Revista q enero del 2014

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1 REVISTA LA REVISTA DE LA CIUDAD Municipio un recorrido en el tiempo La 5 de Junio estrenó su Sendero Ecológico Fotorreportaje: homenaje a Víctor Jácome Fabricantes de guitarras, constructores de sueños Distribución mensual gratuita Enero 2014 No. 46 25 000 ejemplares

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REVISTALA REVISTA DE LA CIUDAD

Municipioun recorrido en el tiempo

La 5 de Junio estrenó su Sendero Ecológico Fotorreportaje: homenaje a Víctor JácomeFabricantes de guitarras, constructores de sueños

Distribución mensual gratuitaEnero 2014 No. 4625 000 ejemplares

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Otro enfoque

Otro enfoque _________________ 5

Cartas _______________________ 6

Cifras ________________________ 7

Diversidades

Mirlos y tórtolas ______________ 8

Sendero ecológico ___________ 12

Central

Cabildo y Fundación _________ 16

Quito Colonial _______________ 22

Transición Republicana ______ 28

Presente y proyección _______ 34

Con sentido

Cumandá ____________________ 40

Atlas __________________________ 42

Fotorreportaje ________________ 46

Que iras _____________________ 54

Culturas

Alma mía ____________________ 56

Fiesta Q _______________________ 64

Luthiers de Quito _____________ 68

Carmen Bajo _________________ 74

Bibliomanía __________________ 78

Imperdibles __________________ 80

MUNICIPIO DEL DISTRITO

METROPOLITANO DE QUITO, 2013

AUGUSTO BARRERA G.

Alcalde del Distrito Metropolitano de Quito

CAROLINA ESPINOSA VERGARA

Secretaria de Comunicación MDMQ

CONSEJO EDITORIAL

Mauro Cerbino

Lucía Durán

Paulina Recalde

Hernán Reyes

Juan Paz y Miño

EDITOR GENERAL

Alfonso Espinosa Andrade

[email protected]

COORDINACIÓN EDITORIAL

Aurelia Romero y Cordero

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FOTOGRAFÍA

Martín Jaramillo Serrano

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DISEÑO E INFOGRAFÍAS

Diana Armas

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DIRECCIÓN DE ARTE

Revista Q

PORTADA‘Gigante’, peluquero dominicano radicado en Quito, realizando un corte estilo ‘pelado’

Autor: Martín Jaramillo

CONTACTO

[email protected]

Telef: 395 23 00 ext. 12089

MUNICIPIO DEL DISTRITO

METROPOLITANO DE QUITO

Dirección: Palacio Municipal, Venezuela

entre Chile y Espejo / www.quito.gob.ec

Número 46. enero 2014

25 000 ejemplares

MUNICIPIO DEL DISTRITO

METROPOLITANO DE QUITO, 2013

Los artículos de opinión son responsabilidad

exclusiva de los autores y no comprometen a la

revista ni a sus editores.

PRODUCCIÓN: Revista Q

IMPRESIÓN: Imprenta Mariscal

Av. 6 de diciembre 7015 • Telf: 2449710

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Invitamos a la reproducción citando la fuente

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REVISTA

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enfoqueotro

El Municipio, ese viejo conocido

Alfonso Espinosa AndradeEDITOR REVISTA Q

Enero preelectoral: una novedad con la que los nuevos tiempos políticos marcan el calendario. Se eligen en febrero próximo dignidades

locales, gobiernos que trabajan “a tiro de piedra” de la población, atendiendo sus necesidades más in-mediatas. Este poder local representa, para la mayoría de ciudadanos y ciudadanas, la efectiva concreción de servicios, protección y, en definitiva, garantía de convivencia y supervivencia.

El Municipio es una institución antigua, más antigua que los Conquistadores, que la trajeron ya macerada por los siglos en Castilla, como instrumento para administrar territorios y poblaciones en América. Su creación sembró la semilla de la autonomía que, regada por la Historia, demoró dos siglos en ser rama robusta y brutalmente cercenada en Quito, que era ya brote renacido en todo el Continente.

Buscamos hacer unas paradas históricas en algunos momentos clave de este Cabildo: su nacimiento en el sangriento siglo XVI, su presencia fundamental en el desarrollo de la sociedad colonial del obraje y los talleres de arte religioso, su juego con la Inde-pendencia y la República del XIX, su proyección me-tropolitana en el siglo XXI.

En este primer número del año saludamos a los pájaros de Quito en boca de un estudiante de biología enamorado del ecosistema de su ciudad.

Repasamos la segunda edición del Atlas Geográfico del Ecuador, aporte del Sistema Nacional de In-formación de la Secretaría de Planificación y De-sarrollo (Senplades). Es un documento cartográfico de enorme aporte para la planificación de políticas nacionales y locales, y un documento didáctico con gran cantidad de información valiosa para maestros y maestras de distintos niveles de enseñanza e, incluso, para el investigador especializado. (Huy, ¡disculpe la linda cuña comercial!).

La cultura la miramos desde la exposición Alma Mía, un proyecto del Museo de la Ciudad que se ha derramado por siete espacios de la ciudad, mostrando ese momento de nuestra historia cultural cuando queríamos a toda costa ser modernos, nuevos, di-ferentes, y nos salían pasillos adoloridos y cuadros de un indianismo idealizado. También nos dimos una vuelta por el Carmen Bajo y, cómo no, por las fiestas de Quito.

En nuestro fotorreporaje, un homenaje a un grande de la lente quiteña, don Víctor Jácome, que nos honra con sus fotos.

Para el editor, como siempre, ha sido un gusto. Ojalá lo compartamos.

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Cine en los barrios

Con la familia y los vecinos de mi calle, en Cotocollao, hemos hecho programa ya dos veces para asistir a las películas ecuatorianas que el Municipio de Quito y el Ministerio de Cultura han proyectado en los Centros de Desarrollo Comunita-rio de las diferentes parroquias del Distrito Metropolitano.

Nos ha parecido a todos una buena iniciativa y sería bien importante que estas ideas se vuelvan servicios permanentes a favor de la cultura de los barrios y de nosotros, sus vecinos.

Espero que su prestigiosa revista nos ayude para empezar a hacer circular esta sincera demanda ciu-dadana de participación en la cul-tura de la ciudad.

María José Fernández

Cartasdel lector

Escríbanos: [email protected]

Hola amigos Revista Q.

Me complace haber tenido en mis manos la Revista Q #42 dedicada al tema patrimonial, los reportajes no han sido para nada sesgados pese a ser un tiraje auspiciado por la municipalidad, se nota la res-ponsabilidad social que un medio debe poseer. Retuvo mi atención el reportaje acerca de los malabares que los artistas y gente inmersa en el mundo cultural hacen para so-brevivir. Los artistas no tienen se-guridad, escrito por JARS, aborda el tema de inestabilidad económica-social en la vida de los artistas.

Las políticas culturales no han fa-vorecido ni a los gestores ni a los diferentes actores culturales en temas como el laboral o la seguri-

dad social. Además, existen artistas que obsequian su trabajo. ¿Porqué no exigir que se cubra el traslado y catálogo de la obra, alimentación y logística del artista, un seguro (en caso de obra física) y un pago digno dirigido a incentivar la ex-perimentación artística? Esto nos ayudaría a exigir calidad y una evolución tan necesaria hacia nue-vos lenguajes que transformen la escena quiteña y ecuatoriana.

(...) Creo que el problema no está en el pago o no de la seguridad social o del tan temido impuesto a la renta, pues estas obligacio-nes nos permiten ser parte de un conglomerado y ser parte del en-granaje social. Adquirir estás obli-gaciones significaría que estamos generando ingresos. El real cambio se generaría si los hacedores de arte respetáramos nuestro trabajo, nuestro tiempo y enseñáramos a respetarlo.

Christian Molina Alvarado Desde La Clementina

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Tu ciudad en cifras

Las mujeres dedican en promedio 31:49 horas semanales al trabajo no remunerado (actividades domésticas y cuidado de personas), frente a las 9:09 de los hombres; son 22:40 horas sema-nales más, según la Encuesta Específi-ca de Uso del Tiempo (EUT) realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) con el acompaña-miento de la Comisión de Transición para la definición de la Institucionali-dad Pública que Garantice la Igualdad entre Hombres y Mujeres.

Esta encuesta investiga la distribución del tiempo de los ecuatorianos en: Trabajo Remunerado (de la Población Económicamente Activa), Trabajo no Remunerado (tareas domésticas y cui-dado de personas) y Actividades Per-sonales. En el Tiempo Total de Trabajo (remunerado más no remunerado), los ecuatorianos dedican 66:27 horas a la semana. El Trabajo Remunerado ocupa en promedio 49:38 horas a la semana, el Trabajo no Remunerado 17:53 horas.

A nivel nacional, el tiempo total de trabajo utilizado por las mujeres es en promedio de 77:39 horas a la semana, mientras que los hombres destinan en promedio 59:57. La mayor diferencia se observa en el área rural, donde las mu-jeres trabajan en promedio 23:14 horas más que los hombres. De acuerdo a la auto-identificación, las mujeres indí-genas dedican al trabajo 86:45 horas semanales.

Tiempo total promedio por

sexo

Ellas trabajan 23 horas más cada semana

población ocupada de 12 años y más www.ecuadorencifras.gob.ec

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mirlos y tórtolas

No sólo

a nuestro alrededor

Diversidades

Texto: Héctor Cadena • Fotos: Martín [email protected] [email protected] Monja Pecho aMarillo

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La naturaleza esta plagada de belleza: eso bien lo sabe quien se haya tomado un

instante para observar la perfec-ción de una flor o haya parado para escuchar el canto de un ave.

La vida en Quito, como en toda urbe, es muy ajetreada; parecie-ra que no hay nada de naturaleza en medio de la selva de concre-to, pero basta poner un poco de atención para percatarnos de que en nuestros parques y pequeños jardines hay tanta una diversidad propia de la capital de un país me-gadiverso.

Las aves, que son mi pasión y mi motivación para seguir estudian-do biología, están bien represen-tadas en nuestro Distrito. Desde colibríes que no superan los siete centímetros hasta rapaces im-ponentes, que capturan hasta la mirada del transeúnte más impá-vido.

Ni siquiera hace falta irse muy le-jos ni subirse al auto: en parques como La Carolina, El Ejido, Me-tropolitano Guangüiltagua, de La Mujer o hasta en el patio de la casa de los abuelitos generalmente tie-nen plantas con flores y hasta uno que otro árbol frutal, como una higüera, un capulí o la enredadera de taxo, cuya flor es el símbolo de Quito.

Con un poco de suerte, en esa flor rosada podríamos ver al repre-sentante más pequeño de nues-tra avifauna, el Quinde soldado (Chaetocercus mulsant); mi pri-mer encuentro con este pajarito fue en la casa de un compañero, justo sobre la avenida Occiden-tal, muy cerca del bosque protec-tor en la falda del Pichincha. En ese jardín hay bebederos para los colibríes, que se cuidan muy res-ponsablemente pues requieren de manutención diaria.

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Allí tuve la alegría de ver cómo el Quinde Soldado se acercaba velozmente a libar del bebedero. Mientras lo hacía, movía su colita para mantenerse suspendido, in-móvil en el aire: las personas que me acompañaban, al notarlo, lo compararon con un perrito que mueve su cola cuando está emo-cionado. No quiero promover el uso de bebederos, estoy conven-cido de que es mejor sembrar plantas nativas que atraen a más aves e insectos y son, desde todo punto de vista, mejores altrenati-vas.

Aún en plena ciudad, donde haya una planta florida, incluso el fo-ráneo Eucalipto, de seguro po-dremos ver otras dos especies de colibríes o quindes, como lo co-nocían nuestros mayores en qui-chua. El más común pero no me-nos hermoso es el Quinde herrero (Colibrí corruscans) y otro de ex-travagante cola, incluso más larga

que el resto de su cuerpo, Quinde colilargo (Lesbia victoriae). Al pri-mero si no lo han visto, de seguro lo han oído: su canto asemeja a un herrero martillando su yunque y de ahí viene su nombre.

En medio de las calles, entre el ruido de los autos, las aves rapaces tienen un pequeño representante, bien adaptado al hábitat urbano, un halcón que incluso tiene sus nidos en los edificios. El Quilico lleva un nombre onomatopéyico, es decir derivado del sonido que emiten, un agudo “kili-kili”. Quizá muchas veces lo pasamos por alto, pero de seguro será grato si logra observarlo cruzar rápidamente los cielos o quedarse suspendido en el aire para visualizar su presa. Hilando más fino podríamos ano-tar que hay dimorfismo sexual, es decir, la hembra es distinta en co-loración al macho, que tiene sus alas un tanto azuladas mientras

ella las tiene rojizas, como el resto de su espalda.

Otro grupo de aves presentes en Quito son los atrapamoscas. La mayoría de estos son amarillos, como el Lero (Elaenia albiceps), pero en Quito también vive el Solitario colorado (Myiotheretes striaticollis), que es diferente al resto pues es canelo, pero aun más atípico que el resto de su familia de atrapamoscas es el Pájaro bru-jo (Phyrocephalus rubinus), muy llamativo por su color rojo muy encendido; en este mismo grupo de aves principalmente insectí-voras, como su nombre mismo lo dice, hay un pequeño y muy es-condidizo, el Torito chico (Anai-retes parulus), si madrugamos a trotar al Itchimbia, por ejemplo, cerca a la zona con pronunciada pendiente del lado oriente y entre los densos arbustos, notaremos el porqué de su nombre: dos plu-

lechuza caMPanario

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mitas que se alzan en su cabeza a manera de cachos.

Mirlos y tórtolas no son las úni-cas aves de Quito, son de las más comunes, de las que vemos a dia-rio casi aburridos. Pero si les da-mos un tanto más de atención, también podría deleitarnos su complejidad; la Tórtola (Zenaida auriculata), tiene en su cuello un colorido tornasol, como el de los colibríes; los Mirlos (Turdus fus-cater) también tienen dimorfismo sexual, noten el color amarillo que rodea el ojo solo del macho. Ade-más están los pequeños Gorrio-nes conocidos como Chingolos (Zonotrichia capensis), ¿has visto cuantos colores tienen?

Con solo un poco de interés, si queremos extasiarnos con la her-mosura de la naturaleza solo de-bemos mirar a nuestro alrededor para mirar u oír muchas más aves. Faltaría comentar aquí muchas, más como las melodiosas tanga-ras o las rapaces más grandes, que en ocasiones vienen a visitarnos desde las altas montañas que nos rodean.

La lista de aves de Quito crece mucho más a partir de octubre; pues nos visitan aves de otros países, las migratorias boreales que vienen huyendo del invier-no en el hemisferio norte. En los cuerpos de agua artificiales como la pequeña laguna del parque It-chimbía podemos apreciar patos o chorlitos. En el Jardín Botánico del parque La Carolina hay mu-chos registros de reinitas, tanga-ras, atrapamoscas entre otras em-plumados que se vienen a dar un paseíto por la carita de Dios.

Solo la descripción del todas las aves que podremos ver en nuestra ciudad amerita un libro entero, así lo hizo, Juan Manuel Carrión en “Aves de Quito: relatos y encuen-tros”, vale la pena leerlo para saber más de los seres tornasoles y rojo intenso, azules y grises, plateados y verde metálico que revolotean en nuestra diversa ciudad.

gorrión o chingolo

Quilico

azulejo

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Diversidades

Texto: Andrea Rodríguez • Fotos: Martín [email protected]

En el Centro Histórico hay un

Sendero

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A sus cincuenta y tantos, Manuel Jacho tiene la vitalidad de un vein-teañero. Después de subir, con él,

más de 40 escalinatas –desde la estación del trole de La Recoleta hasta la avenida 5 de Junio- bajo un sol aplastante y sin parar ni por un instante para retomar fuerzas, no hay duda de que este quiteño está listo para competir en una maratón. Pero esa no es su intención. Su único deseo es recorrer con los nuevos visi-tantes el sendero ecológico, cuyo punto de partida está en pleno barrio 5 de Junio, en el Centro Histórico de Quito.

“Si quieren conocer todo el sendero te-nemos que apurarnos”, sugiere sin agi-tarse. Es evidente que quienes lo acom-pañan apenas pueden pronunciar palabra, porque el corazón parece sa-lirse por la boca, pero Manuel está como nuevo. El recorrido por esta ruta eco-lógica apenas empieza y el trayecto, hasta el Panecillo, toma cerca de una hora.

Este quiteño de cepa, de piel curtida, no puede esconder su entusiasmo por este patrimonio natural que pone a prueba la resistencia de los más atléticos. “Dicen que este sendero pudo ser el camino de los incas, porque el chaquiñán estaba ya marcado”. Y aunque este argumento puede parecer poco válido, el historiador ibarreño Ramiro Andrade explica que, en realidad, los incas solían construir sus caminos con una base de tierra api-sonada sobre la cual colocaban piedras de varios lugares que calzaban con exactitud unas junto a otras, sin necesidad de uti-lizar argamasa o algún tipo de cemento para mantenerlas juntas. “Esto se puede observar, por ejemplo, en lo que queda del Camino del Inca entre Achupallas e Ingapirca. Si eso se ve en el Panecillo, seguro lo hicieron los incas”. Aunque no hay estudios que confirmen o descarten esta posibilidad, quienes habitan en este barrio consideran que este corredor eco-lógico, por sí mismo, constituye un tesoro que es necesario conservar. Y no les falta razón: durante el recorrido, es difícil no sentirte en comunión con la naturaleza, de estar en un nido, en un refugio vital.

Pocos sitios, como este, son capaces de brindar una vista privilegiada del centro-sur de la ciudad y así lo confirma Mariana Castro, fotógrafa aficionada. “Este lugar es especial, estamos en pleno centro de la

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ciudad y me siento como que me hubiera ido a Mindo. Desde aquí se pueden fotografiar lugares únicos de Quito”. La primera vez que esta joven recorrió el sendero, el cielo de la capital estaba encapotado y no puedo apreciar el paisaje, pero regresó y la segunda vez lo hizo acompañada de un amigo ex-tranjero. “Estábamos boquiabiertos, porque en el recorrido encontramos pájaros que antes no vimos”. A Ma-riana y a su compañero no les re-sultó muy sencillo recorrer la ruta, por lo pronunciado del terreno. Varias veces tuvieron que dete-nerse para tomar “agüita y seguir caminando”. Aunque reconoce que terminaron exhaustos por el reco-rrido, no dudan en regresar para realizar más fotografías y quién sabe para conocer otra ruta, porque este sendero no solo conduce a la cima del Panecillo, sino también a otros sectores, como San Diego, El Fortín y la Patagonia. Precisa-mente la posibilidad de tomar otros caminos es lo que, según José Hi-dalgo, hace de este sitio un lugar aún más interesante. “Hay algunas bifurcaciones. Si comenzamos a caminar desde el barrio 5 de Junio hacia el Panecillo, a los 10 minutos podemos tomar hacia la izquierda y salir a San Diego”, explica el funcio-nario, quien coordina la Comisión de Fortalecimiento del Consejo de Seguridad del Municipio de Quito. La primera vez que visitó este lugar, permaneció absorto, impresionado por el paisaje de la ciudad. En algún momento, le pa-reció que recién la estaba descu-briendo. “Uno puede ver la Pasteu-rizadora Quito, el antiguo Terminal Terrestre, el Itchimbía, la parte baja de la autopista al Valle de Los Chillos, el Ministerio de Defensa…” De hecho, hay muchos sitios más que pueden identificarse, todo de-pende del lugar desde el que se observe. José Hidalgo asegura que este patrimonio natural no se inicia en el barrio 5 de Junio, sino en el parque lineal Machángara. Lamen-tablemente, en este sector aún no está habilitado un corredor que conduzca hacia el Panecillo, pero

está prevista su adecuación para completar el camino. “La primera vez que visité este lugar bajé por el Panecillo y fue duro porque es bien pronunciado y uno lo siente en las rodillas, pero la subida me costó menos, quizás porque iba conversando y es en forma de zigzag”, comenta José Hidalgo, quien recuerda, además, que este año se realizó una minga para re-tirar la maleza y pintar las piedras que marcan la ruta de rojo y azul. La labor también contempló la ubi-cación de cuerdas en los costados de los puentes de madera para ga-rantizar la seguridad de las personas que los atraviesan. En esa ocasión, el trabajo se repartió de forma bas-tante democrática, porque, según explica José, la mitad del trabajo fue responsabilidad del barrio 5 de Junio y la otra de los moradores del Panecillo.

Aunque las mingas son clave para conservar este lugar, hay todavía algunos aspectos que preocupan a sus moradores. Para Esthela Pazmiño, presidenta del Comité de Seguridad del barrio 5 de Junio, es indispensable la presencia de efectivos de la policía a lo largo de la ruta. “Quisiéramos que la Policía haga rondas en diferentes horas del día por el sendero, eso daría mayor seguridad y atraería a más visitantes, porque hay áreas donde no coge la señal de celular y, en ese caso, sería difícil pedir ayuda”.

Esthela y Manuel, con la colabo-ración de los moradores, han or-ganizado a los moradores para que mantengan limpio el sendero y aunque consiguieron que la Po-licía vigilara más el barrio, aún no han podido convencer a los unifor-mados de cumplir la misma labor en este corredor natural. “Tenemos que golpear más puertas para que nos escuchen y consigamos dar más seguridad a los que van al sendero”. De hecho, sus visitantes no son exclusivos de esta zona. Concurren a este lugar turistas provenientes de diferentes países del mundo, grupos de la tercera edad, niños y jóvenes. A Luz Tapia

Quijano también le gustaría visi-tarlo, pero sus frecuentes dolores de columna no se lo permiten. “No puedo colaborar directamente en las mingas, pero mis vecinos me tienen al tanto de los pro-gresos del sendero. Me dicen que las piedras están bien pintaditas y que hay puentes de madera. Se imagina cuánta maravilla, después de que este lugar estuvo olvidado”. Esta quiteña no vive en el barrio 5 de Junio, sino en San Sebastián y asegura que gracias al esfuerzo del Municipio de Quito, en coordi-nación con los moradores de tres barrios: 5 de Junio, San Marcos y San Sebastián, se puedo rescatar este lugar. En este proceso de recu-peración también participaron más de 100 estudiantes de la Unidad Educativa Municipal Sucre que, du-rante 16 sábados, colaboraron en la recuperación y forestación del sendero.

Más de 1.000 personas lo han visitado

Para Patricio Jaramillo, responsable Zonal de Ambiente de la Adminis-tración Zona Centro, alrededor de 1.200 personas han disfrutado de este sendero hasta la fecha. Lo pa-radójico, dice él, es que hay mora-dores de El Panecillo que todavía desconocen la existencia de este sitio. Él está convencido de que este es un espacio donde estu-diantes y personas de la tercera edad aprenden a reconocer, dis-frutar y conservar el patrimonio natural. “Es increíble que, a la mitad del sendero se pueda disfrutar de un silencio absoluto y de aire puro, considerando que está ubicado en pleno centro de la ciudad, donde hay gran flujo vehicular”.

Es precisamente por la posibilidad de estar en contacto con la natu-raleza sin salir de la urbe que Víctor Hugo Sandoval, responsable del Área de Salud de la Zona Centro, considera que este lugar debe tener mayor promoción. En abril del 2013, acompañó al grupo Sesenta y Piquito a recorrer la ruta y se sor-prendió al constatar la condición

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física de muchos de sus integrantes. “Algunos llegaron sin necesidad de ayuda a la cima del Panecillo, sin hacer pausas; otros si requirieron un empujoncito y para eso estaban los jóvenes que nos acompañaron”.

En esta visita también los acom-pañaron Manuel Jacho y Esthela Pazmiño, quienes se han con-vertido en los principales promo-tores de este patrimonio natural que, como pocos, permite al cami-nante descubrir su ciudad y valo-rarla. El trabajo para los moradores del barrio 5 de Junio no ha con-cluido con la recuperación de este espacio. “Seguiremos trabajando para conservarlo y si se suman más personas mejor aún”, comentan Manuel y Esthela, quienes saben, que con una buena promoción, este sitio, que mantienen con tanto esfuerzo, puede ser un gran imán para el ecoturismo.

Nuevas rutas ecológicas

En este año, el Municipio de Quito tiene previsto promo-cionar y difundir las 5 rutas ecológicas con que cuenta la Zona Centro:

a) sendero ecológico de El Panecillo

b) Ruta de Humboldt (que va desde la Chorrera a Cruz Loma)

c) Sendero ecológico de It-chimbía

d) Sendero ecológico El Cinto - Torohuco (va desde El Cinto al Templo de La Libertad)

e) Sendero de San José de Monjas Alto

Se espera que en durante este año, 4.000 personas visiten las 5 rutas ecológicas.

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Central

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Barbudos y de seguro con unas dentaduras llenas de huecos: agobiados por

el calor y enceguecidos por la codicia, soldados medievales son los que llegaron a “hacer la América”. Ríos de tinta han co-rrido y correrán sobre ese de-cisivo momento en el que el mundo halló, por así decirlo, su media naranja, la mitad que ne-cesitaba para ser redondo y estar completo.

A esta esquina equinoccial del globo estos arrogantes católicos, violentos hombres de armas e intérpretes hábiles de las leyes naturales y humanas, llegaron en el año de 1534. Ya sabrán que Benalcázar, hombre de los Pi-zarro, avanzó al norte un poco a la aventura junto a Diego de Almagro y otros. Es Almagro, el 28 de agosto de 1534, quien funda Quito, a sabiendas de que la ciduad se alzará unas treinta leguas al norte del sitio del acto administrativo, que tiene luegar cerca de la laguna de Colta.

El padre Juan de Velasco, junto a Eugenio Espejo “las dos más altas figuras de un momento de defi-nición inicial de la conciencia quiteña” al decir del historiador Enrique Ayala, explica que “así la ciudad como la villa en España debe tener Cabildo completo de Regidores, con jurisdicción ordi-naria y otros priviliegios, que los extranjeros llaman Magistrados o Consejo de Ancianos; y solo se diferencian en que las ciudades tienen Escudo de Armas dado por el Rey y Estandarte Real, que no tienen las villas”. Este jesuita resultó expulsado de la Audiencia con sus hermanos de orden.

Por no preferir a los seguidores de San Ignacio recurro al fraile dominicano José María Vargas, que en su relato de la historia nacional explica que el Cabildo “representaba el poder jurídico y político que entrañaba todas las funciones públicas. Justicia y re-gimiento rezaban las actas, pero de hecho encarnaba los poderes

legislativo, ejecutivo y judicial”. Una de las primeras decisiones que tomaron los dos Alcaldes y los ocho Regidores –nombrados por Almagro con la autoridad de Pizarro– fue responder al Ma-riscal Almagro y autorizarle en-frentar a otros españoles, los de Pedro de Alvarado, que llegaban por el norte para reclamar estas tierras...

“En última instancia –sigue el Predicador Vargas sobre el Ca-bildo– representaba la autoridad del Rey. Al recibir la vara de jus-ticia, Alcaldes y Regidores ju-raban ejercer sus funciones al servicio de Dios y el Rey y para el bien de la República y de los vecinos moradores”. No era, claro, la república en la que hoy pensamos: la palabra estaba más apegada a sus raíces latinas, que la definen como “la cosa o el asunto público”: aquello que nos atañe y afecta a todos en una co-munidad; en este caso, en la na-ciente ciudad.

Tal y como la conocemos Quito no existía: los pueblos originarios se asentaban más bien en las la-deras y los solares en cuadrícula llegaron como modelo para los asentamientos en lo que Europa creía que era un Nuevo Mundo: así lo llamó un viajero italiano, odioso de los españoles y sus abusivos comportamientos, que fuera testigo de la violenta im-plantación de España y sus ins-tituciones en tierras quiteñas entre 1547 y 1550: cuando me-jores fueron las normas a favor de indios y “naturales”, más feroz y sangrienta la resistencia de los encomenderos españoles ante la Ley de su propio emperador.

Almagro nombró dos Alcaldes y ocho Regidores, número que se conservaría en los siglos si-guientes. El acto le sirvió para apaciguar ánimos, repartiendo dignidades entre hombres afectos a Benalcázar y otros, cer-canos de Pedro de Alvarado, el Adelantado. Cuando el Fundador llegó a la ciudad el 6 de diciembre

de 1534 convocó al Cabildo y es reunión marca el origen admi-nistrativo de la ciudad y su or-ganización: los primeros actos fueron trazar y repartir los solares en torno al lugar definido como Plaza Mayor (que no era donde está hoy la Plaza Grande sino màs arribita, en la actual Plaza Benalcázar).

Pero para que pudiera funcionar, siguiendo ahora el razonamiento y la exposición de Carlos Lan-dázuri Camacho, el Cabildo debía nombrar varios funcionarios: el escribano (puesto codiciado), el procurador (abogado y repre-sentante legal de la ciudad), el mayordomo (encargado de los ingresos fiscales), el pregonero (medio de comunicación oficial)... Uno importantísimo era el fiel ejecutor, que controlaba pesos y medidas y fijaba “los precios de todas las cosas que a esta villa se vengan a vender”, según consta en el Libro Cabildos. Como bien anota Landázuri, “apenas había aspecto de la vida de la ciudad que escapase a la autoridad del Cabildo, especialmente en los primeros tiempos”.

Trazar la ciudad, definir solares y asignarles dueño fue una de las primeras tareas, seguida de in-mediato con la entrega de tierras más alejadas y de indios, con la encomienda de cuidarlos y ense-ñarles la doctrina católica, reci-biendo a cambio el beneficio de sus trabajos. Solo en lo segundo pusieron acento la mayoría de españoles de ese tiempo y los abusos diezmaron a la población indígena de Quito.

El fundador Benalcázar quería su propia Gobernación y apenas formalizada la fundación de Quito siguió en su aventura hacia el norte, que recorrió du-rante tres años fundando las ac-tuales Cali y Popayán. Al regreso, nos cuenta el padre Velasco, el fundador a Quito “la halló en un estado de lisonjearse. Le pareció otra enteramente diversa, con grande extensión y sus calles ti-

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radas todas a cordel, con sus fá-bricas así públicas como particu-lares, en parte nuevas y en parte mejoradas al uso europeo, con más de 600 familias españolas y 20 000 indianas”. El historiador jesuita en su texto, un clásico de nuestra memoria, dice que esos acelerados progresos los debía la capital a los desvelos de Juan Díaz de Hidalgo, integrado al Ca-bildo cuando el procurador Juan de Espinosa viajó a presentar los papeles de la ciudad ante los Pi-zarro, en Lima.

Ante la ausencia de Obispo, el primer cabildo nombraba pá-rrocos y curas para la enseñanza de las primeras letras, debió orga-nizar los terrenos para siembra y pastoreo comunes (con ejidos en Turubamba e Iñaquito); pasados los primeros años las tareas solo aumentaban: por disposición de la Corona había que traer a la es-posas e hijos de los españoles acá asentados; se daba condición de vecinas a nuevas familias que lle-gaban; el Cabildo también velaba por los gremios y establecía los

aranceles por sus distintos tra-bajos: en 1540 los sastres casi hacen huelga, contrariados por el bajo valor fijado para confec-cionar capas, jubones o cha-marras.

Todo esto, entre 1534 y 1560, mientras los españoles se con-frontan en escaramuzas tan es-pantables como la que terminó con el virrey Blasco Núñez de Vela decapitado en la llanura Iña-quito o el caso de Juan de Am-pudia, uno de los dos primeros alcaldes de la ciudad, que pagó en vida con una muerte cruenta tras haber sido él mismo un hombre cruel: dice el cronista que vivo lo ataron y le arrancaron su corazón para comérselo sus enemigos, tan bárbaros como él. Almagro también fue decapitado, condenado tras morder la mano de los Pizarro que lo alimentó por años.

Fueron tiempos sangrientos, y el siglo dieciséis es por largo el más violento de la historia nacional. Imposible pedirle corrección o algo similar a los derechos hu-manos a estos conquistadores, que ni su misma fe lograban llevar con dignidad y altura, ni a los frailes cuyos escándalos y acomodos eran pan de cada día. De todos modos, esa institucio-nalidad que vino con los caballos y la Biblia, con las encomiendas y los obrajes, sirvió de núcleo arti-culador de la nueva sociedad na-ciente: al menos, en palabras de fray Vargas, “el Cabildo es, por de pronto, el escenario de actuación del personal destacado entre los primeros vecinos de Quito”.

Ayala Mora, rector de la Univer-sidad Andina Simón Bolívar y reconocido socialista, en su re-sumen de la Historia del Ecuador hace un apunte sobre ese primer fin de siglo en la ciudad, resumen de las décadas precedentes y ci-miento del muy interesante pe-riodo del 1600: “Hacia finales del siglo XVI en Quito se dio un conflicto entre el presidente de la Audiencia Manuel Barros, de

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inclinaciones pro indígenas, y el Cabildo, defensor de los inte-reses locales blancos. En 1592 y 1593 se produjo la Rebelión de las Alcabalas contra la aplicación de un impuesto que afectaba al comercio local. Al fin triunfó una vez más la Corona, pero se mantuvo una suerte de equilibrio de fuerzas entre ella y los poderes locales”.

El poder se iba repartiendo, pero entre pocos: desde 1550 había ya un obispado y un cabildo eclesiástico se hacía cargo de los asuntos de la Iglesia (honda-mente integrada en la vida social y personal, que controlaba hasta en sus aspectos más pequeños); la Real Audiencia de Quito cons-tituyó en 1564 y su primer presi-dente fue Hernando de Santillán: fueron esas décadas marcadas por el reconocimiento y apro-

piación del territorio, y partieron expediciones tan célebres como la de Orellana hacia el Amazonas o la de Díaz de Pineda hacia el soñado País de la Canela.

Lejos de esas aventuras épicas, en la pequeña ciudad eran las ór-denes religiosas dueñas de sitios preponderantes en la ciudad para establecer sus iglesias y con-ventos (y recibieron haciendas y terrenos en los extrarradios). Disputas se dieron en el siglo si-guiente, por ejemplo, entre agus-tinos y jesuitas, por no estar de acuerdo en linderos y cosas si-milares: el Cabildo debió resolver las disputas.

Si la urbanización es parte im-portante de la tarea de este primer municipio (que se re-novaba anualmente), la vida económica de la ciudad no lo es menos: desde la subsistencia

que ha de garantizarse mediante la provisión de alimentos sem-brados en un extrarradio de unas cinco leguas (más o menos una jornada a pie), pasando por el control en el cumplimiento de encomiendas (el cura Diego Lobato, hijo una esposa de Ata-hualpa, hizo especial empeño en esto), las tareas de alcaldes, regi-dores y funcionarios de esta bu-rocracia en fortalecimiento solo aumentan.

La vida de la ciudad y los asuntos de los vecinos son públicos, los negocios se hacen en la plaza y pregonándolo todo. Es una vida dura, peor para los indios que salvo excepciones serán terri-blemente explotados. Juan Paz y Miño, historiador y cronista de la ciudad, nos explica que ese deterioro en la relación eco-nómica fue uno de los elementos

iMÁgenes:

PÁgina 16: Plano de Quito de dionisio alcedo y herrera (1734), rePresentación de la ciudad en su PriMera éPoca.

PÁgina 19: dibujo del cronista feliPe huaMÁn PoMa sobre la ciudad y audiencia de Quito.

PÁgina 20: Plano de la ciudad, en el Piso de la Plaza de benalcàzar.

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bildo la novísima ciudad tuvo su primer “levantamiento popular” en la Revolución de las Alcabalas. Al año siguiente, el Virrey del Perú dispuso el nombramiento ocho Regidores, Alguacil Mayor, Alférez Mayor y Depositario Ge-neral, tras constatar “la culpa grande que los Alcaldes y Regi-dores de la ciudad tuvieron en la rebelión y alteración pasada”...

más destructivos para la antigua sociedad andina. “Había una significación económica unila-teral”, explica, que solo benefi-ciaba a los españoles. En mucho, el pago que ellos ofrecían a los indios eran el Cielo católico y la salvación eterna: para un ser andino, creyente y convencido de la retribución y del juego de dar dones por dones, la deuda re-sultante sería literalmente eterna.

No había antes de los conquista-dores una idea de intercambio del trabajo por un pago: en la comu-nidad hay retribución, compen-sación, participación en la minga y repartición en la fiesta... Eran otras lógicas, completamente di-ferentes a las europeas. Además, el “precio” puesto al trabajo del indio jamás fue pagado ni re-conocido: el conquistado era explotado, las sabias Leyes de Indias no se podían aplicar y eran letra muerta (o, si se prefiere, mo-numento del espíritu humano a su propia incapacidad de hacer lo que sabe que hay que hacer).

Si Gobernadores y Corregidores y Presidentes invocaban las Leyes de Indias en nombre de Su Ma-jestad, ya estaba atento el Cabildo para hacer contrapeso y hablar a nombre de los vecinos blancos y sus intereses locales. El derecho a usar de los indios como car-gadores era uno de los que no querían ceder los recién llegados. En todo caso la economía de la ciudad permitió a muchos hacer fortuna: a mediados del siglo XVI, Rodrigo Núñez de Bonilla creaba los primeros molinos en el Ma-chángara. Su solar era el que hoy ocupa el Palacio Arzobispal y sus propiedades y fábricas le dejaban una renta de 4500 pesos al año.

Durante el siglo XVII, el del 1600, la ciudad ya se ha estabilizado, hay un primer acuerdo social y Quito crecerá en campanarios y barrios. En nuestra América equinoccial no se construyeron castillos ni palacios: nuestro equivalente, dice el cronista Paz y Miño, serán las monumen-

tales construcciones religiosas, que hasta hoy llaman la atención de propios y extraños: obra de indios pagados con el cielo.

Con las iglesias nacieron y flo-recieron las devociones: no hay gremio sin Santo ni Virgen sin novena y grupo de beatas dedi-cadas a hacerle vestidos. Las pro-cesiones religiosas van a ser una de las expresiones culturales más importantes de todo el siglo, y se apelaba a ellas con diferentes razones. Podía ser necesario sacar a la Virgen de La Merced para prevenir erupciones del Pi-chincha, o era necesario rezarle rosarios a Nuestra Señora de los Ángeles frente al Carmen Alto, tantos rosarios que fue nece-sario construir un arco para que escampen los rezadores y reza-doras: nuestro actual Arco de la Reina.

En esas procesiones el Cabildo tenía que ver: su misma reno-vación cada enero empezaba con una eucaristía, y el Cabildo pagaba misas de desagravio a Dios por cien cosas cada año, según el cronista Paz y Miño. En las procesiones, además, se jugaba el prestigio de los gremios y hasta la preminencia social de los priostes.

El Cabildo, en estos siglos, es un foro de blancos y españoles (había uno de indios, aparte, con algo de poder sobre sus comuni-dades, pero con poca incidencia en la ciudad). “Era una sociedad estamental y de castas, separadas por límites legales, donde los indios no tienen lugar”, nos ex-plica Juan Paz y Miño. Ese primer Cabildo permitió, sin embargo, organizar la vida de la ciudad colonial, sede de la Audiencia de Quito que dependió unas veces de Lima y otras de Nueva Granada (Bogotá).

La relación con esas y otras re-presentaciones de la Corona Española tuvo conflictos, y ya en 1592, con el beneplácito o al menos sin la protesta del Ca-

Sobre fray Pedro BedónEntre todos estos artistas se reco-mienda el nombre de fray Pedro Bedón, dominicano. Nació en Quito hacia 1556, del español Pedro Bedón y de Juana Díaz de Pineda, quiteña. A los doce años vistió el hábito en el convento de Santo Domingo. En 1576 fue a Lima a graduarse en la Universi-dad de los Reyes. Durante su perma-nencia en la capital del Perú, aprove-chó del tiempo libre para aprender el arte de la pintura de Mateo Pérez de Alecio, discípulo del célebre Miguel Ángel. (...) En 1585 estuvo ya en Qui-to. Para la Cofradía del Rosario abrió como Director un libro, en cuya ca-rátula diseñó una devota imagen, el año de 1588. Este libro de la Cofradía, a la vez que nos da una muestra de la habilidad pictórica del Padre Be-dón, nos ha conservado también, en la lista de cofrades, los nombres de algunos de los pintores existentes en Quito y no conocidos aún por nin-gún historiador. (...) En 1593 tuvo que marchar al Nuevo Reino. En Tunja y Bogotá pagó el hospedaje con la en-señanza de Teología y la decoración de los refectorios. Transcribimos el testimonio de fray Alonso de Za-mora, historiador de la Provincia de Colombia. «Muy a los principios del Provincialato del Reverendísimo Pa-dre Maestro Fray Pedro Mártir, tuvo esta Provincia y Convento del Ro-sario la dicha de que de la de Quito viniera el Venerable Padre Maestro Fray Pedro Bedón, cuyas firmas se veneran en sus libros como reliquias. En ellos se hallan como Depositario en estos años y en el Refectorio el año de 1594, cuya pintura se debe a sus manos. (...) Siendo toda la pintura en las paredes de todo el refectorio y habiendo cien años que lo pintó, es-tán hoy vivos los colores.

(De Arte quiteño colonial de fray José María Vargas)

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Con la ciudad organizada, los principales conventos establecidos y las tareas

necesarias para la convivencia más o menos configuradas, la centuria del 1600 sorprende a las segundas y terceras generacio-nes de los encomenderos y espa-ñoles principales cómodamente asentadas en fortunas que fluyen hacia cajas de caudales que no se abren casi para gasto alguno, pues comen de la producción agraria y pecuaria de las tierras que les han fueron otorgadas.

Casi todas las casas importantes tienen tiendas comerciales hacia la calle, que sus dueños arriendan o aprovechan ellos mismos, en negocios como las pulperías, donde se venden paños, vinos, chorizos… Una especie de surtido micromercado de la época, que tiene su peor competencia en las gateras o recateras, como se llamaba despectivamente a las vendedoras ambulantes que iban por las veredas pregonando sus productos: las primeras con per-misos del Cabildo, las otras con el de la necesidad…

Tiene desde 1565 un Hospital de La Caridad que ya en el siglo XVII que nos ocupa atendía con médico, botica y capellán –además de una Virgen pintada en la pared con el Niño en brazos, con fama de mi-lagrosa. Buena cuenta debieron dar en los años de ese siglo de las pestes de sarampión y tifus que, entre otras, asolaron a la ciudad. El Cabildo entregaba 4000 pesos al año para esta importante ins-titución que llegaría a superar los 400 años. Los quiteños de cierta edad lo recuerdan aún como el Hospital San Juan de Dios, es hoy el Museo de la Ciudad.

En el 1600, si el Cabildo debía con-trolar la vida social, tenía entre manos una papa caliente. Las cos-tumbres eran, por decirlo delica-damente, relajadas. El actual Di-rector de la Academia Nacional de Historia, Jorge Núñez, dice direc-tamente que era “una cultura de

doble moral que ocultaba, detrás de una imagen de ciudad pacífica y franciscana, la pícara faz de una ciudad hedonista”, que al llegar la noche disfrutaba de placeres y ex-cesos que no se permitiría de día. Los amoríos, amancebamientos y los hijos fuera de los matrimonios oficiales son de lo más comunes –y también los hijos de curas y las denuncias entre religiosos por sus comportamientos licenciosos. La célebre leyenda del Padre Almeida resume bien la vida permisiva del Quito de esos años.

Un presidente de la Audiencia fue parte y prioste de esta fiesta que tenía lugar continuamente en casas de la ciudad adecuadas para el efecto, en mansiones familiares, en los patios de los conventos… El novelista Alfonso Reece ha es-crito sobre este Antonio de Morga, suspicaz con sus enemigos, co-rrupto y lujurioso, que si no re-cuerdo mal también cayó el vicio del naipe, que a muchos atrajo y hacía cambiar tierras y fortunas de mano en un santiamén.

La vida y las fiestas públicas y ofi-ciales, por su parte, estaban an-cladas al calendario católico, y el Cabildo y la Audiencia tenían participación en ellas. Alcaldes y Regidores, además, determinaban festejos especiales por aconte-cimientos en la Casa Real, o dis-ponían y pagaban la celebración de misas para pedir ayuda a Dios o disculparse ante el Santísimo en nombre de la ciudad por se-quías, desastres naturales, falta de comida…

Serán preocupaciones básicas del Cabildo empedrar calles, construir puentes sobre los ríos –en Alangasí, Guayllabamba–, levantar arquerías sobre las que-bradas –como la que había tras la Catedral, sobre esos arcos cen-tenarios se asienta la iglesia de El sagrario– y también se encarga de las fiestas. La de Corpus Christi, especialmente importante, se ce-lebraba en 1606 con los primeros comediantes que la ciudad recibía.

Con el pasar del tiempo el teatro sería una potente herramienta de expresión social y de difusión de ideas. Otro festejo fastuoso pese a lo flaco de las alforjas del Cabildo tuvo lugar por las exequias de la Reina, cuando se tuvo noticia de su fallecimiento, el 6 de no-viembre 1612.

Los Alcaldes deberán dirimir dis-putas de linderos, asuntos de fa-milia, atender a acreedores in-defensos que piden ayuda para exigir los pagos pendientes a su favor. El Cabildo cuida con celo su autonomía, por ejemplo, ante el Presidente de la Audiencia Lope Antonio de Munive, entre 1678 y 1689. Buena parte de los conflictos son por jurisdicciones: qué es te-rreno de quién y, por tanto, quien es dueño de qué tasas, de qué be-neficios.

Como bien nos explicaba el pro-fesor Santiago Cabrera, el Cabildo era el principal organizador del territorio y de los procesos so-ciales, y estaba cruzado por los intereses corporativos de los dis-tintos gremios, de las decenas de Cofradías constituidas en torno a figuras religiosas y de los grupos familiares, que representaban las verdaderas redes del poder local. El espacio para este trámite po-lítico era el Cabildo.

No faltaron tensiones, en especial con los Cabildos de Indios. Es que el de Quito, del cual proviene nuestro actual Municipio, era el cabildo de blancos; pero las Leyes de Indias previeron que se creen Cabildos de Indios, mediante los cuales los caciques naturales y las comunidades administraban sus territorios. La presión del Cabildo de Blancos porque esas tierras comunes, necesarias para la sub-sistencia de la comunidad, se volvieran tierras de encomienda, obrajes o haciendas en definitiva privadas fue constante durante el período. Los Cabildos de Indios fueron fuertes espacios de resis-tencia; podían organizar y organi-zaron levantamientos, llegaron a

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Juan de Mañosca y Zamora fue enviado por el Rey para infor-marse y sancionar los desaciertos del Presidente. En la recepción al ilustre visitante en octubre de 1624, Gomezjurado –cuya obra nos ha servido de guía en este re-corrido aunque recién lo confe-semos– indica que se destacó la presencia del Cabildo.

Este Cabildo, tras la revuelta de las Alcabalas a fines del 1500, no nombraba más sus Alcaldes, pero se conformaba con vecinos. Ante las urgencias económicas, los cargos del Cabildo oficialmente se vendían, lo que generó no pocas disputas. La corrección en el manejo de los fondos públicos en la Colonia parece haber sido cosa excepcional, pues las demandas y denuncias cruzadas por trámites dudosos o escandalosas faltas a la Ley eran permanentes.

La venta de cargos confrontó, de forma directa, a españoles y criollos, el grupo local de creciente poder, en especial mediante su in-fluencia en la economía local, en la que incidían con la propiedad de obrajes, talleres textiles donde se producían paños que llegaron a circular por el principal cir-cuito comercial americano de ese tiempo. Si hacia 1600 eran 20 los obrajes, hacia 1700 operaban en Quito 74 fábricas de este tipo, que aprovechaban –hasta el abuso a veces– la mano de obra que pro-veían las comunidades y pueblos indígenas.

El Cabildo tenía que ver con ese poder creciente, y lo regulaba me-diante el control de los precios, incluidos los de los paños y otras telas –que además afectaban a sastres y otros artesanos. Otorgaba el Cabildo cabal permiso para el funcionamiento de estos estable-cimientos y cobraba tasas sobre estas actividades, aunque la res-ponsabilidad en el pago de estas obligaciones no era cultivado con demasiado entusiasmo por los quiteños de entonces.

ser muy poderosos en Riobamba y también en Quito, llegada la hora de una confrontación, no llevaban necesariamente las de perder. Y los “indianos” tenían esa sabiduría sobre las hierbitas para curar que los españoles y blancos sí que apreciaban y aprovechaban…

Pero lo que marca la vida prin-cipalmente la vida del periodo colonial es el espíritu religioso, barroco, contrarreformista, que cruzará el Quito del siglo XVII y

aún del ilustrado XVIII. Antonio de Morga, de quien nos acordá-bamos por juerguista, presidió la Audiencia con espíritu de misión religiosa (en contraste con su vida agitada). No cesó en inmiscuirse en la jurisdicción de la iglesia, como anota Javier Gomezjurado Zevallos en su Historia del Cabildo Quiteño, todavía inédita pero casi lista para las prensas del ex Fonsal.

Tantas y tan escandalosas fueron las acciones de Morga, que fray

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Los 1700 llegaron con hondos cambios: la casa de Austria fue sucedida en el trono de España por la casa de Borbón. La llegada de los nuevos monarcas trajo consigo un nuevo modelo admi-nistrativo, que se iba aplicando “de arriba hacia abajo”, por de-cirlo gráficamente. Los Cabildos, en la base del sistema de organi-zación, sintieron el remezón y se activaron como espacios de re-sistencia antes las reformas que más los afectaban. En el caso de Quito, tuvo que tomar medidas el Cabildo ante la presencia de mer-caderías europeas, producidas con medios industriales que per-mitían unos costes con los que la artesanía local no podía competir. Los establecimientos de comercio

iMÁgenes:

PÁgina 22:Plano de la ciudad en el 1700, Publicado en francès Por los MieMbros de la Misión geodésica.

PÁgina 25: rePresentaciòn de la tarabitas Que se eMPleaban Para sortear las Que-bradas en la ciudad del siglo XViii.

PÁgina 26: Plano de Quito hacia 1805; se PresuMe Que fue ProPiedad de juan Pìo Montùfar, MarQuès de selVa alegre.

La Merced y CantuñaEn 1660 el Cabildo debió enfren-tar la erupción del Pichincha, que aunque no dejó más que dos víctimas según los informes de la Audiencia, sí causó temor y demandó acciones de limpie-za y controles para garantizar el abastecimiento necesario. En el mismo sentido debió legislar el Cabildo para limitar el número de vacas y bueyes que las personas podían tener, pues los pastos de los ejidos de Turubamba e Iñaqui-to ya casi no eran suficientes.

Si en 1660, por la erupción, el Ca-bildo nombró a la Virgen de La Merced patrona de la ciudad, en 1681 se festejaba al patrono San Francisco terminando el pretil de la iglesia, que fue celebrado con tres días de toros en la misma pla-za y guardado en la memoria con la leyenda de Cantuña, su oscuro ayudante y su ladina viveza para salir del entuerto con el alma in-tacta.

apremiado, debía hallar recursos para la parte que le correspondía en cada una de esas reconstruc-ciones.

Anotemos finalmente que du-rante todo este tiempo los privi-legios de los españoles son vistos

decrecieron dramáticamente en la primera mitad del 1700.

Los borbones vieron en el aguar-diente, que se producía ilegal-mente, un potencial ingreso y establecieron un control sobre su comercialización, que tuvo fuerte oposición y derivó en una con-frontación entre los delegados del Rey y los cabildos. Un “cabildo abierto”, asamblea para todos los vecinos, se celebró el 7 de di-ciembre de 1674; en mayo del año siguiente se daba la revuelta “de los Barrios” o “de los Estancos”. Los jesuitas, que esa noche del 22 de mayo fueron buscados para que calmen a la muchedumbre ebria de aguardiente y revanchismo, serían expulsados de reino de España en 1767. Si el estanco al aguardiente no rendía ni dejaba de presentar problemas, apro-piarse de los bienes de los hijos del de Loyola ofrecía un patrimonio magnífico. Como buitres se por-taron algunos con esas haciendas y esos soalres…

Si algo marcó la vida de Quito en el siglo XVIII fue la presencia de los Geodésicos franceses. Sus usos –medias y pelucas, por ejemplo– se impusieron como norma entre las clases ilustradas. El estímulo intelectual se sintió en las Univer-sidades quiteñas, que tuvieron en Juan Bautista Aguirre a un excep-cional investigador en la física y otras materias. Juan de Velasco y Eugenio Espejo son las dos figuras señeras del horizonte intelectual de esos años, su labor ha sido ampliamente reseñada. También el geógrafo Pedro Vicente Mal-donado merece una mención en este breve repaso.

Volviendo al Cabildo, revisando esos años es como si estuviera jugando con la terrible Madre Natura a tejer y destejer el manto de Penélope en días que duran dé-cadas. Erupciones y terremotos en 1755, 1757, 1768, 1773, 1797 echaron abajo las torres con esfuerzo al-zadas y callaron en escombros a los campanarios. El Cabildo,

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cada vez con mayor desconfianza por parte de los criollos. El acceso que ellos tienen a los cargos ad-ministrativos otorgados princi-palmente por el Cabildo les per-mitirán defender sus intereses e ir creando un poder asentado en las dinámicas económicas y

sociales locales. “Los poderosos grupos familiares integrantes de la élite quiteña situaron a sus miembros en el ámbito político, por lo que realizaron su ingreso en la instancia administrativa de poder loca, el Cabildo”, resume Gomezjurado Zevallos.

iMÁgenes:

ficarnos con un gruPo o diferenciarnos del resto. en Quito hay Varias PeluQuerías tradicionales Que conserVan el antiguo arte de la barbería y hay otras Que res-Ponden a una cultura autodenoMinada urbana, donde el arreglo Personal es Parte fundaMental de la identificación del gruPo. gigante y guander, doMinicano y cubano de naciMiento, hablan sobre esta tenden

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El Cabildo, como institución, jugó un papel fundamental en la transición indepen-

dentista del siglo XIX. Ante el ago-tamiento de la relación entre la Metrópoli española y sus reinos de ultramar, la opción republicana independiente creció y fue ocu-pando sitio en las ideas y en las conciencias americanas. El fuego que avivó la hoguera se encendió lejos, en la misma España, donde ante la efectiva invasión de los Bonaparte los pueblos y las ciu-dades recordaron que el Rey tiene un contrato con el pueblo, que le entrega soberanía a cambio de protección. Preso el Rey, esa so-beranía vuelve al pueblo del que vino.

Mirado de otro modo, el proceso de cambio de lo público, desde un sistema vertical autoritario como el hispano a uno que tendía hacia lo democrático, se hizo asentado en la estructura administrativa y política que existía, que era el Ca-bildo. Simón Bolívar y compañía no inventan todo desde el vacío, sino que montan su estructura de poder sobre la que ya existe y es más próxima a la población: los ayuntamientos y sus Cabildos.

Desde el comienzo de la vida ins-titucional y a lo largo de los siglos el Cabildo quiteño se había conso-lidado como un espacio de repre-sentación y participación de las coporaciones. Gremios, cofradías y aristócratas de medio pelo ve-laban en el Concejo de la ciudad por sus intereses, que no siempre sintonizaron con los del poder central. En tiempos republicanos las cosas no iban a cambiar dema-siado.

Una especie de latido, de sístole y diástole, tensiona y relaja al Ca-bildo: cuanto más presiona el poder central por controlar y eje-cutar, más tensión hay en el Ca-bildo. Cuanta más libertad y auto-nomía, más disminuye esa tensión externa –aunque quizá son en-tonces las tensiones internas las que se activan. Centralismo, des-

cenatralización: esos son los terri-torios entre los que se templa esa cuerda entre el Gobierno y el Ca-bildo.

En el mismo proceso bolivariano se puede apreciar ese juego. En un primer momento, Bolívar necesita y recurre a los gobiernos locales y a los cabildos, para buscar el apoyo indispensable para su campaña. El ejército libertador necesitará vi-tuallas, comida, posada, y los Ca-bildos negociarán esos apoyos y quedarán muy empoderados ante la tropa y ante el propio Libertador.

Luego, ya en el poder, el “Lon-ganizo” –como le decían despec-tivamente en Bogotá a Bolívar– empezará a construir el Estado Grancolombiano y empezará a hacerse cargo de obras que antes eran tarea y presupuesto de los Cabildos. Llegó, el gran padre de Sudamérica, a declararse dictador, suspender los Cabildos y gobernar en el territorio a través de Inten-dentes directamente enviados por él, al estilo de la peor época es-pañola.

Por supuesto, el Cabildo se invo-lucró antes de estas campañas con la Junta Soberana que, en 1809, se plantó en Quito –y en seguida en otras ciudades americanas– para reconocer a Fernando VII como soberano y reclamar un Gobierno propio. El historiador Santiago Cabrera nos cuenta que en esas asambleas llegó a proponerse que el Rey debía venir a gobernar América en América. El Cabildo, poder local de clases y grupos, se acomodaba a las circunstancias y los momentos, velando siempre por sus inmediatos intereses.

Y si en 1809 se sumó a los patriotas que con el Marqués de Selva Alegre a la cabeza le quitaron el mando a Ruiz de Castilla, y nombraron diputados y electores por cada barrio, también escondió la mano que tenía piedra, meses después, cuando Aymerich se hacía cargo de la Audiencia de Quito, tras re-primir duramente en Cuenca el proceso de independencia. El Ca-

bildo esperó con paciencia los nuevos tiempos que, sin remedio, habrían de llegar.

Durante las campañas boliva-rianas una de las preocupaciones más importantes será garantizar el abastecimiento de comida para la ciudad, así como velar para que los productos que circulaban hacia América lo siguieran haciendo. Lo primero se pudo, en parte, por la producción de “graneros” cer-canos tan importantes como el valle de Los Chillos y haciendas le-cheras hasta Machachi y Tambillo, que proveían también de carne. Las huertas de las casas criaban aves de corral, que en ese tiempo se volvieron populares por garan-tizar alimentación. Lo segundo, el tema del comercio americano, sí que se vio afectado por las cam-pañas independentistas y las de-fensas realistas: poco podía hacer el Cabildo quiteño por controlar más allá de sus cinco leguas las acciones de la historia.

Triunfante Bolívar, el espíritu de autonomía estaba en una ola al alza. Primero, en solo ocho años, esos poderes locales que tan bien se expresaban en los Cabildos, desarmaron el proyecto Granco-lombiano. La tensión generada por la instalación de un Gobierno centralizado en Bogotá reventó pronto y las repúblicas sudame-ricanas aparecieron. Acercando la lente a nuestro país vemos que tras unos primeros años de consti-tución del estado ecuatoriano (no separamos de Colombia en 1830) esa carrera hacia las autonomías no se había detenido. Las manos de hierro de Flores y, especialmente, de Rocafuerte, marcarán un punto alto para el centralismo (¡en 1843 Juan José Flores suprimió el Mu-nicipio!), pero la revolución mar-cista llevada por los militares na-cionales en 1845 marcó un retorno a valores más locales (reorgani-zaron los municipios provinciales y crearon los cantonales, para que todos los territorios “fueran re-gidos por sus propios hijos”). Para Carlos de la Torre Reyes está es la

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primera revolución de la república y “constituye el principio de la au-tonomía nacional”.

Uno de los más destacados presi-dentes de ese periodo fue Urvina, que hizo política en buena medida atendiendo a los poderes locales y negociando con ellos. Les dará a cargo la educación, la salud, los impuestos... Estos poderes lo-cales crecerán tanto que en 1859 en Quito, Guayaquil, Cuenca y Loja se formaron gobiernos autó-nomos: la tensión volvía a subir desde el lado descentralizador. Es la enorme personalidad y la te-nacidad del implacable Gabriel García Moreno la que amarra el Estado y durante unos años el centralismo dominará en el país. Sin embargo, la Constitución de 1861 otorgaba al Municipio atribu-ciones en “todo lo concerniente a la policía, educación e instrucción de los habitantes de su localidad, sus mejoras materiales, recau-

dación, manejo e inversión de las rentas municipales, fomento de los establecimientos públicos”...

Los conflictos entre el tempe-ramental conservador García Moreno y estas poderosas cor-poraciones municipales no tar-daron en surgir y el padre de la Politécnica Nacional no demoró sino hasta 1865 para pedir al Con-greso medidas contra lo que veía como un “funesto régimen muni-cipal”. Los “progresistas” de la Ar-golla que le sucedieron en el poder hasta la Revolución Liberal fueron también descentralizadores.

En lo referente a Quito, el Cabildo, en tanto que el Estado central es un “work-in-progress”, será quien durante todo el siglo XIX se hará cargo de garantizar las condi-ciones mínimas para la convi-vencia y la supervivencia. Prestará servicios de salud y educación, construirá caminos, seguirá con-trolando precios y productos en

mercados y camales, cuidando las fuentes de agua y organizando las fiestas públicas con los obligados toros y pirotecnia. Es durante todo el siglo XIX el espacio político donde se gestionó la transfor-mación de la sociedad y su mo-dernización republicana, pues en el Cabildo se aterrizan las obras de infraestructura, los nuevos modelos de administración pero, sobre todo, las relaciones políticas de la ciudad. Los gremios se em-poderaron más, las cofradías de-pendieron de si su santo era o no milagroso para la Independencia y muchos aristócratas locales, los más inclinados a favor del Rey, vieron mermado su poder y su fortuna.

La vida cambió el Cabildo se adapta a los nuevos tiempos: en 1835 una epidemia, como cada cierto tiempo, asola la ciudad. La diferencia es que esta vez, por primera ocasión el Cabildo no or-

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ganiza novenas ni rogativas a los santos ni a la Virgen por la salud de los vecinos, aunque por supuesto actúa. Como dice el investigador y médico Germán Rodas, “la salud dejó de ser un don divino”.

Pensando en los reflejos hacia el presente, en 1849 el Concejo propuso y aprobó crear un medio de difusión propio para dar a co-nocer su trabajo. El periódico El Ecuatoriano, homónimo de otro que circuló en 1845, apareció efec-tivamente en 1850 y es, nos parece, un antecedente de los medios pú-blicos de comunicación. Algo así como el chuzabuelo de la Revista Q y del periódico El Quiteño. Y si en este siglo el Municipio editó su primer periódico, en 1888 el Concejo vio que era necesaria una Biblioteca: para financiarla, el Se-cretario del Concejo Municipal, Leonidas Batallas usó el dinero que ya no se gastaba en velas desde que el Concejo se reunía por el día, para adquirir algunos libros. En la misma esfera de acciones culturales que han perdurado, cabe mencionar la presencia en el Concejo, desde 1869, del abogado y filántropo Mariano Aguilera, quien presidiera el Municipio en 1892 y, a su muerte, donara parte de su fortuna para crear un premio que estimulara a los artistas de la ciudad, premio que hasta la fecha administra el Municipio de Quito.

En esas fechas, hacia 1860, tendría la ciudad 40 000 almas; los via-jeros europeos se sorprendían de la ubicación de la ciudad, al filo de volcanes y quebradas, elogiaban el buen comer y el buen vestir de los quiteños. Un agregado comercial británico, por su parte, recomendó abrir aquí el mercado de papel tapiz, que era producto apreciado

por las clases pudientes de estas primeras décadas repubicanas. Recomendaba, eso sí, que se tra-jeran a Quito los papeles con los colores más encendidos y diseños más recargados que fuera posible.

Otros asuntos entre cientos ocu-paban al Cabildo: en 1867, moría en Quito el artista y naturalista Phineas Staunton. Como protes-tante no lo pudieron enterrar en El Tejar y el Presidente García Moreno ordenó que lo enterraran “lejos de la ciudad, al pie del Rollo” (más o menos en la actual calle Tarqui), donde se botaban los cuerpos de suicidas, excomulgados o fusi-lados. El Cabildo decidió que allí sería, en adelante, el “cementerio para protestantes” y tomó medidas para que así fuera.

También el Concejo opinaba y se metía en política, acomodando las presiones de sus intereses a las circunstancias: se opondrá for-malmente a Vintimilla, aunque ya sentado “el Mudo” en el poder hasta firmaron acuerdos para le-vantar e inaugurar el Teatro Sucre. Pero cuando se dio la revuelta contra el General –que en mucho gobernó creando cantones y pa-gando fiestas locales– Quito se hizo a los levantados. Veintimilla huyó y regresó a la capital ya an-ciano, en abril de 1907, tres meses antes de su muerte.

Las obras públicas llevaron buena parte de la ocupación, y entre otras fue memorable la Presidencia del Concejo de Francisco Andrade Marín, en 1892. El siglo empezaba a terminarse y era urgente ponerse al día: remozó plazas e inauguró el monumento a Sucre en la plaza de Santo Domingo; abrió caminos para los ganados que llegaban a

faenarse en la ciudad; hizo cana-lizar las quebradas de Jerusalem y la que salía, por la actual calle Chile, desde la Plaza de la Independencia, hacia una plazoleta donde se hizo primero una gran excavación para construir la alcantarilla. La plaza se iba a llamar “Municipal”. La gente la bautizó, para siempre, como La Marín. Además, según relataba con mucha gracia su hijo Luciano, don Francisco Andrade Marín re-cibió la ayuda de una lagartija para que se abriera la actual calle Mejía...

El triunfo liberal en 1895 fue visto primero con temor por la católica y tradicional ciudad, pero la sim-patía por Alfaro y su gesta de parte de personalidades como Luis Felipe Borja, ilustre y respetado abogado y jurista, terminaron en-tusiasmando a la población, que en septiembre de 1895 recibía al Viejo Luchador. El Concejo ase-guraba que empezaba una nueva era y que el triunfo liberal marcaba el comienzo de una regeneración política para el país.

En la ciudad, que escogió en se-guida un Presidente de Concejo afín al régimen, al liberalismo des-pertó el espíritu patriota y los mo-numentos se multiplicaron: es en este tiempo cuando se financia y se encarga la gran columna que adorna el centro de la Plaza Grande. También los liberales em-prenderán obras monumentales, como los colegios Mejía y 24 de Mayo (actual Espejo), así como del Hospital Militar (hoy Centro de Arte Contemporáneo) en la zona al norte de la ciudad antigua. Y, por supuesto, el arribo del tren, pocos años más tarde, sería una ver-dadera conmoción en la vida de la ciudad, en su imaginario y en su configuración futura.

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Etimología del Concejo

Concejo: ‘Ayuntamiento o corporación municipal’: «El concejo de Lima proyecta ejecutar diversas obras» (Expreso [Perú] 28.7.97); y ‘término municipal’: «El artista pintó en aquellos lugares del concejo vecino a Gijón algunas de sus mejores obras» (Abc [Esp.] 9.8.96). Procede del latín concilium (‘reunión o asamblea’), y no debe confundirse con consejo (‘órgano para asesorar o tomar decisiones’). Los miembros de un concejo son concejales; los de un consejo, consejeros.

Diccionario panhispánico de dudas

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este Plano de 1858 Muestra Que en 100 años la ciudad PrÁcticaMente no creció nada. de hecho, la Población de Quito descendió Por las guerras indePenden-tistas Que arrastraron a Muchas faMilias hacia ProPiedades y Pueblos rurales.

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detalle de diagraMas urbanos detallados Por Manzanas. la estructura de los edi-ficios PrinciPales, norMalMente iglesias y conVentos, estÁ Visibilizada en estos croQuis arQuitectónicos.

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iMagen caPturada en 1862 Por la lente fotogrÁfica de caMillus farrand, uno de los Precursores de esta técnica en nuestro País. al fondo PodeMos obserVar el edi-ficio del actual MuniciPio.

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Central

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Foto pág. 34 y 35: Ignacio Pazmiño

Foto pág 37 y 39 : Remigio Noroña

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El siglo XX empezó en Quito con cinco años de adelanto: la llegada de los liberales, es-

perada con temor pero finiquitada con jolgorio popular, marcó la entrada de nuevos tiempos para la ciudad y sus habitantes. El Concejo, por supuesto, no podía ser impermeable a estos procesos de transformación social.

La Constitución de 1906, Carta Magna del liberalismo ecuato-riano, y la Ley de Régimen Muni-cipal del mismo tiempo, otorgaba a concejos municipales elegidos directamente por la población la administración de los cantones. Los Concejales no cobraban sueldo alguno y el Cabildo tenía potestad para legislar a través de Ordenanzas, que regularan la vida local de acuerdo a las leyes nacio-nales y a sus tradiciones.

La llegada del ferrocarril es un ejemplo de la enorme influencia que tuvieron las inversiones libe-rales en la ciudad capital. Los ba-rrios de Chimbacalle y Alpahuasi crecieron en torno al nuevo medio de transporte, que sin duda fue elemento determinante para que la ciudad triplicara su población en las primeras cuatro décadas del siglo: la migración interna tuvo en esos días una intensificación sin precedentes.

Ante este boom demográfico, el Concejo debió ir autorizando di-versas nuevas urbanizaciones, al sur y norte de lo que hoy cono-cemos como el Centro Histórico, que era casi toda la ciudad de entonces. Impresionantemente rápida fue la población del barrio de San Juan y de la Ciudadela América, que pronto se contaron como los barrios más grandes de Quito, con una vida bohemia propia y significativa. También se avanzaron calles y servicios hacia La Colmena y La Magdalena.

Si un siglo antes el empedrado de las calles era prioridad, ahora era el pavimentado, exigido por los pri-

meros automóviles que llegaron a la ciudad lo que inquietaba al Ca-bildo de los años 1920; desde una década antes se venían instalando luminarias eléctricas en las prin-cipales avenidas de la ciudad y se había dispuesto que los dueños de casa alumbraran sus fachadas por la noche. Esas medias luces deben haber proyectado las largas sombras de los encapotados bo-hemios que, en trastiendas, rein-ventaban el pasillo entre alcoholes y amores.

Un plan para crecer

La ciudad se extendía, y el Concejo en 1925 –poquito después de la Revolución Juliana, llevada ade-lante por militares progresistas– aprobaba el relleno de numerosas quebradas, así como la pavimen-tación de las calles Mideros y Oriente. La Colón entonces era también empedrada, para facilitar el tránsito.

En la década de 1920 la preocu-pación por la higiene pública prende, y diversas tareas se ar-ticulan desde el Concejo de la Ciudad para mejorarla. Son fre-cuentes, casi permantentes, las obras de alcantarillado y canali-zación; las inversiones y contratos para ampliar el servicio de agua potable también crecen, así como los servicios de salud (numerosas clínicas privadas aparecen dando servicios más o menos especia-lizados, como la maternidad del doctor Mosquera).

En 1934, la ciudad celebraba el cuarto centenario de su “erección como ciudad española”, sin des-conoce que antes había un asen-tamiento indígena. En esos años, justamente, el país tomaba con-ciencia de su condición mestiza y de su raíz andina y lo expresaba en obras literarias, pictóricas y tea-trales. Curiosamente, también en la música de ese tiempo el pasillo se “yaraviza”, se indianiza, ahonda su raíz.

Un par de años después, en 1936, la ciudad a través de su gobierno municipal se plantea la necesidad de “establecer un plan de urbani-zación general de Quito”. Para ali-mentar ese afán racional, el diplo-mático e historiador del arte “en 1939 invita al arquitecto uruguayo Armando Acosta y Lara a que visite Quito y dicte varias confe-rencias sobre la Facultad de Arqui-tectura de Montevideo, de la cual era su Decano, y sobre los Planos Reguladores de las ciudades, que se iniciaban como solución a los problemas del crecimiento urbano desordenado”, según recordaba el también arquitecto Boanerges Mideros, en un discurso pronun-ciado en 1997 con ocasión del 50 aniversario de la Facultad de la Universidad Central.

El mismo Mideros, que era pro-fesor de Historia de la Arqui-tectura, anotaba que “en 1942, el Municipio Quiteño, presidido por Humberto Albornoz, contrata con el arquitecto uruguayo Guillermo Jones Odriozola la elaboración del Plan Regulador, y él conforma un equipo de trabajo trayendo otros uruguayos: Gilberto Gatto Sobral, Jorge Bonino, Altamirano y Villegas, quienes realizan los es-tudios técnicos ayudados por es-tudiantes de ingeniería civil, que eran los únicos disponibles en nuestro medio”.

Vuelven los Alcaldes

Los Presidentes del Concejo vol-verán a llamarse oficialmente Al-caldes a partir de 1946, con los cambios que se dieron en la Cons-titución tras el levantamiento co-nocido como La Gloriosa. Don Ja-cinto Jijón y Caamaño es el primer quiteño, en tiempos modernos, que ostentó la dignidad de Al-calde, que ganó en justa elección con 10902 votos, contra 4037 del socialista Juan Isaac Lovato y 988 del liberal José Rafael Bustamante.

Con la guía de los Planos Regu-ladores y bajo la siempre cercana

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acción del Concejo la ciudad creció: ciudad jardín de casas y avenidas arboladas en el norte, fá-bricas y barrios obreros en el sur de la ciudad. Una caracterización que, con matices, se mantuvo hasta finales del siglo XX, y que se reflejó, por ejemplo, en la concen-tración de servicios culturales en la zona norte.

Las décadas de 1950 y 1960, con alcaldes tan recordados como Carlos Andrade-Marín Malo o Jaime del Castillo, el primero de los modernos alcaldes de Quito que no era nacido en la capital (era otavaleño, nacido en 1924). Estos y otros personeros al frente de la acción del Municipio fueron dando un fuerte carácter técnico a esta institución, aunque el que-hacer político no le era ajeno. En 1970, el propio Del Castillo, pese a haber subido con apoyos ve-lasquista, renunciaba a su cargo cuando Velasco Ibarra se de-claraba dictador.

Distrito Metropolitano y Cootad

En 1992 se aprobó la Ley de Dis-tritos Metropolitanos en el país, y Quito es la primera ciudad que reclamó para sí esa forma au-tónoma de administración para su territorio y población. Gracias a este marco, la capital asumió la planificación del transporte, del medio ambiente y del suelo urbano. Adicionalmente, tomó como modelo delegar y repartir funciones a través de administra-ciones zonales, que ofrecen más proximidad entre los ciudadanos y el Municipio.

Dentro del municipio hay dos fi-guras: el Concejo –como órgano deliberante– y la Alcaldía –como órgano de ejecución–. El Concejo Municipal permite ejercer la de-mocracia local, mientras que la Al-caldía es el brazo que puede llevar la propuesta hacia el hecho, para atender diferentes necesidades de la población.

La siguiente reestructuración mu-nicipal fue necesaria para coor-dinar las políticas municipales con los nuevos marcos dictados en la Constitución del 2008; adecúa la institución para funcionar dentro de la realidad tecnológica y social, bajo un estatuto autónomo y próximo a la sociedad, cargado con representación social pero también con simplificación ad-ministrativa. Por ejemplo, cede mayor espacio e importancia a los sectores que a los territorios. Esta reestructuración se encuentra descrita en el Código Orgánico de Organización Territorial, Au-tonomía y Descentralización (Cootad), que hoy marca las reglas del juego municipal.

El Código tiene como propósitos finales consolidar y fortalecer la descentralización, garantizar una mejor calidad de vida a los ha-bitantes, formalizar los asenta-mientos humanos, solucionar la problemática en sectores con pro-blemas de servicios básicos, evitar la creación indiscriminada de cantones o parroquias, dar mayor poder de gobernabilidad.

También se señala el fortalecer la capacidad fiscalizadora del legis-lativo, aumentar las posibilidades de ingresos para los municipios y también ampliar el porcentaje de áreas verdes y esparcimiento co-lectivo. Todo esto se incluye bajo un enfoque de equidad, demo-cratización, desarrollo del cono-cimiento, preservación de saberes ancestrales e implementación de nuevas tecnologías.

Se prioriza la valorización del pa-trimonio cultural y natural como fuente de valor, el impulso de organizaciones económicas de los productores y de empren-dimientos económicos comu-nitarios, la generación de redes de comercialización y la partici-pación ciudadana en el control de la ejecución y resultados de las es-trategias productivas.

El Código incorpora las acciones de prevención, reacción, miti-gación, reconstrucción y trans-ferencia para enfrentar todas las amenazas de origen natural o an-trópico que afecten al territorio, de forma articulada el gobierno nacional. Todas sus acciones en todos los campos deberán ser coordinadas con el Estado para asegurar un buen vivir a los ciu-dadanos.

Municipio y derechos

Las dinámicas sociales actuales requieren redefinir las políticas y la ejecución de los proyectos mu-nicipales. Esta necesidad cambia el escenario de trabajo del Mu-nicipio, que pasa a tener otras demandas: integración social, regeneración del espacio pú-blico, promoción cultural, apro-piamiento patrimonial, inclusión y derechos sexuales… además de cumplir con sus funciones bá-sicas para garantizar las condi-ciones de vida de la población (servicios básicos, políticas am-bientales, educación municipal, inversión en obra pública). Todas estas necesidades se basan en una identificación de ida y vuelta entre Municipio y ciudadanos. Los ciudadanos son parte de las deci-siones municipales a través de sus representantes en el Concejo.

Lo local pasa a ser un agente de cambio cotidiano, es una ex-tensión de poder estatal nacional en lugares o ámbitos donde éste no llega. Esta circunstancia dota a la municipalidad de poder para legislar y decidir: su naturaleza también es política.

La legislación municipal se ex-presa en ordenanzas. El Municipio legisla y actúa sobre realidades tan diversas como los derechos sexuales, las situaciones de vio-lencia intrafamiliar (especial-mente contra la mujer), las polí-ticas de los sectores estratégicos de la economía local, la educación municipal o el medio ambiente. Como en el siglo XVI, cuando la

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ciudad comenzaba, casi no hay aspecto de la vida social de la ciudad en el cual no haya una in-cidencia del Municipio.

Como dato, el Alcalde puede ejercer como Juez de Paz y rea-lizar matrimonios civiles. Además, el Alcalde fue por siglos la auto-ridad competente para conceder un Habeas Corpus (institución jurídica antiquísima para apelar arrestos arbitrarios). Con los pre-ceptos de la actual Constitución la competencia de autoridades para conocer sobre esta acción ha pasado de los Alcaldes a los Jueces. También el Municipio tiene sus propios jueces para juzgar ac-

ciones directas (ciertas deudas por ejemplo) y hasta hace poco había la cárcel municipal, donde iban a parar vagos, indigentes, ebrios y escandalosos...

Desde el Municipio se promueven iniciativas culturales atractivas por toda la ciudad y se habilitan espacios públicos, todo bajo un marco de nuevas lógicas. Esto responde a una sola situación: acercar a los ciudadanos para que se sientan parte del espacio pú-blico y de la cultura, si se los hace dueños de estos bienes intan-gibles, se logra interés e identifi-cación.

Final

Como una navajita suiza de esas con cien usos, el Municipio Me-tropolitano de Quito es una he-rramienta al servicios de sus ciu-dadanos. Ahora, en las elecciones, usted podrá optar por un modelo o por otro de navaja. Lo que im-porta es que la ciudad le sirva, que sea un arma con la cual defender nuestros intereses, velar por nuestra convivencia y seguir ha-ciendo de Quito, todos juntos, la mejor ciudad del mundo, aunque esa sea una utopía que sirve para lo que sirven las utopías: para ca-minar.

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CumandáTexto: Agencia Pública de Noticias • Fotos: Martín Jaramillo

www.noticiasquito.gob.ec

Se viene un nuevo

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Se realizan obras viejo terminal terrestre del Cumandá para colocar un parque recreativo

y cultural, las cuales ya tienen más del 60% de avance. La inversión que hace el Municipio en esta obra es de 7’998.429,77 dólares y se pre-vé que concluya a principios del siguiente año.

Esta obra de recuperación del sec-tor de El Cumandá es parte del mar-co de la rehabilitación integral del Centro Histórico de Quito. Según declaraciones de Augusto Barrera, “la gente en lugar de venir a vivir en el Centro Histórico se ha estado marchando. En los últimos 20 años se han ido casi 1.000 personas cada año y una de las razones ha sido la ausencia de espacios que permitan la convivencia. Por estas razones el reciclaje del viejo terminal Cuman-dá hacia un complejo recreacional y cultural va tomando forma como

uno de los centros más maravillo-sos en beneficio de la ciudadanía”.

Este lugar contará con un maravi-lloso espacio verde, circuito de bi-cicletas, la combinación del centro cultural con el centro deportivo, una terraza con restaurante, bi-blioteca, cafetería, piscinas, baños de cajón y demás infraestructura que da un giro de 180 grados a las anteriores condiciones del lugar. Con la intervención que se realiza en el lugar, se busca consolidar un espacio atractivo que mejorará la situación de los vecinos del sector.

El alcalde aclaró nuevamente que en El Cumandá no habrá terminal de buses, sino una parada para que la gente pueda visitarlo y puntua-lizó que las intervenciones que se ejecutan actualmente en el Centro Histórico “son para beneficio de todos, no de unos pocos”.

La obra que inició en enero de 2013 forma parte del plan de re-vitalización integral del Centro Histórico y continúa de manera planificada a cargo del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP). Entre los trabajos ejecutados en las áreas interiores están la con-formación de una plataforma en la planta baja del lado norte del edificio donde se ubicará el área húmeda. En esta plataforma se encuentran fundidas y tendidas tuberías del sistema hidrosanitario de las siete piscinas del proyecto.

Esta obra emblemática de la ciu-dad se ejecuta en el marco de la celebración de los 35 años de la Declaratoria de la ciudad de Quito como Primer Patrimonio Cultural de la Humanidad por parte de la UNESCO.

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segunda ediciónatlasTexto: Alfonso Espinosa Andrade Fotos: Sistema Nacional de Información

www.sni.gob.ec

El Sistema Nacional de Información (SNI) pre-sentó la segunda edición del Atlas Geográfico de la República del Ecuador. El documento es

una valiosa sistematización de información sobre todo el país, en diversos ámbitos. Abrir al azar el li-braco de poco más de 350 páginas ofrece la posibi-lidad de aterrizar en datos sobre la población, los re-cursos naturales y las situaciones de pobreza, entre decenas de otras posibilidades.

Se abre el documento con una sección histórica, luego se detiene en la Población, despliega once capítulos de Geografía Humana sobre la Sociedad, con temas que van desde las nacionalidades in-dígenas, la salud o la educación hasta aspectos de vivienda o seguridad ciudadana. La Geografía Eco-nómica tiene dos capítulos, uno para los “grandes agregados económicos” y otro para “recursos, sec-tores e infraestructura”.

El capítulo del Atlas dedicado a Medio Ambiente trae mapas sobre la biodiversidad del país, sobre contaminación, sobre riesgos naturales y cambio climático... Traen información actualizada y terri-torializada al nivel de las provincias (para mayor grado de detalle e información más local se puede acudir a la web del SNI: www.sni.gob.ec). El Atlas se cierra con una sección de Contexto Internacional y otra de fotografía.

50 instituciones cooperaron para la elaboración de este documento, que cuenta con aproximadamente 400 mapas, 300 gráficos, cuadros y textos relacio-nados entre sí. La ministra de Defensa, María Fer-nanda Espinosa señaló que esta publicación arti-culada por Senplades, bajo el liderazgo del Instituto Geográfico Militar (IGM) contiene información en torno a la geografía del país, su historia, economía, formación social, cultural y es una muestra de la de-

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mocratización de la información. “Es una obra monu-mental que realiza una fotografía completa de lo que es el Ecuador”.

Destino: la planificaciónNatalia Cárdenas, Subsecretaria de Información, nos atiende en una oficina de la Senplades con maravillosa vista del parque de El Ejido. Brevemente nos explica que una de las tareas del Atlas ha sido sistematizar y unificar la información, para que todos los actores sociales, las instituciones públicas y el sector privado tengamos los mismos datos.

Aunque parezca obvio, esto no ha sido una práctica habitual en el país, que ha llegado, por ejemplo, a ma-nejar tres cifras de desempleo a la vez. La tarea de ho-mologar la información responde a la necesidad de poder planificar mejor la acción pública. Conocer el territorio, tener descritas sus características físicas, su población y sus recursos permite atender mejor las necesidades específicas de cada lugar.

Este documento es sin duda valiosísimo material di-dáctico y un tesoro para educadores de todos los ni-veles de la formación. Por otra parte, y este es su ob-jetivo mayor, el atlas es una potente herramienta de planificación, a ser empleada por Ministerios y Mu-nicipios para organizar de mejor manera su trabajo

y orientar con mayor precisión sus inversiones y es-fuerzos humanos.

Mapa de socioeconómicoLa información también se ha derivado en el Atlas de las Desigualdades Socio-económicas, que se pre-sentará físicamente ahora en enero. El instrumento inédito, que explora las desigualdades del país en los últimos 20 años y fue presentado en la Asamblea Na-cional. El Atlas concentra la información de los Censos de 1990, 2001 y la información de 2010. Es un análisis comparado de cómo ha ido cambiando la geografía social y política del país, asegura el Secretario Nacional de Planificación y Desarrollo, Pabel Muñoz.

Durante la presentación en la Asamblea Nacional, Muñoz explicó que con los datos del Atlas es posible analizar “paquetes de intervención” en los territorios, con el fin de atender a las personas con servicios pú-blicos de calidad. Se busca así articular la planificación como lo establece el Plan Nacional para el Buen Vivir 2013-2017, que tiene entre sus objetivos erradicar la pobreza y promover el cambio de matriz productiva.

En la investigación, acotó el titular de Senplades, se analizan las dimensiones de educación, salud y nu-trición, empleo, vivienda, pobreza e inequidad social. En cuadros estadísticos y didácticos, se observa un pa-

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norama completo de la evolución de las desigualdades tomando en cuenta la etnicidad, el sexo, los grupos de edad, el área de residencia (urbana o rural), así como la situación de las personas con discapacidades.

Toda esta información se encuentra geo-referenciada a escala parroquial. Esto quiere decir que se considera la realidad de las organizaciones territoriales más pe-queñas del país.

Con los datos del Atlas, explicó Muñoz, es posible ana-lizar “paquetes de intervención” en los territorios para atender a las personas con servicios públicos de ca-lidad. Se busca articular la planificación como lo es-tablece el Plan Nacional para el Buen Vivir 2013-2017, que tiene entre sus objetivos erradicar la pobreza y promover un cambio de matriz productiva.

Pobreza y desigualdadConforme al diagnóstico de este estudio, Ecuador es uno de los pocos países en América Latina que logra combinar, en la última década, la reducción de la po-breza con una disminución de la desigualdad.

Al referirse a estos datos, la titular de la Secretaría Técnica para la Erradicación de la Pobreza, Ana María Larrea, expresó que en el período 2001 a 2010 es po-sible apreciar que “el cambio social es mucho más rápido e inclusivo que en el periodo anterior”.

“Los beneficios sociales logran llegar a las áreas ru-rales, a las poblaciones indígenas, afro-ecuatoriana y montubios y eso nos permite concluir que la mejora social tiene un carácter redistributivo”, precisó Larrea.

Por su parte, Ximena Ponce, asambleísta nacional, coordinadora del Grupo Parlamentario Contra la Po-breza y la Desigualdad indicó que el Atlas es una he-rramienta para que el Ejecutivo, el Legislativo y los Go-biernos Autónomos, “se den la mano” en un esfuerzo para erradicar la pobreza.

El Atlas de las Desigualdades Socio-económicas del Ecuador fue posible gracias al trabajo colectivo entre la Senplades, la Secretaría Técnica para la Erradicación de la Pobreza, el Sistema de Naciones Unidas, la Uni-versidad Andina Simón Bolívar y el Centro de Planifi-cación y Estudios Sociales.

Para mayor información:Dirección de Comunicación SenpladesJuan León Mera Nro. 130 y Av. PatriaTelf. (02) 3978900 ext. 2818 / 2819www.planificacion.gob.ec

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Víctor JácomeHomenaje a

Fotos: Víctor JácomeTexto: Eugenia Egüez

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A Don Víctor Jácome no hay como obli-garle a sentarse frente a la cámara, dice que solo hay como tomarle fotos a

traición y así toca hacerlo.

A sus 88 años camina con pasos cortos sin que se note como levanta los pies del piso, tiene todo el pelo cano, los ojos turbios y el cable transparente de un audífono se nota en su oreja izquierda.

También es difícil desviarle del tema del que quiere hablar y si quiere hablar de sindicatos, así lo hará. Parece un viejito serio pero se ríe más veces de las que se da cuenta y mantiene una conversación fluida en especial si se trata del tema que más le gusta: la fotografía.

Cuando se para frente a las gigantografías de sus fotos las imágenes congeladas cobran vida con la voz de Don Víctor.

Su estudio fotográfico, ubicado frente a la Plaza del Teatro, está lleno de recuerdos a blanco y negro, diplomas, cámaras, partes de cámaras y otros artefactos relacionados con la fotografía que la mayoría de los fotógrafos jóvenes no habrán visto ni en libros.

Aunque su lugar de trabajo está lleno de vitrinas, sabe exactamente donde guarda este lente y aquella cámara. Pero no todo es una reliquia en su estudio, también tiene una cámara muy mo-derna que le despierta una nota de orgullo en la voz, porque con ella solo debe aplastar dos botones para obtener el impreso de seis fotos tamaño carnet o de dos tamaño pasaporte.

Es posible que a Don Víctor le apasione la fo-tografía porque le apasiona la vida. Recuerda claramente por qué le sorprendieron esos frag-mentos de realidades que capturó con su lente; recuerda al ‘Terrible Martínez’ y su trágico final, a la cabra con zapatos junto a la niña descalza, al Don Evaristo elegante, a los niños que pro-tegen al perro como si se tratara de un her-manito menor, a los fotógrafos cansados sen-tados en el piso, a su mujer de joven y a la casa tipo villa que estaba antes en la Plaza República.

Aunque tiene fotos de personajes muy cono-cidos como Velasco Ibarra o Julio Jaramillo, se detiene en las fotos más cotidianas, en las que cuentan historias de personajes anónimos.

Don Víctor ha visto a Quito transformarse frente a su lente y él se ha convertido en un testigo de su cambio, sin haberlo planificado.

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Con sentido • Opinión

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Universidades en el pupitre y el Estado a las carreras

¡Qué iras!

Texto: Editor Revista Q

Procesos de calificación de las Universidades: hace pocos meses, los ciudadanos veíamos en las noticias, con horror y como para morirse de las iras con causa válida, el estado de muchas de las mal llamadas extensiones universitarias del país. Algunas daban más pena

que iras, pero la situación era en general preocupante.

Recién tuvimos el segundo capítulo de este proceso, cuando amanecimos con la novedad de que nuestras universidades no han sido clase A casi ninguna y son más bien de segunda o de tercera. Así de mal se leyeron las categorizaciones en niveles A, B y C por parte de algunos Rectorados, alumnados y padres de familia. En el caso de los estudiantes la desorientación es evidente: no sabían si debían preocuparse por su futuro profesional o exigir –en las privadas– que les bajen las pensiones porque bajó la categoría. Desubicación total, ¿cierto?

Los rectores protestones –el de la Universidad de Guayaquil no, porque está con orejas de burro en el rincón– son como esos alumnos que, ante un mal rendimiento, acusan al profesor de odiarles, no quererlos, mirarles feo. Quienes nos hemos muerto de iras dando clases sabemos que eso es mediocridad, más cuando hay una compañerita de Cumbayá que, con el mismo profe, sacó buena nota...

Por cierto, lo del Estado queriendo reinventar la Universidad, redescubrir el hilo negro y replan-tear la receta del agua hervida es también para indignarse. Como si los tiempos y las urgencias políticas pudieran obligar a la realidad a caminar más rápido: debieran saber que aunque nece-sites sombra el árbol crece a su ritmo, a su tiempo. Y el Estado a través de su Ministro de nombre francés quiere acelerar las cosas, pero el apuro es mala guía aunque las intenciones sean las mejores.

Dos amigos catedráticos de excelente nivel, en dos distintas universidades privadas de Quito, miraron con asombro como la única verificación que los “técnicos” a cargo de las evaluaciones realizaron en sus laboratorios fue ver si había internet y de qué velocidad. Lo demás (microsco-pios reactivos, computadoras y software, instalaciones de seguridad y espacios de experimen-tación) simplemente no constaban entre las cosas a las que tenían que ponerles un visto en su lista de “checks”.

En las universidades se han quejado –y con razón– de estos y otros bemoles que ha tenido el proceso. Por otra parte, la defensa de honores ofendidos no puso sobre la mesa el necesario debate de para qué queremos universidades: por ahora, son fábricas de producción en línea de profesionales de calidad dudosa –casi siempre determinada por la materia prima producida en casa más que por los aderezos educativos. La Universidad ecuatoriana –hablamos en general– no ha producido casi conocimiento, no investiga casi nada, busca ser útil y práctica... Por cierto, sufre la Universidad de la presión social por garantizar trabajo a sus graduados, cosa imposible.

Y si ahora tenemos miles de licenciados manejando taxis, seguro el transporte público mejora-rá conforme se integren al gremio amarillo del Taxismo Leninismo los Magísteres y los Peha-chesdé que irán llegando, es de esperarse para bien de la Patria, por jabas.

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Alma moderna,

alma mí[email protected]

Texto: Oscar Molina • Fotos: Martín Jaramillo

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La llaga profunda quemán-dole el pecho desnudo. El cielo, la mirada del hombre,

las olas: celestes. El escalofrío —quizá piadoso— después de ver, y ver, y volver a ver el autorretra-to de Eduardo Solá Franco. Junto a ese cuadro desolador hay otros miedos, memorias y deseos de

este pintor, escritor, cineasta guayaquileño, enmarcados, ilu-minados, vigilados por el guar-dia silencioso que camina, una y otra vez, por la sala II del Centro Cultural Metropolitano (CCM). Él evita que nadie toque, raye o rompa los apocalipsis fastuosos, las danzas macabras con ves-

tidos largos y antifaz, la lujuria y su telaraña. Evita, en realidad, que ningún ocurrido ose agredir nuestra Modernidad.

En Ecuador, entre 1900 y 1930 surgieron simbolistas. El simbo-lismo es una vertiente artística de la Modernidad. Durante aque-

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lla época la religión, sobre todo, se debilitó. La razón ganaba es-pacio. En este lapso, además, apareció la necesidad de pensar en el ser humano como parte del cosmos; un cosmos onírico, mís-tico. De esta forma, unos, por su lado, dedicaron sus creaciones a la reactivación de la fe, mientras

otros optaron por explorar sus mundos de ensoñación. Entre esos márgenes flexibles se sitúan las obras de Solá Franco, Víctor Mideros y Emmanuel Honora-to Vásquez, los artistas que pro-tagonizan la exposición Alma mía, simbolismo y modernidad, Ecuador 1900-1930.

iMÁgenes

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tres cuadros de Víctor Mideros (1888-1968), el Pintor doMinante de la eXPosición alMa Mía, en una sala del centro cultural MetroPo-litano. este artista consagrado a la teMÁtica religiosa fue Preferido de las élites conserVadoras. la casa Museo urrutia, Parte del circuito de alMa Mía, es dueña de estos óleos sobre lienzo.

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caMilo egas (1888-1962) es uno de los Pintores MÁs rePresen-tatiVos en el trÁnsito desde una sensibilidad roMÁntica hacia una Mirada MÁs social y sigloVentina. su cuadro: ritual (1922).

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izQ., “retrato”, obra al óleo sobre lienzo de caMilo egas realizada en 1920. la Moda de la éPoca se Puede aPreciar en la tela.

der. “el chaguarinischQue”, obra realizada Por Mideros con toda seguridad antes de su Viaje euroPa, a donde Viajó becado Por el go-bierno.

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“reManso del toPo”, óleo sin fecha del MisMo Mideros teMPrano, to-daVía antes de sus obsesiones Mi-lenaristas con el fin del Mundo.

“Paisaje bruselas”, interesante cuadro realizado Por el artista Pedro león durante su PeriPlo Por el antiguo continente.

“Paisaje caMino a la feria”, obra de 1940 fruto de la Paleta de sergio guarderas, uno de los últiMo cultores del PaisajiMo clÁsico en ecuador.

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arriba, una sala del Museo de la ciudad, sede PrinciPal de la eX-Posición, dedicada a la rePresen-tación del Paisaje en esos años.

abajo, un esPacio en el centro cultural MetroPolitano dedicado a los retratos fotogrÁficos caPtados Por honorato VÁsQuez.

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arriba, PriMer Plano de una es-cultura de luis Mideros, dedicada al teMa de la Maternidad. él es-culPió el frontis del Palacio legis-latiVo.

abajo, instruMentos Musicales andinos en una sala del Museo de la ciudad dedicada a la creciente sensibilidad indigenista de esos años.

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“El afán es mostrar que nosotros (en Ecuador) quisimos apor-tar artísticamente durante esas tres décadas, y que lo hicimos a nuestra manera”, dice Alexandra Kennedy, una de las curadoras. Eso implicó que los pintores co-menzaran a fijarse y plasmar su paisaje propio, estetizar lo indí-gena, a destacar a héroes y san-tas. He ahí Mariana de Jesús y su aureola beata ocupando el centro de los óleos del ineludible Victor Mideros. Óleos pequeños, colga-dos en las salas de la casa aristo-crática de María Augusta Urrutia. Pinturas imponentes, con sus gloriosas fosforescencias naran-jas, verdes, amarillas, protegidas por marcos neogóticos. Mideros, según Rodrigo Gutiérrez, el otro curador, es una de las joyas de la exhibición, “aunque, en realidad, hay que darle valor a la produc-ción de todos por igual”.

Las 200 obras de muestra, reu-nidas a partir de colecciones pú-blicas y privadas de Quito, Gua-yaquil y Cuenca, alcanzan para repartir esos méritos. Esta vez, los aplausos no son solo para la plástica. En Alma mía hay revis-tas, ilustraciones, cine mudo, poesía, música, fotografía. “Este también me parece un sesgo de Modernidad muy potente. Es de-cir, el pensar el periodo, la pro-ducción artística y cultural con todo ese material. En Latinoamé-rica nos hemos acostumbrado a que nuestras Historias del arte solo sean Historias de la pintura y la escultura, y todo lo que no entra ahí es cosa menor.”. Verda-des como puños.

En las salas dispuestas para la ex-posición, que estará abierta has-ta el 30 de marzo del 2014, todo cabe y nada interrumpe. Escu-chará pasillos, tangos, sambas

mientras mira, a través del vidrio, cómo era una cámara fotográ-fica de aquella época. Leerá un poema entero a la morfina para después, al ladito, mirar la “bo-hemia solapada” que Emmanuel Honorato Vásquez fotografió en blanco y negro. Este episodio de la Modernidad: descolorido pero divertido.

Las instantáneas de Vásquez, el cuencano pionero de la fotogra-fía artística en Ecuador, muestran a chullas elegantes de piernas cruzadas, paraguas, abrazados, guitarreando. Exponen escenas cotidianas, perennes: un ancia-no mirando la ventana, un hom-bre dormido sobre un escritorio, una mujer peinándose. Mujeres, sobre todo hay mujeres en su obra. Ellas están de frente, con el escote cortado por el encuadre. Ellas asoman en medio de la na-turaleza, rodeadas de hojas, con

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flores en el pelo, de pie frente a un río. Ellas y su erotismo despejando las miradas mojiga-tas de la época.

“Decimos que fueron cuatro años de investi-gación (para la muestra), pero han sido mu-chísimos más. El Rodrigo ha estado trabajan-do sobre la temática durante 25 años. Yo más de 30, entonces es un acumulado”, especifica Alexandra Kennedy. Ella y su colega revisa-ron y clasificaron 20 000 piezas, de las cuales apenas se expone el 1%. Recorrieron biblio-tecas, museos, casas. Encontraron sorpresas. “Me llamó la atención —dice Alexandra— que casi no haya colección en los museos públi-cos de lo que se conoce como artes aplicadas, de la cotidianeidad. No hay alfombras, vesti-dos, cerámicas, mobiliario de la época. Pero a la vez entendí que eso está en uso en las colecciones privadas”. Aunque evaluaron 50, solo consiguieron usar la obra de ocho co-leccionistas cuyos nombres, por seguridad, reservan.

Además del Centro Cultural Metropolitano y la Casa de María Augusta Urrutia, las otras sedes de la muestra son: Museo de la Ciudad, iglesia de La Merced, La Catedral, el Carmen Alto y en el cementerio de San Diego. En este último, por ejemplo, están las esculturas de Luigui Cassadio y Luis Mideros. El circuito se condensa en el Centro Histórico de Quito, allí donde, en ciertas edificaciones, también se aprecia esa búsqueda de renovación, el pe-dido urgente de Modernidad. Simbolismo al aire libre. Evidencia de que no todo fue, es, ni será solo arquitectura colonial.

Y a todo esto, ¿por qué es importante reto-mar ese período específico ahora, en pleno 2013? “Estoy fue muy pensado. Las reflexio-nes que se hicieron a la vuelta de siglo son bastante parecidas, quizá con otros insumos, a las de ahora. Y no es solo aquí. El año pasa-do, en Bruselas, también se hizo una expo-sición magna sobre simbolismo.”, responde Alexandra. Y Rodrigo complementa: “Es una apuesta, una vuelta al humanismo, a repen-sarnos, a criticar el sistema en el que vivimos. Una vuelta para encontrar eso: el alma mía. Y al tema de identidad, por supuesto, que siempre ha estado en nosotros. ¿Por qué un francés no se pregunta por su identidad?”. El alma nuestra, lo que nos hace ser quie-nes somos, lo que nos diferencia de Europa, de Asia. No quieren que esto sea entendido como una denuncia social. Ambos buscan (re)afirmar que tenemos, que siempre hemos tenido, alma y vida propias.

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Fonseca, Oscar de León, Amé-rico, Galé, Cuervos, Paulina Aguirre, Segundo Rosero, el

Trío Colonial, Alberto Plaza, Desco-munal, Binomio de Oro y muchos otros artistas nacionales e inter-nacionales animaron las fiestas de Quito “Fiesta Q 2013”.

Con la invitación para que todos disfruten estas fiestas con alegría, paz y sin consumo de alcohol, el Alcalde de Quito Augusto Barrera anunció a modo de presentación para las fiestas que “celebraremos los 479 años de la instalación his-pana del Cabildo de Quito, pero también celebraremos a nuestro Quito Milenario, Contemporáneo, Libertario, Creativo y ese Quito que es una y mil veces admirado y que-rido. Así lo que va a marcar estas fiestas, es el orgullo de ser quiteños.

El programa de estas fiestas fue diseñado para que todos se sien-tan incluidos. Se mantuvo un mo-delo descentralizado, permitiendo

que la programación de fiestas lle-gue a varios rincones de la ciudad. El desfile de la confraternidad que antes se realizaba en la avenida de los Shyris se trasladó al Parque Bi-centenario, con el fin de que los espectadores puedan disfrutar de mejor manera el evento. El cambio obedece a que al hacerlo en esta avenida, se congestionaba uno de los ejes viales principales de la ciu-dad.

También grupos de teatro, música y grupos de adultos mayores pasaron de ser espectadores a ser protago-nistas en diversos eventos convo-cados dentro de los Centros de De-sarrollo Comunitario (CDC).

Las Fiestas se extendieron durante 24 días, del 21 de noviembre al 14 de diciembre. El 5 de diciembre se realizaron más de 200 Serenatas Quiteñas en diferentes puntos de las ocho administraciones zonales. El programa incluyó más de 400

eventos que pusieron en escena a 7.000 artistas, con la participación de 100 organizaciones comunita-rias y 100 educativas.

Entre los eventos más destacados se cuentan la elección de la nue-va Reina de Quito, el Pregón de Fiestas en la Plaza San Francisco, los Desfiles de la Confraternidad, el Desfile de Luces y Color en la Amazonas (con la participación de 4000 personas y siete carros alegóricos) y la Feria Quitumbe. Las grandes ferias gastronómicas, artesanales y musicales se reali-zaron durante el cinco y el seis de diciembre tanto en la Plaza Cívica Quitumbe, al sur de la ciudad, como el parque Bicentenario, al norte. En la plaza cívica Quitumbe se pre-sentaron el Trío Los Ángeles, Grupo VTX, Manolo Criollo, los 4 de Alti-plano, la Orquesta Sinfónica Nacio-nal con: Segundo Rosero, Paulina

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Aguirre, Trío Colonial, Margarita Laso, Consuelo Vargas, Alberto Pla-za, Descomunal, Antonio Cepeda, Daniel Páez, Sebastián García, Me-lanina, Royal Band / Galé Elizabeth Obando, Chaucha Kings, Rockola Bacalao, Binomio de Oro, Américo y Oscar de León.

Mientras en el parque Bicentenario se presentaron Javier Egas, Solange Jiménez, Papaya Dada, Tomback, Bionomio de Oro, Fonseca, Oscar de León, Guanaco MC, Cuervos, Esto es Eso, Sing Original Monks, la Orquesta Sinfónica Nacional con: Segundo Rosero, Paulina Aguirre, Trío Coloial, Margarita Laso, Con-suelo Vargas, Alberto Plaza, Des-comunal, Antonio Cepeda, Daniel Páez, Sebastián García, Melanina y para el cierre Azuquito / Galé.

Las ferias gastronómicas de la Plaza República, de la Plaza Cívica Eloy Alfaro, del Pasaje Espejo, y de Pla-zoleta del Ministerio de Agricultura no ofrecieron solo deliciosos platos

sino también adornos y manua-lidades navideñas. No faltaron los clásicos recorridos en chiva por la ciudad, ni la visión de la Plaza Gran-de inundada por arreglos florales que se colocaron para conmemorar la fundación de la ciudad.

Como parte del programa de Fies-tas de Quito, durante tres días se realizaron varias competencias en-tre coches de madera. La avenida Michelena y la calle Manuela Ca-ñizares sirvieron como pistas para estas competencias.

Víctor Hugo Quispe es quien im-pulsa, desde hace 10 años, las ca-rreras de coches de madera que se efectúan en el sur de la ciudad. Él comenta que su iniciativa en el sur de la ciudad nació al ver que estas competencias se las hacía única-mente en el centro y norte de Quito.

Fue así que, con el apoyo del Con-sejo Provincial de Pichincha, Víctor Hugo consiguió fabricar varias de-

cenas de coches de madera que son los que sirven para que los niños de 8 a 12 años participen año tras año. Inclusive se les presta el equipo de seguridad para que no se golpeen y la inscripción es completamente gratuita. También hay competen-cias para los adultos hasta los 60 años.

Las celebraciones populares llena-ron la agenda de las fiestas de Qui-to: en el Centro de Arte Contempo-ráneo se exhibirá la obra Érase una vez un hospital. También se ofreció la muestra ‘Tu ausencia’, del Cuarto encuentro de la mujer rockera, en el colegio Sebastián de Benalcázar. En el Museo de la Ciudad, se hizo á el recorrido teatralizado Historia de Quito, en lengua de señas. También se realizó final del concurso Bandas de Pueblo: la banda Santo Tomás de Alangasí fue la ganadora.

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Quito y su patrimonio en

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Muy lejos de España, la cuna de la guitarra, los luthieres ecuatorianos han logrado

hacerse un nombre y una marca. La mayoría de ellos son quiteños o han instalado sus talleres en la ca-pital, convirtiéndola en una de las mecas latinoamericanas de dicho instrumento y de otros como el re-quinto, la mandolina o el charan-go. En esta partitura, la tradición ha interpretado sus solos de la mano con la globalización, permitiendo que algunos maestros nacionales hoy sean comparados con cons-tructores de la talla de los Conde Hermanos o la Casa de Ramírez. La clave de sol es entrar a competir de lleno en el concierto internacional.

Es casi como una leyenda: el oficio y la maestría suelen transmitirse de generación en generación, y evolucionar gracias a las nuevas técnicas y a los materiales que los fabricantes pueden conseguir tan-to en el país como fuera de él, a la

vez que sus trabajos van dándose a conocer de boca en boca. Puertas adentro, el desafío radica en crear piezas únicas, personalizadas, que satisfagan las más altas exigencias musicales y cánones estéticos.

Aunque las guitarras en serie se resisten a desaparecer (dada la ase-quibilidad de sus precios), las que son hechas por grandes artesanos han ganado visibilidad y merca-do. En este caso, la meritocracia ha funcionado de do a do y las pro-yecciones no se detienen precisa-mente en si… Las cuerdas hablan por sí solas.

Chiliquinga: la dinastía continúa

El 26 de octubre del 2011, a los 70 años y después de cuatro décadas de destacada trayectoria, falleció uno de los más connotados lutieres que ha dado nuestra ciudad: Hugo Chiliquinga. Sin embargo, sus gui-tarras no quedaron en silencio ni

colgadas en las perchas, porque –como es costumbre en este ne-gocio– sus familiares tomaron el legado para seguir perfeccionán-dolo.

Quien nos recibe en su taller, ubi-cado en Cotocollao, es Hugo Chili-quinga Jr., su hijo y heredero de 19 años, y nieto de don Emilio Chili-quinga, el hombre que comenzara a construir guitarras y violines en Píllaro, provincia de Tungurahua, allá por la primera mitad del siglo XX. Chiliquinga Jr. se inició a los 8 aprendiendo a conocer y a tocar los instrumentos: “Lo primero es edu-car bastante tu oído, porque tam-bién eres el primero que prueba las guitarras”. Ya a los 10, habiendo aprehendido ciertas nociones teó-ricas del oficio, empezó a poner en práctica sus técnicas, que incluyen destrezas tan ínfimas e importan-tes como saber mover la muñeca para lijar, o palpar y elegir adecua-damente las maderas y barnices.

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A su corta edad, Hugo Chiliquin-ga Jr. ya se considera un maestro y está a la cabeza de un proyecto que busca internacionalizarse cada día que pasa. “Ya no tenemos mu-chos clientes en el país. Hemos tra-tado de hacer una línea súper fina de guitarras y requintos que están viajando a todas partes del mundo, como Canadá o España”, afirma este precoz artesano, cuyos traba-jos cuestan, como mínimo, 1 100 dólares.

Quizá porque Paco de Lucía, el afa-mado guitarrista flamenco, conoce de cerca este taller; o porque la tapa armónica radial que patentó su pa-dre es reconocida fuera de nues-tras fronteras, ahora los Chiliquin-ga fueron invitados a participar en el Guitar Fair 2014, la primera feria mundial de la guitarra, que duran-te el mes de septiembre, en Sevilla, reunirá a los 100 mejores exponen-tes de esta industria.

La escuela de Guacán

En el taller del maestro César Gua-cán (Ibarra, 1956), emplazado en el céntrico sector de San Diego, tam-bién podemos encontrar una am-plia gama de guitarras exportables, desde las clásicas para estudio o principiantes, pasando por las clá-sicas para profesionales y electro-clásicas, hasta las de concierto, que pueden llegar a costar alrededor de 5 000 USD y cuya fabricación pue-de demorar un año entero.

Además de la belleza, resistencia y sonido de sus instrumentos, su trabajo se caracteriza por innova-ciones en la parte de la boca y la roseta, y por la utilización de ma-deras excepcionales, rubro que Guacán conoce de sobra, puesto que de niño se inició laborando en una empresa maderera, lo que lo llevó a identificar las bondades de la materia prima en su estado na-tural. Respecto a esto último, la va-riedad está a la orden del músico,

quien puede elegir entre una vasta lista de opciones, como el abeto, el jacarandá de Brasil o el capulí na-cional. No obstante, “(…) hace más de 200 años los grandes maestros descubrieron que la mejor madera es el palosanto de la India”, con-cluye este consagrado lutier, que ha hecho guitarras para diversas personalidades del espectáculo y la política, como el legendario trío mexicano de Los Panchos, Los An-tares o Michelle Bachelet.

En 35 años de carrera, este artesano no solo ha demostrado el genio su-ficiente para elaborar sofisticadas guitarras, requintos, mandolinas y charangos, sino el ingenio para crear otros instrumentos, como la llamada tercerola, un interme-dio entre la guitarra y el requinto, pensado para barítonos, en cuya invención participó activamente el artista peruano Braulio Hito. “El secreto, permítame que le diga, es sencillo: pensar con la cabeza, ha-

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desentonar con los requerimien-tos de las uñetas más exigentes. Actualmente produce requintos, guitarras clásicas y electroclásicas con pino importado, cuyos valores van de los 280 hasta los 1 800 USD cuando se elaboran con palo de rosa. Dato aparte, él es uno de los pocos fabricantes de maracas que podemos toparnos en la ciudad.

Una particularidad de su tienda es que también ofrece guitarras “chi-nas”. Cabero, un hombre de con-textura y facciones gruesas, explica que éstas son comparativamen-te mucho más baratas y de infe-rior calidad que aquellas hechas a mano, porque son construidas con materiales reciclables y sus rosetas, por ejemplo, son de papel impre-so y no de láminas de madera in-crustada. Esto, en definitiva, afec-ta la sonoridad del instrumento y nos enseña a valorar, hoy más que nunca, el made in Quito.

cer con las manos y hacer de cora-zón. Después todo viene por aña-didura”.

Pero César Guacán tampoco se duerme en sus laureles. Mientras hace cantar melancólicamente a una de sus joyas, nos cuenta que su próximo reto es inaugurar, en el transcurso del 2014, una escuela de lutieres donde espera formar a futuros artesanos “(…) que superen al maestro”. En ese lugar, que abrirá sus galerías sobre la avenida Velas-co Ibarra, muy cerca del Parque It-chimbía, Guacán también preten-de exhibir sus guitarras y organizar recitales en torno a los cuales se congreguen todos los rostros y es-labones de la música ecuatoriana.

Cabero y sus acordes de subsistencia

Al entrar en la tienda de William Cabero, un antiguo y pequeño al-macén ubicado en calle Flores, en pleno Centro Histórico, distingui-

mos un escenario muy similar al de los talleres y tiendas que podría-mos nombrar como referentes de la lutería quiteña: el olor a aserrín, a lacas y pegamentos se esparce en cada rincón, así como las guitarras –compactas y relucientes o aún abiertas y sin terminar– pueden hallarse desperdigadas en nume-rosos ángulos de su espacio crea-tivo. La diferencia es su economía, mucho más doméstica y de subsis-tencia que la de sus pares, aunque no por eso menos profesional.

Cabero es oriundo de Los Ríos (1959), pero llegó a los 17 años a nuestra capital y hace 37 tiene su local en el barrio de San Marcos. En él trabaja junto a su esposa, su her-mano y sus dos hijos, quienes han aprendido el oficio para mantener a flote el negocio familiar e inmor-talizarlo en el tiempo, tal como lo han hecho otras dinastías de lutie-res. Asimismo él aprendió por ne-cesidad, de forma autodidacta y sin

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Quito estrenó un muy espe-cial museo en sus pasadas fiestas: luego de 350 años

de haber permanecido como es-pacio de vida contemplativa para religiosas católicas, el lugar donde nació, vivió, se santificó y murió la santa quiteña Marianita de Je-sús fue transformado en museo y ahora está abierto a todo público. Se trata del Museo Metropolitano del Carmen Alto.

Este jueves 5 de diciembre, el al-calde de Quito, Augusto Barrera, junto con la directora del Institu-to Metropolitano de Patrimonio, Ana María Armijos, y el obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Quito, monseñor René Coba, en-tregaron a la ciudad este nuevo espacio que lleva el nombre de Museo Metropolitano del Carmen Alto pues se encuentra en el mo-nasterio del mismo nombre que, desde su fundación en 1653, ha mantenido su característica de ser un edificio de clausura al que no podía ingresar cualquier per-sona sino únicamente las religio-sas que optaron por el servicio a Dios.

“Qué felicidad festejar a Quito de esta manera, abrir este lugar que permaneció cerrado por más de tres siglos y medio y que, más allá del tiempo, perdurará como joya llena de historia y espiritualidad”, dijo el Alcalde al abrir oficial-mente el histórico lugar. “Dense tiempo para visitarlo, van a salir maravillados de lo que encuen-tren aquí, así se van a sentir más felices, más orgullosos y van a

El Claustro se hizo

museoTexto: Agencia Pública de Noticias Fotos: Martín Jaramillo

www.noticiasquito.gob.ec

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quererle más a esta ciudad, a este tesoro que la vida nos ha dado”, pidió Augusto Barrera a toda la ciudadanía.

La apertura de este museo forma parte del plan de revitalización integral del Centro Histórico, en la línea de difundir el patrimonio tangible e intangible del Distrito Metropolitano de Quito.

El nuevo Museo Metropolitano de Quito del Carmen Alto muestra al público una exposición per-manente que reúne una amplia colección de arte religioso con-formada por pinturas, esculturas, textiles, orfebrería y documentos únicos así como la historia y vida cotidiana de las hermanas ‘Car-melitas Descalzas de Quito’ y la vida de la santa Mariana de Jesús.

Abierto al público desde el 6 de diciembre

El ingreso al nuevo museo, que consta de 21 espacios para ser re-corridos por el público permane-ce abierto en el horario de 09:00 a 17:00 desde el 6 de diciembre y el costo para entrar es de 3 dólares adultos y 1 dólar estudiantes, ni-ños y tercera edad.

1.500 piezas salen a la luz

En este museo el público podrá apreciar más de 1.500 piezas que jamás habían sido exhibidas al público. Entre ellas se destacan obras elaboradas en Quito entre los siglos XVII y XX, por artistas como Bernardo Rodríguez, Luis Ruíz, el imbabureño Víctor Mide-ros y otros autores anónimos que eventualmente realizaron traba-jos para el Monasterio.

Este museo ofrece al público acti-vidades de entretenimiento edu-cativo, a través de una agenda permanente donde se programan talleres de manualidades, cine-

foros y conversatorios sobre los contenidos de las exposiciones y otros temas coyunturales.

Su rescate inició en el 2012

El Museo del Carmen Alto es el resultado de un trabajo multi-disciplinario que inició la actual administración municipal en el 2012. Hoy se cristaliza gracias a la cooperación de la Alcaldía Metro-politana de Quito a través del Ins-tituto Metropolitano de Patrimo-nio (IMP), la Fundación Museos de la Ciudad y el Monasterio del Carmen de San José y Santa Ma-riana de Jesús.

2,4 millones de inversión en esta obra

La inversión para esta obra, hasta el momento, bordea los 2,4 millo-nes de dólares que fueron desti-nados, entre otras actividades a la restauración y conservación de las piezas artísticas y la rehabilita-

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ción integral de dos claustros del Monasterio por parte del Instituto Metropolitano de Patrimonio que hoy forman parte del museo.

Detalles del museo

Se ubica en el lugar original don-de fue la vivienda de la santa quiteña. Una vez concluida la re-habilitación integral, se podrá ac-ceder a espacios que desde 1653 han permanecido cerrados al pú-blico, como los claustros ‘De los Naranjos’ y el de ‘Santa Mariani-ta’, que formarán parte del Museo Monacal.

De esta forma, quiteños y quite-ñas tendrán la oportunidad de conocer la particular cotidiani-dad que vive la Orden Carmelita dentro del monasterio. Mención aparte merece la puesta en valor de la presencia e influencia de los monasterios en la historia y per-sonalidad cultural de la ciudad.

Para la madre priora del monas-terio, Verónica de la Santa Faz, el abrir al público este espacio don-de vivió la Santa en el período 1618-1645, tras 360 años de clau-sura, es muy interesante, primero porque de esta forma se profun-dizará el conocimiento de la vida y milagros de Santa Marianita y segundo para la gente conozca de cerca la espiritualidad y el es-tilo de vida claustral.

La priora dijo que en este museo se podrán admirar muchos obje-tos personales de la santa como la cruz donde se crucificaba, los silicios o instrumentos de peni-tencia que usaba, las disciplinas o sogas con puntas de hierro con los cuales se flagelaba, el Cristo al cual rezaba todos los día y otras reliquias, cuadros y pinturas que han permanecido en su interior a lo largo de estos siglos.

Entre las joyas que han permane-cido custodiados por las religio-sas están, entre otras, la escultura de la Virgen del Tránsito junto a los 12 apóstoles e imágenes del nacimiento de Jesús.

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El anuario del Centro Carrión trae tres voces negras

En el marco de la Feria del Libro 2013 realizada el mes pasado en el Centro Bicentenario, el Centro Cultural Benjamín Ca-rrión, corazón de la vida literaria quiteña, presentó el nuevo volumen de su revista institucional anual Re/Incidencias, vol. 7, dedicada en esta ocasión a la literatura afroecuatoriana en las figuras de Nelson Estupiñán Bass, Adalberto Ortiz y Moritz Thomsen.. El editor invitado para el desarrollo del volumen ha sido el crítico Álvaro Alemán.

En su prólgo al libro, Alemán anota que este tomo “aborda la temática de tres escritores en clave de diáspora. Dos de ellos son nombres conocidos en la historia literaria del Ecuador: Nelson Estupiñán Bass y Adalberto Ortiz, ambos oriundos de la provincia de Esmeraldas, ambos escritores reconocidos tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. El tercero, Moritz Thomsen, de nacionalidad estadounidense, vivió tra-bajó y escribió también en Esmeraldas, y murió a inicios de la década de los noventa. Estos tres autores fueron contempo-ráneos: Estupiñán Bass nace en 1912, Ortiz en 1914 y Thom-sen en 1915”.

Como bien se dice en las palabras de presentación, firmadas por el Alcalde Barrera, “la visibilización de los aportes del pue-blo afrodescendiente a la cultura nacional debe ser un impe-rativo para toda la gestión cultural del Distrito Metropolitano y los diversos procesos que fortalecen los procesos de ciu-dadanía responsable, así como los caminos de respeto a la diversidad cultural y hacia una sociedad incluyente y solidaria”.

El anuario re/Incidencias puede solicitarse en el Centro Cul-tural Benjamín Carrión, ubicado en la esquina de Washington y Páez.

Culturas

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BIBLIOMANÍA

Saberes y tecnologías ancestrales

Bajo el sello editorial de la Casa de la Cultura, la escritora María Eugenia Paz y Miño presentó un breve estudio histórico acerca de los saberes y tecnologías an-cestrales y su presencia bibliográfica, que puede resultar limitado si se considera que el tema en sí no ha tenido un tratamiento sistematizado ni un seguimiento exhaustivo por varios motivos. El primero y fundamental es que estas tecnologías han sido estudiadas tomando como referencia la corriente occidental racional, sin que se les haya dado la debida importancia a los conocimientos llamados ances-trales. Como consecuencia de ello, existe una carencia de fuentes bibliográficas especializadas.

Priorizar la corriente occidental de conocimientos, tiene harto que ver con un pensamiento colonial, arraigado entre los estudiosos, y con las propias limitacio-nes de los esquemas científicos occidentales, por lo cual se ha asumido que el único camino para llegar al saber es la ciencia y la tecnología de Occidente y, por lo mismo, el apoyo a investigaciones, de por sí escaso en nuestro país, ha sido casi nulo en torno a otros saberes, en este caso saberes ancestrales.

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Dos estudios literarios ecuatorianos

La actividad editorial de la Universidad Andina es sostenida e intensa. En su colección Magíster han aparecido, entre otras, dos publicaciones que queremos resaltar como botones de muestra.

Guillermo Cordero reflexiona sobre La novela policial en Ecuador. Hasta casi finalizado el siglo XX, la narrativa policial, salvo contadas excepciones como Un hombre muerto a puntapiés, de Pablo Palacio, o la novela El destino, de Pedro Jorge Vera, no se cultiva en el Ecuador. Sin embargo, desde el año 1997 hasta nuestros días, aparecen novelas que siguen las convenciones del género.

Gabriela Michelena, por su parte, hace un recorrido por la obra de Francisco Granizo, poeta fundamental del siglo XX para las letras ecuatorianas. Francisco Granizo, poeta de los desencuentros realiza un análisis interpretativo a la obra poética de este escritor quiteño (1925-2009), partiendo de tres ejes temáticos siempre presentes: la consuma-ción del amor y el padecimiento corporal; los simbolismos sexuales, el erotismo y la muerte; y, el ímpetu religioso que anima la búsqueda de lo absoluto.

Una policial en el Quito de 1765

“Durante las festividades de la Semana Santa de 1765, en el sosiego característico del Muy Noble y Muy Leal Ciudad de San Francisco de Quito desaparece de un solo golpe. Don Calixto de Flórez y Orejuela, Oidor de la Audiencia de Quito, es asesinado en el interior de su biblioteca”. Así se presenta la primera novela de Íñigo Salvador (Quito, 1960), escritor paciente y espe-cialista en materias jurídicas, que durante una década se ha desempeñado como representante diplomático del Ecuador. Su protagonista es el investigador Nuño Olmos, un detective colonial divertidísimo.

La novela ha aparecido bajo el sello de Editorial Pa-radiso; contactos y solicitudes al teléfono 2277435.

Inmersiones y sobrevuelos

El narrador y profesor universitario Carlos Aulestia, bajo el sello de An-tropófago, presenta un volumen de ensayos literarios. Según apuntan los editores, “con creatividad, Au-lestia rompe los esquemas críticos tradicionales y se sirve del aparata-je teórico para impulsar la reflexión hacia ámbitos novedosos; para plantear debates que abran, nueva-mente, las infinitas posibilidades de la escritura y la lectura literarias”. Vi-sita la obra de Escudero, Dávila An-drade o Henri Michaux.

Nacido en 1974, Aulestia tiene estu-dios de Literatura en la Universidad Católica y una maestría en Filología Hispánica en Madrid. Contacto de la editorial: teléfono 2274646.

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Anaquel de novedades

Un relato de la decadencia

La poeta Carmen Inés Perdono, presentó el libro TEM-PESTAD EN LA FLORESTA, el lunes 25 de noviembre, en la sala Benjamín Carrión de la Casa de la Cultura Ecua-toriana. El comentario estuvo a cargo de la escritora Lu-crecia Maldonado y el poeta boliviano Gabriel Chávez Casazola.

El poeta colombiano José Luis Díaz, al comentar la obra, señala: “La poesía de Carmen Inés parece reinventar la dulce incandescencia de su travesía vital, como una for-ma de desafiar el tiempo que se deshace a cada instante y que sólo un trazo, un gesto, un tono o hechizo sonoro de una palabra logran perpetuar en la esquiva dimen-sión de la belleza”.

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IMPERDIBLESpara el chuchaqui

Cuando se sirven los platos, junto a cada uno de ellos, como “yapa”, es decir como muestra de gentileza y gene-rosidad, se asienta un pozuelo de hierro cargado de arroz con guatita abundante de su salsa cremosa color amari-llo condimento. Gran estrategia para atrapar las ganas y la gula. Suele pasar que luego se ordene un plato completo.

Dirección: 18 de Septiembre y 10 de Agosto (Asociación de pequeños Comerciantes “El Guambra”). Plato estrella: Sopa de mariscos.

Es entre las ocho y las diez cuando el golpe más fuerte de clientela arrasa con todo lo preparado. Vertiginosamente se van terminando las ollas de arroz, de guatita, secos y demás estofados. Los clientes se acomodan en las pocas mesas apostadas en la vereda, comen parados o dentro de sus autos, mientras los dueños y cuatro de sus hijos no des-cansan ni un segundo.

Dirección: Avenida 6 de Diciembre y Pablo del Solar, junto al Banco del Pichincha. Plato estrella: Encebollados, cevi-ches (concha, camarón, mixto).

De una arroba de papas que vendía al día, ahora ocupa dos quintales, medida indispensable para entender el volumen de sus ventas. ¿Por qué? Porque las papas van con todos los platos. Cuatro cocineras trabajan en la cocina de prepara-ción y ocho personas más, aparte de la pareja, se ocupan en el local matriz.

Dirección: Eloy Alfaro, entre Bartolomé de Las Casas y Los Ángeles. Plato estrella: Difícil escoger uno solo, pero las tri-pas son imperdibles.

El patio de comidas del mercado de Iñaquito ofrece una inmensa variedad de platos multisabores. Qué mejor que acompañar cualquiera de ellos con uno de estos jugos. Es la segunda generación dedicada a mantener la herencia del negocio, pero también por innovar en las mezclas y los in-gredientes. No es necesario preguntar demasiado para en-contrar el puesto: sus hijas, ataviadas con delantales impe-cables, recorren el patio de comidas y le invitan al cliente hasta su esquina.

Dirección: Iñaquito y Pereira, esquina. Plato estrella: “Levantamuertos”.

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El Manaba

La Cueva de Charapotó

Los Cueros de la Eloy

Jugos Iñaquito

Tomado de “El auténtico libro de las huecas” • Fotos: Cooperativa Cultural La selecta

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La historia del Café Popular está directamente relacionada con las paredes que lo albergan, pues en el mismo inmue-ble donde se licuan espesos jugos de mora y se preparan infinitas variedades de huevos, estuvo ubicada La Casa del Obrero. Desde esos años cuelga la fotografía del Che Gue-vara de una de las paredes del café.

Dirección: Manabí, entre Flores y Montufar. Plato estrella: Desayuno.

Lo primero es tostar el maní durante más o menos una hora, para luego pelarlo y limpiarlo. Cuando está listo pasa a la paila de bronce que cuelga como un columpio sobre el fogón. De a poco, se vierte sobre el maní la miel hecha a base de agua y azúcar que le va dotando de capas gruesas de dulce blanco. El azúcar hace que el maní puro se trans-forme en bolitas que después de un par de horas de bailar en la paila, quedan listas con el tamaño de una canica.

Dirección: Bolívar Oe8-117 y Chimborazo. Plato estrella: Colaciones.

La posibilidad de conocer gente de distintos lugares o en-contrarse con algún político para amonestarle o darle con-sejos, le dieron color y sentido a su vida. Corrobora esta historia Mónica Tito, su hija, quien recuerda que cuando al país lo gobernaba Guillermo Rodríguez Lara, “Bombita”, doña Fabiola se lo encontró mientras él se hacía lustrar los zapatos. Ella, educadamente, se le acercó y le reclamó por la falta de oportunidades de trabajo para sus hijos.

Dirección: Venezuela y Espejo, en la Plaza Grande, debajo de la catedral. Plato estrella: Seco de chivo.

Doña Sarita está ligada al mote “desde que el quintal valía quince sucres”, lo ha vendido solo y mezclado como “co-sas finas”, esa combinación suculenta con cebollas, fréjol y arvejas. Hoy, a sus 72 años, lo sigue haciendo pues, como dice, “no se ha de dejar vencer por la vagancia”. Entre sus clientes están mujeres moteras que, a su vez, siguen ven-diendo el producto de doña Sarita por las calles con sus ca-nastos de carrizo tejido.

Dirección: Sección Frituras del mercado de San Roque. Plato estrella: Mote y “cositas finas”.

Centro

Centro

Café Popular

Colaciones Cruz Verde

El buen Sánduche

Doña Sarita

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Sur

Sur

El Ville de la Ciudadela León

Morochos yEmpanadas de la J

Deliciosas Comidas Típicas Doña Angelita

La Rica Fritada

Cada día, Hermelinda Correa va a la sección de menuden-cias del Camal para seleccionar la mate- ria prima. Luego, el trabajo que le sigue es arduo: lavar, desaguar y pelar cada uno de los fetos. Algunos días de la semana hay una activi-dad extra: llevar a hornear los villes, debidamente adoba-dos, a un gran horno de alquiler en Chimbacalle, para que una cocción lenta los deje suaves a la mañana siguiente.

Dirección: Villa Zaruma S10-42 y Guachapala, La León, pa-rroquia La Magdalena. Plato estrella: Seco de Ville.

En la última década, el sector de la J se ha vuelto altamen-te comercial, y ahí se puede encon- trar desde zapatos de tendencia hasta comida tradi- cional, como las deliciosas Empanadas de la J, cuyo éxito se debe, además de su sabor, precisamente a que se las encuentra en esa zona de álgido comercio, una zona que se ha vuelto similar a la Michelena y Las Cinco Esquinas.

Dirección: José María Alemán entre Juan Alama y B. Agui-lar, sector Solanda. Plato estrella: Empanada Gigante

Desde temprano en la mañana en el mercado de Solanda, las mesas metálicas que llenan el come- dor, permanecen rebosantes de platos y no se distin- guen muchas sillas li-bres. Es que en este barrio del sur de Quito es común, antes de partir a trabajar o a hacer deporte, que familias enteras consuman para el desayuno un yahuarlocro, un arroz con guatita o un café hirviente con bolones de verde.

Dirección: Mercado de Solanda, Bonifacio Aguilar y Juan Barreiro. Plato estrella: Yahuarlocro.

La historia cuenta que fue uno de los prime- ros locales en establecerse en la calle Michelena, al sur de Quito, y que la exquisita sazón de sus platos proviene de la mano experta de la bisabuela de la familia. El haber sacado el negocio ade-lante y haberlo consolidado pese a la competencia de ven-ta de comida que ha proliferado durante años en esa zona, sirvió para que las nuevas generaciones se educaran en los saberes de la preparación y atención al cliente.

Dirección: Avenida Michelena y Rafael Grau. Plato estrella: Fritada y Ají de Pata de Chancho

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WEBYARTE

BÁRBARA BEZINAhttp://barbarabezina.wordpress.com

TRAVIS LOuIE http://www.travislouie.com

ZHANG JINGNAhttp://zhangjingna.comv

IMPERDIBLESagenda cultural

Los churos son lavados, desaguados, enjuagados y cocinados durante me-dia hora hasta que “salga de una” el contenido que yace en el caparazón, un molusco de un par de centímetros de largo y apariencia oscura. Se les agrega limón, sal y un picadillo de culantro, perejil y cebolla acom-pañados de una espesa colada de haba.

Dirección: Calle Teodo-ro Gómez de la Torre. Plato estrella: Colada de Churos

Sur

Colada de Churos

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