Revolución Americana
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Epígrafe Contemporánea I
Revolución Americana (1775 – 1783)
I. Antecedentes: consecuencias de la Guerra franco-india
Para comprender correctamente las causas que llevaron a las colonias americanas
a levantarse en contra de la corona británica para reclamar su independencia, debemos
retrotraernos veinte años atrás en el tiempo para acercarnos a un conflicto que los
colonos todavía tenían como reciente: la Guerra franco-india (1754-1763).
Esta guerra no es más que una extensión de la Guerra de los Siete Años entre
Francia e Inglaterra llevada a tierras americanas, donde Gran Bretaña vio su
oportunidad para hacerse con los territorios franceses, quedando Canadá bajo su control
y también otras colonias como Florida, correspondiente a España. Francia terminó
aceptando la victoria británica en el Tratado de París de 1763, donde renunció a Nueva
Francia y a cambio conservó dos islas caribeñas, Guadalupe y Martinica.
El desarrollo de la guerra no es la parte que nos interesa: debemos centrarnos
directamente en las consecuencias que esta tuvo. Por un lado, el dominio territorial de
Gran Bretaña creció de manera impresionante y pasó a tener el control de toda la costa
norteamericana, lo que le otorgaba el monopolio absoluto del comercio con las colonias.
Sin embargo, la guerra no había sido tan buena como Gran Bretaña pretendía dar a
entender. La corona había tenido que financiar mucho dinero en la guerra,
especialmente en las colonias norteamericanas, donde se centró en también luchar
contra los indígenas con el objetivo de lograr más tierras que poder entregar a los
colonos al terminar la guerra. Consecuentemente, el país se encontraba con un terrible
problema de Hacienda.
Si en el proceso bélico el Estado británico simplemente se limitaba a perdirles a
las colonias ayuda militar, alojamiento y alimentos para sus tropas, después de la
victoria el vasto imperio británico requería de unos habitantes coloniales más obedientes
y dependientes de la metrópoli, obligándoles a saldar impuestos directos exagerados.
Además, si antes de la guerra mantener una fortaleza costaba 70.000 libras esterlinas, al
terminar esta el precio había aumentado hasta a 350.000, cinco veces más y esta vez sin
un ejército francés acechante.1
Las colonias entraron en un proceso de doce años en los que el odio a la corona se
vio cada vez más presente, a la par que ganaban conciencia de su auténtica situación:
ocupaban toda la costa de norte a sur, lo cual, en caso de independencia, les daría el
control del comercio por completo sin posibilidades de una rivalidad con otro país
cercano, ahora que Francia había sido eliminada como potencia enemiga, lo cual
también les beneficiaba militarmente pues no tenían un ejército de otro país que les
amenazase con conquistarles.
II. Estallido de la revolución: el motín del té
Trece colonias eran las que estaban deseosas de lograr su independencia. Estas
son, de norte a sur: Massachusetts, Nuevo Hampshire, Rhode Island, Connecticut,
Nueva York, Nueva Jersey, Pennsylvania, Delaware, Maryland, Virginia, Carolina del
Norte, Carolina del Sur y Georgia.
Los siguientes años no fueron fáciles para la corona y las colonias. La situación
durante la transición era cada vez más tensa, con leyes e impuestos que volvían a Jorge
III cada día más impopular entre los colonos y un ejército que acusaban de abusivo con
la población. Algunos acontecimientos fueron utilizados por la prensa y los políticos
para hablar del oscuro y tiránico rostro de los británicos, como la llamada Matanza de
Boston de 1770; cuatro transeúntes fueron asesinados por un grupo de militares ante los
cuales protestaban con insultos y bolas de nieve hasta que uno de ellos perdió la
matanza y disparó en contra de la masa protestante.
El primer ministro de Gran Bretaña, Frederick North, anuló algunos Decretos
como el de Townshend de forma temporal para calmar la situación con bastante éxito:
de 1770 a 1773 las colonias gozaron de cierta relativa tranquilidad en las aguas del
independentismo. Pero la tregua económica terminó cuando la East India Company,
drásticamente endeudada, necesitó de vender 6.800.000 kg de té almacenados en
Inglaterra para poder salir a flote. La Cámara de los Comunes de Gran Bretaña llegó a
una solución sencilla: cargar la deuda a las colonias mediante la proclamación del
Decreto del Té en primavera de 1773. Este decreto obligaba a los grandes comerciantes
de las colonias a comprar el té a las autoridades coloniales, pagando así ellos la deuda
1 José Moya: "Una empresa llamada Estados Unidos", pp. 78-79.
de un modo u otro.
Tras algunos problemas para desembarcar el té en algunas ciudades como Nueva
York y Filadelfia, donde la presión de los radicales era fuerte, tres barcos cargados
finalmente llegaron a Boston. Allí se quedaron varias semanas, sin atreverse las
autoridades a sacar el té por las protestas de los ciudadanos, hasta que el 16 de
diciembre un grupo de colonos vestidos de indígenas los abordaron y arrojaron toda la
mercancía por la borda frente a una multitud de ciudadanos que aplaudieron la acción.
Por supuesto, a la hora de la verdad nadie había visto nada ni sabía nada acerca de lo
sucedido.
Este suceso pasaría a conocerse como el motín del té, y sería sin duda alguna uno
de los mayores desencadenantes de la independencia. Tras este sabotaje otras ciudades
tomaron ejemplo del sabotaje y procedieron a actuar de la misma manera: el 22 de abril
de 1774, en Nueva York, un barco entero, el Peggy Stewart, fue quemado junto con su
té por querer desembarcar en el puerto.
Las pérdidas económicas por parte de la corona británica fueron tremendas, y por
tanto el gobierno no tomó para bien las acciones emprendidas por los radicales. Jorge III
lo tomó como una declaración de guerra, reaccionando de inmediato con los Decretos
de Coerción, de mayo a junio de 1774, que declaraban el estado de sitio. Los colonos
pasaron a llamarlos Decretos Intolerables, pues consideraban abusivas las medidas: el
pago por parte de los contribuyentes por las pérdidas del motín del té, la imposición de
un gobernante militar en Massachusetts, y el castigo de cualquier rebelde que se
opusiera al ejército británico siendo apresado y enviado a Londres de inmediato para ser
juzgado.
III. Comienzo de la guerra: el congreso de Filadelfia
El 5 de septiembre de 1774 tuvo lugar la primera reunión del Congreso
Continental de Filadelfia, en la cual participaron representadas todas las colonias menos
Georgia. Durante la reunión se buscaron diferentes soluciones a la cuestión británica,
más allá de la radical separación de la corona. Así pues, asumieron la autoridad plena
sobre las colonias. George Washington, uno de los dirigentes más famosos de la Guerra
franco-india, reunió un ejército para pasar a no depender del británico.
Pero la guerra ya estaba declarada. El 18 de abril de 1775 un grupo de soldados
británicos que viajaba de Boston a Concord para confiscar munición a los colonos
disparó contra un grupo de milicianos de la población de Lexington. Este fue el hecho
último que llevó a las colonias a declararse en guerra contra Gran Bretaña y su tiranía.
El 4 de Julio de 1776 los colonos optaron por la solución definitiva al ver
amenazadas las colonias por la llegada de tropas británicas para terminar con los
rebeldes a la corona, considerando que el congreso había ido demasiado lejos. Así, fue
declarada la independia de Norteamérica, inspirada por Thomas Jefferson y firmada por
los representantes de las trece colonias.
A partir de este punto la guerra estaba abierta. Lo cierto es que, analizando
cuidadosamente la situación, el imperio británico se encontraba ante una situación
complicada y nada ventajosa: por un lado, debía reconquistar un vasto territorio en el
que no era bienvenido por la mayoría de sus habitantes, el mismo que se había
esforzado por hacer crecer durante la guerra con Francia. Por supuesto, no resultaba
fácil, pues el viaje hasta América en barco duraba entre cuatro y diez semanas, y eso sin
contar los tremendos gastos que suponía pagar al ejército, mantenerlo alimentado en el
trayecto y el cuidado de los barcos. Esto, recordando la delicada situación de la
Hacienda británica, fue difícil de llevar.
Pero las colonias también tenían su propio problema: el logro de un ejército
propio. Pese a los esfuerzos de Washington por haber reunido un ejército continental
compuesto por cinco mil hombres, se necesitaba un ejército mayor y más general. La
mayoría de colonos no estaban dispuestos a ir como voluntarios al campo de batalla,
pues no había pensiones para las familias de los soldados si estos fallecían ni tampoco
se otorgaban provisiones a estas mientras estaban en la guerra; era imposible, pues la
guerra costaría ya de por sí millones de dólares y, además, no podían imponer impuestos
para financiarla cuando estos fueron precisamente una de las causas contra las que
luchaban. Además de ello, poca gente contaba con experiencia militar y de batalla, por
lo que las colonias contaron con un ejército de baja calidad y cantidad2.
Para empeorar la situación, las armas de las que disponían los colonos eran de
pésima calidad. Los mosquetes con los que contaban estaban anticuados y su precisión
en medias distancias fallaba bastante.
2 Samuel Eliot Morison, Henry Steele, W. E. Leuchtenburg; A Concise History of the American Republic
Sin embargo, una ayuda inesperada les llegó en 1778 por parte de su enemigo
hacía veinte años: Luis XVI prestó su apoyo a los rebeldes, y por extensión también
España, que recuperó Florida gracias a su intervención. Francia, todavía afectada por la
Guerra de los Siete Años, declaraba así la guerra de Gran Bretaña una vez más.
IV. El desarrollo de la guerra
La guerra de independencia se puede dividir en dos etapas clave:
· Organización del ejército (1775 – 1778)
Los primeros años de la guerra se pueden considerar de resistencia ante la fuerza
británica. Pese a las dificultades económicas de la corona, Jorge III y Frederick North
centraron todos sus esfuerzos en enviar militantes al continente norteamericano para
aplastar a los rebeldes lo más rápido posible, antes de que se volviesen demasiado
fuertes.
Se trata de un período en el que las guerrillas ganan un gran protagonismo, con
unos colonos poco contentos ante la presencia británica en sus tierras y un espíritu
indenpentista que aupó a la gente a no prestarles ayuda de ningún modo. Destaca
también George Washington, que contaba con un ejército continental bien capacitado
para la guerra y de gran fuerza.
Destaca en este período la batalla de Saratoga, la cual significó una importante
victoria por parte de los rebeldes. El 19 de septiembre de 1777 las fuerzas británicas de
Boston se encontraban dispersas y mal organizadas, pero ello no detuvo a los británicos,
liderados por John Burgoyne, a atacar a los colonos descendiendo por el sur y esperando
reunirse con otro ejército británico en su descenso, liderado por William Howe. La
victoria hubiese sido clara para los británicos si no hubiese sido porque Howe decidió
no juntarse con Burgoyne, y así este tuvo que hacer frente él solo al ejército de
Washington. La derrota definitiva llegó el 7 de octubre.
En 1778 Europa entraría en juego para hacer frente a Gran Bretaña: viendo el gran
éxito de Saratoga por parte de los rebeldes y las dificultades de la corona británica para
mantenerlos a raya, Luis XVI envió soldados a participar en la guerra y España ayudó
económicamente a los rebeldes, obligada por su alianza con Francia.
· Apoyo europeo (1778 – 1783)
La llegada de la ayuda europea vino de dos formas: con los soldados franceses y
el apoyo económico español, y el reconomiento de los Estados Unidos como un país
independiente por parte distintas potencias. Holanda se uniría al apoyo de los colonos
más tarde, viendo los éxitos de estos y con el objetivo de ampliar su poder marítimo.
En este punto los colonos ya contaban con un ejército propio con el que rechazas
las filas inglesas, por lo que su efectividad y su avance en la guerra se volvió más
efectivo. A partir de este punto las batallas se trasladaron al sur, con el norte de las
colonias más tranquilas.
En 1781 Gran Bretaña se dio por vencida cuando el ejército de ocho mil soldados
situado en Yorktown del general Charles Cornwallis fueron finalmente derrotados en
Virginia, el cual acabó rindiéndose ante un ejército compuesto por colonos, franceses y
naves de guerra, todos liderados por Washington.
V. Fin de la guerra: Paz de Versalles
Gran Bretaña había sido derrotada, y finalmente Jorge III reconoció la
independencia americana en el Tratado de París de 1783. Con este tratado la corona
salía notablemente perjudicada mientras que las trece colinas establecían sus frontes al
sur de Canadá y al norte de Florida. También se vio obligada a renunciar en favor a los
norteamericanos al valle de Ohio y, peor aún, la plena explotación pesquera de
Terranova. Pese a todo, la corona mantenía Canadá bajo su imperio hasta 1867, cuando
recibiría su independencia de forma pacífica.
España, Francia y Holanda también salieron beneficiados por este lado. Los dos
últimos apenas ganaron territorios, siendo sus adquisiciones de menor grado: Francia
recuperaba las islas de las Antillas, perdidas durante la guerra franco-india, y Holanda
recibía Sumatra.
España se ganó un trozo más grande del pastel: se quedó con Florida en el
continente americano, y ganó también Menorca. Recuperó costas que le habían sido
arrebatadas (Nigaragua, Honduras y Campeche) y se reconoció su soberanía
Providencia. Sin embargo, perdió uno de los territorios más valiosos para el país que
jamás recuperaría: Gibraltar, la cual se quedaría Gran Bretaña.
En 1787 sería firmada la Constitución de los Estados Unidos definitivamente, y
las elecciones democráticas fueron convocadas en 1789, donde Washington fue elegido
presidente. Comenzaba así la historia americana, dando la espalda a los europeos que
sus propios problemas habían comenzado a germinar en Francia...