Ross Bach Clim A

El presente libro aporta diversos enfoques culturales sobre el clima

y su impacto en comunidades humanas ancestrales de diversos

pases, as como las estrategias desplegadas por pueblos indgenas,

afrodescendientes y campesinos de frica y Amrica para afrontar

el cambio climtico.

Sus 18 captulos se agrupan alrededor de cuatro grandes ejes: en

clima y teora, se discuten aproximaciones tericas desde

las ciencias sociales que abordan las construcciones culturales

del clima y analizan las implicaciones de los conocimientos cientficos

en la produccin de discursos climticos contemporneos. En clima

e historia, se ex ploran las ideas asociadas al clima en el siglo xix y

sus efectos en la configuracin de la historia colombiana, as como

nociones de clima relativas a habitantes de territorios par ticulares.

En clima y cultura se registran conocimientos locales y estrategias

culturales para el manejo y la prediccin del clima, as como para

evaluar el riesgo y la vulnerabilidad. Finalmente, en clima y poltica,

se discuten los discursos y polticas globales en torno al cambio

climtico y se analiza la geopoltica de produccin de conocimientos

y su insercin en escenarios nacionales y locales.

Este libro es un insumo para promover discusiones sobre polticas y

programas en torno al cambio cli mtico, teniendo en cuenta que sus

causas y efectos, mecanismos de mitigacin y maneras de prepararse

para dichos cambios, estn estrechamente relacionados con la cultura.

Por lo tanto, representa un llamado a la inclusin

de derechos, conocimientos y perspectivas culturales en la generacin

de polticas y programas acerca del clima, en el contexto nacional

e internacional.

Otros ttulos

La identificacin humana en Colombia. Avances y perspectivas Jos Vicente Rodrguez CuencaSerie Antropologa

Georg Simmel y la modernidadClemencia Tejeiro Sarmiento (editora)Serie Sociologa

Ramn Prez Mantilla. Textos reunidosLismaco Parra y Luis Hernando Vargas (editores)Serie Filosofa

Juan de la Cruz Varela. Sociedad y poltica en la regin de Sumapaz (1902-1984)Roco LondooSerie Historia

El gnero, una categora til para las ciencias socialesLuz Gabriela Arango Gaviria y Mara Viveros Vigoya (editoras)Serie Estudios de Gnero

Biblioteca Abierta

Ttulos en preparacin

Neuropsicologa clnica y cognoscitivaPatricia Montas y Felipe de BrigardSerie Psicologa

Por las buenas o por las malas: las mujeres en la globalizacinJules FalquetSerie Estudios de Gnero

La fiesta del nacimiento de nuevos sentidosDigenes Fajardo Valenzuela

Serie Literatura

Perspectivas culturales del

clima

Astrid Ulloaeditora

C o l e C C i n g e n e r a l

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Autores/as

Jalcione AlmeidaUniversidade Federal do Rio Grande do Sul, Porto Alegre, Brasil

Sandra Liliana Correa AristizbalUniversidad de Antioquia, Medelln, Colombia

Juan Camilo de los Ros CardonaCarbono y Bosques, Colombia

Juan David Delgado RozoRazn Cartogrfica, Universidad Nacional de Colombia

Edmond Douniasird, Francia

Margarita Flrezilsa, Colombia

Niven Yobany Guzmn Indgena pasto, Cabildo Resguardo de Yaramal, Nario, Colombia

Thomas HeydUniversity of Victoria, Victoria, British Columbia, Canada

Merit KabugoMakerere University, Kampala, Uganda

Abushen MajuguDepartment of Meteorology, Kampala, Uganda

Natalia Mario Lpez Universidad Nacional de Colombia

Jaime Andrs Peralta AgudeloUniversidad de Antioquia, Medelln, Colombia

Freddy Ordoezilsa, Colombia

Ben OrloveInternational and Public Affairs, Columbia University, usa

Yelitza Osorio MerchnInvestigadora independiente

Andrea Ivette Prieto RozoUniversidad Nacional de Colombia

Zonia Patricia Puenayn IruaIndgena pasto, resguardo de Pann, Nario, Colombia

Catherine Ramos GarcaPrescott College a.c. Baha Kino, Sonora, Mxico

Carlos Felipe RestrepoUniversidad del Cauca, Colombia

Carla RoncoliUniversidad de Georgia, usa

Javier Ernn RoseroUniversidad del Cauca, Colombia

Lioba Rossbach de OlmosPhilipps-Universitt Marburg, Alemania

Chie SakakibaraAppalachian State University, usa

Erika Lorena Sierra OrtizUniversidad Nacional de Colombia

Jairo Tocancip-FallaUniversidad del Cauca, Colombia

Ana Delia TenorioIndgena nasa, Escuela de la vereda Sesteadero, Toribo, Cauca, Colombia

Diego Fernando Tupaz PastsIndgena pasto, Universidad Nacional de Colombia

Fabio Muoz YuleIndgena nasa, Colegio Eduardo Santos. Cecidic, Toribo, Cauca, Colombia

Astrid UlloaUniversidad Nacional de Colombia

I S B N : 9 7 8 - 9 5 8 - 7 1 9 - 7 3 5 - 8

9 789587 197358

Perspectivas culturales del clima

Astrid Ulloa editora

DEPARTAMENTO DE GEOGRAFA

Cambio climatico FINAL 13 Abril.indd 5 26/04/2011 04:26:04 p.m.

catalogacin en la publicacinuniversidad nacional de colombiaPerspectivas culturales del clima/ editora Astrid Ulloa. Bogot: Universidad Nacional de Colombia.

Facultad de Ciencias Humanas. Departamento de Geografa, 2011 578 pp. (Biblioteca Abierta. Perspectivas Ambientales)

Incluye referencias bibliogr9cas

isbn: 978-958-719-735-8

1. Cambios climticos - Aspectos sociales 2. Antropologa cultural 3. Medioambiente - Aspectos sociales 4. Conciencia cultural I. Ulloa, Astrid, 1964-, ed. II. Serie

CDD-21 304.25 / 2011

Perspectivas culturales del clima

Biblioteca Abierta

Coleccin General, serie Perspectivas Ambientales

Universidad Nacional de Colombia

Facultad de Ciencias Humanas

Departamento de Geografa

Grupo de investigacin Cultura y Ambiente

Instituto Latinoamericano para una Sociedad y un Derecho Alternativos (ILSA)

2011, editora

Astrid Ulloa

2011, varios autores

Astrid Ulloa (ed.)

2011, Universidad Nacional de Colombia

Bogot D. C.

2011, Instituto Latinoamericano para una

Sociedad y un Derecho Alternativos (ILSA)

Financiado por la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional

de Colombia, Convocatoria Fals Borda Proyecto No. 201010014484

Preparacin editorial

Centro Editorial, Facultad de Ciencias Humanas

Universidad Nacional de Colombia, sede Bogot

Ed. 205, of. 222, tel.: 316 5000 ext. 16208, 16259

e-mail: [email protected]

www.humanas.unal.edu.co

Impreso por Javegraf

Impreso en Colombia

Prohibida la reproduccin total o parcial por cualquier medio, sin la autorizacin escrita del titular de los derechos patrimoniales


Contenido

Presentacin 11

INTRODUCCIN

Thomas HeydPensar la relacin entre cultura y cambio climtico 17

CLIMA Y TEORA

Astrid UlloaConstrucciones culturales sobre el clima 33

Lioba Rossbach de OlmosDel monlogo cientfico a las pluralidades culturales:

dimensiones y contextos del cambio climtico

desde una perspectiva antropolgica 55

CLIMA E HISTORIA

Jaime Andrs Peralta AgudeloEl clima de Amrica: la Ilustracin y la invencin

de los pases ardientes de la Nueva Granada 85

Yelitza Osorio MerchnJuan David Delgado Rozo

Tierras altas y bajas en la Colombia del siglo XIX: reflexiones sobre el influjo del clima como generador

de paisajes civilizados 119


CLIMA Y CULTURA

Chie SakakibaraSin ballenas, no hay msica: los tambores iupiat

y el calentamiento global 139

Ben Orlove Carla Roncoli Merit Kabugo Abushen Majugu

Conocimiento climtico indgena en el sur

de Uganda: mltiples componentes

de un sistema dinmico regional 183

Edmond DouniasEscuchando a los insectos: acercamiento

etnoentomolgico al cambio climtico

entre pueblos indgenas africanos de bosques

hmedos tropicales 223

Catherine Ramos Garca Ana Delia Tenorio Fabio Muoz Yule

Ciclos naturales, ciclos culturales: percepcin

y conocimientos tradicionales de los nasas frente

al cambio climtico en Toribo, Cauca, Colombia 247

Zonia Patricia Puenayn IruaPercepcin del cambio climtico para los pastos

del resguardo Pann, Nario, Colombia 275

Diego Fernando Tupaz PastsNiven Yobany Guzmn

Tiempo y clima en la visin andina del pueblo

de los pastos, Colombia y Ecuador 315


Erika Lorena Sierra OrtizLas lluvias, el arco iris y el trueno: representaciones

simblicas del paisaje y el sentido de lugar

de los pueblos kggaba, uwa y misak, Colombia 329

Sandra Liliana Correa AristizbalEl clima: conocimientos, creencias, prcticas

y percepciones de cambio en el Darin,

Caribe colombiano 367

Jairo Tocancip-Falla Javier Ernn RoseroCarlos Felipe Restrepo

Percepciones, representaciones religiosas

y conocimiento local sobre el clima y sus cambios

en el Pacfico caucano, Colombia 395

Andrea Ivette Prieto RozoRelacin nevado-agua-sociedad y el cambio

climtico, cuenca alta del ro Claro, Nevado

de Santa Isabel, Colombia 427

Juan Camilo de los Ros CardonaJalcione Almeida

Percepciones y formas de adaptacin a riesgos

socioambientales: anlisis en contextos locales

en la regin del pramo de Sonsn,

Antioquia, Colombia 451

CLIMA Y POLTICA

Astrid UlloaPolticas globales del cambio climtico:

nuevas geopolticas del conocimiento

y sus efectos en territorios indgenas 477


Natalia Mario LpezReflexiones sobre la perspectiva cultural

en las polticas de cambio climtico en Colombia:

un acercamiento al anlisis cultural y espacial

de las polticas pblicas 495

Margarita Flrez Freddy Ordez

Pueblos, territorios colectivos y estrategias

nacionales e internacionales de mitigacin

del cambio climtico 529

Acerca de las autoras y los autores 563

ndice de materias 571

ndice de lugares 575


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Del monlogo cientfico a las pluralidades culturales:

dimensiones y contextos del cambio climtico desde una perspectiva

antropolgica

Lioba Rossbach de Olmos

Profesora, Philipps-Universitt Marburg

Institut fr Vergleichende Kulturforschung - Kultur- u. Sozialanthropologie

Introduccin

De acuerdo con un autobalance crtico que data de los ltimos aos del siglo XX, la antropologa cultural se caracteriza por dos tendencias (Marcus y Fischer, 1986: 1): primero, por un empeo en comprender las culturas extraas, las que, a pesar de su creciente occidentalizacin, estn representadas como un salvajismo extico en los estudios etnogr9cos; y segundo, por una crtica antropo-lgica de la propia cultura del antroplogo que se sirve de este sal-vajismo como una super9cie de proyeccin para, a modo de espejo, identi9car los puntos cacos de la propia cultura. Existen nociones eurocntricas, hegemnicas y colonialistas en este empeo que ya no son aceptables en la actualidad. No obstante, la comprensin de las culturas extraas y la recexin crtica sobre la cultura propia de quien ejerce la antropologa siguen vivas en la antropologa cul-tural (Kohl, 1993: 16) y parten de la existencia de diferencias cultu-rales ms o menos marcadas.

Pero parece que la globalizacin surgi nivelando estas dife-rencias culturales. La creciente migracin transnacional, la mo-vilidad transente, la circulacin globalizada de mercancas, las transacciones 9nancieras, as como las estructuras de comuni-


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cacin entrelazadas, tienden a borrar los lmites entre cada cultura propia y cada cultura diferente. Sin embargo, puede observarse el surgimiento de nuevas diferencias, las cuales, independiente-mente de las tendencias de reticulacin global, se presentan como resultado de adaptaciones y apropiaciones culturales, as como de relocalizaciones obstinadas de tradiciones culturales en lugares nuevos y forneos. Aquellos procesos que producen, paralelamente al introducir lo global en lo local, creaciones locales nuevas bajo condiciones globales se llaman glocalizacin (Robertson, 1998).

La alteridad cultural, por lo tanto, no ha dejado de existir, sino que se recrea en procesos continuos e imparables. Surgen nuevas formas hbridas recurriendo a viejas tradiciones o generando nuevas (Kohl, 2001). No obstante, estas recreaciones ya no se basan en las anteriores culturas cerradas y homogneas sino en una diver-sidad de expresiones culturales singulares, las cuales constituyen una nueva fuente de alteridad, que, de igual manera, genera res-puestas diferentes a los problemas del ser humano y se presta como expresin alternativa y opcin de crtica de lo propio, sea cual sea el trasfondo cultural de quien haga la crtica. Las respuestas espec-9cas y los problemas especiales en contextos concretos son los que conforman un nuevo centro de inters.

El sincronismo de la globalidad con las dinmicas propias lo-cales, as como el juego de espejismo entre la comprensin de la alteridad y la crtica de lo propio tambin se prestan para una re-cexin sobre el cambio climtico cuando se intenta ubicarlo dentro del marco de las ciencias sociales, ganando cierto grado de auto-noma frente al discurso climtico dominado por el paradigma de las ciencias naturales.

Es un hecho conocido que la climatologa atribuye el cambio climtico a los efectos de los gases invernadero que el ser humano ha esparcido en la atmsfera terrestre a partir de la industriali-zacin (Kappas, 2009: 153; Stehr y Von Storch, 2003: 78). El dixido de carbono es el gas de referencia y producto de la quema de fuentes de energas fsiles, aumentando as su concentracin en la atmsfera. Junto con otros gases nocivos para el clima, se expande sobre todo el globo. Para este efecto es indistinto que la mayor parte


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Del monlogo cientfico a las pluralidades culturales...

sea emitida en los pases industrializados del hemisferio norte, ms en algunos pases recientemente industrializados. El calentamiento de la tierra se efecta, sin embargo, a nivel global. No obstante, se supone que los efectos pronosticados, como la sequa, las tor-mentas, las lluvias desastrosas, el incremento del nivel del mar, las inundaciones, el deshielo de los glaciares, el derretimiento del per-mafrost y la deserti9cacin, ocurrirn de una manera desordenada e incalculable a nivel local. Adems, se conjetura que los pases del hemisferio sur, que no han contribuido signi9cativamente al cambio climtico, sufrirn la carga principal de los impactos, es-pecialmente por carecer de las medidas econmicas necesarias de adaptacin. En este sentido, tambin el cambio climtico y sus im-pactos muestran un sincronismo de tendencias globales con efectos locales, los cuales se pueden concebir de una manera anloga a la glocalizacin, en la que se encuentran corrientes globales con di-nmicas propias difcilmente calculables y controlables.

Cuando se dejan de lado las dimensiones fsicas del cambio climtico para enfocar las respuestas culturales y locales en la po-blacin afectada, el empeo en la comprensin de la alteridad y de la crtica del propio anlisis cient9co del calentamiento te-rrestre pone en evidencia su calidad de recexin. Si bien es cierto que los impactos del cambio climtico ya se hacen sentir en el mundo entero y la difusin de las informaciones correspondientes ha alcanzado niveles globales (Finan, 2009: 175), las respuestas y reacciones humanas siguen siendo diversas y estn generalmente arraigadas en entornos culturales y contextos poltico-sociales es-pec9cos. Esta diversidad y su carcter cultural y contextual ge-neran una ptica crtica ante el discurso climtico que, frente a esta diversidad, representa un razonamiento descontextualizado, monolgico y acentuado por su globalidad.

Por lo tanto, este texto se centra en el anlisis del discurso del clima como una construccin social. Los desarrollos globales que repercuten en unas dinmicas propias locales y culturales, y motivan una crtica al discurso climtico, constituyen tambin el centro de las siguientes deliberaciones. Como recurso meto-dolgico se parti de la etnografa multisituada. Se trata de un


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paradigma que responde al nuevo estado del mundo globalizado (Marcus, 1988: 2005). A diferencia de los tiempos clsicos de la an-tropologa cultural, su marco investigativo ya no consiste en una cultura o una etnia lejana, extraa y supuestamente coherente, sino en la comunidad mundial con sus mltiples interrelaciones. De all, se emprende una bsqueda de trazas entre lugares distintos pero relacionados, entre instancias sociales y niveles de jerarqua, siguiendo los pasos de personas, de ideas, objetos, metforas y ele-mentos discursivos. Esta bsqueda de indicios se mani9esta en las siguientes deliberaciones que rastrean acontecimientos, observa-ciones y ejemplos, pero que tambin sugieren reservas frente al dis-curso del cambio climtico.

Observaciones climticas:

progreso cientfico o construccin social?

De acuerdo con Stehr y Von Storch (2003: 16), adems de una construccin cient9ca fsico-natural del clima, caracterizada como sistema de interaccin de componentes fsicos pormenori-zables, existe una construccin social. Yo dara un paso ms en a9rmar que la construccin cient9ca del clima es en s una cons-truccin social que se adapta y se adecua a las dinmicas de la so-ciedad. Es cierto que la climatologa crea la impresin de seguir una lgica de crecimiento continuo de conocimientos objetivos, capaz de determinar estadsticamente los complejos procesos de la atmsfera terrestre de manera cada vez ms exacta, y logra re-sultados cada vez ms precisos con sus modelos y simulaciones del clima1. Sin embargo, desde un punto de vista de las ciencias so-ciales, es importante tener presente el contexto y las condiciones histricas de surgimiento de estos conocimientos, incluyendo casos de contingencia y coincidencia casual que ocasionalmente ocurren en todas las disciplinas cient9cas.

1 De esta manera se han profundizado los conocimientos sobre las distintas eras geolgicas o histricas, as como sobre el uso desmedido de las fuentes de energas fsiles a partir de la industrializacin.


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Recordemos la historia verstil de la palabra clima2. Desde su signi9cado original de inclinacin, regin del cielo, posicin geogr9ca (del griego klma, cuyo sentido se parece a lo que hoy conocemos como zona climtica) hasta su concepcin actual como sistema complejo fsico-qumico, la palabra y su contenido han tenido una trayectoria tan multiforme que su carcter de cons-truccin se hace evidente inmediatamente. En la historia de las ciencias naturales se encuentra la misma diversidad y complejidad acerca del fenmeno que hoy llamamos clima. Los avances de los conocimientos dependan muchas veces de desarrollos tec-nolgicos simultneos, como por ejemplo de los globos aerost-ticos, cometas meteorolgicas y aviones para el descubrimiento de las capas de la atmsfera (Stehr y Von Storch, 2003: 30), o de la computadora para el modelo climtico y la simulacin de las inte-racciones climticas. Si se interpreta la coincidencia de la investi-gacin climtica con el desarrollo tecnolgico, no como un hecho ineludible sino como un simultanesmo casual o una contingencia, es evidente que la climatologa podra haber tomado otro camino. En este caso, tambin los conocimientos relacionados con el clima habran sido diferentes.

Finalmente, hay que hacer nfasis en la pluralidad. Si bien es cierto que a partir del siglo XVII la historia de la observacin del clima podra reconstruirse como una creciente cienti9zacin bajo el dominio de las ciencias naturales (Stehr y Von Storch, 2003:13), hay que reconocer tambin que en la misma poca hubo impor-tantes aportes 9los9cos al tema. Habra que mencionar al Barn de Montesquieu, a Johann Gottfried Herder e Immanuel Kant o Georg Wilhelm Friedrich Hegel (Gnzel, 2004, 2005). Esta coexis-tencia de teoras cient9cas y 9los9cas sobre el clima (Stehr y Von Storch, 2003: 11) no se menciona para conceder a unas ms razn o veracidad que a otras, especialmente en vista de que las 9los-9cas se caracterizaban por un fuerte determinismo. La intencin

2 El Diccionario de la lengua espaola explica de la siguiente manera el sentido de la palabra dentro del contexto geogr9co: Espacio del globo terrqueo, comprendido entre dos paralelos (http://buscon.rae.es/draeI/).


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es ms bien dejar constancia de la coexistencia de varios accesos a la problemtica del clima, o sea, de la existencia de la pluralidad y polifona que la rodean de tiempo atrs y que no se puede ignorar en una recexin de ciencias sociales. En esto todava no se ha ni pensado en 9lsofos como Hipcrates o Aristteles (Stehr y Von Storch, 2003: 455) o en los conocimientos populares recientes como las cabauelas, relacionadas con la prediccin del tiempo y la agri-cultura (Mahlberg, 2003).

Parece indicada una contextualizacin en relacin con el proceso internacional del clima. Desde la identi9cacin del cambio climtico como potencial de peligro para la humanidad hasta las contramedidas acordadas en el contexto del Convenio Marco de las Nacionales Unidas sobre el Cambio Climtico (CMUNCC), el proceso en todo su ancho, parece ser, a primera vista, la respuesta lgica, coherente y contundente frente a la amenaza del calenta-miento del planeta Tierra. No obstante, sera una equivocacin ignorar el carcter doble del proceso, o sea, las evidencias de las ciencias naturales, por un lado, y su articulacin como expresin de la historia contempornea, por el otro. Despus de las negocia-ciones preliminares, el convenio fue 9rmado en la cumbre de Ro de Janeiro en 1992, el que, con la Guerra Fra recin terminada, se realiz con un entusiasmo de renovacin, como si el mundo, ahora liberado de los grandes bloques opuestos, tuviera el chance real de enfrentar los verdaderos problemas de medio ambiente y desa-rrollo de la humanidad3. Esta esperanza no dur sino hasta cuando los objetivos ambiciosos, pero imprecisos, de9nidos en el Con-venio sobre el Cambio Climtico fueron concretizados a travs de un contrato adicional, el Protocolo de Kyoto de 1997. Junto con las metas concretas tanto de reduccin de gases invernadero para los pases industrializados como de transformacin, se establecieron los mecanismos cexibles recurdese el comercio de derecho de

3 La expresin ms clara de este ambiente fue el programa de accin para el siglo XXI, la llamada Agenda 21, que tiene un carcter voluntario y no obligatorio de implementacin, pero que toma en consideracin a todos los grupos sociales relevantes incluyendo los pueblos indgenas (http://www.un.org/esa/dsd/agenda21).


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emisiones que siguen una lgica de mercado y parecen como la victoria 9nal de la economa capitalista sobre la socialista plani-9cada. Qu dinmica habran tomado los procesos bajo otras con-diciones geopolticas?

A pesar de muchas adversidades, el Convenio sobre el Cambio Climtico estableci un rgimen internacional ambiental de di-mensiones sin precedentes. Esto indica que la problemtica del cambio climtico y los discursos y procesos correspondientes son tanto hijos de la globalizacin como madres de la misma. La sal-vacin del clima entrar a la historia como la gran narrativa de comienzos del siglo XXI (Maxeiner, 2010). Como accin interna-cional concertada, hay pocos procesos que representen la globali-zacin de la misma manera. El cambio climtico engloba al planeta entero y las investigaciones sobre los impactos se convertirn en una megaciencia (Kappas, 2009: VII). Esta capta inmensos re-cursos 9nancieros y personales, pero es cada vez ms difcil al-canzar una visin conjunta de los resultados que, bajo la incuencia de los procesos internacionales, alcanzan nuevas dimensiones.

Dentro de este cuadro cabe tambin el Panel Interguberna-mental de Expertos sobre el Cambio Climtico, fundado en 1988 y conocido como IPCC por sus siglas en ingls. Su posicin eco-nmica y legal no es muy fuerte. Sin embargo, representa una red de cient9cos jams antes vista, y a la cual contribuyen miles de in-vestigadores de alto rango4. Su estilo de trabajo y la elaboracin de sus informes de evaluacin es una incgnita para el profano, pero los resultados son recibidos como palabras sagradas.

Hay otra razn para tomar en consideracin el contexto y la polifona del problema en cuestin. La climatologa y los estudios sobre los impactos constituyen un conjunto de conocimientos fsico-naturales altamente complejos y, al mismo tiempo, distantes de la experiencia humana. Sin embargo, los medios de comunicacin los han popularizado y difundido por todo el mundo (Finan, 2009: 175) como respuesta a la amenaza del cambio climtico y la correspon-

4 Vase, por ejemplo, el reclutamiento de contribuyentes al V Informe de Evaluacin (http://www.ipcc.ch/activities/activities.htm).


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diente presin para actuar. No obstante, su recepcin, aceptacin y absorcin entre los afectados locales, y ms cuando provienen de un entorno cultural distinto, puede ocurrir solamente de una manera parcial y selectiva. La respuesta ms probable es que se relacione el cambio climtico con otros problemas de la vida, incluyendo otros discursos existentes. Solo por esta razn ya es de suponer que la realidad del cambio climtico tendr un rostro variopinto.

El cambio climtico como

experiencia lejana de lo vivido

Para las ciencias naturales, el clima global es un sistema com-plejo de interaccin de los componentes fsicamente descriptibles de la atmsfera, biosfera, hidrosfera y geosfera. El IPCC lo de9ne en breves palabras de la siguiente manera:

En un sentido bsico, el clima usualmente se de9ne como el tiempo atmosfrico promedio, y en un sentido ms estricto, como la descripcin estadstica en trminos del promedio y la variabi-lidad de unas medidas relevantes en un periodo de tiempo que perdura desde algunos meses hasta miles o millones de aos. El pe-riodo clsico es de 30 aos, como est de9nido por la Organizacin Meteorolgica Mundial (OMM). Estas medidas son principalmente variables de la super9cie como temperatura, precipitacin y vientos. El clima, en un sentido ms amplio, es el estado del sistema cli-mtico, incluyendo una descripcin estadstica. (IPCC, 2001: 788)5

El clima corresponde entonces al suceso promedio de tiempo atmosfrico en el planeta Tierra o, expresado de una manera ms

5 Esta cita y las dems en otros idiomas fueron traducidas por la autora de este captulo. Dice el original: Climate in a narrow sense is usually de9ned as the average weather, or more rigorously, as the statistical description in terms of the mean and variability of relevant quantities over a period of time ranging from months to thousands or millions of years. ge classical period is 30 years, as de9ned by the World Meteorological Organization (WMO). gese quantities are most oeen surface variables such as temperature, precipitation, and wind. Climate in a wider sense is the state, including a statistical description, of the climate system.


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elaborada, a una descripcin estadstica de los estados meteoro-lgicos durante un margen relevante de tiempo. Desde una pers-pectiva emprica y de la experiencia, se evidencia de inmediato el carcter constructivo cient9co-natural. El clima es siempre un pro-medio que existe sobre todo como un valor matemtico. En ningn momento existe una traduccin directa a la experiencia humana. Su contenido emprico corresponde al dato de que, por ejemplo, la mujer colombiana en el ao 2010 dar a luz a un promedio de 2,18 hijos (CIA, 2010). Esta comparacin pone en evidencia cmo las informaciones estadsticas proporcionan datos lejanos de la realidad. En el caso del clima, la problemtica es mayor, dado que se trata de la combinacin de promedios de mltiples variables, como la temperatura, la precipitacin, la presin atmosfrica, la radiacin y la fuerza del viento, para indicar solo las ms impor-tantes. Adicionalmente, estos datos se re9eren a un lapso de tiempo no menor a 30 aos, difcil de tener en cuenta para el ser humano, pero corto segn criterio climatolgico (Stehr y Von Storch, 2003: 26). Por cierto que esto no constituye ningn dilema insuperable para la capacidad cognitiva humana. Entre tanto, todos los pueblos y culturas viven en un mundo de tomos, bacterias y genes cuya percepcin tampoco es directa. No obstante, frecuentemente existen en la vida concreta unos efectos directos de carcter causal, cuando, por ejemplo, un grupo de bacterias causa determinada en-fermedad. En cambio, no existe ninguna causalidad directa entre el cambio climtico y un efecto de9nitivo.

El carcter de construccin del concepto cientfico del cambio climtico se hace evidente cuando la poblacin local se confronta con los impactos de este. El calentamiento de la tierra pronos-ticado nunca se puede traducir en una realidad local concreta. Debido a que se trata de tendencias promedio, no es posible sacar conclusiones sobre las consecuencias locales directas. Se pueden calcular riesgos y definir probabilidades, pero no llegar a algn pronstico definitivo sobre ningn hecho concreto. A diferencia de esto, las evidencias de la experiencia humana se adquieren sobre fenmenos singulares locales o sobre una acumulacin de stos.


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Pero para el contexto que nos interesa, lo ms importante es que una poblacin local ya tendra que tener conocimiento del cambio climtico para poder interpretar los indicadores corres-pondientes de la naturaleza correctamente. Solo se llega al correcto diagnstico a travs de un juicio deductivo que parte de la premisa de la existencia del cambio climtico.

Este panorama se complica an ms considerando que la climatologa no constituye una ciencia propia establecida y deli-mitada, sino un campo interdisciplinario (Kappas, 2009). En este sentido, los conocimientos sobre el cambio climtico son fragmen-tados y repartidos entre varias ciencias. Si bien es cierto que esta fragmentacin no es exclusiva de los estudios del clima, parece problemtica, dado el alto grado de difusin de sus conocimientos, que al popularizarse dejan la impresin de conformar un cuerpo consistente y coherente.

El aumento de los conocimientos no corresponde a un au-mento de saberes ciertos. Al ocurrir un evento de tipo atmosfrico como lluvias fuertes, o sucesos relacionados como inundaciones, no existe instancia que lo acredite como una consecuencia de9-nitiva del cambio climtico. As como el clima est de9nido como un estado promedio, los impactos climticos estn concebidos como probabilidades y riesgos y rara vez se convierten en certezas. En resumen, se trata de un discurso lite que solo un nmero de ex-pertos domina. El discurso sobre las polticas del clima es, hasta el momento, un discurso de expertos y lites en el que los pueblos, las sociedades, los ciudadanos, trabajadores, votantes y sus intereses, visiones y voces han sido desatendidos (Beck, 2010: 254-255)6. Este breve anlisis hace ms cuestionable el alto grado de difusin de los conocimientos popularizados entre grupos de personas que quedaron fuera del diseo de este discurso.

El hecho de que una poblacin afectada por el cambio cli-mtico ya deba tener conocimiento sobre la existencia de este para

6 En el original: ge discourse on climate politics so far is an expert and elitist discourse in which peoples, societies, citizens, workers, voters and their interests, views and voices are very much neglected.


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poder identi9car los impactos correspondientes, tiene sus propias implicaciones. Se conocen casos en los que el discurso climtico, con sus valores medios y generalizaciones, confunde en vez de aclarar la situacin para una poblacin afectada. Esta, a su vez, puede eventualmente disponer de una gran riqueza de indicadores precisos para determinar el cambio climtico, basndose en sus propios conocimientos tradicionales (Marino y Schweitzer, 2009).

En trminos generales, y especialmente en el caso de pobla-ciones de cultura diferente, existe la posibilidad de que ellas, de-pendiendo del grado de integracin al mundo nacional y global, incluyan las informaciones recibidas sobre el cambio climtico en sus concepciones tradicionales, a su cosmovisin cultural o tambin en sus relaciones establecidas con el resto de la sociedad. Esta situacin tiende a producir respuestas que no siempre se adecan (fcilmente) a las polticas nacionales o internacionales del cambio climtico. Las consecuencias de este escenario son, en resumen, que un conjunto de conocimientos cient9cos de expertos y un discurso elitista globalizado y popularizado conllevan a una pluralidad de respuestas locales.

La antropologa cultural

y el cambio climtico

Esta realidad compleja es un campo con el que la antropologa est familiarizada y es de inters para una disciplina que estudia las culturas. En el transcurso de los ltimos aos han surgido di-ferentes respuestas antropolgicas al tema del cambio climtico. Algunas posiciones consideran a los indgenas como los mejores voceros para articular sus intereses (Henshaw, 2009: 161). Otros ponen esta posicin en la prctica publicando artculos de ex-pertos indgenas que analizan las consecuencias del cambio cli-mtico para la seguridad alimentaria y otros problemas de la vida cotidiana (Ulloa, Escobar, Donato y Escobar, 2008; Crate, 2008). Varios proponen que los antroplogos se dediquen a la proble-mtica del clima en una funcin de intermediarios. Se reanudan las anteriores corrientes de la antropologa aplicada como la an-tropologa de accin (Schlesier, 1980) o de la antropologa cola-


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borativa (Lassiter, 2005). Existe la sugerencia de asistir, por un lado, a las comunidades indgenas recibiendo informaciones s-lidas sobre las implicaciones del cambio climtico en su territorio y, por el otro, de informar a los responsables polticos sobre las condiciones en las comunidades indgenas (Crate y Nuthall, 2009a: 10). Igualmente, existe la propuesta de que los indgenas afectados y conocedores de su entorno realicen el monitoreo de los impactos climticos (Henshaw, 2010: 160), y otra ms propone estudiar el cambio cultural que resulta del cambio climtico (Crate, 2008). Hay quienes aportan al debate extensos estudios sobre sistemas de conocimientos tradicionales meteorolgicos (Orlove, Chiang y Cane, 2002; Strauss, 2003), encontrando a veces sectores de la so-ciedad moderna integrada al mercado nacional que, paralelamente a los datos de la meteorologa, recurren a pautas de interpretacin cultural tradicional (Paolisso, 2003). La propia cultura occidental del antroplogo empieza paulatinamente a entrar en el escenario investigativo con temas descriptivos como el clima como objeto de conversaciones inofensivas (para Gran Bretaa, Golinski, 2003; Harley, 2003) o el signi9cado de la desaparicin de los glaciares para la identidad local de las regiones montaosas (Strauss, 2009). Ms signi9cativos son aquellos estudios que analizan las pautas de consumo y estilos de vida con un uso intenso de energa que, vistos desde una perspectiva antropolgica, representan una refor-mulacin del clsico modo de autocrtica cultural anteriormente mencionado (Crate y Nuthall, 2009b: 17; Wilk, 2009; Bohren, 2009). Sera conveniente reconsiderar tambin aquellos conceptos relativistas que analizan accesos culturales muy diferentes a la naturaleza de algunos indgenas, a pesar de que han sido criticados por la antropologa ambiental por no permitir las comparaciones interculturales (Milton, 1997: 485). Pero conceptos como el pers-pectivismo amerindio o el animismo (Viveiros de Castro, 1998; Descola, 2009) no solo han encontrado una resonancia favorable en el mundo intelectual, sino que reanudan ms directamente la cosmovisin indgena, lo que el discurso climtico nunca ser capaz de hacer. El hecho de que el tiempo para mencionar un ejemplo cercano al tema que nos ocupa puede tener connota-


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ciones sexuales, como las tiene la lluvia para un mago en Tanzania (Sanders, 2003), demuestra el amplio espectro de concepciones culturales sobre aspectos de la naturaleza que se distinguen de las ciencias naturales.

Junto con la glocalizacin, tambin las experiencias etno-gr9cas ensean que incuencias que llegan a una comunidad in-dgena y local desde afuera tanto por el trabajo misionero como por la cooperacin al desarrollo o los proyectos ambientales a menudo tienen solo una repercusin parcial, desarrollando su di-nmica propia. En consecuencia, a los antroplogos no les sorpren-dera encontrar, adems de un cambio cultural como resultado del cambio climtico, elementos de un sincretismo climtico7 que corresponde a unas interpretaciones, adaptaciones e incluso apropiaciones del discurso climtico en el contexto local. Los re-sultados no tienen que ser exticos, sino que podran involucrar aspectos polticos, econmicos o morales. Una reaccin frente a estos desarrollos sera considerarlos como una comprensin de9-ciente del cambio climtico por parte de los indgenas, otra sera su reconocimiento como el rostro pluralista de los cambios climticos por parte de los cient9cos.

Respuestas pluralistas al cambio climtico

Es entonces de suponer que las comunidades indgenas y locales muestran diversas reacciones frente a los impactos del cambio cli-mtico. De acuerdo con la experiencia etnogr9ca, no incuyen so-lamente cuestiones del clima como tales, sino una variedad de otros factores. No parece casual que algunos investigadores analicen las consecuencias del cambio climtico dentro de un amplio contexto poltico y social, tomando en consideracin el tema de los derechos territoriales, de la participacin o discriminacin social (Roncoli,

7 La autora sabe que el concepto de sincretismo ha sido criticado en los ltimos aos (Shaw y Stewart, 1994). Sin embargo, lo usa porque es una categora muy expresiva para problemas de mezclas culturales relacionados con convicciones cosmolgicas y religiosas (y no materiales), y de las cuales una es hegemnica y la otra subordinada o popular. Nuevos conceptos como hibridismo o creolizacin no tienen estas mismas connotaciones.


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Crane y Orlove, 2009: 100). En la realidad, el cambio climtico no tiene una importancia mayor o superior frente a otras problem-ticas, o solo la tiene en situaciones excepcionales. No hay por qu privilegiar el cambio climtico o concederle prioridad frente a otros problemas (Hassan, 2009: 62-63). Incluso puede ocurrir que una comunidad indgena est afectada por el cambio climtico sin saberlo o que lo est integrando a su propia visin del medio am-biente (Cacka, 2009). Se encuentra en la realidad una diversidad de situaciones y opciones posibles que deben interesar al antroplogo.

A continuacin se presentan unos ejemplos, diferentes en carcter y contexto, con el propsito de insistir en la necesidad de adoptar una perspectiva pluralista en las recexiones sobre el cambio climtico y sus dimensiones sociales y culturales.

Representantes indgenas

en el proceso internacional del cambio

climtico: la agenda paralela

Un escenario importante es el internacional, es decir, la in-corporacin de asuntos indgenas en el proceso internacional del clima. A diferencia del Convenio de la Diversidad Biolgica, tambin 9rmado durante la cumbre de Ro de Janeiro en 1992 y cuyo artculo 8 (j) hace referencia a los conocimientos tradicio-nales de la comunidades indgenas y locales para la proteccin y el uso sostenible de los recursos biolgicos con un propio proceso encaminado (Rossbach de Olmos, 2001, 2004b), el texto de la Con-vencin Marco sobre el Cambio Climtico no contiene ninguna referencia a las comunidades indgenas ni locales.

Es tal vez por este motivo que los voceros polticos de las co-munidades indgenas empezaron recin a 9jarse en los procesos internacionales del clima cuando se acord el Protocolo de Kyoto (Rossbach de Olmos, 2004a). Con la inclusin de los llamados mecanismos cexibles, se permiti a los Estados industrializados realizar medidas de reduccin de los gases invernadero a costos reducidos en el extranjero, creando al mismo tiempo la expectativa de inversiones en el mbito de la proteccin del clima en los pases ms pobres (Naciones Unidas, 1998). El Mecanismo para el Desa-


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rrollo Limpio, tambin conocido por sus siglas MDL, ofreci a los pases industrializados bonos de carbono a cambio de medidas tomadas en pases en vas de desarrollo (Naciones Unidas, 1998: 10). Entre las opciones se acord la generacin de energa hidro-elctrica limpia. Esto caus de inmediato la preocupacin por desalojamientos y reasentamientos entre las organizaciones y vo-ceros indgenas, dado que, en el pasado, estos haban acompaado frecuentemente la construccin de las represas hidroelctricas. Los ejemplos correspondientes son numerosos (Gesellschae fr be-drohte Vlker, 2003). De igual manera, los llamados sumideros de carbono del MDL despertaron sospechas entre los represen-tantes indgenas. El concepto consista en la reforestacin de reas deforestadas para as absorber y capturar dixido de carbono de la atmsfera en la biomasa y en el suelo. Las reservas de los re-presentantes indgenas no se referan solamente a la inseguridad de garantizar la 9jacin del dixido de carbono sobre un periodo de tiempo de9nido, sino que haba despertado el temor de que se repetiran las experiencias negativas acumuladas con las polticas y proyectos forestales del pasado, que muchas veces fueron imple-mentados sin tomar en consideracin los intereses indgenas. La preocupacin de que reas indgenas se conviertan en proyectos de captacin de CO2 sin que esta poblacin tenga los derechos terri-toriales garantizados, convirti los sumideros inmediatamente en un tema de derecho territorial (Rossbach de Olmos, 2004a).

Esta problemtica se ha convertido, por lo dems, en la cuestin central de la posicin indgena acerca de la Reduccin de Emisiones de Deforestacin y Degradacin de Bosques o REDD, un mecanismo para evitar las emisiones causadas por la deforestacin y destruccin de bosques. Mientras que la meta pri-mordial del Convenio sobre el Cambio Climtico se dirige hacia la reduccin de gases nocivos para el clima, ltimamente se discute la prevencin de estos gases como elemento para un proceso pos Kyoto. Los representantes indgenas reputados reconocen la REDD como un esfuerzo para la preservacin de los bosques (Erni y Tu-genhat, 2010: 61). No obstante, el reconocimiento de sus derechos


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sigue siendo de importancia superior (Grifths, 2009; Iwgia, 2010: 596-598).

En resumen, se puede decir que los voceros indgenas no se enfocan solo en aspectos del cambio climtico en los foros inter-nacionales. Ms bien persiguen una agenda paralela en la que tiene prioridad el reconocimiento internacional y nacional de sus de-rechos, territorios, cultura e idioma, as como la participacin en los procesos que los afectan. Desde que en los aos setenta se iniciaron en el contexto de la Comisin de Derechos Humanos del Consejo Econmico y Social de las Naciones Unidas unas negociaciones sobre la posicin de los pueblos indgenas frente al derecho inter-nacional, durante las que lograron obtener ciertas concesiones, sus voceros procuran que otros foros internacionales atiendan tambin sus reivindicaciones. Demandas de reconocimiento de los derechos indgenas, como el territorio, los recursos naturales o de partici-pacin plena y directa, fueron tambin presentadas en los dems foros de los llamados procesos multilaterales ambientales. Dado que en los convenios, incluyendo el de cambio climtico, no se tratan cuestiones del derecho internacional en un sentido estricto, en un comienzo hubo ciertas di9cultades de integrar y atender los reclamos indgenas dentro de la agenda regular.

Mientras tanto ha habido cambios importantes. En el 2001 se les reconoci a las organizaciones de los pueblos indgenas el es-tatus o9cial de observadores del Convenio sobre el Cambio Cli-mtico. A pesar de que no tienen poder de decisin, tienen acceso a las reuniones y las aprovechan para hacer cabildeo. A partir del 2002 se rene anualmente el Foro Permanente sobre Cuestiones Indgenas. Se trata de un rgano de asesora dentro de las Naciones Unidas y est compuesto paritariamente por representantes de los gobiernos y de las organizaciones indgenas. La VII sesin en el 2002 estuvo dedicada al clima (UNPFII, 2008), ligando tambin el calentamiento terrestre con el problema de los derechos indgenas y la participacin. La Declaracin de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indgenas, aprobada el 13 de septiembre de 2007 tras una maratn diplomtica de dcadas, se ha convertido en un nuevo parmetro internacional (Naciones Unidas, 2007).


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Todos estos acontecimientos corresponderan a lo que se podra llamar una descolonizacin atrasada. Dado que la desco-lonizacin propiamente dicha culmin, en sus distintas pocas, en la formacin de Estados independientes modernos sin que nunca jams se haya cuestionado el dominio de estos sobre los grupos aborgenes dentro del territorio nacional, voceros de los pueblos indgenas empujaron a partir de los aos setenta un proceso de revisin. Algunos antroplogos criticaron el estatus especial re-clamado y parcialmente concedido a las comunidades indgenas, objetando que ni las evidencias etnogr9cas ni la lucha antidis-criminatoria justi9caran privilegiar a unos pueblos frente a otros sectores de la poblacin (Kuper, 2003). Argumentos parecidos provienen de las corrientes antiesencialistas en los estudios cul-turales. Estas rechazan los conceptos tnicos creados sobre la base de una supuesta continuidad histrica, una unidad y consiguiente identidad cultural. En cambio, las corrientes poscoloniales con-sienten estas nociones, asumiendo que actores subalternos, como los pueblos indgenas dentro de sus Estados nacionales, podran recurrir a conceptos esencialistas para ganar sus derechos dene-gados haciendo uso, de esta manera, de un esencialismo estra-tgico (Spivak, 1985). No obstante, e independientemente de los debates cient9cos, sociales y culturales, conceptos como pueblos indgenas y concepciones relacionadas han ingresado en los do-cumentos de las Naciones Unidas, convirtindose en una realidad del derecho internacional (United Nations, 2004). No obstante, el colonialismo parece no haber pasado todava a la historia sino que sigue afectando la actualidad. Es por esto que tanto las causas del cambio climtico como las medidas de mitigacin son, en ciertas ocasiones, analizadas en categoras del colonialismo y poder hege-mnico (Ulloa, 2008).

Protestas en trminos del derecho internacional son tambin presentadas por los representantes de los pueblos indgenas que, a primera vista, sufren ms por los impactos climticos que por el incumplimiento de los derechos. Este es el caso de los inuits, que viven en un ecosistema vulnerable. El acelerado incremento de la temperatura promedio en el rtico lleva al derretimiento del per-


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mafrost y del hielo del mar. La caza, la pesca o la simple visita a las comunidades vecinas pueden convertirse en empresas peligrosas. En el 2005, Sheila Watt-Cloutier, quien despus fue nombrada can-didata para el Premio Nobel de la Paz, present en nombre de la Conferencia Circumpolar Inuit una peticin a la Comisin Intera-mericana de los Derechos Humanos, en la que solicitaba obligar a los Estados Unidos a reducir sus emisiones de gases invernadero, considerando que la omisin era un atentado contra los derechos humanos y de sobrevivencia de su pueblo (Henshaw, 2009: 159; Watt-Cloutier, 2005). La peticin fue denegada, pero la audiencia que se efectu en el ao 2007 fue vista como un xito porque trat los problemas ambientales en trminos de los derechos humanos. Entre los representantes polticos de las comunidades indgenas, el hecho de relacionar la problemtica ambiental con las garantas legales es una posicin difundida.

La doble perspectiva: la opinin

de un mdico kallawaya de BoliviaCuranderos indgenas tradicionales tendrn otra mirada del

mismo problema. Como ejemplo, quiero mencionar a Walter l-varez Quispe, quien reconoce la existencia de cambios climticos antropognicos, pero tambin se acerca al problema desde su propia tradicin cultural. El doctor lvarez Quispe es kallawaya (Oblitas-Poblete, 1978; Loza, 2004). Kallawaya es el nombre de un grupo tnico ubicado en el noroeste de Bolivia en la regin del lago Titicaca. Al mismo tiempo, kallawaya es la denominacin de un grupo reconocido de curanderos que atribuyen sus conocimientos a tradiciones andinas que datan de tiempos de los incas. En una entrevista realizada el 12 de mayo del 20078, el kallawaya con9rma que la naturaleza deja ver indicios claros de un cambio del clima efectuado por el ser humano y con9rma como evidencia la desapa-ricin de los glaciares en las cordilleras de los Andes. Pero insiste

8 La entrevista fue conducida y grabada por Jos Francisco Olmos, quien la realiz con preguntas propuestas por la autora.


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adems que estar expuesto a una naturaleza cambiante forma parte del destino humano mismo.

Walter lvarez Quispe, adems de kallawaya, es mdico con estudios universitarios realizados en Cuba. Su padre, quien tambin fue kallawaya, ha sido asesor de un ex presidente de Bolivia du-rante aos. Para lvarez Quispe, la sabidura de los kallawayas, que por lo dems fueron reconocidos en 2003 como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Unesco (s. f.), corres-ponde a conocimientos religiosos, cient9cos y mdicos a la vez. En su vida personal y profesional, el doctor lvarez muestra rasgos de unas condiciones de vida caractersticas de muchos miembros y representantes indgenas destacados. Ya no se trata de personas de comunidades cerradas y aisladas sobre cuya cultura originaria caen inesperadamente los efectos del cambio climtico. La mayora de las comunidades mantienen mltiples contactos con el mundo globalizado, y sus voceros y representantes han adquirido la fa-cultad de manejar diferentes discursos, sin negar la propia cultura, como lo que muestra el doctor lvarez Quispe.

En el comentario de que el hombre andino desde siempre ha sido confrontado con una naturaleza cambiante, podran detec-tarse nociones del pensamiento tradicional andino que supone la existencia cclica de cambios profundos y renovaciones radicales. Existe una conexin con las pocas del ao y los dos solsticios. Estos cambios pueden adquirir dimensiones temporales e histricas, as como tambin una relacin con el orden social o natural de las cosas. En quechua, idioma indgena ms hablado de la regin, la palabra pachakutik expresa este cambio, y puede traducirse como poca de transicin. El sentido literal es cataclismo o convulsin de la tierra, que puede adquirir diferentes sentidos (Bouysse-Cas-sagne, 1988). Se pueden imaginar cambios fuertes, hasta violentos, que incluyen la esperanza de un nuevo equilibrio posterior. En la historia andina se relacionan las reformas de uno de los reyes incas del mismo nombre con el concepto de pachakutik, pero tambin catstrofes naturales como las erupciones de volcanes. Incluso el diluvio universal bblico ha dejado sus huellas, integrndose al pensamiento andino a travs de la misin cristiana. Finalmente,


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tambin la eleccin y toma de posesin de Evo Morales como primer presidente indgena de Bolivia ha sido interpretado como poca de transicin. Pachakutik representa un esquema de mucha trayectoria que abarca nociones y connotaciones histricas, pol-ticas o naturales. De tal manera, el concepto puede tambin usarse para interpretar las irregularidades meteorolgicas con los consi-guientes impactos. En consecuencia, se puede esperar una coexis-tencia de los conocimientos del cambio climtico cient9co con otros andinos, los que, a diferencia de los primeros, estn inte-grados en un marco de ocurrencias cclicas.

Higiene territorial o sincretismo

climtico? Un ritual de los chamanes nasas

Finalmente, quiero mencionar un ejemplo etnogr9co que est ms cercano al clsico empeo antropolgico en entender una cultura diferente. Este ejemplo no tiene relacin explcita con el cambio climtico, a pesar de que podra tenerla. Es un caso que muestra cmo una comunidad que (todava) no parece haber inte-grado conocimientos sobre el cambio climtico antropognico en su visin del medio ambiente y de la naturaleza, enfrenta aconte-cimientos que de una u otra manera podran ser efecto del mismo. Este procedimiento se justi9ca al tener constancia de experiencias en las que el saber del discurso climtico cient9co obstaculizaba, en vez de ayudar a los afectados en clasi9car los acontecimientos irregulares de la naturaleza (Marino y Schweitzer, 2009). Por otro lado, la clasi9cacin con base en los conocimientos tradicionales revelaba una gran riqueza de indicadores, criterios y certeza, solo que su valor dependa de la persona que los haba acumulado en su vida personal y no en la generalizacin intersubjetiva como en el caso de las ciencias naturales.

El caso concreto se re9ere a una catstrofe causada por una avalancha de lodo que ocurri el 6 de junio de 1994, a raz de un te-rremoto cuyo epicentro estaba ubicado en las cercanas del Nevado del Huila (volcn de 5.364 m de altura de la cordillera central de Colombia). La avalancha devast parte del departamento del Cauca y caus la muerte de ms de 1.000 indgenas nasas de la regin de


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Tierradentro. Despus de que en aos anteriores los nasas haban alcanzado fama nacional por la lucha del Consejo Indgena del Cauca (CRIC) y la recuperacin de tierras y resguardos, la ava-lancha motiv entre los chamanes un proceso de recexin. Los mdicos nasas empezaron a criticar la destruccin indiscriminada de la maleza y espesura en las fuentes de las corrientes durante las luchas por la tierra, as como tambin la tolerancia de los cultivos ilcitos de drogas en la regin. Dentro de su concepcin de la na-turaleza, estas fuentes eran las viviendas de entidades espirituales importantes que fueron perjudicadas por las acciones humanas. Como remedio, los chamanes nasas hicieron renacer, despus de ms de un siglo de no realizarlo, un antiguo y complejo ritual, el saakhelu, para curar el territorio que ellos consideraban herido.

Los chamanes aplicaron la idea de curacin al medio ambiente, que en otros entornos culturales est restringido a los seres vivos. Su fundamento consiste en una concepcin del medio ambiente como naturaleza viva que incluye hasta las cosas inorgnicas, como por ejemplo las piedras y las montaas. Junto con esta concepcin existe un esquema de oposiciones complementarias como masculino versus femenino, derecho versus izquierdo, caliente versus fro, energas positivas versus energas negativas, cultura domesticada versus monte sagrado, que penetra y estructura la cosmovisin de los nasas, pero no en el sentido de un dualismo rgido sino cexible. El ser humano est colocado en una relacin de reciprocidad con el medio ambiente que le exige ofrendas como recompensa por los bienes tomados de la naturaleza. Al no responder a esta recipro-cidad, privando al medio ambiente de su remuneracin, este se en-ferma y tiene que curarse mediante un tratamiento ritual. El medio ambiente se calienta y tiene que ser refrescado, o se carga de una nube negra, o sea, energa negativa, la que tiene que ser desterrada por los chamanes (Drexler, 2009: 90 ss.).

En un saakhelu realizado en el ao 2002, se observ el casa-miento ritual de la luna y el sol, entendidos como pareja mtica de los antepasados, as como el intercambio de semillas curadas y respaldadas mediante un ritual de lluvias para su posterior creci-miento, pero adems se experiment la desviacin de las energas


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negativas acumuladas hacia el Nevado del Huila y, a continuacin, su enfriamiento para curarlo (Drexler, 2009: 212 ss.).

Dado que la tierra se calent como consecuencia de las de-forestaciones y la tala y quema de grandes reas, los chamanes con-sideraron indispensable la realizacin del ritual refrescante. Es el calentamiento el que causa movimientos de la tierra (los que produjeron la catstrofe del 6 de junio de 1994) y que requiere en-friamientos peridicos. (Drexler: 2004: 137)

Los chamanes nasas podran, en parte, asumir el discurso corriente del climatlogo cient9co, especialmente en lo referente al calentamiento. No obstante, es dudoso que el resultado de esta recepcin nasa tenga mucha concordancia con los resultados cien-t9cos. Por lo contrario, es de suponer que se desarrollar un tipo de sincretismo climtico en el que las concepciones cient9cas del calentamiento de la tierra se vinculen de una manera espec9ca con la lgica chamanstica. Por lo dems, el esquema caliente/fro para clasi9car plantas, enfermedades, alimentos y otros aspectos de la vida por su calidad trmica est difundido en toda Suramrica (Greifeld, 2003: 112-116) y se presta para estos tipos de sincretismos. Si los impactos del cambio climtico son difciles de pronosticar a nivel local, as mismo parecen ser las reacciones locales de los seres humanos de otro trasfondo cultural frente a estos. A ambas dimensiones locales tiene que adaptarse el mundo.

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