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Rosa Luxemburgo La responsabilidad históricaDespués del armisticio, la paz separada entre Alemania y Rusia es sólo una cuestión de tiempo. Entre las instantáneas de la guerra mundial, la historia futura sin duda pondrá las caras del semi-absolutismo alemán cuando recono zca como "soberanos legal", los "mendigos y conspiradores", que han proclamado s olemnemente el principio de la no-intromisión en los asuntos de un Estado extranje ro y que se compromete a proteger a los insurgentes del Neva contra la "difamación de la Entente" El proceso de Königsberg, agentes provocadores lanzados en persecu ción de los rusos, los servicios prestados mercenarios zarismo, todo se olvida. ¿Y p or qué no? Si la socialdemocracia alemana se ha olvidado el Programa de Erfurt, [* ] ¿por qué el gobierno alemán no olvidaría estas nimiedades como el juicio de Königsberg? Uno conduce a lo otro. Sólo una sólida confianza solida como la roca en la estupidez inquebrantable de las masas populares alemanas permitió a la reacción alemana intentar un experimento auda z: aliarse con los "criminales incendiarios" de San Petersburgo que acaban de ma ndar al diablo, el trono y el altar, el pago de intereses sobre los préstamos extr anjeros, los Estado, títulos y varias otras cosas sacrosantas, colgando a los coma ndantes en jefe recalcitrantes en las ventanas de los vagones de tren y meter a los príncipes de sangre importunos al calabozo, esto por sí solo les permitió estrecha r la mano "malvada". El semi absolutismo prusiano-alemán, negoció cordialmente con L enin y Trotsky, ¡quienes debían hace unos años, hacer un gran rodeo para evitar pasar frente a la sede de la policía en Berlín! ...Quién no recuerda con esto la escena deli ciosa de Mi tío Benjamín, [**] donde el señor Comte orgulloso y arrogante, habiendo co gido por la garganta, besa, al médico burgués que desprecia, en una parte del cuerpo generalmente cubierta, con el único fin de asegurar su ayuda salvadora. La necesi dad hace ley, decía el canciller del Imperio Bethmann-Hollweg. Los Hindenburg y lo s Ludendorff preferían, ¡oh cuanto! Deje hablar su gran Berta con la "banda" de San Petersburgo... ¡Pero con calma! Debía reservar sus deseos íntimos para una ocasión poste rior. Provisionalmente, la "banda" de San Petersburgo llega al punto, su evangel io subversiva de paz se convierte en música celestial para los oídos del imperialism o alemán. De acuerdo con los comentarios de la prensa, Trotsky pronunció en repetidas ocasio nes al Comité Central de los soviets sus discursos sobre la situación internacional, donde pintó la influencia de la oferta de paz de Rusia en todos los países con los colores más suaves. De acuerdo con la Europa Occidental que demuestra que "las esp eranzas más audaces" de los soviets se cumplieron y la paz general esta buena marc ha. Si estos comentarios de la prensa son exactos, se debe haber una gran cantidad d e agua en el vino espumoso de Trotsky. Es psicológicamente comprensible que los bo lcheviques en su situación, ahora sienten la necesidad de considerar su política es coronada con el éxito en la cuestión decisiva de la paz y del presentarla, como tal al pueblo ruso. Una observación lúcida, las cosas se iluminan de manera diferente. Primera consecuencia del armisticio en el Este: Las tropas alemanas serán simpleme nte transferido del este a oeste. Incluso me atrevería a decir que ya se ha hecho. Trotsky y sus amigos también pueden consolarse y consolar al Soviet diciendo que deseaban obtener como condición del armisticio, la obligación de no llevar a cabo de splazamientos de tropas contra las potencias occidentales, todo al revés. Los mili tares alemanes se han reído ante el anuncio de este requisito, porque saben muy bi en qué tipo de madera los calienta. Incluso antes de la firma del armisticio, las tropas alemanas fueron transportadas por cientos de miles de Rusia a Italia y Fl andes. Los últimos avances sangrientos de los alemanes cerca de Cambrai y al Sur, los últimos y "brillantes" éxitos en Italia, ya son los efectos de la insurrección bol chevique de noviembre en San Petersburgo. Los corazones aún calientes de las escenas de confraternización con los soldados rev

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Rosa Luxemburgo

La responsabilidad históricaDespués del armisticio, la paz separada entre Alemania y Rusia es sólo una cuestión de tiempo. Entre las instantáneas de la guerra mundial, la historia futura sin duda pondrá las caras del semi-absolutismo alemán cuando reconozca como "soberanos legal", los "mendigos y conspiradores", que han proclamado solemnemente el principio de la no-intromisión en los asuntos de un Estado extranjero y que se compromete a proteger a los insurgentes del Neva contra la "difamación de la Entente" El proceso de Königsberg, agentes provocadores lanzados en persecución de los rusos, los servicios prestados mercenarios zarismo, todo se olvida. ¿Y por qué no? Si la socialdemocracia alemana se ha olvidado el Programa de Erfurt, [*] ¿por qué el gobierno alemán no olvidaría estas nimiedades como el juicio de Königsberg? Uno conduce a lo otro.

Sólo una sólida confianza solida como la roca en la estupidez inquebrantable de las masas populares alemanas permitió a la reacción alemana intentar un experimento audaz: aliarse con los "criminales incendiarios" de San Petersburgo que acaban de mandar al diablo, el trono y el altar, el pago de intereses sobre los préstamos extranjeros, los Estado, títulos y varias otras cosas sacrosantas, colgando a los comandantes en jefe recalcitrantes en las ventanas de los vagones de tren y meter a los príncipes de sangre importunos al calabozo, esto por sí solo les permitió estrechar la mano "malvada". El semi absolutismo prusiano-alemán, negoció cordialmente con Lenin y Trotsky, ¡quienes debían hace unos años, hacer un gran rodeo para evitar pasar frente a la sede de la policía en Berlín! ...Quién no recuerda con esto la escena deliciosa de Mi tío Benjamín, [**] donde el señor Comte orgulloso y arrogante, habiendo cogido por la garganta, besa, al médico burgués que desprecia, en una parte del cuerpo generalmente cubierta, con el único fin de asegurar su ayuda salvadora. La necesidad hace ley, decía el canciller del Imperio Bethmann-Hollweg. Los Hindenburg y los Ludendorff preferían, ¡oh cuanto! Deje hablar su gran Berta con la "banda" de San Petersburgo... ¡Pero con calma! Debía reservar sus deseos íntimos para una ocasión posterior. Provisionalmente, la "banda" de San Petersburgo llega al punto, su evangelio subversiva de paz se convierte en música celestial para los oídos del imperialismo alemán.

De acuerdo con los comentarios de la prensa, Trotsky pronunció en repetidas ocasiones al Comité Central de los soviets sus discursos sobre la situación internacional, donde pintó la influencia de la oferta de paz de Rusia en todos los países con los colores más suaves. De acuerdo con la Europa Occidental que demuestra que "las esperanzas más audaces" de los soviets se cumplieron y la paz general esta buena marcha.

Si estos comentarios de la prensa son exactos, se debe haber una gran cantidad de agua en el vino espumoso de Trotsky. Es psicológicamente comprensible que los bolcheviques en su situación, ahora sienten la necesidad de considerar su política es coronada con el éxito en la cuestión decisiva de la paz y del presentarla, como tal al pueblo ruso. Una observación lúcida, las cosas se iluminan de manera diferente.

Primera consecuencia del armisticio en el Este: Las tropas alemanas serán simplemente transferido del este a oeste. Incluso me atrevería a decir que ya se ha hecho. Trotsky y sus amigos también pueden consolarse y consolar al Soviet diciendo que deseaban obtener como condición del armisticio, la obligación de no llevar a cabo desplazamientos de tropas contra las potencias occidentales, todo al revés. Los militares alemanes se han reído ante el anuncio de este requisito, porque saben muy bien qué tipo de madera los calienta. Incluso antes de la firma del armisticio, las tropas alemanas fueron transportadas por cientos de miles de Rusia a Italia y Flandes. Los últimos avances sangrientos de los alemanes cerca de Cambrai y al Sur, los últimos y "brillantes" éxitos en Italia, ya son los efectos de la insurrección bolchevique de noviembre en San Petersburgo.

Los corazones aún calientes de las escenas de confraternización con los soldados rev

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olucionarios rusos, fotos de grupos comunes cantando vivas a la gloria de la Internacional, los "camaradas" alemanes se precipitan ya en el fuego de las acciones de masas heroicas a fin de asesinar por su parte a los proletarios franceses, ingleses e italianos. El aporte de masas frescas de carne de cañón alemán será diez veces más fuerte que el calor de la matanza en los frentes occidental y meridional. Es obvio que Francia, Inglaterra y Estados Unidos serán obligados a hacer los últimos esfuerzos desesperados. Por lo tanto, el armisticio ruso y la paz separada del Estado que le siga tendrán por primeros resultados, no la aceleración de la paz general, sino ante todo la extensión del genocidio y el aumento monstruoso en carácter sangriento; frente a los sacrificios que costara en ambas partes, que ya han sido consentidos y ridiculizado. Un reforzamiento considerable de la posición militar de Alemania, y por lo tanto de sus apetitos y sus proyectos de anexión de los más audaces serán el siguiente resultado.

En el Este, la anexión de Polonia, Lituania y Curlandia es algo acordado entre los Imperio centrales, de manera explícita o no, al menos por el momento, y dada esta situación de hecho en Rusia, el imperialismo alemán no espera, por supuesto, tener ninguna resistencia durante las conversaciones de la paz separada.

Pero ahora que todo el cuidado en el Este fue tomado y está dotado de nuevas reservas, el piensa cambiar las reglas del juego en Occidente. Se lanzará primero, burlándose, en la cara de los Scheidemann de máscara de moderación virtuosa que había impuesto la precaria situación en que se encontraba hasta ahora, y si Dios lo quiere, pues Dios, tal como sabemos, está en el lado de los batallones más fuertes, el dictará una "paz alemana." Los últimos discursos de Czernin [***]y consortes cuentan otra historia completamente diferente, como la hora pontifical de la paz.

Esta es la situación, y los bolcheviques se engañan si piensan que ven en la luz de la paz por separado, un cielo de paz general donde se escuchen los violoncelos. En la Revolución Rusa, los "que ríen al último" son hasta ahora el Hindenburg y el Pan-germanistas.

Si las cosas y sus efectos deviene en lo contrario de lo que deberían ser, la culpa no es, en primer lugar, de los rusos. Ellos al principio de una situación fatal y deben elegir entre dos tipos de vacunas: servir como refuerzo a la Entente o al imperialismo alemán. Esto requiere la firma de la paz, o la prolongación de la guerra. ¿Es un milagro si eligieron la primera solución?

Todo el cálculo de la lucha por la paz rusos, de hecho, reposa en el supuesto de que la revolución en Rusia sería la señal de la insurrección revolucionaria del proletariado en Occidente: Francia, Inglaterra, Italia, pero sobre todo en Alemania. En éste único caso, pero sin ninguna duda, la revolución rusa habría sido el punto de partida de la paz general. Esto no es lo que sucede. Salvo algunos valientes esfuerzos del proletariado italiano[****], los proletarios de todos los países han faltado a su cita con la Revolución Rusa. Pero, internacional por su propia naturaleza como en su esencia más profunda, la política del proletariado sólo puede lograrse a nivel internacional. Si se limita a un solo país, mientras que los obreros de otros países practican la política burguesa, la acción de la vanguardia revolucionaria estará descarriada en sus consecuencias posteriores. Es por eso que el único efecto internacional que ha producido, hasta ahora, la Revolución Rusa es un aumento considerable en el poder del imperialismo alemán y un empeoramiento general de la guerra mundial. La culpa de este malentendido trágico de historia recae principalmente en el proletariado alemán. Es sobre él donde descansa ante la historia, la responsabilidad principal de los ríos de sangre que se derrama ahora las consecuencias de la vida social y política de una eventual derrota de los estados occidentales por el imperialismo alemán triunfante. Debido a que sólo el proletariado alemán perseverante en hacerse el occiso ha obligado a los revolucionarios rusos a concluir la paz con el imperialismo alemán, único poder soberano en Alemania. Y sólo esta misma actitud de cadáver, ha permitido al imperialismo alemán de explotar para sus propios fines la Revolución Rusa.

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Los trabajadores alemanes no sienten el golpe que se les ha infligido: sus gobernantes comienzan descaradamente a ponerse firmes frente al rojo gorro frigio de Petersburgo, al mismo tiempo que envían "representación popular" alemán -perdón por la expresión- como un perro en su perrera y ¿dónde se le aprieta el bozal al pueblo alemán? "Los líderes obreros" alemanes parecen, en todo caso, no darse cuenta de la caricia. Ello siguen -incluso los "independientes"- buscando vigorosamente convencer al gobierno alemán de no dejar pasar la oportunidad, no para mostrarse feroz, no empujar "la mano pacíficamente tendida por de los rusos" No témanos, la gente buena del imperialismo alemán ciertamente no dejó pasar la oportunidad de dejar los jacobinos Petersburgo lanzar castañas del fuego. "Los líderes obreros" no tienen absolutamente ninguna necesidad hacer esfuerzo alguno.

Y teniendo en cuenta este cambio -la conclusión de la paz dio lugar a la prolongación de la guerra y la victoria revolucionaria del proletariado ruso se ha traducido en un fortalecimiento extremo de la potencia del semi-absolutismo alemán- incluso la gente de la " "Arbeitsgemeinschaft"[Comunidad del trabajo] no encontró nada más urgente que hacer que exigir al gobierno alemán a dar a conocer sus ¡"objetivos de guerra"! ¿Dónde están los objetivos de guerra alemán"? escribió el Leipziger Volkszeitung. [*****]Los gramófonos "independientes" no tienen ahora más que un solo disco que tocar y no saben más que repetirlo sin cesar. "Si el Gobierno alemán mantiene la política que ha hecho hasta el momento, un peligro nos amenaza: la búsqueda de la guerra hasta la orgía de sangre, hasta el completo desastre en Europa -¡a pesar de la deseo de los rusos por la paz!" Así, es como el órgano del partido en Leipzig termina, amenazante, su centésima su advertencia al gobierno alemán.

¡Grandes dioses! El gobierno alemán seguirá, por supuesto, "la política que ha practicado hasta ahora" En tanto que "Comisión gerente de los negocios de las clases dominantes" no tiene, que yo sepa, ninguna razón para cambiar su política. Quien tiene todas las razones para cambiar la su política seguida y hasta ahora, es la clase obrera alemana. Si no se desea que guerra termine en el aniquilamiento general o el triunfo de la reacción alemana más negra, ella debe revertir "la política llevada a cabo hasta el ahora" a saber la política de carne de cañón y la de "hacer saber" públicamente sus "objetivos de guerra" contra el imperialismo.

El general de paz no se puede lograr sin el derrocamiento del poder gobernante en Alemania. Sólo la antorcha de la revolución, sólo la lucha de masas abierta por el poder político, por la dominación del pueblo y la República alemana evitará retroceso del genocidio y el triunfo del anexionismo alemán en el este y Oeste. Los obreros alemanes están llamados ahora a llevar al este al oeste el mensaje de la revolución y la paz. Hacer finos discursos no sirve para nada, tenemos que actuar. ?

Spartakusbriefe, N º 8, Enero 1918, p. 148-151.

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El principio

La revolución ha comenzado. El llamado por ahora no es de júbilo por lo que ha sido conseguido ni el triunfalismo sobre el enemigo, un enemigo aplastado, sino en su lugar, una estricta autocrítica y una férrea concentración de la energía, para continuar el trabajo. Para nosotros el éxito obtenido es pequeño, y el enemigo no sido vencido.

¿Qué se ha logrado? La monarquía ha sido aniquilada, el supremo poder gubernamental ha pasado a manos de los Consejos de Obreros y Soldados. Pero la monarquía no era el enemigo real, era sólo la fachada, era el frontispicio del imperialismo. No son los Hohenzollern quienes han desatado la guerra mundial, poniendo en llamas al mundo en todos los lados y colocando a Alemania al borde del colapso. La monarquía e

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ra como cualquier gobierno burgués el ejecutivo de las clases dominantes. La burguesía imperialista, la clase dominante capitalista es el criminal que debe hacerse responsable del genocidio.

La abolición de la dominación del capitalismo, la realización del orden socialista: esto y nada menos es el tema histórico de la revolución actual. Esta es una gran obra, que no puede ser completada por un abrir y cerrar de ojos por unos pocos decretos desde arriba; ella solo puede surgir de la acción consciente de las masas, de los trabajadores de la ciudad y del campo, llevado exitosamente a través del laberinto de dificultades por la más alta madurez intelectual e inagotable idealismo de las masas del pueblo.

El sendero de la revolución se muestra claramente por sus fines y el método consecuente de sus tareas. Todo el poder en manos de las masas trabajadoras, en manos de los Consejos de obreros y Soldados, asegurando el trabajo de la revolución en contra sus enemigos ocultos: esa es la pauta para todas las medidas que debe tomar el gobierno revolucionario.

Cada paso, cada acto del gobierno como una brújula deben apuntar en esta dirección:

Reelección de los Consejos Obreros y Soldados locales formados desde el inicio por gestos caótico e impulsivos, intentando su mejoramiento a través de un proceso consciente de comprensión de los objetivos, las tareas y los métodos de la revolución.

Reuniones regulares de estos representantes de las masas y la transferencia real del poder político desde los pequeños Comités del Consejo Ejecutivo a la base más amplia de los Consejos de Obreros y Soldados.

Urgente convocatoria del Consejo Nacional de los Obreros y Soldados que constituyen al proletariado de toda Alemania, como clase, como un poder político compacto y transformarlo en un parapeto impetuoso de la Revolución.

Inmediata Organización no de los "granjeros", sino de los proletarios agrícolas y los pequeños propietarios, quienes como grupo están tan lejos de la revolución.

La formación de una guardia roja proletaria para una protección permanente de la revolución y la formación de milicias obreras para preparar a todo el proletariado y estar en guardia todo el tiempo.

Eliminación de los viejos órganos de administración, poder judicial y el ejército absolutista y de la Policía Militar del Estado.

Confiscación inmediata de la propiedad y posesiones dinásticas, así como de los terratenientes, como medidas temporales para garantizar el sustento de la gente, porque el hambre es el más peligroso aliado de la contrarrevolución.

Inmediata convocación del Congreso Mundial de Trabajadores en Alemania para enfatizar el carácter internacional de la revolución, ya que en la Internacional, la revolución mundial del proletariado esta el futuro de la revolución alemana a la cual está anclada.

Hemos enumerado aquí sólo los primeros pasos más necesarios. ¿Pero que es esta haciendo gobierno revolucionario actual?

Ha dejado los órganos administrativos del Estado como instancias superiores de gobierno, tranquilamente intactos en manos de los pilares de ayer del absolutismo de los Hohenzollern y de las herramientas de mañana de la contrarrevolución.

Hizo un llamamiento a la Asamblea Nacional Constituyente, lo que crea un contrapeso contra las representaciones de Obreros y Soldados, y con esto desvía la revolu

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ción hacia el camino de una revolución burguesa, alejándose de los objetivos socialistas de la revolución;

No está haciendo nada para aplastar el poder todavía persistente de la dominación de la clase capitalista;

Está haciendo todo lo posible para tranquilizar a la burguesía, proclamando y asegurando la sacro santidad e integridad de la propiedad privada para salvaguardar la inviolabilidad de la distribución del capital.

Está permitiendo una activa contrarrevolución la cual esta ferozmente a cada paso yendo a su propia salida, llamando a las masas sin entusiasmo y advirtiendo contra ella.

Ley! Orden! Ley! Es el grito que resuena por todas partes, en todas las declaraciones del gobierno, es el jubiloso eco de todos los estratos burgueses. El clamor estridente contra el fantasma de la "anarquía" y el "golpismo", la famosa música infernal de los burgueses preocupados por sus cajas de seguridad, su propiedad y su ganancia es la nota más fuerte del día, y el Gobierno Revolucionario de Obreros y Soldados esta plácidamente tolerando este avance general para el asalto contra el socialismo, es decir está participando en el con palabras y hechos.

El resultado de la primera semana de la revolución es: el Estado de los Hohenzollern esencialmente no ha cambiado mucho, en cualquier gobierno de Obreros y Soldados está actuando como diputado del gobierno imperialista, que ha ido a la quiebra. Todos sus actos y omisiones se rigen por el temor a las masas trabajadoras. Incluso antes de la revolución todavía alcanzara su entusiasmo, e impulso, su fuerza vital; su carácter socialista y proletaria ha sido negado.

Todo está en orden. El Estado reaccionario del mundo civilizado no puede cambiar en 24 horas al Estado revolucionario del pueblo. Los soldados, que ayer como gendarmes de la reacción, asesinaban al proletariado revolucionario en Finlandia, Rusia, Ucrania, el Báltico muertos de los proletarios revolucionarios de reacción, y los trabajadores, que en silencio permitieron que eso sucediera, no se convierten en seguidores del socialismo o claramente conscientes de sus objetivos.

La imagen de la revolución alemana corresponde a la madurez interna de las condiciones alemanas. El gobierno de la revolución alemana en su estado actual está en las manos de Ebert-Scheidemann y de quienes en Die Freiheit solemnemente creen que se puede compartir con ellos un "gobierno puramente socialista" presentándolos a sí mismos como los co-fundadores de esta obra en esta primera etapa provisional.

Pero las revoluciones no se detienen. Su tarea vital es avanzar rápidamente y superar sus primeras etapas. Esto está ya siendo dirigido hacia delante por sus propias contradicciones internas. La situación actual es comprensible solo como el inicio como una condición insostenible a largo plazo. Si la contrarrevolución no está ganando en todos los ámbitos, entonces las masas se resisten.

El comienzo está hecho. Lo que suceda después no está en manos de los enanos, que deseaban detener el curso de la revolución, colocando un rayo en de la rueda de la historia mundial. Hoy en el orden del día de la historia del mundo esta: la realización del objetivo socialista. La revolución alemana ha terminado iluminando su camino por esta estrella brillante. Paso a paso, a través de la tormenta y el estrés a través de la lucha y el sufrimiento, a través de la miseria y el triunfo debe alcanzar este objetivo.

¡Esto debe hacerse. Es imprescindible! ?

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LA ASAMBLEA NACIONAL

En el Deutsche Tageszeitung, el Vossische y el Vorwärts hasta el independiente "Freiheit", de Reventlow, Erzberger y Scheidemann hasta Haase, Kautsky, un llamamiento unánime se hace escuchar para reclamar la Asamblea Nacional, y un grito de angustia no menos unánime se eleva, la idea de que podría caer en manos de la clase obrera.

Por lo tanto, se debe escuchar, al "pueblo" entero, y la nación entera debe ser llamada para decidir el destino ulterior de la revolución, por la expresión de una mayoría.

Entre los abogados o agentes camuflados de la clase dominante, esta consigna se comprende y es natural por sí misma. Con los guardianes de las cajas fuertes de los capitalistas, no vamos a discutir ni en la Asamblea Nacional, ni sobre la Asamblea Nacional. Pero los líderes de los Independientes son ellos mismos quienes, sobre esta cuestión crucial, se sitúan en el mismo campo que los guardianes del capital.

Ellos quieren esta manera, como Hilferding lo expone en la "Freiheit" salvar la revolución del uso de la fuerza, la guerra civil con todos sus terrores. ! Ilusión pequeño-burguesa! Ellos se imaginan el curso de la poderosa revolución social ante la cual se encuentra la humanidad, como un encuentro entre las diferentes clases sociales bajo la forma de una discusión hermosa, pacífica "digna", que encuentra su conclusión en una votación -tal vez ni siquiera una vez el famoso "salto de carnero". Y si la clase capitalista reconoce que está en minoría, declarara, con un suspiro, en tanto que partido parlamentario disciplinado: ¡No se hace nada! Vemos que hemos luchado por votos, que así sea! Estamos de acuerdo y les transmitimos nuestros trabajadores todos los campos, nuestras fábricas, nuestras minas, nuestras cajas de seguridad a prueba de fuego y todos nuestras grandes ganancias...

En verdad, la raza de los Lamartine, los Garnier-Pagès, de los Ledru-Rollin, de los ilusionistas y de los merolicos pequeños burgueses de 1848, esta raza no ha muerto y resucita en su versión alemana, fastidiosa, pedante y erudita -desprovista de brillantez, de talento y del encanto de la novedad- en las personas de Kautsky, Hilferding, Haase.

Estos marxistas plenos de profundidad han olvidado, ABC del socialismo. Ellos han olvidado que la burguesía no es un partido parlamentario, sino una clase dominante, que está en posesión de todos los instrumentos de dominación económica y social.

Estos señores junkers (terratenientes) y los capitalistas se tranquilizaran siempre y cuando el gobierno revolucionario se contente con realizar un ligero maquillaje estético del sistema del salariado, ellos serán agradables, siempre y cuando la revolución sea gentil, es decir, siempre y cuando el nervio vital, la arteria de la dominación de clase de la burguesía la propiedad privada capitalista, el trabajo asalariado, la ganancia, permanezcan intactos. Si la ganancia es tomada por el cuello, si la propiedad privada se ofrece al cuchillo del sacrificio, entonces será el fin de la bondad.

El idilio actual, donde el lobo y el cordero, el tigre y las ovejas pastan en apaciblemente, lado a lado, como en el arca de Noé, durará exactamente hasta el momento en que comencemos a ocuparnos seriamente del socialismo.

Tan pronto como la famosa Asamblea Nacional decidiera realmente realizar el socialismo en toda su plenitud, de erradicar por completo la dominación del capital, entonces comenzará inmediatamente el combate. Cuando la burguesía sea tocada en el corazón -y su corazón está en su caja fuerte- luchará a vida o muerte por su dominación, ell

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a acumulara mil obstáculos, tanto abiertamente y como en secreto, contra las medidas socialistas.

Todo esto es inevitable. Todas estas batallas deberán ser libradas hasta el final -ya sea con o sin la Asamblea Nacional. La "guerra civil" que se desea desterrar la ansiedad de la revolución, no se deja desterrar, porque la guerra civil es sólo otro nombre para la lucha de clases, y la idea de un socialismo que pueda lograrse sin la lucha de clases, por la decisión de una mayoría parlamentaria, es una ridícula ilusión pequeño-burguesa.

¿Qué ganamos con este cobarde rodeo con la Asamblea Nacional? Se refuerza la posición de la burguesía, y se debilita el proletariado, se hunde en la confusión por las ilusiones vacías de contenido, se desperdicia tiempo y energía en "conversaciones" entre el lobo y el cordero, en una palabra, se hace el juego de todos estos elementos cuya finalidad es frustrar la revolución proletaria de sus objetivos socialistas, haciendo solo una castración, una revolución democrática burguesa.

Pero la cuestión de la Asamblea Nacional no es una cuestión de oportunidad, una cuestión de mayor "comodidad" es una cuestión de principio, del reconocimiento del carácter socialista de la revolución.

Durante la gran Revolución francesa, el primer paso decisivo se dio en julio de 1789, cuando los tres estados separados se unificaron en una Asamblea Nacional. Esa decisión marcó su huella en todo el curso posterior de los acontecimientos, ella fue el símbolo de la victoria del nuevo orden social burgués sobre la sociedad feudal medieval de las corporaciones.

Del mismo modo, el símbolo de un nuevo orden social, el socialismo, de la cual esta revolución proletaria es parte, el símbolo del carácter de clase de sus tareas específicas es el carácter de clase del órgano político que debe realizar estas tareas: el parlamento de los trabajadores, la representación del proletariado de las ciudades y el campo.

La Asamblea Nacional es una herencia obsoleta de las revoluciones burguesas, una cáscara vacía, un residuo de tiempos de las ilusiones pequeño burguesas sobre el "pueblo unido" sobre la "libertad, igualdad, fraternidad" del Estado burgués.

Aquellos que hoy recurren a la Asamblea Nacional, quieren consciente o inconscientemente, hacer recular la revolución a la etapa histórica de las revoluciones burguesas, y se comporta como un agente encubierto de la burguesía, o un ideólogo inconsciente la pequeña burguesía.

Es al grito de "Democracia o dictadura!" que se libra la batalla por la Asamblea Nacional, los dirigentes socialistas dóciles retoman por su cuenta el lema de la demagogia contrarrevolucionaria, sin darse cuenta de que esta alternativa no es más que una falsificación demagógica.

No se trata ahora de elegir entre democracia y dictadura. La cuestión planteada por la historia en el orden del día es: democracia BURGUESA o democracia SOCIALISTA. Pues la dictadura del proletariado, es la democracia en sentido socialista del término. La dictadura del proletariado, no significa las bombas, los golpes, disturbios, la anarquía, como los agentes de las ganancias capitalistas se atreven a decir, sino el uso de todos los medios del poder político para la construcción del socialismo, para la expropiación de la clase capitalista de acuerdo con el sentido y la voluntad de la mayoría revolucionaria del proletariado, el cual es, el espíritu de la democracia socialista. Sin la voluntad consciente y la acción consciente de la mayoría del proletariado, no hay socialismo. Para agudizar esta conciencia a templar su voluntad, organizar esta acción, es necesario un órgano de clase: el parlamento de los proletarios de las ciudades y el campo.

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Convocar una asamblea de representantes de los trabajadores, en lugar de la Asamblea Nacional de las revoluciones burguesas, constituye en sí mismo un acto de lucha de clases, una ruptura con el pasado histórico de la sociedad burguesa, un instrumento poderoso de la agitación de las masas proletarias, una declaración de guerra sin ambages al capitalismo.

No hay pretextos, no hay equívocos -los dados deben ser lanzados. El cretinismo parlamentario era una debilidad de ayer, hoy es un equívoco, mañana será una traición al socialismo.?

Die Rote Fahne, 20 de noviembre 1918

Un llamamiento a los trabajadores del mundo

Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Klara Zetkin y Franz Mehring

¡PROLETARIOS! ¡Hombres y Mujeres del Trabajo! ¡Camaradas!

¡ Ha llegado la revolución a Alemania! Las masas de soldados que durante años han sido conducidos al matadero por el bien de las ganancias capitalistas, las masas de trabajadores que por cuatro años fueron explotadas, aplastadas y hambreadas, se han sublevado. El militarismo prusiano, esa temible herramienta de la opresión, ese azote de la humanidad- yace roto en el suelo. Sus más notorios representantes, y por lo tanto los más notorios de los responsables de esta Guerra, el Kaiser y el Príncipe Coronado[*] han huido del país. Los consejos de trabajadores y soldados se han formado por todos lados.Trabajadores de todos los países, no decimos que en Alemania todo el poder reside en la actualidad en manos del pueblo trabajador, que el completo triunfo de la revolución proletaria se ha logrado. Todavía se sientan en el gobierno todos aquellos socialistas que en agosto de 1914, abandonaron nuestra más valiosa posesión, la Internacional, quienes durante cuatro años traicionaron a la clase trabajadora alemana y a la Internacional.

Pero, trabajadores de todos los países, ahora el proletariado alemán mismo les habla a ustedes. Creemos que tenemos el derecho de aparecer ante vuestro foro en su nombre. Desde el primer día de esta Guerra procuramos cumplir con nuestro deber internacional peleando contra ese gobierno criminal con todas nuestras fuerzas marcándolo como el único verdaderamente culpable de la Guerra.

Ahora, en este momento, estamos justificados ante la historia, ante la Internacional y ante el proletariado alemán. Las masas coinciden con nosotros entusiastamente, constantemente amplían círculos del proletariado compartiendo la convicción que ha llegado la hora de un ajuste de cuentas con el gobierno de la clase capitalista.Pero esta gran tarea no puede ser realizada sólo por el proletariado alemán, sólo puede pelear y triunfar apelando a la solidaridad de los proletarios de todo el mundo.

Camaradas de los países beligerantes, estamos conscientes de su situación. Sabemos sobradamente que sus gobiernos, ahora que han ganado la victoria, están encandilando los ojos de muchos estratos del pueblo con la brillantez superficial de su triunfo. Sabemos que tal éxito se debe al éxito del asesinato de hacer olvidar sus causas y objetivos.

Pero sabemos también que en vuestros países el proletariado realizó los más temibles sacrificios de carne y sangre, que está harto de la horrorosa carnicería, que el proletariado está ahora regresando a casa, y que encuentra necesidad y miseria allí, mientras las fortunas que ascienden a billones se amontonan en las manos de unos pocos capitalistas. Él ha reconocido, y continuará reconociendo que vuestros gobiernos, también han llevado a cabo la guerra por el bien de los grandes ricos. Y él luego pe

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rcibirá que cuando vuestros gobiernos hablan de "civilización y justicia" y de "la protección de las naciones pequeñas", se refieren a las ganancias capitalistas tan ciertamente como lo han hecho los nuestros cuando hablaban de la "defensa del hogar", que la paz de "la justicia" y de la "Liga de las Naciones" no son sino parte del mismo tipo de crápulas que generaron la paz de Brest-Litovsk. Aquí tanto como allá la misma desvergonzada lujuria por el botín, el mismo deseo de opresión, la misma determinación de explotar al límite el predominio brutal del acero asesino.

El imperialismo de todos los países no sabe de "entendimientos", sólo reconoce un derecho- las ganancias del capital: conoce sólo un lenguaje- la espada: sabe sólo de un método- la violencia. Y si está ahora hablando en todos los países, en los vuestros tanto como en los nuestros, acerca de la "Liga de las Naciones", "del desarme", "de los derechos de las naciones pequeñas", "de la autodeterminación de los pueblos", es meramente usando las frases trilladas de los gobernantes con el propósito de arrullar hasta el sueño la vigilia del proletariado.

¡Proletarios de todos los países! ¡Esta debe ser la última Guerra! Se lo debemos a los doce millones de víctimas asesinadas, se lo debemos a nuestros hijos, se lo debemos a la humanidad.

Europa ha sido arruinada por esta masacre maldita. Doce millones de cuerpos cubren las escenas de este crimen imperialista. La flor de la juventud y lo mejor del poder de los hombres de los pueblos han sido arrancados. Incontables fuerzas productivas han sido aniquiladas. La humanidad está al borde de la muerte por un derramamiento de sangre sin precedentes en la historia. Vencedores y vencidos están al borde del abismo. La humanidad está amenazada por el hambre, un detenimiento de todo el mecanismo de producción, las plagas y la degeneración.

Los grandes criminales de esta temible anarquía, de este caos desencadenado-las clases dominantes-no son capaces de controlar su propia creación. La bestia del capital que evocó el infierno de la guerra mundial es incapaz de desterrar, de restaurar el orden real, de asegurar pan y trabajo, paz y civilización, justicia y libertad, a la humanidad torturada.

Lo que las clases gobernantes preparan como paz y justicia es sólo una nueva obra de la fuerza brutal desde la cual la Hidra de la opresión, levanta sus miles de frescas y odiadas cabezas.

Sólo el socialismo está en posición de completar el gran trabajo de la paz permanente, de curar los miles de heridas por las que sangra la humanidad, de transformar los claros de Europa, pisoteados por el paso del jinete apocalíptico de la guerra, en jardines florecientes, de conjurar diez fuerzas productivas por cada una destruida, de despertar todas las energías físicas y morales de la humanidad, y de reemplazar odio y disenso con solidaridad interna, armonía y respeto por cada ser humano.

Si los representantes de los proletarios de todos los países pudiesen sujetarse las manos bajo la divisa del socialismo con el fin de hacer la paz, entonces la paz se conseguiría en unas pocas horas. Entonces no habría disputas acerca de la orilla izquierda del Rin, la Mesopotamia, de Egipto o las colonias. Entonces sólo habrá un pueblo: los esforzados seres humanos de todas las razas y lenguas. Entonces sólo habrá un derecho: la igualdad de todos los hombres. Entonces sólo habrá un objetivo: prosperidad y progreso para todos.

La humanidad enfrenta la alternativa: disolución y caída en la anarquía capitalista, o regeneración a través de la revolución social. Ha llegado el hora de decidir. Si creen en el socialismo, ahora es el momento de demostrarlo en los hechos. Si son socialistas, ahora es el momento de actuar.

Proletarios de todos los países, si ahora los sumamos para un esfuerzo común no se h

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ará por el bien de los capitalistas alemanes quienes, bajo la etiqueta de "la Nación Alemana", están tratando de escapar a las consecuencias de sus propios crímenes: se estará haciendo por vuestro bien tanto como por el nuestro. Recuerden que si los capitalistas vencen, están dispuestos a ahogar en sangre nuestra revolución, a la cual temen tanto como a la propia. Ustedes mismos no se han vuelto más libres a partir de la "victoria", sólo se han vuelto aún más esclavos. Si vuestras clases gobernantes tienen éxito en estrangular la revolución proletaria en Alemania, y en Rusia, entonces se volverán contra ustedes con redoblada violencia. Vuestros capitalistas esperan que la victoria sobre nosotros y sobre la Rusia revolucionaria les dará el poder para azotarnos con un látigo de siete colas.

Por esto el proletariado de Alemania mira hacia ustedes en esta hora. Alemania está preñada de la revolución social, pero el socialismo sólo puede ser realizado por el proletariado mundial.

Y de allí, que los llamamos: "¡Levántense para luchar! ¡Levántense para la acción! ¡El tiempo de los manifiestos vacíos, las resoluciones platónicas, y las palabras rimbombantes se ha ido! ¡La hora de la acción ha dado la Internacional!" Les pedimos que elijan consejos de trabajadores y de soldados en todas partes que tomarán el poder político, y junto a nosotros, restableceremos la paz.

Ni Lloyd George[**] ni Poincaré[***], ni Sonnino[****], ni Wilson[*****], ni Ersberger[******] ni Scheidemann[*******], serán admitidos para hacer la paz. La paz debe concluirse bajo la divisa ondeante de la Revolución Socialista mundial.

¡Proletarios de todos los países! Los convocamos a completar el trabajo de la liberación socialista, a darle un aspecto humano al mundo desfigurado y a hacer verdad aquellas palabras con las cuales a menudo nos saludábamos unos a otros en los viejos días y que cantábamos mientras partíamos: "y la Internacional será la raza humana". ?

Rosa Luxemburgo

Asamblea nacional o gobierno de consejos

Es en estos términos que fue formulado el segundo punto del orden del día del Congreso de conejos obreros y de soldados, y es en efecto la cuestión cardinal de la revolución en el momento presente. O Asamblea Nacional o todo el poder a los Consejos Obreros, o renuncia al socialismo, o lucha de clases la más rigurosa contra la burguesía, con el pleno armamento del proletariado: tal es el dilema.

Hay un plan idilio que pretende realizar el socialismo por la vía parlamentaria, por la simple decisión de una mayoría. Este ideal rosa no tiene para nada en cuenta la experiencia histórica de la revolución burguesa, sin hablar del carácter especifico de la revolución proletaria.

¿Cómo pasaron las cosas en Inglaterra? Esta fue la cuna del parlamentarismo burgués, donde se desarrolló muy pronto, con más fuerza. Cuando en 1649 el momento de la primera revolución burguesa moderna acuñada en Inglaterra, el Parlamento Inglés ya tenía tras de sí una historia de más de tres siglos de antigüedad. Por lo tanto, por ello el Parlamento devino en el primer momento de la revolución, su centro, sus murallas, su cuartel general. El famoso "Parlamento Largo" ha visto salir de su seno todas las fases de la Revolución Inglesa. Desde las primeras escaramuzas entre la oposición y el poder real, hasta el juicio y ejecución de Charles Stuart, el Parlamento estando en manos de la burguesía en ascenso, fue un instrumento sin igual, perfectamente adaptado.

¿Y qué pasó con el? Este mismo Parlamento había creado un "ejército parlamentario especial, que como generales elegidos entre sus miembros condujeron el combate, para com

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pletar la derrota, durante una larga guerra civil, feroz y sangrienta, sobre feudalismo, el Ejército "caballeros" leales al rey. No fue en los debates en la Abadía de Westminster, aunque fuera entonces el centro espiritual de la revolución, sino en los campos de batalla de Naseby y Marstonmoor, no fue debido a los brillantes discursos en el parlamento, sino por la caballería campesina, por las "Côtes de Fer" de Cromwell que se decidió el destino de la Revolución Inglesa. Y su desarrollo llevado al Parlamento, a través de la Guerra Civil, para la "depuración" por la fuerza, en dos ocasiones, este mismo Parlamento, y, finalmente, la dictadura de Cromwell.

¿Y en Francia? Ahí donde nació la idea de la Asamblea Nacional. Este fue en la historia mundial, una inspiración genial del instinto de clase, mientras Mirabeau y otros, declaraban en 1789: "los Tres Estados, hasta ahora separados, la nobleza, el clero y el Tercer Estado , ahora deben sentarse juntos en tanto que una Asamblea Nacional". Esta asamblea devino en efecto de inmediato por la reunión de Estados, en un instrumento de la burguesía en la lucha de clases. Con el apoyo de fuertes minorías de los dos estados superiores, el Tercer Estado, es decir, la burguesía revolucionaria, dispuso de inmediato en la asamblea nacional de una mayoría compacta.

¿Y en que se convirtió, una vez más? La Vendée, la emigración, la traición de los generales, la Constitución civil del clero, el levantamiento de 50 departamentos, las guerras de coalición de la Europa feudal, y, por último, ya como la única forma de asegurar la victoria final de la revolución: la dictadura, y con ella el reinado de terror. He ahí el valor de la mayoría parlamentaria para la defensa de las revoluciones burguesas. Y, sin embargo, lo que fue la oposición entre la burguesía y el feudalismo, hay abismo gigante con el que se inauguró hoy entre el trabajo y el capital! ¡Cual fue la conciencia de clase de los combatientes en ambos bandos enfrentados en 1649 o 1789, en comparación con el odio mortal, inextinguible que flamea hoy entre el proletariado y la clase capitalista!

No es en vano que Karl Marx haya alumbrado con su linterna científica los resortes más recónditos de la Ciencia de la lógica económica y política de la sociedad burguesa. Esto no es en vano que él haya mostrado, vívidamente, todas sus componentes, hasta las formas más sublimes de sentimiento y pensamiento, como una emanación de este hecho fundamental donde nutre su vida, como un vampiro, de la sangre del proletariado.

Esto no es en vano que Auguste Bebel, que como conclusión de su famoso discurso en el Congreso del Partido en Dresde, exclamara: "Yo soy y sigo siendo enemigo mortal de la sociedad burguesa",

Esta es la última gran batalla, donde se juega el mantenimiento o la abolición de la explotación, es un punto de inflexión en la historia de la humanidad, un combate en la que no puede haber otra salida, o compromiso, o piedad.

Y este combate, que, por la dimensión de sus tareas, más allá de lo que hemos conocido, no ha sido llevado a bien por ninguna lucha de clases, ni por ninguna revolución: disolver la lucha a muerte entre dos mundos en un suave murmullo luchas de oratorias en el Parlamento y de decisiones adoptadas por la mayoría!

El sistema parlamentario fue, para el proletariado, una arena de lucha de clases, tanto como ha durado la rutina diaria de la sociedad burguesa: se trataba de un foro en el que las masas se reunieron alrededor de la bandera del socialismo, donde se educaban para el combate

Hoy en día, estamos en medio de una revolución proletaria, y hoy en día se trata llevar el hacha hacia el árbol de la explotación capitalista. El parlamentarismo burgués, como la dominación de clase de la burguesía, del cual es el objetivo político fundamental, es despojado de su derecho a la existencia. Ahora es la lucha de clases en su forma más descarnada, más desnuda, que entra en escena. El Capital y el Trabajo no

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tienen nada más que decir, ahora sólo tienen que enfrentarse entre sí en un combate cuerpo a cuerpo, sin gracias por que el combate decida quien será lanzado al suelo.

La palabra de Lassalle es ahora vale más que nunca: la acción revolucionaria consiste siempre en expresar lo que es. Y lo que se llama: aquí está el trabajo - aquí el capital! No la hipócrita negociación amistosa, aquí se juega la vida o la muerte, no hay victoria de la comunidad, de lo que se trata es de estar en un lado u otro de las barricadas. Es clara, abierta, y honestamente, así como con toda la fuerza que confiere la claridad y honestidad, que el proletariado debe, como una clase constituida, reunir en sus manos todo el poder político.

"La igualdad de los derechos políticos, la democracia! " nos han cantado durante décadas a los profetas grandes y pequeños de la dominación de clase burguesa.

"La igualdad de los derechos políticos, la democracia! " cantan hoy como un eco, los hombres al servicio de la burguesía, los Scheidemann.

Sí, esta consigna debe ahora hacerse realidad, pues la "igualdad política" se encarna por el momento allí donde la explotación económica está totalmente aniquilada. Y la democracia, el gobierno del pueblo comienza cuando el pueblo trabajador tome el poder político. De los que se trata es de ejercer sobre las consignas mal usadas por las clases burguesas durante un siglo y medio, una crítica práctica de la acción histórica. Se trata de hacer por primera vez, una verdad del lema de la burguesía francesa en 1789, "Libertad, Igualdad, Fraternidad" - mediante la supresión de la dominación de clase de la burguesía. Y como primer paso, el momento ante el mundo entero y para los siglos de la historia mundial, inscribir altamente en orden del día: lo que hasta la fecha fue la igualdad de derechos y la democracia -el parlamento, la Asamblea Nacional, el mismo derecho al voto- fue una mentira y un engaño! Todo el poder a las manos de las masas trabajadoras como arma revolucionaria para el exterminio del capitalismo -esto es la única verdadera igualdad de derechos, esto es la verdadera democracia! ?

Rosa Luxemburgo

Las elecciones para la Asamblea Nacional

Tras su espléndida "victoria" en el Congreso de los Consejos de Obrero y Soldados[*], la multitud Ebertista cree que su golpe maestro ha tenido éxito contra el poder de los consejos, en contra de la revolución proletaria y el socialismo.

Se equivocan. Ha llegado el momento de acabar con este plan contrarrevolucionario, para frustrar esta acción de las tropas de defensa capitalistas, mediante una acción revolucionaria de las masas.

Justo como hemos explotado la infame franquicia prusiana de las tres clases para luchar contra el parlamento de tres clases, así vamos a utilizar las elecciones a la Asamblea Nacional para luchar contra la Asamblea Nacional.

Aquí, por supuesto, la analogía se detiene. Para los defensores reales de la revolución y del socialismo, la participación en la Asamblea Nacional de hoy no puede tener nada en común con el método tradicional acostumbrado de "explotar el parlamento" para los susodichos "logros positivos". No vamos a participar en la Asamblea Nacional con el fin de volver a caer en la vieja rutina del parlamentarismo, ni aplicar parches correctivos menores y cosméticos a los proyectos de ley, ni para 'emparejar fuerzas', ni llevar a cabo una revisión de nuestros partidarios, ni por otras razones descritas en la muy conocida fraseología de la del burgués parlamentario y en el vocabulario de Haase y compañía.

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Ahora estamos en medio de la revolución y la Asamblea Nacional es un bastión contrarrevolucionario erigido contra el proletariado revolucionario. Ha llegado el momento, pues, de asalto y derribar esta fortaleza. Las elecciones, la tribuna de la Asamblea Nacional, deben ser utilizadas para movilizar a las masas contra la Asamblea Nacional, para reunirlas a la lucha más exigente. Nuestra participación en las elecciones es necesaria, no con el fin de colaborar con la burguesía y sus escuderos en la elaboración de leyes, sino para echar a la burguesía y a sus escuderos fuer del templo, para asaltar la fortaleza de la contrarrevolución, y levantar por encima de él la bandera victoriosa de la revolución proletaria.

¿Con el fin de hacer esto, es necesaria una mayoría en la Asamblea Nacional? Sólo aquellos que se suscriben a cretinismo parlamentario, para quienes decidirían la revolución y el socialismo con mayorías parlamentarias, creen esto. No es la mayoría parlamentaria en la Asamblea Nacional, sino las masas proletarias fuera, en las fábricas y en las calles, quienes decidirán el destino de la Asamblea Nacional.

Los caballeros alrededor de Ebert y Haase, los Junkers, los capitalistas y sus acólitos, estarían muy complacido si los dejáramos solos y si el proletariado revolucionario se contentara con el papel observadores, que calmadamente miraran mientras dentro ¡su destino es decido!

Nada saldrá de este cálculo. Sin embargo, rápidamente ellos podrían realizar su labor contrarrevolucionaria con toda seguridad bajo cubierta -gracias a los mamelucos del Congreso de los de los Consejos de Obreros y Soldados- seguir esto siendo un buen cálculo si pasamos por alto un factor de suma importancia. Este vital factor es la masa proletaria, el portador real de la revolución y sus tareas socialistas. Es la masa, decidirá sobre la suerte y el resultado de la Asamblea Nacional. Lo qué pase con la Asamblea Nacional depende de su propia actividad revolucionaria. Por consiguiente, la mayor importancia se debe conceder a la acción exterior, que debe golpear con furia a las puertas este del parlamento contrarrevolucionario. Pero incluso las propias elecciones y la acción de los representantes revolucionarios de la masa dentro del parlamento deben servir a la causa de la revolución. Para denunciar sin piedad y en voz alta todos los trucos y trampas de la bendita asamblea, para exponer su labor contrarrevolucionaria ante las masas a cada paso, para llamar a las masas a tomar la decisión de intervenir - esta es la tarea de la participación de los socialistas en la Asamblea Nacional.

Los señores burgueses, con el gobierno de Ebert a la cabeza, usaran la Asamblea Nacional para desterrar y paralizar la lucha de clases y para evitar la adopción de decisiones revolucionarias. En contra de este plan, la lucha de clases debe irrumpir en la propia Asamblea Nacional, que debe utilizar las elecciones y las deliberaciones de la Asamblea Nacional, precisamente con el fin de acelerar las decisiones revolucionarias.

Nos aproximamos a tiempos turbulentos. El desempleo y conflictos económicos crecerán sin descanso en las próximas semanas y meses.

La gran confrontación entre capital y trabajo determinará el curso de la historia futura y, en su resultado final, no admite ninguna otra decisión que la destrucción de la dominación capitalista y el triunfo del socialismo. Este enfrentamiento se encargará hacer aparecer la actividad y el sentimiento revolucionario de las masas en el país el cual crecerá cada día.

Según el plan de los seguidores de Ebert, la Asamblea Nacional creará una presa contra esta avalancha revolucionaria. Por lo tanto, debe ser una cuestión de dirigir el diluvio a la derecha en ya través de la Asamblea Nacional para lavar la presa de distancia. La acción electoral y el suelo de este parlamento contrarrevolucionario deben ser un medio de formación, reuniendo y movilizando a la masa revolucionaria, y una etapa en la lucha por el establecimiento de la dictadura del proletariado.

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Un asalto de las masas sobre las puertas de la Asamblea Nacional, y el puño cerrado del proletariado revolucionario levantado desde en medio de la asamblea agitando la bandera cuyas letras de fuego digan: Todo el poder a los consejos - ¡esta es nuestra participación en el Asamblea Nacional!

¡Proletarios, camaradas, a trabajar! No hay tiempo que perder. Hoy las clases dominantes siguen regocijándose en la acción victoriosa del gobierno Ebert en el Congreso de concejos, ellos ponen sus esperanzas en el 19 de enero como el regreso de su dominación de clase. [**] No los dejemos regocijarse tan pronto. Los ideas de marzo no son pasado, ni siquiera los ideas de enero. El futuro pertenece a la revolución proletaria, todo lo demás debe estar al servicio de sus fines, incluyendo las elecciones a la Asamblea Nacional. ?

Die Rote Fahne.,23 de diciembre

Rosa Luxemburgo

Nuestro programa y la situación política

Discurso en el Congreso de fundación del Partido Comunista Alemán (Liga Espartaco)-KPD(s)

¡Camaradas! La razón por la cual emprendemos hoy la tarea de discutir y adoptar nuestro programa, no se limita al hecho puramente formal de habernos constituido ayer en un nuevo partido autónomo y que un nuevo partido debe adoptar oficialmente un programa; el debate de hoy sobre el programa es motivado por grandes acontecimientos históricos y, en particular, por el hecho de que hemos alcanzado un punto donde el programa socialdemócrata y más generalmente el programa socialista del proletariado debe crearse sobre nuevas bases. Camaradas, reanudamos así la trama que habían tejido Marx y Engels en el Manifiesto Comunista hace justo setenta años. Como todos sabemos, el Manifiesto Comunista considera el socialismo, la realización de los objetivos socialistas como la tarea inmediata de la revolución proletaria. Esta fue la concepción que Marx y Engels que defendieron en la revolución de 1848 y que consideraban también como el fundamento de la acción proletaria en sentido internacional. Ambos creían entonces -y otros elementos del movimiento proletario lo creían también- que estaba planteada como tarea inmediata la realización del socialismo; que bastaba realizar una revolución política, apoderarse del poder del Estado para que inmediatamente el socialismo tomara cuerpo.

Como ya sabemos, Marx y Engels, más tarde, revisaron completamente esta opinión. He aquí lo dicen de su propia obra en el prólogo que redactaron aún juntos para la edición de 1872 del Manifiesto Comunista (reproducida en la edición de 1894):

"Este pasaje [el final del capítulo II, es decir las medidas prácticas que se deben adoptarse para realizar el socialismo], en muchos aspectos, tendría que ser redactado muy diferente hoy día. Dados los progresos colosales de la gran industria en los veinticinco últimos años y los progresos paralelos que realizó, en su organización en partido la clase obrera, dadas las experiencias, en primer lugar de la revolución de Febrero, después sobre todo de la Comuna de París, que, durante dos meses puso por primera vez en las manos del proletariado el poder político, este Programa hoy día ha envejecido sobre algunos puntos. La Comuna, en particular, demostró que no basta que la clase obrera se apodere simplemente de la máquina del Estado para hacerlo servir a sus propios fines".

¿Y qué dice, este pasaje declarado anticuado? He aquí lo que leemos en el Manifiesto Comunista:

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"El proletariado se servirá de su dominación política para arrancar poco a poco todo el capital a la burguesía, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado en clase dominante, y para aumentar cuanto antes la cantidad de las fuerzas productivas. Esto naturalmente no podrá hacerse al principio sino por una violación despótica del derecho de propiedad y del régimen burgués de producción, es decir, por medidas que, parecen insuficientes e insostenibles económicamente, pero que durante el movimiento se sobrepasaran y serán indispensables como medio de trastornar todo el modo de producción.

Estas medidas, por supuesto, serán muy diferentes en los distintos países.

Sin embargo, para los países más avanzados, las medidas siguientes podrán ser puestas en práctica en casi todas partes:

1. Expropiación de la propiedad de la tierra y asignación de la renta de bienes raíces a los gastos del Estado.

2. Impuesto progresivo.

3. Abolición de la herencia.

4. Confiscación de los bienes de todos los emigrados y sediciosos.

5. Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un Banco nacional, cuyo capital pertenecerá al Estado, y que gozará de monopolio exclusivo.

6. Centralización, en manos del Estado de todos los medios de transporte.

7. Multiplicación de las empresas fabriles pertenecientes al Estado e instrumentos de producción; roturación de los terrenos incultos y mejora de las tierras cultivadas, según un plan de conjunto.

8. Trabajo obligatorio para todos; organización de ejércitos industriales especialmente para la agricultura.

9. Combinación del trabajo agrícola y el trabajo industrial; medidas que tienden a hacer poco a poco desaparecer la distinción entre la ciudad y el campo.

10. Educación pública y gratuita de todos los niños, abolición del trabajo infantil en las fábricas tal como se practica hoy día. Combinación de la educación con la producción material, etc."

Como podemos ver, con pocas variantes son, más o menos, las mismas tareas que las que se nos plantean hoy día: la puesta en práctica, la realización del socialismo. Setenta años de desarrollo capitalista separan del tiempo actual del tiempo en que se formulo este programa; la dialéctica del proceso histórico quiso que reanudáramos ahora las concepciones que Marx y Engels habían abandonado más tarde en 1872, considerando que eran erróneas. Tuvieron entonces buenas razones para considerar que eran erróneas y rechazarlas. El desarrollo del capitalismo que se produjo mientras tanto, ha convertido que lo que era entonces un error se convirtiera hoy en realidad, de modo que hoy, la tarea inmediata consiste en realizar lo que Marx y Engels pensaban hacer en 1848. Sin embargo, entre esta fase de desarrollo, el principio, y nuestra concepción y nuestras tareas actuales, se entreteje el desarrollo, no sólo del capitalismo sino también del movimiento obrero y sobre todo del movimiento obrero en Alemania, país guía del proletariado moderno.

Este desarrollo tomó una forma singular. Después de las desilusiones de la revolución de 1848, Marx y Engels abandonaron la opinión según la cual el proletariado estaba inmediata y directamente en condiciones de realizar el socialismo; en cada país ent

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onces se crearon los partidos socialistas, social-demócratas que adoptarían una opinión y objetivos totalmente diferentes. Estos partidos se fijarían como tarea inmediata la lucha cotidiana en el ámbito político y económico a fin de educar en primer lugar poco a poco los ejércitos del proletariado que deberían realizar el socialismo cuando el desarrollo capitalista llegará a su madurez. Esta revocación, esta base completamente diferente sobre la cual se estableció el programa socialista, fue, en Alemania, en particular, donde asumiría una forma muy típica y peculiar. Antes del colapso del 4 de agosto, la socialdemocracia en Alemania se refería en efecto al programa de Erfurt, el cual colocaba en primer plano las "tareas mínimas urgentes" y reducía el socialismo a una estrella brillante en la lejanía - él devenía en el objetivo final. Sin embargo, lo que importa más que la letra del programa, es la manera en que se concibe en la práctica viva; y la comprensión del programa venía determinada por un documento importante para la historia de nuestro movimiento obrero: el prólogo a la Lucha de las clases en Francia de Marx que Federico Engels escribió en la edición de 1895. Camaradas, no es simplemente por interés para la historia que yo vuelva a examinar estos problemas; se trata más bien de lo contrario, de un problema totalmente actual y del deber histórico que nos incumbe en el momento en que replanteamos nuestro programa colocándolo sobre las bases sentadas antes, en 1848 por Marx y Engels. Habida cuenta de las modificaciones consecutivas en el desarrollo histórico, tenemos el deber de emprender una revisión neta y consciente oponiéndose a la concepción que prevalecía en la socialdemocracia alemana que la llevaron hasta el hundimiento el 4 de agosto. Esta revisión es la tarea que debemos emprender oficialmente.

Camaradas, ¿Cuál ha sido a este respecto la posición de Engels en el famoso prólogo a Las lucha de las clases en la Francia de Marx escrita en 1895, después de la muerte de Marx? Remontándose hasta el año 1848, demostró en primer lugar que la concepción según la cual la revolución socialista era inminente, había envejecido. Luego prosigue así su descripción:

"La historia nos dio un mentís a todos los que pensaban como nosotros. Probó que en aquel entonces que el grado de desarrollo económico sobre el continente no estaba lo suficientemente avanzado, y con mucho, para permitir la liquidación de la producción capitalista; ella probó a través de la revolución económica que, desde 1848, se extiende a todo el continente, a implantado la gran industria en Francia, Austria, Hungría, en Polonia y recientemente en Rusia, e incluso Alemania un país industrial vanguardista; todo esto se produce sobre la base capitalista que era pues aún perfectamente susceptible de extensión en 1848."

Luego él expone todos los cambios que se produjeron desde entonces y aborda la cuestión de las tareas del partido socialdemócrata en Alemania:

"La guerra de 1870-71 y la derrota del Comuna, como Marx lo predijo habían por el momento, desplazado el centro de gravedad del movimiento obrero europeo de Francia a Alemania. Francia por supuesto necesitaba años para reponerse de la sangría del mes de mayo de 1871. En Alemania, en cambio, donde la avalancha de los miles millones pagados por los franceses fomentaba aún el desarrollo creciente de una industria literalmente sujeta al régimen de invernadero, la socialdemocracia se desarrolló de una manera más bien rápida y más constante aún. Gracias a la inteligencia de los obreros alemanes en la utilización del sufragio universal introducido en 1866, la asombrosa progresión del partido se manifiesta a los ojos del mundo entero por cifras incuestionables."

Sigue la famosa enumeración, describiendo nuestro crecimiento de votos al Reichstag hasta obtención de millones de votos, y Engels concluye:

"Pero esta utilización eficaz del sufragio universal ha puesto en vigor un método de lucha del proletariado totalmente nuevo que siguió desarrollándose rápidamente. Se descubrió que las instituciones estatales, en el marco de las cuales se organiza la hegemonía de la burguesía, ofrecían a la clase obrera otras formas y posibilidades aún,

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con las cuales se podía combatir a esas mismas instituciones estatales. Se participó en las elecciones en determinados Landtag [Provincias], en los consejos municipales, los consejos de tribunales laborales, se le disputó a la burguesía cada una de sus posiciones, y en la distribución de las funciones, donde una buena parte del proletariado tenía algo que decir. Y así, el Gobierno y la burguesía llegaron a temer mucho más la acción legal del partido obreros que su acción ilegal, más sus éxitos electorales que los éxitos insurrecciónales."

Y Engels conecta aquí una crítica detallada a la ilusión según la cual, en las condiciones modernas del capitalismo, el proletariado podría obtener cualquier cosa en las luchas callejeras de la revolución. No obstante en la medida en que nos encontramos en plena revolución, una revolución caracterizada por la lucha de calle con todo lo que esto implica, creo que es hora de cuestionar una concepción que, hasta los últimos minutos, tuvo oficialmente en curso la socialdemocracia alemana y que es parcialmente responsable de nuestra experiencia del 4 de agosto de 1914. [Gritos de los delegados del congreso ¡Muy bien, muy bien!]

No quiero decir que por estas declaraciones, Engels comparte personalmente la culpa de la evolución que se produce en Alemania; digo solamente: he ahí un documento clásico que resume y apuntalaba la concepción prevaleciente en la socialdemocracia alemana, o más bien, que la matada. Con todos los conocimientos de especialista de los que disponía en el ámbito de la ciencia militar, Engels demuestra en este prologó, que en el estado actual de desarrollo del militarismo, de la industria y grandes ciudades, es perfectamente inútil creer que los obreros podría hacer revoluciones mediante combates callejeros y salir victoriosos. De esta refutación surgirán dos consecuencias:

En primer lugar, la lucha parlamentaria se consideró como la antítesis de la acción revolucionaria directa del proletariado y prácticamente como el único medio de la lucha de la clase. Esta crítica tuvo por resultado el parlamentarismo puro y simple. En segundo lugar, se consideró, curiosamente que en la más potente organización del Estado clasista, el militarismo, la masa de los proletarios en uniforme debía, como tal, a priori, inmunizarse e sería inaccesible a toda influencia socialista. Y se dice en el prólogo de Engels que sería absurdo pensar que en el estado actual de desarrollo de los gigantescos ejércitos, el proletariado pudiera enfrentar a los soldados equipados de metralletas y más recientes medios técnicos de combate; y postula que, seguramente, todo soldado debe seguir siendo, a priori y para siempre partidario de las clases dominantes; a la luz de la experiencia actual y viniendo de un hombre que estaba a la cabeza de nuestro movimiento, este error sería incomprensible si se ignoraban las circunstancias efectivas que presidieron a la elaboración del documento histórico citado. En descarga de nuestros dos grandes maestros y, en particular, de Engels, muerto 12 años más tarde que Marx, que defendía también el honor y las opiniones de Marx, debo afirmar que Engels escribió obviamente este prólogo bajo la presión directa de la fracción parlamentaria de entonces. Era el tiempo en que, en Alemania -después de la expiración de las leyes de excepción contra los socialistas- una fuerte corriente extremista de izquierda se manifestaba en el movimiento obrero alemán pretendía preservar a los camaradas de la absorción en una lucha puramente parlamentaria. Para, detener a estos elementos extremistas en teoría y someterlos en la práctica, para que gracias a la autoridad de nuestros grandes maestros, la gran masa dejara de prestarles atención, Bebel y compañía (ejemplo - tipo de lo que ya era entonces nuestra situación: la fracción parlamentaria al Reichstag tenía el poder de decisión ideológico y táctico sobre los destinos y las tareas de nuestro partido), Bebel y compañía obligaron a Engels, que vivía entonces en extranjero y debía pues confiar de buena fe en sus aserciones, a redactar este prólogo pues era necesario a su modo de ver, salvar a toda costa el movimiento obrero alemán de las desviaciones anarquistas. Por lo tanto, esta concepción determinó efectivamente los hechos y gestos de la socialdemocracia alemana hasta nuestra bonita experiencia del 4 de agosto de 1914. El prologo fue también la proclamación del parlamentarismo y nada más. Engels no vivió bastante más tiempo para ver los resultados, las consecuencias prácticas de la utilización que se hizo de su prólogo, de su teoría. Pero estoy segura de u

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na cosa: cuando se conocen las obras de Marx y de Engels, cuando se conoce el espíritu revolucionario vivo, auténtico, inalterado que se extrae de todos sus escritos, de todas sus enseñanzas, se está convencido que Engels habría sido el primero en protestar contra los excesos que resultaron del parlamentarismo puro y simple; el movimiento obrero en Alemania ha cedido a la corrupción, a la degradación, muchos años antes de la guerra del 4 de agosto. El 4 de agosto no cayó del cielo surgiendo de la nada, no fue más un cambio de dirección inesperado sino la consecuencia lógica de experiencias que hicimos anteriormente, día a día, año con año [gritos en la sala ¡Muy bien, muy bien!]; Engels y el mismo Marx - si hubieran vivido- habrían sido los primeros en levantarse enérgicamente contra todo eso, por retener, por frenar brutalmente el vehículo para impedir que se atascase en el lodo. Pero Engels murió el mismo año en el que había escrito su prólogo. Nosotros lo hemos perdido en 1895; desde entonces, la dirección teórica pasó de las manos de Engels a las de Kautsky y asistimos al siguiente fenómeno: toda protesta contra el parlamentarismo puro y simple, protesta venida de la izquierda en cada uno de los congresos del partido, respaldada por un grupo mayor o menor de camaradas en lucha tajante contra el estancamiento cuyas consecuencias desastrosas debían apreciar a todos, fueron tacharon todas estas protestas de anarquismo, de socialismo anarquizante o al menos de antimarxismo. El marxismo oficial debía servir de cobertura a todas las vacilaciones, a todas las desviaciones con relación a la lucha de clase revolucionaria real, a todas las medidas a medias que condenaban la socialdemocracia alemana, al movimiento obrero en general, incluido el movimiento sindical, a vegetar en el marco y sobre el terreno de la sociedad capitalista, sin hacer ya la menor aspiración o intento serio para sacudirse las instituciones y dislocar a la sociedad capitalista.

Pero ahora, camaradas, alcanzamos el punto donde podemos decir: no hemos reencontrado de nuevo con Marx, volvimos de nuevo bajo su bandera. Hoy día, declaramos en nuestro programa: el proletariado no tiene otra tarea inmediata -en pocas palabras- que hacer del socialismo una verdad y un hecho y destruir el capitalismo por completo; retornamos así sobre el terreno que ocupaban Marx y Engels en 1848 y que ellos básicamente nunca han dejado. Queda claro ahora lo que es el verdadero marxismo y que era este marxismo substituto [Aplausos]. Hablo de ese marxismo que mucho tiempo se atribuyó el título de marxismo oficial en la socialdemocracia alemana. Sabemos dónde está este marxismo hoy día: controlado y domesticado por los Ebert, David y consortes. Está allí donde vemos a los representantes oficiales de la doctrina que, durante decenas de años, se ha hecho pasar para el marxismo puro, verdadero. Pero este no debe estar allí pues el marxismo, no podía hacerse en compañía de Scheidemann, de la política contrarrevolucionaria. El verdadero marxismo combate también los que pretenden falsificarlo; minando como un topo los fundamentos de la sociedad capitalista y gracias él, la mejor parte del proletariado alemán va hoy día bajo nuestro estandarte, bajo el estandarte de la tormenta revolucionaria; incluso del otro lado, allí donde la contrarrevolución parece aún todavía potente, tenemos nuestros partidarios, hermanos de lucha y futuros camaradas de armas.

Así pues, camaradas, conducidos por la marcha de la dialéctica histórica y enriquecidos por la experiencia del desarrollo capitalista de los setenta últimos años, nos encontramos, como yo lo he dicho ya, en el punto dónde estaban Marx y Engels en 1848, en el momento en que esgrimieron por primera vez el estandarte del socialismo internacional. Entonces, cuando se emprendió a revisar los errores y las ilusiones de 1848, se creía que el proletariado tenía aún un camino infinito que recorrer antes de que el socialismo se convierta en realidad. Por supuesto, nunca los teóricos serios se fijaron una fecha imperativa del hundimiento del capitalismo; pero se suponía vagamente que el camino sería aún muy largo; es lo que resulta a cada línea de este mismo prólogo que Engels escribió en 1895. Pero ahora podemos hacer el balance. ¿El plazo de tiempo no fue muy corto en comparación con desarrollo de las luchas de clases de antes? Setenta años de desarrollo del gran capitalismo han bastado para poder pensar seriamente en hacer desaparecer el capitalismo de la superficie terrestre de una vez por todas. Y más aún: no solamente estamos hoy día en condiciones de solucionar esta tarea, no solamente es nuestro deber para con el proletariado, sino nuestra solución es hoy día la única salida posible para que sobreviva la sociedad

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humana y escape de la destrucción. [Fuertes aplausos.]

¿Esta guerra, camaradas, ha dejado subsistir otro cosa en la sociedad burguesa más que un enorme montón de ruinas? Formalmente, el conjunto de los medios de producción e incluso numerosos instrumentos del poder, casi todos los instrumentos decisivos del poder, se encuentran aún entre las manos clases dominantes: nosotros no tenemos ilusiones al respecto. Pero, aparte de tentativas convulsivas para restablecer la explotación a través un baño de sangre, no pueden obtener es más que el caos. Se ha llegado hasta el punto en que el dilema al cual hoy día está enfrentada la humanidad se enuncia así: desaparición en el caos o su salvación por el socialismo. Los resultados de la Guerra Mundial ponen a las clases burguesas en la imposibilidad de encontrar una salida sobre el terreno de su soberanía de clase y conservación del poder en el capitalismo. Y es así como podemos comprobar en los hechos lo que Marx y Engels formularon por primera vez en un gran documento, en el Manifiesto Comunista, como la base científica del socialismo: el socialismo se volverá una necesidad histórica. Esta verdad, la vivimos hoy día en el sentido más estricto de los términos. El socialismo se convirtió en una necesidad, no sólo porque el proletariado no quiere vivir más en las condiciones materiales que le reservan las clases capitalistas, sino también porque si el proletariado no cumple su deber de clase realizando el socialismo, se amenazan a todos con desaparecer hundiéndonos todos juntos [Aplausos prolongados].

Aquí tenemos, camaradas, las bases sobre la cual se construye el programa que adoptamos hoy día oficialmente y que pudo verse en proyecto en el folleto: ¿Qué quiere la Liga Espartaco? Estas bases se encuentran en oposición consciente con las posiciones definidas en el programa de Erfurt, en oposición consciente contra la separación de las "pretensiones mínimas" inmediatas de la lucha política y económica de una parte, y de un programa máximo, el objetivo final del socialismo, por la otra. En oposición consciente con esta manera de ver del programa de Erfurt, liquidamos los resultados de los últimos setenta años de desarrollo y, en particular, los resultados inmediatos de la Guerra Mundial, declarando: ahora, no hay para nosotros ni programa máximo ni programa mínimo; el socialismo es una sola y misma cosa; es el mínimo que debemos realizar hoy día [¡Bien, bien!].

No me extenderé aquí sobre los detalles de las medidas que propusimos en nuestro proyecto de programa, ya que ustedes tienen la posibilidad de pronunciarse sobre cada una de ellas, los detalles llevarían demasiado tiempo. Considero que es mi deber es no formular aquí más que las grandes líneas generales que distinguen nuestra posición adoptada de el programa de la de la "socialdemocracia oficial" en vigor hasta ahora. En cambio, aprecio que es más importante y más urgente discutir y acordar sobre la manera en que debemos interpretar las circunstancias concretas, cuyas tareas debemos concebir en tácticas, las soluciones prácticas que resultan de la situación política, del curso que tomó la revolución hasta ahora y las líneas previsibles de su desarrollo futuro. Examinaremos pues la situación política desde la perspectiva que yo he intentado caracterizar y según la cual la realización del socialismo es la tarea inmediata cuya luz debe guiar todas las medidas sobre las que nos pronunciaremos.

Camaradas, creo poder decirlo orgullosamente, nuestro Congreso es el congreso constitutivo del único partido socialista revolucionario alemán; este congreso coincide por casualidad, o más bien, para hablar en toda exactitud, no, no por casualidad, con un cambio de dirección en el desarrollo de la revolución alemana misma. Podemos afirmar que con los acontecimientos de los días últimos baja el telón que marca desenlace de la fase inicial de la revolución alemana, que entramos ahora en una segunda fase, más avanzada de su desarrollo; y es nuestro deber al mismo tiempo que la fuente de un mejor conocimiento y más profundo para el futuro, hacer nuestra autocrítica, emprender un examen crítico profundo de lo que realizamos, creamos o descuidamos; esto nos permitirá adquirir medidas para la consecuencia de nuestra acción. Echemos una mirada escrutadora sobre la primera fase de la revolución que acaba de acontecer.

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Su inicio fue el 9 de noviembre. El 9 de noviembre fue una revolución plena de insuficiencias y de debilidades. Esto no debe sorprendernos. Esta revolución ocurrió después de cuatro años de guerra, después de cuatro años a los cuales, gracias a la educación que le hicieron sufrir la socialdemocracia y los sindicatos libres, el proletariado alemán reveló una dosis de infamia y de renegación de sus tareas socialistas que no tiene su igual en ningún otro país. Como marxistas, que nos guiamos en sobre el terreno del desarrollo histórico no podemos esperar ver surgir repentinamente, el 9 de noviembre de 1918, una revolución grandiosa, animada por la conciencia de clase y los objetivos que debe alcanzar, en una Alemania que ofreció la imagen horrible del 4 de agosto y de los cuatro años que siguieron; lo que hicimos vivir el 9 de noviembre, era apenas un poco más que el hundimiento del imperialismo existente, más bien que la victoria de un nuevo principio. [¡Muy bien!]

Simplemente la hora había llegado para un imperialismo, coloso con pie de arcilla, descompuesto desde su interior, que debía ser aplastado; lo que siguió fue un movimiento más o menos caótico, sin plan de batalla, muy poco consciente; el único vínculo coherente, el único principio constante y liberador se resumían en la consigna: creación de consejos de obreros y de soldados. Era la palabra clave de esta revolución que le confirió sin demora el tinte especial de revolución socialista proletaria -a pesar de las insuficiencias y las debilidades de los primeros momentos; y cuando quienes participaron y ahora vienen a servirnos calumnias contra los bolcheviques rusos, no deberemos nunca olvidar responderles: ¿De dónde han tomado ustedes el abecé de su revolución actual? ¿Acaso no fueron los rusos quienes les enseñaron el modelo de los consejos de obreros y de soldados [Aplausos]

Y a la cabeza del Gobierno alemán falsamente proclamado socialista, están hombres que en nada consideran que esa sea parte de su función, y que coco a codo con los imperialistas ingleses se unen pretendiendo a los bolcheviques rusos atacar; aquello también fueron delegados de estos consejos obreros con lo cual también se apoyan formalmente en los consejos de obreros y de soldados y bien se ven así obligados a reconocer que fue la revolución rusa que emitió las primeras consignas de la revolución mundial. Podemos afirmar con certeza lo que resulta espontáneamente de toda la situación actual: cualquiera que sea el país después de la Alemania donde estallará la revolución proletaria, su primer gesto será la creación de consejos de obreros y de soldados. [Murmullos de aprobación].

Es precisamente en eso lo que consiste el vínculo de unidad internacional de nuestro movimiento, esta es la consigna clave que distingue básica y tajantemente nuestra revolución de todas las revoluciones burguesas que la precedieron; un hecho caracteriza bien las contradicciones dialécticas en las cuales se mueve esta revolución. El 9 de noviembre, cuando dio su primer grito, su grito de nacimiento hasta cierto punto, ella encontró la consigna que nos conducirá hasta al socialismo: consejos de obreros y de soldados; un grito de guerra que congregó a todo el mundo; situada el 9 de noviembre bien por debajo, la revolución a pesar de todo encontró instintivamente esta fórmula; sin embargo, debido a las insuficiencias, a las debilidades, por falta de iniciativa personal y de claridad sobre lo que debía realizarse, se llegó a dejar escapar de las manos, dos días apenas después de la revolución, la mitad de los instrumentos de poder que había conquistado el 9 de noviembre. De esto constatamos de una parte que la revolución actual se somete a la poderosa ley de la necesidad histórica; que nos garantiza que alcanzaremos nuestro objetivo paso a paso, a pesar de todas las dificultades, las complicaciones y las faltas personales; por otra parte, si se confronta este grito de guerra a las insuficiencias de la realización práctica que le tomó en un inicio, es necesario decir que esta no eran más que los primeros balbuceos de la revolución; que deberá proporcionar un esfuerzo formidable y recorrer un largo camino antes estar suficiente madura para realizar íntegramente sus primeras consignas.

Camaradas, esta primera fase que va del 9 de noviembre hasta a estos últimos días se caracteriza por ilusiones de todos los lados. La primera ilusión del proletariado

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y los soldados que hicieron la revolución, fue la de la unidad bajo la bandera de lo que se hace llamar "socialismo". ¿Qué más característicos de debilidad interna de la revolución del 9 de noviembre, que sus primeros resultados? Elementos que, horas antes de la explosión de la revolución, consideraban tener por función perseguirla y de volverla imposible [¡muy bien!], tomaron la cabeza del movimiento sujetos de la calaña de, ¡los Ebert-Scheidemann y Haase! En la alegría general de la unidad, la idea directriz fue la unión de las distintas corrientes socialistas, he aquí la divisa de la revolución del 9 de noviembre -una ilusión que debía tomar una sangrienta venganza; que no hemos dejado de vivirla y de pensarla esto últimos días; incluso el mismo error de valoración por parte del Ebert-Scheidemann, e incluso de los burgueses de todas partes.

La ilusión de la burguesía a la salida de esta fase esperaba, en realidad, poder mantener las masas populares bajo este engaño y reprimir la revolución socialista gracias a la combinación Ebert-Haase, gracias al "Gobierno socialista"; se sumaba la ilusión del Gobierno Ebert-Scheidemann que esperaba poder reprimir la lucha de clase socialista de las masas trabajadoras con la ayuda de las masas de soldados del frente. He aquí las distintas ilusiones que explican también los acontecimientos de los últimos tiempos. Todas las ilusiones desaparecieron en la nada. Se tiene bien dado que la alianza de Haase con Ebert-Scheidemann bajo el emblema del socialismo, no era en realidad más que una hoja de parra con la que se oculta la desnudez de una política contrarrevolucionaria; y como en todas las revoluciones, nos ha sido dado curarnos de esta ilusión. Existe un método revolucionario particular para curar al pueblo de sus ilusiones; pero el remedio se compra, en ésta como en todas las revoluciones anteriores desgraciadamente, al precio de sangre. La sangre de las víctimas de la calle Chaussee el 6 de diciembre, la sangre de los marineros asesinados el 24 de diciembre mostraron la verdad a la gran masa de trabajadores: lo que hemos visto nacer bajo la apariencia de un supuesto Gobierno socialista no fue más que un Gobierno de la contrarrevolución burguesa; y los que siguen tolerando este estado de cosas trabajan contra el proletariado y contra el socialismo. [Aplausos].

Pero, camaradas, la ilusión de los Señores Ebert-Scheidemann que esperaban estar en condiciones de controlar al proletariado duraderamente con la ayuda de los soldados del frente se disipó, también. ¿En efecto, cuáles fueron los resultados del 6 y del 24 de diciembre? Últimamente todos pudimos constatar que las masas de soldados se desilusionaban profundamente, que comenzaban a pronunciarse críticamente al respeto de estos señores que pretendían utilizarlos como carne de cañón contra el proletariado socialista. Puesto que la ley del desarrollo objetivo y necesario de la revolución socialista obra para que las distintas tropas del movimiento obrero aprendan poco a poco, a través de la amarga experiencia, a saber cuál es la el verdadero camino de la revolución. Se hizo venir a Berlín masas frescas de soldados que debían servir de carne de cañón para reprimir todo movimiento del proletariado socialista y asistimos al siguiente fenómeno: varios cuarteles demandan hoy día folletos y volantes de la Liga Espartaco.

Camaradas, este es el final de la primera fase. Si los Ebert-Scheidemann pensaban dominar al proletariado con la ayuda de los soldados retrógrados, sus esperanzas en gran parte ya han sido quebrantadas y frustradas. Lo que les espera en un próximo futuro, es ver propagarse, en los cuarteles, una concepción revolucionaria cada vez más clara, verán con ello crecer así el ejército del proletariado en lucha y debilitarse el campo de la contrarrevolución. Pero resulta como consecuencia de ello que van a dispar las ilusiones de la burguesía, la clase dominante. Si leemos los diarios de los últimos días, después de los acontecimientos del 24 de diciembre, podremos constatar que se vuelve clara e incuestionablemente a percibir sentimientos de decepción e indignación: los secuaces de la burguesía que ocupan os altos puesto de poder probando que eran muy ineficaces. . [¡Muy bien!]

Se esperaba que Ebert y Scheidemann se mostraran como los hombres fuertes que superan y domaran a la bestia feroz. ¿Y qué hicieron? Hicieron algunos insuficientes g

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olpes represivos unos disturbios sin importancia con el resultado de que la hidra de la revolución levantará la cabeza más decidida que nunca. Por tanto la desilusión es recíproca en todos los lados. El proletariado perdió toda ilusión sobre la unión Ebert-Scheidemann-Haase en un supuesto Gobierno "socialista". Ebert-Scheidemann perdió la ilusión de poder superar a la larga a los proletarios en overol de trabajo con la ayuda del proletariado en uniforme de soldado; y la burguesía perdió la ilusión de poder engañar en sus objetivos la revolución socialista en Alemania, por intermedio de Ebert-Scheidemann-Haase. Pero así precisamente la primera fase de la revolución no dejó detrás de sí más que estos miserables pedazos y harapos de las ilusiones perdidas. Pero de esto es el proletariado quien podría sacar el mayor provecho; ya que no hay nada más nocivo en la revolución que las ilusiones, pues no hay nada más útil que la verdad desnuda.

Puedo aquí referirme a la opinión de un clásico alemán que no era un revolucionario del proletariado sino un revolucionario intelectual de la burguesía: quiero hablar de Lessing quien en uno de sus últimos escritos, entonces bibliotecario en Wolfenbüttel redactó las frases siguientes que me parecen muy interesantes y gozan de mi simpatía:

"No sé si es un deber sacrificar la felicidad y la vida en aras de la verdad� Pero si sé que es un deber, cuando se quiere enseñar la verdad, enseñar toda completa, o bien enseñarla en absoluto, de enseñarla clara y sencillamente, sin misterio, sin retención, sin desconfianza y en toda su fuerza� Porque cuanto más grosero el error, el camino que conduce a la verdad es más corto y directo; mientras que el error altamente sofisticado puede tenernos eternamente distante de la verdad, tanto más cuanto nos sea difícil de reconocerla como error� Aquél que no piensa más que en vender la verdad enmascarada y pintarrajeada podría muy bien ser el alcahuete de la verdad, pero él no ha sido nunca su amante"

Camaradas, estos señores Haase, Dittmann. etc. intentaron vendernos la revolución, la mercancía socialista bajo toda clase de máscaras y disfraces; resultaron ser los alcahuetes de la contrarrevolución. Ahora no se nos entregan estas ambigüedades, y la masa del pueblo alemán puede ver la mercancía en forma brutal y cuadrada de los señores Ebert y Scheidemann. Hoy día, incluso el más necio no puede equivocarse, es la contrarrevolución en todo su esplendor.

¿Cuáles son las perspectivas futuras de desarrollo, ahora que superamos la primera fase? No se trata por supuesto de enunciar profecías sino de sacar las consecuencias lógicas de lo que vivimos hasta ahora y de deducir las vías previsibles de la próxima evolución para conformar nuestra táctica y nuestro método de lucha. Camaradas, ¿Por dónde continua el camino? Tenemos un indicio, de un color puro e inalterado, en las últimas declaraciones del nuevo Gobierno Ebert-Scheidemann. ¿En qué dirección puede ir el curso del "Gobierno socialista", ahora que, como lo he mostrado, todas las ilusiones se han disipado? Cada día que pasa solo hace perder a este Gobierno un poco más del apoyo en las grandes masas del proletariado; no permanece ya detrás él, más que parte la pequeña burguesía, y de pequeños los restos del movimiento obrero, pero no sabemos muy bien cuánto tiempo aún ellos seguirá estando detrás Ebert-Scheidemann. Perderán también cada vez más el apoyo de las masas de soldados, ya que los soldados se han comprometido en la vía de la crítica, y comienzan a tomar conciencia de ellos mismos; ciertamente, este proceso empieza lentamente, pero no puede detenerse antes de la toma de conciencia socialista completa. Perdieron también el crédito ante la burguesía porque no se mostraron bastante fuertes. ¿Por dónde su camino puede continuarse ahora? Guardarán muy rápidamente la comedia de la política socialista; y si leemos el nuevo programa de estos señores, veremos que van a todo vapor hacia la segunda fase, a la de la contrarrevolución abierta y hasta podría decir, hacia la restauración de las condiciones anteriores a la revolución. ¿Cuál es el programa del nuevo Gobierno? Primero la elección de un presidente que ocupará una posición intermedia entre el rey de Inglaterra y el presidente de Estados Unidos [¡Bravo!] vendría a ser un Rey Ebert hasta cierto punto; y en segundo lugar, restablecimiento del Consejo federal. Podemos leer hoy día las pretensiones particulares de los gobiernos del Sur de Ale

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mania, exigencias que destacan el carácter federativo del imperio alemán. El restablecimiento de este buen viejo Consejo federal, y por supuesto, de su apéndice, el Reichstag alemán, no es más que una cuestión de semanas. Camaradas, los Ebert-Scheidemann se comprometen así en la línea de la restauración pura y simple de las condiciones de antes del 9 de noviembre. Pero se comprometieron por allí incluso en una aguda pendiente y se encontrarán con todos los miembros y huesos rotos en el fondo del abismo. Ya que el restablecimiento de las condiciones de antes del 9 de noviembre estaban ya superadas, hoy día la Alemania esta a millas de la posibilidad de restablecerlas. Para conservar el apoyo de única la clase cuyos intereses verdaderos defienden, la burguesía, -apoyo que empezó seriamente en los últimos acontecimientos-, el gobierno se verá obligado en proseguir una política contrarrevolucionaria cada vez más violenta. Las pretensiones de los Estados del sur de Alemania, que publican hoy día los Diarios de Berlín, expresan claramente el deseo de ver, establecer una mayor seguridad reforzada del imperio alemán, sencillamente en otra palabras de obtener la declaración del el estado de sitio contra los elementos "anarquistas", "golpistas", "bolchevistas", es decir, contra los elementos socialistas. Las circunstancias obligarán a Ebert-Scheidemann a recurrir a la dictadura con o sin estado de sitio. Pero se desprende que precisamente el desarrollo que se produce hasta ahora, en la lógica de los propios acontecimientos y la violencia que pesa sobre los Ebert-Scheidemann nos llevarán a conocer, en la segunda fase de la revolución, un conflicto más agudo, de las luchas de clases más encarnizadas [¡Bravo!] Un conflicto más agudo se producirá no solamente porque las etapas políticas que yo he enumerado hasta a ahora, conducen a reanudar el combate entre revolución y contrarrevolución, cuerpo a cuerpo, sin ilusiones, sino también porque nuevas llamas, un nuevo incendio, venido de las profundidades se propaga cada vez más: las llamas de la lucha económica.

Camaradas, es muy característico que el primer período de la revolución que va, podría decir, hasta el 24 de diciembre y que acabo de describir, haya sido aún exclusivamente político -es esto cuya conciencia debemos tomar plenamente; y es lo que explica los balbuceos, las insuficiencias, las medidas a medias y la falta de miras y de conciencia de esta revolución. Esa fue la primera fase de una transformación cuya tarea principal se sitúan en el ámbito económico: subversión de las relaciones económicas. Sus pasos fueron ingenuos, inconscientes como un niño que a tientas busca sin saber dónde va, esta fase revestía aún, como lo he dicho, un carácter puramente político. No es más que en las últimas semanas que, totalmente espontáneamente las huelgas comenzaron a hacerse sentir declarando estar presentes:

Ahora bien, considero la naturaleza misma de esta revolución hace que precisamente las huelgas tomen necesariamente cada vez más amplitud, se conviertan cada vez más en el centro, la parte fundamental el foco de la revolución [Aplausos]. Tendremos entonces una revolución económica y es por ello que se convertirá en una revolución socialista. Pero la lucha por el socialismo no puede ser llevada sino por las masas, en un combate cuerpo a cuerpo contra el capitalismo, en cada empresa, oponiéndose cada proletario a su patrono. Solamente entonces se tratará de una revolución socialista.

Ciertamente, por falta de reflexión, se tenía otra idea de la marcha de las cosas. Se pensaba que era suficiente con cambiar el antiguo gobierno, de poner a su lugar a un gobierno socialista, y proclamar entonces decretos para instaurar el socialismo. Una vez más, esto no sería más que una ilusión. El socialismo no se hace y no puede hacerse por decretos, incluso si emanan de un gobierno socialista, por muy perfecto que sea él. El socialismo debe ser hecho por las masas, por cada proletario. Es allí donde estén forjadas las cadenas del capitalismo, allí las cadenas deben ser rotas. El socialismo, es eso y no otra cosa, y es la única manera de construir el socialismo.

¿Y cuál es la forma externa de la lucha por el socialismo? Es la huelga y es ello por lo que hemos visto la fase económica del desarrollo avanzar al primer plano ahora que empieza el segundo período de la revolución. Querría destacar aquí que podemos dec

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ir orgullosamente y que nadie impugnará ese honor: nosotros, la Liga Espartaco, el Partido Comunista alemán somos los únicos en toda Alemania que hemos apoyado a los obreros en huelga combatientes [¡Muy bien!]. Hemos visto y leído una y otra vez cual ha sido la actitud del Partido Independiente frente a las huelgas. No había absolutamente ninguna diferencia entre la posición del Vorwärts y del Freiheit. Ambos dijeron darse enérgicamente a la tarea por el socialismo, y repetían el socialismo significaba para los obreros trabajar mucho. ¡Y es lo que decían mientras el capital aun estaba en el poder! No, el socialismo no se construye así, sino combatiendo el capitalismo con toda la energía; sin embargo, todo el mundo defiende las exigencias del capitalismo, desde los peores reaccionarios hasta al Partido Independiente, y su órgano el Freiheit, excepto nuestro Partido Comunista y solo él. Es decir, que todos los ellos sin excepción no se sitúan sobre nuestro terreno comunista revolucionario sino que combaten las huelgas con una violencia extrema.

El resultado de esto es que en la próxima fase de la revolución no solamente las huelgas no van a cesar de extenderse, sino que ocuparán el centro, el punto neurálgico de la revolución, rechazando las cuestiones puramente políticas que pasaran a segundo plano. Se comprenderá entonces que va a producirse en la lucha económica, una enorme agravación de la situación donde la revolución arribará así al punto en que para la burguesía no será ya de broma ni de chiste. La burguesía puede permitirse mistificaciones en el ámbito político, allí donde una mascarada es aún posible, allí donde gente como los Ebert-Scheidemann pueden aún presentarse con la etiqueta socialista, pero no allí donde la ganancia está en juego.

Esto colocará entonces al Gobierno Ebert-Scheidemann ante de la siguiente alternativa: terminar con las huelgas, suprimir la amenaza de estrechamiento que hace pesar sobre ella el movimiento de huelgas, o señores Ebert-Scheidemann serán declarados fuera de juego. Pienso también que las medidas políticas que ellos han tomado bastarán para hundirlos. Los Ebert-Scheidemann sufren muy especialmente por no haber encontrado gran confianza de la burguesía. La burguesía reflexionará antes de poner del abrigo de armiño a ese patán arribista de Ebert. Si la situación llegará hasta tal punto, la burguesía se dirá que finalmente, no basta tener sangre sobre las manos para ser rey, sino que necesita también tener sangre azul en las venas [¡Muy bien!] ; Si se llega hasta allí, se dirá: si queremos a un rey, nosotros no tenemos necesidad de un arribista que no sabe comportarse como tal y ni siquiera tiene modales regios. [Risas]

Así pues, camaradas, estos señores Ebert-Scheidemann favorecen la extensión de un movimiento contrarrevolucionario. Nada más que no vendrán a apagar las llamas de la lucha económica de clase que se elevan y se propagan, sus esfuerzos no satisfarán a la burguesía. O sea que se hundirán -para ceder el lugar a una tentativa de la contrarrevolución que se reúne en torno al General Groener, en virtud de una lucha desesperada, o en vistas de establecer una dictadura militar declarada bajo Hindenburg-, así ellos deberán inclinarse ante otras fuerzas contrarrevolucionarias.

No se puede decir nada preciso en detalle, no se puede hacer declaraciones proféticas sobre lo que llegará y poco nos importan las formas exteriores, el momento en que se producirá tal o cual cuestión; nos basta conocer las grandes líneas del desarrollo futuro. Bástenos saber a dónde nos lleva la primera fase de la revolución, cuyo principal rasgo fue la lucha sobre todo política: es decir seguirá una fase más encarnizada de lucha, esencialmente económica y que tarde o temprano al final de un plazo de tiempo más o menos largo, el Gobierno Ebert-Scheidemann debe desaparecer en el reino de Erebo [las sombras].

Difícilmente podremos también prever que ocurrirá con la asamblea nacional en la segunda fase del desarrollo de la revolución. Si ella se constituye, es posible que se convierta en una nueva escuela que permita educar a la clase obrera, pero no se excluye tampoco que nunca se cree ninguna asamblea nacional, sobre esto no se puede predecir nada. Para que se comprenda en la óptica en que defendimos ayer nuestra posición, añado solamente esto, entre paréntesis: nosotros negamos simplemente que

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deba hacerse depender nuestra táctica de una de estas posibilidades. No quiero reempezar los debates sino solamente decir esto a fin que no se tenga la idea en cualquiera ustedes que no escuchará más que con una oreja: ¡Ah, he aquí una nueva canción! Estamos en conjunto exactamente sobre mismo el terreno de ayer. No queremos hacer depender nuestra táctica hacia la asamblea nacional, en una posibilidad bien probable pero que aún no es una certeza, la de ver la asamblea nacional volatilizarse sin llegar a existir; queremos fundarla sobre todas las posibilidades posibles, incluido el de una utilización revolucionaria de la asamblea nacional en caso de que se constituyera. Nos es indiferente saber si lo será o no, puesto que la revolución no puede sino ganar, en cualquier caso.

¿Y qué quedara del Gobierno Ebert-Scheidemann o de cualquier otro gobierno autoproclamado socialdemócrata? Ya he dicho que el proletariado en masa, ya se ha alejado de ellos, que los soldados también cesaron de ser utilizables como carne de cañón. ¿Qué permanece pues a estas pobres "buenas gente" para salvar su situación? No les sigue quedando más que una única oportunidad; si leemos la prensa hoy, camaradas, veremos dónde están las últimas reservas que la contrarrevolución alemana quiere enviar a batirse contra nosotros, si se llega a esa situación y es necesario golpearnos duro. Todos habrán leído que en Riga, las tropas alemanas ya van contra los bolcheviques rusos, hombro a hombre con los ejércitos ingleses. Camaradas, tengo en las manos documentos que nos dan luz y nos permiten tener una vista de conjunto sobre lo que pasa actualmente en Riga. Todo el asunto emana de la orden del comandante en jefe de la VIII° armada, en colaboración con el Herr August Winning, socialdemócrata alemán y dirigente sindical. Siempre se han presentado las cosas de tal modo para hacernos creer que los pobres Ebert-Scheidemann eran víctimas de los aliados de la Entente. Pero desde alguna semanas, desde el principio de la revolución, la táctica del Vorwärts ha consistido en hacernos creer que la Entente deseaba sinceramente suprimir la Revolución en Rusia, y es así como la Entente tuvo la tal idea. Constatamos aquí, con documentos de tal apoyo, es costa del proletariado ruso y la revolución alemana. En un telegrama del 26 de diciembre, el Teniente Coronel Buerkner, jefe de Estado Mayor de la VIII° armada, daba conocimiento de las negociaciones que consiguieron este acuerdo de Riga. El telegrama en cuestión dice así:

"El 23-12 tuvieron lugar, a bordo buque inglés "Princess Margaret", una conversación entre el delegado plenipotenciario del Reich Winnig y el representante del Gobierno inglés Monsanquet, antes Cónsul General en Riga, quien convocó también al comandante alemán o su representante. Se me designó para participar. Objetivo el mantenimiento: aplicación de las condiciones de armisticio. Desarrollo del mantenimiento: Inglés: Buques estacionados aquí deben supervisar aplicación de las condiciones. En razón de las condiciones de armisticio, se exigirá:

"1. que los Alemanes mantengan en esta zona una potencia de combate suficiente para tener a los bolchevistas en jaque y no permitirles avanzar más allá de sus posiciones actuales."

A continuación:

"3. Una exposición de las presentes disposiciones para las tropas, tanto alemanas como letonas que combaten a los bolchevistas, debe enviarse al oficial de Estado Mayor británico para que el decano mayor de los oficiales de marina tenga conocimiento. Este oficial comunicará todas las disposiciones futuras relativas a las tropas que deberán combatir a los bolchevistas mismos.

"4. Una fuerza militar suficiente deberá mantenerse bajo las armas en los puntos siguientes para impedir su empleo por los bolchévistes o el anticipo de éstos en una línea general que conecta los siguientes lugares: Walk, Wolmar, Wenden, Friedrichstadt, Pensk, Mittau.

"5. El ferrocarril entre Riga y Libau debe estar garantizado contra los ataques bolchévistes; todas las provisiones y el correo británico que utiliza esta vía deben b

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eneficiarse de un régimen preferencial."

Sigue toda una serie de solicitudes. Y he aquí la respuesta del Sr. Winnig, plenipotenciario alemán:

"Es ciertamente inusual querer obligar a un Gobierno a ocupar a un Estado extranjero, pero en este caso preciso, es nuestro deseo más caro posible", declara el Sr. Winnig, dirigente sindical, "ya que se actúa para proteger la sangre alemana" -los barones bálticos- "y nos sentimos también moralmente obligados de ayudar a un país que liberamos del contexto oficial del que formaba parte anteriormente. Pero nuestros esfuerzos fueron obstaculizados, en primer lugar por el estado de las tropas sujetas a la influencia del efecto de las condiciones de armisticio: no quieren combatir más sino volver a entrar en ellas y están formadas por añadidura por viejos inválidos de guerra; en segundo lugar por la actitud de los Gobiernos de aquí" -se trata de los Gobiernos letones- "que presentan a los Alemanes como sus opresores. Nos esforzamos en crear formaciones voluntarias y combativas, lo que, en parte, ya se realizó".

Lo que vemos que se hace allí, es la contrarrevolución. Se ha informado hace algún tiempo, de la creación de la División de Hierro, destinada expresamente para luchar contra los bolchévistes en los países bálticos. La posición del Gobierno Ebert-Scheidemann a este respecto no quedaba clara. Ahora se sabe que es este gobierno él mismo que presentó la propuesta de su creación.

Camaradas, una pequeña observación más sobre Winnig. Podemos bien decir que los dirigentes sindicales alemanes -que un dirigente sindical preste tales servicios políticos no es una casualidad- que los dirigentes sindicales alemanes y los social-demócratas son los más grandes y más infames bandidos que el mundo jamás haya conocido. [Gritos y aplausos.] ¿Saben dónde debería estar esta gente, Winnig, Ebert, Scheidemann? Según el código penal alemán que ellos mismos declararon plenamente válidos y según el cual hace restituir la justicia y es la base del sistema legal, el lugar de esta gente está en los trabajos forzados! [Gritos y aplausos.] Ya que según el código penal alemán, cualquiera que emprenda reclutar soldados alemanes al servicio del extranjero será castigado a trabajos forzados. Y podemos bien decir que tenemos hoy día, a la cabeza del gobierno "socialista", no sólo gente que son los "Judas" los traidores del movimiento socialista y de la revolución proletaria, sino también de los criminales, quienes no tienen absolutamente su lugar en una sociedad decorosa. [Fuertes aplausos.]

En relación con este punto, le leeré, al termino de mi exposición, una Resolución que espero verla adoptar por unanimidad, para que dispongamos de suficientemente peso para intervenir contra esta gente que dirige ahora los destinos de Alemania.

Camaradas, para reanudar el hilo de mi exposición: todas estas maquinaciones, la creación de la División de Hierro y, en particular, el acuerdo con el imperialismo inglés citada más arriba, no representan obviamente otra cosa que las últimas reservas destinadas a obstruir y aplastar el movimiento socialista alemán; pero la cuestión crucial, la relativa a las perspectivas de paz, está muy estrechamente vinculada a eso. ¿Que otra cosa se puede ver en estos acuerdos, si no la tentativa avivar la guerra? Mientras que en Alemania, estos canallas hagan la comedia, haciendo parecer que tiene mucho que hacer para negociar la paz, afirmando que los espartaquistas somos unos aguafiestas perturbadores de la paz, gente que suscita el descontento de la Entente y retrasamos los acuerdos de paz, se preparan para avivar la guerra con sus propias manos, la guerra en el Este a la que la guerra en suelo alemán.

Aquí nos hallamos aún en una situación que obliga a entrar en un período de grandes conflictos violentos. Al mismo tiempo que el socialismo y que los intereses de la revolución, nos incumbe defender también los intereses de la paz mundial. Esto confirma precisamente la táctica que otros momentos, los espartaquistas defendimos sin de

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scanso y en toda ocasión durante los cuatro años de la guerra. La paz, es la revolución mundial del proletariado. ¡No hay otro medio para establecer y garantizar realmente la paz que la victoria del proletariado socialista! [Aplausos prolongados.].

Camaradas, ¿qué resulta para nuestra línea táctica general la situación donde vamos a encontrarnos próximamente? La primera consecuencia que debeos extraer es seguramente; esperanza de ver caer el Gobierno Ebert-Scheidemann sustituido por un gobierno expresamente, revolucionario, socialista y proletario. Sin embargo, querría llamar su atención, no hacia arriba de la pirámide, sino hacia abajo. No podemos seguir alimentando la ilusión, volver a caer en el error de la primera fase de la revolución la del 9 de noviembre, creer que basta en resumen con cambiar al Gobierno capitalista y con sustituirlo por otro, para hacer una revolución socialista. Se puede conducir la revolución socialista a la victoria si se procede de manera opuesta; si se mina progresivamente al Gobierno Ebert-Scheidemann por una lucha de masas social y revolucionaria; querría recordarle aquí algunas insuficiencias de la revolución alemana que no han desaparecido con la primera fase y que ponen de manifiesto que nosotros no estamos por desgraciada, aún en el punto de garantizar la victoria del socialismo invirtiendo el Gobierno. Yo he intentado demostrar que la revolución del 9 de noviembre fue sobre todo una revolución política y que necesita convertirse en esencialmente económico. Pero era también una revolución urbana, el campo no ha sido por decirlo así afectado hasta ahora. Sería una locura que querer realizar el socialismo sin la agricultura. Desde el punto de vista de la economía socialista, no se puede absolutamente reestructurar la industria sin unirse a una agricultura reorganizada según los principios socialistas. La idea más importante del orden económico socialista es que se suprima la oposición y la separación entre la ciudad y el campo. Esta separación, este contraste, esta oposición es un fenómeno puramente capitalista que es necesario suprimirla inmediatamente si se coloca desde una opinión socialista. Si queremos seriamente una reestructuración socialista, deberán llevarse lo mismo de atención al campo que en los centros industriales y sobre este punto, nosotros no estamos por desgraciada, más que al principio del principio. Es necesario allí poner seriamente ahora, no solamente si se considera que no podremos socializar sin la agricultura y también por la siguiente razón: si ahora hicimos la cuenta de las últimas reservas de la contrarrevolución contra nosotros y nuestros esfuerzos, hay aún una reserva importante que nosotros no contábamos, el campesinado. En la medida precisa donde él no ha sido afectada hasta ahora, puede aún ser una reserva para la burguesía contrarrevolucionaria. Y cuando la llama de las huelgas socialistas le lama los pies, la primera cosa que hará la burguesía será movilizar al campesinado, a los partidarios fanáticos de la propiedad privada. Para hacer frente a la amenaza de esta potencia contrarrevolucionaria, no hay otro medio que de llevar la lucha de clase al campo, que movilizar al proletariado sin tierra y al pequeño campesinado contra los campesinos ricos los terratenientes. [Fuertes aplausos].

Podemos a partir de aquí concluir lo que nos queda por hacer para garantizar las condiciones previas al éxito de la revolución y resumiré así nuestras tareas inminentes: debemos en todo futuro, extender en todos los sentidos el sistema de consejos de obreros y de soldados, pero principalmente el sistema de consejos de obreros. Lo que emprendimos el 9 de noviembre no es más que un tímido principio, y no solamente eso, perdimos incluso en la primera fase de la revolución grandes medios de poder. Sabemos que la contrarrevolución emprendió un desmontaje asiduo del sistema de consejos de obreros y de soldados. En Hesse, los consejos obreros y soldados han sido suprimidos completamente por el gobierno contrarrevolucionario; en otros lugares, se les han arrancado de las manos los instrumentos del poder. Es por esto que no podremos contentarnos con extender el sistema de consejos de obreros y de soldados, deberemos incorporar también a los empleados agrícolas y a los pequeños campesinos en este sistema de consejos. Debemos tomar el poder, debemos plantearnos así la cuestión de la toma del poder: ¿Qué han hecho, qué pueden hacer, qué deben hacer los consejos de obreros y de soldados en toda Alemania? [¡Bravo!] Esa es la fuente del poder; debemos minar al Estado burgués en la base, pondremos por todas partes fin a la separación de las autoridades públicas, de la legislación y la administración, los uniremos, los entregaremos a los consejos de obreros y de soldados.

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Camaradas, he aquí un extenso campo que debemos arar. Debemos hacer los preparativos a partir de la base, debemos dar a los consejos de obreros y de soldados el poder, de tal suerte que la caída del gobierno Ebert-Scheidemann o de cualquier otro gobierno similar ya no será más que el acto final de este drama. Así pues, la conquista del poder no debe hacerse de una vez, sino debe ser progresiva: nos introduciremos en el Estado burgués hasta ocupar todas las posiciones y defenderlas todas las con uñas y dientes. La lucha económica en mi opinión, que es también la de mis amigos más cercanos en el Partido, debe ser llevada también por los consejos de obreros. Es también a los consejos obreros que corresponderá dirigir el conflicto económico y hacer utilizar vías cada vez más amplias. Los consejos obreros deben disponer de todo el poder en el Estado. Es en este sentido que deberemos actuar, en los próximos tiempos; si asumimos esta tarea, se desprenderá que deberemos contar en lo inmediato con un refuerzo gigantesco de la lucha. Se trata de luchar paso a paso, cuerpo a cuerpo. En cada Estado, en cada ciudad, en cada pueblo, en cada comuna, con el fin de entregar a los consejos de obreros y de soldados todos los instrumentos del poder será necesario arrancarlos uno a uno a la burguesía.

En este objetivo, será necesario en primer lugar educar a nuestros camaradas, será necesario educar a los proletarios. Pues incluso allí donde los consejos de obreros y de soldados existen, no se sabe bien cuál es su función [¡Muy bien!]. Debemos hacer comprender a las masas de que el consejo de obreros y de soldados debe ser en todas las direcciones el eje de aparato de Estado, que debe apoderarse de todos los poderes para hacerlos converger en una misma corriente: la revolución socialista. Incluso las clases trabajadoras, ya organizadas en los consejos de obreros y de soldados, están aún a millas de entender esto, solamente algunas pequeñas minorías de proletarios tienen una clara conciencia de sus tareas. Esto es una debilidad pero es totalmente normal no podemos quejarnos de ello. Solo al ejercer el poder, las masas podrán aprender a ejercer el poder. No hay otro camino para inculcarle esta ciencia. Afortunadamente hemos superado el tiempo en que la cuestión era educar al proletariado en el socialismo. Este tiempo ha quedado atrás, pero hoy para los marxistas de la escuela de Kautsky. Educar las masas proletarias aún es la tarea, eso quiere decir: hacerles discursos, difundir volantes y folletos. Pero hoy no, la escuela socialista de los proletarios no tiene necesidad de todo eso. Su educación se hace pasando a la acción [¡Muy bien!]. En el principio era la acción, tal es ahora la divisa; y la acción es para nosotros, que los consejos de obreros y de soldados se sientan destinados a convertirse en el único poder público en todo el Imperio y aprendan a serlo. Esta es la única manera de minar el terreno a fin que madure para la revolución que deba coronar nuestra obra. Esta es la razón camaradas, que por conciencia clara y plena, ayer declaramos, en particular dije: ¡Dejad de tomar la lucha a la ligera! Algunos camaradas lo interpretaron mal, creyendo que los acusaba de querer seguir permaneciendo con los brazos cruzados boicoteando la asamblea nacional. Yo no he pensado tal cosas ni un solo instante. Solamente que no podía ya extenderme sobre este problema; pero en el marco y en el contexto de hoy, yo tendría la posibilidad. Quiero decir aquí que la historia nos vuelve la tarea menos fácil la revolución a diferencia de cómo lo hizo con las revoluciones burguesas donde bastaba con cambiar el poder oficial en el centro y sustituirlo por algunas pocas personas. Nosotros debemos actuar desde abajo, lo que revela muy bien el carácter de masivo de nuestra revolución cuyos objetivos contemplan los fundamentos, las raíces mismas de la estructura social, lo que corresponde al carácter de la revolución proletaria actual; debemos conquistar el poder político no por la cumbre sino desde abajo El 9 de noviembre, se intentó de sacudir las autoridades públicas, la hegemonía de la clase dominante, fue una tentativa débil, incompleta, inconsciente, caótica. Lo que es necesario hacer ahora, es dirigir, en plena conciencia, toda la fuerza del proletariado contra los fundamentos de la sociedad capitalista. Es en la base, allí donde cada patrono se enfrenta a sus esclavos asalariados, es en la base, allí donde los órganos ejecutivos de la soberanía política de clase hacen frente a los objetos de esta soberanía, es en la base donde debemos arrancar a la clase gobernante, los instrumentos de su poder, paso a paso, para tomarlos en nuestras manos. Tal como lo expuse, la marcha de esta acción tiene un aire más lento y pe

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sado de lo que creímos en el entusiasmo de los primeros momentos. Creo que es bueno comprender con plena claridad, todas las dificultades y todas las complicaciones de esta revolución. Y espero que como yo, ninguno de ustedes dejará que la descripción de las grandes dificultades de las tareas que se acumulan, paralizar su ardor o su energía; al contrario, cuanto más grande sea la tarea, más concentraremos todas nuestras fuerzas; y nosotros no olvidemos que la revolución puede hacer su obra con una extraordinaria rapidez. Yo no emprendería predecir la duración necesaria para este proceso. ¡Quién de nosotros calcula y se preocupa del tiempo, baste que alcance nuestra vida para llegar a final! Importante solamente saber con claridad y precisión lo que debemos y lo que tenemos que hacer. Espero con mis escasas fuerzas, haber expuesto nuestras tareas un poco a grandes líneas. [Aplausos tumultuosos.]?

Rosa Luxemburgo

¿Qué están haciendo los jefes?

En la atmósfera encendida de la revolución, la gente y cosas maduran con rapidez increíble. Hace solamente apena tres semanas, cuando el Congreso de los Concejos de Obreros y Soldados terminó, parecía que Ebert y Scheidemann estaban en el cenit de su poder. Los representantes de las masas revolucionarias de obreros y soldados en toda Alemania se habían rendido ciegamente a sus jefes. Con la convocación de la Asamblea Nacional las manifestaciones en las calles fueron estériles, de esta manera se degrado el Consejo Ejecutivo, y con él los Concejos, impotentes figuras ridículas -¡que un triunfo para la contrarrevolución en toda la línea! Los frutos del 9 de noviembre parecían ser desperdiciados y derrochados, así la burguesía dio un suspiro de alivio otra vez, y las masas estaban perplejas y desarmadas, amargadas y, efectivamente, dudando. Ebert y Scheidemann se imaginaron ellos mismos en el máximo apogeo de su poder.

¡Tontos ciegos! Aún no han pasado veinte días desde entonces, y su poder ilusorio ha empezado a tambalearse de la noche a la mañana. Las masas son el poder real, el poder verdadero, en virtud de la acerada compulsión de la historia. Se uno encadenar por el momento, se puede oficialmente despojar a sus organizaciones de todo poder - pero necesita solamente se moverse, solamente enderezar sus espaldas obstinadamente, y la tierra temblará bajo los pies de la contrarrevolución.

Alguien que presenciara la demostración masiva de ayer en el Siegesallee, que sintió esta inflexible convicción revolucionaria, este humor magnífico, esta energía que las masas transmitieron, debe llegar a la conclusión de que políticamente los proletarios han crecido enormemente a través de su experiencia de las recientes semanas, en los más recientes eventos. Se han dado cuenta de su poder, y todo lo que se necesita es aprovechar este poder.

Ebert Scheidemann y sus clientes, la burguesía, que gimen incesantemente golpe de Estado, están en este momento experimentando la misma desilusión sentida por el último Borbón cuando su Ministro respondió a su llanto indignado sobre la "Rebelión" de las gente de París con estas palabras, "Señor, ésta no es una rebelión, es una revolución!"

Sí, es una revolución con todo su desarrollo caótico exterior, con su alternada disminución y flujo, con sus oleadas momentáneas hacia la toma del poder y los reflujos igualmente momentáneos de las oleadas revolucionarias. Y esta revolución está caminando paso a paso a través de todos estos movimientos de zig zag evidentes y está marchando irresistiblemente hacia adelante.

Las masas deben aprender a combatir, actuar en la lucha misma. Y hoy uno puede intuir que los trabajadores de Berlín en gran parte han aprendido a actuar; tienen sed de actos decididos de situación claras, de medidas radicales. No son las mismas de cómo lo eran el 9 de noviembre; saben lo que quieren y lo que deben hacer.

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Sin embargo, ¿sus jefes, los organismos ejecutivos de su voluntad, están bien informados? ¿Tienen los jefes y delegados revolucionarios los grandes objetivos, y tienen la energía y la resolución de los elementos radicales del USPD que están creciendo mientras tanto? ¿Su capacidad para la acción está a la altura de la energía en crecimiento de las masas?

Tememos no poder responder a estas preguntas con uno fuerte y sencillo SI. Tememos que los jefes todavía están como lo estaban en el 9 de noviembre, que han aprendido muy poco. Han pasado 24 horas desde que el gobierno de Ebert atacó a Eichhorn[1]. Y Las masas respondieron espontánea y entusiastamente al llamado de sus líderes, con su propia fuerza forzaron la reinstalación de Eichhorn. Con su propia iniciativa espontánea tomaron Vorwärts y se apoderaron de las editoriales burguesas y el W.T.B. [La agencia telegráfica de Wolff] y, tan lejos como les fue posible se armaron ellas mismas. Y están a la espera de instrucciones adicionales y movimientos de sus líderes.

¿Y mientras tanto, qué han hecho estos líderes? ¿Qué han decidido? ¿Qué medidas han tomado para proteger la victoria de la revolución en esta situación tensa en que el destino de la revolución será determinado, por lo menos por la próxima época? ¡No hemos visto ni escuchado nada! Quizás los delegados de los trabajadores están conferenciando extremadamente y productivamente. Ahora, sin embargo, la época de actuar ha llegado.

Ebert, Scheidemann, y cía., con toda certeza no están perdiendo su tiempo en conferencias. Indudablemente no que están dormidos. Están preparando sus intrigas silenciosamente con la energía acostumbrada y circunspección de la contrarrevolución; están afilando sus espadas para tomar la revolución por sorpresa, y asesinarla.

Mientras tanto los otros elementos débiles ya están diligentemente preparando el terreno para las "Negociaciones", planteando compromisos, lanzando un puente al otro lado del abismo que se ha abierto entre las masas de trabajadores y los soldados del gobierno de Ebert, induciendo a la revolución para establecer un "Acuerdo" con sus enemigos mortales.

Ahora no hay tiempo que perder. Las medidas radicales deben ser emprendidas inmediatamente. Directivas claras y veloces deben ser dadas a las masas, a los soldados fieles a la revolución. Su energía, su combatividad debe ser dirigida hacia objetivos claros. Los elementos vacilantes entre los soldados pueden ser ganados para la causa sagrada del pueblo por medio de acciones decididas y claras tomadas por los cuerpos revolucionarios.

¡Actuar! ¡Actuar! Valientemente, resueltamente, conscientemente - ése es el "maldito" deber y la obligación de los líderes revolucionarios y los auténticos líderes de partido socialista. Desarmar a la contrarrevolución, armar las masas, ocupar todo los puestos de poder. ¡Actuar rápidamente! La revolución obliga. Las horas cuentan como meses, los días como años en la historia del mundo. ¡Los organismos de la revolución beben tomar consciencia de sus altas obligaciones! ?

Rosa Luxemburgo

Tareas incumplidas

Desde 09 de noviembre la ola revolucionaria choca periódicamente contra el mismo muro misma pared: El gobierno Ebert-Scheidemann. La razón, la forma y la fuerza de estos enfrentamientos, a ha sido diferente para cada una de las crisis de la revolución que hemos experimentado en las últimas ocho semanas. Pero el grito de: ¡Abajo Ebert y Scheidemann ha sido el santo y seña e hilo conductor de todas estas crisis y, todo desemboca en esta consigna que suena cada vez más, al unánime y cada vez más

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insistente en las masas.

Tal insistencia es muy natural. Pues el desarrollo de la Revolución está luchando contra el error básico del 9 de noviembre que puso a la cabeza de un gobierno revolucionario a personas, que hasta el último minuto habían hecho todo lo que estuvo en su poder para impedir el estallido de la revolución, y después de su irrupción ha tomado la vanguardia con la obvia intención de sofocar la revolución en la primera oportunidad disponible.

Si la revolución debe continuar, tiene que proseguir su desarrollo avanzando paso a paso, a fin de cumplir sus tareas históricas: la abolición de la dominación de clase burguesa y realizar el socialismo; entonces el muro que se interpone en el camino debe ser eliminado; el Gobierno Ebert-Scheidemann debe ser abatido

Esta tarea especial, no será podrá ser llevada a cabo por la revolución, sino aprendemos las lecciones de toda la experiencia de las últimas ocho semanas de la historia de la revolución. Principalmente las provocaciones del gobierno: 06 de diciembre[*], juramento de las tropas de la guardia[**], el 24 de diciembre[***], el reciente ataque el cuartel la policía[****] todo esto hace que las masas revolucionarias directamente se enfrenten a la dura, desnuda e inexorable alternativa: o bien la revolución tiene que renunciar a su carácter proletario y a su misión socialista, o el gobierno Ebert y Scheidemann debe, ser expulsado del poder.

Esto también es cierto tanto para la gran masa del proletariado tanto en Berlín, como de los centros principales de la insurrección en provincia del reino. Esta toma de conciencia adquirida es tan aguda y clara, que en cada momento se eleva el grito apasionado y poderoso de cientos de gargantas: ¡Abajo Ebert y Scheidemann! Sin duda ello es el premio a la madurez, que con el paso que los acontecimientos recientes hemos obtenido.

Sin embargo, lo que está lejos de ser claro, es la cuestión de cómo se conduce la lucha con el fin de eliminar el gobierno de Ebert, cómo la revolución va a poner en práctica la madurez interna ya alcanzada, y esta falta de claridad demuestra brutalmente cuán débil e inmadura es aun revolución. Los eventos de los últimos tres días han arrojado la luz más brillante posible en torno a estas debilidades.

La eliminación del gobierno Ebert-Scheidemann no significa asaltar el Palacio de la cancillería del Reich y ahuyentar o detener unas cuantas personas que encontremos por ahí: significa sobre todo, capturar todas las posiciones reales de poder, mantenerlas y usarlas.

¿Pero que hemos visto durante estos tres días? Todo lo que hemos logrado en términos de posiciones conquistadas se reduce: reocupación de la Prefectura de policía, la ocupación de la ocupación "Vorwärts", ocupación de la WTB y ocupación las editoriales burguesas[*****] estas últimas como obra espontánea de las masas. ¿Pero cuáles son los órganos propios, que en aquellos días encabezaban a las masas o pretendían hacerlo?: Los delegados revolucionarios de fábrica y la Comité Central de USPD del Gran Berlín, los cuales han dejado de lado las reglas más elementales de toda acción revolucionaria, a saber:

1. Cuando las masa ocupan "Vorwärts", los Delegados Revolucionarios[******] y el Comité Central del USPD del Gran Berlín -que pretendían oficialmente representar a los obreros de Berlín- debieron asegurar inmediatamente un equipo de redacción que actuara en conformidad con los deseos de estas masas trabajadoras. ¿En que se han convertido los jornalistas? Que hacen Däumig y Ledebour[*******], periodistas de gran renombre, quienes no tiene ningún órgano editorial para su tendencia de izquierda dentro del USPD, ¿por qué han dejado las masas con este vacío? ¿Qué era realmente lo más importante, Discutir o Actuar?

2 Cuando las masas han ocupado la agencia telegráfica Wolff, el deber de los organ

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ismos dirigentes de los trabajadores revolucionarios es utilizar la agencia para los propósitos revolucionarios, proporcionando al público y a toda la masas de los compañeros en provincia, información de lo que está sucediendo en Berlín, para orientarlos claramente sobre la situación y lo que se debe hacer. Sólo de esta manera se puede crear la cohesión moral y coordinación entre los trabajadores de Berlín y el movimiento revolucionario en provincia, y sin la cual esta revolución no podrá ganar en ninguna parte.

3 Cuando se está comprometido en un abierto conflicto con el gobierno Ebert-Scheidemann, no comienzan al mismo tiempo, "negociaciones" con este gobierno. Como lo hace los partidarios de Haase: Oskar Cohn, la Zietz, Kautsky, Breitscheid[********] y todas estas figuras vacilantes llamadas, tomar todas las oportunidades para hacer nuevos contactos con Ebert y sus amigos de los cuales se separaron con un dolor en el corazón[*********] Los delegados revolucionarios, por su parte, que está en contacto con las masas, deben ser conscientes de que Ebert y Scheidemann son enemigos mortales de la revolución. Por qué Negocian con sus enemigos mortales? Estas negociaciones pueden, por supuesto, sólo conducen a una de dos cosas: o bien a un compromiso, -o más probablemente- a una dilación, que Ebert y su gente usaran para preparar las medidas de represión más brutales.

4. Cuando las masas son llamadas a salir a la calle, cuando se les ha puesto en estado de alerta, se debe decir clara y netamente lo que tienen que hacer, o al menos lo que está ocurriendo, lo que se está haciendo y planificado entre amigos y enemigos. En tiempos de crisis revolucionarias, cuando las masas están en las calles. Ellas son el único bastión, la única defensa de la revolución. Si la revolución está en peligro -¡Y ahora está en gran medida!- entonces es el deber de las masas proletarias estar en guardia, y utilizar su poder en la calle. Su sola presencia, y su contacto mutuo, son una amenaza y una advertencia para todos los enemigos evidentes y encubiertos de la revolución: ¡Cuidado!

Las masas no sólo han de llamadas a manifestarse, sino también ponerse activas en las actividades políticas. Ellas también deben participar y decidir qué debe hacerse u omitirse. Nos sentimos realmente que los delegados y el Comité Central de USPD del Gran de Berlín creen superfluo comparecer ante las masas reunidas en Siegesallee informando sobre su decisión de participar en las "negociaciones" con Ebert y Scheidemann. Habían obtenido una respuesta tan fuerte y unánime, que habían perdido todo deseo de negociar!

Las masas están dispuestas a apoyar toda acción revolucionaria, están dispuestas a pasar por el fuego y el agua por y para la causa del socialismo. Por tanto, debemos darles consignas claras y demostrar una actitud consistente, coherente y decidida. El idealismo de los Trabajadores y la lealtad de soldados de la revolución sólo pueden ser fortalecidos por una política decidida y clara de sus órganos de dirección. Y eso se traduce hoy en una política sin vacilaciones o medias tintas, que solo conoce la consigna: ¡Abajo Ebert y Scheidemann!

¡Una última lección!

Alemania fue hasta ahora el país clásico de la organización e incluso el fanatismo por la organización, por no decir la arrogancia organización. Por el bien "de la organización" hay que dejar de espíritu del movimiento, sus objetivos y su capacidad de acción. ¿Y qué es lo que estamos viviendo hoy en día? Durante los momentos decisivos de la revolución este famoso "talento organizativo" ha resultado engañoso, y ha fracasado de la manera más despreciable. Organizar las acciones revolucionarias es algo muy distinto a "organizar" la elección o elecciones a las diputaciones del Reichstag o de Comités judiciales. Para organizar las acciones revolucionarias, solo se puede en la revolución misma, tal como se aprender a nadar, solo tirándose al agua. ¡Por supuesto esto muestra, también la experiencia histórica! Aquí también se aplica que para aprender algo solo tenemos tomar la experiencia.

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La experiencia de los últimos tres días invoca a los órganos dirigentes de la clase obrera en voz alta ¡No discutir! No abogar indefinidamente, no negociar! ¡actuemos! ?

Rosa Luxemburgo

La fallas de los jefes

Las cosas en Berlín han tomado un rápido giro, que provoca la más fuerte crítica y la más seria preocupación de las masas obreras.

Hemos expresado en el transcurso de los últimos días a menudo, de forma abierta y diáfana, que la dirección del movimiento de masas berlinés de estaba dejando que se perdiera toda fuerza, determinación, unidad e impulso revolucionario. Hemos proclamado claramente que la dirección iba muy atrás de la madurez y combatividad de las masas. Hicimos todo lo posible dentro de estos organismos dirigentes mediante iniciativas y exhortaciones, como también desde fuera -en la "Rote Fahne"- mediante una crítica completa, para impulsar el movimiento, para trasladar el afán revolucionario de las grandes empresas al escenario de actividades.

Pero todos los esfuerzos e intentos han fracasado finalmente por las vacilaciones y las posiciones tímidas de este organismo dirigente. Después de que se hubiera parado y dejado perder durante cuatro días la determinación práctica y la energía combativa de las masas mediante una completa falta de dirección, después de que mediante dos Rondas de negociaciones con el gobierno Ebert-Scheidemann, se debilitaran las perspectivas de lucha revolucionaria y que la posición del gobierno se hubiera fortalecido de forma efectiva, los dirigentes revolucionarios decidieron finalmente la noche del miércoles al jueves a suspender las negociaciones y a adoptar la lucha con todas sus consecuencias. Pronunciaron la palabra huelga general y el grito a las armas!

Pero este fue, por lo demás, la única conquista a la que llegaron los dirigentes revolucionarios.

Se entiende enseguida de lanzar el llamado a la huelga general y al armamento a las masas, se debe hacer todo lo posible para asegurar el cumplimiento más enérgico de esta consigna. ¡Nada parecido emprendieron los dirigentes! Tuvieron suficiente con las palabra desnudas y, ... decidieron igualmente el jueves por la noche ¡emprender por tercera vez negociaciones con Ebert-Scheidemann!

Esta vez el movimiento de unidad que llegó entre los trabajadores de la Schwartzkoppf y de algunas otras grandes empresas del río, proporcionó el deseado pretexto para romper la lucha emprendida anteriormente en todas las formas. El personal laboral de la Schwartzkopff, del AEG, de la Knorr-Bremse pertenece a las tropas centrales del proletariado revolucionario berlinés, y no hay ninguna duda de las sus mejores intenciones. Pero los trabajadores, en este caso, fueron objeto de la manipulación de una de los Haase: Oskar Cohn, Dittmann y otros. Estos individuos trabajando de forma demagógica con las muy estimadas palabras clave de "unidad", "ningún derramamiento de sangre", buscan de desvanecer la combatividad de las masas, confundirlas y disolver la decisiva crisis revolucionaria en un falso compromiso con la contrarrevolución.

Es claro para todos los que no se quieran dejar engañar, que esta rimbombante unidad que el USP ingenió es indudablemente el mejor servicio que podían ofrecer a Ebert-Scheidemann en la situación presente. Incluso cuando colgaban del aire, temblando, y recibían el apoyo indeciso y poco placentero de tropas vacilantes, y la desconfianza de la burguesía, los traidores del socialismo hacían una prueba de fuerza con los obreros en los últimos días de las horas más pesadas de su breve gloria gubername

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ntal. La impresionante salida de las masas en la calle, el giro que tomaba la brutal provocación gubernamental en la cuestión de las provocaciones, había pasado por encima de la cabeza de estos aventureros. Y al darse ya por medio derrotados: esto se mostraba claramente en toda la indecisión y la creciente incertidumbre de las medidas contrarrevolucionarias de los últimos días.

Después llegaron como período salvador las negociaciones y finalmente el movimiento de unidad. El USP se evidenció aquí de nuevo como el ángel salvador de la contrarrevolución. Haase-Dittmann abandonaron el gobierno de Ebert, pero continúan en las calles con la misma política de cobardía de los Scheidemann.

¡Y la izquierda del USP acepta y hace esta política! Las condiciones para las negociaciones decididas recientemente con el gobierno, que fueron aceptadas por los dirigentes revolucionarios, fueron formuladas por Ledebour. Se pide por una parte, como precio, la capitulación de los trabajadores, y por otra, la destitución de Ebert, Scheidemann, Noske y Landsberg del gobierno. ¡Como si se tratara solo de personas y no de una determinada política! Como si no resultara en una pura confusión y equivocación de las masas sustituir los típicos y declarados representantes de la política infame de Scheidemann por cualquier estadista gris que haga únicamente de hombre de paja, la misma política, mientras los Ebert-Scheidemann se esconden tras el telón moviendo los hijos y eludiendo el juicio de las masas!

De una manera u otra la totalidad del USP transformó una política de negociaciones a través de los dirigentes revolucionarios en una capitulación del obrerismo revolucionario para esconder los antagonismos y las contradicciones internas. Es la política del 9 de noviembre, al que se ha de retroceder después de ocho meses de situación madurada y de unidad política de las masas!

El Partido Comunista no toma parte obviamente en esta lamentable política y la rechaza toda responsabilidad. Consideramos aún como nuestro deber hacer avanzar la cuestión de la revolución, de enfrentarnos a todos los intentos de confusión con una energía férrea y alertar a las masas con una crítica implacable de los peligros tanto de la política vacilante de los dirigentes revolucionarios como de la política empantanada del USPD.

La crisis de los últimos días hace de la mayor importancia y urgencia que las masas extraigan una lección. La situación anterior de ausencia de dirección, de falta de un centro organizativo de los berlinéses se hace insostenible. Si la cuestión de la revolución debe continuar hacia adelante, si la victoria del proletariado y el socialismo deben ser algo más que un sueño, entonces los obreros revolucionarios debe crear órganos de dirección, que desde lo alto sepan conducir y emplear la energía combativa de las masas. Por encima de todo el período inmediato dedicarse a la liquidación de la USPD, este cuerpo en decadencia que puede con sus productos de descomposición envenenar la revolución. El enfrentamiento con la clase capitalista adopta la forma en Alemania en primer término de colisión con Scheidemann-Ebert, quienes son la guardia de seguridad de la burguesía. Y la colisión con los Scheidemann plantea la liquidación del USPD, que actúa como guardia de seguridad de Ebert-Scheidemann.

Claridad, dureza, lucha implacable contra todos los intentos de ocultar, de vuelta y de confundir, acopio de la energía revolucionaria de las masas y creación de los órganos correspondientes para dirigirla en la lucha: estas son las tareas más candentes del período inmediato, estas son las lecciones más importantes de los últimos cinco días de destacados avances de las masas y deplorables fallas de los dirigentes. ?

Rosa Luxemburgo

1898

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El oportunismo y el arte de lo posible

El camarada Heine, como es bien sabido, ha escrito un folleto para el congreso del partido titulado ¿Votar o no votar? En él se declara a favor de nuestra participación en las elecciones del Landtag prusiano. No es el tema principal de su folleto lo que nos lleva a hacer algunos comentarios necesarios, sino dos términos que menciona en su línea de argumentación frente a los cuales reaccionamos con sensibilidad especial, como consecuencia de los bien conocidos eventos que han tenido lugar recientemente en el partido. Los términos son: el arte de lo posible y el oportunismo. Heine cree que la aversión del partido hacia estas tendencias se basa completamente en un malentendido del significado lingüístico verdadero de estas palabras extranjeras. ¡Ah! El Camarada Heine, como Fausto, ha estudiado jurisprudencia con esforzado celo, pero, desafortunadamente a diferencia de Fausto, no lo hizo mucho mejor. Y en el espíritu verdadero de la idea jurídica, él se dice a sí mismo, que en el principio fue la palabra. Bien, si deseamos saber si el arte de lo posible [posibilismo] y el oportunismo son perjudiciales o útiles para la Socialdemocracia, necesitaremos solamente consultar el diccionario de palabras extranjeras y la cuestión será respondida en cinco minutos. Porque el diccionario de palabras extranjeras nos informará que el arte de lo posible es "Una política que se esfuerza por conseguir lo que es posible bajo ciertas circunstancias en particular". Heine entonces declara, "Efectivamente, pregunto a todos los hombres racionales, ¿toda política debe intentar conseguir lo que es imposible bajo ciertas circunstancias en particular?" Si en tanto que hombres racionales respondemos, que, si las cuestiones de política y tácticas pudieran ser solucionadas tan fácilmente, entonces los lexicógrafos podrían ser los estadistas más sabios y, en lugar de discutir los discursos Socialdemócratas, deberíamos empezar a realizar conferencias populares sobre lingüística. Por supuesto, que nuestra política debe y puede esforzarse por conseguir solamente lo que es posible bajo circunstancias particulares. Pero esto, no dice cómo, ni de qué manera, debemos esforzarnos por conseguir lo que es posible. Esto, sin embargo�, es el punto crucial.

La cuestión básica del movimiento socialista ha sido siempre cómo mantener su actividad práctica inmediata en acuerdo con su objetivo final. Las diferentes "escuelas" y las tendencias del socialismo se diferencian de acuerdo con sus diferentes soluciones para este problema. Y la socialdemocracia es el primer partido socialista que ha comprendido cómo poner en armonía su objetivo revolucionario final con su práctica cotidiana, y de este modo ha sido capaz de atraer amplias masas a la lucha. ¿Por qué entonces esta solución es particularmente armoniosa? Dicho brevemente y en términos generales, esto es debido a que la lucha práctica ha sido formada en conformidad con los principios generales programáticos del partido. Esto lo sabemos todos de memoria; si alguien nos desafía, nuestras respuestas son tan ingeniosas como siempre lo han sido. A pesar de su generalidad, creemos que, este principio constituye una guía muy clara para nuestra actividad. Ilustrémoslo brevemente con dos cuestiones de actualidad de la vida del partido -por el militarismo y la política aduanera.

En principio -como cualquiera que esté familiarizado con nuestro programa de saber- nosotros estamos contra todo militarismo y todo arancel proteccionista. De acuerdo con esto ¿Deben nuestros representantes en el Reichstag oponerse a todo debate sobre facturas y cuentas con respecto a estos temas con un abrupto y contundente NO? En absoluto, porque esto sería una actitud que correspondería a una pequeña secta y no un gran partido de masas. Nuestros representantes deben investigar cada hecho individual; deben considerar las luchas y deben juzgar y debatir sobre con base en la relación concreta existente, de las situaciones económicas y políticas dadas, y no a partir de un principio abstracto y sin vida. El resultado sin embargo, debe ser y será -si hemos tasado correctamente la relación existente del interés de las personas- un contundente NO. Así nuestra solución sigue siendo: ¡ni un hombre y ni un céntimo para este sistema! Pero, teniendo en cuenta el orden social actual, no puede haber ningún sistema que no sería este sistema mismo. Cada vez que los arance

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les son incrementados decimos que no vemos razón para estar de acuerdo con tal arancel en la situación actual, pero para nosotros no puede haber ninguna situación en la cual podíamos llegar a una posición diferente. Solamente de este modo nuestra lucha práctica puede llegar a ser lo que debe ser: la realización de nuestros principios básicos en el proceso social de vida y la encarnación de nuestros principios generales en el movimiento práctico, el de la acción cotidiana.

Y solamente bajo estas condiciones luchamos en la única manera permitida para lo que en cualquier caso es, "Posible". Ahora si alguien nos propone que debemos ofrecer un intercambio -nuestro consentimiento al militarismo y política aduanera a cambio de concesiones políticas o reformas sociales- entonces se estaremos sacrificando los principios básicos de la lucha de clases por ventajas momentáneas, y estas acciones estarán basadas en el oportunismo. El oportunismo, a propósito, es un juego político que puede ser perdido en dos maneras: por un lado no sólo los principios básicos pueden ser perdidos, sino también por el otro lado el supuesto éxito práctico puede ser perdido. La suposición de que podemos conseguir un número más grande de éxitos haciendo concesiones se basa en un completo error. Aquí, como en todos los grandes asuntos, la mayoría de personas más astutas no son las más inteligentes. Bismarck una vez dijo a un partido de oposición burgués: "Ustedes mismos se privan de cualquier influencia práctica, si ustedes siempre y como siempre dice que no". El viejo era entonces, tan a menudo, más inteligente que Pappenheimer [*] . Desde luego, un partido burgués, es decir, un partido que dice sí al orden existente como un todo, pero que dice no a las consecuencias cotidianas de este orden, es un híbrido, una creación artificial, que no es ni pez, ni res, ni ave. Quienes nos oponemos al orden actual entero vemos las cosas de manera muy diferente. En nuestro NO, en nuestra actitud intransigente, se encuentra toda nuestra fuerza. Es esta actitud que nos vale el miedo y el respeto del enemigo y la confianza y el apoyo de las masas.

Precisamente porque NO cedemos ni una pulgada de nuestra posición, forzamos al gobierno y los partidos burgueses a que nos concedan unos éxitos inmediatos que pueden ser ganados. Pero si empezamos a correr detrás de lo que es posible de acuerdo con los principios del oportunismo, indiferentemente de nuestros propios principios, y por los medios de un estadista, trocarlos; entonces nos encontraremos pronto en la misma situación del cazador que no solamente ha dejado escapar al ciervo sino también que ha perdido su arma en el proceso.

No nos estremecemos por los términos extranjeros, el oportunismo y el arte del posible, como Heine cree; nos estremecemos solamente cuando son "Germanizados" en nuestra práctica de partido. Dejemos que permanezcan estas palabras extranjeras para nosotros. Y, si el motivo surge, dejemos a nuestros camaradas rechazar el papel de intérprete. ?

Rosa Luxemburgo

Una cuestión de táctica

La entrada de Millerand al gabinete gubernamental de Waldeck-Rousseau merece ser estudiada en términos de la táctica y los principios, tanto por los socialistas franceses como por los socialistas de otros países. La participación activa de los socialistas con un gobierno burgués, es en todo caso, un fenómeno que va más allá de la actividad habitual del socialismo. ¿Se trata aquí, de una forma de actividad tanto oportuna como justificada por y para los intereses del proletariado, como por ejemplo, la actividad en el Parlamento en los Consejos municipales o, por el contrario, de una ruptura con los principios y táctica Socialista? O bien la participación de los socialistas en el gobierno burgués no es mas que un caso excepcional, admisible y necesario bajo ciertas condiciones, condenable y nefasta en otras?

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Desde el punto de vista de la concepción oportunista del socialismo tal como se manifiesta en los últimos tiempos en nuestro partido y particularmente en las teorías de Bernstein -es decir, desde el punto de vista de la introducción gradual del socialismo en la sociedad burguesa- la entrada de elementos socialistas en el gobierno debe parecer como algo tan deseable como natural. Si, por un lado, logramos hacer penetrar poco a poco pequeñas dosis de socialismo en la sociedad capitalista y si el Estado capitalista pasa poco a poco, a transformarse en un Estado socialista, la admisión, cada vez más amplia, de socialistas en seno del gobierno burgués, seria incluso una consecuencia natural del desarrollo progresivo de los Estados burgueses, que correspondería totalmente a su pretendida evolución hacia una mayoría socialista en los órganos legislativos.

Por tanto, si la participación ministerial Millerand concuerda bien con la teoría oportunista, no cumple más que con la práctica oportunista. La obtención de resultados inmediatos y tangibles, por cualquier medio, constituye el hilo conductor de esta práctica, la entrada de un socialista en el gobierno burgués debe parecer a los "políticos prácticos" como un éxito inapreciable. Sin embargo, un ministro socialista no podría hacer más que solo pequeñas mejoras, endulzamientos y reacomodos de todo tipo!

Si, por el contrario, se parte desde el punto de vista de que la introducción del socialismo sólo puede ser considerado después de la destrucción del sistema capitalista, y que la actividad socialista, se reduce ahora a la preparación objetiva y subjetiva desde este momento de la lucha de clases, se plantea la cuestión de otra manera. Está claro que la socialdemocracia, para llevar a cabo una acción eficaz, debe ocupar todos los puestos disponibles en el Estado actual y debe ganar terreno en todas partes. Pero siempre a condición que estas posiciones permitan desarrollar la lucha de clases -la lucha contra la burguesía y su Estado.

Sin embargo, para este punto de vista, hay una diferencia esencial entre las legislaturas y el gobierno de un Estado burgués. Mientras que en el Parlamento, los elegidos por los trabajadores no logran hacer valer sus reivindicaciones, al menos podrían continuar la lucha persistiendo en una actitud de oposición. En el gobierno, por el contrario, que se encarga de hacer cumplir las leyes, la acción, no tiene lugar en su marco, para una oposición de principio, él debe actuar de manera constante y por cada uno de sus órganos, debe por lo tanto, aun cuando este compuesto por miembros de distintos partidos, como lo es en Francia desde algunos años donde hay ministerios mixto, tener constantemente una base de principios comunes que le den la posibilidad actuar, es decir, "la base del orden existente, en otras palabras, la base del Estado burgués. El representante más extremo del radicalismo burgués de hecho, puede gobernar al lado de los conservadores más reaccionarios. Por tanto para un adversario radical del sistema actual se encuentra ante la siguiente alternativa: o bien cada momento hacer oposición a la mayoría burguesa en el gobierno, es decir, no ser un miembro activo del gobierno, obviamente esto crearía una situación insostenible obligando a sacar al miembro socialista del gobierno, o bien tendría que colaborar, realizando las funciones diarias requeridas para el mantenimiento y el funcionamiento de la máquina estatal, es decir, de hecho, no ser un socialista, al menos en el contexto de sus funciones gubernamentales.

Aunque el programa de la socialdemocracia contiene muchas afirmaciones que podrían -abstractamente hablando- ser aceptadas por un gobierno o un parlamento burgués. Por tanto, cabe imaginar a primera vista que un socialista, puede en el gobierno, así como el parlamento, servir a la causa del proletariado esforzándose por arrancar en su favor todo que sea posible obtener en el ámbito de las reformas sociales. Pero, de nuevo, aparece un hecho que siempre olvida la política oportunista, el hecho de que en la lucha de la socialdemocracia, no el qué sino el cómo lo que importa. Mientras los representantes de la socialdemocracia está tratando de lograr en los órganos legislativos reformas sociales, ellos tienen todas las oportunidades de su oposición simultánea a la legislación y al gobierno burgués en su conjunto -que encuentra su expresión manifiesta en el rechazo del presupuesto, ejemplo- también de dar

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su lucha por reformas burguesas un carácter socialista y principal, el carácter de una lucha de clases proletaria. Por el contrario, un socialdemócrata que está tratando de introducir las mismas reformas sociales en tanto que miembro del Gobierno, es decir, apoyando al mismo tiempo al Estado burgués, en realidad está reduciendo su socialismo (diciendo las cosas lo mejor posible) a un democratísimo burgués o una política obrera burguesa. Así, mientras que el aumento de los socialdemócratas en las representaciones populares permitió el fortalecimiento de la lucha de clases, su penetración en el gobierno sólo puede traer la corrupción y el desorden en las filas de la socialdemocracia. Los representantes de la clase obrera no pueden, sin negar su razón de ser, entrar en un gobierno burgués más que en un solo caso: para tomarlos y transformarlo un gobierno de la clase trabajadora adueñándose del poder.

Sin duda puede haber en la evolución, o más bien en la decadencia de la sociedad burguesa, los momentos finales cuando la prosa de poder por parte de los representantes del proletariado no es aún posible, y donde, sin embargo, su participación en el gobierno burgués aparece como necesario: por ejemplo cada vez que de la libertad del país o de los logros democráticos, como la República, en un momento donde el gobierno burgués estaría precisamente muy comprometido y ya demasiado desorganizado para determinar, sin el apoyo de los diputados obreros, a la gente a seguir. En estos casos, por supuesto, los representantes de los trabajadores no tendrían derecho, por amor a los principios abstractos, a negarse a defender la causa común. Pero incluso en este caso, la participación de los socialdemócratas debe practicarse en formas que no dejan a la burguesía ni la gente la más mínima duda sobre el carácter pasajero y el objetivo exclusivo de su acción. En otras palabras, la participación de los socialistas en el gobierno no debe, ir hasta la solidaridad, en general, con la actividad y la existencia de este último. No parece que tal situación este presente precisamente en la Francia de hoy. Los partidos socialistas habían expresado su voluntad, al principio, y sin considerar la participación ministerial, para apoyar a cualquier gobierno verdaderamente republicano. Pero ahora, después de la entrada de Millerand al gabinete gubernamental, entrada que se celebró en todo caso, sin el consentimiento de sus colegas, este apoyo es alarmante, en parte, para los socialistas.

De todos modos, no nos corresponde a nosotros juzgar el caso especial del Gabinete Waldeck-Rousseau, sino deducir de nuestros principios básicos una norma general de conducta. Desde este punto de vista, la participación socialista en los gobiernos burgueses parece ser una experiencia que solo puede terminar en gran detrimento de la lucha de clases.

En la sociedad burguesa, la socialdemocracia, por su propia naturaleza está destinada a desempeñar el papel de un partido de oposición, ella no puede acceder a gobierno más que sobre las ruinas del Estado burgués.?

Rosa Luxemburgo

Libertad de crítica y de la ciencia

En el conflicto con el oportunismo, va la existencia misma de la socialdemocracia. "Esas tácticas (las del oportunismo), dijo Bebel en Erfurt, significaría para nuestro partido exactamente lo mismo que si se rompiera la columna vertebral a un organismo vivo, mientras se le pedía hacer el mismo esfuerzo que antes. Yo no voy a tolerar que se rompa la columna vertebral de la socialdemocracia, es decir, que sustituya el principio de la lucha de clases contra las clases poseedoras y los contra el Poder estatal, por una táctica poco convincentes en la búsqueda exclusiva de objetivos supuestamente prácticos. "

Nada debería parecer más justificado que esta resistencia y este contraataque y resp

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uesta a las pretensiones de oportunismo. Sin embargo, en los últimos, se ha intentado diferentes maneras de desafiar al partido en su derecho a utilizar esta legítima defensa y que incluso se le presentado como un inconveniente ajuste de cuentas con el oportunismo. Y esto sobre todo en nombre de la libertad de crítica. Ellos nos quieren hacer creer que es necesario acordar para cada uno la libertad de criticar el programa y la táctica de nuestro partido, así que debemos estar agradecidos a los que por sus críticas, aportan un soplo de renovación en la vida del partido.

Esta antífona, que trata de defender ahora Bernstein, ya hemos oído hace nueve años.

"¿Dónde está la libertad de opinión, de la que tanto les gusta hablar?", Exclamó George Vollmar en Congreso de Erfurt, cuando se vio combatido por Bebel.-Independencia de pensamiento es para nosotros de suma importancia. Sin embargo, sólo será posible si, haciendo abstracción de cualquier calumnia, de cualquier mentira, de cualquier insulto, nosotros acogemos con gratitud y sin distinción de tendencias, las opiniones expresadas por personas que pueden cometer errores, pero no ven más que salud de nuestro Partido. Yo no hablo por mí, sino de una manera general: es con alegría que debemos acoger nuevas ideas a medida que ellas refrescan un poco el repertorio pasado de moda, y rutinario de nuestra propaganda."

No existe, sin duda, otro partido para el cual la libre crítica e implacable de sus propias faltas, sea como en la socialdemocracia, una condición de su existencia. A medida que progresamos poco a poco y en la medida de la evolución social, la modificación continua de nuestros métodos de lucha, y, por tanto, la crítica incesante de nuestro patrimonio teórico, son las condiciones para nuestro crecimiento. Ni que decir tiene que la autocrítica en nuestro partido sirve para lograr el objetivo de servir al progreso, y no podemos más que felicitarnos también, si se mueve en la dirección de nuestra lucha. Toda crítica que contribuye a hacer más fuerte nuestra lucha y conciencia de clase para alcanzar nuestro objetivo final merece nuestro reconocimiento. Pero una crítica que tiende a rebajar nuestro movimiento, ha hacerle abandonar la lucha de clases y el objetivo final, es una crítica, que está lejos de ser un factor de progreso, y no será más que un fermento de en descomposición.

¿Qué diríamos nosotros si se nos propusiera "volver a cargar nuestro repertorio envejecido" con un poco de agitación anti-semita? No se trata de expresiones reconocimiento, sino de "¡hola!" indignado con el que nuestros camaradas acogerían semejante recomendamos de " cambio". Pero el militarismo propugnado por Schippel[*] ¿Está en contradicción menos flagrante con nuestro programa que el antisemitismo?

Si aceptamos con igual bienvenida toda "crítica", tanto la que nos mueve hacia nuestro objetivo como la que nos aleja, no seríamos un partido de combate, sino una asociación de oradores que después de haber sido embarcados con mucho ruido para una viaje grandioso, descubrimos que estamos en la ruta específica y, básicamente, que podría llegar a cualquier lugar, e incluso ceder al sano "consejo" de abandonar la aventura.

Esto es de lo que se trata. Por Grande que sea nuestra necesidad de autocrítica y por grandes que sean los límites que nos trazamos, debe, sin embargo, existir un mínimo de principios que constituyen nuestra esencia y nuestra existencia misma, el fundamento de nuestra cooperación como miembros de un partido. En nuestras propias filas, la "libertad de crítica" no se puede aplicar a estos principios, pocos numerosos y muy generales, justamente porque son la condición previa de toda la actividad en el Partido, y por consecuencia también de toda crítica en lugar sobre esta actividad. No tenemos que taparnos los oídos cuando esos mismos principios son criticados por alguien que está fuera de nuestro Partido. Pero mientras sigamos estas consideraciones como el fundamento de nuestra existencia como partido, debemos seguir comprometidos y no ser estremecido por nuestros miembros. En este sentido, no podemos otorgar más que una libertad: la de pertenecer o no pertenecer (la militancia o no militancia) a nuestro partido.

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Nosotros no presiónanos a nadie, para marchar en nuestras pero si alguien lo hace voluntariamente, debemos asumir que él aceptó nuestros principios.

De lo contrario, si hemos de poner cada día en cuestión las bases de nuestro programa y nuestra táctica, no veríamos por qué los anarquistas, los "nacional-socialistas" (del Pastor Naumann), los defensores de la "reforma moral" no serían admitido en el Partido en el nombre de "libertad de crítica", porque no habría nada sólida, e intangible, que se definiera en nuestra constitución. Es cierto que no seríamos un partido político diferente a los otros partidos políticos determinados por otros principios.

Por lo tanto la libertad de crítica tiene sus limitaciones prácticas en nuestra esencia como partido político. ¿Cuál es el más propio de nosotros mismos: la lucha de clases, no puede ser objeto de una crítica "libre" en el partido. No podemos suicidarnos en nombre de la "libertad de crítica". Sin embargo, el oportunismo, como bien ha dicho Bebel, tiende a romper nuestra, columna vertebral, tiende a destruirnos como un partido de la lucha de clases.

Por último, la maniobra Suprema de los partidarios de Bernstein consiste en presentar los problemas que deben discutirse como "científicos" complicados y difíciles, como si el común de los camaradas aconsejaran juzgarlo, viendo cercenarlos, haciendo prueba de una presunción inaudita. Pero los propósitos que se ocultan bajo esta engañosa evocación de la "pobreza de espíritu" son tan transparentes que no es necesario ser un "sabio" para descubrir la trama.

Un Congreso Socialista no delibera sobre cuestiones de ciencia y teoría pura, sino sobre una serie de cuestiones puramente prácticas concernientes a los principios y tácticas del Partido.

El próximo Congreso se abordará la cuestión del militarismo y de las milicias[**]. Realmente necesitamos una fuerte dosis de imprudencia para decir a los obreros que, al examinar esta cuestión, se trata de "investigaciones científicas" del camarada Schippel sobre el militarismo.

Si se encuentran en el Partido ingenuos que acepten esta manera de aproximarse a las cosas, sólo podríamos decir: pobres Stegmüller! (diputado Socialdemócrata en la Dieta de Baden, Stegmüller había votado los fondos para la construcción de iglesias y fue condenado por el Partido) ¿habría aún entre nosotros, tranquilidad y respeto, si se tuviera la idea de apoyar las acciones en un genial artículo en el Sozialistische Monatshefte? ¿Por qué, quién se atrevería a tomar a mal una "disertación científica sobre la utilidad de la arquitectura religiosa?"

Efectivamente, la campaña de Schippel contra nuestra reivindicación de la milicia no puede ser tratada como un punto de vista científico como los votos de Stegmüller. En su artículo (sobre "Federico Engels y el sistema de milicias" en la Neue Zeit en los años 1898-1899, nºs. 19 y 20), Schippel simplemente trató de demostrar que la milicia popular, cuya institución ha sido por siempre uno de los puntos más importantes de nuestro programa político, es irrealizable desde el punto de vista técnico, indeseable por razones políticas, y económicamente costoso, mientras que el militarismo actual es tan indispensable como beneficioso para el bienestar de la nación. Esto es una negación brutal de cualquier acción parlamentaria e incluso de toda agitación del Partido, que hasta ahora, se ha centrado en la lucha contra el militarismo. Si bajo el pretexto de la libertad (de la ciencia), se impugna al Partido el derecho a pronunciarse sobre un ataque contra sus principios fundamentales, sería el abuso más flagrante que se haya escrito el nombre de la "ciencia" para "rellenar los cráneos".

Todas también prácticas y no "científicas" son las cuestiones en el punto 5, del orden del día del próximo Congreso sobre la táctica del Partido.

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Se debe esperar que no se presenten como una cuestión científica, inaccesible para el juicio de los delegados, la táctica practicada durante las elecciones para la Dieta Bávara. En la obra de Bernstein también, hay dos partes: una teórica, donde Bernstein explica su opinión crítica sobre la teoría del valor, las crisis, la concepción materialista de la historia; y otra práctica, donde trata sobre los sindicatos, las cooperativas, la política colonial y la actitud hacia el Estado actual y hacia los partidos burgueses.

La primera parte no es, obviamente, competencia del Congreso del Partido, nadie jamás ha pensado hacer votar al Congreso sobre la teoría del valor o sobre las crisis. Pero la segunda parte, las manifestaciones prácticas de la teoría de Bernstein, desarrollada en palabra y actos por Vollmar, Schippel, Heine, etc., esta segunda parte debe ser objeto de una votación en el Congreso. La masa del Partido tiene el derecho y el deber de decidir las tácticas que el Partido debe seguir con respecto al Estado y la burguesía. Los que le niegan ese derecho pretenden con ello asignarle el papel humillante de un rebaño inconsciente.

En ocasiones, sucede en los militantes de nuestro partido de las bases, poco conocidos, se ven severamente reprendidos y hasta expulsados del partido, por faltas de las que son culpables debido a su educación insuficiente. ¿Las violaciones más graves cometidos por sus compañeros eminentes, deben quedar impunes, porque estos camaradas saben sazonar muy bien una salsa "teórica"? Si es así, ¿no parece que en nuestro partido también, los grandes ladrones cuelgan a los más pequeños?

Libertad de crítica y el carácter sagrado de la "investigación científica" debe permanecer intacta. Pero, precisamente porque la crítica del Grupo de Bernstein, tuvo tiempo suficiente y amplia oportunidad para practicarse hasta el punto donde su verdadero carácter y sus tendencias ya no son un misterio para nadie, ha llegado el momento para el Partido, como cuerpo político, de tomar una posición ante los resultados de esta crítica y declarar: que esto es una teoría crítica de estancamiento, para la que no hay lugar en nuestras filas.?

Rosa Luxemburg

Reforma o revolución

Introducción de la autora

A primera vista, el título de esta obra puede provocar sorpresa. ¿Es posible que la socialdemocracia se oponga a las reformas? ¿Podemos contraponer la revolución social, la transformación del orden imperante, nuestro objetivo final, a la reforma social? De ninguna manera. La lucha cotidiana por las reformas, por el mejoramiento de la situación de los obreros en el marco del orden social imperante y por instituciones democráticas ofrece a la socialdemocracia el único medio de participar en la lucha de la clase obrera y de empeñarse en el sentido de su objetivo final: la conquista del poder político y la supresión del trabajo asalariado. Entre la reforma social y la revolución existe, para la socialdemocracia, un vínculo indisoluble. La lucha por reformas es el medio; la revolución social, el fin.

Es en la teoría de Eduard Bernstein, expuesta en sus artículos acerca de �problemas del socialismo�, Neue Zeit 1897-1898, y en su libro Die Vorausset%ungen des So%ialismus und die Aufgaben der So%ialdemokmtie [Las premisas para el socialismo y las tareas de la Socialdemocracia] que encontramos por primera vez la oposición de ambos factores en el movimiento obrero. Su teoría tiende a aconsejarnos que renunciemos a la transformación social, objetivo final de la socialdemocracia, y hagamos de la reforma social, el medio de la lucha de clases, su fin último. El propio Bernstein lo ha dicho claramente y en su estilo habitual: �El objetivo final, sea cual

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fuere, es nada; el movimiento es todo�.

Pero puesto que el objetivo final del socialismo es el único factor decisivo que distingue al movimiento socialdemócrata de la democracia y el radicalismo burgueses, el único factor que transforma la movilización obrera de conjunto de vano esfuerzo por reformar el orden capitalista en lucha de clases contra ese orden, para suprimir ese orden, la pregunta �reforma o revolución�, tal como la plantea Bernstein es, para la socialdemocracia, el �ser o no ser�. En la controversia con Bernstein y sus correligionarios, todo el partido debe comprender claramente que no se trata de tal o cual método de lucha, del empleo de tal o cual táctica, sino de la existencia misma del movimiento socialdemócrata.

Un vistazo superficial a la teoría de Bernstein puede provocar la impresión de que todo esto es una exageración. ¿Acaso él no menciona continuamente a la socialdemocracia y sus objetivos? ¿Acaso pierde ocasión de repetir, en lenguaje muy explícito, que él también lucha por el objetivo final del socialismo, pero de otra manera? ¿Acaso no destaca especialmente que aprueba en todo el accionar actual de la socialdemocracia?

No cabe duda de que sí. También es cierto que todo movimiento nuevo, cuando empieza a formular su teoría y política, parte de apoyarse en el movimiento precedente, aunque se encuentre en contradicción directa con el mismo. Comienza adaptándose a las formas que tiene más a mano y hablando el idioma utilizado hasta entonces. A su tiempo, el nuevo grano sale de la vieja vaina. El nuevo movimiento encuentra sus propias formas y lenguaje.

Esperar que una oposición al socialismo científico exprese desde el comienzo con toda claridad, íntegramente y hasta sus últimas consecuencias su verdadero contenido; esperar que niegue abierta y categóricamente el fundamento teórico de la socialdemocracia: esto equivale a subestimar el poder del socialismo científico. Quien desee hacerse pasar por socialista y, a la vez, declarar la guerra contra la doctrina marxista, el producto más extraordinario de la mente humana de este siglo, debe partir de una estima involuntaria por Marx. Debe reconocerse discípulo suyo, buscando en las enseñanzas de Marx los puntos de apoyo para lanzar un ataque contra éste, a la vez que califica a su ataque de desarrollo de la doctrina marxista. Por ello debemos desechar las formas externas de la teoría de Bernstein, para llegar al meollo que esconden. Se trata de una necesidad apremiante para las amplias capas del proletariado industrial que militan en nuestro partido.

No se puede arrojar contra los obreros insulto más grosero ni calumnia más indigna que la frase �las polémicas teóricas son sólo para los académicos�. Hace un tiempo Lassalle dijo: �Recién cuando la ciencia y los obreros, polos opuestos de la sociedad, se aúnen, aplastarán en sus brazos de acero todo obstáculo hacia la cultura�. Toda la fuerza del movimiento obrero moderno descansa sobre el conocimiento científico.

Pero en este caso particular este conocimiento es doblemente importante para los obreros, porque lo que está en juego aquí son los obreros y su influencia en el partido. Es su pellejo lo que está en juego. La teoría oportunista del partido, la teoría formulada por Bernstein, no es sino el intento inconsciente de garantizar la supremacía de los elementos pequeñoburgueses que han ingresado al partido, de torcer el rumbo de la política y objetivos de nuestro partido en esa dirección. El problema de reforma o revolución, de objetivo final y movimiento es, fundamentalmente, bajo otra forma, el problema del carácter pequeñoburgués o proletario del movimiento obrero.

Interesa, por tanto, a la masa proletaria del partido, conocer, activa y detalladamente, la actual polémica teórica con el oportunismo. Mientras el conocimiento teórico siga siendo el privilegio de un puñado de �académicos� en nuestro partido, éstos corren el peligro de desviarse. Recién cuando la gran masa de obreros tome en sus manos las armas afiladas del socialismo científico, todas las tendencias pequeñoburguesas,

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las corrientes oportunistas, serán liquidadas. El movimiento se encontrará sobre terreno firme y seguro. �La cantidad lo hará.�

Berlín, 18 de abril de 1899

Primera Parte

El método oportunista

Si es cierto que las teorías son sólo imágenes de los fenómenos externos en la conciencia humana, debe agregarse, respecto del sistema de Eduard Bernstein, que las teorías suelen ser imágenes invertidas. Pensad en una teoría que pretende instaurar el socialismo mediante reformas sociales ante el estancamiento total del movimiento reformista alemán. Pensad en una teoría del control sindical de la producción ante la derrota de los obreros metalúrgicos en Inglaterra. Considerad la teoría de ganar una mayoría en el parlamento, después de la revisión de la constitución de Sajonia y ante los atentados más recientes contra el sufragio universal. Sin embargo, el eje del sistema de Bernstein no reside en su concepción de las tareas prácticas de la socialdemocracia. Está en su posición acerca del proceso objetivo del desarrollo de la sociedad capitalista, el que a su vez está estrechamente ligado a su concepción de las tareas prácticas de la socialdemocracia.

Bernstein considera que la decadencia general del capitalismo aparece como algo cada vez más improbable porque, por un lado, el capitalismo demuestra mayor capacidad de adaptación y, por el otro, la producción capitalista se vuelve cada vez más variada.

La capacidad de adaptación del capitalismo, dice Bernstein, se manifiesta en la desaparición de las crisis generales, resultado del desarrollo del sistema de crédito, las organizaciones patronales, mejores medios de comunicación y servicios informativos. Se ve, secundariamente, en la persistencia de las clases medias, que surge de la diferenciación de las ramas de producción y la elevación de sectores enormes del proletariado al nivel de la clase media. Lo prueba además, dice Bernstein, el mejoramiento de la situación política y económica del proletariado como resultado de su movilización sindical.

De esta posición teórica derivan las conclusiones generales acerca de las tareas prácticas de la socialdemocracia. Esta no debe encaminar su actividad cotidiana a la conquista del poder político sino al mejoramiento de la situación de la clase obrera dentro del orden imperante. No debe aspirar a instaurar el socialismo como resultado de una crisis política y social, sino que debe construir el socialismo mediante la extensión gradual del control social y la aplicación gradual del principio del cooperativismo.

El mismísimo Bernstein no encuentra nada de nuevo en sus teorías. Todo lo contrario, cree que concuerdan con ciertas declaraciones de Marx y Engels. Así y todo, nos parece difícil negar que se encuentran en contradicción formal con las concepciones del socialismo científico.

Si el revisionismo de Bernstein consistiera en afirmar que la marcha del desarrollo capitalista es más lenta de lo que se pensaba antes, simplemente estaría presentando un argumento a favor de la postergación de la conquista del poder por el proletariado, en lo que todos estaban de acuerdo hasta ahora. Su única consecuencia sería la de disminuir el ritmo de la lucha.

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Pero no se trata de eso. Lo que Bernstein cuestiona no es la rapidez del desarrollo de la sociedad capitalista, sino la marcha misma de ese desarrollo y, en consecuencia, la posibilidad misma de efectuar el vuelco al socialismo.

Hasta ahora la teoría socialista afirmaba que el punto de partida para la transformación hacia el socialismo sería una crisis general catastrófica. En esta concepción debemos distinguir dos aspectos: la idea fundamental y su forma exterior.

La idea fundamental es la afirmación de que el capitalismo, en virtud de sus propias contradicciones internas, avanza hacia una situación de desequilibrio que le impedirá seguir existiendo. Había buenas razones para concebir que la coyuntura asumiría la forma de una catastrófica crisis comercial general. Pero su importancia es secundaria frente a la idea fundamental.

El fundamento científico del socialismo reside, como se sabe, en los tres resultados principales del desarrollo capitalista. Primero, la anarquía creciente de la economía capitalista, que conduce inevitablemente a su ruina. Segundo, la socialización progresiva del proceso de producción, que crea los gérmenes del futuro orden social. Y tercero, la creciente organización y conciencia de la clase proletaria, que constituye el factor activo en la revolución que se avecina.

Bernstein desecha el primero de los tres pilares fundamentales del socialismo científico. Dice que el desarrollo del capitalismo no va a desembocar en un colapso económico general.

No rechaza cierta forma de colapso. Rechaza la mera posibilidad de colapso. Dice textualmente: �Se podría decir que el colapso de esta sociedad significa algo más que una crisis comercial general, peor que todas las demás, o sea un colapso total del sistema capitalista provocado por sus propias contradicciones internas�. Y a esto responde: �Con el creciente desarrollo de la sociedad el colapso general del sistema de producción imperante se vuelve cada vez menos probable, porque el desarrollo del capitalismo aumenta su capacidad de adaptación y, a la vez, la diversificación de la industria�. (Neue Zeit, 1897-1898, vol. 18, p. 551.)

Pero aquí surge el interrogante: en ese caso, ¿cómo y por qué alcanzaremos el objetivo final? Según el socialismo científico, la necesidad histórica de la revolución socialista se revela sobre todo en la anarquía creciente del capitalismo, que provoca el impasse del sistema. Pero si uno concuerda con Bernstein en que el desarrollo capitalista no se dirige hacia su propia ruina, entonces el socialismo deja de ser una necesidad objetiva. Y quedan otros dos pilares de la explicación científica del socialismo, que también se supone que sean consecuencias del capitalismo: la socialización de los medios de producción y la conciencia creciente del proletariado. Bernstein las tiene en cuenta cuando dice: �La supresión de la teoría del colapso de ninguna manera priva a la doctrina socialista de su poder de persuasión. Porque, si los examinamos de cerca, ¿qué son los factores que enumeramos y que hacen a la supresión de la modificación de las crisis anteriores? No son sino las condiciones, e inclusive en parte los gérmenes, de la socialización de la producción y el cambio.� (Neue Zeit, 1897-1898, vol. 18, p. 554.)

No se necesita pensar mucho para comprender que aquí también nos encontramos ante una conclusión falsa. ¿Dónde está la importancia de los fenómenos que, según Bernstein, son los medios de adaptación del capitalismo: los monopolios, el sistema crediticio, el desarrollo de los medios de comunicación, el mejoramiento de la situación de la clase obrera, etcétera? Obviamente, en que suprimen, o al menos atenúan, las contradicciones internas de la economía capitalista y detienen el desarrollo o agravamiento de dichas contradicciones. Así, la supresión de las crisis sólo puede significar la supresión del antagonismo entre producción y cambio sobre una base capitalista. El mejoramiento de la situación de la clase obrera o la penetración de ciertos sectores de la clase obrera en las capas medias sólo puede significar la atenuación del conflict

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o entre el capital y el trabajo. Pero si los factores mencionados suprimen las contradicciones capitalistas y en consecuencia salvan al sistema de su ruina, si le permiten al capitalismo mantenerse -por eso Bernstein los llama �medios de adaptación�-, ¿cómo pueden los cárteles, el sistema de crédito, los sindicatos, etcétera, ser al mismo tiempo �las condiciones e inclusive en parte los gérmenes� del socialismo? Es obvio que solamente en el sentido de que expresan más claramente el carácter social de la producción.

Pero al presentarlo en su forma capitalista, los mismos factores hacen superflua, a su vez, en la misma medida, la transformación de esta producción socializada en producción socialista. Por eso sólo pueden ser gérmenes o condiciones para el orden socialista en un sentido teórico, no histórico. Son fenómenos que, a la luz de nuestra concepción del socialismo, sabemos que están relacionados con el socialismo pero que, de hecho, no conducen a la revolución socialista sino que, por el contrario, la hacen superflua.

Queda una sola fuerza que posibilita el socialismo: la conciencia de clase del proletariado. Pero ésta, también, en el caso dado, no es el mero reflejo intelectual de las contradicciones crecientes del capitalismo y de su decadencia próxima. No es más que un ideal cuya fuerza de persuasión reside únicamente en la perfección que se le atribuye.

Tenemos aquí, en pocas palabras, la explicación del programa socialista mediante la �razón pura�. Tenemos aquí, para expresarlo en palabras más simples, la explicación idealista del socialismo. La necesidad objetiva del socialismo, la explicación del socialismo como resultado del desarrollo material de la sociedad, se viene abajo.

La teoría revisionista llega así a un dilema. O la transformación socialista es, como se decía hasta ahora, consecuencia de las contradicciones internas del capitalismo, que se agravan con el desarrollo del capitalismo y provocan inevitablemente, en algún momento, su colapso (en cuyo caso �los medios de adaptación� son ineficaces y la teoría del colapso es correcta); o los �medios de adaptación� realmente detendrán el colapso del sistema capitalista y por lo tanto le permitirán mantenerse mediante la supresión de sus propias contracciones. En ese caso, el socialismo deja de ser una necesidad histórica. Se convierte en lo que queráis llamarlo, pero ya no es resultado del desarrollo material de la sociedad.

Este dilema conduce a otro. O el revisionismo tiene una posición correcta sobre el curso del desarrollo capitalista y, por tanto, la transformación socialista de la sociedad es sólo una utopía, o el socialismo no es una utopía y la teoría de �los medios de adaptación� es falsa. He ahí la cuestión en pocas palabras.

La adaptación del capitalismo

Según Bernstein, el sistema crediticio, los medios perfeccionados de comunicación y las nuevas combinaciones capitalistas son factores importantes que favorecen la adaptación de la economía capitalista.

El crédito posee diversas aplicaciones en el capitalismo. Sus dos funciones más importantes son extender la producción y facilitar el intercambio. Cuando la tendencia interna de la producción capitalista a extenderse ilimitadamente choca contra las restricciones de la propiedad privada, el crédito aparece como medio para superar esos límites en forma típicamente capitalista. El crédito, a través de las acciones, combina en un gran capital muchos capitales individuales. Pone al alcance de cada capitalista el uso del dinero de otros capitalistas, bajo la forma del crédito industrial. En tanto que crédito comercial acelera el intercambio de mercancías y con ello la reinversión del capital en la producción y así ayuda a todo el ciclo del proceso de producción. La manera en que ambas funciones del crédito influyen sobre las cri

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sis es bastante obvia. Si es cierto que las crisis surgen como resultado de la contradicción entre la capacidad de extensión, la tendencia al incremento de la producción y la capacidad de consumo restringida del mercado, el crédito es precisamente, a la luz de lo que decimos más arriba, el medio específico que hace que dicha contradicción estalle con la mayor frecuencia. En primer lugar, aumenta desproporcionadamente la capacidad de extensión de la producción y constituye así una fuerza motriz interna que lleva a la producción a exceder constantemente los límites del mercado. Pero el crédito golpea desde dos flancos. Después de provocar (como factor del proceso de producción) la sobreproducción, durante la crisis destruye (en tanto que factor de intercambio) las fuerzas productivas que él mismo engendró. Al primer síntoma de la crisis el crédito desaparece. Abandona el intercambio allí donde éste sería aún indispensable y, apareciendo ineficaz e inútil allí donde sigue existiendo algún intercambio, reduce al mínimo la capacidad de consumo del mercado.

Además de estos dos resultados principales, el crédito también influye en la formación de las crisis de otras maneras. Constituye un medio técnico que le permite al empresario tener acceso al capital de los demás. Estimula, a la vez, la utilización audaz e inescrupulosa de la propiedad ajena. Es decir, que conduce a la especulación. El crédito no sólo agrava la crisis en su calidad de medio de cambio encubierto, también ayuda a provocar y extender la crisis transformando el intercambio en un mecanismo sumamente complejo y artificial que, puesto que su base real la constituye un mínimo de dinero efectivo, se descompone al menor estímulo.

Vemos que el crédito en lugar de servir de instrumento para suprimir o paliar las crisis es, por el contrario, una herramienta singularmente potente para la formación de crisis. No puede ser de otra manera. El crédito elimina lo que quedaba de rigidez en las relaciones capitalistas. Introduce en todas partes la mayor elasticidad posible. Vuelve a todas las fuerzas capitalistas extensibles, relativas, y sensibles entre ellas al máximo. Esto facilita y agrava las crisis, que no son sino choques periódicos entre las fuerzas contradictorias de la economía capitalista.

Esto nos lleva a otro problema. ¿Por qué aparece el crédito generalmente como un �medio de adaptación� del capitalismo? Sea cual fuere la forma o la relación en la que ciertas personas representan esta �adaptación�, obviamente sólo puede consistir en su poder de suprimir una de las varias relaciones antagónicas de la economía capitalista, es decir, en el poder de suprimir o debilitar una de esas contradicciones y permitir la libertad de movimientos, en tal o cual momento, a las fuerzas productivas que de otro modo se encontrarían atadas. En realidad, es precisamente el crédito el que agrava estas relaciones al máximo. Agrava el antagonismo entre el modo de producción y el modo de cambio forzando la producción hasta el límite y, a la vez, paralizando el intercambio al menor pretexto. Agrava el antagonismo entre el modo de producción y el modo de apropiación separando la producción de la propiedad, es decir, transformando el capital empleado en la producción en capital �social� y transformando a la vez parte de la ganancia, bajo la forma de interés sobre el capital, en un simple título de propiedad. Agrava el antagonismo entre las relaciones de propiedad (apropiación) y las relaciones de producción dejando en pocas manos inmensas fuerzas productivas y expropiando a un gran número de pequeños capitalistas. Por último, agrava el antagonismo existente entre el carácter social de la producción y la propiedad privada capitalista volviendo innecesaria la ingerencia del estado en la producción.

En resumen, el crédito reproduce todos los antagonismos fundamentales del mundo capitalista. Los acentúa. Precipita su desarrollo y empuja así al mundo capitalista hacia su propia destrucción. El primer acto de adaptación capitalista, en lo que al crédito se refiere, debería ser el de destruir y suprimir el crédito. En realidad, el crédito de ninguna manera es un medio de adaptación capitalista. Es, por el contrario, un medio de destrucción de primera importancia revolucionaria. ¿Acaso el carácter revolucionario del crédito no ha inspirado planes de reforma �socialista�? Como tal no le han faltado distinguidos defensores, algunos de los cuales (Isaac Pereira en Francia) eran, al decir de Marx, mitad profetas, mitad pícaros.

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Igualmente frágil es el segundo �medio de adaptación�: las organizaciones patronales. Dichas organizaciones, según Bernstein, terminarán con la anarquía de la producción y liquidarán las crisis regulando la producción. Las múltiples repercusiones de los cárteles y trusts no han sido objeto de estudio profundo hasta el momento. Pero representan un problema que sólo la teoría marxista puede resolver.

Una cosa es cierta. Podríamos hablar de poner coto a la anarquía capitalista mediante combinaciones capitalistas sólo en la medida en que los cárteles, trusts, etcétera se vuelvan, aunque más no sea aproximadamente, la forma dominante de producción. Pero la naturaleza propia de los cárteles excluye esa posibilidad. El objetivo y resultado económico final de las combinaciones es lo que pasamos a describir. Mediante la supresión de la competencia en una rama dada de la producción, la distribución de una masa de ganancias obtenida en el mercado se ve influida de manera tal que hay un incremento en la parte de las ganancias que le corresponde a esa rama de la industria. Semejante organización del mercado sólo puede aumentar la tasa de ganancia de una rama de la industria a expensas de otra. Es precisamente por eso que no puede generalizarse, porque cuando se extiende a todas las ramas importantes de la industria esta tendencia suprime su propia influencia.

Además, dentro de los límites de su aplicación práctica, el resultado de las combinaciones es diametralmente opuesto a la supresión de la anarquía industrial. Los cárteles generalmente incrementan sus ganancias en el mercado doméstico, produciendo a menor tasa de ganancia para el mercado externo, utilizando así el suplemento de capital que no pueden utilizar para las necesidades internas. Eso significa que venden más barato en el exterior que en el interior. El resultado es la agudización de la competencia en el extranjero: lo contrario de lo que cierta gente quiere hallar. Un buen ejemplo lo proporciona la historia de la industria azucarera mundial.

En términos generales, las industrias asociadas, vistas como manifestación del modo capitalista de producción, constituyen una fase definida del desarrollo capitalista. En última instancia los cárteles no son sino un recurso del modo capitalista de producción para detener la caída inevitable de la tasa de ganancias en ciertas ramas de la producción. ¿Qué método emplean los cárteles para lograrlo? Mantienen inactiva una parte del capital acumulado. Es decir, emplean el mismo método que se utiliza, bajo otra forma, durante las crisis. El remedio y la enfermedad se parecen como dos gotas de agua. En realidad, el primero es un mal menor sólo hasta cierto punto. Cuando las salidas comienzan a cerrarse y el mercado mundial ha llegado a su límite, y está agotado por la competencia entre los países capitalistas -cosa que, tarde o temprano, ocurrirá� la inmovilidad parcial forzada del capital asumirá dimensiones tales que el remedio se transformará en enfermedad y el capital, ya bastante �socializado� a través de la regulación, tendera a volver a la forma de capital individual. Ante las dificultades crecientes para encontrar mercado, cada parte individual de capital preferirá arriesgarse por su propia cuenta. En ese momento las grandes organizaciones reguladoras estallarán como pompas de jabón y darán paso a una competencia mayor.

En términos generales los cárteles, al igual que el crédito, aparecen como una fase determinada del desarrollo capitalista, que en última instancia agrava la anarquía del mundo capitalista y refleja y madura sus contradicciones internas. Los cárteles agravan el antagonismo que impera entre el modo de producción y el de cambio agudizando la lucha entre el productor y el consumidor, como ocurre sobre todo en Estados Unidos. Agravan, además, el antagonismo entre el modo de producción y el modo de apropiación oponiendo de la manera más brutal la fuerza organizada del capital a la clase obrera e incrementando así el antagonismo entre el capital y el trabajo.

Por último, las combinaciones capitalistas agravan la contradicción entre el carácter internacional de la economía capitalista mundial y el carácter nacional del estado: en la medida en que siempre las acompaña una guerra aduanera general que agudiza las diferencias entre los estados capitalistas. A ello debemos agregar la influencia decididamente revolucionaria que ejercen los cárteles sobre la concentración de

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la producción, el progreso de la técnica, etcétera.

En otras palabras, cuando se los evalúa desde el punto de vista de sus últimas consecuencias sobre la economía capitalista, los cárteles y trusts son un fracaso como �medios de adaptación�. No atenúan las contradicciones del capitalismo. Por el contrario, parecen instrumento de mayor anarquía. Estimulan el desarrollo de las contradicciones internas del capitalismo. Aceleran la llegada de la decadencia general del capitalismo.

Pero si el sistema crediticio, los cárteles, etcétera no suprimen la anarquía capitalista, ¿por qué no ha habido una crisis comercial importante en las últimas dos décadas, desde 1873? ¿No es esto un signo de que, contra el análisis de Marx, el modo capitalista de producción se ha adaptado �al menos de manera general� a las necesidades de la sociedad? Bernstein no acababa de refutar, en 1898, las teorías de Marx sobre las crisis, cuando una profunda crisis general estalló en 1900 y siete años más tarde una nueva crisis, originada en Estados Unidos, conmovió el mercado mundial. Los hechos demostraron la falsedad de la teoría de la �adaptación�. Demostraron a la vez que los que abandonaron la teoría de las crisis de Marx sólo porque no se produjo crisis alguna en un lapso dado simplemente confundieron la esencia de la teoría con uno de sus aspectos secundarios: el ciclo decenal. La descripción del ciclo de la industria capitalista moderna como un lapso de diez años fue para Marx y Engels en 1860 y 1870 una simple afirmación de ciertos hechos. No se basó en una ley natural sino en una serie de circunstancias históricas dadas ligadas a la rápida expansión del capitalismo joven.

La crisis de 1825 fue, en efecto, resultado de la gran inversión de capital en la construcción de caminos, canales, tuberías de gas, que se dio en la década anterior sobre todo en Inglaterra, donde estalló la crisis. La crisis subsiguiente de 1836-1839 me asimismo el resultado de grandes inversiones en la construcción de medios de transporte. La crisis de 1847 fue fruto de la construcción febril de ferrocarriles en Inglaterra (en el trienio de 1844 a 1847 el parlamento británico otorgó subsidios ferroviarios por valor de quince mil millones de dólares). En cada uno de los casos mencionados la crisis sobrevino después de sentarse nuevas bases para el desarrollo capitalista. En 1857 tuvo el mismo efecto la abrupta apertura de nuevos mercados para la industria europea en Norteamérica y Australia, después del descubrimiento de las minas de oro y la construcción extensa de ferrocarriles, sobre todo en Francia, donde a la sazón se imitaba el ejemplo británico. (De 1852 a 1856 se construyeron ferrocarriles por valor de 1.250 millones de francos solamente en Francia.) Y tenemos, por último, la gran crisis de 1873 como consecuencia directa del primer gran boom de la industria en gran escala en Alemania y Austria luego de los acontecimientos políticos de 1866 y 1871.

De modo que, hasta el momento, la repentina extensión del dominio de la economía capitalista y no su regresión fue, en cada caso, la cansa de la crisis comercial. El hecho de que las crisis internacionales sobrevinieran exactamente cada diez años fue puramente externo, un problema de azar. La fórmula marxista de las crisis, tal como la expone Engels en el Antidürhing y Marx en los tomos primero y tercero de El Capital, se aplica a todas las crisis sólo en la medida en que descubre su mecanismo internacional y devela sus causas fundamentales generales.

Las crisis pueden repetirse cada cinco o diez años, o aun cada ocho o veinte años. Pero la mejor prueba de la falsedad de la teoría de Bernstein� es que en los países que poseen los famosos �medios de adaptación� en forma más desarrollada -créditos, buenas comunicaciones y trusts- la última crisis (1907-1908) se dio en forma más violenta.

La creencia de que la producción capitalista podía �adaptarse� al cambio presupone una de dos cosas: o el mercado mundial puede expandirse ilimitadamente o, por el contrario, el desarrollo de las tuerzas productivas se encuentra tan atado que no puede exceder los límites del mercado. La primera hipótesis es materialmente imposible. La segunda se ve igualmente imposibilitada por el constante progreso de la tec

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nología que diariamente crea nuevas fuerzas productivas en todas las ramas.

Queda todavía otro fenómeno que, según Bernstein, contradice el curso del desarrollo capitalista tal como se lo expone más arriba. En la �falange constante� de empresas medianas, Bernstein ve el signo de que el desarrollo de la gran industria no se desplaza en un sentido revolucionario y no es tan efectivo desde el punto de vista de la concentración de la industria como lo esperaba la �teoría� del colapso. Aquí cae víctima de su propia falta de comprensión. Porque ver en la desaparición progresiva de la mediana empresa un resultado necesario del desarrollo de la gran industria es no entender la naturaleza del proceso.

Según la teoría marxista, en el curso general del desarrollo capitalista los pequeños capitalistas desempeñan el rol de pioneros del progreso tecnológico. Lo hacen en dos sentidos. Inician los nuevos métodos de producción en ramas ya establecidas de la industria, y su importancia es fundamental en la creación de nuevas ramas de la producción aún no explotadas por el gran capitalista.

Es falso que la historia de la empresa capitalista mediana avanza en línea recta hacia su extinción gradual. El curso de este proceso es, por el contrario, bien dialéctico, y avanza en medio de contradicciones. Los sectores capitalistas medianos se encuentran, al igual que los obreros, bajo la influencia de dos tendencias antagónicas, una ascendente y otra descendente. En este caso la tendencia descendente es el alza continua de la escala de la producción, que sobrepasa periódicamente las dimensiones de las parcelas medianas de capital y las elimina una y otra vez del terreno de la competencia mundial. La tendencia ascendente es, en primer lugar, la depreciación periódica del capital existente, que disminuye nuevamente, durante un cierto lapso, la escala de la producción en proporción al valor del monto mínimo indispensable de capital. La representa, además, la penetración de la producción capitalista en nuevas esferas. La lucha de la empresa mediana contra el gran capital no puede considerarse como una batalla de trámite parejo en la que las tropas del bando más débil retroceden continuamente en forma directa y cuantitativa. Antes bien debe verse como la destrucción periódica de las empresas pequeñas, que vuelven a crecer rápidamente para ser destruidas una vez más por la gran industria. Las dos tendencias pelotean a los estratos capitalistas medianos. La tendencia descendente deberá triunfar al final. El desarrollo de la clase obrera es diametralmente opuesto.

El triunfo de la tendencia descendente no necesariamente aparecerá como una disminución numérica absoluta de las empresas medianas. Debe aparecer, primeramente, como un aumento progresivo del capital mínimo indispensable para el funcionamiento de las empresas de las viejas ramas de producción; en segundo lugar, en la disminución constante del intervalo de tiempo durante el cual los pequeños capitalistas tienen la oportunidad de explotar las nuevas ramas de la producción. El resultado, en lo que concierne al pequeño capitalista, es la duración cada vez más breve de su permanencia en la nueva industria y un cambio progresivamente más rápido en los métodos de producción como campo para la inversión. Para los estratos capitalistas medianos en su conjunto hay un proceso cada vez más rápido de asimilación y desasimilación social.

Bernstein lo sabe perfectamente bien. El mismo lo comenta. Pero parece olvidar que ésta es precisamente la ley del movimiento del común de las empresas capitalistas. Si uno reconoce que los pequeños capitalistas son los pioneros del progreso tecnológico, y si es cierto que éste constituye el pulso vital de la economía capitalista, entonces es claro que los pequeños capitalistas son parte integral del desarrollo capitalista y sólo desaparecerán con éste. La desaparición progresiva de la mediana empresa �en el sentido absoluto que le da Bernstein- no implica, como él piensa, un curso revolucionario del desarrollo capitalista, sino todo lo contrario, la cesación, la desaceleración del proceso. �La tasa de ganancia, es decir, el incremento relativo del capital �dijo Marx� es importante en primer término para los nuevos inversores de capital, que se agrupan en forma independiente. Apenas la formación de capital cae exclusivamente en manos de un puñado de grandes capitalistas, el fuego revivificante de la producción se extingue y muere.�

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La construcción del socialismo mediante reformas sociales

Bernstein rechaza la �teoría del colapso� como camino histórico hacia el socialismo. ¿Cuál es el camino a la sociedad socialista que propone su �teoría de la adaptación del capitalismo�? Bernstein contesta indirectamente. Konrad Schmidt, en cambio, trata de responder a este detalle a la manera de Bernstein. Según él, �las luchas sindicales por la jornada laboral y el salario, y las luchas políticas por reformas conducirán a un control cada vez más extenso sobre las condiciones de producción� y �a medida que las leyes disminuyan los derechos del propietario capitalista, su papel se reducirá al de un simple administrador�. �El capitalista verá cómo su propiedad va perdiendo valor� hasta que finalmente �se le quitarán la dirección y administración de la explotación� y se instituirá la �explotación colectiva�.

Por ello, los sindicatos, la reforma social y, agrega Bernstein, la democratización política del Estado son los medios para la realización progresiva del socialismo.

Pero el hecho es que la función más importante de los sindicatos (y quien mejor lo explicitó fue el mismo Bernstein en Neue Zeit en 1891) consiste en darles a los obreros el medio para realizar la ley capitalista del salario, es decir, la venta de su fuerza de trabajo al precio corriente del mercado. Los sindicatos permiten al proletariado utilizar a cada instante la coyuntura del mercado. Pero estas coyunturas -(1) la demanda de trabajo creada por el nivel de la producción, (2) la oferta de trabajo creada por la proletarización de las capas medias de la sociedad y la reproducción natural de la clase obrera y (3) el grado momentáneo de productividad del trabajo- permanecen fuera de la esfera de influencia de los sindicatos. Los sindicatos no pueden derogar la ley del salario. En el mejor de los casos, bajo las circunstancias más favorables, pueden imponerle a la producción capitalista el límite �normal� del momento. No tienen, empero, el poder de suprimir la explotación misma, ni siquiera gradualmente.

Es cierto que Schmidt ve al movimiento sindical actual en su �débil etapa inicial�. Espera que �en el futuro� el �movimiento sindical ejercerá una influencia cada vez mayor sobre la regulación de la producción�. Pero por regulación de la producción entendemos dos cosas: intervención en el dominio técnico de la producción y fijar la escala de la producción misma. ¿Cuál es la naturaleza de la influencia que ejercen los sindicatos sobre ambos sectores? Es claro que en la técnica de la producción el interés del capitalista concuerda, en cierta medida, con el progreso y desarrollo de la economía capitalista. Sus propios intereses lo estimulan a efectuar mejoras técnicas. Pero el obrero aislado se encuentra en una posición totalmente distinta. Cada transformación técnica contradice sus intereses. Agrava la impotencia de su situación depreciando el valor de su fuerza de trabajo y tornando su trabajo más intenso, monótono y difícil. En la medida en que los sindicatos pueden intervenir en el departamento técnico de la producción, sólo pueden oponerse a la innovación tecnológica. Pero no actúan en concomitancia con los intereses de la clase obrera de conjunto y su emancipación, que más bien necesita del progreso de la técnica, y, por tanto, con el interés del capitalista aislado. Actúan aquí en sentido reaccionario. Y en realidad encontramos esfuerzos por parte de los obreros por intervenir en la parte técnica de la producción no en el futuro, donde la busca Schmidt, sino en el pasado del movimiento sindical. Esos esfuerzos caracterizaban a la vieja etapa del movimiento sindicalista inglés (hasta 1860), cuando las organizaciones británicas todavía estaban atadas a los vestigios de las �corporaciones� medievales y se inspiraban en el principio gastado de �un jornal justo por una jornada de trabajo justa�, como dice Webb en su History of Trade Unionism [Historia del sindicalismo].

Por otra parte, el intento de los sindicatos de fijar la escala de la producción y los precios de las mercancías es un fenómeno reciente. Recién ahora hemos sido testigos de intentos semejantes, y fue nuevamente en Inglaterra. Por su naturaleza y t

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endencias, dichos intentos se asemejan a los que describimos más arriba. ¿Para qué sirve la participación activa de los sindicatos en la fijación de la escala y costo de producción? Sirve para formar un cártel de obreros y empresarios contra el consumidor y, sobre todo, contra el empresario rival. Su efecto en nada difiere del de las asociaciones comunes de empresarios. Fundamentalmente ya no tenemos un conflicto entre el capital y el trabajo sino la solidaridad del capital y el trabajo contra el conjunto de los consumidores. Desde el punto de vista de su valor social, parece ser un movimiento reaccionario que no puede constituir una etapa en la lucha por la emancipación del proletariado porque es lo opuesto de la lucha de clases. Desde el punto de vista de su aplicación en la práctica es una utopía que, como lo demuestra una observación rápida, no puede extenderse a las grandes ramas de la industria que producen para el mercado mundial.

De modo que el radio de acción de los sindicatos se limita esencialmente a la lucha por el aumento de salarios y la reducción de la jornada laboral, es decir, a esfuerzos tendientes a regular la explotación capitalista en la medida en que la situación momentánea del mercado mundial lo impone. Pero los sindicatos de ninguna manera pueden influir en el propio proceso de producción. Además, el desarrollo de los sindicatos tiende -al contrario de lo que afirma Konrad Schmidt- a separar al mercado laboral de cualquier relación inmediata con el resto del mercado.

Esto lo demuestra el hecho de que hasta los intentos de relacionar los contratos de trabajo a la situación general de la producción mediante un sistema de escala móvil de salarios ha sido perimido por el proceso histórico. Los sindicatos británicos se distancian cada vez más de dichos intentos.

Inclusive dentro de los límites reales de su actividad el movimiento sindical no puede expandirse ilimitadamente como lo pretende la teoría de la adaptación. Por el contrario, si observamos los factores fundamentales del proceso social, vemos que no nos dirigimos hacia una época caracterizada por grandes avances de los sindicatos, antes bien hacia una época en que las dificultades que enfrentan los sindicatos aumentarán. Cuando el desarrollo de la industria haya alcanzado su cúspide y el capitalismo haya entrado en su fase descendente en el mercado mundial, la lucha sindical se hará doblemente difícil. En primer término, la coyuntura objetiva del mercado será menos favorable para los vendedores de fuerza de trabajo, porque la demanda de tuerza de trabajo aumentará a ritmo más lento y la oferta de trabajo a uno más lento que los que tienen actualmente. En segundo lugar, los capitalistas mismos, en vista de la necesidad de compensar las pérdidas sufridas en el mercado mundial, redoblarán sus esfuerzos tendientes a reducir la parte del producto total que les corresponde a los trabajadores (bajo la forma de salarios). Como dice Marx, la reducción de los salarios es uno de los medios principales para retardar la caída de las ganancias. La situación en Inglaterra ya nos da una imagen del comienzo de la segunda etapa del desarrollo sindical. La acción sindical se reduce necesariamente a la simple defensa de las conquistas ya obtenidas y hasta eso se vuelve cada vez más difícil. Tal es la tendencia general de las cosas en nuestra sociedad. La contrapartida de esa tendencia debería ser el desarrollo del aspecto político de la lucha de clases.

Konrad Schmidt comete el mismo error de perspectiva histórica al tratar la reforma social. Espera que la reforma social, al igual que la organización sindical, �dictará al capitalista las normas a las que deberá ajustarse para emplear la fuerza de trabajo�. Contemplando la reforma bajo esta luz, Bernstein califica la legislación laboral de parte del �control social� y, en tal carácter, de parte del socialismo. Asimismo Konrad Schmidt siempre usa el término �control social� cuando se refiere a las leyes protectoras. Una vez que ha transformado el Estado en sociedad, agrega confiado: �Es decir, la clase obrera en ascenso�. Como resultado de este truco de sustitución, las inocentes leyes laborales formuladas por el Consejo Federal Alemán se transforman en medidas socialistas transitorias supuestamente promulgadas por el proletariado alemán.

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La mistificación es obvia. Sabemos que el Estado imperante no es la �sociedad� que representa a la �clase obrera en ascenso�. Es el representante de la sociedad capitalista. Es un Estado clasista. Por lo tanto, sus reformas no son la aplicación del �control social�, es decir, el control de la sociedad que decide libremente su propio proceso laboral. Son formas de control aplicadas por la organización clasista del capital a la producción de capital. Las llamadas reformas sociales son promulgadas en beneficio del capital. Sí, Bernstein y Konrad Schmidt sólo ven en la actualidad �comienzos débiles� de este control. Esperan ver una larga sucesión de reformas en el futuro, todas a favor de la clase obrera. Pero aquí cometen un error parecido a su creencia en el desarrollo ilimitado del movimiento sindical.

Una premisa fundamental para la teoría de la realización gradual del socialismo mediante reformas sociales es el desarrollo objetivo de la propiedad capitalista y el Estado. Konrad Schmidt sostiene que el propietario capitalista tiende a perder sus derechos especiales en el proceso histórico y a ver reducido su papel al de un simple administrador. Cree que la expropiación de los medios de producción no puede efectuarse como un hecho histórico de una sola vez. Por eso recurre a la teoría de la expropiación por etapas. Teniendo esto en mente divide el derecho de propiedad en (1) derecho de �soberanía� (propiedad), -que él atribuye a algo llamado �sociedad� y que quiere extender- y (2) su opuesto, el simple derecho de uso, ejercido por el capitalista, pero que supuestamente se reduce en manos del capitalista a la mera administración de su empresa.

O esta interpretación es un juego de palabras, en cuyo caso la teoría de la expropiación gradual carece de una base real, o es un cuadro real del desarrollo jurídico, en cuyo caso, como veremos, la teoría de la expropiación gradual es totalmente falsa.

La división del derecho de propiedad en varios derechos que lo componen, arreglo que le sirve a Konrad Schmidt de refugio a cuyo amparo puede construir su teoría de la �expropiación por etapas�, caracterizaba a la sociedad feudal, basada en la economía natural. En el feudalismo, las clases sociales de la época se repartían el producto total en base a las relaciones personales imperantes entre el señor feudal y sus siervos o arrendatarios. La distribución de la propiedad en varios derechos parciales reflejaba la forma de distribución de la riqueza social de la época. Con el pasaje de la economía a la producción de mercancías y la disolución de todos los vínculos personales entre los participantes en el proceso de producción, la relación entre hombres y cosas (es decir, la propiedad privada) se volvió recíprocamente más fuerte. Puesto que la división ya no se efectúa en base a las relaciones personales sino a través del intercambio, los distintos derechos a una parte de la riqueza social ya no se miden como fragmentos del derecho de propiedad que comparten un interés común. Se miden según los valores que cada uno vuelca al mercado.

El primer cambio introducido en las relaciones jurídicas por el avance de la producción de mercancías en las comunas medievales fue el desarrollo de la propiedad privada absoluta. Esta apareció en el propio seno de las relaciones jurídicas feudales. Este proceso ha avanzado a pasos agigantados en la producción capitalista. Cuanto más se socializa el proceso de producción, más se basa el proceso de distribución (reparto de la riqueza) en el cambio. Y cuanto más inviolable y cerrada se vuelve la propiedad privada, más se torna la propiedad capitalista de derecho al producto del propio trabajo en derecho a la apropiación del trabajo ajeno. Mientras el propio capitalista administra su fábrica, la distribución sigue en cierta medida ligada a su participación personal en el proceso de producción. Pero a medida que la administración personal por parte del capitalista se vuelve superflua �lo que ocurre en las sociedades por acciones modernas� la propiedad del capital, en lo que concierne a su derecho a participar en la distribución (división de la riqueza), se desvincula de toda relación personal con la producción. Aquí aparece en su forma más pura. El derecho capitalista de la propiedad aparece en su máxima expresión en el capital apropiado bajo la forma de acciones y crédito industrial.

De modo que el esquema histórico de Konrad Schmidt, que pinta la transformación del

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capitalista �de propietario en mero administrador�, es desmentido por el proceso histórico real. En la realidad histórica, el capitalista tiende a transformarse de propietario y administrador en simple propietario. A Konrad Schmidt le ocurre lo mismo que a Goethe:

Lo que es, lo ve como en un sueño.

Lo que ya no es, se vuelve para él realidad.

Así como el esquema histórico de Schmidt se retrotrae, económicamente, de una moderna sociedad anónima al taller del artesano, así quiere retrotraernos jurídicamente del mundo capitalista a la vieja cáscara feudal de la Edad Media.

Desde este punto de vista también el �control social� aparece bajo unaspecto diferente del que pinta Konrad Schmidt. Lo que hoy funciona como �control social� - legislación laboral, control de las organizaciones industriales mediante la tenencia de acciones, etcétera- nada tiene que ver con la �posesión suprema�. Lejos de constituir, como cree Schmidt, una reducción de la posesión capitalista, su �control social� es, por el contrario, una protección de dicha posesión. O, desde el punto de vista económico, no amenaza sino que regula la explotación capitalista. Cuando Bernstein pregunta si hay mayor o menor contenido socialista en una ley de protección del trabajador, podemos asegurarle que en la mejor de las leyes de protección del trabajo no hay más contenido �socialista� que en la ordenanza municipal que regula la limpieza de las calles o la iluminación de las mismas.

El capitalismo y el Estado

La segunda premisa para la realización gradual del socialismo es, según Bernstein, la evolución del Estado en la sociedad. Ya es un lugar común afirmar que el Estado imperante es un Estado clasista. A esto, al igual que a todo lo que se refiere a la sociedad capitalista, no hay que entenderlo de manera rigurosa y absoluta sino dialécticamente.

El Estado se volvió capitalista con el triunfo de la burguesía. El desarrollo capitalista modifica esencialmente la naturaleza del Estado, ampliando su esfera de acción, imponiéndole nuevas funciones constantemente (sobre todo en lo que afecta a la vida económica), haciendo cada vez más necesaria su intervención y control de la sociedad. En este sentido, el desarrollo capitalista prepara poco a poco la fusión futura del Estado y la sociedad. Prepara, por así decirlo, la devolución de la función del Estado a la sociedad. Siguiendo esta línea de pensamiento puede hablarse de evolución del Estado capitalista en la sociedad, y esto es indudablemente lo que Marx tenía en mente cuando se refirió a la legislación laboral como la primera intervención consciente de la �sociedad� en el proceso social vital, frase en la que Bernstein se apoya muchísimo.

Pero, por otra parte, el mismo desarrollo capitalista efectúa otra transformación en la naturaleza del Estado. El Estado existente es, ante todo, una organización de la clase dominante. Asume funciones que favorecen específicamente el desarrollo de la sociedad porque dichos intereses y el desarrollo de la sociedad coinciden, de manera general, con los intereses de la clase dominante y en la medida en que esto es así. La legislación laboral se promulga tanto para servir a los intereses inmediatos de la clase capitalista como para servir a los intereses de la sociedad en general. Pero esta armonía impera sólo hasta cierto momento del desarrollo capitalista. Cuando éste ha llegado a cierto nivel, los intereses de clase de la burguesía y las necesidades del avance económico empiezan a chocar, inclusive en el sentido capitalista. Creemos que esta fase ya ha comenzado. Se revela en dos fenómenos sumamente importantes de la vida social contemporánea: la política de las barreras aduaneras y el militarismo. Ambos fenómenos han jugado un rol indispensable y, en es

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e sentido, revolucionario y progresivo en la historia del capitalismo. Sin protección aduanera ciertos países no hubieran podido desarrollar su industria. Pero ahora la situación es distinta.

En la actualidad la protección no sirve para desarrollar la industria joven sino para mantener artificialmente ciertas formas anticuadas de la producción.

Desde el punto de vista del desarrollo capitalista, es decir, de la economía mundial, poco importa que Alemania exporte más mercancías a Inglaterra o que Inglaterra exporte más mercancías a Alemania. Desde el punto de vista de este proceso se puede decir que el negro ha hecho su trabajo y es hora de que se vaya. Dada la situación de dependencia mutua en que se encuentran las distintas ramas de la industria, un impuesto proteccionista impuesto a cualquier mercancía provoca obligatoriamente el alza del costo de otras mercancías en el país. Impide, por lo tanto, el desarrollo de la industria. Pero no es así visto desde el ángulo de los intereses de la clase capitalista. Aunque la industria no necesita barreras aduaneras para desarrollarse, el empresario necesita impuestos que protejan sus mercados. Esto significa que en la actualidad los impuestos aduaneros ya no sirven para defender a un sector en desarrollo de la industria contra otro ya desarrollado. Son ahora el arma que usa un grupo nacional de capitalistas contra otro grupo. Además, los impuestos ya no sirven de protección a la industria que pugna por crear y conquistar el mercado interno. Son los medios indispensables para la concentración monopólica de la industria, es decir, medios que utiliza el productor capitalista contra la sociedad consumidora en su conjunto. Lo que subraya el carácter específico de la política aduanera contemporánea es el hecho de que hoy no es la industria sino la agricultura la que desempeña el rol predominante en la fijación de tarifas. La política de protección aduanera se ha convertido en una herramienta para transformar los intereses feudales y reflejarlos en forma capitalista.

El mismo cambio ha ocurrido en el militarismo. Si vemos la historia tal como fue -no como podría o debería haber sido- debemos reconocer que la guerra ha sido un factor indispensable del desarrollo capitalista. Estados Unidos, Alemania, Italia, los estados balcánicos, Polonia, todos deben la situación o el surgimiento del capitalismo en su territorio a la guerra, sea en el triunfo o la derrota. Mientras hubo países marcados ya sea por la división política interna, ya por un aislamiento económico que había que romper, el militarismo desempeñó un rol revolucionario, desde el punto de vista del capitalismo.

Pero ahora la situación es distinta. Si la política mundial se ha vuelto escenario de conflictos en acecho, ya no se trata de abrir nuevos países al capitalismo. Se trata de antagonismos europeos ya existentes que, transportados a otras tierras, han explotado allí. Los adversarios armados que vemos hoy en Europa y en otros continentes no se alinean como países capitalistas de un lado y atrasados del otro. Son estados empujados a la guerra fundamentalmente como resultado de su desarrollo capitalista avanzado similar. En vista de ello, una guerra seguramente sería fatal para este proceso, en el sentido de que provocaría una profunda conmoción y una transformación de la vida económica de todos los países.

Sin embargo, la cuestión toma otro aspecto si la vemos desde el punto de vista de la clase capitaista. Para ésta, el militarismo se ha vuelto indispensable. Primero, como medio para la defensa de los intereses �nacionales� en competencia con otros grupos �nacionales�. Segundo, como método para la radicación de capital financiero e industrial. Tercero, como instrumento para la dominación de clase de la población trabajadora del país. Estos intereses de por sí no tienen nada en común con el modo capitalista de producción. Lo que mejor revela el carácter específico del militarismo contemporáneo es el hecho de que se desarrolla en todos los países como resultado, digamos, de su propia fuerza motriz mecánica interna, fenómeno totalmente desconocido hace algunas décadas. Lo reconocemos en el carácter ineluctable de la explosión inminente, que es inevitable a pesar de la indecisión total respecto de los objetivos y motivos del conflicto. De motor del desarrollo capitalista, el militarismo se ha vuelt

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o una enfermedad capitalista.

En el choque entre el desarrollo capitalista y los intereses de la clase dominante, el Estado se alinea junto a ésta. Su política, como la de la burguesía, entra en conflicto con el proceso social. Así, va perdiendo su carácter de representante del conjunto de la sociedad y se transforma, al mismo ritmo, en un Estado puramente clasista. O, hablando con mayor precisión, ambas cualidades se distancian más y más y se encuentran en contradicción en la naturaleza misma del Estado. Esta contradicción se vuelve progresivamente más aguda. Porque, por un lado, tenemos el incremento de las funciones de interés general del Estado, su intervención en la vida social, su �control� de la sociedad. Pero, por otra parte, su carácter de clase lo obliga a trasladar el eje de su actividad y sus medios de coerción cada vez más hacia terrenos que son útiles únicamente para el carácter de clase de la burguesía, pero ejercen sobre la sociedad en su conjunto un efecto negativo, como en el caso del militarismo y de las políticas aduanera y colonial. Además, el control social que ejerce el Estado se ve a la vez imbuido y dominado por su carácter de clase (ver cómo se aplica la legislación laboral en todos los países).

La extensión de la democracia, en la que Bernstein ve un medio para realizar gradualmente el socialismo, no contradice, antes bien corresponde en todo a la transformación sufrida por el Estado.

Konrad Schmidt afirma que la conquista de una mayoría socialdemócrata en el parlamento lleva directamente a la �socialización� gradual de la sociedad. Ahora bien, las formas democráticas de la vida política constituyen sin duda un fenómeno que refleja claramente la evolución del Estado en la sociedad. Constituyen, en esa medida, un avance hacia la transformación socialista. Pero el conflicto en el Estado capitalista que describimos más arriba se manifiesta aun más enfáticamente en el parlamentarismo moderno. En efecto, de acuerdo con su forma, el parlamentarismo sirve para expresar, dentro de la organización estatal, los intereses de la sociedad en su conjunto. Pero lo que el parlamentarismo refleja aquí es la sociedad capitalista, es decir, una sociedad donde predominan los intereses capitalistas. En esta sociedad, las instituciones representativas, democráticas en su forma, son en su contenido instrumentos de los intereses de la clase dominante. Ello se manifiesta de manera tangible en el hecho de que apenas la democracia tiende a negar su carácter de clase y transformarse en instrumento de los verdaderos intereses de la población, la burguesía y sus representantes estatales sacrifican las formas democráticas. Es por eso que la concepción de la conquista de una mayoría parlamentaria reformista es un cálculo de espíritu netamente burgués liberal que se ocupa de un solo aspecto -el formal- de la democracia, pero no tiene en cuenta el otro: su verdadero contenido. En definitiva el parlamentarismo no es directamente un elemento socialista que va impregnando gradualmente el conjunto de la sociedad capitalista. Es, por el contrario, una forma específica del Estado clasista burgués, que ayuda a madurar y desarrollar los antagonismos existentes del capitalismo.

A la luz de la teoría del desarrollo objetivo del Estado, la creencia de Bernstein y Konrad Schmidt de que el incremento del �control social� redunda en la creación del socialismo se transforma en una fórmula que día a día se encuentra más reñida con la realidad.

La teoría de la introducción gradual del socialismo propone una reforma progresiva de la propiedad y el Estado capitalistas que tiende al socialismo. Pero en virtud de las leyes objetivas de la sociedad imperante, una y otro avanzan en el sentido opuesto. El proceso de producción se socializa cada vez más, y el control estatal sobre al proceso de producción se extiende. Pero al mismo tiempo la propiedad privada se vuelve cada vez más abiertamente una forma de explotación capitalista del trabajo ajeno, y el control estatal está imbuido de los intereses exclusivos de la clase dominante. El Estado, es decir, la organización política del capitalismo, y las relaciones de propiedad, es decir, la organización jurídica del capitalismo, se vuelven cada vez más capitalistas, no socialistas, poniendo ante la teoría de la introd

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ucción gradual del socialismo dos escollos insalvables.

El esquema de Fourier de transformar, mediante un sistema de falansterios, el agua de todos los mares en sabrosa limonada fue una idea fantástica, por cierto. Pero cuando Bernstein propone transformar el mar de la amargura capitalista en un mar de dulzura socialista volcando progresivamente en él botellas de limonada social reformista, nos presenta una idea más insípida, pero no menos fantástica.

Las relaciones de producción de la sociedad capitalista se acercan cada vez más a las relaciones de producción de la sociedad socialista. Pero, por otra parte, sus relaciones jurídicas y políticas levantaron entre las sociedades capitalista y socialista un muro cada vez más alto. El muro no es derribado, sino más bien es fortalecido y consolidado por el desarrollo de las reformas sociales y el proceso democrático. Sólo el martillazo de la revolución, es decir, la conquista del poder político por el proletariado, puede derribar este muro.

Las consecuencias del reformismo social y la naturaleza general del revisionismo

En el primer capítulo tratamos de demostrar que la teoría de Bernstein separó el programa del movimiento socialista de su base material y trató de ubicarlo sobre una base idealista. ¿Qué ocurre con esta teoría cuando se la traduce a la práctica?

En una primera aproximación, la actividad partidaria resultante de la teoría de Bernstein no parece diferir de la actividad efectuada por la socialdemocracia hasta el presente. Antes la actividad del Partido Social Demócrata consistía en trabajar en el movimiento sindical, agitar por las reformas sociales y por la democratización de las instituciones existentes. La diferencia no reside en el qué sino en el cómo.

En la actualidad se considera que la lucha sindical y la actividad parlamentaria son medios para guiar y educar al proletariado en preparación de la tarea de la toma del poder. Desde el punto de vista revisionista, esta conquista del poder es a la vez imposible e inútil.

Y or eso el partido realiza la actividad sindical y parlamentaria en pos de resultados inmediatos, es decir, con el objeto de mejorar la situación actual de los obreros, por la disminución gradual de la explotación capitalista, por la extensión del control social.

De modo que si dejamos de lado el mejoramiento inmediato de la situación de los trabajadores -objetivo que el programa del partido comparte con el revisionismo- la diferencia entre las dos posiciones es, en síntesis, la siguiente. De acuerdo con la concepción actual del partido, la actividad parlamentaria y la sindical son importantes para el movimiento socialista porque esas actividades preparan al proletariado, es decir, crean el factor subjetivo para la transformación socialista, para la tarea de realizar el socialismo. Para Bernstein, las actividades sindical y parlamentaria reducen gradualmente la propia explotación capitalista. Le quitan a la sociedad capitalista su carácter capitalista. Realizan objetivamente el cambio social deseado. Vistas más de cerca, vemos que las dos concepciones son diametralmente opuestas. Desde la posición actual de nuestro partido, vemos que, como resultado de sus luchas sindicales y parlamentarias, el proletariado se convence de la imposibilidad de lograr un cambio social profundo a través de esa actividad y llega a la comprensión de que la conquista del poder es inevitable. La teoría de Bernstein, en cambio, parte de la afirmación de que dicha conquista es imposible. Concluye afirmando que el socialismo sólo puede ser introducido como consecuencia de la lucha sindical y de la actividad parlamentaria. Desde el punto de vista de Bernstein, la acción sindical y parlamentaria reviste un carácter socialista porque ejerce una influencia socializante progresiva sobre la economía capitalista.

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Hemos tratado de demostrar que dicha influencia es imaginaria. Las relaciones entre la propiedad capitalista y el Estado capitalista se desenvuelven en direcciones opuestas, de modo que la actividad práctica cotidiana de la socialdemocracia pierde, en última instancia, todo vínculo con la militancia por el socialismo. Desde el punto de vista de una movilización por el socialismo, la lucha sindical y nuestra actividad parlamentaria poseen una importancia inmensa en la- medida en que despiertan en el proletariado la comprensión, la conciencia socialista y lo ayudan a organizarse como clase. Pero apenas se las considera como instrumentos para la socialización directa de la economía, no sólo pierden su efectividad sino que dejan de ser un medio para preparar a la clase obrera para la conquista del poder. Eduard Bernstein y Konrad Schmidt adolecen de falta de comprensión del problema cuando se consuelan diciendo que, aunque el programa del partido se reduce a la reforma social y la lucha sindical, no se descarta el objetivo final del movimiento obrero porque cada paso adelante trasciende el objetivo inmediato y el objetivo final socialista está implícito como tendencia del supuesto avance.

Eso es, por cierto, completamente válido para el proceder actual de la socialdemocracia alemana. Es válido cuando la lucha sindical y por la reforma social están impregnadas de una voluntad firme y consciente de conquistar el poder político. Pero si se separa esa voluntad del movimiento mismo y se convierte a las reformas sociales en fines en sí mismas, entonces dicha actividad no sólo no conduce al objetivo ulterior del socialismo sino que se mueve en sentido contrario.

Konrad Schmidt simplemente se apoya en la idea de que un movimiento aparentemente mecánico, una vez puesto en marcha, no puede detenerse solo, puesto que �el apetito viene comiendo� y se supone que la clase obrera no se satisfará con las reformas hasta tanto se alcance el objetivo socialista final.

La condición mencionada en último término es real. Su efectividad está garantizada por la insuficiencia misma de la reforma capitalista. Pero la conclusión que sacamos de allí sólo podría ser válida si fuera posible construir una cadena de reformas crecientes que llevara del capitalismo al socialismo sin solución de continuidad. Lo cual es, desde luego, fantasía pura. Dada la naturaleza de las cosas, la cadena se rompe muy rápidamente, y los caminos que puede tomar el supuesto avance son numerosos y variados.

¿Cuál será el resultado inmediato si nuestro partido cambia su manera general de actuar para adaptarse a una posición que subraya los resultados inmediatos de nuestra lucha, es decir la reforma social? Apenas los �resultados inmediatos� se convierten en objetivo principal de nuestra actividad, la posición tajante e intransigente que posee un significado en la medida en que se propone conquistar el poder, resultará una inconveniencia cada vez mayor. La consecuencia de ello será que el partido adoptará una �política de compensación�, una política de canje político y una actitud de conciliación tímida y diplomática. Pero esta actitud no puede durar mucho. Puesto que las reformas sociales no pueden ofrecer más que promesas carentes de contenido, la consecuencia lógica de semejante programa será necesariamente la desilusión.

No es cierto que el soáalismo surgirá automáticamente de la lucha diaria de la clase obrera. El soáalismo será consecuencia de (1) las crecientes contradicciones de la economía capitaista y (2) la comprensión por parte de la clase obrera de la inevitabilidad de la supresión de dichas contradicciones a través de la transformación social. Cuando, a la manera del revisionismo, se niega la primera premisa y se repudia la segunda, el movimiento obrero se ve reducido a un mero movimiento cooperativo y reformista. Aquí nos desplazamos en línea recta al abandono total de la perspectiva clasista.

La consecuencia también se hace evidente cuando investigamos el carácter general del revisionismo. Es obvio que el revisionismo no quiere reconocer que su punto de vista es el del apologista del capitalismo. No se une a los economistas burguese

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s para negar la existencia de las contradicciones capitalistas. Pero, por otra parte, lo que constituye precisamente el eje del revisionismo y lo distingue de la posición sustentada hasta el momento por la socialdemocracia es que no basa su teoría en la creencia de que el desenvolvimiento lógico del sistema económico imperante resultará en la supresión de las contradicciones del capitalismo.

Podemos decir que la teoría revisionista ocupa un punto intermedio entre dos extremos. El revisionismo no espera a ver la maduración de las contradicciones del capitalismo. No propone eliminar esas contradicciones mediante una transformación revolucionaria. Quiere disminuir, atenuar las contradicciones capitalistas. De modo que el antagonismo que existe entre la producción y el cambio se reducirá mediante la terminación de las crisis y la formación de cárteles capitalistas. El antagonismo entre el capital y el trabajo será resuelto mejorando la situación de la clase obrera y conservando las clases medias. Y la contradicción entre el Estado clasista y la sociedad quedará liquidada a través del incremento del control estatal y el progreso de la democracia.

Es cierto que el proceder de la socialdemocracia no consiste en aguardar a que se desarrollen los antagonismos del capitalismo y, recién entonces, pasar a la tarea de liquidarlos. Por el contrario, la esencia del accionar revolucionario consiste en guiarse por la dirección que asume el proceso, establecer cuál es esa dirección e inferir a través de ésta las conclusiones necesarias para la lucha política. De este modo, la socialdemocracia ha lanzado campañas contra las guerras aduaneras y el militarismo sin esperar a que su esencia reaccionaria quedará plenamente en evidencia. El proceder de Bernstein no se guía por el desarrollo del capitalismo, por la perspectiva de que se agraven sus contradicciones. Se guía por la perspectiva de que esas contradicciones se atenúen. Lo demuestra al hablar de la �adaptación� de la economía capitalista.

¿Cuándo puede ser acertada dicha concepción? Si es cierto que el capitalismo seguirá desarrollándose según la dirección que se ha trazado hasta el momento, sus contradicciones necesariamente se agudizarán y agravarán en lugar de desaparecer. La posibilidad de que se atenúen las contradicciones capitalistas presupone que el modo capitalista de producción detendrá su propio avance. En síntesis, la premisa general de la teoría bernsteineana es el cese del desarrollo capitalista.

De esta manera, empero, su teoría se autoinvalida de dos maneras.

En primer lugar, manifiesta su carácter utópico al basarse en el mantenimiento del capitalismo. Porque va de suyo que un desarrollo defectuoso del capitalismo no puede llevar a una transformación socialista.

En segundo lugar, la teoría de Bernstein revela su carácter reaccionario al referirse al veloz desarrollo capitalista que se observa en la actualidad. Dado el desarrollo del capitalismo real, ¿cómo explicamos o, mejor dicho, cómo exponemos la posición de Bernstein?

Hemos demostrado en el primer capítulo la carencia de fundamentos de las condiciones económicas sobre las que Bernstein construye su análisis de las relaciones sociales imperantes. Hemos visto que ni el sistema crediticio ni los cárteles pueden calificarse de �medios de adaptación� de la economía capitalista. Hemos visto que ni la desaparición temporaria de las crisis ni la supervivencia de la clase media pueden considerarse síntomas de adaptación capitalista. Pero aunque no tuviéramos en cuenta, el carácter erróneo de todos estos detalles de la teoría de Bernstein, no podemos dejar de contemplar un rasgo que es común a todos ellos. La teoría de Bernstein no toma estas manifestaciones de la vida económica contemporánea tal como aparecen en su relación orgánica con el desarrollo del capitalismo en su conjunto, con el mecanismo económico global del capitalismo. Su teoría arranca estos detalles de su contexto económico vivo. Los trata como dissecta membra (partes separadas) de una máquina muerta.

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Consideremos, por caso, su concepción del efecto adaptador del crédito. Si reconocemos que el crédito es una etapa natural superior del proceso de cambio y, por tanto, de las contradicciones inherentes al cambio capitalista, no podemos considerarlo al mismo tiempo como medio de adaptación mecánico que existe fuera del proceso de cambio. Sería igualmente imposible considerar el dinero, la mercancía, el capital, como �medios de adaptación� del capitalismo.

Sin embargo el crédito, al igual que el dinero, la mercancía y el capital, constituye un eslabón orgánico de la economía capitalista en cierta fase de su desarrollo. Como ellos, es un engranaje indispensable en el mecanismo de la economía capitalista y, a la vez, un instrumento de su destrucción, puesto que agrava las contradicciones internas del capitalismo.

Lo propio puede decirse de los cárteles y de los medios de comunicación nuevos y perfeccionados.

Observamos la misma concepción mecánica cuando Bernstein trata de tachar la promesa del cese de las crisis de �adaptación� de la economía capitalista. Para él, las crisis son meros trastornos del mecanismo económico. Si éstas cesaran, piensa él, el mecanismo funcionaría bien. Pero el hecho es que las crisis no son �trastornos� en el sentido corriente del término. Son �trastornos� sin los cuales la economía capitalista no podría avanzar para nada. Porque si las crisis constituyen el único método que le permite al capitalismo -y son, por tanto, el método normal- resolver periódicamente el conflicto entre la extensión ilimitada de la producción y los estrechos marcos del mercado mundial, entonces las crisis son manifestaciones orgánicas inseparables de la economía capitalista.

En el avance �libre� de la producción capitalista acecha una amenaza para el capitalismo, mucho más grave que las crisis. Es la amenaza de la baja constante de la tasa de ganancia, que no resulta de la contradicción entre la producción y el cambio sino del incremento de la productividad misma del trabajo. La caída de la tasa de ganancia lleva en sí la peligrosísima tendencia a imposibilitar cualquier tipo de empresa para los capitales pequeños y medianos. Limita, así, la nueva formación y, por lo tanto, la extensión de las radicaciones de capitales.

Y son precisamente las crisis las que constituyen la otra consecuencia del mismo proceso. Como resultado de su depredación periódica de capital, las crisis provocan una caída en los precios de los medios de producción, la parálisis de una parte del capital activo y, con el tiempo, el incremento de las ganancias. Crean así las posibilidades para un nuevo avance de la producción. Por eso las crisis aparecen como instrumentos para reavivar el fuego del desarrollo capitalista. Su cese �no su cese temporario sino su desaparición total del mercado mundial� no provocaría un desarrollo mayor de la economía capitalista. Destruiría el capitalismo.

Fiel a la concepción mecánica de su teoría de la adaptación, Bernstein olvida la necesidad de las crisis al igual que la necesidad de radicaciones nuevas de capitales pequeños y medianos. Y es por ello que la reaparición constante del pequeño capital se le aparece como síntoma de cese del desarrollo capitalista, aunque en los hechos se trata de un síntoma de desarrollo capitalista normal.

Es importante notar que hay un punto de vista que ve los fenómenos arriba mencionados tal cual los ve la teoría de la �adaptación�. Es el punto de vista del capitalista aislado (solo) que refleja en su mente los hechos económicos que lo rodean tal como aparecen refractados a través de las leyes de la competencia. Para el capitalista aislado, cada parte orgánica del conjunto de nuestra economía aparece como entidad independiente. Las ve según lo afectan a él, el capitalista aislado. Considera, por ende, que esos hechos son meros �trastornos� de meros �medios de adaptación�. Es cierto que para el capitalista aislado las crisis son meros trastornos; el cese de las crisis le permite prolongar su existencia. En lo que a él concierne, el crédito es únicamente un medio de �adaptar� sus insuficientes fuerzas productivas a las necesidades

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del mercado. Y considera que el cártel que pasa a integrar realmente suprime la anarquía industrial.

El revisionismo no es sino una generalización teórica hecha desde el punto de vista del capitalista aislado. ¿Qué ubicación teórica le corresponde, si no es la economía burguesa, vulgar?

Todos los errores de esta escuela se basan precisamente en la concepción que ve en los fenómenos de la competencia, tal como se le aparecen al capitalista aislado, los fenómenos de la economía capitalista en su conjunto. Así como Bernstein considera el crédito un medio de �adaptación�, la economía vulgar considera el dinero como un buen medio de �adaptación� a las necesidades del cambio. También la economía vulgar trata de encontrar el remedio contra los males del capitalismo en los fenómenos capitalistas. Al igual que Bernstein, cree posible regular la economía capitalista. A la manera de Bernstein, desea paliar las contradicciones del capitalismo, es decir, cree en la posibilidad de emparchar las heridas del capitalismo. Termina suscribiendo un programa reaccionario. Termina en la utopía.

La teoría del revisionismo puede entonces definirse de la siguiente manera. Es la teoría de detenerse en el movimiento socialista construida, con la ayuda de la economía vulgar, sobre la teoría de la detención del capitalismo.

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Segunda parte

Desarrollo económico y socialismo

La mayor conquista del movimiento proletario ha sido el descubrimiento de una fundamentación para la realización del socialismo en las condiciones económicas de la sociedad capitalista. El resultado de este descubrimiento fue que el socialismo se transformó, de sueño �ideal� milenario de la humanidad, en necesidad histórica.

Bernstein niega la existencia de condiciones económicas para el socialismo en la sociedad contemporánea. En este aspecto su pensamiento ha sufrido una interesante evolución. Al principio se limitaba en Neue Zeit a negar la rapidez del proceso de concentración que se daba en la industria. Basaba su posición en la comparación de las estadísticas de ocupación en Alemania de 1882 y 1895. Para adaptar las cifras a sus propósitos, se vio obligado a proceder de manera esquemática y mecánica. En el mejor de los casos no pudo, ni siquiera demostrando la existencia de empresas medianas, debilitar de manera alguna el análisis marxista, porque éste no toma como condición para la realización del socialismo ni el grado de concentración de la industria -es decir, una demora en la realización del socialismo- ni, como hemos demostrado, la desaparición absoluta del pequeño capital, descripta generalmente como desaparición de la pequeña burguesía.

En el curso de la última evolución de sus ideas, Bernstein nos da en su libro una nueva serie de pruebas: las estadísticas de las sociedades por acáones. Utiliza esas estadísticas para demostrar que la cantidad de accionistas va en continuo aumento y, como resultado, la clase capitalista no se vuelve más chica sino más grande. Sorprende lo poco familiarizado que está Bernstein con su material de trabajo. Es asombroso constatar qué mal utiliza los datos que posee.

Si quisiera refutar la ley marxista del desarrollo industrial en base a la situa

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ción de las sociedades por acciones, debería haber recurrido a otras cifras. Cualquiera que conozca la historia de las sociedades por acciones de Alemania sabe que su capital inicial promedio ha ido en disminuáón casi constante. Mientras que antes de 1871 el capital inicial promedio alcanzó la cifra de 10,8 millones de marcos, se redujo a 4,01 millones de marcos en 1871, 3,8 en 1873, menos de un millón de 1882 a 1887, 0,52 millones en 1891 y tan sólo 0,62 en 1892. Después de ese año las cifras oscilaron en alrededor del millón de marcos, pasando a 1,78 en 1895 y 1,19 en el primer semestre de 1897 (Van de Borght: Handworterbuch der Staatsswissenshcaften, 1 [Manual de ciencias políticas]).

Las cifras son sorprendentes. Con ellas Bernstein quiso demostrar que hay una tendencia que contradice al marxismo de retransformación de empresas grandes en pequeñas. La respuesta obvia es la siguiente. Si uno quiere demostrar algo mediante estadísticas, debe demostrar en primer término que todas se refieren a las mismas ramas de la industria. Debe demostrar que las empresas pequeñas realmente reemplazan a las grandes, que no aparecen solamente donde las empresas pequeñas o aun la industria artesanal predominaban antes. Esto no puede demostrarse. El pasaje estadístico de inmensas sociedades accionistas a empresas pequeñas y medianas sólo puede explicarse con referencia al hecho de que el sistema de sociedades por acciones sigue penetrando las nuevas ramas de la industria. Antes, sólo unas pocas empresas grandes se organizaban como sociedades por acciones. Poco a poco, la organización accionista se ha ganado a las empresas medianas e incluso a las pequeñas. Hoy vemos sociedades de accionistas con un capital social inferior a los 1.000 marcos.

Ahora bien, ¿cuál es el significado de la extensión del sistema de sociedades por acciones? Económicamente significa la creciente socialización del proceso de producción bajo la forma capitalista: socialización no sólo de la gran producción, sino también de la pequeña y mediana. La extensión de las acciones, por tanto, no contradice la teoría marxista, sino que la confirma plenamente.

¿Qué significa, en última instancia, el fenómeno económico de la sociedad por acciones? Representa, por un lado, la unificación de una cantidad de fortunas pequeñas en un gran capital para la producción. Representa, por otro, la separación de la producción de la posesión capitalista. Es decir, denota que se le ha ganado una doble victoria al modo capitalista de producción: pero todavía sobre bases capitalistas.

¿Qué significan, pues, las estadísticas que cita Bernstein, según las cuales un número creciente de accionistas participan en las empresas capitalistas? Las estadísticas demuestran, precisamente, esto: en la actualidad una empresa capitalista no corresponde, como antes, a un único propietario de capital sino a una serie de capitalistas. En consecuencia, la noción económica de �capitalista� ya no corresponde a un individuo aislado. El capitalista industrial de hoy en día es una persona colectiva, compuesta de cientos, inclusive miles de individuos. La categoría de �capitalista� se ha vuelto una categoría social. Se ha �socializado�, en el marco de la sociedad capitaista.

En tal caso, ¿cómo explicar la creencia de Bernstein de que el fenómeno de las sociedades por acciones representa la dipersión y no la concentración del capital? ¿Por qué ve la extensión de la propiedad capitalista donde Marx vio su supresión?

Se trata de un mero error económico. Para Bernstein �capitalista� no es una categoría de la producción sino el derecho de propiedad. Para él, �capitalista� no es una unidad económica sino una unidad fiscal. Y para él, �capital� no es un factor en la producción sino una cantidad de dinero. Es por eso que en su trust de hilos de coser inglés no ve la fusión de 12.300 personas con dinero para formar una sola unidad capitalista sino 12.300 capitalistas distintos. Es por eso que el ingeniero Schutze, cuya mujer le aportó una dote consistente en gran cantidad de acciones del accionista Müller, es también, para Bernstein, un capitalista. Es por eso que, para Bernstein, el mundo está plagado de capitalistas.

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Aquí también la base teórica de su error económico es su �popularización� del socialismo. Porque eso es lo que hace. Al transportar el concepto de capitalismo de sus relaciones productivas a relaciones de propiedad, y al hablar de individuos en lugar de empresarios, traslada el problema del socialismo del campo de la producción al de las relaciones de riqueza, es decir, de la relación entre el capital y el trabajo a la relación entre ricos y pobres.

De esta manera se nos conduce alegremente de Marx y Engels al autor del Evangelio del pescador pobre. Sin embargo, hay una diferencia. Weitling, con el instinto certero del proletario, vio en la oposición de pobres y ricos los antagonismos de clase en su forma primitiva y quiso hacer de esos antagonismos una palanca para el movimiento socialista. Bernstein, en cambio, ubica la realización del socialismo en la posibilidad de enriquecer a los pobres. Es decir, la ubica en la atenuación de los antagonismos de clase y, por eso, en la pequeña burguesía.

Es cierto que Bernstein no se limita a las estadísticas de ingresos. Da estadísticas de empresas económicas, sobre todo de los siguientes países: Alemania, Francia, Inglaterra, Suiza, Austria y Estados Unidos. Pero esas estadísticas no son datos comparados de distintos periodos en cada país sino de cada periodo en distintos países. Por eso no nos da (salvo en el caso de Alemania, en que repite el viejo contraste entre 1895 y 1882) una comparación de estadísticas de empresas de un país dado en distintas épocas, sino cifras absolutas para distintos países: Inglaterra en 1891, Francia en 1894. Estados Unidos en 1890. etcétera.

Llega a la siguiente conclusión: �Aunque es cierto que la gran explotación predomina hoy en la industria, ésta representa, inclusive para las empresas que dependen de la gran explotación, hasta en un país tan desarrollado como Prusia, sólo la mitad de la poblaáón empleada en la producción�. Eso es también válido para Alemania, Inglaterra, Bélgica, etcétera.

¿Qué demuestra aquí? No la existencia de tal o cual tendencia del proceso económico sino simplemente la relación de fuerzas absoluta entre distintos tipos de empresas, o, en otras palabras, la relación absoluta entre las distintas clases en nuestra sociedad.

Ahora bien, si uno quiere utilizar este método para demostrar la imposibilidad del socialismo, su razonamiento debe descansar sobre la teoría que se basa en las fuerzas materiales numéricas en pugna, es decir, sobre el factor violencia. En otras palabras, Bernstein, quien siempre pone el grito en el cielo cuando habla de blanquismo, cae en el más craso error blanquista. Pero, sin embargo, existe una diferencia. A los blanquistas, que representaban una tendencia socialista y revolucionaria, la posibilidad de la realización económica del socialismo les parecía natural. Sobre esta posibilidad construyeron la viabilidad de una revolución violenta, aunque la realizara una pequeña minoría. Bernstein, en cambio, deduce de la insuficiencia numérica de la mayoría socialista la imposibilidad de la realización económica del socialismo. La socialdemocracia, empero, no espera alcanzar sus objetivos como resultado de la violenáa victoriosa de una minoría ni a través de la superioridad numérica de una mayoría. Ve el socialismo como resultado de la necesidad económica -y de la comprensión de esa necesidad- que lleva a las masas trabajadoras a destruir el capitalismo.

Y esa necesidad se revela, sobre todo, en la anarquía del capitalismo.

¿Cuál es la posición de Bernstein acerca del problema decisivo de la anarquía en la economía capitalista? Sólo niega las grandes crisis generales. No niega las crisis parciales y nacionales. En otras palabras, rehúsa ver buena parte de la anarquía capitalista pequeño y sólo ve una parte. Es -como diría Marx- como esa virgen necia que tuvo un hijo �pero muy pequeño�. Pero la desgracia es que en lo que hace a cuestiones como la anarquía capitalista pequeño y grande son igualmente malos. Si Bernstein reconoce la existencia de una pequeña parte de esta anarquía, podemos señalarle que, mediante e

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l mecanismo de la economía de mercado, este poquito de anarquía puede alcanzar proporciones inverosímiles, hasta llegar al colapso. Pero si Bernstein espera transformar gradualmente este poquito de anarquía en orden y armonía en el marco de la producción mercantil, cae nuevamente en uno de los errores fundamentales de la economía política burguesa, según la cual el modo de cambio es independiente del modo de producción.

No es éste el momento de entrar en una larga explicación de la sorprendente confusión de Bernstein en torno a los principios más elementales de la economía política. Pero hay un problema �al que nos lleva la cuestión fundamental de la anarquía capitalista� que merece respuesta inmediata.

Bernstein declara que la ley de la plusvalía de Marx es una mera abstracción. En la economía política una afirmación de este tipo es obviamente un insulto. Pero si la plusvalía es una mera abstracción, si es un producto de la imaginación, entonces cualquier ciudadano normal que ha cumplido con su servicio militar y paga sus impuestos en fecha tiene el mismo derecho que Karl Marx a elaborar su propio absurdo individual, a formular su propia ley del valor. �Marx tiene el mismo derecho a pasar por alto las propiedades de la mercancía hasta que no son más que la encarnación de las propiedades del simple trabajo humano, que el que tienen los economistas de la escuela Boehm-Jevons a abstraer todas las propiedades de la mercancía menos su utilidad.�

Es decir que, para Bernstein, el trabajo social de Marx y la utilidad abstracta de Menger son bastante parecidos: abstracciones puras. Bernstein olvida que la abstracción de Marx no es un invento. Es un descubrimiento. No existe en la cabeza de Marx sino en la economía de mercado. No lleva una existencia imaginaria sino una verdadera existencia social, tan real que se la puede cortar, moldear, pesar y convertir en dinero. El trabajo humano abstracto que descubrió Marx no es, en su forma más desarrollada, sino el dinero. Este es, precisamente, uno de los mayores descubrimientos de Marx, mientras que para todos los economistas políticos burgueses, desde el primero de los mercantilistas hasta el último de los clásicos, la esencia del dinero sigue siendo un enigma místico.

La utilidad abstracta de Boehm-Jevons es, en realidad, engreimiento mental. Dicho más correctamente, es una representación de vacuidad intelectual, un absurdo en privado por el cual no se puede responsabilizar al capitalismo ni a sociedad alguna, sino a la propia economía burguesa vulgar. Abrazados al hijo de su ingenio, Bernstein, Boehm y Jevons, y toda la cofradía subjetiva pueden permanecer veinte años en contemplación del misterio del dinero, sin llegar a ninguna conclusión distinta de la de un zapatero, fundamentalmente que el dinero es �útil�.

Bernstein no comprende la ley del valor de Marx. Cualquiera que tenga un conocimiento mínimo de la economía marxista sabe que sin la ley del valor la doctrina marxista es incomprensible. Para hablar más en concreto: para quien no comprenda la naturaleza de la mercancía y el cambio, la economía capitalista, con todas sus concatenaciones, debe ser necesariamente un enigma.

¿Cuál es la clave que le permitió a Marx desentrañar los fenómenos capitalistas y resolver, como si nada, problemas cuya solución los genios más brillantes de la economía política burguesa ni siquiera llegaron a barruntar? Fue su concepción de la economía capitalista como fenómeno histórico, no sólo en la medida en que lo reconocen en el mejor de los casos los economistas clásicos, es decir, en lo que respecta al pasado feudal del capitalismo, sino también en lo que concierne al futuro socialista del mundo. El secreto de la teoría marxista del valor, de su análisis del problema del dinero, de su teoría del capitel, de su teoría de la tasa de ganancia y, en consecuencia, de todo el sistema económico existente, se basa en el carácter transitorio de la economía capitalista, en la inevitabilidad de su colapso que conduce �y éste es un aspecto más del mismo fenómeno� al socialismo. Fue sólo porque analizó el capitalismo desde el punto de vista socialista, es decir, histórico, que Marx pudo descifrar los jeroglífic

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os de la economía capitalista, y precisamente porque adoptó el punto de vista socialista como punto de partida para sus análisis de la sociedad burguesa pudo darle una base científica al movimiento socialista.

Con esta vara debemos medir las observaciones de Bernstein. Se queja del �dualismo� que aparece a cada instante en la obra monumental de Marx, El capital. �Esta obra aspira a ser un estudio científico y a demostrar, al mismo tiempo, una tesis ya elaborada desde mucho antes; se basa en un esquema que ya contiene el resultado al cual quiere llegar. La vuelta al Manifiesto comunista [¡es decir, al objetivo socialista! -R.L.] demuestra la permanencia de vestigios de utopismo en la doctrina de Marx.�

¿Pero qué es el �dualismo� de Marx si no el dualismo del futuro socialista y el presente capitalista? Es el dualismo del capital y el trabajo, el dualismo de la burguesía y el proletariado. Es el reflejo científico del dualismo que existe en la sociedad burguesa, el dualismo de los antagonismos de clase que se debaten en el orden social capitalista.

Cuando Bernstein reconoce en este supuesto dualismo de Marx un �vestigio de utopismo�, reconoce en realidad, ingenuamente, que él es el que niega el dualismo histórico de la sociedad burguesa, que niega la existencia de antagonismos de clase en el capitalismo. Es su forma de confesar que el socialismo ahora no es para él más que un �vestigio de utopismo�. ¿Qué es el �monismo� de Bernstein �la unidad de Bernstein� sino la udad eterna del régimen capitalista, la unidad del ex socialista que ha renunciado a su objetivo y ha decidido encontrar en la sociedad burguesa, única e inmutable, la meta del desarrollo de la humanidad?

Bernstein no ve en la estructura económica del capitalismo el proceso que conduce al socialismo. Pero para conservar su programa socialista, al menos formalmente, se ve obligado a refugiarse en una interpretación idealista, abstraída de todo proceso económico. Se ve obligado a transformar el socialismo de etapa histórica definida del proceso social en �principio� abstracto.

Es por eso que el �principio cooperativista� �la magra decantación de socialismo con que Bernstein quiere adornar a la economía capitalista� aparece como concesión, no al futuro socialista de la sociedad, sino al pasado socialista de Bernstein.

Cooperativas, sindicatos, democracia

El socialismo de Bernstein les ofrece a los obreros la perspectiva de compartir la riqueza de la sociedad. Los pobres han de volverse ricos. ¿Cómo llegará ese socialismo? Sus artículos en Neue Zeit sobre �Problemas del socialismo� sólo aluden ambiguamente al problema. En cambio su libro contiene toda la información que necesitamos.

El socialismo de Bernstein se realizará con ayuda de dos instrumentos: los sindicatos �o, al decir de Bernstein, la democracia industrial� y las cooperativas. Los primeros liquidarán la ganancia industrial, las segundas liquidarán la ganancia comercial.

Las cooperativas, sobre todo las de producción, constituyen una forma híbrida en el seno del capitalismo. Se las puede describir como pequeñas unidades de producción socializada dentro del intercambio capitalista.

Pero en la economía capitalista el intercambio domina la producción (es decir, la producción depende, en gran medida, de las posibilidades del mercado). Como fruto de la competencia, la dominación total del proceso de producción por los intereses del capitalismo -es decir, la explotación inmisericorde- se convierte en factor de supervivencia para cada empresa. La dominación por el capital del proceso de producc

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ión se expresa de varias maneras. El trabajo se intensifica. La jornada laboral se acorta o alarga según la situación del mercado. Y, según los requerimientos del mercado, la mano de obra es empleada o arrojada de nuevo a la calle. Dicho de otra manera, se utilizan todos los métodos que le permiten a la empresa hacer frente a sus competidoras en el mercado. Los obreros que forman una cooperativa de producción se ven así en la necesidad de gobernarse con el máximo absolutismo. Se ven obligados a asumir ellos mismos el rol del empresario capitalista, contradicción responsable del fracaso de las cooperativas de producción, que se convierten en empresas puramente capitalistas o, si siguen predominando los intereses obreros, terminan por disolverse.

El mismo Bernstein toma nota de estos hechos. Pero es evidente que no los ha comprendido. Porque, junto con la señora Potter-Webb, atribuye el fracaso de las cooperativas de producción inglesas a la falta de �disciplina�. Pero lo que aquí se llama tan superficial y llanamente �disciplina� no es otra cosa que el régimen absolutista natural del capitalismo, que, va de suyo, los obreros no pueden utilizar en su propia contra.

Las cooperativas de producción pueden sobrevivir en el marco de la economía capitalista sólo si logran suprimir, mediante algún ardid, la contradicción capitalista entre el modo de producción y el modo de cambio. Y lo pueden lograr sólo si se sustraen artificialmente a la influencia de las leyes de la libre competencia. Y sólo pueden lograr esto último cuando se aseguran de antemano un círculo fijo de consumidores, es decir, un mercado constante.

Las que pueden prestar este servicio a sus hermanas en el campo de la producción son las cooperativas de consumo. Aquí �y no en la distinción que traza Oppenheimer entre cooperativas que compran y cooperativas que venden- yace el secreto que busca Bernstein: la explicación del fracaso ineluctable de las cooperativas de producción con funcionamiento independiente y su supervivencia cuando las respaldan cooperativas de consumo.

Si es verdad que las posibilidades de existencia de las cooperativas de producción dentro del capitalismo están ligadas a las posibilidades de existencia de las cooperativas de consumo, entonces el alcance de las primeras se ve limitado, en el mejor de los casos, al pequeño mercado local y a la manufactura de artículos que satisfagan necesidades inmediatas, sobre todo de productos alimenticios. Las cooperativas de consumo, y, por tanto, también las de producción, quedan excluidas de las ramas más importantes de la producción de capital: las industrias textil, minera, metalúrgica y petrolera y de construcción de maquinarias, locomotoras y barcos. Por esta única razón (dejando de lado momentáneamente su carácter híbrido), no puede considerarse seriamente a las cooperativas de producción como instrumento para la realización de una transformación social general. La creación de cooperativas de producción en gran escala supondría, antes que nada, la supresión del mercado mundial, y el despedazamiento de la actual economía mundial en pequeñas esferas locales de producción y cambio. Se espera que el capitalismo altamente desarrollado y difundido de nuestro tiempo se retrotraiga a la economía mercantil de la Edad Media.

Dentro del marco de esta sociedad, las cooperativas de producción se reducen a meros apéndices de las de consumo. Parecería, por tanto, que éstas deberían ser el comienzo del supuesto cambio social. Pero de esta manera la supuesta reforma de la sociedad mediante cooperativas deja de ser una ofensiva contra la producción capitalista. Esto es, deja de ser un ataque directo a las bases fundamentales de la economía capitalista. Se convierte, en cambio, en una lucha contra el capital comercial, sobre todo el capital comercial pequeño y mediano. Se vuelve un ataque contra las ramas más pequeñas del árbol capitalista.

Según Bernstein, también los sindicatos sirven para atacar al capitalismo en el campo de la producción. Ya hemos demostrado que los sindicatos no pueden darles a los obreros una influencia decisiva sobre la producción. Los sindicatos no pueden dete

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rminar las dimensiones ni el progreso técnico de la producción.

Tomemos el aspecto puramente económico de la �lucha de la tasa salarial contra la tasa de ganancia�, como Bernstein llama a la actividad sindical. Esta no se libra en el cielo azul. Se libra dentro del marco bien delimitado de las leyes salariales. La actividad sindical no destruye sino que aplica la ley de salarios.

Según Bernstein, son los sindicatos los que dirigen -en la movilización general por la emancipación de la clase obrera- el verdadero ataque contra la tasa de ganancia industrial. Según Bernstein, los sindicatos tienen la tarea de transformar la tasa de ganancia industrial en �tasa salarial�. El hecho es que los sindicatos son los menos capacitados para lanzar una ofensiva económica contra la ganancia. Los sindicatos no son más que una organización defensiva de la clase obrera contra los ataques de la ganancia. Reflejan la resistencia obrera ante la opresión de la economía capitalista.

Por un lado, los sindicatos tienen la función de influir sobre la situación del mercado de fuerza de trabajo. Pero esta influencia se ve constantemente superada por la proletarización de las capas medias de nuestra sociedad, proceso que aporta constantemente nueva mercadería al mercado de trabajo. La segunda función de los sindicatos es la de mejorar la situación de los obreros. Es decir, incrementar la parte de riqueza social que estos reciben. Esta parte, empero, se ve constantemente reducida con la ineluctabilidad de un proceso natural: por el incremento de la productividad del trabajo. No es necesario ser marxista para comprenderlo. Basta leer In Explanation of the Social Question de Rodbertus.

En otras palabras, las condiciones objetivas de la sociedad capitalista transforman las dos funciones económicas de los sindicatos en una suerte de trabajo de Sísifo que es, de todas maneras, indispensable. Porque como resultado de las actividades de su sindicato, el obrero logra obtener la tasa salarial que le corresponde de acuerdo con la situación del mercado de fuerza de trabajo. Como resultado de la actividad sindical se aplica la ley capitalista de salarios y el efecto de la tendencia decreciente del desarrollo económico se ve paralizado o, más precisamente, atenuado.

Sin embargo, la transformación del sindicato en instrumento para la reducción progresiva de la ganancia en favor del salario presupone las siguientes condiciones sociales: primero, el cese de la proletarización de los estratos medios de nuestra sociedad; segundo, la detención del incremento de la productividad del trabajo. En ambos casos tenemos un retorno a las condicionesprecapitalistas.

Las cooperativas y los sindicatos son totalmente incapaces de transformar el modo capitalista de producaón. Esto Bernstein realmente lo comprende, si bien de manera distorsionada. Porque se refiere a las cooperativas y los sindicatos como medios para reducir las ganancias de los capitalistas y enriquecer así a los obreros. De esta manera renuncia a la lucha contra el modo de producción capitalista y trata de dirigir el movimiento socialista hacia la lucha contra la �distribución capitalista�. Una y otra vez Bernstein se refiere al socialismo como un esfuerzo por lograr un modo de distribución �justo, más justo y aun más justo� (Vorwaerts, 26 de marzo de 1899).

No puede negarse que la causa directa que lleva a las masas populares al movimiento socialista es precisamente el modo de distribución �injusto� que caracteriza al capitalismo. Cuando la socialdemocracia lucha por la socialización del conjunto de la economía, aspira con ello a una distribución �justa� de la riqueza social. Pero la socialdemocracia, guiada por el comentario de Marx de que el modo de distribución de una época dada es consecuencia natural del modo de producción de dicha época, no lucha contra la distribución en el marco de la producción capitalista. Antes bien lucha por la supresión de la propia producción capitalista. En una palabra, la socialdemocracia quiere establecer el modo de distribución socialista mediante la supresión del

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modo de producción capitalista. El método de Bernstein, por el contrario, propone combatir el modo de distribución capitalista con la esperanza de instaurar así, gradualmente, el modo de producción socialista.

¿Cuál es, en ese caso, el fundamento del programa de Bernstein para la reforma de la sociedad? ¿Se apoya en las tendencias de la producción capitalista? No; en primer lugar, él niega esas tendencias. En segundo lugar, la trasformación socialista es, para él, efecto y no causa de la distribución. No puede darle a su programa una base materialista, porque ya ha refutado los objetivos y medios del movimiento socialista y, con ello, sus condiciones económicas. Resultado de ello es que se ve obligado a construirse cimientos idealistas.

�¿Para qué representar el socialismo como resultado de la compulsión económica?�, pregunta quejoso. �¿Por qué degradar el raciocinio del hombre, su sentimiento de justicia, su voluntad? � (Vorwaerts, 26 de marzo de 1899.) La distribución superlativamente justa de la que habla Bernstein se logrará gracias a la libre voluntad del hombre, voluntad que actúa no en virtud de la necesidad económica, puesto que esta voluntad no es más que un instrumento, sino en virtud de la comprensión que tiene el hombre de la justicia, en virtud de la idea de^justicia del hombre.

Así volvemos alegremente al principio de justicia, al viejo caballito de batalla sobre el cual han cabalgado todos los reformadores de la tierra durante milenios, por falta de un medio de transporte histórico más seguro. Volvemos al triste Rocinante sobre el cual han cabalgado los Quijotes de la historia en busca de la gran reforma de la tierra, para volver a casa con los ojos negros.

La relación entre pobres y ricos como base para el socialismo, el principio del cooperativismo como contenido del socialismo, la �distribución más justa� como su objetivo y la idea de justicia como su única legitimación histórica: ¡con cuánto más fuerza, ingenio y fuego defendió Weitling ese tipo de socialismo hace cincuenta años! Sin embargo, el sastre genial no conocía el socialismo científico. Si hoy se toma la concepción que Marx y Engels despedazaron hace medio siglo, se la emparcha y se la presenta al proletariado como la última palabra en ciencia social, eso es, también, el arte de un sastre, pero no tiene nada de genial.

Los sindicatos y las cooperativas son los puntos de apoyo económicos de la teoría del revisionismo. Su condición política principal es el crecimiento de la democracia. Las manifestaciones actuales de reacción política no son para Bernstein sino �desplazamientos�. Las considera fortuitas, momentáneas, y sugiere que no se las tenga en cuenta en la elaboración de las directivas generales para el movimiento obrero.

Para Bernstein la democracia es una etapa inevitable en el desarrollo de la sociedad. Para él, como para los teóricos burgueses del liberalismo, la democracia es la gran ley fundamental del proceso histórico, con todas las fuerzas de la vida política puestas al servicio de su realización. Pero la tesis de Bernstein es completamente falsa. Presentada en esta forma absoluta, aparece como una vulgarización pequeñoburguesa de los resultados de una fase brevísima del desarrollo burgués, los últimos veinticinco o treinta años. Llegamos a conclusiones totalmente distintas cuando examinamos el desarrollo histórico de la democracia un poco más de cerca y consideramos, a la vez, la historia política general del capitalismo.

La democracia apareció en las estructuras sociales más disímiles: grupos comunistas primitivos, estados esclavistas de la Antigüedad y comunas medievales. Asimismo el absolutismo y la monarquía constitucional se encuentran en los órdenes económicos más variados. Cuando el capitalismo comenzó como primera forma de producción de mercancías, recurrió a una constitución democrática en las comunas municipales del Medioevo. Luego, cuando desarrolló la manufactura, el capitalismo encontró su forma política correspondiente en la monarquía absoluta. Por último, como economía industrial desarrollada, engendró en Francia la república democrática de 1793, la monarquía absoluta de Napoleón I, la monarquía nobiliaria de la Restauración (1815-1830), la monarquía constitucional bur

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guesa de Luis Felipe, nuevamente la república democrática, nuevamente la monarquía de Napoleón III y finalmente, por tercera vez, la república.

En Alemania, la única institución verdaderamente democrática �el sufragio universal- no es una conquista del liberalismo burgués. El sufragio universal alemán fue un instrumento para la fusión de los pequeños estados. Es sólo en este sentido que tiene importancia para el desarrollo de la burguesía alemana, que de otra manera quedaría bien satisfecha con una monarquía constitucional semifeudal. En Rusia, el capitalismo prosperó por mucho tiempo bajo el régimen del absolutismo oriental, sin que la burguesía manifestara el menor deseo de introducir la democracia. En Austria, el sufragio universal fue ante todo un salvavidas arrojado a una monarquía en descomposición y en bancarrota. En Bélgica, la conquista del sufragio universal por el movimiento obrero se debió indudablemente a la debilidad del militarismo local y, por consiguiente, a la situación geográfica y política particular de ese país. Pero aquí tenemos �un poco de democracia� ganada no por la burguesía sino contra ella.

La victoria ininterrumpida de la democracia, que para el revisionismo tanto como para el liberalismo burgués parece una gran ley fundamental de la historia humana y, sobre todo, de la historia moderna, demuestra ser, luego de una mirada más profunda, un fantasma. No puede establecerse una relación absoluta y general entre desarrollo capitalista y democracia. La forma política de un país dado es siempre resultado de la combinación de todos los factores políticos existentes, tanto internos como externos. Admite dentro de sus límites todo tipo de variantes, desde la monarquía absolutista hasta la república democrática.

Debemos abandonar, por tanto, toda esperanza de establecer la democracia como ley general del proceso histórico, inclusive en el marco de la sociedad moderna. Si volvemos la mirada a la fase actual de la sociedad burguesa, también aquí observamos factores políticos que, en lugar de garantizar la realización del esquema de Bernstein, conducen al abandono, por parte de la sociedad burguesa, de las conquistas democráticas logradas hasta ahora. Las instituciones democráticas �y esto posee la mayor importancia- han agotado totalmente su función de servir de ayuda al desarrollo de la sociedad burguesa. En la medida en que fueron necesarias para provocar la fusión de los pequeños estados y la creación de los grandes estados modernos (Alemania, Italia) ya no son más indispensables. Mientras tanto, el desarrollo de la economía ha afectado una cicatrización orgánica interna.

Lo mismo puede decirse de la trasformación de toda la maquinaria estatal política y administrativa de mecanismo feudal o semifeudal en mecanismo capitalista. Mientras que esta trasformación ha sido históricamente inseparable del desarrollo de la democracia, se ha realizado hasta un grado tal que se pueden suprimir los �ingredientes� puramente democráticos de la sociedad, tales como el sufragio universal y la forma estatal republicana, sin que la administración, las finanzas estatales ni la organización militar tengan necesidad de retrotraerse a sus formas anteriores a la Revolución de Marzo.

Si el liberalismo en cuanto tal ya le es totalmente inútil a la sociedad burguesa, también se ha convertido, por otra parte, en un impedimento directo para el capitalismo. Dos factores dominan completamente la vida política de los estados contemporáneos: la política mundial y el movimiento obrero. Cada uno presenta un aspecto diferente de la fase actual del desarrollo capitalista.

Como resultado del desarrollo de la economía mundial y de la agudización y generalización de la competencia en el mercado mundial, el militarismo y la política de las grandes flotas se han vuelto, en tanto que instrumentos de la política mundial, un factor decisivo tanto en la vida interior como en la vida exterior de las grandes potencias. Si es cierto que la política mundial y el militarismo representan una fase ascendente en la etapa que atraviesa el capitalismo en la actualidad, entonces la democracia burguesa debe desplazarse, lógicamente, en sentido descendente.

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En Alemania la era del gran armamentismo, comenzada en 1893, y la línea de la política mundial, inaugurada con la toma de Kiao-Cheou, se pagaron inmediatamente con el sacrificio de una víctima propiciatoria: la descomposición del liberalismo, la deflación del Partido del Centro, que pasó de la oposición al gobierno. Las recientes elecciones al Reichstag de 1907, realizadas bajo el signo de la política colonial alemana, fueron a la vez el entierro histórico del liberalismo alemán.

Si la política exterior empuja a la burguesía a los brazos de la reacción, lo mismo ocurre con la política interna, gracias al ascenso de la clase obrera. Bernstein demuestra que lo reconoce cuando responsabiliza a la �leyenda� socialdemócrata que �quiere tragarse todo� �en otras palabras, los esfuerzos socialistas de la clase obrera� por la deserción de la burguesía liberal. Aconseja al proletariado renegar de su objetivo socialista, para que los liberales muertos de miedo puedan salir de la ratonera de la reacción. Al convertir la supresión del movimiento obrero socialista en condición esencial para la preservación de la democracia burguesa, demuestra palmariamente que esta democracia se encuentra en contradicción directa con la tendencia interna del desarrollo de la sociedad actual. Demuestra, al mismo tiempo, que el propio movimiento socialista es un producto directo de esta tendenáa.

Pero demuestra, a la vez, otra cosa más. Al hacer de la renuncia al objetivo socialista una condición esencial para la resurrección de la democracia burguesa, demuestra cuan inexacta es la afirmación de que la democracia burguesa es una condición indispensable para el movimiento socialista y la victoria del socialismo. El razonamiento de Bernstein cae en un círculo vicioso. La conclusión se traga las premisas.

La solución es bien simple. Visto que el liberalismo burgués ha vendido su alma por miedo a la creciente movilización obrera y a su objetivo final, llegamos a la conclusión de que el movimiento obrero socialista es hoy el único puntal de aquello que no es el objetivo del movimiento socialista: la democracia. Debemos sacar la conclusión de que la democracia no tiene otro apoyo. Debemos sacar la conclusión de que el movimiento socialista no está atado a la democracia burguesa, sino que, por el contrario, la suerte de la democracia está atada al movimiento socialista. De ello debemos concluir que la democracia no adquiere mayores posibilidades de sobrevivir en la medida en que la clase obrera renuncia a la lucha por su emancipación, sino que, por el contrario, la democracia adquiere mayores posibilidades de supervivencia a medida que el movimiento socialista se vuelve lo suficientemente fuerte como para luchar contra las consecuencias reaccionarias de la política mundial y la deserción burguesa de la democracia. Quien desee el fortalecimiento de la democracia, debe también desear el fortalecimiento, y no el debilitamiento, del movimiento socialista. Quien renuncia a la lucha por el socialismo, renuncia también a la movilización obrera y a la democracia.

La conquista del poder político

Hemos visto que la suerte de la democracia está ligada a la del movimiento obrero. ¿Pero es que el desarrollo de la democracia hace superflua o imposibilita la revolución proletaria, es decir, la conquista del poder político por los trabajadores?

Bernstein soluciona el problema sopesando minuciosamente los aspectos buenos y malos de la reforma y la revolución social. Lo hace casi de la misma manera en que se pesa la canela o la pimienta en el almacén de la cooperativa de consumo. Ve en el curso legislativo del proceso histórico el accionar de la �inteligencia�, mientras que para él el curso revolucionario del proceso histórico revela la acción del �sentimiento�. Ve en la actividad reformista un método lento para el avance histórico, y en la actividad revolucionaria un método rápido. En la legislación ve una fuerza metódica; en la revolución, una fuerza espontánea.

Sabemos desde hace tiempo que el reformador pequeñoburgués encuentra aspectos �buenos� y �malos� en todo. Mordisquea un poco de cada hierba. Pero esta combinación afecta muy poco el verdadero curso de los acontecimientos. La pilita tan cuidadosamente con

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struida de todos los �aspectos buenos� de todas las cosas posibles se viene abajo ante el primer puntapié de la historia. Históricamente, la reforma legislativa y el método revolucionario se rigen por influencias mucho más poderosas que las ventajas o inconvenientes de uno y otro.

En la historia de la sociedad burguesa la reforma legislativa sirvió para fortalecer progresivamente a la clase en ascenso hasta que ésta concentró el poder suficiente como para adueñarse del poder político, suprimir el sistema jurídico imperante y construir uno nuevo, a su medida. Bernstein, al denostar la conquista del poder político como teoría blanquista de la violencia, tiene la mala suerte de tachar de error blanquista aquello que ha sido siempre el pivote y la fuerza motriz de la historia de la humanidad. Desde la primera aparición de las sociedades de clases con la lucha de clases como contenido esencial de su historia, la conquista del poder político ha sido siempre el objetivo de las clases en ascenso. Este es el punto de partida y el final de todo periodo histórico. Esto puede observarse en la prolongada lucha del campesinado latino contra los financistas y nobles de la antigua Roma, en la lucha de la nobleza medieval contra los obispos y en la lucha de los artesanos contra los nobles en las ciudades de la Edad Media. En los tiempos modernos lo vemos en la lucha de la burguesía contra el feudalismo.

La reforma legislativa y la revolución no son métodos diferentes de desarrollo histórico que puedan elegirse a voluntad del escaparate de la historia, así como uno opta por salchichas frías o calientes. La reforma legislativa y la revolución son diferentes factores del desarrollo de la sociedad de clases. Se condicionan y complementan mutuamente y a la vez se excluyen recíprocamente, como los polos Norte y Sur, como la burguesía y el proletariado.

Cada constitución legal es producto de una revolución. En la historia de las clases, la revolución es un acto de creación política, mientras que la legislación es la expresión política de la vida de una sociedad que ya existe. La reforma no posee una fuerza propia, independiente de la revolución. En cada periodo histórico la obra reformista se realiza únicamente en la dirección que le imprime el ímpetu de la última revolución, y prosigue mientras el impulso de la última revolución se haga sentir. Más concretamente, la obra reformista de cada periodo histórico se realiza únicamente en el marco de la forma social creada por la revolución. He aquí el meollo del problema.

Va en contra del proceso histórico presentar la obra reformista como una revolución prolongada a largo plazo y la revolución como una serie condensada de reformas. La transformación social y la reforma legislativa no difieren por su duración sino por su contenido. El secreto del cambio histórico mediante la utilización del poder político reside precisamente en la transformación de la simple modificación cuantitativa en una nueva cualidad o, más concretamente, en el pasaje de un periodo histórico de una forma dada de sociedad a otra.

Es por ello que quienes se pronuncian a favor del método de la reforma legislativa en lugar de la conquista del poder político y la revolución social en oposición a éstas, en realidad no optan por una vía más tranquila, calma y lenta hacia el mismo objetivo, sino por un objetivo diferente. En lugar de tomar partido por la instauración de una nueva sociedad, lo hacen por la modificación superficial de la vieja sociedad. Siguiendo las concepciones políticas del revisionismo, llegamos a la misma conclusión que cuando seguimos las concepciones económicas del revisionismo. Nuestro programa no es ya la realización del soáalismo sino la reforma del ccpitalismo; no es la supresión del trabajo asalariado, sino la reducción de la explotación, es decir, la supresión de los abusos del capitalismo en lugar de la supresión del propio capitalismo.

¿Acaso la relación recíproca de la reforma legislativa y la revolución se aplican únicamente a las luchas de clases del pasado? ¿Es posible que ahora, como resultado del perfeccionamiento del sistema jurídico burgués, la función de trasladar a la sociedad de una fase histórica a otra corresponda a la reforma legislativa, y que la conquist

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a del poder estatal por el proletariado se haya convertido, al decir de Bernstein, en �una frase hueca�?

Todo lo contrario. ¿Qué es lo que distingue a la sociedad burguesa de las demás sociedades de clase, de la sociedad antigua y del orden social imperante en la Edad Media? Precisamente el hecho de que la dominación de clase no se basa en �derechos adquiridos� sino en relaciones económicas reales: el hecho de que el trabajo asalariado no es una relación jurídica, sino exclusivamente económica. En nuestro sistema jurídico no existe una sola fórmula legal para la actual dominación de clases. Los pocos restos de semejantes fórmulas de dominación de clase (por ejemplo, la de los sirvientes) son vestigios de la sociedad feudal.

¿Cómo se puede suprimir la esclavitud asalariada �legislativamente�, si la esclavitud asalariada no está expresada en las leyes? Bernstein, que quisiera liquidar el capitalismo mediante la reforma legislativa, se encuentra en la misma situación que el policía ruso de Uspenski que dice: �¡Rápidamente tomé al pícaro de las solapas! Pero, ¿qué es to? ¡El muy maldito no tiene solapas!� Tal es, precisamente, la dificultad que tiene Bernstein.

�Opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante� (Manifiesto comunista). Pero en las fases que precedieron a la sociedad moderna, este antagonismo se expresaba en relaciones jurídicas bien determinadas y, en virtud de ello, podían acordarle un lugar a las nuevas relaciones dentro del marco de las viejas. �De los siervos de la Edad Media surgieron los villanos libres de las primeras ciudades� (Manifiesto comunista). ¿Cómo fue posible? Por la supresión progresiva de todos los privilegios feudales en los alrededores de la ciudad: la corvea, el derecho a usar vestimentas especiales, el impuesto sobre la herencia, el derecho del señor a apropiarse de lo mejor del ganado, el impuesto personal, el casamiento por obligación, el derecho a la sucesión, en fin, todo lo que constituía la servidumbre.

De la misma manera, la burguesía incipiente de la Edad Media logró elevarse, mientras se hallaba bajo el yugo del absolutismo feudal, a la altura de burguesía (Manifiesto comunista). ¿Con qué medios? Mediante la supresión parcial formal o la destrucción total de los vínculos corporativos, mediante la trasformación progresiva de la administración fiscal y del ejército.

En consecuencia, cuando estudiamos el problema desde un punto de vista abstracto, no desde el punto de vista histórico, podemos imaginar (en vista de las viejas relaciones de clase) un pasaje legal, según el método reformista, de la sociedad feudal a la sociedad burguesa. ¿Pero qué vemos en la realidad? En la realidad vemos que las reformas legales no sólo no obviaron la toma del poder político por la burguesía, antes bien, por el contrario, lo prepararon y condujeron a él. La transformación socio-política previa fue indispensable, tanto para la abolición de la esclavitud como para la supresión del feudalismo.

Pero ahora la situación es totalmente distinta. Ninguna ley obliga al proletariado a someterse al yugo del capitalismo. La pobreza, la carencia de medios de producción, obligan al proletariado a someterse al yugo del capitalismo. Y no hay ley en el mundo que le otorgue al proletariado los medios de producción mientras permanezca en el marco de la sociedad burguesa, puesto que no son las leyes sino el proceso económico los que han arrancado los medios de producción de manos de los productores.

Tampoco la explotación dentro del sistema de trabajo asalariado se basa en leyes. El nivel salarial no queda fijado por la legislación, sino por factores económicos. El fenómeno de la explotación capitalista no se basa en una disposición legal sino en el hecho puramente económico de que en esta explotación la fuerza de trabajo desempeña el rol de una mercancía que posee, entre otras, la característica de producir valor, que excede al valor que se consume bajo la forma de medios de subsistencia par

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a el que trabaja. En síntesis, las relaciones fundamentales de la dominación de la clase capitalista no pueden transformarse mediante la reforma legislativa, sobre la base de la sociedad capitalista, porque estas relaciones no han sido introducidas por las leyes burguesas, ni han recibido forma legal. Aparentemente, Bernstein no lo sabe, puesto que habla de �reformas socialistas�. Por otra parte, parece reconocerlo implícitamente cuando dice en la página 10 de su libro: �la motivación económica en la actualidad actúa libremente, mientras que en el pasado estaba enmascarada por toda clase de relaciones de dominación, por toda clase de ideología�.

Una de las peculiaridades del orden capitalista es que en su seno todos los elementos de la futura sociedad asumen en la primera instancia de su desarrollo una forma que no se aproxima al socialismo sino que, por el contrario, se aleja más y más del socialismo. La producción se socializa progresivamente. Pero, ¿bajo qué forma se expresa el carácter social de la producción capitalista? Se expresa bajo la forma de la gran empresa, la firma accionista, el cártel, dentro del cual los antagonismos capitalistas, la explotación capitalista, la opresión de la fuerza de trabajo, se exacerban al extremo.

En el ejército, el desarrollo del capitalismo conduce a la extensión del servicio militar obligatorio, á la reducción del tiempo de servicio y, por consiguiente, a un acercamiento material a la milicia popular. Pero todo esto se da bajo la forma del militarismo moderno, en el que la dominación del pueblo por el Estado militarista y el carácter de clase del Estado se manifiestan con mayor claridad.

En el campo de las relaciones políticas, el desarrollo de la democracia acarrea �en la medida en que encuentra terreno fértil� la participación de todos los estratos populares en la vida política y, por tanto, cierto tipo de �estado popular�. Pero esta participación sobreviene bajo la forma del parlamentarismo burgués, en el cual los antagonismos de clase y la dominación de clase no quedan suprimidos sino que, por el contrario, son puestos al desnudo. Justamente porque el desarrollo del capitalismo avanza en medio de dichas contradicciones, es necesario extraer el fruto de la sociedad socialista de su cáscara capitalista. Justamente por eso el proletariado debe adueñarse del poder político y liquidar totalmente el sistema capitalista.

Bernstein saca, desde luego, conclusiones diferentes. Si el avance de la democracia agrava en lugar de disminuir los antagonismos capitalistas, �la socialdemocracia �nos dice� para no dificultar su tarea, debe emplear todos los medios para tratar de detener las reformas sociales y la extensión de las instituciones democráticas�. En efecto, ése sería el procedimiento correcto si la socialdemocracia deseara, a la manera de los pequeños burgueses, asumir la tarea vana de tomar para sí todos los aspectos buenos de la historia y desechar todos los malos. Sin embargo, en tal caso debería a la vez �tratar de detener� al capitalismo en general, porque no cabe duda de que éste es el malandrín que pone escollos en el camino al socialismo. Pero el capitalismo provee, además de loo obstáculos, las posibilidades de realizar el programa socialista. Lo mismo puede decirse de la democracia.

Si la democracia se ha vuelto, a los ojos de la burguesía, superflua y molesta, resulta, por el contrario, tanto más indispensable y necesaria para la clase obrera. Es necesaria para la clase obrera porque crea las formas políticas (administración autónoma, derechos electorales, etcétera) que le servirán al proletariado de puntos de apoyo para la tarea de transformar la sociedad burguesa. La democracia es indispensable para la clase obrera, porque sólo mediante el ejercicio de sus derechos democráticos, en la lucha por la democracia, puede el proletariado adquirir conciencia de sus intereses de clase y de su tarea histórica.

En síntesis, la democracia no es indispensable porque hace superflua la conquista del poder político por el proletariado, sino porque hace a esta conquista necesaria y posible. Cuando, en su prólogo a Las luchas de clases en Franáa, Engels revisó la táctica del movimiento obrero moderno y aconsejó la lucha legal en contraposición a las barricadas, no tenía en mente -como se desprende de cada línea del prólogo- el probl

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ema de la conquista específica del poder político, sino la lucha cotidiana contemporánea. No tenía en mente la actitud que debe asumir el proletariado hacia el Estado capitalista en el momento de la toma del poder, sino la actitud del proletariado en el marco del Estado capitalista. Engels formulaba directivas para el proletariado oprimido, no para el proletariado victorioso.

En cambio, la conocida frase de Marx acerca del problema agrario en Inglaterra (Bernstein la utiliza muchísimo) en la que dice: �Probablemente tendremos mejor éxito si compramos las propiedades a los terratenientes�, se refiere a la posición del proletariado, no antes, sino después de a victoria. Porque, evidentemente, ni hablarse puede de comprar la propiedad de la vieja clase dominante sino cuando los obreros están en el poder. La posibilidad que Marx consideraba es la del jerááopacífico de la dictadura del proletariado y no la de reemplazar a éste por las reformas sociales capitalistas. Marx y Engels no abrigaban dudas acerca de la necesidad de que el proletariado conquiste el poder político. Es Bernstein quien considera que el gallinero del parlamentarismo burgués es un órgano mediante el cual realizaremos la transformación social más formidable de la historia, el pasaje de a sociedad capitalista al socialismo.

Bernstein presenta su teoría advirtiendo al proletariado sobre los peligros de tomar el poder con demasiada premura. Es decir que, según Bernstein, el proletariado debe permitir que la sociedad burguesa subsista bajo su forma actual, y sufrir una terrible derrota. Si el proletariado llegara al poder, podría sacar de la teoría de Bernstein la siguiente conclusión �práctica�: irse a dormir. Su teoría condena al proletariado, en el momento más decisivo de la lucha, a la inactividad, a la traición pasiva de su propia causa.

Nuestro programa sería un mísero pedazo de papel si no nos sirviera en todas las eventualidades, en todos los momentos de la lucha y si no nos sirviera por su aplicación y no por su no aplicación. Si nuestro programa contiene la fórmula del desarrollo histórico de la sociedad del capitalismo al socialismo, debe también formular, con todos sus fundamentos característicos, todas las fases transitorias de ese proceso y, en consecuencia, debe ser capaz de indicarle al proletariado la acción que corresponde tomar en cada tramo del camino al socialismo. No puede llegar el momento en que el proletariado se encuentre obligado a abandonar su programa, o se vea abandonado por éste.

En la práctica, esto se revela en el hecho de que no puede llegar el momento en que el proletariado, colocado en el poder por la fuerza de los acontecimientos, no esté en condiciones o no tenga la obligación moral de tomar ciertas medidas para la realización de su programa, es decir, medidas transitorias que conduzcan al socialismo. Tras la creencia de que el programa socialista puede derrumbarse en cualquier momento de la dictadura del proletariado se oculta la otra creencia de que el programa soáalista es, en general y en todo momento, irrealizable.

¿Y qué pasa si las medidas transitorias son prematuras? Esta pregunta oculta una enorme cantidad de ideas erróneas respecto del verdadero curso de una transformación social.

En primer lugar, la toma del poder político por el proletariado, es decir, por una gran clase popular, no se produce artificialmente. Presupone (con excepción de casos tales como la Comuna de París, en la que el proletariado no obtuvo el poder tras una lucha consciente por ese objetivo, sino que éste cayó en sus manos como una cosa buena abandonada por todos los demás) un grado específico de madurez de las relaciones económicas y políticas. He aquí la diferencia esencial entre los golpes de Estado según la concepción blanquista, realizados por una �minoría activa� y que estallan como un pistoletazo, siempre en un momento inoportuno, y la conquista del poder político por una gran masa popular consciente, que sólo puede ser producto de la descomposición de la sociedad burguesa y, por tanto, lleva en su seno la legitimación política y económica de su aparición en el momento oportuno.

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Si, por lo tanto, vista desde el ángulo de su consecuencia política, la conquista del poder político por la clase obrera no puede materializarse �prematuramente�, desde el punto de vista del mantenimiento del poder, la revolución prematura, cuya sola idea le provoca insomnio a Bernstein, pende sobre nosotros cual espada de Damocles. Contra esto, de nada sirven preces ni súplicas, sustos ni angustias. Y esto es así por dos razones muy sencillas.

En primer lugar, es imposible pensar que una transformación tan grandiosa como es el pasaje de la sociedad capitalista a la sociedad socialista pueda realizarse de un plumazo feliz. Considerar esa posibilidad es, nuevamente, darles crédito a concepciones claramente blanquistas. La transformación socialista supone una lucha prolongada y tenaz, en el curso de la cual es bastante probable que el proletariado sufra más de una derrota, de modo que la primera vez, desde el punto de vista del resultado final de la lucha, necesariamente llegará al poder �inoportunamente�.

En segundo lugar, será imposible evitar la conquista �prematura� del poder estatal por el proletariado, precisamente porque estos ataques �prematuros� del proletariado constituyen un factor, y, en verdad, un factor de gran importancia, que crea las condiciones políticas para la victoria final. En el curso de la crisis política que acompañará la toma del poder, en el curso de las luchas prolongadas y tenaces, el proletariado adquirirá el grado de madurez política que le permitirá obtener en su momento la victoria total de la revolución. Así, estos ataques �prematuros� del proletariado contra el poder del Estado son en sí factores históricos importantes que ayudan a producir y determinar el momento de la victoria definitiva. Vista desde este punto de vista, la idea de una conquista �prematura� del poder político por la clase trabajadora parece un absurdo político derivado de una concepción mecánica del proceso social, que le otorga a la victoria de la lucha de clases un momento fijado en forma externa e independiente de la lucha de clases.

Puesto que el proletariado no está en situación de adueñarse del poder político sino �prematuramente�, puesto que el proletariado tiene la obligación absoluta de tomar el poder una o varias veces �prematuramente� antes de conquistarlo en forma definitiva, oponerse a la conquista �prematura� del poder no es, en el fondo, sino oponerse en general a la aspiraáón del proletariado de adueñarse del poder estatal. Así como todos los caminos conducen a Roma, así también llegamos lógicamente a la conclusión de que la propuesta revisionista de despreciar el objetivo final del movimiento socialista es, en realidad, recomendarnos que renunciemos al movimiento socialista en sí.

El colapso

Bernstein comenzó su revisión de la socialdemocracia abandonando la teoría del colapso del capitalismo. Esta es, empero, la piedra fundamental del socialismo científico. Al repudiarla, Bernstein repudia también la doctrina socialista en su conjunto. En el curso de su exposición, abandona una por una todas las posiciones del socialismo para poder respaldar su primera afirmación.

Es imposible la expropiación de la clase capitalista sin colapso del capitalismo. Por tanto, Bernstein renuncia a la expropiación y opta por la realización progresiva del �principio cooperativista� como objetivo del movimiento obrero.

Pero la cooperación no puede realizarse dentro de la producción capitalista. Por tanto, Bernstein renuncia a la socialización de la producción y propone simplemente reformar el comercio y crear cooperativas de consumo.

Pero la trasformación de la sociedad a través de las cooperativas de consumo, inclusive mediante los sindicatos, es incompatible con el verdadero desarrollo material de la sociedad capitalista. Por tanto, Bernstein abandona la concepción material

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ista de la historia.

Pero su concepción de la marcha del proceso histórico es incompatible con la teoría marxista de la plusvalía. Por tanto, Bernstein abandona la teoría del valor y de la plusvalía y, con ello, todo el sistema económico de Karl Marx.

Pero la lucha del proletariado no puede realizarse sin un objetivo final y sin una base económica que se encuentre en la sociedad actual. Por tanto, Bernstein abandona la lucha de clases y habla de la reconciliación con el liberalismo burgués.

Pero en una sociedad de clases, la lucha de clases es un fenómeno natural e inevitable. Por tanto, Bernstein cuestiona la existencia misma de las clases en la sociedad. Para él, la clase obrera es una masa de individuos, divididos política, intelectual y también económicamente. Y la burguesía, según él, no se agrupa políticamente según sus propios intereses económicos, sino únicamente en virtud de la presión ex tema que se ejerce sobre ella de arriba y de abajo.

Pero si no existen bases económicas para la lucha de clases y, por lo tanto, no hay clases en nuestra sociedad, las luchas proletarias, tanto pasadas como futuras, contra la burguesía parecen imposibles y la socialdemocracia y los éxitos que ha obtenido parecen incomprensibles, o se las puede entender únicamente como resultado de la presión política del gobierno; es decir, no como consecuencias naturales del proceso histórico sino como consecuencias fortuitas de la política de los Hohenzollern; no como hijos legítimos de la sociedad capitalista, sino como hijos bastardos de la reacción. Adhiriendo a una lógica rigurosa en este sentido, Bernstein pasa de la concepción materialista de la historia al punto de vista del Frankfurter Zeitung y del Vossische Zeitung.

Después de repudiar la crítica socialista de la sociedad, a Bernstein le resulta fácil descubrir que la situación actual es satisfactoria, al menos de manera general. Bernstein no vacila. Descubre que, en la actualidad, la reacción no es muy fuerte en Alemania, que �no podemos hablar de reacción en los países de Europa occidental�, y que en todos los países de Occidente �la actitud de las clases burguesas para con el movimiento socialista es, en el peor de los casos, defensiva, no opresora� (Vorwaerts, 26 de marzo de 1899). La situación de los obreros, lejos de empeorar, está mejorando. La burguesía es políticamente progresista y moralmente sana. No podemos hablar de reacción ni opresión. Todo está perfectamente en el mejor de los mundos posibles...

Bernstein sigue así la secuencia lógica de la A a la Z. Partió del abandono del objetivo final manteniendo, supuestamente, el movimiento. Pero como no puede haber movimiento socialista sin objetivo socialista, termina renunciando al movimiento.

Y así, la concepción del socialismo de Bernstein se derrumba totalmente. La construcción simétrica soberbia y admirable del pensamiento socialista se convierte para él en una pila de basura, en la que los escombros de todos los sistemas, los pensamientos de muchas mentes grandes y pequeñas, encuentran su fosa común. Marx y Proudhon, León von Buch y Franz Oppenheimer, Friedrich Albert Lange y Kant, Herr Prokopovich y el doctor Ritter von Neupauer, Herkner y Schulze-Gavernitz, Lassalle y el profesor Julius Wolff: todos aportan algo al sistema de Bernstein. De cada uno toma un poco. Nada hay de asombroso en ello. Porque cuando abandonó el socialismo científico perdió el eje de la cristalización intelectual en torno al cual se agrupan los hechos aislados en la totalidad orgánica de una concepción del mundo coherente.

Su doctrina, compuesta de pedacitos de todos los sistemas posibles parece, a primera vista, libre de prejuicios. Porque a Bernstein no le gusta que se hable de una �ciencia del partido� o, más precisamente, de la ciencia de una clase, así como no le gusta tampoco que se hable del liberalismo de una clase o la moral de una clase. Cree que logra expresar la ciencia humana, general, abstracta, el liberalismo abstracto, la moral abstracta. Pero, puesto que la sociedad real está compuesta d

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e clases que poseen intereses, aspiraciones y concepciones diametralmente opuestos, una ciencia social humana general, un liberalismo abstracto, una moral abstracta, son en la actualidad ilusiones, utopía pura. La ciencia, la democracia, la moral, que Bernstein considera generales, humanas, no son más que la ciencia, la democracia y la moral dominantes, es decir, la ciencia burguesa, la democracia burguesa y la moral burguesa.

Cuando Bernstein repudia la doctrina económica de Marx para jurar por las enseñanzas de Brentano, Brohm-Bawerk, Jevons, Say y Julius Wollf, cambia el fundamento científico para la emancipación de la clase obrera por las disculpas de la burguesía. Cuando habla del carácter humano general del liberalismo y transforma al socialismo en una variante del liberalismo, priva al movimiento socialista (en general) de su carácter de clase y, por consiguiente, de su contenido histórico; el corolario de esto es que reconoce en la clase que representa históricamente al liberalismo, la burguesía, el campeón de los intereses generales de la humanidad.

Y cuando se pronuncia en contra de �elevar los factores materiales a la altura de una fuerza todopoderosa para el progreso�, cuando protesta por el llamado desprecio por el ideal, que se supone rige la socialdemocracia, cuando se atreve a hablar en nombre de los ideales, en nombre de la moral, a la vez que se pronuncia en contra de la única fuente de renacimiento moral del proletariado, la lucha de clases revolucionaria, no hace más que lo siguiente: predica para la clase obrera la quintaesencia de la moral de la burguesía, es decir, la conciliación con el orden social existente y la transferencia de las esperanzas del proletariado al limbo de la simulación ética.

Cuando dirige sus dardos más afilados contra nuestro sistema dialéctico, ataca en realidad el método específico de pensamiento empleado por el proletariado consciente en lucha por su liberación. Es un intento de romper la espada que le ha permitido al proletariado rasgar el velo del futuro. Es un intento de romper el arma intelectual con ayuda de la cual el proletariado, aunque se encuentre materialmente bajo el yugo de la burguesía, puede llegar a triunfar sobre la burguesía. Porque es nuestro sistema dialéctico el que le muestra al proletariado el carácter transitorio de su yugo, les demuestra a los obreros la ineluctabilidad de su victoria y ya está realizando una revolución en el dominio del pensamiento. Al despedirse de nuestro sistema dialéctico y recurrir, en cambio, al columpio intelectual del conocido �por un lado - por el otro�, �si - pero�, �aunque - sin embargo�, �más - menos�, etcétera, cae lógte en una forma de pensamiento que pertenece históricamente a la burguesía decadente, siendo fiel reflejo de la existencia social y la actividad política de la burguesía en esa etapa. El �por un lado-por el otro�, �sí-pero� político de la burguesía contemporánosee una semejanza notable con la manera de pensar de Bernstein, y constituye la prueba más palmaria e irrefutable de la naturaleza burguesa de su concepción del mundo.

de sindicatos reformistas que permitieran a los capitalistas y obreros conciliar sus diferencias. Jean-Baptiste Say (1767-1832): economista burgués francés, popularizó a Adam Smith. Su ley era la tesis de que todo acto de producción creaba el poder de compra necesario para adquirir el producto.

Pero la palabra �burgués�, tal como la utiliza Bernstein, no es una expresión de clase sino una noción social general. Fiel a su lógica hasta el fin, ha cambiado, junto con su ciencia, política, moral y manera de pensar, el lenguaje histórico del proletariado por el de la burguesía. Cuando utiliza la palabra �ciudadano� sin distinciones para referirse tanto al burgués como al proletario, queriendo, con ello, referirse al hombre en general, identifica al hombre en general con el burgués, y a la sociedad humana con la sociedad burguesa.

Oportunismo en la teoría y en la práctica

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El libro de Bernstein posee gran importancia para el movimiento obrero alemán e internacional. Es el primer intento de proveer de una base teórica a las corrientes oportunistas que proliferan en el seno de la socialdemocracia.

Se puede decir que estas corrientes son de larga data en nuestro movimiento, si tenemos en cuenta las manifestaciones esporádicas de oportunismo tales como el problema de los subsidios a los barcos a vapor. Pero recién a partir de 1890, con la derogación de las leyes antisocialistas, aparece una corriente oportunista bien definida. El �socialismo de Estado� de Vollmar, el voto a favor del presupuesto bávaro, el �socialismo agrario� del sur de Alemania, la política de compensación de Heine, la posición de Schippel en torno a las tarifas y el militarismo son los picos más altos del desarrollo de la práctica oportunista.

¿Cuál es, aparentemente, la característica principal de esta práctica? Cierta hostilidad para con la �teoría�. Esto es natural, puesto que nuestra �teoría�, es decir, los principios del socialismo científico, imponen limitaciones claramente definidas a la actividad práctica: en lo que hace a los objetivos de dicha actividad, los medios para alcanzar dichos objetivos y el método empleado en dicha actividad. Es bastante natural que la gente que persigue resultados �prácticos� inmediatos quiera liberarse de tales limitaciones e independizar su práctica de nuestra �teoría�.

Sin embargo, cada vez que se trata de aplicar este método, la realidad se encarga de refutarlo. El socialismo de Estado, el socialismo agrario, la política de compensación, el problema del ejército, fueron todas derrotas para el oportunismo. Está claro que si esta corriente desea subsistir debe tratar de destruir los principios de nuestra teoría y elaborar una teoría propia. El libro de Bernstein apunta precisamente en esa dirección. Es por eso que en Stuttgart todos los elementos oportunistas de nuestro partido se agruparon inmediatamente en torno a la bandera de Bernstein. Si las corrientes oportunistas en la actividad práctica de nuestro partido son un fenómeno enteramente natural que puede explicarse a la luz de las circunstancias especiales en que se desenvuelve nuestra actividad, la teoría de Bernstein es un intento no menos natural de agrupar dichas corrientes en una expresión teórica general, un intento de elaborar sus propias premisas teóricas y romper con el socialismo científico. Es por eso que en la publicación de las ideas de Bernstein debe reconocerse una prueba histórica para el oportunismo y su primera legitimación científica.

¿Cuál fue el resultado de esta prueba? Lo hemos visto. El oportunismo no está en condiciones de elaborar una teoría positiva capaz de resistir la crítica. Lo único que puede hacer es atacar distintas tesis aisladas de la teoría marxista y, como el marxismo constituye precisamente un edificio sólidamente construido, tratar por este medio de conmover todo el sistema, desde el techo a los cimientos.

Esto demuestra que la práctica oportunista es esencialmente incompatible con el marxismo. Pero también demuestra que el oportunismo es incompatible con el socialismo (el movimiento socialista) en general, que posee una tendencia interna a llevar al movimiento obrero por las sendas burguesas, que el oportunismo tiende a paralizar completamente la lucha de clases proletaria. Desde el punto de vista histórico, no tiene nada que ver con el marxismo. Porque antes de Marx, e independientemente de él, surgieron diversos movimientos obreros y doctrinas socialistas, cada una de las cuales fue, a su manera, expresión teórica, según las circunstancias del momento, de la lucha de la clase obrera por su emancipación. La teoría que consiste en basar el socialismo en la concepción moral de la justicia, en la lucha contra el modo de distribución, en lugar de basarlo en la lucha contra el modo de producción, en la concepción del antagonismo de clases como antagonismo entre pobres y ricos, el intento de injertar el �principio cooperativista� en la economía capitalista �todas las lindas ideas que se encuentran en la doctrina de Bernstein- ya existían antes de él. Y estas teorías, a pesar de su insuficiencia fueron, en su momento, teorías efectivas para la lucha de clases proletaria. Fueron las botas de siete leguas infa

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ntiles con las que el proletariado aprendió a caminar en la escena histórica.

Pero después de que el desarrollo de la lucha de clases y su reflejo en las condiciones sociales condujeron al abandono de dichas teorías y a la elaboración de los principios del socialismo científico, no podía haber socialismo �al menos en Alemania-fuera del socialismo marxista, y no podía haber lucha de clases socialista fuera de la socialdemocracia. De ahí en más, socialismo y marxismo, lucha proletaria por la emancipación y socialdemocracia, se volvieron idénticos. Es por eso que el retorno a las teorías sociales premarxistas ya no significa retornar a las botas de siete leguas de la niñez del proletariado, sino a las débiles y gastadas pantuflas de la burguesía.

La teoría de Bernstein fue el primero y, a la vez, el último intento de darle una base teórica al oportunismo. Es el último porque en el sistema de Bernstein el oportunismo ha llegado -negativamente, a través de su repudio del socialismo científico; positivamente, reuniendo hasta el último escombro de confusión teórica que le fue posible hallar- al límite de su cuerda. En el libro de Bernstein, el oportunismo ha puesto el broche de oro a su desenvolvimiento teórico (así como completó su desenvolvimiento práctico en la posición que asumió Schippel respecto del problema del militarismo) y ha llegado a sus últimas conclusiones.

La doctrina marxista no sólo puede refutar al oportunismo en el campo de la teoría. Solamente ella puede explicar el oportunismo como fenómeno histórico en el desarrollo del partido. La marcha del proletariado, a escala histórica mundial, hasta su victoria final no es, por cierto, �tan simple�. El carácter peculiar de este movimiento reside precisamente en el hecho de que, por primera vez en la historia, las masas populares, en oposición a las clases dominantes, deben imponer su voluntad, pero fuera de la sociedad imperante, más allá de la sociedad existente. Las masas sólo pueden forjar esta voluntad en lucha constante contra el orden existente. La unión de las amplias masas populares con un objetivo que trasciende el orden social imperante, la unión de la lucha cotidiana con la gran tarea de la transformación del mundo: tal es la tarea del movimiento socialdemócrata, que lógicamente debe avanzar a tientas entre dos rocas: abandonar el carácter de masas del partido o abandonar su objetivo final, caer en el reformismo burgués o en el sectarismo, anarquismo u oportunismo.

El arsenal teórico de la doctrina marxista forjó hace más de medio siglo armas que sirven para combatir ambos extremos por igual. Pero, puesto que nuestro movimiento es un movimiento de masas y puesto que los peligros que lo acechan no derivan del cerebro humano sino de las condiciones sociales, la doctrina marxista no podía vacunamos, a priori y para siempre, contra las tendencias anarquistas y oportunistas. Sólo las podremos vencer cuando pasemos del campo de la teoría al campo de la práctica, pero sólo con las armas que nos legó Marx.

��Las revoluciones burguesas �escribió Marx hace medio siglo-como las del siglo XVIII avanzan arrolladoramente de éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen iluminados con fuegos de artificio, el éxtasis es el espíritu de cada día; pero estas revoluciones son de corta vida, llegan enseguida a su apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad antes de haber aprendido a asimilar serenamente los resultados de su periodo impetuoso y agresivo. En cambio las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen constantemente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellos, retroceden constantemente aterradas ante la vaga y monstruosa enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: �¡Hic Rhodus, hic salta!' [¡Aquí está Rodas, salta aquí!]

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Esto sigue siendo válido, aun después de la elaboración de la doctrina del socialismo científico. El movimiento proletario hasta ahora no se ha vuelto socialdemócrata de pronto, ni siquiera en Alemania. Pero se vuelve cada vez más socialdemócrata, superando continuamente las desviaciones extremas del anarquismo y el oportunismo, que son sólo fases determinantes del desarrollo de la socialdemocracia, tomado como proceso.

Por estas razones, debemos decir que lo sorprendente aquí no es el surgimiento de una corriente oportunista, sino su debilidad. Mientras apareció en casos aislados de la actividad práctica del partido, se podía suponer que poseía un fundamento práctico sólido. Pero ahora que ha mostrado la cara en el libro de Bernstein, no se puede dejar de exclamar, asombrado: �¿Cómo? ¿Es eso todo lo que tiene que decir?� ¡Ni la sombra de un pensamiento original! ¡Ni una sola idea que el marxismo no haya refutado, aplastado, reducido a polvo hace décadas!

Bastó que el oportunismo levantara la voz para demostrar que no tenía nada que decir. Esa es, en la historia de nuestro partido, la única importancia del libro de Bernstein.

Al despedirse así de la forma de pensar del proletariado revolucionario, de la dialéctica y de la concepción materialista de la historia, Bernstein puede agradecerles por las circunstancias atenuantes que éstas proveen para su conversión. Porque sólo la dialéctica y la concepción materialista de la historia, con la magnanimidad que las caracteriza, podían hacer aparecer a Bernstein como instrumento inconsciente y predestinado, mediante el cual la clase obrera ascendente expresa su debilidad momentánea pero que, al observarla más de cerca, la deja de lado con desprecio y orgullo.

Rosa Luxemburgo

ANARQUISTAS, SOCIALDEMÓCRATAS Y HUELGA GENERAL

Para el pensamiento anarquista la especulación directa sobre la Revolución es un hecho superficial y accesorio. Lo que es esencial es la forma abstracta y antihistórica de plantear la huelga general como medio que condiciona toda la lucha proletaria. Para los anarquistas existen solo dos cosas como premisas materiales de sus especulaciones revolucionarias: el sueño utópico y la buena voluntad y el coraje para sacar a la humanidad del valle de miseria en el que la mantiene el capitalismo. Del sueño destaca el razonamiento, con sesenta años de vida ya, que la huelga general es el medio más expeditivo, más seguro y más fácil, para saltar a un orden social mejor. Es en el sueño donde encuentra su justificación la especulación mediante la cual la lucha económica se plantea como la única y verdadera "acción directa de las masas" y, en consecuencia, la única lucha revolucionaria (aquí está el nuevo antojo de los "sindicalistas" franceses e italianos). Lo que ha resultado fatal para los anarquistas no ha sido solamente la vertiente utópica de sus métodos de lucha improvisados en el sueño sino la realidad imprevista que los transfirió del terreno de las especulaciones revolucionarias al de la práctica, donde se convirtieron de hecho en agentes de la reacción.

Quienes han querido fijar en Alemania, mediante la deliberación de una dirección, el día preciso para desencadenar la huelga general, y quienes igualmente, en los congresos sindicales de Colonia, han pretendido (prohibiendo la propagación de esta solución del problema) hacer desaparecer del mundo la huelga general, se colocan en el mismo terreno y consideran el problema del mismo modo abstracto y antihistórico. Estas dos tendencias, retomando la concepción anarquista, pretenden que la huelga general es un simple medio técnico de lucha que se puede desencadenar o prohibir a su gusto. La huelga general es para ellos una especie de navaja de bolsillo

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que se guarda y de la que uno se sirve cuando quiere.

Los adversarios de la huelga general pretenden tener en cuenta el terreno histórico y las condiciones materiales de la actual situación en Alemania, en oposición a los "románticos de la revolución" que vuelan entre las nubes y no quieren tener en cuenta la realidad y sus posibilidades e imposibilidades. "Hechos y cifras, hechos y cifras", gritan como el personaje de la novela de Dickens. Lo que los adversarios sindicales de la huelga general entienden por "terreno histórico" y "condiciones materiales" es, por una parte, la debilidad del proletariado, por la otra, la fuerza del militarismo prusiano alemán. La insuficiencia de las organizaciones obreras, la situación de la caja y la amenaza de las bayonetas prusianas, he ahí los "hechos y cifras" sobre los que esos dirigentes de los sindicatos basan en un momento determinado su política práctica. Ahora bien, las cajas de los sindicatos y las bayonetas prusianas son fenómenos muy materiales e históricos, pero la concepción basada en esos elementos no es un materialismo histórico en el sentido de Marx sino un materialismo policíaco en el sentido de Puttkamer. Los representantes del estado policiaco y capitalista tienen en cuenta ellos mismos la fuerza real del proletariado organizado y al mismo tiempo de la fuerza material de las bayonetas y, habiendo considerado dos series de cifras, no siempre extraen la conclusión tajante que vemos aquí: el movimiento obrero revolucionario siempre es provocado por los instigadores y cabecillas de disturbios, pues tenemos en nuestras prisiones y con nuestras bayonetas un medio suficiente para controlar este desagradable "fenómeno pasajero".

La clase obrera consciente de Alemania ha comprendido desde hace mucho tiempo el papel burlesco de la teoría de los policías, teoría que pretende que todo el movimiento obrero moderno es el producto artificial y arbitrario de hechos y gestas de un puñado de cabecillas y agitadores sin conciencia.

Pero es justamente la misma concepción la que ve la luz cuando bravos camaradas se asocian para poner al proletariado alemán en guardia contra la propaganda peligrosa de algunos "románticos de la revolución", y contra su concepción de la huelga general; o bien cuando, por otra parte, se abre camino a una campaña lagrimosa de esas gentes que se mecen en ilusiones sobre la posibilidad de un desencadenamiento de la huelga general a consecuencia de acuerdos confidenciales entre la dirección del partido y la comisión general de las organizaciones sindicales.

Si las huelgas generales dependiesen de la "propaganda incendiaria" de los románticos de la Revolución o de las decisiones confidenciales o públicas de los jefes de partidos no habríamos tenido en Rusia ni una sola huelga general. En ningún país se soñaba tan poco como en Rusia (como lo probé ya en marzo de 1905 en la Sachs Arbeiter Zeitung). En Rusia no se trataba ni de propagar, ni incluso de "discutir", la huelga general. Y han fracasado los ejemplos aislados de decisiones y acuerdos de la dirección del partido ruso, que deberían haber provocado la huelga general, como por ejemplo la última tentativa de agosto de este año tras la disolución de la Duma.

Si la revolución rusa nos enseña algo es sobretodo esto: que la huelga general no es un producto artificial, programado y decretado, sino un fenómeno histórico que se produce necesariamente en un momento determinado sobre la base de las relaciones sociales existentes. Este problema no podría ser considerado y discutido a través de especulaciones abstractas sobre la posibilidad e imposibilidad, la utilidad o la influencia dañina de la huelga general sino solamente mediante el examen de las condiciones sociales e históricas, de donde proviene ese fenómeno particular de la fase actual de la lucha de clases. Con otras palabras, se trata no de un juicio subjetivo determinado por lo que es deseable sino de un análisis de las fuentes de la huelga general desde el punto de vista de la necesidad histórica.

En la libertad del análisis lógico y abstracto se puede demostrar igualmente la imposibilidad absoluta y la cierta debacle o bien, por el contrario, la total posibilidad y la indudable victoria de la huelga general. El valor de la demostración es

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, en consecuencia, el mismo en ambos casos, es decir nulo. Así como el miedo a la propagación de la huelga general que provoca tantos anatemas contra los pretendidos culpables de ese crimen, es el simple resultado de un educado quid pro quo. Es tan imposible propagar la huelga general como medio abstracto de lucha como lo es propagar la revolución. "Revolución" y "huelga general" son ideas que representan simplemente una forma exterior de la lucha de clases y que sólo tienen una significación y contenido en relación con el conjunto de las situaciones políticas.

Quien se propusiese hacer de la huelga general, en tanto que forma de la acción proletaria, el objeto de una agitación preordenada, y difundiese esa "idea" para ganarse para ella, según él, poco a poco a la clase obrera, perdería su tiempo en una actividad absurda e insensata. Sería lo mismo si alguien quisiera hacer de la idea de la revolución y de la lucha de barricadas un objeto de agitación. La huelga general ha devenido hoy en día el punto central del interés vital de la clase obrera alemana e internacional, pues es una nueva forma de combate y como tal el síntoma de una profunda revolución en las relaciones y condiciones de la lucha de clases. Es una buena prueba del sano instinto revolucionario y de la viva consciencia de la masa obrera alemana que, a pesar de la resistencia encarnizada de sus dirigentes sindicales, se gira hacia ese nuevo problema con un interés tan caluroso. No se puede responder a este interés, a esta noble sed intelectual y a este entusiasmo revolucionario por la acción, que se produce entre los obreros, mediante una abstracta gimnasia cerebral sobre la posibilidad e imposibilidad de la huelga general. Por el contrario, se debe responder clarificando el desarrollo de la revolución rusa, sobre el significado internacional de esta revolución, sobre la agudeza de los contrastes de clases en la Europa Occidental, sobre las perspectivas ulteriores de la lucha de clases en Alemania y el papel y tareas de las masas en la próxima lucha. Solo bajo esta forma puede la discusión sobre la huelga general contribuir a ampliar el horizonte del proletariado, agudizar su consciencia de clase, profundizar su pensamiento y hacer resplandecer su fuerza de acción.

Si nos colocamos en este punto de vista, se verá todo el ridículo de los procedimientos de que se sirven los adversarios de la huelga general para condenar a aquellos que no han tratado el problema siguiendo al pie de la letra la resolución de Jena. Los "hombres políticos con sentido práctico" están completamente de acuerdo en declarar que esta resolución junta la cuestión de la huelga general y la cuestión del sufragio universal, lo que les permite creer que primero se debe asegurar por este medio un carácter defensivo a la huelga general y, segundo, que ésta queda subordinada al parlamentarismo y que la transforma en un simple accesorio del parlamentarismo.

La verdadera sustancia de la resolución de Jena en relación con esta cuestión consiste en afirmar que un atentado de la reacción contra el sufragio universal, en la actual situación, marcaría el principio de un período de luchas políticas tempestuosas en el que se aplicarían seguramente, por primera vez, la huelga general como medio de lucha. No podría delimitarse o acotarse el campo de acción social e histórico de la huelga general por un congreso del partido. Es una empresa que está tan limitada como la prohibición de discusión sobre esta cuestión que fue planteada en el congreso sindical de Colonia. En la resolución del partido de Jena, la socialdemocracia alemana ha levantado oficialmente acta del gran cambio que la revolución rusa ha aportado a las condiciones internacionales de la lucha de clases, y ha constatado su posibilidad de desarrollo y de adaptación a las nuevas exigencias de la próxima fase de la lucha de clases. Aquí radica la significación del congreso de Jena. En lo que concierne a la aplicación de la huelga general en Alemania, será la historia quien decidirá, como ya ha decidido en Rusia; la historia, en la cual la socialdemocracia sin duda alguna, con sus decisiones, es un factor importante pero solamente un factor entre otros.

En la actual discusión en Alemania se considera a la huelga general como alguna cosa muy simple, clara y netamente precisada. Se habla de una huelga general política. Se plantea un único y grandioso despliegue de las fuerzas del proletariado indu

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strial, preparado de antemano y desatado en un momento determinado. Debería ser el resultado de un plan bien establecido, sobre la base de un entendimiento entre la dirección del partido y la de las organizaciones sindicales, plan en el que estaría ya preordenado el balance material de la huelga general.

Si se compara este esquema teórico con la huelga general en la realidad, como se produce en Rusia desde hace cinco años, se tendrá que estar de acuerdo en que el plan que forma el substrato de la actual discusión en Alemania no se corresponde casi en nada con las numerosas huelgas que se han producido en Rusia; en que, por otra parte, esas huelgas tienen un aspecto tan variado que es imposible hablar de "la" huelga de masas y de una huelga de masas abstractamente esquematizada. Todos los momentos de la huelga general, así como su carácter, no son diferentes en las diferentes ciudades y regiones del territorio nacional sino que su carácter general ha cambiado en repetidas ocasiones durante la revolución. Las huelgas de masas han tenido y tienen aún en Rusia su historia particular. Quien habla de la huelga general en Rusia debe tener, ante todo, su historia delante. ?

Rosa Luxemburg

El voto femenino y la lucha de clases

«¿Por qué no hay organizaciones de mujeres trabajadoras en Alemania? ¿Por qué se sabe tan poco del movimiento de mujeres obreras?». Con estas palabras Emma Ihrer, una de las fundadoras del movimiento de mujeres proletarias en Alemania, introducía en 1898 su obra Mujeres obreras en la lucha de clases. Apenas han transcurrido catorce años desde entonces, y el movimiento de mujeres proletarias ha conocido una gran expansión. Más de ciento cincuenta mil trabajadoras sindicadas constituyen el núcleo más activo en la lucha económica del proletariado. Muchos miles de mujeres políticamente organizadas se han alineado tras la bandera de la socialdemocracia: el órgano de las mujeres socialdemócratas [Die Gleichheit, editado por Clara Zetkin] tiene más de cien mil suscriptoras; el voto femenino es uno de los puntos vitales del programa de la social democracia.

Pero es posible que precisamente estos datos lleven a algunos a subestimar la importancia de la lucha por el sufragio femenino. Pueden pensar: aun sin la igualdad de derechos políticos del sexo débil hemos hecho enormes progresos tanto en la educación como en la organización de las mujeres. Por lo tanto, el voto femenino no es ninguna necesidad urgente. Quien piense así, se equivoca. El extraordinario despertar político y sindical de las masas proletarias femeninas en los últimos quince años ha sido posible sólo gracias a que las mujeres trabajadoras, a pesar de estar privadas de sus derechos, se interesaron vivamente por las luchas políticas y parlamentarias de su clase. Hasta este momento, las mujeres proletarias viven del voto masculino, en el que indudablemente toman parte, aunque de forma indirecta. Las campañas electorales son una causa común de los hombres y de las mujeres de la clase obrera. En todos los mítines electorales de la social-democracia las mujeres constituyen ya una gran parte, a veces incluso la mayoría. Siempre están interesadas y se sienten apasionadamente implicadas. En todos aquellos distritos en que existe una fuerte organización socialdemócrata, las mujeres ayudan en la campaña. Y son las mujeres las que llevan a cabo el inestimable trabajo de distribuir panfletos y recoger suscripciones para la prensa socialdemócrata, esa arma tan importante en las campañas.

El estado capitalista no ha podido evitar que las mujeres del pueblo asuman todas estas obligaciones y esfuerzos en la vida política. Faso a paso, el Estado se ha visto obligado a garantizarles los derechos de asociación y de reunión. Sólo les niega el último derecho político: el derecho al voto, que les permita elegir directament

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e a los representantes populares en el parlamento y en la administración, y que les permita ser, asimismo, un miembro electo de estos cuerpos. Pero aquí, como en todos los ámbitos de la sociedad, el lema es: «¡Ojo con empezar cosas nuevas!» Pero las cosas ya han empezado. El actual Estado claudicó ante las mujeres proletarias al admitirlas en las asambleas públicas y en las asociaciones políticas. Pero el Estado no cedió aquí por voluntad propia, sino por necesidad, bajo la presión irresistible del auge de la clase obrera. Y fue también el apasionado empuje de las mujeres proletarias mismas lo que forzó al Estado policíaco pruso-germano a renunciar al famoso «sector de mujeres» [el «sector de mujeres» instituido en 1902 por el ministro prusiano Von Hammerstein obligaba a reservar en las reuniones políticas una sección especial para las mujeres] en las reuniones y abrir las puertas de las organizaciones políticas a las mujeres. La bola de nieve empezaba a rodar más deprisa. Gracias al derecho de asociación y de reunión las mujeres proletarias han tomado una parte activísima en la vida parlamentaria y en las campañas electorales. La consecuencia inevitable, el resultado lógico del movimiento es que hoy millones de mujeres proletarias reclaman desafiantes y llenas de confianza: ¡Queremos el voto!

Hace tiempo, en la maravillosa era del absolutismo pre-1848, se decía que la clase obrera no estaba lo «suficientemente madura» para tener derechos políticos. Esto no puede decirse de las mujeres proletarias actualmente, porque han demostrado sobradamente su madurez política. Todo el mundo sabe que sin ellas, sin la ayuda entusiasta de las mujeres proletarias, el partido socialdemócrata no habría alcanzado la brillante victoria del 12 de enero [1912], no habría obtenido los 4 1/4 millones de votos. En cualquier caso la clase obrera siempre ha tenido que demostrar su madurez para las libertades políticas por medio de un movimiento de masas revolucionario. Sólo cuando el Emperador por la Gracia de Dios y cuando los mejores y más nobles hombres de la nación sintieron realmente el calloso puño del proletariado en su carne y su rodilla en sus pechos, sólo entonces entendieron inmediatamente la «madurez» política del pueblo. Hoy les toca a las mujeres proletarias evidenciar su madurez al estado ca-pitalista; y ello mediante un constante y poderoso movimiento de masas que debe utilizar todos los medios de la lucha proletaria.

El objetivo es el voto femenino, pero el movimiento de masas para conseguirlo no es tarea para las mujeres solamente, sino una responsabilidad común de clase, de las mujeres y de los hombres del proletariado. Porque la actual ausencia de derechos de las mujeres en Alemania es sólo un eslabón de la cadena de la reacción: la monarquía. En la moderna Alemania, de capitalismo avanzado y altamente industrializada, del siglo veinte, en la era de la electricidad y de los aviones, la falta de derechos políticos para la mujer es un residuo del pasado muerto pero también el resultado del dominio del Emperador por la Gracia de Dios. Ambos fenómenos -el instrumento divino como el poder más importante de la vida política, y la mujer, casta en un rincón de su casa, indiferente a las tormentas de la vida pública, a la política y a la lucha de clases- hunden sus raíces en las podridas condiciones del campo y de los gremios en la dudad. En aquellos tiempos eran justificables y necesarios. Pero tanto la monarquía como la falta de derechos de la mujer, han sido desbordados por el desarrollo del capitalismo moderno, son hoy ridículas caricaturas. Pero siguen en pie en nuestra sociedad moderna no porque la gente olvidara abolirlos, ni tampoco a causa de la persistencia e inercia de las circunstancias. No, todavía existen porque ambos -la monarquía, y la mujer privada de sus derechos- se han convertido en instrumentos poderosos en manos de los enemigos del pueblo. Los peores y más brutales defensores de la explotación y esclavización del proletariado se atrincheran tras el trono y el altar, pero también tras la esclavitud política de las mujeres. La monarquía y la falta de derechos de la mujer se han convertido en los instrumentos más importantes de la dominación capitalista de clase.

En realidad se trata para el Estado actual de negar el voto a las mujeres obreras, y sólo a ellas. Teme, acertadamente, que puedan ser una amenaza para las instituciones tradicionales de la dominación de clase, por ejemplo, para el militarismo (del que ninguna mujer obrera con cabeza puede dejar de ser su enemiga mortal), la monarquía, el sistema fraudulento de impuestos sobre la alimentación y los medios

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de vida, etc. El voto femenino aterra al actual Estado capitalista porque tras él están los millones de mujeres que reforzarían al enemigo interior, es decir, a la socialdemocracia. Si se tratara del voto de las damas burguesas, el Estado capitalista lo considerará como un apoyo para la reacción. La mayoría de estas mujeres burguesas, que actúan como leonas en la lucha contra los «privilegios masculinos», se alinearían como dóciles corderitos en las filas de la reacción conservadora y clerical si tuvieran derecho al voto. Serían incluso mucho más reaccionarias que la parte masculina de su clase. A excepción de las pocas que tienen alguna profesión o trabajo, las mujeres de la burguesía no participan en la producción social. No son más que co-consumidoras de la plusvalía que sus hombres extraen del proletariado. Son los parásitos de los parásitos del cuerpo social. Y los consumidores son a menudo mucho más crueles que los agentes directos de la dominación y la explotación de clase a la hora de defender su «derecho» a una vida parasitaria. La historia de todas las grandes luchas revolucionarias lo confirma de una forma horrible. La gran Revolución francesa, por ejemplo. Tras la caída de los jacobinos, cuando Robespierre fue llevado al lugar de la ejecución, las mujeres de la burguesía triunfante bailaban desnudas en las calles, bailaban de gozo alrededor del héroe caído de la revolución. Y en 1871, en París, cuando la heroica Comuna obrera fue aplastada por los cañones, las radiantes mujeres de la burguesía fueron incluso más lejos que sus hombres en su sangrienta venganza contra el proletariado derrotado. Las mujeres de las clases propietarias defenderán siempre fanáticamente la explotación y la esclavitud del pueblo trabajador gracias al cual reciben indirectamente los medios para su existencia socialmente inútil.

Económica y socialmente, las mujeres de las clases explotadoras no son un sector independiente de la población. Su única función social es la de ser instrumentos para la reproducción natural de las clases dominantes. Por el contrario, las mujeres del proletariado son económicamente independientes y socialmente tan productivas como el hombre. Pero no en el sentido de que con su trabajo doméstico ayuden a que los hombres puedan, con su miserable salario, mantener la existencia cotidiana de la familia y criar a los hijos. Este tipo de trabajo no es productivo en el sentido del actual orden económico capitalista, a pesar de que, en mil pequeños esfuerzos, arroje como resultado una prestación gigantesca en autosacrificio y gasto de energía. Pero éste es asunto privado del proletariado, su felicidad y su bendición, y por ello inexistente para nuestra sociedad actual. Mientras domine el capital y el trabajo asalariado, sólo el trabajo que produce plusvalía, que crea beneficio capitalista, puede considerarse trabajo productivo. Desde este punto de vista, la bailarina del music-hall cuyas piernas suponen un beneficio para el bolsillo del empresario, es una trabajadora productiva, mientras que el del grueso de mujeres y madres proletarias dentro de las cuatro paredes de sus casas se considera improductivo. Esto puede parecer brutal y demente, pero corresponde exactamente a la brutalidad y la demencia del actual sistema económico capitalista, y aprehender clara y agudamente esta realidad brutal es la primera tarea de las mujeres proletarias.

Porque precisamente desde este punto de vista la reivindicación de la mujer proletaria por la igualdad de derechos políticos está firmemente anclada sobre bases económicas. Hoy millones de mujeres proletarias crean beneficio capitalista como los hombres -en las fábricas, en las tiendas, en el campo, en la industria doméstica, en las oficinas, en almacenes. Son, por lo tanto, productivas en el sentido estricto de la sociedad actual. Cada día aumenta el número de mujeres explotadas por el capitalismo, cada nuevo progreso industrial o técnico crea nuevos puestos de trabajo para mujeres en el ámbito de la maquinaria del beneficio capitalista. Y con ello cada día y cada avance industrial supone una nueva piedra en la firme fundamentación de la igualdad de derechos políticos de las mujeres. La educación y la inteligencia de la mujer se han hecho necesarios para el mecanismo económico. La típica mujer del «círculo familiar» patriarcal ya no responde a las necesidades de la industria y del comercio ni a las necesi-dades de la vida política. Claro que también en este aspecto el Estado capitalista ha olvidado sus deberes. Hasta ahora han sido los sindicatos y las organizaciones socialdemócratas las que más han hecho por el despertar esp

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iritual y moral de las mujeres. Hace décadas que los obreros socialdemócratas eran ya conocidos como los más capaces e inteligentes. También hoy han sido los sindicatos y la socialdemocracia los que han sacado a las mujeres proletarias de su estrecha y triste existencia, de su miserable e insípida vida doméstica. La lucha de clases proletaria ha ampliado sus horizontes, las ha hecho más flexibles, ha desarrollado su mente, y les ha ofrecido grandes objetivos que justifiquen sus esfuerzos. El socialismo ha supuesto el renacimiento espiritual para las masas proletarias femeninas y con ello también las ha convertido, sin duda alguna, en una fuerza de trabajo más capaz y productiva para el capital.

Considerando todo lo dicho, la falta de derechos políticos de la mujer proletaria es una vil injusticia, porque además ha llegado a ser, hoy en día, una verdad a medias, dado que las mujeres masivamente toman parte activa en la vida política. Sin embargo, la socialdemocracia no utiliza en su lucha el argumento de la «injusticia». Ésta es la diferencia sustancial entre nosotros y el socialismo utópico, sentimental, de antes. Nosotros no dependemos de la justicia de la clase dominante, sino sólo del poder revolucionario de las masas obreras y del curso del desarrollo social que abona el camino para este poder. Así pues, la injusticia, en sí misma, no es ciertamente un argumento para acabar con las instituciones reaccionarias. Pero cuando el sentimiento de injusticia se apodera cada vez más de amplios sectores de la sociedad -dice Friedrich Engels, el cofundador del socialismo científico- es siempre una señal segura de que las bases económicas de la sociedad se tambalean considerablemente, y de que las actuales condiciones están en contradicción con el curso del desarrollo. El actual y poderoso movimiento de millones de mujeres proletarias que consideran su falta de derechos políticos como una vergonzosa injusticia, es una señal infalible de que las bases sociales del orden existente están podridas y de que sus días están contados.

Hace cien años, el francés Charles Fourier, uno de los primeros grandes pro-pagadores de los ideales socialistas, escribió estas memorables palabras: «En toda sociedad, el grado de emancipación de la mujer es la medida natural de la emancipación general». Esto es totalmente cierto para nuestra sociedad. La actual lucha de masas en favor de los derechos políticos de la mujer es sólo una expresión y una parte de la lucha general del proletariado por su liberación. En esto radica su fuerza y su futuro. Porque gracias al proletariado femenino, el sufragio universal, igual y directo para las mujeres supondría un inmenso avance e intensificación de la lucha de clases proletaria. Por esta razón la sociedad burguesa teme el voto femenino, y por esto también nosotros lo queremos conseguir y lo conseguiremos. Luchando por el voto de la mujer, aceleramos al mismo tiempo la hora en que la actual sociedad se desmorona en pedazos bajo el martillo del proletariado revolucionario.

Rosa Luxemburgo

Las Idea del Día del Trabajo

En medio de las orgías más salvajes del imperialismo, la fiesta mundial del proletariado se vuelve a repetir por vigésimo cuarta vez. Lo que ha tenido lugar en el cuarto de siglo transcurrido desde la decisión que hizo época para celebrar el Primero de Mayo es una parte inmensa de la trayectoria histórica. Cuando se celebró la manifestación del Primero de Mayo por primera vez, la vanguardia de la Internacional, la clase obrera alemana, estaba rompiendo las cadenas de una ley de excepción vergonzosa y de entrar en la senda de un desarrollo libre, y legal. El período de larga depresión en el mercado mundial, desde la caída de los años setenta, había sido superado y la economía capitalista había entrado en una era de desarrollo resplandeciente de que iba a durar casi una década. Del mismo modo después de veinte años de paz ininterrumpida, desde los recuerdos de ese período de la guerra en la que el sistema de Estado moderno europeo había recibido su bautismo de sangre, el mundo se había recuperado dando un suspiro de alivio, El camino parecía libre hacia un desarrollo cult

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ural tranquilo; las ilusiones, las esperanzas de un arreglo pacífico entre el capital y trabajo brotaron abundantemente entre las filas de los socialistas. Propuestas como "resistir con las manos abiertas con buena voluntad " marcaron el inicio de los años noventa; promesas de una imperceptible, "evolución gradual" hacia el socialismo marcaron este fin. Las crisis, guerras y revoluciones se consideraron como teorías caducas, simples zapatos de bebe de la sociedad moderna; el parlamentarismo y el sindicalismo y la democracia en el Estado, la democracia en la industria abrirían las puertas a un nuevo y mejor orden.

El curso de los acontecimientos ha presentado a todas estas ilusiones a una prueba terrible. A finales de la década de 1890, en lugar del prometido desarrollo reforma social y cultural, inicio un período de los más violentos, en extremo agudizado por conflictos capitalistas, un período de tormenta y tensión, de choques y disturbios, que hacen vacilar y temblar los cimientos mismos de la sociedad. En la década siguiente, el período de prosperidad económica ascendente de los 10 años anteriores, se vio apagada por dos crisis que convulsionaron mundo. Después de dos décadas de paz mundial le siguieron en la última década del siglo pasado seis guerras sangrientas y en la primera década del nuevo siglo cuatro revoluciones sangrientas. En lugar de reformas sociales se vieron leyes sobre la sedición, leyes penales para el encarcelamientos; en lugar de la democracia se vio la poderosa concentración industrial del capital en los carteles y las asociaciones de empleadores y la práctica internacional de los cierres gigantes patronales. Y en lugar del nuevo desarrollo ascendente de la democracia en el Estado, se vio un colapso miserable de los últimos vestigios del liberalismo burgués y la democracia burguesa. Sólo en Alemania la suerte de los partidos burgueses desde los años noventa ha traído: el ascenso y la inmediata disolución sin esperanza del Partido Nacional Socialista, la desintegración de la oposición liberal y de la reunión de sus escisiones en el pantano de la reacción, y por último, la transformación del Partido del Centro de un partido de gente radical en un partido de gobierno conservador. Y el cambio en el desarrollo de los partidos en otros países capitalistas ha sido similar. En todas partes la clase obrera revolucionaria hoy se ve sola confrontada por la reacción compacta, hostil de las clases dominantes y por sus ataques energéticos.

El "signo " en virtud del cual todo este desarrollo tanto económico como político se ha llevado a cabo, la fórmula tras la cual sus resultados pueden ser rastreados es: IMPERIALISMO. Esto no es un elemento nuevo, no es un viraje inesperado en el curso histórico general de la sociedad capitalista. El armamentismo y las guerras, los conflictos internacionales y las políticas coloniales han acompañado la historia de capital desde su cuna. Es el aumento en extremo de estos elementos, su concentración y explosión gigantesca de estas contradicciones, los que han dado lugar a una nueva época en el curso de la moderna sociedad de hoy en día. En dialéctica interacción, siendo al mismo tiempo causa y efecto de la potente acumulación de capital y de la consiguiente agudización e intensificación de las contradicciones entre el capital y el trabajo dentro y entre los Estados capitalistas - el donde imperialismo ha entrado en su fase final, la violenta división del mundo por el asalto del capital. Una cadena de preparativos continuos y sin precedentes en la competencia militar sobre la tierra y el mar en todos los países capitalistas, una cadena de guerras sangrientas, que se han extendido desde África hacia Europa y que en cualquier momento puede avivar la brillante chispa de una conflagración mundial y, además, avivar por años el fantasma de la carestía de la vida, del hambre masiva en todo el mundo capitalista, que ya no puede ser desterrado- éstas son los "signos " bajo los cuales el día mundial del trabajo, pronto celebrara el vigésimo quinto aniversario de su existencia. Y cada uno de estos "signos" es un testimonio de fuego de la verdad viviente y el poder de las ideas del día del trabajo.

La brillante idea principal de la celebración del día del trabajo en Mayo es la acción autónoma de las masas proletarias, es la acción política de masas de los millones de trabajadores, quienes de otro modo que de otra manera por las barreras del estado se atomizan en los asuntos parlamentarios del día a día, que en su mayoría pueden dar expresión a su propia voluntad sólo a través de la votación, a través de la elección de su

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s representantes. La excelente propuesta del francés Lavigne en el congreso internacional en París agrego a esta manifestación parlamentaria indirecta de la voluntad del proletariado, una manifestación masiva directa internacional, la huelga y como una demostración del significado de lucha táctica por la jornada de ocho horas, la paz mundial y el socialismo.

Y en efecto como una expansión de esta idea, ¡esta nueva forma de lucha ha tenido lugar en la última década! La huelga de masas ha sido reconocida internacionalmente, como arma indispensable de la lucha política. Como una demostración de un arma en la lucha, que vuelve otra vez en innumerables formas y gradaciones en todos los países durante casi quince años. Tal como lo muestra la reanimación revolucionaria del proletariado en Rusia, como un medio de lucha tenaz en las manos del proletariado belga, que sólo ahora ha demostrado su poder viviente. Y la siguiente, la cuestión más candente en Alemania -los derechos de voto de Prusia - obviamente, debido a su tratamiento descuidado anterior, apunta a una acción de masas creciente del proletariado prusiano hasta la huelga de masas como la única solución posible.

¡No es extraño! Todo el desarrollo, toda la tendencia mundial del imperialismo en la última década ha sido la de llevar cada vez más claro y de manera más tangible ante los ojos de la clase obrera internacional, que sólo la acción independiente y autónoma de las masas más amplias, que solo sus propias acciones políticas, sus manifestaciones de masas, que solo sus huelgas de masas, que deben estallar tarde o temprano adelante en un período de lucha revolucionaria por el poder del Estado; pueden dar la respuesta correcta del proletariado a la presión sin precedentes de la política imperialista. En este momento de locura armamentista y orgía guerrerista, sólo la voluntad decidida de lucha de las masas trabajadoras, su capacidad y disposición para poderosas acciones de masas, pueden mantener la paz mundial y alejar la conflagración mundial que nos amenaza.Y con mayor razón que la idea del Día del Trabajo, es la idea de la acción de masas resuelta como muestras de solidaridad internacional y como una táctica de la lucha por la paz y por el socialismo, que se está enraizando en la parte más fuerte de la Internacional, en la clase obrera alemana, esta es la mayor garantía de que tendremos para salir de la guerra mundial, que tendrá lugar inevitablemente, tarde o temprano, y que tendrá finalmente una victoriosa lucha entre el mundo del trabajo y el del capital. ?

Leipzig, 30 de abril de 1913.

Rosa Luxemburgo

La proletaria

El día de la Mujer trabajadora inaugura la semana de la Socialdemocracia. Con el duro trabajo de estas jornadas el partido de los desposeídos sitúa su columna femenina a la vanguardia para sembrar la semilla del socialismo en nuevos campos. Y la igualdad de derechos políticos para la mujer es el primer clamor que lanzan las mujeres con el fin de reclutar nuevos defensores de las reivindicaciones de toda la clase obrera.

Así, la moderna proletaria se presenta hoy en la tribuna pública como la fuerza más avanzada de la clase obrera y al mismo tiempo de todo el sexo femenino, y emerge como la primera luchadora de vanguardia desde hace siglos.

La mujer del pueblo ha trabajado muy duramente desde siempre.

En la horda primitiva llevaba pesadas cargas, recogía alimentos; en la aldea primitiva sembraba cereales, molía, hacía cerámica; en la antigüedad era la esclava de los patricios y alimentaba a sus retoños con su propio pecho; en la Edad Media estaba at

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ada a la servidumbre de las hilanderías del señor feudal. Pero desde que la propiedad privada existe la mujer del pueblo trabaja casi siempre lejos del gran taller de la producción social y, por lo tanto, lejos también de la cultura, quedando confinada a los estrechos límites domésticos de una existencia familiar miserable. El capitalismo la ha arrojado al yugo de la producción social, a los campos ajenos, a los talleres, a la construcción, a las oficinas, a las fábricas y a los almacenes separándola por primera vez de la familia. La mujer burguesa, en cambio es un parásito de la sociedad y su única función es la de participar en el consumo de los frutos de la explotación: la mujer pequeño-burguesa es el animal de carga de la familia. Sólo en la persona de la actual proletaria accede la mujer a la categoría de ser humano (Mensch) [1], pues solo la lucha, solo la participación en el trabajo cultural, en la historia de la humanidad, nos convierte en seres humanos (Menschen).

Para la mujer burguesa su casa es su mundo. Para la proletaria su casa es el mundo entero, el mundo con todo su dolor y su alegría, con su fría crueldad y su ruda grandeza. La proletaria es esa mujer que migra con los trabajadores de los túneles desde Italia hasta Suiza, que acampa en barrancas y seca pañales entonando canciones junto a rocas que, con la dinamita, vuelan violentamente por los aires. Como obrera del campo, como trabajadora estacional, descansa durante la primavera sobre su modesto montón de ropa en medio del ruido, en medio de trenes y estaciones con un pañuelo en la cabeza y a la espera paciente de que algún tren le lleve de un lado a otro. Con cada ola de miseria que la crisis europea arroja hacia América, esa mujer emigra, instalada en el entrepuente de los barcos, junto con miles de proletarios, junto con miles de proletarios hambrientos de todo el mundo para que, cuando el reflujo de la ola produzca a su vez una crisis en América, se vea obligada a regresar a la miseria de la patria europea, a nuevas esperanzas y desilusiones, a una nueva búsqueda de pan y trabajo.

La mujer burguesa no está interesada realmente en los derechos políticos, porque no ejerce ninguna función económica en la sociedad, porque goza de los frutos acabados de la dominación de clase. La reivindicación de la igualdad de derechos para la mujer es, en lo que concierne a las mujeres burguesas, pura ideología, propia de débiles grupos aislados sin raíces materiales, es un fantasma del antagonismo entre el hombre y la mujer, un capricho. De ahí el carácter cómico del movimiento sufragista.

La proletaria, en cambio, necesita de los derechos políticos porque en la sociedad ejerce la misma función económica que el proletario, trabajo de la misma manera para el capital, mantiene igualmente al Estado, y es también explotada y dominada por éste. Tiene los mismos intereses y necesita las mismas armas para defenderse. Sus exigencias políticas están profundamente arraigadas no en el antagonismo entre el hombre y la mujer, sino en el abismo social que separa a la clase de los explotados de la clase de los explotadores, es decir, en el antagonismo entre el capital y el trabajo.

Con la Socialdemocracia podrá introducirse en el taller de la Historia para así poder conquistar, con esas poderosas fuerzas, la igualdad real, aunque sobre el papel de una Constitución burguesa se le niegue este derecho. Aquí, la mujer trabajadora, junto con el hombre, sacudirá las columnas del orden social existente y, antes de que ésta le conceda algo parecido a sus derechos, ayudará a enterrarlo bajo sus propias ruinas.

El taller del futuro necesita de muchas manos y de un aliento cálido. Todo un mundo de dolor femenino espera la salvación.?