Risa japonesa

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Gozar un solo minuto de vida inicial Busco un país inocente (G.Ungaretti) Uno Nunca le había gustado la atmósfera que se vivía en la ciudad durante las Navidades. Las luces que iluminaban las calles de gran comercio le parecían una tomadura del pelo. Sobretodo ahora con la crisis se ponían formas feas y colores sin ninguna gracia. La fantasía era olvidada, solo mensajes por lugares comunes, estrellas y cometas, cometas y estrellas, en León XIII han puesto los colores de la bandera italiana. Nada contra los italianos, pero posible que la crisis haya cortado también al buen gusto? Probablemente no se trata de crisis financiera, se trata de algo que va más en profundidad de los Aragoneses. Martínez no quería ir más allá con sus pensamientos trascendentales, pero había algo en su cabeza que se lo impedía; que fueran sus recuerdos infantiles cuando esperaba con ansiedad esta temporada para los regalos? Que fuera esa sensación mágica que envolvía las calles y las personas? Que fuera el hecho que él hubiera perdido esa maravillosa inocencia? Entonces se dijo a si mismo que seria menos critico contra los comerciantes por la elección de las luces y tampoco criticaría al Corte Ingles por ser tan igual y tecnológico, cada año que pasaba. Decidió de intentar de renovar sus antiguas ilusiones. Por un momento la cosa funcionó, le parecía de tener el alma más aliviada, más ligera. El día de sol tímido de mitad diciembre lo ayudaba, percibía con placer el calor que emanaba y veía todo con ojos más alegres. Además hacía poco tiempo que habían trasladado su departamento en el paseo Sagasta en un ambiente más ancho con despachos adecuados para él y los inspectores. La nueva sede ocupaba dos pisos anchos donde antes había un banco que está al borde la quiebra. Hoy empezaba la toma de posesión y aprovechó para darse un paseo en el centro. Se sentía a gusto y estaba a dos pasos de su piso en Pedro María Ric. No hacía falta tomar el coche y ya pregustaba los próximos días cuando 1

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Gozar un solominuto de vidainicialBusco unpaís inocente(G.Ungaretti)

Uno

Nunca le había gustado la atmósfera que se vivía en la ciudad durante las Navidades. Las luces que

iluminaban las calles de gran comercio le parecían una tomadura del pelo. Sobretodo ahora con la

crisis se ponían formas feas y colores sin ninguna gracia. La fantasía era olvidada, solo mensajes

por lugares comunes, estrellas y cometas, cometas y estrellas, en León XIII han puesto los colores

de la bandera italiana. Nada contra los italianos, pero posible que la crisis haya cortado también al

buen gusto? Probablemente no se trata de crisis financiera, se trata de algo que va más en

profundidad de los Aragoneses. Martínez no quería ir más allá con sus pensamientos

trascendentales, pero había algo en su cabeza que se lo impedía; que fueran sus recuerdos infantiles

cuando esperaba con ansiedad esta temporada para los regalos? Que fuera esa sensación mágica que

envolvía las calles y las personas? Que fuera el hecho que él hubiera perdido esa maravillosa

inocencia? Entonces se dijo a si mismo que seria menos critico contra los comerciantes por la

elección de las luces y tampoco criticaría al Corte Ingles por ser tan igual y tecnológico, cada año

que pasaba. Decidió de intentar de renovar sus antiguas ilusiones. Por un momento la cosa

funcionó, le parecía de tener el alma más aliviada, más ligera. El día de sol tímido de mitad

diciembre lo ayudaba, percibía con placer el calor que emanaba y veía todo con ojos más alegres.

Además hacía poco tiempo que habían trasladado su departamento en el paseo Sagasta en un

ambiente más ancho con despachos adecuados para él y los inspectores. La nueva sede ocupaba dos

pisos anchos donde antes había un banco que está al borde la quiebra. Hoy empezaba la toma de

posesión y aprovechó para darse un paseo en el centro. Se sentía a gusto y estaba a dos pasos de su

piso en Pedro María Ric. No hacía falta tomar el coche y ya pregustaba los próximos días cuando

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bajaría de su casa y, manos en los bolsillos, se encaminaría hacia su nuevo puesto de trabajo.

“Merece la pena festejarlo con un buen café al Estoril” se dijo, y se encaminó.

Todo el mundo iba de prisa no tanto por el frío, que todavía no se había hecho sentir, sino por

costumbre o porque realmente tenían retraso. El procedía tranquilo como si fuera un observador.

Entrado en la nueva sede vio que alguien había sido contagiado por la atmósfera navideña y había

montado un árbol, de procedencia china, bastante alto con luces intermitentes, bolas rojas y doradas

y polvoreado de nieve.

Su nuevo despacho era ancho y confortable como lo pueden ser las oficinas arregladas por el

estado. Una mesa grande de madera con sillón para él, también de madera, una librería decente y

dos sillas delante. Detrás de su espalda controlaba el cuarto la imagen simpática, de antaño, del rey

y a derecha de la mesa la bandera española nueva flamante. En un rincón del despacho habían

preparado lo necesario por si algún agente tuviese que tomar apuntes durante los interrogatorios,

mesa, silla y ordenador. Había también, en un rincón, algo parecido a un pequeño cuarto de estar,

por si tenía que recibir alguna persona importante, un sillón forrado, dos sillas, también con forro,

un pequeño sofá con una mesita delante. Pero, cosa más importante de todo, era que podía manejar

la calefacción a su antojo.

Lo único malo del traslado había sido que se le habían retrasado un montón de papeles que tenia

que firmar y ya el joven Claver, sustituto de Lafuente, le había apilado en su mesa los más urgentes.

Martínez si hubiera podido quemarlos no lo habría pensado un solo momento, pero tuvo que

empezar con la esperanza que ocurriera algo que le impidiera de continuar.

En realidad la interrupción no se hizo esperar demasiado, Claver llamó a la puerta y entró:

“Señor comisario tiene una visita, que hago?” le dijo con perplejidad

“Quien es?” contestó con fingida molestia Martínez

“Es una familia” dijo Claver

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“Qué quiere decir, vienen de visita las familias, no somos una residencia. Cuantos son?” dijo

Martínez

“Son tres, padres e hija, vienen de Ejea” dijo en voz baja Claver

Sin hacer caso al tono de voz de Claver

le dijo que los hiciera pasar.

Martínez les indicó que cogiesen la silla del fondo del despacho. No aparentaban para nada gente de

campo. Marido y mujer sobre los cincuenta, bien vestidos, nada de cara sonrosada. El hombre daba

la sensación de una persona que había trabajado mucho en su vida, delgado, cara enjuta, las manos

llenas de venas, la mujer también ella bastante delgada vestida con colores oscuros y unos dibujos

blancos finos en la camiseta. La hija, con la cara muy seria, bastante llamativa con el pelo moreno

rizado y bien maquillada.

Empezó el hombre:

“No sé comisario, a lo mejor hemos venido demasiado pronto a visitarle...” y quedó suspenso,

Martínez, un poco molesto, dijo:

“Demasiado pronto para qué?”

El hombre hizo señas con la barbilla, levantándola hacia arriba, para que hablara su mujer. No se lo

hizo repetir:

“Comisario nosotros” abarcó con la mirada a los tres para volver al comisario:

“Tememos que pueda haber una desgracia” y hizo una larga pausa mirando fija al comisario que

como toda respuesta mostró sus palmas de las manos en un movimiento ridículo que quería decir,

”de que se trata pues”, pero de su boca no salió sonido alguno, quedó su movimiento suspenso que

la mujer sobretodo, seguía con la mirada.

“Comisario, tenemos dos parientes, son hermanos... están un poco, bueno son un poco raros”

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“Y que pinto yo o la policía con vuestras relaciones familiares” contestó Martínez

“Es este el punto comisario, usted, de momento, no pinta nada, pero podría ocurrir” otra pausa que

causó casi la salida de humos de las narices de Martínez. Cuando tomó la palabra la hija:

“Nuestros parientes son algo más que raros, pero tienen dinero, terrenos y dos torres. Han heredado

todo de su madre que falleció hace unos meses y nosotros seriamos lo únicos herederos de los tíos”

en un momento de pausa se introdujo Martínez

“Señora, han hecho algo malo sus tíos? Hay alguien que piensa hacerles daño?”

“No, nada de eso comisario.” Martínez ya se estaba removiendo con inquietud en la silla, pero la

mujer continuó:

“Vea, uno es sordomudo, un gran trabajador que no conoce el descanso, el otro es una persona más

ligera, le gusta el cine, le gusta el deporte, le gusta ir a por bares, tomar algo de bebida, se

emborracha a veces y, de trabajar, diría casi nada”

“Pues bien, pero sigo sin entender el motivo de vuestra visita” dijo cansado Martínez

“El segundo, hace una semana, se vino a Zaragoza en un Hotel, diciendo que necesitaba unas

vacaciones. Bueno desde entonces no tenemos sus noticias”

Martínez estaba al limite de sus nervios:

“cuantos años tienen sus tíos?”

“cincuenta y cinco, como mi padre aquí presente, el sordomudo y el otro cincuenta y siete” dijo la

mujer

“Entonces habrá querido venir en la ciudad a descansar a hacer las cosas que le gustan. Me parece

muy normal y además tiene medios para mantenerse, no veo porque preocuparse. En cuanto a la

herencia, por sus edad, me parece un poco pronto pensar en ella”

Intervino la madre:

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“Es que nosotros queremos cuidarlos. Son personas frágiles, necesitan de muchas atenciones. El que

ha venido a Zaragoza es un hombre muy inocente, alguien podría estafarle, podría encontrar una

mujer mala que le quite su dinero y abandonarlo en cualquier sitio. Son muchos los peligros de la

ciudad!”

“Sí, tiene razón, podría atropellarlo un coche o el mismo tranvía” contestó Martínez con ironía.

“Tranvía en Zaragoza?” dijo la madre con sorpresa

“Pues, hacemos así. Me dejáis su nombre, vuestra dirección y el teléfono y os informaré si le ha

pasado algo, de acuerdo?” le pareció la solución mejor a Martínez para acabar la conversación un

poco etérea.

“Se llama Evaristo Sánchez Navarro, creo que se haya alocado al hotel Maza y nosotros estamos en

Ejea de los Caballeros en la calle de Tarazana.”

Martínez apuntó todo meticulosamente y acompañó sus huéspedes a la puerta para cerciorarse que

se fueran.

Martínez se levantó para darse un paseo, ahora que tenía Sagasta a mano, quería aprovechar de

todas las ventajas de estar en el centro.

Dos

Por tranquilidad, Martínez preguntó a Morales que averiguase si realmente Evaristo Sánchez se

había aloj ado al hotel Maza, sin ninguna otra explicación. Como no tenía muchas cosas que

hacer, Morales se fue directamente al hotel andando. El conserje, un poco alarmado, le dijo que

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estaba allí desde hace cinco días. Morales lo tranquilizó diciéndole que se trata de pura rutina.

Mientras el conserje le dijo:

“Mire es ese señor de gris que acaba de salir”

En realidad había un señor parado en la plazoleta delante del Maza que consultaba unos papelitos.

Morales estuvo allí un rato observándolo junto con el conserje que dijo:

“Hace la misma historia todos los días. Al comienzo no le hice caso pero luego me di cuenta que

antes de tomar una decisión por donde ir, se quedaba allí parado como si estuviese decidiendo la

dirección”

“Es una persona rara?” le dijo Morales

“No. diría que no, Sale por la mañana, vuelve por la tarde, sobre las ocho nueve, saluda y se va a su

cuarto. Si no fuera por su traje un poco ancho....”

En ese instante Evaristo se puso en movimiento y Morales por curiosidad quiso seguirlo.

Cruzó Independencia, la obras mejor dicho, y se fue hacia Paraíso, pero delante del café del Trópico

entró y Morales tras él. El policía se puso en el lado derecho de la barra, donde hace esquina, para

poderlo mirar en la cara, en cuanto Evaristo se sentó en una mesilla de la primera fila. Vestía una

traje gris con chaqueta cruzada de un modelo, a lo mejor un poco pasado de moda y sobretodo de

medida un poco ancha, el conserje del Maza se refería a eso, porqué le daba un aspecto, si no

ridículo, descuidado. Aunque no desfiguraba del todo, porqué lo llevaba con naturalidad, limpio,

con su camisa blanca y una corbata que sentía los años como el traje. De vez en cuando hacía un

movimiento de los brazos para acortar las mangas.

Pidió un café solo con a parte un chupito que parecía coñac y un bocadillo con tortilla. Morales lo

imitó simplemente en el café y pidió un croisant.

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Evaristo sigue con su paseo en Independencia, se para delante a casi todas las tiendas para

curiosear a los escaparates y también delante de los bares mirando al interior como si buscase a

alguien. Después del desayuno lo siguió hasta el Corte Ingles y lo dejó ir a su aire para regresar al

despacho.

Evaristo sigue, yendo directamente hacia León XIII y entrar en el bar Igueldo. Un lugar casi fuera

del tiempo si se compara con los bares modernos con barra reluciente y camareros siempre en

actividad. Aquí el ritmo tiene otra forma. El dueño, con su caminata ondeante, atento y amable con

todos sus clientes, está en su sitio un poco más elevado y se le ve como si fuera el capitán de un

barco. La tele encendida en una cadena donde pasan a menudo partidos de fútbol o donde

transmiten las noticias. Al lado derecho unas mesitas y algunas sillas, la inevitable traga perras y la

maquina de la distribución de tabaco. La mayoría son clientes habituales que se conocen entre ellos,

obreros, dependientes del mercado París o personas que saben que el bar abre muy pronto por la

mañana y pueden encontrar algo caliente para desayunar. Evaristo ha encontrado el ambiente donde

está a gusto. Se puede charlar y a menudo bromear sobre alguien. Bromas ligeras de manera que

todos se ríen, también quien es el objeto. El único que no se ríe es un tío que todo el mundo llama el

coronel. Un hombre alto, silencioso, bien vestido que lleva siempre botas, altas hasta las rodillas

que le dan un aspecto de militar. Cuando entra es inmediato el comentario de algunos sobre el

coronel que probablemente, en la realidad era un guardia municipal. De aquí nace el contraste que

hace reír y él se queda con su cara enfurruñada al oír el comentario diario. Sin decir una palabra se

toma su cortado y se marcha con un estilo, eso sí, todo militar y menosprecio sin rabia de los demás.

Pero sigue siempre siendo un cliente del Igueldo y no solo porque allí se encuentra el café más

barato de la zona, sino porque, en el fondo, le encanta que lo llamen EL CORONEL, un titulo

adquirido en el campo de la lucha cotidiana.

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Después del bar Igueldo, Evaristo sigue su ruta buscando bares que tienen aspecto antiguo,

probablemente está buscando algo, en algún recodo de su mente, que lo lleve a un pasado en el que

quiere sumergirse, casi con las ganas de no aceptar lo nuevo.

Tres

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Martínez, con su cara gris más que nunca, sigue firmando papeles. Le duele la mano y más la idea

que le entra en la mente:”a que servirá tanto papeleo? Habrá alguien que lo leerá? O lo pondrán en

un archivo donde se lo comerá el paso del tiempo?”

De repente le vino a la memoria que todavía no había visto a ningún inspector, “que hayan ido todos

de paseo?” No podía ser, entonces llamó a Claver con un grito.

Claver entró corriendo en el despacho:

“Que pasa señor comisario?”

“No pasa nada, donde están los inspectores?”

“Me han dicho que lo habrían avisado. No lo ha hecho el inspector Suelves?”

“Claver, si te lo pregunto quiere decir que no lo se y que nadie me ha avisado, es correcto?”

“Sí señor, está claro. Suelves ha sido llamado por los vecinos en la calle de Braille, donde una

persona mayor estaba armando un follón por no se que, me han dicho que tenia una pistola

amenazando usarla. Morales y Lafuente han ido también”

“Uno con la pistola y aquí, nadie me dice nada? Se sabe como se llama el tío?”

“Suelves me ha dicho algo como Rochas, no se oía muy bien”

“Anda no es Rochas sino Rojas. Lo conocemos bien, ha de tener más de ochenta años. Le habrá

dado otra vez su ataque de celos, y se ha movido todo el departamento por ese loco? Voy allá”

Con su coche llegó bastante rápido, sin encontrar trafico en el Camino de Las Torres ni en Miguel

Servet. Aparcó en una esquina de plaza Utrillas de donde se veía un agrupamiento de personas

curiosas. Pasó en medio del corro y vio a sus inspectores, uno a cada lado de la calle apoyados a la

pared con la pistola en mano. Se acercó a Suelves y le dijo:

“Que está pasando aquí que esta calle se ha vuelto como una película del oeste?”

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“Hay ese tío que está amenazando con una pistola de gran calibre y grita algo en contra de su mujer

que lo está traicionando y hace la puta” respondió Suelves agitándose

“Si se trata de un hombre que tiene más de ochenta años, con quien va a traicionarle su mujer”

contestó tranquilo Martínez

“Lo conoce, usted?” replicó Suelves

“Es un cliente fijo del psiquiátrico y no se porqué no lo ingresan en una residencia para ancianos.

Quédate aquí y quita esa maldita pistola que puede hacer daño, dilo también a Morales”

Martínez avanzó con las mano en alto y mirando hacia la ventana donde estaba el hombre con la

pistola, gritando:

“Señor Rojas, Rojas soy Martínez, no se acuerda de mi?”

“No, no se mueva, quien es usted, si se acerca más le disparo”

“Soy Martínez, se acuerda que tenia que traerle morcilla desde Barcelona. Aquí la tengo, que hago,

me voy pues?”

“No será morcilla catalana, porque le disparo en el acto”

“Que va señor Rojas, es de Castilla, de Zamora, es de la mejor del mundo. Tengo tres de cebolla

picante y tres de cebolla y piñones.”

“Espere un momento, espere un momento. Que hago con mi mujer que me traiciona con el frutero,

la mato, no, está seguro que es de Zamora?”

“Seguro como el sol de hoy, pero no tengo mucho tiempo, si no baja me voy, porque mi gira es

larga.”

“No se vaya, con mi mujer continuaré después. Bajo en seguida”

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Martínez tuvo solo el tiempo de avisar a sus inspectores que en cuanto el pobre hombre saliera del

portal lo cogieran, sin hacerle daño y lo acercaran a la ambulancia que ya estacionaba allí hace rato.

Rojas casi salió corriendo del portal con la pistola en alto, Suelves y Morales no tuvieron ningún

inconveniente en bloquear al anciano que, en medio de estrépitos, maldiciones y llanto, no tuvo

remedio que dejarse llevar por los dos policías.

El pobre Rojas era muy bien conocido por Martínez porque tuvo que enfrentarse a él varias veces y

fue desde la segunda vez que lo encontró que se percató de su afición de glotón a la morcilla. Esa

vez, como lo conocían poco, tuvo que estar algún rato en la comisaria, antes que se hiciera cargo de

él un medico. Casi se hicieron amigos, porque toda su gana de matar a su mujer se esfumó. Parecía

una persona normal sin ningún problema mental, y a lo mejor lo era, tenia ganas de hablar con

alguien que lo escuchase. Le contó de sus largos recorridos por toda España cuando era

representante de zapatos y de pieles. En los tiempos en que el representante era alguien, repetía

Rojas. Fue desde entonces que aprendió a gozar de la buena cocina, esa cocina antigua no

demasiado elaborada, sin colorines ni espumas raras, sino esa fuerte que salia de las tradiciones

españolas, cuando el cochinillo era cerdo, el ternasco era cordero y la ternera era ternera. Aprendió

que su embutido preferido era la morcilla en todas sus variaciones convirtiéndolo en un verdadero

conocedor. También Martínez aprendió muchas cosas de esa conversación, sobre la cocina y se

podría decir sobre la vida, aunque estuvo hablando media hora con un supuesto loco. Hablaba con

una tranquilidad de sus tiempos pasados que a Martínez le daba sosiego, no había rabia en sus

palabras sino simplemente el recuerdo,más bien el deseo de recordar que casi pudiera revivir los

acontecimientos. A lo mejor su locura estaba en esto, volver al pasado.

Ese día en que Martínez fue a decirle la mentira de la morcilla para sacarlo de su cuarto y de su

obsesión, la mujer que lo traicionaba, en realidad estaba solo en la mente de Rojas, le molestó

contarle esa mentira. Lo hizo sobretodo por sus hombres que no le habían dicho nada de la

operación y que, según él, eran demasiado previsibles y reflexionaban poco. Martínez se decía a

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menudo: “lo policías somos como los médicos, hay que tener ojo clínico” y sus hombres le parecían

demasiado impulsivos y seguros de si mismos.

Cuando Martínez volvió a la comisaria, él se encerró en su despacho con la escusa de firmar papeles

y sus inspectores ni se atrevieron por horas a molestarle.

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Cuatro

El día siguiente decidió ir temprano al despacho para seguir e intentar de terminar las firmas.

Aunque era una hora y media antes de lo habitual, disfrutó igualmente de la cercanía de su piso a la

comisaria, desayunó en el Verich en Damas, una ojeada al periódico y luego, como le gustaba a él,

manos en los bolsillos hacia Sagasta. Era uno de los pocos días de frió de este año tan raro,

acentuado por un viento gélido que, en vez de molestarle, le daba placer.

Se instaló detrás de su mesa con buena voluntad de acabar el trabajo dentro de unas horas, pero

estaba destinado a postergarlo porque enseguida se catapultó Claver en su despacho y dijo pocas

palabras:

“Un asesinato en Tenor Fleta, un chica joven”

“Avisa al juez yo voy allá y cuando llegue Suelves dile que venga”

Pocas personas se encontraban a lado del portal, cosa que le hizo bien esperar a Martínez, que no se

armase confusión. Estaban ya dos agentes a controlar la gente y la entrada de la gestoría del primer

piso donde se había cometido el crimen.

Subió los primeros peldaños y casi resbalaba, estaba toda la escalera recién lavada con abundante

agua.

Martínez se puso a llamar a los agentes con acentuado nerviosismo:

“Qué coño han hecho aquí? Acaban de limpiar la escalera con agua. La mujer está todavía en el

despacho?” los agentes asintieron.

“Como ha sido posible permitir una cosa parecida, hemos perdido huellas importantes

definitivamente. Como puede ser.” dijo Martínez al limite del enfado.

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“Vea señor comisario, cuando hemos llegado, llamados por el titular de la gestoría, la escalera ya

estaba limpia. Ha sido la madre que:” el agente hizo una seña con el dedo en la sien, como para

decir que está un poco tocada, y continuó:

“No había manera de pararla, continuaba a decir que hay demasiada sangre y que hay que limpiar,

ya la verá, no había manera de pararla. Y también la ha ayudado un señor, que es el dueño de la

cristalería de abajo. Parecían como locos”.

Martínez se puso las manos a la cabeza, impotente delante de tanta ingenuidad. Antes de llegar a la

entrada del despacho, de la puerta de a lado salió una mujer bajita, despeinada, con el pelo gris, ya

encorvada, con un paño mojado en las manos, con la intención de limpiar otra vez, Martínez la

cogió de un brazo:

“Pero que está haciendo, por Dios? Y quien es usted?”

“Déjeme por favor no ve que hay mucha sangre que sale del despacho de mi hijo? No lo puedo

dejar así”.

“Señora deje enseguida de limpiar, se encargará del asunto la policía, yo soy el comisario Martínez,

la invito a que vaya a su piso, vendré luego a hablar con usted”

“Pero déjeme por favor” decía lloriqueando la mujer, “si no limpio le echaran la culpa a mi hijo y

no puede ser, se lo pido por favor”.

Martínez no la dejó y la acompañó él mismo a la puerta de su piso. Hizo una señal a un agente y le

dijo:

“Los médicos y los enfermeros, los habéis llamado?”

“Aquí están comisario”

“Entonces que se encarguen de esta pobre mujer. Quien más ha entrado en el despacho?” mientras

decía eso, echó un vistazo al interior desde el umbral. Se dio cuenta en el acto del desastre. La pobre

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chica estaba, con lo que le quedaba de la cabeza, echada encima de su mesa de trabajo con las dos

manos torcidas en una posición innatural, con las palmas hacia arriba. Quedaba claro que para ella

no había nada que hacer sin la presencia del medico. El no entró pero vio huellas de zapatos

irregulares por la tentativa de limpiarlas. Nunca había visto algo parecido. “Seria un milagro si los

de la científica podrán sacar algo” se decía desmoralizado. Mientras tanto llegaron el juez

encargado, en realidad se trataba de una joven juez y el forense seguido por el equipo de

investigaciones científicas. Martínez dio la orden a los agentes que no dejaran salir nadie del

edificio y, fue en ese momento, que se dio cuenta de la presencia de un joven, treinta y cinco o

algo así, que desde cuando llegó él, estaba parado como un tronco a un lado de la escalera. Vestido

con un traje marrón claro, la cabeza desproporcionada respecto a su altura, más bajo de lo normal,

el pelo corto para reducir lo rizado que tenia que ser, pálido, con los ojos fijos en la puerta de la

entrada de la gestoría, una mueca en la boca que parecía una leve sonrisa, que pero dejaba entrever

una tristeza agobiante, no se había movido ni había dicho una sola palabra .

“Usted quien es?” le dijo Martínez

“Soy el titular de la gestoría, me llamo Juan Sagarra Royo” y tendió la mano a Martínez,

acentuando su mueca en los labios. Martínez se quedó unos segundos pensativo con la sensación

amarga de la gran confusión que reinaba en ese edificio. Sagarra tenia una locomoción como si

estuviera hecho de madera, no se movía con soltura, tenia los movimientos de los brazos, de la

piernas como si fueran una cosa única con el tronco, como si no le funcionaran las articulaciones.

La cabeza la meneaba lenta y pausadamente, a Martínez le pareció más mayor de lo que aparentaba

aunque tenia una chispa rara en la mirada que contradecía sus sensaciones. La primera definición

que le vino a la mente fue: un hombre triste.

El jefe de la científica, doctor Torres, llamó a Martínez con los brazos medio abiertos:

“Haremos todo lo necesario pero te digo de antemano que no sacaremos nada que te sea de utilidad,

hay señales de limpieza por todas partes. Como han podido dejar entrar gente aquí?”

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“Cuando llegué yo el daño ya lo habían cumplido, por lo visto la madre del titular, que es muy

nerviosa, empezó a limpiar por todas partes, ayudada por el propietario de la cristalería de abajo que

también él hace pareja, en cuanto a nervios, con la mujer. Fíjate que limpiaron también la acera,

porqué había rastros de sangre.” dijo Martínez abatido.

“La mujer ha intentado limpiar la sangre por miedo a que echasen la culpa a su hijo y en realidad

por la falta de datos, me veo venir, que será el sospechoso principal. Me voy a ir, te pido el favor, en

cuanto tengas algo, de avisarme.”

“Otra cosa, comisario” le dijo la juez, como si hubiesen hablado antes de algo

“Si no habrá resultados apreciables dentro de quince días, dispondré el análisis del DNA sobre todo

el cuerpo de la mujer, por si se encuentra algo ajeno a ella” concluyó la juez con una mirada hacia

Martínez que presuponía una contestación de admiración y que no vino.

El policía, la saludó mirando hacia un punto lejano de la salida del edificio, pensando:

“esto te incumbe a ti, no me vengas con necedades”

Se dieron otra vez la mano y se fue tras haber saludado a la juez de instrucción diciéndole que la

mantendría al corriente de los avances de la investigación. Martínez, como si tuviera un saco al

hombro, se fue hacia el coche para volver a su despacho para dar el tiempo a que se fuera el

agrupamiento de personas y poder examinar el lugar a su antojo.

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Cinco

Programó una reunión de los inspectores y volvió enseguida en Tenor Fleta en el lugar del

asesinato, quería examinar el sitio a solas, sin que hubiera el grupo de la científica y tampoco los

vecinos.

Los agentes habían delimitado la zona con cintas de plástico y, por su orden, un agente de guardia

hasta que él no hubiera terminado. Subió al primer piso, en el despacho de la chica, aunque sabia de

non encontrar nada de importante, quiso ver el lugar para entrar en la atmósfera del cuarto. La

mujer trabajaba como secretaria, el era cuarto pequeño pero cómodo con la mesa de trabajo a la

izquierda del portal y casi enfrente, un poco hacia el centro del cuarto, la puerta del despacho del

licenciado. Varias agendas en su mesa, una estaba abierta al día de hoy, con la hoja completamente

en blanco, el ordenador con a lado la impresora, el teléfono al centro y un móvil que tenia que ser el

privado de la chica. Abrió también lo tres cajones de la mesa, hojas de papel, dos agendas pequeñas

sin una linea de escritura, un llavero a forma de osito de peluche. Algunos años de trabajo de una

chica de veinticuatro años con todas sus ilusiones se habían parado en esos pobres objetos sin

importancia a los ojos de tantos que habían pasado por allí, incluso a él que los estaba mirando con

ojos fríos de profesional. Miró hacia la puerta y se puso en el umbral, de donde se podía ver la

escalera y parte del despacho. La pregunta que se hizo primero fue: “Como haya podido huir el

asesino sin que nadie lo viera o que oyese ruido? Tendría que ser alguien conocido por Clara.” En el

mismo piso estaba el apartamento de la madre del licenciado, donde los dos vivían, y cuando entró

el asesino, seguramente Sagarra se estaba preparando para ir a su bufete o estaba desayunando.

Nadie ha oído nada. Bajó los peldaños para salir, diez y nueve contó y llegó fuera del edificio donde

una calle privada permitía el acceso también a la cristalería y rodeándola seguía para conectarse con

una calle paralela a Tenor Fleta. “Como saber si el asesino ha entrado por el lado izquierdo o

derecho del edificio? Pero si han borrado huellas de sangre en dirección a la cristalería, es seguro

que ha huido por el lado derecho” pensaba Martínez. Se veían todavía manchas de sangre que no

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habían sido borradas del todo. En realidad, estos últimos, no eran propio pensamientos, se trataba de

algo que le entraba en la cabeza sin que lo quisiera, no le daba importancia, pero se sentía como una

cámara de vídeo grabando todo lo que estaba a su alrededor y que, luego, su cerebro habría

elaborado fotograma por fotograma.

Finalmente se fue otra vez a la comisaria como si estuviera inquieto y no encontrase un lugar

adecuado donde pararse.

Por cierto que la atmósfera de la comisaria no se puede decir que era la de los mejores días. El

nerviosismo casi se tocaba con mano. Todos percibían que el comisario, los inspectores se

encontraban en un momento delicado y cuando, todo el mundo, vio el jefe superior entrar en el

despacho de Martínez, hecho que nadie recordaba en su carrera, asumieron que la situación tenia

gravedad.

Normalmente las reuniones con el jefe eran pura rutina, ahora Martínez estaba casi contento de la

nueva actitud del jefe, seguramente más preocupado por las consecuencias externas que por los

problemas al interior del departamento sobre el asunto, porque se daba cuenta que el desastre hecho

por los vecinos y los parientes del titular de la gestoría era debido a que estaban presa del pánico. El

jefe no quiso dar ninguna justificación, pero tampoco se trataba de no dar confianza a sus hombres

para que pudiesen llegar a una conclusión la mejor posible. Ese fue el sentido de la visita que quiso

dar el jefe. Por su parte Martinez quiso fingir de aceptarlo a pesar de sus reservas que quiso tener

para si mismo.

El problema verdadero no era la falta de huellas sino el hecho de que alguien las había borrado. Se

podía pensar en un descuido grave de la policía que no había sabido tener bajo control las personas

del lugar del asesinato y que seguramente tendría eco en los periódicos con perjuicio de la imagen

del departamento de investigación. Después del primer momento de nerviosismo, Martínez,

reflexionando sobre el asunto, empezó a darle menos importancia, siendo que la madre de Sagarra

estaba presa del pánico y era una mujer con problemas de nervios. Ademas una persona que hubiera

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querido intencionadamente borrar las huellas no lo habría hecho de manera tan evidente. Quedaba

el hecho que la había ayudado el dueño de la cristalería, pero también su intervención podía tener

una explicación; la ayudó porqué vio la mujer muy nerviosa y no pudo pararla y tenía miedo que se

pusiera mala.

A pesar de todo Martínez no estaba del todo seguro de sus consideraciones, pero era una manera de

tranquilizarse y poder empezar a pensar.

Claver entró en el despacho de Martínez en silencio, como si fuera un ladrón y también el comisario

se adaptó a la actitud del joven policía haciendo un pequeño movimiento de la cabeza, como para

decir: “Quien es?” pero sin emitir algún sonido y, para colmo, Claver le habló en voz muy baja,

como si estuviera en una sacristía:

“Aquí está el dueño de la cristalería”

“Que pase” dijo en voz alta el comisario, librándose del silencio de claustro impuesto por Claver

Entró con paso rápido y nervioso, se sentó delante del comisario, como si fuera la cosa más natural

del mundo presentarse a la policía como testigo de un asesinato. Empezó enseguida sin que

Martínez le dijera algo:

“Soy Juan Moreno, el dueño de la cristalería y se lo que quiere preguntarme comisario”

Martínez, muy molesto, intentó decirle algo pero Moreno continuó:

“Espero que no querrá hacerme trampas para que diga cosas que no pienso”

Martínez, si hubiera seguido su impulso, lo habría echado a patadas, pero pensando a la seguridad

del testigo, su instinto le decía de recelar, entonces con calma le preguntó:

“Quien le ha dicho de venir en comisaria? de momento no la necesito señor Moreno, lo llamaré

cuando sea el momento” dijo seco Martínez

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Moreno no se esperaba las palabras del comisario, pensaba que le hubiera reñido por la limpieza

que hizo junto a la madre del titular de la gestoría. Puso una cara de sorprendido y apoyó las manos

sobre sus piernas, un poco avergonzado, porqué se había movido de su iniciativa sin tener el

resultado esperado. Iba vestido de trabajo, todo de azul con unas manchas amarillas en el pecho.

Hombre de tez clara, el pelo corto y casi sin patillas le daba un aspecto más joven de la edad real

que tenia, sus ojos prominentes delataban a una persona muy nerviosa.

“Pues no lo se, he pensado que podía ser útil mi testigo, porqué cuando llegué a mi taller para abrir

vi la señora Pilar que estaba limpiando la acera. Estaba lloriqueando, entonces me di cuenta de la

sangre....”

Lo interrumpió bruscamente Martínez

“Señor Moreno, vuelva a su trabajo y deje que sea yo que decida cuando le interrogaré, adiós”

Cortó definitivamente.

Una persona bastante desagradable, pensó Martínez.

Llamó a Suelves y le dio el encargo de investigar sobre la vida de Moreno.

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Page 21: Risa japonesa

Seis

Luego salió del despacho con la intención de ir a visitar al titular de la gestoría. Pero cuando ya

estaba en la acera, pensó en la madre de Sagarra y volvió al despacho. Lo llamó al teléfono.

“Soy Martínez, señor Sagarra, pensaba de ir a verle a su casa”

“ Comisario, preferiría que fuera yo a moverme, porque, sabe, mi madre.... estaré allí dentro de un

cuarto de hora”

“Bien, le espero”

Aunque el recorrido era corto, de su casa a la comisaria, Sagarra decidió de ir en taxi para evitar las

miradas de los curiosos que permanecían en la zona del edificio. En parte no pudo evitarlas porqué

tuvo que pasar a lado de algunos conocidos que le saludaron con desconfianza y otros hicieron

muestra de no verlo pasar siguiendo conversando. Sagarra se dio cuenta de la actitud de los vecinos

y, los minutos que tardó el taxi, le parecieron una eternidad, parado en medio de la acera como un

palo, sintiendo casi como alfileres que se le clavaban en la espalda sus miradas. Casi le parecía de

oír los comentarios: “yo me lo imaginaba, es un tipo raro, su madre también lo es, ha sido grave lo

de limpiar todo, no me lo puedo creer.”

Sagarra llega a la comisaria y entra directamente al despacho de Martínez.

“Se lo agradezco que haya venido señor Sagarra”

“El hombre triste” como lo había calificado en su primer encuentro seguía confirmando su

impresión. Parecía imperturbable pero sus ojeras delataban el cansancio.

“Comisario, no la he matado, aunque mi madre se haya portado de una manera incalificable”

“Desde cuando trabajaba allí la chica?”

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“Hace poco más de un año que estaba conmigo”

“Qué relación tenia con ella, a parte el trabajo?”

“Pues ninguna. Nuestras relaciones eran simplemente referentes al trabajo y ademas tengo que

decirle que sus padres son conocidos desde siempre, de mi familia. Antes de trasladarme a Zaragoza

vivíamos en el mismo pueblo”

“Donde vivía antes de venir a Zaragoza?”

“En Ejea”

“La asumió por medio de su madre?”

“Bueno, sí, pero se trataba de una chica con experiencia y se ha demostrando una buena

colaboradora”

“No se dio cuenta de nada el día del asesinato? Ningún ruido extraño o gritos”

“Me desperté a las siete y cuarto, por lo que me han dicho, el asesino entró sobre las siete y no oí

nada de particular, me di cuenta de que había pasado algo cuando vi mi madre atareada a limpiar la

escalera, no me dijo nada, pero cuando vi la sangre que estaba limpiando, entré en el umbral del

despacho y vi el espectáculo. Os llamé enseguida.”

“En realidad no está segura la hora del asesinato .Quien vive en el edificio, a parte vosotros”

“Al segundo vive un medico, creo separado o divorciado, al tercero la hermana de mi madre, viuda

y al cuarto un joven arquitecto”

“Como son las relaciones entre los vecinos?”

“Nos conocemos poco, cada uno lleva su vida”

“Su secretaria no le contaba sus deseos por el futuro o por el trabajo? A veces ocurre que una

persona joven vea en su jefe una persona en quien confiar”

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“No me confiaba nada” dijo Sagarra con un poco de molestia que intentó disimular y añadió

“Puede ser que no sea la persona más adecuada para que una mujer se confíe en mi”

parecía que quisiese decir algo pero se paró bajando un poco la mirada

Martínez no sabia como formular la pregunta, decidió de ir por vía directa:

“Usted piensa de no tener mucho éxito con las mujeres?”

“Así es” ruborizándose un poco

“Por mi timidez, por mi forma de ser, quizás”

Martínez percibió que era un tema delicado y que le daba sufrimiento. Decidió no insistir. Tendría

más ocasiones de hablar de ello.

“Recuerda si en el despacho de Clara había un cenicero grande, de cristal, de metal o de madera?”

“No en absoluto”

No era fácil hablar con aquel hombre que parecía estar siempre a la defensiva aunque su mirada era

firme e inteligente. No daba muestra de irritación mas la preocupación de estar delante de un

policía. “Qué no lo haya afectado ni un asesinato cometido en su casa?” Pensaba Martínez

“Que piensa usted del señor Moreno, él de la cristalería? Cuales relaciones tiene con él?”

Sagarra se lo pensó, antes de responder, siempre con su mirada directa que parecía se fijase en algo

que no estaba delante de él.

“Lo siento por lo que voy a decirle..... En realidad no tengo ninguna relación, simplemente nos

saludamos si nos encontramos. No se si merece la pena decirlo.”

“No se preocupe señor Sagarra, esta es una conversación confidencial” lo animó Martínez

“No me preocupo por eso. Bueno, un domingo de hace meses, lo vi desde mi ventana, yo estaba en

el interior de mi cuarto, no podía verme, lo vi que daba un bofetón tremendo a su mujer e le gritó

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con tal ímpetu que sentí vergüenza por él y me fui a otro cuarto para no seguir mirando. Eso es.

Cada vez que lo encuentro o que veo a su mujer, recuerdo esa escena”

“Un hombre violento”

“No le he contado el recuerdo para que piense en su actitud referida al homicidio. Ademas cuando

nos encontramos en la calle es siempre él que saluda primero y, a veces, intercambiamos alguna

tontería sobre el tiempo o sobre el fútbol, habla siempre con amabilidad” Sagarra parecía

disculparse de sus palabras, pero ya las había pronunciadas y se habían grabado en la mente del

comisario.

“Por el momento, señor Sagarra, diría que hemos terminado, pero puede ser que lo llame otra vez

según el avance de las investigaciones”

Se dieron la mano y el titular de la gestoría se marchó no sin titubear un rato en el umbral del

despacho como si quisiera añadir algo, pero continuó su camino si decir nada.

El comisario decidió ir otra vez al edificio del homicidio para intentar de hablar con los inquilinos.

Quiso hacer un recorrido más largo, porqué le gustaba pasear pensando al asunto. De esa forma las

ideas le fluían, a veces, en manera confusa, como si fuera un sueño o un puzzle que tenia que

recomponer luego. No era una perdida de tiempo, él se sentía como en una película, todo hacia parte

del contexto en que se había cometido el asesinato y quería respirar el ambiente para que lo llevara

a su destino. Seguramente el crimen lo había consumido una persona que no era ajena a las calles

que estaba pisando, ni a las tiendas que veía a derecha e izquierda, tampoco a los bares. Pensando

en los bares se dio cuenta de tener sed y entró en la Bellota.

Hacía calor al interior y desde cuando habían reformado el local, el verano pasado, no se encontraba

muy a gusto, quizás había demasiados marcos de acero. Pidió un refresco de naranja y le surgió

espontaneo el pensamiento a investigadores famosos que, cada dos por tres, tomaban bebidas

alcohólicas; “tenían un hígado artificial” pensó, “porqué de lo contrario se habrían transformado en

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alcohólicos, era una cosa inhumana,” mejor dicho el no aguantaba demasiado el alcohol. Continuó

por Damas, el Camino de las Torres pasando a lado del colegio de los Agustinos donde se paró un

rato para encenderse un cigarrillo, quedándose allí, apoyado a la reja, a mirar a la gente que

caminaba de prisa por el frió.

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Siete

El edificio era pequeño, solo cuatro pisos, a su izquierda se veían las luces del taller de Moreno y

algunas sombras moviéndose al interior, tuvo la tentación de ir a visitarlo, luego se encogió de

hombros y subió la escalera.

Se paró delante del apartamento de la madre del licenciado, tocó al timbre y enseguida le abrió una

mujer anciana que se parecía en una manera impresionante a la madre de Sagarra, pero muy bien

arreglada y el pelo en orden, lo hizo pasar con amabilidad diciéndole:

“mi hermana lo espera en el cuarto de estar”

Se quitó el abrigo y lo invitaron a sentarse en un sillón. Le pareció de haber cruzado la puerta del

tiempo, las dos mujeres sentadas en un sofá, estaba también el hijo con una taza de café en la mano,

en la mesilla una bandeja llena de pastelitos de todo tipo. Una alfombra cubría casi totalmente el

pavimento, la mesa del comedor oscura hacía juego con la librería, también oscura, en una esquina

una mesa camilla cubierta con terciopelo oscuro y las cortinas tiradas completaban el ambiente que

adquiría un aspecto de penumbra agobiante.

“Un café comisario, acabamos de hacerlo, sírvase un pastelito” dijo la hermana

La madre del licenciado, de nombre Pilar, denotaba un cansancio enfermizo clavando los ojos en

Martínez a la espera de algo bueno que saliera de sus palabras.

“Verdad que no se sabe nada todavía comisario. Esto es un suceso que me va a matar” dijo con hilo

de voz tembloroso.

“Estamos investigando.” cortó Martínez

“Lo siento molestarla pero tendría que hacerle unas preguntas”

Sentada en el sofá parecía más pequeña e indefensa aun, lo miró con ojos de conejo esperando a que

el comisario hablara.

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Como el comisario, según ella, tardaba con el comienzo de las preguntas. Se puso a hablar,

mirándose las manos, como si lo dijera a si misma:

“No, nada. Lo decía yo que era una mujer demasiado guapa y callada, no iba bien para mi hijo. De

las que no hablan puedes esperarte de todo”

la interrumpió el hijo con nerviosismo disimulado:

“Mamá, por favor, al comisario no interesan esas cosa”

En realidad eran proprio esas cosas que iba buscando Martínez.

“Pero la mujer era una empleada, o algo mas?” dejó caer

Contestó el hijo, marcando las palabras:

“Simplemente una empleada”

“Pero a mi me habría gustado que mi hijo se casara con una buena mujer. Usted no sabe los

sufrimientos” dijo lloriqueando la mujer

Martínez vio cuanto estaba incomodo Sagarra que había renunciado a corregir a su madre como si

no hubiese remedio, la hermana meneaba la cabeza como aprobando y una sonrisa postiza, por lo

tanto intentó de desviar la conversación

“Porqué quiso limpiar la escalera de la sangre, sabe que cuando hay un asesinato no se puede tocar

nada?

Abandonó su lloriqueo, se irguió más en el sofá y, con voz firme:

“Yo soy madre, tengo que defender a mi hijo, no quiero que vaya a la cárcel” y como de repente

contestó clara y fuerte, asimismo cambió de actitud y se puso otra vez a lloriquear:

“Mi hijo no es un asesino, es un hombre apuesto, alguien lo ha hecho adrede, para matarme a mi” a

este punto se puso a llorar que no había manera de pararla, entonces la hermana la cogió por los

hombros y disculpándose la acompañó a otro cuarto.

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“Lo siento mucho comisario, mi madre ha sido siempre así, muy protectora hacia mi”

“Porque su madre habló de casarse usted? Hay alguna relación de la que no me ha hablado?

“mi madre, cada vez que ve una mujer guapa conocida, piensa en dármela como esposa y esto dura

desde cuando yo tenia veinticinco años, me he acostumbrado a ello. Se piensa que me voy a quedar

solo. Por mi parte, en este sentido, he logrado mi equilibrio sin demasiadas pasiones y problemas.

Uno ha de conocer sus limites” dijo esto con frialdad pero se notaba tristeza en sus ojos,

posiblemente no toda la verdad en cuanto a las pasiones. Martínez saludó y se fue. Subió a los pisos

superiores por si encontraba algún inquilino en casa. No había nadie. Decidió bajar con el ascensor

y se dirigió a la cristalería.

En cuanto lo vio entrar, Moreno fue a su encuentro, dejando los guantes encima de un grande cristal

y diciendo algo al jefe de los obreros. Le tendió la mano y tenia una sonrisa en la cara como si viera

un viejo compañero, en contraste con el aspecto serio del comisario al que no hizo caso. Pasando en

medio de unos cristales enormes, lo acompañó a un pequeño despacho desordenado, donde había

muchos papeles de dibujos encima de la mesa, libros de catálogos por todas partes:

“No haga caso al desorden comisario, me digo siempre que tengo que ordenar, pero no encuentro

nunca el día, siéntese, por favor”

“Le quitaré solo algunos minutos de su trabajo”

“No importa comisario, el tiempo que haga falta” demasiado disponible, se decía Martínez

“Conocía a la pobre Clara?”

“Claro que si, nos encontrábamos casi todos los días, coincidíamos con el comienzo del trabajo. A

veces nos parábamos un rato hablando de menudencias. Era una mujer muy guapa, un poco tímida

quizás, pero no le importaba mucho, sabia conversar y nunca hacía la sueca cuando me veía...

Aunque, últimamente se puso un poco más seria, no era fácil acercarse a ella, por otra parte no es

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que yo estaba todo los días a esperar su llegada” Martínez tuvo que interrumpirlo, le molestaba su

actitud de seguridad y de parlanchín.

“La había encontrado alguna vez fuera del ambiente de trabajo?:

Moreno se quedó un momento con su sonrisa apagada, pero se recuperó suelto como antes.

“Si, la he visto varias veces en un pub, creo se llame Fox, y otras veces en discoteca. Le gustaba

bailar con sus amigas. Sabe como hacen hoy en día, un grupo de mujeres se juntan y bailan entre

ellas, a lo mejor tendría algún problema con los hombres. Nunca la he visto con chicos que se

pusiesen a bailar. Si tomar alguna copa, eso si...” otra vez el río de palabras y la sonrisa como

dibujada en la cara.

“A usted le gustaba? O sea buscaba su encuentro en los bares donde iba?”

“No, bueno, si me gustaba, pero podría ser su padre. Como podría meterme con una mujer de veinte

cuatro años! No me interprete mal, soy un hombre entero, a mi me gustan a las mujeres”

“Iba usted a menudo a por bares o pubs que sean?”

“Si, bastante a menudo, sobre todo los fines de semana. Sabe después del trabajo apetece pasar un

rato, tomando algo”

“Supongo que iba también con su mujer”

A Moreno se le fue del todo la sonrisa y se puso serio, le aparecieron unas arrugas verticales en la

frente que le hicieron cambiar la mirada hacia el comisario, se hizo tensa y desafiante como si le

hubiese preguntado una obscenidad. Martínez seguía mirándolo tranquilo esperando la respuesta sin

señales de prisa.

“No salgo con mi mujer” dijo secamente

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“Se cansa de ir de un lado a otro, sobretodo por la noche, es una persona casera y tiene muchas

cosas que hacer, dice ella” había recuperado su aplomo pero no era tan risueño como al comienzo

de la conversación. Martínez decidió presionarlo un poco mas

“Usted va de acuerdo con su mujer?”

Otra vez esa actitud de desafió añadida a rabia controlada

“Estoy obligado a responderle comisario?”

“No en absoluto, pero le he hecho una pregunta normal, diría inocente, para conocerle mejor. Si

quiere hablaremos de eso en la comisaria en condiciones más adecuadas para usted”

“No, disculpe comisario, no importa, es que esta situación, el asesinato, los policías siempre

presentes aquí, me han puesto nervioso”

“Las relaciones con mi mujer no son de las mejores. Hace tiempo que ella no se cuida, no se arregla

como antes. Ahora su afición es la de correr, de sudar, de ir a nadar, toda su energía la mete en el

deporte. Parece que no haya otra cosa para ella. Yo soy un hombre todavía joven con ganas de vivir

y de divertirme. No se si me entiende”

“Mire Moreno, Mi deber es de aclarar situaciones que parecen confusas y llegar a encontrar

certidumbres, Mi cometido no es lo de juzgar a las personas.” hizo una pausa mirando desafiante a

Moreno

“Porque ayudó a la señora Pilar a limpiar también la acera?”

“No podía hacer otra cosa, señor comisario” empezó amable Moreno y alzando los brazos como

para disculparse.

“Si usted hubiera visto la señora Pilar como la he visto yo, hubiera hecho lo mismo. Estaba como

loca, entraba, salia del portal, echaba agua, daba puñetazos al aire. He pensado que ayudándola se

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hubiera calmado. Eso es. Ademas una madre tiene que defender a su hijo, porque ahora el

sospechoso es su hijo, no hay duda alguna. Qué cree usted comisario?” hizo una pausa

“Yo no creo en nada, mi trabajo consiste en descubrir los motivos y con los motivos, a veces, salen

también los culpables.” dijo secamente Martínez.

Luego, con un guiño de complicidad , Moreno empezó otra vez:

“Pero si quiere que le diga lo que pienso, la verdad es que son una familia muy rara, la madre,

digamos, tiene que defender a su hijo, y podría estar de acuerdo, pero el el hijo sí que es raro de

verdad” dijo Moreno, complacido de las palabras que decía

“Que quiere decir con raro?”

“Lo ha visto usted también. Es un hombre muy inteligente pero dominado por su madre, incluso,

me atrevo a decir que a él le va bien que su madre lo cuide de esa forma y creo también que tenga

muchos problemas de relación con las mujeres”

“Eso no quiere decir nada”

“A su edad comisario, deje que hable claro, y con todos los contactos que tiene con su trabajo,

tendría que haberse casado ya o haber tenido varias mujeres, por lo que dicen, parece que no

funciona con ellas” las ultimas palabras las pronunció en voz baja como si otra persona pudiera

oírlo

“Me está diciendo que no funciona sexualmente?”

“Todo el mundo lo dice y también que las mujeres le dan miedo. No lo ve como camina, parece el

bastón de una escoba, y la mirada, la mirada huidiza, nunca mueve el cuello, mueve solo los ojos y

si encuentra una mujer se ruboriza” Moreno hizo el gesto para imitar como movía el cuello, pero,

estirándose, resultó que hizo un movimiento tan ridículo que parecía un pavo.

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Martínez estaba harto de la conversación, harto de la manera de hablar de Moreno, con su aire

socarrón y despectivo. Se imaginaba al cristalero como si le cayera la baba a cada palabra que

pronunciaba y sentía el impulso de darle un bofetón para que se callara.

Su sentido del deber lo obligó a seguir un rato más:

“Pero todo esto no le impide de cumplir con su trabajo y, por lo visto muy bien”

“Eso es verdad, pero sigo pensando que es raro”

“Bueno le doy las gracias, señor Moreno, y le pido disculpas por la interrupción de su trabajo”

“Estoy a su disposición comisario” Moreno había recobrado animo, pero Martínez con cara seria se

despidió.

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Ocho

Al comisario le caía mal a Moreno. Le parecía un hombre de esos pegadizos que nunca caminan a

tu lado sino un poco torcidos para poder hablar al oído, o sea un chismoso, no hay cosa peor que un

hombre chismoso y su manera de articular las palabras como si tuviera prisa de acabar lo

fastidiaban. Pero se impuso de no pensar demasiado en las apariencias, a lo mejor era una simple

impresión.

Los colores de la ciudad advertían que pronto empezaría a oscurecer y a pesar que seguía haciendo

frió, Martínez quiso aprovechar de la atmósfera gris, acogedora para él, que estaba envolviendo

todas las cosas y todo habría tenido una nueva imagen comparada con la luz del día. Se dirigió

hacia el parque Pignatelli. Las farolas todavía no estaban encendidas, subió, despacio, por las gradas

anchas y polvorientas, gozando de la grandiosidad de los arboles y del verde oscuro del prado a la

izquierda donde destacaban troncos blancos de chopos, quizás, más resplandecientes aún, por el

acercarse de las sombras del atardecer. Los pinos, en dos hileras, formaban como un túnel y parecía

que se abrazaran, tanto cruzaban las frondas los unos frente a los otros. Quedaban pocas personas

que transitaban hacia la salida.

Cada investigación que empezaba tenia momentos difíciles en que él se preguntaba que vía tenia

que recorrer y no le salia nada convincente. Le faltaban algunos cabos sueltos del asunto, la familia

de Clara, los inquilinos y las amistades de la chica. Lo único que había aclarado era que los vecinos

no soportaban a Sagarra, posiblemente porque era diferente que los demás y esto siempre asusta a

las personas que se creen normales. El cristalero Moreno un chulo de poca monta. Las dos familias

eran procedentes de Ejea.

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Después del resumen mental de la situación volvió sobre sus pasos para dirigirse en Sagasta e ir

directamente a la comisaria por si sus colaboradores traían algo nuevo. Leyó sin mucho interés el

informe del departamento de la científica. Lo que estaba claro era que no se encontró el arma del

delito, un objeto compatible con algo pesado, a lo mejor con lados cortantes, como un grande

cenicero, un trozo de tabla, la culata de una pistola de gran calibre, un martillo grande. Y, hecho

extraño, encontraron algunos leves rasguños en el cuello, podría ser que, el asesino o alguien que

estuvo allí antes que llegasen los policías, le hubiera quitado con fuerza una bufanda de seda que la

chica tenia doblada alrededor del cuello. Particular este, que lo hizo pensar, sin llegar a ninguna

conclusión satisfactoria. Pero lo intrigaba, a pesar de toda la confusión el asesino había dejado o

mejor quitado algo de la victima. Para qué? Quería un macabro recuerdo? Si fuera una bufanda, en

el caso que la encontrasen, podría relacionarse con él. Entonces porqué quitarla. Un gesto instintivo

de menosprecio? Todos pensamientos que, de momento, no le aclaraban nada.

Encontró primero a Morales que le dijo que pudo hablar solo una rato con el medico del tercero

porque trabaja en el hospital Servet y el día y a la hora del asesinado estaba asistiendo a una

operación en el quirófano. El arquitecto seguía estando en Japón por un viaje de estudios.

“Vaya trabajo que te ha tocado Morales! Estarás cansado, ven siéntate aquí conmigo” Martínez se lo

dijo con la sonrisa, señal que la tensión entre ellos se estaba aliviando.

“Y tu compañero Suelves ha sacado algo de la vida de Moreno?”

“Sí, seguramente, luego le dirá él. Yo mientras tanto he ido a controlar la vida de los padres de la

chica. Están destruidos por la muerte de la única hija, he podido hablarles un rato pero es una pena.

Me han dicho que han vivido muchos años en Ejea, una familia unida. El padre trabajaba como

transportista y la madre, a parte la casa, cuidaba un terreno bastante grande con la ayuda de algunos

obreros, que contrataban según las temporadas.

“También Sagarra es de Ejea, que se dice de las dos familias?”

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“Se conocían muy bien y eran amigos. Sagarra se quedó huérfano de padre cuando era niño y, desde

entonces, la amistad entre los dos grupos se consolidó”

“La gente tiene un buen recuerdo, sobretodo de la familia de ella, dicen que la madre era muy

generosa y simpática. Corría ya el rumor que Sagarra era un tipo raro. Pero algunos que he

escuchado no le daban mucha importancia, decían que era muy tímido y que dependía de la muerte

del padre y la actitud protectora de la madre.”

“Algún acontecimiento particular que te hayan contado?”

“No, diría que los que lo conocían insistían diciendo de su timidez y que no salia mucho con los

amigos. Un chico estudioso. He hablado también con un amigo suyo del colegio.

Un hombre, compañero suyo en el bachillerato, dice que sin embargo era muy tímido, inteligente y

cuando tenia que decir una cosa, la decía, también con las mujeres. No era, como se dice un ligón,

pero si una persona le gustaba no se escondía”

“O sea que raro pero no tanto como para sentirse bloqueado, es así?”

“Por lo visto si”

“Muy bien Morales, quiero escuchar a Suelves y luego os diré que hacer. Tengo una media idea que

se me está avanzando en la cabeza”

Antes de que llegara Suelves con noticias sobre Moreno, Martínez echó, otra vez, un vistazo

superficial a las relaciones del Forense y a la del director de la científica. La chica había muerto por

un fuerte golpe a la cabeza entre las seis y las siete de la mañana. Por lo que se refería a las huellas

encontradas en el cuarto, no había remedio por la grande cantidad de agua echada para la limpieza y

la presencia de rastros recientes de la madre de Sagarra y de Moreno.

Es el turno de Suelves relatar al comisario sobre Moreno. Entra en el despacho despeinado como

nunca, tanto que Martínez no puede que reír:

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“Pero te has visto el pelo, que te ha pasado?”

“Pues nada, es que el viento me electriza el pelo y no hay manera de arreglarlo. Por lo que se

refiere a Moreno, vive con su mujer en el piso que está arriba del taller, es un hombre como

muchos, un trabajador, la familia dividida, un hijo difícil, algunos problemas con la justicia y a él no

le importa un pimiento”

“Anda, a mi me encanta hablar contigo, porque tienes la capacidad de que lo complicado se vuelva

fácil. En cual estadística has comprobado tus consideraciones para decirme que es un hombre con

una vida normal?”

“Bueno, no he dicho normal, he dicho como muchos. Quería decir que por lo visto se da el aire de

ser un chuleta, pero en realidad si lo es, es un tipo que es poca cosa”

“Empezamos con orden, dejamos en paz lo del trabajador. Problemas con la justicia de que tipo?”

“En juventud la tentativa de robo de un coche, pero no lo condenaron porque era menor y su padre

la arregló con el propietario del coche. Luego, a los veinte y cinco una condena por una pelea a la

salida de un bar, una discusión entre borrachos por una chica”

“Lo de la familia dividida, en que forma, me lo dijo él directamente, o sea vive con su mujer pero es

como si no estuviera”

“Ya, me pregunto yo, porqué no se separan y ademas dicen que discute mucho con ella y que la

pega. En cuanto al hijo, no he podido averiguar todo lo que habría querido, pero he sabido que vive

con los abuelos en Ejea, trabaja poco y cuando se encuentra con su padre hay discusiones

tremendas, por eso que el hijo prefiere estar lejos de él”

“Una familia modelo, la típica española eh, Suelves!”

“No he terminado. Moreno tiene una amante y se encuentra con ella todas las semanas. Diría que

resumiendo es todo”

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“No quiero seguir bromeando, has hecho un buen trabajo chico. A este punto me pregunto, tenemos

algunas personas “normales”, mejor dicho como muchos, con el pequeño daño colateral que entre

ellos hay una chica joven muerta asesinada” lo interrumpió Suelves

“Yo no quería decir...”

“Espera, tu no has dicho nada malo. Nosotros, los policías, estamos, a menudo, a contacto con la

parte de la sociedad que tiene problemas y que da problemas, por eso que, a veces nuestro trabajo es

pesado y parece inútil. Decía que estaba considerando que los que parece los que estén

relacionados con este homicidio provienen de Ejea, entonces la pregunta sencilla es: tendremos que

buscar allí la origen del drama? Vosotros que opináis?”

“No sabría que decir, claro está que los rencores duran mucho tiempo, a veces toda una vida” dijo

Suelves con el consentimiento de Morales

“Pero tengo otra noticia que puede ser que sea relevante”.

“Y la dejas por ultimo?” le riñó Martínez

“No es eso, la verdad es que me deja perplejo” hizo una larga pausa que Martínez no quiso

interrumpir.

“He encontrado un ex colega del padre de Clara, este era transportista también él. Me contó que,

hace muchos años, el padre de Clara tuvo un hijo fuera del matrimonio”

Literalmente Martines y Morales se quedaron maravillados mirándose fijos a los ojos.

“Vaya, vaya, estos campesinos” dijo Martínez arrepintiéndose enseguida de la ironía.

“Se sabe quien es?”

Suelves se tomó una pausa para saborear el placer por la curiosidad producida en el jefe y en su

colega y luego contó todo lo que había averiguado.

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“En realidad no se conoce o la persona que me lo confió, aseguró que no lo conocía. Parece que

haya sido el fruto de una aventura juvenil y que el padre de Clara ni lo haya contado a su mujer.”

“Un buen trabajo, pero esto nos servirá si van a hacer los análisis del DNA sobre el cadáver de

Clara y si encuentran huellas desconocidas. De todas formas nosotros no estamos desprevenidos si

se mueve el juez. Yo voy a poner el descubrimiento en mi relato que entregaré hoy por la tarde”.

“De momento diría que tendríamos que hacer esto.

Vamos a perseguir los dos hombres durante cuarenta y ocho horas o lo que haga falta, yo creo que

no se lo esperan. Tiene que ser una vigilancia muy discreta y pondría bajo control también a

Evaristo Sánchez. Por lo tanto nuestro blanco sería: Sagarra, Moreno y Sánchez”

“Quien es este Evaristo Sánchez?”

“Ya, tu no sabes nada, se encargó Morales del asunto. Es un poco largo de explicar, te lo contaré

mientras vamos juntos a ver a una amiga de la pobre Clara. Me espera en el Rincón de la Abuela. Tu

entras conmigo, tomamos algo y te marchas para coordinar lo del control de nuestros hombres”

Martinez y Suelves se encaminaron los dos hacia El Rincón de la Abuela que queda en una esquina

del pasaje entre Sagasta y Damas. Durante el recorrido y parándose varias veces, Martínez le contó

a Suelves lo de Evaristo y de la visita de sus familiares en un encuentro al limite del absurdo. Por

escrúpulo quería que fuera controlado para saber algo más del hombre y añadió que, de paso, no

sería una mala idea ir a ver a los familiares.

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Nueve

Al final entró solo en el pub, Suelves prefirió marcharse. A esa hora de la tarde, por el color de los

muebles del interior, parecía que el local estuviese siempre en penumbra, un sitio donde estar

tranquilos, pensó Martínez y, como no había mucha gente, se acercó a la única mesa donde estaba

una chica sola, con delante un vaso de coca cola. Una mujer morena con el pelo largo, la boca bien

proporcionada con labios llenos y rojos. Los ojos grandes, le parecían tristes, de un color oscuro

profundo que se fijaban siempre más allá del objeto que le estaba cerca, aunque tuviera de frente

una persona, jersey negro encima de una camiseta blanca. Una chica guapa, se dijo.

“Soy Martínez, María Pilar supongo!”

Le tendió la mano fina con una sonrisa acogedora, lo invitó a sentarse con su mirada que le resbaló

en sus mejillas y le pidió si iba a tomar algo. Al comisario le gustó la manera segura de la chica y

pidió un cortado.

“Lo siento mucho por su amiga, me han dicho que eran muy ligadas, una larga amistad”

“Gracias, nos conocíamos desde el colegio y estuvimos juntas hasta el bachillerato y el haber ido a

la misma escuela nos unió mucho. Compartíamos tantas cosas. No me explico que no esté aquí” se

emocionó al recuerdo de su amiga

“Cuando vio por ultima vez a Clara? Habéis hablado de algo que la inquietaba?”

“Le hablé por teléfono el día anterior del... “ no pudo pronunciar la palabra asesinato

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“Lo siento comisario, ahora me recupero. Hemos hablado de las cosas de siempre, nada de

importante, del trabajo, que habríamos hecho el fin de semana. Estaba tranquila como siempre, me

habló que al día siguiente habría ido a la oficina temprano porque tenia que preparar un trabajo

urgente. Nada más.”

“No le pareció que quisiese ocultarle algo o decirle algo?”

“No en absoluto, me habría dado cuenta y se lo habría preguntado yo”

“Tenia amigos de esos pegajosos que quieren ligar con chistes y tonterías, que ella rechazaba, o

alguien que no la quería?

“Bueno últimamente no. Sabe comisario que las chicas, a menudo tienen que guardarse de las

presiones de algunos, estamos en un mundo donde la mujer, a pesar de que digan lo contrario, es

todavía una persona de segunda serie” Martínez se dio cuenta que la chica era una persona

inteligente y no hacia falta sacarle las palabras sobre el tema

“Usted comisario a que categoría pertenece? A los que odian a las mujeres o a los que las aman?

Porqué si se fija en las noticias de la tele, en las revistas y ahora también en los periódicos, se ve

que la mujer sigue siendo un objeto. Algo bonito que hay que mirar, del que hay que satisfacerse.

Creo que las mujeres no lo merecen todo esto”

Martínez no se esperaba que la mujer sacara un tema tan importante y con tanta pasión. No pudo

tener la certidumbre si le hizo la pregunta, citando el titulo del libro, best-seller mundial, 'Los

hombres que odiaban a las mujeres' de Stieg Larsson, entonces sonriendo le dijo:

“En realidad he venido aquí a poner preguntas y no a contestar a cuestiones de sociología, no me lo

esperaba. Pero le digo que comparto, en parte, su opinión, creo que el tema nos llevaría mucho

tiempo y no lo tenemos, quizás otro día”

A Martínez, por un rato, tuvo la sensación de haber sido demasiado cortante con la mujer, sin

permitirle que continuara con su afirmación profunda y seria.

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Por otra parte, mirándola a la cara y desconcertado por su belleza, se dijo que hacía un trabajo que

no preveía consultas psicológicas.

Al contrario, MP ni se inmutó por el corte recibido, continuó mirando a Martínez a la cara y

prosiguió con su cuento:

“En el pasado, hace cuatro o cinco años, Clara tuvo una experiencia muy dura, que la afectó

mucho”

“Con un chico supongo?”

“Sí, se enamoró de un chico un poco más mayor que ella de algunos años entonces. Yo lo conocí,

creo en dos o tres ocasiones , ella estaba perdida detrás de él, por una temporada.

A mi nunca me ha convencido y lo dije a Clara.

Pero como era un chico bastante guapo, siempre alegre y nada tímido. Un tipo que gusta a las

mujeres, porqué se sienten protegidas, Clara me riñó cuando le hablé de mis dudas. Entonces me

callé y no volví a decirle nada. Fíjese que lo invitó también a su casa a conocer sus padres.

Al comienzo era muy simpático, como le decía, seguro de si mismo, sabia siempre donde ir a

divertirse. Pero luego algo cambió, me dijo ella que se había vuelto agobiante, quería verla a cada

momento, cuando le daba a él la gana. La llamaba mil veces al día. Hablaba del porvenir con ella,

cosas que a Clara le parecían fantasías. Total que se asustó, ya no era una relación dulce y romántica

sino un peso. Pronto se apoderó de ella el miedo, no sabia como dejarlo tanto era agobiante”

“Entonces que hizo? La llamó a usted”

“Me llamó a mi, claro, para convencerme a que saliéramos los tres juntos, para que le echara una

mano.

Me consideraba como su hermana mayor a la que pedir consejo a la que apoyarse en las

dificultades. .

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Ese día de la salida juntos, lo pasamos muy mal, pero entre las dos se lo dijimos, le explicamos la

situación, osea que Clara no quería sentirse empeñada con él.

Al final lo logramos y el ex novio de Clara se fue muy enfadado. Nos dejó allí en el local donde

estábamos y tuvimos que volver a casa en autobús”.

María Pilar, a conclusión dijo suspirando: “Fue todo un éxito....”

Era una frase sin importancia que se quedó grabada en la cabeza de Martínez. En ese momento no

le hizo caso, pero más adelante, en los momentos en que la investigación quedaba estancada la

recordaba de manera insistente.

Continuó MP con su voz suave:

“Después de ese encuentro me quedé con un cansancio raro encima pero estaba contenta por haber

logrado salvarla y quería descansar y me dije: Ha sido un gran éxito........ ”

“Una relación acabada mal que la dejó echa polvo”. Afirmó el policía.

“No solo eso, la cosa no terminó. Creo que durante un mes no la llamó y nosotras íbamos hablando,

de vez en cuando, de ese tipo, lo juzgamos raro y casi loco. Recuerdo que Clara me dijo que había

sido una suerte haber interrumpido la relación. Una tarde, me acuerdo todavía la hora, sobre las

ocho y media, el chico ese la llamó a casa, diciéndole que estaba en un bar cercano.

Clara se puso con miedo porqué le hablaba como un loco, como si la relación no hubiese terminado,

que quería verla enseguida porque tenían que hablar.

Ella se asustó tanto que fue su padre a amenazarlo, por teléfono, de llamar a la policía. Total que al

final se fue. Todo esto me lo contó algún tiempo después.“ Pilar hizo una pausa para tomar un sorbo

de coca cola

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“Al día siguiente se supo, por el periódico, que el tipo lo arrestaron la misma noche con la sospecha

de asesinato. Él, junto con un compañero, mataron a una chica y la quemaron, o sea intentaron

quemarla dentro de un bidón donde se mete el petroleo”

“Sí, me acuerdo. Hizo mucha sensación porqué ocurrió en pueblo cercano a Lleida” contestó

Martínez

“Desde entonces Clara tuvo como un bajón y un rechazo hacia los hombres. Se sintió muy

avergonzada por haberse equivocado en el conocimiento de ese chico”

“Vaya experiencia, puedo imaginarme como estaba. Pero eso es un episodio que seguramente la

trastornó, mas no tiene nada que ver con el asesinato, porque el chico ese sigue en la cárcel”

“He querido contárselo para que se haga una idea de quien era Clara, no era una mujer ligera, hacía

sus errores y los pagaba”

“Otras cosas más recientes que recuerde?” insistió Martínez

“Clara vivía una vida normal, con todos los riesgos a que están sujetas las mujeres. Hubo un hecho

de menor importancia que pero la fastidió mucho. El hombre que trabaja a lado de su oficina, el

cristalero, un día la siguió hasta dentro la escalera del edificio donde trabaja y se puso a abrazarla,

intentando besarla y apretándola a él. Clara tuvo la fuerza de escapar a su despacho y la cosa

terminó allí. Creo que su padre, otra vez, fue a hablar con el tío ese y no hubo más molestias.”

“No lo denunció? Cuando ocurrió?”

“No lo denunció porque juzgó que fue suficiente el susto que le dio su padre. Creo que haya

ocurrido,más o menos, hace seis meses” de repente Pilar, casi con molestia, añadió, como si pensara

por si misma.

“por otra parte Clara era una chica muy estricta, quizás demasiado, hoy en día es difícil llegar

virgen al matrimonio”

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Martínez no le hizo caso y continuó:

“Nadie que pueda haber tenido rencores hacia ella por otras cuestiones, celos, envidia, alguien que

tuviera problemas con la familia”

“Nadie, en absoluto. Se lo digo con certidumbre porque las dos eramos como hermanas. No puedo

yo misma explicarme una muerte así” se puso a llorar sin ruido intentando de contener las lagrimas,

sin lograrlo. El comisario le acarició las manos y poco a poco se recuperó. En ese momento trinó el

móvil de Martínez.

“Ya......, sí entiendo, …... has hecho bien..... donde está...y los médicos....bueno gracias”

María Pilar lo estaba mirando con los ojos abiertos como si se esperara algo feo.

“Han ingresado el padre de Clara por un ataque de corazón, está en el Miguel Servet”

La chica se puso las manos a la cara por unos largos segundos y una vez quitadas, Martínez vio

como un cambio en la mirada de María Pilar, nada de lagrimas, sino una expresión muy dura, de

rabia y duelo interior juntos que la envejecían.

“ Me lo esperaba algo parecido. Se querían muchísimo. Se lo ruego comisario, intente capturar al

asesino. Es un drama horrible. Tendré que ir a verlo. Pero supongo que ahora sea mal momento. Iré

a casa de su mujer. No a lo mejor ella está aquí, pues iré mañana”

estaba muy agitada y le temblaban las manos. Martínez quería ayudarla pero sabia perfectamente

que tenia que desahogarse, tenia que acostumbrarse a la idea y esto necesitaba tiempo y palabras.

“Lo siento, he preferido decírselo, sin que recibiera otro golpe nada más llegar a casa”

“Ha hecho bien comisario, se lo agradezco y, a lo mejor, no es tan grave y puede que supere la

crisis”

“Espero que sí. Quiere que la acompañe a casa?”

“No gracias, tengo el coche, no hace falta que se moleste”

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Se despidieron en silencio. Martínez se quedo un rato mirándola alejarse hacia el aparcamiento de

damas y pensó: “una mujer fuerte”.

Poco después el policía hubo un pensamiento, que intentó borrar sin lograrlo. Le vinieron a la mente

todas las mujeres que nunca aparecerían en la portada de las revistas y que pero eran ellas que,

obrando en silencio, permitían que el mundo siguiera por delante. No era exagerado, tenían que ser

un ejercito, de madres y de esposas que sujetaban las riendas de una sociedad que se había vuelto

idiota a pesar de tanto orgullo masculino. El pensamiento, desagradable, pasó a ser recuerdo donde

entraron su madre y su mujer que habían contribuido a que el pequeño mundo a su alrededor

creciera. Habían obrado sin que nadie las obligase, un trabajo gratuito, sin ruido, sin artículos de

periodistas con las tripas llenas. Fue observando a su madre que decidió entrar en la policía. Otro

trabajo que necesita silencio y a menudo recibe el menosprecio de muchas personas honradas, pero

tan necesario como la luz del día.

No se trataba de pensamientos relacionados con María Pilar, no era un juicio sobre ella, mas bien

era una síntesis que le ocurría a menudo cuando tenía un dialogo cara a cara y abierto con una

mujer. A menudo iba allende del significado estricto, porque le salían preguntas a las que no sabía

contestar a pesar de que fueran tan sencillas y básicas:

“hombre y mujeres, porque?

Porque tanta lucha entre los dos sexos? El contraste de la atracción?

Porque con el pasar del tiempo las diferencias se pierden entre los dos?

Cuando aparece la verdad de la mujer en su esencia, durante su juventud o cuando es mayor?

Empezó también a sentir la frase de MP que le había afectado hace poco mientras conversaban y

que tendría que sentir silenciosamente, varias veces, en su cabeza: “Había sido todo un éxito....”

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Diez

Los periódicos seguían martilleando sobre el asesinato en pleno centro, ironizaban sobre los testigos

“limpiadores” y la policía fuera de juego. A Martínez no le afectaron muchos los comentarios de los

periódicos, porque, por una parte, tenían razón, lo que lo molestaba en serio era la forma irónica

que habían elegido, todos, para hablar del suceso. Cada uno tiene sus responsabilidades, pensó,

pero le daba rabia leer algunos reportajes como si se tratara de la isla de los famosos, o sea

estuviesen comentando sobre la basura. Estos no lo entendían, aquí estaba en “juego” la vida y los

sentimientos reales de algunas familias, dolores, ansiedades, horror, insomnio, le parecía poco

correcto tratarlos como un espectáculo. Inevitablemente pensaba al rumbo cogido por la sociedad

de hoy que no le gustaba nada.

Suelves persigue a Sagarra. Sábado, en enero. Día soleado, estupendo, se empiezan a advertir los

colores mejores del invierno aragonés. Cielo despejado, amarillo naranja en el aire, azul en las

sombras y verde azul en algunas calles. Sagarra sale en coche, de su garaje, lento y tranquilo.

Camino de las Torres, paseo Cesario Alierta y dirección carretera de Castellon. Después de unos

kilómetros vuelve hacia la ciudad y se mete en las callejuelas del barrio las Fuentes. Aparca en una

bocacalle de Emilio Castelar y se va andando para llegar a la calle Luis Braille, toca al timbre del

numero xx 4B y entra. Allí vive una mujer de nombre Nelly Fernández.

“Hola Juan, por fin has venido, estaba preocupada” se abrazan y se besan con ternura

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Sagarra se quita el abrigo y lo pone en un perchero con un movimiento para él habitual,

acostumbrado al ambiente.

“Lo siento de haber venido antes, pero he pasado unos días muy malos y la noche me cuesta dormir.

Lo que me daba animo era el pensar en ti” otra vez se abrazan

“Quieres un café Juan, acabo de hacerlo”

“Se toman el café sin decir una palabra, saboreando más bien el ambiente que el liquido negro

humeante con un poco de crema marrón encima. Sagarra estaba relajado, sentado en el sofá con a

lado su querida que, de vez en cuando, lo miraba de reojo mientras llevaba la taza a los labios,

quizás intentaba de adivinar lo que le pasaba en la cabeza, aunque ella estaba segura que nunca

hubiera podido cometer un asesinato. Nelly es una chica latina, bastante guapa, con el pelo moreno

y rizado, el color de la piel que recuerda el chocolate, bajita pero bien proporcionada, los ojos

negros como perlas, móviles y amistosos. Una persona que daba sosiego. A Sagarra se le notaba el

cambio con respecto a los días de interrogatorios, ya no tenia esa actitud que lo hacía parecer

leñoso, estando a gusto y más relajado, esos “defectos” menguaban casi a desaparecer del todo. La

mujer tenia una chispa en los ojos por la que se adivinaba que lo quería y estaba contenta de tenerlo

a su lado. Sagarra tampoco disimulaba su cariño, le cogía la mano y a veces apoyaba la cabeza en

su hombro en la espera que lo acariciara.

“Sabes Nelly, estos días he pensado que habría sido mejor que me fuera a encontrar a la pobre

Clara”

“Como se te ocurre decir eso, es un pecado grave y estoy yo para ayudarte. No lo repitas mas, me

darías un dolor demasiado fuerte. No seria justo de tu parte”

“Lo sé que tienes razón, pero he sufrido mucho y sigo sufriendo por las miradas y los comentarios a

escondida de los vecinos, de la gente, de los periódicos. Que puedo hacer si soy así? Soy como los

otros, sufro aunque parezca que las cosas no me toquen. Si tengo algo diferente, si no soy guapo,

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que culpa se me puede dar? Porque no me dejan en paz.” le salieron unas lagrimas, en silencio, por

el desahogo

“Juan, cariño, tienes un momento de bajón, todo el mundo o por lo menos las personas sensibles

estarían como tu. Es un momento muy duro y juntos lo superaremos”

“Si almeno podríamos vivir en el mismo piso. Por culpa de mi madre estamos sufriendo los dos.

Pero cuando acabe esto, tomaré una decisión”

“Tu sabes que no te apremio, mi deseo es de estar contigo, pero al mismo tiempo no quiero que

tengas enemistad con tu madre. Creo que poco a poco comprenderá”

“Tendrá que entenderlo a las buenas o a las malas. No es posible que siga sufriendo yo porque, si no

me tiene a su lado, se encuentra mal, ya ha terminado el tiempo en que era un niño”

Nelly se le acercó más para que notara el calor de su cuerpo, no quería insistir con el problema de

su madre.

“Que te dijeron a la policía? Tienen alguna pista, algunas ideas?”

“Pues, no lo sé, no me dijeron nada. Me trataron bien y de todas formas yo he dicho lo que sabia, o

sea nada. Sabes como van estas cosas, pero tuve una buena impresión, aunque creo que no tengan

nada concreto en mano y más retrasan a resolver este caso, más crecen las complicaciones. Hay

también que el padre de Clara está ingresado en el hospital, por un ataque de corazón”

“No me digas!” lo interrumpió Nelly, mirándolo con los ojos abiertos

“Encima esto. Estoy pensando a la pobre mujer, lo que está sufriendo”

“Ya, es una preocupación fuerte. Era un buen hombre el padre de Clara, es una buena persona.

Espero que pueda salir de esta” se quedaron un buen rato en silencio, apoyados el uno a la otra,

tanto que a Sagarra se le cerraban los ojos. Nelly, por su parte, no lo molestó porqué veía que estaba

relajado y podía descansar. Ella se sentía su pareja y nada de las criticas a su hombre la afectaban en

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absoluto. Acercándose la hora de la comida, se quitó despacio de a su lado y le puso una manta fina

encima para que no se enfriara. Sagarra se había dormido. Se fue a la cocina y preparó algo rápido,

lentejas y filetes de gallo empanados. Con los olores que flotaban en el aire Sagarra se despertó,

había pasado casi una hora sin que se diera cuenta. Tenia un sosiego que hacía tiempo que no lo

sentía y con una sonrisa de agradecimiento se acercó a la mujer para abrazarla en los hombros.

Luego se sentaron y comieron con gusto hablando de cosas sin importancia. Después del café, otra

vez juntos en el sofá a mirar el telediario. Un día tranquilo, un sábado sin grandes pasiones pero

disfrutado en todos sus momentos.

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Once

Morales persigue a Moreno. Viernes, enero 2012. Un día gris por la niebla que abriga la ciudad.

Caen unas gotitas de lluvia fría. La ciudad y los edificios se esfuman hacia arriba desapareciendo en

la ausencia de cielo. Parece que el gran mecanismo que mueve los transeúntes tenga un ritmo más

lento, las perspectivas de las calles están como borradas, resaltan en ellas las manchas de rojo

apagado de los autobuses que marcan con su estela los carriles. Los arboles, parados como nunca,

con las hojas inmóviles escondidas en el gris pálido y húmedo.

Moreno sale de prisa de su taller para meterse en el coche que tenia aparcado delante de los

escaparates, casi no quisiera que lo vieran disfrazado de joven chulo. Parka de piel negra

desabrochada, vaqueros muy ceñidos para que se viera bien la forma de la apéndice que tienen los

machos, gomina en el pelo que le había creado un copete vertical, parecido al plumaje que levantan

algunos pájaros para llamar la atención de las hembras. Ridículo sin que él mismo lo supiera.

Arrancó a toda prisa en dirección Sagasta, para luego torcer en De Cuellar y aparcar, casi enseguida

en Julián Carcés.

Salió del coche corriendo, por el frió, y entró en un edificio a lado de una gasolinera.

“Anda, te has acordado de mi?” fue el saludo que le dio una mujer rubia teñida al abrir la puerta

“Ya estoy nervioso con lo mio, deja la ironía” contestó Moreno que se fue directamente a instalarse

en el cuarto de estar y encendió la tele

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La mujer se quedó callada y por un rato no supo que hacer y que decir. Era una mujer bastante

llamativa, pelo rubio, el color de la cara un poco bronceado, signo que iba a sesiones de salón de

belleza, ojos mansos y labios finos. A la apariencia una persona tranquila.

“Me apetecería un café, podrías prepararlo” le dijo Moreno, de manera que la mujer se quitó el aire

de incertidumbre en que se había quedado por las palabras de su amante.

Moreno se toma el café mientras que su amante está todavía sirviendo lo suyo, luego ella se sienta a

su lado y se queda silenciosa mirando la tele.

“Ese comisario me está hartando, con su manera de ser superior a los demás” suelta Moreno con los

ojos fijos en la pantalla

“Ha venido a hablarme en mi taller. Si vienen a preguntarte algo tú no sabes nada”

“que tendría que saber yo? “

“Pues, nada claro, pero sabes como hacen estos, te preguntan una cosa, luego otra y terminas por

contarle tu vida”

“Yo, nosotros no tenemos nada que esconder, buenos somos amantes. En esta ciudad habrá millares

como nosotros”

Antes de seguir hablando, Moreno se lo pensó bastante rato y luego se decidió

“Hace unos meses tuve un pequeño incidente con la chica. No se que me ocurrió ese día, total que

la seguí por las escaleras, le levanté la falda y la abracé”

“Eres un cerdo. No me puedo fiar de ti, te metes con las chicas” le gritó la mujer asqueada

“Ha sido una cosa de nada que terminó allí. Ella no quiso saber nada, la toqué simplemente y nada

mas. En vez de ayudarme, me gritas como una loca”

Moreno estaba incomodo delante de la mirada inquisitiva de la mujer, como si sus ojos intentaran

escrudiñar sus escondrijos más profundos del alma. Pero según su teoría, actuada muy a menudo en

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su vida, un hombre delante de una mujer tenia que mentir, mentir también contra las evidencias,

porque las mujeres no podían entender las necesidades de los hombres y, según cuanto establecido

por la naturaleza, las hembras siempre estarían sujetas al macho.

“Eres tu el asesino! Me estás mintiendo, la has matado tu” le dijo con terror y una inquietud que la

hacían palidecer. Moreno soltó una carcajada nerviosa:

“Si fuera yo, te lo diría así como un idiota?. Ven aquí” La abrazó y la besó con fuerza, sin una

verdadera pasión. La chica se dejó caer en sus brazos. Poco después la levantó y le dio la vuelta

para que se apoyara a la mesa del comedor, la mujer obedeció, le levantó la falda y se le apoyó con

furia, sujetándole, con la derecha, la espalda. Duró unos minutos, luego se dejó caer en el sofá y se

abrochó la bragueta. Su amante esperó un largo rato apoyada en la mesa, tal como estaba, luego le

dijo, con voz cortada:

“Y esto que ha sido? Porqué lo has hecho? No ha sido hacer el amor!”

“No, no ha sido nada, pero te ha gustado verdad?”

La mujer se fue a otro cuarto y cuando volvió se sentó en el extremo del sofá. Tenia la mirada

pensativa con los músculos tensos del rostro, no dijo una sola palabra mas. El otro se meció un vaso

de coñac que tragó de un sorbo y luego otro vaso que mantuvo en la mano, moviendolo y

acercándoselo de vez en cuando a los labios. Al fin cerró los ojos y se adormiló. Su amante seguía

mirando la pantalla de la tele y le caían dos lagrimas que le resbalaron en las mejillas sin que ella

hiciera algún movimiento.

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Doce

Los hombres y las mujeres de las previsiones del tiempo habían previsto para hoy un cambio

general considerable, temperatura baja y posibilidad de nieve. Todavía el cambio no se había

manifestado y Martínez se sintió contrariado y defraudado de algo. Ya la noche anterior, cuando vio

y escuchó las previsiones, saboreaba la idea de levantarse con frió y nieve, de estar en un invierno

nórdico, abrigado con parka de piel pesada, botas a los pies y volverse hacia atrás para mirar sus

huellas en el suelo. Su deseo infantil, de ver las calles blancas y los copos caer lentos en el silencio

irreal que a menudo procuran las nevadas, había sido borrado.

“Es igual” se dijo “contra el tiempo no hay que quejarse, iré a por un café doble al Estoril”.

Martínez entra en la comisaria, pero sin meterse en su despacho decide de ir a visitar Evaristo a

Ejea. Toma su coche sin avisar a nadie. Le cuesta más de una hora y media para llegar al pueblo.

Antes de ir a buscar un bar para desayunar algo, va al centro de salud a encontrar a un medico, viejo

compañero, que trabaja allí. Tuvo que esperar un buen rato porque el amigo estaba visitando,

cuando abre la puerta de la consulta, el médico, antes que Martínez fuese a su encuentro para

saludarlo, se acerca al despacho donde está la enfermera y le dice:

“Enfermera, tengo una llamada urgente, una visita. Las personas que están aquí, si quieren

esperarme, bien, sino mañana, por favor hágase cargo de comunicárselo”

Los dos salieron juntos del centro de salud y se dieron la mano calurosamente.

“Qué te lleva por aquí? Alguna investigación?”

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“Bueno, en realidad sí. Este viaje lo hago más por escrúpulo que para sacar algo concreto. Veo que

tienes muchas consultas”

“Pues, depende de los días. Pero, dime, puedo hacer algo en concreto para ti. No creo que hayas

venido simplemente para saludarme”

“Pero en este sitio no se bebe, no se toma nada?” dijo en broma Martínez

“Que sí, hombre, ven, vamos al sitio donde como habitualmente y te invito a lo que quieras”

Se sentaron a una mesa y el dueño y las camareras conocían perfectamente al medico y por el trato

parecía uno de casa.

Jamón serrano y tortilla fue el desayuno y el almuerzo para los dos. Cuando Martínez hubo

tranquilizado sus tripas, le preguntó a su amigo J. Antonio:

“Conoces a un tal Evaristo Sánchez, tiene un hermano mudo y por lo visto tienen muchos bienes en

esta zona”

“Anda, Evaristo, aquí todo el mundo lo conoce y lo quiere, no es que sea cuerdo del todo pero es

muy simpático cuando va a los bares. Te cuento lo que me han dicho a mi, yo lo he visto muy pocas

veces. El hermano es mucho más reservado, aquí, en el centro ciudad, viene muy poco y al centro

de salud, creo que lo veo una vez al año.”

“Por lo que me dices han venido a tu consulta. Que te parece, son locos, son peligrosos, son

violentos?”

“Es difícil que pueda decirte algo definitivo desde el punto de vista medico. Cuando los he visto yo

me parecían personas normales. Me contestaban a todas la preguntas que les hacía, en manera

correcta y eran respetuosos. Nada de particular. El hecho que son un poco raros lo deduzco por lo

que cuentan los vecinos y nada mas. Hubo una pausa entre los dos, a lo mejor un momento de

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inquietud porque no se veían desde hace tiempo, cada uno se puso a mirar hacia el vacío a su

manera. Pero fue solo un momento.

El médico soltó:

“Ah, por cierto, si vas a ver a este Evaristo, ten cuidado porque, dicen, que se cree un agente del

F.B.I.” se pusieron a reír los dos con gusto.

“Lo tendré en cuenta. Pues, te dejo a tus “enfermos” te he quitado demasiado tiempo”

“No lo digas ni en broma, ha sido un placer. A lo mejor nos vemos en Zaragoza algún día”. Se

saludaron con verdadero placer y cada uno tomó una dirección distinta.

Martínez prosiguió con el coche en la carretera principal y luego cogió un desvío que lo llevó a otra

carretera mas angosta sin asfalto que recorrió toda, yendo despacio al fin de que no chocaran

demasiadas piedras debajo del coche, para llegar a una torre blanca y bien cuidada, medio tapada

por arboles. Bajó del coche y recorrió la corta senda hacia la verja. Un camino bonito bordeado de

una tapia gris donde caían colgando ramas entrelazadas de una viña antigua. En la esquina de la

senda, que continuaba hacia la derecha, se erguían dos chopos del tronco enorme, parecían gigantes

alegres y fuertes como si fueran las guardias de la finca. El grande tronco no impedía de apreciar la

sanidad de las ramas, proyectadas rectas hacia el cielo esfumándose cerca de la cumbre. Parecían

dos gemelos con la corteza blanca resplandeciente como una coraza.

Llegado delante de una verja de hierro labrado que dejaba entrever un patio bien cuidado, tiró de

una cadena que pensó se tratara del timbre, pero no oyó algún sonido, entonces llamó varias veces

en voz alta sin que nadie contestase, dio unos pasos hacia la izquierda, hasta donde terminaba el

muro donde la visual se abría a un campo con mucha hierba seca y delimitado por un platanero

enorme con una corona de ramas muy ancha, a ver si encontraba alguien. Luego volvió, lento,

sobre sus pasos y, a la altura de la verja, se abrió de par en par y apareció un hombre con en mano

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una pistola SIG Sauer P226 , dio un salto atrás y levantó las manos, antes que pudiese abrir la boca

para hablar, el hombre le dijo:

“No se mueva si no le hago saltar los sesos”

Como un relámpago le vinieron a la memoria la palabras de su amigo visto hace poco y dijo:

“No dispare, soy el comisario Martinez de la policía de Zaragoza”

El hombre lo miró cauteloso un buen rato y luego con una sonrisa de burla, donde hacían muestras

unos huecos por los dientes que le faltaban, le dijo:

“Pues entonces, no se preocupe, somos colegas. Me presento, soy Mario, agente FBI efectivo”

Bajó el arma y tendió la mano a Martínez que, aunque prevenido, se había tomado un buen susto.

Hacía frió pero no tanto como en Zaragoza, el cielo se había despejado, sin rastro de niebla y con el

sol que calentaba el muro de la casa, la temperatura era agradable. En el aire flotaba una mezcla de

olores indefinidos, pero casi nutritivos. Olor a terreno, a heno y a alguna esencia algo agria que

pronto le hizo descubrir la procedencia, cinco limoneros en fila, respaldados por la pared, con las

hojas de un color verde oscuro que relucía al sol.

“Entre comisario, tome conmigo un vaso de buen vino” Evaristo lo acompañó en una grande cocina

donde estaba encendido el fuego con leña y puso en la mesa queso, chorizo, una barra de pan y una

botella de vino tinto.

“Como es comisario que está por aquí, un poco lejos de su distrito?

Martínez, a duras penas, controlaba su risa a ver el “agente” intentar de portarse en manera

profesional y por un momento quiso tener el juego con su interlocutor.

“Pues, en realidad he venido a pedirle un consejo. Me han dicho que, si tenía suerte, habría podido

encontrarle en casa”

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“Luego le daré mi numero de móvil por si quiere encontrarme fácilmente” contestó Evaristo con

cara seria mientras partía el queso y mecía dos vasos de vino

“Lo primero, quería saber si se ha enterado del asesinato de una chica que vivió en Ejea”

“Que sí que me he enterado, la pobre Clara. Una chica guapísima y muy buena. Siempre me

saludaba cuando nos encontrábamos. He llorado por ella”

“Cuando usted estuvo de vacaciones en Zaragoza, hubo ocasión de ir a verla a su despacho?”

“No fui a su despacho, no sabia su dirección, pero le diré que la encontré por casualidad”

“La encontró durante esos días?”

“Sí, pero ella no me reconoció y no me acerqué porque estaba con un amigo”

“Estaba con un amigo? Cuando? Donde?”

“Bueno, yo daba largos paseos en la ciudad, me gustaba ir buscando bares que no conocía, me

paraba mucho a ver las tiendas y los mercados”

Martínez decidió de no interrumpir a Evaristo mientras estaba contándole todo lo que había hecho

durante las vacaciones y, que, en parte él ya conocía.

“Iba en los parques, he ido al cine y ha sido durante una de estas rondas que vi a Clara en un bar

que, si no recuerdo mal, se llama Verich, estaba con un joven, reían mucho y tenían delante el

desayuno. Me paré un rato desde fuera, pero cuando vi que no me reconocía, me fui. Hace pocos

días que la vi por ultima vez, era muy guapa y siempre me saludaba cuando estaba en el pueblo,

cuanto lo siento”

Martínez tuvo un sobresalto que no dio a ver a Evaristo. Por fin una pista se dijo, a no ser que este

hombre se invente todo.

“Recuerda como era el joven? Era rubio, moreno, era alto, de piel oscura, era más mayor que ella, o

sea se acuerda algo de ese joven?”

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“No era nada de lo que me pregunta.”

“Qué quiere decir?” le interrumpió Martínez

“Creo que era bastante oscuro de piel, sí era un chico casi negro, pero no negro negro, un color un

poco más claro. Yo estoy acostumbrado a fijarme en los particulares, es una capacidad que tengo

desde cuando era joven. Es por eso que me nombraron agente. Tenia también una mochila de color

azul. Es todo lo que vi porque luego seguí con mi paseo, aunque no puedo asegurarselo, pero puede

que hubiera otra persona o así tuve la sensación sin verla”

Martínez se dio cuenta que no habría sacado nada más de él, lo que le dijo era ya mucho, inesperado

y le permitía de ver bajo nueva luz el suceso. Pero quiso averiguar hasta que punto llegaba su locura

o lo que fuera, aunque habría tenido ganas de irse directamente a Zaragoza para intentar de aclarar

lo del joven.

“Como lo nombraron agente del FBI? Ha sido complicado?” simplemente para decir algo

A este punto Evaristo se levantó, abrió la puerta del exterior y controló también otra puerta que daba

a un pasillo, luego se fue a sentar delante del comisario.

“Usted sabe seguramente guardar un secreto, verdad?”

Martínez hizo seña que sí con la cabeza, expectante de lo que pudiera decirle. Evaristo movió la

cabeza a derecha, a izquierda y detrás, a comprobar una ultima vez que no lo oyese nadie, luego se

acercó más con los brazos encima de la mesa y en voz baja, le dijo:

“Comisario es todo una broma. Este es un pueblo y yo para hacer reír a los compañeros del bar me

inventé lo del agente e intento entrar en el personaje, de vez en cuando. Lo hago simplemente para

divertirme, pero se lo ruego no lo diga a nadie”

Martínez aliviado, vio con nuevos ojos a Evaristo. Le parecía más joven con una mirada picara que

le daba gusto.

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“Y lo de la pistola, esa es de verdad, podría ser muy peligroso”

“Comisario es de mentira, muy bien echa, pero de mentira. Sabe donde la compré, pagando un

pastón, en una tienda de Zaragoza. Tienen armas de todo tipo, son perfectas pero de mentira, solo el

precio es de verdad”

Mientras Evaristo le enseñaba el arma, se percató de la tienda donde pudo haberla comprado y

ademas estaba en la calle donde vivía él. Se puso a reír con gusto y se tomó otro vaso de vino.

“Dígame otra cosa Evaristo, simple curiosidad, usted ha sido ya de grande utilidad, sus parientes

que viven aquí en Ejea....”

No lo dejó terminar, le dijo una cosa que dejó a cuadros a Martínez:

“Permitame comisario que me ponga a reír a la japonesa” y hizo una carcajada larga y forzada

“Yo soy un bromista, no he estudiado, pero no soy tonto, ni lo es mi hermano, aunque sordomudo.

Ellos son rapaces y esperan simplemente de heredar todo lo que tenemos, a lo mejor con alguna

trampa legal. He ido a Zaragoza de vacaciones, eso es verdad, pero las vacaciones no impiden

despachar algunos asuntos. Un día vino mi hermano y los dos estuvimos a un notario a arreglar lo

de la posible herencia. Creo que los parientes” subrayó con fuerza la palabra, “se encontrarán con

algunas sorpresas, cuando sea el momento”

Martínez, alegre como nunca, se levantó y dio un apretón de manos a Evaristo que él recambió

añadiendo una sonrisa fantástica a pesar de que le faltasen algunos dientes.

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Trece

Martínez durante el regreso a Zaragoza infringió todas la normas posibles del código de carretera,

limite de velocidad, no dar la prioridad y hablar al móvil conduciendo, incluidos. Quería llegar

cuanto antes para meterse a averiguar la noticia del supuesto novio de Clara.

Estaba reunido todo el departamento. Suelves informó sobre la persecución de Moreno y Morales la

de Sagarra y Lafuente a comentar, con ironía, sobre el hecho de que los dos tenían una amante a la

que acudían cuando necesitaban consuelo:

“O sea, que nuestro señor Sagarra no es tan raro como lo pintan” dijo el joven inspector.

Martínez, con calma, contestó que, hablando de Sagarra, mejor seria decir que tiene novia.

“Ahora tenemos un hecho nuevo. Parece que también la pobre Clara tenia un novio secreto o a lo

mejor un amigo importante. Las dudas son muchas pero quiero fiarme de la noticia recibida e

iremos buscándolo. Primero hablando con las amigas, con la madre de la chica y Sagarra mismo”

En realidad a Martínez no le gustaba nada la nueva situación. Pero sabía que en cada investigación

tenía que referirse a los hechos, tenía que seguir las huellas que le proporcionaba el terreno como a

un perro de caza, sin posibilidad de volverse atrás. Sus pensamientos iban a los secretos mas

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escondidos de las familias, de cada persona. Intentaba imaginar la vida al interior de las casas y a

menudo quería ver los ambientes donde se movían para intentar que le llegara alguna señal de las

paredes, de los muebles, de los colores, de las cosas que solían usar todos los días. Pensaba en la

lucha de cada día, en las relaciones que pudieran tener entre ellos o con otros, pensaba en las

pasiones, las desilusiones y al momento en que, algunos de estos sentimientos o uno solo se

convertían en impulso asesino. Poco después empezó a despejarse la niebla que tenía en su cabeza y

se apoderó de él un ligero cansancio que lo obligó a quedarse tranquilo, sentado a su mesa de

trabajo, donde estuvo un buen rato, mirando hacia la ventana, sin pensar en nada. Luego, casi sin

darse cuenta, se levantó para dar unos paseos de su mesa a la ventana, y terminar detrás del cristal

apoyándose a la pared, a mirar a fuera donde podía ver una buena parte del paseo Sagasta. Era un

día de sol estupendo, el aire resplandecía limpio. Un poco de viento hacía que se notara mas la

temperatura bajo cero, por fin llegada a confirmar que todavía existe el invierno. Veía pasar las

personas que iban de prisa como nunca, todos con gorro y bufanda para intentar de luchar contra el

hálito del Moncayo. Le entró ganas de ser solidario con la personas refrigeradas que estaba

observando y bajó con la intención de ir a Espumosos a tomarse un café. En realidad era una escusa

para mezclarse con la gente y respirar esa atmósfera de anonimato que le daba la calle. Se sentó a la

barra hojeando distraído el periódico del día, en la memoria se le pegaba una retahíla de nombres

sin sentido: PSOE, Chacón, Garzón, Generalitat, Messi, Real Madrid, Nadal. Le sonaban tan

molestos esos nombres junto a todo lo que representaban de negativo, en ese momento. porque le

parecían más personajes en venta que hombres en carne y huesos con una vida que se acercase a la

normalidad, con una vida parecida a la de las personas que tenía a lado. Para evitar de estropearse el

momento de relajación, decidió pasar a hojear los anuncios; primero los clasificados, lo anuncios de

ventas de pisos, toda una literatura interesante que permite grande saltos con la imaginación.

Cuando, por pura casualidad le cayó la mirada en un anuncio muy diferente de los otros, a lo mejor

no se trataba de casualidad, él iba buscando propio esas noticias curiosas.

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Ponía el anunciante: “Jorge, lo se que me estás leyendo. Deja a parte el orgullo o el miedo.

Llámame, 61687538, tu madre con cariño”.

Se quedó pensativo, borrando todos los nombres anteriores e intentando de dar un sentido lógico al

aviso. Una discusión entre madre e hijo, pero quiso saber y sin otro pensamiento dilatorio marcó el

numero sin pensar a las consecuencias, había sido un impulso automático..

En cuanto hubo la conexión, dijo: “Soy el comisario Martínez” y se quedó en silencio y a al otro

lado igual, notó indecisión en contestar, luego habló una mujer:

“Comisario, lo habéis encontrado vosotros?”

“No, nosotros no hemos encontrado a nadie, pero sería una buena cosa que me explicara algo”

“Sí, veo que no puedo esconderme. Vivo en la Gran Vía, dentro de quince minutos estaré en su

despacho”

Con un poco de retraso, según lo que habían convenido, se presentó a Martínez una mujer todavía

muy guapa a pesar de sus cincuenta y algo, alta, vestida de negro, pelo gris al natural y un

maquillaje muy ligero. Delgada, con unas arrugas en la cara que indicaban su acercamiento a una

nueva edad que no empeoraban su figura, al contrario la hacían mas atractiva. Sus ojos negros

denotaban preocupación.

“Me llamo María Auría Balanz”

“Encantado señora, Martínez” se saludaron

“No está obligada usted a explicarme nada, pero como ha querido venir a verme supongo que

querrá decirme lo que está pasando”

“Pues comisario, creo que usted ya lo haya intuido. Mi hijo ha desaparecido porqué novio o muy

amigo de la chica que asesinaron en Tenor Fleta”

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Martínez, en cuanto leyó el anuncio en el periódico, algo le dijo que estaba relacionado con el

asesinato, pero quería escucharlo directamente da alguien interesado a la historia.

“Entonces, que está pasando, porqué su hijo ha huido? Tiene algo que ver con el asesinato? Su

anuncio no dejaba entrever una ansiedad particular y usted habría pedido nuestra ayuda si se tratara

de algo grave.”

“Tiene razón comisario. Tengo que explicarle varias cosas.”

Martínez cruzó las manos apoyándolas contra sus labios y los codos en la mesa a la espera del

cuento de la mujer.

“Jorge, mi hijo Jorge, que he adoptado cuando era de seis meses, es originario de Chile y tiene

veinticinco años. Nunca ha tenido grandes problemas en el colegio o en la universidad. Algún

gamberro, de esos hay siempre, que le ha molestado por el color de la piel, pero nada de importante

que él no haya podido aguantar. En efecto su color no es nada de particular, se parece mas al

chocolate que al negro de los africanos, lo rasgos son europeos, pero él se piensa de pertenecer a los

grupos de inmigrantes que tanto abundan en nuestra España. Todavía no ha logrado quitarse de la

cabeza su origen”

Martínez no hizo caso a las observaciones de la madre de Jorge, pero le pareció que realmente, era

ella que todavía no había resuelto el problema de la origen de su hijo adoptivo.

“Es verdad que su hijo tenia una relación con Clara, la chica asesinada en Tenor Fleta?”

“Sí, creo que sea ella. No me hizo ningún nombre pero, hará un mes, me dijo de haber conocido a

una chica muy guapa y que era importante para él. A veces salia de casa temprano porqué, decía,

que iba a saludarla antes del trabajo”

“Porqué usted publicó el aviso en el periódico de esa forma? Sabia o suponía que la desaparición de

su hijo estuviese relacionada con el asesinato?”

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“Lo supuse, en cuanto apareció en los periódicos el asesinato en Tenor Fleta y la hora en que fue

cometido, me cogió una angustia irracional, porqué mi hijo no regresó a casa en el medio día, como

hacía siempre”

“Porqué relacionó la desaparición de su hijo con el asesinato?

“No sé, una simple sensación que vi concretada cuando no volvió a casa tampoco por la noche”

Martinez hizo una pausa y quitó sus manos de los labios y puso su cara hacia delante como para

acercarse a la mujer

“Usted no me está contando todo! Su hijo no se puso en contacto con usted, hasta ahora? Seria

mejor que se confiara conmigo si quiere ayudarlo”

“Sí, se puso en contacto, me llamó y me explicó el porqué quería esconderse. Mi hijo no ha matado

a nadie comisario. Ese día llegó al despacho de la chica un poco mas tarde, me dijo. Enseguida se

dio cuenta que había pasado algo grave por la sangre en la escalera, pero subió hasta el umbral, la

puerta del despacho estaba medio abierta, y la vio en un charco de sangre. Por el susto se puso a

correr, instintivamente.”

“Donde ha ido a esconderse? Seguro que usted tiene alguna idea”

“Está asustado comisario y me ha dicho que, por su origen, el no ser español del todo, lo acusarían a

él. Está destruido por la muerte de la chica e yo preocupada de que se meta en una situación sin

salida. No pienso ni un solo momento que haya podido ser él a matar. Mi hijo es sensible y bueno.”

“Pero si quiere ayudarlo, dígame donde se esconde, es la única manera de sacarlo de los problemas”

“No estoy segura, no me lo dijo claramente, pero como ha hecho el colegio en los Agustinos, iba a

menudo a jugar a fútbol allí, puede ser que haya encontrado un sitio en la zona para esconderse,

puesto que la conocía tan bien”

“Tiene una foto de su hijo?”

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“Verá que no le hace falta, es un joven guapo, alto, tenia vaqueros, un gorro gris, una parka de piel y

una mochila azul. No lo asusten comisario, está sufriendo mucho”

Martínez envió enseguida algunos inspectores para que vigilaran la zona de los Agustinos. No era

muy probable que el chico entrase por la parte del camino de las Torres, porque era una calle con

demasiado movimiento, entonces se concentraron en la parte de Tenor Fleta y del campo de fútbol.

El comisario les había recomendado de pararlo, si era posible, sin que el chico se asustara.

Los policías, una vez en la zona, se dispusieron para poder controlar el cruce.

Lafuente se puso a pasear en la calle Tenor Fleta como si estuviere esperando a alguien, Suelves en

el cruce con el camino de las Torres y Morales en la zona del campo de fútbol. A las nueve y media,

Lafuente tuvo la sensación de que se estaba acercando su hombre. Una figura estaba yendo hacia

ellos, procedente del lado de la avenida Goya, con paso pesado y lento. Calculando el tiempo que le

habría costado llegar a mitad de la reja, se puso a andar en la misma dirección que tenía el chico,

como si quisiera alejarse de él, y cuando pensó que hubiera pasado el cruce, se volvió para ir hacia

él con las manos en los bolsillos. Jorge seguía caminando con tranquilidad, pero en el momento en

que estaba por cruzarse con Lafuente, el inspector se paró y, con el cigarrillo en la boca, le dijo:

“Tienes fuego?”

Jorge, aparentemente tranquilo, le contestó que no fumaba. Mientras tanto se estaba acercando

Suelves con paso ligero y Lafuente continuó:

“Como eres tan amable, quería preguntarte otra cosa”

Jorge lo miró directo a la cara con sus ojos negros como el carbón, pero cansados, esperando la

pregunta.

“Tú eres Jorge Auría, verdad?”

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Jorge le hizo señas que sí, quedándose parado delante del policía, Suelves estaba ya a su lado,

entonces el chico les dijo:

“Mi madre verdad? Se ha asustado la pobre. Tiene razón y yo estoy demasiado cansado para

continuar a esconderme.”

“No te preocupes, ahora vamos a la comisaria y podrás descansar antes de hablar con mi jefe, te lo

prometo” le dijo Lafuente con amabilidad.

Se fueron los tres andando hacia Sagasta y avisaron a Morales para que volviera él también. A Jorge

le dieron un cuarto donde había una camilla, que a menudo usaban para descansar los que estaban

de guardia. Se tumbó y dentro de unos minutos se quedó dormido como un tronco.

Martínez no se preocupó mucho de ir a interrogar enseguida a Jorge, ahora que estaba al seguro,

dejó el interrogatorio para el día siguiente. Simplemente llamó a la madre para tranquilizarla y

decirle que su hijo estaba bien y en ese momento estaba durmiendo.

Catorce

A pesar de todo el cansancio acumulado por haber dormido en un ambiente poco cómodo por así

decirlo, Jorge se despertó muy temprano y no quiso el desayuno, simplemente quería marcharse de

allí. No había manera de convencerlo a esperar al comisario, amenazaba de armar un escándalo y

pedía de conocer el motivo del porque lo retenían.

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Llamado con urgencia, por fin llegó Martínez. El chico quería irse a su casa sin hablar con el

comisario. Hubo falta de toda la tranquilidad y la amabilidad del policía porque el joven aceptase de

ir a su despacho. Por fin lograron sentarse uno frente al otro.

El comisario lo miraba directo a los ojos sin y sin ningún aire de desafío, no tenía interés a ponerlo

nervioso, quería solo saber lo que había pasado y porque había decidido escapar. El joven no se

fiaba del policía y quedó un buen rato en silencio sin moverse de la silla. Tenia la mirada viva e

inteligente con algo de triste en la cara que lo hacia mas mayor. Martínez intentó ofrecerle el

desayuno que rechazó. Intentó con un cigarrillo e una botella de agua, sin éxito.

-”a este punto” dijo el comisario, “no puedo retenerte contra tu voluntad, pero que sepas que estaré

obligado a llamarte de manera formal, creo hoy mismo por la tarde. Es inútil que te explique el

porque, tú has estado en el lugar del asesinato y me temo que tengas también algo que pertenecía a

la pobre Clara. Vete que ya no quiero verte”

El joven pareció que lo hubiesen sacudido de un sueño profundo, se sobresaltó como presa de un

temblor que no podía parar, como si tuviese la fiebre. El comisario casi se asustó de verlo así,

pensando en una crisis de histerismo o algo parecido.

Poco después el joven se puso las manos tapándose la cara y soltó en sollozos que le sacudían el

pecho si hacer ruido. Parecía casi avergonzado por su actitud.

Martínez se le acercó e le dejó, encima de la mesa un botellin de agua y un paquete de pañuelos y

salió del despacho.

Cuando volvió a sentarse a su mesa, habían pasado mas de diez minutos, dejó en ella un café en un

vaso de plástico humeando. Esta vez el joven lo cogió y se lo bebió con gusto.

-”Yo creo comisario que nos estamos enfrentando con algo gordo, con alguien fuera de lo normal.

Se trata de alguna entidad que siempre ha estado en esa zona, que se había quedado dormida. Ahora,

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por cualquier motivo, se ha despertado y se pasa de una casa a otra. Comunica con nosotros

matando.”

Mientras decía esto se había puesto nervioso, mirando de un lado a otro como si buscase algo.

El comisario hubiera soltado una gran carcajada si no fuera por el cambio de aspecto de Jorge, la

mirada sombría y el color de la piel mas claro que de costumbre.

Martínez no creía una sola palabra de las que oía del joven. Con esfuerzo intentaba de no contestar

mal para evitar que el joven se encerrara otra vez en si mismo.

-”Lo diga claramente, comisario, supone que estoy loco o que estoy intentando de desviar su

atención en otra cosa para evitar que investigue sobre mi. Si lo piensa lo comprendo, pero si quiere

resolver este caso o, a lo mejor, si quiere defenderse de este caso tiene que creerme.”

“Tengo que creer a que? Y que manera es esta de hablar, si quiero defenderme de este caso?

No te entiendo, no sé donde quieres llegar con tu discurso"

"usted ha entendido perfectamente, en este asunto hay algo que no es humano. Algo o alguien que

se ha metido en medio desde el comienzo y sigue actuando todavía."

"En esa casa he podido entrever algo, algo parecido a una sombra que se arrastraba en el suelo

lentamente y que cuando aparecí yo, se puso a correr por todas partes y desapareció. Y usted me

acusa que tengo algo de Clara, no es verdad, solo la vi, ni me acerqué a ella, me asusté tanto que me

fui corriendo"

“Quien te ha metido en la cabeza tales historias? Estás en algún grupo de espiritismo?

El comisario estaba empezando a enfadarse, se acercó mas al joven, pero en ese instante ocurrió

una cosa rara que lo hizo retroceder de su intento.

Jorge llevó el dedo indice de la derecha a su labios, mandando silencio y, con hilo de voz dijo: "está

aquí".

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“quien está aquí? “ Dijo Martínez despacio

“sssssst” continuó Jorge, “él está aquí. Lo siento, oigo su presencia, creo que esté pegado a la pared

intentado de salir del despacho”

De repente se oyeron ruidos confusos, como atenuados por una gran masa de algodón, de madera

crujiendo y de vidrio pisado, sin que se viera nada. Martínez se volvió hacia la izquierda, donde

estaba la ventana, y sí que oyó un fuerte resoplido a lado de su oído. No era un resoplido era más

bien un respiro hondo y largo como cuando uno tiene ansiedad. Intentó entonces de poner una

actitud de la cara como de quien no se entera de nada, como si no hubiera oído ningún ruido para no

satisfacer a Jorge, mas en realidad sintió algo parecido al pisar de cristales rotos y ese susurrar

inquietante. Un ruido escondido que se alejaba, pero continuo, bien claro. Martínez no quiso dar

espacio a Jorge, porque, en realidad, no estaba seguro de nada, podría ser que lo hubiera afectado el

chico con sus discursos y por añadidura la situación confusa en que se encontraba todo el mundo

implicado en el asesinado daba crédito a esa situación de inestabilidad. Incluso podía ser también su

situación personal que salía del escondite de su alma, con la reciente muerte de su mujer ya otras

veces le había parecido de oír a su lado un susurro hondo que duraba algunos instantes.

La realidad segura era que Martínez había oído algo muy claro, pero se trataba del susurrar que lo

había inquietado ya otras veces.

Eso no le desasosegaba, sabía perfectamente que era un problema suyo y no relacionado con el

asesinato.

Cuando, para complicarle mas la vida, Jorge le soltó:

“Comisario, usted lo sabe perfectamente como yo que el asesinato lo han cometido en una zona que

está bastante cerca de una casa de la que toda Zaragoza conoce la historia”

Martínez habría querido que el joven se parase y no pronunciara lo que iba a decir inevitablemente:

“La casa de los duendes” las palabras cayeron como un relámpago al comienzo de una tormenta.

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“Te lo repito, porque antes no me has contestado, quien te ha contado estas historias? Perteneces a

un grupo de estos espiritistas? O ha sido curiosidad tuya?” Le dijo con firmeza Martínez.

“Pues..... ha sido MP que me ha contado todo. Ella lo cree con convicción que se haya despertado el

Duende, dice que hay algo sobrenatural en todo esto.”

Al comisario no lo afectaba el pensamiento de algo sobrenatural, lo preocupaba mas todo lo que era

muy natural y se acordó como en sueño, por haberlo leído y visto en algún reportaje de la tele, del

efecto absurdo e increíble que hubo en la gente cuando, algún “especialista” dijo: “se oían las

palabras venir de esa casa”, cuando, “el duende hablaba”. También la televisión nacional se interesó

al caso y, al tiempo de los acontecimientos se ocuparon del asunto: Agentes de Policía, Guardias de

Asalto, el Gobernador Civil y el Juez de instrucción. Era esto lo que preocupaba a Martínez, la gran

confusión que se armaría en las investigaciones, una vez que los periódicos hubieran anunciado las

comparaciones con los antiguos hechos. Abrumado por los pensamientos de lo que pudiera ocurrir,

dejó que el joven se marchara y cuando se encerró en su despacho probó una sensación innatural de

alivio, como si hubiese vuelto al ritmo de su vida habitual.

Pero el coloquio con Jorge lo hizo sentir más receloso, no solo hacia él, sino le hizo engendrar

nuevas dudas sobre María Pilar. E, estando solo, susurró a si mismo: “creo que tú seas muy listo, mi

querido Jorge o lo es tu amiga MP! Uno de los dos está intentado de pasarme una mala jugada,

vamos a ver quien la ganará”.

Quince

Cuando algo lo agobiaba y no sabía que camino coger, cuando sus ideas daban vueltas confusas en

su cabeza, procurándole una sensación de peso y escozor a los ojos, Martínez sabía que era el

momento de desconectar su ritmo habitual; se decía que era el momento de dejar que el mundo

diera media vuelta sin él. Una de las cosas que le gustaba hacer para intentar de recuperar su

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equilibrio era darse un largo paseo y una de sus metas preferidas, sin duda, era el Parque Grande.

Avisaba que tenía que salir de su despacho y que se habría puesto él en contacto cuando hubiese

acabado.

No se ponía ropa particular para el paseo, chándal o cosas parecidas, tal como estaba en el trabajo

salía con su rumbo fijo.

Cuando caminaba en ciudad no le gustaban los atajos, prefería andar en linea recta o por lo menos

seguir lo que le indicaban las calles principales, por lo tanto enfocó la Gran Vía. A pesar de que ese

camino lo hubiera hecho decenas de veces, nada más poner los pies sobre las piedras gris y echar un

vistazo hacia arriba para comprobar la presencia de los arboles, de los bancos y de la gente que iba

en dirección contraria a la suya, era como empezar las vacaciones. Se ponía a andar con paso

normal, pero después de cien metros le gustaba aligerarlo y seguía así todo el tramo. A veces se

sentía un poco fastidiado porque, a pesar de su marcha bastante rápida, encontraba empleadas,

estudiantes o mujeres de edad sobre los cuarenta y cinco que lo adelantaban y no había manera de

alcanzarlas a no ser que se pusiera a correr o a marchar de verdad. Lo molestaba. No aceptaba de

ser adelantado por chicas o mujeres que consideraba más débiles que él. Se decía: “tendré que

entrenarme o puede ser que el problema esté en que no tengo las piernas bastante largas para tener

un paso como Dios manda.” Pero a él le parecía de ser bastante proporcionado por su altura de un

metro y setenta y cinco. No se explicaba porque lo adelantasen con tanta facilidad. Poco a poco

lograba alejar ese maldito pensamiento fijándose en otras cosa más agradables.

Un papel importante de desintoxicar de los malos pensamientos lo hacían los árboles, aunque

estuviesen un poco apretados por las casas, la gran hilera de plataneros que lo acompañaba en el

recorrido era fundamental. Sus colores tenues, un verde gris del tronco que se confundía con el

verde marrón de las hojas escasas en las ramas, eran como un tranquilizante y cuando levantaba la

cabeza para mirar más allá, hacia el final del paseo a la altura del comienzo de Ferdinando el

Católico, la ramas y las hojas se confundían en un color que, se podría decir, fabricado para él,

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amarillo verde gris marrón azul, porque también el color del cielo entraba en campo a darle alegría

y alivio.

Luego se fijaba en otro aspecto que lo acompañaba durante el recorrido. Cual sería el significado de

los elementos parecidos a hojas enormes puestos en el paseo, algunos de madera y uno o dos de

cemento. Siempre había pensado a un motivo de adorno bien acertado. Lo que no se podía explicar

eran algunas formas jorobadas, bastante altas, y también ellas a forma de hoja. En este caso hablar

de adorno acertado era un poco arriesgado, le parecían inútiles y molestas. Lo único era que le

permitían de correr con la fantasía. Le hacían recordar una película de cine en que había unos

gusanos enormes que vivían bajo tierra y que salían al aire, para comer, si alguien hacía ruido en el

suelo. La sensación no era desagradable porqué la película era buena. Pero seguía con sus dudas

sobre las jorobas del paseo. Se acercaba al final de la calle y le hacía gracia notar los nombres de los

bares, algunos de oriente extremo, que no sabía interpretar, pero algunos sí lo intrigaban, sobre todo

uno: El Bar Kabul. Vete a saber quien es que elige los nombres!

Unos pasos más y ya se encontraba a la entrada del parque. Cada vez que llegaba allí, se preguntaba

si seguir recto o ir a derecha, pero siempre elegía de pasar por la derecha, porqué allí empezaba su

recorrido preferido. Lo pinos altos y torcidos eran un encanto, con su capa verde parecían gigantes

buenos en la espera de acogerlo, “ven, ven a descansar con nosotros, te acompañaremos, te

enviaremos la brisa cuando haga falta, estaremos siempre aquí”. En realidad los pinos del parque no

parece que estén plantados en un único sitio, parece que sean en camino, con el tronco doblado por

el viento parecen una cuadrilla de chicos que estén a punto de saltar y quieran moverse en alegría.

Al contrario de lo que hacen las palmeras, pocas afortunadamente, parecen refunfuñando, con las

ramas siempre agitándose, están paradas allí, bien plantadas, te hacen sudar nada más verlas. Son

arboles calurosos de los desiertos. El pino es fresco, ágil, acogedor, es mediterráneo, es de nuestros

lugares. Con estos pensamientos su cabeza está bastante libre y aprovecha de la invitación de los

árboles para darse una vuelta debajo de ellos, pisando la hierba donde no nota algún ruido de sus

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pasos. Lo único que no le gusta es el chillido que hacen ciertos tipos de pájaros, loros o periquitos,

agradables en su plumaje completamente verde y en vuelo aparece el rojo de las alas. Antaño no

pasaba esto en el parque. Son pájaros, bonitos al verlos, y desagradables al oírlos. Parecen monos.

Casi tanto desagradables como la gaviotas del río Ebro. Le entra un antiguo recuerdo, pensando a su

mujer en un hospital, cerca del mar, donde se agrupaban la gaviotas en grandes números lanzando al

aire sus gritos, y ella le decía: “parecen monos, verdad, me dan miedo, me recuerdan la muerte y

algunas imágenes de la película “Los Pájaros” de Hitchcock”, ya tenía razón.

Si hubiera alguien que propusiera de firmar una petición para devolverlos a sus países, la firmaría

de buena gana. Se han arraigado aquí asustando a nuestros pájaros más finos y suaves que poblaban

los parques, los gorriones, los mirlos con canto melodioso, los jilgueros, los ruiseñores mejores que

los mirlos en el canto. Algo querrá decir. Los cambios climáticos? La nueva alimentación? Él no

tenía respuesta. Sabía solo que ahora los nuevos dueños aéreos del parque eran las palomas y esos

malditos no se sabe que. Más adelante, siguiendo su recorrido casi fijo, fue a sentarse en un banco

de piedra, no porque estaba cansado más bien porque ese banco le traía recuerdos importantes.

Habían pasado más de quince años cuando, por primera vez, se sentó allí. Era casi invierno y tenía

un abrigo color camello, su sonrisa era la de un hombre enamorado, recordaba lo particulares

porque veía a menudo su foto encima de la cómoda de su mujer, y el recuerdo se hacía aún más

fuerte cuando veía la misma foto, en la misma cómoda, a lado de su querida preparándose para

dejar este mundo. Se acordaba perfectamente de ese día, una jornada gris y fría, pero alegre para

los dos, su mujer cogió la cámara y con su sonrisa encantadora, estudió algunos minutos como sería

la mejor posición para sacarle la foto. Esto lo hacía siempre sonreír, la pasión que metía en las

cosas, también en el gesto sencillo de apretar el botón de una cámara. El se lo hacía notar con cariño

y ella le contestaba con su mirada abierta e inocente: “a mi me gusta hacerlas bien las fotos y lo

sabes que las hago mejor que tu”. Y se ponían a reír como dos niños. Entre ellos eran suficientes

pocas cosas, las más sencillas del mundo, para que estuviesen bien. Ese día fue un gran día. Y

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volviendo con el pensamiento a ese día, se puso triste, aunque no es la palabra correcta, por el

recuerdo de la tremenda lucha que la empeñó una larga temporada en una guerra contra una

enfermedad que no pudo ganar. Pensaba aún que la palabra “triste” no representaba correctamente

su estado de ánimo. Probablemente no existe una palabra que pueda definir ese sentimiento.

Ausencia? En parte. Pero su presencia era más actual que nunca.

Dolor? Seguramente dolor. Pero el sentimiento se suaviza con el paso del tiempo.

Tiniebla? Sí, por falta de la luz que emanaba de su rostro.

Pensó que la falta de su amada era todos estos sentimientos juntos.

“Ahora es el momento de volver.” Se dijo Martínez. No de volver al despacho todavía, porque el

regreso del largo paseo era en sí parte de su liberación de la ansiedad y antes de ir a darse una

ducha, saboreaba la idea de pasar por Espumosos o Estoril a tomar algo.

Pero ya se había dado cuenta, al saborear el café, que no tenía el aroma de siempre y que, esta vez,

su paseo no lograría el efecto deseado.

Se fue a su despacho con desgana. Su cabeza estaba llena de dudas y no se sentía aliviado como en

otras ocasiones. Sentado a la mesa de trabajo no sabía que hacer. Cogió unos cuantos folios y,

hojeándolos, se dio cuenta que eran varias disposiciones del mando central sobre como organizar el

trabajo en la Comisaría, osea noticias inútiles. Comenzó garabateando sobre la primera y luego le

vino natural empezar a dibujar un rectángulo donde había escrito “asesinato” subrayado tres veces.

Continúo elaborando un esquema de los acontecimientos relacionados al asesinato de la joven

secretaria.

No daba mucha importancia a lo que estaba haciendo pero, por falta de ideas, intentaba, a la manera

de las películas americanas, si le saliera la solución de sus garabatos. No logró nada de importante

mirando y remirando ese trozo de papel.

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Hubo un momento en que le pareció claro que las personas, entradas en juego hasta ahora, no tenían

nada que ver con el asesinato. La consideración le hizo correr un escalofrío en la espalda, porque la

lógica conclusión sería que se tratara de un loco a quien echar la atención.

Se concentró en el dibujo que había hecho pensando en las personas implicadas.

La madre de Sagarra, con su locura latente, habría podido asesinar por celo, por demasiado “amor

protector” de su hijo, el cual, al contrario, no lo haría sin el permiso de su madre. Pero a Martínez

no le era suficiente esa relación enfermiza entre madre e hijo. Él no consideraba enfermo a Sagarra,

según él era un hombre victima de la madre pero él había aprendido a controlar a su antojo. Ya no

quería intentar de modificar su manera de ser, por su edad y por todos los años vividos de esa

forma. Prefería dejarle creer que era ella que mandaba, pero en realidad, a él no le interesaba nada

lo que hacía. La vida pasada con ella había dejado demasiado dolor en su vida y no quería

emprender otra lucha.

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Romero el cristalero habría podido asesinar? A él le interesaban las mujeres, todas las mujeres, se

consideraba un gran macho y un don juan. Para el tío habría sido poco económico, el mundo giraba

entorno a él y las mujeres eran un accesorio, “apostaría que Romero es un cobarde”, se decía y,

como tal, sería imposible que matara. Le gustaba manifestar su masculinidad con las mujeres, le

gustaba el sexo, pero si lo rechazaban no era en condiciones de defenderse honorablemente, prefería

el acoso, aunque sin demasiada convicción.

Le parecían deducciones lógicas pensando a como Romero se portaba en la relación con su novia.

No podía pensar en modo claro a Jorge, el novio, sin pensar también a la amiga María Pilar, casi le

salía la idea de un triangulo. Pero su intuición le decía que los dos amigos tenían una relación. El

pensamiento se había apoderado de el como una sanguijuela haciendo su trabajo y uno la puede

quitar solo quemandola o con la fuerza. Normalmente Martínez no quería hacer un resumen lógico

y por escrito de la manera de portarse de las personas en juego, pero ahora estaba como obligado

por la falta de informaciones debido a la limpieza hecha en el lugar.

Hizo en pedazos el papel del dibujo, no lo había alumbrado en manera decisiva.

Los días que siguieron no aportaron ninguna novedad a la investigación, el mecanismo estaba como

parado. El comisario temía que todos se olvidasen de un acontecimiento que había generado

emoción en toda la ciudad. Pero, se decía, que la memoria de la opinión pública es muy corta,

tanto cuanto la de los periodistas, dura una corta temporada. Todo dejaría pensar que la gente se

desinteresa de las cosas, de los hechos, aunque muy dramáticos. Se diría que sea una verdad cargada

de cinismo! Pero hay que añadir que el olvido es una gran defensa que impide de sufrir demasiado.

Es un defecto que a veces viene bien.

Sea como sea, las investigaciones se habían parado, también políticamente ya no había presiones.

Martínez se enfurecía cuando las cosas se metían de esa forma y había momentos en que odiaba a

sus jefes por sus actitudes de desinterés.

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Page 77: Risa japonesa

Dieciséis

El día empezó con el recuerdo de la rutina de la jornada anterior, pero poco después, le llegó una

noticia inquietante. La Fuente, cándido como la nieve, comunicó a Martinez que hubo un asesinato,

una mujer encontrada en el río Ebro. Se trataba de una joven recién entrada en la policía municipal.

El policía no se alegró a la noticia que, a pesar de todo, lo hizo desperezarse quitando los malos

pensamientos y enderezar su atención, fríamente, hacia el nuevo acontecimiento.

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Page 78: Risa japonesa

Enseguida se puso en marcha acompañado por Suelves.

Bajaron los dos hacia el Río para llegar a la altura del embarcadero de El Puerto.

Los días anteriores no había llovido mucho y la gran masa del agua del río corría lenta y quieta con

su continuo borbotar y, de vez en cuando, saltando para echar al aire chorros de espumas.

A lado del muelle hay un terreno jorobado donde crecen algunos plataneros enormes que, a partir de

la primavera, dejan caer una gran sombra justo en frente de la escalera para bajar al agua, y, en un

recodo muy estrecho del río el asesino o alguien por él, había dejado la pobre mujer a remojo, atada

con una cuerda a un palo de la barandilla de la escalera. La habían degollado casi completamente.

El movimiento del agua hacía que la chica estuviera flotando boca abajo, dejando al descubierto su

piel blanca como la nieve.

Una pequeña faja le ceñía la cadera de donde colgaba algo, como un martillo de marfil.

Martínez se dio cuenta en seguida que había poco que hacer allí y dejó trabajar en paz el equipo de

la científica, diciéndose que esperaría el informe. Seguramente ese sitio no era el lugar del

asesinato. Al asesino quería hacer un poco de teatro, “que haya otro loco suelto por ahí?” se dijo

Martinez, muy dudoso.

El comisario Martínez había aprendido a amar esa parte de la ribera del Ebro y no podía imaginar

que alguien hubiera querido contaminarla. Se sintió como agarrado por la garganta, mientras miraba

ese cuerpo joven sin vida tambaleándose al vaivén del agua sucia.

Decidió marcharse sin decir nada a su colega.

Cruzó la pasarela azul, despacio. Se paró un largo rato a mirar el río marrón. Cuatro canoas

recorrían el río. Tres de ellas siguiendo la corriente en linea perpendicular y dejando una estela que

iba desapareciendo cada vez que avanzaban, mientras que la otra cruzaba el río en linea oblicua con

dirección al embarcadero. A lo lejos y a la izquierda, según se le miraba, destacaba la catedral del

Pilar con sus tejas de colores resplandecientes al sol y, más abajo, el Puente de Piedra parecido a

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una serpiente dormida, dejaba entrever, en una perspectiva sin par, los otros puentes mas modernos

perdiéndose en la todavía persistente neblina. Con el peso de otro asesinato Martínez se encaminó

con la idea de pasar por el parque Bruil, llamado por antiguos encuentros o, a lo mejor no,

simplemente con las ganas de llegar rápidamente en un sitio donde poder beber algo para quitarse la

sequedad de garganta que lo atenazaba.

Nada más llegar a la parte central del parque, se notaba enseguida que este había sido construido a

lado de un barrio marginal de la ciudad. Los encuentros mas normales eran los negros de África,

los árabes, los latinos y ahora los de Europa del este. De español quedaba poco, solo los grandes y

añejos arboles que habían quedado, como centinelas, despojadas de su autoridad por el paso del

tiempo. Se habían convertido en gigantes ornamentales sin perder su hermosura a cada estación. En

realidad ellos no habían cambiado, era la gente cambiada, habían llegado personas no

acostumbradas a la belleza de la natura, había llegado gente que pensaba solo a sobrevivir sin

percatarse de lo que acontecía a su alrededor.

Justo cuando estaba debajo de un árbol enorme que sujetaba su grandiosa copa de ramas como un

trofeo, Martínez se dio cuenta de que a derecha, subiendo un pequeño terraplén, estaba un grande

bar con un nombre sugestivo, para él, el rótulo decía: Bar Isabelo.

Nada mal. Un bar a la antigua, en la presentación interior de la comida, pero un bar a la moderna en

el precio. Uno diría, estamos en una zona fuera de la ciudad, casi, uno podría encontrar precios

decentes, nada, ni por asomo, las reglas fundamentales de la economía funcionaban al revés.

De todas formas el desayuno ha sido decente. El bar era conducido por una familia, bastante

numerosa, que seguramente los mayores eran los dueños, ayudados por una cocinera latina Lo

interesante que ocurrió, estando allí el comisario, fue que asistió a una escena de tiempos antiguos,

supuso Martínez, o quiso pensarla de esa forma.

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Prepararon la primera mesa del comienzo del local dos hombres, uno joven y el otro mayor, más de

sesenta y cinco o por allí. En Silencio llevaron a la mesa lo que para ellos tenía que ser desayuno y

almuerzo juntos, supuso Martínez:

cesto de pan abundante, tostada de jamón relevante, salchicha asada más que abundante incluidas

dos raciones de tortilla alta de patatas, una botella de vino y dos croisant como recuerdo del

desayuno continental.

No dijeron una palabra, ni cuando arreglaban la mesa ni durante el festín. Martínez se imaginó que

se trataba de suegro e yerno, porque el mayor sobre todo, parecía estar incomodo delante del joven

que se llenaba la boca de tortilla, era como si le quitase algo de la mano y, de vez en cuando, echaba

una mirada a una joven mujer que estaba detrás de la barra, que debía ser su hija y, la que a su vez,

de vez en cuando echaba un vistazo a un cochecito aparcado a la cabeza de la barra, donde

seguramente yacía su hijo y el nieto del dueño mayor. Parecía decirle, este último: “mira todo lo que

me toca soportar aunque me haya dado un nieto por consuelo”.......

Al lado derecho de Martínez había un grupo de mujeres, en realidad eran cuatro, con un necesario

cortado delante a cada una. Lo curioso era que a menudo, se acercaban las cuatro al centro de la

mesa, en algunos casos llegaban a tocarse la cabeza, se quedaban en esa posición unos instantes y,

de repente, se echaban hacia el respaldo de las sillas, soltando en una sonora carcajada al unísono.

Al comienzo Martínez no lograba darse cuenta de lo que hacían, pero luego resultó bastante

evidente, se acercaban para contarse algo picante o que pensaban que lo pudiera ser y libraban la

alegría de estar juntas. Entonces él también se puso alegre sonriendo a si mismo y tragó con placer

el último sorbo de agua que había tomado después de un cortado abundante. Le salió un nombre

para definir ese grupo de mujeres: “al club de las viudas.”

Decidió que era el momento de regresar al despacho, le esperaban dos kilómetros andando que no le

molestaban para nada. El día fresco y soleado le permitía de aprovechar de unos de los pocos

aspectos interesantes de esta ciudad dormida desde hace siglos.

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Cruzando la parte mas ancha del parque, un negro africano vino a su encuentro tambaleando y con

los brazos en guardia como para empezar un combate de boxeo. No podía ni tenerse de pié.

Martínez lo esquivó fácilmente y dejó que continuara su camino sin rumbo.

“esta ciudad a ti, ya te ha matado. La lastima es que vendrán otros más listos y nos mataran a

nosotros”. Se dijo el policía con amargura y continuó.

“Ocurrirá esto si los que están al mando de este país no se despiertan y no se quitan de encima la

gana de enriquecer debilitando su cuerpo y alma, incapaces de ver lo que está ocurriendo fuera de

su cuarto de lujo donde viven. Han perdido la función de algunos de sus códigos genéticos, los

“genes” del hambre, del frío, han perdidos los “genes” de una “sana maldad” que, a sus

antepasados, hizo conquistar el mundo, con duras penas, con sacrificios y a veces con matanzas,

pero siempre volviendo a su hogar listos y sencillos para luchar por su “casa” y por su gente.

Los que se creen “comandantes” ahora, sin agallas, sin género, demasiado iguales a las mujeres no

hubieran durado ni una hora en un barco de los grandes de la historia de esta nación y no hubieran

durado ni un día a lado de la reina Isabel o del rey Ferdinando. Estos no podrían pasar un invierno

en una casa sin calefacción, no podrían pasar un invierno sin un baño con agua caliente, estos no

serían nada sin funcionarios, no serían nada sin la cartera bien forrada.

Solo un ejemplo. Para los árabes, para los del este, al contrario, el ambiente duro, el hambre y las

dificultades no son un gran cambio de donde han vivido toda una vida. Vienen aquí hambrientos y

disponibles a cualquier cosa. Se vuelven mas fuertes más que nunca cuando ven los débiles al

mando.

España despierta, mira a tu juventud, no espera otra cosa que le des ánimo y que tú tenga valor.

O a lo mejor sería al revés.

Los jóvenes con valor tendrían que quitar del mando a estos personajes débiles y sin columna”.

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Abrumado por los pensamientos se dio cuenta que ya estaba en Sagasta y se encerró en su

despacho.

En su mesa ya estaba un sobre enorme de color amarillo con el sello del departamento de la policía

científica.

-"Los datos de la autopsia" se dijo Martínez

Se quedó bastante rato apoyado al respaldo de su sillón con los ojos cerrados y sin hacer el más

pequeño movimiento. Le iba a la mente el joven Chileno, él de los duendes. Le parecía que sentía

ternura para el chico y, al mismo tiempo, una sensación amarga que no sabía definir. Lo envolvía un

pensamiento confuso como cuando uno piensa de haber fallado algo, de haber ido más allá de sus

deberes. Lo malo de la sensación era que, pensando al chico, de repente le entraba la imagen de

María Pilar, la amiga de Clara, asesinada en Tenor Fleta.

No había conexiones evidentes entre los dos, pero su cerebro le hacía esa jugada que lo dejaba

intranquilo. “Porque no me contó Pilar la relación que tenía Clara con Jorge? Seguramente ella

tendría que saber algo”.

Luego sin abrir el sobre marcó un numero al teléfono

"ponme con el Doctor Pazo",

-"disculpe doctor, puede decirme algo más sobre lo que ha averiguado sobre el cuerpo de la chica

encontrada en el Ebro?" "Sí, sí, doctor, lo tengo aquí el informe, no,no se lo aseguro lo leeré con

mucho cuidado, no se preocupe, que me dice? Ha sido degollada y nada más? no ha habido

violación, ni otras barbaridades, torturas o algo por el estilo, no ha sido matada donde la

encontramos, y la muerte, a que hora? bueno sí el cuerpo ha estado un largo rato en el agua, de seis

a diez horas antes del descubrimiento, si, muchas gracias doctor, no hay algo más? sí, sí, sí, el, una

navaja grande, con toda probabilidad es el arma del delito y, qué me dice?, la herida de la mujer de

Tenor Fleta es absolutamente compatible con una herida que hubiera podido ser producida por ese

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martillo encontrado atado a la cintura de la pobre mujer del Ebro, pero la mujer del río ha sido

matada por un sablazo. Osea que, quien mató, no quiso entregarnos la firma del homicidio del río

Ebro sino hacernos creer que mató la chica de Tenor Fleta? Como? Eso es mi tarea? Sì, tiene razón

Doctor Pazo, se lo agradezco".

Gran personaje este doctor Pazo, antigua escuela. Abrió el sobre y sacó las fotos de la pobre joven

que evidenciaban todas las partes del cuerpo, las dispuso en la mesa, como si fueran cartas de juego.

Dejó a parte las fotos del martillo de marfil, cogido en todos sus detalles, junto con las imágenes del

cuerpo de la mujer donde aparecería atado a su cintura. “Este del río es un loco” susurró Martinez.

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Diecisiete

Mientras tanto entró en el despacho el inspector Morales,

- "La quiere el jefe en su despacho, señor comisario, dentro de media hora".

El joven inspector se quedó un rato pensativo delante la disposición de las fotos: -"Que pasa

Morales, te gusta mi puzzle?" le dijo Martínez, simplemente por hablar.

-"No señor comisario pero, en cuanto supe del asesinato, me vinieron a la memoria las leyendas del

Ebro" soltó tranquilo Morales.

-" leyendas del Ebro? que me quieres decir"

-"Pues nada señor comisario" un poco asustado por el tono de voz de Martínez,

- "simplemente que existen muchas leyendas sobre el río Ebro, ha sido un pensamiento automático,

pensando a la mujer encontrada en el río.”

Martínez se quedó afectado positivamente de lo que le dijo el joven inspector.

-"Tu Morales harás parte del equipo de investigación sobre la muerte de la mujer del Ebro, ahora

puedo ir al despacho del jefe, luego me contarás algo sobre tus leyendas"

Y se marchó.

Martínez a primera hora de la mañana ya está en su despacho para revisar los papeles médicos y

pensar como montar un equipo de investigación sobre el asesinato. Él es de la idea que, los dos no

están conectados el uno al otro, pero no se puede permitir de descartar nada..

La reunión con el jefe el día anterior había sido ni mala ni buena, el jefe está haciendo lo suyo,

empujar a los a trabajar rápido y bien. Y porque el alcalde ha llamado ya, y porque la opinión

publica va a armar un escándalo, y porque la gente tiene que saber, y porque la gente está asustada,

y porque, y porque, mierda... La única cosa positiva, pensaba, “el mecanismo se ha puesto, otra vez

en marcha.

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-“Lafuente!”

grita Martínez, el joven policía entra en el despacho,

- “dígame comisario”,

-“llámame Morales y Suelves, los quiero aquí en tres minutos”.

José Antonio Morales Sos es el joven inspector de las leyendas del Ebro.

Luis Suelves Lamata es, él también, un joven inspector con buena experiencia de investigación en

el campo de las finanzas y buen experto de informática.

-“Quiero que os pongáis al día sobre el asesinato de la “mujer del Ebro”. Tú Morales me explicarás

todo lo que sabes de las leyendas que me nombraste ayer”.

-“Si quiere comisario le hago un resumen enseguida”

dijo Morales,

-“Pues, adelante, chico”.

1-“Se dice que desde hace siglos la campana del milagro, que llegó flotando sobre las aguas del

Ebro se colocó en la ermita de San Nicolás Bari y sonaba sola cuando sucedían acontecimientos

importantes.

La leyenda y los restos arqueológicos revisten algunos lugares de misterio, realzado con poderes

prodigiosos y sobrenaturales que se atribuyen a la campana. Se decía que cuando la campana tocaba

por sí sola, nadie podía aproximarse a ella; un osado canónigo lo intentó y recibió una sacudida tan

fuerte que durante mucho tiempo fue curado de la mano y del brazo con el que lo intentó.

2 Por lo que se refiere a lo decapitados hay abundancia de leyendas, debió de ser costumbre arrojar

las cabezas de los ajusticiados al Ebro, pero la más importante creo sea la de San Lamberto que

demás de decapitado, “es cefalóforo”. Esto significa que anduvo erguido y sin cabeza, o mejor, con

la cabeza sujeta por sus propias manos. Se dice que Lamberto debió de recorrer de esa guisa una

distancia no menor de un kilómetro, aunque algunos hablan de incluso ¡cinco kilómetros! La

historia cuenta que en tiempos del Emperador Diocleciano y su prefecto Daciano se estableció en 1 Leyendas – leídas en Internet - http://celedoniogarcia.blogia.com/temas/articulos.php 2 Leyendas – Internet - http://chemalera.blogspot.com/2008/02/aragn-misterioso-y-decapitados-en-el.html

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Cesar Augusta un terrateniente llamado Cayo, que tenía su villa en las afueras de la ciudad, es decir,

al otro lado del río. Entre sus criados estaba un cristiano llamado Lamberto. Por miedo a las

represalias de Daciano, trató de convencerlo para que renunciara a sus creencias, pero éste se negó.

Así que, ni corto ni perezoso, sacó su espada y Cayo sajó limpiamente la cabeza de su criado

Lamberto. Pero éste la recogió aún antes de caer al suelo y con ella entre sus brazos comenzó a

andar rumbo a la ciudad, precedido por los bueyes con los que estaba arando en el momento de su

muerte. Cruzó el río y se fue al lugar donde ardían los cuerpos de otros muchos cristianos mártires.”

Martínez un poco aburrido por el largo cuento le dijo:

-“eres un pozo de ciencia Morales, de donde sacas estas historias?”.

- “Comisario, es como un hobby ir buscando cuentos antiguos donde hay misterios o leyendas y

magia”.

-“Bueno, ahora hay que meterse en marcha. Tu Morales envía alguien que contacte todas las

asociaciones religiosas, para religiosas que encuentres, por si en sus filas tienen algún loco suelto.

Martínez hecha un vistazo a todos los papeles médicos y casi se marea con todos los datos y las

tablas que proponen, va directo a las conclusiones. Al final del relato técnico lee algo interesante:

“Se ha encontrado en las uñas de los pies una cantidad suficiente, para analizar, de tierra incrustada.

Nuestra consideración es que se trate de residuos de tierra muy común en los alrededores de

Zaragoza, “Vaya consideración!” piensa Martínez, “con la única variante, pensamos que haya una

cantidad mínima de Andalucita (Al2OSiO4). Mineral que no se encuentra fácilmente en nuestro

terrenos. Es posible que su presencia dependa de las contaminaciones debidas a construcciones

importantes y bastante antiguas con ladrillos. No se trata de mineral originario, sino una mezcla

adquirida por contaminación. Y subrayamos la posibilidad de que haya leves huellas de sangre de

cerdo. No lo podemos descartar y tampoco confirmar del todo debido a la escasa cantidad de

material a disposición”.

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-”Andalucita, esto si que es un bonito nombre, podría ser un nombre de mujer, recuerda Andalucía,

pues lo de los nombres para mi es un misterio. Una joya de nombre que nos lleva a buscar entre

cerdos y ladrillos. Bah, vete a saber. Habrá que buscar un sitio donde se haya construido con

ladrillos. Aquí todo el mundo utiliza ladrillos, pero si damos crédito a lo de la sangre de cerdo, no

creo que hayan muchas combinaciones en los alrededores de Zaragoza.”

Suelves y Morales estaban escuchando los pensamientos de Martínez que ni los miraba, parecía

envuelto por una neblina que le impedía de ver lo que estaba a su alrededor.

Como despertándose de un sueño, dijo:

-”Y vosotros que estáis haciendo aquí?”

-”Señor comisario ha sido....”

-”Sí, claro. Tenemos que buscar este sitio. Dile que te traigan un mapa de la ciudad.”

“Pero la cosa me deja perplejo. El asesino nos ha dado una pista clara como el día: el martillo, Que

nos quiere decir, los dos asesinatos están en relación el uno con el otro y que no busquemos en

direcciones equivocadas.” tras una larga pausa dijo Martinez:

“Lo que estás diciendo no me convence, un asesino que sugiere los pasos que hay que dar para

encontrarlo! Vendrá un día en que me escribirá para indicarme directamente la dirección!”

“La cosa podría ser más sencilla aún. El martillo ese puede que sea simplemente una provocación,

desafío a la policía, sin que el asesino sepa nada de lo que ocurrió en Tenor Fleta” dijo Suelves

“Creo que tengas razón” le contestó tranquilo Martínez.

Con el mapa puesto en la mesa, Martínez empezó a trazar lineas:

“Dividiremos el mapa en tres sectores, tu Morales, con un equipo, te encargarás de controlar el

territorio que va del Parque del Agua hasta el parque Grande y tu Suelves del parque Grande hasta

el Ebro. Yo buscaré en la parte que queda, todo lo que está alrededor de los polígonos industriales”

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-”Será un trabajo sin fin, el territorio es muy amplio” dijo Suelves

-”Es verdad, pero, de momento, vamos buscando una casucha, un establo, una piara o algo

parecido, donde, a lado, haya habido grandes construcciones con ladrillos. Cómo trabajo previo diré

al jefe del grupo de los helicópteros que den una vuelta en circulo, a los limites de la ciudad, y que

saquen cuantas más fotos pueden, así que podremos descartar zonas que no interesan.”

-”Encárgate tu Morales del piloto, que lo haga cuanto antes. Cuando tengas las fotos nos reuniremos

aquí para decidir el plan.

-”muy bien comisario, creo que en un día pueden hacerlo todo”

-”Eso espero Morales.”

“Si me permite comisario, creo que si nos conectáramos directamente por Google Earth,

obtendríamos los mismo resultados que el del helicóptero, los mapas están bastante al día y

ganaríamos tiempo” intervino Suelves

“Se trata de ese programa que del satélite se pueden ver todas las zonas del mundo, verdad? Muy

bien Suelves, puedes empezar a imprimir fotos, pero yo necesito algo que sea oficial, mientras tanto

trabajaremos con tus fotos” contestó Martínez.

Pegaron a la pared varios mapas sacados de Internet, de varia dimensiones, del territorio de

Zaragoza y las dividieron en los tres sectores indicados por Martínez.

Empezaron a descartar todas las zonas y fotos que les parecían inútiles al fin de la búsqueda. Toda

la zona más allá de Actur, que se ha vuelto comercial, con todas construcciones modernas sin uso de

ladrillos que están a los lindes de perímetro urbano. Eliminaron también esas de la zona

comprendida entre la Autovía del Ebro y la Autovía del Nordeste y todas las que representaban el

terreno alrededor del aeropuerto. Quedaban todavía muchas áreas en las que buscar. Martínez veía

que el trabajo se iba complicando estando simplemente en el despacho. Se decía que haría falta

intentar algo, ir buscando directamente en el territorio, con la esperanza que naciera algo o tuviesen

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un golpe de suerte. Encargó a los hombres disponibles que se dieran una vuelta en los alrededores

de la ciudad y que le informaran de cualquier cosa que pudiera ser un sitio de cría de cerdos

artesanal.

Cuando habían ya terminado el trabajo con las fotos de Suelves, del helicóptero llegaron un montón

de fotos a alta resolución, después de una ojeada rápida las dejó en varios sobres encima de su

escritorio..

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Dieciocho

“He llegado a la conclusión, señor comisario, que nos encontramos en un “cul de sac”, dijo

Morales sin levantar la mirada de la pantalla del ordenador.

“Digamos que seré yo que te va a meter a ti, junto con las fotos un en saco, si me hablas con

pesimismo. Aquí no estamos para seguir las emociones o las ideas personales, o peor aún la falta de

ideas y de iniciativa, estamos aquí para indagar a un asesinato y a mi no me importa nada tu “cul de

sacx”, aunque fueran dos, no me importaría un bledo”.

A Morales, por un secundo, le vino a la cabeza de contestar, pero no lo hizo porque estaba contento

que el jefe hubiera vuelto tan animado para recobrar el mando de las operaciones.

“Posible que en ese montón de foto no haya algunas donde aparezcan construcciones con ladrillos?”

Martínez en su cabeza ya había radicado la idea de que la mujer del Ebro hubiera sido asesinada por

un maníaco y no lograba de alguna manera conectarla con el mundo de la calle Tenor Fleta.

Morales se dio cuenta que el jefe estaba rumiando algo y lo dejó en paz por unos minutos y luego

soltó y Martínez tuvo como un sobresalto:

“Señor comisario, Zaragoza está llena de construcciones con ladrillos. Sabrá que el ladrillo era un

elemento base del arte mudéjar y, aquí, a partir de la Aljafería, tenemos muchos edificios de

ladrillos” dijo Morales con inocencia.

Martínez se lo tomó con calma y le dijo:

“Es siempre un placer cuando se puede aprender algo, ya te lo dije que eres un pozo de ciencia pero

creo que a ti te haría bien un poco de aire fresco. Dime una cosa, el arte mudéjar contemplaba

también construir establos para los cerdos a lado de sus palacios? ”.

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Y a continuación:

“Llámame Suelves, no él está ocupado, que venga Lafuente”.

“Tengo un trabajo delicado para ti” le dijo Martínez nada más entrar. Lafuente, un joven policía

siempre disponible, se sintió alagado que el jefe le diera un encargo importante.

“Tienes que buscar toda las granjas o las empresas en Zaragoza que crían o que se ocupan de

cerdos, no serán demasiadas.”

Lafuente puso cara de desilusión oyendo la palabra cerdo. Martínez lo notó y le dijo:

“No pongas esa cara, es de verdad un trabajo importante de investigación. Quieres aprender? Bueno

ahora te tocan la granjas de cerdos, mañana, a lo mejor, te tocarán los abogados, la diferencia no es

mucha. No es todo oro lo que luce. En serio. Contactarás a todos los dueños o los jefes, preguntando

si recuerdan algún personaje que haya acudido a ellos para vender animales, para comprarlos o para

pedir consejos. Nosotros estamos buscando a alguien que seguramente no le gusta mucho la ley.

¿Has entendido bien?”

“Sí, señor comisario, se trata de investigar si algún tipo raro ha ido a pedir algo” contestó Lafuente,

firme delante de su jefe.

Antes que el joven saliera, Martínez le dijo:

“Lafuente, relájate, no hace falta que te pongas firme en mi despacho. Bueno vete y empieza ya”.

Las investigaciones sobre el caso de Tenor Fleta, como lo habían denominado los periódicos, se

habían parado o como quería pensarlo el comisario, estaban en un momento de pausa constructiva.

En realidad pensaba que sin un acontecimiento afortunado, nunca descubriría al asesino.

Ya el día siguiente y por la tarde, el joven Lafuente pide el permiso de entrar en el despacho de

Martínez para contarle lo que ha averiguado sobre los “cerdos”.

“Cuéntame todo chico” le anima el comisario.

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“No hay muchas granjas que se dediquen a la cría de esos animales, tenía razón comisario, la

mayoría son intermediarios . Pero he visitado a uno” saca del bolsillo su libreta nueva para

consultar,” la empresa se llama Porkjet SA,” lo interrumpió Martínez,

“Yo eso de los nombres no lo entenderé nunca, Porkjet se llama, suena a cerdo espacial, bueno

adelante”.

“Es un sitio muy limpio con quince dependientes más el dueño y él me dijo que recuerda de un tipo,

hará un mes, mes y medio, que acudió al él, y que le pareció bastante extraño por las preguntas que

hacía.”

“Qué preguntó de tan raro para que se acordara de él?” interrumpió Martínez

“Que este tipo le dijo que tenía uno cuantos animales, los criaba él en todo, que no se fiaba de los

del ayuntamiento. Dice que le puso un rollo y luego le preguntó que si los animales se enferman que

medicación hay que darle. El dueño le dijo que sin falta hay que llamar al veterinario porque a

veces pueden tener enfermedades peligrosas. Pero él no quería acudir a eso cabrones, total le dijo

que tenía dos cerdos que no comían, que a menudo estaban echados al suelo y que la piel tenía un

poco de color azul. Entonces el dueño le dijo de llamar inmediatamente al veterinario porque según

él tenían pulmonía y podría ser peligroso.”

“Y ese que hizo?” dijo Martínez

“Aquí está lo raro. Casi se enfadó, diciendo al dueño que, si por el hecho de que tenía una empresa

de cerdos lo quería saberlo todo, pero él no se habría dejado engañar. Y le grito, a mi me los están

matando eso malditos de los lavaderos de coches, toda esa espuma que va a empapar mi terreno,

tanto que la tierra ya no huele como antaño. Y se fue dejando al dueño de piedra. Esto es todo”

“Es mucho Lafuente, has hecho un gran trabajo” le dijo el comisario.

“Puedo decirle una cosa señor comisario?” Martínez le hizo señal con la mano que siguiera

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“Creo saber de que sitio habla ese tipo.”

“Yo también” dijo Martínez

“Tiene que estar en una zona a lado de la carretera Castellón, tu piensas lo mismo Lafuente? Lo

interrogó Martínez,

“Y digo que tiene que estar, o posiblemente, podría estar a lado de la Cartuja...”

“La idea vale la pena comprobarla, muy bien Lafuente. La gran parte del cementerio es de ladrillos,

si no me equivoco es una construcción de finales del 1700 y a lado hay varias naves antiguas y

otras en actividad”

Martínez quiso ir enseguida a echar un vistazo a la zona y dijo a Lafuente que lo acompañara y que

cogiese los prismáticos.

A pesar de las obras del tranvía, llegaron bastante rápido pasando por Cesáreo Alierta para

continuar en la carretera Castellón. Cuando estuvieron a lado de Pabellón Príncipe Felipe, Lafuente

preguntó al comisario:

“Me paro en frente del cementerio?”

“No, sigue, tiene que haber una rotonda debajo de un puente, pararemos allí”

Y en unos minutos llegaron y aparcaron mejor que pudieron.

El comisario había traído un mapa que no le sirvió de nada, en efecto el terreno, fuera de la

carretera es bastante llano. Cruzaron un riachuelo seco y se pusieron detrás de unos árboles a lado

de una senda polvorienta. El punto de observación era ideal. Martínez comenta en voz alta lo que

está apuntando con los prismáticos, para que oiga también Morales

“Allá en frente de nosotros una casucha blanca, hay alguien dentro, porque sale humo. Calculo que

nosotros estaremos a quinientos metros. A la izquierda hay varios talleres, veo uno de coches, no

son dos, detrás de la caseta, que hay? Parece un deposito”

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“Sí comisario es el deposito municipal de vehículos”, contesta Lafuente

Y sigue Martínez con el cuento de lo que ve.

“A nuestra derecha el Ebro que está bastante cerca, además el terreno que tiene por delante la

casucha es a forma de cuadrilátero rodeado por sendas. Con un coche llegar al río es cuestión de un

minuto. La ubicación de la casa es perfecta para no ser vistos. Está aislado en medio del campo,

tapado por un lado por el deposito municipal, al otro lado por el cementerio y tapias altas, campo

abierto por delante y río muy cerca. Qué opinas Lafuente?”

“Creo que se trate de nuestro hombre, habrá que ir a buscarlo” le dijo el joven policía

“Calma chico, calma, a su tiempo” le contestó Martínez.

Mientras se están moviendo para volver al coche, oyen un ruido de frondas que se mueven.

Lafuente mete la mano a la pistola y Martínez se la quita de encima de la culata. Aparece como de

la nada un hombre con gorro, con cara de susto nada más verlos, se recupera enseguida y les dice:

“Que están haciendo aquí en mi terreno?”

Martínez con cara y sonrisa inocente le contesta:

“Nada, somos de la policía forestal y estamos controlando si se han arraigado aquí también los

loros, es un estudio que estamos haciendo.

“Si fuera por mi. Ha visto el desastre que han hecho en el parque Grande? Allá mandan ellos. Si

fuera por mi pondría un equipo de cazadores con la escopeta, sería suficiente una semana, le

aseguro que desaparecen. Aquí no se preocupen, no se posa ni uno”.

“Si fueran todos como usted, tendríamos que investigar menos. Muchas Gracias” le dijo

descaradamente Martínez.

Y se fueron. Cerca del coche dijo Martínez:

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“Lo digo yo que los campesinos tienen la cabeza fina, ni un loro se posa en su terreno, eh

Lafuente”. El joven le sonrió como uno que no ha entendido nada.

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Diecinueve

Martínez reúne a todos los suyos para las instrucciones del cercamiento de la casa del posible

asesino. Él estaba del todo convencido que el asesinato de la mujer del río no tenía nada que ver con

el acontecimiento de Tenor Fleta. Del todo distintos se repetía. No podía evitar de perseguir a un

posible asesino aunque no fuese el que buscaba. Se sentía responsable de la protección a los

ciudadanos (mierda, estoy pensando como los agentes americanos de película). Algo lo molestaba,

no sabía concentrarse en la operación que iba a empezar.

“No quiero que se dispare. Tampoco estamos del todo seguros que se trate de nuestro hombre.

Coged los coches a disposición, cuando estemos allá, me acercaré yo solo y vosotros os acercáis

después que yo lo haya contactado. Está seguro que se encuentre en el interior?”

“Lafuente está a lado de la rotonda y acaba de confirmar la presencia de nuestro hombre”, dijo

Suelves

“Ni sirena ni luz intermitente. Todo lo que os he dicho son ordenes, entendido bien, todos?”

Hubo un murmullo que parecía “sí señor comisario” a causa de la tensión y se pusieron en marcha.

Como había comprobado en el control previo que hizo, alrededor del Cementerio de la Cartuja hay

cultivos y a lado de la carretera, una mezcla de pabellones en actividad con otros abandonados o en

espera de tiempos mejores. El ambiente resulta bastante descuidado si no fuera por la construcción,

aunque poco artística, del cementerio mismo. La entrada está casi tapada por la muralla de un

pabellón de color gris y otra amarilla para contener el sitio del cementerio.

Entre los dos muros, a lado de la carretera para el campo santo, se puede acceder a los cultivos por

medio de un sendero bastante ancho para el paso de un coche, que está casi siempre con barro.

Procediendo por cerca cien metros se llega a una casa de campo de color blanco que no está

construida para vivir, muy baja de techo, sino como almacén y todo lo necesario para el cuidado de

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los animales, incluso tiene un pequeño corral tapado por tapias de color gris y una pocilga.

Martínez antes de acercarse ha dejado los coches y dos hombres a lado de la carretera y, por

precaución, otros dos se han colocado a unos doscientos metros, bastante cerca del Ebro. Avanzó

con cautela como si fuera uno de la ciudad en busca de productos agricolas

Llegado a lado de la caseta huele un olor espantoso que casi lo hace vomitar, la puerta está abierta,

de donde sale un humo gris que deja en el aire un olor dulzón asqueroso.

De repente se forma una presencia humana, envuelta de humo, en el umbral, que viendo a Martínez,

con las manos en los bolsillos, da un paso adelante para quitarse de la humareda.

Una cara de acero, dirá después el policía, con una mueca en la boca que dejaba al descubierto los

dientes en una sonrisa fija, inquietante. la cara de color aceitunado, los ojos pequeños y casi sin

pestañas, pelo negro y corto puesto por delante, como pegado a la frente baja. Llevaba un jersey

negro bastante sucio y arremangado, calzaba dos botas enormes de plástico verde, como las que

usan lo pescadores. No pronunció una sola palabra y se quedó expectante mirando a Martínez con

una sonrisa cristalizada en la cara.

-“Tiene productos agricola? Queso, chorizo.” se aventuró Martínez,

como respuesta el tipo se limitó a menear la cabeza, lentamente, de un lado a otro. El comisario era

dudoso, si calificarse o intentar de conversar más con el hombre, también para dar la oportunidad a

sus colegas que se acercaran a la casa.

Siguió inventando: -“Soy un profesor de la universidad y me ocupo de lugares tradicionales de

Aragón, podría echar un vistazo al interior, porque este sitio tiene unas características que me

interesan para mis estudios?”

El hombre se apartó un poco a su izquierda para dejar paso a Martínez. Al entrar tuvo que taparse la

nariz y la boca con un pañuelo, no podía respirar por el humo y el fuerte olor. No se veía casi nada

si no fuera por una luz parpadeante a la que intentó acercarse. Había tres velas encendidas que

dejaban entrever a varias imágenes de santos en la pared sucia y a lado una campana de unos

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treinta centímetros de alto colgada de un gancho herrumbroso . Dio un paso adelante para ver mejor

pero no vio nada más porque algo duro lo agarró al cuello apretándole la garganta que no lo dejaba

respirar, se dobló y cayó al suelo. El hombre de la casa le obligó a ponerse boca arriba con los

brazos bajo la espalda, una posición incómoda, le puso en la boca un trapo asqueroso y, con extrema

tranquilidad le dijo:

-“Tú no tenías que venir a profanar la casa del vengador del Ebro. El vengador es un limpiador, él

lucha solo contra las mujeres sucias y sus parejas, los azota a todos cuando hacen suciedades y

perturban esta campiña, pero tu querías robarme; es la segunda vez que quieres entrar en mi capilla,

querías estar tu en mi lugar. Esto no es posible, existe un único vengador y ese soy yoooo”

Cogió la campanilla y le hizo dar varios retoques, din, din, din, sacó también un enorme látigo

hecho con el pene reseco de un toro.,

-“Ahora verás como terminan los que quieren luchar contra el vengador del Ebro”. Levantó el

látigo, le habría hecho un gran daño. Martínez muy asustado intentaba apuntalarse con los pies en el

suelo para lanzarse a su izquierda y evitar el golpe, pero se dio cuenta que con los pies no tenía

apoyo, el terreno era resbaladizo. En ese mismo instante el vengador con un aullido le cayó encima

dándole un tremendo cabezazo que lo hizo casi desmayar y vio a Suelves con un bastón en la mano.

Había golpeado con toda su fuerza al vengador en los riñones que se quedó casi paralizado encima

de Martínez.

El comisario se recuperó poco a poco y se incorporó sucio y lleno de sangre en la cara por el golpe

recibido. Entraron Morales y otro policía que esposaron al vengador, todavía maltrecho y que no se

tenía de pié, con tiras de plástico.

-“Afortunadamente que hemos oído la campanilla, de otra manera hubiéramos llegado tarde.” dijo

Suelves

Afuera de la casucha intentaron recuperar al “vengador” refrescandole con agua y poco a poco se

restableció. Martínez quería saber, pero sin que formulara ninguna pregunta, el hombre tendido en

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el suelo le dijo: -“ Estoy listo para que me ejecutáis para que podáis ver el poder del vengador.

Cortadme la cabeza y yo caminaré para siempre en el rió Ebro como san Lamberto.”

Martínez, casi con furia, sacudió al vengador y le dijo:

-“cómo mataste a esa mujer, maldito seas?”

El vengador con una sonrisa socarrona tardó en contestar, parecía que estuviese buscando las

palabras o que su cabeza, totalmente ida, no le permitía acordarse de nada, de repente soltó con voz

tranquila:

-”Yo no mato a nadie, imparto las puniciones que me manda el santo Lamberto. Creían poder venir

a contaminar el terreno de Lamberto. No, no se los permití. Estaban al final de la tapia con un

coche, la grandisima hija del mal tenía la cabeza en medio de las piernas de un maldito pervertido

para succionarle el alma y escupirmela aquí en el terreno del santo. Salté delante de ellos con los

brazos levantados, los pervertidos resbalaron varias veces antes de intentar de huir. Las criaturas

del mal han estado un buen rato a mis pies casi muertas de miedo por ver mi rayo. Les dí unos

cuanto latigazos al macho que gritaba como un cerdo hasta que logró ponerse de pié y lo dejé huir.

Pero el vengador tenía que cumplir su obra. La hembra, no dijo una palabra y la arrastré hacia el

templo.

Ahora dejadme en paz tengo que hacer un largo viaje y estoy cansado, Lamberto me está llamando.

Es tiempo que me vaya a mi bote para buscarlo en el rió y pedirle que me de más fuerza, que me dé

fuerza, que me dé fuerza, que dé fuerza a su elegido. Necesito limpiarme, el mal de la ciudad se me

está pegando por todo el cuerpo, ayúdame Lamberto, Lamberto...” Antes que Martínez pudiera decir

algo a sus hombres, el hombre con un temblor siempre más fuerte de todo su cuerpo, la baba a la

boca y una navaja en la mano, aparecida de no se sabe donde, se lanzó contra Morales que logró

esquivarlo, cuando vio que el hombre intentaba huir le disparó, y, por desgracia, acabó con la vida

del pobre tío que se llamaba a si mismo, el vengador.

Todo aconteció tan rápido que Martínez no pudo intervenir a bloquear su colega. Se puso verde de

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rabia, oyendo el disparo, humillado en su orgullo de policía y por la tontería de su colega. Habían

perdido un hombre, quizás un asesino o un loco de verdad, junto a todas la posibilidades de aclarar

el asunto. Morales disparó por el miedo y por la posibilidad concreta de ser matado por “el

vengador”, no tenía mucha culpa, a veces las circunstancias son malditas.

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Veinte

Otra vez punto y a parte. ¿Cuantas veces había tenido que empezar del comienzo, también en su

vida? Pero Martínez tenía la capacidad de dejar atrás el humor negro cuando se trataba del trabajo,

aunque pensara que había gente, en la vida normal, que tenía tanta suerte que se reiría hasta seis

meses después de su muerte. A cada uno lo suyo! Solía decirse. Nada de nuevo sobre el homicidio

de Tenor Fleta.

Pero el día no había empezado bien, se sentía pesado y, observándose mejor, se dio cuenta de que

tenía también dolor de estomago, le zumbaban los oídos. Se sentía hecho un asco. Se quedó más de

una hora, merodeando en su despacho y en el edificio, pero al final decidió de ir a casa para echarse

a la cama. No era el caso de enfrentarse a la gripe, para que?

Se puso bajo las mantas y como un vértigo se apoderó de él.

El viento recorría con ráfagas violentas la ciudad, y le pegaba a la cara como si fuera un látigo de

hielo. Marzo quería dar sus últimos espasmos antes de dejar espacio a la primavera.

Martínez avanzaba en la Gran Vía a zancadas lentas y anchas, cuanto le permitía el cierzo que no

paraba desde hacía unos días y esa calle era la peor para enfrentarse a el. El viento más saludable de

Zaragoza ahora se volvía un obstáculo. Ninguno a aquella hora de la noche con quien compartir las

maldiciones y la angustia que le agobiaba. Los arboles se torcían como gigantes monstruosos con

estrépitos y chillidos que afectaban la cabeza. Restos de plásticos subían en alto a la luz de las

farolas para desaparecer enseguida en un torbellino ignoto, mientras intentaban de bajar al suelo

unos escasos chopos de nieve que inexorablemente seguían danzando en el aire para desaparecer

cuando se esfumaba el halo de luz. El policía procedía lento y encorvado. Le habría gustado

desaparecer en medio de esos remolinos perdidos en el cielo. Tuvo que continuar hasta casi el final

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del paseo para entrar en el restaurante griego. Atendido por una camarera se quitó la gabardina

medio mojada, disfrutando con placer del ambiente cálido. Avanzó, sin posibilidad de equivocación,

hacia una mesa donde había dos que tenían delante unas tablas de embutidos, paté, varias rebanadas

de pan y una jarra de vino tinto. El Gordo con un gesto de la mano le invitó a sentarse e

inmediatamente llamó al camarero para que le trajera algo parecido al huésped y un vaso. No le

supo mal al comisario porque le entró ganas de comer algo nada más ver la mesa y los dos con la

boca llena y un trozo de pan en la mano.

Se quedaron allí un buen rato sin decir palabras, pero seguían comiendo y bebiendo, hasta que

Martínez no pudo más del calor. Los dos compañeros de mesa parecían perfectos desconocidos,

sabía tan solo que a uno lo llamaban el Gordo y que estaba medio paralizado por un derrame

cerebral de antaño. Era uno que no paraba de hablar, le gustaba contar sus aventuras amorosas más

picantes, el otro lo llamaban el Flaco que no hacía otra cosa que sonreír.

Martínez se puso en mangas de camisa por el calor. Mientras tanto se unieron a la compañía otras

dos personas, un tío de pelo rojo, lo que le quedaba, y otro de pelo moreno y lacio, probablemente

el mas chulo de la compañía o mas bien el personaje de referencia del grupo.

Sobre todo el Gordo, cada vez que decía algo, le echaba una mirada para buscar su aprobación.

Ademas, aunque el tipo moreno hablase y a momentos tuviese el actitud de un chulo, tenía que ser

un hombre de corazón. El Gordo, de vez en cuando, para no decir a menudo, a causa de su

enfermedad, no podía con lo que tenía en el plato, entonces era el moreno que lo ayudaba y lo hacía

con la mejor naturalidad del mundo.

Finalmente el Gordo, una vez acabado el cuento, con detalles, de una de sus antiguas aventuras

sexuales, le dijo muy directo al policía:

“creo que te hayas equivocado de sitio, tendrías que ir al final del paseo de Independencia si quieres

enterarte de algo, aquí tenemos solo sueños antiguos y nuevos, si quieres entrar en la compañía.....”

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Martínez, como obedeciendo a una orden, se levantó de la mesa y se fue.

En la calle, enseguida fue atrapado por un remolino de viento que lo llevó en alto y le permitió de

volar como una vela, se puso en posición horizontal y con los brazos abiertos se movía ligero de un

lado para otro del paseo, pasando por encima de los arboles. El silencio era absoluto y se sentía

completamente al mando de su cuerpo. Cualquier cosa le era posible. Era increíble poder subir,

bajar, planear, torcerse y volver a subir y planear otra vez sin preocuparse del peso, del aire, de

nada.

Pero, finalmente, después de tantos rodeos aéreos, se puede decir que “aterrizó” en el medio de la

plaza Aragón pisando un suelo totalmente amarillo.

Se levantó y mirándose alrededor vio que todo estaba en su sitio, la Gran Vía con sus arboles

violeta, la antigua facultad de medicina, blanca resplandeciente, el palacio de Ibercaja, como

siempre gris, igual que el humo que surgía de su piso más alto. Empezó a pasear por Independencia.

Los andenes del tranvía habían desaparecido pero tenía poca importancia. Justo en frente al palacio

de Correos, una cosa le pareció extraña. El palacio se movía. Al principio una simple vibración del

entero edificio y de repente la barra de la bandera se dobló y se acercó hacia él, lenta y ligera,

dándole un leve empujón en la espalda. Entendió que tenía que continuar. El color del suelo cambió

de amarillo a rosa y los pórticos se movían con la sinuosidad de una serpiente, los arboles,

sacudidos por un viento fresco y leve, lanzaban sus hojas que caían ondeando al suelo. Las farolas

se doblaban, de vez en cuando, casi a tocar el suelo, esparciendo de sus bombillas un perfume de

flores de campo que se vaporizaba en el aire. Finalmente llegado al circulo perfecto de Plaza de

España, vio que tenía un color rojo vivo y acercándose notó que había desaparecido el asfalto para

dejar sitio a una inmensidad de amapolas altas más de medio metro, que en una coordinación de

movimientos perfecta, ondeaban de un lado para otro, como tan solo se ve en la mar tranquila. Todo

igual. Nada había cambiado, colores, arboles y palacios. Estaba allí mirando ese espectáculo con un

sosiego nunca probado. De repente ve surgir de entre las amapolas, dos perros negros con la baba a

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la boca y que intentaban de asaltarle, pero algo los sujetaba sin que pudieran alcanzarle, atados con

una enorme cadena que colgaba de una persona vestida de blanco, con la cara como en una foto

desenfocada, en una mano tenía una campanilla, que de vez en cuando hacía tocar, din, din, din, con

la otra le hacía señal de que fuera hacia ella. Estaba asustadisimo por los perros y poco a poco

apareció la cara de la vestida de blanco, era María Pilar, deslumbrante y con una sonrisa diabólica,

dejó caer la campanilla y soltó la cadena de su cintura. Los perros en un salto le alcanzaron los dos

y se le echaron encima con la boca abierta.”

Se despertó a lado de su cama empapado de un sudor frío que lo hacía tiritar.

No se despertó solo con mal sabor, como si tuviese resaca, sino que sus sensaciones sobre Zaragoza

eran distintas, no podía pensar. Sentía en su cabeza como un “leit motiv” que le repetía: “contigo

han caído también todas tus ilusiones que has tenido hasta ahora. Están en el suelo contigo. Eres un

fracasado. No puedes ni recoger los restos”.

Se puso a tantear el suelo en busca de sus ilusiones, hasta que no logró despertarse del todo. No se

había ido del todo el pensamiento, había dejado sitio a un estado muy desagradable que lo

mareaba. Se repitió a si mismo: “He perdido mis ilusiones! No tenía otra cosa, que hago ahora?”

Poco a poco, tumbado en el suelo, con el brazo derecho que le hormigueaba, se percató que estaba

despertándose de una horrible pesadilla y con dificultad logró meterse a la cama. Tardó bastante a

reponerse, aunque una gran ayuda se la dio un vaso de zumo que algún “ángel” le había puesto en la

mesita de noche.

Intentó relajarse sin pensar en nada, gozando simplemente de una corriente suave de aire fresca que

entraba de la ventana, gracias a su costumbre de dejarla siempre abierta, fuera de invierno fuera de

verano. Ese frescor corroboró su cuerpo, que seguramente estaba todavía con fiebre, y su alma

porque le permitió de empezar a respirar bien, regularmente. Su cuerpo volvió ligero bien abrigado

por las sabanas y hundido en el colchón.

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Después de haber recuperado un poco de estabilidad, empezó a pensar a como matar el

aburrimiento. De ir al trabajo, ni hablar, todavía no estaba en condiciones, intentar de dormir, habría

sido un problema luego por la noche. Se miró alrededor en busca de alguna revista, algo ligero que

lo distrajese, su atención se paró sobre un librito que ni sabia de poseer:

- Franco Federici – Mis viajes a España – era el titulo

Lo ojeó distraídamente: Granada, chicas y sevillanas. Burgos, que se cayera la catedral! Pamplona,

desilusión doble. Córdoba, franceses arrogantes. Toledo, eco de batallas.

Le intrigaron mucho los primeros titulares del indice, en caso contrario ni lo habría abierto. Se puso

a buscar algo sobre Zaragoza, encontró el titulo:

Zaragoza, la desconocida. I más adelante ponía: La Ribera del Ebro, explosión de amor y colores.

“Que bonito! Quien era ese Federici, seguramente italiano por el nombre.” se dijo Martínez que

siguió ojeando en busca de algunas noticias del autor. Pero no había nada, ni una foto ni unas lineas

de biografía.

Al fin y al capo tenía poca importancia. Decidió empezar la lectura de la Ribera del Ebro.

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Veintiuno

LA RIBERA DELL'EBRO – UN DIA DE ENERO

Iba el agua tranquila del río con su ruido continuo, sosiego a los seres que están en su alrededor. Los

patos, con su postura casi ridícula que parece que estén riéndose y, de vez en cuando, sumergen el

pico, para luego saborear algo de difícil interpretación. Una tarde tranquila, casi sin pensamientos.

Algún vuelo rápido de los cormoranes o de alguna ave desconocida. La natura se estaba

disponiendo al descanso nocturno. Pluf, pluf. Me vuelvo y veo dos chicos que tiraban piedras a los

patos desde la barandilla en alto de la muralla.

Temía que iban a matar alguno, porque era difícil que los patos pudieran interceptar el tiro. Estaba

preocupado por los patos. Cuando era adolescente seguramente he hecho cosas peores y sin

preocupaciones. De ese acontecimiento sin importancia me puse a pensar a la muerte y también a la

vida. Me puse a pensar en el universo. Aquí las preguntas!

Existe un mundo de los muertos? Mejor dicho, donde están los millones de personas que han

pisado esta tierra e ya no existen? Sin pensar a los animales.

Nuestro planeta dista del sol casi 150 millones de kilómetros. Una distancia enorme, pero para

encontrar otra estrella, a nosotros cercana, haría falta hacer un paseo de 4 años, corriendo a la

velocidad de la luz. La luz del sol nos alcanza en casi 8 minutos.

Cuanto es grande el universo? Ya me había olvidado de los chicos y de los patos, conmigo quedaba

solo el ruido de la corriente del río.

Parece que el horizonte del universo está a una distancia de 13,7 billones de años luz, pero está

mucho mas allá. Dejo de un lado cualquier comentario sobre la enormidad de la distancia. Desde

ese horizonte que se ve? Que tipo de "sustancia" forma lo que está más allá?

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Y Dios que papel tiene en todo esto? Y los santos? Y los ángeles? Y nuestros difuntos?

La corriente del río sigue su ritmo sin distracciones.

No tengo respuestas a las preguntas.

Prefiero pensar al universo con las palabras y las intuiciones del poeta, Giacomo Leopardi

(se trata solo de algunos versos)

XXIII - CANTO NOTTURNO Dl UN PASTORE ERRANTE DELL' ASIA

Che fai tu, luna, in ciel? dimmi, che fai,Silenziosa luna?Sorgi la sera, e vai,Contemplando i deserti; indi ti posi.Ancor non sei tu pagaDi riandare i sempiterni calli? Somiglia alla tua vitaLa vita del pastore.Sorge in sul primo alboreMove la greggia oltre pel campo, e vedeGreggi, fontane ed erbe;Poi stanco si riposa in su la sera:Altro mai non ispera.Dimmi, o luna: a che valeAl pastor la sua vita,La vostra vita a voi? dimmi: ove tendeQuesto vagar mio breve,Il tuo corso immortale?

(Me atrevo a traducir al español)

CANTO NOCTURNO DE UN PASTÓR ERRANTE DE ASIA

¿Qué haces, luna en el cielo? dime lo que haces,Silenciosa luna?Te levantas por la tarde, y te vas,Contemplando los desiertos, y luego descansas.Aún no estás quietaPara ir y volver las calles eternas?......

Se asemeja a tu vidaLa vida del pastor.Se levanta a la primera luz del díaMueve el rebaño en el campo, y veRebaños, fuentes y hierbas;

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Luego cansado busca sosiego en la noche:Otra cosa nunca espera.Dime, oh luna: ¿qué sirveAl pastor de su vida,Tu vida para ti? dime donde tiendeEste breve mi errar,Tu inmortal curso?

LA RIBERA – ANOCHECER

Ayer hacía un frío amargo, no tanto por la temperatura sino por el aire que te entraba en los huesos

y en cada rincón de tu cuerpo. Parecía también que la superficie del río intentase achicarse para

defenderse de la briza fría, las corrientes buscaban de estrecharse la una a la otra, casi a contener el

poco calor, y el resultado era lo de un campo verdoso picado de ondas finitas que reflejaban las

sombras de los puentes. Eran pocas las aves que intentaban desafiar la noche inminente. Las mas

atrevidas eran las palomas que viven o tienen el nido al lado del puente de piedra. Era un barullo de

alas que iban y venían en un corto recorrido para llegar al refugio entre los huecos de la grande

pared de piedra y terminar con un arrullo entrecortado porque todos querían “decir” algo, creando

una gran confusión.

A esa hora había pocas personas paseando o corriendo.

AL DÍA SIGUIENTE

Hoy he vuelto a la Ribera, casi a la misma hora de ayer. La temperatura era más suave. El gorro de

lana que normalmente llevo puesto, lo he tenido en mano casi todo el recorrido. El ambiente era

cambiado del todo, comparado con el del día anterior. El río parecía que corriese más rápido, sin las

ondas finitas que se apretaban una contra la otra. Entraron en el agua hasta dos barcos: un "armo a

dos" y un "armo a cuatro". El de dos iba deslizándose en el agua, muy cerca de la orilla, para remar

con más facilidad evitando la fuerza de la corriente. Los dos, con movimientos rítmicos y lentos

iban despacio en un silencio apabullante, parecían flotar en el aire. Los dos remeros tenían una

camiseta casi igual, una de color verde chillón y la otra también verde, que se confundía con los

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colores de los arboles, verde amarillo. Al final hicieron una larga curva para coger la dirección hacia

el embarcadero, dejando una larga y fina estela en el agua y cruzándose con una canoa de “a cuatro”

que iba recta en el sentido contrario y contra corriente. El vuelo de un cormorán, rápido y preciso

como una bala, con el apoyo de sus fuertes alas, se fue en dirección al Puente de Piedras y, nada

más llegar a pocos metros de los arcos, con un imperceptible movimiento de la cola, se alzó casi a

tocar el puente, desapareciendo inmediatamente detrás de los arboles.

LA RIBERA DEL EBRO – ENGAÑO

El ruido del río es: husssh, husssh, husssh, husssh, husssh, husssh,

continuo, a veces cubierto por el : fsvhuuuuuu, fsvhuuuuuu, fsvhuuuuuu, fsvhuuuuuu, fsvhuuuuuu,

fsvhuuuuuu,

del viento que te golpea la cara y luego deja espacio otra vez al canto del agua.

De repente sale del agua un tronco marrón oscuro chorreante de agua y de hierba sucia. Se para

delante de mi.

La sorpresa y el susto al ver que está animado, en cierta forma vivo. Tiene dos rostros vueltos hacia

mi, ahora uno ahora el otro. Inquietante es aquel que tiene los rasgos tristes, los ojos cerrados, nariz

y barbilla puntiagudas, el otro parece que se ría continuamente y come o rumia algo parecido a un

bocadillo con lechuga, con algo verde que le cuelga de la boca.

"Tú te has dado cuenta del engaño, verdad?" me dice la cara triste.

No sé que decir, me quedo con la boca abierta y me quito el gorro, porque de repente noto un calor

insoportable.

"Sí que te has dado cuenta! Lo sabes perfectamente y demuestras que no eres hombre, porque tu

actitud es pasiva hacia el".

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La cara sonriente, con dulzura me dice: "no le hagas caso, a este le encanta buscar cosas raras y

complicadas, nada de engaño, solo la vida a veces tiene situaciones complicadas, pero nada que no

se pueda resolver, estate tranquilo".

El cara triste: "es un engaño, ahora no te das cuenta porque estás asustado. Te voy a contar algo y te

percatarás enseguida.

T ste na d co n go te, t a do pl, y da s br ces sn naa fa, es baj, ni, flp,

Es un código que entiendes con facilidad verdad?"

Sí, tenía razón, entendía todo. Me puse a llorar como un niño. Tuve la fuerza de decir: "no me

importa nada, prefiero que todo se quede así como es"

El otro rostro reía a carcajadas y me decía: "todo se arreglará, jajajaja, jejejejejej,

verás todo irá bien".

De repente algo se movió en el agua, salió de un remolino un enorme pez gato que dio un cabezazo

en el tronco que empezó a caer lentamente hacia el agua y desapareció junto al enorme pez. El

remolino, que se hizo mas grande, siguió dando vueltas y vueltas, siguiendo la corriente por

muchos metros. Poco después la superficie del río era como la de siempre, como si no hubiera

acontecido nada.

El río retomó el suyo: husssh, husssh, husssh, husssh, husssh, husssh.

Y el viento, el suyo: fsvhuuuuuu, fsvhuuuuuu, fsvhuuuuuu, fsvhuuuuuu, fsvhuuuuuu, fsvhuuuuuu.

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Veintidós

“Es agradable este Federici, se dijo Martínez, tras una larga pausa. Probablemente este señor ha

vivido realmente aquí comprometiéndose por un tiempo con la vida de los aragoneses.” Seguía

dando vueltas al librito, por si encontraba, algo del autor, pero nada. Si hubiera a disposición el

ordenador, a lo mejor encontraría algo en Internet. Estaba demasiado cansado para ir a buscarlo, se

encogió de hombros y se dispuso a continuar la lectura. Unas historias sencillas que le daban

sosiego. Pero antes de continuar aprovechó del gusto que le daba su pereza y se quedó un buen rato

con el libro apoyado en la cama con la mano derecha debajo para gozar del resplandor del sol que

inundaba el cuarto, dejando entrar un calor suave y agradable.

LA RIBERA – CAMINO

Sería estupendo poder contar con palabras escritas algún tramo del Ebro como hace en su cuadro

inmortal Juan Bautista Martínez del Mazo en la vista de Zaragoza del 1647:

El Ebro, en Zaragoza es un río marrón. El río, si pudiéramos dividirlo en los tramos determinados

por los puentes, nuevos y antiguos, nos daríamos cuenta que no hay una zona igual a la otra. El

Ebro es un "ser" viviente, está allí desde miles de años, antiguo y siempre nuevo.

En este momento me estoy fijando en el tramo que va del puente de la Almozara al puente Colgante

del tercer milenio. Será más o menos ancho un kilómetro. Destacan en la orilla derecha algunos

huecos dejados por los arbustos marrones y gris, alfombras de hierba de un color verde

deslumbrante y se entreven partes de una pasarela de madera, para facilitar el paso de los visitantes.

El río sigue bajando a un ritmo regular, casi sin ruido. Una masa enorme de agua, en un cauce de

doscientos metros que se mueve casi en silencio. Un movimiento continuo, segundo tras segundo. A

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Page 112: Risa japonesa

la primera mirada parece una circulación uniforme hacia abajo, pero si te paras y miras mejor, no es

así. Hay corrientes que van de un lado al otro empujadas por las orillas y el viento, luego, en un

desplazamiento continuo, se mueven hacia el centro, y empujadas por otras, se intercambian a la

izquierda para volver otra vez a la derecha o pararse después de unos metros y darse la vuelta hacia

atrás. En estos cambios repentinos de sentido el gran río lleva todo abajo dejando en su superficie

matices de vario color de su marrón que indican la lucha de las corrientes para poderse unir al flujo

poderoso principal.

Son de marrón claro, las pequeñas corrientes con al borde pequeñas olas reflejantes el color de

cielo. De continuo se intercambian de posición como en un baile agotador, donde los bailarines

imaginarios dan la vuelta en redondo, en diagonal, luego hacia atrás e inevitablemente hacia abajo

para desaparecer definitivamente.

LA RIBERA – FLORES BLANCAS

Justo debajo del puente de piedra hay un corto repecho donde siguen creciendo grandes álamos. A

una distancia de treinta metros me pareció divisar, en una grande rama, una ancha floración blanca,

como de una planta trepadora que se entrelazara con el árbol.

El corazón me dio un latido más fuerte, por la sorpresa: "flores blancas en diciembre y en gran

cantidad, Señor haz que me equivoque, no puedo enamorarme de este sitio!"

En realidad era para enamorarse, en ese punto el río sigue una leve pendiente y se oye

perfectamente el ruido continuo de la corriente dejando una sensación de frescura muy agradable.

Todo el río es bonito en esa zona, porque cambia su aspecto monótono chocando en los pilares

enormes del puente salpicándolos de espuma blanca. A veces vuelan a gran velocidad los

cormoranes a cincuenta centímetros de la superficie del agua en la búsqueda del sitio mejor para

pescar.

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Page 113: Risa japonesa

Me estaba acercando a esa maravilla de la naturaleza en diciembre: flores blancas. Al fin, con

alivio, vi que me equivocaba. En esta estación la hojas de los álamos tienden a ser de color amarillo

en todas sus variaciones hasta llegar a ser rojizas y marrón. esa rama en la que me fijé tenía las

hojas que eran todavía de color verde y por la parte detrás tenían un color plata brillante. De aquí mi

equivocación, una parte de hojas estaban torcidas y me parecieron flores blancas. He tenido suerte,

nada de enamoramiento.

Pero a este punto no pude evitar de pensar al grande amor de mi vida. Cuanto me gustaría poderla

ver! Solo un momento ver su sonrisa. Ahora donde estará? Se dará cuenta de mis sobresaltos

cotidianos pensándola?

Un día podré volver a verla? Que dirá de mi si me ha visto durante todo este tiempo desde cuando

se ha ido?

Donde han ido todas las personas que han muerto, quiero repetirlo, todas la personas que han

muerto donde están, que están haciendo?

Pensando al amor no he podido que recordar a la persona que he amado y que sigo amando.

En frente tenía la basílica oscura del Pilar, inmóvil, silenciosa, siempre igual, amonestándome por

mis pensamientos. Esto ocurre todas la veces que la veo.

No había flores blancas, poco importa, yo pienso con dulzura a una joven que me sonríe y viste una

larga túnica blanca resplandeciente.

Martínez hizo otra pausa reflexiva con el libro en el regazo y los ojos hacia el techo. Le parecía que

su vida tenía alguna afinidad con lo que escribía el autor y el hecho, en vez de procurarle tristeza, le

daba alivio como si hubiese encontrado a alguien con quien charlar, con quien confiar sus secretos.

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Page 114: Risa japonesa

Veintitrés

LA RIBERA – IDIOTAS

Después de las gaviotas, mi atención se fue hacia un pequeño pájaro, poco más grande que una

mariposa. En italiano se llama "scricciolo", nombre bonito, en español, creo que se llame:

reyezuelo. Era pequeño, saltaba de una rama a la otra y de un arbusto al otro. Recuerdo que al

tiempo de mi niñez me decían que cuando se ven esos pájaros, pronto vendría el frío.

Aquí en Zaragoza no vale ese dicho, pero la dulzura, la fragilidad, la alegría de ese pajarito queda

intacta. Creo que sea el pájaro más pequeño, pero listo, sabe esconderse bien detrás de las hojas que

se pueden volver en un verdadero refugio.

Pasado el puente de piedra me vino a la memoria algo que se había quedado escondido en mi

memoria y que me molestaba, algo que sentía que no era mio, una idea pequeña que se me había

pegado sin que yo lo quisiera. La imagen podría ser la de una garrapata agarrada a una pantorrilla y,

en cuanto te pique, conviene quitarla enseguida, para que no haga más daño.

Ahora como nunca van de moda psicólogos y psiquiatras. Son los que nos enseñan como pensamos,

porque pensamos, lo que tendríamos que pensar, cual es el elemento químico que nos permite las

reacciones. Son ellos que nos explican que somos todos iguales. La reacción que tenemos hacia un

acontecimiento son parecidas. Hombres y mujeres son iguales. Para ellos el sexo es parecido y

entonces nos explican cuales tabúes tenemos en la cama, hombres y mujeres, y de los que, por

supuesto, tenemos que liberarnos. El desastre se hace completo cuando entran en campo los

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Page 115: Risa japonesa

sociólogos. Estos, en los mejores de los casos, te explican lo que ocurre, codifican lo que ha pasado

y te dan la impresión de haber hecho una obra de arte.

Leí los comentarios en un portal de noticias muy importante en Internet (MSN). No entro en los

detalles de los tabúes sexuales de que se opinaba, aunque cualquiera con el uso de la razón, sabe de

lo que hablo. Lo que me molestó (garrapata) fue la seguridad de las afirmaciones, parecía que el

psicólogo hablara de hombres de madera, donde no había sitio para los sentimientos y las dudas,

donde el pudor por el cuerpo era algo ajeno a las personas.

El comentario con imágenes, no vulgares, estaba en la portada a disposición también de las mentes

frágiles.

"El daño a nuestra sociedad es que hay siempre más idiotas" dijo uno de los periodistas mas

independientes de España (A. Pérez Reverte)

Me siento de darle la razón de lleno y añado, "no solo en España". La lucha contra los idiotas es

europea.

LA RIBERA – GAVIOTAS

Después de una noche marcada por una pesadilla donde era presente también mi abuela, muerta

hace treinta años, participando a una riña familiar sin cabo ni rabo, decidí que era el momento de

abandonar ese malestar con sus recuerdos falsos y verdaderos.

Un desayuno rápido, como siempre, café con leche y un bizcocho con chocolate. Ya con el chándal

puesto y aseado lo suficiente, bajé a reforzar el desayuno con un cortado y un mini croisant. Lleno

de energía me encaminé hacia el río.

Hacía frío pero no demasiado. El gorro que llevaba ejercía su papel solo en algunas zonas a la

sombra y donde el cierzo pegaba mas fuerte. Era un día soleado estupendo y el fresco que me

golpeaba la cara era un placer con pocas comparaciones.

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Page 116: Risa japonesa

En mis caminatas no suelo llevar ipod o cacharros similares para esconderme de mis problemas.

Dejo que los pensamientos fluyan libres, sin control alguno, simplemente interrumpidos por

situaciones que encuentro durante el camino. Puede ser una persona, un árbol, una luz, un pájaro,

osea cualquier cosa que me afecte, también una voz.

Pasado el embarcadero me llegó la voz de una mujer que parecía enfadada: "...joder, el remo hay

que levantarlo ... todos juntos... no podemos ir recto" había dos canoas para ocho, paradas en medio

del río y la entrenadora estaba echando una paliza a sus jóvenes grandullones. Evidentemente una

chica del barco donde no estaba la jefa, le dijo algo de protesta que no pude entender, a la que le

contestó: "tú cállate que es por tu culpa que estáis yendo torcidos", todos los chicos y chicas con la

cabeza gacha empezaron otra sesión de entrenamiento detrás de la voz chillona de la jefa. Hacen

falta más mujeres al mando verdad?

Es difícil conducir una canoa con ocho remeros. En italiano el equipo que compone el barco y la

canoa misma, se pueden llamar "armo", supongo del verbo italiano "armare", que quiere decir:

tripular, proveer a las necesidades de un barco. Es una palabra bonita: "el armo está listo en el

agua". Me recuerda la palabra "armas", imagen de luchas, de cuerpos que combaten, de cuerpos que

sudan con la piel reluciente al sol.

Los dos barcos estaban flotando, uno al lado del otro, en ese río marrón, en un punto donde la

corriente no tenía mucha fuerza.

Rozando el agua sucia, pasaron a gran velocidad tres gaviotas que, con sus evoluciones, me

llamaron a la memoria una canción chilena de (Illapu – años '90- Lejos del Amor) y que dice:

https://www.youtube.com/watch?v=6pD1losD8yQ&list=RD02u8y_0y-cT5g

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Page 117: Risa japonesa

Que hacen aquí estas gaviotas tan lejos del mar

que hacen aquí entre piedra y rincón en este rio marrón

que hacen aquí tan lejos del mar

que hacen aquí estos amantes en este lugar que hacen aquí

entre hierbas y candor en este parque de amor

que hacen aquí lejos de la razón

lejos del amor, lejos del cielo, que hacen aquí sin un consuelo...

Bonita y antigua canción con su estela de recuerdos perdidos.

LA RIBERA DEL EBRO - “Tú eres el cuadragésimo”

Poco después del embarcadero El Puerto hay una leve elevación del terreno donde están algunas

plataneras enormes.

En verano darán una gran frescura junto con la brisa que sopla del río, ahora, en noviembre, están

quietos y se están librando de hojas multicolores que depositan con tristeza en la hierba en una

grande alfombra, destinada a desaparecer por los torbellinos del cierzo.

“La belleza no es duradera, la belleza es una herida.”

Un chico y una chica, tumbados encima de la alfombra de hierba y hojas, disfrutaban, sin darse

cuenta, de la alfombra que tenían debajo, a lado del embarcadero El Puerto. Tenían otros intereses.

La chica tenía una mano encima de la tripa del amigo y seguía con un movimiento desganado hacia

arriba y hacia abajo. De vez en cuando se miraba alrededor, no se sabe porque, como si tuviera

miedo de los "deportistas" que ni les hacían caso.

El chico tenía las manos debajo de su nuca, inmóvil.

Como te llamas, le dijo la chica. - "Me llamo, A. J. P. L." y tú, cual es tu nombre?

Mi nombre es: M. P. MJ. C." el chico continuó: "para mi tú eres la vigésima"

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La chica, parándose un ratito en su movimiento con la mano, le contestó:

"Para mi tú eres el cuadragésimo".

….. Riiiiiinnng, Riiiiiinnng, Riiiiiinnng, …..

- Hola, qué tal.

• Yo estoy muy bien, sobre todo desde cuando te he conocido.

- Gracias, eres muy cariñoso.

Ya estaban dichas cosas muy importantes entre los dos y la química funcionaba, según lo que él

pensaba.

- Oye, cariño, tengo un problema.... esta semana una amiga me da la oportunidad de ir a

Santander, quisiera aprovechar, te molesta?

• (Por dios sí que me molesta, hemos ya hecho planes) No en absoluto, no me molesta para

nada.

- Lo sabía que eres muy sensible y muy bueno. Entonces nos vemos la semana que viene

y haremos lo que había prometido.

• Sí, por supuesto. Que lo pases bien. Adiós.

Se trató un de un saludo definitivo, él lo supo del primer momento. "Hay mujeres que no quieren

hundirse tranquilas"

Muy bien, has sido una sorpresa señor Federici!

Te prometo que seguiré a leer tus cuentos, se dijo Martínez alegre y se dispuso a adormilarse gracias

al sosiego que le había entrado en todo su cuerpo y alma.

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Page 119: Risa japonesa

Veinticuatro

Jorge, con la cabeza cargada de pensamientos, tenía solo las ganas de ir caminando hasta cansarse e

intentar de no pensar. Quería dejarse llevar por las sensaciones que le hubieran otorgado la calle y la

gente. María Pilar le había dicho que no podía ir a su encuentro. Se quedó como sin apoyo. Esa

chica le daba de pensar. Estaba seguro de no estar enamorado de ella pero, cuando pensaba en ella,

todo su cuerpo se estremecía, probaba una atracción física total. Tenía un deseo más fuerte que su

voluntad. Estaba ya en la calle cuando le comunicó que no podía ir.

Empezó a llover. Era una tarde cálida y húmeda. De estar sin paraguas aprovechó del frescor de las

gotas que le caían sobre la camisa. Dejaban unas huellas gris que cambiaba el blancor de la prenda.

Cuando la lluvia aumentaba de intensidad tenía que pasar debajo de los aleros de los edificios, para

no empaparse, pero con poco éxito.

A la altura de Plaza de España se acordó de un local donde servían una sidra deliciosa. Pidió una,

luego otra, mientras saboreaba las tapas recién echas, que las camareras le presentaban pasando con

un plato en mano y comentándolas.

No pudo satisfacer sus ganas de novedad, a lo mejor porque estaba solo y no tenía nadie con quien

compartir ilusiones o nadie con quien compartir en silencio el sabor de la comida. Que distinto es

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Page 120: Risa japonesa

tomar algo en compañía! Pero se dijo: "no te metas de humor negro que es igual, no te va a cambiar

nada"

Entonces decidió de ir a rebajar esos sabores raros del local de la sidra con un café doble.

Entró en el Bar Roma de Independencia donde, al interior, el color dominante era el verde. Y pensó:

"el verde significa esperanza", se sentó a una mesa minúscula en un asiento que parecía el banco de

un parque, de color verde y bastante incómodo. No tuvo remedio que conformarse, ya que estaba

allí no hacía falta quejarse.

A su lado había una pareja, supuso, bastante majos, sobretodo la mujer, parecía muy segura de si

misma.

No había mucha gente en el local, otras dos parejas y un señor mayor acodado a la barra. Este tenía

pelo y barba, a la Garibaldi, blanquísimos. No se hubiera fijado en él si no fuera que parecía sin

labios, los tenía totalmente hundidos por la barba y los bigotes, le daban una expresión rara como de

muñeco.

Hubo un momento que le llamó la atención la pareja de al lado. No sabía porque. Pero vio que la

mujer ya no tenía el aplomo de antes, sino que tenía una expresión alterada, casi asqueada. Fue

entonces que se fijó en el hombre, tenía los ojos llenos de lagrimas. Estaba intentando de disimular,

pero su pareja no se lo permitía, le estaba riñendo en voz baja, probablemente para que no diera

espectáculo y tenía una mueca de desilusión, que casi lo incomodaba a él, simplemente por

mirarlos. Qué le habrá ocurrido a ese pobre hombre de ponerse a llorar delante de una mujer? Ya

porque a este punto, posiblemente, no eran una pareja, pues la actitud de la mujer lo delataba. Jorge

volvió la cara para no ponerse triste.

Otro acontecimiento ocurría en el bar esa tarde.

Cinco o seis policías entraron como si buscasen a un asesino y se llevaron afuera el señor de la

barba blanca. No se entendió lo que pasó. El señor "muñeco" se quedó parado como un palo en la

entrada del bar mientras los policías le decían y le entregaban algo. Todo muy desagradable.

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Page 121: Risa japonesa

Pensaba,”tendría que ser bien peligroso ese hombre, que habrá tenido ochenta y algo, para justificar

la presencia de tantos policías armados?” Le daba pena y desasosiego al mismo tiempo, casi

temblaba, decidió salir y dar por terminado el paseo nocturno.

Ya a la calle pensó otra vez al señor llorando. No se explicaba la actitud de la mujer. “Si me

hubiese ocurrido a mi, aunque soy uno que no suele llorar, me habría gustado tener a lado una mujer

más comprensiva.

No hace falta ser un médico para saber que las lagrimas liberan de alguna inquietud y que, parece

una paradoja, pero las lagrimas unen a dos personas si saben interpretar las cosas como son.

Un paseo largo y desagradable por la comida y los hechos que encontró. Afortunadamente seguía

lloviznando, se puso fuera de los pórticos para dejarse mojar por esa lluvia sucia.

A continuación le salió espontaneo un pensamiento en voz alta:

“Oh, si pudiera confesar todo lo que realmente me siento! Me asustaría yo mismo en el momento de

decirlo, porque habría tenido la necesidad de pensarlo, de sacarlo de mis profundidades. Creo que

cada persona tiene algo dentro de sí que necesita esconderlo al fin de no asustarse, entonces busca

cada medio para olvidarse, para que no suban en superficie algunos pensamientos. Cuando en

realidad tendría que ser todo lo contrario. Sacar a la luz nuestra parte gris para que se pueda

neutralizar. Una persona a solas no lo puede lograr!”

Jorge lo estaba pensado con la esperanza de preguntarlo a un alter ego que tuviera de frente, pero

si estaba, no se dejaba ver.

“MP podría ser mi pareja? Una persona con quien confiar mis pensamientos? Una persona que me

diera calor sin pensar a la cama! Hacer el amor es un grande gesto y consuelo, pero no es todo. A

veces vale mucho mas una sonrisa, a veces vale mas una caricia y seguramente vale mas la

certidumbre de una presencia. A menudo una presencia sin palabras, tampoco importa la presencia

física, porque es el espíritu que la siente y la ve y sabe que existe.

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Page 122: Risa japonesa

Veinticinco

“Estamos cerca de las fiestas, Te apetecería ir a los toros?” le dijo María Pilar de repente, dejando

Jorge muy sorprendido. No sabía que contestar.

“Nunca he ido, sí, podríamos ir, pero como te la arreglas con las entradas, es tarde?” le contestó

Jorge, por decir algo, tanta era todavía la sorpresa. Es una chica imprevisible. A veces me asusta, no

para nunca de hacer cosas. Se dijo preocupado, Jorge.

“Pues, en previsión que te hubiera gustado, ya los había comprados”

En serio, eres increible.

Pero como era la primera vez en su vida que Jorge iba a los toros, al fin y al cabo le hizo gracia que

MP tuviera ya las entradas y no había motivos para puntualizar la iniciativa.

Había sido un día radiante y ahora, por la tarde, con los rayos oblicuos del sol, la ciudad estaba llena

de contrastes por las sombras de los edificios que calaban oscuras hasta las calles, producidas por

los haces de la luz intensa que procedía del oeste, creando un color anaranjado que envolvía todas

las cosas. Decidieron de ir en autobús hasta la Plaza de Toros y se sumaron al río de personas que se

encaminaban hacia ella. No era gente vociferante que se puede encontrar a otras manifestaciones.

Entraron y poco a poco se iban llenando las gradas.

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Page 123: Risa japonesa

La plaza de toros de Zaragoza estaba llena. Divertidos los colores del público y de los actores

secundarios: toreros, banderilleros, picadores. También la música, en vivo, para subrayar los

movimientos de la corrida que Jorge casi desconocía del todo, el calor de la gente, por lo menos, la

del sector donde estaban él y María Pilar, aumentaban la fascinación del ambiente. La chica se daba

cuenta de la maravilla que envolvía a su compañero y prefirió callarse. Había chicas vestidas con

estilo, hasta con medias a pesar del calor que hacía y algunas otras con trajes modernos y algunas

con pecho generoso, completaban su idea fantasiosa de la hispanidad. Para un extranjero era una

emoción intensa, no hay igual en otra manifestación. Esa fantasiosa hispanidad rebosante que venía

del ruedo y de las gradas era una sensación conquistadora, completa.

María Pilar miraba a su compañero de reojo y gozaba viéndolo mover los ojos de un lado para otro

para asimilar todo el ambiente.

Ya empieza. Entra el toro. Entra el protagonista. Un animal maravilloso. Corre directo hacia la

muerte segura, hacia la tortura segura. La cabeza en alto y la mueve de un lado a otro como para

percatarse donde se encuentra y se lanza al centro, se para, de manera que lo vean todos. Se le ven

los músculos como esculpidos debajo de la piel brillante. No hay animal bravo como el toro! Al

movimiento de varios capazos se mueve, por ultima vez, como el rey de las praderas que no correrá

jamás. Se lanza con furia ciega e inocente contra sus torturadores. Es la fuerza y la armonía de la

naturaleza. El es el héroe inconsciente, pero el rey en absoluto de la corrida.

Es el turno de los banderilleros que hacen un movimiento espectacular para meter dos cuchillos a

forma de gancho que se clavan en su cuerpo, sin posibilidad de quitarlos y a cada movimiento,

remueven la carne dejando fluir chorros de sangre. Luego el picador que monta un caballo tapado

como un carro de combate, intenta clavar dos veces un cuchillo en el lomo del animal dejando dos

agujeros de los cuales salen ríos de sangre. Le quitan cada vez más la fuerza original. El rey no

para, insiste contra la pica que se clava más, su furia contra el caballo es toda contra él mismo.

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Debilitado por su fuerza ciega y los cuchillos (con un nombre muy bonito los llaman: banderillas),

se lanza en su ultima carrera contra su matador.

Los pases del torero encantan, envuelto en su traje de colores y ceñido casi que pudieran escaparle

partes del cuerpo. Parece un junco en un baile de muerte.

En el público de la corrida no se nota el drama de la muerte. No se percibe la inminencia de un

hecho definitivo. Los que participan, parece, que no sienten esta emoción fuerte y decisiva.

Su destino ha llegado. La furia ha menguado, respira mal, la lengua gris fuera de la boca, su lenta

agonía ha empezado.

María Pilar, de vez en cuando, durante la faena, se tapa los ojos, ninguno de los dos dice palabra,

atentos a la actuación, cogidos del brazo, con María Pilar que a menudo roza con su mejilla el

hombro de Jorge.

Al toro le tocan varias vueltas ridículas, para un rey, entorno al torero que, bien entrenado, baila a

lado de un animal agotado. El final se acerca, un sablazo le entra en todo el cuerpo, el rey parece

aturdido, pero no cae, sangre de la boca, empieza a marearse, las patas tiemblan, varia capas se

mueven su alrededor para marearlo, la fuerza lo abandona, pero no cae, mira una ultima vez a sus

torturadores y dobla las rodillas, cae. Su armonía y belleza no ha perdido nada respecto a su entrada

majestuosa hasta que no le dan una cuchillada detrás de la nuca. Muerto. Aplausos.

Después del tercer toro, Jorge le dice:

“Nos vamos a dar un paseo?” María Pilar acepta y se marchan de la plaza de toros.

A Jorge le parece de haber participado a algo nuevo pero en la calle le entra una profunda sensación

de tristeza.

Si hubiera sido un día normal, Jorge no esperaría otro momento de acabar para ir casi corriendo al

pequeño piso de MP a hacer el amor. No una vez, repetidas veces. Ya tenía el consentimiento de la

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chica, hecho de miradas de pequeños toques de las manos o de la cadera, mientras andaban juntos.

Toques que parecían casuales pero no lo eran, la chica tenía tanta ganas como el joven, de poder

desnudarse y sentir el calor de las pieles tocándose en un abrazo que durara todo el tiempo que

quisieran. No pensaba solo al acto sexual, sino sobre todo a las innumerables sensaciones que

probarían, al relajamiento mutuo psicológico que se obraría y que permitiría de poder soñar un

futuro lleno de gozo.

Pero esa tarde, algo le había ocurrido a jorge, no sentía las mismas cosas que MP.

Buscó la escusa más simple para deshacerse de la chica, dolor de cabeza y mareo.

Se despidieron con suma molestia de la chica.

Jorge se quedó un largo rato a mirarla desaparecer, en realidad no sabía que rumbo tomar.

Finalmente decidió de volver a casa y, como el recorrido era bastante largo, no pudo evitar sus

pensamientos negros.

Hace unos meses, una persona me dijo: "no entiendo lo que encuentras de bonito en esta ciudad,

Jorge!"

Y él iba pensando pero como si contestase al amigo imaginario.

“Ha pasado un poco de tiempo. He podido madurar algunas experiencias. Lo afirmo así,

genéricamente, sin entrar en los detalles porque cada uno pueda imaginar lo que quiera.

He tenido relaciones con mujeres, relaciones verdaderas y virtuales. Quizás demasiadas. Ninguna

ha sido verdadera, mejor dicho, todas han existido pero ninguna ha dejado una huella satisfactoria

en mi alma o en mi corazón, si apetece más llamarlo así.

He tenido relaciones con la familia que me queda. Mi participación ha sido nula. No ha surgido

nada que pudiera hacer sobresaltar mis sentidos. He tenido relaciones con gente anónima, que así se

quedará para siempre. He visto las sonrisas de los dueños o de los dependientes de las tiendas, de

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los bares, de los grandes supermercados. He tenido relaciones de trabajo, tentativas de relaciones de

trabajo. He visto los militares, he escuchado los políticos. Los inmigrantes ...... he conocido algunos

inmigrantes. Qué decir? Tendría que utilizar palabras fuertes y no tengo el valor de decirlas ahora.

Pues nada. Yo cambio, cambio de opinión. No he encontrado ni una sola persona que me recordase

"el Quijote o Sancho Panza". Tan solo he visto a muchos embusteros callejeros y no solo, que

recuerdan el Lazarillo y su amo.

No he visto ni rastro de la mezcla de raza entre árabes y latinos que tanta fuerza ha dado a la

península. Se han perdido. Solo tristes recuerdos. No he visto ni el mínimo indicio de la altanería

de los conquistadores, de su terquedad. Solo algunos "maricas" de: "enfadados"?, "indignados"? .

¡Es un encanto ver tantas mariposas juntas!

Me he dado cuenta de la presencia de un Rey que ya no lo es, que se ha vuelto un anciano que

tendría que ir a vivir al campo y descansar. Ha sido un hombre importante en el traspaso de poderes

de Franco, tuvo importancia durante la tentativa de golpe, a los tiempos del títere de Tejero.

Grande ha sido por la masa del pueblo con la contestación a Chavez. Pero ahora el crédito se ha

acabado.

Urdangarín ridiculez, presidente del WWF, caza al elefante. Ya vale, en pensión.

Es como si los españoles no se diesen cuentas que han caído al suelo y siguen intentado de hacer

cosas de la postura en que se encuentran. Pero desde esa posición hay muchas cosas que no se

pueden hacer, incluso el pensar, diría sobretodo el pensar, el estudiar.

Uno puede quejarse, maldecir, pedir la limosna, puede follar.

Hace años me decía que estaba orgulloso de vivir en una ciudad con mujeres tan hermosas! .

Estaba orgulloso de haber visto una ciudad bonita, rica de verde con sus grandes parques. En parte

era verdad y sigue siéndolo. Pero poco a poco fui presa de los muchos errores arquitectonicos de

una ciudad a la que han robado su identidad.

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El ultimo golpe ha sido el tranvía. Un sablazo que va a dividir la ciudad partiendola por el medio sin

posibilidad de rescate en tiempos rápidos.

Zaragoza me aparece como un lugar feo, anónimo y no diferente de tantas ciudades de la provincia

que ha podido crecer gracias a la especulación y con la ayuda de políticos "obedientes". Las mujeres

han perdido su atractivo, han perdido espontaneidad. Veo un montón de gordas. Veo un montón de

mujeres que se dan aire de señoras y no son nada. Y me siento de vivir en una cárcel sin posibilidad

de salida.

Arrastró su pesadumbre hasta su dormitorio y, finalmente, logró la mejor cosa que pudo hacer ese

día, irse a la cama. Ninguna decisión fue tan acertada.

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Page 128: Risa japonesa

Veintiséis

Era el primer día que salía después de la enfermedad. Martínez se sentía como si tuviera un saco al

hombro, pero el día era esplendido y se había agotado su paciencia de estar en casa. Decidió, casi en

el mismo momento en que los dos jóvenes iban a divertirse, de meterse en marcha, ese domingo,

hacia el Pilar. Quiso dar ese paseo también porque a su mujer le encantaba de ir a la catedral, rica de

su sencilla fe en la Virgen, tan segura, tan clara como el agua que casi a él le molestaba. Pero

delante de tanta inocencia no podía que seguirla con gusto, como hacía en todo aunque no fuera de

su agrado.

Pero estando solo, daba espacio a sus pensamientos más negros.

Enfadado, como se le ocurría a veces últimamente, sin ninguna ganas de mirar en la cara o de reojo

a las mujeres que encontraba a su paso o mejor dicho aburrido por todas las personas. Caminaba

como si la gente no existiera. Y todo su amor por la ciudad se viniera abajo. Ninguna ensoñación,

ninguna emoción, ni por el paseo Independencia, ni por el día cálido de comienzo de primavera, ni

por la calle Alfonso, ni por los olores que siempre lo han encantado. Si se hubiesen caído los

edificios, habría sido igual.

Tenía poca comprensión de donde iba la gente y le importaba poco. Solo un mínimo de curiosidad,

de ver gente nueva que no era de Zaragoza. Pero, a pesar de todo, estaba atraído hacia la plaza de la

Basílica. Acercándose por la calle Alfonso, su enfado y desgana no disminuían. La gente que lo

rozaba era una molestia, lo fastidiaban, eran, para el, fuera de lugar. Eran fuera del tiempo, y el

tiempo le importaba un bledo.

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Finalmente, llegado a la plaza, el corazón se le ablandó un poco cuando vio la gran cantidad de

gente.

A parte todo esto, su corazón se había enternecido y pensaba que la gente estaba allí, en ese lugar,

porque ponía su esperanza en algo y que probablemente quedaría algo bueno en sus almas. Mirando

la cara de la gente, no le parecía verlos muy felices, mejor dicho, no tenían una cara diferente a la

suya. Posiblemente cada uno buscaba algo, se tratase de Dios o de una persona o un libro, un

vestido, una computadora, o un simple rato sin pensar en nada y en nadie. Le aparecían todas las

caras que, en su recorrido de ida, casi había despreciado por sus presencias, cada uno con sus

arrugas por el pase del tiempo y de la vida. Cómo podían descargar sus penas? Se la arreglaban. Los

dos minusválidos, hombre y mujer, que iban juntos en una especie de tándem con sillas de ruedas

en la calle Alfonso, charlando entre ellos, como se la arreglarían? A su manera. Habrá habido

alguien que pensaría lo mismo que él? Quizá la mayoría ni lo habrá notado, ninguno, con los que se

cruzó, sabrá jamás que él existe. Es un mundo perfecto. "Donde nos agrupamos los unos a los

otros". Y cada uno, cargado con sus problemas, intentaría aliviarlos, como hacía él,

encomendándose a la Virgen.

“Los ricos tendrían más oportunidades de alivio?”

En la iglesia, quiso entrar no por el portal principal, sino por una puerta lateral, donde, nada más

entrar, tuvo enfrente el cuadro de la Virgen de la Esperanza, tanto querida por su mujer, se paró y se

emocionó al recuerdo.

“La Basílica es un comercio, si logras olvidarte de esta situación, puedes rezar.”

A pesar de todo volvió a casa contento y aliviado por el paseo y el haber cumplido la visita a la

catedral, haber recordado, rezando a su mujer a la que le habría gustado mucho hacer el recorrido

con él. Nunca habría imaginado de encontrarse tan tranquilo, sobre todo recordando el enfado que

tenía al comienzo del paseo.

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A Martínez le costó bastante recuperar las fuerzas y un estado de ánimo decente después de la

supuesta gripe. Lo fastidió bastante la molestia que le procuraba el pensamiento a todos esos

“científicos” que aparecían en la tele, asustando a todo el mundo con las nuevas enfermedades

traídas por los pollos. Menuda idiotez y menudo servicio a la gente común.

Afortunadamente apareció en su cabeza la frase de MP.: “Fue todo un éxito ….” que lo llevó

enseguida en el medio de su problema. El asesinato de Tenor Fleta.

Habían pasado demasiados meses para que pudiera descubrir algo nuevo. Era posible que Jorge

tuviera una relación con MP? Era posible y probable, pero no era importante para el desarrollo de

la investigación. Necesitaba algo más concreto, algo más que suposiciones.

Era posible que la chica se hubiese “apoderado” de Jorge de tal forma hasta obligarlo a matar?

Primero tendría que averiguar que relación existía entre los dos, si se trataría de una pasión que ha

empezaría antes de la muerte de Clara. Esto justificaría que los dos no hayan dicho nada del asunto

y se hayan escondido detrás de su amor por Clara. Es posible que ninguno de los dos se atreviera a

sacar el tema entre ellos, para que no dar demasiado crédito que uno de los dos sería un asesino?

Si alguien de los dos ha matado, lo ha hecho de mutuo acuerdo? Contra ellos no hay nada y la ley

no me permite presionarlos más. Tengo que esperar que cometan algún error. Del todo no estoy

seguro que hayan sido ellos, pero algo me dice que los celos, a veces pueden ser un móvil más

fuerte que el dinero, incluso más fuerte que el odio.

Martínez se da cuenta con inquietud que está hablando a si mismo solo de hipótesis. En un

asesinato sin móvil y sin pruebas decisivas, todo podría ser. El enfado no le permite perseguir un

camino oportuno, puesto que la realidad le dice que se encuentra en un verdadero “cul de sac”

como decía el inspector Morales. Su temor era que el asesinato se fuera a añadir la lista de los

congelados. En toda su carrera de policía sería la primera vez.

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VENTISIETE

Martinez estaba por levantarse de su mesa donde había llenado de garabatos incomprensibles una

decenas de hojas de papel y estaba decidido a salir para darse un largo paseo a la Ribera del Ebro,

cuando pidió permiso de entrar el policía de guardia.

En posición de firme como un palo le dijo:

“Señor comisario en la antesala hay su excelencia el vicecónsul de Colombia que pide de hablar con

usted”.

“No lo hagas esperar, que entre.” dijo serio Martínez.

Martínez se levantó hacia el huésped y lo invitó a sentarse en un sillón que hacía parte de un

pequeño rincón del despacho, junto a un sofá, una mesita y dos sillas, para recibir personas

importantes. Hasta ese momento Martínez no tuvo ocasión de utilizar “su cuarto de estar”.

El vicecónsul vestía elegante pero nada de sofisticado, un abrigo ligero de color marrón y tocado

con una City London, muy fina, a cuadritos que hacía juego con el abrigo y que Martínez le cogió y

colgó al perchero con evidente satisfacción del huésped. Mientras se sentaba, sacó de su cartera una

tarjeta de visita que entregó al policía. Martínez, antes de apoyarla en la mesita, echó un vistazo al

nombre:

don José Dionisio Araujo y Calderón

Vicecónsul de Colombia - Zaragoza

Obviamente no captó otra cosa de la tarjeta.

“A que debo su visita señor … Araujo” Martínez quedó un rato suspenso porque entre que era

vicecónsul y el nombre complicado, no sabía como llamarlo. Ademas el hombre se presentaba bien,

con un corte fino de barba blanca que dibujaba el perfil de su rostro, el pelo bien cortado y con

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estilo. Un jersey fino de color marfil del que sobresalía, en los codos y al cuello, una camisa de

color azul claro. Una presencia juvenil aunque el policía habría jurado que se trataba de un hombre

retirado de su actividad oficial. No muy alto, delgado, seguramente acostumbrado a las reuniones y

para nada intimidado por estar en una oficina de la policía. Mientras Martínez lo observaba, se

decía: “qué idioteces voy sacando, porque tendría que estar intimidado?” La última consideración

de su rápido análisis del huésped fue sobre la impresión de un hombre con mucha experiencia y que

seguramente había sufrido en su vida, probablemente la idea fue sugerida por la profunda arruga

que, de vez en cuando, marcaba la frente del vicecónsul en horizontal.

Por un buen rato hablaron de menudencias, la salud, el tiempo, la crisis y los españoles, sin olvidar

las dificultades de su conciudadanos.

En un momento de pausa de la conversación puntual y agradable:

El vicecónsul dijo: “No crea comisario que haya venido simplemente a conversar con usted” y

continuó, animado por una leve sonrisa de Martínez,

“Por costumbre de mi antiguo trabajo principal y por el trabajo que sigo haciendo, sobre todo para

la comunidad colombiana, todas las mañanas, durante el desayuno, ojeo un buen numero de

periódicos y leo los artículos que despiertan mi interés, incluso guardo recortes. Pues bien, una de

las cosas que me han afectado últimamente, ha sido el asesinato que hubo en Tenor Fleta hace

varios meses ....”

Martínez disimuló su sorpresa, pero se dijo:” vaya, por Dios, a ver si tengo un golpe de suerte!”

El vicecónsul continuó:

“Por motivos que evito de explicarle para no aburrirle, los médicos me han aconsejado de dar largos

paseos cotidianos y uno de mis recorridos preferidos es pasear en la Ribera del Ebro. Cruzo el

puente de la Almozara, que está relativamente cerca de mi casa o, a veces me acerco en autobús y

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paseo unas horas. Como le dije antes estoy muy bien enterado de ese asesinato y recuerdo

perfectamente varias caras de las personas implicadas. Llegaré al grano enseguida.

Puedo asegurarle que he encontrado en mas de una ocasión los dos chicos juntos en una actitud

inequívoca. El encuentro, por así decirlo, tenía lugar mas o menos a la misma hora, sobre las doce

de la mañana.”

“Quiere decirme don José, perdón don Araujo”...

lo interrumpió el vicecónsul con un ligero gesto de la mano derecha: ”va muy bien don José,

comisario”

“Quiere decirme que ha visto juntos Jorge y María Pilar que se estaban besando?”

“Soy un hombre mayor comisario y con todas las “funciones” de macho perfectamente activas, yo

continué por mi camino pero estoy convencido que al poco rato iban a hacer algo más intimo, por

así llamarlo. Estaban en un sitio bien protegido, cerca del puente de hierro donde, en verano, hay

gente que va ahí para tomar el sol.”

“Esto es el porque he venido, por si la noticia puede ser de alguna utilidad.” y con evidente

satisfacción, porque se había dado cuenta de la sorpresa producida en Martínez, añadió:

“Leyendo los periódicos, sobre el caso, nunca ha sido citada una relación entre los dos chicos.

Entonces he pensado, o ha sido usted que ha pedido la colaboración de los periodistas para que se

callaran o en realidad no saben nada y el comisario no le facilita noticias.” terminó poniéndose la

dos manos sobre las piernas y miró al comisario con una ligera mueca en los labios para disimular

una sonrisa de complacencia para si mismo.

Martínez se sintió agradecido al vicecónsul y aliviado, porque, con sencillez e inteligencia le había

dado una noticia muy importante y relevante.

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Al despedirse, como Martínez, pensaba que los colombianos usaran a menudo los superlativos, le

dio la gracias con esta frase:

“Su intervención ha sido “buenísima”, don José”

Se estrecharon amablemente las manos y el vicecónsul con una graciosa sonrisa e un movimiento

de la cabeza a subrayar las palabras del comisario se fue.

Veintiocho

Martínez se enfrentó al día con nueva fuerza y con ganas de desayunar. Era como una necesidad

urgente de saborear un café caliente mientras hubiera comido un croisant y este deshaciéndose,

poco a poco, en su boca. Casi se puso a correr con dirección a Espumosos. Lo atendieron enseguida

y pudo cumplir su deseo con gran satisfacción. Poco después estaba ya en camino. Decidió bajar

por León XIII, cruzar el paseo de la Constitución, para recorrer el paseo de la Mina y meterse en la

calle Asalto hacia el parque Bruil, luego recorrer parte del paseo Echegaray y Caballero para llegar

como siempre al puente azul a cruzar el Ebro y dirigirse a la Ribera que la orilla izquierda del río.

Pensó que no corría prisa y se puso a andar como un deportista lento cualquiera, casi un turista. A

pesar del sol había ya algunos pescadores con caña en su sitio habitual a lado de la esclusa. A la

altura del “Puerto” algunos jóvenes intentaban de sacar del almacén una canoa para cuatro que,

después de varias maniobras lograron poner en el prado verde.

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Produce cierta impresión ver una canoa fuera de su ambiente natural, el agua del río, porque tiene

un tamaño inesperado, mucho mas grande de lo que aparece en posición de navegación.

Luego recorrió el camino largo y rectilíneo que bordea el río a la izquierda y un suave terraplén, alto

una decena de metros, a derecha, de un color verde intenso salpicado de pequeñas margaritas

blancas. Se cruza con personas de todo tipo, gente que va de paseo dándose la mano, atletas

delgados que corren para mantener su físico perfecto, hombres y mujeres de mediana edad que por

culpa de la naturaleza, nunca lograran el físico que, a duras penas, intentan de modelar, corriendo y

sudando y ayunando.

Martínez está casi por llegar a la altura del sitio que le había indicado el vicecónsul, donde vio los

dos jóvenes. En realidad, a la distancia de cerca cuarenta, cincuenta metros, vio en la hierba dos que

se abrazaban y en cuanto se acercaba le era mas clara su identidad. No cabía duda, se trataba de

Jorge y María Pilar. Nada de particular, dos chicos que se querían y que se abrazaban. Llegado a

lado de los dos, osea a una distancia de casi diez metros, él estaba en alto, encima del terraplén y los

chicos en la pradera debajo. Se le ocurrió, nunca supo el porque, de llamar al chico: “Jorge!” gritó

con una voz que pudieran oírlo.

No habría podido imaginar la reacción que tuvieron los dos al oír su voz y al verlo. Se detuvieron y

miraron hacia el comisario. Jorge saltó en pié quedándose con los brazos abiertos hacia abajo, a

lado de las piernas como si estuviera suplicando a alguien, María Pilar casi no volvió la cara hacia

el policía, se puso de pié y empezó a correr, subiendo el terraplén con tres pasos y mando la

dirección hacia el puente de Piedra.

Martínez quedó bloqueado por bastantes segundos sin entender lo que estaba pasando. Luego

recuperó todos sus sentidos y gritó a Jorge: ”muévete hay que cogerla antes que haga alguna

tontería”

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Jorge no entendía y seguía allí parado como un palo, Martínez tuvo que bajar para desperezarlo,

“Corre, intentemos de cogerla, corre, rápido”

Los dos se pusieron en marcha corriendo mas que podían, pero ese retraso había sido fatal. No

había manera de alcanzarla.

María Pilar bajó en el camino hacia el puente, pero era tapado por una grande cantidad de madera

amontonada durante las recientes subidas del río, entonces cruzó el terraplén en diagonal hacia la

escalera que lleva hacia el mirador y a la entrada de puente. “Rápido Jorge, antes que cruce el

puente y se meta en la ciudad”

Martínez se había equivocado. María Pilar, nada mas llegar a lado del puente, sin un instante de

indecisión, subió la baja muralla y saltó.

Los dos perseguidores se pararon en seco. La gente que estaba sentada allí en el mirador a tomar el

sol o a leer o a hacer nada, no se dio cuenta enseguida del sucedido. Poco a poco, empezaron a

hacer señas con los brazos tendidos algunas personas que atravesaban el puente de piedra, ningún

ruido se oía, despacio, como en un lento baile de teatro todos se movieron hacia el alto muro como

en imágenes a cámara lenta.

Fue entonces que Jorge comprendió el drama y se lanzó en los brazos de Martínez sollozando y casi

desmayado.

María Pilar estaba en el suelo blanco, a lado del río, casi doblada sobre si misma, los pelos

esparcidos en el pavimento en una posición innatural, no se le veía la cara. Pronto estarían allí

enfermeros y médicos. Se oía el sonido escalofriante de una ambulancia que se estaba acercando

cada vez mas. Alguien de los enfermeros la tapará con una sábana blanca. Debajo de su cuerpo se

ensanchará, poco a poco una mancha negra. Martínez podrá decir: “fue todo un éxito … ?”.

Zaragoza, aprile 2013

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