Revue Nerudiana N° 8, Diciembre 2009

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1 NERUDIANA – nº 8 – 2009 nerudiana Fundación Pablo Neruda Santiago Chile nº 8 Diciembre 2009 Director Hernán Loyola Abraham Jesús Brito Gunther Castanedo P. Alejandro Cotera Greg Dawes Julio Gálvez B. escriben Edmundo Herrera Pedro Lastra Brenda Müller Edmundo Olivares Darío Oses Víctor Pey Enrique Robertson Inés Rubio Riquelme Edith Scandro Mario Valdovinos

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1NERUDIANA – nº 8 – 2009

nerudiana Fundación Pablo Neruda Santiago Chile nº 8 Diciembre 2009 Director Hernán Loyola

Abraham Jesús BritoGunther Castanedo P.Alejandro CoteraGreg DawesJulio Gálvez B.

escriben

Edmundo HerreraPedro LastraBrenda MüllerEdmundo OlivaresDarío Oses

Víctor PeyEnrique RobertsonInés Rubio RiquelmeEdith ScandroMario Valdovinos

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2 NERUDIANA – nº 8 – 2009

Sumario

nerudiananº 8 Diciembre 2009

director y editor Hernán Loyola

secretaria de ediciónAdriana Valenzuela

diseño y diagramaciónJuan Alberto Campos

FUNDACIÓN PABLO NERUDA Fernando Márquez de la Plata 0192

Providencia. Santiago Chile

Ilustraciones: Art populaire de découpage en Chine. Impreso en MaisonJong Pao Tchai Sin Ki, Pekín. De la biblioteca del poeta (FPN).

nerudiana 8

Neruda 1969: AúnUn mundo no leído aún en sus totales 4BRENDA MÜLLER

DOSSIER: WINNIPEGCómo me embarqué en el Winnipeg 7VÍCTOR PEY

El conflicto que amenazó la misión del Winnipeg 10JULIO GÁLVEZ BARRAZA

El Winnipeg sin Neruda 12GUNTHER CASTANEDO PFEIFFER

La hazaña del Winnipeg: furiosos ecos en Madrid 14ENRIQUE ROBERTSON

Algo sobre la naturaleza y su representaciónen Pablo Neruda 15DARÍO OSES

Neruda y la resistencia a los antibióticos 18PROF. DR. ALEJANDRO COTERA

TESTIMONIOS

Con Neruda en 1958 21EDITH SCANDRO

Con Neruda en Budapest (1965) 22Dra. INÉS RUBIO RIQUELME

Neruda 1969: un viaje al corazón de Isla Negra 23FERNANDO BARRAZA

1972: Neruda y María 25PEDRO LASTRA

Septiembre de 1973: una primavera dolorosa 27EDMUNDO HERRERA

CRÓNICAS

Neruda 1959: ventura y desventura de una carta 29EDMUNDO OLIVARES

Aniversario fallecimiento de Pablo Neruda 30

Santiago Vivanco:exposición de Neruda en Cáceres 30ADRIANA VALENZUELA P.

PUBLICACIONES 31

RESEÑAS

Neruda en UDP (Valdovinos) 33Jason Wilson (Dawes) 36Nicola Bottiglieri (Loyola) 38

Décimas para recibir a Pablo Neruda (1943) 40ABRAHAM JESÚS BRITO

Los juicios y opiniones vertidos en los artículos y demás materialesaquí publicados, son responsabilidad de sus respectivos autores.

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Aún es el título de un long poem divi-dido en veintiocho fragmentos, que

Pablo Neruda escribió de un tirón entre el5 y el 6 del mes de julio de 1969, vale de-cir, a pocos días de su 65º cumpleaños. Conigual premura requirió a Nascimento laimpresión del texto. Enviados por el pa-ciente impresor justo el día anterior al 12de julio, el autor repartió por lo menos lamitad de los quinientos ejemplares entresus amigos. Estos datos, señalados porHernán Loyola1 , permiten situar al Sujetopoético de este texto en el talante delcumpleañero, mezcla de júbilo y melan-colía, sorprendido en el hoy de la senectudde su vida capaz de moverse lúcida ylúdicamente revisando y ponderando loque ha sido su historia hasta ese momentoy proyectándose lleno de entusiasmo, perocon humildad hacia un futuro que para éles sólo el día que comienza.

La lectura enfoca entonces un Yoenunciador que festeja rememorando, quecelebra la experiencia vivida y por vivir.Alegría y tristeza se articulan (o no se arti-

culan) alrededor de la fecha: Ahora en este65 que cumplo / mirando hacia atrás, /hacia arriba, / hacia abajo (III). En elextratexto, la experiencia de un nuevo amor(Alicia) y el delicado estado de salud delpoeta. Nostalgia y afirmación tensionan elmundo en que se mueve el hablante de estetexto. El título del poemario, Aún, operacomo nexo o puente desde ese día comúnque se inicia a plena luz hacia un hoy quese ofrece como una promesa vestida demujer, de agua, o geografía, único hoy queel Sujeto todavía puede celebrar: honor deldía fresco, / la juventud del rocío, / la ma-ñana del mundo, / lo que crece a pesar /del tiempo amargo: / el orden puro / quenecesitamos (XXVII).

EL PODER DEL AGUA: LA LLUVIA

QUE AGRADECE MI CORAZÓN AMARGO ( I)

El agua es el elemento que posibilitala reafirmación del Yo enunciador: Hoycuando el sol comenzó con sus espigas / a

contar el relato más claro y más antiguo /como una cimitarra cayó la oblicua llu-via. Un día cualquiera de sol invernal setransforma abruptamente en un denso díade lluvia. Lluvia que cae como una espaday activa sus recuerdos, transportando alhablante al espacio del sur de Chile, espa-cio que para el sujeto poético significa tam-bién geografía de sí mismo: lugar del ori-gen, fuente de energía creadora. ... hoy otravez renaces y con el agua negra del cielome confundes y me obligas (I). El aguainunda, desdibuja, borra las formas de lascosas, alterando lo establecido por la nor-ma y llama a recomenzar una vez más. Estalluvia que cae con fuerza, desconcertandoy reclamando al poeta, lo devuelve a la co-marca olvidada, es decir, lo introduce enotra lluvia, en otra geografía, en el origi-nario espacio energético que necesita parasus tareas pendientes: debo reanudar mishuesos en tu reino, / debo aclarar aún misdeberes terrestres (I).

Pero esta agua negra, densa que le re-descubre o devela nuevamente al Sujeto ellugar del origen, es también el espacio enel cual se encuentra la muerte soterrada.Volver a la comarca olvidada marcada conuna cruz en el mapa puede ser tambiénaproximarse a la muerte en este espacioenergético que como tal alberga destruc-ción y renovación. La lluvia lo sorprendey le devuelve el agua desplomada en el

Neruda 1969: AÚNUn mundo no leído aún en sus totales

BRENDA MÜLLERUniversidad de Chile

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techo de su infancia y lo fuerza areencontrarse no sólo con las provinciasdel agua como región de su niñez, sinotambién con aquella agua extensa que todolo inunda, que todo lo abarca, es decir, conla eternidad, ámbito en el que sucede lavida y acontece la muerte. Aquella aguaque también caía copiosamente en una pro-sa de 19382 , “La copa de sangre”, reflexiónmotivada por uno de sus regresos al sur.En este texto el poeta cuenta el cambio detumba de los restos de su padre para re-unirlos con los de la mamadre, y la granimpresión que le causó ver el agua de llu-via que caía profusamente del ataúd mien-tras efectuaban el traslado:

Ahora bien, esta agua terrible, esta agua sa-

lida de un imposible, insondable, extraordi-

nario escondite, para mostrarme a mí su

torrencial secreto, esta agua original y temi-

ble me advertía otra vez con su misterioso

derrame mi conexión interminable con una

determinada vida, región y muerte.

El agua permite al Sujeto volver a laregión original para renacer, para retornara su canto, a la vida, pero también lo instaa asomarse al ámbito de su propia muerte:Araucanía, rosa mojada, diviso / adentrode mí mismo o en las provincias del agua /tus raíces, las copas de los desenterrados,/ con los alerces rotos, las araucariasmuertas (II). El lugar evocado, con susmuertos queridos y bosques devastados3 ,da cuenta de un temple de ánimo atribula-do, donde la energía que dinamiza la vidase interna ahora en el ciclo de la destruc-ción, tanto en el hablante mismo como enla región energética original, como un soloespacio sacralizado, en el cual sujeto y obje-to se confunden, se asimilan, mimetizándose.

EL PODER DE LA TIERRA: LA TIERRA ME

PROPONE, ME DISPONE Y ME EMBARGA (XIV)

Para el sujeto poético de Aún el espa-cio que lo reclama y lo obliga a retomarsu vida y a desafiar a la muerte es la tierra,porque en ella arraiga la energía de la crea-ción, de igual modo como arraiga en él,acaso por ser tierra también, la energía desu praxis poética, como lo advierte en el

fragmento (VI): Perdón si cuando quiero /contar mi vida / es tierra lo que cuento. /Ésta es la tierra. / Crece en tu sangre / ycreces. / Si se apaga en tu sangre / tú teapagas. Pero ¿cuál es la tierra que convo-ca al poeta? El hablante lo resume comoun ámbito entrañable al final del fragmen-to (XIV): todo lo que se llama lluvia y se lla-ma patria / lo que te ignora y te hiere y teacaricia a veces. No sólo el espacio natu-ral, sino también el ser humano y su expe-riencia social, histórica: mi casa, mi Par-tido, en el fuego de cada día, (XIV) pero ade-más la experiencia negativa de esa socie-dad: Eres también patria plateada y hue-les mal,/ a rencor, a borrasca, a escalo-frío (II). Tierra es igualmente la mujer:Invierna, Araucanía, Lonquimaya!/Leviathana, Archipiélaga, Oceana! (III).

Quizás una mujer cifrada en geografíasureña, si se atiende al extratexto, peroconviene tener presente la imagen de lamujer en todo el universo nerudiano. Lamujer al interior de este imaginario poéti-co aparece la mayoría de las veces repre-sentada en complicidad con la materia, valedecir, dotada de una capacidad para enten-derse con la naturaleza que escapa al suje-to masculino que la describe. El hablantenerudiano ve en la mujer la misma oque-dad, el mismo silencio, aquella interiori-dad velada desde donde emerge la vida.

Esta tierra, este mundo representado,se posiciona en el texto como el sur total,espacio que se abre con el paisaje de la in-fancia, es decir, con Temuco y sus alrede-dores, pero que se prolonga hasta el leja-no y mítico Polo Sur. El extremo australde Chile es todavía hoy considerado puer-ta de entrada a un espacio remoto y pococonocido para el habitante de la urbe, de-bido a la dureza de su clima y de su geo-grafía. La belleza del paisaje, sin embar-go, no deja indiferente a nadie, lugar devegetación exuberante, de mares tempes-tuosos, bosques nativos con árbolesmilenarios, agua abundante en forma delagos, ríos y glaciares son algunos de losrasgos que remiten a un escenario natural,casi primigenio, escasamente poblado.Neruda visitó esta zona el mismo año queescribió este poemario y quedó deslumbra-do por la grandeza del paisaje, como lo se-

ñala en una crónica escrita para la revistaErcilla4 publicada el 26 de marzo de 1969,donde relata también, el magnífico espec-táculo de una puesta de sol en Aysén:

Y el cielo trabajaba su crepúsculo con cen-

dales y metales: centelleaba el amarillo en

las alturas, sostenido como un pájaro in-

menso por el espacio puro. Todo cambiaba

de pronto, se transformaba en boca de ba-

llena, en leopardo ardiendo, en luminarias

abstractas.

Sentí que la inmensidad se desplegaba so-

bre mi cabeza, nombrándome testigo del

Aysén deslumbrante, con sus cerreríos, sus

cascadas, sus millones de árboles muertos y

quemados que acusan a sus antiguos homi-

cidas, con el silencio de un mundo en naci-

miento en que está todo preparado: las cere-

monias del cielo y de la tierra.

Paisaje que se visualiza igualmente alinterior del mundo representado en estepoemario: aquella catarata / que en el sal-vaje Aysén cae partiendo / una roca endos senos salpicados (XIV). No sólo el surde la infancia, sino todo el sur, el extre-mo austral como camino, como umbralde lo desconocido, después sólo la sole-dad del Polo abismal5 . Toda esta es latierra que reclama al Sujeto hablante deAún. Geografía silenciosa, pero en la quebulle la energía creadora, la vida en sudinámica de destrucción y renovación.

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Lugar donde la palabra emerge desde losubterráneo, desde las raíces, desde la in-terioridad enigmática de los volcanes, des-de la mujer signada en geografía sureña,del agua extensa, de los caballos sudandoen la lluvia, de la historia haciéndose to-davía como una promesa en las ciudadesinconclusas, en las páginas del bosque noleídas aún en sus totales. Espacio que con-voca al poeta para que festeje la vida, peroque también lo espera para acoger su muer-te en la soledad absoluta que vislumbra enla lejanía polar: el amor de la tierra inso-portable, / con aquellos caminos que mellevan / al Polo Sur, entre árboles quema-dos (II). Por eso el Sujeto hablante no pue-de arraigarse en otro espacio, en otros lu-gares, donde pareciera que ya todo estáconstruido, escrito, canonizado: sube has-ta el Partenón, Racine dirige / los árbolesrimados y Petrarca / sigue siendo de már-mol y de oro (XIV).

En cambio, en este sur total la historiatodavía está construyéndose; los parquesson aún bosques frondosos y las catedra-les nacen de debajo de la tierra, son raícesmonumentales volcadas hacia arriba, comola propia palabra del Sujeto poético naci-

titánicos: el roble que se desploma con un soni-

do de catástrofe sorda, como si golpeara con una

mano colosal a las puertas de la tierra pidiendo

sepultura. (OC, V, Nerudiana dispersa II, pp.

206-207).4 Neruda, Pablo, “Crepúsculo en Aysén” en: Obras

Completas V, Nerudiana dispersa II 1922-1973,

Edición de Hernán Loyola, pp. 212-214.5 El Polo Sur en el imaginario colectivo universal y

también al parecer en Neruda, ha estado siem-

pre rodeado de un aura especial, mágica, como

territorio de lo ignorado y remoto donde todo aca-

ba, espacio de la soledad y del silencio total. El

poeta da cuenta de esta circunstancia y advierte

respecto a la cercanía del territorio chileno con

el Polo en uno de sus últimos textos en prosa,

“Mi casa allí entre las rocas”: Aquí en el sur del

Pacífico hay que poner atención: la tierra se

termina…Unas leguas más o menos… y sobre-

viene el Polo, sobresalta el Abismo… (OC, V,

Nerudiana dispersa II, p. 384).6 Para la redacción de esta nota he consultado también:

Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano,

Barcelona, Labor, 1967.

da también de la tierra. Por lo mismo cuan-do el hablante estuvo ausente de este es-pacio nutricio, recorriendo, andando otroslugares, siempre llevó consigo su princi-pio, su final: con mi volcán a cuestas, / conmi nieve, / con fuego austral y noche cal-cinada (XII).6 ♦

NOTAS

1 Neruda, Pablo. Maremoto/Aún/ La espada encen-

dida/ Las piedras del cielo. Edición y notas de

Hernán Loyola. Barcelona, Debolsillo, 2004,

p.168.2 Neruda, Pablo, “La copa de sangre” en: Obras com-

pletas, edición de Hernán Loyola, Barcelona,

Círculo de Lectores & Galaxia Gutenberg, vol.

IV, pp. 417-418.3 Neruda se refiere en varias oportunidades en sus

escritos en prosa a estos bosques nativos del sur

de Chile talados o incendiados por el hombre sin

piedad, con el fin de darle un nuevo uso al suelo,

o bien derribados por la violencia de la propia

naturaleza. Así lo describe en el artículo “La ca-

zadora de raíces”: Allí los grandes árboles fue-

ron tumbados a veces por setecientos años de

vida poderosa o desraizados por la turbu-

lencia o quemados por la nieve o des-

truidos por el incendio. He sen-

tido caer en la profundidad

del bosque los árboles

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7NERUDIANA – nº 8 – 2009

Cómo me embarqué en el Winnipeg

VÍCTOR PEYIngeniero

hacia el centro de la ciudad. Después supeque otro pelotón de militares hizo el reco-rrido por la Diagonal, bajando por la callede Aribau. Se me hizo evidente que la su-blevación militar, iniciada en las Islas Ca-narias y Marruecos el día 17 de julio, ha-bía determinado en Barcelona el levanta-miento del Regimiento de Pedralbes, queen la madrugada de ese día 18 salió de suCuartel, dirigiéndose por la Diagonal ha-cia el casco antiguo de la ciudad para ocu-par sus centros neurálgicos y derrocar algobierno de la Generalitat de Catalunya,presidido a la sazón por el Presidente LluísCompanys.

Vivía con mi madre y mis hermanos,Diana y Raúl. Mi padre había fallecido enseptiembre del año anterior, sumido en eltemor por el cariz que iban tomando losacontecimientos en España, ante la crecien-te expansión del fascismo italiano y el na-zismo alemán en Europa.

Fui testigo presencial, desde la venta-na de mi dormitorio, de las primeras resis-tencias que el Regimiento Pedralbes en-contró en su despliegue por la ciudad. Des-de un local de la Esquerra Republicanasituado en la misma calle Provenza en laque estaba mi casa, a menos de 100 m. dedistancia de mi observatorio hogareño, vicómo surgieron los primeros disparos dearmas cortas contra esas fuerzas militaresque bajaban en formación ofensiva. Dis-paros simbólicos que no alteraron el itine-rario de los sublevados.

18 de julio de 1936. Había pasado lanoche casi en vigilia. Una alarma genera-lizada por las noticias sobre militares enrebelión contra el gobierno en las IslasCanarias y en el norte de Marruecos mehabía mantenido insomne, en una temero-sa alerta, recordando los sucesos dramáti-cos que había vivido en las calles de Bar-celona dos años antes, tras la llegada alpoder de los dirigentes de la CEDA (Con-federación Española de Derechas Autóno-mas) y del histórico Partido Radical, cuan-do fuerzas militares derrocaron al gobier-

no de la Generalitat, sofocando conuna violencia despropor-

cionada la re-sistencia

intentada por algunas organizaciones detrabajadores. Había sido testigo presen-cial de la brutal respuesta que los milita-res habían dado a un grupo de trabaja-dores del CADCI (Centre Autonomistade Dependents del Comerç i de la Indus-tria) que se habían atrincherado en lasRamblas, en su local social, armados conalgunas armas cortas en un acto de simbó-lica adhesión al gobierno de la Generalitat.Los efectivos del Ejército, al mando delGeneral Goded, llevaron a ese lugar doscañones de 7,5 cm. y bombardearon, lisay llanamente, la sede social del CADCI.Esos recuerdos de violencia y de represiónpolítica sobre muchas personas conocidas,me quitaron el sueño en esa madrugada del18 de julio de 1936 y me levanté variasveces para asomarme a una ventana.

Serían pocos minutos más de lasseis de la mañana cuando, al aso-

marme una vez más a la calle,vi bajar por la calzada de la

calle Urgell, procedentesde la Diagonal y en

formación de com-bate, a una nu-

merosa fuerzamilitar que

se dirigía

DOSSIER

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8 NERUDIANA – nº 8 – 2009

Pero a partir de esos primeros dispa-ros, como si ellos hubieran sido una señalpreviamente convenida, el avance de losefectivos militares fue obstaculizado portiroteos que se fueron generalizando y que,en la Plaza de la Universidad, primero, yen la de Catalunya después, se transforma-ron en una batalla frontal. Los militarestuvieron que refugiarse en el edificio queen ese tiempo ocupaba el Hotel Colón, enla Plaza de Catalunya, el que fue tomadoal asalto por las fuerzas de la Guardia Ci-vil que permanecieron leales al Gobiernode la República y que al mando del Coro-nel Escobar subieron desde la zona por-tuaria, por la Vía Layetana, juntándose alos civiles de los partidos políticos y de lascentrales sindicales que habían llegado,también, hasta la misma Plaza para enfren-tar a los militares insubordinados.

En octubre de 1937 el gobierno cen-tral presidido por el Dr. Juan Negrín se tras-ladó a Barcelona, con el propósito de con-trolar las industrias de guerra de toda Ca-taluña. En agosto de 1938 el Ministerio deDefensa logró completar ese control, pa-sando la totalidad de los funcionarios téc-nicos —que habíamos desarrollado la or-ganización y coordinación de la industriacatalana en su adaptación a las necesida-des de la guerra— a depender de la Sub-secretaría de Armamentos del Minis-terio de Defensa. Fue alrededor de esa fe-cha. —agosto de 1938— que fui nombra-do Verificador de Cartuchería de la men-cionada subsecretaría, sin dejar mis pre-vias tareas de asesoría a la Comisión deIndustrias de Guerra de la Generalitat.

En la Comisión de Industrias de Guerrapercibí un sueldo constante de 1.000 pese-tas mensuales, y en la Subsecretaría de Ar-mamento del Ministerio de Defensa mi re-muneración mensual fue de 1.200 pesetas.

El 24 de enero de 1939, siendo ya in-minente la caída de Barcelona ante lasofensivas de las tropas fascistas, recibí or-den de trasladarme en forma inmediata aGerona. Allí habría debido disponer la for-ma en la que debían trasladarse algunasplantas que producían municiones, situa-das en pueblos cuya defensa aparecíacomo difícil, a lugares más alejados de la

nueva alineación de los frentes de bata-lla, a fin de mantener a toda costa el abas-tecimiento de municiones que el conflic-to requería.

Partí en la madrugada del 25 de enerohacia Gerona, en un camión repleto de fun-cionarios de la subsecretaría de Armamen-to. Por razones de seguridad el camión noenrumbó por la carretera de la costa sinoque se dirigió hacia el interior, pasandoprimero por Granollers y amaneciendo enTorelló. El vehículo, aparentemente ave-riado, no pudo seguir. En otro camión se-guimos al día siguiente llegando a Olot.

Pero en Olot supe que Barcelona habíacaído en la madrugada de ese mismo día.Tras la caída de Barcelona, la situación enel resto de Cataluña se hizo en extremolábil, debido a la diáspora de funcionariosque huían hacia la frontera con Francia antelo que se veía como el desplome de la re-sistencia en toda Cataluña. Estando enOlot, donde la Comisión de Industrias deGuerra había controlado dos plantas me-talúrgicas y el gobierno de la Generalitatposeía una torre de descanso en las afue-ras del área urbana de la población, fuihasta esa torre a fin de ver si allí podía te-ner información fidedigna sobre la situa-ción. La torre estaba vacía. No había en la

cocina alimento alguno. Cuando me reti-raba, encontré tirado en un rincón, en elsuelo, una pequeña caja de cartón llena deterrones de azúcar. Fue el único alimentoque tuvimos, con mi hermano Raúl, du-rante el cruce de la cordillera de los Piri-neos. Íbamos cruzando el jardín que bor-deaba la torre cuando vimos que subían aun auto el Consejero de Cultura de laGeneralitat, Josep María Sibert, y otrosdos. Les pedimos que nos llevasen. Conevidente poco agrado, nos dejaron subir alauto que nos condujo hasta Gerona.

La avalancha de gente que huía hacia lafrontera era impresionante. Se hizo de no-che. No había corriente eléctrica en la ciu-dad. Fuimos al hospital, para tratar de en-contrar a unos amigos de los que teníamosinformación que estaban heridos. En el hos-pital general, alumbradas algunas salas poruna vela, reinaba el más completo desordeny abandono. Fue imposible seguir el recorri-do. Salimos. Las calles estaban abarrotadasde gentes que huían con bultos en las manos,despavoridas o amilanadas, sombrasfantasmales que ensombrecían aún más laoscuridad reinante.

Nos encontramos por casualidad conunos dirigentes sindicales de Sallent, lu-gar en el que yo había dirigido durante un

Víctor Pey, año 1939.

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tiempo una gran planta metalúrgica deno-minada Construcciones Metálicas S.A. Nosofrecieron llevarnos en el camión en el queiban. Tenían el propósito de ir a Puigcerdá,lugar que conocían bien, y llegar por lacarretera hasta el paso fronterizo en el quehabía una barrera, y, una vez allí, obligar ala guardia a levantar la barrera y pasar allado francés por las buenas o por las ma-las. Llevaban una buena provisión de bom-bas de mano para utilizarlas en caso de noser atendidos. Fuimos con ellos hastaFigueres, donde nos bajamos.

En el Castillo de Figueres se reunió porúltima vez, ese día, el Congreso de la Re-pública. El gobierno francés no permitíael paso masivo de los fugitivos. Una masade unas 400 o 500 mil personas se agolpa-ban en los pasos fronterizos protagonizan-do escenas de un dramatismo extremo:enfermos, heridos de guerra, niños y mu-jeres, ancianos se agolpaban en las carre-teras que llevaban a la frontera. La avia-ción franquista se dedicó, en esas circuns-tancias, a peinar a esas multitudes con rá-fagas de ametralladora.

Decidimos con mi hermano cruzar lacordillera a pie. Llevábamos una brújula…y el paquete de terrones de azúcar que en-contramos en Olot. Al atardecer partimoshacia el Norte.

Dejo de lado, para abreviar, las peripe-cias que sufrimos durante el paso de losPirineos. El caso es que llegamos a territo-rio francés. Tras ser detenidos por guar-dias franceses cuando íbamos andando poruna carretera, sin rumbo, y llevados a uncampo de concentración en el pueblo deLe Bolou, fuimos trasladados a otro cam-po que se encontraba en las afueras de laciudad de Perpignan. Logramos, por un sinfin de casualidades, contactar a nuestramadre y a nuestra hermana. Ambas perte-necían a la rama femenina de la masoneríaespañola. Con la ayuda que mi hermanaconsiguió de la masonería francesa logra-mos salir del campo de concentración y serllevados a la casa de un masón francés, quese hizo responsable de nosotros ante lasautoridades militares del campo de concen-tración en el que nos encontrábamos dete-nidos.

Permanecimos una noche en la casa denuestro protector, quien al día siguiente nospagó el pasaje en tren hasta Lyon, reco-mendándonos a masones de esa ciudad paraefectos de asilo y protección. Así ocurrió.

Estuve con mi familia varias semanasen Lyon. Los avances del nazismo sobreEuropa entera eran cada vez más alarman-tes. Para poder gestionar la salida de Fran-cia hacia algún país americano se hacíaimprescindible ir a París. No obstante es-tar sin dinero y sin documentación alguna,partí en un autobús, como adelantado dela familia, hacia la capital gala. Conseguíun trabajo nocturno en el SERE (Serviciode Evacuación de los Refugiados Españo-les), organismo creado por el GobiernoEspañol en Exilio para ayudar a los refu-giados que habían sido recluidos en loscampos de concentración habilitados en elsur de Francia.

Al poco tiempo, y por casualidad, supeque el gobierno de Chile había nombradoa Pablo Neruda en calidad de Cónsul Es-pecial en París para seleccionar a refugia-dos españoles con destino a Chile. Supede la llegada de Neruda a París. Fui al Con-sulado de Chile, que a la sazón funcionabaen el mismo edificio en el que estaba laEmbajada, y solicité hablar con el poeta-cónsul.

Neruda era persona poco grata para elpersonal estable de la embajada y del con-

sulado general mismo. Prueba de ello esque como oficina o lugar de trabajo le asig-naron una habitación en un cuarto piso,para dificultar el acceso de los refugiadosancianos o heridos, y habilitado en formabastante precaria. Creo que era el segun-do o tercer día que Neruda estaba atendien-do en tal lugar. Cuando llegué no habíanadie esperándole. Me recibió un español,también refugiado como yo, que actuaba amanera de secretario improvisado deNeruda. Se trataba de Darío Carmona,quien, posteriormente, fue mi amigo enSantiago de Chile.

Al poco rato llegó Neruda. Me recibióen su improvisada oficina. Le conté mi his-toria y mi deseo de ir, con mi familia, aChile. Neruda iba tomando notas de lo quele decía. Me preguntó especialmente pormi profesión y la de de mi grupo familiarque, como dije, había quedado en Lyonbajo el amparo de la masonería local. Laentrevista fue corta y por el tono y la bre-vedad de la misma colegí que las posibili-dades que tenía de ser seleccionado paraviajar a Chile eran escasas, escasísimas. Ledejé una dirección en París para el even-tual caso de que mi percepción estuvieraerrada y fuéramos, todo el grupo familiar,escogidos para viajar a Chile en elWinnipeg, barco que, tras ser acondicio-nado en Burdeos para tal fin, se encontra-ba ya surto en el atracadero de Paulliac,Trompeloup.

Fotografía gentileza de Gunther Castanedo P.

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S e sabe que el Winnipeg zarpó dePauillac la mañana del 4 de agosto

de 1939, con más de 2.350 pasajeros, casi150 integrantes de la tripulación, médicos,enfermeras y otros, que sumaban aproxi-madamente 2.500 personas a bordo. Entreestos últimos se contaba Emile Sellon, de-legado de la France-Navigation, empresapropietaria del barco.

De lo que poco se sabe es que duranteel viaje a Chile los pasajeros enfrentarondiversos conflictos. Entre ellos las acalo-radas discusiones sobre el grado de respon-sabilidad que tenía cada una de las frac-ciones políticas que formaban el pasaje;otro fue el causado por la firma del pactogermano-soviético. Sin embargo, un con-flicto mucho más comprometedor y casidesconocido por los pasajeros se produjodebido a la profunda molestia del Gobiernode Edouard Daladier por la existencia de laCompañía France-Navigation, creada concapital de los comunistas franceses.

Aunque gran parte del capital de laFrance Navegation pertenecía al PartidoComunista Francés (PCF), no toda la tri-pulación del Winnipeg estaba integrada porcomunistas. De hecho, la tripulación sedividía en dos bandos; los marineros y par-te de la oficialidad. Durante el viaje a Chi-le, con la inminente guerra y los peligrosde posibles ataques submarinos, ambosbandos radicalizaron sus posturas. Unospretendían regresar inmediatamente aFrancia y otros querían cumplir su come-tido y llegar con su carga humana aValparaíso.

Existen testimonios que recogen estasilenciosa batalla, entre ellos el de OvidioOltra, uno de los refugiados republicanosque viajaban a bordo. Oltra señala que unosdías antes de llegar a la Isla de Guadalupese enteró por miembros de la tripulación,que en el barco se libraba una guerra sorda

entre el capitán y algunos oficiales, por unlado, y por otro el comisario de la compa-ñía de navegación, el contramaestre y unmatrimonio de médicos franceses, PaulHertzog y Marcelle Hertzog-Cachin (am-bos comunistas).

Oltra supo así que la tripulación, du-rante la guerra civil española, había nave-gado con este vapor por todos los maresque circundan Europa, desde el Ártico has-ta el Mar Negro, transportando tanques,aviones, toda clase de armas, municionesy pertrechos de guerra, así como alimen-tos que importaba el Gobierno republica-no, a pesar de los esfuerzos contrarios delComité de No Intervención. Supo tambiénde la participación del vapor en la evacua-ción de militares y civiles de la zona Cen-tro-Levantina al finalizar la guerra.Alertados por estos amigos —recuerdaOltra—, empecé a mirar las cosas que pa-saban en el buque de otra manera. Enefecto, se veía un trato distinto para no-sotros en cierta oficialidad y el resto dela tripulación, siempre activa y dispuestaa que no nos faltara nada que ellos pu-dieran proporcionarnos.1

Oltra recuerda también otro aconte-cimiento, ocurrido durante el cruce delAtlántico, el día que notaron que el bar-co estaba detenido y en cierta forma gira-

El conflicto que amenazóla misión del Winnipeg

JULIO GÁLVEZ BARRAZA

Escritor-Investigador

Yo compartía una habitación alquiladacon un amigo español con el que había via-jado desde Lyon y que se encontraba encondiciones similares a las mías. Era unabogado madrileño, Julio Simal, que sehabía desempeñado como fiscal en los tri-bunales de la República. Simal trabajabatambién en el SERE, en un turno de día,de suerte que cuando yo llegaba tras cum-plir el mío, nocturno, ocupaba la pequeñacama de la que disponíamos en la habita-ción para poder dormir unas horas.

Ocurrió lo que me había parecido al-tamente improbable: un día recibí unpneumatique urgente de Neruda comunicán-dome que había sido seleccionado, junto conmi familia, para viajar en el Winnipeg, yque debíamos embarcarnos en ese buque enforma perentoria. Partí inmediatamente ha-cia la estación y tomé el primer tren quesalía hacia Lyon. Al día siguiente, desdeLyon, estábamos ya toda la familia viajan-do en el tren que nos llevaba a Burdeos.

Abordamos el Winnipeg pocas horasantes de que el barco zarpara hacia la le-yenda. A punto de embarcar volví a ver,fugazmente, al cónsul-poeta que hizo po-sible mi segunda vida.

Años más tarde en Chile, PabloNeruda, senador por el Partido Comunista,al inicio de 1948 era desaforado y encarga-da su detención a toda la policía de Chile.Tuve la satisfacción de poder devolverle lamano que él me había tendido al seleccio-narme, dentro del cupo personal de 100nombres que él se había reservado para in-tegrar la nómina de refugiados españoles,dándole ahora yo asilo, a él y a su mujer, laHormiguita, en mi departamento 606 deVicuña Mackenna 47, en Santiago.

Y logré hacer algo más para pagar enparte mi deuda de gratitud. Al cabo del añoclandestino de Neruda, en 1949, organicésu salida de Chile a través de un fundo ohacienda maderera lindante con la Repúbli-ca Argentina, cuyo administrador era ungran amigo mío, Jorge Bellet. Con Bellet ycon el Dr. Raúl Bulnes, médico funcionariode Carabineros y amigo del poeta, salimoscon Neruda de Santiago hacia el Sur del país,rompiendo el cerco policial dispuesto porGonzález Videla para impedir su fuga.♦

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ba sobre sí mismo, porque el sol unas ve-ces quedaba a babor y otras a estribor. Seinformó que era una avería que reparabanen los motores de las máquinas. Al cabode unas horas, el vapor reanudó su andar.Días después de dejar atrás el Canal, ocu-rrió otro hecho que llamó la atención a losque en la noche del Pacífico observabanlas estrellas del hemisferio Sur. Parecía queel barco cambiaba de rumbo. Lo hicieronnotar al contramaestre y poco después vie-ron que tomaban la primitiva dirección, de-cididamente hacia el Polo Sur. Según su-pimos después –señala Ovidio Oltra–, fueel propio capitán el que había dado la or-den de hacer tal desviación, quien no supoexplicar claramente cuándo, ante la ob-servación que se le hizo al timonel de tur-no, fue rectificado dicho rumbo.2

El primer incidente señalado, el girosobre sí mismo, podría tener alguna expli-cación. Víctor Pey, también pasajero, re-cuerda que a bordo del barco murió unniño. El barco se detuvo para sepultarlo:No recuerdo dónde fue. Pero recuerdo quese hizo una especie de ritual de los bar-cos, dio tres vueltas al lugar donde se echóel ataúd.

El segundo incidente señalado porOltra en el rumbo del barco, el que no supoexplicar Gabriel Pupin, capitán delWinnipeg, tiene relación en cambio con eldesencuentro que se producía entre la tri-pulación y la oficialidad.

No sólo por Oltra sabemos de la sor-da guerra que se libraba a bordo. Muchosaños después de los hechos, el pasajeroFloreal Nogués, se refirió al hecho. A lospocos días de navegación empezó a circu-lar el rumor de que íbamos a dar mediavuelta y regresar a Francia ante el inmi-nente estallido de la Segunda Guerra Mun-dial. Aquello provocó varios conatos deamotinamiento que fueron diluyéndose amedida que el navío se aproximaba a lascostas americanas.3

En 1999, cuando Ovidio Oltra vivía aúnen Santiago, me narró extensamente el ca-pítulo en cuestión. Un buen día se reunióel Comité político que representaba a lospasajeros y parte de la tripulación. Los tri-pulantes desvelaron la intención del capi-

tán de hacer volver el barco a Francia.Oltra, quien participaba como delegado deIzquierda Republicana, fue actor y testigode la posterior reunión sostenida conGabriel Pupin. El diálogo fue áspero y enduros términos. Después de declarar abier-tamente sus intenciones, Pupin quiso apli-car la premisa «donde manda capitán, nomanda marinero». Sin embargo, no eranlos marineros los más afectados por lamedida. El Comité de a Bordo no consin-tió su vuelta a Francia, donde a los refu-giados los esperaban nuevamente los cam-pos de concentración, con la amenaza deuna repatriación a la España de Franco,donde se jugaban la vida.

Por ello la respuesta dada al capitán porlos tripulantes y por el Comité fue rotun-da: —Usted se podría caer al mar y noso-tros podemos llevar el barco a Valparaíso.

Según el relato de Oltra, al atracar enArica, primer puerto chileno que tocaba elWinnipeg, el capitán desembarcó. Buscóun teléfono y se comunicó con el Consu-lado de Francia en Santiago. No lo habíahecho por la radio del barco, seguramentepara mantener en secreto su informe. Eloficial de radio, Couedon, era militante delPartido Comunista. Hasta ese momento,

los cables de Pupin a París se limitaban alconsabido TVB (Todo va bien).

El testimonio de Oltra sobre las ma-niobras del capitán, lo encontré tiempodespués confirmado en un libro publica-do en Francia: Les Brigadas de la Mer(Paris, B. Grasset, 1979). Está escrito ados voces, una de ellas es la de GillesHertzog, hijo de Paul Hertzog y deMarcelle Hertzog-Cachin, el matrimoniode médicos que viajaban con los espa-ñoles a bordo del Winnipeg. Marcelle, asu vez, era hija de Marcel Cachin, sena-dor y fundador del Partido ComunistaFrancés. El otro autor del libro esDominique Grisoni.

Señalan los autores que antes de lle-gar a la costa peruana, el capitán habíadesarrollado una última maniobra paravolver a Francia. Al caer la noche, el bar-co cambió de rumbo y se dirigió a las Is-las Galápagos. Al amanecer, los marinosse dieron cuenta de la maniobra. ¿Fue ésala maniobra que, según Oltra, no supo ex-plicar el capitán? Probablemente sí, yaque el único rumbo que debía tomar elbarco para enmendar su ruta era enfilar alPolo Sur.

Fotografía del Archivo de Jaime Ferrer.

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De los barcos que después de la gue-rra civil llevaron españoles exiliados

de Francia a otros destinos, el Sinaia, elAlsina, el Ipanema, etc., se destaca comoun faro el Winnipeg. Los otros barcos quecumplieron la misma función humanitariano tuvieron un poeta que los cantara. Nerudahizo crecer la leyenda del Winnipeg, queen este año 2009 ha celebrado el 70º ani-versario de su viaje con amplia repercu-sión en la prensa española y actos en elpanorama nacional, sin recordar para nadael resto de travesías y buques. Quiero ad-vertir que en este artículo —es el sentidode su título— dejaré de lado los conocidoshechos de Neruda en su humanitaria laborde rescate de españoles derrotados ydesesperanzados, y me ocuparé sólo delbarco mismo y de su historia.

El Winnipeg fue construido en 1918 enFrancia, en los astilleros de Dunquerque.Nació con otro nombre: el Jacques Cartier.Lo señala Fernando Sáez en su biografía

El Winnipegsin Neruda

GUNTHER CASTANEDO PFEIFFEROdontólogo / Investigador literario

Santander, España

de Delia del Carril, La Hormiga (Santia-go, Catalonia, 2004, pág. 131), pero preci-sando que el Jacques Cartier era un barcocanadiense dedicado al transporte de ba-calao. Error explicable porque en Canadáefectivamente hay otros muchos barcoscon este nombre, debido a que JacquesCartier (1491-1557) fue el primer navegan-te francés en explorar América y el funda-dor de la ciudad de Quebec.

Nuestro Jacques Cartier fue termina-do en octubre de 1918, un mes antes deque se firmara el armisticio que puso fin ala primera guerra mundial. Originalmentefue creado para transporte de pasajeros, yno de mercancías. Este dato debería can-celar la leyenda de que el barco sufrióunas reformas en profundidad para adap-

El otro incidente narrado en el libro,coincidente con el testimonio de OvidioOltra, es la bajada del capitán en Arica,luego de no saber explicar su extraña ma-niobra. Salvando posibles errores de tra-ducción, señala lo siguiente: El Winnipegllegó a Arica y se quedó en la bahía. Elcapitán, en seguida hizo bajar su bote per-sonal y abandonó el barco. Una vez en tie-rra, se dirigió a la Oficina de Correos, sinpresentarse, como debía, en la DirecciónMarítima del puerto, y pidió una comuni-cación urgente con Santiago.

—¿Qué número? —le preguntó laoperadora.

—La Legación de Francia.Alertando a la embajada de su país en

Chile, el capitán Pupin reconocía en ciertomodo sus intenciones de poner fin al viajede forma anticipada.

Sabemos que el pasaje del Winnipegdesembarcó felizmente en Valparaíso el 3de septiembre. Sin embargo, es poco co-nocida la gesta de parte de la tripulación.Su osadía la pagaron con cárcel enValparaíso y, al volver a su patria, enBurdeos, los esperaba un consejo de gue-rra por amotinamiento.♦

— Adaptación de un fragmento del ensayo

“¿Qué fue del Winnipeg?”,

Cuadernos Hispanoamericanos nº 711,

Madrid, septiembre 2009, 109-122.

NOTAS

1 Ovidio Oltra. Recuerdos insistentes. Santiago de

Chile, 2001. Inédito.2 Ibíd.3 Sergio Tarín. “Valencianos en el Winnipeg”. Levante,

Valencia, suplemento “En Domingo”, 8 de agosto

de 2004, pp. 1-3.

Fotografía gentileza de Gunther Castanedo P.

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13NERUDIANA – nº 8 – 2009

tarlo al transporte de los refugiados espa-ñoles. Hubo, sí, modificaciones, pero ellasse debieron al número de personas portransportar.

En el astillero figura con el número deconstrucción número 100, aunque estasnumeraciones se dan de forma un tantoaleatoria. Era un vapor de 9.717 tonela-das. Sus dimensiones eran 143,9 metros deeslora entre perpendiculares y 18,2 metrosde manga. Navegaba bajo bandera france-sa. Su maquinaria constaba de 2 hélices ymotores de dos tiempos capaces de confe-rir al barco una velocidad de 14 nudos.

Su primer propietario fue la CompagnieGénérale Transatlantique de Le Havre.

Hubo una corta etapa en la que el bu-que fue utilizado por la compañía comobuque escuela para los oficiales de la pro-pia compañía.

En 1930 el Jacques Cartier esrebautizado pasando a llamarse Winnipeg.

En el año 1938 la nave es compradapor una nueva naviera, la CompagnieFrance-Navigation, que vuelve a cambiarel nombre del barco, pasando a llamarsePaimpol.

La France-Navigation era una compa-ñía que se había creado en 1937 en plenaguerra de España y con apoyo financierooculto de la Unión Soviética. Esta socie-dad tenía su sede en 21, rue de l’Arcade,París, y su consejo de administración esta-ba formado entre otros por J. Fritsch, R.Legrand, J. Piquemal, P. Dauzier y M.Delauguerre. La compañía compró 23 bar-cos viejos.

El Paimpol fue modificado para trans-portar un mayor número de pasajeros enastilleros de Alemania.

En 1939 Ildefonso de Irala, que erael director técnico de la sección de Fle-tamento del Servicio de Emigración deRepublicanos Españoles (SERE), trami-ta documentos y condiciones para el fle-tamento del Paimpol con el objeto detrasladar españoles a México. Se llega-ron a firmar contratos de hasta tres via-jes a México con este barco.

Pero en ese mismo año 1939 fue com-prado de nuevo por la Compagnie GénéraleTransatlantique, pues la France-Navigationse había disuelto. Los nuevos y antiguos

propietarios vuelven a cambiarle nombre(por cuarta vez) para rebautizarlo con el másfamoso: Winnipeg.

En este momento es cuando aparecePablo Neruda como Cónsul para la Inmi-gración española, misión que le había en-cargado el gobierno chileno del Frente Po-pular, cuyo presidente era Pedro AguirreCerda y su ministro de Asuntos Exteriores,Abraham Ortega. Como ya advertí, en elpresente artículo no entraré a analizar ni si-quiera someramente la abundante informa-ción que otros biógrafos excelentes(Volodia Teitelboim, Hernán Loyola,Edmundo Olivares –que tan bien ha trata-do el tema–, David Schidlowsky, JulioGálvez …) han puesto a disposición.

Después de aquella misión de amor elbarco regresó a Francia y en plena segundaguerra mundial, con los océanos surcadospor los peligrosos submarinos alemanes leocurren las siguientes peripecias alWinnipeg.

El 19 de mayo de 1941 (aunque otrainformación señala el atardecer del 26 demayo) el barco, procedente de Marsella ycon destino a las Antillas, a la altura deCasablanca fue apresado con 750 pasaje-ros a bordo (compárese la cifra con los2.200 españoles que llevó Neruda) y 1.600toneladas de mercancías. Bajo bandera fran-

cesa, pero del gobierno colaboracionistade Vichy, fue apresado por un buque deguerra holandés: el HNMS VanKingsbergen (U-93). Fue transportado aPort of Spain, en la isla de Trinidad.

Se le rebautizó una vez más con elnombre de Winnipeg II, formando partede la Company British MoWT (Ministe-rio de Guerra y Transportes). Los aliadoslo usaron como barco para el transportede armamento.

El 15 de octubre de 1942 salió deLiverpool con destino a St. John - NewBrunswick (Canadá). Por la peligrosidadde los mares, los barcos navegaban enconvoyes. Esta travesía el Winnipeg II lahacía integrado en el convoy ON-139. El22 de octubre el submarino alemán U-443—Konstantin von Putkamer— se cruzacon nuestro barco y le lanza dos torpedosa las 21 horas 45 minutos. Aunque los tor-pedos alcanzan al buque, no estallan, yapenas causan desperfectos. A las 21 ho-ras 48 minutos, otros dos nuevos torpe-dos alcanzan y esta vez sí cumplen su fun-ción destructora, comenzando a hundirseel Winnipeg. El submarino alemán, en lamisma acción alcanzó a otro barco perte-neciente al convoy, el Donax. Los tripu-lantes del Winnipeg, el capitán, 113 tripu-lantes, 10 artilleros y 68 pasajeros, fueron

Fotografía gentileza de Gunther Castanedo P.

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14 NERUDIANA – nº 8 – 2009

A modo de documento curioso, aquí va en

facsímil un artículo publicado por el dia-

rio franquista ABC de Madrid el 07.02.1940.

Lo firma un cierto Bachiller ALCAÑICES,

pseudónimo del periodista español Felipe

Aparicio Sarabia, quien residió (creo que si no

toda su vida, por lo menos muchas décadas) en

Chile. Además de corresponsal del ABC de

Madrid, fue secretario de algo así como el Cen-

tro Español o asociación similar, miembro de

directivas en las que figuraba gente de nacio-

nalidad española (y con mucho dinero). Demás

está decir que era un centro antirrepublicano y

profranquista. Dentro del artículo es también

muy evidente el antisemitismo típicamente

nazista del Bachiller.

Felipe Aparicio Sarabia publicó en su ju-

ventud, a fines del siglo XIX, una novela histó-

rica de muy modesto nivel, Memorias de un

roto (1899), relacionada con la Guerra del Pa-

cífico. En 1940, según mis cálculos, Aparicio

debía tener unos 65 o más años. El individuo

al que Aparicio Sarabia atribuye la «primicia»

de presentar a Neruda como cómplice del ase-

sinato de «nacionales» que habrían sido entre-

La hazaña del Winnipeg: furiosos ecos en Madrid

gados por él a las checas (alude a la policía re-

publicana de seguridad), se llamó Pablo Merry

del Val, un señorito —un dandy— de la aristo-

cracia hispana, criado en Inglaterra, que fue

jefe de prensa de Franco.

El texto del Bachiller Alcañices, dice de la

furiosa e impotente reacción de los sectores

profranquistas en Chile frente al éxito de la

«operación Winnipeg» y a la creciente fama de

Neruda, quien pocos meses después partirá rum-

bo a Ciudad de México en calidad de cónsul

general.♦—Dr. Enrique Robertson

Bielefeld, Alemania

rescatados por el barco HCMS Morden (K-170), no pereciendo, afortunadamente, nin-guna persona en el naufragio que ocurrióen la posición 49º 51’ N (Norte) – 27º 58’W (Oeste).

Estos datos (que investigué para un li-bro mío de próxima publicación) fueronlos que más me costó encontrar. La prime-ra muestra de estos datos fue pública, en elmes de agosto del 2009, durante un cursoque impartió el profesor Hernán Loyola enla Universidad Internacional MenéndezPelayo; luego fueron publicados en la re-vista Fábula de la Universidad de La Rioja(Logroño). Simultáneamente el prestigio-so investigador Julio Gálvez Barraza pu-blicó en Cuadernos Hispanoamericanos nº711 (septiembre 2009) sus resultados deuna investigación paralela, con datos pa-recidos aunque no iguales y enfoques na-turalmente distintos. A él queda el méritode haberlos puesto por primera vez en unapublicación. Creo de justicia hacer men-ción de su trabajo, así como resaltar queentre su artículo y el mío existen diferen-cias y señalar, además, que Gálvez trataen el suyo un tema muy interesante, queyo había soslayado, sobre las peripecias detripulación y oficiales del Winnipeg en elperíodo en que el barco se encuentra enValparaíso, después de haber dejado allí alos republicanos españoles.♦

Fotografía gentileza de Gunther Castanedo P.

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Algo sobre la naturalezay su representación en Pablo Neruda

DARÍO OSES

Escritor / Fundación Pablo Neruda

Este texto fue leído en el coloquio “Pablo Neruda, poesía y naturaleza”, Madrid, en el

marco de la exposición Amor al mar, en el que participaron también el profesor José Car-

los Rovira de la Universidad de Alicante, nuestro escritor Carlos Franz y el comisario de la

muestra, Pedro Núñez.

La exposición fue organizada por el Instituto Cervantes de Madrid, la Embajada de Chile en

España y la Universidad de Chile, con la colaboración de la Fundación Pablo Neruda y el

auspicio de Fundación Endesa. Estuvo abierta entre el 12 de diciembre de 2009 y el 24 de

enero de 2010, con gran asistencia de público. En ella se expusieron 366 caracolas y algunos

libros de las colecciones que el poeta donó a la Universidad de Chile en 1954, así como una

selección de poemas de Neruda relacionados con la naturaleza.

La lectura de la naturaleza es un moti-vo persistente en la cultura occiden-

tal. En 1642, Thomas Browne1 hablaba dela naturaleza como «ese manuscrito uni-versal que yace abierto frente a los ojos detodos». Y «Ved a la naturaleza como unlibro vivo, incomprendido aunque no in-comprensible» escribía Goethe en 1774.

En su “Oda a la tipografía” (1956),Neruda habla de su propia lectura del mun-do natural: «En todo, / en la estela / delgusano / se lee, / en la rosa se lee, / lasraíces / están llenas de letras / retorcidas /por la humedad del bosque / y en el cielo /de Isla Negra, en la noche, / leo, / leo / en /el firmamento frío / de la costa…».

En 1962, declaraba: «…mi libro másgrande, más extenso, ha sido este libro quellamamos Chile. Nunca he dejado de leerla patria, nunca he separado los ojos dellargo territorio...» 2 En esa misma ocasiónrecordaba sus primeras lecturas de la na-turaleza: «Yo aprendí desde muy pequeñoa leer el lomo de las lagartijas que estabancomo esmeraldas sobre los viejos troncosde la selva sureña...». 3

En su “Oda a las cosas”, el poeta escri-bió: «muchas cosas / me lo dijeron todo» 4

Porque en su poesía las cosas también seconvierten en sílabas de esta lectura del

Entre las grandes historias naturalesque tuvo el poeta, quiero destacar la deUlises Aldrovandi (1522–1605). Su obra,pretendía comprender todo cuanto se sa-bía en su época acerca del mundo natural.Empezó a publicarse en 1599, y represen-ta, en cierto modo, una transición entre laobservación científica y los bestiarios fan-tásticos de la Edad Media. Se lo reconocecomo uno de los grandes naturalistas delRenacimiento y precursor de Buffon,Cuvier y Linneo. En Las palabras y lascosas, Michel Foucault lo señala como elhito en el que se establece, como proble-ma, el de la distancia entre la Naturaleza ysu representación.

mundo natural. En su poema “A una esta-tua de proa”, de Canto general, cuentacómo encontró uno de sus mascarones deproa:

«En la arena de Magallanes te recogimos

cansada navegante inmóvil (...) / Hoy eres

mía, diosa que el albatros gigante / rozó con

su estatura extendida en el vuelo. / (...) /

Hoy hemos recogido de la arena tu forma.

(...) / Para mí tu belleza guarda todo el per-

fume, / todo el ácido errante, toda la noche

oscura. / Y en tu empinado pecho de lám-

para o de diosa, / torre turgente inmóvil

amor, vive la vida....» 5

El poeta se apropia, entonces, de estefragmento de una embarcación, fragmen-to que guarda el misterio de la totalidaddel mar, del viaje, de la noche.

Hay cierta continuidad entre esta lec-tura directa del mundo y la de los antiguoslibros de historia natural que tuvo Neruda.«Estos libros zoológicos y botánicos meapasionaron desde siempre —escribió—.Continuaban mi infancia, me traían el mun-do infinito, el laberinto inacabable de lanaturaleza.» 6 Cuando el poeta dice queestos libros continuaban su infancia, se re-fiere, sin duda, a su deslumbramiento ini-cial por el bosque nativo y por el mar.

Pablo Neruda junto al mascarón de proa: Lasirena de Glasgow.

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16 NERUDIANA – nº 8 – 2009

Aldrovandi fundó el primer MuseoPúblico de Bolonia, aportando piezas queél mismo había recolectado. Fue un co-leccionista, lo mismo que Neruda. Ase-guró que no había descrito “cosa algunasin haberla tocado con su propia mano ysin haber estudiado su anatomía”. Es de-cir, trató de reducir la distancia entre lanaturaleza y su representación, garanti-zando la correspondencia entre ambas.Aldrovandi no sólo representó la natura-leza a través de la palabra. Sus libros fue-ron enriquecidos con gran cantidad deilustraciones, preparadas por artistas fa-mosos de la época. Al recorrer las pági-nas de la obra de Aldrovandi, especial-mente de su ornitología, no puede dejarde recordarse algunas magníficas edicio-nes de la poesía de Neruda, como Arte depájaros, que también fue ilustrada porgrandes artistas chilenos contemporáneosy en donde el poeta incluye a especiesreales y a otras imaginarias.

La Bolonia donde Aldrovandi nace,vive y muere, y donde sus colecciones per-manecen, remite a otro gran naturalista quetrabajó en esa ciudad: el abate Juan Igna-cio Molina (1740–1829). Enrico MarioSantí lo califica como un «extraño precur-sor» de Neruda, que «reconstruyó en va-rias obras escritas, en un minucioso italia-no, la lejana fauna y flora chilenas duranteun largo y nostálgico exilio boloñés».

Los libros que reunió Neruda inclu-yen también las descripciones del territo-rio y la naturaleza de Chile, que se hicie-ron en los primeros años de la República.En estas obras Neruda descubrió ciertasafinidades entre las miradas del naturalis-ta y la del poeta. En su texto en prosa “Via-je por las costas del mundo” [1942-1943]cita la descripción del bosque austral chi-leno que hace Amado Pissis en su Geogra-fía física de la República de Chile, 1875.Ésta, en parte dice: «Algunas plantas másansiosas de luz, atan sus tallos sueltos altronco de los grandes árboles y se extien-den por sus ramas desde las cuales dejancaer sus hermosas flores de color de púr-pura; tal es el copihue o lapageria.»

Neruda comenta: «…no es verdad quetiene algo de ternura, algo más adivinato-

rio de nuestro paisaje austral que muchasdescripciones literarias? Parece a ratos unfragmento del gran poeta Juvencio Valle,que ha dado a nuestra geografía vegetal unanueva dimensión mitológica y radiante.» 7

Una apreciación parecida se encuentraen una carta de Neruda al escritor JoaquínEdwards Bello, de 26 de enero de 1953.En ella el poeta cuenta que hace 15 añossubrayó en la geografía de Pissis la siguien-te consideración sobre la condición volcá-nica de nuestro territorio: «Desde esta épo-ca aparece el suelo de Chile como uno delos anchos respiraderos que ponen en rela-ción el interior del globo con su superfi-cie». Neruda comenta: «Increíble cómoestos – al parecer – resecos naturalistas sonnuestros próximos parientes. Nosotros tra-tamos de adivinar lo que ellos averiguaroncon disciplinada modestia.» 8

Como lo advirtió Saúl Yurkiévich, unode los proyectos literarios de Neruda fuerealizar un «inventario poético del mun-do». Neruda tuvo predilección también porlas obras de taxonomía. Estos libros sonproducto de una de las primeras tareas delChile republicano: el inventario natural delpaís. Su lectura parece haberle entregadoal poeta ciertos modelos para realizar supropio inventario poético.

El libro más reciente de Umberto Eco,Vértigo de la lista, es una especie de in-ventario razonado de las enumeracionesque se encuentran en la literatura occiden-tal, desde Homero en adelante, incluyen-do un poema de Neruda, la “Oda a Federi-co García Lorca”. Eco escribió tambiénpara este libro un capítulo sobre laWunderkammer, es decir el gabinete de lossabios del Renacimiento. En estas cáma-ras se reunía desde maravillas anatómi-cas, caracolas marinas, fósiles y esquele-tos de animales extraños, hasta esferasarmilares, libros y catálogos ilustrados,mapas y atlas. Nuevamente, la naturalezay su representación.

La Wunderkammer es, entre otras co-sas, una manifestación de la fascinación delhombre renacentista por la diversidad delmundo natural. También simboliza el sue-ño del conocimiento total que describeBacon en su utopía La nueva Atlántida.

Neruda creó sus propias Wunderkammery sus bibliotecas, para desde ahí construirsu representación poética de la naturalezay el mundo.

En la cultura occidental, la fascina-ción por la riqueza de las formas de losseres vivos se vincula con la complejidad

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17NERUDIANA – nº 8 – 2009

de la vida, que se resiste a ser explicadapor los modelos racionales que se aplicanal mundo físico, como el mecanicismo car-tesiano, por ejemplo.

Me parece que frente a la irreductibi-lidad del misterio de la vida y de la materia,Neruda introduce la poesía en este espacioentre la naturaleza y su representación.

En 1939, Neruda se autodefinió como«el poeta más ensimismado en la contem-plación de la tierra», y dijo: «yo he queri-do romper con mi pequeña y desordenadapoesía el cerco de misterio que rodea alcristal, a la madera, a la piedra».

Así, Neruda intentó, con su poesía, darcuenta de la totalidad del mundo materialy del misterio que rodea a la materia, in-tento desde luego, utópico pero que gene-ró magníficos productos como sus cuatrolibros de las odas, entre otros. Que esto nossirva para reivindicar la utopía.♦

NOTAS

1 Escritor inglés y doctor en Medicina (1605 –

1682). Borges lo califica como “el mayor

prosista de la lengua inglesa”.2 Neruda, Pablo, “Mariano Latorre, Pedro Prado y

mi propia sombra”, en Obras Completas,

edición de Hernán Loyola, T IV, Nerudiana

dispersa I, p. 1096.3 Ibid. p. 1097.4 Neruda, Pablo, Navegaciones y regresos, en

Obras completas, edición de Hernán Loyola,

t. II, .p. 769.5 Neruda, Pablo, Canto general, en Obras comple-

tas, edición de Hernán Loyola, t. I. p. 790.6 Ibid., pp. 945–949.7 Neruda, Pablo, “Viaje por las costas del mundo”,

en Obras Completas, edición de Hernán

Loyola, t. IV, Nerudiana dispersa I, p. 507.8 Carta a Joaquín Edwards Bello, en Biblioteca

Nacional de Chile. Archivo del Escritor. Citado

en David Schidlowsky, Las furias y las penas.

Pablo Neruda y su tiempo, Santiago, RIL,

2008, p. 771.

Caracolas en Isla Negra. Fotografía gentileza de Claudio Pino.

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Por supuesto, no espera uno encontraren la obra de Pablo Neruda alcances

importantes a asuntos del área biomédica.Pero nada escapa a la curiosidad infinitadel Vate. Abordaré aquí un ejemplo sobre-cogedor de su capacidad para extraer laesencia misma de un fenómeno biológico,apenas vislumbrado al momento de escri-bir Neruda un cierto poema, pero que conel tiempo se ha transformado en un temade la mayor relevancia en medicina: la re-sistencia a los antibióticos.

Tanto para el neófito como para elprincipiante es difícil extraer la esenciade los fenómenos de la naturaleza, aque-llo en que reside su belleza. El primero seextravía en los detalles que más llamanla atención a su mirada ignorante, aspec-tos que no necesariamente son el centrode su importancia, colateralidades que rá-pidamente dejarán de ser ciertas y que sólollamaron su atención por no haberlas co-nocido antes. Al principiante, por su lado,el ímpetu juvenil, ansia de conocimien-to y deseo de enciclopedismo lo desvíandel camino impidiéndole llegar a la esen-cia y lo dejan en los tecnicismos difíci-les de explicar.

En campo médico el entendimientoprofundo requiere una perspectiva de lar-go plazo, un proceso de maduración acti-va, una lenta decantación. Sólo entoncessurge lo importante y bello, la posibilidadde explicar lo difícil en palabras simples.Los grandes profesores no lo son tanto porsus complicados conocimientos técnicos,necesarios por cierto para llegar al resulta-do, sino por haber atravesado esos conoci-

Cuánto vive el hombre, por fin?

Vive mil días o uno solo?

Una semana o varios siglos?

Por cuánto tiempo muere el hombre?

Qué quiere decir “Para Siempre”?

Preocupado por este asunto

me dediqué a aclarar las cosas.

A través de estas preguntas el poetareplantea una cuestión fundamental parael hombre. Una circunstancia biográfica,un riesgo de enfermedad incurable, ha fun-cionado como detonante. La búsqueda derespuesta aparece diseñada como una in-terrogación sucesiva y ascendente a trescategorías (simbólicas) de expertos: a lossabios sacerdotes en el nivel metafísico, alos médicos en el nivel científico, a losenterradores en el nivel de la vitalidadcotidiana y popular. En esta ocasión, claro

Neruda y la resistencia a los antibióticos

PROF. DR. ALEJANDRO COTERAHospital Clínico de la Universidad de Chile

mientos hasta descubrir la belleza y la im-portancia del fenómeno científico.

Neruda parece recorrer un camino di-ferente, una vía rápida. Difícil imaginar quehaya dedicado mucho tiempo al estudio delasunto aludido, a mayor razón si pensamosque el problema apenas se conocía y ni si-quiera se sospechaba la importancia quellegaría a tener. Es como si hubiese toma-do el problema al vuelo y acortado el ca-mino a la esencia con un catalizador mez-cla de genialidad e intuición, y además pre-dice su futura importancia con unos pocosversos imposibles de creer. Y escritos, ade-más, con su maestría habitual.

Me estoy refiriendo específicamente aun fragmento del poema “Y cuánto vive”,incluido en el volumen Estravagario (Bue-nos Aires, Losada, 1958) y talvez asocia-do a otro poema del mismo libro, “Larin-ge”, que fue escrito a raíz de una seria afec-ción a las cuerdas vocales: «Valentín, yasabes que el médico me ordena silencio pordos meses... Juvencio Valle hubiera esta-do feliz. Yo me alegré porque se pensabaalgo peor. Tengo un librito en el que escri-bo mis pensamientos como ser: a qué horacomemos?» (carta a Volodia Teitelboim,fechada en Isla Negra el 17.01.1958). Elpoema “Y cuánto vive” comienza justa-mente con una secuencia de ‘pensamien-tos’ (bajo forma de interrogantes) sobre laduración de la vida, vale decir, sobre lamuerte ineluctable (y no olvidemos que,al momento en que esos ‘pensamientos’ seescriben, la primera causa de muerte en elmundo son las enfermedades infecciosas):

Y aquel que en todas ciencias no florece

y en todas artes no es ejercitado

el nombre de Poeta no merece.

— Clarinda, Discurso en loor de la poesía, 1608.

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19NERUDIANA – nº 8 – 2009

está, me interesa desmenuzar el notablefragmento de la interrogación a los médi-cos, que en estas materias se supone pue-dan tener opinión.

Los médicos me recibieron,

entre una consulta y otra,

con un bisturí en cada mano,

saturados de aureomicina,

más ocupados cada día.

Neruda primero describe el ambientetípicamente médico, entre una consulta yotra, más ocupados cada día. Es poco pro-bable que él mismo haya sido atendido porlos médicos con prisa, pues a la fecha eraya un hombre famoso y de muchos con-tactos, pero acierta al describir una actitudfrecuente, por todos conocida, y que ha lle-gado a ser parte de la personalidad mismade los médicos. Talvez conoció esta situa-ción en su infancia de niño enfermizo.

Acierta también al describir a los mé-dicos provistos de su armamento terapéu-tico, «con un bisturí en cada mano», dis-puestos a curarlo todo, incluso aquello queno tiene remedio. El furor curandi de unoficio que es más llevadero cuando el mé-dico se concentra en sus grandes capaci-dades para aliviar al prójimo, olvidando supequeñez ante la enfermedad.

Al paso, como parte de la ambientaciónhay un éter que lo envuelve densamentetodo: saturados de aureomicina. Aureo-micina, desliza esta palabra como que noquiere la cosa, la pasa ante los ojos dellector como un bello neologismo. Pero no:la aureomicina es la clortetraciclina, elprimer antibiótico de la familia de lastetraciclinas. Obtenido a partir delStreptomyces aureofaciens, resultado deuna búsqueda a nivel mundial demicroorganismos del suelo productores deantibióticos. Fue introducido en el uso clí-nico en 1948 y su vida fue más bien cortaal ser reemplazado por la oxitetraciclina,su derivado inmediato dos años más tarde.

En Chile su uso no fue muy amplio,sólo se encuentran dos referencias en labibliografía nacional. En 1950, el Dr.

Werner Bustamante reporta en la RevistaChilena de Pediatría su experiencia endos casos de coqueluche tratados conaureomicina. En aquellos tiempos el usode un fármaco en Chile dos años despuésde su introducción a nivel mundial debehaber sido todo un acontecimiento, entreotros motivos por las limitaciones econó-micas. Así se deduce del reporte del Dr.Bustamante, quien así refiere uno de loscasos: «En un comienzo recibe sedantes yvitamina C, pero en vista de que los pa-dres cuentan con las facilidades del casopara adquirir aureomicina, se suspendetodo tratamiento y se le instituye, a los 12días aproximadamente de enfermedad, untratamiento con este nuevo antibiótico».Dos años más tarde el Dr. Julio Mene-ghello, padre de la pediatría en Chile, pu-blica su experiencia con el uso deaureomicina oral en la meningitis agudapurulenta del niño. En este caso se trata de16 niños con infección meníngea. En 9 deellos el tratamiento con el nuevo antibióti-co fue exitoso y en 7 fracasó, lo que sugie-re que para entonces ya había surgido laresistencia de los gérmenes a la clortetra-ciclina. De aquí proviene otra de las sor-presas que nos brinda el poema.

Quien haya mencionado a Neruda laexistencia de tal antibiótico debe haber sidoalguien muy bien informado o haber cap-tado el valor del nombre aureomicina comomaterial poético. Ya hemos visto que lavida del antibiótico fue más bien corta alser reemplazado por otro derivado. PorChile su paso fue fugaz, entre 1950 y 1952(Estravagario comenzó a escribirse en1957 y se publicó en 1958), todo en un pla-zo muy corto en relación a la velocidad conque la información fluía a mediados delsiglo pasado. Si bien Neruda viajó muchoen esos años, es poco probable que en via-jes llenos de actividades literarias y políti-cas se haya informado de la existencia delnovel antibiótico.

Es posible que su fuente haya sido elDr. Francisco Velasco, su amigo desde1952, después vecino en La Sebastiana yconsejero en asuntos médicos. El Dr.Velasco, fue director del hospital Salvadorde Valparaíso, un hospital dedicado a en-

fermos mentales, pero antes fue médicoinfectólogo. También es un hombre sensi-ble, profesor de historia del arte, ha escri-to varios libros sobre Neruda (Neruda através de sus metáforas, publicado en1984; Neruda, el gran amigo, en 1986, yLos rostros de Neruda en 1988). Asícumple con las condiciones de poderhaber estado informado y captar el valorde aureomicina como material poético.Hemos conversado con el Dr. Velasco re-cientemente (julio 2009, entrevista per-sonal) y nos ha señalado que es posiblepero no seguro. En su infinita curiosi-dad Neruda lo interrogó muchas vecessobre muchos temas.

Hasta aquí hemos visto como Nerudausa como material poético el nombre co-mercial de un antibiótico de muy recienteintroducción. Lo cual ya es curioso en símismo, pero lo realmente sorprendenteviene en los versos sucesivos:

Según supe por lo que hablaban

el problema era como sigue:

nunca murió tanto microbio,

toneladas de ellos caían,

pero los pocos que quedaron

se manifestaban perversos.

La descripción del problema no puedeser más acertada. Desde la aparición de losantibióticos en la práctica clínica hemosvivido este paradigma: al surgir un nuevo

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resistencia a los antibióticos. Posiblemen-te recibió información de parte de algúnexperto, pero esta vez puedo estar segurode que no fue el Dr. Velasco, su amigoinfectólogo. En 1986 conversé con él yme hizo un comentario que recuerdo has-ta hoy y que descarta que haya valoradola importancia de la resistencia a losantibióticos. Dijo, en ese entonces, que losinfectólogos habían hecho tan bien su tra-

bajo que se habían quedado sin trabajo. Meha repetido recientemente su afirmación,echando por tierra mi ilusión de que se tra-tara de una metáfora por descifrar. Nadamás equivocado que la apreciación denuestro querido Dr. Velasco: con el tiem-po, y en gran medida debido a la resisten-cia de los gérmenes a los antibióticos, lainfectología ha aumentado su importanciaen la medicina llegando a ser una especiali-dad muy preciada y con mucho trabajo.

Me dejaron tan asustado

que busqué a los enterradores.

Me fui a los ríos donde queman

grandes cadáveres pintados,

pequeños muertos huesudos,

emperadores recubiertos

por escamas aterradoras

antibiótico surge también la resistencia delas bacterias y éste se hace inútil, pero yaaparece otro nuevo antibiótico que salvala situación. Nada han logrado los exper-tos que durante muchos años han señaladolos riesgos del uso indiscriminado de es-tos medicamentos. Por ser tan útiles, ysu efecto tan espectacular cuando estánbien indicados, la tentación de usarlosindiscriminadamente ha sido irresistiblepor muchos años. Uno de los títu-los de conferencia más frecuentepor años ha sido: Uso y Abuso deAntibióticos y se escuchan frasestan ingeniosas como: «Deja queel antibiótico busque la infec-ción». No cabe duda que nuncamurió tanto microbio, toneladasde ellos han caído.

La consecuencia ha sido la per-versión de los gérmenes. Muy pocodespués de que los antibióticos fue-ron introducidos como parte del ar-senal terapéutico de la medicina seobservó un curioso fenómeno. Enun tiempo variable después del co-mienzo de uso de una de estas sus-tancias las bacterias que antes mo-rían se hacen resistentes al efectoantibiótico. Los mecanismos por loscuales las bacterias logran hacerseresistentes a los antibióticos son delo más ingeniosas que uno pudiera imagi-nar. Van desde el desarrollo de enzimascapaces de degradar la sustancia, modifi-caciones genéticas para modificar los si-tios en que el antibiótico necesita unirsepara penetrar la bacteria o engrosar su pa-red como quien adquiere una coraza. Másaún, en algunas ocasiones estos mecanis-mos se traspasan de bacterias de una espe-cie a las de otra. Con algo de razón el asun-to ha sido visto por algunos como una ba-talla en que nosotros desarrollamos nue-vas armas y nuestro enemigo nuevas de-fensas ante estas, una batalla que lleva 70años y en la que parece llevamos las deperder. No cabe duda entonces: nuncamurió tanto microbio, / toneladas de elloscaían, / pero los pocos que quedaron /se manifestaban perversos.

Es difícil especular acerca de cómoNeruda llegó a entender el fenómeno de la

¿De qué pudo asustarse tanto el poe-ta? Al momento de escribir los versos seconocía la capacidad de los gérmenes dedesarrollar resistencia, pero ni remotamen-te se visualizaba la importancia que llega-ría a tener, la que de verdad produce susto.

La primera referencia en Chile a estefenómeno como un problema lo encon-tramos en una conferencia del Dr. Pare-

des titulada “El Problema de la Re-sistencia de los Gérmenes a losAntibióticos” (en C. Larraín, His-toria de la Sociedad Médica deSantiago), que obtuvo un premiode la Sociedad Médica de Santia-go en 1957. Sin embargo soloemergió como un problema decierta importancia clínica a prin-cipios de los setenta con la apari-ción de resistencia a las penicili-nas semisintéticas. Con el tiempoha llegado a ser una dramática rea-lidad de la medicina actual.

Un reciente artículo del prestigio-so New England Journal of Medici-ne comenta el «súper desafío» que re-presenta la resistencia de los gérme-nes a los antibióticos para la medici-na del siglo XXI. Para ilustrar la si-tuación comienza describiendo doscasos que me permito resumir.

El primero data de 1942, en un hospi-tal en New Haven una mujer de 33 añosestaba muriendo a causa de una septice-mia por estreptococo. A pesar de todos losesfuerzos de los médicos, que habían apli-cado todos los conocimientos de la cien-cia médica, no habían podido erradicar algermen de su sangre. Entonces consiguie-ron pequeñas cantidades de una sustanciarecientemente descubierta llamada penici-lina, la que inyectaron cuidadosamente ala paciente. Después de varias dosis la pa-ciente se recobró completamente y vivióhasta los noventa años. El segundo data de2008 y describe el caso de un hombre de77 años afectado de una endocarditis in-fecciosa (infección de la capa más internadel corazón) por Enterococcus faeciumresistente a la vancomicina (el antibióticoindicado en este tipo de infecciones). Apesar de la administración por muchos días

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21NERUDIANA – nº 8 – 2009

Mi encuentro con Neruda

Mis canciones me llevaron por leja-nos y hermosos países. Así fue que

entre tanta gente, un día de 1958 me invi-tan a un almuerzo que se realizó en las Vi-ñas de Rancagua, en plena Cordillera delos Andes. Era un paisaje de ensueño, lasviñas de extensión enorme, estaban rodea-das de altísimas montañas con sus picosnevados.

Esta propiedad pertenecía al escritorBaltazar Castro. Allí entre tantas figurasdel teatro y de las letras, conocí a PabloNeruda, que llegó desde Isla Negra con suinseparable Matilde.

Su figura era imponente, con un granponcho que le cubría hasta los pies y surostro apacible y sonriente. Estreché fuer-te su cálida mano y surgió una corrientede simpatía. Hablamos de mi país, Argen-tina, que él quería mucho, y en esa oca-sión me regaló un ejemplar de sus Veintepoemas de amor, con dedicatoria que dice:

de los mejores antibióticos, fue imposibleerradicar el germen resistente a todos ellosy el paciente falleció con el germen circu-lando en su sangre.

Los dos ejemplos muestran cómo des-pués de 66 años hemos recorrido un ca-mino circular que nos ha dejado en elpunto de partida, la era previa a losantibióticos. Más aún, en los últimos añosla investigación de nuevas sustanciasantibióticas por parte de la industria far-macéutica ha decaído enormemente, po-niéndonos en riesgo de quedar sin armasefectivas contra el enemigo.

Otra mirada posible es desde la saludpública, donde el problema es igualmentealarmante y se puede ilustrar con la situa-ción de una vieja amiga de la humanidad,la tuberculosis. A pesar de haberse estabi-lizado su frecuencia en los últimos años,la tuberculosis sigue afectando a 10 millo-nes de individuos en el mundo cada año(el 80% en países pobres), de los cuales500.000 son causados por gérmenes resis-tentes a múltiples antibióticos. Se estimaque el plan global para detener la tubercu-losis requerirá entre el 2009 y el 2015 tra-tar 1.400.000 casos de tuberculosis causa-da por este tipo de gérmenes con un costode 16.9 mil millones de dólares, 61 veceslo disponible actualmente para este plan.

Estos versos son un buen ejemplo deloficio de Neruda, un poeta íntimamenteligado a la naturaleza, un científico de altonivel, poseedor de infinita curiosidad ydotado de la intuición propia de los gran-des maestros. Hemos buscado sin éxito susfuentes de información. Para entendercómo llegó a conocer, entender profunda-mente y proyectar de forma tan acertada elasunto, sólo podemos recurrir a la segun-da acepción de Vate: adivino.♦

TESTIMONIOS

Con Neruda en 1958EDITH SCANDRO

Cantante argentina

Edith Scandro es una cantante argentina nacida en Río Negro. Cursó sus estudios de

canto y guitarra en el Conservatorio Nacional de Música “López Buchardo”, para

luego perfeccionarse en la Escuela de Solistas de Ópera del Teatro Colón de Buenos

Aires. Sus maestros de canto fueron: Enrique Susini e Isabel Marengo.

Luego de protagonizar zarzuelas y operetas como Marina, Molinos de Viento,

Luisa Fernanda (en el Teatro Colón, en el Avenida, en el Astral) realizó numerosas

presentaciones en conciertos de música de cámara (Teatro Cervantes, Auditórium

de Caja de Ahorro), inclinándose por último hacia el canto internacional y popular.

También Santiago de Chile fue testigo de su música en 1958 con actuaciones en

El Escorial, en el Hotel Carrera Hilton, en la naciente TV chilena y en Radio Mine-

ría. Aquí tuvo la oportunidad de conocer a una especial pareja de admiradores y

posteriores amigos: Pablo Neruda y su mujer, Matilde. El punto más alto de su

popularidad en Chile lo alcanzó su actuación en el Teatro Caupolicán ante más de

5000 personas, interpretando temas que, como “La picaronera”, provocaron gran

entusiasmo en el público.

—Dante Luchetti

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22 NERUDIANA – nº 8 – 2009

Con Nerudaen Budapest (1965)

Dra. INÉS RUBIO RIQUELMEMédico veterinario

A fines del año 1964 nos llamó el Se-cretario General de la Universidad de

Chile, profesor Álvaro Bunster, y nos dijoque nuestra universidad había firmado unconvenio con la Universidad de Budapestpara becar a dos personas que trabajaranen Biología del Suelo. Bunster conocíanuestra trayectoria, la mía y la de mi mari-do y colega Wladimir Hermosilla [herma-no de Nurieldín y fallecido hace pocas se-manas, ndr], y nos ofreció las becas. Lasaceptamos y en febrero del año ’65 viaja-mos a Hungría donde fuimos recibidos porel Departamento de Biología del Suelo dela Universidad de Budapest. Nosotros lle-vábamos material chileno recolectado enel Cerro El Roble. Wladimir Hermosillaiba a trabajar en Nemátodos del suelo y yoen Colémbolos.

Un día nuestra intérprete, que había vivi-do en Chile, nos concertó una cita con PabloNeruda. El poeta sabía que yo, Inés Rubio,había descubierto una especie nueva para laciencia y le había asignado un nombre dedi-cado a él: Isotomina nerudai, n.sp.

Neruda nos recibió amablemente en laterraza de su hotel, en Buda (parte alta dela ciudad). Desde allí veíamos uno de lospuentes que cruza el Danubio, de estruc-tura moderna, y de pronto Neruda dijo:«qué maravilla, este puente es un violín deplata», y nosotros nos reímos y le dijimos«qué maravilla ser poeta», porque a noso-tros, que lo cruzamos todos los días, sólonos viene decir «qué lindo el puente».

Ya nos sentimos con más confianza yyo le presenté la separata de mi trabajo.La empezó a hojear hasta que encontró misdibujos de la nueva especie dedicada a él:Isotomina Nerudai, n.sp. Miró con mu-cho detalle los dibujos y continuó hojean-do la separata. De pronto llamó su aten-ción otra especie, Delamarellina Guilléni,

«Para Edith Scandro, su nuevo amigo: Pa-blo Neruda. 1958 / En las Viñas deRancagua».

Volví a hablar con él en varias oportu-nidades en casas de amigos comunes. Co-nocer a Pablo Neruda fue para mí algoque estará siempre en mi memoria y enmi corazón.♦

– Edith Scandro

n.sp., y me preguntó «¿por qué se llamaasí?», y yo le respondí que esa especie es-taba dedicada al Profesor Dr. C. DelamareDeboutteville y al poeta cubano NicolásGuillén. Guardó un silencio profundo, lecambió el rostro, cerró la separata y nonos dirigió más la palabra.

Nos miramos con mi marido, y comoesa situación de extrema incomodidad seprolongaba sin que el poeta nos explicaracuál había sido nuestro error, bueno, no nosquedó sino despedirnos cabizbajos con elmisterio de nuestra gaffe a cuestas.

Poco tiempo después nuestra intérpre-te nos descifró el enigma: Neruda detesta-ba a Guillén, y viceversa. Nosotros, seresde otro planeta intelectual, obviamente noteníamos idea de la enemistad entre Pabloy Nicolás. Pero en Budapest nos tocó su-frir sus efectos.♦

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23NERUDIANA – nº 8 – 2009

Fue en la década del cincuenta, en miarremolinada adolescencia serenen-

se, seguramente alfombrada por los lumi-nosos ojos verdes de mi propia Beatriz deese momento, que, como una música defondo, atenuada primero y arrobadora des-pués, irrumpió la poesía amorosa de Pa-blo Neruda en mi vida, dejando trémulode romanticismo al muchacho pálido, del-gado y triste que un día fui.

Yo había descubierto el mundo de lalectura, pocos años antes, gracias a uncompañero judío y pelirrojo, que estabaautorizado para no entrar a la capilla ysiempre andaba con un libro bajo el bra-zo; gracias al viejo conservador de la bi-blioteca municipal de La Serena que yofrecuentaba, después de clases, hacia elcrepúsculo; y a un estante negro, cerradocon llave, instalado en el escritorio de mipadre, desde donde, subrepticiamente, sa-caba un volumen al azar y me lo llevada ami refugio, sin que se notara, para leerloa escondidas.

Neruda me abrió las puertas de la poe-sía de par en par y quise ser poeta, exta-siado entre los marineros que besan y sevan y desde el fondo de mí y arrodillado,un niño triste, como yo, nos mira. Y des-pués, como un torrente, trastrocó los pro-pios poemas que yo escribía y los pusopatas arriba, desalojó a las golondrinas deBécquer, que no volvieron a mi balcón,y hasta hizo tambalear las coronasgabrielanas de todas íbamos a ser reinasde cuatro reinos sobre el mar…

Con el correr del tiempo, el universode Neruda influyó para siempre en mimirada de mundo, quise sacarme los ojosy comérmelos, me estremeció ver la san-gre corriendo por las calles, y, me siguesucediendo que, a veces, me canso de serhombre…

Página donde se ilustra la nueva especie Isotomina nerudai.

Neruda 1969:un viaje al corazón de

Isla Negra

FERNANDO BARRAZAPeriodista

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24 NERUDIANA – nº 8 – 2009

EL POETA EN PERSONA

Sería en la década siguiente, hace justocuarenta años, en un significativo 1969(¿por qué los ciclos tienen que medirseen ceros y no en nueves?), ya conmucha poesía bajo el cuerpo, que cono-cería personalmente al poeta.

Terminados mis estudios de periodis-mo en la Universidad de Chile, pero lle-vando también en la mochila mis andanzaspor Derecho, Teatro y Filosofía y los ojosde interminables beatrices, empecé a tra-bajar en la sección cultura de la revistaErcilla, cuyo editor era el inolvidable pe-riodista Hans Ehrman.

Empeñados como estaban los de edi-torial Zig-Zag, en transformar a Ercillaen algo así como la versión chilena delNewsweek, habían formado un equipocontundente: Alfonso Calderón, AntonioSkármeta, Ariel Dorfman, el dramaturgoSergio Vodanovic y el dibujante humorís-tico Fernando Krahm, colaboradores que,años después, formaríamos parte de la re-vista Ahora y de la producción culturalLa Quinta Rueda, dos iniciativas de la edi-torial Quimantú, en plena Unidad Popu-lar.

Yo era un joven y desconocido perio-dista, que reporteaba la primera gira a Chilede Raphael de España o de un joven cata-lán que no quería cantar en castellano, lla-

mado Joan Manuel Serrat, y que daba aconocer a Víctor Jara, Ángel e Isabel Pa-rra, Inti Illimani, Patricio Manns y todaslas figuras de la Nueva Canción Chilena,arropadas en el recuerdo y la vigencia dela inolvidable Violeta Parra, que se habíasuicidado dos años antes.

Cuando Hans Ehrman estaba de viaje,lo que sucedía a menudo, yo me hacía car-go de editar las páginas de Cultura de larevista Ercilla. La estrella del equipo eranada menos que Pablo Neruda, que publi-caba una columna cada dos semanas, so-bre los temas más diversos.

Así conocí a Homero Arce, a la sazónsecretario personal del poeta, que traía per-sonalmente desde Isla Negra los textos ori-ginales escritos a mano. Homero era hu-milde, cultivaba un bajo perfil, era incon-dicional del vate y tenía una forma muysutil de darme instrucciones: «Fernando,el poeta sugiere una ilustración…».

Estaba claro que para Homero Arce nohabía otro poeta en el mundo que no fueraPablo Neruda, por lo que no era necesarionombrarlo. Para mí, por lo demás, no que-daban dudas que las sugerencias del poetaeran órdenes, que sólo cabía cumplir, loque para un ferviente nerudiano no era sinouna grata obligación…

Participar, aunque fuera ocasionalmen-te y en un rol bastante secundario, en elproceso periodístico de producir las colum-

nas del gran poeta, era un privilegio y unsueño, más que una exigencia laboral.

Pero el destino me tenía reservadas sor-presas aún mayores…

UN BARMAN FAMOSO…

Hans Ehrman, irónico crítico de cine yballet y gran fotógrafo, era amigo de Pa-blo Neruda y yo sabía que, incluso, fre-cuentaba la casa del poeta en el balneariode Isla Negra, donde le había hecho algu-nas notables fotografías. Recuerdo que, alpoco tiempo, en el otoño de 1971, cuandoal regresar desde la Feria de Leipzig recaléunas semanas en París, le llevé personal-mente al poeta, que pocas semanas despuésganaría el Premio Nobel de Literatura, unasfotos que Hans le mandó de regalo.

Pero en 1969, yo pensaba sinceramen-te que mi aproximación a Neruda, a travésde Homero Arce, era más de lo que yo po-día haber imaginado en mi adolescenciaserenense.

Me había quedado corto. En el invier-no de 1969, Hans nos comunicó que elpoeta nos invitaba a almorzar en su casade Isla Negra. Partimos muy temprano albalneario cercano, en un auto, AntonioSkármeta, Alfonso Calderón, ArielDorfman, el propio Hans y yo, a pasar eldía en la casa de Neruda.

Antes del mediodía, estábamos tocan-do la campana, que hacía las veces de tim-bre en la residencia del poeta, quien saliópersonalmente a recibirnos, junto con suesposa, Matilde Urrutia, mientras dos gi-gantescos perros saltaban alrededor.

Tras las presentaciones, Neruda nos mos-tró minuciosamente toda la casa, con expli-caciones sobre su construcción y los detallesde sus colecciones. ¡Privilegio de los dioses,un tour con semejante guía!

El día era hermoso, con la sinfonía inter-minable de las olas como música de fondo yel poeta, que lucía muy alegre y como unexcelente anfitrión, nos preparó de su propiamano unos moluscos a las brasas, al aire li-bre, con unas ramas que él mismo recolectóy luego, como experto barman, preparó unostragos en el mítico bar, como se puede ver enla fotografía, tomada por Hans, que todavíaguardo con orgullo, a cuarenta años de dis-

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25NERUDIANA – nº 8 – 2009

A l referirme al aprecio de PabloNeruda por la novela de Isaacs, em-

pezaré resumiendo un testimonio que fuerevelación y sorpresa para quienes tuvi-mos una conversación con él durante unencuentro —fue el último— ocurrido enabril de 1972. Neruda estaba en NuevaYork como invitado del PEN CLUB paradar una conferencia sobre Walt Whitmany, después de ese acto, asistir a un home-naje de escritores y amigos en una recep-ción organizada por el Embajador deChile ante las Naciones Unidas, su viejocompañero, el poeta Humberto DíazCasanueva.

Recibí una invitación del poeta DíazCasanueva y fui a ese homenaje (a la con-ferencia no pudimos entrar) con dos cole-gas del Departamento de Estudios Hispá-nicos de la Universidad de Nueva York enStony Brook. Uno de ellos era elhispanoamericanista estadounidense IvanSchulman, reconocido estudioso de la obrade José Martí.

Neruda y Matilde llegaron guiados porFernando Alegría, quien poco después seacercó a decirme que el asediado poeta y suesposa nos invitaban a visitarlo esa nocheen el Hotel Algonquin, donde se hospeda-ban. Allá fuimos, a la hora indicada. Miscolegas iban a conocer finalmente al poetaque leían y estudiaban desde hacía muchotiempo. Los entusiasmaba esta circunstan-cia, y sobre todo porque les había adelanta-do que las conversaciones con Neruda po-dían ser muy animadas y sorprendentes, yno sólo cuando se trataba de temas poéti-cos: les había contado, por ejemplo, un diá-logo con Alejo Carpentier y con él en sucasa de Santiago, en enero de 1962, en el

1972:Neruda y María

PEDRO LASTRAUniversidad Católica de Chile

cual me asombró su conocimiento de losescritores del siglo XIX. Sabía que yo esta-ba interesado en el cuento hispanoamerica-no de aquel siglo, y como un rasgo de sucarácter era la atención que le suscitaba elquehacer de los escritores más jóvenes, él yCarpentier me hablaron y me ilustraron enaquella oportunidad, para mí memorable,sobre libros y autores de esa época.

Diez años después Neruda no había ol-vidado nuestro diálogo y en algún momen-to me preguntó si seguían preocupándomelas viejas lecturas. Le dije que ésa era, aho-ra mismo, la materia de uno de mis cursosen Stony Brook y quiso saber si estabaMaría [1867] en mi programa, porque leparecía que los jóvenes de este tiempo, na-

Portada María de Jorge Isaacs, Barcelona, 1882.De la biblioteca del poeta (FPN).

tancia, y que se salvó por milagro cuando fuidetenido y allanada mi casa, en el barrioBellavista, el 18 de septiembre de 1973.

Después almorzamos en el comedor, pa-sadas las dos de la tarde, en la famosa mesaredonda, donde compartimos un caldillo devieja, pescado favorito de Neruda, luegocorvina a la plancha, ensaladas, frutas natu-rales de postre, todo acompañado de exqui-sitos mostos, culminando con el bajativo, quelo tomamos en el amplio estar, con vista alas olas encabritadas de Isla Negra que, comoes habitual, se estrellan incesantemente con-tra las rocas de la playa.

Después, una sabrosa charla de sobreme-sa, donde Neruda llevó la voz cantante, ani-mado y entretenido, contando entretelonesde sus viajes y algunas anécdotas sobre Vi-cente Huidobro que, aunque inocentes, no lodejaban muy bien parado. Matilde, quizáspreocupada porque había periodistas, le de-cía reiteradamente: «No, Pablito, si no es así,usted está equivocado…».

Como a las cuatro de la tarde, intempes-tivamente y con la mayor naturalidad, noscomunicó: «Queden en su casa, yo no per-dono la siesta…». Reapareció una hora des-pués, nos invitó a dar una caminata, para co-nocer Cantalao, su proyecto de una ciudadde artistas, que lo tenía muy entusiasmado, ydespués lo acompañamos a la Hostería, paraque hiciera algunas llamadas telefónicas, yaque, en ese tiempo, esa era la única forma decomunicarse fuera del pueblo.

Ya cayendo el crepúsculo, nos despedi-mos, dando por terminado el intenso díanerudiano. Se han cumplido cuarenta años ylas imágenes permanecen imborrables, tannítidas como su voz y la forma original ypoética de su lenguaje. Lo percibí natural,relajado, sencillo, sin poses ni aspavientos,deliciosamente autorreferente, repleto deanécdotas, alejado de toda grandilocuencia,quizás porque no la necesitaba: transforma-ba en poesía todo lo que tocaba…♦

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26 NERUDIANA – nº 8 – 2009

turalmente más sensibles a la recepción deobras de actualidad, no estimaban muchoesa novela, por lo mismo que no la fre-cuentaban o porque la desconocían deltodo. Nosotros teníamos, sin embargo, unaimpresión más positiva, y creo que fue aesa altura de la conversación que recorda-mos el interés de José Martí por Isaacs:Neruda celebró que anduviéramos en tanbuena compañía.

Al regresar a Stony Brook comentamosel encuentro con un Neruda ya agobiadopor la enfermedad, pero siempre comuni-cativo, y nos dimos cuenta de que la ma-yor parte del tiempo habíamos hablado deMaría. Estuvimos de acuerdo en que parael poeta del amor que nunca dejó de serNeruda, la novela de Isaacs significabaalgo más que una vivencia de lectura: laentendía como una experiencia de vida. Lahabría leído, sin duda, muchas veces, por-que en aquella ocasión se refirió a edicio-nes y a prólogos que juzgaba valiosos,como el de Enrique Anderson Imbert a laedición del Fondo de Cultura Económica.

Años más tarde, al evocar aquel en-cuentro recordé otras pruebas de su soste-nido y constante fervor por María. Porejemplo, el poema «Los libros», que apa-rece en una de sus obras queridas pues setrata, como dice el colofón, de «veinte poe-mas inéditos y autobiográficos» escritoshacia 1962 y editados de manera especial(para bibliófilos) en Alpignano, Italia, enla Imprenta de Alberto Tallone, 1963, conel título Sumario. Libro donde nace la llu-via. Al año siguiente ese mismo libro ini-cia, como se sabe —y ahora sólo con eltítulo Donde nace la lluvia—, la serie decinco volúmenes de su Memorial de IslaNegra, verdadero despliegue poético de suhistoria personal y política.

En el poema «Los libros» culmina lamanifestación apreciativa por la novela deIsaacs; pero antes de llegar a ese poemahubo también un fugaz antecedente en elartículo-discurso «A Eduardo Carranza»,datado el 1 de junio de 1946 y leído en elhomenaje de un grupo de escritores chi-lenos al poeta colombiano que desempe-ñaba en Santiago tareas diplomáticas,como Jorge Isaacs en el siglo anterior.Empieza así:

Cuando por muchos años y por

muchas regiones mi pensamiento se

detenía en Colombia, se me apare-

cía tu vasta tierra verde y forestal,

el río Cauca hinchado por las lágri-

mas de María y planeando sobre

todas las tierras y los ríos, como

pañuelos de terciopelo celestial, las

extraordinarias mariposas

amazónicas...

El poema de Sumario, o Donde nacela lluvia, tiene, por cierto, un significa-do mayor que el de ese fragmento: es unaexpresión reveladora de aquellas expe-riencias de germinación poética que elpropio Neruda declaró en su Discurso deIncorporación a la Facultad de Filoso-fía y Educación de la Universidad deChile, el 30 de marzo de 1962:

...es por orgullo y no por modestia que

proclamo a todos los poetas mis

maestros, pues, qué sería de mí sin

mis largas lecturas de cuanto se es-

cribió en mi patria y en todos los uni-

versos de la poesía?

He aquí el poema:

LOS LIBROS

Libros sagrados y sobados, libros

devorados, devoradores,

secretos,

en las faltriqueras:

Nietzsche, con olor a membrillos,

y subrepticio y subterráneo

Gorki caminaba conmigo.

Oh aquel momento mortal

en las rocas de Víctor Hugo

cuando el pastor casa a su novia

después de derrotar al pulpo,

y el Jorobado de París

sobre circulando en las venas

de la gótica anatomía.

Oh María de Jorge Isaacs,

beso blanco en el día rojo

de las haciendas celestes

que allí se inmovilizaron

con el azúcar mentiroso

que nos hizo llorar de puros.

Los libros tejieron, cavaron,

deslizaron su serpentina

y poco a poco, detrás

de las cosas, de los trabajos,

surgió como un olor amargo

con la claridad de la sal

el árbol del conocimiento.

El poema se desarrolla como procesode búsqueda del «árbol del conocimiento»y su lección remite —como las otras die-cinueve piezas del volumen— a momen-tos formativos esenciales: aquí, fundamen-talmente a la adolescencia: obsérvese lacontinuidad y la intención de las mencio-nes: un libro de Nietzsche oculto en el bol-sillo, junto a la aromática fruta invernal queimpregna las páginas con su olor; el amar-go mundo de Gorki, que debe haber sidolectura aún más sospechosa y culpable, sicabe, para los mayores que rodeaban aladolescente; la fascinación de las narracio-nes de Víctor Hugo —aún no su poesíaque lo conquistará después— y, finalmen-te, la ya ensoñada y dolorosa vivencia delo sentimental en el ámbito de la novela deIsaacs, tensada entre los motivos de amor,naturaleza y muerte. Se trata en este con-Portadilla de la edición 1882.

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27NERUDIANA – nº 8 – 2009

Septiembre de 1973:una primavera

dolorosa

EDMUNDO HERRERAEscritor

Cuando supimos que habían in-ternado a Pablo Neruda en la

Clínica Santa María una congoja os-cura voló a nuestro corazón.

El día 23 de septiembre de 1973, comoa la una de la mañana, me llama EsterMatte Alessandri para decirme, llorosa,que había muerto Pablo. Vinieron algunaslágrimas a poblar nuestros ojos.

Cuando supe que Neruda había muer-to, llamé a Francisco Coloane para quehablara a nombre de la SECh [Sociedadde Escritores de Chile], que había dirigidotantos años, pero me dijo que estaba muyafectado y no podría hablar. Entonces es-cribí mi discurso.

Al otro día, temprano, ya estaba en LaChascona. Destrucción, todo hecho añicos,ventanales rotos, porcelanas en el suelo,caracolas quebradas, el agua inundando elpatio. Las cosas que amó el poeta estabanesparcidas por todos lados.

Un reloj grande, de esos de campana,también caído. Habían sucumbido frentea las fuerzas armadas de la dictadura queinstalaba en Chile su reinado del terror.

Una pena inmensa vino a mi vida.Subí a donde tenían a Pablo, sin ataúdaún. Una corona de los Reyes de Sueciaa los pies del poeta. Era el homenaje deun pueblo a la Cultura, a la Creación.

Estábamos ahí cuando llegó el edecándel dictador, venía con un generaldesagradable, vestido con uniforme deguerrero, pistolas en la cintura y ametra-lladora en mano. Un insulto hecho uni-forme en esa casa.

El edecán Morel pidió hablar conMatilde que venía bajando la escalera y alverlos se devolvió y no los recibió. Enton-ces entendí que la poesía tiene un rostro,

una dignidad que deben ser la lección paraun pueblo. Las dictaduras saben que lapoesía es peligrosa para los que quierensojuzgar al hombre libre.

Al otro día sería el funeral y quedamosde acuerdo con Ester Matte Alessandri quela iría a buscar a su casa. Cuando lleguétambién estaba Luis Alberto Mansilla. Nosfuimos a la casa de Pablo y vimos por to-dos los alrededores a espías de la siniestraCNI, soldados, carabineros. Estaban vigi-lando la casa del poeta.

Nos costó mucho sacar a la calle elféretro. Mucha gente se había reunidoafuera. Era la primavera que quería des-pedir a su poeta, al Hombre que nuncadejó de cantar.

texto de una significativa y meditadaseleción de indicios en la cual la figuraemblemática de María adquiere singular re-levancia al estar situada al término de laenumeración: he aquí una historia, dice elhablante, «que nos hizo llorar de puros».Y uno se siente inclinado a decir algo más:que acaso contribuyó a cristalizar en él esacondición que Amado Alonso reconociómás tarde en su poesía: «romántica por laexacerbación del sentimiento».

Por eso pienso que la «Vindicación dela María...» escrita en 1937 por Borges sepuede acercar en más de un sentido a lasapreciaciones de Neruda que he señalado:tal vez él hubiera suscrito el juicio deBorges, para quien Isaacs «no era másromántico que nosotros» y estimar tam-bién como un mérito literario su capaci-dad «de deplorar que el amor de dos bellaspersonas quedara insatisfecho». Ya sabe-mos que el ensayo de Borges intenta de-mostrar esas aserciones y no serán escasoslos lectores que compartan su lectura. Des-de luego, yo me declaro uno de ellos.

Por otra parte, es oportuno recordar queNeruda había reivindicado polémicamenteesa constante romántica en su artículo «So-bre una poesía sin pureza», prólogo o de-claración de principios con que presentóen octubre de 1935 su revista Caballo Ver-de para la Poesía:

Y no olvidemos nunca la melancolía, el

gastado sentimentalismo, perfectos frutos

impuros de maravillosa calidad olvidada,

dejados atrás por el frenético libresco: la

luz de la luna, el cisne en el anochecer,

«corazón mío» son sin duda lo poético

elemental e imprescindible. Quien huye

del mal gusto cae en el hielo.

La conversación de 1972 sobre Maríaque he resumido en las páginas anterioresme ha llevado como de la mano a ese pá-rrafo de 1935.♦

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28 NERUDIANA – nº 8 – 2009

Se sentían canciones y gritos cerca-nos. Nos fuimos en la citroneta de Ester,con ella, Fanny Fischer y Teruca Hamel.La dejamos cerca del cementerio, en unlugar estratégico, y nos sumamos a laenorme caravana que avanzaba lentamen-te por las calles.

Mi compañera me había dicho tempra-no que no fuera, que era muy peligroso yque, a lo mejor, no podría volver. Le dijeque tenía un discurso escrito para despe-dirlo a nombre de los escritores chilenos.Yo era el presidente de la Sociedad de Es-critores de Chile y no iba a claudicar enese instante. Tengo una conciencia moralresponsable y si había que pagar con la vidapor un ideal, no iba yo a retroceder.

Dolor en los rostros, los puños enalto, desafiantes a tanta arma apuntan-do. Y canciones para decirle al poeta queel pueblo estaba presente en su hora pos-trera. La Armada le había quitado su de-recho a seguir poniéndose bombas decobalto en el Hospital de la Marina. Poreso Neruda se agravó.

Era morir llegar al Cementerio. Ejérci-tos completos estaban al acecho. Unidosbrazo a brazo entramos cantando la Inter-nacional. Conmovido mi corazón saltaba.

Días atrás los amigos diplomáticos dela República Democrática Alemana mehabían llamado para que me refugiara enla Embajada con mi familia. Tres vecesrepitieron el ofrecimiento, día a día. Al fi-nal, desistí. No pensé en mi seguridad, mehabía hecho el propósito de luchar contrala dictadura.

Avanzamos con el féretro hasta el mau-soleo de los Dittborn.

Periodistas de todo el mundo nos ase-diaban. Creo que mi discurso lo entreguéa algunos. Aún guardo copia de él.

Horas negras, oscuras para el país. Seinstaló la muerte y la persecución. Se que-ría asesinar la alegría y la esperanza.

Una vez que hablé (lo hice como pre-sidente de la SECh), Coloane, que al fi-nal pudo concurrir, se acercó e improvisósu despedida al gran amigo.

Entonces los caballos blancos de la

Poesía cruzaron el cielo y el Poeta entró ala eternidad.

Hubo cantos, otros discursos, poemas.Cuando estábamos entrando el féretro al

mausoleo, alguien me tocó el brazo y me dijo:«Vamos, vamos, compañero». Salí hacia lapuerta del cementerio. Divisé a muchas per-sonalidades de la cultura. Habíamos queda-do de juntarnos en la citroneta de Ester.

Al poco rato que salgo se cierran laspuertas del cementerio y quedan miles depersonas prisioneras. La trampa de la dic-tadura había funcionado. A algunos nuncamás los volvimos a ver.

Silenciosos, con lágrimas, emprendi-mos la marcha a casa de Fanny. Pasamos acomprar algunos alimentos y ahí me que-dé hasta que llegó la noche. No había que-rido llamar a mi casa.

Desde ese día soy un hombre con mu-cho más fervor por el ser humano, porquemerece la vida y merece el cielo en la tie-rra. Aún mi corazón llora y se hace fuertey sigo creyendo en la Esperanza, en la Be-lleza y en la Libertad.♦

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29NERUDIANA – nº 8 – 2009

Neruda, el mismo de Crepusculario y Estravagario, tampocose daba mal con un Epistolario. Un libro —y de los gran-

des— podría ser compilado sólo con la correspondencia queNeruda envió y recibió desde muy temprano en su vida. Unejemplo notable nos lo da —desde luego— la CorrespondenciaNeruda-Eandi.

Existe en la Biblioteca de la Fundación Pablo Neruda un ex-tenso y variado material epistolar que también tiene indudableimportancia. Abundan aquí las cartas de admiradoras y admira-dores de su poesía, las misivas de sus muchos amigos de todo elmundo, y también las cartas que firman grandes personalidades,altos dignatarios y figuras relevantes de la literatura y las artes.

Por desgracia, no siempre se han conservado los dos compo-nentes de tales intercambios epistolares. Es el caso de las cartascruzadas en junio de 1959 entre Pablo Neruda y Jorge Alessandri,de las cuales se conserva sólo la respuesta del entonces Presiden-te de Chile. En ese año de 1959 se debatía la forma de conmemo-rar y festejar los 150 años de la independencia política de nuestrapatria. La expresión Festejar el Sesquicentenario se escuchabaen la radio y se leía cada día en la prensa como una invitación arealizar grandes sueños, grandes obras y grandes iniciativas.

En junio de 1959 Neruda estaba por cumplir 55 años y teníauna veintena de libros publicados, disfrutaba de un amplio presti-gio internacional y su nombre ya estaba siendo incluido entre loscandidatos al Premio Nobel de Literatura. En esa contingencia, elpoeta creyó su deber cívico y patriótico dirigir una carta a la másalta autoridad del país, carta de la que poco o nada sabríamos sino fuera porque la respuesta del Presidente Alessandri sí se con-servó, y además se publicó en La Nación (21.06.1959) y en ElSiglo (22.06.1959), ambos diarios de Santiago.

Existe una entrevista que nos ayuda a conocer en parte elcontenido de la carta de Neruda. La entrevista se publicó el 14 dejulio de 1959 en la revista Vistazo y fue recogida por RobertoSilva Bijit en su compilación Habla Neruda / memorias imposi-bles de corregir (Santiago, Catalonia, 2004). Transcribimos:

¿Está satisfecho con la respuesta de Jorge Alessandri, cuando lellevó ideas sobre la celebración de nuestros 150 años de vida in-dependiente?

—Quedé muy conforme con la respuesta, pero insatisfechocon la comisión que se ha formado. Me parece que es unacomisión para celebrar honras fúnebres.

¿Y qué propone para la celebración de los 150 años?—Que se cree una comisión amplia, que tenga carácterpopular.

¿Cómo podríamos celebrar dignamente el 150 aniversario de laIndependencia Nacional?

—Bueno, me parece que habría que refaccionar la casa enque vivió el Guerrillero Manuel Rodríguez. Se podrían com-prar también los terrenos anexos al Campamento La Victoriapara hacer un Parque de Cultura para los sectores popula-res. Las ideas que le propuse al Presidente de la República enla carta que le entregué son para vitalizar los sentimientospopulares. Pero nombraron una comisión tan aburrida comoel programa que le prepararon a Vasconcelos. De todas ma-neras, esas proposiciones fueron bien acogidas por el Presi-dente de la República. Seguramente las desvirtuó más tardela burocracia interior. Parece que esas ideas hay que dejar-las para el próximo centenario.

Hasta aquí la propuesta nerudiana de aquel lejano 1959.En nuestros días y estando como estamos ad portas del Bi-

centenario, ¿será muy tarde ya para invitar a los poetas, a la SECH,al Instituto de Chile y a las Academias, a la CUT y a los intelec-tuales a plantear sus propuestas?♦

— Edmundo Olivares

CRÓNICAS

Neruda 1959:ventura y desventura de una carta

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30 NERUDIANA – nº 8 – 2009

Poeta, coleccionista, bibliófilo, Santiago Vivanco dirige elárea administrativa y financiera de Bodegas Dinastía Vivanco

en Briones, a pocos kilómetros de Logroño (La Rioja). Pero sumayor orgullo es haber creado y seguir desarrollando y dirigien-do hasta hoy su Museo de la Cultura del Vino, maravillosa e im-perdible exposición que atrae a miles de visitantes a la sede de lasBodegas Dinastía Vivanco en Briones. Además, es fundador, ge-rente y propietario de Passionartlife, empresa dedicada a laconsultoría y asesoría en adquisición y gestión de obras de arte.

Santiago Vivanco, Santi para sus amigos, con apenas 37 añosha logrado imponerse en el mundo de la cultura gracias a susmúltiples inquietudes y conocimientos. Durante años ha venidocoleccionando libros, manuscritos, fotos y documentos de PabloNeruda, uno de sus poetas preferidos. Bajo el título Pablo Neruda:una Vida Escrita en Verso esta colección ha sido expuesta congran éxito en el Palacio de la Isla, Cáceres (Extremadura), du-rante el mes de noviembre 2009, al cuidado de Judith Arteaga yde Santi mismo, y con los auspicios de Passionartlife, de la Fun-dación Academia de Yuste y del Ayuntamiento de Cáceres.♦

— Adriana Valenzuela P.

Santiago Vivanco:exposición de Neruda en Cáceres

El 23 de septiembre pasado, con ocasión de los 36 años desdeel fallecimiento de Pablo Neruda, se realizó en La Chascona

un recital y conversación poética. Colomba Jofré leyó dos tex-tos de Neruda “Oda al gato” de Navegaciones y regresos y“Desaparición o muerte de un gato” de Anillos; Juan Manuel Sil-va, “Tango del viudo” de Residencia; Sara Reinoso, “Vamos sa-liendo” de Estravagario y “Tierra austral” de Memorial de IslaNegra; Juan Santander leyó “Eternidad” de Canto general, yMarcela Saldaño “Canto a Stalingrado” de Tercera residencia.

La presentación estuvo a cargo del profesor Manuel Jofré,Coordinador de la Cátedra Neruda en la Universidad de Chile ydirector de la Fundación, quien también participó leyendo “Escritoen el año 2000”, de Canción de gesta.

«Estamos aquí no para saludar al Neruda del pasado sino quea la poesía de Neruda que no hemos leído aún, aquella que está ennuestro futuro. Él nos escribió a todos textos remitidos hace tiempoy que no hemos recibido todavía, y por tanto no hemos respondidoaún a su palabra. Allí está, pues, como Neruda mismo dijo, él y supalabra, hoy día hechos uno, como ‘el río que durando sedestruye’», expuso el profesor Jofré.♦

Manuel Jofré, Colomba Jofré, Sara Reinoso, Juan Manuel Silva y JuanSantander en el acto realizado en La Chascona.

A 36 años de la muertede Pablo Neruda

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31NERUDIANA – nº 8 – 2009

Biblioteca FPNPublicaciones recibidas

OBRA DE NERUDA

Neruda, Pablo, Antología popular 1972. Santiago, edición de la Comisión Bicentenario2010, Presidencia de la República, abril 2009.

––– Pablo Neruda. Prólogo de Jorge Edwards. Barcelona, Edición El País, 2009.––– Se desata mi voz. Antología poética. Selección, edición y prólogo de José Manuel Ruiz Martínez. Granada, Diputación de Granada, 2009.––– y Miguel Ángel Asturias, Comiendo en Hungría. Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 2009.––– Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Santiago, Ediciones Universidad Diego

Portales, 2008.___ Residencia en la tierra. Santiago, Ediciones Universidad Diego Portales, 2009.___ Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Prólogo de Jorge Edwards.

Madrid, Alianza Editorial, 200912.––– Saludo al Norte y Stalingrado. Iquique – 1945. Edición facsimilar. Santiago, Sociedad de

Bibliófilos Chilenos, 2009.––– Cien sonetos de amor. Barcelona, Editorial Seix Barral, 200911.

TRADUCCIONES

Neruda, Pablo, Discorso di Stoccolmo. Alpignano (Torino), Tallone, 1999.––– La rose séparée. Gravures de Enrique Zañartu. Paris, Éditions du Dragon, 1972.––– Selección de poemas de amor. Edición bilingüe. Atenas, Editorial Patakis, 2008.––– Últimos poemas. (O mar e os sinos). Traducción de Luiz de Miranda. Porto

Alegre, L & PM Pocket, 2009 6.––– Livro das perguntas. Sao Paulo, Cosac Naify, 2009. Reimpresión.––– Né pour Naître, Paris, Gallimard, 2009.

UNIVERSO NERUDIANO

Bottiglieri, Nicola, Las casas de Neruda. Punta Arenas, Fantástico Sur Editorial, 2009.Castanedo Pfeiffer, Gunther, ed., Pablo Neruda en Santander / Primer encuentro.

Cantabria, Obra Social Caja Cantabria, 2008.Castanedo Pfeiffer, Gunther, “Pablo Neruda y Olga Margarita Burgos: una relación

desconocida”, en revista El maquinista de la generación, nº 17, Málaga, Centro CulturalGeneración del 27, octubre 2009, pp. 84-93.

Castillo Granada, Álvaro. De cuando Pablo Neruda plagió a Miguel Ángel Macau.Bogotá, Ediciones San Librario, 2008.

Corbinos, Isidro, Pasaje al Winnipeg. Santiago, RIL Editores, 1997.Emar, Juan, Cartas a Pépèche, edición de Alejandro Canseco-Jerez. Paris, Artextos-

Éditions, 2007.Ferro González, Vladimir, Neruda y Cuba. La Habana, Editorial Arte y Literatura, 2008.Fischer, María Luisa, Neruda: construcción y legados de una figura cultural. Santiago,

Editorial Universitaria, 2008.

31NERUDIANA – nº 8 – 2009

Page 32: Revue Nerudiana N° 8, Diciembre 2009

32 NERUDIANA – nº 8 – 2009

Huidobro, Vicente, Epistolario: correspondencia con Gerardo Diego, Juan Larrea yGuillermo de Torre, 1918-1947, edición de Gabriele Morelli. Madrid,Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 2008.

Loyola, Hernán. «Lorca y Neruda en Buenos Aires (1933-1934)» en MargheritaBernard, Ivana Rota & Marina Bianchi, eds., Vivir es ver volver / Studi in onoredi Gabriele Morelli (Bérgamo, Italia, Sestante Edizioni, 2009), pp. 345-362.

Maia, Luciano. Neruda canto memorial. Fortaleza, Imprenta Universitaria, 2004.Millares, Selena. El fuego y la fragua. Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2008.Montesinos Gilbert, Toni. “Poesía de la soledad en el viaje. Residencia en la tierra ”, en

El Extramundi y los Papeles de Iria Flavia, nº XIII, Verano MMV, pp. 53-73.Neira, Julio. Manuel Altolaguirre, impresor y editor. Málaga, Universidad de Málaga /

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Pablo Zegers, prólogo de Alfonso Calderón. Santiago, DIBAM / LOM, 2000.Poirot de la Torre, Luis, Retratar la ausencia. Neruda. Santiago, Editorial Contrapunto, 2009.Prieto, Miguel. La armonía y la furia: 1907-1956. Madrid, Sociedad Estatal de

Conmemoraciones Culturales, 2007.Rafide, Matías, Naín Nómez y Marcela Albornoz, eds., Poetas del Maule. Antología

poética para el bicentenario. Talca, Editorial Universidad de Talca, 2007.[Skármeta, Antonio], Skármeta-Neruda. La magia in azione, trad. it. Roberta Bovaia.

Parma, Ugo Guanda Editore, 2006Varios. Delia del Carril. Exposición retrospectiva de su obra gráfica. Catálogo. Santiago,

Centro de Extensión Pontificia Universidad Católica de Chile, octubre 1991.Winnipeg:“Chile y España: el Winnipeg”, dossier incluido en Cuadernos Hispano-

americanos, nº 711, Madrid, AECI, septiembre 2009, pp. 7-122.Gonzalo Rojas: “Winnipeg y más Winnipeg”, pp. 7-10

Raúl Zurita: “El poema imperecedero”, pp. 11-16

Carlos Marzal: “Neruda, el poema de lo real”, pp. 17-34

Teresa Rosenvinge: “El barco de los pintores”, pp. 35-39

Benjamín Prado: “Pablo Neruda, el habitante de la casa inventada”, pp. 47-63

Manel Risques y Ricard Vinyes: “El exilio circular”, pp. 65-68

Jaime Ferrer: “La misión de amor de Pablo Neruda”, pp. 69-74

María Campillo: “Chile en el corazón”, pp. 77-85

Mercedes Serna Arnaiz: “Martí y Neruda unidos por la República española”, pp. 87-96

José Ramón López García: “Las travesías del exilio en Arturo Serrano Plaja”, pp. 97-107

Julio Gálvez Barraza: “¿Qué fue del Winnipeg?”, pp. 109-122.♦

— Adriana Valenzuela P.

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33NERUDIANA – nº 8 – 2009

pabloneruda

Pablo NERUDA, Veinte poemas de

amor y una canción desesperada. San-

tiago, Ediciones Universidad Diego Por-

tales, 2008.

A ochenta y cinco años de su primera yproblemática edición, sorprende la vitali-dad de las palabras depositadas en un bre-ve volumen, Veinte poemas de amor…,pero aún más el hecho de comprobar quela sensibilidad que lo animó ha transitadopor varias generaciones y sobrevivió a con-cepciones del mundo y a miradas sobre lascosas, a veces pendulares: una que negabapor completo a la anterior. Los espaciosgeográficos que constituyen el entorno dellibro, cambiaron, pero no las palabras quelos mentaban. El oleaje del mar no es elmismo, tampoco los bosques, ni siquieralos atardeceres, pero sí los versos que losexpresaron. Las palabras que Neruda es-cribió, y las que calló, no cambiaron de sen-tido. Así, Veinte poemas aparece como unabiografía sentimental escrita bajo la for-ma de un manifiesto de amor y desamor,desbordante de imágenes y sensacionescon las que su autor, tal vez sin proponér-selo, contribuyó a cambiar la vida, el ero-tismo, el modo de amar y olvidar y lamanera de exaltar y no de inhibir el cuer-po. Cuando se mete el cuerpo y se encar-na en el Eros, no hay vuelta atrás. No pue-de ni debe haberla.

Dentro de la azarosa biografía del li-bro, tal vez el más bello libro de poemasjamás escrito, como pensaba Jorge Teillier,en el plano literario están las deudas queel joven Neruda tenía con los simbolistasfranceses, a quienes había traducido yantologado para diversas publicaciones es-tudiantiles, y con los modernistas latinoa-mericanos. Fusionó ambas corrientes y lo-gró una voz propia, gestada en embriona-rios proyectos de libros, como Los cuader-nos de Neftalí Reyes, más toda la prepa-

ración previa que el adolescente venía acu-mulando en su abundante papelería. Paraello debió esquivar al padre brusco, la so-ledad y el aislamiento; era, y lo sabía, elpoeta más solitario del mundo y su ciudadde adopción fue Temuco, no la de naci-miento, puesto que vino al mundo en Pa-rral. En Temuco estaban la casa familiar yel liceo, los dos polos de su vida. Hastaallí había llegado su padre tras fracasar endos oficios, agricultor y obrero del diquede Talcahuano. Temuco, the middle ofnowhere, a pesar de sus arrebatos de ciu-dad en expansión, perla de La Frontera, yde su arrogancia progresista. Un pueblo sinmás, de calles oscuras, barriales lóbregosy poco más de diez mil habitantes, cadauno, eso sí, con su esperanza.

Por los meandros de sus versos y porlos espacios vacíos que dejan las emocio-nadas palabras, se infiltran tanto los ám-bitos de la aldea fronteriza que era elTemuco de esos años y el balneario dePuerto Saavedra —si bien el frío y el vien-to polar estropeaban los días veraniegos—como también los barrios capitalinos has-ta donde el poeta adolescente se trasladóen el interminable tren nocturno para se-guir estudios universitarios, pedagogía enfrancés, en el viejo Instituto Pedagógico

de Cumming con Alameda. El neoclásicoedificio era la estación terminal de los es-tudiantes provincianos y periféricos quellegaban en tranvías, en góndolas. Lasmuchachas usaban boinas grises y los jó-venes, ternos, corbatas y sombreros. Unlook conservador. Nadie tenía aún el cora-zón en calma. Todos se retiraban en lasnoches por las calles de adoquines, alum-bradas por faroles de gas. Santiago teníamedio millón de habitantes y un fuerte cor-dón de arrabales. Allí estaba, al otro ladodel río, en el barrio La Chimba, la invernalcalle Maruri, por donde se precipitabanhacia el poniente los crepúsculos, los queel mismo poeta juvenil había atesorado ensu primer libro, Crepusculario.

Se reunían, tras las clases de latín, degramática, de estilística, los estudiantesanarquistas. Anhelaba y repudiaba el po-der el gran demagogo, Arturo AlessandriPalma. El delirante tribuno prometióacabar con la pobreza, pero no podráerradicarla en tanto parte de los materialesdel autor de los Veinte poemas; esa pobre-za tiene un traje: el anhelo del poeta pordejar un testimonio de su pasión. El joven,ceremonioso y enlutado, que se protege delfrío invernal con la capa de ferroviario desu padre, está redactando la ConstituciónPoética de Chile, como hará por esos añosel León de Tarapacá con la ConstituciónPolítica de 1925. Dos formas de moldearel alma de un país.

Huelgas estudiantiles, periódicos lite-rarios, solidaridad con la clase obrera y larevolución rusa, atentados dinamiteros que,cuando se disipa el olor a pólvora, dejan elaroma de las enredaderas en flor.

En medio de los versos, aparecen lasmusas que los suscitaron, fantasmas con-jurados por el poder de la poesía a vivir, alparecer eternamente, dentro de las pági-nas de un libro: Albertina Azócar. TeresaVásquez, María Parodi, Laura Arrué. Tam-bién los barrios sin luz, las pensionesmortecinas, las sopas de fideos, las ca-mas vencidas, los atardeceres donde sesumergían los criminales del barrio chi-no de Mapocho, de la calle Bandera, losborrachos del restaurant Hércules, la bo-hemia santiaguina que devoró a AlbertoRojas Giménez y a tantos otros y las aguas

RESEÑAS

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sucias del río que arrastraban muertos ama-rrados con alambres.

Están en los Veinte poemas y en el la-mento final de la Canción desesperada laspropuestas para nuevas formas de mirar-se, no sólo los enamorados, de tocarse lasmanos, de besarse los párpados. En la ciu-dad hay olor a miseria, a asfalto mojado.En los tranvías que detienen su tráfico porlas noches, quedan abandonados cuader-nos, cartas. Huellas de los amores de estu-diantes. Son flores de un día, lo dice poresos años un tango.

A propósito de las diversas conmemo-raciones relativas a los aniversarios del li-bro, los cincuenta, en breve los cien y qui-zás mañana los ciento cincuenta años,Neruda escribió en la contratapa de unaedición de lujo: «Sobreviven los versos quese quedaron escritos en el aire. Se hicieronazules, invisibles como campanadas, se lle-naron de nubes, conversaciones, polvare-da. Aquí están mis primeros versos de airey amor: ni yo mismo los pude borrar: nosoy dueño del viento.»

— Mario Valdovinos

origen, los estudiosos de la poesíanerudiana ven tanto atisbos como raíces delvolumen inmediatamente después de susdos primeras publicaciones, Crepuscularioy Veinte poemas. Están en los libros queaparecen a continuación: Tentativa delhombre infinito, El habitante y su esperan-za, su única novela, y Anillos, en coautoríacon Tomás Lago, todos vieron la luz elmismo año, 1926. Si bien en Residenciaen la tierra, su máximo hit, y para quiensuscribe este comentario un libro decisivoen la historia de la lírica universal de to-dos los tiempos, además del esplendor dellenguaje en cualquier idioma, abandona eltono grandilocuente y tremendista de Ten-tativa del hombre infinito, pero no así eltemple melancólico de Anillos, ni la atmós-fera transgresora y amenazada de su nove-la El habitante y su esperanza.

El poeta neorromántico se ocupará enél de la descomposición de los elemen-tos naturales, de días que nacen de lastinieblas, de las materias que palpitan alfondo de la vida, de las fuerzas y energíasontológicas, de la sombra de lo onírico, delos barcos desmantelados que surcan océa-nos, de los monzones lustrales que devas-tan y purifican, renovando incesantemen-te geografías, ciudades, seres; de amanteshomicidas a las que teme, pero con las queestablece alianzas, de su aislamiento y dela soledad sin fisuras. El propio autor loentendía como un diccionario atormenta-do de sus indagaciones personales, quizásuna exageración individualista, y hablóextensamente de su génesis y composiciónen el insoslayable epistolario mantenidopor años con el escritor argentino HéctorEandi, contándole que escribía unos poe-mas con carácter ritual, al estilo de los vie-jos vates, y, al mismo tiempo, relatándoleamargamente acerca de su manera de vi-vir y habitar esas tierras, llena de innoblesconflictos, compartiendo la ceniza y lasruinas con la que llamaría, años despuésen la evaluación retrospectiva de esa eta-pa: “Una desventurada familia humana”.Birmanos, budistas, ahítos de divinidadesinescrutables, arbitrarias, castigadoras; elopio no estaba sólo en los fumaderos, queel inverosímil cónsul visita, sino en los tem-plos y en la atmósfera caliente y húmeda.

pabloneruda

Pablo NERUDA, Residencia en la tie-

rra. Santiago, Ediciones Universidad

Diego Portales, 2009.

En 1927 Neruda inicia su viaje al Orien-te, en busca del sol, con su amigo el miste-

rioso Álvaro Hinojosa. Una travesía gi-gantesca hasta llegar a Rangoon, ca-

pital de la ex Birmania. Territoriocolonizado por los ingleses, a

quienes odiará por colonialis-tas y opresores de una naciónpacífica, no en tanto la pa-tria de Shakespeare, ni lacultura que le otorgará, en1965, el doctorado honoriscausa de la Universidad deOxford.

Como inexperto diplo-mático tendrá un salario me-

nesteroso, no logrará salir du-rante lustros de su precariedad,

pero nunca decae su vocación ni sutenacidad para escribir.El libro se gesta de una manera gra-

dual, como ocurre con todas las etapas desu poesía, y para lograr publicarse experi-menta un difícil recorrido. En el plano del

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En Residencia en la tierra aparecenalmirantes, muertes, espectros, materiasnupciales, aguas erotizadas, los cantos ala celebración de la materia, madera,apio, vino; las elegías a los amigosdesaparecidos, Alberto Rojas Giménez,Federico García Lorca; una fusión ma-gistral de prosa, poesía, reflexiones, sím-bolos, mandalas y órbitas axiológicasque expanden los círculos establecidospor el libro. En sus páginas surgen, cons-tituyendo un código, una crónica y untestamento anticipado, sonatas, donce-llas, el refugio en el cuerpo como efíme-ra tabla de salvación. La voz que regis-tra es la de un contemplativo que absor-be el influjo de la revuelta del surrealis-mo, la fragmentación de la mirada sobreel mundo del cubismo, la sensibilidad delas vanguardias, asumida por el poetachileno sin vasallaje, potenciando susrupturas auténticas y esquivando los ele-mentos que fácilmente pasarán a cons-tituir un pasado, una tradición no artísti-ca sino artrítica, una retórica.

La reflexión crítica provocada por ellibro, desde su aparición, no ha cesado ysigue siendo motivo de investigaciones ynexos con otras corrientes de la estética,del pensamiento, de la filosofía, de la bús-queda de la belleza. Allí está el eruditoensayo que escribió el filólogo españolAmado Alonso, Poesía y estilo de PabloNeruda, donde examina la alienación y elensimismamiento, la angustia y la desin-tegración, el ritmo y la sintaxis, a la vezque entrega claves para acceder a lo que élllama “una poesía hermética”.

Neruda escribió el libro prácticamenteen los años adolescentes, o recién salien-do de ellos; en todo caso, era un hombreque frisaba recién los treinta años, y refle-ja en sus páginas una madurez incuestio-nable. Está en posesión de un estilo, de unregistro auditivo y visual, the Nerudasound, de una estética y de una vehemen-cia en la que no naufragó, porque veníanotras mareas, otras banderas que levantar,otros senderos por recorrer.

Lo prueban las dos ediciones que Uni-versidad Diego Portales ha hecho, bajo ladirección de Matías Rivas, en 2008 y2009. Ambos libros revelan verdades pro-

fundamente humanas, intransables, a lavez que ofrecen una manera de profundi-zar en los temores, en las incertidumbresy en las emociones.

La experiencia biográfica que sirvió decimiento al volumen duró un lustro, de nopocos padecimientos, de ocios insufribles,de vagabundeos, de largas contemplacio-nes, de experimentos existenciales, de rup-turas amorosas. Durante ese lapso ocurriósu primer matrimonio. Son los tiempos enque se alimenta de arena y de sardinas,en que se marchó a descubrir el mundo,en que arranca de la demoníaca nativa,Josie Bliss, en que se casa también; losdías en que se autoconsidera un idiotapuro y errante; los de sus primeras nup-cias, del nacimiento de su única hija. Tan-to el matrimonio como la desposada,Maryka, o Marietje, Antonia Hagenaar, yla niña, Malva Marina, son hasta hoy mo-tivo de diatribas y recelos a causa de sucondición de mal padre y amante infiel,

de gran poeta y progenitor lejano, de mari-do efímero y compañero evasivo. Son as-pectos controversiales de la biografía de unhombre imperfecto, un escritor arrebatadoy de una fuerza creadora sin par. ¿Lo dis-minuyen como artista? ¿Son aspectos pres-cindibles y tarea exclusiva de los rigurososbiógrafos? En cualquier caso, si bien for-man parte del tinglado del libro, no consti-tuyen su arquitectura expresiva que es ver-bal, repleta de palabras y de sentimientos.

No es difícil suscribir esto que escri-bió Julio Cortázar hace 30 años, en 1979:

«Cuando bebo, cuando amo, cuandomiro algo que me parece bello o bueno,tengo siempre un gesto de complicidadpara él; sus grandes ojos lentos me de-vuelven esa connivencia, algún verso saltadesde el trampolín de la memoria para res-ponderme, para acompañarme. Nada pue-de cambiar, nada ha cambiado allí dondetodo fue dicho en su justo lugar y en suhora justa.»♦

— Mario Valdovinos

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renta páginas, y la obra desde los años 40en adelante se comprime en cincuenta ycuatro páginas. El resultado es previsible:el autor dedica harto espacio al análisis dela poesía de Neruda de 1921 a 1935, y re-corre las treinta y cuatro obras que se pu-blican a partir de Residencia en la tierracon una velocidad insatisfactoria. Impo-sible, entonces, apreciar la riqueza de lasetapas, los libros como eslabones en unacadena con la especificidad y atención quese merecen. Se pierden los detalles y frag-mentos que forman una sola unidad con-tradictoria tanto en los poemarios como enlas Obras completas.

¿Por qué no dedicar más páginas a laobra posterior a las Residencias? En laintroducción Wilson aclara que la poesíaa partir de los años 40 es defectuosa porla presencia de las convicciones políticasdel vate (2). De los años 40 en adelante,dice Wilson, el lector no puede confiar enel punto de vista de Neruda porque ésteacató las normas estalinistas del partido,«evitando así las indagaciones y una cu-riosidad más profunda» (5); «Gran partede lo que escribió [Neruda] de la guerracivil española en adelante,» argumentaWilson, «cuando su poesía venía ‘carga-da’, se politiza, [es] una polémica de laGuerra Fría y estalinista» (6). Antes de1936, en cambio, Neruda era “uno de losgrandes escritores vanguardistas en len-gua castellana” (7).

Al estudio de Wilson interesa sobretodo ese primer Neruda, ese «proto-filó-sofo o al menos un pensador» que aborda«angustias existencialistas, explora el so-nido como pulso de la vida y crea un lugarameno en sus palabras parecido al deHeidegger, y lamenta de forma insistentee insidiosa la pérdida de su Beatrice» (10-11); ese pensador instintivo e impulsivoque explora el mundo de los sueños en suobra y busca imágenes insólitas para ex-presarse, valiéndose de su gran talentocreador (11). Así discriminando, Wilsonpuede dedicarse a la tarea de analizar alpoeta “auténtico” que se manifiesta en losversos nerudianos “sólo” hasta los años 40.

Pero aun en esta parte del libro, que,como decíamos, es donde vemos más losesfuerzos del crítico por entender la obra

los críticos de la estilística o los llamadosnew critics —que dejaron de ser ‘nuevoscríticos’ años y décadas atrás— que sue-len exaltar la forma poética y considerarque el contenido tiene que ver con ese en-tretejido formal, Neruda brinda la síntesisdel brillo estilístico y del compromiso po-lítico. Como se diría en filosofía, rehúsaaceptar la división entre el hecho y el valor.

El nuevo libro de Jason Wilson, ACompanion to Pablo Neruda: EvaluatingNeruda’s Poetry (Londres: Támesis, 2008),vuelve a la tradición de las lecturas aten-tas (close readings) —de corte formalistao posestructuralista— que se encuentranen la crítica nerudiana de Amado Alonso,René de Costa, Enrico Mario Santí, Ma-nuel Durán y Margery Safir. Ahora bien,como indica el mismo Neruda, trabajar laforma tanto como analizarla es indispen-sable, es parte del deber del crítico, peropasar por alto o tachar el contenido del quese nutre el poema y el poemario, es incu-rrir en el dualismo (sobrevalorar el estilo aexpensas del fondo).

Y eso es precisamente lo que sucedeen este estudio de Wilson. Podemos infe-rir por el título que se trata de un análisisde toda la obra de Neruda, pero la mismadistribución del libro milita contra ese ob-jetivo. La introducción abarca las páginas1 a 26; la poesía nerudiana desde su ju-ventud en Temuco hasta la publicación delas Residencias se presenta en ciento cua-

jasonwilson

Jason WILSON. A Companion to

Pablo Neruda: Evaluating Neruda’s

Poetry. London: Támesis, 2008.

Piden algunos que este asunto humano

con nombres, apellidos y lamentos

no lo trate en las hojas de mis libros,

no le dé la escritura de mis versos:

dicen que aquí murió la poesía,

dicen algunos que no debo hacerlo:

la verdad es que siento no agradarles,

los saludo y les saco mi sombrero

y los dejo viajando en el Parnaso

como ratas alegres en el queso.

Yo pertenezco a otra categoría

y sólo un hombre soy de carne y hueso,

por eso si apalean a mi hermano

con lo que tengo a mano lo defiendo

—“No me lo pidan”, Canción de gesta (1960)

Este poema de Neruda, escrito cuandobusca y halla la inspiración del compro-miso político en la revolución cubana—ya no siguiendo la modalidad ‘moder-na’ sino ‘posmoderna’ al decir de HernánLoyola— termina así: «tengo un pacto deamor con la hermosura: / tengo un pactode sangre con mi pueblo». Así es que ante

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nerudiana, hay lagunas inexplicables. Alclásico “Poema 20” Wilson dedica sólodos páginas (66-68). Por consiguiente,el lector pierde todas las sutilezas tanricas —aun desde una perspectiva for-mal— que pueblan esos versos. Hay, sí,comentarios buenos y ligeros sobre los poe-mas que le podrían servir a un estudiantede pre- o postgrado que quiera enterarsede algunos temas de amor que se destacanen Veinte poemas, pero no hay el tipo deanálisis profundo que se esperaría inclusodel método formalista (como lo logrado porAmado Alonso).

Esa flaqueza teórica se ve incluso en elcapítulo 3, dedicado a las Residencias.Wilson sostiene que en esta etapa de suproducción poética Neruda llega a ser unsurrealista consumado (96). Se sabe queNeruda mantuvo una relación problemáti-ca con el vanguardismo: nunca se afilió aningún movimiento y nunca escribió ma-nifiestos que lo definieran a las claras comovanguardista. Según Wilson, sin embargo,«se podría argumentar que Neruda es elmejor de los surrealistas» justo porque notiene lazos estrechos con el surrealismo.

Si bien es cierto que Wilson se refierede forma pasajera a los datos biográficosharto conocidos de Neruda en el Oriente—su pobreza, la angustia que le produce sutrabajo diplomático, su distancia respecto alas culturas oriundas, su antipatía por loscolonizadores ingleses y su relación conJosie Bliss—, esos factores no inciden ensu lectura de los poemas en Residencia enla tierra. Wilson dice, por ejemplo, queNeruda «aborrecía a los ingleses», pero noexplica por qué asumió esa postura.

De hecho, la elusión de los factoressociales, económicos, políticos y cultura-les determina una lectura aventurada, porejemplo, de “Walking around”, dondeWilson identifica un hablante que tiene«confianza, es agresivo y surrealista, cuan-do se enfrenta con la vida urbana [en Bue-nos Aires] y el trabajo» (145). SegúnWilson, el hablante se siente libre, se vecomo una amenaza, y busca provocar a lasautoridades (146); melancólico y román-tico, siente inquietudes que se encauzan ensu rebeldía surrealista (148-9). Sería difí-cil encontrar la «confianza», la satisfacción

y la «libertad» que Wilson cree ver en“Walking around”. Si el poema tiene quever con algo es con la profunda alienaciónque siente de su ambiente (Buenos Aires),la gente a su alrededor, y de sí mismo (“Su-cede que me canso de mis pies y mis uñasy mi pelo y mi sombra. / Sucede que mecanso de ser hombre”). Lo que se propo-ne como solución estética —la idea van-guardista de la libertad ilimitada del artis-ta— se enfrenta con una realidad aplas-tante: el poeta atrapado en la capital ar-gentina por su trabajo de oficinista, la to-tal desilusión respecto a su matrimonio,la crisis económica del sistema mundial,la industrialización desatada, entre otrascosas. Los factores extratextuales inter-vienen y le otorgan sentido al poema enque el hablante “marchito, impenetrable”está desgastándose y “muriéndo[se] depena”.

En su capítulo sobre los años 40 Wilsonconfiesa: “Si, como lector latinoamerica-no, se comparte su postura comunista dela Guerra Fría, se admira y se disfruta desu poesía” (169). Si no, como es el casode Wilson, analizar la obra de Neruda apartir de esas fechas se torna más comple-jo, imposibilitando prácticamente el estu-dio del pensamiento político del poeta. Enesta parte del libro se da una inversión:

desaparecen casi por completo los análisisdetenidos de los textos —de la forma desus versos— y ocupan su lugar las ideascontradictorias del crítico: «Los dictáme-nes del Partido Comunista —sentenciaWilson— resolvían los problemas indivi-duales, trabajando así como censor inter-no… Neruda sofoca el diálogo poéticoentre él y sus lectores» (173); «el partidoha reemplazado al individuo» (175), peroa la vez sostiene que en el Canto generalel antiguo ‘yo’ de Neruda regresa en esaversión de América Latina durante la Gue-rra Fría, «porque es su experiencia perso-nal la que hace de la historia algo vivo» yporque «se esfuerza por hacer de su histo-ria personal algo arquetípico y representa-tivo” (177). Estas contradicciones inheren-tes al libro de Wilson nunca se resuelven,y se vuelven, a veces, esquemáticas.

En sus apuntes sobre los años 50 y Losversos del capitán, por ejemplo, afirmaque este libro es «una traición a sus ante-riores poemas de amor». ¿Por qué? Se-guramente porque Neruda incluye poemasde índole política unidos a poemas deamor, por lo cual el amor del poeta es«menos sexual» que en otras obras ante-riores (195). ¿Y “En ti la tierra”, “El ti-gre”, “El insecto”, y “El alfarero”? ¿Noson estos poemas eróticos por excelencia?¿Y por qué está vedado incluir poemas deamor con poemas políticos? ¿No tendríael crítico que tratar de entender la obra deNeruda sea cual sea la ideología?

El resto del capítulo 6 —sobre los años50— aborda Las uvas y el viento en unapágina y media, las Odas en tres páginas ymedia, Estravagario en tres páginas, yCien sonetos de amor en una página ymedia. Aun un estudio formalista requeri-ría muchas páginas más. ¿Por qué este afánde cubrir la obra así? ¿Se trata de unamanera algo torpe de comprobar que lamejor de Neruda la escribió en los años 20y 30? ¿O se trata de la imposibilidad deWilson de encarar los temas políticos abor-dados en esta época?

El último capítulo, sobre los años 60 y70, enfoca en particular Memorial de IslaNegra y La rosa separada y, sin entrar endetalles, sigue con el mismo método: porun lado hace una denuncia de Stalin como

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nicolabottiglieri

Nicola BOTTIGLIERI, Las casas de

Neruda.Trad. Patricio Álvarez Rabié.

Punta Arenas, Fantástico Sur Edito-

rial, 2009.

Nicola BOTTIGLIERI, Le case di

Neruda. Milano, Ugo Mursia Editore,

2004.

El mayor interés de este libro consiste enser el testimonio de un viajero italiano,profesor en la Universidad de Cassino, na-rrando su recorrido por las casas en quevivió Neruda y las conexas peripecias conpersonajes, lugares y conversaciones. Laextraña ausencia de fotografías, mapas eilustraciones (tanto en la edición originalcomo en la traducción), aparece en efectocompensada por la vivacidad del relato ypor los ángulos novedosos que nos descu-bre la perspectiva de un extranjero más omenos informado pero atento a los detalles.Y también por las experiencias y evocacio-nes personales intercaladas, ajenas sólo enapariencia al tema de las casas del poeta.

Así, la visita a La Chascona alcanza undesarrollo entretejido por cabellos: el peloblanco de Carlo Cociña, amigo ítalo-chileno

del autor que conoce un poco la historiade la casa; luego los cabellos de Matildeen el retrato bifronte que le hizo Diego Ri-vera; y por la tarde los cabellos del CristoChilote en el convento de San Francisco.De modo similar muestra Isla Negra a tra-vés de una larga conversación con el ar-quitecto Antonio Mendizábal y más ade-lante con Rafita, el carpintero que ayudó aNeruda a ampliar y remodelar la casa.

En suma, se trata de un extenso, deta-llado y ameno reportaje a los espacios dela residencia de Neruda en Chile, combi-nando descripciones y conversaciones conágil andadura. El libro por ello se deja leercon agrado. Y con provecho, por lo que serefiere a los aspectos que advierte el visi-tante extranjero (con mucha experiencia enviajes por el mundo) y que suelen escaparal observador local.

Pero en cambio hay que leer con cau-tela a nuestro viajero-profesor-periodistaen el plano de la información, equivocadaa veces en los datos (en página 184, hacenacer a Neruda el 4 en vez del 12 de juliode 1904, y en páginas 187-188 llama Ri-cardo, en vez de Rodolfo, al hermano ma-yor del poeta) y otras veces en sus obser-vaciones o juicios. Por ejemplo en pági-nas 31 y 40 muestra desinformación al re-petir con desenvoltura una acusación fre-cuente e infundada: «Digo: ‘Neruda era unegoísta, un egocéntrico, un niño mimadode cien kilos [esto en parte es verdad].Abandonó a Delia cuando ya no le servíamás’ [esto es falso]».

Sólo algunas reservas de poca monta,entonces, hacia la edición original italia-na de un interesante y vivaz reportaje.Desgraciadamente, la versión chilena dellibro adolece de muchos descuidos edito-riales (por ejemplo, erratas del tipo«quizo» por quiso en página 143,«Cosiña» en vez de Cociña en página 51,«Menidizábal» por Mendizábal en pági-na 133, «mascarón» sin tilde varias ve-ces, 152-154), pero sobre todo adolece deuna muy deficiente traducción. Pase quepor distracción el original bambino resulte«niña» (p. 30), pero no que due caminidevengan «dos caminos» (p. 162) en lu-gar de las dos chimeneas que pide el «fue-go» precedente, ni que ese «me exhorta»

persona (213 a 215) y, por otro, culpa aNeruda por seguir la política del PartidoComunista. No existe el XX Congreso delPCUS ni su impacto sobre Estravagarioen adelante. No intenta ningún análisis delas obras, ni siquiera desde un punto devista formal. Ni una palabra sobre la críti-ca a los excesos de la época staliniana en“El episodio” de Memorial. Ni hablar decómo Neruda intenta una rearticulación desu individualidad y de su cosmovisión co-munista a partir de 1956. La triste verdades que la «política dogmática» no emanatanto del sujeto investigado, sino del mé-todo del crítico, situado en una tradiciónanticomunista que ha tenido mucho pesoen el mundo anglosajón. ♦

— Greg Dawes

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(p.90) haga incomprensible el original misgrida (me regaña, me reprende).

Es verdad que la expresión italiana checasino! corresponde literalmente a «¡Quécasa de putas!» (p. 188), pero en el hablacoloquial no se la suele usar con esa acep-ción literal, y además en el contexto deese particular pasaje del libro la fórmula«¡Qué casa de putas!» no sólo queda pé-simo sino que traiciona la intención delautor, sin duda menos fuerte, sólo fami-liar, equivalente a algo así como cuandolos argentinos dicen «esto es un quilom-bo» sin pensar necesariamente en un bur-del. Reconozco que la solución no era fá-cil, pero sí era necesaria por el contextoen que se sitúa la expresión.

Y sin embargo nuestro traductor va másallá, hasta alcanzar un momento verdade-ramente sublime. En la edición original(p. 177) Bottiglieri traduce al italiano, paralectores italianos, la célebre octava real queErcilla insertó en el canto XXXVI de LaAraucana: «Aquí llegó, donde otro no hallegado, / don Alonso de Ercilla, que elprimero, / en un pequeño barco deslastrado,/ con sólo diez pasó el desaguadero…»,etcétera. Pues bien, a nuestro traductor nose le ocurrió nada mejor que retraducir alcastellano (p. 168), y mal, la traducción ita-liana de Bottiglieri, en lugar de darse elobvio trabajo de buscar y copiar el textooriginal de Ercilla. Imperdonable.

Para no cerrar esta nota con tan la-mentable reparo, reitero que el libro deBottiglieri es un reportaje de veras nove-doso dentro de la bibliografía nerudológica,y su lectura resulta además útil y amena,salpicada de observaciones y episodios demucho interés. Valga como ejemplo la con-versación en que Bottiglieri pregunta alcarpintero Rafita algo generalmente inad-vertido: por qué la casa de Isla Negra notiene sótanos. Explica Rafita: «Nada queesconder. Todo a la luz del sol, no habíanecesidad de sótanos, porque todos los ob-jetos tenían la misma dignidad.» (p. 162).

Bottiglieri observa entonces que lascasas de Neruda están originalmente mar-cadas por signos diversos: el agua de unacascada marcó a La Chascona; el viento,el aire, a La Sebastiana; el fuego de las doschimeneas a Isla Negra. ¿Y la casa de tie-

rra? «Ésa está en Temuco», respondeRafita, aludiendo a la antigua casa del pa-dre junto a la estación, que ya no existe, yagregando: «No hay casa en Temuco, sólorecuerdos de infancia. Sus raíces, los bos-ques, la tierra.» Entonces Bottiglieri con-cluye así el episodio:

«Cuando me despedí de Rafita le agra-decí haberme hecho comprender queNeruda no tenía sótanos en sus casas, perosí en la vida. La infancia de un hombre sepuede comparar al sótano de su casa, asíTemuco era el verdadero sótano del poeta.»

No está mal como cierre del episo-dio, que además transita con garbocronístico hacia otro episodio en el quela figura de Rafita atrae a la memoria delviajero la figura del pescador Gregorio,el anciano amigo de Hemingway en Cubaque le inspiró el personaje de El viejo yel mar, y que Bottiglieri había conocidopersonalmente en 1988. Notable conjun-ción de dos humildes amigos y colabo-radores de dos importantes escritores, asu vez acomunados por el Premio Nobelde Literatura.♦

— Hernán Loyola

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Diciembre, miércoles ocho,A las diez de la mañana,Con esta fiesta lozanaSe le rindió un homenajeA Neruda sin ambagesPoeta de América netoMuy ilustre y muy concreto,En sus temas muy versado,Es más que poeta laureado,Es perfecto y muy discreto.

Décimas para recibir a Pablo Neruda (1943)ABRAHAM JESÚS BRITO

Poeta Popular

En noviembre de 1943 regresó Neruda a Chile después de tres años en México como cónsul general en la ciudad

capital, donde había sido despedido con multitudinarias manifestaciones de afecto. Al cabo de un largo viaje de

retorno que partió a fines de agosto (con escalas más o menos prolongadas en Panamá, Colombia y Perú), el poeta

reapareció en Santiago a comienzos de noviembre. El día 7 de ese mes, recién llegado, Neruda participó en la

celebración de los 26 años de la Revolución Soviética, y allí fue recibido con el “Saludo a mi colega Pablo Neruda”

del poeta popular Abraham Jesús Brito.

Un mes más tarde, el 8 de diciembre, el Comité de Recepción y la Alianza de Intelectuales de Chile realizaron un

imponente acto de homenaje a Neruda en el Teatro Municipal de Santiago, que se abrió con palabras del escritor

Alberto Romero, presidente de la Alianza, y siguió con discursos del musicólogo Vicente Salas Viú, del dirigente

comunista Salvador Ocampo a nombre de la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCH), y del Prof. Dr. Alejan-

dro Lipschütz. A estos discursos se sumaron las décimas de Abraham Jesús Brito que —como el “Saludo” de no-

viembre— aquí reproducimos desde el libro Brito / Poeta Popular Nortino, de Diego Muñoz (1947). — H.L.

¡Salud, don Pablo Neruda!Bienvenido habéis llegadoDe ese México afamadoQue la excelsitud lo escuda,Nobleza y bondad, sin duda,Al pueblo hermano lo adornan:Vuestro gran talento tornaA darle nombre y honorA Chile con pundonorY maravillosa forma.

Amigos y camaradasOs recibirán en breveCon júbilo de relievePor vuestra feliz llegada.Ha sido larga la estadaEn México, pueblo hermoso.Nos hace a todos dichososVuestra gallarda presenciaQue es pura magnificenciaEn nuestro Local honroso.

Escritores, con esmero,De fama e intelectualesTributaron como talesHomenaje verdadero.Lo apreció el señor Romero,Don Alberto, Presidente,Escritor muy eminente,De la Alianza muy nombrado,Por consiguiente afamado,De talento prominente.

El sin par hombre de ciencia,El gran profesor LipschützQue es cual un faro de luz,Les encantó su experiencia:Total que de preferenciaHizo una entrega solemne:Insignia de oro perenneDe la entidad de la AlianzaY a Neruda sin tardanzaSe la dio con parabienes.

Al fin el Subsecretario,Señor Salvador Ocampo,De la CTCH por cuantoSaluda al poeta nombrado:Lo estiman trabajadoresCon alma y cien mil amores,Lo saluda hasta catete:Después se le dio un banqueteComo poeta coronado.

SALUDO A MI COLEGA PABLO NERUDA

DÉCIMAS EN EL TEATRO MUNICIPAL

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DISCURSO DE INCORPORACIÓN

a la Academia Chilena de la Lengua

como miembro correspondiente en Cerdeña (Italia)*

el 30 de noviembre de 2009

Hernán Loyola

S a n t i a g o d e C h i l e2 0 0 9

25239 discurso 22/03/2010, 8:30 AM1

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Al agradecer a los académicos Alfredo Matus,Gilberto Sánchez, José Luis Samaniego y Juan Anto-nio Massone, miembros de la mesa directiva, y conellos a todos los académicos que la aprobaron, al agra-decer, digo, esta honrosa incorporación mía a la Aca-demia Chilena de la Lengua, se me plantea el proble-ma de cómo ocupar los perentorios 30 minutos quehan sido asignados a mi intervención. Barajando po-sibilidades, creo que lo más pertinente es que les cuen-te cómo llegué hasta acá, y agradecer a quienes lo hi-cieron posible ayudándome en situaciones más o me-nos problemáticas.

Comenzaré hablando de un día que dividió mi vidaen dos, un antes y un después. Me refiero al sábado 6 deoctubre de 1973. Aquel día me levanté mucho más tem-prano que de costumbre, hacia las 4 de la madrugada, ode la noche (como prefería decir Neruda), porque pocodespués de las 6, límite del toque de queda, un amigopasaría a buscarme en su automóvil para llevarme hastala sede de la embajada de Italia en Santiago, donde, adecir verdad, nadie me había invitado. Pero a las 6 y me-dia estaba yo allí, intentando superar uno de los murosde la embajada, no recuerdo si por el lado de la calleMiguel Claro o de Elena Blanco, hasta que lo conseguí ycaí de bruces en territorio italiano, donde todavía estoy.

Por entonces no había soldados en torno al recintode la embajada, porque uno de los errores de los milita-res golpistas fue dar por descontado que las sedes di-plomáticas de los países europeos, que no tenían ni tie-nen convenio de asilo político con Chile, rechazarían aquienes lo solicitaran. En cambio, lo rechazado en Eu-ropa fue el golpe militar mismo, y en modo tal que cuan-do dos días después, el lunes 8 de octubre a las 18 horasunos 50 soldados, bien armados y equipados, incluyen-do los rostros embadurnados con betún negro, realiza-ban el audaz ‘operativo’ de allanar mi casa en avenidaPríncipe de Gales frente al Grange School, yo me en-contraba ya bajo la protección del gobierno de Italia.

Ese mismo lunes, y a la misma hora, otras dos patrullasmenores me buscaban afanosamente, aunque, me temo,no muy amigablemente, en casas de mi familia enTalagante y en Viña del Mar. Que escapé jabonado po-dría ser una metáfora muy adecuada en este caso, porlo cual dejo aquí constancia de infinita gratitud a miesposa de entonces, la profesora Elena Ballerino, y aquienes con ella porfiaron hasta convencerme de quemi vida, o al menos mi dignidad de ser humano, corríaserio peligro. Aquí corresponde nombrar a CarlosSantander, profesor como yo en la Universidad de Chi-le (y que murió exiliado en Costa Rica), y en particulara Hernán Castellano Girón, uno de mis poetas preferi-dos, que ya estaba dentro de la embajada italiana y quedesde allí providencialmente me llamó por teléfono.

El 17 de noviembre de 1973 formé parte del pri-mer grupo de refugiados que pudimos salir de la em-bajada y que, atravesando la capital en un busflanqueado por motocicletas y otros vehículos milita-res, pudimos también salir del país en un avión deAlitalia que nos condujo hasta el aeropuerto «Leonardoda Vinci» de Roma-Fiumicino, donde desembarcamosel 18 de noviembre y donde nos ocurrió algo absoluta-mente inesperado y de veras extraordinario.

Éramos unas 12 personas de varia condición yedad, entre ellas el mencionado poeta Castellano Girón,el dirigente obrero Pedro Aravena, el estudiante demedicina Fernando Martínez, los hermanos Alfredo yJaime Nazar, un mirista de Rancagua llamado Juan Ficay el hijo menor de mi amigo Pancho Coloane, de nom-bre Juan Francisco, que creo anda todavía porBangladesh. Subieron al avión algunos funcionarios decivil y varios policías uniformados, y entonces yo re-cordé con temor que el escritor Cristián Huneeus, pocoantes del 6 de octubre, me había instado a no abando-nar Chile porque al llegar a Italia me habrían traslada-do a no sé cuáles terribles, tenebrosos e inhóspitos cam-

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pamentos para refugiados en la zona de Nápoles. Encambio, ante nuestro creciente estupor, fuimos condu-cidos a un salón VIP del aeropuerto donde nos espera-ba, además de la prensa, una delegación de parlamen-tarios italianos, diputados y senadores de todos los par-tidos políticos (con excepción, naturalmente, del MSIde inspiración fascista), que nos acogieron con un es-pléndido cóctel en el mejor estilo italiano.

Traten ustedes de imaginar el aspecto bien pocopresentable de esta docena de prófugos desembarcan-do allí después de un mes en la embajada italiana deSantiago, donde éramos unos 25 refugiados cuando saltéel muro y más de 200 cuando salí por la puerta grandepara subir al bus. Yo traía en mi maleta un poco de ropay mis tesoros nerudianos, entre ellos la postal de 1915con el primerísimo poema de Neftalí a punto de cum-plir 11 años, y además un ejemplar muy bien encuader-nado de la primera edición de Cien años de soledad. Yahí estábamos, como inmigrantes de un libro Corazón(Cuore) pero al revés, llegando desde los Andes a losApeninos, y acogidos como reyes magos.

Y traten de imaginar también nuestra maravilla y des-concierto ante tal recepción. Porque al fin de cuentas noéramos más que un puñado cualquiera de fugitivos, unacualquiera y anónima patrulla desgajada de un ejército enderrota. Ninguno de nosotros era un personaje notable enChile. ¿Por qué habíamos sido recibidos casi como hé-roes? De allí nos llevaron a un hotel sobre la via Aurelia, amedia hora del centro de Roma, donde tendríamos aloja-miento y comida (e incluso ropa nueva y buena, y ademásdinero para el bolsillo) hasta que encontráramos trabajo.Todo ello costeado por el gobierno italiano, es decir, porlos contribuyentes de ese país. ¿Por qué tan magnífica so-lidaridad? Poco después empezaron a llegar a Roma refu-giados políticos huyendo de las feroces dictaduras de losaños ’70 en Argentina, Brasil y Uruguay. Ellos no fueronrecibidos ni tratados tan bien como lo fuimos nosotros loschilenos. ¿Por qué la diferencia?

Pronto comprendí que la diferencia tenía un nom-bre, el nombre del presidente Salvador Allende, esehombre que había jurado que no abandonaría La Mo-neda sino muerto, y muerto salió de La Moneda. Tancoherente sacrificio de la propia vida causó un impactoenorme (estrictamente silenciado en Chile por la Junta)en toda Europa occidental pero particularmente en Ita-lia. Ni los argentinos, ni los brasileños, ni los urugua-yos tuvieron un Salvador Allende, y eso marcó la dife-

rencia que a mí, en lo personal, me permitió comenzarrápidamente a rehacer en Italia mi carrera académicahasta el nivel más alto. Porque la Universidad de Sássari,en la isla de Cerdeña, si bien cumpliendo con las for-malidades de un concurso, de hecho me ofreció un pues-to como profesor de lengua y de literaturas hispánicaspor ser un académico prófugo de la dictadura chilena.Sin la heroica muerte del presidente Allende dentro delpalacio de gobierno sometido a bombardeo, habría sidomuy difícil, por no decir imposible, que profesoresultracatólicos (nada izquierdizantes) y profesores mar-xistas de la Facultad de Derecho de la Universidad deSássari hubieran depuesto las agudas diferencias y lasterribles disputas que había entre ellos, y que en cam-bio se unieran, como ocurrió, para favorecer el recluta-miento de un académico chileno, prófugo de la dicta-dura, como profesor de lengua española para los estu-diantes de Ciencias Políticas. Y sin esa extraña e inve-rosímil colusión entre católicos y comunistas, explica-ble sólo en clave de admiración por el defensor de LaMoneda, yo no habría podido acceder a ese encargouniversitario por cierto muy ambicionado.

Así comenzó mi carrera académica en Italia, y conella una segunda oportunidad para desarrollar y pro-fundizar mi especialización en la vida y obra de PabloNeruda. Además de mis propias publicaciones, enSássari pude organizar y realizar en 1984 un memora-ble Congreso Intercontinental en homenaje a los 80 añosde Pablo Neruda, al que concurrieron, algunos atrave-sando océanos hasta llegar a mi isla de Cerdeña, losmejores especialistas mundiales a comenzar por AlainSicard desde Francia, Jaime Concha y René de Costadesde Estados Unidos, Robert Pring-Mill desde Oxford,Carlos Santander desde Costa de Marfil en África,Volodia Teitelboim desde Moscú, Dario Puccini y An-tonio Melis desde el continente, como llaman los sardosa la península italiana. Las actas del Congreso fueronpublicadas en 1987 bajo el título Neruda en Sássari.Ese mismo año 1987 publiqué en Madrid (EdicionesCátedra) un trabajo del que voy muy orgulloso, me re-fiero a mi edición crítica de la hermética Residencia enla tierra, que creo va ya por la décima reimpresión.

Diez años más tarde, en 1997, mientras intentabaeditar con fondos universitarios el volumen 2 de mi pri-mera revista nerudiana, de la cual había publicado en1996 el volumen 1, de 400 páginas, se cumplió el sue-ño máximo de mi vida hasta entonces, cuando la edito-ra Galaxia Gutenberg de Barcelona me propuso dirigir

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y coordinar la edición de las Obras Completas de Pa-blo Neruda en 4 volúmenes que al final fueron 5. Esoscinco volúmenes los fui produciendo desde Sássari yse fueron publicando entre 1999 y 2002, este último elaño en que cumplí 50 años de nerudólogo, con lo cualme gané una honrosa medalla de oro de la FundaciónPablo Neruda.

Tanta gratitud, entonces, a Italia, a mi isla deCerdeña (representada aquí, en esta sala, por la perio-dista sarda Gabriella Saba) y sobre todo a la Universi-dad de Sássari porque allí mi dedicación central a lavida y obra de Neruda se vio favorecida. Concentrar lapropia atención sobre un autor era normal en las uni-versidades europeas, particularmente en Francia y Ale-mania, pero también en Italia. Me complace recordaraquí que logré abrirles algún camino a notables discí-pulos que hoy enseñan literatura hispanoamericana olengua española en universidades italianas, y mencio-no en particular a Laura Luche y a Simona Cocco en laUniversidad de Sássari, y a Domènico Antonio Cusato,catedrático en la Universidad de Catania. Entre 1997 y2002 viajé muy a menudo desde Sássari a Barcelonapara controlar la edición de las Obras Completas deNeruda junto al magnífico editor ejecutivo con quientuve el honor de trabajar, el colombiano Nicanor Vélez.Desde 1996 o 1997, hasta 2002, cada vez que fui a Bar-celona me di tiempo para tomar el tren hasta Blanes,sobre la Costa Brava, y dedicar un día o dos a platicarcon Roberto Bolaño, a quien telefoneé desde Sássarien 1996, sin conocerlo de persona pero deslumbradotras haber leído su libro La literatura nazi en América,y así lo fui a visitar a Blanes cuando en Chile sólo dos otres avizores sabían de él, y naturalmente cada vez quevolví discutíamos sobre Neruda, que no era santo de sudevoción. Le tomé fotos caminando por una calle deese pueblo catalán y Carolina nos tomó algunas a Ro-berto y a mí con el pequeño Lautaro, fotos que conser-vo como pequeños tesoros aún inéditos.

Por este privilegio adicional de haber frecuentadoa Roberto Bolaño, y por todo lo que he podido conocer,hacer y vivir en Europa, incluyendo por cierto a mi hijoDavid de 43 años, que vive en Budapest pero trabajacomo intérprete en la cabina húngara del parlamentoeuropeo en Bruselas, y a mi hijo Matías, mestizo dechileno y sarda que hoy tiene 24 años y estudia psico-logía en la Universidad de Pádova (Padua): por todoesto y por mucho más que no cabe aquí, mi más grandey principal agradecimiento, y mi homenaje en esta oca-

sión, van a la memoria del presidente Salvador Allen-de, a quien debo la segunda parte de mi vida, y a quienconocí personalmente en 1952, el año de mi bautismocomo ciudadano elector.

El año anterior, o sea 1951, a mis 21 años de edad,yo había recibido por primera vez el carné del PartidoComunista de Chile y al mismo tiempo, pero por con-vergencia sólo casual, había comenzado mi tesis uni-versitaria sobre el Canto general recién publicado. Enmi adhesión al marxismo y a la causa comunista agra-dezco la gran influencia inicial de dos compañeros decurso en el Pedagógico: Yerko Moretic, después críticoliterario de gran prestigio, fallecido antes del golpe, yCarlos Orellana, cuya trayectoria en las editoriales Uni-versitaria y Planeta, y también en la dirección ejecutivade la mítica revista Araucaria, es por lo demás muyconocida y apreciada. Yerko y Carlos lograron conven-cerme de que los comunistas no se comían a los niños(así me habían enseñado en el colegio de frailes) y queincluso había entre ellos algunos vegetarianos.

Otros dos compañeros del mismo curso, por sulado, me confirmaron en el estudio de la literatura. Hastahace muy poco, ambos eran miembros de número deesta Academia Chilena de la Lengua, pero uno de ellosacaba de fallecer: Alfonso Calderón, en cuyas manosde estudiante vi con admiración, y con envidia, apare-cer de pronto un libro suyo, su poemario Primer conse-jo a los arcángeles del viento, y sólo entonces supe queme era posible conocer a un escritor en vivo y en direc-ta, en carne y huesos, porque antes los escritores eranpara mí seres míticos de otro mundo, que se materiali-zaban sólo a través de sus libros. En aquellos años, nosé si después lo superó, Alfonso era hipocondríaco ytemeroso de las infecciones, si bien no en el grado ex-tremo de Acario Cotapos. Recuerdo que una vez, mien-tras bebíamos algo en la cafetería del Pedagógico enAlameda con Cumming, me pidió que humedeciera conmi lengua el borde engomado de la carta que tenía enmano y que debía despachar, y al preguntarle yo porqué no lo hacía él me respondió tranquilamente que portemor a contraer una cierta enfermedad venérea. Peroesto aparte, Alfonso era uno de los lectores más vora-ces que he conocido, y su memoria era un archivo, o,como se dice hoy, una portentosa banca de datos vi-viente. Sus notas sobre Neruda, recogidas en el libroMemorias de memoria (Universitaria, 1990), son muyinteligentes y sabrosas.

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El otro compañero de curso era Cedomil Goic. Aquienes lo conocen sólo como el atildado y siemprecompuesto catedrático, como el enciclopédico conoce-dor e historiador de la literatura hispanoamericana, ensuma, como el riguroso, flemático e imperturbable in-telectual de gran clase que siempre parece saliendo delset de alguna película inglesa filmada en Oxford juntoa Anthony Hopkins y al inspector Morse, quizás les seadifícil imaginar al joven estudiante Goic en un estadioy en pantalones cortos corriendo los 100 y los 200 me-tros planos y ganándole a Egon Wolff entre otros riva-les, aunque con marcas a decir verdad poco memora-bles, o bien jugando básquetbol en team con FélixMartínez Bonati y con Wilfredo Casanova, o en unamisma escuadra de fútbol con el filólogo MarioFerreccio, de quien persiste la leyenda de que con elbalón en los pies era casi mejor que preparando la edi-ción crítica de la Histórica Relación del padre Ovalle,cuya excelencia nadie discute.

De esa misma época, si bien de otro curso sucesi-vo, es mi amigo Pedro Lastra, a quien debo su apoyopara acceder al equipo docente de la Universidad deChile. Pero a Pedro le debo sobre todo haberme dejadosolo una mañana en su casa de calle Diego de Almagro,él tuvo que salir a sus asuntos y me dejó en compañíadel escritor peruano José María Arguedas, quien me con-tó chistes serranos y por más de una hora cantó paramí, sólo para mí, una serie inolvidable de canciones enlengua quechua de las que yo no entendía nada, claro,pero ni falta que hacía, porque Arguedas las sabía can-tar y comunicar en modo maravilloso.

Pero volvamos a 1951, que fue particularmentememorable para mí porque durante ese año hubo unmedio minuto de silencio que decidió para siempre elperfil de mi vida de estudioso. Un domingo soleado deprimavera, cerca del mediodía, caminábamos con Car-los Orellana por una calle del centro, talvez Catedral,en dirección a Plaza de Armas, cuando vimos venir endirección contraria a nuestro profesor de literatura es-pañola don Juan Uribe Echevarría, hombre alto, calvoy rubicundo, robusto y exuberante, dotado de un hablarfuerte, campechano y coloquial como los textos de poe-sía popular y folclórica a que dedicaba buena parte desus energías. Era un profesor fuera de lo común porestilo de docencia y de vida, de la que poco se sabía ysobre la cual se tejían misterios y se verificaban extra-vagancias. Una de ellas era la de vestir habitualmente

de blanco en primavera, otoño y verano, y quizás hastaen invierno bajo su contundente sobretodo, y eso en unpaís donde vestir los hombres con ropa de color apenasmás claro que el gris oscuro todavía hoy es considera-do como signo de excentricidad y bizarría. Precisemossin embargo que en el traje de don Juan la blancurasolía no ser impecable ni mucho menos, y que talvezexhibía algunas arrugas de más, pero a nuestros ojoseso no disminuía en nada la estatura humana de un pro-fesor lleno de iniciativas y dotado de una generosidadintelectual muy poco frecuente.

Así lo vimos venir aquel domingo Carlos y yo, y senotaba que ya había practicado brevemente el rito del ape-ritivo con amigos. «Hola, cabros», nos dijo de entrada, yluego nos preguntó por nuestras tesis de grado ya que éra-mos de la promoción del ’48. Carlos le refirió estar traba-jando sobre la narrativa de Miguel Ángel Asturias, «natu-ral —comentó don Juan—, tú eres guatemalteco también»,y cuando se dirigió a mí declaré que había empezado atrabajar una tesis sobre don Luis de Góngora y Argotejunto a una compañera del curso, Alicia Galaz Vivar, dequien por entonces yo andaba terriblemente enamorado,ella abordando la Fábula de Polifemo y Galatea, y yo laFábula de Píramo y Tisbe, si no recuerdo mal.

Don Juan me preguntó entonces si conocía un re-ciente ensayo de Gerardo Diego sobre Góngora. Cuan-do respondí que no, él dijo una palabrota (que no re-petiré) y luego me miró en silencio por aquel mediominuto decisivo, al cabo del cual me dijo estas pala-bras: «Mira, cabro, por mucho que tú escribas la me-jor tesis que sea posible escribir en Chile sobreGóngora, vas a llegar siempre placé porque delantede ti llegarán siempre Dámaso Alonso, Pedro Salinas,el mismo Gerardo Diego, Alemany, Spitzer, Vossler,en fin, todos los especialistas españoles y europeos.Al revés, si te dedicas a un autor chileno o a una obrareciente poco estudiada, pero que valgan la pena, aun-que escribas una porquería de tesis igual te van a citarsiempre, porque fuiste el primero. Por ejemplo, y yaque eres comunista, ¿por qué no trabajas tu tesis so-bre el Canto general de tu camarada Neruda, que sepublicó recién el año pasado?»

No hace falta que enfatice el impacto que tuvosobre mí este consejo de mi profesor Juan UribeEchevarría, a quien evoco aquí con gratitud ilimitada.Alicia Galaz siguió adelante con su Góngora, del queaños más tarde publicará una excelente antología yvarios ensayos, aparte algunos libros de muy buena

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poesía, y murió no hace mucho en Estados Unidos. Rin-do aquí homenaje a su memoria. Por mi parte, yo veníaacercándome a Neruda sin saberlo, a través de sus ami-gos, desde mis años de secundaria. Rubén Azócar mehabía tomado examen en Santiago y Yolando PinoSaavedra en Valparaíso. En 1942 Rubén me puso elúnico 7 en Castellano de que había memoria en los te-mibles exámenes que presidió como jefe de comisiónen el Instituto Zambrano de la Estación Central, yYolando Pino me había felicitado por mi prueba de ba-chillerato a fines de 1947. Ese año yo había compradoen una librería del puerto mi primer Neruda, los Veintepoemas en la célebre edición pirata impresa y reimpresaen Buenos Aires por la Editorial Tor desde 1933, quetraía como prólogo un poema del argentino Lisardo Zía,“Retrato de un poeta”, cuyos primeros versos nunca heolvidado: «Este / Neruda, / tan vertical sobre la móviltierra, / del Norte al Sur, del Este hasta el Oeste, / consu nombre guerrero y con su guerra.»

A Salvador Allende y a Pablo Neruda los conocíde persona, casi simultáneamente, durante la prima-vera de 1952. A mediados de agosto de ese año habíavuelto Neruda de sus tres años de exilio en Europa.Poco después hubo elección presidencial a cuatro can-didatos, como ahora, y como ahora el candidato delos comunistas, Salvador Allende, era el que teníamenos opción. Neruda regresaba lleno de fervor polí-tico y de amor (clandestino) por Matilde, y se sumóde inmediato a la campaña electoral. A fines de agos-to vino Allende a mi pueblo, Talagante, para la pro-clamación final en la plaza, pero en el local del parti-do habíamos logrado reunir sólo a nueve personas, porlo que muy embarazados sugerimos una proclamación‘privada’, allí dentro del local. Para mi sorpresa, Allen-de rechazó la idea y dispuso salir a la calle enseguida,«traigo un arma secreta», agregó, y era un megáfonoa pilas, gran novedad tecnológica entonces, y así des-filamos muy orondos los ‘nueve de la fama’ por lacalle principal de Talagante hasta la plaza, encabeza-dos por el candidato mismo que con su megáfono atrajoel interés de los vecinos que nos flanquearon desdeambas aceras a lo largo de todo el trayecto, convir-tiendo la esmirriada marcha de los nueve en un inima-ginable éxito de público. Desde entonces yo admirémuy de veras a Salvador Allende y las cuatro vecesque voté por él, o sea mis cuatro únicas presidenciales(1952, 1958, 1964 y 1970), lo voté con real convic-

ción, y no sólo por disposición de mi partido. Segúnacabo de contarles, demás está agregar que me pagómuy, pero muy bien.

A comienzos de noviembre de 1952 Pablo Nerudame recibió en Michoacán, su casa de Avenida Lynch,en un sector que entonces llamaban Los Guindos. Semanifestó muy contento de que me ocupase de uno desus últimos libros, Canto general, y no de los consa-bidos Veinte poemas o de Residencia en la tierra. Nole gustaban los lectores inmóviles, fijos en sus librosde juventud.

Para premiarme, Pablo me invitó a recorrer en sucompañía y conversación el jardín de su casa. Me pre-sentó con mal disimulado orgullo el álamo que habíaplantado poco antes de entrar en clandestinidad, a co-mienzos de 1948, y que ahora era ya un árbol robusto.También me mostró los castaños y me contó, antici-pándome lo que leería pocos días después en una revis-ta, que esos árboles no lo habían reconocido al volver yque se negaban a germinar en plena primavera. «Cadadía fui a visitarlos, pues comprendía que necesitabanmi homenaje, y en el frío de la mañana me quedé inmó-vil bajo las ramas sin hojas hasta que un día un tímidobrote verde, muy lejos en lo alto, salió a mirarme y lue-go vinieron otros.» (Vistazo, nº 12, Santiago,11.11.1952). Entonces empecé a comprender la singu-lar relación que tenía Pablo con los objetos naturales, ytambién con los objetos culturales como son los libros,pues luego me mostró su maravillosa biblioteca y sucolección de caracolas, y allí me regaló, con amablededicatoria en tinta verde, la versión facsimilar, peroreducida al formato 17 x 11 cm, del monumental Cantogeneral mexicano de 1950.

Hasta entonces yo había trabajado mi tesis sobre unejemplar del Canto general publicado en Chile por elPartido Comunista, también en 1950, con ilustracionesde Venturelli. Esta singular edición estableció un autén-tico record en la historia mundial de la tipografía, sí se-ñor, pues haber publicado clandestinamente, burlando lapersecución policial del gobierno de González Videla (queen 1948 había puesto fuera de la ley al Partido Comu-nista), 5.000 ejemplares de un libro de casi 500 páginas,venciendo las enormes dificultades y riesgos que supo-nía recibir, traspasar, reunir, ordenar y disponer para laimprenta una enorme cantidad de originales, más la con-fección material de los 5 mil volumones, todo aquellofue de verdad una proeza editorial que merece ser recor-dada y admirada. Pero claro está que una tal edición no

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podía carecer de fallas y erratas, por lo cual el regalo dela edición mexicana fue para mí precioso en todos lossentidos posibles e imaginables.

Así comenzó mi amistad con Neruda, que duróhasta su muerte en 1973. Hubo sin embargo una breveinterrupción en 1970, cuando publiqué en el diario ElSiglo una favorable reseña del Ensayo de otro mundode Roberto Fernández Retamar, quien era su enemigodesde 1966 por aquello de la carta abierta de los inte-lectuales cubanos. El 04.08.1970 Pablo me envió encambio una carta cerrada, y de ruptura, porque para élmi juicio sobre el libro de Retamar era incompatiblecon nuestra amistad. Prácticamente me acusaba de trai-ción. Y cuando él creía eso, era absolutamente impla-cable, tajante y definitivo. Por lo cual es extraño queexista otra carta, con fecha 09.11.1970, en la que Pablome devuelve su amistad. Extraño e interesante para com-prender la compleja dinámica de la psicología o carác-ter del poeta. ¿Por qué Neruda me devolvió la amistadque recién me había retirado? Para quienes conocierona Neruda, el fenómeno era muy raro, de veras insólito:sobran dedos en una mano para contar casos similaresen su trayectoria. Neruda rompía, y se acabó, sin vuelta.

La clave es mi respuesta a Pablo. Aunque en sucarta me ordenaba explícitamente no responder, no lehice caso. Yo sabía por qué me había escrito así, yosabía que su máximo temor era el de la traición a suamistad o confianza concedidas. Así había sucedido, asus ojos, por ejemplo con Mario Ferrero que se alineóal grupo rokhiano, o con Efraín Barquero entre variosotros. Pero en mi caso se equivocaba. Con el exilio per-dí la copia de mi carta, que demoró un poco, pero re-cuerdo que comencé contraatacando con una violenciaque de seguro Pablo no esperaba: algo así como «Pa-blo, no sé qué te has imaginado, pero ya estoy grande-cito como para que alguien, incluso tú, me venga a de-cir sobre quién o qué cosa debo escribir, o me venga aindicar quién puede, o no, ser mi amigo.» Éste fue eltono del comienzo de mi respuesta.

Sólo recientemente, muchos años más tarde, fuicapaz de ver claro y reconocer que Pablo tenía razón enlo de Retamar, el «sargento literario» de sus memorias,y hasta hoy me avergüenza no haber sabido compren-der a fondo, mientras Pablo vivió, cuánto era injusta yofensiva la carta de los cubanos hacia su dignidad polí-tica de revolucionario, y cuánto le dolió justamente poreso, y cuánta rabia debió tragar porque la razón política

le impedía responder al verdadero mandante del men-saje. [Por eso en 2004 publiqué en Santiago, y des-pués en un diario de Ciudad de México, una “Cartaabierta a Roberto Fernández Retamar” planteando lanecesidad de que el gobierno cubano, o mejor Fidelen persona, hicieran un gesto de desagravio a PabloNeruda, un gesto público y mundialmente difundidocomo lo fue la carta de 1966, admitiendo el error dehaber cuestionado la condición revolucionaria del poe-ta y reconociéndole el valor de haber sido consecuen-te hasta el final y de no haber jamás atacado a la revo-lución cubana, a pesar de la ira.]

Sin embargo, en 1970 yo fui honesto al escribirleasí a Pablo, y al protestar mi derecho a ser tambiénamigo de Retamar. Me interesaba dejarlo en claro paradespués concluir mi respuesta de este modo: «Pero,querido Pablo, no me confundas con los Ferreros nicon los otros que te han traicionado. Yo jamás te trai-cionaré. Yo elegí libremente, hace ya una docena deaños y antes de conocerte, ocuparme de tu poesía condedicación total y al mejor nivel que me fuera posi-ble, y te digo, Pablo, que lo seguiré haciendo mientrasviva y que me importa un rábano lo que tú pienses alrespecto, y si eso te parece bien o no.»

Al cabo de algunos días recibí la carta del 09.11, yademás Pablo me llamó por teléfono invitándome denuevo a Isla Negra, más o menos con estas palabras:«Matilde ha bajado del entretecho una botella de vinoque está allí desde hace diez años, queremos que ven-gas a tomarla con nosotros. ¿Puedes venir pasado ma-ñana?» La alusión a los diez años era un signo, un gui-ño intencional y honroso para mí, porque correspondíaa un período singular en su vida con Matilde, y Pablosabía que yo lo sabía. Fue así que volví a frecuentarIsla Negra y a pasar allí dos o tres días y a veces sema-nas enteras. Sólo mi respuesta puede explicar esta ex-cepción que hizo Pablo a las implacables reglas que suorgullo le dictaba, excepción que, para mí, cuenta comouna gran medalla de oro en mi pecho y en mi vida.

Mi amistad con Pablo se prolongó más allá de sumuerte pues fui uno de los nueve (otra vez ‘los nuevede la fama’) que incluyendo a Matilde lo velamos lanoche del 24 al 25 de septiembre de 1973 en LaChascona con ventanas y puertas rotas, una casa agre-dida por el odio y no para robar, con el caos de objetosmaravillosos por el suelo y pinturas valiosas literalmentepasadas a cuchillo. Estuve también en el cortejo fúne-

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bre del día 25, y en la Avenida La Paz, cuando PanchoColoane, dos filas detrás de mí, vociferó con su vozarróninolvidable el nombre más prohibido en ese momento,«¡Compañero Salvador Allende!», yo fui uno de losque gritaron, o más bien aullaron de puro miedo animalla respuesta de rigor, «¡Presente!», mientras en ambasaceras filas compactas de soldados, con sus metralletasen ristre, nos flanqueaban, y yo esperando la ráfaga queme tocaba. Nunca como en ese momento me he sentidotan cerca de la muerte: bastaba un soldado nervioso alque se le escapara una bala y yo no estaría aquí contan-do el cuento.

Pero nada de eso ocurrió y pudimos por fin entraral Cementerio General, todos llorando de conmociónpor la escapada, y aún preguntándonos ¿por qué no dis-pararon? Sabíamos que los golpistas no se habían de-tenido ante nada, sabíamos que habían asesinado a eseángel que fue Víctor Jara, sabíamos que incluso habíanbombardeado sin necesidad el palacio de La Moneda,símbolo de esa tradición de institucionalidad con quelos chilenos nos llenábamos la boca, y en fin, sabía-mos que por mucho menos de lo que acabábamos dehacer nosotros había en todo el país gente muerta, tor-turada o desaparecida para siempre.

Y sin embargo un poeta los paralizó esa mañana,los rindió impotentes y nos cubrió a nosotros, los delcortejo insolente, con un escudo mágico. De este modoel funeral de Neruda se llenó de un significado totalmen-te imprevisto, porque sin pretenderlo se transformó dehecho en la primera manifestación pública contra la Jun-ta Militar. Ese funeral vigilado —corajudo y popular—fue la primera batalla póstuma de Neruda. Y, así como elCid Campeador ganó su legendaria batalla póstuma, asítambién Neruda ganó la suya. La prueba es que yo estoyaquí, 36 años después, sobreviviente de esa batalla quehe querido recordarles, sin ánimo polémico, sólo paramostrar cómo en mi trayectoria académica he tenido quenacer dos veces, una en Chile 1952, otra en Italia 1973, ycómo en ambos nacimientos fui apadrinado por las mis-mas dos personas: Salvador Allende y Pablo Neruda.

Bueno, se me acabó el tiempo. Quiero sólo agre-gar que mi nacimiento italiano se ha prolongado enChile durante los últimos años, cerrando parcialmen-te el círculo, o mejor, creando una especie de alter-nancia entre Sássari y Santiago. He podido volver aenseñar en mi ateneo de origen, la Universidad deChile, y he podido publicar en mi país de origen el

primer volumen de una ambiciosa biografía de PabloNeruda, editado por Planeta en 2006. Pero que pudono haber aparecido porque a comienzos de ese 2006,como en 1973, hubo otro día 6, el 6 de enero, en elque mi muy querido amigo el doctor Alejandro Cotera,director del Departamento de Medicina de la Univer-sidad de Chile en el viejo hospital J. J. Aguirre,nefrólogo y nerudólogo por partes iguales, al dispo-ner o promover una intervención clínica que no pare-cía indispensable de hecho me salvó la vida. Lo cualhizo posible además que ese mismo 2006 aparecierael primer número de la revista nerudiana, editada se-mestralmente por la Fundación Pablo Neruda bajo midirección, que ha publicado ya 7 números y está porpublicar el octavo, duración poco frecuente para unarevista literaria en Chile.

Entre Sássari y Santiago estoy completando un vo-lumen dedicado a Neruda dentro de la serie «edicionesconmemorativas» publicada por el esfuerzo conjuntode la Real Academia Española, de la Academia Chilenade la Lengua y de la editorial Alfaguara del grupoSantillana, volumen que bajo el título Pablo Neruda /Antología Mayor será presentado en ocasión del V Con-greso Internacional de la Lengua Española, a celebrar-se en Valparaíso, marzo 2010, año del Bicentenario. Ytambién entre Sassari y Santiago estoy escribiendo, tam-bién para 2010, el segundo volumen de mi biografía deNeruda, grave tarea en la que me sostienen el cariño demis hermanas Enid y Adriana, el de mi hermano LuisAlejandro y el del resto del clan familiar, aparte el apo-yo logístico de Alejandro Cotera, de NurieldínHermosilla y de Lily Robres, quienes por separado hanquerido asumir la dura tarea de leer y comentar los ori-ginales que voy produciendo, lo cual es una ayudaimpagable que todo escritor necesita, reconoce y, natu-ralmente, agradece. Es lo que aquí hago para concluir,además de reiterar mi gratitud a los académicos señoresMatus, Sánchez, Samaniego y Massone, y a todos losseñores académicos que la aprobaron, por el honor y lainmerecida distinción que a través de esta ceremonia deincorporación me han otorgado. Muchas gracias.♦

Santiago de Chile, 30 de noviembre de 2009.

* Este documento se publica como suplemento a Nerudiana nº 8 poracuerdo unánime del Directorio de la Fundación Pablo Neruda.

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