Ricardo Mella Del Amor

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  • Ricardo Mella

    Del amor

    Modo de accin y nalidad social

  • 2ndice general

    I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3

    II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

    III . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21

  • 3I

    El imperativo amaos los unos a los otros, repetido durante siglos, es todavahoy precepto incumplido sin consecuencia alguna en la vida prctica. Se predicael amor, se pregona a los cuatro vientos la necesidad de que los hombres se eman-cipen y rediman por la mutualidad de los ms bellos afectos, pero la existenciaentera es hoy, como ayer, inmenso campo de odios y rencores inextinguibles.

    El cristiano que manda amar al prjimo con igual intensidad que cada unose ama a s mismo, tanto como el demcrata y el revolucionario que ordenanla fraternidad humana, mienten sentimientos a que no hacen plaza los brbarostrminos de la lucha por la vida en las sociedades sedicentes civilizadas, y engaany se engaan con, la expresin de un imposible categrico en el mundo social delos que combaten sin tregua por el egotista exclusivismo individual. Moralistasy lsofos, creyentes y ateos predican la paz en medio del furioso estruendode la guerra. Son admirables, pero sus predicaciones se asemejan a consejos detemplanza y de cordura en una casa de dementes.

    En el estado actual los hombres o son indiferentes los unos para los otros o seodian entre s porque opuestos intereses, en lucha abierta, los hacen enemigos yborran todo rastro de humana hermandad.

    No obstante todas las predicaciones fraternitarias, pese a la tendencia de laespecie humana a confundirse en estrecho y carioso abrazo, la barrera infran-queable del odio se levanta entre los hombres, los pone a unos enfrente de otrosy los lanza a la lucha desesperada por el mendrugo que falta, por el placer nogozado, por el guiapo que abriga o engalana el cuerpo, No hay cuartel en estefurioso combate por la existencia, donde, si vence el ms fuerte, jams triunfa elmejor, donde hay laureles para la astucia, para la barbarie, para el crimen, paratodo, menos para la bondad; donde nicamente estorba, para ganar la batalla, lahombra de bien. Los hechos de experiencia, brutalmente reales, no haran sinoarrojar densas negruras sobre el cuadro.

    Que ediquen cuantas teoras quieran acerca de la seleccin y del dominiode los ms fuertes, aquellos que han puesto la ciencia al servicio de los bribonestriunfantes: en realidad, de verdad, el mundo social pertenece por derecho debaratera a los granujas enclenques, a los astutos de la inteligencia, a los imbcilescon puos de brbaro y visitas al presidio. El hombre bueno, honrado capaz deamar y de hacerse amar, abnegado y generoso; el hombre en plena salud fsicay moral, apto para formar 1a sociedad de hermanos donde la vida individual seidentique estrechamente con la vida de la comunidad, es, en este mundo de odiosengendrados por el bandidaje gubernamental y capitalista, la materia prima de

  • 4la servidumbre, condenado a permanente miseria, siempre vencido en el rudocombate por los goces de la existencia.

    Y no levantaremos nosotros ahora teoras frente a teoras, porque all dondela estrechez dogmtica y doctrinaria no haya penetrado, donde la observacindesapasionada tenga libre el campo y por encima de los castillos de naipes delos sistematizadores loscos, polticos o religiosos se ponga el simple sentidocomn, un poco de esa razn general no sujeta a reglas, tan desagradable a losfatuos de la- galiparla cientca, brillar con luz clarsima la certidumbre delimperio de los malvados y la derrota brbara y sangrienta, de los hombres de bien,los verdaderamente fuertes por su fsico y por su moral.

    La evidencia de la derrota demuestra, al propio tiempo que la falsedad de ciertasgeneralizaciones cientcas, la inecacia actual de las predicaciones fraternitarias,y patentiza que no basta ni bastar jams que se decrete el amor desde arriba o sele imponga desde abajo, que se establezca ni como precepto ni como losofa. Nohar el amor la felicidad humana, porque los hombres no pueden amarse. Y ascomo sera infecundo todo mandato de bienestar comn donde algunos tienen losuperuo y los dems carecen de lo necesario, quedar constantemente incumplidoel precepto amaos los unos a los otros mientras la comn solidaridad, mientrasel bienestar de todos no sean establecidos sobre la tierra.

    No obstante la realidad abrumadora de los hechos, se arma una y otra vezla posibilidad de la emancipacin por el amor. Reaccionarios o revolucionarios,surgen en todos los partidos apstoles del amor. La fraternidad es para muchosel medio nico de alcanzar la transformacin social. Para no pocos el amor es lasola y verdadera nalidad humana. Todos padecen un poco la inuencia del espi-ritualismo cristiano, reavivado en estos ltimos tiempos como postrera esperanzade paz entre los hombres.

    El amor como medio de accin social es absurdo e imposible. Si quien sientaanhelos de emancipacin pretendiera por el amor alcanzar la realidad de sus sue-os, verase muy pronto constreido a la renuncia de toda actividad reformadora.Cualquier deseo de mejoramiento se estrellara en la oposicin de los interesesque no se someten, que no se han sometido casi nunca ni se sometern jams a losmandatos de cualquier clase de afectos. El inters no tiene ms regla que el clculo,no tiene ms ley que la inexible ley de los nmeros. Es extrao a todo gnerode pasiones, y cuando el provecho particular de un particular inters, surge en lacontienda humana, el amor se reduce a cero. Si alguien intentara sofocar por elamor la gritera de los egosmos en lucha, sera prontamente arrollado

    El mundo social vive, se desenvuelve y progresa o retrocede en el materialismoeconmico, A qu quedara reducida la accin de los hombres sobre el mejo-ramiento de la existencia, si el amor se interpusiera en la lucha entablada? Se

  • 5pretendera acaso ahogar en el amor la acometividad de los combatientes sin des-truir la causa principal de la guerra? En fuerza de amar, la servidumbre persistiraeternamente y la humanidad sera una continua cada. Tal vez se piense que porel amor, tambin la riqueza y el poder renunciaran a sus prerrogativas. Diez ynueve siglos de predicaciones fraternitarias y comunistas, diez y nueve siglos depropaganda cristiana, no han producido ms que la exaltacin de las mayoresconcupiscencias, la exaltacin del afn de riquezas y de podero, la constitucin, enn, de un poder ms, rico y fuerte: el poder religioso. Las comunidades cristianas,en abierta oposicin con su doctrina, no se fundan en el amor, descansan en elinters; inters de proselitismo, inters de conquista, de poder civil y moral, Encontradiccin con sus propios principios de renuncia y de sacricio, practican elegosmo, y entre s debaten ms por la conquista de los cuerpos y de los bienesque por la de las almas. No se les ve todos los das disputndose la hegemonade la Iglesia y el dominio exclusivo de la grey catlica? La misma Iglesia no esuna jerarqua incompatible con el amor? No hay en su seno verdaderas castas,proletarios y grandes dignidades, pobreza abajo y ostentacin y boato arriba? Elcatolicismo es un verdadero poder poltico que ambiciona el dominio total delmundo.

    Las sectas cristianas, nacidas de la protesta, son a su vez agrupaciones pro-fundamente egostas que trabajan para s, se organizan separadamente y tiendena constituir poderes de exclusin. Luchan, como las comunidades catlicas, porsu sola existencia y por su propio y particular dominio. La teora queda anuladacomo prctica y como principio. Son precisamente los cristianos los que muestranla imposibilidad del amor, son los que con su conducta pregonan el fracaso totaldel amaros los unos a los otros.

    Y qu diremos de los efectos de la predicacin cristiana, parafraseada por lalosofa de la revolucin, sobre el mundo profano? los evangelios y la enciclope-dia no hicieron por el amor humano tanto como lograron despertar el espritubrbaramente sectario que se alimenta de sangrientas represalias. El ms mansode los cristianos resucitara de buena gana los tormentos de la Inquisicin. El msmoderado de los revolucionarios levantara con agrado de nuevo la guillotina.Por el bien de la humanidad, por el amor al prjimo tienen la cabeza llena deideas crueles, el corazn repleto de brbaros deseos. Ciegos en su fanatismo, nocomprenden la impotencia de todas las losofas para salvar el abismo de lasgrandes desigualdades que engendra el odio, el rencor, y hacen de cada hombreun malvado; no comprenden que en tanto no sea destruido todo lo que divide,todo lo que provoca el estado de guerra, el amor ser extranjero sobre la tierra.

    La accin social del amor no es, por tanto, solamente imposible: es tambinabsurda. La experiencia lo ha demostrado a los doctrinarios del tiempo viejo. Alos idealistas del tiempo nuevo habr que recordarles que el amor, expresin del

  • 6sacricio voluntario, de la conformidad y del dolor, no puede hermanarse con eldeseo de mejoramiento y de bienestar para la humanidad entera.

    Es evidente que el mundo marcha impelido por la accin contraria de sus com-ponentes; que todo mejoramiento no es sino el resultado de la lucha de interesesopuestos, ya que esta oposicin existe y slo cede a las exigencias y a la accinresuelta de los que luchan por el bienestar y por la justicia. Toda reaccin sociales producto del choque de los antagonismos subsistentes. Si subsistiendo estosantagonismos el amor interviniese, no lograra otra cosa que la paralizacin delas acciones y reacciones en virtud de las que el mundo se desenvuelve. El amorno es, pues, del reino del privilegio y de la desigualdad.

    Sera necesaria una suprema reaccin que extinguiese los brbaros antagonis-mos del inters para que el precepto amaos los unos a los otros se trocase enhecho.

    En la realidad ambiente no caben trminos medios; no hay forma de acomodarlas verdaderas necesidades del espritu humano a la brutalidad de los egosmosen lucha. Nulo es el amor como elemento de accin social, porque la fuerza nose rinde jams a los halagos del sentimiento; nulo porque el poder y la riquezaciegan todas las fuentes de la afectividad humana. Pedid al Estado que considere,amoroso, vuestras cuitas, y tal vez os dispense una obra de caridad, nunca unacto de justicia. Pedid al capitalismo triunfante una migaja de reciprocidad paravuestros anhelos fraternitarios, y os responder con la dura ley de su tanto porciento u os atar ms fuertemente a la servidumbre, ofrecindoos el mendrugo dela participacin que en ltimo trmino le asegura el concurso de vuestra fuerzaalquilable y la explotacin tranquila de vuestra actividad. Id a la fuerza armada condelicadezas de humanidad y sonatas al amor universal, y haced que el plomo de lasbalas se trueque en no y suave algodn, Buscaris al hermano y daris de brucescon el asesino. Si no cedis, si no os sometis buenamente, la fuerza os obligar,y entonces aprenderis a amar como el perro ama a su dueo, con delidad deesclavo, con servilismo de paria. Rebelarse, apelar a la accin resuelta contra unestado social que hace de los hermanos feroces enemigos, de los hombres bestias,es incompatible con las tardas predicaciones del precepto cristiano.

    El Estado es rgano necesario de antagonismos irreducibles; existe para mante-nerlos y hacer respetar a las multitudes el derecho de una minora privilegiada agozar de los dones de la naturaleza y de las ventajas especiales que articialmentecrea una organizacin adecuada a los nes de su particular inters. El Estadono se rendir, por tanto, al amor porque no se rendir a la justicia, condicinindispensable de la fraternidad. Si se rinde a la caridad, exige como secuela laobediencia pblica, la resignacin; y obra ms en benecio propio que por elbien ajeno, aparentando dispensa de favores cuando aleja un peligro inminente odesvanece otro remoto. Las instituciones de benecencia son, para el comn de

  • 7las gentes, resultado de un piadoso sentimiento humano; para el Estado no sonsino un clculo, porque carece de facultades afectivas y es la ms ruda expresindel inters; porque es una mquina trituradora con engranajes de acero y almade granito; porque el Estado es el mal.

    Estado y capital son como una sola personalidad de la que el estado fuera elesquema, y el capital la carne y los huesos de ese esquema. El estado es la formaarticial y articiosa, el andamiaje del capitalismo, cuyo brazo ejecutor es lafuerza organizada. El capital da o pega al que pide y al que exige, segn su intersdel momento. Vence los obstculos o por la limosna o por la violencia, jamspor el derecho. Si previene a tiempo las dicultades, goza apacible los beneciosde su obra meritsima a la vista de los papanatas que le rinden pleitesa porquebondadoso se digna alquilar sus brazos. Si las dicultades le sorprenden, corta elnudo con su espada y allana prontamente su camino aplastando a lo vbora.

    Y se pretende que Estado y Capital se amansen por el amor, que rindan unda sus armas, sus intereses, sus privilegios a los pies de la multitud hambrienta ydesnuda, por la simple persuasin fraternitaria?

    * * *

    Esperad, ms bien echados que sentados, proletarios del mundo; esperad, todoslos desposedos, los miserables; esperad, los que luchis por emanciparos, ansiososde bienestar, de goces, de instruccin y de amor. No os predicaremos, no, elodio; que harto lo provoca la brbara divisin social impuesta por la codicia deunos y soportada por la cobarda de otros; no os predicaremos ideas de rencor,que bastantes rencores llevamos almacenados en el fondo de nuestro organismo,diluidos en la sangre que corre por nuestras venas merced a siglos y siglos decrueles martirios, de inhumanas torturas. A ser posible extinguiramos en todoslos hombres hasta el ltimo residuo de esa herencia bestial, de esa herencia decrmenes interminables. Redimos, s, por el amor de vosotros mismos y porel amor de los otros; emancipaos cuanto podis de la herencia maldita; haceosbuenos, nobles, generosos y justos: por vosotros mismos, por vuestro propiorespeto y por la humanidad que viene. Limpiad la basura hereditaria; despojaos(por las ms puras prcticas de la afectividad y ms altas de la inteligencia) de losltimos residuos de la animalidad primitiva; pero cuando queris amar, amar atodos los humanos con amor inextinguible, se levantar ante vosotros una vallainsuperable: la valla de la desigualdad, que os hace esclavos, de la miseria queos embrutece, de la ignorancia que os atroa. Y entonces se os aparecern losespectros del mal con sus burlas y sus sarcasmos provocadores; se os aparecerel gobernante que dispone de vidas y haciendas, el capitalista, que estruja sinpiedad vuestros huesos, el cura que emponzoa vuestros cerebros, el juez que

  • 8decreta a sangre fra vuestro suplicio o vuestra muerte, el polizonte o el soldadoque amenaza con su espada y con su fusil, el comerciante que os roba y el curialque os enreda para mejor entrar a saco en el peculio ajeno; y todos juntos, comojaura de lobos, se lanzarn sobre vosotros, y a furiosos dentellones os arrancarnla ltima ilusin, la postrera esperanza de emanciparos por el amor. Y entoncestambin caeris en la cuenta de que es fatalmente necesario, para emanciparal mundo, la accin perseverante y continua de todas vuestras facultades, detodos vuestros sentidos, de todas vuestras fuerzas, dirigidas a vencer y sojuzgarla maldad social, destruyendo denitivamente cualquier forma de expoliacin, deesclavitud, de subordinacin y de desigualdad subsistentes; caeris en la cuentade que al nal de esa accin perseverante, tenaz y porada, habris de apelar a lafuerza, porque la fuerza sometidos os tiene y porque frente a vuestra constanteaccin emancipadora se alza arrogante la accin poderossima de los derechosadquiridos, de los privilegios tradicionales, de las monstruosas desigualdades quehacen imposible actualmente todo acuerdo y toda hermandad entre los hombres.Por doloroso que os sea, pormucho que os repugne la violencia, por terribles que osparezcan sus consecuencias, comprenderis y aceptaris la fatal necesidad de unarevolucin profundsima que cambie radicalmente los fundamentos anacrnicosdel mundo social, revolucin que por el establecimiento inmediato de una nuevay libre comunidad, permita el desenvolvimiento armnico de los individuos y delos pueblos.

    Si as lo entendiereis levantaos prontamente y poned manos a la obra, que eltiempo apremia; juntaos en falange poderosa los oprimidos, y por el amor de losdems no os durmis en la contemplacin del ideal de justicia, que la accin es elverbo de la Revolucin Social que se avecina.

  • 9II

    El pujante avance del socialismo revolucionario, su poderosa accin dirigidacontra el estado social presente, ha determinado entre literatos y lsofos unatendencia de reaccin hacia las doctrinas del amor cristiano. Algunos, pretendien-do vivir en su tiempo, se han dicho resueltamente socialistas, no sin aportar alsocialismo el bagaje de las ideas tradicionalmente burguesas. De este ayuntamien-to extrao ha resultado el eclecticismo imperante que atiborra el cerebro popularde misturas ideolgicas indigestas y obscurece el horizonte de las aspiracionesrevolucionarias.

    De todos lados han partido voces de humanidad, de paz y de amor. Se ha procla-mado el derecho de los pobres a la vida y a los goces de la vida; se ha reconocidosu beligerancia poltica, ensalzndolos y enaltecindolos. El arte se ha dignadorecordar que hay grandeza en la pobreza. Se poetiza mucho, se discurre poco.Por eso resultan prcticamente nulos los esfuerzos del neomisticismo sociolgico;porque se trata de una simple corriente de simpata, no de una actividad racionalracionalmente dirigida. La ecacia del remedio corresponde a la naturaleza de lasensacin del mal. Es necesario que la redencin se fe a la magnanimidad de lospoderosos, a la benecencia organizada y a la instruccin y bondad del pueblo. Es,en n, preciso esperar a que el amor obre el milagro. Volvemos otra vez y siempreal cristianismo, a la resignacin, a la conformidad y al amor.

    Todos los sabios de la ctedra, todos los literatos y lsofos que han enarboladola bandera que el abate Froment pleg con el derrumbamiento de sus infantilesilusiones de creyente, olvidan o quieren olvidar la inutilidad de sus predicacionespara cambiar la naturaleza de las cosas; olvidan o quieren olvidar que hablan aintereses antagnicos, que no se llenan los estmagos vacos ni se desvanecen losvapores de la hartura con peroratas fraternitarias, que no se modica al hombrepor el mandato de un cambio necesario. Los sabios de la ctedra, los lsofos ylos literatos se han planteado el problema prescindiendo de los datos en funcinde los cuales nicamente la incgnita puede ser despejada. Han prescindido yprescinden de la propiedad individual, origen de la miseria; del poder organizado,causa de la esclavitud poltica; de la enseanza ocial, coeciente obligado de laignorancia popular.

    La paz, en tales condiciones, slo es posible mediante la resignacin de los deabajo. La caridad de los de arriba no dar ms que apariencias de sosiego, paliarel mal, pero carece de ecacia para destruir la desigualdad social.

    Se plantea la cuestin, una vez reconocida la existencia del problema, con elpropsito de hallar los medios de que todos los hombres entren en el pleno gocede la existencia, de que todos disfruten de bienestar y de libertad; y la ctedra, la

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    losofa, la literatura, responden al estruendo del aldabonazo del pueblo recono-ciendo la justicia de la reivindicacin y la necesidad de satisfacer perentoriamentelas demandas de los miserables. Mas qu hacen? Proponen el allanamiento de to-dos los obstculos? Obran, en consecuencia, trabajando por la destruccin de lascausas del mal? Analizan estas causas y establecen la injusticia de la propiedad,del salario, de la legislacin y del gobierno?

    Los ms resueltos se conforman con puras abstracciones. La igualdad parcelesadmirable; la libertad, hermosa; la justicia, el supremo ideal humano. Y a renglnseguido se esfuerzan en meter en el odre viejo de la organizacin social presentesus ideales del maana, sin percatarse de que el contenido real de la igualdad, dela libertad y de la justicia es incompatible con este orden de jerarquas, privilegiosy coacciones imperante.

    Claman en desierto si piden al Estado leyes protectoras, igualdad en la distri-bucin, justicia en las relaciones sociales. Claman en desierto si a los ricos exigenbondad y caridad, resignacin y mansedumbre a los pobres. Claman en desiertosi pregonan la necesidad de resolver el conicto por medio de la amistad entretodos los hombres. Lo repetimos: el concurso del que manda y del que obedece,del capitalista y del jornalero para la obra de la paz es simplemente absurdo. Nopuede haber entre ellos ecuacin de equidad.

    El proletario sabe bien que no puede amar en la sumisin; que no puede rendirseal cario, a la fraternidad con el que le explota; que no puede considerar comoa hermano al que le acuchilla. Sabe que todas las leyes, aun cuando lleven loetiqueta socialista, dejarn en pie la propiedad privada y el gobierno.

    Escribiris en vuestros cdigos cuantas veces queris la igualdad, la libertady la justicia; pero como no suprimiris ni al propietario, ni al legislador, ni almagistrado dice el jornalero continuar sometido al que manda, al que explotay al que juzga, y ser siempre inferior a ellos, condenado, antes y despus, a laresignacin que me esclaviza y a la miseria que me aniquila. No, no podr amar aldspota, y os regalo todas vuestras lindezas retricas. Quiero la igualdad positivade condiciones, la libertad completa de accin, la justicia que me permita .y per-mita a todos la satisfaccin de las necesidades reales de la existencia: necesidadesde pan, necesidades de instruccin, necesidades de arte. Estoy harto de vuestrasmetafsicas, de vuestras sutilezas tericas, de vuestros acomodamientos estriles.Podis romper vuestros cdigos y vuestros decretos, que, aun cuando ellos contu-vieran el mandato terminante de la libertad, de la igualdad y de la justicia, seranprcticamente tan inecaces como lo ha sido hasta el da el precepto cristiano delamor. Son los hechos y las cosas los que hay que atacar resueltamente, no slo surepresentacin.

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    La lgica popular parecer brutal a la sabidura de ctedra, pero es harto mscientca y positiva que sus sofsticos escarceos a benecio de lo existente porquea priori lo supone inmutable y eterno.

    Trtase, en efecto, puesto que el mal existe, de indagar sus causas y de establecerpara todos los humanos un rgimen de bienestar y de independencia. Es elementalque aquellas causas no residen en stas o las otras leyes, porque con todos loscdigos del mundo el mal persiste. La ley misma no es ms que uno de tantosproductos del radical antagonismo de origen en que la organizacin de los pueblosdescansa. La vida poltica es a la existencia real de las sociedades como unasupercie modelada a capricho que no afecta a la naturaleza interior, que norevela, sino ms bien oculta, la entraa misma del cuerpo, del slido modelable.Es en ella todo aparato, exteriorizacin, espejismos. Los graves problemas, losprofundos males que a la sociedad agitan, pertenecen a la vida real, efectiva,ntima; pertenecen a la vida del trabajo, de la ciencia y del arte. Los dramas ytragedias de la pasin, de la miseria y de la riqueza, las luchas de la inteligencia,todo es ajeno a la poltica, que todo lo ignora en su idiotez incorregible. Quienjuzgara por el aparato de la cosa pblica la existencia de un pueblo, cometeragravsimo yerro.

    En la realidad econmica es donde hay que buscar las causas del mal. Y en larealidad econmica la propiedad privada, su sistema de expoliacin, se ofrece atodo espritu medianamente culto, medianamente recto, como causa primera de ladesigualdad y de la injusticia. No entraremos en discusiones superuas. Hombresde todas las ideas, desde los telogos hasta los ms ardientes revolucionarios,han condenado esa gran iniquidad que labra el bienestar de unos cuantos con lamiseria del resto de la especie, que ha creado con su completo desenvolvimientoel proletariado, forma atenuada de la esclavitud y de la servidumbre.

    No es la propiedad, como pretenden sus defensores, el resultado nal de laevolucin histrica. No es el trmino necesario de un desenvolvimiento fatal. Noes la plenitud del derecho individual, puesto que no es susceptible ni capaz degeneralizacin. Es un producto circunstancial de todos los tiempos, puesto queen todas las pocas ha existido con caracteres ms o menos exclusivistas. Cmonace? Cmo se desenvuelve? Por la conquista, por el derecho del ms fuerte. Unvistazo a los autores que del asunto se han ocupado llevar el convencimiento alnimo de los ms reacios. Y este parntesis, en que pondremos a contribucin, losLetourneau, Spencer, etc., ser provechoso para el lector, aun cuando pertenezcaa la lite de la ctedra y del saber.

    Volveremos prontamente a nuestro tema.No obstante ser la comunidad la forma de la propiedad generalmente adoptada

    por los hombres primitivos, buen nmero de hechos prueban, sin rplica, que lapropiedad individual no es en modo alguno el signo o sello de una civilizacin

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    avanzada. Tales son las palabras de uno de esos autores que no advierten la con-tradiccin en que incurren al asignar a la propiedad individual carcter evolutivoo ms bien en presentarla como trmino de la evolucin humana.

    Citemos hechos. En la Oceana diversas razas muestran gran acin a la pro-piedad individual. En Australia y Nueva Caledonia est muy generalizada. Engeneral, las razas melansicas son precozmente individualistas. Del mismo modoexiste en algunas zonas del frica la propiedad individual aun cuando terica yaparentemente prevalezca la forma comunista. En la parte ecuatorial de este con-tinente, la facultad de cultivar el suelo parece abandonada a capricho de cada uno.Segn, las ideas musulmanas, el suelo pertenece al soberano pero prcticamentese quebranta sin escrpulo la teora. En Egipto una porcin del suelo queda a lalibre disposicin de los propietarios, y otra es slo poseda en usufructo por losagricultores, quienes no tienen el derecho de transmitir sus bienes sin autorizacindel soberano. En la Argelia musulmana existe la propiedad del Estado, la de lascorporaciones religiosas, la de las comunidades o tribus y la de los particulares,reservndose la tribu el derecho eminente.

    Tambin en la Polinesia hay tres modos de poseer: la comunidad de la tribu,la comunidad familiar y la propiedad individual. Esta ltima ha alcanzado grandesarrollo en diversas regiones. Existe la organizacin feudal de la propiedad,basada en la conquista, en las islas Sndwich o Hawai y en Tait. En esta ltimaimpera el derecho de testar muy semejante a la forma romana, pero coincidiendocon un estado social bien retrasado.

    Entre los mongoles nmadas y pastores, los rebaos son posedos por grandespropietarios, aun cuando todos los individuos del grupo estn interesados en laexplotacin por el reconocimiento del derecho a unmnimo jado por la naturalezade sus necesidades. Es ste un buen ejemplo de la moderna participacin en losbenecios que como panacea ofrecen algunos ilustres burgueses civilizados.

    La transmisin hereditaria, en forma distinta a la romana, existe tambin entrelos trtaros. Invierten el derecho de primogenitura. Cuando el primognito llegaa ser mayor de edad abandona la choza familiar con los ganados que el padretiene a bien concederle. Despus los bienes patrimoniales pasan al ms joven. Estacostumbre se encuentra tambin en algunos distritos de la India y ha existido enInglaterra.

    La Amrica anterior a la conquista ha dado asimismo su tributo a la propie-dad individual. La organizacin del imperio azteca descansaba sobre el sistemafeudal. El dominio eminente perteneca al emperador, y ste conceda feudos asus protegidos a cambio del concurso de sus buques armados y de su dinero. Estaorganizacin era bien diferente de la del Per.

    La antigua China estaba dividida en comunidades que se administraban por smismas, pero poco a poco los pastores se alzaron con los rebaos, usurparon los

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    jefes las heredades y los soberanos concedieron feudos; y, como en muchas otraspartes, surgi la propiedad individual por el robo y la expoliacin. La propiedadse individualiz en China a causa de una serie de violencias y usurpaciones alas que no es ajeno el emperador con sus conscaciones por falta de pago de losimpuestos y por los llamados crmenes de Estado.

    EI origen de la propiedad individual es en el Japn excesivamente brutal, puesdescansa por completo en el derecho de conquista. El feudalismo fue establecidoen el Japn de una manera asaz violenta por los primeros habitantes mongoles.

    Si venimos a tiempos ms prximos y pueblos mejor conocidos, Grecia y Romanos ofrecen el ejemplo ms palmario de la muerte de las instituciones igualitariaspor la depravacin de las costumbres y la ebre de las riquezas que engendra lapropiedad individual. Latifundia perdidere Italiam. La gran propiedad devora a lapequea hasta el punto de que en ciertas provincias el ager publicus es acaparadopor algunas familias. La mitad del frica romana perteneca a seis propietariosa quienes hizo dar muerte- Nern. Intil decir que el resto de Europa sigui lairrupcin del egosmo. El rgimen feudal sustituye en lamayor parte del continentea los clanes primitivos, brbaros, segn la nomenclatura corriente, pero ms omenos demcratas e igualitarios.

    La gran empresa del acaparamiento de los bienes comunes es coronada por elimperio preponderante del derecho romano y por la Revolucin Francesa, puntode partida del actual rgimen capitalista-industrial. Y he ah toda la pretendidaevolucin del individualismo reducida a una porcin pequea de la humanidad.Para nuestros clsicos, toda la especie se resume en la raza que puebla Europay buena parte de Amrica. Toda la historia es nuestra historia, toda la ciencia,nuestra ciencia, y todas nuestras prcticas, brutalmente egostas, son la resultantesabia, sin discusin, de un largo y penoso desenvolvimiento de la humanidadentera.

    La gran diversidad de prcticas posesorias en todas las partes del mundo, lamultitud de pueblos donde la propiedad individual ha surgido muchos siglos hay en distintos tiempos, por la guerra, por la conquista, por la violencia o por laastucia siempre, dejando, no obstante, grandes soluciones de continuidad, pruebanevidentemente que la propiedad individual es, como hemos dicho, un productocircunstancial de todas las pocas y de todos los pases. Cuantos hechos hemoscitado sern letra muerta para los espritus unicadores que reducen todos losfenmenos de la naturaleza y de la existencia a la uniforme invariabilidad de unsolo motivo, de una sola causa. La necesidad intelectual de la abstraccin unitariase convierte para ellos en realidad viviente a cuyo ritmo sujetan a priori todas susinvestigaciones, principios y frmulas.

    Pero a los hombres despreocupados del dogma, a los cerebros abiertos a la ver-dad, habr demostrado la breve excursin hecha por los dominios de la sociologa,

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    que la propiedad individual no es ni la caracterstica de un estado de civilizacinmuy avanzado ni el trmino de una evolucin que comienza con la vida nmadade la humanidad.

    La propiedad individual se encuentra con caracteres anlogos en las sociedadesprimitivas y en las modernas. La civilizacin no ha hecho ms que codicar labarbarie. Las clases de hoy son las castas de antes. Existe la clase sacerdotal, la clasemilitar, la clase industrial, la burguesa, que ha heredado a la aristocracia; existe,en n, la clase proletaria, el jornalero a quien se compra de una manera indirecta ysobre cuyo trabajo se vive como antes se viva del trabajo del esclavo o del siervo.Al feudalismo de los antiguos seores ha sustituido el feudalismo de los grandesfabricantes y banqueros. La civilizacin ha dado leyes para todo esto, lo ha metidodentro de la monarqua y dentro de la repblica, y no nos causar gran sorpresaque lo meta tambin dentro del socialismo. Pero en el fondo de esta codicacinsubsisten las brbaras leyes del egosmo individual, brutalmente expresado porlos pueblos incultos; subsiste el principio de la violencia, la consagracin del xitoa cualquier precio.

    La evolucin, seores de la ctedra, es producto abstracto del desenvolvimientocerebral. Es la razn que se aclara, que se emancipa, que progresa, que formula elporvenir, Los hechos no contienen la evolucin, pero el pensamiento la deriva deellos por necesidad de explicarse la existencia del mal y armar la concepcin deun mundo mejor desprovisto de los prejuicios, rutinas, injusticias y brutalidadespresentes e histricas. Glosando a Colajanni sobre las razas, diremos que la evolu-cin es una concepcin del espritu y no una realidad tangible en las condicionespresentes y en todas las que nos son conocidas hasta los tiempos prehistricos.

    El nico suceso que parece justicar el postulado evolucionista es la aparicinconstante del feudalismo como nuncio obligado de la propiedad individual. Perocomo el sistema feudal no es parte integrante de un desenvolvimiento normal onatural, sino un verdadero forzamiento de los hechos en la historia de la humani-dad, como es la violencia que rompe arbitrariamente aqu y all, en un tiempo oen otro, la normalidad de la vida econmica y de la vida social para desaparecerms tarde por las represalias de la propia violencia, este modo de la propiedad noexplica ni justica que la propiedad individual sea el trmino de una evolucinuniforme normalmente desenvuelta. En todo caso el feudalismo ser la ms brutaletapa de la violencia, como la propiedad individual es, en resumen, la ms ampliageneralizacin del egosmo.

    Que el feudalismo y la propiedad sonmomentos histricos de lo organizacin delos pueblos quin lo duda? Lo que rechazamos es la absurda reduccin a la unidad;el prejuicio de un solo carril sobre el que la humanidad rueda invariablementecomo autmata arrastrada por todas las brutalidades de la animalidad.

  • 15

    Es menester repetirlo. Practcase indistintamente la comunidad y la propiedadprivada, el despotismo y la democracia, la vida nmada y la organizada, la libertady la servidumbre. Existen pueblos salvajes que pueden dar lecciones de solidaridady de amor a nuestra petulante civilizacin. No obstante la multitud de pueblos queviven en pleno individualismo, de hecho la comunidad es el sistema preferente enla mayor parte del mundo. La Amrica indgena era y es en gran parte comunista.En el Per, gracias a la aplicacin de ciertos sistemas del socialismo modernoy aunque a cambio del sacricio de la independencia individual, no se conocijams la miseria.

    El ejemplo ms notable de la prctica comunista hermanada con la indepen-dencia personal ms completa nos lo ofrece Groenlandia. En ninguna parte eldominio de la comunidad ha sido ni es superado. Las reglas por que se rigenlos esquimales son bien instructivas, y vale la pena conocerlas. Su rgimen decomunidad comprende los productos de la caza y los bienes muebles, que encasi todas partes son propiedad indiscutible del individuo. Forman entre s losesquimales pequeas asociaciones que cuidan de jar bien los lmites del distritoque se proponen explotar. Las ballenas, las morsas, los osos, etc., de cualquiermanera que sean cogidos son propiedad comn, pues consideran que, en general,el individuo aislado es incapaz de darles caza.

    Dos hechos que jan bien la naturaleza de las costumbres de estas pequeasasociaciones libres son los siguientes: en caso de prdida o desgaste de una he-rramienta tomada a prstamo, el prestatario no debe ninguna indemnizacin alprestamista, pues nunca se presta ms que lo superuo; un esquimal no tienederecho a disponer ms que de dos kayaks, pues si se tienen tres debe ceder elsobrante a un compaero de la comunidad, porque consideran que lo que noutiliza el poseedor no es propiedad particular de nadie.

    Su respeto a la libertad individual es tan sincero que reconocen el derechoen todos de separarse de la comunidad y vivir, cazar y pescar a su gusto y a suriesgo. La coaccin no entra para nada en la forma de organizarse las sociedadesgroenlandesas.

    Letourneau se admira de hallar en una raza tan poco desenvuelta en muchosaspectos un sistema de asociacin tan equitativo, un tan vivo sentimiento de lasolidaridad humana unido al ms grande respeto a la independencia personal;y agrega que la mayor parte de los europeos, tan afanosos de sus artes, de susciencias, de su civilizacin son, desde el punto de vista de sus aptitudes sociales,seguramente muy inferiores a los esquimales.

    Si recorremos continentes e islas, en todas hallaremos al lado del individualismola comunidad. En Nueva Zelanda existen pequeas sociedades que viven en plenocomunismo, sin excluir la promiscuidad. En las islas Paques y en Ulietea haygrandes viviendas comunes, de centenares de personas, semejantes a las colmenas

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    de abejas, que recuerdan las curiosas construcciones piramidales de los mexicanosanteriores al imperio azteca, cuyo elogio se ha hecho en todas las lenguas por suhospitalidad, su moderacin y su prctica estricta de la monogamia, no obstante susistema comunista. En las islas Palaos, el individuo no posee ms que su vivienda,sus muebles y su canoa. En las Carolinas, cada distrito posee una gran casa pblica,donde se renen los miembros de la comunidad, donde conservan las piraguas,las herramientas, todos los utensilios de la asociacin, En Java reina por completola comunidad en forma muy semejante al mir ruso.

    El comunismo ha estado y est todava en vigor enmultitud de tribus aborgenesde la India, La dominacin inglesa nada ha cambiado. Los indgenas no puedenconcebir que se vendan las tierras, y carecen en absoluto de la idea de testar. EnPendjab la villa es una asociacin de hombres libres.

    Entre la raza semita es muy antigua la prctica comunista que en algunas islasde la costa de la Arabia feliz adopta por principio a cada uno segn sus obras.

    En Europa, antes de la conquista romana, el comunismo exista en mayor omenor grado. Los dlmatas hacan cada ocho aos una nueva reparticin de tierras.Entre los germanos no se cultivaba dos aos seguidos un mismo campo. En laGalia, los dominios comunales eran considerables, y hoy quedan de ellos muchosrestos. Espaa es tambin un buen ejemplo de la tradicin comunal.

    Y la prueba ms terminante de que el comunismo perdura en Europa a pesarde Roma y de la Declaracin de los Derechos del Hombre, es que subsiste entrelos vascos franceses la comunidad familiar; el allmend o marv (territorio comndel clan) en Germania; que en varios cantones de Suiza son todava numerososlos allmends y que en los pases eslavos, principalmente en Rusia, la comunidadde villa se conserva en toda su integridad. El mir ruso es la forma tpica adoptadapor 30 35 millones de hombres. En las comunas eslavas el trabajo se efectaen comn y los productos se reparten entre los miembros de la comunidad. Lacomuna o municipio es autnomo.

    Lavelaye y Sumner Maine han hallado en el fondo de las instituciones jurdicaseuropeas una organizacin de la propiedad completamente comunista, lo quesupone esencialmente mutua simpata, marcada disposicin a la conanza y a lafraternidad, condiciones indispensables de todo comunismo anlogo. (Tarde)

    Letourneau deduce de sus estudios acerca de la propiedad, que en todas lastribus pastoriles o agrcolas que viven o han vivido en estado de comunidad reinansentimientos altruistas, probidad instintiva y dulzura de costumbres.

    Aadamos, con Tarde, que la comunidad de lugar dondequiera que an existaexcluye esa anomala monstruosa del individualismo que se llama el indigente.

    Y vase otra vez cmo en los comienzos de la existencia de la humanidad, cmoen los tiempos medios y en nuestros das, se practic y practica simultneamentela comunidad y la propiedad privada. Comunismo desptico como el del Per;

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    comunismo libre como el de Groenlandia; formas mixtas de comunismo y apro-piacin individual, puesto que en muchos de los casos citados la casa y el jardnson propiedad individua en los pases comunistas, y en cambio se reservan en lospases individualistas al uso de la comunidad porciones determinadas de tierra, yen las naciones civilizadas paseos, jardines, bibliotecas, etc., a la comunidad perte-necen. La simple posesin que da derecho al uso temporal, 1a participacin en losbenecios directa o indirectamente practicada; la propiedad romana con su rudoderecho al uso y abuso de las cosas; el feudalismo siempre violento; todo existe enla antigedad y en el presente; todo existe con la .barbarie y con la civilizacin, sinque la diversidad de razas permita cualquier gnero de clasicacin ni consientasistematizar el desenvolvimiento de los modos de poseer segn una tendenciaconstante e invariable. Ni aun la esclavitud, la servidumbre y el proletariado, tresvariantes de un mismo motivo, hacen posible determinar una regla cualquiera deevolucin y progreso. Con el comunismo o con la propiedad individual existen ohan existido aqullas en una tan grande variedad de formas que su enumeracinllenara demasiadas pginas de este libro.

    Dnde est, pues, esa rgida y metdica evolucin de la propiedad? Ms bienpodra establecerse que la humana especie sigue multitud de direcciones, queoscila, retrocede o avanza segn diferentes circunstancias de lugar y tiempo; quetiende distintamente a nes contradictorios, antagnicos; y que slo una evidenciatenemos, a saber: la unidad, la comunidad del mvil, del mismo deseo impulsn-donos en tan diversas direcciones. Este mvil, este deseo comn, es el bienestar,la comodidad, el goce de la existencia por la satisfaccin de las necesidades yla libertad de las acciones. Quin duda que al salvaje, lo mismo que al hombrecivilizado, ahora y siempre mueve este deseo universal de bienestar y de libertad?Quiz acertarase a dar a la evolucin su verdadero sentido, si se la contrajeraal trabajo cerebral que elimina constantemente las direcciones de la actividadque no conducen ecazmente a la conquista de ese supremo ideal por el que lahumanidad lucha sin tregua desde los comienzos de la vida.

    Estamos lejos de poder encerrar en una gran sntesis histrica la multitud dehechos con que los hombres demuestran que todava no han salido del perodode los tanteos, probando al mismo tiempo que carecen de una buena orientacinde tctica, aun cuando se orienten bien en los propsitos.

    Y no se nos arguya que la propiedad individual surge o se desprende siemprede la comunidad. El individualismo es el producto necesario y fatal de la autoridad.Donde sta se constituye brota al momento el privilegio; la comunidad sucumbe.Es el jefe que usurpa a la tribu, que la explota y nalmente la sojuzga. Es el jefeque benecia a sus favoritos robando a la comunidad. Es el jefe quien despoja ala asociacin y constituye el feudo. As nace el feudalismo, as nace la propiedadindividual. La comunidad es tolerada de mala gana por el soberano que goza del

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    derecho eminente, que tiende a la usurpacin y se convierte al cabo en el granpropietario, del que se genera la raza maldita de los grandes terratenientes, de losaristcratas, de los sacerdotes, de los guerreros, de los jueces, de los industriales.La propiedad individual existe desde el primer da como hermana gemela de laautoridad. Su gnesis es la violencia y el despojo, mientras que la comunidad apa-rece siempre como producto natural de las necesidades humanas, de la fraternidadde los hombres.

    Se ha elaborado una teora nueva para el despojo y la violencia, y el fetichismoevolucionista desconoce lo nico positivo que nos ofrece la historia: que fuerade la violencia, fuera del despojo, fuera del egosmo individual, ha reinado pazcompleta, amor, solidaridad entre los humanos.

    Segn Spencer, y repetimos lo que hemos dicho en otra parte en las sociedadesno desenvueltas donde ha reinado por espacio de siglos paz envidiable, nadaparecido existe a lo que llamamos gobierno; no hay en ellas ninguna organizacincoercitiva, y son, no obstante, tan raras en ellas las desviaciones de la virtud, quebastan para contenerlas las manifestaciones de la opinin pblica en las asambleasde ancianos reunidas de tiempo en tiempo.

    Los bechuanas y los araucanos slo se guan por costumbres de larga fecha opor convenciones tcitas. Entre los dyaks, la costumbre se ha erigido sencillamenteen ley. Los indios norteamericanos, como los snakes, carecen de gobierno, y loscipewayas no lo tienen regular, a pesar de lo que respetan la propiedad individualde la caza cogida con redes particulares.

    En la Melanesia algunas tribus viven sin gobierno, y slo en tiempo de guerrase agrupan alrededor de un jefe, al cual niegan toda autoridad pasado el peligro.En el frica austral, cada clan no tiene en tiempo de paz otras leyes que un cortonmero de costumbres. Los nmadas de Khorassan viven sin gobierno y bajo unrgimen de completa igualdad. Se constituyen en pequeos grupos que siguen yrespetan los consejos de los ancianos. Somos, dicen un pueblo sin jefes, un puebloque para nada los quiere. Somos todos iguales, y entre nosotros cada uno es surey. He ah toda una losofa sencillamente expuesta por brbaros turcomanos!

    Los paccos esquimales, a quienes no se puede hacer que comprendan lo quesignica la guerra, no usan armas de ninguna clase ni se explican la necesidad deelegir jefes, por lo que forman frecuentemente, como ya hemos dicho, verdaderascomunidades libres. En las pequeas repblicas de Groenlandia todos los ciuda-danos son iguales. El sentimiento de solidaridad social corre parejo con su grandulzura de sentimientos.

    Los rabes contemporneos han hecho una aplicacin muy notable y bienconocida del principio federativo. Comenzando por la asociacin civil denomi-nada Karouba, que puede dividirse en dos o tres grupos nuevos, se constituyenfederativamente las comunas. Cada kbila es un estado independiente. En estas

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    confederaciones, grandes o pequeas, no existen jefes. Al igual que ciertas tribusmelansicas, aclaman un general en tiempo de guerra, cuyos poderes expiran tanpronto como la lucha termina. La ley kbila o Kanoun respeta hasta el escrpulola independencia individual y autoriza, en consecuencia, todo lo que no lesionelos derechos de otro. Segn Letourneau, la organizacin poltica de las kbilasbajo su forma igualitaria, ingeniosa en sumo grado, es digna de la meditacin delos socilogos.

    Y al lado de estos bellos ejemplos de solidaridad, de amor, de bondad que lacomunidad y la independencia poltica prodigan qu terrible el espectculo deldespotismo imperante en todos los connes del mundo! Cualquiera que sea suorganizacin econmica, tribus, pueblos y naciones viven envilecidos por la servi-dumbre, sometidos a pequeos o grandes monarcas, sojuzgados por los guerreros,embrutecidos por los sacerdotes. En frica, en Asia, en Amrica, dondequiera quelos hombres forman aglomeraciones incipientes o estados de permanencia social,la autoridad, con sus camarillas privilegiadas, mata todo sentimiento de igualdad,anula toda independencia, deprime y aniquila al individuo. El gnero humanoes un inmenso rebao bestializado, idiotizado por el narctico del despotismo yde la miseria y dirigido por una verdadera partida de bandidos admirablementeorganizada bajo la salvaguardia de la religin y de la fuerza.

    Y aqu en Europa y en Amrica civilizada qu prodigios ha realizado la su-puesta evolucin del individualismo? No existe el dspota? No existe el feudo?No existe el esclavo? No existe el militarismo brutal y sanguinario? No existeel sacerdote que atroa los cerebros? Menos brutal en apariencia, la civilizacines el contenido puro y simple de la barbarie, de lo peor de la barbarie.

    El egosmo desarrollado hasta el exceso, tal es nuestro presente desdichado; elegosmo que se erige en jefe y que roba, consca y mata; el egosmo que engendraa un mismo tiempo la autoridad y la propiedad privada.

    Del barbarismo guerrero brota todo esto, no de la pacca comunidad inde-pendiente, y en pleno barbarismo guerrero vivimos, barbarismo renado por losgrandes acorazados, por los enormes caones, por la dinamita asoladora, por lostrasatlnticos cargados de piltrarfas humanas que esputan pus, por la electricidadhaciendo ocios de verdugo.

    La causa del mal universal es, pues, la propiedad privada en digno maridajecon todas las formas posibles de la autoridad constituida. Es la causa en el pasado,es la causa en el presente. Dichosos los pueblos que perduran en la libertad y enla igualdad, porque de ellos, por brbaros, por salvajes, por ignorante que sean,es el reinado de la paz y del amor aqu en la tierra!

    Buscad renovaciones doctrinales, buscad soluciones de amor en medio del cruelbarbarismo civilizado; buscad remedio en las leyes, en el espritu religioso, enla atenuacin sofstica de la ley del ms fuerte, que la avalancha del egosmo

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    ahogar vuestra voz y matar vuestras iniciativas. La ciencia pasa por los cerebrossin conmoverlos, como la experiencia de perdurables siglos de despotismo y depropiedad feudal y de egosmo individualista, nada ensea a la fatuidad dogmticaamasada con todos los prejuicios tradicionales de la forzosa resignacin del pobrey de la indiscutible superioridad del rico.

    Entramos, no obstante, por la razn en el pleno dominio del porvenir. La cienciay la experiencia nos guan. Ante el triste espectculo de la humanidad que luchasiglos y siglos por un poco de sosiego y por un poco de amor, sin orientacin ja,sin conciencia de solucin cierta, el pensamiento rompe bruscamente las ligadurasde la tradicin, despedaza el dogma, derriba el intil andamiaje de la prescienciay proclama la necesidad perentoria de conquistar el bienestar por la comunidadde bienes y por la independencia personal. Es la plenitud del desenvolvimientomenta que triunfa sobre todos los obstculos y sobre todos los prejuicios.

    Cualquier acomodamiento, cualquier transaccin es imposible. Todas las pre-dicaciones que no se encaminen a la novsima visin del porvenir caern en elvaco, faltas de ambiente.

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    III

    Recapitulemos. Por donde quiera que se abra un libro de historia, de viajes, deexploraciones, de sociologa, etc., no se encuentran ms que relatos de violenciasy de despojos. En todas partes autoridad y propiedad son fuente abundante .deinjusticias, de miserias, de brutalidades sin nombre. El estudio de la evolucinnatural de la humanidad es imposible. Su desenvolvimiento queda materialmenteahogado por la repeticin continua de estados de fuerza apenas los hombres seagrupan en sociedades ms o menos estables. La violencia ha llevado a todos losrincones del mundo, juntamente con el avance de los conocimientos y de los me-dios materiales de mejorar la existencia, los mismos males, las mismas injusticiasque se atribuyen exclusivamente a la barbarie. De hecho la humanidad no obedecea la evolucin, sino a la persistencia de multitud de tendencias derivadas de causassemejantes con resultados anlogos. El mejoramiento de las condiciones materia-les de la vida no alcanzan sino a una minora exigua de la especie, a aquellos quehan forzado o fuerzan repetidamente la mano de los sucesos haciendo reuir todala actividad y toda la vitalidad de los dems hombres en su benecio particular.

    Para la mayora, la esclavitud, la ignorancia y la miseria son hoy como ayer elestado normal de su existencia. Hemos dado muchas vueltas a la noria del mal.

    Disgregada la actividad de los hombres en multitud de direcciones arbitrarias,pudese deducir aqu o acull, en tal tiempo o en tal otro, una tendencia deter-minada ms o menos constante, pero es verdaderamente temerario intentar laprueba de que la humanidad se haya desenvuelto o se desenvuelva conforme auna misma ley. Para hacer viable semejante ensayo es preciso suponer a priori he-chos y juicios que en modo alguno corrobora la experiencia; es necesario suponer,como algunos positivistas, la existencia de un hombre primitivo, cruel, capricho-so, imprevisor, holgazn, misonesta y, sobre todo impulsivo como si todos loshombres se pareciesen, segn juiciosamente hace observar Tarde, y no hubiesenexistido y existiesen hoy mismo entre las razas y pueblos primitivos hombres bon-dadossimos, paccos, laboriosos, etc.; es necesario construir articiosamente undesarrollo uniforme y general que va de la comunidad al feudalismo medieval y deste al industrialismo moderno, del absolutismo poltico, despticamente brbaro,a la democracia y al federalismo de nuestros das; es necesario forjar la teorade la regresin para explicar la criminalidad como caso de atavismo (abuelismo,literalmente), buscando con afn semejanzas morales entre los delincuentes, lossalvajes, los nios y el proletariado de las sedicentes naciones civilizadas, que entodas partes es lo contrario del supuesto hombre primitivo, laborioso, modesto,econmico, tenaz en sus sentimientos y esencialmente pacco, gracias a cuyascondiciones la barbarie gubernamental y capitalista perdura a pesar de todo; es,

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    en n, indispensable edicar sobre arena el complicado armatoste de la losofaeminentemente egosta al servicio de los intereses creados y la maldad organizada.

    Confesamos haber incurrido en el lamentable error de extensin que atribuyea la humanidad entera lo que es producto de un estado mental momentneo.La evolucin no es lo reiteramos en vista de los hechos de experiencia actual ehistrica ms que una operacin intelectual necesaria, la mecnica, si as podemosexpresarnos, del desenvolvimiento natural de las cosas previsto por la razn,desenvolvimiento del que el pasado y el presente no contienen sino ligeras y nocoordinadas indicaciones y al cual el porvenir pertenece por entero.

    La prueba terminante de esta conclusin nuestra es que, no obstante la per-sistencia de las instituciones autoritarias y del sistema individualista de poseerque ciertos evolucionistas presentan como coronamiento de toda la labor huma-na, muchos socilogos y lsofos, hombres de estudio y de verdadera cienciapreconizan la solidaridad entre los hombres, cuya traduccin obligada es la comu-nidad, y la independencia personal, cuyo verbo pese a los ridculos espantos delos mentecatos, es la anarqua. El mismo Spencer arma la tendencia a la libertadindividual contraria al militarismo y a la plutocracia, contraria al privilegio capi-talista, a la desigualdad de condiciones y a la coaccin religiosa y moral. Y, en n,en oposicin al supuesto contenido de rtmico y uniforme desenvolvimiento decosas y personas, la armacin simultnea de la solidaridad y de la libertad comotrmino ideal del porvenir se encuentra tambin en el presente y en el pasado,segn atestiguan agrupaciones de distintas razas, de las que el mejor ejemplo sonlos esquimales.

    Nuestra aparatosa civilizacin no puede pues justicar ni por la historia nipor la losofa, es decir, ni por los hechos ni por la razn, la existencia de lasinstituciones autoritarias ni de la propiedad individual. Condenadas estn por laexperiencia y por la ciencia; condenadas por sus monstruosos resultados, de losque el ms moderno lleva un nombre que espanta: pauperismo.

    Reconocidas las causas del mal, cmo no intentar su destruccin? Esperarla deun desenvolvimiento que la experiencia niega, conando en que las institucionestradicionales se desintegren por s mismas o que el amor resuelva en una ecuacinde igualdad los trminos, es absurdo.

    Ninguno de esos dos procesos se adapta a la realidad. Por s mismas jamslas instituciones del privilegio harn plaza a un rgimen de libertad igual paratodos, de bienestar para todos. El bien y el mal son dos elementos contrarios quese rechazan y tienden a anularse. Se impone o la reduccin del bien a1 mal ola .reduccin del mal al bien. De cualquier modo, todo proceso que propenda amodicar o modique el contenido socia1 no se desenvuelve sin la accin continuade los elementos que componen la sociedad. Y el amor no es accin, porque comosentimiento es incapaz de destruir los hechos, de anularlos. Lo prueba que todos

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    los partidarios del amor, como medio de modicar el mundo, son puramentecontemplativos y tienen horror a la actividad.

    Limitarse a formular la verdad, una vez descubierta, y no concurrir por todoslos medios a su ms pronta realizacin, es pensar a medias. Implica en muchoscasos transicin cobarde con el error y con el mal, impotencia para vencer losprejuicios adquiridos.

    El mundo no vive de homilas fraternitarias. La existencia es actualmente con-tinua lucha por la satisfaccin de las ms complejas necesidades. Unos combatenpor mantener los privilegios que les conere la exclusiva del goce; otros por ladesaparicin del privilegio, ansiosos de ganar para s y para los dems el bienestary la libertad. Es menester luchar con aqullos o con stos, por la continuacindel mal o por el triunfo del bien. No pretendemos que cada hombre sea militantede una idea, no tratamos de convertir a cada individuo en luchador poltico; Elcombate se libra tambin en los dominios de la literatura, del arte, de la ciencia.Que los que en ese terreno se resuelvan por la verdad no se queden a mediocamino. Tenemos el derecho de exigirles que depongan toda complacencia con elmal, que vivan de acuerdo consigo mismos. El conocimiento de la verdad imponecategricamente a la conciencia en correlativo de la idea: la accin.

    * * *

    Evidenciada la esterilidad de las predicaciones fraternitarias, demostrado quelas causas del malestar social son principalmente econmicas y no modicablespor el supuesto desarrollo de las facultades afectivas, hemos hecho ver de pasoque las instituciones imperantes no son el resultado de una evolucin generaly uniforme cuya meta es el individualismo egosta de nuestros das y que, portanto, los que apoyados en gratuitas generalizaciones cientcas y afectados por elespectculo del dolor universal quieren modicar lenta y paccamente, por obradel amor humano, los trminos de la contienda social, pretenden un imposible yse hacen cmplices del mal y del error.

    A los hombres del saber que buscan afanosos soluciones transitorias entre losbeligerantes, son sus propios libros los que les prueban la imposibilidad de suintento, lo absurdo de una conciliacin fuera absolutamente de la realidad. Correntras una quimera y se pierden sus esfuerzos lastimosa mente en el laberinto delas ideas infecundas.

    A los creyentes, a la fe religiosa, es la experiencia de muchos siglos, es su propiaobra la que prueba la inecacia del amaos los unos a los otros en un mundo deCanes cuyo brazo arma la misma religin.

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    Y a los hombres de ideas radicales son sus mismos principios, sus doctrinasde no conformidad las que contradicen sus anhelos de piedad bien sentida, peronada razonada.

    Se ha predicado, se predica y se predicar el amor porque hay ansia de fraterni-dad, de paz, de bienestar. Pero el amor no brotar en el mundo social del privilegio,porque ste es precisamente el quebrantamiento continuo del desarrollo de lasfacultades afectivas, brutalmente ahogado por la bestia egosta apenas iniciado enlos primeros das de la humanidad. Si existiera verdadero desenvolvimiento delamor hacia los semejantes, la supuesta evolucin social hubiera sofocado poco apoco el egosmo, hubiera limado las asperezas primitivas, hubiera, en n, coro-nado su obra con la exaltacin de la bondad y de la solidaridad. Ha sucedido enlos hechos todo lo contrario, hasta el punto que, si bien moralmente una pequeaparte de la humanidad se ha emancipado en cierto modo de la animalidad primiti-va, permanece prcticamente sometida a la dura ley del egosmo, a las exigenciasdel rgimen y del ambiente.

    Los que amparados en lo que ha llegado a ser el gran galeoto de todas las truha-neras, en el medio social, arman que, no siendo los hombres buenos o malospor su propia voluntad, sino inuidos por los sucesos y por las cosas, no es razo-nable aborrecer al tirano y al explotador, y es, moralmente, obligatorio el amor alprjimo, desconocen que tal doctrina signica la conformidad con el mal; porquesi cada hombre es fatalmente como es, sin intervencin alguna de su voluntad,no queda otro remedio, llevando la 1gica hasta sus ltimas consecuencias, queaceptar las cosas como son y acomodarse lo mejor posible a la maldad general. Noes, ciertamente, aborrecible el verdugo, odioso el tirano, despreciable el explotadorporque sean tales cosas por su libre voluntad. Ninguno es su propia obra sola-mente: son obra de los dems hombres y un poco tambin su obra misma. Pero esaborrecible el ocio de matar, es odiosa la tirana, es inicua la explotacin. Y comonadie lucha contra simples abstracciones, ocurre naturalmente, que los hombresluchan con los hombres combatiendo las representaciones y los instrumentos deejecucin de dichas abstracciones que, amn de su perversidad originaria, tienenel poder de corromper los elementos de representacin y de ejecucin. Por esto,aunque el cerebro precepte el amor y condene el odio, es invencible la inclinacinhumana al aborrecimiento en presencia del malvado, del tirano, del explotador.Por eso se levantan en nuestro pecho tempestades de rencor, de odio, de desdn,de repugnancia, cuando la maldad pasa soberbia por nuestro lado desaandoiracunda las maldiciones de la victima. Por esto obedecemos, ms que al cerebro,a la sensibilidad, cuando la infamia de los hombres quebranta la paz, vulnera losprincipios del bien general o particular, malpara las nobles aspiraciones de unmundo nuevo donde todos gocen de amor y de justicia.

  • 25

    No pidis discernimiento, templanza, al mejor de los hombres en el instantemismo en que la maldad surge brutal y avasalladora. Su primer movimiento serde ira. El instinto de conservacin y la idea de la justicia le impulsar a la accin.El amor le har odiar intensamente.

    No querr tal vez el explotador la miseria de los dems, pero explota, y en lamiseria sume a los desdichados victimas de su explotacin; no querr el tiranoquiz la esclavitud de los sbditos, pero ordena y manda y framente somete asus semejantes a la servidumbre; no querr el verdugo verse en la dura necesidadde matar, pero mata en cumplimiento de su misin espantable. Pueden cobijarsehermosos sentimientos en el pecho del que explota, del que manda y del que mata.Pero el ejercicio del ocio agotar, matar prontamente sus mejores sentimien-tos, sus ms puros afectos. Los amaremos? Aun sin quererlo, nuestro odio serimplacable.

    La razn podr explicar el mal, nunca justicarlo. Y lo que haramos sera preci-samente justicarlo, si aceptramos las fciles generalizaciones de los teorizantesque quieren encerrar a los hombres en el fatalismo de las condiciones.

    Amar al instrumento del mal y amar el mal son uno misma cosa. El amor nopuede ser ms que bondad recproca, justicia recproca.

    No preconizamos el odio; queremos la posibilidad del amor, ya que el odioexiste de hecho sin que puedan destruirlo predicaciones y losofas que carecende base.

    Infamia de los hombres quebranta la paz, vulnera los principios del bien generalo particular, malpara las nobles aspiraciones de un mundo nuevo donde todosgocen de amor y de justicia.

    No pidis discernimiento, templanza, al mejor de los hombres en el instantemismo en que la maldad surge brutal y avasalladora. Su primer movimiento serde ira. El instinto de conservacin y la idea de la justicia le impulsar a la accin.El amor le har odiar intensamente.

    No querr tal vez el explotador la miseria de los dems, pero explota, y en lamiseria sume a los desdichados victimas de su explotacin; no querr el tiranoquiz la esclavitud de los sbditos, pero ordena y manda y framente somete asus semejantes a la servidumbre; no querr el verdugo verse en la dura necesidadde matar, pero mata en cumplimiento de su misin espantable. Pueden cobijarsehermosos sentimientos en el pecho del que explota, del que manda y del que mata.Pero el ejercicio del ocio agotar, matar prontamente sus mejores sentimien-tos, sus ms puros afectos. Los amaremos? Aun sin quererlo, nuestro odio serimplacable.

    La razn podr explicar el mal, nunca justicarlo. Y lo que haramos sera preci-samente justicarlo, si aceptramos las fciles generalizaciones de los teorizantesque quieren encerrar a los hombres en el fatalismo de las condiciones.

  • 26

    Amar al instrumento del mal y amar el mal son uno misma cosa. El amor nopuede ser ms que bondad recproca, justicia recproca.

    No preconizamos el odio; queremos la posibilidad del amor, ya que el odio existede hecho sin que puedan destruirlo predicaciones y losofas que carecen de base.Es necesario saltar por encima de todos los obstculos, aniquilar el mal, para queel amor nazca, se desenvuelva y progrese. Ni aun en este supuesto lo concebimoscomo nalidad humana, sino como corolario del bienestar conquistado.

    El hombre lucha hoy y luchar maana por el goce, por la satisfaccin de lasnecesidades todas. En esta lucha corresponde la primaca a las necesidades denutricin. Sin la garanta de la vida animal, el hombre es menos que una bestia, Esmenester, prescindiendo de idealismos nocivos, empezar por esta nocin simpleque nos considera en los dominios de la siologa como un animal ms de la escalazoolgica. Sin el estmago satisfecho, sin los msculos bien desarrollados, sin elorganismo todo nutrido debidamente, las necesidades afectivas e intelectuales nopueden tener al mismo tiempo desarrollo y satisfaccin adecuados.

    Planteada la cuestin en estos trminos, cesa toda discusin. Porque no se tratade un problema de derecho poltico, de una vana especulacin, de una losofao de una metafsica ms o menos abstrusa, como quiere la pretendida ciencia oarte de gobernar a los pueblos, como quiere la economa clsica y aun la mismasociologa; sino de un problema de necesidades naturales que requieren satisfac-cin debida, de un problema que afecta a lo ms real que hay en la vida humanay que pertenece a los dominios de la ciencia, especialmente de la losofa, que noentiende de derecho escrito, de formulismos polticos o econmicos, que no sepaga de ciudadanas, sino de fuerzas gastadas y fuerzas disponibles, de reposicinde energas, de msculos hambrientos y de msculos satisfechos, de sangre ricay de sangre empobrecida. El hombre necesita, ante todo, comer, abrigarse, hacerejercicio, gastar y reponer fuerzas, prodigar sus energas vitales, almacenar ener-gas disponibles para el concurso previsto. La fatiga de un esfuerzo no guardarelacin alguna con el resultado efectivo del esfuerzo. Cualquiera que el resultadosea, persiste la necesidad de alimentarse, de vestirse, de reponerse de las prdidasocasionadas por el gasto de la actividad productora. Es absurdo buscar la medidade esta reposicin en el producto obtenido. No son los hombres mquinas de igualpotencia. Con esfuerzos distintos se obtienen productos iguales. Con esfuerzosiguales se obtienen resultados totalmente diferentes, La magnitud del esfuerzohecho es 1a medida de la necesidad de reposicin, y tal esfuerzo tiene su expresinexacta en el organismo fsico, no en las pretendidas leyes econmicas, que hacende los hombres mercancas por la aplicacin de la oferta y la demanda, que crean laesclavitud moderna para el asalariado y que santican la acumulacin capitalistapor la exaltacin del egosmo individual.

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    La satisfaccin de las necesidades de nutricin es el objeto primordial de todaasociacin humana. Se impone como condicin previa resolver el problema delpan. La comunidad de los hombres por aqu empieza.

    Aparecen en segundo trmino las necesidades de reproduccin. Con ellas naceel amor sexual. La vida afectiva sucede a la vida de nutricin. Nutrirse, sentir,pensar, he ah todo.

    El amor sexual es como una orescencia de la vida. Son sus prcticas tandiversas, tan diferentes sus grados de desarrollo como inmenso es el campo de laafectividad general. Imposible reducir el amor a una denicin concreta; imposibledeterminarlo por condiciones particulares jas. Nada ms variable. Presntasesiempre el amor sexual impregnado del sabor peculiar de cada asociacin humana,sujeto a reglas, formulismos y rituales que varan con el organismo social.

    Y, como el amor de los sexos, los dems sentimientos y afectos cambian deaspecto y de expresin segn circunstancias de lugar y de tiempo. De hecho lavida afectiva se deriva de las formas adoptadas para la vida comn de nutricin.Quien examine, siquiera sea a la ligera, el modo de ser de las diversas razas, sususos y costumbres, o solamente las de lo pases civilizados, se convencer de ello.El amor, verdaderamente el amor como lo formula el pensamiento moderno, noes de nuestros tiempos, no ha nacido todava, como ha dicho un nuestro amigo.

    El amor sexual, desprovisto de ritualismos ridculos, de frmulas jurdicas, ser,una vez resuelto el problema de la nutricin, el primer escaln de un sentimientonuevo, completamente nuevo: el amor a los semejantes. Ser la realizacin delprecepto siempre incumplido. Ser el uno como la extensin del otro. Ser la obrade generalizacin afectiva en un porvenir cercano.

    En una sociedad de hombres libres e iguales por la solidaridad de los intereses,surgir necesariamente el amor humano, su labor genuina y ms acabada.

    La satisfaccin integral de las necesidades intelectuales completa la frmula delmaana. La ciencia no puede ni debe ser eternamente el privilegio de unos cuantos.La simple curiosidad del ignorante, como la del nio, es el primer elemento delsaber. Es el apetito de las necesidades superiores del organismo que en su totaldesarrollo demanda igualmente la plenitud de la vida de nutricin, de la vidaafectiva y de la vida intelectual.

    Sin la realizacin de estas condiciones, el amor al prjimo puede existir comoexcepcin, En general es una palabra vaca de sentido o la mscara de los msgroseros apetitos. En su acepcin ms amplia no es el amor al presente sino unafrmula del pensamiento. No es, no puede ser una realidad. Su aparicin y sudesenvolvimiento pertenecen al porvenir y sern tanto la resultante de la bondadcreciente de los sentimientos como del mayor desarrollo intelectual. La bondadafectiva y la intelectualidad estn actualmente limitadas por la preponderancia delegosmo, causa y efecto a un mismo tiempo del capitalismo y de la autoridad. Para

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    emancipar el cuerpo, principio de toda emancipacin de espritu y de pensamiento,es necesario barrer los obstculos tradicionales, la propiedad y el Estado. Lacomunidad libre es el medio adecuado en el que pensamiento y sentimiento puedencompenetrarse en la amplia sntesis del amor, de que es incapaz nuestro tiempo.

    No es, no, el amor al prjimo la accin necesaria que producir la felicidad gene-ral. Es el bienestar comn el que dar la resultante del amor humano, pregonadointilmente durante siglos y durante siglos desconocido.

    La humanidad no corre tras este bienestar siempre anhelado, La ciencia no sepropone sino la determinacin de las condiciones necesarias y sucientes paraque el bienestar se extienda por todo el haz de la tierra. El arte no es sino elembellecimiento de la vida, la admirable msica de la felicidad soada.

    El amar es una adivinacin, es el ideal que se entrev ms all de la resolucindel problema general de la existencia comn. El cerebro decreta el imperativo delamor. La sensibilidad lo presiente. La realidad lo niega. Dadnos las condicionesindispensables, y el amor brotar como brota la or del tallo cuidado con esmeropor mano cariosa. Dad de comer al hambriento; dad de beber al sediento; abrigadal desnudo; aplacad, en n, al animal, y el hombre surgir a la verdadera vidahumana y el amor coronar el edicio de la dicha comn.

    Entretanto, estaremos condenados a la cruel realidad, que pone en nuestroslabios la palabra de amor y en nuestros pechos el odio. La humanidad presente escomo la familia condenada a la miseria, donde el rencor hace su nido ahondandolas causas de su infelicidad.

    A partir del materialismo de la vida, tomando la existencia real en sus detallesy en su conjunto, la idealidad brota natural y espontnea: la idealidad suprema esla emancipacin humana.

    Pretendemos que no quede una necesidad sin satisfacer para que la obra dehumanizacin se realice en la amplitud del tiempo, libre de todo obstculo articial,articialmente creado. Producto de la humanizacin del hombre, sin la que nonos distinguiramos de los dems animales, ser el amor a los semejantes. No es,pues, ni agente de accin social ni nalidad humana.

    Tal es nuestra conclusin en los trminos de la realidad presente. En los de larealidad futura pertenece a lo desconocido.

  • La Biblioteca AnarquistaAnti-Copyright21 de mayo de 2013

    Ricardo MellaDel amor

    Modo de accin y nalidad social

    Recuperado el 7 de abril de 2013 desde ricardomella.org

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