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OCTUBRE 2016 NUEVAS MIRADAS, VIEJOS PROBLEMAS- CLASE 5 Módulo: Nuevas miradas, viejos problemas: revolución, independencia y guerras civiles en los orígenes de la nación argentina (1806-1880). Revolución, guerra e independencia. Segunda parte (1814-1820) ¡Bienvenidas/os! En esta clase concluiremos el examen del proceso revolucionario y las guerras de independencia, tomando el período que va de 1814 a 1820. Además de proseguir con el relato del proceso, analizaremos sus consecuencias sociales, políticas y económicas. Finalmente, les proponemos reflexionar sobre el carácter que tuvo el proceso. La reacción contrarrevolucionaria en Europa y América En la clase anterior habíamos visto que la Asamblea del año XIII fue perdiendo impulso y no pudo cumplir con los principales objetivos para los cuales había sido convocada: declarar la independencia y sancionar una Constitución. La confianza que reinaba cuando se inauguró la Asamblea comenzó a menguar con el correr de los meses, mientras se iba instalando un estado de incertidumbre que contribuyó a su estancamiento. Además de las divisiones internas y del malestar que se extendía entre los pueblos del interior por su política centralista -a la que se le oponía como alternativa la propuesta confederal liderada por Artigas-, este estado de cosas se explica por la configuración de un nuevo escenario político y militar en Europa y en América.

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OCTUBRE 2016

NUEVAS MIRADAS, VIEJOS PROBLEMAS- CLASE 5

Módulo: Nuevas miradas, viejos problemas: revolución,

independencia y guerras civiles en los orígenes de la nación

argentina (1806-1880).

Revolución, guerra e independencia.

Segunda parte (1814-1820)

¡Bienvenidas/os!

En esta clase concluiremos el examen del proceso revolucionario y las guerras de

independencia, tomando el período que va de 1814 a 1820. Además de proseguir

con el relato del proceso, analizaremos sus consecuencias sociales, políticas y

económicas. Finalmente, les proponemos reflexionar sobre el carácter que tuvo el

proceso.

La reacción contrarrevolucionaria en Europa y América

En la clase anterior habíamos visto que la Asamblea del año XIII fue perdiendo

impulso y no pudo cumplir con los principales objetivos para los cuales había sido

convocada: declarar la independencia y sancionar una Constitución. La confianza

que reinaba cuando se inauguró la Asamblea comenzó a menguar con el correr de

los meses, mientras se iba instalando un estado de incertidumbre que contribuyó a

su estancamiento. Además de las divisiones internas y del malestar que se extendía

entre los pueblos del interior por su política centralista -a la que se le oponía como

alternativa la propuesta confederal liderada por Artigas-, este estado de cosas se

explica por la configuración de un nuevo escenario político y militar en Europa y en

América.

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En 1813, la estrella de Napoleón había comenzado a declinar tras una desastrosa

campaña en Rusia. A mediados de ese año fue derrotado y expulsado el ejército

francés que ocupaba España. Al comenzar 1814 Fernando VII recuperó el trono e

implementó una política absolutista que desconocía los cambios sociales y políticos

producidos en los últimos años, comenzando por la representación de la nación en

Cortes y la Constitución de Cádiz. Asimismo dispuso el envío de tropas a América

dejando en claro que no habría margen para llegar a ningún tipo de acuerdo con

quienes desconocieran su carácter de monarca absoluto. Esta línea política estaba

en sintonía con el resto de las monarquías europeas, cuyos representantes,

reunidos en 1815 en el Congreso de Viena, decidieron que había llegado la hora de

restaurar el antiguo orden que había sido afectado por la Revolución Francesa y las

guerras napoleónicas. Eso significaba que América debía volver a convertirse en un

territorio colonial y que a los revolucionarios les sería mucho más difícil encontrar

apoyos en Europa.

Para ese entonces la insurgencia americana estaba sufriendo un fuerte revés que

provocaría, por ejemplo, el regreso de Chile y Venezuela a la órbita realista. En el

Río de la Plata la situación era delicada: si al comenzar 1813 el ejército al mando

de Belgrano había logrado ocupar las provincias altoperuanas tras los triunfos de

Tucumán y de Salta, las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma determinaron que al

finalizar ese año debieran abandonar ese territorio. De ese modo, la resistencia a

los ejércitos que respondían a las autoridades españolas, quedó durante años en

manos de fuerzas locales que se organizaron como guerrillas y que también

estuvieron vinculadas con las milicias dirigidas por Güemes en Salta y Jujuy.

El Directorio

Ante el estancamiento de la Asamblea y el avance contrarrevolucionario, el círculo

de Alvear que se había hecho con la dirección de la Logia Lautaro, sostuvo la

necesidad de concentrar aún más el poder para poner fin a las divisiones internas y

ganar la guerra. A tales fines, en enero de 1814 se creó un poder ejecutivo

unipersonal: el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. El

primer Director electo fue Gervasio Posadas, que era tío de Alvear.

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El Directorio decidió tentar una vía diplomática enviando a Europa a agentes como

Belgrano y Rivadavia para que exploraran la posibilidad de llegar a un acuerdo con

la corona española o, en su defecto, para coronar a un monarca que le permitiera a

los rioplatenses mantener un gobierno autónomo. Pero además de las dificultades

que hubiera implicado obtener la lealtad hacia una casa real tras años de revolución

y guerra, en Europa tampoco había un clima favorable para esta operación que

afectaba los derechos de Fernando VII.

La política interna del Directorio estuvo orientada a lograr una reorganización

institucional y territorial que asegurara la autoridad del poder central, y a ganar la

guerra. El mayor éxito en ese sentido fue la ocupación de Montevideo a mediados

de 1814. Además del logro en sí, fue un hecho decisivo para la revolución

rioplatense, pues una expedición enviada desde España que iba a utilizar a

Montevideo como base de apoyo, debió cambiar su destino y se dirigió hacia

Venezuela. Este desenlace, sin embargo, no fue el fin de la guerra en la Banda

Oriental. El Directorio lanzó una ofensiva para acabar con el artiguismo e incluso

ofreció una recompensa para quien entregara vivo o muerto a su líder. Artigas, por

su parte, puso en jaque al gobierno central al extender su influencia hacia el oeste

del río Uruguay, constituyéndose en Protector del Sistema de los Pueblos Libres que

abarcaba los territorios de las actuales provincias de Entre Ríos, Santa Fe,

Corrientes, Misiones y, durante un lapso breve, la de Córdoba, además de contar

con partidarios en otros pueblos del interior.

El artiguismo

Como todo movimiento político y social de envergadura, el artiguismo

abarcó distintos actores y concitó diversos apoyos que fueron cambiando

con el correr de los años. Sin embargo se destacó por haber mantenido

con firmeza algunas posiciones que pueden considerarse como el

programa más radical de la revolución rioplatense: a) la lucha por la

independencia frente a España y Portugal; b) la creación de una

confederación que asegurara la defensa de la soberanía de los pueblos;

c) la organización de la campaña en favor de las clases subalternas a

quienes se le debía destinar tierras para ser trabajadas. El conflicto con

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los gobiernos de Buenos Aires y la intervención portuguesa en la Banda

Oriental a partir de 1816, desgastaron al artiguismo que comenzó a

perder apoyos, sobre todo los que había logrado entre las clases

propietarias y fuera de la campaña oriental. En 1820, y tras haber sido

derrotado, Artigas se marchó al Paraguay, adonde vivió tres décadas

alejado de la política.

A continuación reproducimos algunos párrafos de un texto en los que la

historiadora uruguaya Ana Frega describe algunos rasgos del

artiguismo:

“Al inicio de la revolución, Artigas contaba con sólidos vínculos entre los

gauchos, los indios, los simples ocupantes de tierras y los hacendados,

que le permitían actuar como “puente” entre grupos sociales

heterogéneos desde el punto de vista cultural, estamental y de clase.

El triunfo artiguista en la Provincia Oriental en 1815, la expansión más

allá del Paraná del “Sistema de los Pueblos Libres”, la radicalización de

su programa -regeneración política, igualdad ante la ley, dirigentes

virtuosos- y la prolongación de la guerra, generaron grandes

resistencias. El planteo de ideas federales expresaba algo más que un

enfrentamiento doctrinario. Mantener los reclamos autonomistas frente al

gobierno bonaerense podría resultar demasiado caro, máxime si al

interior de cada provincia, el artiguismo defendía la posición de los más

infelices.”

Ana Frega, “La virtud y el poder. La soberanía particular de los pueblos

en el proyecto artiguista” en N. Goldman y R. Salvatore (eds.),

Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema, Buenos

Aires, Eudeba, 1998, p. 102.

Para profundizar en el análisis del artiguismo, y en cómo este expresó

tensiones políticas y regionales, pero también étnicas y sociales que

implicaron la movilización de las clases subalternas y la construcción de

nuevos liderazgos, los invitamos a compartir el video Bajo pueblo. La

revolución guaraní

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http://www.encuentro.gob.ar/sitios/encuentro/Programas/ver?rec_id=10

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En el norte la situación no era mejor. Posadas había designado a Alvear como

nuevo jefe del ejército para que encabezara una nueva ofensiva hacia el Alto Perú.

Pero los oficiales resistieron su nombramiento. Posadas decidió renunciar, y en

enero de 1815 Alvear fue designado Director Supremo. El extendido rechazo a ese

nombramiento, que se expresó incluso en Buenos Aires, se potenció como

consecuencia de una fallida jugada del nuevo Director para convertir a las

Provincias Unidas en un Protectorado inglés. El ejército que había sido enviado al

litoral para combatir al artiguismo se sublevó, por lo que en abril de 1815 Alvear

debió renunciar y exiliarse. Sus partidarios fueron objeto de persecuciones

judiciales y políticas, tal como solía suceder ante cada cambio abrupto de gobierno.

El Cabildo de Buenos Aires cubrió el vacío de poder y designó como Director al

General Álvarez Thomas que estaba al frente del ejército sublevado. A fin de

revertir el rechazo provocado por la política centralista del Directorio, y dado que la

movilización de la población en vastas zonas requería de cambios en el orden

político capaces de encuadrarla, el gobierno tomó algunas medidas innovadoras

como la participación en las elecciones de los habitantes de las zonas rurales o la

elección popular de los miembros de los cabildos.

A fines de 1815 se produjo la derrota de Sipe Sipe que implicó la total retirada de

las fuerzas rioplatenses del Alto Perú, imponiéndose la estrategia de apoyar a las

fuerzas locales en esa región y en Salta y Jujuy para desgastar a los ejércitos

realistas y contener su avance.

La guerra en el norte: los gauchos de Güemes.

Dentro de lo que es el actual territorio argentino, la zona más

afectada por la guerra de independencia fue la salteño-jujeña.

Durante más de diez años fue ocupada alternativamente por los

ejércitos revolucionarios y por los enviados desde el Virreinato del

Perú. En 1814, tras las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, se

produjo una nueva ocupación realista que, como solía suceder,

procuró hacerse con recursos como ganado y alimentos. Esto

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provocó una extendida resistencia de los pobladores rurales que

se organizaron en milicias. Fue en ese marco que construyó su

liderazgo Martín Miguel de Güemes, un oficial del ejército que

pertenecía a la élite salteña. Güemes se puso al frente de las

milicias de gauchos y les otorgó nuevos derechos que ponían en

cuestión el orden social. Sin embargo, y a diferencia de lo

sucedido con Artigas, Güemes casi siempre recibió el apoyo del

Directorio. Esto se debió a que la estrategia de apelar a milicias

rurales articuladas con las guerrillas que operaban en el Alto Perú,

permitía frenar el avance realista utilizando los recursos locales.

De ese modo, el gobierno pudo volcar sus esfuerzos en organizar

el Ejército de los Andes para llevar a cabo la invasión a Chile y

Perú.

A continuación, reproducimos unos párrafos en los que el

historiador Gustavo Paz explica las bases del poder político de

Güemes y las tensiones sociales y políticas provocadas por la

movilización de los gauchos:

“Güemes construyó su poder mediante la extensión de la

protección y la compensación material a los habitantes de la

campaña movilizados, los gauchos. La movilización de amplios

sectores rurales terminó quebrando relaciones sociales

establecidas en el periodo colonial entre la élite y la población

rural basadas en el arrendamiento, el peonaje, la provisión de

crédito y la administración de justicia por parte del cabildo. La

guerra desató tensiones sociales y étnicas que habían estado

contenidas desde la colonia. Las élites de Salta y Jujuy toleraron

dificultosamente el sistema de Güemes solo porque las urgencias

de la guerra lo hacían necesario y lo legitimaban. El régimen de

Güemes contaba además con el apoyo del Directorio y el Congreso

pues el gobernador salteño actuaba como una sólida barrera

contra las invasiones españolas en las provincias del norte.

Las medidas de Güemes que más irritaban a la élite eran la

exención del pago de arriendos otorgada a los gauchos a manera

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de compensación por sus servicios militares y la extensión del

fuero militar que los sustraía de la jurisdicción civil. La

movilización campesina en milicias que gozaban de fuero militar y

recompensadas por medio de la exención del pago de arriendo

desafiaban abiertamente por primera vez la autoridad de la gente

decente. Este desafío a la autoridad de las élites se basaba en una

ideología republicana que moldeaba un concepto de patria

vagamente definida, pero que incluía los conceptos de igualdad

ante la ley y la abolición de las diferencias étnicas”.

G. Paz, “El orden es el desorden”. Guerra y movilización

campesina en la campaña de Jujuy, 1815-1821 en

http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/paz.pdf, p. 2.

También los invitamos a compartir un breve video en el que la

historiadora salteña Sara Mata se refiere al papel de las milicias

de Güemes. Presten atención a sus consideraciones sobre la

frontera y la nación:

El Congreso de Tucumán y la declaración de Independencia

Dividida por las luchas facciosas y regionales, aislada internacionalmente y casi sin

apoyos tras la derrota de los otros focos insurgentes en el continente, hacia 1815 la

revolución rioplatense se encontraba en una situación crítica.

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Fue en ese contexto crítico que la dirigencia decidió que había llegado la hora de

resolver dos asignaturas pendientes: terminar con la provisionalidad de los

gobiernos y, como paso previo, declarar la independencia. A tales fines se convocó

a nuevo Congreso soberano y constituyente que se reunió en Tucumán, evitando

hacerlo en Buenos Aires que para muchos se había convertido en emblema del

centralismo despótico. Otra novedad fue la elección de diputados en proporción a

los habitantes de cada provincia. Lo que no fue novedosa fue la composición del

Congreso, cuyos miembros eran representativos de los sectores que conformaban

la dirigencia revolucionaria: abogados, clérigos y militares.

En marzo de 1816 se iniciaron las sesiones y el 9 de julio el Congreso declaró la

Independencia de las Provincias Unidas en Sud América. El nombre mantenía una

cierta indefinición sobre los pueblos que podían conformar las Provincias Unidas, ya

que expresaba la posibilidad de que en un futuro también se integraran los

liderados por Artigas u otros como Paraguay. En ese sentido, debemos tener

presente que, tal como vimos en la primera clase, los contemporáneos

consideraban que una nación es una comunidad política que se debe constituir por

la voluntad de sus miembros, vale decir, en este caso, por los pueblos.

El Congreso de Tucumán y la Liga de los Pueblos Libres

El Congreso estuvo integrado por representantes de Buenos Aires,

Córdoba, Catamarca, San Luis, San Juan, Mendoza, La Rioja, Santiago

del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Mizque, Chichas y Charcas, mientras

que otras provincias altoperuanas como La Paz y Potosí no pudieron

enviarlos como consecuencia de la ocupación realista. A pesar de los

intentos para llegar a un acuerdo con Artigas, tampoco participaron

representantes de la Banda Oriental, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y

los pueblos de las Misiones que integraban la Liga Federal o de los

Pueblos Libres desde que en 1815 se habían reunido en un Congreso y

se consideraban independientes desde entonces.

En el siguiente mapa están representados los territorios que enviaron

diputados al Congreso de Tucumán y los que integraban la Liga de los

Pueblos Libres.

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Para nosotros es usual sostener que en 1816 se declaró la

Independencia de la República Argentina. Teniendo en cuenta los

contenidos que hemos estado trabajando, ¿ustedes creen que es

correcta esta afirmación?

Para contar con mayores elementos de análisis, los invitamos a

compartir la segunda parte del video sobre el 9 de Julio que habíamos

comenzado a ver en la clase anterior

http://www.educ.ar/sitios/educar/recursos/ver?id=50289 (desde 14:49

hasta el final)

Una vez declarada la independencia, restaba resolver la otra cuestión pendiente

que, en cierto sentido, era más grave, pues dividía las aguas: la forma en la que se

organizaría el gobierno de las Provincias Unidas. ¿Debía ser una república o una

monarquía? ¿Se constituiría un Estado central o una confederación en la que los

pueblos preservarían su soberanía?

La república era para muchos el horizonte deseable, pero en ese entonces la única

experiencia republicana exitosa era la norteamericana. La monarquía, por el

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contrario, podía favorecer el reconocimiento internacional del nuevo Estado. Es por

ello que varios dirigentes sostuvieron la conveniencia de crear una monarquía

constitucional. De ese modo se combinaba el tradicional principio de la monarquía

como garantía de unidad y continuidad, con el más novedoso principio de

representación política. Pero, tal como se hizo evidente en un extenso debate que

también se dio a través de la prensa, implantar la monarquía no sería una tarea

sencilla. Tras años de revolución y guerra se habían extendido el discurso

republicano, un sentimiento de igualdad que no hubiera tolerado la creación de una

nobleza, y el desprecio por los reyes. Además, y esto era decisivo, en el Río de la

Plata no había una casa real ni una nobleza. En ese sentido había dos alternativas.

La primera era coronar un monarca de una familia europea, para lo cual se habían

realizado algunas tentativas sin éxito. La otra, propiciada entre otros por Belgrano,

era coronar a un miembro de la nobleza inca, estimando que esto facilitaría el

apoyo de los pueblos indios de la región andina. Pero este proyecto, que muchos

dirigentes miraban con horror, fue desechado.

La otra cuestión relativa a la organización que quedaría pendiente, y que afectaría

en forma decisiva la vida política rioplatense durante el siglo XIX, era la de la

representación de los pueblos en el nuevo orden y si estos mantendrían o no su

soberanía. Esta cuestión será trata en la próxima clase.

La declaración de independencia y los pueblos originarios

Si bien la propuesta de coronar a un descendiente de los incas no

prosperó, esto no significa que se hubieran dejado de lado las políticas

tendientes a captar el apoyo de los pueblos indios. Es por eso que la

Declaración de Independencia fue publicada en quechua y aymara como

había sucedido antes con otras declaraciones políticas importantes. Esta

vez, sin embargo, no se tradujo al guaraní, evidenciando para algunos

historiadores las dificultades que tenían los congresales para atraer a su

causa a los pueblos misioneros y al Paraguay.

En el sitio del Museo Casa Histórica de la Independencia de Tucumán

pueden acceder a una copia digital bilingüe:

http://casadelaindependencia.cultura.gob.ar/wp-

content/uploads/2016/07/Miscelaneas.pdf p. 10.

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Un nuevo bicentenario

En julio de 2016 tuvo lugar el bicentenario de la Declaración de

Independencia. Con epicentro en Tucumán, se dieron festejos en

distintas regiones del país. Los historiadores reflexionaron sobre los

acontecimientos de 1816 en diversos medios de comunicación

generando material valioso para la reflexión sobre el sentido de las

conmemoraciones. Incluimos aquí dos extractos de esos escritos. El

primero, de Marcela Ternavasio sitúa en el contexto internacional lo

sucedido en 1816. En el segundo, Gabriel Di Meglio resalta cinco

objetivos del Congreso reunido en Tucumán de los que hemos

seleccionado dos, el primero y el último.

“Acostumbrados a los relatos canónicos de nuestra independencia,

en los que dominan las visiones nacionalistas y heroicas,

olvidamos muchas veces que aquel acontecimiento se produjo en

un contexto internacional sumamente hostil e interconectado. Las

revoluciones e insurgencias americanas iniciadas en 1810 habían

sido derrotadas por las fuerzas realistas en los diversos rincones

del imperio español y la que intentaba sostener el gobierno con

sede en Buenos Aires parecía más aislada y amenazada que

nunca. A su vez, la restauración monárquica en Europa luego de la

definitiva derrota de Napoleón Bonaparte había impuesto un clima

conservador y reaccionario mientras intentaba regresar a una

“situación de equilibrio” donde el principio dinástico volvía a tener

un papel fundamental para regular las relaciones entre las

potencias. (…)

La historia de nuestras independencias exhiben, pues, un

entramado de profundas conexiones, relaciones y fronteras

móviles que están muy lejos de los relatos forjados en torno a la

idea de que existían naciones en ciernes. Por el contrario, nuestros

estados fueron el resultado de un largo y tortuoso proceso en el

que se disputaron variadas alternativas al calor de un complicado

contexto internacional en el que también las principales potencias

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redefinían sus fronteras luego del impacto de las olas

revolucionarias iniciadas a fines del siglo XVIII a ambos lados del

Atlántico.”

M. Ternavasio “El tablero internacional de la Independencia”, en

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-303667-2016-07-08.html

“(…) Uno fundamental fue declarar la independencia, decisión que

para ese entonces ya casi nadie discutía entre los rioplatenses. No

había sido ese el plan de los revolucionarios de 1810, que en un

primer momento propusieron un proyecto autonomista: no

depender más de España, elegir a sus propias autoridades y

manejar su propia economía. Es decir, dejar de ser una colonia.

Pero eso no era incompatible con mantenerse fieles al rey español.

Imaginaban una monarquía federal en la cual cada territorio sería

igual al otro, sin dependencias y con el rey como símbolo de unión

(algo parecido a lo que más tarde fue la Commonwealth británica).

De todos modos, enseguida surgió otro proyecto entre los

revolucionarios, desde que Mariano Moreno planteara que el rey no

tenía derechos sobre América porque la conquista se hizo por la

fuerza y los americanos no consintieron ser parte de la monarquía

hispana. (…)

El quinto objetivo fue poner fin a la revolución, a lo que los

diputados consideraban un peligroso avance de la insubordinación,

para reconstruir un orden. La intención era doble: terminar con el

desafío de pueblos pequeños a las ciudades cabeceras, de las

provincias al poder central y de cualquier facción a un gobierno; y

también poner un límite a la movilización popular, que era muy

fuerte en diferentes espacios rioplatenses y significaba un ataque a

las jerarquías tradicionales y un cuestionamiento del orden social.

La decisión del Congreso fue ubicar al “Ejército Auxiliar del Perú”

en Tucumán, al mando de Belgrano, con la misión de vigilar el

orden interno. Solo en 1816, ese ejército reprimió levantamientos

en La Rioja, Córdoba y Santiago del Estero. Y a nivel social intentó

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una pedagogía de la obediencia (por ejemplo con versos en tono

popular como el “cielito de la independencia”). De todos modos,

mientras siguiera la guerra era muy difícil para las elites conseguir

la desmovilización que anhelaban.”

G. Di Meglio “Independencia y soberanía popular”, en

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-303795-2016-07-09.html

El Directorio de Pueyrredón

Una de las primeras medidas que tomó el Congreso fue la elección de un nuevo

Director Supremo. Tras haberse desechado la candidatura del salteño José Moldes

que tenía el apoyo de Güemes y representaba a quienes mantenían prevenciones

hacia Buenos Aires, en mayo de 1816 se eligió a Juan Martín de Pueyrredón, quien

si bien era porteño gozaba de prestigio en las provincias.

Los mayores esfuerzos de Pueyrredón se orientaron en ganar la guerra. En ese

sentido le dio todo su apoyo a San Martín para la organización del Ejército de los

Andes, y a Güemes para que sostuviera el avance realista en Salta y Jujuy.

Asimismo mantuvo el enfrentamiento con la fuerzas artiguistas en el litoral. Más

aún, y aunque esto le valió una fuerte oposición en la propia Buenos Aires, decidió

desentenderse de la suerte de la Banda Oriental ante el avance portugués iniciado

en 1816 y que culminaría con la incorporación de ese territorio al Imperio

portugués como Provincia Cisplatina.

El Ejército de los Andes y la figura de San Martín

En 1813 se había constituido la Intendencia de Cuyo con capital

en Mendoza, tras haberse separado de la Intendencia de Córdoba.

Al año siguiente San Martín fue designado Gobernador de Cuyo y

convirtió a esa intendencia en una base para la organización del

Ejército de los Andes con el que pensaba implementar su plan de

atacar a Chile y luego a Perú. La organización del ejército provocó

tensiones en la sociedad cuyana, ya que si bien recibió apoyos

espontáneos, se basó en el reclutamiento de soldados entre las

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clases subalternas urbanas y rurales (incluyendo la confiscación

de esclavos) y en los recursos materiales que podía extraer de la

economía local, ya que eran insuficientes los que podía obtener

del Directorio.

En 1817 el ejército cruzó la Cordillera de los Andes y en febrero

de ese año se produjo el triunfo en la batalla de Chacabuco tras el

cual pudo ocupar las principales ciudades de Chile. A comienzos

de 1818 se declaró la independencia de Chile, que fue refrendada

en abril de ese año con el decisivo triunfo de Maipú. Desde esa

base, y contando con el apoyo de las fuerzas chilenas dirigidas por

Bernardo de O´Higgins, emprendió la campaña hacia Perú cuya

independencia se declaró en 1821, tras la ocupación de Lima,

aunque tardaría tres años más en consolidarse con la victoria de

Ayacucho.

Es habitual que consideremos a San Martín como un prócer

situado por encima de los conflictos que dividieron a sus

contemporáneos. Pero aún en el caso de que esa hubiera sido su

intención, no pudo evitar involucrarse en las disputas facciosas

que dividieron a los revolucionarios en el Río de la Plata, Chile y

Perú. Es por eso que así como contó con apoyos, también se ganó

enemigos a uno y otro lado de la Cordillera. En Chile apoyó a la

facción de Bernardo de O’Higgins y combatió a la de los hermanos

Carrera.

El poder que acumuló hizo que sus enemigos lo acusaran de

querer coronarse como un monarca, tal como se lo presenta en la

siguiente caricatura publicada en Chile en la que también se alude

a enemigos políticos que habían sido ajusticiados.

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¡Pueblos! ¿Os desengañareis? Conocéis a San Martín el héroe

decantado. Mirad sus víctimas y deducid el destino que os

preparaba.

1818. Litografía coloreada. Museo Histórico Cornelio de Saavedra.

http://portal.educ.ar/debates/protagonistas/un-recorrido-online-

por-el-art.php

En 1817 el Congreso se trasladó a Buenos Aires, y se fue afianzando nuevamente

una línea política centralista. En 1819 se sancionó una constitución que si bien no

estipulaba la forma de gobierno, podía adaptarse con facilidad para constituir una

monarquía constitucional, además de que concentraba el poder en el gobierno

nacional. Esto no hizo más que acrecentar la oposición al Directorio que para ese

entonces estaba jaqueado por las fuerzas federales de Santa Fe y Entre Ríos,

mientras que en el resto de las provincias también comenzaban a producirse

movimientos autonomistas.

En junio de 1819 renunció Pueyrredón y fue reemplazado por el General José

Rondeau. Para defender al gobierno, se convocó a los ejércitos de los Andes y del

Norte. San Martín desobedeció la orden privilegiando la campaña al Perú, mientras

que los oficiales del Ejército del Norte se sublevaron y provocaron su disolución. En

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febrero de 1820 se produjo la batalla de Cepeda en la que las tropas lideradas por

el entrerriano Francisco Ramírez y el santafesino Estanislao López, derrotaron al

ejército directorial que, para ese entonces, se reducía a las tropas de Buenos Aires,

provocando la disolución del Congreso y la renuncia de Rondeau.

De ese modo concluyó una década signada por gobiernos provisionales que

procuraron ejercer el gobierno de los pueblos rioplatenses. En 1820 el territorio

virreinal se hallaba disgregado y sin posibilidades de unificarse. Tradicionalmente se

lo entendió como un proceso de anarquía o de división de la Nación Argentina.

Pero, tal como queremos mostrar en el módulo, también puede ser pensado como

la emergencia de nuevos sujetos soberanos, los pueblos, que a partir de las

antiguas ciudades coloniales se fueron constituyendo en novedosas entidades

políticas: las provincias. Este será uno de los ejes de la próxima clase.

Las consecuencias económicas de la revolución y la guerra

En estas clases nos enfocamos mayormente en el análisis de la dimensión política

del proceso revolucionario, por lo que queremos dedicar estas últimas líneas a

plantear algunas consideraciones sobre los cambios en la economía y en el orden

social.

En esos años se consolidó el librecambio que convirtió a Inglaterra en la nueva

metrópoli comercial, pero sus efectos más importantes en este sentido recién se

produjeron a partir de la década de 1820. Más decisivo en lo inmediato fue la

pérdida de Potosí y el estado de guerra permanente que llevaron a la economía a

una situación crítica. Además de la destrucción de bienes y la movilización militar

de la mano de obra masculina, el tráfico mercantil también fue afectado aunque no

llegó a interrumpirse del todo. La aduana, y en particular los derechos de

importación, constituían la principal fuente de ingresos para los gobiernos, pero

eran insuficientes por lo que se hicieron usuales las expropiaciones y los préstamos

forzosos que en principio afectaron a los españoles y a los contrarrevolucionarios.

Las dificultades financieras hicieron que muchas veces se complicara el pago de los

sueldos, incrementando el malestar de los soldados y oficiales. En buena medida,

los ejércitos debieron sostenerse sobre el propio terreno, provocando así un

incremento en las tensiones al demandar soldados, pero también comida, ropa y

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medios para movilizarse (caballos, mulas, carretas). Huboregiones, como el litoral,

en las que el ganado fue devastado y debió ser repoblado en los años siguientes.

El proceso revolucionario afectó las jerarquías tradicionales y, aunque en forma

desigual, promovió el acceso a nuevos derechos civiles y políticos. Esto se debió a

cambios que fueron impulsados por razones políticas e ideológicas, pero también

tuvo un peso decisivo la guerra que implicó la movilización de vastos sectores

sociales bajo nuevos principios como la libertad y la igualdad. Sin embargo, y esto

no debemos olvidarlo, estamos analizando procesos que no concluyeron en la

década revolucionaria, por lo que siguió manteniéndose vigente una concepción

estamental, étnica y religiosa del orden social que fue cambiando paulatinamente a

lo largo del siglo XIX.

Los invitamos a compartir el fragmento de un video en el que le

historiador Jorge Gelman se refiere a las consecuencias

económicas de la revolución:

Para reflexionar: ¿qué tuvo de revolucionaria la Revolución?

La sociedad colonial americana formaba parte de la monarquía española. Como

vimos en la segunda clase, esto implicaba que los americanos y los españoles

consideraran al Rey como el garante del ordenamiento y funcionamiento de la

sociedad. La crisis desatada a partir de 1808 con las Abdicaciones de Bayona, pero

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sobre todo el proceso revolucionario y las guerras iniciadas en 1810, provocaron

una desorganización de la sociedad y la aparición de nuevos fenómenos sociales,

políticos y económicos. Esto no implicó, sin embargo, una transformación total de la

sociedad que, por ejemplo, siguió teniendo un carácter estamental aunque mucho

más atenuado. Es por eso, y por las distintas concepciones sobre qué es o debe ser

una revolución, que la Revolución de Mayo ha sido evaluada de diverso modo.

Incluso hay autores que sostienen que no se trató de una verdadera revolución, ya

que solo se habría producido una transferencia de poder de los españoles a las

clases dominantes criollas, dejando intactos a otros aspectos de la sociedad como la

subordinación de las clases populares.

Les proponemos que reflexionen sobre el carácter revolucionario que tuvo la

Revolución de Mayo a partir de lo que hemos venido trabajando y de sus

conocimientos previos. Asimismo les sugerimos la lectura de los aportes realizados

por tres historiadores que se refieren a distintos aspectos de este problema. El

primero es una reflexión de Tulio Halperin Donghi sobre la forma en la que es vivida

la revolución por sus protagonistas y sobre las consecuencias que esto tiene para

quienes estudian ese proceso. El segundo es parte de un reportaje en el que Hilda

Sabato se refiere a los cambios producidos en los fundamentos del poder político y

a la vigencia que todavía tienen algunas cuestiones planteadas en el proceso

revolucionario. En el tercero, Gabriel di Meglio discute con quienes sostienen que el

proceso iniciado en mayo de 1810 no produjo cambios relevantes en la sociedad,

explicando por qué a su juicio sí se trató de una revolución.

“En la experiencia de quienes la viven, en efecto, toda revolución es absoluta, en

cualquier plano que ella se realice. (…) La continuidad entre pasado

prerrevolucionario y revolución puede -y acaso debe- ignorarla quien hace la

revolución; no puede escapar a quien la estudia históricamente, como un momento

entre otros del pasado. Pero al mismo tiempo este no puede ignorar que esa

continuidad se da a través de lo que -llegue a ser lo que sea- se propone constituir

una ruptura total”.

T. Halperin Donghi, Tradición política española e ideología revolucionaria de mayo,

Buenos Aires, Ceal, 1984, p. 10.

“El núcleo duro de la Revolución es el cambio radical de los fundamentos del poder

político. Es lo que tanto se repite en la escuela respecto de la soberanía popular,

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que lamentablemente es una palabra vacía en ese discurso. Y esa palabra, en

realidad, tiene un peso enorme para entender cómo se constituye la nueva base de

poder. A lo que se suman dos nociones clave que siguen teniendo vigencia:

igualdad y libertad. Esas dos nociones, junto con la anterior, forman un triángulo:

soberanía popular, igualdad y libertad, los tres pilares del régimen republicano.

Pienso que esto está más vigente que nunca como interrogante, como cuestión y

como problema”.

H. Sabato, Fragmento de un reportaje Revista Nuestra Cultura n° 4, mayo 2010, p.

13.

“Ahora bien, si tomamos en cuenta que –tomando solo el caso del Río de la Plata–

entre 1810 y la década de 1820 se modificaron los criterios por los cuales unos

mandaban y otros obedecían pasando de una monarquía al sistema republicano,

que se terminó el predominio de los grandes comerciantes monopólicos y comenzó

el de los grandes terratenientes, que se dislocó la organización económica fundada

en la plata extraída de Potosí y se reorientó hacia el mercado atlántico, que la

mayoría de las desigualdades legales existentes en la sociedad fueron anuladas,

que se creó una vida política activa que implicó a diversos sectores sociales y en la

cual aparecieron en juego fuertes tensiones de clase (no entre una burguesía y una

aristocracia feudal pero sí entre los campesinos y peones en Salta y la Banda

Oriental con los dueños de la tierra o entre la plebe de Buenos Aires contra los

españoles), que se fueron moldeando nuevas identidades; ¿eso no es una

revolución, un cambio radical y brusco? Y si todos los que vivieron en ese período

creyeron y sintieron que así era, que estaban protagonizando una época de

transformación, ¿no es eso una revolución? Es cierto que el grueso de la

historiografía comparte la certeza de que la revolución sí existió, pero no implica

que no sea necesario problematizar qué entendemos por ella”.

“Introducción al dossier: Lo ‘revolucionario’ en las revoluciones de independencia

iberoamericanas” en Nuevo Topo. Revista de historia y pensamiento crítico, n° 5,

Buenos Aires, 2008, p. 12. El texto completo en:

http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/xix2dimeglio.pdf

Hasta la próxima clase.

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Recursos y lecturas recomendadas (no obligatorias)

Barral, M. E. “Clero y Revolución”, en

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-303797-2016-07-09.html

Di Meglio, Gabriel, “Algunas claves de la Revolución en el Río de la Plata

(1810-1820)” en Estudios Iberoamericanos, v. 36 n°2, 2010, pp. 266-287.

Disponible

enhttp://revistaseletronicas.pucrs.br/fo/ojs/index.php/iberoamericana/articl

e/download/8764/6148

Fradkin, R. y Garavaglia, J.C, La Argentina colonial. El Río de la Plata entre

los siglos XVI y XIX, Buenos Aires, Siglo XXI, 200, caps. 10 y 11.

Goldman, Noemí (ed.) Lenguaje y Revolución. Conceptos políticos clave en

el Río de la Plata, 1780-1850, Buenos Aires, Prometeo, 2008.

Goldman N. (Dir.), Revolución, República, Confederación (1806-1852),

Tomo 3 de la colección ‘’Nueva Historia Argentina’’, Buenos Aires,

Sudamericana, 1998

Ternavasio, M. Historia de la Argentina, 1806-1852, Bs.As., Sudamericana,

2009.

Di Meglio, Gabriel, Congreso de los Pueblos Libres - 1815,

en http://www.educ.ar/recursos/ver?id=126916

Ternavasio, Marcela, "9 de Julio: una guerra de cronologías en vísperas del

Bicentenario de la Independencia" en La Gaceta 15 de julio de 2015

en http://www.lagaceta.com.ar/nota/645037/sociedad/9-julio-guerra-

cronologias-visperas-bicentenario-independencia.html

Wasserman F. “Bicentenario, entre el pasado y el futuro”, en

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-303664-2016-07-08.html

Otros recursos

Años decisivos. 1816. Recuperado de:

http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=105667

Línea de tiempo con los gobiernos 1810-1880 y resumen de cada período.

Recuperado de: http://vocesbicentenario.educ.ar/?page_id=10

CD 28 Colección Educ.ar, Ideas, conceptos y palabras de 1810. Recuperado de:

http://coleccion.educ.ar/coleccion/CD28/inicioCD28.html

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Cómo citar este texto:

Área de Ciencias Sociales, INFD (2016). Nuevas miradas, viejos problemas:

revolución, independencia y guerras civiles en los orígenes de la nación argentina

(1806-1880). Clase 05: Revolución, guerra e independencia. Segunda parte (1814-

1820). Especialización docente en la Enseñanza de las Ciencias Sociales en la

escuela primaria. Buenos Aires: Ministerio de Educación y Deportes de la Nación.

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