Rex John - Problemas fundamentales de la teoria sociológica

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Problemas fundamen tales ·de la teoría sociológica John Rex Amorrortu editores Buenos Aires'

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Problemas fundamen tales ·de la teoría sociológica

John Rex

Amorrortu editores Buenos Aires'

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Director de la biblioteca de sociología, Luis A. Rigal Key Problems in Sociological Theory, John Rex Primera edición en inglés, 1961; segunda edición, 1963 Primera edición en castellano, 1968; primera reimpre­sión, 1971; segunda reimpresión, 1977 Traducción, Néstor A. Miguez Revisión técnica, Car10s Flood

Unica edición en castellano autorizada por Routledge & Kegan Paul, Ltd., Londres, y debidamente protegida en todos los países. Queda hecho el depósito que previene la ley n9 11.723. © Todos los derechos de la edición castellana reservados por Amorrortu editores S. A., Icalma 2001, Buenos Aires.

La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada, escrita a máquina por el sistema multigraph, mimeógrafo, impreso, etc., no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier­utilización debe ser previamente solicitada.

Industria argentina. Made in Argentina.

ISBN 84-610-1008-6

Prólogo a la edición en castellano

La temática que aborda Rex en el presente libro representa un punto fundamentar en la consideración del estado actual y las perspectivas de la sociología contemporánea. _

Este trabajo no solo analiza problemas y debilidades de la disciplina, sino que señala y caracteriza un estilo, no original pero sí alentador por lo proficuo, y una orientaCión básica para hacer sociología.

Tales propósitos aparecen claramente vinculados a la concepción que tuvieron Weber y Mannheim sobre los objetivos del análisis sociológico. La sociología, como representativo de uno de los múltiples esfuerzos de la humanidad por revelar las incógnitas de su existencia y la del mundo que la rodea, debe procurar en su actividad cognoscitiva dar sentido a la vida social de los individuos, ya sea aclarándoles sus problemas pre­sentes o ubicándolos en una perspectiva de futuro, de aquél que tendrán que vivir.

Como señalara acertadamente C. Wright Mills, esta tarea se hace imperiosa ya que la mayoría de los hom­bres se sienten incapaces de trascender los límites de su propia personalidad, no tanto por una orientación egoís­ta o desinteresada, sino porqué no pueden comprender el nexo existente entre su propio yo y ja.Jsociedad circundante.

Esta imposibilidad de autoubicación en el contexto histórico y social en el cual viven, determina que sus reflexiones sean de y para' individuos, desvinculados totalmente de la estructura social en la que están in­mersos. Esto refleja la alienación de hombres que exis-

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tencialmente quedan colocados al margen de la historia de su tiempo, sin sentirse ni autores ni actores de ella.

Tal hecho, que parece ser una de las manifestaciones más claras de nuestra sociedad de masas intrincada y absorbente, tal carencia de perspectivas y de poder, crea una tensión hacia el rechazo de la complejidad de la sociedad actual.

La sociología,como ciencia, debe proveer marcos de referencia flexibles, dinámicos y ampliables para analizar, explicar e interpretar las características cam­biantes y la complejidad creciente de nuestra sociedad, capaces, además, de integrar los datos nuevos que la realidad presenta.

Para ello, es necesario hacer una reflexión profunda acerca de la ideología sustentada por los sociólogos -muchas veces justificadora de un desinterés vital por su objeto de análisis o de una falta de crítica propia de la legitimación de valores o estructuras- y del estado de la metodología.

Con relación a esto último, Rex comparte la afir­mación muchas veces hecha de que la sociología ape­nas tiene formulada, y por consiguiente poco resuelta, la clave fundamental de la ciencia empírica: la rela­ción entre el campo de la teoría y el campo de los datos. Acota -y esto es particularmente importante al analizar las debilidades de la sociología en América latina- que "lo que sorprende inmediatamente en la mayoría de las investigaciones sociales que leemos ac­tualmente, es la ausencia de todo marco de referencia claro y específicamente sociológico que guíe la formu­-lación de hipótesis".

Es.t~ hecho tiene, al menos, dos conse~uencias que estenlIzan, cuando no deforman, los objetivos de la disciplina: el empiricismo y la simplicidad. Tanto uno como otro reflejan agudamente limitaciones de enfoque y carencia de perspectiva.

En el primer caso se olvida, o se soslaya, el hecho de que una cie:r;¡cia se desarrolla no solo con datos de la realidad sino, fundamentalmente, con ideas que de­ber: tradu~irse en marcos que guíen el trabajo empírico y .sIstematJ.ce~ los hallazgos. En el segundo, se mini­mIza la totalIdad de la realidad social, se la desme-

nuza intenninablemente y se concluye descubriendo o· verificando nimiedades.

Ambas consecuencias trasuntan, desde una perspe;­tiva metodológica, una indefinición d.el rol de la teo~Ia y de los procedimientos para constrwrla, _pe:o . ademas, nos señalan patéticamente un empequeneclill¡ento en ]a concepción de la sociología.

Podemos decir que tal es el contexto general dentro del cual se ubica la obra de Rex.

Su énfasis en la importancia de la teoría en la inves­tigación se aparta de la concepción de ~e:ton de, l~s teorías de alcance medio, que pueden ongmar ~~ltI­pIes fragmentaciones in~ongruentes d~l quehacer teon~o, y propugna como esencIal, p.ara analIzar en pers~:ctIva problemas y fenómenos partIculares, la construc~lOn de un modelo teórico general de los sistemas de mter~,c­ción que contemple tanto los asr:ectos de co?peraClOn e integración como los de conflIcto y anomla en los sistemas sociales.

Con tal mira analiza y cntlca los modelos funcio­nálistas la teo;ía de Parsons de la acción social y marcos' teóricos derivados del funcionalismo y del mar­xismo. A su vez, señala agudamente las diferencias y aspectos complementarios de las orientaciones objeti~ vistas de la obra de Durkheim, con la concepción de Weber centrada en las motivaciones del actor social y en l~ preservación de los recaudos científicos de la sociología. .."

Difícil será encontrar en sus afmnaclOnes una nueva teoría" -tampoco éste es su propósito-- pero sí se hallarán interesantes puntos' de convergencIa o com-plementación de pensamientos Y: autores. , .

Por otro lwo, este libro enfatIza y aclara lmeas vm­culadas con el propósito de hacer de la sociólógía no solo una ciencia sino una ciencia de cosas relevantes. y tal relevancia' no depende solamente del interés de los sociólogos por los problemas de su sociedad,. sino también de la construcción de un aparato teónco y metodológico adecuado. .

LUIS A. RIGAL.

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Prefacio

En .los ~ltim~s años~ yarios indicios demuestran que la socIOlogIa está adqwnendo una popularidad crecien­te en Gran Bretaña. Por una parte, aumentó de ma­nera considerabl~ la ~antidad de ~lumnos inscriptos en l~s cur~?s ce .socIOlogIa de las ulliversidades, cursos ya bIen dl!erenClados de los de· asistencia social. Por la o~a, en l,:s conversacio~e~ sobre temas de carácter pú­bhco, se tIende a dar credlto a las opiniones de quienes se Ha.man a sí mismos sociólogos. En consecuencia, es muy Importante que los profesores y los estudiantes de sociología adquieran una idea más clara de la clase de preguntas a las que puede contestar su disciplina y de a<¡Iuellas a la~ que no logrará responder.

.El convenclffilent.o. de que la tradición sociológica do­mma~a por el ~mplflsmo y el positivismo, encierra mu­chas lillperf~c~l:mes c~nstituye el motivo por el cual el autor escn.bIO este libro. La tradición empirista im­pulsa a solucIOnar los problemas colectivos a partir de toscas generalizaciones ad hoc. A los datos "de dere­cha" se contraponen los "de izquierda" y viceversa y en la argumentación subsiguiente lo único que resa.'Ita es la tendencia personal que el autor trata de ocultar desesperadamente. Además, la tradición positivista fra­~sa por negarse a toda interpretación de las correla­cIOn~s o?servadas en~e los hechos que no sea formulada e.n terml~lOs de. !as CIencias naturales. Así, a menudo se tIen~ la lmpreSIOn de que el sociólogo, con sus métodos preCISOS, apena.s logra un esclarecimiento algo mayor qu~ el .q?,e obtIene el lego carente de experiencia, con su mtuIcIOn y su sentido común. .

El enfoque científico de la sociología que aquí se propone, enfatiza el papel que deben desempeñar los modelos teóricos en la orientación que el sociólogo esco­ge para abordar los proble~as de su investiga~ión. Con­trariamente a cuanto se afIrma a veces, el mtento de emplearlos no conduce por fuerza a la elaboración de sistemas abstractos o a la teorización pura. El problema consiste en que, si no reconocemos explícitamente su uso, corremos el riesgo de utilizarlos implícitamente como intuiciones encubiertas, y de seleccionar y orde­nar los datos de la investigación en función de ellas.

Propugnamos una forma particular de modelo: aque­lla que se formula en términos de lo que se ha dado en llamar marco de referencia de la acción. Max Weber fue el primero en proponer explícitamente este enfo­que, cuyas consecuencias han sido extraídas, entre otros, por Karl Mannheim, Gunnar Myrdal y TaIcott Par­sonso Sin embargo, cabe destacar que Parsons, al centrarse en el caso ideal de un sistema social perfec­tamente integrado, descuida algunos problemas meto­dolóaicos fundamentales planteados por Weber. En particular desconoce el hecho de que la necesidad de cualquier elemento de una relación, institución o sis­tema social solo es una necesidad relativa, que depende de la medida en la cual los fines y valores establecidos por el sistema son realmente deseados por individuos y arupos. Al destacar la importancia de esos fines y va­lores y al reconocer que puede haber conflictos y con­tradicciones entre ellos, Mannheim y Myrdal han sido más fieles al enfoque de Weber.

De esto resulta que seleccionamos los problemas para la investigación sociológica de acuerdo con lo que We­ber llama su "relevancia" respecto de los valores. Dado que nos interesa el problema de cómo lograr fines par­ticulares o estados de cosas valorados, el sociólogo puede ocuparse de las investigaciones causales o funcionales tendientes a determinar qué ordenamientos institucio­nales favorecerán ese logro. Pero el sociólogo, como tal, no está en mejores condiciones que el lego para afir­mar si un fin social particular es deseable o no. Su tarea consiste en aplicar los cánones del pensamiento científico al descubrimiento de relaciones causales o de relaciones entre medios y fines sociales.

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Si esto es verdad, es posible exigir al sociólogo que señale cuáles son las relaciones entre los sistemas insti­tucionales existentes y los diversos fines sociales y que formule una distinción nítida entre las selecciones reales de valores y las utópicas. En cambio, no se puede pedir que haga él mismo tales selecciones y el sociólogo, por su parte, no debe arrogarse la capacidad de hacerlas. .

En este sentido la sociología puede ser concebida co­mo una disciplina fundamentalmente crítica, y no le .es lícito dejar de lado ese hecho para tratar de compensar los compromisos ideológicos conservadores de su. pasado reciente por medio de un nuevo radicalismo político. En cambio, si reconoce sus limitaciones, echará los ci­mientos para un e{{amen más honesto y mejor infor­mado de los problemas valorativos, con lo que ganará un lugar legítimo y seguro en el ámbito universitario.

La línea de argumentación desarrollada en este libro es la que he elaborado a lo largo de varios años como resljltado de discusiones con mis maestros y mis alum­nos, y también de mis intentos por relacionar la teoría sociológica con la comprensión de la turbulenta época y lugar en que comencé a estudiarla. Vaya mi mayor gratitud a mi primer maestro, el profesor James Irving de la Rhodes University, de Sudáfrica, por revelarme el mundo de la investigación social. Quiero agradecer también al profesor Cameron, al señor Peter Alexander yal profesor Toulmin por la ayuda que me brindaron en la comprensión de problemas metodológicos. Ningu­no de ellos, no obstante, tiene responsabilidad alguna por mi línea de argumentación, por sus debilidades y sus defectos.

Agradezco a las señoritas Christine Divine, Claire Burton y, sobre todo, a Nora Butterworth por dar a mi manuscrito forma legible. Finalmente, agradezco a mis alumnos, quienes dentro y fuera de· la clase han hecho de la enseñanza de la sociología una tarea sumamente satisfactoria para mí.

Leeds University, Febrero de 1961

JOHN REx

Indice

Prólogo a la edición en castellano

Prefacio

1. La sociología como ciencia 13

1 La ciencia como clasificación 16 2: La ciencia como' búsqueda de leyes 29 3. La ciencia como búsqueda de causas 37 4. Conclusión 41

11. Sociología empirista 42

lII. El objeto de estudio de la sociología 60

1. La definición de los hechos sociales 61 como "externos"

2. La ciencia de la cultura y la ciencia de la sociedad 66

3. El significado de la expresión "relación social" . 70

4. El estudio de la cooperación y el conflicto 74

5. El estudio de sistemas sociales 75

IV. El problema del funcionalismo 81

1. La necesidad de modelos en la expli-cación sociológica 81

2. El modelo del organismo 82 3. El concepto de estructura 85

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4. El concepto de función 87 4. La naturaleza del conflicto. Resumen 16U 5. Función y supervivencia orgánica 92 5. Conflicto y Cambio 163 6. Crítica y defensa del funcionalismo por

Merton 96 VIII. Los conflictos y el análisis de clase 168 7. Realizaciones y debilidades del funcio-

1. Clase y Status 168 nalismo 98 2. El concepto de clase corno grupo con-

v. El marco de referencia de la acción 102 flictual 169 3. El concepto de status 178

1. El concepto de acción 102 4. La explicación de Lloyd Warner sobre 2. Tipos racionales y no racionales de el sistema de status de la Yankee City 182

acción 104 5. La verdadera significación de las clases 3. Explicaciones sociológicas en términos de Lloyd Warner. La pretensión de le-

de acción 110 gitirnidad de la clase A.I. 184 4. Los principales tipos de problemas de 6. El análisis de los conflictos de clases en

la interacción 115 relación con la sociología general 188 5. Modelo para el análisis de si~temas de

interacción 118 IX. Objetividad y prueba en la sociología 191 1. La concepción de Weber de la "com-

VI. Los valores en la teoría sociológica 122 prensión" 191 1. Positivismo, idealismo y voluntarismo 122 2. Observaciones de Mannheirn y Myrdal 2. Durkheirn y las formas de solidaridad sobre el problema de la objetividad en

social 125 sociología 196 3. Las otras alternativas a Hobbes 129 3. La adecuación científica de las expli-4. El análisis de la interacción de Parsons 131 caciones sociológicas 203 5. Los elementos normativos 132 X. Conclusiones: El alcance de la sociología 214 6. El formalismo del enfoque de Parsons 136 7. Las normas y el equilibrio del poder 138 1. Resumen de conclusiones 214 8. Esbozo de un modelo conflictual de a. El papel de la teoría en la sociología 214

sistemas sociales 141 b. Acción, conflicto y anornia 215 c. La teoría del conflicto social 219

VII. La teoría del conflicto y el cambio sociales 144 d. La teoría del conflicto y la socio 10-

1. La explicación de Coser del papel del gía marxista 223

conflicto en los sistemas sociales 145 e. La convalidación de proposiciones

2. El conflicto en Weber, Mannheim y acerca de situaciones de conflicto 224 2. Las tareas de la sociología 225 Myrdal 150 a. El análisis de sistemas de interacción 3. La naturaleza del conflicto social 153 en pequeña escala 225 a. La formación de grupos conflictuales 153 b. La significación del estudio de los b. La situación en la que hay una clase conflictos de clases 228 dominante 155 Los ámbitos principales del análisis c. La situación revolucionaria 157

c.

d. La situación de tregua 159 institucional 229

d. Pertinencia de los valores 230

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La sociología como ciencia

La sociología afirma q lle los cánones del razona­miento científico pueden ser aplicados provechosamen­te al estudio de las relaciones entre los hombres en sociedad. Así, en un comienzo, Comte consideró que la sociología introducía en el estudio de las cuestiones sociales los métodos "positivos" que habían permitido los grandes adelantos de las ciencias naturales. En una tradición diferente, Marx llamó "científico" a su aná­lisis socialista de la sociedad del siglo XIX, en cbntrapo­sición con otras teorías socialistas, a las que calificó de "utópicas". En el curso de su polémica con Comte y Spencer, Durkheim sostuvo que el enfoque de éstos no era suficientemente científico y afirmó que los hechos sociales, al igual que los naturales, deben ser tratados como "cosas". Pareto defendió la aplicación de métodos "lógico-experimentales" a la sociología, y hasta Max Weber, sin duda ei maestro de la sociología, más sen­s,ible a las argumentaciones contra una ciencia de la sociedad, juzgó necesario exigir a los partidarios de la "comprensión", como método apropiado para la his-

. <,.topa y los estudios sociales, que sus argumentos se ajus­e ·.··t~ran a los cánones de la prueba científica .

. --Los sociólogos recientes no hari abandonado, sustan­"'~~UL";;U.,,:;,· esta posición. En realidad se han afirmado

-<¡1-,.,o;:;na. por la influencia de, doctrinas tales como el po­.sJiti\rislno lógico, con su énfasis en el principio de veri­

y el conductismo, que sigue actuando conside-sobre las ciencias sociales, aunque se hayan

uu()na,QO algunas de sus implicaciones más extremas. ejemplo, el neopositivismo radical de G. A. contrasta los ajustes, relativamente sistemáti-

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cos, que hacemos en el ámbito que concierne al mundo físico, donde "los sucesos son inmediatamente ubicados dentro del marco de la ciencia", con "las desviaciones emocionales" de los que se realizan en el orden social.1

Se escriben muchas obras con el propósito de impo­ner métodos científicos en ambientes académicos que, a menudo, son hostiles a una ciencia de la sociedad. Es cierto que nuestro pensamiento necesita de lo que Lundberg llama la "higiene" mental del método cien­tífico. Por ello, no censuramos la actitud implícita en esta posición, pero afirmamos que resultaría más eficaz si previamente se analizara con mayor detenimiento qué significa realmente el método científico y, sobre todo, nuestro pensamiento académico acerca de la sociedad y la política. En efecto, demasiado a menudo se presu­pone que hay un conjunto único de principios acepta­:los y que basta tomarlos de las ciencias naturales y aplicarlos a la sociedad. Se trata de una concepción in­genua y ya es tiempo de que los sociólogos conozcan mejor la situación actual de la filosofía de la ciencia, y las respuestas que dan los especialistas de esta disciplina a quienes les piden una descripción del método cien­tífico.

La filosofía de la ciencia ya no procura, como hacía en otra época, establecer los principios de la lógica in­ductiva de modo tal que ésta pueda resistir la compa­ración con la lógica del razonamiento deductivo. Lo que caracteriza a la filosofía actual de la ciencia empírica es su creciente humildad. Reconoce, en general, que los razonamientos de esta última no pueden tener el mismo tipo de certeza que las demostraciones raciona­les de la lógica deductiva. Y no concibe la ciencia como la búsqueda de un conjunto de verdades definitivas y absolutas, sino más bien como un intento, siempre re­lativamente imperfecto e incompleto, de ex"Plicar Y pre­decir los sucesos que experimentamos. Por esta razón, los filósofos no intentan ya establecer leyes para el cien­tífico, sino que, de la observación de los métodos y ra­zonamientos que han permitido formular predicciones y ajustes relativamente válidos, procuran descubrir cuáles son los razonamientos y métodos realmente efi-

1 Lundberg, Foundations 01 Sociology (1939), pág. 7.

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caces. Siempre cabe esperar que se hallen nuevos tipos de razonamientos y métodos que tengan aplicación en otros c2.mpos.

La metodología o la filosofía de la ciencia empírica ha dejado de ser una disciplina principalmente norma­tiva y ha adquirido una orientación empírica. Se funde inevitablemente con la historia de la investigación em­pírica, y el filósofo de la ciencia debe necesariamente estar muy familiarizado con la teoría y los métodos de investigación de la disciplina que estudia.

Sin embargo, la situación con la que se encuentra el metodólogo de las ciencias sociales es, en algunos aspec­tos, peculiar. No puede contentarse con preguntar, co­mo podría hacerlo un filósofo con un químico o un biólogo, qué métodos de éxito probado "se le presentan naturalmente" al sociólogo. Esto se debe, en parte, a que en sociología hay muy pocos métodos de éxito pro­bado y, en parte también, a que las formas de razona­miento que surgen más naturalmente en el discurso so­cial son las más engañosas. Pero la razón principal es que los grandes sociólogos, de una manera u otra, han moldeado su investigación según pautas de 'las diversas ramas de las ciencias naturales. Por su parte, el análisis de los razonamientos elaborados por los historiadores para la interpretación de la historia, puede resultar muy útil al metodólogo, especialmente porque es en este campo en donde pueden verse mejor los razona­mientos que "se presentan naturalmente" a los estudio­sos de la sociedad. Pero más provechosa aún es la com­paración de los métodos que utilizan los historiadores y los científicos para llegar a sus conclusiones. Por lo tan­to, comenzaremos examinando algunos de los modelos de razonamiento científico que los sociólogos han to­mado de las ciencias naturales. En este capítulo nos limitaremos a exponerlos; en capítulos posteriores nos ocuparemos de los problemas concretos que plantean al sociólogo la naturaleza de su tema de estudio y la Índole de las cuestiones que se siente llamado a resolver. Vale decir, nos ocuparemos de problemas de análisis concep­tual y de teoría sociológica.

Los tres modelos principales de investigación cientí­fica que los sociólogos han tomado de las ciencias na­turales son: primero, el que asigna a la ciencia una

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función principalmente clasificatoria; segundo, el que la concibe como una búsqueda de leyes; y, finalmente. el que considera que su tarea es el establecimiento de relaciones y sucesiones causales. Nos proponemos ~stu­diar cada uno de ellos, por separado, y luego exammar si de hecho no hay aspectos más importantes del mé-t¿do científi~o implícitos en todos ellos. .

.LA CIENCIA COMO CLASIFICACION

Desde la Reforma, la gran tradición inglesa de pensamiento relativo a la filosofía de la ciencia, ha sido la empirista. Bacon, en el Novum Organum, formuló claramente sus objetivos, al contraponer los métodos de la ciencia empírica con los de los pensadores escolásti­cos del siguiente modo:

Solo hay dos caminos para buscar y descubrir la verdad. Uno de ellos va de los sentidos y los hechos particulares a los axiomas más generales v, partiendo de estos principios cuya verdad consi­dera establecida e inmutable, pasa al examen y al descubrimiento de axiomas de alcance medio. És­te es el procedimiento que ahora se utiliza. El otro parte de los sentidos y los hechos particulares y se eleva en un ascenso gradual e ininterrumpido has­ta llegar, en último término, a los axiomas más generales. Éste es el verdadero camino, pero to­davía no se 10 ha ensayado.2

Este nuevo y "verdadero" camino de la ciencia em­pírica tenía dos aplicaciones posibles. Por. un lado, la búsqueda de leyes por medio de un proceso de induc­ción por enumeración simple, consistente en observar las características o la conducta del mayor número po­sib!e de ocurrencias de un fenómeno, para luego gen,~­ralIZar. Volveremos a considerar la validez y utilidad de este procedimiento cuando analicemos la naturaleza de las ~e'yes científ~cas. Por otro, el intento de describir y clasifICar los objetos del mundo. Esta tarea fue realizada poco después por muchos biólogos e historiadores de la

2 Bacon, Novum Organum (1878), Libro 1.

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naturaleza. En sus primeras etapas, la biología, con sus minuciosas observaciones y descripciones seguidas de clasificaciones basadas en características observables, pa-­reda ser la ciencia empírica por excelencia, el único campo en el cual el "camino verdadero" se había im­pues~~. Por eso, todo. inte?to de.b~sq.ued:: de. un método empmco para la soclOlogla ha mSlstldo mevltablemente en la aplicación de las experiencias probadas en el cam­po de las ciencias biológicas. Esto se advierte especial.::­mente en la obra de Durkheim. S~rá conveniente, pues, que nos ocupemos de ella para comprender más cabal­mente las implicaciones de la adopción de tal modelo de método científico por parte del sociólogo.

En Las reglas del método sociológico,3 Durkheim esboza cinco etapas de la investigación científica, a sa­ber: 1) definicióú del objeto de estudio en términos de alguna característica observable; 2) descripción de los tipos normales, después del estudio de muchos casos; 3) clasificación en especies, géneros, etc.; 4) investiga­ción comparativa y causal de las razones de la varia­ción; 5) intento de descubrir cualquier ley general que pueda surgir en el curso de estas diversas etapas. ASÍ, en un pasaje notable por su insistencia doctrinaria en el "camino verdadero" del científico, Durkheim exami­na la cuestión del estudio que el economista hace del "valor" . de la siguiente manera: "Si el valor se estu­diara como debe estudiarse todo hecho de la realidad, el economista indicaría en primer lugar qué caracterís­ticas nos permiten re<;onocer el .objeto así designado, clasificaría sus variedades, investigaría mediante induc­ciones metódicas cuáles son las causas de sus variacio­nes y, finalmente, compararía esos resultados generales con el fin de abstraer una fórmula general." 4 Exami­nemos ahora qué implica una aplicación de este métodc en la sociología.

Volviendo a la primera etapa, hallamos que, de he­cho, significa dos tareas separadas, pues la indicación de las características por las cuales es designado algo supone, ante todo, la definición de todo un campo de estudio, y, segundo, la del tipo de "cosas" que se ha-

3 Durkheim, The Rules 01 S ociological M ethod (1950) . Las reglas del método sociológico, Buenos Aires, Schapire.

4 Op. cit., pág. 25.

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lIará en este campo. Así se considera que el campo de la biología abarca la vida vegetal y la animal, y se indi­<:aI1 luego las características fundamentales de cada es­pecie. Lamentabl~meI:.te, Durkheim no distingue entre estos dos hechos unplicadQs, por lo que su descripción de los problemas del método sociológico es confúsa.

Sea como fuere, es evidente que ambas tareas plan­tean dificultades cuando se las quiere realizar con da­tos sociales, ante ~odo porque no puede delimitarse la esf~ra. de lo SOCIal con la. mis:t;Ia facilidad con que se d~l~ta el camp? de la blOlogI!l y luego porque en ese amblto no es SIempre converuente buscar "cosas" para clasificarlas en especies, como se clasifican las plantas y los animales. Por estas razones, la aplicación del método biológico de investigación a todas las áreas de la sociología puede producir serias deformaciones.

En realidad, es muy difícil hallar una característica empíric~ que pueda servir para delimitar lo social, y Dur~e~ parece reconocerlo en la práctica, pues incluye su deÍlruclOn ~n concep.to. teórico complejo. Afirma que l~s .hechos ~oclales se disunguen por ser externos al in­dIVIduo y ejercer una coerción sobre él. Evidentemente esta definición no nos dice cuáles son las característi~ empíricas que nos permiten reconocer los hechos socia­les, y, si parece hacerlo, es solo porque Durkheim con­funde la perspectiva del científico con la del partici­pante observa~o (quien sí puede distinguir, de esta mal!-era, lo SOCIal de lo que no lo es). El propio Dur­kh.eun reconoce que la definición no es satisfactoria y brInda una segunda, según la cual el hecho social es "toda manera de actuar que sea general en una sociedad dada y que, al mismo tiempo, exista independiente­mente de sus manifestaciones individuales".5 Pero ésta no resulta m~s satisfactoria que la anterior, pues, aun­que en la pnmera parte parece ofrecer un medio em­pírico para diferenciar lo social de lo no social esto solo no es, a juicio de su autor, más que una car;cteri­zación insuficiente de lo primero. Por ende, todo recae en la segunda parte de la definición, pero en ella nos ~ncontramos con un concepto metafísico de poca uti­hdad en la investigación real.

5 Idem, pág. 13.

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Durkheim no logró suministrar un criterio puramente empírico de lo social. Esto no es sorprendente, ya que los datos reales de que trata la sociología, y procura explicarlos, son conductas humanas y ~us producto~, ,0

sea que son- los mismos que deben consIderar los pSICO-100'0s economistas e historiadores. La diferencia no re­side ~n los datos, sino en los marcos teóricos de refe­rencia en términos de los cuales se los interpreta. El gran mérito de Durkheim como sociólogo teórico fue haber comprendido y destacado lo distintivo de las ex­plicaciones sociológicas en relación ~on las. psicológi­cas pero desgraciadamente, su tendencIa empIrIsta como metodólogo le impidió aclarar la verdadera naturaleza de esa diferencia.

Queda por consid,er~r la po~i?ilidad de. definir,. en términos de caractenstIcas emplrICaS, los dIversos upos de "cosas" que deben ser clasificadas como ~species sociales. La dificultad reside en que no experImenta­mos el mundo social como una entidad constituida por una serie de elementos discretos, dotados de límites espaciales definidos, cómo ocurre con las plantas y ani­males que estudia el biólogo. Por eso es posible creer que la verda~~ra razón por la que purkheim insiste en la consideraclOn de los hechos SOCIales como cosas es su interés en que la sociología adopte un método cla­sificatorio, y ef hecho de que este método supone que la experiencia . del mu~do está dada.;l!- términos ~e "cosas". Pero SI en realIdad resulta dIfICIl conceptuah­zar nuestra experiencia en esos términos, el método clasificatorio solo puede utilizarse al costo de una con­siderable deformación de aquélla.

Las observaciones que hace Durkheim sobre las consecuencias que se derivan de la consideración de los hechos sociales como cosas no ayudan a aclarar su punto de vista. Parece preocupado primordialmente por oponerse al análisis ideológico, o, como él dice, a la tendencia "a enfocar nuestra conciencia sobre las ideas, a analizarlas y combinarlas", y se interesa por destacar la necesidad de estudiar el mundo social fuera de nuestra propia mente. Pero este mundo consiste. en relaciones sociales (cuyo sentido podría ser ulterIor­mente analizado en términos de los objetivos, aspiracio­nes, expectativas, comprensiones e ideas de las pprsonas

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relacionadas) y el problema real es saber si un mundo de este tipo puede concebirse corno si estuviera forma­do por cosas discretas. Parecería que, a v~ces, es posible hacerlo así, pero también que, en otras ocasiones, es más conveniente y más esclarecedor suponer un proceso social continuo, susceptible de ser analizado en función de sus elementos, pero no en términos de tipos de "cosas". La escuela "funcionalista" de antropología so­cial, al criticar el mal uso del método comparativo, pone a veces el énfasis sobre este punto (p. ej., cuando sostiene que no es posible hacer un estudio comparativo de las costumbres relativas al sacrificio porque toda costumbre particular pierde su sentido cuando se la arranca de su contexto). El tipo de labor en el que parece permisible y útil considerar los hechos sociales corno cosas es el estudio comparativo de asociaciones e instituciones. tales corno los sindicatos o las formas de gobierno lo~al, de -partidos políticos o procesos socia­les corno las revoluciones políticas. Éste fue el tipo de labor al que los Webb en Gran Bretaña calificaron de sociológico, y es el mismo enfoque que caracteriza a obras corno el reciente estudio sociológico de Duverger sobre los partidos pblíticos.6

En realidad, el sentido común considera los hechos relativos a este campo corno conjuntos de cosas, inde­pendientemente de ia circunstancia de que pertenezcan o no al ámbito de lo social; por eso la utilidad de la encuesta de tipo biológico no depende enteramente de la existencia de un criterio empírico para deslindar lo social, y el sociólogo puede continuar describiendo y clasificando sus especies sin deformar la imagen que el sentido común tiene del mundo.

Debe observarse que las "cosas" que Durkheim tiene in mente .son "sociedades",7 e insiste, contra Comte, en que es posible estudiar éstas y no simplemente la "humanidad". Rechaza específicamente la concepción de Pascal, que Comte aprueba, según la cual "la suce­sión de los hombres, a través de todo el curso de las épocas, debe ser considerada corno un solo homb!e,

6 Duverger, Political Parties (1954). Partidos políticos, Madrid, Tecnos.

7 Es decir, cuando explica la clasificación de las "cosas" en el capítulo 4 de las Reglas.

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d . "8 P siempre vivo y que apren e mcesantemente. ero tampOcO las "sociedades" ~onstituy~n las "cosas" ~lara­mente delimitadas que eXJ.ge el metodo comparatIvo y clasificatorio, y solo pueden aparecer con ese carácter en 'm examen superficial. Será necesario volver a esta cuestión en capítulos posteriores. .

Admitimos, pues, por el momento, que es pOSIble, dentro de ciertos límites, emplear el método de recolec­ción y clasificación de especírnenes propio del biólogo, y pasamos a la etapa siguiente que examina Durkheim, es decir, la de distinguir el espécimen normal del pa­tológico.

En principio', cabe imaginar que este 'problem~ ~e plantea en toda ciencia, porque no hay runguna diSCI­plina en la que las diversas ocurrencias de un mismo fenómeno no difieran entre sí en sus aspectos detallados. Sin embargo, el problema parece presentarse principal­mente en las ciencias biológicas y sociales, por dos ra­zones: en primer lugar, ~s probab!e !1~e haya m~yor variación entre los espeClillenes bIOlogICOS y sociales que la que se encuentra en los fenómenos estudiados por las ciencias físicas; por otro lado, el físico. puede, a veces eludir el problema formulando leyes Ideales, que exPlican sucesos empíricos sin pretender describir­los. El problema principal, en el caso que nos o~upa, es el de referirse en términos generales, en ausenCia de una teoría expli~ativa preexistente, a una clase particu­lar de cosas u objetos. Por supuesto, el hecho mismo de que podamos nombrar cosas es, en cierta medid~, un indicio de que tenemos un concepto general que vmcu­lamos con el nombre, pero la ciencia exige que este concepto general se haga explícito y~_que se definan exactamente sus implicaciones. Esta exigencia se aplica también a la definición del espécimen normal. Dur­kheim afirma que la verdadera manera científica de Herrar al concepto de lo normal es descubrir el promedio de b cada una de las características principales de los especírnenes observ~d?s y con~truir un !ipo que. pose~ todas estas caractenstIcas medias. Este tIpO medIO sera definido, para propósitos científicos, COn::lO lo normal. Para nuestros fines actuales, podemos dejar de lado la

8 Comte, The Positive Philosophy (1853), vol. II, pág. 95.

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afirmación adicional de Durkheim de que este tipo me­dio también puede utilizarse como criterio de la "salud" del espécimen. Lo que importa es que, excepto en el estudio de la patología social, los enunciados sociológi­cos generales se refieren a tipos medios (es decir, nor­males) .

En esta etapa, es interesante y de cierta importancia metodológica, comparar el concepto de Durkheim del tipo medio con los tipos "ideales" o "puros" empleados por Max Weber.9 El propósito de Durkheim es princi­palmente descriptivo; examina el tipo medio porque es imposible examinar todo caso empírico, y lo considera el mejor medio de llegar a cierta generalidad mante­niendo, al mismo tiempo, la mayor fidelidad posible a los hechos. Weber, en cambio, distingue rotundamente su tipo ideal de la noción de tipo medio, e insiste en que sus propósitos no son descriptivos sino explicativos. Señala también que no se trata de algo que surja de manera simple de los hechos, sino de una construcción del científico. No obstante, hay cierto grado de coinci­dencia entre los dos conceptos metodológicos. El deta­llado examen que hace Durkheim del tipo medio revela que no es simplemente descriptivo; en realidad, se re­fiere a él como al "ser hipotético que se construye reuniendo en el mismo individuo las formas más fre­cuentes". Por su parte, Weber insiste en que los tipos ideales deben ser formulados no en términos de formas abstractas sino concretas, de modo que se refieran a cursos de acción "objetivamente posibles". Además, aunque sostiene que es necesario distinguir entre el sig­nificado de tipo ideal y el significado concreto para un actor existente, es obvio que, en la práctica, serán los ejemplos reales de motivación los que sugieran los tipos ideales. De hecho, el famoso tipo ideal de la ética co­mercial del capitalismo primitivo, propuesto por Weber, está tomado de los ensayos de Benjamín Franklin, una figura histórica real,1°

El grado de coincidencia o divergencia de los con­ceptos relativos al tipo medio y al tipo ideal ilustra

9 Weber, The Methodology ot the Social Sciences (1949), págs. 81-112. Metodología de las ciencias sociales, Méjico, F.C.E.

10 Weber, The Protestant Ethic and the Spirit ot Capitalism (1930).

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un dilema que debe enfrentar todo científico empírico. En efecto, no es posible llegar a "los axiomas más gene­rales" mediante el ascenso ininterrumpido en el que pensaba Bacon ni explicar los hechos sociales por medio .de un descenso ininterrumpido en la aplicación de principi?s generales. Es prob~?le q;r~ el tipo medio de Durkheun sea una construCClon teonca en mayor me­.dida de lo que su empirismo le pennitía admitir, y que los tipos ideales de Weber sean menos puros de lo que él afirma. Ambas nociones están destinadas a ser empleadas en el punto en que se enfrentan teoría y des­cripción. Sin algunos conceptos de esta índole sería imposible una ciencia generalizadora de la sociedad.

La tercera etapa del proceso de investigación cuya .adopción por los sociólogos propone Durkheim se re­fiere al aspecto que los biólogos consideran más impor­tante, a saber, la clasificación. Pero también aquí un enfoque puramente empirista plantea dificultades. En efecto, si hacer una clasificación implica seleccionar unos pocos rasgos de suprema importancia y agrupar o sepa­rar las diferentes especies según que los posean o no, el problema que se plantea es precisamente el de la elección de las características que vamos a considerar de mayor importancia o, como dice Durkheim, las "esenciales". A su vez, ello resulta imposible antes de conocer mejor la anatomía y fisiología comparadas de las . especies. En la medida en que no contemos pre­viamente con ciertas hipótesis teóricas de trabajo, el laborioso método por emplear será el de ensayo y error. Así, por ejemplo, si queremos clasificar las comunidades urbanas, debemos enfrentamos con una enorme gama de opciones entre posibles bases de clasificación: tipos de industria, m.1Lgnitqd del tránsito en sus calles, pro­porción de católicos, protestantes y no creyentes, etc. Por supuesto, la utilización de un procedimiento puro de ensayo y error es posible,y quizás hubo épocas en que· los tJiólogos procedieron así, pero, obviamente, el progreso es más rápido si se afirma explícitamente la adopción de algunas hipótesis teóricas acerca de las ca­racterísticas estructurales más importantes. Ciertamen­te, Durkheim mismo utiliza una hipótesis de este tipo: la de que el factor diferenciador más importante de las sociedades es su grado de diferenciación interna, y

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que éste, a su vez, es consecuencia del tamaño de la población y de la "densidad dinámica" de la sociedad.

Antes de continuar con las etapas cuarta y quinta del procedimiento científico sugerido por Durkheim, podemos plantearnos qué otras cuestiones científicas quedan por responder, una vez completado el proceso de clasificación. En cierto sentido, la respuesta a este interrogante podría ser simplemente: "ninguna", pues la clasifiración es, en sí misma, una forma amplia de explicación científica en la medida en que pone de ma­nifiesto las relaciones lógicas de las cosas. Así, se puede admitir que el biólogo de épocas predarwinianas pen­sará que no se necesitaba ninguna explicación teórica adicional, ya que, en última instancia, la necesidad de explicación termina cuando desaparece nuestra curio­sidad, y, según este criterio psicológico, la explicación a través de la clasificación bien pudo haber parecido su­ficiente.

Sin embargo, en la biología, Darwin logró dar un paso adicional al mostrar que la diversidad de especies, que las clasificaciones daban por supuesta, podía ser explicada en términos de otra teoría: la de la evolu­ción por selección natural. De igual modo, desde sus primeros días, la sociología se sintió obligada a ir más allá de la simple morfología de la sociedad, en busca de leyes de la evolución social. Tales leyes debían tener dos características: debían tratar de describir el orden de sucesión de las especies sociales y ofrecer una explica­ción del mecanismo por el cual una especie se convier­te en otra. Las respuestas de Durkheim a estas cues­tiones se encuentran formuladas extensamente en su obra La diuisión del trabajo social.11 En ella, esboza dos formas principales de sociedad: la basada 'en la so­li?arida~! mer:mica y la basada en la solidaridad orgá­mca. Allrma que la segunda se desarrolla a partir de la primera, a medida que aumentan el tamaño y la densidad dinámica de la sociedad humana. Así, el fac­tor que se toma como base para clasificar las especies sociales se utiliza también para explicar la evolución de la sociedad.

11 Durkheim The Divísíon 01 Labour in Society (1949). La división del trabajo social, Buenos Aires, Schapire.

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En Las reglas del método sociológico, Durkheim no solo se ocupa de las cuestior:~s relativas a la evolució? social sino que aborda tamblen los probleI?~s de la fI­siología social, es decir, los proceso~ y aC~lvldades que mantienen la estructura de las espeCIes sOCIales. Lamen­tablemente, confunde estas ~os cues.tiones, lo .q~e lo, lleva a un tratamiento muy insatlsfact~no de la fl?lOlogla so­cial sin dar tampoco mayor clandad a sus Ideas sobre la evolución. .

Durkheim es claro, en cambi~, .en U? pur:to de CIerta importancia: sostiene que, e? ~Islologla social, los .estu­dios causales deben tener pnondad sobre l~s funclOn~­les. Como veremos más adelante; entre q~le,n~s conSI­deran análogos los métodos biológICos y ~oclOlogIC~~, hay una difundida tendencia a examinar mas la funclOn de las estructuras y actividades sociales, que sus causas. Esto es inadecuado por dos razones: I?or una part:, introduce. o parece introducir, una especie de tel~ologt.a en la exPlicación cient~ica; por o~r~, tienta al. lllves~­erador a atribuir funCIOnes a actIVidades sociales sm ~frecer una adecuada demostración empírica. Durk­heim tiene in mente estas tendencias cu~ndo habla ~e esos sociólogos que "creen que han e~hcado U? feno­meno porque han mostr~do que son uttles y ~ual es su papel, razonando como Si los hechos. solo ,eXistieran des­de el punto de vista de ese papel y sm mas causa deter­minante que el sentimiento, claro o confuso, de los servicios que se espera de ellos".12 To~o esto es ~laro y valioso, pero la insistencia de Durk~elm, en l~ l~por­tancia de los estudios causales en soclOlogla esta VICIada por su confusión ac~~ca de la natur~leza de los hechos sociales cuya causaclOn ha de estudIarse .. Tales hechos no son para él, como lo son para Radchffe-Browr;, la estructura v las actividades de las partes del orgamsmo social sino' las sociedades como tales. El resultado de esta ~oncepción es que, en su trat~mient? de las cau­sas dé la emergencia de las especI~s socI.ales (proble­ma de la evolución social), Durkhelm deja de lado la cuestión de las relaciones causales vigentes en el orga­nismo social entre actividades y estructura (problema de la fisiología social).

12 Durkheim, The Rules 01 Sociological Method, pág. 89.

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La gran debilidad del libro de Durkheim sobre el mét??o re~ide en ~l hecho de insistir en los aspectos clasifIca tonos, prop;os ~,e una concepción biológica, sin entrar en una exphcaclOn adecuada de los -métodos de la f~siología social. Gr.an parte de la labor importante r~~a~a actua~ente por los b~ólogos se ocupa de la fIslOlogIa e:;.,.'penmental, cuyo objeto es la comprensión de las relaciones causales existentes entre la estructura y los procesos de los organismos vegetales y animales. Aunq~e de base .comparativa ~ás que experimental, e~te. tIpo de estudios ~s de, gran Importancia para una dIs~lplina como la soclOlog~a. que, en su etapa clasifica­tona, solo ha logrado clasIÍlcar los hechos sociales en unidades tan gruesas como las "sociedades"; y es en este punto en el que revelan su interés los métodos experimentales de MilI, que Durkheim exaInina en el capín:lo "Reglas para establecer pruebas sociológicas". Un ejemplo de empleo de estos métodos, aunque no en la forma exacta que adoptan en la ciencia experimen­tal, es la obra de Duverger, Partidos políticos; en ella, el autor se propone ~stablec~r lo necesario y 10 acciden­tal en la concurrenCIa de CIertas características estruc-

- turale~ de los partidos políticos. . ~urlOsamente, a pesar de su empirismo, la gran de­

bIlIdad del estudio de Durkheim sobre el método reside en su extrem.a ansiedad por llegar a la fórmula gene­ral que constltuye la clave de su análisis. Si recorremos t?da~ .las fases de su e~licación del procediIniento c;entíÍlco, hallamos una reIterada referencia a la teo­na g~neral segúr; la cual el mundo social consiste en e~pecIes de. esta mdole que. guardan entre sí una rela­ClOn evolutlV.a, y el .me.carusmo que explica el cambio d~ 1fn~ especIe,: la SIguIente es el tamaño y la densidad ~mamIca c~mblantes de una sociedad. No es una teo­na que sUrja de los hechos; Durkheim la da por su­puesta y ella .mantiene !a unid~? de su metodología.

La e~pa fmal de la mdagaclOn sociológica, a la que Durkhelm llama la etapa de "la abstracción de una fórm~l: gen~ral", solo puede ser alcanzada por una a~;SI?n estrict~ a la analogía con el procedimiento blOlogIc;>, despu~~ de ;tn examen muy cuidadoso de la ana.tomla .Y la ÍlslOlogla comparadas de las diversas es­peCIes SOCIales. Además, no se llega a ella simplemente

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por "abstracción", sino que en este punto la teoría debe desempeñar un papel más creador: debe definir sus propios elementos y construir con ellos un modelo que ex-plique, de la manera más econóInica posible, la diversidad anatóInica y fisiológica que manifiestan las especies sociales. No era de esperar, sin embargo, que Durkheim descubriera tal fórmula en el curso de un breve ensayo sobre el método, y el hecho de que intro­duzca una teoría general solo sirve para oscurecer la diferencia entre las etapas finales de la investigación científica hecha a la manera biológica.

Estamos ahora en condiciones de evaluar la utilidad del tipo de enfoque "biológico" de las investigaciones sociológicas propuesto por Durkheim. En primer lugar, podemos admitir, de acuerdo con el sentido común, que en el mundo social hay "cosas" que tienen una identidad claramente distinta de la de otras y que pue­den ser descritas y clasificadas separadamente. Tam­bién podemos adInitir que es útil en tales estudios tra­tar de formular un tipo- medio con el fin de poder dis­tinguir, en estudios posteriores, lo marcadamente pato­lógico. Dé esta manera pueden realizarse los estudios comparativos de instituciones- y asociaciones o de pro­cesos como la industrialización o las revoluciones, y es posible también clasificar las "sociedades" con fines de estudios comparativos, tal como hizo Durkheim. Pero más allá de este punto, el énfasis en las semejanzas de procediIniento entre la sociología y la biología puede ser injustificadamente restrictivo y hasta, quizás, positi­vamente engañoso. Así, por ejemplo, puesto que la his­toria, adecuadamente estudiada, suministra la explica­ción de la evolución social, dividirla en especies o eta­pas sociales y luego buscar una explic<:l-ción de los pro­cesos evolutivos de una etapa a la siguiente, resultaría en algunos casos sumamente artificial. Por. el contra­rio son las especies lo que hemos abstraído del flujo de la historia. Estas abstracciones son sumamente útiles porque sirven para ~uministrar puntos de referencia al historiador, pero; como en gran m~dida se conoce su orden de sucesión y el mecanismo que les dio origen, nO requieren una ley evolutiva adicional que las expli-

-que. Esto no significa que el estudio de la evolución

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social no tenga ningún valor. Más ad~lante analizare­mos la naturaleza del cambio social. Lo que ponemos' en duda es la afirmación de que comenzamos con cosas acerca de cuya forma de evolución no sabemos nada. Ésta es una actitud artificial impuesta por la analogía con los métodos de las ciencias biológicas.

En el pc<tudio de la "fisiología social" surge una se­gunda dificultad. Evidentemente, si proyectamos ate­nernos estrictamente a los procedimientos biológicos, la fisiología social debe ocupar un lugar fundamental en nuestro pensamiento. Sin embargo, la gran debilidad de este tipo de formulación de los problemas sociológi­cos es que no se cuenta con ninguna teoría adecuada acerca de la fisiología social, y en lugar de ella habi­tualmente solo se nos ofrece una analogía. El problema real consiste en indicar cuáles son, exactamente, los ele­mentos que constituyen un sistema o una especie social y de qué manera interactúan. Ésta es de por sí una ta­rea tan vasta que es difícil considerarla como una mera subsección . de una sociología general. Es posible que las cuestiones que Durkheim examina tan extensamente sean, en realidad, marginales con reiación al problema de cómo "funcionan" las sociedades. Si esto es así po­demos preguntarnos en qué medida es conveniente con­tinuar llamando "fisiología social" al estudio del modo de funcionamiento de las sociedades, pues podría suce­der que un modelo totalmente diferente del orginico resultara más adecuado. .

Pero la principal desventaja de la explicación biolo­gizante que ofrece Durkheim del método sociológico reside en su sesgo anti-teórico que se manifiesta en su insistencia de que los hechos sociales sean consideradbs como "cosas", en su tesis empirista de que los concep­tos de tipo son promedios, en su renuencia a admitir la necesidad de alguna hipótesis teórica previa a la labor de clasificación y en su fracaso en esbozar una teoría "fisiológica". Con todo, los procedimientos propuestos por Durkheim pueden adoptarse provechosamente si se utilizan, consciénte y deliberadamente, construcciones teóricas para el análisis de los <;latos. Ya vimos, por otra parte, que el propio Durkheim se inclina hacia una teoría general, pero su resistencia a admitirlo hace que sea incapaz de desarrollarla más allá de sus rudimentos.

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LA CIENCIA COMO BUSQUEDA DE LEYES

Durkheim consideraba a la sociología comQ el inten­to de definir, clasificar y buscar las causas de la varia­ción de los hechos sociales. No hay en su obra un ver­dadero interés por el descubrimiento de las leyes de la sociedad, excepto en el aspecto de una "fórmula gene­ral" que es necesario abstraer al final .del proceso de investiaación. Esto es tanto más sorprendente cuanto que C~mte, el fundador de la tradición empirista sobre la que se apoya Durkheim, consideraba ,que, a dif~r~n­cia de lo que ocurre en las etapas metaÍlslca y teologlCa de. la investigación, la esencia misma de la etapa posi­tiva es la búsqueda de leyes. Comte ofrece la siguiente definición de esta última:

En la etapa final, la positiva, el espíritu aban­dona la vana búsqueda de nociones absolutas, del origen y el destino del universo y de las causas de los fenómenos, para dedicarse al estudio de sus leyes, es decir, de sus invariables relaciones de su­cesión y semejanza. El razonamiento y la obser­vación, adecuadamente combinados, son los me­dios para alcanzar este conocimiento. Lo que en­tendemos ahora por explicación de los hechos es simplemente el establecimiento de una conexión entre los fenómenos aislados y algunos hechos ge­nerales cuyo número disminuye continuamente con el progreso d·e la ciencia.13

. Los interrogantes a los que debemos responder se refieren a la forma adecuada de llegar al conocimiento de los hechos generales de los que habla Comte, ya los métodos que supone el descubrimiento de tales hechos. En parte la respuesta ya existe, pues el enfoque de Comte incluye los métodos clasificatorios que hemos examinado. Pero hay otro aspecto de su concepción que está representado principalmente por las palabras "relaciones invariables de sucesión". Cuando Comte afirma esto, no -se refi~re simplemente a una ciencia clasificatoria, sino a la ciencia como sistema <le leyes.

13 Comte, op. cit., vol. 1, cap. t.

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Comte no comparte la actitud anti-teórica de Durk­heim. Esto se ve claramente cuando habla de "razona­miento y observación adecuadamente. combinados". Podemos considerar que nuestro problema consiste esencialmente en la discriminación entre el papel que en la elaboración de los enunciados generales a los que llamamos leyes, desempeñan el "razonamiento", o la teoría, y el que cumplen la observación y la descripción.

En esta cuestión, la concepción empirista extrema, sostiene que se llega a las leyes por un proceso de "in­ducción", entendida a menudo en su forma baconiana simple como inducción por enumeración simple. Pero cuando se adopta esta posición -y la adoptan implíci­tamente más de los que lo admiten- surge el "proble­ma de la inducción", ya que no hay ninguna manera satisfactoria de explicar sobre una basé empirista cómo es posible pasar de una proposición que comience· "en todos los casos observados de X" a otra que comience "en todos los casos de X". Encontramos aquí, nueva­mente, que el "ascenso ininterrumpido" de "los sentidos y los hechos particulares" a "los axiomas más gene­rales", propuesto por Bacon, es imposible.

Sin embargo, una cosa es clara. El fracaso de los filósofos en resolver el "problema de la inducción" no ha impedido a los científicos descubrir leyes ni, lo que es aún más, reconocer la diferencia entre una ley que ha sido "establecida" y otras proposiciones universales que no lo han sido. Lo que sucede es que los procesos de razonamiento por los cuales llegan a esas leyes no son. en absoluto los de la inducción. Los científicos no deducen sus leyes de enunciados acerca de casos parti­culares. Comienzan tomando como hipótesis proposicio­nes universales a las que después de ciertas pruebas realizadas por medio de procedimientos de ensayo acep­tados, consideran como leyes establecidas.

El filósofo norteamericano Peirce 14 trató de poner de relieve el contraste entre la lógica que se emplea para llegar a proposiciones universales en las ciencias empíricas y la sugerida por los lógicos inductivos, ex­poniendo la naturaleza de lo que él llama razonamiento "hipotético" o "retro ductivo" del siguiente modo:

14 Peirce, Collected PalJers (1934), vol. 5, pág. 189.

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Se observa el hecho sorprendente C. Ahora bien, si A fuera verdadero, de él se se­

guiría C. Por lo tanto, hay cierta razón para suponer que

A sea verdadero.

Aunque tal procedimiento pueda parecer, desd~ un punto de vista lógico, más escandaloso que 1<1: illlSma lógica inductiva, no hay duda de que PeIrce t.Iene ra­zón. Ésta es, en esencia, la forma de razona~Il1,ent? de la que se valen los científicos para llegar a htpotem de carácter universal.

Sin embargo, el punto más importante no es cómo se llecra a proposiciones universales sino cómo se llega a est~blecer las hipótesis y a reconocerlas como leyes. En este sentido, el hecho importante que se debe des­tacar es que las leyes científicas nunca pue~en. ~er de­finitivamente verificadas; de serlo, no constltuman le­yes de la ciencia empírica. Com? .ha seña!ado Kauf­mann, la primera regla metodologlca de esta e? q~e ninguna proposición acepta~<l: en

l ~l co.r~us de la CIenCIa

está exenta de control empInco. " EXIgIr, pues, que las leyes reciban una verificación definitiva, implicaría también exigir el rechazo de esta ley. Las.leyes n~ ~~­ben considerarse como verdades estableCIdas deÍlmtl-vamente. . .. , d

El positivismo lógico, que en un p'nn~lplO trato e instituir la "verificabilidad" como cnteno para saber si un enunciado tiene sentido, halló ciertas dificultades para explicar la significa,ción. de las. le~es "generales. de la ciencia. En efecto, segun dIcho cnteno carecen ht<;­ralmente de sentido". Cuando se reconoció que ade~as de los enunciados verificados existen otros, necesanos para la ciencia y para la vida, debió en~o?~rarse p~r.a ellos una caterroría distinta de la de los jUlClOS empm­cos, y se prefirió clasificarlos como imperativos. ~S!, Schlick afirma que las leyes de la naturalez.a son ~l­rectivas recrIas de procedimiento que permIten al m­vestigador ~brirse paso en la realidad,. descubrir pro­posiciones verdaderas y prever con certIdumbre sucesos particulares" .

15 Kaufmann, The Methodology oi Social Science (1944).

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Popper ha sostenido, en contra de los positivistas, que la refutabilidad de los enunciados científicos constituye un criterio de demarcación perfectamente adecuado para distinguir a éstos de los que no lo son.16 En térmi­nos generales, cuanto más expuesta está una ley a la posibilidad de refutación por parte de enunciados bá­sicos, tanto mejor es desde el punto de vista científico. Una ley que no puede ser refutada no debe ser admi­tida en absoluto en la ciencia. Popper considera como un indicio del carácter no científico de las teorías freu­dianas y marxistas el hecho de que quienes las susten­tan las consideren irrefutables, o el de que introduzcan hipótesis subsidiarias para justificar el fracaso de las predicciones teóricas, de modo tal que la teoría misma nunca se cuestiona.

Ahora bien, sería sumamente útil poder adoptar el criterio de Popper para otorgar carácter científico a las leyes, pero antes tenemos que mencionar ciertas reser­vas. En primer término, debemos preguntarnos si, de hecho, todas las leyes aceptadas por las ciencias natu­rales satisfacen ese criterio. Incluso en física es posible que haya leyes aceptadas que no expliquen todos los hechos, pero que se admiten porque permiten al físico explicar la gran mayoría de ellos. No' podemos imagi­nar que un físico abandone una teoría que ha resultado eficaz para establecer predicciones relativas a un vasto ámbito simplemente porque una observación experi­mental de un pequeño sector de dicho ámbito parezca contradecirla. En tales circunstancias, lo más natural sería que el físico adoptara una de las que Popper lla­ma "estratagemas convencionalistas". Popper las enu­mera muy claramente:

Podemos introducir hipótesis ad hoc, o modifi­car las llamadas definiciones ostensivas ... o adop­tar una actitud escéptica con respecto a la confia­bilidad del experimentador y excluir de la ciencia sus observaciones, que amenazan a nuestro siste­ma, fundándonos en que no tienen suficiente sus­tento, no son científicas u objetivas, o incluso alegando que el ex-perimentador es un mentiroso,11

16 Popper, The Logic '01 Scientilic Discovcr}' (1958). 17 Op. cit., pág. 81.

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La dificultad reside en que, si bien puede ocurrir que tales estratagemas se utilicen de manera inadmisible· para proteger una teoría de toda posible refutación, su ~mpleo, en cambio, se justifica evidentemente en el caso de leyes. científicas muy importantes amenazadas por refutaciones muy triviales. En última instancia, esta ley es de carácter moral, pues concierne a la integridad del ·científico a cuya discreción queda confiada la cuestión.

Otro caso en el que el científico debe ejercer su dis­creción es aquel en el cual un enunciado básico refuta­do no se deduce simplemente de una ley general y cier­tas "condiciones", sino de dos o más leyes y esas condi­dones. En tales circunstancias, no está claro cuál de las leyes ha sido refutada, y, si no es posible realizar un experimento controlado, el científico tendrá que juzgar cuál de ellas es la más dudosa. En tal caso, puede to­mar la decisión de conservar una ley particular aun en presencia de la refutación de predicciones realizadas sobre ella.

Ninguna de estas reservas, sin embargo, nos lleva necesariamente a la idea de que las leyes científicas no son verificables ni refutables. Evi.dentemente, la refu­tabilidad es un criterio importante para juzgar si una leyes científica, pero no se lo puede aplicar demasiado rígidamente. Todo lo que podemos decir definidamen­te es que, cuando se producen abundantes y reiteradas refutaciones de los enunciados básicos deducidos de hi­pótesis generales, los científicos los rechazan, y que una ley científica establecida es aquella que ha resistido te­nazmente los intentos por refutarla. Otro punto que cabe destacar es que la rigidez en la aplicación del cri­terio de refutabilidad depende de la etapa de desarro­llo de una ciencia. Es de esperar que, en aquerIas cien­cias cuyo marco de referencia es claro y cuyas teorías generales están articuladas con precisión, la refutación de sus predicciones más importantes provoque la modi­ficación de la teoría. Pero toda ciencia pasa por una etapa previa de desarrollo en la que los científicos aún pugnan por crear modelos adecuados de carácter ge­neral en términos de los cuales puedan formular sus teorías. Tales modelos brindan al investigador una vi­sión general de su campo de estudio, por lo que puede justificarse la negativa a sacrificar una comprensión

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genera! importante por unos pocos casos que parezcan exc~pclOnes. Esto no conduce necesariamente al d()D'­matIsmo siempre que el ci~ntífico esté dispuesto a r~­emplazar su modelo de conjunto por otro mejor, en el caso ~n que se presente uno que dé una explicación más a~pha de los he~hos. En las ciencias sociales se sub­estlI~a con, ~emaslada frecuencia el valor de las pers­p~Ctl,:,as teoncas g~~erales y se aplica con tal rigor el cnt~no de refutabihdad que no puede surgir ninguna teona general, lo que hace que el científico no pueda ver el bosque a causa de los árboles. En lugar de reem­plazar lag.· teorías malas por otras mejores, se las recha­za a todas antes de que se las pueda articular adecua­damente.

Po~ría .?bjetarse, sin embargo, que la dificultad en la aphcaclOn del criterio de refutabilidad en las ciencias sociales deriva, no de la inmadurez de éstas sino sim­plemente de la circunstancia de que los hechos sociales son mucho más variables que los de las ciencias natu­rales. Así, s.e arguye a :reces que las leyes ·sociológicas deben ser sIempre relatlvas a una cultura específica y que nunca pueden tener la aplicación universal que tienen las de ~a ~~sica. ~undberg ha tratado de respon­der a esta obJeclOn afmnando que las leyes físicas no pretend~n tener ,:plicación. universal sino que se refie­r.en. a cIrcunstanc:as expenmentales controladas y muy hrru~adas. Al consIderar las leyes de referencia empíricá, escnbe:

Las leyes de la física no solo son circunscritas en su aplicabilidad, sino que habitualmente descri­ben un,: conducta qu~ no se da en ninguna parte en el umverso natural lllcontrolado, y que solo tiene lugar en ,condiciones d.e .I;:tboratorio, por ejemplo, en el vaclO, er: l~ SUP?SIClOn de q~~ no hay friccio­nes o en condlclOnes Ideales o teoncas. La univer­salidad de su aplicación práctica deriva de los re­finados ~ns~;umentos id~ados para medir el grado de desvIaclOn de las SItuaciones naturales reales respecto de. las condiciones ideales especificadas en el en~r:clado fo~al de la ley. Si no fuera por esas medIclOnes, la flSlca tendría que formular una ley separada para cada altura y cada velocidad

del viento. En resumen, toda comuF~d tendría sus propias leyes de la física, así ~omo \~e afirma ahora, a veces, que todo grupo cultural d~ tener sus propias leyes sociológicas. El remedio para esta última situación es, claramente; el mismo que ya se ha aplicado en la primera, es decir, seleccionar fenómenos de conducta sociales tan generales que eStén presentes en todas las culturas (p. ej.,. el Pueblo, el Trabajo y el Lugar de Le Play) y derivar de ellos medidas de variación que descri­ban en las mismas categorías básicas todas sus variaciones. lB

Lundberg sugiere luego que hay un paralelo entre el concepto de "hombre económico" y los conceptos idea­lizados de la física.

ASÍ, Lundberg. rechaza la idea de que la mayor va­riabilidad de los datos sociales hace que sea imposible el descubrimiento de leyes análogas a las de la física, y sugiere la manera de reemplazar modelos generales como los que hemos mencionado por genuinas teorías científicas. Si reformulamos su posición en los térmi­nos de Popper, podríamos decir que se requiere una precisión mucho mayor acerca de qué enunciados bási­cos pueden considerarse como refutaciones de la teoría.

La dificultad real, sin embargo, surge en conexión con la creación de las circunstancias experimentales necesarias para someter a prueba leyes sociológicas idea­les. Es verdad que, una vez establecida experimental­mente una ley física, la medición exacta de circunstan ..... cías incontroladas es el medio del que se valen los físicos para aplicar sus leyes a la predicción de sucesos reales; pero Lundberg destaca demasiado la importan­cia de lograr esos patrones de medida en la sociología, como si la introducción de métodos cuantitativos pu­diera por sí sola colocar a ésta en un pie de igualdad con la física. El problema real reside en descubrir "fe­nómenos de conducta sociales tan generales que estén presentes en todas las culturas" y en concebir medios de poner a prueba lo que se dice acerca de tales fenó­menos en su forma ideal o pura.

Sea como fuere, Lundberg insiste tan intensamente

lB Lundberg, op; cit., pág. 140.

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e!l que ~o existe diferencia de principio entre las cien­CIaS ~oclales y las naturales que no advierte que las cuestIOnes ,su~cep~bles de. ser resueltas con el tipo de le~es que el tI.ene .zn mente n~ pueden ser las que dieron o;Igen a la. c.lenCIa de la socIOlogía. El problema esen­CIal es deCIdir acerca de conceptos generales que hay que tener e!l cuenta para hacer predicciones sobre los SIstemas SOCIales. Para Max Weber, se trata de concep­tos referentes a la acción humana y su número es tan grande C?;n0 el número de fines 'o propósitos posibles de la ac~IO~. W e~er estaba interesadú, precisamente, en las exphcacIOn~s Ideales de sucesos relativos a un tipo de ~~ltur<l; partI~~lar; de aquí que sustituyera la noción de , tIpos Ideales por la de leyes universales modeladas segun las de l"7s ciencias físi~as. Más recientemente, se ha vuelto parcIalmente a la Idea de un sistema general de, leyes, pe:o se considera que el problema es mucho n;~s complej~ qt¡.e el de hacer simplemente una selec­CIOn de fen?menos de conducta sociales" universales. En la ,a~~uahdad; esta labor se encuentra en la eta a del analisls c~nceptual; está todavía muy lejos de offe­cer modelos CIentíficos y más aún de someterlos a prue-ba en condiciones experimentales. '

Parece, pues, que si nuestro patrón de lo científico es la elaboración de un sistema de leyes empíricamente re~utables como las de la física, la sociología aún está lej.o~ de ser una ciencia. Pero, sin duda sería absurdo ~XIglr qu~ .toda disciplina científica proc~da como pro­cede la flslca en su madurez. Para loo-rar alo-o similar al status de la física, una ciencia joven'" debe ~nte todo come~zar por elaborar hipótesis. Por el mo~ento est~ es caSI to~o lo.que l?s sociólogos pueden hacer, y l~ ha­cen en difere~tes nIveles de generalidad. La labor de algunos es prImariamente descriptiva, pero hay otros que. ofrecen generalizaciones inductivas a partir del es­tudI? de muchos casos, o qu~, al comparar conjuntos partIculares de dato~ de investigación, ven que tales da­tos pueden ser explIcados por algún principio relativa­men~e,'particular~zado (son éstas las "teorías de alcance m~dI? que,. s~gun Robert Merton, deben constituir el prmclpal objetIVO de la investigación contemporánea) .19

19 Mer~~n, Soci~l Theory and Social Structure (1957), IntroducclOn. TeOTla y estructura sociales, ,México, E.e.E.

36 •

Finalmente, hay quienes tratan de abarcar el campo de estudio' en su conjunto," aunque reconocen que buena parte de la labor que realizan es, por el momento, espe­culativa. Una relación más estrecha entre estos dife­rentes niveles de estudio permitirá el logro de un con­junto amp~o, bien e~tablecido y refutable de leyes relativas a SIstemas socIales. En esta etapa, todo lo que

, podemos deci~ es que la pr,etensión de la s~siología de ser una ciencIa se basa mas en la aceptacIOn de este propósito como finalidad a largo plazo que en la su­posició!l de haberlo ya alc,:nz,ado. .

Es evidente, pues, que SI bIen el mtento de modelar la sociología según la física ha conducido, en su etapa actual de desarrollo, a todo género de absurdos, tam­bién ha provocado una cuidadosa consideración por parte de los sociólogos acerca de la naturaleza lógica de las proposiciones generales y, junto con e}la, un aná~sis más cuidadoso de sus conceptos. Los capItulos posteno­res de 'este libro se ocuparán en su mayoría de los pro­blemas de análisis conceptual que se han planteado en el curso de los intentos por descubrir las leyes de la sociedad.

LA CIENCIA COMO BUSQUEDA DE CAUSAS'

El sentido común cree con frecuencia que la tarea de la ciencia consiste simplemente en una b(¡.squeda de las causas de las cosas, y no hay duda de que los pro­blemas que se plantean a los sociólogos se conciben a menudo como problemas de causación (p. ej., el pro­blema de las causas de la delincuencia o de las huel­gas). Dur~:im, cl!ando v~ .más allá de su, ~~amen de la clasifieacIOn, eXIge exphCItamente el analisls causal, y hasf'a W éber, cuya teoría soci?}ógica est.á cons~da en térmiIlos de conceptos de aCCIOn y, en CIerto sentido, de motivación (que se conciben como excluyentes de la noción "de causación), insiste en que las explicacio­nes adecuadas en el nivel del sentido deben completarse con "explicaciones causalmente adecuadas".

Ahora bien, este uso del término "causa" implica una sorprendente ingenuidad y no parece tomar en consi-

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deración la crítica a que ha estado sujeto el concepto desde la época de Hume. Por ello, dedicaremos esta sección, primero, al examen del significado de dicho término en el lenguaje científico, y segundo, a las im­plicaciones de los estudios que se basan en la búsqueda de causas, entendiendo éstas en el sentido ingenuo.

Hume mostró que no podemos hallar justificación alguna, ni en nuestras ideas ni en nuestra experiencia para afirmar que B fue causado por A y no solo qu~ B siguió a A. Todo lo que podemos inferir de nuestra experiencia es una repetida uniformidad temporal. Sin embargo, cuando hablamos de una relación causal, evi­dentemente aludimos a algo más que a una mera suce­sión temporal repetida, v una de las tareas centrales de la filosofía de la ciencia' consiste en explicar qué es ese "algo más" al que aludimos.

La clave de la cuestión parece" ser que asignamos a dicha conexión cierto carácter de necesidad, y no de simple sucesión temporal repetida, y que debemos, por <:onsiguiente, estudiar la posibilidad de dar un signifi­cado claro a esta noción de necesidad. La posición que adoptamos aquÍ es la de que, en cuanto se comprende la naturaleza de la relación existente entre las leyes ge­nerales y los enunciados básicos relativos a sucesos em­píricos, dicho significado resulta obvio. ASÍ, cuando decimos que algo sucedió necesaria, y no accidental­mente, queremos significar que sucedió lo que podía esperarse de acuerdo con las deducciones realizadas a partir de leyes aceptadas o establecidas. Por ejemplo, cuando decimos que A causó B, en lugar de decir sim­plemente que .B silf1ió a A, esto significa que B siguió a A, y que eso esta de acuerdo con nuestras e:" .. pectati­vas derivadas de leyes aceptadas.

Esta tesis parece coincidir con la de Popper, quien escribe:

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Dar una explicación causal de un suceso signi­fica deducir un enunciado que lo describe utili­zando como premisas de la deducción una o más leyes universales, y ciertos enunciados singulares, a saber, las condiciones iniciales ...

Tenemos, pues, dos tipos diferentes"de enuncia­dos, ambos elementos necesarios en una explica­ción causal completa. Ellos son: 1) enunciados·

universales es decir, hipótesis que tienen el carác­ter de leye~ naturales; y 2) er;~nciados sin&"';lares, que se aplican al suceso específICO en cuestlOn y a los que llamo las condiciones iniciales. A partir de las condiciones iniciales deducimos el enuncia­do singular "el hilo se romperá". A este enunciado lo llamamos una predicción específica o singular.

Las condiciones iniciales describen lo que se llama habitualmente la causa del suceso en cues­tión ~ .. y la predicción describe lo que se llama habitualmente el efecto.2o

Si esta concepción del significado de la causación es correcta, entonces se la podría aplicar a la so~iología del siguiente modo: Supongamos que se no~ dIce que los hogares disueltos son una causa de la delmc~enC1a; esto significa que hay una ley aceptada que af1I:rna la existencia de una relación, más o menos compleja, en­tre hogares disueltos y delincuenci~, y que, dadas las condiciones iniciales de un hogar dIsuelto, cabe esperar que ésta ocurra (por supuesto, esa ley sería estadística, y la predicción un enunciado probabilístico).

Como se observará, este enfoque del concepto de causación llama la atención sobre la referencia a leyes de tipo o-eneral implícita en los enunciados causales. Otros soclóloo-os ante la crítica de Hume del concepto de causación "h~n tratado de prescindir totalmente de él o de reemplazarlo por la noción d~ "correlació~':. El peligro de esto es que puede condUCIr a un empmsm.o extremo o al uso implícito de hipótesis teóric~s no arti­culadas ni reconocidas claramente. Como dIce Kauf­mann:

En vista del análisis crítico de la causalidad rea­lizado por Hume, una serie de filósofos y científi­cos modernos han insinuado que debemos aban­donar el uso de ese término y reemplazarlo por el de "correlación" o "función". Si bien este cambio de terminoloo-Ía puede ayudarnos a evitar algunos errores tradi~ionales, también puede conducir, y en realidad esto ya ha ocurrido, a descuidar la estructura sumamente compleja de las reglas de procedimiento que gobiernan la aceptación y la

20 Popper, op. cit., págs. 59-60.

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eliminación de leyes causales, a sugerir investiga­ciones estadísticas sin una base teórica bien esta­blecida y a provocar un énfasis desmedido respecto de la inducción por enumeración simple.21

Una crítica similar podría hacerse a aquellos soció­logos que apelan a los métodos inductivos de Mill co­mo justificación metodológ-ica del tipo de investigacio­nes causales que realizan. Es cierto, por supuesto, que los métodos de Mill van mucho más allá de la induc­ción por enumeración simple y suponen, esencialmente, un intento de refutar leyes que sostengan la existencia de una relación uniforme entre sucesos antecedentes y consecuentes; pero el gran problema que plantean es siempre el de decidir qué sucesos antecedentes son rele­vantes y, por consiguiente, dignos de ser considerados como "causas". El hecho es que la mayoría de los cien­tíficos que apelan a la concepción de Mill basan el criterio de relevancia en sus propias intuiciones teóri­cas. Los métodos son siempre mucho más útiles, sin embargo, si estas intuiciones teóricas se elaboran clara­mente primero de modo tal que la investigación causal se realice en condiciones experimentales de las que se hayan eliminado los factores irrelevantes.

El error fundamental que es necesario evitar aquí es el de suponer que Mill ha suministrado un procedi­miento supletorio a la investigación dirigida teórica­mente. Es cierto que, en un campo en el cual no hay ninguna teoría adecuada, puede suceder que debamos recurrir a esos métodos como una manera de hallar, por ensayo y error, generalizaciones empíricas del nivel más bajo. Pero tan pronto como en la mente del cien­tífico comienzan a tomar forma teorías de alcance me­dio o teorías más generales, dichos métodos tienden a convertirse tan solo en un instrumento para someter a prueba las teorías. Solo el empirista más extremo po­dría suponer que hay algún mérito en mostrar que nos hemos basado exclusivamente en tales métodos, con ex- . clusión de todo preconcepto teórico.

Por consiguiente, debemos concluir que el persistente predominio de las investigaciones puramente causales es en realidad un indicio de la extrema inmadurez de

21 Kaufmann, op. cit., pág. 94.

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la sociología, y cabe esperar que, a medida que se ela­boren teorías más adecuadas, tales investigaciones lle­garán a formar parte de un plan de investigación más amplio y sistemático.

CONCLUSION

En este capítulo hemos examinado tres concepciones distintas del método científico que han influido sobre los metodólo2'os de las ciencias sociales. No hemos afir­mado que alguna de ellas sea más valiosa o importante que las otras. En realidad, todas ellas desempeñan un papel en el plan general de la investigación científica. Pero una conclusión que se desprende claramente de los tres casos es la descollante importancia de la exis­tencia de un desarrollo teórico junto a la descripción, la clasificación, la inducción y la investigación causal., Dirigido por la teoría, cada uno de esos métodos es aclarador y provechoso; sin su ayuda, es probable que una ciencia permanezca estéril y sin plan.

Sin embargo, es igualmente obvio que la soc~ología no dispone, en la actualidad, de ninguna teoría ge­neral de· cierta trascendencia, y por ello el objeto de este libro es examinar algunos de los problemas· meto­dológicos implicados en su construcción. Cuando los hayamos discutido extensamente, será posible volver al problema deJa prueba científica en sociología.

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Sociología empirista

En el primer capítulo nos ocupamos de problemas metodológicos generales y examinamos diversos mode­los del método científico tomados de las ciencias de la naturaleza. Estamos ahora en condiciones de examiriár· algunos de los tipos de investigación social predomiÍlan­tes en la actualidad y discernir en qué medida se verían mejorados por una concepción más clara del objeto de estudio y del propósito de la investigación sociológica.

La investigación social contemporánea no escapa a la observación formulada por Merton según la cual la mayoría de los sociólogos puede agruparse en dos clases: primero, la de los que dicen: "no sé si lo que digo es cierto, pero por lo menos es significativo"; se­gundo, la de los que dicen: "no sé si lo que digo es significativo, pero por lo menos es cierto". En este ca­pítulo nos ocuparemos de este segundo tipo de investi­gación sociológica.

Lo que sorprende inmediatamente en la mayoría de las investigaciones sociales que leemos actualmente es la ausencia de todo marco de referencia claro y espe­cíficamente sociológico que guíe la formulación de hi­pótesis. En gran medida, la situación parece muy similar a la descrita por Durkheim en la primera página de Las reglas del método sociológico:

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El calificativo de "social" se usa con poca preci­sión. Se lo emplea, por lo común, para designar todos los fenómenos generalmente difundidos den­tro de una sociedad, por escaso que sea su interés social. Pero con este criterio, no hay prácticamente actos humanos que no puedan ser llamados socia-

les. Todo individuo bebe, sueña, come y razona; y a la sociedad le interesa que estas funciones se realicen de una manera ordenada; no obstante, considerarlas como hechos sociales implica .negar la existencia d~ un objeto de estudio propio de la 50ciología y confundir su dominio con el de la .biología y el de la psicología. l

Frecuentemente, los problemas investigados por los sociólogos han surgido en el curso de determinadas obras filantrópicas o en la lucha por lograr alguna re­forma social. En Inglaterra, por ejemplo, hay muchos que consideran que los estudios de Charles Booth so­bre la incidencia de la miseria sobre diferentes grupos de Londres son el principal punto de partida de la in­vestigación social empírica en ese ámbito. Detrás de todo esto parece existir la suposición de que cuando hay discusiones sobre reformas sociales, la tarea del so­ciólogo es reunir los hechos objetivos, tal como lo hi­cieron Booth 2 y Rowntree 3 • cuando despejaron mu­chos de los mitos corrientes acerca de las causas de la miseria. Sin embargo, por valiosa que sea dicha tarea desde un punto de vista moral, es necesario preguntarse si resulta importante para la sociología, es decir, si real­mente suministra alguna información acerca de la na­turaleza de la "sociedad" o acerca de las relaciones sociales existentes entre los hombres.

¿ Qué es exactamente lo que se s~pone que nos en­señan tales estudios? Fundamentalmente aluden a la existencia de un cierto número de organismos humanos cuyos recursos financieros son tan escasos que ven muy reducidas sus probabilidades de supervivencia biológica. Pero sin negar la importancia de la labor de los inves­tigadores que llaman nuestra atención en términos pre­cisos, sobre un hecho de tal naturaleza, es preciso ad­vertir que se trata, esencialmente, de un hecho bioló­gico relativo a organismos individuales o'a conjunto de organismos individuales, y que no indica nada en abso-

1 Durkheim, The Rules 01 Sociological Method, pág. 1. Las reglas del método sociológico, Buenos Aires, Schapire.

2 Booth, Life and Labour 01 the PeopLe in London (1892-1902) .

3 Rowntree, Povert}', A Stud}' 01 Town Life (1902).

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luto acerca de las relaciones que existen entre ellos, sea entre los del mismo nivel de ingresos, sea entre los de niveles diferentes. El mero hecho de que haya niveles de ingresos diferentes no nos- dice en qué sentido los de un' mismo nivel constituyen grupos, ni si tales grupos pueden ser concebidos como una "estructura de clase".

Hay tres posibilidades de argüir sobre la importanc5a sociológica de este tipo de l~bor: sost~ner que la ~~~ tribución de ingresos diferencial y las dIversas probabüi­dades de vida son, en sí mismas, elementos importantes en 10 que respecta al sistema de clase; sostener que se trata de hechos concernientes a la relación entre siste­ma económico y vida familiar y comunitaria; y, final­mente, pretender que al demQstrar que los hechos están en conflicto con mitos comúnmente aceptados, los in­vestigadores sociales no hacen sino llamar la atención sobre un conjunto importante de temas de la sociolo­gía del conocimiento.

Con respecto al primer punto, nuestra respuesta de­pende de la conce~ción. que teng~m~s a?,erc~ ~e la naturaleza de lo SOCial. SI con el termmo socIal nos referimos a las relaciones que existen entre los hombres, entonces los hechos relativos a las características obje­tivas de los individuos no nos dicen nada que tenga significación social alguna. En efecto, l¡¡. idea de ~na relación social debe aludir, sin duda, a las e:ll .. pectahvas que abrigan los hombres unos con respe.cto a otros, a los sio-nificados que atribuyen a su propia conducta y a sus "conductas recíprocas, a las normas que gobiernan su comportamiento y a otros hechos de orden similar. Es cierto, por supuesto, que el conocimiento de los in­gresos de un hombre nos permite saber qué puede esperar de los demás en las condiciones de mercado, pero para esto es necesario poseer una noción de la significación social del dinero, conocimiento que los in­vestigadores sociales no suminjstran, sino que dan por supuesto. De todos modos, lo que se quiere significar habitualmente cuando se afirma que los hechos relati­vos a la distribución de ingresos son hechos que con­ciernen también al sistema de clases, es que la posesión de ciertos ingresos asigna a un hombre un lugar, no tanto en una situación de mergado, como en algún tipo de jerarquía de status. Si esto es aSÍ, entonces debemos

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exio-ir que las suposiciones acerca del significado de. los ing':esos en términos de clase-status se hagan explíCltas. Estas suposiciones se basan m~cho men?s ~~ uP. ,cono­cimiento común, que las relatIvas a la sIgmfIcaclOn so­cial del dinero. En general, t~les hecho.s <l:c~rc,: de la distribución de los ingresos senan muy sIgnifIcahvos en relación con alguna teoría sociológica acerca de la na­turaleza de las relaciones sociales de clase, pero por sí mismos son poco reveladores. -

La segunda afirmación es, quízás, más important~. Los hechos relativos a la distribución de ingresos sumI­nistran un vínculo vital al cuadro del sistema social como un todo. Y en este punto se conectan las relacio­nes sociales de producción con las de consumo. Pero, una vez más, los simples hechos socio económicos solo suministran el punto de partida. Por una parte, debe­mos continuar explorando la posición atribuida en el sistema total a las relaciones sociales de producción en­tre individuos que tienen ingresos ~erente~, y, I?or l.a otra investigar el esquema de relaclOnes sOClales nnpli­cad~ en los diversos presupuestos familiares. Estos pre­supuestos familiares son, además, los datos sociológica­mente más significativos, pues nos informan sobre las elecciones hechas por los individuos en la asignación de bienes escasos a fines alternativos. __

El tercer punto es menos importante. Todas las con­clusiones obtenidas según estas líneas de investigación dependen, a su vez, de otros conocimientos no revela­dos en los análisis, especialmente el conocimiento.de la mitología de la clase superior. Quizás se hubiera logra­do mucho en este sentido si un Booth proletario hu­biera hecho un análisis del rico y pudiéramos leer ahora los dos juntos.

De todos modos, es necesario observar que la signi­ficación sociológica de la investigación no se atribuye a los hechos en sí mismos sino a sus implicaciones, aun­que éstas no estén, en modo alguno, exentas de ambi­güedad. El requerimiento de una investigación socio­lógicamente más significativa po significa un alejamien­to de los hechos, sino el intento de verificar algunas de las proposiciones que, al interpretarlas, aceptamos por implicación (p. ej., cuando se dice que hechos de este tipo son hechos acerca de clases).

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Otro de los temas de los que se ha ocupado más recientemente la reforma social y que tiene dimensiones más directamente sociológicas es el problema de la mo­vilidad social. Como consecuencia inevitable de la ex­tensión de los derechos políticos, ha surgido la exigencia de que las ocupaciones de mayor prestigio y, en cierta medida, de mayores ingresos sean igualmente asequibles a cualquiera, independientemente de la ocupación, los logros o los ingresos de sus padres. Hasta hace muy poco, la controversia acerca de la cuestión no fue más allá de una afirmación o una negación de los hechos formuladas sin otros elementos de juicio que algunos casos probablemente no representativos. Sin embargo, se trataba de una controversia que podía ser dirimida fácilmente, una vez que se dispusiera de fondos st,Úi­cientes para la investigación, y así, tanto en Europa co­mo en América, se han emprendido recientemente una serie de estudios para determinar el grado de igualdad de oportunidades existente en diferentes países.4

Habitualmente, tales estudios han exigido dos tipos de mediciones. En primer término, ha sido necesario des­cubrir la jerarquía de prestigio en la que el consenso popular coloca a las diferentes ocupaciones. En segundo término, se han hecho algunos intentos de descubrir, ya sea la frecuencia con que los hijos de padres pertene­cientes a un determinado grupo de ocupación adquie­ren ocupaciones propias de otros grupos, ya sea la fre­cuencia con que los individuos pasan de un grupo a otro durante su vida.

Los hechos revelados por el segundo conjunto de me­diciones son interesantes por sí mismos para los soció­logos porque, aunque no indiquen que las ocupaciones de referencia pueden ordenarse en algún tipo de jerar­quía de prestigio, muestran que, al elegir ocupación, un individuo no lo hace libremente o al azar sino que está sujeto a cierto tipo de factor causante que conti­nuamente dirige su acción en una dirección particular. Por supuesto, los factores causales pueden deberse al medio físico o ser de naturaleza biológica, pero nuestra propia experiencia nos induce a suponer, prima facie, que entre esos factores actuantes están las acciones realí-

4 Ver Glass, Social Mobility in Britain (1954).

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zadas O esperadas de parte de los otros, a las que el individuo debe tomar en consideración al planear su propio curso de a~ción. Así, l~s ~t.udios de :novilídad ocupacional nos dicen ~lgo .soclOlogIcamente lillportan­te; nos revelan una tenaenCIa por parte ~e los. padres a mejorar las probabilida~es de sus. p:OplOS hiJOS pa~a conseguir ciertas ocupaclOnes y a llillltar las op?rturu­dades de los hijos de otros. Desde el yunto de VlSb: de un individuo perteneciente a una socIedad de este ~po, esas tendencias a la acción por parte de otros conshtu­yen lo que Durkheim llamaba un factor externo o,. en otros términos un hecho acerca de la estructura SOCIal.

Ahora bien; esta línea de investigación nos lleva a plantearnos los siguientes interrogantes:

¿ Qué agrega a tales estudi.os la prueba de 9u~ ~a movilidad de un grupo ocupaclOnal a otro es un mdiclO de tránsito de un grupo de prestigio a otro? ¿ Qué sig­nifica afirmar que las ocupaciones tienen diferentes grados de prestigio? Caben aquí dos respuestas.: una empírica inmediata y otra teóri~a. Según la .~rlillera, al individuo que ingresa en un tIpO de ocupaclOn se lo considera no solo como el poseedor de los derechos y deberes de su rol ocupacional, sino también como al­guien de quien puede decirse que tiene tal grado de prestigio. Los problemas teóricos surgen cuando nos preguntamos qué tipos de conducta c~be espe:ar de quienes formulan respecto de los demas este ~'p0 de afirmaciones. Lo que queremos saber, como soclOlogos, es qué nuevo factor externo (en la forma de una con­ducta esperada de otro~ individuos) se <:oloca:~ en el camino de aquel de qUlen se hace tal aÍlrmaclOn. Por supuesto, la respuesta a este probleT?a de,be. hallarse de modo empírico tratando de descubnr que hpos de con­ducta se correlacionan con la afirmación "X tiene X grado de prestigio". En la práctica, sin embargo, tal investigación empírica requen:í;:; una exploraci?n pre­liminar del concepto de prestigIo para .deterJ;nmar los tipos de con~ucta ~J.l!-e vale la p~na mveshgar .. P~r ejemplo, podna ser utIl establecer SI cuando a un mdi­viduo se le acuerda verbalmente un alto grado de pres­tigio se le reconoce también el derec~o de ejercer una "legítima autoridad", en contextos ajenos a su ocupa­ción (es decir, a dar órdenes que serán obedecidas por

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razones diferentes de la capacidad del individuo de usar la violencia física). En este caso, el hecho de que w:¡ individuo diga "la ocupación ,X tiene X grado de prestigio" sería un indicio de su reconocimiento de que hay ciertos hechos estructurales o externos muy impor­

. tantes en esta situación. En verdad, lo que indican, de manera totalinente in­

cidental, estos estudios de movilidad social es que los seres humanos están limitados en su conducta por la existencia de un medio consistente en las acciones espe­radas de sus semejantes. La tarea principal de la so­ciología debe ser describir este medio social. La limita­ción de los estudios mencionados radica en el hecho de que se limitan a describir un aspecto muy restringido del medio social, a saber, aquel que presenta interés desde el punto de vista práctico de un reformador. Así, se cree comprender claramente qué significa "gozar de prestigio" y se lo considera como un bien en sí mismo; la atención se dirige entonces al grado de igualdad de oportunidades para alcanzar este estado feliz. El peligro de esto es que implica limitar el ámbito de los estudios sociológicos a trabajos concernientes a los problemas ad­ministrativos de una sociedad particular en la cual haya, en gran medida, acuerdo acerca de los valores; de esta manera el marco básico de referencia es estáti­co. Se introduce un enfoque nuevo y más dinámico si se reconoce que el conjunto de actitudes indicadas por la frase "la ocupación X tiene X grado de pres­tigio" es complejo y puede cambiar. Por ejemplo, po­dría suceder que en la mente de una población la con­ciencia de una escala de prestigio particular estuviera acompañada de la aspiración a modificarla; en tal caso, la inversión o la destrucción del orden de prestigio podría constituir un móvil más importante que alcanzar prestigio dentro de ella. Una vez que se introduce esta perspectiva comparativa, el marco de referencia de los estudios 'sobre movilidad se hace problemático, y el nue­vo problema que surge es: "¿ Por qué, en este país, se desea la movilidad dentro de un orden de prestigio particular más intensamente que la modificación de ese orden en sí mismo?"

Al parecer, la renuencia a considerar esta cuestión no deriva solamente del deseo de abordar un problema

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por vez; supone más, bien un juicio d~. valor por parte, de los sociólogos, segun el cual la movIlida.d entre cl<l:s,es· de prestigio es más deseable que cualqUIer aIteracIOn de la jerarquía. Pero estas palabras no deb~n tomarse como una crítica; como señalaremos en capI~los ](OS­teriores, toda selección de problema; pa!-"a la mv.estIga­ción supone juicios de valor de algun tIpO. Lo unpor­tante es hacerlos explícitos, y ~o pretender que. estos estudios son, simplemente, ladnllos para constrUIr un conocimiento "objetivo".

Sin embargo, debe señalarse también que los estu­dios sobre movilidad pueden realmente deformar la verdad acerca de la situación social particular a la que se refieren. Por ejemplo, es po?i?le que al pedir ~ un arupo de individuos que claSIfIquen las ocupaCIOnes ~eaún el prestirrio que, en su opinión, les otorga el con­se~so popular, ose dejen de lado otras .actitudes de es~s mismos individuos que pueden ser Importantes. ASI, puede ocurrir que alguien esté de acuerdo en que se otorga popularmente cierto ~rado de prestigi~ .. a un director de empresa, pero opme que ese preStigIO no es merecido. Muchos de los estudios realizados hasta ahora no tienen en cuenta la posibilidad de tales acti­tudes, aunque ellas influyen profundamente sobre las conclusiones que se extraen. ,

El punto fundamental que debemos d:stacar aq,:í es que el sociólorro se ocupa de los determmantes sOClates de la conduct~ humana, es decir, trata de descubrir las expectativas de la conducta .de otros que el ~ndivi~,;o que actúa en un sistema SOCIal toma en consIderacIO~ al planear su propia acción .. Lo~, est,:di.os sobre mo~­lidad solo brindan una exphcacIOn lunItada y parCial de esos determinantes. Su principal valor reside en ex­poner el grado en que se alcanza la movilidad social, dada la existencia de ciertas valoraciones de status en la mente de la población, pero de ningu~a manera brin­dan una explicación completa de los SIstemas de clase y de status existentes. . ., ..

Menos aún puede suponerse que contnbUIra a nues­tro conocimiento de los sistemas sociales existentes otro de los principales intereses de la inves~9ación social contemporánea. Se trata de la preocupacIOn por el es­tudio estadístico de las causas de diversos fenómenos

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sociales patológicos tales como la delincuencia. Lo que muestran tales estudios es que hay correlaciones entre la aparición de la conducta delincuente y la de otros fenómenos físicos, biológicos y sociales. Esto puede ser muy útil desde el punto de vista de la comunidad, ya que las modificaciones de las circunstancias relaciona­das pueden permitir la eliminación de la conducta in­deseable, pero no nos lleva muy lejos en nuestro intento por comprender la estructura social o los determinan­tes sociales de la conducta. Para lograr esta compren­sión tendríamos que conocer el tipo de conducta espe­rada por parte de otros que lleva al delincuente a embarcarse en su trayectoria criminal. En este sentido, las correlaciones de los estadísticos pueden sugerir los problemas que se presentan, pero no siempre permiten resolverlos. Así, por ejemplo, si se mostrara que hay una correlación entre "hogares disueltos" y delincuencia, aún necesitaríamos conocer qué factores de la conducta de padres divorciados o separados operan como condi­ciones que llevan al hijo hacia aquella. Por supuesto, en este caso la controversia se refiere tan solo al grado de detalle en la presentación de los factores sociales causantes, pero habitualmente los descubrimientos del estudioso de la patología social se dan en un cuerpo mucho mayor de hallazgos relativos a factores causales de toda especie, y sus investigaciones añaden muy poco a nuestro conocimiento de la estructura social.

En realidad, todos los casos mencionados hasta aho­ra, añaden poco a dicho conocimiento, pues su interés principal es la reforma social de algún tipo. Por 10 tan­to, si se pretende lograr una descripción de los deter­minantes específicamente sociales de la conducta, es necesario apartar la atención de los problemas inme­diatos de la reforma y dirigirla hacia una descripción mucho más sistemática de las relaciones sociales exis­tentes y de las expectativas recíprocas que alimentan los individuos, cuando forman parte de sistemas sociales.

Parece, pues, que es posible obtener más resultados de naturaleza sociológica en los trabajos de los estudio­sos que se han limitado a investigar las instituciones sociales que en los de los reformadores. Creemos por ello que es conveniente que nos ocupemos ahora de una de las escasas descripciones existentes de los méto-

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dos empleados po.r ese tipo de ~nvestigadores. Se trata de la obra de Sldney y Beatnce Webb, Methods 01 Social Study.5 ."

A diferencia de alrrunos de los otros socIOlogos empl­ricos a los que nos hemos referido, los Webb parecen comprender que la pretensión de e.studiar h~chos s~­ciales y no simplemente hechos de Importancl~ .admi­nistrativa plantea ciertos pro~lemas ~etodologlcos y epistemológicos. Así, ya al conuenzo, dicen:

Consideremos ahora la naturaleza de los fenó­menos propios del ámbito de la .socio~ogía. No. se trata de fenómenos de la matena arumada o ID­

animada sino de las relaciones existentes entre los seres humanos que viven agrupados. Es posi?le conocer y describir esas relaciones como tale~, ID­

dependientemente de los seres hurr:anos a qUl~nes conciernen, aunque no sin ellos. BIen se ha dicho que una institución social "es una parte madura, especializada y relativamente rígida de la estruc­tura social".

Nuestro problema, sin embargo, consiste en saber si, de hecho, "es posible conocer y describir c~mo tales, independientemente ~e los s~;es,.humanos. a qUlen.es con­ciernen aunque no sm ellos , 'las relaclOnes eXistentes

, . d "6 El entre los seres humanos que VIven agrupa os gran mérito de los diversos tipos de sociología empírica. que hemos examinado hasta ahora es que sus conclUSIOnes hacen referencia a hechos demostrables y, en verdad, medibles; pero, como vimos, están sujetas a la crítica de que no se refieren necesariamente a la clase de he­chos que deben constituir la preocupación especial de los sociólorros. Los Webb, por otra parte, centran su aten­ción en el estudio de las relaciones sociales. Pero, ¿ en qué medida es posible observar tales relaciones so?iales y, por ende, en qué medida es posible hacer enunCiados verificables acerca de ellas?

En este capítulo nos hemos re~e~ido de dive:sa~ ::na­neras al· campo de interese,~ específlca~ente socI<;>logICO, y hemos dicho que abarca los determmantes sOClales de

5 Sidney y Beatrice Webb, Methods oi Social Study (1932). 6 Op. cit., pág. 17.

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la conducta", "los hechos externos al individuo en cuan­to forma parte de un sistema social", "las expectativas que tiene un individuo acerca de la conducta de otro". etcétera. Usarnos estas formulaciones más bien engorro: sas porque, a diferencia de la escueta expresión "rela­ciones sociales", sugieren dónde buscar confirmación empírica para- nue~tros enunciados sociolóO'icos. Los Webb definen simplemente su campo corno "'el estudio de las relaciones sociales, formulación sumamente sa­tisfact~ria porque es una noción muy familiar para c.ualqmer ser humano; pero el problema no consiste simplemente en saber si otros seres humanos compren­den o no de qué hablamos cuando hacemos aserciones sociológicas, sino si' podernos o no ofrecer algún género de prueba empírica de lo que decirnos. Inevitablemente, los Webb deben enfrentar este problema. La conclusión a la que llegan es que "una institución" es "una enti­d~d inco!pórea e. inmaterial, que no puede ser vista, Olda, saboreada ID tocada e'n su totalidad". 7 Pero, pues­to que es esencial para la: sociología algún tipo de contacto sensorial con los objetos del. discurso, afir­man que la naturaleza de una institución "en su tota­lidad" debe ser inferida de sus "manifestaciones par­ciales".

Antes de entrar a examinar en qué consisten éstas, debe observarse que los W ebb parecen adherir en este punto a una tesis metafísica que rechazarían los cientÍ­ficos en su mayoría. En efecto, conciben el mundo co­rno integrado por entidades inobservables que solo se conocen por inferencia a partir de sus manifestaciones parciales, en tanto que la mayoría de los científicos juzgaría más aceptable considerar esas entidades como invenciones, corno construcciones teóricas, cuyas leyes de conducta explican los fenómenos observados. O al , " , menos, se mostrana agnostlca con respecto a la cues-tión metafísica de si tales entidades teóricas correspon­den o no a entidades inobservables del mundo externo.

Sin embargo, los estudiosos de la conducta humana h!lllan e~a. concepción difícil de aceptar. Ya que, en la Vida cotidiana, todo el mundo sabe qué se entiende por una relación social, parece artificial afirmar que esa

7 Idem, pág. 17.

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noción solo se refiere a una entidad teóric<l,en ténninos de la cual se interpretan los fenómenos observados. TIa razón de esto se halla en la peculiar complejidad de los problemas epistemológicos de las ciencias sociales. El hecho es que' los científicos sociales, en cuanto seres hu­manos, continuamente interpretan la conducta de sus semejantes de la misma manera en que lo hacen los hombres a quienes ellos observan, es decir. en ténninos de entidades teóricas. El inconveniente radica en que el sociólogo interpreta teóricamente la conducta de seres humanos que, a su vez, realizan continuamente inter­pretaciones teóricas de sus conductas recíprocas.

Ilustremos lo anterior con un ejemplo. Un hombre ligado a una relación particular, por ejemplo, el ma­trimonio, interpreta constantemente la conducta de su esposa corno condicionada por ~~ relación matrimonial existente entre ellos; pero el soclOlogo, al observar a ese hombre, interpreta su conducta hacia su mujer como condicionada por esta relación y observa también, entre otros aspectos de ella, el. hecho de que él cree en la existencia de dicha relación.

El peligro reside en que el sociólogo torne como prue­ba de la existencia de una relación social la creencia que observa en los actores. Por lo tanto, debemos tener siempre la precaución de hacer una triple distinción entre la conducta observada, las interpretaciones teó­ricas que los individuos hacen de sus conductas recípro­cas (a las que podríamos llamar "teorías de los parti­cipantes") y las que hace el sociólogo de la conducta de aquellos a quienes observa. Si no hacemos esta dis­tinción, corremos el riesgo de tratar corno "hechos" a entidades cuya existencia no ha sido probada en modo alguno.

Las "manifestaciones parciales" propuestas p.er los Webb incluyen de hecho elementos dy los tres tipos; en particular, no hacen las distinciones necesarias entr~ las conductas observadas y las teorías de los participantes. Su anúlisis aparentemente meticuloso del valor proba­torio de diversas fuentes de datos se basa" en efecto, en distinciones diferentes de las que hemos hecho aquí. Por supuesto, es importante pesar el valor relativo de los documentos, la literatura, los informes de entrevistas y los informes directos de observación, pero la distinción

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fundamental que debe hacerse es entre informes -cual­quiera que sea su forma- que registran observaciones e~ té:minos conductistas. e informes que pretenden alu­dIr dIrectamente a relacIOnes sociales.

En resumen, al tratar de describir las instituciones socia~e~ con exactitud científica, es necesario, primero, descrIbIr exactamente la conducta observada y, segun­do, tratar de discernir si es posible construir algún modelo pipotético y teórico que haga posible predecir esa. conducta. La importancia de esta segunda etapa resIde en que nos permite ofrecer una explicación mu­cho más económica de lo que vemos. La interpretación que dan los participantes de sus conductas recíprocas puede suministrarnos hipótesis útiles que podremos adoptar y utilizar de manera científica, pero no se la debe confundir con los hechos observados ni con las propias interpretaciones teóricas del socióloo-o.

La difer.e,ncia entre las teorías de los participantes y las del socIOlogo resIde en el hecho de que las últimas están sometidas a procedimientos de verificación. Si son verdaderas, deben ser capaces de resistir la Drueba de ensayo en condiciones experimentales o casi e'xperimen­tales. Esto presupone que las teorías en términos de las cuales el sociólogo interpreta la conducta cuando habla de "instituciones", estarán también sometidas a tal prueba independiente. Cabe preguntar entonces si se dispone de tales teorías en el estudio puramente tm­pírico de las instituciones, una por una, y, en caso de ~o s~r a~í; si el sociólogo, ya que no puede pretender Ir_mas al~a de lo que 10 han hecho los participantes al elaborar mterpretaciones en gran parte intuitivas de la conduct~ recíproca, debe limitarse a informar sobre la conducta observada.

Esto plantea el importante problema de saber si los estudios puramente empíricos de las instituciones pue­~en considerarse estrictamente sociológicos o si son sImplemente historia, entendida en el sentido estricto de este término como descripción de lo sucedido. En el caso en que movidos por el deseo de no ser in­neces<l;riamente pedantes aceptemos que hay cabida en la socIOlogía para los estudios puramente descriptivos cabe preguntarse también si ésta no tiene una tare~ adicional, más allá de la mera descripción.

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En realidad, todos los estudios de los que nos he:n~s cupado hasta ahora son fundamentalmente descnptI­

°os . Cómo avanzaremos más allá de esta etapa? La v . él' d espuesta habitual es que debemos usar e meto o com-~arativo. Cabe preguntarse c~ál es e~ obje~~o de este método, ya que a veces s~, tIene la. lillpre~IOn de que quienes hacen tal afirmacIOn solo tIenen m mente la . dea de enumerar una serie de casos para luego extraer 1 . 1 intuitivamente conclusIOnes genera es.

El punto de vista que adoptamos aquí es. q~~ el método comparativo se usa cuando no hay posIbI~Idad de experimentación, para mostrar que l~s conexIO~es observadas entre los hechos no son accldent~les smo necesarias. La lógica subyacente en él es, esencIalmente, la misma que la de un e:x-perimento.

No obstante, los vVebb, como muchos otros científi­cos sociales, se muestran confundidos a este respecto, aunque en un pasate parecen comprender la relación existente entre el meto do comparatIvo y el experimen­tal cuando dicen:

El uso limitado que se ha hecho de la e:x-peri­mentación. .. hace indispensable el hábito cons­tantede comparar unas observaciones cualitativas con otras. Esta acumulación de muchas observa­ciones, aunque solo sean cualitativas o solo permi­tan realizar mediciones imperfectas, puede ser equivalente a una verificación efectiva; una v<:r~­ficación. es verdad ... , de un grado de probabllI­dad bajo, como aquel en que se basa, en general, la acción del mundo.8

Luego parecen confun?ir el problema de la prueba por el método comparatIVO con otros dos proble~as: el de la medición exacta y el del logro de generalIza­ciones adecuadas por el método de inducción por enu­meración simple. Así, aÍÍrman:

En los tratados especializados de lógica... las referencias de los autores a la verificación parecen aludir, principal y habitualmen;e, a la que cons~­deran como etapa final del metodo de descu?n­miento, a saber, la de transformar 1lna generaliza-

s Idem, pág. 220.

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ción hipotética en una teoría demostrada o una le~ de la naturaleza. El investigador sociológico, mas modesto, no habla de leyes de la naturaleza y es cauteloso aun con respecto de las generalizacio­nes amplias. Se da cuenta de que en la actualidad s~. ciencia está lejos de la etapa alcanzada por l~ flSlea o la química y que se halla más bien en la situación en que se hallaba la historia natural en la época de Cuvier y Buffon.9

L<;t ;eferenci~ a ~a hi~toria natural indita una actitud empIrIsta comun; unplica que, reuniendo una serie de especímenes, se tendrán posiblemente suficientes datos como para ofrecer una descripción exacta. Pero sin duda, aun el método de la recolección de espec~enes ~ebe desem~ocar eventualn;ente en el planteo de cues­uones exper~en~~les o caSI experimentales. En alguna etapa, la eXIste,nCIa de una actividad o un elemento estructural parucular se presentará como problemática por aparecer en algunos casos pero no en otros 'enton~ ces, s~rá ne~esar!? .realizar experimentos o hac~r com­paraCIOnes sIstematIcas para descubrir los otros elemen­tos que .están relacionados causal o necesariamente con el antenor. . Una vez alcanzada esta etapa, ~e plantea la conocida pregunta sobre qué otros factores presentes pueden ser los factor~~ causales y, como tales, dignos de examen. Tal cuestIOn apunta inmediatamente hacia la necesi­dad de formular hipótesis teóricas. Pero en lugar de enfrentarla, los Webb se refugian en un exam~n del c?n..tr~ste entre las. ~bservaciones cualitativas de la so­cIOlogIa y las medICIOnes exactas de las ciencias natu­rales.

Si. se hubiera reconoc.ido desd~ el comienzo, que todos los mtentos por orgamzar los Informes relativos a la ~~md~ct~ obs,t;rvada de los individuos en términos de mstItucIOnes suponen una construcción teórica este

pr~blema no s~ habría planteado de manera tan a~da. LeJOS de ser CIerto que las hipótesis teóricas se ponen a ~~ueba en una etapa tardía de las observaciones del socIOlogo, lo que realmente sucede con ellas es que se las construye y se las somete a prueba, si bien incons-

9 Idem, pág. 218.

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cientemente, bajo la apariencia de un simple acto de observación. El hecho es que, al tratar ae descubrir el tipo de relaciones sociales existentes en una institu­ción, primero formulamos una hipótesis, por inferencia a partir de la conducta observada o de sugerencias contenidas en las "teorías de los participantes", y luego las sometemos a una posible refutación en "numerosos casos". El empirista que pretende lirnitarse'a los hechos, termina realmente por utilizar intuiciones' teóricas os­curas, a las que solo somete a prueba de una manera indisciplinada y asistemática. La. importancia de la teoría sociológica reside, precisamente, en la ayuda que presta a la formulación y examen de esas hipótesis.

Estamos ahora en condiciones de extraer ciertas con­clusiones acerca de la sociología de orientación empi­rista, es decir, de la mayor parte de la investigación social contemporánea. Hemos visto que buena parte de ella se ocupa simplemente de suministrar datos exac­tos para ser utilizados en reformas sociales o en la administración. En tales estudios se destaca la impor­tancia de la medición exacta de los fenómenos en cuestión pues se supone erróneamente que, en este ni­vel, el uso de métodos cuantitativos es lo distintivo de la ciencia empírica. El gran defecto de esas investiga­ciones es que, sea cual fuere su utilidad o su valor mo­ral, no distinguen los determinantes sociales de la con­ducta humana de otros determinantes; es verdad que también se los estudia, pero habitualmente se ignoran sus aspectos sociológicamente más significativos, porque deliberadamente se los define de modo que resulten fácilmente mensurables. Esto es particularmente claro en los estudios sobre movilidad social: para que el gra­do de transición de un status a otro pueda medirse con facilidad, es necesario definir de la manera más simple posible los diversos grupos de status; de aquí que se ignoren los aspectos de éste que, desde el punto de vista sociológico, son más significativos y problemáticos.

Esto no implica una crítica de las definiciones ope­racionales como tales; en último análisis, la ciencia de la sociología, como cualquier otra ciencia, depende de la confirmación empírica, y la mejor manera de lograrla es mediante la introducción de definiciones operacionales y mediciones, pero no todos los datos pre-

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sentados en forma cuantitativa son significativos para e el sociólogo. Lo que debemos hacer en socioloO"Ía para

obtener datos cuantitativos es comenzar construyendo algún tipo de modelo teórico preliminar y luego idear :nedios para medir las variables relativamente comple­jaS que supone tal modelo. Sacrificar la claridad teóri­ca para obtener fácilmente datos cuantitativos es, para el sociólogo, un pecado por lo menos tan grave como sacrificar la exactitud de la medición para lograr cla­ridad teórica; en realidad, lo es todavía más, porque si se obtiene una verdadera claridad teórica, será po­sible lograr la confirmación cuantitativa de las hipóte­sis teóricas, mientras que las definiciones operacionales demasiado simplificadas pueden incluso impedir el lo­gro de esa claridad.

El otro tipo de empirismo que ha desempeñado un papel importante en la investigación sociológica es, co­mo hemos visto, el empirismo del historiador y del estudioso de instituciones sociales. La crítica principal en este aspecto no es que tales autores ignoren los datos sociológicamente significativos sino que, por subestimar la complejidad de los problemas metodológicos que plantea la verificación de los enunciados sociológicos, tienden a considerar las construcciones teóricas com­plejas, tales como las "relaciones sociales", como si fueran entidades observables. El resultado de esto es, en última instancia, la incapacidad de obtener una ve­rificación exacta de las hipótesis sociológicas. De aquí derivan las dificultades en las que se encuentran los IN ebb cuando examinan el proceso de verificación; se ven obligados a afirmar que la sociología debe siempre limitarse a un grado mucho menor de exactitud en la verificación que las ciencias físicas.

Hemos sugerido también que la sociología empírica raramente va más allá de la etapa de la descripción. Cuando lo hace, pretende usar el método comparativo pero, como carece de todo tipo de orientación teórica, nunca resulta muy claro cuáles son las variables im~ portantes que es menester comparar.

Parece, pues, que la necesidad primordial de la so­ciología contemporánea es la construcción de alQÚn tipo de modelo provisional de relaciones y sistemas ~ociales. No pretendemos que sea necesario apartarse totalmente

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de la dirección empírica y lanzarse a la construcción de sistemas abstractos, pero el primer paso esencial es tratar de descubrir cuál es el objeto de estudio que los sociólogos consideran como propio y, una vez hecho esto, es menester idear los medios para verificar enun­ciados que incluyan términos específicamente sociológi­cos. Por esta razón, dedicaremos el capítulo siguiente al examen del objeto de estudio de la sociología.

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El objeto de estudio de la sociología

En el capítulo anterior vimos el dilema con el que se enfrenta una sociología empirista pura: o bien se limita a hechos que, aunque demostrables y medibles, no son necesariamente sociológicos, o bien alude a re­laciones e instituciones sociales como si fueran entida­des directamente obervables, con lo que se ve obligada luego a admitir que sus conclusiones son vagas e incier­tas. ¿ Podemos plantearnos entonces la posibilidad de alguna salida para este dilema?

La que sugerimos aquí consiste en establecer, ante todo, una distinción clara entre los determinantes so­ciales de la conducta humana y los determinantes de otro tipo, y luego definir adecuadamente "lo social" en términos empíricos, es decir, mostrar qué tipo de enunciado sería una verificación empírica de un enun­ciado sociológico. Ya hemos visto que un tipo de socio­logía empírica' no logra realizar adecuadamente la pri­mera tarea mientras que el otro no logra realizar la segunda. Lo que . queremos destacar aquí es que los enunciados sociológicos (es decir, los enunciados acerca de "relaciones sociales") se refieren a entidades teóri­cas complejas. Esto no significa que no puedan ser sometidos a prueba empírica; toda ciencia, más allá de los niveles más rudimentarios, hace referencia a ta­les entidades teóricas. Lo que sí quiere decir es que se bace necesario elaborar algún conjunto de reglas que sirvan para identificar los enunciados relativos a enti­dades empíricas que pueden ser considerados relevan­tes para la v~rificación o refutación de proposiciones teóricas. La esencia del problema de definir el objeto

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de estudio de la sociología reside en mostrar .qué enti­dades empíricas son pertinentes en este sennd,o. Dt;r­kheim fue el primero de los maestros de la teona SOClO­lóQ'Íca que abordó este problema y será útil comenzar n;estro examen considerando las dificultades que en­contró al hacerlo.

LA DEFINICION DE LOS HECHOS SOCIALES COMO "EXTERNOS"

Durkheim comienza reconociendo claramente que hay una clase distintá de determinante~ ~specífica~.en­te sociales de la conducta. Su caractensnca específlca, serun la primera formulación de Las reglas del método so~iológico, es su carácter externo desde el punto. de vista de un individuo que participa del sistema sOClal. Así, escribe: "Cuando cumplo mis obligaciones como hermano, marido o ciudadano, cumplo deberes que es­tán definidos fuera de mí mismo y de mis actos, por la ley y la co~tumbre. Aunque correspondan a mis pro­pios sentimientos y yo sienta subjetivamente su realidad, tal realidad es objetiva, pues yo no la he creado ... " 1

Por nuestra propia experiencia de participación en sistemas soeiales sabemos muy bien qué quiere decir Durkheim con esto. Es evidente que en la vida coti­diana distinguimos los determinantes de nuestra con­ducta que provienen de nuestro interior de esos factores expresados por los términos "obligación",. "contrato", "deber", "ley" y "costumbre". ~e:o afirmar esto, no equivale a resolver el problema adlclOnal de saber como deben estudiarse empíricamente tales hechos. Deb~mos saber si además del criterio de que los h.echos SOCiales parecen ejercer una coe.r~ión externa des,de .el punto de vista del actor partlctpante, hay algun otro que permite al observador diferenciarlos, por así decir, des­de ~fuera. . Durkheim ofrece tal criterio. Un hecho social, nos dice es "toda manera de actuar que sea general en una' sociedad dada y que, al mismo tiempo, exista por

1 Durkheim Th.e Rules of Sociological Method, pág. 1. Las reglas del método sociológico, Buenos Aires, Schapire.

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derecho propio, independientemente de sus manifesta­ciones individuales". Ahora bien, la única clase de hechos que se ajusta a ambas definiciones es la de las leyes, pues éstas, evidentemente, son externas al indi­viduo en el sentido subjetivo y existen por derecho propio, independientemente de las uniformidades de conducta a las que dan origen. Así, cabría esperar que Durkheim otorgara gran importancia a los códi­gos legales como fuentes de datos, y esto es lo que hace, especialmente en su obra La división del trabajo social.

Pero para no apresurarnos a concluir que tenemos aquí una adecuada y tajante demarcación de los datos sociológicos, debemos hacer dos observaciones. La pri­mera es que el estudio empírico de las leyes supone en sí mismo un procedimiento metodológico complejo; y la segunda, que el ámbito de los datos sociológicos no queda en modo alguno agotado con este estudio.

Con respecto al primer punto, es importante pre­guntarse qué significa afirmar que las leyes existen "en {5eneral en una sociedad dada" y "por derecho propio, mdependientemente de sus manifestaciones individua­les". Lo que existe es, por una parte, una conducta uniforme en la mayoría de una población, y, por otra, un trozo de papel con palabras escritas en él. ¿ Qué conexión hay entre ellos y qué derecho tenemos a su­poner que, dado el trozo de papel, habrá una conducta uniforme, o' viceversa? Por supuesto, podría responder­se que hemos descubierto empíricamente que el "trozo de papel" denota una tendencia por parte de otras personas a aplicar sanciones a los inconformistas po­tenciales; por eso sería de esperar que, en una fase de su desarrollo, Durkheim dirigiera su atención hacia esas sanciones considerándolas como el tipo principal de hecho social.

Pero otra respuesta posible es la de que nos equivo­c.amos al suponer que las leyes son hechos empíricos slIllples. Como se nos fija con demasiada facilidad la imagen de los rollos de pergamino o las tablillas de piedra tendemos a concebir la ley como un objeto casi material, pero la esencia de la ley no es el material en el que se la publica sino su significado. Cabe pregun­tarse si este significado es algo que pueda estudiarse

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empíricamente aparte de la conducta de los individuos a quienes afecta.

Sin duda, lo cierto es que el "trozo de papel" tiene un efecto sobre la conducta de los actores pues éstos reconocen la probabilidad de que la no conformidad con sus dictados signifique la aplicación de sanciones contra ellos. Quizás pueda concebirse este reconoci­miento como producto de un' condicionamiento en ei sentido pavloviano, pero estaría mucho más de acuerdo con nuestra ex-periencia afirmar que, cuando recono­cemos que el "trozo de papel" contiene "leyes", lo que hacemos es teorizar acerca de él. En otras palabras, la admisión de que el trozo de papel contiene instruccio­nes obligatorias se debe a la existencia de lo que hemos llamado "teorías de los participantes" acerca de su mundo. Podemos preguntarnos entonces si el hecho de que Durkheim acuda a los códigos legales como fuente de datos sociológicos no significa una manera de re­currir a las "teorías de los participantes" como medio de explicar las uniformidades de conducta.

La tesis que adoptamos es que eso es justamente 10 que él hace y, por otra parte, no habría ningún pe­ligro en ello si lo reconociera asÍ. Las teorías de los participantes son una fuente muy útil, de la que es factible extraer hipótesis y construir teorías. Una vez hecho esto, podemos confrontar las uniformidades de conducta obse~'vadas con explicaciones teóricas de este tipo: "es posible considerar que se ejerce una coerción sobre la conducta de esos individuos por parte de una ley que exige la conducta C". La prueba de tal pro­posición estaría en informes sobre la aplicación de san­ciones a los inconformistas o en la creencia ex-presada por los participantes de que tales sanciones serían apli­cadas. Esto es lo que queremos significar cuando de­cimos que la ley existe separadamente de las unifor­midades de conducta de los individuos que la aceptan. La noción de "ley" es algo que construyen los partici­pantes y los observadores para explicar económica­mente la correlación entre esas uniformidades en la conducta de los participantes, la existencia indepen­diente de un trozo de papel escrito y la aplicación de sanciones o la creencia en la probabilidad de su apli­cación.

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Estas formulaciones pueden parecer innecesariamen­te pedantes, pero nos ayudan a evitar algunas de las dificultades que encuentra Durkheim cuando considera: como tiene que hacerlo necesariamente, otros tipos de datos diferentes de los códigos legales, pues en tal caso busca constantemente entidades empíricas o casi empí­ricas equivalentes a leyes.

En algunas circunstancias, no parecen existir enti­dades semejantes. Existen, por supuesto, en lo que Durkheim llama "las maneras de actuar" impuestas en nosotros por la educación pero no en el caso de la conducta uniforme de multitudes o en el de las reQ"ula­ridades estadísticas indicadas por el índice de suicidios, dos tipos de fenómenos sociales de los que Durkheim se ocupó mucho. En cuanto al primer punto, Dnrkheim buscó la solución del prohlema identificando algún gé­nero de "corriente social" o "mentalidad de grupo".

Así, escribe: "Hay otros hechos que carecen de una forma cristalizada pero que tienen la misma objetivi­dad v el mismo ascendiente sobre el indi\'icluo. Son «corrientes sociales». Por ejemplo, los graneles mO\"imien­tos de entusiasmo, indig'nación o piedad ele una mul­titud no se originan en nin,guna ele las conciencias in­dividuales particulares: nos Ileg-an a cada uno de nos­otros desde afuera y nos arrastran a pesar de nosotros mismos." ~ También aquí, claro está, DurkllC'im deri­va los hechos soriales de la experienria subjetiva de los individuos, y {-sta es, en este caso. la de una po­derosa fuerza externa. Pero esta fuerza no es algo tan­gible u observable y tanto los participantes ;nismos como los sociólogos han hallado mucho más elifícil dar una explicación 'ele la existencia ele alguna entielad in­dependiente en este caso qne en el de la roerción de la ley. Se ha acusado a Durkheim, entre otros, de acep­tar la falacia de la "mentalidad de grupo" por sus propios intentos de dar una explicación de este tipo. Cabe observar, sin embargo, que el concepto de men­talidad de grupo, como tal, no es ilegítimo; siempre que su significado sea claro y los enunciados acerca de ella tengan una forma verificable no hay razón alguna por la que no se lo deba introducir como modelo teó-

2 Idem, pág. 4.

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rico. L~ ile~ítimo ~s la r~ificación del concepto, lo que resulta ll1evltable S1 segUimos la reO"la de Durkheim de que un hecho social debe ser eon~iderado como exis­tente independientemente de sus manifestaciones' indi­viduales.

Al, e.~~.arel problema de las regularidades .de conducta ll1d1cadas por el índice de suicidios Durkheim se refiere nuevamente a las "corrientes sociales". Pero en este caso, es m~y evidente que los actores partici­pantes no las expenmentan necesariamente como tales. De aquÍ que Durkheim se vea obliO"ado a reconocer que es necesario algún tipo de co~strucción teórica para explicar la determinación social de los fenómenos separados e individuales. Según sus palabras:

Sin duda, esta distinción (entre los hechos so­ciales existentes independientemente y sus mani­fes~ciones) no sie~pre ~e manifiesta con igual clandad, pero su eXistenc1a obvia en casos impor­tantes y numerosos ya citados basta para probar que el hecho social es una cosa distinta de sus ma­nifestaciones individuales. Además aun cuando esta disociación no aparezca inm~diatamente, a menudo se la puede descubrir mediante ciertos re­cursos I?etodo!ógicos. Tal disociación es indispen­sable, S1 se qU1eren separar los hechos sociales de sus aleacione~, par~ observarlos ;n estado de pure­za. Con una ll1ten.s1dad que v~r!a según el tiempo y el lugar, las corr1entes de op1rnón impelen a cier­tos grupos, por ejemplo, al aumento de los matri­monios o de los suicidios, o provocan un ascenso o una disminución del índice de natalidad etc. Estas corrientes son, evidentemente, hechos ~ocia­les. A primera vista pueden parecer inseparables de las formas que adoptan en casos individuales pero la estadística nos brinda los medios de aislar~ las. De hecho, están representadas con considera­ble exactitud por los índices de natalidad de ma· trimonios y de suicidios ... 3 '

Nosotros diríamos que las corrientes sociales son va­;ia~les teóric:s. introducidas por el sociólogo y que los mdices estad1stlcos son el medio 'para verificar las pro-

3 Idem, pág. 7.

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poslclOnes referentes a ellas. Para decirlo de otra ma­nera, esas variables teóricas que son las corrientes so­ciales están definidas operacionalmente en términos del conjunto de estadísticas particulares. .

Durkheim parece haber hallado el camino hacia una demarcación de los hechos sociales mucho más satis­factoria que la de sus predecesores. Puede estar equi­vocado en su reificación de entidades teóricas, pero comprendió que estas entidades, sea cual fuere su status metodológico, son muy distintas de las de cual­quier otra ciencia. Además, como positivista que era, no se contentó con dejar su descripción en la va­guedad; reconociendo que sus corrientes sociales no son observables, insistió en que era necesario introducir "recursos metodológicos" que hicieran posible la veri­ficación empírica.

Es importante observar que el caso de los índices de suicidios es el mejor ejemplo dado por Durkheim de la manera en que deben estudiarse los hechos sociales. En los anteriores ejemplos que brinda, su inadecuada búsqueda de alguna "cosa" de existencia independiente como objeto de estudio sociológico le impide ver la complejidad metodológica de la tarea del sociólogo. En el caso de las causas sociales del suicidio, en cam­bio, la obvia ausencia de tal "cosa" lo obliga a efec­tuar el necesario proceso de construcción teórica y de­finición operacional para poder comenzar el estudio de esta clase de hechos sociales.

LA CIENCIA DE LA CULTURA Y LA CIENCIA DE LA SOCIEDAD

Al parecer, si seguimos a Durkheim, los hechos so­ciales típicos son las leyes y costumbres, el contenido de la educación y las corrientes de opinión, y aun cuando insistamos en que su carácter de simples cons­trucciones teóricas destinadas a explicar uniformida­des de conducta debe mostrarse con mayor claridad metodológica, debemos admitir que Durkheim ha reali­zado un valioso análisis de los determinantes específi­camente sociales de nuestra conducta. Pero aquí se pre­sentan otros problemas que requieren nuestra atención.

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Las leyes y las costwnbres, el contenido de la edu­cación y las corrientes de opinión pueden ser incluidos fácilmente en la clásica definición que da Tylor de cultura como "esa totalidad compleja que incluye el conocimiento, el arte, las creencias, la moral, las leyes, las costumbres y toda otra aptitud adquirida por el hombre como miembro de la sociedad".4 Según esto, podemos preguntarnos si la sociología debe definirse como la ciencia de la cultura y de ser así, cuál es la relación que guarda esta definición con la aceptada comúnmente según la cual la sociología es la ciencia de la sociedad.

A Durkheim siempre le preocupó saber por qué las reglas de conducta deben ser consideradas obligatorias entre los seres humanos, y, como ha mostrado Parsons, con el tiempo llegó a una concepción acerca de este problema mucho más completa que la de cualquiera de sus predecesores. Volveremos a esto en un capítulo posterior. Aquí debemos destacar que uno de los hilos del pensamiento de Durkheim lo llevaba continuamente a la idea de que hay una "sociedad" total, con auto­ridad moral sobre el individuo, y que aceptamos como obligatorios las leyes, costwnbres y otros aspectos nor­mativos de nuestra herencia social porque son las reglas de la sociedad.

Pero, ¿ qué entendemos por sociedad? ¿ Se trata, en verdad, de una entidad que podemos examinar sin descomponerla en sus elementos? Radcliffe-Brown ob­serva el problema, cuando escribe:

En el momento actual de la historia, la red ·de las relaciones sociales se extiende por todo el mun­do, sin ninguna solución de continuidad absoluta en ninguna parte. Esto plantea una dificultad que no creo que los sociólogos hayan realmente abor­dado: la de definir qué se entiende por la expre­sión "una sociedad". Los sociólogos hablan co­múnmente de sociedades como si fueran entidades discretas distinguibles, como por ejemplo cuando nos dicen que la sociedad es un organismo. ¿ Es el Imperio Británico una sociedad o un conjunto de sociedades? ¿Es una aldea china una sociedad

4 TyIar, Primitive Culture (1924), pág. 1.

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o solo es un fragmento de la República de CJ1ina? Si decimos que nuestro objeto es el estudio y la

comparación de sociedades hum¡¡.nas, debemos es~ tar en condiciones de decir qué son las entidades básicas de las que nos ocupamos.5

En realidap, aquí hay dos problemas. Uno de ellos es el de dónde trazar los límites para poder decir "las relaciones sociales que-están dentro de está. región cons­tituyen una sociedad". El otro problema es mucho más importante: consiste en definir las sociedades en tér­minos operacionales, de modo de saber qué se debe observar para poder verificar las proposiciones relativas a una sociedad particular. Esto supone la construcción de modelos teóricos complejos cuyos elementos tengan alo-una referencia a hechos observables y creemos que el'" elemento fundamental de tales modelos sociológicos es el de las relaciones sociales, y que solo a través de un análisis de la expresión "relación social" puede establecerse el vínculó entre la teoría de los sistemas sociales, por una parte, y la observación de la conducta humana, por la otra. De hecho, a me~os que se haga ese análisis nino-ún examen de las SOCIedades es com­prensible e~ sí ~ismo ni aplicable 'a la explicación de la conducta humana.

Sin embaro-o, lo cierto es que se ha escrito mucho acerca de lasO sociedades humanas sin realizar tal aná­lisis de sus elementos constituyentes. Esto solo ha sido posible porque se ha sustitui~o la ,te?ría. por ~a ~r:a­logía. sobre todo por la analogra orgamca. En pnncIplO, nadá se opone al uso de tal analogía y en ciertas cir­cunstancias hasta podría decirse mucho en su favor. Así, por ejemplo, si estuviéramos. rea~izando una investio-ación en un nuevo campo CIentífIco y descu­briéra~os ciertos factores operativos para los que no hubiera un modeló teórico adecuado, podría ser suma­mente útil adoptar un modelo ya utilizado exito­samente en otra ciencia e investigar si es posible em­plearlo en la explicación de los hechos obserVados en el nuevo campo. Pero no es así corno se ha usado la analogía entre sociedades y organismos. En lugar de

". 5 Radcliffe-Brown, Structure and Function in Primitive ;Society (1952), pág. 193.

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establecer definiciones operacionales de los términos utilizados y tratar de verificar los enunciados relativos a la acción de los elementos "orgánicos" con refe­rencia a la conducta social, se ha 'considerado al propio

. modelo brindado por la analogía como una verifica-ción de proposiciones sociológicas. -

Por supuesto, actualmente nadie. emplearía la ana­logía en la forma en que la empleó, por ejemplo, Herbert. Spencer; pero no obstante, vale la pena des­tacar los riesgos del pensamiento teórico de este tipo, porque muy a menudo las inadecuadas teorías de mu­chos sociólogos modernos los llevan a concepciones no científicas que encierran algunos de esos riesgos. . El mismo Durkheim no está libre de reproches a este respec;to. Es cierto que en sus intentos de explicar el funcionamiento de las sociedades, nunca desarrolló extensamente la analogía orgánica, pero tampoco ela­boró ningún análisis teórico alternativo, y sus reitera­das alusiones a la función de las instituciones sociales sugieren que la analogía no estaba lejos de su pensa­miento. Otro hecho fundamental de la sociología de Durkheim es que su énfasis en el carácter externo de los hechos sociales le impidió analizar el concepto elemental de relación social. Si lo hubiera hecho, la

. noción de "sociedad" no tendría la apariencia un poco mística que tiene siempre en su sociología.

Pero la analogía orgánica ha tenido un efecto aún más pernicioso en la antropología moderna donde ha sido usada por Radcliffe-Brown y otros para justificar el enfoque metodológico de los problemas sociológicos llamado "funcionalismo". En este caso, la analogía or­gánica no solo introduce conceptos extraños a la so­ciología, sino que exige la sustitución en ésta del con­cepto de c5tusa por el de función. Durkheirn, a pesar de que usó el concepto de función, se opuso explí­citamente a esto que, prima facie, parece implicar la aceptación de ciertas suposiciones metafísicas que no tienen cabida en la ciencia empírica. Dedicaremos el próximo capítulo al análisis detallado del funcionalis­mo para ver si es posible evitar estas suposiciones al emplear dicho método. Aquí bastará con señalar que, por útil que sea la analogía orgánica para explicar '~l signific.ado del término "función", ella .no nos ayuda

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a que son para la verificación de proposiciones sociológicas.

El hecho es que si bien estamos familiarizados con términos como "grupo", "comunidad" y "sociedad", porque en la vida cotidiana pensamos continuamente en función de ellos, en realidad son construcciones teóri­cas complejas. Podemos utilizarlos en la vida cotidiana porque hay un acuerdo práctico acerca de su uso, pero cuando tratamos de hablar de la sociedad en términos científicos, es necesario hacer explícita la teorización que supone la construcción de tales conceptos, anali­zarlos en sus elementos, y definir a éstos de manera operacional.

EL SIGNIFICADO DE LA EXPRESION "RELACION SOCIAL"

La unidad elemental a partir de la cual construimos el concepto de "sociedad" es la relación social. En la práctica, hallamos que cuando los sociólogos tratan de ahondar la definición de "sociedad" utilizan alguna frase tal como "la red de relaciones sociales". Se plan­t~an entonces. dos pregunta~: ¿ qué es lo que nos -auto­rIza a refenrnos a relaCIOnes sociales después de observar la conducta humana? ¿ Qué tipos particula­res de conducta observada nos permiten hablar de esta manera?

La primera observación que debemos hacer es q~e solo hablamos de relación social cuando está implicada la conducta de más de una persona. Como dice Par­sons, una relación social siempre es "doblemente con­tingente". Pero no todas las veces que observamos la conducta de más de una persona empleamos ese tér­mir:o;. debe llevar implícita también una comprensión subJetIva, por parte de los actores participantes de la significación de la conducta de uno con resp~cto al otro. Radcliffe-Brown trata de explicarlo diciendo: "Existe una relación social entre dos o más organismos ~ndividuales cuando hay algún ajuste de sus respectivos I?t~res~~ logrado por ~onvergencia de éstos o por la hmltaclOn de los conflICtos que podrían derivar de su

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divergencia. Uso aquí el término interés en el más amplio sentido, para referirme a toda conducta que consideramos intencional." 6

Pero, ¿ qué es un "interés" y cómo podemos hacer enunciados verificables sobre los intereses de aquellos a quienes observamos? Según Radcliffe-Brown, el tér­mino debe usarse para aludir al propósito de un actor es decir, a su deseo de provocar un determinado es: tado de cosas futuras. Esto es muy comprensible y solo el más rígido conductista negaría que tanto en los enunciados como en otras conductas de la gente, po­demos hallar elementos de juicio que justifiquen que hablemos de sus propósitos.

Pero tamEoco el simple hecho de que la conducta de una serie de individuos sea intencional justifica ne­cesariamente que consideremos que existen entre ellos relaciones sociales, aun cuando sus propósitos coincidan (p. ej., si el estado de cosas que A desea es también el que trata de provocar B). Tal convergencia de intereses crea relaciones sociales solo si A tiene con­ciencia de lo que trata de hacer B; por esta razón solamente podemos hablar de una relación social cuan­do, aparte y por encima de todo dato acerca de los propósitos de A y la conducta real de B, hay indicios de que A espera cierta conducta de B. En realidad, ni los propósitos de A ni la conducta de B tienen importancia; puede existir una relación social entre A y B aunque A no tenga ningún propósito ulterior fuera de la relación misma, y aunque la conducta real de B se aparte de lo que espera A. La categoría funda­mental en la definición de relación social es, induda­blemente, la de "expectativas" de conducta. Si pode­mos demostrar que éstas existen, es decir, que todo individuo que observamos planea su propia acción en la suposición de que otro individuo actuará de cierta manera, se justificará, habitualmente, que hablemos de la existencia de una relación social. Los estudios de actitudes constituyen una fuente importante de datos sociológicos porque a veces suministran tales pruebas.

Sin embargo, ni siquiera las pruebas de las expec­tativas que tiene A con respecto a B indican siempre

6 Idem, pág. 199.

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por sí mismas la .existencia de una relación social. Evi· dentemente, A puede estar totalmente engañado acerca de B. Por eso, quisiéramos que toda definición de re­lación social implique que hay cierta probabilidad de que B satisfaga las expectativas de A. Esto es lo que tiene in mente WebeIC en su definición cuando dice:

Se usará la exPresión "relación social" para de­notar la conducta de una pluralidad de actores en tanto la acción de cada uno de ellos, en su conte­nido significativo, tome en consideración la de otros y se oriente en estos términos. Así, la relación consiste, total y exclusivamente, en la existencia de la probabilidad de que se producirá, en algún sentido comprensible, un curso de acción social. Para los propósitos de la' definición, no intentare­mos especificar la base de esta probabilidad.7

La última frase es importante pues se da el caso de· que otras personas no tomen en consideración la con­ducta de un individuo, pero éste, habiendo observado una uniformidad en la de aquéllas, la tenga en cuenta. Esto podría suceder en algunos tipos de actividad eco­nómica (p. ej., en la investigación de mercado). Las palabras de Weber, "la acción de cada uno de ellos toma en consideración la de otros", parecen excluir este caso pero es posible incluirlo.

Lo más común, sin embargo, es que A sepa que hay una probabilidad de que B se comporte de deter­minadas maneras, no por uña inducción ciega a partir de la conducta pasada de B, sino porque sabe que dicha conducta está condicionada por factores conoci­dos, tales como sus propósitos, las reglas o normas que acepta y su deseo de conquistar la aprobación de A. Así, toda prueba de la existencia de estos factores y del conocimiento que A tiene de ellos es una prueba de la existencia de una relación social de tipo par-ticular entre A y B. .

Por todo esto, la enumeración que formulamos a continuación puede considerarse como la lista de los fenómenos observables a partir de los cuales es posible

7 Weber, The Theory 01 Social and Economic Organization ( 1947), pág. 118. .

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determinar la existencia de una relación social entre dos individuos, A y B y precisar su naturaleza particular.

1. Los propósitos o intereses de A. . 2. Las expectativas de A con respecto a la conduc-

ta~B. . 3. Los propósitos de B y el conocimiento que tiene

A de ellos.' 4. Las normas que A sabe que B acepta. 5. El deseo de B de conquistar y conservar la apro­

bación de A. -En realidad tampoco estos factores son fenómenos

de conducta observables simplemente, pero si busca­mos pruebas de este tipo, podremos demostrar nuestros enunciados sobre relaciones sociales. mucho más fácIl­mente que si estudiamos la conductaJhumana al azar. Si definimos una relación social en términos de estas categorías, nos aproximaremos todo lo posible a su definición operacional.

En muchos estudios sociológicos, por supuesto la 'dd "1 ' cuarta categona e atos, as normas que A sabe que

B acepta", son la fuente primaria a partir de la cual el sociólogo hace sus deducciones. Ésta es la razón por la que Durkheim y muchos otros han centrado su obra en el estudio de las leyes. Pero, a diferencia de los casos examir:ados antes en este capítulo, éste ya no se muestra sunplemente como una parte de una tradición cultural externa a los actores en una situa­ción social sino . como parte constitutiva de su inter­acción y sus relaciones. Además, se hace evidente cuáles son los otros tipos de datos sobre los que podemos ba­sarnos en muchas situaciones en las que no hay reglas claramente enunciadas que gobiernen la relación, y por qué hay fuentes alternativas de datos. La afirma­ción de que la característica definitoria de la leyes su carácter externo no resultaba evidente. Aquí vemos que la existencia de leyes es uno de los factores, entre otros, que podemos tomar en consideración al tratar de descubrir las expectativas recíprocas de los actores.

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EL ESTUDIO DE LA COOPERACION y EL CONFLICTO

"- Para completar nuestro análisis de la expreslOn "re­lación social" denemos todavía decidir si dentro de nuestro objeto de estudio se incluirán también esos casos en los que hay una probabilidad de que la acción de B, en nuestro modelo, no esté de acuerdo con las expectativas o deseos de .l4.. Dicho en otros términos, es necesario preguntarse si la sociología se limitará al estudio de la cooperación social o si incluirá también el estudio del conflicto social.

La prime'ra observación que debemos hacer es la de que hay una serie de variables diferentes implicadas y que, por lo tanto, un proceso real de interacción puede apartarse de diversas maneras del modelo de relación sQºªl estable que hemos tenido in mente hasta ahora. Por ejemplo, el conocimiento que tiene A de la conducta probable de B podría ser inadecuado o sus deducciones acerca de ella resultar falaces. En esa circunstancia, cualquier plan 'elaborado por A sobre la base de sus creencias acerca de B fracasaría. En el caso_ extremo de que A esté totalmente mal informado o tenga una ignorancia total, estaríamos en presencia del estado de cosas que Parsons llama "anomia", usando la palabra en un sentido muy especial. 8

También podríamos hall~r que, mientras A espera y desea cierto curso de acción X por parte de B, B no lo sabe o, si lo sabe, está dispuesto a sacrificar la apro­bación de A y _arriesgarse a las consecuencias de violar las normas que gobiernan la situación, porque hacer X es incompatible con el logro de sus propios fines. En este caso, A y B podrían acercarse a una situación de conflicto total.

Lamentablemente, el problema de la inclusión o el rechazo de casos de este tipo no se resuelve simple­mente diciendo que solo admitiremos en nuestros es­tudios las circunstancias de relaciones cooperativas perfectamente armoniosas porque la relación perfecta­mente cooperativa solo es un caso teórico polar.

8 Parsons, The Social System, pág. 39. El sistema social, Madrid, Revista de Occidente.

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Todos los casos reales están en algún punto del con­tinuo entre la cooperación perfecta y el conflicto per­fecto, y del continuo entre la cooperación perfecta y la' anomia perfecta. La elaboración del concepto de cooperación perfecta es sin duda valiosa para el des­arrollo de ulteriores implicaciones teóricas, en particu­lar el de la teoría 'del sistema social perfectamente es­table, pero el estudio empírico parece requerir también el uso de otros modelos teóricos.

En una forma u otra este tema se retomará con particular interés en capítulos posteriores de este libro, en los que se sostendrá que, como reacción contra el utilitarismo, algunos teóricos, especialmente Durkheim y Parsons, han restringido indebidamente el ámbito de la sociología al estudio de formas de cooperación per­fecta. Aquí destacaremos que no solo es posible sino mucho más satisfactorio definir la sociología como la ciencia de la interacción social que como la ciencia de las relaciones sociales. Las variables empíricas que debemos estudiar son, en cualquier caso, las mismas, pero el concepto de interacción social es más amplio e incluye situaciones que pueden encontrarse en todos los puntos de nuestros dos continuos.

Podemos, pues, resumir las conclusiones alcanzadas diciendo que:

1. La sociología es la ciencia que trata de formular enunciados verificables sobre la interacción social.

2. Los datos mencionados antes y cuya observación lo más exacta posible debe realizar el sociólogo empírico, son los que interesan en el proceso de verificación.

3. Puesto que la emergencia de la cooperación siempre depende de la conducta de más de un individuo, todo caso particular de interacción social se situará en algún punto intermedio entre la cooperación perfecta y el conflicto perfecto, y entre la cooperación perfecta y la anomia.

EL ESTUDIO DE SISTEMAS SOCIALES

La sociología, sin embargo, no se limita al estudio de relaciones sociales separadas. Trata de descubrir

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conexiones necesarias entre una relación y otra, y entre las relaciones y las actividades que puedan tener el efecto de sustentarlas. Así, el caso de la cooperación per­fecta depende de que se realice un complejo de otras actividades; deben existir procesos de educación y socia­lización de las partes y debe haber algún sistema de distribución de facilidades y privilegios entre partici­pantes individuales y alguno para hacer cumplir las normas. Así pues, una vez establecida la existencia de una relación social de un tipo particular, tenemos que predecir la aparición de otras acciones de los !Jartici­pantes o de terceros y estudiarlas para ver si se con­firman nuestras predicciones. En casos de anomia o conflicto debemos proceder en forma análoga y formu­lar predicciones sobre la conducta de los participantes y terceros. Incluiremos el estudio de su conducta den­tro del ámbito de nuestro tema.

El gran valor de la obra de teóricos abstractos como Parsons es que han pasado del análisis de la relación perfectamente cooperativa (lo que Parsons llama una "relación institucionalizada") a la especulación teórica sobre la naturaleza de las actividades que sustentan las relaciones en general. Un intento similar se encuentra en los ensayos póstumos de Malinowski publicados bajo el título de Una teoría científica de la cultura.9 Sin tal especulación teórica no sabríamos qué otras conduc­tas humanas son importantes como datos para el soció­logo. Pero todavía no se ha realizado ningún intento serio por lograr, a través del análisis crítico de los con­ceptos elementales de anomia y conflicto, una guía equivalente en situaciones anómicas y conflictuales.

Incluso en la labor realizada deben reconocerse limi­taciones. Su significación reside en la dirección que brinda con respecto a los tipos de datos que debemos tratar de reunir en el estudio de cualquier situación de interacción social, pero la investigación social concreta necesita una guía menos abstracta' y m;is específica. En cualquier proyecto de investigación, deberíamos tratar de descubrir qué actividades sustentadoras han sido necesarias como precondición no solo de las relaciones

9 Malinowski, A Scientific Theory of Culture (1944). Una teoría científica de la cultura, Buenos Aires, Sudamericana.

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soci~les en general sino también de las relaciones soda­les ~articulares: En la pr~ctica, la necesidad de un tipo

. pru::ncular ?e SIstema socI~l depende de que la relación SOCIal partIcular que aquel sustenta se considere nece­saria o n<? El investigador que trata de decidir qué datos son lffip~rtantes, se enfrenta .sieI1;1pre con el pro­blema de elegIr un punto de partlda para su análisis de situaciones sociales.

El hecho es que la opinión teórica está dividida con Parsons~ Malinowski y los .funcionalistas por un lado, y una sene de autores que mcluye a Weber Mannheim y ~yrd~l por, ~l otro. 10 Los primeros seoc~pan de des­CrIbIr slstematIcamente las actividades sustentadoras que son :r;ecesarias para el mantenimiento de las estruc­turas SOCiales eI!- g.eneral; y los segundos las que lo son para el r:r;a~~~ll1ffilento de relaciones sociales particula­res. La dlVlslOn entre los dos tipos de teorías será tra­tada en los capítulos siguientes.

Por el, mo.mento; a .las conclusiones ya formuladas sobr~ e~ amblto del objeto de estudio podemos agregar las sIguIentes:

4. El .~nálisis. conceptual de l~s nociones de coope­raClOn socIal perfecta, COnflIctO perfecto y anomia perfecta sugiere otras actividades sustentadoras realizada? por los participantes o terceras partes: que son lffiportante? como datos sociológicos.

5. Aunque en cualqUIer caso puede afirmarse que algunas de esas actividades sustentadoras son ne­cesarias en cualquier situación de interacción sus formas particulares solo son necesarias en la' me­dida en que lo es la situación de interacción ori­ginal de la que surgieron. En un sistema social las actividades que sustentan un tipo de situació~ de interacción pueden desbaratar otras y, en rea­l~d::d, esto ocu.rre siempre, excepto en el caso límIte de un SIstema social perfectamente inte­gr:ado., Es de esperar, pues, que se descubran con­flictos y anomias tanto en el nivel de análisis del

10 Ve: Weber, The Methodology of the Social Sciénces; Mann.heun, IfIeology and Utopia (1940). Ideología y utopía, MadrId, Aguilar. Mvrdal, Value in Social Theory (1958) ..

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Hemos completado ahora nuestro examen. ;le los tipos de datos que son importantes para el soclOlogo: .una vez dados éstos, pasaremos a form~ar prop,oslclO~es verificables acerca de situaciones de mteraCClOn socral y de sistemas sociales. P~;a aclarar más,. pod~mos refe­rirnos ahora a la relaclOn entre la soclOlogla y otras disciplinas afines vinculada~ con ella. . ,

En primer lugar, parecena que h~y una relaclon m,;y estrecha entre la sociología, entendIda como el· estudio de las interacciones y los sistemas sociales, la psicología, como el estudio de los sistemas de personalidad, y el estudio científico de la cultura en todos sus aspectos.

La conducta humana es el punto de partida tanto de la psicología como de la sociolo~~a, pero mientrll;s que la primera se ocupa. de l~ r.el~clon entre. las ,diferent?s acciones de un IDlsmo mdiVlduo, la sOClologra estudia la interacción esto es la relación entre las acciones de un individuo y las de' otro. Por otra parte, la sociología y el estudio científico de la cultt;rrll;' se ocupan de nor­mas, pero mientras que el espeClalista d? esta segunda disciplina trata principalmente la~, relaclOn;s. entre un conjunto de normas y otro, el soclOlogo esta mteresado en el papel que ellas desempeñan en el proceso de interacción.

Sin embargo, hay una relación n:uy ~strec~a entre esas tres disciplinas y apen~s es posl~le llllagmar una investigación sociológica de llllportancla que no plantee problemas en los otros dos campos. Ésta es la razón por la cual la obra de Parsons, Shils y otros,11 que t:-ata de elaborar un sistema conceptual común para las CIen­cias de la acción humana, ha sido particularmente fe-cunda .

. La relación entre la sociología y el estudio de la eco-nomía y la política es d~ un or.de~ ~otalmen~e diferente. Las últimas son en realidad dIsCIplinas dedIcadas a as­pectos particulares de la interacción social y, C0t;n0 t~­les deben ser consideradas como partes de la soclOlogla mi~ma. Es cierto que el desarrollo del estado, que racio-

11 Parsons, Shils y cols., Towards a General Theory 01 Action (1951).

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bienes escasos para usos que las ciencias especializadas de la economía y de la política sean esenciales para propósitos prácticos. Pero el poder y la distribución económica son, no obstante, aspectos de todas las situaciones de interacción social, y una sociología que los dejara de lado para atribuirse un campo totalmente diferente no sería de ningún valor para nadie.

Finalmente, entre la sociología y la historia existe una relación de carácter muy diferente que resulta sumamente difícil de definir. En ténninos generales, el historiador tiene una mentalidad mucho más empírica que el sociólogo; se ocupa mucho más de los aconte­cimientos que de sus motivos. Pero de hecho, pocos historiadores pueden excluir de su obra algún elemento explicativo, y todos suponen tales e}.:plicaciones cada vez que utilizan palabras como "porque". Ahora bien, buena parte de las explicaciones dadas o supuestas de­penden de hipótesis sociológicas y la historia puede sacar considerable provecho del intento de los sociólo­gos por hacer explícitas esas hipótesis y someterlas a prueba. De igual manera, la teoría sociológica puede ganar mucho sometiendo sus hipótesis a la prueba de la historia.

De lo dicho en este capítulo resulta claro que la so­ciología no tiene un objeto de estudio que pueda iden­tificar mediante algún tipo de definición ostensiva. Los datos con los que debe trabajar el sociólogo son los mismos que utilizan los estudiosos de otras ciencias so­ciales y consisten, en última instancia, en conductas hu­manas de uno y otro tipo. Pero la tarea particular de aquél es idear medios para verificar las proposiciones relativas a la interacción social. Estas proposiciones son. de una especie teórica compleja aunque usen la termi­nología del lenguaje cotidiano. La diferencia entre el uso de esta terminología en el lenguaje cotidiano y el que hace de ella el sociólogo radica en que éste debe probar lo que dice. Por esta razón, el paso más impor­tante para la clarificación de los problemas de la inves­tigación sociológica es de orden metodológico, y con­siste en distinguir los problemas de observación de los

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problemas de construcción teórica. Hecho e~to, r~suit:a obvio que la definición del campo de la s~clOlogl~ .de­pende, sobre todo, de la conquista de la clandad t~onca.

Parece pues que cada uno de nuestros tres prm;eros capítulos' apunta a una conclusión común. En el prII?er capítulo vimos que, sea cual f~ere el punt~ ?e J?~rtlda de la ciencia, ya sea que trabaje en la claslÍlcaclOn, en la búsqueda de leyes generales o en la de causa~" llega un momento en el que depende de la elaboraclOn de hipótesis teóricas. En el se~ndo mostran;os que gra?­parte de la investigación socIal co~t~mp~ranea h~ teru­do un alcance limitado y lo segUlra teruendo mIentras no cuente con algunas hipótesis teóricas clar~s ~ara someter a prueba; en éste~ finalmente, .hemos VistO ,-que incluso para definir el objeto de estudl~, de l~ ~oclOlo­gía es necesario algún tipo de elaboraclOn teonca. En los' capítulos siguientes examinaremos, pues,. alSU?-os de los problemas teóricos que parecen estar lillphcltos en toda investigación sociológica.

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I

IV

El problema del funcionalismo

LA NECESIDAD DE MODELOS EN LA EXPLICACION SOCIOLOGICA

Como hemos indicado en los capítulos anteriores, el estudio empírico de hechos sociales es un proceso meto, dológicamente complejo. No observamos directamente sociedades u otros hechos sociales. Todo lo que podemos observar es la conducta humana, incluyendo, por su­puesto, la conducta lingüística. Pero la sociología no pretende ser simplemente la ciencia de la conducta hu­mana; se ocupa, como sugirió Durkheim, de una reali­dad exterior al individuo. Surge, pues, la cuestión de cómo llenar el abismo entre los fenómenos que obser­vamos y esa realidad "exterior" al individuo.

Este problema no es exclusivo del sociólogo. El físico, por ejemplo, observa tan solo "fonnas coloreadas que se mueven", pero se refiere a ellas en ténninos de "elec­trones" y "protones", es decir, aun en el nivel más bajo, emplea modelos que le permiten hacer inferencias de un hecho observado a otro o explicar la coexistencia de fenómenos. Así,' una actitud similar a la asmnida en física, podría solucionar el dilema del sociólogo. Más aún, puesto que lo que hace el físico·es similar a lo que hacemos todos cada día, nos extraña que los sociólogos se hayan sentido tan profundamente perturbados por escrúpulos conductistas.

La cuestión importante para el sociólogo '!lO es si debe interpretar la conducta humana sobre la base de mode­los, sino qué tipo de modelos debe emplear. En el capítulo anterior, si bien insisti~os en que se debe dar algún tipo de definición operacional de los conceptos+­

'teóricos, nos limitamos a vincular éstos sobre la base de un modelo relativo a la motivación de un actor

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hipotético en una situación dada. La conducta obser­vada en esas circunstancias obtiene su significación en términos de un modelo. Por conveniencia, podemos lla­mar al tipo de modelo usado allí modelo subjetivo, por­que la conducta se interpreta de acuerdo con su signi­ficado subjetivo para un actor hipotético en la situación. Siguiendo a Parsons podemos decir también que tales estudios emplean un "marco de referencia de la ac-ción".

El otro tipo de modelo que ha sido muy empleado en sociología es el que deriva de la analogía entre so­ciedades y organismos. Debemos ahora examinar con mayor detalle las suposiciones implicadas en el uso de este tipo de modelo orgánico y la posibilidad de verifi­car los enunciados derivados de él.

EL :MODELO DEL ORGANISMO

En cierta medida, el modelo de tipo orgánico ha caído actualmente en descrédito en la sociología porque algunos de los primeros autores que lo emplearon, co­mo Herbert Spencer, parecían más preo¡:;upados por conservar la analogía que por usar el modelo como fuente de hipótesis verificables. Es por ello que algunos historiadores de la teoría sociológica se expresan como si la teoría del organismo social fuera algo del pasado, propio de los viejos y malos días de los constructores de sistemas. Pero esto es engañoso, pues aun cuando pueda haber poca disposición para ponerlo de manifiesto, se lo emplea todavía en muchos estudios sociológicos, y muy especialmente en antropología social. Toda vez que en sociología encontremos los términos "estructura" y "fun­ción" podemos estar seguros de que el autor abriga en su mente alguna concepción de la sociedad como un organismo. Esto quedó totalmente claro en el trabajo en que el más famoso antropólogo "funcionalista", Rad­cliffe-Brown, trató de justificar el uso del concepto de "función". En él, hizo e:ll."plícita la dependencia de este concepto respecto de la analogía orgánica. Será útil, pues, hacer una larga cita del trabajo de Radcliffe­Brown para tomarlo como base del examen que reali-zaremos en este capítulo.

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J 1

Escribe este autor:

P,:~a la ulterior elaboración del concepto (de fun<?-on), ~s conve,niente ,usar la analogía entre la VIda SOCIal y la Vlda organica. Como sucede con todas las ~nalogía.s, hay que, usarla con cuidado. Un <?rga~smo ':l~al es un conjunto de células y flwdos mterstlclales ordenados en relación unos c~m ~tros no como un agregado sino como un todo ,,:vo mtegrado. Para el bioquímico, constituye un ~lStema ~otalmente integrado de moléculas comple­Jas. El s~stema de relaciones por el que se vinculan estas umdade;" es. la estructura orgánica. Tal como usamos los ~ermlnos aquí, el organismo no es la estructura smo una colección de unidades orde­nadas e~ una estructura, es decir, en un conjunto de relac~ones; el. organismo tiene una estructu­ra. . . MIentras v1Ve, preserva una cierta continui­dad de estructura,. aunque no conserva la unidad de s~s partes Co~tltuyentes. Pierde algunas de sus molec~,as cons~tuyentes por la respiración y la absor~lOn de alimentos, A lo largo de un período la~ celulas que lo forman no siguen siendo la~ llli~mas, pero ~l ordenamiento estructural de las urudades constltuyentes permanece invariable El proceso por el cual se mantiene la continuidad tructural del organismo se llama VI 'da El es-. 1 ' ' proceso Vlta :onslste en !as actividades y la interacción de las celulas constltuyente~ del organismo y los ór­ganos en los que las pnmeras están unidas

. Tal como ~amos aquí la palabra funci6n la Vl?a del orgamsmo se concibe como el funci~na­llliento ?e su estructura y la continuidad de ésta se m::;ntlene 'por la continuidad del funcionamien­to. SI ex~amos cualquier elemento recurrente del proceso Vltal, como la digestión la respiración etc., vemos .que .s,u función es la p~rte que le cab~ eJ?- la contrlbuclOn que hace a la vida del orga­msn;o como ~n !odo. Según el uso que hacemos <l:qw de los t.e~lllinos, una célula o un organismo t:~ne una a:tlVldad, y esa actividad tiene una fun-

. ~,!,m. ~o~unmente decimos que la secreción del jugo gastnco es una función del estómago; según

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nuestro uso de los términos, debemos dec~ que ti . dad del estómago cuya funclOn es

es una ac VI aliro forma en dar a las proteírias de los entos una la cual puedan ser distribuidas por la sa?9"re a los te ·idos. Podemos observar que la funclOn de un pr~ceso fisiológico recurrente es una corr~spon~ dencia entre él y las necesidades del orgarusmo.

Aplicando la analogía, Radcliffe-Brown continúa:

Si del terreno de la vida orgáni~a se pasa al de la vida social, vemos que al eXaIlll~ar unCl; comu­nidad cualquiera, tal como una trIbu .afnc~na o australiana podemos reconocer la eXlsten~lili d.e una estructura social. Los seres hUI?anos ro VI­

duales, que son las unidades esen.clales en. ~ste caso, están vinculados por un cO?-Junto deflilldo de relaciones sociales que los ubIca en un t~df integrado. La continuidad de, l~ estructura SOCla , como la de la estructura orgarnca, no .se destruye por los cambios producidos en las unJ.?ades. Los individuos pueden abandonar la s9Cled~d, por muerte o por otra razón, y otros pueden rogresar en ella. La continuidad se mantiene por el'p~oceso de la vid~ social que consiste en las. a~~I,?-dades e interacciones de los seres humanos roC1J.vldual,es y de los grupos organizados en lo.s cuales estan unidos. Definimos aquí la v~da socIal de una co­munidad como el funcionan:nento .d~ la estructura social. La función de cualqUler a~tlVldad rec~ren­te repetida, por ejemplo. el castIgo de un cnm~n o una ceremonia funerana, es la parte que l~ ca le en la vida social como un todo 1" I?or en e, a contribución que hace a la contll1Uldad estI:uc-tura1.2

Pese a las ambigüedades de estos pasajes, es ¡;osible aclarar los lineamientos principales d.e la analo~al qu.e Radcliffe-Brown expone diagramátl<;amente e SI-guiente modo:

1 Radcliffe-Brown, Structure and Function in Primitive Society:pág. 176.

2 Idem, pág. 178.

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Unidades

Estructura

Actividades

Funciones

ORGANISMO BIOLÓGICO ORGANISMO SOCIAL

Células

Relaciones entre cé­lulas

Conducta observa­da de las células

Papel de las activi­dades en el man­tenimiento de la estructura, o co­rrespondencia en­tre los efectos de la actividad y las necesidades de la estructura

Ser humano indivi­dual

Relaciones entre se­res humanos

Conducta observada de seres humanos y grupos

Papel de las activi­dades en el man­tenimiento de l~ estructura social, o correspondencia entre los efectos de la actividad y las necesidades de la estructura so­cial

Ahora bien, no tiene por qué haber controversia acerca de las categorías de "unidades" y "actividades" ; ambas se refieren a hechos observables. La construc­ción teórica comienza aquí con la introducción de los términos "estructura" . y "función", y para determinar el valor del modelo orgánico tenemos que examinar cómo usa Radcliffe-Brown estos términos. Eso nos per­mitirá establecer: a) si su significado teórico es claro, y b) si están definidos de tal modo que sea posible veri­ficar las proposiciones en las que figuran los términos "estructura" y "función".

EL CONCEPTO DE ESTRUCTURA

El término "estructura" es de fundamental impor­tancia, pues, según la versión que da Radcliffe-Brown del funcionalismo, una actividad se considera explicada cuando se demuestra que su efecto contribuye a man­tener la estructura social. Pero la analogía con el orga­nismo parece sugerir que la estructura de un organismo social es más difícil de observar. El propio Radcliffe­Brown observa: "En un organismo animal, es posible observar la estructura orgánica independientemente, en

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cierta medida de su funcionamiento; por lo tanto, es posible crear ~na morfolog~a que sea independiente de la fisiología. Pero en la socIedad humana, la estructura social como un todo solo puede ser observada en su funcionamiento." 3

Ahora bien, debemos preguntarnos qué q~iere signi-ficar exactamente Radcliffe-Brown cuando dIce que las estructuras orgánicas pueden ser observadas "indepen­dientemente de su funcionamiento", mientras que eso no es posible con las estructuras sociales. A;parenteJ:?en­te, la razón es que, en el caso de lo~ orgarusm~s aruma­les, es posible observar el ordenamunto espacwl de las células independientemente de todo ~~oblema d~ fu~­ción, y este estudio reviste par,:- el blOlog? un mteres que la observación del ordenamIento espacial de los se­res humanos no tiene para el sociólogo porque su con­cepción de estructura social es otra. En efe.cto, si por ~s­tructura orO"ánica entendemos el ordenamIento espacial

b 1 ' . -, " de las células entonces e termmo . estructura se usa en un sentido 'muy diferente del que tiene en sociología y la aparente claridad de la analogía resulta ser enga~osa:

En realidad solo es posible conservar la analogm SI el término "estructura" en biología se interpreta en un sentido totalmente diferente, más afín al que tiene en sociolo!lÍa. Debemos indagar ahora cuál es este sentido y ver si es aplicable tanto a organismos biológicos como sociológicos. .

Radcliffe-Brown dice que la estructura socIal solo puede ser observada en "su f,;mcionamie;lto". Hablan?o estrictamente. esta fraseologia contradIce sus propias definiciones pues, según ellas, las que funcionan son las actividades y no las estructuras. Pero es probable. que lo que quiera decir sea simplemer;te que las relaclOnes entre unidades solo pueden deducme del modo ~n que las actividades de una unidad afectan a otras urudades. Si esto es así, entonces, evidentemente, podemos hablar de una estructura biológica en un sentido análogo. En ambos casos, puede definirse la estructura en té;minos de actividades y del efecto de éstas sobre las urudades. Pero aun en tal caso cabe destacar una importante diferencia entre los organismos biológicos y los sociales:

3 Idem, pág. 180.

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las actividades en términos de las cuales puede def' . 1 t b· l' . mrrse a es ructura 10 ?g~ca, son las mismas que tienen como e~ecto el mantenllIDento de la estructura. En los orO"a­rusmo~ sanos, al J:?eJ?-0s, las actividades de las unidades y. los organos se limitan casi totalmente a aquellas que tienen el efecto de mantener la vida de éstos En el dI

'. . caso e os orgarusmos sociales, las cosas son muy diferentes:

las personas hacen cosas que s.u:ponen la cooperación de o?,as person~s, pero estas activIdades necesariamente no tienen el efecto de mantener la estructura social. ~sta tarea l,a cumple una serie de actividades secunda­nas, y s~n estas las ~málogas estrictas de las actividades que reallZan las urudades de un orO"aru'smo b' l' .

E . b 10 OgICO.

sto tiene otra consecuencia importante En el d

1 . b" . . caso e ?S o~sarusmos 1010glcos, solo hay un tipo posible de

e~hCaCI?n de una actividad orgánica; decimos que esta exphcada cuando hemos demostrado que tiene el efect?, de mantener. upa estructura. Esto puede aplicarse tan,lblen a l~s actIVldades secundarias de un sistema social, menclOnadas antes, pero sería erróneo f'

t d 1 . 'd d a rrmar q~e o as as actlvI a ~s .deben explicarse en estos tér-mmos. Aunque las actIvIdades primarias de 1 h

,. os seres uma~lOs e~ten, socialmente orientadas, pueden no des­

empenar rur;gun papel en el mantenimiento de la es­tructura sOClal.

. P?r. consig;r~ente, debemos concluir que el modelo blOlogICO es. ~tll tan solo para sugerir explicaciones de ~lgunas ~ctlVlda~es humanas. Los individuos se empe­nan en dIversos tIpOS de acciones y en el curso de ell

tr 1 . .' as,

en. ar; en re aClOnes socIales unos con otros. Si el man-te~ento de estas relaciones sociales se considera ne­c.esano, ent~nces cabe esperar la existencia de otros tIpOS deter;n~nados de a.ctividades. El modelo biolóO"ico puede ser utIl para explIcarlas. b

EL CONCEPTO DE FUNCION

De~emos observar, sin embargo, que Radcliffe-Brown no afIrma que estas actividades tengan el efecto de mantener UJ?- esquema de relaciones sociales o una es­tru<;tura SOCIal. Dice que esto es su "función". . Por qué razon emplea el término "función" en lugar de '~efecto"?

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Se oye decir a veces que cuando hay una relación de parte a todo, la idea de relación funcional siempre es apropiada, y ésta es la razón que a veces dan los soció­logos para usar el concepto de función en sociología Y en biología. Contra esto puede decirse que hay fenóme­nos a los que se considera sistemáticamente vinculados en términos de una relación de parte a todo y a los que, sin embargo, no se designa con el término "función", mientras que, como veremos luego, en la biología, su uso se justifica por otras razones. En mi opinión, por lo menos, no hay razón alguna para no describir la relación de parte a todo en términos de causa y efecto. Por otra parte, si se desea disponer de algún término especial, puede ser conveniente evitar el de "función" debido a sus matices teleológicos. El problema implicado en el uso del término "función" en sociología es, preci­samente, el de indicar por qué se elige una palabra con estos matices. Cabe preguntarse si esta elección se hace precisamente porque se piensa en algún género de acti­vidad o conducta intencional. Vale la pena, pues, con­siderar algunas de las maneras en que es posible conce­bir tales actividades como dirigidas a un propósito. Las más importantes parecen ser las siguientes:

1. Se puede pensar que la actividad ha sido organi­zada o "establecida" con un propósito particular, expresado, por ejemplo, en las cláusulas relativas a los fines de la constitución de asociaciones.

2. Que está dirigida hacia un propósito en el sentido ele contribuir directamente a satisfacer las necesi-dades básicas de la población.

3. Que realiza la intención de la persona que la lleva a cabo.

4. Que mantiene un conjunto de relaciones sociales o derechos Y deberes esenciales para efectuar acti­vidades dirigidas a un propósito, en prosecución de fines individuales Y determinados culturalmen-te por una población.

5. Que realiza los propósitos de la "sociedad". 6. Que es necesaria para la supervivencia de la es-

tructura social. El término, evidentemente, puede ser usado con pro­

vecho en el primer sentido, y así lo usan personas tales

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co~o los comisionados reales -. . raCIOnes de una instituc" ~ue mvestigan las ope-Cu~~do estos funcionari~~~abla~c~n lrefcom~r;daciones. actlvldad quieren signif' 1 e a unCIOn de una . f Icar que a acti 'd d . cierto e ecto y que ést VI a tlene un lograr algún propósito e :~~r:l su vez, un medio para En este contexto tamb~n 1 t ,qu~ supo:r:en deseable. podría usar par; describir e erml~~ "dIsfunción" se obstaculiza el logro del p l;l~a activIdad cuyo efecto lenguaje teleológico en es~Oposlto ge:r:eral. El uso de un Tales estudios parten de 1: caso ~~ ,tIene nada de malo. !ución tie~e un propósito J~Fe~~~IO~ de que un,: insti­Juzgar que actividades cond ma ?, y su objeto es ~ero l~s estudios de este tipou~~~ ~ este y cuáles r;o. tlca mas que puramente' ,. e naturaleza prac­logo por una situación es c~entífIc,:. El ~nterés del soció­en descubrir los dete . e un tlpo dIferente: consiste ~ig~ific~ción que tien~~naant~~ lde lna ~ct~\-idad, y la mstltuclón radica en ue ra e os I~~S ultlmos de una cipantes puede servir q su ac~ptacIOn por los parti­es posible usar un mod~r~ad:xph~~r su. actividad. Así, propósitos explicativos 1 f aCtlvIdad mtencional con a~opta rS que, dada la :xis~en~~m~elq~e la explicación mmadas -las diversas actl' 'd d d fm: quedan deter-

b VI a es e la mstit . , S

em argo, muchos sociólocros ' 1 UCIOn. in vado que' a menudo las b ti y. :~ropologos han obser-viduos no son compatiblesac vlla es reales de-los indi-dI' . . con os propósito d 1 d e as mstltucIOnes en las d s ec ara os ello, han buscado otros r qU,e. esempeñan cargos. Por zás inconscientes con los p ~POSltOS no. ~eclarados y qui­patibles. Así, Malinowskiqd~ t~ales aCÍlvldades sean com­y las "funciones" d l~ m~e. ~ntre los "estatutos" "f . e una mstltucIOn M unCIOnes manifiestas" "f . ,y erton entre

Sef!Ún M r k' y unCIOnes latentes" 4 • b a mows 1, los factore d .'

SImplemente las necesidades b' 1': etermmantes son Considera que una acti . d d lO og~cas de la población. cuando se demuestra VI a .partlcular btá explicada

" necesidades biolóo'Ícas qdueel shattsfabce una u otra de las ca '" b om re Tamb" _ so se JustIfIca el 1 . ; . len en este enguaJe teleologIco, si suponemos

4. Ver Malinowski, A S cientili Th SocIal Theory and Social St : eory 01 Culture; •. Merton tura sociales, México, F.C.E. ruc ure, cap. 1. Teoría y estruc~

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, oblación quieren sobrevivir que los IDlen:bros de una"lneres Podemos observar, de Y que sobreV1van sus cono li', , n no es tan simple

f ma de exp caClO , , paso, que esta M °li~ ki Las necesidades biolog¡.cas no

e a nows ' b " n como supon , d' 'duos pueden so reV1VIr e , 'd s y los m lVl 'd d son tan ng¡. a 'f' ón de sus neceSl a es y, diversos niveles ,d? satls a~l 'stir aunque implique además, una actlvldad pue e petSl de la población, En la destrucción real de ~~ par u: las actividades de la consecuencia, po~ría d argUl~se :fas por el imperativo de población no eS,tan ete~~ntcas sino por un sistem~ satisfacer necesldade~ bl 1 gsatisfacción de sus nece~l­de valores qU? requ~erf .; ro aun en este caso, estana dades en un Clerto ruve, e, , de las actividades, pue~­justificado hablar de la ~~nCl?~ de necesidades biológ¡.­to que su efecto (la ~atlls a)cclOn medio para la reali­cas en un nivel partlcu ar es un zación del sistema de valores'd 1 tercer uso del ténnino

No necesitamos ocuparn?s f ninrruna orientación "función" dado ~,ue, al no li~:~to~es de este tipo per-social de la aCClOn, las exp " dividual tenecen al campo de lf psic?}og~e l~n individuo se ex­

En el cuarto caso, a accl~nd d de aserrurar el logro , f' , de la neceSl a o, d d' phca en unclOn, La acción se conSl era 1-

de los fin~s de algun, o~ro, términos de un modelo rigida hacia un pr~poslt~ t~tro individuo, Pero este que parte de los, fm,es 1 e e también es posible es solo el caso mas s~p e'dya Cqufacilita la acción de considerar, que la ~~clOn a ~ue A logre sus fines; así, B, y que esta CO~trl uye a función en ténninos de los la acción de e tlene un d la red de cadenas entre­propósitos de A: pe ~~~;~a~~rse cada vez más com­laz,:das de aCClOn Pd lle"a a un grado muy altc? de ple]a, A veces, cu~n o se e ~na acción particular tlene

. complejidad, se p;e,nsa dqu mantener la estructura de la el exclusivo propos~?, ~ ta puede recibir una explica­sociedad, Pero tam ,len es, diferentes "estructu-ción, Diferentes, stcledagi~~~~:e~ropósitos, Así, lo que ras" porque satls acen t "la estructura de la , ara man ener parece necesano. P r d d para mantener un con-sociedad" solo lo es, en re.a 1 ~ ;ociales y éste, a su vez, junto particul<l;r de rel~clO:e ue deb~n lograrse ciertos solo es neces~no supom~n d°:f nuestro modelo de las propósitos, Sl esto es ver a ,

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e"Jllicaciones sociológicas está formulado, nuevamente, en términos de propósitos, y no debemos tener ningún escrúpulo en usar el término "función" en lugar del término "efecto",

Otro problema interesante es el de saber si en un sistema complejo de interacción los propósitos hacia los que están dirigidas todas las actividades son o no los de seres humanos concretos, Evidentemente, puede ocurrir que la masa de los individuos se convierta en instru­mentos para el logro de los propósitos de los poderosos, pero también se da el caso de que estos mismos no ten­gan más opción que la de perseguir ciertos propósitos, Así, por ejemplo, cuando decimos que una sociedad está dominada por la "motivación del beneficio", no nos referimos simplemente a la deliberada búsqueda de beneficios por un pequeño número de individuos, sino, más bien, al hecho de que la pauta cultural exige a los poderosos que busquen el beneficio monetario, En este caso, podemos incluso hablar del propósito de un sistema, Sin embargo, el modelo teórico aún se concibe en términos del marco de referencia de la ac­ción, y el elemento de acción intencional justifica el uso de un lenguaje teleológico,

Los usos quinto y sexto del término "función" plan­tean problemas algo diferentes, No hallamos aquí el modelo de una red de actividades individuales inten­cionales, sino más bien una entidad llamada sociedad 0,

simplemente, estructura social. En el quinto caso, acie­más, esta entidad está personificada y se la considera dotada de propósitos propios, Nadel expresa esta con­cepción con bastante claridad, cuando escribe:

Dado que todas las e:.s.."Plicaciones en términos de interdependencia conducen de una combinación de datos a otras combinaciones "anteriores", ellas nos presentan un sistema infinitamente móvil, sin comienzo y sin fin, y hasta sin pivotes conscientes alrededor de los cuales giren las partes interco­nectadas, Solo puede darse un comienzo y un fin a esta interacción infinita introduciendo en algún punto, o en algunos puntos, el impulso u objetivo de un propósito ulterior, proveniente del exterior del sistema, La ciencia física no tiene ninguna ga-

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t' ara dar este paso pues implicaría la supo-ranIap '. l· . d ' . ., , ~: a de que hay una mte 1genCIa etras SlClOn llllSwC . G de la: máquina del universo y que eXISte un . ran Ingeniero que concibió su plan .. En .el estudlo d: 1 . d d humana tal paso no es mfundado ro· a SOCie a, , h chas místico. La sociedad y la cultura :stan e ~ desarrolladas por el hombre pero ro se las cre,; ro

. se las hace funcionar para él. El Gran Ingeruero es simplemente el Hombre en abstracto, y la In­teligencia que está detrás de todos los. hechos ~o­ciales es la Mente Humana en sen?do ~~ o. Por supuesto, hay también construcclOnes 10gIC:::s que nosotros, los observadores, formamos a partlr de los datos.5 .

Ahora bien. mucho de lo que hem?s ~i~ho en capí­tulos antPrior~s parece justificar, en prmclplO, una con~­trucción -lógica de este tipo, si ella es la manera mas económica de explicar los hechos. P~ro podem~s, prJ-

untamos si los hechos realmente eXlg~n la nOClOn e ~el Gran Ingeniero" .0 si ésta obedece ~~plemente a la necesidad de justificar un concepto teO!lCO superfluo l si tal construcción teórica sería necesana en ~~ ca~o de hablar simplemente de efectos y no de funclOn es e un principio. Puede argüirse, por sup~esto, que, en el caso de un sistema social muy compl~Jo como el me~­cionado antes. cuyo propósito predomm~nte es suscept:­ble de ser co¿siderado aparte de c:ualqmer gnlP? 'paro-cular de individuos del que constituya su pr,ol?osit~ es necesaria alguna construcción purament~ teonca>.l ero es dudoso que la noción del Gran Ingeruero sea

l utl en

este sentido, simplemente porque no resulta c ara en absoluto.

FUNCION y SUPERVIVENCIA ORGANICA

Finalmente debemos considerar el sexto uso ddelJ~r­mino "funci6n", que es el que intere~ a Ra c e­Brown. Tal uso es el más íntimamente vmculado con el

5 Nade!, The ~oundations 01 Social Anthropology (195.1),

pág. 368.

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concepto de organismo e implica un cierto paralelo con la biología, en la cual se justifica la referencÍa a 10 in­tencional porque se sabe que ciertos procesos corporales son esenciales para la supervivencia y ésta puede ser considerada como el propósito fundamental del orga­nismo. La cuestión consiste, sin embargo, en saber si también en sociología es posible demostrar que ciertos procesos son esenciales para la supervivencia.

Obviamente, hay importantes diferencias entre los dos casos: es evidente que, en los organismos biológicos, cada actividad particular tiene un efecto que conduce a la supervivencia; si ella no se ,realiza, el organismo muere, su estructura y sus unidades dejan de existir; o por lo menos se enferma, de maneras claramente defi­nibles. Pero no resulta claro hasta qué punto puede decirse que a los organismos sociales les ocurra esto.

El mismo Radcliffe-Brown reconoce que hay impor- . tan tes diferencias. Los organismos sociales, afirma, no se enferman ni mueren; cambian de tipo estructural. Según sus palabras: "mientras que un organismo ata­cado por una enfermedad virulenta reacciona contra ella y, si su reacción fracasa, muere, una sociedad en la .que se produce una situación de desunión o desajuste funcional no muere sino que lucha para alcanzar cierta clase de eunomia, cierto nivel de salud social y, en el curso de este proceso, puede cambiar de tipo estruc-tural".6 .

Ahora bien, ¿ qué significación tiene esto en lo que respecta al uso del término "función"? En biología, este uso encontraba su justificación en el hecho de que es posible demostrar no solo que una actividad tiene dertos efectos, sino también que, si ésta no se reali?;a, ocurren otros hechos de carácter dramático: muerte, desintegración y enfermedad. El problema es si el cam­bio de tipo estructural puede demostrarse .tan claramen­te como la muerte y la enfermedad. Si no es así, será difícil sostener que los efectos de una actividad son de "vital" importancia r-ara el organismo social.

La dificultad reside en que los organismos sociales siempre están cambiando y aparentemente las diferen­cias entre cambios normales y cambios de tipo estruc-

t; Radcliffe-Brown, op. cit., pág. 183.

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tural solo son cuestión de grado. Por consiguiente, para establecer cuándo se ha producido un cambio de tipo estructural y cuándo puede decirse que la activiG:J.d cuya significación ,se discute cumple una .f~,nción ~talJ el sociólogo tendna que tomar una decIslOn relatlva­mente arbitraria.

Hay, sin embargo, algunos pocos casos en l~s que sería posible suministrar una demostración aproXilllada de este tipo. El primero de ellos es el caso de una co­munidad primitiva que ha gozado de un largo período de estabilidad social y que, al entrar en co.ntacto co~ la civilización occidental, sufre un desplazamIento. ~e Cier­tas actividades de carácter tradicional que ongma un período de gran inestabilidad y cambio rápido en éste y en otros tipos de actividades. En algunos casos, pue­den abrigarse dudas acerca de la suposición de que la sociedad en cuestión fuera estable en el período ante­rior al contacto (la investigación reciente sobre los pue­blos del sur de Africa, por ejemplo, muestra cuán du­dosa es tal suposición). No obstante, podría admitirse aquí que teníamos una .estab~lidad seguida de. ~nesta­bilidad, lo que nos permite afirmar 9,;te las activl~ades desplazadas desempeñaban una funclOn de superVIven­cia del tipo estructural anterior.

También podemos obtener pruebas similares en el estudio comparativo de comunidades civilizadas. Su­pongamos, por ejemplo, que hallamos dos comunidades con un modo de vida similar y que en una de ellas aparece una nueva actividad que desplaza a otra ante­rior (la introducción de una nueva industria o la acep­tación por el pueblo de una nueva religión). Si a esta introducción sigue una gran inestabilidad en el esquema de actividades, mientras que en la comunidad no afec­tada la aente continúa de manera estable con sus cos­tumbres bhabituales, podemos hablar de la función de esas actividades que fueron desplazadas en una comu­nidad y mantenidas en la otra.

Debe observarse, sin embargo, que antes de poder expresarno.s de este modo; .es esenci~l tene~ prueb.a~ de la existencia de una estabIlidad segmda de mestabihdad en el esauema de actividades sociales. Demasiado a me­nudo lo; antropólogos han considerado el cambio como algo necesariamente disfuncional. Cuando se les pre-

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nuevo esquema social con el viejo y afirman que éste es el organismo social sano. Pero como este patrón de la salud debe ser definido por contraste con los estados enfermos o inestables, resulta que se define la estabili­dad en términos de la inestabilidad y ésta en términos de aquélla.

Un error aún más serio es la atribución de funciones a actividades de una sociedad a la que se estudia en un solo momento de tiempo. En efecto, el uso del término "función" se justifica en la medida en que es posible sostener que, si la actividad de la que se dice que tiene una función no se realizara, se derrumbaría la estruc­tura o una parte de ella, o se dislocaría temporaria­mente y luego cambiaría de tipo. Entonces no es lícito, como no sea en carácter de hipótesis, emplear el tér­mino hasta que no haya elementos de juicio suficientes acerca de lo que sucede cuando tal actividad no tiene luaar. Sin embargo, parece ser una costumbre habi­tu~l de los antropólogos utilizar la palabra "función" de esta manera vaga. Es probable que, cuando esto sucede, los antropólogos hagan un uso totalmente di­ferente del término "función". Implícitamente, lo em­plean en el cuarto de los sentidos enumerados antes, serun el cual se considera aue el efecto de una actividad pa~ticular conduce al má:ntenirniento de un sistema de· relaciones sociales, y esto, a su vez, lleva al logro de ciertos fines ulteriores. Siempre que haya pruebas de que tales fines ulteriores desempeñan un papel determinante en la sociedad este tipo de e},.'plicación es admisible. El peligro es que, si no se hace e:x-plícita la naturaleza del modelo teórico que se usa inconscientemente, es pro­bable que el antropólogo interprete como "funcionales" aquellas actividades que se ajustan a su propio esquema de objetivos y valores y, más aún, las presente como esenciales para la supervivencia de la sociedad. Nunca se insistirá demasiado en que explicar actividades so­ciales por las funciones que cumplen en este sentido, no implica que sin esas actividades la sociedad no pueda sobrevivir sino, a lo sumo, que sin ellas no se alcanzarían ciertos fines.

En algunos casos, pues, los sociólogos que comienzan por dar explicaciones funcionales en el sentido apro-

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piado a la teoría orgamca manifiestan una tendencia a volver a explicaciones de un tipo diferente. Este últi­mo tipo de e),:plicaciones no depende en modo alguno del modelo orgánico sino de una teoría de la interacción social.

CRITICA Y DEFENSA DEL FUNCIONALISMO POR MERTON

La famosa crítica y defensa del método funcionalista que hace Merton en su ensayo Manifest and Latent Functions, no contribuye, desafortunadamente, a aclarar esos problemas. A través de toda la obra mencionada insiste en que si bien entre los datos reunidos para lo~ propósitos del análisis funcional deben incluirse las mo­tivaciones, la función no tiene nada que ver con éstas. "La,motivación y la función -nos dice-- varían inde­pendientemente." También sostiene que algún concepto sobre las necesidades del sistema social es vital para el análisis sociológico. Pero no puede evitar el tener que señalar corno problema la dificultad de establecer obje­tivamente tales necesidades, y los casos reales de "fun­ciones latentes" que cita parecen referirse muy definida­mente al propósito de grupos de individuos, y no a las necesidades del sistema.

Así, en su Paradigm for Functional Analysis, al referirse a la categoría de las necesidades, dice lo si­guiente:

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En todo análisis funcional hay alguna concep­ción, tácita o expresa, de los requisitos funcionales del sistema en observación. Corno notamos en otra parte, éste es uno de los conceptos más nebulosos y, desde el punto de vista empírico, más discuti­bles de la teoría funcional. Tal corno lo utilizan los sociólogos, el concepto de requisito funcional es más bien tautológico o ex post facto; tiende a lhnitarse a las condiciones de supervivencia de un sistema dado y, corno en Malinowski, a incluir necesidades biológicas tanto corno sociales.

Esto supone el difícil problema de establecer ti­pos de requisitos funcionales (universales versus

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específicos, procedimientos para convalidar la afir mación de esos requisitos, etc.).7

A pesar de esto, está muy dispuesto a definir el término "funciones" incluyendo "esas consecuencias ob. servadas que contribuyen a la adaptación o ajuste de un sistema dado", Aparentemente, por "adaptacion" se entiende aquí la que se hace respecto de un conjunto de necesidades del sistema que no puede ser determi· nado objetivamente. Así, cuando traza su distinción entre funciones manifiestas y latentes, Merton tiene que redefinir las funciones latentes atribuyéndoles el sig­nificado de "consecuencias no queridas", expresión que no plantea dificultades con respecto a la adaptación necesidades, o sugerir algún grado de adaptación en las consecuencias que hagan referencia a las motivacio ... nes y propósitos de los individuos. Merton ofrece los sio-uientes ejemplos de la investigación de "funciones latentes" por el sociólogo: "las consecuencias del nuevo plan de salarios para el sindicato, en el que los obreros están organizados, o las de un programa de propaganda destinado, no solo a promover su declarado propósito de estimular el fervor patriótico, sino también a hacer que o-ran número de personas se resistan a expresar sus opio ~iones cuando éstas difieren de la política oficial".8

Tenernos aquí: a) una referencia a "consecuencias"; b) consideradas funcionales o disfuncionales desde el punto de vista de las motivaciones de ciertos grupos, corno los sindicalistas, las personas que quieren expresar sus opiniones y las que no quieren que otras expresen las suyas.

A pesar de que la ambigüedad verbal da a la obra de Merton la apariencia de resolver algunos de los problemas tradicionales del funcionalismo, de hecho su ensayo no indica cómo atribuir a las "consecuencias" un carácter "adaptativo" sin hacer referencia a algún concepto de motivación y acción intencional. Merton piensa que ha hallado una justificación para el funcio· nalismo porque ha visto la diferencia real entre expli­car una acción en términos de su intención y explicarla en términos de otro modelo intencional que no se re·

7 Merton, op. cit., pág. 52. 8 Idem, pág. 66.

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fiera a los propósitos del actor que la realiza. Pero este otro modelo intencional no tiene por qué requerir la determinación de las necesidades de un sistema social; podría ser, simplemente, el implicado en el cuarto uso, al cual Merton presta demasiado poca atención. De hecho, nuestro examen de las concepciones de los teó­ricos funcionalistas conduce inevitablemente a la opi­nión de que para lograr mayor precisión en la formu­lación de hipótesis sociológicas es absolutamente esencial un modelo mucho más detallado que analice la red de interacciones sociales en términos de las motiva­ciones de actores hipotéticos. Volveremos al examen de tal modelo en el capíhllo siguiente.

REALIZACIONES Y DEBILIDADES DEL FUNCIONALISMO

Sin embargo, antes de abandonar la discusión de la teoría funcionalista, vale la pena observar que hay ciertos aspectos de este enfoque que explican su gran atractivo. En efecto, resuelve ciertos problemas impor­tantes, propios de la sociología, que será útil enume­rar, a fin de que, al pasar a la elaboración de otro modelo, podamos preguntarnos si éste puede enfren­tarlos más adecuadamente.

Las realizaciones que el funcionalismo se atribuye parecen ser las siguientes: .

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1. Ha destacado la importancia de los determinan­tes sociales de la conducta humana, en oposición a los individuales.

2. Ha trazado una importante distinción entre ex­plicación en términos de las motivaciones de los individuos y explicación en términos de los re­quisitos de los sistemas sociales.

3. Ha excluido la especulación acerca de motiva­ciones humanas, con lo cual parece enfrentar el tipo conductista de crítica de la sociología.

4. Ha tratado de sustituir, como determinantes de los sistemas sociales, los factores puramente sub­jetivos por factores objetivamente determinables (p. ej., las necesidades de la estructura social), lo

cual representa un intento por excluir de la so­ciología todo juicio de valor.

5. Ha tomado en consideración el hecho de que las actividades sociales no solo tienen consecuencias aisladas e inmediatas, sino también consecuencias sistemáticas y a largo plazo.

Se trata de realizaciones sumamente importantes, y puesto que el funcionalismo se las atribuye, debe ser considerado seriamente como contribución a la teoría sociológica. Sin embargo, cabe preguntarse si el grado en el que el funcionalismo satisface los requisitos que el mismo establece para la teoría sociológica no es más aparente que real.

El examen realizado en este capítulo, por ejemplo, nos induce a plantearnos las siguientes cuestiones:

1. Si el intento del funcionalismo de delimitar los determinantes sociales e individuales de la con­ducta humana de manera burda y rápida no dará origen a una definición oscura de lo social.

2. Si la verdadera distinción entre los determinantes sociales e individuales de la conducta no reside en el hecho de que los primeros son resultado de la interacción social, y si este concepto, aunque mucho más complejo, no es muy afín a los con­ceptos en términos de los cuales se explica la acción individual.

3. Si el intento de excluir toda discusión de propó­sitos del análisis sociológico no da como resul­tado la exclusión de una fuente aclaradora y legí­

. tima de datos. 4. Si al relacionar las actividades con las necesidades

del sistema, quedan realmente excluidos los jui­cios de valor. o solo se los oculta en la oscura definición de 'esas necesidades.

5. Si la validez de todo el enfoque no descansa en la aplicabilidad a las actividades humanas de la noción de "valor de supervivencia" y si esta no­ción es realmente aplicable.

El examen serio de esas cuestiones arroja dudas sobre el enfoque funcionalista. Las "necesidades del sistema" no pueden demostrarse tan claramente como supone el

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funcionalismo, debido a la dificultad de demostrar que una actividad es vital para la supervivencia del sistema; por ende, lo que a menudo se torna por tal demostra­ción es la explicación de una actividad en términos de la contribución que hace al logro de ciertos fines cuya necesidad el funcionalista da por supuesta. Aná­logamente, la exclusión que el funcionalismo hace de toda referencia a motivaciones subjetivas es solo apa­rente; como vimos en los ejemplos de "funciones laten­tes" dados por 11erton, en la práctica relaciona insti­tuciones y actividades con los propósitos de individuos y grupos. Sería mucho mejor, pues, reconocerlo así y tratar de demostrar claramente mediante pruebas em­píricas cuáles son los objetivos, fines o propósitos de los participantes de la situación.

Al parecer, entonces, el funcionalismo hace afirma­ciones falsas sobre todos estos puntos y solo parece vá­lido cuando nos limitamos a exigir pruebas más burdas como el caso en que somos testigos de un rápido período de cambio social, tal como ocurre en una situación de contacto social o cuando se conviene en que es nece­sario satisfacer ciertas "necesidades del sistema"; tan pronto exigimos una definición exacta de las catego­rías de "valor de supervivencia" o de "necesidades del sistema", hallamos que los funciona listas no pueden darlas.

P('ro hay una tesis del ·funcionalismo que resiste la crítica. Es la quinta de las mencionadas antes y que está detrás de la distinción de Merton entre funciones manifiestas y funciones latentes. Se trata de la distin­ción entre las consecuencias inmediatas y aisladas de una actividad y sus consecuencias sistemáticas a largo plazo. Por lo tanto, si tratamos de reemplazar el fun­cionalismo por un modelo basado en la noción de in­teracción, debemos cuidar de que éste permita hacer la misma distinción.

Dirigiremos ahora nuestro análisis a las nociones de acción e interacción. Se trata de conceptos a los que se ha contemplado con .recelo por no considerárselos totalmente científicos; sin embargo, parecen brindar lúcidas explicaciones, del tipo de los que el funciona­lismo no puede dar. Nuestro problema es saber si se las puede usar de manera científica, y resulta similar

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al planteado por Marx en : ' "Tesis sobre Feuerbach". Allí escribe:

"El defecto fundamental de todo el materia­lismo anterior ... es que solo concibe la cosa, la realidad, lo sensorial, bajo la forma de un objeto de contemplación y no subjetivamente, como ac­tividad sensorial humana práctica; de aquí que fuese el idealismo el que se ocupara del aspecto activo, aunque solo en forma abstracta, ya que por supuesto, no conoce la actividad sensorial como tal. Feuerbach quiere objetos sensoriales realmente diferenciados de los objetos del pen­samiento pero no concibe la actividad humana como una actividad objetiva." 9

El funcionalismo, como el materialismo que Marx atacaba, trata de excluir los modelos de acción formu­lados subjetivamente. Por su parte, quienes consideran la sociedad subjetivamente adoptan, demasiado a me­nudo, un enfoque meramente intuitivo y no logran demostrar empíricamente sus explicaciones. En los ca­pítulos siguientes nos proponemos averiguar si es po­sible incluir (lI1 nuestra teoría sociológica la noción de acción formulada subjetivamente y, al mismo tiempo, demostrar objetiva y empíricamente nuestras afirma­ciones acerca de la acción y la interacción. No nece­sitamos en modo alguno aceptar las implicaciones me­tafísicas que encontramos en la primera tesis de Marx, pero éste logró un importante conocimiento en este sentido, y tendremos ocasión de volver a ella cuando desarrollemos la noción de sistemas de interacción para explicar el cambio social.

9 Marx, "Theses on Feuerbach", en Marx y Engels, On Religion (1955), pág. 69.

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v El marco de referencia de la acción

EL CONCEPTO DE ACCrON

Todo intento de comprender el significado de la expresión "relación social" nos lleva inevitablemente al análisis de los términos "interacción" y "acción". "Ac­ción" es el término teórico más simple de la sociología, y procederemos ahora a analizarlo antes de pasar a mostrar cómo pueden basarse en él las construcciones teóricas más complejas de esta disciplina.

Según Max Weber, en cuyo análisis de los conceptos fundamentales de la sociología la noción de "acción" desempeña un papel fundamental, el carácter definito­rio de la acción es su "sentido". Así, en su famosa definición, dice: "en la acción está contenida toda la conducta humana en la medida en que el actor le asigna un sentido (meaning) subjetivo".1

En esta definición cabe destacar dos aspectos. En primer lugar, cOlnienza con un enfoque francamente subjetivo de la teoría sociológica. A este respecto, la obra de Weber, como la de Pareto, se diferencia rotun­damente de la de Durkheim. Pero la significación de esto no debe interpretarse equivocadamente; no se trata de que Weber acepte el método intuitivo de la "intros­pecéión simpática" como base de su sociología, sino que entiende que las construcciones teóricas de la so­ciología deben elaborarse a partir del modelo básico de la motivación de un "actor hipotético". El "actor hipo­tético" es una construcción teórica y los enunciados

. 1 Weber, The Th.eory 01 Social and Economic Organization, pág. 110.

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acerca de sus motivaciones tienen implicaciones empí­ricas de modo que es posible verificarlos "objetiva­mente". El error que se comete a menudo es suponer que la formulación subjetiva de conceptos teóricos de la sociología implica el abandono de los cánones co­rrientes de la prueba científica. Las explicaciones de la conducta en términos de la acción, necesariamente su­ponen una formulación subjetiva de los conceptos teóri­cos, pero no hay ninguna razón por la cual esto deba ser menos científico que la explicación basada en cual­quier otro tipo de conceptos teóricos.

El segundo aspecto se refiere al significado que Weber otorga al término "sentido". Este término ha desempe­ñado un papel importante en el gran debate sobre la historiografía y la metodología de las ciencias sociales que se realizó en Alemania en el período inmediata­mente anterior a Weber, y aun la obra de éste pre­senta muchas asociaciones que derivan de esa tradi­ción. Sin embargo, el sentido que Weber le atribuye primariamente es el de referir toda conducta particular al propósito u objetivo del "actor hipotético". Aunque Weber no se limita a este caso, usa como punto de par­tida el tipo racional de acción (es decir, el caso en el cual la conducta puede ser comprendida simplemente como un medio para lograr un fin), de modo tal que es posible comprender otros tipos en términos de su des­viación con respecto al patrón racional. Quizás sea útil que procedamos de la misma manera.

Vimos en un capítulo anterior que los conceptos de relación e interacción social no son conceptos simples sino que reposan en una serie de elementos variables. A partir de éstos, pudimos deducir tres posibilidades a las que llamamos cooperación, conflicto y anOlnia per­fectos. Pero cada uno de estos conceptos presuponía que la acción de los diversos participantes en el proceso de interacción era de tipo racional. Debemos ahora llevar nuestro análisis a un nivel aún más profundo y más complejo, mediante un examen del tipo racional de acción en sí mismo; de este examen resultará que el concepto de acción racional es solo una posibilidad, y que ésta implica importantes suposiciones acerca de la situación del actor que pueden no cumplirse siempre.

Cuando explicamos una conducta observada sobre la

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base de la motivación racional de ún actor hipotético, de hecho suponemos que:

1. El fin mismo en términos del cual se explica la c?nd,ucta no presenta ningún problema; en otros tenmnos, que los seres humanos son capaces de formular cualquier fin que elijan y que nosotros entendemos éste en forma clara.

2. Una vez dado el fin, hay ciertos tipos de conducta que pueden ser comprendidos como medios nece-. sarios para su logro.

3. El actor hipotético tiene un conocimiento tan concreto de la situación como el que puede al­canzar un científico.

4. Con este conocimiento de los medios y fines de la. situaciór:, el actor emplea el tipo de razona­mI;n~o lÓgICO 9ue podría aplicar un científico practico al realIzar su acción.

TIPOS RACIONALES Y NO RACIONALES DE ACCION

Tan pronto como exponemos estas suposiciones ve­mos que la conducta humana real está gobernada a menudo por otros tipos de motivaciones. Los fines hu­manos no pueden ser ilimit<;tdos. En primer lugar, al­gunos cuyo logro no puede mtentarse porque resultan tab~, en algúr: sentido; otros son tan' vagos que no es posIble concebIr que el actor extraiga de ellos conse­cuencias claras respecto de su conducta. En tercer tér­mino, puede haber casos en que el fin esté .definido bastante claramente, pero por no tratarse de' un fin empírico (p. ej., la salvación), no se desprenda de él ni?gún medio n~ce?ario. En cuarto lugar, .puede ocu­rnr que el conOCImIento que el actor tiene de la situa­c.ión sea imperf~cto y que una acción que, de haber SIdo correcta su Imagen del mundo, resultaría racional, no lo parezca a la luz de la visión que tiene el cientí­fico de la situación. Finalmente, es posible que, aunque el actor tenga plena conciencia de los hechos de la situación, planee su propia acción en términos de una lógica muy diferente de la de la ciencia empírica.

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Así a menudo nos encontramos en las ciencias hu­mana~ con una conducta que se resiste a la descripción en términos de un patrón racional de motivación. Esto es particularmente cierto respecto del comp07'tamiento de tipo religioso o mágico en todas las SOCIedades y entre los pueblos primitivos donde tiene un papel más importante que en las modernas sociedades seculares: muy pocas de las supos~ciones de racionalidad son vá­lidas para explicarlo. En efecto, los fines que nos vienen naturalmente a la mente como puntos de partida con­cebibles para la explicación carecen de relevancia por­que son tabúes para esa sociedad. Los propósitos de los hombres son oscuros para nosotros, y cuando los com­prendemos no disponemos de ninguna demostración científica de la relación entre medios.y fines que poda­mos aplicar a su explicación; así, el único modo de ex­plicar la conducta en relación con los .fine~ es mediante las reglas rituales aparentemente arbItran as de la so­ciedad en que esos hombres vÍven (p. ej., en el caso de los fenómenos meteorológicos o en el caso de la rela­ción entre la cópula y la concepción, respecto de los cuales se ha informado que los pueblos primitivos igno­ran hechos científicos elementales). Por .último, es po­sible que aun teniendo plena conciencia de los hechos de la situación (como ocurre a menudo con los pueblos primitivos respecto de la agricultura), los ho~b~es efec: túen prácticas que no se basan en este conOCImIento ro en la lógica común.

Los antropólogos están divididos en el enfoque de esta conducta. Malinowski, por ejemplo, insiste en que en la conducta de los pueblos primitivos hay un fuerte elemento racional y esta actitud complementa su insis­tencia en la distinción entre "estatuto" y función. Ma­linowski llega a sostener que la e},.--plicación de la con­ducta no debe buscarse en las intenciones declaradas del individuo observado; arguye que el salvaje no es el tonto que nosotros creemos y, en un nivel más profun­do, su acción puede resultar profundamente racional.

Esta posición de Malinowski deriva en gran parte de la orientación polémica de sus escritos. Quiere ofrecer una especie de contrapeso a las descripciones exóticas de las prácticas extrañas de lugares lejanos y, sobre todo, incluir toda la conducta humana dentro de un

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marco de referencia básicamente utilitarista. Pero una explicación adecuada de la conducta social no puede darse en los términos utilitaristas radicales que emplea Malinowski. En los escritos de antropólogos como Levy­BruI:l y Fraser hay muchos elementos que deben ser consIderados muy seriamente y que MaJinowski deja a un lado demasiado ligeramente. 2 Es cierto que quizás éstos hayan ido demasiado lejos al sugerir que el mundo primitivo está gobernado por una mentalidad prelógica que desapareció necesariamente con el avance de la ciencia. Pero también lo es que tanto en las sociedades primitivas como en las relativamente civilizadas, hay aspectos de la conducta que no se dejan explicar en términos utilitarios. Podemos citar el ensayo de Frank­fort. sobre Tlze Logic of ji1ythopoeic Thought como un mtento aclarador de hallar otra base, más satisfac-1tiria, para la explicación de esta conducta. 3

:t:l tipo de mundo social que reposa en formas de aCCIón puramente racionales ha sido destacado por muchos. de los grandes sociólogos, entre ellos Tonnies, DurkheIm, 'Weber y Pareto. Pero cada uno de estos autores consideró que el mundo racionalista emergía de manera lenta y relativamente imperfecta de un trasfon­do de orden tradicional no reductible a una explicación utilitarista. ASÍ, Tonnies esbozó los lineamientos <Tenera­les de~ la Gemeinschaft,4 Durkheim analizó la ""solida_ ridad mecánica 5 y Weber hizo del orden tradicional y la religión primitiva el punto de partida de su gran análisis del nacimiento de las ideolo<Tías y los sistemas sociales modernos. G ""

El análisis de Pareto es particularmente interesante porque llegó a él desde la economía, que es precisa­mente el estudio de la intersección de los patrones ra­cionales de acción de una pluralidad de actores. 7 Su

2 Ver Levy-Bruhl, .How Natives Think (1926); Fraser, The Golden Bough (1922).

3 Frankfort y cols., Before Philosophy (1949), cap. 1. 4 Tonnies, Community and Association (1955). 5 Durkheim, The Division of Labour in Society. La división

del trabajo social, 'Buenos Aires, Schapire. 6 Ver Parsons, The Structure of Social Action (1949),

págs. 563-578. 7 Pareto, The Mind and Saciety (1935).

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análisis de los sistemas sociales se refiere, esencialmente, a los elementos resi~uales q1f~ .quedan cuan.do se ha abstraído, por así deCIr, el analisIs del ec?no~sta. :eone énfasis en las teorías no ló~;as, en ten:~llnos d~ las cuales puede explicarse la aCClOn que no uene caracter lógico. Probablemente, al tratar d~ extende,r ~u concep­to de residuos (es decir, las, teon~s no 10glCas) pll;ra explicar todas las desviacion~s pOSIbles del caso raclO­nal haya simplificado demasIado el cuadro er; el que habría sido conveniente introducir otras categonas, pero tiene el mérito de haber otorgado nuevll;mente un .lugar importante, a la noción de acción de tl~~ no ra~l~mal.

Las dos categorías de Weber de la aCClOn tradIClOnal y afectiva recibieron lamentablemente poco de~arrollo en su obra. Ellas son solamente el punto de part:da .~on el que se contrasta la racionalidad de la n:;t?UVaclOI}' pero su análisis de la con;plejidad de la aCClOn ec~no­mica tiene particular clarIdad y demuestra que hay en ésta algo más que la mera decisión racional de usar los medios técnicamente más eficientes para alcanzar los fines. Weber llama Zweckrationalitat al.I?odo normal de acción económica, definida como aCClOn que supo­ne la evaluación racional de cursos de conducta alter­nativos en términos de su utilidad para ;1. actor. Se trata de una categoría compléja y muy dIstmta de la que llama W ertrationalitat, 8 que se ref¡~re a la prose­cución unilateral de un valor absoluto. Este es un con­cepto que debe aparecer a dos niveles en el campo de la sociología: para explica~ ~~ conducta en. los casos e? que se ha tomado una declSlon sobre cuestlOnes de utI­lidad o relativas al fin que se d~?e b,u~~ar, y en es!e caso se refiere a la forma de aCClOn tecm~mente mas eficiente· o como hace Weber, para refenrse ~ los ob­jetivos úiti~os en relación con los cuales los fmes eva­luados en el c~so de la acción económica solo aparecen como medios. .

La distinción que debemos hacer al constr~;r nuest~a teoría de los sistemas social~~ no . es entre aCCI?? eco~o­mica y otras formas de aCClOn, smo en~re a;CI?n raclO­nal en el sentido del uso de los medlOs tecmcamente ,

8 Sobre el examen de Weber de los ~istintos t~po~ de acción, ver Th.e Theory 01 Social and Economlc OrganlzatlOn, cap. 1.

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más efi~ientes, y los diversos tipos de acción no racio­n.'l;les .. SI podemos ~ar desde el comienzo una explica­CIOn sr;nple de los tIpos básicos de acción, racionales y n.~ raCIOnales, po~emos pasar al análisis de la organiza­CIOn de t~les urudades de acción en sistemas de dos maneras dIferentes. Por una parte, debemos ocupamos de las cadenas de acción de individuos particulares, en las :lue lo que,. desde el punto de vista de la unidad de aC;IOn es un fm, aparece como un medio en la cadena mas larga. Por la otra, debemos considerar la relación de las unid<l;des de acción de un individuo con las de otn?, es d.eClr, de~emos pasar al concepto, más com­pleJO, de mteraccIO~; Es en este nivel en el que con­cept~s com.o la nOCl~n de Weber de Zweckrationalitat adquIeren ImportancIa.

Pero en el ;niv~l elemental de la explicación de la condu~ta en termmos de unidades de acción, debemos conclmr. que no h~y un. solo tipo básico de acción, sino una .vanedad de tIpos diferentes. En primer lugar, están los tIpos puramente raci~nales, en los que el actor tiene u?a ;~ea clara de sus fmes, un conocimiento de tipo cIentIÍlco de los elementos de la situación y de cómo se los debe mo~ificar pa;a crear. el esta~? de cosas que des~a .como fm. Este tIpo adInite tambIen una serie de v:anaclones: el actor puede tener una idea oscura del fm o puede colocarlo en relación con otros fines, dis­~ue~to a contentarse c<;>n un lo~ro parcial de su obje­t~~o, pued.e tener, por IgnoranCIa o por mala informa­Clon, una Imag:en de los elementos de la situación y de !o que se n~c~sIta para. alcanzar su fin que difiera de la Imagen objetIva del cIentífico empírico; finalmente, el ~urso real de con.ducta en el que se embarca puede ser madecuado en vIrtud de una lógica defectuosa en su plan de a~ción. Tod?s. estos casos ocurren y se los pue­de concebIr como basIcamente relacionados con un es­quema lógico de acción.

Dist~ntas de las anteriores son las acciones de tipo no raCIOnal. Se las ~uede llamar no racionales porque no se apartan esenCIalmente de una norma racional. En estos casos, estamos ante la prosecución por parte ~el actor. de fi~;s no e~píricos y de las que llamaremos reglas ntuales '. Estas reglas rituales" ocupan en los

esquemas no raCIOnales de acción el mismo lugar que

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tienen las reglas técnicas que rigen la acció~. racio­nal. No parece posible, por el mom~nto, dehrur con p:recisión la lógic~ de estas "~egla:' ntuales"; en, apa­-iencia son relatIvamente arbItranas y la mayona de ~os int~ntos hechos en este senti~o solo .h;:l.ll lleg;ado a

na definición negativa. Durkhelill realIzo una mtere-u ., , sante tentativa de llegar a una comprenslOn mas com-pleta de. epas en su libro Las formas elemer;tales de la vida reltgzosa. El aspecto sorprendente .de. este ~s. que, después de hablar de las prácticas y creenCIas relIgIOs~s, Durkheim sintió la necesidad de expone~ ~a teona del conocimiento completa. En ella no se llillIta ~ ofre­cer una explicación del significado de las reglas ntuales que operan en la ~cción no rac~onal" s~no que llega a sugerir que las mIsm~s categon.as bas~cas del pensa­miento científico (p. ej., el espacIO, el tIempo y la cau­sación) derivan de la experiencia social. Tenga o .r;o razón en esto, Durkheim ha orientado. nuestra atencIOn en una dirección provechosa. ~l sugenr que las no;rnas y la lógica de la conducta raclO?al .Y de ~a no raCIonal derivan igualmente de la expene~c¡a .sOCIal, hace apa­recer la última mucho menos arbItrana; y, al plantear el problema en la teoría del conocimiento, revel~ 9ue tie~e plena conciencia del. papel de las normas logIcas en la estructura de la aCCIOno .

De todos modos debemos observ:ar que hay urudades de acción que nu~stro modelo de sistema social, d.ebe considerar, y que están gobernadas por no~as !o~cas diferentes de las que se aplican en .la ae~lOn tecruca­mente racional. El predominio de las aCCIones de este tipo sirve para caracterizar la so.ciedad .basad~ en la solidaridad mecánica de Durkhelill, la Gememschaft de Tonnies y la "sociedad tradi~ional" de 'Y,eber. Pero los dos tipos mencionados de urudad de a.ccIOn no ago­tan las posibilidades. En efecto parece posIble hablar de una tercera cateO'oría. Como se recordará, Weber no solo incluía dos tipos de acción, racional y tradicional, sino también un tercer tipo al que llamaba affektuel. Parece útil conservar tal categoría, aunque sea provi­sionalmente, pues hay acciones que n? pue~en s~r incluidas en un esquema teórico de medI.os y fmes sm resultar deformadas, y que deben concebIrSe com~ .e~­presión de estados emocionales más que como dmgI-

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das en algún sentido al logro de un propósito. Es ver­dad, por supuesto, que también es posible considerar la forma de expresión como un medio y la liberación emo­cional como un fin y, de ser esto así la relación entre medio~ y fines quedaría explicada del mismo modo que en el tlpo de acción n~ racional mencionado antes; pero ha~ta c0n:-pre~<:ler mejor las "reglas rituales" y las re­laCIones sunbohcas, es conveniente incluir esta tercera categoría.

EXPLICACIONES SOClOLOGICAS EN TERMINO S DE ACCION

Llegamos así a la conclusión de que la interpretación de la conducta humana en el marco de referencia de la <l:cción requiere por lo menos la elaboración de tres tlpos teóricos principales de motivación. Hasta el mo­mento nos hemos ocupado más de la acción individual que d~l princ~I?al objeto de estudio del sociólogo, que es la mteracclOn; debemos pasar ahora al proceso de construcción teórica en una dirección socio1ócica . . ,El prime~ p~n.to que debemos destacar es q~e l~ ac­

CIon de un mdIvIduo puede integrarse con la de otro a trav~s del condicionamiento cultural de los elementos. PrecIsame.r;te porque .los elementos de la motivación y de la aCClOn son vanables y debe elegirse entre ellos la conducta de cualquier individuo puede considerars~ com? algo flexible y susceptible de ser orientado hacia carnles ~omunes por las pautas culturales aprendidas . . En pnmer lugar, sea la acción racional o no el indi­

VIduo puede perseguir fines que le han sido p1~nteados por su condicionamiento cultural. En segundo lugar el cuadro del mundo que aquél posee puede ser el mis~o q.ue. el de sus semejantes, porque el proceso de su cono­CImIento está gobernado por normas que le llegan como part~ de las pautas culturales. A este respecto, nuestra propIa cultura otorga la mayor importancia a las nor­~as de .la ciencia empírica, pero aún hoy ejercen su ll:fluencIa. ?tras normas de carácter filosófico, ideoló­g!C? y rehglOso. ~nálogamente, cabe esperar que en la logIca del acto mIsmo opere toda una variedad de nor-

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mas diferentes culturalmente pautadas; es en este punto donde tratamos de establecer un distingo entre los tipos. racionales y no racionales de unidad de acción. Por úl­timo en el caso de la acción gobernada emocional­men~e, se presenta el proble?;a del ~ímbo~o apropiado para la expresión de la emOClOn. El sunbolismo pnvado puede desempeñar aquí cierto papel, pe~o el hecho ~s que en general, expresamos nuestra alegna, nuestra co­ler~, o nuestra pena a través de símbolos que aprende­mos de nuestra cultura.

Con todo el tipo de motivación de la acción que hemos mencionado hasta ahora es insuficiente para sus­tentar un sistema de interacción. Es cierto que si sus fines están establecidos por la pauta cultural, es muy probable que las acc~ones de los individuos s~ in~egren y sean complementan~s. Pe.ro puede no ocurnr aSI: he­mos dicho que la eXIstencIa de pautas culturales ase­o-ura que los individuos actuarán en ténninos de un idioma social común; desde el punto de vista de la construcción de sistemas sociales esto presenta muchas ventajas y sobre todo asegura que los individuos i:UPli­cados podrán comprender mutuamente s~s acclOn.es, pero no significa que éstas estarán necesanamente m-tegradas. .., .,

La acción SOCial, a dIferenCIa de la aCCIon en gene­ral comienza, seo-ún Weber, cuando "la acción de un individuo toma :n consideración la de otros y orienta su curso por ésta". Así, dada la motivación del. indi­viduo v la circunstancia de que éste es capaz de mter­pretar 'la conducta .~e otros indi:viduos, e~ posible a veces explicar su aCClOn en el seJ?-tIdo webenano de ~c­ción social. En un capítulo antenor destacamos un tIpO particular de interacción social,. a sa~er, aquel ~n el cual la acción de las partes era mtenclOnal y raclOn.al. Quizás sea éste el tipo más importante, 1?ero, en pnn­cipio, cualquiera de los que ~emos menclO~ado p.uede dar orio-en a la interacción SOCIal, tanto de tIpO raclOnal como ';;0 racional o emocional-expresivo. En el primer caso A toma en consideración la conducta de B como un x'nedio o una condición para lograr sus fines; en el seo-undo caso, igualmente ésta puede ser importante p;ra la realización de la acción de -4 de a.cuerdo c~n reglas rituales; y, en el tercero, es pOSible aSignar algun

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papel a la conducta de B en el intento de A poÍ' dar expresión simbólica a sus sentimientos. Pero el hecho de que la conducta de B pueda ser considerada, no so­lamente como un medio o una condición de la acción de A, sino como un fin en sí mismo, agrega una nueva dimensión al análisis sociológico. Hay, pues, básicamen­te, dos tipos de relación social: el tipo instrumental, en el que la conducta de B se considera ¡;omo un medio para lograr algún fin ulterior por parte de A, y el tipo no instrumental, en el que el fin de la acción de A es pr.ovocar en B cierta conducta que A desea por sí mIsma.

En cualquier caso, si comenzamos por comprender la motivaci0!1 de A en términos de fines, medios, condi­ciones, reglas científicas y rituales o expresiones simbó­licas, llegamos a la conclusión de que algunos de estos elementos pueden suponer la conducta de otras partes y de que la acción es, entonces, acción "social". El pun­to siguiente que debemos observar es que el elemento "social" de la acción puede no detenerse en la consi­deración de la conducta de B, y que puede ocurrir que o bien A tenga necesidad de tomar en cuenta la con­ducta de muchas otras partes o que su interpretación de la acción de B sea que ésta se halla socialmente orientada, en virtud de que toma en consideración la conducta de C, D, E, étc. Así, partiendo de la motiva­ción de A, podemos pasar a construir sistemas de com-plejidad casi infinita. .

Al llegar a este' punto, pasamos del análisis psicoló­gico al sociológico. Pero esto no significa que la motiva­ción del actor hipotético A, de la cual partimos, des­aparezca totalmente de nuestro análisis. Weber insistía mucho en este punto; para él, el análisis de sistemas sociales significaba siempre análisis en términos de la motivación de un individuo hipotético. Rechazó el en­foque orgánico y todo intento de tratar los sistemas sociales como conjuntos totales, aparte de la motiva­ción de los individuos, excepto cuando este tratamiento constituía un medio para lograr una orientación preli­minar dentro del campo. Hay así una rotunda diferen­cia entre el tipo weberiano de teoría y el enfoque fun­cionalista que examinamos en el capítulo anterior. Para Weber, el único significado que puede darse al término

Il2

"función" (al que, en realidad, no considera muy útil) es el que corresponde al rol de una acción particular en el plan de un individuo hipotético cuya motivación es la base sobre la que se analiza todo el sistema social. Lamentablemente, en los estudios sociológicos recientes esta tradición de análisis social ha tenido, frente a la ortodoxia funcional, una importancia secundaria, ya que solo han adherido a ella unos pocos autores, como Mannheim y M yrdal.

U na de las razones de este rechazo es que muchos sociólogos temen que asimile las e:X'Plicaciones socioló­"icas a las psicológicas, dado que unas y otras están formuladas en términos de motivación. Pero, de hecho, hay una enorme diferencia entre ambas. Las explica­ciones sociológicas se refieren a la conducta humana no en términos del efecto determinante de la motivación de un individuo sobre su conducta manifiesta, sino en relación con la existencia de un sistema de interacción tal que la conducta de B está determinada por el es­quema de motivación de A. Lo que diferencia rotunda­mente la explicación sociológica de la psicológica es que en la primera la conducta de un individuo se ex­plica siempre en términos de la motivación de otro.

Por supuesto, esto plantea la cuestión de hallar pun­tos de partida para el análisis de sistemas sociales. Puede argüirse que, a este respecto, el método weberiano deja abierta la posibilidad de un número infinito de expli­caciones diferentes, que varían según su punto de par­tida. El mismo Weber aceptó las implicaciones de este enfoque, y Mannheim y Myrdal las han desarrollado provechosamente. También es posible sostener que en todo sistema social perdurable predomina una forma particular de motivación, y que la tarea del anális~s sociológico es descubrir esta forma para luego constrUlr un modelo que parta de ella. Pero no debe pensarse que al aceptar esta alternativa se evita la referencia a la motivación del "actor hipotético" de Weber, pues el determinante último de toda conducta que aparece den­tro del sistema es aún esta motivación, y no alguna otra vaga categoría referente a las "necesidades de la estruc­tura social".

El modelo que debemos construir sobre esta base incluirá, no solamente la conducta de B, C, D, E, etc.,

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que ~~ motiv~ción de A torna en consideración, sino tambIen los dIversos mecanismos de control cuyo efec­to es ~segurar que esta conducta responderá a las ex­pectatl:as ?; A; ~s necesario destacar una vez más que la exphcaclOn -ultlffia de la existencia de esos mecanis­mos de. control reside en el hecho de que hay un siste­ma sOClal. bas~do en la, motiv~ción de A. Así, el objeto de l~ s~clOlogla no sena eJ\:phcar la conducta humana en t~rm~nos de controles y sanciones, sino explicar éstos en. term:nos de. la necesidad de cierta conducta para la eXIstencIa ~ontmua de un sistema social basado en una pauta partlcular de motivación. Los hechos "externos" que, corno. Durkheim comprendió acertadamente so~ los de~ermmantes sociológicos de la conducta h~ana, no. resl~en en los controles y las sanciones sino en las e~lgenClas que el plan d~ acción de A plantea a B. Los mIs~os controles y sanClOnes están indirectamente de­termmados por ellas.

Ahora bien, la forma particular adoptada por la condu~ta que se espera de otras partes y los controles y sancI.ones qu; la sustentan varían según la forma y el conten~do part:culares del actor hipotético alrededor del cual gll'a el SIstema soc~al corno un todo. Dado que esta forma y este contemdo son tan variables es poco probable que p~damos descubrir formas parti~ulares de c~mtroles y sa~clOnes que sean cuales fueren las motiva­clOne.s determmantes del sistema, resulten siempre ne­cesanas. Parsons, al concentrar su atención en las for­~as de .la pauta básica de motivación (lo que él llama las ,:anables de pautas de las expectativas del rol") ha

sl!gendo que el número de permutaciones y combina­Cl;mes poslbl.es es lin;itado, por lo cual también 10 es el numero de tlpo~ pOSIbles de controles y sanciones.9 Pero c~ando se. consIdera el contenido de la motivación (p. ej., la vanedad de propósitos humanos) es obvio que debe ,haber mayor .variedad, a menos qu~ se demuestre que esta es reductlble a un número limitado de nece­sl:I~des o propósitos detenmnantes básicos de los in­dIVl~UOS. Cabe, ~~stacar que para Weber, el p.unto de partlda del anallSls del orden social moderno fue toda

9 ':er Parsons, The Social S)'stem, pág. 58. El sistema social MadrId, Revista de Occidente. - '

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una filosofía de la vida de rico contenido histórico, y no un esquema valorativo formal corno el esquema del "logro universalista" que Parsons ubica en el centro de su análisis. Es cierto que podría llegar a demos­trarse que la distinción entre forma y contenido, en la acción y en las relaciones sociales, no es tan absoluta, y que el rico contenido histórico de las Weltanschaun­gen de diferentes períodos es reductible a un pequeño número de tipos. Pero esto no se ha hecho aún, y, por el momento. el análisis de \Veber del sistema social de la Reforma' parece más revelador en sus explicaciones que el análisis formal de los sistemas sociales que Par­sons formula en términos de sus pautas de valores.

Debernos subrayar nuevamente- que la forma parti­cular de los controles y sanciones de un sistema social variará según que las situaciones básicas de interacción sean de cooperación, de conflicto o de anomia. Parsons declara explícitamente que él se concentra en el primer caso, y la labor que ha realizado al desarrollar su aná­lisis para mostrar cuáles son los prerrequisitos institu­cionales de la acción social de este tipo es valiosa. Podrían hacerse análisis similares de -¡os correlatos institucionales de una situación básica de anomia o conflicto.

LOS PRINCIPALES TIPOS DE PROBLEMAS DE LA INTERACCION

Antes de ocuparnos de esto podernos, sin embargo, hacer algunas observaciones generales acerca de las áreas problemáticas de la interacción para las que es pro­bable que haya una estipulación. institucional en cualquier sociedad, por cuanto ellas aparecen en toda situación de acción e interacción. Sobre este particular es útil el análisis presentado por Kingsley Davis en su obra Human Society.lO En realidad, Da\-is supone" un< situación básica de cooperación, pero su argumenta-, ción está expresada en términos suficientemente ge­nerales como para permitirnos comprender su impor-

10 Davis, Human Socie!y (1955), cap. 5. La sociedad humana, EUDEBA.

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tancia respecto de cualquier situación básica que con­sideremos.

Davis aborda el problema de la integración de los sistemas de acción social en dos niveles. Primero, exa­mina el papel de las normas técnicas y económicas en la sistematización y el ordenamiento de las unidades de acción realizadas por un individuo particular; y, segun­do, discute los problemas implicados en las relaciones de las unidades de acción o cadenas de unidades de acción de más de un individuo. Es este último análisis el que nos interesa aquí y el que tiene particular impor­tancia para la elaboración de un cuadro' formal de cualquier sistema social.

El primer problema que plantea Davis es el del or­den económico. Éste surge del hecho de que el su­ministro de bienes que figura como medio en los pla­nes de acción de distintos individuos es intrínsecamente limitado, por lo que se plantea necesariamente la cues­tión de la asignación de estos recursos a usos alterna­tivos y a diferentes individuos. En otras palabras, en todo sistema social habrá algún sistema de propiedad.

Por supuesto, esto no resuelve ninguna cuestión re­lativa a la necesidad de cierto tipo particular de sis­tema de propiedad ni contribuye en nada al debate que ha ocupado un lugar importante en la historia' de la investigación antropológica y sociológica acerca de la inevitabilidad de la propiedad privada. Tampoco ne­cesitamos suponer que todo individuo acepta el sistema de propiedad existente. Todo lo que necesitamos afir­mar es que si hay una pauta dominante de motivación en el sistema social, ésta implica que se hará algún intento por asegurar sistemáticamente la asignación de~ bienes escasos a usos alternativos. Que los participantes del sistema social acepten o no el sistema de propiedad como moralmente obligatorio es otra cuestión. Eviden­temente, pueden recurrir al fraude o a la violencia. Davis considera esta posibilidad no .solo como algo que puede suceder en algunos casos smo como un rasgo normal de los sistemas sociales; de aquí que sostenaa que el sistema de propiedad debe ser respaldado p~r instituciones políticas, es decir, instituciones cuya tarea es asignar el derecho a usar el poder para obligar a otros individuos a actuar de maneras esperadas.

Pero esto solo hace retroceder un paso el problema, pues la noción del derecho a usar el poder presupone que existe alguna concepción aceptada acerca de dere­chos o de "legitimidad", y éste es el tercer tipo de problemas d~ los sistemas sociales sobre los que Davis llama la atención. En un sistema social estable, tal como él lo concibe, se necesita un conjunto de valores su­premos en términos de los cuales pueda demostrarse que ciertas acciones y el uso del poder para apoyarlas son legítimos. Para dar a esto una significación más general, diríamos que quienes desean facilitar cierta pauta básica de acción, proponen siempre un conjunto de valores supremos para legitimar el uso del poder en apoyo de ciertas acciones y un determinado sistema de distribución de recursos.

Pero al llegar a este punto, Davis señala un pro­blema importante y es que los valores supremos no son aceptados necesariamente por sí mismos: están dema­siado lejos de proporcionar satisfacción y gratifica­ción real como para que esto ocurra. En cambio,a menudo están vinculados con las creencias de los indi­viduos acerca de entidades no empíricas y de los tipos de acciones que se requieren en relación con esas entidades. En otras palabras, se acepta la conducta que se ajusta a las necesidades del sistema de interacción, no porque se piense que está de acuerdo con el sis­tema, sino porque es la conducta prescrita por las creencias religiosas y las reglas rituales de la sociedad. Así, las unidades de acción no racionales que exami­namos en la base de nuestro modelo resultan tener también una función en su cúspide.

Ahora bien. como ha observado Kolb, la posición de Davis en ~esta cuestión es muy conjetural.ll Pro­bablemente sea correcto que todo sistema de inter­acción presente problemas concernientes a la distribu­ción económica, el poder y el desarrollo de un sistema de valores supremos; cada uno de estos problemas presupone el que le sigue. Pero es menos obvio que el sistema de valores supremos implique creencias y rituales religiosos. Es cierto que debe hallarse algún

11 En Becker y Boskoff, "Modern Sociological Theory" (1957).

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medio de inculcar actitudes basadas en valores supre­mos, pero no hay ninguna razón necesaria para creer que este medio deba ser la creencia y el ritual reli­giosos. Éstos, por otra parte, pueden desempeñar un papel totalmente independiente dentro del sistema.

De hecho, el papel de la religión en los sistemas sociales es uno de los problemas más desconcertantes de la teoría sociológica. Davis, al igual que Durkheim antes de él, considera la religión como el medio por el cual se apuntalan los valores supremos. Pero, como en el caso de Durkheim, nos vemos obligados a pre­guntar si se explica la religión en términos de los va­lores supremos del sistema social o a la inversa. En la obra de Parsons y Davis hay una tendencia a adoptar la última concepción, aunque no explícitamente. Tam­bién encontramos la posición alternativa, expuesta por Marx cuando dice que "el secreto de la Sagrada Fa­milia debe buscarse en la familia terrenal".12

Esto plantea un problema muy práctico de análisis sociológico referente a cómo debemos tratar las uni­dades de acción no racionales que están en la base de nuestro modelo, es decir si procuraremos explicarlas mostrando su relación con unidades de acción de tipo racional, mediante las instituciones de control, o si las consideraremos como elementos separados del sis­tema. Lamentablemente, este problema aún no ha sido resuelto. Decir que lo no racional debe ser reducido a lo racional no es una respuesta, ya que todavía hay actos no racionales que se resisten a su explicación en estos términos. Por supuesto, el deber del sociólogo es presentar todas las relaciones y dependencias que es posible poner de manifiesto, pero no puede anticipar que será posible hacerlo en todos los casos. En cierta medida es, pues, necesario afirmar que algunas acciones no racionales son irreductibles.

MODELO PARA EL ANALISIS DE SISTEMAS DE INTERACCION

Teniendo presente lo anterior, podemos extraer ahora algunas conclusiones acerca del tipo de modelo que

12 Marx, "Theses on Feuerbach".

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supone la explicación ?,e la ~onducta .humana como producto de la interacclOn socIal. El objeto de tal mo­delo es permitirnos eA'Plicar por qué cualquier aSI?ecto particular de dic~a conducta. humana, del que se pIensa que tiene determmantes SOCIales, adopta la forma que tiene. En este modelo, como en todos los que se uti­lizan en la eA'Plicación científica, habrá algún fenó­meno empírico particular cuya ;xistencia no, t;xige ex­plicación. TodoR los otros fenomenos empmcos que entren en el marco de referencia del modelo serán ex­plicados mostrando su relación con este fenómeno fundamental. '

El punto de partida de nuestro modelo es la noción de unidad de acción. En el caso más simple puede pensarse que incluye un actor hipotético que tiene un propósito determinado (es decir, que desea provocar algún futuro estado <;l~ cosas) y manipula ciertos ,~e­dios en ciertas condICIones, para lograr ese proposlto (las' condiciones se distinguen de los medios en ,q.ue, si bien son importantes para el logro del proposlto, están fuera del control del actor). Diremos que la conducta del individuo observado está explicada si hay pruebas de que deseaba el estc:do. ~e c~sas que se produjo como efecto de ella. La JustIÍlcaclOn de esta afirmación reside en el hecho de que aceptamos una proposición teórica acerca de un actor hipotético que actúa intencionalmente.

Pero no toda la conducta humana puede ser expli­cada en términos de tales proposiciones, por lo que es necesario usar otras que se refieran a la acción no racional y afectiva. En estos casos, diremos que la con­ducta ha sido explicada 'si hay pruebas de que el indi­viduo observado deseaba un particular estado de cosas y también aceptaba ciertas reglas ri~,;ale~ como medio 'para alcanzar dicho estado, o tamblen SI hay pruebas de que el individuo se encontraba en un estado emo­cional particular y aceptaba ciertas formas de conduc­ta como medios de expresión adecuados de este estado.

'Además deberemos explicar ciertas actitudes huma­nas en términos de algún plan de acción irracional o basado en información errónea.

Alo-unos de los modelos teóricos de unidades de acció~, aunque no todos, incluirán como medios o con-

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diciones del acto la conducta de otras personas. Una expiicación sociológica de ésta consistirá en mostrar que ocupa un lugar en el modelo de acción. Debe observarse que, si bien puede haber una explicación. válida de la conducta de estas otras persónas en tér­minos de sus propias motivaciones, el punto importante para el sociólogo es el rol que a ella le cabe en tér­minos del esquema de acción del actor hiRotético del que parte el modelo.

El modelo, además, puede ser usado para explicar la conducta de otras personas, C, que sirve como me­dio para la acción de B, cuya conducta es un medio esencial para el actor hipotético A, 'Y también para explicar las diversas normas, controles y sanciones que inducen a B o a C a comportarse de las maneras requeridas.

Finalmente, una vez que se ha establecido una pauta de conducta como necesaria para las diversas partes, debemos considerar explicados para los propósi­tos sociológicos: a) todo sistema de distribución econó-. mica que asigne a las diferentes partes los bienes apro­piados a su participación en el sistema total de inter­acción; b) todo sistema de distribución de poder cuyo efecto sea prevenir cualquier violación del sistema de distribución económica; c) todo sistema de valores supremos que afirme la legitimidad de este sistema de distribución de poder; y d) todas las creencias reli­giosas y los rituales cuyo efecto sea provocar la adhe­sión a este sistema de valores supremos.

Por o~ra par~e, si parti~os del caso, más complejo, de conflIcto SOCial (es decIr, cuando B no hace lo que A quiere), debemos considerar explicado, para los pro­pósitos sociológicos, todo conflicto en la esfera econó­mica, política, valorativa o religiosa en el que las dos partes del conflicto se ajusten a las necesidades que A y B tienen de bienes, poder, legitimación y apoyo sobrenatural. Tal es el caso, por ejemplo, del modelo marxista para el análisis_de sociedades capitalistas: parte de la idea de un conflicto de propósitos entre capitalistas y obreros, y explica luego los conflictos en la "superestructura" legal, política, ideológica y religiosa.

Se verá que los modelos de este tipo pueden ser utilizados en todos los casos para reemplazar al mo-

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delo orgánico funcionalista examinado en el capítulo anterior. La diferencia reside en que el punto de re­ferencia final de las explicaciones que brindan es claro v sin ambiO'üedades, lo que no ocurre con la categoría de las "ne~esidades de la estructura social". Además, queda excluida la posibilidad de que haya juicios de valor ocultos, ya que se aclara explícitamente que la necesidad de toda conducta explicada depende de que sea necesario un tipo particular de unidad de acción. Si las circunstancias cambian y esta unidad de acción ya no es necesaria, entonces tampoco lo son las conductas e::-.-plicadas en términos de aquélla, y si al QUien presenta objeciones morales respecto de una c¿--;ducta, no está obligado a aceptarla como inevitable (como lo sugiere el modelo funcionalista), sino que puede cOl:si~erar si es p~sible cambi.~r la ~o~alidad del sistema ellmmando la umdad de aCClOn ongmal.

Después de haber aclarado un poco la naturaleza de las explicaciones sociológicas que utilizan el marco de referencia de la acción, podemos pasar a examinar alO'unos de los problemas que surgen de la relación errtre el modelo del sistema social estable y el del con­flicto social. Nos ocuparemos primero del papel de los valores en los sistemas sociales, para dedicarnos luego al análisis de los problemas implicados en la explicación del cambio sodal.

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VI

Los valores en la teoría sociológica

POSITIVISMO, IDEALISMO Y VOLUNTARISMO

En los capítulos anteriores, el análisis de las expli­caciones sociológicas nos condujo a conclusiones que entran un tanto en conflicto no solamente con el fun­cionalismo de los antropólogos sino también con el enfoque "estructural funcionalista" que Talcott Par­sons ha utilizado en su obra posterior. Puesto que buena parte de lo ya dicho acerca de los sistemas de acción e interacción depende de las propias ideas de Parsons, es necesario ahora examinar los puntos en los que el enfoque de la sociología que aquí propug­namos difiere del suyo. El punto central de la cuestión reside en el problema del papel que asignemos a los valores en los sistemas sociales.

La primera gran contribución de Parsons al pen­samiento sociológico se halla contenida en su libro Tire Structure of Social Actio7l> obra que no tiene par como historia analítica del pensamiento sociológico. En ella Parsons examina los trabajos de los grandes sociólogos europeos Pareto, Durkbeim y Weber y la teoría económica de Alfred lVIarshalL v trata de de­mostrar que, de una u otra manera, ¿ada uno de ellos intentó hallar el camino para superar las limitaciones del utilitarismo y el idealismo en la solución del "pro­blema hobbesiano del orden". La esencia del problema de estos autores era encontrar un lugar adecuado para los valores en su conceptualización de la interacción y los sistemas sociales.

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El utilitarismo, como Parsons lo ve, fue uno de los diversos intentos "positivistas" por elaborar una teoría de la acción. Por tal, Parsons entiende "toda teoría ~uya referencia empírica está dirigida a un sistema concreto que pueda ser considerado corno compuesto de las unidades que aquí llamamos unidad de acción".1 Una unidad de acción tiene las siguientes "caracterís­ticas mínimas": '(1) un fin; 2) una situación anali­zable a su vez, en a) medios y b) condiciones; y 3) por 10 menos una norma selectiva en términos de la cual el fin se relacione con la situación".

Los sistemas positivistas de acción tratan "el cono­cimiento empírico . científicamente válido corno el único modo teóricamente significativo de orientación subjetiva del actor, en su situación". Esto equivale a afirmar que se supone que el actor posee un cabal conocimiento científico de los elementos de sus situa­ciones, que de ese conocimiento extrae conclusiones "científicamente" y que actúa corno 10 desearía un científico práctico. Aunque puede haber ciertos elemen­tos que se deben simplemente al azar, se piensa que entre un actor y su situación no hay otra relación "teóricamente significativa". Por otra parte algunas teorías positivistas admiten tales elementos de azar, pero otras no y el utilitárismo se distingue de otras formas de positivismo por hacerlo; en particular, con­sidera los fines corno factores de azar. Pero una vez que ha aceptado que 10s fines no están sujetos a pre­dicción o control científicos (según la frase de Bentham, "el juego de pajitas es tan bueno como la poesía"), se limita al análisis de la acción en términos de ele­mentos que sí lo están. Corno dice Parsons los fines solo son admitidos como "datos para la aplicación em­pírica del sistema teórico" ; 2 no podemos predecir fines, pero dados éstos, el utilitarismo afirma que la orienta­ción científica del actor basta para explicar su conducta.

Parsons también presenta otros tipos de teorías posi­tivistas. En la práctica, la que reviste mayor interés es aquella en la que se reconoce que los factores in­fluyen en el curso de la conducta humana indepen-

1 Parsons, The Structure 01 Social Actio1!> pág. 77. 2 Idem, pág. 82.

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dientemente de la prosecución científica y racional de fines a los que se trata simplemente como factores causales sobre los que el actor no tiene ningún control. Como dice Parsons reiteradamente, la acción se ex­plica en términos de las categorías, propias de la cien­cia natural, de herencia y medio ambiente; aSÍ, cuando sostiene que la explicación utilitarista se disuelve en un positivismo radical, parece tener presente la intro­ducción que se hace de estas explicaciones para refe­rirse a aquellos factores que no son explicables en tér­minos del esquema utilitarista.

Pero la característica fundamental de todas las teo­rías positivistas de la acción es la de no dar cabida alguna a los "elementos normativos", a los que se tiende a diluir asimilándolos a la categoría de las condicio­nes, o a tratar como elementos fortuitos y teóricamente sin importancia. En el extremo opuesto, se ubican las teorías idealistas, para las que los elementos normativos son los únicos, mientras que desaparecen los relativos a "las condiciones" y a la orientación "racional y científica" del actor. Según palabras de Parsons: "En una teoría idealista, la acción se convierte en un pro­ceso de «emanación», de «autoexpresión» de los fac­tores ideales o normativos. Los fenómenos espacio­temporales solo se relacionan con la acción como modos de expresión o encarnaciones de significados." 3

Según la propia concepción de este autor, una teoría adecuada de la acción social debe ser de tipo "vol un­tarista" y dar cabida tanto a los elementos normativos como a los "condicionales". Esto es totalmente cohe­rente con la concepción expuesta en el capítulo ante­rior. Lo que allí llamamos por conveniencia "reglas rituales" son los elementos normativos de Parsons; también lo son los valores finales en términos de los cuales se declara legítimo el poder en un sistema social. Pero más allá de esto, surgen desacuerdos entre nuestro enfoque y el de Parsons, pues aunque com'cn­gamos con él en que los elementos normativos entran en la especie de unidad de acción que aparece en los sistcmas socialcs, esto no implica en modo alguno que estos últimos estén totalmente integrados por tales ele-

3 Idem, pág. 82.

124-

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1: ;:~";

mentas, y ésta es la tesis hacia la cual el pensamiento de Parsons parece desplazarse ya en The Structure of Social Action, pero mucho más obviamente .en The So-cial Systein. ., .

Se recordará que el mteres de Parsons, en su pnme­ra obra, se centra en "los problemas hobbesianos del orden" . Usa el término "hobbesianos" porque piensa, con razón, que Hobbes enfrentó las implicaciones de la suposición de un individualismo hedonista sin re.s­tricciones entre los seres humanos con mayor audacIa que los utilitaristas. Hobbes comprendió que el interés personal ilustrado no tenía cabida dentro del sistema utilitarista, por lo que sugirió que la solución del pro­blema del orden debe provenir del exterior del sis­tema. Parsons opina que si se aceptan las suposiciones utilitaristas, el problema no tiene solución y utiliza su análisis del desarrollo del pensamiento de Durk­heim para mostrar que pueden hacerse suposiciones alternativas.

DURKHEIM y LAS FORMAS DE SOLIDARIDAD SOCIAL

La principal obra de Durkheim, La división del trabajo social, fue concebida explícitamente como un ataque contra el utilitarismo de Herbert Spencer. Durkheim rechazó la concepción que Spencer tiene de la sociedad humana como el producto de contratos realizados por una serie de individuos egoístas por ra­zones de interés personal y destacó la idea de un ele­mento precontractua1 y no contractual subyacente en el contrato, una forma de solidaridad social, que, si bien difiere rotundamente de la de los pueblos primi­tivos, es, con todo, una forma de aquélla.

Pero la posición de Durkheim era e},.'plícitamente positivista. Hablaba de analizar "los hechos de la vida moral por el método de la ciencia positiva". Por ello, aunque en su tratamiento de la "solidaridad mecáni­ca" de las sociedades primitivas busca a tientas una concepción de las normas y los fines colectivos, su ex­plicación de la solidaridad orgánica de las sociedades

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cOlllplejas lo lleva a la conclusión de que su causa es algo seIlJ.ejante a la presión demográfica. Como dice Parsons, éste es un factor esencialmente biolólTico.

Pero quizás Parsons en su deseo por expon~r las di­versas tentaciones con que el positivismo aparta a los mejores sociólogos de las teorías voluntaristas concede demasil3:da importancia a esto. En el tratamiento que Durkheun hace de la solidaridad social en las socie­dades compleja~ hay otros dos puntos que merecen, por lo menos, Igual atención y que parecen indicar su aceptación de elementos normativos. Ante todo, como admite Parsons, la "conciencia colectiva" subyacente en la solidaridad mecánica no contiene evidentemente elementos normativos y la explicación ~ecundaria que da Durkheim de los orígenes de la solidaridad orgá­nica . es 9.;re ésta se desprende de la "progresiva inde­termmacI~n de la conciencia colectiva". En otras pa­labras, ~mer:tras que en condiciones sociales simples, la conCIenCIa colectiva establece fines inmediatos v medios detallados para alcanzarlos, en condiciones m&s ~0Ir;t~lejas solo. plantea fines más generales y deja al mdIvIduo la lIbertad de elegir los medios. Así, en ambos casos, la noción de conciencia colectiva se utiliza para atacar la concepción utilitarista según la cual los fines de un individuo en un sistema social pueden ser puramente fortuitos.

Pero, en segundo término, en la concepción de Durkheim de la solidaridad orgánica hay otra noción implícita que se revela en su análisis de las formas ~nómicas .de la división del ~abajo, y que adquirió Importancia en su obra posterIor. Se trata de la idea de una sociedad gremial. En el tipo de solidaridad social que produce la división del trabajo se establecen fines particulares para cada ocupación, pero todos ellos son medios para el logro de otros valores finales me­diante los cuales las actividades de cada individuo u ocupaci6n se integran en el sistema social. En cambio. si se lleva la división del trabajo más allá de ciertó punto, en la industria o en la ciencia, o si los intereses del capital y el trabajo no son armoniosos, estamos. según Durkheim, frente a casos de división anómic~ del trabajo.

Así, la solidaridad orgánica resulta ser un estado de

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cosas en el cual la felicidad del individuo está condi­cionada por la búsqueda de fines que se integren con los de otros individuos. La misma noción está implícita en el examen que hace Durkheim de la "anomia" en El suicidio.4 El suicidio anónimo se produce cuando se deja al individuo la libertad de buscar fines sm límite. El estado natural de un sistema social, en cam­bio es uno en el cual el individuo halla la felicidad pe;siguiendo los fines limitados que la sociedad le pro­pone. Todo est?, por supl!esto, recuerda la sociedad gremial de la cmdad ~edIeva},. y no result~ sorpr~n­dente que, en sus trabajOS polIucos, Durkheun eSCrIba como socialista gremialista. ~

Ahora bien, este reconocimiento de la integración de la sociedad a través de la búsqueda de fines comple­mentarios no es el único punto en el que Durkhe~ introduce elementos normativos en su sistema. AdmIte reITlas de carácter no científico (equivalentes a nues­tr~s reglas rituales), tanto en sus escritos sobre el c?n­trol social como en Las formas elementales de la vzda religiosa. Así, además de la referencia a fin;s contro­lados normativamente, hallamos que los medIOS no son solo aquellos científicamente apropiad?s, sino .también los est~blecidos por una norma. DurkheIIr;t examma tam­bién la relación entre normas y neceSIdades (en sus obras posteriores dio cada vez más énfasis a la inter­nalización de las normas, y en Las formas elementales de la vida religiosa declara que "la sociedad solo puede existir en los mdividuos y a través de ellos") y entre normas y símbolos.

No es nuestro propósito examinar aquí con detalle estos desarrollos del pensamiento de Durkheim. Baste observar que en el nivel relativo a lo~ fines que per­siITuen los actores, en el de los medIOS que usan y e;: el de la personalidad, introduce «;lementos. r:oIT?a­tivos que no tienen cabida en un SIstema utIlitarISta o en otros sistemas positivistas. Sobre esto no hace falta entrar en controversia. Lo que es mucho más dis­cutible es la suposición de que estas n~rmas, tomadas

4 Durkheim, Suicide (1952). El suicidio, Buenos Aires, Schapire.

5 Ver Durkheim, Professional Ethics and Civic M orals (1957) y Socialism and Saint-Simon (1959).

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como un todo, constituyan alguna suerte de consenso social que sirva para integrar en un sistema todas las unidades de acción. Si esto fuera así, quedaría poco espacio para lo científico-racional, lo condicional y los elementos fortuitos de los que partió Durkheim y éste habría terminado en una teoría idealista de la acción.

Ahora bien, Parsons observa que la posición final de Durkheim en Las formas elementales de la vida religiosa es idealista, en este sentido. En realidad, 10 es muy dramáticamente, pues habiendo partido de la posición positivista según la cual todos los elementos de la orientación del actor en su situación deben ser comprensibles por los métodos de la ciencia positiva, en los capítulos sobre epistemología, sostiene que hasta las categorías de espacio, tiempo y causación derivan de fuentes sociales o normativas.6 Parsons considera esto una aberración y sostiene que la principal ten­dencia que se manifiesta en la obra de Durkheim apunta hacia una teoría voluntarista que incluye fac­tores separados de lo normativo. Pero si tenemos razón, la búsqueda de Durkheini de un tipo de solidaridad social subyacente en el contrato lo llevó desde el co­mienzo mismo de La división del trabajo social, hacia una dirección idealista.

La característica curiosa de La diVisión del trabajo social es la afirmación de que las sociedades basadas en la "división anómica del trabajo" no son realmente sociedades. Entonces, o bien aceptamos esto, o bien de­bemos suponer que el objeto de Durkheim no es para nada el de un científico empírico sino el de un refor­mador social que hace recomendaciones. Pero si consi­deramos esta obra como una guía para el estudio empí­rico, esñamos obligados a objetar que realmente existen sociedades en las cuales los roles ocupacionales no están

.integrados y en las que los intereses del capital y el trabajo entran en conflicto. En realidad, lejos de ser anormales en el sentido estadístico, las sociedades que presentan estos rasgos han sido características en Euro­pa por lo menos desde la Reforma. El análisis de Durk-

6 Durkheim, Elementary FOTms 01 the Religious Lile (1915). Conclusión.

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heim de la solidaridad orgánica solo parece aplicarse a las ciudades medievales.

Si esto es así en lo que concierne al análisis de la sociedad industrial, nos encontramos otra vez, al pare­cer, en el punto de partida. La "solidaridad orgánica" de Durkheim parece un modelo inadecuado, y nos que­da la teoría hobbesiana o utilitarista. Pero podemos preguntarnos: ¿ Parsons plantea correctamente el pro­blema y ésta es la única alternativa? Parsons solo pre­senta dos alternativas rígidas: o hay orden social, o hay guerra hobbesiana de todos contra todos.

LAS OTRAS ALTERNATIVAS A ROBBES

Pero quedan por 10 menos otras dos alternativas. Una de ellas establece que, si bien puede haber algún tipo de orden relativo en el que se eviten los grandes con­flictos, hay ámbitos en los que actúa el interés personal y chocan las normas rivales. La otra es que, aunque cada hombre no esté contra su vecino, la sociedad se encuentra dividida en dos o más grupos de aspiraciom antagónicas. Esos grupos pueden estar unidos interna­mente por elementos normativos, pero dichas normas sirven para unirlos en el conflicto con grupos opuestos. Evidentemente, éste es el tipo de modelo de la sociedad industrial moderna sugerido por Marx; en una teoría de tipo marxista hay lugar para los elementos norma­tivos. En realidad, éstos son esenciales para toda expli­cación del desarrollo de la solidaridad de cIase, pero aquí se coloca en el centro del modelo del sistema como totalidad un conflicto de intereses o fines con el resul­tado de que aquél es directamente aplicab.Ie al tipo de sistema social que encontramos en la sociedad industrial y no es necesario tratar tales sistemas en un apéndice como si fueran anormales. tal como hace Durkheim en La división del trabajo ~ocial.

No está en discusión aquí la corrección o incorrec­ción del modelo marxista de las dos clases; nos propo­nemos llamar la atención sobre el hecho de que, sin llegar a la guerra de todos contra todos, existe la posi­bilidad de que los fines que persiguen los hombres en un sistema social no estén totalmente integrados y de

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que haya en él un choque de intereses y valores fina-. les que divida a los miembros del sistema en facciones hostiles. La importancia de destacar elementos norma- . tivos reside, pues, en el hecho de que nos ayuda a ex­plicar cómo los individuos subordinan sus propios inte­reses privados a 'los del grupo o clase.

Hay también otro aspecto en el que las normas son evidentemente importantes. Se refiere a que, en gene­ral, se tiende a proyectar los conflictos entre los grupos hacia un nivel ideológico. Pero no debe suponerse que se apele simplemente a un sistema común de valores que gobierne las acciones de todos los grupos; en tal batalla ideológica, el objeto de cada uno es presentar las propias acciones como compatibles con ciertas nor­;nas que el otro grupo acepta, y las de los otros como lllcompatibles con ellas. Pero las acciones del primer grupo no están determinadas por las normas a las que apela sino por los intereses realistas de aquél.

C. Wright Mills sostiene que Parsons se refiere real­mente a este tipo de situación y la .confunde con una de consenso social. Así, escribe:

"Ahora bien, lo que Parsons y otros grandes teóricos llaman «orientación valorativa» y «estruc­tura normativa» se relaciona principalmente con los símbolos de legitimación del amo. Se trata, en verdad, de un tema útil e importante. La rela­ción de tales símbolos con la estructura de las instituciones es uno de los problemas más im­portantes de la ciencia social. Éstos, sin embargo, no constituyen un ámbito autónomo dentro de la sociedad. Su importancia social reside en su uso para justificar o para oponerse al ordenamiento del poder y a la posición de los poderosos dentro de él. Su importancia psicológica reside en el he­cho de que se convierten en la base para adhe­rir a las estructuras de poder o para oponerse a ellas." 7

Por supuesto, en las "orientaciones valorativas" y en la "estructura normativa" hay otros aspectos, pero aquel

7 o. Wright Milis, The Sociological Imagination (1959), pág. 37. La imaginación sociológica, México, F.O.E.

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sobre el que Wright MilIs llama la atención es impór­tante v volveremos a él cuando examinemos la teoría del co~flicto y el cambio social. Mientras tanto, debe­mos examinar cómo desarrolla. Parsons en su obra The Social System su propia teoría de la interacción social.

EL ANALISIS DE LA INTERACCION DE PARSONS

El punto de partida de esta obra es el análisis micro­cósmico que hace de la situación de interacción. La interacción, nos dice, es siempre "doblemente contin­gente"; es decir, no está completamente determinada por la motivación de una de las partes sino que depende de que la acción de alter se ajuste a las expectati­vas de ego. ¿ Cómo es posible, pues, superar esta doble contingencia? Según Parsons: "El problema del orden y, por ende, la naturaleza de la integración de sistemas estables de interacción social, es decir, de la es­tructura social... se enfoca en la integración de la motivación de las acciones con los patrones culturales normativos que integran el sistema de acción ... " 8

Esta integración se realiza mediante lo que Parsons llama un doble proceso de "vinculación". Alter habrá internalizado el patrón o forma requerida de conducta de modo que se ajuste a su propia pauta de realiza­ción de necesidades, y descubrirá que la aprobación de ego depende de su conformidad.

Pero, por supuesto, no siempre se logra este grado de interacción. Como dice Parsons:

"La institucionalización de un conjunto de ex­pectativas de rol y de las sanciones correspon­dientes es, por supuesto, una cuestión de grado. Este grado es una función de dos conjuntos de variables: por una parte, las afectadas al hecho de que las pautas de orientación valorativas son compartidas; por la otra, las que determinan la

8 Parsons, The Social System, pág. 36. El sistema soci(,z, Madrid, Revista de Occidente.

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orientación o compromiso motivacional para el cumplimiento de las expectativas importantes." 9

Así, existe la posibilida~ de que no se compartan las pautas o de que ·no se logre la vinculación de ellas con la motivación de alter. La '''institucionalización'' com­pleta de los elementos de la acción solo es un caso polar, y en el otro polo se encuentra la anomia. El mismo Parsons dice: "La antítesis polar de la institucionaliza­ción completa es la anomia, la ausencia de complemen-' ta~iedad estructural del proceso o, lo que equivale a lo mIsmo, el completo derrumbe del orden normativo en ambos sentidos." 10

Pero después de decir esto, Parsons deja de lado tal afirmación sobre la base de que es un "concepto-límite que nunca describe un sistema social completo" y pasa a examinar el caso de la institucionalización completa.

Ahora bien, tanto este último caso como el de la ano­mía completa son conceptos-límite. Un sociólogo empí­rico renunciaría a ambos, en tanto que uno interesado en el análisis conceptual y la teoría consideraría justi­ficado des3frollarlos aún más. Debe;nos admitir que Parsons tiene derecho a ocuparse de la situación de tipo polar, pero es menester aclarar al respecto qu~ su teoría sociológica se ramifica en una dirección analíti­camente especializada. La otra rama de la teoría con­duciría al estudio del conflicto social. Después de estas observaciones, podemos pasar a considerar cómo trata Parsons los elementos normativos de su sistema.

LOS ELEMENTOS NORMATIVOS

El punto principal que cabe destacar a este respecto en la obra de Parsons es que la gama de su interés por diversos tipos de elementos normativos integradores es mucho menor aquí que en The Structure of Social Action. En el análisis de la doctrina de Durkheim que realizó en este libro, llamó la atención sobre varios pun­tos en los que los sistemas de acción se hacen nor-

9 Idem, pág. 39. 10 [dem, pág. 39.

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.~ ..

mativamente integrados y planteó la posibilidad de la existencia de fines compartidos o complementa­rios la de que los medios de acción estuvieran gober­nados por normas, y la de la internalización de éstas de modo tal que el consentimiento se convirtiera en una necesidad del actor. La característica curiosa de Thc Social System es que no examina la primera de estas posibilidades; dirige toda la atención a las pautas va­lorativas que gobiernan la "orientación" de un actor hacia otro, y así los fines como tales parecen desapa­recer del sistema.

Los argumentos mediante los que Parsons llega a los elementos normativos fundamentales de su sistema so­cial son complejos y no siempre claros, por lo que no podemos reproducirlos aquí. Pero los lineamientos ge­nerales de su argumentación son los siguientes:

En primer término, hay tres aspectos de la motiva­ción, a saber: el cognoscitivo, relacionado con el cono­cimiento de los hechos de la situación; el catéctico, vinculado con el deseo de ciertos objetos por parte de los actores, y el evaluativo, relacionado con la estimación de los elementos de la situación en términos de alguna pauta valorativa.

En seo'undo término, las normas de evaluación pue­den ser ~eglas aplicables a problemas cognoscitivos, ca­técticos o a la integración de la acción; en este último caso, a través de la integración de los actos de un i'ldi­viduo en términos de un sistema de personalidad o de los actos de más de uno en términos de un sistl~m;¡ de interacción.

En tercer lugar, puesto que en cualquier acción hu­mana completa intervienen todos los elementos men­cionados, debe producirse una diferenciación basada er. la primacía de uno u otro de los elementos eYaluati\"os. La- acción puede ser instrumental, en cuyo caso las normas que interesan principalmente son las que se relacionan con los medios correctos para conocer y com­prender el mundo; puede ser "expresi\"a", cuanrlo el tipo principal de norma aplicada es el que concierne al simbolismo apropiado para expresar una "disposición de necesidades": o puede ser moral, en cuvo caso las normas aplicada"s serán las tendientes a lograr la inte­gración de la personalidad o de la "colectiYielad".

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Parsons parece reproducir aquÍ en forma más com­pleja la distinción de los elemen.tos de la acción ex­puesta en The Structure of Social Action. Una teoría que se ocupara exclusivamente de la acción instrumen­tal sería, en términos del libro anterior, un sistema uti­litarista; y una que se concentrara en los elementos morales sería un sistema idealista. No está claro si exis­te algún paralelismo entre una teoría que destaque la orientación expresiva de la acción y las que presenta en el libro anterior; posiblemente esto represente una elaboración posterior de su pensamiento. Pero, eviden­temente, una teoría que dé cabida a los tres tipos de orientación de la acción que plantea en su esquema sería lo que él llamó una teoría voluntarista.

Sin embargo, The Social S')'stem no se basa en reali­dad en los tres tipos de "orientación evaluativa de la acción"; se-ocupa casi exclusivamente del "subtipo inte­grado!' de la colectividad del tipo moral de la orienta­ción evaluativa de la acción" (para utilizar las propias palabras de Parsons). La integración de los sistemas sociales tiene lugar por medio de la fijación de pautas en términos de estos elementos, y los otros estándares evaluativos, que el actor podría aplicar para la acción y el sociólogo para la explicación, tienden a quedar relegados. Es verdad que Parsons "no cayó en el idea­lismo", como, según él, le ocurrió a Durkheim, pero se concentra en las normas "colectivamente integradoras" hasta un punto tal que da a su sistema un aspecto no muy diferente del de un sistema de este tip9. ASÍ, en­contramos que en el énfasis que da a su esbozo esque­mático de los elementos de la acción repite 10 que había hecho en el análisis microcósmico de la situación de interacción: en ambos casos establece una gama de posibilidades pero solo desarrolla una de ellas. Es evi­dente, pues, que antes de que la teoría de Parsons pue­da ser aplicada COi1 realismo a las e:\:p1icaciones socio­lógicas concretas es necesario un desarrollo compensa­torio de otras posibilidades.

Pero el ámbito de intereses de Parsons se hace aún más estrecho cuando describe el contenido de los ele­mentos integradores de la colectividad. En este caso se interesa por los elementos morales de la "orientación evaluativa ele la acción" tomados en sí mismos. Esto

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equivale a excluir toda referencia al contenido y a los fines de la acción, para concentrarse en la orientación de. un actor hacia otro. El elemento fundamental "in­te<Trador de la colectividad" se convierte en las "expec­tativas del rol" de las que Parsons dice:

Para elaborar un esquema sistemático de pun­tos de referencia es ... esencial analizar primero las alternativas básicas de selección que son par­ticularmente significativas para definir el carácter de las relaciones con un objeto social, y constitu­tivas del carácter del esquema mismo de relacio­nes, más que de su "contenido" en térmi::lOs .de intereses, de sus aspectos culturales o motlvaclO­na1es en sentido diferente del de constitutivos de esquemas re1acionales.11

Las pautas valora ti vas que gobiernan la éonducta de un actor con respecto a otro son los estándares en tér­minos de los cuales los individuos eligen entre una serie de pares de alternativas. Estos estándares son:

1. La elección que se plantea entre considerar la relación con el otro individuo como un fin en sí mismo o como medio para algún otro propósito ulterior. Recibe el nombre de elección entre la afectividad y la neutralidad afectiva.

2. La elección entre considerar al otro actor como el proveedor de muchos servicios o solamente de servicios especializados. Recibe el nombre de elec­ción entre la difusión y la especificidad.

3. La elección entre considerarse a sí mismo como alguien que actúa solamente en interés propio o en interés de un grupo. Se la llama elección entre la orientación hacia la colectividad u orientación hacia el yo.

4. La elección entre tratar a los individuos como in­dividuos o, según el rol que desempeñan, como miembros de grupos clasificados (p. ej., produc­tores, consumidores, graduados, etc.). Recibe el nombre de elección entre el universalismo y el particularismo.

11 1 de m, págs. 58-59.

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términos de lo que es o en términos de lo que ha logrado. Se la llama elección entre la adscripción y la orientación hacia el logro.12 .

EL FORMALISMO DEL ENFOOUE DE PARSONS ~

L.o. pri.~ero que cabe observar con respecto a esta claslÍIcaclOn de las alternativas de expectativas del rol es su carácter formal. Podría pensarse que un elemento fundamental de éstas es la expectativa de cierto servi­cio específico ~e alter p~ra lograr, al menos en algu­nos casos, un fm especIfIco para ego; para decirlo de manera concreta, voy a la peluquería para afeitarme y cortarme el pelo para agradar a mi familia y a mis patron~s. Puede concebirse que un sistema social esté constrUldo por pautas de motivaciones y "expectati­vas del rol" d~, este género; pero, enfocando estrecha­n:;nte la atenclOn en los aspectos formales de mi rela­Clon cor: el peluquero, Parsons diría solamente que ella es afectIvamente neutra y específica.

El. problem~ que se presenta aquÍ es determinar qué funclOn le aSIgnamos a la sociología, es decir: si el propósito de ésta es clasificar sistemas sociales solo en los térm~n?s ~Ol'males más generales o si aspira a esta­blecer dIstmclOnes entre ellos con mayor detalle y to­m~ndo en cuenta la rica variedad de su contenido. La pnmera de. ,estas tareas. ha sido encarada por otros grandes. soclOlogos. antenores a Parsons, especialmente Durkhelm y Tonmes, y Parsons admite que sus "varia­b!es de pauta" son esencialmente un intento por pre­CIsar algunas de las diferencias analíticas entre los conceptos de Ge.meinschaft y de Gesellschaft pro­puest?s 'por Tonmes. Pero para el sociólogo ella puede constltu,lr solo una tare~ preliminar, y es posible, en efecto, que en el tratamIento de las relaciones particu­lares no baste con observar el hecho de que alter se

12 Ver .la sección titulada "The Pattern Alternati\'es oí Va!ue Onentation as Dcfinitions oí Relational Role Expec­tatlOn Patterns". Idem, págs. 58-67.

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propósito ulterior, sino que debamos nuestra observación hasta determinar cuál es este 'propósito ul-' terior; es decir, no limitarnos solamente al hecho de que se esperen servicios 'definidos o específicos, sino decidir cuáles son estos servicios.

Una de las razones por las que debe preferirse este último enfoque es que solamente cuando conocemos el contenido y la forma de lo que se espera de un rol po­demos juzgar si es compatible con los fines del actor de quien se lo espera; solo entonces podemos ver si la situación está integrada o contiene elementos de con­flicto. Parsons, por supuesto, afirma que se ocupa del caso de la relación social completamente instituciona­lizada, y supone que hay un nivel mínimo de satis­facción de necesidades logrado por los individuos que participan en un sistema social. Si deseamos introducir en la sociologla una explicación de esos sistemas so­ciales en los que los participantes tienen un relativo desacuerdo con el nivel de satisfacción de necesidades permitida por la red existente de relaciones sociales, tenemos que tomar en consideración los fines que esos mismos participantes se proponen. . Cabe destacar, sin embargo, que el límite entre una

sociología formal y una que tome en consideración el contenido de la acción y las relaciones sociales no es rígido. Sirnmel, que sostenía que la sociología se ocupa de la forma de las relaciones sociales sin referencia a su propósito, consideró adecuado sin embargo escribir acerca de La filosofía del dinero,l3 y es una cuestión discutible si la búsqueda de ganancia monetaria es un elemento formal o un elemento sustantivo de los siste­mas socialés. Si nos ocupamos de sistemas sociales en gran escala, es posible que el fin último al cual están referidas todas las actividades para su explicación, sea el déseo de ciertos individuos de vivir ae acuerdo con una filosofía normal y abstracta de la vida. Así, Weber, que trató. de explicar los sistemas sociales en términos de los fines perseguidos por los individuos, se refiere a la estructura de la sociedad capitalista en términos de la ética calvinista; y las características principales

13 Sirnmel, Philosophie des Geldes (1900).

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de esta ética y de la estructura social a la que dio ori­gen corresponden a un racionalismo en la conducta, aproximadamente equivalente al tipo de relación afec­tivamente neutral, específica, universalista y orientada hacia el logro que establece Parsons.

Pero no todos los sistemas sociales pueden ser conce­bidos como si· estuvieran determinados de esta manera por una filosofía de la vida. El mismo Weber escribió acerca de los orígenes del capitalismo, y como ha de­mostrado Tawney, por ejemplo, la filosofía de la vida del capitalismo primitivo fue gradualmente desplazada, a lo largo de los siglos, por una búsqueda mucho más dura del beneficio. Podría argüirse, por supuesto, que esta búsqueda del beneficio exigía un alto grado de racionalización en todo ámbito de la vida, pero el pro­letariado no se ha comportado como muchos alters en un esquema sociológico sino que ha perseguido sus propios fines y ha creado el movimiento socialista, que, si bien ha perpetuado muchas características burocrá­ticas del capitalismo, se ha señalado, no obstante, por fuertes elementos de tipo afectivo, difuso, particularista y adscriptivo.

LAS NORMAS Y EL EQUILIBRIO DEL PODER

Es verdad, naturalmente, que las pautas de las rela­ciones sociales no siempre se ajustan totalmente a los intereses que persiguen los hombres. Así, la industriali­zación se encuentra a veces tratada por la supervivencia de una mentalidad de Gemeinschaft en un pueblo que adhiere a ella como a un hábito. Por ende, po­dríamos admitir que, en cierta medida, el sistema de valores de'la sociedad, en el sentido de Parsons, es una variable independiente que debemos tomar en conside­ración. Pero Parsons va mucho más allá; para él, los intereses que pueden perseguirse y los bienes disponi­bles para los individuos y clases dependen del sistema valorativo vigente.

Así, dice que "todo sistema social debe tener meca­nismos para la distribución de la posesión de faciIlda-

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des, porque tal posesión es deseable y son intrínseca­mente limitadas con respecto a la demanda", y con­sidera que las fuentes de esta escasez son relacionales. Pero lo que esto significa es que algunas personas tie­nen más poder que otras.

Se podría esperar, entonces, que esto nos llevara a un examen de la lucha por el poder en los sistemas socia­les. Pero el examen que hace Parsons no sigue esta di­rección. El sistema debe adaptarse a la escasez de me­dios impuesta por la desigual distribución del poder, y las pautas valorativas aseguran la perpetuación de un sistema particular de distribución de los medios y el poder. De allí en adelante el examen del poder pasa a segundo plano y se analiza el sistema como si estu­viera integrado puramente en términos de pautas valo­rativas.

Se presenta aquí un problema muy importante. Si hubiéramos comenzado nuestro análisis de los sistemas sociales postulando un rechazo relativo de alter res­pecto de las expectativas de ego y, por ende, uri cierto grado de conflicto, sería obvio que, hasta cierto punto, egQ trataría de obligar a 'alter a satisfacer sus expectativas, y que la eventual conducta de alter esta­ría determinada por el equilibrio de poder prevalecien­te. Sin duda, la parte más afortunada elaboraría tam­bién racionalizaciones morales de estado de cosas pero la situación real no sería el producto de un sistema normativo, sino del equilibrio de poder y el eventual acuerdo entre las partes. De este modo, aun si se admite que la integración social depende en parte de los siste­mas de valores, hay también una subestructura del orden social que está determinada por la lucha pan. alcanzar el poder y la relación de fuerzas. Una expli­cación completa de un sistema social debe describir la naturaleza de este poder. Además, como ha señalado Wright Mills, hay muchos puntos de transición entre la coerción efectiva y el mandato legítimo por consen­timiento, pues "entre los recursos de poder que ahora prevalecen, se cuenta el de administrar y manipular el consentimiento de los hombres".14 Sin duda, en este punto los sociólogos siempre pondrán de manifiesto sus

14 C. Wright Mills, op. cit., pág. 40.

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tendencias, y lo que unos llaman "manipulación" será llamado por otros "consentimiento a normas comunes". Pero lo que es menester destacar respecto de Parsons es precisamente que, al subordinar las cuestiones de poder a las del orden normativo, manifiesta una ten­dencia marcadamente conservadora.

Las implicaciones prácticas de esta observación que­dan claramente ilustradas en un ámbito corno el de la sociología industrial. Todo el que tenga experiencia en relaciones industriales sabe que las relaciones reales pre­valecientes entre empleadores y empleados están deter­minadas por un contrato que da fin a un período de negociaciones en el que es probable que ambas partes hagan un despliegue de su poder amenazando con huelgas y lock-outs. Sin embargo, muy a m~nudo la sociología industrial ignora todo esto y examina las rela­ciones sociales de una fábrica corno si fueran semejan­tes a las de la comunidad aldeana, en términos de algún sistema de valores que se supone aceptado por ambas partes.

Por supuesto, hay algunos campos de estudio socioló­gico -corno el de la sociología industrial- en los que el elemento del poder en las relaciones sociales es mu­cho más evidente que en otros. Pero citarnos este caso extremo con el fin de destacar que la prosecución de fines que, desde el punto de vista del sistema corno un todo, son "fortuitos", subsiste, y que si no halla ninguna sanción en las normas de la sociedad, puede continuar de todas maneras y ser respaldada por la fuerza. Entre este último tipo de sanción y la que brindan las normas sociales hay muchos puntos intermedios.

Para sostener esto, no es necesario volver a una po­sición hobbesiana o utilitarista. Lo que se afirma es, corno sugirió Parsons, la necesidad de una teoría que evite las trampas de las diversas formas de positivismo, por una parte, y del idealismo, por la otra. Concentrán­dose exclusivamente en los aspectos normativos de la acción, Parsons elabora una teoría que no se diferencia del idealismo más que por reconocer que las normas solo afectan la conducta humana voluntariamente, es decir, que pueden ser obedecidas o no. Pero una vez que ha mostrado que se las experimenta subjetivamente de una manera diferente de la de otros factores, . continúa

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describiendo esas normas corno si ellas fueran la estruc-tura social. " .

Necesitamos entonces una teona que de cabIda tanto a lá acción normativamente orientada ~o~o a la que puede conside~<l:rse gobernada Ror algo slillil::r al c?no­cimiento científlco de la relaclOn entre medlOs y fl~es. También es necesario reconocer que algunos de los fmes que los actores de nuestro sistema pe!-,siguen p:reden ser fines fortuitos desde el punto de vIsta del .slstem::, y hasta entrar en conflicto con éste. Si tal conflicto eXlste, la conducta recíproca de los act~res pu.ede no esta~ ~e­terminada por normas compartlda~, smo por e~ eXlto que cada uno alcanza en lo que re~pecta a obhgar al otro a actuar de acuerdo con sus .. mtereses; el poder, entonces, se convierte en una variable fundamental del estudio de los sistemas sociales.

ESBOZO DE UN MODELO CONFLICTUAL DE SISTEMAS SOCIALES

La manera más útil de concluir este capítulo será exponer las líneas gen~rales ~el mo?elo adecuado para analizar el tipo de sOCledad mdustnal moder~a, que_es el que debernos abordar con mayor frecu;ncIa, y s~na­lar el lugar que los valores o~upan en el. ~n pnmer lucrar debemos determinar cuales son los fmes perse­gcid~s por los individuos y grupos de la sociedad. Se hará evidente, entonces, que no estamos frente al es­tado de naturaleza de Hobbes ni a uno de perfecta armonía. Encontraremos que muchos ~jembros. de la sociedad tienen lo que MacIver llama mtereses Iguales y comunes, y que tienden a f?rmar grupos entre los que habrá una situación confhctual. Nuestro modelo, tratará pues, de describir la estructura de los grupos y las relaciones entre ellos.

Al considerar primero la estructura de los f5I"?P?S separados es de esperar que hallemos alguna deflmcl~n comúnme~te aceptada de los objetivos del grupo, h.acla cuyo logro estén dirigidas las acciones de los mIem­bros individuales. Muchas de estas acciones pueden

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comprenderse directamente como medios para el logro de dicha finalIdad (es decir, como los medios "apro­piados", según los define la ciencia empírica). Otras acciones y re1.aciones pueden no tener esta relación directa respecto de los objetivos del grupo y experi­mentarse en el plano subjetivo como controladas nor­mativamente por los miembros, pero pueden conservar una relación indirecta a trav~ de la contribución que hacen a la solidaridad del grupo, por ejemplo, por la prevención de conflictos internos. También debemos dar cabida al hecho de que ciertos actos pueden estar rela~ cionados con los fines del grupo, no como medios cien­tíficamente apropiados, sino en términos de lo que lla­mamos "reglas rituales". Éstas pueden derivar de la mitología y la ideología del grupo. Las mencionamos como categoría aparte de aquellas que contribuyen a reforzar la solidaridad del grupo aunque pueda tratarse de las mismas acciones, porque es menester demostrar empíricamente que tienen este efecto. En todo caso, habría dos aspectos que es necesario señalar: primero, que hay ciertas acciones que están relacionadas con los fines del grupo de maneras distintas de aquellas que se juzgan apropiadas a la luz del conocimiento científico; segundo, que estas acciones contribuyen a reforzar la solidaridad.

Al describir la situación del grupo, debemos incluir el aspecto formal de las expectativas del rol en las rela­ciones sociales entre individuos y describir el contenido . de los roles grupales. El objeto del modelo grupal, con­cebido como un todo, será mostrar la conexión entre las acciones, los roles y las relaciones de los miembros del grupo y los objetivos de éste.

Tal como lo proponíamos respecto del conflicto entre grupos, debemos aclarar primero los puntos de conflicto de los objetivos. Podemos hallar que el conflicto es total o que hay zonas de consenso, incluyendo entre ellas el acuerdo relativo a la forma de desarrollo de aquél, pero, dado que hay un conflicto de objetivos, cabe es­perar que cada grupo trate de forzar al otro a seguir una conducta que, en el peor de los casos, no interfiera con sus propios fines, y, en el mejor, promueva concre­tamente su logro. Si cada grupo hace esto, habrá algún tipo de lucha de poderes en la que se utilicen diversas

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formas de poder, y algún tipo de conflicto hasta qu'e cada parte reconozca que es más provechoso ceder has­ta un cierto grado que continuar la situación conflic­tual. Si el equilibrio de poderes se mantiene después de lograr el acuerdo, éste puede ser desarrollado para elaborar normas convenidas para la conducta de los miembros de ambos grupos; si el compromiso logrado es inestable, ambas partes permanecerán pr~paradas para reiniciar el conflicto. En este caso, es pOSIble que la tregua no afecte las normas de cada grupo separado. Cabe esperar también que durante un período de con­flicto o de tregua continúe la batalla ideológica. Aun cuando el conflicto sea total, hay casi siempre tradiciones comunes a las que puede apelarse, y el. objetivo de ~a disputa ideológica sería mostrar que los .fl.nes del propIO <Trupo son más coherentes con las tradiclOnes comunes que los de sus opositores. Pero est<? no signífica necesa­riamente que los grupos en conflicto compartan real­mente valores comunes; pueden tenerlos, pero también puede ocurrir que la única razón para la supervive,ncia de la tradición común esté impuesta por su neceSIdad para la conducción de la batalla ideológica.

Así, es perfectamente posible elaborar un modelo alternativo para el análisis de sistemas sociales que in­cluya tanto la acción científ~ca racional como l~ acc.ión orientada normativamente, Slll caer en las exceSIvas Slill­plificaciones del positivismo que Parsons critica con ra­zón. El modelo de Parsons supone un foco de interés que se estrecha continuamente, primero en los elemen­tos normativos de los sistemas sociales, luego en el caso especial de la integración completa o "institucionaliza­ción" y tercero en los aspectos formales de las normas. , , l' . Como estudio especializado de un elemento ana ltlca-mente distin<Tuible de los sistemas sociales, presenta un valor real pe~o para el análisis de las modernas socieda­des industriales y las sociedades pluralistas surgidas por contactos culturales, es totalmente inadecuado. Para el estudio de éstas, que constituyen el principal objeto de interés de la sociología moderna, es esencial elaborar un modelo que conceda mayor importancia a la acción de tipo científico-racional y al conflicto. Por, lo tanto, en el capítulo siguiente pasaremos a consi?erar. con mayor detalle la teoría del conflicto yel camblO SOCIales.

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VII

La teoría del conflicto y el cambio sociales

En los últimos años, la idea de "conflicto" ha preocu­pado cada vez más a los sociólogos y los antropólogos, tanto en el nivel teórico como en el empírico. En -el primero, eso se observa en el resurgimiento del interés por los escritos de Simmel y en la obra de Coser, que, a su vez, basó sus propias teorías en las de aquéL 1 Entre los antropólogos, Gluckman ~a .d.estacado _el. papel del conflicto en las sociedades pnITlltIvas 2 y reCIentemente Dahrendorf ha elaborado una explicación del conflicto de clases en las sociedades industriales que, si bien im­plica una revisión de Marx, está de acuerdo con éste en relacionar el concepto de "clase" con- el de con­flicto; 3 también se opone e},.'Plícitamente a. Parsons e insiste en la necesidad de un modelo conflIctual para complementar, si no reemplazar, el modelo de aquél de sistema social estable.

Pero cabe dudar de que cualquiera de los autores mencionados realmente haya llevado sus críticas de la teoría "integracionista" y "funcionalista" sufi~ien.te­mente lejos.- El punto de vista del que parten lo mdIca el título de la obra de Coser Las funciones del con­flicto social, que implica la afirmación, que é~te hace explícitamente, de que el conflicto puede estudiarse no

1 Coser The Functions of Social Conflict (1956). Las funciones' del conflicto social, México, F.C.E.

2 Gluckman, Custom and Conflict in Primitive Society (1955). .

3 Dahrendorf Class and Class Conflict in an Industrial Sociefy (1959): Clase y conflicto de clase en la sociedad industrial, Madrid, Rialp.

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como destructor de sistemas sociales, sino CGmo algo que tiene una función dentro de tales sistemas. Sin embargo, aquí hemos sugerido una noción de conflicto que es destructivo, y tiene importancia tratar de deter­minar de qué manera se relaciona con la noción que utilizan autores como Coser.

LA EXPLICACION DE COSER DEL PAPEL DEL CONFLICTO EN LOS SISTEMAS SOCIALES

El mismo Coser establece una amplia distinción 'en­tre conflictos que "no contradicen los supuestos básicos sobre los que se funda la relación" y conflictos "en los que las partes contendientes ya no comparten los va­lores básicos sobre los que descansa la legitimidad del sistema social".4 El que hemos destacado hasta ahora es, por supuesto, el que corresponde al último tipo, pero por el momento será interesante seguir el análisis que Coser hace del primero.

Lo que afirma acerca de éste es que "la misma es­tructura social contiene una salvaguardia contra el con­flicto que destruye la base consensual de la relación: consiste en la institucionalización y tolerancia del con­flicto". 5 Es decir, que entre las expectativas de las partes se encuentra la de que ciertas cuestiones no pueden considerarse como dirimidas de antemano, y que, cuan­do surgen, la decisión acerca de ellas y de la conducta que se permitirá depende del tipo de equilibrio del po-der prevaleciente en el mOT?ento.. ,... . .

Así, en lugar de las relaCIOnes SOCiales 'mstItucIOnah­zadas" que reposan totalmente en normas, como en la obra de Parsons, parte de la institucionalización misma puede consistir en permitir que ciertos pro~lemas se decidan soore la base del resultado de un conflIcto entre las dos partes. SeO'ún palabras de Coser, la emergencia de normas puede'" depender de la relación de equili­brio de poder alcanzado.

4 Coser, op. cit., pág. 151. 5 Idem, pág. 152.

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"El conflicto -escribe- ayuda frecuentemente a revitalizar las normas existentes o contribuye a la emer­gencia de otras nuevas. En este sentido, el conflicto social es un mecanismo para el ajuste de norm?'l ade­cuadas a nuevas condiciones. Una sociedad flexible se beneficia con el conflicto porque tal conducta, al ayu­dar a crear y modificar normas, asegura su continuidad en condiciones modificadas." 6

Al afirmar esto, Coser llega casi a sostener que las relaciones de poder son el factor básico en las relacio­nes sociales y que la estructura normativa es una varia­ble dependiente. Podríamos preguntarnos, entonces, si no sería mejor comenzar inmediatamente el análisis de las relaciones de poder o el conflicto de intereses que estas relaciones supuestamente dirimen, en lugar de comenzar suponiendo la existencia de normas. Esto es en esencia lo que ya hemos propuesto, y sus implica­ciones serán desarrolladas más adelante, en este capí­tulo.

Sin embargo, viene al caso una segunda observación que hace Coser acerca de la destructividad del conflic­to social. Consiste en afirmar que la probabilidad de que los conflictos sean destructivos es mayor en grupos sociales. en los que "existe una elevada frecuencia de interacción y de participación personal de los miem­bros" que en aquellos en los que "los individuos inte­grantes solo participan fragmentariamente". El punto central de la cuestión consiste en que, en los sistemas sociales reales, la existencia de una situación conflictuál con respecto a un objetivo aislado no significa necesa­riamente que el conflicto desquiciará todo el sistema social. Pero hay sistemas en los que objetivos y rela­ciones no se encuentran aislados unos de otras (por ejemplo, en pequeñas comunidades cerradas) y un con­flicto en una esfera particular se dará entre personali­dades totales, y no se limitará a esa cuestión concreta.

En primera instancia la distinción que establece Co­ser parece válida, pues hay sociedades en las que las relaciones están segmentadas o referidas a fines especí­ficos y que tienen problemas totalmente diferentes de aquellas en las cuales las relaciones no se hallan espe-

6 Idem, pág. 154.

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ciallzadas y son difusas. Podemos también admitir que, aun cuando en el primer tipo de sociedad puede haber un conflicto total en un ámbito particular (es decir, sin ningún elemento de consenso en la relación parti­cular), este conflicto no se difundirá necesariamente ni trastocará todo el sistema social. ','Pero debemos hacer también otra distinción por

-cuanto las diferentes relaciones fragmentarias pueden no estar relacionadas entre sí de manera totalmente arbitraria o fortuita sino que entre ellas puede existir algún tipo de relación de medios afines. Si se da este caso, es posible que en el sector dominante o ÚltLTllO haya un conflicto que se difunda a lo largo de toda la cadena de medios y fines.

Este punto es especialmente importante en relación con las teorías de Dahrendorf, quien sostiene que los conflictos de clases surgen entre quienes poseen autori­dad y quienes no la poseen, y, por ende, pueden darse en cualquier tipo de institución (p. ej., en la industria, en la religión, en la política, etc.). Dahrendorf arguye que el carácter destructivo y revolucionario de los con­flictos de clases depende de que éstos se superpongan unos a otros en los contextos institucionales separados.

Pero el inconveniente del análisis de Dahrendorf es que simplemente ignora la enorme masa de investiga­ciones sociológicas e históricas que demuestran que los conflictos se difunden de un contexto institucional a otro porque las instituciones separadas se vinculan en­tre sí en relación de medios a fines. Nadie habría su­puesto que un sociólogo de la misma nación de Max Weber pudiera plantear ingenuamente una situación teórica en la cual los conflictos ocurridos en esfera reli­giosa no tuvieran ninguna conexión con los de la esfera económica e industrial, pues precisamente 10 que la obra de Max Weber muestra, es que dichos conflictos tienen implicaciones en la organización económica, y su observación de que solo examinaba un extremo de una cadena causal sugiere que también suponía que puede darse una relación inversa.

Tanto Coser como Dahrendorf, se basan, de hecho, en una situación que no es en modo alguno la única posibilidad teórica. La alternativa posible respecto de una sociedad en la que las relaciones no están segmen-

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tadas puede no ser una sociedad en la cual todo un conjunto de relaciones fragmentarias varían indepen­dientemente unas de otras, sino una en la que la estruc­tura de una relación segmentada está vinculada causal o funcionalmente con otra. Por supuesto, no es menes­ter afirmar que todas las relaciones se ajustan a un único esquema funcional o a una única cadena de me­dios y fines. En realidad, parte del peso de nuestro argumento na sido hasta ahora que puede haber con­flictos tanto entre partes de la estructura social como dentro de ellas; pero el concepto de sectores que va­rían de manera inconexa es tan artificial como el de la integración funcional completa. Debemos suponer que los conflictos se difunden en las sociedades segmentadas tanto como en las sociedades no segmentadas y estre­chamente integradas. Puede haber más odio personal en el último tipo de sociedad, pero eso es otra cuestión. Aquí nos concierne el sistema social y no el sistema de personalidad.

Esto nos lleva a la tercera afirmación de Coser, que establece que el coaflicto reúne a aquellos que se unen contra el enemigo común, y que cuando en un sistema social hay todo un conjunto de conflictos entrecruzados un enemigo en determinada situación conflictual puede ser un aliado en otra, lo que asegura la solidaridad social. Esto dependerá, por supuesto, de la medida en que sea verdadero que la vida social se realiza total­mente a través de coaliciones ad hoc. El modelo del análisis de Coser sería el sistema de "cabildeos" de la política congresal norteamericana. Pero en cambio exis­te también el· sistema británico bipartito, que muestra que para el pueblo británico el enemigo en un frente lo es también en los otros.

Debe observarse que Gluckman extiende esta afirma­ción al ámbito de las sociedades primitivas, y es posible que en este caso tenga mayor razón, pues en un nivel primitivo puede ser factible comprender las relaciones y actividades sociales como dirigidas hacia el logro de una serie de fines discretos (aunque ésta no es, en ab­soluto, la opinión de la antropología funcionalista). Pero evidentemente en toda sociedad hay un límite para las posibles combinaciones de individuos que pueden -entrar en coaliciones ad hoc, y este hecho limita el

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principio de éstas como medio para asegurar la solida­ridad.

Lo que deseamos destac~r aquí es que, al oponex;;e a la idea de que los conflIctos deben ser destructlvoS, Coser, Gluckman y Dahrendorf h,an d~do posiblemente un énfasis exagerado a la otra drrecciOn ..

Es cierto, por supuesto, que e~ modelo slID~l~ de dos partidos y dos clases es demasiado esquematlco 'p.a~a suministrar una herramienta adecuada para el analisls, especiahnente el de socied.a~es ind~striales avanzadas; pero la teoría de las coalIciOnes, SI podemos llamarla así, subestima la medida en que en la sociedad mo~erna los conflictos tienden a unirse o a entrar en relaciOnes. unos con otros.

La última categoría de conflictos que menciona Coser tiene probablemente, menor importancia. Se trata de

, " E los del tipo "válvula de escape. n estos casos se pro-duce "un desplaza~iento d~ objetivos en. ~l actor" .. Éste ya no necesita aspirar a lograr una SolucI~n de la SItua­ción insatisfactoria sino simplemente a liberar la ten­sión que surge de ella. Éste es el caso que. Parsons e~a­mina en su análisis de la conducta desvlada. 7 Segun este autor cuando altá no se ajusta a las expectativas de ego p~ede darse una de ?OS alter~a.tivas:. o bien ego desarrolla nuevas e},:pectatlvas con eX1to y sm c?m­binaciones patológicas; o bien desarrolla una a~br~'a­lencia tal que hace evidente una conducta que mdica diversos tipos de liberación d~ .la tensión, y.el proceso de acomodar a ego a los' requlSltos de la sOCledad. debe dar cabida a esta válvula de "escape". Parsons oilllte la alternativa de que ego pueda persis~ir en ~us exigencias orio-inales de manera totalmente raciOnal, sm desarrollar sínfomas o ambivalencias patológicas (alternativa que conduciría a conflictos realmente destructivos) ; pero no obstante esto nadie negará que muchos conflictos to­man el cursd que él y Coser sugieren, y que ~llos son compatibles.con el mantenimiento del orden SOCial (aun de acuerdo con el análisis propuesto por Parsons en el que se sugieren diver~as categoría~ sociales Pil-ra lo am­bivalente, lo compulSIVO y lo desViado).

,. 7 El sistema social, 7 Parsons Th.e Social SYÚem, cap. . Madrid, R;vista de Occidente.

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Los sociólogos de la escuela conflictual han destaca­do en verdad, un punto importante: aun un análisis est~uctural-funcional debe dar mayor cabida al desarro­llo de situaciones conflictuales y Parsons no ha tenido esto en cuenta, excepto en su análisis de la conducta desviada que solo se refiere al menos importante de los conflictos del tipo "válvula de escape". Obtendremos un modelo mucho más flexible para el análisis de socie­dades complejas si admitimos las normas que dependen en parte de un equilibrio de poderes y los conflictos entrecruzados que conducen a coaliciones suficiente­mente fuertes como para mantener unida una sociedad abierta flexible. Pero esto no significa en modo alguno que éste sea el único tipo de conflictos, por lo que debemos ahora dirigir nuestra atención al estudio de aquellos que destruyen cualquier género de interacción funcional total de un sistema social.

EL CONFLICTO EN WEBER, MANNHEIM Y MYRDAL

Es curioso el hecho de que, excepto en el importante caso de Marx, el análisis de este tipo de conflictos solo aparece como un subproducto de una tradición meto­dológica particular. Muchos autores han señalado que en las ciencias sociales la objetividad no es posible en el mismo sentido que en las ciencias naturales. Pero esto se debe al hecho de que las relaciones y actividades sociales pueden ser consideradas necesarias o innecesa­rias, funcionales o disfuncionales, según los. puntos de vista conflictuales desde los que se las considere, y éstos pueden ser los puntos de vista de individuos, grupos o clases participantes en la sociedad. ASÍ, podemos esperar obtener alguna visión de importancia acerca de los conflictos destructivos en la obra de aquellos sociólogos que han hecho un análisis serio del problema de la objetividad en la ciencia social, especialmente en la de Weber, Mannheim y M)'Tdal.

En su ensayo "Objetividad en la ciencia social", We­ber dice que "no existe ningún análisis científico absolu­tamente objetivo de la cultura, o, dicho en térmipos

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quizás más restringidos pero e,n esencia ~imila~es para nuestros propósitos, de los f~nomenos. sOClales lD:depen< dientes de los puntos de vIsta espeClales y unilatera­les de acuerdo con los que -expresa o tácitamente, consciente o inconscientemente- se los selecciona, ana­liza y organiza con fines exposi~ivo~. Las razones. ~e esto residen en el carácter de la fmalidad cognoscItIva de toda investigación de la ciencia social que trate de tras­cender el tratamiento puramente formal de las normas lerrales o convencionales que regulan la vida." 8

"Ahora bien en el contexto que hace tal afirmación, Weber se refi~re al hecho de que toda actividad, insti­tución o relación social puede ser considerada desde un punto de vista económic~, re~gio~o o de otro tipo; pero tiene también otras dos lillphcaclOnes. Una de ellas es que el esquema conceptual del sociólogo puede depen­der de la actitud valorativa particular que aquel adop­te; es decir, el sociólogo puede tener interés por estudiar cuáles son las actividades que conducen al estado de cosas que él desea. La, otra es que estas activ.idades pueden ser juzgadas segun el grado en qu~ contnbuyen a que los actores participantes logren sus fmes.

Mannheim, cuya posición debe mucho a Marx por una parte, y a Weber y sus pr~decesores po~, la o?,a, vio las implicaciones de esta últlilla obser:':aclOn: SI la sociolorrÍa se ocupa de mostrar la relaclOn entre las activid~des y los propósitos de l~s ~c~ores de un siste~a social entonces no existe la objetIVIdad en el senado de dejar que los hechos hablen por sí m.ismos. La nece­sidad de éstos depende del punto de VIsta adoptado y los que, desde la perspectiva de '-.:-n conj;.rnto de actores, son necesarios para el logro de Clertos fmes, pueden no serIo para otros y, por ende, es probable que con el tiempo sean eliminados. 9 • • • • .,

La misma observación hIZO :Myrdal, qUIen mSIstlO en que en lo que respecta a las relaciones raciales, no ha,Y hechos objetivos simples, sino solamente hecho~ relati­vos a premisas valorativas. Pero lo que nos mte;es.a ahora no es primordialmente el problema de la obJeti-

8 Weber The Methodology 01 the Social Sciences, pág. 72. 9 Mannheim Ideology and Utopia. En el capítulo IX exa­

minaremos con 'mayor detalle las ideas de Mannheim. Ideología y utopía, Madrid, AguiJar.

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vidad, al que volveremos más adelante, sino el del conflicto en los sistemas sociales, y sobre este problema Myrdal nos dice algo de importancia directa. Al hablar de la selecc\ón de los puntos de partida valorativos, afirma:

En un tratamiento científico de los aspectos prácticos de los problemas sociales, es necesario no elegir arbitrariamente los conjuntos alterna­tivos de premisas valorativas hipotéticas. El prin­cipio de selección debe ser su relevancia respecto de ellos, que está determinada por los intereses e ideales de personas y grupos de personas reales. Así, no hay ninguna necesidad de introducir pre­misas valorativas que nadie sostiene.

Dentro del círculo de relevancia determinado de este modo, puede fijarse otro círculo de signi­ficación aún más estrecho, para denotar las valo­raciones que hacen grupos importarites de perso­nas o grupos pequeños pero de gran poder social. La investigación realista de problemas prácticos deberá concentrar su atención en las premisas va­lorativas correspondientes a valoraciones dotadas de elevada significación social o que tengan pro­babilidades de conquistarla. Por otra parte, no. es necesario adoptar solamente esas premisas va­lorativas que sustenta la mayoría de la población o un grupo políticamente dominante. 10

M yrdal hace tres suposiciones que debemos destacar: 1) que hay conflictos de "premisas valorativas" '0, en otras palabras, de aspiraciones o finalidades entre dis­tintos grupos de la sociedad norteamericana; 2) que estos conflictos abarcan un ámbito lo suficientemente amplio. como para influir en la estructura de la socie­dad en casi todos los puntos en los que la estudiemos (debido a esto, Myrdal insiste en que debemos aclarar nuestras premisas valorativas en cualquier estudio de esta estructura); 3) que el curso real de los sucesos está probablemente determinado por el poder de que disponen los grupos, y que el equilibrio de poder puede cambiar de modo que ciertas premisas valorativas par-

10 MyrdaI, Value in Social Theory, págs. 157-158.

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ticulares pueden ganar significación social. En otros términos, M yrdal da por supuesto un modelo conflic­tual de los sistemas sociales similar al que esbozamos en el capítulo anterior y al cual debemos volver ahora.

LA NATURALEZA DEL CONFLICTO SOCIAL

a) La formación de grupos conflictuales

En su forma más slmple, este modelo comienza supo­niendo que hay dos partes co.n aSf:JÍrac~ones o fines c<:n­flictuales. El logro de estos fmes \reqU1ere, en cualqU1er caso, la cooperación de otros en \complejas cadenas de interacción, y aun cuando no haya básicamente nin­guna situación conflictual es ne4esario un sistema de interacción social para cada una d,e las dos partes origi­nales. Pero la situación conflictual \>urninistra una razón adicional para depender de tal sis\ema de interacción, pues cabe esperar que, en el desarrC?llo del conflicto, los actores busquen aliados que refuercen las sanciones que· puedan aplicar contra la otra part~. Si se encuentran aliados que están en una situación sTh:nilar, y a partir de las' alianzas se forman grupos estruc~radOS para parti­cipar en el conflicto, será posible h blar de los fines, las asp~raciones y los inter~ses .de los. .upos en cOl1:fli~t~, 'y no solamente de las asplracIOnes y mes ·de los mdlV1-duos. El carácter de éstos depender~ de la naturaleza de la situación conflictual. \

Los conflictos básicos se referirán\ al acceso a los medios de vida. Tales conflictos pueden producirse den­tro de algún tipo de contexto ordenaBo, en el que su forma básica sea la negociación y don'de terminen con algún género de intercambio o contlLato. En el otro extremo, puede tratarse de un coriflict~ no pacífico, en el cual no haya restricción alguna s?bre el carácter drástico de los medios utilizados. Entr,e los dos extre­mos, encontraremos una serie de catego:rías intermedias. Puede parecer que la situación básica e~ de negociación pacífica, pero las partes -por su control de servicios esenciales para sus opositores- pueden! estar en condi-

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ciones de formar un resultado que les sea favorable. Se llerra a un punto en el que es difícil diferenciar este pr~ceso del uso abierto de la violencia y la amenaza de violencia.

Éste es, por supuesto, el tipo básico de. rel,:ción que existe entre los propietarios y los ~o propIe~nos de ~os medios de producción en las pnmeras socIed.ades m­dustriales. Los propietarios necesitan del trabajo de los no propietarios y éstos de un empleo pago para poder comprar los medios de subsistencia; antes de llegar a un convenio, cada parte tratará de obligar a la otra a aceptar sus propios términos negándole el uso de los medios que están bajo su control. Para lograrlo,. todo individuo estará obligado a disciplinar~e y combmarse con otros individuos que están del mIsmo lado en el conflicto.

En tal caso, es posible esperar que surja algo seme­jante a lo que Marx denomina clases.

Por otra parte, el conflicto puede estar so~o indire~ta­mente vinculado con el acceso a los medIOs de vIda. Muy a menudo, puede surgir en el ámbito relativo .al control del poder l;gítimo o de las ide,:s .. Así, en l~ ~IS­toria de muchos paIses, los grandes mOVlilllentos polItlcos populares se han centrado, no alrededor de la cuestión del empleo, sino de la independencia polí.tica o de .la religión y la educación. Pero en todas las CIrcunstanCIaS la consecuencia de lá situación conflictual básica es el surgimiento de grupos en conflicto en los que l~s acti­vidades de sus miembros contribuyen a la conqUlsta de los fines del grupo.

Puede darse el caso, por supuesto, de que un con­flicto quede confinado a una esfera, y tamb.ién existe la posibilidad planteada por Coser, de una sene de con­flictos entrecruzados.

También puede ocurrir que se cree una situación tal que el país quede dividido en "dos naciones". Se­gún Disraeli, esta idea parece ajustarse a los hec~os de la Gran Bretaña victoriana, y ciertamente se aplIca en la actualidad a las sociedades pluralistas de África.

Será útil, pues, elaborar teóricamente el concepto de manera pura, para discernir el tipo de estructura social implicada.

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b) La situación en la que hay una clase dominante

La observación más importante que puede hacerse con respecto a tal situación es que, en lugar d~ un conjunto de instituciones que a~arqu~ a t~~os los illlem., bros de la sociedad, hay dos. SI la sItu,:clon es t~l que uno de los dos grupos en conflicto d?I?ma la SOCIedad, las instituciones que sirven a los proposI~OS de este ~TUpO serán consideradas como propias del, sIstema soc.lal en su conjunto. Sus miembros pretenderan que su sIstema

. de propiedad y los tipos de poder que sustentan son las instituciones legítimas de la sociedad.11 Pero el grupo opositor negará esta pretensió,n ~e l~gitimidad y desarro­llará su propio sistema econo.mIco Ideando ~aneras de limitar el poder asociado .al s!stema de p;opledad de la clase dominante, su propIO sIstema POlItICO con el que tratará de movilizar poderes para óp?ners~. ~l po?er político de la clas: dominante, y su propIa ~eligIOn, illltOS y sistema educaCIOnal, con los que tendera a establecer un nuevo patrón de legitimidad. E~ el c~so extre~o, el rrrupo sometido tratará de destruIr el sIstema SOCIal de la clase dominante. Pero mucho antes de que esto suceda las características de sus miembros se organiza­rán er: una especie de contrasistema, opuesto al de la clase gobernante. Esto no significa 9ue nin1?un.a. de .1:s actividades de sus miembros tendra una sIgmÍlcacIOn independiente. Tampoco lo creen así quienes proponen el modelo de un sistema social integrado. Pero en la medida en que en la conducta de. los mie~bros del grupo en conflicto haya un determlr:,ante socI~I, se.}o hallará en el papel que éste dese~pena en la. sItuaclon conflictual total y no en las n~cesIdades d.el sIs.t~ma so­cial como un todo. Aun supomendo una sItuacIOn en la que un grupo ejerza un poder efectivo, cabe e~~erar qu; éste trate de consolidarlo afirmando que es legItImo. ASI, hará considerables esfuerzos ideológicos para que est.a idea sea aceptada por los miembros del grupo dOilll-

. nado y en esta tarea puede tener un éxito parcial y hasta

11 Para una discusión detallada del co.ncepto. de "legit!­midad" ver Weber, The Theor)' oi Social and Economlc Organization, caps. 1 y 3.

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total, socavando así la creencia de aquéllos en los valores de su propio grupo.

Debe observarse que Weber discute la noción de legi­timidad en un contexto semejante. La introduce en un capítulo titulado "Formas de coordinación imperativa", y la manera en que lo hace indica que considera el hecho ele la coordinación imperativa como algo que debe ser explicado. No surge espontáneamente del consenso normativo de una sociedad; la creencia en la legitimidad de un orden es la última de una serie de razones para aceptar la coordinación imperativa, y en el otro extremo de la serie se encuentra la mera subordinación frente a la fuerza superior.

Pero es probable que esta pretensión de legitimidad sea más frecuentemente presentada que aceptada. En algunas situaciones, el.grupo dominado, aunque incapaz de rebelarse efectivamente, puede lanzarse a la resis­tencia pasiva, cuyo objeto es obligar a quienes dominan a respaldar sus exigencias con la sanción de la que realmente dependen, a saber, la violencia física; en esen­cia, la resistencia pasiva es simplemente la negación de una pretensión de autoridad legítima. En otros casos, aunque en cierta medida se acepte la legitimidad de la posición de la clase dominante, esto no es incompatible con el mantenimiento en otros individuos y hasta en los mismos, de actitudes que la niegan. Así, quienes tie­nen autoridad dentro del grupo dominado llevarán con­tinuamente una lucha ideológica para impedir la fil­tración de los valores de la clase dominante y aun después de que ésta haya establecido exitosamente su autoridad habrá una minoría que adhiera a los viejos valores de los días de lucha. En un capítulo posterior veremos de qué manera esto afecta la cuestión de la identificación de clase en la sociedad contemporánea.

La batalla ideológica a la que hemos aludido nos lleva a otra etapa en la elaboración de nuestro modelo conflictual. La primera ~tapa consistía en esbozar el modo en que puede concebirse la emergencia de los grupos en conflicto o las dos naciones. El intento por establecer un orden le?;ítimo y su aceptación o rechazo por los dominados indican una de las maneras en que los grupos comienzan a interactuar. Al parecer, Wright­Mills piensa que un modelo semejante es el apropiado'

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para el análisis de la sociedad contemporánea cuando dice, en el pasaje ya citado, que la importancia social de los "símbolos de legitimación del amo residen en su uso para justificar o para oponerse al ordenamiento del poder y las posiciones que ocupan en él los poderosos".

e) La situación revolucionaria

Hasta ahora hemos supuesto que el ordenamiento del poder es algo fijo e inmutable. Sin embargo, esto no es así. Tan pronto como se comprende la naturaleza del poder se hace evidente por toda una variedad de razones que éste debe cambiar constantemente, pues los factores implicados en la situación del grupo dominado, tales como el vigor de sus aspiraciones, su capacidad para la acción cooperativa, su número, y el grado en que su papel social frente a sus dominadores es indis­pensable son muy variables. La fuerza de las aspira­ciones de tal grupo dependerá de la efectividad del adoctrinamiento y de la calidad de sus líderes, de la intensidad de su explotación y del ejemplo de grupos semejantes de otras sociedades; su capacidad para la acción cooperativa dependerá también de los líderes y de su capacidad organizativa, así como de los ejem­plos de organización provenientes del exterior del grupo, incluyendo entre éstos el ejemplo de la clase dominante.

Los ótros factores cambian continuamente a causa de los avances de la tecnología. Los cambios tecnoló­gicos crean nuevos roles en el sistema social, dan mayor importancia estratégica a algunos de los antiguos o aumentan el número de personas que se l¡.allan en situaciones particulares. Esto es cierto no solo con res­pecto a las il'lStituciones sociales vin¡::uladas con la pro­ducción sino también en relación con otras esferas, por ejemplo, el campo de las comunicaciones de masas y el de las organizaciones militares.

Cuando en el sistema de poder vigente ocurren tales cambios puede haber dos resultados posibles: o bien se produce. una revolución completa en el sistema social, o bien se llega a algúIl tipo de compromiso entre las clases. Si la revolución es completa, no solo des­truirá la dominación de la clase gobernante sino tam­bién la base misma de su' existencia. Por supuesto,

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existe la posibilidad, a la que Pareto otorgó un fugar fundamental en su sociología política, de que una élite de los dominados desplace al personal que ocupa las posiciones de la vieja clase dominante. Pero en un cambio real y súbito en el equilibrio de poder, la clase sometida hallará que no puede realizar conquistas pro~ porcionadas . con su nuevo poder si no destruye total­mente la vieja situación conflictual. Esto no significa que no surgirán nuevos conflictos; puede haberlos, pero éstos girarán alrededor de nuevos problemas. Así, por ejemplo, la destrucción del capitalismo puede dar origen a un orden social en el que termine el viejo conflicto entre el capital y el trabajo, pero pueden sur­gir otros nuevos entre quienes controlan el poder po­lítico y económico y el resto del pueblo.

Sin embargo, no puede predecirse el tipo de orden social que creará una clase que ha conquistado recien­temente el poder sobre la base del conocimiento de su conducta pasada y de los tipos de contra-instituciones que creó antes. Tal conducta y tales contra-institucio­nes solo tenían sentido en relación con los intereses de los grupos en la situación conflictual y carecen de im­portancia o de significación con respecto al problema de un nuevo orden social no relacionado con ella. Tampoco se lo puede predecir a partir del conocimiento de las declaraciones de propósitos u otros tipos de declaraciones elaborados para describir las utopías del futuro durante el período de sujeción, pues tales decla­raciones habitualmente están escritas en los términos más generales y afirman la posibilidad de realizar todas las aspiraciones del grupo frustradas por la vieja clase dominante, aunque éstas sean incompatibles entre sÍ. La ideología de los días de lucha y las utopías imagi­nadas durante esa época pueden sobrevivir en la nueva situación y pueden hacerse referencias a ellas en los de­bates ideológicos que surjan; pero los valores reales de la nueva sociedad tendrán que ser forjados en la práctica con relación a los nuevos objetivos que la gente se propone alcanzar. Hay aquí una útil armazón socio­lógica para el análisis de los conflictos políticos en las so­ciedades posrevolucionarias que parecería ser parti­cularmente apropiada para el tipo de debates que se produjeron en la Rusia de Stalin.

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d) La situación de tregua

La otra línea alternativa de desarrollo es la que sur­giría si la vieja clase dominante se adaptara rápida­mente al nuevo equilibrio de poder. En este caso, el beneficio de no llevar el conflicto hasta sus consecuen­cias más extremas superaría el costo de renunciar al loaro total de los objetivos del grupo. Así, por ejemplo, se b dice que J oseph Chamberlain advirtió a las clases medias británicas que deberían "pagar el precio" por conservar algunos de sus privilegios.12 Por otra parte ha habido ~uchos políticos reformadores que se han contentado con conquistas a medias, porque recono­cieron el elevado costo que implicaban las conquistas totales en cuanto a mano de obra y esfuerzos.

Tales compromisos permiten la emergencia de un sistema valorativo y de instituciones sociales que no son propios de ninguna clase sino que corresponden a la misma situación de tregua. Marx sostuvo alguna vez que la ley de las diez horas era una victoria de la economía política de la clase obrera sobre la de la bur­guesía. Esta afirmación ha sido rechazada por .algunos marxistas que consideran que todas las medidas de bienestar social son estratagemas de la clase dominante para mantener intactos sus privilegios. Pero ninguna de estas concepciones es correcta. El hecho es que la tre­gua abre un ámbito limitado pafa la cooperación en­tre las clases y que las nuevas instituciones de bienes­tar social no pertenecen a la economía política de la "clase obrera" ni a la de la "burguesía", sino al "sistema social de tregua".

Que las nuevas instituciones puedan ser desarrolla­das hasta convertirse, realmente, en las de una nueva sociedad unitaria dependerá de cuánto dure el equi­librio prevaleciente de poder. Si éste se prolonga, sur­girá una nueva generación para la cual las-instituciones del conflicto no serán más que un recuerdo popular, pues únicamente habrán internalizado las instituCIones y valores de la tregua. En este caso, puede llegarse a una etapa en la que éstas adquieran, ante los ojos de toda

12 Ver Halevy, A HistoT'Y 01 the English P.eople, vol. 5 (1949) .

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la población, una legitimidad de la que nunca gozaron las viejas instituciones de la clase dominante, por efi­cientes que fueran sus sacerdotes y sus hombres de relaciones públicas.

Pero hay también otra posibilidad. Si la clase do­minante ha hecho concesiones solo frente al poder de que disponían las masas, el debilitamiento de éste debido a la mengua de espíritu de lucha durante la tregua puede hacer que aquélla retome sus antiguas pautas de conducta. De este modo, parecería que la coopera­ción de la tregua solo puede prolongarse si se mantiene en alguna medida el equilibrio de poder del que de­pende fundamentalmente. Esta observación respecto de los sistemas sociales totales es similar a la que ha~e Coser en cuanto a las relaciones fragmentarias particu­lares, cuando afirma que la posibilidad de conflicto puede contribuir realmente al fortalecimiento de las normas.

Pero aquí hay una especie de dilema, porque el mantenimiento de la situación q€ equilibrio de poderes depende de la existencia permanente de los grupos en conflicto y de sus valores e instituciones. Así, la situa­ción de tregua plantea continuamente conflictos de· valores a todo individuo: por una parte debe cooperar con el adversario y, por otra, estar preparado para par­ticipar en actividades dirif:;idas contra él. En el plano psicológico, descubre que sus actitudes hacia el adver­sario son ambivalentes; por ende, la situación de tregua siempre será precaria y solo en condiciones excepcio­nalmente favorables puede convertirse en la base de un nuevo orden social.

LA NATURALEZA DEL CONFLICTO. RESUMEN

Los lineamientos principales de nuestro modelo conflicmal para el análisis de sistemas sociales son ahora bastante claros. Se los puede resumir del siguiente modo:

1. Puede concebirse que los sistemas sociales no están· organizados alrededor de un consenso sobre va-

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lores, sino que implican situaciones conflictuales en puntos fundamentales. Éstas pueden ubicarse en cual­qui~r. lugar situado entre los extremos de la negociación pacífIca en la plaza del mercado y la violencia declarada.

2. La existencia de tal situación tiende a crear no una sociedad unitaria, sino una sociedad pluralista.: en la que hay dos o más clases que brindan a sus miem­bros un sistema social relativamente autocontenido. La~ a~t~vidades de los miembros adquieren significado soclOloglCO y deben ser explicadas con referencia a los intereses de los grupos en la situación de conflicto. En, un p.ri?cipio, l,:s r~laciones entre los grupos solo estan deflUIdas en termmos de la situación conflictual.

3. En la mayoría de los casos, la situación conflic­tual estará caracterizada por un desequilibrio de po­deres, de modo que una de las clases surairá como clase dominante. Ésta continuará tratando de obtener el rec<;>nocimiento de la lef:;itimidad de su posición entre los mIembros de la clase sometida. mientras' que los lí?er~s de l.a. última neg.arán esta 'pretensión y orga­lliZ!lran .act1VI~ades tendIentes a demostrarlo (p. ej., reSIstenCia pasIva).

4, La . relación de po.d~r entre la clase dominante y la sometIda puede modIfIcarse como resultado de cam­bios ocurridos en una serie de factores variables que aumenten la posibilidad de una resistencia exitosa o de una verdadera revolución efectuada por esta última. Entre estos factores variables se cuentan el liderazO"o la fuerza de las aspiraciones de los miembros, su ~a~ pacigad de organización, su posesión de medios para poner e? práctica. la violencia, su número y su papel en el SIstema socIal creado por la clase dominante.

5. En el caso de un gran cambio en el equilibrio de poder, la clase sometida puede encontrarse repentina­mente en una situación en la que, no solo pueda im­poner: , su volul1;tad a la antigua clase dominan.te, sino tambIen destrUIr la base misma de su existencia como clase. Es posible que en la nueva clase dominante se produzcan nuevas divisiones, pero ellas pueden tener un carácter muy diferente de las que existían en la anterior situación conflictual.

6. Las instituciones sociales y la cultura de la clase

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sometida se ajustan a los intereses de la clase en si­tuación conflictual y son explicables en función de ellos. En cuanto a sus objetivos a largo plazo, éstos tienden a expresarse en formas vagas y utópicas. Cuando la clase sometida llega al poder, todavía le falta elaborar sus métodos prácticos. Pero probablemente se los jus­tifique en relación con la moralidad de la época de con­flicto y de las declaraciones formales y utopías pre­rrevolucionarias y hasta reciban influencia de ellas.

7. Un cambio en el equilibrio de poder puede con­ducir, no a una revolución completa, sino al compro­miso y la reforma. En este caso, es posible que surjan nuevas instituciones que no se relacionen simplemente con la prosecución del conflicto, sino que sean reco­nocidas como legítimas por ambas partes. Tal situación de tregua, en circunstancias favorables, puede dar origen por un largo período, a un nuevo orden social unitario en el que los derechos de propiedad limitados y el poder político limitado son considerados como posesión legítima de los individuos. Pero tales situa­ciones son intrínsecamente inestables, porque todo debi­litamiento del poder equilibrante de la antigua clase sometida conducirá a la antigua clase dominante a retomar sus viejos métodos, y el interés por mantener este poder puede estimular fácilmente a la clase so­metida a recurrir a la alternativa revolucionaria.

Estas observaciones parecen suministrar un esquema útil en términos del cual podrían analizarse muchas importantes situaciones sociales contemporáneas. Dentro de él caben la clasificación de situaciones conflictuales básicas, el estudio del nacimiento y de la estructura de los grupos conflictuales, el problema de la legiti­mación del poder, el· estudio de los agentes de adoc­trinamiento y de socialización, el problema de los con­flictos ideológicos en situaciones posrevolucionarias y en situaciones de compromiso y de tregua, el estudio de las relaciones entre las normas y los sistemas de poder, etc. Dicho modelo ha sido elaborado, por su­puesto, en relación con el estudio de sistemas sociales totales y con especial énfasis en sus aspectos políticos manifiestos; pero no es en modo alguno inútil para el planeamiento de la investigación de problemas re­lativos a instituciones particulares y segmentos sociales.

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Ii ............................ ~~~~.~ •

Como ha señalado correctamente Dahrendorf, sea cual fuere el contexto institucional, siempre hay conflictos, declarados o potenciales, entre los que ejercen autoridad y aquellos sobre los que se la ejerce; cuando aquéllos aparecen, el modelo sugerido es aplicable, por lo menos, a un análisis parcial de los problemas de las institucio­nes implicadas. A veces puede servir para complementar el modelo de un sistema estable y cuando el conflicto es fundamental para la vida de la institución, puede des­plazarlo totalmente.

Quizás valga la pena hacer una observación final con respecto a este modelo y es la de que desplaza en absoluto al tipo de análisis detallado de la organi­zación social planteado en el capítulo V. En él su­gerimos que cualquier tipo de análisis funcional­estructuralista de un sistema o subsistema social debe relacionarse, en última instancia, no solo con algo tan vago e inexplicado como las necesidades del sistema, sino también con un fin u objetivo claramente definido del sistema como un todo. Esto se ajusta totalmente al análisis presente, porque éste comienza suponiendo subsistemas organizados alrededor de tales objetivos y luego analiza las relaciones que existen entre ellos. El tipo de análisis al que nos referíamos en el capí­tulo V puede emplearse aquí como un medio para analizar la estructura interna de los grupos en conflicto.

CONFLICTO Y CAMBIO

Hemos dedicado la casi totalidad de este capítulo a discutir la cuestión relativa al conflicto, más que al cambio social, porque el tipo de teoría del conflicto que hemos sugerido es una teoría del cambio. Pero respecto a este último tema debemos hacer una o dos observaciones adicionales.

La primera de ellas es que todas las formas de teoría funcionalista, tal como se la entiende habitualmente, son lógicamente incapaces de constituir una teoría so­ciológica del cambio. Esto se debe a que todo el es­fuerzo funcionalista está dedicado a mostrar por qué las cosas son como son. Son así porque lo exigen las

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necesidades de la estructura social y puesto que esta misma se concibe como algo que no presenta problemas, no se plantea la cuestión de su cambio. Por ende, solo hay tres posibilidades de vincular una teoría del cambio con la de los sistemas sociales estables. Las tres pueden ser formuladas en términos de la analogía orgánica.

La primera sería una teoría de las ·mutaciones por azar y de la seleéción natural. Pero, con toda razón, nadie la ha tomado seriamente en cuenta (excepto, qui­zás, Sumner), en parte porque la noción del azar, to­mada en sí misma, es una virtual negación de la apli­cabilidad de las explicaciones científicas, y en parte porque deja sin resolver la cuestión de los patrones sobre los que se produce la selección natural.

La seCTunda alternativa se basa en la fijación de estos patrone~. La analogía con la biología sugiere inmediata­mente que debe buscarse el secreto en la noción de adaptación al medio, y muchos escritos sociológicos acerca del cambio se han ocupado de las modificaciones del sistema social provocadas por variaciones en el medio ambiente del sistema. El "medio ambiente" no solo incluye el medio físico, sino también todos' aquellos factores que no son explicables en términos de las va­riables del sistema. Así, se han hecho intentos por ex­plicar el cambio en la sociedad como una adaptación del sistema a factores tales como el cambio tecnológico, el contacto cultural, la creciente sensibilidad moral, etc.

El cambio que el funcionalismo halla difícil de ex­plicar no es el del medio ambiente, sino el que se pro­duce dentro del propio sistema. Sin embargo, la tercera aplicación de la analogía biológica constituye un intento por explicarlo en estos términos. Se trata de la idea de que los sistemas sociales, como los orgánicos, pueden ser concebidos como si "crecieran". Ésta es la única posibiLidad de cambio dentro del sistema que la analogía orgáEica permite. Pero la dificultad reside en que, ni aun en biología, se comprende adecuadamente el cre­cimiento en términos teóricos generales. Parsons se refif:re a eso cuando afirma:

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Es muy posible --en realidad, es común- de­terminar que ciertos procesos de cambio se pro­ducen típicamente en ciertas condiciones, sin po-

de" deducir del conocimiento de las leyes del sistema el esquema de los procesos y su resultado. También es posiblº adquirir considerable cono­cimiento acerca de las variaciones en las condi­ciones v de toda una serie de consecuencias cien­tíficas que éstas tienen para el sistema. Un ejemplo familiar de este tipo de conocimiento es el de las líneas aenerales del ciclo biológico; en biología, no hay'" ninguna teoría general del ciclo v!ta.l que permita explicar sistemáticamente el crecllm~nto, su cesación en la madurez, su senectud y, fmal-

, . d 1 1 13 mente, su muerte en termll10S e eyes genera es.

AsÍ. describir el cambio en términos de nacimiento, creci~1Íento, senectud, etc., a la manera de algunos autores como Toynbee, no agrega nada a nuestro ca: nacimiento de sus causas. En todo caso, no hay aqUl ninCTuna teoría científica sobre aquél; puede sí estar imPlicada alguna teoría metafísica pero, si la recha­zamos, volvemos simplemente a nuest;~ punto de p~r­tida. enfrentados con el hecho empmco· del cambIO.

Tampoco resuelven el problema esos autor~s. q~e reemplazan la idea de organismo por la de. ~qu.IlIb~IO. Muchos de ellos han hablado de un eqUIlIbno 'en movimiento" pero esto es, en esencia, una contradic­ción en los términos. Un sistema está en equilibrio o se muew d;; un .equilibrio ~ otro; pero no puede es.t~r en ambas SItuacIOnes al miSl110 tIempo. ASI, la nOC1On de un equilibrio en I11m'imiento sigue siendo la paradoja fundamental de esa teoría sociológica.

El marco de referencia de la acción nos brinda un ámbito mucho mavor para la elaboración de una teoría del cambio, pues 'incl~lye expl~citament;; la noción de fines y, por ende, la de un pOSIble conflIcto entre ellos, No obstante. debemos ser cautelosos con respecto a la medida en ía que nuestra teoría del conflicto puede ser una teoría del cambio y, en particular, con respecto a las afirmaciones que se hacen acerca de las leyes de éste v las del desarrollo.

El' caso de la teoría social y política marxista pre­senta aquÍ particular interés porque se ha basado en

13 ParsoilS, The Social System, pág. 487. El sistema social, Madrid, Re\'ista de üccidc-r.!c.

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la doctrina hegeliana de que debemos estudiar las cosas como procesos y no co~~ entidades e~táticas., ~ngels, por ejemplo, habla del gran pensamIento ?aSICO de Hegel de que el mundo no deb~ ser concebIdo como un conjunto de cosas acabadas, SInO de procesos en los que las cosas apa.rentemente es~bles están in~nt~:r~: pidamente som~tIdas al dev~rur. Y, a . la extI~clOn';" La noción he<Teliana de cambIO dmlectIco adqUIere aun mayor importancia en el ámbito de la sociedad que en el de las ciencias físicas, pues en la primera el término dialéctico se entiende en su sentido original. El modelo que hemos sugerido se basa en la idea de una argumentación más práctica que teórica, y no sería excesivo identificar las propuestas de organización social de una clase con la tesis, las de la otra con la antítesis y el resultado real del conflicto con la sín­tesis. En verdad, Marx mostró gran visión al identifi­car la dialéctica con la lucha de clases. Nuestro modelo expone en detalle las implicaciones de esta identi­ficación.

Pero debemos cuidarnos de afirmar que el conoci­miento de la tesis y la antítesis basta para brindarnos el conocimiento de la síntesis. Aunque comprendamos el sistema social de una clase sometida durante la fase de conflicto, no sabemos cómo organizará la sociedad en una situación posrevolucionaria; por 10 tanto, es engañoso usar imágenes como la de que el germen de v la nueva sociedad se encuentra ya en el útero de la vieja. No lo está; todo lo que una' revolución permite es que el grupo anteriormente sometido pueda crear un nuevo orden social pero no establece de manera concluyente la "forma que adoptará éste.

Por el momento, pues .. nuestro modelo teórico se li­mita a sugerir ámbitos de investigación: debemos tratar de comprender la naturaleza de los intereses conflic­tuales que anidan en el centro de un sistema social y estudiar el variable equilibrio de poder entre los gTUpOS de intereses y las ideologías en términos de las cuales se justifican sus acciones en situaciones diversas (por ejemplo, donde hay una clase dominante en el

14 Enge1s, Ludwig Feuerbach and the End of the Classical German Philosoph)' (1955).

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poder, donde hay una situación de tregua, donde ha habido una revolución exitosa, etc.). Todos estos fac­tores serán importantes para comprender la nueva síntesis del orden social, pero hasta no disponer de una cantidad mucho mayor de material empírico, no podemos siquiera comenzar a especular acerca de las razones por las que una síntesis particular surge de un tipo particular de conflicto. .

Sin embargo, la importancia de nuestro modelo con­flictual reside en que por la naturaleza misma de sus conceptos no excluye el cambio. En la forma en que los hechos se conceptualizan al aplicarles tal modelo, está implícita la e),,"pectativa del cambio que el modelo orgánico y el del equilibrio excluían. Así, podemos formular una teoría sociológica que no solo e),,"plica la estructura y los procesos dentro de un sistema cerrado sino también los cambios que aparecén de un sis­tema a otro.

En el capítulo siguiente consideraremos algunos de los problemas que se plantean al aplicar nuestro modelo a las cuestiones de la teoría de las clases sociales, en el sentido habitual de este término. Cuando hayamos hecho esto. volveremos a examinar los problemas de método ciéntífico que surgen al aplicarlo a la inves­tigación empírica.

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VIII

Los conflictos y el análisis de clase

CLASE Y STATUS

En el capítulo anterior debimos inevitablemente ocuparnos del problema de las clases sociales y, en uno de sus usos, el término "clase" se ha definido muy ampliamente sobre la base de situaciones conflictuales de carácter destructivo. Pero ahora será instructivo abordar la cuestión desde el otro extremo, partiendo de los problemas que han surgido en - el estudio em­pírico real de las clases, para discernir hasta qué punto aquéllos son comprensibles en términos de los mo­delos teóricos que hemos expuesto.

El hecho más sorprendente acerca de los estudios de "clases sociales" en la sociología contemporánea es la confusión de dos concepciones analíticamente distintas: por una parte, el concepto de clase que utiliza Marx, y por la otra, el que emplean Lloyd Warner y otros para referirse a los agrupamientos de status jerárquico en comunidades pequeñas. Así, por ejemplo, a veces se oye decir a algunos sociólogos que V'¡ arner refutó a. Marx; por otro lado, los marxistas a menudo han con­siderado que la aceptación de las conclusiones de Warner constituían una herejía sociológica fundamen­tal. Algunos de los grandes sociólogos europeos, en

_ cambio, nunca han confundido estos dos 'éonceptos. Weber y Tonnies, especialmente, los distinguían con toda claridad, y lo mejor que puede hacer un enfoque teórico del problema de las clases es volver a las dis­tinciones que ellos trazaron.1

1 Ver Bendix y Lipset, Class, Status and Power (1954), págs. 49-74.

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Pero debemos destacar inmediatamente que los dos conceptos solo son distintos analíticamente. Podemos ver esto de dos maneras. Por una parte, cuando obser­vamos lo que los actores del sistema social entienden por clase, resulta obvio que no distinguen entre los dos conceptos; usan el término para describir situa­ciones complejas en las que intervienen clases econó­micas y clases de status. Por otra parte, cuando se desarrollan los dos conceptos analíticos, resulta claro que la línea particular de desenvolvimiento de una situación de clase económica se verá afectada por el tipo de situación de status que exista dentro de todo el sistema social y viceversa. Lo que debemos hacer entonces es examinar sucesivamente los modelos im­plicados por cada uno de estos conceptos y tratar de comprender de qué manera el sistema de clases y el sistema de status se entrecruzan en situaciones socia­les reales.

EL CONCEPTO DE CLASE COMO GRUPO CONFLICTUAL

El modelo de conflicto de clases propuesto por Marx sugiere un subtipo particular de situación conflictual dentro de las que hemos examinado. Su ámbito de interés lo· constituyen esas situaciones que surgen a causa de las diferentes relaciones que diversos con­juntos de actores tienen con los medios de producción. La esencia de su "materialismo" (que no es una im­plicación necesaria de nada que hayamos dicho en el capítulo anterior) reside en la afirmación de que este subtipo es la forma fundamental de conflicto alrededor del cual debe desarrollarse el sistema social en toda sociedad. Marx se interesa además por el caso especial en que las relaciones sociales de producción crean un mercado de trabajo y los propietarios de los medios de producción compran la fuerza de trabajo de los no propietarios.

La concepción de Weber de las clases económicas es un poco más amplia. No solo incluye los casos en que el conflicto y la negociación surgen de las relaciones

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diferentes con los medios de producción, sino todos aquellos en los que hay una situación de mercado. Así, afirma:

EI1 nuestra terminología, las "clases" no son comunidades; representan simplemente las bases posibles y frecuentes de la acción comunitaria. Podemos hablar de clases cuando: 1) un número de personas tiene en común un comp~nente casual específico de sus probabilidades de vida, en la­medida en que, 2) este componente esté repre­sentado de manera exclusiva por el interés eco­nómico en la posesión de bienes y las oportuni­dades de obtener ingresos y 3) en las condiciones de los mercados de mercancías o de trabajo. [Es­tos puntos se refieren a la "situación de clase", que podemos expresar más brevemente como la probabilidad típica de obtener un suministro de bienes, condiciones externas de vida y experien­cias vitales personales, en la medida en que esta probabilidad esté determinada por el tipo y la cantidad de poder, o la falta de éste, para dispo­ner de bienes o habilidades para obtener ingresos en un orden económico dado. El término clase se refiere a cualquier grupo de personas que se en­cuentre en la misma situación de clase.] 2

Weber especifica luego algunas de las bases impor­tai1tes para la formación de clases en la historia humana.

La "propiedad" y la "falta de propiedad" son las categorías básicas de todas las situaciones de clase ...

Dentro de estas categorías, sin embargo, las si­tuaciones se diferencian aún más; por una parte, según el tipo de propiedad que puede utilizarse para obtener remuneraciones; por la otra, según el tipo de servicios que sea posible ofrecer en el mercado. Posesión de edificios domésticos, estable­cimientos productivos, depósitos, almacenes, tierra apta para la agricultura, valores grandes y peque­ños -diferencias cuantitativas con posibles con­secuencias cualitativas-; posesión de minas, ga-

2 Bendix y Lipset, op. cit., pág. 64.

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nado hombres ( esclavos); disposición de instru­ment~s móviles de producción o bienes de capital de todo género, especialmente dinero u objetos que puedan ser cambiados por él fácilmente y en cualquier momerito; disposició~ de los product~s del propio trabajr;> o cleL~ab:Jo de otro que di­fieren serun sus dIversas leJamas respecto del con­sumo' clisposición de monopolios transferibles de cualq~ier -tipo: todas estas diferenci:,s ~stinguen las situaciones de clase de los propletanos tanto como lo hacen los significados que éstos puedan asignar y que asignen a la util~ación d~ su pr?­piedad, especialmente la que tiene eqUlvalencla monetaria.3 .

Hay tres puntos en los cuales las defi.ni~iones de "Clase" y "situación de clase" de Weber dlstmguen su enfoque del de Marx. Ellos son: 1) que i~cluye situa­ciones distintas de las que surgen de las dif.erentes .r,e­laciones con los medios de producción (p. ej., poseSlOn de edificios domésticos); 2) que en este último caso, reconoce una mayor variedad de relaciones con .los medios de producción (p. ej., dice que pueden dl~e­renciarse por el tipo de servicios ofrecidos, y luego dIS­tingue entre la gran propiedad territorial y la peq~eña; para Marx los propietarios de tierras y los a:alanados constituyen grupos separados) ; y 3) que c.o:lSldera q~e las situaciones de clase de las personas dIfIeren segun "los significados que ellas puedan asignar y que asig­nen a la utilización de su propiedad".

El segundo y el tercero de estos Euntos tienen enorme importancia para la argumentaclOn .:xpuest<1: en este capítulo. El segundo plantea l,~ cuestI?~ relatIva ': l~~ causas de la diferencia en las probabIlIdades de VIda de los diferentes subgrupos de los que poseen y los que no poseen los medios de producción. El tercero nos lleva a preguntarnos qué quiere. decir Weber. ::on. Ja expresión "los significados que aSIgnan :' la utIhzaclOn de su propiedad". Tendremos que consIderar entonces cuál es la relación entre este significado y lo que hemos llamado diversamente objetivos, aspiraciones e intereses de los grupos.

3 Idem, pág. 65.

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Estas cuestiones son de considerable importancia para el análisis de la estructura de clases de las sociedades contempo~áneas. Por ejemplo, un problema fundamen­tal, en la actual sociología de las clases, es si la llamada clase media debe realmente considerarse como una clase, .es decir si tiene realmente diferentes "probabilidades de vida" o si la creencia de que es así constituye simple­mente un caso de "falsa condencia". Aquí, el segundo punto conduce naturalmente a la consideración del tercero, pues la posibilidad de que la clase media se separe del proletariado parece depender, al menos en parte, del "significado" que asigne a su situación. La noción marxista de "falsa conciencia" ha llevado a menudo a la idea de que la diferencia entre la situación de una clase media y la de una clase proletaria es "me­ramente" subjetiva y, por lo tanto, carece de impor­tancia, ya que una teoría válida de las clases debe basarse en factores "objetivos".

}'íarx no ignoraba estos problemas, aunque no los trató con mucha extensión. En las últimas páginas del volumen III de El capital se aproximó a una formu­lación de estas cuestiones fundamentales, al escribir:

¿ Qué es lo que hace de los asalariados, los ca­pitalistas y los terratenientes tres grandes clases?

A primera vista parecería que la responsabilidad de esto recae sobre la identidad de los ingresos y sus fuentes. Las clases son tres grandes grupos sociales cuyos individuos viven de salarios, bene­ficios y rentas respectivamente, esto es de la uti­lización de su fuerza de trabajo, su capi~al o su propiedad territorial.

Sin embargo, desde este punto de vista los mé­dicos y los funcionarios también formarían clases distintas pues pertenecen a diferentes grupos so­ciales y los ingresos de los miembros de cada grupo provienen de la misma fuente. Lo mismo sería verdad respecto de la infinita diferenciación de intereses y posiciones que la división social del trabajo crea tanto entre los obreros como entre los capitalistas y los terratenientes.4

4 Marx, El capital (1909), vol. lII, págs. 1031-1032. Ver Coser y Rosenberg, Sociological Theory, pág. 369.

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Está claro que Marx no cree que la verdadera dife· renciación en clases llegue tan lejos. Aunque las bases de su formación parecen ser ésas, las clases como tales no llegan a formarse. En realidad, aun en el caso de la clase obrera, la formación de clases no es en modo alguno una consecuencia automática de la posición con respecto a los medios de producción o en el mercado de trabajo. Así, las diferencias en la relación de los grupos con los medios de producción pueden ser una condición necesaria pero no suficiente para la formación de clases.

Según lvlarx, el factor final necesario para la emer­gencia de una verdadera clase es su participación en una "lucha política". Así distingue, en términos hege­lianos, entre una "clase en sí" y una "clase para sí". El primer término solo se refiere a un grupo que tiene una situación de clase común; el segundo, a uno orga­pizado para el conflicto. En La miseria de la filosofía, hace la misma obs.ervació.p. cuando dice:

Las condiciones económicas, en primer lugar, han transformado la masa del pueblo en obreros. La dominación del capital creó la situación co­mún v los intereses comunes de esta clase. De este ~odo, la masa es ya una clase con respecto al capital, pero aún no lo es para sí. En la lucha, de la que solo hemos indicado unas pocas fases, esta masa se une y se constituye en clase para sí.

Los intereses que defiende se convierten en intereses de clase.

Pero la lucha entre las clases es una lucha po­lítica.5

Este pasaje es fácilmente comprensible en términos del examen realizado en el capítulo anterior. Al tratar de construir un 1J10delo adecuado de la formación de grupos en conflicto, vimos que la categoría de los fines de la acción del grupo debe comprenderse en dos etapas. En primer término, hay una serie de individuos aislados que se encuentran en situaciones de conflicto

5 Marx, The Poverty 01 Philosophy (1910). Ver Bottomore y Rubel, Karl Marx, Selected Sociological Writings (1956), pág. 187.

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similares y por lo tanto desarrollan intereses comunes. Pe:'o esto desemboca ~n 1<:- /ofI1l:ación de un grupo cuyo o.bjeto no .es la reahzacIOn drrecta de esos intereses smo ;nás bIen la movilización ciel poder para reforzar el numero del grupo en su "lucha" o negociación. Notamos entonces .que la explicación sociológica de la conducta de los mIembros consistía en relacionar ésta r::o con los inte~es~s sirni!ares de los miembros del grup~ SI?O con. los o.bjetlvos o II?-t~;eses de aquél. No hay gran dIferencia .enl:'e esta poslcIOn y la esbozada por Marx en el pasaje clt<:-do, excepto que antes de que el grupo ~e -forme pref~nmos, para mayor claridad, hablar de mtereses se~eJantes Y no de intereses comunes.

HaY,aqUl un punto sumamente importante que nos ayudara a comprender la relación entre la teoría de Marx y teorías ~ales como la de Weber. Para Marx. ~l factor. d:termmante no es el de los intereses seme: J~ntes. ,ongmales de los miembros de la clase sino la sltuacIOn d~ "lucha política". Podemos preguntarnos si no hay aqUl un nexo entre este aspecto de la teoría de Marx ): la distinción de Weber entre "propiedad" v "falt~ de .propieda~" como categorías básicas de toda's las sItua~IO~~s y dIferenciaciones de clase de acuerdo cop el s:gmf¡~~do que las personas que están en una illlSl-r:a sItuacIOn de clase dan a la utilización de su propIedad. Los mar~stas, en general, son muy suspi­cac~s f;~nte a todo mtento de ampliar en este punto el slgmf¡~a?o ~e las palabras de Marx. Tienden más Olen a d.Istm&,:ur entre los objetivos reales de la clase en una. SItu~cI.on de lucha política y los objetivos pura­mente l~eologl~o~ que representan una falsa conciencia. ~n par~lc~l<;tr InsIsten en que, por muchos que sean los J.alsos slgmfIcados que pueda asiO'nar a su situación la " 1 d' ". b C ase me la no tIene, en realidad. objetivos diferentes de los del proletariado.' ' . Ahora .bien, un factor que impulsa a la teoría mar­

X1St~. ~acIa esta posición es que tiende a un tipo de pOSltlvISm?, en el sentido en el que usamos este término en el capitulo VI. Es intrínseca a ella la desconfianza respecto de la introducción de factores normativos en su teoría de la acción. Ésta es una de las implicaciones dI" t' l' "d . e .ma ena Ismo e 1\1arx. Al reaccionar contra el IdealIsmo hegeliano y "situar la dialéctica sobre su ca-

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beza", estaba obligado a destacar precisamente los fac­tores que el idealismo ignora, tales como las necesidades y los intereses materiales.

Pero como se ve en su primera tesis sobre Feuerbach y en la cita que hicimos de La miseria de la filosofía, Marx no adhiere a un materialismo tan burdo. Recono­ce que en una situación se introducen nuevos objetivos cuando los individuos no solo persiguen sus intereses semejantes sino que se lanzan también a la "lucha políti­ca". Por ello, sería totalmente compatible con la teoría ~arxi~ta que examinemos minuciosamente las posibles situaCIOnes de clase y la evolución de los objetivos de ésta en el curso de la lucha política.

El caso más importante aquí es el de la llamada clase media. Parece haber buenas razones para suponer que su situación de clase difiere de la del proletariado, al menos en lo que respecta a algunos grupos de ella. Esto e~ par?cularmente cierto respecto de los grupos admi­mstratIvos.

Se ha sostenido a veces que, en su análisis de la es­tructura social capitalista, Weber no ha visto el hecho de la lucha de clases. Esto es quizás relativamente cierto pero en ocasiones se pasa por alto la circunstancia de que en su estudio de las burocracias realizó un análisis particularmente penetrante de la relación entre un O'ru­po amplio de roles y los medios de producción. Este análisis es muy importante para la cuestión relativa a si la clase media es realmente una clase separada.

Una característica sorprendente de este análisis, cuan­do se lo considera en detalle, es la cantidad de seme­janzas entre la situación del burócrata, tal como Weber la describe, y la del proletariado tal como la describe Marx. Como el proletario, el burócrata carece de de­rechos de propiedad sobre los elementos que son esen­ciales para su trabajo; como aquél, depende de su re­muneración para vivir y su vida e intereses laborales deben ser totalmente separados de su hogar. ¿Dónde reside, entonces, la diferencia?

El hecho diferenciador fundamental es que el buró­crata cree que tiene una carrera de por vida, mientras que e! prolet~rio puede ser despedido con poco tiempo ~e aVISO prevIO. P~ra expresar esto en forma epigramá­tIca, podemos deCIr que el proletario vende su fuerza

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de trabajo por semana, mientras que el burócrata lo hace por toda la vida. Pero la cuestión consiste en saber si esta distinción es válida y si el burócrata no mantiene en realidad una ilusión que puede ser disipada en cual­quier momento por una carta de su superior informán­dole que ya no necesita de sus servicios. Si esto es así, entonces su aparente posición de clase puede ser sim­plemente el producto de una falsa conciencia, con res­pecto a la cual debe esperar que sea barrida cuando entren en acción los factores "reales" de la situación.

Usando la terminología de capítulos anteriores, po­demos decir que sus "expectativas" son importantes para la descripción de su posición de clase. La estruc­tura social puede definirse en términos de aquéllas en uno de estos dos conjuntos de circunstancias: o bien las e,,--pectativas son válidas en el sentido de que aiter (en este caso, su empleador) las reconoce como obligá­torias, o bien lo son en el sentido de que puede obligar a su empleador a aceptarlas. En el caso de burócratas de alto nivel, tiene vigencia la primera alternativa: en el de burócratas de bajo nivel y también algunos obre­ros, puede darse la segunda, aunque los ejemplos de sindicatos que han conquistado para sus miembros algo más que unas pocas semanas adicionales de aviso pre­vio son pocos y raros.

Lo que es menester destacar, sin embargo, es que cuando un grupo de individuos tiene e:\.-pectativas váli­das acerca de su situación. éstas no pueden ser consi-, deradas simplemente subjétivas. Paréce haber razones para sostener, pues, que en toda sociedad industrial avanzada hav un número considerable de administra­dores y burócratas v que éstos tienen en realidad una situaci6n de clase di~tiñta. aunque las definiciones mar­xist;,.s rígidas los consider~n solo proletarios engañados. Analogamente, podría mostrarse que los obreros espe­cializados de la industria moderna. cuvos conocimientos son raros e indispensables, gozan d~ seguridad en mayor medida que el proletariado y tienen una situación de clase diferente a la de éste.

Esto no significa necesariamente que la clase media llegará a constituir una clase-para-sí separada, en el sentido de Marx; por definición, esto solo sucedería si estuviera atrapada en una "lucha política" o, según

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nuestros términos, en una situación conflictual. Pero en la medida en que sus miembros satisfagan sus expecta­tivas de una carrera o de seguridad permanente, tal conflicto no ocurrirá, }Jor lo menos con sus empleadores. En efecto, para ellos, los ordenamientos sociales que éstos sugieren son totalmente legítimos, y la única posi­bilidad de que se vean envueltos en una lucha de clase proviene de sus empleadores, cuyos objetivos aceptan como obligatorios para sí mismos.

Por supuesto, esto no exclu,YeJa emergencia de gly­'pos confhctuales de clase medIa en otros contextos. iN e­ber, en su lista de factores que crean diferentes situa­ciones de clase, menciona uno que puede tener impor­tancia, a saber, "la posesión de ediíicios domésticos". Ciertamente, lo diferencia entre aquellos que pagan al­quiier, aquellos a quienes se les paga y los que poseen sus propias casas, sea sin trabas, sea con hipotecas, es un factor importante de la política local. Pero esto equivale a ampliar la base de la discusión. .

11ás interesante p2.ra nuestro examen de la teoría marxista es el hecho de que haya muchos burócratas de nivel inferior, obreros especializados y oficinistas, cu­ya situación parece estar entre ia del proletariado y la ~le la satisfecha clase media. Como ha mostrado Lock­,,"ood en su penetrante estudio ele los oficinistas, 6 ta~es grupos están en un constante dilema: ¿Deben conÍlar en la benevolencia paternalista de sus empleadores o deben poner su fe en los sindicatos? Este dilema tiene una importancia fundamental para la teoría de las clases.

En este punto adquieren importancia las observacio7

nes del capítulo anterior. Vimos en él que en una si­tuación en la que hav una clase dominante, ésta tratará constantementé de ~fjrmar su propia posición inten­tando convencer a los miembros de otras clases de que es "legítima". Por su parte, los líderes de la clase so­metida negarán esta pretensión de legitimidad. Ape­larán entonces a los grupos marginales que estamos examinando. y la Dosición real ele éstos en la estructura social depend~rá de la interpretación que acepten de su situación.

6 Lockwood, The Blúckcoated Workcr (1958).

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Esto parece implicar una reVlSlon bastante conside­rable del modelo marxista de conflicto de clases, tal como se lo entiende normalmente. Sin embargo, se la debe aceptar, a menos que sea posible sostener con Marx que el desarrollo económico del capita~ismo debe provocar "la miseria creciente" del ~roletanado .. Pe~o hasta que se experiment~ en la r~ahdad esta mlsena creciente, ella carece de ImportancIa para el problema de la formación de las clases.

EL CONCEPTO DE STATUS

Hasta ahora hemos concentrado nuestra atención en los conflictos que surgen de situaciones económic~s o de mercado, en la suposición de que tales conflictos tienen una importancia estratégica en la estructura de las sociedades modernas. Aun en esta esfera, hemos ha­llado que la noción de "legitimidad" y su negación es importante para la comprensión de la manera en que se desarrolla el conflicto. Debemos pasar ahora a una esfera en la aue esta noción es aún más importante, a saber la de lo's sistemas de status. Afirmaremos que tales siste~as solo pueden ser co:rr.prendidos a~ecuada~~nte en términos de las pretensiones de autondad legItima y de su rechazo por algunos miembros de la socieda~.

Una vez más, será conveniente comenzar con la defI­nición de situación de status de Weber: "En contraste con la «situación de clase», determinada de manera puramente económica; ~lamamos «~ituación de status» a todo componente tlpICO de la. VIda. ,de los ??mbres que esté determinado por una e~tlmaClOn espe~I~Ica del prestigio social, positiva o negatlva. Es.te preStlglo p~e­de estar vinculado con cualquier cualIdad compartIda por una pluralidad de personas." 7 •

Ahora bien, a primera vista parecería 9u~ la dlfe.rente asignación de prestigio es una caractenstlca obVIa de cualquier sociedad o grupo, y no guarda un~ ~ela­ción necesaria con un sistema de clases economlcas; cabría esperar que la conquista de tal prestigio fuera una de las recompensas o sanciones que estimulan el

7 Bendix y Lipset, op. cit., pág. 68.

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desempeño de· roles y que, por lo tanto, refuerzan la estructura social. Pero la concepción generalizada de un sistema de status implica algo más y algo diferente: no solo la asignación de prestigio en el desempeño de un rol específico, sino también la de un prestigio generalizad.o que sirve para segrega~ un grupo de otro .y para faCI­litar el desarrollo de dIferentes modos de VIda.

Las cuestiones que plantea, pues, la existencia de sistemas de status son tres: 1) cuáles son las caracte­rísticas cuya posesión hace que se goce de al~o o b~.io prestigio; 2) cómo debe explicarse la tendencIa a aSIg­nar prestigio de esta manera; 3) quién otorga el pIeS-tigio. ., . .

Las diferentes cualIdades elegIdas como cntenos para . la asignación de prestigio darán origen a sistemas de

tipos diferentes. Así, el linaje, que en la mayoría de los sistemas constituye un elemento componente de las eva­luaciones de status, tiende naturalmente a la creación de un sistema cerrado con poca movilidad social; el mejor ejemplo de esto es el sistema de castas de la India. Si el factor fundamental es la posesión de dinero, es posible una rr;ayor movilidad; y si lo decisivo es l.a educación, ésta puede darse en el mayor grado POSI­ble, siempre que las oportunidades educacionales sean iguales.

Pero no debe pasarse por alto un factor importante en lo que concierne a la diferente distribución del pres­tirria se!!Ún la posesión de características evaluadas. C~nsisteO en que, muy a menud~, lo importa~te no e~ la posesión de las cualidades fundamentales mismas, smo los símbolos que la revelan. Así, lo que parece interesar en la mayoría de los sistemas de status no es tan~o la posesión de una cualidad del tipo de las que menClOna­mas antes como vivir un cierto "estilo de vida". En parte, ést; no es otra cosa que el resultado del aisla­miento social producido por el sistema de status, y, en parte, es consecuencia de los esfuerzos incOI;sci.entes de los beneficiarios del status elevado por restrmglr la en­trada a su grupo.

Una vez formados los grupos de status, el hecho de q~~ las diferencias en~re ellos tiendan a .mult.il?li~r,se difIculta, en la mayona de los casos, la ldemiflcaclOn del factor determinante. Por ejemplo, se presenta el

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c?noci.d<;> problema del aristócrata venido a menos; qui­zas ongmalmente, el alto prestigio de que gozaba su an~epasado dependía de su rol como propietario terri­tonal que desempeñaba una función social importante; pero estos antepasados llevaban un estilo de vida que él conserva aunque ha sido despojado de sus funciones y es este estilo de vida el que le permite gozar de u~ mayor grado de prestigio que las personas que han asumido sus funciones.

Así, no parece haber una respuesta clara a la pre­gunta sobre cuáles son las características determinantes d,e un grupo de. status, pregunta que ha provocado mu­chos debates mfructuosos y confusos, especialmente cuando lo que se buscaba no se concebía como el cri­terio para la asignación de status, sino, con mayor ge­nerahda?, de algo llamado "clase". Todo lo que pode­mos ~eClr ~s que muchas sociedades se caracterizan por la eXlS~enCIa de agrupamientos comunitarios con su propio modo de vida, a los que la población ~onsidera ordenados jerárquicamente en algún orden de prestigio.

~ero es~o nos lIev~ .a la segunda cuestión, la de por que se aSIgna prestIgIO de esta maDera a los modos de v~~a. Pocos sc:ciólo?"os se han mostrado dispuestos a admItIr que la aSIgnaclOn se hace de manera totalmente arbitraria, pero parecería que la explicación propuesta con mayor frecuencia es poco plausible. Se trata de una versión de la teoría funcionaÍista general, que Davis y Moore aplicaron al análisis de los sistemas de status:

Si los derechos y remuneraciones de las diferen­tes posiciones en una sociedad son desiguales, en­tonces la sociedad está estratificada, pues esto es 10 que significa la estratificación. La desiO"ualdad social es, entonces, un recurso creado inc~nscien­temente mediante el cual las sociedades se ase­guran que las posiciones más importantes estén ocupadas por las personas más calificadas. De a9uí qu~ toda sociedad, simple o compleja, deba dIferenClar a las pers~nasen términos de prestigio, y deba poseer un CIerto grado de desiO"ualdad institucionalizada.8 "

8 Davis .y Moore, "Sorne PrincipIes of Stratification" en Coser y Rosenberg, op. cit., págs. 408-419. '

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Pero, ¿ hasta qué punto es ciel to que las "posiciones más importantes" son las que reciben mayor prestigio? ¿ Cuál es el patrón de importancia que debe aplicarse? ¿ Quién juzga si son las posiciones más importantes? Prima facie, no parece que las posiciones de mayor importancia utilitaria reciban el mayor prestigio; por el contrario, en el caso más común, las posiciones más estimadas parecen ser las de carácter simbólico y hast.a puramente decorativo. Por supuesto, podría argüirse que deben ser las más importantes, a pesar de las apa­riencias, porque gozan de alto prestigio. Pero ésta es una petición de principios y recuerda el argumento de MalinO\vski de que la supervivencia del cabriolé se ex­plica funcionalmente porque alimenta l!uestros "senti­mientos retrospectivos". U na vez que se ha supuesto que todo tiene una función, debe hallarse o inventarse una función para todo; análogamente, una vez que se supone que las posiciones de mayor importancia gozan del mayor prestigio, se ofrecerá alguna explicación ele la importancia de las posiciones que lo tienen.

De hecho, la única variante de la concepción fun­cionalista que de algún modo parece plausible es la que sostiene que se otorga prestigio a las posiciones que históricamente fueron importantes; ciertamente, ésta sería la explicación más convincente de hechos tales como el alto prestigio de que gozan la aristocracia bri­tánica o las viejas familias de Yankee City de Warner. Pero todavía pueden hacerse dos objeciones importan­tes. La primera es que, en estos casos, el prestigio de las posiciones puede derivar simplemente de su antigüedad más que de su importancia. La otra es que tales grupos no go~an de presti-gio uniwrsal; muy a menudo inspiran burla o resentimiento en otros grupos de status.

Esto nos lleva a la tercera cuestión, la más impor­tante, a saber: "cuando se dice que se concede prestigio a posiciones de mayor importancia, ¿ quién lo conce­de?" La respuesta que se adopta a menudo parece ser la de que "lo concede el consenso común", y en teoría es posible imaginar un estado de cosas en el que todo el mundo esté de acuerdo sobre cuáles son las caracterís­ticas y el estilo de vida que merece prestigio. Pero, nue­vamente, este tipo puro parece tener poca relación con nuestra experiencia real ele los sist~mas de statUJ. Es un"

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hecho obvio que el nacimiento como criterio de status es rechazado por quienes desean reemplazarlo por el dinero, la educación, la ocupación o la función social; y cada uno de ellos será rechazado por los que sustentan los otros. Aun la ocupación, de la que se pensó por al­gún tiempo que suministraba un criterio admitido por todos, da origen a valoraciones conflictuales. Turner lo ha demostrado claramente en un artículo reciente. 9 En efecto, señaló que, cuando se les pide a las personas que ubiquen las ocupaciones según el prestigio merecido y no según el orden de rango del status (la pregunta siempre implicaba interrogar a las personas acerca de lo que pensaban de los pensamientos de otros) los dife­rentes grupos ocupacionales manifiestan considerables antagonismos en su evaluación.

Evidentemente, puede decirse que el caso en que hay unanimidad sobre las evaluaciones de status es un caso­límite que se encuentra raramente en la realidad, si es que se lo encuentra. Con mayor frecuencia hay consi­derables antagonismos en cuanto a cuál debe ser el criterio para juzgarlo. En cierto sentido, podría decirse que cada uno de los grupos propone sus propios criterios alternativos y pugna por que se los acepte universal­mente. Así, sería correcto decir que un conflicto de ideología de status es una parte esencial de todas las relaciones de status-cIases. Pero este conflicto ideológico puede ser aún más importante, ya que lo que algunos grupos proponen no es solo un criterio diferente para la asignación de status, sino el rechazo mismo de esta noción.

LA EXPLICACION DE LLO\7D WARNER SOBRE EL SISTEMA DE STATUS DE LA YANKEE CITY

En realidad, lo que- describen los estudiosos de las jerarquías de status presenta muy poca semejanza con el tipo puro de grupos de status que hemos considerado. Será útil, pues, examinar un poco más minuciosamente

9 Turner, "Life Situation and Sub-culture", British Journal of Sociology, vol. IX, nQ 4, diciembre de 1958, pág. 299.

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el notable estudio que hacen Lloyd Warner y sus colaboradores,l° y preguntarnos si no habrá algún mo­delo teórico más aaetuado para explicar los hechos que describe. Sostendl'e!tlos: 1) que la noción de je­rarqu@ de statús-_ ~stá profundamente arraigada en

Ja ideoJogía de !as_ clases dominantes (en et 2.eIl,tido de clases en conflicto L como medio -para conquistar--­el reconocimÍento de lalegitimidad de su posición;-2) que estas clases tratarán de que la ideología del status sea aceptada por las otras; pero,3) quena todas la aceptarán sino que propondrán contraideologías pro­pias. Para explicar esto cfebemos referirnos a la formu­lación de Warner sobre la co-nducta de las seis clases en que divide a Yankee City; l() que sigue es un resumen de algunas de las observaciones más importantes que hace sobre ellas.

1. Clase Alta Superior (A. S.). Los miembros de esta clase tienen riquezas heredadas a través de varias generaciones. La fuente original de esta riqueza no fue la manufactura de zapatos, actual­mente el recurso más productivo, sino la construc­ción de barcos que fue en su momento la fuente más importante. La clase A. S. tiene sus propios vecindarios, camarillas y asociaciones, pero parti­cipa también de asociaciones a través de las cuales puede ejercer autoridad sobre otras clases.

2. Clase Alta Inferior (A. I.). Los miembros de esta clase son los propietarios de fábricas y sus amigos, nuevos ricos cuya conducta se caracteriza por el consumo ostentoso. Tienen sus propios ve­cindarios, camarillas y asociaciones, y participan también en asociaciones a través de las cuales ejercen influencia hacia abajo, pero buscan sobre todo una vinculación más estrecha con la cIase A. S. y tratan de convertir su riqueza en el sim­bolismo externo del status de ésta. Como defensa contra esta intrusión, el grupo A. S. establece dis­tinciones de conducta cada vez más exquisitas con las que trata de conservar su propia identidad.

10 Warner y Lunt, The Social System of a Modern Community.

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3. Clase Media Superior OH. S.). Está formada por fuertes cOI?erciantes, administr.adores y pro­fesionales. Dedican mucho menos tiempo al con­sumo ostentoso y desempeñan un papel dirigente en las actividades cívicas.

4. Clase Media Inferior (M.I.). Está formada por pequeños comerciantes, grupos de empleados v al<Tunos obreros calificados. No son muy ricos, pero'" dan mucha importancia a las virtudes del aseo, la sobriedad y la respetabilidad. Es en ella donde la idea de "no ser ménos que los Pérez" tiene mayor vigencia.

5. Clase Baja Superior (E. S.). Esta clase está forma­da por la masa de los trabajadores manuales o "los pobres aseados", como los llama uno de los informantes de Warner. Tienden a incorporarse a los sindicatos, logias y cofradías y a rechazar el principio de la administración paternalista e~ fa­vor del sindicalismo y de los pactos colectivos. Sienten especial desprecio por la conducta de la clase A. I.

6. Clase Baja Inferior (B. I.). Este grupo está formado por los pobres desmoralizados, que muy a menudo son desocupados y viven del pago de se<Turos sociales. Son resentidos, desprecian a todas la~ otras clases y sustentan filosofías que preten. den demostrar la superioridad de su propia for­ma de vida relativamente indisciplinada.

LA VERDADERA SIGNIFICACION DE LAS CLASES DE LLOYD WARNER LA PRETENSION DE LEGITIMIDAD DE LA CLASE A. 1.

Ahora bien, es evidente que, aunque se diga otra cosa, no hay aquí ningún consenso. sobre valoraciones de status. En todos los puntos, aun en el de contacto entre A. S. y A. I.,hay conflictos acerca de quién debe recibir el mayor prestigio y a quién se le debe permitir desplazarse de un g-rupo a otro.

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~: •• _ .. _______________ ,¡¡J-~? ~},,~:.

Para comprender más pr,ofundamente este sistema es necesario examinar las motivaciones y la conducta de la clase A. 1., que es fundamental para el sistema en su conjunto. Indudablemente, sus miembros aceptan la idea de algún tipo de orden de status y procuran en­trar en la clase a la que reconocen una jerarquía supe­rior a la propia. Podemos preguntarnos por qué lo ha­cen y qué ganan con ello.

La conducta de la clase A. I. se explica fácilmente si consideramos la posición económica en la que se en­cuentran sus miembros. Debido a su carácter de propie­tarios de fábricas, tienen supremo poder en la comuni­dad pero no autoridad legítima. Las clases inferiores los comparan siempre desfavorablemente con las clases dominantes del pasado; por consiguiente, para ganar aceptación, deben abolir las distinciones que los separan de aquéllas. Necesitan de la clase A. S. y de su forma de vida, porque sin ella no tendrían ninguna manera de legitimar sus posiciones; por otra parte deben mantener en su lugar a los órdenes inferiores, y la idea de una jerarquía total de status, racionalizada según los linea­mientos sugeridos por Davis y Moore, les suministra la ideología necesaria. Así, la concepción de un sistema de status no es algo que surge, por así decir, de la voluntad general, sino una idea de la clase A. I. que armoniza con su necesidad de mantener el propio poder.

La clase A. S. tiene sus propias razones para aprobar el sistema que trata de introducir la A. 1. No debe pen­sarse que el prestigio de que goza actualmente esta clase es algo que ha existido desde tiempo inmemorial. En su momento, sus miembros fueron también "nuevos ricos", y solo cuando los reemplazaron sucesores menos atra­yentes comenzaron a conquistar la aprobaCión popular. Ahora se encuentran con que las clases trabajadoras y los nuevos ricos conspiran pai'a elevar su status y, natu­ralmente, hacen todo lo posible para estimularlos; pue­den enfadarse porque los A. I. .traten de irrumpir en sus fiestas, pero sin la situación creada por A. I. esas fiestas despertarían poco interés.

La clase M. S. también tiene sus razones para acept¡i.r la jerarquía de status. Las .ambiciones de sus miembros son siempre limitadas, pero pueden realizarlas mucho más fácilmente en el ordenamiento creado por la clase

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A. 1., pues como recompensa por la aceptación del sis­tema tienen una autoridad delegada y no pocas venta­jas. Además, en el contexto inmediato de la vida comu­nitaria ganan aprobación por su utilidad social.

Es posible comprender mejor la conducta de las cla­ses M. 1. Y B. 1. en términos del análisis de la Estructura social y anomia que realiza Merton.ll Según éste, el ethos norteamericano plantea exigencias imposibles a la mayoría de la población y sin llegar a la anuencia total hay varias maneras de adaptarse a ellas. En este caso la conducta característica de las clases M. 1. Y B. 1. puede comprenderse precisamente como una adaptación a las imposibles exigencias de los sistemas de siatus.

Según Merton, la imposibilidad de cumplir con las exigencias del ethos norteamericano, deriva del hecho de que éste no plantea solo la necesidad de que la rea­lización de los fines tenga éxito sino también que en el proceso se utilicen ciertos medios y no otros. No todos pueden satisfacer estas exigencias, por lo que algunos grupos abandonan el objetivo del éxito, otros introdu­cen medios ilegítimos y algunos abandonan tanto los objetivos como los medios. Las dos formas de adapta­ción que nos interesan aquí son la primera y la tercera, a las que Merton llama ritualismo y retraimiento.

El ritualista dice: "quizás nc llegué a la cumbre, pero por lo menos me he mantenido fiel a las reglas", con lo cual afirma implícitamente: "¡no como ciertas personas que podría nombrar!" No se arriesga, pero le place poder apelar al libro de reglas para probar que su juego ha sido limpio. Éstas son, exactamente, las característi­cas de la conducta de la clase 1\1.1. "No ser menos que los Pérez" no implica aventajarlos; tal ambición ha sido abandonada hace tiempo. La clase M. 1. no se ha­lla motivada para la denodada lucha en pos del status; solo aspira a probar su respetabilidad.

En contraste con el. ritualista que dice "soy pobre, pero honesto", el adepto del retraimiento dice "seré pobre y sin éxito, pero soy libre". Se encuentran en esta posición los filósofos de la clase B. 1., que desprecian los objetivos, los modos de vida y los medios institucio-

11 ·Merton, Social Theory and Social Structure, cap. IV. Teoría y estructura sociales, México, F.e.E.

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nalizados del mundo afanado por el status. Su reacción ante la propuesta de considerar el mundo como una jerarquía de status es retirarse de él completamente.

Hasta ahora, hemos dejado de lado la B. S. Será in­teresante preguntarse qué sucede con ella y cuál es su actitud ante la idea de una jerarquía de status. Sin duda, también sus miembros han rechazado la idea de luchar por lograrlo, y lo han sustituido por una exigencia de seguridad y respeto en su posición, que consideran su derecho. Parsons lo comprende cuando dice:

En los estratos inferiores de la estructura hay tendencias a desviarse del esquema de la clase media. .. En esencia, podemos decir que consiste en un cambio del predominio del objetivo de éxi­to por el de seguridad. Más concretamente, es una pérdida de interés en el logro, sea por sí mismo y por la oportunidad que brinda de hacer cosas más importantes, o en relación con el avan­ce del status de la familia a través del aumento de los ingresos o de la mayor reputación. Así, el rol ocupacional no se convierte en el ámbito prin­cipal del logro sino en un medio para asegurar un nivel tolerable de vida, un mal necesario.12

Considerando el cuadro total, parecería que, por lo menos en el caso de las tres clases inferiores, no existe la lucha por el status en su forma pura. La imagen de Yankee City que presenta Warner no puede ser com­prendida en términos del tipo puro de modelo de sta­tus. Tenemos que averiguar entonces si existe algún otro que pueda explicarlo.

En realidad, parece que el tipo de situación señalada por Warner puede explicarse fácilmente en términos del modelo conflictual esbozado en el capítulo anterior, si se lo elabora con mayor detalle tomando erl conside­ración las nociones de clase y de status examinadas.

El hecho básico es que este caso constituye una de las posibilidades que surgen del conflicto social en la situación en que hay una clase dominante. En este caso ésta es la A. 1. Según los términos de nuestro modelo,

12 Parsons, "Revised Analytic Approach to the Theory oí Social Stratification", en Bendix y Lipset. op. cit., pág. 125.

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cabe esperar que esta clase busque algún modo de legi­timar su posición y el medio que utiliza es el de ofrecer una interpretación de la distribución existente de poder y de privilegios en términos de un sistema de status.

Esta noción es fácilmente aceptable, porque según nuestra experiencia como participantes, es evidente que en todo grupo con un propósito específico se estima más a aquellas personas cuyos roles son manifiestamente úti­les con respecto a los propósitos de aquél. Lo que hace la ideología del status es extender esa noción en dos direcciones: por una parte, la aplica no a un grupo específico, sino a toda una comunidad; por la otra, la refiere a una situación en la que hay una clase domi­nante cuyos intereses pueden entrar en conflicto con los de las clases dominadas y cuya posición se basa principalmente en el poder que ejercen sus miembros, más que en la autoridad.

Pero, como señalamos en el capítulo anterior, no siempre la clase dominante logra que sus interpretacio­nes de la sociedad y su pretensión a la legitimidad sean aceptadas. Los dirigentes de las clases inferiores tienden a formar contraideologías que niegan esta pretensión. El caso principal que consideramos en nuestro análisis original era aquel en el cual la ideología indicaba un conflicto de intereses y destacaba el elemento de las rela­ciones de poder en las situaciones planteadas entre las clases. Esto explicaría las actitudes y la conducta típicas de la clase B. S. que- presenta Warner. El comporta­miento de las clases M. I. Y B. I. sugiere también otras maneras que tiene una clase de interpretar su conducta. cuando nIega la legitimidad del orden propuesto po~ sus dominadores. Ambos comportamientos implican for­mas de adaptación al sistema de poder prevaleciente, sin abarcar, al mismo tiempo, motivaciones positivas para aceptarlo totalmente.

EL ANALISIS DE LOS CONFLICTOS DE CLASES EN RELACION CON LA SOCIOLOGIA GENERAL

Ahora bien, lo señalado en este capítulo tiene cierta importancia en relación con la actitud general que de-

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ben asumir los sociólogos con respecto a los problemas de la investigación. El empirista enfoca el tema de las clases exigiendo una definición operacional simple y clara del fenómeno en estudio. Según palabras de Durk­heim, quiere que se l~ indi~?en "las característi~as em­píricas de la cosa deSIgnada . De est~ ~odo, 9-e~me ';lna clase en términos de alguna caractenstIca objetiva Slill­

pIe, como los ingresos, Ja ;duc~ción, etc., o b~en :-en el caso de los empiristas mas refmados- en termInos de .las actitudes subjetivas de las personas hacia ella. Hecho esto consideran suficientemente definida la clase y pa­san'a examinar problemas como el del grado de movi­lidad de una a otra.

-Ya hemos demostrado aquí que tanto en lo que se re­fiere al ámbito de las clases económicas como al de las clases de status, sus definiciones son inadecuadas y en­gañosas. En el primer caso, vimos que la noción de que las clases se forman sobre la base de la relación de los individuos y los grupos con los medios de producción es mucho más compleja y admite una variedad de clases mucho mayor que la que sugieren las fonnas más bur­das del marxismo. En el segundo, hallamos que las actitudes reales de las personas de las que se supone que viven en un sistema ~e status jerárquico, in;plican grandes tensiones y conflictos dentro de este SIstema. Sin embargo, los agrupamientos que se fonnan como resultado de los intereses y las actitudes que hemos exa­minado son explicables en términos de una sola teoría ,general del conflicto. Si comprendiéramos mejor esta . teoría, abordaríamos la investigación de las clases so­ciales con definiciones -aunque más comp1ejas- mu­cho más adecuadas y no correríamos el riesgo de efec­tuar estudios que, si bien son estadísticamente exactos, no conciernen realmente al problema de su estructura.

No debe suponerse que esto es ur:a crítica de -los estudios de movilidad como tales. LeJOS de esto, una vez que dispongamos de un cuadro c.laro de las rela­ciones de conflicto, poder y status eXlstentes entre las clases, todo cambio en el grado de movilidad brindará importantes elementos. de juicio sobre l~ naturaleza del sistema de clases. ObVIamente, es muy Importante para éste el hecho de que los padres abriguen la esperanza de que sus hijos pasen a una clase diferente, y el de

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que los miembros de una clase deban aceptar cons­tantemente en su seno a contingentes provenientes de otras. Pero también lo es el que en este proceso de transición intervengan o r..o pautas complejas de moti­vaciones adecuadas a la nueva situación de las clases.

También es de primera importancia para poder pre­decir la conducta de las clases sociales comprender la complejidad de las motivaciones de sus miembros. Al­guien ha dicho recientemente, un poco en broma, que la clase obrera británica no solo cree en la lucha de clases sino también en la necesidad de su eterno man­tenimiento. Ésta es justamente una de las muchas acti­tudes de clase que pueden ser explicadas fácilmente en términos del tipo de modelo conflictual propugnado en este libro. El problema es demasiado complicado para que pueda ser resuelto con una simple referencia a la estadística de la distribución ocupacional. De hecho, los estudios de este género habitualmente hacen muchas suposiciones tácitas acerca de las relaciones 'entre las clases, suposiciones que, de hacerse explícitas, no re­sistirían el examen.

En verdad, lo que demuestra muy claramente este capítulo es que en esta cuestión, de carácter funda­mental para la sociología empírica, hay una compleja interrelación entre elementos variables, y que, por lo tanto, los problemas de este ámbito solo pueden ser enunciados por alguien que tenga una adecuada orien­tación teórica. Éste ha sido, por supuesto, uno de los puntos principales de la argumentación expuesta a lo largo de este libro.

Pero esto nos conduce al problema final. La sociolo­gía empirista tiene la indudable ventaja de que sus conclusiones, aunque sin importancia y carentes de sicr­nific!l-ción, son fácilmente verificables. Nuestro proble~a conSIste en demostrar que los modelos teóricos com­plejos que hemos elaborado pueden ser sometidos a cualquier prueba empírica. La teoría es importante y, en verdad, esencial para la ciencia, pero sin la posibi­lid~~ de la verificación empírica queda en pura especu­lacIOn. Debemos ahora responder al interrogante: "¿Hasta qué punto puede ser «científica» la sociología?"

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IX Objetividad y prueba en la sociología

Max Weber sostenía que el sociólogo debe dar "ex­plicaciones adecuadas en el nivel del sentido" y expli­caciones "causalmente adecuadas".l En este capítulo nos dedicaremos a determinar el significado de estos dos tipos de explicaciones y al .hace,rlo ,,:e;remos hasta qué punto es posible que la socIologIa utIlice las com­plejas construcciones teóricas a9.,:í sugeridas.y c~npla, al mismo tiempo, con los requlSltos de la CIenCIa em­pírica.

LA CONCEPCION DE WEBER DE LA "COMPRENSION"

El mismo Weber tuvo que hacer frente a una tra­dición que sostenía que los dos tipos de explicaciones mencionadas son incompatibles, y la actitud que asumió frente a estos argumentos nos ayudará a entender qué quiso significar con ellas. En 'par~icular,. es necesario examinar el enfoque de las CIenCIaS SOCIales propug­nado por Wilhelm Dilthey.2

Dilthey sustentó una teoría idealista de la acción y de la cultura en el sentido preciso en que Parsons utiliza el término. En tal teoría, para citar nuevamente a Parsons, "los fenómenos espacio-temporales solo se

1 Weber, Theory 01 Social and Economic Organization, cap. 1.

2 Ver Hodges, Wilhelm Dilthey, An Introduction (1949), y The Philosophy 01 Wilhelm Dilthey (1952).

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r~lac~o?an con la acción como «modos de expresión» sunbolicos o «encarnaciones» de «sentido»". 3 Por ello la tarea del sociólogo es, segu' n Dilthey tratar de "co'm-

d " 'd ' pren er estos sen1!J. os. Pero. l,:s técnicas necesarias para tal comprensión son

muy dls~lI:tas de las .de la ciencia. La mejor manera de descnbIrlas es .lD:ediante la a~alogía con una persona que aprende un Idioma extranjero yendo a vivir entre un pueblo que Jo hable. Al principio, no comprende nada: Pe~o gradualmente la relación entre las cosas y las SItuaCIOnes por una parte, y los símbolos verbales que provocan por la otra, se va haciendo clara. Even­tualmente, se descubre que uno ha aprendido esa len­gua, y el sentido del habla .de ese pueblo se hace com­prensible. Análogamente, al tratar con una cultura o un per~odo de la historia extraños, el sociólogo debe confeCCIOnar gradualmente una especie de cuadro total del sentido de la acción y la cultura. A este proceso se lo llama "comprensión".

.Las técnicas de la comprensión, en el sentido de DIlthey, no pueden ser expuestas de manera más clara. En un pasaje las describe como .. una forma de "auto­entrega" en la que "el ser interior del historiador mi.­cido en una época determinada, se convierte en un universo que refleja todo el mundo histórico".4 Sos­tiene que el talento del historiador es más afín con 'el de! poeta que con e! ~e! científico, y afirma que las mas grandes obras hIstoncas han sido escritas siempre en las grandes épocas de la poesía. '

Dilthey identifica el método científico con la bús­q~eda de . leyes generales, y éstas -sostiene- no tienen nmguna Importancia en las ciencias sociales. Así es­cribe: "Las uniformidades que pueden establecers~ en el campo de la sociedad están muy atrás -en número impo.rtancia . y precisión- respecto de las leyes qu~ ha s~do pOSIble determinar para la naturaleza sobre el mIsmo fundamento de relaciones en el espacio y el tiempo".5

Contra esto, Weber adopta dos posiciones diversas,

3 Parsons, The Structure of Social Actíon pág. 82. 4, Wilhe1m Dilthey, An Introduction, pág. '137. 5 Idem, pág. 145.

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.ambas importantes para nuestra argumentación. La }primera es que hay una forma de comprensión que

puede ser establecida de manera compatible con los métodos de la ciencia, y la segunda, que la ciencia social no depende necesariamente de la generalización o.de sistemas abstractos de leyes.

La clave de su primera tesis es el énfasis que pone en el tipo racional de acción. En tal caso, no necesi­tamos "conocer la lengua", porque, si la acción es ra­cional, el actor usará los medios científicamente apro­piados, que pueden ser conocidos por cualquiera que tenga acceso a las conclusiones de la ciencia empírica. Por consiguiente, en este caso, es perfectamente posible concebir el proceso de comprensión como un proceso en el cual proponemos una hipótesis que ex-plique una acción refiriéndola a un fin que, presumiblemente, el actor persigue por medios racionales. Si admitimos que es legítimo formular tales hipótesis en ténninos subje­tivos, esto no ofrece ninguna dificultad.

Los propios argumentos de Weber reposan en gran m5!dida en la comprensión de acciones racionales de esta especie; sostiene explícitamente que es Ipenester primero. tratar de explicar la acción en tales términos racionales para luego formular explicaciones adicionales dirigidas a dar cuenta de las desviaciones. Esto es total­mente legítimo y puede brindarnos una ex-plicación de una pauta cultural mucho más profunda que lo que permitiría suponer Dilthey con su sesgo idealista.

Pero hay otro argumento concerniente a las expli­caciones de los tipos no racionales de acción. Dilthey sostenía que la relación entre un símbolo y la cosa simbolizada es siempre arbitraria, y el mismo argumento se aplica a las reglas rituales que -como sugerimos­desempeñan en la acción no racional el mismo papel que las leyes de la ciencia empírica en el casora­cional. Sin embargo, podemos sostener esto sin afirmar al propio tiempo que es imposible hacer explícitas las hipótesis en términos de las cuales se explica la acción no racional. La dificultad no reside en la imposibilidad de hallar hipótesis teóricas' sino en el hecho de que en este caso trabajamos mucho más en la oscuridad que cuando estudiamos la acci6n racional. No obstante, las dificultades no son mayores que en la ciencia natural.

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. Al. tratar de explicar la acción racional, tenemos la ven­

. taja de que nuestra propia experiencia 'es similar a la de los actores que estudiamos, y puede utilizarse co­mo un atajo para hallar hipótesis. Pero cuando no disponemos de éste, nos encontramos tan solo en la si­t~ación corriente de un científico empírico de las cien­CIas naturales y aún podemos proponer una hipótesis que enuncie la finalidad del actor hipotético y las "re­glas rituales" que gobiernan su elección de medios.

La segunda tesis de Weber se relaciona con el papel de la generalización en la sociología. En este punto adopta la postura de algunos de sus predecesores ale­manes, ~articularmente Rickert, contra el positivismo. Par~ce CIerto que Weber cambió de posición durante su vIda; en la época en que escribió Wirtschaft und Oe­sellschaft 6 llegó a aceptar, aparentemente, la necesidad de algún tipo de leyes teóricas O'eneralizadas aunque de . f b' t:po ormal pero, sin embargo, nunca desautorizó explí-CItamente ,l~s posiciones metodológicas adoptadas en su e~1sayo ongmal sobre la objetividad,7 Es el punto de VIsta ex-puesto en este ensayo el que nos interesa aquí.

\Veber sostiene que toda ciencia se enfrenta con el problema de hacer una selección entre la infinidad de d.atos. que se le presentan, Pero, mientras que en la CIenCIa r:atural el princ.ipio de selección es que los fenó­menos dIgnos de estudIO son los repetidos, en las cien­cias sociales el principio debe ser el de la "relevancia respecto de los valores", es decir, el objeto de nuestro interés serán los fenómenos vinculados con la realiza­ción de ciertos "valores" que nos conciernen.

Para decirlo con las palabras de '\Veber:

La significación de una configuración de fenó­menos culturales y la base de ella no pueden ser inferidos y hechos inteligibles por un sis­tema de leyes analíticas, por perfecto que éste sea, ya que la significación de dichos sucesos presupone una orientación valorativa hacia ellos. El concepto de cultura es un concepto valorativo, La realidad empírica se convierte en "cultura"

6 Cuatro capítulos de esta obra han sido traducidos en The Theory of Social and Economic Organization.

7 En The Methodology 01 the Social Sciences, págs: 50-112.

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para nosotros en la medida en que la relaciona­mos con ideas de valor. Ésta incluye solo aquellos segmentos de la realidad, que adquieren signifi­cación . por su relevancia respecto de los valores. Solo una pequeña parte de la realidad concreta existente está coloreada por nuestro interés así condicionado, y solo ella es significativa para nosotros. Lo es porque revela relaciones que nos resultan importantes debido a su conexión con nuestros valores. Solo en la medida en que esto sucede vale la pena conocer sus características in­dividuales. Pero no podemos descubrir lo que es significativo para nosotros mediante una inves­tigación de datos empíricos "desprovista de pre­suposiciones". Por el contrario, la percepción de su carácter significativo es la presuposición de que puede convertirse en un objeto de investigación. Lo significativo, naturalmente, no coincide con las leyes como tales, y cuanto más general es la ley, tanto menor es la coincidencia.8

Weber llegó a esta posición como resultado de su participación en un debate acerca de la naturaleza de los estudios culturales dirigido por los ntokantianos y Dilthey. Nuestro examen del marco de referencia de la acción y del funcionalismo nos llevó a conclusiones muy similares. Sostuvimos que la explicación de toda acción debe estar fOfl11ulada en términos de la finalidad a la que está dirigida y de las reglas que relacionan medios y fines eIIfpleados por el actor, aunque estos últimos puedan no ser los que él tiene para sí mismo, sino los dominantes dentro de un sistema total de interacción. Debemos, pues, estar de acuerdo con \Veber cuando dice que "la percepción de su carácter significativo (de una acción) es la presuposición de que puede conver­tirse en un objeto de investigación", ya que no debemos intentar ninguna explicación a menos qu,= haya algún fin al . cual referirla, Si no ocurre así la acción debe tratarse como mera conducta; solo su relación con el fin hace de ella un hecho cultural y social.

En nuestra argumentación acerca del formalismo del

8 Idem, págs. 76-77.

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enfoql;l~ de P,arsons vimos también que la estructura de la accIOn, ~ocIal ,es sumamente variable porque los fines de la aCCIOn socIal son variables y como diJ'imos "ricos

'd " P " , en contem o, or eso, afIrmamos que la sociolocría no debe o~uI?arse solamente de la construcción de "t~n nú­~ero lnmta?o de ~o~elos de estructura social a par­tIr de un, numero lnmtado de normas valorativás for­ma~es, sino que debe tratar de establecer normas tan van~das como l~s fines que pers¡guen. los hombres al aSOCiarse, -

Finalmente, observamos que la cuestión de si una estructura social particular debe ser explicada en térmi­nos de un modelo "integracionista" o un modelo con­flict~al, solo puede ser derimida una vez que se conocen los tmes de la acción, También esto está de acuerdo c?n el enfoque de Weber en su ensayo sobre la objeti­VIdad,

OBSERVACIONES DE MANNHEIM Y MYRDAL SOBRE EL PROBLEMA

,D.E LA OBJETIVIDAD EN SOCIOLOGIA

La pO,sic,ió,n adoptada por Karl Mannheim respecto de la objetIVIdad se halla dentro de la misma tradición general. Sus aspectos"más dign?; de mención son que en el'problema de la . comprensIOn", adopta la posición de ?rlthey contra Weber y que desarrolla ciertas impli­caCIones de la noción de éste de "relevancia respecto de lo~ valore,s" en la dirección que exige una teoría del conflIcto SOCIal. Como Weber y Dilthey, Mannheim se opone al enfoque positivista que trata de hacer medi­bIes y "discernibles sin ambicrüedad" todos los hechos sociales, Invita a "imaginarno~ en qué se convierte nues­tro, ~undo psíquico y social cuando se lo restringe a re­~ac~o~e,~ medibles de manera puramente externa", y ar­o u',e , Ya no puede haber duda alguna de que no es pOSIble lograr una verdadera penetración en la reali­dad s?cial, ~ través de este enfoque, " Está claro que una sItuacIOn humana solo es caracterizable cuando se han, t<:>mado e~ consideración las concepciones que los partlC'lpantes tIenen de ella, la manera en que experí-

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mentan sus tensiones en esta situación y cómo reaccio­nan a las tensiones así concebidas," 9

La explicación de la acción y la cultura en términos de nuestro modelo conflictual o del enfoque orientado hacia los valores que propone Weber parece lograrlo, pero Mannheim piensa que es necesario volver directa­mente a Dilthey. Propugna "ese enfoque que, siguiendo a Dilthey, llamaré la comprensión de la interdependen-cia primaria de la e:speriencia", y arguye que: .

En est~ enfoque, la interpretación funcional re­cíproca de la experiencia psíquica y de las situa­ciones sociales se hace, mediante el uso de las téc­nicas de comprensión, inmediatamente inteligible. Nos enfrentamos aquí con un ámbito de la exis­tencia en el que la emergencia de reacciones psí­quicas desde adentro se hace evidente por nece­sidad, y no es comprensible como una simple cau­salidad externa, según el grado de probabilidad de su frecuencia,lo -

Sin embargo, la técnica real de comprensión que Mannheim propugna está expuesta mucho más definí­damente que la de Dilthey. Sostiene que hay ciertos términos tan "cargados de valoraciones" que solo un participante del sistema social puede comprenderlos. Así, es necesario que el sociólogo, si quiere escribir algo significativo acerca de ellas, entre en las situaciones sociales como participante. Esto puede significar el sa­crificio de lo que se considera a veces como la necesaria neutralidad y objetividad del científico, pero el intento de obtener objetividad en este sentido es un positivo obstáculo para- el logro de conociínientos sociológicos.

La voluntad orientada hacia un propósito es la fuente de la comprensión de la situación. Para trabajar en las ciencias sociales es necesario par­ticipar en el proceso social; pero esta participa­ción en el inconsciente colectivo no significa en modo alguno que se falsifiquen los hechos o se los vea incorrectamente. En realidad, por el con-

9 Mannheim, Ideology and Utopía (1940), pág. 40,-Ideo­logía y utopía, Madrid, Aguilar.

10 Idem, pág, 40.

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trario, la participación en el contexto vivo de la -:i?a social es una pr~suposición de la compren­SlOn de la naturaleza mterna de su contenido. El desprecio de los elementos cualitativos y la com­:pl~u: restri.cción· de la voluntad no constituye ob­JeuVldad smo que es la negación de la cualidad esencial del objeto.ll .

Ahora bien, Mannheim parece estar equivocado aquí por dos razones. La primera es que confunde la cuestión psicológica de lo que despierta el interés de los soció­logos y de la adquisición que ellos hacen de su conoci­miento, con la cuestión lógica de la validez de éste. Bien pu~de suceder que de la participación en el proceso SOCIal obtengamos una comprensión, que no lograríamos permaneciendo ajenos a él. Pero ésta puede ser tradu­cida a hipótesis explícitas susceptibles de ser sometidas a pruebas. empíricas. La segunda razón es que supone que, pa.ra mcluir en nuestras explicaciones lo que llama valoraclOnes, debemos captar la situación en su totali­dad. Pero esto no es así en modo alguno. Como dice Weber, "no es necesario haber sido César para com­prender a César", y muy bien podemos construir un modelo de las motivaciones de éste, que tome en consi­deraciór: lo~ elementos valorativos a los que alude Mannheun sm captar todos los detalles de su situación. .Una vez que se interpreta su conducta en términos de una teoría voluntarista de la acción, es necesario tomar

.en consideración esos elementos valorativos. yero Mannheirr;t tiene razón, en líneas generales, al

senalar que, en CIerto sentido, "la voluntad orientada hacia un propósito" es la clave para comprender la cul­tura y la acción social. A menos que relacionemos la conducta con los propósitos del actor, solo óbservaremos sus aspectos triviales y sin importancia. Mannheim uti­liza también su noción de la necesidad de participación social que tiene el. sociólogo, para plantear otro pro­blema sUI?arr:~nte unpo~tante: el de que solo adquiri­mos conCIenCIa de los fmes de nuestra acción cuando entramos en conflicto con personas cuyos fines son dife­rentes. Como observación psicológica, esto es correcto y

11 Idem, pág. 42.

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tiene importancia en relación con el criterio para la se­lección de los problemas que se investigarán. Solo ad­quirimos conciencia de que la conducta presenta un problema que requiere explicación cuando nos damos cuenta de que está relacionada con fines que pueden ser puestos en tela de juicio. Como dice Mannheim:

En la vida personal, el autocontrol y la auto­corrección solo se desarrollan cuando, en nuestro impulso vital originalmente ciego, damos con un obstáculo que nos vuelve hacia nosotros mismos. En el curso de esta colisión con otras formas po­sibles de existencia, se nos hace evidente la pecu­liaridad de nuestro modo de vida ... Nos hacemos visibles para nosotros mismoS", no vagamente como sujetos cognoscentes, sino en un cierto rol que hasta ahora había permanecido oculto, en una ~i­tuación impenetrable y con motivaciones de las que hasta ahora no teníamos conciencia.1~

Pero esto plantea un nuevo problema. Lo que Mann­heim señala aquí es que la conducta de un individuo no solo tiene significación respecto de sus propios fines o los de su 'cultura, sino también de otras formas de exis­tencia con las que entra en conflicto. De este modo, el carácter funcional o disfuncional de tal conducta y su posibilidad de mantenerla dependerá del punto de vista con que la consideremos. Si consideramos los fines de los actores o los de su cultura, como algo dado, entonces la conducta puede juzgarse funcional y necesaria; en cambio si lo dado son los fines con los que enka en conflicto, entonces la conducta es disfuncional y será abandonada.

Esto es precisamente lo que decíamos con respecto a la versión de modelo conflictual en la que hay una clase dominante: las acciones de la clase sometida o las de la clase dominante pueden juzgarse desde dos pun­tos de vista. Además, la clase dominante considerará necesarias sus propias expectativas acerca. de la con­ducta de la clase sometida, mientras que ésta las verá como imposibles e insostenibles. Así, no solamente habrá dos cuadros del mundo gobernados por dos diferentes

12 Idem, pág. 43.

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conjuntos de fines, sino que uno lo representará como estable, y el otro como cargado de conflictos, contra~ dicciones y una inevitable tendencia hacia el cambio. Esto nos llevará a enunciar algunas de esas categorías, tal como hace Mannheim cuando habla de las ideolo­gías y las utopías.

Sus definiciones son las siguientes:

El concepto de ideología refleja el descubri­miento que surgió del conflicto político, a saber, que los grupos dominantes pueden estar tan liga­dos a una situación, por los intereses que abrigan, que ya no son capaces de ver ciertos hechos que socavan su sentido de dominación. En la palabra "ideología" está implícita la idea de que, en cier­tas situaciones, el inconsciente colectivo de ciertos grupos oscurece para sí mismos y para otros la situación real de la sociedad y de este modo la estabiliza.

El concepto de pensamiento utópico refleja el descubrimiento opuesto de la lucha política, a saber, que ciertos grupos oprimidos se hallan tan interesados en la destrucción y la transformación de determinadas condiciones de la sociedad que, sin darse cuenta de ello, solo ven aquellos ele­mentos de la situación que tienden a negarla.13

Como dijimos, la clase dominante expondrá una ideo­logía que trate de presentar como legítima su propia posición; la clase sometida presentará una contraideo­logía que niegue esta pretensión de legitimidad. Mann­heim agrega que la ideología no necesita representar la situación existent~ co~o legítima si puede lograr que se la acepte como CIentífIcamente necesaria.

Estamos ahora en condiciones de plantear el proble­ma de la objetividad de la forma especial en que lo hace Mannheim. Nos enfrentamos con dos explica­ciones de un sistema social: una de ellas ideoló!!Íca, la otra utópica. ¿ Cuáles son, entonces, los hechos" cientí-ficos objetivos de la situación? "

Las conclusiones de Mannheim derivan del hecho de que considera estas ideologías y utopías como formas

13 1 dem, pág. 36.

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válidas de conocimiento sociológico. El que ellas repo­sen, no en investigaciones neutrales, sino en la "volun­tad orientada hacia un propósito", refuerza, en lugar de debilitar, su pretensión de ser consideradas de este modo. Pero,¿ qué haremos con el hecho de que sus conclusiones se contradicen entre sí? La respuesta de Mannheim es que los hechos sociales incluyen contra­dicciones de este tipo y que la única manera de lograr objetividad en sociología es unir los dos conjuntos de conclusiones. Para el sociólogo, la verdad es la suma de las verdades parciales de los ideólogos y los utópicos.

Esta conclusión no es muy convincente y supone una manera curiosamente mecánica de tratar la relación entre las ideologías y las utopías. Esto se debe a que Mannheim no las consid~ra como eÍementos de la si­tuaciónsino como sociologías. En efecto, si se las tra­tara como elementos de la situación, sería necesario mostrar en qué medida cualquiera de ellas.es aceptada en la práctica y hasta qué punto la conducta real de las clases está de acuerdo con sus predicciones. Detrás de las ideologías y las utopías hay un equilibrio de poder que determina, en última instancia, lo que es objetiva­mente verdadero. Mannheim termina, pues, en una posición que no .difiere mucho de la de Parsons; ambos se concentran en el estudio de los elementos normativos e ideológicos e ignoran la subestruCtura de poderes so­bre la que reposan tales elementos.

Mannheim utiliza una segunda línea de argumenta­ción acerca de cómo lograr la objetividad en sociología, que es, quizás, más importante. Se presenta en conexión con sus propuestas de una sociología del conocimiento.

Las ideologías y utopías mencionadas antes no son elaboradas solamente por los actores que hasta cierto punto no tienen conciencia de la situación que obser­vamos; también las presentan aquellos que piensan que hacen sociología objetiva. Así, mucho de lo que pasa por ser sociología es, de hecho, una ideología o utopía que tiene el efecto, cuando no el propósito, de apoyar al sistema social existente o de contribuir a destruirlo. Mannheim sostiene que la tarea del sociólogo del cono­cimiento es "desenmascarar" a: quienes actúan así y señalar la relación entre su enfoque de los hechos y su posición social. Al hacerlo, no demostramos que, su obra

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carezca de valor, pero sí que solo es relativamente ver­dadera. De este modo, además de aunar los conocimien­tos obtenidos a partir de distintos puntos de vista, a fin de alcanzar una perspectiva objetiva, podemos lograr el mismo fin enunciando abiertamente el punto de vista valorativo del sociólogo.

En el apéndice de su obra An American Dilemma,14 M yrdal pone el mismo énfasis en exigir que se hagan explícitas nuestras valoraciones. Como Mannheim, sos­tiene que las parcialidades en la ciencia social no pue­den ser eliminadas simplemente "ateniéndose a los he­chos" y mediante "métodos refinados de elaboración estadística de los datos". Como justificación de su enfo­que nos dice que "la ciencia no queda mejor protegida contra las parcialidades mediante el recurso enteramen-. te negativo de oponerse a ordenar sus resultados para la utilización práctica y política... hay razones que indican que lo cierto es lo contrario" .15

Ordenar los resultados a los que se llega para su uti­lización práctica y política significa, por supuesto, seña­lar cuáles son las instituciones y actividades que con­ducen a determinados fines. La tarea de la sociología aplicada es reconocer algunos fines específicos como dados, para luego pasar a indicar, a través de un estu­dio causal normal, cuáles son los factores de la situa­ción que constituyen medios para su logro. Evidente­mente, ésta es una de las tareas del sociólogo, y ella puede ser realizada objetivamente, siempre que éste haga explícitas sus premisas valorativas y no pretenda que sus conclusiones sean verdaderas "para la sociedad".

A Myrdal le interesa menos el problema de la socio­logía pura (es decir, del tipo de enfoque que no se ocu­pa de la cuestión de cuáles son los medios necesarios para el logro de ciertos fines) que ola cuestión relativa a cómo es probable que se desarrolle el sistema social, dados los fines, a menudo conflictuales, que se propo­nen los actores observados. Pero parece ocuparse par­cialmente de este problema cuando examina la "rele­vancia" de diversos puntos de vista valorativos. Según sus palabras:

14 Reimpreso en Value in Social Theory, pág. 119, de Myrdal.

15 Op. cit., págs. 128-129.

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La relevancia está determinada por los intere­ses e ideales de 'personas y grupos de personas reales. Así, no hay ninguna necesidad de introdu­cir premisas valorativas que nadie sostiene.

Dentro del círculo de relevancia así determina-' do, es posible establecer un círculo de significación aún más estrecho para denotar valoraciones sos­tenidas por grupos diversos, numerosos y reduci­dos, con un poder social sustancial.16

Así, Myrdal reconoce implícitamente que el poder de que disponen los diversos grupos para apoyar sus valo­raciones determina realmente el resultado en términos estructurales. Esta relación de poderes puede ser deter­minada de manera razonablemente objetiva.

La obra de Weber, Mannheim y Myrdal forma parte de una única tradición metodológica. Podemos apren­der de ella que los sistemas de relaciones sociales .no son hechos simples, sino que están relacionados con un pro­pósito o fin. Pero, puesto que hay muchos fines posibles en relación con los cuales puede juzgarse un sistema, se desprenden de esto dos consecuencias: 1) que el soció­logo puede elegir un campo especial para investigar, y su criterio de' relevancia estará determinado por los puntos de vista valorativos de los que parte. En este caso, se logra la objetividad haciendo explícitas las pre­misas valorativas; 2) que el curso real de desarrollo de un sistema social dependerá de la estructura de poder que haya detrás de los fines antagónicos. Aquí, el curso de desarrollo puede fijarse de manera relativamente objetiva porque puede ° determinarse así la estructura de poder. No obstante, la noción misma de una es­tructura de poder carece de significado como no sea en relación con grupos que persiguen fines antagóni­cos, por lo que es menester hacer explícitos tales fines.

LA ADECUACION CIENTIFICA DE LAS EXPLICACIONES SOCIOLOGICAS

ASÍ, la aserción de que hay muchos puntos de vista valorativos antagónicos para considerar los hechos so-

16 Idem, pág. 157.

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ciales no signífica que la sociologíCl; no pueda se: .objeti­va. Debemos examinar ahora una llllportante dlÍIr;ultad preliminar. Consiste en que los modelos que relaclOnan . la conducta con fines en términos de un esquema de acción deben demostrar su validez antes de que poda­mos usarlos para explicar dicha r~nducta. En términos de Weber, debemos saber si es posible que ~uestras explicaciones no solo sean adecuadas en el mvel ~el sentido, sino también causalmente. En esta cuestlon concentraremos nuestro interés en el resto de este ea­pítulo.

Weber e"."puso por primera vez la idea de lo .q~e . llama conocimiento causal en su examen de la obJetl­vidad inmediatamente después de destacar la impor­tanci~ del elemento valorativo en las explicaciones. "La ciencia cultural -dice- contiene «presuposiciones sub­jetivas» en la medida en que solo se ocupa de aqu~llos componentes de la realidad que tienen alguna ~elacIón, por indirecta que sea, con sucesos a los cuales aSIgnamos significación cultural. No obstante esto, se trata de ';1n conocimiento totalmente causal, exactamente en el mIS­mo sentido en que lo es el de sucesos naturales signifi-

. . 'l't t' "17 catIvos que tIenen un car~~ter cua~, a 1VO.. . Pero la "ciencia cultural solo es conOCImIento cau­

sal" si se pasa por ciertos procesos adicionales, después de plantear un tipo ideal corno ~ipótesis. Cu:m~o suge­rimos que la conducta es elucIdable en termmos de pautas particulares de motivación, todo lo que hacemos es relatar una historia plausible acerca de ella,; tenemos la impresión de que le hemos dado sentido. Pero, por supuesto, podemos estar totalmente e9uivocad~s. ~or consiguiente, hasta que no hayamos realIzado algun tIpO de prueba de nuestra hipótesis, independientemente de los datos para cuya e:ll.-plicación se la utiliza, no podemos atribuirle ninguna validez científica. Éste fue el argu­mento que Weber opuso a Dilthey al destacar la nece­sidad de explicaciones causahnente adecuadas.

Ahora bien, Dilthey habría sostenido que no es P?­sible dar tales explicaciones, porque no hay relaclOn alguna entre comprender p~utas culu:ral.e~ y probar relaciones causales. Las relaclOnes de sIgmÍlcado y las

17 Weber, The Methodology 01 th.e Social Sciences, pág. 82.

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causales, no tienen para él ninguna vincul~ción entre sí. Un argumento semejante ha dado reCIentemente Winch en su libro T he Idea of aSocial S cien ce .18

Winch utiliza la analogía entre comprender una cul­tura y comprender una lengua, que emplea~os al. ex­poner la posición de Dilthey. Arguye que l?- lllvestIga­ció n estadística de un lenguaje solo permIte resolver problemas relativos a la frecuencia con que aparece una palabra, cuando lo que deseamos sab~r es el signi­ficado de ésta, que es una cuestión muy dIferente.

Cabe preguntar, sin embargo, si la analogía entre la comprensión de un lenguaje y la de una cultura es tan exacta como supone Winch. Sin duda! hay un ~a:ale­lismo entre el lenguaje y cualquier tIpO de actiVidad simbólica, pero a este respecto, podernos hacer dos ob-_ servaciones sobre la cultura. En primer lugar, no toda actividad cultura! es de tipo simbólico; y en segun~o lugar, la que lo es no supone el simbolismo complejO e integrado del lenguaje. Así, puede suceder qu~ tanto-­los aspectos simbólicos de la cultura como l~s raclOnales sean comprensibles -en términos más semeJantes a los -científicos. -

Evidentemente, algunas actividades pueden compren-­derse corno los medios científicamente adecuados para ellorrro de ciertos fines. También en el caso de los otros dos tipos de acción que examinam.os en el c~pítulo V, ésta puede entenderse en un sentIdo muy dIverso del que tiene la comprensión cuan.~o habla~os de un .len­guaje. En un caso, el de la aCClOn no raclOn,al, decIm?s que se la comprende cuando señalamos cual es su fm y que hay "reglas rituales" para su logro que nos llevan a esperar una acción de est~ tipo. En .el otro, el de la acción expresiva, se la consIder~ explIcada cuan~o se la relaciona con un estado in tenor y con un conjunto de reglas que establecen las formas apropiadas de sim­bolismo para ese estado.

En ambos casos tenemos, pues, una hipótesis para explicar la acción, enunciada en una forma que per­mite someterla a prueba empírica. Para J;>0per a pr.ueba la explic~ción de l~ accióp como. una ~ct1Vlda~ raclOnal que perSIgue un fm partIcular, mvestlgamos SI el actor

18 Winch, The Idea of a Social Science (1958).

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tiene en vista dicho fin; para probar el segUndo tipo de explicación tratamos de determinar. cuál es el fin del actor v cuáles son las realas que gobIernan realmente su con:'ducta; para el terc~ro pr?curamo: determinar el estado interno del actor y el tIpO de slll1bolos usados normalmente para expresar tal estado en esa soci~~a~l.

Cuando hemos considerado tales elementos de JUICIO y nuestras hipótesis no son refutadas, est~mo~, aut<?riz~­dos a afirmar que hemos dado una e:X-P!I~acIOn CIentl­fica válida, con igual derecho que el flSlco que ha~e predicciones basadas en deduccione~ logradas a pa.rtlr de sus leyes teóricas y las halla confIrmadas. Es posIble que el hecho de que' W eber}lam~:a a tales exp~i~ci~­nes "causalmente adecuadas' y dIjera que sus hlpotesIs pueden ser confirmadas med~ante .leyes estadí~~icas ba­sadas en lo que sucede, haya mducldo a confusIOn; per.o es cierto que pueden utilizarse en este caso proc~dl­mientos de comprobación empírica que no son lógIca­mente diferentes de los de la ciencia natural.

Lo que parece pre~c,:pa~ a ':y'inch, s.in e;nbargo, es que la forma de las hIpO tesIs u~lhzaqas nr;-plica proble­mas filosóficos. Así, critica la mterpretacIOn que hace R. S. Lynd de la magia vudú de los in~ios a~ericanos como un "sistema de suce50S causales lll1parcIalmente verdaderos y confiables" y dice que la validez ~e esta interpretación no puede ser compr?bada con mnguna apelación. a la estadística. Luego afIrma:

Lo que se necesita es una interpreta?i~t; mejor, no alao de tipo diferente. La compatIbihdad de una i~terpretaciót; con la. estadística no. prue~a su validez. A algmen que mterpreta los nt~s .ma­aicos de una tribu como una forma de actlv"1.dad ~ientífica mal encaminada, no se lo refutará con una estadística relativa a lo que es probable que hagan los miembros de la tribu en diversos tipos de ocasiones (aunque pueda formar parte de la araumentación)' en última instancia, lo que se

b , ., f'l 'f' 19 necesita es una argurnentacIOn LOSO lca ...

Ahora bien debe admitirse que en la formulación de hipótesis ace:ca de las motivaciones hay implicados

19 Op. cit., pág. 113.

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problemas filosóficos. Por ejemplo, qué significa tener un fin y. qué quiere decir alguien que habla de medios y fines, y no de causas y efectos, son ambas cuestiones filosóficas. Como lo es tamhién distinguir la naturaleza de la acción racional de la no racional. Pero también presenta problemas filosóficos el uso del término "cau­sa" en la ciencia natural. Sin embargo, esto no impide a los científicos someter a prueba las hipótesis causales. El punto clave de la cuestión es que, aunque no puedan comprender cabalmente la naturaleza de la "causa", saben que una de sus implicaciones es una conexión repetida entre los fenómenos. De igual modo, no ne­cesitamos resolver todos los problemas filosóficos con­tenidos en la noción de medios y fines o en las reglas de acción ritual para afirmar que implican una cone­xión necesaria entre fenómenos observables. Si se en­cuentra que las conexiones predichas por nuestra hipó­tesis son válidas empíricamente, ésta puede considerarse confirmada.

En el caso citado por R. S. LyncLhay dos posibilida­des. U na de ellas es que las prácticas mágicas pueden ser explicables en términos' de acción racional; como afirman los funcionalistas como Malinowski, es posible que sobrevivan, porque cumplen una función inde­pendiente de las intenciones o creencias de los magos. Debe recordarse que el sociólogo no trata necesariamen­te de ex-plicar las prácticas en términos de dichas in­tenciones, sino en relación con su rol en 'un sistema de interacción. Pero también es posible que Lynd no haya procedido de manera completa a poner empíricamente a prueba su hipótesis. Si esto se hiciera, podría hallarse que el tipo ideal racionalista utilizado no es válido y que se explicarían mejor los hechos con otro tipo que implicara una lógica diferente.

Debe admitirse, sin embargo, que en sociología el análisis sistemático de los tipos posibles de acción (p. ej., racional, no racional, expresivo, etc.) solo acaba de comenzar. Así, por ejemplo, aunque comprendemos bas­tante bien qué se entiende por acción racional, porque usamos continuamente tales modos de acción en nues­tra vida cotidiana, sabemos. muy poco acerca de la lógica de la acción religiosa, y por esta razón debemos aceptar simplemente sus reglas como dadas arbitraria-

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mente. Un ensayo como el de Frankfort, La lógica deL pensamiento mitopoy,ético,20 o la ob~a, de Levy-Bruhl señalan lo que podna hacerse, y qUlZas lo q~e, plan­tean sea especialmente una tarea de los filosofos; pero esto no altera el hecho de que, aun sin haber re­suelto esos problemas, podamos presentar ~pótesis acer­ca de la acción racional y de la no racIOnal que nos lleven a abrigar la expectativa de fenómenos particu­lares, y considerarlas confirmadas si de hecho esos fenó-menos se producen. , , . .

El problema siguiente es de Indole practIca y consIste en hallar modos de establecer hipótesis sociológicas y

l·· " 1 t d d" convertirlas en exp IcaCIOnes causa men e a eC';la, as .. Esto no es tan simple como parece, porque las hIpotes~s que debemos confirmar no son simples paut~s de motI­~aciones individuales, sino modelos complejos de con­flictos en desarrollo o sistemas integrados como los que examinamos en los capítulos VI y VII.

-,En primer término, es conveniente considerar el mé­todo que Weber utilizó en la p:~ctica para c~>I:firmar sus hipótesis acerca de la relaclOn entre c~lVlmsmo y capitalismo. Después de est~b!ecer q';le. habIa una, ~o­nexión significativa entre la etIca calVInIsta y. el espmtu del capitalismo; procedió a efectuar una sene de estu­dios que, de hecho, iban a hac~r la~ v~ces de prueba de dicha relación. Señaló que el capitalIsmo estaba muy desarrollado en países de religión calvinista y escasa­mente en los países católicos y que tampoco lo desarro­llaron otras civilizaciones, que contaban con muchos factores favorables para ello. 21 • , •

Evidentemente Weber, para probar la relaclOn, uti­lizó los Métodos de Mills de una manera bastante apro­ximada. Se trata de una prueba causal, en el sentido corriente en que se realizan dichas pruebas en condi­ciones ex-perimentales o mediante el uso del método comparativo. Pero no siempre es posible usar este mé­todo, tanto por razones prácticas. como por cie:tas limitaciones que el mismo Weber lillpUSO a sus tIpOS ideales.

20 Frankfort v cols., Befare Philosophy, pág. 19. 21 Ver Parso~5, Tke Structure of Social Action, págs. 500.

5i8 donde se encontrará un extenso examen de la prueba de Weber.

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En su temprano ensayo sobre la objetividad, Weber asigna gran importancia a la unicidad de los sucesos históricos, por lo que el tipo de método comparativo sugerido aquí no sería posible. Weber se oponía a las leyes generales y a la idea de elementos generalizados que pueden hallarse repetidos en diferentes combina­ciones de culturas; por ende, si los elementos implica­dos en la situación capitalista eran, según los definió al principio, elementos típicos ideales, el tipo de prueba que él intentó dar en La ética protestante y el espíritu del capitalismo no es posible.

Es menester destacat lo anterior, porque los tipos de modelos que hemos sugerido estarían también relacio­nados con fines particulares y solo serían apropiados para el análisis de sistemas sociales particulares. Ahora bien, si no podemos apelar al estudio comparativo de las civilizaciones, ¿ cómo podemos convalidar tales mo­delos? ¿ O esta limitación significa que estamos conde­nados eternamente a proponer modelos teóricos sin po­der nunca confirmarlos?

El peligro reside en que, si no podemos emplear el método comparativo, que se basa principalmente en el Método de la Diferencia de Mills, solamente es factible elaborar análisis de los sistemas sociales ex post tacto; es deGir que, partiendo de hechos conocidos, solo po­dremos vincularlos en términos de alguna hipótesis plausible.

Si no se realiza un intento independiente por refu­tarla, ésta será solo una hipótesis y no una explicación científicamente válida.

Pero no hay razón alguna por la cual nuestro análisis deba ser enteramente ex post tacto. Las hipótesis .que introducimos para explicar hechos, son construcciones teóricas complejas que siempre tienen implicaciones teóricas distintas de aquellas con las cuales com~nza­mos. Siempre es posible someter a prueba estas otras irr ')licaciones empíricas para determinar si nuestro mo­de:) es realmente aplicable. Es cierto que la lógica de tal prueba no es otra que la del Método de la Concor­da,cia; el más débil de los Métodos de Mills, pero siem­pn es un paso más allá del simple análisis ex post tacto, que pu ,de realizarse a medida para adecuarse a hechos deseone "rtantes.

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Además, hay dos modos de lograr que las pruebas presentadas aquí resulten más fuertes que una simple prueba por el Método de la Concordancia: por una parte, el acuerdo señalado no será simplemente entre dos fenómenos, sino entre todo un conjunto interco­nexo de fenómenos predichos por el modelo; por otra, aunque nos propongamos elaborar un modelo que ex­plique la unicidad de una sociedad particular, de he­cho éste tendrá ciertos elementos generales que per­mitirán las comparaciones aproximadas con otros sis­temas sociales.

La situación parece ser tal que la sociología comienza como ciencia interpretativa que hace análisis -ex post tacto y elabora modelos plausibles para explicar los hechos observados. No puede abrigar la esperanza de demostrar la validez de estos modelos con la precisión de la ciencia natural, pero en el curso de la argumen­tación se introducen pruebas que se basan en la lógica de la ciencia empírica. Tales pruebas consistirán en señalar hechos, no considerados previamente en la si­tuación original, que se ajusten a las predicciones reali­zadas a partir del modelo, y en comparaciones aproxi­madas con sistemas elucidables en términos de modelos similares.

Pero debemos llamar la atención sobre un punto de la noción de Weber de tipos ideales que, de aceptarse, haría lógicamente imposibles tales pruebas. Se trata de su idea de que los tipos solo representan casos-límite, o suponen "una acentuación unilateral de uno o más puntos de vista". En una interpretación extrema, esto puede significar que los tipos son una especie de carica­tura, y de hecho, no es posible probar una caricatura, pues se sabe de antemano que, en cualquier caso parti­cular, los elementos de ella no estarán presentes en una forma pura.

Es lícito dudar de que haya coherencia total entre la definición de Weber de los tipos ideales y su exigencia de "pruebas causales", tal como la presentó en su ar­gumentación contra Dilthey. La utilidad de los tipos ideales definidos como casos-límite y "acentuaciones unilaterales" no es la de brindar explicaciones cientí­ficas válidas sino interpretaciones aclaradoras de los he­chos sociales. Un libro como el de Veblen, Theory ot

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the Leisure Class,22 es un buen ejemplo de una obra de esta especie. Su valor reside en que suministra una orientación preliminar -para el estudio de la cultura norteamericana, pero por sí misma no puede ofrecer hipótesis demostrables acerca de ella.

Por supuesto, si Weber hubiera sostenido que sus _ tipos ideales son simplemente abstracciones teóricas que solo pueden ser aplicadas a hechos empíricos si se agre­ga una cláusula de ceteris paribus, se los podría consi­derar como una fuente de explicaciones válidas; toma­dos juntamente con otros factores, podrían explicar sucesos observados. Pero Weber siempre insiste en que no son abstractos en este sentido, sino que se refieren a casos "concretamente posibles". En sus definiciones parece tratar de obtener el máximo provecho de los mundos empírico y teórico, por lo que el status lógico de sus tipos ideales permanece oscuro.

Sin embargo, la posibilidad de considerar los tipos ideales como abstracciones teóricas plantea una impor­tante cuestión final. Si ellos se refieren a componentes teóricos elementales de los sistemas sociales, sería posible construir una teoría general de éstos a partir de tales elementos; un sistema social particular sería explicable como un tipo particular de interacción de las variables. Ésta parecería ser una de las direcciones en que puede desarrollarse la sociología; Parsons, especialmente, ha ido más allá que Weber en este camino.

Pero nuestro examen de los modelos teóricos para el análisis de los sistemas sociales nos lleva en la dirección opuesta. Nuestro énfasis en el estudio de los fines de tales sistemas está de acuerdo con la importancia que asigna Weber al principio de la relevancia respecto de los valores. En la práctica, el objetivo de la investiga­ción sociológica será siempre la comprensión de una estructura en relación con los fines a los que sirve, y, aunque de tales estudios puedan surgir elementos gene­rales y se justifique su codificación, el principal centro de interés seguirá siendo la comprensión de una socie-dad particular. -

Es posible, por supuesto, que incluso los estudios de

22 Veblen, Theory of the Leisure Class (1934). Teoría de la clase ociosa, México, F.a.E.

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este género supongan un proceso de abstracción teórica y que el curso real de desarrollo pueda ser explicado en términos de la interacción entre elementos abstractos, analíticamente separables. Pero éstos no son abstractos en el sentido de no estar relacionados con una situación particular; son elementos de esa situación cQnsiderados separadamente unos de otros. Nuestro modelo de una sociedad de clase suponía abstracciones de este tipo cuando analizábamos separadamente la estructura de cada clase y sus objetivos; pero éstos eran específicos de una sociedad particular y las clases abstractas se con­sideraban, en última instancia, como interactlilando en una situación conflictual particular.

Así pues, según la posición aquí adoptada, el objetivo de una ciencia de la sociología es el descubrimiento de modelos válidos para la interpretación de la conducta en los sistemas sociales. Por modelos válidos aludimos a los que de alguna manera hayan sido sometidos a la prueba de la refutación. En esto reside la verdadera importancia de la insistencia de Weber en exigir. expli­caciones aue sean adecuadas tanto en el nivel del senti­do como "causalmente. Es correcto destacar, como han hecho Mannheim, Myrdal y Weber, que el punto de partida para la construcción de modelos debe buscarse en premisas valorativas, y que hay muchos de tales puntos de partida posibles. Pero, en última instancia, la prueba de la validez de un modelo es la misma que la de cualquier modelo teórico utilizado en la ciencia em­pírica: debe ser capaz de predecir correctamente sucesos empíricos.

Podemos hacer una observación final. Los elementos de juicio concretos en términos de los cuales confirma­mos o refutamos nuestros modelos pueden ser de carác­ter cuantitativo o cualitativo. En principio, debemos preferir esto último. Pero los elementos de juicio cuan­titativos son de poca utilidad si no conciernen al pro­blem~ en el que estamos específicamente interesados. Debemos estimular por todos los medios la elabora­ción de métodos exactos de observación de datos rele­vantes, pero no podemos afirmar que no habiendo evidencias cuantitativas de este tipo la sociología ca­rece totalmente de carácter científico. Su pretensión de tener un status científico está justificada sobre la

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base de la claridad teórica y el intento honesto por probar sus teorías mediante pruebas empíricas. La so­ciología probablemente nunca será una ciencia exac­ta, en el sentido en que lo es la física. No obstante ello, siempre tendrá gran valor el intento de introducir en el análisis sociológico, tanto en el nivel teórico como en el de la observación, los métodos de la ciencia.

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x Conclusiones: El alcance de la sociología

RESUMEN DE CONCLUSIONES

En este libro nos propusimos destacar la importancia de la teoría sociológica en la investigación y examinar en términos generales algunos de los problemas que se presentan constantemente en todo intento por cons­truirla. Estamos ahora en condiciones de pasar revista a las conclusiones que hemos alcanzado y de sugerir cuáles son los problemas que puede abordar una socio­logía de orientación teórica.

I) El papel de la teoría en la sociología

En los tres primeros capítulos pusimos de manifiesto el importante papel que la teoría está llamada a desem­peñar en la investigación sociológica. En el primero se­ñalamos que, sea cual fuere la concepción de la ciencia que sustenten los sociólogos, la cuidadosa consideración de los métodos de investigación propuestos en térmi­nos .de esa concepción revela que es necesario algún tipo de construcción teórica. En el segundo, examina­mos algunos de los principales ámbitos de investigación sociológica en los que ha predominado un enfoque em­pirista o historicista. En estos casos, sostuvimos que las conclusiones alcanzadas, o bien no son sociológicamente importantes, o bien, cuando lo son, carecen de claridad, porque los términos referentes a hechos sociales están mal definidos. En el capítulo III mostramos que no es posible precisar el ámbito de estudio sociológico me-

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di ante algún género de definición osten~i:,a, sino qye se requiere la elaboración de un marco teonco de. reteren­cia especial, en términos del .cual ,Puedan estu~ars~ da­tos que son comunes a la soclOlogm y a otras cIenClas, y llamamos la atención sobre el importante hecho de que entidades tales como las relaciones sociales, que p~recen ser los datos básicos ~e la sociolog~a, no s,o~ SlffiP!~S entidades observables smo construcclOnes teoncas utlh-zadas para eh']Jlicar la co~ducta observada. , .

Destacar de este modo el papel de la teona, partI~u­larmente -quizás- en Gran Bretaña, es correr el nes­go de ser acusado de prüpug~ar la "construcci~n ~e sistemas" o lo que a veces recIbe el nombre ~e teon­zación d~ sillón" (armchair theorizing). Debe ,subra­yarse por ello que el tipo de ~ná1isis con~eptual y de teorización que propugnamos tlen~ por obJe,to .dar a la investigación empírica más exactItud y mas md~pen­dencia de juicios de valor ocultos que las que tIenen actualmente muchas investigaciones que pret~nden ate­nerse solo a los hechos. Cabe señalar, en partlcular, que

e .. • " 1 .,,, " 1" -" c'o'n" no son SI tennmos como re aClon, ro y. ac I, .' . analizados cuidadosamente en un mvel teonco, no es posible definirlos operacionahnente; es decir, no I?u~~e saberse con claridad qué tipo de ~elementos de J.illClO debe buscarse para confinnar o remtar los e.nun.Slados en los que aparecen. Así, el objeto de la teonzaclOn. no es apartarse de los hechos empíricos sino hacer pOSIble la verdadera investigación científica.

II) Acción3 conflicto y anomza

En el capítulo IIl, .el propósito .de nuestra !eorj~a­ción fue definir el objeto de estu~:ho de la socI<?logI~. Ante todo, consideramos la tentatIva de Du~kh~u;n C1e delimitar lo social como lo externo :>1 actor mdlVld~al el' una situación. Vimos que, en realidad, esta ten~tIva d~sembocó en la oscuridad teórica y que el mIsmo Durkheim llegó a reconocer ev~n~<:lmente que l~ so­ciedad solo puede existir en el. mdIVlduo Y.ll: traves de é1. Procedimos entonces a reallZar un an,:hs:s de! cor;­cepto de relación social y vimos que la pnnclpal lffipli­cación empírica de este ténnino es que las partes que

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intervienen en ella tienen "expectativas" recíprocas con r~:pecto ~ su conducta. Esto, a su vez, planteó la cues­non de Sl tales expectativas son o no válidas' entre las razones por las cuales las consideramos así en~eramos factore~ tales como la existencia de normas compartidas que eXIgen una conducta acorde con las expectativas las sanciones .en apoyo de normas y el deseo de las par~ tes de conqUlstar y mantener la aprobación recíproca.

:or otro lado, en esa etapa de la argumentación .?enalamos un punto que iba a convertirse en un tema lffiportante en posteriores capítulos teóricos. Se ti:ata de qu~ el ca?o ~n. el cual las expectativas de una relación sOCial se JusnÍlcan totalmente es un caso-límite. Vimos que las relaciones sociales se apartan de este tipo puro en. dos direc~iones. Por una parte, hay casos en los que eXIste una madecua:Ia comunicación o comprensión entre las partes; conslderamos a éstos, casos de anomia' por otra parte, existe la posibilidad del conflicto en el que las partes se comprenden bastante bien recíproca­mente, pero no pueden realizar sus expectativas mutuas porque sus fines son antagónicos.

Al llegar a este punto es interesante agregar algo acerca de ~a relación ~ntre esos dos conceptos, ya que h.a predommado el pnmero en los escritos teóricos re­Clentes destinados a.examinar las desviaciones del tipo

. puro de relación totalmente institucionalizada mientras que.;n este lib~o hemos dado mayor import~ncia a la nOClOn de ~o~cto. No ~a sido nuestra intención negar q17e haya sltuaCl<;mes SOCiales caracterizadas por la ano­mla en este sentido estricto; pero sostenemos que ellas representan un caI?po de estudio ~uy especial y que el concepto de anomla se ha generahzado sin fundamento para. abarcar los casos de conflicto. Esto ha llevado a una. ma~ecuada co~ceptu<l:lización de este problema y a dls;orslOnes. qul-'! tienen Clerta importancia ideológica.

AS1,. por eJemp.lo, como observamos en un capítulo postenor, Durkhelffi trata el conflicto de clases no como u~a .carac!erística estructural básica de la sociedad ca­pltahsta, smo como una forma anómica de la división

• del trabajo, lo que implica que podría resolverse llegan­do a un acuerdo en lo concerniente a los valores. Aná­logamente, encontramos que en la sociología industrial moderna ha prevalecido la doctrina según la cual "las

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huelgas se deben a equívocos", mientras nosotros cree­mos que sería más provechoso examinar si éstas no podrían ser comprendidas como un caso de conflicto social. Hallamos también que Merton, aunque muestra claramente que en la sociedad norteamericana grandes grupos de personas rechazan en forma explícita, total o parcialmente, el ethos de su sociédad, sin embargo es­cribe sobre Estructura social y anomia, y no sobre Es­tructura social y conflicto social.

Cuando pasamos al enfoque funcionalista de Rad­cliffe-Brown, vimos que el no conceptualizar adecua­damente los hechos sociales y recurrir a una analogía, en vez de utilizar una teoría relativa a ellos y definida claramente, eran medios por los cuales se excluía dI-'! la discusión a los elementos del conflicto y d~ la ano­mia. El iuncionalismo, como señalamos, conduce inevi­tablemente a un modelo "integracionista" de la sócie­dad en el que las actividades se explican así en términos de la necesidad de mantener la estructura social.

Al criticar este·.enfoque señalamos qu(L_'-'p.~esidad" es ·mi término teleológico que requiere justificación es­pecial cuando se lo aplica a estructuras sociales. En nuestra consideración de éstas hallamos, sin embargo, que dependen de los intereses, necesidades, aspiraciones y valores de individuos y grupos, y puesto que entre éstos puede haber conflictos, la tentativa ulterior de elucidar el significado del término "estructura" inevita­blemente significa poner en tela de júicio las suposicio­nes integracionistas del funcionalismo.

Tipos de acción e interacción sociales. A partir de este punto nos concentramos en el ·examen de la estructura social en términos de la acción humana. Pero ésta no es una noción simple, y debimos analizar con cierta extensión los diversos tipos posibles de acción y la forma en que unidades de acción elementales se unen unas con otras en cadenas de medios y fines y en siste­mag sociales.

Vimos que el problema central relativo a los tipos de unidades de acción era el de la conceptualización de la acción no racional. Nuestro examen de ésta no fue en modo alguno exhaustivo, pero- nos permitió destacar tres casos importantes. El primero era el de la acción irracional, más que estrictamente no· racional. En este

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caso, era posible concebir que el actor tratara esencial­mente de ser racional, pero fracasara en tal intento por mala información o por mala lógica. El segundo caso era aquel en el que el actor no pretendía ser racional sino que o bien perseguía un fin para cuyo logro n~ había medios científicamente apropiados o bien trataba cie alcanzarlo mediante procedimientos prescritos por "reglas rituales" no científicas. FinaL'TIente, el tercero era aquel en el que parecía artificioso hablar simple­mente de medios y fines. En este caso, dijhJ.l0S que se trataba de e:ll."presar un estado interno a través de un símbolo apropiado cuya propiedad estaba definida en términos de un conjunto de reglas científicamente ar­bitrarias.

Pero la sociología no se ocupa de la acción como tal ~in~ de l~ inter~cción social, pO!" 10 que es necesari~ mdlcar como se mserta la conducta de otras partes en una. sucesión de acciones. Como vimos. lo hace a la manera de medios y condiciones de la "trama oricrinal de m~~iv:aci0!1es del act.or. ~l llega~ a ~s~e punto, pudi­n:lOs, ~lstmgU1r la~ exphcaclOnes pSlCologlcas de las so­clOI.oglcas. Las pnmeras pueden concebirse como e:x-pli­caClOnes de la acción de un actor en términos de su propia trama de motivaciones, mientras que las segun­das como explicaciones de dichas acciones en términos de las exigencias de la trama de motivaciones de otro. Con esto desaparece el misterio del carácter externo de los hechos sociales; desde el punto de vista del actor cuyas acciones se pretende e:x-plicar, los determinantes sociales de su conducta son externos, pero no lo son respecto de todos los individuos.

Aunque es conveniente examinar la teoría socioló¡rica <:n este nivel micro cósmico, señalamos que este análisis del caso elemental de interacción social era un medio para exponer los fundamentos de grandes y complejos sistemas de interacción. Podría construirse un cuadro de tales sistemas vastos y complejos de interacción so­bre la base del reconocimiento de oue, así como la ac­ción de A exigía la cooperación de' B, la de éste exige la de C, la acción de e la de D, y así indefinidamente. De este modo, la utilización del marco de referencia de la acción no conduce a una sociología "individualista" sino que es totalmente compatible con el reconocimien~

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to de sistemas sociales complejos internamente inte­grados.

No obstante, es un error supc:mer que la única forma de análisis sociológico en el nivel macrocósmico es la que supone.la integración total. Por eso, no aceptamos el análisis de Davis de las instituciones controladoras de los sistemas sociales según el cual la aceptación del con­trol normativo de aquéllas es inevitable en la sociedad; en cambio, las consideramos como relacionadas con los ámbitos de problemas de la interacción. En cualquier sociedad habría un problema de la propiedad, un pro­blema del poder, un problema supremo de los valores y un problema religioso. En el caso de una sociedad in­tegrada, tendríamos un sistema de propiedad, un esta­do que gozaría de autoridad "legítima" en términos de valo~es supremos y un conjunto compartido de creen­cias y prácticas religiosas. En un sistema conflictual, en cambio, encontraríamos conflictos sobre la propiedad, conflictos políticos, discrepancias sobre valores y una variedad de credos religiosos.

En el capítulo VI nos dedicamos a clarificar la rela­ción existente entre el tipo de teoría sociológica esbo­zado y el que ha elaborado Talcott Parsons. Vimos que éste reaccionó contra el utilitarismo y el positivismo, y exigió el reconocimiento de la acción gobernada nor­mativamente en los sistemas sociales. Pero esta actitud parece haberlo llevado a conceder una importancia ex~ cesiva a esos elementos integradores normativos, cOllSi~ derados en abstracción respecto del conte:xi:o de intere­ses y poderes en el que actúan. Señalamos también que ParsollS, en su análisis micro cósmico de la interacción, se concentró en el caso especial de una relación total~ mente institucionalizada. Finalmente, objetamos el for­malismo del análisis que hace de los elementos inte­gradores de la colectividad en los sistemas sociales, y sostuvimos que el punto crucial en el cual se integran o se dividen las sociedades es el de los fines perseguidos por los grupos.

III) La teoría del conflicto social-Así, en tanto que manteníamos el marco de referen­

cia de la acción, pasamos a realizar un análisi~ de las

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,ituaciones de conflicto social En pnm" er te' " _ 1 "- rmmo, se-na amos, que ~asta una teoría funcionalista podría ha­cerse mas realIsta si ~econociera que, en algunos puntos, los contr0.Ie~ n?rmativos se basan en una situación de ~od.eres dmamlca y se encuentran en un delicado equi­lIbno respecto de ella. Manifestarnos nuestro acuerdo con gran parte del análisis que Coser realiza de este problema, .pero. nos preocupamos mucho más por com­prender. sltuacIOr:es basadas en conflictos realmente destruct~vos, sur~dos de un desacuerdo relativo no a normas. l!l~ermedlas, sino a los fines hacia los que debe estar dmglda la actividad del sistema social como un todo.

Ahora bien, ninguna teoría funcionalista puede abor­dar es~os problem~s. P?r ello, propusimos una teoría al­ternatIva de las sln:aclones conflictuales, del desarrollo de los grupos conflIctuales y de las posibles relaciones entre .~!Ios. No es necesario repetir aquí con detalle lo que dIJImos acerca de la naturaleza de ese modelo. Pero debe.mgs .destacar un punto: es el de que, mientras el func~onal~stno no puede ofrecer explicación alguiJ.a de la~ .sltuacIsmes conf1ictuales, nuestro modelo puede ser utllIz.ado para explIcar de una manera alternativa y más convm~ente mu~hos de los fenómenos que aq~él toma como sIgnos de mtegración social. -

En prim~r término, cabe señalar que la alternativa que propUSImos no nos retrotrae a la guerra hobbesiana de todos contra todos, que ~ra el punto de partida de P.~rsons,. y que supone la eX1stencia de mucha coopera­Clon SOCIal en cada lado de la situación conflictual to­mado separadamen~e. En el ~ná1isis de la formació~ de los grup~~. en confhcto adqUIere gran importancia todo lo que dIJl.m~s .en el capítulo V acerca de los determi­nantes socIOloglCOS de la conducta, considerándolos di­ferentes d~ ,los determinantes psicológicos individuales. I:a formacIOn de un grupo conflictual es un caso es e­cla~ del desarrollo de un sistema de interacción c!m­pIeJo, tal como lo examinamos en ese capítulo

Pero muc~o más importante es lo que dijim~s acerca ~e la~, relaCIOnes entre los grupos conflictuales en la sltuacIOn que llamamos de clase dominante Ob . t l l' . Vlamen-e, as r~ aCIOnes que una clase sometida mantiene con

sus dommadores pueden abarcar una gama considera-

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ble: dicha clase puede lanzarse a una revolución abierta o a una resistencia pasiva, puede adaptarse a la situa-­ción o luchar para mantener la lealtad de sus miem­bros frente a los ataques ideológicos de la clase domi­nante. En todos estos casos la situación es conflictual, y todos ellos incluyen elementos que no podrían ser expli­cados por el modelo integracionista. Sin embargo, e~ el último caso mencionado, se presenta un punto en el cual este tipo de modelo y el nuestro ofrecen explica--ciones enfrentadas.

Según nuestra concepción, el tipo de acuerdo norma-tivo que se produce entre los miembros de clases dife­rentes puede ser explicado mejor en términos del concepto de legitimidad. Este concepto fue introducido en la sociología por Max Weber y está extraordinaria­mente bien elegido. Weber lo hace figurar en su teoría como una de las bases posibles de la ~oordinación im:­perativa. No lo considera proveniente de algún género de consenso sobre normas, Y lo define exclusivamente en términos de la actitud subjetiva -de aquellos que aceptan la legitimidad de un orden. Weber da tres ra­zones para esta aceptación, pero no excluye en modo alguno la posibilidad de que la pretensión de autoridad legítima sea rechazada y enuncia explícitamente que la coordinación imperativa puede ser aceptada por otras causas.

El valor de este concepto reside en que vincula desde el comienzo el sistema normativo de una sociedad con la relación de poderes existente entre los coordinadores y los coordinados. Así, el caso especial del consenso nor­mativo aparece como el punto final de una escala, don­de la pretensión de legitimidad es plenamente aceptada. En el otro extremo de ella estaría el caso en que los grupos sometidos proponen normas contrarias y en que la tentativa de gobernar mediante autoridad legítima es reemplazada por el gobierno mediante la violencia.

Al formular de este modo el problema del orden nor­mativo, también damos cabida dentro de nuestra teoría a la noción de "ingeniería del consentimiento". Eviden­temente, sobre todo en las sociedades de masas, hay una diferencia muy importante entre la aceptación y la in­ternalización de un orden propuesto por la clase domi­nante, por una parte, y el caso en que el consentimiento

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s~ obtiene manejando los sentimientos del grupo some­tido. El modelo que hemos sugerido de una situación en ~a. 9ue hay una clase dominante admite todas estas POSI?IlI~ades alternativas, mientras que el modelo inte­gra:;orusta solo admite un tipo de base para la criope­raCIOno

Además, <:1 reconocimiento del equilibrio de poder como. la . v.~nable de la que depende la existencia de una sItuacIOn en la que hay una clase dominante abre otras posibilis:jades. Un cambio en el equilibrio de poder puede llevar la situación social, no solamente más allá de la ace1?tación d~, la autoridad. leg~tima de los domi­nadores, SIllO. t~mbIen de cualqmer tIpO de adaptación a su predonuI1lo. Entonces, están abiertas dos posibili­dades: u;:ta rev~lución total o la negociación de un compromIso. ASI, nos vemos llevados al análisis de 105 elementos implicados. en el equilibrio de poder, por u~a p.~rte, y al d~, la vanedad de posibles tipos de adapta­Cl~n, revolucIOn y cet.npromiso, por la otra. El modelo aClara toda una gama de problemas de la soóedad :onte~po~'~nea, y los elementos variables que merecen IllvestlgaclOn se hacen claros inmediatamente.

De e,ste m?d~, ?ugeriríamos que una remo delación de la teona socIOlogIca, pó..ra edificarla sobre las nociones de conflicto, ,coordinación imperativa y equilibrio de poder, la. ~ana mucho más aplicable al análisis y la cOI?prens:on de los problemas centrales de la historia socIal recIente ~e las sociedades industriales. En ,efecto, c1!~n.do se consIdera la naturaleza de esta historia, es dIfIcIl .creer que la teoría soci?lógica pueda haber per­~anecI~~ tan estrechamente lIgada a los conceptos de mtegracIOn y consenso.

Tomemos por ejemplo el caso de la evolución de la educ:~ción se.cund.aria en Gran Bretaña. Según la con­cepCIOn funcIOnahsta, tal educación no solo sería necesa­ria para, transmitir la difícil capacitación que exige una tecnologla en progreso sino también para transmitir las normas y valores de la sociedad. Pero el estudio de los debates.9ue precedieron a la, apr?bación de la Ley de ~ducacIOn de 1902 revela cuan dIversas fueron las pre­SIOnes que realmente se ejercieron: algunos sectores de las clases dominantes se oponían totalmente a la idea de la educación secundaria; quienes la propugnaban.

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rivalizaban entre sí por controlarla, pues tenían opinio­nes divergentes sobre el contenido de la educación .. ~a clase obrera la exigía, con la esperanza de que sus hiJOS "prosperaran" en el. ?rden exister;te, o bien porque pen­saba que tal educacIOr; la ayudana ~ establecer un nue­vo sistema social. El SIstema educacIOnal resul~ante fue el producto de un compromiso entre est~s preSIOne;; ar:­tagónicas y, como tal, no puede ser exphcado en termI­nos de la teoría funcionalista ortodoxa; pero la forma de su desarrollo y el eventual compromiso logrado son exactamente los que habríamos esperado sobre la base de nuestro modelo conflictual.

IV) La teoría del conflicto y la sociología marxista

Podría interpretarse lo anterior :omo un aleg~to ~n favor del enfoque de la hi,storia soc;al y de la soc!~logIa de la sociedad contemporanea en termmos de la lucha de clases", que constituyó el pens~ento ce.ntral de ~a sociología de Marx. Por eso, sera c0;:tveruente ~ecll' alQUnas palabras acerca de la importancIa del marXismo p:ra la sociología contemporánea. ,

En primer lugar, debemos observ<l;r que, este se ?alla inhibido por la tradición y la termmologIa h;gehar;as dentro de las cuales tuvo ql7<:' desarro~ars,~' ;\s~, l.os ,~er­minos y conceptos que utIliza (p. ej., . dI~I~ctlca y "alienación") no son muy claros en sus sIgruÍlcados so­ciológicos. Pero por otro lado, a veces Marx 'parece comprender claramente -por ejemplo en las TeSIS sobre Feuerbach- algunos de los problem~ que hen:;os !or­mulado al referirnos a los sistemas socIales en !ernuno; de acción. Sobre todo, al reconocer que el cor;flicto esta en la esencia de los sistemas sociales, el marXismo man­tuvo vivo un enfoque de la ~ociologí:,. muy necesari~ cuando el énfasis del pensamIento teOrICO se desplazo hacia el estudio de los "elementos normativos" y los "consensos" . . ,

Pero cuando pasamos al es~ecial camp.o de mteres de la sociología marxista ( es decIr, el estu?io de, las. clases sociales), hallamos que se hace necesano al~n tIpO de revisión de las posiciones marxistas. Como VImos, esto

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no se debe a que el tipo marxista de teoría deba ser. reemplazado por una teOl"Ía del status del tipo de la, expuesta por Lloyd \Varner, sino a que conceptos como "relación con los medios de producción" y "clase para sí" son considerablemente más complejos de lo que a menudo imaginan los marxistas. Lo que hicimos en el capítulo sobre las clases fue, primero, considerar sepa­radamente los problemas de la teoría de tipo marxista y los de la teoría del tipo de Warner, y luego indicar cómo podrían resolverse esos problemas en términos de nuestro modelo general del conflicto social y de las no­ciones weberianas de "sentido" y "legitimidad". Podía­mos resolverlos así porque ni el modelo de una situación completamente revolucionaria ni el del "gobierno por consentimiento" son apropiados para las condiciones examinadas. El error, sin embargo, consiste en suponer que toda sociedad debe ser de uno o de otro tipo. El modelo que sugerimos nos induce a: predecir una socie­dad marcada por profundos conflictos ideológicos y cu­yos miembros están desorientados por problemas de lealtad de cIáse.

V) La convalidación de proposiciones acerca de situaciones de conflicto

Tal consideración de las sociedades plantea proble­mas de ~arácter ,metodológico. Así, la preocupación por los medIOS de convalidar el modelo teórico propuesto no era la única que teníamos en el último capítulo. La naturaleza del -modelo determinó la manera de plan­tearse de las cuestiones metodológica§. Como vimos en nuestro examen de la noción de Weber de relevancia respecto de los valores, de las concepciones de Mann­heim sobre ideologías y utopías y del énfasis de Myrdal en las premisas valorativas, es posible considerar los sis­temas s~ciales unilateralmente. En realidad, puesto que la neceSIdad de las estructuras sociales depende de la necesidad de los fines a los cuales sirven, es esencial que en alguna etapa se las. considere de esta manera. Pero esto no significa que la objetívidad sea imposible. En efecto, apart~ ?e los fines y premisas valorativas que hacemos expücltos como "dados", todo lo que afirma-

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mas en -esos términos puede ser sometido a verificación empírica. , .

El énfasis que dimos a los "fines" nos llevo, sm em­bargo, a coincidir con la concepción de Webe~ de.,la sociología, según la cual ésta se ocupa de la explicaclO!1 de situaciones históricas particulares, y no. trata de .ven­ficar leyes generales acerca de sistemas SOCiales mediante el estudio comparativo de éstos. El modelo g~neral del conflicto que hemos propuesto no es l!na t~ona .ge­neral de los sistemas sociales en este sentIdo, smo SlIil­

plemente una guía par<l; la formu!ación de modelos particulares aplicables a SIstemas SOCiales concret.o~. Son estos modelos particulares los que debemos verifIcar y someter a prueba comparando sus predicciones acerca de diversos tipos de actividad social con el cu;so real de los sucesos. Solo podría establecerse una teona gene­ral de los sistemas sociales si pudiera demostrarse que en sistemas diversos hay elementos repetidos en cuanto a los fines que se persiguen.

LAS TAREAS DE LA SOCIOLOGIA

Las tareas que la sociología tiene ante sí son de un carácter dobre: es necesario, por un lado, establ.ecer un modelo válido para el análisis del sistema SOCI~ ,Par­ticular que se estudie; una vez hecho esto .. el soclOl.ogo puede tener que explicar una forma parcial y particu­larizada de conducta en términos del pape! que.!e cabe en el sistema total. Sin embargo, en cada sltuaclOn par­ticular de investigación es posible. elegir lo que se con­siderará como sistema total, es deCIr, la escala de nuestro interés o el segmento del sistema total que debemos estudiar.

1) El análisis de sistemas de interacción en pequeña escala

En algunos estudios, podemos decidir .i9norar el p;:?­blema del rol que un grupo, instit;IclOn o ~elacl~n particular desempeña dent;:o de un. SIstema s?CI~1 m~s vasto. Por ejemplo, es pOSIble estudIar una fabnca sm

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asociarla con el cuadro total de la relación entre las clases, o estudiar un club juvenil, una familia o un ma­trimonio sin referencia a la función de socialización que c~plen estas instituciones para una clase o para una sOCled~d: En tales ca.sos, l.a fábrica, el club de jóvenes, la farrulla o el matnmomo será considerado como un sistema en sí mismo.

Pero tal consideración no implica que el modelo que usar~mos será "integrativo". Puede suceder que en si­tuacIOnes de pequeña escala como ésta, haya un mavor elemento de consentimiento en una de las partes fre~te a las expectativas de la otra, y es obvio que las sancio­nes empleadas para forzar la aceptación serán mucho meno~ drásticas que en el ~ipo de conflicto total que e::,arrunamos ::mtes: Pero es Ig17almente obvio que estu­dIar un matnmomo, un club Juvenil o una fábrica sin reconocer en cada caso, respectivamente, los posibles e.le~~ntos conflic~uales y de equilibrio de poder, la po­sIbIlIdad de conflIcto entre las expectativas de los miem­?ros y lo que brinda la dirección del club y las tensiones Impuestas por la negociación colectiva, sería dejar de lado el elemento dinámico de la situación. Comprender tales situaciones significa captar la forma en que las relaciones y normas prevalecientes descansan sobre el equilibrio de intereses y el de sanciones entre las dife­rentes partes.

Así, podemos suponer que muchos sociólogos conti­nua,rán estudiando sistemas de interacción en pequeña escala, tomados fuera de su contexto total y considera­dos corno objetos de interés en sí mismos. Es posible también que tales estudios se relacionen con intereses valorativos particulares de los participantes <:> del obser­vador. En este caso, el objeto sería descubrir los ele­mento.s ~ituacionales particulares que exi~tían y los que no eXlstIan en los casos en que se logró el estado de cosas des~ado y en al}uellos en que no se lo logró. En los trabajos en pequena escala de este tipo, hay un nú­mero suficiente de situaciones similares corno para reali-zar estudios comparativos. .

Pero es necesario repetir aquí la advertencia de Myr­dal de que tales estudios de orientación valorativa solo son verdaderamente científicos si se hacen explícitos los puntos de vista de los que parten. Por ejemplo, gran

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cantidad de estudios sobre la estabilidad y la inestabili­dad marital se basan en la suposición de que es desea­ble el matrimonio corno unión para toda la vida;. pero, corno señala Goode 1 en su penetrante estudIO del ajuste posterior al divorcio, es perfectamente posible. es­tudiar los matrimonios disueltos desde el punto de VIsta de la adaptación de las partes a la se'para~ió.n. An~lo­gamente, en el conocido caso de la socIOlogu: mdustnal, se supone demasiado a menudo que su obJet~ es des~ cubrir cómo se puede promover la armoma entre empleadores y empleados, cuando ta~es estudi?s po~rían también tornar como punto de partIda la .eXIgenCIa. de los empleados por lograr un nivel de ,VIda. supenor. Pero, mientras se ex-plique lo que s~ esta hac:endo, no hay razón alguna que impida estudIar las mejores m~­neras de lograr la estabilidad marital o la armoma industrial. , .

Ahora bien, aunque -por razones practIcas- gr,:? parte de la investigación sociológica continuará conÍ!­~1ada a estudios especiales en pequeña escala, éstos esta­rán siempre sujetos a grandes limitaciones en tanto se i<Tllore la inÍluencia que se ejerce desde afuera sobre sus ;bjetos. Los estudios de comunidad, por ejemplo" son algo artificiales si ignoran el hecho de. que ~sta esta su­jeta a la influencia de los valores difundIdos po: los medios de comunicación de masas en escala n~clOr:al o que sus miembros están. afiliados . a orgamz~clO­nes económicas o de otros tIpOS que henen amplItud nacional. De io-ual modo, el estudio de los grupos reli­giosos o de los "'partidos políticos ten~rá un. ~arác~er pu­ramente formal si no se torna en consIderaclOn la Impor­tancia de su actividad en el mundo extrarreligioso o "Oxtrapolítico. Así, es de suma. importa~cia hacer e~tu­líos en gran escala sobre las mterrelaclOnes entre. I~~­:ituciones en un marco nacional o en el de una CIVIlI­zación. En este punto adquiere importancia, al menos corno medio de orientación preliminar, el modelo ge­neral del sistema total de inter;:¡rrifm social que hemos considerado.

1 Goode, Alter Divorce (1956).

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II) La significación del estudio de los conflictos de clases

El punto dé partida de tal modelo debe ser siempre un estudio de los fines a los cuales está dirigido el sis­tema como un todo. Es posible que encontremos unas pocas sociedades donde tales fines constituyen un siste­ma unitario, pero el caso habitual será aquel en el que hay algún tipo de conflicto de fines y, por ende, de grupos o de clases. A~í, el estudio del conflicto de clases, en toda su múltiple complejidad, desempeñará siempre un papel fundament¡¡.l en el desarrollo de los estudios sociológicos. Tal estudio no está en el mismo nivel que el de las instituciones especializadas de índole económi­ca, política, religiosa, etc., pero es un paso preliminar esencial para cualquiera de ellos. Esto es así incluso si el cuadro que pinta Dahrendorf del conflicto de clases como algo localizado en instituciones separadas dentro de la sociedad industrial es verdadero. De ser así, este hecho debe ser comprendido por todo estudioso de las instituciones especializadas. De todos modos, el estudio del conflicto de clases debe ubicarse en el centro de la sociología, pues lo que el sociólogo del conflicto de cla­ses' hace es ocuparse del modelo general en términos del cual deben considerarse todas las instituciones de la sociedad.

Si se adopta un modelo conflictual, sea el de Dah­rendorf o el nuestro, esto introduce una diferencia sig­nificativa en los estudios de las instituciones separadas. En lugar de tener una estructura determinada, apare­cen como ámbitos en los que hay un tipo particular de conflicto de valores y aspiraciones. En realidad, hasta podría sostenerse que el término "instituciones" es en­gañoso, porque parece sugerir un grado mayor de esta-. bilidad de organización de la que existe de hecho. Por ello, quizás sea mejor no hablar de estudios institucio­nales sino más bien de "ámbitos de problemas" de la interacción social.

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III) Los ámbitos principales del análisis institucional

Dicho esto, no surgirán más querellas con respecto al tipo de clasificación de los ámbitos de problemas pro­puesto por Davis, Parsons o Malinowski. Evidentemen­te, toda sociedad se enfrenta con el problema de distri­buir bienes y poderes y con el problema de los valores .. Con respecto a este último, obviamente no se trata solo de expresar y mantener los valores sino también de transmitirlos. Se presenta entonces todo un ámbito de problemas relacionados con la "socialización" que ha recibido aquí poca atención; pero que constituye una parte importante de todo estudio sistemático de los sis­temas sociales.

Ya hemos mencionado que un propósito del estudio de estos ámbitos de problemas es conocer la organiza­ción interna de los sistemas sociales que se encontrarán en ellos. Debemos destacar ahora el estudio de las in­terrelaciones entre instituciones. Gran parte de la tarea lue tiene un valor más perdurable en sociología se ha realizado en este campo; el ejemplo descollante es el ~studio hecho por Weber de las relaciones entre el cal­"inismo y el capitalismo.

Pero no debemos suponer de antemano que todas las actividades especializadas están estrechamente unidas en un solo sistema integrado. Es verdad que, hemos. in­sistido, en contra de Coser, en que no debla conslde­rárselas como si variaran en forma totalmente indepen­diente unas de otras; pero una de las implicaciones de nuestro modelo conflictual es que el tipo de compro­miso que se logre en un frente puede diferir del que se logre en otro. Por consiguiente, cabría esperar que el sistema educacional y el sistema económico, por ejem­plo, estén relacionados de manera ~isfuncional porque la clase dominante ha hecho conceSIOnes en un sentIdo pero no en el otro. Si recordamos el principio de que las premisas valorativas o fines a partir de los cuales se estudia una institución deben ser explícitos, es posi­ble demostrar científicamente tal relación disfuncional. Mostraríamos así que el sistema educacional y el sis­tema económico son lo que son porque han sido deter­minados por un conjunto de finrs difrrpntes.

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IV) Pertinencia de los valores

Por consicruiente concebimos la investigación social o , l' como un ·conjunto de estudios separados que se rea Iza:p.

en una serie de campos que estarán determinados por su relevancia respecto de los va~ores del i~dividuo. En términos rrenerales los dos conjuntos de mtereses va­lorativos que han' predominado en la .I?ráctica son el interés por los problemas de la adaptaclOn personal (el que sustenta, p. ej., el asistente social) yel interés por las cuestiones políticas. Pero, a medida que aumenta el volumen de los estudios, surge la posibilidad de estable­cer una relación más estrecha entre esos dos ámbitos. Wright Mills expresó esto de modo inmejorable:

La imallÍnación sociológica permite a su po­seedor cOI~prender el escenario histórico más vas­to en términos de su sentido para la vida interior y la carrera exterior de una cantidad de indivi­duos. Le permite tomar en consideración el hecho de que en la agitación de su experie?ci~ cotidiana, éstos llegan a menudo a una conCIenCIa falsa de sus posiciones sociales. Dentro de esta agitación se busca la armazón de la sociedad moderna y se formulan las psicologías de hombres y mujeres. Por tales medios, la conciencia personal de los individuos se centra en perturbaciones explícitas y la indiferencia pública se transforma en preocu­pación por los problemas públicos.2

Pero esta relación más estrecha no debe buscarse ne­cesariamente en una teoría sociológica general abstracta o como insinuaba Radcliffe-Brown, en una "ciencia na­t~ral de las sociedades"; 3 tampoco se la encontrará a través de los "principios de alcance medio" sugeridos por 11erton.4 Lo que se necesita'es tratar de relacionar los problemas particulares· y especializados con algún tipo de modelo teórico del sistema total de interacción del cual forman parte. Un modelo teórico total de la

2 O. Wright Mills, The Sociological Imagination, pág. 5. 3 Ver Radcliffe-Brown, A Natural Science of Society (1957). 4 Merton, Social Theory and Social Structure. Introducción.

Teoría y estructura sociales, México, F.O.E.

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sociedad particular que se estudia es una herramienta esencial para ver los problemas particulares en perspec­tiva. Dada una argumentación coherente acerca de la naturaleza general del sistema social estudiado, los pro­blemas particulares, aun los de carácter personal, adquie­ren nuevo sentido y verdadera significación sociológica.

Finalmente, cabe preguntarse qué tipos de investiga­ciones están excluidos de nuestro enfoque de la socio­logía. La respuesta es: todos aquellos en los que la pre­paración especial del sociólogo no aporta nada nuevo; Es inútil objetar a esto que la investigación tiene un alto grado de exactitud matemática; si ésto fuera el princi­pal requisito de la investigación social, entonces sería mejor dejar la sociología en manos de los matemáticos.

Así, la investigación de lo que Weber llamó las "pro­babilidades de vida" de los seres humanos. no forma parte, en términos estrictos, de la sociologíá. Es cierto que averiguar si la diferente distribución de probabili­dades de vida implica un sistema de poder particular o indica la emergencia de formas segregadas de vida, constituye un problema para el sociólogo; pero, en sí misma, forma parte del estudio de la biología humana, en el que las técnicas descriptivas y matemáticas exac­tas han alcanzado un elevado nivel.

Tampoco consideraríamos como necesariamente so­ciológicos esos estudios muy numerosos, que prueban correlaciones estadísticas entre aspectos de la conducta humana y una variedad de causas. Ellos también plan­tean problemas al sociólogo, pero solo se convierten en estudios sociológicos cuando se explican las correlaciones en términos de alguna teoría de la interacción social.

El hecho de que tales estudios se realicen por las· ra" zones morales más dignas no los convierte en parte de la sociología. Lo que ésta debe hacer es tratar de -intro­ducir los métodos del pensamiento científico en el deba­te relativo a un conjuñto muy especial de determinantes de la conducta humana, debate que se viene realizando sin mucha disciplina científica desde los comienzos de la historia. El propósito de este libro ha sido explorar-la naturaleza de esos determinantes y examinar los pro­blemas especiales que plantea todo intento de aplicar a ellos el método científico.

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