Revolución Francesa La Guerra Discursos

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 REVOLUCIÓN FRANCESA – DISCURSOS SOBRE LA GUERRA Las conspiraciones de los emigrados en Coblenza (noviembre de 1791) Hay en Coblenza, en estos momentos, un buen número de antiguos diputados. A p esar de que su función ya terminó y de que, seguramente, pocos intentan reunir los Estados Generales por segunda vez, varios de entre ellos se creen todavía que son diputados. La costumbre de formar parte de un órgano de deliberación y la manía de representar todavía un  papel hacen que aparezcan proyectos, planes de financiación. La cuestión es coaligar a las provincias, hacer un empréstito de 40 millones, respondiendo con los bienes de la nobleza. Se intriga, se forman asambleas provinciales. Calonne examina esos proyectos y hace que los príncipes los aprueben. Se nombran comisarios. Se delibera; se forman partidos a favor o en contra; y cuando lo que quieren es crear una unión general, se acaloran las  partes y a punto están de desunirse. Felizmente, todos estos extravagantes proyectos, tan insensatos como irrealizables en la práctica, se abandonan y se desvanecen. Hemos colaborado un poco a ello, declarando seriamente, en respuesta al  plan que nos han comunicado por orden de los príncipes, que no nos hemos trasladado y reunido en Coblenza para deliberar y ocuparnos en realizar proyectos políticos y de financiación, sino para actuar militarmente a las órdenes de los príncipes, para servir en una misión ilimitada, junto con ellos, a nuestro desventurado soberano, y restablecer la religión y la monarquía en toda su integridad [...] Chaulanges T extos Históricos, París: Delagrave, 1968 Discurso de Isnard En la Asamblea Legislativa sobre la guerra (29 de noviembre de 1791) El pueblo francés va a convertirse en el pueblo más destacado del universo. Siendo esclavo, fue intrépido y valiente; siendo libre ¿Será tímid o y débil? Hay que tratar a todos los puebl os como hermanos , no insul tar a nadie, pero no sopor tar que nos insult en, no declarar la guerra más que por justic ia, no envainar la espada más que despu és de la victor ia. En resumen, todos tenemos que estar dispue stos siempre a morir por ella y a desaparec er de la superficie del globo, antes que dejarse encadenar de nuevo: éste es el espíritu francés. En estado de revolución un pueblo es invencible. El estandarte de la libertad es la de la victoria [...]La vía de las armas es la única que nos queda contra los rebeldes que no quieren cumplir con su deber [...]  Nuestros adversarios son los ene migos de la Constitución. Quieren devolvernos, por medio del acero y de la hambruna, los parlamen tos y la nobleza, a la vez que quieren aumenta r la prerr ogati vas del rey, un homb re cuyos deseos pueden  paralzar la voluntad de toda una nación, un hombre que dilapida 30 millones, cuando millones de ciudadanos viven desesperados [...]Quieren resucitar la nobleza, que en su orgullo, su insolencia y su barbarie, cree que los ciudadanos no son hombres : ¡quie ren resucita r la noble za! [...]T odos con el oro en una mano y con la espada en la otra, lucharemos contra esta orgullosa raza y la obligaremos a soportar el suplicio de la igualdad. Elevémonos, en estas circunstancias, a la altura de nuestra misión, hablemos a los ministros, al rey y a Europa con la convincente firmeza. [...] Digámosle al rey que su interés reside en defender la Constitución y que su corona depende de este  palladium sagrado; que no reina más que en aras del pueblo y por el pueblo; que la nación es su soberano y que él es un súbdito de la ley. Digámosle a Europa que si los gabinetes deciden conducir a los reyes a una guerra contra los pueblos, nosotros empujaremos a los pueblos a una guerra contra los reyes [...]. Digámo sle, por último, que 10 millon es de franc eses atizado s por el fuego de la libert ad, y armad os con la espada, la  pluma y la razón de la elocuencia, podrán, ellos solos, en caso de provocación, cambiar la faz del mundo y hacer temblar a todos los tiranos sentados sobre tronos de arcilla. Discurso de Robespierre contra la guerra (18 de diciembluciore de 1791) Señores: ¡ La guerra!, gritan la Corte, los ministros y sus innumerables partidiarios. ¡ La guerra!, repite un gran número de buenos ciudadanos, movidos por la generosidad. [...] ¿ Quién se atreverá a contradecir este imponente griterío? Nadie; a no ser los que están convencidos de que hay que deli bera r con ma durez, antes de tomar una re slu ci ón de ci siv a pa ra la salud de l Est ao y para el de sti no de la Constitución; los que han observado que a la precipitación y al entusiasmo del momento se deben las medidas más funestas que han comprometido nuestra libertad, favoreciendo los proyectos y aumentando el poder de sus enemigos [... Yo no voy a favorecer la opinión del momento ni a adular al poder dominante; tampoco voy a predicar una doctrina  pusilánime ni a aconsejar un sistema débil y de inercia; sino que voy a desarrollar una trama profunda que creo conocer  bastante bien. Y o también quiero la guerra pero como la requiere el interés de la nación. Desconfiemos de nuestros enemigos internos y marchemos inmediatamente contra los enemigos extranjeros si es que existen para entonces. [...] La nación no rechaza la guerra, si es necesaria para adquirir la libertad; pero quiere la libertad y la paz si es posible, y

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  • REVOLUCIN FRANCESA DISCURSOS SOBRE LA GUERRA

    Las conspiraciones de los emigrados en Coblenza (noviembre de 1791)

    Hay en Coblenza, en estos momentos, un buen nmero de antiguos diputados. A pesar de que su funcin ya termin y de que, seguramente, pocos intentan reunir los Estados Generales por segunda vez, varios de entre ellos se creen todava que son diputados. La costumbre de formar parte de un rgano de deliberacin y la mana de representar todava un papel hacen que aparezcan proyectos, planes de financiacin. La cuestin es coaligar a las provincias, hacer un emprstito de 40 millones, respondiendo con los bienes de la nobleza. Se intriga, se forman asambleas provinciales. Calonne examina esos proyectos y hace que los prncipes los aprueben. Se nombran comisarios.

    Se delibera; se forman partidos a favor o en contra; y cuando lo que quieren es crear una unin general, se acaloran las partes y a punto estn de desunirse. Felizmente, todos estos extravagantes proyectos, tan insensatos como irrealizables en la prctica, se abandonan y se desvanecen. Hemos colaborado un poco a ello, declarando seriamente, en respuesta al plan que nos han comunicado por orden de los prncipes, que no nos hemos trasladado y reunido en Coblenza para deliberar y ocuparnos en realizar proyectos polticos y de financiacin, sino para actuar militarmente a las rdenes de los prncipes, para servir en una misin ilimitada, junto con ellos, a nuestro desventurado soberano, y restablecer la religin y la monarqua en toda su integridad [...]

    Chaulanges Textos Histricos, Pars: Delagrave, 1968

    Discurso de Isnard En la Asamblea Legislativa sobre la guerra (29 de noviembre de 1791)

    El pueblo francs va a convertirse en el pueblo ms destacado del universo. Siendo esclavo, fue intrpido y valiente; siendo libre Ser tmido y dbil? Hay que tratar a todos los pueblos como hermanos, no insultar a nadie, pero no soportar que nos insulten, no declarar la guerra ms que por justicia, no envainar la espada ms que despus de la victoria. En resumen, todos tenemos que estar dispuestos siempre a morir por ella y a desaparecer de la superficie del globo, antes que dejarse encadenar de nuevo: ste es el espritu francs.

    En estado de revolucin un pueblo es invencible. El estandarte de la libertad es la de la victoria [...]La va de las armas es la nica que nos queda contra los rebeldes que no quieren cumplir con su deber [...]

    Nuestros adversarios son los enemigos de la Constitucin. Quieren devolvernos, por medio del acero y de la hambruna, los parlamentos y la nobleza, a la vez que quieren aumentar la prerrogativas del rey, un hombre cuyos deseos pueden paralzar la voluntad de toda una nacin, un hombre que dilapida 30 millones, cuando millones de ciudadanos viven desesperados [...]Quieren resucitar la nobleza, que en su orgullo, su insolencia y su barbarie, cree que los ciudadanos no son hombres: quieren resucitar la nobleza! [...]Todos con el oro en una mano y con la espada en la otra, lucharemos contra esta orgullosa raza y la obligaremos a soportar el suplicio de la igualdad. Elevmonos, en estas circunstancias, a la altura de nuestra misin, hablemos a los ministros, al rey y a Europa con la convincente firmeza.

    [...] Digmosle al rey que su inters reside en defender la Constitucin y que su corona depende de este palladium sagrado; que no reina ms que en aras del pueblo y por el pueblo; que la nacin es su soberano y que l es un sbdito de la ley. Digmosle a Europa que si los gabinetes deciden conducir a los reyes a una guerra contra los pueblos, nosotros empujaremos a los pueblos a una guerra contra los reyes [...].

    Digmosle, por ltimo, que 10 millones de franceses atizados por el fuego de la libertad, y armados con la espada, la pluma y la razn de la elocuencia, podrn, ellos solos, en caso de provocacin, cambiar la faz del mundo y hacer temblar a todos los tiranos sentados sobre tronos de arcilla.

    Discurso de Robespierre contra la guerra (18 de diciembluciore de 1791)

    Seores: La guerra!, gritan la Corte, los ministros y sus innumerables partidiarios. La guerra!, repite un gran nmero de buenos ciudadanos, movidos por la generosidad.

    [...] Quin se atrever a contradecir este imponente gritero? Nadie; a no ser los que estn convencidos de que hay que deliberar con madurez, antes de tomar una reslucin decisiva para la salud del Estao y para el destino de la Constitucin; los que han observado que a la precipitacin y al entusiasmo del momento se deben las medidas ms funestas que han comprometido nuestra libertad, favoreciendo los proyectos y aumentando el poder de sus enemigos [...

    Yo no voy a favorecer la opinin del momento ni a adular al poder dominante; tampoco voy a predicar una doctrina pusilnime ni a aconsejar un sistema dbil y de inercia; sino que voy a desarrollar una trama profunda que creo conocer bastante bien. Yo tambin quiero la guerra pero como la requiere el inters de la nacin. Desconfiemos de nuestros enemigos internos y marchemos inmediatamente contra los enemigos extranjeros si es que existen para entonces. [...]

    La nacin no rechaza la guerra, si es necesaria para adquirir la libertad; pero quiere la libertad y la paz si es posible, y

  • rechaza todo proyecto de guerra que se proponga anular la libertad y la Constitucin, incluso so pretexto de defenderlas.

    Cal es la guerra que podemos prever? [...] Es la guerra de los enemigos de la Revolucin francesa contra la Revolucin francesa. Los ms numerosos y peligrosos estn en Coblenza? No, estn entre nosotros. Podemos temer, razonablemente, la posibilidad de encontrarlos tanto en la Corte, como en el gobierno? [...]

    La guerra es siempre el primer deseo de un gobierno poderoso que quiere serlo an ms. [...] Es durante la guerra cuando el poder ejecutivo despliega la ms terrible energa y ejerce una especie de dictadura que no puede por ms que ahuyentar la naciente liberad; es durante la guerra cuando el pueblo olvida las deliberaciones que ataen esencialmente a sus derechos civiles y polticos para no ocuparse ms que de los asuntos exteriores [...]

    Es durante la guerra cuando la misma Ley les reviste del poder para castigar arbitrariamente a los soldados. Es durante la guerra cuando la actitud de una obediencia pasiva y el estusiasmo natural por los jefes afortunados hace de los soldados de la patria los soldados del monarca o de sus generales. En poca de problemas y de facciones, los jefes de los ejrcitos se convierten en rbitros del destino de su pas y hacen inclinar la balnza en favor del partido que ellos han elegido. Si son Csares o Cromwell ellos mismos se aduean del poder.

    No es as como razonan aquellos que, impacientes de emprender la guerra, parece que la miran como si fuera la fuente de todos los bienes; puesto que es ms fcil abandonarse al estusiasmo que consultar a la razn. De esta forma creen ver, ya, la bandera tricolor izada en los palacios de los emperadores, de los sultanes, de los papas y de los reyes. [...]

    Cal es el primer deber del poder ejecutivo? No es el de comenzar haciendo todo lo que est en su mano para prevenirla? [...] Ha favorecido durante dos aos las emigraciones y la insolencia de los rebeldes. [...]

    [...] Resumiendo: no hay que declarar la guerra en la actualidad. Antes que nada, hay que fabricar, por todas partes, armas sin descanso; hay que armar a los guardias nacionales; hay que armar al pueblo aunque no sea ms que con picas; hay que tomar medidas rigurosas y diferentes de las que se han tomado hasta ahora, para que los ministros no puedan descuidar impunente lo que exige la seguridad del Estado; hay que apoyar la dignidad del pueblo y defender sus derechos, que han estado muy descuidados. Hay que vigilar el gasto fiel de finanzas, cubiertas an de tinieblas, en lugar de acabar de arruinarlas con una guerra imprudente [...]; hay que castigar a los ministros culpables y continuar la resolucin de reprimir a los curas sediciosos.

    En el caso de que, despreciando la razn y el inters pblico, se hubiese decidido la guerra, habra que ahorrarse, por lo menos, la vergenza de hacerla segn la direccin y el plan de la corte. Habra que comenzar por acusar al ltimo ministro de la Guerra, para que su sucesor entienda que la mirada de pueblo esta fija en l; habra que empezar por abrir un proceso a los rebeldes y secuestrar sus bienes, para que nuestros soldados no parezcan adversarios que van a luchar a favor de la causa del rey contra una faccin opuesta, sino ministros de la Justicia Nacional que van a castigar a los culpables. [...]

    Godechot, J., El pensamiento revolucionario 1780-1799

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