ROUSSEAU (2008) - Discurso Sobre Las Ciencias y Las Artes

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    ,:

    . .]. ..

    Discursoque ha obtenido el premio de la Academia

    de Dijon, en el ao 1750Sobre esta cuestin propuesta por la misma

    Academia: Si el restablecimientode las Ciencias y las Artes ha contribuidoa depurar las costumbres

    i. i

    Por un ciudadano de Ginebra

    Barbarus bic ego sum quia non intelligor illis OVID

    El nombre de Rousseau en portada aparece por vez primeraen la edici6n ginebrina (Barillot, in 8.', 55 pgs., 1750. El motivode esa firma tan completa, R ou ssea u, d e G en o e, se debe a suintento de distinguirse de un jean Baptiste Rousseau de Parsy de otro Pierre Rousseau de Toulouse . Brbaro soy aqu, puesto que no me entienden (Ovidio,Tristes, X, 37). En ese barbarus ovidiano hay una antffrasis queRousseau no recoge. El mismo verso encabeza los Dialogues: Ro us-sea u ] uge de ] ean ] acques, para insistir en esa impresin de exilio.

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    ADVERTENCIA

    Qu es la celebridad? He aqu la desventurada obraa que debo la ma. Cierto que esta pieza que me valioun premio y que me dio un nombre es todo 1 0 msdie iocre, y me atrevo a aadir que una de las meno-res de todo este volumen. Qu abismo de miserias nohabra evitado el autor si este primer escrito no hubieras~do recibido ms que como merecera serio? Mas era pre-CISOque un favor entonces injusto me acarrease gradual-mente un rigor que aun 1 0 es ms.

    Esta advertencia figura en el manuscrito R. 89 Y fue publi-cad~ con algunas variantes en la edicin Du Peyrou de 1781. Fueescrita en 1763 para un volumen que deba ton tener el Discursosob:e las c ie nc ia s y. la s a rte s, el D iscurso sobre el origen de ladest,gualdad , la C ar ta s ob re lo s E spe ctculos, el Emil io, LA Nu evaEloisa y . D el C on tr ato s oc ia l y que fue editado por Duchesne en1764; sin embargo, no aparece en esa edicin a la que Rousseause refiere en la frase una de las menores de todo este volumen.

    Prefacio

    He aqu una de las grandes y ms hermosas cuestionesque hayan sido nunca debatidas. En este discurso no setrata en absoluto de esas sutilezas metafsicas que hang.anado todas las partes de la Literatura, y de las que noSIempre estn exentos los programas de Academia; setrata de una de esas verdades que ataen a la dicha delgnero humano.Preveo que a duras penas se me ha de perdonar elpartido que he tenido la osada de adoptar. Al afrontartodo cuanto hoy causa la admiracin de los hombres, nopuedo esperarrne ms que una censura universal; y nopor haber sido honrado con la aprobaci6n de algunossabios * debo contar con la. del pblico: tan adoptadoest mi partido que no me preocupo de agradar ni a loshombres cultos ni a las gentes a la moda. En todo tiempohabr hombres hechos para ser subyugados por las opinio-nes de su siglo, de su pas, de su sociedad: eso hace hoy

    Alusin. clara a los acadmicos de Ginebra por un lado' porotro quiz a personas que como Diderot, d'Alembert, etc., io ha-blan ledo.1456

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    ' . j

    el incrdulo y el filsofo, que, por igual razn, nohabra sido ms que un fantico en tiempos de la Liga No hay que escribir para semejantes lectores cuando unoquiere sobrevivir a su siglo.

    Una palabra ms, y concluyo. Contando poco con elhonor que he recibido, despus de enviado haba refun-dido y aumentado este discurso, hasta el punto ?e hace.rde l, en cierto modo, otra obra; hoy me he credo obli-

    ~ '.. 1 e rl n a o en ue fue coro la oSolamente he puesto algunas notas y dejado dos adicionesfciles de reconocer y que quiz la Academia no ha-bra aprobado. He pensado que la equidad, el .respeto yel reconocimiento exigan de mi esta advertencia,

    Confederacin del partido catlico formada por el duque deGuisa para derrocar a Enrique IIIy su~stituirle en el tr?r:o; elpretexto fue defender a la Iglesia catlica frente al calvinismo;cuando Enrique Inabjuro esa religin (1793), las fuerzas de laLiga (tambin denominada Santa Liga o Santa Unin) se desvane-cieron, aunque ya hablan mermado considerablemente pese al apoyoque les prestaba Felipe n de Espaa. . La crtica se muestra dividida a la hora de designar esosdos pasajes' para unos seran algunas lneas que elogian a los sui-zos (pg. 164, lnea 12). Para otros, algunos pasajes de republica-nismo decidido.;-,~.r1

    Discurso

    :I, .

    D ecipim ur specie recti

    Ha contribuido el restablecimiento de las ciencias yde las artes a depurar o a corromper las costumbres * *?He ah lo que se trata de examinar. Qu partido deboadoptar en esta cuestin? El que conviene, seores, aun hombre honesto que nada sabe y que no por ello seestima menos.

    Ser difcil, lo s, adecuar lo que tengo que decir altribunal ante el que comparezco. Cmo atreverse a cen-surar las ciencias ante una de las ms sabias sociedadesde Europa, alabar la ignorancia en una Academia clebre yconciliar el desprecio por el estudio con el respeto porlos verdaderos sabios? He visto es tas contradicciones, yno me han desalentado. No es la ciencia 1 0 que maltrato,

    Horado, Epstola a los P isones (A rte P otica), V, ,25: . {Lamayora de los poetas ... ] somos seducidos por las apariencias debien. (Trad. Lorenzo Riber, Virgilio-Horacio, Obras comple-ta so Aguilar, Madrid, 1967, pg. 1067; en su nomenclatura, Eps-tolas, libro T l, epstola IlI). Podra traducirse tambin: somosengaados por las apariencias del bien. . . . Rousseau aade esa disyuntiva o e . corromper, que JUSti-fica el camino que va a tomar su disertacin.147

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    4 8 jean-jacques Rousseaume he dicho; es la virtud 1 0 que defiendo ante hombresvirtuosos. La probidad es ms cara an a las gentes debien que la erudicin a los doctos. Qu tengo, pues,que temer? Las luces de la asamblea que me escucha?S, lo confieso: pero es por la constitucin del discursoy no por el sentir del orador. Los soberanos equitativosjams han vacilado en condenarse a s mismos en discu-siones dudosas; y la posicin ms ventajosa en buen dere-cho es tener que de enderse contra una parte ntegra eilustrada, juez en su propia causa.

    A este motivo que me alienta se une otro que me de-termina: y es que despus de haber sostenido segn miluz natural el partido de la verdad, cualquiera que sea mixito hay un premio que no puede faltarme: Lo encontra-r en el fondo de mi corazn.

    PRIMERA PARTEEs un espectculo grande y hermoso ver al hombre

    salir en cierto modo de la nada por sus propios esfuerzos;disipar, mediante las luces de su razn, las tinieblas enque la naturaleza 1 0 haba envuelto; alzarse por encimade s mismo; elevarse por el espritu hasta las regionescelestes; recorrer a paso de gigante cual el sol la vastaextensin del universo; y lo que an es ms grande yms dificil, penetrar en s mismo para estudiar ah alhombre y conocer su naturaleza, sus deberes y su fin.Todas estas maravillas se han renovado desde hace pocasgeneraciones.

    Europa haba recada en la barbarie de las primerasedades. Los pueblos de esta parte del mundo, tan ilus-trada hoy, vivan hace algunos siglos en un estado peorque la ignorancia. No s qu jerga cientfica, ms des-preciable an que la ignorancia, haba usurpado el nom-bre del saber, y opona a su retorno un obstculo casiinvencible. Haca falta una revolucin para devolver a,los hombres al sentido comn; vino por fin del lado quemenos se habra esperado. Fue el estpido musulmn, fue

    Sobre las ciencias y las artes 4 9 .el eterno azote de las letras el que las hizo renacer entre

    nosotros. La cada del trono de Constantino llev a Ita-lia los despojos de la antigua Grecia. Francia se enrique-ci a su vez con esos preciosos despojos. Pronto lasciencias siguieron a las letras; el arte de escribir se unial arte de pensar; gradacin que parece extraa y que

    .quiz no sea sino demasiado natural; y se comenz asentir la principal ventaja del comercio con las musas,a de volver a los hombres ms sociables inspirndoles eldeseo de agradarse unos a otros por medio de obras dig-nas de su aprobacin mutua.

    El espritu, como el cuerpo, tiene sus necesidades. Es- \tas hacen los fundamentos de la sociedad, las otras hacensu atractivo. Mientras el gobierno y las leyes subvienena la seguridad y al bienestar de los hombres congregados, -;las ciencias, las letras y las artes, menos despticas y ms 'poderosas quiz, extienden guirnaldas de flores sobre lascadenas de hierro de que estn cargados, ahogan en ellosel sentimiento de esa libertad original para la que parecanhaber nacido, les hacen amar su esclavitud y as forman1 0 que se denomina pueblos civilizados. La necesidad alzlos tronos; las ciencias y las artes los han afirmado. Po-tencias de la tierra; amad a los talentos, y proteged aquienes los cultivan 1. Pueblos civi lizados, cul tivadlos:Esclavos felices, les debis ese gusto delicado y fino delque os jactis; esa dulzura de carcter y esa urbanidad

    I de costumbres que entre vosotros vuelve el trato tan comunicativo y tan fcil; en una palabra, las aparienciasI: de todas las virtudes sin tener ninguna.Por esa clase de cortesa, ms estimable cuanto menos

    aparenta mostrarse, se distinguieron antao Atenas yRoma en los das tan alabados de su magnificencia y es-plendor; por ella sin duda nuestro siglo y nuestra nacinprevalecern sobre todos los tiempos y sobre todos lospueblos. Un tono filosfico sin pedantera, maneras na-turales y, sin embargo, solcitas, tan alejadas de la rustici-dad tudesca como de la pantomima ultramontana: talesson los frutos del gusto adquirido mediante buenos estu-dios y perfeccionado en el comercio del mundo.

    fI~:.r

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    5 Jean-] acques Rousseau. ~ iCun dulce sera vivir entre nosotros si el continenteexterior fuera siempre imagen de las disposiciones del

    corazn; si la decencia fuera virtud; si nuestras mximasnos sirvieran de reglas; si la verdadera filosofa fuerainseparable del ttulo de filsofo Mas tantas cualidadesvan demasiado rara vez juntas, y la virtud apenas caminaen tan gran pompa. La riqueza del ornato puede anunciar

    1 1 1 l , 1 -gusto; el hombre sano y robusto se reconoce por otrasseales; es bajo el atuendo rstico de un labrador, y nobajo los dorados de un cortesano, donde se encuentra lafuerza y el vigor del cuerpo. El ornato no es menos ex-trao a la virtud que la fuerza y el vigor del alma *, Elhombre de bien es un atleta que se place en combatirdesnudo: desprecia todos esos viles ornamentos que es-torbaran el uso de sus fuerzas, y que en su mayor parteslo se han inventado para ocultar alguna deformidad.Antes que el Arte hubiera dado forma a nuestras ma-neras y enseado a nuestras pasiones a hablar un lenguajeafectado, nuestras costumbres eran rsticas, aunque na-turales; y la diferencia de procederes anunciaba al primergolpe de vista la de los caracteres. La naturaleza humana,

    1 en el fondo, no era mejor; mas los hombres hallaban su1 seguridad en la facilidad de convencerse recprocamente, y\ esta ventaja, cuyo precio ya no sentimos, les ahorraba. muchos vicios.

    Hoy que indagaciones ms sutiles y un gusto ms fino La uirtus en Rousseau ha sido estudiada por Alb. Schinz enLa p en s e d e ] f Rous se au : para l hay tres clases, tres sentidosde esa virtud: virtud-sabidura para la felicidad; vir tud renuncia,de sentido religioso, que ordena al hombre hacia el ms all, yvirtud-inocencia. En este primer Discurso su sentido sera ambi-guo, mezcla de la virtud-renuncia y de la virtud-sabidura. ParaM. G, Pire y para Bouchardy, sin embargo, aqu se tratara de lavirtud de los hombres ilustres de que habla Plutarco, lecturapreferida desde la infancia por Rousseau. Volviendo a la virtudque es la fuerza y el vigor del alma, Rousseau no abandonarnunca esa concepcin activa, combativa, aunque la matice en otroslibros, por ejemplo en Economa po ltica, Vase adems la nota ala misma palabra en Del Contrato social, pg. 58,

    Sobre las ciencias y las artes 151han reducido el arte de agradar a principios, reina ennuestra~ .costumbres una vil y falaz uniformidad, y todoslos esprntus parecen haber sido arrojados en un mismon : olde; sin ce.sar la cortesa exige, la conveniencia ordena;sin cesar se SIguen los usos, nunca el genio propio. Nadiese atreve ya a parecer lo que no es; y en esta coaccinperpetua, los hombres que forman ese rebao llamadosociedad. uestos en las mismas eireu tancias harntodos las mismas cosas si motivos ms poderosos no los

    . apartan de ello. Por tanto, nunca se sabr a ciencia ciertacon quin tiene uno que habrselas; para conocer al ami-g? , habr pues que esperar a-las grandes ocasiones, es de-CIr, esperar a que ya no sea tiempo de ello, pues que paraesas ocasiones es precisamente para 1 0 que hubiera sidoesencial conocerle.

    Qu cortejo de vicios no acompaar a esta incerti-dumbre? No ms amistades sinceras; no ms estima au-tntica; no ms confianza fundada. Las sospechas, lassombras, los temores, la frialdad, la reserva, el odio la o trarcion se ocultaban sin cesar bajo ese velo uniforme yprfido de cortesana, bajo esa urbanidad tan ponderadaque debemos a las -luces de nuestro siglo. No se profanarya co~ juramentos el nombre del amo del universo, perose le Insultar con blasfemias sin que nuestros escrupu-losos odos se ofendan por ello, No elogiar uno su pro-pio mrito, pero se rebajar el ajeno. No se ultrajarya groseramente al enemigo, pero se lo calumniar conmaa. Los odios nacionales se apagarn, pero ser junta-mente con el amor a la patria. La ignorancia despreciadaser substituida por un peligroso pirronismo. Habr ex-cesos proscritos, vicios deshonrados, pero otros sern con-decorados con el nombre de virtudes; habr que tenerloso afectados. Alabe quien quiera la sobriedad de los sa-bios de la poca, por mi parte slo veo en ella un refina-miento de intemperancia tan indigno de mi elogio comosu artifieiosa sencil lez 2.

    Tal es la pureza que nuestras costumbres han adquiri-do. As es como nos hemos vuelto gentes de bien. A las

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    5 J ean-] acques Rousseauletras, a las ciencias y a las artes toca reivindicar lo queles pertenece en una obra tan saludable. Aadir tan solouna reflexin, y es que un habitante de alguna comarcaalejada que tratara de formarse una idea de las costum-bres europeas por el estado de las ciencias entre nos-otros, por la perfeccin de nuestras artes, por el decorode nuestros espectculos, por la cortesana de nuestrasmaneras, por la afabilidad de nuestras conversaciones, pornuestras perpetuas demostraciones de benevolencia, ypor ese concurso tumultuoso de hombres de toda edady estado que parecen afanados desde el alba hasta elcrepsculo por agradarse red procamen te, ese extranjero,repito, adivinara de nuestras costumbres exactamente locontrario de lo que son.

    Donde no hay efecto alguno, no hay causa que buscar;pero aqu el efecto es cierto, la depravacin real, y nues-tras almas se han corrompido a medida que nuestras cien- das y nuestras artes han avanzado a la perfeccin *. Diralguien que es sta una desgracia peculiar de nuestraedad? No, seores; los males causados por nuestra vanacuriosidad son tan viejos como el mundo. La elevacin yel descenso diario de las aguas del ocano no han estadosometidas con mayor regularidad al curso del astro que

    Mantengo el giro que Rousseau da al verbo francs y que lefue reprochado por gramatical mente incorrecto por Lecat, acadmi-co de Diion que le rehus su voto, segn l mismo dice en suRfutat io n du D iscou rs que puede verse en Rousseau, Oeuvre scompletes, Du Seuil, 1971, pg. 161 a. En francs se emplea sinembargo s auancer au combat (=avanzar al combate); ambos idio-mas -francs y castellano-e- son iguales en esta construccin, salvoque la primera lengua emplea el reflexivo. El reproche de Leca tes el siguiente: Se dice ir a la perfeccin y no avanzar a la per-feccin, sino avanzar ha cia la perfeccin; como se dice ir a Par s,y no ava nzar a Paris, sino ms bien avanzar hacia Par s; y la raznes muy simple, es que quien va a un lugar, se supone que lo al-canza, que va hasta all, mientras que quien avanza hacia a lgunacosa, muy bien puede no dar ms que algunos pasos hacia eUa,y quedarse ah. Tratndose de ciencias, no mirara tan de cerca,en eUas sacrifico de buena gana la pureza del lenguaje a unaexpresin ms neta y ms fuerte; pero un orador debe ser escru-pu loso con la lengua.

    Sobre las ciencias y las artes 5 3nos ilumina durante la noche como la suerte de las cos-tumbres y de la probidad al progreso de las ciencias yde las artes. Se ha visto a la virtud escaparse a medidaque su luz se alzaba sobre nuestro horizonte, y el mismofenmeno se ha observado en todo tiempo y lugar.

    Fijaos en Egipto, esa primera escuela del universo, eseclima tan frtil bajo un cielo de bronce, esa comarca c-lebre de la u Sesost is na rti anta- o ara con uistar elmundo. Se vuelve madr~ de la filosofa y de las bellasartes, e inmediatamente despus la conquista de Cam-bises, luego la de los griegos, los romanos, los rabes yf inalmente los turcos.

    Fijaos en Grecia, antao poblada de hroes que ven-cieron dos veces al Asia, una delante de Troya y otraen sus propios lares. Las nacientes letras no haban lleva-do an la corrupcin al corazn de sus habitantes; peroel progreso de las artes, la disolucin de las costumbresy el yugo del macedonia se siguieron de cerca; y Grecia,siempre sabia, siempre voluptuosa y siempre esclava, yano experiment en sus revoluciones ms que cambios deamos. Toda la elocuencia de Demstenes no pudo rea-nimar nunca ua cuerpo que el lujo y las artes habanenervado

    Es en los tiempos de los Ennios y de los Terencioscuando Roma, fundada por un pastor e ilustrada por la-bradores, comienza a degenerar. Pero despus de los Ovi-dios, los Catulos, los Marciales y esa multitud de autoresobscenos cuyos solos nombres alarman el pudor, Roma,antao templo de la virtud, se vuelve el teatro del crimen,el oprobio de las naciones y el juguete de los brbaros.Esa capital del mundo cae finalmente bajo el yugo queella haba impuesto a tantos pueblos, y el da de su cada

    En su ataque al lujo Rousseau apunta sobre todo a Voltairey a su obra Le Monda ine , que, junto a otros t tulos y autores. delmomento haba hecho apologa del bienestar, puesto de relievelos inconvenientes polticos y econmicos de la proscripcin de laindustria y de las artes, la utilidad del lujo como fuente de tra-bajo, etctera.

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    5 4 J ean-] acques Rousseaufue la vspera de aqul en que se dio a uno de sus ciu-dadanos el ttulo de rbitro del buen gusto *.Qu dir de esa metrpoli del imperio de Oriente,que por su posicin pareca deber serlo del mundo entero,de ese asilo de las ciencias y de las artes proscritas delresto de Europa, quiz ms por sabidura que por bar-barie ? Todo lo que de ms vergonzoso tienen el excesop 1 . , ; ., . 1 l r 11. \ . J . la , J l nos ms negros, el concurso de todos los crmenes msatroces, eso es 1 0 que forma la trama de la historia' deConstantinopla; he ah la fuente pura de donde nosemanaron las luces de que nuestro siglo se glora.

    Mas, por qu buscar en tiempos remotos las pruebasde una verdad de la que ante nuestros ojos tenemos testi-monios subsistentes? Hay en Asia una regin inmensaen que las letras, honradas, conducen a las primeras dig-nidades del Estado. Si las ciencias depurasen las costum-bres, si ensearan a los hombres a verter su sangre porla patria, si animasen el valor, los pueblos de China debe-ran ser sabios, libres e invencibles. Pero si no hay vicioque no los domine ni crimen que no les sea familiar; sini las luces de los ministros ni la pretendida sabidurade las leyes, ni la multitud de habitantes de ese vastoimperio han podido garantizada del yugo del trtaro ig-norante y grosero, de qu le han servido todos sus sa-bios? Qu fruto ha sacado de los honores de que estncolmados? Seda el de estar poblado de esclavos y demalvados?

    Opongamos a estos cuadros el de las costumbres delpequeo nmero de pueblos que, preservados de ese con-tagio de los vanos conocimientos, han hecho con sus vir-tudes su propia felicidad y el ejemplo de las dems na-ciones. Tales fueron los primeros persas, nacin singularen la que se aprenda la virtud como entre nosotros seaprende la ciencia; que sojuzg el Asia con tanta facili-dad, y que es la nica en tener la gloria de que la historia Petronio, arbiter elegantiarum o elegantiae, bajo el reinadode Nern, Tcito, Anales , XVI, 8.

    Sobre las ciencias y las artes 5 5de sus instituciones haya pasado por una novela de filo-sofa . Tales fueron los escitas, de quienes nos han de-jado tan magnficos elogios. Tales los germanos, cuyasimplicidad, inocencia y virtudes pint con alivio una plu-ma harta de trazar los crmenes y las negruras de unpueblo instruido, opulento y voluptuoso. Tal haba sidoRoma misma en los tiempos de su pobreza y de su ig-norancia. Tal finalmente se ha mostrado hasta nuestroses. _'1 1 . s 1-' a ala a a or su valor, uela adversidad no ha podido abatir, y por su fidelidad, queel ejemplo no ha podido corromper 3.No es por estupidez por 1 0 que stos prefirieron otrosejercicios a los del espritu. No ignoraban que en otrascomarcas hombres ociosos pasaban su vida disputandosobre el soberano bien, sobre el vicio y sobre la virtud,y que, razonadores orgullosos, otorgndose a s mismoslos mayores elogios, confundan a los dems pueblos bajoel nombre despectivo de brbaros; pero stos considera-ron sus costumbres y aprendieron a desdear su doc-trina 4.Olvidar que fue en el seno mismo de Grecia dondese vio alzarse esa ciudad tan clebre por su feliz igno-rancia como por la sabidura de sus leyes, esa Repblicade semidioses ms que de hombres ? Tan superiores ala humanidad parecan sus virtudes iOh, EspartaOprobio eterno de una doctrina vana Mientras los vi-cios guiados por las bellas artes se introducan en tropelen Atenas mientras un tirano reuna en ella con tantocuidado las obras del prncipe de los poetas, t expul-sabas de tus muros las artes y los artistas, las ciencias ylos sabios

    L a Ciropedia. Suiza, pas l ibre y simple que segn SaiI?t-Preux La l 0 u -velle Hloise), est habitado por hombres antiguos en los tiem-pos modernos. Su valor alude a su resistencia frente a los Habs-burgo; su fidelidad al mantenimiento de su paz perpetua conFrancia, firmada en 1516. . Fue Pisstrato quien orden recoger los poemas hornricos.Este fragmento hace el paralelo entre Esparta y Atenas, que e:atradicional y t6pico en el siglo XVIII, aunque con resultados dis-

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    5 6 Jean-Jacques RousseauEl acontecimiento puso de manifiesto esta diferencia:

    Atenas lleg a ser morada de la urbanidad y del buengusto, el pas de los oradores y de los filsofos. La ele-gancia de las construcciones responda all a la del len-guaje. Por todas partes se vea el mrmol y la tela ani-mados por las manos de los maestros ms hbiles. Es deAtenas de donde han salido esas obras sorprendentes queservirn de modelos en todas las edades corrompidas, El

    de a edemonia es menos bri ante. Al il decanlos dems pueblos, los h omb re s n a ce n v ir tu os os , y e l a ir em ismo del pas parece inspirar la virtud. De sus habitan-tes no nos queda ms que la memoria de sus accionesheroicas. Tales monumentos valdrn para nosotros me-nos que los curiosos mrmoles que Atenas nos ha de-jado?

    Cierto que algunos sabios resistieron al torrente gene-ral y se protegieron del vicio en la morada de las Musas.Mas oigase el juicio que el primero y ms desgraciado deellos hada de los sabios y de los artistas de su tiempo.

    He examinado, dice, a los poetas, y los miro comopersonas cuyo talento infunde respeto a s mismos ya los dems, que se tienen por sabios, que como a taleslos toman, y que ni mucho menos lo son.

    De los poetas, contina Scra te s, he pasado a los ar-tistas. Nadie desconoca las artes ms que yo; nadieestaba ms convencido de que los artistas posean muyhermosos secretos. Sin embargo, me he percatado de quesu condicin no es mejor que la de los poetas, y de queunos y otros estn en el mismo prejuicio. Porque los mshbiles de entre ellos sobresalen en su ramo, se mirancomo los ms sabios de los hombres. Esta presuncin haempaado completamente su saber a mis ojos. De suertetintos: Rousseau lleg incluso a redactar una historia de Lacede-monia de la que nos ha quedado un fragmento; la idealizacin deEsparta, ya asentada cuando la recoge Plutarco, ser proseguidapor Rousseau y sus discpulos, pero no por Voltaire y su escuela,que hacan de, Esparta objeto de una reprobacin absoluta, Enestos fragmentos es evidente el influjo de la lectura de los En say osde Montaigne, como pone de manifiesto la cita.

    Sobre las ciencias y las artes 5 7

    IIIIII I

    que ponindome en el lugar del orculo y preguntndomelo que preferira ser, lo que yo soy o lo que son ellos,saber lo que ellos han aprendido o saber que no s nada,me he respondido a m mismo y al dios: 'Quiero seguirsiendo lo que soy'.

    Ni los sofistas, ni los poetas, ni los oradores, ni losartistas, ni yo, sabemos lo que es lo verdadero, lo buenoy lo bello. Pero hay entre nosotros esta diferencia : queaunque esas personas nada sepan, todas creen saber algo,Mientras que yo, si no s nada, al menos no tengo dudassobre ello. De suerte que toda esta superioridad de sabi-dura que me otorg el orculo, se reduce slo a estarbien convencido de que ignoro lo que no s .

    He ah, pues, al ms sabio de los hombres a juicio delos dioses, y al ms sabio de los atenienses en el sentirde Grecia entera, a Scrates ihaciendo el elogio de laignorancia Cree alguien que si resucitara entre nos-otros, nuestros sabios y nuestros artistas le haran cam-biar de opinin? No, seores, ese hombre justo continua-ra despreciando nuestras vanas ciencias; no ayudara aengrosar ese tropel de libros que por todas partes nosinunda, y, como hizo, a sus discpulos y a nuestros nietosno les dejara por precepto ms que el ejemplo y la me-moria de su virtud. As s que es hermoso instruir alos hombres

    Scrates haba comenzado en Atenas, el viejo Catn continu en Roma desenfrenndose contra aquellos grie-gos artificiosos y sutiles que seducan la virtud y amo-llentaban el valor de sus conciudadanos. Pero las ciencias,las artes y la dialctica prevalecieron an: Roma se llende filsofos y de oradores; la disciplina militar se des-cuid, se despreci la agricultura, se abrazaron sectas y

    La traduccin de este fragmento de la Apologa de Sc rat es ,de Pla tn, muy libre, se debe segn unos a Diderot; la traduc-cin francesa que sirvi de base a Diderot, si es que fue l elautor de esos textos, .hab a sido publicada en 1643 por Giry. Se trata de Catn el Censor (234-149), cuya vida haba ledoRousseau en Plutarco (Vidas de Hombres I lustres). Defendi laantigua moralidad nacional romana contra las novedades corrupto-ras venidas de Grecia.

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    ) ,

    ~i 162 J ean- J acques Rousseaula prdida irreparable del tiempo es el primer perjuicio 1que causan necesariamente a la sociedad. En poltica, Icomo en moral, es un gran mal no hacer el bien; y todo,ciudadano intil puede ser mirado como un hombre per-nicioso. Respondedme, pues, filsofos ilustres, vosotros,por quienes sabemos por qu razones los cuerpos seatraen en el vaco: cules son, en las revoluciones de losplanetas, las relaciones de las reas recorridas en tiemposiguales? Qu curvas tienen puntos conjugados, puntosde inflexin y de reversin?; cmo ve todo el hombreen Dios?; cmo se corresponden sin comunicacin, como

    ~ haran dos relojes, el alma y el cuerpo?; qu astros pue-den estar habitados?; qu insectos se reproducen de unamanera extraordinaria *? Respondedme, digo, vosotros,de quienes tantos sublimes conocimientos hemos recibi-do' aun cuando nunca nos hub i ra i s enseado nada de, esas cosas, seramos menos numerosos, estanarnos peorgobernados, seramos menos temibles, menos florecienteso ms perversos? Volved, pues, sobre la importancia devuestras producciones; y si los trabajos de los ms es-clarecidos de nuestros sabios y de nuestros mejores ciu-I dadanos nos procuran tan poca utilidad, decidnos qu

    debemos pensar de esa turba' de escritores oscuros y de1, letrados ociosos, que devoran sin provecho alguno la sus-

    tancia del Estado.Qu digo ociosos? Pluguiera a Dios que en efecto

    ti lo fueran Las costumbres seran con ello ms sanas y

    la sociedad ms apacible. Mas esos vanos y ftiles de-clamadores van por todas partes armados de sus funestasparadojas zapando los fundamentos de la fe y aniquilandola virtud. Sonren desdeosamente a esas viejas palabrasde patria y de religin y consagran sus talentos y su filo- La irona de Rousseau descarga sobre las bsquedas cientficascoetneas que tanto interesaban, por ejemplo, a Voltaire: las alu-siones alcanzan a Malebranche, a Leibniz (visin en Dios, el alma

    y el cuerpo), Fontenelle (la pluralidad de los mundos), Ne-w:ton(sistema del mundo) y Raumur, cuyas Mmo ir~s pour servir albistoire des insectes datan de 1734-1742.

    Sobre las ciencias y las artes 163sofa a destruir y envilecer todo cuanto hay de sagradoentre los hombres. Y no es que en el fondo odien lavirtud ni nuestros dogmas; es de la opinin pblica de1 0 que son enemigos; y para traerlos de nuevo a los piesde los altares, bastara con relegarlos entre los ateos.Oh, furor de distinguirse, qu no puedes?

    [Q u gran mal el mal uso del tiempo Otros malespeores an siguen a las letras y a las artes. Como el1 j , naci o ea 11 1de los hombres. Raramente va el lujo sin las ciencias yi ( , las artes, y nunca van stas sin l. S que nuestra filosofa, , siempre fecunda en mximas singulares, pretende, contrai la experiencia de todos los siglos, que el lujo hace el

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    16 4 J ean-J seques Rousseau 16 5ob re la s c ien c ias y la s a rt esdel universo , Dos famosas repblicas se disputaron elimperio del mundo; una era muy rica, la otra no tenanada, y fue sta la que destruy a la otra. El imperioromano, a su vez, tras haber engullido todas las riquezasdel universo, fue presa de gentes que no saban siquieralo que era riqueza. Los francos conquistaron las Galias,los sajones Inglaterra sin ms tesoros que su bravura ysu pobreza. Un tropel de pobres mor;ta~ses cuya avidezo a e 1 1a a a unas cua a a

    haber domeado la soberbia austraca, aplast a esa opu-lenta y temible Casa de Borgoa que haca temblar alos potentados de Europa =. En fin, todo el poder ytoda la sabidura del heredero de Carlos V, sostenidospor todos los tesoros de las Indias, vinieron a estrellarsecontra un puado de pescadores de arenque . Dgnen-se nuestros polticos suspender sus clculos para refle-I xionar en estos ejemplos, y aprendan de una vez que setiene de todo con dinero, excepto costumbres y ciuda-danos.Pues, de qu se trata precisamente en esta cuestindel lujo? De saber qu importa ms a los imperios, siser brillantes y momentneos, o virtuosos y duraderos.Brillantes, digo, ms de qu esplendor? El gusto delfausto apenas se asocia en las mismas almas con el de lahonestidad. No, no es posible que espritus degradadospor una multitud de precauciones ftiles se alcen nuncaa nada grande; y aun cuando tuvieran la fuerza paraello, les faltara el valor.

    Todo artista quiere ser aplaudido. Los elogios de suscontemporneos son la parte ms preciosa de su recom~ Es Roussesu quien h a ce conc ord a r el ve rb o co n la a po sic in. E sta a lus i n a S uiza es, pa ra a lgunos cr t ico s, uno de lo s

    dos a a didos que la Advertencia cita b a . O tros la conside ra n muyimprobab le . A lu si n incie rta , que pued e re firies e t a n to a la s guerra s deFelipe Ir co n tra los Pases Ba jos como a l desas tre de la A rm a daInvenc ib le : en el [u gem ent sur la paix p erp tu e lle, Roussea u com -ple ta : l a reb elin de los P a ses Ba jos , lo s a rm am entos con traIngla te rr a , la s guerra s c iv iles de Fra nc ia , h a b a n agota do la s fuer-za s d e Espaa y lo s tes oros de la s I nd ia s.

    pensa. Qu har, pues, para obtenerlos, si tiene ladesgracia de haber nacido en un pueblo y en tiempos enque los sabios vueltos moda han puesto a una juventudfrvola en situacin de dar el tono, en que los hombreshan sacrificado su gus to a los tiranos de su libertad 7,en que, no atrevindose a aprobar uno de los sexos sino1 0 queest proporcionado con la pusilanimidad del otro, sedejan caer obras maestras de poesa dramtica, y en quepro 19lOS e armoma son rechazados? u har, seo-res? Abajar su genio al nivel de su siglo, y preferircomponer obras comunes que se admiren durante su vidaantes que maravillas que slo se admiraran mucho tiempodespus de su muerte. Decidnos, clebre Arouet *, cun-tas bellezas varoniles y fuertes habis sacrificado a nuestrafalsa delicadeza, y cuntas cosas grandes os ha costado elespritu de galantera, tan frtil en pequeas?

    As es como la disolucin de las costumbres, secuelanecesaria del lujo, entraa a su vez la corrupcin delgusto. Que si por casualidad se encuentra entre los hom-bres extraordinarios por sus talentos alguno que tengafirmeza en el alma y que re hse prestarse al genio de susiglo y envilecerse con producciones pueriles, idesgra-ciado Morir en la indigencia y en el olvido. Que no esesto un pronstico que aqu hago, sino una experienciaque refiero. Carie, Pierre = . ha llegado el momento enque ese pincel destinado a aumentar la majestad de nues-tros templos con imgenes sublimes y santas caiga devuestras manos, o ser prostituido adornando con pintu-

    Alus in a Vol t a ir e; pa ra G . R. H avens , en la u tiliza ci n deese apell id o, que e l a uto r de Za dig h ab a sub sti tui do desd e 1718por el de Vol ta ire , h a b ra un ve la do a ta que po r h a b er a b a ndon adola sencillez or ig in a l de sus prim eros t iempos por el es pr itu m un-d ano .

    Ca ri e (170 5- 1765 ) y P ie rre van 100 (1713-1789 ), pin toresam igos d e los enciclopedistas: e l p ri me ro, d irector de la Escue lade a lumnos pr iv ilegia dos en 1749 , se r pin tor rea l tres a os msta rde ; en cua n to a Pierre, fu e qu ien h izo e l d ib ujo de la lminaqu e en ca b ez a m i pr imer d iscurso , y est muy mal , comen taRousseau en Correspondance Gnrale, III, p g. 246.

    [ .

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    166 Jean-Jacques Rousseauras lascivas los paneles de un vis-a-vis . y t, rival delos Praxiteles y de los Fidias, t, cuyo cincel los antiguoshabran empleado en hacerles dioses capaces de excusar anuestros ojos su idolatra, inimitable Pigalle , tu

    Vis-a-vis: Especie de coche en forma de berlina, pero enel que no hay ms que una plaza en cada fondo (Dic. Acad.Francesa, 1740); de ah ese nombre (ant. francs vis ag edellat.vis us) , que se .ernplea en ocasiones c~mo galicismo .en castellano. ,e . 1dalosas que adornaban portezuelas o paneles de los carruajes, enLA No uoelle Hlo ise, Rousseau vuelve a insistir: V' parte, carta ii,Oeuvres completes, pgs. 530 -31 : En cuanto al lujo de magni-ficencia y vanidad, slo se ve lo que no ha podido ella rehusaral gusto de su padre; todava se sigue reconociendo el suyo, ql7econsiste en dar a las cosas menos lustre y esplendor que eleganciay gracia. Cuando le hablo de los medios que diariamente se inven-tan en Pars o en Londres para hacer ms suave la suspensinde las carrozas, lo aprueba bastante; pero cuando le digo hastaqu precio se ha llevado el barniz, ya no me comprende y siempreme pregunta si esos hermosos barnices hacen las carrozas mscmodas. No duda de que no exagero mucho sobre las pinturasescandalosas con que adornan con grandes gastos esos coches enlugar de las armas que se ponan en ellos antao, como si fuerams hermoso anunciarse a los transeuntes por hombre de malascostumbres que por hombre de calidad. 10 que sobre todo la hasublevado ha sido saber que las mujeres hablan introducido o apo-yado tal uso, y que sus carrozas no se distinguan de las de loshombres ms que por cuadros algo menos lascivos. Me he vistoobligado a citarle sobre esto una frase de vuestro ilustre amigoque le ha costado mucho digerir. Estaba yo con l cierto da enque se le enseaba un vis-a-vis de esta especie. Apenas hubo pues-to los ojos sobre los paneles cuando parti diciendo al dueo:mostrad esa carroza a las mujeres de la corte; un hombre honestono tendra la osada de utilizada. En el borrador, Rousseau tachatras hacen las carrozas ms cmodas el siguiente fragmento:Qu dira si yo osara hablarle de las escandalosas pinturas conque han adornado los paneles de esos coches y de las que m.parecen alardear con ms descaro que los hombres?. En su edi-cin de esta novela, D. Mornet anota que el barnizado de uncoche, con pinturas incluidas, llegaba a costar la fabulosa cifrade 16 .00 0 libras segn la revista de la poca L'Am i des hom-mes . Jean Bapt ist e Pigalle (1714-1785) escultor clebre en aque-llos momentos, hasta el punto de que podra calificarse de escul-tor oficial a partir de 1750_ El ma go del texto, que traduzco por.

    iI

    Sobre las ciencias y las artes 6 7mano tendr que decidirse a rebajar el vientre de un moni-gote grotesco, o deber permanecer ociosa.

    No puede uno reflexionar sobre las costumbres sinqU,e plazca. recordar la imagen de la simplicidad de lospnmeros tiempos. Es esta una hermosa orilla, adornadapor las. solas manos de la naturaleza, hacia la que unovu:lve Incesantemente los ojos, y de la que uno sientealelarse con e n rl] n inocentes ituo.sos gustaban de tener a los dioses por testigos de susacciones, moraban juntos bajo las mismas cabaas; perovueltos muy pronto malvados se cansaron de aquellosi~c?modo? espectadores y los 'relegaron a templos rnag-nicos '. FInalmente los expulsaron de ah para instalarsee~o~ mismos, o al menos los templos de los dioses no sedIstIngUIeron ya de las casas de los ciudadanos. Aquellofue entonces el colmo de la depravacin; los viciosnunca fueron ms estimulados que cuando se lo s viosostenidos, por as decir, a la entrada de los palaciosde los Grandes sobre columnas de mrmol, y grabadossobre capiteles corintios.

    I .Mientras las comodidades, de la vida se multiplican,I mientras las artes se perfeccionan y el lujo se extiende, el verdadero valor se enerva, las virtudes militares se des-\, vanecn, y tambin es esto obra de las ciencias y de todas.esas artes que se ejercen en la sombra del gabinete. Cuan-do los god~s ?evastar~n Grecia, no se salvaron del fuegotodas las bibliotecas SInO por esta opinin propagada por

    i uno de ellos,. la de .que haba que dejar a los enemigosi muebles tan Idneos para apartarlos del ejercicio militari y. para entretenerlos con ocupaciones ociosas y sedenta-, rias. Carlos VIII se vio dueo de' Toscana y del reino deNpoles sin haber sacado casi la espada; y toda su cortea t r ibuy esta faci~idad inesperada a que los prncipes yl~ nobleza de I ta l ia se entretenan ms en volverse inge-masas y doctos de lo que se ejercitaban en volverse vi-

    1 /' 1 ~

    monigote, era: figura grotesca de porcelana piedra etc. sentidoque el Diccionario de la Academia frances; admit~ por' vez pri-mera en 17 62.

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    168 J ean-J seques Rousseaugorosos y guerreros. En efecto, dice el hombre sensato que refiere esos dos hechos histricos, todos los ejemplosnos ensean que en la organizacin marcial y en todascuantas le son semejantes, el estudio de las ciencias esms propio para amollecer y afeminar los bros que paraafirmarlos y animarlos.

    Los romanos confesaron que la virtud militar se habaido extinguiendo entre ellos a medida que comenzarona ser entendidos en cuadros, en grabados, en vasos aeorfebrera, y a cultivar las bellas artes; y como si estatierra famosa estuviera destinada a servir constantementede ejemplo a los dems pueblos, el encumbramiento delos Mdicis y el restablecimiento de las letras hicieroncaer nuevamente, y quiz para siempre, esa reputacinguerrera que 1talia pareca haber recobrado hace algunossiglos.Las antiguas repblicas de Grecia, con esa sabiduraque brillaba en la mayora de sus instituciones, habanprohibido a sus ciudadanos todos esos oficios tranquilosy sedentarios que, postrando y corrompiendo el cuerpo,enervan tan pronto el vigor del alma. En efecto, conqu ojo se piensa que pueden considerar el hambre, lased, las fatigas, los peligros y la muerte, hombres que lamenor necesidad abruma, y que el menor esfuerzo des-anima? Con qu coraje soportarn los soldados esfuer-zos excesivos en los que no tienen ningn hbito? Conqu ardor harn marchas forzadas al mando de oficialesque no tienen siquiera fuerza para viajar a caballo? Queno se me objete el valor renombrado de todos esos mo-dernos guerreros tan sabiamente disciplinados. Se mepondera mucho su bravura un da de batalla, mas no seme dice cmo soportan el exceso de trabajo, cmo resis-ten el rigor de las estaciones y las intemperies del aire.Basta un poco de solo de nieve, basta la privacin de

    Montaigne, Essais, 1, cap. XXIV: el pasaje de Rousseausobre los GocIos y Carlos VIII est casi calcado de ese texto deMontaigne, de quien proceden trminos como propagar (smer),mueble (porque Montaigne se refiere a las estanteras [l ibrairies])en concreto.

    Sobre las ciencias y las artes 169algunas superfluidades para derretir y destruir en pocosdas el mejor de nuestros ejrcitos. Guerreros intrpidos,sufrid una vez la verdad que tan raramente os: sois va-lientes, lo s; hubirais triunfado con Anbal en Cannasy en Trasirneno; Csar hubiera pasado con vosotros elRubicn y sometido a su pas; mas no es con vosotroscon quienes el primero hubiera atravesado los Alpes, niel otro hubiera vencido a vuestros ante asados.o SIempre os combates hacen el xito de la guerra,y hay para los generales un arte superior al de ganar. batallas. Tal corre al combate con intrepidez y-no dejapor ello ser un psimo oficial; en el soldado incluso,algo ms de fuerza y de vigor sera quiz ms necesarioque tanta bravura que no le garantiza de la muerte; y

    1 nada importa al Estado que sus tropas perezcan por lafiebre y el fro, o por el hierro del enemigo.Si el cultivo de las ciencias es perjudicial para lascualidades guerreras, an lo es ms para las cualidadesmorales. Es desde nuestros primeros aos cuando unaeducacin insensata adorna nuestro ingenio y corrompenuestro juicio. Veo por todas partes establecimientos in-mensos en los que costosamente se educa a la juventudpara ensearle todas las cosas, excepto sus deberes.Vuestros hijos ignorarn su propia lengua, pero hablarnotras que no estn en uso en parte alguna; sabrn com-poner versos que apenas podrn comprender; sin saberdiscernir el error de la verdad, poseern el arte de ha-cerlos irreconocibles a los dems mediante argumentosespeciosos; pero esas palabras de magnanimidad, detemplanza, de humanidad, de valor, no sabrn 1 0 queson; ese dulce nombre de patria no herir jams suodo; y si oyen hablar de Dios, ser menos por temorde l que por tenerle miedo * 8. Preferira, deca un

    ~.

    P ens es pbilosopbiques, de Diderot, VIII: Hay gentes de lasque no hay que decir que temen a Dios, es ms bien que le tienenmiedo. Cr aindre est empleado aqu en el sentido de venerar,respetar. Temer no ha conservado ese s ignif icado en casteJlano,aunque queda temor de Dios, que el Dice. de la Academia Es-paola define como Miedo reverencial y respetuoso que se debe

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    r-lII 7 jean-jacques Rousseausabio, que mi estudiante hubiera pasado el tiempo en unjuego de pelota, al menos tendra el cuerpo ms gil.S que hay que ocupar a los nios, y que la ociosidad espara ellos el peligro ms de temer. Qu deben, enton-ces, aprender? Buena pregunta esa, desde luego Queaprendan lo que deben hacer cuando sean hombres 9, Yno lo que deben olvidar.Nuestros jardines estn adornados con estatuas y nues-gal ' e . ' , npn,,,.tan esas obras maestras del arte expuestas a la admira-cin pblica? Los defensores de la pa tra? O esoshombres, ms grandes an, que la han enriquecido porsus virtudes? No. Son imgenes de todos los extravosdel corazn y de la razn, cuidadosamente sacadas de laantigua mitologa y presentadas tempranamente a la cu-riosidad de nuestros hijos; a fin, sin duda, de que ten-gan ante sus ojos modelos de malas acciones, antesincluso de saber leer.

    (De dnde nacen todos estos abusos si no es de lafunesta desigualdad introducida entre los hombres por

    la distincin de los talentos y por el envilecimiento delas virtudes? He ah el efecto ms evidente de todosnuestros estudios, y la ms peligrosa de todas sus con-secuencias. Ya no se pregunta de un hombre si tiene pro-bidad, sino si tiene talentos; ni de un libro si es til,sino si est bien escrito. Las recompensas son prodiga-das al hombre culto, y la virtud queda sin honores. Haymil premios para los discursos bellos, ninguno para lasbuenas acciones. Dgaseme, sin embargo, si la gloriavinculada al mejor de los discursos que han de sercoronados en esta Academia es comparable al mrito dehaber fundado el premio.

    El sabio no corre tras la fortuna; pero no es insen-sible a la gloria; y cuando la ve tan mal distribuida,su virtud, que un poco de emulacin habra animado yvuelto ventajosa para la sociedad, cae en languidez ytener a Dios. Es uno de los dones del Espritu Santo. Estaexplicacin elimina el aparente contrasentido de la frase de Rous-seau.

    Sobre las ciencias y las artesse extingue en la miseria y en el olvido. Tal es lo quea la larga debe producir por doquiera la preferencia delos talen.tos .agradables sobre los talentos tiles, cosa quela expenencia no ha hecho sino confirmar sobradamentede?de la renovacin de las ciencias y las artes. TenemosfSICOS gemetras, qumicos, astrnomos, poetas, msi-cos, prntores: no tenemos ya ciudadanos * o si an nosquedan dis ersos e nu stras carn ia s abando :=Ida.; p_

    , recen en la indigencia y despreciados. Tal es el estadoa ~ue estn reducidos, tales son los sentimientos queobtienen de nosotros quienes nos dan el pan, y quienesdan la leche a nuestros hijos.

    He de confesar, sin embargo, que el mal no es tangrande coo:o hubiera podido llegar a ser. La previsineterna, ~omendo al lado de diversas plantas perjudicialeslos sencil los salutfferos, y en la substancia de muchosanimales dainos el remedio a sus heridas, ha enseadoa los soberanos que son sus ministros a imitar su sabi-

    }duda. Fue a ejemplo suyo como del seno mismo de lasciencias y las artes, fuentes de mil desarreglos ese granmonarca * * cuya gloria no har sino adquiri; de edaden edad nuevo esplendor, sac estas sociedades clebresencar~a~as a un tiempo del peligroso depsito de losconocimientos humanos y del depsito sagrado de lascostumbres, por la atencin que prestan para manteneren ellas toda la pureza, y para exigirla a los miembrosque reciben.I Estas s~bi.as instituciones, afirmadas por su augustosucesor e imitadas por todos los reyes de Europa servi-rn. al menos de freno a los hombres de letras que, poraspirar todos al honor de ser admitidos en las Academias ,, Sobre el sentido de esta frase y en concreto de la palabrael /oyen, vase. D el C on tr ato s oc ia l, I, vi. Respecto a los asociados,toman colectivamente el nombre de Pueblo y en particular sella,ma~ CIudadanos como partcipes en la autoridad soberana, ySu b~ /tos en cuanto sometidos a las leyes del Estado, Pero estos t rminos se c~:m un~en con frecuencia y se toman unos por otros;ba~t: sa~er distinguirlos cuando se emplean en su total precisin.

    LUIS XIV de Francia, durante cuyo reinado se fundaron va-rias academias. I r

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    / '

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    172 Iean-jecques Rousseause vigilarn a s mismos y tratarn de hacerse dignos deellas mediante obras tiles y costumbres irreprochables.Aquellas sociedades que, de entre stas, mediante el pre-mio con que honran el mrito literario, escojan temasidneos para reanimar el amor a la virtud en los corazo-nes de los ciudadanos, mostrarn que este amor reinaen su seno y darn a los pueblos ese placer tan raro y .., rl .. l f r\ , ne rlf'rr~-m~r ~;~bre el gnero human; n~ slo luces agradables,sino tambin instrucciones salutferas.Que no se me oponga, pues, una objeccin que param no es sino una nueva prueba. Tantos cuidados nomuestran sino sobradamente la necesidad de tomarlos,y no se buscan remedios a males que no existen. Porqu han de tener tambin stos, por su insuficiencia, ~lcarcter de los remedios ordinarios? Tantos establec-mientas hechos en provecho de los doctos no son sinoms capaces para imponer respeto sobre los objetos delas ciencias y para volver los espritus a su cultivo. Porlas precauciones que se adoptan parece que hubiese de-masiados labriegos y que se teme que falten filsofos.No quiero aventurar aqu una comparacin entre la agri-cultura y la filosofa: no sera soportable. Me limitar apreguntar: qu es la filosofa? Qu contienen los es-critos de los filsofos ms conocidos? Cules son las

    .', \ lecciones de esos amigos de la sabidura? Al orles, no/. ~ se les tomara por una pandilla de charlatanes gritando,v . cada cual por su lado en una plaza pblica: Venid a m,- - - / yo soy el nico que no engaa? El uno pret~~de que no. hay cuerpo y que todo es como representacion. El otro. que no hay ms substancia que la materia, ni ms dios, que el mundo. Este expone que no hay ni virtudes ni

    vicios, y que el bien y el mal moral son quimeras. Aqul,que los hombres son lobos y pueden devorarse con la.conciencia tranquila =. iOh grandes filsofos iQue no

    Un o .. . Alusin a Berkeley, cuyos D il ogo s entre H y la s y Pbi-lons fueron traducidos al francs por Alcifrn. El ao de la pu-blicacin de D is curso apareci otra nueva versin por Coste.Otro ... puede ser Holbach o La Mettrie ( His to ria n atu ra l d el

    Sobre las ciencias y las artes 173reservis para vuestros amigos y para vuestros hijos esasprovechosas lecciones Pronto recibirais vosotros el pre-mio, y nosotros no temeramos encontrar entre los nues-tros alguno de vuestros sectarios.

    He ah, pues, los hombres maravillosos a quienes seha prodigado en vida la estima de sus contemporneosy reservado la inmortalidad despus de su muerte. He

    f l. . m ximas oue em 11 qnosotros transmitiremos de edad en edad a nuestros des-cendientes. El paganismo, librado a todos los extravosde la razn humana, ha dejado a la posteridad algo quepueda compararse a los monumentos vergonzosos quele ha preparado la imprenta bajo el reinado del Evan-gelio? Los escritos impos de los Leucipos y de losDigoras perecieron con ellos *. An no se haba inven-tado el arte de eternizar las extravagancias del esprituhumano. Mas gracias a los caracteres tipogrficos 10 y aluso que de ellos hacemos, las peligrosas elucubracionesde los Hobbes y de los Spinozas permanecern para siem-pre. Id, escritos clebres, de los que la ignorancia y rus-ticidad de nuestros mayores no habran sido capaces,acompaad en nuestros descendientes a esas obras mspeligrosas an de las que se exhala la corrupcin de lascostumbres de nuestro siglo, y llevad juntamente a lossiglos futuros una historia fiel del progreso y de lasventajas de nuestras ciencias y de nuestras artes. Si osleen, no les dejaris perplejidad alguna sobre la cuestinque hoy tratamos: y a menos que sean ms insensatosque nosotros, alzarn sus manos al cielo y dirn en laalma, 1745, El ho mbr e m qu in a , 1748). Este .. . ; la alusin a losrelativismos parece apoyarse en Mandevilla (T be Fa ble 01 Bees)o en Saint-Aubin; Aque l, Hobbes y su frase del hombre comolobo. Leucipo, maestro de Demcrito, que inici la doctrina ato-mstica. Slo se conserva un fragmento suyo; en las fuentes anti-guas sus teoras son las mismas de Demcrito; quiz los textosatribuidos a ste sean fruto de un trabajo en comn. Introdujotres conceptos: el de vado absoluto; e de tomos que se muevenen ese vado y e de la necesidad mecnica. Digoras, apodado elateo, fue discpulo de Demcri to.

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    7 4 Jean-Jacques Rousseau - ,amargura de su coraz6n: Dios todopoderoso, t que Itienes en tus manos los espritus, lbranos de las luces y ,de las funestas artes de nuestros padres, y devulvenos ila ignorancia, la inocencia y la pobreza, nicos b~enesque pueden hacer nuestra felicidad y que son preciosos:ante ti. -Mas si el progreso de las ciencias y de las artes no ha (1 n el:: l nl1P1\JU~; 1 1 de la elocuencia fue cnsul de Roma *, y el mayor, quiz,de los filsofos, canciller de Inglaterra. Cree alguienque si uno no hubiera ocupado sino una ctedra en al-guna universidad, y el otro no hubiera obtenido otra cosaque una mdica pensin de Academia, cree alguien, digo>~que sus obras no se resentiran de su estado? Que nodesdeen, pues, los reyes admitir en sus consejos a las \personas ms capaces de aconsejarles bien; que renun-cien a ese viejo prejuicio inventado por el orgullo de losGrandes, segn el cual el arte de guiar a los pueblos es :ms difcil que el de ilustrados: corno si fuera ms fcil \' \inducir a los hombres a obrar bien de bu~n grado. que \obligados a ello por la fuerza. Que los sabios de pnmer ;orden encuentren en sus cortes asilos honorables. Que Iobtengan ah la nica recompensa digna de ellos: la de:'contribuir con, su solv:nda a la f.elici~ad ?e los pueblos;a los que habran ensena~o la sabld~na .. Solo entonc~s se: I ove: cunto pueden la VIrtud, ~a,C1enCIa y. la autoridad 1 ~ ~animadas por una noble emulacin y trabajando de con-.cierto en la felicidad del gnero humano. Pero mientras ::.el poder est slo a un lado, y las luces y la sabidura \ solas a otro raramente pensarn los sabios grandes cosas, l:, - .~ Cicern. El pensamiento ilustrado aumenta las pretensionesde aquellos consejeros de prncipes medievales, y sus regimien-tos de prncipes de que hay cuantiosos ejemplos en la li teraturacastellana. A partir del XVIII, poca en que se constituye la in- \telectualidad como cuerpo cerrado, las pretensiones alcanzan laexigencia de ese oficio de ilustradores del Prncipe y su gobier-no. Leblanc, sin embargo, algo ms tarde desconfa de los hombresde letras, porque segn la experiencia no son capaces de grandesasuntos.

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