Revista Gestion Cultural Nº2 Año 2da Epoca

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1 SEPTIEMBRE 2010 / AÑO 2 - Nº 2 [segunda época] El gestor cultural como intelectual. Por Jorge Zuzulich. Los cementerios en el marco de la gestión cultural Por Agustina Padula Una solución a la contaminación sonora en exhibiciones. Por Leandro Pisani El dramaturgo: un viajante que vuelve. Nuevos fomentos para los autores argentinos. Por Natalia Aparicio. Espacios de Arte Contemporáneo. Por Pablo Mendes Calado. ISSN - 1669-7189

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Revista que aborda problemáticas contemporáneas en torno a la gestión del arte y la cultura.

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  • 1SEPTIEMBRE 2010 / AO 2 - N 2 [segunda poca]

    El gestor cultural como intelectual. Por Jorge Zuzulich. Los cementerios en el marco de la gestin culturalPor Agustina Padula Una solucin a la contaminacin sonora en exhibiciones. Por Leandro Pisani El dramaturgo: un viajante que vuelve. Nuevos fomentos para los autores argentinos. Por Natalia Aparicio.Espacios de Arte Contemporneo. Por Pablo Mendes Calado.

    ISSN - 1669-7189

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    RfxEl gestor cultural como intelectual. Por Jorge Zuzulich1

    El gestor cultural es una figura difcil de asir que se desliza all, entre artistas e intelectuales, entreempresarios y polticos. Vaya este aporte a la reflexin sobre su mbito profesional y su rol social.

    I.-Es, al mismo tiempo, una bendicin y una mal-dicin para la gestin cultural el naufragar enlos mares de la indefinicin.Tal vez, el carcter regresivo o negativo entorno a un posible intento de definicin puedaser adjudicado a la estrecha vinculacin de ladisciplina con el campo de la tcnica, esto es, aser definida en tanto prctica con una disposi-cin que se orienta a la resolucin de determi-nados problemas prcticos dentro del campoartstico-cultural. En definitiva, la gestin culturales pensada, en trminos extendidos, como unmbito cuya pretensin consiste en establecerciertos parmetros dentro de los cuales se con-certaran los medios legtimos para la consecu-cin de determinados fines. Fines cuyoestablecimiento pareceran escapar a su domi-nio especfico. Medios cuyos alcances estn vin-culados tanto a la obtencin y administracinde los recursos econmicos como a la configu-racin formal de las propias organizaciones.Quizs con la adjudicacin, a la gestin culturalcomo disciplina, de estas caractersticas opera-cionales es que podamos certificar la aparicinde un perfil profesional estelar: el fundraiser. Yesta operacin de posicionamiento profesionalse enlaza con la necesidad institucional, impe-riosa, de efectivizar la concrecin de sus proyec-tos dentro del escenario propuesto por elcampo cultural.

    En este marco, determinado por la lgica eco-nmica-cultural del capitalismo tardo, eficaciay eficiencia se convierten en los axiomas a loscuales debe responder el accionar del gestorcultural. Axiomas que contienen, a veces deforma velada y otras veces expresa, la necesi-dad de convertir las experiencias de los sujetosen meros actos de consumo.Desde este posicionamiento, sera posible es-tablecer con claridad meridiana una distincin

    [ Reflexiones ]

    1 Licenciado en Gestin del Arte y la Cultura (UNTREF). Crtico de Arte. Ensayista. Docente universitario de grado y posgrado enmaterias vinculadas a esttica e historia del arte (UNTREF-UNLAM-IUNA). Ha sido curador y productor de muestras sobre arte ynuevas tecnologas, as como de arte contemporneo.

    Claude Lanzmann, Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre

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    entre marketing y gestin cultural? Tal vez, y ariesgo de exageraciones, podramos sealarque toda existencia contempornea parecesubsumirse a esta lgica empresarial.Lo cierto es que esta visin instrumental de lagestin est en proceso de naturalizarse, estoes, de erigirse como una verdad incuestionableocultando sus propias condiciones socio-hist-ricas de emergencia y legitimacin. Precisamente por este hecho, y en el precisomomento en que esta dinmica est desple-gndose, sea necesario abrir numerosas lneasde fuga que nos permitan constituir nuevasperspectivas y con ellas nuevos escenarios dediscusin, los cuales posibiliten la restitucin deun sentido progresivo para la conceptualizacinde la gestin cultural.

    II.-Quisiera proponer, entonces, como un intentode redefinicin del territorio de la gestin cultu-ral, la recuperacin de una relacin que ha es-tado presente dentro de la historia de la cultura:la de su vinculacin con el posicionamiento inte-lectual. Repasemos, brevemente, algunos sealamientosde Zygmunt Bauman sobre la cuestin de la in-telectualidad. Dice el socilogo polaco: En cual-quier momento y lugar, los intelectuales seconstituyen como efecto combinado de movili-zacin y autorreclutamiento. El significado inten-cional de ser un intelectual es elevarse porencima de la preocupacin parcial de la propiaprofesin o genre artstico y comprometerse conlas cuestiones globales de la verdad, el juicio yel gusto de su tiempo. Las decisiones de incor-porarse a un modo particular de actividad trazany retrazan la lnea que divide a los intelectualesde los no intelectuales.2

    En primer lugar Bauman, deslinda de la defini-cin de intelectual la pertenencia de este a algnmbito definido de la produccin cultural. Se-gundo, ser intelectual es ms bien una disposi-cin de los sujetos los cuales, en determinadas

    circunstancias socio-histricas, autodefinen con-sensuadamente un territorio del cual emerge unposicionamiento que es, ante todo, tico. Estepunto de vista considera ineludible la concrecinde acciones que tiendan a acortar la brecha entrelo real y lo que debera ser. Me permito introducir una digresin para ejem-plificar el presente desarrollo, creo que existendemasiados ejemplos en la historia del pensa-miento de esta relacin, en donde, intelectuali-dad y gestin confluyen para producir fuertesefectos disruptores en un campo especfico, in-cluso, muchas veces desbordndolo. A continua-cin algunos ejemplos escogidos al azar.El ao 1945 nos seala el nacimiento, en Francia,de un proyecto editorial que tendra repercusio-nes a nivel mundial en el campo poltico y delpensamiento, de l Jean Paul Sartre fue el pro-tagonista central, secundado en la fundacin porSimone de Beauvoir y Maurice Merleau Ponty. Ental sentido, Le Temps Modernes [] aparececomo un instrumento decisivo, que refuerza suposicin y la transforma en una empresa colec-tiva, una nueva escuela de pensamiento, elexistencialismo.3

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    2 Bauman, Z. (2005) Legisladores e intrpretes. Sobre la modernidad, la posmodernidad y los intelectuales. Buenos Aires:Universidad Nacional de Quilmes. P.103 Boschetti, A. (1990) Sartre y Les Tems Modernes, Una empresa intelectual. Buenos Aires: Nueva Visin. P.10

    Henri Langlois

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    Durante 1936, Henri Langlois, un coleccionistade cine, funda la Cinemateca Francesa, espacioque formar a, quizs, una de las ms represen-tativas generaciones de directores cinematogr-ficos franceses, aquellos que se aglutinaron enla denominada nouvelle vague. Tal es la repre-sentatividad de Langlois dentro del campo ci-nematogrfico que le gana la pulseada alMinistro de Cultura cuando este le pide la re-nuncia en 1968. El vencido era nada menos queAndr Malraux.Desde la dcada del 30 la labor de Jorge Ro-mero Brest como crtico de arte, docente y te-rico lo sita como una de las figuras que supoamalgamar intelectualidad y gestin. Fundadorde la revista Ver y Estimar y luego como directordel Museo Nacional de Bellas Artes y del Cen-tro de Artes Visuales del mtico Instituto Di Tellaestuvo en el centro de las rearticulaciones pro-ductivas y receptivas dentro del campo de laplstica argentina de aquellos aos.Merecen especial atencin los debates pro-puestos desde la revista Punto de Vista. Fun-dada en 1978, la revista dirigida por BeatrizSarlo y un comit editorial compuesto por pres-tigiosos hombres de la cultura se convirti enreferencia ineludible dentro de los debates deluniverso intelectual argentino, primero comoespacio de resistencia frente a la dictadura mi-

    litar y luego, con el advenimiento de la demo-cracia, como generadora de intensas discusio-nes tanto en el mbito de lo poltico como delo esttico.Retomando, frente a la asepsia que instaura elposicionamiento tcnico, entendida aquellacomo una operacin que garantiza una preten-dida objetividad, la mirada del gestor-intelec-tual se construye a s misma tomando partidopor el establecimiento de una determinada di-reccionalidad para el campo en cuestin y esesentido, a su vez, toma distancia de la pragma-ticidad inherente al campo de lo econmico.No es que el dinero no sea necesario, sino queel mismo no se constituye como finalidad.Es as como operar en el campo cultural implica,no solamente, conocer a la perfeccin la din-mica del mismo, sus producciones, sus tenden-cias, sino tambin las directrices de las lneas defuerzas que lo componen, dicho de otra forma,la manera en que se establecen las disputasentre sus agentes, querellas a partir de las cua-les devienen los posicionamientos dentro delmismo.En cierta manera, persistir en el establecimientode esta perspectiva, esto es, de constituir algestor cultural como intelectual implica tener enclaro que las decisiones que se toman en elseno del campo en cuestin establecen, concierta claridad, una toma de posicin quetiende a producir determinadas acciones parala reconfiguracin de algunos aspectos relativosal mencionado campo, en donde ya nadie, ni si-quiera el propio gestor, puede refugiarse bajoel aura de la inocencia o de la pura objetividad. Tal vez pueda esgrimirse, con acierto crtico,que este posicionamiento podra contener, ensu despliegue, una visin idealizada de la acti-vidad intelectual y, a la vez, un sentido elitistaen tanto colocara al intelectual como visionario,como aquel que seala el camino a seguir, sus-tentando su actividad en una suerte de mesia-nismo vanguardista. Creo que ese peligro seencuentra latente, pero tambin en su accionarhallaremos el propio antdoto. La directriz, el se-alamiento intelectual, implica forzar una aper-

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    Jorge Romero Brest

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    tura justamente all donde el campo tiende acerrarse. Qu podra generarse a partir del mbito dela gestin cultural entendida como espacio in-telectual? Tal vez, sera deseable el desplieguede una espacialidad abierta engendrada a partirde mltiples intersecciones, la cual alojara ensu seno el embrin de un conocimiento produc-tivo que tome el devenir de una experiencia co-lectiva e interpeladora como constructora deuna cultura que, lejos de la afirmacin, nos ins-tale en una territorialidad ineluctablemente cr-tica.

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