Rupturas Catastróficas

27
VIII. Ruptuíras catastróficas y trabajo de la memoria. Motas para una investigación • René Kaés Mi contribución a asta obra requiere algunas observaciones previas. No he vivido la misma experiencia que mis colegas, quienes acaban de decir cómo han sido confrontados con la violencia que el estado de dictadura ha impuesto a su vida y a su práctica del psicoanálisis. No he sida sometido como ellos al sufrimiento por el cual han sido atravesados, ni por la necesidad de vivir ni de pensar la historia singular, la de ellos y la de sus pacientes cuando fue quebrada por la irrupción de la Historia ^colectiva. ¿A título de qué hablaré? Cuando al volver de una estadía en Buenos Aires en agosto do 1985 se me ocurrió la idea de publicar este libro, mi proyecto era tan sólo el de contribuir a publicar las investigaciones de mis colegas que habían estado directamente afectados por los afectos que la violencia de Estado tuvo sobre la práctica del psicoanálisis y que habían orientado sus refle- xiones acerca de lo que ei psicoanálisis puede decir de esa violencia. Había sido invitado por los organizadores del Primer Encuentro Inter- nacional de Psicoanálisis y Psicodrama de Grupo. Sólo habían pasado dos años desde el encuentro con la democracia, todos hablaban públicamente de lo que habían vivido, confrontaban delante y con sus colegas venidos de otros países de América y de Europa las experiencias ya descritas y difundidas en publicaciones nacionales a internacionales, y todo ello sólo ahora podía ser dicho y ‘escuchado. Algunos se reencontraban con sus familias y sus amigos por primera vez después del exilio. Cada uno había sido testigo y actor de esta encuentro. A aquellos que venían de otra parte, que no habían sido ni testigos directos ni exiliados les era solicitado hablar acerca de lo que entendían y cómo lo entendían. En este espíritu, a mi regreso, como otros ya lo han hecho, he publicado un artículo en Francia para decir lo que había visto y escuchado. En el transcurso de este viaje tuve la ocasión de encontrar colegas psicoanalistas, psicodramatistas y terapeutas de grupo fuera del encuadre del Congreso y tuve también entrevistas con personas cuyos parientes cercanos habían desaparecido o habían sido torturados. Habló con las Madres de Plaza de Mayo, con los miembros del equipo do ayuda psicológica para familias de los des- Este texto ha sido traducido por Janine Puget. 137

Transcript of Rupturas Catastróficas

Page 1: Rupturas Catastróficas

VIII. Ruptuíras catastróficas y trabajo de la memoria. Motas para una investigación •

René Kaés

Mi contribución a asta obra requiere algunas observaciones previas. No he vivido la misma experiencia que mis colegas, quienes acaban de decir cómo han sido confrontados con la violencia que el estado de dictadura ha impuesto a su vida y a su práctica del psicoanálisis. No he sida sometido como ellos al sufrimiento por el cual han sido atravesados, ni por la necesidad de vivir ni de pensar la historia singular, la de ellos y la de sus pacientes cuando fue quebrada por la irrupción de la Historia

^colectiva. ¿A título de qué hablaré?Cuando al volver de una estadía en Buenos Aires en agosto do 1985

se me ocurrió la idea de publicar este libro, mi proyecto era tan sólo el de contribuir a publicar las investigaciones de mis colegas que habían estado directamente afectados por los afectos que la violencia de Estado tuvo sobre la práctica del psicoanálisis y que habían orientado sus refle­xiones acerca de lo que ei psicoanálisis puede decir de esa violencia.

Había sido invitado por los organizadores del Primer Encuentro Inter­nacional de Psicoanálisis y Psicodrama de Grupo. Sólo habían pasado dos años desde el encuentro con la democracia, todos hablaban públicamente de lo que habían vivido, confrontaban delante y con sus colegas venidos de otros países de América y de Europa las experiencias ya descritas y difundidas en publicaciones nacionales a internacionales, y todo ello sólo ahora podía ser dicho y ‘escuchado. Algunos se reencontraban con sus familias y sus amigos por primera vez después del exilio. Cada uno había sido testigo y actor de esta encuentro. A aquellos que venían de otra parte, que no habían sido ni testigos directos ni exiliados les era solicitado hablar acerca de lo que entendían y cómo lo entendían. En este espíritu, a mi regreso, como otros ya lo han hecho, he publicado un artículo en Francia para decir lo que había visto y escuchado. En el transcurso de este viaje tuve la ocasión de encontrar colegas psicoanalistas, psicodramatistas y terapeutas de grupo fuera del encuadre del Congreso y tuve también entrevistas con personas cuyos parientes cercanos habían desaparecidoo habían sido torturados. Habló con las Madres de Plaza de Mayo, con los miembros del equipo do ayuda psicológica para familias de los des-

Este texto ha sido traducido por Janine Puget.

137

Page 2: Rupturas Catastróficas

aparecidos, con universitarios. Les escuchaba, me interrogaban sobre las investigaciones que podrían ayudarlos a elaborar su propia experiencia.

Al hablar con dichas personas me llamaron mucho la atención ciertas pi«ocupaciones. Era necesario saber a cualquier precio, no olvidar y no perder la memoria de aquello ocurrido y de aquello que no debía ocurrir nunca más. No perder la memoria de lo que había desaparecido. Había que luchar contra la insidiosa y anestesiante nube del olvido. Contra la represión de !o insostenible que ya comenzaba a ponerse en marcha: ya, en electo, algunos hablaban de olvidar o de denegar que los desapare­cidos habían sido desaparecidos. ^Igunos de mis amigos argentinos encontraban fundada mi observación, otros la apartaban. Su controversia señalaba la existencia de un debate, el cual conocimos en Francia en el momento del proceso de Klaus Barbie, así como algunos años antes había estado en el centro de los temas que deben ser vividos y elaborados después de las grandes catástrofes humanas. .

Cuando se comenzó a vislumbrar y precisar el proyecto de asta obra, Janine Puget me pidió asumir con ella su co-nacimiento y colaborar en él con un texto. Acepté buscando la vía que no fuera ni un comentario ni un complemento rii una interpretación de las contribuciones propias de cada autor, sino más bien una serie de reflexiones sostenidas por lo que me habían inspirado mis, encuentros en Buenos Aires y por algunas de. mis investigaciones. No podía hablar en. su discurso, pero sólo podía esperar establecer, si fuera posible, un cpntacto con elfos que no anulara la distancia do una experiencia diferente. Habiendo definido el camino me acordé de un pasaje del escenario escrito por Marguerite Duras en Hiros­hima mon amour: cuando Emmanuelle Riva repitió que "había visto todo en Hiroshima”, su amante japonés le contestó que "no habla visto nada”. En al amor que la salvaguarda de la rememoración y mientras la sepa­ración la ha devuelto a su historia singular, nada sabrá de lo que hace decir a la francesa en esa transferencia de memoria que ha visto todo en Hiroshima. ¿Todo? Bastante para que toda la violencia de la historia que quiebra su propia historia pueda representarse en aquella de Hiroshima. Ella as Nevers, él es Hiroshima. La catástrofe que conmocionó su vida, ei amor matado en Nevers no sólo tomó sentido en Hiroshima, •sino que se significa a través de Hiroshima, après-coup.

1. Rupturas ca tastró ficas y realidad psíquica

Acerca de la posición del sujetó en los conjuntos transubjetivos '

Una de las tareas de la investigación psicoanalítica contemporánea es ¡a de pensar la posición de sujeto singular en los conjuntos transubjetivos, las formaciones y los procesos del inconsciente de donde procede su soojetividad. En dichos conjuntos el sujeto tiene un lugar en la economía, en la tópica y en la dinámica que organizan la realidad psíquica a la cual

' Vuelvo a tomar mediante ciertos reajustes las hipótesis que he desarrollado en Lo ppctp. dénegatif. Eléments pour une métapsychologie des ensembles transsubjectils( 1980).

138

Page 3: Rupturas Catastróficas

3

< rf ■ f t s . y

!b :xJ ic7

contribuye a constituir y que, en fqrma decisiva, lo constituye. Es posible percibir ahora con más precisión que la estructura psíquica de un sujeto, su sufrimiento y su alienación no pueden en algunos casos ser compren­didos, analizados y aliviados si no se los relaciona y articula con las funciones y los valores adquiridos vigentes aún para un (o varios) otro (s) sujeto (s), que sea como él parte y forme parte constitutiva de un conjunto transubjetivo.

Desde esta perspectiva del psicoanálisis se destacan las configurado- ’ nes psíquicas bifásicas doblemente organizadas y significantes: en el conjunto transubjetivo y en el espacio psíquico propio a cada sujeto. El ideal del yo y las identificaciones son, como lo subrayó Freud, formaciones y procesos de este tipo. Su doble posición metapsicológica las destina a cumplir operaciones de ligadura ehtre el sujeto y el conjunto, a estructurar ! b l p '- correlativamente « ! uno con el otro en las organizaciones heterogéneas \ no reducibles o tan sólo reducibles mediante un efecto imaginario. _ j

Existen otras formaciones análogas al Ideal del Yo. Aquellas en las cuales la estructura y la función tienen su origen y su manera da funcionar en y por la ligadura entre los sujetos de un conjunto y dicho conjunto. As* ¡ j-.„ la comunidad de la renuncia pulsional mutua de la cual procede con jun-' tamente el advenimiento de la comunidad de derecho y la posibilidad de amor (Freud); el contrato narcisista mediante el cual se mantienen juntos ~(-o el enunciado del origen común y la inscripción del sujeto singular en una j,^3 0 j continuidad genealógica (Aulagnier), es lo que llamo el pacto d e n e g a t iv o /^ \^ .~ X que asegura al lado de la represión conjunta el rechazo necesario para formar parte de un conjunto.

Dichas íormaciones y procesos intermediarios pueden ser analizados en el encuadre no sólo de un psicoanálisis aplicado, sino de una meta- psicología transubjetiva. El objetivo de ésta es el de dar cuenta mediante conceptos apropiados en el espacio teórico del psicoanálisis, el del incons­ciente, de las formaciones y de los procesos cuya organización y funcio­nes conciernen conjuntamente cada psique singular y los conjuntos tran- subjetivos que los contienen, los sostienen y los estructuran. Las forma­ciones intermediarias a las cuales intento describir y poner a prueba son formaciones del pasaje de la realidad psíquica del sujeto singular y de la realidad psíquica del conjunto; son comunes a cada uno de estos órdenes de realidad y funcionan en ella produciendo efectos según modalidades diferentes.

Si bien no es siempre necesario para tener acceso al nivel de la realidad psíquica transubjetiva que se produzca este tipo da acomodación del dispositivo psicoanalítico, las condiciones de su formación y de sus efectos (económicos, tópicos, dinámicos) se hacen más evidentes cuando el encuadre del análisis reúne los sujetos del conjunto. Así la terapia conjunta de una madre y su hija psicótica-delirante revela la sobreinves- tidura alucinatoria que ha realizado la hija de las representaciones no reprimidas y conjuntamente negadas por la psique materna. El destino correlativo de lo que para cada uno atestigua del negativo y que sostiene la alianza denegadora de la madre y de la hija aparees entonces: la hija se entrega a representar lo que no le ocurrió a ella sino a su madre, quien no habiendo podido reprimir induce en su hija lo que hubiera sido su propio delirio (M. Th. Couchoud, 1986).

En relación con otro tipo de vínculo liemos dicho que el pacto dene-

139

Page 4: Rupturas Catastróficas

gat¡v.o sostiene y mantiene el vínculo homosexual de Freud y de Fliess cuando el primero responsabiliza a la histeria de Emma Eckstein, al precio de un desconocimiento mutuo por la sangre vertida por el segundo en el episodio de la operación de los cornetes nasales de su paciente común: para ver “ello”, y no saber nada. El pacto denegativo y la alianza dene- gadora permiten comprender cómo en función del interjuego de sus vín­culos en las modalidades neuróticas y psicóticas de la represión se constituye o intenta constituirse la función represora para los sujetos singulares.

En otros trabajos donde me he ocupado da ia cadena asociativa grupal — sobre el eje sincrónico de la trarisubjetividad— he mostrado,

1 corno Freud lo anunciaba al final de Tótem y Tabú, ya en las primeras J páginas de Introducción de l Narcisismo y en Moisés y la religión mono­

teísta, que lo que se transmite no es sólo lo positivo: sabemos mejor hoy en día qué se transmite en la transubjetividad de las generaciones, de las parejas y de los grupos y sabemos lo que falta, lo que no se tiene, lo que no ha recibido inscripción, aquello cuya inscripción no ha sido posible, ha sido negada, reprimida o forcluida: al precio de un asesinato silencioso,

Val precio de un blanco, de un agujero, de un eclipse del ser.Siguiendo otra corriente de investigación psicoanalítica contemporá­

nea exploro e intento dar cuenta de la organización de la vida psíquica cuando sobrevienen acontecimientos de la realidad social e histórica que exponen al sujeto a desestructuraciones mayores, y lo confrontan a una ansiedad primaria amenazante para la integridad de su aparato psíquico. Por cierto, están presentes desde los orígenes del psicioanálisis las rela­ciones entre la realidad psíquica y el acontecimiento traumático externo. Freud, al desplazar con acierto al acento sobre la fantasía nunca aban­donó sin embargo la idea de la historicidad de los acontecimientos y de su destino en la realidad psíquica. A nosotros nos queda intentar articu­larlo.

Como otros psicoanalistas y en otros momentos de la historia, si bien en una conjunción análoga, los psicoanalistas argentinos han sido confron­tados a tratar los vínculos entre la realidad psíquica y la realidad social no sólo por oposiciones, distinciones o clivajes como lo sostienen los puntos de vista habituales sobre estos temas. Estos puntos de vista no les fueron útiles e incluso se dieron cuenta de que podían ser peligrosos para su práctica y para su pensamiento teórico. Pensando, ellos y yo, en la incidencia intrapsíquica de aquellas conmociones y rupturas múltiples que afectan la organización y eí funcionamiento del aparato psíquico cuando surgen catástrofes sociales históricas y que ellas ponen en peligro la supervivencia de la especie, las identificaciones del yo con lo humano, la vida psíquica misma; y elio concierne, en registros diferentes, a las guerras modernas, al holocausto, los genocidios, las dictaduras sangrien­tas, la amenaza nuclear.

( Todas las macrocatástrofes no producen efectos idénticos en todos \ los sujetos. Algunas más restringidas (en cuanto a sus dimensiones

■A sociales e históricas) desarrollan efectos devastadores análogos. Debe- i rnos pensar en tales incidencias y para hacerlo nos ocuparemos del j tratamiento psiccanalítico o del encuentro de la Historia cori la historia de 1 un sujeto (torturado, contaminado, llevado fuera de sus límites cuando sus V jam ilia res han desaparecido o han sido matados en cámaras de gas). Este

Page 5: Rupturas Catastróficas

enfoque llevará al analista a no transformarse en cómplice de un segundo asesinato al traer soore la escena de la fantasía la escena de la historia. Aceptará escuchar que la memoria de lo que no ocurrió al sujeto mismoo lo que no ha dejado rasgos en su memoria es para él el memorial de lo impensable.

La realidad histórica, hoy mejor reconocida en su relación con la realidad psíquica an las consecuencias sobre todo psicotízantes que el telescopaje colusivo entre sus espacios heterogéneos puede acarrear en ciertos su je tos,2 no puede ser reducida a sus efectos sobre la subjetividad del yo.

Traumatismo y catástrofe psíquica

Una teoría más general del traumatismo sólo rinde cuenta parcialmen­te de este tipo de experiencias. Sin embargo es útil recordar que en ella quedan s3ñaladas las características más fundamentales de aquellas. Me apoyaré sobre la definición que propone Rene Diatkine: "el traumatismo -r puede ser considerado como el efecto de una excitación violenta que r'<> sobreviene en una situación tal que el psiquismo del sujeto no se halla en «<■, condiciones de disminuir la tensión así provocada, sea mediante una ‘Ij acción o una reacción emocional inmediata, sea por una elaboración ... \ mental suficiente".3 René Diatkine encara dos casos típicos diferentes en D " '- ; -

q cuanto al destino psíquico del traumatismo. En el primer caso la expenen-'' s 1 cia insoportable; encuentra un deseo inconsciente. El juego de fuerzas ) pulsionales y del yo están desequilibradas, provocan en un primer tiempo la atracción del sistema para-excitación para luego, en un segundo tiempo, dar lugar a una represión masiva y a la exaltación de la contrainvestidura que determina después de una cierta latencia la aparición da síntomas y de inhibiciones más o menos mutilantes.

En el segundo caso "un acontecimiento imprevisto y súbito sin que “ medie un trabajo psíquico previo pone directamente en peligro la super­

vivencia psíquica real del sujeto. Aparece entonces el lema de la muerte incluido en la repetición y se trata directamente de !a situación peligrosa (siendo a menudo el caso para los traumatismos de guerra) o de la muerte imprevista de seres queridos que remiten a la muerte del sujeto por encontrarse éste ante la imposibilidad de elaborar el duelo en semejantes condiciones” .4 En el primer caso se produce un exceso da solicitación libidinal y en el segundo se trata del antagonismo narcisismo/pulsión de muerte.

Estos dos casos abarcan situaciones diversas y son traumáticos porque los equilibrios dinámicos y económicos del sujeto han sido conmo­vidos por dichas situaciones sin que le saa posible enfrentarlos.

! Sobre ese punto, los trabajos de Piera Aulagnier (1975, 1984) y de Micheline En­riquez (1984, 1987).3 René Diatkine, "L'après coup du traumatisme", en Guillaumin et coll., Quince éludes psychanalytiques sur le temps. Traumatisme et après-coup, Toulouse, Privât, 1982, pâg. 91.‘ Ob. cit., pâg. 92

141

Page 6: Rupturas Catastróficas

Rená Diatkine admiie que cuando el acontecimiento ha sido traumá- ’ tico para los demas, reflejándose la experiencia sobre el sujeto, el concep­to i!a traumatismo se torna más indefinido: "sin embargo el rol de las circunstancias no elaborables en la organización psíquica es innegable".Un acontecimiento que ha sido traumático para los padres podrá tener un efecto traumático para el niño si se encuentra confrontado, sin previa elaboración psíquica, con su desorganización, su proceso de repetición y su proyección: en la “zona de áilencio del yo de los padres cuando no cumplen, en ciertos puntos particularmente angustiantes, su rol de apun­talamiento y de para-excitación...la sombra del acontecimiento está pre-

\ sente, no elaborable".5El trabajo de Donald Winnicott sobre las agonías primitivas y el temor

al derrumbe, aquellos de Masud Khan sobre el traumatismo acumulativo, de Wílfred Bion sobre el cambio y la«angustia catastrófica tienen una doble característica: sa basan sobre la comprensión a la cual es posible acceder estudiando las formaciones, los procesos y las angustias arcaicas de la vida psíquica tales como en el análisis de la psicosis y hoy en el autismo. Cuestionan de una manera no mecánica los roles negativos y positivos del medio ambiente psíquico — o del conjunto transubjetivo—- en la form a­ción o en la salida de dichas experiencias catastróficas.

La noción de catástrofe psíquica permite considerar diversas situacio­nes en las cuales el recurrir ai único determinismo interno del traumatismo no daría cuenta satisfactoriamente de las condiciones de su formación y de su devenir. Una catástrofe psíquica se produce cuando las modalida-

c*es habituales empleadas para tratar la negatividad inherente a la expe- rienda traumática se muestran insuficientes, especialmente cuando no

pueden ser utilizadas por el sujeto debido a cualidades particulares de la relación entre realidad traumática interna y medio ambiente. Por ejemplo, las proyecciones masivas destruyen las funciones de apuntalamiento continentes y elaborativas del medio ambiente transubjetivo; o también, lo que en un familiar es conjuntamente no reprimido y negado no ofrece al niño otra salida que la del delirio en una alianza denegadora común -con efectos especíiicos para cada uno de los sujetos del conjunto (sobre la función represora). En muchos casos es factible evocar una colusión con efecto potencialmente p'iicotizante entre la realidad interna (el fantasma) y la realidad histórica (hipótesis desarrolladas especialmente por Aulag- nier, 1984). Se pueden observar también en otros casos. La catástrofe psíquica sobreviene en relación con la inercia psíquica del conjunto (o de una parte del conjunto) transubjetivo y esta falla o defecto de contención, de apuntalamiento, y de elaboración psíquica en función de su violencia incrementa el desamparo y acentúa la vivencia de desintegración y de muerte: Winnicott y Bion lo han demostrado ampliamente. Todo transcurre como si el sujeto traumatizado hubiera además sido atacado por esa falla de contención del aparato psíquico en los espacios transubjetivos del conjunto. Tienen los mismos efectos, incluso los agravan, las situaciones donde al traumatismo vivido por el sujeto viene a "agregarse" un verdadero ataque proveniente de otros sujetos del conjunto cuyo objetivo es el narcisismo dañado. En efecto, una constante de la catástrofe psíquica es

14

Ob. cit., oág. 94

142

Page 7: Rupturas Catastróficas

la dependencia narcisista y la violencia correlativa ejercida sobre las relaciones reciprocas de los sujetos singulares y del conjunto del cual sor sujetos y además lo constituyen. En esta conjunción no se trata realmente de un simple "agregado" traumático sino de una verdadera co-producción traumática que afecta el conjunto del espacio psíquico compartido: el sujeto traumático es él mismo traumatizante para quienes comparten con él un espacio contenido en los límites de una envoltura narcisista común, transubjetiva y co-inherente a cada una de las psiques constitutivas. Puede decirse que el trauma vivido por uno adquiere el valor de recuerdo traumático e insoportable y de herida narcisista ¡ricura-ble6 para el otro (o para aquellos otros). Aquello que no quedó reprimido, inelaborable, impen­sable, se observa en una repetición que no es concebido como realmente afuera, sino en un espacio psíquico intermediario entre lo interno y lo externo. Se representa al sujeto traumatizado como en el origen del recuerdo traumático. Es precisamente sobre aquel sujeto donde se efectúa la proyección del negativo. Será el o los únicos capaces con una cierta eficiencia sádica y aquellos cuya zona traumática propia se ha activado. La catástrofe psíquica debe su efecto desorganizador y mortífero al hecho de que el sujeto fue ubicado ante la imposibilidad de conservar en su propio inconsciente o en el de algún otro la carga y la representación del traumatismo debido a la destrucción de los continentes internos y exter­nos. La proyección misma queda impedida an tomo del negador en espejo abisal.

La clínica de los grupos y de las parejas, de las familias y de las ins­tituciones nos confronta con dichos agenciamientos catastróficos, con la vuelta sin fin de la negatividad. Así ocurre en un grupo cuando, por inercia de la actividad psíquica o por exceso de proyección sádica, uno de los suyos es atacado en el momento en que ha sufrido un traumatismo (o por el hecho mismo de haberlo sufrido), o cuando un terapeuta ataca un paciente en el momento en que (y por el hecho mismo de que) es confrontado a vivir un traumatismo. La mayoría de las situaciones para- dojales tienen su característica y sus efectos catastróficos con rasgos análogos. Así ocurre con un adolescente cuyo padre (por razones que le son propias) muere súbitamente y se hace responsable al adolescente de dicha muerte como si sus fantasmas hubieran sido realmente tan omni­potentes y todopoderosos sobre la realidad. Todo transcurre como cuando se dispara sobre una ambulancia, con una precisión tal que la visión de la ambulancia es insoportable para quienes disparan pues ha sido trans-

rmada en la imagen de su propia muerte.J Así va precisándose la noción de catástrofe psíquica. Sobreviene la

co-producción colusiva de acontecimientos traumáticos que no alcanzan a inscribirse ni a elaborarse en el espacio intrapsíquico ni en el espacio tran- subjetivo. El drama catastrófico queda en efecto como "un perpetuo defecto denunciado" (H. P. Jeudy, 1982) ante todo de representación fAjes han sido abolidos los lugares y las funciones psíquicas y transubjetivas donde podría constituirse y significarse. Su desaparición es en^ sí un agregado traumático. Los procesos generadores de la memoria y por ende

• En francés impansable como incurable e impensable como impensable permiten un juego de palabras de la cual no puede dar cuenta la traducción.

143

Page 8: Rupturas Catastróficas

de una posibilidad de historización. no pudieron ser activados. No pueden tampoco operarse los rechazos proysctivos o los depósitos en las forma­ciones colectivas, sociales y culturales que asumen además de sus fun­ciones en su orden propio, funciones psíquicas o metapsíquicas: predis­posiciones significantes, metadefensas, referentes identificátorios. Se trata entonces de situaciones donde la catástrofe psíquica se ve reforzada por una catástrofe social.

Catástrofe social y desintegración del encuadre metapsíqulco

Ciertos acontecimientos nos permiten interrogarnos más vividamente — puesto que se trata de la muerte— acerca de las relaciones entre la realidad psíquica y la realidad social. El cuestionamiento se produce cuando la distancia entre estos dos órdenes heterogéneos de realidad •—que habitualmente y necesariamente es factible distinguir en el encua­dre del psicoanálisis— parecen haberse esfumado al punto de que vivimos la experiencia extraña e inquietante de una confusión de límites entre lo de adentro y lo de afuera. La violencia social se confunde con la violencia psíquica o bien lo que llega de adentro se extienda sin discontinuidad con el medio ambienta social. Poderríos protegernos en parte de esta interfe­rencia aniquilante mediante un grave clivaje que sin embargo no depende dg la necesidad vital de distinguir el orden de las cosas y establecer el orden de las causas.

' Fenómenos semejantes ponen en tela de juicip de una manera cons­tante y según modalidades que quedan aún por precisar una desagrega­ción dei encuarte en el sentido definido por Bleger cuando menciona que ei encuadre es el depositario de los aspectos no-yo o de la parte psicòtica dei sujeto y una desintegración de las formaciones metapsíquicas que sostienen tanto las condiciones de la vida psíquica como las del conjunto transubjetivo. El derrumbe conjugado de estos dos límites apuntalados entra si caracterizan las situaciones de la catástrofe social: entendemos por ello el aniquilamiento (o la perversión) da los sistemas imaginarios y simbólicos predispuestos en las instituciones sociales y transgeneraciona- les. Enunciados fundamentales que regulan las representaciones compar­tidas, las prohibiciones, los contratos estructurantes, los lugares y funcio­nes intersubjetivos, la economía de los vínculos narcisistas, de las renun­cias pulsionales, de los pactos denegativos y defensivos, los ritos regula­dores de las etapas vitales de la vida hacia la vida, de la vida hacia la muerte, del amor y del duelo, lugares de la memoria, representaciones imaginarias y simbólicas"del origen y de las figuras fundadoras. Cuando los garantes matapsíquicos en su función psíquica de encuadre son destruidos y no pueden recibir en depósito o en proyección lo que po puede ser aceptado ni metabolizadb por la psique, cuando no pueden ya asumir el rol de para-excitante externo ni preparan para los procesos y formaciones utilizables para la representación y la sublimación, la violen­cia liberada (desligada) por esta desagregación se vuelve contra el con­junto mismo, contra algunos de sus sujetos o contra un enemigo exterior. Las funcionas psíquicas de dichas formaciones metapsíquicas se hallan dramáticamente incapacitadas para reducir o tratar una parte de la nega- tividnd inherente a la vida psíquica. Ei ataque social sobre las formacio-

Page 9: Rupturas Catastróficas

ñas intermediarias transubjetivas provoca, una incertidumbre profunda acerca de la realidad interna y externa, la parálisis de la actividad inter­pretativa del yo (.a menos de producir un delirio), la abolióión de las funciones para-excitantes y significantes, y una pérdida de apuntalamien­tos, identificatorios sobre los del conjunto. Las situaciones de catástrofe*! social, provocan efectos de ruptura en el trabajo psíquico de ligadura, del . representación y de articulación. El pensamiento está coartado por la r dificultad de representarnos la violencia asociada a la ruptura catastrófica.)Mientras que como Freud lo subrayó, las catástrofes naturales solidarizan I el cuerpo social, las catástrofes sociales lo desagregan y dividen. (

En la Argentina, la noción de catástrofe social se fue especificando a \ través de rasgos particulares de la violencia ejercida bajo la dictadura: / voluntad dé destrucción psíquica y física de una parte de la población civil, especialmente por intermedio de la tortura y la desaparición. La violencia se incrementó con la negación sostenida por el poder militar en relación ) con su propia violencia.

Atacándose a una parte da la sociedad para hacerla desaparecer, el )Estado totalitario desarticula los fundamentos del conjunto social y destru- i ( , ye las formaciones y los procesos de la vida psíquica que se apuntalan Y .Si/. h sobre el conjunto social, sobre lo qye he llamado los fundamentos meta- / 1 \ | psíquicos de la psique. Impone el modo paranoico de causalidad única7 i 1 í al juego móvil de las representaciones y de las relaciones. Se deshace de \ la autoagresión contra una parte de la sociedad con la cual se identifica por la proyección de la idea del complot subversivo y por la imposición de_y un ideal de pureza social (doctrinal, racial, ...).

Así como el primer acto de los torturadores es siempre el de quebrar j los ritmos temporales fundamentales de la vida (J. P. Moreigne, 1987), el / primer acto de la violencia social catastrófica es el de establecer el terror \ j •; mediante la desarticulación de los procesos del pensamiento. Es por ello yC i que la abolición del orden simbólico da al objeto desaparecido el status | \ \ enloquecedor de una representación fantasmática en el psiquismo. La i angustia que suscita el terror no puede ser reprimida ni proyectada, ni ! ligarse a representaciones de cosas y da palabras, ni encontrar represen-^* taciones y objetos en el simbolismo lingüístico y social. El ataque contra la identidad de la especie (genocidio) y de la sociedad (tortura, desapa­rición) es un ataque contra el orden simbólico; incluye el ataque contra el encuadre metapsíquico.

La destrucción de las formaciones intermediarias: pactos, contratos y alianzas transubjetivas

La catástrofe social no sólo plantea el problema de la distancia y de la articulación entre lo individiual y lo social, entre la historia íntima y la historia colectiva; ataca las formaciones intermediarias que aseguran las condiciones de la vida subjetiva y las condiciones de la vida social y cultural. Ma refiero con ello a las alianzas inconscientes selladas por las

' Sobre la cuestión de la causalidad paranoica, cfr. Micheline Enriquez, Au carrefour de la haine, y en mi obra sobre L’idéologie. Etudes psychanalytiques.

145

Page 10: Rupturas Catastróficas

fe

r í

formaciones del ideal, la comunidad de renunciamiento pulsional, el contrato narcisista y los pactos denegativos sobre los cuales se fundan y

se constituyen los procesos de base. Presentaré brevemente tres formaciones: La primera ha sido descrita por Freud cuando introdujo, en El ma­

lestar en la cultura, la noción de una comunidad de derecho consecutiva al renunciamiento impuesto por el contrato a la violencia pulsional. Freud

destaca las compensaciones y el beneficio obtenidos a cambio de la ¡n- { je i'e rV io " hibición y del renunciamiento al despliegue de la violencia pulsional. "El “ P . hombre civilizado ha intercambiado una parte de felicidad posible contraT r e ^ una parte da seguridad”. Este intercambio forma la base de la vida en

común. Freud describe: "Ahora el poder de esta comunidad se contrapone como ‘derecho’ al poder del individuo que as condenado como violencia bruta. Esta sustitución del poder del individuo por el de la comunidad es el paso cultural dec¡sivo.„Su esencia consiste en que los miembros de la comunidad se limitan en sus posibilidades de satisfacción en tanto que el individuo no conocía tal limitación” (1929). Un poco más adelante escribe:"el resultado último debe ser un derecho al que todos — al menos todos los susceptibles de adherir a la vida comunitaria— hayan contrbuido con el sacrificio de sus pulsiones y en el cual nadie — con la excepción ya mencionada— pueda resultar víctima de la violencia, bruta”. ¿ V

La comunidad en tanto derecho protege contra la violencia al individuo a impone la necesidad y hace posible el amor. Aquello descrito por Freud

e s u n bifásico: renuncia pulsional y advenimiento de la comunidad de derecho tienen una función y una significación en el espacio psíquico

singular y en el espacio psíquico de los agrupamientos sociales e institu­cionales. Nos describa al mismo tiempo el asentamiento psíquico de la fundación jurídica de la institución y de la filiación legítima de sus sujetos . • a un conjunto social. Pero no nos dice cómo los individuos pueden pro- T ’-sc'r® tegerse contra la violencia de la comunidad. Ésta es ejercida vis a vis de quienes “no han adherido a la comunidad” en tanto derecho. Cuando la comunidad niega su fundamento provoca la violencia generalizada entre sus sujetos y contra sus sujetos.

La segunda formación ha sido descrita por Aulagnier (1975). Hemos encontrado las premisas de estas ideas en Freud en el artículo de 1914

/sobra el narcisismo. Debemos retener tres ideas: la primera en cuanto el í Individuo es a sí mismo su propio fin y al mismo tiempo miembro de una

cadena a la cual debe sujetarse. La segunda concierne al hecho de que los padres constituyen al niño como al portador de sus sueños, de deseos no realizados y que el narcisismo primario de aquel se apuntala sobre el de los padres. La tercera es que el ideal del yo es una formación común a la psique singular y a los conjuntos sociales. Aulagnier introduce la noción de contrato narcisista para destacar que cada sujeto viene > al mundo de la socledad y de la sucesión de las generaciones siendo portador de ia misión de tener que asegurar la continuidad de las m ne* raciones'd e f rah lu rrto lioc ia rÉ 's 'portádor de úna posición en un conjunto V para asegurar dicha continuidad el conjunto debe a su vez investir narcisistamente este elemento nuevo. Este contrato asigna a cada uno un cierto lugar que le es ofrecido por el grupo y que le es significado por el conjunto de las voces, el cual antes que cada sujeto advenga ha tenido un cieito discurso conforme al mito fundador del grupo. Este discurso

146

i

ív - • *

m m . s m w m m

Page 11: Rupturas Catastróficas

incluye los ideales y los valores. Transmite la cultura del conjunto social. Esta discurso es e) que cada sujeto de una manera u otra debe retomar por su cuenta.

Este modelo aporta algún esclarecimiento para conocer lo que acon­tece en las rupturas catastróficas. Las mismas cuestionan las dos vertien­tes del psiquismo: aquella concerniente al sujeto en su singularidad, aquella concerniente al conjunto del cual forma parte. La catástrofe social constituye una amenaza para el vínculo con el conjunto en la medida en que el sujeto podría no tener más lugar en él. Por consiguiente cuestiona destruyéndolo el orden común sobre e l'cua l ha fundado narcisistamente su propia continuidad. Esta configuración tiene consecuencias sobre las catástrofes psíquicas: sobrevienen cuando el sujeto de un conjunto no está más (o no está) en condición de tomar el lugar al cual lo llama el conjunto y encontrar las condiciones narclsistas fundamentales según las cuales le sea posible el mantenimiento de su vida psíquica.

La catástrofe psíquica es una vivencia de desintrincación narcisista y libidinal del vínculo según la cual sólo subsisten los componentes letales de la pulsión de muerte. El sujeto muere psíquicamente en función de esta desintegración del vínculo transubjetivo que refuerza la desintrincación .dé los vínculos y de las energías intrapsíquicas, con las cuales tiende a con­fundirse, en cuanto concierne a sus formaciones y sus procesos más in- diferenciados y vitales. Podríamos decir que hay catástrofe psíquica cuando desde el punto de vista del narcisismo, siempre fundamentalmente puesto en peligro en dichas situaciones, el sujeto ha sido dañado en el doble sentido que Freud le reconoce: en tanto es a sí mismo su propio fin y en tanto miembro de una cadena (de un conjunto) a la cual debe conformar.

He llamado a la tercera formación el p acto denegativo (Kaés, 1987 y 1989). Se trata de aquello que en todo conjunto transubjetivo está signado por un acuerdo común e inconsciente al destino de la denegación, de la negación, de la desmentida, del rechazo, del enquistamiento y/o de la represión: para que un vínculo se organice y se mantenga en su comple- mentariedad de interés, para que sea asegurada la continuidad de las investiduras y de los beneficios ligados a la subsistencia de la función del ideal. El precio vincular está precisamente en relación con lo que no habría de ser cuestionado entre aquellos a quienes vincula en su interés mutuo para satisfacer la doble economía cruzada de los sujetos singulares y de la cadena de la cual son miembros. El pacto denegativo aparece así como el anverso y el complemento del contrato narcisista.

He puesto el acento de esta manera sobre dos polaridades del pacto denegativo: una organizadora del vínculo y del conjunto transubjetivo, la otra defensiva. En efecto, cada conjunto particular se organiza positiva­mente sobre la base de investiduras mutuas, identificaciones comunes, una comunidad de ideales y de creencias, un contrato narcisista y moda­lidades tolerables de realizaciones de deseos; y negativamente sobre la base de una comunidad de renunciamientos y de sacrificios sobre borra- mientos, rechazos y represiones, sobre un "dejar de lado” y sobre restos. El pacto denegativo contribuye a esta doble organización. Crea en el conjunto del no-significable, del no-transformable, zonas de silencio, bol­sas de intoxicación, espacios residuales (René Roussillon, 1987) o líneas de escape que mantienen al sujeto extraño a su propia historia. Detecta-

147

Page 12: Rupturas Catastróficas

)e¿ i c

,Í-íV o(«

mos los efectos en ¡as parejas, en las familias, an los grupos y en las instituciones:

Será posible admitir que toda modificación en las alianzas, contratos y pactos cuestiona la estructura del vínculo del conjunto transubjetivo y de los sujetos mismos. Recíprocamente, toda modificación da la estructura del vínculo se topa con las fuerzas que sostienen las alianzas, el contrato y el pacto corno componente irreductible del vínculo, del conjunto y de los sujetos.

Por otra parte las catástrofes sociales provocan la dislocación de ci=sjd¡chas alianzas y tienen consecuencias sobre la vida psíquica y sobre la

| vida social. El contexto social, escribe Janine Puget,8 deviene incoherente, /incom prensible e inasible; las reglas que gobiernan la interdependencia

grupál alrededor de la vida y de la muerte, del delito y su penalización no son más reconocidas. El sentimiento de culpabilidad pierde su orden causal historicogenético y se transforma en culpabilidad social. El discurso autoritario que emana de los organismos que detienen el poder adopta

! una lógica causal basada sobre hipótesis falsas, se apoya sobre valores Vóticos que promueven acciones corruptas y pactos perversos.

Si volvemos ahora a los análisis realizados por Wilfred Bion y José Bleger, será más fácil comprender que toda situación catastrófica, al cues­tionar !a integridad y la continuidad dat sistema, ataca el fundamento mismo de la vida psíquica. Han sido destruidos Jos Jxirdes y el trasfondo metapsíquico, es decir su función de encuadre a la vez depositan a de las partes josicóticas de ia personalidad, garante exjerna d e ja capacidad

.d,e simbolización, continente de la identidad y estructura de apuntalamien­to 3e los procesos de pensamiento y de sublimación. El trabajo de la

"memoria, en estas condiciones, se encuentra particularmente entorpecidoo destruido.

Sobre las funciones psíquicas del grupo en las situaciones de ruptura catastrófica

Las reuniones de grupo, aún aquellas que el poder legitima, son siempre sospechosas para los totalitarismos. Es una de sus constantes. Los pequeños grupos son acusados por ellos de ser la fuente de la subversión, de fomentar los ataques contra la unidad y la integridad del Cuerpo Social con el cual el Estado totalitario se identifica intentando transformarlo an idéntico a sí mismo. Uno y otro deben coincidir en el imaginario del Estado que lo representa ya no como símbolo, sino como metonimia del cuerpo social.

Pero existen razones más profundas para atacar los grupos. El agru- pamiento y el grupo constituyen para sus miembros, sobre todo cuando están confrontados a vivir rupturas catastróficas, un recurso y una fuente de apuntalamiento, de envoltura, de defensa y de apoyo narcisista com­partido. Todos los totalitarismos tienen en común el hecho de promover la prevalencia del Individuo o de la Sociedad, reducir al sujeto singular a la condición de elemento aislado, anónimo, objeto parcial sometido a un

3 En esta obra, cap. i, 4.

148

Page 13: Rupturas Catastróficas

..Fifi®1

Conjunto (social o ideológico) al cual se devuelve la función de dominación omnipotente. El sujeto de la realidad psíquica en su doble dimensión de Yo y su aplicación á un nosotros, que lo constituyen en heredero de la trama de sus identificaciones y de sus indicadores de identidad, es el obstáculo que opone el poder de la violencia de Estado a la resistencia más tenaz: dislocar los conjuntos y desarticular los vínculos que sostienen el sujeto en las situaciones de ruptura catastrófica, lo que ha sido un objetivo de la dictadura en la Argentina.

Las actividades de los grupos terapéuticos fueron especialmente re­primidas durante los años de la dictadura: perseguidos, prohibidos o disueltos pues eran sospechosos por ser considerados lugares de subver­sión social. En ios hospitales el desmantelamiento de los servicios que tenían en su seno tales encuadres fue silencioso, o racionalizado de una manera autorrepresiva. La práctica privada subsistió, no sin dificultades, pues había que vivir y mantener en ia medida de lo posible un lugar para la palabra y el trabajo psíquico contra el silencio y el terror. Pero ¿qué ocurría en relación con este trabajo y este espacio cuando la intrusión brutal del orden militar en el espacio de una sesión — arrestar a un terapeuta, un psicoanalista o un paciente—-hacía estallar el encuadre para el trabajo psíquico? Cuando se instalaba el temor a la intrusión, ¿cómo hablar libremente sobre el diván o en un grupo y cómo del lado del sillón, mantener una “atención igualmente flotante” cuando pesa el silencio, la sospecha y el temor? ¿Cuál es el orden simbólico capaz de mantenerse cuando un prójimo, un cercano, un paciente, un terapeuta, un psicoana­lista desaparece realmente en el silencio social y psíquico total? ¿Cuando dicha desaparición incrementa, en su obscenidad, el imaginario, los fan­tasmas de desaparición y la culpabilidad a ellos ligados?

El hecho de que la persecución se haya dirigido particularmente sobre la práctica psicoanalítica de grupo debe llevarnos a reflexionar acerca del peligro que representa para una dictadura el descubrimiento del incons­ciente y los efectos de subjetivación producidos cuando el trabajo se efectúa en un encuadre apropiado; cuando son develados lo que Freud llamaba "los fundamentos escabrosos" (sexuales) de la vida psíquica sobre los cuales se sustenta la vida social; o cuando aparecen los apun­talamientos que el grupo proporciona para la salvaguardia del pensamien­to y de la actividad psíquica. La práctica psicoanalítica grupal es entonces denunciada como una amenaza contra dichos descubrimientos contra los cuales se han ligado las fuerzas sociales ideológicas y políticas con aquellas de la represión.

Fuera de todo encuadre técnico intencionalmente creado con fines terapéuticos o a fortiori, de análisis, el grupo cumple, en las situaciones de crisis y de catástrofe,, la mayoría de las funciones metapsííjuicas por mí evocadas.

En su testimonio sobre los comportamientos individuales y de masas en los campos de concentración nazis (1943) Bruno Bettelheím describe, por haberla conocido, una de las situaciones de desamparo extremo donde la ruptura de la continuidad narcisista y de las relaciones de objeto es una amenaza mortal para la capacidad de mantener una actividad psíquica de ligadura.

Desde el comienzo de su estudio Bettelheim precisa que la decisión de emprender una observación sistemática del comportamiento de sus

Page 14: Rupturas Catastróficas

compañeros y del suyo propio en este tipo de, situación no tuvo por cierto si deseo de satisfacer un interés científico, sino esencialmente la necesi­dad de sobrevivir. Este trabajo, escribe, ha sido "un mecanismo puesto en marcha por él intencionalmente, a fin de poder, gracias por lo menos a una actividad intelectual, sentirse mejor armado para soportar la vida en los campos. Un comportamiento creado personalmente por el autor y fundado sobre su propio pasado, su formación y los sujetos hacia quienes dirigía su interés” .9 Notaremos que el primer beneficio de esta actividad fue sig­nificativamente una restauración narci'sistá y un restablecimiento del placer del funcionamiento psíquico. El placer derivado del apuntalamiento se reforzaba mutuamente: estimulados por el interés que Bettelheim demos­traba a otros, reconfortados en su amor propio y percibiendo probablemen­te el interés que Bettelheim tenía para consigo mismo, los prisioneros hablaban de ellos mismos y sentían el placer que esta actividad de sostén les prodigaba.

Bettelheim describió minuciosamente el estado de desamparo inicial de los prisioneros de los campos: pérdida brutal de los derechos civiles, encarcelación ilegal, shock producido por los primeros actos de tortura. Ante el traumatismo extremo, los individuos reaccionaban diferentemente

rty no disponían de los mismos recursos./„ Bettelheim discernió diferencias significativas en los comportamientos || de los prisioneros en función de su clase socioeconómica y de la capa­

cidad de apoyarse en una ideología, una cultura, un ideal poderoso y I coherente. Aquellos que no podían proteger la integridad de su Sí mismo ¡> no encontraban la fuerza de resistir a los nazis y no podían comprender I lo que les ocurría: "Aquellos que encontraban en su vida pasada una base ! que les permitiera levantar una fortaleza capaz de proteger su Yo sallan j. mejor parados que los otros”.10

Sin embargo, y aquí de nuevo Bettelheim da muchos ejemplos, el apuntalamiento sobre objetos de pensamiento, sobre la actividad misma de la mentailzación, supone la posibilidad de encontrar un apuntalamiento sobre el grupo actual, cuanto más cuando los nazis tenían por objeto desintegrar al individuo mismo: "la manera más eficaz de quebrar esta Influencia era la de formar grupos democráticos de resistencia compuestos por personas independientes, maduras y seguras de ellas mismas, donde cada miembro reforzaba su capacidad de resistencia apoyándose sobre todos los demás. Sin estos grupos hubiera sido extremadamente difícil no someterse al lento proceso de desintegración de la personalidad debido a la presión constante que ejercía la Gestapo y el sistema nazi”.” Este no es un testimonio aislado y conocemos ahora la extrema importancia del apuntalamiento grupal en las situaciones de crisis: el grupo, especialmen­te, asegura ia gerencia colectiva de iás funciones de la memoria y del olvido, articula el pasaje de la fantasmatlzación a la palabra (al mito) que se topan con lo real. Mantiene el apoyo vital, sobre la creencia.

■ 9runo Bettelheim, Le coeur conscient, Paris, Robert Laffont, 1972, pàg. 70.Oh. cit., pég. 79.

" Oh. cit., pâg. ¡05.

150

Page 15: Rupturas Catastróficas

Memorias

Tenemos varias memorias. Distinguimos tres: aquella del sujeto en la singularidad de suhistoria, aqueîlade la especie, lo que Freud designaba como la herencia arcaica de la humanidad, aquella de los conjuntos tran- subjetivos que sostienen nuestra identidad y nuHstras pertenencias a grupos. Todas estas memorias interfieren las unas con las otras pero cada una posee su configuración y una lógica propias: sus diferencias aparecen en su asociación con las formaciones heterogéneas de otras memorias.

Para cada una de estas memorias se impone una distinción funda­mental entre el tiempo histórico y el tiempo psíquico. Freud lo establece a propósito de la memoria individual. Al tiempo histórico, el de la sucesión de los acontecimientos ordenados en la cronología, se opone el tiempo psíquico: “el rasgo característico del pasado psíquico es pues que contra­riamente al pasado histórico no es aniquilado por sus sucesores. Se mantiene paralelamente a lo que ha devenido, sea de manera puramente virtual, sea en una simultaneidad real” . Entre el tiempo histórico y el tiempo psíquico hay a veces conexión, contradicción e incompatibilidad.

La concepción freudiana de la memoria es una concepción mutativa. Escribe a Fliess el 6 de diciembre de 1896 (carta 52): "Tu sabes que trabajo con el supuesto de que nuestro mecanismo psíquico se ha gene­rado por estratificación sucesiva, pues de tiempo en tiempo el material' preexistente de huellas mnémicas experimenta un reordenamiento según nuevos nexos, una retranscripción (umschrift)”. Jean Guillaumin (1977) n destaca que esta concepción no ha variado; se ha precisado en el curso de las diferentes etapas de la formación de la teoría. La evolución del pensamiento de Freud insiste sin embargo más y más sobre “la imposi­bilidad de convertir íntegramente en experiencias la imagen del pasado y devolver al discurso consciente cierta parte de la neurosis” (Guillaumin, 1977). En los dos textos de 1937 (Construcciones en el análisis y Análisis ¡erminable e interminable) insiste también sobre lá lrñjjosiB llIáád de uña, rememoración exhaustiva, sobre la necesidad cié la construcción y sobre la prem inencia 3’e ja ^ compulsión- m ortiTrto3ô~’ë rp â sâ 3 ô na puede" ser transformado en recuerdo.

No tenemos sólo una memoria individual, sino varias: aquella del fan­tasma, memoria de lo que nunca fue (François Gantheret, 1977), aquella de la verdad, memoria de lo que fue, aquella del cuerpo, memoria de lo que ha sido vivido con demasiada intensidad para ser suficientemente elaborado, y memoria de lo que no ha sido vivido para dejarse olvidar (Jean Bertrand Pontalis, 1977b). Todas aquellas memorias también se

^com binan e interfieren constantemente o prevalecen la una sobre la otra.■ M icheline Enriquez (1987) distinguió dos formas de memoria y de

olvido: una memoria prehistórica inmemorial a inolvidable que se presenta bajo la Horma ~3e~üña ám riisüT noT iga fla ,“ inorganizadaf uña memoria o lvidadiza y memorable que es una amnesia que obedece a la acción de' los procesos secundarios.

’’ Jean Guillaumin, "Un avenir pour la répétition", Nouvelle Revue de Psychanalyse, 15, 139-162, 1977.

2 El traba jo üe la m emoria

151

Page 16: Rupturas Catastróficas

§LJl§.!?ÍiL0 de la memoria: el aparato psíquico es esencialmente un aparato de transformación cuyos resultados son productos específicos agenciados por las, economías propias al trabajo deí sueño, al trabajo del duelo, ai trabajo da la pulsión, ai trabajo de la muerte. El trabajo complejo de ¡a memoria es el de desocultar aquello borrado o reprimido. Es también

. el de reprimir y de mantener en el olvido y el silencio lo que no ha podido ser tolerado. Es también el de resignificar a partir del presente poniendo en perspectiva el pasado. En el tratamiento, lo que el sujeto puede decir de su historia es aquella construcción de la cual es difícil reconocer las pruebas y que opera en el après-coup.

Pero antes de poder ser articulado en la historia, el análisis comienza por la interrogación acerca del sufrimiento del destino de repetición y con-

! tlnúa por un trabajo de desciframiento da los restos, escribe Maren Ulrik- : sen-Viñar en esta obra.

Cuando la rememoración de los acontecimientos o de las fantasías : fundamentales de la infancia no es posible, el analista puede proponer unai construcción conjeturable, hipotética e imponer una fuerza de convicción : capaz de suplir al desfallecimiento de la memoria histórica (Freud, 1937b;. Jean Bertrand Pontalis, 1977).'3i

Memorias y rupturas catastróficas ' -

Señalé más arriba que en las catástrofes psíquicas, cuando la repre­sión no se produce, se bloquean los procesos constitutivos de la memoria, la posibilidad da una rememoración y por lo mismp está también bloquea­do el acceso del sujeto a su historia. N »

En efecto, algurios acontecimientos no quedan como rasgo en la ex­periencia, sino de no-acontecimiento, un blanco que no se debe a la inhibición ni a la represión. Ocurre así en ciertos comas, en ciertos trau­mas. Sólo son investidos la ausencia de rasgos, el agujero en la memoria, y pueden representarse, lo más a menudo por su tránsito en el espacio

^psíqu ico de otro sujeto.¡I Tales traumatismos son los lugares de dominio: lo que no pudo ser | reprimido y permanece negado, un otro será quien lo deberá representar,

l¡ de alguna manera 9n una especie externa expulsada fuera de sí pero representada en el espacio de un otro qüe por razones que le son propias lo incluye en su memoria. Esta salida intersubjetiva es una alternativa a la repetición intrapsíquica: ni hay rememoración ni elaboración, sino de­legación para formar o inducir en el otro una construcción que funciona como pantalla extema-ínterna de una memoria imposible. Dichas forma­ciones deben diferenciarse de los recuerdos sociales, los cuales sugeridos por el medio ambiente en lugar de las representaciones del pasado infantil, “provienen de identificaciones relativamente superficiales a las imágenes de los otros a veces investidas pero que fallan" (Guillaumin, 1977).14 Exteriores al Yo son ellas también inautónticas y no cumplen las mismas funciones vitales que los recuerdos delegados en la memoria de otro.

En la mayoría da los tratamientos psicoanalíticos o de las psicotera-

Jean Bertrand Pontalis, Entre Ib rêve et la douleur, París, Gallimard, 1977, pág. 222.

152

Page 17: Rupturas Catastróficas

: pías relatadas por nuestros colegas que tuvieron que atender sujetos trau­matizados en una situación de catástrofe social: torturados, familiares o niños de desaparecidos, fue necesario que el analista se transformara en memoria de su paciente para reconstruir lo que quedaba en silencio

\ (Janine Puget, 1986). "Para que vivir no implique el olvido, e¡ terapeuta ' debe hacerse un tiempo, el memorial de este otro conservado, congela-i do”, escribe F. Richard.'5~ Se trata aquí, de hecho, de dos trámites diferentes: en un caso producir un relato, una construcción cercana a la ficción, reconstruir una versión posible del pasado, que como no pudo ser inscripto en represen-

j tación pero ha dejado trazos, no dispone de los enunciados para ser rememorado.

En el segundo caso se trata de mantener el signo, el rasgo de la exis­tencia del otro, cuyo olvido privarla al sujeto de su propio origen. Tal es

; la función del memorial: representa al otro en la genealogía para una historia personal que no rechaza la Historia colectiva, en vez de superpo-

r nerse a ella y destruirla.Pero cuando se trata del horror sufrido, ¿cómo trabaja la memoria?

¿Cuáles son los borramientos necesarios para la supervivencia pos- traumática? ¿Cuál es el silencio necesariamente mantenido y aceptado por el psicoanalista? ,e

Memoria individual y memoria colectiva

No es posible considerar el trabajo de la memoria sólo bajo el ángulo del proceso individual, a fortiori en las situaciones de catástrofes y de vio­lencia social.

La memoria colectiva está estrechamente ligada a una experiencia vivida integrada a ¡a historia de un grupo y por otra parte se define en relación con ésta. Aquellos que no han compartido esa historia no pueden comunicar con esta memoria.

Por razones que hacen a la necesidad de mantener la continuidad narcisista del vínculo entre sus miembros, el grupo establece sus referen­cias memoriales comunes y compartidas: sostienen el contrato narcisista y el pacto denegativo inherentes a la vida en común; contribuyen a la formación de la identidad de cada sujeto.

En la medida en que el pacto denegativo participa de la función re­presora, es generador de olvido y de memoria. Pero cuando se funda sobre la denegación contribuye al borramiento de las marcas atacando la actividad de rememoración y de ligadura. Retomando la noción de pacto denegativo, Enriquez17 subraya que “las problemáticas psíquicas organiza-

14 Jean Guillaumin, ob. cit., pág. 144." F. Richard, “Trauma et histoire”, en P. Fédida, J. Guyotat et al., Mémoires transferts. Paris, Echo-Centurion, 1986, pág. 120. Cfr. también Jacques Stern (1986); Julia Kristeva (1986) y el relato del análisis de Sarah por Micheline Enriquez (1987, pág.97-105)" Marcelo Vinar en esta obra plantea y desarrolla esta cuestión crucial. Igualmente la obra bajo ¡a dirección de Heitor O'Dwyer de Macedo (1988), La Psychanalyse sous la terreur, publicado en el momento en que este capitulo fue escrito.

Page 18: Rupturas Catastróficas

t

das en torno a la denegación, ai mantener fuera de la tópica psíquica y no. sólo 'fuera de la conciencia aquello que para ellas constituyen lo impensable, así como la fuente de heridas narcisistas irreparables, aca­rrean agujerar, de memoria y de desinvestidura que carecen de fuerza constructiva. La instancia represora falla particularmente en la medida en que para no tener que prohibir la transgresión de los interdictos, apunta a la instauración de un pacto denegativo sostenido por un contrato nar- cisista más o menos perverso”.

Por lo tanto el pacto denegativo cumple también una función represora transubjetiva al servicio de la constitución de la memoria; su fórmula nunca enunciada podría ser: no te recuerdes de lo que podría poner en peligro nuestro vínculo, el cual es más precioso que-el recuerdo de lo que ocurrió, pues lo que ocurrió ya ocurrió a uno y al otro. Bajo ese"aspecto el pacto denegativo sostiene el contrato narcisista. Contribuye a la formación de los recuerdos-encubridores comunes: de los mitos, recuerdos-encubridores de los pueblos (Freud).

El pacto dene qa tw participa tarnbiéii de ja repetición n ediante la cual, se expresaTa experiencia catastrófica y el traumatismo. Las parejas, las fam ilias,'los grupos,'“ las instituciones.y las socieBádéstienen mecanis­mos de repetición según un orden propio. Administran por lo tanto las repeticiones psíquicas que allí se apuntalan ^ las conservan. Así ocurre con los mitos, los ritos, las ideologías, las reproducciones de lo idéntico.

(Pero aquí también importa diferenciar a fin desarticular los pasajes, la economía intrapsíquica, la economía transubjetiva y la economía social de la repetición.

Una parte de las representaciones colectivas y de los mitos forman un conjunto de enunciados sobro los orígenes. Predisponen los signif cantes y al sentido común, son la memoria y algo así como las cicatrices de las sociedades. Estas formaciones acerca de la memoria y del o lv ido resultan ellas también de un trabajo psíquico y de un trabajo social de transforma­ción, la una sosteniendo la otra."’

¿Cómo se articulan las relaciones entre la memoria y los sujetos sin­gulares y los “encuadres sociales de la memoria”? ¿Cómo transforman los grupos el pasado común en recuerdos individuales y el pasado singular en recuerdos sociales? ¿Qué funciones psíquicas cumple la memoria colectiva? Plantearé cuatro proposiciones:

” La memoria colectiva registra en relatos o en monumentos, experien- cias vividas por la comunidad y significativas para ella, es decir, para sus miembros en la medida en que éstos están ligados entre sí, a la comunidad y por la comunidad. Como conjunto colectivo, la comuni­dad ocupa un cierto lugar en las representaciones y las investiduras

” Micheline Enriquez, "L'enveloppe de memolre et ses trous", en Dldier Anzieu, D. Houzel y col., Les envaloppes psychiques, París, Dunod, 1987, pág. 112.

Sobre la repetición en los grupos, cfr. J. C. Ginoux, "Répétition groupale et processus Sransitionnels", en René Kaés, André Mlssenard y col., l.e Iravailpsychanalytique dans los groupes. 2 Les voies de l'elaboration, París, Dunod, 1982.'* Sobre la relación entre memoria individual y memoria colectiva, Maurice Halbwachs, Les cadres sociaux de la mémoire, París, PUF, 1925; Micheline Enriquez, ob. cit, págs. 104-111.

154

Page 19: Rupturas Catastróficas

de los sujetos que la constituyen y así como los constituye; es el continente metapsiquico compartido que recibe en depósito los valo­res atribuidos a la experiencia común y que refuerza los vínculos de la comunidad. Es también el depositario.de ciertos contenidos de las represiones de los miembros de la comunidad. La memoria colectiva conserva en depósito y en latericia, ''retiene" no sób lo que~cig lá"lirio lquiso desechar en..g|',~sTnó taniE iSh' to que no 1é pertenece co m o ...propio:~es~decir una experiencia compartida, emociones, crisis, reso­luciones de alianza, lo que pertenece al vínculo que las hace posibles o que es efecto de ellas.• La memoria colectiva restituye "claramente” con más o menos trans­formaciones lo que cada uno pudo reprimir o desear, o lo que cada uno depositó en los continentes transubjetivos de la memoria. Pero oculta también representaciones de experiencia que sólo el fantasma individual puede restituir como experiencia subjetiva.20• La memoria colectiva contiene también recuerdos de experiencias que el sujeto no ha vivido pero que le son transmitidas por identifica­ción y por apuntalamiento, que adquieren sentido para él en el vínculo intergeneracional por razones internas, que hereda y que adquiere porque corresponden a estructuras psíquicas transindividuales funda-

,_mentales. Es 16 que Freud propuso en Tótem y Tabú. Estos recuerdos pueden también ser adquiridos bajo la presión conformista del grupo. En este caso funcionan sobre el modo del falso, como injertos perse­cutorios cuyos efectos sostienen identificaciones alienantes y suscitan denegaciones o idealizaciones masivas.• La memoria colectiva participa del trabajo de la construcción on la memoria individual: mantiene disponible en sus relatos y en sus mo­numentos significantes que han devenido inusitados así como signi­ficaciones abandonadas; dispone de verdaderas pantallas utilizables para la formación de recuerdos individuales cada vez que el Yo debe recurrir a ella.

Por lo tanto una parte de la memoria sólo funciona en grupo, en lo colectivo, en las instituciones. El grupo interviene para conservar la memoria individual, para estimularla, y también para sostener la represión o el borramiento, para proponerle elementos para su construcción. Es la función de los relatos míticos, de las leyendas y los cuentos,..es la función, del historiador, portavoz de la memoria del conjunto.

Memoria y transmisión de ¡a herencia arcaica

Eri ¡as últimas líneas de Construcciones en el análisis , Freud reitera la fiec fs idad de pensar la supervivencia en el psiquismo de la herencia arcaica de. la humanidad:

"Si se considera a la humanidad como un todo y se la coloca en el

™ La ley de vuelta contra sí puesta en evidencia por Jean Paul Valabrega (1967), a propósito de las relaciones del mito y del fantasma podrían aplicarse aquí.

155

Page 20: Rupturas Catastróficas

* lugar del individuo humano aislado, compruébase que también ella ha desarrollado formaciones delirantes, inaccesibles a toda crítica lógica y contradictorias con la realidad. Si a pesar de todo esto son capaces de ejercer tan extraordinario poderío sobre les seres humanos, nues­tra investigación de dicho problema nos lleva a idéntica conclusión que en el caso del individuo ais'ado. Deben, en efecto, su poderío al elemento da verdad histórica que han hecho surgir dt- la represión que pesa sobre la prehistoria olvidada.”2'

Esta tesis se confirma a lo largo de la teorización do Freud como aquella correspondiente a la dimensión del inconsciente transindlvidual e irreductible. Cada sujeto se transforma en un heredero.

En la historia psíquica de cada individuo, la represión originaria cons­tituyó ya un inconsciente, polo de atracción de las representaciones que por su lado la represión secundaria empuja hacia él. Un primer olvido. ’ fundante del inconsciente produjo ya la disposición a la represión. Como lo hace notar Mane M oscovic i22 al comentar el pensamiento de ^reud sobre esta cuestión, la represión originaria (Die Urverdrángung) ya presen­te para cada sujeto es aquella del asesinato del Urvater por el Uivarbre- cher, el asesino originario en la Urszene de la humanidad. La memoria es aquella inscripción consciente, depósito de las huellas del pasado desa­parecido. Hay aquí una paradoja que destaca Moscovici: Los restos de acontecimientos y de percepciones abolidos de la conciencia "están toda­vía presentes de algún modo y en alguna parte, solo que soterrado, inasequible al individuo” (Freu.d,1937 b).23 La herencia arcaica del hombre no abarca sólo las disposiciones y los armados, sino también los conte­nidos de lo vivido por las generaciones anteriores: "llevamos en nosotros no sólo la disposición al asesinato del padre, sino también este mismo asesinato y aun más, ese muerto asesinado... La historia está más pro­fundamente inscrita cuanto que ella no ha sido escrita, ni deliberadamente transmitida. La 'verdad' se conserva aun más si ha sido reprimida, olvida­da, en lo que se refiere a lo consciente”.24

Varias veces en su obra Freud vuelve sobre Ja hipótesis de la psique colectiva, sostiene el Interés, remarca el carácter provisorio (Tótem y Ta­bú), ), y lo articula con la cuestión de la transmisión psíquica y de la for­mación del inconsciente (E l yo y el ello, Moisés y la religión monoteísta) y con la de la vida psíquica (Tótem y Tabú).

''Sin el supuesto de una psique de masa, de una continuidad en la vida de sentimientos de los seres humanos que permite superar las inte­rrupciones de los actos anímicos producidos por la muerte de los Individuos, la psicología de los pueblos no podría existir. Si los pro-

*' Sigmund Freud, ob. cit. , t. XXI, pág. 366.n Marie Moscovici, "Un meurtre construit par les produits de son oubli", en L'ecrit du tamps 10, 127-144 (1985) recientemente emprendió la tarea de una puntualización sobre este aspecto controvertido de la teorización íreudiana. Yo mismo he desarro­llado ciertas investigaciones cercanas a las suyas en un trabajo sobre la transmisión psíquica transgeneracional y en los grupos. n Sigmund Freud, ob. cit., t. XXI, 1937 b, pág. 272.

Marie Moscovici, ob. dt., pág. 132.

i 56

Page 21: Rupturas Catastróficas

>

cesos psíquicos no se continuaran de una generación a la siguiente, si cada quien debiera adquirir de nuevo su postura frente a la vida, no existiría en este ámbito ningún progreso ni desarrollo alguno.” 25

Si evoca aquí la noción de progreso y da desarrollo en tanto vector de la transmisión, se precisa luego la razón de la continuidad de la vida psíquica. En este punto surgen dos nuevas cuestiones:

“Conocer el grado de continuidad psíquica que se puede suponer en la serie de las generaciones y los medios y caminos de que se vale una generación para transferir a la que le sigue sus estados psíquicos. No afirmaré que estos problemas estén muy dilucidados ni que la co- municac¡ón»directa y la tradición — lo primero en que uno piensa— resulten suficientes. En general la psicología de los pueblos se cuida poco de averiguar la manera en que la continuidad de la disposición se establece en la vida anímica de las generaciones que se relevan una a la otra. Una parte de la tarea parece estar a cargo de la herencia de predisposiciones psíquicas que empero necesitan de ciertos enviones en la vida individual para despertar una acción eficaz. Acaso sea este el sentido de las palabras del poeta 'lo que has heredado de tus padres adquiérelo para poseerlo’ (ibid.)."

Con ello quedan precisadas dos cosas: la transmisión directa median­te la tradición no provee una respuesta satisfactoria al interrogante acerca de la continuidad de la vida psíquica. Para que las disposiciones psíquicas heredadas sean eiicaces deben ser estimuladas por ciertos acontecimien­tos de la vida individual. La idea moderna de la epigénesis es la planteada por Fraud, el cual citando a Goethe aquí por primera vez, subraya que lo que le ha sido transmitido por vía de la herencia psíquica sólo es eficaz si el sujeto lo adquiere (erwerben) activamente. La herencia no puede ser recibida pasivamente, no puede ser una adquisición apropiativa. La con­cepción freudiana de la tradición no es la de una maldición: requiere del individuo que éste se constituya en sujeto para heredar.

Lo que se transmite es una huella, nada puede ser abolido si no aparece como signo, aún cuando sea como signo enigmático de aquello que no pudo ser primero reconocido y simbolizado.

"El problema cobraría un aspecto todavía más difícil si pudiéramos admitir que existen mociones anímicas capaces de ser sofocadas a tal punto que no dejasen tras da sí fenómeno residual alguno. Pero no hay tal cosa. La sofocación más intensa necesariamente dejará. espacio a unas mociones sustitutivas, desfiguradas v a unas reaccio­nes que de ellas se siguen. Ño es lícito entonces suponer que ninguna generación es capaz de ocultar a la que le sigue sus procesos aní­micos de mayor sustantividad.” 26

La huella sigue su camino a través de las otras, a través de las ge­neraciones, hasta que un destinatario se reconozca como sujeto de esta

" Sigmund Freud, Tótem y Tabú, O.C., t. XIII, pág. 159." Sigmund Freud, O.C. t. XIII, pág. I60.

157

Page 22: Rupturas Catastróficas

huella. ¿Cómo se transmite lo que hay que transmitir? Fieud plantea una hipótesis bastante sorprendente, que los trabajos de Bion sobre el aparato para pensar los pensamientos y sobre la función alfa hoy en día nos esclarecen.

"El psicoanálisis nos ha enseñado en efecto que cada hombre posee en su actividad mental inconsciente, un aparato que le permite inter­pretar (einen Apparat zu deuten) las reacciones de otros hombres, vala decir enderezar las desfiguraciones que el otro ha emprendido en la expresión de sus mociones de sentimiento. Por ese camino del entendimiento inconsciente, todas las costumbres, ceremonias y es­tatutos que habían dejado como secuela la originaria relación con el padre primordial, permitieron tal vez que las generaciones posteriores recibieran aquella herencia de los sentimientos.” 21

Memoriales

En agosto de 1985, en el transcurso del Primer Encuentro Internacio­nal de Psicodrama y Psicoterapia de Grupo, a algunos metros del lugar donde transcurría el Congreso ocurría el juicio a los oficiales superiores que habían, sido implicados en las desapariciones. De otra manera se trataba allí también de testimoniar, de recordar, de establecer un orden de causas, de reencontrar el enlace del terror y del horror.. En este otro espacio donde se afrontaba la violencia y el Derecho, lo arbitrario y la Ley, un trabajo de rememoración se efectuaba que no podía dejar de interferir con el que realizábamos nosotros.

Tercera escena, al mismo tiempo: sn la planta baja del Centro General San Martín, debajo del ámbito destinado a las conferencias y a las mesas redondas, había una exposición de objetos fabricados por el artesanado indio: había sido reunida una importante documentación sobre los modos da vida pasados y actuales. Los iridios desaparecidos, diezmados olios también por diferentes plagas. De ellos me habló largamente, con calidez, al editor-etnólogo que había organizado esa exposición a quien fui a ver repetidas veces durante el Encuentro.

Esta triple conjunción me pareció significativa; no sa debía a una concertación deliberada pero sin embargo era testimonio del trabajo de la memoria colectiva; hacía posible que se restableciera un vínculo de pen­samiento entre las diferentes escenas que, todas, convocaban a rememo- rar los orígenes y los destinos. Otro acontecimiento catastrófico que había tenido lugar en otro tiempo histórico, en otro contexto, comenzaba a sig­nificarse por la conmemoración actual. Las rupturas catastróficas son ge­neradoras de traumatismos cuando entran en relación no percibidas con antiguas rupturas nc elaboradas. Imponen la violencia siempre actual sin que se pueda llegar al reconocimiento de las relaciones entre la historié al acontecimiento violento y el fantasma. En una sociedad, el coraje dé pensar está ligado a la libertad de significar esta triple conjunción y afron­tar el trabajo del aprés-coup, que sólo se produce en condiciones donde sea posible vincular ¡o reprimido y lo represor. Este trabajo puede efec-

" Ibid.

158

Page 23: Rupturas Catastróficas

tuarse cuando se restablecen las condiciones que hacen posible la función simbolizante de los encuadres metapsíquicos. Es el trabajo de la histori- zación.

Lo que se transmite de generación en generación transita por -los memoriales de los acontecimientos del pasado. Son constituyentes de aquello que llamamos cultura. Sostienen la vida psíquica de cada sujeto. Son indicadores de las formaciones transubjetivas: pactos denegativos, contratos narcisistas, alianzas en la comunidad de renunciamiento. Son "lugares donde han quedado depositados fósiles psíquicos, deformados, desfigurados, estropeados”, pero de alguna manera siempre verdaderos.28 Los mitos y los cuentos,29 los ritos y las religiones, el arte son, cada uno, según su modalidad propia, materiales del psicoanálisis cuando pueden ser lugares de la memoria y de elaboración inconsciente, de depósitos o de vehículos de cada historia.30 Protegen contra el resurgimiento del horror. Si llega a ocurrir que se desarticulen en el transcurso de catástro- fes sociales se reconstruyen lentamente; no se los puede destruir comple­tamente. Son necesarios para la formación de la memoria individual así coma para la formación de la memoria colectiva, "la desaparición prolon­gada de los recuerdos de acontecimientos vividos, su larga existencia subterránea en el olvido, el trabajo de producción de sustitutos deforma­dos — lugares escondidos de la memoria—¿ obran durante aquel silencio y el tumulto de su retorno. El pasado existiría cuando se lo reconociera gracias al retorno al presente, al olvido fundante construido por el reco­nocimiento de la existencia del inconsciente, pasado y olvido incorporados al presente.31

Desaparición, trabajo de duelo e inscripción memorial

Las organizaciones de los Derechos Humanos de la Argentina esti­man que 30.000 personas han desaparecido bajo la dictadura, la mayoría entre los años 1976 y 1978; han desaparecido sin huella, sin cuerpo, sin palabra verdadera sobre la causa de su desaparición. En ningún caso se trata de una desaparición análoga a aquella producida por una catástrofe natural o técnica. Allí el duelo es posible: un consenso sostiene la repre­sentación de la muerte y certifica la desaparición del cuerpo. La especi­ficidad del traumatismo provocado por la dictadura es la desaparición muda. Se revela en el terror imponiendo el silencio a la palabra. El agujero de la desaparición provoca efectos patológicos no sólo actuales sino también sobre varias generaciones, conmueve en cada uno las fundacio­nes del vínculo, del pensamiento y de la identidad.

" Marie Moscovia, ob. cit., pág. 132-133.* Cfr. René Kaés y colaboradores, 1984, Contes et divans. Les fonctionspsychiques des oeuvres de fiction.30Cfr. Lacan 1953, pág. 255: “el inconsciente es aquel capítulo de mi historia que ha sido marcado por un blanco u ocupado por una mentira: es el capitulo censurado. Pero la verdad puede ser reencontrada; a menudo está ya escrita en otra parte. A saber (...) en las tradiciones también, véase en las leyendas que bajo una forma heroizada vehiculizan mi historia (...).":1 Marie Moscovici, ob. cit., pág. 135.

159

m m m m

Page 24: Rupturas Catastróficas

El orden da !as. cosas, el orden de las causas ha sido pervertido por la confusión a la cual todos fueron sometidos por la dictadura: ante la desaparición, aquella imponía el silencio, la culpabilidad y la denegación. Cada uno debía guardar silencio para asegurar su propia sobreviviencia, denegar toda información que podía dar una significación política a la desaparición; inducía a salvaguardar la dictadura al precio del silencio y de la culpabilidad. Cultivaba en e-ecto sentimientos de culpabilidad por el desaparecido que debía ser considerado culpable por el solo hecho de su desaparición.

Las presiones ejercidas sobre las familias iban todas en la misma di­rección para producir un efecto de sin sentido: que declaren al desapa­recido como muerto sin conocer la causa, que olviden el pasado o que consideren la disidencia política como una inadaptación social y como una causa de encierro para trastornos mentales o comportamientos antisocia­les. Aceptar aquellos modelos era una condición para sobrevivir al precio de un clivaje del Yo y de la realidad: a condición de no querer saber acerca de la desaparición y de activar una denegación masiva del vínculo con el desaparecido.

El trabajo psíquico del duelo que lleva a admitir la pérdida y la separación del ser querido, remite en sí en esta ocasión al trabajo de dueloípor los primeros objetos de amor con la consecutiva ambivalencia de sentimientos, se despliega siempre sobre una inscripción colectiva, social, cultural o religiosa y toma apoye sobre actos rituales y enunciados dal conjunto que dicen algo importante y necesario sobre el origen, sobre el fin y sobre la sucesión de las generaciones. En este sentido no hay duelo estrictamente privado, si bien el trabajó de duelo es, como todo trabajo psíquico, una creación que comprometa la singularidad íntima de cada sujeto.

Las psicoterapias emprendidas por nuestros colegas con familiares de desaparecidos parecen mostrar que el trabajo de duelo no es posible~si no se apuntala sobre una inscripción política y no sólo social de las des­apariciones releridas a la guerra silenciosa hecha por la dictadura contra .su propia nación. El trabajo que se efectúa actualmente en la Argentina intenta evitar la valla del doble reducclonismo que psiquiatrizaría o socia­lizaría los trastornos patológicos sobrevenidos durante el tiempo de la dictadura. Se traía de una elaboración colectiva e individual en el après- coup de un traumatismo sin nombre, de una pérdida impensable, de un duelo aún imposible, teniendo en cuenta la dimensión de una sociedad.

La llegada de la historia

Las diferentes figuras de la muerte, ei asesinato, la Jesaparición, a escala de un genocidio (habría que decir también socio-cidio) no pueden ser tratados por la psique como un duelo normal. Conciernen también la especie, los vínculos genealógicos, los conjuntos transubjetivos, es decir los fundamentos narcisistas de ¡a continuidad de la vida misma.

En las sociedades que salen de una catástrofe social alguno: indivi­duos intentan reprimir los acontecimientos traumáticos, mientras otros mantienen despierto al dolor y el horror. Para ellos la represión e ; Impo­sible. El trabaje de la memoria y dal olvido, al trabajo de la historzación, se ve entorpecido por razones intrapsíquicas y por razones que facen a

160

Page 25: Rupturas Catastróficas

os defectos de inscripción memorial colectiva..Por, ello es que el levantamiento de las resistencias que hay que

-eco'rdar es muy largó; fueron necesarios 40 años para que el terror y el Ijorror nazi sean pensados con mayor amplitud. Es al tiempo de dos ge­neraciones.32 Es también el tiempo donde la tensión entre la rememoración cíel dolor de los sobrevivientes y la denegación colectiva de su causa se movilizan en los últimos grandes procesos: así se conoció en Francia el desarrollo de tesis negando la existencia de las cámaras de gas en el momento an el cual se emprendía el juicio de Klaus Barbie y se volvía al debate sobre la división de los franceses frente a la Alemania nazi. Una de las funciones del ¡uicio es la da levantar las resistencias a recordar y hablar. De esa manera sa hacen disponibles nuevos materiales de la memoria para el trabajo de la historización.

No hay grupo ni institución ni sociedad sin memoria, sin trabajo de historización. Las sociedades que sostienen las utopías mortíferas recha­zan la memoria y la historicidad. El estudio de aquellas sociedades demuestra cómo están en actividad los mecanismos análogos a aquellos de la forclusión y de la denegación. El "no te recuerdes” no está aquí ordenado por la represión del horror, sino por la anulación de la historia y de la experiencia. La orden es la de hacer, tan sólo. Esta anulación mantiene con todo su vigor el poder del horror y de la aniquilación del pensamiento. Así como la estrategia del poder en las situaciones de catástrofe social apunta a reprimir, destruir o pervertir toda manifestación de la realidad psíquica, también apunta a sustituir a la memoria colectiva enunciados sobre la historia capaces de legitimarla. Impone por la fuerza un contrato narcisista perverso y lo desplaza a su beneficio sobre su única violencia, la apuesta de l pacto denegativq.

La historia, escribe el historiador Fierre Nora, es una memoria cons­truida a partir da los archivos constituidos para hacer de ellos un relato. El historiador “desenmascara las inercias de la memoria, las ilusiones que una sociedad necesita conservar para permanecer y perpetuarse”.33 Su rol difiere profundamente según se trata da situaciones históricas: trabaja sea para recuperar el pasado (an el tercer mundo colonizado), o para denun­ciar de manera militante la “rmwnoria asesinada” 3< como es al caso en las situaciones totalitarias o para establecer un discurso sobre los orígenes (EE.UU.) o también para investigar la memoria de la memoria (tendencia de la historiografía en Europa).| La empresa del historiador desde este punto de vista tiene un paralelo con la del psicoanálisis: liberar el pasado por el ejercicio activo de la me­moria.35

x Cfr. H. Nissenson, L'éléphant et le problème juif, Arles, Actes-Sud, 1987. Leer îambién K. Husemann, “Garder le silence, là est le crime", Revue de Psychothérapie Psychanalytique de Groupe, 9-10, 117-124, 1987.10 Pierre Nora, "Mémoire de l'historien, mémoire de l'histoire. Entretiens avec Jean Bertrand Pontalis', Nouvelle Revue de Psychanalyse, 15, 221-232, 1977.* Pierre Vidal Naquet, “Un Eiclimann de papier", Esprit, 9, 8-52, 1980. Les assassins de la mémoire. Paris, Editions la Découverte, 1987.35 Jean Bertrand Pontalis, "Entretiens avec Pierre Nora: Mémoire de la historien, mémoire de l'histoire. Nouvelle Revue de Psychanalyse 15, 221-232, 1977.

I

Page 26: Rupturas Catastróficas

Para ambos se trata de hacer posible que se develen las rupturas y tachaduras, que se vuelvan; a tejer las continuidades reconstruidas y una "verdad" acaptable. De esta manera, el uno y el otro nos retrotraen al comienzo de las cosas, al origen, puesto que hay una falta que debiera ser representada, vivida, comprendida y sabida. El trabajo de lá historia es un trabajo sobre la ruptura en el transcurso de 'los acontecimientos, sobra la laguna. Es un trabajo de construcción y de reconstitución que opera una puesta en palabra, una puesta en orden, una puesta en sentido para si mismo y para un tercero. ... ........ .

La historia se escribe sobre el signo del desgarramiento, como lo se­ñaló Jean-Michel Rey a propósito del trabajo de Freud en la escritura de la historia del movimiento psicoanalítico (relato de una gran crisis, la de la ruptura Cori Jung, o como el libro sobre Moisés escrito en otro momento de crisis y en el tiempo de la muerte próxima de Freud), hacerse histo­riador exige un triple desprendimiento. Primero de la actualidad: "hacerse historiador significa tal vez, anta todo, saber hacer la prueba de una cierta inactualidad... no esperar una confirmación de lo que se piensa a todo precio, no mostrarse complaciente con lo que supuestamente forma la esperanza de un gran nombre. Deshacerse de las exigencias estrictas del presente para intentar buscar de dónde proceden las líneas de .fuerza del presente”.36 Con ello se reencuentra el trabajo decisivo del aprés-coup, "que siempre1'tom a la delantera sobre toda fdrma de actualidad, sobre las diferentes figuras del presente, sobre la determinación del porvenir como simple continuidad del presente”.37 Así el pasado se resignifica constan­temente, si bien no se supera ni integra jamás. Por cierto es también lo que íua un futuro anterior que sólo los sujetos pueden reconocer ahora como su propia historia.

Para que la historia se transforme en producto del trabajo de la memoria tiene que haber una historia, “es decir una experiencia y una representación de un proceso coherente referido a un continuo temporal”.38 La experiencia de la historicidad requiere que la actividad mnémica fun­cione, que sea posible un juego con los recuerdos, que la rememoración sea compartida y comunicada. A partir de su experiencia con el psicoaná­lisis de niños, Lore Schacht escribe que la experiencia de la historicidad es consecuencia en primer lugar de una experiencia compartida de la historicidad en una relación resultante del encuentro del juego de los recuerdos entre el niño y su madre.™

Una rememoración compartida y comunicada es necesaria para el esíuer."0 requeiido para la creación de la historia.40 Para que dicha ex­periencia ocurra debe establecerse o restablecerse la confianza.

El traumatismo sufrido en las catástrofes sociales destruye la coniian- za y, peor aún, transforma a sus víctimas en extranjeras de una historia de la cua! rio pueden apropiarse. No pueden sustituir al silencio de lo irre-

35 Jean-Michel Rey, "Freud et l'écriture. de l'histoire. L'Ecril du temps, 6, 1984, págs.23-42.

Jean-Michel Rey, ibid. pág. 33.3 Lore Schacht, “Découverte de l'historicité", Nouvelle Revue de Psychanalyse, 15, 1977, 69-79.3 ibid., pág. 71.“ Micheline Enriquez, ob. cit. pág. 95.

Page 27: Rupturas Catastróficas

presentable y a la repetición que la carga del acontecimiento traumático restablece sin cesar, el consentimiento del silencio y la rememoración. Sólo entonces la memoria externa, el memorial colectivo, la historia que sin cesar debe buscar un sentido podrán proteger contra el resurgimiento de! horror contra !a repetición y el silencio de la muerte y ofrecer algunos apoyos para decir con palabras prestadas algo de su verdad, a condición que no sea falsificada por un discurso y un pacto denegativo.