Revista Metodista nº 217

24

description

Marzo - Abril 2016

Transcript of Revista Metodista nº 217

SumarioRevista Metodista Nº 217marzo-abril 2016

Publicación de la Iglesia Metodistaen el Uruguay (IMU)

Oscar Villagrán: redactor [email protected]

Diseño: Andrea [email protected]

Diseño de tapa: Luciana Villagrá[email protected]

Revista Metodista (RM) respeta la opinión de sus colaboradores.

Los artículos firmados expresan única y exclusivamente el pensamiento de sus autores. Permitida la reproducción total o parcial de los artículos, citando su fuente.

Agradecemos el envío de un ejemplar

Oficinas Centrales: Barrios Amorín 1310Teléfonos 2413 6552 – 2413 6554Correo electrónico: [email protected]

Página web: www.imu.org.uy.

Colaboran en este número: Oscar BolioliSilvia Castillejos Peral, Juan DamiánJuan Pablo Espinosa Arce, Eduardo GaleanoNicolás Iglesias, Jaime Lepé, Ademar OliveraNicolás Panotto, Diana Rocco TedescoJuan Abelardo SchvindtCorrección de textos: Prof. Pablo Osores

Impresión:

Artes Gráficas S.A.Porongos 3035 - Tel.: 2208 [email protected]ósito Legal Nº: 361.998/2016

Espacio juvenil VARVoluntariado, Arte y ReflexiónLic. Nicolás Iglesias Schneider 4

“Lo mejor para nosotros es que unsolo hombre muera por el pueblo, yno que toda la Nación sea destruída”Pastor Oscar Bolioli 5

Beber el trago amargoPastor Ademar Olivera 7

Espiritualidad 9

Nuevos aires en la formación teológicalatinoamericana: el ejemplo de GEMRIPNicolás Panotto 11

Conociéndonos 13

Distintas posturas sobre un mismo tema:“hay que quitarles a las mujeres el votoporque ya están pensando mucho” 14

Cuando las mujeres eran sacerdotesJuan José Tamayo 15

Comentario al artículo del Dr. TamayoDra. Diana Rocco Tedesco 17

El día que me volví invisibleSilvia Castillejos Peral 18

Semana Santa: Gritos proféticos yesperanzas de resurrecciónJuan Pablo Espinosa Arce 19

Pentecostés, la Fiesta de la EsperanzaPastor Juan Abelardo Schvindt 21

Metodismo con M de MujerOscar Villagrán 23

3 REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016

Editorial

La primera Revista Metodista del año sale un poco atrasada, pero con temas que siguen siendo actua-les.

Hemos transitado el tiempo de cuaresma, ese tiempo litúrgico que los cristianos vivimos para pre-pararnos espiritualmente, tiempo de mirarnos hacia adentro en busca de repuestas para vivir una vida comprometida.

Los hechos que nos recuerdan la última semana de Jesús en la tierra, nuevamente nos hacen pensar cómo siguen habiendo juicios viciados de nulidad, traiciones, engaños, gente que actúa en las sombras, gente con habilidad para la manipulación y gente que desde el poder es capaz de cometer horrendos crí-menes.

Jesús sigue sufriendo todo esto en medio nues-tro, mientras sigan obrando poderes que conspiran contra la vida, la vida plena y digna.

El desafío para los cristianos hoy es no quedarnos paralizados frente a la muerte, sino rescatar el men-saje de esperanza de Jesús resucitado.

Esta entrega lleva distintas miradas de otros te-mas que esperamos sirvan para ir haciendo reflexión y compromiso.

¡Felices Pascuas de Resurrección!

REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016 4

Espacio juvenil VARVoluntariado, Arte y Reflexión

Lic. Nicolás Iglesias SchneiderContacto: [email protected]. 099516021

Espacio juvenil VAR está dirigido especialmente a jóve-nes entre 15 y 25 años que viven o estudian temporalmente en Montevideo, con foco en el barrio de la Aguada (Lima 1621). VAR busca ser un espacio de referencia y partici-pación -para jóvenes- que aporte una perspectiva crítica y creativa frente a las problemáticas particulares. La pro-puesta es generar espacios de intercambio juvenil a partir de la capacitación, el debate crítico, el diálogo entre la fe y la realidad, el arte y el voluntariado, procurando acompañar y potenciar las habilidades y sueños de los y las jóvenes en esa etapa particular de la vida.

La pastoral estudiantil y juvenil es un proyecto funda-mental para la vida de la iglesia y para el desarrollo de una perspectiva bíblico-teológica crítica en jóvenes. En estos tiempos las necesidades e intereses de los jóvenes se han ido diversificando exponencialmente y esto genera que las respuestas deban ser más amplias. La idea de que la Agua-da sea un centro abierto y de referencia para jóvenes sur-ge en la Iglesia Metodista del Uruguay hace mucho tiempo junto con el proyecto del hogar estudiantil “Emilio Castro”. La Iglesia Metodista en el Uruguay tiene un campo fértil en esta área: jóvenes que egresan de instituciones educativas metodistas, hogares estudiantiles y jóvenes que cada año se mudan a Montevideo y están buscando un grupo de re-ferencia.

La propuesta de VAR procura que jóvenes de diferentes realidades puedan tener un espacio de pertenencia y ex-presión que propicie encuentros interpersonales y acciones transformadoras y liberadoras que emerge del Evangelio. Por esto, el valor de la apertura al diálogo, la solidaridad, la diversidad, el respeto y la inclusión serán los distintivos de este espacio.

Durante la década de los 60 y 70, el espacio ecuménico universitario fue un espacio fermental de debate teológico en diálogo con la realidad social y política que daba res-puestas revolucionarias y de cambio. Hoy en un contexto donde la fe parece ser solo un patrimonio de lo conserva-dor, creemos que es necesario generar un espacio para la transformación que implique los tres abordajes que VAR propone: Voluntariado, Arte y Reflexión. El acompañamien-to, el diálogo, el compromiso por el bienestar del otro y la otra, la expresión, la acción social y el debate crítico son las bases fundamentales para llevar a cabo esta propuesta que busca construir algunas respuestas provisorias a las búsquedas y desafíos cambiantes del mundo actual.

V Curso anual de voluntariado con énfasis en inclu-sión (inicio el 5/4).

El voluntariado permite el conocimiento de diversas rea-lidades, la reflexión crítica sobre esta y la acción colectiva para su transformación. Para esto brindaremos un curso anual de voluntariado con énfasis en inclusión el cual co-menzará el 5 de abril y contará con profesores de primer nivel en diversos temas: recreación, ética, mediación, ex-presión corporal y trabajo con grupos, entre otros temas. Así mismo el grupo generará acciones sociales concretas hacia el barrio y otros proyectos vinculados a la IMU.

A Talleres variados de expresión artística con mues-tras organizadas por los y las jóvenes. El arte y la expre-sión artística son herramientas profundas y muy fundamen-tales para el desarrollo sano de cualquier ser humano. Hoy el arte en sus diversas formas de expresión en los jóvenes abarca diversas técnicas: fotografía, teatro, plástica, graffi-tis, música, danza, circo y estamos abiertos a ser sorpren-didos por estas y otras ideas. La propuesta también incluirá muestras periódicas de las diversas expresiones gestiona-das por los y las jóvenes.

R Foros debate, cines debate y otras propuestas de construcción colectiva del conocimiento (26/4).

La reflexión nos permite crecer en el conocimiento, in-tercambio y escucha de ideas sobre temas de actualidad y su vinculación con la fe y la hermenéutica bíblica que se haga. Por ello queremos abrir espacios de debate, tertulias, cine-foros y otras formas que habiliten un diálogo pacífico e interesante para los y las jóvenes. Hay temas que son de preocupación para los y las jóvenes y son constitutivos en su formación como ciudadanos y ciudadanas. A finales de abril desarrollaremos el primer debate en torno a alguno de los temas de actualidad: refugiados y migrantes, diversidad sexual y fe, cambio climático, política y fe, economía globa-lizada, entre otros tópicos.

Esta propuesta busca ser una construcción con las dife-rentes congregaciones de la IMU y está abierta a que pue-dan proponer ideas, invitar, consultar o sugerir que involu-cremos a jóvenes de su entorno familiar o eclesial. También estamos abiertos a recibir propuestas y aportes concretos de recursos humanos, tiempo y donaciones para los tres ejes en que se desarrolla el proyecto VAR.

Así que cuando anden por Aguada, ¡bienvenidos a VAR!

5 REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016

“Lo mejor para nosotros es que un solo hombre muera por el pueblo,

y no que toda la Nación sea destruída”Juan 11:50

Oscar Bolioli

Esta sentencia de Caifás no es espontánea. Es la culminación de un proceso que se da a partir del mensaje de Jesús. No hay duda de que impacta, atrae y entusiasma por su contenido. Es el pensar en una sociedad distinta, otro orden donde los poste-riores serán los primeros, donde los que sirven son los que importan, donde los privilegios no cuentan más, donde los pobres son los ciudadanos de ese Reino. Este mensaje es dado como el proyecto de Dios a una sociedad de Señores y una clase religio-sa confundida con el poder político. Una sociedad donde los últimos eran los pobres, las mujeres, los esclavos y las viudas.

¿Qué se podía esperar de los relegados, sino el entusiasmo? De poder siquiera tocar su manto, de ser reconocidos como personas. De estar en presen-cia de un Maestro que sanaba el espíritu, el cuerpo y daba esperanza. Dios estaba allí.

Era invierno, nos dice el Evangelio de Juan. Era

la celebración de la Dedicación del Templo: Jesús subió hasta Jerusalén con sus discípulos y estando en el pórtico de Salomón fue rodeado por los dirigen-tes judíos y le increparon: “¿hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Dinos claro si eres el Cristo”. Cuando Jesús desafía su incredulidad, quieren ape-

REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016 6

drearle y luego apresarle. Juan no dice cómo, pero el Maestro logra escapar y se va al otro lado del Jordán. Allí se queda con los suyos y le cobijan en la tierra donde antes el Bautista había realizado su ministerio. Estando allí, le llega la noticia de que su amigo Lá-zaro está enfermo. Decide regresar a Judea y llegar hasta Betania donde viven Lázaro con sus dos her-manas Marta y María. Queda a unos tres kilómetros de Jerusalén. La muerte de Lázaro le afecta mucho y la resurrección de su amigo se da en medio de la gente que fue a los funerales. El impacto de esto, con la conversión de muchos, llega pronto a los oídos de los fariseos y sacerdotes en Jerusalén. El Consejo de Sumos Sacerdotes se reúne de inmediato. ¿Qué vamos a hacer? Es la gran pregunta con la cual se convocan. “ Si le dejamos así todos van a creer en él (este es el tema) y las autoridades romanas vendrán y destruirán nuestro Templo y nuestra nación”( esta es la excusa). En otras palabras, están en peligro de perder el control que siempre tuvieron sobre la gente. La lógica de Caifás es clara: hay que deshacerse de él, es un peligro y lo arropa con una frase magnáni-ma: “hay que hacerlo para salvar la nación”. ¿No nos resulta conocido ya este argumento en otras circuns-tancias? ¿Cuántos han muerto en la historia para “proteger la nación? ¿Cuántos Bonhoeffers o Luther Kings debieron morir porque modificaban o desafia-ban estructuras? Este año se cumplen treinta años del asesinato de Patrice Lumumba porque desafia-ba la ocupación y apetito insaciable de las empresas Belgas en el Congo.

Jesús ya no anda públicamente por Judea. Se va

a Efraín, cerca del desierto, con sus discípulos. Se acerca la Fiesta de la Pascua y muchos de los pere-grinos que vienen del campo se preguntan y especu-lan si Él vendrá a Jerusalén. Jesús vuelve a Betania

a lo de Lázaro. Es una conmoción porque la gente no solo iba a verlo, sino también a Lázaro que se había vuelto una celebridad turística. La sentencia de los Sumos Sacerdotes se extiende también a Lázaro. En el fondo no importa quién caiga, sino que asegure que lo mío sobreviva. Cuando la gente percibe que Jesús se acerca a Jerusalén, sale a recibirle a la puer-ta de la ciudad con alegría, la esperanza se renueva en ellos. Pero Jesús sabe qué le espera cuando afir-mó su rostro hacia Jerusalén. Es la cruz. Son claras las palabras a sus discípulos: “es necesario que el grano muera para que la vida germine”. Es algo muy diferente a lo que pretenden Caifás y el sistema. En su muerte germina nuestra salvación. En la cruz sabemos que no hay soledad que Dios no haya tran-sitado ni abandono que Dios no haya conocido. Dice Emilio Castro en su libro Preguntas de Dios: “Allí po-demos vislumbrar, percibir y reconocer admirados el amor de Dios, es decir, la búsqueda desesperada de Dios para rescatarnos aún de situaciones imposibles. En efecto, la primera lección que emerge al mirar la cruz es: hasta aquí descendió el Hijo de Dios para estar a nuestro lado, aún en las peores circunstancias de nuestra vida humana”.

Mientras nosotros ponemos muerte en la

vida, Dios ha puesto vida en la muerte. Dios está en el resucitado, es la vida que irrumpe entre los signos de la muerte. Moltman decía que “vivimos en socie-dades optimistas que caminan encima de muchos ca-dáveres”. Seamos capaces de construir experiencias de resurrección. Demos pasos de la muerte a la vida construyendo nuestra Pascua. Por pequeñas que sean, que sean experiencias de justicia, convivencia, amor al otro, de resurrección que nos permitan creer y esperar en las promesas de Jesús que nos incluye a todos en su Resurrección.

7 REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016

Beber el trago amargoTexto: Marcos 14:32-42

1) Jesús, fiel hasta la muerte.

Momento dramático en la vida de Jesús: al pre-sentir la cercanía de su pasión y muerte siente una dolorosa angustia. Una serie de hechos lo llevan a intuir ese desenlace fatal. Acusaciones de practicar la magia, de blasfemar contra Dios, de ser un falso profeta, un “hijo rebelde”, de quebrantar el día sagra-do, su gesto de purificar el templo… eran todos deli-tos que se castigaban con la muerte. Ahora libra una dura batalla. Tener conciencia de su muerte cercana y posible le produce tristeza, agonía. Necesita orar, estar con sus discípulos a quienes ama. Pero ellos duermen. ¡Se siente solo! Completamente solo. Des-de el punto de vista humano, se podría considerar un fracasado. Los líderes religiosos no lo comprenden, sus propios discípulos lo abandonan, uno lo traiciona. ¡Qué frustración! Con todo, Él acepta las conse-cuencias de haber asumido un ministerio tan difícil. Allí se estaba “jugando la vida”, pero no claudicaría en su propósito. Es capaz de decir: “Nadie me quita la vida, sino que yo la doy por mi propia voluntad” (Juan 10:17). Finalmente se encomienda a su Dios: “¡Hágase tu voluntad!”.

La respuesta del Padre a su obediencia es la Re-surrección. Eso lo comprenderán más tarde sus dis-cípulos: “Por eso, Dios le dio el más alto honor y el más excelente de todos los nombres” (Filipenses 2:9).

2) Sufrimiento por causa de la justicia.

El sufrimiento humano es un tema difícil, in-quietante. El sufrimiento es producido por diversas causas: fenómenos naturales, hechos fortuitos, en-fermedades, accidentes, pérdida de un ser querido. Todos los seres vivientes estamos expuestos al su-frimiento y a la muerte, incluso los creyentes. Claro, nosotros tenemos el recurso de la oración, implorar la sanidad, la misericordia, la consolación, la presencia divina, fortaleza para poder enfrentar con entereza una prueba.

El tema aquí es el sufrimiento del justo causado por leyes y conceptos establecidos en la sociedad de esa época. El entramado político-social-religioso permite y estimula lo peor de la condición humana: la dureza de corazón, la ceguera, el desprecio, la arro-gancia… lo que lleva al crimen contra un inocente. No hay atenuantes, la sangre del Nazareno tiene res-ponsables. Hay víctima y victimarios. El aconteci-miento de la cruz es paradigma de la injusticia y del sufrimiento inocente.

3) Muerte que produce vida.

El conflicto interior que vive Jesús es humano. Tiene carácter físico, moral y espiritual. Sabe que ser fiel a un compromiso tiene consecuencias. ¿Será posible evadir ese “trago amargo”, ese cáliz? Jesús es coherente con su prédica: “El amor más grande que uno pueda tener es dar su vida por sus amigos” (Juan 15:13).

Recordamos que el martirio no es algo que se busca adrede, sino que se encuentra en el camino, en la lucha, como una posibilidad. Ni Jesús, ni sus discípulos, ni ningún luchador social buscan el su-frimiento o la muerte. Solo lo haría un enfermo, un masoquista. Afirma un testigo de Cristo: “El pueblo

Pastor Ademar Olivera

REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016 8

no tiene vocación de mártir… No hay que dar la vida muriendo, sino trabajando, luchando”.

Jesús define el propósito de su presencia: “Yo he venido para que tengan vida, y que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). También se refiere al pre-cio que puede tener el discipulado:

“Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame” (Lu-cas 9:23). Luego utiliza una metáfora provocadora: “Si un grano de trigo no cae en tierra y muere, sigue siendo un solo grano; pero si muere, da abundante cosecha” (Juan 12:24).

En ese marco, Jesús anuncia en tres ocasiones la eventualidad de su muerte próxima. A los discípu-los les cuesta aceptar esa posibilidad y la rechazan. Recién después de la Resurrección empiezan a des-cubrir su significado, recordando las propias palabras de Jesús: “Mi sangre es derramada a favor de mu-chos”.

4) Seguir los pasos de Jesús.

Al acercarnos a una nueva Semana Santa, ¿qué nos sugiere el texto del Evangelio de Marcos? ¿Cómo actualizar su mensaje a la realidad que nos toca vivir hoy?

Creo que es fácil constatar en nuestra sociedad uruguaya hechos que se asemejan mucho al relato evangélico, aunque se les denomina con términos di-ferentes: crímenes impunes, violencia familiar, femini-

cidio, familiares de desaparecidos que reclaman verdad y justicia, drogadic-ción, delincuencia, pobreza. Son situa-ciones preocupantes que nos desafían a asumir una postura comprometida con los más débiles, con los que sufren una injustica. Porque siempre Dios se coloca del lado de la víctima, no del victimario. Esas personas y situacio-nes ocupan un lugar preferencial en el amor de Dios revelado en Jesucristo.

También somos testigos de nuevos crucificados. Personas que ofrendan su vida por causa de la justicia, en de-fensa de la vida, en defensa de los de-rechos humanos. Quienes hacen esta opción, motivados por su fe, entienden que esa es la propuesta que Jesús les

plantea. En tal sentido, el texto nos interpela en va-rios niveles de reflexión.

-El grado de disponibilidad que asumimos. La pregunta crucial es: Nosotros, como discípulos de Jesús, ¿hasta qué punto tomamos en serio su invita-ción de colocarnos al lado de quienes sufren y viven en angustia? ¿O nos hemos quedado “dormidos” cuando más nos necesitan? ¿Somos realmente so-lidarios con las personas que son víctimas de injus-ticias, violencia, privaciones y sienten que sus dere-chos les son negados?

¿Tenemos la confianza suficiente de que el traba-jo que realizamos en esa área a su tiempo dará sus frutos? Porque la vida nueva, resucitada, comienza ya aquí: “Si nosotros hemos muerto con Cristo, con-fiamos en que también viviremos con Él” (Romanos 6:8). Y lo que hemos recibido por la fe lo compar-timos con los demás. El testimonio que damos se acredita con una vida llena de sentido, al modo de Jesús. Es lo que puede generar vida en otros.

-Finalmente, es imprescindible vivir y actuar con la esperanza de que, aun en la precariedad de nuestro esfuerzo, Dios lo convertirá en vida nue-va. Porque somos instrumentos, colaboradores de Dios en la misión.

9 REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016

JESÚS VIVIÓ UNA ESPI-RITUALIDAD POLÍTICA –de un artesano. Mi pequeña patria era Galilea la rebelde, en el co-razón de un país dominado por el Imperio Romano, sometido al control político y al expolio económico. Sabía muy bien de qué hablaba cuando describí a los romanos como “jefes de las naciones” que gobiernan los pueblos como “señores ab-solutos” y los “oprimen con su poder” (Mc 10, 42).

La mayoría de mis vecinos malvivían trabajando la tierra (que en muchos casos no era suya) y por sus fru-tos también tenían que pagar impuestos. Otra parte de la población, la que vivía cerca del lago de Galilea, se dedicaba a la pesca. Su situación económica no era me-jor que la de los campesinos, porque también estaban controlados por los recaudadores de Herodes Antipas, que imponían tributos, impuestos, diezmos y tasas so-bre derechos de pesca y utilización de los embarcade-ros. La carga total era abrumadora. A muchas familias se les iba en tributos e impuestos un tercio o la mitad de lo que producían o pescaban.

La construcción de las ciudades de Séforis y TIbería-des hizo más grande la brecha económica: yo fui testigo del crecimiento de la desigualdad que favorecía a la mi-noría privilegiada de estas ciudades, lo que provocaba más inseguridad y pobreza y la desintegración de mu-chas familias campesinas. Creció el endeudamiento y la pérdida de tierras de los más débiles. Los tribunales de las ciudades pocas veces apoyaban a los campesinos. Aumentó el número de indigentes, jornaleros y prostitu-tas. Cada vez eran más los pobres y hambrientos que no podían disfrutar de la tierra regalada por Dios a su pueblo.

Viendo y sufriendo esa realidad, especialmente des-pués de la experiencia del Jordán y de saberme de un modo nuevo hijo y hermano, formando parte de la mis-ma realidad de Dios (Jn 10,30, 14,10-11)

y de la humanidad (Mt 25, 40,45) ya no podía seguir igual: había llegado el momento de empeñar mi vida, enredarla para siempre entrando de lleno en lo que ex-perimenté como proyecto de Dios: acoger su amor in-condicional y compasivo, dejarme transformar por Él, y empeñar la vida en hacer verdad la filiación y la fraterni-dad, es decir, acoger el Reino de Dios.

Espiritualidad

xxxxxxxxxxxxx

Mi gran pasión fue hacer comprender a mi gente esta radical novedad: no se trataba de hacer penitencia, guardar ayunos y prescripciones, ir al templo o cumplir la ley, sino de entrar en la dinámica del Rei-no de Dios que ya está entre nosotros, acoger la alegría y la sorpresa de Su amor increíble a cada uno de sus hijos e hijas, a cada realidad[4]. Eso trans-formará el corazón.

Pero eso no lo podía hacer yo solo, necesitaba generar un movimiento de hombres y mujeres del pueblo que conocieran bien su sufrimiento para ayudar a los demás a tomar conciencia de que ha-bía llegado la hora de acoger el Reinado de Dios.

Desde el primer momento me rodeé de amigos y amigas y poco a poco los fui “enredando” queriendo contagiarles la misma pasión: el Reino de Dios ya está aquí, hay que acogerlo y hacerlo verdad. Yo intenté pa-sar por la vida haciendo el bi en, curando, liberando, así lo recogió más tarde Lucas en el capítulo 15.

Fueron muchas las personas que acogieron mis pa-labras, se entusiasmaron y de muchas maneras apoya-ron mi actividad. Unas ofrecieron acogida en sus casas: eran grupos de apoyo para mí y para quienes me se-guían como itinerantes. Otros abandonaron sus fami-lias para compartir mi vida y predicación. A unos los fui llamando uno a uno[6], otros vinieron por invitación[7], otras, como María de Betania[8], me pidieron hacerse discípulas mías. Poco a poco la red crecía y a mí se me llenaba el corazón de nombres y de alegría.

Algunos y algunas de esas personas compartieron mi vida itinerante, y puse mucho empeño en ir acompa-ñando, educando y enseñándoles a orar a Dios como Abba, iniciándolos en la predicación y sobre todo ayu-dándoles a comprender que acoger el Reino de Dios pasaba por dejarnos enredar en esa dinámica de trans-formación del corazón. Yo lo fui aprendiendo y viviendo y por eso lo proclamé con fuerza: “Nada de lo que entra en la persona puede mancharla. Lo que sale de dentro es lo que contamina” (Mc 7,15). La urgencia primera por tanto no era la purificación externa sino la de consentir que nuestro corazón se vaya dejando configurar por ese amor incondicional de Dios y por tanto vaya siendo cada vez más bueno y compasivo, igual que el suyo (Lc 6,36; Mt 5,48).

REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016 10

Un corazón que renuncia a la violencia(Mt 5, 21-24; 43-45). La dinámica “del ojo por ojo” estaba muy arrai-gada entre mi gente. ¿Cómo hacerles entender que esa conducta es destructiva y no es coherente con el pro-yecto de Dios de aprender a vivir lo que somos: fami-lia, relación, vínculo indestructible? Lo primero era vivir dentro de mi corazón la renuncia a toda agresión, apren-der a vencer al mal a base de hacer el bien y después hablarles claro y de un modo provocador: “si alguien te abofetea en una mejilla ofrécele también la otra, al que te quita la capa dale también el manto… Amad a vues-tros enemigos…” porque así es Dios “que hace salir el sol sobre buenos y malos”(Mt 5, 38-45; Lc 6,27,31).

Yo quería comprometer a mis seguidores y seguido-ras en la misma pasión que a mí me quemaba dentro: transformar nuestra persona para poder transformar nuestra sociedad, nuestro mundo, nuestra tierra en una gran familia que vive la seguridad del amor incondicional del Dios Madre-Padre y que va haciendo verdad en la historia la fraternidad y la sororidad con toda la vida. En definitiva, contagiar a esas mujeres y hombres mi pasión por Dios y por los que peor lo estaban pasando.

Sabía muy bien lo que eso suponía en la sociedad injusta y violenta de mi tiempo, cuando los fui llamando, invitando y aceptando para enredarlos en esta apasio-nante pero ardua tarea. Era consciente del precio que tendríamos que pagar, de lo difícil que iba a ser ir empe-ñando nuestra vida y enseñando a los demás a caminar no en la dinámica del odio, la violencia, la prepotencia y el egoísmo, sino en la de la compasión, el cuidado y la bondad, sin dejar de denunciar las injusticias, de desenmascarar las mentiras, la inhumanidad, de vivir indiferentes al sufrimiento de las grandes mayorías del pueblo.

Junto a mis seguidores y seguidoras fuimos reco-rriendo Galilea. En la situación que vivía mi pueblo, mi actividad en medio de sus aldeas y mi mensaje del «rei-no de Dios» representaban una fuerte crítica a aquel es-tado de cosas.

Mis palabras y hechos denunciaban esa injusta situa-ción. Mi firme defensa de los pobres, excluidos y ham-brientos, mi acogida preferente a los últimos de aquella sociedad, mi clara denuncia y condena de la vida sun-tuosa de los ricos de las ciudades fue un desafío público al programa socio-político que impulsaba Herodes Anti-pas, que claramente favorecía los intereses de los más poderosos y hundía cada vez más en la miseria a los más débiles.

Muchas veces mis discípulos no me entendían e in-cluso se asustaban de mis palabras(Jn 6, 60-66). Eran muy conscientes, en ese contexto, de cómo podía re-sonar la parábola del mendigo Lázaro y el rico Epulón que vive fastuosamente ignorando a quien muere de hambre a la puerta de su palacio(Lc 16,19-31); el relato del terrateniente insensato que solo piensa en construir silos y almacenes para su grano(Lc 12,16); la crítica se-

vera que hice a quienes atesoran riquezas sin pensar en los necesitados (Lc 16,13; Mt 6, 24-27), mis insen-satas proclamas declarando felices a los indigentes, los hambrientos y los que lloran al perder sus tierras (Lc 6, 20-21).

También dirigí muchas de mis exhortaciones a quie-nes me seguían para invitarles a compartir la vida de los más pobres de aquellas aldeas y caminar como ellos, sin oro, plata ni cobre, y sin túnica de repuesto ni san-dalias (Mt 10, 9-10). Compartía con ellos mis llamadas a ser compasivos con los que sufren y a perdonar las deudas (Lc 6, 36-38), a no buscar el poder ni los pri-meros puestos (Mc 10, 35-45), y que de una vez por todas entendieran que el que sirve y es el maestro lava los pies y que salvar su vida era arriesgarla y entregarla (Lc 15, 8-10). Y tantas otras palabras y hechos con las que pretendía expresar la denuncia de un modo de vivir que con la llegada del Reinado de Dios estaba llamado a desaparecer.

Yo quería anunciar con pasión que el sufrimiento de

mi pueblo y el de todos los pueblos tenía que dar paso a un mundo nuevo, más justo y fraterno, donde Dios pu-diera reinar como Padre. Y eso suponía que habíamos aprendido a vivir como hijas e hijos, hermanos y herma-nas.

El hecho de enredarnos en la tarea de curar, sanar, aliviar, enderezar, perdonar, denunciar, en nombre del Dios del amor y la misericordia tenía que ser una buena noticia también para nuestra nueva familia. No se trata-ba de cumplir unas obligaciones, sino de darnos cuenta de que habíamos encontrado el tesoro escondido y por ello la alegría de ese encuentro había que celebrarla como lo hacían las personas de mis parábolas, la mujer que encuentra la moneda (Lc 15, 8-10), el pastor que encuentra la oveja (Lc 15, 1-7). No era tiempo de ayuno, sino de celebrar la fiesta del amor, como lo hacen los novios (Mc 2, 18-19).

Ha llegado el momento de despedirme después de compartir mi experiencia con cada una de las personas que habéis hecho este itinerario. Ahora ya solo me resta animaros de todo corazón a enredar vuestras vidas en proyectos de sentido que hagan este mundo más justo y más fraterno. Apasionaros como yo por ayudar a dar a luz este mundo nuevo que aguarda vuestra colabora-ción.

Aún es de noche, hay tormentas, se levantan muros de exclusión, pero también es verdad que ya apunta el amanecer de un mundo nuevo, que el arco iris de la paz va uniendo países y rompiendo fronteras y que cada vez hay más personas enredadas en hacer verdad lo que somos: una familia, una red de relaciones, unidad.

Yo, Jesús de Nazaret, un hombre que creí que me-recía la pena “enredarse” e invitar a otras personas a “enredarse” para colaborar en el emerger de un mundo nuevo.

11 REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016

Nuevos aires en la formaciónteológica latinoamericana:

el ejemplo de GEMRIP

Nicolás PanottoDirector General GEMRIP

La educación teológica en América Latina se en-cuentra en un momento de transición. Más allá de que la muestra más evidente de ello son las transfor-maciones y procesos que se dan a nivel institucional, existen “corrientes de fondo”, o sea, elementos no tan visibles pero que son, en realidad, los factores centrales de todos estos procesos. En otras palabras, los escenarios actuales en muchos de nuestros semi-narios –falta de estudiantes, problemas financieros, dificultades para el crecimiento- son en realidad el síntoma de toda una serie de desafíos más amplios: el poco interés que existe en la teología, la escasa vinculación de lo teológico con otras áreas del cono-cimiento o prácticas dentro del laicado de nuestras iglesias, la falta de pertinencia de los modelos curri-culares con respecto al contexto de las iglesias loca-les, la falta de diversificación de los programas aca-démicos, entre otros varios elementos que podríamos mencionar.

Frente a este panorama, han habido muchas ins-tancias de debate y reflexión profunda sobre cómo enfrentarlo. Dentro de los varios elementos a mencio-nar, queremos dar énfasis a dos necesidades. En pri-mer lugar, la necesidad de responder eficientemente a la existencia de una pluralidad de sujetos y contextos en el quehacer teológico. La educación teológica tra-dicional sostiene que la iglesia-institución es su agen-te principal, por lo cual ha es-tado centrada en la formación de pastores/as. Más allá de que esto sigue sien-do una función central (a pesar del problema de la cada vez menor cantidad de candidatos/as al pastora-do; pero ese es otro tema…),

hoy día es importante evidenciar otros espacios de gran importancia en el campo: ONGs religiosas, mo-vimientos sociales, grupos religiosos de diálogo en temáticas particulares, como también el rol de otros sectores, como las juventudes, la niñez, las mujeres, los movimientos de defensa de minorías sociales, etc. Frente a este panorama, ¿cómo pensar el que-hacer teológico más allá de las estructuras eclesiales tradicionales? ¿Cómo servir a los heterogéneos de-safíos que se plantean a la pastoral de las comunida-des eclesiales hoy?

El segundo elemento a tener en cuenta es la ne-cesidad de un diseño curricular más interdisciplina-rio que deje de lado las divisiones tradicionales de la educación teológica. Al ver el programa de un semi-nario, generalmente vemos y encontramos currículas separadas en las áreas de siempre: Biblia, sistemá-tica, historia, pastoral, correlación, etc. Creemos que estas identificaciones disciplinares son importantes y requieren de cierta especificidad para su profundiza-ción. De todos modos, la heterogeneidad del público de la educación teológica hoy requiere partir de otros temas y marcos conceptuales, donde todas estas áreas trabajen conjuntamente. Esto se debe a algu-nas cuestiones “obvias”: los problemas que enfrenta la teología son problemas encarnados en nuestra so-ciedad. Para responder a ellos, se requiere de herra-

mientas analíti-cas desde –por ejemplo- las ciencias socia-les, para desde allí realizar una reflexión teoló-gica, bíblica y pastoral perti-nentes. Aquí la gran necesidad: ¿cómo se reali-zan esos puen-tes? ¿Cuáles son los ejes o marcos que

REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016 12

pueden compartir cada área para realizar un diálogo fructífero que haga real la efectividad de la fe (como decía José Míguez Bonino) en nuestro entorno?

El Grupo de Estudios Multidisciplinarios sobre Re-ligión e Incidencia Pública (GEMRIP) es un espacio que ha construido una propuesta educativa en esta dirección. Por ello, el proyecto cuenta con diversas áreas de estudio (género y sexualidad; religión, políti-ca y espacio público; ciencias de la religión; juventud y niñez, estudios teológicos; estudios poscoloniales), que se entrelazan a partir de ejes transversales y no-dos problemáticos que permiten crear un espacio de diálogo disciplinar a partir del estudio de una (o va-rias) problemáticas concretas.

El grupo cuenta con profesores/as, académicos/as y especialistas en diversos campos disciplinares. Un elemento central para GEMRIP es lograr un diálogo fructífero entre la academia e instancias de inciden-cia concreta. Por esta razón, los cursos de modalidad virtual que ofrecemos, las diversas revistas de inves-tigación y las actividades que desarrolla en conjunto con otras organizaciones, parten de la atención de demandas, problemáticas, preguntas y desafíos pre-sentes en las experiencias cotidianas de personas, organizaciones, iglesias y movimientos comprometi-dos con nuestra sociedad.

Los espacios de encuentro y diálogo que se han creado a partir de esta propuesta han representado instancias riquísimas no solo para repensar discipli-

nas específicas o instancias de formación, sino tam-bién sobre cómo pensar la teología y la fe. Pastores/as, laicos/as, militantes y académicos de diversos espacios en distintos países (a veces continentes), comparten juntos/as en una misma aula virtual sus inquietudes y experiencias, motivados desde las lec-turas y temas que propone un/a profesor/a. Esto ha permitido ver cómo la fe y el quehacer teológico re-quieren de instancias plurales de diálogo, así como de metodologías que permitan un encuentro más am-plio, que superen las murallas tradicionales.

Frente a ciertos pronósticos pesimistas, creemos que la teología y la educación teológica, específica-mente, tienen mucho que dar a la situación del mun-do hoy. Es más, creemos que existen mejores oportu-nidades que antes. Pero para hacerlo requerimos de cambios importantes, y sobre todo originalidad. Ello no viene de un día para otro y sin rispideces. Pero ya estamos caminando y el sendero se muestra fruc-tífero.

Aparte de las instancias virtuales que ofrece el Centro de estudios www.gemrip.org con cursos todo el año, en Uruguay existe un grupo de estudio que a partir de abril desarrolla clases todos los jueves a las 19hs en OBSUR (Rodó 1727)

Por más información: [email protected] o cel.: 098615676

13 REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016

Conociéndonos

xxxxxxxxxxxxx

Hay en todas las comunidades metodistas del país hermanos y hermanas que desarrollan su ministerio un poco en medio del silencio, pero quienes partici-pan en la comunidad de fe saben que siempre están ahí, dispuestos a servir, a acompañar, a dar testimo-nio de Jesucristo.

Tal es el caso de Matilde Pereyra de Alonso, más conocida por “Pocha”.

Matilde nació el 9 de noviembre de 1924 en Du-razno, en una familia de siete hermanos.

Su papá, Bibiano Pereyra -metodista de siempre- la llevó desde niña a la iglesia.

Pocha nos cuenta que se quedó ahí para siempre, pues se sentía muy a gusto.

Con su esposo Lázaro Alonso ha formado una hermosa familia con 5 hijas, 14 nietos y 11 bisnietos. Cuando era joven atendió la escuela dominical, tarea que le deparó muchas satisfacciones. Recuerda de esa etapa la contención que le brindó a un niño al cual logró integrarlo al grupo. Más tarde, la iglesia le brindó a este chico la oportunidad de alojamiento y de estudiar en Montevideo. Hoy es un hombre que ha encontrado un buen camino.

Vivió una etapa muy activa en la iglesia a través del trabajo con niños, paseos a otros departamentos

y distintas actividades, siendo un miembro activo de la iglesia.

Con nostalgia recuerda a muchos pastores que pasaron por Durazno: Fortunato Puch, Yamandú Rey, Ademar Olivera, Pedro Laluz, Diego Frisch y Rodolfo Míguez, entre otros.

Con sus hermosos 91 años sigue asistiendo a los cultos con una de sus hijas.

La comunidad de fe de Durazno se alegra y cele-bra contar con Pocha, una hermana que con su sola presencia irradia paz, alegría y amor.

Cuando Alfredo Zitarrosa murió en Montevideo, su amigo Juceca subió con él hasta los portones del Paraíso, por no dejarlo solo en esos trámites.

Y cuando volvió, nos contó lo que había escuchado.

San Pedro preguntó nombre, edad, oficio.

- Cantor - dijo Alfredo.

El portero quiso saber: cantor de qué.

- Milongas - dijo Alfredo.

San Pedro no conocía. Lo picó la curiosidad, y man-dó:

-Cante.

Y Alfredo cantó. Una milonga, dos, cien.

San Pedro quería que aquello no acabara nunca.

La voz de Alfredo, que tanto había hecho vibrar los suelos, estaba haciendo vibrar los cielos.

Entonces Dios, que andaba por ahí pastoreando nubes, paró la oreja.

Y ésa fue la única vez que Dios no supo quién era Dios.

Eduardo Galeano

El Cantor

REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016 14

Distintas posturas sobreun mismo tema

Alcalá de Henares, España.- El obispo de Alcalá arremete con insultantes decla-raciones hacia las mujeres y opina que ‘ya están pensando mucho por su cuenta y que habría que quitarles el voto’.

Monseñor Juan Antonio Reig Pla sostiene además que el femi-nismo es un “proceso de la de-construcción de la persona”, así sin más.

Durante su intervención en la presentación del libro La Teología Feminista, Sig-nificado y Valoración (ABC), ha descargado su pensa-miento radical.

“Conviene indicar que el feminismo ideológico no es más que un paso en el proceso de de-construcción de la persona. De he-cho, los argumentos que sustentan el pensamiento feminista, en sucesivas evo-luciones, han propiciado la ideología de género y las teorías Queer y Cyborg”, sostuvo el prelado ante la concurrencia.

“Hay que quitarles a las mujeres el voto porque ya están pensando mucho”

xxxxxxxxxxxxxx

Sobre el voto, afirmó que el movimiento se ha desviado y desvirtuado: “lo que en un

primer momento se presentaba como ‘feminismo sufragista’ -que reclamaba

el derecho a voto de las mujeres o la igualdad de derechos entre el

varón y la mujer- ha ido evo-lucionando bajo el influjo de distintas ideologías”.

Monseñor, además, ar-

gumentó que las feministas abogan por el radicalismo en el cual se ocultan movimien-tos contra natura: “El femi-

nismo radical pasó de pedir igualdad al ‘feminismo de cuota’ que reclama al me-

nos la mitad de los cargos de responsabilidad para muje-

res. Su movimiento es más cono-cido por sus pretensiones políticas y vinculaciones con movimientos

pro aborto, el ataque al matrimonio monógamo y a la maternidad”.

15 REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016

Cuando las mujeres eran sacerdotes

Jaime Lepé1 de enero a las 23:03 ·

Durante los últimos meses han aparecido numerosos documentos y declaraciones de teólogos y teólogas, grupos de sacerdotes y religiosos, movimientos cristianos y organizacio-nes cívico-sociales, e incluso de obis-pos y cardenales de la Iglesia católica pidiendo el acceso de las mujeres al sacerdocio. Todos ellos consideran la exclusión femenina del ministerio sa-cerdotal como una discriminación de género que es contraria a la actitud inclusiva de Jesús de Nazaret y del cristianismo primitivo, va en dirección opuesta a los movimientos de emancipación de la mujer y a las ten-dencias igualitarias en la sociedad, la política, la vida doméstica y la actividad laboral.

El alto magisterio eclesiástico responde negati-vamente a esa reivindicación, apoyándose en dos argumentos: uno teológico-bíblico y otro histórico, que pueden resumirse así: Cristo no llamó a ninguna mujer a formar parte del grupo de los apóstoles, y la tradición de la Iglesia ha sido fiel a esta exclusión no ordenando sacerdotes a las mujeres a lo largo de los veinte siglos de historia del catolicismo. Esta prácti-ca se interpreta como voluntad explícita de Cristo de conferir solo a los varones, dentro de la comunidad cristiana, el triple poder sacerdotal de enseñar, santi-ficar y gobernar. Solo ellos, por su semejanza de sexo con Cristo, pueden representarlo y hacerlo presente en la eucaristía.

Estos argumentos vienen repitiéndose sin apenas cambios desde hace siglos y son expuestos en tres documentos de idéntico contenido, a los que apelan los obispos cada vez que los movimientos cristianos críticos se empeñan en reclamar el sacerdocio para las mujeres: la declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe Inter insigniores (15 de octubre de 1976) y dos cartas apostólicas de Juan Pablo II: Mu-lieris dignitatem (15 de agosto de 1988) y Ordinatio

sacerdotalis, sobre la ordenación sa-cerdotal reservada solo a los hombres (22 de mayo de 1984). La más con-tundente de todas las declaraciones al respecto es esta última que zanja la cuestión y cierra todas las puertas a cualquier cambio en el futuro: ‘Declaro que la Iglesia no tiene en modo algu-no facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Igle-sia’.

Es verdad que la historia no es pró-diga en narrar casos de mujeres sacer-dotes. Esto no debe extrañar ya que

ha sido escrita por varones, en su mayoría clérigos, y su tendencia ha sido a ocultar el protagonismo de las mujeres en la historia del cristianismo. ‘Si las mu-jeres hubieran escrito los libros, estoy segura de que lo habrían hecho de otra manera, porque ellas saben que se les acusa en falso’. Esto escribía Cristina de Pisan, autora de La ciudad de las damas (1404). Sin embargo, importantes investigaciones históricas des-mienten tan contundentes afirmaciones del magiste-rio hasta invalidarlas y convertirlas en pura retórica al servicio de una institución patriarcal. Entre los es-tudios más relevantes al respecto cabe citar Mujeres en el altar, de Lavinia Byrne -religiosa expulsada de su congregación por publicar este libro-; Cuando las mujeres eran sacerdotes, de Karen Jo Torjesen -cate-drática de Estudios sobre la mujer y la religión en Cla-remont Graduate School-; y los trabajos del historia-dor Giorgio Otranto -director del Instituto de Estudios Clásicos y Cristianos de la Universidad de Bari-. En ellos se demuestra, mediante inscripciones en tum-bas y mosaicos, cartas pontificias y otros textos, que las mujeres ejercieron el sacerdocio católico durante los 13 primeros siglos de la historia de la Iglesia. Vea-mos algunas de estas pruebas que quitan todo valor a los argumentos del magisterio eclesiástico.

Debajo del arco de una basílica romana aparece un fresco con cuatro mujeres. Dos de ellas son las

Juan José Tamayo

REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016 16

santas Práxedes y Pruden-cia, a quienes está dedica-da la iglesia. Otra es María, madre de Jesús de Naza-ret. Sobre la cabeza de la cuarta hay una inscripción que dice: Theodora Episco-pa Emoticono smile Obis-pa). La ‘a’ de Theodora está raspada en el mosaico, no así la ‘a’ de Episcopa.

En el siglo pasado se descubrieron inscripciones que hablan a favor del ejercicio del sacerdocio de las mujeres en el cristianismo primitivo. En una tumba de Tropea (Calabria meridional, Italia), que data de me-diados del siglo V, aparece la siguiente dedicatoria a ‘Leta Presbytera’: ‘Consagrada a su buena fama, Leta Presbytera vivió cuarenta años, ocho meses y nueve días, y su esposo le erigió este sepulcro. La precedió en paz la víspera de los Idus de marzo’. Otras inscripciones de los siglos VI y VII atestiguan igualmente la existencia de mujeres sacerdotes en Salone (Dalmacia) (presbytera, sacerdota), Hipona, diócesis africana de la que fue obispo san Agustín cerca de cuarenta años (presbiterissa), en las cer-canías de Poitires (Francia) (presbyteria), en Tracia (presbytera, en griego), etcétera.

En un tratado sobre la virtud de la virginidad, del siglo IV, atribuido a san Atanasio, se afirma que las mujeres consagradas pueden celebrar juntas la frac-ción del pan sin la presencia de un sacerdote varón: ‘La santas vírgenes pueden bendecir el pan tres ve-ces con la señal de la cruz, pronunciar la acción de gracias y orar, pues el reino de los cielos no es ni masculino ni femenino. Todas las mujeres que fueron recibidas por el Señor alcanzaron la categoría de va-rones’ (De virginitate, PG 28, col. 263).

En una carta del papa Gelasio I (492-496) dirigida a los obispos del sur de Italia en el año 494 les dice que se ha enterado, para gran pesar suyo, de que los asuntos de la Iglesia han llegado a un estado tan bajo que se anima a las mujeres a oficiar en los sagrados altares y a participar en todas las actividades del sexo masculino al que ellas no pertenecen. Los propios obispos de esa región italiana habían concedido el sacramento del orden a mujeres, y estas ejercían las funciones sacerdotales con normalidad.

Un sacerdote llamado Ambrosio pregunta a Atón, obispo de Vercelli que vivió entre los siglos IX y X y era buen conocedor de las disposiciones conciliares

antiguas, qué sentido ha-bía que dar a los términos presbytera y diaconisa, que aparecían en los cánones antiguos. Atón le responde que las mujeres también recibían los ministerios ad adjumentum virorum, y cita la carta de san Pablo a los

Romanos, donde puede leerse: ‘Os recomiendo a Febe, nuestra hermana y diaconisa en la Iglesia de Cencreas’. Fue el concilio de Laodicea, celebrado durante la segunda mitad del siglo IV -sigue diciendo en su contestación el obispo Aton- el que prohibió la ordenación sacerdotal de las mujeres. Por lo que se refiere al término presbytera, reconoce que en la Igle-sia antigua también podía designar a la esposa del presbítero, pero él prefiere el significado de sacerdo-tisa ordenada que ejercía funciones de dirección, de enseñanza y de culto en la comunidad cristiana.

En contra de conceder la palabra a las mujeres se manifestaba el papa Honorio III (1216-1227) en una carta a los obispos de Burgos y Valencia en la que les pedía que prohibieran hablar a las abadesas desde el púlpito, -práctica habitual entonces-. Estas son sus palabras: ‘Las mujeres no deben hablar porque sus labios llevan el estigma de Eva cuyas palabras han sellado el destino del hombre’.

Estos y otros muchos testimonios que podría apor-tar son rechazados por el magisterio papal y episco-pal y por la teología de él dependiente, alegando que carecen de rigor científico. Pero, ¿quién es la teología y quiénes son el papa, los cardenales y los obispos para juzgar sobre el valor de las investigaciones his-tóricas? La verdadera razón de su rechazo son los planteamientos patriarcales en que están instalados. El reconocimiento de la autenticidad de esos testimo-nios les llevaría a revisar sus concepciones andro-céntricas y a abandonar sus prácticas misóginas. Y a eso no parecen estar dispuestos. Prefieren ejercer el poder autoritariamente y en solitario encerrados en la torre de su ‘patriarquía’, a ejercerlo democrática-mente y compartirlo con las mujeres creyentes, que hoy son mayoría en la Iglesia católica y, sin embargo, carecen de presencia en sus órganos directivos y se ven condenadas a la invisibilidad y al silencio.

Juan José Tamayo-Acosta es director de la Cáte-dra de Teología y Ciencias de la Religión en la Uni-versidad Carlos III de Madrid

17 REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016

Los argumentos del Dr. Tamayo sobre el sacerdo-cio femenino son acertados pero ambiguos. ¿Cuál es su posición sobre el tema?

Los Evangelios ayudan poco, la historia un poco más. Como siempre digo a mis alumnos de Escue-la Dominical, nosotros tenemos un quinto Evangelio que es una mezcla de los cuatro que ya existen.

Si nos referimos a Mateo -el único traducido al arameo en Antioquía- los discípulos son 12 y varo-nes, no hay duda.

Si vamos a Lucas, el discípulo de Pablo y como él abierto a la comunidad no judía, las mujeres tuvieron bastante protagonis-mo. Huelga decir que el que lee Romanos 16 queda impresiona-do por la actividad de estas mujeres. Febe es nombrada diaco-nisa y prostatés, es decir, protectora de la comunidad. Prisca, la mujer, está nombrada antes de su marido… y eso no es casual. En la mentalidad semita, el más importante iba primero. Y así podríamos seguir bus-cando en Pablo muchos ejemplos.

Pero Lucas es muy explícito. En Lucas 8 habla de las mujeres que seguían a Jesús: la primera María Magdalena (primer testigo de la resurrección, según Luc.24, al que los manuscritos posteriores agregaron el vs.12, como aclara la misma Biblia de Jerusalén).

Juan, mucho más tardío y en otra posición –deste-rrado en la isla de Patmos, posiblemente como con-secuencia de una persecución- hablará muchos años

después de un Jesús que habla en público, pero que a solas lo hace con una mujer (realizando dos trans-gresiones). Pero además, y para escándalo de sus mismos discípulos, esa mujer era SAMARITANA… Con los samaritanos no hay tratos y menos conver-saciones.

En fin, si la Iglesia Católica quisiera admitir el sa-cerdocio femenino, tendría mucho material para ha-cerlo en los mismos evangelios –sin mencionar los apócrifos, como el Evangelio de María Magdalena o los Hechos de Pablo y Tecla-, pero el tema es si real-

mente quiere hacerlo.

El problema, tar-de o temprano, va a tener que enfrentarlo. Leí que en España -no sé en qué región, pero me parece cen-tro norte- un solo cura atendía ocho iglesias (la falta de vocacio-nes no es solo nues-tra) y tuvo que auto-rizar a las diaconisas a hacer algo más que leer el evangelio.

En fin, el artículo es bueno, pero da la idea de una iglesia católica mi-sógina moderna, cuando sabemos que esto viene ya desde el Concilio de Éfeso en el 431, con el obispo Cirilo que lo presidía, y que tenía una posición obispal monárquica muy clara.

Vale la pena leer el artículo. Se aprende mucho, como siempre pasa con el Dr. Tamayo, pero faltan cosas, y cosas significativas. La historia de la Iglesia es muy importante para entenderlo con más claridad.

Enero, 2016

Comentario al artículo delDr. Tamayo

Dra. Diana Rocco Tedesco

REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016 18

“El día que me volví invisible”

Silvia Castillejos Peral

No sé ni en qué día estamos. En esta casa no hay calendarios, y en mi memoria los

días están hechos una maraña. Me acuerdo de esos calen-darios grandes, unos primores, ilustrados con imágenes de los santos que colgábamos al lado del tocador...

Ya no hay nada de eso, todas las cosas antiguas han ido desapareciendo.

Y yo, yo también me fui borrando sin que nadie se diera cuenta.

Primero me cambiaron de cuarto, pues la familia creció. Después me pasaron a otra más pequeña aún, acompaña-da de una de mis biznietas. Ahora ocupo el cuarto de los trabajos, el que está en el patio de atrás.

Prometieron cambiarle el vidrio roto de la ventana, pero se les olvidó, y todas las noches por allí se cuela un airecito helado que aumenta mis dolores reumáticos.

Desde hace mucho tiempo tenía intenciones de escribir, pero me he pasado semanas buscando una pluma, y cuan-do al fin la encontraba, yo misma volvía a olvidar en dónde la había puesto.

A mis años, las cosas se pierden fácilmente, claro que es una enfermedad de ellas, de las cosas, porque yo estoy segura de tenerlas, pero siempre se desaparecen.

La otra tarde caí en la cuenta de que también mi voz ha desaparecido. Cuando les hablo a mis nietos o a mis hijos, no me contestan. Todos conversan sin mirarme, como si yo no estuviera con ellos, escuchando atenta lo que dicen.

A veces intervengo en la conversación, segura de que lo que voy a decirles no se le ha ocurrido a ninguno y que les van a servir de mucho mis consejos, pero no me oyen, no me miran, no me responden. Entonces, llena de tristeza, me retiro a mi cuarto antes de terminar de tomar la taza de café. Lo hago así de repente, para que comprendan que es-toy enojada, para que se den cuenta de que me han ofendi-do y vengan a buscarme y me pidan disculpas.

Pero nadie viene.El otro día les dije que cuando muriera entonces sí que

me iban a extrañar. El niño más pequeño dijo: “Ah... ¿es que tú estás viva, abuela?” Les cayó tan en gracia que no paraban de reír. Tres días estuve llorando en mi cuarto, hasta que una mañana entró unos de los muchachos a sa-car unas llantas viejas y ni los buenos días me dio.

Fue entonces cuando me convencí de que soy invisible.Me paro en medio de la sala para ver si aunque sea

estorbo, pero mi hija sigue barriendo sin tocarme. Los ni-ños corren a mi alrededor, de un lado al otro, sin tropezar conmigo.

Cuando mi yerno se enfermó, tuve la oportunidad de

serle útil: le llevé un té especial que yo misma preparé. Se lo puse en la mesita y me senté a esperar que se lo tomara. Solo que estaba viendo la televisión y ni un parpadeo me indicó que se daba cuenta de mi presencia. El té, poco a poco se fue enfriando. Mi corazón también.

Un viernes se alborotaron los niños y me vinieron a de-cir que al día siguiente nos iríamos todos de día de campo. Me puse muy contenta ¡Hacía tantos años que no salía, y menos al campo! Entonces el sábado fui la primera en levantarme. Quise arreglar mis cosas así que me tomé mi tiempo para no retrasarlos.

Al rato entraban y salían de la casa corriendo y echaban bolsas y juguetes al coche. Yo ya estaba lista y, muy alegre, me paré en el zaguán a esperarlos. Cuando arrancaron y el auto desapareció envuelto en el bullicio, comprendí que yo no estaba invitada, tal vez porque no cabía en el coche o porque mis pasos tan lentos impedirían que todos los de-más corretearan a gusto por el bosque.

Sentí clarito cómo mi corazón se encogió. La barbilla me temblaba como cuando uno ya no aguanta las ganas de llorar.

Vivo con mi familia y cada día me hago más vieja, pero cosa curiosa, ya no cumplo años.

Nadie me lo recuerda. Todos están tan ocupados. Yo los entiendo, ellos sí hacen cosas importantes. Ríen, gritan, sueñan, lloran, se abrazan, se besan. Yo ya no sé a qué saben los besos. Antes besuqueaba a los chiquitos, era un gusto enorme el que daba tenerlos en mis brazos como si fuesen míos. Sentía su piel tiernita y su respiración dulzona muy cerca de mí. La vida nueva se me metía como un soplo y hasta me daba por cantar canciones de cuna que nunca creía recordar...

Pero un día mi nieta, que acababa de tener a su bebé, dijo que no era bueno que los ancianos besaran a los niños, por cuestiones de salud.

Ya no me les acerqué más, no fuera ser que les pasara algo malo a causa de mis imprudencias. ¡Tengo tanto mie-do de contrariarlos!

Ojalá que el día de mañana, cuando ellos lleguen a viejos... Sigan teniendo esa unión entre ellos para que no sientan el frío ni los desaires.

Que tengan la suficiente inteligencia para aceptar que sus vidas ya no cuentan, como me lo piden.

Y Dios quiera que no se conviertan en “viejos sentimen-tales que todavía quieren llamar la atención”.

Y que sus hijos no los hagan sentir como bultos para que el día de mañana no tengan que morirse estando muer-tos desde antes... como yo.

¡Vamos a cuidar a nuestros mayores!

19 REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016

Semana Santa: Gritos proféticos y esperanzas de resurrección

Juan Pablo Espinosa ArceProfesor de Religión y Filosofía (UCM)Magister en Teología Fundamental (UC)CHILE

La Semana Santa constituye el corazón del año li-túrgico ya que en ella celebramos la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, misterio que es predicado por la Iglesia primitiva presentándolo como kerigma, es decir, anuncio gozoso que se transmite a modo de un credo (Cf. 1 Cor 15,3-4). Es por este acontecimiento salvífico que la Iglesia tiene su razón de ser y en ella los sacramentos, los ministerios, la pastoralidad, la evangelización. Todo mira hacia el Misterio Pascual y desde él brota la fuerza para avivar a la comuni-dad creyente. La celebración de esta Semana y del tiempo Pascual que comenzaremos el Domingo de Resurrección y que se extenderá durante cincuenta días, me invita a pensar en la incidencia que la Muer-te y Resurrección de Jesús de Nazaret tiene en la historia y en la cultura actual, y me gustaría orientar esta reflexión desde dos momentos que a mi juicio vienen a ayudar a descubrir-discernir la presencia del Crucificado y Resucitado hoy, aquí, en este Chile, en esta Diócesis de Rancagua. Los elementos desde los que quiero invitar a pensar la fe serán los gritos y las esperanzas.

1. Una semana llena de gritos

Si realizamos una lectura detenida de la última se-mana de vida de Jesús veremos que en ella se repi-te una constante, esto es, la presencia de los gritos. ¿Qué son los gritos? A nivel de lo humano son formas de comunicarnos con el mundo. Nacemos llorando y gritando para pedir protección y comida. Gritamos cuando tenemos miedo, es por tanto un medio de su-pervivencia. Gritamos en las celebraciones, movidos por la alegría. Gritamos ante el dolor, la muerte y la injusticia, como protesta ante el sin-sentido. En los úl-timos años hemos visto que el grito está presente en la calle como protesta contestataria ante un sistema que ha levantado ídolos de egoísmo, lucro y éxito a costa de otro. PENTA y CAVAL son síntomas de la falta de ética de algunas personas e instituciones. Nuestra cultura se ha vuelto una de la muerte en la

cual se exige aborto. El abuso de poder se ha vuelto el pan nuestro de cada día. Estos y otros ejemplos, que bien conocemos, también constituyen gritos, ya sean de alegría por la justicia que llega, o de asesi-nato y muerte.

Seguiremos en este artículo el Evangelio de Mar-cos que es el que proclama la Iglesia este año: El domingo en la entrada de los ramos la multitud gri-taba “Hosanna, Bendito el que viene en nombre del Señor” (Mc 11,9-10). La expectativa mesiánica de la liberación del imperio romano se manifestó en la aclamación popular de los peregrinos en Jerusalén. Al llegar a la ciudad santa, Jesús entra en el Templo y expulsa a los vendedores de ofrendas diciéndoles, y lo más probable gritándoles, “Mi Casa será llama-da Casa de Oración, pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos” (Mc 11,17). El viernes por la mañana los detractores y opositores al Reinado de Dios, pertenecientes a la hegemonía religioso-político del Templo, gritan a Pilato “Crucifícale” (Mc 15,13), y el Evangelio nos dice que “gritaron con más fuerza: Crucifícale” (Mc 15,14). Horas más tarde -estando

REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016 20

Jesús en la Cruz- Él pide alguna respues-ta al Padre: “A la hora nona gritó Jesús con voz fuerte: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abando-nado?” (Mc 15,34). Teológicamente se habla del silencio de Dios en la hora de la Cruz, pero ese silen-cio será transformado en grito profético y siempre novedoso en la mañana de resu-rrección. Y finalmente Jesús ¡muere gritan-do! “Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró” (Mc 15,37). Cinco gritos en momentos claves.

¿Qué significa el grito hoy? Socialmente la época actual está marcada por el descontento, por la indig-nación. Se pide respeto, igualdad, vivir de mejor ma-nera. Se grita para que los que tienen en sus manos el poder de las naciones conviertan ese poder en ser-vicio hacia los que viven en los márgenes. Como cre-yentes pedimos respeto a la vida que está por nacer, y así también debemos hacerlo en cada una de sus etapas. En clave de fe debemos aprender a gritar de manera profética, así como lo hizo el profeta Jesús y los del Antiguo Testamento. Es más, creo que el mismo ¡Venga tu Reino! del Padre Nuestro represen-ta el mayor de los gritos provocativos ante el orden vigente que desecha el mensaje del Evangelio de la Cruz -que es necedad para algunos y escándalo para otros, pero para nosotros es fuerza y sabiduría de Dios- (Cf. 1 Cor 1,23).

2. Esperanzas de resurrección

La muerte de Jesús representó una crisis para los discípulos. Así Lucas en su Evangelio nos cuenta el suceso de Emaús: “Nosotros esperábamos que sería

él el que iba a librar a Israel, pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó” (Lc 24,21). La espe-ranza mesiánica de los gritos del Domin-go de Ramos había desaparecido. ¿Qué vendría ahora? ¿Con la muerte de Jesús se acabó todo? El silen-cio de Dios en la Cruz del viernes es inte-rrumpido el domingo con el grito de la re-surrección que es co-

municado por las mujeres antes que por los varones. Si el grito de la nueva vida que brotó del sepulcro va-cío resulta algo nuevo y eterno, el que las mujeres lo anuncien primero es algo más revolucionario todavía. Las esperanzas se vuelven verdaderas ahora que el Maestro envía a los discípulos a Galilea para que el anuncio del Evangelio comience y se extienda hasta los confines de la tierra (Cf. Lc 24,47).

Predicar la Resurrección hoy provoca que la vida se imponga sobre la cultura de la muerte. Con Je-sús tenemos acceso a una experiencia que supera la historia y nos devuelve la esperanza de que otro mundo sigue siendo posible. El tiempo pascual es el del grito litúrgico del Maranathá, ¡Ven Señor Jesús! (Ap 22,20). Nuestra vida cristiana se ha articulado así entre gritos proféticos y esperanzas de resurrección. Será nuestra tarea entonces anunciar a los que viven en la desesperanza que la buena vida es el proyecto del Dios de Jesucristo que resucitó a su Hijo de entre los muertos. Él que es la luz que no conoce ocaso, el Eterno Viviente.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

21 REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016

Pentecostés, la Fiesta de la Esperanza

Pastor Juan Abelardo Schvindt

“… derramaré mi espíritu sobre toda la humanidad: los hijos e hijas de ustedes profetizarán, los viejos tendrán sueños y los jóvenes visio-nes.

Joel 2, 28

“… Pero les digo la verdad: es mejor para ustedes que yo me vaya. Porque si no me voy, el Defensor no vendrá para estar con ustedes; pero si me voy, yo se los enviaré. Ten-go mucho más que decirles, pero en este momento sería demasiado para ustedes. Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que van a suceder.

Ev. según San Juan 16, 7.12-13

“1Cuando llegó la fiesta de Pentecostés, todos los creyentes se encontraban reunidos en un mismo lugar. Entonces Pedro se puso de pie junto con los otros once apóstoles y con voz fuerte dijo: “Judíos y todos los que viven en Jerusalén, sepan ustedes esto y oigan bien lo que les voy a decir. Estos no están borrachos como ustedes creen, ya que apenas son las nueve de la mañana. Al contrario, aquí está suce-diendo lo que anunció el profeta Joel.

Hechos de los Apóstoles 2, 1. 14-16

¿Una fiesta que pronto pasa?

El domingo de Pentecostés no llama tanto la aten-ción como otras celebraciones, a saber, la Semana Santa, la Pascua, el Adviento, la Navidad, o inclusi-ve aquellas festividades establecidas socialmente y que han pasado a ser centrales en nuestra agenda: el “Día de la madre” o el “Día del niño”. Todos esos momentos nos predisponen a encontrarnos con ele-mentos buenos, gratificantes y, por qué no, nuevos

para nuestra vida de fe. Ya sea para fortalecernos o simplemente para acompañar nuestra vida con un po-quito más de sentido.

Si bien esto parece ser así, y volviendo al tema que nos ocupa, considero que se impone devolverle al día de Pentecostés el peso y la relevancia que tiene, a saber, como el día donde un nuevo comienzo nos es regalado como posibilidad res-tauradora para un mundo dolorido y fragmentado. Porque cuando habla-mos del Espíritu Santo, hablamos

del Espíritu mismo de Dios. El que estuvo al comien-zo de todo moviéndose en esas aguas, origen de todo (Gn. 1,1) y el que actuó como “el soplo de Dios”, el aliento de vida que nos despertó a la existencia y a la conciencia de ser lo que somos.

Esa memoria originaria es la que va a acompañar en su historia a todo el Pueblo de Dios. Y es ese el mismo Espíritu que acompaña a los grandes profetas (los de antes y los de ahora); el que estuvo presente en los momentos más relevantes de la vida y obra de nuestro Señor Jesucristo; el que les da el coraje que les falta a los primeros discípulos reunidos en Jerusa-lén, encerrados por miedo a las persecuciones y es el que dio y continúa dando el coraje para el testimonio y para la lucha de tantos y de tantas por un mundo donde la justicia y la paz puedan encontrarse final y plenamente en un mundo totalmente restaurado.

En tal sentido, el Espíritu Santo viene a ser como aquel que nos educa en el camino del discernimiento y quien nos brinda la sabiduría necesaria para poder distinguir lo justo de lo injusto, lo verdadero de lo fal-so. Quien “vive en el Espíritu” no vive de ambigüeda-des, tampoco de una falsa esperanza confundida con capricho voluntarista de cualquier signo. La “vida en el Espíritu” es una vida confiada en la promesa de

REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016 22

que en Cristo “todas las cosas son hechas nuevas”. Porque Él es el Reino, es quien nos congrega y por medio del Espíritu nos capacita para la misión y el compromiso.

Por eso, porque en el Día de Pentecostés celebra-mos la vigencia del Espíritu Santo de Dios actuando en nuestro tiempo de tantas formas y maneras -con-solando, animando, restaurando- es que nos anima-mos a recordar con fuerzas su acción para un testi-monio comprometido. Porque el Espíritu Santo es el Espíritu de Dios mismo que nos envía en respuesta a la fidelidad que hemos proclamado a nuestro Señor Jesucristo. Es el Espíritu capaz de despertar sueños en los viejos y visiones en los jóvenes.

El Espíritu de Dios acompaña la obra de nuestro Señor Jesucristo

Según los cuatro evangelios, la vida y la obra de nuestro Señor Jesucristo está penetrada por la ac-ción del Espíritu. Desde su bautismo, pasando por las tentaciones en el desierto, siguiendo con el comienzo de su ministerio y hasta el momento de la crucifixión, es el Espíritu Santo el que lo acompaña y lo sostiene. Y cuando se despide de sus discípulos los consuela con la promesa del Espíritu Santo: “Si no me voy, no vendrá el que les va a ayudar en la empresa en la que están comprometidos”, les dice.

El Espíritu de Dios es la promesa de Jesucristo para los que quieren seguirle

Existe un himno -oración escrita por Simei Mon-teiro- en el que pide por la venida del Espíritu Santo. Entre otras cosas, en su tercera estrofa dice:

“Ven, oh tú el don divinoy convéncenos el mal;frena máquinas de muertey de fuerza irracional.Ven, transforma planes neciosen proyectos del vivir.Ven, inunda nuestra erade esperanza y de saber”

Celebrar el Pentecostés es más que evocar un he-cho del pasado. Es pedir yendo al encuentro de ese Espíritu que está actuando de mil formas diferentes y a través de tantas personas y circunstancias por ese “otro” mundo posible. Así como en el pasado, también en el día de hoy.

Dios viene a nuestro encuentro nuevamente para invitarnos a acompañarle en esa difícil y estimulante tarea de darle al mundo rumbo, forma y sentido que solo bajo la acción de su Espíritu Santo es posible. Él es el que nos revela al Padre y al Hijo, sus com-pañeros del camino. Él es nuestra certeza desde la perspectiva de la fe. Dios, en su comunión trinitaria, se nos revela como anticipo de una nueva humanidad por medio del Espíritu.

“Ven, oh Tú que haces nuevos”, estrofa 3Letra: Simei Monteiro, Brasil - Traducción: Luis Olivieri, Puerto RicoMúsica: Simei Monteiro, Brasil

23 REVISTA METODISTA N° 217 - Marzo/Abril 2016

Carmen nació el 12de enero de 1929 en Villas Boas, 4ª sección del departamento de Flores. Fue una de los 10 hijos del matrimonio compuesto por Ju-lián Borges y Carmen Díaz. Al radicarse en la ciudad contrajo matrimonio con Wahan Nercesián y se afin-có en el Barrio Primavera.

Era sobrina de don Pedro Díaz y doña Petronila Nieves -figuras señeras del metodismo en el barrio-. Se integró rápidamente a la iglesia. Primero a la cen-tral de Trinidad, y luego, al ver limitado su desplaza-miento, a la comunidad del Barrio Primavera.

Fue recibida como miembro en Plena Comunión el 18 de noviembre de 1981 por el pastor Yamandú Rey.

Carmen fue un puntal en la iglesia del barrio: ge-nerosa, alegre y solidaria.

En sus últimos años, su ministerio lo ejerció a tra-vés del teléfono.

Siempre estaba atenta a las necesidades de los demás, interesándose por la salud de todos, saludan-do para los cumpleaños, alentando en situaciones difíciles.

Si no podía llegar al culto, siempre hacía llegar su ofrenda generosa.

Su esposo, su hijo Heber, su nuera Blanca y su nieto Rodrigo siempre están dando una mano a la

Metodismo con “M” de mujerCarmen Borges de Nercesián (Nena)

Oscar Villagrán

iglesia y son el reflejo del amor que Carmen supo brindar a su familia, a su iglesia y a su barrio. Falleció el 11 de octubre de 2015.

Damos gracias a Dios por la vida de Carmen que reflejó las enseñanzas de su maestro Cristo Jesús.