Revista Masónica No. 12

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CULTURA MASONICA Revista de Francmasonería Nº 12 – Julio 2012

PUBLICA © Editorial MASONICA.ES www.masonica.es

EDITA EntreAcacias, S. L. Apdo. de Correos 32 33010 Oviedo (Asturias) España Teléfono: (+34) 985 79 28 92

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ISSN: 2171-1968 Depósito Legal: SE-6062-2010 © Reservados todos los derechos

IMPRIME Publidisa Impreso en España Cultura Masónica no se adhiere necesaria-mente a las opiniones expresadas por sus colaboradores, de las que ellos son los úni-cos responsables.

Al servicio de la

Francmasonería Universal

CULTURA MASONICA Nº 12 (JULIO 2012) DIRECTOR

Valentín Díaz EDITOR

Ignacio Méndez-Trelles Díaz CONSEJO EDITORIAL

Amando Hurtado Ilia Galán Iván Herrera Michel Javier Otaola Joan-Francesc Pont Clemente Joaquim Villalta COLABORADORES DE ESTE NÚMERO

Andrés Cascio Pirri Santiago J. Castellà i Surribas Cristian Daniou Jesús Loza Aguirre Ginés Morillas Roca Joan-Francesc Pont Clemente Ramón Salas Enrique Tierno Pérez-Relaño

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SUMARIO

Año III / Nº 12 / Julio 2012

7 Cuadro de colaboradores

9 ¡VIVA LA PEPA! VALENTÍN DÍAZ

11 LA POLVERA DE MARIANA

JOAN-FRANCESC PONT CLEMENTE

33 LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ, SU CONTRIBUCIÓN A LA CONS-

TRUCCIÓN DE UN ESTADO DEMOCRÁTICO Y LAS APORTACIO-NES DE LA FRANCMASONERÍA ENRIQUE TIERNO PÉREZ-RELAÑO

77 LA RELACIÓN Y LA INFLUENCIA DE LA FRANCMASONERÍA Y LA CONSTITUCIÓN LIBERAL DE CÁDIZ EN EL MOVIMIENTO DE EMANCIPACIÓN DE HISPANOAMÉRICA ANDRÉS CASCIO Y GENÍS MORILLAS

92 LA FRANCMASONERÍA ESPAÑOLA DE JOSÉ I

CRISTIAN DANIOU

102 LA PROYECCIÓN DE LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ Y DE LA FRANCMASONERÍA SOBRE LA DEMOCRACIA Y EL PROGRESO EN EL PAÍS VASCO JESÚS LOZA

110 LOS VALORES DE LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ REFLEJADOS EN EL RITO ESCOCÉS ANTIGUO Y ACEPTADO (REAA) RAMÓN SALAS

120 DE RIEGO A TIERNO: UNA INVITACIÓN MASÓNICA AL ARTE DE

LA ARQUITECTURA CIVIL SANTIAGO J. CASTELLÀ

131 Catálogo editorial de MASONICA.ES

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CUADRO DE COLABORADORES DEL PRESENTE NÚMERO

(por orden alfabético)

ANDRÉS CASCIO PIRRI

Doctor en Psicología Social y profesor del Instituto de Formación Continua de la Uni-versidad de Barcelona. Iniciado en 2003 en la Logia Minerva-Lleialtat (GLSE) al Oriente de Barcelona. Fundador y Venerable Maestro (2012-2013) de la Logia Pedra Tallada (GLSE) al Oriente de Palafrugell. Grado 15 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

CRISTIAN DANIOU

Grado 33 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (REAA), ha sido Gran Canciller del Gran Colegio del REAA del Gran Oriente de Francia

ENRIQUE TIERNO PÉREZ-RELAÑO

Estudió Matemáticas y Física Teórica en Princeton, Madrid y Essex, obteniendo los grados de Licenciado y Master of Science. Se doctoró summa cum laude en Física Atómica por la Universidad de Giessen (RFA), con Premio Extraordinario. Compaginó su actividad docente en esa Universidad con trabajos de investigación en gases radio-activos y con estudios de Macroeconomía Internacional, Literatura y Sociología (Teoría de Sistemas). Regresó a España en 1977 como asesor de la presidencia de Petronor. En 1983 se incorporó como Director al Banco Exterior de España. En 1987 pasó a Caja Madrid como Director General de Desarrollo Internacional, abandonando esa entidad en 1998. Hijo del “viejo profesor”, preside la Asociación para la Reflexión y el Debate “Enrique Tierno Galván”.

GINÉS MORILLAS ROCA

Licenciado en Historia Contemporánea por la Universidad de Barcelona. Profesor de Humanidades (primaria, bachillerato y universidad). Autor de varias publicaciones so-bre Derechos Humanos y Geografía Latinoamericana. Editor.

JESÚS LOZA AGUIRRE

Médico hematólogo. Fue diputado foral de Bienestar Social de Álava y Vice Consejero de Asuntos Sociales del Gobierno Vasco. Es diputado en el Parlamento Vasco desde

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2003 por el PSE-PSOE. Ha formado parte de numerosas misiones de solidaridad y apo-yo, destacando las llevadas a cabo con el pueblo saharaui. Vicepresidente de la Funda-ción Fernando Buesa, fue nombrado en Marzo de 2012 por el Lehendakari del Gobier-no Vasco Comisionado para la Convivencia y la Memoria

JOAN-FRANCESC PONT CLEMENTE

Gran Comendador del Supremo Consejo Masónico de España (SCME) desde enero de 2010. Grado 33. Venerable Maestro fundador de la Logia Pedra Tallada nº 70 (GLSE), al Oriente de Palafrugell (Baix Empordà) entre 2009 y 2012. Fue Gran Maestre Adjunto de la GLSE durante 14 años, bajo tres presidencias diferentes (1987-1993, 1993-1995 y 2000-2006). Catedrático de la Universidad de Barcelona y presidente de la Fundación Francisco Ferrer Guardia. Académico de número de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras. Miembro del Consejo Editorial de Cultura Masónica.

RAMÓN SALAS ROIG

Ha sido Venerable Maestro de la Logia Minerva-Lleialtat nº 1 (GLSE), al Oriente de Barcelona, y Gran Comendador del Supremo Consejo Masónico de España (SCME) en-tre 2007 y 2010, donde en la actualidad mantiene esta posición honorífica ad vitam y ejerce de Gran Experto y de miembro activo del Consejo de Gobierno. Grado 33º.

SANTIAGO J. CASTELLÀ I SURRIBAS

Ha sido Gran Maestro Adjunto de la Gran Logia Simbólica Española y Venerable Maes-tro de la Logia de Estudios Theorema. Presidente del Moviment Laic i Progressista. Profesor Titular de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Rovira i Virgili, de la que ha sido Deca-no, y Vicerector.

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¡VIVA LA PEPA!

l Supremo Consejo Masónico de España (jurisdicción de los Altos Grados Escoceses de los Francmasones de la Gran Logia Simbólica Española) conmemoró el Bicentena-

rio de la Constitución de Cádiz (1812-2012) llevando a cabo un Seminario titulado “La Francmasonería y la Constitución liberal de 1812” porque sin aquella Constitución, y quienes la defendie-ron durante el siglo XIX, hoy no estaríamos aquí, tal y como se puede leer en el programa de ese Seminario, que tuvo lugar, co-mo no podía ser de otra forma, en la propia ciudad de Cádiz y cuando se cumplían exactamente 200 años de la promulgación de La Pepa (19 de marzo de 1812).

Masones y profanos intervinieron en el Seminario, que fue gra-tuito y abierto a todas las personas interesadas, constituyendo un éxito organizativo del que, sin duda, es principal responsable Joan-Francesc Pont Clemente, Soberano Gran Comendador del SCME y alma mater del Seminario, quien movilizó para el empe-ño a varias entidades de las que él mismo forma parte, así como a la Universidad de Cádiz.

A la dirección de Cultura Masónica le pareció que el aconteci-miento era lo suficientemente importante como para no perder la oportunidad de que nuestra revista sirviera de vehículo que hiciera llegar a nuestros lectores las ponencias presentadas en el Seminario. Joan-Francesc Pont, miembro del Consejo Editorial de Cultura Masónica, acogió con su entusiasmo y empuje habituales la idea, y su esfuerzo ha hecho posible que este número haya po-dido elaborarse.

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VIVA LA PEPA

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Se incluyen también dos planchas que son dos reflexiones masónicas sobre la estela de la Constitución de Cádiz , de las que son autores los hermanos Ramón Salas y Santiago Castellá, quie-nes las leyeron en la Tenida Blanca en grado 4 del Supremo Con-sejo Masónico de España celebrada el mismo 19 de marzo en Cádiz, clausurando los actos allí celebrados, y en el transcurso de

la cual se hizo entrega de la medalla de oro del SCME al ilus-tre historiador y pedagogo Pedro Álvarez Lázaro, reconoci-

do especialista en la historia de la Francmasonería y de los movi-

mientos libre pensadores.

Cultura Masónica se suma de esta forma a la conmemoración de

uno de los hechos más encomiables de la his-toria de nuestro país y que constituye un símbolo

de la difícil e interminable lucha por la libertad y la dignidad de las personas.Å

VALENTÍN DÍAZ

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La polvera de Mariana

MARIANA DE PINEDA LLEVABA CONSIGO UNA POLVERA QUE NO UTILIZABA PARA COLOREARSE, PORQUE EN VEZ DE LLEVAR EN SU INTERIOR PRODUCTO

COSMÉTICO ALGUNO LO QUE CONTENÍA ERA UN EJEMPLAR DE LA CONSTITUCIÓN

DE CÁDIZ IMPRESO SOBRE FINAS HOJAS REDONDAS CORTADAS A LA MEDIDA EXACTA DE LA POLVERA, QUE SE CONVIRTÓ ASÍ EN UN SÍMBOLO DEL CONSTITUCIONALISMO DEMOCRÁTICO.

MARIANA DE PINEDA, EJECUTADA POR LOS ENEMIGOS DE LA LIBERTAD, PROYECTA SU HEROÍSMO SOBRE EL PORVENIR, COMO UN EJEMPLO DE CIUDADANÍA, EN PALABRAS DEL AUTOR DE ESTE ARTÍCULO, QUE RECREA AMOROSAMENTE LA TRÁGICA HISTORIA DE MARIANA PARA REFLEXIONAR SOBRE TODO EL SISTEMA DE VALORES ENCARNADO POR LA CONSTITUCIÓN DE 1812 Y POR LA FRANCMASONERÍA.

JOAN-FRANCESC PONT CLEMENTE

a Gaceta de Madrid del 7 de junio de 1831 publicaba un comu-nicado oficial en el que se daba cuenta de la pena de muerte ejecutada sobre Mariana de Pineda el 26 de mayo anterior en

la ciudad de Granada, de la que era vecina. Su delito: que se le hubiera hallado una bandera revolucionaria a medio bordar.

La frase final del comunicado deja bien a las claras el mensaje: Si aún son más dolorosos estos castigos en las mujeres que en los hombres,

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LA POLVERA DE MARIANA

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no por ello dejan de ser tan precisos para el escarmiento, especialmen-te después que los revolucionarios han adoptado la táctica villana de tomar por instrumento y por escudo de sus locos intentos al sexo me-nos cauto y más capaz de interesar la aje-na compasión.

A pesar de los ecos del viejo machismo patriarcal que destila el comunicado, el verdugo tenía razón: las mujeres liberales, una élite minúscula y activa, estaban ju-gando un papel muy relevante en la difu-sión de la esperanza política.

Bajo la protección aparente del respeto por su sexo —poco eficaz, como es sabido, en el caso de doña Mariana— las mujeres podían contribuir a la causa de la libertad de mil modos. Uno de ellos era ser porta-doras de un pequeño adminículo redondo destinado a conservar un producto adecuado para dar color a las mejillas, es decir, una polvera. Mariana solía llevar consigo una polvera muy especial.

Pero no era una polvera el arma del crimen de Mariana. La polvera había podido ponerse a buen recaudo, conservando el secreto para el que se había diseñado. Un secreto que encerraba las claves por las que algunos hombres de su tiempo aspiraban a la recuperación de la digni-dad de todos, de todas las personas, sin exclusión.

LA BANDERA LIBERAL Pero, ¿qué le habían hallado a doña Mariana? Un tafetán morado del

ancho de dos paños y largo algo más de dos varas y tercio con un triángulo verde en medio y las palabras, a medio bordar:

LIBERTAD - IGUALDAD - LEY

Un tafetán morado, el color atribuido al pendón de Castilla, que, sin embargo, nunca fue tal, dado que el color tradicional de Castilla era el carmesí. El morado, dicen los autores, tiene un carácter misterioso y se asocia con la virtud de la nobleza y con el afán de espiritualidad.

Mariana de Pineda

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De alguna forma, el morado simboliza el combate de los liberales, que he descrito hace un momento como la devolución de su dignidad al ser humano, paciente descubridor de su mayoría de edad tras la Ilustración.

El morado añadido al rojo y al amarillo compone la trilogía cromática de la bandera de la República Española entre 1931 y 1939, pero duran-te más de cincuenta años había designado, como describió el preám-bulo del Decreto de 27 de abril de 1931 de la Presidencia de la Re-pública, la emancipación española mediante la República. Un significa-do simbólico que la bandera tricolor no perderá nunca.

El morado llega a la bandera de España no tanto como un símbolo de pluralismo nacional emanado de las coronas de Castilla y de Aragón —aunque éste será uno de los motivos esgrimidos y, en mi opinión, ello no deja de evocar la bella concepción de la España plural— como por

el reconocimiento de que la República es hija del liberalismo.

En 1821, la sociedad secreta de los Comune-ros se dotó de una bandera morada con un castillo como símbo-

lo. Mariana de Pineda utiliza el morado como emblema de libertad e incluso, en 1833, el estandarte real de Isabel II será morado, como evocación del apoyo liberal recibido contra el absolutismo carlista.

A Mariana le hallaron la bandera el 18 de marzo de 1831. Estaba aún a medio bordar. Fue detenida.

El 21 de marzo de 1831, Mariana de Pineda seguía bajo custodia en su domicilio. Ya es perfectamente consciente de la violencia servil con-tra ella, cabeza de turco escogida para someter a los liberales. Le exi-gen que dé los nombres de sus cómplices y se muestra fiel a sus con-vicciones. Guarda silencio.

Ese día de marzo, Mariana acierta, en una aventura arriesgada y ro-cambolesca, a deslizarse hasta la casa contigua, la de doña Josefa Mínguez Navarro. Desde ella saldrá a la calle Verónica de la Magdalena donde será detenida de nuevo a los cinco minutos. Esto es lo que nos cuenta la Causa contra Mariana de Pineda y lo que nos relata bella-mente Antonina Rodrigo.

El morado llega a la bandera de España no tanto como un símbolo de pluralismo nacional emanado de las coronas de Castilla y de Aragón, como por el reconocimiento de que la República es hija del libe-ralismo.

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LA POLVERA DE MARIANA

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Me gusta pensar que Mariana aprovechó aquellos segundos en la casa de su vecina para esconder tras el cajón de un armario de la plan-ta baja el pequeño objeto circular del que hablaba al principio y que había escondido en un pliegue de las ropas negras de anciana utiliza-das como disfraz para la frustrada huída.

Ese objeto era, aparentemente, su polvera, aunque el contenido fue-ra asaz distinto al comúnmente esperable: un ejemplar de la Consti-tución de Cádiz primorosamente impreso sobre finas hojas redondas cortadas a la medida exacta de la polvera.

La bandera fue el pri-mer delito de Mariana y esta polvera hubiera sido el segundo, de mayor gravedad, si cabe. En aquel aciago mes de mar-zo de 1831 se cumplía el vigesimotercer aniversa-

rio de aquella Constitución liberal de vida efímera pero de proyección imperecedera, aprobada el 19 de marzo de 1812. Había regido entre aquel año de 1812 y 1814 y entre 1820 y 1823. Por ella había muerto Rafael del Riego y por ella iba a morir Mariana de Pineda.

Desde su detención, Mariana gozaría, por utilizar un verbo que re-sulta inadecuado e impreciso, solo de esos cinco minutos de libertad. Desde su intento de huida su situación procesal no iba más que a em-peorar en manos del siniestro sicario, perdón, comisario Pedrosa.

Pero aquellos cinco minutos hacen todavía mayor si cabe la imagen de Mariana ante nuestros ojos. Son cinco minutos de libertad republi-cana, que es una libertad frágil acechada por los incontables enemigos de la emancipación ciudadana.

Los enemigos de ayer, que son también los de hoy, son los que iban a pasar a garrote a Mariana, los que harían lo mismo no hace tanto tiempo con Salvador Puig Antich, los que eliminan al adversario políti-co en tantos lugares del mundo sometidos aún a la tiranía.

La libertad republicana es una aspiración universal que necesita de un apoyo militante, que no admite medias tintas. Mariana proyecta su heroísmo sobre el porvenir, como un ejemplo de ciudadanía.

La tradición de las polveras constitucionales, aun-que poco conocida, ha pervivido casi milagrosa-mente, aunque, en la práctica, circunscrita al am-biente parlamentario.

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La polvera que conservaba la Constitución de Cádiz (que sólo volvió a estar vigente durante un breve período en 1836-1837) a cubierto de las miradas de servi-les, delatores y otras gentes igno-rantes de las que poblaban y pueblan España, ha devenido un símbolo de las posteriores constitu-ciones.

Así, al menos, ha ocurrido con las de 1931 y 1978 que fueron espe-cialmente impresas y encuadernadas, si se me permite la expresión, bajo este formato. Conservo como oro en paño, aunque expuestas al público para, al menos, suscitar interrogantes, las primeras ediciones de estas últimas y una facsimilar de la de 1812, y recuerdo con cariño la forma a través de las que recibí cada una de las piezas.

La tradición de las polveras constitucionales, aunque poco conocida, desgraciadamente, por la lamentable falta de arraigo entre nosotros de la educación por la ciudadanía, y objeto, por si menester fuere, además, de las iras clericales, ha pervivido casi milagrosamente, aun-que, en la práctica, circunscrita al ambiente parlamentario.

Para la sesión del Seminario donde leí este trabajo, pude adquirir una pequeña polvera de plata, en una joyería gaditana, que contiene el texto de la Constitución y que quise transformar en un gesto de fra-ternal complicidad con el ponente que me acompañaba, el Dr. Pedro Álvarez Lázaro1.

Es, precisamente, Pedro Álvarez quien describe a la Francmasonería como una escuela de formación de ciudadanos, una bella y muy com-prensible expresión que compromete a la Orden con la difusión de los principios y de los valores que la ciencia política denomina republica-nos.

Espero que en un futuro próximo una logia adopte como símbolo la polvera constitucional, la polvera de Mariana, y que algún día esta historia se explique en la escuela.

1 Pedro Álvarez Lázaro, Profesor de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, viejo

amigo desde la década de los ochenta cuando compartíamos largas discusiones con el malogrado Roger Leveder, el que fuera Gran Maestro de la Gran Logia Simbólica Espa-ñola y cuyo recuerdo conservamos ambos no sin emoción.

La libertad republicana es una as-piración universal que necesita de un apoyo militante, que no admite medias tinta.

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LA TRILOGÍA DE MARIANA En esta misma línea de pensamiento, forzoso es recordar que las

tres palabras que Mariana había hecho bordar en forma de triángulo evocan, al mismo tiempo, el sistema de valores de la Constitución de Cádiz y el de la Francmasonería: Libertad – Igualdad – Ley. Cada una de ellas merece detenerse en su análisis.

El Absolutismo era incompatible con el menor grado de autodeter-minación individual y colectiva de los seres humanos, reducidos desde la desaparición de la civilización romana a la condición de súbditos, es decir asimilados mucho más a objetos que a sujetos, puesto que no sólo los priva de la libertad que ennoblece la especie humana, sino que los degrada hasta quererlos hacer patrimonio de una familia.

Una autoridad superior, el Trono, el Altar, o una mezcla entre am-bos, disponía de cuerpos y almas como lo hacía con los predios agríco-las, con los castillos y con las ciudades, estas últimas los primeros gérmenes de espacios en los que obtener alguna autonomía personal. La libertad, por tanto, no existía ni era posible recordar que un día

había formado parte de los valores infor-mantes del orden jurídico romano.

La Memoria escrita desde la cárcel por Manuel José Quintana en 1814 era harto ilustrativa al respecto: “Lo que no quería era que [mi patria] siguiese siendo víctima de una arbitrariedad que más de tres siglos la estaba consumiendo” dado que “sin la li-bertad política y civil, ningún Estado puede gozar de felicidad justa y duradera”.

La libertad, el primer concepto de la trilogía de Mariana, había sido asociada en Cádiz a la restitución al pueblo de la dignidad de hombres libres que se les había usurpado, como recoge el Diario de Sesiones que señaló durante los debates Manuel García Herreros.

La igualdad en el primer tercio del siglo XIX tiene en España, sobre todo, dos significados: el de la abolición de los privilegios y el del reco-nocimiento de los méritos. No era una causa menor romper los esta-mentos del Antiguo Régimen ni conceder a cada uno la posibilidad de ser el propietario de su destino. Ni era menor ni iba a ser fácil, pues aún hoy quedan residuos de privilegio y entorpecimientos al valor del mérito.

La obediencia a las leyes, uno de los preceptos de la pedagogía masónica, es el único cauce por el que los abusos de los fuertes se pa-lian con la tutela del Dere-cho sobre los débiles.

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La Ley en la trilogía de Mariana es la reivindicación del Derecho y de la sujeción de todos (particulares y autoridades) a la obediencia a las

Leyes. La obediencia a las leyes, uno de los preceptos de la pedagogía masónica, es el único cauce por el que los abusos de los fuertes se palian con la tutela del Derecho sobre los débiles. La ausencia o el menosprecio del Derecho deja al ser humano inerme ante el poder que se impone por la violencia, por el engaño o por el dinero.

La trilogía etiológica de Mariana, dis-puesta en un triángulo, es una figura que procede de la civilización del Antiguo Egipto: una evocación de la Francmaso-

nería en la que el delta resume la aspiración del ser humano a la tras-cendencia.

Para el Absolutismo, ninguna de las tres palabras de la trilogía, Liber-tad-Igualdad-Ley, era admisible, pero mucho menos lo era la proclama de perfección asociada a la unión de las tres en un triángulo.

Mariana de Pineda moriría el 26 de mayo de 1831, tras haber sido conducida al cadalso, mientras sonaban las campanas de la parroquia de San Ildefonso. Murió por haber hecho bordar tres palabras en forma de triángulo.

EL COMPROMISO MASÓNICO CONTRA LA TIRANÍA El triángulo que había hecho bordar Mariana era de color verde, que

en la Francmasonería es el color del grado 15º del Rito Escocés y del III Orden del Rito Francés, denominados ambos de forma coincidente, como corresponde a la identidad de su contenido, Caballero de Orien-te o de la Espada.

El triángulo y el color conducen a la inspiración masónica de la ac-tuación de Mariana, a la par que lo hacen las tres palabras elegidas, como se acaba de ver. La actitud de Mariana de Pineda ante la vida la representa muy bien la pregunta final que ya recibía el Caballero de Oriente en el Rito de Perfección, hacia finales del siglo XVIII:

La igualdad en el pri-mer tercio del siglo XIX tiene en España, sobre todo, dos significados: el de la abolición de los privilegios y el del reco-nocimiento de los méri-tos.

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¿Qué tipo de edificios construís? Templos y Tabernáculos. ¿Dónde los construís, si os halláis privado de patria? En mi corazón.

Como es sabido, el grado 15º del Rito Escocés persigue obtener la libertad de paso, que en la leyenda permite superar el obstáculo del retorno a casa, el tránsito del cauce de un río de aguas caudalosas, custodiado, además, por las armas del enemigo. Es el símbolo de la superación de los límites que nos retienen en la comodidad del conformismo, en el cual los hábitos devienen servidumbres.

La liberación de las cadenas que nos oprimen —el Absolutismo con-tra el que se enfrentaba Mariana— implica desligarnos de todas las restricciones que nos sujetan a un mundo limitado y pequeño.

La pasividad de tantos franceses ante la ocupación alemana o la apatía de la mayoría de los españoles ante el franquismo son dos ejemplos trágicos de un silencio culpable nacido del miedo y de la aceptación tácita (y, sin embargo, cómplice) de la barbarie institucio-nalizada.

Mariana de Pineda, por el contrario, es el Caballero que toma la es-pada en su mano y se rebela contra el poder haciendo bordar una bandera verde con un triángulo. Las cadenas que el Caballero de Oriente rompe tienen forma triangular y su mandil y su banda son ver-des.

Libertad de pasar… Libertad para cruzar las aguas, en el original hebreo. Se cruzarán las aguas, porque se combatirá con la cimitarra, con el arte de la guerra y con el ejercicio de las virtudes caballerescas.

El Caballero de Oriente conseguirá cruzar el río y cambiará de terri-torio. Dejará de ser esclavo para ser un Masón Libre. Transitará del dominio de la materia a la prevalencia del espíritu (como se aprende en el grado de Maestro cuando el compás cubre la escuadra), lo que significa, entre otras cuestiones, el ejercicio de la libertad, incluyendo, sobre todo, la libertad de pensamiento.

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Libertad de pensamiento es el significado que la Francmasonería ra-cionalista comparte con el de libertad de paso a la hora de interpretar las letras LDP que, para los momentos revolucionarios, se han leído

como Lilia destrue pedibus, un lema más que adecuado para el tiempo en que Maria-na se comprometía en el combate contra los Borbones, cuyo signo era y es la flor de lis.

El Francmasón aprende en este grado a trabajar con la

espada en una mano y con la trulla en la otra: los que edificaban en el muro, los que acarreaban y los que cargaban, con una mano trabaja-ban en la obra y en la otra tenían la espada (Nehemías, 4, 17).

Mariana y los demás liberales se sentían exiliados en su propia tierra, porque eran tratados como esclavos. Había que encontrar el puente para cruzar el río y poner fin al exilio, mediante el triunfo de la Consti-tución y, sobre todo, de los valores contenidos en ella.

El Liberalismo y la Francmasonería se encuentran entonces unidos por un mismo anhelo y por una misma promesa libertadora. Esta unión no se deshará jamás aunque no llegue a fructificar perdurable-mente hasta la Constitución de 1978, que es el instrumento jurídico vertebrador de la república soñada durante dos siglos, el fin de la mo-nocracia o de la monarquía, si se quiere, es decir, del gobierno absolu-to, el nacimiento de la democracia o gobier-no del pueblo, compatible con una corona desprovista de cualquier poder y convertida en un elemento simbólico de servicio públi-co.

1812 se hace una feliz realidad en 1978, en una Constitución que no es, como se ha di-cho, la síntesis de las dos Españas, sino la victoria de la España liberal, que es una Es-paña para todos y que no necesita para des-arrollarse de otra Espada postrada.

1812 se hace una feliz realidad en 1978, en una Constitución que no es, como se ha dicho, la síntesis de las dos Españas, sino la victoria de la España liberal, que es una España para todos y que no necesita para desarrollarse de otra Espada postra.

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LA SEMILLA REPUBLICANA Hasta la abdicación de Bayona, el mito aglutinador de lo hispano era

la monarquía. Las Cortes de Cádiz, a pesar de la reivindicación del De-seado, que resultaba inevitable pero que devino funesta, descubre la existencia de la Nación, y la superioridad de la nación sobre el rey.

Tras proclamar en el artículo primero de la Constitución del 19 de marzo de 1812 que la Nación española es la reunión de todos los espa-ñoles de ambos hemisferios, las proclamaciones de los dos artículos si-guientes son verdaderamente revolucionarias pues, de un lado, se dice que la Nación española es libre e independiente y no es, ni puede ser, patrimonio de ninguna familia ni persona; y, de otro, que la soberanía reside esencialmente en la Nación y por lo mismo pertenece a ésta el derecho de establecer sus leyes fundamentales.

En la Constitución de Cádiz confluyen la Ilustración que, como he di-cho al principio, durante el siglo XVIII había llamado al descubrimiento por parte de las élites de la mayoría de edad del Hombre y los frutos de la Revolución Francesa de 1789 sobre los que se asienta el redescu-brimiento de su dignidad.

Perdida la tradición humanista de Grecia y de Roma, los cimientos de nuestra civilización europea actual, borrado del recuerdo cualquier atisbo de respeto por la mujer, por ejemplo, la historia europea del si-glo XIX se escribirá sobre la recuperación de cuanto ya se había sabido muchos siglos atrás y los mil años de la Edad Media habían porfiado en eliminar de la faz de la tierra.

Promulgación de la Constitución de Cádiz, 19 marzo 1812 Salvador Viniegra 1910-12 - Museo Cortes de Cádiz

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Cádiz supondrá el propósito de substituir las leyes viejas de la teo-cracia por las que llamará leyes sabias y justas que, en realidad, eran más antiguas en lo que se refiere al respeto del Derecho que las que pretendían serlo sólo bajo la engañosa denominación de viejas.

Entonces, como hoy, el enfrentamiento entre el antiguo régimen y el nuevo régimen ha de conceder ventaja al segundo al desenmascarar la falsa pátina de quienes se disimulan tras una tradición inventada al servicio de los intereses de los poderosos.

La Constitución de Cádiz, y su precedente de Bayona sólo cuatro años antes, se cubren por banderas distintas, pero apelan en gran medida a los mismos conocimientos. Ambos instrumentos jurídicos nacen de la afirmación de la autonomía del pueblo para autogober-narse, aunque todavía no bajo un régimen democrático.

Bayona y Cádiz son constituciones liberales, es decir, mecanismos de protección contra los abusos del poder y, desde esta perspectiva, apelan a la nación, no tanto como un sujeto histórico, sino como el manto protector de la emancipación individual.

Hasta entonces, desde la caída de Roma, el individuo había perdido su identidad, convertido en vasallo, súbdito, doméstico o esclavo. A partir de entonces, los individuos (en el seno de los ayuntamientos jus-tamente llamados constitucionales) van a recuperar poco a poco fuer-za y vigor y van a convertirse, ellos sí, en el verdadero sujeto de la His-toria.

La Constitución de Cádiz sustituye el arbitrio del Rey por la libertad de la nación, lo que significa el inicio del camino hacia la ciudadanía. Hasta la Religión, que mantiene su carácter de única, queda sometida a las leyes nacionales, lo que abrirá la puerta a la desaparición de la Inquisición, a la desamortización y a la imposición de límites al omní-modo poder romano.

Pero, sobre todo, empieza a definirse una organización política de la sociedad que tenderá a desarrollar a la sociedad, precisamente, en de-trimento de los poderes hasta entonces reinantes. Esta incipiente au-tonomía de la esfera pública comportará la inquina del absolutismo y la persecución de los liberales, mártires de una España que se resistía a ser un país libre.

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La Constitución, coherentemente, tiende a la configuración de una Hacienda Pública, que ya no es la Hacienda del Rey, al servicio de una nación que se sorprende al descubrirse a sí misma y que tendrá gran-des dificultades para dibujar su futuro.

No obstante, los constituyentes gadi-tanos, avanzados a su tiempo, intuirán ya cuáles debían ser las columnas del futuro, lo que incluyó las dimensiones presupuestaria y tributaria. Entre ellos, José Canga Argüelles, ovetense de pro, como tantos liberales, Ministro de Hacienda de la Regencia y al inicio del trienio liberal, autor de una obra clási-ca, Elementos de Ciencia de la Hacien-da.

Aquel proyecto de nación de Cádiz era, sobre todo, un llamamiento a la emancipación de los españoles para

que se arrancaran, como propone simbólicamente la Francmasonería, las cadenas de la ignorancia y de la superstición, aunque muchos se empeñaran en aquel grito terrible que explica tantas de nuestras des-gracias, ¡vivan las caenas!

Cádiz quiere romper las ataduras mediante una estructura política financiada con impuestos y destinada al servicio del pueblo. No ha lle-gado la hora de la democracia, pero sí la de reducir la influencia de la monocracia coronada y eclesial.

Las cosas se moverán lentamente, dejando demasiados muertos en las cunetas, pero a lo largo de dos siglos los valores de Cádiz irán poco a poco haciéndose un hueco hasta verse coronados, como acabo de evocar, en la vigente Constitución de 1978.

Uno de nuestros mártires, cuya evocación me sirve hoy para enlazar estas reflexiones, lleva nombre de mujer. Mariana de Pineda, conviene insistir en ello, fue ajusticiada en Granada por haberse atrevido a bor-dar una bandera con las palabras Libertad-Igualdad-Ley.

Subió al cadalso sin permitir que se le cayeran las medias y hoy lleva su nombre la entrada oficial del hemiciclo en Estrasburgo del Parla-mento Europeo. Aquella trilogía sigue hoy siendo válida, aunque po-dría completarse con otra, como sugeriré más adelante.

Aquel proyecto de nación de Cádiz era, sobre todo, un lla-mamiento a la emancipación de los españoles para que se arrancaran, como propone simbólicamente la Francmaso-nería, las cadenas de la igno-rancia y de la superstición, aunque muchos se empeñaran en aquel grito terrible que ex-plica tantas de nuestras des-gracias, ¡vivan las caenas!.

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Conviene recordar que el inmovilismo de finales del XVIII y principios del XIX era un hecho negativo para el progreso. El régimen político ba-sado en la aceptación no discutida de la monarquía absoluta y las re-formas de escasa importancia y eco limitado mantenidas por el llama-do movimiento ilustrado no permitían hablar de modificaciones esen-ciales desde arriba y desde los sectores intelectuales con mayor res-ponsabilidad. Todo lo contrario de la convicción, prudencia y firmeza de los integrantes de las Cortes de Cádiz, a lo que había que añadir su interés por conocer la opinión de las personas autorizadas en las ma-terias que se discutían. Esto explica los múltiples puentes que se tien-den entre el Estatuto de Bayona y la Constitución de Cádiz.

No es menos cierto que las Cortes de Cádiz se convocaron y se cele-braron en una situación de decadencia económica y política muy im-portante. De la lectura del Discurso Preliminar y del Diario de Sesiones se deduce, en mi opinión, que los constituyentes estuvieron muy por encima de la situación y que probablemente éste fue un revulsivo que sacó a la luz lo mejor de ellos, que era mucho.

Sesión de las Cortes de Cádiz

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Por ejemplo, si se analizan los aspectos financieros que deben tratar las Cortes de Cádiz, hay que traer a colación, a la vista de la Memoria presentada por José Canga Argüelles, que la falta de fondos se había agravado por el retraso en la recaudación y también por las necesida-des derivadas de la guerra. Era una situación límite por el agotamiento del crédito público.

Ahora bien, si la situación de la Hacienda medida en términos presu-puestarios (ingresos y gastos) era lamentable y de muy difícil solución, dada la rigidez del sistema y la falta de una Administración fiscal míni-mamente eficaz, era más grave aún la falta de un sistema y de unos principios políticos, en lo general, y financieros, en lo particular.

La Constitución de 1812 va a suponer un cambio radical en el plan-teamiento político y jurídico, plasmado en sendas decisiones de las Cortes, que se incorporan al texto constitucional, al estar necesaria-mente vinculadas unas con otras.

LA PRIMERA, su ideología liberal, que supone la declaración del princi-pio de igualdad y, por ello, la desaparición de los privilegios, como ya he descrito anteriormente. LA SEGUNDA, atribuir la soberanía a las Cor-tes y, en consecuencia, la aprobación de las leyes, el establecimiento de tributos y la aprobación del Presupuesto, como manifestaciones importantes de aquélla. Las Cortes son la reunión de todos los diputa-dos que representan a la nación, nombrados de un modo u otro por el ciudadano. Y LA TERCERA, establecer de forma clara y categórica el deber de contribuir de todos los españoles a los gastos del Estado y, además, hacerlo en proporción a sus haberes.

Se planta en Cádiz una semilla que dará frutos mucho más adelante y que se resumen en una sola palabra: república.

MIRANDO EN EL INTERIOR DE LA POLVERA DE MARIANA La Constitución de Cádiz reclama la independencia del poder civil so-

bre el del monarca o el de la religión, al obligar a la Nación a conservar por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás dere-chos legítimos de todos los individuos que la componen.

Las Cortes reclaman para sí la organización de la sociedad política y la exclusividad de la potestad legislativa (con un limitado papel del Rey

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todavía) puesta al servicio de los ciudadanos, de quienes se reclama, en los artículos 6º y 7º, el cumplimiento de tres deberes principales:

a) Amar a la Patria, con el significado, obviamente, que esta ex-presión tiene en el siglo XIX, durante el cual la nación va a substituir al rey como referente social, con el objetivo de po-ner en primer término el respeto de los derechos individuales.

b) Ser justos y benéficos, lógico corolario de la atribu-ción a cada individuo de la capacidad de autode-terminación y del reconocimiento de sus de-rechos. Se exige que las personas se convier-tan en agentes activos de una forma de comportamiento civilizado.

c) Fidelidad a la Constitución, obediencia a las leyes y respeto de las autorida-des, complemento este último deber de los dos anteriores, al encauzar la construcción de la convivencia sobre el pau-

latino descubrimiento de la virtud pública de la lealtad.

Los tres deberes coinciden plenamente con la que puede llamarse política de la Francmasonería, cuya proscripción de ocuparse de políti-ca no tiene más significado que poder hacerlo con la Política y, por tanto, contribuir a la educación de los ciudadanos en la construcción de fórmulas de organización basadas en la madurez de cada uno de los componentes de la sociedad.

La Constitución de Cádiz, tras los mencionados deberes fundamen-tales, si se me permite llamarlos así (porque sin ellos no es posible la vida del Derecho, y porque hoy siguen siendo los mismos que enton-ces) recoge dos deberes que han permanecido hasta la vigente Cons-titución, aunque en orden inverso: el de contribuir (hoy en el artículo 31) y el de defensa (hoy en el artículo 30).

El primero, es el eje vertebrador de una sociedad buena y el segun-do tiende a garantizar la seguridad, que hoy es un valor indiscutible. Debería transcurrir todavía mucho tiempo para descubrir la falsedad de la máxima latina si vis pacem para bellum, pero ya entonces el acento se puso en la defensa de la patria (y, por tanto, de la gente) y no en el servicio al rey.

Grado 30 del R# E# A# A#

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El poder no existe para mí por sí mismo, sino que se justifica por su objeto, que el artículo 13 de la Constitución de Cádiz define como la felicidad de la nación, explicando que el significado de ésta no es otro que el bienestar de los individuos que la componen.

Nótese que éste es el mismo programa de la Francmasonería, que en uno de sus rituales antiguos del grado 30º del Rito Escocés exhorta a propagar las verdades útiles al progreso social, proteger al débil y al inocente y considerar como hermanos a los oprimidos y como enemi-gos a los opresores y desenmascarar la hipocresía y la impostura.

¡Todas estas cosas las llevaba Mariana en su polvera!

LIBERALES Y FRANCMASONES

José María Queipo de Llano y Ruiz de Sarabia, VII Conde de Toreno,

es uno de los diputados de las Constituyentes que simboliza con su vida los avatares del primer liberalismo español (denominado, preci-samente, doceañista).

Hombre de educación esmerada en humanidades y ciencias experi-mentales, conocedor de lenguas vivas y muertas, lector de Rousseau, resistente contra el francés, porfía para que las Cortes se reúnan y es designado diputado por su Asturias natal.

El 1 de junio de 1811 el Conde de Toreno se suma a la proposición de Manuel García Herreros que pretend-ía la abolición del régimen señorial, un gesto histórico remarcable, al ser él, aunque no de los más importantes, uno de los perjudicados por la medi-da.

Las intervenciones de Toreno res-pondían a una oratoria que las cróni-cas describen como ágil, desenvuelta y sobria. De pensamiento político li-beral, sus adversarios son, al mismo tiempo, la invasión francesa y el tradi-cionalismo absolutista. El 30 de junio de 1811 dice ante las Cortes: los hom-

José María Queipo de Llano VII Conde de Toreno

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bres, al contradecir toda innovación, casi siempre obran por pasión o por ignorancia, dos motivos que siguen explicando hoy muchos posi-cionamientos reaccionarios.

Toreno contribuye al dibujo de lo que desde entonces será la ciuda-danía, al ayudar al tránsito del sistema de señorío, todavía presente en la Novísima Recopilación de 1804, al de propiedad, regido por un Código civil, cuya aprobación llegaría en 1889, al proponer la supre-sión de las órdenes militares, sin el placet pontificio, de los regimien-tos perpetuos de los ayuntamientos en manos de los hidalgos y de las pruebas de nobleza en colegios, academias y cuerpos militares.

Si bien es cierto que Toreno considera superada la idea de las Espa-ñas como monarquía federativa y se opone al federalismo para enfati-zar la construcción de España sobre el individuo, no es menos cierto que lo hace para superar las leyes antiguas, para radicar la soberanía, esencialmente, en la nación y para proteger los derechos legítimos de los individuos que componen, precisamente, la nación.

Auspiciará un régimen representativo, aunque todavía no democrá-tico, con una Corona y un gobierno de poderes limitados, en el marco de la reivindicación de la autonomía del poder civil. Ello le enfrenta a la Iglesia Católica, a pesar de su condición de católico, porque veía en el estamento clerical el nervio intelectual del Antiguo Régimen.

Se opone a la inmunidad propia de los clérigos, que considera un privilegio de los ultramontanos, cogiendo el toro por los cuernos de una cuestión disputada hasta nuestros días, pues hace pocas semanas que la Santa Sede se ha pronunciado por la sujeción plena de los cléri-gos al derecho de los países en que residen.

De forma coherente, Toreno es partidario acérrimo de la supresión de la Inquisición, a la que atribuye no sólo sus malas prácticas (el tor-mento, la infamia, la confiscación de bienes) sino también el atraso cultural de España.

En materia fiscal, Toreno es un pionero y un revolucionario. Pro-pugna la supresión de la alcabala castellana —que hoy adopta el ro-paje del Impuesto sobre el Valor Añadido— y se decanta por la con-tribución directa como un medio de superar el galimatías impositivo heredado de los siglos precedentes.

La vuelta de Fernando VII al poder absoluto fue acompañada de la persecución del Conde de Toreno, que huyó, a través de Lisboa, hacia Londres y París. Sus bienes fueron secuestrados.

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Retornó a España con el restablecimiento de la Constitución de Cádiz en 1820, recuperando bienes y honores, siendo elegido diputado y debiendo partir hacia el exilio a fin del trienio para no retornar hasta julio de 1833.

Como el moderado que es a estas alturas de su vida, se incorpora al gabinete de Martínez de la Rosa en 1834 y es designado presidente del Consejo y Ministro de Estado en 1835, diputado por Oviedo en 1936, acabando transterrado una vez más tras la Sargentada de La Granja para alejarse del oxímoron golpe liberal progresista. Y así hasta su fa-llecimiento en París, en 1843, cuando —casi inevitablemente— había adoptado una posición política de franco escepticismo.

Algunos autores incluyen al Conde de Toreno entre los iniciados en la Francmasonería, aunque, como es sabido, las Cortes de Cádiz con-firmaron el 19 de enero de 1812 la prohibición de la Orden en España que ya había promulgado Fernando VI en 1751.

También se atribuye la condición de masón a Juan Álvarez Mendizá-bal, que habría pertenecido a una logia gaditana, aunque no fue dipu-tado a Cortes en las Constituyentes y a José Canga Argüelles, ya men-cionado.

Como buen liberal, en una tierra terrible como la española, Canga sufrió cárcel bajo la acusación de ser adicto a la Constitu-ción de Cádiz, amante de novedades, exaltado, liberal y republicano, entre otros delitos. Elegido diputado en 1813 no participó en la redacción de la Constitución, pero sí tuvo una gran actividad durante cuatro le-gislaturas.

Agustín de Argüelles Álvarez aparece en las cróni-cas del Supremo Consejo Masónico de España co-mo su segundo Soberano Gran Comendador, cargo del que habría tomado posesión, el 5 de julio de 1813, y en el que habría permanecido hasta 1822. En 1814, él y algunos de los miembros de su Consejo de Gobierno, co-mo el Conde de Toreno y Canga Argüelles, a quienes ya me he referido por su condición de diputados liberales en Cádiz, sufrieron persecución y presidio, siendo detenidos el 10 de mayo.

Agustín de Argüelles fue diputado por su Asturias natal en dos legis-laturas y por Madrid en otras ocho. El malogrado Francisco Tomás y Valiente, siempre en la memoria de los demócratas militantes, escribió

Agustín de Argüelles Álvarez

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al prologar los Discursos de Argüelles, llamado el Divino, en Cádiz: [fue] un hombre de Estado, con idea clara de lo que aquí y entonces había que hacer: construir el Estado. Argüelles fue un político constructor, un arquitecto del Estado. Liberal sincero, hombre honesto, dotado del ta-lento político y de facilidad de palabra, sin gran originalidad de pen-samiento, pero con pensamiento no sólo aprendido, sino también asi-milado, hecho reflexivamente propio, aunque casi siempre ocultara los nombres de sus clásicos.

Como Toreno, Argüelles tuvo una intensa actividad política tanto en Cádiz, en donde defendió ardorosamente, aunque sin éxito, la aboli-ción de la esclavitud, como en el trienio liberal y tras la década omino-sa, cuando será elegido dos veces presidente del Congreso, pasando sus exilios en Londres. Una multitud asistió al entierro en Madrid, en 1844, de quien fue conocido, además de por el apelativo que he citado antes, como el Patriarca de la Libertad.

CONCLUSIONES En Cádiz nace un proyecto de Nación que hubiera necesitado de un

gobierno fuerte y liberal para prosperar, algo que este país no llegó a tener hasta el nombramiento como primer ministro, discúlpese la li-cencia en la denominación del cargo, de Felipe González.

España estaba condenada, pues, a alternar progresos con retrocesos violentos, pero ello no le quita ni un ápice de su valor a la revolución conceptual que la Constitución de Cádiz supuso.

En mi opinión, además, la Constitución doceañista fue el germen de una sociedad política basada en las libertades individuales y en el res-peto de la autonomía local concretado en los ayuntamientos consti-tucionales, una apuesta de futuro que puede invocarse como prece-dente de la España plural.

Doscientos años después, algunas voces no hacen más que contri-buir a distorsionar la imagen de Cádiz como una bandera de libertad: unas, al querer descubrir un dogma nacional inmutable; otras, al redu-cir aquella Constitución a una anécdota intrascendente.

Es absurdo, sin embargo, menospreciar lo que Cádiz sí hizo engran-deciendo lo que no hizo. Es grotesco, además, supeditar Cádiz al espe-jismo del mito nacional en el que se halle cada observador. De un lado, porque los mitos nacionales son siempre una invención interesada que

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busca argumentos pretéritos para disimular la falta de razonamientos actuales. De otro, porque los mitos nacionales acaban convirtiéndose en obstáculos para la cabal comprensión de las claves de construcción del futuro. Por último, y no por ello de menor enjundia, porque la Constitución de Cádiz se ubica en el seno del Derecho, tan influenciado por la realidad como se quiera, lo que incluye las distintas opciones de pensamiento social, pero en el Derecho.

Como obra jurídica, la Constitución de Cádiz (junto al Estatuto de Ba-yona) pertenece al tiempo en el que la Ilustración pasa de las políticas a la política, de las realizaciones a las formas de adoptar las decisiones, de la aceptación de la Historia a la construcción del futuro, de la suje-ción a la autodeterminación alrededor de los valores de libertad, de igualdad y de fraternidad.

La Historia de España se ha parecido, desgraciadamente, a un péndulo. Como escribió Manuel José Quintana, a quien ya he citado antes, el 12 de abril de 1824… estas oscilaciones de esclava a libre y de libre a esclava, estas revueltas, esta agitación, no son otra cosa que las agonías y convulsiones de un Estado que fenece. No hay en él fuerza bastante para que el partido que venza, cualquiera que sea, pueda conservarse a sí mismo. Superfluo sería buscar en este cuerpo moral ningún resorte de acción, ningún elemento de vida. Por consiguiente, está muerto.

Quintana contemplaba a España desde el año 1824, sin poder ni si-quiera intuir cuánta razón tenía y como iban a darle la razón los ciento cincuenta años siguientes.

Estoy seguro de que al lector no le extrañará que, en estas palabras finales, vuelva a evocar a Mariana de Pineda y a su bandera con las pa-labras Libertad - Igualdad - Ley.

En los duros momentos de miseria económica y moral que atraviesa España, la bandera de la ilustre granadina, que murió para que un día fuera posible que nuestros ciudadanos vieran reconocida su dignidad, debería quizás añadir una nueva trilogía —cuya semilla ya estaba en Cádiz— destinada a completar, que no a substituir, la anterior: Educa-ción-Emancipación-Diálogo, tres conceptos que vuelven a ser revolu-cionarios cuando se predican para todos sin exclusiones y que marcan el camino para la comprensión de que los deberes constitucionales son insostenibles si no sirven para hacernos más sabios, más autóno-mos, más tolerantes y más imaginativos a la hora de renacer de nues-tras propias cenizas, dejando definitivamente atrás a quienes prendie-

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ron la mecha de la pira en que se desvanecen las esperanzas de felici-dad de tanta gente.

Cada uno de los francmasones debería llevar junto a la llana y la es-pada, una polvera con pergaminos —compartida con todos los hom-bres y mujeres de buena voluntad— que nos recordara nuestro com-promiso con la razón, con la pasión constructiva por un mundo mejor, cada vez menos pequeño y egoísta, cada vez más universal y solida-rio, y con la fraternidad que nos lleve a sumar esfuerzos para recupe-rar los mínimos de una sociedad buena, para redescubrir, con el poe-ta, ¡que no está el mañana, ni el ayer escrito!Å

Pedro Álvarez Lázaro Y Joan-Francesc Pont en Cádiz

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LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ,

SU CONTRIBUCIÓN A LA

CONSTRUCCIÓN DE UN

ESTADO DEMOCRÁTICO Y

LAS APORTACIONES DE LA

FRANCMASONERÍA

ESTE ARTÍCULO SURGE DE UNA PRESENTA-CIÓN EN POWERPOINT Y NO DE UN MA-NUSCRITO PREVIO. SE HAN ENSAMBLADO LAS NOTAS DE UN GUIÓN QUE SIRVIÓ DE HILO CONDUCTOR A LOS ESQUEMAS QUE APARECÍAN EN PANTALLA Y QUE ESTABAN SUSTENTADOS POR LAS FICHAS TOMADAS DE CASI DOS DOCENAS DE REFERENCIAS BI-BLIOGRÁFICAS. LA EXTENSA INTRODUCCIÓN HISTÓRICA —ASEGURA EL AUTOR— DIBUJA UN PAISAJE INDISPENSABLE PARA PODER APRECIAR EN TODO SU VALOR LA INGENTE TAREA QUE ACOMETIERON LOS DOCEAÑIS-TAS.

SE REPRODUCEN EN ESTE TRABAJO TRES DE LAS PANTALLAS UTILIZADAS EN LA PONEN-CIA ORIGINAL. LA PRIMERA QUIERE CON-DENSAR EL TEMA PROPUESTO. LA SEGUNDA ESQUEMATIZA, EN UN FLUJOGRAMA CRO-NOLÓGICO, LAS "CONSPIRACIONES" PRE-CONSTITUCIONALES LIBERALES QUE PERMI-TIERON CREAR LA CONSTITUCIÓN DE 1812 (DE AQUÍ SU NOMBRE, LA COCINA DE LA PE-PA). LA ÚLTIMA SIRVE COMO DESPEDIDA.

ENRIQUE TIERNO

PÉREZ-RELAÑO

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LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ, SU CONTRIBUCIÓN A LA CONSTRUCCIÓN DE UN ESTADO DEMOCRÁTICO Y LAS APORTACIONES DE LA FRANCMASONERÍA

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ESPAÑA Y LA SUMA DE TRES CRISIS A finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX podría decirse que

en España se sumaban tres crisis. Se daban una crisis monárquica ge-neracional, una crisis del imperio y una crisis estructural del propio país. A ellas nos vamos a referir y, una vez repasadas, no nos podrán sorprender los sucesos acaecidos a partir de 1808.

a) POLÍTICA INTERNACIONAL

Si nos fijamos en la política internacional borbónica, ésta se había unido a la suerte de Francia en una especie de "alianza de familia" en-tre Borbones, que acabaría en dependencia con la llegada de la época napoleónica. Fue una política internacional costosa para la que no hubo suficientes recursos financieros durante los 20 años de reinado de Carlos IV, durante los que se duplicó el gasto del Estado sin que los gobernantes fueran capaces de aumentar los ingresos recurrentes.

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LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ, SU CONTRIBUCIÓN A LA CONSTRUCCIÓN DE UN ESTADO DEMOCRÁTICO Y LAS APORTACIONES DE LA FRANCMASONERÍA

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Y eso que se aplicaron nuevas cargas financieras sobre la Iglesia y el campesinado; pero se dependía —cada vez en mayor grado— de los ingresos coloniales, unos ingresos que llegaban por la azarosa vía marí-tima, siempre supeditados al estado de nuestras relaciones con otras potencias navales, léase Gran Bretaña.

Si España estaba en guerra con Inglaterra, el flujo colonial quedaba estrangulado y, además de no recibir ingresos por exportación de bie-nes hacia las colonias, había que permitir el comercio de las mismas con potencias neutrales. Vaticinado a toro pasado, el país iba camino de dejar de ser un Imperio colonial propio del Antiguo Régimen para transformarse —lenta y dificultosamente— en una economía liberal.

b) DEUDA PÚBLICA Y DESAMORTIZACIÓN

Para compensar el gasto del Estado se recurría, por ejemplo, a au-mentar vertiginosamente la deuda pública mediante la emisión de "va-les reales" a 20 años y un 4% de interés. Con la misma intención se llevó a cabo la desamortización eclesiástica y municipal iniciada en el reinado de Carlos IV (1798), por la que los bienes de "manos muertas" (no enajenables) se convirtieron en bienes de propiedad privada, al ser incautados y puestos en subasta pública.

Esta intervención del Estado no fue precisamente un éxito. La idea era subastar los bienes raíces, fundamentalmente de la Iglesia (hospi-tales, hospicios y obras pías) para ingresarlos en la Real Caja de la deu-da, eso sí, pagando un 3% anual sobre lo obtenido con la venta. Lo ma-lo es que muchos inversores sabían que más tarde o más temprano, no podrían cobrar…

La extensión a América de esta desamortización fue un terrible error pues, en buena medida, las agriculturas ganaderas, mineras y comer-ciales dependían en las colonias del crédito concedido por catedrales, conventos y cofradías.

Los grupos sociales beneficiados fueron los grandes propietarios (burguesía agraria y nobleza) y los perjudicados el clero, los jornaleros y pequeños propietarios. Se acentúa así la estructura latifundista de la propiedad agraria española, no cumpliéndose la idea original de crear una nueva clase de pequeños y medianos propietarios; lógicamente, aumenta paralelamente la polarización social, con la creación de una clase latifundista poderosa y un proletariado agrícola mísero.

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c) DEMOGRAFÍA Y ESTRUCTURA ECONÓMICA

Esta situación se vivía en un país con algo más de 10 millones de habitantes (censo de Godoy, 1797), de los cuales un 6% residía en las ocho ciudades con más de 50.000 personas. La población española conservó las características del régimen demográfico antiguo: altas ta-sas de natalidad y mortalidad con bajo crecimiento vegetativo. No tu-vo lugar una revolución demográfica pues el crecimiento de población fue inferior al de los países industrializados, pasando de 10,5 millones de habitantes en 1797 a 18,6 millones en 1900.

Hubo grandes diferencias regionales, con el mayor crecimiento pro-duciéndose en Cataluña (en general crece la periferia y se despuebla el interior) y manteniéndose en muchas regiones de España las crisis de subsistencia propias del Antiguo Régimen. No es de extrañar que el 60% de la población activa estuviera dedicada a la agricultura y el segmento de población que dependía directamente o indirectamente del campo ascendiera a un 80%.

De aquí que los problemas más importantes del país eran los que afectaban —directa o indirectamente— a estos porcentajes. Es decir, a un campesinado que se encontraba en tránsito del feudalismo al capi-talismo, siempre obstaculizado por unos propietarios que igual daba que fueran inmovilistas o reformistas, porque también en el caso de los propietarios "ilustrados" todo lo que buscaban en una ley agraria es que aliviara los males del sistema (¡sin cambiarlo!) para evitar una posible migración agraria masiva a los núcleos urbanos peninsulares o hacia otros países o continentes. Obsérvese la diferencia con Gran Bre-taña, por ejemplo, a la hora de crear un proletariado urbano-industrial.

d) PRODUCCIÓN

En términos de producción, el campo español era tremendamente ineficiente, tanto por la existencia de terrenos sin explotar ("manos muertas") como por la falta de inversión en infraestructura; la inefi-ciencia y unos años de duras condiciones climáticas condujeron a las "hambrunas". Destacaremos la de 1803 a 1804, que vino acompañada de una terrible epidemia de fiebre amarilla.

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No hay que olvidar que a este declive económico de los primeros años del siglo XIX (que vino a interrumpir el modesto crecimiento económico que se había dado en la segunda mitad del siglo XVIII, ba-sado fundamentalmente en el comercio ultramarino) se sumó el de-sastre que supuso la Guerra de Independencia para el crecimiento la población y la producción agrícola, a lo que hay que añadir una racha de malas cosechas continuadas.

Sirvan estos comentarios como marco introductorio a esa España so-cio-económica que se encontraron los reformadores ilustrados a co-mienzos del siglo XIX, un país que habría de esperar hasta mediados del siglo para iniciar una lenta recuperación económica.

EL MOTÍN DE ESQUILACHE (23.III .1766) ¿Fue un “motín popular" controlado, una útil herramienta en manos de la nobleza y el clero (utilizada de nuevo en el Motín de Aranjuez pa-ra forzar la caída de Godoy) o un “motín de subsistencia”?

La revuelta social madrileña ocurrida en marzo de 1766 bajo el rei-nado de Carlos III, si bien tuvo sus consecuencias políticas, no supuso crítica alguna hacia el régimen monárquico, la nobleza o el clero.

Su manifestación pública más importante la tuvo en Madrid, pero otras manifestaciones de descontento también tuvieron lugar en las principales provincias españolas. Se puede decir, general, que todas

El motín de Esquilache de 1766

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ellas siguieron el modelo clásico del "motín de subsistencia" típico del Antiguo Régimen (término inventado por la Revolución Francesa para designar los tres siglos anteriores) cuando la carestía del pan resultaba insoportable para los más humildes.

No es menos cierto que bajo las revueltas populares existían todo ti-po de intrigas y conspiraciones políticas entre "albistas", "ensenadis-tas", segmentos del clero y los jesuitas, éstos siempre enfrentados con las demás órdenes religiosas. A todo ello hay que añadir la xenofobia anti-italiana azuzada por el imprudente bando promulgado por Leo-poldo de Gregorio, marqués de Esquilache y ministro de Carlos III des-de su reinado napolitano, prohibiendo la capa larga y el chambergo.

Se ha escrito bastante sobre las razones últimas del Motín, com-parándolo con el Motín de Aranjuez de 1808 y buscando posibles afi-nidades con la Revolución Francesa de 1789. No parece haber compa-ración posible entre el caso francés, una revolución guiada por una éli-te dirigente (el Tercer Estado) que buscaba establecerse en el poder, y un estallido de hambre que se limitaba a denunciar, haciendo uso de la violencia popular, el anquilosamiento institucional.

Fue pues una revuelta popular espontánea causada por el hambre, y ciertamente favorecida por las intrigas de la Corte. Tuvo como conse-cuencia más inmediata la caída de Esquilache (desterrado), la expul-sión de los jesuitas (Pragmática Sanción de 1767) y la subida al poder de Aranda, más tarde desplazado por Floridablanca.

ASPIRACIONES CONSTITUCIONALISTAS EN EL ÚLTIMO TERCIO DEL SIGLO XVIII Y LAS CORRIENTES CONSTITUCIONALISTAS ILUSTRADAS EN ESPAÑA: REFORMISMO (JOVELLANOS) VS. RUPTURISMO (RUBÍN DE CELIS) La Constitución de 1812 supuso la cristalización de algunas aspiracio-

nes constitucionalistas que aparecieron en España durante el último tercio del siglo XVIII.

Dentro de esta corriente de pensamiento en el ámbito reformista, no ha de extrañarnos encontrar la aspiración anglófila de un Jovellanos

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teniendo en cuenta que el experimento inglés consigue, desde la “Re-volución Gloriosa” de 1688, un régimen político liberal y una libertad intelectual envidiables.

El ejemplo del derrocamiento de Jacobo II por una alianza parla-mentaria, aceptando como Rey al "estatúder" de los Países Bajos Gui-llermo III de Orange (casado con María Estuardo, hija de Jacobo) a condición de jurar ambos (fueron reyes conjuntamente, 11.IV.1689) un “Acta o Declaración de Derechos” (Bill of Rights, 16.XII.1689) que re-formaba los "antiguos derechos y libertades", era el paradigma histori-cista a seguir por los ilustrados reformistas.

Con este modelo muy presente, estos ilustrados buscaban imponer límites al soberano y transformar el sistema político absolutista con objeto de llegar a un esquema basado en la soberanía compartida en-tre el rey y unas Cortes reformadas, sumando a la representación tra-dicional (ciudades con derecho de voto), la estamental (por vía bica-meral), la territorial y la popular; obteniéndose así la cabeza y el cuer-po representativo del Reino.

El referente normativo serían las antiguas Leyes Fundamentales del Reino surgidas del ordo iuris medievalis, que debían rescatarse y com-pilarse para su conocimiento, reforma y aplicación, recuperando un mítico pasado nacional a fin de crear una "Constitución Histórica”, tan del gusto de Jovellanos.

Pero algunos ilustrados, los rupturistas (más tarde, liberales), pre-tendían —ya en las postrimerías del siglo XVIII— llegar más lejos cam-biando profundamente el Estado, a la manera de la Francia revolucio-naria.

Tanto Rubín de Celis (Discurso sobre los Principios de una Constitu-ción libre, Bayona, 1792) como José Marchena (que no en vano fue el primer traductor del Contrato Social de Rousseau al castellano) pro-ponían un proceso constituyente independiente, que situara en una posición privilegiada a un Parlamento sostenido mediante una clara división de poderes.

Estos primeros balbuceos constitucionalistas reaparecerán en 1808, reflejándose de nuevo las discrepancias entre absolutistas, reformistas y rupturistas en lo que fue la cocina de las Cortes Generales y Extraor-dinarias, la Junta Auxiliar de Legislación, de la que saldría un primer

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borrador de la Constitución de 1812, Pero no adelantemos aconteci-mientos.

CARLOS IV REY (1788) Y GODOY 0.1 (1792-1798) VALIDO. GUERRA DEL ROSELLÓN Y PAZ DE BASILEA (1793-95). RECONOCIMIENTO DE LA REPÚBLICA FRANCESA

A) CARLOS IV Y GODOY 0.1

Manuel Godoy, favorito de Carlos IV, nombrado secretario de Estado en 1792 (hasta 1798) tras la ejecución de Luis XVI (21. I. 1793), firma con Gran Bretaña su adhesión a la Primera Coalición, entrando en gue-rra contra Francia.

B) LA GUERRA DEL ROSELLÓN (1793-95). PAZ DE BASILEA (1795)

Tras un inicio favorable de las hostilidades, invadiendo el general Ri-cardos los territorios del Rosellón, el ejército español tuvo que retirar-se y las tropas francesas penetraron por Cataluña, País Vasco y Nava-rra.

La Francia revolucionaria era más fuerte de lo que Godoy creía y tu-vo que firmar el segundo tratado de la Paz de Basilea (julio de 1795), reconociendo a la República Francesa y cediendo a este país el territo-rio de lo que hoy es la República Dominicana. Esta paz supuso para Es-paña la recuperación de la Cataluña invadida por los franceses.

C) EL PRIMER TRATADO DE SAN ILDEFONSO (1796)

La firma bilateral de la Paz de Basilea disgustó a Inglaterra, que —como aliada que era— no había sido consultada. Godoy temió alguna acción bélica inglesa en ultramar y firmó con el Directorio francés (1794/5-1799) el Primer Tratado de San Ildefonso (18.VIII.1796). Esta firma supuso una alianza contra Inglaterra y el comienzo de una cam-paña de hostigamiento marítimo por parte británica.

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GODOY 0.2. (1801-1808).TRAFALGAR (21.X.1805). EL “BLOQUEO CONTINENTAL”. EL TRATADO DE FONTAINEBLEAU (27 X.1807) COMO CONSECUENCIA. EL MOTÍN DE ARANJUEZ (17.II I.1808). CAÍDA DE GODOY Y PRIMERA ABDICACIÓN DE CARLOS IV (17/19 II I.1808). PRIMERA CARTA A NAPOLEÓN

A) UNA DERROTA NAVAL Y CAMBIO DE LOS PLANES INVASORES NA-

POLEÓNICOS. EL “BLOQUEO CONTINENTAL”

A.1/ GODOY 0.2. TRAFALGAR.

En 1801 comienza (hasta 1808) la segunda etapa de Godoy, ahora como Generalísimo (un título nuevo en España) al frente del gobierno español, con una victoria de las tropas españolas en la surrealista “Guerra de las naranjas” que cerró momentáneamente los puertos portugueses a la marina inglesa.

Un nuevo acuerdo firmado por España y Francia el 19 de octubre de 1803, comprometiendo aún más la “neutralidad” española, seguido de un tratado secreto que subordinaba la marina española a los planes franceses para invadir Inglaterra, fue el primer paso hacia la derrota de Trafalgar (21.X.1805). El plan de Napoleón para esta invasión comen-zaba con la escuadra franco-española alejando del Canal de la Mancha a la flota británica, algo que tuvo como consecuencia la batalla naval del cabo de Trafalgar y el comienzo del fin para el valido. Para España supuso el aviso de un gravísimo golpe para el comercio y las comuni-caciones con las colonias americanas.

A.2/ EL "BLOQUEO CONTINENTAL". LA CONJURA DE EL ESCO-

RIAL

En los meses posteriores y frente a los descontentos aglutinados al-rededor del príncipe heredero Fernando, Godoy creyó necesario es-trechar lazos con Napoleón a quien propuso invadir Portugal, trocearlo y —de paso— que le concediera uno de los trozos.

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Las contrapartidas napoleónicas fueron exorbitantes: dinero y tro-pas, la adhesión de España al "blo-queo continental", las Islas Balea-res para el hermano destronado de Carlos IV (Fernando IV de Borbón, expulsado de Nápoles)… Godoy aceptó estas condiciones leoninas, apoyando militarmente a Napoleón y entrando en el "bloqueo conti-nental", un embargo comercial im-puesto por Francia que excluía a Gran Bretaña de intercambios mer-cantiles con el resto de Europa. Una auténtica guerra económica por parte del imperio napoleónico y sus satélites contra el enemigo inglés.

Antes de Fontainebleau, a partir de los primeros meses de 1807, la tensión entre Godoy y el príncipe Fernando se había agudizado. Aun-que el conflicto venía de antiguo, convergieron dos factores:

Dado que la primera esposa de Fernando, María Antonia de Nápoles, conspiradora na-ta, antinapoleónica y anglófila, había fallecido, Godoy tramaba unas segundas nupcias con su cu-ñada, hija del Infante Don Luis. Por su parte, el entorno fernandi-no buscaba la boda con una princesa napoleónica, Carlota, hija de Luciano Bonaparte.

Carlos IV concede a Godoy el tratamiento de Alteza Serenísima, dando paso a que pudiera ser nombrado Regente de morir Carlos IV.

El desprestigio del valido, fomentado por los fernandinos, había lle-gado a tal extremo que el príncipe de Asturias cree llegada su oportu-nidad y firma un decreto sin fecha con una serie de nombramientos

Manuel Godoy

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gubernamentales. Informado Carlos IV (¿por Godoy?), los conjurados son detenidos (y denunciados por Fernando…) para ser absueltos poco más tarde.

A.3/ FONTAINEBLEAU COMO PRIMERA CONSECUENCIA

Portugal fue el único país europeo que se opuso al bloqueo, pues no hacerlo hubiera sido su suicidio económico teniendo en cuenta que dependía del comercio británico para subsistir. Ahora se convierte en objetivo militar de Napoleón, quien firma con España el Tratado de Fontainebleau (27.X.1807) con el fin de invadir conjuntamente Portu-gal, permitiendo el paso a las tropas francesas por territorio español.

Antes de ratificarse el tratado ya estaban entrando (desde el 18.X.1807) las tropas por la frontera, tomando Lisboa el 30 de no-viembre. La familia real y otras 15.000 personas relacionadas con la corte portuguesa habían huido hacia Brasil —protegidos por la Marina Real Británica— apenas 24 horas antes. Rio de Janeiro sería la nueva capital de Portugal desde 1808 hasta 1821.

Como tantas otras decisiones clave de este periodo, el Tratado no fue sino un ejercicio de intereses personales: por un lado Godoy bus-cando ganarse un principado hereditario en el Algarve portugués y por otro lado el príncipe Fernando intentando emparentar con la familia de Napoleón.

Va creciendo la efervescencia popular ante el comportamiento de las tropas imperiales (unos 65.000 hombres), que se comportan como auténticas tropas de ocupación en las principales plazas españolas.

B) EL MOTÍN DE ARANJUEZ (17.III.1808). CAÍDA DE GODOY

Los informes sobre las guarniciones militares y sobre el control de las comunicaciones por parte de los franceses, el coste de mantener so-bre el terreno al ejército imperial y la actitud de Napoleón, inquietaron a Godoy, quien aconsejó a los reyes refugiarse en Aranjuez, por si hiciera falta huir hacia América siguiendo el ejemplo portugués.

Una vez allí la familia real, el rumor de su huida hacia Sevilla desen-cadenó el que una pequeña multitud (en buena parte enviada por los nobles afines a Fernando) se manifestara frente al palacio real y asal-tara el palacio de Godoy (17/18.III.1808).

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El día 19, con Godoy detenido, Carlos IV abdica en el príncipe de As-turias. Días después (23.III.1808), escribe una rastrera carta a Napo-león explicando en términos lastimeros que fue forzado a abdicar "… yo fui forzado a renunciar…", poniendo su destino en manos de Napo-león. Vemos algunos elementos comunes con el Motín de Esquilache: una manipulación del pueblo y la caída de un favorito odiado.

VIAJE DE FERNANDO VII A VITORIA-BAYONA (10.IV.1808). EL LEVANTAMIENTO DE MADRID (2.V.1808). LA JUNTA GUBERNATIVA

A) A LA BÚSQUEDA DEL RECONOCIMIENTO NAPOLEÓNICO

Fernando VII, quien compartía por aquel entonces con Sancho IV el dudoso honor de haber llegado a ser rey de España destronando al padre, se encontraba todavía en la inestable situación de ser un rey no reconocido: ni por sus pares, ni por las Cortes (re-unidas por vez última en 1789 para jurar a Fernando como heredero al trono), ni por el dueño de Europa, Napoleón. De hecho, el general Murat (que ocupaba Madrid desde el 23 de marzo) trataba con la mayor deferencia a Carlos, como si todavía fuera el rey.

Ambos —padre e hijo— necesitaban a Napoleón: el padre para recuperar una corona que, como había explicado a Na-poleón en su indigna carta, le fuera arrebatada por la fuerza, habiéndose encontrado en peligro de muerte él y su querida esposa; el hijo, para ser reconocido como rey por quien, de facto, controlaba las comunica-ciones y las plazas militares del país.

Mientras padre e hijo se enfangaban en un juego diplomático hábilmente controlado a dos bandas por Murat y Napoleón, en España crecía el descontento ante la ocupación napoleónica y la penuria económica.

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B) SALIDA DE FERNANDO VII. LA JUNTA GUBERNATIVA

En búsqueda del nihil obstat imperial, el 10 de abril de 1808 Fernan-do VII parte hacia Burgos, Vitoria y Bayona burdamente engañado por Napoleón. Deja atrás una Junta Gubernativa que junto al Consejo de Castilla permanecían formalmente como las "autoridades primeras de la nación" y que apenas si hicieron un amago de resistencia ante las exigencias francesas. Igual ocurrió con el resto de la maquinaria del Es-tado.

CARLOS, ACOMPAÑADO POR SU MUJER Y GODOY, SE REÚNE CON FERNANDO VII EN BAYONA. LEVANTAMIENTO EN MADRID: EL 2 DE MAYO. JUNTAS PROVINCIALES Y LOCALES (LAS JUNTAS SUPREMAS) Unos días más tarde que su hijo, Carlos, su mujer y Godoy parten

hacia Bayona donde se reúne toda la familia borbónica.

A) EL 2 DE MAYO

Al intentar Murat llevar a Bayona a los dos hijos de Carlos que que-daban en Madrid (María Luisa y el infante Francisco de Paula), un tras-lado que finalmente había autorizado la Junta Gubernativa siguiendo instrucciones de Fernando VII, se dispararon los rumores populares y tuvo lugar un levantamiento espontáneo del pueblo madrileño. No fue en ningún caso un levantamiento institucional.

B) LAS JUNTAS

A lo largo del mes de mayo Madrid volvía lentamente a la calma, pe-ro el descontento se extendía por España: Zaragoza, Valencia, Astu-rias… En las grandes ciudades los tumultos populares dieron paso a unas Juntas, hasta un total de 18, cuya legitimación venia dada por apoyar la causa antifrancesa, intentar mantener el orden público y es-tar formadas por autoridades civiles y elementos de la jerarquía ecle-

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siástica y de la nobleza, a las que se sumaron personas de reconocido mérito por su actividad profesional.

Estas Juntas asumían los poderes legislativos, ejecutivos y judiciales, lo que permitió una cierta organización en los distintos territorios y la lucha armada frente al invasor.

La proliferación de Juntas nos ofrece un buen ejemplo de policen-trismo insurreccional, facilitado por las dificultades de transporte, con-centrándose en los grandes núcleos de población, escasos en aquella época.

En términos sociológicos estas Juntas tenían poco de "populares" y, como mucho, intentaban reflejar una asunción de soberanía por el pueblo. En realidad el sujeto revolucionario, el país-pueblo, no ejerce por sí mismo y lo transfiere a elites aceptadas por unirse a la causa an-ti francesa.

Las Juntas for-maban una curiosa mezcla, pues aun-que una mayoría de sus miembros eran conservadores y simplemente par-tidarios del regreso de Fernando VII, también apareció una considerable minoría de ilustra-dos a favor de una

reforma del Estado y de la convocatoria a una reunión de Cortes sin especificar si debiera ser para dar lugar a una corrección del absolutismo o a una Constitución de nuevo cuño.

En este movimiento en contra de las tropas invasoras, encontramos dos tendencias políticas bien diferenciadas en sus fines y ambas apo-yadas en el fervor patriótico. Por un lado la minoría que buscaba un cambio institucional y, por otro, la mayoría, que añoraba regresar al Antiguo Régimen bajo Fernando VII.

Levantamiento del 2 de Mayo en Madrid, Goya

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Las Juntas provinciales comienzan así un largo camino. Como vere-mos más adelante primero eligieron un órgano de dirección centralis-ta, la Junta Central, que asumirá los poderes de todas ellas e irá limi-tando sus competencias. Después, las Juntas Supremas pasarán a ser primero "superiores provinciales de observación y defensa", luego a "superiores provinciales de armamento y defensa" y, ya en tiempos de las Cortes de Cádiz, se transformarán en "superiores provinciales", ori-gen de las Diputaciones provinciales.

LOS BORBONES Y GODOY EN BAYONA. TRES DÍAS DE INFARTO: 4/5/6/ DE MAYO DE 1808. BAILE DE ABDICACIONES VARIAS Y UNA SEGUNDA CARTA DE CARLOS IV A NAPOLEÓN

A) EL DECRETO

Ya en Bayona, el 4 de mayo de 1808, el todavía rey Fernando VII au-toriza, a instancias de la Junta Gubernativa, una convocatoria a Cortes “…en el paraje que pareciese más expedito, que por de pronto se ocu-pen únicamente en proporcionar arbitrios y subsidios necesarios para atender a la defensa del reino, y quedaran permanentes por lo demás que pueda ocurrir".

Las Cortes que se trataba de convocar no eran otras sino las antiguas Cortes del Reino, que reunían los monarcas españoles para deliberar en casos extraordinarios y recabar subsidios.

Este decreto nunca fue llevado a la práctica. Veamos por qué: hasta agosto de 1808 (esto es, semanas más tarde de la victoria de Bailén) el Consejo de Castilla, intentando rehabilitarse, no declaró nulas todas las actuaciones del gobierno francés y, de paso, las “Abdicaciones de Bayona” que veremos enseguida.

En búsqueda de un protagonismo político que había perdido debido a su colaboracionismo, el Consejo rescata la orden de Fernando VII pa-ra convocar Cortes Generales del Reino. Era demasiado tarde pues las Juntas Provinciales desconfiaban, no sin razón, de dicho Consejo y se consideraban legitimadas para tomar ellas la iniciativa de una convo-catoria.

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De hecho, en algunas Juntas ya se habían planteado propuestas constitucionalistas para la convocatoria de las Cortes (Álvaro Flórez Es-trada, 11.VI.1808), pero hubo que esperar a la creación de la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino, como se verá más adelante.

B) LAS ABDICACIONES BORBÓNICAS

El 5 de mayo de 1808 abdica Carlos en Napoleón; Fernando VII no lo sabía cuando abdicó un día después, el 6 de mayo, en su padre. Y así, engañando a ambos, se hizo Napoleón con la corona de España.

Para remate de indignidades, la Gaceta madrileña publica días más tarde la orden por la que Carlos IV nombraba lugarteniente del reino a Murat e incluso la 1ª carta que escribió a Napoleón "echándose en sus brazos" y "dejando a su arbitrio lo que se sirviese hacer de nosotros".

También publicó la renuncia de Fernando VII a la corona y su peti-ción de que el emperador le tomase "bajo su poderosa protección". Como no hubo ninguna protesta formal ante la transmisión de la coro-na hecha por su padre, la mayoría de los funcionarios y el aparato del Estado aceptó con sumisa tranquilidad la nueva realidad.

CONVOCATORIA DE UNA ASAMBLEA DE NOTABLES Y EL ESTATUTO DE BAYONA. LA SUMISIÓN DE LA JUNTA GUBERNATIVA Y DEL REAL Y SUPREMO CONSEJO DE CASTILLA. VACÍO INSTITUCIONAL

A) LA ESTRATEGIA BONAPARTISTA. LA CONVOCATORIA

Cuando todavía Murat acariciaba la idea de convertirse en rey de Es-paña, convenció a Napoleón para convocar una Asamblea de persona-lidades del clero, nobleza y estado general que “arropara” la legitimi-dad del rey que fuera a nombrar Napoleón, "debatiendo" y haciendo público un texto constitucional que renovara y mejorara las institucio-nes existentes.

Se trataba de una medida cautelar siguiendo una doble estrategia: tranquilizar al clero y nobleza ante el recuerdo de 1789 (demostrar la

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no importación de modelos anticlericales y revolucionarios franceses) y atraerse a la clase ilustrada que pedía reformas.

Frente a la decadencia borbónica, la regeneración napoleónica: con-servar lo válido de las Leyes Fundamentales (integridad de la nación, religión católica, Cortes del Reino), pero reformándolas y devolviéndo-las sus funciones originales, dadas de lado por el absolutismo borbóni-co. Este modelo se encuadraba en un seudoconstitucionalismo histori-cista, muy del agrado de los reformistas ilustrados.

Se podría calificar al Estatuto de Bayona como texto pactista (un pacto del rey con los pueblos de España) dentro de una Carta Otorga-da.

Resultó complicado llevar a cabo la convocatoria dado que gran par-te de España estaba en manos de los insurrectos y no se puede decir que resultara un éxito, pues de los 150 notables convocados acudieron menos de la mitad. Hubo que complementarlos como se pudo, con suplentes (a la Junta de Gobierno, ya presidida por Murat, se le conce-dió elegir 49 vocales), hasta alcanzar los 91 asistentes en la última reu-nión de los notables.

Hay que hacer notar que el 24 de mayo, la dócil Junta Gubernativa designó también a representantes de las colonias americanas que se incorporaban por vez primera a un órgano "representativo" de la na-ción española. Fue un deseo específico de Napoleón ante los movi-mientos independentistas que empezaban a brotar en las colonias, ca-da vez más despiertas a unos intereses comerciales ajenos a la metró-poli.

B) EL ESTATUTO DE BAYONA (7.VII.1808)

En 12 sesiones fue aprobado, previa revisión por Napoleón, un texto constitucional de 146 artículos. No esperó a la aprobación para nom-brar a su hermano José rey de España el 6 de junio de 1808. El Estatu-to no fue jurado hasta el 7 de julio.

No vamos a valorar los méritos y deméritos del articulado, pero si apuntaremos algunos de los artículos que resaltan la mescolanza entre el pensamiento ilustrado, el tradicionalismo rancio, y el autoritarismo napoleónico con resabios revolucionario-constitucionales franceses. Destacaremos:

La confesionalidad católica del Estado (rotunda).

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Los amplios poderes del rey:

- La no referencia a un gobierno y sí a ministros nombrados por

el rey.

- Un poder judicial independiente, pero con jueces nombrados

por el rey.

- Cortes tricamerales sin función legislativa explícita.

- Supresión de las aduanas interiores.

- Inviolabilidad del domicilio.

- Derechos del detenido y preso.

- Abolición del tormento.

La libertad de imprenta, excepto para textos religiosos, a partir de los dos años de la total entrada en vigor del Estatuto.

Debemos reconocer que, como dijera D. Alberto Rodríguez de Lista, “en Bayona resonó por vez primera la palabra Constitución”. Y fue en uno de los decretos napoleónicos (25.V.1808) convocando la Asam-blea, cuando aparece la expresión "… para poder fijar las bases de la nueva Constitución".

C) LA SUMISIÓN DE LA JUNTA GUBERNATIVA Y DEL CONSEJO DE

CASTILLA

En ausencia del monarca, en estas dos instituciones descansaba el poder real. Su actitud ante las noticias que llegaban de Bayona fue ti-tubeante y francamente acomodaticia al comienzo (cuando intentó evitar la salida del Infante), por no decir servil más adelante; pero cla-ro, tras la victoria de Bailén, el Consejo de Castilla, totalmente des-prestigiado, invalidaría las abdicaciones de Bayona e intentaría rehabi-litarse e intentar ponerse al frente de las Juntas Provinciales, que —evidentemente— no atendieron a sus peticiones.

D) EL VACÍO INSTITUCIONAL

Esta situación dio lugar a una triple conjunción:

Situación bélica: la insurrección popular corrió como la pólvora y

dio lugar, como hemos visto, a las Juntas de Defensa.

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Crisis institucional: en la práctica Carlos IV había cedido la corona

cuasipatrimonialmente y sin el consentimiento de las Cortes. Ha-

bía quebrantado las Leyes Fundamentales al disponer de ella sin

la aquiescencia de la nación y por lo que la comunidad

recuperaba su soberanía. Claro es que “había que suponer” que

las renuncias borbónicas habían sido fruto de un engaño o

coacciones por parte de Napoleón. A este argumento legal se

aferraban los insurgentes para no considerar válida la cadena de

abdicaciones. Las instituciones nacionales que quedaban, las

Cortes de Castilla y la Junta Gubernativa designada por Fernando

VII estaban superadas por esta dinámica social.

Un cisma social entre “josefinos” y “juramentados”. Los primeros

afirmaban que no había crisis dinástica. La corona estaba cedida a

Napoleón y lo de menos era el formalismo de unas Cortes que lle-

vaban sin reunirse desde 1789. Lo importante era poner en mar-

cha las reformas. Los “juramentados” consideraban ilegítimas las

abdicaciones de Bayona y en eso coincidían tanto los liberales

(transmisión cuasipatrimonial), como los neoescolásticos, por

haber dispuesto de la Corona sin ser aprobado por las Cortes (la

nación) quebrantando las perennes Leyes Fundamentales.

DE LAS 18 JUNTAS SUPREMAS PROVINCIALES AL BRUCH, BAILÉN Y UN PREMATURO OPTIMISMO; LA CREACIÓN DE LA JUNTA SUPREMA CENTRAL (25.IX. 1808)

A) LA CENTRALIZACIÓN DE LAS JUNTAS

Hemos de volver a las Juntas aparecidas a lo largo del mes de mayo. Estos primeros y dispersos focos de resistencia patriótica no parecía que pudieran articularse bajo una dirección coordinada, y así las mi-nusvaloraron los franceses al intentar destruirlas individualmente.

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Dos victorias militares españolas, la primera el paso del Bruch (6/14.VI. 1808) y la segunda (19.VII.1808) en Bailén (que compensó la derrota del 14.VII.1808 en Medina de Rioseco), cambiaron momentáneamente las tornas. José I se vio obli-gado a abandonar Madrid

camino de Vitoria el 31 de julio, y el 14 de agosto en-traban en la capital las tropas españolas.

Ante el cambio de escenario político, el Consejo de Castilla intentará rehabilitarse declarando nulas las Abdicaciones de Bayona el 11 de agosto, olvidándose rápidamente de su reciente sumisión a Murat y buscando ser una pieza clave de la nueva situación. Incluso antes de esta declaración, invita a representantes de las Juntas a reunirse en Madrid para "conferenciar en este centro común". Las Juntas se nega-ron.

B) LA JUNTA SUPREMA CENTRAL Y GUBERNATIVA

Las Juntas fueron conscientes de la necesidad de una coordinación y centralización de las actividades políticas y diplomáticas, por lo que el 25 de septiembre de 1808, a instancias de un manifiesto redactado por la Junta Suprema de Valencia se creó la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino "depositaria interina de la autoridad suprema".

Estaba compuesta por un total de 35 miembros representando a las Juntas Provinciales, a razón de dos representantes por Junta. Presidía D. José Muñino y Redondo, el anciano Conde de Floridablanca (quien moriría en octubre de ese mismo año, sustituyéndole el marqués de Astorga) y entre sus miembros se hallaba Jovellanos (uno de los dos representantes asturianos).

Rendición de Bailén

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NAPOLEÓN TOMA LAS RIENDAS Y VIENEN LAS PRIMERAS DERROTAS DE BURGOS, TUDELA (19/23.XI.1808) Y LA CAÍDA DE MADRID (4.XII.1808). COMIENZA EL DESPRESTIGIO DE LA JUNTA CENTRAL. LA GUERRILLA

A) NAPOLEÓN ENTRA EN ESCENA

Al dirigir Napoleón personalmente la campaña, acompañado de sus mejores generales, las tropas españolas perdieron sistemáticamente todas las batallas en campo abierto (Burgos y Tudela). El emperador entra en Madrid el 4 de diciembre y, sin mencionar siquiera a su her-mano el rey, promulga los "Decretos de Chamartín".

El 22 de enero de 1809 José I regresaba a Madrid y comenzaba real-mente su reinado. Intentó una política liberal que no podía tener éxito dado que las fuerzas de ocupación francesas no tenían en cuenta ni a él ni a su gobierno y solamente obedecían a sus jefes militares. Napo-león empeoró la situación al nombrar a estos jefes militares como go-bernadores de los diversos territorios, con amplísimos poderes. La au-toridad de José I estaba restringida a la capital del reino, y sus refor-mas condenadas a la nada.

B) EL DESPRESTIGIO DE LA JUNTA

A finales de 1808 la Junta Central, nacida en el optimismo bélico tras la victoria de Bailén y reunida inicialmente en Aranjuez, tuvo que huir a Sevilla, donde el 30 de diciembre fallecerá su presidente, Florida-blanca. El año siguiente la Junta tuvo que luchar en dos frentes: por un lado con las diversas Juntas Supremas, sobre todo con la sevillana, au-to-titulada "Suprema de España e Indias", empeñada en una lucha contra la "hidra federalista".

Hasta el 19 de noviembre de 1809, con la derrota de Ocaña, la suer-te de la guerra fue tornadiza, pero esta última batalla que dejó inde-fensa Andalucía remató el desprestigio de la Junta. Sevilla se rindió el 1 de febrero de 1810. En el sur sólo quedaba Cádiz, sitiada por tierra pe-

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ro perfectamente abastecida por mar al estar protegida por la podero-sa flota inglesa. Y a Cádiz marchó la Junta.

C) LA GUERRILLA

En 1809 y según iban siendo derrotados los ejércitos españoles en las batallas a campo abierto, el terreno abandonado iba siendo ocupa-do por la guerrilla, que impedía mantener una Administración o el co-bro de impuestos, además de diezmar permanentemente al ejército francés. Hacia 1811 se estima que la guerrilla contaba con 55.000 hombres en una distribución geográfica muy irregular, dependiente de los avatares bélicos.

Hay que hacer notar que ya en junio de 1808 la junta de Sevilla había dado a conocer unas "Prevenciones", indicando la necesidad de coor-dinar las acciones militares, advirtiendo de evitar la confrontación en campo abierto con las tropas francesas y recomendando iniciar una "guerra de partidas".

Tenemos aquí un excelente ejemplo de la guerra moderna librada en una sociedad del Antiguo Régimen (von Clausewitz).

Pintura sobre la guerrilla en España entre finales de 1808 y principios de 1809

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UN ALTO EN EL CAMINO. RECAPITULACIÓN. PRIMERA MENCIÓN A LA MASONERÍA. LA COCINA DE LA PEPA

Echemos la vista atrás. Iniciábamos este artículo con un recorrido por los acontecimientos ocurridos desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta la victoria de Bailén en julio de 1808. Ello nos ha permitido un hilo argumental, una sucesión de acontecimientos, que nos permite in-troducir la génesis del proceso constituyente gaditano dentro ese vac-ío institucional que llenó en falso Napoleón, después de haberlo crea-do nombrando rey de España a su hermano y arropándolo mediante el Estatuto de Bayona.

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El vacío institucional y el estallido patriótico a que dio lugar la inva-sión francesa, abrió la puerta a una minoría intelectual que hasta en-tonces se había visto abocada al afrancesamiento o a la persecución.

La Carta Otorgada de Bayona supuso la necesidad de una alternativa constitucional patriótica a la francesa y, además, de una alternativa propia frente al desorden en que se encontraba sumido el Antiguo Régimen: va a ser la Constitución de 1812.

En la práctica la semilla consti-tucional patriótica comienza a germinar con la creación de la Junta Suprema Central. La inefi-ciencia de las instituciones tradi-cionales (Junta Gubernativa Cor-tes del reino, Consejo de Castilla etc.) exige una alternativa y en el seno de la Junta se va perfilando el proceso constituyente.

La idea inicial, ilustrada-reformista, de un Jovellanos par-tidario de reformar las antiguas Leyes del Reino va a ser erosio-nada por los liberales que irán ocupando posiciones clave en las diversas comisiones y grupos de trabajo que preparan el texto constitucional.

Vamos a ver como irá avanzando la estrategia liberal recuperando los ideales básicos de la Ilustración, pero dentro de un marco constitu-cional influenciado por la Revolución Francesa e incluso por la Carta de Bayona. Los liberales fueron infatigables en su tarea y gracias a ellos empezaron a romperse las cadenas absolutistas.

Es ahora cuando podemos insinuar la pregunta, ¿hasta qué punto in-fluyó la francmasonería en todo este proceso constituyente? Y digo que es ahora el momento de plantearla porque vamos a conocer a los primeros cocineros de La Pepa, a los personajes, las situaciones en que se encontraron y las decisiones que gracias a ellos fueron tomadas.

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De muchos de ellos se dice que fueron masones y siguieron una es-trategia común. Ahora bien y como veremos, no parece haber una respuesta clara a la pregunta planteada: ¿hasta qué punto influyó la masonería en las Cortes de Cádiz? Más adelante entraremos a fondo en el tema.

LA JUNTA SUPREMA CENTRAL ANTE EL VACÍO DE PODER. LA PRIMERA PROPUESTA DE CONVOCATORIA DE CORTES. EL DECRETO DEL 22.V.1809 PROPONIENDO LA CELEBRACIÓN DE UNA ASAMBLEA CONSTITUYENTE Y LA CREACIÓN DE UNA COMISIÓN DE CORTES. LA “CONSULTA AL PAÍS”

A) LA JUNTA SUPREMA CENTRAL ANTE EL VACÍO DE UN PODER LEGÍ-

TIMO

Como vimos, la Junta Suprema había desestimado el decreto de Fer-nando VII dado el 5 de mayo de 1808, en Bayona, con el fin de convo-car Cortes, desconfiando del Consejo y percibiéndolo como un flanco débil ante los intereses franceses. A finales del mismo año, ante los re-veses bélicos y la expansión francesa, la Junta se ve obligada a despla-zarse desde Aranjuez a Extremadura y desde allí a Sevilla para, final-mente, establecerse en Cádiz, en la isla de León

Mientras tanto la Junta, ante el vacío institucional, se pregunta cómo configurar el Estado. Los elementos de partida son: a) un no rotundo y unánime a la constitución de Bayona por ilegítima y b) plantearse si había que reformar las Leyes Fundamentales o redactar una nueva "Constitución".

Ante estas dos alternativas se apreciaban tres tendencias interpre-tativas del concepto de “Constitución” en el seno de la Junta: para los absolutistas era un producto histórico intocable que se encuentra in-merso en las Leyes Fundamentales; para los reformistas había una in-alterabilidad en la esencia histórica (monarquía, Cortes y confesionali-dad) pero con una posibilidad de cambio en el resto y, por último, para

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los liberales, la “Constitución” debía ser un acto de voluntad soberana de la nación.

En términos más concretos, los absolutistas querían volver al Anti-guo Régimen sin cambiar nada, los reformistas querían preservar la monarquía, pero retocando las Leyes Fundamentales para contrapo-nerlas al poder real y los liberales querían seguir el modelo constitu-yente francés y cambiar el Antiguo Régimen mediante una nueva “Constitución”.

B) LA PRIMERA PROPUESTA DE CONVOCATORIA A CORTES

El 15 de abril de 1809 un vocal de la Junta por Aragón, D. Lo-renzo Calvo de Rozas (liberal), presentó una pro-puesta ante el pleno de la Junta Central para convocar Cortes (en realidad era la segunda intentona) que esta vez fue aprobada por amplia mayoría y se trasladó para su formali-zación a la Secretaría de la Junta, en manos de Martín de Garay (liberal), que contaba con la ayuda de uno de sus oficiales, Manuel José Quintana (liberal).

Fue encargado Quintana de redactar una minuta de Decreto (de acuerdo con Calvo de Rozas) en la que se pide una convocatoria a Cor-tes que elaboraran “una Constitución para traer la felicidad al reino", independiente de las Leyes Fundamentales, una nueva norma que quería alterar el pasado histórico.

Solo los vocales más liberales de la Junta (Bonifaz y Quintano) la apoyaron. La minuta fue rechazada de plano tanto por los absolutistas (Palafox) como los reformistas (Jovellanos). Ninguna de las dos ten-dencias acepta la idea liberal de crear ex novo una Constitución.

Tras cuatro semanas de debate, la Junta emite el primer Decreto de la convocatoria de Cortes, en el que se recogen las enmiendas de los reformistas cambiando por completo la intención original del liberal Quintana.

Gaspar Melchor de Jovellanos

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C) EL DECRETO EMITIDO POR LA JUNTA EL 22.V.1809

Con fecha 22 de mayo de 1809 sale un Real Decreto con la convoca-toria de una Asamblea Constituyente en 1810. El decreto no habla de una Constitución sino de una reforma de las Leyes Fundamentales y la creación de una Comisión de Cortes (que presidirá Jovellanos).

Además, convoca una “Consulta al País,” al pedir a notables e insti-tuciones (las Juntas Provinciales, Ayuntamientos, Cabildos, Universi-dades…) que envíen informes sobre las medidas a tomar para garanti-zar la mejora y supervivencia de estas Leyes; esto suponía admitir que existía una "Constitución histórica" que concedía valor constituyente a la historia y que podía ser mejorada: era la postura reformista y angló-fila de Jovellanos. Poco queda del proyecto inicial de Quintana.

Hasta octubre de 1809 la Junta Central no fijaría la convocatoria ni la primera reunión, fechas que se expedirían finalmente el 1 de enero de 1810.

D) LA COMISIÓN DE CORTES. UNA INSTRUCCIÓN DE JOVELLANOS. LAS JUNTAS AUXILIARES.

Como consecuencia de este Decreto, la Junta esperaba recibir un gran número de informes por lo que el 8 de junio de 1809 creó la Co-misión de Cortes, presidida por el arzobispo Juan Acisclo de Vera, para examinarlos.

La componían cinco miembros entre los que se encontraba Jovella-nos, quien se encargó de elaborar una "Instrucción que deberá obser-varse para la elección de los diputados en Cortes", un reglamento que configuraba unas Cortes intermedias entre los modelos tradicionalistas y los liberales.

En ellas se admitían varios tipos de representación: la representa-ción popular eligiéndose en las provincias un diputado por cada 50.000 habitantes; la representación territorial, ya que cada junta superior provincial nombraría diputado y la representación estamental que re-conocía el derecho tradicional de voto a las ciudades que lo tenían en las antiguas Cortes (según se reunieron por última vez en 1789 para ju-rar al infante Fernando) y a los estamentos nobiliario y eclesiástico (ar-zobispos, obispos y grandes de España).

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De esta manera Jovellanos intentaba dirigir el proceso de convoca-toria según su ideario reformista ilustrado.

E) LAS JUNTAS AUXILIARES Y LAS DOS “JUNTAS-FILTRO”

El 1 de noviembre de 1809 se constituyó una Comisión Ejecutiva, pe-ro a iniciativa de Jovellanos se construyeron varias Juntas Auxiliares para tratar por temas las aportaciones de los informes (hacienda, le-gislación, eclesiástica, instrucción pública…), presididas por miembros de la Comisión de Cortes e integradas por personas ajenas a la Junta Central.

Como “filtros” se montaron otras dos Juntas, la de Ordenación y Re-dacción para resumir y sistematizar todos los informes recibidos y la de Ceremonial de Cortes, que debía redactar las Memorias con las conclusiones globales de la "Consulta al País".

F) LA JUNTA DE LEGISLACIÓN. LA COCINA DE LA PEPA.

Además de las Juntas-filtro (en particular la de Ceremonial de Cor-tes), la Junta más destacada fue sin duda la Junta de Legislación, cons-tituida el 27 de septiembre de 1809 y en ella encontramos a Antonio Ranz Romanillos (un ejemplo de supervivencia política al haber sido Secretario de la Carta de Bayona lo que, en teoría, le inhabilitaba para incorporarse a la Junta o —como ocurrió más tarde— a la Comisión de Cortes), José María Blanco White, Agustín Argüelles (secretario) y Ale-jandro Dolarea (todos ellos liberales). Dos miembros más eran realis-tas (Juan Pablo Valiente y el Conde del Pilar), y otro era un destacado penalista ilustrado (Manuel de Lardizábal).

Esta Junta de Legislación recibió de Jovellanos un reglamento para su funcionamiento ("Instrucción") redactado por él mismo y que reflejaba con exactitud sus ideas reformistas en torno a las Leyes Fundamenta-les, basándose en la obra de Francisco Martínez Marina (Ensayo histó-rico crítico sobre la legislación y principales cuerpos legales de los rein-os de León y Castilla, 1808) en la que se ocupaba del contenido de las Leyes Fundamentales, en particular Las Partidas y el Fuero Juzgo. Por cierto, igual hizo con otras varias Juntas Auxiliares y siempre se cita su Instrucción para la Junta de Hacienda como ejemplo de texto sobre economía política.

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Jovellanos no se anduvo por las ramas y dejó claro que el único obje-tivo de la Junta debía ser el reflexionar sobre las reformas legislativas que afectarían a las Leyes Fundamentales del Reino y a las consecuen-cias legislativas que se derivarían.

Para ello la, Junta debía sistematizar las Leyes Fundamentales y pro-poner nuevas reformas que las perfeccionaran. Había que resumir, simplificar y uniformar el conjunto de leyes históricas dispersas —y a menudo conflictivas— entre los territorios de la nación.

En resumen, se dio perfecta cuenta de la resistencia que iba a en-contrar por parte de los liberales, partidarios de unas Cortes constitu-cionales y no reformistas, así que intentó condicionar y encorsetar desde un primer momento las tareas de la Junta.

G) ARGÜELLES Y RANZ DE ROMANILLOS.

Pero veamos cómo la Junta de Legislación bajo la batuta de Argüelles y Ranz de Romanillos hizo caso omiso de las directrices jovellanistas.

La Junta de Legislación comenzó sus sesiones el 4 de octubre de 1809 y las cerró el 14 de enero de 1810, dos semanas antes de la au-todisolución de la Junta Central. A partir de la cuarta sesión se observa en los Acuerdos que tomaron como, hábilmente, iniciaron el camino hacia una Constitución sin que éste hubiera sido el cometido dictado por la Instrucción.

En primer lugar había que resumir y sistematizar en un solo cuerpo las Leyes Fundamentales, ímproba tarea que se le encargó a Ranz de Romanillos, quien procedió a extraer y resumir los principios funda-mentales de las ocho leyes históricas. Tomemos dos ejemplos de entre ellas:

1. FUERO JUZGO Cuerpo legal elaborado en Castilla por Fernando III en 1241; es la producción del Liber Iudiciorum del año 654, promulgado en la época visigoda. Este cuerpo de leyes rigió en la península ibérica durante la dominación visigoda y se aplicó como derecho local (fuero municipal) a los territorios meridionales que iban con-quistándose a los reinos musulmanes, por ejemplo en Córdoba. A partir de 1348, el Ordenamiento de Alcalá le otorgó preeminencia legal sobre Las Partidas. En la actualidad sigue vigente como de-recho foral civil supletorio en el País Vasco, Navarra y Aragón.

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2. LIBRO DE LOS FUEROS DE CASTILLA (1248 -1252) Y EL FUERO VIEJO

3. FUERO REAL

Otorgado por Alfonso X de Castilla en 1255 a los vecinos de Agui-lar de Campoo. Era un Fuero creado por este rey que lo concedía a diversas ciudades según su criterio y servía de instrumento para homogeneizar y asentar el poder real frente a los señores feuda-les. Madrid fue una de las ciudades que lo recibieron en su condi-ción de derecho local.

4. LAS PARTIDAS

5. NUEVA RECOPILACIÓN

6. ORDENAMIENTO DE ALCALÁ

7. ORDENAMIENTO REAL

8. AUTOS ACORDADOS

Pero eso sí… escogiendo siempre los puntos más próximos a un idea-rio liberal y siempre bajo la cobertura estratégica del historicismo que destilaba la Instrucción de Jovellanos (como supo reflejar, con la mis-ma intención Argüelles en su Discurso Preliminar).

H) LOS ACUERDOS DE LA JUNTA DE LEGISLACIÓN. LOS PLATOS COCI-

NADOS

Sobre estas bases la Junta adoptó una serie de Acuerdos, muchos de los cuales pasarían luego al Proyecto presentado al pleno por la Comi-sión de Constitución de las Cortes de Cádiz, por lo que puede decirse que en esta Junta se cocinó el anteproyecto liberal de la Constitución. Destacamos de entre las medidas que se adoptaron:

Composición no estamental de las Cortes, “se adopte por base de la población absoluta y total del reino sin atención a jerarquía”; Cortes trienales.

Cortes compuestas por 300 diputados, con 80 representantes por la América y establecimientos de Asia.

Edad mínima de 25 años para ser Procurador en Cortes y 21 para ser elector.

No reelección de los procuradores hasta pasada una legislatura. Apertura de las Cortes en presencia del rey y sin presencia de tro-

pas.

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Las Cortes tienen capacidad para elegir ellas mismas a su presi-dente.

Incompatibilidad de cargos de padres e hijos mientras dure el mandato del padre.

Creación de una diputación permanente de siete miembros con representación de ultramar que quedarán en ejercicio durante el intermedio de unas Cortes a otras.

Iniciativa legislativa de las Cortes Veto suspensivo del rey durante tres legislaturas; orden sucesorio

regido por la legislación castellana; el príncipe heredero no podrá casarse sin consentimiento del Rey.

Minoría de edad del rey 18 años, etc. etc. Desaparece de la legislación española la pena del Tormento.

Estos Acuerdos serán cuidadosamente conservados por Ranz de Ro-manillos y reaparecerán a petición de la Comisión de Constitución de las Cortes de Cádiz, cuando se le invitó a formar parte de la misma (como sabio con voz y voto) el 12 de marzo de 1811. El 16 de marzo los recibiría la Comisión (posiblemente retocados o, como mínimo, re-articulados por Romanillos), acompañados del resumen de las Leyes Fundamentales y un Prólogo o Discurso que había escrito Romanillos como Introducción.

EL FIN DE LA JUNTA SUPREMA: SU AUTODISOLUCIÓN (29.I.1810), TRAS FIRMAR LA CONVOCATORIA DE CORTES (1.I.1810) Y FIJAR LA FECHA DE REUNIÓN (1.I.1810) Tras la batalla de Ocaña (19.XI.1809) el desprestigio de la Junta era total y su fin fue cuestión de meses. El 1 de enero de 1810 se firman las convocatorias de Cortes y se expiden, en una primera instancia, sólo a las provincias y a las ciudades con voto en las Cortes tradiciona-les, obviando a la nobleza y al clero…

El 29 de enero de 1810 la Junta expidió sus dos últimos Decretos:

El primero establecía su autodisolución y creaba el Consejo de Regencia de España e Indias, al que encomendó la ejecución del llamamiento a los “olvidados” estamentos noble y eclesiástico y la

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elección de los representantes suplentes de América y Asia y de las provincias ocupadas por los franceses y que no pudiesen elegir libremente a sus diputados. Fija la fecha de reunión el 1 de marzo de 1810.

El segundo Decreto, que lleva claramente la impronta de Jovella-nos, establece detalladamente una serie de normas para la cons-titución de las Cortes: por ejemplo, éstas serían bicamerales pues se juntaría en una sola Cámara la nobleza y el clero; además esta-blecía la duración, la elección de los representantes americanos, etc. Este Decreto desapareció "misteriosamente" antes de ser publicado y apareció algún tiempo después publicado en el perió-dico El Español. Las sospechas recayeron en Quintana.

EL CONSEJO DE REGENCIA DE ESPAÑA E INDIAS Estuvo compuesto por cinco miembros (no presentes en la Junta),

presididos por el obispo de Orense, que inicialmente no se ocuparon del mandato que les había sido delegado para convocar las Cortes.

Hay distintas opiniones acerca de este retraso: desde que fue pre-meditado hasta que fueron las dificultades de todo tipo (organizativas económicas, etc.) las que lo provocaron.

En todo caso, el 14 de junio de 1810 convocan a Martín de Garay (que había sido Secretario General de la Junta Central) para que les in-forme de las últimas resoluciones tomadas por la extinta Junta y éste les informa que, habiéndose despachado sólo la convocatoria para el pueblo llano (¡!), parecía lógico asumir que se deberían celebrar sin distinción de estamentos…

Ese mismo día, los representantes de las Juntas de Asturias piden a la Regencia que se reúnan rápidamente las Cortes. Tres días después Toreno eleva a la Regencia una exposición con 12 firmas pidiendo la convocatoria inmediata y ceñirse a la Instrucción del 1 de enero de 1810. El 18 de junio la Junta de Cádiz pide que se convoque para el mes de agosto.

Tras una última reunión con la Junta de Cádiz, la Regencia acordó expedir un decreto (18.VI.1810) convocando a todos los diputados pa-ra agosto de ese mismo año, en la isla de León. Por tanto fueron los diputados electos de diferentes Juntas y provincias ya presentes en

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Cádiz —gracias al Decreto del 1 de enero— los que forzaron la convo-catoria.

Inicialmente se pensó en recuperar las tradicionales Cortes esta-mentales, para lo que faltaban por convocar los estamentos de noble-za y clérigo (algo que no había hecho la Junta Central, dando pábulo a todo tipo de especulaciones) pero se encontraron con que, como mu-chos de los representantes provinciales electos ya pertenecían a la no-bleza o al clero, se aceptara que estas Cortes, por lo "Generales y Ex-traordinarias" que eran, fueran unicamerales y sin distinciones.

Como resultaba imposible llevar a cabo las elecciones en las provin-cias ocupadas, hubo que nombrar suplentes de entre los emigrados re-fugiados en Cádiz. Ante la escasez de tiempo se hizo lo mismo con los representantes de las colonias americanas.

APERTURA DE LAS SESIONES DE LAS CORTES GENERALES Y EXTRAORDINARIAS DE TODOS LOS REINOS Y DOMINIOS DE ESPAÑA. EL SACERDOTE EXTREMEÑO DIEGO MUÑOZ TORRERO Y LA SOBERANÍA DE LAS CORTES. EL CAMINO HACIA UN PROCESO CONSTITUYENTE

A) LA PRIMERA SESIÓN DE CORTES, EL 24 DE SEPTIEMBRE DE 1810. EL DISCURSO DE D. DIEGO MUÑOZ TORRERO

En la mañana del día 24 inician las Cortes sus sesiones en el Teatro Cómico de la isla de León (San Fernando). Se había fijado el número de diputados en 285 y el quórum se obtendría con 143 + 1.

Según el diario de sesiones, en la primera sesión del día 24 se regis-traron 102 diputados presentes (según el acta de la sesión, 104) de los que votaron 95. Y… nadie había preparado un Orden del Día.

Diego Muñoz Torrero, un sacerdote extremeño ex-rector de la Uni-versidad de Salamanca, propuso que, ante todo, estas Cortes deberían decretar su legitimidad, que en ellas residía la soberanía de la nación y

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que convenía diferenciar entre los tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial.

De pasada pidió también que se renovase el reconocimiento del legí-timo rey de España Fernando VII como primer acto de la soberanía de las Cortes (obsérvese la astucia), declarando nulas las abdicaciones hechas en Bayona, no sólo por la falta de libertad sino muy principalmente por la del consenti-miento de la nación.

Las palabras de Muñoz Torrero, apoya-das de inmediato por Manuel Luján (libe-ral), fueron recogidas en una minuta que se discutió por los diputados hasta las 12 de la noche de ese mismo día y a conti-nuación se expidió el Decreto I por el que las Cortes se autoproclamaban “Generales y Extraordinarias”.

Y respaldadas, según el propio decre-to, por la "voluntad general", adoptan de inmediato decisiones soberanas: no consideran suficiente la declaración del Consejo de Castilla (11.V.1810); reconocen como legítimo Rey a Fernando VII; proclaman la soberanía nacional, en ellas representadas; reúnen en ellas los po-deres legislativo, ejecutivo y judicial, autolimitándose voluntariamente al repartir los poderes ejecutivo y judicial entre Regencia y jueces, que debían ser confirmados por el Parlamento; en el caso de la Regencia sus miembros debían de jurar previamente la soberanía nacional.

A todo esto hay que añadir la designación parlamentaria del gobier-no y la inviolabilidad de los diputados. Pero aun habiendo delegado los poderes, las Cortes se reservaban un poder de “suprema inspección” que les habilitaba a intervenir sobre el resto de autoridades públicas.

Este fue un primer e importantísimo paso en el camino constituyen-te, por el que España entraba en la Historia Contemporánea.

B) EL PROCESO CONSTITUYENTE

El Decreto I del 24 de septiembre de 1810 fue la piedra angular de la Constitución que se juraría dos años más tarde. A finales de 1810 se planteó la urgencia de redactar un texto constitucional que debía re-

Medalla conmemorativa de la promulgación de la Constitución

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coger los principios que regirían las acciones del nuevo Estado perge-ñado por los diputados.

Como vamos a ver, no fue hasta diciembre de 1810 (y el famoso de-creto se había expedido el 24.IX.1810…) que el tema de la Constitución se planteó formalmente en las Cortes. Varios diputados liberales abrie-ron el tema, entre ellos Argüelles, Muñoz Torrero, Gutiérrez de la Huerta, etc. Pero no fue hasta el 8 de diciembre de 1810 cuando el di-putado americano Mejía Lequerica solicitó formalmente que las Cortes no se disolvieran hasta haber elaborado una Constitución que estable-ciese y consolidarse la monarquía.

Una vez más aparece la monarquía como un paso táctico intermedio e inevitable. Al poco tiempo (23.XII.1810) se creaba una comisión for-mada por 13 diputados, entre los que se encontraba Muñoz Torrero, quien fue elegido para presidirla

Curiosamente la propuesta de Mejía surgió fuera del Orden del Día, aparentemente por sorpresa (tras la lectura de un informe de la Comi-sión de Justicia) y los restantes diputados liberales Argüelles, Esteban, Oliveros y Torrero pidieron inmediatamente que, aun estando fuera del orden del día, se tomase en consideración.

El liberal Oliveros solicitó que se formase una Comisión y otros dos (José Espiga y Muñoz Torrero) centraron aún más la propuesta consti-tucional pidiendo que se formasen tantas subcomisiones como ramas tendría la futura Constitución y que las Cortes invitaran a sabios espa-ñoles y extranjeros a aportar ideas.

No perdió la oportunidad Argüelles de mencionar los trabajos pre-vios constituyentes de la Junta Auxiliar de Legislación y que los acuer-dos que en ellas se tomaron (a los que no dudó en denominar "proyec-to constitucional") facilitarían mucho la tarea de esta nueva comisión.

La propuesta de Oliveros —crear una Comisión de Constitución— fue aprobada y las otras dos quedaron sometidas a discusión. Los re-alistas vieron el peligro y se opusieron, sin éxito. De modo que se fijó una Comisión de al menos 8 miembros (fueron inicialmente 13), presi-dida por Torrero para elaborar el proyecto constitucional, “teniendo siempre en cuenta el trabajo previo realizado en la Junta Central…”.

El debate pasó entonces a centrarse de nuevo en el manido debate entre crear una Constitución completamente nueva o limitarse a re-formar las Leyes Fundamentales.

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LA COMISIÓN DE CONSTITUCIÓN. REENCUENTRO DE ARGÜELLES Y RANZ DE ROMANILLOS, LA PRIMERA SESIÓN DE CORTES

A) LA COMISIÓN DE CONSTITUCIÓN Y EL PROYECTO CONSTITUCIO-

NAL

A la primera sesión (2.III.1811) comparecieron 10 de sus 13 miem-bros, nombrándose en ella presidente a Muñoz Torrero. Faltaban un diputado guatemalteco y dos representantes americanos, uno de América septentrional y otro de Cuba.

Lo más importante de esta primera sesión fue tomar la decisión de que la Comisión pudiese contar con la ayuda de entre 3 y 5 sabios (había prosperado una vez más la propuesta de Torrero) con voz y vo-to.

Esta decisión sería clave a la hora de redactar la propuesta constitu-cional puesto que permitió la entrada en la Comisión de nuestro viejo conocido Antonio Ranz de Romanillos, quien tenía en su poder el texto del Proyecto de Constitución que había redactado la Junta de Legisla-ción.

La autoría de este Proyecto, construido sobre los Acuerdos que en su día adoptara la Junta, se suele asignar a Ranz de Romanillos quien, además del Proyecto, entregó a la Comisión la recopilación y sistema-tización que había hecho de las Leyes Fundamentales y un Prólogo o Discurso, un dato curioso que ha dado pie a dudar de la autoría del Discurso Preliminar, de siempre asignada a Argüelles.

La Comisión no asumió literalmente el articulado de Romanillos y si-guió un modus operandi consistente en encargar a uno o varios miem-bros que elaborasen determinadas partes del Proyecto y que el nuevo articulado fuera luego sometido al resto de vocales. Sin entrar en la composición de estos grupos de trabajo diremos que el tándem de To-rrero y Pérez de Castro fue decisivo en la redacción final del Proyecto.

De esta manera se fueron redactando los 382 artículos del proyecto constitucional. No vamos a comentar los debates que tuvieron lugar dentro de la Comisión y tan sólo diremos que, revisados los primeros 240 artículos se requirió a los miembros de la Comisión que los suscri-

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bieran, negándose a hacerlo el archiabsolutista Pablo Valiente, quien tiempo más tarde se vio obligado a huir de Cádiz —escoltado— debido a su creciente impopularidad.

Estos 240 artículos fueron publicados y se comenzaron a debatir en el pleno de las Cortes a partir del 25 de agosto de 1811. Como vemos, la Comisión iba avanzando en su trabajo por tramos que pasaban al Pleno para ser debatidos.

En la sesión del 24 de diciembre, la Comisión anunció al Pleno tener concluida la última parte del Proyecto de Constitución, esto es, en un año de trabajo se habían sentado las bases de una Constitución que anunciaba el fin del Antiguo Régimen.

Y LA PEPA FUE PROMULGADA EL 19 DE MARZO DE 1812

LAS CORTES DE CÁDIZ Y LA HUELLA MASÓNICA

Existe una leyenda urbana que exalta el papel crucial que desem-

peñó la masonería gaditana durante la elaboración de la Constitución de 1812, una fábula que ha sido tejida por diversos historiadores, tan-to promasones como antimasones, con muy distintas intenciones.

Para unos, la masonería debe apuntarse el mérito de haber inspirado, más aún, haber dado a luz la Constitución gaditana y, gracias a esta ta-rea, haber roto España con el Antiguo Régimen.

Para los historiadores antimasónicos, en Cádiz tuvo lugar una nefan-da conspiración constitucionalista que habría intentado, una vez más de la mano de los liberales (identificados como masones), demoler el baluarte de los eternos valores tradicionales hispanos, cuidados y re-presentados por la Iglesia y la Corona.

En todo caso, para poder argumentar sus teorías, ambos bandos han de asumir y asumen que Cádiz hervía de logias y los bancos parlamen-tarios rebosaban de masones.

Desgraciadamente para todos estos historiadores, sus afirmaciones no se sostienen sobre datos mínimamente verificables; al contrario, los datos que sí lo son nos cuentan una historia muy diferente.

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Tenemos para guiarnos, afortunadamente, los trabajos seminales de Ramón Solís, Ferrer Benimeli y, más cercanos en el tiempo, los de J. Mª García León. De entre los trabajos académicos, son los más fácilmente accesibles y a ellos nos ceñiremos.

Tomemos algunos ejemplos sobre tres áreas de referencia: a) el número de masones presentes en las Cortes, b) el número de logias existentes en el Cádiz de comienzos del XIX y c) lo que comentaba la abundante prensa política gaditana de la época, tanto pro como anti-masónica.

Una de las principales fuentes que suelen citarse a la hora de ras-trear masones entre los protagonistas políticos doceañistas suele ser un libro editado en 1915, Masonería Española. Páginas de su Historia, escrito por el Gran Maestre del Gran Oriente Español D. Miguel Mo-rayta.

En uno de los capítulos que dedica a las Cortes de Cádiz, etiqueta como masones a una larga lista de personajes, laicos y religiosos. Entre los laicos destacan Agustín Argüelles, Agustín García Herreros, José María Calatrava y el conde de Toreno. Entre los religiosos tenemos a Diego Muñoz Torrero, An-tonio Viveros…

También añade varios nombres de prohombres americanos próximos a la masonería, al hablar de la influencia del tema ameri-canista y sus líderes en las Cortes, incluyendo al cara-queño D. Francisco de Mi-randa (quien diera a cono-cer en 1801 la “Carta a los Españoles Americanos”, primera llamada pública a la independencia americana, escrita por el jesuita perua-no D. Juan Pablo Viscardo y Guzmán). Incluye y califica de masón al peruano D.

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José Mejía Lequerica, diputado por Quito y el Virreinato de Granada.

No se conoce ningún documento que acredite la pertenencia a la francmasonería de estos notables durante la gestación de la Constitu-ción. De aquéllos que se sabe con certeza su pertenencia, ingresaron todos más tarde en la Orden.

En cuanto al número de logias (inevitables lugares de reunión de los supuestos masones residentes en Cádiz) se suele citar La Francmaso-nería Española. Ensayo histórico crítico de la Orden de los Francmaso-nes en España desde su origen hasta nuestros días, escrito por el histo-riador masón D. Nicolás Díaz y Pérez en 1894. En él habla de numero-sas logias españolas no afrancesadas que se refugiaron en Cádiz, sin especificar más.

Eso sí, según él, fueron esas logias las que consiguieron la definitiva convocatoria de las Cortes al presionar (“conspirando incesantemente en todas las esferas…”) al Consejo de Regencia de España e Indias.

Entre estos dos autores masones (Miguel Morayta y Nicolás Díaz) en-contramos el 50% de la leyenda ur-bana; nos faltan ahora algunas exu-berantes referencias antimasónicas para completar el otro 50%.

Entre los escritores tradicional-mente antimasones se encuentra D. Vicente de la Fuente (Historia de las Sociedades Secretas en España, es-

pecialmente de la Francmasonería, 1870/71), afirmando que en Espa-ña existía la francmasonería y con gran número de afiliados (“entre otros miembros importantes, contaba con casi todos los jefes de la marina española…”), desde antes de 1750 y el Real Decreto de Fer-nando VI “… prohibiendo en todos mis Reynos las Congregaciones de francmasones…”.

Cita una obra de D. Lorenzo Hervás y Panduro como referencia (ver más adelante) y mantiene que, de 1809 a 1812, Cádiz fue el epicentro de la masonería española con una gran logia de 500 miembros en 1753.

Comparando con el padrón de 1786 (fecha en que Cádiz alcanzó la cota máxima de su población en la Edad Moderna) y que cifra en

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34.837 el número de varones, este dato implica que —siendo conser-vadores— aproximadamente un 1,5% de los varones adultos de los por entonces residentes en Cádiz deberían haber sido masones. Dudo-so.

Aunque esa supuesta logia gaditana estaba enfrentada —según Vi-cente de la Fuente— al Oriente afrancesado sito en Madrid, sostiene el autor que existía una convergencia de ideas entre ambos centros masones, con parecidos y destructivos odios de unos y otros contra la Iglesia y el clero.

Para completar el cuadro cita como masones a Urquijo, Azanza y otros personajes que tomaron parte activa en la Constitución de Ba-yona. El origen de esta fantasía lo encontramos en un folleto intitulado Antorcha Resplandeciente, citado en una obra del citado polígrafo je-suita Lorenzo Hervás y Panduro: Causas de la Revolución de Francia en el año 1789 y medios de que se han valido para efectuarla los enemi-gos de la Religión y del Estado, aparecida como manuscrito en 1795 y que así circuló hasta su publicación como libro en Madrid, en 1807.

Este historiador, martillo de masones, se refiere a una supuesta car-ta de mediados del XVIII —de la que no hay rastro en ningún archivo— escrita por el embajador español en Viena en la que comunica que en 1748 se había hallado “…en una logia alemana un manuscrito intitula-do Antorcha Resplandeciente en que se anotaban las logias de otras partes, y entre ellas se nombraban las de Cádiz, en donde había 800 francmasones” (nos vamos a más de 3% de la población masculina adulta…).

La carta de D. Lorenzo y/o las especulaciones de D. Vicente han sido citadas ad nauseam por polígrafos (Menéndez Pelayo, Historia de los Heterodoxos Españoles), enciclopedias (Biblioteca de Religión ó sea Co-lección de Obras contra la incredulidad y errores de estos últimos tiem-pos, Madrid 1829) e ilustres epígonos de Heródoto (Jakim Boor, La causa de El Escorial, artículo publicado en El Alcázar del 27 de octubre de 1950 y recogido en el libro Masonería, Madrid 1952). En otro artí-culo recogido en este último libro citado también se atribuye a las ma-las artes masonas el Motín de Esquilache, entre otras muchas felonías

Por cierto, J. Boor fue, como es sabido, el seudónimo utilizado por el General Franco para escribir sobre la Orden a partir de unos guiones que le preparaba Ernesto Giménez Caballero (Masonería en la España del siglo XX, José A. Ferrer Benimeli, pág. 311).

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Si ahora nos centramos en el tema de las logias… de aquella época sólo se conocen de manera imprecisa dos logias inglesas en España: una escocesa (1807) en algún lugar de Andalucía, y otra inglesa (logia De la Esperanza, 1815) que quizás estuviera en Cádiz.

Se sabe que existió la intención de crear la logia Los Amigos del Honor, en Sevilla hacia 1812, pero no parece que haya existido. Caso aparte serían las logias de Gibraltar que no parecen haber contado con miembros españoles.

Restringiéndonos a Cádiz, sólo se puede comprobar la existencia de dos logias masónicas y una resulta tardía (Los Verdaderos Amigos Re-unidos), pues se fundó en 1822.

La otra (La Double Alliance), se fundó en 1806/7 y desapareció con motivo de la invasión francesa, cosa lógica puesto que era una sección de la logia militar Les Enfants de Napoléon y seguramente tuvieron que cambiar el nombre para evitar problemas. La logia llegó a tener 20 miembros activos, aunque de ellos solamente cuatro eran españoles residentes en Cádiz. Algunos españoles más hubo, pero eran miem-bros honorarios ("asociados libres").

Hay vagas referencias de otra logia en Cádiz, La Triple Armonía, su-puestamente fundada en 1807, dependiente del Gran Oriente de Francia. No hay datos.

La primera logia gaditana de la que tenemos constancia mínimamen-te válida data de 1813 y aparece citada por Alcalá Galiano en sus Me-morias; aunque no llega a dar el nombre ni datos específicos de la misma (cosa que sí hizo al hablar de su entrada en el gaditano Taller Sublime, 1819) comenta la pertenencia a ella de Mejía Lequerica, Ja-vier de Istúriz y Mariano Carnenero.

Nos falta hablar de la prensa local en aquélla época. Las Cortes de Cádiz reconocieron por vez primera en la historia de España la liber-tad de imprenta mediante el decreto del 10 de noviembre de 1810, con lo que se abrió el camino a una expansión y popularidad del perio-dismo político hasta entonces desconocida en España.

No tardaría mucho la prensa en decantarse a favor o en contra de los dos grandes bloques rivales: absolutistas contra liberales. De entre los muchos periódicos que aparecieron, ninguno de ellos se quedó corto en sus ataques al bando contrario: por el lado liberal, El Conciso, La Abeja Española, el Centinela de la Constitución o el Diario Mercantil

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nos proporcionan excelentes ejemplos de una "prensa de combate", ingeniosa y agresiva.

El bando antiliberal disponía de otros tantos órganos de opinión: El Articulista Español, la Gaceta del Comercio, el Diario Patriótico, el Dia-rio de la Tarde… a los que se añadió El Sol como punta de lanza para atacar permanentemente a la masonería.

Las publicaciones “realistas” satisfacían la ecuación liberal = masón = hereje = ateo, etc. etc.; todos eran iguales y las referencias al perma-nente contubernio masón/liberal eran continuas en sus diatribas.

Ahora bien, ¿quiénes eran y donde estaban estos masones, puesto que en la prensa absolutista no aparece referencia alguna a nombres concretos de personas o de logias en Cádiz?

Existen referencias, pero siempre respecto a logias afrancesadas, en territorio ocupado; se suele citar en este contexto un folleto publicado en Cádiz (1812) con la lista de 115 francmasones pertenecientes a la logia matritense de Santa Julia, pero nada dice acerca de la supuesta masonería gaditana.

Con el regreso de Fernando VII terminan estas polémicas al desapa-recer la prensa libre el 16 de mayo de 1814.

A todos estos datos podemos añadir otros dos que suelen ser de re-ferencia obligada a tratar el tema de la masonería y la Constitución de 1812.

En primer lugar, no encontraremos huella alguna del metalenguaje masónico en el largo texto constitucional, lo que es de extrañar. Y en un terreno más concreto, las Cortes de Cádiz tuvieron un comporta-miento claramente antimasónico cuando autorizaron al Consejo de Regencia a expedir la Real Cédula del 19.I. 1812, en la que se confirma el Real Decreto de Fernando VI (2.VII. 1751), prohibiendo la francma-sonería, incluidos los Dominios de Indias e Islas Filipinas.

¿Dónde estaba la masiva influencia masona? Creemos que con estos apuntes es posible replantearse la pregunta ¿hasta qué punto influyó la masonería en las Cortes de Cádiz? Desde luego no se tienen en pie las fabulaciones conspiratorias entre las (inexistentes) logias gaditanas y los diputados liberales con mayor protagonismo constitucional. Re-sumiendo:

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En términos objetivos de causa-efecto, en el Cádiz de La Pepa ape-nas si tuvo importancia la masonería institucional.

En términos de contenidos ideológicos, es indudable que la consti-tución de 1812 refleja gran parte del ideario masónico-ilustrado de la época, a su vez plasmado en el programa liberal-ilustrado.

Para corregir estas conclusiones habría que: a) encontrar nuevos da-tos sobre la existencia en aquéllos años de logias gaditanas y b) com-probar la existencia en el Cádiz doceañista de masones activos. Este segundo camino puede deparar alguna sorpresa. Una posible vía de investigación consistiría en analizar las listas de depurados, amnistia-dos y “espontaneados” que comenzaron a compilarse en 1814 y debi-eran encontrarse unas en Cádiz y otras en las respectivas Diputaciones de donde eran originarios.

Hay que esperar a 1817 para detectar con claridad una fuerte activi-dad política por parte de las logias, y sobre todo a 1820, con el regreso de los exiliados. Pero esa es otra historia.Å

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LA RELACIÓN Y LA INFLUENCIA

DE LA FRANCMASONERÍA Y LA

CONSTITUCIÓN LIBERAL DE

CÁDIZ EN EL MOVIMIENTO

DE EMANCIPACIÓN DE

HISPANOAMÉRICA

LAS IDEAS NO SE MATAN (ESCRITO EN UNA PIEDRA, CAMINO DEL EXILIO A CHI-LE, POR DOMINGO FAUSTINO SARMIEN-TO, MINERO, ESCRITOR, PEDAGOGO Y PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ARGEN-TINA [1868-1874]. FRANCMASÓN, GRAN MAESTRO DE LA MASONERÍA ARGENTI-NA [1882-1885] Y GRADO 33 Y ÚLTIMO DEL REAA).

onstituye un lugar común para la mayoría de historiadores, hasta el momento, que la presencia de la Francmasonería en la España del XVIII es francamente escasa, esporádica y no llega a

adquirir una relevante presencia ni continuidad en ningún momento.

Las prohibiciones papal (1738) y real (1751) y la constante y celosa actuación de la Inquisición hacen muy difícil la existencia de núcleos masónicos verdaderamente organizados. Tampoco hay que olvidar que las mismas ideas de la Ilustración no fueron demasiado bien reci-bidas por los sectores más conservadores, detentadores de un gran

C

ANDRÉS CASCIO

GENÍS MORILLAS

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poder, y que no colaboraron tampoco en lograr una amplia difusión ilustrada.

No obstante, no puede dejar de advertirse que se han investigado más los archivos de la Inquisición que los de las logias francesas y el del propio Gran Oriente de Francia, lo que podría arrojar nuevos datos y, eventualmente, una visión distinta.

En el contexto histórico del comienzo del siglo XIX, Cádiz representa el cambio, la luz de una revolución global. Fernando de los Ríos se re-feriría muchos años después a que el momento estelar de la Historia no es el descubrimiento de América, sino la celebración de las Cortes de Cádiz, que cierra la puerta al antiguo régimen y abre la puerta a los derechos individuales, tras la cual Fernando VII quebraría los sueños de libertad, pero la emancipación americana desvelaría al mundo un soplo de esperanza.

El Estatuto de Bayona y la Constitución de Cádiz de 1812 liberaron las energías dormidas de un pueblo de súbditos que dormía el sueño de la ignorancia y de la superstición. Napoleón y su hermano José abando-naron este mundo sin saber, probablemente, cómo habían contribuido a cambiarlo y cuan profunda y duradera sería su influencia en América.

Otro fenómeno político se añade al cambio revolucionario: el trasla-do de la corona portuguesa a Brasil, que es impulsado por los ingleses para impedir que Francia hiciera con ella lo mismo que con España, y que fue decisivo para que su inmenso territorio se mantuviera unido, permitiendo a Brasil construir el andamiaje que hizo posible encauzar las tendencias separatistas de algunas regiones, tan autonomistas co-mo la del imperio español.

No es menos cierto, sin embargo, que las antiguas colonias españo-las terminaron fragmentadas en 18 repúblicas, recelosas entre sí y con continuos conflictos de frontera que quebraron el pensamiento de uno de los grandes inspiradores de la nueva América, Francisco de Miran-da, para quien la idea central de su pensamiento político era la necesi-dad de mantener la unidad del mundo hispanoamericano.

La independencia debía servir para construir una nueva y única na-ción. Esta nación, en realidad esta utópica gran nación, se basaba en los estrechos lazos históricos, étnicos, culturales y lingüísticos desarro-llados a lo largo de la Historia y que, de algún modo, aún perviven.

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Mientras la España de Carlos IV caía en manos de los franceses, los americanos sintieron que en sus manos había recaído la soberanía, concebida como la responsabilidad de tomar las riendas de su futuro. Es la misma idea de soberanía, como reclamación del derecho indivi-dual y colectivo a la autodeterminación, que late en el articulado de la Constitución gaditana.

Aquel descubrimiento no tenía escrito un desenlace. Ciertamente, hubiera podido ser el germen de un incipiente federalismo trasatlánti-co y continental, de la mano de las juntas que, desde la proclamación de las juntas liberales, se opusieron al francés.

Fue así, en realidad, durante un tiempo, aunque la ceguera del abso-lutismo y la existencia de intereses creados en las colonias, acentuaron el afán de emancipación y condujeron a las declaraciones de indepen-dencia, en torno al concepto basilar de ciudadanía.

Nace el sentido político que da lugar a la libertad de expresión, de pensamiento y de conciencia, la separación de poderes y la abolición de la inquisición. Estos derechos en América, adquirían, si cabe, un mayor significado, dado que quedaban abolidas las encomiendas y aquellos caprichos evangelizadores que habían llevado a cometer bar-baridades como la de rebanar las plantas de los pies a los guaraníes en

el territorio del actual Paraguay, para que los indí-genas no desertaran de su sometimiento a las creencias ideológicas y a la esclavitud laboral.

La Constitución de Cádiz sobrevivió como pa-radigma político, y hasta hoy en día sigue siendo fuente de inspiración. La herencia libe-ral incluye códigos de cohesión social, que

fueron inspirados en una filosofía, que, de algún modo, tenía su origen en la

Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.

El movimiento que así nacía tendrá amplias repercusiones; por ejemplo, cuándo en 1835 llega a Río Grande do Sul Giu-seppe Garibaldi, el joven mili-

Giuseppe Garibaldi

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tante del movimiento liderado por Giuseppe Mazzini, la joven Italia.

Garibaldi se impregna de las ideas del movimiento de emancipación y en 1844, unido a otros luchadores por la independencia de América, se traslada a Uruguay. Allí enriquece con las ideas revolucionarias el sustrato conceptual que inspiraba el nacimiento de la nueva Italia, y así, este destacado francmasón recibe indirectamente la influencia del liberalismo gaditano, aunque es justo destacar que las ideas progresis-tas del movimiento de Mazzini ya recogían el espíritu revolucionario y transformador que se expandía por Europa desde finales del siglo XVIII.

PERO ¿CÓMO GERMINA LA EMANCIPACIÓN? El pacto colonial, por el que España ingresaba las materias primas de

los territorios de ultramar (plata, patatas, cacao, café, tabaco, algodón, azúcar) mientras que las colonias adquirían los productos manufactu-rados de España, no gustaba a los criollos, ya que por entonces el libre comercio con Inglaterra era más ventajoso.

Podemos decir que son distintas las cau-sas que condujeron a la independencia de las colonias de España en América, pero tal vez la causa desencadenante fue el vacío de poder creado por la invasión de los fran-ceses de la Península Ibérica en 1808.

Sin duda, una de las causas mas impor-tantes de la emancipación americana fue la difusión del pensamiento ilustrado y la propaganda liberal en las zonas urbanas, que se había expandido en la segunda mi-tad del siglo XVIII.

A ello hay que sumar el éxito de la independencia de los Estados Unidos (1776), lo que va tener una influencia altamente significativa en la elección de los posteriores modelos de estado y en la redacción de algunas de sus cartas constitucionales.

El descontento de los criollos marca su impronta en el proceso, por supuesto. Suponían el 12% de la población, pero representaban una

José de San Martín

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burguesía nativa, en ocasiones aliada a algunos sectores de la burgues-ía internacional, en especial a la inglesa.

Los criollos constituían un grupo muy poderoso económicamente y además se sentían injustamente marginados en la designación de los cargos influyentes, que solían darse desde el reinado de Carlos III a funcionarios peninsulares españoles, que los desplazaban a ellos, frustrando sus expectativas.

Inglaterra y Francia intentaban abrirse un hueco en los mercados, razón por la cual porfiaban por influir en la administración de aquellos territorios de ultramar controlados por España, a la par que la coyun-tura económica internacional les beneficiaba.

Los criollos se oponían al control mercantil del poder ejercido desde la península, porque les impedía comerciar libremente con los compe-tidores anglosajones, que ofrecían mejores precios y calidades que los españoles.

Mientras tanto, la Iglesia de los territorios hispanoamericanos, sobre todo el bajo clero, tenía su propia identidad (con alguna excepción de la alta jerarquía, como veremos mas adelante).

Cuando se trasladaron a aquellos territorios, muchos sacerdotes y frailes se pusieron de parte de la insurrección y llegaron a ser líderes insurgentes debido a los propósitos que guiaban a los liberales espa-ñoles y que impulsaban algunas de las medidas desamortizadoras del reinado de Carlos IV (que puso en circulación bienes de la iglesia, tie-

rras, propiedades de las denominadas “manos muertas“ y que se calcularon en unos 12 millones de hectáreas) además de otras reformas anunciadas por las Cor-tes de Cádiz.

Éste es el fenómeno de los llamados cu-ras liberales, característico de la primera mitad del siglo XIX, entre los cuáles se hallaban muchos adeptos a la Francma-sonería.

Por otra parte, los independentistas americanos recibieron, no sólo el apoyo de Francia y de Inglaterra, por razones económicas ligadas al comercio mundial, sino también el de los Estados Unidos (curiosamen-te la nación en la que acabó viviendo el ex rey José I) aspirante a nueva

Los criollos se oponían al control mercantil del poder ejercido desde la península, porque les impedía comer-ciar libremente con los com-petidores anglosajones, que ofrecían mejores precios y calidades que los españoles.

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Las instituciones diseña-das por la Constitución de Cádiz cambiaron la cultura política de millones de per-sonas, desde Sudamérica hasta el septentrión no-vohispano.

potencia hegemónica al socaire de la llamada Doctrina Monroe, elaborada por John Quincy Adams en 1823: América para los americanos.

Como es sabido, este principio político nació con un significado claramente emancipador y acabó a principios del siglo XX justifican-do cualquier intervención de los Es-tados Unidos en el patio trasero de su casa, como desde entonces considera al conjunto de América Latina.

Las clases medias americanas se fueron decantando hacia un espíritu liberal, de tal manera que, juntamente con la clase burguesa, desarro-llaron una actitud reformista que chocó enseguida con el conservadu-rismo de las instituciones del momento. Mientras tanto, la crisis del poder político en la península, determinada por la ocupación francesa, va a dar a este reformismo criollo la oportunidad de hacerse con el poder.

Como bases operativas del movimiento revolucionario se pueden mencionar tres instituciones:

1. Los cabildos o asambleas municipales.

2. Las Juntas, con función semejante a las que tuvieron en la Penín-sula durante la invasión napoleónica.

3. Las llamadas Sociedades Secretas, que van a promover y extender el liberalismo dentro de la sociedad criolla de la época. Dentro de estas sociedades secretas tendrá una especial importancia la logia Lautaro (Buenos Aires).

La logia Lautaro era una de las que podemos llamar logias operati-vas, que nacieron bajo la inspiración de la francmasonería para organi-zar los ejércitos de liberación, (más adelante volveremos sobre este particular).

Una de las figuras más importantes de esta etapa es el francmasón Francisco de Miranda (1750-1816), quien, como ya hemos expresado anteriormente, soñó y defendió una Hispanoamérica unida, indepen-

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diente de España, en la que incluso acariciaba la idea de subordinar el nuevo estado al gobierno de un Inca.1

Las instituciones diseñadas por la Constitución de Cádiz cambiaron la cultura política de millones de personas, desde Sudamérica hasta el septentrión novohispano.

Las transformaciones impulsadas por el constitucionalismo gaditano y la insurgencia consiguieron dar a los pueblos un grado de autonomía notable, que encontró argumentos en la carta magna de 1812, aunque algunos historiadores latinoamericanos afirman que ésta no alcanzó a entender las demandas de los criollos.

¿Cómo entonces se convirtió en un elemento que dio cauce a las ex-pectativas de muchos americanos?

La respuesta la encontramos en que las 18 diputaciones provinciales y los centenares de ayuntamientos constitucionales, creados a la vez que en la metrópoli, permitieron a las élites criollas obtener alguna re-presentación, mientras que la libertad de prensa facilitó la expresión de sus demandas

La Pepa abolió los cuatro Virreinatos americanos —Nueva España, Perú, Nuevo Reino de Granada y Río de la Plata— y, en su lugar, pro-clamó que “La Nación Española es la unión de todos los españoles de ambos hemisferios”.

Véase cómo, en efecto, la emancipación liberal no enarboló, en prin-cipio, las banderas de la independencia. Una nueva generación, here-dera de la primera e importante generación emancipadora autora del pensamiento político de la sociedad criolla, sucederá a la anterior con el objetivo irrenunciable de la independencia.

A pesar de que la Constitución de 1812 contradecía, en principio, sus ideas liberales con el mantenimiento de la religión católica como reli-gión de Estado, única y verdadera, no puede dejar de señalarse que,

1 Este hombre nació en Caracas, capital de la Capitanía General de Venezuela, en 1749, de padre canario y madre criolla. Terminados los estudios superiores en la Universidad de Caracas, viajó a España con el ánimo de enrolarse en el ejército, cosa que hizo, ad-quiriendo el grado de capitán. Destinado en Cádiz, participó con su regimiento en la campaña de África del Norte. De regreso a la península visitó Gibraltar y allí entabló amistad con oficiales británicos y, especialmente, con John Turbull, que habría de prestarle en el futuro una valiosa ayuda durante su estancia en Londres. Participó con las tropas españolas en la campaña de la revolución norteamericana

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desde ese momento, el legislador estatal pudo intervenir en los asun-tos eclesiásticos, limitando la omnipotencia romana y “nacionalizan-do” —si se admite la expresión— la estructura de la Iglesia.

La norma deseaba, en efecto, dejar satisfechos a la jerarquía y al cle-ro, pero su finalidad jurídica va mucho más lejos y sienta las bases de una evolución modernizadora.

En cualquier caso, en lo que se refiere en general a los derechos ciu-dadanos, la tolerancia que emanaba del texto constitucional impreg-naba al conjunto del ordenamiento de un aire de progreso y transfor-mación que invadió la América hispana.

La constitución gaditana fue mandada a jurar en Perú por el Virrey José Abascal el 2 de octubre del mismo año de 1812 y fue considerada “una explosión de libertad”.

En cambio, en las Provincias Unidas del Río de la Plata (compuesta por la actual Argentina, Paraguay y Bolivia, llamada por entonces Alto Perú) nunca fue proclamada, pero influyó en todos los textos constitu-

cionales, al considerarse que “todas las leyes españolas son válidas, a menos que atenten contra el espíritu o la letra de la libertad e independencia del país”, y ya en 1813, se anulan todos los títulos de nobleza como reacción a la frustración producida por la actitud y las medidas impuestas por Fernando VII, en cuánto recuperó la corona (ley, por cierto que todavía rige en la actua-lidad).

Una excepción en el Río de la Plata lo constituye Uruguay, donde la Constitu-

ción de Cádiz fue introducida en Montevideo, adonde se había trasla-dado la capital virreinal.

El francmasón y líder independentista José Artigas refleja en sus Ins-trucciones del Año XII las más que evidentes influencias de la Constitu-ción norteamericana y la de de la Francia revolucionaria, resultando clarísima la recepción de las principales instituciones de la Constitu-ción española, sobre todo en los temas de la división de poderes y de la preservación de la libertad y de la seguridad.

La tolerancia que ema-naba del texto constitu-cional impregnaba al conjunto del ordena-miento de un aire de progreso y transforma-ción que invadió la América hispana.

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Cuando fue ocupada la Banda Oriental por los portugueses, Uruguay juró la Constitución portuguesa de 1822, que era una réplica de la de Cádiz.

Uruguay alcanzó su independencia en 1814 y ya 1813 enarboló la bandera de la emancipación de la mano de José Artigas y sus 33 orien-tales, lo que en este caso hace más que evidente el arraigo que en ese

país jugó la francmasonería.2

La constitución de 1812 recoge el re-conocimiento de los DERECHOS HUMANOS

que tuvieron como sustento a la DECLA-

RACIÓN DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE Y DEL

CIUDADANO (1789).

Desde aquella fecha, la libertad, la igualdad y la fraternidad iluminan el ca-mino de reforma de las instituciones, nacen o se redescubren los conceptos de república y de servicio público, y el poder se transforma dramáticamente con el fin del Absolutismo, Estos princi-pios son los que van tener una repercu-sión importante en la emancipación, en la independencia y en la definición de los modelos de Estado.

Jorge Blaschke, periodista, y Santiago Río, francmasón, sostienen que “La presencia masónica fue patente en las Cortes de Cádiz, de las que formaban parte renombrados masones, como Agustín de Argüe-lles y Antonio Alcalá Galiano”. Otros autores avalan la opinión de los anteriores.

2 Algunos autores destacan, la supuesta influencia francmasónica, no solo para Uru-guay, sino para el conjunto de América latina. José Gálvez Barrenechea masón, jurista, político y poeta peruano escribió: “La independencia fue labor de masones y los fue-ron todos y casi todos los que conoces y veneras por Padres de tu Patria, y entre ellos, como descubrirás, más tarde, hasta sacerdotes hubo” (…) “La masonería sirvió maravi-llosamente a la labor de la libertad.” Francisco José del Solar destaca que entre los aportes masónicos a la Constitución de Cádiz, pueden señalarse los derechos funda-mentales, tanto civiles como políticos, que fueron también consagrados en la primera Constitución de Francia (1791).

Simón Bolívar

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Entre los enemigos de la Francmasonería son también numerosos los que destacan y exageran la relevancia de la influencia masónica, cul-pable, según ellos, de la importación de nociones extranjerizantes co-mo progreso o libertad.

No pueden dejar de citarse, por último, las opiniones de quienes consideran poco probable la existencia de una Francmasonería pode-rosa en aquel momento, circunscribiendo la existencia de la Orden a los círculos afrancesados o a la pertenencia de españolas a logias del Gran Oriente de Francia radicadas en el hexágono. En cualquier caso, pocos o muchos talleres tuvieron una cierta influencia en el proceso constitucional gaditano.

Se da por cierto que las logias que estaban bajo la jurisdicción e in-fluencia del Supremo Consejo de Inglaterra se reunieron en Cádiz en Gran Capítulo, mientras que los dependientes o vinculados con el Rito Escocés Antiguo y Aceptado lo hicieron en Consejo Filosófico.

Esta distinción masónica —por no llamarla diferencia— fue preocu-pación del venezolano De Miranda, por lo que, justamente, pretendió superarla impulsando la creación de logias —Gran Reunión Americana, Caballeros Racionales y Lautaro— que reunían a hermanos masones de ambos ritos.

Fue, en efecto, Miranda, el autor intelectual de la fundación de la lo-gia Lautaro, en Cádiz, en 1880. Desde Londres, donde residía (ya que su cabeza estaba puesta a precio por la Corona de España) sugirió para la histórica logia el nombre de Lautaro, en homenaje al caudillo arau-

cano que venció al conquistador Valdivia en Tucapel, en 1554.

Solamente un masón, como Miranda, habría podido inspirar la fun-dación de la logia Lautaro, que fue clave para el proceso de la inde-pendencia suramericana, ya que en ella se iniciaron como masones muchos de los más destacados próceres, como Bolívar y San Martín.

Es precisamente San Martín quien fundó en 1814 la logia Lautaro de Córdoba, (Argentina) y después la logia Lautaro de Mendoza. Fundó asimismo, la logia operativa del ejército de los Andes y, en 1822, la lo-gia Paz y Perfecta Unión nº 1 de Lima.

La logia Lautaro fue dirigida en sus inicios por José de Gurruchaga, y entre sus miembros se contaban los venezolanos Santiago Mariño, Andrés Bello, Luis López Méndez y Simón Bolívar, el italiano Franco Is-

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nardi, el mexicano José María Caro, los chilenos Bernardo O'Higgins, José Miguel Carrera y el padre José Cortés de Madariaga, el sacerdote paraguayo Juan Pablo Fretes y los argentinos José de San Martín y Tomás Guido.

Mientras tanto, en América, y tras meses de luchas internas en el seno de la Revolución porteña, se creó el Primer Triunvirato el 22 de setiembre de 1811, integrado por Juan José Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de Sarratea. El verdadero poder, sin embargo, residía en su Secretario de Gobierno y Guerra, Bernardino Rivadavia, primer presi-dente argentino.

La nueva institución gubernativa tenía un acentuado carácter centra-lista y autoritario, lo que le granjeó la activa desconfianza del resto de las Provincias Unidas.

En esos mismos días, José de San Martín salió de Cádiz hacia Lon-dres. Existen indicios de que fue su amigo James Duff, cuarto Conde de Fife, un oficial escocés que peleaba contra Napoleón y activo miembro de la masonería, el que lo convenció de tomar el camino que le ga-naría la gloria.

San Martín se encontró, sin embargo, con un escollo: las autoridades españolas no estaban dispuestas a aceptar que un militar capaz aban-donara el país, más aún conociendo su origen sudamericano. Duff con-tactó entonces a otro escocés, Sir Charles Stuart, antiguo encargado de negocios de la embajada británica en Madrid y por entonces en Lis-boa, quien consiguió un pasaporte y un pasaje hacia Inglaterra, al que agregó varias cartas de presentación y letras de crédito.

Así, San Martín llegó a la capital británica a fines de 1811. San Martín tomó contacto en Londres con Andres Bello y otros francmaso-nes que le explicaron el proyecto; convencido lo asume y se traslada al Río de La Plata. Pero cuándo San Martín llega a Buenos Aires, encuen-tra a los revolucionarios marcadamente divididos.

Mientras unos, los oficialistas del primer triunvirato del gobierno provisional, se reunían alrededor de intereses económicos y mercanti-les, los otros se nucleaban alrededor de la sociedad patriótica, liderada por Monteagudo y que seguía el pensamiento progresista y liberal de Mariano Moreno, uno de los lideres mas destacados de la emancipa-ción del sur.

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No era fácil, por consiguiente, llevar a buen fin el pro-yecto. Hacía falta apelar a la astucia y a una estrategia, que debía surgir precisamente de las entrañas de esas logias operativas, y en especial de la que tenía el nom-bre distintivo de Lautaro.

Sin duda, dentro de las propias logias, las pasiones

humanas habían desatado fuertes conflictos y contro-versias que hubo que sortear hasta que terminara la gesta iniciada y que eran el objetivo de las logias emancipadoras. Después, la historia da cuenta de cómo las luchas in-testinas acabaron con San Martín en el exilio

Es muy probable que San Martín hiciera amistad con Simón Bolívar en Cádiz, ya que este último llegó a la ciudad andaluza en Noviembre de 1803, para embarcar de nuevo cuatro meses más tarde, a finales de febrero de 1804.

Igualmente debió conocer, también en Cádiz, a Bernardo Riquelme, hijo de Don Ambrosio O'Higgins, Virrey del Perú, conocido como Ber-nardo de O'Higgins y padre de la independencia de Chile.

Pero el hecho fundamental se produjo en 1808, cuando Matías Za-piola, oficial criollo, comunicó a San Martín, en una de las tantas reu-niones que debieron tener en Cádiz, la existencia de una logia de la que era secretario, y cuya actividad estaba destinada a conjugar volun-tades en pro de la independencia de sus países de origen.

Esta logia no era otra que la de los Caballeros Racionales, algunos de cuyos componentes (Alvear y Gurruchaga, lideres patriotas criollos, entre otros) habían tenido relación con la logia Gran Reunión Ameri-cana, anteriormente citada, y, a su vez, estaban en estrecho contacto con diversos francmasones bonaerenses y próceres ilustres, tales co-mo Pueyrredón, Lezica y Rodríguez Peña.

Otro de los personajes importantes del proceso libertador fue Simón Bolívar, nacido en Caracas en 17833. Tras la constitución de la Junta de

3 Bolívar vivió una dolorosa infancia y juventud. Muy niño perdió a sus padres y un año más tarde a su abuelo y tutor. Se casó a los diecinueve años y enviudó a los veinte. Po-siblemente estos infortunios le ayudaran a forjar un espíritu fuerte y tenaz como el su-yo. Realizó varios viajes a Europa, visitando España, Francia, Inglaterra, etc. En uno de ellos, acompañado por su maestro Simón Rodríguez, llegan a Roma (es en agosto de 1805 y tiene Bolívar 22 años). Allí, en el Monte Sacro y con su maestro como testigo hace un juramento: “¡Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por

Medallón de Simón Bolívar

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Caracas, que no reconoce al Consejo de Regencia español, acudió co-mo uno de sus representantes a Londres para establecer contactos con el gobierno británico. Allí conoció a Miranda y se inició una extra-ordinaria colaboración entre ambos, ya que compartían los ideales de independencia y de unidad americana. Se integró Bolívar en el círculo de Miranda y, cómo no, también en la Gran Reunión Americana.

Regresó a América y se convirtió en uno de los generales más activos y victoriosos del ejército Libertador, afanado en construir la Gran Co-lombia (que debería reunir a todos los territorios liberados). Bolívar sería elegido presidente de la República de Colombia.

Realizó un gran esfuerzo para llevar adelante la organización del nuevo país haciendo frente a una dura oposición. Es digno de comen-tar que tras el atentado sufrido en 1828, dictó un decreto de disolu-ción de todas las sociedades secretas, prohibiendo sus actividades y presencia en el país. En este decreto no hace mención expresa a la Francmasonería, ni para incluirla ni para excluirla de la prohibición.

Finalmente, renunció a la Presidencia y se retiró, enfermo y decep-cionado. Llegó a Santa Marta y allí fue acogido por Joaquín de Mier y Benítez, español de Cádiz, que le cedió la Quinta de San Pedro Alejan-drino, donde murió en diciembre de 1830.

Bolívar es otro ejemplo de portador de profundos valores masónicos que casó con los intereses del proceso libertador. Padeció excomunión por su actitud librepensadora y por la creencia de que “iba a saquear iglesias, perseguir a los sacerdotes y destruir la religión”.

Las relaciones entre el gobierno republicano y la Iglesia no fueron siempre fáciles. Contradictorio en muchos momentos, Bolívar fue ini-ciado en la Francmasonería, ejerció como librepensador y militó en la defensa de los valores republicanos.

Las figuras de Bolívar, de San Martín o de Sucre, como las de tantos otros, encierran la gran duda por resolver sobre si la Francmasonería apoyó el proceso libertador o fueron los masones, individualmente, quienes participaron y dirigieron ampliamente ese proceso.

ellos, juro por mi honor y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni repo-so a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!”.

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Lo que sin duda es cierto es que en muchos de ellos anidó hacia el final de sus vidas el desencanto y el escepticis-mo, pero como sentimientos dirigidos hacia los hombres y no hacia la institu-ción por la que habían combatido, ya fuera ésta la república o la francmaso-nería.

La emancipación de los pueblos ameri-canos y el movimiento revolucionario pa-ra la independencia de las nuevas re-

públicas, consagraron las virtudes y el aporte de la francmasonería a la construcción de las nuevas naciones en el nuevo mundo.

Desde la península, la francmasonería y las instituciones liberales son apartadas por el oscurantismo y no volverán a resurgir hasta el Trienio Liberal, ya en 1820, cuando poca o nula influencia podía ejer-cerse ya en el proceso independentista hispanoamericano.

Sin embargo, el espíritu del pensamiento anida y vive en América y desde entonces hasta hoy, en el cono sur, en las escuelas argentinas, uruguayas y chilenas, ha germinado una idea positiva acerca de la ma-sonería, que constituyó un soporte filosófico importante en las ideas revolucionarias que condujeron a la independencia.

El arraigo de las ideas liberales de 1812 y también del librepensa-miento, continuó y se constituyó en consigna popular, que se refleja, por ejemplo, en la frase “las ideas no se matan” escrita en una piedra, camino del exilio, por el presidente argentino y símbolo de la nación, Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874), patriota ilustre, pedagogo, minero, escritor, periodista y francmasón muy activo, que presidió el Supremo Consejo del Grado 33 y último del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.Å

La emancipación de los pue-blos americanos y el movi-miento revolucionario para la independencia de las nue-vas repúblicas, consagraron las virtudes y el aporte de la francmasonería a la cons-trucción de las nuevas na-ciones en el nuevo mundo.

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LA FRANCMASONERÍA

ESPAÑOLA DE JOSÉ I

¿CÓMO INFLUYÓ Y QUÉ APORTÓ A ESPAÑA LA MASONERÍA FRANCESA, CUYO GRAN MAESTRE DEL GRAN ORIENTE DE FRANCIA FUE JOSÉ BONAPARTE, ENTRE 1805 Y 1814, Y CÓMO AFECTÓ ESTA CIRCUNSTANCIA A LOS ACONTECIMIENTOS DESARRO-LLADOS EN ESA ÉPOCA?

CRISTIAN DANIOU

ntentaré responder a esa pregunta con la máxima diligencia, aunque no es tarea fácil consultar el incalculable número de documentos masónicos franceses y españoles conservados en

nuestros archivos del Gran Oriente de Francia (G# O# D# F#) y de la Biblioteca Nacional. En muchos casos, el autor de cada artículo o cada historiador tiene sus propias tesis y éstas son difícilmente verificables ¡dado que son contradictorias!

Así mismo, querría suplicar a los lectores cierta indulgencia, ya que un trabajo como éste requeriría, en verdad, una larga investigación en las actas de las logias masónicas, tanto españolas como francesas, existentes en aquella época.

El dominio efectivo durante el mandato de Bonaparte como Gran Maestre estuvo asegurado por Jean Régis de Cambacérès, archicanci-ller del Imperio, en su condición de Presidente del Directorio de los

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Ritos, es decir, el Muy Poderoso Soberano Gran Comendador del premo Consejo del Gran Oriente de Francia entre 1806 y 1814.

Repasemos un poco la historia del siglo XVIII, denominado “Siglo de las Luces” (Ilustración), para entender mejor las ideas que se propagaron durante los siglos XVII y XVIII bajo la divisa del universalismo, porque ahí está el corazón de la filosofía masónica.

Los principios ilustrados inauguraron una ética de la Libertad, de la dignidad y de la responsabilidad. Era una ética de la emancipación plena de todas las mujeres y de todos los hombres, sin distinciones por motivos de origen, color de piel, sexo o tendencias filosóficas, reli-giosas, políticas, ideológicas, culturales y sexuales.

Serán las ideas divulgadas por los filósofos del XVIII, y en especial por Jean Jacques Rousseau, las que conducirán a una reflexión en el seno de las logias sobre la Igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, como garantía de Libertad, en la medida en que la voluntad gene-ral se expresa en igualdad de derechos y deberes.

Son estas las ideas que condujeron a la Revolución de 1789, con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y la aboli-ción de los privilegios en la noche del 4 de agosto. Una abolición que contó con el voto casi unánime de los tres estamentos: la nobleza, el clero y el tercer estado, en una demostración de Fraternidad.

Dicho texto proscribe toda discriminación entre los miembros de la familia humana, y garantiza a cada uno el pleno goce de las libertades y los derechos fundamentales.

Constituye la expresión más lograda de los grandes principios “ilus-trados”, establecidos hace trescientos años en las logias masónicas de Francia que contribuyeron al establecimiento de algunas constitucio-nes europeas y fueron retomados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. ¡No podría existir un mejor testimonio de la continuidad del mensaje de la universalidad de la francmasone-ría!

Napoleón Bonaparte persiguió su sueño de construir una Europa según su visión y descubrió en la masonería francesa un espacio don-de las partes e incluso los adversarios podían encontrarse y dialogar.

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En aquellos tiempos, para la mayoría de los franceses, Es-paña era un país arcaico, tie-rra de hidalgos y conventos, un reino decadente que vivía de la nostalgia del Siglo de Oro.

Estamos hablando de la puesta en práctica de las ideas de los “Ilustrados”. Gracias a

la intermediación de José Bonaparte y, sobre todo, de Cambacérès, se re-agrupó y guió a la masonería france-sa, cuyas aspiraciones universalistas se correspondían con sus visiones eu-ropeístas.

Después de la Batalla de Trafalgar en 1805, España y Francia decidieron a fi-

nales de 1807 repartirse el territorio de Portugal: las tropas francesas entraron en Es-

paña en octubre de 1807 y ocuparon el norte y el centro del país.

Napoleón Bonaparte contaba entonces con los medios para integrar España en su Imperio. Tras las meteduras de pata del primer ministro Manuel Godoy, el rey Carlos IV abdica el 19 de marzo de 1808.

Fernando VII, después de ciertos titubeos, hace lo mismo y deja el terreno libre para Napoleón, que el 6 de junio de 1808 nombra ofi-cialmente rey de España a su hermano, José Bonaparte, Gran Maestre del Gran Oriente de Francia. Antes de la abdicación de los reyes espa-ñoles, el pueblo se había sublevado contra la entrada de los soldados napoleónicos y había creado las juntas de resistencia.

En aquellos tiempos, para la mayoría de los franceses, España era un país arcaico, tierra de hidalgos y conventos, un reino decadente que vivía de la nostalgia del Siglo de Oro.

A la vista de ello y persiguiendo su objetivo europeo, Napoleón con-vocó a la familia real y a algunas élites de funcionarios españoles en Bayona, donde sentó las bases —con una serie de juristas de ambos territorios (españoles y franceses), maestros de historia del derecho y del derecho público, en su mayoría francmasones— de la que se co-noce como la Constitución o el Estatuto de Bayona, muy influida por la constitución francesa: principio de la soberanía nacional, participación del pueblo en el ejercicio del poder, sistema bicameral y derechos humanos.

Conviene recordar que a partir de 1796, se había iniciado una estre-cha colaboración entre los ejércitos francés y español, en especial en-tre los cuerpos de marina, que crearán logias en España y en Francia.

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En Brest, concretamente, aparece en 1802 una logia española, La reunión española.

Disponemos de las actas o planchas de trazado de los trabajos co-rrespondientes a cincuenta y tres reuniones, y estas actas nos aportan interesantes detalles, no sólo sobre la forma de constituir una logia, su funcionamiento y los temas que se debatían (al menos los que se debatían abiertamente), sino también sobre las relaciones que algunos oficiales españoles pudieron mantener con sus colegas franceses.

La flota española abandonará el Finisterre bretón para trasladarse a Cádiz. Cabe destacar que, poco después de la llegada de la flota a Bre-taña, además de la creación de la logia española, podemos encontrar entre los miembros de la logia francesa Heureuse Rencontre a varios españoles cuya fecha de iniciación conocemos. La hipótesis más plau-sible es que, entre los oficiales de S.M. Católica, hubiera algunos “filó-sofos” masones partidarios de las nuevas ideas

A partir de 1809, se crean numerosas logias donde se reúnen “los afrancesados” y los franceses. Miguel Artola quiso ver en estos “afran-cesados” a unos “ilustrados”… tardíos, pero esto sería presuponer una delimitación clara, antes de la cual se situaría la Ilustración y llegando después el liberalismo.

La Constitución de Bayona supuso una transición suave entre la mo-narquía tradicional y la monarquía constitucional, y aunque introdujo cambios en la sociedad y el poder, no llegó a conmocionarlos.

En el norte de España, bajo la protección del nuevo rey José I Bo-naparte, se crearon nuevas logias puesto que abolió la Inquisición y fue el primer gobernador que reconoció y legalizó la francmasonería.

Sin embargo, en España convivían dos francmasonerías: una, bona-partista y militar, al norte, instalada en las ciudades de Figueres, Giro-na y el norte de Barcelona; y otra de carácter civil, en Madrid, bajo la jurisdicción de la Gran Logia Nacional de España, integrada por “afran-cesados”, reformadores al servicio del emperador.

Estas dos francmasonerías eran de carácter liberal y defendían ideas de emancipación ¡que se tradujeron en resultados distintos! Los revo-lucionarios se aferraron a la revolución para oponerse al clero y a los conservadores y favorecer el triunfo de la emancipación de los hom-bres con un ideal universalista.

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Para los francmasones españoles, la masonería suponía el ideal li-beral y liberador que tanto necesitaba el país.

La Francmasonería bonapartista sur-gió como antítesis de la Inquisición y del despotismo religioso, y sus miembros eran considerados hijos de la luz y de la verdad, enemigos de la intolerancia, la superstición, la ignorancia y el fanatis-mo, en todas sus manifestaciones.

El discurso, los reglamentos y los can-tos masónicos de la época reflejan la mentalidad de esta doble Francmasoner-

ía, cuyo Gran Maestre no era otro que el rey José I Bonaparte.

La primera logia bonapartista, Le triomphe de l’amitié (El triunfo de la amistad), al oriente de Barcelona, presentó su petición al Gran Oriente de Francia el día 1 de mayo de 1809, petición que fue ratifica-da por varias logias fronterizas.

La segunda logia fue Les amis fidèles de Napoléon (Los fieles amigos de Napoleón), pero no vio la luz hasta el mes de noviembre de 1812.

Los masones franceses estaban convencidos de que la implantación de logias en los territorios ocupados era una sutil forma de pacifismo. Y, en efecto, crearon una especie de territorio neutro, donde ocupado-res (oficiales franceses) y ocupados (principalmente, responsables de la administración local) podían encontrarse fácilmente.

En el territorio español, además de las ya citadas, se crearon otras logias militares como La double alliance (La doble alianza), en 1807 en Cádiz, relacionada con la Marina Francesa.

Posteriormente llegó el turno a otras logias en Figueres, Girona, Ma-drid, San Sebastián, Santander, Santonja, Sevilla, cuyo Gran Maestre no era otro que el conde Alexandre de Grace Tilly, fundador del Conse-jo Supremo del Gran Oriente de Francia en 1804 e instaurador del Su-premo Consejo de España en 1811.

Disponemos de documentos que certifican la presencia de Tilly en España en el año 1811, donde fue recibido como Gran Comendador el día 11 de junio de ese año por la logia Beneficiencia de Josefina, con todo el ceremonial que su cargo requería.

Los masones franceses es-taban convencidos de que la implantación de logias en los territorios ocupa-dos era una sutil forma de pacifismo.

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Finalmente, se abrieron también otras logias en Talavera de la Reina, en Vitoria y en Zaragoza. Las logias civiles estaban integradas por “afrancesados” (reformadores), en las que se integraban altos funcio-narios españoles y franceses del círculo de José I.

El historiador Daniel Ligou, después de consultar los pocos archivos conservados en Madrid (aunque relevantes y esenciales) cita el discur-so de Joaquín Ferreira, representante del Gran Maestro, el día 24 de noviembre de 1809, fecha de inauguración de la Gran Logia Nacional.

Aparentemente, Ferreira marcaría el origen de la fundación de la Francmasonería en España, con el respaldo y la ayuda de una decena de masones franceses a quienes deseaba rendir homenaje en su dis-curso.

Así, contamos con documentos auténticos que sitúan los orígenes de la Francmasonería en España de forma suficientemente precisa, lo que nos invita a dejar para la leyenda su supuesta fundación en 1780 por el conde de Aranda.

Después de la represión de los generales de José I, la batalla de Ma-drid abrasó la península y a raíz de los acontecimientos del 2-3 de ma-yo (véase el cuadro de Goya), la revuelta española ganó Andalucía y, tras Sevilla y Cádiz, todas las ciudades andaluzas se sumaron al movi-miento y convirtieron esa región en el principal bastión de resistencia contra José I y Napoleón.

Las Cortes que se en-contraban en Aranjuez se replegaron primero a Se-villa y luego a Cádiz, don-de residieron hasta el 20 de febrero de 1811.

Cádiz se encuentra lejos de Francia, y José Bonaparte no pudo hacer mucho en un territorio que le era fuertemente hostil: Cádiz y Andalucía son tierras de implan-tación de logias masónicas entre Arcos de la Frontera, Bornos y Villa-martín, al norte, y Gibraltar al sur.

Para algunas fuentes, que contrastan con la opinión contraria de muchos historiadores, ésta sería entonces la región más “masónica” de España: en la capital, Cádiz, se registrarían 30 logias y unos mil miembros en 1808, y en toda la provincia, 74 talleres.

Contamos con documentos auténticos que sitúan los orígenes de la Francmasonería en España de forma suficientemente precisa, lo que nos invita a dejar para la leyenda su supuesta fundación en 1780 por el conde de Aranda.

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Las Cortes se hallaban, por tanto, bien ubicadas en Cádiz donde promulgaron, el 19 de marzo de 1812, la primera Constitución “Revo-lucionaria” inspirada en el universalismo de los “ilustrados”.

Formaron parte de estas Cortes, según ciertos historiadores, unos 80 ó 90 francmasones que deseaban construir una nueva era y marcar una ruptura frontal con los principios del Antiguo Régimen.

Sin duda se inspiraron en la Constitución Francesa de 1791, en la de Estados Unidos de 1787 y en la de Bayona de 1808. En particular, las funciones del Tribunal Supremo (art. 255 y 261 de la Constitución de 1812) eran idénticas a las del Tribunal de Casación de Bayona (véase el artículo de la Gaceta de Madrid referente al debate sobre la abolición de la Inquisición (16.VII.1812).

Cabe decir que, en Eu-ropa, el modelo napo-leónico era el más avan-zado desde el punto de vista constitucional y de gobierno civil. Se observa un paralelismo con la Constitución Francesa de 1891: la soberanía de la Nación, la separación en tres poderes que defend-ían los filósofos y Mon-tesquieu, los diputados como representantes de la Nación, el sufragio uni-versal y la igualdad de los ciudadanos ante la ley.

Mi impresión es que las ideas preconizadas por Jean Jacques Rous-seau, Denis Diderot, François Voltaire, Charles Montesquieu, René Descartes, Baruch Spinoza, Isaac Newton, T. Hobbes y J. Locke tuvieron gran difusión: fueron traducidas a varios idiomas y corresponden a un período de la historia de la cultura europea que entró en las logias francesas, donde estas ideas fueron debatidas, antes de dar lugar en Francia a la Revolución de 1789 .que marcó el espíritu junto a la de los Estados Unidos.

La libertad guiando al pueblo, Eugène Delacroix

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Estas ideas habían tenido ya resonancia en todos los países europe-os, incluso en España, bajo el reinado de Carlos III (1716-1788), consi-derado un gran monarca ilustrado que implantó una serie de medidas progresistas.

Teniendo en cuenta las buenas relaciones masónicas entre España y Francia, es cierto que esas ideas fueron debatidas tanto en las logias ibéricas, que reunían a flotas españolas y francesas, como en las logias militares y civiles creadas bajo el reinado de José Bonaparte.

Tenemos constancia de masones españoles iniciados en Francia que se sumaron a las ideas revolucionarias de la época y que regresaron a España para aplicarlas. Los francmasones ampliaron el alcance de sus críticas a cuestiones políticas y económicas.

Los Francmasones de la época, tanto españoles como franceses, tenían una fe inquebrantable en el poder de la razón humana; afir-maban que la educación tenía el potencial de hacer mejores a los hombres.

Atacaron, en ocasiones violenta y ferozmente (lo que no debe extra-ñarnos en unos revolucionarios), a la Iglesia católica, a sus riquezas, a su poder político, que esclavizaba al pueblo, y a su voluntad de poner trabas al libre ejercicio de la Razón.

Para concluir, me parece relevante señalar que los masones de Eu-ropa lucharon (y siguen luchando todavía, aunque solo en las Obe-diencias Liberales) para promover los valores de la libertad, la eman-cipación, la tolerancia y la justicia.

Tienen fe en el Hombre y en su búsqueda de la libertad y la razón para adquirir los conocimientos necesarios que permitan el floreci-miento humano. La igualdad, tan apreciada por Rousseau, fue y sigue siendo practicada en las logias masónicas que trabajan para el Progre-so de la Humanidad.

La Constitución de 1812 supuso un avance real en beneficio del pue-blo español. Cádiz fue el centro del dinamismo para hacer avanzar las reformas “revolucionarias” que dieron esperanza y labraron el camino hacia el nec plus ultra del constitucionalismo del pensamiento progre-sista.

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LA RELACIÓN Y LA INFLUENCIA DE LA FRANCMASONERÍA Y LA CONSTITUCIÓN LIBERAL DE CÁDIZ EN EL MOVIMIENTO DE EMANCIPACIÓN DE HISPANOAMÉRICA

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BIBLIOGRAFÍA

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LA RELACIÓN Y LA INFLUENCIA DE LA FRANCMASONERÍA Y LA CONSTITUCIÓN LIBERAL DE CÁDIZ EN EL MOVIMIENTO DE EMANCIPACIÓN DE HISPANOAMÉRICA

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LA PROYECCIÓN DE LA

CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ Y

DE LA FRANCMASONERÍA

SOBRE LA DEMOCRACIA Y EL

PROGRESO EN EL PAÍS VASCO

ESTE ARTÍCULO ES EL RESULTADO DE LA PRIMERA INTERVENCIÓN PÚBLICA DE SU AUTOR DESDE SU DESIGNACIÓN COMO COMISIONADO PARA LA CONVIVENCIA Y LA MEMORIA DE EUSKADI. MUY POCO DESPUÉS DE ACEPTAR ESE SIGNIFICATIVO Y DIFÍCIL CARGO, EL AZAR UNÍA EN MARZO DE ESTE AÑO, Y EN CÁDIZ, CONSTITUCIÓN Y CONVIVENCIA, DOS CONCEPTOS QUE, PARA JESÚS LOZA, ESTÁN ÍNTIMAMENTE ENTRELAZADOS, AL SER LA CONSTITUCIÓN DE 1812, LA PEPA, EL PRIMER INTENTO ESPA-ÑOL DE CONSTRUIR LA LIBERTAD Y LA DEMOCRACIA.

JESÚS LOZA

a Pepa es, para muchos, el símbolo por excelencia del inicio del camino a la modernidad y la libertad en España. Si lo analiza-mos con los parámetros de la actualidad, no seremos capaces

de entender verdaderamente los objetivos de La Pepa, o nos encon-traremos con paradojas de difícil solución.

Debemos hacer un esfuerzo para mirar La Pepa con los ojos de su tiempo. Seguramente releer el discurso de presentación de la Consti-

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tución de Cádiz que hizo Argüelles, nos dará algunas claves para en-tenderlo.

Nosotros, en la actualidad, y condicionados por la Revolución Fran-cesa, tendemos a ver la Constitución de 1812 como una ruptura radi-cal con el pasado. Argüelles, en cambio, busca romper con el pasado absolutista reivindicando la legitimidad en las tradiciones anteriores.

La legitimad que reivindica La Pepa no se basa en la razón o la igual dignidad de la personas, como en la declaración americana, ni en los derechos del ciudadano de la constitución revolucionaria francesa. Argüelles menciona de forma recurrente las viejas tradiciones de los territorios y provincias forales como ideal de libertad, haciendo espe-cial mención, por cierto, a las provincias vascongadas.

Por ello nos encontramos con una afirmación paradójica desde la perspectiva actual: Argüelles afirma que la Constitución no trae nada nuevo, que es la compilación de las mejores tradiciones anteriores.

Esta vocación confesa de Cádiz de unir las viejas tradiciones de los territorios con el logro de la libertad moderna, es algo que irá creando espacios de ambigüedad que terminaran creando profundas crisis pos-teriores.

De hecho, la Constitución de Cádiz es jurada y promulgada entre 1812 y 1813 por las tres Juntas Generales del País Vasco, si bien con alguna reticencia en Bizkaia.

Lo que llama hoy la atención es que ninguna de las tres Juntas Ge-nerales vascas entendiera contradictoria la Constitución con sus pro-pias tradiciones, y mucho menos que se plantearan su propia deroga-ción una vez proclamada la Constitución de Cádiz.

Este intento de la Constitución de 1812 de legitimar la nueva libertad con las viejas tradiciones creó contradicciones que han perdurado en el tiempo y que han tenido una difícil conjunción.

Aunque no es el lugar ni el momento para ello, sí quisiera referirme a dos pares de conceptos fuertes, contradictorios entre sí, y que no han logrado una convivencia armónica, creando tensiones permanen-tes:

El primer par sería la libertad del territorio frente a la libertad del individuo.

El segundo, el pacto frente a la justicia.

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Me van a permitir que me refiera brevemente a ellos, pues son pe-sos que aún soportamos en Euskadi.

LIBERTAD DEL TERRITORIO FRENTE A LA LIBERTAD DEL INDIVIDUO En el ideario predemocrático, la libertad es un concepto que se aplica

a los territorios y no a las personas. Son dos conceptos de libertad que, en la práctica, resultan antagónicos y difícilmente compatibles. De ahí resulta que en la reivindicaciones foralistas (y debiéramos decir nacio-nalistas en la actualidad) no existe nunca el individuo como sujeto de la libertad, es el territorio o el pueblo. En cambio, en el constituciona-lismo (también en el de Cádiz) el sujeto de la libertad es el individuo.

Estas dos maneras de en-tender la libertad crean dos escenarios totalmente dife-rentes entre uno y otro. En el ideario foralista (nacionalista) la libertad es una tensión permanente entre dos entidades: una enti-dad central que quiere imponerse en todo el territorio y el ente local que defiende su propia autonomía y libertad. Es por tanto, fundamen-talmente, una lucha en la distribución territorial de poder.

En el ideario constitucional la libertad es una lucha permanente en-tre el estado y sus pretensiones y el individuo y su deseo de autonomía personal, de definir su propia forma de “vida buena”.

Por ello la libertad constitucional tratará de poner límites al estado frente al individuo y reconocerá además la diversidad de personas co-mo elemento constitutivo de la libertad; así pues, la defensa de las mi-norías será siempre una reivindicación que no cederá ante las mayor-ías, constituyéndose la propia Constitución en el elemento por anto-nomasia que pone límites al poder y defiende los espacios vedados al poder que garantizan la libertad personal.

El sistema constitucional entiende la con-vivencia como un espacio donde cohabitan de forma permanente diferentes intereses y modelos, en el que nunca uno se impone al conjunto.

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EL PACTO FRENTE A LA JUSTICIA En el sistema constitucional no se prevé una solución definitiva al en-

frentamiento de diferentes intereses o modelos de vida buena. Por ello, entiende la convivencia como un espacio donde cohabitan de forma permanente diferentes intereses y modelos, en el que nunca uno se impone al conjunto.

La solución que plantea no es elegir una sola forma de vida o de in-terés para imponer a todo el conjunto, terminando así con las confron-taciones; al contrario, lo que pretende es regular la disidencia, hacien-do posible la convivencia de diferentes. Y aquí, la Ley, que defiende va-lores y ampara libertades personales, es la garantía de la libertad común.

Cada uno puede tener su propia forma de entender la vida buena pero todos estamos sujetos a la misma ley; ésa es la garantía de liber-tad y diversidad social.

Y cuando surge la crisis, es decir cuando los individuos no respetan la legalidad e intentan defender su forma de vida buena rompiendo las normas comunes, entra en juego la justicia, que tiene como función principal recuperar la legalidad truncada.

Para el ideario tradicional, esta lucha permanente tiene una función diferente, y entiende también de forma diferente la solución de las cri-sis creadas.

Para el tradicionalista, el enfrentamiento entre el poder central y el territorio debiera tener un final definitivo; estas tensiones entre uno y otro se entienden como un mal que impide la libertad del territorio. Por ello, su objetivo es buscar una solución a estas tensiones, de for-ma definitiva, con el logro del máximo poder para el territorio, mo-mento en el que se termina el enfrentamiento. Y cuando surge la cri-sis la solución no es la ley y la justicia sino el acuerdo de voluntades; un pacto que reposiciona a cada uno para seguir en la confrontación.

El ejemplo que mayor fuerza tiene en el imaginario vasco es el abra-zo de Bergara, al final de la primera guerra carlista. No hay un llama-miento a la justicia, no hay una exigencia de responsabilidad por los comportamientos; termina como comienza, por pura voluntad.

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He querido hablarles, aunque de forma simple, de estas cosas, no porque fuera el aniversario de La Pepa, sino porque están muy ligados a nuestra problemática actual en Euskadi.

En Euskadi estamos viviendo un nuevo tiempo, un tiempo en el que estamos dejando atrás el ciclo terrorista que tanto hemos sufrido. Hemos derrotado a ETA, y lo hemos hecho defendiendo el Estado de derecho y la legalidad. Y mientras lo que para el terrorista ha sido una lucha de poder, un intento de imponer al Estado su visión del territo-rio, para las demócratas ha sido fundamentalmente una lucha de idea-les.

Hemos defendido modelos de convivencia diferentes: nosotros, el modelo constitucional que hace del individuo sujeto de libertades; los terroristas, un modelo totalitario en el que el territorio anula la liber-tad del individuo.

Y hoy podemos decir con satisfacción que hemos vencido. Y quiero hacer mención a esto de que hemos vencido. Hay gente que plantea la cuestión de vencer como una derrota de las personas, nosotros lo planteamos como una victoria de las ideas.

La cuestión no es vencer sobre las personas sino, sobre todo, vencer sobre las ideas totalitarias, que han hecho de las personas asesinos que mataban al que pensaba diferente. Y en esto sí que queremos vencer.

El Lehendakari dice de forma reiterada que debemos poner las bases del nuevo tiempo en tres pilares: verdad, justicia y democracia.

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LA PROYECCIÓN DE LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ Y DE LA FRANCMASONERÍA SOBRE LA DEMOCRACIA Y EL PROGRESO EN EL PAÍS VASCO

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VERDAD Y MEMORIA No podemos renunciar a la verdad de lo vivido. No podemos aceptar

que se pase la página del terrorismo como si nada hubiera ocurrido. Queremos construir una sociedad decente, moralmente decente. Que pueda mirarse a sí misma sin tener que cerrar los ojos sobre el pasa-do.

Debemos mirar a nuestro pasado con verdad y no podemos permitir que se escriba el pasado absolviendo a los que han participando y han apoyado al terrorismo. La memoria debe ser elemento fundante de la nueva concordia entre vascos.

La memoria colectiva no es la su-ma de memorias individuales: es siempre un constructo social. Por-que, en esencia, la memoria colecti-va tiene dos funciones: es recordar y posicionar al individuo en el discurrir de la comunidad que le ha tocado vivir, es decir proporcionarle al indi-viduo su ser social concreto; y la memoria es, también, escuela de va-lores.

La memoria colectiva es, así mismo, un manual de convivencia. En el relato del pasado se incluyen valoraciones éticas y políticas que ayu-dan a definir los valores positivos de convivencia en el presente.

La verdad esencial de lo ocurrido en Euskadi es que ha habido asesi-nos y personas y grupos que apoyaban a los asesinos; y que ha habido personas asesinadas y personas que han resistido ante el terror. Esa es la verdad elemental que ningún discurso puede ocultar.

Hannah Arendt decía que quien describía el holocausto de forma neutra, lo justificaba. Y tenía razón. La experiencia del horror vivido debe convertirse en lección moral para definir los valores de la socie-dad futura.

Hay gente que plantea la cuestión de vencer como una derrota de las perso-nas, nosotros lo plantea-mos como una victoria de las ideas. Y en esto sí que queremos vencer.

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LA PROYECCIÓN DE LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ Y DE LA FRANCMASONERÍA SOBRE LA DEMOCRACIA Y EL PROGRESO EN EL PAÍS VASCO

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MÁS DEMOCRACIA ETA no solo ha atacado a personas y bienes, ha impuesto limitaciones

al debate público en Euskadi, y su objetivo principal ha sido el sistema democrático y sus instituciones. Pero, en especial, ETA ha querido des-truir nuestro autogobierno estatutario.

La lucha contra el terrorismo ha sido, fundamentalmente, una lucha contra una ideología totalitaria y excluyente, contra unos comporta-mientos políticos que impedían la pluralidad.

Ha sido, en esencia, una lucha ética y moral. No se ha tratado sola-mente de detener a los terroristas, sino de defender un ideal de convi-vencia diferente: la democracia frente al totalitarismo, la diversidad de identidades frente a la imposición de una sola forma de entender la pertenencia.

El autogobierno que defiende el actual gobierno vasco no es una suma de competencias arrancadas al estado unitario. Es radicalmente diferente. El gobierno al que pertenezco entiende el autogobierno como el espacio donde construir una convivencia de identidades dife-rentes. Para eso nos hace falta autogobierno; para una concordia pacífica de identidades diferentes.

Mi gobierno defiende la libertad de identidad como elemento cons-titutivo de la convivencia. Defendemos la pluralidad como un elemen-to intrínseco a la sociedad vasca, y fomentamos la tolerancia que so-cializa el reconocimiento cotidiano del “otro”.

JUSTICIA Antes comentaba el par enfrentado entre pacto y justicia. Es algo que

se está dando entre nosotros. Los colectivos que han apoyado el terro-rismo plantean el pacto, el modelo del “Abrazo de Bergara”, como vía para superar las heridas del pasado. Mi gobierno, en cambio, defiende la vía de la justicia para superar el pasado.

La política penitenciaria debe perseguir el doble objetivo de la justi-cia y de la reinserción. Renunciar a la justicia y al cumplimiento legal de la pena impuesta supone la negación del delito cometido.

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LA PROYECCIÓN DE LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ Y DE LA FRANCMASONERÍA SOBRE LA DEMOCRACIA Y EL PROGRESO EN EL PAÍS VASCO

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Las condenas impuestas han sido por responsabilidades personales e individuales en los delitos juzgados. Por ello, todo planteamiento res-pecto a los presos debe ser también en base a su reinserción personal e individual.

Y la solución no está en abrir las puertas de las cárceles para que to-dos los presos de ETA salgan fuera sin más. No se trata de eso, y lo te-nemos que decir. Los que de forma irresponsable reivindican amnistías o salidas colectivas están engañando a la sociedad vasca y a los pro-pios presos, creando expectativas falsas.

Las condenas colectivas y las salidas colectivas son igualmente con-trarias a la esencia misma de la justicia.

Creo que me concederán que mirar a la Constitución de Cádiz, ana-lizar los problemas que resolvió y las tensiones que creó, pueden ayudarnos a entender nuestros propios problemas actuales; más de lo que pudiera parecer.

Puede que discrepen de la lectura que de forma tan elemental he realizado de la Constitución de 1812. Concédanme, al menos, que es verdadero el reconocimiento que quiero expresar aquí a aquellos hombres de Cadiz, que intentaron un imposible en circunstancias tam-bién imposibles: conciliar el pasado predemocrático con un deseo in-contenible de consolidar la libertad de los modernos.Å

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Los valores de la

Constitución de Cádiz

reflejados en el Rito

Escocés Antiguo y

Aceptado (REAA)

EN ESTE ARTÍCULO SE PRETENDE MOSTRAR CÓMO AQUE-LLOS VALORES DE LAS LIBERTADES DE EXPRESIÓN, DE PRENSA, DE ASOCIACIÓN, DE VOTO, LA FALTA DE ARBITRA-RIEDAD DEL PODER Y LA SOBERANÍA POPULAR, QUE TRATA DE CONSAGRAR POR PRIMERA VEZ LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ DE 1812, APARECEN REFLEJADOS EN NUESTROS PRINCIPIOS Y DECLARACIONES Y AFLORAN A TRAVÉS DE LOS SÍMBOLOS, MITOS Y LEYENDAS DEL RITO ESCOCÉS AN-TIGUO Y ACEPTADO (REAA).

PARA ABORDAR ESTE COMETIDO, SE HA REALIZADO UNA REFLEXIÓN, SÍNTESIS Y RECOPILACIÓN DE TEXTOS SOBRE LOS GRADOS 15º Y 30º, A PARTIR DE LAS PRINCIPALES IDEAS VERTIDAS EN VARIOS ARTÍCULOS DEL NÚMERO 9 DE NUESTRA REVISTA CULTURA MASÓNICA (OCTUBRE DE 2011) DEDICADO AL REAA.

RAMÓN SALAS

a Constitución Española de 1812, promulgada por las Cortes reunidas, solemnemente, el 19 de marzo de 1812 en Cádiz, es uno de los textos jurídicos españoles más importantes y que ha

adquirido un valor casi mítico como símbolo perdurable de libertad.

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LOS VALORES DE LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ REFLEJADOS EN EL RITO ESCOCÉS ANTIGUO Y ACEPTADO (REAA)

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La Constitución de 1812 se publicó hasta tres veces en España (1812, 1820 y 1836), se convirtió en el hito democrático de la primera mitad el siglo XIX, transcendió a varias constituciones europeas e impactó en los orígenes constitucionales y parlamentarios de la mayor parte de los Estados americanos durante y después de su independencia.

Los valores fundamentales de la Constitución de 1812 se expresan en los siguientes principios: 1) Soberanía Nacional, 2) Separación de Poderes, 3) Derecho de representación, 4) Libertad de Expre-sión/Libertad de Prensa e Imprenta, 5) Derecho a la integridad física, 6) Libertad Personal, 7) Inviolabilidad del domicilio y 8) Garantías Pro-cesal y Penal.

RITO ESCOCÉS ANTIGUO Y ACEPTADO Y FRANCMASONERÍA LIBERAL En 1801 tuvo lugar la fundación en Charleston del “Supremo Consejo

de los Soberanos Grandes Inspectores Generales del Grado 33º del REAA para los Estados Unidos de América”.

Diez años más tarde, la tradición sitúa el origen del primer Supremo Consejo del REAA en España, establecido el 4 de julio del año 1811, siendo su fundador el Conde de Grasse-Tilly, militar destinado al esta-do mayor francés de los ejércitos napoleónicos que luchaban en Espa-ña durante la Guerra de la Independencia. Esto sucedía un año antes de la promulgación de la Constitución de Cádiz de 1812 [Mario M. Hospital, El Supremo Consejo del Grado 33º fundado en Madrid el año 1811. SCME, Barcelona, 2011, 105 pp.]

Según Roger Bongard, el REAA contiene las esencias de todos los Ri-tos, los cuales no son más que una expresión más o menos acentuada, en uno u otro sentido, de la enseñanza masónica. Está abierto a todas las corrientes filosóficas y herméticas, del simbolismo y de la mística de todos los Ritos.

En resumen, es un Rito abierto a todo aquello que se designa bajo la denominación de Masonería antigua, moderna o rectificada. El REAA es el Rito más generalizado, puesto que es la síntesis de todas las for-mas de la Tradición.

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LOS VALORES DE LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ REFLEJADOS EN EL RITO ESCOCÉS ANTIGUO Y ACEPTADO (REAA)

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Su objetivo tiende hacia el Conocimiento, hacia el Absoluto y hacia la Unidad. Mediante la progresión de sus grados, permite a los seres humanos, por su conciencia y su voluntad, elevarse hacia las fuentes de sus orígenes y de sus relaciones con el Universo.

En esta misma línea, Pierre Mollier dice que el REAA nos propone un largo viaje a través de las grandes Tradiciones de la Humanidad. Mien-tras que Jean-Pierre Lassalle ha definido al REAA como un gran conser-

vatorio de las iniciaciones. No como un museo, ni como un almacén, ni mucho menos como el

rincón de los trastos viejos, sino como un espacio vivo, al modo de los conservato-rios de Música, en el que se practica el arte, en el que se hace o se da vida al ar-arte.

Lo cierto es que el REAA contiene la Tradición y los principales hitos (ritos, mi-

tos y símbolos) de la civilización occiden-tal, lo cual le hace atractivo a quienes bus-

can en la Francmasonería paradigmas intelec-tuales que se parezcan a los que ya poseen respecto

a los valores fundamentales del humanismo universal [Iván Herrera, El Escocismo Masónico, masonica.es, 2009, 173 pp.].

Pero más allá de los ritos, mitos y símbolos, la Francmasonería Libe-ral trataría de proporcionar aquellos elementos de pensamiento que permitan analizar, reflexionar y profundizar sobre los valores del humanismo, desde la perspectiva del libre pensamiento y la libertad de conciencia.

Combatir la superstición y la ignorancia, inculcar el espíritu científi-co, el ansia por aprender, el afán de adquirir el Conocimiento y de es-tablecer un puente entre el saber de la Tradición antigua del Hele-nismo y la Ciencia moderna, también son una parte importante de los objetivos de la Francmasonería Liberal.

Sin embargo, la práctica única y exclusiva de los rituales por ellos mismos, sin ningún tipo de análisis ni reflexión, conllevan al vacío ide-ológico, la pérdida de contenidos y la entrada en el caos del mundo de las formas.

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LOS VALORES DE LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ REFLEJADOS EN EL RITO ESCOCÉS ANTIGUO Y ACEPTADO (REAA)

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Si a ello se le añade el tomar al pie de la letra la metáfora masónica de no saber leer ni escribir, se suele producir la desafortunada caída en mundo del oscurantismo y los personalismos irrelevantes, y con fre-cuencia a dar crédito a esoterismos irracionales.

De acuerdo con Joan Francesc Pont *“El Grado 30º de Caballero Ka-dosch y la revolución árabe de 2011”, Cultura Masónica nº 9, págs. 52-68] la Humanidad es el objeto de la tarea constructora encomendada a la Francmasonería. Los ritos, como describió Daniel Beresniak, son los paisajes de nuestro itinerario personal y se desarrollan alrededor de los mitos y leyendas más adecuados para ejemplarizar las virtudes exi-

gibles a un buen ciudadano.

Del Grado 4º, donde el Francmasón realiza la búsqueda del conocimiento mediante el estudio, el silencio y la meditación, al 18º, donde se compro-mete a ilustrar a los seres humanos y apartar de su camino cuanto pudiera dividirlos, promoviendo, por el contra-rio, la unión fraternal entre los ciuda-danos, se abre el camino a que en el

grado 30º, el Francmasón no sólo tiene que difundir los principios an-teriores, sino que se compromete hasta el último aliento con la demo-cracia y la libertad.

Para poder lograr estos objetivos el REAA confronta al iniciado en cada grado con las enseñanzas de la Tradición, entrevistas desde las luces y desde el pensamiento libre: la veterotestamentaria en los gra-dos 4º a 16º, el cristianismo primitivo en los grados 17º y 18º y el ideal caballeresco medieval en los grados 19º a 30º, reinterpretado desde el Renacimiento y que alcanza su punto culminante en el grado principal de Caballero Kadosch.

El Escocismo comparte con el simbolismo el motivo principal de sus trabajos. En Norteamérica posee un marcado interés por la filantropía, en Europa se caracteriza por la reflexión filosófica y en Latinoamérica se observa una gran preocupación social.

Pero el REAA y la propia naturaleza de los Altos Grados y su sentido en nuestros días nos llevan más allá de las reflexiones de la Masonería Simbólica, centradas en el ser y en el encuentro con el otro. El REAA sería su prolongación natural en las reflexiones sobre la sociedad y so-

La práctica única y exclusiva de los rituales por ellos mis-mos, sin ningún tipo de aná-lisis ni reflexión, conllevan al vacío ideológico, la pérdida de contenidos y la entrada en el caos del mundo de las formas.

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bre el ser en su dimensión social. En los Altos Grados, Francmasonería y compromiso social son inseparables.

Así, en esta línea inseparable de Francmasonería y compromiso so-cial, la Declaración de Barcelona del XXI Encuentro Internacional de los Altos Grados Escoceses, que tuvo lugar del 5 al 8 de mayo de 2011, or-ganizado por el Supremo Consejo Masónico de España, se expresaba en los siguientes términos:

AYER

En la declaración de Ginebra, del 8 de mayo de 2005, después de la reafirmación de la vocación contemporánea de los principios fun-damentales de la Orden, se hizo hincapié en que el respeto de la dignidad humana era un elemento esencial de las directrices de las diferentes jurisdicciones.

HOY

En la actualidad, al surgir y desarrollarse movimientos de reivindi-cación de la libertad y de la democracia, principalmente en el área mediterránea, deben conformar la lucha incesante por el bienestar de la humanidad y a favor de su emancipación intelectual y moral. Deben asimismo insistir sobre la doble dimensión internacional y universal del REAA, contribuyendo a la creación de enlaces entre las diferentes culturas y civilizaciones.

MAÑANA

El método de intercambios periódicos, multilaterales, abiertos y dinámicos entre ellas contribuirá a la creación de ideas compartidas sobre los problemas del mundo. Su proceder simbólico y su cultura iniciática deben permitirles, implicando a las jóvenes generaciones, transformar el presente en futuro, el cansancio en coraje, la resig-nación en esperanza, con el horizonte puesto en la realización de un nosotros fraternal y universal.

ANEXO ÚNICO

Las jurisdicciones signatarias confiesan el impacto que les produce la aceleración de la historia del mundo, que invita a una reflexión nueva y global. Efectivamente, los alzamientos y reivindicaciones en ciertos países tienen un significado universal, situando en primer

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plano al ciudadano, exigiendo el respeto de su dignidad en una so-ciedad donde las normas sociales y las leyes sean respetadas.

Conscientes de la obligación que tienen de hacer un análisis geo-político realista de estas rupturas, todavía envueltas de incerti-dumbres, las Jurisdicciones se comprometen a abordar estos temas con responsabilidad.

El REAA debe ser capaz de indignarse, expresándose ante los regí-menes que no respetan los derechos humanos.

EL GRADO 15º, CABALLERO DE ORIENTE O DE LA ESPADA En la leyenda masónica del grado 15º, Caballero de

Oriente o de la Espada, los israelitas fueron sometidos a cautiverio en Babilonia durante setenta años hasta que obtuvieron la libertad de Ciro, rey de Persia, a petición de Zorobabel. El Templo de Jerusalén había sido des-truido y los esclavos liberados se concentraron en su reconstrucción.

El ser humano está expuesto siempre a su pérdida de libertad a manos de la sinrazón. Así ocurrió y ocurre hoy con los regímenes totalitarios, en los que unos pocos privile-giados disponen de los demás *M.A. Prats, “El REAA, Progresión iniciá-tica, Pensamiento libre y Sociabilidad fraternal”, Cultura Masónica 2011 nº 9, págs. 27-37].

El Templo destruido, la columna rota, la reconstrucción del Templo, son metáforas particularmente adecuadas al momento actual, reque-rido en tantas cosas de la fuerza suficiente para volver a empezar un camino de libertad.

La Libertad está asociada estrechamente a la dignidad. La dignidad es aquello que confiere un carácter eminente a la persona humana, en el sentido de otorgarle valor, con relación al respeto de uno mismo y de los demás. La dignidad es el fundamento de la Ética.

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Cuando el Francmasón trata conjuntamente dignidad y ética descu-bre que mi dignidad es indisociable de nuestra dignidad, que no hay dignidad individual sin reconocimiento universal de la dignidad y que ello nos sitúa inexorablemente del lado de quienes se rebelan contra la falta de dignidad. Es este un tema que los viejos rituales del grado 15º no han dejado nunca de tratar en ninguna de sus dos cámaras.

En efecto, la Cámara roja, denominada Gran Consejo, representa la sala de audiencia en el palacio de Ciro. Mientras que la Cámara verde representa el sanedrín constituido en medio de las ruinas del antiguo Templo de Jerusalén. Entre ambas cámaras hay un puente.

En la Cámara Roja Ciro ha convocado a los Caballeros de Oriente pa-ra que le ayuden a legislar y a hacer felices a las naciones, cuyos desti-nos dependen del acierto del rey en el mando, Ciro considera que una voz interior (…) grita que debemos redimir a los cautivos. El Primer Vi-gilante responde que esa voz es la Conciencia que a todos ordena rom-per las cadenas del esclavo.

La Conciencia por encima de la Obediencia, una vez más, como mensaje emancipador respecto de todas las cosmovisiones reduccio-nistas que someten a los hombres y mujeres al dictado de una autori-dad exterior a ellos: la Ética del libre examen, la Política de la solidari-dad, la Religión de la humanidad.

El Francmasón iniciado en los misterios y secretos del grado 15º es acompañado por el Maestro de Ceremonias al puente simbólico cons-truido sobre el Éufrates que separa la Cámara roja de la Cámara verde, pero es detenido por los guardias externos que se enfrentan a él. Cuando, finalmente, llegue al Sanedrín, será interrogado sobre el con-cepto de la patria y sobre los beneficios de la libertad.

El Caballero de Oriente construye el Templo con una mano, en la que sostiene la trulla, mientras que va armado de una espada en la otra, como en la leyenda de los israelitas que se protegían así de una even-tual nueva invasión. De ahí, el segundo nombre que identifica este grado, Caballero de la espada. Pero, sobre todo, la espada, que en los grados azules nos hace iguales, en los altos grados nos compromete al combate por una sociedad mejor.

Como síntesis de lo visto hasta aquí, los trabajos del grado 15º del REAA tienen por objeto la afirmación de la libertad del ser humano,

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guiada por la razón, e iluminada por las virtudes de la fidelidad y de la perseverancia.

EL GRADO 30º, GRAN ELEGIDO CABALLERO KADOSCH

El Grado 30º de Gran Elegido Caballero Kadosch nace de la leyenda

que requería hallar la justicia a través de la venganza, por ser la única vía de enfrentarse al poder absoluto.

El Caballero Kadosch es un hombre ilustrado, íntegro, útil, justo y bueno que preconiza la obediencia a las leyes, como eje de construc-ción de una sociedad abierta, al tiempo que defiende la desobedien-cia a las leyes injustas, como última razón de protección de las vícti-mas de los abusos de poder.

La palabra Kadosch significa apartado, solitario, o elegido. Si los soli-tarios del desierto de la Tebaida tenían por objeto la reconstrucción del Templo, los nuevos Elegidos Caballeros Kadosch tratan de edificar otro Templo simbólico, el de la Sabiduría y el de la Virtud *J.F. Pont, “El Grado 30º de Caballero Kadosch y la Revolución árabe de 2011”, Cultura Masónica 2011 nº 9, págs. 52-68).

La simbología del grado es suficientemente ex-presiva: una calavera se halla adornada con una laureola, las otras dos calaveras, con una corona y una tiara. Los tres protagonistas de la historia están muertos, como lo están todos nuestros antecesores. Es la característica esencial de la vida humana, que se

desarrolla entre los límites, entre el nacimiento y la muerte.

Ésta es la base de nuestro humanismo, la acep-tación de los límites, lo que nos hace vivir con intensidad y poner nuestras fuerzas al servicio no sólo de nuestra vida individual y fami-liar, sino también al servicio de los demás.

Joya Grado 30 del REAA

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LOS VALORES DE LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ REFLEJADOS EN EL RITO ESCOCÉS ANTIGUO Y ACEPTADO (REAA)

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Las coronas son tres, pero de significación muy distinta. La primera, distinguida por una laureola, es la de la víctima; las otras dos, cubiertas por corona real y por la tiara papal, son las de los verdugos.

El poder nació despótico, arbitrario y cruel y fue ejercido como un atribu-to patrimonial de unos pocos perso-najes que tramaron como justifica-ción el haber sido designados por la divinidad. La corona y la tiara repre-sentan a cualquier poder indigno, mientras que el laurel es el premio del esfuerzo de los seres humanos por su emancipación.

El aspirante al grado 30º en las anti-guas ceremonias (nuestro Ritual de 1908), levantaba la mano derecha

armada de un puñal y prometía, sobre el cráneo adornado con la co-rona de laurel, símbolo de todos los muertos por la causa de la reden-ción social, castigar el crimen y defender la inocencia.

En la segunda promesa, el compromiso era con la defensa, aun a riesgo de la vida, de los perseguidos por ejercer la libertad de concien-cia, por la causa de la libertad o por su adscripción a la Francmaso-nería.

Como nueva divisa que debía guiar sus pasos, el Caballero Kadosch recibía la siguiente preciosa combinación de conceptos: Poderoso por el corazón, y por la espada, cumplidor del deber sin mirar las conse-cuencias.

En efecto, el Caballero Kadosch va a encontrarse en un determinado mo-mento con un águila blanca y negra de dos cabezas, simbolizando una doble dualidad, que porta una espada entre sus garras y, en la fi-lacteria, se identifica con la divisa vincere aut mori.

La base de nuestro humanismo es la acepta-ción de los límites, lo que nos hace vivir con intensi-dad y poner nuestras fuerzas al servicio no sólo de nuestra vida individual y familiar, sino también al servicio de los demás.

El poder nació despótico, arbitrario y cruel y fue ejercido como un atributo patrimonial de unos po-cos personajes que tramaron como justificación el haber sido designados por la divinidad.

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LOS VALORES DE LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ REFLEJADOS EN EL RITO ESCOCÉS ANTIGUO Y ACEPTADO (REAA)

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Joan Francesc Pont, en su artículo sobre el grado 30º en Cultura Masónica, va más lejos de la simbología del grado y se adentra en una reflexión general sobre el propio rito y su vinculación en la vida real, en los cambios sociales y políticos, en la acción militante del progreso, por una humanidad que destierre la violencia del poder.

En palabras del mismo autor, el vincere aut mori de los dirigentes democráticos de los países de África del Norte y de Oriente Medio es el vincere aut mori de nuestra mejor tradición de pensamiento revolucionario desde la emencipación de las colonias.

Cuando alguién grita a nuestro lado vincere aut mori no podemos hacer oidos sordos. El mundo ha de poner fin al exterminio de los rebeldes en Siria y en otros países y ha de ejercer un derecho de inje-rencia que es, sobre todo, un deber de salvar las vidas humanas y de respetar la dignidad de su anhelo de libertad. Hay que declarar el fin de los enfrentamientos entre identida-des para hacer que reine definitivamen-te la paz.

Recapitulado todo lo visto sobre el grado 30º, debemos decir que el Caba-llero Kadosch consagra todos los esfuer-zos a la adquisición del Conocimiento que conduce a la Sabiduría y la Virtud, iluminadas por la Ciencia y santificadas por la Conciencia. Rechaza todo tipo de dictadura y de tiranía y se opone a todo avasallamiento de la persona, de pen-samiento y del espíritu. Defiende la Paz y la Libertad de los pueblos, el Amor a la Verdad y el Amor a la Humanidad.

Todo cuanto se ha expuesto sería la prueba incuestionable de que nuestros rituales, con sus símbolos, mitos y leyendas, han servido y sirven para construir la convivencia en libertad de los seres humanos, y en definitiva, como se dice en Francmasonería, para edificar el Templo Simbólico de la Humanidad, donde los seres humanos se guiarán úni-camente por la Razón y la Justicia.Å

Cuando alguién grita a nuestro lado vincere aut mori no podemos hacer oidos sordos. Hay que declarar el fin de los en-frentamientos entre identidades para hacer que reine definitiva-mente la paz

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De Riego a Tierno:

una invitación

masónica al Arte de

la Arquitectura civil

ESTE ARTÍCULO, CUANDO SE LEE, PIDE A GRITOS SER OÍDO. ES UN TEXTO DE MARCADO CARÁCTER ORATO-RIO, Y COMO LA BUENA RETÓRICA, SE NUTRE DEL ALIENTO DE LA POESÍA. PERO NO SE EQUIVOQUEN, LO QUE PLANTEA SU AUTOR NO ES UN JUEGO DE LENGUA-JE; ES UNA REFLEXIÓN INTENSA, Y HASTA EMOCIONAL, DEL SENTIDO DEL TRABAJO MASÓNICO: “UN RECORRI-DO QUE INCITE NUESTRA VOCACIÓN DE ARQUITECTOS DE LA REPÚBLICA, DE FILÓSOFOS DE LA CONVIVENCIA”. AUNQUE PARA LLEGAR A SER ARQUITECTOS DE LA REPÚBLICA, PRIMERO ES PRECISO INTENTAR SER AR-QUITECTOS DEL YO, EMPRENDIENDO UN CAMINO INI-CIÁTICO QUE ES DESCRITO AQUÍ CON UNA FUERZA IN-USUAL.

SANTIAGO J. CASTELLÀ

gual que entre los primeros constructores operativos del templo de Salomón, el arte final más preciado era el más profundo cono-cimiento de las cuestiones éticas y filosóficas, por encima de la

exquisitez de los vidrieros, por encima del preciosismo minimalista de los orfebres, por encima de la talla majestuosa y vital del ebanista, del golpe justo y la moldura recta del carpintero, del tallado floral y las

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formas orgánicas que cobraban vida de la mano diestra del escultor, del perfecto fundidor de los metales…

…por encima de toda artesanía y de todo trabajo coral y acompasa-do de cinceles y mazas abriendo trompas de lirio verdes en la fría y du-ra piedra, por encima del último plano surgido del compás final pan-tocrático y conciliador, por encima del cálculo, del número, del peso, por encima de la llamada a sostener con fuerza el templo, por encima de todo estaban los maestros y estaban los filósofos, ellos eran los Ar-quitectos del Templo.

Si la titánica convocatoria de Soliman Ben Daud, el hijo de David, a construir el Templo más majestuoso, capaz de dar cobijo a la necesi-dad de transcendencia de toda la humanidad, sostenido con fuerza por las vigas éticas que dieran sentido a un ansia convivencial de fraterna reunión entre iguales impulsados por la libertad de ser; si los convoca-dos a levantar el templo, lo dejaban en las manos diestras de albañiles y artesanos y olvidaban que el Arquitecto es el filosofo y el poeta, el edificio quedaría inacabado.

Como bien lo sabía Adoniram, y como lo sabía el rey de Tiro cuando ofreció para tan titánica obra a Salomón, el hijo de David, a su mejor hombre, quien supo cautivar con su arte a Balkis, a la reina de la ma-ñana.

Es el Arquitecto de la República, también en estas construcciones, el que está por encima de la tarea concreta que convoca al minimalismo preciosista del detalle cuando se requiere levantar las columnas que sostengan con fuerza la bóveda celeste.

Porque cada detalle importa en su excelencia última, en la profunda inteligencia del gesto en el catalizado, en la belleza perenne que os-tenta; pero es más alta cota la de los llamados no al recreo del alma por su arte, sino a una Arquitectura de todos, capaz de albergar la conciencia libre e individual, desgarrada y desgajada del todo en su vo-luntad de afirmarse única y al tiempo la primigenia: esa voluntad re-troprogresiva de reconciliación con un imposible todo unitario a la que nos convoca la mirada que se pierde en las más altas construcciones, acariciando con los dedos los cielos estrellados.

Por eso son tan preciados entre los Arquitectos de la República los constitucionalistas, diestros en la teología de la convivencia civil, sa-bedores del alma profunda de los pueblos, de lo indomable de los

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príncipes, y de las carencias agónicas de la humanidad.

De Riego a Tierno intenta ser un recorrido que incite nuestra voca-ción de Arquitectos de la República, de poetas del presente, de filó-sofos de la convivencia, de éticas aplicadas de la libertad, de fueros internos que devienen normas por el dialogo consensual de los igua-les.

No es de pertrechador de posibles su trabajo, no es la albañilería chapucera del remiendo ágil, no es de tiro a corto su destino. No son ellos los llamados a la fontanería de la Moncloa, y mucho menos a mo-verse entre las cloacas del Estado, no son hombres ni mujeres que gus-ten de la componenda, ni del arribismo, ni del pasteleo, ni de la aritmética parlamentaria.

Son los Arquitectos de la República, los compelidos por una primera construcción iniciada en los valles de Cádiz, los que hallaron luz junto a sus corazones y los que, sabedores del silencio, de la incompren-sión, y del desprecio a veces, debieron aprender a trabajar intuyendo aquello que todos saben y nadie afirma todavía.

Cuando Rafael del Riego finalmente se alzó en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) el 1 de enero de 1820 y arengó a los suyos diciéndoles: «Es de precisión para que España se salve que el rey Nuestro Señor jure la Ley constitucional de 1812, afirmación legítima y civil de los derechos y deberes de los españoles. ¡Viva la Constitución!», sabía que de Arquitecto era su destino ingrato, hasta que un 7 de noviem-bre de 1823, arrastrado al patíbulo de la Plaza de la Cebada en Ma-drid, ahorcado y decapitado, moría por la causa de la libertad civil llamada Constitución.

Volvieron los franceses, los cien mil hijos de San Luis. Ahora, quizás igual que antes, llamados por el Rey cobarde. Pero ahora no traían una Constitución redactada a su paso por Bayona, ni a un Rey que fuera

Gran Maestre de la Gran Logia Nacional de España, ni logias itinerantes, ni luces en sus equipajes; llegaron los cien mil hijos de San Luis, impulsados por la San-ta Alianza de Rusia, Prusia y Austria por-tando las cadenas y entradas gratis para la Década Ominosa. Rafael Riego

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Porque, como unos pocos intuyeron, no se había tratado de españo-les contra franceses en ningún momento. Y cuando Riego, detenido y trasladado a Francia en 1808, tras la batalla de Espinosa de los Monte-ros en Burgos, se inicia en las ideas liberales y en arte real del dialogar en logia, y regresa libre, más libre y con más luz, debía repetirse: no era Francia, ¡era la libertad, estúpidos! No era Bayona o Cádiz, era la libertad.

Y en nuestro pasado más reciente, también Tierno, el constituciona-lista, el viejo profesor, alcalde de la última Villa; Tierno Galván, el Ar-quitecto que levantó con mano diestra los trazados de los nuevos ba-rrios, que diseñó la glorieta en la que desembocaban las avenidas con-vulsas de las tradiciones diversas, que abrió pasajes que enlazaban ca-lles antaño absolutamente incomunicadas, que derribó los muros de la mezquindad, y que sería luego apartado de la fase final de la ejecución del plano.

Y el viejo profesor callaba. Heri-do al verse excluido de la ponen-cia, pero sabedor que suyo era el verbo y el llamado incansable de su corazón a la lectura.

Arquitecto de la República sin mandil, pues otras lides históricas acaecían para autoconvocarse en la calle, Enrique Tierno, fuera de la ponencia por las miserias de los suyos y los temores de los otros, deviene en el Arquitecto civil de la construcción, y en generoso alba-ñil de palabras adustas y ajusta-das.

La poesía exacta del momento, lejos de las verborreas inflamas que inspiran los cambios, ajeno a los tumultos de los recién llegados, severo, socrático, equilibrado y exacto. Matemático de los conceptos. Autor del Prólogo de nuestra Constitución: un texto a la gloria de la causa común y no al adorno del malabarismo personal. Es difícil hablar

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de Arquitectos de la República constitucional sin recordar al, ya de jo-ven, “viejo profesor”.

Pero estamos, lo sabemos hoy, llamados todos a las tareas de la Ar-quitectura; y aun así, lo ignoramos todo, en un destino sin manuales, ni apuntes, ni maestros, ni certificados de garantía al uso.

Y así, un día, uno llega a las puertas del Templo, a menudo despista-do y sin aliento; ignorante, a menudo, de los resortes causalmente ca-suales que nos han dejado semidesnudos, hambrientos y doloridos an-te la majestuosa entrada del Templo.

Quizás entonces, de poder elegir oficio, se hubiera pensado en aque-llos destinados a alimentar el cuerpo: a la caza, a la recolección de los frutos, a la pesca; o quizás al curtido de las pieles, al preciosismo mi-nimalista de la orfebrería, o al traslado de objetos... pero ante las puertas del templo nunca, nunca elegimos ser Arquitectos, vanidad de vanidades, todo vanidad, pensamos.

Entramos, ansiosos y asustados, sumidos en la desesperante oscu-ridad incomprensible para quien llamó pidiendo luz, vulnerables y desnudos, confiando en una mano amiga que nos lleve por pasadizos lúgubres y estrechos, y somos invitados a viajar al interior húmedo y profundo de la tierra, a sentir el agua, renovadora y salvaje, romper contra nuestro cuerpo; a padecer el viento que airea desestabilizado-ramente nuestras imprecisas seguridades; a purificarnos con el fuego ardiente de las brasas incandescentes que perduran desde la primera chispa ancestral en el interior de una cueva…pero nunca entonces pensamos, ni intuimos, ni nos dijeron, que nada tenía que ver con la Arquitectura.

Cuando descubrimos que de construir se trataba, había tantos ofi-cios donde adecuarnos cómodamente a transcurrir … podríamos pulir piedras, transportarlas, limpiar los aparejos, medir las distancias, alzar pesas, sostener andamios … no temíamos al trabajo.

¡Gloria al trabajo!, …pues si de construir se trataba, estábamos allí, tras entrar en el templo, con tres años de edad, y un ansia inmensa de redimirnos trabajando.

Y el fiero deseo de encontrar en los golpes monocordes, acompasa-dos, de la maza sobre el cincel contra la piedra dura, el ritmo armónico de nuestro corazón, que se sabe ya letra rítmica del himno coral que interpretan todos los corazones al golpear con la maza el cincel sobre

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la piedra, clamando con el poeta una humana petición de yunques, gri-tando que hiciera enmudecer todas las campanas malditas que tocan a muerte en los sembrados, campos, y tierras por labrar.

Sí, podríamos ser oficiales de primera en la construcción, obreros fie-les y disciplinados, orgullosos albañiles, ejercito servil y manos a la obra, capataces incluso, gritando ¡Gloria al trabajo que nos hace libres! Pero nadie nos dijo nada de ser Arquitectos.

Llegamos a las puertas del templo, desorientados, hambrientos y semidesnudos, pero no temíamos al trabajo, anhelábamos la tarea constructora que en cada viaje iniciático alrededor del templo nos mostraban; seríamos buenos albañiles, obedientes obreros, autoges-

tionarios proletarios del edificio confe-deral.

Por eso no entendíamos nunca ese lo-co ajedrezado, que tras su aparente es-tabilidad y su ordenada racionalidad, desordenaba de sombras nuestra luz, e invadía con negros temores los blancos sueños de nuestra voluntad.

Había entre nosotros, los más diestros, albañiles de luz que aprendieron pronto las formas de adoración disciplinada al sol, y puntuales, serviciales y devotos, con sus mandiles pulidos y encajados con la perfección del uso de la escuadra, sintiéndose ya pulidos aparejadores, acertaban a andar en perfecta diagonal, pisando solo los recuadros blancos.

Eran los mejores entre los mejores, si de luz se trataba. Ellos nego-ciaban con el sol, y blancos, de blanco mandil, con guantes blancos, y sobre el cierto blanco, avanzaban hacia la luz sin sombra de existir al-guna, exaltados a golpe de mallete.

Pero muchos restábamos desconcertados, albañiles de blanco y pun-to en blanco, para elevar a los cielos la antorcha ardiente de nuestra obra, y que no lográbamos mantener limpio e impoluto nuestro man-dil, y el barro teñía a menudo nuestros guantes, y el sudor oscuro de la

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frente manchaba nuestro destino… y nos sorprendíamos en el lado os-curo del ajedrezado, siempre anhelando otras luces.

Y un día en la sombra, o una noche oscura en la sombra, miramos hacia dentro, y vimos la titánica tarea de construir nuestros corazo-nes. De nada nos servía saber pulir la piedra, medir su longitud, enca-jarla con otras piedras, cuadrar sus aristas; de nada nos servía tanto blanco y reluciente y deslumbrante blanco, cuando sabíamos de nuestro interior podrido, de negro sobre negro y lúgubre entre nues-tras costillas, de un corazón oscuro y palpitante que gritaba por huir de su encierro, y de borbotones oscuros de sangre como una fuente espumeante de miserias.

En silencio, ocultos, en la sombra, sin levantar sospechas, en los re-covecos oscuros del templo, lejos de las miradas orgullosas de los blancos aprendices del blanco, empezamos allí a poner orden a la des-ordenada maleza, en la salvaje y asilvestrada jungla de nuestros inte-riores.

La tarea era titánica. Y así, en doble jornada y sin salario justo, du-rante el día, de medio día en punto a media noche en punto, éramos obedientes albañiles, obreros prestos a recomponer su arrugado man-dil cuando pasaba cerca el capataz, aprendices metódicos.

Y al llegar la noche, escondidos en nosotros mismos, deveníamos en amantes ocultos de nuestra gran tarea imposible. Como un vicio secre-to, urbanizábamos nuestros interiores, diseñábamos plazas porticadas para compartir en ellas la palabra con otros corazones, levantábamos palacios para acoger en ellos la lujuria de almas gemelas, amansába-mos el cauce de los ríos, domesticábamos la flora salvaje de nuestros instintos, y hacíamos una ciudad llamada a ser de luz entre sus som-bras.

Sin darnos cuenta, los primeros trabajos de albañilería estaban de-viniendo en un arte nuevo: Arquitectos del yo. Lo que aprendíamos en las noches oscuras lo explicábamos cautamente en el templo, donde cada vez importaba menos el desaliño grotesco de nuestras suicidas indumentarias proletarias, y más lo acertado de nuestras opiniones sobre el diseño del espacio de nuestra construcción.

Y cuando mataron al Arquitecto en jefe, cuando Hiram fue asesina-do, sabíamos que éramos los culpables, igual que al matar a Abel. Di-

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simulamos, y acudimos prestos con los maestros que fueron a buscar, junto a las ramas verdes de acacia, sus restos enterrados. Pero nos sabíamos culpables.

Habíamos alimentado el deseo insano de conocer más y más rápido, la envidia hacia la obra bien hecha surgida de otras manos, la sombra proyectada contra la luz… y asesinos inconfesos, inconvictos extramu-ros, aprendimos también el gran trazado de los planos conjuntos, la obra creativa coral, el uso del compás buscando la perfección, y en-tendimos, que en las oscuras profundidades del negro contra el blanco habíamos forjado un alma de Arquitectos.

Que de nada servían el aprendizaje de la albañilería, ni el compañe-rismo de la logia, si no se trabaja proyectando en lo oscuro la maestr-ía difusa de la luz. Y que al final, esa obra iniciada en nuestros interio-res buscaba el acomodo de una planificación armónica entre otros co-razones urbanitas, y que aquello que habíamos aprendido dentro también servía fuera, y que nuestro templo anhelaba ser templo capaz de dar cobijo a toda la humanidad, y que la Arquitectura devenía así la maestría pantocrática que abría la puerta de todas las artes imposi-bles.

E igual que Caín, el hijo más maldito de Adán y Eva, devenimos en Arquitectos por el simple arte de vivir humanamente hablando. Y cuando Eva pronunció su enigmático Possedi hominem per Deum (he adquirido un hombre por don de dios), hablando de Caín, afirmaba la voluntad trascendente de la sombra entre la luz de lo humano.

Así, Caín devino en Arquitecto de la primera ciudad conocida de la historia, al Este del Edén, con una larga estirpe de descendientes ave-zados en todos los oficios conocidos. Seth, su hermano, tras el infortu-nado asesinato de Abel, se recreó en el vicio y generó una estirpe ociosa, dada al lujo malsano de la pereza y al simple crecer y multipli-carse.

Por eso, los Arquitectos de la República nos reivindicamos cainitas, no descendemos de Seth, venimos de la sombra. Sabedores con el poeta que el hombre está en la sombra, comprendimos que la acción transformadora, el trabajo arrancando pedazos de la naturaleza para convertirlos en bienes, la obra siempre pendiente y siempre inacaba-da, era lo verdaderamente humano.

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Y tan solo una fuerza profunda, una cosmovisión erótica de sentirnos atraídos hacia otros corazones para compartir el refugio del templo, tan sólo con la acción del fuego de nuestro corazón capaz de transmu-tar metales y crear cobre y hierro con los que herir más profundamen-te la piedra, tan solo cainitas, podríamos ser nosotros.

Tubal Caín, descendiente de Caín, creó así las entrañas de la tierra, como un obrador mágico en el que instaló la forja; y entre los suyos, aprendió Hiram el arte supremo de la Arquitectura; y hoy, en nuevos templos de Salomón improvisados en las Arquitecturas imposibles de las ciudades, cuyas calles corren entrecruzadas hacia al mar, hoy, nos sabemos, una vez más, Arquitectos de una República de hombres y mujeres libres, que en la sombra buscan la luz, no con el afán recon-fortante de deslumbrados ignorar la sombras, sino para, en el enamo-rado aliento de sus corazones, calentar con la luz humana de la antor-cha que quiere ser sol, y amantes furtivos, convocarse fraternalmente en la gran explanada y plaza pública frente al templo para elevar su petición de luz, como un canto melódico o quizás como el bolero aquel que nos invita a bailar un poco más juntos, si es posible.

Por eso hay que saber, y nadie nos lo dice cuando entramos en el templo, porque quizás nadie lo sabe del todo con certeza, que para ser albañiles de nuestros interiores y Arquitectos de la República, la pri-mera asignatura que debemos superar se llama técnicas de construc-ción enamoradas: Derecho Constitucional. Y aquí también hay que elegir, entre ser blanco y pulidos albañiles de luz o sucios enamora-dos Arquitectos de la república, donde nada humano nos sea indife-rente.

Por eso Norma, con la voz exacta e inquebrantable de la soprano Be-goña Alberdi, canta a la diosa luna, pidiéndole, ante los convulsos ejér-citos druidas, que extienda la paz y calme los corazones ardientes con Casta Diva…Å

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RITUALES [SERIE BLANCA]

Ritual del Rito Escocés Antiguo y Aceptado - Primer Grado Rituales y Ceremonias Oficiales del Rito Escocés Antiguo y Aceptado ISBN (papel): 978-84-92984-18-3 / DL: M-26306-2010 1ª edición, 2009 -Págs: 204 - 180 x 120 mm - PVP: 18 € (papel)

Ritual del Rito Escocés Antiguo y Aceptado - Segundo Grado Rituales y Ceremonias Oficiales del Rito Escocés Antiguo y Aceptado ISBN (papel): 978-84-92984-53-4 / DL: M-22139-2011 1ª edición, 2009 - Págs: 172 -180 x 120 mm - PVP: 18 € (papel)

Ritual del Rito Escocés Antiguo y Aceptado - Tercer Grado Rituales y Ceremonias Oficiales del Rito Escocés Antiguo y Aceptado ISBN (papel): 978-84-92984-54-1 / DL: M-22140-2011 1ª edición, 2009 - Págs.: 234 - 180 x 120 mm - PVP: 18 € (papel)

Ritual de Emulación - Primer Grado Rituales y Ceremonias Oficiales del Rito Emulación DL: SE-4581-2009 1ª edición, 2009 - Págs: 164 - 180 x 120 mm - PVP: 18 € (papel)

Ritual de Emulación - Segundo Grado Rituales y Ceremonias Oficiales del Rito Emulación DL: SE-4612-2009 1ª edición, 2009 - Págs: 140 - 180 x 120 mm - PVP: 18 € (papel)

Ritual de Emulación - Tercer Grado Rituales y Ceremonias Oficiales del Rito Emulación DL: SE-4581-2009 1ª edición, 2009 - Págs: 144 - 180 x 120 mm - PVP: 18 € (papel)

Ritual del Rito Francés - Primer Grado Rituales y Ceremonias Oficiales del Rito Francés ISBN (papel): 978-84-937565-7-4 / DL: SE-30-2010 1ª edición, 2010 - Págs: 160 - 180 x 120 mm - PVP: 18 € (papel)

Ritual del Rito Francés - Segundo Grado Rituales y Ceremonias Oficiales del Rito Francés ISBN (papel): 978-84-92984-35-0 / DL: SE-757-2011 1ª edición, 2010 - Págs: 160 - 180 x 120 mm - PVP: 18 € (papel)

Ritual del Rito Francés – Tercer Grado Rituales y Ceremonias Oficiales del Rito Francés ISBN (papel): 978-84-92984-70-1 / DL: SE-895-2012 1ª edición, 2010 - Págs: 156 - 180 x 120 mm - PVP: 18 € (papel)

Trabajos de Banquete - Rito Francés Moderno ISBN (papel): 84-937565-8-1 / DL: SE-32-2009 1ª edición, 2010 - Págs: 100 - 176 x 116 mm - PVP: 12 € (papel)

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Ceremonia de Honras Fúnebres y Ceremonia del Recuerdo Ritos y Ceremonias Oficiales DL: SE-4975-2009 1ª edición, 2010 - Págs: 72 - 180 x 120 mm - PVP: 12 € (papel)

Ritual de Tenidas Blancas Ritos y Ceremonias Oficiales ISBN (papel): 978-84-92984-40-4 / DL: M-11806-2011 1ª edición, 2009 - Págs: 104 - 176 x 116 mm - PVP: 12 € (papel)

AUTORES CONTEMPORÁNEOS [SERIE ROJA]

Textos Fundamentales de la Masonería Autor: Ignacio Méndez-Trelles Díaz ISBN (papel): 978-84-936941-0-4 / ISBN (digital): 978-84-937078-7-3 / DL: SE-3079-2009 1ª edición, 2009 - Págs: 388 - 210 x 140 mm - PVP: 18 € (papel)/9 € (digital)

El Misticismo de la Masonería Autor: Reuben Swinburne Clymer ISBN (papel): 978-84-936941-1-1 / ISBN (digital): 978-84-937392-4-9 / DL: M-26314-2009 1ª edición, 2008 - Págs: 136 - 210 x 140 mm - PVP: 11 € (papel)/9 € (digital)

Fragmentos de un discurso masónico Autor: Javier Otaola ISBN (papel): 978-84-937078-4-2 / ISBN (digital): 978-84-937078-5-9 / DL: SE-3039-2009 1ª edición, 2009 - Págs: 222 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/9 € (digital)

Rito Francés: historia, reflexiones y desarrollo Coordinador de la obra: Víctor Guerra ISBN (papel): 978-84-92984-14-5 / ISBN (digital): 978-84-92984-15-2 / DL: M-25428-2010 1ª edición, 2010 - Págs: 418 - 210 x 140 mm - PVP: 19 € (papel)/9 € (digital)

En Oro y Azur Joaquim Villalta ISBN (papel): 978-84-92984-24-4 / ISBN (digital): 978-84-92984-25-1 / DL: SE-6395-2010 1ª edición, 2010 - Págs: 260 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/9 € (digital)

El Escocismo Masónico Autor: Iván Herrera Michel ISBN (papel): 978-84-937078-7-3 / ISBN (digital): 978-84-937078-9-8 / DL: SE-3580-2009 1ª edición, 2009 - Págs: 176 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/9 € (digital)

Masonería cuestionada Autor: Vicente Rocamora Morales ISBN (papel): 978-84-92984-03-9 / ISBN (digital): 978-84-92984-06-0 / DL: SE-598-2010 1ª edición, 2010 - Págs: 166 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/9 € (digital)

La masonería en persona(s) Autores: Javier Otaola y Valentín Díaz ISBN (papel): 978-84-92984-00-8 / ISBN (digital): 978-84-937392-01-5 / DL: B-9693-2010 1ª edición, 2010 - Págs: 400 - 210 x 140 mm - PVP: 21 € (papel)/11 € (digital)

Respuesta masónica (edición revisada) Autor: Amando Hurtado ISBN (papel): 978-84-92984-10-7 / ISBN (digital): 978-84-92984-11-4 / DL: SE-2933-2010 1ª edición, 2010 - Págs: 384 - 210 x 140 mm - PVP: 19 € (papel)/9 € (digital)

Page 133: Revista Masónica No. 12

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La Masonería del Oriente de Asturias Autor: Víctor Guerra ISBN (papel): 978-84-937392-0-1 / ISBN (digital): 978-84-937392-3-2 / DL: SE-4247-2009 1ª edición, 2009 - Págs: 416 - 210 x 140 mm- PVP: 19 € (papel)/9 € (digital)

La metáfora masónica Autor: Javier Otaola ISBN (papel): 978-84-92984-16-9 / DL: M-92984-2010 1ª edición, 2010 - Págs: 274 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)

7 Semblanzas masónicas Autor: Nicolás Brihuega ISBN (papel): 978-84-92984-29-9/ISBN (digital): 978-84-92984-30-5 / DL: SE-6870-2010 1ª edición, 2010 - Págs.: 168 - 210 x 140 mm - PVP: 12 € (papel)/8 € (digital)

El Compás y la Pluma Autor: Ricardo Serna ISBN (papel): 978-84-92984-22-0 / ISBN (digital): 978-84-92984-23-7 / DL: SE-7642-2010 1ª edición, 2010 - Págs: 274 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/9 € (digital)

La masonería en la construcción de sociedades Autor: Diego González Rodríguez ISBN (papel): 978-84-92984-36-7 / ISBN (digital): 978-84-92984-37-4 / DL: M-3913-2011 1ª edición, 2011 - Págs: 224 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/9 € (digital)

El Rito Francés o Moderno: la masonería del Tercer Milenio Autor: Supremo Conselho do Rito Moderno de Brasil ISBN (papel): 978-84-92984-51-0 / ISBN (digital): 978-84-92984-52-7 / DL: SE-4186-2011 1ª edición, 2011 - Págs: 248 - 210 x 140 mm - PVP: 16 € (papel)/8 € (digital)

El Toque y la Palabra Autor: Iván Herrera Michel ISBN (papel): 978-84-92984-62-6 / ISBN (digital): 978-84-937392-63-3 / DL: SE-7990-2011 1ª edición, 2011 - Págs: 284 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/9 € (digital)

En la Columna Norte Autor: Juan Antonio Espeso González ISBN (papel): 978-84-92984-41-1 / ISBN (digital): 978-84-937392-42-8 / DL: SE-1491-2012 1ª edición, 2012 - Págs: 162 - 210 x 140 mm - PVP: 12 € (papel)/6 € (digital)

TEXTOS HISTÓRICOS Y CLÁSICOS [SERIE AZUL]

Título: El Significado de la Masonería Autor: Walter Leslie Wilmshurst - Traductor: Alberto Moreno Moreno ISBN (papel): 978-84-92984-07-7 / ISBN (digital): 978-84-92984-08-4 / DL: SE-1370-2010 1ª edición, 2010 - Págs: 240 - 210 x 140 mm - PVP: 16 € (papel)/10 € (digital)

Título: La Iniciación Masónica Autor: Walter Leslie Wilmshurst - Traductor: Alberto Moreno Moreno ISBN (papel): 978-84-92984-68-8 / ISBN (digital): 978-84-92984-69-5 / DL: SE-8525-2011 1ª edición, 2010 - Págs: 256 - 210 x 140 mm - PVP: 16 € (papel)/10 € (digital)

El Santo Arco Real de Jerusalén Autor: Walter Leslie Wilmshurst - Traductor: Alberto Moreno Moreno ISBN (papel): 978-84-937392-1-8 / ISBN (digital): 978-84-937392-2-5 / DL: SE-4185-2009 1ª edición, 2009 - Págs: 112 - 210 x 140 mm - PVP: 12 € (papel)/10 € (digital)

Page 134: Revista Masónica No. 12

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Moral y Dogma del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (Grados de Aprendiz, Com-pañero y Maestro) Autor: Albert Pike - Traductor: Alberto Moreno Moreno ISBN (papel): 978-84-937078-2-8 / ISBN (digital): 978-84-937078-3-5 / DL: SE-3032-2009 1ª edición, 2009 - Págs: 170 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/10 € (digital)

Moral y Dogma del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (Logia de Perfección) Autor: Albert Pike - Traductor: Alberto Moreno Moreno ISBN (papel): 978-84-937392-7-0 / ISBN (digital): 978-84-937392-6-3 / DL: SE-5441-2009 1ª edición, 2009 - Págs: 212 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/10 € (digital)

Moral y Dogma del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (Capítulo Rosacruz) Autor: Albert Pike - Traductor: Alberto Moreno Moreno ISBN (papel): 978-84-92984-17-6 / ISBN (digital): 978-84-92984-19-0 / DL: SE-5658-2010 1ª edición, 2010 - Págs: 170 - 210 x 140 mm - PVP: 12 € (papel)/9 € (digital)

Moral y Dogma del Rito Escocés Antiguo y Aceptado (Príncipe del Tabernáculo) Autor: Albert Pike - Traductor: Alberto Moreno Moreno ISBN (papel): 978-84-92984-33-6 / ISBN (digital): 978-84-92984-34-3 / DL: M-1217-2011 1ª edición, 2010 - Págs: 222 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/10 € (digital)

Los orígenes del Ritual en la Iglesia y en la Masonería Autor: Helena Petrovna Blavatsky ISBN (papel): 978-84-936941-7-3 / ISBN (digital): 978-84-937392-9-4 / DL: SE-3780-2009 1ª edición, 2008 - Págs: 94 -210 x 140 mm - PVP: 6 € (papel)/4 € (digital)

Constituciones de Anderson ISBN (papel): 978-84-936941-6-6 / ISBN (digital): 978-84-92984-26-8 / DL: M-23462-2009 1ª edición, 2008 - Págs: 68 - 210 x 140 mm - PVP: 5 € (papel)/3 € (digital)

Estatutos de los Canteros de Bolonia ISBN (papel): 978-84-936941-2-8 / ISBN (digital): 978-84-92984-04-6 / DL: SE-6358-2009 1ª edición, 2008 - Págs: 70 - 210 x 140 mm - PVP: 5 € (papel)/3 € (digital)

Manuscrito Regius ISBN (papel): 978-84-936941-3-5 / ISBN (digital): 978-84-937565-0-5 / DL: SE-3861-2009 1ª edición, 2008 - Págs: 68 - 210 x 140 mm - PVP: 5 € (papel)/3 € (digital)

Manuscrito Cooke Colección: Serie Azul ISBN (papel): 978-84-936941-4-2 / ISBN (digital): 978-84-937392-5-6 / DL: AS-1520-2009 1ª edición, 2008 - Págs: 68 - 210 x 140 mm - PVP: 5 € (papel)/3 € (digital)

Manuscrito Dumfries Nº 4 ISBN (papel): 978-84-936941-5-9 / ISBN (digital): 978-84-937392-6-3 / DL: SE-3863-2009 1ª edición, 2008 - Págs: 72 - 210 x 140 mm - PVP: 5 € (papel)/3 € (digital)

LIBROS PRÁCTICOS [SERIE VERDE] Libro de estilo masónico Autor: Ignacio Méndez-Trelles Díaz ISBN (papel): 978-84-92984-05-3 / ISBN (digital): 978-84-92984-09-1 / DL: M-26307-2010 1ª edición, 2010 - Págs: 402 - 210 x 140 mm - PVP: 21 € (papel)/15 € (digital)

La Cocina Masónica Autor: Pepe Iglesias ISBN (papel): 978-84-937078-6-6 / ISBN (digital): 978-84-92984-27-5 / DL: SE-3199-2009 1ª edición, 2009 - Págs: 480 - 210 x 140 mm - PVP: 24 € (papel)/15 € (digital)

Page 135: Revista Masónica No. 12

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Términos Simbólicos de la Masonería Autor: Albert Fargas - Traductora: Cristina Cabrera ISBN (papel): 978-84-937565-9-8 / ISBN (digital): 978-84-92984-02-2 / DL: SE-563-2010 1ª edición, 2010 - Págs: 252 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/10 € (digital)

Los Ritos Masónicos Autor: Manuel Rodríguez Castillejos ISBN (papel): 978-84-937565-3-6 / ISBN (digital): 978-84-937565-4-3 / DL: SE-6482-2009 1ª edición, 2009 - Págs: 270 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/10 € (digital)

Mi primer paso regular en Emulación Autor: Fernando Lamarca ISBN (papel): 978-84-92984-12-1 / ISBN (digital): 978-84-92984-13-8 / DL: M-28021-2010 1ª edición, 2010 - Págs: 154 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/10 € (digital)

Un análisis del ritual masónico Autor: George Meredith Sanderson -Traducción y presentación: Manuel Corral Baciero ISBN (papel): 978-84-92984-55-8 / ISBN (digital): 978-84-92984-56-5 / DL: SE-6340-2011 1ª edición, septiembre 2011 - Págs: 142 - 210 x 140 mm - PVP: 12 € (papel)/6 € (digital)

Las enseñanzas morales de la masonería Autor: JSM Ward -Traducción y presentación: Manuel Corral Baciero ISBN (papel): 978-84-92984-60-2 / ISBN (digital): 978-84-92984-61-9 / DL: SE-7224-2011 1ª edición, septiembre 2011 - Págs: 100 - 210 x 140 mm - PVP: 10 € (papel)/6 € (digital)

Cuaderno de Instrucción Masónica I Grado de Aprendiz (Rito Escocés Antiguo y Aceptado) ISBN (papel): 978-84-92984-38-1 / ISBN (digital): 978-84-92984-39-8 / DL: M-8470-2011 1ª edición, 2009 - Págs: 107 - 140 x 105 mm - PVP: 6 € (papel)/5 € (digital)

Cuaderno de Instrucción Masónica II Grado de Aprendiz (Rito Escocés Antiguo y Aceptado) ISBN (papel): 978-84-92984-76-3 / ISBN (digital): 978-84-92984-77-0 / DL: AS-02113-2012 1ª edición, 2012 - Págs: 118 - 140 x 105 mm - PVP: 6 € (papel)/5 € (digital)

Catecismo Masónico de Instrucción Grado de Aprendiz (Rito Emulación) ISBN (papel): 978-84-937565-5-0 / ISBN (digital): 978-84-937565-6-7 / DL: SE-6650-2009 1ª edición, 2009 - Págs: 130 - 170 x 110 mm - PVP: 6 € (papel)/5 € (digital)

Manual del Aprendiz Entrado (Ritual de Emulación) Autor: JSM Ward - Traducción y presentación: Manuel Corral Baciero ISBN (papel): 978-84-92984-43-5 / ISBN (digital): 978-84-92984-44-2 / DL: SE-3715-2011 1ª edición, mayo 2011 - Págs: 140 - 170 x 110 mm - PVP: 8 € (papel)/5 € (digital)

Manual del Compañero (Ritual de Emulación) Autor: JSM Ward - Traducción y presentación: Manuel Corral Baciero ISBN (papel): 978-84-92984-45-9 / ISBN (digital): 978-84-92984-46-6 / DL: SE-3731-2011 1ª edición, mayo 2011 - Págs: 134 - 170 x 110 mm - PVP: 8 € (papel)/5 € (digital)

Manual del Maestro Masón (Ritual de Emulación) Autor: JSM Ward - Traducción y presentación: Manuel Corral Baciero ISBN (papel): 978-84-92984-47-3 / ISBN (digital): 978-84-92984-48-0 / DL: SE-3711-2011 1ª edición, mayo 2011 - Págs: 172 - 170 x 110 mm - PVP: 8 € (papel)/5 € (digital)

Manual de los Grados Superiores (Ritual de Emulación) Autor: JSM Ward - Traducción y presentación: Manuel Corral Baciero ISBN (papel): 978-84-92984-49-7 / ISBN (digital): 978-84-92984-50-3 / DL: SE-3730-2011 1ª edición, mayo 2011 - Págs: 138 - 170 x 110 mm - PVP: 8 € (papel)/5 € (digital)

Page 136: Revista Masónica No. 12

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BIOGRAFÍAS [SERIE NEGRA]

Napoleón III: Emperador, revolucionario y masón Autor: Miguel Córdoba ISBN (papel): 978-84-92984-57-2/ ISBN (digital): 978-84-92984-58-9 / DL: SE-6931-2011 1ª edición, octubre 2011 - Págs: 324 - 210 x 140 mm - PVP: 18 € (papel)/9 € (digital)

MASONERÍA VISUAL [SERIE SEPIA]

Una mirada a la Logia Textos: Javier Otaola – Ilustraciones: Sebastián Utreras ISBN (papel): 978-84-92984-64-0 / DL: SE-595-2012 1ª edición, enero 2012 - Págs: 180 - 230 x 200 mm - PVP: 25 € (papel, tapa dura)

LITERATURA [SERIE AMARILLA]

Sombras de Acacia Autor: Ilia Galán ISBN (papel): 978-84-92984-62-6 / ISBN (digital): 978-84-92984-63-3 / DL: SE-1337-2012 1ª edición, 2012 - Págs: 178 - 210 x 140 mm - PVP: 12 € (papel)/6 € (digital)

Antología de Poetas Masones Autores: Johann Wolfgang von Goethe, Rudyard Kipling, Rubén Darío y Oscar Wilde ISBN (papel): 978-84-936941-9-7 / ISBN (digital): 978-84-92984-28-2 / DL: SE-3879-2009 1ª edición, 2008 - Págs: 198 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/6 € (digital)

El Muro de Piedra Autor: Anselmo Vega Junquera ISBN (papel): 978-84-937078-0-4 / ISBN (digital): 978-84-937078-1-1 / DL: SE-2364-2009 1ª edición, 2009 - Págs: 228 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/6 € (digital)

Los masones de San Blas Autor: Anselmo Vega Junquera ISBN (papel): 978-84-937565-1-2 / ISBN (digital): 978-84-937565-2-9 / DL: SE-5562-2009 1ª edición, 2009 - Págs: 192 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/6 € (digital)

El secreto de Amparo Autor: Anselmo Vega Junquera ISBN (papel): 978-84-92984-31-2 / ISBN (digital): 978-84-92984-32-9 / DL: SE-6996-2009 1ª edición, 2009 - Págs: 288 - 210 x 140 mm - PVP: 15 € (papel)/6 € (digital)

OTRAS PERSPECTIVAS [SERIE PÚRPURA]

El Protector Autor: Ricardo E. Polo ISBN (papel): 978-84-92984-20-6 / ISBN (digital): 978-84-92984-21-3 / DL: SE-6112-2010 1ª edición, 2010 - Págs: 360 - 210 x 140 mm - PVP: 17 € (papel)/9 € (digital)

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REVISTA CULTURA MASÓNICA

CULTURA MASÓNICA Nº 1 Los documentos antimasónicos Año I - Noviembre 2009 ISSN: 2171-1968 / DL: SE-6062-2009 Págs: 86 - PVP: 5 €

CULTURA MASÓNICA Nº 2 El Rito Francés en el mundo Año I – Enero 2010 ISSN: 2171-1968 / DL: SE-6062-2009 Págs: 132 - PVP: 5 €

CULTURA MASÓNICA Nº 3 Masones y cristianos Año I – Abril 2010 ISSN: 2171-1968 / DL: SE-6062-2009 Págs: 142 - PVP: 5 €

CULTURA MASÓNICA Nº 4 Masonería y literatura Año I – Julio 2010 ISSN: 2171-1968 / DL: SE-6062-2009 Págs: 130 - PVP: 5 €

CULTURA MASÓNICA Nº 5 Masonería y mujer Año II – Octubre 2010 ISSN: 2171-1968 / DL: SE-6062-2009 Págs: 164 - PVP: 5 €

CULTURA MASÓNICA Nº 6 Masonería y filosofía Año II – Enero 2011 ISSN: 2171-1968 / DL: SE-6062-2009 Págs: 126 - PVP: 5 €

CULTURA MASÓNICA Nº 7 El Derecho Humano Año II – Abril 2011 ISSN: 2171-1968 / DL: SE-6062-2009 Págs: 84 - PVP: 5 €

CULTURA MASÓNICA Nº 8 Masonería y Música Año II – Julio 2011 ISSN: 2171-1968 / DL: SE-6062-2009 Págs: 138 - PVP: 5 €

CULTURA MASÓNICA Nº 9 El Rito Escocés Antiguo y Aceptado Año III – Octubre 2011 ISSN: 2171-1968 / DL: SE-6062-2009 Págs: 144 - PVP: 5 €

CULTURA MASÓNICA Nº 10 Masonería y nuevas tecnologías Año III – Enero 2012 ISSN: 2171-1968 / DL: SE-6062-2009 Págs: 124 - PVP: 5 €

CULTURA MASÓNICA Nº 11 Masonería y Religión Año III – Abril 2012 ISSN: 2171-1968 / DL: SE-6062-2009 Págs: 166 - PVP: 5 €

CULTURA MASÓNICA Nº 12 La Francmasonería y la Constitución de Cádiz Año III – Julio 2012 ISSN: 2171-1968 / DL: SE-6062-2009 Págs: 138 - PVP: 5 €

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