Revistas Literarias y Culturales Argentinas de Los 80

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21/1/2014 No-Retornable - Revistas literarias y culturales argentinas de los 80: Usinas para pensar una época - Roxana Patiño http://www.no-retornable.com.ar/v12/teatro/patino.html 1/10 Volver atrás Revistas literarias y culturales argentinas de los 80: Usinas para pensar una época Roxana Patiño * Si el libro sigue siendo el fruto de la decantación de un proceso intelectual y creativo cuya morosidad aun los más cercanos al mercado no se atreven a desafiar en sus extremos, la revista -por el contrario- en su implícita conciencia de fugacidad, nos acerca más a la búsqueda de las impulsos de un cambio cultural, de su nervio por un futuro a todas luces inminente y por un presente que deja de serlo por imperio de una escritura que sentencia su agotamiento. No hay modo de indagar un imaginario cultural moderno sin recurrir a esas "antenas" de lo nuevo. Y, paradójicamente, lo que denuncia esa pulsión al futuro es, al mismo tiempo, lo que evidencia -cuando no se toca eficazmente el aire de los tiempos - su irreductible vetustez, su condena al inmediato olvido. Hijas de la modernidad y de la constitución de la esfera pública más temprana, las revistas acompañaron las formaciones intelectuales y artísticas provenientes de las franjas más innovadoras de los campos culturales en pleno proceso de autonomización. Fueron, en muchos casos, el órgano de esa declaración de independencia de las otras esferas. Intelectuales y revistas son una dupla de presencia revulsiva en el imaginario de la modernidad. Lo público es, por excelencia, el lugar de despliegue de sus intervenciones. En el imaginario moderno, el intelectual es una figura que construye, como lo requiere Edward Said, representaciones articuladas de una sociedad y una cultura. El vasto entramado simbólico del que está hecho un imaginario moderno incluye en su sistema de identidades y funciones aquélla destinada a que los intelectuales condensen las representaciones de ideas, valores y experiencias que den las claves para interpretar una época. Las revistas, creo, han sido el escenario privilegiado de esas "máquinas de interpretar". "La historia de la literatura moderna, dice Octavio Paz, en Europa y en América, se confunde muchas veces con la de las revistas literarias." Podríamos ir aún más allá y decir: es posible hacer una historia de la literatura moderna siguiendo los trazados radiales de las revistas, o más precisamente, ninguna historia cultural o literaria podría prescindir -a riesgo de cortar un riquísimo tejido de religaciones- del recorrido por ese "entrelugar", esa multiplicidad de fragmentos que es más que la suma de todos ellos y cuya riqueza habilita una lectura compleja de una sensibilidad social y cultural de una época. Los intelectuales modernos, particularmente los comprendidos entre los dos últimos fines de siglo, se desplazan al periodismo desde que su función cambia en el siglo XIX pero mantienen de su antigua identidad la clave política de su intervención. Son los "legisladores" de un orden que han contribuido a conformar, como sostiene Zigmund Bauman. De allí que la gran mayoría de las revistas culturales o literarias, aun las más esteticistas, contengan una "política" que las mantiene estrechamente vinculadas a la esfera pública, a sus tensiones y redefiniciones. Lo público no deja de ser el espacio de alineamiento o conflicto, aun cuando el debate del que se trate se circunscriba a una técnica literaria o a la predominancia de un género. Desde este enfoque resulta posible entender en toda su potencialidad el rol de las revistas culturales y literarias argentinas de los cruciales años ochenta. Cruciales para la vida política, social y cultural que requirió de sus intelectuales un fuerte reajuste de sus roles e identidades constatable en las revistas del periodo. A principios de esta década comienzan a perfilarse en Argentina las condiciones para una apertura democrática, las primeras desde el inicio de la dictadura militar en marzo de 1976. En 1981, cuando se produce el primer recambio presidencial del Gral. Videla al Gral. Viola, se abría un proceso de estrecha apertura política que hacía percibir 1 Me gusta

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Revistas literarias y culturales argentinas de los 80:

Usinas para pensar una época

Roxana Patiño *

Si el libro sigue siendo el fruto de la decantación de un proceso intelectual y creativo cuya morosidad aun los

más cercanos al mercado no se atreven a desafiar en sus extremos, la revista -por el contrario- en su implícita

conciencia de fugacidad, nos acerca más a la búsqueda de las impulsos de un cambio cultural, de su nervio por

un futuro a todas luces inminente y por un presente que deja de serlo por imperio de una escritura que sentencia

su agotamiento. No hay modo de indagar un imaginario cultural moderno sin recurrir a esas "antenas" de lo

nuevo. Y, paradójicamente, lo que denuncia esa pulsión al futuro es, al mismo tiempo, lo que evidencia -cuando

no se toca eficazmente el aire de los tiempos - su irreductible vetustez, su condena al inmediato olvido. Hijas de la modernidad y de la constitución de la esfera pública más temprana, las revistas acompañaron las

formaciones intelectuales y artísticas provenientes de las franjas más innovadoras de los campos culturales en

pleno proceso de autonomización. Fueron, en muchos casos, el órgano de esa declaración de independencia de

las otras esferas. Intelectuales y revistas son una dupla de presencia revulsiva en el imaginario de la modernidad.Lo público es, por excelencia, el lugar de despliegue de sus intervenciones. En el imaginario moderno, el

intelectual es una figura que construye, como lo requiere Edward Said, representaciones articuladas de una

sociedad y una cultura. El vasto entramado simbólico del que está hecho un imaginario moderno incluye en su

sistema de identidades y funciones aquélla destinada a que los intelectuales condensen las representaciones de

ideas, valores y experiencias que den las claves para interpretar una época. Las revistas, creo, han sido el

escenario privilegiado de esas "máquinas de interpretar"."La historia de la literatura moderna, dice Octavio Paz, en Europa y en América, se confunde muchas veces con

la de las revistas literarias." Podríamos ir aún más allá y decir: es posible hacer una historia de la literatura

moderna siguiendo los trazados radiales de las revistas, o más precisamente, ninguna historia cultural o literaria

podría prescindir -a riesgo de cortar un riquísimo tejido de religaciones- del recorrido por ese "entrelugar", esamultiplicidad de fragmentos que es más que la suma de todos ellos y cuya riqueza habilita una lectura compleja

de una sensibilidad social y cultural de una época.

Los intelectuales modernos, particularmente los comprendidos entre los dos últimos fines de siglo, se desplazan

al periodismo desde que su función cambia en el siglo XIX pero mantienen de su antigua identidad la clave

política de su intervención. Son los "legisladores" de un orden que han contribuido a conformar, como sostiene

Zigmund Bauman. De allí que la gran mayoría de las revistas culturales o literarias, aun las más esteticistas,

contengan una "política" que las mantiene estrechamente vinculadas a la esfera pública, a sus tensiones y

redefiniciones. Lo público no deja de ser el espacio de alineamiento o conflicto, aun cuando el debate del que se

trate se circunscriba a una técnica literaria o a la predominancia de un género. Desde este enfoque resulta posible entender en toda su potencialidad el rol de las revistas culturales y literarias

argentinas de los cruciales años ochenta. Cruciales para la vida política, social y cultural que requirió de sus

intelectuales un fuerte reajuste de sus roles e identidades constatable en las revistas del periodo. A principios de

esta década comienzan a perfilarse en Argentina las condiciones para una apertura democrática, las primeras

desde el inicio de la dictadura militar en marzo de 1976. En 1981, cuando se produce el primer recambio

presidencial del Gral. Videla al Gral. Viola, se abría un proceso de estrecha apertura política que hacía percibir

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un largo camino hacia la restauración democrática. Pero los lentos tiempos en los que el régimen había planteado

los pasos de la transición se aceleraron y literalmente colapsaron con la derrota de la Guerra de Malvinas contra

Inglaterra, en junio de 1982.

En esa fecha se abre lo que se conoce como el proceso de transición. Extraída del campo político, esta

denominación que definió las instancias del traspaso del gobierno del régimen dictatorial al régimen democrático

a partir de diciembre de 1983, también abarcó el proceso dentro del mismo gobierno democrático. La debilidadde la nueva institucionalidad política, hizo que hasta muy avanzada la década, no se pensara en una democracia

medianamente consolidada. Pero no se trata sólo de un campo político en transición. El entramado social

completo debe pasar por esos años por un proceso de transformación de una fuerte matriz autoritaria cuyo

origen no data de la última dictadura militar sino que se remonta, al menos, al largo periodo de inestabilidad

institucional y rupturas del orden democrático inaugurado en el siglo XX por el golpe de estado de 1930. La

democratización abre una instancia de cambio en la sociedad hacia una nueva cultura política que debe, al mismo

tiempo, reconstruir una esfera pública obturada por años de censura y represión y luchar por la eliminación de

los patrones autoritarios internalizados en los microcontextos de la vida cotidiana.

En el campo cultural, a la par de la euforia por la democracia recuperada, se instalará casi excluyentemente la

necesidad de debatir las relaciones entre cultura y política a partir de lo que ya se denominaba la "cuestión

democrática". En el marco general de la crisis del marxismo que eclosiona en 1989 con la caída del muro deBerlín y en 1991 con la de la Unión soviética, los intelectuales de las diversas fracciones del peronismo y de la

izquierda intelectual argentina enfrentaron una transición doble: en el momento de reestructuración y crítica desus identidades político-ideológicas deben asimismo, y por lo mismo, pensar los nuevos modos de relación entre

cultura y política.Luego de una larga hegemonía de la cultura política de izquierda en el campo cultural -que arranca a mediadosde los cincuenta y se prolonga hasta principios de los ochenta-, se produce una serie de cuestionamientos a sus

contenidos que provienen desde el mismo sector de la izquierda. El nuevo escenario de la transición no es ya unespacio construido desde el autoritarismo pero, al mismo tiempo, tampoco es un espacio frente al cual los

artistas y escritores que provenían del peronismo y la izquierda pudieran seguir desplegando, sin una autocríticaprevia, el mismo fundamento revolucionario que había legitimado las prácticas culturales durante los sesenta y los

setenta.En efecto, la recolocación de los intelectuales y escritores respecto de una nueva cultura política democratizante

será uno de los principales ejes del cambio cultural, si bien no en el mismo momento: de allí las polémicas, de allítambién los tensionados desplazamientos. La reestructuración parcial o total de sus tradiciones ideológico-

políticas genera consecuentemente una crisis en los paradigmas estético-culturales predominantes en el campo yuna redefinición de las tradiciones culturales, de sus relaciones con la política, del lugar y de la función delintelectual y el artista. La literatura es parte de este proceso general, y tal vez uno de sus escenarios más

privilegiados.El periodismo cultural ofrece una inmejorable posibilidad de visualizar ese "lugar" (ideológico, estético) que

ocuparon los escritores argentinos en el momento mismo de redefinición de sus coordenadas literarias. Esto seentronca con una rica tradición de la cultura argentina que expuso sus principales núcleos de debate en revistas y

suplementos literarios, de Martín Fierro (1924-1927) a Sur (1931-1979), de Contorno (1957-1959) a Puntode Vista (1978-continúa); del suplemento literario de La Nación, baluarte de la cultura liberal y Clarín,

representante del nacionalismo cultural moderado, no peronista, hasta el de La Opinión, en los años setenta,emblemático representante de la cultura "nacional y popular" y el de Página 12, en los ochenta y noventa, vocero

del progresismo cultural de la posdictadura.

La cultura argentina: espacios y tiempos fracturados

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La premisa principal que la crítica tiene en cuenta cuando se habla de la producción literaria e intelectual durantela dictadura es que se trata de un campo fracturado entre aquellos escritores exiliados y los que permanecieron

en el país. Por razones inherentes a esta división, los debates y las estrategias para desplegarlos en cada uno deestos ámbitos no fueron iguales ni tampoco sincronizados. Las discusiones que en la izquierda comienzan en el

exilio a fines de los setenta, se instalan en Argentina a partir de un pequeño grupo recién comenzada la transicióny se expanden durante la democratización, entre 1984 y 1987. Por su parte, si bien algunos intelectuales aislados

y no "orgánicos" reflexionaban sobre el tema, en el peronismo este proceso permanece paralizado en lostérminos en que los deja las consignas del '73 (año de inicio del tercer gobierno de Perón que cae con el golpe

del estado de 1976): el populismo y el nacionalismo cultural. No hay revisión en la matriz cultural del peronismohasta su derrota electoral en 1983, cuando un grupo de políticos e intelectuales inicia lo que se conoce como la"renovación peronista". Estas dos son las zonas del campo cultural de mayor actividad en los debates y

propuestas de la primera etapa de la década. La densidad disminuye en otros grupos más vinculados a lasvanguardias estéticas y tiene registros de superficie en la zona vinculada a la tradición liberal.

En virtud de esta división podríamos identificar, en el ámbito de las revistas publicadas en Argentina, un conjuntode publicaciones que podríamos sumariamente llamar de "resistencia" o disidencia a la dictadura. Las vincula

esta común postura frente al contexto de censura y opresión cultural: Punto de Vista, Nova Arte (1978-1980),Ulises (1978), Brecha (s/f), Crear (1980-1984), El Ornitorrinco (1977-1987) -la revista que completa la zaga

de publicaciones dirigidas desde la estética del compromiso por el escritor Abelardo Castillo- , y dos revistas depoesía: Xul y Ultimo Reino. Muchas de estas publicaciones cumplieron con su rol de generar un entramado

alternativo de la cultura censurada por el régimen, pero no sobrevivieron a este gesto. Concebidas como revistasde resistencia no consiguieron articular propuestas superadoras de esa instancia cuando se abrió el procesodemocrático.

Un caso semejante, con matices propios, ocurre con una revista cultural del exilio mexicano. Controversia(1979-1981) fue la revista que agrupó a un importante sector de la izquierda intelectual de los sesenta y los

setenta que había dejado sus huellas en emblemáticas revistas como Pasado y Presente (Córdoba, 1963-1965)y Los Libros (1969-1976). Para estos escritores y pensadores (José Aricó, Nicolás Casullo, Héctor Schmucler,

Oscar Terán, Jorge Tula, Juan Carlos Portantiero, Sergio Buffano, Rubén Caletti, entre los principales) queprovenían tanto del marxismo gramsciano y del marxismo leninismo, como del peronismo de izquierda, la

reconsideración crítica de sus tradiciones de pensamiento político es una condición indispensable para pensaruna nueva agenda cultural. El reconocimiento del fracaso (lo que se llamó "pensar la derrota") se convierte en elpunto de partida para toda reflexión futura sobre un proyecto político y cultural. No es éste un dato menor: se

trata de intelectuales que habían marcado el rumbo de las orientaciones culturales de la Argentina hasta elmomento previo al golpe y que tendrán una decisiva actuación en el periodo alfonsinista. Los 14 números de la

revista están destinados a esta revisión crítica: la crisis del marxismo, el análisis de la izquierda argentina ylatinoamericana, la problemática del peronismo, la redefinición del intelectual frente a la democracia, la literaturay la producción desde el exilio. Junto a estos tópicos está incluido el análisis de la literatura. La revista dedica un

dossier al tema "Exilio y literatura" (N° 11-12, 1981), recogiendo las polémicas que se estaban entablando en el

país y en el exterior entre escritores y críticos literarios. Planteos acerca del rol de los escritores que

permanecieron en el país, cuestionamientos desde/hacia los que se fueron, disidencias sobre la composición delcorpus de obras a considerar como la literatura argentina del periodo, etc., son los más comunes a estas

polémicas que, tenues y solapadas durante la dictadura, eclosionaron en el inicio de la transición. (1)

Controversia dejó de publicarse en 1981 porque no pudieron conciliarse las líneas internas de la revista:peronistas y socialistas, comenzada la transición, comenzaron también a alinearse en lados opuestos. En los dos

ámbitos de este campo fracturado, los tópicos que habían ayudado a sobrellevar la dictadura no conseguían

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articular pasajes hacia una nueva etapa de reconstrucción cultural.

Hubo, sin embargo, valiosos e variados espacios "de pasaje". Es sabido que en periodos de obturación de la

opinión pública, la cultura se entremezcla por discursos no autorizados como tal. Dos ejemplos dentro delperiodismo masivo: la revista Humor, nacida en 1978, fue una publicación desde donde se construyó un discurso

cultural disidente que, cruzado con la sátira y el registro humorístico, pasó tolerado por el régimen; y la revista El

Porteño (1982-1993) que aprovechó la liberalización producida durante la guerra de Malvinas para lanzar un

discurso opositor que luego el gobierno no consiguió hacer retroceder. Dentro del ámbito específicamentecultural, El Porteño cubre la llegada de los escritores exiliados, la gestación de los movimientos de DD.HH. y

otros movimientos artísticos que impulsan la apertura democrática. Ambas revistas lograron traspasar la

transición y fueron altamente representativas de este periodo. Las nuevas propuestas culturales y literariashallaron en sus números espacios de inserción que las conectaba con el gran público.

En el circuito más restringido al campo intelectual y específicamente literario, la conducción de los principales

debates y las reformas más importantes a la tradición literaria argentina recae en la revista Punto de Vista.

Iniciada en 1978 como intento de continuación de la revista Los Libros, censurada en 1976, el núcleo incial dela revista -compuesto por Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano, Ricardo Piglia, María Teresa Gramuglio y Hugo

Vezzetti- se revelará recién en el número 12, de julio-octubre de 1981, cuando la distensión del régimen permite

el abandono de los pseudónimos, la constitución de un Consejo de Dirección y el paso de la conducción de la

revista de un desconocido Jorge Sevilla a una cada vez más reconocida intelectual del campo: Beatriz Sarlo.Punto de Vista es la única revista que atraviesa todo el periodo que estudiamos y es la que con mayor

coherencia consiguió avanzar de la posición de revista de resistencia hacia los desafíos de ser un espacio de

debate de la cultura de la democratización. Esto se debe en gran parte al hecho de que la revista no "tematizó" ladisidencia; su intervención apuntaba más bien a poner en circulación otros discursos -desde la crítica cultural y la

teoría literaria hasta la reflexión sociológica y la historia intelectual- que en sí mismos implicaban una opción

refractaria a los discursos autoritarios, no sólo políticos sino propiamente culturales. El "derecho al punto de

vista", tal como lo reclama la revista, posibilitó la introducción de nuevos discursos que, al decir de su directora,"eran más de lo que decían", es decir, implicaban opciones teóricas que, como veremos a continuación,

marcaban un fuerte viraje respecto del propio repertorio teórico anterior así como del paradigma propulsado

desde el régimen.

Otro de los méritos de la revista: consiguió mantener los puentes tendidos entre las dos partes del campodividido por el exilio. Poseía un sostenido contacto con los debates externos, particularmente con el de los

exiliados en México y el grupo de Controversia, al mismo tiempo que dinamizaba el quietismo local. Sintonizó y

"suturó" ambas zonas en un momento en el que más belicosamente se hablaba de una cultura nacional producidaen la Argentina y una cultura del exilio. Esto permitió que amplias zonas del campo se hicieran cargo del elenco

de propuestas de la revista y la colocaran en un lugar central en el momento de la apertura democrática. De este

modo, Punto de Vista pudo incorporar en su consejo de dirección y de colaboradores, a partir de 1983, a

escritores e intelectuales que provenían del exilio, como José Aricó, Juan Carlos Portantiero, Oscar Terán yEmilio de Ipola. De esta fusión surge en 1984 el Club de Cultura Socialista, en la que se incluyen la mayoría de

los integrantes de Controversia. Desde allí se creó un foco de intenso diálogo y colaboración con el proyecto de

gobierno de Raúl Alfonsín.

Pero ¿cuál es el principal aporte de Punto de Vista a la literatura? En la editorial del N° 12 ya mencionado, se

expresa:

"Existe una tradición argentina que los que hacemos Punto de Vista reconocemos: una línea crítica, de reflexión

social, cultural y política que pasa por la generación del 37, por José Hernández, por Martínez Estrada, por

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FORJA, por el grupo Contorno. Descubrimos allí no una problemática identidad de contenidos, sino más bien

una cualidad intelectual y moral" (2).

Este gesto inaugural tardío indica una suerte de pasado en limpio que sirve para encolumnar sus propuestas en el

marco de esa tradición así enunciada, al mismo tiempo que ofrece la clave para interpretar lo que seguirá. En los

años siguientes, al menos hasta el final de la década, la revista llevará adelante dos operaciones principales: una

puesta al día de la crítica y, paralelamente, una redefinición de las líneas de la tradición literaria argentina. Laprimera representa un avance y revisión crítica respecto de los instrumentos teóricos que dominaron en la

década anterior: el estructuralismo lingüístico, literario y antropológico, el psicoanálisis lacaniano, la lectura

althusseriana de la teoría social, entre los principales. Muy temparanamente se pone de manifiesto la intención debuscar alternativas en nuevas lecturas o relecturas de la historia de las ideas, la teoría política, la sociología de la

cultura y la crítica literaria. Desde esta estrategia de búsqueda, se introduce el último Barthes, la sociología de

Pierre Bourdieu y los estudios culturales británicos, particularmente Raymond Williams, autores cruciales para la

reforma de la crítica literaria de los próximos años. En relación a la redefinición de las líneas de la tradición literaria argentina, Punto de Vista pone en marcha un

gigantesco sistema interpretativo basado en una relación diferente entre política, ideología y literatura. No hay

núcleo importante de la literatura argentina que quede fuera de la "relectura" de Punto de Vista: Sarmiento y elFacundo, José Hernández y Martín Fierro, la generación liberal de 1880, el nacionalismo cultural del 900,

Borges y la vanguardia, el grupo Sur, Martínez Estrada, el grupo Contorno, entre los principales. Hay en este

trabajo interpretativo una voluntad de lectura de la tradición literaria hecha a partir de obras y autores que

operaron como revulsivos en la literatura nacional. De este modo, hay una clara relectura de Sarmiento, Borgesy las vanguardias, una puesta en valor de temas demonizados por la crítica literaria de izquierda desde que la

revista Contorno le había arrebatado la hegemonía crítica a la cultura liberal representada por Sur.

En otras palabras, Punto de Vista completa aquello que Contorno no había podido leer, revisa y ordena lo queun nuevo paradigma de lectura posibilita una vez reprocesadas claves ideológico-políticas que operaron como

barreras para la ampliación de la mirada crítica en las décadas anteriores. Hay una hiperconciencia de este

proceso en los redactores de la revista: todo su sistema de elección temática está al servicio de esa operación.

Avatares de la democratización cultural

El conjunto de escritores e intelectuales que participaron en las revistas que acabamos de reseñar describen undesplazamiento ideológico común: la crisis de los presupuestos ideológicos que se había tematizado en el exilio o

problematizado a través de otras estrategias dentro del país, se vuelve objeto expreso de reflexión cuando se

abre el periodo democrático. Desde este sector, entonces, se plantea una revisión crítica del paradigma marxista

que produzca un pensamiento socialista renovado, reformado, cercano al paradigma democrático, a tono conlos aires socialdemócratas europeos del momento y con las demandas de una sociedad en pleno proceso

posdictatorial. Este viraje es esencial para pensar los contenidos de una cultura y los fundamentos de una

literatura que busca nuevas claves de enunciación dentro de un nuevo espacio no obturado por el antagonismode fracciones ni la censura autoritaria.

Avanzado el proceso de democratización, entre 1984 y 1987, las posiciones en el campo cultural argentino

tienden a polarizarse. Las revistas son un buen espacio para vislumbrar esas posiciones. Si bien la alta

legitimidad alcanzada por Punto de Vista era visiblemente importante -su condición de árbitro de los debates yconsagrador de temas y escritores del monento, así lo testifican-, su recolocación produce una tensión en otros

sectores de la izquierda cultural que no habían realizado los mismos desplazamientos ideológicos. Algunas de

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estas posiciones pueden rastrearse en un conjunto de revistas que surgieron a partir de la instauración

democrática y que se ubican polémicamente en relación a Punto de Vista y su entorno. Se trata de publicaciones

de corta vida pero de concentración cuantitativa. Pié de Página (1983-1985), Mascaró (1984-1986), Praxis(1983-1986) y La Bizca (1985-1986), componen una zona generacionalmente más joven y permiten reconstruir

la línea que, arrancando del tronco común de las revistas de la disidencia cultural a la dictadura, toman el relevo

de aquéllas y se ubican en el periodo de la democratización manteniéndose dentro de las consignas de laizquierda marxista. En consecuencia, la tensión con el otro sector de la izquierda cultural, cuyo faro principal es

Punto de Vista, se irá acrecentando hasta llegar a su pico entre 1985 y 1987. (2) Podría decirse que fue el

debate en torno a los paradigmas políticos para pensar la cultura los que dirimirán las zonas de la literatura que

cada sector privilegiará.Otra zona del campo literario que deberemos auscultar en este periodo es la representada por la vanguardia

estética, cuya mejor representante es la revista Sitio, que publicó 7 números entre 1981 y 1987. Al grupo

nuclear compuesto por Ramón Alcalde, Eduardo Gruner, Jorge Jinkis, Luis Thonis, se le agrega un entorno de

colaboradores como los escritores Osvaldo y Leónidas Lamborghini, Néstor Perlongher, Arturo Carrera,Enrique Pezzoni, Luis Chitarroni y Silvia Molloy, entre los más frecuentes. Sitio proyecta en la década del 80 las

tendencias desplegadas por su antecesora, la revista Literal (1973-1977), dirigida por Germán García, Osvaldo

Lamborghini y Luis Gusmán. Desde el ensayo a la poesía, una voluntad de cruce de textualidades residuales,coloquiales y eruditas, un trabajo implacable con los significantes, recorre este discurso neo-barroco (o neo-

barroso, como lo definiría Perlongher) que invade y corrompe los discursos consolidados, sociales o literarios.

Sitio es una revista donde puede detectarse más tempranamente la absorción de ciertos tópicos del pensamiento

posestructuralista: su teoría de la escritura, principalmente. La resistencia a generar un discurso colectivo está,por otra parte, excluida de su mira. El lugar de Sitio es más bien un "no lugar" que en el discurso no se posa

sobre ninguna certeza, ya que la cidumbre es una moneda tranquilizadora que intercambia "palabras por

sentido". Tal como lo afirma E. Gruner en uno de los textos de la editorial del N° 1 escrita a "tres voces" por sus

hacedores;

"la moneda de lo comunicable hace a la literatura esclava de las intenciones, práctica escatológica, donadora de

certidumbres […] El lugar de lo literario […] es el de la interrogación. Que no podría coincidir ni con la plena

certidumbre ni con la nada, sino que sobrelleva en el acoso insistente de esos dos antogonistas, en permanente

estado de sitio" (p. 6).

Se trata de una actitud claramente diferente frente a la literatura que reserva para ella el derecho a no apoyarse

en los lugares autorizados de los discursos centrales ni tampoco en los que se oponen a ellos cuando su

condición es la ilusión realista de lo representacional. La oposición está en la diferencia, en el desvío y el

descentramiento que el desmoronamiento de los metarelatos habían dejado como secuela. El lugar de la

diferencia es la lengua. Detectamos aquí una operación a contrapelo de las anteriores, que desestima por

engañosa toda "política de la cultura" y deposita en el lenguaje la posibilidad de una política. Claro que para esoes necesario una reforma en la función intelectual ya que, según esta línea de pensamiento, es "siniestra" la

función del escritor que se propone la enunciación de una política literaria, parapetada en un realismo tanto de

derecha -que "pasa el trapo a la moral sobre las razones del orden"- como de izquierda -"cuya ideología se

agota en el gesto progresista que evita pagar el precio de las verdades que anuncia", según afirma Jorge Jinkis en

el mismo número.

La bisagra hacia los noventa

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Hacia final de la década del 80 se produce una segunda transición cultural que opera como "bisagra" entre lasdos décadas. Como caso paradigmático hemos elegido la revista Babel (1988-1991) para enfocar, dentro de su

breve existencia, algunas claves sobre los cambios sustanciales en los núcleos del pensamiento cultural entre los

80 y los 90. En esos pocos pero intensos años se concentra un momento de la cultura intelectual y literaria

argentina en la que se produce un movimiento de trasmutación de los fundamentos del pensamiento que

sostuvieron hasta entonces, y aunque con módicas reformas, un conjunto importante de escritores e intelectuales

del período. Una transformación que arranca en el fracaso del proyecto intelectual que se vinculó al

democratismo alfonsinista y que se interna en el clima de “miseria de ideas” del neoliberalismo menemista. Larevista puede concebirse como "laboratorio de ideas" de un denso caudal teórico y crítico que marcará una

nueva redefinición de la tradición intelectual y literaria canalizada, luego de su corta vida, por el conjunto de

revistas de los años 90.

Babel, revista de libros, editó 20 números hasta 1991, bajo la dirección de Martín Caparrós y Jorge Dorio. La

revista congrega en su grupo nuclear a Daniel Guebel, Alan Pauls, Luis Chitarroni, Sergio Chejfec, Ricardo

Ibarlucía y entre su grupo ampliado de colaboradores una cantidad y calidad de críticos y escritores como hacía

mucho no se veía en una publicación cultural: Horacio González, María Moreno, Daniel Chirom, César Aira,Nicolás Casullo, Christian Ferrer, Charlie Fieling, Ricardo Forster, Germán García, Horacio González, Eduardo

Gruner, Mario Herrero, Daniel Link, Marcos Mayer, Graciela Montaldo, Eduardo Rinesi, Daniel Samoilovich,

Matilde Sánchez, Horacio Tarcus, entre los principales colaboradores circunstanciales y extrageneracionales:

Beatriz Sarlo, Héctor Schmucler, José Aricó, Nicolás Rosa, Ricardo Sidicaro, entre muchos otros.

Como puede verse en esta lista, la revista concentró una sustancial cantidad de participantes y colaboradores

que representan, precisamente, estas líneas de debate que luego se profundizarán. Más allá de su grupo nuclear,

vinculado a un espacio que relacionaba la práctica académica en la universidad de la democratización y la

intervención en los medios, la revista atrae a un conjunto de intelectuales de diversas franjas generacionales eideológicas que más tarde se reconcentrarán dentro de espacios aún más restringidos de interlocución. En ese

sentido, la revista es, efectivamente, una "babel" de lenguajes y de generaciones presentes en una época que

cierra y abre problemáticas diferenciadas en el pensamiento cultural argentino. (3)

Babel se presenta como una “revista de libros” e irónicamente se subtitula: “Todo sobre los libros que nadie

puede comprar”, en directa alusión al proceso hiperinflacionario que afectó a la Argentina a fines de los 80.

Desde el punto de vista de su presentación formal, instaura una duplicación. Por un lado, es una revista de

reseñas bibliográficas dividida en secciones fijas (Actualidad, Ciencias, Humanidades, Infantiles, Psicología,Narrativas, etc.) a la manera de un neutro catálogo de una revista de novedades editoriales, con la infaltable

presencia de un “Anticipo”; por el otro, el “catálogo propio”, su propio diseño del canon, con secciones acordes

a su promoción. La mayor parte de la revista está compuesta por reseñas de breve factura. El diseño de

catálogo para el mercado muestra permanentemente el revés de su propósito. Al gesto de despliegue formal de

las novedades editoriales que generalmente van dirigidas, en un lenguaje informativo y casi neutro, a un lector

poco o nada anoticiado del contenido del libro, se le impone su reverso: una densa urdimbre de discursos en

registro ensayístico que supone una alta competencia del lector respecto del universo de ideas que rodean allibro en cuestión. De este modo, entre reseña y reseña, se trama un asistemático circuito de ideas que da la

identidad a la revista por fuera de toda intención programática y de todo gesto manifestario propio de una revista

de vanguardia, y cuyo trayecto puede ser detectado tanto en una reseña de un libro de política como de

literatura infantil. El staff de colaboradores y autores de las reseñas proviene de la amplísima gama ideológica y

generacional que rodea al grupo nuclear de la revista, y no puede ser identificado como un conjunto "compacto"

en ninguno de los dos sentidos.

Este paradójico paralelismo entre un diseño de "revista para el mercado" y un contenido de “revista para la

tribu”, se acentúa aún más, ya que al gesto frívolo de los títulos le suceden verdaderos juegos borgianos

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(Siluetas), ensayos informales de crítica literaria (La mesa de luz), comentarios de literatura extranjera(Bárbaros), etc. Un franco travestismo de los géneros periodísticos más vinculados al mercado puesto al servicio

de una operación antropofágica que devora todos los modos discursivos y subvierte su valor y funcionalidad

habituales.

En este cruce entre dos políticas de lectura, se fija el gesto de Babel: una revista de vanguardia estética que se

presenta como una revista propia del mercado editorial ampliado, poniendo en circulación dentro de este

circuito "productos" que provienen de los circuitos más restringidos del campo cultural y literario. Operación que

sus principales integrantes habían comenzado años antes desde los suplementos culturales y en el momento deedición de Babel se extendía a los medios radiales y televisivos. Los redactores de Babel, sus principales

responsables- Daniel Guebel, Martín Caparrós, Jorge Dorio, Alan Pauls, Sergio Chejfec- son jóvenes pero no

desconocidos. Tampoco es la primera empresa que inician en conjunto. Intentando una mínima genealogía de su

trayectoria podemos ubicar a varios de ellos conformando el equipo de redacción de Tiempo Cultura, el

suplemento cultural del diario Tiempo Argentino (1982-1986). Desde ese suplemento se introduce la franja de la

vanguardia literaria que durante la dictadura no había tenido espacios en otros suplementos de los grandes

medios gráficos y sólo había circulado en la zona subterránea de las revistas literarias. Por otra parte, seincorpora al circuito comunicativo-cultural una serie de temas ausentes hasta el momento en ese nivel de difusión

de la cultura. El suplemento –en contraste con el de Clarín, cultura y nación- operará entonces como una

instancia modernizadora, de puesta al día en temas clave del pensamiento contemporáneo.

Tiempo Argentino deja de aparecer en 1986. Los integrantes de la redacción del suplemento habían

conformado durante cuatro años una experiencia conjunta que cristalizó un repertorio común de marcas

identitarias que cruzaba la práctica de “código de la tribu” con la exposición permanente en el circuito de

difusión cultural a gran escala. Valga este retroceso histórico para afirmar la hipótesis de que el grupo Babel -sus

postulados y sus integrantes- no nace con la revista sino que posee un proceso de gestación que coindide con elperíodo inicial de su formación como escritores e intelectuales a mediados de los ochenta. La juventud de sus

miembros, el retraso en la incorporación de otros intelectuales y escritores más importantes del campo que

fueron relegados por la dictadura y que durante los 80 alcanzan su momento de mayor legitimidad (los casos de

Piglia y Saer son los más paradigmáticos), y el peso relativo de los valores que introducen en un campo que

legitima problemáticas más lejanas a sus propuestas, permiten conjeturar sobre las razones por las cuales se

tiende a pensar que el surgimiento del grupo Babel pertenece al "clima de época" de los años 90. Si es razonable

afirmar que a partir de Babel el grupo se consolida al tiempo que comienzan a fortalecerse las individualidades,es necesario acordar que tal consolidación tiene un proceso de una década en el que se solidifican las marcas

identitarias de un tipo de intelectual que impondrá su impronta en los debates de los 90.

Dichas marcas identitarias son fijadas inmediatamente después del cierre de Tiempo Argentino cuando el grupo

se presenta como una verdadera formación. En 1987 nace el “grupo Shangai”, cuyo manifiesto es publicado en

el diario Página 12 y en la revista El Periodista, dos publicaciones de gran difusión en la época. Sus integrantes:

Martín Caparrós, Jorge Dorio, Daniel Guebel, Ricardo Ibarlucía, entre los principales, es decir, los futuros

directores de Babel y algunos de sus principales redactores. En 1987 este discurso se instauró de maneraconflictiva. La izquierda cultural definió al grupo Shangai como los “dandys de izquierda” y se resistió a articular

sus planteos al sistema de problemáticas vigente. Para el grupo Shangai, la fractura era ya irreversible. En esa

“bisagra” se instala Babel, de allí su dificultad para ubicarla y leer en ella la complejidad que porta más allá de lo

evidente.

Siguiendo con la zaga de redefiniciones que venimos reseñando, Babel posibilita una operación que la condición

moderna de Punto de Vista no podía proponer por entonces: una reforma de las relaciones intelectuales/

literatura/política y, consecuentemente, una reforma de la tradición literaria e intelectual, ambos a partir de una

particular asunción de los términos del debate sobre la modernidad. En ese sentido, la revista se instala en una

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zona de cruce entre la línea del pensamiento sobre la crisis de la modernidad con una crítica de la izquierda

intelectual, tal como hasta entonces ésta había concebido los términos de la relación entre cultura y política, y

que la lleva a instalarse más allá del ajuste en el que la habían colocado las reformulaciones de Punto de Vista.

Esta nueva formación -alivianada de una identidad intelectual que no asume como propia- construye una nueva

relación entre literatura y política, afectando la relación de funcionalidad entre ambas, y una nueva relación con la

tradición bajo la asunción crítica del pensamiento posmoderno.

El despojamiento de la historicidad y del valor del arte en el sentido moderno está en la base de la idea de la

literatura como un vacío, como un desierto, que obtura la posibilidad de instauración de sentidos unívocos yposibilita su repoblamiento vía el exceso o el extrañamiento: de Lamborghini a Saer, de Aira y Laiseca a Guebel

y Pauls. Babel hace de esto el centro de su operación sobre la tradición: podría afirmarse que todo el repertorio

de secciones de la revista es una respuesta y homenaje al único texto de Borges que la revista publica: “El

escritor argentino y la tradicion” (N° 9). Así, en ese gesto de construcción selectiva desde un presente, la

redefinición de la tradicion de Babel se realiza según operaciones muy diferentes a la de Punto de Vista. Ésta

había empeñado sus esfuerzos interpretativos casi excluyentemente en la elaboración de una nueva tradición de

la literatura argentina construyendo una genealogía según claves provenientes del pensamiento crítico-político defuerte anclaje en el intelectual moderno, de Hernández a Contorno. Babel, en cambio, retoma a Borges sin

homenajearlo, con el objeto de reivindicar para la literatura la clave de su autonomía y para la literatura argentina

el territorio del universo. La literatura extranjera, de escasísima presencia en Punto de Vista, reaparece en Babel.

A la presumible angustia de corroborar que “la literatura no hace tornar las ruedas de la historia” y que por lo

tanto, la palabra se vuelve un eco sin transcendencia extraliteraria, sin función fuera de su propia esfera y aún

dudosamente dentro de ella misma, a esta instancia decimos, le sigue la liberadora sensación del despojado que

apuesta sus magras posesiones a la “escritura”. Este desligamiento del sentido, de la literatura como traducciónde un mundo, le permite al escritor desprenderse de la funcionalidad a la que lo sometieron los grandes órdenes

del pensamiento moderno. Babel nos instaura de lleno en el horizonte posmoderno por la vía de la filosofía, de

las ciencias sociales pero, fundamentalmente, de la literatura. La presencia determinante de la crítica literaria

posestructuralista en sus páginas, particularmente la de Barthes, demuestra el enorme grado de efectividad de su

implantación en los ámbitos académicos durante los años 80 así como su capacidad de “contaminación” de las

otras zonas teóricas cercanas.

Hemos tratado de construir, aunque más no sea sumariamente, un mapa arbitrario de los circuitos de revistas

por los cuales pasaron los principales debates culturales y literarios de los años 80. La pretensión no ha sido,como se comprueba, el armado de un improbable catálogo que abarque la totalidad de las publicaciones de

importancia del periodo. Nos conformamos con diseñar una hoja de ruta de ciertos itinerarios que marcaron el

aire de la época, a la luz de los apasionados momentos de la libertad recuperada en los que millones de

argentinos gritamos "nunca más".

Notas

Arriba

(1) Al respecto véase la compilación de un debate realizado en 1984: Saúl Sosnowski (comp). Represión yreconstrucción de una cultura: el caso argentino. Buenos Aires, Eudeba, 1988.

(2) Para un análisis más a fondo de las polémicas entre ambos sectores, véase: Roxana Patiño: Intelectuales en

transición. Las revistas culturales argentinas (1981-1987). Cuadernos de Recienvenido N° 4. Sao Paulo,

Universidade de Sao Paulo, 1997.

(3) Para un estudio más ampliado de Babel, véase: Luz Rodríguez Carranza . “Discursos literarios, prácticas

sociales (Babel, revista de libros, 1988-1991). Hispamérica, N° 61, pp. 24-40, 1992, y "Las destrucciones de

Babel", en: Le discours culturel dans les revues latinoaméricaines de 1970 a 1990). París, Cahiers duCRICCAL), 1992. Martín Caparrós. "Mientras Babel". Cuadernos Hispanoamericanos, N° 525-528, 1993.

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Aclaración

Arriba

Este artículo salió publicado en la revista española Insula en 2004 (Número monográfico dedicado a la

Literatura Argentina).

Autora

Arriba

Roxana Patiño es Licenciada en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba, luego realizó

estudios de postgrado en España y en Estados Unidos. Se doctoró en Literatura Hispanoamericana por laUniversity of Maryland, College Park (1995). Desde 2001 es Profesora de Litetarura Latinoamericana

Contemporánea de la Universidad Nacional de Córdoba.

Se ha dedicado específicamente la investigación de la literatura contemporánea de la posdictadura en el Cono

Sur. En particular, al estudio de las revistas culturales/literarias del siglo XX indagando en ellas las relaciones

entre formaciones intelectuales, ideologías literarias e identidades culturales latinoamericanas.

Ha publicado, entre otros títulos de la especialidad: Intelectuales en transición. Las revistas culturales argentinas

(1981-1987) (1997); Una Cultura para la democracia en América Latina (1999), editado junto a SaúlSosnowski; El materialismo cultural de Raymond Williams (2001); Narrativas políticas e identidades intelectuales

en Argentina (1990-2000) . (2003). Ha editado junto a Jorge Schwartz el volumen 208-209 de la Revista

Iberoamericana: Las revistas literarias/culturales latinoamericanas del siglo XX. (2004). Se encuentra en prensa:

Roxana Patiño y Nancy Calomarde (Eds). Escrituras Latinoamericanas. Literatura, teoria y crítica en debate.

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