igual grado en la nuestra.

El primer hecho que debe mencionarse en este or-den de ideas, es el notable desarrollo de ciertas par-tes del material rítmico. Como antes hemos dicho, lacombinación interior del compás sufre pocas modifica-ciones en la música antigua. En cambio la extensiónde los miembros rítmicos y el corte de los períodospresentan en ella una abundancia de formas descono-cidas en el arte moderno. Este sólo conoce, en gene-ral, períodos construidos por la repetición indefinidade miembros de cuatro compases, que se encadenanconfocme a un procedimiento uniforme. Las razasoccidentales no sienten, al parecer, sino en muydébil grado el elemento plástico contenido en el rit-mo: puede decirse que entre los contrapuntistas delsiglo XVI estas influencias son completamente nulas.En la antigüedad, por el contrario, se considera elritmo como el principio vital activo; el sonido sólorepresenta el elemento femenino, fecundado y vivifi-cado por el ritmo. Las formas rítmicas creadas por elgenio griego y la aplicación de estas formas á la ex-presión de los sentimientos humanos, permaneceráncomo testimonio imperecedero de las grandes facul-tades musicales de esta raza escogida. En esta partedel arte es donde el compositor moderno encontraráen los antiguos las fuentes más fecundas de instruc-ción, los modelos más dignos de su estudio.

Hay otro punto en que la música de la antigüedadaventaja á la nuestra, cual es el de la variedad de lasescalas. Nuestra teoría armónica sólo admite dos mo-dos: el mayor y el menor, ambos trasportables sobrelos doce grados de la escala cromática. La antigüedadposeía el mismo número de escalas de trasposición ótonos; pero cada una de ellas contiene, en vez de dos,siete escalas modales, y éstas, además, podían modifi-carse en la sucesión de sus sonidos, según el género

empleado, diatónico, cromático y enarmónico. Final-mente, en los dos primeros géneros algunos de losgrados de las escalas son susceptibles de ciertos ma-tices de entonación muy delicados. Hay sabios moder-nos que han intentado negar estos refinamientos ó re-ducirlos á pura especulación científica. El testimoniounánime de escritores, tanto pitagóricos como secta-rios de Aristóxenes, destruye semejante hipótesis.Suponiendo que los armonistas hayan exagerado al-gún tanto la sutilidad y tendencia á convertir en re-glas procedimientos deque los artistas no tenían con-ciencia directa, no puede suponerse que llegaran hastaintroducir en la teoría musical un mecanismo que lapráctica ignoraba completamente.

Es cierto que el canto coral sólo empleaba el gé-nero diatónico, pero lo es también que el cromáticoy el enarmónico se habían introducido en la monodia yen la música instrumental antes de Pitágoras, el crea-dor de la ciencia acústica entre los griegos. Las suti-les variedades de entonación conocidas con el nombrede chroai (colores, matices), han subsistido sin cambioesencial en los cinco siglos que median entre Aristó-xenes y Ptolomeo. Natural es que un pueblo, cuyadelicadeza de oido era proverbial en la antigüedad,procurase utilizar matices poco sensibles para nos-otros los modernos, absorbidos por combinacionesde distinto orden. De todos modos, la existencia doun arte tan refinado nos obligaría á admitir en los an-tiguos raro talento de ejecución musical, si no supiéra-mos además, por informes dignos de fe, que el públicogriego y el romano mostraban en este punto un gustomuy refinado, y expresaban severamente su desagra-do á la menor inadvertencia del cantor ó del instru-mentista.

Lo que acabamos de decir basta para demostrar queen cierto sentido la música antigua tenía un grado decultura avanzadísimo, pero esto nos hace también verque estaba desarrollada en una dirección opuesta álos gustos y tendencias actuales. No era la magia d<3los timbres, el efecto conmovedor de la armonía, lanovedad de las modulaciones lo que constituía el va-lor de la obra, sino la pureza del sonido, la belleza dela melodía, la perfecta apropiación de la forma rít-mica al sentimiento expresado. No se parecía la mú-sica antigua al canto declamado conforme al estilo deGluck, ni tampoco á la cantinela melismática como laconciben los italianos: la obra del compositor antiguodebemos figurárnosla un dibujo melódico, sobrio decontornos y de expresión, indicando el sentimientogeneral por medio de exquisitos rasgos de extraordi-naria sencillez, y acompañado de cierto número deintervalos armónicos. Si se nos pregunta cómo fueposible crear con elementos tan primitivos obras ver-daderamente bellas, contestaremos sencillamente, re-firiéndonos á algunas composiciones cristianas, porejemplo, al Te Deum. Para quienes hayan aprendido

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á sentir la verdadera belleza musical de estos canto?,el arte que ha presidido á su construcción melódica, elproblema está completamente resuelto; pero conti-nuará oscuro é incomprensible en concepto de los queopinan que la polifjnia y la instrumentación son con-diciones indispensables de un arte serio. En las con-diciones del fin estético del arte se encuentran dife-rencias análogas á las que acabamos de presentar enlas formas técnicas.

El mundo nuevo que la música instrumental ha re-velado al sentimiento moderno, es muy distinto de laesfera de ideas en que se movía la imaginación anti-gua. Veamos cómo caracteriza Westphal uno de losramos principales del arte griego. «La música citaró-dica es la que más se aproxima al ideal de los anti-guos: en ella se encuentra la calma, la paz, la fuerzay la majestad; por medio de ella se trasporta el es-píritu á las serenas regiones donde reside Apolo, eldios pylico. Lo que no ha intentado jamás la antigüe-dad es expresar por medio de sonidos la vida real delalma. Ese movimiento tumultuoso en que la músicamoderna arrastra á nuestra fantasía; esa pintura de lu-chas y de esfuerzos; esa imagen de fuerzas opuestasque se disputan nuestro ser, era completamente ajenaá la concepción helénica. El alma debía ser trasportadaá una esfera de contemplación ideal: así lo quería lamúsica, y en vez de presentarle el espectáculo de suspropios combates, quería conducirle inmediatamenteá alturas en que encontraba la calma, la paz consigomisma y con el mundo exterior, donde puede elevarseá mayor fuerza de acción.»

Este punto de vista no es exclusivo de los griegos,pues lo encontramos también en el Oriente semítico;se lee en la Biblia que los furores de Saúl se apaci-guaron al sonido del Kinnor de David. Análogas rela-ciones existen en otros pueblos, atestiguando todas elpoder calmante, curativo, atribuido en la antigüedadá la música locada en instrumentos de cuerda. Muydistinto es, en verdad, el efecto de los instrumentosde viento, de los Auloi. E! espíritu por medio de ellosno se calma, sino, al contrario, se agita violentamente,casi se embriaga. No se está bajo la influencia bien-hechora de Apolo, el dios de la fuerza y de la luz;quién domina es Dyonisos, la personificación de lasfuerzas generadoras de la naturaleza. Esta músicaestá reputada de origen bárbaro y pertenece á lospueblos cuya religión no estaba personificada por leyesde orden moral, sino por las fuerzas ciegas de la na-turaleza. «Apasionada ó inquieta á veces, lánguiday muelle otras, precipita al alma humana del vértigode una alegría orgiaca y frenética á las profundidadesde un dolor desesperado.»

Todo el desarrollo del arte musical descansa en ladualidad de estos dos principios, lo mismo que la ge-neración en la dualidad de los sexos; pero en Grecia,en el seno de una sociedad exclusivamente viril,

triunfa el principio apolínico, como en el arte modernoel principio dyonisiaco.

«Los instrumentos de viento, dice Aristóteles, nopueden engendrar en el alma predisposición á la vir-tud; tienen, por el contrario, carácter apasionado. Suuso sólo está justificado cuando se trata de procuraral auditorio una libre expansión de los sentimientosque le agitan, y no una mejora intelectual ó moral.»

Resulta, pues, que los rasgos característicos delarte musical de los griegos son belleza fría y seca,subordinación del elemento femenino, falta de sen-sibilidad y de vaguedad, es decir, de romanticismo,y predominación del elemento objetivo. Nunca ha co-nocido la nota ideal y melancólica. El elemento apa-sionado, patético, que contiene este arte, lo reci-bió, al parecer, de los semitas, raza eminentementesubjetiva y muy dada en todas épocas al cultivo de lamúsica. La expresión demasiado viva de la alegría,del dolor, del entusiasmo, repugnaba al gusto sobrioy delicado del griego; estos acentos los loma la mú-sica de la Frigia y de la Lydia, y recuerda con ciertaafectación su origen bárbaro. En todas las cosas vemosla creación artística dominada por el tipo nacional,por leyes tradicionales, que restringe la expansión delsentimiento individual y dan á las producciones delespíritu un carácter impersonal casi abstracto. Cadagénero de composición tiene sus ritmos, sus modos,sus tonos, su instrumentación propias, fijados por re-glas inmutables. ¡Cuan lejos está dicha concepciónestética de ese ansia de originalidad, de esa sed denovedades que devora al artista en nuestros días, ten-dencias nacidas del desarrollo excesivo de la persona-lidad en las sociedades modernas!

Esta carencia de individualismo explica otro carác-ter de la música antigua; su inmutabilidad al travésde las diversas fases de su historia. Ella no ha cono-cido esa,s revoluciones profundas y radicales que dosveces por siglo, desde el Renacimiento, trastornannuestro arte occidente! y relegan sucesivamente alolvido obras admiradas cuando nacieron.

Sus trasformaciones interiores han sido casi nulas.En tiempo de Alejandro encontramos todavía en bogacomposiciones de Polymnasto y de Olympo, que te-nían muchos siglos de fecha. Desde Aristóxenes á Pto-lomeo no se enriquece la técnica con ningún elementoesencial. Aun en el período más activo del arte, las in-novaciones versan sobre detalles poco importantespara nosotros, y sólo después de largas vacilacionesreciben la sanción definitiva. Una cuerda añadida óquitada, la introducción de un nuevo ritmo, un ligero-matiz de entonación, son los acontecimientos señala-dos en la historia del arte.

El juicio definitivo que debe formarse de la músicagriega nace de las observaciones que acabamos depresentar. En todas sus manifestaciones aparece unarte sencillo, incompleto por su misma sencillez. Fál-

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talo esa variedad, esa profundidad, esa superabun-dancia de vida, condiciones esenciales de un arte cuyoobjelo es precisamente realizar lo que hay de más mó-vil, de más íntimo y de más vital en nosotros. Sinincurrir en las exageraciones de algunos críticos mo-dernos, es lícito asignarle un puesto inferior al queocupa nuestra música en la escala de las manifestacio-nes del sentimiento humano. No olvidemos que el arteantiguo, si no ha conocido las grandezas, los sublimesatrevimientos de la música moderna, tampoco susaberraciones y debilidades. Concediendo pequeñísimapartea la sensación nerviosa, á la investigación de loimprevisto, no ha desarrollado en sí mismo el gormende su propia decadencia.

En el género tranquilo que constituía su dominio,realizó a;gunos tipos melódicos, que los siglos no hanpodido borrar por completo. Muchas obras maestrasdel arte polifónico desaparecerán, y esas creaciones,tan débiles en la apariencia, vivirán todavía en la me-moria de las almas creyentes y sencillas. ¡Quién sabesi llegará un dia en que, saturado de emociones vio-lentas, habiendo dilatado con exceso todos los resortesde la sensibilidad nerviosa, el arte occidental volverásus ojos una vez más hacia el espíritu antiguo, pidién-dole el secreto de la belleza tranquila, sencilla y eter-namente joven!

F. A. GEVAERT.

(Revue Genérale.)

EL MUSEO ANTROPOLÓGICO

DEL DOCTOR VELASCO.

Honrados con una invitación del eminente ana-tómico español D. Pedro González de Velasco,hemos tenido el gusto de visitar el magnífico, elgrandioso monumento que á la ciencia y á la en-señanza ha levantado con su Museo antropoló-gico, en el cual se ven los prodigiosos resultadosde titánicos esfuerzos, investigaciones y estudiossorprendentes, afanes sin cuento, y dispendiossólo comparables á los que puede hacer el go-bierno del Estado que más se progonga favorecerel estudio de la medicina. En este concepto elMuseo del Sr. Velasco constituye un verdaderoasombro, permítasenos la palabra, no sólo enEspaña, sino también con relación á las nacionesmás adelantadas en el estudio y desenvolvimientode las ciencias médicas, pues ninguna puede pre-sentar, que sepamos, un ejemplo tan patente ytan grande de lo que puede la iniciativa indi-vidual aislada cuando la impulsa la abnega-ción, la perseverancia, el talento y el amor á laciencia.

Ni encontraríamos palabras con que hacer elencomio de la conducta del Sr. Velasco, ni sonnecesarios los elogios tratándose de un hecho tanelocuente que los lleva en sí á su mera enuncia-ción. Limitémonos, pues, á dar á nuestros lecto-res una idea de lo que es el Museo y de lo que ensí encierra; idea ligerísima, porque no consienteotra cosa la rapidez de una sola visita, y para lacual habremos de servirnos, como recuerdo, dela reseña hecha por el distinguido doctor D. Án-gel Pulido, discípulo, amigo y auxiliar del señorVelasco, y persona, tan inteligente como activa,á quien se deben no pequeña parte de trabajos yafanes en el desarrollo de la noble idea realizadaen parte con la instalación del Museo.

Del emplazamiento, carácter arquitectónico yadornos del edificio, ya nos hemos ocupado (1), yocasión más oportuna tendremos de ampliar de-talles cuando se verifique la inauguración oficial,que será en breve, el dia que S. M. el Rey se sirva.señalar.

Lo primero que se visita al entrar es el llamadoSalón grande, y su examen debe empezar por lasanaquelerías que forman dos órdenes de armarioselegantes y de circunvalación: el primero, quearranca desde el suelo hasta respetable altura, yel segundo, situado encima del anterior, y ro-deado de una cómoda galería. En los primeros ar-marios del suelo, á la derecha de la puerta deentrada, hay cuatro grandes lienzos, donde se en-cuentran representadas las diferentes fases poi-que ha pasado la formación de nuestro planeta,desde los primeros estados de la materia, hastala aparición del hombre; cuadros hechos, bajo ladirección del Sr. Vilanova, por el joven pintor donRafael Julia.

Los armarios 5, 6, 1, contienen objetos quesirven para completar el estudio anterior, comofósiles, restos de seres prehistóricos ó antidilu-vianos, casi todos encontrados en cavernas deEspaña y del extranjero, y entre los cuales sondignos de especial mención un cráneo y fémuresdel ursus espelwus, muchos restos del criptodonclavipes, un huevo petrificado y diferentes impre-siones de vegetales. Los armarios siguientescontienen magníficos ejemplares de madréporas,gorgonias, pignas, ramas de coral, estalacti-tas, etc.

En el armario número 14 comienza el estudiode la criatura humana, con un vaciado de mujer,una pelvis de idem con espéculum colocado enla vagina, para ver en su fondo el cuello de lamatriz; algunos frascos con todo el aparato geni-

{i) El Museo antropológico de' doctor González de Velasco, por donMiguel Martínez Ginesta; pág. 127 del tomo m de la REVISTA EUROPEA.

N.° 58 EL MUSEO ANTROPOLÓGICO DEL DOCTOR VELASCO. 191

tal déla mujer, entre ellos uno con el símbolo deia virginidad.

Sigue la sección de embriologia, ó formación dela criatura, desde los primeros diaa hasta el finde su desarrollo. Es la más completa de cuantasexisten en los Museos de España, y creemos queno haya en el extranjero otra que la supere.Desde la concepción, que se calcula data sólo deocho dias, hasta llegar á la de los nueve meses,hay una serie de gradaciones sucesivas, ó fasesde desenvolvimiento, que pueden seguirse conminuciosidad en los numerosos ejemplares de es-tos armarios.

Los armarios números 17, 18 y 19, sirven parael estudio minucioso de la textura del feto. Cua-dros de huesos, esqueletos desde los más peque-ños hasta los de término, y todas las visceras con-servadas en frascos.

Complemento de lo anterior es la sección demonstruosidades (teratología) que llena los cincoarmarios siguientes. También puede considerarsecoma de las más completas, pues en ella apare-cen, tomadas del natural, la mayor parte de lasdeformidades que puedan presentarse. Todos loscasos son notables, pero merecen especial men-ción dos cuadros que representan cada uno cuatrofetos gemelos, en el uno de siete meses, en el otrode cinco; una criatura en cuyo vientre se alojabaotra (introgénesis); varias con ausencia completade miembros; dos de cabeza voluminosa (hidroce-falia), y un monstruo de sieto cabezas con pier-nas de cabra, de cuya autenticidad dudan cuantoslo ven. Es un caso tomado de una lámina corres-pondiente á la obra de un médico italiano del si-glo XVI, cuya veracidad atestigua de una manerapositiva.

Después de estudiada la criatura sigue en or-den lógico el conocimiento del hombre, cuandosus órganos todos han llegado al desarrollo querequiere el perfecto cumplimiento del destino paraque fueron creados.

La rama de las ciencias antropológicas, con-sagrada al estudio particular de la textura ómaquinaria del cuerpo humano, la anatomía, ab-sorbe la mayor parte de los objetos que se encier-ran en los restantes armarios de la anaqueleríainferior.

En el armario 26 empieza la sección de huesos,que se extiende hasta el armario 39.

Sirven de preliminar cuatro esqueletos, uno denegro, otro de negra, el de un célebre criminalque á los veintiocho años había cometido catorceasesinatos, y el de una mujer raquítica cuya his-toria médica es sumamente importante.

La sección de cráneos que sigue es escogidí-sima y variada. Los hay de diferentes razas, de

diferentes provincias de España y el extranjero;de sabios, idiotas, criminales, raros, etc., etc.,para que pueda hacerse un estudio frenológicocompleto sobre la cabeza humana.

Éntrelas diferentes piezas, cortes y huesos ais-lados para el estudio detallado de la calavera,merecen citarse algunas reproducciones en ma-dera, hechas en grandes proporciones, que sonverdaderas obras de arte, debidas al escultorD. Ramón Subirat; el cráneo de madera, sobretodo, representa un año de trabajo y una habili-dad admirable.

En el armario 36 existe un cuadro de esterno-nes sumamente curiosos.

La sección de pelvis, también muy completa,contiene ejemplares de grande interés para el es-tudio de los partos naturales y de los difíciles ylaboriosos.

Los armarios números 40, 41 y 43, están reple-tos con piezas naturales y artificiales, que repre-sentan las diferentes articulaciones ó junturas delos huesos.

Desde el armario 43 al 50 hay numerosos ejem-plares que representan, en tamaño natural y conadmirable exactitud, todas las capas muscularesdel cuerpo humano.

Siguiendo el orden establecido por la mayoríade los anatómicos, comienza, tras de lo anterior,el estudio de los grandes aparatos, principiandopor el digestivo, que comprende desde el armarionúmero 52 al 57; después el respiratorio en el 58;y finalmente, el génito-urinario del hombre y dela mujer en el 59 y 60.

El aparato circulatorio empieza en el 63, encuyo armario hay diferentes piezas para ver lacolocación, forma y textura del corazón.

En los armarios 64, 65, 66, 67 y 68 se encuen-tra la sección de arterias, que comprende todoscuantos vasos se estudian en el cuerpo. Hay pie-zas naturales y artificiales.

Los armarios 69, 70, 71 y 72 pertenecen á lasección de venas.

Subiendo por la escalera de la derecha á la ga-lería superior, se completa el estudio de la ana-tomía en los armarios núm. 73, 74, 75, 76 y 7*7con la sección de nervios y órganos de los senti-dos, que se encuentran al ñnal de todo.

El armario núm. 73 contiene cerebros natura-les conservados en alcohol, y diferentes cortesde los mismos.

Entre los órganos de los sentidos hay algunaspreparaciones • de ojos que no corresponden á laespecie humana.

Al examen del cuerpo humano en el estadosano sigue el de las diferentes enfermedades quesufre.

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Multitud de afecciones de los huesos, sifilíticasmuchas, de otra naturaleza las restantes, son lasque ocupan los armarios 81, 82, 85, 86 y 87.

Productos naturales de enfermedades son tam-bién los que se encuentran en los armarios 88,89, 90 y 91, separados del cuerpo en su mayorparte por operaciones que ha hecho el doctorVelasco.

Los armarios 92, 93, 94 y 95, contienen cánce-res del cuello, diferentes tumores y enfermedadesde los ojos; y los siguientes, enfermedades del tron-co, pecho, vientre, estómago, hígado, etc., etc.

El deseo de dar un buen aspecto á la colocaciónde las secciones operatoria y de vendajes, ha preci-sado involucrarlas entre la sección de afecciones,ocupando con ellas el lienzo central de la galería,donde están las ligaduras de los principales vasosarteriales, amputaciones de los miembros supe-riores ó inferiores; medicamentos; vendajes; sec-ción farmacológica, instrumentos, y sección ope-ratoria.

Después continúa la sección de casos patológi-cos, que es muy numerosa y ocupa muchos ar-marios.

Desde el armario 137 hasta el Ünal de la galeríase encuentran reproducidas muchas de las terri-bles manifestaciones de la sífilis, desde las pri-meras que aparecen en los órganos genitales,hasta las que se presentan en los niños comotriste herencia de los padres infectos.

Bajando por la escalera de la izquierda al salón,procede el examen de los objetos que se encuen-tran en el centro; pero como éstos han de sufrirtodavía variaciones en su colocación, nos ocupa-remos de ellos en otras ocasiones.

De las dos naves que existen en el salón, la dela derecha encierra una magnífica eoleccion demoluscos de España y del extranjero, clasificadapor el distinguido naturalista español D. JoaquínGonzález Hidalgo.

Encima, y puestas en cuadro, están las láminasde una obra sobre este estudio, la primera de suimportancia (en su género) que se publica en Es-paña por el mismo Sr. Hidalgo, y costeada por elDr. Velasco.

La nave de la izquierda contiene una eoleccionde minerales, clasificada por el Sr. D. Félix Mir,distinguido ayudante de la Escuela de minas.

Terminaremos lo referente á este salón citandolas magníficas colecciones de plantas colocadasen cuadros y distribuidas por diferentes partesdel Museo.

El gabinete de estudios microscópicos, que sehalla al lado del salón grande, contiene todos losinstrumentos y utensilios necesarios para sudestino.

Sigue después el salón de Anatomía comparada,sin clasificar todavía. En la parte alta de la puertade entrada hay una galería análoga á la del salóngrande, cuyo principal objeto es poner en comu-nicación los dos pabellones del edificio, y tiene ensu fondo y parte correspondiente de la pared, nu-merosos cuadros de plantas, unas naturales, otrasen lámina.

Debajo de la galería, pero en la misma pared,hay clavado, procediendo de derecha á izquierda,una cabeza de pez espada, el arma de un pez sier-ra, un delfín, cuatro tortugas (quelónios) en sumayoría carey, ó pertenecientes á la familia de lasmarinas, seis mandíbulas de tiburón y uno deestos voraces peces {selácios escualos).

Los armarios 1, 2, 3, 4, 5 y 6 de este salón con-tienen esqueletos de diferentes mamíferos y aves;armaduras ó dermo-esqueletos de otros, cráneos,muelas de elefante, etc.

En los armarios 2 y 3 el esqueleto de una leona,cortes de muelas do elefante, cráneos de algunosanimales carniceros, etc., etc.

En los armarios 4 y 5 hay las armaduras ó co-razas (dermo-esqueletos) de algunas tortugas, va-rias bolas pilosas de las que suelen encontrarseen los estómagos de los grandes rumiantes, máscráneos de mamíferos, etc.

En el armario 6, un buen esqueleto de avestruzy el estómago natural de un caballo, abierto paraque se vean siete voluminosas piedras que con-tenía.

El armario 7 contiene algunas variedades depeces, recogidos en las costas cantábricas; dosbellísimos ejemplares de la tarántula, más algu-nos reptiles.

Los armarios 8, 9 y 10 encierran la riquísimaeoleccion de teratología comparada: hay numero-sos ejemplares, y todos ellos en extremo raros ycuriosos.

Entre los mamíferos hay dos ovejas con unasola cabeza, otra con seis patas, varios cerdos (pa-quidermos sus) de pequeñas dimensiones por serfetales, y que presentan las fusiones, multiplici-dad de miembros y cabezas más fenomenales; doscabezas raras de ternera; otro animal, de la mismafamilia, que tiene dos cabezas, y á cuyo lado estáel esqueleto natural; una cabra con tres piernas yque tenía un sólo riñon.

De aves hay: una paloma con dos orificios ytres patas; una perdiz que se crió sin plumas enel cuerpo, el cual estaba teñido de un color rojode fuego; otras con varias patas, alas múltiples,dobles cabezas... etc.

En los armarios siguientes se alojan frascos convisceras de diferentes animales, para el estudiode la anatomía comparada; porciones disecadas

N.° 58 MONCHEZ. OBSERVACIÓN DEL PASO DE VENUS. 193

del tubo digestivo del caballo; el esqueleto de unacabra, y en un cuadro los diferentes estómagosde la misma. Después ejemplares de carnerosblancos, gamuzas, kanguroos, jabalíes, lobos, elperezoso, el armadillo, dos corazas del mismo,ardillas, liebres, una con todas las visceras aldescubierto, más animales carniceros, zorras, ca-nes, un oso, herizos, etc., etc., y diferentes clasesde monos.

Encima de todos estos armarios, y sujetos enla pared, hay, en el costado derecho del observa-dor, una variada colección de reptiles saurios y ofi-dios de América.

A este salón siguen el laboratorio químico, lacátedra, el gabinete de curiosidades y antigüeda-des, y el salón de aves.

En el primero, además de otros diferentes apa-ratos propios para su objeto, hay un gasómetroque encierra oxígeno, destinado á producir la luzDrumon, que se utiliza en los experimentos de laescuela y en las demostraciones de histología porel sistema de Gustavo Le Bon. La cátedra estásólo provisionalmente concluida. El gabinete deantigüedades es un museo en miniatura que noadmite descripción especial como no fuera muyextensa. El salón de las aves está todavía sin cla-sificar, y no puede, por lo tanto, describirse fá-cilmente.

El museo, pues, no está todavía terminado, es-pecialmente en lo que se refiere á la ordenaciónde los ejemplares. A excepción de los del salóngrande, los demás no han sido todavía conve-nientemente clasificados, tanto porque se esperande diferentes partes del mundo nuevas coleccio-nes, que aumenten el número de las existentes,cuanto porque su clasificación científica requieremucho más tiempo del que se ha podido dis-poner.

Aunque imperfecto, el extracto que dejamosestampado, puede servir para dar á nuestros lec-tores una idea de la importancia del inmensoservicio que ha de prestar á la ciencia este mu-seo, que, sin embargo, sólo constituye una partede la gran idea del Dr. Velasco, en la cual entrael eatablecimiento de una facultad libre de medi-cina con sus clínicas correspondientes y con otrosmuchos elementos que acaso podrán^ ser prontodel dominio público. El Dr. Velasco merece, pues,bien de la patria y de la ciencia, y la admiraciónque hoy le tributan sus contemporáneos y quemañana le consagrará la historia.

M.

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS.

Academia de Ciencias de París.15 MARZO 1875.

DEL PASO DE VENUS IN LA ISLA DE SAN PABLOPOR LA COMISIÓN FRANCESA.

El primer contacto no se pudo obtener de nin-guna manera: cuando, al despejarse algunas nu-bes, pude ver un muy pequeño escote sobre elpunto del disco solar, indicado por el hilo delmicrómetro, era ya tarde para permitirme apre-ciar con exactitud la hora del contacto.

Empecé inmediatamente la medida de las dis-tancias de las puntas salientes, operación que meparecía de gran precisión, pero que fue contraria-da por fuertes ráfagas que movían los lentes; lanecesidad de variar éstas de sus sitios había im-pedido darles mayor estabilidad para operacionestan delicadas.

A medida que Venus entraba en el sol, las nubesse hacían más raras, el cielo más trasparente ylas imágenes de una claridad y limpieza admira-bles. Un cuarto de hora próximamente, despuésdel primer contacto, cuando la mitad del planetaestaba todavía fuera del sol, observé de repenteel disco entero de Venus, dibujado por una pálidaaureola más brillante en la parte más cercana alsol que en la cumbre del planeta.

Para asegurarme de que no era víctima de unailusión en ese fenómeno inesperado, volqué en180 grados el círculo de posición del micrómetro,medí el diámetro de Venus que todavía se hallabaen parte fuera del sol, y encontré que era idénticoal diámetro perpendicular en la linea de los cen-tros. Era, pues, realmente el disco entero muyclaro del planeta, lo que yo veía.

Pero, á medida que se aproximaba el segundocontacto, las dos partes extremas más visiblesde la aureola cercana al sol, tendían á reunirseenvolviendo en una luz más viva el segmento to-davía exterior del planeta, y esta reunión anti-cipada da las puntas salientes por un arco delcíseulo luminoso, se hacía más completa todavíapor un pequeño reborde muy brillante de luz queterminaba la aureola sobre el disco de Venus.Previendo entonces que hubiera sido muy difícil,si no imposible, observar el contacto geométrico,cambié repentinamente el cristal de color azulpálido, por otro más oscuro, con ayuda del cualesperaba yo extinguir esa aureola y esos resplan-dores accidentales, pero fue inútil; la aureola per-manecía visible y me vi obligado á tomar el cris-tal primitivo.

En estas condiciones debo fijar como hora delcontacto, no la reunión de las dos puntas salien-tes ó contacto geométrico, sino el momento enque el disco del sol me pareció deformado por laluz brillante que envolvía al planeta en el puntode contacto. He notado una diferencia de tiem-po muy sensible entre el instante en que yo creíaque se verificaría el contacto, y el en que adquiríla seguridad de que se había verificado.

La fotografía ha funcionado durante todo eltiempo del fenómeno, y hemos obtenido máspruebas de las que nos había pedido el Jefe de laComisión, porque, teniendo inseguridad en el

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tiempo, había yo recomendado á M.Cazin que hi-ciera el mayor número posible, operando conti-nuamente, sin más detenciones que las ocasiona-das por las nubes.

Se han obtenido 443 pruebas daguerreotípicas,y 143 sobre colodión, de las cuales es preciso des-contar 67 de las primeras y 29 de las segundas,por resultar defectuosas; queda, pues, un totalde 489 pruebas utilizables, que podrán bastar parala operación de las medidas micrométricas á quese va á proceder en breve bajo la dirección deM. Fizeau.

El tercer contacto fue observado igualmente enbuenas condiciones de cielo puro, y con los mis-mos fenómenos que el segundo, pero en sentidoinverso. Entonces el cielo empezó de nuevo á cu-brirse. A las 11 h. 30 m. observé el cuarto con-tacto, pero muy dudoso, porque los claros de lasnubes eran muy raros.

Comandante MOUCHEZ.

Ateneo científico y literario.

SECCIÓN DE LITERATURA Y BELLAS ARTES.20 MARZO 1875.

EL REALISMO EN EL ARTE DRAMÁTICO.

Accediendo alas reiteradas indicaciones del se-ñor presidente, usó de la palabra el Sr. D. Fran-cisco de P. Canalejas, pronunciando un notabilí-simo discurso, que cautivó al auditorio con elvasto saber, las discretísimas observaciones, elprofundo criterio y la vigorosa y elocuente pala-bra que á tan docto académico distinguen.

Empezó por llamar la atención sobre el hechode haberse presentado por los oradores que le ha-bían precedido el ideal y la vida en oposición ydiscordia dentro de la sociedad en que vivimos.Parecíale que esta oposición y discordia sólo pro-baban, en todo caso, que ese ideal de que habíantratado no lo es verdaderamente, sino una con-cepción más ó menos completa de escuelas deter-minadas, ó bien que la vida en general y el arteque dice relaciou con toda ella se despeñaba enerror profundísimo.

Considerando atentamente estas dos conclusio-nes, juzgaba el Sr. Canalejas, que no es tan com-pleto el ideal aclamado por los señores Montoro yCalavia, tan cierto y tan libre de las grandeslimitaciones que proceden del sentido , nuncabastante lato, en que cada escuela se encierra. Siese ideal fuera realmente como lo pintaban, no seconcibe, á su juicio, que no fuera aclamado um-versalmente y por todos atendido. Si esto noacontece, sise nota quizás lo contrario, bien po-dría consistir este desamor en que, nacido eseideal y contenido esencialmente en ésta, ni tras-pasa los límites ni alcanza por tanto el valor altí-simo que no le quieren reconocer tantos adversa-rios como á su triunfo se oponen. El ideal de quehablaba el Sr. Montoro, ¿no destierra, por ventura,manifestaciones del arte que, sin notoria injusti-cia, no es posible que se desconozcan? El génerocómico en sus variados aspectos, en sus numero-sas derivaciones, le pide, tal vez en vano, el lu-gar que por derecho le corresponde en la teoríadel arte.

Daba el Sr. Calavia por muertos los ideales

con que ha vivido el arte en el trascurso de subrillante historia, y quejábase de que actual-mente no hay ningún ideal formulado, razón porla cual va extendiéndose y predominando encierto modo el realismo. El Sr. Canalejas comba-tió esta opinión, haciendo notar que los idealesno mueren, antes viven y resplandecen siempreen la conciencia humana. Que se trasformen ymejoren, que entren á concertarse con las nue-vas conquistas del pensamiento, no es muerte,sino vida, que no es dable negar cuando se miracómo va tejiéndose por tan excelente manera latrenza toda de la historia que se ha hecho y laque nosotros mismos hacemos.

No es exacto, por lo tanto, que vuelva en vanoel arte sus miradas á los ideales que han sido yno los encuentre, pues de todos dispone ahora,y con más sentido y verdad por la mayor culturarelativa. Por donde se ve que no le falta ideal,pues los tiene todos; sin contar con los muy altosque ahora se van formulando , cual cumple á lapoderosa y rica civilización en que vivimos.

No se explicaba bien el Sr. Canalejas que sehubiera presentado el realismo como opuesto delidealismo, y menos en un discurso inspirado porlas grandes doctrinas idealistas, que dan todas laidea como principio y ciencia, como la realidadmisma.

Pero esto que se llama realismo, ¿aparece, porventura, tan prepotente y amenazador como talvez se le imagina? El Sr. Canalejas lo negaba re-sueltamente, citando el corto número de novelis-tas y autores dramáticos que siguen servilmentetan inadmisible tendencia. Y si el realismo sepresentó alguna vez con sus colores más vivos;si un Courbet apareció un dia tratando de con-quistar alguna nombradla para la dirección querepresentaba, su empeño fue vano , sus esperan-zas resultaron quiméricas.

No va tan en decadencia el arte ajuicio del señorCanalejas. Sépase distinguir lo que hay de ciertoen las teorías y lo que sólo significan exigenciasvictoriosas del método y plan á que cada pensa-dor se ajusta, y entonces se habrá encontradopara el arte una fórmula capaz de comprendery de abarcar sus ramiñcaciones todas y su verda-dera naturaleza. Los monumentos que deja la ar-quitectura como testimonios de civilización y pro-greso, las estatuas en que deposita el escultor,según su libre inspiración, las creaciones de sufantasía, las obras que acreditan al pintor, lascomposiciones musicales, la tragedia, el génerocómico, todo lo que el arte sea capaz de producirlibremente sin sujeción á trabas que no están su-ücientemente purificadas, ha de ser comprendidoy abarcado por el que quiera entender su natura-leza y su fin.

Desistimos de continuar el extracto de este no-tabilísimo discurso. En vano pedimos á la infielmemoria que nos trasmita todos aquellos con-ceptos profundos que con vigorosa elocuencia des-arrollaba el Sr. Canalejas ante la Sección, obte-niendo con frecuencia muestras del agrado conque le escuchaba, y aplausos unánimes y prolon-gados cuando terminó.

Breve y elocuentemente rectificó después el se-ñor Montoro. Hizo notar que no había expuestoen su discurso el ideal del mismo modo que el se-ñor Canalejas en el suyo. Grandísima diferenciaexiste, sin duda, á su juicio, y rogaba al Sr. Ca-

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nalejas que la tuviera en cuenta entre considerarel ideal como lo bello en un grado de perfecciónsuperior á lo real, aunque no contrario á éste,sino siendo más bien la glorificación de lo real,lo real idealizado, y ese ideal que se formula enla epopeya, y que según entiende el Sr. Calaviaconstituye depues, y de esta manera, el ideal vivopara todo el arte. Hay tiempos que son indispu-tablemente más propicios para este altísimo gradode lo bello que otros menos dispuestos para el mi-nisterio que cumplen en la historia los grandesartistas. Los tiempos en que vivimos no encuen-tran ya esas formas generales en que el arte sedesarrolló hasta el Renacimiento, y han de serestas formas ahora mismo y en lo porvenir demuy distinta manera que en esas épocas en queapareció cada una para ofrecer á las creacionesartísticas los moldes que son propicios de aqué-llas. Hay, por otra parte, corrientes de cierto gé-nero, un deplorable desvío de aquellas elsvadísi-mas esferas que han de ser eternamente las delarte, un apego á lo sensible que pugna por exten-derse y preponderar en nuestro agitado siglo. Enépoca tan crítica para la vida toda y para el arte,podría suceder que no acertara el ideal á mani-festarse tan espléndidamente como á su gloria yprosperidad propias conviniera. Sin embargo, de-cía el Sr. Montoro: conste que para mí el ideal eséste siempre, el ideal tiene que aparecer y que ma-nifestarse aunque sólo sea á manera de nobilísimaprotesta por el genio lanzada. Mientras haya ar-tistas habrá ideal. Si el ideal faltara, los artistashabrían dejado de existir, faltaría también elarte.

No creía el Sr. Montoro haber presentado elideal y la vida de hoy en la discordia y oposiciónde que hablaba en su magnífico discurso el señorCanalejas. No está tan desconsolado el orador,cuya rectificación extractamos. Entiende que esatendencia realista que había combatido, no lograenseñorearse, por fortuna, en el mundo del arte.Sólo en algunos países es poderosa su influencia,y aun en éstos aparece vivamente contrarestaday sin probabilidades de triunfo. Si el Sr. Montoroestuvo un tanto amargo y enérgico al atacarle, nofue por desesperación, sino por acudir en la me-dida de sus fuerzas á combatir una tendenciaque considera muy funesta, y por temor á la ra-pidez del contagio en males de cierta naturaleza.

Llamábale al Sr. Canalejas la atención que unidealista como el Sr. Montoro, que tan influidoestaba por la filosofía de Hegel, aceptara el tér-mino realismo como opuesto del idealismo. Apropósito de esto, dijo el Sr. Montoro, que efecti-vamente no consideraba la idea y la realidadcomo cosas distintas, ni que pudieran presen-tarse estos términos como opuestos. Ya dijo algosobre esto en su discurso al tratar de la idea delo bello. Lo que sucede es, qus se le presentabauna doctrina preconizando la imitación y la ex-presión indiferente, partiendo de considerar la re-producción exactísima de Id realidad sensiblecomo ña del arte, y llamándose á sí numen, ysiendo por los demás llamada el realismo. Y comoesta doctrina se le presentaba ya expuesta y de-nominada de ese modo, creía someterse á las con-diciones del debate, tomándola tal como es, ycomo la llaman los más, actualmente.

No admitía el Sr. Montoro que la teoría ex-puesta por él en su discurso dejara sin el lugar

que le corresponde al género cómico. Lo que ha-bía dicho acerca de los caracteres esenciales detoda acción dramática, no excluye á la comedia.Esta se funda en contradicciones y contrastes decierta índole, que la diferencian hondamente dela tragedia, pero que están comprendidos en lateoría del arte. El Sr. Montoro recordó las impor-tantísimas consideraciones que consagra á la co-media el esclarecido filósofo alemán que habíasido mencionado por el Sr. Canalejas, como ins-pirador del discurso pronunciado por aquel señorsocio.

Celebró, al terminar, que tuviera el Sr. Canale-jas tan completa confianza en el porvenir delarte. El Sr. Montoro no se niega á compartirla,pero hay horas en qué mira con indecible tristezalas tendencias, los errores, los desvarios que seabren camino constantemente, y que amenazaneii iguales peligros á esas tres esferas hermanas,aunque diversas por naturaleza y fin, que se lla-man el arte, la religión y la filosofía, haciendosentir también su perniciosa influencia sobretoda la vida social, y comprometiendo las nobilí-simas ¡espiraciones y la elevación de ideas y sen-timientos, sin las cuales es imposible que puedallegarse á lo que todos ansian.

El Sr. Canalejas hizo de nuevo uso de la pala-bra para rectificar, con brevedad, algo de lo ex-puesto por el Sr. Montoro.

A rectificar también se levantó elSr. Calavia, ycon tal motivo extendió, ampliando sus conside-raciones de la noche anterior sobre el realismocontemporáneo. A continuación de esto, el señorCalavia formuló algunos conceptos sobre el ca-rácter y el sentido del idealismo como el términoopuesto al realismo, y mostró cómo el idealismo,á pesar de formular en algún modo lo esencial ysustantivo de las creaciones artísticas, era sinembargo carente, por cuanto en sus abstraccio-nes olvidaba con frecuencia la realidad y sustan-tividad de los hechos mismos artísticos, que ensu límite son y valen tanto como las ideas.

El Sr. Calavia volvió á insistir de nuevo en suaasertos sobre la crisis presente y sobre la carea-cia actual de ideal artístico. Evidenció la nulidadqu^en la época contemporánea tenía la fórmuladel ideal romántico para seguir la vida, y por coa-siguiente los destinos del arte, y cómo, á pesarde todas las ilusiones que vienen haciendo, losapologistas del pasado, el romanticismo y el cla-sicismo son, después de todo, ideales meramenterebordados, y por tanto no sentidos en su efica-cia, no intimados con nosotros por influencia vivaen nuestra conciencia.

Como muestra de este estado de cosas, el señorCalavia examinó con alguna detención la brillantepero al cabo ineficaz intentona de Goethe, paraformular la epopeya del porvenir en su Fausto;ese grandioso poema que tan perfectamente re-sume todo nuestro pasado histórico, y que tanbella y sistemáticamente retrata la titánica la-cha de la humanidad en la obra gigantesca queviene cumpliendo y determinando. El Infierno deFausto, decía el Sr. Calavia, es evidentemente uninfierno harto más real y profundo y exacto, queel infierno material y sombrío del ilustre poetaflorentino; aquel Mefistófeles irónico y terrible,¿quién no lo lleva consigo mismo y quién no sedeja influir por él en muchas de sus accionesequívocas? Y sin embargo, Goethe, tan grande

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por su genio como Dante y Hornero, y supe-rior á éstos por la mayor experiencia histórica ypor la superioridad científica de los tiempos enque vive el poeta alemán, no logra, no puede lo-grar, ni alcanza á fomentar el ideal futuro, quesin embargo presiente é indica en sus inspi-raciones atrevidas. Fausto intenta elevarse á laregión de las Madres, á esa región de las ideas,en la que previamente le dice su infernal con-greso, que no podrá hallar otra cosa que sombras,oscuridad, tinieblas, vacío, la nada, en fin; y sinembargo, por una adivinación tan divina comobellamente expresada, Fausto le replica: «puedeser que en esa nada, en ese vacío, encuentre eltodo, y acaso la luz que me emancipe de tus fu-nestas y engañadoras alucinaciones.»

Pero este presentimiento admirable, este pri-mer paso de rectificación, no tiene verdaderasconsecuencias ulteriores en el poema, y no le sir-ve á Fausto más que para reconstituir, en ciertomodo, la vida del mundo clásico resucitando áElena, y presentarnos como segunda edición, ypor contraste, el infierno pagano con todas susquimeras, con sus esfinges, con sus sirenas, consus bribonas de Tesalia; pero esto que humilla áMeflstófeles haciéndole presentir su muerte, no es,ni mucho menos, el camino real, el camino racio-nal y sistemáticamente recorrido del bien, recti-ficando paso á paso la cadena de males que en suextravío Fausto ha venido produciendo.

Una vaga reminiscencia del Paraíso de Dante,pero tan tímida como las vacilaciones escépticasdel poeta, es el resultado final de esta epopeyaincompleta, de esta epopeya sin ciclo, de estaepopeya sin perspectiva, sin horizonte, resumendel pasado evidentemente, pero simple epitafiode la vida hasta aquí realizada y desenvuelta.

No tenemos, pues, ideal común, ideal universaly vivo, como fuente de inspiración artística, ájuicio del Sr. Calavia, y los tiempos actuales, sóloinspiran al poeta pensamientos, sentimientos ytendencias eminentemente individualistas, comola época en que vive, como el siglo en que se haeducado, como el espíritu con que van dirigidaslas corrientes actuales de los acontecimientos yde las cosas.

Para formular un nuevo ideal necesítase, se-gún pensaba el Sr. Calavia, volver de nuevo alcampo y esfera de las ideas, á la región de lasMadres como dice Goethe; pero para revisarlas denuevo, para sacudirlas, para airearlas. Las ideas,cuando se petrifican, cuando no se remueven, de-cía el Sr. Calavia, son como las aguas estanca-das, se pudren, y pudren por consiguiente la vida,porque envenenan la atmósfera moral, y aniqui-lan la vida del espíritu. ¿Pero qué son las ideas?He aquí la cuestión magna de la Filosofía y elverdadero caballo de batalla de todas las cuestio-nes que seriamente buscan su solución racional,profunda, real y decisiva. Las ideas no son pre-cisamente como Hegel pensaba, la Realidad mis-ma, sino la afirmación que de lo concebido en larealidad, que nos es presente, hacemos al idear.Idear, por tanto, es un hacer de que se sabe el queidea, y este saber de que ideamos, es para todosnosotros, para todo hombre que atiende á los fe-nómenos interiores de su propio pensamiento, unsaber supra-ideal, una vista directa inmediata denosotros mismos, comunicando con el objeto decuya naturaleza es de la que afirmamos lo que de

ella concebimos, que eso es el idear y el formarideas.

En esta Realidad que ideamos, es en la que hayque buscar desde luego, y constante y frecuente-mente, y con permanente insistencia, la natura-leza de nuestras ideas, su objeto y la extensión,cada vez mayor que al formularlas, con mayor co-nocimiento cada vez, venimos dándolas en la his-toria. La idea de Dios, por ejemplo, no es la mis-ma en el mundo antiguo que en la Edad Media, nique en los tiempos modernos; y sin embargo, laRealidad á que esta nuestra idea se refiere, es lamisma y la inmutablemente idéntica para todoslos tiempos y para todas las edades y razas; ideé-mosla bien, ideémosla mal. La Realidad suprema,es, según lo ideaba el mundo antiguo, y por tanto,según su concepto, el Dios-Naturaleza, fuente detoda creación, principio de todas las cosas, origeneterno del universo cósmico. Su teogonia es, comotodos sabemos, un panteísmo naturalista. Parala Edad Media esta misma Realidad ideada, es elDios-Espíritu, el Logos de Platón, el Verbo del 4.°Evangelio encarnado en el mundo, pero quedandosobre esto la idea espiritual de Dios, como lo ex-tra-mundano. La teogonia espiritualista que llegaá prevalecer en la Edad Media, es el dualismoentre Dios y el Mundo, considerando á éste comolo pecaminoso, como lo tentador, como lo satáni-co, contra el espíritu que tiende á la visión beatí-fica, á la identificación del alma con su Creadorpuramente espiritual. Y éste es a la verdad elidealismo exclusivista de la Edad Media.

Para los tiempos modernos, esta idea suprematiene ya en presentimiento caracteres eclécticos,que tienden á una reconciliación de.los idealesanteriores, aunque sin haber hallado todavía parala vida y para el arte, la fórmula de su epopeya,ni el principio mismo constitutivo de esta fór-mula.

A.hora bien; ¿cuál es el nuevo ideal? ¿Puedenéste formularle los tiempos modernos? Hó aquí loque, disintiendo del Sr. Canalejas, opinaba el se-ñor Calavia: Los ideales comunes de vida, comofuente de inspiración artística, no se improvisanni se producen arbitrariamente, así como tampo-co se perpetúan, ni son eternos. El ideal lo deter-minan en su hora oportuna los acontecimientos,los intereses, las corrientes de la civilización, lasideas y los sentimientos que van tomando cartade naturaleza en la historia, y le imprimen susello, su dirección y su sentido puramente fecun-do. En los momentos críticos y de transición comoel presente, en que todo es resbaladizo, pasajero,fugaz, efímero, en que todo se halla fuera deasiento y verdaderamente montado al aire, no ca-ben ni pueden formularse otra cosa que propósi-tos individuales, que hacen las veces de ideas encada hombre, y que posibilitan el que cada cualviva como su interés le aconseje, ó como su con-veniencia le inspire; pero nunca tomando comonorte primordial los principios ni los interesescomunes de la humanidad, que impíamente se re-legan hoy á lugar secundario.

Es, pues, de todo punto ilógico pretender, comoexigencia, que se formule un ideal que todavía notiene ni tradiciones suficientes, ni acción dramá-tica constituida, ni protagonista creado. El señorCanalejas, con su acostumbrada elocuencia, hacíanotar que en los tiempos modernos, grandes pormuchos conceptos, pero también pequeños, ra-

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quiticos y mezquinos por otros muchos, el trabajode revisión histórica era más profundo, minucio-so y detallado que lo ha sido nunca hasta la horapresente, é indicaba como comprobación de suaserto, que todos los ideales hasta aquí cumpli-dos, que el ideal egipcio como el asirio , el indiocomo el persa, y aun, si cupiera, loa ideales pre-históricos del hombre primitivo, eran objeto deuna atención profunda, y de un análisis minucio-so; pero todo esto, decía el Sr. Calavia, no mues-tra que aquellos ideales sean elementos vivos denuestro drama contemporáneo, sino puras revi-siones, investigaciones estimables y hasta nece-sarias de nuestro pasado, como condición previay racionalmente exigida, si hemos de llegar algúndia á formular con alguna plenitud de sentido, ysin impaciencia, el ideal del porvenir, por todos yaen la hora que corre presentido.»

Inmediatamente después de esta elocuente rec-tificación del Sr. Calavia, que se oyó con aplauso,se levantó la sesión, acordándose inaugurar eldomingo, 28, las tertulias literarias, y proseguirel sábado, 27, la discusión pendiente.

ai MABZO 1875.Continuando la discusión del terna

inconvenientes del realismo en el arte dramático, ycon, especialidad en el teatro contemporáneo, hj^ouso de la palabra el Sr. Rayón.

Expuso la dificultad do esta cuestión en lostiempos presentes, por estar muy excitada la lu-eha de las opiniones acerca de la misma; peroafirmó que un buen realismo no tiene ventajas niinconvenientes, puesto que los grandes maestroshan sido idealistas y realistas á la vez.

Manifestó que las condiciones fundamentalesdel arte eran tres: Realidad, Racionalidad é Idea-lidad, y que el arte clásico antiguo y medio, es elúnico que ha reunido, en ponderación conveniente,estas tres cosas á la vez. Lope, Tirso, Calderón yotros, son una prueba evidente de ello, y lo mis-mo pudiera citarse al gran Velazquez, en los cua-dros de las Hilanderas, de los Borrachos y de lasMeninas, asombros admirables de realismo, queá Murillo en ciertos estudios de costumbres y es-cenas de chiquillos y juegos de pilletes, que alter-naron en su fantasía con la gran concepción delSan Antonio. Cuando el arte se descompone en laponderación de sus formas y modos, vienen lasaberraciones y prepondera algo deforme á costadel todo, como en la Edad Media el idealismoexagerado se realizó á costa de la realidad y ra-cionalidad de la obra, y como en la época presenteel realismo predomina á costa de ese perfumeideal y delicado, necesario á las obras de arte, porlo cual puede decirse que el realismo actual tienetendencias á caer en el groserismo, en el bruta-lismo. Ya en la pendiente del realismo dramático,no se para hasta caer en las extravagancias quehoy se representan de vez en cuando con aplausopopular, como la zarzuela que, empezando porJugar con fuego, terminó con Céfiro y Flora, Entre

íi mujer y el negro, y hoy el Barberillo de La-

Dijo que toda innovación que no es racional nopuede ser real bajo el punto de vista estético, y queel teatro es hoy débil para corregir, pero poderosopara estimular los malos apetitos.

Añadió que el arte no tiene nuevos mundos que

descubrir y recorrer, pues trescientos años deproducción dramática constante habian dado porresultado nueve ó diez mil obras que tocarontodos los resortes de la inteligencia y del corazón.Además, siendo los ideales anteriores la religión,la monarquía, las ideas caballerescas, etc., y ca-reciendo hoy de ideal concreto, no era posiblecrear uno nuevo, porque los ideales no se crean.

Dijo también que iba á recordar ala sección unlibro inmortal, que era á la vez el más realista yel más idealista: el Quijote de Cervantes, en cuyolibro se tejían, por admirable modo, la realidad delos hechos que se desenvolvían con el espírituideal de D. Quijote, que luchando constantementepor el triunfo de su idea, había venido al cabo ásucumbir ante el realismo de la sociedad de sutiempo; manera y modo sublime de comprenderuna obra en que los términos están tan subordi-nados entre sí y con enlace y trabazón tan íntima,que es imposible tocar á ninguna de sus partessin descomponer el todo.

En resumen, dijo: que loa tres términos del artequedaban expuestos; que cualquiera de ellos quefaltase, la obra quedaría manca, incompleta; quehoy no se podía dar originalidad y novedad á laobra artística sin peligro del éxito, porque seríapretender conseguir lo que no puede alcanzar-se; que bien conocía que en esta época se hanconseguido triunfos bastante señalados, pero nodecisivos, y que fuera de Bretón, que dominó laescena varios años, no ha habido quien interpre-tara con fidelidad los buenos principios artísticos.Por último, que el realismo en el teatro no esventaja ni inconveniente, mientras se contiene enlos justos límites, como han hecho y realizado losgrandes artistas; paro que, fuera de ellos, puedollegar á ser una aberración, una monstruosidad.

El Sr. Rayón fue oido con general agrado, y sele aplaudió al terminar su discurso, concediendoel señor presidente la palabra Fil Sr. Revilla, quienexpuso su pensamiento en los siguientes tér-minos:

«Para tratar con fundamento seguro, dijo, lacuestión que se discute, es necesario flj ir prévia-men|e el concepto no bien definido, por lo gene-ral^ del realismo.

Él realismo es una escuela literaria que procla-ma una teoría estética y un procedimiento artís-tico, y que crea géneros en todas las manifesta-ciones del arte, quizá con la única excepción dela música, predominando sobre todo en la pin-tura y en la poesía, y especialmente en el teatro.

Su principio fundamental le hace ser una reno-vación de la escuela neo-clásica que dominó en eloiglo pasado, y contra la cual fue legítima ynecesaria protesta el romanticismo. Este princi-pio e3 reducir el arte á la imitación fiel de la reali-dad, poniendo su fin en la verdad. Pero como elrealismo procede de la escuela positivista quehoy lo invade todo, para él la realidad es lo me-ramente fenomenal, sensible, exterior al artista,reputando idealismo y condenando como tal todolo que se aparte de esta reducida esfera.

Los orígenes del realismo son á la vez cientí-ficos é históricos. Su origen científico es la escuelapositivista, de cuyos principios es la aplicacióny consecuencia en el terreno del arte, una veznegado lo absoluto, reducido lo ideal y suprasen-sible á la esfera de lo subjetivo, y reducida larealidad á lo puramente fenomenal y sensible, es

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lo lógico, en la esfera del arte, adoptar comoprincipio la imitación, la reproducción exacta yfiel de la realidad entendida de esta manera. Ycomo el positivismo, bien como idea teórica, biencomo regla práctica, se impone al siglo, avasallalas inteligencias, informa las Custumbres y es laatmósfera que respiramos, aun los que con mayorafán defendemos, ya en las últimas trincheras, elesplritualismo,—el arte, reflejo fiel del estado so-cial, no ha podido sustraerse á esta influencia, yse ha hecho necesariamente positivista; esto es,realista. Ha favorecido esto la circunstancia dehaber extremado de tal suerte el sentido idealistala escuela romántica, que la reacción era necesa-ria contra sus exageraciones; y como la reacciónes siempre y en todos los terrenos igual y contra-ria á la acción, al extremo idealista se ha opuestocon igual exageración en contrario sentido, otroextremo, el realismo.

La teoría estética del realismo es insostenible.Ciertamente le asiste razón al afirmar que el arteno es enemigo de la verdad, y que el artista debeinspirarse en lo real y al combatir en el arte losobrenatural, lo arbitrario, y lo meramente fan-tástico; pero yerra al reducir el arte á la imitacióny reproducción fiel de la realidad, y al entenderpor ésta lo meramente exterior al artista.

El mundo ideal que llevamos en la mente noes menos real que el que se ofrece á los sentidos.El mundo de las realidades suprasensibles notiene menos verdad que el de las realidades sen-sibles. La belleza ideal que la razón concibe y lafantasía informa en la obra de arte, no es menosreal que la que existe en los objetos exteriores.En el arte, como ha dicho muy bien el Sr. Rayón,debe haber realismo, idealismo y racionalismo.Kl artista debe inspirarse en la realidad y no en-tregarse álos ensueños y delirios subjetivos de sufantasía; pero lejos de reproducirla y copiarla ser-vilmente, ha de representarla en su obra ideali-zada, sublimada, embellecida por la belleza idealque él concibe y contempla, y que ha de desen-trañar de la belleza real. Al reproducir la realidad,ha de descubrir el artista la idea que en ellaexiste oculta; ha de corregir sus imperfecciones ylímites; ha de depurarla; ha de elegir en ella loque es bello y dejar en la sombra lo mezquino ydefectuoso, sirviéndose como criterio del conceptode belleza, del arquetipo ideal que en su razón seda y que le sirve para determinar a priori elgrado de belleza de la realidad exterior. Compe-netración del mundo interno y extra-sensible(ideal) con el mundo sensible, exterior (real), con-sorcio de la belleza concreta de lo sensible con labelleza contemplada en la razón, realización de loideal y á la vez idealización de lo real; el arte hade ser la operación misteriosa é inefable, por lacual, el ideal contemplado (en vista, sin duda, dela realidad) por el artista, toma carne en la reali-dad sensible que á su vez se sublima é idealizabajo su influencia. Lo que esto no sea (y en estoconsiste la unión de lo ideal con lo real bajóloracional de que hablaba el Sr. Rayón), será re-producción servil, fotográfica, anti-artística de losensible ("realismo), ó caprichosa arbitraria y abs-tracta concepción de sueños y monstruos forjadospor una imaginación sin freno (idealismo); peronada de esto puede llamarse arte.

Determinado el concepto del realismo, vengamosá la cuestión concreta que es tema del debate.

La preponderancia del realismo en el teatrocontemporáneo se debe á varias causas. La so-ciedad presente, falta de un ideal concreto, defi-nido y umversalmente aceptado, trabajada porprofunda y laboriosa crisis, penetrada de un sen-tido positivista debido al desarrollo de los intere-ses materiales y de las ciencias de observación, ála decadencia de los ideales antiguos y al prepon-derante espíritu de crítica, negación y duda, roasdada á pensar que á sentir, como quiera que noreconoce más directora de su vida que la ciencia,y sintiendo amortiguados los impulsos poéticos éidealistas de otros tiempos, concibe la poesía deun modo distinto que antes, tiene nuevas y diver-sas exigencias con el poeta, y estas circunstan-cias influyen notablemente en las condiciones dela poesía dramática que es fiel reflejo y expresiónde las sociedades, y es más influida por éstas queen ellas influye, contra la opinión vulgar queconsidera al teatro como escuela de costumbres.

En otros tiempos era la poesía sentimiento másque idea; hoy es idea tanto ó más que sentimien-to, y por eso, si en belleza de forma aventajaronlos antiguos poetas á los modernos, éstos les su-peran en pensamiento; aquellos cantaban mejeracaso, éstos piensan más y mejor, aunque nocanten tan bien.

La sociedad presente, atormentada por gravesproblemas y terribles crisis, quiere ver represen-tados en el teatro (como en toda la poesía) susdolores, ventiladas sus dudas, expuestos y discu-tidos sus problemas, rechazando todo lo que nosea eminentemente humano. Va al teatro á pen-sar, ó á sentir lo que piensa, mas no lo que á nin-guna útil realidad responde, y cuando no se le sa-tisface esta exigencia, pide solaz para sus sentidos.La pura emoción estética está hoy muy amorti-guada; ó el poeta hace pensar y la emoción es in-telectual ante todo, ó en caso contrario se le exigeque excite los sentidos con bufonadas ó situacio-nes de efecto. La teoría del arte por el arte, tanracional y exacta, goza en la práctica éxito es-caso. La sociedad es utilitaria por ser positivista,pide al artista enseñanza levantada ó grosero de-leite, pregunta ante todo para qué sirve ó quéprueba su obra, y rechaza con desprecio las obrasde pura imaginación ó sentimiento en que elarte no está subordinado á lo que se llama fin do-cente. Por eso ha dicho un poeta que la poesíadebe ser la razón cantada; por eso hemos vuelto ála opinión del marqués de Santillana, para quienera la poesía \&fermosa cobertura con que se encu-bre la verdad.

Verdad, ciencia, enseñanza, lección práctica,problema dilucidado; esto es lo que pide al teatroel público moderno, y por esto reina el realismoque, poco ganoso de crear belleza, de pintar afec-tos é ideales, se limita á reproducir en su desnu-dez la vida real, anatomizar caracteres y plan-tear y discutir problemas sociales. Esto es lógico,fatal y necesario, y en el fondo legítimo; lo de-plorable es la exageración con que se hace.

Esta exageración se debe principalmente á losfranceses, que tienen dos cualidades: unlversalizary popularizar todas las ideas de que se apoderan,pero corromperlas también. Dado que la dramá-tica realista deba ser el fiel retrado de la so-ciedad, ellos, creyendo que toda la sociedad euro-pea es como la suya, han reproducido ésta, ycomo ésta es corrompida, su teatro lo ha sido

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también. Los problemas relativos al amor y á lafamilia, ventilados y resueltos con arreglo al sin-gular criterio de la moderna literatura francesa,hé aquí el fin social de sus obras dramáticas; larehabilitación de las cortesanas, la apoteosis deladulterio ó del amor libre, hé aquí su tendencia;basada en esta una acción movida, animada, llenade situaciones de efecto, confiada á una serie depersonajes inmorales, indignos y odiosos, y ex-presada en un lenguaje llano y familiar, pero cas-tizo y elegante, se produce la obra francesa á quese llama por antonomasia realista, y que, recha-zada con razón en otros pueblos más puros, en-vuelve en su descrédito á la escuela realista queno se puede sin injusticia confundir con talesaberraciones.

El realismo en su estricto sentido es fatal parael teatro. Fáltale la elevación y grandeza que ésterequiere; es impotente para concebir y pintarpersonajes que sean á la vez genéricos é indivi-duales, caracteres y tipos, que representen lo in-dividual, determinado, singularísimo del personaje(carácter), y á la vez encarnen y personifiquenuna pasión, una tendencia, una cualidad, un to-tal aspecto de la naturaleza humana (tipo). Estegrado de perfección no lo alcanzan el idealismo niel realismo. Abstracto aquél en sus procedimien-tos, no inspirado en la observación atenta de loreal, produce personificaciones, alegorías, tiposabstractos, sin vida ni carácter; el segundo, encer-rado en la esfera de lo sensible, sólo acierta encambio á retratar individuos. Carece también elrealismo de criterio seguro para distinguir en larealidad lo bello y artístico de lo que no lo es, yse expone á caer en lo vulga.r, en lo pequeño, yaun en lo repugnante. Le es también difícil con-seguir belleza y poesía en su forma, y se inclina áuna llaneza que á la postre degenera en prosaísmo;y finalmente, su tendencia al fin docente, noponderada por un concepto ideal y levantado de lobello, le arrastra fácilmente á sublevar el sentidomoral, pintando el mal en su desnudez, sin teneren cuenta que el mal sólo cabe en el arte á títulode sombra para hacer realzar el bien, y que no hade presentarse en la escena cuando es vulgar ymiserable, sino cuando va acompañado de ele-mentos positivamente buenos que le den algu-na belleza.

Respondiendo, pues, á la cuestión del tema, po-demos decir que el realismo, tal como comun-mente se entiende, y sobre todo el realismo fran-cés, es funesto para el arte; pero que despojadode sus exageraciones y prescindiendo de su teoríaestética que es falsa, nay en él verdades y ense-ñanzas que no debemos desaprovechar.

En efecto, al condenar los excesos del idealis-mo; al excluir lo fantástico y sobrenatural; alexigir al artista, respeto á la verdad; al indicar lanecesidad de que haya en el arte idea, pen-samiento, sentido social; al sublevarse contra latiranía de la forma; al afirmar que la realidad, ydentro de la realidad, lo puramente humano,ha de ser la fuente de inspiración del arte, diceverdad y le asiste razón. Pero su idea de que elarte es reproducción exacta de lo real, y nada me-nos, su concepto de lo real como lo meramenteexterno y fenomenal, su falta de criterio para dis-tinguir en lo real lo que puede y debe reproducir-se en el arte de lo que, por bajo y miserable y re-pulsivo, es indigno de éste, su doctrina del arte

docente, racional en el fondo pero falsa cuando selleva á negar la sustantividad é interna finalidaddel arte, y sus tendencias á complacerse en lapintura de los más torpes aspectos de la natura-leza humana, son errores gravísimos y condena-bles que causarán graves daños al arte, sobretodo á la literatura dramática.

El remedio de estos males no está en volver alidealismo, sino en concertar bajo superior unidadlo que hay de legítimo y verdadero en éste y en elrealismo. Lo ideal y lo real han de conciliarsebajo la razón, como el Sr. Rayón ha dicho acerta-damente, y el arte ha de ser ideal y real, pensa-miento y sentimiento, verdad y belleza, todo indi-visamente.

Para esto necesita, ante todo, el arte un ideal, yeste ideal no existe, según el Sr. Rayón. Es cierto:un ideal correcto, definido, común á todos loshombres, no existe hoy, y los ideales antiguos pa-saron para no volver. La religión, el trono, la no-bleza, todo lo que inspiró á nuestros poetas clá-sicos no puede ser fuente de inspiración para loshijos de este siglo de luchas y de dudas. Pero elartista, falto hoy de ese ideal definido, no carecepor completo de ideales que le inspiren. Este si-glo, grande cual ninguno-, estas luchas terriblesdel ideal que se va con el ideal que se anuncia, es-tas dudas que atormentan al hombre, los grandesdescubrimientos de la ciencia, las maravillas de laindustria, la grandiosa epopeya revolucionariaque se va desarrollando desde 89 acá, la idea de)progreso, única fe y única esperanza del siglo xix,la libertad, principal aliento de todas sus e pre-sas, ideales son, aunque indefinidos y confusos,superiores en grandeza á los que ya pasaron. Ins-pírese en ellos el arte moderno y no será paraél tan grave peligro la tendencia realista, ni lefaltará inspiración y grandeza. ¿Qué mayor gran-deza, en efecto, que cantar la ciencia, la civiliza-ción, el progreso y la libertad?»

Grandes y prolongados aplausos cubrieron lasúltimas elocuentes palabras del notable discursodel Sr. Revilla. El Sr. Presidente anunció en se-guida la inauguración de las tertulias literariaspara el d*ía inmediato, y levantó la sesión.

Eirla próxima usarán de la palabra los señoresVidart, Nieto y otros.

BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES.

¿Pueden hablar las hormigas?Nadie ha estudiado las costumbres de nuestros

rivales de seis piernas, sin quedar impresionadopor la habilidad que tienen las hormigas para co-municarse entre sí, y por el alto grado de inteli-gencia de que parecen capaces. La noticia de unpeligro común se extiende rápidamente en las co-lonias que cuentan millares de hormigas, llevada.solamente por uno ó dos centinelas. Su sistemade comunicación ha permanecido hasta el pre-sente en el misterio, siendo la hipótesis másplausible la de que ejecutan una especie de ma-niobra con las antenas. Así se ve que una hor-miga, al regresar de una expedición de aprovisio-namiento, encuentra á otra y ambas se detienen,se frotan las antenas durante algunos instantesy después se separan, marchando una hacia su

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hormiguero, y tomando la otra la dirección (dis-tinta de la que llevaba antes) del sitio en que sucompañera había encontrado su carga. Parece queel frotamiento de las antenas, que á la simplevista es igual siempre, debe ser una especie desaludo, como el de dos vecinos que se estrechanla mano al encontrarse, mientras que la conver-sación se hace de otra manera. Según una Me-moria que ha publicado el profesor Landois, in-dividuo de la Sociedad de Historia Natural de laPrusia renana, las hormigas están provistas daun aparato resonante que se parece mucho al dela avispa. Puesto que tienen su instrumento, de-ben servirse de él; y aunque el oido humano nopueda percibir el sonido que produzca, el gradode este sonido puede convenir á un lenguaje ple-namente desarrollado. El profesor Landois ha ob-servado más de una vez un sonido débil, de ca-rácter de silbido, en las filas de las hormigasgrandes cuando se las maltrata. Se necesita, pues,inventar un aparato que haga oir sonidos queno se oyen, como se hacen luminosos los rayosinvisibles; hasta que llegue este caso no se po-drá contestar á la pregunta de si pueden hablarlas hormigas; pero si algún dia se logra inventarese aparato, podrá algún sabio proporcionarnosuna gramática comparativa de los idiomas de lashormigas. (Scientiflc american.)

Conforme se había anunciado, el domingo úl-timo celebró la Sección de literatura y bellas artesdel Ateneo la Tertulia literaria, cuyo programa yobjeto conocen los lectores de la REVISTA EUROPEA.

En dicha tertulia, el Sr. Montoro leyó un inte-resante trabajo del Sr. Perojo sobre Heine y algu-nas cartas inéditas de este ilustre poeta traduci-das al castellano. El Sr. Pacheco hizo una exposi-ción verbal del libro de Mr. Odysse Barot sobre laliteratura contemporánea en Inglaterra. El señorLópez Iriarte leyó varias poesías de Heine y deGoethe, que ha traducido en verso castellano, yuna original. El Sr. Alcalá Galiano, por último,leyó una del Sr. Revilla y su conocida é inspiradaoda El túnel de Mont-Cenis.

Todos estos trabajos fueron muy aplaudidospor la concurrencia que era numerosa y escogida.Los lectores de la REVISTA podrán apreciarlosen breve.

M. T. Huppinger, de Mannerdorf (lago de Zu-rich), ha inventado un aparato escritor que con-siste en piezas articuladas dispuestas de tal modo,que cuando el mecanismo se pone en comunica-ción con el órgano vocal, los movimientos de loslabios, de la lengua, de la laringe, etc., se ins-criben por medio de puntos y rasgos en una fajade papel, que se va desarrollando como en unaparato telegráfico. El instrumento funciona sinque sea necesario hablar alto.

M. J. Palisa, Director del Observatorio de ma-rina de Pola (Italia), acaba de descubrir un pe-queño planeta, de duodécima magnitud, cuya po-sición es esta: 1875, 23 Febrero, 8 h. 42 m. 12 s.tiempo medio de Pola; ascensión derecha, 9 h.57 va.. 57 s. (movimiento diurno — 60 s.); decli-nocion-(-13° 45' (movimiento diurno +1'.)

Este planeta tiene el número 143 de los descu-biertos, de los cuales 97 lo han sido en Europa,41 en América y 3 en Asia.

Se ha observado en los Estados-Unidos que losanimales domésticos, especialmente los perros ylos gatos, y los libros, pueden ser instrumentosde trasmisión de las enfermedades contagiosas.En un caso de fiebre escarlatina, dice el Scientificamerican, se ha demostrado que la enfermedadhabía sido trasmitida al niño que la padecía porun perro que había sido constante compañero deuna persona atacada de la misma enfermedad.Debe, pues, recomendarse que no entren los per-ros y los gatos en las habitaciones de los enfer-mos, especialmente en el período peligroso.

Los libros de las librerías públicas que tienensuscriciones de lectura á domicilio, también pue-den ser considerados como agentes activos de pro-pagación de las enfermedades, pues con muchafrecuencia pasan por las manos de personas ata-cadas de afecciones contagiosas.

El gobierno belga ha fundado un premio anualde 25.000 francos para el autor de la mejor obra:de Historia nacional en el primer año (1878), dearquitectura en el segundo año (1879), de rela-ciones comerciales de Bélgica, en 1880, y de me-jora de puertos, en 1881. Al concurso de esteúltimo año, serán admitidos los extranjeros.

Del almanaque para 1875 publicado en Franciapor la Sociedad de San Vicente de Paul, se hahecho hasta ahora una tirada de 293.000 ejem-plares.

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Los terrenos del Sudoeste de los Estados-Unidos, que hasta el presente han sido muy pocoexplorados, ofrecen una riquísima cosecha a losarqueólogos y á los historiadores. Las medidastopográficas y las investigaciones geológicas quese han practicado en los territorios de Arizona,Nuevo-Méjico y Colorado, han hecho descubrir,según escriben de Washington á la Gaceta deAugsburgo, restos de pueblos y aldeas cuya exis-tencia debe remontarse á una antigüedad de másde mil años.

Las construcciones revelan un plan arquitec-tónico, y se han encontrado multitud de geroglí-flcos é inscripciones en templos dedicados al sol.En Arizona se han encontrado restos de unatribu de los tiempos primitivos, los Moquis, queno tenía punto alguno de contacto con los indiosdel Far-West americano, y cuya aparición enAmérica es contemporánea á la aparición en Eu-ropa de las inmigraciones de los primeros siglos.

El territorio de Colorado conserva todavía mu-chas huellas de los tiempos primitivos, y es unade las comarcas más románticas de los Estados-Unidos, por sus altas montañas, sus preciososvalles y su maravillosa riqueza en minerales deoro y plata.

Las minas de hulla de la Pensilvania han sumi-nistrado en el año último nada menos que 31.600.000toneladas de carbón.