RITUAL · lo cual no hace falta ir tan lejos. El temor de un muchacho a quedar embarazado es algo...

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Los Cuarnos l nsamo SOBRE MITO Y RITUAL DLOGO ENTRE J. LACAN y CL. LE-STRAUSS 1 J. LACAN M e siento demasiado obligado por la molestia que se ha tomado el señor Jean Wahl, preguntarme si quería hablar, pa rehusme a hacerlo. Quiero, sin embgo, que se sepa que siempre que voy a escuchar a Clꜷde Lévi-Strauss es pa instruirme. Si me meto, pues, a plante gunas cuestiones, no será ciertamente sin dej cla la parciidad de mis propios intereses. Y, si me atrevo a hacerlo, es porque desde hace mucho tiempo esos intereses han ido nutriéndose y ampliándose por muchas de las cosas que he llegado a aprender de Claude Lévi-Strauss. De modo que yo venía aquí hoy con una cierta expec- tativa: la que yo llamía del paso siguiente, lo que me lleva a interrogarle sobre lo que deja que de- se en su aportación de hoy. Si quisiera cacteriz el sentido en que me he visto puesto en vilo y llevado por el discurso de Lévi-Strauss, diría que ha sido el acento que puso spero que él no decline la plitud de esta r- mula, a la que no pretendo reducir su investiga- ción sociológica o etnográfica-, sobre lo que yo llía la nción del signcante, en el sentido en que ese término en lingüística, en la medida en que el signcante, yo diría que no solamente se distingue por sus propias leyes, sino que prevalece sobre el significado al que las impone. Claude Lévi-Strauss nos muestra que por todas ptes la estructura simbólica domina sobre las relaciones sensibles. Digos, pa expres las co·sas de un modo roximado y hacérselas enten- der pronto a todo el mundo, que él nos ha mos- trado que las estructuras del pentesco se orde- nan según una serie que las posibilidades combi- natorias explican en último término; hasta el punto de que casi todas esas posibilidades resultan hallse reizadas en gún punto del conjunto concreto de las estructuras que recogemos por todo el mundo. Es decir que, por un lado, pode- mos d cuenta de las que no encontramos por alguna vía muerta a la que conduciría su uso. Y por otro, por establecer una similid, que nada ene de peyorativa, Clꜷde Lévi-Strꜷss admiti- ría, como hacía Fourier en su sistema, tan astuto que se adeltaba a la misma naraleza, que si bien existen clases posibles que permanecen va- cías, gún día habrá en que se llenen. .e - - - - - - - j----------------------- 44 aude Lévi-Strauss. A fin de cuentas, lo que hace que una estructura sea posible, son las razones inteas del signifi- cante, que lo hace concebible o no tanto, una cierta rma de intercambio, son rones de tipo propiamente aritmético; y creo que él no retroce- de ante este término. El segundo paso que yo había anqueado ya antes de lleg aquí hoy, el que debemos a sus desrollos sobre el mitema, que considero como una extensión a la noción de mito de su acento sobre el significante. El álisis de los mitemas, t como él nos propone desolllo, llevlo adelante, consistiría, en definitiva, en busc los elementos significantes, las unidades significantes a nivel del mito onde reciben el nombre de mitemas-, como a nivel del materi element onde ecen los nemas-, pa reencontr una especie de lingüística generizada. Me ví muy sorprendido, en este primer análisis del mitema, por el cácter tremendamente avan- zado de las rmulas que llegó a expres: propo- niendo en primer lug el método de seriación que nos permite identc las udades homólogas a

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Los Cuadernos del Pensamiento

SOBRE MITO Y

RITUAL

DIALOGO ENTRE J. LACAN y

CL. LEVI-STRAUSS1

J. LACAN

M e siento demasiado obligado por la molestia que se ha tomado el señor Jean Wahl, al preguntarme si quería hablar, para rehusarme a hacerlo.

Quiero, sin embargo, que se sepa que siempre que voy a escuchar a Claude Lévi-Strauss es para instruirme. Si me meto, pues, a plantear algunas cuestiones, no será ciertamente sin dejar clara la parcialidad de mis propios intereses.

Y, si me atrevo a hacerlo, es porque desde hace mucho tiempo esos intereses han ido nutriéndose y ampliándose por muchas de las cosas que he llegado a aprender de Claude Lévi-Strauss. De modo que yo venía aquí hoy con una cierta expec­tativa: la que yo llamaría del paso siguiente, lo que me lleva a interrogarle sobre lo que deja que de­sear en su aportación de hoy.

Si quisiera caracterizar el sentido en que me he visto puesto en vilo y llevado por el discurso de Lévi-Strauss, diría que ha sido el acento que puso -espero que él no decline la amplitud de esta fór­mula, a la que no pretendo reducir su investiga­ción sociológica o etnográfica-, sobre lo que yo llamaría la función del significante, en el sentido en que ese término en lingüística, en la medida en que el significante, yo diría que no solamente se distingue por sus propias leyes, sino que prevalece sobre el significado al que las impone.

Claude Lévi-Strauss nos muestra que por todas partes la estructura simbólica domina sobre las relaciones sensibles. Digamos, para expresar las co·sas de un modo aproximado y hacérselas enten­der pronto a todo el mundo, que él nos ha mos­trado que las estructuras del parentesco se orde­nan según una serie que las posibilidades combi­natorias explican en último término; hasta el punto de que casi todas esas posibilidades resultan hallarse realizadas en algún punto del conjunto concreto de las estructuras que recogemos por todo el mundo. Es decir que, por un lado, pode­mos dar cuenta de las que no encontramos por alguna vía muerta a la que conduciría su uso. Y por otro, por establecer una similitud, que nada tiene de peyorativa, Claude Lévi-Strauss admiti­ría, como hacía Fourier en su sistema, tan astuto que se adelantaba a la misma naturaleza, que si bien existen clases posibles que permanecen va­cías, algún día habrá en que se llenen.

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Claude Lévi-Strauss.

A fin de cuentas, lo que hace que una estructura sea posible, son las razones internas del signifi­cante, que lo hace concebible o no tanto, una cierta forma de intercambio, son razones de tipo propiamente aritmético; y creo que él no retroce­derá ante este término.

El segundo paso que yo había franqueado ya antes de llegar aquí hoy, el que debemos a sus desarrollos sobre el mitema, que considero como una extensión a la noción de mito de su acento sobre el significante. El análisis de los mitemas, tal como él nos propone desarrollarlo, llevarlo adelante, consistiría, en definitiva, en buscar los elementos significantes, las unidades significantes a nivel del mito -donde reciben el nombre de mitemas-, como a nivel del material elemental -donde aparecen los fonemas-, para reencontrar una especie de lingüística generalizada.

Me ví muy sorprendido, en este primer análisis del mitema, por el carácter tremendamente avan­zado de las fórmulas que llegó a expresar: propo­niendo en primer lugar el método de seriación que nos permite identificar las unidades homólogas a

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J. Laciln.

través de los mitos paralelos, cuando éstos sólo han llegado a nosotros en los restos de la mitolo­gía griega; pero ya en condiciones de deducir de la diacronía interna de los linajes heróicos ciertas combinaciones como las que hoy nos ha mos­trado, de modo que el agrupamiento de términos que se produce en la primera generación se repro­duce, pero en una combinación transformada, en la segunda; digamos que lo que ocurre en la gene­ración de Edipo puede homologarse en la de Eteocles y Polinice según un modo de transforma­ción rigurosamente previsible; y, así pues, que la lata de arbitrariedad, por así decir, del mito, apa­rece en que en ambos niveles encontramos una igual coherencia, correspondiéndose ambos punto por punto.

He aquí el punto en que yo me encontraba hoy. Todo ello fue apreciado por mí de tal modo que, como Lévi-Strauss no ignora, intenté casi de in­mediato, y me atrevo a decir que con pleno éxito, aplicar dicha cuadrícula a los síntomas de la neu­rosis obsesiva; y especialmente, al admirable aná­lisis que Freud nos dejó del «hombre de las ra-

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tas», en uria conferencia que yo titulé precisa­mente «el mito individual del neurótico». Llegué incluso a poder formalizar de manera estricta el caso según la fórmula dada por Claude Lévi­Strauss, por la cual un término a primeramente asociado a b, mientras e se halla asociado a d, resulta quedar cambiado con su pareja, a la se­gunda generación, pero no en el sentido de que exista un residuo irreductible bajo la forma de la negativización de uno de los cuatro términos, que se imponga como correlativa a la trasformación del grupo: donde se lee lo que yo llamaría el signo de una especie de imposibilidad de total resolu­ción del problema del mito. De modo que el mito estaría ahí para mostrarnos la ecuación en forma de significante de una problemática que, en sí misma, debe dejar necesariamente algo abierto, que responda a lo insoluble significando la insolu­bilidad y su ímpetu reencontrando en sus equiva­lencias, lo que proporciona (ésa sería la función del mito) el significante de lo imposible.

¿Conservo hoy, como entonces, el sentimiento de que he logrado adelantar algo?

Nos veo, en efecto, introducidos en un sistema de trasformación significante que pertenece al mismo orden, y no puedo dejar de subrayar la distancia que existe entre lo que exige el método de Lévi-Strauss, y ese modo de análisis en que abundan los especialistas y que nada tiene que envidiar a lo que nos cuenta Métraux, en la com­plejidad de los personajes que pudo encontrar por América del Sur, pero me gustaría por pura curio­sidad, saber dónde, ya que todos mis pacientes están no menos a su servicio: es decir, que es cierto que uno puede temer quedar embarazado aunque no sea homosexual; hay muchas razones para temerlo; y no tocamos en este caso más que el simple estado móvil de las relaciones de ese ser singular lanzado a la existencia bajo el nombre de hombre; del que todo posible temor forma parte.

Yo diría que los significantes están hechos para ser seriados, organizados, y seleccionados. Tal es el fondo sobre el que se inscribe la experiencia analítica, e incluso la experiencia etnográfica, en la medida en que ustedes van a buscar por allá lo que puede encontrarse entre nosotros; para buscar lo cual no hace falta ir tan lejos. El temor de un muchacho a quedar embarazado es algo bien dis­tinto a la utilización de la función del embarazo, en un sistema significante; en éste se encuentra ahí para representar un cierto papel, un cierto vínculo, por el que se trasforma en otra cosa; algo de distinta naturaleza, algo en lo que el pathos humano, con toda su confusión, y todos sus mie­dos, encuentra sentido, antes que aportarlo.

Lo que aquí nos intersa es el sistema signifi­cante, en tanto que organizador, en tanto que ar­madura de todo eso, al determinar las vertientes, los puntos cardinales, las inversiones, las conver­siones y el engranaje de la deuda.

Por supuesto que este orden de estudio, por sí solo, comporta un cambio tal de perspectiva que

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permite reordenar los problemas de una manera totalmente diferente. Por ejemplo, del hecqs;> de preguntarse cuál va a ser exactamente el sistema de trasformación significante en las diferentes ma­nifestaciones del simbolismo que el análisis ha revelado en el psiquismo: lo que probablemente no siempre se presenta del mismo modo que en la neurosis obsesiva; ¿ocurre, por ejemplo, de una manera más completa o más inacabada en otros registros? Desde ahora mismo se lo puede encon­trar ya en el sueño: y si hubieran podido disponer de esta clave, los autores que se han interesado por lo que decidieron llamar los sueños en dos tiempos, o los sueños redoblados, hubieran hecho observaciones más pertinentes, hubieran sido me­nos prolijos en recurrir a instancias psíquicas es­tratificadas, para explicar la necesidad de redupli­cación de un mismo tema hasta su agotamiento.

Lo que no hace sino aumentar la intensidad del problema, ya que si tal cosa funciona a nivel del sueño ¿a qué nos conduce en lo referente a la actividad mental? Esto renueva por entero el al­cance de tales cuestiones; y nos muestra que desde Freud no sólo no hemos avanzado, sino más bien retrocedido.

Hoy, gracias a la exposición de Claude Lévi­Strauss, nos encontramos ante algo que me sor­prende, y que resume el sentido de mi observa­ción, en cuanto que me parece hallarse mi poco por detrás de lo que me parecía descubrir como principio de estructuración en el artículo del Jour­nal of American Folklore 2 sobre la estructura del mito. Quiero decir, por ejemplo, que no encuentro en tal exposición de fórmulas de transformación ya elaboradas, de las que hablaba hace un mo­mento. Hay una especie de combinación ternaria, en cuyo agrupamiento dos a dos creo ver un sen­tido involutivo. Diría que es la intrusión masiva de un elemento procedente de lo real, en la función formativa del mito, lo que me parece a la vez un elemento nuevo y algo que, no diré que me deso­riente, pero que me lleva a interrogarle.

Dicho de otro modo, para poder llegar a conce­bir o a buscar la motivación de las estructuras míticas en una especie de relación especular del grupo respecto de la estructura social de un grupo vecino, parece como si usted admitiera que el grupo sueña en cierto modo lo que ha sido dejado de lado en su estructuración social, debido a los datos del intercambio económico, la agricultura, o el nomadismo, que la determinan.

Hay una especie de función de complementa­riedad simbólica. No creo, por lo demás, que el sueño haya sido invocado por usted en el sentido rigurosamente onírico, sino más bien como una especie de «bovarismo» social, que quedaría ex­presado en el mito. Una especie de espejo, de reflejo o de imagen de lo que ocurre entre los otros, que usted referiría a lo que constituye el mito en su profunda anomalía dentro de un grupo. ¿Es esta para usted, de hecho, la explicación úl­tima? Me pregunto qué generalización podría

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darse a eso, o bien, si usted llegaría a concebir todo ese conjunto de pequeñas civilizaciones en cierto modo minúsculas, pulverizadas, de los in­dios de las Llanuras, como configurando un vasto grupo único en el que todo formaría parte, a fin de cuentas, de un mismo mundo coherente, en el que cada uno se entregaría a una especie de especiali­zación, que intenta compensar por otro lado como puede. En una palabra, es la relación, la idea precisa que usted tiene de la relación de esta ela­boración del significante tal como usted nos la da, con la estructura real, concreta y muy limitada de las sociedades primitivas lo que me hace pregun­tarle sobre la tendencia, la dirección en la que usted orienta la coordinación de lo que yo llama­ría, en mi propio lenguaje, lo simbólico y lo imagi­nario. Yo me esperaba un circuito más largo en el orden de lo simbólico puro, antes de vernos lleva­dos por usted a las motivaciones imaginarias. Creo que entiende más o menos el sentido de mi pregunta.

Cl. LEVI-STRAUSS

Le estoy muy agradecido por haber planteado un problema esencial. Y me excuso por haberle decepcionado abreviando el circuito. Le había prometido al presidente que hablaría sólo media hora; y creo haber superado en cinco o diez minu­tos este tiempo durante mi exposición. Si hubiera intentado tratar el problema de manera puramente formal, como usted deseaba, me hubiera faltado tiempo para escribir los símbolos en la pizarra, definir su sentido, etc.

Dicho lo cual, debo añadir que estoy de acuerdo en que el problema de hoy es un poco distinto al que he tratado en otros trabajos. En el artículo al que usted hace alusión, me planteaba el problema

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de las relaciones entre variantes de un mismo mito e intentaba mostrar que cada variante puede ser asimilada a un grupo de permutaciones de elemen­tos dispuestos de manera distinta en las variantes vecinas, y que según el mito progresa, se desarro­lla, engendra nuevas variantes hasta agotar la tota­lidad de las combinaciones.

El problema de hoy es diferente. Es el de las relaciones entre mitología y ritual, problema gene­ralmente escamoteado so pretexto de que el mito pertenece al orden de la representación y el rito al de la acción. Ahora bien, el hombre es un ser pensante y actuante. Nada más natural, se nos dice, que intente actuar de las dos maneras. Pero eso sólo sería cierto si las acciones, los gestos del rito, fueran acciones y gestos verdaderos, es de­cir, si desembocaran en resultados.

Acaba usted de hablar del significante y de lo imposible; y si el ritual no produce resultados, habrá que concluir que está formado por pseudo­gestos ejecutados, no en razón de un resultado concreto, sino más bien como soporte de una sig­nificación. Desde esta perspectiva, y aunque se trata de sistemas de signos diferentes, tanto en lo referente al mito como al rito, nos encontramos ante un código; ya en otra ocasión caractericé al mito como un metalenguaje y al rito como un paralenguaje, pero, en ambos casos, lenguaje, de todos modos. Ahora bien ¿por qué dos tipos de

HETEROPIAS Francisco Alvarez y Mendoza

Heteropías es el cuento de nunca acabar, un tío vivo, un puzzle algo

más dionisíaco que erótico, un rompecabezas rigui:oso y bien

intencionado.

lenguaje? Es el problema que he intentado plan­tear. Espero que sea posible hacer progresar la solución, mostrando que esta asimilación del mito y del rito queda justificada por el hecho de que el tipo de combinaciones que una sociedad realiza en forma de mito, la de al lado las realiza en forma de rito. Las razones por las que se producen eleccio­nes diferentes resultan, en cierto modo, residua­les, y no afectan a lo esencial de la interpretación simbólica, ni ponen en tela de juicio la historia respectiva de cada una de estas poblaciones.

No pienso, con ello, haber retrocedido con rela­ción a mis hipótesis precedentes. Veo en esto, por el contrario, un modo de extenderlas y desarrollar­las, puesto que se trata de englobar en el reino del simbolismo el dominio del ritual, que hasta el momento yo había dejado fuera.

J. LACAN

Lo que acentúa aún más la relativización totalde los sistemas simbólicos.

(Traducción: Alberto Cardín)

NOTAS

( 1) Debate que tuvo lugar tras la exposición de Lévi-Strausssobre Mito y Ritual, en la Sociedad Francesa de Psicoanálisis (sesión del 25 de mayo de 1956).

(2) Incluido en Antropología Estructural I (BB. AA., Eu­deba, 1969), con el título «La estructura de los mitos».

Otros títulos publicados:

LAS REGLAS DEL JUEGO Carlos Pérez Merinero

LA UNICA LIBERTAD Marina Mayoral

BREIXO (Premio de la Crítica, 1981) Alfredo Conde

LA REINA ROJA Gonzalo Suárez

SOY UN EXTRAÑO PARA TI Ernesto Parra

Una nueva Novela Cátedra EL HOSPITAL DE LOSDORMIDOS

Léala por su propio interés.

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(Una historia de Plinio) Francisco García Pavón