ROBERTO ARLT_un Extremista de La Literatura_Beatriz Sarlo

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ROBERTO ARLT Un extremista de la literatura En sus 42 años de vida, el autor de El amor brujo creó una narrativa singular hecha de violencia urbana, crítica social y personajes extremos. Beatriz Sarlo describe aquí a ese escritor pobre y radical que se sintió siempre un recién llegado de apellido impronunciable. BEATRIZ SARLO Lector de folletines, rocambolesco lector, Arlt tiene una imaginación extremista: de un conflicto sólo se sale por la violencia. No se trata simplemente de una ideología, sino de una forma.En El juguete rabioso, Silvio Astier quiere prenderle fuego a la librería donde trabaja; deja una brasa sobre una pila de papeles y se va convencido del incendio. Esa noche, Astier se siente definitivamente libre y su acto le parece digno del arte: ¿Qué pintor hará el cuadro del dependiente dormido, que en sueños sonríe porque ha incendiado la ladronera de su amo?. La grandeza de la ensoñación contrasta irónicamente con esa brasa que se ha extinguido en el charco grasiento

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Nota de Sarlo sobre Arlt

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ROBERTO ARLTUn extremista de la literatura

En sus 42 aos de vida, el autor de El amor brujo cre una narrativa singular hecha de violencia urbana, crtica social y personajes extremos. Beatriz Sarlo describe aqu a ese escritor pobre y radical que se sinti siempre un recin llegado de apellido impronunciable.

BEATRIZ SARLOLector de folletines, rocambolesco lector, Arlt tiene una imaginacin extremista: de un conflicto slo se sale por la violencia. No se trata simplemente de una ideologa, sino de una forma.En El juguete rabioso, Silvio Astier quiere prenderle fuego a la librera donde trabaja; deja una brasa sobre una pila de papeles y se va convencido del incendio. Esa noche, Astier se siente definitivamente libre y su acto le parece digno del arte: Qu pintor har el cuadro del dependiente dormido, que en sueos sonre porque ha incendiado la ladronera de su amo?. La grandeza de la ensoacin contrasta irnicamente con esa brasa que se ha extinguido en el charco grasiento donde se lavaron los platos.Silvio, al igual que otros personajes de Arlt, tiene medios patticamente inadecuados a sus fines. Pero lo que importa es que haya elegido la salida por el fuego. Despus de su encuentro con el homosexual, en la pieza de pensin, Silvio deambula a la madrugada. Detrs de las puertas de los negocios presupone riquezas infinitas: Y yo, como un perro, andaba a la ventura por la ciudad. Estremecido de odio, encend un cigarrillo y malignamente arroj la cerilla encendida encima de un bulto humano que dorma acurrucado en un prtico, una pequea llama ondul en los andrajos. Pocos prrafos despus el personaje llega a la inevitable conclusin: Es intil, tengo que matarme.La violencia de los adjetivos en el relato de sus relaciones con comerciantes pequeoburgueses, carniceros, farmacuticos, no puede ser ms intensa. No hay desprecio menor. Tampoco hay indignidades menores. Silvio delat a su amigo que preparaba un robo. Una de las explicaciones que da del acto es la siguiente: Hay momentos en nuestra vida en que tenemos necesidad de ser canallas, de ensuciarnos hasta adentro, de hacer alguna infamia, yo qu s..., de destrozar para siempre la vida de un hombre... y despus de hecho eso podremos volver a caminar tranquilos. Silvio sabe que la delacin es una forma extrema de la traicin. Por eso delata.En el contraste que se establece entre la delacin y sus efectos, Silvio piensa que se arraiga su subjetividad y se construye una relacin nueva con la vida. De todo lo que ha vivido hasta ese momento se sale por el lado de alguna violencia. Oscar Masotta, hace muchos aos, ley esta delacin como empresa metafsica de alcanzar el absoluto a travs del mal. Esa radicalidad del Mal pone a los actos ms all de las ideologas. El significado del acto de violencia es estratgico: una forma de enfrentar cualquier lazo social convencional.Con el asesinato de la Bizca, en Los lanzallamas, Erdosain cumple de nuevo ese movimiento estratgico. El asesinato es gratuito; no responde a ningn clculo tctico, que evala lo que conviene en cada situacin, sino a un enfrentamiento total. La lgica de ese enfrentamiento, que tambin fue la lgica de la secta organizada por el Astrlogo, es extremista. El extremismo arltiano presupone a la violencia no como tctica para resolver una situacin, sino como forma de anularla. Entre la ensoacin y la vida puerca, slo la violencia extrema. No hay camino intermedio.As, los personajes de Arlt buscan siempre un trastocamiento sbito, fulgurante e instantneo de las relaciones entre s, y de ellos con los objetos. Las situaciones son extremas y no pueden superarse sin un aniquilamiento que no responde a opciones ideolgicas, sino a una forma de la imaginacin.El movimiento de la ficcin arltiana es el del extremista que cree que no hay otro camino. Ningn personaje de Arlt puede regresar a ninguna parte: el deambular, la huida, el suicidio son los nicos cambios posibles. Erdosain piensa: Ojal revienten todos y me dejen tranquilo. Al repetir una frase hecha, que revienten todos, su deseo define una situacin de la que slo se puede salir explosivamente. Erdosain dice que revienten todos de manera literal: el mundo debe saltar en pedazos. La imaginacin no quiere saber nada de transacciones.Por eso, la literatura de Arlt es completamente radical. La violencia es la nica forma de la poltica, que, a su vez, slo se expresa como delirio. El batacazo es la nica forma del cambio de fortuna, la nica proximidad con la riqueza que pueden fantasear los pobres. En el capitalismo, la riqueza no se consigue sino delictivamente o por un golpe de fortuna. Delictivamente, reafirmando con Proudhon la idea de que toda propiedad es un robo. Por un golpe de fortuna, en el camino de los buscadores de tesoros y los inventores que, con una ingenuidad tan extrema como sus deseos, quieren enriquecerse con la produccin de objetos imposibles. El fracaso es un desenlace inevitable, conocido desde el comienzo. Esta comprobacin no suscita en Arlt ningn sentimentalismo. Enfrentado a una literatura piadosa, como era la de Boedo, Arlt impugna la idea de que el sufrimiento o la miseria deben representarse como en la tradicin populista, donde prevalecen las emociones. Los miserables de la vida puerca son hediondos y mezquinos. No hay idealizacin del mundo de los humildes. La sirvienta de Trescientos millones es descripta as en el primer acto: Mujer de veinticuatro aos. Expresin dura e insolente que de pronto se atempera en un aniamiento voluptuoso de ensueo barato. Recuerda a Rina, el Angel de los Alpes, o cualquier otra pelandusca destinada a enternecer el corazn de las lectoras de Carolina Invernizzio o Prez Escrich. Esos nombres de escritores de folletn sentimental quedan burlados en el comienzo de una obra que va a torsionar el sentimentalismo desde una fantasa expresionista alimentada con los fantasmas de hroes populares como Rocambole.Por fealdad, por mezquindad, por deformidad psicolgica o moral, los personajes arltianos a veces piden piedad, pero el relato no se permite ese gasto de sentimientos. Se podra decir que Arlt construye la perspectiva del cnico. Tambin podra decirse, la perspectiva nihilista de quien denuncia la violencia enmascarada pero inexorable de una forma social hipcrita. La refutacin del sentimentalismo es una refutacin de la moral en la sociedad burguesa.Arlt tambin limpia de sentimentalismo a la crnica urbana. El barrio no es un escenario para la literatura pintoresca; Arlt no propone una reivindicacin de lo menor que estara all como objeto de un romanticismo que, casi desde el comienzo, es nostlgico. Por el contrario, el barrio es el infierno de la pequea burguesa, y sus pequeos propietarios grotescos se parecen ms a un dibujo expresionista que a las evocaciones del tango cancin. Arlt busca la tensin exasperada del expresionismo. Esa es su vanguardia probablemente no conocida del todo.Por este lado, no se diferencia slo de algunos escritores del grupo de Boedo, como Stanchina, Mariani o los Gonzlez Tun. Se diferencia tambin de Ricardo Giraldes, con quien lo uni una amistad, algunos favores y sobre todo la coincidencia de que, en 1926, se publican la ltima novela de Giraldes, Don Segundo Sombra, y la primera de Arlt, El juguete rabioso. Difcilmente haya dos novelas tan distintas, separadas por la escritura y la ideologa. Una es el contramodelo de la otra y slo tienen en comn que en ellas aparecen los dos primeros adolescentes de la literatura argentina, no simplemente dos personajes muy jvenes, sino una construccin formal y conceptual que se define como adolescencia: el momento en que se recorre el mundo como espacio de aprendizaje o como escenario del fracaso de todo aprendizaje.Dicho esto, es claro por qu las dos novelas son tan distintas. Lo que en Don Segundo Sombra es una especie de xito total en la transmisin de saberes criollos, destrezas literarias y estancias en la pampa hmeda recibidas como herencia, en El juguete rabioso es colapso de la posibilidad de adquirir ningn bien, material o simblico, que incorpore a Silvio Astier a ninguna parte. En Giraldes, el personaje hace un viaje inicitico por la pampa, guiado por los baqueanos ms expertos y, como una especie de hijo de Ulises, va recibiendo en cada lugar una prueba de su aceptacin, casi sin conflictos. En Arlt, la ciudad por donde se desplaza Astier est gobernada por la hostilidad y el rechazo, nadie puede incorporarse exitosamente a nada y la novela termina con una promesa de viaje que, lejos de ser un aprendizaje futuro, es el anuncio de una especie de exilio: irse a otra parte porque aqu no hay lugar.Estas diferencias tambin dan la tonalidad emocional de las dos novelas. Giraldes expande una potica del sentimiento, desde su famosa dedicatoria a los gauchos que le sirvieron de modelo hasta su no menos famoso final. Arlt raspa el sentimiento hasta transformarlo en cinismo, desesperacin, clera o hipocresa. Esos son los tonos cidos de El juguete rabioso. El amor se representa desde la ambigedad del engao que lo acompaa como su sombra. No hay amor inocente, no hay sentimiento que no sea engao de alguna especie. El sentimentalismo es viscoso. La familia y el matrimonio son instituciones-trampa; la mujer misma es la trampa, y toda entrega sentimental masculina se deshace contra algo que no puede ser sino disfraz y maniobra. No existe Flor de Mara, la muchacha sufrida y conmovedora de Los misterios de Pars.Arlt no recubre los sentimientos con una capa de discursos sentimentales. O los exaspera hasta la inverosimilitud o los arranca del romanticismo a travs de motivos que toma de la literatura decadentista: Ella entorna los ojos. Le transmite una tal beatitud con la tersa pureza de su frente y el estupor maravillado de sus pupilas, que Balder experimenta tristeza de no poder morir en aquel instante. Esta es la gran operacin de Arlt con la literatura popular y el folletn con el que se lo vincul tantas veces: se distancia de su sentimentalismo por la irona o por la exageracin donde amor, muerte, sensualidad y pasin se entreveran siempre.Conserva, en cambio, las contraposiciones ntidas. El claroscuro del folletn, una vez que se ha quemado el sentimentalismo, evoca los contrastes cidos del expresionismo. Por eso Arlt es crtico y sobre su obra nunca podra decirse, como se dijo del folletn, que consuela alimentando el ensueo de ojos abiertos. Son los personajes de Arlt los que suean imposibles. Jams les permite eso a sus lectores. Nadie sale consolado de una novela de Arlt. El extremismo no consuela porque tampoco soluciona imaginariamente. Nombrar, finalmente, una figura retrica que es extremista: la hiprbole, la figura de la exageracin, un modo del lenguaje por el cual el escritor renuncia a la verosimilitud para lograr el impacto de una evidencia ms all de todo verosmil. Por insistencia e intensificacin, el primer eslabn de una hiprbole se encadena en amplificaciones sucesivas. Arlt es hiperblico: Erdosain escucha el estrpito de estos dolores repercutir en las falanges de sus dedos, en los muones de sus brazos, en los nudos de sus msculos, en los tibios recovecos de sus intestinos... Se aprieta las sienes, se las prensa con los puos; est ubicado en el negro centro del mundo; es el eje doliente carnal de un dolor que tiene trescientos sesenta grados....La hiprbole es el fortissimo de la escritura. Presenta la pasin no por sus contenidos evidentes sino por su forma extrema. La hiprbole es tambin un procedimiento peligroso. Puede ser sublime, pero lo sublime moderno corre siempre el riesgo de su degradacin pardica. La escritura de Arlt atraviesa ese lmite constantemente. Ignora el buen gusto. Pasa por encima de lo que las lites culturales establecan como tono apropiado de la literatura.Por la hiprbole, Arlt exhibe y repara una inseguridad radical. Precisamente sa, evocada tantas veces por l y por sus crticos: la de ser un escritor sin formacin literaria, sin los refinamientos de la elite, alguien que carece de toda seguridad sobre su origen y que duda de su legitimidad simblica. La hiprbole es el procedimiento de la inseguridad: decir ms, para que por lo menos algo de lo dicho sea escuchado.Cuando no se confa del todo ni en la capacidad de la escritura para decir, ni en la posibilidad de que el lector escuche lo que la escritura dice, la hiprbole subraya el sentido amplindolo, colocndolo bajo una lente que vuelve todo o insignificante o grandioso. Es lo contrario de la estrategia de Borges, quien siempre dice menos, atena, acumula negativas, se aleja del nfasis.La hiprbole es una seal de clase en la literatura de Arlt. Es la marca del escritor pobre. Por la exageracin y la radicalidad, Arlt busca llenar esa falta original de la cual habl tantas veces: no tener ni capital en dinero ni capital cultural. Su marginalidad no fue institucional, ya que desde muy joven fue un periodista estrella y un escritor de xito. Pero, pese a los reconocimientos, Arlt se senta un recin llegado de apellido impronunciable.La diferencia de clase con Girondo, con Borges, con Giraldes, se delata en el nfasis de la escritura arltiana y en el imaginario exasperado de las soluciones radicales. La incomodidad de Arlt, despus de tantas dcadas, tiene mucho que ver con su extremismo. Es difcil normalizar un sistema de explosiones encadenadas.Beatriz Sarlo es ensayista y docente de la UBA. Autora de libros como La imaginacin tcnica (1992) y Escenas de la vida posmoderna (1994), su ltimo libro es La mquina cultural (Sudamericana).