Ruy Xoconostle - Los días orbitales de Frank, primera parte

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    MXICO, ENERO DE DOS MIL TRECE

    Los das orbitales de Frank

    HA KERSDE AR O RIS

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    CAPTULO 1

    El agente secreto()

    Las Arboledas, Naucalpan. 17 de agosto, 2002

    A VUELTA DE RUEDA A BORDO DE UN TOPAZ. La lluvia cae salva-

    jemente sobre calzada de los Jinetes: un hombre corre por el camelln cu-brindose con una bolsa de plstico, las copas de los rboles se sacuden y asu lado una fila de coches esperando turno para cruzar el semforo; los au-

    tomovilistas miran apesumbrados y tambin sorprendidos la precipitacinde agua. El Veterano es uno de ellos. Conduce, silencioso, y se concentraen el rudimentario hecho de ver caer gotas de lluvia. Jude Makivar lo

    acompaa en el asiento delantero. Atrs, Brian, el Xolo y Pabli, ste lti-

    mo, dibujando figuras con el dedo en el vidrio empaado.Hey, deja de hacer eso, pide el Veterano por el espejo retrovisor.

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    Qu tiene, replica Pabli.Se ensucia.Eso qu.

    Pabli, interviene Jude Makivar con un tono tibiamente regan.El dedo abandona el vidrio.

    El dedo se guarda nervioso en la bolsa del abrigo.El dedo sale de nuevo, junto con los dems dedos, con toda la mano, y

    se posan en la corbata. Gris, de rayas. Parecen querer reafirmar el nudo.

    Brian se asoma y mira a su hermano.El Xolo se hace un poco para atrs. Como para dejarlos platicar.

    Brian pregunta:Dnde conseguiste tu corbata?Sanborns.

    Ah.Y Starla, Pabli?

    Esa es Jude Makivar. El Veterano arquea las cejas.Brian desva sus ojos hacia la encharcada avenida.

    El Xolo tuerce la boca.Pabli sonre. Una sonrisa cnica.Suena algo de Beethoven en el radio. Los Lindsays.

    Starla no va a venir, ma.Por qu?El cabello dorado de su madre roza el borde del asiento frontal. No

    puede verle a los ojos. Por suerte.

    Se fue. Del pas.Jude Makivar baja la visera y abre el espejo. Los grandes ojos verdes se

    posan en su hijo Pabli.Pfff.

    Del pas?S, ma

    Por qu?

    Silencio.El Topaz no se mueve. La lluvia cae pesada sobre el toldo.

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    Starla odia al demonio adentro de m, o los residuos del demonioadentro de m.

    T no tienes ningn demonio adentro, Pabli, dice Jude Makivar.

    Silencio.Yo creo que s.

    Yo creo que no.Yo creo que s, ma, Pabli sube la voz, y ni todo el shitware ni toda la

    meditacin del mundo lo va a matar.

    La meditacin no tiene nada que ver, tich, dice el Xolo.T no te metas.

    Pabli respira pesadamente.Jude Makivar cierra el espejo y sube la visera.Su pelo dorado sigue rozando el borde del asiento.

    Voltea sbitamente. Se dirige al Xolo:Te cambio de lugar.

    Y claro, responde el Xolo.Hacen un complicado movimiento contorsionista, pero finalmente lo

    logran.Jude Makivar ahora est sentada en medio del asiento trasero. Tranqui-

    la. Serena.

    Toma a Pabli de la mano.Hola, le dice. No necesitamos a Starla hoy aqu. Seguro ella tiene

    cosas ms importantes que hacer.

    Pabli asiente.

    La fila de autos no se mueve.No para de llover.

    * * *

    Universidad Bayona, Tangamanga. 26 de agosto, 2002

    CAE LA TARDE Y LOS ALUMNOS HUYEN a sus dormitorios. Es elprimer da de clases de aquel semestre y, aunque es lunes, difcilmente se

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    encerrarn a estudiar o sintonizar el fido o ver una cinta de VHS. Lo msprobable es que solo cambien de ropa y salgan de nuevo, bajo el cobijonocturno, a festejar que ha iniciado un nuevo ciclo acadmico.

    Una solitaria figura, de cachucha y backpack, cruza el jardn principaldel campus en direccin contraria a los dormitorios. Es un estudiante, cla-

    ro, y se dirige hacia servicios escolares. Al arribar a las oficinas, observa ala viejecilla de gafas y huesudo cuerpo detrs del mostrador colocarse depie un suter, seal de que aquel lunes ha terminado para ella.

    La viejecilla mira al estudiante encararla y respirar pesadamente.Tuerce la boca y suspira.

    Termina de colocarse el suter y vuelve a sentarse en su silla giratoria.Pone las manos en el teclado. Dice:

    Cul es tu nombre?

    Tadeus, responde el estudiante.Apellidos primero, corrige ella.

    Oh, perdn, se rasca la barbilla. Cominsky Gomli, Tadeus.Facultad?

    Ciencias Tempraneras, ladra estoicamente.Ni tan tempranero. Hoy empezaron las clasesYa s, dice Tadeus sin dar mayores explicaciones de por qu falt en

    aquel primer da.Veamos, teclea la viejecilla y aguarda un instante. Tenas cita en la

    maana. Para documentarte y recoger tu consola.

    No puedo documentarme con usted?

    No no, eso es con otra chica.Tadeus sonre.La viejecilla seala una desocupada silla que se encuentra a su lado.Y la mquina?

    Tengo cara de que yo entrego las consolas?Gulp.

    Lo siento. Regresa maana.

    La viejecilla apaga la computadora y abotona su suter.

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    No, Tadeus se toma de una ceja, es que usted no entiende, hoy mis-mo tengo que configurar mi consola. Maana comienzo clases muy tem-prano.

    Hubieras pensado en eso antes de llegar tan tarde.Por favor, y Tadeus ejecuta esos ojos que tantas veces ha ensayado.

    La viejecilla lo mira indefinidamente a travs de la ventanilla. Por unsegundo, solo por un segundo, parece flaquear.

    La oficina abre a las ocho, dice lapidariamente y desaparece por una

    puerta trasera.Tadeus se talla los ojos, frustrado. Sale de servicios escolares de vuelta

    al jardn principal. Tarda una media hora en encontrar su edificio, el Fran-klin Delano Roosevelt. Las ltimas indicaciones que le han dado unoscros sophomore es que atraviese los jardines contiguos a las canchas de

    tenis y se enfile hacia la biblioteca sur: ah derechito hallar el Roosevelt.Tadeus sigue las instrucciones y a la larga encuentra su destino. Un letrero

    lo saluda:

    BIENVENIDO A LA PREFECTURA ROOSEVELT

    El Roosevelt es un clsico edificio universitario conformado por dos pi-

    sos de ladrillos, teja y soledad. Tadeus arriba al pequeo y oscuro lobby.Una mujer cincuentona, de suter abierto y chongo, fuma en una esquina.Parece una versin live action de aquella mujer-caracol malencarada de

    Monsters, Inc. Lo mira con desinters.

    Buenas noches, saluda Tadeus.Buscas a alguien?Este es el Roosevelt?La mujer se acerca.

    Estudiante?S.

    Llegas tarde.

    Lo s.Djame ver tu pase.

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    Tadeus hurga afanosamente en el backpack. Finalmente lo entrega.La mujer revisa el papel.Bien, Cominsky. Yo soy la Sra. Pox, administradora del lugar.

    Tanto gusto, Sra. Pox, dice Tadeus.Tu dormitorio es el 237. Segundo piso al fondo, y le regresa el papel.

    Mil gracias, Sra. Pox.Tadeus sigue las indicaciones.237. Toca toc toc.

    238. Un joven desnudo le abre.Y hola.

    T eres el nuevo?S.Llegas tarde.

    La puntualidad no es mi fuerteTadeus evita mirarlo.

    Y tS, yo soy tu roomie. Pasa.

    Finalmente entra. Mira el que ser su escritorio. Coloca ah subackpack. El olor a cancro le incomoda.

    Te molesta que fume?, pregunta el desconocido.

    No que fumes. Es solo que tengo un imn para el humo. Siempre vuelaen direccin ma

    Okey, no fumas.

    De hecho s fumo. Me gusta fumar.

    Entonces?Odio el humo del cancro ajeno.Haha, dice el encuerado y se pone una toalla alrededor de la cintura.

    Quieres un pitillo?

    Perdn?Un cancro, y le extiende una caja de Camel.

    Claro, claro.

    Cmo te llamas?Tadeus.

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    Bien. Yo soy Runic.Mucho gusto, Runic.Tadeus fuma.

    A qu carrera vas?, pregunta Runic.Tempraneras.

    Ya.T?Numberologa.

    Ah, okey.Runic prende un cancro tambin. Los dos fuman.

    Crece la ceniza.Tadeus seala aquello con los ojos.Espera, te doy un cenicero, dice Runic y de un salto alcanza una repi-

    sa con una lata antigua de cacahuates Planters.En el proceso, la toalla se ha cado al suelo.

    Tadeus le mira el culo.Y cuando Runic vuelve con la lata, le mira el largo pene flcido, col-

    gando casualmente.Haha, sorry, se disculpa Runic ante la omisin toallesca.No importa, dice Tadeus, con una tmida mueca y jalndose coqueta-

    mente los pelos de la patilla izquierda.Deposita la ceniza en la lata.En qu estbamos?

    Y numberologa.

    Ah s.Qu tal el campus?Al principio es rudo, pero te acostumbrars a la soledad, a caminar un

    par de kilmetros para cambiar de saln, al clima extremoso, a la cerveza

    de barril, al caf malo, a desayunar molletes todos los das.Creo que me gustar

    Fuman y guardan silencio. Tadeus intenta mirar en direccin opuesta a

    ese pene.Alguien toca toc toc en la puerta.

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    Seguro es Pep, anuncia Runic.Pep?Jelou? Tu otro roomie.

    Runic trota hacia la puerta.Tadeus le mira el culo. De nuevo.

    * * *

    Sivaganga, Tamil Nadu. 11 de septiembre, 2002

    STARLA CAMINA ENTRE EL CALOR HMEDO y sofocante, entrelos montones de basura, el lodo, las moscas, los claxonazos resonando en

    su tmpano y las interminables filas de gente. Se detiene en una esquina,en un pequeo resquicio techado, coge una liga y se reacomoda el pelajeconejil en una eficiente cola de caballo. Su vaporosa blusa azul turquesa

    no tiene nada que ver con sus pantalones cargo verde olivo y sus botasDr. Martens Pantone 268-C. Nada tiene que ver con nada en ese lugar, en

    realidad. Starla se toma un segundo para observar aquella concurrida calle:las telas coloridas, percudidas, las pieles sudorosas, los pliegues de carneque se ven a travs de los saris. Hombres con sus faldones arremangados.

    Gente dormida en donde sea. Gente pidiendo limosna. Polvo. Rickshawsestacionados y en movimiento. Edificios viejos, cubiertos de humedad,

    deslavados. Olores penetrantes: a jazmn, a mierda, a orines, a pescadoasoleado, a comida, a talco, a sudor, a agua estancada, a vacas un olor

    unido a otro, no le da tiempo de cerrar las fosas nasales.Toma su botella de agua y extiende el mapa que ha tomado de su

    backpack. Est cerca. Decide seguir caminando. Tres calles ms abajo, en-

    cuentra un par de cabras echadas sobre el toldo de un auto abandonado.Aquello le da risa. Quiz esa sea la seal que esperaba. Avanza por la callesiguiendo a los camiones, viejos y abarrotados, con hombres colgados casi

    en vilo de las puertas. Aquellos enormes y penetrantes ojos negros, sin ex-

    presin definida en el rostro, le clavan la mirada; Starla se sonre. Sabe queno le quieren hacer dao. En India nadie le quiere dao. Las voces de la

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    gente de Tamil Nadu responden con calidez siempre que les pregunta unadireccin. Son amables, siempre son amables. Son serviciales. A pesar deese extrao tercer ojo rojo en medio de las cejas. A pesar de esas barbas y

    esos bigotes y esas cejas pobladas, a pesar de esas fisonomas extraas yfascinantes.

    Alcanza finalmente el lugar. Para entrar, se da cuenta que debe cruzarpor otro pequeo ocano de caos: docenas de mujeres barriendo, banquetasobstruidas, motos y bicicletas estacionadas por doquier, tiendas con apara-

    dores repletos de tela, carretas arreadas por bueyes, un ejrcito de Burkascaminantes, hombres con tnica musulmana y nios, nios, nios

    A empellones, Starla se abre paso, respirando profundo, sintiendo aque-llo el caos en todo su esplendor, un caos que solo ayuda a exaltar sussentidos al unsono, al mximo, sin dejarle mucho tiempo para pensar.

    Ah est. De golpe se ha abierto la visin del templo de Karpaka Vina-yakar. Mira su estructura ms alta, y la laguna que la rodea.

    Starla sonre. Es hermoso.You come to Karpaka?

    Voltea hacia abajo. Esa voz y ese extrao acento pertenecen a un nio.Excuse me?You tourist. You come to Karpaka. Worship services start at five.

    Oh, no, Starla carraspea, Im coming to Ganesha Chaturthi.You come to Karpaka.No, no. I came here to attend Ganesha Chaturthi.

    Yes, you come to Karpaka.

    Starla arquea las cejas. Se le ocurre algo. Mete su mano en el pecho ydel interior de la blusa azul turquesa extrae una medalla de Ganesha.

    La agita frente al nio.Oh, Navagraha Nayagan Ganapathy!

    El nio le regala una gran sonrisa.Starla le devuelve el regalo.

    * * *

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    Antn Lizardo, Veracruz. 27 de septiembre, 2002

    SU NOMBRE ES ISABEL, PERO NO SIEMPRE se ha llamado as. Viste

    solo con unos jeans y una playera blanca y una pony tail; a su parecer, undesastre, aunque al resto del mundo no piensa de la misma manera. Todos

    la consideran guapa. Solo ella se resta valor lo tpico.Est descalza. Se siente cansada. Se cruza de brazos. Se talla los ojos.

    Tiene sueo. Ha pasado demasiadas horas en aquel stano semioscuro.Se reclina en el reposet una vez ms.En una mesa, una cobija doblada, lista para usarse. Hay tambin una pi-

    la de libros, y una lmpara de banqueros los ilumina dbilmente con supantalla verdcea. El cenicero, copado. Isabel no fuma en pblico. Solo

    cuando su marido hace la cosa.Se talla de nuevo los ojos. Repara en el sujeto que est frente a ella el

    sujeto es su marido, claro. El delegado Francisco Chibi, oficial de la Armada

    de Mxico y diplomtico en Penn.Se encuentra plcidamente sentado en una silla; no un reposet como el

    suyo, ms bien una dura silla de aluminio, fra e incmoda. Pero no parecemolestarle. De hecho, tiene los pies trepados en los muslos, y los ojos cerra-dos. La expresin calmada. Como un yogui de esos que han visto inconta-

    bles veces en los documentales de la National Geographic que transmitenpor el fido.

    Una vez ms, Isabel se pregunta cmo lo hace. Nunca ha obtenido unarespuesta. No de su marido, menos de l. Solo sabe que suea. Y cuando

    suea, trabaja. Ese es su trabajo. Y ella lo acept. Ella saba que se haba ca-sado con un agente secreto.

    Un tipo inusual de agente secreto.

    Isabel a ratos piensa que su marido es como un imn potentsimo. O unagran antena receptora viviente. Pero es ms que eso.

    Oh s, ella sabe que Frank es mucho ms que eso.

    Toma un libro de la pila que descansa sobre la mesita.

    Esto va para largo, piensa.Lee.

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    El puerto de Veracruz, Veracruz. 27 de septiembre, 2002

    SU CUERPO PODR ESTAR A VARIOS KILMETROS de distancia,pero su yo proyectado se encuentra ah, en una casa extraa, en una habi-

    tacin extraa, sentado en una cama extraa.Nadie lo vio entrar claro. Simplemente apareci. Un pequeo ejrcito

    de escoltas con AK-47 no sirven de nada cuando tus enemigos pueden ma-

    terializarse espontneamente donde sea.Frente a l, su vctima. Un funcionario de altos vuelos del Partido, un

    regidor municipal de extraccin catlica. Para Frank es solo otro gorditocalvo enfundado en una playera Polo, perfectamente aterrorizado. El regi-dor se ve a s mismo engarrotado junto a la puerta, la mano todava en la

    manija; mueve nerviosamente los ojos y observa con pnico al intruso sen-tado en su cama.

    Frank sonre.No que Frank se vea como alguien desagradable, en lo absoluto. De he-

    cho, es un tipo elegante: traje gris oscuro, camisa de rayas, corbata negra

    perfectamente anudadaLos anteojos Oliver Peoples terminan por darle la apariencia de un abo-

    gado chacal. Fino y elegante, pero chacal.Quiz eso s sea aterrador.

    Frank lo haba anticipado perfectamente. La reunin social que habaelegido para presentarse a asesinar al regidor, era una clsica fiesta de pa-rejas. En el living, gente comiendo botanas, gente rellenando sus vasos de

    ron, gente vociferando bromas y chistes y ancdotas. Ahorita vengo, dijoel regidor y subi las escaleras. El momento perfecto para aparecer comoun xodido Harry Houdini del infierno.

    El regidor abri la puerta y antes de que pudiera parolear quin es us-

    ted? fue congelado por una fuerza invisible.

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    Frank sabe que sus poderes no son ilimitados. Puede pasmar a una per-sona, quiz a dos o tres simultneamente, pero no al resto de los invitadosy a la servidumbre robtica. Ni a los distrados guaruras. As es que en

    cualquier momento alguien ms podra entrar a la habitacin y echar aperder la diversin

    Vigilar. Eso. Necesita vigilar.Se desdobla en una versin ms ligera, un Frank silencioso y casi invi-

    sible que cruza a voluntad por la casa del regidor catlico. Observa la de-

    coracin. Buen gusto, piensa, se nota la mano femenina. Muebles importa-dos del Valle, suficientes electrodomsticos, confort En la cocina, dos

    robots preparan botanas.Suena una cancin de Johnny Matis en el livingAburrido, el otro Frank prefiere explorar una parte de la casa a la que no

    ha llegado. Abre una puerta. Traga saliva. Una cuna el beb no est ah.Quiz lo estn baando, piensa, pero revira de inmediato: no son horas pa-

    ra baar a un beb, debe estar en otra parte de la casa, pero dnde, dnde?Siente un leve atisbo de culpa. Piensa que l tambin tiene una hija.

    EmpataQuin est sintiendo esas cosas? l? O el otro Frank? O el otro?Suficiente. Frank trae de vuelta a su Frank ligero e invisible. Se ve de

    nuevo sentado en una cama extraa. En una casa extraa.Sin darse cuenta, del mismo modo que un cheloveco normal muerde,

    aburrido, una pluma mientras hace como que lee el diario o planea descui-

    dadamente qu har el viernes en la noche, Frank Chibi acaricia una deli-

    cada arteria adentro de la cabeza del regidor paralizado. Tambin, sin darsecuenta, comienza a formar una especie de burbuja junto a sta. Como sitomara una barra de plastilina y decidiera formar una bola all adentro. Lasoba y la apachurra. Despreocupado, sus pensamientos van a la deriva

    piensa en el otro Frank, en el Frank que sola ser un agente secreto comi-sionado en Penn, con una hija y una esposa, con un trabajo virtuoso, con

    una misin virtuosa

    Pop.La burbuja estalla.

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    Antn Lizardo, Veracruz. 28 de septiembre, 2002

    FRANK ABRE LOS OJOS, PERO NO MIRA NADA. Una expresin detristeza lo embarga; despus, comienza a sentir ese mismo fro intenso, ese

    fro de siempre. Isabel suelta el libro que tena en las manos y se dirige r-pidamente a la silla metlica. Regresa casi al instante y toma la cobija. Laecha encima de Frank. Se arrodilla.

    Cmo ests, corazn? Todo bien?, dice Isabel buscando los ojos deFrank, y sobndole las manos. Ests bien Frank, ests bien?

    S, estoy bien, dice Frank, mirando sbitamente a Isabel. T cmoests?

    Preocupada, t cmo crees, dice Isabel y abraza a su marido.

    No te preocupes, linda, dice Frank dulcemente y ensaya una sonrisaparca. Me das algo de tomar?

    Qu quieres?Algo caliente.Leche caliente?

    S. Creo.Isabel se pone de pie y se enfila hacia la puerta de salida del stano,

    rumbo a la cocina. Frank la mira alejarse con ese semblante amnsico quese apodera de l cada vez que despierta de su sueo. No recuerda nada de

    lo que acaba de hacer dormido. Solo tiene esta curiosa sensacin de bie-nestar. Se siente bien, feliz, completo. Afortunado de estar casado con Isa-bel. De tener una hija con ella. Esa casa. Esa vida.

    Isabel se detiene.Voltea.Perdn, qu decas?

    Frank permanece en silencio un par de segundos, confundido.

    No dije nada.Me pareci escucharte decir algo.

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    Silencio.Quisiera un poco de miel en mi leche.Silencio.

    Claro, amor.Isabel sale del stano. Su corazn palpita fuertemente. Una gotita de

    sudor se desliza por su sien.

    Proxima entrega: Captulo 2, A tu salud, Ardilla

    Copyright 2013 Rodrigo Xoconostle Waye

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    CAPTULO 2

    A tu salud, Ardilla()

    Mocambo, Veracruz. 29 de septiembre, 2002

    ES DOMINGO, PERO NO HAY NADIE en aquella iglesia. No hay pa-

    rroquianos ni sacerdotes, ni homila ni flores. Solo otra iglesia catlicaabandonada en Penn. Expropiada por el gobierno yajudi. Nadie puede ofi-ciar ah. Ese dios, el dios catlico, ya no es el dios del estado veracruzano.

    Resuenan las pisadas de Noodle Chan, un sujeto regordete tan coloradocomo un jitomate, por el liso piso de piedra.

    Arriba al confesionario, que es como un clset de sndalo con una ven-

    tanilla trenzada.

    Carraspea.Y bien?, pregunta el Avocado desde el interior del confesionario.

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    El regidor est muerto, seor, dice el hombrecillo duendecil con voztemblorosa.

    Silencio.

    Muerto?El Avocado tiene la voz cavernosa. Oscura.

    Confirmado, seor. Aneurisma traumtico.Ahrrate los detalles.S, seor. Disculpe, seor.

    El Avocado sale del confesionario. Es un hombre moreno, de estaturabaja. Viste khakis, guayabera de lino y un elegante sombrero Panam.

    Mi memoria anda fallida, querido Noodle, dice, pausado. Pero, noestbamos dndole proteccin al regidor?

    As es, seor.

    S que era un caso difcil, comienza a hablar rpido el Avocado, unregidor mexicano corrupto asistido por inteligencia yajudi en territorio ca-

    tlico bueh, nada que no hayamos hecho en el pasado.Totalmente de acuerdo, seor.

    Entonces por qu est muerto?Silencio.Porque lo descubrieron! Es un traidor. Y lo mataron como un perro.

    Supongo que as fue, seor.Supones?No lo podra asegurar, seor.

    La duda es: cmo xodidos supieron de l?

    Esa es la duda, seor.Hackearon las bitcoras de Harpoon?S, seor. Como siempre.Y qu hallaron?

    Silencio.No hay nada.

    Nada?

    Harpoon no tena en ninguna lista negra al regidor.

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    Me ests diciendo que el enemigo no tena conocimiento de las acti-vidades del regidor?

    Es correcto, seor.

    Entonces quin chingados lo mat?Una gotita de sudor se desliza por la sien de Noodle Chan.

    Noodle?No lo sabemos, seor.Silencio.

    No lo saben?No, seor.

    Nadie lo sabe?, repite el Avocado, impaciente.Y no, seor.Cundo pas esto?

    Hoy en la madrugada.El Avocado mira su reloj. Marca (casi) las cuatro de la tarde.

    Y an no saben nada.No, seor.

    Nadie en toda la xodida Sexta Divisin sabe.Silencio.No, seor.

    El Avocado respira profundamente. Se cruza de brazos.Increble.Lo s, seor. Le ofrezco una disculpa, seor.

    Descartemos que alguien de los nuestros lo haya matado. Quiero ese

    anlisis maana a primera horaCuente con ello, seor.Si no hay registros, dudo que Harpoon haya sido son demasiado es-

    tpidos.

    El Avocado suelta una risita.Para de rer.

    Igual quiero una copia de esas bitcoras.

    Por supuesto, seor.

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    Lo cual me lleva a pensar que quiz se trata de un renegado, dice elAvocado en un suspiro.

    Silencio.

    Consgueme a Twinkle.Batuchka Twinkle Kotzwinkle, repite Noodle Chan. Por telfono?

    A menos que lo saques de tus calzones, pendejo, grazna el Avocado.Claro que por telfono!

    Ahora lo conecto, seor.

    Aunque quiz debamos brifearlo en persona.Por supuesto, seor.

    Y por fax.Como dicta el procedimiento, seor.Necesitamos que encuentre a este renegado

    Nadie mejor que batuchka Twinkle Kotzwinkle para el trabajo, seor.Silencio.

    Noodle Chan tose. Agrega, tembloroso:Algo ms, seor?

    S. Treme un latte. Triple carga. Con Splenda. No Canderel. Splenda.A la orden, seor.Noodle Chan se da media vuelta.

    Y NoodleNoodle Chan se da media vuelta de regreso.Dgame, seor.

    No me lo tomes a mal, dice el Avocado ejecutando una mueca repul-

    siva, pero te prefiero de mujer. No me inspiras nada cuando eres soloun gordito.

    Gracias por el feedback, seor.Vuelven a resonar las pisadas de Noodle Chan caminando por la iglesia.

    Sale por una puertecita y lo dems es puro silencio sepulcral.

    * * *

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    Universidad Bayona, Tangamanga. 4 de octubre, 2002

    EL SOL SE ASOMA TMIDAMENTE por entre los nubarrones, y en el ho-

    rizonte se vislumbra la oscura arboleda de Tangamanga, el bosque fro, mis-terioso la figura se Tadeus se puede ver caminando de un edificio a otro,

    zigzagueando entre los estudiantes que juegan con el frisbi, los que pateanun baln, los que solo se recargan contra los rboles a leer. Es tarde y sabe

    que tiene que llegar a tiempo. Es una larga caminata. Mientras se dirige alpunto de encuentro, piensa en la gente. Piensa en los hombres piensa enlas mujeres. Imagina a los estudiantes que ahora estn desperdiciando se-

    men, follando como solo esa sobredosis de juventud permite follar. Imaginaa los nerdceos, trabajando como mulas por terminar sus tareas. Imagina a

    todos los que deben estar metindose shitware en esos momentosSe detiene a la entrada del estanquillo de copias Xerox, un minsculo

    changarro en la zona comercial del campus. Abre la puerta y al entrar sue-

    na tiln tiln una campana. Un hombre, tal vez de unos cincuenta aos,barbudo y con camisa a cuadros, lo observa desde atrs del mostrador.

    Buenas noches, saluda Tadeus.Llegas tarde, dice el barbudo.Ya s.

    Qu hora es?Tadeus mira su reloj. Siete y veinte.

    El tipo, panzn y con los pelos escurrindose afuera de la nariz, miraansiosamente la puerta de entrada, al tiempo que extrae de sus bolsillos

    una tarjeta plstica.Hora de cerrarAbandona el mostrador y camina hacia la puerta. Luego de un clic des-

    liza el flaco plstico por una ranura.Tadeus observa el lugar. Mquinas de fotocopiado, dos o tres. Mostra-

    dores de vidrio, retacados de artculos de papelera. Bolsas de regalos con

    mensajes cursis. Una caja registradora. Un refrigerador de helados Cherry

    Popper con la leyenda

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    JUST LICK IT!

    Al fondo, una portezuela entreabierta.

    All ser?, pregunta.El barbudo asiente.

    Vamos.Tadeus comienza a desabrocharse los pantalones. El barbudo lo alcanza,

    animoso. La portezuela da acceso a una pequea bodega con racks, cajas de

    papel bond, sobres de plstico burbuja, sillas de aluminio dobladas. Tadeusest observando justo aquello cuando el barbudo lo abraza por detrs. Siente

    la pesada respiracin del hombre, en un prolongado suspiro, pegarse a sucuello. Le proporciona ah un pequeo beso.

    Na na, dice Tadeus y se despega a una distancia segura. La botella y

    el dinero primero.Sonriente, el barbudo seala una caja de cartn con el logotipo de Jack

    D., sellada. Luego muestra tres billetes de cincuenta dlares. Los colocaencima de la caja.

    Bien, dice Tadeus y termina de bajarse los pantalones. Su pene, andetrs de unas trusas grises, se nota flcido.

    Tambin empieza a extraer un condn de su envoltorio.

    El barbudo se ha terminado de quitar los pantalones. Masajea su pene,completamente erecto.

    Djame lamerte el ano, dice.

    Ese no es el trato, tich, responde Tadeus.

    Te doy otra botella.Ciento cincuenta por dejarse mamar el pito, ese era el trato. Todava no

    tena tarifa para lo otro.Tadeus asiente.

    El barbudo lo mira inquisitivo.Ahora?

    S, voltate.

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    Diez minutos ms tarde, Tadeus sale del estanquillo de copias con unabolsa de plstico y dos botellas de bourbon adentro. Ha cado la noche. Seapretuja la chamarra y camina veloz.

    No ha dado cinco pasos cuando le cierra el paso una figura alta, esbeltay abrigada. La luz del farol de vapor de mercurio delata su rostro.

    Pep, dice Tadeus, nervioso. Qu haces aqu?Paseando. T qu haces aqu?Pep seala con los ojos el estanquillo de copias. Esboza una sonrisa. El

    coqueto agujerillo de sus mejillas se agudiza.Y paseando.

    Qu llevas ah?Tadeus mira su bolsa.Un mandado.

    Un mandado, repite Pep y arquea las cejas.Silencio.

    Debo irme, carraspea Tadeus y trata de rebasar a Pep.Espera.

    Tadeus se frena. Ms bien, algo lo frena. Una slida fuerza, como si unamano invisible lo hubiera sujetado de los hombros. Cierra los ojos. Cun-to tiempo llevaba viviendo con Pep y Runic? Poco ms de un mes. Convi-

    va mucho con Runic, pero a Pep casi no lo vea. Lo cual le pareca mejor.Senta que podra revelar sus aficiones sexuales con Runic, un buen cro,emptico, amable. Pero con Pep era otra historia. Demasiado carismtico.

    Demasiado guapo. El tipo de hombre con el que podra obsesionarse,

    uno ms en su larga fila de obsesiones. Y con cada obsesin suceda lomismo, el apego, el sufrimiento

    Y adems, los rumores. De los poderes de Pep.Un telpata.

    Traga saliva.No tienes que hacer lo que ests haciendo, dice Pep, calmado.

    Qu estoy haciendo?, replica Tadeus, tembloroso.

    Vivimos juntos, Tadeus, dice Pep. S lo que ests haciendo.No s de qu ests hablando.

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    Deja de decirme mentiras, putito, dice Pep y le acaricia el cuello aTadeus. Una punzada en el pene lo paraliza. Lo paraliza an ms que esafuerza invisible. Solo te quiero decir que no necesitas hacer lo que ests

    haciendo. Si lo necesitas es dinero, tienes otras opciones.Tadeus aprieta la mandbula.

    La fuerza invisible lo suelta, y siente la inercia de trastabillarse haciaadelante.

    Carraspea de nuevo y, ligeramente exaltado, se acomoda el pelo. Mira a

    Pep.Parece muy alegre.

    Maana en la tarde vamos a estar en el bar de bagels, dice Pep. Des-de las seis. Deberas caer. Para platicar de tus opciones.

    Claro, dice Tadeus. Es todo?

    Silencio.Es todo.

    Tadeus se arranca y de nuevo camina por los jardines del campus, deba-jo de los rboles frondosos.

    * * *

    Antn Lizardo, Veracruz. 5 de octubre, 2002

    Chopin,Mazurka, Op. 17, no. 4

    ISABEL KURTZ, CON SUS CAPRIS DE LINO y su ligera blusa blancay sus flats y su oscursimo pelo negro recogido en un chongo eleganteaunque improvisado, toca el piano melanclicamente. El run run del aire

    acondicionado, tecnologa esencial para sobrevivir los salvajes caloresdel pas de Penn, alimenta con un ligero ritmo la pieza.

    Los Kurtz haban sido una influyente familia del Valle de Anhuac quearrib a Veracruz en los cuarenta durante la fiebre de los latifundios. Isabel

    naci a fines de los sesenta, lo que la converta en veracruzana de segundageneracin: hija de mexicanos y catlica por herencia, pero yajudi por

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    http://www.youtube.com/watch?v=u8Zvx72tJpMhttp://www.youtube.com/watch?v=u8Zvx72tJpM
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    formacin. Los verdaderos mexicanos, es decir, aquellos provenientes delValle, no se mezclaban con los lugareos, y tenan particular cuidado delos hombres del Sotavento y sus creencias paganas, de su religin de bruje-

    ra, de vud.Pero Isabel haba respirado la religin yajudi desde nia. Quiz porque

    lo yajudi permea todo en el pas de Penn. Los rituales. El color. La msica.Los olores. La sal del ocano en el Puerto. El carcter rspido de la bizarragente de las montaas. La esquizofrenia multicultural de la huasteca. El

    bro indomable de los tuxtlas.Tcnicamente, Isabel era veracruzana. Catlica, pero veracruzana. Lo

    cual significaba, en su mundo social, que se trataba de una especie de jaro-cha apestada. Casarse con un mexicano catlico no mejor las cosas. A pe-sar de ser un militar y un diplomtico. Un mexicano de buena familia.

    Por otro lado, para los parientes que la visitaban del Valle, ella era unayajudi. Nunca nadie pareca estar contento con ella!

    La casa en la que Isabel viva en Penn y que haba heredado, haba sidodiseada para provocar una atmsfera radical y contradictoria, fuera de con-

    texto. Le conocan como la casa de Punta Lucas. Adentro de ella, los visitan-tes se transportaban a una lujosa casa de alguno de los sofisticados barriosdel Atlacomulco de Angus Forker. Ese era el efecto deseado. Para los cono-

    cedores, sin embargo, la casa de Punta Lucas era un fino ejemplo del revivaldel estilo Modernista. Conocedores como la revistaElle Decor, que le dedi-c un reportaje en su edicin de marzo de 2001 (o fue en abril?):

    La propiedad de un acre de extensin destaca por los altos muros que

    rodean el jardn de la piscina y el chalet de dos pisos de la caballeriza con

    tapanco, se lea en el artculo. Pisos de parquet en las habitaciones inter-calan con el mrmol de las estancias, techos de intrincada tracera y una

    biblioteca de roble ingls. En la fachada, se admira la crestera de lmina,

    as como los balaustres, guirnaldas, cornisas y relieves decorativos de inspi-

    racin indgena, de acuerdo a lo que dicta la escuela de Adamo Boari.

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    Para todos aquellos que no podan poner un pie adentro, la casa de Pun-ta Lucas era solo una muestra ms de mexicanos catlicos imponiendo suarquitectura aliengena en el pas de Penn.

    Isabel detiene la msica: solo quedan el run run del aire acondicionadoy el gentil zumbido de una docena de mecanoides limpiando el desayuna-

    dor de la terraza despus de una sesin de papaya, yogur, los huevos conjamn y queso panela de su esposo y caf, mucho caf.

    Suena una campana. Una campana de bicicleta.

    Isabel produce instantneamente una mueca.El sonido de la campana crece, y puede ver a su hija, Pilar, rodando en

    una vieja bicicleta de cross country.Te he dicho mil veces queJe sais, ne pas faire du vlo dans la maison!

    Pilar sale hecha una bala por una puerta y se enfila hacia el jardn.Isabel suspira. Esta nia sali demasiado inteligente, piensa. Se parece a

    su padre.Todo mundo dice eso de una manera u otra. Los hijos siempre se pare-

    cen o salen a alguien. A uno de sus padres, a un abuelo, a un toLa nia entra de vuelta a la casa. Baja corriendo de la bicicleta con pies

    desnudos, y su pelo negro y cortsimo, se agita levemente cuando dobla con

    agilidad la esquina en direccin a la cocineta. Ms flaca que un tildillo, ata-viada con shorts y una camiseta de tirantes, se acerca a hurtadillas al enormefridge de tres puertas y, haciendo un esfuerzo, abre una de ellas: ante sus

    ojos se exponen tamales en hojas de pltano, leche en tetrabrik, vasines de

    yogur, refrescos en lata y esos extraos y deliciosos panecillos yajudis deforma esfrica que tanto le obsesionan.

    Buuelos!Toma un litro de leche y deja abierta la puerta. Camina hacia una porte-

    zuela y coge un vaso de vidrio. Entra entonces a la cocina una ptitsa enor-me, casi una gigantona: malhumorada, cierra de golpe la puerta del fridge.

    Pilar hace una mueca de desaprobacin,

    :-/pero no deja de servir la leche.

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  • 7/27/2019 Ruy Xoconostle - Los das orbitales de Frank, primera parte

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    Quiero que me calientes un buuelo, Rubik, dice.Pero acabas de desayunar, responde Rubik. La Sra. Chibi no quiere

    que comas entre comidas.

    Tienes que hacer lo que yo te pida, Rubik, dice Pilar, sin mirarla yan acabando de servir la leche.

    Rubik respira hondo. Pero obedece.Gracias.Bien servida, Pilar camina afuera de la cocina. Asegurndose de que su

    mam no la vea, sale al jardn y se instala en un rincn. Ah, en el csped,devora vidamente el buuelo.

    am am.Empieza a hacer calor. Ese constante y horrendo calor veracruzano. A

    ella no le molesta, claro. Ni a su mam. Pero a su pap s. A veces el aire

    acondicionado es tan fuerte que su mam le ordena neurticamente que nose quite los zapatos. Cosas que hacen las mams, claro. Igual a Pilar le

    gusta andar descalza.Desparpajada, una vez que acaba con el buuelo, deja el plato y el vaso,

    sin una gota de leche ya, en el pasto. Se levanta y camina alegremente ha-cia la piscina.

    Ah est su pap, con pantalones de algodn ligero y playera Polo. An-

    teojos oscuros. Lleva un bastn de golf en las manos.El tee, enterrado.Un robot coloca una pelota en ste.

    Pok.

    La pelota cacariza traza una parbola y cae en la piscina haciendo unlevsimo chapuzn.

    Splash.Quest-ce que tu fais, papa?, pregunta Pilar.

    Qu?, replica Frank.Que qu haces.

    Ah. Practico con mi chipper.

    Pilar se coloca bruscamente detrs de Frank.Quel camp va gagner la guerre?

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  • 7/27/2019 Ruy Xoconostle - Los das orbitales de Frank, primera parte

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    En espaol, Ardilla.Mi maestra dice que tengo que practicar francs en casa.Tu maestra no est aqu, refunfua Frank. Te puedes hacer para

    atrs? Es peligroso.Qu lado va a ganar la guerra?

    Esa pregunta. Esa maldita pregunta.Qu?Lo que oste.

    Frank opta por dejar a un lado el chipper, produce una sonrisa falsa yexclama:

    El nuestro, claro!Pero cul es el nuestro?A qu te refieres?

    Qu somos?Tu escuela es catlica. Y la mayora de tus compaeros son mexicanos,

    cierto?S. Pero es porque sus paps vinieron a trabajar a Penn.

    T eres catlica. Mam es catlica. Yo soy catlico.Entonces por qu vivimos donde viven los yajudis?Porque soy un diplomtico. Recuerdas qu platicamos sobre qu es

    un diplomtico?UhmY qu es?

    Un oficial que representa al gobierno de su pas en otro pas.

    Eso es un bingo, Ardilla, dice Frank y vuelve al chipper. Eso es unbingo.

    Pok.Splash.

    Pero papQu?

    No estoy seguro que mi lado sea el mexicano.

    Por qu dices eso?Yo nac en Penn. Mam naci en Penn.

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  • 7/27/2019 Ruy Xoconostle - Los das orbitales de Frank, primera parte

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    Eso no importa, dice Frank, condescendiente, tratando de concentrar-se en su siguiente tiro. De todos modos eres mexicana.

    Y qu lado va a ganar la guerra?

    Ya te lo dije. El nuestro.Pok.

    Splash.Pilar se cruza de brazos. Farfulla, casi berrinchudamente:Mmm. No lo s.

    Por qu lo dices?Le yajudi vont gagner.

    Traduccin?El yajudi va a ganar.Frank afloja el grip del bastn.

    En serio piensas eso?S.

    Por qu?Tienen mejores soldados. Y son ms valientes.

    Frank suelta una risita.Seguro. Ahora djame seguir practicando mi chipeo. Cmo dices un

    chip por arriba del agua?

    Un chip au-dessus de leau, dice Pilar, orgullosa.Pues all va uno de esos. A tu salud, Ardilla.Pok.

    Splash.

    Frank!Esa es Isabel desde la casa.Qu pasa?Te lleg un fax!

    Voy!Frank deposita el chipperen el csped. Camina hacia Isabel, y ella ha-

    cia l. Intercambian el papel. Mientras l lee de pie el fax, Isabel se dirige

    a Pilar y le parolea algo que provoca que la nia se eche a correr, en medio

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  • 7/27/2019 Ruy Xoconostle - Los das orbitales de Frank, primera parte

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    de una risa histrica, de vuelta a la casa. Frank termina de leer y mira a suesposa, intrigado.

    Qu le dijiste?, pregunta.

    Que se meta a baar o no iremos hoy a que escoja su disfraz, explicaIsabel.

    Claro, exclama Frank. La fiesta de disfracesT ya tienes el tuyo?, interroga Isabel.An no.

    Pausa.Isabel abre la mano. Una pldora blanca descansa ah, en medio de la

    palma.Qu?Cmo que qu?

    Qu?Tu pastilla!

    Osh.Tmate tu pastilla, Frank.

    Frank toma de mala gana la pldora y la mete en su boca.La engulle.Contenta?

    Qu dice el fax?Me vas a decir que no lo leste?, dice Frank, de mala gana.No, no lo le!, replica Isabel, ligeramente enfadada.

    Bueh. Ya sabes.

    Otra vez?, exclama Isabel, agobiada.La prxima semanaPero si acabas de tener una misin hace poco!Ya see, Frank hace una bola con el papel y camina hacia la casa.

    Isabel no se mueve de su lugar.Frank

    Luego!, responde Frank sin voltear la cabeza.

    Frank!Yo tambin me tengo que meter a baar!

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  • 7/27/2019 Ruy Xoconostle - Los das orbitales de Frank, primera parte

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    Mentiroso, murmura Isabel. Ya te baaste.

    * * *

    Lugar no determinado. Cinta B.D. 113,226, secs 7(N) y 3(C) Datadeck Voight-

    Kampff NMD 994411 05-10-02 COL FOR/DDDVVFTGU2014ZTY55

    Voz 1: Qu me tienes?Voz 2: Gracias, yo tambin estoy bien.Voz 1: Ya, mamn. Cmo te fue?

    Voz 2: Bien, pero no tan bien.Voz 1: Qu quiere decir eso?

    Voz 2: No tan bien quiere decir no tan bien.Voz 1: Dnde ests ahorita?Voz 2: Acabo de llegar al puerto. Las lneas estn del caraxo.

    Voz 1: Qu te dijo?Voz 2: No mucho. Lo sent a la defensiva.

    Voz 1: Algo me dice que no me ests paroleando todo.Voz 2: Qu podra ocultarte?Voz 1: Te recuerdo que tenemos un trato.

    Voz 2: Deja de xoderme por favor. Tuve un da difcil.Voz 1: No pudiste convencerlo, verdad?

    Voz 2: Hey, tich: es el Dr. Biondi.Voz 1: Eso qu?

    Voz 2: El tipo es complicado. Y tiene la sarten por el mango.Voz 1: Pfff. Por qu tendra la sarten por el mango? Nadie sabe qu tan

    despierto est el Espejo Humeante seguro ni l lo sabe.

    Voz 2: Y yo no voy a comprobarlo.Voz 1: Que se haya despachado a un regidor no lo hace un asesino en

    masa

    Voz 2: Te digo, igual yo no voy a comprobarlo.

    Voz 1: Cmo lo sentiste?Voz 2: A Biondi? Te digo que a la defensiva. Desconfiado.

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  • 7/27/2019 Ruy Xoconostle - Los das orbitales de Frank, primera parte

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    Voz 1: Eso no es bueno. No puedes extorsionarlo? Presionarlo?Voz 2: Mira, tich, desde mi punto de vista, mi reunin con Biondi resul-

    t excepcionalmente buena.

    Voz 1: Pero no obtuviste la informacin que necesitamos!Voz 2: Pero estamos un poco ms cerca! No te parece positivo eso?

    Voz 1: Lo nico que s es que no tenemos nada.Voz 2: Insisto: desde mi punto de vista, estamos avanzado.Voz 1: Pero cada vez hay ms ruido. El Avocado ya est rastrendonos.

    Y quin sabe quin ms.Voz 2: Batuchka, las lneas son un caos. No podemos chanelearnos co-

    mo quisiramos.Voz 1: Y qu sugieres?Voz 2: Seguir trabajando a Biondi

    Voz 1: Pero no hay nada concreto con Biondi!Voz 2: Biondi es lo mejor que tenemos! El tiempo se acaba

    [Silencio]Voz 1: En verdad crees que Biondi nos vaya a ayudar?

    Voz 2: Creer no es mi papel.Voz 1: Cul es tu papel entonces?Voz 2: Despertar al Espejo Humeante.

    [Ruido]

    Proxima entrega: Captulo 3, Barones del shitware

    Copyright 2013 Rodrigo Xoconostle Waye

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    CAPTULO 3

    Baronesdel shitware(Shitware)

    Universidad Bayona, Tangamanga. 5 de octubre, 2002

    DE NUEVO CAMINANDO POR LOS JARDNES del campus, debajo delos rboles, debajo del cielo gris. Alcanza un paso subterrneo que perfora

    el edificio de rectora. El techo de plstico transparente cubre su paso, ydeja ver las suelas de los zapatos de la gente arriba. Tadeus se acaricia las

    manos. Por un segundo desaparece el fro otoal de Tangamanga.

    A medida que se aproxima a la salida, el fro regresa. Una escalinata loespera. Tadeus se apretuja la chamarra.

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    Brrrr.Una calle angosta, llena de comercios. Tiendas para escolares, grocers,

    cafeteras y restaurantes deli los estudiantes circulan de ida y vuelta, te-

    nuemente iluminados por la luz anaranjada de las lmparas de vapor desodio. Tadeus piensa que las multitudes lo ponen nervioso.

    Ha llegado.

    PLSMIDOS Y BAGELS

    UN LUGAR PARA ESCOLARES SEDIENTOS

    Eso qu, piensa Tadeus.Tump.Hey!

    Ese es Runic, quien llega apresuradamente y se arrima a Tadeus.Qu pedo?

    Plsmidos y bagels! El mejor pub del campus, tich, exclama Runic,amaneradsimo. En mi pueblo hay uno!

    Ah, s?, responde Tadeus, ms tibio que mamn.Vamos, g.El acceso al pub: clsicas puertas dobles de cedro, pintadas de gris os-

    curo, con angostos ventanales cuadriculados, y una estpida cabina telef-nica roja custodiando el exterior.

    Odio este pedo, piensa Tadeus.

    Abren las puertas.

    El calor del gento los toma de golpe. Escolapios en barras y mesas demadera, amontonados, discutiendo acaloradamente, y las meseras de man-diles verdes inspirados en los Celtics de Boston, caminando aqu y all concharolas colmadas de tarros de cerveza draft, cestos con botanas de

    zucchinis fritos, papas a la francesa, alitas de pollo con habanero a un lado.A pesar de la baja iluminacin, es evidente que las sudaderas universitarias

    abundan entre los asistentes, y las bufandas tambin, y los telfonos con

    sus pantallas iluminando los rostros de los escolapios ya ebrios que drunk-textean a sus otros significativos. Tadeus y Runic se abren paso a empello-

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    nes, y alcanzan a Pep: los espera en una mesa rstica con una Stella Artois

    en la mano. Arriba de l, un letrero que dice

    Pan calienteBudn con ron

    Helado de pasas

    Crujiente de arndano + manzana con canela

    7 dlares

    Qu pedo, llegan tarde, saluda Pep. De ti no me sorprende, claro

    Tadeus se sonroja.Pep le hace un ademn fastidioso a una mesera: con los dedos pide dos

    cervezas como la suya.

    Stella?, dice Tadeus, agitando las manos, no no, yo prefiero de ba-

    rril

    La mesera se detiene.

    Eso qu?, pregunta Pep. No tienes dengo, g?

    YTadeus se encoge de hombros.

    Runic despacha a la mesera con un hueva, trele la Stella.

    Tadeus grue.

    Pep vuelve a l:

    Ayer ganaste dengo, no?

    De qu hablas?

    Ya te dije que no me digas mentiras, putito, ladra Pep. No me hagas

    decrtelo una tercera vez.

    No eres el primero que lo hace, corazn, dice Runic.

    Tadeus traga saliva.

    Toma, Pep saca de su bolsillo un minsculo fajo de billetes y lo pone

    en la mesa. No te molestes en contarlo.

    Qu es esto?

    Un adelanto.

    De qu?

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  • 7/27/2019 Ruy Xoconostle - Los das orbitales de Frank, primera parte

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    De lo que venimos a hablar, corazn, interviene Runic.

    Silencio.

    Bueno, gurdalo! Alguien podra pensar mal.

    Tadeus toma el fajo y le abre los ojos de par en par a Pep como diciendosoy todo odos.

    Ahora que tengo tu atencin, empieza Pep, sabes qu es el shit-

    ware?

    Tadeus produce, una vez ms, esa expresin infantil de ingenuidad y

    desconocimiento. De no tengo idea de qu me ests hablando.

    El cro no es muy listo, espeta Pep. Cuando entraste aqu te dieron

    una consola, ve?S.

    Aunque se la dieron despus porque el huevn lleg tarde, instruye

    Runic.

    Con la consola navegas las colonias forneas. Una realidad paralela

    que es exactamente igual de hueva que esta.

    Aj.

    Si le metes un cido Porgy al pedo las cosas mejoran. Alucinas, vesvesches, viajas chido. Me sigues, g?

    Te sigo.

    El problema del Porgy es que te lo puedes daraqu. No necesitas ir a

    ninguna xodida colonia fornea para pasarla bien con Porgy.

    Supongo.

    Ah es donde entra el shitware. Una realidad alucinante adentro de una

    realidad, aderezada con Porgy.

    Claro.

    Eso hacemos. Eso te proponemos.

    Tadeus mira a Pep, triunfal en su inconclusa explicacin. Y Runic, con

    la barbilla descansando en sus manos, en otro ademn amanerado, lo mira

    con inters.

    Entonces

    La mesera arriba con las Stella.

    Gracias.

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    Qu duda te carcome, dime

    Ustedes

    Si?

    Ustedes mueven shitware?Eso es un bingo!

    Un brindis. Un brindis apresurado.

    Los tres beben.

    Y hay buenos dollys ah?

    Es la pasta, tich.

    Y el Porgy?

    La cala se consigue hasta en los Quick Stop, me entiendes?A diez dollys la grapa, dobletea Runic.

    Pero shitware: nosotros tenemos la pasta.

    Pasta de calidad. Volumen loco.

    Entre setenta y cinco y ciento veinte dollys un disco. Nosotros gana-

    mos el treinta de eso.

    Tadeus arquea las cejas.

    Ven, acrcate.Perdn?

    Pep se arrima a Tadeus. Abre la bolsa de su chamarra.

    Mete la mano.

    Neta?

    Mete la mano, g. Nadie te va a decir nada.

    Adems, todos saben que somos putos, corazn.

    Tadeus suspira y accede. Su mano aprieta un cuadrado delgado de pls-

    tico.

    Eso es un disco M.O.

    Shitware.

    Saca la mano. Traga saliva.

    Nuestro contacto los importa de todos lados. Chihuahua, el Valle, Te-

    xas, Nuevo Mxico. Hasta de Penn. Tenemos la mejor cala del mercado.

    Solo la mejor.

    Y entonces hay buenos dollys, retoma Tadeus.

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    Somos los barones del shitware, dude, dice Runic, orgulloso.

    Mralo as. Cuntos alumnos hay en campus?, interroga Pep.

    Tadeus vuelve a poner sus ojitos de ignorancia.

    Dieciocho mil, se responde a s mismo Pep. Cuntos tienen unaconsola?

    Y dieciocho mil.

    Exacto. Regulacin universitaria, explica Runic.

    Cuntos son yonquis?

    No lo s.

    La mitad.

    Es confiable ese dato?, pregunta Tadeus.Equis, prosigue Pep. Navegan en Porgy dos veces al da. Con nues-

    tro shitware.

    Okey

    En una semana ya se acabaron el disco. Y quieren ms.

    Ahora dime, corazn, crees que haya dollys o no?

    Runic aprieta la mano de Tadeus.

    Me parece que sSilencio.

    Y para qu soy bueno?

    Pep se sonre.

    Necesitamos ms chelovecos en la calle. Soldados de calle.

    La demanda sube. Las responsabilidad tambin.

    Yo no quiero responsabilidades.

    Hasta Darth Vader tena responsabilidades.

    Eso qu.

    Porque eres nuestro roomie, dispara Pep.

    Y porque no te queremos haciendo nada con estarrios en las copias Xe-

    rox, corazn

    Risitas.

    Entiendo.

    Tadeus bebe de su cerveza. Se deja intoxicar por el ambiente universita-

    rio. Los gritos indecentes de los grupos tomando shots. Las ptitsas revolto-

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  • 7/27/2019 Ruy Xoconostle - Los das orbitales de Frank, primera parte

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    sas, en jauras, cazando a otros estudiantes. Lossportfreaks gritando frente

    a los fidos porque es FNF y juegan los Steelers

    Quiero otra cerveza, dice Tadeus, entre sonrisa y sonrisa.

    * * *

    Antn Lizardo, Veracruz. 9 de octubre, 2002

    FRANK HA MADRUGADO. Son las cinco cuarenta, pero est de pie

    desde las cinco. Los primeros cincuenta minutos de su da los pas en la

    penumbra, somnoliento, acariciando las caderas y la espalda de su espo-sa por alguna razn no puede dormir ms, pero tiene sueo. La ms

    extraa de las sensaciones.

    Bostezando, se levanta de la cama. Quiere bajar a la cocina a preparar

    caf, pero piensa que no tiene idea de dnde lo guardan sale del cuarto y

    camina al estudio, sus pisadas desnudas rechinando en la duela.

    Entra al estudio. Prende la luz. En la mquina de fax hay un papel des-

    cansando en la charola. Lo toma. Un oficio informndole de alguna nuevadisposicin normativa en la embajada nada de trascendencia. Abandona

    el papel donde lo tom. Abatido, se sienta en la silla giratoria detrs del

    escritorio de caoba. Piensa en la misin en por qu diablos quieren que

    vaya a dormir a otra ciudad no le parece. Deseara que las cosas fueran

    menos complicadas, que todo se resolviera como cuando juega golf con el

    embajador y el resto del hipcritafourson, gastando las mismas bromas de

    siempre, y luego en el Hoyo 19, celebrando las tediosas horas que pasaronjuntos en el campo. Hablar de caballos, de poltica, de mujeres

    Recuerda que debe estar en Liniers en dos horas.

    Voltea a ver el reloj digital que descansa en la pared.

    5:47

    No son ni las seis. En ms de dos horas.Se acost tarde una noche antes

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    Tiene sueo

    Cierra los ojos.

    Cuando los abre, no est donde est. Tampoco es quien es. Sabe que su

    otro yo duerme: lo est viendo, de hecho. Torcido, con la cabeza colgada,la barbilla embarrada en el pecho.

    Dulces sueos, Frank, dice Frank.

    Dos cders.

    El telfono.

    Se proyecta por la lnea. En un segundo est en el callejn de Liniers,

    uno de esos burgueses malls abiertos.

    Est oscuro. Es demasiado temprano.Dos cders, piensa ni siquiera sabe sus nombres reales. Ni dnde vi-

    ven.

    Esperar.

    Flotar hacia una cornisa.

    Y esperar.

    A las siete cuarenta llega el primer cder. Escondido detrs de una co-

    lumna, Frank lo ve aparcar su auto, un Honda de color blanco, en el cuartopiso del serpenteante estacionamiento de Liniers. Se baja, abre la cajuela,

    extrae una mochila deportiva, de gimnasio. Perfecta para un viaje corto.

    Frank suelta una risita.

    El cder cierra la cajuela. Aprieta el botn de la alarma. Camina muy

    decidido hacia los elevadores. Es evidente que, dentro de su saco, carga

    con una pistola. Eso no es un problema, piensa Frank el problema son

    las cmaras.

    Piensa qu hacer.

    Toing.

    El cder ha pedido el elevador.

    No llega.

    Vuelve a apretar el botn.

    El cder voltea nervioso hacia su lado derecho.

    Qu hay ah?, piensa Frank.

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    HOMBRES

    Abandona todo el asunto del elevador y camina hacia el bao.

    Eso es un bingo, piensa Frank y se proyecta adentro de los gabinetes delos escusados. No huele muy bien. Pero eso no le importa.

    Escucha entrar al cder, a paso veloz. Por sus pisadas, sabe que se diri-

    ge a los mingitorios.

    Una vez que el cder ha bajado el cierre y comienza a sonar el chorro

    de orina sobre la porcelana, Frank abre la puerta. Nada brusco, solo un pe-

    queo movimiento

    El cder siente con horror como si alguien lo manoseara por adentro delsaco: contra su voluntad, la pistola abandona su funda y se escurre por la

    tela hacia afuera.

    Flotando, termina en las manos de Frank.

    El cder encara la puerta abierta del escusado.

    Delegado Chibi?

    Un disparo en el pecho. Dos en la cabeza cuando el cuerpo cae al piso.

    Demasiado ruido.El otro Frank le avisa: el otro cder est entrando al estacionamiento.

    Desaparecer.

    Frank se materializa en el segundo nivel.

    Y en el primero.

    (Ese Frank an trae la pistola en la mano. Piensa que sus huellas estn

    ah, en la empuadura y el gatillo se concentra y comienza a derretir el

    acero.)

    Por distrado ve pasar el Honda y dirigirse a la rampa.

    Uhm.

    El segundo Frank lo espera, agazapado.

    Simplemente lo mira. Simplemente se concentra. Piensa en fierros re-

    torcidos.

    El Honda se detiene bruscamente. El rostro sorprendido del segundo

    cder es brutal.

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    Lo que sigue: vidrios estallando, la carrocera comprimindose por laizquierda, la derecha, arriba, abajo, un emparedado de metal y caucho yplstico, aplastando como un insecto al pobre hombre, que intenta salir por

    la puerta, por el resquicio que queda de ventana, y que solo termina por es-cuchar a su propio cuerpo, sus huesos, sus rganos, su grasa, explotar,

    aplanado, machacado.El Honda queda reducido a un cubo. La gasolina, el aceite y el anticon-

    gelante se escurren, formando un pringoso charco

    Frank abre los ojos. Est en su estudio.Desesperado, cayend en cuenta de que se qued dormido, voltea a ver el

    reloj digital que descansa en la pared.

    7:57

    Mierda!

    Sale corriendo del estudio y se quita la ropa en el pasillo, le urge irse, leurge baarse: va ridculamente tarde a su cita.

    * * *

    Pudukkottai, Tamil Nadu. 11 de octubre, 2002

    EL CAFE KOHINOOR EST ABARROTADO esa tarde. Starla subeunas escaleras de madera, siguiendo de cerca a un mesero. A simple vis-

    ta, Starla parece una turista regular: jeans, una blusa ligera, vaporosa, demanga corta, color azul turquesa. Cola de caballo. Backpack. Las botas

    Dr. Martens. Cubre su cabeza con una gorra de los Boston Red Sox.P!sp"l a#i!, le gritan los nios hindes en tamil, equipo de beisbol!,reconociendo la B roja del Boston.

    Parece que ven mucho ESPN, piensa Starla cada vez que le gritan algosobre su gorra.

    En la mano, Starla transporta su espada bien guardada en su saya. Locual arruina su aspecto de turista en medio del gento y el ruido per-

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    manente de las mesas con comensales, corre un rumor entre la gente que

    la ve pasar.

    Starla no se ve de buenas.

    Tensa. Estresada.Follow me please, le dice el mesero con un agudo acento tamil.

    I want a clean table, aclara Starla, sabedora de que a veces en India

    las ideas de lo limpio no son las mismas que en el resto del mundo.

    Of course, we have plenty of clean tables, responde el mesero.

    Arriban. La mesa es amplia. Una bella mujer tamil portando un colo-

    ridopodavai se apresura a poner en la mesa una canasta de pan dosa con

    salsas de ajo, chabacano, coco y lima.Starla agradece asintiendo.

    Your order?, pregunta el mesero.

    Starla se sienta. Respira hondo. Sin voltear a ver al mesero, dice:

    Mushroom matar and chicken biryani.

    Ok

    And one chana masala. Not too spicy. And another basket of dosa.

    And bring me some tea.What kind of tea?

    Darjeeling oolong. And a bottle of water.

    El mesero traga saliva.

    Thats it?

    Hurry!, le pide Starla mientras arquea una ceja.

    El mesero huye.

    Starla extiende lasayapor la mesa. Respira hondo.

    Casi de inmediato, suena un ruidero en la parte inferior del Cafe

    Kohinoor. Mltiples pisadas.

    Se ha corrido la voz. La jovencita que levant sola la estatua de Ga-

    nesh en el estanque de Pillaiyarpatti en Sivaganga est ah, en ese restau-

    rante. Sola.

    Para Starla no haba significado una gran hazaa: aunque meda unos

    tres metros de altura, la estatua haba sido fabricada con pasta de arcilla,

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    principalmente. Quiz pesara unos 400 kilos, considerando que unos

    diez hombres la cargaban afanosamente

    En el momento climtico del festival Chaturthi, despus de la repeti-

    cin incesante de los mantras, la procesin, los bailes y los cnticos, losdevotos de Ganesha se concentran en sumergir en agua un dolo del dios

    elefante. Cosa que es sencilla cuando se trata de una pequea figura de

    diez centmetros de altura, no de tres metros

    Starla haba alcanzado a participar seis de los diez das del festival,

    mismos que transcurrieron entre trances meditativos en el templo y bai-

    les y cantos de mantras en las procesiones. Al momento de la inmersin

    del dolo, algo se haba apoderado de ella. El fuego interno de la devo-cin, claro.

    Y una voz interna. Le hablaba en castellano con un tono delicado,

    suave. Deca:

    T eres vajra.

    Poco recordaba del momento en el que, gentilmente, tom con sus

    propias manos la estatua de Ganesha y la coloc sin mayores problemas

    en el estanque. Una demostracin minscula de sus habilidades dorsai.Cientos de fieles vieron aquello.

    La voz se corri.

    Ahora est ah, en el Cafe Kohinoor. Esperando su comida. Esperando

    a los dueos de aquellas pisadas.

    Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce

    guerreros rajputcon vestimenta ligera y zapatillas de pico.

    Piensa fugazmente en el t que orden

    Los rajput la rodean. Morenos cobrizos, pelos negrsimos, ojos gran-

    des, redondos, amoratados son delgados. Fuertes. Portan espadas.

    Starla mira de reojo el acero del rajput ms cercano. Es una espada

    Khanda, muy poderosa. Doble filo, recta, de punta roma.

    Carraspea.

    El rajputms cercano a ella se aproxima peligrosamente. Ejecuta una

    caravana.

    My name is !diti.

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    Starla no voltea a verlo.

    Weve heard a vajra master has arrived. Weve come to look for a

    lesson.

    La mujer envuelta en un vestido podavai vuelve con una taza y unapequea jarra de porcelana. Sirve el t.

    Humea.

    Starla bebe.

    I dont know what vajra is, dice finalmente.

    Silencio.

    Los comensales de las mesas contiguas se levantan, aterrados.

    ButGo away, pide Starla sin voltear a ver a !diti. Leave me alone,

    monkeyface.

    !diti se hace dos pasos para atrs. Su rostro se muestra colrico.

    Extrae laKhanda de su funda.

    * * *

    El puerto de Veracruz, Veracruz. 11 de octubre, 2002

    ISABEL CHIBI ENCARA UN PASILLO largo y oscuro con luces tinti-

    neantes. Al final, hay una recepcionista: escribe algo en una libreta. Detrs

    de ella, rotulado en el vidrio de una puerta, el nombre

    DR. DANIEL BIONDI

    Buenas tardes, saluda Isabel.

    Buenas tardes, responde la recepcionista sin voltear a verla.

    Vengo a ver al Dr. Biondi.

    Tiene cita?

    No. Solo me pidi que viniera.

    Cul es su nombre?Isabel Chibi.

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    La recepcionista ejecuta el antiguo ritual de coger el telfono y pregun-

    tar a una voz misteriosa del otro lado de la lnea si conoce a una persona

    que se ha presentado en su consultorio y si tiene tiempo disponible para

    atenderla.El Dr. Biondi, con su voz tipluda, responde:

    Que pase.

    Un minuto ms tarde, Isabel est sentada en una elegante y espaciosa

    oficina. Del otro lado de un enorme escritorio tipo early american, est es-

    te sujeto con bata y anteojos.

    Silencio.

    Gracias por venir a verme con tanta premura, dice el Dr. Biondi.Gracias a usted por recibirme, doctor.

    Ya tiene tiempo que no hablamos.

    Isabel pone en el escritorio un frasco con benzodiacepinas.

    No vamos a hablar del medicamento que toma su marido, aclara el Dr.

    Biondi. Aunque confo en que usted le ayuda a tomarlo religiosamente.

    Tal como usted lo pidi, doctor.

    Isabel mete la mano a su bolsa, tratando de encontrar un kleenex.Bien, el Dr. Biondi se cruza de brazos. Ahora cunteme: cmo se

    siente?

    Frank? Confundido

    No, el Dr. Biondi se inclina hacia Isabel. Me refiero a usted.

    Oh no lo s despus de todo lo que pas

    Es usted muy valiente, Sra. Chibi.

    Esos hombres que mataron Frank pudo haber estado ah.

    La voz de Isabel se quiebra ligeramente.

    Su marido tuvo suerte, Sra. Chibi. O eso queremos creer.

    Isabel detiene la bsqueda del kleenex al escuchar eso ltimo.

    A qu se refiere?

    A qu me refiero con qu?

    Silencio.

    Su marido tiene un gran talento, dice el Dr. Biondi.

    Yo lo s.

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    Pero usted no sabe qu es lo que hace all adentro.

    Silencio.

    S lo s.

    No con exactitud.No necesito saberlo.

    Sra. Chibi, no me malentienda: el gobierno solo quiere ayudar a Frank.

    Y usted ha sido de gran ayuda. Sin su amor, sin su compaa, sin los medi-

    camentos que con tanta disciplina le provee no sabemos qu sera de

    Frank.

    Silencio.

    Isabel suspira.Usted sabe que con un gran poder viene una gran tentacin. La tenta-

    cin de jugar a ser Dios. Porque hay un conflicto en cada corazn humano.

    Entre lo racional y lo irracional. Entre el bien y el mal.

    Por qu me dice estas cosas?

    Tengo razones para creer que la salud mental de su marido peligra gra-

    vemente

    Por qu?, interroga Isabel, alterada.Todo lo que hemos cuidado durante estos aos, el equilibrio mental

    que tan delicadamente hemos, podra derrumbarse en las prximas sema-

    nas

    No me est diciendo nada.

    Porque no s nada. Nada concreto. Solo tengo la sospecha de que las

    habilidades parasomnes de su marido se han amplificado de un tiempo a la

    fecha. Y quiz eso, el Dr. Biondi hace una pausa, como eligiendo bien

    sus palabras, quiz eso est afectando su desempeo en el campo.

    Isabel lo mira con dureza.

    Qu me quiere decir? Que Frank tuvo algo que ver con la muerte de

    esos hombres?

    Dnde estaba Frank cuando asesinaron a los cders?

    Conmigo. En la casa.

    Pero durmiendo

    Esto es un chiste, Isabel toma su bolsa y se levanta. Adis.

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    El delegado Chibi es un patriota!, dice el Dr. Biondi, e Isabel se de-

    tiene. Tiene un don y lo usa por el bien del Valle y Nuestro Seor Angus

    Forker. Sin embargo, si le ruego que me escuche, es porque creo que algo

    est cambiando.Isabel vuelve.

    Creo no es precisamente cientfico, Dr. Biondi, dice Isabel. Dgame

    qu sabe o no me diga nada.

    Silencio.

    El Dr. Biondi abre un cajn. Toma un sobre cerrado.

    Lea. En su casa. Luego llmeme.

    Isabel mira el sobre. Tiene escrito, con marcador, la palabra

    COPYRIGHT

    Proxima entrega: Captulo 4, Ciudad de payasos

    Copyright 2013 Rodrigo Xoconostle Waye

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    CAPTULO 4

    Ciudad de payasos()

    Pudukkottai, Tamil Nadu. 11 de octubre, 2002

    LA ESPADA KHANDA VUELA DIRECTO a la cabeza de Starla, pero

    el acero termina en el respaldo de la silla. Desde una distancia segura,Starla mira a !diti, quien, con un rostro atnito, parece no entender c-

    mo la mujer pudo moverse tan rpido.Lo que sigue es un primer puetazo de Starla, uno que alcanza la mu-

    eca derecha del guerrero rajput. LaKhanda vuela lejos. El segundo pu-

    etazo lo golpea en el pecho: !diti sale disparado hacia atrs, rompiendoel barandal y cayendo de nalgas en una mesa del primer piso.

    Resuena la gritera de los comensales empujndose para tratar deabandonar el lugar.

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    What kind of rajput warrior are you?, le espeta Starla a su rivalmientras se acomoda la blusa vaporosa.

    Yourvajra technic is amazing, dice otro guerrero rajput. Have you

    been in Shaktitemple learning Parvati tantra?I told I dont know what vajra is! And who cares about this Parvati?

    Los guerreros rajputse juntan unos a otros, ansiosos.How dare you?, dice uno de ellos, frico.Una daga vuela hacia Starla.

    Fssss.La ha esquivado. Ahora la hoja de la daga vibra en la pared, enterrada.

    El resto de los rajputse lanzan contra Starla, quien finalmente tomasu espada. Sin sacarla de lasaya, bloquea embates de las espadas enemi-gas y golpea a sus oponentes en pecho, espalda, nalgas, barbilla y axila.

    Uno a uno caen, pero se vuelven a levantar, solo aturdidos por los cho-ques no letales de la saya. Hasta tres rajputatacan al mismo tiempo a

    Starla, pero en segundos son abatidos: la dorsai los golpea con puos,pies y la propiasaya.

    Starla salta una, dos y tres veces en un backflip. Luego, flota por elsegundo piso del Caf Kohinoor. Los guerreros rajputen pie exclamanun largo ohhhh. Se detiene en el delgado borde de un barandal. Un

    rajputmaduro, que sostiene unos discos afilados en las manos, la encara:Who are you?Who am I?

    Finalmente, Starla extrae el acero de lasaya. La hoja parece tremolar

    anhelante en sus manos.My name is Hiromi Komatsu, daughter of Haruichi Komatsu, and

    this is a sword from the house of Hattori Hanz!, forged in Tamahaganesteel.

    El guerrero rajputtraga saliva.I am a dorsai. Like my father before me.

    La espada se mueve a toda velocidad hacia el rajput, que apenas y lo-

    gra bloquear el golpe. Un segundo rajput, armado con un mazo de picos,arriba por detrs. Starla salta y flota por encima de l, y le rebana la bar-

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    billa en el camino. El rajputse coge la cara ensangrentada con las ma-nos, pero Starla, quien ha cado a sus espaldas, corta de tajo sus dospiernas justo por debajo de las rodillas.

    El mazo hace un ruido estrepitoso al caer.Cuatro rajputsuben corriendo por las escaleras. Starla se lanza contra

    ellos a manera de torpedo, y los derriba como pinos de boliche. Una vezabajo, en el primer piso, toma a uno del hombro y lo lanza hacia afueradel restaurante, despedazando una puerta en el camino. Los tres rajput

    restantes se ponen en guardia, pero Starla prefiere subir flotando, a todavelocidad, en un movimiento atornillante, y aterrizar en el segundo piso.

    Ah la espera !diti, listo para pelear.You should ask for mercy, dice Starla, y con un movimiento desar-

    ma a su oponente.

    LaKhanda de !diti, una vez ms, ha volado lejos.Ahora, la punta de la katana de Starla toca levemente la garganta de

    !diti.And you should stop, dice una nueva voz.

    Starla voltea hacia el primer piso (a pesar de su distraccin tiene elbrazo perfectamente estirado, listo para degollar a !diti).

    El hombre que ha hablado es un hombrecillo: pelo negro, piel oscura,

    anteojos y chaqueta Nehru color azul cielo.Why?Because you dont want to do that.

    Why?

    El hombrecillo sonre.Sri Ganesha wants to see you. You should come with me.Ahora es Starla quien traga saliva.Baja la espada.!diti respira aliviado.

    * * *

    El puerto de Veracruz. 26 de octubre, 2002

    HACKERS DE ARCORIS: LOS DAS ORBITALES DE FRANK

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  • 7/27/2019 Ruy Xoconostle - Los das orbitales de Frank, primera parte

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    Django Reinhardt,After Youve Gone

    UN BUCANERO ABRAZA a un arlequn, y un cascanueces tchaiko-vskiano increpa a un troyano armado de un brandy. Junto a ellos pasan, ve-lozmente, Frank Chibi y Lev Mongo. El primero, vestido como astronauta(pero sin casco); el segundo, con un traje de lino color crema y un elegante

    sombrero Borsalino (sin disfraz, evidentemente).Sosteniendo sus tragos en las manos, y de manera casi robtica, Frank y

    Lev Mongo se dirigen al bufete. El decorado incluye calabazas anaranja-

    das y brujas europeas entremezcladas con calaveras y panes de muerto ycempaschil importado del Valle.

    Ea, invitaron a un yajudi, dice el cascanueces tchaikovskiano.Muy desagradable, replica el troyano. Y ni siquiera vino disfrazado.

    Pasan cerca y empujan con el hombro a Lev Mongo.Lo siento. No les haga caso, dice Frank, apenado y con un dejo de fu-

    ria, sin quitarles la vista a los dos ebrios.

    Lev Mongo no se inmuta. Solo toma un plato y cubiertos de la extensamesa del bufete:

    Humor catlico?Brandy espaol, ms bien, dice Frank y toma a su vez un plato. Pero

    usted debe saber algo de eso, batuchka Mongo. Despus de todo, naci en

    el Valle.Eso pas hace muchos aos. Antes de que el yajudi me adoptara. Aho-

    ra soy un catlico en rehabilitacin.Frank suelta una pequea risita. Y agrega:Dgame, batuchka Mongo: usted cree que nuestros das estn conta-

    dos?Sus das?

    Me refiero a la invasin catlica a Penn.Lev Mongo arquea las cejas y coloca un tro de camarones en su plato.

    Responde, sin ver a su interlocutor:

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    http://www.youtube.com/watch?v=nM6hjt7tR0chttp://www.youtube.com/watch?v=nM6hjt7tR0chttp://www.youtube.com/watch?v=nM6hjt7tR0c
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    Los de todo mundo estn contados, batuchka Chibi, los de todo mundo.Es solo que los nuestros tienen un conteo ms alto que los de los extranje-ros, Lev Mongo finge concentrarse en el bufete. Por ejemplo, la colonia

    de refugiados espaoles lleva casi siete dcadas en Veracruz. Nada mal, peroes solo un incidente. En cuanto al Forker, veinte aos es poca cosa

    Lo suficiente para declararles la guerra, ocupar su pas y obligarlos ahacer comercio con nosotros. O al menos eso dicen sus melodramticoscompatriotas.

    Lev Mongo enfrenta a Frank:Y eso es lo que usted cree?

    Alcaparras y lechuga. Lo que pone Frank en su plato. Las baa lenta-mente en vinagre balsmico.

    Lo que yo crea es irrelevante, batuchka Mongo. Pero djeme ponerlo

    de este modo: en la zona hay un milln de yajudis tratando de entrar anuestras colonias. Tal parece que prefieren vivir de la basura que tiramos

    que aceptar la realidad.Y cul es esa?

    Que nada le conviene ms al pas de Penn que acceder a los trminosdel Forker. Y obtener la paz.

    Paz, religin y comercio?, re Lev Mongo al tiempo que coloca un

    poco de col y lechuga batavia en su plato. Quiz no pase maana, pero al-gn da sus combatientes tambin sentirn hambre. Y nosotros somos ms.Los tuxtlas tienen las armas, los telpatas y cincuenta millones listos para

    pelear. Pero mi punto es el siguiente: seguiremos aqu despus de esta gue-

    rra, y la que sigue. El yajudi vive en Veracruz mucho antes de que PorfirioDaz o el Forker o cualquier otro dictador llegara a armar su alboroto

    Los tuxtlas piensan que muchos yajudis, como usted, son traidores.Por cooperar con el invasor?

    Ellos no le llaman cooperacin.Usted tambin coopera, batuchka Chibi. Si me permite la observa-

    cin.

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    Se la permito, Frank mastica un fajo de ensalada. Pero yo soy un di-plomtico. Mi trabajo implica cooperar con extranjeros. Como usted. Aun-que, de ser sincero, no lo veo tan yajudi como quisiera.

    El rostro de Lev Mongo parece oscurecerse. Replica, altivo:Soy igual o ms yajudi que cualquier yajudi.

    Espero que no se equivoque.Batuchka Terrova, disfrazado como una versin obesa de Flash, con

    mallas rojas de spandex y mercuriales orejeras doradas, irrumpe con un

    mojito en las manos:Y yo, mis queridos amigos, brindo porque al final de la guerra todos

    sigamos aqu!Encantado de regresar la hospitalidad!, exclama Lev Mongo y choca

    su vaso.

    A Frank no le queda mas que hacer lo mismo.Salud.

    El cascanueces, con tono ebrio, desde su esquina, ladra:Sucio yajudi!

    Lev Mongo bufa, molesto. Por un segundo parece querer devolver elinsulto, pero Frank lo detiene:

    Salgamos, le parece?

    Un silencio, y luego:Salgamos.Depositan los platos con ensalada sin terminar en una mesa, y caminan

    silenciosamente por el amplio jardn del casern donde dan aquella fiesta

    de Halloween. Es una finca. Los lmites de la propiedad no se alcanzan aver. Pero ellos caminan.

    Y caminan.Es un bello da, dice Frank, como metido en una ensoacin.

    No obtiene respuesta. As es que se concentra en las nubes.Lo asaltan las preocupaciones. Lleva tiempo soando con la guerra. Los

    bombardeos a la distancia. Los desmembrados. Las largas caravanas de

    vehculos militares. Los camiones abandonados, retacados de cuerpos deenemigos. Los desplazados, las interminables filas de familias que han per-

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    dido su hogar y caminan sin rumbo por las agujeradas carreteras de Penn. Yesos fragmentos, los fragmentos de sus sueos, lo siguen por todos lados: enlos lobbys de los hoteles, en las tiendas de conveniencia, en los paseos fami-

    liares a bordo del Packard blindado sorteando una carretera agujerada.En la fiesta de los Terrova la realidad es otra: manjares, paseos en bote,

    marimba en vivo y una exhibicin de voladores de Papantla. Pero FrankChibi solo puede pensar en la guerra, y en la ineptitud del gobierno al quesirve para acabar con ella.

    Lo nico cierto, piensa, es que la guerra revitaliza al pas de Penn.Cmo se las arreglan su esposa e hijas en Penn?, interroga Lev

    Mongo, sacndolo de su ensoacin.Una pausa.Bueno, carraspea Frank, para ellas Penn es natural. El lugar. Los so-

    nidos. Los olores. Los colores. Yo trato de ver la bondad en sus actos.Y cmo es eso?, pregunta Lev Mongo, sbitamente interesado.

    Pienso que todo lo que hace mi mujer es bueno. Bendigo los minutos ylas horas que paso con ella.

    Eso es un pensamiento jorosch, batuchka Chibi.Frank le da un largo trago a su vaso. Repone:Claro, ella pasa ms tiempo con Pilar. En la recmara. Muchas horas

    juntas. Le ensea a maquillarse, le muestra las joyas y alhajas de la fami-lia hojean los lbumes de fotos el otro da Isabel me dijo: Pilar vecon mucho inters las fotos de antes de que nos casramos.

    Y eso a usted cmo lo hace sentir?

    Una pausa.A veces imagino que Pilar piensa que son fotogramas de una pelcula

    encantada en la que yo desempeo el papel de su hermano mayor. O el deun ogro.

    Otra pausa.Cuntos aos tiene Pilar?

    Seis. Casi siete.

    Qu rpido pasa el tiempo.

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    Es una locura, Frank guarda silencio unos segundos. Pero es una ni-a bastante normal. Ya sabe, estaba enloquecida con la idea de venir ac, ala fiesta de disfraces.

    Claro. La pequea Pilar no se imagina las preocupaciones de su pa-dre.

    Claro que no.Silencio.Hoy, cuando venamos para ac, me llamaron la atencin varias co-

    sas.Sorprndame, batuchka Chibi.

    Para salir de Punta Lucas hay que bordear una factora yajudi.Paso de Toro. Complicadsimo.Ya see.

    Ya lo sabe?Lo siento, es una expresin del Valle, Frank agita la cabeza negativa-

    mente. Disclpeme si son engredo.No son a nada, replica Lev Mongo, excesivamente acartonado.

    En fin, fue curioso pasar por el cruce fronterizo. Del otro lado de lasrejas, un ejrcito de mercachifles, vendedores ambulantes, rickshaws, pros-titutas, ancianas cargando cubetas con agua en las guliveras y tortillas en

    las manos. Y los que estn ms pegados pandean tanto la reja que aprietanel paso, sabe?

    Ya seeeeeeeee, grazna Lev Mongo. As es su expresin?

    Frank Chibi suelta una risa honesta.

    As, tal cual.Prosiga, pide Lev Mongo esbozando una sonrisa.Imagine una caravana de autos trasladndose de Punta Lucas a la Fac-

    tora B. Autos repletos con gente disfrazada, con payasos. Un desfile de

    payasos, s el lado catlico del puerto se convirti en una ciudad de pa-yasos. Y detrs de la reja: disturbios.

    Silencio.

    Con un tono melanclico y luego grave, Frank contina:Debo decir que sent la aguda e intensa realidad de su ejrcito.

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    De nuestro ejrcito?S, porque el yajudi es todo aquel que puede tomar armas. Padres. Ma-

    dres. Nios. Abuelos. Amasndose por doquier. Una presencia constante.

    En los rincones, en las azoteas. Pude imaginar el da en el que ese ejrcitomarche orgulloso por esa avenida que cruzamos hoy y despus arrase con

    las colonias que hemos construido.Silencio.Finalmente nos detuvieron. Revisin de documentos en el puesto de

    control. Pilar se puso como loca. Frentica. Muy emocionada con todos esoscarabineros revisando el auto y checando y rechecando nuestros papeles y

    pasndonos los escaners y el retn de vallas y el alambre de pas detrs, y elyajudi golpeando en la carrocera y vociferando imagina el caos?

    Y qu deca Pilar?

    Se pegaba a la ventana, muy emocionada. Isabel le deca ahora no,Ardilla!

    Ardilla?As le decimos en casa.

    Oh.Isabel le deca: Vas a asustar a los guardias.Y qu dijo Pilar?

    Respondi: Yo no podra asustarlos. Soy solo una nia.Una excelente contestacin!Pero ah no par. Isabel le dijo, an ms seria: Podras iniciar una

    guerra.

    Y qu respondi su hija?Dijo En serio?, y la mir sumirse en el asiento, con su disfraz de

    brujita, aferrndose a su escoba, realmenteAsustada?

    No! Intrigada con la idea.Frank suspira.

    Solo tiene seis aos, casi siete

    Silencio.

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    Usted parece una buena persona, dice Lev Mongo, deteniendo su pa-so. Por qu su gente quiere cambiar este pas? De dnde viene la obse-sin por transformarlo en algo hecho a su imagen y semejanza? Primero

    nos inundaron los americanos con sus franquicias, con sus Seven Eleven,sus Starbucks y sus Burger King. Y ahora ustedes, clonando sus lugares de

    origenEs la fogosidad de la civilizacin, tich, dice Frank, muy seguro de s

    mismo. La civilizacin es excesiva. Autocomplaciente.

    Ser civilizado es llenar un pas de franquicias, batuchka Chibi?La civilizacin trae refugio, amigo mo. La civilizacin cuida de todos

    nosotros.Y el comercio viene exactamente detrs de la civilizacin: asegurado-

    ras, planes de financiamiento, mercadotecnia directa, enumera, entre

    risas, Lev Mongo.Y le parece mal?, Frank enciende un cancro. Gusta?

    No, gracias. Y no, no me parece mal.No lo veo muy convencido.

    No lo estoy.Ve lo que le digo? A pesar de que usted es un yajudi muy acaudalado,

    no puede acabar de entender cmo es que el catolicismo lleva el comercio

    y la civilizacin a los rincones ms pobres de MxicoQuiz porque sus mtodos no me parecen muy iluminadores.Vamos, usted es ms inteligente que ese comentario, ladra Frank y se

    mete una fuerte bocanada de humo. Brutalidad y civilidad hacen un bello

    matrimonio. Los romanos eran ms civilizados que todos sus vecinos, perotambin ms fuertes. El seno materno de la civilizacin no est peleadocon el puo. No cuando hay que cuidar un estilo de vida.

    Hasta ahora no han sido muy eficientes

    Lev Mongo comienza a caminar de nuevo.Lo s. Y no es cosa buena.

    Una fresca brisa los toma a medida que suben por una pendiente. La

    amplitud del cielo es pica. El extenso horizonte con desmesuradas nubesgrises anunciando lluvia cubren el verde csped de la finca de los Terrova.

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    Cosa menos buena es lo que sucedi con los cders.Frank se detiene. Como si alguien hubiera dicho las palabras mgicas.Los cders

    Extraa la manera en que murieron, no lo cree?Terrible, dice Frank.

    Evidentemente se trat de un ataque telpata.Ya s.Y usted fue muy afortunado de no estar ah, batuchka Chibi.

    Silencio. Frank simplemente fum.Inhalar.

    Exhalar.Fascinante, exclama Lev Mongo, y le entrega un sobre. Papel mani-

    la. Sello de cera.

    Qu es esto? Una nueva asignacin?No, para nada! bralo, por favor.

    Frank mira con desconfianza el sobre.Por favor, abra el sobre.

    Obedece. Son dos boletos.Los Tuxtlas?, dice Frank con tono escptico.S. En un vapor ro abajo. ElHenry Price.

    Frank arroja su cancro al csped.Por qu?Vacaciones. Simplemente vacaciones.

    Por qu creen que debo tomar vacaciones?

    Bueno, es obvio. Despus de tanto estrs los cdersClaro, los cders.Le conviene relajarse un poco. Unos das de descanso le caern muy

    bien.

    Y si no quiero?Deber insistir entonces, espeta Lev Mongo.

    Silencio.

    Un yajudi dicindome lo que tengo que hacerLa poltica es compleja, tich.

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    Dgame: usted trabaja para el diablo o para Dios?La religin yajudi no cree en el diablo, batuchka Chibi.Silencio. Un silencio demasiado prolongado.

    Tengo que ir a buscar a mi esposa, debe estar histrica, repone Frank,suspirando.

    Le encantar!Perdn?Me refiero alHenry Price. La comida y las amenidades son espectacu-

    lares. Es un paseo romntico por el ro.Por un ro contaminado. Muy romntico.

    Ya s!Frank Chibi sonre, ejecuta una caravana y se aleja, caminando veloz-

    mente bajo las nubes cargadas de lluvia.

    * * *

    Lugar no determinado. Cinta B.D. 113,402, secs 8(A) y 11(D) Datadeck Voight-